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TEMA X: LA POBREZA Y EL HAMBRE

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Tema 10.- La pobreza y el hambre

FUNDAMENTACIÓN

El espléndido fotógrafo, Kevin Carter, quien en 1994 ganó el premio

Pulitzer de fotoperiodismo con una fotografía tomada en la aldea

sudanesa de Ayod de una pequeña niña, absolutamente desnutrida,

recostada en medio del desierto a punto de morir, mientras a lo lejos se ve la figura de un buitre, que la observa intensamente y sólo está esperando ese momento.

Carter declaró que aborrecía esa fotografía y que se avergonzaba de sí

mismo. David Suárez escribió: “El encuadre de Kevin Carter es el

mismo que el del ave de rapiña que espera impaciente la muerte del niño. Son dos testigos de una misma agonía: para el buitre, el plato a

devorar; para el fotógrafo, es la imagen maldita de la muerte del

hombre, de todos los hombres”. El fotógrafo sudanés se quitó la vida 4 meses después de recibir el premio.

Argumenta y asume una actitud crítica frente al problema del hambre y la pobreza. Levítico 25, 10-43

CONOCEMOS LA REALIDAD

Despertando el interés

Escuchamos la siguiente historia: “La escuela del hambre”

Un campesino que no tenía con que alimentar a su familia se acuerda de la costumbre que promete una fuerte recompensa al que sea capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de sable.

Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafía al maestro más famoso de la región. El día fijado, delante de un público numeroso, los dos hombres se enfrentan. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo espera a pie firme, mientras que el maestro de sable, estaba un poco turbado por tal determinación. ¿Que será este hombre?, piensa. Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?

El campesino, acuciado por el hambre, se adelanta resueltamente hacia su rival. El Maestro duda, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario. Finalmente, retrocede movido por el miedo. Antes incluso del primer asalto, el maestro siente que será vencido. Baja su sable y dice:

_ Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido abatido. Entre todas las escuelas de sable, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de "La que en un solo gesto lleva diez mil golpes". ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?

El campesino responde:

_ La escuela del hambre.

¿Qué comentario te merece la actitud del campesino y la del maestro que se retira del combate?

Recogiendo los saberes previos

¿Conoces a personas que son pobres y pasan hambre en nuestro entorno?

¿Sabes de alguna persona que debido a su pobreza y al hambre ha cometido acciones que no las hubiera realizado de tener asegurada la vida?

¿Has pasado hambre alguna vez en tu vida? ¿Qué has sentido?

Confrontando los saberes

¿Por qué crees que tenemos pobreza y hambre en nuestra zona, si la naturaleza nos da posibilidad de que vivamos dignamente todos?

¿Cuándo crees que una persona es pobre?

¿Qué debería hacer el Estado para erradicar la pobreza y el hambre de nuestra zona?

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CONSTRUYENDO EL APRENDIZAJE

Iluminando con la Palabra de Dios

Contexto de la lectura

El Papa Juan Pablo II, nos dice acerca de los pobres: “Son las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un mundo mejor. Ignorarlos nos haría iguales al “rico Epulón” que fingía no conocer al mendigo Lázaro postrado a su puerta.”

La Organización de las Naciones Unidas estima que unos 800 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición.

La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras financieras, productivas y comerciales que, apoyadas en presiones políticas, rigen la economía mundial: ellas se revelan incapaces de absorber las injustas situaciones sociales y de enfrentarse a los desafíos y a las exigencias éticas.

«No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones.

La Declaración mundial reconoce también que “el acceso a una alimentación nutricionalmente adecuada y sana es un derecho universal”. No obstante, millones de personas están marcadas todavía por el hambre y la malnutrición o por las consecuencias de la inseguridad alimentaria.

El Concilio Vaticano II afirmaba: «Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el Concilio urge a todos, a que recuerden aquella frase de los Padres: “Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas".

Los pobres son las primeras víctimas del hambre en el mundo. Ser pobre significa, verse más fácilmente atacado por los numerosos peligros que comprometen la supervivencia y tener una menor resistencia a las enfermedades físicas. En medio de una población pobre, las primeras víctimas son siempre los individuos más frágiles: niños, mujeres embarazadas o que amamantan, enfermos y ancianos.

En los países en desarrollo, no es raro que las poblaciones que viven de una agricultura de subsistencia con rendimiento muy bajo, padezcan el hambre en el intervalo entre dos cosechas.

