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C.^R_yKS y C^XR^EX^S

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^ S T A D O S ^ I D O S del CENTENARIO

de su INDEPBNDBNCJA

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Tomada helada supera al mejor cocktail.

ÚNICOS IMPORTADORES:

M 0 S S y Cía. Ltda. S. A. BU:NOS AIR s J

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jCPS TEATROS V f^ AVÜSICA m BUENOS AIRES

LA COMPAÑÍA DEL YAUDEVILLE DE PARÍS favorecidas con mayores aprobaciones de EN EL ODEÓN. — Uno de los conjuntos ni^s nuestro público. En ellas se ostenta la sen-homogéneos y Gorajilctos del teatro francés sualidad y no e] sentimiento como origen que nos hayan visitado está actuando en de las acciones humanas, se enseña el mun-el teatro Odeón desde mediados de agosto: do nuevo como un producto de egoísmos Ja compañía do Vaudeville de París, que nimios y de acomodamientos pasajeros, dirige M. Víctor Silvestre movidos todos los resortes espirituales y

El teatro francés de después de la guerra morales, no por las aspiraciones elevadas no ha señalado, ciertamente, una renova- y puras, no por la fiebre de la pasión, y ción de conceptos tan fundamental como ni siquiera por el frenesí del interés, sino pudo creerse y esperarse con la formidable sacudida de la conflagración; la misma secuela de conflictos pequeños, sensuales y vanos agita a sus personajes; no se muestran las pasiones ferozmente libres y abrasadoras de la gran escena, ni las farsas profundas de la ridiculez moderna, ni las ideas magníficas que se dividen el mundo moral; El tablado sigue ensemin-donos ima sociedad exangüe, en ' i""""" la que predomina una especie de i-abia de placeres, en la que se olvida demasiado frecuentemente el deber y no se mira el i)or-verir sino con temor y desconfianza. Y en cuanto al estilo de la interpretación, bien se advierto, en verdad, que M. An-toinc ha dejado larga huella en sus sucesores y discípulos, por ia preocupación constante de la naturalidad, de la sencillez, y también por la falta do vuelo poético y de fervor lírico de las realizaciones escénicas.

Sin embargo, el pueblo francés ha dado en los últimos ocho años ejemplos admirables de grandeza y de abnegación, pruebas maravillosas de pasión y de sacrificio por el ideal, que sólo han dej ado recuerdos, sin influir, por desgracia, más que en el criterio de ia igualdad ante la vida.

El teatro del Vaudeville de París ha venido, pues, a traernos un poco de la filosofía de las nuev as sociedades, y nos ha ofrecido muestras variadas de ella, en\^eltas en formas tan agradables, en rasgos de inteligencia y de gracia tan finos, que al cautivar el espíritu no dejan percibir el fondo de tristeza que hay en el apresuramiento con que todos tratan de apurar la parte de felicidad que a cada cual le toca.

Decimos que la compañía es excelentemente liomogénea; entre sus elementos destacados figuran, en efecto, Mmes. Ger-maine Dermoz (que ya aplaudimos hace dos años), Clara Tambour, Ivonne Andrée; MM. | Víctor Erancen, Jean Joffre, I Georges Gahuzac, André Polack | y un grupo de artistas notable- i„„ i,,,,!,,,,,, mente discretos. Las representaciones se distinguen precisamente por la corrección en el desempeño de todos los papeles, desde los principales y más importantes hasta los simplemente episódicos.

A ser justo, preciso es reconocer que el repertorio no tiene el mérito de la gran variedad de géneros; pero bien se comprende que el teatro de! Vaudeville no debe pro

mus bien por una suerte de necesidad de satisfacciones presentes, una especie de avidez de comodidades personales, que no tienen nada que ver con los jiroblemas permanentes y eternos de la humanidad.

Así, en «Alairi, sa mere et sa maitresse*, de Armont y Gerbidon, se nos muestra una muchacha de vida ligera, pero llena de

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Trascribimos los 'párrafos más ínter asantes de la carta que nos envía nuestro corresponsal en Madrid^ señor Vidal, con motivo, de la visita del doctor Álvcar a España. Los comentarios que nos sugiere esa carta los dejamos que los haga el lector..

Madrid, 5 agosto, 1922.

Señor director de CARAS Y C A R E T A S .

Buenos Aires.

Mi dist inguido señor y amigo:

Acabo de regresar de mi excursión p a r a hacer la información gráfica del señor Alvear en España , y con la presente tengo el gusto de remit i r a us ted u n a a b u n d a n t e colección de fotos obtenidas en Santander , en San Sebast ián y a bordo del acorazado «España».

Creo poder es tar satisfecho de que sólo hayamos podido embarcar en el <(España)> mi buen amigo I?epe Campúa y yo.

Remito la información m u y a b u n d a n t e , casi cinematográfica, a fin de que puedan tener suficientes fotografías p a r a CARAS Y CARETAS y P L V S V L T R A .

Yo rae, permi to rogar a us ted se s irva dar orden de que se me envíen seis ejemplares de cada u n a de esas dos impor tan tes revistas en que aparezca es ta información, a fin de hacer en t rega de ellas a Palacio, al señor Sánchez Guerra, al minis t ró de E s t a d o , al marqués de Viana 3' p a r a cualquier compromiso ext raordinar io que pueda tener.

najes escénicos, y ])0r poco que se sugestione, sale del teatro con las ideas y las normas de esc mundo ficticio, jírofunda-mentc emocionado, ligero de corazón, alegre o cíinallí^scamente toler^ante, según el carácter de los acontecimientos que lo han impresionado... JNo es de ahora que so llama al teatro la escuela de las costumbres.

Otras obras, como «PrimroscB, de FJers y Caillavet, como «Peg'de mon coeur» en la versión de Mirande y Vaucaire, como <Ma-dcmoiselle Josette ma íemme», de Gavault y Charvay, como «La souriante Madame Beudet», de Amiel y Obey, tienen esa característica más atenuada, y oculta por la comicidad o el interés de una acción dramática admirablemente conseguida, y en

éstas o en aquéllas, — justo es consignarlo— los artistas que dirige M. Silvestre se revelan perfectos, por la ponderación de sus realizaciones, xjor ei equilibrio de sus partes y la unidad con que desempeñan individual y colectivamente las composiciones más difíciles.

Sólo podría quizás señalarse una falla en las decoraciones, excesivamente pobres y escasas; pero bien sabemos que en ese punto las compañías francesas no se han distinguido, y la del Vaudeville tiene esta ve:; la excusa de no haber traído las suyas de París.

S. S. q. e. s. m.

«UNA NOCHE EN EL PABAÍSO», DE MmUPvA, DliL T o n o Y CASES. — La compañía española de comedias, revistas, zarzuelas y operetas que dirige el primer actor don Miguel Lamas en el teatro de la Comedia, ha puesto en escena y ha hecho triunfar en más de un centenar de ro-presentacjones la pieza de fantasmagoría escénica titulada «Una noche en ei paraíso», de los señores Miguel Mihura y Ilicardo C. del Toro, con música del maestro Guillermo Cases.

El género a que pertenece la obra nos exime, desde luego, de juzgarla bajo otro aspecto que el de espectáculo vistoso y entretenido, al igual que el de «Las corsarias» famosas, de la que se acerca ya la uiilésima representación. Desarrolla, sin embargo, un asunto en cierto modo lógico, y liasta si se quiere verosímii, (luo no impide, en verdad, antes facilita la realización de escenas llenas de color y de luz, con gran número de personajes vestidos o desvestidos brillantemente.

,i,,„„„„i,:,i,i„Í Figura que en una Constanti-nopla convencional, cierto prín

cipe muy rico y aburrido se prenda do una joven viuda turca, que casada cu segundas nupcias, se ve raptada junto con su madre, durante ei sueño provocado j)or un narcótico, y al despertar cree que se encuentra en el cielo de Mahoma, cutre las huríes, y al fin es salvada por su nuevo esposo que llega precisamente a tiempo para evitar mayores males.

La acción da motivo a los autores para

buenos sentimientos y de gran nobleza de corazón, que conquista la familia de su amante a fuerza de oportunos y eficaces servicios, de agasajos y atenciones, hasta el punto de que la propia marquesa de Brionne prepara con ella el matrimonio de su hijo. Y así, en «Simone est comme ca*, de Mirande y Madis, se nos exhibe un joven

porcionar, obligatoriamente, sino el género de cierta posición que por no ])erder el del cual ha tomado nombre. A pesar de cariño de una cortesana se decide a pasar ello, «L'instinct», de líataillc, «Le scandal*'», a los ojos de ésta i)or explotador de su preparar escenas de gran efecto, de" ias de Kristemaeclter, cLa dame auux camelias» belleza. cuales la más importante es, naturalmente, de Dumas fils, «Le voleur», de Bernstein, Ya nos hacemos cargo, por cierto, de la última, la del Paraíso, con la exhibición nos han dado muestras de comedias serias que una y otra de estas obras no represen- de un gr-in aparato decorativo en un y de dramas, como término de compara- tan en la producción del teatro francés los tablado que 2e corre sobre ia orquesta y ción para los intérpretes más que como prototipos del ambiente ni la escneia do llega a las primeras filas de butacas, como novedades reales del teatro contemporáneo, los pensamientos de la época; pero a ellas en la pasarela do los teatros de revistas

Las piezas que denotaron especiahnente nos hemos querido referir particularmente, franceses. Ia tendencia de llevar a la escena las pe- por cuanto exponen con mayor claridad quenas miserias de la vida diaria, las-an- - ese gusto por las situaciones exageradas sias de gozo que hacen presa del hombre que no pocas veces pasan del teatro a la pctual, ia falta de objetos superiores y de realidad. Ei espectador vive durante Jas %'erdaderas emociones, son las que se vieron horas de la representación con los perso-

Sobresalen en la ejecución las señoras Matheu, Águeda, León y Lamas, y ios señores León, Cortés y Amadeo.

JOSÉ OJEDA. _

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Banquete

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Cabecera de la mesa en la comida que le fué ofrecida al doctor Ángel Bercini por un núcleo de amigos con motivo de la terminación de sus estudios.

EL RADIO COMO ELIXIR DE LA VIDA

TTn médico de Chicago, el doctor StiUman Bailej', una autoridad americana en el ramo de la radiología, declara que la comida de radio es el mejor medio para prolongar la TÍdfU Cpmo él dijo en un congreso de médicos de Chicago, su atención fué eautjvada primero por la excelente Bahid de los operarios en las minas de radio del Colorado. Después de detenidas investigaciones llegó a la

conclusión de que ese magnífico estado de salud era debido al agua cargada de radio que bebían los trabajadores. "Ras'os de radio que se cogen en azúcar o en leche y se elaboran en pastillas hacen milagros, si se toman como medicina interna" — dijo él. — "He distribuido miles de pastillas de radio en Clücago y los resultados, esjiecialmeiite en mujeres ancianas, son maravillosos, l 'n verdadero país fabuloso de la ciencia se descubre con esto. Los violentos dolores desaparecen como por obra mágica y también desaparecen los

signos de la vejez. El apetito perdido se restablece, y gracias al radio loa corjji'isculos de la sangre so aumentan en una proporción gigantesca en pocas horas".

El sentimient(\. que es don espontáneo del cielo, ha menester, como todos los demás instintos humanes, desarrollo y cultura. Las raíces de lo bueno y de lo malo están en el corazón; aquellas que cuida el jardinero, brotan; las que descuida, se marchitan.

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P r ó l o g o

E L mar, se ha dicho, es el padre de todas las cosas. En sus pro

fundidades vibró el primer estremecimiento de la vida. Quizá el misterio de los orígenes, misteriosos y eternos, es lo que llama la imaginación de los hombres hacia el mar.

De pié en una ribera, contemplando la inmensidad de las aguas sin limites, ¡qué maravillas soñó el hombre de los remotos tiempos, ocultas tras el confín del horizonte!

La imaginación febril de las generaciones levantó los alcázares de sus sueños más allá de la línea que separa el agua ' el cielo: Los paraísos de su inquietud y de su esperanza, las islas del reposo y de la paz. En el rumor de las olas sobre las arenas, los hombres pensativos 03'e-ron el murmullo de las voces que surgían de las profundidades de coral; en el rugir de la tempestad creyeron asistir a las luchas invisibles y grandiosas de los dioses con los moradores de las profundidades.

Es que el mar tiene el secreto, el eterno y trágico secreto de todo lo que existe. Y este secreto balbucea en sus misteriosas e imperecederas leyendas, que ruedan de generación en generación, de pueblo en pueblo, de siglo en siglo. . .

El b u q u e f a n t a s m a ¿Por qué será que las leyendas de la crueldad divina

echan tan hondas raices en la imaginación de las generaciones? La maldición que pesa sobre los pecadores se perpetúa a través del tiempo. El judío errante cruza los siglos, las edades y las civilizaciones, arrastrando su maldición: «¡Anda! ¡Anda!»

En el mar también existe la terrible leyenda, cantada por los poetas de tres siglos, inmortalizada en el arte: Es la leyenda del buque fantasma, en la desventura eterna del capitán holandés Vanderdecker.

Este piloto, durante la estación de las tempestades, trató en vano de doblar el cabo de Buena Esperanza con su velero, allá en los tiempos heroicos y legendarios de los navegantes de Portugal y de los Países Bajos.

— No podremos doblar el cabo, capitán — dijo uno de los oficiales, — vamos a t r á s . . .

— ¡Atrás! •— rugió Vanderdecker, trémulo de ira, en medio Je espantosas blasfemias — no me volveré atrás aunque esté luchando en estas aguas hasta el día del Juicio F ina l . . .

La divinidad de las aguas oyó el voto sacrilego, y desde entonces, desde hace más de trescientos años, el blasfemo piloto lucha con la tempestad en su estéril empeño.

Su buque rueda entre las olas, crujiente y carcomido; el viento ruje, irónico, entre las velas andra,josas; los marineros, el capitán Vanderdecker mismo, son pálidos esqueletos empeñados en la maniobra.

Pero el bxique fantasma, con el espectro de su capí-

Tres leyendas del mar por H é c t o r P e d r o Blo mbe rg

/

tan maldito junto al timón, lucha todavía con la eterna tem])estad.

¡Ay de la infeliz nave que lo encuentre en alta mar!

Porque el buque fantasma significa la muerte para las naves que lo ven a lo lejos, infernal y maldito, con sus velas podridas, los albatros fantásticos y fatídicos graznando s o b r e sus puentes carcomidos, el pálido y líorrible esqueleto del capitán Vanderdecker junto al timón, dirigiendo el buque maldito hacia el infierno, en medio del espanto de las sirenas.

F a t a M o r g a n a

Fata Morgana es la reina misteriosa del mar.

Vive en una isla mis-t e r i o s a y fantástica, donde el cielo siempre es azul, y donde las palmeras se inclinan bajo el rayo de la luna. Una canción divina y misteriosa se escapa de sus -labios, una canción que el viento lleva sobre el m a r . . .

Los pobres marineros sueñan con la azul ribera de Fata Morgana, en las aguas grises y tempestuosas, en las duras faenas de alta mar. Sus ojos cansados divisan a veces la isla de oro de Fata Morgana, las palmeras, las flores monstruosas, el cielo eternamente azu l . . .

Pero la visión se desvanece en el horizonte.

Fata Morgana, divina y perversa, sigue cantando su celestial canción, pero no quiere que los hombres del

mar lleguen a su encantada ribera. El cielo será eternamente azul; su voz, como una

cítara lejana, seguirá viajando en el viento; su isla de oro y de paz seguirá surgiendo ante las pupilas alucinadas de los navegantes. . .

l^ero nadie llegará jamás hasta su ribera.

L o s p á i a r o s a l m a s Son unos pequeños pájaros de pardo color, que desde

muchos siglos hacen palidecer a los navegantes. Su nombre vulgar es el de petreles. Son los anun

ciadores, los tétricos heraldos de la tempestad. ¿De dónde salieron estr.s aves siniestras? Su trémulo graznido, durante siglos, llevaba el es

panto al corazón de los viejos pilotos. Cuentan las leyendas de los navegantes escandinavos que, cuando se oía el graznido de los petreles, una mujer pálida y esjiectral surgía en medio de la tempestad y sonreía, desapareciendo después. El viento amenazante jugaba con los cabellos de la aparición; detrás de ella, en los mares inmensos y solos, venía la tormenta, la des-"" trucción y la muerte.

Los petreles, según las leyendas del mar del Norte, son los pájaros almas. Son las almas de los marineros ahogados, esclavizados eternamente a la visión misteriosa, a la mujer de cabellos flotantes, que es el espíritu de la tempestad buscando siempre almas de marineros para transformarlos en pájaros, pequeños pájaros pardos que la rodean, que la siguen, graznando, en la soledad inmensa del mar. -

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Allí esta su mal

j V SE cosquilleo insoportable de la garganta qu3 le obliga a Vd. a toser, y que aparece en el momento en que el resfrío baja de la cabeza al pecho; ese cosquilleo tan fastidioso sobre todo de noche cuando uno está acostado, se quita fácilmente.

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Demostración

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Conouneníes al baDiiuete con lue un grupo de amigos y colegas obsequió al profesor doctor Carlos Fonso Gandolfo en e! club del Progreso, con motivo de su partida para Europa,

D E "GAS?A:Í DK I A NOCHE''.

L A C I U D A D E L A

D E W O L G A S T ¡Qué tranquila y majestuosa se

muestra la cindadela blanca sobre el Oder, mientras que por todas sus troneras los cañones aullan contra la ciudad v el campamento y las culebrinas dardean silbando sus lenguas sobre las aguas de color de cobre!

Los soldados del rey de- Prusia Bon dueños de Wolgast, de sus arrabales y de una y otra orilla del río; ¡ero el águila de dos cabezas del em

perador de Alemania mece todavía sus alones en los pliegues de la bandera de la cindadela.

De súbito, con la noche, la cindadela apaga sus sesenta bocas de fuego. Unas antorchas se encienden en las casamatas, corren por los bastiones, iluminan las torres y las aguas, una trompeta gime en las almenas como la trompeta del juicio.

Entretanto la poterna de hierro se abre, un soldado se lanza a una barca y rema hacia el campamento; lo aborda: «El capitán Beaudoin — dice — ha sido muerto; solicitamos que se nos permita enviar su cuerpo a su mujer, que vive en Oderberg

sobre la frontera; cuando el cuerpo lleve tres días bogando por el agua, firmaremos la capitulación».

Al dia" sigmente, a cosa de las doce, salió de la triple muralla de estacas que eriza la cindadela una barca larga como un ataúd, a la que la población y la cindadela saludaron con siete cañonazos.

Las campanas de la ciudad eran echadas a vuelo; había llegado gente de todos los lugares vecinos para presenciar aquel triste espectáculo, y las aspas de los mohnos de viento permanecían inmóviles sobre las colinas que bordean el Oder.

Luis Bertrand.

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"CARAS Y CARETAS" EN EL URUGUAY

EL DIPUTADO FRANCISCO , GHIGL IAN I Un argentino actuando en la vida pública del vecino país

/ L diputado Ghigliani es quizá la personalidad más inquieta de la inquieta política que culmina en Montevideo.

Además de miembro del Parlamento, es uno de los directores de «El Día» — el periódico de BatUe y Ordóñez — y es médico y es aviador. Cuando vino a esta metrópoli el general Mangin, don Francisco Glii-

gliani, a tiempo que revistaba las tropas el héroe de Verdún, don Francisco Ghigliani — repito — fué el piloto que hizo vuelos más audaces desde arriba de uno de los aeroplanos militares.

«Las rutas aéreas», proyecto que se aprobó a tambor batiente, fué iniciativa del diputado por Montevideo. Vale la pena explicar el alcance de ese asunto, resuelto por ley de la nación. Es así: en Uruguay como en la Argentina existe la Escuela Militar de Aviación, con excelentes aparatos y oficiales bizarros. Poro, por fortuna para estos

)aíses, no hay probabi-idad de utilizar tales

elementos en la guerra. _ • Conviene, pues, hacer del importante organismo algo útU con aplicación civil. , .

Y el doctor Ghigliani propuso que, en todos los departamentos, se expro-

Íliaran parcelas, próximas a as capitales. Con escaso cos

to, tales terrenos van a trans- ' formarse en pequeños aeródromos, en lugares donde, sin riesgos, sea posible aterrizar. De tal suerte que mañana un habitante cualquiera pueda servirse de los aero- • . planos militares, bien para hacer un rapidísimo viaje de negocios, bien para trasladar tin enfermo o traerse un cirujano (y quien dice un médico dice medicinas) de Montevideo.

En un pais de malas comunicaciones, siempre que el tiempo sea propicio, se consiguen tener al fin comunicaciones, si no baratas, al menos rapidísimas.

Pero no nos detengamos mucho al describir las cosas, para que sea posible detallar la silueta del hombre.

Este hombre, que nació en la Argentina, vino al pais cuando era un niño. Aquí se esbozó su alma siendo estudiante y aquí concluyó su carrera universitaria. Pero el ejercicio plácido de la Medicina no «resultaba» para su temperamento, no obstante pertenecer a la generación más brillante que ha pasado por nuestra Facultad, al decir del doctor Visca, una de las más puras glorias médicas del Uruguay.

Entonces, para saciar su dinamismo, fundó una empresa forestal, que hizo bosques densos de los grandes médanos de la playa Atlántida, hoy balneario inefable.

Cuando el doctor Baltasar Brum pasó a ser hombre de gobierno, un año y medio antes del estallido de la guerra europea, supo atraerae a muclios jóvenes uni

versitarios. Por su indicación, Ghigliani íué a la Junta Económico-Administrativa de Montevideo. Llegó

hasta a ]iresidirla. BatUe, que le conociera, le dispensó pronto su confianza y su afecto, con

lo que el doctor Ghigliani fue uno de los primeros candidatos a titulares en la lista de

diputados batUistas por la capital. Y poco deápués Uegó a confiarle, conjunta

mente con el abogado Schinca, la dirección de «El Día». «El Día» es un diario de gran circulación, como que

lo que allí se dice cebra gran imjjoi'tancia, toda vez que se cree solidario de la prédica al hombre público de más talla en la política actual. Batlle y Ordóñez (del que nos hemos ocupado hace algún tiempo en estas mismas páginas) es un carácter batallador iiTcductible, a qiúén sé deben casi todas las reformas que han transformado, dándole fama de «avancista», a su patria.

Es natural que guste de los espíritus inquietos y, sobre todo, afanosos e intrépidos. Ghigliani

justifica bien aquello de «arreglado al chaleco los botones». Ser paladín del bat-

llismo — en la prensa y en el Parlamento — le cuesta una porción

de duelos. Pero el doctor Ghigliani no se arredra. Y"" a fuerza de tener «lances de honor» ha adquirido tal familiaridad con los

códigos que rigen a éstos, que es h(5y uno de los «padrinos» más buscados en este país de duelistas, con tanta más razón cuanto que Ghigliani goza fama de hombre agudo y hábil, muy despierto. Si se le ha llegado a temer o no, es cosa que no afirma el cronista, aun cuando hace notar que sus opositores de la

Cámara dejan pasar por alto frases que, de pro-

-,; nunciarlas otro, motivarían un desafío inmediato.

^ ' Se le ha echado en cara, ^ para fustigar su interven-

, . , ción febril en la vida pública " • del Uruguay, su condición de

foráneo, pero, sobre que el con-cepto de patria evolucionó mu

cho, hay que reconocer que ningún argentino, desde que acepte las im

posiciones constitucionales, es extranjero en un pueblo con idéntica tradición,

como es el Uruguay.

Quien vea su ñgura ahilada, su agilidad y, sobre todo, su rostro de adolescente, va a creer que el doctor Ghigliani está aún en la primera juventud. Pero ^ no es así, desde que se va alejando de la edad de Cristo.

Es un hombre de cabeza pequeña; de ojos claros, inquietos, sagacísimos; de nervios ardiUescos. Siempre — menos cuando escribe, naturalmente —-se le ve un poco encogido, con las manos en los bolsillos.

Cuando trabaja es «repentista», como lo permite una felicísima y ágil organización mental.

Desprecia la vida, y de ahí precisamente su facili- , dad para conservarla. No es ni un gran escritor ni un gran orador, pero tiene siempre a mano esas pocas palabras felices de que hablaba Séneca. Se ha intentado hundirlo en ocasiones, pero su habilidad y, sobre todo, la intrepidez con que marcha por la vida, no lo han dejado venirse a tierra. Para apartarse de ésta — con un fervoroso deseo de purificación tal vez — surca de continuo loa aires.

— ¿Se ven muy chicos los hombres a mil metros de altura? — le hemos dicho.

— A BU lado, a veces, se ven igual — fué la respuesta, dada acaso con desdén, pe ro sin ironía.

F L O R ID O R.

Montevideo, 1922.

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Q U E P A S Ó

rEDO decirle el día y la hora en que ha de desen-carnar, exactaincnlo.

l\ri amifro de pocos días me dijo esto con tono suave, casi dulce, mientras bajaba sus ojillos relampagueantes hasta la taza de café, que apuraba a pequeños sorbos.

— Lo pensaré — contesté yo después de una pausa. — Soy im tanto iinpresionable y la noticia pudiera afectaime. T'or otra parte, no nxe considero bastante espiritualizado para resistir tal prueba. De todos modos, lo pensaré — insistí.

— jOh! E.SO depende de estados de alma particulares, pero usted es un afin, \m buen afín. Más adelante. . . No he querido nada más que sugerirle. Usted sabe perfectanrente que el simple acto de desencarnar — de morir, como dicen los jirofanos: ¡qué palabra! —• carece de importancia psíquica.. . El eterno peregrino no se detiene en su ciclo ascendente: cambia de vehículo y nada más. La chispa es una e inmortal . . . aliento de la Causa sin Causa. Ya usted me entiende.

— Sí; conozco todo eso, siento todo eso, quince años de estudios orientalistas me dan autoridad para comprender la fraternal amplitud de la doctrina teo-BÓfica, doctrina de doctrinas, pe ro . . . ¡quién puede despojarse de la ruin naturaleza humana. . . no siendo un dera, un maestro de la derecha!

Mi amigo sonrió asintiendo, en tanto ]5aseaba su pañuelo por los s\itile3 labios, pálidos e irónicos.

Estábamos sentados a la mesita de un café de la Avenida de Mayo, un» tardo del verano pasado.

El extraño personaje a quien me refiero lo había conocido yo en la capital de Méjico. Un compatriota, naturista 3' vegetariano militante, hubo de presentármelo en esta forma origina.1:

— Sadji Goyana, ex profesor de la Academia Isis, de Alejandría, que viaja en plan de estudios.

El presentado, después de tenderme su morena diestra, blanda y larga como la de una mujer ociosa, nos enseñó sus aguzados dientes en una sonrisa.

— Este es un act,or, un pequeño actor — dijo con BU voceeita insignificante do extranjero poliglota.

— Todos somos actores, todos representamos algún papel en el drama de la existencia — hablé yo, iniciando la conversación entre frivolo y tüosótico.

— La cuestión seria representar bien los papeles que nos reparthuos.

— Que nos reparten — eorrigió el vegetariano naturista.

— No, no; que nos repartimos. Nadie trabaja a la

D Ú

P O R A Q U Í

^5g

fuerza — afirmó, sin dejar de sonreir, el diminuto ex profesor.

— ;,Y la fuerza de las circunstancias, que nos obligan a . . . 'í — argüyó Blandina, el de los vegetales.

— Las circunstancias las ci'eamos nosotros, son hijas nuestras — replicó Sadii.

— Bueno — intervine yo con la pretensión de remachar, cortándola, un principio de polémica que, por su carácter general, no se acabaría nunca: — sería muy curioso, pero difi-cilíshno, averiguar hasta qué punto nos influyen las circunstancias y qué solidaridad colectiva e indi%-idual las detenninan.

Sadji, con un gesto ambiguo que no logré interpretar si era de asentimiento, me dijo con aparente incongruencia:

— Cíuando nos veamos al otro extremo del continente, dentro de cinco años, entonces le contestaré.

— ¿Contestarme a q u é . . . en el otro extremo? ¿Qué quiere usted decir? — salté yo muy intrigado.

— Alguna profecía de las suj'as, que se realizará al pie de la letra, ya verá usted — exclamó Blandina con naturalidad que acabó de confundirme. El señor Goyana — continuó — es un sabio, un sabio de verdad, u n . . .

— Cállese el actor — interrumpió el aludido medio en broma. Yo soy . . .

— Con permiso. Hace media llora que le esperan a usted en su despacho; acaban de avisar por teléfono y parece que es urgente — nos intemunpió, dirigiéndose a mí, el mozo que nos servía en la confitería en que nos hallábamos refrescando.

— ¡Vaya! Estoy faltando a una cita importante y no me lo explico. No tenía otra cosa en la cabeza y . . . si me esperan ustedes, en veinte minutos estoy "de vuelta — exclamé al tiempo que me levantaba. — No me despido.. . vengo en .seguida, si ustedes son tan amables.

— Adiós. Vaya usted y . . . no acepte — silabeó despacio, pero con cierta energía, el ya inquietante extranjero.

Me urgía el tiempo y apenas tuve el preciso jjara echarle una mirada de extrañeza.

A los diez minutos conferenciaba yo con dos caballeros, j-a conocidos, los cuales me habían propuesto por carta un negocio original, no muy claro, que me anunciaban explicar en la entrevista. Se trataba de la redacción de una larga serie de artículos tendenciosos muj' bien pagados, que ellos utilizarían a su antojo, aunque sin obligarme a firmarlos. La proposición era tentadora: algimos miles de dólares en pocos meses, con un margen a posteriores y fáciles ganancias; pero la rechacé en redondo.

La entrevista, de suyo delicada por la insistencia

UN DRAMA

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"El árbol

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de los «compradores» ante mis argumentos negativos, se había prolongado cerca de una hora, y cuando regresé a la confitería, en busca de mis amigos, ya no los encontré.

Transcurrieron algunos días sin que pudiera entrevistarme con mi amigo Blandina, y, semanas después, preocupado con mis asuntos olvidé al singular ex profesor de la Academia IsLs, de Alejandría, y hube de preparar mi via.je a Estados Unidos.

Una noche de iJrimavera jiaseaba yo en compañía de un caballero por Eroadway, y alguien, rozándome el brazo, me dijo adiós con un acento que me liizo recordar a Sadji; mas cuando volví la cabeza entre curioso y sobresaltado — no sé por qué — no pude descubrir al saludador, tal era la aglomeración de paseantes o quizá . . . Pero ¿a qué hacer conjeturas basadas en presentimientos?

Y ahora, habiendo arribado a estas plaj'as y cumpliéndose así la profecía del iniciado (¿iniciado? No lo sé todavía), me tropecé con él hace varios meses en la Avenida de Majo.

•—• .4diós, señor Eauter — oí que me decían dándome una sxiave palmada en el hombro.

Me volví y me enfrenté con Sadji que rae sonreía, enseñando, como de costumbre, sus afilados dientes.

•—¡Qué sorpresa.. . usted por aquí! — exclamé tendiéndole la mano.

—• ¿Por qué no? — me contestó con sencillez. —• El mundo es pequeíio. ¿Le va bien? ,

— Sí, gracias. JJisfruto de salud. — Es bas tante . . . Usted no está apurado ahora y

podremos tomar café. ¿Quiere? — Con mucho gusto, vamos; ]>ero... ¿cómo sabe

usted que aliora no estoy apurado? — le interrogué en tanto que entrábamos en el establecimiento más cercano.

— ¡Oh! Hasta las seis y media, que tiene usted una c i t a . . .

Y rió dulcemente, sin darle importancia a su adi-viiiación, pues era muy cierto que a tal hora me esperaba una persona.

Ya instalados ante la mesilla, yo adopté una actitud pasiva, en espera de sus palabras, sintiéndome inferior, obediente a sus misteriosos poderes.

Entonces fué cuando él formuló la pregunta con que dimos comienzo a este verídico relato.

í'asados algimos minutos de silencio y como yo sintiera en mi ser, de una manera directa é inconfundible, el influjo de su pensamiento gravitando sobre el mío, alcé la mirada hasta la suya, desplegué los labios como si rezara y con un ligero temblorcUlo que delataba, cuando menos, síntomas nerviosos, le hablé así:

— Señor: Yo no soj' más que un estudiante. . . un pobre estudiante que, con frecuencia a tientas, busca con buena intención el sendero luminoso. No siempre las circunstancias me son propicias.. . sin duda lo sabéis. . . y . . . ¿queréis explicarme algo? ¿Tenéis algo que decirme, que enseñarme...? Yo os escucho, maestro.

El aceitunado rostro de mi interlocutor cambió visiblemente de expresión, sin alterar la sonrisa que siempre vagaba por sus pálidos labios. Una gravedad, pero una gravedad risueña y comunicativa, dióme a entender, por adelantado, el sutil prestigio de sus palabras.

— Mo soy maestro — comenzó diciendo con una voz que se me antojó cambiada, más penetrante y de perfecta jironunciación: — maestros hay pocos y están ocupados en cosas mayores; pero soy — y me miró con fijeza — un servidor de elevados designios, que dispone de poderes extraordinarios, alcanzados a fuerza de jnirificaciones secu'ares y . . . mire usted y no se alarme.

Ante mis ojos atónitos, la i)equeña figura de Sadji, tal como escamoteada por manos o por artes de una tramoya maravillosa, desajiareció de mi presencia... y —• ¡lo juro y lo juraré cien mil veces! — 3-0 extendí mis manos temblonas y sólo conseguí debatirlas en el aire.

— Ahora que ya está usted seguro de mis posibilidades — oí y vi a Sadji, instantáneamente materializado de nuevo — quiero decirle que la Humanidad está próxima a conocer revelaciones sensacionales con respecto a su destino inmediato, y algunos sabios profanos comprobarán científicamente ciertos fenómenos; pero será una escasa minoría estudiosa y honrada. El inmenso resto de los humanos todavía permanecerá en las tinieblas de la ignorancia por los siglos de los siglos, acrisolándose por medio de la ley kármica, ley suprema de las compensaciones. A partir de la guerra europea, contando tres veces tres revoluciones solares, usted recibirá instrucciones mías y entonces podrá vislumbrar el principio de un Infinito desconocido,,. Yo he de irme; he cumplido parte de mi augusta misión y ma llaman.

— ¿De dónde, mi maestro? — osó preguntar. — Estaré en Calcuta el mes próximo y luego ya no

actuaré desde este plano; pero, en los momentos de la despedida, os i^rometo un rápido adiós . . . donde quiera que estéis.

Fué cuanto me dijo. Al mes y veinte y dos días — 8 de abrü pasado —

estando yo en la esquina de las calles de Florida y Riva-davia, al atardecer, charlando con un amigo, una voz conocida me gritó desde la acera opuesta:

— ¡Adiós, señor Rauter! Era Sadji que me sonreía con la mano derecha alzada,

a modo de saludo oriental, y cuando, en un impulso, iba a cruzar la calle de dos saltos para eorrespoiiderle frente a frente, im automóvil se me echó encima, derribándome, aunque sin consecuencias funestas.

Cuando, jjepuesto del atropello, logré cruzar la calle, en la esquina no había nad ie . . . ni en los alred*dore3 tampoco.

Y' ahora vivo esperando esperando. Pero mi sa lud . . .

Este relato es "la parte piihUcahle" de unos papeles manuscritos — cuartillas de bolsillo •—• que se Jiallarotí en el río de la Plata, cerca del faro, no importa por quien, metidos, en cuatro dobleces, entre la badanilla de vn sombrero de paja que flotaba sobre Icts turbias aguas, no hace dos meses todavía.

En cuanto a su dueño... ¿Lo devoró la fiebre de la mística impcK.iencia ij el

hombre, cansado de esperar,..? Interrogación. Al final de las cosas que llamamos perecederas — al

menos por ahora — la interrogación ¿no es el siano 9nás elocuente^).

J O S É A L B U E R N E

EN A F E I C A

tágioo-

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De San Isidro Autoridades locales y sociales reunidas para el homenaje que se tributó a los socios fallecidos, uno de los más importantes actos del programa de

5 con ane la Sociedad dos-mopolita conmemoró el 50." aniversaria do su fundación.

Cabecera del íjanquete celebrado en el salón social, al que asistieron gran número de socios, autoridades y distinguidos vecinos.

U R I N A R I A S ^ T r a t a m i e n t o (AMBOS SEXOS) económico y fácil.

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POEMAS EN PROSA

H A B Í A UNA VEZ...

pry^"'^ 9 ' ABÍA lina ve?, un Iiom-\ ( O - V P Í ' ' ^ "l"^ sent ía Ja, (o-\ V ^ > O r > - ^ ^ i r ible n e c e s i d a d de

"^"•^^ • > querer. Una noclie que es taba m u y en-fenlio de soledad, salió de su casa l iara ver si encon t raba quien lo amara . Y empezó

a l lamar o las puer tas de las casas vecinas . Algunas ya se hal laban cerradas y los hab i t an tes dormían. E n ot ras despe r t ábanse sobresal tados con los alda-bonazos del desventurado, y le recibian ma la manera .

-— ¡Qué quiere usted? — preguntá banle agr iamente . ,

— Vengo a ver si encuentro quien me quiera.

Los que no se enojaban se reían de él. Debía ser loco \m hombre que hablaba con semejante sencillez. Otras veces el pobre hombre ofrecía f rancamente su cariño. Hubiérase dicho que se t r a t a b a de uu comerciante apremiado que yiro-curaba liquidar. Su deseo era más fuerte que su pudor , y su aniíustia cloininaba a su habilidad.

— Yo vengo pa ra ver si quieren mi corazón.

Como se no ta rá , era un mendigo original que no jiedia sino que le consintieran ser generoso.

— No — le respondían en todas ¡lar-tes. -— Lo que aquí esperamos es la fort u n a . No necesi tamos corazones. Al contrar io , nos sobra con el nuestro.

Indudab lemente , aquel infeliz ofrecía d e m a s i a d o . . .

Por fin llegó a una pue r t a en donde le dijeron:

— E s t á bien, ent rega tu corazón; ¡lero no podemos asegurar te cuál será su destino.

Y él lo dejó sin vacilar; y volvió a su casa con la alegría de haberse l ibrado de un peso. No im.aginaba que la dueña de aquella casa har ía del corazón la almohadilla de su c o s t u r e r o . . . E s t a b a la señora m u y satisfeclia de semejan te blandu ra t ibia, donde ])odía clavar sin recelo las agujas y los alfileres.

Pa.saron algunos días y el hombre empezó a sent ir punzan tes latidos que le a t ravesaban el pecho: era que su amada ccmen;'.aba a bordar algún encaje o zurcía los jirones de a lguna tela g a s t a d a . . .

( i 'ues aunque se"enlreg\ie el corazón ín tegramente , s iempre se le conserva pa ra sufrir).

Lo malo fué que una noche vino de lejos, a casa de! infortunado, una mujer que le dijo hacía muclio. t iempo que lo a m a b a en silenció. Al verle t a n apesad u m b r a d o le dese\ibrtó su sent imiento y le promet ió e(ms<ilarlo.' Y entuneeji él tuvo que confesarle que ya no jjodia a m a r porque había dado su corazón, y que los consuelos que él no sabría agradecer no harían uuís que a u m e n t a r su desgracia.

Y fué un ejenijilo de los t an tos de la c rue ldad del amor con los a m a n t e s que se equivocan; y una prueba m á s de que aquellos que dan lo que no les piden no pueden ni recibir la dicha que les vienen a dar.

—¡Todas son lo mismo! I Usted cruza la calle para que la roben ahi enfrente, cnando le sería máj fácU entrar en mi casa!. •.

La señora (comprando un teimémetró). — Tenga la bondad de colocarlo en el sesenta y cinco. El médico roe dijo que a esa altura debo conservar la liabitación.

P E D R O 0 B L 1

M I G U E L G A D O

— Es horrible verse obligada a Tiojat en primera con animales de su clase.

— Señora, ¿prcieriria usted tal vez «ne hubiese vagones sólo para burras?

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De San Fernando

Los jóvenes aficionados al "bel canto" qce des-e m p e ñ a r o n airosamente ¿u cometido en 5I festival que el Centro Socialista local organizó a beneficio de su biblioteca.

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JuSfL

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El público au« llenó el salón teatro de la Sociedad Italiana aplaudió entusiasta los diversos números del variado y artis-lico programa llevado a cabo.

PUEDO 1 resistir a la tentación de tomar antes de cada

comida mi acostumbrada copita de Kalisay, el exquisito y aromático aperitivo vino-quinado que despierta siempre mi apetito.

Es la delicia del hogar; las señoras "y los niños lo prefieren.

21 Mos DE Exrro.

V I N A G R E DE PURO VINO

"OMEGA"

TorTu pureza', obtuvo el primer P^^mw f J j^xpo-sición de Bebidas Fermentadas organizada por la Mu nioipalidad de la Capital. Es el delicioso condimento ^^^ ^d. puede emplear para la preparación de escabeches, ensaladas, adobados, etc. Los malos vinagres son los causantes de los grandes trastornos intestinales. LAGORIO, ESPARRACH y Cía. - Buenos Aires

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De Villa Urquiza

Grupo áe disUngnidas señoritas de localidad une asistieron'al baile dado por la colectividad inglesa del Atlético Club Urquiza, en el salón de la Operai ItaUani.

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En los nidos de antaño, no hay pájaroti ogaño.

F"' K^_->g>l "'"^^ ^°^ años, por enero,

VMÍK^ ^ ^ ^ S I iibandono la ciudad y me marcho al campo, a alguna aldea ignorada; cuando no a los grandes bosques o a las montañas.

Esos dias de soledad, de comunión con la naturaleza, con los elementos pri

mitivos y sagrados de la tierra, me llenan de una plenitud tan grande, despiertan mi panteísmo de tal modo, los vivo tan intensamente, que el hombre rumiador de ideas, el hombre apagado ' triste que soy, desa])arece para dar lugar a un otro alegre, andariego y silbador.

Así, pues, es necesario que el tiempo, la distancia, el deslizarse de la \ ida hayan destruido un poco la fuerza de esas sensaciones; es preciso que ellas retornen a mi espíritu algo desteíiidas, más simples, menos sonoras y fragantes, para que me sea dado el expresarlas.

Es entonces a vosotras, a lm exquisitas, a quienes os toca ver las hennosas y variadas flores que hay en germen en el árbol fuerte y desgreñado, no del todo cubierto, de ho jas, que os entrego,

j Qué inmensa paz la de esta aldea, qué honda sensación de bienestar! Villorrio de labra-bradores enclavado en el propio corazón del valle de Lenua, es un camino ancho y largo con ])equeñas casas pin tadas de blanco, de celeste o de rojo, separadas por m i n ú s c u l o s sembradíos y no mayores huertos.

Es en el verano. Por la mañana, tempranito, se ven transitar algunos hombres a caballo que arrean sus hatos; otros llevan útiles de labranza. Pasan silbando, y cuando se alejan de las casas entonan melopeas largas, agudas, vibrantes, cargadas de lágrimas, de añoranzas, de vagas ilusiones no satisfechas. Cenceños, morenos, de negros ojos y bigote igualmente negro y pequeño; pobremente vestidos, esos hombres acuden a los campos vecinos a labrar la tierra o a cuidar fes ganados.

En la casa, las mujeres lavan la ropa, preparan la hornada de pan, cuecen el maíz base de la cena y cuidan de los hijos y de los animales domésticos.

A medio día nadie transita. Sólo se ve algún perro enfenno que atraviesa los campos reverberantes, al trote largo, con la cola entre las piernas y la cabeza gacha; algún caballo escuálido o algún mulo ciego, taciturnos y calmosos, que vagan por la calle blanca de sol; gallinas que sestean junto a las casas; pobres víboras que velozmente cruzan la carretera, calcinándose la barriga y despertando la algazara de los gallos.

Por la tarde, al crepúsculo, con el canto del cuyuyo y los postreros y más admirables gorjeos de las calandrias, regresan los aldeanos. Vienen paso a ]iaso, cansadlos, con hambre, íntimamente satisfechos por la labor cumplida, que en lo profundo de sus almas es, más que un trabajo productor, un homenaje a la naturaleza. Cenan al tiznar de la oración, mientras la noche cae. Juegan con los hijos o

charlan de cosas del campo, de las próximas labores, de pequeñas incidencias que forman el total de sus horas, de los posibles cambios del tiempo, y a veces, muy raramente, se detienen a considerar su pobreza, lo poco que pagan los amos y lo mucho que exigen; la obscuridad en que viven con respecto a otros aldeanos que se marcharon del lugar y han prosperado.

Sus casas arrojan a la calle flojos triángulos de luz amarillenta. A veces el rasgeo de una guitarra pone luz en los ojos, añoranzas en los corazones y calor en las piernas. Y a las diez todos dueimen.

La aldea se anega entonces en una paz ilimitada. El son crepitante, monótono y largo de los saltamontes se extiende solo e indefinido por los campos. Y en el cielo inmenso fulguran las estrellas como trémulas arañitas de diamante.

Entre verdes maizales de un esmeralda claro, siguiendo un estrecho callejón som

breado por transparentes arcas y por grandes moreras y nogales, bordado

or los diminutos soles de los sunchos y perfumado por los mara

víllales y trepadoras en flor, he ascendido, hacia el final, por

la colina boscosa en que termina, y en lo alto, me

he detenido ante un amplio espacio lim

pio de árboles y cercado de ta

pias. Es el cementerio del lugar. Abro

su cancela mohosa que chirría largamente, y

penetro. Se ven tan sólo tres pequeños m a u s u l e o e .

Todo lo demás está cubierto de malezas, entre las cuales asoman

a l g u n a s cruces desteñidas, inclinadas como en agonía la mayor parte,

ostentando restos 3e flores secas atadas en el crucero. ¡Qué sencülo, cuan amable me parece todo esto! Aquí no existe la frialdad solemne de la muerte. La naturaleza exuberante se ha alzado piadosa sobre las turabas, ocultándolas. Aquí sí reposan en verdadera paz los huesos fatigados de estos hombres que nacieron entre la naturaleza, vivieron en intimo consorcio con la tierra y un buen día vinieron a descansar en este sitio, en una simplicidad grandiosa. ¡Qué bien deben de hallarse en sus huesas estos muertos! En el único árbol, de junto a la entrada, gorjea maravillosamente un chalchalero. De los maizales que rodean el lugar hacia los caatro puntos, llegan silbidos, cantos, voces de trabajo de los hombres que allá, entre el esma-ralda, se mueven lentamente con sus pintados buej'es, almeando los chacrales. A lo lejos silba el aguatero, pequeño pájaro que llena los Camilos con su grito largo y monótono. Hacia el confín, más allá de los blancos caseríos de las aldeas distantes, el horizonte se cierra en montañas azules y escarpaüas. ju pr.'>r.jc esta hermoso. El sol, alto aún, dibuja nítidamente sobre los maizales las sombras de los redondos algarrobos dorados por las vainas en sazón. Pequeñas avecillas vuelan de unos árboles a otros. En la aguda punta de una rama descansa una nievecita solitaria. Y en la inmensidad transparente del cielo luminoso, un águila planea.

Mi alma se inunda de plácida bellesa. Mis ojos, ávidos de imágenes, abarcan todo el pa-

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norama. Mi pecho se aka poderoso y aspiro con fuerza todo el aroma, la intensa frescura cargada de vida que de los bosqiics cercanos trae la briso, de la tarde.

De repente oigo el chirriar de la mohosa verja, unos pasos y un quedo hablar. Son varios aldeanos que transportan un féretro pintado de negro, con ciní illas blancas en las aristas y una cruz igualmente blanca sobre la tapa. Me saludan respetuosos y atables, ai pasar. Se detienen no lejos. Bajan a tierra la fúnebre carga. Y mientras dos de ellos, armados de palas, limjiian xmti pequeña extensión y se ponen a cavar, los demás se sientan en cuclillas, conversando. Hasta ocho entre mujeres y hombres, los aldeanos hablan calmosamente, sin gestos, sin ademanes. Visten muy pobremente. Uno de ellos está ebrio. Me acerco y les hablo. Les pregunto por el muerto, por su ifamilia, por la causa del deceso. Me responden con breves palabras y hasta con monosílabos. Comprendo que para ellos la tarea que ejecutan carece de significación. Sin embargo, les digo:

— Debe de ser joven, ¿verdad? — Sí, señor. .— ¿Cuántos años tenía? Todos se vuelven hacia vma de las mujeres.

Por eso sé que es la madre. Ella responde: — Los diez y nueve iba a cumplir paCorpu. — ¡Qué lástima! ¿Usted le habrá llorado

mucho, no? La mujer no responde. Yo insisto. — Todos ustedes deben de haberle llorado

largo tiempo, ¿verdad? ¡Morir tan joven! Nadie contesta. La madre vierte una sola

lágrima que rueda por sus mejillas enflaquecidas, obscuras y rugosas. Yo espero la respuesta. El ebrio se anima al fin; contrae el gesto, endurece más aún las facciones y dice:

— ¿Y pa qué llorar? Al rato agrega, sentenciosamente: — ¡Hoy éste, mañana el otro, a tuítos nos

llega la hora; tuítos nos morimos y en el aujero nos volvimos nada!

Con leves movimientos de cabeza, los aldeanos aprueban sus palabras. Eso es lo que todos piensan.

•— Tiene usted razón — le contesto sabiendo ya que es el padre del finado. — Pero se llora por eso mismo, precisamente; porque esa persona a quien amábamos ya no estará a nuestro lado, no la veremos nunca más, no oiremos su voz, no se sentará como antes, con nosotros, a nuestra mesa, a la hora en que se reúne la familia.

