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  • 37. Ramo?n Go?mez de la Serna - El caballero del hongo gris.jpg

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  • Edicin digital para Universidad de Guadalajara 2015

    Programa acadmico de Literatura Espaola del Siglo XIX

    2015 diseo de la portada Librooks Acadmicos Digital Publishing

    2015 de la presente edicin digital formato EPub

    Produccin Editorial Librooks Acadmicos Digital Publishing

    Programa acadmico de literatura espaola del siglo XIX en la Univer-sidad de Guadalajara

    Direccin Editorial para versin digital de Judith Guzmn Ramrez

    Mecanografistas y digitalizadores de texto

    Laura Araceli Cardona Ching

    Gerardo Vzquez Briseo

    Karen de la Torre Vizcarra

    Miriam de los ngeles Saldaa Martnez

    Sara Estela Varo Argello

  • Participacin como prestadores de servicio social y prcticas profe-sionales en el proyecto Digitalizacin de textos para uso acadmico deLiteratura Espaola del Siglo XIX 2013-2014

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    Este es un libro de uso exclusivo acadmico dentro de la Universidadde Guadalajara, enfocado para los alumnos inscritos a la asignaturaLiteratura Espaola del siglo XIX, su distribucin es libre y puedeser de utilidad para cualquier interesado en la materia. No tiene costo.Si pagaste por este libro reprtalo a: [email protected] [email protected]

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    Su contenido es de Dominio pblico respetando los derechos moralesde la obra original.

    Hecho en Mxico.

    Guadalajara, Jalisco. 2015

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  • EL CABALLERO DEL HONGO GRIS

    Ramn Gmez de la Serna

    1970

  • CONTENIDO

    PROLOGO

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    XV

    XVI

  • XVII

    XVIII

    XIX

    XX

    XXI

    XXII

    XXIII

    XXIV

    XXV

    XXVI

    XXVII

    XXVIII

    XXIX

    XXX

    XXXI

    XXXII

    XXXIII

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  • XXXIV

    XXXV

    XXXVI

    XXXVII

    XXXVIII

    XXXIX

    XL

    XLI

    XLII

    XLIII

    XLIV

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  • INo haba dinero en casa de Leonardo cuando naci; pero el bautizo fueesplendido, no escatimndose nada y siendo el padrino el conde Dur-vos, en representacin del rey.

    Esa inconsciencia que preside la vida de muchas casas presida la delos padres de Leonardo, sobre cuyo piano cantaban el rey y la reina eldo de reinar.

    El nio present pronto una cabeza especial, y tomo un tipo macizo yalargado.

    La hurfana del antiguo mariscal pareca imponer al nio caracteresde gran orfandad, aunque viva el padre.

    Leonardo tena algo de heredero fallido de un gran porvenir. Llevaba alos paseos el tipo de un nio imponente, un nio que se est siemprecayendo, por como su tipo era amazacotado y en su cabeza habapesadez de bronce.

    En el colegio el nio era como mozo de cuerda de su altura, y se le veaarrastrarla con penoso esfuerzo, como nio vestido de gigante paraandar por la escuela.

    Sabes lo que pareces? le haba dicho su amigo Albin. Pues unode esos nios de carnaval que son un hombre vestido de nio.

    Leonardo iba echando una cabeza de contador o cabestrante, preocu-pado con la clase de tipo que acabara por tener al final.

    Leonardo hizo el bachillerato por estatura y por aquella cosa demaniqu del nio en el pas de los gigantes. Se vea que su inteligenciaobservaba las cosas con una retcula burda, pero dejaban pasar con l

  • los exmenes al futuro hombre de prestancia excepcional, aunquetardo.

    Se le vea prepararse para sacar partido de su figura, y ya era juezpesado en las cuestiones de sus amigos. Todos tenan idea de su inferi-oridad, y, sin embargo, le buscaban como rbitro, atrados por sutamao y por su sentido comn romano al decidir las cuestiones.

    Hay que buscar a Leonardo decan siempre los que cuestionaban.

    Y Leonardo iba hacia ellos con aire de accionista y se sola sentar enuna silla para escuchar mejor el caso debatido.

    Los trajes de Leonardo eran un conflicto; pero pronto le fueron bienlas ropas de su padre, que en su cuerpo adquiran una gracia especial yun aspecto elegante. Presuma con aquellos trajes macerados, como siacabasen de ser hechos para l, y reincida en ellos una sombra depadre, un algo poltrn, sosegado, con cenizas mezcladas a aquellostrajes generalmente grises.

    No saba nadie dnde iba a parar aquel tipo nacido en la obscuracuajadera de los tipos; ni l mismo lo saba, porque ms que pensami-ento sobre su porvenir, esperaba hacia dnde vagase su destino.

    El pretenda algo excepcional, una existencia cmoda con el sacrificiode todos si fuese preciso, como hijo de gran cacota dispendiosa.

    No se trataba ntimamente ms que con los hijos de los generalescuyos nombres retena. Estaba como en el andn del futuro, esperandoen el tren de los adolescentes que han de dar envidia a los transentes,asomados como hijos de personajes a las grandes vidrieras de losautomviles con pretenciosa galera.

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  • Cada vez se robusteca ms su estatura y avanzaba con ms prisa ensus estudios.

    Slo al llegar al tercer ao de Derecho se plant. Surgan en el mundomiles de cosas que un hombre poda resolver y explotar sin necesidadde carrera ninguna. No quera l carriles absurdos.

    El mundo se aprestaba a ser comido por su apetito, y perder tiempoera un cargo de conciencia. Disciplinarse cuando quedasen menostreguas entre cosa y cosa, cuando la vigilancia y la obligacin domin-asen al mundo. Ahora, en esta ltima y larga poca de transicin yengao, haba que ser como la poca exiga.

    En los billares le haban preparado con esa especie de envenenamientoastronmico en que son duchos. Viendo correr las bolas sobre los est-anques verdes se haba aleccionado en la vida.

    II

    Con veinticinco aos en la poca preactual, era de aquellos a los queno reducan al orden las ideas ni las advertencias, sino el cuidadometiculoso de la polica.

    Barbarote y de anchas espaldas, tena la mirada altiva del que cree quese lo merece todo. Fue la ltima poca en que jug en los jardines,llevndose tras s a las pequeas ms encantadoras. El pino de laPlazoleta del Pino tena celos de l, y los muchachos pequeos creanque era un abuso que aquel mayor gozase las mejores preeminencias.Cada mirada de l era el rapto de una nia.

    Leonardo crea que deba ilustrar su nombre con hazaas estupendas,y que esa comestibilidad del mundo, cada vez ms suculento, mereca

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  • todas sus aventuras. Pias de oro se presentaban a su imaginacin conperfume y blandura de pias naturales.

    Leonardo, influido tambin por su nombre, quera imponer su pecho ala vida y estaba ansioso de dominio.

    Le resultaban pequeas las cantidades que le daban sus padres, que nosaban qu regalo hacer a aquel hombretn que no alcanzaban a saberqu quera ser, pues no caba orientacin en su alma disidente, escon-didiza, guarecida en sus propias cavernas.

    Los faroles de todas las noches se encendan como incitacin paraaquel tipo que hubiera montado todos los autos que pasaban creandolos verdaderos meridianos de las vidas.

    Le sostendremos hasta que podamos, se decan los padres anteaquella vagancia tan voluntaria y hostil, que les atemorizaba con unalejana aprensin de parricidio.

    Un da, por fin, Leonardo escap con el dinero que encontr en lamesa de su padre y todas las joyas de su madre, y les desarm para lareclamacin con el rasgo sentimental de llevarse los retratos quelucan de uno y otro sobre los secretaires del ahorro.

    Los padres solo resumieron el hecho pensando que esa nueva higieneque educa y sanea los hijos de esta poca les prepara una avidez inco-ercible. Van por todo a un mundo descuidado y cobarde an. Quizstriunfase. El Seor le habra de guiar.

    III

    Lenardo estuvo perdido en Barcelona, funcionando en sus grandesbulevares, buscando el refugio de sus cabarets, en que toda cortinatiene temblores de colcha.

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  • Con su gran prestancia iba penetrando en la sociedad en que un jovenes una fuerza nueva que todos creen poder asimilar y modificar comoadaptable combustible a todas las vidas.

    Entre las mujeres tena gran partido, pues aunque era duro de tipo ypareca engaritado en su juventud, tena puerilidades de mujercilla,improntus femeninos y triviales, romanticismos de menor cuanta.

    El amor y la muerte van unidos, seora deca, por ejemplo, sin tonni son, y eso tena gran xito con las mujeres, que le decan, a aquelbigardo sin fe y sin escepticismo, cualquiera otra tontera como:

    Entonces usted es un pesimista.

    S, soy un pesimista responda con simpleza, dedicado nada msque a no contrariar las primeras palabras que se le haban ocurrido ala simple mujercilla.

    No tena rubor de las confidencias y espetaba todas de una vez.Aquello, a la vista sagaz, tena que resultar falso, y, sin embargo, era loque ms convenca a las mujeres.

    Oa con la mayor atencin las confesiones de las ms idiotas:

    No es verdad que no hay nada ms molesto que el que la llamen auna estando durmiendo? le deca una joven, poniendo mucha con-viccin en sus palabras, una enorme conviccin que no era pertinentea tan ftil descubrimiento, que todo el mundo rehsa descubrir,porque las cosas ms repugnantes son las que ya es excusado decir.

    Ah! S Tiene usted razn Cunta razn!... No hay nada msmolesto que el que le llamen a uno cuando est durmiendo y aada,para que culminase la atraccin cursi y victoriosa que acaba por hacer

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  • suya a la mujer, sobre todo cuando sobamos que vivamos feliceso sobamos que habamos muerto

    Qu inimitable causeur! exclamaban las mujeres, y ya lo repetanlos hombres.

    Es que es un poco de la raza que ha escrito Las mil y una nochesdecan a veces delante de l, que responda con descarada malicia:

    Yo no he escrito ni quiero escribir Las mil y una noches, yo quierovivirlas.

    Con un arribismo que no hubiera querido para s ninguno de loshombres que se rigen con la mayor lgica y prefieren la armona de suvida y dejar huellas de conviccin en los que tratan, a toda otracomedia, Leonardo era ya conocido en todos los medios catalanes.

    Pasaba enlazando la cintura a mujeres de trajecillo de papel de seda.

    Como prueba de quin era el mocito, con tipo de luchador moderno,que despuntaba en Leonardo, baste saber que lo nico que comprpara su cuarto fue un vasto espejo que le cost doscientas pesetas.

    Quera mirarse, convencerse a s mismo la ms maldita de todas lasseducciones, por la mirada, por el gesto, ms que por la persuasin opor la palabra.

    El, en los momentos decisivos, se iba a decir a s mismo, mirndose alespejo:

    T, anda siempre adelante avanza con ese tipo salvaje y no tedetengas a pensar lo que vaya sucediendo.

    IV

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  • Aquella mujer de los ojos implorantes, gachones, como enfermos demelosidad, y que todos saban quin era de tanto verla pasear su tipode exigente recin casada, de opulenta esposa que necesita del maridotodas las atenciones y todas las riquezas, se haba quedado viuda, yviuda porque su esposo se haba suicidado por no poder sostener susperfumes y quiz los volantes de seda bordada que mova condenguera excepcional, como si estuviese embarazada de mimo y devoluptuosidad.

