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Antropología de la libertad*

Edgar Morin**

Traducción de José Luis Solana Ruiz,profesor de Antropología Social de la Universidad de Jaén.

Texto publicado en: GRASCE (Groupe de Recherche sur l'Adaptation, laSystémique et la Complexité Économique) (ed.), Entre systémique etcomplexité, chemin faisant... Mélanges en hommage à Jean-Louis LeMoigne, PUF, París, 1999: 157-170.

Una libertad es una posibilidad de elección

Una posibilidad de elección puede ser interior, es decir, subje-tivamente o mentalmente posible; es una libertad de espíritu.Puede ser exterior, es decir, objetivamente o materialmenteposible; es una libertad de acción.

Cuantos más sean los dominios que ofrecen posibilidades deelección, más, en cada dominio, las elecciones son numerosasy variadas, mayores son las posibilidades de libertades; cuantomás importante para su propia existencia es el tipo de elecciónposible, más elevado es el nivel de libertad (elección de mediode transporte, elección de profesión, de residencia, de vida).

A primera vista, nos parece evidente que el ser humano dis-pone, en condiciones favorables, de posibilidades de libertad.Sentimos subjetivamente nuestra libertad cada vez que tene-

* Texto publicado en: GRASCE (Groupe de Recherche sur l'Adaptation, laSystémique et la Complexité Économique) (ed.), Entre systémique etcomplexité, chemin faisant... Mélanges en hommage à Jean-Louis LeMoigne, PUF, París, 1999: 157-170.

** Agradecemos a Edgar Morin su amabilísima autorización para traducir ypublicar este texto

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mos la ocasión de elegir entre alternativas y tomar una deci-sión

A la inversa, toda consideración objetiva de nuestra condiciónparece reducir la libertad a una ilusión subjetiva; sufrimos lascoacciones de nuestro medio natural al que debemos adaptar-nos; estamos sometidos por nuestro patrimonio genético queproduce y sustenta sin cesar nuestra anatomía, nuestra fisio-logía, nuestro cerebro y, por tanto, nuestra posibilidad de inte-ligencia y de consciencia; estamos sometidos por nuestra cul-tura que inscribe en nuestro espíritu, desde nuestro nacimien-to, sus normas, tabúes, mitos, ideas, creencias, y estamos suje-tos a nuestra sociedad que nos impone sus leyes, reglas yprohibiciones; estamos incluso poseídos por nuestras ideasque se adueñan de nosotros cuando creemos disponer de ellas.De este modo, somos ecológicamente dependientes y estamosgenética, social, cultural e intelectualmente sometidos. ¿Cómopodríamos disponer de libertades cuando estamos tan someti-dos por todas partes?

El imperio del medio

Como frecuentemente hemos dicho (cf. El método 1 y 2), noshace falta sustituir la concepción de que el medio exteriorimpone sus fatalidades a los seres vivientes por una concep-ción de la autonomía dependiente.

La autonomía viviente es inseparable de la autoorganización;ésta produce sus propias reglas y el ser vivo efectúa su propiocomportamiento en el seno de su ambiente. Ciertamente, unaorganización así depende de determinaciones físico-químicas,pero éstas son integradas, trascendidas y utilizadas en y por laautoorganización viviente (cf. El método 1: 108-110)

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Como lo hemos expuesto igualmente en otra parte, la auto-nomía viviente depende de su medio exterior, de donde extraeenergía y organización. Así, no hay autonomía viviente queno sea dependiente(1). Lo que produce la autonomía producela dependencia que produce la autonomía.

La existencia social ha dado al ser humano una autonomíaconsiderable; los desarrollos técnicos de la agricultura, lostransportes, la industria, han constituido conquistas de auto-nomía mediante sojuzgamiento de energías materiales y ex-plotación de producciones naturales, conduciendo a una efec-tiva dominación de la naturaleza, a través evidentemente deuna multiplicación de dependencias y una dependencia globalcon respecto a la biosfera de la que formamos parte.

Al desarrollar su autonomía domesticando la naturaleza, lasociedad histórica desarrolla e impone sus coacciones sobrelos individuos (frecuentemente hasta someter al mayor núme-ro), lo que nos conduce a preguntarnos: ¿la autonomía ganadacon respecto a la naturaleza estaría perdida por los individuos,con respecto a la cultura y la sociedad?