El hambre también viene de comportamientos deplorables en el ámbito moral: búsqueda del dinero, el poder y la imagen pública; menor sentido del servicio a la comunidad, en beneficio exclusivo de personas o de grupos; y no olvidemos la corrupción considerable que se presenta bajo muy distintas formas y contra la cual ningún país puede preciarse de estar protegido.

La causa del hambre es de orden moral, que supera todas las causas físicas, estructurales y culturales.

La búsqueda del bien común no puede fundarse sino en la atención y el amor a los demás hombres. El Papa Juan Pablo II lo expresa así: «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno».

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Dios nos interpela a través del hambriento. La sentencia del Juez universal condena sin ninguna compasión: «Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer...» (Mt 25, 41ss).

Estas palabras que salen del corazón del Dios hecho hombre, nos hacen comprender la gravedad profunda que la no satisfacción de las necesidades básicas del hombre tiene ante los ojos del Creador; abandonar al que es imagen de Dios equivaldría a abandonar al Señor mismo. Dios es el que tiene hambre y nos llama con los gemidos del hambriento. Como discípulos del Dios que se revela, suplicamos al cristiano que escuche el llamamiento del pobre. Es efectivamente, un llamamiento al amor.

El hambre en el mundo nos hace tocar de cerca las debilidades del hombre en todos los niveles: la lógica del pecado que se inserta en el corazón del hombre, está al origen de las flaquezas de la sociedad debido a la acción, de las así llamadas «estructuras de pecado».

Para la Iglesia, el egoísmo culpable y la búsqueda desenfrenada del dinero, el poder y la gloria, cuestionan el valor mismo del progreso en cuanto tal. «Los individuos y las colectividades, subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Lo que hace que el mundo no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad, mientras el poder acrecido de la humanidad está amenazando con destruir al propio género humano».

La pobreza evangélica es muy distinta de la económica y social. Mientras ésta tiene características penosas y dramáticas, pues se sufre como una violencia, la pobreza evangélica es buscada libremente por la persona que trata de corresponder así a Cristo: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc. 14, 33).

Los Obispos Latinoamericanos, al hablar de la opción preferencial por los pobres, lo hicieron en términos muy comprometedoras. Dijeron: “Hacemos nuestro el clamor de los pobres. Asumimos con renovado ardor la opción evangélica preferencial por los pobres, en continuidad con Medellín y Puebla. Esta opción no exclusiva ni excluyente, iluminará, a imitación de Jesucristo, toda nuestra acción evangelizadora” (Santo Domingo 296).

Escuchamos la Palabra

El año cincuenta será para ustedes un año santo, en

que proclamarán una amnistía para todos los

habitantes del país. Será para ustedes el jubileo.

Los que habían tenido que empeñar su propiedad,

la recobrarán. Los esclavos regresarán a su familia.

No sembrarán ni segarán los rebrotes, ni

vendimiarán la viña sin cultivar.

Las tierras no se venderán para siempre, porque la tierra es

mía. Si tu hermano pasa necesidad, ayúdalo, para que

pueda vivir junto a ti. No tomarás de él interés ni usura.

Si tu prójimo se hace tu deudor y se vende a ti, no le

impondrás trabajo de esclavo; estará contigo como jornalero

y trabajará junto a ti hasta el año del jubileo. Entonces saldrá

de tu casa con sus hijos y volverá a su familia recobrando la

propiedad de sus padres. (Levítico 25, 10-43)

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Interiorizando la Palabra

El pueblo de Israel había vivido la experiencia de la esclavitud, de la pobreza y del hambre. Dios no quiere que se repitan todas esas amargas vivencias, sino que su pueblo sea completamente diferente, donde desaparezca para siempre la pobreza y el hambre.

Y para ello propone estas normas de convivencia: Durante cincuenta años, uno puede comprar y vender, pero al cumplir ese tiempo, todo vuelve otra vez a su primer dueño. De esta manera se evita que los ricos sean cada vez más ricos y, los pobres, cada vez más pobres. Cada cincuenta años las posesiones revierten a las personas que los poseían. Y esto se fundamenta en otra idea revolucionaria: la tierra es de Dios, y él la distribuye para su buen uso; por lo tanto, nadie tiene el derecho de acumular riqueza en detrimento de la pobreza de otros. Dios es un padre y, como tal, no está en sus planes que haya esas fuertes desigualdades entre unos y otros.

