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ONTOLOGÍA DE LA POESÍA Y POESÍA ONTOLÓGICA
Martínez Gómez Jorge Francisco
Introducción
Se abordaran las diferencias entre el discurso racional y el discurso poético, señalando
sus pretensiones ontológicas y la concepción metafísica que permite diferenciar en
contenido concepto de metáfora. Se verá que la poesía asume diversos papeles
dependiendo de la explicitación o no de su pretensión de conocimiento, de su dominio de
la forma y primacía frente al contenido, de su uso de la sensibilidad como objetivo o como
medio, desembocando así en la poesía como discurso, la poesía como arte, y la poesía
como método. Además se mostrara su ubicación en el plano de la racionalidad donde del
llamado discurso racional sólo se diferencia en grado dependiendo de su calidad como
arte.
Del objetivo de la poesía
¿Existe una sustancial diferencia entre el discurso poético y el llamado discurso racional?
La diferencia que a primera vista suele aparecer es que mientras que el primero se traza
implícitamente como proyecto la apología de lo “no racional” – afectos, pasiones, anhelos,
fantasías – en tanto no pretende abordar lo que “algo es”, es decir, su esencia –
naturaleza, consistencia -, pretensión sí presente en el segundo tipo de discurso. El
primero busca expresar una vivencia, por tanto subjetiva e individual. Una vivencia – valga
la obviedad – de algo que se presenta ante nosotros, por ello siempre vivencia de algo
particular. El segundo busca expresar la verdad de lo que algo es, por tanto una expresión
al margen del sujeto, es decir, objetiva, donde el sujeto o autor funge sólo como medio,
portavoz de aquello que – presumiblemente – es independientemente del sujeto que lo
presencia. También es una pretensión de carácter universal, en tanto el “es” del objeto
particular es el mismo “es” de todos los objetos de su misma especie. Importan pues, en
esta forma de discurso, los objetos particulares en tanto ejemplares del “es” buscado por
la razón.
Esta distinción quizá acertaría en su validez si los discursos poéticos se limitaran a hacer
gala de las vivencias del autor, sin realizar afirmaciones de lo que algo es. Sin embargo,
¿cuántos poemas no pretenden dilucidar, por ejemplo, lo que el amor es?
“El amor, pináculo de Dioses,
algarabía de los desiertos,
promesa de futuros.”
El fragmento anterior bien pasaría por un discurso poético y no racional. Pero, si como
puede verse, este fragmento mantiene pretensión de universalidad acerca de su objeto,
señalando cuál es su esencia, en qué consiste, qué es, ¿qué nos permite catalogar el
fragmento anterior como un tipo de discurso y no otro? Además, ¿no se presenta el caso
a veces, de un discurso llamado racional que trata sobre asuntos individuales, subjetivos,
como por ejemplo, el análisis psicológico de sueños y fantasías? En tal caso, dicho
discurso racional estaría sí pretendiendo encontrar el “es” de algo, la verdad, mas de un
asunto particular que bien no se generaliza a otros ejemplares de su misma especie, mas
aún así nadie negaría que, por ejemplo, el aparato conceptual del psicoanálisis es un
discurso racional. ¿Cuál es entonces, el criterio para diferenciar lo particular de lo
universal?
El ejemplo del discurso psicológico sólo es de utilidad para señalar lo confuso del criterio
de lo particular-universal para escindir de la racionalidad el discurso poético del discurso
racional – que como se verá, “discurso racional” constituye un pleonasmo.1 Y el ejemplo
1 Afirmo aquí que lo racional y lo irracional no constituyen cualidades objetales, es decir, que no
son los objetos los que son racionales o irracionales, sino que la racionalidad o irracionalidad
constituyen modos de aprehensión del mundo. Así, hablar de las pasiones, anhelos, fantasías
como objetos irracionales cae en desuso. Entiendo por (i)racionalidad aquella forma de aprehender
el mundo en función de la presencia o ausencia de principios lógicos (el de identidad, el de no
contradicción, y el de tercero excluido), de pensamiento dual relacional – es decir, el pensamiento
que se basa en establecer relaciones de a dos -, la causalidad y la categorización. Aquel modo de
aprehensión del mundo que prescinda de estas formas lo llamo irracional, aquel que haga uso de
del anterior y presumible fragmento de carácter poético, muestra que, de querer salvar la
cualidad propia de la poesía, no puede aludirse a su no pretensión de expresar la verdad
de algo, el “es”. En otras palabras, en incontables ocasiones la poesía realiza
afirmaciones de corte ontológico en tanto pretenden apuntar a lo que – en el ejemplo
anterior – el amor es por sí mismo al margen de una experiencia, no porque la experiencia
sea innecesaria para la contemplación del amor, sino que únicamente es la condición de
posibilidad de dicha contemplación, siendo sólo el receptor de una naturaleza ya dada,
que como experiencia se limita dar cuenta de lo que independientemente de ella es.