El ebrio se toma de las barbas plateadas, se quita luego el sombrero y se rasca calmosamente la cabeza; medita largamente. Se ve que mis palabras le han sugerido un horizonte nuevo. Pero luego noto que se aparta de lo que acaba de pensar. Vuelve a su mundo propio y me responde:

— Así ai ser. Pero esa es la volunta del Señor y ¿qué le heme de hacer?

Como yo insisto aún, una de las mujeres, la madre, habla:

— Sí señor, el Esteban nos desempeñaba mucho ya, quería hacernos descansar, a sus padres a la vejez; pero el Señor se lo ha Devao. El sabrá por qué. Quizá no convenía que salgamos de pobres, quizá jja castigarnos, pa que no pequemos t a n t o . . .

Los mocetones de las palas han terminado la fosa. Los aldeanos se ponen de pie y con unos lazos bajan el féretro. Las primeras paladas de tierra, al caer sobre el cajón, retumban sonoramente como redobles de tambor Todos guardamos silencio y en mis ojos hay más

pena que en todas las pujiüas juntas de los aldeanos, deudos del muerto. El eco de la tierra al caer se hace más sordo, se espesa, y al fin, desaparece. La tumba está cubierta. Encima, a lo largo, le hacen un pequeño borde.

Una mujer coge dos pahtos, fabrica una cruz y la cntierra hacia la cabecera. La madre reúne algunas flores silvestres, fonna una corona en que predomina el amarillo, y la coloca sobre la cruz.

— ¡Adiós, señor! — me dice uno de los aldeanos, hablando por todos. Y a la fila, en silenció, calmosamente, abandonan el higar. Se van de idéntica manera como llegaron. La única diferencia es el cajón que queda bajo la tierra; sin nombre, ignorado, esperando la acción bienhechora de la naturaleza que alzará sobre él sus florecillas miüticolores.

Me he acostumbrado a este sitio, a esta paz, a la compañía silenciosa de estos muertos.

Todos los días, a la hora del crepúsculo, vengo a esta colina a ver la agonía de la tarde y a mirar como llega la noche, tan majestuosa, tan solenme, tan llena de misteriosa vida.

A distintas horas he recorrido, uno por uno, todos los callejones de la aldea. Todos tienen un algo que me hace amarlos: un árbol, un recodo, una perspectiva, algún perfume, un sonido ¡(articular, una piedra, una casa, un transeúnte. Sé que en tal senda, y entre las ramas de un frondoso tala, a cierta hora solloza largamente una bumbuna. Ese «púu-púu» del ave, esa queja monótona y Uena de resignación, despierta en mí, siempre, todo un mundo arcaico, de imperios, de reyes, de esclavitud, de mujeres maravillosas, de magníficos presentes, de salvajes degollaciones. Es Azurbanipaaí, es Moloch, es Ramscs, Quetzal o Moctezuma. No sé a qué se deba eso. Quizá a alguna asociación de sensaciones, alguna relación de perspectivas que ha olvidado el mtelecto, pero que la subconsciencia, el instinto, conserva despiertas. Tal vez a alguna herencia ancestral, una visión dolorosa, partícula del alma humana,'^hecha realidad en mí. Sé que en otro, a la primera luz del alba, hay una inmensa cantidad de conejillos que juegan y chillan y se persiguen, verdaderamente encantadores con sus hociquitos largos y sus ojillos retintos. ¿Qué hay de diferente entre el alma de estos seres y el alma de ios niños? Es la misma alegría de vivir. Son idénticas manifestaciones de la gran alma que comprenderá todo el univeiso. Sé que en el bochorno de la siesta, cuando el sol quema y es blanco como la hoja de una espada, he de hallar, en tal otro, un sitio umbroso, tapizado do hojas, y en el cual me tiendo largo a largo, con todos los sentidos maravillosamente despiertos: escuchando el golgoreo siempre cambiante de la acequita vecina; aspirando, con las aletas de la nariz muy dilatadas, el perfume complejo y penetrante, a zetas, a marañas caídas, a humus generoso que se alza de la tierra; persiguiendo con la mirada, sobre los alfalfares reverberantes o por el azul infinito y luminoso, el vuelo ebrio de los insectos, cuando no el de alguna remotísima ave que planea, pequeña como una libélula. Sé también que en cierto escondido callejón, a la hora en que el icancho saluda ia llegada de la noche, he de encontrar siempre a un anciano de ancha barba blanca que viene de regreso de los campos, solo a veces, con su nieto en otras; erguido, fuerte, sano como el genio mismo del trabajo y de la tierra. Sus ojos negros, llenos de luz, me miran con bondad; nos saludamos cordialmente, charlamos

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^^^^^m^^^^m a veces, somos amigos y sabe que amo todas estas cosas pues liasta he ido a su rastrojo a verle trabajar. En fin, no hay secretos para mi en estos largos caminos bordeados de árboles, llenos de pequeños animales, de trepadoras fragantes y de plantitas silvestres cuyos nombres y propiedades conozco desde largo tiempo. A todos los quiero. Todos tienen para mí cosas amables.

Pero esta colina boscosa, este cementerio con sus muertos humildes, las extraordinarias perspectivas que desde aquí se admiran, los perfumes que me trae el A'iento desde el seno de los bosques del naciente, se han adentrado más que todos los otros en mi alma.

Bn la aldea, un cuarto de legua distante de este sitio, me he conseguido seis pinos y los lie iilantado aquí, dos a la entrada y uno en cada esquina. Es agradable personificarse así, detener en esa forma un instante de nuestra vida fugitiva. Los años pasan; envejecemos de cuerpo y mucho más de alma; nada queda en nosotros del ser que fuimos, nada de nuestras pasadas ilusiones, de nuestros dolores, de las inquietudes que nos zarandeaban, de las alegrías balsámicas; nada subsiste en nosotros, en nuestra vida diaria, del mundo en el cual nos agitábamos seis, diez, quince años atrás. Pero he aquí que un buen día el acaso nos coloca ante alguno de estos amigos gigantescos: ¡cómo se despiden de las tinieblas entonces los recuerdos! ¡cómo se despiertan en nuestras almas, intensamente, horas y emociones pasadas que creíamos muertas!

La oración ha cubierto ya de entrelazadas sombras a las cosas.

Paso a paso, con el bastón al hombro y el sombrero en la punta del bastón, como de costumbre, regreso del pequeño cementerio por el estrecho camino perfumado, que grandes y nudosos árboles bordean. El sollozo de los pájaros crepusculares, el chillar de los insectos, el leve susurro de las hojas, todas las complejas voces de la noclie que llega, se adentran en mi ser, grata y melancólicamente. De pronto, a ras de suelo, en un lugar umbroso, veo una pequeña luz amarillenta que oscila ai)enas. (Es el santuario de un cráneo qus hace milagros y al cual llaman los aldeanos «el alumbradero de la calavera milagrosa». Una pequeña pirca de adobes, no mayor de medio metro, con su techo y su boca de entrada, guarda en su recinto, bajo tierra, el cráneo de un hombre que en vida fué sumamente bueno o en extremo desgraciado. A ese des I ojo los labradores le encienden velas propiciatorias, le rezan y le ruegan).

Me aproximo cautelo sámente. De rodillas ante el santuario, con las manos juntas en oración, reza con infinita fe. Su perfil es noble, e l e v a d a su estatura. Nada le turba. Su culto pagano, su ilimitada ado ración, el lluego, le absorben completamente. Está ante su Dios, cara a cara con la Divinidad. El habla; ella le escucha. ¿Qué honda tribulación, qué terrible desastre le zarandean?

Le veo agachar durante un momento la cabeza. Se alza de la tierra luego. Y em-

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]>rende la marcha. Aprieto el i)aso y me pongo a su par. Es un peón a quién conozco de vista, un mucliacho de faz amarillenta, víctima del paludismo. Muy pobre, va sucio y rotoso. Sé que cultiva un campito en compañía de dos hemiarios más y del anciano padre.

— ¿Va usted también hacia las casas? — le digo para trabar conversación, y refiriéndome al poblado de la aldea.

— Sí señor — me responde. -—Nos acompañaremos, entonces. El aldeano guarda silencio. Con palabra sencilla y afectuosa, le hablo

de las labores del campo, del tiemi>o, de pequeñas cosas que a los dos nos interesan verdaderamente. Mi indudable sinceridad, la confianza que le ofrezco, un cierto convencimiento de igualdad que logro infundirle, vencen su timidez, y me abre su alma, poco a poco. Cuando ya somos amigos, le pregunto:

— ¿Alguno de su familia está enfermo? — No señor. — ¿Le sucede alguna desgracia, entonces? — ¡Mal ando, y trabajoso! •— ¿Sí? ¿Qué es lo que le pasa? — Y, señor; que el «Azotao» de don Domin

go si ha enfermao bien mal. Y como le mos alquilao sano, teñimos que sudar pa pagarlo, si se muere.

— Pero deben de curarlo, deben impedir que se muera.

•— Sí, señor. Lo mos curao. Tuíto lo que nos han dicho que es güeno, le mos hecho, ¡y nada! ¡De mal en pior!

Los ojos se le llenaron de pena. Ahora j 'a sé por qué rezaba. Pedía a Dios por la salud del buey.

— Entonces la calavera milagrosa se lo ha de curar si es que ya no tiene remedio! — le digo.

— Así es, señor. Es la única esperancita. Vez pasada ella también nos lo salvó al Oscuro, el sillonero de mi mama.

Por un momento callamos. Luego agrega él:

— Si no juera por ella ¿qué sería de nosotros?

•— Tiene usted razón. •— ¡Es muy milagrosa, la mejor de tuitas!

Nunca deja sin consuelo al desamparao que le implora. •— ¿Y es antigua ya?

•Sí, señor. A mí agüelo li oído que cuando él era muchacho ya su tata

la alumbraba tuítos los viernes. — ¿No se sabe de quién era?

Diz que jué de un hombre asesinao por su mujer. Mu

cho sufrió el probé. Tal vez por eso nos ampa

ra; porque es bendito, porque tata Dios lo

ha recebío en su gloria. ¡Probé!

Sus palabras temblaban en la obs

curidad. Había algo grande y primitivo en

ellas: algo fresco, dulce, res ignado , h e r o i c o , inge

nuo. L legamos a la aldea. Nos despedimos. Y al continuar su

marcha, le vi adentrarse por entre en sombras del camino, melancólica,

plácida, sencillamente; con la serenidad amable y la tristeza serena de las vidas humildes.

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De Avellaneda

Acto de la coronación de la imagen de la Virgen en el festival religioso celebrado en el colegio de María Auxiliadora.

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E l futuro de su cutis SI usted pudiera, mirando a través de un

globo de cristal, ver reflejada su propia cara, tal como será de aquí a c inco. . . , d iez . , . , veinte años . . . ¿que vería, us ted? . . .

¿No sería un rostro casi desconocido, arrugado y áspero; o una cara pintada — pálida caricatura de la junventud. . . — la que, a consecuencia de su negligencia, vería reflejada en el espejo del futuro?. . .

¿O vería usted una cara de tez más clara y aterciopelada tal vez que la que posee hoy mismo; una mujer con un cutis exquisitamente lozano, cuyo encanto es muoíio mayor que la belleza de' las facciones?...

Para ver este último reflejo, comience hoy a asegurar la belleza y salud de su tez. El futuro de su cutis está en sus propias manos y en las de la naturaleza.

El cuidado del cutis de la cara presupone el empleo de dos substancias naturales: agua y cera pura mercolizada. Extienda cada noche sobre su rostro un poco de cera pura mercolizada y retírela a la mañana siguiente con un poco de agua tibia. Haga de ésto una obligación diaria y el globo de cristal del futuro no tendrá para usted sino reflejos agradables.

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De Morón

Estado en que quedaron los autos después del violento choque ocurrido en el camino de Hurlingham, catásíroie en la que perdió la vida el mecánico Roberto Báez (en el circulo) y resultó gravemente herido su acompañante el señor José Canocelli.

Y D I J O L A A B U E L A

¡Cuántos t rabajos nos aguardan en este m u n d o ! Siete hijos tuve , y mis m a n o s tuvieron que coser siete mort a j a s . . . Los hijos m e fueron dados p a r a que conociese las penas de criarlos, y luego, uno a uno , m e los qui tó la m u e r t e cuando podían ser aj 'uda de mis años. Es tos tr istes ojos a u n no se cansan de llorarlos. ¡Eran siete reyes mozos y g e n t i l e s ! . . .

Sus viudas volvieron a casarse, y por de lan te de mi p u e r t a v i pasar el

cortejo de sus segundas bodas, y por delante de mi p u e r t a vi pasar después los alegres b a u t i z o s . . . ¡Ah! so lamente el corro de mis nietos se deshojó como u n a rosa de m a y o . . . ¡Y eran t a n t o s que mis dedos se cansaban hi lando día y noche sus pañales . ¡Cuánto han l lorado mis ojos y cuán to t ienen todav ía que llorar! Hace tres noches que aullan los perros a mi puer t a . Yo esperaba que la m u e r t e m e dejase este n ie to pequeño, y t ambién llega p o r é l . . . ¡Era, en t r e todos , el que m á s quería!.

Cuando en ter ra ron a su padre aun no era nacido; cuando enterraron a su m a d r e a u n n o era b a u t i z a d o ! . . . P o r eso era, en t r e todos, el que más q u e r í a ! . . . Ibalo criando con cientos de t rabajos . T u v e una oveja blanca que le servia de nodriza, pero la comieron los lobos en el m o n t e . . . ¡Y el nieto mió se march i t a como una flor! ¡ y el nieto mío se muere lenta , l e n t a m e n t e , como las pobres estrellas que n o pueden contemii lar el amanecer!

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Cuando murió lord Brummel, en Caen, una tarde = Se hallaba en su aposento de la rué Saint-Lazare; = Vestía noblemente pero sin un alarde = Y esperaba a un amigo con quien iba a cenar. g

La muerte, en ese sueño del glorioso mundano, = Le había sorprendido, como un lacayo inglés, S Con el último libro de Chattam en la mano H Y el periódico de Addison todavía a sus pies. =

Declinaba la tarde y una niebla de Francia 1 Doraba las dos torres del Hotel des Monnaies. = Y en la vaga penumbra de la fúnebre estancia = El péndulo se oía de un reloj de pared. =

Entró Arturo, su amigo, luciendo su librea. § Vio a lord Brummel tendido con un gesto cruel g Y a la luz de una lámpara. sobre la chimenea s Recogió las dos líneas convenidas con él. =

«Captain Jess — le decía — quitaos esa gala. B Una cosa más «shocking» no se puede pedir. 3 Estoy un poco enfermo. Pasad a la otra sala s Y esperadme un momento si lograra dormir . . .» =

.. • Oculta en ojos de radiante lumbre, la recóndita lágrima ofrecía promesa y certidumbre de estrella a mediodía.

Y el corazón feliz se complacía cincelando la joya prisionera: ¡qué esplendorosamente asomaría su diamante escondido, tan pronto anochecieral

Llegó la noche. Herido, el triste corazón se consumía reclamando a los ojos el consuelo de la estrella invisible a mediodía y deslumbrante en el nocturno c i e lo . . .

Mas desde la vacía tiniebla respondía sólo un frío de espanto.

¡Lágrima que no intenta brillar en la alegría no ha de nacer tampoco, dolor, para tu Uantol

- Ab, Victoria, estoy fatigadisima. ¡Sácame las sortijas!

— Tü no quieres ni a Alberto ni a Rolando. áPor qné? — Porgue el primero no es capaz de nada y el segundo

s capaz de todo.

= Ella. — Papá ha prometido pagar los gastos de nuestro = viaje de bodas. S El. — ¡Espléndido! Jamás volveremos.

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En una | l a \ a es-Tañola. Las siete de ja tarde. IJA BARO->ESA DERUIZCALLB: sesenta años. Señora muy chajmda a le antiguo, perfil ro • mano, cabellos novados; conserva «ia línea».

DON ESTÉFANO: cincuenta y cinco años. Como todos loa diplomáticos, conoce mtimamente la vida de los casinos, ea un «virtuoso» del tresillo y guarda retratos, con expresivas dedicatoi'ias, de varias célebres artistas internacionales. Tipo reservado y decorativo; buen mozo aún.

Pasan unas muchachas vestidas de blanco, y cuyos trajes, dada su adorable t ransparencia , casi podrían suprimirse.

L A BAKONESA abanicándose). — ¡Afortunadamente las modas de hoy van cambiando! ¡No transijo con ellas!

DON ESTÉFANO (iranio). — ¿Por qué, baronesa? ELLA. — Por escandalosas. «En mi tiempos ninguna

mujer se hubiera atrevido a salir a la calle así. ¡Fíjese! El diplomático hace signos "de que se jija"). Vista la cantidad de tela que llevan encima, no sabemos si van al baño o si van a misa.

DON ESTÉFANO. — ¿Eso la indigna a usted? Pausa). A mí, no; muy al contrarío: me regocija. I.10 que usted juzga inmoralidad, es para mí seleccionamiento. La verdadera civilización en todo cuanto concierne a la higiene física y a la moral — higiene de las costumbres •— es una regresión al vivir primitivo. La belleza y la salud están «en lo natural». -Por eso de siglo en siglo el alma de Grecia renace. Créame: si la humanidad, en fuerza de civilizarse, llegase a la suprema sabiduría que es también la suiírema sinceridad, la suprema bondad, volverla a andar desnuda. «Haceos niños» — recomienda el Evangelio; — los niños no se avergüenzan de ir desnudos.

ELLA. — No le entiendo a usted. Yo pertenezco a mi época: una época evidentemente menos adelantada que la actual, pero más honesta.

1)0N ESTÉFANO. — Al contrario; mucho menos honesta.

ELLA (escandalizada). — jVa usted a negar lo evidente? ;.Quc descubríamos las jóvenes de entonces?

DON ESTÉFANO. — Nada. (Suspira). ELLA. — Acaba usted de decirlo. Nada. ¡En

tonces? DON ESTÉFANO. — Pero ese hecho sólo de

muestra que la costumbre de aligerarse de ropa no había llegado aún. No involucremos las

cuestiones; no coniundaraos la moda y la é t ica . . . so pena de equiparar la obra de Kant a las genialidades de los modistos de

la Rué de la Paix. ELLA (evocando recuerdos moceriles). —

¡Y qué bonitamente vestían mis contemporáneas! ¡Qué misterio, qué imán

de belleza imprevista la de aquellos trajes! Porque no me negará us

ted que más atrae y mejor intriga lo que se presiente o adivina que lo que se ve.

DON ESTÉFANO, (agiente).

ELLA. — Es el prestigio romántico de la penumbra, el éxito de la Luna, que ilumina a medias y pennite soñar, sobre elSolquelodicetodo.

DON ESTÉFANO, (rie).

ELLA. — ¡De qué ríe usted? ¡Digo mentira?

DON ESTÉFANO. •—• No. Río, porque escuchándola a usted acabo de comprender, mejor que nunca, la caudalosa inmoralidad, el agudo instinto de tentación, de seducción, que palpita en las mujeres que se tapan mucho. Hay un verso clásico, un verso más inmoral que la ruleta, según el cual nada más dulce y sabroso «que la fru

ta del cercado ajeno». Ese verso, que nuestros hijos apenas van al Instituto aprenden de memoria, es el alcaloide de toda la repugnante hipocresía de nuestras costumbres. Aquí a las mujeres se las «conquista» —• ¡qué palabra tan soez!, — se las piropea, se las pellizca, se les niegan todos los derechos, se las excluye de todas las profesiones... v se las viste hasta los pies. Sensuales y beatos a la vez, 'lo que mejor enciende nuestro deseo es el misterio, lo prohibido.. . lo adiv'inado. Más que ver, nos gusta imaginar, pues la fantasía vence a la realidad. Él español, fiel a su abolengo árabe, se asusta de lo que ve, y no se escandaliza de lo que sueña. Por lo mismo, tal vez, que en nuestro país hay demasiado sol, las almas íiuyen del sol. Usted, baronesa, al defender los vestidos largos, lo expresó en una frase de insuperable corrupción: «la Luna, que av'uda a soñar, es preferible al Sol...».

ELLA (interrum,piéndole). — No me ha comprendido usted.

DON ESTÉFANO. — ¡Demasiado! Quien no lee claro, dentro de su propio espíritu, es usted misma. Esas palabras responden a un sentimiento, por igual hipócrita y perverso, depositado en usted por dictados de la herencia; son la «espuma» de la r aza . . .

(Recobrando el tono frivolo). — Yo, por mi parte, aunque más viejo que usted,

(dice esto amablemente, seguro de que su colocí tora no ha de creerle) progreso con los tiempos, y trato de vivir lo más cerca posible de «la hora actual». Menos africano que mis conterráneos, prefiero «ver» a «imaginar»; porque lo primero es saludable, y es saludable porque en la visión reposa el espíritu: mientras lo segundo puede ser enfennizo. Así. me declaro en favor de los trajes actuales; los defiendo por hallarlos sinceros, porque dicen la verdad, y nadie debe maldecir de la ^ verdad. . . - .

ELLA. — Hay muchas verdades desagradables, mi querido diplomático.

DON ESTÉFANO. — Casi todas. ELLA. — Una mujer que tenga las

piernas torcidas, o demasiado grue- ' sas... o audazmente flaoas, no puede llevar las faldas de hoy día»

DONESTÉFANO. —Es evidente. ELLA. — Luego se contra

dice usted.

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DON ESTÉFANO. — No, baronesa: porque de las feas, yo no me acuerdo nunca. Todas nuestras acciones deben insjnrarse en un ideal de belleza. Las modas se inventan ')ara exaltar la hermosura de las hermosas, no para las deformes. Combatir la moda, tan limpia, tan remozadora, de las faldas cortas, porq\ie las mujeres patizambas no pueden llevarlas, es tan absurdo como dejar de imprimir libros por

que hay millones de individuos que no saben leer. El sol no sale ]iara los ciegos, baronesa; ni los paja-rillos que saludan el amanecer cantan para los sordos; ni para los tullidos o los cojos se hizo la gallardía de los caballos. , . Aspiremos a la perfección, a la riqueza, al t r iunfo. . . (Vna pat'aa). No la creo a usted capaz de aplaudir la salvajada de ese transeimte que, en París, acaba de romper a bastonazos el cristal de una joyería donde se exhibía un diamante tasado en un millón de francos.. .

ELLA vivamente). — ¿Cómo fué? ¿Lo dicen los periódicos?

DON ESTÉFANO. — Sí. EiXA. — ¿Ah?. . . ¡No lo he leido! DON ESTÉFANO. — Ese transeúnte troglodltico'halló

inmoral que en Francia, tan maltratada y empobrecida por la guerra, pueda haber nadie capaz de dar un millón de francos por un diamante, e intentó destruir la preciosa gema . . . En vez de alegrarse de que, a diario, se vendiesen muchas piedras a s i . . . ¡Ah! No comprendo esos espíritus que se complacen en la pobreza, en la quietud, en la fealdad.. .

ELI-A. — No sé qué decirle a usted. DON ESTÉFANO. — ¡Baronesa! ELLA. — Sí, s i . . . lo repito: «No sé qué decirle a

usted». ¡No me mire usted con esos ojos espantados!... ¡Un millón por un diamante!. . . ¡Qué escándalo!... El mundo está desquiciado...

DON ESTÉFANO (burlón y paradójico).—Y, aunque fuese vm escándalo, según usted afirma, ¿no debemos

alegramos de que sea asi? ¿No le gustan a usted los escándalos?

ELLA (ent ipejarta). — ¿A mi? DON ESTÉFANO. — No; bien veo que no le gus

tan. A mí, en cambio, me encantan. (Pausa). Desgraciadamente,los escándalos son muy raros.

ELLA, (se persigna). DON ESTÉFANO. — Ahí tiene usted un po

bre substantivo del que abusamos inconsideradamente en nuestras conversaciones.

El hecho más insignificante lo calificamos de «escándalo», y asi en vilecemcís el verdadero sentido de esa maravillosa palabra.

ELLA. — ¡Jesi'is! (Vuelve a signarse). DON ESTÉFANO. — Para que este vo

cablo conserve su significación legítima, el escándalo necesita ser

algo ]5erfeotamente descomunal;

/VVVWVVJ^'JVVVVVtf'.VUVVSiVVUVVV/VVV'i

algo insólito, removedor, desentu-mecedor. . . y dotado, además, de cierto carácter de universalidad. Los grandes escándalos son patrimonio exclusivo de los espíritus superiores. Marco Antonio, renunciando al mundo por Cleopatra... César pasando el Rubicón. . . la marquesa de Pompadour naciendo en una carnicería, y jugando después, desde el lecho de Luis XV, con los destinos de Francia. . . nos ofrecen tres escándalos ejemplares.'

ELLA. — No sé si habla usted en serio. "DON ESTÉFANO. — Muy en serio, baronesa. Lo

mejor de Osear Wilde, lo que acaso ha dado a sus libros la inmortalidad, es el escándalo de su vida. El proceso de lord Alfred Douglas es más famoso que Salomé... Los grandes escándalos, al igual que las grandes obras de arte, poseen una virtud desanquilosadora enorme, irradian luz, fuerza, porque chorrean personalidad. ¿Se acuerda usted de Landrú? . . . A mí Landrú me ha apasionado tanto como Shakespeare...

ELLA, (sonríe). DON ESTÉFANO. — Yo, ministro de Gracia y Justicia,

en lugar de castigar a los escandalosos geniales, les llamaría a mi despacho, para conocerles de cerca, y les sañalaría una pensión a condición de que, de tarde en tarde, realizasen algo ingente, absurdo, que sacase a la conciencia nacional de su sopor. Usted, baronesa, ignora el inmenso aburrimiento que pesa sobre nuestras ciudades, donde todos los días se recalientan las mismas conversaciones, y la vida, desde hace varios siglos, tiene un ritmo igual. Un año y otro, desde la juventud a la vejez, todos los habitantes hacen lo mismo, y ponen a los mismos hechos iguales comenvarios... Hasta que en algún rincón del mundo surge el espíritu, mitad artista y mitad demonio, del escándalo. Entonces todos aquellos cerebros que dormitaban, despiertan,

' vibran, los ojos parecen llenarse de l uz . . . ¡es como una resurrección de almas!. . . Bendito el Escándalo, que mata al Fast idio. . .

ELLA, (vi'elve a sonreír y con su abanico trata de disimular un hostczo).

DON ESTÉFANO. — ¿Se aburre usted? ELLA. — No, ' ^ e ro . . . ¿Y us ted? . . . DON ESTÉFANO. — ¿Me permite us ted ser

franco? ELLA. — Le ruego a usted que lo sea. DON ESTÉFANO. — Pues, sí; la verdad:

me he aburrido un poquito. ELLA. — ¡Claro!... En esta playa no

hay diversiones... DON ESTÉFANO. — ¿Ve usted, baro

nesa, cómo tengo razón? Si alguien, en estos días, hubiera dado un escanda-lo — un buen escándalo — usted y yo habríamos tenido de qué hablar, y hubiésemos pasado una tarde excelente.

,vvwvv^ñA^WlVVVbftWJ^nJVV^A^^ñiWAVW

— Yo no puedo hablar mal de ese crítico. ¡Acaba de elogiarme CTande-mente diciendo que mis brazos son parecidos a los de la Venus de Milol

OPTIMISMO - ¡Han silbado la obra durante los tres actos I - Aun podía haber sido peor. . . - áCómo? -Si: isi hubiese tenido cuatro actost

UNA PEOFECIA

— lOh! ¡Al ün voy a dormir por mucho tiempo 1

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De Villa del Parque

Los competidores preparándose para la largada en la carrera ciclista que organizó el club social deportivo "Sportsman Club VUIa del Parque", en el c i rcui to Villa del Parque-San

Mar t in , que desper té gran interés entre los aficionados al ciclismo, resultando vencedores los tres primeros llegados a la meta en el orden siguiente: Luis Sandres, Carlos Berna-che y Dionisio

Fiaggio,

L T PiVER P A R Í S

JABÓN REINITA

Calidad insuperable Perfume persistente

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Elogio de la

Destacándose sobre la parte derecha y superior del í3obTe, la estampilla reali-^'S, con su breve rec tángulo de color la obra maestra de un pintor miniaturista.

Ostente una cabeza coronada, ostente un busto de procer, ostente "n puerto inverosímil con dáisenas a]¡ena8 percepti-Mea y naves microscópicas, encierra siempre un significado alegórico y pcsee una reconcentrada virtud de evocación.

Cierta estadística confeccionada por un ingenio paciente, desinteresado y heroico, ha llegado a contar hasta 28.000 variedades de estampillas, todas con su sentido esotérico. Sea o no exacta la cifra, nuestra fantasía imagina sobre estes trocitcs de papel innumerables homenajes a la figura y a la acción del genio y del arrojo.

Por lo demás, es noble condición la del recuerdo agradecido. Mediante ella participamos, con lui poco de inmodestia, de la gloria ajena, y en solidarida<l con nuestros semejantes a través del tiempo, comprendemos la continuidad del género humano, renovado superficialmente ajsenas, como lo ha<;ía notar con su humanismo filosófico y amable aquel delicioso académico que Anatole France llama- Sylvestre Bonard.

Después de caída sobre la higiénica vereda o la fangosa calle, la inútil estampilla cobra un valor histórico para los. dedos reconstruetores, piadosos y amarillos del anticuario. _ Pero no hemos de mirar a la estampilla desde la

situación de espíritu del anticuario. Ella despierta en nosotros un optimismo secreto que deriva, seguramente, de la facilidad con q.\\e nos comunica a otros seres, suscitando una bella expansión del sentimiento. Y he ahí sintetizado el poder universal déla estampilla, <lue alcanzó a desvirtuar la ficción lírica de la.ausencia, tantas veces celebrada por los poetas.

Nuestra elogiada carece de los monosílabos mai'a-villosos del telégrafo; no presta, como el teléfono, un servicio instantáneamente personal; ]!ero son peiiee-tas su sencillez y su reserva. Le entregamos la custodia y la conducción de nuestro pensamiento con una (Confianza ilimitada, como no lo haríamos coix el amigo mfe discreto y confidente.

Y comienza la odisea silenciosa de la estampilla. A poco de despedirnos, afean su faz primorosa, como sn un tatuaje grotesco, los sellos sucios de tinta del correo; cae al fondo de las valijas tenazmente prendida W sobre de la ca,rta; viaja en el furgón de cola de los trenes o en el sórdido rincón de las bodegas del buque; sutre soporíferas fumigaciones y hasta indecentes manoseos en las aduanas. Sin embargo, llega a su destino, aunque con el aire de cansancio del viajero desvelado.

"asa de las manos indiferentes del cartero a las manos expectantes y nerviosas del destinatario. Y ya aol' Ki '^^ ^^^^ nuevo dueño, siempre eu unión indi-Otuble al sobre, duerme plácido sueño en el fondo w luz de los cajones do un escritorio o muere con un

uesprrón trágico en el canasto de los papeles insería carta sin la estampilla es una pequenez inerme,

c i i l^ l fuerza dinámica, carece de la libertad'esen-m de cn'cular. ¿Por qué las- legÍBlaciones i)Ostales eprunen como una violación el transporte privado

uc correspondencia? Precisamente, porque la éstam-i uia imprime a la pequenez inei-me de la carta un impulso cierto, un rumbo determinado, un destino fatai, que Ja ley — a pesar de su propósito de crear difioul-

e s t a m p i l l a p o r

A r t e m i o M o r e n o

tados — no ha podido m e n o s que reconocer.

Y gracias a I g r a n s e n t i d o práctico que despertó la estam-]>iUa, se ha llegado a dominar la voracidad fiscal, organizando sencillamente b ien

las cosas postales. Por otra parte, es en estas pequeñas cosas sencillamente bien organizadas, y que dan un significado social a la existencia, donde mejor se refleja la noble civilización.

El intercambio del sentimiento, en la fonna máa cara a la ternura y al amor, necesita indispensablemente del auxilio de la estampilla. La delicada intimidad del individuo, lo que hay en nuestro ser moral de profundo, rico y expresivo, no toma caracteres sensibles, no se encarna en palabras virginales o en' frases de una belleza insospechada sino cuando nos inclinamos sobre el pliego de la misiva, Y surge entonces, a les conjuros de un numen desconocido, una gran serenidad que nos envuelve, un grato de.5pertar de cosas recónditas que va llenando de figuras cordiales la soledad confidente del gabinete.

En el momento de escribirles ¡a carta, la madre, la esposa, la novia, la hermana, el amigo, vienen a no» sotros con su tesoro de saudades, para convivir una hora de emoción y de recuerdo, mientras un CJ: ro de voces familiares brota del silencio diciéndonos en voz baja: ¿Te acuerdas, corazón?

Escritores hay que han exaltado cierto ('derecho a la soledad». No parece sino inexistente ese «derecho a la soledad», como ridicula la «ausencias cantada por los poetas en medio de un sistema de comunioationea variadísimo y perfecto. Aun más; es absurdo el reclamo de soledad.. Esta no existe para el hombre cultivado, porque su esencia social le tiene horror, como la naturaleza al vacío. La vida civilizada es, precisamente, un proceso de destrucción a la soledad, aun a la soledad en el sentido figurado con que sueña el escritor misántropo. En efecto, ¿cómo- substraernos a la sugestión incesante que nos viene del mundo exterior? ¿Cómo substraemos a la silenciosa compañía del pensamiento, que nos encadena a los hechos del espíritu? La vida civilizada con su rumor y con su ritmo nos invade aún las regiones más obscuras del alma, nos incorpora totalmente a su movimiento universal. Y desaparece mos en el movimiento universal. Nuestra voluntad, con su contenido de acción y de resistencia, naufraga en el torrente impersonal y vasto.

Y para seguir derrotando a la soledad aun en s\i3 confines últimos, la civilización se vale de un científico, de un ingenioso mecanismo de penetración y de conquista. De este mecanismo forma parte integrante la estampilla.

Cromo de hermosura, sello de la reserva que se coloca sobre la confidencia escrita, símbolo de una organización universal y uniforme, este pequeño trocito de papel defiende con un heroísmo desconocido las fórmulas legibles del pensamiento. ¿De dónde saca su poder, de dónde pi-oviene su fuerza inníaterial? Saca su poder no de ese instrumento de violencia que se llama la ley, no de su represión arbitraria. Extrac su poder de un prínci])io moral; proviene su fuerza de la conciencia de, respeio que va suscitando sin descanso, de su virtud para solidarizar a los individuos y a lo.-i pueblos en el reconocimiento del más sincero y noble aspecto de la personalidad humana. Por eso vemos en ella, ante todo y por sobre todo, un signo de cultura que protege la espontaneidad de las, ideas y el decoro del sentimiento.

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De Martínez

Comisián vocinal pro-manualidadas de la escuela N." 4 y persona! docente que organizaron el lesüval dado con espléndida resultado en el Sillón teatro de la Sociedad Cosmopolita a beneficia de la obra educativa.

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N O T A Arrecia e] temporal; la lluvia azo-

•*ta violentamente los cristales, pero por la aristocrática avenida cruzan, fantásticos y veloces, los autos do

lujo que se hunden en la bruiaa de la •tarde camino de Palermo... Recuerdo entonces que a pesar de la incleraen-

• cia del tiempo lia de celebrarse en la suntuosa residencia de los señores . , Eriúzuriz-Alvear la interesante fiesta artística organizada por aristocrática junta de damas en beneficio de la Obra Benedictina. Evoco la magnificencia del cuadro en que ha de desaiTollarse la fiesta y comprendo qne, desafiando los rigores del cierzo y de la lluvia, los autos crucen velozmente llevando rumbo de aquel palacio encantado las esbeltas figui'as de mundanas irreprochablemente ataviadas según la moda del dia, tan desairada, ¡ay de mí!, y las deliciosas figuras de jantaño que arrastrarán su traille de brocado, los primorosos encajes tejidos de oro y plata sobre el tablado Iqne debo levantarse al frente del regio hall de estüo Benaeimiento...

Horas más tarde, y muy entrada la noche por cierto, me es dado escuchar las impresiones de una interesantísima y destacada personalidad mundana que, sin sospechar que hablaba para ustedes, lectoras amigas, rae cuenta de aquel deslumbramiento de color y de armonía. . . No deja de insinuar, sin embargo, que, a pesar del arte exquisito de las intérpretes del programa musical, éste debió matizarse con otras notas para realzar debidamente cada una de las joj'as elegidas . . . Y afirrha con sincero entusiasmo que fué Magdalena Bengolea de Sánchez Eiía la figura más admirada de aquella fiesta de ensueño: por esa su delicada belleza que ilumina la suave irradiación de su sonrisa y por el arte insuperable con que interpreta a Strauss o a Massenet.. . Suntuosamente ataviada, evocó toda la gracia y el sutil encanto de las damas del siglo XVIII... Menciona luego a Angélica Ocampo como la más bella y alrayente entre el grupo juvenil. Jfo dejó de lamentar la inteligente y p^-estigiosa figura de mundana que me refería tan confiadamente sus impresiones, el que fuera poco menos que imposible el comentar allí mismo las notas más interesantes de la fiesta porque la aristocrática asistencia se hallaba realmente apiñada en el enorme hall; la preocupación de conservar el sitio conquistado o la de descubrir un intersticio para poder retirarse a tiempo sin esperar una hora la llegada del auto bajo el pórtico de aquella mansión deslumbradora, paralizaba toda expansión) no hubo, pues, oportunidad para el obligado flirteo ni para el comentario,. . Para despacharse a gusto en tan interesante ocupación, hay que refugiarse en el te íntimo o en los salones en que algún riguroso duelo obliga a sostener con cierta animación el interminable desfile de ios visi tantes. . . Como cuento al caso he de reflejar aquí — según los datos de mi confiada amiga — mía escena vivida en una de las residencias solariegas de nuestra vieja y acrisolada sociedad. Se despide — .efectuada la visita que impone un triste aniversario -— una interesante d a m a . . . «Antes de llegar al portal», según se estila entre gente de buen tono, se comenta y analiza el doloroso drama íntimo en que se viera envuelta, hace algunos meses, la figiira femenina que acaba de despedirse de sus amigas; ella solamente pudo mantenerse erguida y serena en medio do aiquel drama, confirmando entonces los prestigios de sil virtud y de su bondad incomparables...

Pero la rueda de aiuigas comenta, analiza y censura su actitud: ¡ha sido demasiado buena! Es tan extraordinaria la afluencia de visitantes, que han debido dividirse en distintos grupos; mientras en determinado círculo se repite por milésima vez la conocida historia, dando los últimos detalles de la-demanda de divorcio iniciada hace ya algún tiempo por el protagonista de una aventura que podría dar tema a Bourgeí para un nuevo «Draine dans le monde», alguna de aquellas elegantes damas encarece a su auditorio: «Por Dios, iio lo ré])itan 4 Fulana — conocidísima dama que preside desde su .entrada el circulo del salón vecino — porque ya saben ustedes: tiene una lengua viperina..".)).

Entre tanto, la aristocrática figura aludida, cjue

llevaba como siempre la palabra, ofreciendo a sus oyentes una versión distinta sobre el mismo drama de familia, les recomendaba hablar más bajo para que no pudiera enterarse Menfjana... Y, ¡oh singular coincidencia!, calificaba a la amiga, tan comentadora como ella, con la misma indulgente frasecita que le fuera

dedicada; «Hay que temerle porque ya la conocemos: ¡tiene una lengua viperina!».

Hemos de rozar en la crónica de hoy muy distintos asuntos, lectoras amigas. . . El poderoso engranaje dé la vida que llevamos arrastra y arrebata las^ más diversas impresiones... Queda una, sin embargo, intensamente dolorosa, porque ella puede llevar hondo desencanto a los espíritus que no conozcan la verdadera fe, que no esperen en la infinita, divina misericordia . . .

Hace muy pocos días la febril y rumorosa cosmó-polis rendía el postrer tributo de admiración y de cariño al orador insigne, al poeta lírico que oyó aclamar su nombre por la multitud en días llenos de luz y de entusiasmos... y «sobre el verbo elocuente, sonoro, incomparable, cayó la lápida del sUencio eterno.. .» ' >

Llegada la hora de la suprema despedida, vibrante aún la palabra de los que fueron sus admiradores y amigos, alguno de ellos — que alzara tal vez la mirada hasta la divina imagen que cual símbolo de perdón y misericordia preside en la últüiia morada tales ceremonias — reclamó la presencia de quien, en nombre del Salvador del mundo, podía rubricar el signo de redención suprema. . .

Todo fué inútil y nada pudo vencer la tenaz resistencia del que debió i'ecordar en ese instante la luminosa misericordia de Jesús de Nazareth.. . Pero cuando^ al terminar su oración fúnebre uno de los admiradores del poeta evocador de nuestras glorias dijo, intensamente conmovido; «Hermanos en el arte: rezad un Padre Nuestro porque se fué el poeta, porque sé fué el maest ro . . . i> la multitud vivió un instante de severo recogimiento que solemnizó la austera despedida; miles de corazones se unieron en la plegaria ferviente y sincera. . . •• j

Buenos Aires, agosto 23 de 1922. í

T R I O L E T

La luna blanca con amor platea

Es te rincón, don,de queremos t an to

T e n e r el fuego pu ro de la idea.

La luna blanca con ainor platea,

Muy bondadosa , con su miel hiblca,

Es t e r incón que sabe mi quebranto .

L a luna blanca con a m o r platea

Po rque está loca de querernos t a n t o . . .

Ó S C A R A L B E R T O I B A R

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El n ú m e r o de agos to presenta un interesante

S U M A R i o " Fiesta aristocrática en el palacio de los señores Errá-zuriz", por Consuelo Moreno de Dupuy de Lome; brillante nota de actualidad social y artística en la que se comenta literaria y fotográficamente una velada memorable. " Alfonso XI I I y Marcelo T. de Alvear", valioso documento gráfico de la histórica entrevista.

<(La sala de los pintores argentinos en la Exposición de Venecias, por Rafael Simboli. «PLVS VLTRA en Méjico: Reliquias y progresos», por P. Lemaire. «Nocturno espiritista. Nocturno de los amores efímeros», por Arturo Capdevila, ilustración de López Magail. «Sánchez Sorondo y Serapio Gozón», por Jean Paul. «Mujer. Una voz», por Juana de Ibarbourou, ilustraciones de Sirio. «I-a muerte de Vatel», por Manuel Aznar, ilustración de Larco. «Dos sonetos», por Matías G. Sánebez Sorondo, ilustración de Alvarez. «Un libro», por Juan Cancio, ilustraciones de Sirio. «La tentación de Buda», por Eduardo del Saz. «El monólogo de Don Juan», por el Vizconde de Lascano Tegxii, ilustración de Larco. «El escultor José Fioravanti», por Fernán Félix de Amador. «De tierra adentro», por Raúl P. Osorio. «La leyenda de José», de Ricardo Strauss, por Claire Patek. «La coyunda del nombre», por ArgUS, ilustración de Alvaiez. — Reproducciones: «En la ventana», óleo de Anders Zorn. «Una dama», óleo de Edonard Manet. «Retrato al pastel», de Miguel Petrone. «Señorita Zelmira Reyes

Oribe», por Van Riel.

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Page 40: Nº 1248 02-09-22

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Señar Eduardo Luis Quaranta. — Capital,

Page 41: Nº 1248 02-09-22

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Page 42: Nº 1248 02-09-22

Notas varias

Seniente ¿gastín H. de la Vega.

Capitán Juan Airitiaa. Señor Victot Fernández Baz&n.

Uegidos para representar al Club Hípico Argentino en IOB grandes torneos hípicos aue ¡ celebrarán en el Brasil.

Eeñor Alberto E. Al- Señores Bamón Idizarre y Fermín Señor Segnndo Iiaoay. bornoz. — En Paraná. Gittoni. — En Zapato (Henguén). — En B. Barro. Vencedores del premio "Caraj y Caretas" en el Tiro Federal de sus respectivas localidades.

B A N Q U E T E

D E A M O R

Y en la mesa, el viejo, alegre y satisfecho, rodeado de sus hijos, contemplando el ramaje de los verdes arbustos y las encarnadas flores de la¡í enredaderas, les decía:

"La mañana, hijos míos, es la vida. Es la infancia llena de amores, de esperazas y de ilusorios ideales. Banquete de amor de la adolescencia. Ert la mañana de la vida, debe el joven trabajar, depositando como la hor* raiga en el granero subterráneo su pande! invierno como la abeja su niieli símbolo del pan espiritual.

"Trabajad, hijos míos, recreando vuestro espíritu con las sabias' enseñanzas de los grandes maestros y de los inmortales filósofos. ,;'

"A los treinta años empieza a atar< decer. El sol de la existencia camina' hacia el ocaso, y el hombre necesita apoyar su cabeza sobre los hombros; de los seres que han formado con sus consejos y con su experiencia.

"Knalmente, la vejez vendrá, semejando la noche con sus siniestras sombras. Pero si habéis foi|mado corazones enteros; almas tiernas V; educadas sin egoísmos ni projuicios, en medio de esas tinieblas e-splendérá un sol que iluminará vuestros es--])íritus con los brillantes destellos, del amor y de la esperanza."

Y el anciano, al expresar sus ideas,' escudriñaba la mente de sus. hijos, como queriendo grabar en sus coi-a-: zones toda aquella lección.

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Page 44: Nº 1248 02-09-22

íAvCCffiA Entre las dos enfermeras más forzudas la sacaron

B la galería, inundada de sol, en un desbordamiento de exuberancia primaveral. Estaba muy débil, de resultas de una operación cruenta, que la tuvo en trance de morir, y que no puso término, al parecer, a la dolencia implacable. Por vez primera, después de tres semanas, abandonaba el lecho. Era como una resurrección su entrada en la galería, al través de cuyas vidrieras veíase el jardín, lleno de almendros en flor, oloroso a vida; donde piaban los verderones y tejían vuelos caprichosos las inquietas mariposas.

Don Andrés, el médico, que. salía de la sala de operaciones, se detuvo al pasar, diciendo con su rudeza cariñosa.

— ¿Q^é tal vamos! Las mejillas de la enferma se colorearon tenua-

mente. — Algo mejor; muchas gracias. — Claro está que mejor. Parece usted otra. No

dábamos dos cuartos por su vida. — Es verdad, sí, señor: estuve muy mala. '•— Pues, cuidarse, y nada de imprudencias. Y,

sobre todo, que no se salga de la t'ilcera la capsu-li(a que colocamos en ella. Eso es la salvación. A eso le debe usted la vida.

— Sí, señor; no se saldrá, por la cuenta que me tiene.

Alejóse don Andrés hacía la puerta con sus Srandes zancadas características. Una asilada, con-vaicciente ya de su padecimiento, se aproximó al fciüón.

— Es un santo don Andrés, i verdad ? — dijo.

— Sí, señora. Conmigo estuvo algo desacertado al principio; pero, gracias al interés que se tomó luego, he podido salir adelante. Como que si no es por este aparato que me puso, no lo cuento. Por instantes me siento renacer. Siguiendo así, dentro de tres o cuatro semanas, a la calle.

— ¿ Supo usted ya de su familia ? — No, señora; eso es lo malo. Mi familia es mi

hijo, mi Julián; y no viene, ni me escribe, ni nada. — Ya vendrá; a lo mejor, los hombres están eu

sus cosas, en su t rabajo . . . — Llevo aquí tres semanas; ha podido venir un

jueves. — Como no es más que un d í a . . . Si a mano

viene, se le habrá hecho t a r d e . . . — Me hubiera escrito. No, señora, no hay que,

hacerse ilusiones. Es que se ha olvidado de mí. No es que sea malo; pero los pocos años, los amig o s . . . Y luego, que los hijos no son para nosotras lo que nosotras para ellos. Con mi enfermedad es- " taba .muy harto; ¿ qué culpa tenía yo, pobre de m í ? . . . Ni se acuerda de que tal madre t i ene . . .

— Pero, señora, también es gana de mortificars e . . . Hoy es jueves; acaso hoy mismo. . .

— í Ay I No, señora. El corazón me dice que no. — Pues, a veces, el corazón se equivoca. Y si

no, rm're usted hacia la puer ta . . . Al final de la galería la celadora hablaba con un

joven, señalándole la dirección de la enferma. — j Ay, Dios mío I Sí es Julián, mi Ju l ián . . . — ¿Lo ve usted? ¿Se convence usted de que es

una tonta ? Acercábase Julián, muy jaquetón, pisando fuer-

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te ; pelliza flamante, pantalón abotinado, botas charoladas, gorrilla de visera. Abrazó a la enferma, que se colgó del cuello con más bríos de los que se hubieran esperado de su aparente debilidad.

— Pero, madre, no es usted nadie apretando.. . — ¡ Ay, Julián, tú no sabes que me da la vida el

v e r t e ! . . . Llorando estaba porque no venias . . . Hubo explicaciones: mucho trabajo; el maestro

que se ponia ton to . . . — ¿Y escribir? ¿Por qué no me has escrito? — i Usted verá! Las ganas que» va uno a tener

cuando llega con el cansancio de todo el día. Era mejor venir; pero luego, en el momento preciso, alguna pejiguera.. . Hasta que hoy me dije: así se hunda el mundo. . .

Hablaba en tono protector, escuchándose, convencido de la alta honra que dispensaba a su madre, cuyo rostro resplandecía de contento.

— Pues, como te digo, ahora voy mejorando. Estuve muy malita, no te creas. Pero desde que don Andrés me puso esto, como mano de santo, i Chico 1 Dicen que vale 5.000 duros . . . ; — ¿El qué? ; — Esto que llevo en la úlcera. ; Sonrió Julián, incrédulo. • — ¡ Cinco rail duros !

— Lo que oyes. Una cosa de un nombre muy r a r o . . . No sé qué de radios . . .

