Transcript
  • De las huelgas a los cortes de ruta:la historiografa sobre la protestasocial en Argentina*

    Mirta Zaida LobatoUniversidad de Buenos Aires

    Este artculo examina la historiografa de las protestas sociales en Argentina a lo lar-go del siglo XX bajo el impulso de las protestas recientes que han provocado la renunciade, al menos, tres presidentes. Los desafos colectivos tienen formas y caractersticas dis-tintas a lo largo del proceso histrico que los estudiosos han examinado desde diversasperspectivas tericas y metodolgicas. En el trabajo se detectan los temas relevantes, per-odos y geografa de la protesta social as como los debates que se han suscitado alrededorde algunos conflictos como la semana trgica de 1919, el 17 de octubre de 1945 y el cor-dobazo, y las fuentes utilizadas.PALABRAS CLAVE: Historiografa, Argentina, protesta social, movimientos sociales.

    This article examines the historiography of social protest in Argentina during thetwentieth century, inspired by the recent protests which prompted the resignation of at leastthree presidents. Collective protests have assumed different forms and characteristicsthroughout history, which scholars have examined from varying theoretical and methodo-logical perpectives. The work identifies the relevant themes, periods and geography ofsocial protest, as well as the debates aroused by such conflicts as the semana trgica of1919, that of 17 October 1946, and the cordobazo. It also addresses the sources used tostudy these conflicts.KEYWORDS: Historiography, Argentina, social protest, social movements.

    El 19 y 20 de diciembre de 2001 se produjo en la ciudad de BuenosAires una intensa movilizacin popular que provoc la renuncia del presi-dente Fernando de la Ra. Los saqueos a supermercados y las manifesta-ciones callejeras golpeando cacerolas se sumaron a los innumerables cor-tes de ruta que desde 1994 se realizaron en diferentes zonas del pas. Lamagnitud de la protesta popular impuls la reflexin de historiadores,socilogos, filsofos y analistas polticos sobre la naturaleza, las formas y

    * Una versin preliminar fue presentada en la Mesa redonda A Historiografa dos movi-mientos sociais na America Latina, organizado en el marco del XXI Simposio Nacional de Historia,A historia no novo milenio: entre o individual e o coletivo, Universidade Federal Fluminense, Neiteri,RJ, 22 a 27 de julio 2001 y en el Proyecto UBACYT: Trabajadores cultura y poltica en Argentina 1890-1945, donde he recibido sugerencias y comentarios.

    Tomo LX, 1, 2003 277

  • las caractersticas de los conflictos sociales que se produjeron en laArgentina, no slo en la ltima dcada sino a lo largo del siglo XX.

    Desde la conformacin de la primera organizacin de trabajadores lasdiferentes formas de protesta y la organizacin gremial fueron un elemen-to central del conflicto social en la Argentina. Las huelgas ocurridas desdefines del siglo XIX estuvieron en el centro de las reflexiones sobre el papeldel movimiento obrero en la historia argentina. Esas reflexiones se orienta-ron desde la dcada del setenta del siglo XX hacia los denominados movi-mientos sociales, al conjunto de acciones colectivas (movimiento por losderechos humanos, movimiento de mujeres, movimiento juvenil, movi-miento barrial o vecinal) que excedan las demandas especficas de los tra-bajadores.

    En este artculo me propongo examinar la historiografa sobre el tema,en particular la que se produjo en los ltimos aos, al calor de la normali-zacin institucional de la vida universitaria. Pero es imposible realizar unanlisis de este tipo sin considerar la extensa bibliografa sobre los trabaja-dores, actores principales de las protestas a lo largo del siglo XX.1

    Protestas y organizaciones obreras formaron parte de numerosasinvestigaciones e interpretaciones cuyo inters estaba en el desenvolvi-miento poltico global o en el desarrollo econmico del pas. Esos estudiosabordaron tres momentos claves de la historia argentina: el de la consoli-dacin de una economa capitalista bajo la impronta de la produccin agro-pecuaria para la exportacin, el del peronismo con su particular vincula-cin con los trabajadores y el de los infructuosos intentos realizados paradesperonizar a los sectores populares a partir del golpe de 1955. El com-portamiento de los trabajadores permita explicar la naturaleza de las ano-malas argentinas como las caractersticas generales de las confrontacio-nes de clase.