    Aquel hombre de tipo obsesionado, muy miope, que pareca ir sus-penso y relamido por el orgullo de llevar a su mujer del brazo, y dejarpor donde pasaba una estela de voluptuosidad que los adolescentesiban a buscar por las ramblas, por donde ella acostumbraba pasear, sehaba disparado un tiro en la sien.

    Qu apetitosa qued la mujer del suicida! Viuda y viuda del suicidaque es el marido que no vuelve y que no asoma, que no aporta por lacasa vaca, que ha perdido todo derecho de intervencin, puesto que seha ido tan voluntariamente.

    Si cualquiera otra viuda se contagia de la muerte del marido, la viudadel suicida est fresca, rozagante, como gran rosbif para los nuevosdeseos.

    Aurora, que as se llamaba la viuda sbita, pas una crisis de lloros yrisas, porque no saba si indignarse con el muerto que la haba aban-donado cometiendo la peor de las infidelidades, o llorarle, porque des-pus de todo haba sido su primer hombre, su maridito, con el quehaba paseado tanto del brazo y del que e haba dejado ensear todaslas cosas, con beneplcito, siempre, como si ella las supiese ya hacamucho tiempo.

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  • La crisis dur unos cuantos das; pero en seguida, rabiosa, encalabrin-ada, dndose cuenta de que no deba ninguna consideracin a suesposo, sali a la calle constantemente, sola, como a compras, un pocodistanciada y como en una rebelda con su familia, porque los muymajaderos haban considerado como un crimen el suicidio, un cri-men que haba manchado su apellido.

    Se senta un poco deshonrada por el suicidio de su marido, y eso pre-cisamente la daba ms libertad y la pona en camino de mayoresdeshonras.

    Miraba a los hombres como si les dijera:

    Se suicid por m, pero vosotros tambin harais lo mismo.

    Ellos contestaban a aquella sonrisita con otra con que la decan:

    A que no?

    Las lunas de los escaparates se la haban lanzado de acera a acera,curiosas de aquella mujer opulenta a la que hubieran querido alhajar.Las de ropa blanca la deseaban para maniqu y las joyeras deseabansu garganta.

    Se la conoca ya por la mujer del suicida y provocaba gran curi-osidad. Algunos la siguieron, temiendo parar en el cementerio.

    Leonardo la vio tambin y la dese, pero no se hubiera lanzado a suconquista si no hubiera visto la gran predileccin de sus amigos y eldisputrsela en guerrilla de toda la calle.

    Yo me suicidara tambin por usted la solan decir muchos, convulgaridad manifiesta.

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  • Leonardo se llev una mirada larga, para toda la vida, cuando ladijo:

    Pues yo no me morira nunca, para no dejarla de mirar y de quererValientes vainas.

    Se vea que Leonardo era el hombre que encontraba el halago pronto ydecisivo.

    Quizs despus, en sus conversaciones y frases, decayese; perosiempre era el halageo de buenas a primeras.

    Aurora ya todas las tardes buscaba por entre los hombres la figuramovediza de Leonardo, negro, blanco, blanqusimo, pero con unamirada pavorosa, de adormecedor de serpientes, de adormecido lmismo, de no saber lo que se haca ni lo que quera.

    Por fin un da se pusieron a andar a la par fcilmente, pues ella redujosu marcha al ver que l se apresuraba, y en seguida estuvieron al lado.

    El la ofreci la mano como si se la diese ante el altar de Dios, y la dijo:

    Para siempre?

    Para siempre respondi ella, de ese modo maquinal con que des-pus del Ave Mara se escapa el Ora pro nobis.

    El paso de Aurora volvi a ser el que llevaba cuando iba con su maridoy hasta le roz con la flor disimulada de la cadera, que saba rozar condelicia rtmica.

    Entr en conversacin como haba entrado siempre en conversacincon las mujeres, metindose con el otro hombre:

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  • No pensar ya usted en aquel cobarde

    Dejemos en paz a los muertos dijo ella.

    No era, no es un muerto, es un huido, un desertor.

    Ella estaba vencida, aterrorizada por aquella racha de insultosgallardos.

    Leonardo no dejaba la acera a nadie y tuvo una discusin violenta conun seor que no se apart.

    Todos miraban a Leonardo como a un ser privilegiado.

    Los abanicos que llenaban los escaparates de la primavera abanicabana la pareja apasionada, que no caba por la acera.

    Otro suicida decan a su paso los grupos envidiosos que suponanque ella se lo iba a sorber.

    V

    Leonardo ya estaba caracterizado de hombre galante y poderoso.

    Te ha contado cmo fue?... Fue esa la causa? le preguntaban losamigos, para los que el suicidio era el cuadro plstico que habra quever en la alcoba de ella, y que era lo que reservaba una especie de camade cortinas.

    Leonardo no guardaba gratitud alguna a Aurora e iba por otracualquiera, a la que tratara como a Aurora.

    El soaba con todo y con todas.

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  • No haca nada que entraba en casa de Aurora y ya entraba displicete,empujando la puerta con un puntapi, dicindola cosas desagradables,queriendo destrozar en su alma todas las frases que la hubiera podidodecir.

    Aurora estaba abrumada. No saba lo que decir. Aqul era un hombredemasiado expeditivo y con prisa de vivir; pero la haba prodigado lasprimeras caricias de los amantes. Tambin ella quera que se lasdevolviera; pero para que se las devolviese las tena otra vez que sen-tir, y en eso pasaba los das, en esperar que se apasionase de nuevo.Extrao amor propio!

    Ahora comprendo que se suicidase! la dijo como colofn de susamores, y se fue para siempre, dejndola cada sobre una cama, detravs, como si la hubiera tirado de un piso tercero, en seductor desar-reglo de las ropas.

    Vete! Vete! le dijo ella con desprecio. Vete!

    El se iba lento con sorda ira, pero cnico, con el sombrero sobre lanariz, con chulera insultante.

    Ladrn Has sido un ladrn le deca ella.

    Se volvi lento y, ponindose bien el sombrero, la mir con la caraparda que posea en las tragedias, cuando le llegaba la hora de ser des-pedido, cuando ya haba defraudado.

    Comprendo que se suicidase volvi a decir con ms frialdad, y dioun portazo seco, como cindose la puerta a la espalda, como tirn-dose un farol con la larga capa del torero.

    VI

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  • La denuncia que present Aurora contra l por estar en el secreto deuna insignificante falsificacin, le hizo huir a Pars, encantado con lahuida porque comprenda que en Espaa todas las cosas se lan y searraigan con demasiada violencia, amarrando por todos lados al quequiere vivir.

    Leonardo, de aquel enlace casual haba salido ms deseoso de rapidez,de olvido de un da en los brazos de otro.

    Para Leonardo el espectculo del mundo no tena compensaciones nimatices. Era el de unas gentes que disimulaban a las otras lo queposean y de otras que queran, con ms o menos voluntad deposesin, las cosas de los otros.

    Esperar lo que ellos contaban dar en los concursos de contentamiento,era completamente intil. Haba que abusar de su tontera y arre-batarles as su herencia o las ganancias de chiripas.

    Qu lisa la vida para unos y que spera para otros!

    El confuso programa de Leonardo le entraba an, pues hasta habaquerido ser periodista y dramaturgo, mientras realizaba alguna hazaade estafador.

    Solo un da, en el centro de Pars, al prepararse para una vida demayor elegancia, se dio cuenta del camino a seguir.

    Fue al salir de una sombrerera donde haba estado ms de media horaeligiendo un sombrero hongo gris, entre el olor pber de todos lossombreros, pringosos del tesn adolescente.

    En vuelo de alas muertas se haba probado numerosos de aquelloschambergos que le descomponan la figura. Desgraciado de aquel quese lleve un sombrero que no sea el suyo entre todos los sombreros!

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  • Leonardo, por fin, despus de haber hecho aquel nmero de circo contantos sombreros, encontr el hongo gris que le iba y le converta enuna especie de marqus infuso, el verdadero marqus del hongo gris.

    Qu admirable le va! no pudo menos de decirle el sombrerero, yun parroquiano que buscaba el sombrero para pasar disimulado porlos bulevares, exclam:

    Estupendo!

    Como si hubiera cado sobre l el agua de un nuevo sacramento,Leonardo sali a la calle convertido en lo que ya habra de ser durantesu vida: el caballero del hongo gris, buscando todos los medios para nocomprometer a tan viable personaje, consuelo de las mujeres y confid-ente y amigo satisfaciente de los hombres.

    En el fondo de espejo de una tienda que venda t y teteras para lainfusin, se mir por primera vez en plena calle, encontrndose a smismo como no se haba encontrado nunca.

    Toda la preocupacin del amor pasaba a su lado como una mentira deresponsabilidad corta; qu vale la equivocacin de una vida?

    Para l, sin embargo, una vida enteramente todo, en confusin detodas las sombras de los abismos y la poca luz de los cielos.

    Siglo en que los mejores mandatos se deben al dinero, no es compar-able con los otros en que los prncipes eran numerosos y su autoridadno admita competencia, habiendo muchas cosas que solo podancomprar los prncipes.

    Mir a uno y a otro lado de la calle y contempl en ella un asombroque no haba tenido para l nunca.

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  • En los dos restaurantes que le miraban a derecha e izquierda, los quecoman levantaron la cabeza y todos cogieron los saleros y comenzarona hisopar de sal lo que coman. Extraa unanimidad de la distracciny de la sorpresa que produca el enchisteramiento de su hongo gris!

    Para salvarse al traspis que esta expectacin le iba a ocasionar, entren el estanco por el puro ms largo que hubiese, el justo puro digno deaquel hongo con que iba a sentar plaza de prncipe de la vida por losboulevares.

    Sali con aquel gran puro que llevaba estampada el guila en el propiotabaco y dirigi al escaparate de estanco esa mirada de despedida a lanovia con que se tuerce la cabeza al salir.

    Las pipas le sonrieron, con sonrisa calaverea, pero sobre todo una deespuma y mbar que era una mujer desnuda voluptuosamente desper-ezada hacia atrs, con ese abrazo que la voluptuosa prodiga aldespertar.

    Leonardo, seducido por aquel gesto tan expresivo, volvi sobre suspasos y compr la pipa que dara al puro derechura de bigote imper-ioso y ya adelantara a las mujeres que le mirasen lo que esperaba deellas, haciendo bajar los ojos a alguna.

    Con el ngulo conquistador de la pipa y el puro, su hongo gris llevabala grgola atrevida que necesitaba.

    Los buzones de una estafeta llena de placas azules y blancas le pidi-eron cartas de declaracin al futuro naciente.

    Los camareros movan la servilleta blanca que tenan en la mano, conaire de llamada, con nervioso gesto de deseo de tan importantecomensal en sus terrazas, pues saban que as como hay espantap-jaros de los clientes, hay el tipo que va haciendo tomar asiento a todo

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  • el boulevard, encantado de codearse con un hombre tancontemporneo.

    Al mirarse en un cristal de escaparate se encontr convertido en unaespecie de yacht de recreo, embarcacin gris con chimenea de altoshumos.