— ¿Radios? Será radium. • — Eso es. ¿ Tú sabes ciué es eso ? ' — H e leído algo en IoÍ! periódicos... ¿Y dice usted que lo lleva en la Haga?

— Si. Y desde entonces mejoro por momentos. Como que de aquí a diez o doce d í a s . . .

Los ojos de Julián relampagueaban. ' —Oiga usté, madre, menuda ocasión.. . . —¿Para qué? ' •—Si me diera usté e s o . . . i — j El qué ? . ' —Eso que lleva en la her ida . . . E! radium. . .

— i Para qué? — ¡Toma! Para ser felices. ¿Quién nos tosía a

nosotros con 5.000 duros? . . . — ¡ Calla, Julián! Ni sé cómo piensas eso. Y rae-

nos, cómo lo dices. —- Pues porque se me ocurre. Está usté muy an

ticuada, m.adre. Hay que vivir lo mejor que se pueda. Así como asi nunca sale uno de azotes y galeras. . .

— Además, si esto es mi sakid mi v ida . . . •— Esperábamos a que estuviese usté mejor. Por

supuesto, que acaso pudiéramos ahora. Hubo una pausa. Julián miró en torno suyo. Na-

<1ie en la galería. A un extremo cruzaba la blanca toca de una hermana de la Caridad, como ave sagrada de un rito sublime.

— A ver, enséñeme usté eso. — Pero, Jul ián . : . — i Ea ! Venga ya • Obedeció la madre, y extrajo del pecho la pana

cea,^ incrustada en la úlcera maligna. Era una pequeña ampolla de platino, con un vastago del mismo metal, como asidero.

— Ya ves tú, qué cosa más pequeña. . . Julián observaba cuidadosamente el objeto, al

parecer tribial, que valía una fortuna. — Esto es muy fáci l . . . En el taller hacemos

cosas por el estilo. Se abre, se saca lo de dentro y Se cierra después con el soplete. . .

— Eso; y a mi que me parta un rayo. — No sea usted tonta. Verá usté. Yo me lo Heve

ahora . . . — ¡Julián, por Dios 1 — Cállese usté. Esta noche tengo que ir al taller.

Saco un poquito de radium, no todo, para que no í<i noten, y para que usté se cure. Tardará unos

días más, pero eso no importa. Y cuando salga usté del hospital tendremos nuestra casita, en los altos de Amaniel, con un corral lleno de gallinas y de palomas, para que usté las cuide. ¿ Qué tal ? ; I •—¡Por Dios, hijo, no sé qué decirte! I —Que le parece todo muy requetebién. Mañana, a primera hora, le envío la cápsula con el señor Felipe, el practicante, que come en la taberna de al lado. Para que no se enteren vendrá dentro de un panecillo. Se la vuelve usté a colocar, y aquí no ha pasado nada. Y, sobre todo, ni una palabra a nadie. ¿Quedamos en e l lo? . . .

Muy de mañana, el señor Felipe trajo un envol-lOrio a la enferma, de parte de su hijo. Reintegróse la'cápsula al pecho lacerado. Nadie habia advertido nada. En cuanto se pusiese buena del todo . . . Claro que "aquello" no estaba bien; pero Julián lo habia querido, y además se trataba de la felicidad de los d o s . . . ¡Oh! Cuando estuviese ella en su casita, echando de comer a las palomas. . .

Pasaron días sin que volviera el chico por- el hospital. Esto era lógico, para rehuir posibles sospechas. Pero tampoco escribía, lo cual no encerraba peligro alguno. . . Tornó a estar triste, pesimista. Además, la dolencia, lejos de mejorar, estacionóse, para retroceder a poco visiblemente. Don Andrés fruncía el ceño al observarla.

— Es extraño, ínuy extraño; tan bien como iba e s to . . .

Un día la preguntó bruscamente: — ¿ No habrá usted hecho ningún disparate ? ¿ Ha

sacado usted de su sitio la cápsula de platino? Tuvo energía suficiente para fingir sorpresa. — ¿ Yo ? No, señor; ¿ para qué ? • •— Vamos a verlo. ' • Extrajo por sí mismo la cápsula y la examinó

detenidamente. No presentaba señales de fractura, ni de la menor violencia. Además, ¿ cómo hubiese podido abrirla aquella mujer, sin herramientas a propósito?

, — Pues no lo entiendo. Quedó la enferma pensativa. Seguramente a Ju

lián se le fué la mano y tomó más cantidad de la que habían convenido. ¿Y si lo hubiese tomado todo ? Rechazó la suposición. Sabía él que esto era matarla. Y, sin embargo, al haber perdido la panacea su eficacia totalmente.. .

Le escribió. Todos los días aguardaba la respuesta. "Hoy tendré carta." Por miedo a despertar sospechas, no preguntaba al señor Felipe. Pero, al fin, se decidió. Y el interpelado fué explícito.

— i Qué si veo a Julián ? Casi todos los días. Este puro me dio anteanoche. ¡ Cualquiera le conoce ahora, con el postín que se ha echado! Dicen si le tocó la loter ía . . .

No quiso saber más. ¿ Para qué ? Robó todo el radium, y con su producto se divertía en grande. 1Y en tanto, ella, muñéndose a chorros! Pensó confesárselo a don Andrés, para que le pusieran otra cápsula en substitución de la inút i l . . . Para ello tenía que denunciar al ladrón, perderlo para s iempre. . . No. Después de todo, sin su cariño, la vida carecía de objeto . . .

No volvió a proferir una queja. Abstúvose de salir más a la galería. Los enormes progresos del mal y el decaimiento de su ánimo la hicieron guardar cama. Se sentía morir por instantes. Avisó a Julián por conducto del señor Felipe: "Dígale usted que quiero despedirme de él; que venga un momento". El señor Felipe dio el recado, pero Julián no llegaba. "¿ Por qué no querrá venir, si yo le per-

•dono? Tal vez m a ñ a n a . . . " Hasta el día de su muerte le esperó. En vano. Y

el terrible secreto se fué con ella a la tumba.

Athrúry^^^tjmdilh, CJJbUJ^ DZ M A C A V A

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La inundación en Avellaneda

0 áoctoi CantUo y los ministios Túitandg los puntos más castigados.

Barca repaitiendo víveres a los habitantes de las casas aisladas por las sgoas.^—En' circnloi El ediiicio del correo de Villa Domlmco.

"La/O abundantes l luvias . , . las inundaciones. . . y el frío reinante, han disminuido grandemente la producción de leche fresca, haciendo mermar en varios cientos de miles de litros el abastecimiento de la capital. Sin embargo, no se preocupe si su lechero no le trae la leche y asimismo rechace la leche aguada (a veces con aguas sucias y contaminadas) que otros le ofrezcan. . . -, -

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bre se clausura este Concurso.

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Page 48: Nº 1248 02-09-22

EINX^TEIN Ilacedías se ocupa del asunto

y, absorto y cejijunto, hal ¡a de Jo finito y lo infinito,

y pierde el apetito y está inquieto y padece

queriendo en vano resolver e! punto, y suspira y parece un pichón de difunto.

Por íin, después de insomnios prolongudos y de razonamientos desdichados,

llega a estas conclusiones, fruto de sus maduras reflexiones:

— Newton era estudioso, honrado y laborioso. Meditaba un momento y ¡zas! un nuevo invento,

porque era un inventor maravilloso. También era un sublime matemático,

pero jcaso curioso! era para el amor un poco apático.

Parece que se dijo con prudencia: «O el amor o la ciencia».

Y, en vez de ir a parar al manicomio, loco de amor por una señorita

más o menos bonita, ¡lanzó cada pedazo de binomio!

Tan sólo tuvo una pasión volcánica: transformar la mecánica.

Fué Newton un coloso verdadero y falleció soltero. De su labor titánica

se ocupó con elogio el mundo entero. '

¡Qué cerebro tan vasto! Fué genial, ¡oh, señores!, y fué casto.

Einstein, que es alemán y que, sin duda no debe abominar de la cerveza,

es Otra gran cabeza. Su inteligencia aguda

ha llegado hasta un límite estupendo. Einstein fundó, incansable, su sistema admirable

que yo creo entender y que no entiendo. Me pasa exactamente

lo mismo que le pasa a mucha gente. Pues bien: ese cerebro extraordinario,

ese genio profundo, se casa como lo hace todo el mundo; no es un Newton, es todo lo contrario.

El sabio se enamora y se cansa, después, de su señora.

¿Qué hace el sabio tudesco? Lo que otros; se divorcia, lo más fresco, y se vuelve a casar. Así es que, ahora,

no falta un mal pensado que afirme que el mismísimo demonio

es el que le ha inspirado la relatividad del matrimonio.

[Newton soltero y Einstein bicasado! Newton tiene que ser el derrotado.

Y lo tendrá que ser, ¿qué duda c a t e ' No me parece mal que se le alabe

y se le l indan todos los honores; pero un genio, señores,

ex casado y casado ¡lo que sabe! DIBUJO DE M A C A V V

C;3¿IX'IA.

Page 49: Nº 1248 02-09-22

I Gath & Chaves I en plena I Liquidación

Page 50: Nº 1248 02-09-22

Preste Vd. atención a esto:

XEREZ-QUINA RUIZ es un producto de más elevado precio que sus similares porque está preparado con base de buen Jerez añejo.

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V

.tf

Page 51: Nº 1248 02-09-22

A Ñ O XXV

BUENOS AIRES. 2 DE S E P T I E M B R E DE 1922

CARA5YCARETA5 N." 12! 8

J0S1-: s. Ai.\AKi-;z FUNDADOR

EStXDÓS tlNlD05

ESPOSA

V , on I rale r n \ d ¿\ d.'

OvKUimLTKMIia

, ^ ^ - - > - - ^

'-^O <i ;¿- ' ^^^^<-r'^í-^ '^ ^

I. prnrcsn (le la rt'\"ohioióii Itrasilcna (le la iii(le])cn-(Iciicia fiir (listinl<i eU'l |irt)cfsii (le ias i-('\'(>luci"-ncs (If los ])a¡s('w liis]tan(i-iMuericaniis do la ADD'TÍ-

r a del ¡Sur. Antes (le la

<i<4 la miijer ar^c-niina, reina d¿ ¡a belleza y de ¡a elegancia, cumplimientos alectuosos de

M ary Sayao Fessoa.>>

TRADUCCIÓN DEL AUTÓGRAFO.

(lim i'odrd. OcauTÍó etiloiices (|iiO la política lU' l.islxia y la de líin de .la-neirii, es deeir. la ixililiea iMirtuuuesa y la iKilltiea lirasileña lU) eoineidiernn , espeeialiuettte en lo Idean te a la l'ru-\ ine ia Oriental , iiue en l.isluta se (|ne-ria si 'parar del líi-asil. u pur le niem

. lleL'atla a Río de Janeiri i de la enríe puf- iienn.ilirle que ella misma sf priunnu-iasi' sobre su li,í"' '"' ' ' . '• '> 1''<IIH. habia habido en el Brasil in ten tos revo- deslino, pues la .Vr'jen. ina no habla r<'eiinoeido la j^^ loijarios. cuyo or¡L'en estaba e n la indei)endeneia de los ane.-íióu al Urasi!. Aileuiiis. las ( 'orles de Lisboa enten-e¡l..'^ " ' ' ' '"" .\''•>• hi 'devolución h'raneesa: pero aquel su- (lian jjidjernar al Brasil como una siiu|ile colonia, siliui-, . | ' p ' '"!'*nvo las tendencias hacia la independencia: pues eion ipu' los brasileños no acepiaron , y de ahí el sirilo tu""'.' '^' ' I'"*' ''' ' '^'''' '"' elemento prineiiial del im|ierio por- de l]iiran,L'a. el 7 ile scpticmbrí ' de ISi i ' . que tuvo como ^la/'-f' '"' ''"^ '"^ brasileños resul taban |)oco meims cpio consecuencia la indeiicudeneia del país \- su const i tución

h'í e"'"'^ Vi'opiamente nacionales la expansión del jiaia como imperio, liajo el cetro de don l 'cdro I. I.os portn-] ' ' '^j^ ' inirte. e(]u la ( ! u a \ a n a francesa, y hacia el i-io de sneses (piisieiim resistir; iiero fueron vencidos, y ei ^ 1 hita, con la l'iMviucia (Irienlal del r ru .nuay, que huperio ilcl Brasil subsis'. ió has ta ISKil, año en ipu' fué Concluyó por ser II"I¡MII i . a i u - n l e ineor | iorada. Cim dc| iucsto el ,i;ran eiupi'rad(u- don l 'cdro II y e s l a b l e -

tildo, (hiranle la pci',u lueucia de don J u a n \ ' l en eida la república. iCn su si-ilo de \ ida independiente i-'l B>rasil hubo c-onalos rcpnblieanos en Bio el pais vet-ino y anúiío se ha eoinpiistadi ' , en Sod(!s

I d a n d c del Sur, y pan icu lannente en l 'ernam- h'S órdenes de la aci i ' . idad humana , una sitiui-bueo, en dondí; .se oríj:ani'/.ó nna rejiúbliea (pte cit'ai e.\cel(Mtie, y su i'rimer centenario le en-

í'ué ahogada en sauL'ie. Kn 1821 don .luán cuenl ra feliz, prós| iero, sóli<lo en sus inst i tu-VI tuvo que \-ol\-er a Portugal , v dejó cion.es y ^ran pors fn i r , ¡xir cu.va reali/a-

eoiuo i'eicnfe en el Brasil a su hijo ción formulamos his lUiis sinceros vtitos.

Page 52: Nº 1248 02-09-22

C A D E T E S DE LA ESCUELA MILI

TAR, LA MÁS ALTA E X P R E S I Ó N

D E L E J É R C I T O DEL BRASIL, DES

F I L A N D O EN T R A J E DE GALA

POR LAS CALLES DE LA C I U D A D .

CÍTASE COMO UN E J E M P L O LA

INSTRUCCIÓN Y DISCIPLINA QUE

EMANA E IMPERA EN EL I N S T I

TUTO DONDE SE FORMA LA F U

TURA O F I C I A L I D A D .

E S C U A D R O N E S DE C A B A L L E R Í A D E L B R I L L A N T E E J É R C I T O BR.ASIUENO,

CUYA HISTORIA HEROICA ES UN BLASÓN DE HONOR.

Page 53: Nº 1248 02-09-22

LAS F U E R Z A S NAVALES Y LAS DE

AVIACIÓN T I E N E N EN ESTA I N

T E R E S A N T E FOTOGRAFÍA UN A D

MIRABLE E X P O N E N T E DE SU PO

D E R Í O . EL P U E B L O BRASILEÑO

ESTA ORGULLOSO DE ELLAS; SON

EL SÍMBOLO Y LAS BASES DE LA

D E F E N S A NACIONAL, Y ENCAR

NAN LA C O N T I N U I D A D DE UNA

TRADICIÓN GLORIOSA.

UNA CEREMONIA PATRIÓTICA A BORDO DEL ACORAZADO «SAO PAULO», QUE CON EL «MINAS

GERAES» CONSTITUYEN LAS DOS NAVES MÁS PODEROSAS DE LA ESCUADRA BRASILEÑA.

Page 54: Nº 1248 02-09-22

VISTA PARCIAL DE LA HERMOSA AVENIDA RÍO

BRANCO. EN P R I M E R TÉRMIWO Y HACIENDO

E S g U I N A APARECE EL E D I F I C I O DEL P R E 5 T ! -

C.lOtO DIARIO (^JOURNAL DO B R A S I L Í J .

LOS J A R D I N E S QUE RODEAN LA INIGUALABLE B A H Í A

DE R Í O . Y POR E N T R E LOS CUALES CORRE LA A V E

NIDA BEIRA MAR.

l A S • M A R A V I I Í Á S - 1

BLOQUEADA estrechamente por una incom-jiarable naturaleza, mimada con afán filial por sus habitantes, Kio de Janeiro

es una ciudad de encanto. La bahia, donde todo hombre de tempera

mento artistico siente la emoción de lo sublime, es un joyel esmeraldino destellando bajo el sol. El arte y el buen gusto supieron ajiro-vechar la hermosura de aquellos paisajes-

AS.UECTO DE UNA UE L.AS HARTES MÁS NOTABLES DE RIO. SE VEN EN ÉL LOS

MUELLES, LA AVENIDA RÍO BRANCO Y A SU FONDO EL FAMOSO PAN DE AZÚCAR.

Page 55: Nº 1248 02-09-22

RIO iG JANEIRO para tender avenidas, paseos y balnearios.

Y dentro de la ciudad el progreso edilicio reali'/.a sns obras, en las que procura superar las de otras urbes, siempre ayudado por circunstancias favorables.

De este modo la capital carioca afirma cada vez más sus atractivos, y ofrece al turista \in tipo de metrópoli moderna digno de ser AÍsitado entusiasta y detenidauíente j|)or los •-amateurs).

LA PINTORESCA BARRIADA DE SANTA TERESA.

LA L U J U R I O S A VEGETAC IÓN CUBRE EN MU

CHAS PARTES A LAS CASAS E N C A J A D A S EN

LAS LADERAS DE LA MONTAÑA.

L-»_.^ TOMADA DESDE UN AVIÓN, ESTA F O T O G R A F Í A MUESTRA LA TERMINACIÓN

DE LA A V E N I D A RÍO BRANCO Y EL PRECIOSO PALACIO MONROE-

Page 56: Nº 1248 02-09-22

EL E S F U E R Z O DE LOS H O M B R E S HA EMBELLE

CIDO A R Í O , P E R O LA NATURALEZA LE HA DADO Sh'ir'p,'^ TAL I R R E S I S T I B L E ENCANTO QUE SU M A G N I F I

CENCIA LLEGA A LOS L Í M I T E S DE LO S U B L I M E .

AQUÍ EL E S P Í R I T U SE S I E N T E COHIBIDO ANTE LA GRANDIOSIDAD DEL

ESPECTÁCULO.

EL A L A M B R E C A R R I L Q U E LLEGA HASTA EL FAMOSO P A N D E AZÚCAR, CRU

ZA S O B R E EL A B I S M O ; Y LOS V I A J E R O S D E L PEQUEÍ^O COCHE VEN COMO

EN UN ENSUEÍ^O FANTÁSTICAS Y M O D E R N A S C O N S T R U C C I O N E S .

Page 57: Nº 1248 02-09-22

CON-EL MNISTEO

DON PEDID-DE TOLEDO

TOCA celebrar al Brasil el centenario del día primero aquel — 7 de septiembre de 1822 — en que se pro

clamó americano, cortando las amarras que lo retenían al reino de Portugal y haciendo de estas hermosas comarcas donde Voltaire puso el Eldorado, el imperio del Brasil. J^a república solamente se implantaría en 1889.

El Brasil ha querido festejar ei aniver-Bario dándole todo el lustre que la fecha exigía. Muchos son los torneos que ha preparado y hemos visto con singular placer alistarse al acto rememorativo todas las repúblicas hermanas y hacerse de ese aniversario una fecha nuestra.

La oportunidad de la exposición panamericana ha permitido dar una forma concreta a esa asamblea Totiva. El gobierno, las industrias, la prensa, la sociedad y el sport lian acudido al certamen. Si el Pabellón Argentino no ha jiodido abrir sus puertas el iirimer día, estarán presentes en el momento histórico los representantes de las eml)ajadas ahididas. Los barcos han partido estos últimos días rumbo a Río de Janeiro llenos de turistas argentinos que no querían faltar a la hermosa reunión.

El señor ministro del Brasil ante nuestro gobierno, doctor Pedro de Toledo, ha puesto en juego su natural afable para ofrecer a esa masa de viajeros todo cuanto podía ofrecerles para no sentirse extranjeros en la tierra brasileña.

El ministro del Brasil entre nosotros es tpe.'-sona grata» en toda la extensión del concepto. Periodista,

político, estadista, diplomático de nota, su alta calidad es])irítual, su atractiva palabra, seducen y

conquistan. •— La amistad argentina hacia mí pais —; nos

dice — rae ha ofrecido en esta o))ortunidad una honda satisfacción más. He visto, no

sólo en los grandes centros uriíanos, sino allá en las aldeas más remotas

de vuestra república, aprestarse con un optimismo franco y ju

venil a la cita que le señalábamos. Este llamado que el Brasil ha hecho a sus hermanos continentales ha encontrado en vosotros una respuesta decidida.

— El lugar de la cita. Rio de Janeiro, es hermoso. ¿Cómo íbamos a faltar cuando todo nos atrae, el motivo y el emplazamiento de la justa?

— Es en estas fiestas del trabajo — respóndenos el doctor de Toledo — don

de los i)ueblos se reconocen en plena convivencia de ideales, y es este éxito de confrater

nidad el que más puede halagarnos mutuamente. Al ofrecer nuestra casa engalanada al continente, en la ocasión rememorativa, hemos jiensado que el estimulo de la comparación ])odría alentarnos mañana mucho más en la dura tarea de todos los pueblos nuevos que se sienten honestamente decididos a ocupar, al lado de sus hermanos de América, ei puesto que la labor les señale.

El doctor Pedro de Toledo, en su espontaneidad, cuida discretamente como un aríista a quién seduce la forma, del tono — la miance — de su discurso. Todo es atildado a su alrededor. Hay en la sala en que nos recibe un lujoso mobiliario principesco, oro y brocatos, bronces de arte y vasos de Sevres. En el rincón de la ])ieza un ar])a impone el recuerdo de la melodía ausente y anuncia la presencia invisible de una delicada intérprete femenina. La cuerda del arjia suena a la sordina.

Tal vez por eso, como un broche de nuestra entrevista, el ministro del Brasil no quiere dejarnos partir sin que esa cuerda íntima vibre afectuosamente y nos hace el elogio de la mujer argentina, que estará representada por múlli]iles embajadoras en las fiestas del centenario brasileño. La mujer argent ina— precisa el dijilomático — es una de las más útiles y beneficiosas a la sociedad que . yo conozca. Consagrada al hogar como la mejor, tiene no obstante tiempo ])ara em])lear su actividad en una obra de bondad y doctrina cristiana, caritativa, educacional o artística.

Page 58: Nº 1248 02-09-22

kO L'O RIO, UNO DE LOS JÓVENES MAE;

TROS DE LAS LETRAS DE SU PAÍS . BAPTISTA DA COSTA, DIRECTOR DE LA

ACADEMIA CE S E L L A S ARTES.

COELHO NETTO, EL PRIMER

BRASIL. NOVELISTA DEL

1 la cita que liov

::i)iese litan lii in te lec tua l idad del país amigo; por ello es que sólo citamos cuatro nombres que por si solos la enaltecen br i l lan temente . J.a muerte de uno de ellos, Jao do Jilo, acaecida poco tiempo atríis.. constituyó un duelo un;inime para las letras americanas. ALrONSO CELSO, CONDE DE CURO PRETO, PRESI

DENTE DE LA FACULTAD DE DERECHO.

Page 59: Nº 1248 02-09-22

CARASYCARETAS Adivinando la gran importancia de la entre- ^

Hsta realizada en Santander, CARAS Y CARETAS encargó a su corresponsal gráfico realizara todo^ los esfuerzos posibles para ofrecer al pitblico argentino una información interesante. ÍH señor ESP/3SIA

Vidal tesfionde n ni-rsfros deseos, y asi po'Iemos dar £i_los lectores l't más completa nota gráfica, en parte inédita y los inridi'nt<'3 más notables \ de la visita Algunas de esas foíogra/ias ion verdaderas anécdotas de inestimable valor documental.

A D I Ó S E S P A Ñ A HAY EN EL SALUDO FRATERNAL Y CARIÑOSO CON QUE EL DOCTOR ALVEAR CONTESTA A LOS QUE ACLAMAN SU NOMBRE Y EL DE SU PATRIA, Y CUYAS VOCES SE PIERDEN YA EN LA LEJANÍA, CONCENTRADA LA EMOCIÓN DE SU ESPÍRITU, EL AGRADECIMIENTO DE SU CORAZÓN Y LA NOSTALGIA QUE LE CAUSA ABANDONAR LA TIERRA DONDE RECIBIÓ LA MÁS CÁLIDA, ESPONTÁNEA E INOLVIDABLE DE LAS MANIFESTACIONES DE AFECTO.

Page 60: Nº 1248 02-09-22

UJJ J ^Lca Qtóiía de oear a Gá/ia/icu.

LAS SALVAS DE SALUDO HECHAS POR LOS CAÑONEROS ESPAÑOLES QUE ESPERABAN LA LLEGADA DEL " E S P A Ñ A " , LOS H U R R A S D E LAS T R I P U L A C I O N E S , L A S M A R C H A S E J E C U T A D A S P O R LAS B A N D A S D E

MÚSICA Y LOS A P L A U S O S DE LA MULTITUD PONÍAN EN EL AMBIENTE UNA INENARRABLE EMOCIÓN.

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EL REY ALFONSO, ACOMPAÑADO POR EL P R E S I D E N T E D E L

G A B I N E T E , SEÑOR SÁNCHEZ G U E R R A , LLEGANDO AL D E S E M

BARCADERO PARA R E C I B I R AL DOCTOR ALVEAR.

EL S O B E R A N O ESPAÑOL HABLANDO CON EL S E Ñ O R SÁNCHEZ

GUERRA Y EL EMBAJADOR EN LA A R G E N T I N A , MARQUÉS DE

AMPOSTA» MIENTRAS SE ESPERABA AL ACORAZADO <*ESPAÑA').

PRECIOSO GRUPO DE S E Ñ O R I T A S DE LA ARISTOCRACIA S A N T A N D E R I N A Q U E A R R O J Ó GRAN CANTIDAD DE F L O R E S AL PASO DEL

DR. ALVEAR, G E N T I L Y DELICADA ATENCIÓN Q U E El. F U T U R O P R E S I D E N T E A R G E N T I N O R E T R I B U Y Ó V I S I B L E M E N T E CONMOVIDO.

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E L MEMORABLE E N C U E N T R O DEL R E Y ALFONSO Y EL DOCTOR ALVEAR EN EL INSTANTE EN O ^ E ÉSTE DESEMBARCA EN SANTAN

D E R . EL REY T I E N D E SU MANO Y ESTRECHA CON E F U S I Ó N LA DEL F U T U R O P R E S I D E N T E , A Y U D Á N D O L E CON HISPANA CORTESÍA

A A S C E N D E R LAS ÚLTIMAS GRADAS DH LA ESCALINATA. LA CORDIALIDAD DE LA ACOGIDA CONMOVIÓ I N T E N S A M E N T E AL DOCTOR

ALVEAR. LA CONCURRENCIA P R E S E N C I Ó LA TOCANTE ESCENA EN ABSOLUTO S I L E N C I O , DESBORDANDO LUEGO EN UNA I M P R E

S I O N A N T E MANIFESTACIÓN CUANDO EL SOBERANO ABRAZÓ F R A T E R N A L M E N T E AL ILUSTRE H U É S P E D . P U E D E DECIRSE QUE ESE

ACTO SELLÓ PARA S I E M P R E LA UNIÓN Y EL VÍNCULO DE SANGRE Q U E UNE NUESTRA NACIÓN CON LA MADRE PATRIA.

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D I S T I N G U I D A S S E Ñ O R I

TAS SALUDANDO AL DOCTOR AL

VEAR

DE LAS MU J E

R E P R E S E N T A C I Ó N

¡ E S E S P A Ñ O L A S .

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ÍMJr

í y

LOS R E Y E S , EL DOCTOR ALVEAR, EL P R E

S I D E N T E DEL G A B I N E T E , EL MINISTRO

DE ESTADO Y LAS ALTAS P E R S O N A L I

DADES PALATINAS INVITADAS AL AL-

LA R E I N A VICTORIA Y EL DOCTOR AL

VEAR D I R I G I É N D O S E A COMILLAS EN EL

AUTO QUE GUIABA EL REY A L F O N S O .

PARTICIPARON EN ESA I N T E R E S A N T E E X -EL DOCTOR ALVEAR SALUDANDO A

MUERZO DADO EN EL REAL PALACIO EN R E I N A , AL P R Í N C I P E DE ASTURIAS Y A CURSIÓN LOS P E R S O N A J E S DE LA COMÍ

HONOR DEL P R E S I D E N T E A R G E N T I N O . LOS I N F A N T E S EN EL PALACIO R E A L . TIYA R E A L .

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M u ^^ ' 'A!-ACiO D E L MARQUÉS DE CO

^ l-LAS. L O S ^ R E Y E S , EL DOCTOR ALVEAl

OS I N V I í A D O S . IMPORTANTES ASUN

_ O S _ F U E R 0 N TRATADOS E N T R E EL DR

BORDO D E L ACORAZADO <'ESPAÑA>>. EL

DOCTOR ALVEAR, CON LOS S E Ñ O R E S SÁN-

CHEZ GUERRA Y F E R N Á N D E Z PR IDA, Y

EL DOCTOR ALVEAR EN EL MOMENTO DE NUESTRO CORRESPONSAL SR. VIDAL, QUE - - - - ' w ^ v ^ o ^ i ^ i i N c 1 1- u:^. CL- i^u'^i UK ALv LAK EN t L M U M E N l ü DE NUESTRO CORRESPONSAL SR. VIDAL, QUE AR Y EL M A R Q U É S , P R E S I D E N T E DE SALUDAR AL E M B A J A D O R EN LA A R G É N - CON EL SR. CAMPÚA F U E R O N LOS ÚNICOS

-^A COMPAÑÍA TRASATI ÍM 11,- ^ - S P i x . o , . . , - , , . . . . . „ « . . . i -• -TINA, MARQUÉS DE AMPOSTA FOTÓGRAFOS QUE VIAJARON EN LA N A V E .

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ESCUCHANDO LOS ACORDES DEL HIMNO ARGENTINO E J E C U - LOS S E Ñ O R E S ALVEAR, SÁNCHEZ GUERRA Y F E R N A N D E Z FR!

TADO M I E N T R A S EL CESPAÑAi) LARGABA AMARRAS. DA POSANDO PARA <*CARAS Y CARETASi).

EL DOCTOR ALVEAR CONVERSANDO A N I M A D A M E N T E . A BORDO DEL ACORAZADO, CON LOS S E Ñ O R E S P R E S I D E N T E D E L

GOB!EKláO, . -SEÑDS_-SÁ-NCHEZ GUERRA; MINISTRO DEL ESTADO Y EL ENCARGADO DE NEGOCIOS DE LA A R G E N T I N A .

CAMBIANDO I M P R E S I O N E S DE LA ACOGIDA QUE L „ . _ D I S P E N S A D A . EL DOCTOR ALVEAR RELATA, CON E V I D E N T E E F U

SIÓN, SU R E G O C I J O POR EL HONOR R E C I B I D O , A LOS AGREGADOS M I L I T A R E S A R G E N T I N O S EN ESPAÑA Y FRANCIA.

DOS I N T E R E S A N T E S I N S T A N T Á N E A S DONDE SE VE AL DOCTOR ALVEAR CONTESTANDO AFECTUOSAMENTE A LA FAMILIA REAL

QUE PERMANECIÓ LARGO RATO EN LA TERRAZA DEL PALACIO DE LA MAGDALENA.

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Volando sin cesar, de Nueva York desea su hidravión

hasta Río llevar. Grandes la empresa y el esfuerzo son.

Y merece llegar.

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OHUnSALÍÍíIMACTOi-

LlíTTEi) EN SEDA ES-

TASITADA, COX VIS

TAS A LAS MODAS

DE TIEMPOS P A S A -

nOS. SE COMPLETA

CON UNA «NINICHE»

DE LA MISMA SEIIA '

Y DE FORMA ADHAZ.

SIOESTIVOTIIAJE l,E

GASA, EXÓTICAAIEN-

TE AI;OK.\'Al:0 CON

CINTAS V RUSAS. LA

COMI'INACIÓN DEL

ÜLANCO Y EL KEORO

EL'É I.A ÚLTLMA PA

LABRA EN LOXG-

CIIAMP.

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roe. /VAN CAiLLoy DAVALO/

e Q y

llVyTCACIONE/ 0£ y i t - i o

z o e B o, ü Q e Q B 1 o c e

continúa su viaje sin destino el desgraciado, el aporreado,, el hambriento, hasta llegar a un río junto al cual una piara de Puer- -, eos hoza en el negro fango de la orilla.

El Zorro, enceguecido por el hambre, se abalanza sobre un

lechón, pero la terca Marrana lo baraja en los colmillos y de un trompazo arroja al salteador en pleno río. El pobre Zorro, dando tumbos, zambullidas y costaladas contra las piedras, deriva

m Q e Q O n Q I 5 T Q Q 1 n o

rio abajo con gran peligro de ahogarse: pero el agua cristalina no quiere ensuciarse con semejante huésped y la corriente lo saca murmurando a la ribera opuesta. Transido el Zorro de dolor y de frió'y chorreando agua como trapo mojado, siéntase, en un pedrón y deplora amargamente sus desdichas.

— Todos los males que me suceden — reflexiona — bien merecidos los tengo por picaro y desalmado que soy. |Ay! si no hubiese comenzado por engañar a mi primo, a estas horas me estaría contento en casa, ileso, harto y en Buena compañía.

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ecj z o e e o , C Q o u i e o u i n c M O y DQ c o e e e T Q o e o u e s o s

El Zorro y el Quirquincho conversaban, contándose sus hambrunas, a la orilla de un camino, cuando vieron venir, cargada hasta el tope, una carreta de quesos.

— ¿Cómo haríamos, compadre, para comernos uno? — dijo inquieto, el Zorro, husmeando fino y haciéndosele agua la boca.

— No hay sinc ponerse debajo de una rueda— opinó el Quirquincho, y diciendo y haciendo

se convirtió en bola y rodó hasta ¡a huella. Dio !a carreta un barquinazo, cayó al suelo el

codiciado manjar y ambos ladrones se lo repartieron equitat ivamente.

Otro dia pasó otra carreta carf;ada con quesos, y com.o ahora le tocaba el turno al Zorro, el m.en-tecato, creyéndose tan duro de lomos como su compadre, im.itó la maniobra del Quirquincho y pereció reventado por la llanta.

>fe::íl-«HiWívo,

CQ o u i e o u i D c n o y C D Z O B B O e n ü Q Z Q D o e

El Quirquincho y el Zorro se toparon en una yerra y se desafiaron a enlazar.

El Quirquincho apresillóse el lazo de medio cuerpo, revoleó la armada, enlazó un potro y se perdió de cabeza en su cueva honda y sinuosa, de modo que al dar el potro el estirón, el lazo se mantuvo firme, como atado a un bramadero.

— ¡Bi'avo, compadre! — exclamó el Zorro, aplaudiendo el éxito cuyo secreto ignoraba, mientras el astuto Quirquincho salía de su agujero, después de haber anudado el lazo en la raíz subterránea de un algarrobo.

— ¡Ahora me toca a mí!, — añadió el botarate óel Zorro. Apresillóse el lazo a media panza, escupióse las manos como el gaucho en el corral, preparó la armada, enlazó una muía y se sumió

en una cueva de vizcacha que eligiera de antemano. Pero como el agujero era derecho, no bien se acabó el lazo cuando el Zorro salió de la cueva como tiro de escopeta. Arrastrado por la muía que disparaba al mionte, no tuvo más remedio que correr tras ella con toda la celeridad de sus canillas;

Encantado de ver a su contrincante en tales

apuros: — ¡Asujétese. compadre! ¡Pande se va! grito

el Quirquincho. Y el Zorro, no queriendo confesar su de

rrota; — ¡Voy dando lazo! ¡Voy dando lazo, que la

muía es chucara! — contestó con voz desfalleciente, desde el fondo del monte.

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L<A^ E A ^ L L ^ Por V A L E N T Í N

EA lina hermosa tarde de verano, en la calle Miguel Ángel, en Autell. La mayor parte de las casaa estaban con las persianas cerradas, pues la gente se liallaba en el campo, a la orilla del mar, en los balnearios. Reinaba una gran calma, a|)enas tiii'bada jior los tranvías o los autos, cuyos ruidos pareoian sordos en la atmósfera pesada.

En el balcón de un segundo piso lialiía una ])areja. Ella, joven, morena, con una bonita calicza espiritual, y cuya blusa de linón y la pollera de paño ba\o, muy sencillas, denunciaban, sin embargo, el buen sastre. El, joven también, de cabellos negros como ala de cuervo, la tez cetrina, enteramente afeitado, .-\nibos estaban ajtoyados de codos en la baranda del balcón.

Las facciones del joven, bien que de una regularidad casi perfecta, tenian mía expresión a la vez felina y de sufrimiento. Fumaba flemáticamente un largo cigarro habano.

Su compañera parecía escrutar su rostro con atenta ternura, y cuando, a veces, advertía en él alguna crispación, no podía dejar de lanzar un débil suspiro, mordiéndose los labios, como se hace para contener

reproches cpie de antemano se sabe inútiles. Mas cuando el joven concluyó su cigarro y en

cendió otro, su com])añera no pudo más. — ¿Fuiste ayer a ver al doctor, como me lo

prometiste, Luciano? El joven contestó con voz cariñosa;

— Claro que fui. Estuve allá; pero habría tenido fpie esperar mucfio tiem

po para ^er al doctor y no quería jierder las carreras de Maison-

Laffite.

M A N D E L S T A U N N

Ella hizo un ademán de eonlrariedad. — Por las carreras eres capaz de dejarlo t o d o . . . — Es que gano, afirmó él. Ayer mismo gané. — ¡üli! Todos los jugadores son iguales: ganan siem

pre, salvo cuando pierden . . . liso no impide que tus crisis cardíacas sean cada vez más frecuentes. Me parece que desde liaee algún tiempo tienes muy mal aspecto, y tú mismo me has dicho que tu ])adre murió de una miocarditis a los treinta y ciu'.'o años. Por lo menos no deberías fumar tanto.

Luciano d'Arboís se eclió a reír, con uiui risa lenta, sorda.

— ¡Vaya! Bien sabía yo que habías de insistir; pero fumar me entre! iene, y además uno no se muere sino una vez.

Después, mientras Luciano le palmeaba dulcemente el brazo, Huguette Daviellos se limitó a murmurar:

— Eres jiLsoportable, y se calló. Amaba profundamente a eso niozo, que había co

nocido casi en los comienzos de su cairei'a de actriz teatral, y renunciaba sin pena a las pers))ectivas de una vida de lujo.

Luciano d'.\rboÍ3, hijo de buena familia de la Martinica, no tenía sino lo suficiente para vivir; con todo, se preocupaba mucho de las carreras y frecuentaba los clubs, jactándose de su buena suerte en el juego. En sus ratos perdidos juntaba también cuadros de-sport, que vendía a buenos precios.

Huguette vivía en un departamento a la extremidad del Bosque, y r.,uciano en un primer piso de la calle de Lubeck; pero se veían casi todos los dias. Tenian resuelto casarse al fin de la temporada teatral, y se c<nn)ilacían en conversar del viaje a Italia que proyectaban.

Dieron las cuatro en la iglesia de Auteil.

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— ¡Mira! exclamó de pronto Huguette. La señora Plan no ha salido todavía. Hace por lo menos dos dias q\ie están corridas las cortinas de sus balconea.

— ¿Qué señora Plan? preguntó tranquilamente Luciano.

— ¿Cómo, no te acuerdas? Ks verdad que vienes tan rara vez a esta hora.

— ¡Ali! s i . . . Ya caigo: la viejeeita de enfrente, a quien veía todas las tardes tejiendo, cuando el año pasado estaba tan enfermo y venia a descansar, a respirar, a distraerme, en este balcón.

— ¿Te acuerdas? Concluísteis al fin por conoceros, y ella te hacia saluditos corteses, con su pebre cabeza de pájaro desplumado.

Huguette se calló repentinamenle y acercándose a Luciano como para buscar protección en él, dijo:

— ¡No sabes lo que se me ha ocurrido!... Tengo miedo de que algún dia asesinen a esa vieja que pasa por rica y vive sola, sin sirvienta y sin perro.

Luciano miró a Huguette con aire de curiosidad. •— Es curioso, dijo. Yo también estaba pensando

en e so . . . Luego continuó en tono de broma: •— Por lo demás tú, gran lectora de la sección

policía y de los follelines de los diarios, no puedes ignorar que están llenos de esas cosas.

— Sí, ¿verdad? Algún antiguo criado despedido, o algún sobrino malevo, . . Pero los criminales acaban siempre por ser tomados.

Liiciano d'Arbois dio una gran fumada a su cigarro, y dijo:

-— ¡Oh! Esa ya es otra cuestión. Tú conoces mi teoría: un crimen cometido de acuerdo con principios verdaderamente científicos tiene muchísimas probabilidades de quedar impune.

— ¡Bah! Siempre hay alguna falla. Luciano aprobó, casi pensativo: •— ¡Sin duda! Las mujeres, la bebida, el juego, el

deseo de brillar. Pero j'o digo: si no hay falla. En ese momento Huguette tuvo esa noción vaga

que se siente algunas veces de una presencia insólita en hvs cercanías. Levantó ia vista y vio, en el piso superior, encima de ellos, inclinado en un balcón, a un hombre de aspecto robusto, canoso, con un gran bigote todo blanco, que le sonrió inmediatamente con aire de muy amigo.

•— ¡Ah! Señor Manbray! exclamó la joven. ¡Qué sor])resa! Hacía m<!ses que calaba usted avísenle.

Luciano miró también y no pudo re]irimir un movimiento de contrariedad, que Huguette no dejó de atribuir a celos. Se apresuró a hacer las iirescntaciones, de balcón a balcón.

— El señor Manbray, el más amable de lus convecinos; el señor Luciano d'Arbois, mi novio.

Los dos hombres se sahidaron; luego el señor Manbray, por discreción, se reiiró, y en seguida Huguette empezó a explicar;

— Ya te he hablado de él. Viaja casi todo el año. Una o dos veces lo había encr^ntrado en la escalera y notaba que me miraba con i^iena emoi ion en que había una tristeza que no ]>t)dia exi)li arme, l'n día no pudo más, se detuvo , fi< fli;o qne \o le recordaba a una hija que habla pti i ido . . . Uesde entonces, de cuando en cuando me manda lliTes... Ya vea que no tienes por qué molestarle, Luci.mo.

La sonrisa reapare. ió en lus bien dibujados labios del joven, que un m memo había estado como preocupado.

11

Esa noche, como no traba-aba sino en jos d"s meros actos de Lo .S'iiítmíi, Huguette, un poco la ig< se fué directamente del tealn» a su cas i, v se ao

Ruidos de la C;M1O turl)aron su prr lei s'ieíii a pesar do que no K acordaba va de la ronversa^

de la tarde, tuvo peSidillas en qie la ]iiis,-:' hombres cnmiuscarad a, a r m a d s dr pis

browning. Por la mañana, cuando le llevó v> • •

su sirvienta, Emilia, que de < lo u muy colorada, estaba p.dídi.

entrecoruida empezó a con .. — ¿La señoril a no sabr-'

graria espanu sa. Han • u muerta a la \ieiita d- • i

pri ida,

un asesinato, según parece. Toda la noche ha trabajado la policía.

Huguette se turbó, incomprensiblemente. Por lo demás el diario, que Emilia le había llevado con el chocolate, relataba el suceso:

«Anoche, la portera de la case de departamentos número 197, de la calle Miguel Ángel, se percató de que hacía cuarenta y ocho horas que no había visto a una de sus inquilinas, la señora Plan, anciana rentista, sin familia ni servidumbre, y llamó a la puerta de su departamento. Como nadie contestase, la portera avisó a la policía, un vigilante violentó la puerta, y la señora Plan fué encontrada en su sala, tendida en el sucio, estrangulada con \nia cuerda delgada. El crimen aparecía tanto más evidente cuanto todos los cajones de los muebles estaban abiertos y revueltos. Los ladrones han debido llevarse sumas importantes, porque la señora Plan pasaba por avara. No se ha encontrado ni dinero ni valores. El señor Cambaux, subjefe de la policía de investigaciones, tomó en el acto el asunto a su cargo; pero creemos saber que hasta el momento de escribir estas líneas no se ha obtenido indicio preciso alguno. A última hora se nos comvmica qvie una personalidad, que no queremos designar más claramente, pero cuyas luminosas pes-quisas París entero ha seguido apasionadamente más de una vez, ha sido invitado por el señor Cambaux para secundarlo en su tarea.»

A medio día llegó Luciano. — ¡Pobre Huguette! fué lo primero que dijo. ¡Qué

triste impresión te habrá hecho! — ¡Oh Ijuciano! Me parece que nuestra conversación

de ayer habrá sido fatal para la viejita. — ¡Vaya! ¿Quieres callar? ¿Es posible cine seas tan

supersticiosa? Además, cuando n< sotros hablábarat)s ya el crimen debió haber sido cometido.

Huguette hizo leer a Luciano la noticia relativa al colaborador que había buscado el señor Carabavix.

— ¿Será Octavio Bernac, verdad? pregur.tó la joven. Luciano replicó con aire displicente: — Es claro. Era fatal. Y como Huguette lo mirase asombrada, se explicó

vagamente: — Es el hombre a la moda. En los asuntos polifiales

como en tod.,s, siempre es cueslian de snobismo. Se trataba del célebre novelista-detective que, no

hacía m\ioho, habia aclarado el tan enigntático asesinato de Archibaldo Groves, el Bey de los iJiamanies.

— A propósiio, siguió diciendo Luciano con una punta de sarcasmo, ¿y tú amigo Manbray, no lo has visto hoy todavía?

Huguette se encogió de hombros sin contestar; pero pareció fastidiada a s\i vez por esa ironía intempestiva. La imagen de la muerta la tenía obsesa; y a pesar de S' s esf\ier/,os para substraerse a la obsesión, y bien que Luciano buscase otros temas de conversación, la joven no podía de-ar de insistir:

— ¿No recuerdas, Luciano, cómo te sonreía y te saludaba la pobre viejeeita?

l'na impresión de lastinta pareció hacer temblar al joven.

— ,0 i! Es extremadamente triste, dijo. Confiemos en que no habrá sufrido y se descubrirá al asesino.. . Pero te suplioo que hablemos de otra cosa . . . Voy a a ccununií'arte un proyecto.

">' Luciano anunció a Huguette que tenía la intención de ir a pasar cuarenta y ocho horas a Inglaterra para ver la carrera de la ('(q)a de Oro en Ascot, en la cual creía que ganaría un caballo francés, Ariodant. Sería dentro de una semana.

— Si ten-'o suene, te traeré un servicio de mesa de estilo inirles, como te gustan a ti.

111 1/19 dias sigiúentes nada de nuevo trajeron en el

naiinio del «( rhuen de la calle Miguel Ángel». No se drs-nbría todavía ningiina pista.

La víspera de su partida para Inglaterra Lu-1 lio allí r/o en casa de Hugueite. Sentados

eu i'l sofá del bo-doír crmcluían de tomar el cato, cuand > de pronto el joven se levan-lo, fué a la antesala y volvió con un paquete voluminoso. Lo deshizo, y sacando una ca'ita de acero la ])a.só a

• ; iiiiíuette diiiéndole: — Toma, guárdame esto. Co-

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mo vivo en departamento aiüueblado, no q ñero dejarlo en la calle de Lubeck. En esta caja hay recuerdos de familia, cartas viejas de mis padres, mi libreta militar, mi diploma de licenciado en derecho, en fin, cosas que quiero conservar. Tú rae las guardarás durante mi ausencia.

Como la joven no se mostrase muy entusiasta Luciano empezó a bromear:

— ¡Ah! Ya sé lo que es; pero no temas nada: no hay ningún recuerdo amoroso: nunca cometería esa indelicadeza. La llave si que la he perdido; pero, si tienes dudas, te autorizo para llamar a un cerrajero y hacerla abrir. Yo no tengo secretos para ti.

Huguette se encogió dulcemente de hombros. — ¿Acaso estamos en ese punto? Sin embargo, no sabía por qué, le mortificaba que

Luciano le dejara la eaiita. En eso entró Emilia y anunció al señor Manbray,

el inquilino del otro piso, que deseaba hablarles. •— ¡Vaya una ocurren.'ia! exclamó Huguette confusa,

mientras Luciano no decía sino: — ¡Ya! Y viendo que Huguette le consultaba con la vista,

accedió. — JJíüale que pase, Emilia. Entregado cada cual a sus pensamien

tos, no hablaron una palabra más. Estaban ambos de pie oíando el señor Manbray apareció en el umbral de la puerta. Saludó curtésmenle, y esperó que la sirvienta saliese, ü m un ademán, Huguette le había invitado a sentarse. El señor Manbray acercó una silla, y hieso, con nna gravedad que asomaba bajo la sonrisa de cortesía, dijo:

— I'ido escusas por venir a turbar asi la tranquilidad de su hom"; y tanto más ctumto lo hago con nombre y asjiecto falsos, l'ero todo se reparará.

Y en menos tiempo que hablaba, se quitó el bigote postizo, dejando ver una cara afeitada, que lo rejuvenecía en diez años.

— ¡Octavio Bemac! exclamó Huguette, reconociendo en el acto al novelista-detective, cuya tinonomia ruda y simpática habían popularizado todos los diarios.

Luciano no manifestó sorpresa alguna; se limitó a decir en tono zumbón:

— Me siento muy feliz por conocer a un escritor cuyas obras a])recio... y también sus hazañas.

Octavio Bernae se inclinó ligeramente, y siguió hablando, sin diriíjirse en particular ni al tmo ni al otro de sus interlocutores:

— Mi tarea es algo penosa, pero forma parte do las molestias de la profesión que he escogido... Ante todo, es necesario que les diga q\ie, en razón de mi oficio, tengo en París variiis domicilí-is. 8í, eso es útil a veces. . . Bueno. . . Ocurre que, desde el asesinato cometido en el edificio de enfrente, de que ustedes han oido hablar y a cuyo autor busco, s ispecho a priorh de todo el mundo, y en especial de los veninos. Ahora bien, el otro dia asistí sin quererlo a la conversación de ustedes en el balcón, y oi al señor una reflexión muy juiciosa sobre lo que se puede llamar la «teoría matemática de h>s crímenes'. A\ día siguiente se descubre el asesinato de la señora Plan y observo que, a])csar de su aparente sencillez, fué ejecutado con rigor científico...