Y el otro tema, es el de las personas que tenían que venderse, cosa normal en aquellos tiempos. Llegado el tiempo, todos quedaban libres. Pero lo que destaca para esa época, son las palabras que dicen cómo deben ser tratadas las personas compradas y que trabajan para el comprador.

Mensaje para hoy

Vivimos en un mundo que tiene lo necesario para que todas las personas que lo habitamos, podamos llevar una vida digna, sin embargo, las desigualdades, la pobreza y el hambre, hacen que millones de personas mueran cada año.

Conocemos de la problemática mundial sobre el hambre: el corredor del Sahel, los asentamientos de las grandes ciudades, los pueblos olvidados por su lejanía, y todos aquellos, que se levantan con la duda de si tendrán algo para comer ese día.

Conocemos esta realidad, sin embargo, vivimos con ella, como algo natural, cotidiano, cada uno luchando por su lado, para solucionar su problema personal. Y lo hacemos, porque también anhelamos, estar algún día, entre esa élite de ricos elegidos. Y esa ilusión que nos han metido en la cabeza, nos impide luchar para solucionar el día de hoy.

Todos sabemos que nuestro país es rico, que nuestra Amazonía es rica, sin embargo vivimos en la pobreza, debido principalmente a tres causas: unos gobernantes ineptos y corruptos; una pasividad permanente de esperar que otros arreglen nuestras necesidades; y una falta absoluta de solidaridad y fraternidad entre unos y otros.

Esta lectura nos dice que sí podemos desterrar la pobreza, pero nuestro egoísmo nos aleja de esta posibilidad, al buscar solamente el beneficio propio. Vivamos nuestro cristianismo y cambiemos el mundo, haciendo que la pobreza y el hambre desaparezcan de nuestro entorno.

Conversamos

¿Cuál es tu opinión sobre esta lectura bíblica que hemos realizado hoy?

¿Crees que es posible aplicarla en nuestra sociedad? ¿Crees que te dejarían aplicarla?

¿Por qué existe la pobreza? ¿Los países pobres lo son porque ellos quieren su pobreza?

¿Hay pobres en el mundo porque así lo quiere la fatalidad del destino?

¿Por qué la pobreza y la miseria son indignas del hombre?

¿En qué sentido se puede decir que los pobres nos evangelizan?

Recordamos

Durante cincuenta años, uno puede comprar y vender, pero al cumplir ese tiempo, todo vuelve otra vez a su primer dueño.

La tierra es de Dios, y él la distribuye para su buen uso.

Vivamos nuestro cristianismo con fe y entonces haremos cambiar el mundo,

haremos que la pobreza y el hambre desaparezcan de nuestro entorno.

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APLICAMOS LO APRENDIDO

Actuando en la vida

Comentemos en grupo la siguiente historia y recordemos alguna historia parecida vivida en nuestro entorno.

En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a nuestra casa para contarnos el caso de una familia hindú de ocho hijos. No habían comido desde hacía ya varios días. Nos pedía que hiciéramos algo por ellos. De modo que tomé algo de arroz y me fui a verlos.

Vi cómo brillaban los ojos de los niños a causa del hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté qué había hecho con una de las dos raciones de arroz. Me respondió: "Ellos también tienen hambre".

Sabía que los vecinos de la puerta de al lado, los musulmanes, tenían hambre. Quedé más sorprendida de su preocupación por los demás que por la acción en sí misma.

En general, cuando sufrimos y cuando nos encontramos en una grave necesidad no pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer maravillosa, débil, pues no había comido desde hacía varios días, había tenido el valor de amar y de dar a los demás, tenía el valor de compartir.

Grafica estos datos en un papelote y expresa tu opinión al respecto.

Si pudiésemos reducir la población de la Tierra a una pequeña aldea de exactamente 100 habitantes, manteniendo las proporciones existente en la actualidad, sería algo como esto:

Habría 57 asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y 8 africanos.

52 serían mujeres y 48 hombres.

70 no serían blancos y 30 serían blancos.

70 no cristianos y 30 cristianos.

6 personas poseerían el 59% de la riqueza de toda la aldea y los 6 serían norteamericanos.

80 vivirían en condiciones infrahumanas.

70 serían incapaces de leer. 1 tendría educación universitaria.