    En las miradas de las mujeres, que le miraban ms a lo alto que alcan-zaban, como si se hiciesen ms pequeas de lo que eran para tentarle,vio que era como la cruz de sus seres, cruz del paraso en que colgase adescansar, con mucha renuncia de ellas mismas, pero con mucho pesopara l.

    Era como de otra especie con su sombrero hongo gris. Tena almadiferente.

    Retaba al mundo al pasar con el hongo gris, sombrero de los dueosdel mundo y que acababa por desechar el que es realmente un advene-dizo. Este es el siglo de la dominacin por el hongo gris, se deca.

    Nadie saba que uniforme era aqul; pero impona como un uniformede chambeln.

    Toda la vida le atenda con cierto proxenetismo, sin que valiese el quecontestase con gestos de desdn a esa mirada fija y pasmada con quela vida le miraba.

    Leonardo mantena por las calles de la ciudad el papel de lo que casitodos quisieran ser.

    Se senta personaje de las relaciones hispano-francesas, y en los espe-jos de las mujeres se senta el tipo bien que poda solucionar su vida ydarlas la estabilidad por la que suspiraban en sus reconditeces. Un

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  • plan de hispano-francesismo trascendental ebulla en su mente, sindejar de contar con el americanismo ansioso de otro mundo.

    Fundara una sociedad que se llamara Don Quijote y en ella haralas primeras amistades y celebrara las primeras recepciones. Un tipocomo el que le haba salido con su hongo gris consenta esa fundacin,en la que lo ms importante era hallar el presidente honorario yencontrar bien los vocales, todos los vocales que pudiera haber, cuan-tos ms mejor. El fondo simiesco de la humanidad haba queexplotarlo sin demora, no dejase de ser simiesca de pronto, segn lapalpitante sospecha antigua que nunca se ha realizado.

    Su hongo gris completaba tanto su figura, que haba en el ambiente undeseo de que encarnase en estatua con el hongo gris, y las calles seponan tristes al quedarse sin aquel caballero.

    Los espejos de las tiendas de telas, que entornaban sus parpados entrepaolitos de encaje y sin encajes, se enjugaban los ojos con tristeza alperder aquella imagen de hombre de su poca, de autoritario sinver-genza de la vida.

    Leonardo se senta con el emprendimiento del que ha acabado su car-rera y se encuentra diestro para todo. Se poda decir que su tipo habaculminado como deba culminar, y las calles se le abran suyas, con-vidndole a tomar el whisky del triunfo todos los establecimientos debebidas en que descansan las banderitas internacionales, como restosde los dulces castilletes encocorotados que se comi el tiempo.

    En las terrazas, las seoras se decan con confidencia de bocas chicas:Mira qu prestigioso resulta ese caballero del hongo gris.

    Leonardo se senta menos galante que nunca porque tena que escogerbien a la que fuese la compaera del caballero del hongo gris, esamujer a la que no se mirara siquiera, mientras se va andando a su

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  • lado, pero de cuya elegancia se est seguro, as como del ritmo de lafalda al moverse.

    El hongo gris llevaba a su cabeza ideas de elegancia y seguridades en elporvenir como si se hubiese puesto el cerebro de la poca, el mejorcedazo de sus gustos y querencias, pues las ideas se esclarecan altraspasar el hongo a travs de los agujeros de su copa.

    El deber de un hombre frente a esta sociedad lo comprenda conaquella nueva capacidad social que le daba el hongo conmovedor quedeslumbraba a los que pasaban como una prueba de su audacia y de suvoluntad de vencer.

    Al pasar, sobre todo, frente a los escaparates de otras sombrereras,sala de entre sus sombreros un rumor de aprobacin y se quedabansuspensos los nmeros de los precios.

    Busca el hombre toda la vida lo que le estructure y le deje tranquilo, ydespus resulta que eso est en un sombrero! Claro que los som-breros tienen una cosa de aparatos para echar las suertes y cubiletearlas ideas y sacar el papelito del premio.

    VII

    Le satisfaca aquel engao hecho a un gran pueblo que tiene recursosinsospechados. Aquello pareca ir a ser una cosa de mucho dinero.

    Asista a las reuniones en el Palacio de las Grandes Representaciones,amplsimo mundo flotante que esperaba una reputacin cualquiera,que quera entrar en cualquier categora o junta directiva con elpensamiento puesto en lo hispanoamericano.

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  • Le admiraban aquellas mujeres desorientadas, pero bellas, que bus-caban all la intriga, mujeres envueltas en flecos que les daba unarefrescacin juncal.

    Senta deseos de ser ministro para tener a su alrededor con ms avidezaquella multitud que ceda su historia privada, sus confidencias, susvalores ntimos, en gracia a un camino para la vanidad o la penuria desus vidas.

    En ningn lado como en Pars le deca a su secretario hay estedeseo pblico La ambicin se congrega aqu a la primera llamada.

    Una bella dama de ojos terciopelo azul se acerc a l.

    Era la dulce melmana que por todo su ser est llena de cosquillas.Leonardo la mir con arrobo, como quien trata con una nia recinsalida del colegio.

    A m lo que me encanta es la msica espaola! deca con transfig-uracin, mirando a Leonardo como si en l se escondiese un eco o unaconcentracin de la msica de su patria.

    Toda mi msica para usted, seora, le hubiera contestadoLeonardo; pero temi esas repugnancias por la vida a que se lanzan lasmelmanas cuando las toca demasiado de cerca un abrazo.

    De otro grupo se destac otra dama como sirena de lentejuelas quesaliese de las aguas de la noche y que le daba la mano de cerca concinco medallones de miniatura.

    La seora Fonch, que est escribiendo un diccionario para la viajeraen Espaa.

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  • Tanto gusto y enhorabuena por la idea Una mujer necesita otrositinerarios que un hombre y otras palabras para las preguntas y losdilogos. Supongo que habr una demanda en su gua: Dnde sepuede ondular y cortar bien los cabellos?

    Ya lo creo contest la dama, y ya tengo peluqueros querecomendar.

    Es que se prepara tan gran inundacin de bellezas francesas ennuestra Espaa?

    Siempre piensan viajar muchsimos ms de los que viajan Hay unenorme pblico flotante que prepara Rara es la mujer a la que nohan prometido varias veces ir a Espaa Por eso la francesa abretanto los ojos cuando se habla de Espaa. Porque para ella Espaa esuna promesa.

    La duquesa de Falces dijo al odo de Leonardo el emisario de laaristocracia.

    Leonardo bes su mano como quien clava la banderita de un saludoespecial.

    Y ese centro de Don Quijote? pregunt, mientras centraba en sudescote el pndulo de la gran perla con gesto de equilibrar el reloj desu belleza.

    Un poco destartalado anda, seora Necesitamos unos tapices parala gran fiesta de la raza

    Si les sirviesen unos gobelinos con la historia de Armida, yo salgopara la Costa Azul, y en vez de conservarlos en casa se los prestara austedes para que los conservasen

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  • Seora Permita usted que Don Quijote la ofrezca sus hazaas enprueba de gratitud. A la seora condesa de Falces, mandar bordaren nuestra divisa.

    Oh, no merezco tanto! Adems, creo que lo que mejor sienta a lostapices son los discursos, las grandes veladas, el eco de los buenosproyectos Lo que da ms relieve a los de los reyes es que lospresentan para las solemnidades, y los que sirven de fondo a un con-cilio se hacen inmortales

    La que canta en cuanto encienden las velas del piano, fue generosa desu voz, entregando rosas blancas a los presentes en brazadas que ibansaltando a los grupos que cubran su circuito. Cuando a Leonardo, quesonrea sentado detrs de unos caballeros que estaban de pie, le cayencima una de las rosas blancas del canto, se avergonz de estar son-riendo y se acerc a la dama para felicitarla, ayudndola a salir de lagndola negra del piano.

    Su secretario que apareci tambin cerca de la contante como si tam-bin fuese llevado por el mismo arrepentimiento, le dijo al odo:

    Ya tenemos tapices!

    Y gobelinos! Los mayores billetes de Banco que se conocen.

    Daba nimo aquel mundo tan distinto y tan numeroso congelado paracualquier cosa, en vez de suceder como en Espaa, que todo es solit-ario. All haba ingredientes esplndidos para una gran estafa. Lo queera necesario es que la encontrasen simptica y la dedicasen esosmiles de francos que se dedican a cualquier cosa.

    Tena confidencias de galantera con cada dama y saludos de granpoltico con cada caballero. Era muy amplia la colaboracin que lnecesitaba.

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  • Nada de estafas ni robos, sino aprovechar la avidez desorientada detoda aquella gente, su rumbo errado.

    Todo el mundo es ilusionista de billetes, y l necesitaba mucho de eseahorro.

    Hay derecho pensaba l a la caridad para los hombres que deseanvivir como se debe, con toda la esplendidez necesaria.

    La mujer aciaga miraba desde lo nico que haba viejo en ella: susojeras. Muchas de aquellas mujeres con bellos brazos de Franciaesperaban arpas que tocar.

    Las que estaban sentadas en los sofs ofrecan sofs de inmortalidad, ypor muy de clase media que resultase la reunin, ofrecan aristocracia,contacto de gran saln, pura sedera.

    Leonardo senta el impulso de agrandar su negocio. Encontraba queera Pars un maravilloso sitio de vctimas ideales.

    En todos haba fru-fru de billetes, billetes amorosos de la aventura consu alfilerito de amor atravesndoles el corazn, estimulndoles elemprendimiento.

    Le suponan de otra raza y daban un valor a su raza, a su paisaje, a susruinas, a todo eso que no se crea en Espaa.

    Porque tienen algo de especuladores, pueden ser especulados, sedeca Leonardo, metido en la lgica del saln.

    La bisnieta de Condorcet le sopl al odo su secretario.

    Se volvi Leonardo como quien va a saludar carne de gran hombreenfigurita rutilante de mujer; pero se qued sorprendido al ver una

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  • bisnieta con tipo de dama de edad, una bisnieta que mereca una son-risa mucho ms respetuosa que la que la haba dirigido al or sola-mente quin era.

    El juego de la vida se complicaba en Pars. Haba que ser enamoradodel dinero y muchas cosas ms, y haba que saber a punto fijo quinera Condorcet. Si hay tantos libros de vulgarizacin en Francia es parapoder sostener la conversacin.

    Gran tipo el de su bisabuelo! dijo con cierta brutalidad espaola,y despus repiti su estribillo de Don Quijote le saluda.

    Tambin debe de llevar en el pecho billetes para la especulacin, sedijo, mirando aquel pecho guardado en terciopelo, como hucha quequiz no se abriese nunca.

    All s que haba el deseo de meterse a fondo en la vida y de intrincarlacuanto fuese preciso. Senta con novelera el deseo de tener dinero.

    En aquella colonia de extranjeros encontraba a veces alguno mspeligroso que l.

    Ve usted todo lo que sucede en Nicaragua? Pues todo lo tramo yodesde aqu.

    Leonardo mir a aquel tipo como queriendo no reconocer en l nin-guno de sus rasgos. El, por lo menos, no era indiscreto y no ofenda ala vida con sus palabras ni sus majezas.

    Leonardo iba oyendo la idea descabellada que tena cada espaol;pero, como presidente de ellos, tena que no disentir de su obcecacin.Saba que haba que tratarlos como a los locos, oyndoles uno a uno,porque el nico caso peligroso es cuando la mana del uno era contra-dictoria de la del otro y haba que quitar a alguno la razn.