La influencia de los genes

Antes de pasar a esta interrogación, es necesario examinar sila autonomía viviente con respecto al mundo exterior no com-porta en sí misma una dependencia interior ineluctable

1 Su dependencia con respecto al ecosistema es en bucle. La biocenosis(parte viviente del ecosistema) está constituida por las interacciones en-tre seres vivos, y por tanto depende de los seres vivos que dependen deella

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Desde luego la dependencia de una organización autónomacon respecto a sí misma es la condición evidente de toda au-tonomía. Pero el problema se profundiza cuando se consideraque la autoorganización viviente -y desde luego la humana- esgenéticamente dependiente. Se trata de una dependencia deorigen anterior puesto que es hereditaria. Como los genetistasespecifican el papel de los genes mediante la palabra progra-ma, entonces la autonomía viviente, incluida en ella la huma-na, estaría programada como la de un autómata. Así genos (laorganización genética) da a anthropos la autonomía con res-pecto a oikos (el ambiente natural), pero poniéndolo bajo sudependencia. Según esta concepción, el gen, unidad a la vezquímica e informacional, detenta la verdadera soberanía sobrenuestros seres

Hemos examinado en otra parte (El método 2) las formas feti-chistas, racionalizadoras (delirantes) del pangenetismo que hasustituido el imperio del medio por el imperio de los genes.Recordemos brevemente los argumentos que se oponen a esaconcepción imperialista

1. Si es verdad que la autonomía del individuo en el mundoexterior procede de una autonomía genética, esta autonomíagenética depende ella misma de la autonomía individual queella produce. Como vimos (El método 2: 115 ss., y más am-pliamente 101-300), la autoorganización viviente asocia en elindividuo, de manera indisociable y complementaria, el genos(la especie, el patrimonio hereditar io, el proceso de reproduc-ción) y el phenon (el individuo vivo hic et nunc en un mundode fenómenos). Su relación es en bucle recursivo, es decir,constituye un circuito generador/ regenerador donde la pro-ducción produce un producto que la produce y reproduce,donde cada término es a la vez producto y productor del otro,

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donde la especie produce al individuo que produce la especie:el individuo es producido por un ciclo de reproducción, elcual tiene necesidad del individuo para perpetuarse: el genosproduce el phenon que produce el genos.

El ADN tiene necesidad de las proteínas que él especifica yque lo especifican como especificador; la invariancia genéticatiene necesidad de una actividad fenoménica siempre reco-menzada. Más aún, el aparentemente todopoderoso ADN estásometido a fisuras, roturas, brechas, y es la unidad global dela organización geno-fenoménica la que permite a las proteí-nas con dedicación ancilar reparar, reajustar, recomponer,remendar los trozos inválidos. Y, en lo que concierne a lasmutaciones del ADN en curso de reproducción, es, en el casofeliz en que la mutación provoque una cualidad nueva, lamisma unidad global quien restaura su propia organizacióntransformándola.

Los engramas genéticos se transforman en programas segúnlas necesidades y actividades. Lo que está inscrito en esosengramas es en primer lugar la formidable experiencia denuestro linaje, de nuestra especie, de nuestro orden (primate),de nuestra clase (mamífera), de nuestro filo (vertebrado), denuestro reino (animal), de nuestra organización (viviente).Este capital genético nos da nuestra autonomía.

La unidad global se encuentra en los individuos, los cuales seencuentran recíprocamente en esta unidad global que atraviesalas generaciones. El individuo está en un todo que está en losindividuos.

Así los genes no son los Señores de lo viviente: son un mo-mento en la autoorganización: en ellos están concentradas enforma de engrama la memoria y la experiencia hereditaria. Es

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la actividad computante propia de la autoorganización la quelos transforma en programa. La auto(genofeno)-eco- organi-zación es señora-dependiente y produce la autonomía/ depen-dencia del individuo que la produce.

El cerebro humano es un aparato epigenético que depende delbucle geno-fenoménico (el cual, como veremos más adelante,se integra en un gran bucle ego-sociocultural donde el espírituse forma como emergencia, sin cesar de depender del cerebro,e integra en ella este bucle). El más mínimo de nuestros pen-samientos es inseparable de síntesis y transformaciones mole-culares, ellas mismas inseparables de la acción de los genespresentes en las neuronas. Y es en estas múltiples dependen-cias como emerge la autonomía mental del ser humano, capazde efectuar elecciones y elaborar estrategias.

En lo que a la actividad cerebral del hombre concierne, loinnato y lo adquirido no se oponen absolutamente. Son tam-bién complementarios. Sólo podemos adquirir de modo autó-nomo porque nuestro cerebro dispone de la aptitud innata paraadquirir aptitudes no innatas. Cuanto más rico en competen-cias es el dispositivo cerebral innato, más rica es la disponibi-lidad para el aprendizaje y para la realización de cualidadesautónomas.

Más aún: el espíritu humano ha podido, en las condicioneshistóricas de este fin de siglo, tomar conocimiento, control yposesión de los genes de los que depende, y ha comenzado amanipularlos para sus propios fines. Un moderno Saulo deTarso podría exclamar: «Oh gen, ¿dónde está tu victoria?»

