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Partidos Políticos y
Sistemas de partidoPor Pedro Martínez Santamaría1
Septiembre 2009
En resumen: En este trabajo se analizara los origines de los partidos políticos y su desarrollo, así como las aportaciones de los politólogos a la ciencia política, así como cada uno de estos a su perspectiva van dando forma a la definición de partido político como hoy en día entendemos, también como el partido forma parte del sistema de partidos y de los sistemas electorales.
Palabras clave: Partidos políticos, sistemas de partido y sistemas electorales.
1 Estudiante del quinto semestre de la Licenciatura de Ciencia Política y Administración Pública del Instituto Internacional De Estudios Políticos Avanzados “ Ignacio Manuel Altamirano” de la Universidad Autónoma de Guerrero, Acapulco de Juárez
Presentación
Este trabajo se desarrolla en la materia de partidos políticos y sistemas de partidos, que
llevamos a cabo en el quinto semestre, donde se vieron varias teorías de su génesis, hasta
las transformaciones que fueron sufriendo a través del tiempo y de las ideas políticas, la
mayoría de los autores que analizamos parten de la teoría de que el origen más directo de
los partidos modernos es la facción, también revisaremos las diferentes topología, la
conformación o creación de los partidos, sus procesos de institucionalización.
Trataremos de confrontar algunos teóricos, unos más aproximados a lo que en la actualidad
entendemos por partido y otros un poco distantes, pero sin dejar de tener importancia para la
delimitación de los conceptos, que en la Ciencia Política son muy amplios y abstractos,
donde las líneas de división entre un termino y otro son muy sutiles.
También la tipología de los sistemas de partido han sido muy variadas, pero las más
aceptadas han sido las numéricas por su mayor delimitación genérica, desde lo primeros
autores que detallaron una clasificación inicial de sistemas unipartidistas, bipartidistas y
multipartidistas, como la definió Duverger, o como Sartori la lleva a una mayor escala de
subdivisión, son muy vastas y variadas acorde a visión, ya que unos toman en cuenta el peso
especifico del partido en el sistema, otros sobre la obtención de escaños, de competencia,
pero tampoco distantes entre una y otra.
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Génesis
La condición histórica del surgimiento de los partidos fue el incremento de la participación
política, que se verificó fundamentalmente a partir de la profundización del proceso de
urbanización de los siglos XVIII y XIX. Así como el suceso importante en Inglaterra con la
Reform Act de 1832 que amplio el voto a los industriales y comerciantes junto a la
aristocracia. Los portadores de ideas afines, intereses coincidentes o, incluso, simpatías
personales, elaboraron los primeros lazos de solidaridad de las que en un principio serían
llamadas “facciones”. Con una carga de valor negativa, este término hacía referencia a las
divisiones políticas.
La primera explicación acerca de las causas del surgimiento de los partidos la esbozó
Ostrogorski (1902) y la continuó Duverger (1951), constituyendo la vertiente de las llamadas
teorías institucionales que ponen el acento sobre la relación con el parlamento. En esta
concepción, los partidos se habrían desarrollado a modo de organizaciones auxiliares de las
nacientes o ampliadas cámaras representativas, con el fin de coordinar la selección y las
tareas de los miembros de la asamblea. En consecuencia, puede hablarse de partidos de
creación interna (al parlamento, como el Partido Conservador inglés) o externa (cuando no
son creados dentro de los canales institucionales sino por fuera de ellos, desde la sociedad,
como el Partido Laborista inglés). Este último reconocimiento debilita el argumento central,
ya que relativiza la verdadera influencia del órgano legislativo sobre la formación del partido.
En contraposición con esta postura, Seymour Lipset y Stein Rokkan (Lipset & Rokkan 1967)
desarrollaron un poderoso marco teórico que concilia el método histórico con el comparativo. Ellos explican la aparición de los distintos partidos a partir de una serie de
crisis y rupturas históricas que dividieron a las sociedades nacionales cuando aún no estaban
consolidadas como tales, y provocaron, en cada quiebre, la formación de agrupamientos
sociales enfrentados por el conflicto en cuestión. La crítica que se le hace a este enfoque es
que limita su pretensión explicativa al hemisferio occidental, y principalmente al escenario
europeo por ser la fuente empírica de su observación de campo.