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  • Los atractivos all eran los hispanizantes, cuyo corazn es el msabnegado de los corazones, pues se atreven a meterse en esa maraade violencias y repulsiones.

    Presnteme usted al doctor Iver Pidi Leonardo a Chacn, elespaol que siempre estaba vendiendo inventos a no se saba quin.

    Ahora mismo dijo Chacn, conduciendo a Leonardo a travs delsaln como el magnetizador lleva al magnetizado.

    Aqul doctor Iver era de los ms rumbosos hispanizantes, el que segastaba todo el dinero en honor de Espaa, como si tuviese algunaadorada muerta en sus cementerios.

    Chacn hizo las presentaciones, y el doctor Iver alab un Crculo tannecesario y que quiz bajo los auspicios de tan noble caballero comoDon Quijote se lograse implantar.

    Necesitaramos un palacio independiente en que resonase la voz deEspaa con la independencia necesaria.

    Yo lo ofrezco Tengo un palacio cerrado que pondra a disposicindel Crculo de Don Quijote.

    Leonardo agradeci con calor aquel ofrecimiento y qued citado con eldoctor Iver para ir el mismo da siguiente a ver el palacio, que se ima-ginaba hmedo, con negruras antiguas, pero suntuoso para la intriga ypara la presidencia de Espaa en el trasmundo.

    Encontrara muchos de esos medallones negros que tanta grima ledaban, y chimeneas con el marco ennegrecido por las llamas, comochimeneas que se han relamido.

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  • Se senta feliz y encantado de ver como todo lo que de casern tienePars, le ofreca elementos suntuosos para el eterno juego del Centrode Espaa, juego infantil de una nacin en otra. Conmovedora presti-digitacin en la tarde del internado en otro pas.

    A la salida le cont a su secretario:

    Tapices y palacio El palacio del doctor Iver.

    Sabe usted que parece como si el doctor hubiese matado a unespaol y quisiera purgar sus remordimientos con su dinero y su ded-icacin por Espaa?

    El caso es que mi valor aumenta, y todo va a ser posible estepueblo est haciendo siempre Napoleones.

    VIII

    Leonardo, a la cabeza efectiva del centro hispano-francs Don Qui-jote, haba celebrado el primer banquete en honor del gobierno, ysecundado por los ms extraos representantes de la prensa mundial,entre los que se destacaba el de Alol, pas al que no se saba sillegaban los telegramas, por lo que cobraban en Telgrafos el dobletasando sus viajes de vuelta.

    En los dos extremos ms distantes de la mesa se haban sentado lasdos queridas de Leonardo, la rubia y la morena, que vestan como esascorbatas para presuntuosos del esmoquin, cuyo lazo es de un ladonegro y del otro blanco.

    Engaado el presidente del gobierno por osada de aquel caballero quehaba estado a buscarle en todas las antecmaras, haba asistido albanquete y elevando su copa con elevacin sospechosa y como inten-cionada de que el vino iba a subir, haba hecho un bonito discurso a

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  • cuatro colores, del que Leonardo haba mandado tirar cinco milejemplares.

    Si yo fuese nombrado de la Legin de Honor, ya tendra aseguradomi porvenir!, pensaba Leonardo, sin saber muy bien, despus detodo, para qu haba de servirle aquella condecoracin.

    Leonardo especulaba con el centro de Don Quijote, y recoga a esoscomerciantes ricos, llenos de tal exaltacin patritica que se ahogabande patriotismo al hablar, y se les sala la corbata y el lpiz de la cadena,mientras su doble papada haca flu! flu!.

    Por m, cuente usted con diez mil pesetas.

    Yo llegara a veinte mil si trae usted a Ramn y Cajal.

    Yo dara cinco mil ms si lograse usted traer al legitimo Don Quijotecon su Rocinante y con Sancho

    Leonardo se relacion con banqueros, que le convidaban a comertodos los das y sacaban su cartera con lentitud de cajeros de coffre-fort apuntando el numero del billete en el mantel, por si acaso se lodevolvan como falso siendo otro. La cartera daba un par de pataletassobre el mantel, y despus se suma en el bolsillo de los dos botones.

    Observ que aquellos caballeros con dinero tenan tal desconfianza delos valores, que lo que queran es que surgiese alguno nuevo para com-prar sus lminas, y as, si bien corran un nuevo riesgo, entraban enuna nueva probabilidad.

    A los franceses que simpatizaban con Espaa por un golpetazo delcorazn, les hablaba de las riquezas espaolas, de saltos de agua ni-cos, de explotacin al por mayor de los toros bravos, de la creacin deuna nueva playa mundial en Lugo, para recibir, entre agasajos y

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  • recreos, a los americanos y, hacindoles quedarse all con todo sudinero, obligarles a afincarse en Espaa.

    Una maana, por fin, encarg la mejor placa del balcn que haba enla Gran Cristalera con el nombre de la Fundacin en que iba aemplear su ingenio y su actividad:

    CONSORCIO BANCARIO

    TECNICO DE COMISIONES

    A las primeras de cambio vio que la palabra Consorcio haba sidoun hallazgo y le dara suerte. Todo mundo vea detrs de aquellos bal-cones una gran cantidad de intereses desposados y en ntimacamaradera, dando tambin la sensacin la palabra de muchos y pro-fundos armarios de caoba, llenos de lminas y cupones.

    La gente ignorante que cree en la tecnicidad, tambin se vea compla-cida con la palabra Tcnico, y, por fin, lo de Comisiones, les dabaa todos la sensacin de que aqul era un sitio en que se trabajabamucho.

    Es la poca de la papelera deca Leonardo a aquel Gutirrez quehaba encontrado para secretario y que le haca unas ausencias comosi se hubiese tratado del rey del mundo. Hay que encargar carpetas,miles de sobres, papel impreso en relieve, y un buen modelo deacciones, en la imprenta que las tire con mayor limpieza.

    El entretenimiento del montaje de la oficina fue suculento, y semezclaban los placeres triviales de abrir el paquete de un millar deimpresos con placeres grandes de colocar veinte mil acciones de milpesetas al cambio del da.

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  • Leonardo, con el reclamo de ese fondo de simpara que promovaEspaa, lleg a tener pnico de las cantidades que iba recibiendo, puesan le quedaba la preocupacin de las sumas que resultaban demasi-ado acopio de dinero para un hombre solo, y algo as como un impedi-mento para la huida.

    Con el hongo gris en el perchero y los guantes amarillos en un gancho,como despojos de carnicera, tena prontos y a mano siempre sus apar-atos de evasin. Su hongo gris era como el globo cautivo en espera deelevacin, y sus guantes amarillos, como guantes salvavidas.

    Tu sombrero gris es la garanta del Banco le dijo su secretario enguasa.

    Eso me parece. Pero hay quien odia el hongo gris de un modo cerril.

    El hombre sin sombrero?

    Ca! El hombre de sombrero color caf. La oposicin ms ruda queme han hecho al implantarme en Pars me la ha hecho un tipo dehongo color caf.

    Y en qu puede consistir ese pugilato?

    En que el hombre del hongo color caf es un impotente desesperadoque quisiera gastar hongo gris, pero no puede, no le llega el empuje,no tiene alma para eso y se queda en derrotado, en hombre del hongocolor caf.

    Y supiste quin era?

    S, un chileno rabioso An me acecha como un enemigoimplacable.

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  • El Consorcio Tcnico y de Comisiones inaugur su gran luna conletras doradas, que era como espejo negro de los negocios.

    Compraron una mquina de sumar, porque los tirones a sus teclas y surpido hacer y deshacer la operacin daba una gran confianza a la cli-entela; esmerndose mucho en hacerla funcionar, tirando de resortesen comunicacin con lo endiablado, era como si tirasen de las orejasdel clculo para conseguir el sumando flamante.

    El secretario preguntaba con insistentes preguntas:

    Qu inters desea? Por cuntos aos? A pagar en el 50 en el61?

    Daba los tres tironcitos y presentaba un clculo feliz y como una pre-diccin de buena suerte.

    Leonardo, frente a aquella mquina, suspiraba:

    Si pudisemos alquilar siquiera una de esas mquinas calculadorasque muestran la situacin de una ficha en un minuto! Entonces nosharamos millonarios.

    Tanto cuesta? preguntaba el secretario.

    Muchsimo Pero encubrira todo el negocio, lo eclipsara de confi-anza, lo colocara del otro lado del piano, o sea de donde no permiteque la vigilen miradas sospechosas.

    Leonardo no iba sino al atardecer, y se pasaba probando los sellos decaucho. Llenaba papeles y papeles, como quien sella una emisin de lalotera. Innumerables pagado y pendiente de pago, y se carga encuenta y contestado, etc.

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  • Lo que ms fe infunde a esa humanidad que cree que todo lo que seve es verdad sola decir Leonardo a su secretario es que cuelguende un gancho de pared unos cuantos cheques en que se lea en letrasgrandes Pagado.

    Pero no me negars que el sello de caucho es antiptico le rep-licaba su querido secretario.

    Antiptico y miserable Es un beso de Judas, es una mculainfamante, pero se lo merece esta poca.

    En las horas confidenciales, deca Leonardo, pasendose por eldespacho:

    Hay que operar con cheques de los grandes Bancos Yo siempreescojo el Banco General y las primeras firmas de loscuentacorrentistas.

    El cheque me encanta Es la nica carta de amor y de amistadverdadera.

    Verdadero o falso, el caso es que merece todas las falsificaciones, yaque esta humanidad se deja guiar por esos papeles absurdos Ascomo un billete de Banco nunca lo falsificar una letra o un chequecuantas veces pueda.

    Teniendo en cuenta esas ideas, su primer negocio tena que ser unnegocio de suerte, y, por lo tanto, lo rode de todas las garantas.

    Hasta una carta del papa, por la que suspiraba si tuvisemos unacarta del papa!, figur en el marco negro de las cosas importantes.

    Dos leos de los reyes y un gran Cristo completaban el adorno del des-pacho, de cuyo techo colgaban las macetas de alabastro de luz.

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  • Leonardo tena el nerviosismo de llenar recibos y preparar carpetas.

    El dinero tena dilogos entretenedores y versallescos en su ignoranciade todo, en su entontecimiento y embrutecimiento natural, por serproducto de la usura y de la ignominia. Los anzuelos de los recibos yde los duplicados y de todos los comprobantes inutilizados, estaban yallenos de papeles, que daban vida al negocio.

    El consorcio era como una vicara del dinero. Llegaba en busca deboda con otros dineros, queriendo emparentar con no saba quin, conun deseo de misterio que es lo que pierde a sus poseedores, deseo queest ms en el propio dinero que en quienes lo manejan.

    Entre aquellas entregas, abund la persistente imposicin de unaargentina, llamada Alicia Boxer.

    Leonardo conversaba largamente con ella, en agradecimiento a quefuese sacando su capital de todos los Bancos, con la sola ilusin dellegar al despacho de tan simptico caballero y demostrarle una confi-anza poco usual.

    Leonardo slo pensaba en aquella argentina que pareca generosa y ala vez era cautelosa como un bonito lince que observase los movimien-tos y las palabras de su protegido con avieso deseo.