Huguette, anhelante, enferma, procuraba no imaginarse lo que iba a ocurrir, mientras Lu'i'iano, sin mostrar la menor emoción, daba solamente señales de la mayor ctiii tsidad. Octavio Bernae continuó:

— En consecuencia, lo he hecho vigilar a usted, señor. .4sí supe que había perdido usted en el

club, y qtie no tiene usted más entrada seuura que una renta anual de unos ocho mil francns.

Sin embargo, antes de ayer, de))ositó \isted en su cuenta en el Banco, reducida por

lo general, diez mil fríinoos. Todo esto no es, evidentemente, bastante para

que le acuse de ser el asesino de la sei~iora í*lan, tanto más cuan-

O - L ü C i A S O l M E PARECE Qt lE NÜKS-TRA CONVERSACIÓN

DE AYER H A I I R A S I D O FA

TAL PARA LA VIEJITA.

to una pesquisa que acabo de hacer en su casa, no ha arrojado dato alguno. . . Entonces, para evitarme más trabajo, y también para no molestar a la señorita, que de veras estimo, resolví matar mi sospecha en el huevo o confirmarla sin tardanza. Por esta razón, le ruego que abra en mi presencia esa eajita de hierro.

Las últimas palabras de Octavio Bernae sobrecogieron a Huguette y le hicieron percibir de repente la realidad: ¡Luciano culpable, Luciano asesino, la había escogido a ella para encubridora, inconsciente de su crimen! Con un movimiento de horror incontenible se apartó de él, y se dejó caer, desfalleciente, en un sillón.

Luciano la miró un segundo fijamente, con una expresión a la vez de desprecio y de misericordia; en seguida tomó la eajita y la pasó a Octavio Bernae sonriendo altaneramente.

— Pero le prevengo que he perdido la llave. — No importa, replicó Bernae tomando la eajita.

Teneo lo necesario para abrirla. En un santiamén sacó del bolsillo un manojo de

llaves, escogió una especie de palanquíta y sin la menor dificultad hizo saltar la cerradura de la eajita. Huguette se acercó, como alucinada.

La eajita contenía cartas y retratos amarillentos, un pendiente de coral, la libreta militar y el

diploma de Luciano. Este, con los brazos cruzados, parecía

reír en silencio. Trastornada y odiándose a sí mis

ma por sus dudas, la joven no Babia q\ió hacer; no se atrevía

a acercarse a Luciano, pero éste fué hacia ella y le tomó

la mano. Octavio Bemac, por su parte, parecía aliviado de un gran peso. Dio elegantemente máquina atrás: — Señor d'Arbois, me basta verlo para juzgarlo un espíritu superior; por eso, con usted, me fui derecho al bulto. Espero que no se ha

brá usted enojado. . . ni la señorita tampoco. . .

Y Luciano d'Arbois pareció sincero cuando contestó:

— Señor Bemac, lejos de estar enojado, aprecio como conviene esa

muestra de estimación y ese procedimiento. No se podía proceder con más

lealtad. Y sí me permite, le diré, para aclarar el punto, que l'is diez mil francos que deposité en el Banco, los gané en las carreras, con Pirello, que dió diez y ocho por uno. Esa suma la cobré al día siguiente en la Sportiva, como le será fácil comprobarlo.

Octavio Bernae, mientras se ponía el bigote postizo, asentía con la cabeza. Luego se retiró.

IV

Poco después Hupuciic ¡edia ]!crdón a Luciano, que la escuchaba bonach:,ñámente:

— ¡Qué quieres! .Ante ]uiiebas tan convincentes cualquiera otra en tu lugar se habría impresionado mucho también. Sobre todo oyendo a un hombre tan serio como Bernae, que no tiene la costumbre de engañarse.

— ;,Verdad? ¡Y hasta es increíble que liaj'a podido mostrarse tan inconsecuente!

l'ero Luciano defendía a Bernae. — ¿I^or qué? Es un tipo muy chic. Se comprendía

que, al revés de todos los policías profesionales, que quieren a toda fuerza ver confirmadas sus menores sospechas, deseaba Bemac convencerse de que yo no era oulyiable. Otro me habría hecho ajrestar, pura y sencillamente. Y con la policía es como con los automóviles: uno sabe cuando se empieza pero no sabe cuando concluirá. La eajita debía servirle de piedra de toque, .\hora ya sabe a qué atenerse.

A\ entraren su casa, Luciano d'Arbois se dió vuelta y vio con verdadera satisfacción que el agente Roux, de la policía de investigaciones, y Volpére, de la brigada volante, ya no le seguían.

— Vaya, se decía, es chic ser inocente; jiero desearía saber si

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H '

luibló:

e s e conde-nado de Bernao sos-]ieclia que le reconocí el dia que lo vi en el balcón.

T r a s c u r r i ó u n a s e m a n a más o menos.

Despué.? del i n c i d e n t e con Octavio Bernac, L u c i a n o d'Ar-bois había re-niniciado a au viaje a Inglaterra.

Una tarde estaba vistiéndose para salir, cuando alguien llamó en la antesala. Como no tenia sirviente, salió a abrir él mismo, y se encontró c o n O c t a v i o Bernac. Luciano no pudo contener cierto parpadeo involuntario, pero sonrió y dijo:

— Casi podría decir que lo esperaba, querido señor.

— No me sorprende, contestó Bernac. Ijuciimo lo hizo pasar a un pequeño

escritorio, le ofreció un sillón, se sentó y — Ya estoy dispuesto a oirle. — Vea usted, señor d'Arbois; hoy he concluido mi

liesquisa, y bo venido a comunicársela detalladamente y a consultarle al mismo tiem])o.

— ;,A consultarme? — iSí; ya verá usted, rejilicó Bernac con la mayor

tranq\iil¡dad. Como ya tuvo ocasión de decírselo a usted, bajo su aparente sencillez el crhuen de la calle Miguel Ángel fué concebido \' ejecutado con un método, con \ma ciencia (insisto en la palabra) admirables. En mi carrera ya larga de detective aficionado, rara vez he tenido que vérmelas con un trabajo nxejor ejeeiitado. Ija delgada cuerda que sirvió para estrangular a la pobre señora l'lan era una cuerda vulgar. No se ha ])odido encontrar huella alguna do jiie ni do mano, lo que hace pensar que el asesino, seguramente, se había puesto guantes y suelas de caucho. Como punto de partida no me dejó sino la iirobabilidad de un hecho: que haya sido \m amigo de la casa o ])or lo menos — j'a que se sabe q\ie la señora Plan no tenía relaciones de ninguna clase — una persona bien conocedora de la situación. Entró en la casa sin ser visto por la portera, a quien he interrogado con mucho cuidado. Como la portera es muy vigilante y el crimen, según dicen los módicos, ha debido ser cometido por la mañana, antes del almuerzo, debo suponer cjue el asesino aprovechó para entrar cu la casa la hora en que la portera va al mercado, de diez a once de la mañana. Además, la anciana señora Plan, muy desconfiada, tenia en la puerta una cadena de seguridad y nimca abría sin cerciorarse bien de quien era la persona que la buscaba. Como la cadena está intacta, sin el menor rastro de violencia, es posible que la señora Plan conociese a su visitante y le abriese confiadamente la nierta. Además ha debido ser estrangulada por sorpresa. Yo sé lo que digo; en el i-ostro del cadáver no había la exjiresión de espanto V horror ciue se imprime en la cara de las víctimas que se hun visto asesinar. Después de hacer entrar a su visitante, la señora l'lan ha debido caminar delante de él, para conducirlo a la sala, y entonces fué atacada por detrás, como lo indica la forma del nudo corredizo. Todo esto es ]iara probar que la señora Plan conocía

al qiiiddm. ¿Me sigue usted con atención? — ¡A maravilla! exclamó Luciano, un poco más

cetrino que de costumbre. — Bueno. Agregaré que se sabe positivamente

que la señora Plan vivía sola, no tenia sirviente y no salía nunca, salvo dos o tres

veces al año jiara ir a ver a su escribano, que ha declarado que nunca

le conoció pariente alguno. Debemos, pues, suponer que el visi-

rGUETTF. , A S U E LA S T E, ENFEK-M A , PROCURADA

NO IMAQISARSE I.O QUE IDA A OCURRIR.

tanle era un vecino. . , ¿Me sigue usted'' . . . Bueno. , . Pues bien, señor d'Arbois, el tono perentorio de su voz c u a n d o aquella tarde ex-ponia usted sus teorías en el balcón, rae iiabía quedado en el oído, no sé por qué. Usted sabe que en el oficio ele policial la ea-s u a 1 i d a d es a menudo un gran auxilio. Dispuse, pues, que lo vigilasen a usted, que lo .siguieran, con tanta mayor razón cuanto sabía que la señora Plan lo conocía

a usted, le saludaba afectuosamente sienr-pre que le veía.

— Sí, Huguette lo dijo en el balcón. — Yo lo oí ])erfeetamenté.. . Ahora

bien, en el edificio en que vivía la señora Plan hay, ])or casualidad, un departamen

to vacio.. . vacío . . . ¿Eso no le dice nada a usted, querido señor d'Arbois?

Luciano, con mucho trabajo, hizo esfuerzo para aparecer irónico;

— Nada absolutamente: no soy mago como usted. — Tanta.í gracias. Sin embargo, es muy sencillo.

En ])rbner lugar, de ese hecho deduzco que el asesino ]>udo esconderse en ese departamento antes o después del crimen, esperando la hora propicia para operar o para huir. En segundo lugar, usted no ignora que ha desaparecido una suma considerable de dinero, que el escribano de la señora Plan calcula en ciento cincuenta mil francos, acumulados por \ma avara durante veinticinco años, econondzando en VIVA pe-cjueña renta vitalicia. Y aciui viene un detalle capital: antes de la guerra la señora Plan tenía la manía de cobrar su renta en oro. ¿Esto tampoco le dice nada? . . , Bueno . . . ¿Sabe usted lo que pesan ciento cincuenta mil francos en oro? Cerca de cincuenta kilos. Y bien, ese oro ha desaparecido, ¿me entiende usted? El asesino no se contentó con llevarse una liarte, se lo llevó todo. Debe, por lo tanto, ser un hombre fuerte, a menos q u e . . .

— ¿Qué? — Ya se lo diré. Ahora vuelvo a usted. — ¿A mí? No comprendo. — Veamos. Quiero decirle que vuelvo a mis yuime-

ras sospechas cjuc, sobre todo después de que hizo usted su depósito en el banco, se hablan concentrado en usted. Sí, sé que usled pretende haber ganado en las carreras. . .

Ijueiano interrumpió violentamente: — ¿Cómo que pretendo? Lo af inuo. . . — No nos alteremos, siguió diciendo Bernac con

tono paternal. Si, en efecto, está probado que ganó usted en las carreras con Pirulo, pero no cobró usted sino al dia siguiente, en la Sportiva, como presumiendo que la posesión de esos diez mil francos pudiesen ser mi indicio en su contra.

V

Poco a poco el tono de Bernac se tomaba áspero, cortante, y Luciano d'Arbois iba, a su vez, palideciendo más y más.

— Suponga iisted \m instante, no es sino una sujiosición, que el culpable es usted.

— jY bien! Suiíongámoslo, asintió Luciano con lina sonrisa amarga que le desfiguraba la cara.

— Bueno. Cuando un mozo inteligente como usted, y euliiable, reconoce a Octavio Bernac disfrazado del señor Manbray, precisamen-

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!c en el momento en que acaba de hacer la apología, ¡y con qi!C convicción!, de los crímenes mateináticos, ese hombre se dice a sí mismo: « He hecho una zon-f cera; hablaba de falla y he aquí la falla en lo que me <i concierne: raí intemperancia de lenguaje. Y ahora, <! cuando el crimen sea descubierto, seguramente <! Bernac pensará en mí y me hará vigilar». Y en efecto, es vigilado y eso no le sorprende. Pero sigue diciéndose: « Yo voy a jugar el todo por el todo: « voy, deliberadamente, a provocar las sospechas de <i Bernac. Voy a salir de mí casa llevando ostensible-<• mente ima eajita de hierro, muy mal envuelta, a «casa de mi novia. Seguramente Bernac• cjuerrá ver (• lo que hay en la eajita, y como no enccrntrará sino (• iiapelcs y retratos viejos, y como en mi casa no « habrá nada que me comprometa, me dejará en paz». B\iena táctica y bien llevada a la práctica; sólo que Bernac también estaba haciendo una comedia para fjue el hombre de que se trata perdiese toda desconfianza V' cometiese el segundo error, el error irremediable, la falla, la famosa falla. Usted, señor d'Arbois, me tuvo en menos y, de repente, se creyó completamente seguro.

— Pero señor, me ]jarece.. . Bernac intentó calmar a Luciano. — No nos alteremos. Voy a concluir.. . ¿En dónde

habíamos quedado'; ¡Ali! ¡Sí! Yo había notado, como ya le dijo, que en el edificio del crimen hay un de

partamento vacío. Soy curioso por naturaleza. ¿Por qué, pensé, mí hombre, a la espera de

los sucesos y para no renunciar a todo el oro de la señora Plan, no habría encontrado

esta manera elegante de resolver el problema: esconder ese oro, o una parte,

en el edificio mismo en que vivía su víctima, en e! departamento

vacío? Pues bien, yo tenía razón.

Busqué, y en el departamento vacío, situado encima del que habitaba la señora Plan, descubrí, en el hueco de una chimenea, setenta mil francos en monedas de oro de veinte francos.

— ;,Y qué? preguntó con voz ronca L\iciano, que se había puesto de pie y parecía presa de la más viva agitación.

— íQnf ' preguntó Bernac, cada vez niils categórico. El asesino, que desde hace algunos días so cree al abrigo de toda sosjiecha, ha tenido el aplomo de ir al edificio número li)7 de la calle Jíiguel Ángel a buscar un departamento, fon cualquier pretexto, mandó a la portera a buscarle plata .sencilla, y aprovechó su ausencia para sacar del escondite del de-jjartamento vacio que la portera le mostraba, otra porción del oro de la señora Plan, irnos quince mil francos, que tiene usled en esta casa, señor d'Arbois.

Con un movimiento rápido Luciano jiasó a la pieza vecina, cuya puerta cerró con llave. Octavio Bernao, que parecía saber que todas las salidas estaban vigiladas, no se preocupó en lo menor. Se contentó con gritar a través de la puerta:

— Un consejo, querido señor: no u.íc usted su browning.

Pero Luciano reaparecía ya, lívido, tambaleante y sin arma alguna. Balbuceó:

— Puede usted arrestarme; acabo de envenenarme. No tengo sino dos minutos de vida. Sólo le voy a pedir una cosa . . . Dígale a Huguette que he muerto de la ruptura de un aneurisma. Por lo demás, los médicos me habían dicho que no viviría más de seis meses.

— Se lo diré, dijo Bernac gravemente.

Y Luciano d'Arbois se desplomó sobre la alfombra.

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P A R A L O S N I Ñ O S

Anfibio es una palabra de origen griego compuesta de amfi, que significa ambos, y bios vida. La aplicamos lo mismo a la foca que a la salamandra; pero existe entre estas dos aplicaciones una gran diferencia. La foca nace con pulmones, la salamandra nace con branquias y cuando es ya ma-yorcita respira con pulmones. La f o c a es un animal de costumbres anfibias y la salamandra un verdadero anfibio. La zoología llama anfibios o batracios a una clase de animales que están colocados entre los peces y los reptiles.

Hay anfibios ápodos (sin pies), bichos que se parecen a las serpientes, las lombrices y bastante a las anguilas; hay anfibios uro- , . délos (de uros, cola; y délos, manifiesto, es decir que tienen cola). Los urodelos se parecen a los lagartos, salamanquesas, iguanas y otros rept es. Hay anfibios anuros (sin cola) que se llaman vulgarmente ranas, sapos y escuerzos Estos anu.os parecen caricaturas de hombres, sobre todo cuando

" í r sa lamandi -a es un urodelo. Si la ves por ahí la confundirás con un lagarto. No te asombre p e que el mismísimo Linneo, el sabio naturalista, la confundió también clasificándola en el genero ía-certa a que pertenecen los lagartos. Dice e Idoc or Gallardo en su Zoología que la semejanza entre los anfibios y los reptiles no es intima, sino superficial, y (¡asómbrate!) que «son mayores las afm.ua-des entre reptiles y aves, aunque exteriormente sean distintos. Ambos ponen huevos rodeados de

• cascara, que se desarrollan de un modo parecido tienen semejanzas en su esqueleto y °'-gf">^^°'°" y se han descubierto formas fósiles que tienen ca

racteres comunes a las aves y reptiles, que hacen creer en una común descendencia, habiéndose diferenciado más tarde, adaptándose u n o s a arrastrarse por el suelo mientras otros adquirían el vuelo». ¿Has visto que líos ha formado la Naturaleza?

Hay dos especies principales de salamandra: la salamandra maculosa y la salamandra aira. La maculosa tiene 20 centímetros de largo y vive en ' Alemania, A u s t r i a , ' Hungría, Francia, Italia, España,- Turquía y Argelia. Es un bicho feo y peligroso. Los antiguos aseguraban que la salamandra vivía en el fuego, y algunos locos de verano que se llamaron cabalistas (en la Argentina deci

mos cabulistas) la consideraban el espíritu del fuego y les servía para hacerle el cuento a los otarios. Resulta que si se rodea a la salamandra de carbones encendidos, el bichito echa por los poros de la piel una grasa que pone negras las ascuas; pero el fuego sigue y carboniza a la salamandra. En cambio, puede vivir muchos meses dentro de un bloque de hielo o enterrada en la nieve. De dia se cobija entre las rocas y sale de noche a pescar crustáceos y cazar lombrices e insectos. Camina lentamente.

Te dije que la salamandra maculosa es un ani-malito peligroso. Si en una barrica se meten ranas y salamandras, las primeras mueren a los ocho días más o menos. Si se inyecta a un pájaro el veneno que la salamandra guarda en las glándulas del cuello y en las pústulas o vejigas de la espalda, el animalito muere a los pocos minutos. Una tórtola dura veinte minutos. Si se inocula un cabrito sufre graves accidentes, pero se salva.

La salamandra atra es terrestre.

E D U A R D O D E L S A Z

O ^

DIBUJOS DE M A C A Y A .

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A C T U A L I D A D E S D E L A S E M A N A

Almirante Manuel Domecq García. Doctor Eufrasio Loza. Doctor Joaquín Llambías. Recientemente ascendido al grado más Designado por el I*oder Ejecutivo em- Presidente del Consejo Nacional de

alto de nuestra marina de guerra. bajador ante el gobierno del Brasil, Educación, nombrado últimamente. para las fiestas del centenario.

INAUGURACIÓN DE LA 31.=i CONFERENCIA DE DERECHO INTERNACIONAL. — Solemne sesión inaugural realizada en el teatro Colón, presidida por el doctor Estanislao Zeballos y con la asistencia del ministro de Relaciones Exteriores y de los representantes enviados por las naciones de Europa y América, para intervenir en las

discusiones de los importantes asuntos a tratarse.

EN H O N O R DE LA EMBAJADA PERUANA AL BRASIL. — El embajador rodeado por las destacadas personalidades invitadas al banquete que le ofreció el en

cargado de negocios de su país, en el Jockey Club.

ANIVERSARIO DE LA I N D E P E N D E N C I A DEL URUGUAY. — Concurrentes a la recepción que el ministro señor Daniel Muñoz y señora dieron en la lega

ción, festejando la histórica fecha.

PUpiMi

^ ^ H . . .n«um,mKBB h \ ,:;.f

LA INTERNACIONAL LAW ASSOCIATION. — Los jefes de las delegaciones al Congreso de Derecho Internacional reunidos en el salón de actos de "La Prensa'% antes de dirigirse a la casa de gobierno donde serían

recibidos en audiencia presidencial.

EN LA EMBAJADA DE NORTE AMERICA. — El embajador Mr. Riddie con las personas que toman parte en la excursión a los países de la América del Sur, organizada por el prestigioso diario de Nueva York "The

Brookiyn Daily Eagle".

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Familias refugiadas en las casas próximas a la estación, por haber las

aguas invadido sus viviendas.

Animosos vecinos de Villa Soldati y Sáenz, conduciendo en botes a los

moradores de las casas anegadas.

En el paraje denominado Monte Villa Soldati. Como medida de previsión los enseres fueron llevados a las azoteas.

Niña a quien salvó de perecer ahogada el agente que la tiene en brazos. La pequeña criatura fué sacada de encima de un cajón, donde se había subido, en el momento en que éste era arrastrado por las aguas. Felizmente y debido a la energía y presteza con que procedió la policía, no acaecieron mayores desgracias personales en la zona de Villa Soldati, la más afectada por el

desbordamiento del Riachuelo

El presidente de la Comisión de Fomento, Sr. J. V. Amor, es conducido en una balsa improvisada a la estación.

El famoso conventillo que existe en la "avenida" General Roca sitiado por el agua. Las pobres familias han visto repetirse con desgraciada frecuencia estas situaciones, sin que las autoridades poco o nada hayan hecho por re-

Los terraplenes del ferrocarril ofreciendo sitio seguro a una de las innumerables familias que abandonaron sus casas. La costumbre a estos éxodos ha hecho que esas gentes miren la calamidad que la inundación constituye.

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Esperando pacientemente que el agua descienda para volver a los hogares»

de los que tuvieron que huir.

En las cercanías de la avenida Sáenz, en Nueva Pompeya. Alcanzando pro

visiones, conseguidas en botes.

Uno de los ranchos abandonados en Monte Villa Soldati. Las gallinas to

maron posesión de los techos.

Transportando el cadáver de una señora que permaneció 36 horas insepulto por impedirlo la altura de las aguas.

En la estación de Villa Soldati. Cabo de policía con los niños que fueron milagrosamente salvados cuando ya se consideraba que hubieran sido llevados por la corriente. La benemérita acción de los servidores del orden público ha merecido el agradecimiento de los pobladores de la zona inundada y el elogio de la jefatura, a cuya consideración ha sido elevada una nota reco

mendando la conducta por ellos observada. Jiii 11IIII1III IIMIllinillllllMIIIIIIMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIKMlItmiINIlItl

El bote, único recurso para poder llegar a la estación. Las costureras utilizándolo, a fin de cumplir con sus obligaciones de entrega de costura, exigidas en los registros

para donde trabajan.

iiiitiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Pintoresca transformación de las azoteas. Los vecinos, con los muebles allí llevados, improvisan algo así como piezas dormitorios, donde se pueda pasar la noche en caso

de necesidad.

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A C T U A L I D A D E S D E L A S E M A N A

Doctor Estanislao Zeballos. Sr. Horacio Castro Videla. Doctor Fermín Rodríguez. Doctor Pedro Abrami. Designado presidente del Congreso de Derecho In-

Subdirector de nuestro co- Nuevo director de la Asis- Facultativo francés, invita-lega "La Prensa", que ce- tencia Pública en reempla- do por la Facultad Médica

lornacional y de la ínter- lebra sus bodas de plata 20 del doctor del Valle, de Buenos Aires para dar na1ion:il Law Association. con es "' ' que renunció

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una serie de con

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erencias.

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DEMOSTRACIÓN AL SEÑOR PIÓ COLLIVADINO. — Los alumnos y ex alumnos de ¡a Academia Nacional de Bellas Artes rodeando a su director, señor CoUívadino,

en cuyo honor se realizó una interesante fiesta.

LA EMBAJADA CHILENA AL BRASIL. •— El embajador, señor Guillermo Subercaseaux Pérez, con los miembros que la componen, en el hotel donde se hospe

daron a su paso por nuestra capital.

LA DELEGACIÓN BRITÁNICA AL CONGRESO DE DERECHO INTERNACIONAL. — Banquete con que la colectividad inglesa entre nosotros obsequió a los delegados en el restaurant Retiro. Presidió la demostración f\ ministro de la Gran Bretaña, Mr. Ronald Mac Leay.

EN EL CLUB DEL PROGRESO. — El señor Ricardo Monner Sans con los amigos y discípulos que fueron comensales en el banquete ofrecido en su honor con motivo de su jubilación como profesor, después de una des

tacada acción como escritor y maestro.

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ACCIDENTE FERROVIARIO EN LA ESTACIÓN CONSTITUCIÓN juon Cecchini, marinero del Estado en que quedaron los paragolpes después del vio- Andrés García, herido de crucero Patria, herido grave, lento choque del tren N." 16S, que procedía de La Plata. consideración.

A consecuencia de la colisión hubo numerosos contusos, FOTOS DH ARROYO V BELL. a excepción de los dos heridos que publicamos.

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ARBOLES Y FRUTAS ^^ FABRICAS Y PRODUCTOS

ACEITES Y LATAS ARBOLES YFRUTAS Hay olivares y olivas de muchas clases y precios. La. calidad BAV es la más alta.

FABRICAS Y PRODUCTOS Hay fábricas de retinar ac:eite puro de oliva de muchas clases y precios. La calidad BAU es la más alta.

A C E I T E S Y L A T A S

Hay millares de mareéis estampadas sobre envases de lata. Pero el aceite antes de meterlo dentro de cada lata tiene una c l a s e y u n p r e c i o . La cfJidad BAU es la más alia.

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EÍEÍIETO:§1 'W"

UTÓPICAS - ^ ^

51 agosto de 1830. — Las provincias argentinas, con excepción de las cuatro del litoral, dan su poder al general Peuz; para

que organice un ejército. En las "Memorias postumas del general José

María Paz" hay unas líneas dedicadas a esta efe-, mérides. Dice así el bravo militar:

«La autoridad que me fué conferida del modo . más legal, por las provincias todas, fué la militar con el título de jeje supremo militar. He aquí como se hizo:

Se reunieron en Córdoba comisarios o representantes de todos los gobiernos, suficientemente autorizados para t ratar los asuntos generales, con conocimiento y sanción de los cuerpos representativos. Estos convinieron en un tratado que fué ratificado por todos, y un artículo de ese t ratado me confería el mando de la fuerza armada de todas las provincias.

Los comisarios o representantes de los gobiernos eran sujetos respetables por sus luces, su patriotismo y su posición social. La simple anunciación de sus nombres, conocidos en nuestros congresos y otros puntos importantes, bastará para recomendar su misión.

Por Córdoba: el canónigo dignidad, doctor don J. Gregorio Baigorri.

Por Salta: el ex congresal don Manuel Tezanos Pintos.

Por Tucumán: el ministro de gobierno, doctor don Manuel Berdia.

Por Mendoza: el ex diputado doctor don Francisco Delgado.

Por San Juan: el ex diputado don Rudesindo Pojo.

P o t San Luis: el doctor don José María Bedoya Por Santiago: el ex congresal canónigo Miguel

Cali.xto del Corro. Por la Rioja: el doctor don Ventura Ocampo; y

por Catamarca. . .» Y luego añade unas apreciaciones que resulta

curioso transcribir y que dan gran relieve a este hecho histórico:

«Habiendo dicho ya algo sobre mi administración, quiero consagrar algunas líneas para destruir las groseras calumnias de nuestros enemigos; ellos. me imputaron, como también a mis compañeros, miras puramente dominadoras, y se empeñaron en dar a todos nuestros actos el colorido y la forma de una conquista militar, Pero es de notar que aun 'entonces no pudieron negarnos que teníamos en vista la constitución de la República.

La prensa de Buenos Aires, y muy particularmente, El Lucero, del señor Angelis, que desempeñaba entonces las funciones que ahora hace la Gacela Mercantil, nos acusaba todos los días de que pretendíamos constituir la liepúhlica a palos, con lo que confesaba nuestro intento, si bien negaba el acierto de los medios que empleábamos para .ello. Sólo ha sido después que Rosas ha querido , desnudar a nuestro partido de toda mira y carácter político.

Prescindiendo de que nos apoyábamos en la gran fracción de la República que constituía el partido unitario, y de que era el más liberal, el más honorable, el rnás ilustrado, bastará presentar el programa de nuestros trabajos para desmentir la calumnia.

Sabido es, que la última Constitución de la República halló una resistencia invencible, no en la parte sana y pensadora de los pueblos, sino en los caudillos que extraviaron la multitud. Sabido es, también, que esos caudillos se conservaren en los mandos que habían obtenido, o usurpado, por medio de violencias y de crímenes, y que era un servicio y hasta un deber separarlos de sus puestos, para que el país se diese sus leyes y entrase en la carrera constitucional. En cuanto a mí, estoy perfectamente seguro que todo el interior, allanados esos obstáculos, hubiera aceptado con entusiasmo la Constitución tal cual la sancionó el últiA mo Congreso.

Es una torpe inexactitud lo que el dice el general La Madrid, que los pueblos del interior deseaban que se sacase la capital de Buenos Aires. Es una idea tan peregrina, atribuida a esa época, que no creo que haj'a tenido lugar en ninguna cabeza, ni aún en la del mismo general La Madrid. El confunde las quejas de las provincias de otro tiempo con lo que pasaba entonces, y que seguramente no comprendía, o ha olvidado. Protesto por mi honor que no he oído a persona alguna anunciar semejante pensamiento, y que pienso que a nadie se le hai ocurrido. Es precisamente en ese período de nuestra revolución, que desaparecieron (liablo en el interior) los celos provinciales, y que no se tenía en mira sino la gran cuestión nacional, en toda su fuerza.

¡Pero ni que más pedían desear los pueblos del interior, cuando la cuestión de la capitalización había sido tan felizmente resuelta con la pacionaliza-ción de Buenos Aires! Esta grande idea del'señor Rivadavia, que adoptó el Congreso, y que sólo resistió el partido de oposición que tenia en la misma capital, le es de un eterno honor, y lo hace acreedor a la gratitud de todos los argentinos.

No es posible comprender por qué los enemigos, de Rosas han hecho un estudio tenaz y constante en no encarar la cuestión después de la caída de la presidencia, bajo un aspecto nacional, sin que: hayan dejado por eso de hacer lo posible por su-i blevar la Nación, sin perdonar los celos provin-? cíales, que han querido en vano hacer revivir.

No se puede comprender, vuelvo a decir, como hombres dotados de incuestionables talentos y que profesan el positivismo, se han persuadido que po-: dían conmover una Nación con declamaciones vagas, en que predican amor a la libertad y horror al despotismo. Preciso era presentarles una idea, un principio, un sistema que les diese esperanzas de vei: realizados sus votos y que los sacase del terrible círculo de anarquía y desorden en que giran hace cuarenta años.

Si la Constitución del año 27 era buena y adaptable al país, ellos no debieron abandonar tan pronto su obra. Si es mala, porque no es adaptable, confiesen su error, y canten la palinodia. Ofrezcan también hacer algo que reemplace aquello, levantando una punta del velo que cubre su impenetrable misterio. Lo demás es pensar en realizar quimeras, es querer levantar el mundo sin tener punto de apoyo.»

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NOTA CÓMICA

DEL

— ¡Justo castigo a su perversidad! ¿No le da a Vd. vergüenza robarle»la caja a su padre? íi

— ¡Perdón, papito! ¡Tú no sabes lo que me pesa!

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LECTURAS INFANTILES E L H I J O D E L G U A R D A B O S Q U E P£^.ADEL!^D^CARL0

, ' C A P I T U L O X X X I I I

— jEs verdad, señor Pablo — preguntó cierto dia César, — que usted es hijo del antiguo guardabosque de estos lugares?

— Sí, niño mió; es verdad. — ¿Y usted, señor, cree jus

to confesar un origen humilde? — Recuerda siempre que el

hombre honesto, el hombre sabio y prudente, jamás se avergüenza de su nacimiento por muy obscuro que él sea, ni se siente molesto ni humillado por su pobre estado.

— ¡Entonces, maestro, yo debo confesar sin reparo que soy hijo de campesúios?

— Sí, debes decirlo. Piensa que el único y verdadero mérito reside en las buenas acciones, en el saber, en la rectitud. Hay que hacer siempre el bien, estudiar lo más posible, ayudando a los demás, no engañando nunca.

— ¡Y. si la fortuna mo favoreciera como a usted, maestro?

— En tal caso no des paso al orgullo, ni olvides tu origen modesto, y sea tu más noble propósito el de compadecer y ayudar a tus semejantes. En la edad madura recuerda lo que fuiste en la adolescencia, y si vistes trajes señoriles conserva memoria de aquellos que llevastes en otros tiempos. Esto te lo digo, hijito, para

Abnham Lincoln, gian dos del Norte, qne de

presidencia

que te persuadas que en todas las gradaciones sociales se encuentran hombres de mérito, los cuales podrán ser considerados y apreciados por su contingente modesto, por su vida laboriosa, con el estudio diligente de las cosas, con el ánimo dispuesto a hacer el mayor bien a todos.

Yo, que nací de padres pobres, tuve la gran suerte de hallar al que fué dueño y señor de este castillo, quien, favorecido por el talento que le fuera. concedido entre otros dones, me hizo amar los estudios, a los que me dediqué con ardiente pasión. Realicé en breve lo que otros no llevan a cabo sino con miicho tiempo, y el recuerdo de mi bienhechor fué siempre para mí de gran aliento.

Comencé a trabajar y a cumplir con mis deberes un poco tarde quizá; mi actividad fué constante, a lo que se agrega la corrección de propósitos y el de hacer bien a propios y a extraños.

— ¡Ah, señor Pablo, si yo pudiera hacer lo mismo!

— Basta con proponértelo y perseverar, aunque se te ofrezcan grandes obstáculos y tengas que vencer numerosas dificultades.

hombre de los Estados üni-humilde leñador llegó a la de la república.

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Valiosos regalos para las consumidoras del POLVO GRASEOSO LEICHNER

a Queriendo corresponder a las preferencias que una numerosa y distinguida clien

tela mantiene por el Polvo Graseoso Leiehner, como producto para embellecer y suavizar el cutis, los señores Mendel y Cía. han resuelto obsequiar a las señoras consumidoras de dicho artículo de tocador con valiosos regalos consistentes en cédulas del Banco Hipotecario Nacional, que, como es sabido, constituyen seguros títulos de renta, cotizables en cualquier momento, y que devengan un interés no inferior a 6 por ciento anual. Dichos regalos podrán obtenerse mediante un sencillo pasatiempo que consiste en lo siguiente:

A las dos de la tarde del día 14 de Septiembre de 1922 el escribano público don Francisco Pita, con estudio en la calle Sarmiento, 643, procederá, en presencia de testigos, a dar cuerda y poner en hora un reloj de bolsillo, de marca corriente, con dos esferas: una con horario de doce horas y división de minutos, y otra con división segundos. Una vez puesto en marcha el reloj, será encerrado dentro de una caja de lata de las que contienen el Polvo Graseoso Leiehner, la cual, perfectamente tapada, precintada y sellada, quedará depositada en poder del mencionado señor escribano.

El día 15 de Marzo de 1923, en el sitio y a la hora que previamente se dará a conocer, el escribano señor Pita, en presencia de testigos y de las personas que deseen concurrir, procederá a abrir la caja y a constatar la hora, minutos y segundos en que se paró el reloj. Acto seguido adjudicará los regalos a las personas que hubiesen acertado la hora, minutos y segundos en que se detuvo la marcha del reloj. Si ninguna hubiese acertado la hora exacta, corresponderán los regalos a aquellas que más se hubiesen aproximado, en orden anterior y posterior. En caso de coincidir dos o más soluciones, el valor del regalo que corresponda se repartirá por partes iguales entre las que hubiesen coincidido. Del resultado definitivo, el señor escribano actuante levantará la correspondiente acta. .

Para optar a los obsequios, es requisito indispensable utilizar la faja-prospecto que acompaña a cada caja de Polvo Graseoso Leiehner, cuidando de dejarle adherido un trozo de la estampilla fiscal que la sujeta a la caja. En el margen blanco de dicha faja-prospecto deberá escribirse con letras (no con números) la hora, minutos y segundos en que se calcule se parará el reloj; y a continuación anotar el nombre, apellido, domicilio y pueblo de residencia de la persona interesada, enviándola bajo sobre, con esta dirección: Señores IVIENDEL y Cía. Coacurso Polvo Graseoso Leiehner, Guardia Vieja, 4439, Buenos Aires.

Cada persona podrá enviar las soluciones que desee, pero cada solución deberá anotarse en una faja-prospecto, con el trozo de estampilla adherido.

No se tomarán en cuenta las soluciones escritas en otro papel. Las soluciones podrán enviarse hasta el día 28 de Febrero de 1923, considerándose

nulas las que lleguen después de esta fecha.

REGALOS A ADJUDICARSE: 1 regalo de $ m/n 1.000.^ en cédulas del Banco Hipotecario Nacional 1.0 —

2.° — 3.0 — 4.» — 5.° — 6.» — 7.»— 1

2 regalos 4

10 40

500 .500

500.—c/u. » 250.— 100.—

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Las personas agraciadas con cédulas del Banco Hipotecario Nacional podrán optar entre Bichas cédulas o el valor nominal de las mismas, en dinero efectivo.

$9.» el frasco.

LEICHNER y MENDEL son los dos nombres que debe usted tener presente siempre que vaya a adquirir artículos de tocador. El primero, porque representa el notable polvo graseoso, sin rival para mantener el cutis constantemente fresco, delicado y suave; y el segundo, porque designa los exquisitos extractos, polvos y lociones "Anitra", "Marlise", "Si tu voulais...!", productos reputados como lo más delicioso y selecto que se fabrica en perfumería.

MENDEL y Cía. Buenos Aires, Guardia Vieja, 4439—-Montevideo, Paysandú, iiyS

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Elor sombreada. plateada.

LOS que han vivido en París durante el verano pasado conservan aún fresco el recuerdo

de la estruendosa carcajada con que fueron acogiólos ciertos maniquíes vivientes en Longchamp, cierto día en que éstos aparecieron vestidos de polleras muy largas, que barrían el prado del hipódromo. Sin embargo, el día después de estas apariciones, que todos consideraron grotescas, se hablaba ya de la pollera larga como de un posible retorno al pasado, y hoy día, en tan poco tiempo, ya no es consiáe-rado de buen gusto el dejar a descubierto el tobillo.

Es verdad que ciertas polleras son tan angostas que, aunque bien largas, en los movimientos dejan • ver o entrever no solamente el tobillo sino también toda la pierna.

Pero algunas casas de modas parisienses han presentado modelos de tailieurs bastante cortos y amplios, reservando el otro estilo para los vestidos propiamente dichos.

Y el centímetro de los grandes modistos sigue titubeando entre la pollera larga y la corta, entre el vestido muy angosto y el muy ancho. Parece que se está buscando un equilibrio que sea al mismo tiempo novedad; el mundo de la moda parece un caos en el cual la democracia quiere colaborar con el despotismo. Entretanto, un hecho queda bien definido: el talle va

subiendo. Después de haber bajado hasta lo inverosímil, empieza a subir, y Madelei-ne & Madeleine, uno de los modistos legisladores, ha abandonado ya en sus creaciones el talle bajo, substituyéndolo por bonitos efectos de batas ablusadas, que parecen interrumpidas a la altura del tallo y dan relieve a la línea natural del cuerpo.

Una notable creación de la casa ya nombrada es un vestido para sarao en crepé marroquí color «rosa Madeleine», bordado de seda negra y perlas de cristal sobre un fori'o de satín negro.

Otras casas se hacen notar por el empleo abundante de perlas en los bordados. Otro bonito vestido de noche era en lame negro y oro con anchas mangas en tul de oro adornadas por una tira de piel. Otro modelo estaba compuesto de un forro de überty negro cubierto con franjas de jais;

, otras franjas iguales formaban en I la espalda una pequeña capa.

De ambos modelos dan una idea los grabados que publicamos.

Como ya he dicho, por la noche predomina el blanco, muchas ve-

. ees realzado por bordados de Vtvidn de baile en iaiUe cuentas negras, o por anchas y r a í / o r r t J d a r \*^ l^^g^ t ™ ^e la^ mismas, que ~ azul pavo real. Cintu- ^egun afirma un cronista que vio ron de plata y azaba- ^^°s vestidos — hacen pensar en

ches, una colección de esquelas.

L A

MODA AL DÍA P O R

L U Z Y S O M B R A

ó

La linea derecha y sencilla es, •~: sin duda, la que predomina. En

los modelos de Drecoll es la preferida, acompañada de aplicacio

nes de géneros diferentes y de encaje.' Notable es un vestido de crepé

blanco y encaje de lana cortado a puntas, con un cinturón a la altura del

talle natural. Nunca ha sido tan marcada la preferencia

para los vestidos sencillos; se puede decir que hoy día la confección de un modelo está

al alcance de cualquier modista, y, sin embargo, en esta misma sencillez encuentran su cam

po de acción la habilidad y el buen gusto. Para acertar los nuevos modelos, el arte de las tije

ras necesita de todos sus recursos. Cada vestido es cortado, probado, cosido y termi

nado exclusivamente para la que lo ha mandado hacer, y el éxito depende únicamente del acertar las pruebas.

El jersey bordado de oro y de seda a colores vivos vuelve a la moda, junto con el moiré que desde hace mucho tiempo habíamos destronado, pero es un moiré nuevo y finísimo.

Para las capas se usan los géneros que dan una impresión de relieve, como el cloquella. Por cierto que al crear los abrigos «reversibles» no se sospechó el favor a que estaban destinados.

En todas las colecciones hay ahora uno de esos abrigos de paño o serge o popeli-ne o perllaine, forrados de seda. Otros son de dos géneros iguales, pero de color diÍM-ente. Hay abrigos combinados con crepé marroquí y crepé de chine, crepé georgette y encaje, terciopelo y lame. Ciertos modelos ofrecen la originalidad de dos formas diferentes en un mismo tapado; por ejemplo: liso de un lado y con capita del lado de la seda.

Ciertas capas, con tiras colocadas ingeniosamente, se transforman al revés en tapados con mangas, por medio de unos broches. Entre los modelos notables expuestos en París había una capa de paño brilloso color damasco, forrada con plumas de marabut.

Una creación que ha conquistado rápidamente el favor de las elegantes es el saco de cuero, pero es un cuero preparado, que los modistos, pueden trabajar como un género. El color preferido es el rojo antiguo. Otros, más ricos, son de piel de gamo calada por medio de especiales moldes cortantes, y adornados por una franja de tiritas c ue arrancan hasta la rodilla. Nada más agradable para la vista que esa morbidez propia de la piel de gamo. Son sacos de Ves t í do para sarao abrigo pero livianos, apropiados í r t y ^ t o ^ y T a í g ' a ^ para los días aun frescos, en los ¡^^^^^^ ¿^ ^^^ ^„e ^n la que las pieles ya resultan pesa- espalda forman una cadas. pita.

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De Molí

Damas y caballeros que integraron la comisión organizadora de los feteios en honor de San Lorenzo, cuya labor ha sido premiada con un entusiasta aplauso de todos los convecinos.

¿ C U Á L E S E L P R I M E R

D Í A D E L A S E M A N A ?

Los que opinan que, el primer dia de la semana es el lunes se fundan en el precepto divino de descansar el séptimo día, combinado con el hecho de ser el domingo el que destinamos al descanso. El mandamiento dado en el Sinai al pueblo de Israel decía, en efecto: «Seis días trabajarás, mas el séptimo es el día del reposo, para el Señor tu Dios»; pero el pueblo de Israel, en virtud de este mandato, descansó, no los domingos, sino los sábados. El descanso en domingo es exclusivamente cristiano. El séptimo

dia del mandamiento es, por lo tanto, el sábado.

¿Se quiere otra prueba? De los Evangelios se deduce, y la Iglesia asi lo cree, que Nuestro Señor resucitó en domingo, o sea al tercer día de haber muerto. Bueno; pues léase a cualquiera de los evangelistas, y se verá cómo todos convienen en que la resurrección acaeció al empezar la semana, no al terminar. San Marcos dice expresamente: «Mas corno Jesús resucitó por la mañana, «el primer día de la semana», aparecióse primero a María Magdalena». Y un poco antes, para que no quede duda sobre qué día era este primero, dice que todo ello fué «cuando pasó el sábado».

Los antiguos paganos llamaban al primer día de la semana «dies Solis», día del Sol; los cristianos, para conmemorar la resurrección de Cristo, hicieron del mismo día una fiesta y le denominaron «dies Domini», día del Señor, o domingo.

Los calendarios o almanaques de pared, confeccionados generalmente por hombres laboriosos pero de escasa cultura, dan como primer día de la semana el lunes. Pero las autoridades verdaderas, la Academia de la Lengua, laa enciclopedias, tanto españolas como extranjeras, afirman que el primer día de la semana es el domingo.

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Según los médicos alemanes; Basta acudir a una sencilla como eficaz medica

ción, tomar una infusión de tomillo erytroso caliente 4 ó más veces al día para que desaparezca rápidamente la tos, cualquiera sea su origen o causa. El tomillo erytroso es una variedad de la conocida planta tomillo, pero que no debe confundirse con ésta. Como algunos herbolarios aprovechando la fama del tomillo erytroso expenden el tomillo vulgar, y dadas las dificultades que existen para conseguir en Europa tomillo erytroso, la industria farmacéutica alemana ha puesto en venta bajo el nombre de Tomillo Erjrtroso compuesto un extracto sacado del mismo, que los niños y adultos toman con gran placer solo o mezclado a una tisana de tilo y que se recomienda como excelente para el tratamiento de todas las afecciones bronco-pulmonares.

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Desde un tiemiíito a esta izarte no frecuentaba más los «five o'clock» de nuestro cenáculo un escultor, buen amigo, de formas atléticas, un Miguel Ángel, fuerte como un toro e impresionable como una niña.

Cenáculo heterogéneo, democrático, es desde un par de lustros el punto obligado donde acuden periodistas, artistas, marinos e ingleses. De vez en cuando aparecen por ahi dos ejemplares del sexo débil: una vieja de luto, apergaminada, amarillenta, que es una guia ambulante. La llamamos de sobrenombre «But-Buf», porque resuella como una locomotora. La otra es alemana, camina penosamente, como si los resortes de sus extremidades inferiores estuvieran gastados y funcionaran a la buena de Dios, y asi se le ha aplicado el apodo de sYa voy».

El escultor faltaba desde un tiempito a los «five o'clock» del cenáculo, asi que cuando lo volvimos a ver el otro día, después de un eclipse de un par de meses, con una cara de finado, los ojos hundidos, sentimos la necesidad de manifestarle nuestro más sentido pésame y preguntarle qué le había pasado.

'— ¡Vivo por milagro!.. . — Realmente tienes una cara de sanatorio que ena

mora. . . ¿Qué sucede? •— ¡Asma, asma!. . . Y con las dos manos se golpeaba el pecho como para

castigarlo. — ¡Cómo!... ¿Tú a s . . . ? No digas . . . Hubo un grito de indignación... ¡Aquello era im;

posible!.. . ¿Con esa caja torácica? ' — ¡No tengo un momento de descanso, amigos

míos! . . . Al atardecer empiezo a pensar en las torturas que me esperan por la noche . . . y . . . ¡La noche!. . . ¡Esa mano que me aprieta li» garganta y me da la agonía, me hace morir a diario!.. .

— ¡Áy, caramba!. . . ¡Pobre!.. . ¿Hablas en serio?. . . ¡Y no te han dado ningún remedie?

— ¡Yoduro y yoduro! Me voy metalizando poco a poco . . , He visto ya a cuántos médicos andan por Buenos Aires. : .— ¿Te han encontrado algo más? . .„. . , .- ,

, —Una insuficiencia valvular. . . • • .— ¿Y nada más?

— Los ríñones también parece que no funcionan : como es debido; el hígado destila peor . . . ; • — C o n eso ya tienes bas tan te . . .

i Entre los fundadores de cenáculo hay una especie de médico naturista que receta muy a menudo remedios caseros y que cuando se trata de sus hijos los hace revisar y tratar por facultativos alópatas. Pero por lo general improvisa sus diagnósticos sobre tablas y dicta el tratamiento infalible. . — ¡Nada, nada! . . . Purgarse, no comer nada de noche y . . . baños fríos, baños fr íos. . . ¡Qué yoduros!. . .

Los pacientes están siempre dispuestos a escuchar nuevas indicaciones, así que nuestro escultor se ma-

, nifestó sumamente agradecido y solamente se limitó a insinuar:

— ¿Pero los baños con . . . la insuficiencia? •—¡Qué insuficiencia me vas contando!. . . Claro

que no se dice de liacer baños helados. . . Una buena ducha y . . . ya e s t á . . , ¡Pero todas las noches antes de acostarse!.. .

— ¿Asma? — dijo un alemán que se ocupa en planos de edificios y obras de salubridad. — ¿Asma? ¡Conozco a uno que se la va a sanar en seguida!... ¡Un curandero!

Estalló una gritería descomunal: •— ¡Qué lo echen!. . . Basta de curanderos,. . ¡Parece

imposible!... Abajo los enemigos de la luz. ¡Sa-quenló!. . .

Terco, impasible, el alemán esperó que calmara la tormenta:

— Sé de más de uno que se ha sanado siguiendo el tratamiento que le indicó ese individuo.. .

— ¡Qué se calle!. . . •—La hija de un hotelero de la-callé Alsina. . .

— ¡Queremos los nombres!. . . — ¡Qué nombres!. . . Puedo acompañarlos allá mis

m o . . . Una chica que a los 17 años sufría un poco de t o d o . . . IJO que tiene el amigo éste es nada en comparación.

