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    Ramiro Ledesma Ramos

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    Nuestro manifiesto poltico

    Un grupo compacto de espaoles jvenes se dispone hoy a intervenir en la accinpoltica de un modo intenso y eficaz. No invocan para ello otros ttulos que el de unanoble y tenacsima preocupacin por las cuestiones vitales que afectan a su pas. Y,desde luego, la garanta de que representan la voz de estos tiempos, y de que es lasuya una conducta poltica nacida de cara a las dificultades actuales. Nadie podreludir la afirmacin de que Espaa atraviesa hoy una crisis poltica, social yeconmica, tan honda, que reclama ser afrontada y resuelta con el mximo coraje. Nipesimismos ni fugas desertoras deben tolerarse ante ella. Todo espaol que noconsiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, estobligado a desalojar las primeras lneas y permitir que las ocupen falanges animosas yfirmes.

    La primera gran angustia que se apodera de todo espaol que adviene a la

    responsabilidad pblica es la de advertir cmo Espaa -el Estado y el puebloespaoles- vive desde hace casi tres siglos en perpetua fuga de s misma, deslealpara con los peculiarsimos valores a ella adscritos, infiel a la realizacin de ellos, y,por tanto, en una autonegacin suicida, de tal gravedad, que la sita en las lindesmismas de la descomposicin histrica. Hemos perdido as el pulso universal. Noshemos desconexionado de los destinos universales, sin capacidad ni denuedo paraextirpar las miopas atroces que hasta aqu han presidido todos los conatos deresurgimiento. Hoy estamos en la ms propicia coyuntura con que puede soar puebloalguno. Y como advertimos que los hombres de la poltica usual -monrquicos yrepublicanos-, las agrupaciones que los siguen y los elementos dispersos que hastaaqu han intervenido en las elaboraciones decisivas, no logran desligarse de lasmediocres contexturas del viejo Estado, nosotros, al margen de ellos, frente a ellos,

    ms all que ellos, sin divisin lateral de derechas e izquierdas, sino de lejanas y defondos, iniciamos una accin revolucionaria en pro de un Estado de novedad radical.

    La crisis poltica y social de Espaa tiene su origen en la crisis de la concepcin mismasobre que se articula el Estado vigente. En todas partes se desmorona la eficacia delEstado liberal burgus, que la revolucin francesa del siglo XVIII impuso al mundo, ylos pueblos se debaten hoy en la gran dificultad de abrir paso a un nuevo Estado, en elque sean posibles todas sus realizaciones valiosas. Nosotros nos encaminamos a laaccin poltica con la concreta ambicin de proyectar sobre el pas las siluetas de esenuevo Estado. E imponerlo. Una tarea semejante requiere, ante todo, capacidad paradesvincularse de los mitos fracasados. Y la voluntad de incorporarnos, como un granpueblo, a la doble finalidad que caracteriza hoy a las naciones: De un lado, laaportacin al espritu universal de nuestra peculiaridad hispnica, y de otro, laconquista de los resortes tcnicos, la movilizacin de los medios econmicos, lavictoria sobre intereses materiales y la justicia social.

    Las columnas centrales de nuestra actuacin sern estas:

    Supremaca del Estado

    El nuevo Estado ser constructivo, creador. Suplantar a los individuos y a los grupos,y la soberana ltima residir en l, y slo en l. El nico intrprete de cuanto hay deesencias universales en un pueblo es el Estado, y dentro de ste logran aqullas

    plenitud. Corresponde al Estado, asimismo, la realizacin de todos los valores dendole poltica, cultural y econmica que dentro de este pueblo haya. Defendemos, por

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    tanto, un panestatismo, un Estado que consiga todas las eficacias. La forma del nuevoEstado ha de nacer de l y ser un producto suyo. Cuando de un modo serio y centralintentamos una honda subversin de los contenidos polticos y sociales de nuestropueblo, las cuestiones que aludan a meras formas no tienen rango suficiente parainteresarnos. Al hablar de supremaca del Estado se quiere decir que el Estado es elmximo valor poltico, y que el mayor crimen contra la civilidad ser el de ponersefrente al nuevo Estado. Pues la civilidad -la convivencia civil- es algo que el Estado, yslo l, hace posible. Nada, pues, sobre el Estado!!

    Afirmacin nacional

    Frente al interior desquiciamiento que hoy presenciamos, levantamos bandera deresponsabilidad nacional. Nos hacemos responsables de la Historia de Espaa,aceptando el peculiarsimo substrato nacional de nuestro pueblo, y vamos a laafirmacin de la cultura espaola con afanes imperiales. Nada puede hacer un pueblosin una previa y radical exaltacin de s mismo como excelencia histrica. Que todoespaol sepa que si una catstrofe geolgica destruye la Pennsula o un pueblo

    extranjero nos somete a esclavitud, en el mundo dejan de realizarse valoresfundamentales! Ms que nunca la vida actual es difcil, y hay que volver en busca decoraje a los sentimientos elementales que mantienen en tensa plenitud los nimos. Elsentido nacional y social de nuestro pueblo -pueblo ecumnico, catlico- ser ste: Elmundo necesita de nosotros, y nosotros debemos estar en nuestro puesto!

    Exaltacin universitaria

    Somos, en gran parte, universitarios. La Universidad es para nosotros el rganosupremo -creador- de los valores culturales y cientficos. Pueblos sin Universidadpermanecen al margen de las elaboraciones superiores. Sin cultura no hay tensin delespritu, como sin ciencia no hay tcnica. La grandeza intelectual y la preeminenciaeconmica son imposibles sin una Universidad investigadora y antiburocrtica.

    Articulacin comarcal de Espaa

    La primera realidad espaola no es Madrid, sino las provincias. Nuestro ms radicalafn ha de consistir, pues, en conexionar y articular los alientos vitales de lasprovincias. Descubriendo sus mitos y lanzndolas a su conquista. Situndolas ante sudimensin ms prspera. Por eso el nuevo Estado admitir como base indispensablede su estructuracin la ntegra y plena autonoma de los Municipios. Ah est la magnatradicin espaola de las ciudades, villas y pueblos como organismos vivos yfecundos. No hay posibilidad de triunfo econmico ni de eficacia administrativa sin esa

    autonoma a que aludimos. Los Municipios autnomos podrn luego articularse engrandes confederaciones o comarcas, delimitadas por un margen de exigenciaseconmicas o administrativas, y, desde luego, bajo la soberana del Estado, que sersiempre, como antes insinuamos, indiscutible y absoluta. Para vitalizar el sentidocomarcal de Espaa, nada mejor que someter las comarcas a un renacimiento que serealice al amparo de realidades actualsimas y firmes.

    Estructura sindical de la economa

    No pudieron sospechar los hacedores del Estado liberal burgus las rutas econmicasque iban a sobrevenir en lo futuro. La primera visin clara del carcter de nuestracivilizacin industrial y tcnica corresponde al marxismo. Nosotros lucharemos contra

    la limitacin del materialismo marxista, y hemos de superarlo; pero no sin reconocerlehonores de precursor muerto y agotado en los primeros choques. La economa

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    industrial de los ltimos cien aos ha creado poderes e injusticias sociales frente a lasque el Estado liberal se encuentra inerme. As el nuevo Estado impondr laestructuracin sindical de la economa, que salve la eficacia industrial, pero destruyalas supremacas morbosas de toda ndole que hoy existen. El nuevo Estado nopuede abandonar su economa a los simples pactos y contrataciones que las fuerzaseconmicas libren entre s. La sindicacin de las fuerzas econmicas ser obligatoria,y en todo momento atenida a los altos fines del Estado. El Estado disciplinar ygarantizar en todo momento la produccin. Lo que equivale a una potenciacinconsiderable del trabajo. Queda todava an ms por hacer en pro de una autntica yfructfera economa espaola, y es que el nuevo Estado torcer el cuello al pavoroso ytremendo problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiacin de losterratenientes. Las tierras expropiadas, una vez que se nacionalicen, no deben serrepartidas, pues esto equivaldra a la vieja y funesta solucin liberal, sino cedidas a loscampesinos mismos, para que las cultiven por s, bajo la intervencin de las entidadesmunicipales autnomas, y con tendencia a la explotacin comunal o cooperativista.

    Del breve resumen anterior deducimos nuestra dogmtica, a la que seremos leales

    hasta el fin. Y es sta:

    1. Todo el poder corresponde al Estado.

    2. Hay tan slo libertades polticas en el Estado, no sobre el Estado ni frente alEstado.

    3. El mayor valor poltico que reside en el hombre es su capacidad de convivenciacivil en el Estado.

    4. Es un imperativo de nuestra poca la superacin radical, terica y prctica delmarxismo.

    5. Frente a la sociedad y el Estado comunista oponemos los valores jerrquicos, laidea nacional y la eficacia econmica.

    6. Afirmacin de los valores hispnicos.

    7. Difusin imperial de nuestra cultura.

    8. Autntica elaboracin de la Universidad espaola. En la Universidad radican lassupremacas ideolgicas que constituyen el secreto ltimo de la ciencia y de la tcnica.Y tambin las vibraciones culturales ms finas. Hemos de destacar por ello nuestro

    ideal en pro de la Universidad magna.

    9. Intensificacin de la cultura de masas, utilizando los medios ms eficaces.

    10. Extirpacin de los focos regionales que den a sus aspiraciones un sentido deautonoma poltica. Las grandes comarcas o Confederaciones regionales, debidas a lainiciativa de los Municipios, deben merecen, por el contrario, todas las atenciones.Fomentaremos la comarca vital y actualsima.

    11. Plena e integral autonoma de los Municipios en las funciones propia ytradicionalmente de su competencia, que son las de ndole econmica y

    administrativa.

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    12. Estructuracin sindical de la economa. Poltica econmica objetiva.

    13. Potenciacin del trabajo.

    14. Expropiacin de los terratenientes. Las tierras expropiadas se nacionalizarn y

    sern entregadas a los Municipios y entidades sindicales de campesinos.15. Justicia social y disciplina social.

    16. Lucha contra el farisaico pacifismo de Ginebra. Afirmacin de Espaa comopotencia internacional.

    17. Exclusiva actuacin revolucionaria hasta lograr en Espaa el triunfo del nuevoEstado. Mtodos de accin directa sobre el viejo Estado y los viejos grupos polticossociales del viejo rgimen.

    Nuestra organizacin

    Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sinominoras audaces y valiosas. Buscamos jvenes equipos militantes, sin hipocresasfrente al fusil y a la disciplina de guerra. Militares civiles que derrumben la armaznburguesa y anacrnica de un militarismo pacifista. Queremos al poltico con sentidomilitar, de responsabilidad y de lucha. Nuestra organizacin se estructurar a base declulas sindicales y clulas polticas. Las primeras se compondrn de diez individuos,pertenecientes, segn su nombre indica, a un mismo gremio o sindicato. Lassegundas, por cinco individuos de profesin diversa. Ambas sern la unidad inferiorque tenga voz y fuerza en el partido. Para entrar en una clula se precisar estarcomprendido entre los diez y ocho y cuarenta y cinco aos. Los espaoles de ms

    edad no podrn intervenir de un modo activo en nuestras falanges. Inmediatamentecomenzar en toda Espaa la organizacin de clulas sindicales y polticas, queconstituirn los elementos primarios para nuestra accin. El nexo de unin es ladogmtica que antes expusimos, la cual debe ser aceptada y comprendida conintegridad para formar parte de nuestra fuerza. Vamos al triunfo y somos la verdadespaola. Hoy comenzamos la publicacin de nuestro peridico, LA CONQUISTA DELESTADO, que primero ser semanal y haremos diario lo antes posible.