    De manera coincidente los estudios histricos sealan al perodo1860-1930 como uno de gran expansin econmica y de profundas trans-formaciones sociales. Resaltan tambin la importancia que adquiri elmovimiento obrero desde fines del siglo XIX, y el predominio de socialis-tas y anarquistas en gremios y federaciones obreras, mayoritariamente

    1 Par un examen de esta literatura puede consultarse Lobato, Mirta Zaida y Suriano Juan:Historia del trabajo y de los trabajadores en la Argentina. Aproximaciones a su historiografa, enMarta Panaia (compiladora) Trabajo y empleo. Un abordaje interdisciplinario, EUDEBA-PAITE,Buenos Aires, 1996 y Trabajadores y movimiento obrero: entre la crisis de los paradigmas y la profe-sionalizacin del historiador, en Entrepasados, revista de historia n. 4/5, 1993.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos278

  • urbanas, en un pas cuyas bases econmicas se sustentaban en la produc-cin agropecuaria. De las caractersticas del funcionamiento econmico yde los vnculos que establecan los actores involucrados as como del papeldel Estado nacional se deriva a mi juicio un slido ncleo interpreta-tivo de la naturaleza del conflicto social y de las formas de la accin colec-tiva en la Argentina.

    As, autores como Gino Germani, Jorge Sabato y Ernesto Laclau handibujado tres importantes interpretaciones que investigaciones posterioreshan discutido o defendido. Germani ha enfatizado la importancia del pro-ceso de modernizacin que provocaba una ruptura del patrn tradicional decomportamiento lo que favoreci tanto la conformacin de organizacionesobreras como la participacin en huelgas. Esta transformacin se relacio-naba estrechamente con el fenmeno de la inmigracin que haba modifi-cado los estratos populares. Peones rurales, trabajadores sin oficios, artesa-nos y personal de servicio domstico se convirtieron en obreros urbanosocupados en la industria, el comercio, el transporte y los servicios. Esosnuevos trabajadores se movilizaron en las reas centrales del pas dandoforma a un importante movimiento proletario cuya organizacin se logr apesar de las dificultades y de la falta de reconocimiento de las capas supe-riores de la poblacin.2

    La consecuencia de este proceso fue para Germani la dificultad paraincorporar progresivamente a los sectores populares a la vida de la Nacin,lo que deriv en una escasa significacin de los smbolos de la democraciapara las capas recin movilizadas. La lectura germaniana de las disfun-ciones de la sociedad integra el conflicto social y poltico, pues para l, elproblema argentino resida en el peso de la poblacin extranjera (trabaja-dores no incorporados polticamente por medio del sufragio universal mas-culino) y las dificultades para integrarlos dentro de la estructura democr-tica del pas va la conformacin de partidos polticos. Esta situacinadquiri una nueva dimensin en la dcada del treinta cuando se produjo laexclusin, por medios compulsivos, de las grandes masas trasplantadasdel interior del pas y transformadas sbitamente en obreros industriales.Estos trabajadores adquirieron significacin poltica sin que se produjera laconformacin de canales institucionales para que pudieran integrarse a lademocracia; quedaban as en disponibilidad abriendo el camino para un

    2 Germani, Gino: Poltica y sociedad en una poca de transicin. De la sociedad tradicionala la sociedad de masas, Paids, Buenos Aires, 1968, pgs. 168-230.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 279

  • movimiento fascista y totalitario como el peronismo. La interpretacinde Germani ha estado en el centro de los debates sobre la constitucin delmovimiento peronista, sobre la relaciones entre Estado y trabajadores ysobre el papel de los sindicatos.

    Para otros autores como Jorge Sabato3 o Ernesto Laclau4 la clave esta-ba en la economa se refieren al perodo de auge de la economa agroex-portadora (1860-1930)y, en el peso de las coyunturas como factor des-encadenante de los conflictos. Aunque es cierto que el inters de losautores es otro y que algunas de sus ideas pueden ser objeto de un debateparticular, lo que me interesa destacar es como miran las consecuencias dela expansin econmica para los actores. Jorge Sabato considera que laimplantacin mltiple de la clase dominante argentina en la agricultura,ganadera, comercio, finanzas e industria desplaz los conflictos y los con-tendientes. La clase dominante no tena un antagonista social principal ylos clivajes bsicos del conflicto econmico en el pas quedaban dislocadosrespecto de los movimientos bsicos del conflicto social, en vez de sumar-se unos a otros. Aunque la clase dominante estaba enfrentada con el restode la sociedad argentina rara vez ese enfrentamiento fue total, casi siemprese plante de manera indirecta y habitualmente se dio en forma sucesivacon distintos grupos econmicos y sociales.