•— Vamos, no te hagas tomar el pe lo . . . Hiciste un papelón; es inútü que busques de arreglarlo...

•— Qué papelón y papelón. . . Probar no hace mal a nad ie . . .

Como le amenazamos con aplicarle la ley de residencia, el alemán se calló refunfuñando. Pero el asmático había quedado impresionado, y mientras los demás del cenáculo discutían en voz alta jiroblemas de política internacional otorgando diplomas de insuficiencia a Poincaró, y otros desatinos.

— Decía usted que hay un hombre q u e . . . ¿Dónde vive?

— En calle T . . . ¿Pero ha visto que gente presuntuosa?. . . ¡Periodistas que pretenden saberlo todo! . . .

— ¡Déjelos que hablen!. . . — Lo que puedo asegurarle es que se trata de un

mano s a n t a . . . Cómo se las arregla no s é . . . Pero no le cuesta nada probar . . .

•— ¿Cuánto cobra? — ¡Nada!.. . ¡No pide nada! . . . Cada cual le da lo

que puede . . . Además, aunque cobrara algo, amigo. . . La salud ante t o d o . . .

— Ya lo c reo . . . Decía para saber más o menos . . . ¿No podría acompañarme usted?

— ¡Ah, yo no puedo, querido! No tengo t iempo. . . Pero ¿por qué no va con ése? — y me indicó a mi. — Ese conoce al dedillo cuantos adivinos existen, espiritistas, manos san tas . . . Vaya, vaya con é l . . .

Los ojos del asmático expresaron una siipUca tan conmovedora que a no ser por la hora demasiado avanzada le escoltaba en el acto hasta el domicilio del mano santa.

Quedamos entendidos que al día siguiente nos encontraríamos en plaza Once a las dos de la tarde.

Instalados a bordo de un acoplado de la linea 2 del Anglo Argentino, el asmático me decía:

— ¿Y por qué no podría se r? . . . A mí me parece que no hay cosas imj)Osibles en este mundo.

— Indudablemente.. . Diré m á s . . . Voy más allá. . . Creo en los milagros. . . Es decir, en los milagros. . . Vamos despacio.. . No creo en los milagros como violaciones de las leyes ñatuíales, pero sí como obra de una ley desconocida que neutraliza las que conocemos. . . No sé si me explico. . . Nunca se me ha ocurrido que la Virgen, y menos aún Dios en persona, tomen nota de nuestros deseos para satisfacerlos... Lo que creo es que en determinados estados de alma pueda llegarse a poner en acción fuerzas desconocidas y que pueden producir reacciones favorables en el organismo.. . Eso es todo.

-— ¡Y" quién sabe -no más! — A mí me parece tan evidente... Mi ré . . . ¡Basta

observar lo que hace la voluntad! La voluntad es una fvierza de la que pocos hombres conocen el inmenso poder. Pero hace maravillas. ¿Quieres uñ ejemplo de los que tenemos a mano todos los,días? Cosas a las que nadie hace caso. Te estás poniendo el cuello y no hay manera de que pase el botón. Quieres pasar la llave por una cerradura y no lo consigues de ninguna manera. Lo intentas otra v e z . . . Nada. Te escapa la paciencia, juras como un carretero, y ¡zas!. . . El botón entra, la llave pasa como por encanto. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? No ha sido por cierto efecto de cuatro malas palabras. ¡Seria ridículo pensarlo!.. . Es la mayor suma de energía que has invertido que ha tenido su válvula de escape en un juramento porque era excesiva, pero que ha traído un resultado. . .

— ¿Sabes que hablas bien? — ¡Pero si es natural ! . . . Milagros los ha habido

en todas las religiones. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que hay algo que la fe llega a reforzar, a tonificar y que puede ser empleado con resultado en el caso

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D E M I D I A R I O

POR EL D O C T O R A . V A C C A R I

de males físicos y morales. Si la fe puede mover laa montañas, puede curarte el asma también, mucho más que la tuya debe ser un asma nerviosa.. . Tú me haces el efecto de una pila eléctrica y tus ojos son los de un hombre que está por ahogarse a cada mom e n t o . . . Hemos l legado.. . Bájate.

Mi asmático caminaba con la cabeza baja, como un hijo que recibe un café en toda forma. Sus ojos relucían y se le notaba el inmenso consuelo que le ocasionaba encontrar a uno que anatomizaba sus sentimientos sin que él tuviera necesidad de abrir la boca.

Las pocas veces que intentó hacerlo no lo dejé seguir, previniendo en el acto cada objeción que quería moverme:

— Tú nunca me has dicho'una palabra . . . ¿Pero es una vida la tiiya? Metido siempre en tu ta l ler . . .

— Efectivamente.. . — El día que salgas al campo, que tomes un poquito

de aire, ya serás otro hombre; ni te acuerdas siquiera de tus enfermedades.. .

— y es c ier to . . . — jHas visto? — Deja a im lado los monumentos y por un mes

por lo menos trabaja de estibador. Tienes que cansarte, rendirte; verás después como vas a dormir de un solo tirón.

En la antesala del curandero como unas 25 personas esperan pacientemente su turno.

Reina un silencio absoluto cpie permite oir una voz que sale del consultorio, una voz calma, seca, hnperiosa, que contrasta con la de los clientes que lloriquean.

Estamos demasiado lejos para comprender el sentido de las palabras del taumaturgo. Mi amigo parece hipnotizado y mira con los ojos muy desencajados la ])\ierta de entrada, de la que sale una luz aniaiülenta de velas encendidas y un pesado olor de sebo y cera.

Mientras esperamos leo los cartelitos que cuelgan de las paredes: «Horas de recibo de 9 a 11 y de 14 a 17; les domingos de 9 a 11». ,

Érente a este cartel, hay otro: « A las peisonas que acostumbran traer ielas para

« el altar se les ruega que sólo traigan de las siguientes « marcas . . . (¡no voy a copiar el nombre de las marcas « por miedo a la sección avisos!) y todas esas marcas « que sean fabricadas do estearina pura por razón do « aquellas que son liechas con cera constitulkn un (1 cerio peligro para el altar, pues con el excesivo calor « se dobla y se derriten'. »

Nosotros por suerte no habíamos traído velas de ninguna clase. ' Los pacientes entraban y salían bastante pronto, lo que hablaba en favor del ojo clínico del taumaturgo. Nosotros nos íbamos corriendo 'siempre más adelante en nuestros asientos, hasta que terminamos por quedar casi frente a la entrada del consultorio.

Aquello era una especie de caiúlla ardiente. La jiared visible para nosotros estaba tapizada por

cuadros cpie representaban todos los santos del calendario. Sobre un altar, dorado y cubierto con un lienzo blanc[uÍ3Ímo, ardían de treinta a cuarenta velas, mientras debajo de campanas de cristal, rodeadas de flores artificiales, figuraban estatuitas del Redentor, de la Virgen y San José.

Entraron las dos mujeres que teníamos delante de nosotros. Llegaba hasta mis oídos la conversación que se desarrollaba allá adentro.

— Señor. . . vengo otra vez . . . No siento* ningún a l iv io . . .

Hice lo posible para que mi amigo no oj'era nada, pues seguramente iba a perder toda su fe.

— ¿Tomó lo que le dije? — ;.La bebida esa, en tres veces?.. . ¡Cómo no! — Bueno: Ahora voy a darle otro remedio. Lo toma

usted por la mañana al despertarse. — ¡Si supiera, señor! Me lo paso todo el día

l lorando. . . — No sea a s i . . . Tenga f e . . . Usted sanará, pero

tenga paciencia y ayude la obra de la naturaleza. . . Si se aflige agrava usted sus dolencias...

— Cuando usted habla me iiarece que estoy bien, que \'a no tengo n a d a . . .

— ¡Por eso mismo!. . . Dentro de cinco días sanará usted por completo en el nombre de Dios.

— Gracias, señor. . . La pobre que pasaba sus días llorando salió radiante

de felicidad con paso esbelto, arrogante, que hacía un contraste muy curioso con el andar caído, cansado que tenía cuando entró a la capilla-consultorio.

Llegó nuestro tumo. — ¡Hable usted!. . . dijo el asmático. El interior de la capilla estaba repleto de muletas

con cartelitos de personas «eternamente agradecidas». Era todo un altar envuelto en una gloria de luces, y decenas de paquetes de velas . . . reglamentarias, esperaban el honor de ser quemadas en homenaje a la fe que mueve las montañas.

Una barandilla de madera separa el altar del público, y a la derecha del altar veo a un mozo vestido de negro c ue nos recibe con un:

— ¡Ave María Purísúna!. . . Mi asmático en lugar del: «¡sin pecado concebida!»

contesta un prosaico; — ¡Buenos días! Yo tomo la palabra. — Como nos han dicho que usted ha sanado a una

muchacha enferma de asma . . . / — ¿Cómo? ¿Cómo? ¿He curado a quién? — A la hija de un hotelero de la calle Alsina.. . — ¿Una muchacha de luto? No sabía si estaba de luto o no, pero me apuré a

decir c ue sí. — Eso e s . . , Una muchacha de l u t o . . , -—Bueno.. . ¿Y qué dice? — Este amigo mío sufre de asma . . . — ¿Usted sufre de asma? ¿Cuánto tiempo hace? .— Tres meses. . . — ¿Ataques frecuentes? ¿Con mucha fatiga? — Muchísima. . . Me parece que quedo asfixiado... •— ¿Y qué le dan? — Yoduro y cigarrillos antiasmáticos,.. Inyecciones

de morfina. . . — Deje todo e so . . . Y''o le voy a dar un cebito, quo

se flotará usted sobre el pecho y las espaldas antes de acostarse. L'ntese bien hasta Ja boca del estómago. Luego tome algodón en rama bien empapado en agua, florida buena. Se aplica usted una tira de este algodón desde la garganta al estómago y quédese tranquilo.

— ¿Nada más? — Todas las noches un te de valeriana y absténgase

del café, licores y excitantes en general. Antes del sábado próximo olvidará usted sus ataques.

Mientras tanto el taumaturgo tomaba una cajita de madera y la rellenaba de un ungüento aniariilento que sacó de un tarro escondido debajo del altar.

•— No haga otra cosa y haga lo que le he dicho en el nombre de Dios y Pancho Sierra. Le recomiendo las flexiones (fricciones).

— ¿Cuánto debo? ^ — Nada. Sobre el altar había una bandeja que más de un

profesor de la Eaeultad hubiera querido fuera la recompensa diaria de sus servicios profesionales. Lina verdadera montaña de billetes de a cinco, de a diez y de a uno.

El asmático optó por un téi-mino medio y dejó cinco jiesos.

Desde hace una semana mi amigo se unta religiosamente con el cebito, se aplica las cataiilasmas de agua florida de la buena, toma su te de valeriana, se flota y se flexiona. Será bondad del Todopodercsu o lo quo quieran pero el hecho es que por el momento no siento más la mano que le aprieta, ni la impresión de morir todos los días.

¡Esos benditos nervios!.. ,

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Team "íel Club Atlético de la Oficina de Ajustes de FF. CC.

tusíasta hasta finalizar el match: sin vencidos ni vencedores. El Club Atlético de la Oficina de Ajustes, que fué invitado por el club local para disputar el partido de referencia, donó una copa de plata al Club Acebal, en retribución a los aga

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II

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^v^'^lJX EL MEDITADOR Y EL ESCLAVO

. . .Pasó que, huésped en una casa de campo de Megara, un prófugo de Atenas, acusado de haber pretendido llevarse bajo el manto, para reliquia de Sócrates, la copa en que bebían los reos la cicuta. Be retiraba a meditar, al caer la tarde, a la esquiva de extendidos jardines, donde sombra y silencio consagraban un ambiente propicio a la abstracción. Sn gesto extático algo parecía asir en su alma: dócil a la enseñanza del maestro, ejercitaba en sí el desterrado la atención del conocimiento propio.

Cerca de donde él meditaba, sobre un fondo de sauces melancólicos, un esclavo, un vencido de Atenas misma o de Corinto, en cuyo semblante el envilecimiento de la servidumbre no'había alcanzado a desvanecer del todo un noble sello de naturaleza, se ocupaba en sacar agua de un pozo para verterla en una acequia vecina. Llegó ocasión en que se encontráronlas miradas del huésped y el esclavo. Soplaba el viento de la Libia, jiroductor de fiebres y congojas. Abrasado por su aliento, el esclavo, después de mirar cautelosamente en derredor, interrumpió su tarea, dejó caer los brazos extenuados, y abandonando sobre el brocal de piedra, como sobre su cruz, el cuerpo flaco y desnudo: — "Compadéceme, dijo al pensador, compadéceme si eres capaz de lágrimas, y sabe, para compadecerme bien, que ya apenas queda en mi memoria rastro de haber vivido despierto, si no es en este mortal y lento castigo. ¡Ve cómo el surco de la cadena que suspendo, abre las carnes de mis manos; ve cómo mis espaldas se encorvan! Pero lo que más exacerba mi martirio es que, cediendo a una fascinación que nace del tedio y el cansancio, no soy dueño de apartar la mirada de esta imagen de mí que me pone delante el reflejo del agua cada vez que encaramo sobre el brocal el cubo del pozo. Vivo mirándola, mirándola, más petrificado, en realidad, que aquella estatua cabizbaja de Hipnos, porque ella sólo a ciertas horas de sol tiene los ojos fijos en su propia sombra. De tal manera conocí mi semblante casi infantil, y veo hoy esta máscara de angustia y veré cómo el tiempo ahonda en la máscara las huellas de su paso, y cómo se acercan y la tocan las sombras de la muerte Sólo tú, hombre extraño, has logrado desviar algunas veces la atención de mis ojos con tu actitud y tu ensimismamiento de esfinge. ¿Sueñas despierto? Maduras algo heroico? ¿Hablas a la callada con algún dios que te posee. . .? ¡Oh, cómo envidio tu concentración y tu quietud! Dulce cosa debe ser la ociosidad que tiene espacio para vagar el pensamiento". — "No son estos los tiempos de los coloquios con los dioses ni de las heroicas empresas (dijo el meditador); y en cuanto a los sueños deleitosos, son pájaros que no hacen nido en cumbres calvas Mi objeto es ver dentro de mí. Quiero formar cabal idea y juicio de éste que soy yo, de éste por quien merezco castigo o recompensa...; y en tal obra me esfuerzo y peno más que tú. Por cada imagen tuya que levantas de lo hondo del pozo, yo levanto tam bien de las profundidades de mi alma una imagen nueva de mí mismo; una imagen contradictoria con la

^ u e le precedió, y que tiene por rasgo dominante un acto, una intención, un sentimiento, que cada día de mi vida presenta, como cifra de su historia, al traerle al espejo de la conciencia bruñida por la soledad; sin que aparezca nunca el fondo estable y seguro bajo la ondulación de estas imágenes que se suceden. He aquí que parece concretarse una de ellas en firmes y precisos contornos; he aquí que un recuerdo súbito la hiere, y como las formas de las nu-

kPaOá^é bes, tiembla y se disipa. Alcanzaré al extremo de la ancianidad; no alcanzaré al principio do la ciencia que busco. Desagotarás tu pozo; no desagotaré mi alma. ¡Esta es la ociosidad del pensamiento...!" Llegó un rumor de pasos que se aproximaban; volvió el esclavo a su faena, el desterrado a lo suyo; y no se oyó más que la áspera quejumbre de la garrucha del pozo, mientras el sol de la tarde tendía las sombras alargadas del meditador y el esclavo, juntándolas en un ángulo cuyo vértice tocaba al pie de la estatua cabizbaja de Hipnos.

JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

L A M A R I P O S A D E L U Z El era muy joven. Apenas le empezaba a apuntar

el rubio mostacho y ya había hacinEido una centena de cuartillas, todas llenas de fragancia 3' vida. Versos primorosos y delicados como flores de lis, y prosas atrevidas en que había desbordes de champaña y gigantes aleteos.

El poeta amaba la luz, le encantaban las flores y le enloquecían las alas potentes de las águilas. ¡Oh! Las alas que remontan el vuelo al inmenso a z u l . . . Y sobre todo, y más que todo, amaba la mariposa de luz, que tiene su capullo colgado en el gran cielo y que desde allá se viene volando, volando. Era su ideal.

Sus más bellas estrofas cantaban el rubio peto y las alas adamantinas y casi impalpables que, cuando se agitan y tocan en su raudo vuelo una cabellera, esparcen en el espíritu algo así como una somnolencia hipnótica.

A su vergel habían llegado mariposas rojas, azules, blancas. . . pero esa mariposa que camina sobre un rayo de luz y deja tras sí una onda luminosa como si fuera una estrella, esa nunca se había posado en ninguna de sus flores y por eso estaba triste y en sus sueños de enamorado la cantaba y la abrazaba tiernamente como si fuese una Elsa.

Un día el poeta paseaba bajo la sombra de los grandes olmos de su jardín; ya había concluido el poema de sus ansias infinitas en que coronaba a la Esperanza como a una novia y que titulaba «El vuelo del Cóndor,» y aquel día, bajo la sombra délos grandes olmos, vio cnizar por su vergel la mariposa de luz, la misma mariposa que tiene su capullo colgado en el gran cielo y que al volar deja tras sí una onda luminosa como si fuese una estrella. Y él la vio pasar con sus aUtas adamantinas, y fascinado y seducido por su encanto, se lanzó en pos de ella. Dejó tras sí el vergel y siguió, siguió, cruzó largos caminos llenos de abrojos y cambroneras que le desgarraban las carnes, y la luz del día le vio perderse entre las sombras, persiguiendo su fugitivo ideal. Tambaleando, tanteando la oscuridad con sus abismos, iba en medio de la noche cayéndose y levantándose y siempre atraído por aquella estrella que volaba.

Ya iba a perecer de cansancio cuando sus manos tocaron la divina mariposa. Loco, delirante y con la frente altiva y orguUosa, viéndose poseedor de su ideal, se sintió dios, y en su soberbio afán estrechó tanto hacia sí aquel dorado peto, que sus alas se deshicieron en polvo y cayéndole en los ojos le dejaron oie^o en medio de las sombras de la noche.

¡Pobre poeta! ¡Cuántos como tú han perseguido la mariposa de luz y han sido cegados con el polvo de oro de sus alas!

EAFABL ANQBI. TROYO

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Las viudas, las casadas y

las solteras deben saber que muchos, de los malestares y dolencias que sufren, obedecen, en la mayor parte de los casos, a la falta o insuficiencia de la higiene personal íntima.

En efecto, basta el menor abandono en el indicado sentido para favorecer grandemente la invasión de las bacterias y, una vez infectado el organismo, los flujos, hemorragias, congestiones, fibromas, ovaritis y hasta el cáncer, pueden constituir las consecuencias de la negligencia en la higiene individual de la mujer.

El empleo cotidianao de un buen bactericida, como el Lysoform, que puede adquirirse en cualquier farmacia, y entre cuyas excelentes cualidades se destacan las de ser inodoro y completamente inofensivo, es previsión suficiente para destruir en germen semejante calamidades.

Si las señoras y las jóvenes supieran todo lo que significa para el organismo el hábito de una escrupulosa antisepsia íntima, basada en lavajes diarios con soluciones tibias de Lysoform, es seguro que habían de convertirse en esclavas de una sencilla costumbre que asegura la posesión de una perfecta salud general y, con ella, la consiguiente tranquilidad de espíritu.

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RUFINO. — Grupo de imitados al lunch que en nombre del direclorio del Banco Italia y Rio de la Plata ofreció el señor gerente de esta sucursal a los señores clientes y alto comercio, en celebración del cincuentenario ¿e la fundación del Banco.

EL D E S A R R O L L O DE

; CHINA

En el mercado industrial del mundo ha aparecido un competidor formidable, porque posee una inmensa multitud de centenares de millares do obreros sobrios y perseverantes: hablamos de China. Viejo país suministrador de materias primas, se ha transformado ahora en país de manufacturas diversas y ha logrado libertarse de la esclavitud econó

mica de las potencias occidentales. Los inglesen y los japoneses fiieron

sus maestros, pero ahora el discípulo obra por su propia cuenta. De una cuarentena de fábricas de tejidos de algodón en las cercanías de Shangai, 31 son chinas. China tiene carbón en abundancia: cálculos moderados le atribuj'en 100 millones de toneladas; y sus yacimientos sólo han sido ex-' plotados en la superficie del suelo y en las vecindades de las vías de comunicación. Hierro, estaño ' antimonio puro son metales qvie abundan, y es muy grande el impulso dado a la

metalúrgica china por los japoneses, desde que éstos dejaron de buscar el hierro en los Estados Unidos, y se aprovecharon de las condiciones favorables cliinas desde el punto de vista de la materia prima,y el costo de la mano de obra. Por lo tanto, si la China logra vencer — dice la «Revista Colonial» — los obstáculos mayores que se oponen a su desarrolló, es decir: la rivalidad entre provincia y provincia y las trabas de una mas-todóntica y ridicula burocracia, su florecimiento económico será rápido y sorprendente.

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N.o 1919. — ¿Podría decirme las '•filtimas palabras que algunos hombres célebres pronunciaron al morir?

C. MOLINARI. Avellaneda.

"¿ He representado bien la comedia de la vida? Si lo he hecho bien, aplaudid." — El emperador Augusto en el lecho mortuorio. (14 después de Jesucristo).

*'l Sostén esta cabeza, la más fuerte de Francia!" — Mirabeau a su criado en el momento de expirar.

"¡Hijo m i ó ! . . . I El e jé rc i to ! . . . iDesaixl" •— Ultimas palabras de Napoleón I, que parecía tener una visión suprema de la batalla de Ma-

^ rengo. **I Virtud, vana palabra!" — Bru

to al suicidarse después de la derrota de los republicanos en FiUpos.

"¡Bajad el telón- Se acabó el saínete." — Rabelais juzgando su vida, añadió en el mímento supremo: "Voy en busca del quizás."

"La arteria l a t e . . . la arteria late todavía. . . la arteria ha dejdo de lat i r . . . " — Haller contando sus pul-eaciones en su última hora.

"¡Ciento cuarenta y cuatro!" — I^agny, matemático francés, contestando a su colega Maupertuis que le preguntaba, en su agonia, el cuadrado de doce.

"Voy a espirar o a expirar, porque de ambos modos puede uno espresarse o expresarse.*' — Palabras de Durmarsais, célebre gramático.

"Más tranquilo, más tranquilo l"r^ Schiller.

"l Más luz ! ¡ Siempre más luz !'* — Goethe.

"No, tengo frío." — El astrónomo francés Bailly, condenado a muerte por el tribunal revolucionario, al verdugo que le preguntaba si tenía miedo. :

"¡Liber tad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre 1" — Mme. Roland, en el patíbulo.

" H e oído decir que el verdugo sabe bien su oficio, ¡ y tengo un cuello tan pequeño 1" — Ana Bolena, al marchar hacia el patíbulo.

"¡ Soldados 1 ¡ Al corazón!" El mariscal Ney, condenado a muerte, a la tropa que le apuntaba.

fué Hipócrates el primero que los describió, pero hasta 1884 no se descubrió el bacilo productor del tétano, en que Nicolaíer descubrió que esta infección podía provocarse inoculando tierra, barro, aguas sucias o polvo, y reconoció como el elemento específico al microbio que lleva su nombre.

El bacilo Nicolaier se halla esparcido en las capas superficiales del suelo, en las aguas, en el polvo de las calles y en el barro de los pantanos. Le Dantec refiere que los habitantes de las Nuevas Hébridas usan dicho barro para envenenar sus flechas, y el sabio profesor Carlos Berg demostró que en la provincia de Buenos Aires los escuerzos, al clavar sus uñas en los animales y en el hombre, les inoculaban el barro de los pantanos de los cuales son huéspedes, provocando casos de té tano; así pues el escuerzo no es venenoso, como vulgarmente cree la gente de campo, sino que lo es por el barro tetánico que contienen sus uñas.

Los primeros síntomas de la enfermedad, que, sea dicho de paso, es una de las que más rápidamente hace sentir sus efectos, se manifiestan por unos temblores de los músculos mas-ticadores, que concluyen por contraerse fuertemente impidiendo la alimentación y generalizando a todos los músculos del cuerpo, adoptando la persona o el animal afectado posiciones violentas, y, cuando la rigidez se ha hecho total, la muerte se presenta inevitablemente.

La profilaxia consiste en evitar que el bacilo de Nicolaier se cultive en las heridas o bien en inmunizar a los sujetos expuestos. En cuanto al tratamiento consiste en la desinfección del foco de infección y en la inyección del suero antitetánico, inyección que, aplicada al principio de la enfermedad, inmuniza al sujeto.

N.o 1921. — ¿Qué aviador es el que ha estado más tiempo en el aire?

A. J. ARRITI. Salta.

N.o 1920. — ¿Qué es el tétano? ¿Cómo se contagia y cómo se cura?

N. N. MARTÍNEZ. — Lanús.

El tétano es una enfermedad tóxí-coinfecciosa que ataca tanto al hombre como a los animales, producida por el bacilo tetánico o de Nicolaier, nombre del sabio que en 1884 lo descubrió.

Introducido este bacilo en las heridas elabora una substancia tóxica difusible por todo el organismo y cuya acción sobre el sistema nervioso provoca contracciones en los grupos musculares.

Casi todos los mamíferos pueden, con más o menos facilidad, contraer el tétano, pero los animales más frecuentemente atacados son los solípedos.

Los animales jóvenes son más aptos para contraer el tétano que los viejos. Sin embargo las aves parecen refractarias a esta infección.

Los síntomas de esta enfermedad se conocen desde épocas muy remotas y

El día 29 de diciembre del año pasado los aviadores norteamericanos Stinson y Bertaud alcanzaron la mayor duración de vuelo en aeroplano conocida hasta hoy.

A las 8" 58™ de la mañana de dicho día, y en medio de una tempestad de nieve, se elevaron los mencionados aviadores desde el aeródromo Roosevelt de Mineóla (Long Island, EE. UU. de A.) , en el monoplano JL-6 de construcción norteamericana, y permanecieron en el aire constantemente hasta el día siguiente, a las l l h j 7 m 5 o a ^Q ]a mañana, hora en que aterrizaron en el mismo aeródromo, habiendo, por consiguiente, efectuado una duración de vuelo de 26'' 19'" 50^ La temperatura se mantuvo inferior a 0° Fahrenheit (—17,8 centígrados) durante todo el vuelo, de modo que al aterrizar Stinson tenía tres dedos de la mano izquierda y uno de la mano derecha completamente helados.

Por la cantidad de gasolina y aceite que quedaba aún en el aparato, después de haber aterrizado, se -calcula que hubiera podido permanecer en el aire siete horas más; pero los aviadores manifestaron que descendieron porque sabían que habían "batido ya el record" de duración previamente

establecido, y además por las dificultades que se les presentaban para alimentar de aceite el motor.

Se calcula que el aparato cubrió durante su vuelo un trayecto de 4,500 kilómetros, es decir, lo suficiente para atravesar el Atlántico.

N.o 1922.—¿Cómo se explica el color de los ojos?

J. PÉRez. — Ciudad.

El color de los ojos, así como su verdadera causa, es conocida actualmente por los sabios con toda exactitud.

La superficie interna del iris está recubierta de una capa pigmentaria color púrpura. En las personas de ojos azules no existe niguna otra capa. Es por transparencia a través de este delicado tejido que la púrpura parece azul. La intensidad y el tono del color dependen del espesor del pigmento y del poder absorbente del iris.

Los que tienen los ojos negros, además del azul tienen una capa negra sobre la superficie externa del iris. Cuando esta capa es espesa encubre la capa interna. Si ésta es demasiada débil para neutralizar la capa azul el ojo aparece color avellana o verde.

En el lenguaje técnico el negro es un elemento dominante y el azul es un elemento recisivo. Cuando uno de los padres posee el elemento dominante y el otro el elemento recisivo, es el elemento dominante el que es transmitido por herencia al recién nacido.

Hay ciejrtos sujetos que son albinos. Sus ojos son rosa y carecen del pigmento. Es la sangre que circula en las venas del iris que se presenta rosa por transparencia. \

N.*» 1923. — ¿Desde qué época se usan los guantes?

E M I I . 1 0 VIDAI. . — La Plata.

Según Jenofonte, los persas en invierno poníanse en las manos unos mitones o guantes. También los griegos usaban esa prenda en ciertas solemnidades, adornándola con pinturas, especialmente de flores. Se ha atribuido a los pueblos del norte la introducción de los giiantes en Euro-" pa. Pero hasta aquí sólo aparecen como un recurso contra el frío, no como prendas de lujo; siendo en el siglo vn cuando pasaron a serlo en este sentido en Francia.

Entregar a una persona el guante y el bastón, era signo de confianza. Arrojar el guante, era una positiva provocación, costumbre que casi se puede decir prevalece hasta nuestros días, especialmente en Europa.

En el siglo xiv se hablaba ya de guantes con varios botones, basta 24 cada uno, bien de oro o de perlas. Para las cacerías usábanse guantes de piel de gamo o de ciervo, forrados en seda y cubriendo hasta muy arriba de la muñeca. En el siglo xv ninguna persona podía dar la mano a otra llevándola enguantada. En llevar los guantes perfumados también ha estado mucho tiempo eu boga, tanto que hasta se los entregaban perfumados a los soldados de los tiempos medioevales, para evitarles a éstos, el mal olor de los cadáveres insepultos.

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De Rosario Demostración en honoi del señor Alejandro Gruning, que le fué oire-cida por un núcleo de selectas personalidades con motivo de h a b e r s i do nombrado rector del naevo Colegio Nacio

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El presidente de la Sociedad Rural y principa-

cabañeros, después del banciuete con que les obsequió el señor Josélmaz, dueño del campeón

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C O N T R A E L DOLOR Cualquiera aue sea la enfermedad que nos ataque, el dolor es el síntoma que más nos inquieta, y si es intenso es indispensable calmarlo cuanto antes, para lo cual los médicos no vacilan en emplear analgésicos y narcóticos potentes; pero como el uso continuado de estas drogas resulta siempre perjudicial, conviene no recurir a ellas sin prescripción facultativa, especialmente si los dolores son, como los de cabeza, de los que se repiten con frecuencia. En estos casos debemos averiguar la causa y casi siempre descubriremos que la cabeza duele porque el intestino está ocupado, lo que da lagar a que entren en la sangre los productos nocivos que contienen los residuos de los alimentos ingeridos. Hay medicamentos que adormecen y paralizan los centros nerviosos, de manera que no sentimos el dolor; pero ¿no es más lógico y más prudente eliminar la causa del mal arrojando del organismo los venenos que lo producen e impidiendo la acumulación de estos Venenos? Este resultado se consigue con las

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U N A C I U D A D M U E R T A Es indudable que la fantasía tiene en la vida

moderna constante ejercicio. La noticia, esa especie de golondrina que viene cabalgando por el hilo de cobre, es como la columna de vapor que se escapa silbando por la válvula entreabierta: sorprende, despierta y también atemoriza; pero en todo caso despierta.

La noticia suele presentarse grave y cejijunta como un fraile cartujo, con la parda capucha calada, y las manos metidas en la suelta y plegada manga. Otras veces pasa rápida como una figura carnavalesca, con careta de raso y flores rojas en el pelo. Otras veces es ima mancha de sangre. Y o t r a s . . . una bailarina que pasa haciendo piruetas sobre la punta de los pies con el pollerín de gasa flameando como una banderola impalpable.

Y en fin, en este desfile diario suele también pasar la evocación histórica, vestida, como hoy, de negro luto.

Ponrpeya ha vuelto a hundirse. La ciudad de Saint-Pierre en la Martinica acaba de perecer sepultada bajo las cenizas y la lava de un volcán. _

Saint-Pierre vivía absolutamente confiada, al pie de un faldeo. Los viejos habían visto siempre impasibles esa cima que hoy ha sido coronada por vtn penacho de humo sulfuroso y rojas llamaradas, acostumbrándose a creer que las entrañas de ese cerro estaban muertas y ateridas como las de una momia.

Hubo una ciudad que en tiempos antiguos se edificó sobre un bosque talado. Para edificar una casa se echaban al suelo los árboles, y se afianzaban las vigas de los cimientos sobre los troncos rasados a flor de tierra. Con el tiempo, la ciudad se hizo grande, populosa, enorme. En vez del bosque verde, se alzó una verdadera selva de chimeneas que humeaban día y noche.

Pero un día la tierra sobre que había sido edificada, palpitó con un soplo de vida. Los troncos sintieron correr por su medula, aun no muerta, un jugo vigoroso que hizo brotar en todas partes la primera yema del retoño. Las ramas asomaron en las calles, sobre los techos, bajo los cimientos. Horadaron los troncos con desconocida fuerza los muros, asomaron por las ventanas, cruzaron como extrañas colgaduras las alcobas silenciosas, hicieron partirse la costra de los cimientos y abatieron al suelo en montón de escombros las soberbias construcciones.

¡ Era el bosque que había reconquistado sus dominios !

Saint-Pierre fué construida sobre lava. Pero nadie podía decir a los audaces pobladores:

— i Alto ahí I Este anfiteatro está cercado por el fuego. Debajo de esta costra palpitan las entrañas de un volcán. En las noches silenciosas se siente la trepidación sorda del fuego, que se agita como un mar de oleadas rojas. No edifiquéis aquí la ciudad, porque todo esto es solamente la cerradura que aprisiona este volcán silente y clandestino.

Pero nadie pudo hablar, y el cerro florecía en todas las primaveras y se secaba en todos los inviernos, siguiendo la rotación del tiempo, y las mujeres iban a recoger en su falda ciertas florecitas rojas que parecían chispas de fuego y que eran consideradas como símbolo del amor cuando eran en realidad frutos del odio. _ • _ _

Las entrañas del Mont-Pelé seguían agitándose y el mar de fuego subiendo hasta la garganta.

Un día todo aquello se estremece y una larga columna de humo sube al cielo. Fué el primer anunció de la catástrofe.

En seguida vino lo que nuestros lectores verán en la relación que el cable ha paseado hoy por el mundo. Primero una ola de fuego lo incendió todo, y en seguida una sábana de ceniza descendió sobre las ruinas como un sudario fúnebre.

He ahí tma ciudad que ha muerto en pocas horas. Desde hoy irán allí los turistas y con musulmana

indiferencia recogerán ceniza y rocas volcánicas para llevar a los museos.

y entretanto el Mont-Pelé volverá a florecer en la primavera.

Pero ya no habrá mujeres que vayan a cortar las flores rojas.

JOAQUÍN DÍAZ G.ÍKCEZ.

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' ¡ Toma Seneguina y déjate de toser I

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No destroce su estómago con purgantes y digestivos; la naturaleza tiene medios mejores y mucho más seguros. Lea usted lo aue dice la señora Remedios M. de Cabás (de Babia Blanca, calle Villarino número 151) en su carta de íecha 16 de julio.

« De muchos años atrás venía sufriendo de DISPEPSIA Y ESTREÑIMIENTO, dolencias que me tenían abatida; y hoy, gracias a su Faja Eléctrica, me encuentro restablecida, y en agradecimiento puede usted publicar la presente.»

Este testimonio como muchos otros, y todos AUTÉNTICOS, están a la disposición de las personas que quieran pasar a inspeccionarlos. Si usted está enfermo y no encuentra alivio para sus dolencias, pida sin pérdida de tiempo nuestros libros SALUD y VIGOR, donde hallará la explicación detallada de como debe proceder usted para curarse de su enfermedad, mientras se halla durmiendo, sin necesidad de consultas ni revisaciones personales que son tan engorosas para las señoras.

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A R R

Sarrasqucta al salir de casa siente cíeseos de fumar; pero ve con disgusto que no

tiene cigarriiios-

(E-ntra en una cigarrería.) Medio atado de a x'cinte el paquete de "La Pechadora", ^- lY no quiere algo más? — Nada más. porque fósforos tengo.

(Sarrasqueta ve que no le despachan) — ¿Es que no hay cigarrÜlos Pechadora? ¡Adiós';

los compraré en .otro lado. — ¡No se puede saiir! ¡Despachan en la

trastienda! ¡Pase allí!

(Sarrasqucta pasa a la trastienda). — Dice mj papá que me cambie ~ ¿No vio ü un chico que ha — ¡Socorro! ¡He perdido a mi — ¡Pero qué cigarrería más acre- estos cinco pesos. ' venido a cambiar cinco pesos? ¡marido y a mi hijo! ¿Estaré ditada! ¡Cuánto d i c t e esperan- —¿No quercs nada más? — ¿ N o quiere saber nada más? '.'iuda?

do turno para comprar! —¡Nada más! —¡No! — ¡IVanquilícesc señora: pase a — Pasa a la trastienda que ahí — Pase a Ja trascienda que ahí !o la trastienda que ahi los hallará!

te cambiarán. encontrar_á_^

- ¿Ha visto a mis patrones! que no b s encuentro por ningún lado?

- Cuántos son de familia! • IVcs-- La grande acabó en cinco: ¡pase a la

trascienda!

• ¿Están por aquí mis señores? Han de- — ¿Llegó ya ei extracto? ¿En qué terminó saparecido todos ios de la casa. !a grande?

- ¿Cuántos craní — jPase a la trastienda que ahi está la - ¡Cuatro! feta. y por quinielero cobrará! ' Terminó en cinco; ¡pase a la trastienda!

Y en un confortable autocamión de la polícia son todos rigurosamente conducidos al Departamento.

Y Sarrasqueta. sin cigarrillos y pensando 'en ¡os mil del ala. se pasa la noche en la (Cárcel por infringir las leyes de juego, sin

saber lo que son quinielas. 'Dibujos de Redondo^

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22.a EXPOSICIÓN NACIONAL DE GANADERÍA EN ROSARIO LOS E S F U E R Z O S DE LA SOCIEDAD R U R A L D E ROSARIO SON CORONADOS CON ÉXITO.

GRAN CALIDAD DE LOS ANIMALES E X P U E S T O S EN LAS CATEGORÍAS. SHORTHOKN

Creo que el hecho de haber p r e s e n ciado d i e z y seis exposiciones ganaderas \ agrícolas en el local de la Sociedad Rural de Rosario, en Parque Independencia, me da cierto derecho p a r a expresar ni i s opiniones sobre la exiiosi-ción de 1922, que fué inaugurada el 13 del c o r r i e n t e mes y que terminó satisfac-tor i amenté el domingo , 20 del mismo. Ha sido, indiscut i b l e m e n t e , uno délos mejores torneos

"Miramar Aldecoa", primer premio y campeón Shortborn de pedrigree. Criadores y expositores: José Uaiia Imaz e faiio.

que han sido organizados hasta la fecha por la sociedad aludida y justo es que exponga aquí mis razones por asi calificarlo.

Fué en el año 1907 c\iando el que suscribe presenció ))or primera vez a don Guillermo Whigham discernir los premios en las categorías de Shorthorn de pedigree en Rosario; grandes y numerosos han sido los cambios efectuados durante los quince años que han pasado desde aquella fecha. En primer lugar hay que mencionar las mejoras fenomenales llevadas a cabo en el local de la exposición, mientras los caminos de acceso desde la ciudad de Rosario, como asimismo los medios de transportes, han progresado de una manera casi idéntica. Hoy día el local de la Sociedad Rural de Rosario puede calificarse como el más compacto y mejor instalado del país, exceptviando, como es natural, lo3 grandiosos terrenos de la Sociedad Rural Argentina en Palermo; y, teniendo en cuenta que muchas de dichas mejoras costosas han sido efectuadas diirante una época difícil, hay que tributar un aplauso especial al presidente, autoridades y miembros de la institución.

Pero lo que más importancia tiene desde el punto de vista nacional es el progreso alcanzado por los ganaderos del país entero. Hubo una época, 3' no muy lejana, cuando todos los premios principales de las" secciones abiertas de la exposición de Rosario fueron ganados i)or criadores radicados fuera de la provincia de Santa Fe, debiendo contentarse los ganaderas del norte con disiiutar entre ellos mismos las categorías reservadas para su jiropia zona. Esto no sucede en la actualidad. La calidad del ganado criado hoj' en Santa Fe ha mejorado notablemente durante los últimos quince años, y nadie se atreverá a decir que tal progreso no se debe a las Sociedades Rurales que trabajan dentro de la provincia, y especialmente a la de Rosario por el simple motivo de que la organización de las sociedades de menor categoría ha sido fomentada por los éxitos obtenidos en los torneos anuales entre los criadores en la primera ciudad de la provincia de Santa Fe.

Algunos años ha, cuando mayor ni'imero de criadores de la provincia de Buenos Aires concurrieron a disputar los premios en Rosario, no fué nada raro que los campeones de esta exposición i-epitieran sus hazañas en Palermo una quincena después; pero los estragos da la aftosa y los largos viajes ferroviarios coadyuvaron para arruinar la preparación de los animales, lo que motivó el retiro de muchos criadores prominentes del sur, si bien numéricamente éstos han sido reemi)iazados doblemente por otros que han

entrado en las filas de los criadores de animales de pedigree durante los últimos diez años; muchos de estos nuevos colaboradores son residentes en la provincia de Santa Fe. Naturalmente, la Sociedad Rural de Rosario reconoce que su mayor interés reside en el mejoramiento de la hacienda fina dentro de la provincia madre.

A pesar del hecho de que varios de los expositores en el certamen de este año se habían dedicado hace muy poco tiempo a la industria de la crianza, el desfile do los campeones y ganadores de premios dentro de las categorías Shorthorn que tuvo lugar el día de la inauguración hubiera podido soportar con éxito ima comparación con el de Palenno diez años atrás. Pocas veces han desfilado mejores ejemplares en Rosario. Colectivamente, la calidad fué de alto grado, si bien hay que admitir que ejemplares individuales en algunas de las razas no igualaron en mérito los que el publico ha visto en Rosario en otras ocasiones.

Una nota que merece mención especial ha sido el interés que el público demostró este año en la adjudicación de los campeonatos en las distintas clases. Hubo una concurrencia bastante grande mientras el señor Jorge Gordon-Davis se ocupaba en discernir los premios, y sus fallos fueron ovacionados en repetidas ocasiones. Después de terminada la adjudicación en la tarde del día 12, un ])úblico numeroso visitó los galpones, inspeccionando los animales en los boxes, y al día siguiente los visitantes formaron un desfile continuo, todos interesados en examinar los animales concu-iTentes, hasta tal punto que a veces no era fácil aproximarse a los boxes en que se alojaron los campeones.

Dentro del espacio limitado de que dispongo no es posible entrar en mayores detalles respecto a la adjudicación de los premios en cada categoría comprendida dentro de un catálogo tan extenso como lo es e! de la ex])osición de Rosario, pero algunas palabras sobre las distintas razas han de ser interesantes para los lectores.

EQUINOS Salvo en las categorías para Shires y Percherones

los concurrentes a esta sección fueron reducidos en número si bien superaron en calidad a los ejemplares expuestos el año pasado. Los campeones en las categorías para caballos de tiro liviano fueron todos, con excepción del de la raza criolla, buenos ejemplares. El campeón de las razas tiro pesado, un áhire («Drabble Royal Harold») propiedad de Drabble Hermanos, fué uno de los mejores que se ha visto en Rosario durante varios años. El campeón de la ra^a

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Perdieron fué un padriUo típico, pero hubiera sido mejor si tuviera más costillar, y los ejemplares Bou-lonnais fueron todos animales caracterizados. En la sección para potros castrados, j'eguas y muías, los ejemplares presentados no fueron tan buenos como los que lian sido exjjuestos en años anteriores, y se notó cierta falta de interés en esta sección de ia exposición. Ei doctor José María Campos TJrquiza actuó de jurado de una manera muy enoomiable y acertada.

OVINOS La concurrencia de ejemplares en las categorías

destinadas para las distintas razas denxostró de manera evidente que los Lincolns ya no gozan de favor en la provincia de Santa Fe y que los Hampshire Downs y los Romneys son las razas más populares. Dentro de las dos primeras razas mencionadas Jos ejemplares en exhibición fueron aninrales de buena caliciad, pero los Merinos Argentinos y los Romney Marsh fueron decididamente inferiores, tan inferiores que no se adjudicó el premio campeonato en la raza "Romney Marsh.

Los campeonatos para cameros Lincoln y Hamp-shu-e Down fueron ambos ganados por criadores de la provincia de Buenos Aires, los señores A. Velaz y R. E. Casares respectivamente, pero algunos ejemplares excelentes de !a raza Ham])shire ]")own fueron expuestos por un criador de la provincia de Santa Fe, el señor González Sáenz. El ingeniero Pedro T. Pagés actuó de jurado en esta sección.

PORCINOS La tarea de adjudicar los premios en esta sección

ha correspondido este año al señor Harold Bingham y en rigor de verdad su trabajo no fué nada fácil, siendo muy animada la competencia entre los criadores de la raza Berkshire. Hubo algunos ejemplares machos de muy buena calidad en evidencia. Fuera de esta raza, la de Duroc Jersey fué la única en que hubo competencia, y entre las categorías de esta raza los premios principales fueron distribuidos solamente entre tres criadores. Los campeones de las dos razas mencionadas bien podrían repetir sus hazañas en otras exposiciones antes de terminar ia presente estación.

A VTES DE CORRAL El doctor Pedro Castro Biedma se mostró muj'

severo y muy correcto al discernir los premios en esta sección,' lo que explica, no cabe duda, la menor cantidad de primeros premios y campeonatos adjudicados este año que en años anteriores. Los ejemplares de las razas Leghorn y White Orpington fueron buenos, como asimismo algunos de la raza Plj'mouth Rock Bataraz. También se exhibieron buenos ejemplares de pavos de la raza Mammoth Bronceado, pero las categorías para patos de todas las razas fueron muy inferiores. I-as categorías para palomas reunieron e.s-casa concurrencia en comparación con otros años, siendo mejores las razas Romana, Capuchina y Francesa.

CANINOS Esta sección despertó mucho interés tanto entre los

expositores como en el público, y algunos excelentes ejemplares fueron expuestos en las categorías para Pointers, Fox-Terriers y Deutscher Sohaferhunds.

BOVINOS — SHORTHORNS DE PEDIGBEE Con la única excepción de las razas lecheras, todas

las demás categorías entre los bovinos fueron discernidas por el señor Jorge Gordon-Davis, cuyos veredictos merecieron repetidos aplausos por parte del público. La categoría para machos nacidos entre enero 1.0 y junio 30 de 1919 reunió 8 concurrentes,'colorados y rosillos, de indiscutibles méritos, siendo el ganador el toro colorado «Sanquhar Grand Hero», un animal de euerj)o largo y muchas carnes, propiedad del señor D'Agliano.

La categoría para toros nacidos de julio 1.° a septiembre 30 fué disputada por cinco animales solamente, siendo ganador sobresaliente «Miramar Aldecoa» de los señores Imaz e hijo, un toro blanco, pesado y de grandes calidades. Tiene excelente carácter, gran costillar, buenas líneas y carnes excepcionales de buen toque. Ganó luego el campeonato y varios premios especiales y bien los mereció.

La tercera categoría, para toros nacidos de octubre 1." a diciembre 31¡ fué ganada por un rosillo colorado del señor Federico Seeger, un animal lleno de calidad.

de buen toque y con muchas carnes bien distribuidas en las partes donde mejor corresponden.

El señor Luis Bruno ganó la siguiente categoría, con un rosillo colorado de cuerpo largo, costillar ancho, buena línea inferior pero algo dispuesto a aflojar el lomo. El segundo premio fué adjudicado al señor Carlos P. Boe-ro por un rosillo bueno que ha de mejorar con eltienipo.

Diez y nueve competidores disputaron la categoría para toros nacidos entre abril 1.° y junio tiO de 1920, pero la mitad de ellos fueron retirados de la pista poco tiempo después. El jurado tuvo bastante dificultad con los animales que quedaron, pues todos tenían algún defecto. Finalmente colocó el toro «Boer's Monaroh 3» en primer término y «Fearless», propiedad del ingeniero P. T. Pagés, segundo. El ganador es tin toro de buena calidad pero algo deficiente en la cintura, y me pareció a mí que había sido sometido a demasiada preparación; le faltaba lustre en los ojo.s y pe lo . . . Fué el Júnior Campeón el año pasado pero no ha progresado durante el intervalo, como lo pudieran haber esperado los que lo vieron en 1921. Al adjudicarse los campeonatos este toro ganó la roseta de reservado de campeón, pero entre él y el campeón blanco de «Las Dolores» se notó una diferencia notable.

La categoría para toros nacidos entre julio i." y agosto 31 de 1921 reunió trece colorados y'rosillos, y fué ganada por un colorado de buen lomo pero algo defectuoso detrás de las paletas, procedente de la cabana «Aurora». El segundo premio fué adjudicado a un toro rosillo de muy buena calidad y carnes bien distribuidas pero algo estrecho en la parte trasera, de la cabana «La Constancia».

La séptima categoría, con 24 competidores, fué ganada por «Boer's Robin 19», hijo de un toro importado; y el señor Bernardo Wirson, de la cabana «San José», ganó la categoría siguiente con «Wirscli's Con-queror 8», un colorado con un poco de blanco. Este toro es de gran carácter racial y con carnes de calidad espléndida. Le fué adjudicada también la Copa Alejandro Casares (padre) por ser el tercer mejor toro d8 pedigree de la exposición.

Diez y ocho toros desfilaron ante el jurado en la categoría para machos nacidos entre enero 1.» y febrero 28 de 1921,y el primer puesto fué adjudicado a «Boer's Cruickshank 1», un rosillo con carnes bien distribuidas, figurando en segundo lugar el toro «Sir Henry» del ingeniero Pagés.