1 persona estaría a punto de morir. 1 bebe estaría a punto de nacer.

Realiza el siguiente juego de roles:

Se forman tres grupos:

El primero será el jurado, quien determinará, cuál de los dos grupos en litigio, rico o pobres, tendrá la razón.

El segundo serán los ricos, quienes tendrán que defender por qué no pueden dar su dinero a los pobres.

El tercero serán los pobres, quienes tendrán que sustentar por qué la riqueza debe ser compartida.

En grupos, reflexionen, grafiquen y expongan las acciones que deberían tomar las autoridades para desterrar

la pobreza de nuestra zona.

Por grupos pueden escenificar el modelo de trabajo de un banco. Una vez realizada la escenificación, hacer intercambio de opiniones y ver si esta práctica se realiza en otros campos del comercio y de la industria.

El cliente deposita el dinero en el banco.

El banco le da un interés mínimo por el dinero depositado.

El banco le impone una serie de tasas por mantenimiento y transacciones que superar con mucho los intereses.

El banco presta dinero a otros, a un interés veinte veces superior al que paga por el dinero depositado.

Analiza las siguientes frases:

No se pueden alimentar hambrientos con estadísticas: (David Lloyd George)

La pobreza es para los ricos una ley de la naturaleza. (Anónimo)

Llevo dentro de mí mismo un peso agobiante: el peso de las riquezas que no he dado a los demás. (Rabindranath Tagore)

Hay en el mundo suficientes bienes para satisfacer las necesidades del hombre, pero no para satisfacer su codicia. (Mahatma Gandhi)

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Compromisos:

Personal: Esta semana no usaré ninguna cosa superflua.

Social: Me interesaré por una familia que pasa necesidad.

Eclesial: Colaboraré con la colecta dominical o bien, oraré por una persona pobre.

Ecológico: Mantendré limpio e higiénico mi espacio de trabajo.

Viviendo la Celebración

En este momento vamos a colocar una mesita en el centro del aula, con una Biblia y una vela encendida,

significando que Dios está en medio de nosotros. En su presencia, realizamos esta celebración.

Iniciamos: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Entonamos el canto: Oración del pobre.

1.- Vengo ante Ti, mi Señor, reconociendo mi culpa, con la fe puesta en tu amor, que Tú me das como a un hijo. Te abro mi corazón y te ofrezco mis miserias, despojado de mis cosas, quiero llenarme de Ti

Que tu Espíritu, Señor, abrase todo mi ser. * Hazme dócil a tu voz, transforma mi vida entera (2)

2.- Puesto en tus manos, Señor, siento que soy pobre y débil, mas Tú me quieres así; yo te bendigo y te alabo. Padre, en mi debilidad Tú me das la fortaleza, amas al hombre sencillo, le das tu paz y perdón.

Elevamos alguna petición de perdón referente a este tema. Después se invita a que los alumnos y alumnas puedan añadir alguna más.

Escuchamos el siguiente relato de la Madre Teresa de Calcuta.

Últimamente vienen muchos jóvenes a trabajar a Calcuta con los moribundos, con los leprosos, o en la casa para los niños. Un día llegó también una muchacha de la Universidad de París. En su rostro se podía ver una profunda preocupación. Pero después de algunas semanas de trabajo con los moribundos, dijo: "He encontrado a Jesús". "¿Dónde?", le pregunté. Ella me dijo: "Lo he encontrado en la casa de los moribundos". "Y, ¿qué has hecho?". "Me he confesado por primera vez después de quince años y he enviado un telegrama a mis padres porque he encontrado a Jesús". En sus países, en Europa, en América, no sé si la gente muere de hambre pero yo veo una pobreza todavía más difícil de extirpar: la soledad de quienes son marginados, la sensación de no sentirse deseado, amado, el verse abandonado. Insisto en que hay que ver, tocar y amar, pues, si no nos aman, no podemos amar.

Recordamos brevemente la lectura bíblica de hoy.

A continuación se invita a que los alumnos y alumnas realicen un pequeño comentario sobre el mensaje que nos deja la lectura bíblica para nuestras vidas.

En forma espontánea los alumnos y alumnas hacen una oración de petición o de agradecimiento, relacionada con el tema de hoy.

Al finalizar las peticiones, oramos con el Padre Nuestro.

Terminamos la celebración con el canto: Oración del pobre.


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