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La Palombara y Weiner (1966) adscriben más fielmente a las teorías del desarrollo, y
entienden la aparición de los partidos como una consecuencia natural de la modernización
social y de las necesidades funcionales del sistema político. Como todas las teorías
generales, la dificultad de esta aproximación consiste en que las correlaciones detectadas
entre las variables no justifican necesariamente un orden causal, ni mucho menos
excluyente. Un análisis exigente sobre la génesis de los partidos debería contemplar la
medida en que cada caso particular responde a distintos factores, sean estos institucionales,
históricos o estructurales; pero una ponderación global que busque generalizar las
regularidades detectadas aún no se ha logrado.
los partidos en su acepción moderna empiezan a contar sus años desde principios del siglo
XIX, a fines del anterior Edmund Burke, ya había construido lo que sería la primera
diferenciación intelectual entre partidos y facciones. Abriendo veredas previamente
transitadas por sus compatriotas Hume y Bolingbroke, Burke llegó más allá al comprender
que la existencia de divergencias en el seno de la sociedad (y de sus representantes) era
una realidad ineludible, pero tales divisiones podían ser canalizadas a fin de mejorar la
organización del gobierno.
Evolución de los partidos políticos
Las asociaciones de notables se caracterizaron por su dependencia total respecto de los
caballeros honorables o las familias que las habían patrocinado, y cualquier disputa personal
entre sus miembros podía implicar la ruptura del partido y el enfrentamiento consiguiente de
las nuevas partes en conflicto, constituidas por los jefes y sus séquitos incondicionales. Con
la misma facilidad se producían también los acercamientos y las alianzas, basados en
intereses coyunturales que convergían en necesidades comunes. La manera en que estas
formaciones organizaban su accionar resulta harto diferente a la de los actuales partidos de
masas: el representante parlamentario tenía absoluta libertad para decidir su posición en el
recinto legislativo, de acuerdo al leal "saber y entender" que las doctrinas de la época
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asignaban a los hombres probos. Las opiniones de los notables se intercambiaban en los
clubes, antecedentes lejanos del comité, donde transcurrían las tertulias de las que estaban
naturalmente excluidos quienes no pertenecieran a los sectores elevados de la población.
Los asambleístas, comunes, diputados o legisladores no representaban a sus electores más
que a título formal (eran elegidos por distritos territoriales), ya que expresaban sus intereses
de grupo en nombre del bien común de la nación.
El modo privilegiado de expansión de estas primeras formaciones partidarias era la
cooptación. El mecanismo consistía en la atracción individual de las personas que fueran
consideradas, por las camarillas de los grupos establecidos, como importantes (o peligrosas)
para la defensa de los objetivos planteados. Su instrumentación requería muchas veces la
distribución de prebendas y beneficios estatales o la promesa de una carrera venturosa,
puesto que la ideología todavía no se concebía como motivo para participar en la honorable
actividad política. Los casos más notorios, y más antiguos, de esta clase de partidos lo
configuraron las agrupaciones tradicionales inglesas, los tories (conservadores) y los whigs
(liberales).
Con la apertura electoral que las luchas obreras habían finalmente conseguido, los partidos
que fundaron debieron recurrir a métodos totalmente nuevos de acción política. El principal
problema resultaba ser el de la ignorancia, traducida políticamente como incompetencia, de
las masas trabajadoras, por lo que las imprentas se constituyeron en las herramientas
fundamentales tanto para la agitación como para el adoctrinamiento. La fuerza de las
organizaciones de izquierda en el siglo XIX dependía esencialmente de la importancia de su
prensa partidaria.
La incorporación de militantes, una figura política novedosa, comenzó a realizarse a través
del procedimiento masivo del reclutamiento, practicado sobre todo en las fábricas y las áreas
de mayor concentración urbana. Una característica central fue que los ingresantes de este
modo a la estructura partidaria comenzaban su carrera desde abajo, en vez de hacerlo desde
la cúpula como ocurría con las figuras en los partidos de notables. Los elementos más
trascendentes de esta etapa de la organización partidaria fue, sin duda, la disciplina del
bloque en el parlamento. El mandato libre fue rechazado como norma de acción, para
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adoptar todos los representantes del partido una posición unificada ante cada tema de
debate en la cámara. El corolario de esta práctica consistió en que las autoridades
colegiadas de la organización fijaban su línea política, a la que los legisladores debían
ceñirse so pena de revocación del mandato.