    Alicia le miraba de arriba abajo, buscando en l el sentido del europeomoderno. Quera adivinarle con las miradas, pues lo peor para saberes emplear las preguntas.

    Yo veo un pas lleno de soles deca Leonardo para halagarla.

    Ese es el Per respondi ella.

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  • No se burle de lo que digo en serio No me refiero a esos solescrematsticos. Yo me refiero a soles ms altos.

    Pues no hay ms que uno, aunque tengamos estrellas divinasestrellas invisibles aqu que dan una luz especial a Buenos Aires.

    Alicia dijo invocando el nombre antes que nada, jreme quealguna vez me oir en serio.

    Lo juro dijo ella, sonriendo.

    Tena esa cosa argentina de ser una mujer en que podan besarse dos otres razas, o sea que se podra consumar un mimo misterioso que her-va en su propia sangre con arrumacos de otras sangres. Era delicada yfemenina de un modo sobreexcitado. Jugaba con una rosa.

    Parecen pjaros desgraciados que han cado en manos crueles dijo,mirando con compasin la flor.

    Despus se dio polvos con la rosa, como si fuese una borla.

    Pues est usted ms sonrosada dijo Leonardo.

    Los ojos azules suelen ser pequeos, pero los de Alicia eran grandes.Con aquellos ojos entre rosas y azules, tan grandes, no podra tenervejez.

    As como toda mirada mira tendida, aquella miraba en pie, puestos enalto los ojos azules, quizs inclinndose un poco hacia delante, comociertos espejos que quieren verlo todo y se inclinan abrindose encomps sobre la pared.

    Sus largos brazos al aire caan como dos largas cintas a ambos lados desu figura.

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  • De qu tena tan bellos bceps? De amar. Porque no se poda pensarque se tratase de una gran jugadora de tenis o de cricket.

    Era la gimnasta de las tazas de t y coga los bizcochos untados demermelada obscura como cosas indignas, por ligeras, de sus brazospoderosos.

    Leonardo la oba sintiendo inolvidable, y olvidaba la tensin que pedael Consorcio para mantener en pie todos los engaos.

    IX

    En la calle de Cloningamour tena Leonardo otro chanchullo, porque,como l deca a su pobre secretario, muerto de hambre:

    Cuando la justicia ve un estafador que tiene variadas y buenas inici-ativas, no le persigue, y si le obliga a huir, siempre le da tregua paraque huya.

    Aquel negocio del Sol Artificial lo llevaba por otros caminos y tenacomprometidas gentes de los pases sombros Suecos, noruegos,rusos y muchos ingleses, con hermosas heredades sin sol, pedan pro-spectos y condiciones de subscripcin.

    Hay que explotar las grandes hambres y las grandes sedes Lodems es tontera. El grito de Oswaldo, que se nos ha quedado a todoslos que le omos como un grito interior, ese Madre, dame sol!, es elgrito en toda la humanidad queriendo salvarse. La inmortalidad quetienen ms cerca.

    Y la base cientfica?

    Un peldao

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  • En el prospecto figuraba tambin la explotacin del radium, el nicocapital verdadero, de renta interminable, pues es la nica substanciaque no ha de agotarse nunca.

    El procedimiento no puede fallar, tratndose de algo tan importantecomo la unin de los rayos ultravioleta con el radium, produciendocantidades operantes en proporcin que da miedo.

    ...

    Toda renta insista el proyecto tiene prdidas, flaquezas, quiz laextincin misma del capital. Slo sta no menguar jams.

    Se reciban peticiones colectivas: sociedades vegetarianas en pasescon poco sol, y hasta llegaban sobres monederos que abran su bolsillode cartn, con gesto de tiro al blanco que se vaca de premios.

    Pases encharcados y arroceros queran curarse de toda su humedadgracias a ese sol artificial que iba a telefonear sus rayos merced a unnuevo sistema de ondas.

    Hemos preferido el sistema de pequeas acciones deca tambin lapropaganda, porque as ser nuestra empresa, adems de la saluddel mundo, capital de muchas gentes. La sede ser Espaaacababa el milln de prospectos lanzados a la circulacin, porque,siendo el pas de ms sol de Europa, podra unirse su preciosa ventajaa la corriente general de las mquinas.

    Tuberculoso mundo, que por creer en alguna cosa cree en el sol! Yovengar tus credulidades. Odio todo lo que no sea escepticismoexclamaba Leonardo en sus pasos de fundador.

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  • El hambriento secretario le miraba con admiracin. Aquellos tele-fonemas de sol le entusiasmaban como algo que, si no era verdad,deba serlo.

    Hay que gastar ms en propaganda. En las revistas ms serias delmundo, en las revistas financieras, sobre todo, no hay que escatimarlos anuncios. Todo consiste en la propaganda. Propaganda!Propaganda!

    X

    Un secreto que ni su propio secretario saba es que Leonardo tena unaparato gasolinero en Avenida de Wagran.

    Lo haba conseguido al principio de la concesin y tena derecho a lpor diez aos.

    Con su bomba elctrica por cabeza, era como un ser de hierro, cauchoy cristal, con el que tena dilogos de explotador.

    Pasaba por all algunos das y lo miraba de arriba abajo, como recono-ciendo su toilette y su compostura.

    En la columna gasolinera haba un gesto de recomponerse y ponersems tiesa, subindosele la gasolina a la cabeza, con agolpe de inun-dacin, con angustia de agua que remonta los tejados, pues la ligerezade la gasolina hace que sea ms acelerado su rebase.

    Leonardo disimulaba todo lo posible su amistad con la columnaaquella que le daba para tabaco y que, a venir muy mal las cosas, lepodra sostener.

    Le pareca vivir de una mujer al vivir de ese aparato solitario yempinado en la esquina de una calle. Si para eso hubiera fundado una

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  • sociedad, la cosa se hubiera disminuido ms; pero as, explotada solit-ariamente, la columna esquinera le daba vergenza de explotador!

    El dilogo entre l y su pundonor era curioso.

    El pundonor. parece mentira que un hombre al que se honran losescaparates con hacer fotografas de tamao natural viva a expensasde una esquinera que parece haber cado de Marte.

    El. Por lo menos no habla con los que se le acercan Eso le da ciertadignidad.

    El pundonor. Es una explotacin annima que compromete tuhongo gris.

    El. Pero si la gasolina quita las manchas!

    El pundonor. Tienes que liquidar este negocio, que es como la tratade blancas de gasolina.

    El. Todo se liquidar.

    El pundonor. Que te avergence que esa mscara de fealdad recojapara ti el dinero de los automovilistas.

    El. Me doy por avergonzado algn da lo dejar todo para no vivirms que de las ventanillas de los bancos, que son los centros de orden-acin universal.

    Leonardo, al ser divisado por el hombre a su servicio en el menester deordear gasolina, reciba el saludo militar que demostraba que era eldueo de la columna emanante.

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  • Despus de sabido que iba bien el despacho, Leonardo buscaba otrasmquinas pequeas de la buena suerte y vistas de las grandes playasque tena a la puerta de un cinematgrafo. Aquellas mquinaspequeas le preocupaban menos, pero le daban tambin buen dinero.

    El Pundonor tambin le recriminaba a veces como explotador de lasmquinas infantiles, verdadero abusador de la infancia.

    Pero como aquellos eran los secretos de su primer capital, se resista atrasplantar su negocio, y en la sombra que proyectaba con su som-brero gris en las calles de la vuelta, era como el maquereaux con elsombrero hongo negro de los maquereaux.

    XI

    Estaba ya en su segundo hongo gris. La luz haba atacado al otro, comosi el mar del tiempo la tuviese tomada con los hongos grises, exigiendoel reclamo de tan enorme pretensin.

    Mejor que el primero, aquel hongo gris era como la corona de susuerte. Le pareca como el hongo de un prestidigitador del que noacaban de salir cosas y cosas.

    La obsesin de la argentina le quitaba todas las iniciativas, y le habapasado lo peor que le poda pasar al consorcio: ser slo consorcio dedos.

    Con gran nimo segua manteniendo la brillantez del negocio yapareca con su cartera en momentos solemnes y giraba a los Bancoslejanos haciendo funcionar los tubos automticos secretos, esos tubosen que el cheque va empujado por el aire comprimido desde Pars aRusia.

    Cada vez avanzaba ms en aquella seduccin.

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  • Alicia an jugaba a la reina mora que encuentra demasiado cristiano alque se le acerca; pero ya tena los gestos nerviosos de la que tira de sudescote para desgarrrselo.

    En el consorcio todo se haba vuelto decorado y disculpas para unaaventura y se estaban necesitando unos sellos de caucho que dijesen:Amor, Relacionado con el amor, Olvidado por el amor.

    Cuando no estaba con ella hablaba de ella con su secretario:

    Es de otra latitud Tiene en su rostro luna cuando en nosotros haysol Es para m tan extraa que en sus abrazos encuentro un tnelque da a otro paisaje Domeo y veo los dos paisajes si el abrazo eslargo.

    Dichoso t.

    Yo se lo digo a ella. Quiero ir a la Argentina en una argentina, y laofend atrozmente porque la dije que quera ir a Bolivia en unaboliviana.

    Eres un brbaro.

    Tiene dulzuras de otros frutos y asperezas estupendas.

    Le atraa aquella mujer, en la que iba a lograr un mundo de la nicamanera que es asequible, en una mujer.

    As, cuando Alicia le hablaba de mostrarle la Cruz del Sur, l deca:

    No quiero ver la Cruz del Sur, sino en ti Est esa cruz en tus labios,en tus cabuchones y como cerrando la estrella en el otro puntocardinal

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  • La estrella estaba tan situada, que se vea un cielo profundo, como sifuese el reflejo en mrmoles negros de otro cielo.

    En la intimidad, ella le haca confidencias preciosas:

    Somos lagartos de cada tierra Por eso somos ms diversos cuandoms tierras se renen en una vida.

    Segn eso, debais ser veteados.

    Es que t crees que los argentinos de dentro de cincuenta aos nolo sern? Sern una maravilla multicolor.

    De un modo ms maravilloso No ser una cuestin de colores est-ancados y muertos, sino algo vital, transparente, transpirador.

    Ser maravilloso, pero yo tengo bastante con tu nico color, comoespolvoreado de exquisita canela.

    Leonardo avanz con sus caricias ms que nunca.

    Un da dijo con ms atrevimiento que de costumbre:

    No me gustan las cretonas con flores, porque disimulan cuales sonlos senos de una mujer. No se les sabe encontrar entre el ramaje de lastelas y eso que hay algo lunar en ellos que les hace lucir entre lasflores.

    Alicia le mir complacida y con los labios de miel.

    Leonardo era el hombre que no quiere engaar ni perder tiempo, yslo una mujer de raza tan joven poda darse cuenta.

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  • Los labios de Alicia, siempre un poco rizados hacia fuera, se rizaronms en los besos.

    Saltaron sus senos como dos cervantillos que huyen; pero se sabeprender a una mujer como el polismn ingls prende a un ladrn.

    El jiut-su del amor es poderoso.

    En el mapa resquebrajado se abrieron los valles.

    Traa ensueos de otras noches que saltaron al mar. Los veranos, deno dormir, haban empalidecido su frente, y ahora esa palidez dabasus saturaciones.

    Te he deseado tanto!

    Yo tambin.