    Por otra parte, para este autor, los conflictos en el agro se expresabanfuera del sector, pues las necesidades de exportar estaban en contradiccincon el abastecimiento de alimentos baratos. Al estimular la produccinmejorando los precios agropecuarios, los alimentos se encarecan y, si lossalarios no aumentaban, se deterioraba el nivel de vida de amplios sectoresurbanos. Adems, el funcionamiento de la economa desencadenaba todauna serie de contradicciones econmicas y sociales que no se acumulabanni forzaban alguna solucin definitiva, ya sea en trminos de desarrollocapitalista o de una revolucin que cambie la estructuras sociales vigentes.En realidad, los conflictos parciales se desplazaban de un actor a otro, aveces se resolvan y otras se volvan a plantear de manera sucesiva. Demodo que las tensiones y distensiones afectaban alternativamente a un sec-tor u otro y creaba un crculo vicioso en el que las condiciones externas de

    3 Sabato, Jorge F.: La clase dominante en la Argentina moderna. Formacin y caractersti-cas, Grupo editor latinoamericano, Buenos Aires, 1998, pgs. 154-162.

    4 Laclau, Ernesto: Modos de produccin, sistemas econmicos y poblacin excedente.Aproximacin histrica a los casos argentino y chileno, en Gimnez Zapiola, Marcos (compilador): Elrgimen oligrquico. Materiales para su estudio, Amorrortu., Buenos Aires, 1975, pgs. 20-40.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos280

  • la economa contribuan para amplificar o atenuar las controversias. LaArgentina dice Sabato terminara por asemejarse a un trompo quegira vertiginosamente alrededor de problemas que se repiten una y otra vez,mientras en conjunto se desplaza lentamente quizs hacia adelante, amenudo hacia atrs y se desgasta cada vez ms.5

    Ernesto Laclau mira en cambio la estructuracin del modo de pro-duccin capitalista y la insercin de Argentina (el texto incluye el caso chi-leno) en el mercado mundial prestando atencin a la conformacin y carac-tersticas del mercado de trabajo. Para l, la integracin de Argentina a laeconoma mundial va la renta diferencial acentuaba la tendencia a la ple-na ocupacin y produca elevados ingresos per cpita, lo que beneficiaba ala oligarqua terrateniente pero tambin a las clases medias y al prole-tariado artesanal y de servicios. Segn este autor, la situacin tuvo unaconsecuencia clara en la dinmica de los conflictos: las clases medias, laclase obrera y los capitalistas industriales podan aumentar sus ingresosslo en la medida en que se mantuviera el mecanismo expansivo de la eco-noma, por eso sus reivindicaciones tendan a una redistribucin de la ren-ta en lugar de poner en tela de juicio la orientacin agropecuaria del pas.Los conflictos sociales surgidos en el interior del sistema tendan a refor-marlo pero no a cuestionarlo.

    Para Jorge Sabato como para Ernesto Laclau, los conflictos entreestratos de la burguesa y entre ella y las clases subalternas eran ms coyun-turales que estructurales y las lneas de ruptura social y por consiguientepoltica no habran sido fijas sino variables. La clase dominante o la oli-garqua terrateniente tuvieron la posibilidad de poner de su lado a gruposdiversos de la sociedad, por ejemplo los sectores de clase media. Por esopara Sabato rara vez la clase dominante estuvo obligada a enfrentarse pors sola a las clases dominadas. El movimiento obrero, concentrado en lasciudades, y particularmente en la ciudad de Buenos Aires, qued aislado ensus demandas por transformaciones sociales de fondo y no pudo anudaralianzas slidas y estables con otros grupos sociales.