    Las adhesiones, as como la solicitacin de detalles explicativos, deben enviarse anombre del presidente, a nuestras oficinas, Avenida de Dato, 7, planta D. Madrid. Hade consignarse en ellas con toda claridad el nombre, edad, profesin y domicilio.

    (La Conquista del Estado, n. 1, 14 - Marzo -1931)

    La violencia y la poltica actual

    Es indudable que el mundo atraviesa una era revolucionaria. Hacen un viraje las rutasvigentes, y se invalidan. Los poderes histricos se encuentran de pronto vacos deimpulso, como si nada tuviesen que ver con los hechos del da. Desarticulados de losresortes ntimos y decisivos que rigen el mundo nuevo. Una fase de violencia seaproxima, pues, de modo inevitable al servicio de esas convulsiones. El ejemplo de lasfuerzas polticas que se organizan en milicia civil es rotundo y claro. A travs de la

    postguerra, los nacionalismos agresivos, que lograron un enlace social con la horapresente, han triunfado; esto es: han movilizado huestes valerosas. Asimismo, enporcin menor, los comunistas.

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    Pero es curioso que fuerzas pacifistas, de ramplona mirada liberal y democrtica,pretenden ahora adquirir tambin eficiencia guerrera. Como si el valor y el herosmofuesen mercancas que se abandonan o adquieren a capricho. Hay grupos socialesantiheroicos por constitucin natural, a los cuales ser risible entregar una bayoneta.Decimos esto a la vista de algunos fenmenos que hoy se dan. As, esa manifestacinde Reischbaneren las ciudades alemanas. Horsing, creador de esas banderasdemocrticas, ha sentido la necesidad de copiar a Hitler, uniformando sus huestes enun desfile incoloro.

    Las falanges hitlerianas obedecen fielmente en su formacin los imperativos polticos ysociales de estos aos. Son, pues, algo vivo, que se enraza en lo ms hondo denuestro tiempo, que interpreta los afanes de nuestro tiempo. Frente a ellas, de modoartificioso, para defender cosas que en 1931 no pueden pasar de la superficie de lapersona, se forman otras milicias con ilusas esperanzas de predominio.

    Nosotros denunciamos en el hecho mismo del plagio una subversin curiosa. Pues siyo me apropio y utilizo los valores que otro trae consigo, me convierto en dependiente

    suyo, en admirador fundamental de su gesto. Es la contradiccin que existe enprrafos como el siguiente, publicado en un articulo de la revista madrilea Nosotros:

    Se impone la formacin del bloque antifascista. Si las organizaciones de vanguardiano tienen el suficiente sentido poltico para concertar una accin ofensiva de granenvergadura, por lo menos hay derecho a esperar que s podran ponerse de acuerdopara exterminar en su punto de partida toda formacin fascista.

    Esto es, hacindose fascistas. La cosa es clara, y, en este caso, el triunfo del fascismorotundo.

    (La Conquista del Estado, n. 1, 14 - Marzo - 1931)

    Espaoles Jvenes!: En pie de guerra!

    Para salvar los destinos y los intereses hispanos, LA CONQUISTA DEL ESTADOva a movilizar juventudes. Buscamos equipos militantes, sin hipocresas frenteal fusil y a la disciplina de guerra; milicias civiles que derrumben la armaznburguesa y anacrnica de un militarismo pacifista. Queremos al poltico consentido militar, de responsabilidad y de lucha.

    Quiz se asusten de nosotros las gentes pacatas y encogidas. No nos importa.Seremos brbaros, si es preciso. Pero realizaremos nuestro destino en esta hora. La

    sangre espaola no puede ser sangre de brbaro, y en este sentido nada hay quetemer de nuestras acciones brbaras.

    Vamos contra las primordiales deserciones de la generacin vieja y caducada. Esageneracin que durante la guerra europea hizo que Espaa cayese en la granvergenza de no plantearse en serio el problema de la intervencin, al lado de losgrandes pueblos del mundo. Guerra a los viejos decrpitos por no ir a la guerra!

    La generacin maldita que nos antecede ha cultivado los valores antiheroicos yderrotistas. Ha sido infiel a la sangre hispana, inclinndose ante el extranjero conservidumbre. Esto no puede ser, y no ser!

    Hoy hay que emplear el herosmo dentro de casa. Nada de alianzas con los viejostraidores!

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    El nervio poltico de las juventudes no puede aceptar los dilemas cmodos que se leofrecen. La revolucin ha de ser ms honda, de contenidos y estructuras, no desuperficies. Los viejos pacifistas y ramplones quieren detenerlo todo con el tope de lostpicos. Fuera con ellos!

    Volvamos a la autenticidad hispana, a los imperativos hispanos.

    A un lado, el espaol nuevo con la responsabilidad nueva. A otro, el espaol viejo conla vieja responsabilidad de sus plaidos y sus lgrimas.

    (La Conquista del Estado, n. 2, 21- Marzo - 1931)

    El nacionalsocialismo alemnEl partido de Hitler

    La elecciones alemanas del 14 de septiembre de 1930 popularizaron por el mundo Las

    fuerzas polticas que acaudilla Adolfo Hitler. Fue el suyo un triunfo tan inesperado paralos que desconocan la capacidad de propaganda y agitacin del bloquenacionalsocialista, que por algn tiempo constituy el eje de todos los comentariossobre poltica internacional. De doce diputados en 1928, pas a ciento siete en laselecciones a que nos referimos.

    El nacimiento del nacionalsocialismo en su forma definitiva tiene lugar en febrero de1920. Lo fund Hitler con el nombre de Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiter-Partei.Es, pues, un partido de postguerra, a base de ideales de revancha, exaltacinnacionalista y propaganda antisemita.

    El xito entre las masas ha sido de tal naturaleza, que acontece el hecho inexplicablede que en una poca como la actual, donde la posicin econmica de las gentespolariza los ideales polticos, el nacionalsocialismo tenga adeptos entre la altaburguesa, la pequea burguesa y el proletariado.

    Programa del partido

    Copiamos a continuacin el programa inicial, al que cabe adscribir buena parte deltriunfo. Naturalmente, un partido revolucionario como ste posee en alto gradodesarrollada su capacidad oportunista, y no hay que esperar una fidelidad exagerada asus artculos.

    El programa, tal como se public en Mnchen el 24 de febrero de 1920, dice as:

    El programa del partido nacionalsocialista alemn es temporal. Reside en los jefes lafacultad de trazar al partido nuevos fines, una vez que stos sean alcanzados.

    1. Pedimos la unin de todos los alemanes, a base de una democracia del pueblo quehaga posible la gran Alemania.

    2. Exigimos para Alemania los mismos derechos de que disfrutan los dems pueblos,y, por tanto, anulacin de los Tratados de Versalles y San Germn.

    3. Exigimos campo y territorios (colonias) para la alimentacin de nuestro pueblo yexpansin del exceso de poblacin.

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    4. Slo podr ser ciudadano alemn el alemn nativo, racial. Slo se consideraralemn racial al que tenga sangre alemana, sin referencia alguna confesional. Ningnjudo puede, por tanto, ser de nuestra raza.

    5. Quien no sea ciudadano alemn slo podr vivir en Alemania a ttulo de husped ysometido a la ley que regule la vida de los extranjeros.

    6. El derecho a influir en la orientacin y en las leyes del Estado es privativo delciudadano. Por tanto, exigimos que cualquier empleo pblico, sea el que sea, delImperio, ciudad o Municipio, est desempeado por ciudadanos alemanes.

    7. Exigimos que el Estado se comprometa a proporcionar trabajo y medios desubsistencia a los ciudadanos. Si no fuera posible la alimentacin de toda la poblacindebe expulsarse a los extranjeros.

    8. Debe evitarse la inmigracin de no alemanes. Exigimos que los inmigrados noalemanes desde el 2 de agosto de 1914, sean inmediatamente expulsados del pas.

    9. Todos los ciudadanos deben tener los mismos derechos y obligaciones.

    10. El primer deber de todo ciudadano consiste en trabajar, intelectual o fsicamente.La actividad del individuo debe desenvolverse dentro de los intereses de lacolectividad.

    Para ello exigimos:

    11. Suspensin de los ingresos que no reconozcan por origen el trabajo. No msexplotacin y servidumbre.

    12. Teniendo en cuenta los enormes sacrificios en vidas y dinero que la guerra cuestaal pueblo, todo enriquecimiento personal debido a la guerra debe considerarse comoun delito contra el pueblo.

    13. Queremos la nacionalizacin de todos los trust.

    14. Exigimos la participacin en las grandes explotaciones.

    15. Deseamos proteccin segura para la vejez.

    16. Deseamos que se forme una clase media sana; que sean municipalizadosinmediatamente todos los grandes consorcios y alquilados a bajos precios a lospequeos comerciantes, teniendo sobre todo en cuenta a los industriales queabastezcan al Estado y a los Municipios.

    17. Exigimos una reforma del rgimen agrario que se acomode a las necesidadesnacionales; creacin de una ley de expropiacin de terrenos en beneficio de lacolectividad. Anulacin de la contribucin territorial y la especulacin de terrenos.

    18. Exigimos lucha implacable contra aquellos que, por su actuacin, perturben losintereses de la colectividad. Pena de muerte para los usureros y explotadores delpueblo.

    19. Pedimos que se sustituya el Derecho romano por un Derecho colectivo alemn.

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    20. El Estado proporcionara medios a todos los alemanes capacitados de lograr unacultura superior y poder ocupar puestos directivos. Los planes de enseanza de todoslos establecimientos docentes han de acomodarse a las necesidades de la vidaprctica. La idea del Estado debe explicarse en la escuela a los nios al tener uso derazn. Los nios pobres capaces y aptos para el estudio deben ser auxiliados por elEstado.

    21. El Estado se ocupar de modo preferente en la sanidad pblica, protegiendo a lasmadres y nios, favoreciendo la cultura fsica del pueblo por medio de leyes que haganel deporte y la gimnasia obligatorios y ayudando de un modo decidido a lassociedades y corporaciones que fomenten el desarrollo fsico de la juventud.

    22. Pedimos la desaparicin de las tropas asalariadas, y la formacin, en su lugar, deun ejrcito del pueblo.

    23. Exigimos sea perseguida de modo implacable por la ley la mentira polticaintencionada. Y para posibilitar una Prensa alemana pedimos:

    a) Que todos los redactores y colaboradores de los peridicos que aparezcan enlengua alemana sean ciudadanos alemanes.

    b) Los peridicos no alemanes han de estar por completo de acuerdo con el Estado. Yno podrn imprimirse en alemn.

    c) Prohibicin de que los no alemanes influyan econmicamente o idealmente en losperidicos. La infraccin debe castigarse con la suspensin del peridico y laexpulsin inmediata del interesado.