    Y se dijeron esas frases candentes, siendo los que se iban a olvidar enseguida.

    Ninguna fuerza ni ningn dique hubiera podido evitar que sereuniesen, pero tampoco podra haber dique que les mantuviesereunidos. Desde el primer momento de apasionamiento se eranlejanos. Eran mares distintos.

    XII

    Leonardo entraba en aquel palacio de Alicia como en el armario demadera ideal en que vive ahogada en perfumes una mujer.

    El hombre que iba a tener que huir perciba en Alicia el sabor de lastierras en que iba a perderse, en que quiz tendra que morir por fin.

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  • Estaba nervioso de incertidumbre, pues el Consorcio se vea obligado ahacer frente a las obligaciones contradas.

    Senta ya la inquietud del dinero queriendo buscar otros caminos yvariar de encierro con esa neurastenia gravsima del dinero moderno.

    Aquella noche estaba preocupado, nervioso, temblante.

    Lo de otra playa que para l era Alicia adquira ms luminosidad quenunca.

    Aquel color canela de la argentina le derreta.

    Los ojos azules de Alicia le sumergan como grutas azules llenas denegras focas de pensamientos rebeldes.

    Nadie como un espaol para saborear todos los sabores de una argen-tina, lo que en ella hay de diverso y de amedrentador. Lo que no sesabe de dnde es ni a qu sol pertenece. El espaol, desde su unidadde lengua y mirada, sabe lo que en la argentina se despliega y cmo noes esa cosa sencilla, ciudadana o aldeana, que suelen ser las otrasmujeres.

    Adnde se retiraban sus ojos a cada momento? Genial y enloquece-dora mezcla! Sienas de todos los sabores se mezclaban al siena suaveque besar.

    Como catador de su belleza y de aquel fondo terroso que adquieren losmares ya prximos a las playas, Leonardo, vivaz y fiero, la mordi enlos labios, embriagado por el deseo tenaz de probar otra sangre.

    Alicia, con su gran rebelda de serpiente que puede erguirse hastadonde es inconcebible, le dijo, sangrando por el labio contra elpauelo apretado:

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  • Vete!

    Ese deseo est en todos los hombres, y yo lo he realizado con mspasin que ninguno; por eso me echas?

    Vete! deca ella, recogindose como un traje de cola su camisnde dormir y convertida en Dama de las Camelias por el tipo de sonam-blica y el pauelo en la boca.

    Leonardo sinti lo que de ladrn tiene el enamorado que no ha parti-cipado a la justicia ni a la sociedad su amor, y se dispuso a huir.

    El deseo de ella era como el de la pistola que conmina y hace deponertoda negativa.

    Como ltimo gesto de mujer implacable, le dio el reloj que l le habadejado en la chimenea como establecindose en su casa.

    Leonardo, al sentir en la mano el fro reptil del tiempo, sinti la vueltaa su vida y se apresur a marcharse.

    Ya en la calle, se dio completa cuenta de la tragedia. Era destetado deuna mujer, y como siempre que eso sucede, tena que emprender unanueva vida.

    Adems aquella mujer se haba convertido en la principal sostenedorade sus negocios, y si ella peda el dinero, la quiebra sera completa.

    Haba que apresurarse a desaparecer.

    XIII

    Nadie saba que Gaby, la mujer pequea que marcaba el charlestncomo una nia epilptica, era el amor secreto de Leonardo.

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  • Al subir la escalera se deca aquella tarde: Lo ms amargo de mi viday lo ms difcil es que me tengo que despedir para siempre sin que ellasepa que me despido para siempre, sin que lo sospeche siquiera.

    Qu? pregunt Gaby, sobresaltada al verle.

    Leonardo sonri, porque se dio cuenta de que las cosas se ven sinsaber. Slo que si el hombre queda impasible, vence al pensamiento.

    Me haba asustado tu visita dijo ella, consolada de lo que l nihaba desmentido.

    Vengo porque esta noche voy a dedicarla a dormir, porque estoycansadsimo.

    El zapateado del tren sonaba por lo bajo al decir esas palabras.

    Ya te he dicho que aquel espejito mira al jardn que tendremosalguna vez.

    Leonardo miraba todos aquellos objetos que haban sido la flor de susatrevimientos, pues muchas veces, si no se convierte en un reloj deporcelana un dinero no es tal dinero.

    Por qu miras tanto el almanaque? le pregunt ella, sacndole desu abstraccin.

    Porque el almanaque me parece el nicho primero que disfrutamos.

    Dime eso y quito el almanaque para siempre.

    Por m lo puedes quitar desde ahora mismo.

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  • Gaby se levant airada y rasg en pedazos el almanaque, en tarea dequien rompe unas cartas.

    Leonardo pensaba que no habiendo querido provocar la escena de ladespedida, todo resultaba indirectamente despedidor.

    Y no te da pena haber roto todos nuestros das futuros hasta elprimero de enero?

    No he roto nada Slo as ya no ver ese nicho que t has dicho quees el almanaque.

    Y has roto el da de mi santo.

    Es verdad! dijo Gaby con melancola. Pero, de todos modos, nolo olvidar aadi en son de disculpa.

    Leonardo se conmovi. La hipocresa tiene sus quiebras, porque lavida, que est enterrada de todo, sopla las palabras al odo de todoscomo a odos de nios. Di esto ahora Di aquello. Y por eso res-ultan las almas tan extraamente contestes con lo que sucede.

    El papel brochado de las paredes tomaba un triste aspecto de colchadel ignorado futuro.

    El espejo siempre era como la ventanilla inquietante, quiz laventanilla del vagn de al lado.

    Leonardo vea ya a Gaby en plena infidelidad, conduciendo de la manoal saln confidencial al seor galante que siente miedo de las hab-itaciones confidenciales, pues un abanico puede ser un pual.

    Haca el ejercicio supremo del hombre que ha de irse y ha de dejarembaladas en la seda que l compr las pernas siempre animales

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  • irracionales, siempre indmitas. Las miraba como si quisiera plegar-las en el corazn!

    Se quedarn en espera ma, se dijo Leonardo, vindolas juntas y conlas rodillas avizoras, como galgos sensuales.

    No haba recibido la ltima confidencia de aquella mujer; pero quimportaba?

    Nada de situaciones definitivas en la vida.

    Leonardo se puso en pie y la abraz en la despedida de todos los das,pretextando una de aquellas ocupaciones que le daban tanto dinero ypor las que ella senta el respeto que amenaba de joyas y muebles.

    Hasta maana.

    Hasta maana.

    El hongo gris encaj en su cabeza con un aire de despreocupacin par-ticular, comprendiendo el propio hongo la necesidad de marcha y fugaque inquietaba a Leonardo. La bufanda del que camina sin detenersecomenz a revolar detrs de l.

    El hongo gris puso el humo de los viajes sobre su cabeza, y Leonardose encamin hacia su casa.

    XIV

    Quin es?

    Un caballero de hongo color caf.

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  • Preprate; el chileno que llega dijo Leonardo a su secretario conrostro demudado; pero, rehacindose, orden al criado: Que pase.

    Un hombre de mirada con afilado refiln, suave y al mismo tiempozahiriente, penetr en el antedespacho.

    Leonardo, orgulloso de saber el pugilato de que se trataba, sonro sinpoderlo remediar, y es que los sombreros disputaban ya en elperchero.

    Usted dir que quiere.

    Vengo por el dinero de Alicia.

    Bien; pero cmo ha podido usted ser el que aguardaba estaoportunidad?

    Cosas de la vida dijo el chileno como hombre de encrucijadas y quesabe andar por todos los caminos sin romperse los pies.

    Maana gestionar las devoluciones; pero no crea que porque ustedlance barrenos en mis minas para que caigan grandes pedazos dedinero, me voy a asustar.

    De lo que debe asustarse es de los barrenos silenciosos No meexplico una vida como la de usted, sin montes, minas, ganados nicolonos Si usted nota en m algn rencor es porque represento esaverdad de la vida, todo lo que figura en la tarjeta postal de la riqueza.

    Y cmo protege usted a una argentina? Porque no creo que se hayaenamorado de usted.

    Podra haberse enamorado.

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  • Quizs ya est en ese momento de avaricia que tiene la mujer quer-iendo reunir dos fortunas.

    Eso ya no es cosa de su incumbencia, porque usted ha dejado de serde su mundo. Pero la verdad es que yo he sentido solidaridad con ellaporque usted la estaba agobiando y porque usted recordar quizsunas tarjetas postales que hubo en un tiempo.

    Mi cultura de tarjetas postales no es tan grande como la suya.

    Bueno, pues en aquellas postales, un nutrido grupo de hombres ymujeres enlazados formaban la Amrica del Sur Esta es la solidar-idad que tenemos; somos hijos de esa bolsa de dinero que la Providen-cia tir al mar y que ustedes se encontraron para construir ciudades.

    Como que las pirmides, las catedrales, los grandes puentesromanos y los partenones se hicieron con dinero de ustedes!

    Pero su hongo gris

    Perdn dijo ponindose violentamente de pie Leonardo, de unhongo gris no puede decir nada el dueo de un hongo color caf.

    Yo no tengo porque defender mi hongo.

    Slo le disculpara de usar un sombrero tan absurdo, el que fuesedueo de grandes cafetales Es lo que yo he pensado siempre al verlecon ese hongo, que quizs era un smbolo

    No s si es una irona lo que dice, pero ya no me queda nada quehacer en esta casa. Hasta otra vez.

    Y sali hacia su hongo de color caf, tan comprometido.

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  • Leonardo le hubiera gritado: No se lleve el gris!; pero lemolestaban los ensaamientos.

    Gutirrez sali riendo de su puesto en la ventanilla.

    Leonardo se ech a rer tambin; pero como deba guardar silencioante su secretario y le quedaba poco tiempo para desaparecer, se diri-gi a su vivienda y con aquel pasaporte con otro nombre que le palpit-aba en el pecho, como nuevo ser que al fin naca a mayor libertad,sali camino de Portugal en el expreso nocturno.

    Desde aquel momento se llamara Mauricio Deleito, sbdito cubano.

    XV

    Lisboa le haba dado los buenos das con todas las luces, como el gransitio de desembarco que era.

    Las banderas de los Lloyds flamearon en su honor. El Banco de Azoresencais su dinero y le dio un librito de cheques de la cuenta nueva.Estaba loco de satisfaccin ante el juego infantil que son los Bancos.

    Lo bueno que tena para l la vida moderna, es que todo est improvis-ado cada da y se desconfa de un capitalista de ayer, pero no de uno dehoy mismo.

    Se est dispuesto a un nuevo saludo ms que a uno antiguo y sedesconfa de todos como de agotados.

    Con su hongo gris y su aire de prncipe recin llegado, se paseaba porla Rua Augusta, saboreando la novedad de la vida y comiendo plata delos escaparates.

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  • Senta que en Lisboa todo estaba preparado para recibirle y que todosle esperaban con su hongo gris, el sombrero de los saludos que valencualquier cosa; saludos que regalan buena suerte a quin saludan.

    Inmediatamente conoci polticos y banqueros. Todos deseabantratarse con aquel hongo gris que haca preguntar a las damas concuriosidad quin fuese l.

    Ese aire de club callejero que tiene Lisboa ganaba optimismo conaquel caballero que saludaba como descupulando la ciudad.