    Ni Sabato, ni Laclau, ni Germani tenan como preocupacin centralexplicar la naturaleza, las caractersticas o las modalidades de los movi-mientos de protesta pero al preguntarse por el comportamiento de la clasedominante, por las caractersticas del mercado de trabajo y por la profun-didad de las transformaciones sociales posaron sus miradas sobre los sec-

    5 Sabato: La clase dominante , pg. 156 y 157.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 281

  • tores populares y encontraron que stos, en mas de una oportunidad, sloqueran reformar el sistema sin cuestionarlo. De modo que dejaron abiertoun interrogante sobre cul era el significado que se atribua a la generali-zacin de las ideas de reforma o sobre cul hubiera sido el rumbo de lasociedad argentina si las clases subalternas hubieran cuestionado el mode-lo econmico. Y ms an, si en verdad las clases subalternas no habrancuestionado el desarrollo capitalista o propugnado una revolucin quecambie las estructuras polticas y sociales vigentes.

    Frente a estas interpretaciones, la segunda mitad del siglo XX estfuertemente asociada al fenmeno del peronismo y, en un amplio arco deinvestigaciones, las referencias se centran en la inestabilidad poltica quedevino con los intentos de desperonizar a los trabajadores, y en el poder delas organizaciones sindicales que actuaron como expresin del partido pol-tico proscripto.

    A su vez, los estudios ms especficos sobre el mundo del trabajo for-mularon nuevos interrogantes cuyas respuestas a veces alimentaban lashiptesis mencionadas y otras las debatan o impugnaban. Adems, laextensa literatura socio histrica ampli su mirada sobre las causas, losprotagonistas y los motivos de las acciones colectivas desde que se produ-jo la protesta popular en Crdoba en mayo de 1969 y a partir de los con-flictos que ocurrieron durante la ltima dictadura militar.

    Este artculo examina entonces una vasta produccin historiogrfica ypara ello se divide el trabajo en tres secciones. La primera se refiere a lostemas y a la geografa de la protesta social; en la segunda se analiza breve-mente el tipo de fuentes utilizadas; y en la tercera se consideran los deba-tes que se dieron.

    Temas, perodos y geografa de la protesta

    A comienzos del siglo XX las clases trabajadoras se haban constitui-do como una clase social que diseaba sus medios y formas de accin paramejorar las condiciones de vida y de trabajo; los actos obreros preocupa-ban a las autoridades nacionales y diferentes agentes planteaban la necesi-dad de prevenir y curar los males sociales.

    Huelgas, boicots y manifestaciones fueron las tres formas de protes-tas ms utilizadas por los trabajadores para hacer visibles sus reclamos.Pero las huelgas, sobre todo las generales, y las manifestaciones dieron el

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos282

  • tono distintivo a la protesta social. En la Argentina se produjeron numero-sas huelgas parciales y generales.6 Entre 1880 y 1900 no se produjeronhuelgas generales aunque s numerosos paros parciales cuyo nmero seincrement en la actividad portuaria, en el transporte y en las manufactu-ras. Entre los aos 1887 y 1907, 1904 fue el ao donde se registr la mayorcantidad de huelgas y entre 1901 y 1910 se realizaron nueve huelgas gene-rales impulsadas por los anarquistas, algunas de las cuales contaron con elapoyo de los socialistas. Las huelgas generales fueron masivas en 1902,1907, 1909 y fragmentadas en 1905, 1908 y 1919.

    En la dcada del veinte las huelgas generales solidarias fueron mayo-ritariamente parciales: en 1921 se realiz una huelga general en protestapor el asesinato de obreros por la nacionalista Liga Patritica, en 1924 enrepudio al asesinato de Kurt Wilkens en la crcel y en 1927 se realizaroncuatro huelgas en solidaridad con Sacco y Vanzetti. La nica huelga gene-ral masiva del perodo fue la que se realiz entre el 3 y el 8 de mayo en opo-sicin al establecimiento de una ley de jubilaciones que se basara en el des-cuento de un porcentaje del salario obrero.

    Las huelgas servan para presionar a los empresarios (por la jornadade 8 horas, por mayores salarios, por mejoras en las condiciones de traba-jo y por el control de los espacios laborales) y fueron una fuente importan-te para alimentar la solidaridad de clase, sobre todo cuando se paraba ensolidaridad con otros trabajadores o en defensa de los trabajadores repri-midos por la polica. La huelga fue definindose como el medio de luchaprivilegiado a lo largo de todo el siglo XX y se convirti en la herramientafundamental empleada por los trabajadores organizados. Persiste en laactualidad en las huelgas convocadas por las organizaciones gremiales ymuchas veces van acompaadas de ruidosas manifestaciones. Sin embargohan perdido el poder de una confrontacin que en el pasado se basaba en elrespeto y acatamiento de las bases obreras a dirigentes y organizacionesgremiales. La crisis del sindicalismo y la extensin de la desocupacin y elempleo precario convirtieron a esta herramienta de lucha en un modo deaccin obrera debilitado.