La décima categoría ofreció una lucha reñida entra los diez ysiete toros jóvenes que disputaron el codiciado premio. «Boer's Cruickshanli; 6», un toro colorado y blanco, de buena conformación, hijo de un toro Espartillar, Tuvo buena suerte al ganar adWirsch's Conjurer 18», del señor Bernardo Wirsch, un ternero de gran calidad y líneas espléndidas. El ganador de esta categoría ganó luego el Júnior campeonato, siendo adjudicada la roseta de reservado al compacto rosUlo del señor Wirsch.

Este último expositor ganó el primer premio y dos menciones en la última categoría para toros. Estos ejemplares llamaron mucha atención entre los entendidos, y, en efecto, son animales que han de tenor buena figuración en otras exposiciones durante la presente temporada.

Entre las vacas y vaquillonas de pedigree huto algunos ejemplares espléndidos; la roseta celeste de la camjieona fué adjudicada a «Sophia of Las Liebres» del señor Federico Seeger, una magnífica rosilla da buen color y grandes calidades, y notable por su carácter marcadamente femenino y racial. Esta vaca fué muy admirada. El premio reservado fué conquistado por el señor Pagés con «Venus of Josefina 7», una rosilla colorada que hubiera podido ser mejor en sus líneas y conformación.

BAZAS HEREFORD Y ABERDEEN-ANGUS No hubo competidores en las categorías de las razaa

del epígrafe, cosa no solamente extraña sino lamentable por el simple motivo deque ambas son muy adaptables y convenientes para la provincia de Santa Fe.

RAZAS LECHERAS Debido a la gran concurrencia de competidores en

esta sección el jurado tuvo gran dificultad en proclamar los ganadi3res, tarea que terminó sin embargo de una manera satisfactoria. Los premios principales fueron ganados por ios señores Martelli Hnos., José V. Villarico, Fennín Lejarza y Guillermo Argerich.

GÍÜILLEP.5IO G. S T . J . P E T E U S .

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CABANA «SAN JOSÉ" ROBERTO CANO, F. C. C. A

Propietario: BERNARDO WIRSCH

Las siguientes son fotografías de TRES TOROS SHORTHORN DE PEDIGREE DE "SAN JOSÉ" que ganaron PREMIOS IMPORTANTES en la Exposición Anual de Rosario, Agosto 13 al 17 de 1922.

«WIRSCH'S CONJURER 8»; K . . . . — . _ A , U 984), nacido el 18 de Noviéxtifere de 1920; Primer Premio en su categoría y ganador de la GOFA ALEJANDRO CASABES (PADRE), en la Exposición Anual de Rosario, 1922,

por el mejor tercer toro Shorthom de pedigree de la Exposición. Criado y nacido en la cabana «San José». .

«WIRSCH'S GREAT SEAL», R. P. 982 (H. B. A. 75.500), nacido el 21 de Julio de 1921; ganador del del Primer Premio en la categoría 12.*, en la Exposición ^nual de Rosario, 1922. Criado y nacido en la cabana

«San José».

LOS PRODUCTOS DE LA CABANA premios en la EXPOSICIÓN ANUAL

3 primeros, 1 segundo,

«WIRSCH'S CONJURER 18»,-R. P. 961 (H. B. l l . 73.282), nacido el 24 de Marzo de 1921; ganador del Segundo Premio en la categoría 10.°', en la Exposición Anual de Rosario, 1922. Criado y nacido en la cabana «San José». (NOTA: El primer premio en esta categoría fué ganado por el toro que eventualmente se adjudicó

el premio Júnior Campeón).

"SAN JOSÉ" han ganado los siguientes DE ROSARIO, Agosto 13 al 17, 1922: 1 cuarto, 5 menciones. i . ,

.TODOS LOS TOROS EXPUESTOS POR LA CABANA "SAN JOSÉ" HAN GANADO PREMIOS.

TOROS SHORTHORN, INSCRIPTOS Y NO INSCRIPTOS, SIEMPRE EN VENTA

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ASMG^ L A D E L

I E S T A Á R B O L

( P A R A LOS M A E S T R O S Y A L U M N O S DE L A S E S C U E L A S ) Dentro de pocos días se realizará en todo el país la <iFiesta del Arboh. Como acto de adhesión y en homenaje

a tan importante acontecimiento le dedicamos esta página.

En el cuadro hermoso de la Naturaleza, las plantas representan seguramente una parte muy notable del mundo orgánico, y aunque el reino animal ofrece una organización biológica más perfecta debemos convenir que en la economía de la vida animal, j ' sobre todo de la humana, los vegetales tienen un papel tan ira-portante e inmediato que una y otra se completan recíprocamente; y de todo el reino vegetal, los árboles constituyen indudablemente las formas y las entidades más vistosas y tangibles, porque son los organismos más completos, más pefectos y más durables.

Es también entre los árboles que podemos contemplar los gigantes de las especies vegetales, como ser los hermosos cedros del Líbano, los eucaliptos de Australia y las sequoias gigantescas de California qxie llegan con sus cimas frondosas hasta los 135 y más metros de altura; en cuanto a su grosor hay algunas sequoias de las mencionadas que tienen 10 metros de diámetro, y en las proximidades del Etna, en Sicilia, existen numerosos castaños de grandes dimensiones, uno de los cuales, denominado de los 100 caballos, tiene una circunferencia de 52 metros.

Entre las plantas arbóreas encontramos además los patriarcas de los vegetales, los seres vivientes más longevos de la creación, los que, como los cedros del Líbano, son contemporáneos del templo de Salomón, esto es, tienen unos 3.000 años de edad; algunas sequoias de California y eucaliptos de Australia so calcula que tengan 4.000 años de existencia, y hay ejemplares del «árbol del pan» en el Senegal, en África, que cuentan unos 6.000 años de vegetación.

Y en fin, hay árboles célebres cuya existencia está asociada al recuerdo de grandes acontecimientos humanos; así, por ejemplo, el majestuoso cedro del Líbano, en Palestina, que rememora sagradas tradiciones cristianas; y en nuestra patria también tenemos árboles que están consagrados a la memoria de patrióticos recuerdos: el afortunado pino de San Lorenzo, que puede contar a las generaciones venideras las hazañas legendarias del héroe más glorioso de la nación de Mayo; la. higuera que aiuaba y cuidaba en su casa natal de San Juan el inmortal Sarmiento, el padre de la escuela argentina; el sarandi de la Candelaria, a cuya sombra solía descansar y tomar mate Belgrano, y el naranjo que en la histórica casa de Tucumán recuerda la Jura de la Independencia.

En la economía general de la tierra los árboles agrupados en masas más o menos compactas, formando lo que llamamos bosques, ejercen una influencia preponderante y decisiva en las condiciones climatéricas, higiénicas, agrícolas y económicas de una localidad.

En efecto, las regiones cubiertas de bosques gozan de una temperatura más moderada en sus límites extremos, siendo las transiciones menos repentinas y su atmósfera, cargada como está de vapor acuoso, determina una mayor frecuencia de lluvias, abundantes y regulares; en ellas el granizo es también menos frecuente porque los árboles impiden o dificultan su formación.

Las plantas, por medio de la respiración, descomponiendo el ácido carbónico, retienen el carbono y despiden el oxígeno puro, que es el elemento vivificador por excelencia y el destructor natural de las miasmas y géi-menes patógenos.

Los despojos naturales de los bosques, las hojas principalmente, aumentan la fertilidad del suelo por la gran cantidad de humus que de su descomposición resulta, mejorando sus condiciones físicomecánicas.

Los árboles, en la moderna civilización de todos los pueblos, constituyen un elemento de cultura indispensable a la vida y un factor de riqueza y prosperidad necesario a la economía de las naciones y de Sus pobladores; y en fin, las artes y las industrias encuentran en los árboles la materia prima requerida para todas las necesidades de nuestra vida social y •económica. ' ' • ' • •

Vasto y variado, como pocos, es el catálogo de la flora forestal argentina; son más de 2.000 especies vegetales que ofrecen las formas, dimensiones y aplicaciones más útiles al hombre y a su civilización.

Entre los árboles de altura mayor, más de 40 metros, tenemos los pinos (araucaria brasilensis), los cedros, los lapachos, etc.; todos los colores y sus matices se observan en las maderas de sus troncos: rojo obscuro en el Quebracho colorado, verdoso en el Palo santo, amarillo en la Madura, blanco en la Tipa; maderas duras y pesadas tienen el Guayacán, el Quebracho, el Lapacho; perfumadas, el Incienso, la Quina, el Palo santo, el Quillín; para muebles de lujo, de lustre perfecto: el Cedro, el Palorosa, el Jacaranda, el Quebracho blanco, la Tipa, etc.; cortezas medicinales encontramos en la Quania, la Cascarilla, la Tusca, el Mistol, etc.; fibras textiles pueden proporcionar el Chañar, la Vira-vira y . varias palmeras, y, en fin, tenemos en nuestros bosques naturales plantas oleaginosas, tintóreas, resinosas, alimenticias y de cuantas clases se necesitan para las industrias y las construcciones civiles y navales.

Pero esta característica de nuestra flora forestal, tan variada y numerosa en especies, no concuerda con su distribución en el territorio argentino, pues mientras se extiende sobre inmensas zonas al norte, oeste y sur, formando espesos y seculares bosques de exuberante vegetación, que prospera bajo climas y latitudes diversas y opuestas, observamos en cambio, que las vastas planicies del centro representan como una inmensa sábana desprovista de toda vegetación arbórea, y precisamente en la zona níejor del país, la más poblada, la más rica, donde la civilización agrícola y ganadera ha sentado y extendido sus dominios.

La necesidad, pues, de fomentar la plantación y el cultivo de bosques artificiales en las zonas del territorio argentino no favorecidas u olvidadas por la naturaleza, es problema que atañe directamente a la economía y riqueza nacional que ocupa y preocupa a estadistas y gobernantes; y despertar en los niños y en el pueblo el amor a los árboles y a las plantaciones, por medio de fiestas simbólicas, de conferencias y de actos públicos, es concurrir, aunque sea indirectamente, pero en forma eficiente, al resultado que mencionamos.

Todos los pueblos de la tierra, desde los más antiguos, han consagrado no" solamente culto sino adoración a los árboles; en la Biblia, en los poemas sánscritos, en la mitología egipcia, griega y latina encontramos pruebas evidentes de ese culto y de sus hei-mosi.s modalidades; en el continente americano entre los Aztecas, de antiquísima civilización, y en Europa entre los pueblos más adelantados, en la Edad Media, en una forma u otra se profesaba, hasta públicamente, el culto al árbol.

y en fin, hace poco más de medio siglo que persiguiendo estos mismos propósitos y considerando a la escuela como vehículo de todo factor de cultura y progreso, se ha querido asociarla a esta obra de propaganda y de difusión, creando la «Fiesta del Árbol», originaria de los Estados Unidos de Norte América, extendida más tarde en Europa ' adajitada hace máa de veinte años entre nosotros.

Llegada a ser hoy esta fiesta una institución nacional, vemos con intimo júbilo y verdadera satisfacción que autoridades y pueblo le prestan su decidida adhesión y cooperan a su éxito más brillante. Que se multipliquen, pues, estas fiestas en todos los ámbitos del país y que por ellas y por manos infantiles se planten muchos árboles, millones de árboles, como decía Sarmiento, para continuar la obra de la creación, cubriendo de árboles ese pedazo de tierra argentina, la pampa, que quedó a medio hacerse, y que los cuiden y enseñen a los demás a cuidarlos y defenderlos, para que las bendiciones de Flora se derramen sobre sus cabezas y llenen sus almas de las más tiernas alegrías.

. HUGO MiATKLLo. • ' • •' - Ing. Agrón.

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tal.

Señora Isidra Peralta de Alonso. —Ca

pital.

Señora Rosa Scotto de Bossi. — Cam

pana.

Señora María Casa-demont de Coll. —

Capital.

Doctor Eduardo Domínguez Ortiz.—

Corrientes.

MÁXIMAS Y REFLEXIONES

SEKBOTDAD Y ENEEGÍA. — No confundas la serenidad con la resignación cobarde que no lucha ni se indigna. Te he predicado la serenidad en los asuntos personales, en los que pueden herir tu amor propio, diciéndote cómo, si la justicia y el trabajo están de tu parte, hallarás en ti mismo la r-iejor defensa contra las injvisticias o los ataques mal intencionados. Kecesaria es también en todo momento de la vida, pero no ya para rehuir y despreciar la lucha en el tciTeno injusto en que quieran presentártela tus enemigos para desconcertarte o tan sólo porqué su pasión no les permite ver otro campo, sino para ser diieño de todas

tus facultades y energías en la lucha. Seguro de esto, deja correr el ímpetu de tu sentimiento. No limites el poder que, si eres bueno, tendrás, de indignarte contra los malos y de perseguir su obra.

«Ni en la juventud ni en la vejez — dice Stanley Hall — conviene contener demasiado la expansión del sentimiento, siempre míe no llegue al punto de perder el dominio de sí, que siempre hay que conservar. Debe considerarse la indignación, por desagradable que sea, como un grande y rico venero de energía que necesita conocerse y encauzarse debidamente.»

Y en otro pasaje, añade: «Con todos los abusos; con las faltas de justicia, los fraudes, engaños, super

cherías y burlas; la crueldad y opresión de los individuos o razas débiles por los fuertes; la explotación de los incautos e indefensos, los numerosos crímenes contra la salud, el bienestar y la virtud, que cometen individuos y corporaciones egoístas; con todo eso hay causas suficientes para justificar toda ia cólera del mundo; y si esa cólera se dirigiese contra tales abusos, no se tardaría mucho en hacer desaparecer la mayor parte de ellos.»

No te avergüence sentir esa cólera; mas procura ser tú siempre quien mande en ella para que no te arrastre a cosas que perjudicarían, en primer término, a las buenas causas que defiendes.

Rafael Altamira.

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2." Instalación en una habitación cerrada: Se procederá de idéntica manera, pero cuidando que los hilos queden de SO a 80 cm. bajo el nivel del cielo raso y en caso de ser el techo metálico á 1 m. Los hilos pueden ser en número de 4 ó más, pero la distancia entre cada uno será por lo menos de 50 cm. La longitud variará entre 4 y 10 m. según las dimensiones de la habitación. También se podrá hacer la instalación en un corredor; en tal caso los hilos podrán ser más largos. i

La bajada se hará como para la antena exterior, cuidando con preferencia que sea lo más corta posible y que vaya retirada de todo otro conductor eléctrico.

¿b-* .

Telegrafía y telefonía sin hilos moderna al alcance del aficionado (Del libro "Telefonía sin hilos al alcance del aficionado" por Jorge A. Duclout)

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mismo sentido, de modo qne se pueden percibir en el teléfono. Además estas variaciones pueden volver a actuar sobre la reja, debido a la bobina de reacción SI, lo que proporciona una enorme amplificación. Esto se verifica para una posición, variable según los casos, de la bobina SI con respecto a la S2.

CONDENSADOR VARIABLE Cl. — Es esa la parte del receptor que más se maneja durante-la sintonización, de modo que deberá construirse con toda prolijidad o de lo contrario adquirirse en las casas del ramo; su capacidad será de 0,0005 microfarad. Para su construcción basta seguir estrictamente las indicaciones de la figura 6 en que se notan todos los detalles necesarios, cuidando muy especialmente la aislación entre las armaduras y el espacio entre placas, para evitar que se toquen.

F U N C I O N A M I E N T O DEL CONDESSADOB V A R I A B L E : Hemos visto que la capacidad de un condensador depende de la superficie de las placas o armaduras, pues la capa de aire interpuesta hace el oficio de un» membrana elástica. Esa membrana será tanto mayor cuanto mayor lo sea la superficie de las placas puestíis una frente a otra.

Para variar esa superficie se recurre al artificio indicado en la figura 7 y cuya realización práctica está dada en la 6.

una de las armaduras está constituida por la3 p l a cas metálicas A y la otra por las B; esas placas están reunidas respectivamente entre ellas por arandelas y ejes metálicos.

Las placas B están montadas sobre un eje que lea permite girar y ocupar el espacio libre reservado entre las placas A, pero sin llegar nunca a tocarlas y manteniéndose ^ muy pequeña distaaicia de ellas.

El funcionamiento es el siguiente: cuando la flecha o el índice E está en O, las placas B están fuera de las placas A, por tanto la capacidad es 0. A medida que S9 hace girar la manija E,las placas B de la armadura movible se introducen entre las A; al llegar a 50 la capacidad habrá pues aumentado y al llegar a 100 todas las placas B estarán entre las A; por lo tanto la capacidad habrá llegado a un máximo. Se llega a ese máximo da una manera completamente gradual y continua.

Fancionamento del condensador variable: A, placas iijai. Figura 5 B, placas movibles.

Figura 4

La figura 4 representa una instalación efectuada en una habitación, de acuerdo con estas indicaciones.

RECEPTOR. — No creo conveniente hacer construir al aficionado primero un receptor de poco rendimiento, que luego no le sirve, pues llegará fácilmente a construir otro mejor; pondré en sus manos los medios para llegar al resultado óptimo, siempre que siga atentamente las explicaciones y sea ya de cierta habilidad para los trabajos manuales; daré después algunas mejoras que podrá introducir sin variar el conjunto del aparato, para de este modo evitar las pérdidas de tiempo.

Circnito general, nomenclatura de las partes.

AW

Figura 8

A antena; Cl condensador variable; C2 condensador fijo de la reja; N resistencia de reja; C3 condesador fijo del teléfono; SI bobina de reacción o tikler; S2 bobina de sintonización o Inductancia o self; M manija selectora qne recorre los topea ti, t2 y tS; ti, t2 y t3 topes metálicos; B batería de 40 volts; T teléfono de una resistencia de 2000 a 8000 ohms; D batería de 4 V. para la incandescencia del filamento I"; FF filamento de la lámpara; V placa de la lámpara; U reja de la lámpara.

• El funcionamiento de este circuito es el siguiente: por medio del condensador 01 y de la bobina de self S2, se hacen variar las cíi,recteristicas del circuito antena-tierra, hasta que longitud de onda de ese circuito coincida con la que se desea recibir; es pues una sintonización.

Por intermedio del condensador G2, las variaciones de corriente en la antena actúan sobre la reja de la lámpara, produciendo en el circuito de placa variaciones análogas pero amplificadas y siempre en el Figura '

íOontimiará)

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De Corrientes

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M I D Y Las almorranas no son solamente terribles por los tormentos que ocasionan, ni por la enojosa repercusión qi:e tienen sobre el carácter de las víctimas: son también fecundas en complicaciones de toda especie, de las que las menos graves son las grietas, las fístulas, los abscesos, los flemones, y que hasta frecuentemente, llegado el caso, pi;eden provocar accidentes mortales.. Para evitar estas funestas consecuencias la

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Tista general ie la Cartuja de Florencia.

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ff^ metros de la ciudad, en una

colina amena y pintoresca, entre cipreses y olivos. El edificio, espléndido por su nobleza y su riqueza artística, es uno

de los monumentos más notables de la Toscana. Lo fundó en 1310 el florentino Nic. -Accianoli,

amigo de Boccacio y de Petrarca. La Cartuja de Florencia es muy visitada.

Ninguno de los extranjeros que llega a la maravillosa ciudad deja de visitarla; todos

van a la Cartuja, en donde viven los frailes cartujos, famosos por la pacien

cia, el estudio, los descubrimientos que hacen y la tenacidad en el trabajo.

La orden religiosa fué fundada por San Bruno, en el siglo xi, y su regla

es muy severa: es obligatorio el silencio; los cartujos no se alimen

tan sino de pan y agua y algunas legumbres. La carne les está estrictamente prohibida.

Naturalmente, los padres que deben tener contacto con el

público no están obligados al silencio y algunos de

ellos sirven de cicerones y acompañan a los visitantes a la iglesia, al

I

claustro, a la biblioteca, etcétera.

La iglesia es interesantísima; su facha

da es de estilo barroco del siglo XVII, y fué res

taurada en 1814. En su interior es rica en mármoles, cuadros y terracotas del famoso Della Robbia. El coro, de madera labrada, es espléndido. Tiene 36 asientos y es positivamente imponente cuando todos los padres están en sus puestos para las habituales ceremonias religiosas. Y de noche, a las horas de ciertos rezos, el espectáculo es propiamente fantástico

El claustro grande es magnífico, con columnas de orden corintio y 377 medallones de terracota.

Después de pasar por un cementerio minúsculo, los visitantes llegan a diez y seis pabelloncitos, en los cuales viven modestamente los cartujos, que en épocas pasadas fueron famosos por su señorial hospitalidad. La Cartuja de Florencia era, en realidad, una etapa casi obligatoria para todos los personajes ilustres que viajaban entre Florencia y Roma. Aun hoy se miiestra al visitante el departamento que ocu-

I

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El coio 4e la iglesia, obra

pó su santidad el papa Pío VI.

Para los, que d e s e a n pasar algunos días en la Cartuja, hay u n departamento especial, destinado a los

. forasteros, en donde éstos reciben hospitalidad gratuita; pero, como es natural, ninguno de ellos sale

^ de la Cartuja

R A F A E L

I La Sarnosa i a r -

maravillosa del siglo XIV.

I sin dejar una compensac ión adecuada, e n forma de limosna destinada a la iglesia.

La farmacia de los cartujos es muy famosa; pero más famoso es el licor que lleva su nombre, el famoso chartrsu-se, que todo el m u n d o conoce y ap''ficia.

S I M B O L I

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Wauda Hawley. Cuidado, no confundirla con Constance

Binney, porque se parecen en lo cacarame-lantes» y en que ambas reciben un beso; la primera furtivo y la segunda a tiempo en las cintas que acaban de estrenarse.

DLL siiiNao

¿QUÉ QUIEREN LOS HOMBRES?

T ANTAS cosas queremos y tan diversasl Pero no se trata ahora de nuestras aspiraciones, sino de una película yan

qui «tendenciosa» en que desempeñan los principales papeles la «estrella» Claire Wind-sor y el «lucero» Frank Gieudon, habiendo sido «argumentada» por Lois AVeber, escritora, actriz y directora, todo en una pieza. Digamos, antes de entrar en considerandos, que la trabazón escénica y artística de esta cinta es -magnífica. Y ahora pasemos a recordar lo que ya hemos dicho acerca de la producción cinematoeráíica norteamericana. Dijimos que la inmensa mayoría de los argumentos los «fabricaban» las mujeres; que la preponderancia social de la mujer yanqui .era indiscutible; que su preparación cultural sobrepasaba a la del áexo contrarío; que, en efecto,' en Estados Unidos, la mujer disfruta de libertades, consideraciones y fueros en abundancia y que se aprovechaba de tales ventajas, usando y abusando de ellas, lo que resulta muy humano, tanto allende como aquende. Relatamos también, en alguna parte, las tsensacio-nales» declaraciones del sabio doctor Albert Einstein, el de la relatividad, el cual, de regreso de su viaje por Estados Cuidos, allá por Arasterdán, no se mordió la lengua para decir, reiiriéndoso a sus impresiones norteamericanas, que <la mujer yanqui era Extravagante, libre y autoritaria, derrochadora . . . del dinero de los hombres; y Que constituía un espectáculo tan ridículo Bomo triste y poco digno contemplar al hombre en tomo sumiso de la mujer, seme-jantes a perros falderos^. Esto dijo Einstein, y parece que lo dijo en petit comité, muy lejos su ánimo de que llegara a publicarse, porque a nadie, por sabio que sea, le gusta

dijo ante un pequeño auditorio que le escuchaba con admiración: «Las mujeres yanquis manejan admirablemente el volante del automóvil; los maridos, en cambio, «empujan» con maestría los cochecitos infantiles».

pues bien; por muy poco le cuesta un disgusto gordo semejante «chiste», a pesar de su enorme popularidad y prestigio en todo Yan-quilandia.

¡Significativa coincidencia de dos hombres ilustres acerca del _ feminismo yanqui!

En fin, que buscando una fórmula sintética, deaarroUuble en un volumen, podemos dccii con mucha verdad: Socialroente hablando, la mujer yanqui peca por exceso de independencia y la mujer argentina (queda dicho la hispanoamericana y la española) por defecto y ambas se completarían «balanceándose» en un justo medio, que es donde está la virtud, según Cervantes . . .

FLOR DE LAS NIEVES

E S una película francesa;, argumento francés, artistas franceses y amores lamartinescos en que no acoatece

nada de particular, nada, nada . . ,

MANOS BLANCAS...

NT o ofenden — dice el refrán — y esta j cinta tampoco nos ofendió, bien que

no nos haya entusiasmado. La cosa ocurre un tanto lejos: en el desierto de Sahara, lugar en que aparece un marine-rote que so llama *Hurrtcane» Hardy, un verdadero huracán. ¿Qué busca el hombre por aquellas arenosas latitudes? Pues un tesoro y . . . se tropieza con otro, con uno de carne y hueso, Helen Mayland, superviviente abandonada, hija de un misionero, etc., etc. Lo cierto es que, aprovechándose de la ocasión, el feroche marino intenta forzar a la joven, qué se debate angustiada; y cuando, merced a sus puños de macho bravio domeña a la víctima... imaldiciónl, es decir, ¡bendición!: las manos blancas y delicadas de un pibe se interponen, y el lobo marino, súbitamente, de golpe y porrazo, se arrepiente y desiste. A partir de esta «conversión», el marino se convierte también en amigazo puro de Helen, prohija al pibe, que no es de ella (no sean ustedes maliciosos) y todo

Claire Windsor.

Gentil artista que aparece en la jwlícula ;Qu6 quieren los hombres?» lAy! ;,Lo qué queremoft? Contemplándola usted, señora, la pregunta huelga.

meterse en líos femeninos (se lleva siempre se arregla a pedir de apetito. Independien •la de perder) y concitarse enemistades. Pero — el diablo enreda las cosas — resultó 3iue le escucharon orejas reporteriles y — ifatalidad! — el cable funcionó esparciendo ia noticia a los cuatro vientos. Toda la prensa yanqui publicó sendas informaciones; se armó polvareda y entonces el fevii-nismo, por conducto de autorizadas plumas pertenecientes al gremio, «batieron» al sabio en sus trincheraH. Una escritora hxibo que aprovechó la <ocasÍóni) para burlarse de lo lindo de la «tx-bría» de la relati\ddad.

Algo por el estilo le ocurrió, hallándose en Nueva York, al popular novelista Vicente Blasco Ibáñez. En petit comité también — en el MU de un hotel — soltó la lengua (en francés) y no pudo resistir, como buen español, el pujo de un chistn que se le atragantaba en la garganta. Y con :-iii amplia faz sarracena iluminada por in. aracia — por la gracia de su ingenio —

temente, por así decirlo, de este interesante folletín; admiramos una lucha, primero a cuchibo y después a puñetazo y tente tieso, espectáculo que casi todas las cintas yanquis, con el higiénico ñn de tonificar a.los espectadores, nos suministran a dosis libe-ralea . . . Una cinta muy interesante.

Los DIENTES DEL LOBO

A RGUMENTO dlscrcto tomado de una novela de Marión Brooks, ofrece la nota de lo éordinario agradable* cu un

ambiente rural bien logrado y con intérpretes que se exteriorizan con humana naturalidad.

C^ rÁLES prefieren ustedes, lectoras y ^ lectores? ¿Ün beso furt-ivo. por la sim

pática Constance Binney, o un beso a tiempo, por la no menos atractiva AVaada

Hawley? ¡Conflicto... pasional! Escojan vistedes entre ambos besos, queremos decir, entre ambas películas, y quédense con las dos porque ambas entretienen y hasta semientusiasman, bien que los ósculos, por ser cinematográficos y no llegar al público — a los labios de los intérpretes sí llegan —• sólo podamos paladearlos imaginativamente.

IGUAUTO QTTE EN EL CINE

SE desarrolla a base de las travesuras de buena ley con que nos divierte el protagonista, a cargo del actor cómico

WiU, cuyo apellido (Will, voluntad) tio escatima para desarrugarnos el entrecejo.

EL ALBA GUIS

E STE titulito de orden atmosférico, nada tiene que ver con el argumento, y en el argumento «entran» manejos polí

ticos en alta escala, miembros de una sociedad secreta, tribunales, policía, un asesinato y, por remate, la horca. ¡Albricias! ¡Alelnyal Ho aquí una película que no termina en matrimonio, aunque no faltaríi un malicioso que establezca relaciones de analogía en ambos finales.

EL PRÍNCIPE ROJO

E s una cinta de pretensiones escénicas y de pretensiones históricas,'muy bien presentada; un argumento de lujosas

proyecciones, con amores, aventuras, conflictos políticodinásticos y el destierro del protagonista, un principe oon mucho corazón- Además, colmaráse el éxito de esta película si se advierte que, entre otros buenos artistas, trabaja María Palma, tan bella como expresiva, y los excelentes actores Alberto Capozzl y Harry de Loen.

E L CONDE CAQLIOSTRO

P ELÍOFLA alemana de la Womer Film, es del género «sorprendente», por el estilo de «El Gabinete del Dr Caligari»

(Caligari, señor corrector, y no Calcgari, como por error manifiesto — y manifestado al cronista — anunció aquí, en la capital, la casa distribuidora), y hablaremos de ella en el próximo comentario.

E L AGFA

N os aguó, durante tres noches consecutivas, el gusto relativo de algunos 'ot,ros estrenos; pero ya nos desqui

taremos. Lo primero es lo primero. La ciudad

necesita lavarse la cara de cuando en vez pues por mucho que llueva.. .

NARCISO UOBLEDAL,

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ESDE niño se habia mostrado inquieto, y de ahi su nombre de Isarakí que sus pro-inos padres le dieron. Poco estuvo en la choza de ellos el turbulento Isarakí; adolescente era cuando se echó a vagabundear por las selvas, llevado de su inquietud, que era como una brasa quemándole los nervios.

Como aventuras el turbulento Isarakí: riñas con hombres y animales, en las que adiestró sus fuerzas y su astucia; amoríos y raptos en los que ae mostró prometedor y falaz. Contrajo amistades porque, suelto de lengua, atraía con ese poderoso imán de la palabra que parece subyugar voluntades, cuando éstas más fuertes son, cuando son más de hierro.

Corrió riesgos Isarakí, y hasta en peligro de muerte^ estuvo; pero era bravo y picaro, y si su ingenio no le bastaba para salir airoso, recurría a sus fuerzas. En tales aventuras llegóse hasta el más intrincado bosque del Chaco. Allí trabó íntima amistad con un viejo ayurú (papagayo). Era lo único que le faltaba para completar 3u educación. El ave parlanchína y el joven indio se narraron sus mutuas vidas y luego todo lo que cada cual sabía de los moradores de la selva. Fué por ese ayurú que el inquieto Isarakí supo de las metamorfosis que la leyenda atribuyera a Juan Tuya (el diablo).

Juan Tuya, en su juventud, habíase encontrado con una Cuñá-payé (hechicera) que, para protegerlo, le había hecho el don de poder metamorfosearse, y fué así como Juan Tuya, trocado en zorro primero, en tigre y en tucano después, pudo acometer las más disparatadas aventuras y vengarse de sus muchos enemigos.

Isarakí, anheló también poseer ese don de metamorfosearse y, con su amigóte el papagayo por guia, echóse a buscar la Cuñá-payé de la leyenda. Encontróla a orillas de un caudaloso río, y el papagayo le expuso los deseos de su joven amigo. La hechicera lo acogió solícita en cuanto Isarakí le narró algunas de sus hazañas. Ella era una enemiga do los hombres, a los que en su juventud habia amado; y vio en ese turbulento amigo del ayurú una preciosa arma. Hizo sus esotéricos signos e Isarakí se halló impuesto del don del diablo, el de poder metamorfosearse a voluntad; y se trocó en un feroz yaguareté (tigre). Fué el más audaz y el más feroz de los tigres, cuenta la tradición; llevó sus fechorías hasta los lugares nunca frecuentados por tigres, y donde llegó puso muerte o espanto. Desde la más inofensiva iguana hasta la boa más fuerte, todos los pobladores de la selva le temían.

Mas he aquí que fué vencido una vez, no por la

fuerza, sino por la astucia de un viejo aguará (zorro), y desde entonces Isarakí se metamorfoseó en zorro. A la fiereza, prefirió la astucia, y pronto se dio cuenta el turbulento que, bajo la piel de zorro, podía acometer mayores aventuras que bajo la de tigre: era menos temido y menos recelado.

Mucho tiempo anduvo Isarakí trocado en zorro, con su agudo hocico en tierra y su cola en alto; mentor de una innumerable tribu, era la desesperación de los hombres.

Y una vez, estando de aventura, í n acecho de una fiera, vio Isarakí cómo la serpiente, sigilosa y lenta, colábase por un diminuto agujero y le robaba su comida, sin que él nada pudiese hacer para impedírselo. Y desde aquella vez quiso ser una sigilosa serpiente.

Trocado en raboí-pepé (serpiente), anduvo solo unos meses. Durante ellos trabó amistad con los seres diminutos de la selva, así como antes, de tigre o de zorro, había podido conocer a los grandes. Ahora, el escarabajo o la langosta fueron sus amigos y sus víctimas; y fué trocado en serpiente cómo Isarakí se enteró de la existencia de la caba (avispa), alado insecto, zumbador y productor de una mixtura tan maravillosa y dulce como la miel.

Y el turbulento que fuera un poderoso yaguareté, anheló convertirse en una insignificante caba.

Metamorfoseado en avispa, era fatal que produjese más escozores que miel, y hasta pudo ser que fabricase ésta con jugos ponzoñosos. Mas hete que Isarakí, llevado de su turbulencia, clavó su aguijón en la mano de un hombre que amenazaba robarle su panal; sabido es que la avispa muere al dejar su aguijón, pero él tornó a su primitiva forma de hombre en vez de morir. El sortilegio de la hechicera lo salvaguardaba.

Vuelto a su prístina forma, Isarakí buscó a su protectora Cuñá-payé, la que lo recibió alborozada. Aquel era, evidentemente, una de sus criaturas predilectas. Ni Juan Tuya mismo habia hecho peores destrozos que Isarakí trocado en yaguareté o en aguará, ni puesto más discordias que él cuando fuera mboi-pepé, ni más desolada inquietud que cuando convertido en caba hizo que los hombres desconfiaran hasta de la dulce y bienhechora miel, fabricándola con savia de hierbas malignas.

Isarakí bien podía exigir lo imposible de su protectora hechicera, y la pidió entonces que lo trocara en un ser que encerrase las cualidades que él por separado tuvo en sus reencarnaciones pasadas: las de la avispa, la serpiente, el zorro y el tigre.

La hechicera lo convirtió en un hombre blanco.

El primer amoi. ~ i Márchate 1 Tus tapices huelen mal.

— Pero, señor, no son mis tapices, soy yo.

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De Jujuy

S! Superior Tribimai de Jnsticia de la piovincia celebrando sesión en la sala de acneidos.

D E S C U B R I M I E N T O M A R A

V I L L O S O

El que vamos a narrar sí que es un descubrimiento: como que de ser cierto revolucionaria por completo la vida social económica y política del mundo entero ¡AUá va ! . . .

Un célebre químico japonés, llamado Peyote, jefe del laboratorio

de Tokio, que venía estudiando las sorprendentes cualidades del "radium", ha logrado mediante la intervención de corrientes eléctricas, aplicadas a las irradiaciones de aquel cuerpo, encontrar una energía catalítica inconcebible.

Aplicando esa energía binaria a una planta en flor, bien pronto los ovarios se convirtieron en frutos, fecundos y maduros. Desarrollando en cuatro puntos distintos de un

pequeño terreno elegido para el caso una corriente catalítica, bastaron doce horas para que distintas simientes depositadas en él se convirtieran en plantas maduras.

El gobierno japonés guarda el secreto con todo cuidado para evitar trastornos.

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^ ilÉ^B W p 11 — Lo creerás si quieres — me dijo mi tío Emi

lio para ocultar la desgana que experimentaba de haberse extraviado en aquel punto, — pero nunca he sentido tanto calor como cuando mi última campaña de Argelia, al sur de Ain Setra, en pleno desierto.

— Esta temperatura de hoy — le respondí, — es verdaderamente africana; estamos en pleno estío y hace un calor digno del Senegal o de un día de Pentecostés.

Y el hecho era que aquella mañana, lunes de Pentecostés, hacía un calor insensato. Mi tío Emilio me había sacado de casa para hacer una pequeña excursión, en una comarca que conocía muy bien según decía. Era ya mediodía, y aun buscábamos a donde dirigirnos. Yo veneraba a mi tío y no me atrevía a juzgarle ; pero a decir verdad, yo no soñaba ni en eso, pues no tenía ganas ni de pensar para juzgarle. Mi cerebro estaba casi a punto de entrar en ebullición. Me quité el chaleco y traté de introducirlo en el bolsillo de n i pantalón. Vana tentativa. Entonces lo deje cael y el tío Emilio lo recogió maquinalmente.

— No hay que dejar perder nada — me dijo con aire un poco rudo. — Ño se debe arrojar el lastre sino cuando se va en globo, no en plena y rasa campiña, i Un poco de valor, qué diablos I Tú no sabes, no puedes darte una idea de lo delicioso que es un almuerzo campesino, tomado en el corredor de una casa de campo, a todo aire, después de una mañana tan calurosa como ésta.

Aquí mi irremoria se pierde, como el agua de mí río sorbido por las arenas ardientes. No supe más. Caminamos un tiempo que no supe apreciar. Luego, sin saber cómo, nos vimos sentados alrededor <le una mesa de encina, sin mantel, eñ la salíta baja de la casa de campo evocada por raí tío, el profeta, ante el olor fabuloso de una chuleta incomparable y un vaso de vino magnifico, colocado delante de iiuestros asientos. ¡ Qué comida I Aquel día supe realmente lo que es tener hambre y comer.

Nuestro salvador se llamaba Lavandou. Mi tío Emilio lo había reconocido. Hacía diez

años, día por día, que estuvo en su casa, l Qué incontestable verdad es que el mundo da vueltas, y todas parecidas I

— Si yo no hubiese oído gruñir a Bernabé — observó el viejo Lavandou, — jamás se me habría ocurrido la idea de salir, y usted habría pasado sin reconocer la casa.

— ¡Be.nabé! — dijo asombrado mi tío. — i Pero vive todavía? . . . Contaba como doce años cuando lo conocí.

— Aquí está — respondió el aldeano. Entonces vi rodar hacia nosotros una masa in

forme, negruzca, que gruñía vagamente; era el fantasma de la -rirics'"-" de un perro de aguas.

— No tiene muy buenr catadura, pues cumplirá veintidós años en la canícula. Es un fenómeno, un

centenario. Ya no puede mascar; lo alimento con caldos. . . ¡Pobre Bernabé I Lo tengo como una curiosidad, por sus recuerdos.

— í Recuerdos ? — dijo mi tío. — i Ha hecho algo de heroico?

— A fe mía, si señor, de heroico. . . No hay otra frase, estoy seguro.

Debo decir que este animal, a los catorce años, comenzó a dar signos de decrepitud. Estaba enfermo, gruñía mucho y era casi ciego. Mi mujer, que por entonces vivía, me increpaba a cada rato: "Mátalo ; no sirve para nada. Será más feliz muerto". De tal modo, que terminé por creer que el pobre Bernabé seria' más dichoso muertos

Mi mujer me fastidiaba con la misma canción, y al cabo de seis meses me decidí a proceder. Fué una tarde de invierno. Lluvia, viento, t ruenos. . . Yo me dije: "Si es necesario que mi perro muera, prefiero que sea hoy. Así se creerá que ha sido cosa de la tormenta".

Tomé mi capote de pastor, me puse mi sombrero de fieltro, silbé al perro y salimos camino de Capean, al riachuelo que está en los alrededores a cuatro kilómetros de aquí.

Llegados a la orilla del río, me detuve. Me incliné y vi que el riachuelo bajaba convertido en un torrente. Cogíf a Bernabé, lo balancé tres veces, de modo que el pobre animal creyó que yo lo acariciaba de ese modo para dormirlo.. '. ¡Fui un traidor, un asesmo ! En fin, lo arrojé al abisnro. Oí un ladrido de angustia, luego el ruido del cuerpo al caer en el agua . . . Me volví a casa y no fué sino a la mitad del camino cuando advertí que no llevaba el sombrero en la cabeza. El viento se lo había llevado tal vez en el momento en que lanzaba el perro al agua . . .

— i Y entonces ? — I Entonces ? Por la mañann al despertarme, oí

débiles ladridos semejantes a los de Bernabé. Mis cabellos se erizaron. . . Me levanté apresuradamente y me encontré delante del pobre animal que movía la cola y que llevaba entre los dientes mi sombrero. . . el sombrero que se había caído al río junto con él.

Lo mejor fué que aquel baño frío prodújole una reacción. Se puso ciego del todo, pero su salud mejoró notablemente. Ya está en el último período de decrepitud, pero jamás se me ocurrirá atentar de nuevo contra su vida. Terminará, como termina todo én este mundo.

— I Dice usted que sólo bebe caldos ? —• preguntó mi tío..

— Es el último placer que le queda. Y mi tío, arrodillándose, entreabrió la boca del

viejo y leal perro, haciéndole beber un vaso da buen vino de Var.

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Page 142: Nº 1248 02-09-22

PASATIEMPO S CARAS Y CAHETAS lia establecido uu concurso mensual de

juegos de ingenio, para el que Be otorgarán cuatro premios en la siguiente forma: dos a los lectores que remitan mayor número de soluciones exactas y otros dos a aquellos a quienes se les publique mayor número de juegos. Ajustarse a las eigiiicntcs bases:

1.» En caso de empate los premios serán adjudicados en la forma más equitativa que resuelva la Dirección.

2. Es requisito indispensable adjuntar a las soluciones el cupón respectivo.

íl.^ Los juegos para publicar deben estar acompañados de firma y domicilio, aunque se publiquen con seudónimo.

4.^ Los juegos que se remitan deberán acompañarse de las soluciones correspondientes.

5.* El aspirante a premios i)or colaboraciones puede optar también a los premios por soluciones. ,

SOLUCIONES CORRESPONDIENTES AL CONCXTRSO DE PASATIEDílPOS DEL MES

DE MAYO DE 1922.

Número, ^231. — Número 1: Alpargata; 'Z: Dulcera; 3: Zaguán^ ganzúa; 4: Kocono-cer; 5: Limosnero; 6: Diácono; 7: Cantera; 8r Reverdecer; 9: liajorrelieve; 10: Dominó; 11: Aguacero; 12: Mar de Mármara; 13: Emilio; 14: Ver para creer; 15: Del mal el menos; 16; Saldos y retazos; 17: Estreno; 18: Ma-iniecos; 19: Escamado; 20: Seminario; 21; Caníbal; 22: Espuma.

Námeio 1232. — Número 1: Esperado; 2: Polaco, palco, palo, cal, la, !; 3: Robar, barro; 4: Dársena; 5: Alimaña; 6: Tabaco; 7: Parodia; 8: Enredo; 9: Adelante; 10: Navegación; 11: Cervantes; 12: Sobretodo; 13: Sucesión; 14: Tntercsailos; 15: Sinforoso; 16: Marcelino; 17: Generosa; 18: Oneroso; 19: Fresa; 20: Punto por punto; 21: Miserioor-

Námei:o 1233. —Número 1: Marta, garita (Margarita); 2: Do-mi-no (dominó); 3: Estar con la peor parte; 4: Cuando el amor deja de crecer, mengua; 5; Al revés me la vestí y ándese así; 6: Este, tela (Estela); 7: Plancha, dora (planchadora); 8: Matarlas en el aire; 9: Alzarse con el santo y la limosna; 10: Dama, rama, cara (camarada); 11: Amadeo; 12: Calle cortada; 13: Bancarrota; 14: Desnudo.

Número 1234.— Número 1: Pesca, do-res (pescadores); 2: Espuma; 3: Corona; 4; Mono, plano (monoplano); 5: Senado; 6: Coloso; 7: Requisito; 8: Paraguas; 9: Pensamientos; 10: Granate; 11: Cítara; 12: Bls-solatti; 13: Teresa, rest^i, sara. tea, re, t.

SOLUCIONES CORRESPONDIENTES AL CONCURSO DE PASATIEMPOS DEL

JftES DE JUNIO DE 1922.

Numero 1235. — Número 1: Atuel; 2: Romanones; 3: Cretona, cantero; 4: Morc-ra; 5: Sevilla, SUvela; 6; Emiliano; 7: Reirás, reirá, rsir, réi, re, i; 8: Vlena, venia; 9: Alondra, ladrona; 11: Pedernera; 12: En el alma hay dos vatílos—que no se quieren llenar:—el de la fe que se pierde,— y el del amor que se va; 13: Antes que nada; 14: Sirio; 15: Elisa; 16: Pepino; 17: O, la, fea, café, hacer, fechar; 18: Paraguas; 19: lie-volver.

Número 1236. — Número 1: Hecho consumado; 2: Arcipreste; 3: Dosis; 4: Asimilar; 5: Nicho, chino; 0: Cánula; 7: Cobra, barco; 8: Cóndor, cordón; 9: Cadmio, comida; 10: Denotar; 11: Remolino; 12: La mentira va montada en líis ancas de la duda; 13: Esa es la madre del cordero; 14: Piensa antes de obrar; 15: Relamido; 16: Remolino; 17: Degradado; 18: Todos los días galUna amarga la cocina.

Número 1238.—Número 1: Sobrenatural; 2: Pilar; 3; Entrelazados; 4: Primeraníente; 5: Informal; 6: En este mundo traidor —nada es verdad ni mentira;— todo es según el color—del cristal en que se mira; 7: Enciclopedia; 8: Todo tiene su vuelta; 9; Ballena; 10: De todo hay un poco; 11: Sobrenadar; 12: Pedazo de mi corazón, lejos de ti no hay alegría; 13: Recaída; 14: Dolencia larga y la muerte encana.

EL ÉXITO DE NUESTROS CONCURSOS IJOS concursos mensuales de pasatiempos

en un principio modestos por la pequen ti cantidad í\e participantes, han adquirido

paulatinamente una importancia que no esperábamos, ocasionando entre loa colaboradores un retardo en la publicación de sus trabajos, por lo que les pedimos disculpa, poniendo toda nuestra buena voluntad en complacer a todos.

Considerando que el tiempo que se da como límite para el envío de soluciones no

I permite tomar parte en el concurao de solu-' clones nada más que a este país y limítro

fes, se han dedicado muchos lectores del extranjero a competir en el de colaboraciones, habiéndose premiado en ese sentido a personas residentes en Chile, Uruguay, Brasil, Cuba, etc., lo que constituye una prueba del buen éxito obtenido.

La enormidad de serles de soluciones que recibimos de nuestros lectores, y el recuento que hay que hacer para fijar el cómputo a cada imo, retardan en parte el íalio, habiéndose tomado medidas para hacerlo con más celeridad en lo sucesivo.

Publicamos hoy las soluciones correspondientes a los concursos de mayo y junio próximo pasados, dejando para el número de la semana venidera,el fallo de los mismos.

De inmediato publicaremos el resultado del concurso de julio.

N." 1 Comprimido, por «Sapos (ciudad)

N.o 2 Comprimido,' por *Sapo» (ciudad)

N.o 3 Comprimido, por «Sapo» (ciudad)

N.° 4 Pensamiento de Florencio S&nchez semi-

interpretativo, por «Sapo* (ciudad)

N.° 5 Comprimido, por «Alf» (Rosario de SantaFe)

M SÁBADO N.° O

Triángulo numérico, por cAIf» (Uosario de Santa Fe)

1 2 3 4 5 5 4 2 1 6 6 7 3 2 4 3 7 6 4 1 2 1 2 1 2

6 7 Bey Nanacióa Aibol En el rio En las aves Nota música' Consonante

K.» 7 Comprimido, por oAlf» (Rosario de Santa Fe)

CONCURSO DE PASATIEMPOS S E P T I E M B R E de

CUPÓN 1 9 2 2 N.» 1248

A fos solucionistas y colaboradores Toda serie de soluciones que se envíen

deben acompañarse del cupón respectivo que se publica al final de la sección.

Cuando los colaboradores deseen que sus juegos se publiquen con seudónimo, deben hacerlo presente; en esto caso, como en los anteriores, es conveniente anotar el domicilio debajo de cada juego.

El concurso de pasatiempos no es sólo para los lectores de la capital; pueden competir también los del interior y exterior.

Al remitir una serie de colaboraciones, cuando cada juego esté hecho en un pliego, es conveniente firmar uno por imo, dando las soluciones por separado.

No es necesario adjuntar para las colaboraciones el cupón; tal requisito es sólo indispensable a los solucionistas, a quienes recomendamos, para el más rápido recuento y fallo del concurso, remitir las soluciones de una sola vez, ai publicarse la última serle de juegos.

N. de la B. — Toda la correspondencia para esta sección debe remiürse a la sección .'Pasatiempos», de CAEAS Y CARETAS, Cha-cabuco, 151.

Co'.icurso de agosto. — Se reciben soluciones hasta el 10 de septiembre inclusive

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— — - L O S L I B R O S — Bn el deseo de propender al conocimiento y difusión de la producción intelectual entre -nosotros, publicaremos una sucinta biografía y juicio crítico de los libros que lleguen a nuestra redacción.

, E L MILAGRO DE LAS ROSAS, por Bosalha Aliaga Sarmiento. — Las 'novelas escritas por mujeres suelen adolecer de ciertos defectos que hacen su lectura algo aburridora para los hombres, defectos que proba-lilemente parecen cualida-Us a sus lectoras; ésta de

ia señorita Aliaga Sarmiento se presenta casi sin esos defectos, y su lectura no aburrirá ni aun al menos feminista (literario) de los lectores. Hay argumento interesante, desarrollo lógico, pintura acertada de

caracteres, buen estilo. Un poquito menos de psicología retórica, como quien dice, y El milagro de las Rosas, con su simpático airecito romántico, sería una novela de las más apreciables que se han publicado entre nosotros en los últimos años. En todo caso, significa no sólo la realización de una promesa sino una nueva promesa para lo porvenir.