    Debe prohibirse toda publicacin que perjudique el bienestar pblico. Lucha contra lastendencias artsticas o literarias que produzcan efectos desintegrales en la vida denuestro pueblo.

    24. Queremos libertad para toda clase de creencias religiosas dentro del Estado,siempre que no supongan un peligro o estn en oposicin a las costumbres y moral dela raza germana.

    El partido en s es positivamente cristiano, sin puntualizar una creencia determinada.Luchar contra el espritu materialista judo, convencido de que la salvacin de nuestropueblo llegar a la base del siguiente principio: el bien comunal antes que el bienindividual.

    25. Para la realizacin de todo esto, queremos la formacin de un Poder central delEstado. Autoridad del Parlamento poltico central sobre el resto del Estado y suorganizacin. Formacin de Cmaras corporativas y profesionales para su actuacindentro del margen que permita el Estado.

    Los directores del partido prometen poner en juego todos los medios que seanprecisos, incluso sus propias vidas, para llegar a la realizacin de los Puntosanteriormente expuestos.

    Mnchen, 24 febrero 1920.

    El ejrcito del tercer imperio

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    Los nacionalsocialistas han organizado un ejrcito numeroso que tiene la doblefinalidad de constituir unas falanges revolucionarias y ser, despus del triunfo interior,el verdadero ejrcito del pueblo. El que har posible un tercer imperio germano. Suorganizacin sigue en todos los detalles al viejo ejrcito prusiano.

    La unidad ms pequea es el grupo, de tres a diecisis hombres. Varios gruposforman la Trupp (banda, cuadro), que corresponde a la Compaa.

    Cuatro o cinco Trupp forman un Sturm, el cuerpo de asalto, que equivale al Batalln.Otros tantos Sturm forman el Estandarte, o sea el Regimiento. A cuyo frente hay unjefe auxiliado por un adjunto. Cada Estandarte tiene, naturalmente, secciones demsica y sanidad. Los Estandartes de una comarcacin se renen en un Gausturm, ystos pueden dividirse en brigadas.

    Existen cinco inspecciones del ejrcito, cuyo control corresponde al inspector generalde los ejrcitos.

    Las fuerzas van rigurosamente uniformadas y las relaciones entre jefes ysubordinados se atienen siempre a la disciplina militar. Adems de los cuerposnormales, hay los grupos de Schutzstaffeln, que vienen a ser la lite del partido, deveintitrs a treinta y cinco aos, y miden 1,70 metros como mnimo. Son los S.S. Paraentrar en ellos ha de haberse estado un ao en el otro ejrcito y tres aos, por lomenos, en el Partido.

    Por el modo como este gran ejrcito nacionalsocialista se ha formado, no parece tengamucha eficiencia en el caso de una guerra, pero s, en cambio, para una movilizacinrevolucionaria. Aun as, los jefes, como se ha visto, no se determinan al Putsch sin lagaranta de que el ejrcito oficial permanezca en neutralidad.

    Actuacin del partido

    El partido de Hitler es, desde luego, un partido popular que moviliza grandes masas.Para ello, agita las cuestiones sociales con una intrepidez y una precisin notables.Las dificultades econmicas de la postguerra, de un lado, y de otro, las ideassentimentales de grandeza y de revancha, unidas al odio racial contra los judos, hanobrado el milagro.

    La campaa antijuda haba sido emprendida en Alemania antes delnacionalsocialismo por Rosenberg. Este haca sus campaas en VolkischeBeobachter(El observador popular). En 1920 compraron este peridico los

    nacionalsocialistas, convirtindolo en rgano del partido, y adems Hitler encontr enRosenberg un valioso e ntimo colaborador. El arquitecto Rosenberg es el granoptimista del partido, y dispone de una fantasa demaggica eficacsima.

    El nacionalsocialismo dispone relativamente de pocos peridicos. En 1930 sepublicaban doce diarios, treinta y cuatro revistas semanales y un peridico ilustrado.Estas cifras son irrisorias si se comparan con los 170 diarios de que disponen lossocialdemcratas. El de ms circulacin y autoridad es el antes citado,VolkischeBeobachter.

    Las fuerzas de Hitler, si tienen pocos peridicos, realizan, en cambio, una propagandadirecta, de mitin, no igualada por nadie. Desde Hitler -que es un magnfico y genialorador- hasta el ltimo nacionalsocialista, todos muestran gran preferencia por losmtines populares. Estos actos aparecen incluso como uno de los captulos ms

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    importantes de ingresos del partido. Las entradas valen desde 0,50 hasta 2 marcos. Yen alguna ocasin, hablando Hitler, se han llegado a pagar hasta 10 marcos.

    La actuacin de los nacionalsocialistas es revolucionaria. Tienden a una estructura delEstado radicalmente distinta de la actual. Mejor dicho, a la edificacin del Estadoalemn. Bien es cierto que en los ltimos meses los jefes afirman una actuacin legal,y sobre esto deben tenerse en cuenta unas frases del doctor Goebbels, escritasen Dar Angriff(Sic.) el 18 de febrero de 1929: Un revolucionario debe hacerlo todo...Empero, tendr sumo cuidado en que al desencadenar pasiones volcnicas, despertarcleras, poner en marcha masas de hombres, organizar odios y desesperaciones, loefecte con fro clculo, un poco, por decirlo as, con medios legales; proponerse estoes lo que distingue al autntico revolucionario del falso.

    Normas para la estructura del Estado

    Las lneas generales del hitlerianismo para la elaboracin del Estado siguen la actualtendencia postliberal. Tienden a la eficacia, y reclaman la desaparicin de las

    instituciones fracasadas. La organizacin interna del partido y el tono de las arengasindican clarsimamente una preferencia por el rgimen de dictadura. En laspropagandas de Hitler hay un notorio afn por exaltar las decisiones de lapersonalidad responsable. Frente a las decisiones de las mayoras, la decisinpersonal de un hombre. Del Dictador.

    Forma de gobierno. Son totalmente indiferentes a la forma republicana o monrquica,aunque el hecho de actuar frente al rgimen actual y la necesidad de combatirlo leshaya hecho parecer antirrepublicanos algn tiempo. En aquellos de su contacto conHuggenberg.

    A este efecto, dice Hitler: La mejor forma del Estado ser aquella que de modo msseguro d significacin rectora a la cabeza ms sobresaliente de la comunidad.

    Y dice tambin Goebbels: El Estado ser nuestro Estado, y lo configuraremos segnnuestros principios.

    El nacionalsocialismo tiende a la supresin del Parlamento poltico. En su lugar, lacreacin de un organismo -Standeparlaments-, con finalidad exclusivamenteeconmica. Una asamblea corporativa o de profesiones.

    Adems, un Senado compuesto de 200 personalidades -la lite del pueblo- vitaliciaspara auxiliar al Dictador.

    En cuanto al carcter federativo o unitario del Estado, debe tenerse en cuenta el punto25 del programa. Ahora bien: no ha de olvidarse que el nacionalsocialismo tiende a laintegracin del imperio germano. A constituir por va natural la Gran Alemania. Para locual se desea y se pide la completa libertad de los pueblos.

    Programa social y econmico

    Es uno de los sectores ms confusos del nacionalsocialismo. Ha influido, desde luego,su actitud en el desarrollo de la crisis econmica alemana de postguerra. Desde lainflacin hasta los compromisos internacionales ltimos; por ejemplo, el plan Young.

    En su programa econmico hay una mezcla de influencias marxistas y de oportunismosentimental. Todo ello indudablemente bien trabado en unidad orgnica, pues losnacionalsocialistas saben muy bien lo que quieren y cmo lo quieren.

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    Hay, en primer lugar, una preocupacin contra el capital financiero internacional, quecontrarrestan valindose de su nacionalismo econmico. Aqu debemos hablardel Zinsknechtschaft, gran concepto del economista Feder, voz especializada delnacionalsocialismo. Feder da a ese concepto el de ser la clave de una situacineconmica de un pueblo que est libre del influjo nefasto de la alta banca juda.

    Para ello, se recluyen en la economa del Estado, confirindole la posibilidad queniegan a las economas privadas: Geld machen. Hacer dinero.

    En cuanto al problema agrario, van a la expropiacin de las tierras, buscando lamxima eficiencia en la explotacin.

    Los hombres del nacionalsocialismo

    En primer lugar, Hitler. Es su artfice innegable. Su energa y sus propagandas handado al partido eficacia y cohesin. Naci en 1889, y tiene, por tanto, cuarenta y unaos. Est, pues, en su plenitud fsica y tiene la adhesin ciega de sus partidarios. Es

    de padre austraco y madre checa. Intervino en la guerra europea en los ejrcitosalemanes y posee amplia capacidad de organizador. Es un orador sobresaliente ypreciso que triunfa ante el pueblo de un modo rotundo. Si estuviese en el Reichstag,no cabe presumir hasta dnde llegara la eficacia de sus intervenciones.

    Otro hombre del nacionalsocialismo es Goebbels, el Doctor. Jefe del grupoparlamentario en el Reichstag. Goebbels organiz triunfalmente en Berln elnacionalsocialismo. Es hombre de increble juventud, treinta aos, de oratoriasimptica, que lleva a las campaas agitadoras su perfil preciso de doctor joven enHumanidades. Contaba diecisiete aos al terminar la guerra, y estaba ya movilizado,sin que tuviera luego que ir al frente. En 1926 fund en Berln el primer Comit delpartido con 400 miembros. Hombre fro y sistemtico, pueden suponrsele ambicioneshondas. Ya se habla de posibles -creemos que imposibles- rivalidades con Hitler.

    Por fin, se habla y no se termina de los orgenes financieros del nacionalsocialismo.Preferimos no hablar de esto, aunque lo hagamos en otra ocasin, pues los datos y lascifras circulan.

    La batalla social y poltica de Occidente

    Por muy retrasados que andemos por aqu, fuera del orbe autntico de las

    preocupaciones mundiales, en busca y captura de las libertades fugitivas, no esposible sustraerse a la raz central que informa la vida toda de Occidente. Hay unosvalores en peligro. Hay unas posibilidades magnas que pueden resultar fallidas. Si enEspaa los grupos se empean en vivir en anacronismo perpetuo, repitiendo lasgestas polticas que hace ochenta aos constituan la actualidad europea, all ellos.Pero permtasenos a nosotros, hombres recin llegados, que demos cara a nuestrotiempo y destaquemos lo que en l hay de palpitacin viva.

    En Espaa existe un guirigay absurdo en torno a la forma de gobierno. Se polarizanlas fuerzas polticas sobre esos dos conceptos de Monarqua o Repblica, sinsospechar que ambos perdieron hace muchos aos su vigencia como mitoscreadores. Esa cuestin del rgimen es algo que debi liquidarse de modo definitivohace veinticinco o treinta aos. Por lo menos, antes de la guerra. Las generacionesque nos precedieron, y que an viven y circulan por ah, no lograron una solucin que

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    entonces podra haber sido actual, y hoy se empean en que toda la savia joven lesayude en sus afanes rencorosos. No slo, pues, merecen nuestros padres repulsa porlo que no hicieron, sino tambin por lo que nos imponen a nosotros que hagamos.