Detengamos este lirismo. Retengamos que sólo podemos es-cribir nuestros destinos obedeciendo a la inscripción genéticaincluida en cada una de nuestras células. Es en esta servidum-

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bre como se forja nuestra autonomía. El individuo sufre undestino que le permite devenir autónomo.

Así pues, el gen significa a la vez herencia y heredad, carga yregalo, determinación y autonomía, limitación y posibilidad,necesidad y libertad.

No estamos destinados únicamente a la reproducción, estamosigualmente destinados a gozar la vida, y la reproducción mis-ma está también destinada a producir individuos que puedangozar de la vida. El amor y la voluptuosidad utilizan el actoreproductor para realizarse y pueden eliminar sus consecuen-cias reproductoras mediante coito interrumpido, preservativos,píldoras. Estamos invadidos por la sexualidad, pero la sexua-lidad está invadida por el goce y el amor.

Cuando consideramos nuestra doble dependencia, con respec-to a genos (el gen) y con respecto a oikos (el medio), podemosver que la dependencia con respecto a genos proporciona au-tonomía individual con respecto a oikos , y que la dependen-cia con respecto a oikos alimenta esa autonomía. El cierregenético del individuo le impide ser destruido por la invasiónde determinismos exteriores, y su apertura fenoménica lepermite constituir y desarrollar sus prácticas autónomas.

Más ampliamente, nuestra dependencia genética nos permiteno sufrir totalmente los determinismos ecológicos y los de-terminismos culturales. Nuestra dependencia ecológica nospermite alimentar y desarrollar nuestra autonomía. La auto-nomía individual se forma y se mantiene a partir de estas dosdependencias que se oponen y se unen en ella.

Más profunda y fundamentalmente, la autonomía del indivi-duo vivo, y singularmente el humano, se afirma en su cuali-dad de sujeto. Recordemos que ser sujeto es ocupar el centro

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del propio mundo, es decir, el lugar egocéntrico del «para sí».La constitución misma del sujeto es dialógica, puesto quecomporta al mismo tiempo un principio de exclusión (nadiepuede ocupar su lugar) y un principio de inclusión (en un «no-sotros» -la familia, la especie, la sociedad- y de inclusión deeste « nosotros» en sí mismo), que incluye las actividadesreproductoras, la inscripción hereditaria, la inserción comuni-taria en el interior del sujeto. Además la autoafirmación delsujeto efectúa la apropiación egocéntrica de su inscripciónhereditaria, la apropiación egocéntrica de su legado, no sólofamiliar, sino, como hemos visto, antropológico, primático,mamífero, etc. Así el fatum genético se transforma en destinopersonal en el acto de autoafirmación del sujeto. El individuosujeto se apropia de su genos, pero sin dejar de depender deél, pues el ocupante egocéntrico está él mismo dialógicamenteocupado por el genos. El individuo se autonomiza al apropiar-se del genos al que obedece. Su dependencia hereditaria sin-gular, sin dejar de ser dependencia, deviene fundamento de laidentidad personal: nuestra herencia plural hace de nosotrosindividuos singulares. Nuestras vidas las vivimos resucitandolos ingredientes de las vidas de nuestros antecesores. De mo-do que poseemos los genes que nos poseen.

De ahí la paradoja: toda existencia humana es a la vez jugado-ra y jugada; todo individuo es una marioneta manipulada des-de el interior y desde el exterior y al mismo tiempo un ser quese autoafirma en su misma calidad de sujeto.

Es evidentemente mediante la consciencia como, diferencián-dose de todo animal, el ser humano puede, en determinadascondiciones y ocasiones a veces decisivas, manifestar su liber-tad.

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El individuo humano, no puede ciertamente escapar a su suer-te paradójica: es una pequeña partícula de vida, un momentoefímero, una insignificancia, pero al mismo tiempo despliegaen sí la plenitud de la realidad viviente: la existencia, el ser,las actividades, y así contiene en sí el todo de la vida sin dejarde ser una unidad elemental de la vida. Al mismo tiempo,despliega en sí la plenitud de la realidad humana, con la cons-ciencia, el pensamiento, el amor, la amistad. Contiene en sí eltodo de la humanidad, sin dejar de ser la unidad elemental dela humanidad.

Y, como vamos a ver ahora, su inscripción en una cultura yuna sociedad le hace sufrir una nueva dependencia, que leofrece a la vez la posibilidad de una nueva autonomía, a vecesel acceso a la libertad.