BUENOS AIBBS GROTESCO Y OTROS MOTIVOS, por Pedro Herreros. — He aquí un libro de versos un poco desconcertante; pero cuya lectura deja en el ánimo la impresión de que no es tan baladí como podría creerse. El autor no respeta regla alguna, y con frecuencia sus versos no son sino prosa puesta en renglones cortos, y no siempre buena prosa; sin embargo de esa anarquía de formas, por decirlo así, surge un conjunto de observaciones cuya expresión revela que el autor mira la vida grotesca (quizás seria mejor decir triste, bien que lo grotesco es siempre profundamente triste) de sus observados con ojos que no son los del mero espectador que es casi todo el mundo. Todo lo cual no quita que haya buena dosis de vulgaridad en no pocas de las' composiciones del señor Herreros.

CURSO DK PEDAGOGÍA, por A7igel O. Bassi. —• Creemos que ya en más de una ocasión hemos confesado. Henos de vergüenza, una de nuestras más condenables debilidades: no tenemos sino una fe muy relativa en los libros de pedagogía y aún en la pedagogía misma; pero respetamos profundamente a los pedagogos, porque bien se nos alcanza que su labor es por todo extremo meritoria y llamada a contribuir eficazmente al progreso material y moral del pueblo

argentino. El autor de este libro tiene, como quien dice, la pedagogía en el alma, es maestro tan sincero como laborioso, toda su vida la ha dedicado a la enseñanza, cuando no en la cátedra con el libro, y este que acaba do publicar, que ha merecido el aplauso de los entendidos, no hace sino confirmar brillantemente lo que ya se sabía de él.

LA NACIÓN ESPAÍSOLA Y EL NACIONALISMO VASCO, por M. A. Bares. — El autor do este libro es gran conocedor de la historia de España, su patria, y apoyándose en ella combate, con vi,<íor y a las veces con elocuencia, los ataques de que España suele ser victima, al mismo tiempo que las tendencias separatistas de algunas porciones del estado español. Es un libro de fe ardiente en el porvenir español, como consecuencia de un pasado glorioso y de un presente que no merece las críticas de que suele ser objeto.

E L HIJO DEL LEÓN, por Vicente A. Sakiberry. — El señor Salaberrj', distinguido colaborador de esta revista, es uno de aquellos escritores en quienes no se sabe qué admirar más: el talento o la laboriosidad, de cuya unión son producto novelas tan intensamente interesantes como ésta. El hijo del león pertenece a la serie de sus novelas que el señor Salaberry llama de cam,po, y nadie ignora cómo sabe describir la vida de las gentes campesinas de su bella tierra, la República Oriental. Y la sabe describir porque ama sinceramente a esas gentes, cuyos sentimientos, cuyas ideas, cuyas pasiones, buenas o malas, observa y analiza con sutil perspicacia y clara inteligencia. Hay, además, en El hijo del león un vaho heroico, como dice el autor, que a veces llega a ser trágico, y que da a esta novela un interés posiblemente apasionante.

E L AGUA QUE CANTA, por Emma S. de Sola. —• Los versos de esta poetisa saltona se recomiendan particularmente por un sentimentalismo que, lejos de caer en el romanticismo chirle de otras poetisas, se mantiene siempre en un plano, diremos, digno de la fuente de que emana. Como muestra de lo que la autora puede y sabe escribir, nos bastará citar estos versos: — «El hombre es arcilla y es Amor quien pone — la arcilla en las manos de cada mujer, — y las manos finas modelan y amasan, — si un alma de artista las hace mover. —- Arcilla morena, trabajarte quiero: —• Deja que mis manos te tomen; si estás — rebelde a la blanda presión de mis dedos, — golpeará el martille de mi voluntad».

É X T A S I S , por Félix B. Visillac. •—• No pertenece el autor de este libro, distinguido colaborador también de CARAS Y CARETAS, al número de esos poetas, escasos -por fortuna, que parecen no tener otro fin, al escribir versos, que hacer en el lector una impresión de cosa nueva, de cosa rara y casi patológicamente exquisita. Él señor Visillac es un poeta sentimental y de noble y sana inspira, ción, de la cual puede juzgarse por estos bellos versos:— «¡Tengo im ansia de paz! ¡Oh! que mi vida — esté serena como mar dormida — y haya luz en mi lámpara pequeña!.. . — Que a mi espíritu llegue la risueña — esperanza y se dé sólo al amor, — y brote el verso que mi frente fragua, — como la fría serpentina de agua — de un viejo surtidor!» Y, comentamos nosotros, qué dulces y melancólicas horas se pasan oyendo el suave rumor apacible del agua de un viejo surtidor, es decir, leyendo versos tan emotivos como los del señor Visillac.

CUADRO HISTÓRICO DE LA BATALLA DE TUYÜTÍ.^OT el coronel Dai'id MIarambio Catán. — He aquí un trabajo que no es, en realidad, un libro, pero que no lo es sino porque está impreso como ciertos pueblos antiguos guardaban sus escritos, esto es, en grandes lioj as que podían enrollarse. La forma no es muy cómoda para la lectura, ni aim cuando las hojas se cuelguen eii la pared a modo de mapas; pero esas condiciones meramente exteriores no quitan valor a este trabajo, que ha requerido una labor asidua y delicada y mucha erudición histórica.

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De Territorios COLONIA CA5-TEX (F. C.O.). Pampa.— Par -te de la numerosa concoiren-cia gne presenció el acto inaugural de la esencia N." 189 cercana a esta localidad. Los alumnos c a n-tando el Himno

Nacional.

CEBALLOS F.C. O.). Pampa. — Moderno edificio escolar que acaba de ser construido en esta localidad por el Consejo Nacional de Educación para la escuela N.» 37 y (ine ha sido entregado al servi

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Sr AMADEO SANTALO, Palainos (Gerona) No. g Calle de Muiit, España, escribe:— " TJtirante siete años he sufrido-de dolores ag-udos en las piernas que hicieron casi imposible mi atención al trabajo. Knsayé toda clase de medicamento, ninguno de los cuales me dieron alivio, hasta (lue im dia, viendo un asiuncio de ías Pildoras 0 e Witt, las probé. A mi gran satisfacción me sentí mejor, después de tomar el primer frasguito, y continuo tomando las pildoras con toda' confianza, seguro de que me curarán de mi enfermedad."

I^a hija del Sr Santalo escribe más tarde :— *' Mi padre ha sido enteramente curado con solo tres frascos de las Pildoras De Witt."

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— ¿Qué li<acia el intendente?

que nunca haya hecho nada. Yo no sé

Es singular: ¿Puede saberse a que

lo mandan al Brasil? — A descansar.

* * * — .íVlvear llega, ¡qué fortunal Con toda seguridad va a ayudarme.

— ¡Si eres una perfecta inutilidad! ¡Te conoce, al menos?

— Yo he llegado a figurarme que, por eso, porque no me conoce, va a ayudarme,

* * *

— Finge que nunca te ha conocido ¿y aun le saludas?

— De mil amores. Es el decano de mis deudores y 1© respeto como es debido'.

* * « — ¿Y ministro, por deber, como Rodríguez, serias? , — No es por deber; a mi ver es por el gusto de ser ministro unos cuantos días.

« * * Un correligionario que aspira a ser muy pronto acaso secretario, acaso algo mejor, delante del espejo sonríe como un tonto y dice, algo perplejo:

— No es fácil imitarle. No es fácü, no, señor. Quizás los Pueyrredones de Dios han conseguido las gracias y los dones que suelen derrochar.

. ¡Horacio, a la sonrisa sus triunfos no ha debido? A Horacio, a toda prisa,

tendré que ver. Lo dicho. Le voy a consultar. * * *

Patilludo, solemne y altanero, parece embajador y no portero.

Mas, cuando empieza a hablar con tono enfático, se ve que nunca ha sido diplomático.

Porteros habladores, callad prudentemente y, por embajadores

pasaréis a los ojos de la gente.

— Es muy flaca. — Muy flaca.

— Es toda esquinas. — La pobre es toda duelos y quebrantos. — Yo creo que sus múltiples encantos caben en una lata de sardinas.

* * * ¡Qué cambio de ministros vertiginoso hay en el Ministerio de Agricultura. El hombre que se juzga de más reposo dura Unos cuantos meses, si es que los dura. Pronto, quien le sucede, se va a su casa . . . Esto va siendo cosa de enloquecerse; ni el .público se expUoa lo que allí p£isa, ni saben las langostas a que atenerse.

* * «

MOHOS D E

— Bueno, Resulta que en Grecia no faltaban cosas lindas, según nos lo ha demostrado un sabio conferencista. Todo lo que aquí tenemos, también Grecia lo tenía. Nos parecen cosas nuevas y son viejas.

— ¡No me diga! ¡A ver si resulta ahora, que, al igual que en la Argentina, Grecia tuvo, hace ya siglos, petróleo y Defensa Agrícola?

* • * Afirman los ministros radicales que aquí hacen falta muchos generales.

Y como oyó que alguno negase tal aserto,

dijo una joven casadera: — Es cierto.

Yo necesito imo. * * *

Esa vetusta dama durante doce lustros se ha pintado. Con toda la pintura que ha gastado se podría pintar un panorama.

REDONDO.

ginuiuuiiiiiiiiiiiiuiiiiiuiiniiioiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii iiirmiiiiiliiiiiiiiniiiiiiiuiiiiiiiNiijiliiiniiiiuiiuiuuuiiUHiiiuiuniuiiiiii niiuiiiiiiiiiiiuiiiuiiiiiiiiiiiiiiiniiiiiiiiiimmuuiiiiliuliiiiinniiniiiiiiiiiiiii iiiiig

NUESTRO PRÓXIMO NUMERO: Contendrá las siguientes colaboraciones literarias, cuentos, novelas y notas: El Quirquincho y el Zorro melero, El Zorro y la Perdiz, La Chuña y el Zorro zambullidor, fábulas de Juan Carlos Davales. Así se cumplió su ensueño, por Margarita Morcaldi. La pobre muchacha, por Ismael Navarro Puentes. El ausente, por Blereedes Dantas Lacombe. Paseo matinal, por Luis L. Franco. Madrigales, por Guillermo Saraví. El hebreo de Astrakán, por Pablo Della Costa (hijo). Por qué la mató, por Luis Enrique Osorio. El bastón, por Daniel Rodríguez Caparro. Cuentos breves, por Ramón de Castro El diablo tísico, por Clorinda Matto de Turner. El ave de Zeus, por Carlos Monsalve. Madame Bapüste, por Guy de Maupassant. El último tranvía, por José de Roure. Los obispos del ajedreí, por Bligael de Unamuno. El misterio de las figuras de cera, por W. L. George. Géneros

teatrales, por Redondo.

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(^•^

ABETAL

ANO XXV QJINTO BIMESTRE DE 1922

NÚMEROS 1248 AL 1256

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DE LAS MATERIAS QUE CONTIENE ESTE TOMO

COLABORACIÓN

PROSA

A I - B l ' E R X E . JOSÉ. — El hindú q\ie p:is6 poi" aqtii 124^. — TelepJitia. 125:1.

A D n A R O . M. \RTIX. — Diaiía. oración y silencio. 12.51. AMBRU.';. SOLDAX. — El pescador y e; marino. 1252. A X D R E I E V . LEOXinA.? . ~ El toque de reliato. 1250.

— La llegada. 1253. — El re.calo. 125G. ARAMBURU. J U L I O . — El placer de la venpanza.

1253. ARGERICH, H l T i O . ~ Antonino Lambcrli. 1252. ASEB, LEBOLOIM (Trad. de P. Resnick'. — Un di

vorcio. 125G. AYARRAGARAY. LUCA.= . — ; L o c o . . . : 1251. BALZAC, HOXORATO. — Esiudio de mnier. 1252. BAROJ.\ . n o . — FJ aniiL'O Ossorio. 125fi. BARR. JAMES (\'crsión de M. Viaplanai. — El dial.lo

del laijo. 125(1. B.NRREDA. ERXEPTO ALARIO. — Un drama en el

irio. 1250. — Palos de Mogiier ( Impre.-^ioncs y recuerdos"!. 1254.

BLOMBERG. HÉCTOR PEDRO. — Tres leyendas del mar. 1248. — I,os tres llantos de Aurora l-ucy. 1255.

BOYER, JACQUES. — Los animales que se disfrazan. 1250.

BUFAXO. A L F R E D O R. — El e.xtaordinario caso de mi muerte. 1251.

CAXE. MIGUEL. — Los caimanes. 1252. CASTRO E S T E \ ' E S , RAMOX DE. — Cuentos breves.

1249. CÉSPEDES, J. R. — "Caras y Caretas" en P.oiivia. En

las pr>jximidades del Dlimarii. 1250, CICHERO, F É L I X ESTEB. \X. — El eslabón. 1251. CIXTRA, ASSIS. — La Pomjiadour brasileña. 1251. COURTELLXES, JORGE. ~ La escalera. 1251. D A M A D U E X D E ( L A ) . — Xotas sociales. En todos los

níimeros. D A X U B I O . — Frente al ministro del Interior. 1254. CÁVALOS, JUAX CARLOS. — Los casos del Zorro.

1248. 1249, 1250, 1251 y signe. D A U D E T , A L F O X S O . - - El delfin se muere. 1250. DEL SAZ, EDUARDO. — Para los niños. En Iodos los

ntjmieros. DELLA COSTA, PABLO (hijo). — El hebreo de As-

trakán. 1249. — Crónicas bonaerenses. Las armas desiguales. 1252. — Cuando >o era carnicero. 1254. — Elogio del sincope cardiáceo. 1256.

DÍAZ GARCES, JO.XQUIX. '— I^ia ciudad mueria. 1248.

DL\Z PÉREZ. XICOLAS. — Salunuia. la mora. 1250. DI GARLO. ADELIA. — El hijo del guardabosque.

1248. — Actitud salvadora. 1255. — La sonrisa del maestro. 125íi.

DICEXTA. J O A O f l N ' . — El "ido de gorriones. 1250. DOXOVAX. D. J. — El instinto crimir.al. 1255. DUCLOUT. JORGE A. — Telegrafía y leleíonia sin

hilo moderna al alcance del aficionado. En todos los immeros. (\"éase l;>imeslre anterior, i

ETCHAR. B E R X . \ R D 0 . — Dilema. 1250. ESTREMERA, JOSÉ. — Montecristo. 1254. EVAXS. E. X. — r)oble escapada. 1255. F.ABRE. J. B. — La ft- bula de la ci::arra y la horniiga.

EERXAXDEZ BREMOX. JOSÉ. — El cirio pascual. 1255.

1-ERXAXDEZ GU.NRI.'IA. RICARDO. — La princesa Inulta. 1254.

F I X G E R I T . J U L I O . ~ Los poetas de Alemania. 1252 y 1256.

FLORIDOR. — "Caras y Caretas" en Montevideo. ]•:; diputado Francisco Gigliani. 1248.

FRAGUEIRO, RAFAEL. — El campanario- 1250. FUSTER CASTRESOY, SAXTIAGO. — Del panora

ma jujeño. 1249. — El drama de la sed. 1251. — Hacia el paralelo 28. 1253. — Las emociones de ios grandes crimenes. 125G.

GEi tRGE. \ ' . L. — El misterio de las figuras de cera.. 1249.

GHIO. J l ' L I O CRl"Z. — I'áginas camperas. La ver sailora. 1254.

GLUSBERG, SAMUEL. —"El abrazo. 1251. GÓMEZ DE LA SER.XA, RAMOX. — Caprichos iné

ditos. 1253. — La gitaniUa. 125C. GOXZALEZ A R R I L L I , B. — El hombre de corcho,

el de hierro y el de carne y hueso. 1252. GR.XXDMOXTAGXE. FRANCISCO. — El escánda

lo parlamentario de la .Sta. Kerpiskoba. 1251. Gente bien. 1255.

HAROLD T H O M P S O N . W I L L I A M . — Andrés y Roy. 1256.

H A U F F , G U I L L E R M O . — Historia del pequeño Muck. 1256.

HID.XLGO. ALBERTO. — Pobreza, divina pobreza. 1250.

H I N D S ROY, \V. _ El brillante embaucador. 1252. K U P R I X , A L E I A X D R O . — Demir Kaia. 1250.

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l.ASCAXO TEr .V l , VIZCONDE HE. — Trozo de U canción inconcluía. 1252.— El día de un gobernador. 125G.

1-E OVEUX, WILLI.^W,';. — El niiMerio de b villa Poizat. 1254.

• • I . rCERO. P R O T A S I O " . — Eo.^ perros de don Ramón. 125G.

••EUZ V .^OMBRA". — Ea moda al día. En lodos los números.

^E-\C1EL. SANTIAGO. ~ Los fantasmas. 1249. — La apoteosis del vieio Onilques. 1255.

MACHADO DE AS.^^L^. —- Trio en la menor, 1253. M.XNDELSTAUXX. V A L E X T I X . — La talla. 124;;. ^LARTLXEZ OLMEDILL.A. A. —- La pana.ea. 124,<. MATHUDE TURXER. CLORIXDA. — Vn dial,lo li-

sico. 124!i. M.\E"PA.= AXT. GU"!" DE. — Madanu- H.-^piisie. 1252. MÉNDEZ CALZADA, EXKIQUE. — l'ilosofia del

hombre que silba. 1250. M I A T E E L O . HUGO (hi.iol. — Africnhura. En lodos

los niimercis. MIGUEZ. .1U-\X CRUZ. - - Los enemigos de don

Rnío. 12 54. .MIXMAXDRE FR.AXCL^^. — El perro. 124.= . M O X S . \ L \ ' E . GARLO.?. — El ave de Zcns. 124>i. MORALE.-;, ERXE.STO. — La meiamorñ.sis de Isa-

raki. 124í-. — El maíz. 125(1. MORCALDI. MARGARITA. — Asi se cumidió su en

sueño. 124 9. MOREXO. .XRTEMIO. — Elogio de la . estampilla.

1248. MORIEZL SEGISMUNDO. — Las esposas de los re-

verendcis. 1253. MU.^OZ DE SAN RC)>L\X. — El mausoleo del Ga

llito. 1249. — Tópicos de la perl.a de Sevilla. 1252. MUZILLI . JOSÉ. — María Rosa, la violinista. 1252. -N. X. — E.xperiencia. 1255. i 'KLlGADO, P E D R O MAXUEL. — Poemas en pro-

sa. "J-Iabía una v e z . . . " 124S. ( ' JEDA. JOSÉ. — Los teatros y la mt'isica en BueiV'S

.Aires. En lodos los niirneros. f'KCZ.AV. E. — Ui,a m-.ierle mi.,-Ieri,.,sa en la calle

Peicy. 1253. ORTEGA GASSET. EDUARDO. — La fiedla de la

Raza. 1254.

(JSORIO. LUIS E N R I Q U E . — Por qué la mató. 1249. — La carta perfumada. 1256.

l 'ASCARELLA. LUIS. — Los roncadores. 1255. 'ETERS. GUILLERMO D. St. Segunda exposición

Nacional de Ganadería en Rosario. 124^. — Iden de la Sociedad Rural Argentina. 1249. — Exposición N. de P. en la S. A. 1251. — Comienzo de la temporada de Exposiciones Ganaderas y .Agrícolas Provinciales. 1253.

PURQUET, ELLIS . — El mentiroso. 1255. RODRÍGUEZ CAPURRO, DANIEL. — El bastón.

1249. ROBLEDAL, NARCISO. — Teatro del silencio. En

todos los niímeros. KUIZ LÓPEZ. RAFAEL. — De los cscarmeniados.

1251. — La gloria por diez centavos. 1253. ^ . \LAVERRIA. JOSÉ MARI.N. — El .|ue buscaba a

Dios. 1252. SAL.WERRY, V I C E N T E A. — Campo. En Primave

ra. En \ 'erano. 1250. S IMBOLI . RAF,-\EL. — La Italia pintoresca. La car

tuja de Florencia. 124S. — Un piinc,r ilaloargenlino. 12,55.

SW'DEL. ] - : D M U N D 0 - — La sacerdoli-a de la Luna. 1252.

•JWLV DE TRABA. >L\RTH.A. — poemas humildes. 1254.

TORRES LÓPEZ. CIRO, — Gentes de aldea. 124, . — Las belichas. 1254.

I'ROY.A, R.AFAEL .ÁNGEL. — \'arias prosas. 124B. I ' X A M U N O . M l G l ' E L DE. — Los obispos del aie-

diez. 1249. — La gramática del ladrido. 1250. — La hora de la resignación, 1251. — La escalera de vecindad. 1252.

\'Aí,X.ARI, Dr. A. — Lo (¡tie va de la semana. En todos kis números.

\ -ERE STARPOOLO. H. DE. — El sordomudo. 1250. X'ERG.AR.A. Z. — "Caras y Caretas" en Chile. La te

rrible catástrofe marítima del vapor Itaca. 1250. \ I L L . A X U E V A . SE\"ERC1 F. — Cuadros y costum

bres. 1252. \ \ ' !LDE, PERCE\ ' , \ I - . — El camino de la libertad.

1 2 51. ZA.M.ACOIS. EDUARDO. — E>e la vida inquieta.

Frente al mar. 1248. — "Kl plato del día", 1250.— l,a oración de df.ña Xinu-na, 1253.

VERSO

ADLER. RAQUEL. — Destino. 1255. ARRIETA, R A F A E L A L B E R T O . — La lá.crima. 1248. B.XRLETA, L E Ó N I D A S . — Nocturno. 1250. BAXDEDAIRE. CARLOS. — El aviso. 1250. BLOMBERG. H É C T O R PEDRO. — El bueiue en la

botella. 1252. C.MLLET EOIS , HORACIO. — Lord Erumel. 124,<. CAMPOAMOR DE L.A _FUENTE. — El palacio del

dolor. 1254. CAPDEVILA, ARTURO. — Nocturnos trascendenta

les. 1252. CORTINA ARAVENA. AUGUSTO. — Primavera. 1254. DANTES LACOMBE. MARCOS. — El ausente. 1249. D 'ANNUNZIO, G A B R I E L (Traducción). — La mujer

del sarcófago. 1251. DURAN, ALFONSO. — Muerte y vida. 1253. DE LA R E V I L L A . MANUEL. -— El resorte del ju

guete. 125G. FERNANDEZ DE LA P U E N T E . — Voces de la sole

dad. 1255. FRANC, LUIS L. — Paseo matinal. 1249. 1~.ALINDEZ, BARTOLOMÉ. — Canción de amor ro

mántico. 1252. — .•\tahualpa. 1253. G.NRCIA. LUIS . — Newton v Einstein. 1248. — Pérez

Poético. 1249. — Lo inexislenle. 1250. — /Por qué no ha de serlo- 1251. — Cuestión de nombre. 1252. — Despedida. 1253. — La nueva presidencia. 1254. — Panegírico del trompis. 1255. — Refranero ministerial. 1256.

GARRIÓOS, CESAR, — Minúsculas s,inoras. 1253. GONZÁLEZ. >L E N R I Q U E . — La ley. 1250. HERNÁNDEZ CID. .\. — Un hijo: hay que luchar

más. 1256. IBAR, ÓSCAR ALBERTC). — Triolet. 1248. IGLESIA, E U G E N I O . — Cuarta balada de la duda.

1251. NAVARRO P U E N T E S . I S ^ L \ E L . — La pobre mucha

cha. 1249. PANIZZA, D E L I O . — Canto a la raza. 1254. KIVAROLA, E N R I Q U E E. ~ Espafia. 1255. ROSOLIMO. DINA. — Brisas perfumadas. 1261. SARAVI, G U I L L E RMO . — Madrigales. 1249. SUMAY, MANUEL J. — Castilla. 1255. VELASCO, L E O P O L r ) 0 , — En mi cofre de cristal.

12 56. N'IC.LIONE. FAl 'STO. — También lloran los sauces.

12 56. \ 'L<ILL.AC. FELl.X B. — El silencio, 1255.

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REDACCIÓN

Número 12J8. — Ikir.queie ;Í! íÍ)Clor Ángel Bt-rcini. — 1 )enioti ración al docttir (.arlo? ]-'onsü. — Baiiquelf a I'fdro l'ur^artK — HaÜe dado por la colee:¡vidad inglesa. — Carrera de liicicleta?. — Nnta< varias. -— El presidente de loí Kíiadoí Titidos del Brasil y su esposa. — Brasil : Ejercito y armada. — Eas maravillas de i.o de Taneiro. — (."nn el ministro del Brasil, don Pedro de Toledo. — ] !ueleci\iales brasileños.

— "Caras y L'areías'" en li^^paña. — El adiós a España. — ],a histórica visita de Al\ear a Es])aña. — La página de la moda : E: ultimo ni irlelo. — Actualidades de la semana. —• j^as ñltimas inundaciones.

Número 12^9. — liaile en el (.''ub E.-^pañoi. — Demos-1 ración a A]one>-. — Nula Alvcar : Regina J'acir.i. Rama aristócrata. — T)c Biirdcos a Buer.os Aires. •— En \ 'ipo. — En Lii^ljoa. — En Rio de Janeiro. — Nuestro objetivo en alia mar. — El recibimiento iriimíal al jiresidente elecl'i. — ICl abrazi. histórico,

— C"aluri.psa o \ ' a c i ó n c i \ ' i c ; ; . - - A n i ^ i L j r a í ü d e A i v e a r .

— Acttialiilailes de la semana. — Ex¡i;jsici'''n inierna-ciunal del Centenari*.! en Rio de Janeiro. — V:-[ notable pintor español. — Necias gráticas de Italia. — ],as experierjcias del vuelo sin motor. —- Extraordinario suceso en Lomas de Zamora. — Notas • arias.

Número 1250. — Ricardo Rojas. La publicación de sus i.l>raf: completas. — (J limpia ti as del Brasil. ~ Escribano? nacionales egresados de la Facultad de 1 )ere-cho >• Ciencias Sociales. — Notas %-arias. — Centenario de la independencia del Brasil. — Actos populares en homenaje al Brasil. — Banquete en honor del presidente de la Repúldica. doctor H!]>óliio Irigoyen, ofrecido por el ministro del Brasil. — Actualidades de la semana. — Los grandes triunfos del deporte argentino en el extranjero. — Mitin de los empleados y obreros ferroviarios. — La ]>ágina de la ni oda, — "Caras y Caretas'" en Rio de Janeirc». — Cómo se realiza la belleza en Río de Janeiro. — Una niontaña echada aljajo. — Homenaje al Brasil en su Centenario. — J-Iumena.ie iníaniil al cardenal dasquet.

— E-II a ña eíi Marruecos. Número 1251. — ] )emosiraci' ou-s. — .'-'ociedades. —

Aniversario de la independencia de Méjico. — Actua-Iniades de la semana. — Cam!>c-i,inato de la Asuciaciun Amaieurs. — Falsiiicación de billetes de cien pesos. — C aptura de un falsificador profesional. — Reconstrucción de un crimen comeiido en Monte Crande. — La ciudad de Esmirna destruida por el fuego. — Kermesse del 20 de .Septiemlue en el Rosario. — La página de la moda. — "Caras y (."arelas" en Rio de Janeiro. — "Caras y Carelas" en Norte América. — Misión intelectual italiana. — Entrega de una baiule- • la al Colegio Nacional de San Isidm.

Nú niero 1252. ¡'"uietana. n i i e n i ü . —

— Sociedades. — Coinnem<jrac En la l->cue'.;i

de

•'-! XX de Septiembre. — Aciuali "~~ í-oncurso niunici])al. — ]'ágin:i *^limp¡ada celebrada en Ku, de • Concurso liípico. — Esgrima. • barreras pedestres. — Las grandes fiestas sociales en Rio, — Celebración de la independencia chilena. —

ia colecti\ idad mala muerte de ." ar-nel i )la\arr)a". — ades de la semana, de la mo<)a. — La aneirc. — 1 )esnle. - Box. — Tiro. —

]-'xi)Osición Fader. — Doctor Leónidas Jorge b^icio. — Edgard G. Courtaux.

Número 1253. —- Baile en el centro social "3 de liebre-ro"'. — Conmemorando el XX de Septiembre. — Culocación de la piedra fundamental del nuevo ediñ-ciü de los Ferrocarriles del Estado. — Actualidades de la semana. — Los teatros de compañias nacionales. — Politeama. — Nuevo. — La tragedia en el Tigre. — La página de la moda. — Exposición Alonso. — "Caras >- Caretas" en Río de Janeiro. — Las brillantes recepciones \- tiestas del Centenario. — "Caras y Caretas" en Italia. — Concurso municipal de literatura. — 1 )emostración al nuevo comisario de órdenes de la Policía de la (. apiíal. — En- el mundo de los deportes.

Número 1254. — En el Prince Gcorge's. — Notas varias. — ~b'oung Men Clirlstian Associaiiiin. — Inrnv guració del congrescí de la Coníraternidad ]~crrovia-ría. — El ministerio del doctor .Mvear. — L^s guerreros sonrientes. — El >ensacion,'d encrieriro de box l'irpo-Tracey. -— La delegación mejicana. — Cincuentenario de la Escuela Nava!. Su celebración en Rio Santiago. — Coronación d'? la imagen de la Señora del Rosario. — En lionor del cardenal Gas-quet. — Frente al objetivo. — Circulo de la Prensa del Rosario. — Juegos florales en el teatro Colón. — La página de la moda. — Los marino? japoneses. — De San Luis. — Ei día de los Niños Pobres. — Demostración al señor Ramón de Francii.

Nlimero 1255. — Notas varias. — Torneo universitario de ajedrez. — Demoslracíóii al señor Miguel lílan-co, — Comité de N'iños Altruistas. — Conii-ión de Damas de Beneficencia en \'il!a Vrqf.iza.—Baile de benelicencia. — Aívcar con la banda presidencial. — La irasmi.sión del mando presidencial. — En el Hipódromo Argentino. — Recepción en el Circuki ^LÍ-litar. — El nuevo Intendente Municipal. — Actualidades de la semana. — La página de la moda. — "La Prensa" en su 53.*' aniversario. — "Caras >' Caretas" en Nue\a York. \í\ tradicional deí-i':':e infantil en el A^bury Park. ~ Liaugnraci(.in de uria escollera en Olivos. — Notas gráfica? eurhipeas. España. Francia. — La nota s>.icial en las canchas de tennis en Corrientes. —- Una nueva zona que se incorpora a la agricultura nacional

Número 1256. — Demostración al doctor Aranguren.— F'estival. — Conmemorando el b'ia de la Raza. — Reparto de víveres. — En la legación de i,'hi'.e. — En la leg-ación del Brasil. — Elección de candidatos a concejales por el Partido Socialista. — I'ro jubilación de empleados y obreros de servicios i:úblico? y de comercio. — La acusación al senador ixir Entre RÍOS. — Actualidades varias. — Demostración a ]•:•? militares extranjeros agregados a las embajadas, — iiu el I" entro Naval. -— Misión cmiercial ja [ion esa. — Actualidacie? de la semana. —- Concurso aileiiC'.' municipal, — La página de la moda. - - Festividades religiosas. — Colocación de la jjiedra lunda-menial de la iglesia de Nuestra Señora dv. Lourdes. Cainpeonato sudamericano de lawn tennis. — Patronato Español.

PROVINCIAS

BUENOS AIRES. — Adrogué: Cincuentenario de su íund:ición. 12 56. — Arenaba: Banquete. 12 54. — Avellaneda; Coronación de la \ ' irgen. Te danzante. Imm dación. 112 4 8 — Almuerzo al coronel Bortaga-ray. 1 'Jütb — H<.)menaje al Día de! Maestro. 12 51. — Misterioso asesinato. 1253. — T^irneo atlélico es-

crdar. Fiesta de primavera. L*na kermesse. Banquete-1256. — Ayacucho: l)espués de la comunión. 1252. — \ is i ia al hospital. 1256. — Bahía Blanca: Baile. Lunch. 124ÍÍ. — Después de una conferencia. 125Ci. Centenario del Brasil. Baile. 1251. — Picnic. Ban-1 iuete. 1253. — Homenaje a la memoria de ^^ ariano

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M o r e n o . 1 2 5 4 . — Bruidcra de lo> explí.ira(lorcs del

s'iid. H c m e r i a j e ;Í la seruiriip. Ihifr im. l 'Jñfi. — Berna ] :

1 lemoíTraciói i . B a n q u e t e . L u n c h . 125:^. — B o l í v a r :

l ' i cn ic . 12 50 . — B o n i f a c i o : A s a m b l e a en prcí de la

.-¡•iiionomía de la loca l idad . 1 2 5 3 . — C a m p a n a : Bai le

de la f i ' c iedad " F r a t e l l a n z a Al t a I t n Ü a " . 124Í ' . — Ca

p i t a l : A n i v e r s a r i o de " J u s i i c i a " . 1 2 5 3 , — Car los Ca

s a r e s : Anivtrrí-ario de " L a Lnch . i " . 124P. — l ) ía

del M a c s i r o . 1 2 5 2 . — C a r m e n de A r e c o : l^nnch.

1-J5(i. — C a r m e n de las F l o r e s : M o n u m e n t o al gene

ral B a r t o l o m é Mi l re . 1 2 5 1 . — A l m u e r z o campe ?i re .

1 2 5 3 . — C a s e r o s : J n a n g u r a c i ú n de una h ib l io ieca .

1 2 5 3 . — Corone l D o r r e g o : B a n q u e t e . 1 2 5 0 . — Chas-

c o m ú s : L a b i id io i eca púb l i ca . 1 2 5 2 . — E s t a c i ó n Al-

\t2T: A c c i d e n u - 'U- au in inóv i ! . 1 2 5 0 . — Genera l Al-

v e a r : F o o i b n l l . 12 5 1 . — Gene ra l R o d r í g u e z : B a n t i í -

n-jo. 12^^.;K — G e n e r a l L a M a d r i d : F ies ta i t a l iana .

125( ' . —- Gcrü : t.\'n-iÍMÓn de íi.iinLnto. J ' 2ÜG. - - Gon

zález C a t a r : Cl.ib a i l c i i co . 1 2 5 1 . — Isla M a c i e l : Kx-

cnr^i ' -n dtr c a i c i s a n o ; . 1 2 4 ' ' . — José Car los P a z :

Ar.m' .nr ' í ,it- la esctiela n ú m t r o 3 . 1 2 5 2 . — j u n í n :

Ar,i \ c r -ü ru i de la i: ni dad i t a l i a n a : 1 2 5 0 . — L a n ú s

i ce s : e ' ' : F ' I - - - ; Í del i'.r^yA. I : j 52 . Cub ^caci'^n de

l'd p i ed ra i r . ndamen^a : de la esc-.iela n ú m e r o G3.

Coniií-ión d i r ec t i va del Cíi-culo I t a l i a n o . 1 2 5 6 . —

L o m a s de 2 a m o r a : La capil la de la I n n i a c u h i d a Con

cepc ión . 1 2 5 2 . — C u a d r o s p.legóricos. 1 2 5 4 . ~ d e

c i e n t o de d ine ro . Ba i le de gala . 125G. — L i m a :

Bai le . 1 2 5 0 . — L u j a n : B a n q u e t e . 1 2 5 4 . — M a g d a

l e n a : 1 lespué? de las lluNdas. I n u n d a c i ó n . 1 2 5 0 . —•

M a r del P l a t a : F i e s t a del á rbo l . \ ' i s i i a del g o b e r n a -

cic-r. 1 2 5 2 . — M a r t í n e z : Comis ión vec ina l . 1 2 4 S . —

Bai le . 1 2 5 4 . — I i i a u g u r a c i ó r , de los ta l le res de ma-

:-.u.'ilÍdad. C o m i í i ó ] ! examinadc^ra. 3 2 56 . — Mer

c e d e s : R e c o n s t r u c c i ó n de un a s e s i n a t o . 1 2 5 0 . —

Misa de c a m p a ñ a , l u r a de In b a n d e r a . 12 54. —

M e r l o : M u e r t e de L u c i a n o A lva rez . 1 2 5 1 . — M o l í :

l 'r.mi--ión i:.rí.'ariizadcira. 124 ir. — M o r ó n ; \ " io ]en to

c h o q u e de auiL>mó\'ile?. 1 2 4 S . — N a v a r r o : Comis ión

de d a m a ? . 1 2 5 1 . — N e c o c h e a : C o n s a g r a c i ó n . A l u m -

:;.•? del Coleg io F . A m e c b i n o . 1 2 5 6 . — 9 de j u l i o :

Ivecepción al L'obcrn:-.dMr. 1249 , — Aj 'er tur ; i de la

Exi.io.')ciór, K u r a l . Cvui i reros . 125(i . — O ' B r i e n : (."o-

n:T;-ió:; I b r e c t i v a de bi ."^ociedad I t a l i a n a .le Soci:>rr'iS

M u t u o s . 1 1J5;Í . — O l i v o s : Te d a n z a n t e . 1 2 5 4 . —

O r i e n t e : B a n q u e t e . 125H. — A i m u e r z o cr iol lo. 1 2 5 4 .

— P e r g a m i n o : K e s t u s íós i les . 1 2 5 0 . — I n a u g u r a c b ^ n

de la Colon ia " C o l e p i u K e y n a l d o O t e r o " . 125G. —

P u e r t o de L a P l a t a ; D e m o s t r a c i ó n . 1 2 5 6 . — Q u e -

q u é n : P i e d r a í u n d a m e i u a l . 1 2 5 4 . — Q u i l m e s : F i e s t a

í n t i m a . 1 2 4 9 . — ' • O m b ú de Rafael O b l i g a d o " . 1 2 5 4 .

— I n a u g u r a c i ó n del I n t i t u l o M u s i c a l P o p u l a r . 1 2 5 0 .

— R a m o s M e j í a : A n i v e r s a r i o de la m u e r t e de S a n

M a r t i n . 1 2 4 0 . ~ L u n c h . 1 2 5 0 . ~ R o j o : N o t a s va

ri:;.-. 1 2 4 9 . — S a l a d i l l o : l ! : aug t i r ac ión del cdii'icio de

la E s c u e l a . 1 2 5 3 . — San F e r n a n d o : Fes t iva l a bene

ficio de la b i b l i o t e c a del C lub .'^ocial. 124.<. — C n n i -

fión de ñ e s i a s . Coniisi'.>n de la Soc iedad I i a b : : n a .

1 2 5 0 . — Fesiei .- indo el C e n t e n a r i o b ra s i l eño , l ' e r so-

nal de la e scue la N ú m . 1. 1 2 5 1 . - - Ba i l e p o r el ani

v e r s a r i o de la Vnií-'n I t a l i a n a . 1 2 5 2 . — \ e lada a r t í s

t ica . 1 2 5 6 . — San I s i d r o : A u t o r i d a d e s locales y so

cia les . B a n q u e t e . 1 2 4 ^ . — A l u m n o s del Coleg io San

ia M a r i a. O n o m á s t i c o de la h e r m a n a supe r io r a sor

J u a n a . 1 2 4 9 , — l ' i e s t a en el a e r ó d r o m o . 1 2 5 2 . H o m e

na je a la m e m o r i a de Ko lón . 1 2 5 4 . — F i e s t a de la

R a z a . F e s t i v a l . 1 2 5 6 . — S a n M a r t í n : T o r n e o esco la r .

1 2 5 0 . — T i g r e : I )esp \ iés de la confe renc ia de! min i s

t r o de I t a l i a . R e u n i ó n m e n s u a l de la co lec t iv idad

i t a l i ana . 1 2 5 1 . — R e g a t a s . 1 2 5 2 . — Fes t iva l . 1 2 4 S .

—- 3 0 de A g o s t o : L a m u e r t e de un iruina. 1 2 5 0 . —

T r e n q u c - L a u q u e n : (.."cdocación de la jiieilra í un i l amen-

tal de la fu tu ra igles ia . 1 2 5 0 . — R o m e r o i t a l i ano .

1 2 5 6 . — T r e s A r r o y o s : X u e v a comis ión del c e n t r o

••Tres A r r o y o s " . 12 52 . — V a l e n t í n A l s i n a : I n u n d a

ción- 124 9. — 25 de M a y o : Mi t in . 12 52 . — M inué

nac iona l . 1 2 5 3 . — V e r ó n i c a : B a n q u e t e . 1 2 5 4 . — Vi

cen te L ó p e z : D e m o s t r a c i ó n a P i a g g i o . 1 2 4 9 . — Vil la

del P a r q u e : C a r r e r a s . L o s vence^lores . 3 24 S.

C A T A M A R C A . — C a p i t a l : Jr . ra de la b a n d e í a . 1 2 4 8 .

C Ó R D O B A . — Al ta G r a c i a : G r u p o s de e x c u r s i o n i s t a s .

124.^. — - C a p i t a l : H:<cursión de e s t u d i o s . 12 50 . —

Fes t iva l infant i l . 1 2 5 1 . — Banr jue t e . 1 2 5 2 . — H o m e

naje a la sefiLiriía T r i n i d a d M o r e n o . E x c u r s i ó n a las

s ie r ras . C i n c u e n t e n a r i o . 1 2 5 4 . — M a n i f e s t a c i ó n U n i ó n

P. (,". A r g e n t i n a . 1 2 5 6 . — í t a l o : E q u i p o s del C l u b

.Artético 25 de I\Iayo y del C. A. P i n c e n . 1 2 5 0 .

— H o l m b e r g : F i e s t a del Á r b o l . 1 2 5 3 . — I n r e v i l k :

B a n q u e t e . 1 2 5 3 . — J o v i t a : C u a d r o de íoo iba l l . 1 2 4 9 .

— R í o I V : Tura de la b a n d e r a . N a t a l i c i o del g e n e r a l

Fc t the r inghan . ~ C a p i t a l : B a n q u e t e . I-^-M i\ al depur -

;ivu. M a n i f e s t a c i ó n . 1 2 5 6 .

C O R R I E N T E S . — Bella V i s t a : N i ñ u s polu-es. 1 2 5 0 . —

C a p i t a l : A l u m n o s y p e r s o n a ! d o c e n t e de la U n i v e r s i

dad P ' -pu ' : ; r . ]2-'í^ — A s a m b l e a . 1 2 5 3 . — El gober

n a d o r y el r e c t o r de la U n i v e r s i d a d de! L i t u r a b

I n a u g u r a c i ó n de la E s c u e l a de A g r i c t i l t u r a . \ ' i s i a

ge: ieral del ed inc io . 125 5.

E N T R E R í o s . — C a p i t a l : B a n q u e t e . 1 2 4 ^ . — P i c n i c .

T i p o de casa p a r a o b r e r o s . B e n d i c i ó n de 22 c;is;is

pa ra o b r e r o s . Vis i t a de p e r s o n a l i d a d e s . 1 2 5 1 . —

C o n c o r d i a : ALa ni o b r a s m i l i t a r e s . D t t r a n t e el desem

b a r c o de t r o p a s . 1 2 5 6 . — Via le : B a i ' e . 1 2 5 4 . — V i c

t o r i a : R e u n i ó n en el C i r c u l o Socia l . N u e v a C o m i s i ó n

] l i r e c t i v a del m i s m o . L u n c h . 1 2 5 6 .

J U J U Y . — C a p i t a l ; El S u p e r i o r T r i b u n a l de J u s t i c i a .

1 2 4 S . — N o t a s grá lk-as . 1 2 5 3 .

M E N D O Z A . — C a p i t a l : ] ' i s c u r s o sob re la j u r a de la

Viandera. C a r r e r a de lOO k i l ó m e t r o ? . 1 2 5 0 . — 1 leli-

b e r a n t e s . 1 2 5 3 . — M a n i f e s t a c i ó n púb l i c a . 1 2 5 4 . —

San R a f a e l ; B o d e g u e r o s y v i t i c u l t o r e s . 1 2 5 0 .

R I O J A . — C a p i t a l : B a n d a de c u a t r e r o s capt tu-ados .

1 2 5 3 . — C h i l e c i t o : T i r a d o r e s ni b l anco , b l emos l r a -

ción en la ñ ^ ' ' ' ' t ' i '" e los T a p i a l e s . 1 2 4 9 .

S A L T A . — C a p i t a l : A u t o r i d a d e s c o m u n a l e s . 12 5G.

S A N J U A N . — C a p i t a l : A u t o r i d a d e s y d e l e g a d o s . En-

t r e c a .le un álbun-i. Al jue del monumen tc ) a .Sarmien

to . 1 2 5 6 . —- D e p a r t a m e n t o 25 de M a y o : (rob'Caci''>n

de una b o m b a de i r r i g a c i ó n . 1 2 5 0 , — San M a r t í n :

B a n q u e t e . A n t e la lápida de C.aribaldi . 1 2 5 0 .

S A N L U I S . — C a p i t a l : B a n ( i u e t e . 1:^4^. — C a n d i d a t o s

a la i j^ .bernación. T o m a de ¡".usesión del n u e v o I i i ten-

den te . 1 2 4 9 . — El d ia del e s t u d i a n t e . L a c o n g r e g a

ción i s rae l i ta . 1 2 5 0 . — M e r c e d e s ; M o n u m e n t o al te

n i en t e f i r i g o n e . R e c i b i m i e n t o a U>s a v i a d o r e s chi le-

n.is. 1 2 5 1 .

S A N T A F E , — A c e v a l : M a t c h de í oo iba l l . T e a m Club

At l e t i co . T e a m Club Aceva l . 1 2 4 S . — A l c o r t a : Ban-

i |ueie. 1 2 4 9 . — C a p i t a l ; 1 íenu.>?tración en h o n o r de

Emi l i a de T r u e c o y F r a n c i s c a P . de G r a s s o . 1 2 5 0 . —

La salida de misa . T e d e u m . 1 2 5 1 . — V e l a d a a r t í s

t ica . 1 15 2 .—C are a r an á : Soc ios del " C a r c a v a ñ á La\ \ ii

T e n n i s " . 1 2 4 9 . — R o s a r i o : J 'enur.- 'ració;-] al seíior

t i r t u n ú n g . • I t e s imés del b i i uque i e al Señur I m a z .

l-iest.i 011 e! Club Socia l . J , unch en el Br.nco de I t a l i a .

Soci'.is fiel C l u b R o s a r i o . 12-J9. — Vis i t a de m o n s e

ñ o r B a u d r i l l a r t . C o m i s i ó n de recejn ion . D e m o s t r a

ción a los p ro f e so re s del C. N . S a l u d o al cónsu l del

Bras i l . Bai le . C o n c u r r e n c i a a un l u n c h . I n a u g u r a c i ó n

de una escue la . E n h o n o r de O l i v e i r a C é z a r . 1 2 5 0 . —

Reci ta l de g t i i i a r r a . El co r . ce r t i s t a >• su hi ja . I ) t l e g a -

dos catolicéis. C la t i su ra del G.** Cé'Ugreso. A c c i d e n t e

í u r t u i í o . 1 2 5 1 . — J u r a de la b a n d e r a . A n i v e r s a r i o de

la u n i d a d i t a l i ana . Fies i . i in fant i l . A s a m b l e a en la

Bolsa . E! 11 de i n f a n t e r í a . L u n c h . C e n t r o A s t u r i a n o .

1 2 5 2 . — Bai le de cretcma en el C e n t r e Ca ía l a , l ' i es ta

en el C i r c u l o I t a l i a n o . ] ¡éc imo ani^•ersa^io de la fun

dac ión del C ir etilo. Demos t rac i i ' i n a M . I^ochat. Dia

del E ^ t u d i a n l e . Bauíi. '-mo p re s idenc i a ! . 1 2 5 3 . — Con

ferencia . L u n c h . 1 2 5 4 . — 4 0 . " a n i \ e r s a r i o del C lub

Esp.añid. J u e g o s florriles de la escuela naciemal.

B o d a s de p la ta del H cisiutal C a r r a - c o . M o n u m e n t o

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a Kamón y Caja). Nuevo pabellón en el Hospital \'aral)ino. Demosiración a la delegación de maestros Espafiol. Posesión de la gobernación. T." Congreso sanjuaninos. 124S. — Nota social. Comisión de fes-dei Circulo Obrero. Demostración. Festival en el Día tejos francesa y belga. 1249. — Placa en la tumba de la Raza. lÜTíG. — Rufino: Lunch. 124S. — Sero- del doctor Mena. Visita de monseñor Baudrillarl. diño: Banquete de desj^edida. \'Jb4. l 'Jó3. — Cuadros plásticos. Homenaje a Alberdi.

SANTIAGO DEL ESTERO. — Capital: Escuela "Re- ^"isita a la Escuela de Agricultura. 1254. — Reunión '•ni 'io Caval". l.iia del Arbo!. J'JÚ'J.. social. Delegación de Jujuy. Recepción a los directo-

"^UCUMAN. -— Capital: Recibimienio o:'icial al gran res salesianos de Salta y Tucumán. Homenaje. 1256.

TERRITORIOS

CHACO. — Capiíal: \"isita conmemorativa, lícmenaie autoridades escolares. 1249. — Catriló: Personal de al géreme de Ja sucurv;i] del Paiico Nacional. 12DÜ. la escuela número IG. Manifestación de aprecio a

CH UBUT. —- Puerto Pirámides: Alumnos. Balandra. una educacionista, 1256. — Colonia Rawson: Gru-Sucursal del Banco N:icior¡al. 1253. ]>o de niños. 125^1. — Nuevas autoridades esccdares.