    Esas plaideras de izquierda, que llevan veinte aos en actitud cursi de quejumbre,sonren hoy ante la musculatura joven que, al parecer, les ayuda en la infecunda tarea.No hay tal cosa. La juventud espaola no es demoliberal, como pudiera creerse ante elequvoco que plantean los viejos rencorosos. Se educa en los aires y en los hechos deeste siglo, y est en la mojigatera liberal burguesa al acecho tan slo de una ocasinde lucha y de pelea. Pueden existir equvocos de palabras, de rotulaciones, peronunca de hechos y de objetivos. Nosotros invitamos a que se examinen los actospolticos en que intervienen los jvenes, y a que se nos indique la filiacin demoliberalde ellos. Son, por el contrario, protestas violentas, citas en las lneas de fuego,entusiasmos por las marchas militares desde las posibles Jacas espaolas.

    Ahora bien; llegan nuevos deberes al coraje occidental. El clarn histrico seala hoy alos pueblos unos instantes de fidelidad a los principios superiores que informan de

    modo entraable su cultura. Aquellos que no obedezcan, aquellos que eludan losdilemas autnticos, perecern frvola y traidoramente. Pero los que logren intuir losverdaderos peligros, los que posean la clave de los destinos actuales, los que seinteresen por la fiel continuidad de la vida del pueblo, sos deben salir a campo abiertoy presentar batalla.

    Nos referimos al comunismo que triunfa, que amenaza disolver las grandezaspopulares, que est ah bien provisto de mitos y de alientos. La ola comunista dej deser una inundacin ideolgica y romntica para convertirse en un resorte actual, acuyo tacto se buscan y pretenden victorias sociales y econmicas. No hay quedesconocer la potencia y el radio del comunismo, que se despliega a todos los airesen caza de atenciones.

    Nosotros las recogemos, y advertimos la gigantesca dosis de futuro que posee. Peroel comunismo es nuestro enemigo. Destruye la idea nacional, que es el enlace msfrtil de que el hombre dispone para equipar grandezas. Destruye la eficaciaeconmica que nuestra civilizacin persigue y solicita. Destruye los valores eminentesdel hombre. Deforma el estadio postliberal que hoy se extiende por el mundo, y loconvierte en restringido servidor de unos afanes pequeitos.

    Pero frente al comunismo carecen de vigor y de eficiencia las viejas actitudes. Si lospueblos de Occidente no disponen de otros recursos polticos que ese de lasconsabidas, huecas y mediocres libertades. Ni de otras eficacias econmicas que las

    que proceden de la arbitrariedad liberal burguesa, a base de Estado inerte y trustspoderossimos, de tierras infecundas y campesinos esquilmados. Si no tiene otrasfuentes de coraje que el de unirse a un viejo mito -republicano o monrquico, igualimporta-, y recluirse en l como en una fortaleza negativa. Si no logra renegar de esateora poltica tradicional, diecinuevesca, que confiere al individuo poder coactivofrente al Estado y subordina los intereses colectivos a los individuales. Si no sesuperan de modo radical las instituciones polticas vigentes, buscando la entraapopular y abriendo paso a los verdaderos conductores de pueblos, sin turbamultasciegas ni disidencias crticas. Entonces... ser que el comunismo tiene razn para eldesahucio de Occidente.

    Ms que nunca es hoy imprescindible sincerarse con la verdad de nuestro tiempo.

    Qu le vamos a hacer si pas la hora de batirse por la libertad! Hoy nos interesan

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    cosas muy distintas, y los viejos traidores deben retirarse a los cenobios antes queperturbar las nuevas experiencias.

    Hay que esgrimir contra el comunismo dos eficacias. Y aunque el comunismo noestuviese ah, habra que descubrirlas tambin, porque los grandes pueblos norenuncian fcilmente a los deberes supremos. Esas dos eficacias, para nosotros, son:los valores hispnicos y la victoria econmica.

    Ya hemos dicho que si arribamos a la vida espaola con alguna intrepidez, sta sealimenta de anhelosidades hispnicas. Queremos a Espaa grande, poderosa yvictoriosa. Cumpliendo con su deber universal de dar al mundo valores fecundos.Hace dos siglos que Espaa deserta de s misma y se refugia en las cabaasextranjeras. Orden de expulsin a los traidores! El Estado hispnico, que hoy noexiste, ha de abrir paso al hervor nacionalista y servir sus exigencias. En otro lugar deeste nmero ofrecemos la clave de constitucin de ese Estado, por el que estamosdispuestos a sacrificar vidas espaolas.

    Y llega la posible victoria econmica. Nosotros oponemos a la economa comunistaacusacin de ineficacia. En cuanto trata de elevar los niveles de produccin, se refugiaen un capitalismo de Estado -vase la actual Rusia- y deriva a las normas industrialescorrientes. No vemos la necesidad de romper todas las amarras para volver luego lacabeza e ingresar en la sistemtica capitalista. Nosotros propugnamos la insercin deuna estructura sindical en el Estado hispnico, que salve las jerarquas eminentes ygarantice la prosperidad econmica del pueblo. El Estado hispnico, una vez dueoabsoluto de los mandos y del control de todo el esfuerzo econmico del pas, vendrobligado a hacer posible el bienestar del pueblo. Inyectndole optimismo hispnico,satisfaccin colectiva, y a la vez palpitacin de justicia social, prosperidad econmica.

    Frente al comunismo, el Occidente no puede mostrar sino esto: grandeza nacional,Estado eficaz y robusto con una estructura econmica sindical y nacionalizada.

    (La Conquista del Estado, n. 5, 11 - Abril - 1931)

    Pedimos y queremos

    Pedimos y queremos un Estado hispnico, robusto y poderoso, que unifique y hagaposibles los esfuerzos eminentes.

    Pedimos y queremos la suplantacin del rgimen parlamentario o, por lo menos, que

    sean limitadas las funciones del Parlamento por la decisin suprema de un Poder msalto.

    Pedimos y queremos una dictadura de Estado, de origen popular, que obligue anuestro pueblo a las grandes marchas.

    Pedimos y queremos la inhabilitacin del espritu abogadesco en la poltica, y que seencomienden las funciones de mando a hombres de accin, entre aquellos de probadaintrepidez que posean la confianza del pueblo.

    Queremos y pedimos la desaparicin del mito liberal, perturbador y anacrnico, y queel Estado asuma el control de todos los derechos.

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    Queremos y pedimos la subordinacin de todo individuo a los supremos intereses delEstado, de la colectividad poltica.

    Queremos y pedimos un nuevo rgimen econmico. A base de la sindicacin de lariqueza industrial y de la entrega de tierra a los campesinos. El Estado hispnico sereservar el derecho a intervenir y encauzar las economas privadas.

    Queremos y pedimos la ms alta potenciacin del trabajo y del trabajador. El Estadohispnico debe garantizar la satisfaccin de todas las necesidades materiales yespirituales del obrero, as como un amplio seguro de vejez y de paro.

    Queremos y pedimos la aplicacin de las penas ms rigurosas para aquellos queespeculen con la miseria del pueblo.

    Queremos y pedimos una cultura de masas y la entrada en las Universidades de loshijos del pueblo.

    Queremos y pedimos que la elaboracin del Estado hispnico sea obra y tarea de losespaoles jvenes, para lo cual deben destacarse y organizarse los que estncomprendidos entre los veinte y cuarenta y cinco aos.

    Queremos y pedimos la unificacin indiscutible del Estado. Las entidades comarcalesposibles deben permanecer limitadas en un cuadro concreto de fines adjetivos.

    Queremos y pedimos que informe de un modo central al Estado hispnico lapropagacin de una gigantesca ambicin nacional, que recoja las ansias histricas denuestro pueblo.

    Queremos y pedimos el ms implacable examen de las influencias extranjeras ennuestro pas y su extirpacin radical.

    Nuestra organizacin

    Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sinominoras audaces y valiosas. Buscamos jvenes equipos militantes, sin hipocresasfrente al fusil y a la disciplina de guerra. Milicias civiles que derrumben la armaznburguesa y anacrnica de un militarismo pacifista. Queremos al poltico con sentidomilitar, de responsabilidad y de lucha. Nuestra organizacin se estructurar a base declulas sindicales y clulas polticas. Las primeras se compondrn de diez individuos,pertenecientes, segn su nombre indica, a un mismo gremio o sindicato. Las

    segundas, por cinco individuos de profesin diversa. Ambas sern la unidad inferiorque tenga voz y fuerza en el partido. Para entrar en una clula se precisar estarcomprendido entre los diez y ocho y cuarenta y cinco aos. Los espaoles de masedad no podrn intervenir de un modo activo en nuestras falanges. Ha comenzado entoda Espaa la organizacin de clulas sindicales y polticas, que constituirn loselementos primarios para nuestra accin. El nexo de unin es la dogmtica que antesexpusimos, la cual debe ser aceptada y comprendida con integridad para formar partede nuestra fuerza.

    (La Conquista del Estado, n. 5, 11 - Abril - 1931)

    En esta hora, decimos:

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    La instauracin de la Repblica ha subvertido todas las circunstancias que imperabanen el ambiente poltico espaol. Subversin feliz. Pues es ahora, a la vista de las rutasblanqusimas que se abren ante nosotros, cuando se ve claro el nmero y el calibre delos propsitos que eran imposibles con la Monarqua. Han variado, pues, lascircunstancias, el contorno que nos rodeaba. Nosotros seguimos igual que en la horade nuestra salida. Nacimos para promover en la vida espaola un linaje deactuaciones de muy diferente sentido a las que simboliza y representa un mero cambiode forma de gobierno. Nos satisface, s, la llegada de la Repblica, e incluso ladefenderemos contra los enemigos que surjan. Pero no podemos vincular nuestroprograma al de los grupos republicanos triunfadores.

    Defendemos un ideal hispanista, de sentido imperial, que choca con la podridapacifistera burguesa que hoy se encarama.

    Sabemos, y as lo decimos al pueblo, que la Repblica, como finalidad exclusiva, esun concepto infecundo. Tuvo hace un siglo carcter de lucha de clases, pues su triunfoequivala al desahucio de los privilegios feudales, pero hoy es slo cauce hacia

    victorias de tipo nacional y social. Por eso nosotros no nos identificamos niconformamos con la primera victoria que supone la Repblica y queremos un Estadorepublicano de exaltacin hispnica y de estructura econmica sindicalizada.

    Somos postliberales. Sabemos tambin, e igualmente lo decimos al pueblo, que elliberalismo burgus ha caducado en la Historia. Nadie cree ya en sus eficacias y slolos gobernantes hipcritas lo esgrimen como arma captadora del pueblo. El individuono tiene derechos frente a la colectividad poltica, que posee sus fines propios, losfines supremos del Estado. El problema, hoy, es descubrir los fines del Estadohispnico.