    El desarrollo de las huelgas ha sido el tema central tratado en labibliografa y el que ha generado algunos debates. Los boicots en cambio

    6 Lobato, Mirta Zaida y Suriano Juan: Argentina 1880-1930: Huelgas generales en un pasagro-exportador, Latin American Labor News, Issue 2 & 3, USA, y Korzeniewics, Roberto P.: Laborunrest in Argentina, 1887-1907, en Latin American Research Review, N. 3, USA, 1989.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 283

  • no han recibido an la atencin de las investigaciones aunque aparecenmencionados en los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo, enla prensa gremial y en algunas historias obreras militantes.7 Segn un an-lisis de las resoluciones de los congresos obreros de principios de siglo, elboycott y el sabotaje fueron recursos aceptados como medios de accindirecta.8 En la declaracin de 1902 de la FORA (Federacin ObreraRegional Argentina) se reconoca que el boicot y el sabotaje eran eficacespara la causa obrera y en 1903 la UGT (Unin Gremial de Trabajadores)admita su utilidad aunque sealaban que no deba declararse sin la apro-bacin de la direccin. En 1905 la FORA volvi sobre el tema de la nece-sidad de consultar antes de usar un arma eficaz y poderosa. Salvo estasmenciones, la literatura especfica no analiza ni el modo ni las condicionesen que se aplic el boicot.

    El sabotaje en cambio fue la herramienta que se asoci directamentea la resistencia peronista, luego del golpe de 1955 que desaloj a Pern delpoder. Daniel James ha analizado la resistencia en las fbricas calificndo-la como fundamentalmente espontnea, instintiva, confusa y acfala almenos en su fase inicial.9 La resistencia que ofrecieron las bases fue unpunto importante de la negociacin y el compromiso entre el gobierno y loslderes sindicales durante el gobierno de Lonardi, pero la ofensiva antipe-ronista lleg a las fbricas cuando el general Pedro Eugenio Aramburu sehizo cargo del poder. A partir de all los dispositivos de la resistencia seampliaron. No slo fueron las huelgas y las protestas, se utilizaron reper-torios de confrontacin amplios: se rompan o copaban actos de otrasfuerzas polticas, se hostilizaban a los oradores que apoyaban al gobierno,se realizaban sabotajes y atentados.10 Los sabotajes en las fbricas y en losmedios de transportes fueron moneda corriente y hasta se menciona la con-formacin de una cultura del cao, en clara referencia a la prctica decolocar bombas (lanza panfletos, para levantar las vas del ferrocarril) querealizaban algunos militantes peronistas.

    7 Repblica Argentina, Boletn del Departamento Nacional del Trabajo, N. 44, BuenosAires, enero de 1920.

    8 Solomonoff, Jorge: Ideologas del movimiento obrero y conflicto social, EditorialProyeccin, Buenos Aires, 1971.

    9 James, Daniel: Resistencia e integracin. El peronismo y la clase trabajadora argentina,1946-1976, Sudamericana, Buenos Aires, 1990, pg. 79.

    10 Meln, Julio Csar: La resistencia peronista, alcances y significados, en Anuario IEHS,8, Universidad Nacional del Centro, Tandil, 1993.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos284

  • Frente al desarrollo de las protestas en las reas urbanas, los anlisissobre la conflictividad social en el campo son todava escasos.11 Argentinaes, en este sentido, un pas de paradojas y entre las muchas existentes estla importancia de los aspectos sociales y culturales del mundo urbano enun pas apoyado en el mundo rural. La modernizacin de la Argentinaimplic una reestructuracin social con la conformacin de nuevas clasessubalternas y hegemnicas. En la regin pampeana tres fueron los actoressociales subalternos: peones-braceros, chacareros y colonos.