Las consecuencias de esta transformación sobre la teoría de la representación y sobre las
ideas políticas resultaron tan impactantes como las de la nueva estructura interna de los
partidos lo fueron para la teoría de la organización y las prácticas políticas. Es por este último
aspecto que han sido llamados partidos organizativos de masas o, simplemente, partidos de aparato, en alusión a la poderosa estructura burocrática que debieron construir para
coordinar el gigantesco proceso de movilización de las masas.
El desarrollo económico y los avances tecnológicos fueron modificando la estructura clásica
de las sociedades europeas, diluyendo las rígidas fronteras de clase y multiplicando los
niveles de estratificación horizontal. En consecuencia, los partidos debieron acoplar sus
estrategias de acumulación a las nuevas condiciones, que exigían una reducción de la
pureza doctrinaria para ampliar la base de apoyo, sin perder en el camino al electorado
tradicional y, por lo tanto, la consideración de las opiniones de quienes no formaban parte de
la estructura pero podían definir su éxito o su fracaso.
Los nuevos partidos fueron definidos como electorales de masas, profesional-electorales o, en su caracterización más fuerte, como partidos escoba o atrapatodo (catch-all,
Kirchheimer 1968), en función de su apelación a la sociedad en general por encima de las
divisiones de clase. Ya no son los notables ni los militantes sino los electores los dueños
formales del partido, el que sólo les solicita su adhesión a la hora del voto y trata de reducir
los demás costos de la participación.
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Definiciones de partido político
Iniciamos por una de las más aceptadas, la de Weber, la cual define al partido político, como
“una asociación.... dirigida a un fin deliberado, ya sea éste objetivo como la realización de un
programa que tiene finalidades materiales o ideales, sea personal, es decir tendientes a
obtener beneficios poder y honor, para los jefes y seguidores, o sino tendiente a todos estos
fines al mismo tiempo”. Esta definición nos acerca, pero deja de un lado la intención de
competir, ya que no establece la parte de participación en los procesos electorales como es
en la actualidad, en contra posición Sartori precisa que esta definición que elabora tiene
validez después de la segunda guerra mundial "un partido es cualquier grupo político
identificado con una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en
elecciones (libres o no), candidatos a cargos públicos" (Sartori 1980: 91). a diferencia de
Weber, no le da importancia, Sartori a la ideología y a los valores, y solo lo convierte en una
maquinaria electoral, para Jaime Cárdenas Gracia, una concepción amplia de partido nos
dice que éste es cualquier grupo de personas unidas por un mismo interés, y una concepción
restringida se define como una agrupación con ánimo de permanencia temporal, que media
entre los grupos de la sociedad y el Estado, este autor también en ambas definiciones son
muy ambiguas y no delimitan el concepto, en la primera deja muy abierta la descripción, ya
que un grupo unido de personas por un mismo interés, no lo enrola en las características
principales de un partido político, como la ideología, la obtención del poder o de cargos
públicos, ni de competencia electoral, en la segunda de concepto restringido una agrupación
que media temporalmente entre el Estado y la sociedad, al igual que la primera no aporta
elementos suficiente para ser marcada como definición de partido político, para Edmund
Burke, “el partido es un conjunto de hombres unidos para promover, mediante su labor
conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos
están de acuerdo” esta definición al igual que Weber, Jaime Cárdenas solo se centran sobre
una organización que se integra por un interés, según Ostrogorsky; Los partidos eran grupos
de ciudadanos organizados para lograr un fin político, su definición muy limitada compara a
de Palombara y Weiner; de que señalan un partido político “es una organización que está
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localmente articulada, que interactúa con y busca el apoyo electoral del público, que juega un
papel directo y sustantivo en el reclutamiento de los dirigentes políticos y que está orientada
a la conquista y el mantenimiento del poder, bien sola o con coaliciones” esta ultima es la
más que se ajusta a la definición de partido político moderno.