    La etapa republicana que comienza enarbola sus propsitos de instaurar en Espaaun franco rgimen liberal. Bien sabemos que esto son slo palabras. La realidadpoltica se nutre de los hechos y las energas de los hombres que gobiernan. No desus discursos. Si los Gobiernos de la Repblica van a dedicarse a proporcionarlibertad poltica a los espaoles, y no, en cambio, a ponerlos en marcha, adisciplinarlos en obligaciones y tareas colectivas, propias de la grandeza de nuestropueblo, entonces nada ha pasado aqu.

    Pero hay en esto que decimos un poco de aquella fatalidad triunfadora que tanto xitoy confianza prest al socialismo en sus primeros aos. Su triunfo, su vigencia, eshistricamente fatal e ineludible. Quirase o no, protesten o no los gobernantes de unaimputacin as, el hecho verdadero es que todos los Estados adoptan los medios

    coactivos y violentos. Esto es, guillotinan las disidencias.

    Nuestras ideas, esas que pueblan nuestra dogmtica y nutren Queremos ypedimos, triunfan y aparecen en las batallas polticas que hoy se realizan en todo elfrente universal. Y ello de un modo inexorable. Slo hay dos verdades en la poltica deeste siglo:

    No hay fines de individuo, sino fines de Estado. Todo el mundo est obligado a dar suvida por la grandeza nacional.

    No hay economas privadas, sino economas colectivas. Las Corporaciones, losSindicatos, son las entidades inferiores y ms simples que pueden intentar influir en la

    economa del Estado.

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    Contra esas dos verdades est el liberalismo burgus, nuestro enemigo.

    Grandeza nacional y economa de Estado. He ah el signo y la clave de los tiempos.

    La Repblica hispnica necesita crecer del brazo de las impulsiones ms altas. Tiene

    ante s todas las magnas posibilidades que le confieren la confianza del pueblo y elentusiasmo de las multitudes.

    Si se la sujeta a empresas y parodias de fcil alcance, con el solo auxilio de la palabray el gesto, la Repblica ser una desilusin nacional, sin reciedumbre ni futuro.

    Con ms firmeza que nunca, nosotros reafirmamos hoy nuestra disposicin paraluchar por los ideales de eficacia, de hispanidad y de imperio.

    Los burgueses desvirtuaron las glorias del pueblo, limitndolo a sus apetenciasmediocres. Cuando se hacen precisas de nuevo las dotes guerreras y las decisionesheroicas, el burgus se repliega y entontece, empequeeciendo los destinos del

    pueblo. Confiamos en que la Repblica abra paso en Espaa a un tipo de poltica quedestruya esas limitaciones y destaque en la altura de los mandos las energashispanas ms fieles.

    (La Conquista del Estado, n. 7, 25 - Abril - 1931)

    Los comunistas y la violencia

    En Espaa existe un desconocimiento absoluto de la poltica universal. Las minorasintelectuales viven ancladas en el siglo XIX, y carecen de preparacin y de valor para

    hacer frente a los fenmenos de hoy. As se les escapa el sentido de esas fuerzassurgidas a la vida europea en los ltimos diez aos. Una de ellas es el comunismo.

    Por muchos caminos se va a Roma. El comunismo, en sus bases tericas, slo esasequible al intelectual. Requiere trato filosfico y gimnasia histrica. Pero las masasencuentran un camino mucho ms fcil y expedito: la liberacin econmica, la lucha declases.

    Aqu no hay intelectuales comunistas. Tampoco los hay -fuera de leves excepciones-que levanten con ambas manos el deseo de eficacia histrica para nuestro granpueblo. Aqu hay tan slo patulea socialdemcrata e himnos de Riego.

    Por ello, el mito con que se quiere envolver a los comunistas y condenar a ineficaciapura sus batallas, es el de presentarlos como una minora salvaje, verdaderasalimaas sociales, a quienes es preciso destruir.

    La cobarda demoliberal se asusta del grave ademan que adopta un comunistadefendiendo con la pistola sus ideas. Nosotros somos enemigos de los comunistas, ylos combatiremos dondequiera que se hallen; pero jams hemos de reprochar suapelacin viril y heroica a la violencia. Es ms, gran nmero de batallas las libraremosa su lado, junto a ellos, contra el enemigo comn, que es la despreciable mediocridadsocialdemcrata.

    Quin niega legitimidad a la violencia? Slo en una poca de vergonzosa negacinnacional, de la que pugnamos ahora por salir, en la que se fraguaron todos loscomplots contra las fidelidades hispnicas, pudo aparecer nuestro pueblo como un

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    pueblo enclenque, asustadizo y pacifista, como una Suiza cualquiera, sin voz nientusiasmo para nada.

    Ah est una de las consecuencias. Ahora, frente al coraje comunista, la gran Espaa,si hacemos caso de los plaidos demoliberales, slo enarbola el pacifismo, lasvirtudes ciudadanas. Como los comunistas no respetan, naturalmente, esas virtudes,se les califica de alimaas y se dan vivas a la libertad buscando la eficaciaembriagadora del grito.

    Pero, es que Espaa no dispone de otras armas que enfrentar al comunismo sino lacobarda del susto ante los hroes?

    El comunismo no es slo accin violenta. Le caracterizan otras muchas cosas,enormes, monstruosas, a las que Espaa, mejor que ningn otro pueblo, puede dar lagran respuesta.

    Para ello, lo primero es que Espaa se recobre, se afirme a s misma. Cosa que no se

    consigue anulando el coraje, exaltando los valores que niegan la hispanidad.

    De todo esto hemos de hablar mucho. Es el gran tema espaol.

    (La Conquista del Estado, n. 9, 9 - Mayo - 1931)

    Los Consejos obreros en las fbricas

    Es legtimo el afn interventor de los obreros en la marcha de las industrias. Ahorabien, el hecho de que asuman una funcin de esa ndole les obliga al reconocimiento

    de unas finalidades econmicas, a cuyo logro cooperan con sus decisiones y estudios.Porque es intil engaarse: mientras predomine la economa capitalista, cuyo finltimo no trasciende de los intereses de un individuo o de un trust, los Consejosobreros carecen de sentido. Comienzan a poseer un vigoroso carcter en cuanto laeconoma adquiere una modalidad sistemtica, de Estado, sujeta a una regulacinnacional, a una disciplina. A esto equivale una intervencin superior, estatal, en laseconomas privadas, que al dotar a stas de una casi absoluta seguridad defuncionamiento, les arrebata a la vez el libre arbitrio en las decisiones industriales.

    Los Consejos obreros son entonces colaboradores eficaces de los fines econmicos aque estn adscritas las correspondientes industrias. Por eso, los nicos pases dondeactualmente alcanzan eficacia unos organismos as son Italia y Rusia. En Italia, los

    Sindicatos obreros viven en el orden oficial del Estado fascista, y su misma existenciales vincula a la prosperidad de los fines econmicos que el Estado reconozca. EnRusia, esa interdependencia es an ms patente.

    Pero el problema en Espaa no es de este gnero. El rgimen poltico de nuestro pasimpide, hoy por hoy, que los obreros reconozcan y se identifiquen de un modo totalcon la articulacin econmica. Les importa, por el contrario, que se acelere el procesocapitalista y sobrevengan coyunturas favorables. De ah que los Consejos obrerostuvieran una mera funcin de avance social, como reivindicaciones de clase, y noaquella otra ms fecunda de auxiliar un sistema econmico articulado en una disciplinanacional.

    De ah que Solidaridad Obrera, peridico de la gran fuerza sindicalista, adscribiese losConsejos obreros a misiones de orden interior, solucin de conflictos, correccin de

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    abusos, etc. En su nmero de 24 de abril ampliaba, sin embargo, la influencia de estosorganismos, sealndoles como campo de accin todas las cuestiones que serelacionen de alguna manera con la produccin. Estudio de los mercados, estadsticasde precios, organizacin del trabajo, etc.

    Nos adherimos, desde luego, a la peticin de que se establezcan los Consejosobreros. Nosotros propugnamos un cambio social radicalsimo en la estructura delEstado, que lleva consigo, naturalmente, reformas de esta ndole. Pero sometidas a unorden de totalidad que les asegure eficacia y grandeza.

    (La Conquista del Estado, n. 9, 9 - Mayo - 1931)

    La Revolucin en marcha

    COMUNISMO, NO!La Revolucin en marcha no debe detenerse hasta que se efecte el hallazgo de

    la nueva eficacia hispnica

    La actitud del momento

    Vivimos horas revolucionarias. El pueblo se entrena para las nuevas jornadas, y muypronto preferir debatir el problema de Espaa en la calle, armas al brazo, en vez deemitir votos en las urnas. Desde nuestro primer nmero hemos mostrado una decididaintervencin revolucionaria, creyendo que lo nico y primero que hoy correspondehacer al pueblo espaol es una verdadera y autntica Revolucin. Nada de sufragiosni de asambleas electorales, sino todos ah, movilizados en un esfuerzo supremo, parasalvar y garantizar la victoria revolucionaria. Dijimos ya una vez que un pueblo es mssincero cuando pelea que cuando vota. No hay minuto ms sincero que aquel en queun hombre pone su vida al servicio de un afn grandioso. Las revoluciones son slofecundas cuando el pueblo las elabora y hace hasta el fin. En otro caso, desmoralizanel entusiasmo optimista del pueblo, dndole conciencia de su inutilidad histrica.

    Una revolucin no es nunca lo que se proponen la media docena de dirigentes. Lasmximas lealtades al espritu del pueblo resultan siempre a la postre triunfadoras, ytodo cuanto resulte y salga de la Revolucin posee el mayor grado de legitimidadapetecible, es la esencia misma del pueblo sin falseamientos ni trucos. Lo de menoses en nombre de qu se hace la Revolucin y qu elementos directores la impulsan.Todo es mero pretexto que no influir absolutamente nada en los resultados finales.Aqu en Espaa se puso en marcha la Revolucin para instaurar una Repblica. Muy

    pocos ingenuos habr que estimen el que sta pueda ella sola constituir un objetivorevolucionario en el siglo XX. Debe, pues, seguir adelante la Revolucin hasta que sedescubran y triunfen los nuevos mitos polticos y sociales que el pueblo espaolrequiere y necesita para desenvolver su futuro. La Monarqua, por otra parte, perditoda vigencia, y hay que combatir como contrarrevolucionarias las tentativas que hoyse efecten en favor suyo. Si la Repblica no es en el siglo XX un objetivo, laMonarqua lo es an menos. Esto queremos decirlo con toda claridad, para detener laola de calumnias que se forjan en torno a la significacin de nuestra fuerza poltica.

    Todo debe ponerse hoy al servicio de la Revolucin. Pues tngase en cuenta que staser lo que el pueblo revolucionario quiera que sea. Hay, pues, que nutrir derevolucionarios nuestras filas y lanzarse violentamente a la conquista del Poder. Poco

    a poco se va formando en Espaa conciencia combativa, espritu guerrero, de asalto, yes de presumir que disminuyan esas multitudes vergonzosamente inertes, ajenas a la

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    hora hispnica, que contemplan desde los balcones las peleas y salen luego a la callecomo espectadores curiosos de la tragedia. Hay que hacer campaa revolucionaria,hacer popular la Revolucin. Sacarla del artificio de los grupos de pistolerosprofesionales y de los provocadores a sueldo, del albianismo inmundo. Darle una rutasistemtica y alimentar constantemente su odio y su energa. Crear una doctrinarevolucionaria y enarbolar como bandera una revisin total de los principios polticos ysociales que hasta aqu han condenado a infecundidad a nuestro pueblo.