Aún en el caso de limitarse el poeta a decir “Yo vivo, yo siento que…”, se sigue realizando
juicios de carácter ontológico, con la salvedad de hacer explícito que ese juicio proviene
de un Yo”, y de un “sentir”. Es decir, la única diferencia entre, por ejemplo: “(Yo) siento
que el amor es…”, y “El amor es…”, es la explicitación del carácter subjetivo de la primera
afirmación, sin embargo se sigue hablando de lo que algo es. Explicitación que el discurso
racional obvia– quizá sin querer – pues, ¿no es todo juicio un juicio que hace un individuo
y a partir de unas facultades?
¿Y si el discurso poético se limitara a describir una vivencia?
“Vivo el amor, como agria nubes,
como sed que no descansa,
como Sol que sólo a sí se ilumina”
Sin embargo cabría preguntar, ¿decir que vivo el amor como algo, no lleva implícitamente
el juicio de que para mí el amor es ese algo?
ellas, racional. A partir de lo anterior puede establecerse que todo discurso es racional pues
mediante el uso de la palabra y el pensamiento inevitablemente también se hace uso de estas
formas lógicas.
Del método de la poesía
Si no es por su pretensión que el discurso poético se diferencia del “discurso racional”, ya
que, como acabamos de ver, ambos pretenden realizar afirmaciones sobre el “es” de algo,
implica o explícitamente, y ambos pueden abarcar tanto objetos particulares como
universales, es momento de ver si es por su método que estas dos formas de discurso de
diferencian.
El primer elemento que parece diferenciar la poesía de una labor conceptual, es el uso
que la primera hace de metáforas, es decir, el carácter no literal de sus palabras, dando
como consecuencia la multireferencialidad de su contenido, es decir, que una misma
expresión puede referir a más de una cosa. Además la poesía pretende crear nuevas
referencias para lo existente. Mientras que el discurso racional, en su intento de transmitir
información respecto a algo del mundo – siendo esto otro pleonasmo, pues, ¿qué otro tipo
de información existe si no es información de algo ya dado? – no puede sino anclarse en
la correspondencia palabra – cosa, evitando la multireferencialidad pues su discurso
pretende apuntar a un objeto único, su objeto de conocimiento.
Tanto la poesía como la labor conceptual emplean como herramientas el uso de
palabras2. ¿En qué se diferencia el uso de palabras en uno y en otro?
Toda palabra constituye un parcelamiento de la realidad permitida y/o permitiendo el
principio de individuación. Es decir, la creencia en unidades ontológicamente distintas de
otras – “individuos”, o mejor dicho, individualidades - crea la necesidad de crear palabras
que hagan referencia a estas unidades, o bien, el uso de las palabras, del lenguaje, da pie
a esta creencia. A estas individualidades tanto la poesía como la labor conceptual
pretenden abordar, sin embargo como se dijo, el primero a través de una forma
metafórica, y el segundo a través de una literal.
Forma “metafórica”:
“Y las rosas sacudieron su cabeza,
mientras el Sol las bañaba con la luz.
2 Cabe aquí la cuestión de si la poesía emplea como herramienta a las palabras, o si la poesía es
sus palabras; como también si cabe hablar de un pensamiento detrás (puro), separado de las
palabras con que se expresa.
Y a la espera de la enorme sombra,
decidieron por su cuenta reír y llorar.”
Forma “literal”:
“Las rosas, al igual que otras flores, se desarrollan a partir del proceso de fotosíntesis permitida por los rayos del Sol. Algunas plantas realizan dicho proceso durante la noche.”
Ambos discursos abordan el mismo objeto, la relación entre la luz del Sol y el desarrollo
de las plantas, mas el primero por su uso abierto de metáforas seguramente sería
catalogado como un discurso poético, mientras que el segundo por su uso de “conceptos”
pasaría por discurso racional. ¿Cuál es la diferencia entonces entre una metáfora y un
concepto, diferencia de la que parece pender el estatus de arte de la poesía?