El imperio sociológico y la influencia cultural

Existe en primer lugar la influencia sociocultural. La culturade las sociedades arcaicas permitió la realización de indivi-duos que desarrollaron una extrema agudeza de sentidos, queles permite captar como signos y mensajes los múltiples indi-cios y acontecimientos de su ambiente natural; individuos conaptitudes manuales politécnicas, maestros en el arte de mane-jar sus armas para la caza, de fabricar sus útiles y edificar sucasa.

Los arcaicos son seres «libres», sin Estado, pero no ciudada-nos; libres pero sometidos a tabúes; libres en su medio am-biente, pero limitados a ese ambiente; adquirieron una auto-nomía técnica, pero no pueden desarrollar el mundo de ideasque les permita desarrollar su autonomía mental.

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Las sociedades históricas dotadas de Estado sojuzgan, domi-nan, no dan libertades a las élites sino privando de ellas a losinferiores, condenándolos a la obediencia y a la ignorancia. ElEstado se inscribe como superyó en el espíritu de los indivi-duos e instala en ellos una cámara sagrada dedicada a su de-voción.

Y, en todas las sociedades, la cultura se impone a los indivi-duos. El feto sufre influencias culturales en su vida intrauteri-na (alimentos, sonidos, músicas) y desde su nacimiento elindividuo comienza a recibir el legado cultural que asegura suformación, su orientación, su desarrollo como ser social; sufretabúes, imperativos, normas (que se inscriben cerebralmentepor estabilización selectiva de sinapsis), y en él se fijan losautomatismos sociales.

En todo individuo, el legado cultural se combina con suherencia biológica, determinando estimulaciones o inhibicio-nes que modulan la expresión de esta herencia. Así cada cul-tura, mediante su sistema de educación, su régimen alimenta-rio, sus modelos de comportamiento, reprime, inhibe, favo-rece, estimula, sobredetermina la expresión de tal aptitud,ejerce sus efectos sobre el funcionamiento cerebral y sobre laformación del espíritu, y así interviene para co-organizar ycontrolar el conjunto de la personalidad.

La cultura llega a inscribir en el individuo su imprinting, im-pronta matricial frecuentemente sin retorno que marca a losindividuos en su modo de conocer y de comportarse desde latierna infancia y que se profundiza con la educación familiar yluego escolar. El imprinting fija lo prescrito y lo prohibido, losantificado y lo maldito, implanta las creencias, ideas, doctri-nas, que disponen de la fuerza imperativa de la verdad o de laevidencia. Arraiga en el interior de los espíritus sus paradig-

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mas, principios iniciales que comandan los esquemas y mode-los explicativos, la utilización de la lógica, las teorías, pensa-mientos, discursos. El imprinting se acompaña de una norma-lización que acalla toda duda o impugnación de sus normas,verdades y tabúes. De ahí el carácter aparentemente implaca-ble de los determinismos interiores al espíritu.

Imprinting y normalización se reproducen de generación engeneración: «una cultura produce modos de conocimientoentre los humanos sometidos a esa cultura, quienes, por sumodo de conocimiento, reproducen la cultura que produceesos modos de conocimiento» (Las ideas : 2728).

Así se efectúa la domesticación de los espíritus

Como, en el seno de una misma sociedad, los individuos sonextremadamente diversos, genética y psicológicamente, algu-nos individuos llegan a mostrarse resistentes al imprintingjustamente porque su individualidad se manifiesta medianteuna fuerte autonomía cerebral, y serán reacios con respecto alo que la mayor parte acepta como evidencia .

El juego entre los caracteres individuales producidos por laherencia biológica y la formación de la personalidad, median-te las normas culturales, diversifica los individuos, y permitela aparición de no conformistas, incluso desviantes, quepodrán escapar al imprinting y serán mentalmente autónomos.

La vitalidad de la autonomía cerebral/mental es una condiciónde la libertad del espíritu. Son espíritus libres los que se atre-ven a la insumisión o la resistencia. Algunos, desde Antígonaa Soljenitsin, afrontan incluso el suplicio y la muerte en surebelión contra un Orden implacable. Pero muchos reacios

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secretos o potenciales desviantes no podrán manifestarse másque en condiciones de debilitamiento del imprinting y la nor-malización.

Por lo tanto podemos concebir las condiciones socioculturalesde la autonomía cognitiva y de la libertad. Son las de la altacomplejidad social: las que limitan la explotación, restringenel sometimiento, permiten la autonomía física, mental y espi-ritual, y, cuando hay democracia, la libertad política.

Esta alta complejidad está ligada a la importancia de la com-ponente autoorganizadora espontánea de la sociedad, ellamisma ligada al desarrollo de las comunicaciones, de los in-tercambios económicos que llevan consigo los de las ideas, aljuego de los antagonismos entre intereses, pasiones y opinio-nes. Por lo tanto el campo de las libertades humanas crece conel crecimiento de las elecciones individuales (de mercancías,parejas, amistades, ocios, opiniones, etc.).