    Quines se oponen a la Revolucin?

    En primer lugar, el Gobierno liberal de la Repblica. En segundo, las organizacionessocialistas moribundas. En tercero, los nuevos burcratas, los burgueses medrosos ylas mujeres. Frente a todos ellos hay que afirmar la Revolucin. Comprometen eldestino hispnico, asignndole una ruta pequeita, a base de la concesin delibertades y de discursos parlamentarios. Nada ha conseguido an en Espaa laRevolucin, y por tanto, sta no debe detenerse ni un minuto a contemplar victoriasfalsas. Conseguir libertades polticas era quiz el sueo de nuestros abuelos, pero hoy

    lo calificamos de bobera reaccionaria, liberal y burguesa. La Espaa joven que har laRevolucin no exigir del Estado libertad, sino que se la enrole en una tarea colectiva,genial y grandiosa, que garantice la eficacia histrica de nuestro pueblo. Slo losburgueses traidores, que se recluyen en s mismos egostamente, que se aslan de losdestinos del pueblo y del Estado, se dedican y pueden dedicarse a la caza delibertades. La Revolucin debe brincar por cima de esos afanes bobos y despreciaresa ndole de clamores.

    De la Revolucin tiene que salir nuestro pueblo rebautizado de nuevo, mostrandocaractersticas desconocidas hasta ahora, con otro vocabulario y otras apetencias. Demodo que no lo reconozcan las momias liberales burguesas que circulan por ah, losleguleyos de la farsa y todo el tinglado imbcil de la politiquera parlamentaria.

    Espaa se salvar en la Revolucin, edificando su grandeza. Slo por varevolucionaria pueden imponerse las reformas sociales que se precisan. Incorporar ala vida del Estado la totalidad del vigor hispnico. Implantar una disciplina colectiva,con poderes del pueblo, que destruya el cncer de la disidencia y forje una eficacia.Slo por va revolucionaria puede condenarse al silencio la voz opaca de la Espaavieja y retirar de la influencia pblica las personas y los intereses de la reaccindemoliberal.

    Hay que arrollar a todos los que oponen dificultades a la Revolucin. Acusndoloscomo cmplices de una traicin nacional, puesto que la Revolucin elabora y busca la

    senda de nuestra grandeza. Espaa tiene hoy sobre s la tarea de crear un ordennuevo de aspiraciones sociales y polticas, que frente al orden caduco de Europa nosentregue la posibilidad de que atrapemos finalidades de imperio. Espaa es hoy lareserva de Occidente, y necesita un equipo de instituciones pblicas suficientementeenrgicas y eficaces para dar cara a esa nueva y gigantesca responsabilidad.

    Hace tiempo que clamamos por una ambicin nacional, de radio amplsimo, querequiera y necesite para su triunfo las energas espaolas todas. Slo una Revolucinque vuelva del revs los afanes diarios del espaol puede abrir paso a aspiracionesas, y derivar el impulso actual del pueblo a un orden radicalsimo y fecundo.Limpiando las rutas de residuos alfonsinos, de legionarios analfabetos, de seoritos dela izquierda, de la derecha y del centro.

    Comunismo, no!

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    Nosotros queremos, naturalmente, una Revolucin hispnica. Hecha por el puebloespaol, obedeciendo sus propios imperativos. Sin que se cruce la falsificacincomunista. Sin que se enturbie la energa popular con hechicera extranjerizante. Elcomunismo es hoy bolchevismo, fenmeno especifico de Rusia, al que slo un grupode descastados y miopes puede encomendarle la solucin de nuestro pleito. Bien estaprovechar las experiencias europeas, pero detngase ante el gesto de un pueblo quese dispone a obtener de s mismo la originalidad revolucionaria que necesita.

    El comunismo es una solucin muy problemtica a la crisis econmica del presente. Alo ms, consigue un capitalismo de Estado, meta valiosa, desde luego, pero a la quellegaremos nosotros sin anegar nuestra personalidad en las brumas comunistas.Encomendar la creacin de una cultura y del futuro de un pueblo a un rgimeneconmico es una monstruosidad incalculable, y slo la ceguera absoluta para losvalores supremos del hombre explica el triunfo radical del comunismo.

    Ahora bien: la doctrina comunista es de tan particular carcter, que resulta imposibledesalojarla de los cerebros atacados, al menos por va suasoria. Carlos Marx era un

    filsofo magnfico, y encerr su sistema econmico en unas categoras mentales tanprietas, que los cerebros sencillos las admiten como dogmas. Es, desde luego, de unacomodidad angelical levantarse una buena maana, leer un par de libros luminosos yencontrarse sin ms en posesin de la verdad social y poltica del Universo. Por estoque decimos, el comunismo se nutre de fanticos, especie peligrosa a que hay quehacer frente con el vigor ms enrgico.

    Pero en modo alguno debe detenerse la Revolucin por miedo al comunismo. Hay tanslo que preocuparse de que la Revolucin consiga recoger las ansias nacionales mshondas, hace siglos despreciadas por las oligarquas mediocres que han desarticuladoy desvirtuado la ruta histrica de nuestro pueblo. Las filas revolucionarias nuestrastienen que comprometerse a combates decisivos y ofrecer a los hispanos corajudos la

    garanta de que son las ms revolucionarias, las que disponen de ms clara ideasobre los objetivos que se persiguen, las que renen la joven energa espaola,dispuesta a desalojar los caminos gloriosos de toda esa tropa de seoritos holgazanesy frvolos que los convierten en paseo bobo de sombras.

    La Revolucin espaola que hoy se efecte tiene que esgrimir antes que nada elderecho de los jvenes a apoderarse del timn y de los mandos. Los espaoles quehan rebasado los cuarenta y cinco aos son todos sospechosos de pacto con las ideasy los intereses responsables de la hecatombe de que ahora salimos. Adems, nosirven para la Revolucin, que precisa mocedades bravas y entusiasmos valerosos. Elgran Larra, como clavado con un alfiler en el siglo XIX, en el siglo tuberculoso y

    alfeique, ya so para Espaa hombres nuevos para cosas nuevas; en tiemposturbulentos -deca-, hombres fuertes, sobre todo, en quienes no est cansada la vida,en quienes haya todava ilusiones, hombres que se paguen de gloria, en quienes ardauna noble ambicin y arrojo constante contra el peligro. Pdense estas frases dealguna impedimenta romntica y se advertir, pulcra y rotunda, la necesidad espaolade hoy, la ms urgente: suplantar a la vejez fracasada.

    Algunos jvenes cansinos, vagos y medrosos, son quiz comunistas. Bien pordiletantismo poltico, bien porque el ser comunista es lo ms fcil del mundo; todo se lodan hecho: sistema econmico, ideas sobre esto, aquello y lo de ms all, conformulitas de validez universal para todos los tiempos y pueblos.

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    Nosotros impediremos con las armas que la Revolucin espaola se hunda en el pozonegro comunista, que hundira la firmeza revolucionaria, antieuropea, de nuestropueblo.

    La quema de conventos

    En nuestro programa revolucionario hay la subordinacin absoluta de todos lospoderes al Poder del Estado. Nada sobre el Estado! Por tanto, ni la Iglesia, por muycatlica y romana que sea. Ahora bien; el orbe humano en que se mueven laspreocupaciones de tipo religioso las creemos en un todo ajenas al orbe poltico, y nadanos importan, una vez asegurada aquella supremaca. La tea incendiaria denunciaunos objetivos un poco anacrnicos, enderezndose a inquietudes de tipo burgus,como esa de herir el corazn mismo de la frailera. De todas formas, no seremosnosotros los que neguemos cierta eficacia rotunda a las llamas purificadoras. Pero nose trata de esto. Se trata de hacer una Revolucin que desde arriba abajo acente lagrandeza de nuestro pas. Para ello no sirve el concurso de las turbas que incendianconventos. Hay que convencerse de que una Revolucin violenta y heroica no es tarea

    precisamente de los niveles sociales ms bajos.

    Saciar el entusiasmo revolucionario quemando conventos es el ms claro indicio de lalimitacin revolucionaria de las turbas. No hay que despistar al pueblo escamoteandolos objetivos revolucionarios ms directos. El problema hondo es el problemaeconmico, el del hambre campesina y el del paro fabril, que piden una urgenteintervencin revolucionaria. A la vez, el gran problema de dotar a Espaa de futurograndioso, creando revolucionariamente un anhelo imperial, al que debe lanzarsenuestro pueblo con todos los fervores.

    Frente a la concepcin demoliberal, que quiere y no quiere, que tiembla y retrocedeante las angustias histricas, nosotros queremos una Revolucin que obligue aEspaa a efectuar la gran marcha que le corresponde. Espaa tiene hoy ante s laposibilidad del imperio, y hay que impedir por todos los medios que esa genialcoyuntura se malogre.

    (La Conquista del Estado, n. 10, 16 - Mayo - 1931)

    La Revolucin y la violencia

    La legitimidad y la fecundidad de la violencia

    En las horas supremas en que un pueblo efecta su Revolucin, las frases pacifistasdeben ser condenadas como contrarrevolucionarias. De igual modo que se fusila entiempos de guerra a los derrotistas cobardes, hoy el pueblo espaol tiene derecho aexigir la ltima pena para los que se opongan a la marcha de la Revolucin. Cada daaparece con ms clara rotundidad que la Revolucin no ha obtenido an ningngnero de conquistas. Ni triunfos de tipo social, del carcter radicalsimo que algunospiden, ni, de otra parte, seales de que las nuevas alturas comprendn los imperativosgrandiosos que urge garantizar al pueblo hispnico. Nada de eso. Mediocridadhipcrita y viejos trucos del siglo tuberculoso, decimonnico, definitivamente ido. Heaqu el producto de las jornadas gubernamentales.

    El Gobierno liberal burgus penetra en el islote de los desengaos. Nosotros

    auguramos un trgico hundimiento a su miopa. Esas ideas que enarbolan justifican lallegada al Poder por va parlamentaria, de discurso y tpico, pero no por la ancha va

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    de una Revolucin. Insistimos en que la Revolucin no se ha hecho, y las fuerzas quehaya en el pas con capacidad y valor revolucionario deben armar sus filas cuantoantes. La Espaa valiente y violenta soportar con bros las jornadas revolucionarias,por muy trgicas, duras y combativas que resulten.