Decimos que una expresión es metafórica cuando su contenido no responde a una
cualidad del mundo. Frente a la expresión “Y las rosas sacudieron su cabeza…”, se dirá
que las rosas no tienen propiamente una cabeza sino pétalos; se dirá después que el Sol
no baña, sino ilumina; que la noche propiamente no es una sombra, y que las plantas no
ríen ni lloran sino que a lo más presentan cambios fisicoquímicos que en algunos casos
son susceptibles de ser percibidos. Siendo que – frente al juicio del vulgo – “pétalos”,
“iluminar” – o bien “calor”, o bien “energía” -, “noche”, “cambios fisicoquímicos”, pasan por
conceptos.
Frente a la no correspondencia de las metáforas con la realidad, se dirá que, la expresión
“proceso de fotosíntesis permitida por los rayos del Sol”, sí presenta dicha
correspondencia, pues en la realidad sí existe la fotosíntesis, y sí existe el Sol, y sí existe
una relación entre éstos dos. Puede verse, que lo que permite pensar la correspondencia
palabra - cosa de donde presumiblemente el concepto extrae su cualidad, se basa en una
concepción metafísica donde por sí misma existe la fotosíntesis como una entidad de
naturaleza acabada, la cual el concepto se limita a reflejar y a apuntar. Es decir, que
mientras “cabeza de flores” es - para el autor - deliberadamente una creación de la
imaginación que por sí misma no apunta a nada pues en la realidad no existe tal cosa,
“pétalos” es un concepto sí arbitrario, pero que pretende apuntar a algo que existe. Como
si existiera una “sustancia pétalos” – las unidades ontológicas antes mencionadas – a la
cual el concepto “pétalos” meramente apunta. En otras palabras, existen sustancias que
conforman el mundo, los conceptos corresponden a estas sustancias en una relación uno
a uno, y las metáforas crean ficciones a partir de estas sustancias sin apuntar
propiamente a algo del mundo. He aquí la concepción metafísica que permite la distinción
entre concepto y metáfora.
La relación entre “rosas” y “cabeza” sería, pues, de carácter imaginario, pues “cabeza”
inscrito en un discurso racional hace referencia a una parte del cuerpo. Sin embargo,
¿qué es “cabeza”? ¿No es tan sólo una forma de decir y hacer referencia a un conjunto
de huesos y carne por encima del cuello? ¿Y no es “huesos”, “carne”, “encima”, “cuello”,
también meras formas de decir lo que sea que se encuentre ahí? Lo arbitrario de la
nominación de las palabras no es algo nuevo, pues no existe necesidad de que “la cosa”
que se encuentre por “encima” del “cuello” se nombre “cabeza” y no “cusche”, por
ejemplo. ¿Qué le otorga entonces a la palabra “cabeza” el estatuto de concepto dentro de
un discurso racional, además de primacía? Las prácticas sociales.
El carácter literal de una palabra viene dado por el uso cotidiano de ésta y por su
momento originario de aparición. Cuando, por ejemplo, en algún momento tuvo que
determinarse por cuestiones de comunicación y supervivencia que lo que se encontraba
encima de la rosa eran “pétalos”, y encima del cuerpo de un ser vivo “cabeza”, se
determinó que en el contexto de las rosas “pétalos” sería un concepto, y en el contexto de
los seres vivos “cabeza” lo sería. Cuando la palabra “pétalos” sea utilizada fuera del
contexto en donde se originó, será una metáfora. Es decir, que todas las palabras – ya
creadas en su contexto originario - referidas en un segundo momento - posterior – a los
pétalos sin utilizar la palabra “pétalos”, serán consideradas metáforas. Es entonces la
aparición en el orden del tiempo de las palabras, y no su contenido, lo que viene a
determinar que unas sean conceptos y otras metáforas.
La palabra originaria para servir de parcelación de un nuevo sector de la realidad
(principio de individuación) aún no tejido en la tela de la comunicación, debe ser una
palabra que no guarde relaciones de significado con palabras ya empleadas. Por ello, en
el momento originario de nombramiento de la cosa, no podía utilizarse – siguiendo
nuestro ejemplo – la palabra “cabeza”, pues ésta ya hacía referencia ella como palabra
originaria a otro sector de la realidad.3 De otro modo cualquier cosa pasaría a llamarse
“cabeza”, impidiendo el propósito buscado de la comunicación.
Entonces si no es la ausencia o presencia de literalidad lo que diferencia el discurso
poético del discurso racional, ¿en qué consiste su separación? En cuanto al modo de
expresión, la única diferencia es que el discurso racional emplea mayor cantidad de
palabras originarias, y el discurso poético mayor cantidad de palabras secundarias.