Los desarrollos de las pluralidades, comunicaciones, inter-cambios, antagonismos en los campos económicos, en elcampo político (democracia), en el campo de las ideas, consti-tuyen así los caldos de cultura de las libertades individuales.

En estas condiciones, el sometimiento de los individuos sevuelve moderado e intermitente, las dos cámaras del espírituse comunican, el superyó no sofoca al yo, las brechas se mul-tiplican en el imprinting cultural y la normalización. La des-viación no es ya eliminada siempre de raíz y puede desempe-ñar su papel innovador. Pueden propagarse ideas desconoci-das, llegadas de otros lugares o de los mismos subsuelos de lasociedad.

La democracia y la laicidad otorgan al ciudadano el derechode fiscalizar sobre la ciudad y sobre el mundo. El examen y la

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opinión le son permitidos, y hasta demandados, sobre lo queha dejado de ser sagrado: la conducción de los asuntos públi-cos y la reflexión sobre su destino. A partir de entonces, laparte autónoma del espíritu se introduce en la cámara quehabía sido subyugada, y, al mismo tiempo, emerge una liber-tad que otorga raíces mentales a las libres elecciones del ciu-dadano; una libertad del espíritu individual. Esta libertad esdependiente y relativa; en los espíritus sigue habiendo santua-rios de lo sagrado, imprintings profundos, múltiples prejui-cios, conformismos, y la normalización no cesa de rechazarlas desviaciones extremas. Al menos las libertades tienen undominio más amplio que el pequeño círculo de las decisionesde la vida privada.

La vida cotidiana, al tornarse relativamente autónoma, permi-te expansiones personales especialmente en el amor. La ado-ración y el culto dedicado a las divinidades se extienden en lavida privada y se encarnan en la persona amada. Así se demo-cratiza el complejo de amor que comporta su parte de mito-logía y de religión, y que poetiza las existencias individuales.

Entonces, existe una vida cultural, intelectual y a veces políti-ca de carácter dialógico, fundada sobre los conflictos de ideas,el intercambio de argumentos, que comporta sus reglas dejuego, que prohíben agresiones y liquidaciones físicas, y estavida cultural nutre la autonomía del espíritu. Cuando las re-glas dialógicas están inscritas en la cultura y en la política(democracia), entonces el imprinting cambia de naturaleza yprescribe la libertad. Se arraiga una tradición de espírituescéptico y crítico.

Se constituye una intelectualidad socialmente medio desarrai-gada y parcialmente cosmopolita, que llega a constituir elcaldo de cultivo de las ideas universalistas.

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Y en ciertos lugares, en ciertos momentos privilegiados, haybrotes de libertad creadora en el pensamiento. Algunos indi-viduos despliegan entonces sus aptitudes para imaginar y con-cebir, y, transgrediendo los imprintings, se manifiestan comodescubridores, teóricos, pensadores, creadores.

Ocurre incluso, en determinadas condiciones que hemos exa-minado (El método 4: 45 ss.), que hay quienes efectúan in-mersiones radicales en los problemas impensados de las es-tructuras del pensamiento o de la organización de la sociedad.

En fin, en las democracias, los individuos se convierten enciudadanos relativamente libres. Están sometidos a sus debe-res para poder disfrutar de sus derechos. De ahí la importanciaantropológica de la democracia en el sentido de instituir posi-bilidades de libertad humana.

Los derechos permanecen desigualmente repartidos, inclusoen las sociedades democráticas de alta complejidad, y las po-sibilidades de libertad de movimiento, de acción, de gozos, deespíritu, están muy desigualmente repartidas...

También, en las sociedades muy complejas que comportan noobstante sojuzgamientos y sujeciones, algunos pasan a travésde las mallas de la sociedad, anómicos, locos, vagabundos,hippies, buscan en el subsuelo refugio para su libertad perso-nal, pero pierden sus libertades civiles en la exclusión. Otros,situados en la mega-máquina, practican en ella una resistenciacolaboracionista, es decir, se las arreglan para que las cosasfuncionen sin por ello conformarse a las instrucciones: son lasastucias sociales de la libertad.

Hay, pues, repitámoslo aquí, ambivalencia a la vez en la rela-ción entre la relación sociocultural y el individuo. La culturaimpone su imprinting y al mismo tiempo aporta sus habilida-

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des, saberes y conocimientos que desarrollan la individuali-dad, constituye en las sociedades pluralistas un caldo de culti-vo para la autonomía de las ideas y la expresión de las creen-cias o dudas personales. De aquí su ambivalencia radical: lacultura permite la autonomía, pero sometiéndose a sus nor-mas. Toda cultura subyuga y emancipa, aprisiona y libera. Lasculturas de las sociedades cerradas y autoritarias contribuyenfuertemente a la subyugación, las culturas de las sociedadesabiertas y democráticas favorecen una pluralidad de liberta-des.