MISIONES. — Bonpland: Bautism;.) presidencial. 1253. 1250. — Quetrequén: Nuevo edificio escolar. 1250. PAMPA. — Colonia Castex: Inauguración d e l a e s c u e - — Victorica: ] )iscursos elocuentes. Subre\-ivientes de

];i nvimero 1S9. 124 8. —Ceballos: Ediñcio de la es- la conquista del desierto. Los béroes de Cucbicó. cuela M üderna. 124 S. — Bernasconi: Lscruiinio de ] 2 52. — Renancó: C-.iníerencia. 12 52.

NOTAS EXTRANJERAS

BOLIVI A. — Capital: La celebración del G de agosto. dos de la Facultad. Lunch de la Cámara Mercan-1252. til. Monumento a Artigas. I24ít. — Banquete diplo-

^ H l L E . — Capital: Recepción del ministro uruguayo. máiico. Bendición del nuevo palacio arzobispal. Inde-Fiesia intim.a en la Moneda. En el atrio de la iglesia. pendencia del Brasil. Cuadro vi\-o. Cuadro plástico. Festival. 1250. — Celebración del aniversario del C'anciones a la yjatria. 1251. — Homenaje a la sei'io-Instituto Nacional. 1252. — \"isita a la fragata í^ar- rita de lastrada. Recepción al ministro argentino, miento. Después del tedeum por la íesti\"idad de la Banquete ai ministro de Alemania. 1252. — Llega-patria. 1253. da del general chileno Luis L. Brieba. i )ipkimático5

URUGUAY. — Capital: Aniversario patrio. Visita a mejicanos. Homenaje al ministro argentino y su la Escuela Naval. Banquete en la Casa de Galicia. señora. 1253. — Inauguración del Club Argentino. Inauguración de la Exposición Ganadera. Egresa- 125G.

EFEMÉRIDES HISTÓRICAS

i^'úmero 1248. — 31 de agosto de 1S30. Las provincias Número 1252. — 30 de septiembre de 1S09. La Rejire-argeniinas. con excepción de las cuatro de! litoral. sen tac ion de los hacendados. ' lan su poder al general Paz p;ira (jue org^anice un Número 1253. — 4 de octubre de 1G&5. Segunda funda-ejército, ción de Tucumán.

húmero 1249. — 6 de septiembre de ]869. l-"a!lecimiento Número 1254. — 12 de octubre de 1492. Descubrim'en-í el doctor N'alentín Alsina. lo de América.

Número 1250. — 15 de septiembre de 1B69. Primer Cen- Número 1255. — Octubre 22 de 1S54. Fallecimiento del so Nacic-nal. levantado tn la Repi:blica .Argentina. general José María Paz.

Número 1251. — 24 de sej^tienibre de 3>12. Jíalalla de Número 1256. — 27 de octubre de ].f2G. Aráoz de La-í'ucumán. madrid y Quiroga >e baten en el Tala.

D I B U J O S

EN COLOR

ALONSO, Juan. — n G r R A . S DE A C T U A L I D A D : LOWE, M. — (Oleo, retr.ito) M.ircelo T. de Alvcar. Lili? Lacey. 1252. — Xiitvos generales de división. 1240. 1-53. MACAYA. — ]LU.?TRACIOXES: Tara los niños. En

ALVAREZ. Eduardo. — FIGURAS DE ACTUALI- todos los números. D . \ D : Monseñor Gas(|uei. 1261. — Ramón Mihura. SIRIO. — C.^R.XTL'LAS: Con ;.'. música a otra parte. 12.-)5. — C.ARATUL.-^.^ : El nuevo sembrador. La 1251. — Las escobas nuevas. 1255. — Kn plena ma'.a semilla. 1252. — Ley de divorcio. 1253. — luna de miel. 1250. — FICURA-S DE .AC'I'U.ALI-La voz de la experiencia. 1254. D . \ D : Mayer Hinton. 1248 .*— Carlos T. Rodri-

L A R ( ( ] . Joriie. — CClMrO.^ICIOX : "Farrutiuiña" ;:nez. 1250. — Xaomi Taniguclii. 1255. — ILUS-(óleoL 1252. — "La vieja Mariana" fóleo). 1250. TR.-\C10.N'E.'^ : Los casos del Zorro. 124.-- a 1250.

Page 153: Nº 1248 02-09-22

— C C l - M P O S I ( " ] n X : l í ; o u a c h e ; hn t a r d e Scl ium-

m a n n . 3 2 5 0 . — K] t e s t a m e m o de Irlipó^ilo d t I r i -

go>en . 1"J')4.

V A N R I E L , F r a n z . — R E T K A T O S : (ó leo) E m m a He-

ii í lez. 1 2 4 8 . — Angé l i ca C a s t e l l a n o s de W'íUon. 2 2 5 5 .

VALLE JÚNIOR, P. — COMPOSICIÓN' : Esplendor de la tarde. 1250.

EN NEGRO

A L V A R E Z , E d u a r d o . — (' A R I C.NTL" R A S : L a s apa

r i enc i a s e n g a ñ a n . 3 2 5 0 . — E l p r i m e r re.ealo. Sali

nas . 125(3. — l>¡eho y H e c h o . 125.'!. — E s e es peo r

que .^o. 3 2 5 6 .

B E S A R E S . — I L V S - J - R A C I O N I i E : ; L o c o : ] 2 5 ] . —

E s t u d i o de n tu ie r . 3 2 5 2 . — E l i n s t i n t o crinii i tal . 3 2 5 5 .

M A C A Y A . — I L U S T R A C I O X E S I J E • P a n a c e a . . \ 'ew-

ton y E i i t s t e in . El p e r r o . 124,^. — E n colabor. ' ición

con var ios a u t o r e s . M a d a m e E a p l i s t e . 3 24ÍI. — ]n -

e.xisíeitte. 1 1 n ido de g o r r i o n e s . D c m i r Ka-.a. El

to<|ue de re i í a io . El delfín fe m u e r e . 1 2 5 0

• ¡uc- no ha de sc r lo r 3 2 5 1 . — E'. p e s c a d o r

p is . 1 2 5 5 . — His t r . r i a del pequct ' io M u c k . El r e g a l o .

Kci 'orma m i n i s t e r i a l . El d ia idu del lago . 125G. —

C A R I C A T U R . N S : El c a n i o del c i sne . 1 2 5 9 . — D e s

ped ida . 1 2 5 6 .

R E D O N D O . — C O M P ' ' ; S I C ] 0 - \ : El c a n a r i o de Sa-

r r a s q u e l a . U n drarna g r a n g u i g n o l e s c o . El dia del

desa lo jo . 1 2 5 4 . — I L U S T R A C I O N E S : C o m e n t a r i o s ,

E n l o d o s los n i Jmcros .

S E R R A N O . — I L U S T R . N C K iX D E : La a m e n a z a .

1 2 5 4 .

; P o r S I R I O . — D i c h o y H e c h o . 3 2 5 0 . — C O M P O S I C T O X :

m:i- R o m p e c a b e z a s . 1 2 5 2 . — I L U S T R A( I l")X ES D E : L o s

rii io. El l i r i l l an te enlo' i t iecedcir. Cues t ión de u i j n - caso? del Zorr . ' . 3 2 5 2 . — La i abu la de ia c iga r r a y ¡a

¡•re. 1 2 5 2 . — U n a m u e r t e mi s t e r io sa en l:i calle di h o r m i g a . Los ca in tanes . 3 2 5 2 . — La p r incesa Luh,:,

P e r c y . L a s e s p o s a s de los r e \ e rend ' ' ' S . T i i o en l.'t 3 254 . — El a m i g o O s s o r i o . Sa luqt i ia . la m o r a . 1 2 5 6 .

m e n o r . L a l l a m a d a . 1 2 5 3 . — I ' a n e g i r i e o del t ro :n-

RETRATOS FOTOGRÁFICOS

A B K A . M ! P E D R O . 1 2 4 Í .

.Acevedo. B e n j a m i n . 1 2 5 2 .

,Ace\"edo. m a r q u é s . 1 2 5 0 .

A d a m , H e l e n . 1 2 5 5 .

.-\daro. E s t e b a n P . 3 2 4 9 .

A l b o r n o z . A l b e r t o El. A ln i e ida . 124

A l o n s o , J u a n . 1 2 5 3 .

.Mvarez , L u c i a i t o . 3 2 5 3 .

. • \ l \ear , M a r c e l o T. 3 2 4 S . 1 2 4 9 . 3 2 ;

y 12 55 .

.Alzaga Sar iu ien t . i . Ro>:irna. 3 2 4 " .

.- \madi, F e r n á n Fé l i x . 3 2 5 2 .

A r r i b a n , J u a n , 124.S,

Ar r ió l a , T. Isa: tc . 1 2 5 1 .

Assis de P a d u a P e y e n d e . A. 1 2 4 9 .

A v o y , M a c M a y , 3 2 5 3 ,

I ! . \ L 1 ) R I C H , A L H E R T f . 3 2 5 3 .

Ea lza . P e d r o . 3 2 5 5 .

P a r r e t . I r e n e , 3 2 5 5 .

Bash , Ánge l P . 3 2 4 S .

B e t t h o v e n , 1 2 5 0 .

B i e r b a u n , O t t o Juli( . , 3 2 5 0 .

Biga l l i , Al f redo , 1 2 5 2 ,

B ' -nora , Edutirdc). 3 250 ,

B r a c a m o n l i , Fé l i x . 1 2 5 1 .

Bus ich l:^scob;ir. Romt i a ldo . 3 2 5 ! .

B u s t a m a m e , ( . 'elestino. 3 2 5 3 .

B u s t o s . M e r c e d e s . 3 2 5 2 .

B u t l e r . Guil lermc), 3 2 5 2 .

C A B A Ñ E R O , J U L I O P . 1 2 5 4 .

C a l d e r a , Ju l io C. 3 2 5 0 .

Ca lus io , K, 1 2 5 2 ,

C á n e p a , .A. 3 2 5 1 .

Canose l l i , J o s é , 1 2 4 8 ,

C a m i l o , J o s é L u i s , 1 2 5 6 ,

Cas t i l lo , J o s é Á n g e l , 3 252 ,

C a s t r o \ ' i d e l a , H o r a c i o . 1 2 4 6 .

C e r c b i n i , J u a n . 1 2 4 8 .

Celso . Al fonso . 1 2 4 8 .

C o n t i . M a r i a A d e l a . 1 2 5 5 .

C o o g a n . J a c k i n . 125(1.

Cord iv io la , L u i s . 1 2 5 2 .

C ó r d o b a . M a t e o C. 1 2 5 3 .

C H A C C i . A L B E R T O . 125(1.

C h i c a g o . K a t h r y n d e . 3 2 5 3 .

TÍA C O S T A . B A P T I S T . N . 3 2 4 - .

D á t a l o . I t o m i n g o . 3 2 5 3 .

D e la \ ' e g a . A g u s t í n H . 1 2 4 S .

Del P i n o , A n t o n i o . 3 2 5 3 .

I t e n e g r i , A u g u s t o , 3 2 5 2 ,

D e n i r i , Eu la l i a , 3 2 5 4 .

D i e g o . Rafael de. 3 2 5 2 .

Moniriiecq (.".arcia. M a n u e l . 3 2 5 4 .

D. . Rio . Bao . 3 24.S.

E C H E V E R R L N .

E s t e v e s . M a r t í n .

E>v.aguir re . J o s é

M Á X I M O . 1 2 5 2 .

3 2 5 2 .

3 2 5 5 .

l - ' A D E R . F E R X . A X D i : ) . 3 2 5 2 .

F ' c rnández R a z a n . X'ictor. 324-S v 3 2

F e r r a r i . Ju : in . 3 2 4 8 .

F e r r e i r a R a m o s . F r a n c i s c o . 3 24 9.

F e r r u g g i a . t l e m m a . 1 2 5 3 .

F"igueredo. D ion i s io . 1 2 5 2 ,

F i g u e r o a , M.'irc-'S. 3 2 5 3 .

Fother inghr in- i . Ignac i r i . 3 2 5 2 .

F r a n c o , Ro . io l ío , 3 2 5 2 ,

F r c i t a s , E n r i c o . 3 2 5 6 ,

C A L I . A R D O . . ^ X C , E L . 3 2 5 4 .

C a l l e g o s . S e r v a n d o . 3 2 5 6 .

Cianl i sano. B l a s . 3 2 5 4 .

G a r c í a , An t l r é s , 3 24 8,

O a r c i a , R a m i r o , 3 2 5 2 .

G á l i c a . M a r c o s . 3 2 4 9 .

Gelvie , Ade la , 3 2 5 3 .

Gia l i an i , ]~ranciscí), 1 2 4 8 .

G iDo , Rafae l . 3 2 5 2 .

( i r a n d i n e l t i . I->anciscr; \ ' , 3 2 5 0 ,

Gross i , FZlvira, 3 2 5 5 ,

Gui l l e l , L e ó n , 3 24!*.

H A X ( _ i i r . A L B E R T O .

H a r t . W i l l i a m s S. 3 25.3.

H a r r i s . J a m e s . 3 2 5 5 .

H a w e l c y . \V. 3 2 4 * .

H o r t a l . .Arllir... 3 2 5 6 .

1 2 5 3 .

I R I ( ; 0 ^ • E X , H I P O L I T C ) . 3 2 5 3 .

l U . - T O . . \ G U S T I X P . 3 2 5 4 .

L A B A R R I E R E . R A U l . B. 3 2 5 0 .

Laca- . S e g u n d o . 3 2 4 - .

L a c e y . L u i s . 3 2 5 0 .

L a n c a u , Er i r iq t ie . 3 2 4 9 .

L a v a l l e . H o r a c i o . 1 2 5 2 .

L e Bre tó i t . T o m á s . 3 254 .

T-ecour. Teófi lo R. 1 2 5 1 .

L e u m a n. A l b e r t o . 32 5 3 .

L i n d e r . M a x . 3 25::í.

L i n c o l n , . \ b r a h a m . 1 2 4 - .

L o z a . E u f r a s i o . 324.s \- 325C'.

L L A M B I A S , J O A Q U I X . 3 2 4 6 .

L l e d ó . A s u n c i ó n . 3 2 4 9 .

L lover Cu l l en , J o r g e . 1 2 5 2 .

M A C I E L , S A X T I A G O . 3 2 4 9 .

M a g h y X. , J o h n , 1 2 5 2 .

M a r c ó , C e l e s t i n o 1, 1 2 5 4 ,

M a r k s , \ " í c t o r , 1 2 4 9 ,

M a t i c n z o , J o s é Xico;á=, 3 2 5 4 .

M e l ó S o u z a , J . B. 3 2 4 9 .

M e n i l i o n d o . R o ' i t a . 3 2 5 5 .

M o s c a b e l l i . J . 1 2 4 9 .

Mü l l e r , E r i b e r t o , 1 2 5 6 ,

X E R O , I S A B E L , 3 2 5 3 .

X e t o . Cohe lo . 3 2 4 8 .

Xe'.eell, Geo. P . 1 2 5 5 .

X ' i cencyer , A l f redo C. de . 3 2 4 8 .

X ico l a i . R a n i e r o . 3 2 5 3 .

X ú ñ e z , .Alejandro, 3 2 5 3 ,

O B L I G A D O , P E D R O M I G U E L .

1 2 5 2 ,

O l i v e r a , B e l i s a r i o . 3 2 4 9 .

r ) l ive ra , L a v i é , Héct f . r , 1 2 5 3 .

O r t e g a , E l i a s . 3 2 5 3 .

O r t e g a f i a s se t . E d u a r d o . 1 2 5 4 .

O s t o i c h . T.-.iinás. 3 2 5 5 .

T'A( I X I . R E G I X . N . 1 2 4 9 .

Page 154: Nº 1248 02-09-22

l'alaciop. Alfredo L. 11^54. París. Alaria. 1256. Parravicini. 1253. P^i?, Ezequicl P. 1255. Pclótz. luán. 1252. Pflü. Bárbara. 1255. 1'<-'IL;¡. Ociavio N. 1249. Pí-rnambuco. Kicardo. 1251 y 1 Pfssua. Epiíacio. 124S. Piazzo'.a. 12o3. PiL-krid. 1255. Plant. Rafael. 3 25C. Pies. Eugenio. 1256. Plaza. Manuel. 1252. Prielo, Eduardo. 1250.

U r i X T A X A . LUCIO Xi. 1250. '.Juiroga, Alberto. 1249. *juiroga. Laura G. de. 125G.

RADAL, A. 1249. Rainibaut, Jorge. 1251. Rayón Herrera. 1253. Robinson, Eii?abeth. 1255. Rodríguez, Fermín. 124S. Rodríguez Pujol. Héctor. 1249. Rojas, Ricardo. 1250. Romero de Torres. Tubo. 124 9. Kossi, Horacio E. 1250.

SALABERRI. VICENTE A. l i Sala Rejia», Jean. 1253. Salazar, Leonardo. 1251. Salli Lanier. 1253. Sampaio. Carlos. 1249. Sayao Pessoa. Mary de. 3 245. Stanbanná, Pedro. 1256.

TAXE.^. MIGUEL A. 1253.

Toledo, Pedro de. 124S. Torino, Martín ^L 1256. .Torralba, .Luis. 1256. Trcmblié, Raúl. 1256.

UROUIZA, A L F R E D O F. 125G. Uriubey, Agustín. 1252.

VALLAXTA. VALERIO. 1252. Várela, Francisco (bijo). 1250. Visillac. Félix. 1248. \ 'on P)i!lon, W'ilbert. 1255.

WALKER, lOSE. 125Ó. -Win sor, Claire. 1248.

ZLBALLOS. ESTANISLAO. 12 /e 'ada . Francisco G. 1250. /occola. Aníbal, 1249.

GRUPOS DENOMINADOS

Número 1248. — Anpcl Bercini y otro?. — Fonso y otros. — Burlaro y otros. — Roberto Bláez y otros. — Martin y otros. — Alfonso, Sánchez Guerra. Marqués de Ampofia. — Ah'ear. Alfonso y otros. — Alvear >' otros. — Estanislao S. Zeballos y otros. — Daniel Muñoz y otros. — T. V. Amor y otros. — Pío Colli-va di no y otros. ~ Ronald Mack Lea y. — Ricardo Monner Sans y otios. — Emilia D. de Trueco. Francisco P- de Pressa y otros. —• Alejandro Crunning y otros. — ]\Iaria C. de <Ojeda >• otros. — Ociavi.inM "N'era y oíros. — X'icolás Tofre y otros.

Número 1249. — James Money y otros. — Amaral. Cavi-londo >• oíros. — Sor Juana y oíros. — Amalia Mirel y Raquel Garin. — Agustín Piaggio y otros. — Marcelo T. de Alvear y Regina Paciní. — Alvear, Elasi y Can-lilo. — Pessoa y Alvear. — Cberubini. señora de Pfssoa. A;\-t.-ar. señora de Ah'ear y otros. — Señoritas de Saguier y Figueroa. — ]~ígueroa y esposf-s Magna seo. — l'igueroa. Saguier. Lupo y Apellriniz. — Apellániz y señorita de Casanegra. — Alvenr >• Ri.'-berto Leviller. — Pérez y Ramón de Franch. — Pérez y Alvear. — Finí y Geo Gerald (bíjo). — Max y Alvear. — Alvear. Apellániz y Saguier. — Brun y Ah-ear. Buero y Alvear. — Buero. Br\in. Estrada >• otros. — Irigoyen >• Alvear. — E. Boscb y otros. — Marcos A. Figueroa v oíros.—Ts-iac Arrióla y oíros.— Gasquet y otros. — \'iciorino Ortega y otros. Martín Abel en da y otros. — Horacio Castro ^'idela y otros.

— Fongeres y otros. — Delfor del \ 'alle y otros. — Jacinto Bcnavenie y oíros. -— Br\in >• oiro'^. — Rouma y oíros. — Mezzcra v otros. — Turaii. Mr^digliani y otros. — Bonomi y oirr>s. — BeniUi Muss-iinii >• oirns. •— De Xicola, De Xa\"a >• Orlamlo. — FJcna Maldini. Raquel Colombres, Laura 1) ranga. Elenita Fidanza. Nydia Ferreyra, Elena Ara.va. Sara M aiierna. Elena Alvarado y señores Rávena. l'ermai, Elía y Casia-gnino. — Clorindo l^lendieta y familia de Shaw-Cabre-ra. — Señoritas de Qrtiz, Parera y Junquet y señores Pantos, Fillol y Ravirosa. — Señoritas de Monserrat. Viademonte, \Vildes, Blomberg, Rávena y otros. — Señoritas de Scbliepper y Songales y señores Duche-nois, Xavarro y Cullen. — Mosca. Colombres. Larre chea, Schiepper y otros. — Señoritas de Martínez de Hoz, Romón, Araya, Firpo, LUTO, Graciardini, Trou-beisky y otros. — Mosca y otros. — Señora? de Vagi-iié, Ledesma, Arocena de Casas v liueyo de Bullrich.

— Señoritas de Giaciardini, Colombres, -Alvarado, Ledesma, Arocena, Fidanza y Ruimón. — Pedro Aisia-rante y otros. — Señoritas de López y Malmieres. — Señoritas de Córdoba, ^'an Gelderen, Lasaya, Llonna

y oíros. — Rosa T. de Rivera y otros. — Gregorio Céspedes. Bernardo Míulin >• otros. — Andrés íilíglia-ro, Adela Tes si y otros, — Francisco Vítale, María Rizonne y otros. — Ccfjeda y otros. — José Clcrice >• otros.

Número 1250. — Bortagaray y otros. — Pascual Gallo v oíros. — Andrés Aimano y oíros. — Xovaressi ' oíros. — Fernando \ 'erano y otros. — ^'ícente Gallo. Manuel Augusto Montes de Oca y carcas. -— Elíseo Can-lón y otros. — Marqués de Amposta. — Julieta Ma-yans de Pueyrredón, Francisca da Gama Cer':¡ueira. señora Regina Paciní. Pedro de Toledo. Ivlarcelo T. de Alvear y otros. — Ernesto Mangudo y otros. — A. H. Peda, David P. Miles. Juan B. Miles, L. Xelson y '•ack D. X'el son. — Baudrillart y otros. ~ Enrii.jue

•^empé, Fortunato A'clasco y otros. Pedro Aranci-bia y Jurin Maluenda. — Gasquet. A'asallo de Torre-grossa y oíros. — Abd-el-Krín. Luis Oteiza y otros. — X'ñvarro y Oieiza. — C)ieÍza • oíros. — IMabomed A!id-e]-Krín y otros. — Oieiza. X'avarro. García Peña. Florencio, Galabert y otros. — Miguel Aldunsí y otro?. — Cecilio Juantos. José E. Avalos y oíros.

Número 1251. — Guillermo Dillon y otro?. — Cristóbal Monrós y oíros. — Alli'erdi. Casas y otros. — Giu-seppe Colli di FeJizzano y otros. — Enrique González Martínez, Luisa Rojo. Amposta, Eleudoro VíUazón y^ ritros. — Gasquet y otros. — Manuel María Oliver y oíros. — Carricaberry y otros. — Isusi y otros. — Elias Ortega y oíros. — Ortega y Xievas. — Señoras de Cosso. Trucchi. Monera y señorita? de G;irrone. l-lorgonruo. Roldan. Calvo, Scarabiiio • Brimo. — Señoritas Belloii, Galli. Borgonovo. Repello, Garas::. I'iagyí. Sgrosso >" Menoiii. — Spee. Goesii^ch >• • ros. — Aragone y otros. — Eufrasio Loza y otri 'S--- E. H ugbe? y otros. Ricardo Pernambuco y otros.

— Ricardo Pernambuco y Arturo Hortal- — Armando Zumerzul y Alfredo J. Villegas, — Bertini y otros. — Alcira Cullen y Ana Marlinez Barrios. — Maria Es-tber Gómez Iriondo y Elvira Mantaras. — Raquel Iriondo, Zulema Echagüe y Emma Iriondo Palma. — Raquel Molinas y Maria Estber Carreras. — .Señoritas de Lamolhe, Paredes, Pínasco y E.=;pina. — Sofía Rueda? de Bouvier, Ferreira de Costas. Blanca Belloc. Susana Aguirre Cullen y Zulema Echagüe. — Camila del Rivero, María E- Candioti. Mariana Reyes Itu-rraspc y Hurí Iturraspe. — Señoritas de Molina. Al-¿:uK Barrios y Cullen. — Salinas, Isabel G. de García X'aUlivia y otros. — Salinas y otros. -— Victoria >L t!e Aramburu, Amalia B. de Grossi y señoritas de Araiuburu, Lase no y Corral García. — Bautista S.

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Alniirón y su hija. — Mosca y oíros. — Benjamín B. Avalos. Antonio Sagariia y otros.

Número 1262. — Felicia Xig-nto. V. TI. Oiri«aing y 5efior E. Chasainp. — Alejiiiidro Btri^'alli y otros. — Cantilo >• otros. — L. Sha] y otros. — losé Etcbeverry y otros. — Joaquín Llamtna>; y otros. Inlio Iribarne y otros. — Armando E. C'aniancr y otrcis. — Borlagaray y oiríiS. — Olivfira Ctzar y raros. ••- Marqués de Am-posia. Honorio Leguizainón. r'anie] Muñoz y otros. — Rosa Bazán de Cámara y ¡aros. — Levillier y oíros. — Fierri Abranii y oíros. — Lee BulJard y oíros. —

Ballet Laiour y otros. — Estrellita Warnes y otros. — Martín E.'^teves y otros. — Jorge Llovet Cullc-n y otros. — Benjamin Acevedo y otros. — \'a]erÍo X'allania y C'iros. — .' . Thompson y otros. — Coí^ta y otros. — Fernández Bazán y otros. — Roiando. Merlo y otro. — Lavalle. Xeilo y otros. — Suárez y otros. — Ramón liarcia y oíros. — Anirusto de Xc,eri y oíros. — Manuel Plana y otros. — Dionisio Fieuereivo y otros. — P. Xewery. Travasin • G. Diescli. — Enrico. Itic^en. Fíe Xegri y Alba. — Luis Suárez y otro?. — Epitacio Pessoa y oíros. — Manas Errázuris v otros. — Estrada y otros. — Spie. líuei'o y otros. — ."^e:'K*ri;as de Estrada y otros. — I^übre >• otros. — ¡- otlu-rijigham y otrc'S. — Calussio, Sidebatton. Oriiz. Romero. Jiménez. Pera7-0. \"iniegas. Basualdo. Pearhe. Rosende y Aírustin l ' r iubey. —- ]\Ienéndez y otros.

NiJmero 1253. — Jory:e L. fUver. Rodolfo Frías, Alberto Salas y X. Tebas. — Jo^é Trueba. Toseñna Mayo de Oliveira. José Orlando y otros. — Elena Justo de Ví-llanneva y otros. — Calcagnn y oíros. — José Ban-2Íni y oíros. — Irigoyen. Torello. Salinas y oirof. — Levillier y oíros. — Julio Sánchez Gardel y oiro-i . — José Vasconcellos y oiroe. — Joaquín .?. de Anchorena y otros. — Eugenia D. de Gonnei y otros. — David Sfieroni y otros. — Tuaii José Nnón y otros. — Juan Alvarez. Luis Oriiz de Guinea, Rubén \'i!a y otros. — Funes, Oriiz y otros. —- X'aumi Tauiguchi y otros. — Amposta. Adolfo Danvila y otros. — Pedro Escudero >• otros. — Almeida y otros, — Epiíacio Pessoa y otros. — Víctor Manuel I I I y otros, — Emilio C. ]iiriz y otros. — Ellen Loussie y otros. — Lr.is E. P.riel'n y otrof. — José de Amézac-a, Celia .Mvarcz Mn-.iglia de Aniézacra >• oir'_'S. — Arturo Alessavidri y ("iirc)S, — Campf'S Urquiza y oíros,,— Ociaviano ^'eva y otros. ~~ Alfredo López Torre? y otros. — Baudrí-llart y otros. •— Ramón F. Herrera, Roque Vargas, Maieci Guerrero. Zacarías Fuentes. Roberto Feralán y Ramón Elguero. — Adolfo Lind?iron. Diamantina Sarratea. Ciuil!ermo Dolí y otros.

Número 1254. — R. Gai¿r, F. l ' r iburn. R. Mog-;ia. J, Lamarque. L. Cardinale. E. Penoit. E. Izureía y A. Horteleut. — Luis Tramaiii y otros. — Águeda de Micenta. Xatale de Micenta y otros. — !>omingo Pocilio, G. Rosas y otro?. — Forrero, Bó. Bañai y otros. — Osvaldo Chaco y oírLis. — Ortensia Rodripuez y otros. — Camilo y otros. — José Luis Cantilo y otros. — Firpo y Traccy. — González MariKjez y otros. — Ernesio E. Cacho y otros. — Moreno y otros. — Zurueía y otros. — Xaomi Tarig"uchÍ y otros. — Fonck. Fronval, Perissé. Loubci y otros. — Vas?a]lo de Torregrossa y otros. — Fcmck. Ahear y otros. — Gasquet, Irigoyen y otros, — Raquel Colombres y otros. — Duprat y otros. — Taniguchi, Keinosuki Ikeda y otros, — Angélica Griecco y Chacha Oniroga. — Señoritas de Luigi y Flores. — María Luisa Domínguez, Estela Ouiroga y María Esther Cabanillas,

— Xacha Gutiérrez. Filomena Cacace v María Esther (Jrdóñez. — Jalaría Angélica Gutiérrez y Ofelia G. de líano. — Elvira, María Angélica y Dora Gutiérrez, Julia Reboíras Barbosa y Esther Guiñazú Barbeito. María Eladia, María A. y Dora Gutiérrez. — Señori-las de Zavala y Barrosa y señores Almanza y San Martín. — Leonor y María Teresa Alric Lucero, Carlos Arias Mercau y Humberto A. Podesiá, — Mari.-, Rosa Lezica Alvear de Pirovano y María Eugenia Aguirre de Ibarguren, — María Carlota Alvear de I'owland y María Elína Peralta Alvear de Láinez. — Elvira Pérez de Cranwell, Victoria Lagos de García Mansilla y otros. — Ramón de Franch y otros. — Tu-lio Rey Pastor y oíros. — Lanar! y otros, — Octa-viano Vtra y otros. — Celedonio Gutiérrez y otros. — Trinidad Moreno y otros. — Romero. Soutti y oíros.

— E. Selvas Marti , E, Flores, F. ^T. Gamuño. M. H, Eii^ci. C- A, Cánova, D. M, Sarmiento-. P. C- Gallardo. E. \"idela y otros. — Pelo y otros, — \'allejo y oirc'S.

Número 1255. — Amilcar Celaya. J'-'rge Farias Gome/.. Rrr.-.l A. ]^>lir-a. ('arlos More;. Alberto Monas-tirio. I;;SI 1.1 K<."'jo. Arquimedes Camvja. (".onzaio Ma-cliado. Jciaqnin Gómez. Vicenit- MontfS > .\doUo Meana. — A. M. Aphalo. E. Paylos. L- Aph.-lo. T. Aphalo. L Tich. A. Oreea v Martin Barceló. — D. Hayei. E. Giura. A. Ruiz Aramburu y E. García. Ruíz Díaz. — X. Martin Barceló. A. García. Ruiz ]"*iaz. Paylos. M. Mignaburu. Z. Corradi y F. Romero, — José \ 'olponi. Eugenio Scaravaglio y otros. — - Cantilo y otros. — Justa Burgos de Mayer y otros. — Juan Antonio Canessa, María Arbuco de Canessa y otros. — Cantilo y otros, — Eduardo Torres y otros.

— Gasquet y otros. — Miguel Blanco v otros. — Elisa y Rosa Balmaseda Kraus. Josefina M. Man-•cini y otros. — Alvear, Elpidio González y oir^s.— Fernando Saguier y oíros. — Marqués de .\nipos-ta y otros. — Wallace Ríddle y oíros. — José de A'asconcellos y otros. — Alberto Mufioz \"ernaza y otros.—Eleodoro A'illazón y otros.— Pedro de Toledo y otros. — Hernán Velarde y otros. — Vicenie Riva-rola y oiro¿. — A. ri'CHivera, Cuervij. Márquez \- otro.

— Aiilio Xarancio y otros.— Luí? Barros Borgoño y otros. — Rogger Cluase. conde R. von Dcr Straten PoniJioz y otros.—Claudio Malleí >- otros.—Jacobo Barendrech y otros. — Adolfo Pauli y otro. — Carlos Tuhgres y oiro. — Irigoí'en y oíros. — Joaquín S. de Anchorena. Alvear y otros. — Regina Pacini de Alvear y otros. — Carlos M. Xoel y otros. — Vas-coiicellos y otros.

Número 1256. —- Marcelo T. de Alvear y Luis Barros Borgoño. — Alvear y otros. — Alvear, Toledo y otros. — Regina Pacini de Alvear y Toledo, — Manuel Campoamor. Miguel Leguia, Alberto J. Festal y Eduardo M, Quintana. — Pedro AuÜ y Alberto C, Araujo. — Julia López de Almeida y Acurcic Pe-reira. — Agustín P, Justo y otro*^. — I'omeco García y oíros, — Pcreyra Hozas y otros. — Ascimio Rossi y otros. — Alvear, Justo, Xoel. \ 'arangot y Aldao. — Xoel, Alda o, Molina, Varangoi y \"erone-llí. — Cantilo y otros, — Alvear, Amposta, Regina Pacini de Alvear y otros. — L. Torralba y E. Pies,

— E. Freites y A. París. — A, Haddot y R. Per-nambuco. —• E. Stanham y H. Mullcr. — A.- Hortal y A. Villegas. — L. Knight y L. Torralba. ~~ D, Torralba y C. Morea, — E. pies y S, Candón Moller, — L- Martbolomeu y M. Pascual.

FOTOGRAFÍAS DENOMINADAS

ABRINES, ARROYO y BELL. — .actualidades de marinos japoneses. 1254. — .-Xctualidadcs de la se-la semana. 12.52. mana. Canipeonalo Sudamericano de Lawn Tennis.

ARROYO. Juan. — La iraí;edia en el Ti!:re. 1253. — 10.'i6. Banqueie de de.'redida a Monseñor Baudril'.art. Los ARROYO y BELL. — .Genialidades de la semana. 124P.

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—Acios populares en homenaje al Brafil. Actualidades de ]a semana. 1250. — Actualidades de la semana. 1251. — El Día de los Niños Pobres. Demostra-<^ion. 1254. — Actualidades varias. 1256.

ARROYO, BELL, SANTILLAN y VARGAS- — La íi'íinsmisión del mando pre>idencia;. 1255. — En la legación del Brasil. Campeonaio sudamericano de lawn tennis. 125C.

ARROYO, BELL y VARGAS. - - Actualidades de la í^emana. 1252. — Actualidades de la semana. 1253.

ARROYO y VARGAS. — Coronación de la Virgen del Rosario. Notable exhibición de los pilotos franceses. 1254. — Demostración. En el Centro Naval. Misión comercial japonesa. 1256.

^ E L L . — Las úhimas inundaciones. 1248. — Mitin de la independencia del Brasil. Mitin de los empleados y obreros íerrovi arios. 1250. — Aniversario de la independencia de Méjico. 1251. — El XX de Setiembre. 1252. — Colocación de la piedra fundamental del nuevo edificio de los F F . CC. del Estado. En los teatros. 1253. — El sensacional encuen-iro de box Firpo-Tracey. 1254. — En la legación de Chile. Candidatos a concejales. Pro juV-üación. 1256.

Buenos Aires. 1249. Actualidades. En

BELL y VARGAS. — La delegación mejicana. Cincuentenario de la Escuela Naval. Su celebración en Río Santiago. Awines franceses. 1254.

CORRESPONSAL. — De Burdeos En Lisboa. En Rio de Janeiro.

CORRESPONSAL en Rosario. todos los números.

CHIAVA2ZA (Corresponsal). — La olimpiada latinoamericana celebrada en Rio de Janeiro. Las grandes fiestas sociales en Río. 1251. — '"Caras y Caretas" en Río de Janeiro. Las brillantes recepciones y fiestas del centenario. 1253.

SIMBOLI, Rafael (Corresponsal). — Notas gráficas de Italia. Notas de Roma. 124P.

VARGAS MACHUCA, Eduardo. — Notas de la capital del Brasil. Centenario y llegada de Alvear. 1248 y 1249. — Cómo se realiza ia lielleza de Rio de Janeiro. L'na montaña echada abajo. 1250. — Los guerreros sonrientes. En honor del cardenal Gas-quet. 1254, —- Concurso atlético municipal. Pntroriato Español. 1256.

VIDAL (Corresponsal en España). — España en Marruecos. 1250.

WITCOMB. — Marcelo T. de Alvear (retrato i. 1255.

LOS LIBROS

Número 12 i8 . — "El milagro de las rosas"', por Rosalba Aliaga Sarmiento. — "Buenos Aires grotesco y otros niotivos"'. por Pedro Herreros. — "Curso de pedagogía"', por Ángel C. Bassi. — "La nación española y el nacionalismo vasco", por M. A. A"ares, — "El hijo del león'', por Vicente A. Salaberry. — "El agua que canta", por Emma S. de Sola. — "Éxtasis"', por Félix B. Visillac.

Número 1249. — "Charlas de mí amigo", por Enrique Loncan. — "La estirpe brava", por Santiago Maciel. •— " E J palomar de Caseros y los soldados de Urqui-2.a". por Alfredo F. de Urquiza. — "Los consuelos'*, por H e d o r Rodríguez Puj-ol.

Número 1252- — "La fatiga \- sus proyecciones sociales", por Alfredo L. Palacios. — "El valle inmóvil"', í'or Carlos Bernardo de Quirós. — "Cuentos policromos"', por Manuel Belascoain. — "Discursos académicos"', por varios. — "Escúcheme mujer", pcjr María

del Carmen Guzmán. — "'Las ramas verdes", por Campoamor de Laíuenie. — "\ ' ida >• obras de doi: Pedro Echagüe"', por Alfredo ^L Figueroa. — "Las horas doradas", por Leopoldo Lugones.

Número 1255. — "La política del petróleo", por A. J. Lagos. — "Baile y filosofía"', por Roberto Cache. — "El Japón", por Emilio Cardahi. — "Marcela, Mercedes, Adela", por \ 'alentin Uriasun, — "Dardo Rocha'', por In Memoriam.

Número 1256. — "La Poética Nueva. Sus fundamentos y primeras leyes"', por Edmtmdo Montagne. — "Mi-ramar, en el trigésimo aniversario de si; fundación". i>or Juan Pascual y Mas se t. — "Ideales roteas"", por Leopoldo K. \\ 'immer. — "El estrellero'", por Osear K. Behrán. — "Por gracia de ami-'t". por It t lñna Molina y Vedi a de Bastíaniní. — "La Montaña", por Enriqtie Napolitano.

BIBLIOGRAFÍA

En los números 1248, 1249. 1252, 1255. 1256.

VARIEDADES

Número 1248. — El radio como elixir de la vida. — La cindadela de Wolgast. — . . . V dijo la abuela . . . — Banquete de amor. — ¿Cuál es el primer día de la semana? — El desarrollo de China. — Máximas y reflexiones. — Descubrimiento maravilloso.

Numero 1249. — ¿Por qué se ve el fogonazo de un cañón antes de oir el estampido? — Otra opinión del hundimiento del "Hampshire". — La inmensa melancolía. — ¿Qné es honor?, me dices. — Por falta de un corno. — El marqués de Aroca. — El mar y la montaña.

Número 1250. — Chevremorthe. — El alerta. — La invención de los tipos de imprenta, — Máximas y re-fiexiones. — El fanatismo. — Contra el ruido de las fábricas, — Mark Twain y gl suscrilor. — La mujer. —Octubre. — Orígenes del pura sangre inglés. — ^Líximas v reflexiones.

Número 1251. — Máximas y reflexiones. — Baño de champagne.—Las profecías de .•Xre/ali.—El cadalso. — Diversas. — La lámpara. — El barómetro de las naciones.

Número 1252. — La sugestión como base de la medicina. — El origen de las campanas. — Cuando el chino tiene convidados. — Le fe. — De la vida interior, — El corazón de Kosciusko. — El arco voltaico. — Notas útiles para criadores de aves, — Increíble poder del radio. — Máximas y reflexiones. — La ciudad taberna. — El órgano del gusto.

Número 1253. — Los ratones bailarines. — Haciendo llorar a los amotinados. — El nuevo juicio de Salomón. — Juárez. — La toqueillada. — Fenómeno psíquico. — L' na reunión pospuesta. — El arle universal. — Scarbó. — La cura con frutas. — La educación de

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la sensibilidad. — Perros pescadores. — Resolución. — Bebidas calientes para el tiempo frío.

Número 1254. — Xuevos yacimientos de diamantes. — Las tierras polares antarticas. — ¿Por qué decimos arte gótico? — El campo deportivo más antÍg-uo. — Lo que viven los animales. — ¿Qué eran los p"enjza-ros? — Las perlas más gandes. — El paraíso de las ardillas, — El pez cerbatana. — Lo que se bebe en la China. — Tíera fabulosa del Perú. — Familia constante. — Bailes y danzas.

Número 1255, — Las maravillas del doctor Pedroso. — L'n embalaje para pescados. — Cuando el hambre reinó en Europa. — Dónde es ridiculo el amor. — "Si vis pacen, para bellum". — Esperando al novio, —

].o« loros de América en Australia. — Experiencia. — Raíces silvestres como alimento. — La industria del agua de azahar en Marruecos. — La comida china. — Teleíonia sin hilos. — Origen de las larjeias de Navidad.

Número 1256. — Lámpara maravillosa. — La cura de las piedras preciosas. — -¿Comunican los insectos enire sí por telegrafía sin hilos — El girasol desinfectante. — La pólvora y el reuma. — El tocador de las romanas. — ; La luna tiene siempre las mismas dimensiones? — El alimento sintético. — El pape] moneda.y los dientes. — El que no se consuela. — Locomotora monstruo. —• El ruido.

ENLACES

Número 1248. — Alric-Alvarez. — Tamborindegui-Cal-cagno. — Josefa Gómez con Ángel Fernández. — To>trfa Dubini con Rafael Grisolin. — Ibarra-Roldán. —X\dia Puso Carrasco con Andrés Coen. — Cecilia Alvarez con Domingo Bagur. — Virginia T. Semino con Mario Corranco. •—• Emma Jlar ía Hols-Iron con Luis A. Fink. — Virginia Steisa con Simón Culasse.

Número 124*.h — María Luisa Yamero con Emilio Izquierdo. — María Luisa Pouthieu con Esteban Acerbo- — Ana Zunino con Alesio Zunino. — Delia Ga-larde con Guillermo Ulke. — Ballini-Herrero.

Número 1250. — Maria S. Tapia con José Garmay. — Asunta Berardi con Salvador Tranío. — Filomena Vefre con Juan Pon ció. — Joaquina López con Isaac Paposo. — Si Iva na-Faina. — Squadrone-Zolc-ZEÍ. — DeirOrsini-Guisando. — Adelina Calina con Miguel Moreno. — Sofía Yappert con J. Dalla Cosía. —Dal Bosco-Longini.

Número 1251. — Pilar Medina con Cayetano Gianata-sio. — Manuela Eugenia Gorgueira con Tomás Raí-10. — Rosa Cardctti con José Maralüno. — Pia-ccntini-IMatei. — Sosa-Hansen. — ^'icedo-Ca!'bajal.— Belzunce-Tama>-o. — Angélica Fontana con José \'iola. — Celina Lanza cuu Carlos Pa\cla. — Pailin-Giganga.

Número 1252. — Ida Bonfantí \Villiman con Barto

lomé Calcagno. — Matilde Sáenz con 2\lanuel Pinea. — Lina Alba con José Rodríguez. — Jo.señna ¿toisa con A. I. Paz. — Matilde Montané con Bernardino Ma.ss. — Borrero-XtJñez.

Número 1253. — Esther Paulino con José Nielo. — Rosa Paradiso con Antonio Yannone. — Juana ^l. A ees te con Valentín M. Amione. — Antonia Gara-beto con Nicolás Lobato. — Brus-Borda. — Josefina Gabutti con Nicolás Mignozga. — DeHa Araiz con José Borzaní. — Páez-Morán. — Maria £,uisa Bel-trama con Ademar F. García.

Número 1254. -— Ana María Delacroce con Juan Kock. —Elena ItaHani con Faustino Iglesias.--Elvira Dris-toiolo con Alejandro Deliatorre. — Adela Hope V. de Paz con Juan Octavíano Boecio.

Número 1255. — Arman da Barreiro con Aníbal Man-vielle. — Laura Valuntas con Humberto Geriboldi. — Réstelo-Fernández. — Catalina Ratlze con \ ' icente Bilbao. —- Matilde Canaveri con José F. Scala.

Número 1256. — Zulema R. Carmody con Ángel J. Fe-rrario. — Agripína Sierra con Vicente Gil Bianchi.— Blanco del Cueto-Blanco. — Cecilia Birri con José Taramasso. — Verónica Encinas con Isidoro \"ela¿co. —María Teresa Marín con Manuel Balbin. — Sar.-t os-Gómez Astorga. — Clementina A venda ño con Luis Mariani. — Victoria Cornelio con Domingo Noceío. — pastora López con Manuel Rubiolo.

NECROLOGÍA

Número 1248. — Ramón Cancela. — Juan de la Cruz Puig. — Luis Dávila. — Eduardo L. Oliven. — Antonio Caminata. — Argentino Sabona. — Renecita del Carmen Páez Grana. — Eduardo Luis Quaranta. —Marcelo Trevino. — i\Iaii]de N'ila ile I )omato. — Rosa Scoiio de Rosi. — Maria Casademont. — Eduardo Domínguez Ortiz.

Número 1249. — Rosa P. de \"an Oppen. — Maria Eulalia Valle, — Rosa E. de Masciangelo. — Joaquin L. Madariaga. — Ramón López Juárez. — Humberto P. de Lorenzo. — Humberto Lucero. — Lorenzo Gutelli. — Casimiro Bordoy. — Eladio Eguren.

Número 1250. —- AHcía M. Pitaluga. — Maria A. Pebre de Ojeda. — Jacinto Javier Pinto. — Jerónimo Piantanida. — Nazario Contin. — Pedro Giraldi. — Juan Badel. — J-'lorencio Rey.

Número 1251. — Luciano Alvarez. — Rafael Cosen-za. — Antonio Ríos.

Número 1252, — Leónidas • Jorge Fació. — Edgar G. Courtaux. — María !Marcon¡ de Fregosi. — M;¡ria I ' re de Arabeliere. — Hortensia E. Hellot. — Maria Teresa Pazos. — Paula Cirone de Patino. — Antonia M. de Santoro. •— OdÜón Aubone. — José De-íilpo. — Leopoldo Berton Moreno. — Ángel Game-

nara Maroneo. — Angela M. Cenci di Giacomo. — Nicolasa Anticó de Defeo. — Shelvia Sánchez Picado de Agrelo. —- Eulalia Velasco de Zorrilla. — Dante Bollo. — Santiago Iglesia Castro. — Rogelio Lorenzo.

Número 1253. — Luís Leone. — José Ñero. — .\ngi:la Rati. — Filomena Renoult. — Benjamín Alvarez Lapalma. — Antonia D. de Toraattí. — Victoria Pe-lossi de I'iazza, — Ricardo D. Garrido. — Jtian Bautista Rotondí. — Ricardo GuíHy. — Juan Carlos Luque, — Pilberto M. Caracoche.

Número 1254. — Amalia B. Petillo. — Maria B, de Dacuble. — José Coloncelli. — Gerardo Nicolás Pre-gorio. — Ange] P. Villa (hijo). — Juan Gattoni. —• José Pequeño Domínguez,

Número 1255. — Francisca Rossi de Calzeta. — Amalia B. Petillo de Carona. — Catalina Delicia. — Manuel Estevanel. — José Castor Temburíni. — Esteban Jáuregui. — Vicente M. Peña. — Enrique Parda!. — Mario de Rosa. — Andrés P . Landin.

Número 1256. — Josefa María L'rreta de Urreta. — S. D. de Bardi. — Juan Carlos Aya la. — Francisco Otero. — Juan Jacomel. — Félix Marasco. — \*icen-te \'iscay.

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PAGINA INFANTIL

Fotografías de Franz Van Riel

Número 1248. — Irene y Mana Socíis Quirno Costa.— -^"iños de A. Oniz BasuaUlo. — Niño de Eeláuste-?ui Mihanovich.

Número 1249. ~ Maria TtreFa Alzaga Pearson. — María Teresa Gíircia Gondra. — Susanita de Alvear (Juirno.

Número 1250. — Teresita Blaquier l 'nzué. — Migue-liio Anchorena Salas. — Xiño de C¡uerrero.

Número 1251. — Xiño de Phillips. — Xiño de Keines. — X iño de Ruiz Gutiérrez.

Número 1252. — Xiño de Aguiló. — Xiño de Baclien.

— Xiños de García Alan.=.illa ^lamilla. Número 1253. — Rafael A. T. Perrotii. — Maria Lui

sa íilasa O campo. — Susana Diosdado. Número 1254. — Xiño de Zuberbühler Ortiz Basualdo.

— Xiño de Euller. — Jaime Rafael Leguizamón t-"o5ta.

Número 1255. — X"Íño de Pueyrredón. — Xiño de Drys-dale. — Xiño de Marbriio.

Número 1256. — X'iño de La Torre. — Xiño de Lastra. — Gladys Mulhall Huergo.

SECCIONES PERMANENTES

Comentarios. — Correo sin esi.-.mpilla. — Pasatiempos. —, Concurso infantil para colorear dibujos, •— Concurse áf dibujos infantiles. — Coi-.?uÍiorio de "Caras y Caretas". — Inventos, recetas y procedimientos útílef. — Apuntcf y recortes, etc.

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