Tanto por el objetivo de ambas formas de discurso – decir “lo que es” – como por su modo
de expresión, puede decirse que la única diferencia es de grado. El discurso racional
asume conscientemente la tarea de apuntar a la esencia – verdad - de algo, mientras que
el discurso poético lo hace implícitamente, o inconscientemente. A la vez, el discurso
poético asume con mayor consciencia el carácter metafórico de toda expresión, mientras
que el discurso racional llevado por su concepción metafísica – concepción de la que
tampoco escapa el poeta pues en su labor también hace uso de palabras originarias, al
igual que el “pensador” hace uso de metáforas – pretende literalidad y precisión en su
discurso.
Ambos llevados por una sed de conocimiento, empleando métodos que sólo difieren en
grado. ¿Cuál de ellos entonces constituye la mejor opción para apuntar a lo que algo es?
De la relación contenido – forma o de la verdad como medio de la poesía.
Es verdad que tanto la poesía como la labor conceptual, en sus diferentes objetos,
pretenden evocar la verdad de lo que algo es. La poesía, se considera, trata como objetos
a las pasiones, los sentimientos, los anhelos (lo llamado irracional); es entonces su objeto
y no su objetivo lo que la hace aparecer como una labor a espaldas de la razón, que
muchas veces trata de objetos distintos, mas en ocasiones de los mismos. Puede
pretenderse comprender el “ser” a partir de un poema - como el poema de Parmenides -,
3 Si con todo el pulso de la razón se negara aquella realidad metafísica compuesta de unidades
ontológicamente distintas unas de otras, se terminaría la relación de orden temporal concepto –
metáfora, pues se asumiría que ya desde el momento originario toda palabra es metáfora,
impidiendo así la comunicación, pues se carecería de un acuerdo sobre qué palabras (metáforas)
usar. Podría entonces nombrase y comprenderse el entero mundo con una palabra, o bien con el
silencio.
o comprender el amor, la locura, el instinto a partir de un discurso racional – por ejemplo,
la tradición psicoanalítica.
Sin embargo, el discurso poético posee otro objetivo, uno podemos decir, primario en
relación al ¿objetivo? de decir lo que algo es. La poesía es considerada en su estatuto de
arte una promotora de afectos, de imágenes, de sensaciones.4 El discurso poético
entonces, no asume deliberadamente como objetivo la tarea de apuntar a la verdad de
algo pues ésta labor sólo funge como medio para el despertar de la sensibilidad, objetivo
sí asumido por la poesía. En otras palabras, al ser la palabra la herramienta del discurso
poético no tiene más remedio que apuntar a lo que algo es, mas no pretende que esta
verdad – o idea – por sí sola sea factor de sensibilidad. Es más, la idea por sí misma, es
decir, su contenido resulta imprescindible para el discurso poético, pues sólo es el medio
por donde se mueve la pretensión de evocar – a través de las imágenes, y por ello el uso
no de conceptos sino de metáforas – los afectos y sensaciones. Es decir, que vale lo
mismo dar una definición o su contraria – de por ejemplo el amor -, pues el dar una
definición – lo que algo es - no es el objetivo de la poesía – de la alta poesía -, sino que al
usar como herramienta la palabra debe inevitablemente pretender – sin querer hacerlo -
expresar lo que “algo es”, mas siendo esta palabra, esta idea, esta definición sólo el
material que funge como medio para realizar su verdadero propósito. La idea es para el
discurso poético su inevitable esqueleto, mas no su carne.
Al discurso racional no le interesa generar afectos y sensaciones, sólo desea apuntar a lo
que algo es, sin importar si gusta o no. Por ello la idea no es un elemento secundario sino
su objetivo, por ello no puede – ni quiere - darse el lujo de la imprecisión y la
contradicción. La idea es para el discurso racional el esqueleto, la carne, el corazón.