    Renovado por las camiseras, sonrea a las guindas de la elegancia queson los gemelos de los puos.

    El excelentsimo seor comendador don Santiago Aliseo le convidabaa comer constantemente en aquella casa en que abran sus salones losgrandes espejos en cuyo fondo estn las caracolas del pasado.

    Leonardo o Mauricio alababa los vinos con delicada labia. Hastapara el aguap, que es tan pura agua vinosa, saba encontrar palab-ras halageas:

    Delicioso vino para refrescar los espritus sin comprometerloshaba dicho con frase justa.

    Leonardo no saba a qu empresa iba a dedicar sus actividades.

    De todos lados le llovan iniciativas: una fbrica de pastas de sopa, unagran fbrica de reboados que llenase de caramelos Portugal, unafbrica de velas de cera, una fbrica de utilizacin del corcho comocombustible insubsituible.

    Leonardo les dejaba hablar a todos, porque saba que entreteniendoun proyecto, es como se ganan das de la vida de proyectista, ya que el

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  • optimismo de la esperanza le hace encontrar recursos que no encon-trara desengaado.

    Como negocio de entrada contrat el anuncio de un nio inmenso y deun viejo gigantesco con los que propagar un producto lacteado yreconstituyente de primera calidad: la Vitamina verde.

    Grandes andamiajes fueron colgados de todas las fachadas de Lisboapara pintar el doble smbolo, y sobre todo en las medianeras, que seencontraron camino de los cementerios, en particular frente al de losPlaceres, aprovechando as esa hora compungida y aleccionada en quetodos piensan en reconstituirse y cuidarse un poco ms, por muy acreosota o yodo que huelan las medicinas.

    El haba inventado la Vitamina verde con caldo de verdura e hipo-fosfitos, y lo principal del negocio resida en el secreto que se reserv-aba para en cuanto tuviese pintadas las grandes paredes de todo Lis-boa, y que era que, como en ningn contrato figuraba que al dejar elanuncio tuviera que borrar aquel nio inmenso junto a aquelgigantesco abuelo, el nio y el viejo quedaran para siempre en aquel-los grandes lienzos, propagando el anuncio gratis. Cualquieramontaba el carsimo andamiaje del revoco!

    Otra entrada de dinero en junto fue la que recibi cuando ya estabarelacionado con lo mejor de la sociedad y lleg a sus odos el sugeridorsoplo: Hace un mes que est en el puerto, cargado de productos de laIndia, el vapor Albatros Cien contos si logra que nos dejen sacar lacarga.

    La figura recia y esbelta de Leonardo se prepar, y con el ms flamantede sus chaquets y llevado como en suspensin por el globo de suhongo gris, comenz a hacer las visitas de la recomendacin.

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  • Tipo para dar tono a las antesalas y a los despachos, pues tena algo depresidente de la repblica de un pas monrquico, consigui lasmejores promesas.

    Yo tendr mucho gusto en volver a darle las gracias deca ya en laalfombrilla que como carril de las visitas guiaba a la puerta de la calle.

    Aquel barco lleno de cacaos y caf y cosas envueltas que nunca se sabelo que son, cabeceaba ya seguro en el rincn que le haba tocado en lagran bolsa del Tajo, y los Bancos que lo miraban haca tiempo con suscatalejos porque en cuanto comenzase a ser descargado le comen-zaran a descontar letras descontaron la primera de todas almomento, aquella en que le era pagado el servicio a Leonardo.

    XVI

    La presentacin de Leonardo en los salones de doa Paulina deAmarales fue un acontecimiento.

    Tena aquel palacio la suntuosidad dorada del que perteneci al reyMidas.

    La escalera haca todas las gracias que puede hacer una escalera, y sedivida en dos ramales y se volva a reunir en uno y volva a ser dos porfin.

    La entrega del hongo gris y el bastn de punta de polo al criado delrecibimiento tuvo caracteres de entrega de cetro y corona al cham-beln mayor.

    Doa Paulina, en lo alto de la escalera, esperaba a Leonardo, comodeseosa de abrazarle.

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  • Tena un traje amarillo descotadsimo, con un crisantemo amarillo enel hombro.

    Todo el dolor de que la tarde no fuese eterna suspiraba en aquellamujer, ya un poco fan, y sin embargo, apasionada. El lucir lo que noenvejece en la mujer, brazo, espalda y rampa del pecho, la daba ciertafrescura.

    Las cortinas con grandes galones dorados eran como casullas deAtlantes, y las butacas eran como butacas de msica que saban tocarel arpa.

    Las maderas preciosas ponan un perfume de betunes negros en elconcierto de las flores. Las enmarcaban en negro, como si las con-virtiesen en cuadros de saln.

    Dulces, refrescos, bandejas con viejos vinos, todo daba un aspectonavideo al saln.

    Los brazos desnudos de doa Paulina se movan tanto en el aire, erantan elocuentes, imploraban y abrazaban tanto, que pareca la diosa delos muchos brazos.

    Le voy a ensear el lbum de mis antecesores, los grandesComendadores de Amarales.

    Leonardo repas el lbum. Eran tipos suntuosos de creyentes en ElDorado. Todos dispuestos al ms largo viaje con fe en nuevas islas.

    Grandes personajes! dijo Leonardo al llegar al ltimo.

    Doa Paulina sonri y le trajo otro lbum con tapas de oro:

    Este es el lbum de las abadesas, mis antepasadas.

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  • Leonardo lo tom con ms cuidado, como si tomase en las manos algoterriblemente frgil.

    Aquellas damas vestidas con hopalandas blancas parecan salir delpasado con largas camisas de dormir.

    Qu bella es sta!

    Esa es la autora de unas celebres cartas de amor, escritas en lamazmorra de la orden, donde estuvo castigada por enamorada y poraquella frase con que cerraba sus cartas al infiel caballero: Desearasaber que habas muerto para amarte ms.

    Las guarda usted? Me gustara leerlas.

    Las tengo; pero sera una profanacin leerlas en su mismo papel,guluzmeando en el paquete Yo se las pondr en limpio una a una.

    Leonardo sinti el repeln de una nueva caricia y mir con fijeza depjaro de ojos rojos a aquella mujer que se adobaba con voluptuosid-ades antiguas.

    Despus se uni ms a su hombro para ver el lbum.

    Como se parece sta a usted! no pudo menos de exclamar.

    Es que esa es mi abuela.

    Cmo pudo ser eso, si aqu aparece tan joven? Es que fue abadesadespus de haber tenido a su madre?

    No, la tuvo siendo abadesa y la tuvo del infante don Fernando Nocrea usted que por eso perdi su dignidad, pues mi madre me contabaun da que, al recibir un beso apasionado de ella y orla un Madre

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  • ma! entraable y comprometedor, la abadesa contest: Reportaos,nia, que una abadesa no puede tener hijas jams.

    Leonardo se senta ya atrado por aquella depuracin en que se digni-ficaba la marchitez de doa Paulina por ser bastarda de infantes yabadesas, tomando sus redondos hombros desnudos calidad demagnolia que da fiebre.

    Un obscurecer de lingotes de oro coronaba la habitacin, y Leonardolo aprovech para abrir el tercer lbum, el lbum de la poderosa dama,el lbum que tena fama en Lisboa de poseer numerosos retratos decaballeros y entre ellos alguno de un nio.

    XVII

    Era enervante para Leonardo aquel refugio dorado, en cuyo interiorhaba hasta un circo privado, en el que se haban dado celebres fun-ciones y en el que lo mejor de la aristocracia se haba desnudado sinfaltar a la decencia, pues la cuyre es siempre una pura dama y elatleta un caballero contra el que no hay que decir nada.

    En los arcones de aquella mujer haba encontrado valores caducos yalgunos papeles hngaros que consigui vender con prisa, con granventaja para ella y para s mismo.

    De la penuria en que haba cado se iba levantando gracias a aquellaproteccin en que ella ceda a las compras que l la propona, con eseentusiasmo de corredor que tiene algo de entusiasmo amoroso.

    En los automviles de la amabilidad interesada, era llevado a las mssaludables fincas rsticas, encerradas en medio de los camposvrgenes y que producan aceite, vino, cortia y animales de rica carnecomo salidos de la hierba.

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  • Tena gran comisin, pero converta el dinero de doa Paulina engrandes terrenos fecundos, cuya obscura propiedad daba miedo, puesagrandaba el atardecer que caba en los salones dorados.

    An duraba la correspondencia amorosa de la coleccin de doaPaulina, sospechndose que hubiese sido tramada por ella, que conesa hipocresa no tena cortapisas al escribir imitando las cartas deamor de su antepasada.

    Qu bellas las cartas de amor que no hay que contestar! dijoLeonardo una tarde, en plena reunin de bebedores de t, comentandoaquella correspondencia, cuyo buen gusto era alabado por todos.

    Doa Paulina mir a Leonardo con encono, y sus brazos desnudos seapretaron en sus costados.

    La jovencita de la reunin, en espera de vacantes, se dirigi a la mesade los clices, con la intencin de servirle a Leonardo la copita de laenhorabuena. Doa Paulina, que lo not, se dirigi al velador y, comotropezando con l, lo hizo caer con sus cristales, sus tazas, sus botellas.

    Todos, consternados, se pusieron en pie.

    La jovencita, para arreglar el asunto y quedar victoriosa, dijo, mirandolos aicos de las porcelanas doradas y de los cristales azules:

    Parece que se ha roto un cuento de hadas!...

    Con aquello qued rota la reunin. Como un eco sonaba en el odo detodos: Qu bellas las cartas de amor que no hay que contestar!

    Leonardo aprovech la ocasin para despedirse y acompaar al grupode seoras por las calles de Lisboa, que en la noche son tan obscuras

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  • que las nicas lmparas que acompaan a los transentes son susvoces.

    Al llegar a su casa, ya tena all un telegrama del interior que deca:

    Rugale devolucin cartas de la abadesa, quien no le escribi nunca.Paulina.

    Leonardo hizo un paquete con aquellas cartas de no se saba quin, yse las devolvi a aquella mujer con cuerpo de prostituta y alma demiedo.

    Perda un negocio; pero bien saba Dios que ya tena para comenzarpor su cuenta y volver a la vida feliz del hombre independiente.

    XVIII

    En Lisboa haba vuelto a tomar a su servicio a aquel criado viejo queabandon en su huida de Barcelona y que no saba por qu habaencontrado all.

    Julio era el gran actor que dicen como nadie:

    Desea algo el seor?

    Asomaba como el fantasma de la servidumbre en el quicio de las puer-tas, y sufra con resignacin del eterno mrtir una injusticia cuyosecreto apretaba en sus labios.

    Julio le haba salvado cuando la cada del franco, pues vendi todos losfrancos el primer da antes de poder saber lo que opinaba su dueo.

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  • Con todo eso, Leonardo le ofenda con sus regaos hasta hacerlellorar. Aquel viejo parado como a la puerta de una iglesia caa muertode disgusto en su cama de hierro cuando Leonardo se enfureca.

    Lo que tena de chino el primer habitante del mundo debi serchino se agravaba en l y le daba aspecto de sentenciado a cuchillaque corta al por mayor las cabezas.