Así la complejidad del ser social es el caldo de cultivo de lacomplejidad individual.

La influencia de las ideas

Los individuos no se encuentran sometidos sólo por su socie-dad y su cultura, están también sometidos por sus dioses y susideas.

Como vimos (El método 4, Las ideas: 105-157) los dioses ylas ideas han surgido como ectoplasmas colectivos a partir delos espíritus humanos, han llegado a ser entidades dotadas devida y de individualidad, son alimentados por la comunidadde sus fieles y, retroactuando sobre nuestros espíritus sin loscuales nada serían, nos someten, reinan, ordenan. Hemos se-cretado estos seres espirituales, pero tienen una autonomíarelativa y una existencia real tanto en nuestros espíritus comoen nuestras sociedades.

Estamos poseídos por los dioses y las ideas en el sentido vudúy en el sentido dostoievskiano del término.

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Las ideas que nos poseen son ideas-fuerzas, Ideas-Mitos, esdecir, de sustancia sobrehumana, cargadas de providencialis-mo. Véase el ímpetu de las ideas que se sirven de los huma-nos, los encadenan, se desencadenan y los arrastran: «Lasideas han quebrantado al siglo XX, incendiado el planeta,hecho fluir un Danubio de sangre, deportado a millones dehombres» (Tchossitch, Le temps du pouvoir, L'âge d'homme:235).

Cuántos millones de individuos no han sido víctimas de lailusión ideológica, creyendo obrar por la emancipación huma-na y obrando de hecho por su sojuzgamiento.

Pero, del mismo modo que hay rupturas del imprinting, hay, yfrecuentemente bajo los efectos de la experiencia vivida, frac-turas de ideas, desinflamientos de ideologías. Y hemos podidover espíritus que se liberaban, antes de recaer en otras ilusio-nes.

No podemos prescindir de ideas maestras, de ideas-fuerzas.Pero entre estas ideas maestras e ideas-fuerzas se encuentra laidea de libertad. Y cuando estamos poseídos por ella, nospermite adquirir libertades.

La libertad está en una relación dialógica con nuestras ideas,de las que somos posesos y poseedores.

En fin, a tantas influencias resultantes de la sociedad y la cul-tura, es preciso añadir la influencia de la historia: los indivi-duos son llevados, bamboleados en una historia que aportasometimientos y liberaciones, que no solamente opone sinotambién asocia civilización y barbarie, y cuyo juego, cuyacontinuación... no conocen.

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Los caminos de la libertad

Si nos atenemos a una concepción determinista del ser huma-no, no hay posibilidad de libertad y ésta aparece como unapura ilusión. Si nos atenemos a una concepción espiritualistade la libertad, ella sería independiente de las condiciones físi-cas, biológicas, sociológicas. Nosotros hemos intentado con-cebir las posibilidades de libertades humanas en y por susdependencias ecológicas, biológicas, sociales, culturales,históricas. Hemos intentado ir más allá del genetismo, delculturalismo, del sociologismo, pero integrando el gen, la cul-tura, la sociedad.

Lo que significa en primer lugar que es necesario concebir elcarácter incierto y complejo de la relación entre autonomía ydependencia. La autonomía necesita dependencias, pero lasdependencias comportan servidumbres y pueden determinarsometimientos que aniquilen la autonomía.

No podemos ignorar el peso trágico de las dependencias, lasdeterminaciones, los sometimientos, las sujeciones, las pose-siones.

Un ser humano puede estar totalmente sometido a la necesi-dad de vivir para sobrevivir, es decir, trabajar sin tener asegu-rado el gozo de vivir, si no es por flashes, momentos privile-giados de poesía... Vivir para sobrevivir mata de raíz la liber-tad, y son una aplastante mayoría de los humanos los que, enla historia y hoy por doquier en el mundo, sólo han podidovivir para sobrevivir, y, en las sociedades de baja compleji-dad, en las peores condiciones.

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El nudo gordiano

Y sin embargo la autonomía humana y las posibilidades delibertad se producen, no ex nihilo, sino por y en la dependen-cia anterior (patrimonio hereditario), la dependencia exterior(ecológica), la dependencia superior (la cultura), que la co-producen, la permiten, la alimentan, a la vez que la limitan, lasubordinan, y corren permanentemente el riesgo de someterlay destruirla.