Sin embargo esta distinción – sí clara a diferencia de las distinciones aparentes – sólo es
válida cuando de alta poesía se trata. Afirmo, como en todas las cosas, que lo excelso
brilla por su escases. En la mayor parte de los discursos que pretenden el estatuto de
4 Valga la distinción entre afectos o sentimientos, imágenes y sensaciones. Afirmo que los afectos
están dirigidos a un objeto en particular, mientras que las sensaciones no. Las imágenes son el
medio de evocar éstas dos sin recurrir al uso de una idea, pues una idea dependiendo de su
contenido, puede también generar afectos y sensaciones. A esta cualidad del arte de prescindir de
la idea para generar afectos y sensaciones – que son distintas sólo en función del grado de
consciencia de su objeto – le llamo cualidad de sensibilidad.
poesía, a falta de imágenes finas y potentes no acaece la verdad como medio de la
sensibilidad, pues no permite al lector la escisión entre forma y contenido5 que le permite
ir más allá del mensaje propuesto – “lo que algo es” – dejándose llevar por los afectos y
sensaciones despertadas.6 En la mayoría de la poesía, su uso de la forma es tan pobre
que sólo se manifiesta su contenido, su idea, y en esta pretensión el discurso racional ya
tiene el puesto legítimo. En otras palabras, el carácter de condena de la poesía – y en lo
que radica la garantía de genialidad de quien sobresale en ella – es que a falta de un gran
dominio de la forma – fruto de técnica – estudio y potencial – la mayoría de la “poesía” no
es ni arte ni discurso racional, pagando el precio de la mediocridad en un punto tibio
donde no es ni una ni otra cosa.
De la fusión de ambos discursos
¿Puede utilizarse el método poético para los fines del discurso racional? Hemos visto que
la poesía en su carácter de arte no busca tener función de conocimiento, y que la
pretensión de conocimiento de la “poesía” carente de buena forma, además de ser
inconsciente es más la consecuencia de una falta de habilidad. Legítimamente es el
objetivo del discurso racional apuntar a la verdad de algo, sin embargo, ¿puede el
discurso racional emplear para su beneficio el uso del método poético constituido por la
evocación de imágenes, en la búsqueda de decir lo que algo es? La respuesta es no.
Como se mencionó, la función del método poético es lograr en el lector la escisión entre
contenido y forma prescindiendo del contenido de la idea a partir del arrebato que el
placer estético de la forma confiere. De este modo, se persuade a través de la belleza del
discurso y no por su verdad. Una idea clara y desarrollada en la mente del autor, además
de verdadera, no necesita de ningún recurso ajeno más que su contenido para ser
expresada en su totalidad.
5 El carácter metafórico de las palabras empeladas es parte no del contenido sino de la forma.
6 En ello consiste la supremacía de la música respecto a la poesía, en el hecho de que al emplear
como herramienta algo que no es palabra – el sonido – no se ve constreñida por la relación
contenido – forma. Al no emplear en absoluto idea alguna, toda ella es forma. Así la melodía más
sencilla puede evocar los afectos más insospechados para el arte escrito. En esto radica su
estatuto de “arte puro”.
El método poético ciertamente es de utilidad para expresar lo que el autor cree que es
verdad, mas sólo en el caso en que el autor no tenga claridad en su pensamiento, y por
ello recurra a la fuerza de las metáforas para, digamos, violentar a través de la belleza la
receptividad y hacer entrar más fácilmente su contenido al reducir la respuesta crítica por
parte del lector. En otras palabras, a través del método poético – y no por la idea misma -
el autor pretende – algunas veces sin darse cuenta - convencer de la veracidad de su
discurso, bien por no tener clara y bien desarrollada la idea que desea transmitir, bien por
un interés personal. El método poético como herramienta expresiva del discurso racional,
busca persuadir de la veracidad de un discurso; el concepto árido y tosco busca limitarse
a reflejar la verdad.7 El poeta usa metáforas a falta de argumentos.
Además de esto, resulta en perjuicio para la claridad de la idea el hacer uso de imágenes,
pues la función – y criterio de valor en la poesía - de éstas es justamente apartar la
consciencia del mensaje del discurso. La evocación de afectos resulta un distractor en la
comprensión de la idea. La sensibilidad es aquí vista como herramienta y no como fuente
por sí misma de conocimiento.8
7 Es este carácter árido del concepto un motivo de crítica por parte de los fieles de la belleza, pero
justamente el encontrarse tan alejado del terreno de las emociones constituye su mérito y su virtud, al no
usar a éstas como herramientas en su discurso. El hacer de las emociones jaulas de la voz crítica del lector,
herramientas que como magia violentan la libertad forzando abrir la puerta para hacer entrar un mensaje,
en esto radica el carácter inmoral de la poesía.
8 Para la cuestión de la sensibilidad del arte como fuente por sí misma de conocimiento para una
comprensión no conceptual del mundo, véase Arthur Shopenhauer “Lecciones sobre Metafísica de lo Bello”.
Sólo en tal caso, la poesía como arte en su posibilidad de conocimiento se encontraría por encima de la
labor conceptual. Así también se salvaría el carácter inmoral de la poesía.