    La Revolucin tiene que impedir muchas cosas. No slo la mediavuelta alfonsina, queen eso todos estamos y estaremos conformes. Sino tambin la definitiva momificacinde Espaa en una vulgar democracia parlamentaria. A esto ltimo se camina contambores, himnos y juventud bobalicona de Casa del Pueblo, de Ateneo y deseoritismo burgus. La Revolucin tiene que destruir esas migajas revolucionarias deotros siglos y lanzarse en pos de la caza autntica, que consiste en inundar el templeespaol de accin voluntariosa y corajuda. El espaol tiene hambre, y hay quequitrsela. El espaol se pudre entre los muros ttricos de una moral angosta, y hayque dotarle de una moral de fuerza y de vigor. El espaol vive sin ilusiones, arrojadode la putrefaccin europea, en limosneo cultural, en perruna mirada hacia el ltigo dela Europa enemiga, y hay que dotarle de ambicin imperial, de seoro y de dominio;hay que convencerle y ensearle de que Europa est hoy mustia y fracasada, y

    Espaa tiene que disponerse a enarbolar a su vez el ltigo y los mandos.

    Todo ello hay que conseguirlo por va revolucionaria, saltndose a la torera lasametralladoras burguesas del Gobierno liberal, mediocre y europeo, que nos deshonray nos traiciona. Nosotros estamos seguros de que si la Revolucin sigue su marcha,los objetivos que hemos sealado antes se lograrn ntegros. La oportunidad esmagnfica, pues todo espaol tiene hoy entusiasmo revolucionario y firmeza decombatiente. Finalizar las campaas en el da y en la hora de hoy, encomendar a lapatraa electoral la falsificacin revolucionaria, es un crimen de lesa patria, cuyocastigo exigiremos.

    No hay fatigas ni derecho alguno de nadie al descanso. Nadie tiene hoy fuerza moral

    ni autoridad suficiente para detener la marcha de la Revolucin.

    Contra toda la Espaa joven que no ha claudicado, se alzan las voces de los ancianosdesautorizando la violencia. Son voces cascajosas, miserables y cobardes, quedeshonran nuestra raza. Tambin las voces de los sabios maestros, hombres depensamiento y de estudio, de laboratorio y de cuartilla, a los que, con todo respeto, nodebe hacrseles el menor caso, pues jams comprendern, desde su exiguaperspectiva de invlidos, la tremenda grandiosidad de una Revolucin.

    Un pas a quien repugna la violencia es un pas de eunucoides, de gente ilustradita, decarne de esclavo, risin del fuerte. Dijimos en otra ocasin, y lo repetimos ahora, que

    Espaa debe serlo todo antes que una Suiza cualquiera, suelo de Congresospacifistas, de burguesetes que bailan, de vacas lecheras, incoloro y suave.

    Cuando todos los hipcritas celebraban la Revolucin sin sangre, nosotros sabamosque aquello no era la Revolucin, sino la farsa, el fraude. Una Revolucin electoral esincomprensible. El nombre augusto de Revolucin no puede utilizarse para denominarhazaas as. Las Revoluciones no las han hecho nunca las colas de votantes, sinofalanges valerosas, con audacia y armas.

    Hay que reaccionar frente a esa campaa de cobarda que trata de despojar alespaol de los alientos fuertes. Adscribindolo a destinos limitaditos y pequeos.Retirando de sus cercanas los objetivos de valor. Engaando su mirada con colorines

    burgueses y parlamentarios. Hay que ir contra todo eso.

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    En Espaa existe una organizacin obrera de fortsima capacidad revolucionaria. Es laConfederacin Nacional del Trabajo. Los Sindicatos nicos. Han logrado la mximaeficiencia de lucha, y su fidelidad social, de clase, no ha sido nunca desvirtuada. Ahorabien: su apoliticismo les hace moverse en un orden de ideas polticas de tal ineficacia,que nosotros -que simpatizamos con su tendencia social sindicalista y soreliana- lolamentamos de veras. Pero la realidad desviar su anarquismo, quedandosindicalistas netos. De aqu nuestra afirmacin de que la burguesa liberal que nosgobierna tiene ya un enemigo robusto en uno de sus flancos. Lo celebramos, porquelos Sindicatos nicos representan una tendencia obrerista mucho ms actual yfecunda que las organizaciones moribundas del socialismo.

    Pero hay que cubrir con enemigo otro de los flancos. La ramplonera burguesa yparlamentaria tiene que perecer en una ratonera eficaz. Nuestras campaas deexaltacin espaola, de anticapitalismo y de veredas imperiales tienden a eso: asuplantar en el nimo de las gentes los propsitos mediocres que hoy les ofrecen, porotros de radio ms amplio, ms adecuado a la grandiosidad histrica de nuestropueblo.

    Pero el bloqueo debe hacerse con todas las garantas de eficacia armada. Las filasrevolucionarias tienen que prevenirse contra el rgimen liberal burgus, bien provistode guardias pretorianas y de sicarios repugnantes, que se opondrn a la Revolucin.El burgus no saldr a la calle, pero se cuidar de que disparen por l los fusilesmercenarios. Y que nadie levante la bandera de defensa de la Repblica, porquenadie ir contra esa institucin, sino contra los contenidos mediocres con que sequiere usufructuar a la Repblica. Enemigos de la Repblica no somos ni seremos.Porque contra los resabios de las tiranas feudales estamos y estaremos siempre.

    O dictadura o libertad

    Una prueba terminante de que el Gobierno no se cree intrprete del movimientorevolucionario es que no proclama la dictadura ni ejerce el Poder fuera de los antiguosCdigos. La cosa es peregrina, porque ello le somete a un rgimen de tirana hipcritaque a la postre ha de despojarlo de toda autoridad sobre el pueblo. El Gobierno no seerige en dictadura, pero reprime la libertad. No tiene serenidad para los ataques y nose atreve a servir el cauce revolucionario.

    Atravesamos la etapa kerenskiana de la Revolucin. Nuestro magnfico rgimen liberaltendr como nica justificacin el dejar paso franco a otras etapas. Si las impide ycoarta, su responsabilidad revolucionaria debe exigirse luego con todo rigor. El hechoactual es que existe un Gobierno que logr poderes en nombre de la libertad y para

    conceder libertad integral al pueblo.

    Aun los que somos enemigos del liberalismo burgus, podemos, por tanto, exigir delGobierno cuanta libertad necesiten y requieran nuestras propagandas. No nos hagarecordar el caso de Arlequn, que compr trompetas y tambores para sus chicos, y alentregrselos les orden que tocaran y jugaran con ellos, pero sin meter ruido. A tantoequivaldra el que un Gobierno liberal otorgase libertad al pueblo para que seestuviese quietecito, sin moverse.

    Nosotros confiamos en que alguno de los caudillos de que la Revolucin disponederrumbe la situacin contradictoria e inicie la marcha en pos de un objetivo firme. LasCortes constituyentes no van a ser capaces de constituir nada. El pueblo, en un fuerte

    y sincero afn de fidelidad a s mismo, se salvar con ellas o sin ellas.

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    Todo menos asegurar y consolidar la nota lnguida, de repeticin francesa, a quequieren algunos que se condene nuestro pueblo.

    A la extranjera gala de los Borbones, sucede el extranjerismo nrdico de la Reforma,de la burguesa avara y del Parlamento. Mientras Espaa no se desprenda de esosinflujos y niegue vasallaje a esos valores de la Europa vieja, nada brotar entrenosotros que posea vigor y fuerza.

    De nuevo, y siempre, Catalua

    Se advierte ahora una especie de conquista de Madrid por los catalanes. Vienen, dansus conferencias y regresan de nuevo. Los disparos son suaves, de una cordialidadpegajosa y falsa. Todos llegan con el truco de que no son separatistas. Y eso bastapara que les aplaudan las bocas abiertas de los ingenuos. Pues qu se crean aqu?Llamarse separatista equivaldra, ni ms ni menos, al compromiso de luchar y guerrearpor la independencia. Sera proclamar un delito gravsimo que conducira a esosdesgraciados a la crcel.

    Pero esa minora de catalanes del Estat catal, aunque es un manojo de orates, noestn tan locos como para llamarse y proclamarse separatistas. La cobardatradicional de las fuerzas polticas de Catalua les ha impedido demoler esapresidencia grotesca de Maci, y la han aceptado y enaltecido. El resto de Espaa, poramor a Catalua, por sentido universal de cultura, debe libertar a esa regin magnficade la minora directora y rezagada que padece. A la menor sospecha de que una granparte del pueblo cataln repudia esa poltica de campanario, el resto de Espaa debeintervenir con mano dursima, y recordar a los disidentes que vivimos y queremos vivircon arreglo a la lnea universal de nuestra poca.

    No se llaman separatistas en pblico y aqu, en Madrid. Pero examnense su historia ysus discursos. Tejen y manejan el equvoco que desarma al enemigo y les permitehacer. Pero los peligros no paran ah. No se relacionan slo con lo que los catalanesquieran y deseen para Catalua. Hay que considerar y examinar y escrutar lo que loscatalanes quieran y deseen para la totalidad de Espaa. Su poltica es debilitarnoscomo pueblo, dejarnos sin Ejrcito, inermes, combatir nuestra cultura, localizar entorno a sus industrias la ruta internacional, apoderarse, pues, de Espaa,empequeeciendo su radio y su mirada. La verdadera atencin que se precisa para loscatalanes reside aqu, donde los peligros sern mayores y los daos ms irreparables.

    La Guardia cvica

    Con un nombre decimonnico, el Gobierno intenta crear los nuevos milicianos delmorrin. El fracaso va a ser tan evidente, que nos extraa mucho prosperen unospropsitos as. Bien se advierte el carcter fascistoide que se requiere dar a esoscuadros. Pero una disciplina y una eficacia de guerra como la lograda por Mussolinipara sus camisas negras no se consigue sino aceptando, con todas susconsecuencias, el emblema antiliberal y violento. Unas milicias como las que seproyectan aqu, conseguidas por medio de levas en media docena de partidos, sinentusiasmo comn alguno, creadas sin ningn fin grandioso, para consolidar unaRepblica que como institucin no tiene el menor peligro, nos parece un puro error yun juego vano de seoritos.

    Las fuerzas revolucionarias no debemos asustarnos de esos cuadros ineficaces, que

    servirn quiz para enfermeros sentimentales, pero no para detener un avance audaz,sostenido por un temple de que ellos carecern, sin duda alguna. Frente a sus

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    camisas, los revolucionarios deben ponerse otras de colores an ms destacados, yfrente a sus pulsos temblorosos, que dejarn caer las pistolas, los revolucionariosdeben atacar con pulso firme y sincero.

    La genialidad de Mussolini cre sus milicias fascistas, dndoles antes que nadaenemigo concreto y valiente y alimentando sus pechos con la esperanza probable ytriunfal de la victoria. Los pobres burgueses de aqu, que formarn la Guardia cvicaodian el entusiasmo guerrero, son pacifistas y desconocen los mandos y la disciplinade las batallas. Mussolini se sonreir de esa segunda copia que aqu se incuba, puesla primera fue la Dictadura de Primo, ambas grotescas, ineficaces y de unamediocridad ejemplar.

    La Guardia cvica son los somatenes de Primo de Rivera, equivale a ellos, ysuponemos que tendr los mismos fines: guardarse del pueblo, librar del pueblo a lasoligarquas burguesas y socialistas. Abajo el nuevo somatn!