    La debilidad de las manifestaciones conflictivas en el mundo ruralparece darle la razn a Jorge Sabato y Ernesto Laclau, aunque trabajosrecientes han mostrado la existencia de algunos conflictos suscitados entretrabajadores del transporte y del comercio vinculados a la agricultura,sobre todo en la dcada del veinte.12 A su vez, y aunque el foco ilumina alas protestas urbanas, Ofelia Pianeto ha establecido la importancia de laocupacin rural para las posibilidades de desarrollo de las protestas urba-nas y explorado la coyuntura histrica de 1917-1921 en el ciclo de conflic-tividad social que se produjo en la ciudad de Crdoba.13

    El anlisis de la conflictividad del mundo rural se ha concentrado enla regin pampeana donde colonos en armas, chacareros y peones en huel-ga se movilizaban a veces por sus demandas. La historiografa regionalmostr sus lmites para detectar, analizar y comprender lo que suceda enalgunas reas rurales de las regiones extrapampeanas. Sin embargo, quisie-ra rescatar una investigacin sobre la provincia de Santiago del Estero quemuestra la diversidad de conflictos que poda suscitarse en la produccinagrcola. La agricultura de Santiago del Estero se basaba en el riego, y elagua es el elemento en el que convergen las confrontaciones de los actoresy la accin del estado provincial. El acceso al agua refleja las desigualda-des existentes tanto en la distribucin de los recursos como el poder einfluencia de los regantes, por eso los agricultores confrontaron con losfuncionarios de riego y con las autoridades de la provincia, denunciando elfavoritismo con los grandes propietarios y los partidarios del gobierno. El

    11 Ansaldi, Waldo: Hiptesis sobre los conflictos agrarios pampeanos, en Ruralia, 2, BuenosAires, junio, 1991 y Ansaldi, Waldo et. al: Conflictos obrero-rurales pampeanos (1900-1937), 3 vol-menes, Buenos Aires, CEAL, 1993.

    12 En particular los trabajos de Eduardo Sartelli publicado en Ansaldi et al: Conflictos obrerosrurales pampeanos , Vol. 1 y 3.

    13 Pianetto, Ofelia: Mercado de trabajo y accin sindical en Argentina, 1890-1922, enDesarrollo Econmico, vol. 24, N. 94, Buenos Aires, 1984 y Coyuntura histrica y movimiento obre-ro. Crdoba, 1917-21, en Estudios Sociales, N. 1, Santa F, 1991.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 285

  • agua fue el motivo de la movilizacin de los agricultores de localidad de LaBanda durante los aos de 1924, 1925 y 1926.14

    Adems, el anlisis de las protestas y las estadsticas de los conflictosmuestran el predominio de aquellas actividades que estaban concentradasen la regin litoral, en particular en la ciudad de Buenos Aires. Esta visinhomogeneizante existente en los estudios sobre trabajadores ha sido sea-lada en diferentes trabajos15 pero parece oportuno volver sobre lo mismodesde una posicin distinta. A partir del proceso abierto en 1983 y de lareconstruccin de un entramado acadmico en las universidades nacionalesse pas efectivamente de una visin centralizada en la Nacin y en BuenosAires a una fragmentacin que enfatizaba las particularidades de cada unade las regiones del pas. Los investigadores que impulsaron ese proceso derenovacin historiogrfica, comienzan a mostrar signos de insatisfaccin alevaluar que se reproducen y multiplican los mismos temas y problemas enescala reducida. Por ejemplo, las investigaciones sobre la formacin delmercado de trabajo en Buenos Aires se multiplicaron para las provincias deTucumn o Jujuy y las huelgas de trabajadores en algunas actividades eco-nmicas provinciales ocuparon la escena.16

    Desde el punto de vista del mercado laboral, las investigaciones sobrela provincia de Buenos Aires marcaron el rumbo respecto a la interpreta-cin sobre los mecanismos de constitucin de la oferta de trabajadores, losrasgos de la demanda y la existencia de trabajadores que llevaban dcadasresistiendo a integrarse al trabajo asalariado, lo que permiti prestar aten-cin a las dificultades asociadas al trabajo intermitente.

    14 Tasso, Alberto: La protesta del agua. Una movilizacin de agricultores santiagueos en1926, en Sociohistrica, Cuadernos del CISH, 7, Centro de investigaciones socio histricas, Facultadde Humanidades y Ciencias de la Educacin, Universidad Nacional de La Plata, 2000. Tambin lo fuedurante la sequa de 1937 y 1938. En Loreto la poblacin asalt en reiteradas oportunidades los trenesque pasaban por la estacin.

