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SUEÑOS EN MARCHA

Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 fueron precedidos por un cruce entre los gobiernos argentinos y británicos.

¿Extraño? En su historia, las tensiones políticas cruzaron a menudo el mayor encuentro deportivo del mundo.

P O R C R I S T I A N H . SAV I O

ESPECIAL

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18Newsweek 25 de Julio, 2012

a pelota empezó a rodar en Londres, a la espera de la ceremonia inaugural del viernes. El inicio del tor-neo de fútbol femenino el miércoles 25 levantó el te-lón deportivo de los Jue-gos, pero las destrezas atléticas no son las únicas

que se manifiestan en una reunión olímpi-ca: aunque el Comité Olímpico Internacio-nal (COI) se esmere en disimularlas, las tensiones políticas han estado presente en sus eventos a lo largo de la historia.

“Están esperando que hagamos cual-quier tontería, pero nosotros no mezcla-mos las cosas”. En el acto oficial de despedida a la delegación argentina, el pa-sado 26 de junio, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no evadió la cues-tión. “No necesitamos hacer ninguna cosa que entorpezca el deporte, nuestros dere-chos los defendemos en los foros que co-rresponden”, dijo. La aclaración tenía una clara referencia: el controvertido spot pu-blicitario filmado en las Islas Malvinas en la que el Gobierno promocionaba la parti-cipación en los Juegos Olímpicos tanto como reivindicaba la soberanía sobre el ar-chipiélago. “Para competir en suelo inglés, entrenamos en suelo argentino”, rezaba el video en el final. El gobierno británico re-accionó indignado, y también llegaron las críticas del Comité Olímpico Internacio-nal. “Los Juegos Olímpicos no deben ser un foro para tratar temas políticos, y el COI lamenta cualquier uso de los Juegos para esos fines’’, señaló la entidad.

El forzado espíritu de “prescindencia política” parece llevarse hasta las últimas consecuencias. Hace 40 años, el ataque de un grupo terrorista palestino en la Villa Olímpica terminó con la vida de 11 miem-bros de la delegación de Israel, en los Juegos de 1972. La tragedia, que Steven Spielberg retrató en su película Munich, impulsó al presidente de Estados Unidos Barack Oba-ma a sugerir realizar un minuto de silencio durante la ceremonia inaugural de este viernes. “Creemos que el ambiente no es el adecuado para recordar un incidente tan trágico”, rechazó Jacques Rogge, presidente del COI. Y asunto terminado. [Al menos el belga propició, sí, el minuto de silencio este lunes 23 en la Villa Olímpica, un homenaje que no fue televisado en vivo y en directo para mil millones de personas.]

La nación que, tal vez, más ha experi-mentado la estrecha relación del deporte

olímpico con la política es Alemania. A favor y en contra. Sin dudas la cita por an-tonomasia en este sentido fue Berlín ’36, los Juegos que permitieron a Adolf Hitler mostrar al mundo el esplendor de la Ale-mania nazi. En pleno desarrollo de su plan de exterminio a judíos, Hitler fue tratado con absoluto beneplácito por las autoridades del COI, entidad que jamás se arrepintió del apoyo expresado al régimen nazi en aquella ocasión. “Los alemanes parecían adorar a Hitler”, recordó en va-rios reportajes Jeanette Campbell, que en 1936 se convirtió en la primera mujer en-viada por la delegación argentina a unos Juegos Olímpicos. Con 20 años, rubia y de ojos azules, Campbell cautivó con su be-lleza “aria” a las autoridades del Tercer Reich. Tras quedar segunda en los 100 metros, la nadadora recibió la medalla de plata y piropos incómodos de parte de Jo-seph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler. La fascinación de los alemanes con su líder se manifestó en el desfile de los deportistas locales frente al palco de Hitler, con el brazo extendido en el clásico saludo nazi. En cambio, otro brazo exten-dido sería condenado y castigado por el

COI, cuando en 1968 los atletas negros John Carlos y Tommie Smith cerraron su puño en alto del Black Power en el podio de los 200 metros de los Juegos de México. Eran tiempos de agitación social en Esta-dos Unidos por los derechos de las mino-rías negras. El año anterior, había sido asesinado Martin Luther King. La sanción llegó de parte del presidente del COI, Avery Brundage, quien sin embargo había avalado las manifestaciones nazis cuando fue presidente de la delegación estado-unidense en Berlín.

También un año antes, pero en la sel-va boliviana, era asesinado Ernesto “Che” Guevara, cuya imagen fue explícitamente prohibida por el COI para Londres 2012. Ni Malvinas, ni el Che, ni el Black Power. Las sensibilidades políticas del COI pare-cen estar regidas por las consideraciones

del establishment. Alemania sufrió en varias ocasiones el

desaire olímpico. No fue invitada a Amberes 1920, París 1924 ni Londres 1948, ediciones que castigaron su papel en dos Guerras Mundiales. Los dos grandes conflictos béli-cos del siglo XXI fueron los únicos aconteci-mientos que provocaron la suspensión de los Juegos, cuando al contrario, en la anti-güedad, la cita olímpica provocaba la sus-pensión de las batallas.

La cara más explícita de la manifesta-ción política es el boicot. Aunque el prime-ro fue en Melbourne 1956, los más recordados –y masivos- fueron los que, motorizados por EE. UU. y la URSS en el marco de la Guerra Fría, afectaron conse-cutivamente a Moscú 1980 y Los Ángeles 1984. La dictadura militar –a través del Co-mité Olímpico argentino- se plegó al des-aire a los juegos moscovitas, a pesar de que por esos años “exportaba grandes cantida-des de granos a la Unión Soviética, en opo-sición al embargo internacional a la exportación de granos promovido por Car-ter desde enero de 1980”, como recordó el doctor en filosofía e historia del deporte César Torres en una nota en 11wsports.

Aquella decisión dejó sin chance olímpica a una generación con aspiraciones genui-nas, como la selección de básquet de Car-los Raffaelli, Eduardo Cadillac y Miguel Corti. Entre Montreal 1976 y Los Ángeles 1984, período regido mayormente por la dictadura, se dio la única sequía de meda-llas argentinas. Además del boicot a Mos-cú, hubo escasa o nula preocupación estatal por el deporte. Otro gobierno mili-tar, la autoproclamada Revolución Liberta-dora, condenó el gesto con que Juan Domingo Perón premió a Delfo Cabrera tras ganar el oro en la maratón de Londres 1948: una casa en Sarandí. Aquella fue la mejor actuación argentina (7 medallas, 3 de oro) en la historia olímpica y 64 años después, en la misma ciudad y con mayor apoyo oficial, la delegación nacional sale a las pistas con sus sueños a cuestas.

ESPECIAL LONDRES 2012

CON 20 AÑOS, RUBIA Y DE OJOS AZULES, LA NADADORA ARGENTINA JEANETTE CAMPBELL CAUTIVÓ A LOS JERARCAS DEL TERCER REICH EN BERLIN 1936. Y RECIBIÓ PIROPOS INCÓMODOS DE GOEBBELS. EL COI, ENTONCES, TRATABA CON BENEPLÁCITO A HITLER.

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