    (La Conquista del Estado, n. 11, 23 - Mayo - 1931)

    Unos minutos con el camarada lvarez de Sotomayor, de los Sindicatos nicos

    La fuerza revolucionaria hay que buscarla donde la haya. Por fin, en nuestro pas sonla hora de que la Revolucin circule, y hay que saludar a los estrategas animososdondequiera que estn.

    Nosotros nacemos a la vida poltica con entusiasmo revolucionario, felices de quecoincidan nuestras preferencias de accin con las necesidades actuales de nuestropueblo.

    Los Sindicatos nicos -la Confederacin Nacional del Trabajo- movilizan las fuerzasobreras de ms bravo y magnfico carcter revolucionario que existen en Espaa.Gente soreliana, con educacin y formacin antipacifista y guerrera, es hoy un cuerpode combate decisivo contra el artilugio burgus.

    Cuando llegue el momento de enarbolar las diferencias radicales, nosotros loharemos; pero mientras tanto, los consideramos como camaradas, y en muchasocasiones dispararemos con ellos, en afn de destruccin y de muerte, contra lamediocridad y la palidez burguesas.

    Aqu est lvarez de Sotomayor, explicndonos la estructura interna de sus

    organizaciones sindicales. Hombre joven, de pocas ideas, las precisas, justas y firmescomo msculos.

    -La realidad inmediata -nos dice- es el Sindicato. La pujanza radical de ste nace deque la clave y raz de la vida humana la constituyen los hechos econmicos. ElSindicato es la entidad nica que puede enfrentarse con las exigencias de laproduccin y del consumo.

    -Los Sindicatos son apolticos, no?

    -En efecto. Pero tenga en cuenta que eso de poltica es un concepto de la

    civilizacin capitalista, y somos apolticos en tanto somos anticapitalistas yantiburgueses.

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    -Pero mientras la sociedad y el Estado capitalistas imperen...

    -Ah! Los Sindicatos no colaboran con l. He ah su carcter apoltico. La nocolaboracin con el Estado capitalista. Frente a frente. Le dira a usted ms: un Estadofrente a otro Estado.

    -Sin relaciones diplomticas.

    -En absoluto.

    -Y los Sindicatos darn la batalla al Estado? Es uno de sus objetivos la suplantacindel Poder actual?

    -Indudablemente. Nuestras ideas nos permiten una incautacin absoluta, total, delpas. Formaremos cuadros de combate, armados, que den la batalla y consigan lavictoria del proletariado. Es claro que preocupa e interesa a los Sindicatos ese triunfo.

    -Una vez dueos del Poder, no surgiran dificultades insuperables? Ustedes no soncomunistas; por tanto, no les sirve ni seguirn la experiencia rusa.

    -No creemos en esas dificultades. Los Sindicatos aseguran y garantizan la produccin,y eso basta. Todo lo dems es pura y fcil consecuencia.

    -No habr tirana del Sindicato?

    -No. Imposible. Sus funciones no son coactivas sino en lo que afecta a la organizacineconmica. Desde que alguien traspasara la frontera, no tendra ms remedio queingresar en un Sindicato. Es el nico medio de que tuviese derecho a garantas de

    seguridad de subsistencia. Pues formando parte de un Sindicato, el de un ramocualquiera, dara una prueba de su cooperacin a una tarea productiva. En cambio,fuera de un Sindicato, el hombre, el trabajador, no ofrecera garanta ni valor alguno ala sociedad. Ahora bien, finaliza la intervencin del Sindicato cuando se trata de otrascuestiones que las econmicas. El hombre, pues, ser libre.

    -S, claro. El hombre es libre, pero dentro del Sindicato. Si en vez de Sindicatoponemos Estado, nos encontraremos con el fascismo.

    El camarada lvarez de Sotomayor se sonre, y niega. Hemos de continuar el dilogoen otra ocasin. Pues se precisan, como se ve, muchas aclaraciones. Y con todacordialidad las haremos. Uno y otro.

    (La Conquista del Estado, n. 11, 23 - Mayo - 1931)

    El individuo ha muerto

    Ideas actuales

    Distingue a cada poca una peculiar concepcin del mundo, que es la clave de todaslas valoraciones que en ella se hagan. El hombre exalta hoy lo que ayer despreciaronsus abuelos, y viceversa. Esto, que pudiera achacarse a la frvola caducidad de los

    valores, a relativismo tico y poltico, es, sin embargo, la raz misma de la Historia,donde se denuncia y aparece la objetividad y continuidad de la Historia.

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    Con gran frecuencia se oyen hoy largos plaidos en honor y honra del individuo,categora poltica que se escapa sin remedio. Un ligero anlisis de la nueva polticasurgida en la postguerra seala el hecho notorio de que se ha despojado al individuode la significacin e importancia poltica de que antes dispona. El fenmeno es de talrango, que encierra el secreto de las rutas polticas nuevas, y quien no logrecomprenderlo con integridad, se condena a ser un espectador ciego de las hazaas deesta poca. Resulta que un da el mundo ha descubierto que todas sus institucionespolticas adolecan de un vicio radical de ineficacia. Provocaban un divorcio entre lasuprema entidad pblica -el Estado- y los imperativos sociales y econmicos delpueblo. El Estado se haba quedado atrs, fiel a unas vigencias anacrnicas,recibiendo sus poderes de fuentes desvitalizadas y ajenas a los tiempos. El Estadoliberal era un artilugio concebido para realizar fines particulares, de individuo. Suaspiracin ms perfecta era no servir de estorbo, dejar que el individuo, el burgus,atrapase la felicidad egosta de su persona.

    El Estado demoliberal asegur al burgus cuantas garantas necesitaba para quenadie obstaculizara sus fines. Como respuesta, aparecieron las turbias concepciones

    socializantes, marxistas, en las que hoy comenzamos a ver con claridad cmopermanecen fieles a los valores burgueses que aparentemente combatan. Las basesque informan el fondo cultural y humano del socialismo son burguesas. El socialismono es ms que un afn de que se conviertan en burgueses todos los ciudadanos.Depende, pues, de la civilizacin burguesa, y reconoce su superioridad, sin que aportea ella ni un solo valor original y nuevo.

    Pero la economa burguesa ha creado ella misma la degeneracin y la ruina de laburguesa. Las exigencias de la produccin situaron ante los pueblos un valor nuevo:la solidaridad creadora. Los hombres descubrieron que junto a los fines deindividuo, que la civilizacin burguesa exalta, estn los fines de pueblo, los finescolectivos, superindividuales, antiburgueses, cuya justificacin no es reconocida por el

    Estado de tipo liberal burgus. El socialismo terico -y el prctico, de accin, hasta laRevolucin rusa- no logr salir del orbe de los fines de individuo, y su anticapitalismoest basado en el deseo de que el Estado socialista garantice a cada uno larealizacin de sus fines.

    As, el socialismo -en contra de toda la terminologa que utiliza- es individualista,burgus, y permanece anclado en el mundo viejo.

    Hoy triunfa en los pueblos la creencia de que la verdadera grandeza humana consisteen la realizacin defines colectivos, superindividuales. El problema que debe ocuparlos primeros planos no es el de plantearse: qu puedo hacer?, sino el de qu puedo

    hacer con los dems? He aqu la verdadera etapa postliberal, antiburguesa, que hoycorresponde propagar al radicalismo poltico.

    En el hombre cabe distinguir con toda claridad la coexistencia de dos focos o fuentesde accin. Uno es su yo irreductible, su conciencia individualsima, su sentirse comoalgo frente al mundo, que est afirmndose ante lo que no es l. A lo que en elhombre hay de esto, a su orbe anticivil, adscriba el Estado liberal, la civilizacinburguesa, los derechos polticos. El hombre posea, pues, derechos polticos por loque tena de antisocial y negador de la poltica. Los derechos polticos eran capacidadde disidencia, equivalan a reconocer al hombre derecho a negar el Estado.

    Pero el hombre no es slo un yo individual, una conciencia irreductible, sino algo que

    posee capacidad de convivencia, un animal poltico, que decan los griegos. Eso queel hombre es adems de conciencia irreductible lo es gracias al hecho de existir en un

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    Estado. Si no formase en un Estado, si no conviviera con los dems, si no reconocieraun Estado y unos fines de Estado que realizar en comn, en unin de los otros, anadie se le ocurrira adscribirle derechos polticos. Es, pues, el Estado quien haceposible la existencia de esos derechos. Sin l no existiran, y mal, por tanto, podrareclamarlos ser alguno.

    El liberalismo se basaba, como vemos, en el craso error de reconocer derechospolticos a lo que en el hombre hay de antipoltico. Los nuevos Estados que hoy naceny triunfan -Rusia, Italia, el Estado germano que postula Hitler- son antiliberales. Enellos se le reconocen al hombre derechos polticos por lo que en l hay de capacidadde convivencia, de cooperador a los fines del Estado. Por eso no hay derecho a ladisidencia, o sea, a libertad frente al Estado. Que es entidad colectiva, fin ltimo. (Peroprescindo ahora de seguir aqu este gnero de ideas que constituyen el objeto de unlibro prximo, donde procurar apurar todos los razonamientos que utilizo.)

    Hay, desde luego, hoy una necesidad, y es la de romper las limitaciones burguesasindividualistas; destruir sus finalidades e instaurar otras nuevas. A ello colaboran con

    magnfica eficacia las rutas econmicas y las apetencias de grandeza que sedespiertan en algunos pueblos. Es un hecho real, ineludible, la produccin en serie. Ya la vez el afn europeo de uniformarse, de formar en unas filas y hundirse en ellasannimamente. Estos dos hechos aclaran gran parte de las inquietudes polticas deahora.

    Distingue al burgus el afn de distinguirse. Su odio o indiferencia ante los uniformesha sido hasta aqu mal interpretado. Se le crea surgido de una tendencia a nodestacarse, a vivir en ignorada obscuridad. Nada de ello es cierto. El traje burgus esprecisamente el que deja ms ancho campo al capricho individual. Su aparentesencillez da, sin embargo, lugar a que exhiba una serie numerossima depeculiaridades. Ahora bien: el burgus se conforma con distinciones mediocres: la

    sortija, la corbata, las pieles, el calcetn de seda. No en balde las destaca frente aotros burgueses para diferenciarse de ellos y provocar su envidia, o bien frente alproletario, a quien desprecia con odio de clase. El uniforme es prendaantiindividualista, antiburguesa, y debemos celebrar su nuevo triunfo. La produccin enserie favorece esa tendencia a uniformarse que aparece en la nueva Europa. Quizms que el burgus sea la burguesa quien concentra ms puramente ese gnero defidelidad a la era individualista. La produccin en serie es para la mujer del burgusuna cosa absurda, que la condena a vestir igual que la vecina de enfrente. Elladeseara unos abalorios especiales, producidos exclusivamente para su uso, pero laeconoma de nuestro tiempo no tolera ese gnero de satisfacciones...

    La rota de la burguesa va tambin enlazada al descubrimiento de que no lepreocupan ni le importan las autnticas grandezas nacionales. Prescinde fcilmente deellas y se d


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