Recordemos que el individuo es un sujeto cuya sede egocén-trica incluye la inscripción genocéntrica (de la especie) y lainscripción sociocéntrica. Todo ocurre como si su cómpu-to/cógito obedeciese a tres soportes lógicos en uno, el del mí-yo, el de la especie, el de la sociedad. Este programa triúnicoes dialógico, es decir, que sus instancias antagonistas son almismo tiempo complementarias al permitir la autoafirmacióndel sujeto.

Las poli-dependencias son factores de autonomía en su com-plementariedad y su oposición: la autonomía biológica se de-be a la relación dialógica entre el individuo y su medio, laautonomía cerebral se debe a la dependencia genética, la au-tonomía mental se alimenta de la dependencia cultural, la au-tonomía del comportamiento es nutrida por la cultura que su-ministra las técnicas y los conocimientos que permiten actuarde modo eficaz.

La mayor parte del tiempo somos máquinas aparentementetriviales, pues obedecemos simultáneamente a nuestras deter-minaciones ecológicas, biológicas, sociales y culturales. Perosomos de hecho máquinas no triviales, porque disponemos deun soporte polilógico, genético, cultural y egocéntrico, nece-sario para nuestra autoafirmación como sujetos.

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Las dependencias genéticas tienden a reprimir las dependen-cias culturales, y las dependencias culturales tienden a recha-zar las dependencias genéticas; en este juego el espírituhumano formado por la cultura puede disponer de bastanteautonomía cerebral para resistir a los imprintings de esa cul-tura.

Nuestra autonomía se sitúa en un bucle y una dialógica entrelos genes, el medio, el cerebro, el espíritu, la cultura, la socie-dad. Estamos en relaciones antagonistas con cada una de lasinstancias de este bucle que tiende a destruir nuestra autonom-ía, pero esta relación es complementaria para instaurar dichaautonomía. Estamos poseídos por y en este bucle, pero ennuestros momentos de autonomía, cuando dejamos de vivirúnicamente para sobrevivir, poseemos este bucle que nos po-see.

E incluso en los raros momentos creadores que sobrevienenen el mundo humano, la posesión permanece en la creaciónaunque esta transcienda la posesión. El acto creador es a lavez autónomo y poseído.

Vivimos por ello efectivamente casi como posesos. Cumpli-mos de manera alucinada nuestro oficio de vivir, como siefectivamente fuéramos máquinas triviales programadas des-de siempre, con nuestro corazón que late automáticamente,nuestro organismo que trabaja hiper cibernéticamente con susmiríadas de células y sus centenares de órganos, nuestroenorme ordenador viviente, cuyas operaciones inconscientestienen nuestra consciencia a su merced. ¿En qué juego esta-mos? Estamos en varios juegos, jugados, juguetes, pero tam-bién somos al mismo tiempo jugadores.

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Y, en todo esto, interviene el azar que, incluso antes del naci-miento, repartió los genes parentales; que a partir del naci-miento interviene en forma de accidentes, muertes, experien-cias singulares, encuentros; que en el interior de cada unosurge de manera inesperada en sus actos o decisiones demáquina no trivial, sobre todo en la conversión a una fe o ladesconversión, con sus efectos asimismo inesperados.

Así nuestras libertades dependen también del azar: puedenrealizarse cogiendo el azar al vuelo, pero pueden ser abolidaspor el azar. Como nuestras vidas, son tributarias de la buena yde la mala suerte.

Si la libertad es elección y toda elección es aleatoria, entoncestomamos nuestras libres decisiones en la incertidumbre y elriesgo.

Y he aquí la paradoja: estando insertos en procesos transindi-viduales, genéticos, familiares, sociales, culturales, noológi-cos, estando sometidos a áleas de toda clase, somos indivi-duos relativamente autónomos, relativamente capaces de per-seguir nuestros fines individuales y que disponemos even-tualmente de libertades.

El destino humano se conduce en zigzag, en una dialógica deazar, necesidad y autonomía. Tantos azares, tantas necesida-des en una vida humana, y sin embargo hay posibilidades deautoconstrucción de su autonomía:

-a través de la integración y las lecciones de las experienciasde la vida;

-a través de la capacidad de adquirir, capitalizar, explotar laexperiencia personal (ciertamente también con la posibilidadde enormes errores e ilusiones);

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-a través de la capacidad de elaborar estrategias de conoci-miento y de comportamiento (es decir, de plantar cara a laincertidumbre y utilizar el álea);

-a través de la capacidad de elección y de modificar la elec-ción;

-a través de la capacidad de consciencia.