    15 Lobato y Suriano: Historia del trabajo y de los trabajadores y Mases, Enrique: La his-toria de los trabajadores y la perspectiva regional. Aportes para el debate, ponencia presentada en lasXVII Jornadas de Historia Econmica, Tucumn 20,21 y 22 de septiembre de 2000.

    16 Sabato, Hilda y Romero L.A.: Los trabajadores de Buenos Aires: la experiencia del mer-cado, 1850-1880, Sudamericana, Buenos Aires, 1992; Blanc Bloquel, A. Et. al.: (1986-87),Conformacin del mercado de trabajo en la provincia de Santa Fe, en Anuario 12, Escuela deHistoria, UNR, Rosario, 1986/87; Pianetto, Ofelia: Mercado de trabajo y accin sindical en Argentina,1890-1922, en Desarrollo Econmico, vol. 24, N. 94, Buenos Aires, 1984; Campi, Daniel:Captacin y retencin de la mano de obra por endeudamiento. El caso de Tucumn en la segundamitad del siglo XIX, Ciclos, N. 1, Buenos Aires, 1991; Lagos, Marcelo: Conformacin del merca-do laboral en la etapa de despegue de los ingenios azucareros jujeos (1880-1920), en Campi Daniel(comp.): Estudios sobre la industria azucarera II, Universidad Nacional de Tucumn, Tucumn, 1992.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos286

  • Adems, la nocin de coaccin fue la clave para explicar los meca-nismos mediante los cuales buscaron encauzar y modelar los comporta-mientos y las costumbres de los sectores populares en las provincias litora-les y del noroeste. A fuerza de describir la represin de la vagancia y delos malos entretenimientos fue cobrando fuerza un campo de desrde-nes morales y sociales: vagancia, prostitucin, alcoholismo, juegos de nai-pes, rias de gallo. Moral y transgresin fueron entonces los pares articu-ladores de la coaccin de las clases dominantes y de las resistencias de lossectores populares.

    Pero la produccin en/y sobre las regiones no alcanz a cuestionar elacercamiento tradicional sobre los conflictos sociales articulados alrededorde las huelgas, que siguieron siendo claves para explicar las protestasregionales. En Tucumn fueron las huelgas azucareras las expresiones delconflicto laboral y social local y en Neuqun y Comodoro Rivadavia(Chubut) las huelgas petroleras.17

    La actitud del Estado frente a la protesta obrera es otro de los temasque la historiografa ha tomado como relevante. La mayor parte de los tra-bajos se articula alrededor del eje represin e integracin y muy pocos deellos marcan las diferencias de gnero existente en los gestos estatales.18

    A partir de fines de la dcada del sesenta emergieron movimientos deprotestas que no slo convocaban a los trabajadores industriales sino tam-bin a los vecinos de una comunidad y al movimiento estudiantil. Esasexpresiones de protesta pueden designarse con el nombre de los azos,porque las palabras que los designan se constituyen como adjetivos aumen-tativos que acrecientan la significacin de la voces de las que proceden. Losprimeros fueron el cordobazo, el viborazo y el rosariazo y luego eltucumanazo, mendozazo, choconazo, el cutralcazo, y el santia-gueazo.19 Algunas de ellas han dado lugar a un amplio debate historio-grfico como el cordobazo, otras se encuentran en los textos militantes de

    17 Santamara, Daniel: Las huelgas azucareras de Tucumn, 1923, CEAL, Buenos Aires,1984, Mass, Enrique et. al.: El mundo del trabajo: Neuqun 1884-1930, Neuqun, GEHiSo, 1994 y yMrquez, Daniel y Palma Godoy, Mario: Distinguir y comprender. Aportes para pensar la sociedad yla cultura en Patagonia, Comodoro Rivadavia (Chubut), Ediciones proyeccin patagnica, ComodoroRivadavia (Chubut), 1995.

    18 En particular vase Suriano, Juan (comp.): La cuestin social en Argentina, 1870-1943,Editorial La Colmena, Buenos Aires, 2000 y sobre las cuestiones de gnero los artculos de Mirta ZaidaLobato y Marcela Nari en el mismo volumen.