Sistemas de partido
Se hace evidente al análisis el hecho de que los partidos, por definición, no actúan solos en
un medio aislado sino que están en interacción permanente con las otras "partes" (partidos)
del ambiente. En este sentido, se diferencian de la burocracia y las demás instituciones
estatales porque, a título individual, carecen de monopolio alguno de representación o
función. Esta característica excluye el caso de los partidos únicos, pero como se ha visto, tal
condición distorsiona la idea misma de partido (Bartolini 1986).
Duverger (1951) caracterizó todo escenario en el que actúen partidos como un continuo
unidimensional, cuyos extremos están definidos por las posiciones ideológicas "derecha" e
"izquierda". Entre ellas, y de acuerdo al tipo de régimen, se ubican uno, dos o más partidos,
dividiendo a través de un sencillo criterio cuantitativo al objeto de análisis en tres categorías:
sistemas unipartidistas, bipartidistas y multipartidistas. Los primeros serían propios de los
países totalitarios, como la Unión Soviética y sus satélites; los segundos son presentados
como característicos de las democracias estables, principalmente anglosajonas, de lo que se
deduce una superioridad funcional sobre los demás tipos; los últimos, en fin, manifiestan el
grado de fragmentación política existente en las democracias. Este agrupamiento fue
considerado insuficiente para destacar las diferencias existentes entre casos que calificaban
en la misma categoría, por lo que La Palombara y Weiner propusieron para los sistemas
competitivos una tipología cuádruple de partido: ideológico hegemónico, pragmático
hegemónico, ideológico alternate y pragmático alternante y no competitivos, unipartidista-
autoritario, unipartidista-pluralista, unipartidista-totalitario. El inconveniente fue que, al dejar
de lado la variable numérica considerando sólo la intensidad de la ideología y la presencia de
alternancia, el análisis resultaba demasiado general y perdía información relevante.
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Sartori procedería a combinar la dimensión cuantitativa (numérica) con una cualitativa
(ideológica) que fungiera como variable de control, a fin de establecer cuándo la variación en
el número de partidos afecta a la dinámica de la competencia, con efectos consecuentes
sobre el sistema político Para este fin definió un formato héptuple, subdividiendo las
categorías de Duverger de modo que el unipartidismo se desdoblara en tres clases: sistema
a) de partido único, b) de partido hegemónico y c) de partido predominante; el d) bipartidismo permaneciera tal cual estaba, pero el multipartidismo, en cambio, se
desagregara en sistema f) de partidos limitado, g) extremo y h) atomizado. De este modo,
los casos donde sólo un partido está permitido (partido único) se diferenciarían de aquéllos
en los que, pese a la prohibición legal o fáctica de triunfar, otros partidos pueden presentarse
a elecciones (sistemas de partido hegemónico). Estos últimos contrastarían, a su vez, con los
países que permiten la libre competencia pero en los que, sin embargo, gana casi siempre el
mismo partido (partido predominante). También es fundamental la distinción entre los
sistemas pluripartidarios según tengan más (pluralismo extremo) o menos (pluralismo
limitado) de cinco partidos. Este número no es mágico, afirma Sartori, sino que alrededor de
él se produce un cambio en el sentido de la competencia que la transforma de centrípeta en
centrífuga –considerando siempre un continuo ideológico unidimensional.
Consideraciones finales
Hemos visto en este trabajo la génesis de los partidos políticos, así como su evolución y a la
adaptación a las necesidades de cada tiempo, también sea analizado a fondo las distintas
definiciones de partidos políticos, encontrando en el dilema de que algunas definiciones se
ajustan a cierta época y otras quedan muy distantes a la realidad actual, de lo que representa
un partido político moderno, la topología más aceptada actualmente es la de sartori, estas
disertaciones de los teóricos abren nuevos caminos y retos para los que quieren emprender
el camino de politólogos, para redimensionar y conceptualizar a los partidos políticos
modernos y los sistemas de partidos que son muy dinámicos.
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Bibliografía
Antología varios autores, Partidos Políticos y Sistemas de Partidos. Agosto de 2009
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