La verdadera consciencia de la libertad se funda en la cons-ciencia de la relación autonomía/dependencia, posesión/ po-seedor, en la consciencia de la ecología de la acción, en lavoluntad de pensar de modo autónomo a pesar de puestas enel índice, anatemas y peligros.

Las libertades del espíritu

El espíritu (mind) de un individuo/sujeto es la sede de la suje-ción y la sede de la libertad Cuando algunos individuos dejande estar sujetos a las órdenes, mitos y creencias que emanandel Gran Ordenador y llegan a ser al fin sujetos de conoci-miento y de reflexión, entonces comienza la libertad del espí-ritu. Pero el problema noológico permanece: el sometimientopor las ideas, incluidas las emancipadoras: la libertad de espí-ritu debe llevarse a efecto en dialógica con el mundo noológi-co La libertad del espíritu es mantenida, fortalecida por:

-las curiosidades y las aperturas hacia los más allá (de lo yadicho, conocido, enseñado, recibido);

-la capacidad de aprender por sí mismo (autodidactismo);

-la aptitud problematizadora;

-la práctica de estrategias cognitivas (las estrategias compor-tan siempre un juego entre las decisiones y acciones autóno-

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mas, por un lado, y, por otro, las condiciones exteriores in-ciertas);

-la invención y la creación, que revelan el carácter no trivialdel espíritu humano;

-la posibilidad de verificar y de eliminar el error;

-la consciencia reflexiva: la capacidad cerebral se autocompu-tarse es integrada, prolongada y superada por la capacidad delespíritu para autoexaminarse, y del individuo para autocono-cerse, autopensarse, autojuzgarse;

-la consciencia moral. En toda sociedad, hay una minoría deespíritus reacios al imprinting y a la normalización, son des-viantes potenciales y son (a veces con la suerte de un sobera-no también desviante) los precursores de las libertades delprójimo.

Despiertos y sonámbulos

Somos autómatas, sonámbulos, posesos, pero podemos serconscientes de nuestro sonambulismo, de nuestros automatis-mos, de nuestras posesiones. Somos máquinas la mayoría delas veces triviales, pero somos también sujetos conscientescapaces de autoafirmarnos y, por ello, somos también máqui-nas no triviales. En cierto modo, podemos tomar posesión delo que nos posee. El bucle de doble posesión prolonga y trans-forma el bucle de autonomía/dependencia. La autoafirmacióndel sujeto se apropia de lo que lo posee sin dejar de ser poseí-do.

Lo mismo que podemos poseer el amor que nos posee, el su-jeto consciente puede poseer lo que lo posee.

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La consciencia, emergencia de tantas posesiones poseídas, detantas dependencias productoras de autonomía, metapunto devista reflexivo de sí sobre sí, metapunto de vista del conoci-miento del conocimiento, es la condición de la libertad huma-na.

La autoafirmación del sujeto (subjetiva) es el acto en el cualtoma posesión de sus posesiones, el acto de apropiación de sudestino. En la consciencia, se da el acto de autoafirmación delsujeto, y en el acto de autoafirmación del sujeto humano, seda el acto de autoafirmación de la cons ciencia.

Está claro que las concepciones dominantes que ignoran alsujeto, la consciencia, la creatividad son incapaces de percibirautonomía y libertad. El sujeto está en el corazón de la auto-nomía humana: en él, la consciencia, la reflexividad, la exis-tencialidad.

La complejidad bio-ántropo-social es la condición de la liber-tad. Cuanto más grandes son las complejidades biológica,social, cultural, ideológica, tanto más grande es la parte deautonomía individual, más grandes son las posibilidades delibertad.

La libertad tiene necesidad de reglas y coacciones exteriores(las leyes de la sociedad) e interiores (los imperativos mora-les). La libertad que se quiere suprema transgrede la ley, pue-de convertirse en crimen y en el límite se autodestruye comoen el suicidio de Kirilov, donde la posesión total de sí se con-vierte en la destrucción total de sí.

La libertad sin freno va hacia el crimen y, al afirmarse contrael sometimiento y la sujeción, corre riesgo de muerte. La li-bertad o mata, o está condenada a muerte.

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En democracia el pensamiento libre es una desviación fre-cuentemente tolerada, pero sin más, y debe con frecuenciaaceptar la incomprensión y la soledad.

Asumir conscientemente las tres finalidades, la del indivi-duo/sujeto, la de la especie humana, la de la sociedad humana,es elegir el destino humano con sus antinomias y su plenitud,y es por ello afirmar al más alto nivel la libertad que es, así,puesta al servicio, no sólo de sí misma, sino también de laespecie y de la sociedad.

La libertad alcanza su mayor fuerza cuando está poseída porel espíritu de libertad. Su mayor capacidad para afrontar losagrado sólo la logra cuando ella misma es sacralizada.

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