    Con el encuentro de Julio haba comenzado la reconstruccin de suvida en Lisboa, que ahora se reforzaba con la aparicin de Valentn, elamigo de la infancia, que pareca haberse casado bien y no tener prob-lema en el depsito de problemas que es el mundo.

    En el aire de su traje color manteleta estropeada, not Leonardo quesu amigo encontraba en l la Providencia:

    Pero qu te ha pasado?

    Que mi mujer no quiere dar ms.

    Valiente boda!

    Qu quieres? En este momento se puede uno ir a una mujer rica,pero es difcil sostener su amistad El matrimonio es un breve viaje, ysi se tiene conformidad por mucho tiempo es volvindose criado de lamujer No tiene objeto el sacrificio. Adems, aunque no tengaimportancia el casarse muchas veces, va dejndole a uno muy averi-ado. No s qu hacer.

    Quieres ser mi secretario?

    Desde luego Encantado Siempre he tenido fe en ti, como en unCristbal Coln de los tiempos nuevos.

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  • No tanto pero s estoy dispuesto a hacer el nuevo descubrimientodel mundo A veces corrers peligros.

    Es que crees que no se corren estando solo y sin hacer ms que unavida miserable?

    Conmigo vivirs bien, pero variaremos mucho de sitio.

    Soy un viejo loco.

    Yo no soy ms que un hombre de mundo; pero para ser un hombrede mundo hay que hacer muchas cosas y ganar mucho dinero. Lo ganoy despus vuelvo a ser lo que soy, un hombre de mundo

    T has entendido la vida siempre con tus guantes amarillos, colorsalsa mayonesa bien batida.

    Crees t que mientras haya guantes tan perfectos como los que hoyse venden, importa nada, nada? El caso es poderlos renovar lobastante.

    Tienes razn. No hay nada que me d tanta confianza como unosguantes nuevos cosidos a mano y con pespunte largo.

    Tan trivial se ha vuelto la vida que ese es su objeto; para quengaarnos? Quien pase ms das en el disfrute de los optimistasguantes amarillos es el que ha hecho su suerte.

    Lo malo es que esto no es para muchos.

    Esa es la quiebra de este estado de cosas Por eso, si evitamos decualquier modo que los muchos avancen y protesten estar conseguidotodo.

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  • Y quin se ocupa de eso?

    Quin se ocupa de eso? Automticamente est resuelto en la vidamoderna. Siempre hay hombres valientes o inteligentes que aprovechala burguesa en los casos extremos.

    Eres un optimista.

    Nosotros, a repartirnos el mundo y a atravesarlo en todas direc-ciones aprovechando el tiempo Quien corra ms y por distintos cam-inos, ms se sorbe las franjas del mundo.

    Hubo una pausa y un cambio de pitillos, rompiendo el silencioLeonardo para preguntar a su amigo:

    Y t de dnde vienes ahora?

    De Buenos Aires Siempre creemos que para comenzar una nuevavida tenemos que irnos muy lejos Claro que con triste experiencia sque se trata de un medio para tomar carrerilla y volver al sitio de quesali el emigrante.

    Haba ido especialista en ferrocarriles subterrneos en todas lasciudades vrgenes de metropolitano si no hubiese encontrado dos con-struidas sobre piedra berroquea, perdiendo por la propaganda quefue necesario hacer para tan poco xito.

    En Nueva York, sin dinero, invent la indemnizacin por mordedura,y con un juego falso de dientes de caballo se morda en un brazo yhaca una reclamacin judicial contra las mejores firmas mercantilesque utilizaban la traccin animal.

    Y, en Buenos Aires, qu has hecho?

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  • En Buenos Aires fui tenebroso.

    Tenebroso?

    Ya sabes que all llaman as al que secuestra mujeres y despus lascoloca bien No comprendern nunca ese negocio La humanidad escerrada como ella sola y no sabe que hay mujeres pretenciosas y queno tienen ms que la chiripa de su buen parecer, mujeres que merecenser abandonadas, no en banco pblico y llorando, sino en casas con-fortables, donde explotarn su coquetera insufrible, insufrible parauno solo, pero encantadora para todos.

    S. Me parece demasiado obscuro el mote para cosa tan clara.

    Si vieras qu monotona en sus amores, sus gritos y sus aspir-aciones!... La mayor parte eran polacas, traan de su pas una tragediainevitable y la fe en que haban podido seducir a un hombre como yoEllas hubieran deseado un hombre que las hubiera abandonado en lacalle en vez de buscarlas casa de huspedes En Buenos Aires tam-bin me dedique a proveedor general de la cocana con un fin altruista.

    Hombre, eres tan fanfarrn.

    Nada de eso. Comprenders que no me alabo cuando te enteres deque yo mezclaba al hidroclorato de cocana mucho bicarbonato desodio, que tiene el color blanco de la coco a los deseosos de intox-icarse les evit as que cometiesen suicidio. Y t, qu has hecho?Cuenta algo.

    Yo no he estado en Amrica, pero hay mil medios legales para quellegue dinero de Amrica. Yo estaba en relacin con una de las princip-ales aduanas del otro mundo y la enviaba nota de los sbditos quecompraban joyas en Pars, sabindose all lejos que las joyas

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  • declaradas de su uso eran recin compradas en los grandes joyerosYo llevaba el veinte por ciento del decomiso Eso me dio muchodinero.

    Y si volvisemos a Espaa?

    No puedo, porque el da que hu de una mujer nefasta comet unacto de caridad que me imposibilita de volver Fue una equivocacin.

    Pero sin fractura ni violencia?

    Vers necesitaba metal con apremio, y aunque cobr una letra demi padre con todo el engao que pude, no me alcanzaba el dinero paratoda la vida, y entonces pens regalar todos los recreos posibles alHospital Militar Lo declar en Capitana y pusieron a mi disposicindos soldados para que me ayudasen a llevar los aparatos de radio, decinematgrafo y de fotografa, ms una instalacin de rayos X com-pleta. Quin se niega a enviar a un Hospital Militar y con la garantade dos soldados todo ese material? Cuando lo hube adquirido, despeda los soldados y revend el botn, saliendo hacia mi primer viaje largoPor eso no puedo sacar certificado de penales; pero tampoco lonecesito, porque no pienso volver.

    Qu piensas que hagamos entonces?

    Especular para tener bienestar. No hay ms realidad que el biene-starEsto lo saben solo los ricos y los anarquistas, afortunadamente.

    Con que los filsofos confundan al mundo, tenemos bastante.

    Especulemos!

    El dinero est refugiado en los sitios ms misteriosos Dondemenos se piensa, all hay refugiado un poco de dinero o un mucho

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  • Levantar la caza de ese dinero, es algo que deba premiarse ElEstado no logra desenterrar y no hay nada que proteja tanto al Estadocomo que el dinero circule.

    Cunto habrs hecho circular t?

    Bastante Toda esa mala gente de los puertos, que tan mala serasin dinero, est subvencionada por m El Estado no sabra subven-cionarla, porque no se la subvenciona con limosnas. Hay que gastar lavida con ellos al mismo tiempo.

    As es que t crees que no hay ms que la riqueza.

    Lo nico que existe es el lujo, que es ms que la riqueza. Existe paralos que lo tienen; pero los que no lo tienen no hacen ms que soarcon l El escaparate que ms vive en una ciudad es el ms lujosoInteresa a todos.

    Tienes razn, absorbe la vida entera.

    Y cmo no entrar en ese nico sitio que atrae tanto la vida? Noquiero ms que poder abrir siempre esos picaportes de privilegio.

    Y por ah no corre uno el peligro de no tener que comer algn da?

    Los recursos que posee un hombre de negocios son inacabables.Muchas veces no hay que empearse en sacar dinero de los BancosYo cobr en Pars un trimestre del clebre autor de operetas Guiler-min No tuve ms que imitar bien su letra y aprovechar esa facilidadque da el cobrar en un sitio en que no suele haber estafas Lo malo esque ya no podr ir a Berln, porque est mi tarjeta en Meldwesen,en esa horrible serie de quince edificios en que est anotada la vida demillares de gentes.

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  • En ti confo y ser un modelo de secretarios.

    Lo que hay que saber en la vida es no precipitarse en la ambicinYo he estado viviendo de cambiar una perla en los collares de perlasCon mi tipo se puede tener crdito y que espere el criado mientras laseora ve el collar Se hace el cambio dejando broches y todo, y en laofuscacin de contar las perlas el joyero no lo nota Cuntos garban-zos he comido con ese solo garbancito!

    Y tu momento mejor cual ha sido?

    Los breves das en que fui representante de David Stonichs! No hevisto mejor manera de quedar convertido en sacerdote que siendo rep-resentante de uno de esos grandes tipos Ungen al hacerrepresentantes

    Y cmo perdiste la casa?

    Eso se pierde en seguida Todos los que no quieren substituir nosdenuncian y el gran banquero fulmina el rayo contra nosotros.

    XIX

    Estudiados todos los asuntos del momento, convino Leonardo quehaba que fundar una Compaa de Seguros limitada.

    El Seguro Leal fue el ttulo que se convino en ponerla, y despus dehacer las escrituras, volvi a presidir desde un balcn la elevacin dela gran placa de cristal negro en que relucan las letras doradas, canal-izadas de luz.

    El caso es tener una oficina deca Leonardo a Valentn, mientrasgrapeaban al balcn la colgadura para todos los das.

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  • En la esquina de la Avenida, varios curiosos tomaban nota del muevosocio de futuras empresas y de futuros prstamos que apareca enaquel balcn.

    Despus de colocado el cartel comenzaron a subir hombres con bigoteextrao y alguno con perilla.

    Muchos se marchaban desilusionados, porque no se hacan hipotecas.

    Entre todos se destac un viejo con barba de enredadera que queraasegurar una coleccin de sellos, en cuya reunin haba empleado susnoventa y cinco aos.

    Leonardo mir a Valentn como preguntndole: Qu hacemos?Valentn sonri con benevolencia, como diciendo: Por qu nomantener la ilusin en el pobre viejo?

    Y por cuanto podramos asegurar esta maravillosa coleccin?

    En cien contos, por lo menos.

    Demasiado dinero Nosotros la podramos asegurar en sesenta, a loms.

    Bueno Yo traer la coleccin.

    Orgulloso de sus sellos, como si fuese empapelado de ellos, dio lamano al director y su secretario y se fue a aprovechar la luz quequedaba en la tarde, para condensar ms tiempo en sus mieles deconservacin.

    Leonardo Mauricio mir con cierto asombro de pnico a Valentn,y le dijo:

    70/191

  • Esta multitud de asegurados da miedo, aunque, por ser tantos, elnegocio puede ser importantsimo.

    Otro tipo de bal antiguo interrumpi en el despacho y, dejando subastn asomado a la gran mesa del director con el dragn del puocomo valedor indiscreto del negocio que iba a plantear, dijo conentonacin solemne:

    Yo soy el sueo del autmata elctrico y quiero asegurarlo, porque esel mueco ms importante que se conoce.

    Le podemos asegurar como a una persona.

    Oh, no! exclam airado el hombre del bal antiguo, vale muchoms que cualquier hombre y da ms renta diaria que la que para squisiera cualquier hombre ambicioso.

    Y lo que teme usted es que se incendie?

    El seguro ha de ser por rapto o incendio.

    Es decir, por robo e incendio.

    No, seor, perdone; p


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