    19 Entre otros se pueden citar: Crenzel, Emilio: El tucumanazo (1969-1974), 2 volmenes,Buenos Aires, CEAL, Buenos Aires, 1991; Quintar, Juan: El choconazo, Educo, Buenos Aires, 1998.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 287

  • quienes las recuperan como parte de las luchas contra la injusticia y laopresin.

    Los primeros azos fueron protestas que se originaron en el ciclo derebeliones que estallaron en el interior del pas al finalizar la dcada delsesenta. Desde el derrocamiento del peronismo la lucha de sindicatos ymilitantes peronistas se haba desarrollado fuera de los marcos legalescon la denominada resistencia peronista. Durante los primeros gobiernosmilitares que sucedieron a Pern, en el gobierno desarrollista de Frondizias como durante el breve gobierno de Illa, los dirigentes sindicales habanmantenido su poder y evitaron ser desbordados por las bases de sus gre-mios. Incluso la movilizacin y las huelgas fueron la base de sus continuasnegociaciones con los poderes de turno.

    Ya durante el gobierno militar de Ongana se intent clausurar todaforma de accin gremial y poltica y, de ese modo, se abon el terreno paradiferentes protestas como el cordobazo. Esta movilizacin popular tuvo unefecto de demostracin y se sucedieron alzamientos populares en las ciu-dades del interior, proliferaron las huelgas que desafiaban abiertamente alas direcciones sindicales nacionales y la protesta estudiantil ancl en lasuniversidades. Ya en los aos setenta, los tumultos de amplia base popu-lar fueron perdiendo intensidad y frecuencia y el centro de la escena fueocupado por la guerrilla urbana. Los diferentes grupos armados y noslo ellos compartan una cultura de la rebelin y confiaban en quelos trabajadores estaban preparados para llevar a cabo la lucha decisiva porel poder.20

    Con las profundas transformaciones que se produjeron en Argentina apartir de la ltima dictadura militar y durante los gobiernos democrticosposteriores emergieron nuevos actores, reclamos y formas de organizacin.La protesta central durante los aos de la dictadura fue el movimiento porlos derechos humanos, seguido por las movilizaciones barriales y la pre-sencia de los sectores juveniles convocados por el rock nacional.21

    20 De Riz, Liliana: La poltica en suspenso, 1966/76, Paids Buenos Aires, 2000.21 Moreno, Oscar: Apuntes para una discusin acerca de las nuevas formas de hacer polti-

    ca, en Oszlak, Oscar (compilador): Proceso, crisis y transicin democrtica, vol. 2, Ceal, BuenosAires, 1984; Jelin, Elizabeth (compiladora) (1987): Movimientos sociales y democracia emergente,2 volmenes, CEAL, Buenos Aires, 1987 y Otros silencios, otras voces: el tiempo de la democratiza-cin en la Argentina, en Caldern Gutirrez, Fernando (compilador), Los movimientos sociales antela crisis, UNU, CLACSO, IISUNAM, Buenos Aires, 1986 y Thompson, Andrs: Las luchas socialesen la Argentina (1976-1983), en Cheresky, Isidoro y Chonchol, Jacques (Compiladores): Crisis y trans-formacin de los regmenes autoritarios, Eudeba, Buenos Aires, 1985.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos288

  • El aspecto ms importante relacionado con la experiencia polticaen la ltima dictadura militar es que, al congelarse la vida sindical y pol-tica, la poblacin dise formas no tradicionales de organizacin y parti-cipacin. Se produjo un fenmeno de politizacin de lo cotidiano alrede-dor de las demandas de libertad, justicia, alimentacin, vivienda, salud yeducacin.22

    Hay cierto consenso en la historiografa alrededor de la importanciaque fue adquiriendo en los regmenes burocrtico autoritarios, segn lacaracterizacin de ODonnell, la coexistencia de viejas organizaciones departicipacin (por ejemplo sindicatos y partidos polticos) con la emer-gencia de otras nuevas.23

    Ya durante los gobiernos democrticos de Ral Alfonsin y en losperodos presididos por Carlos Sal Menem otras formas de accincolectiva, como los saqueos y los cortes de ruta, dejaron al desnudo lacrisis econmica y poltica.24 En mayo de 1989 se incorpor al lenguajede la protesta una nueva palabra: saqueos. Con ella se designa a unaamplia y compleja trama de acciones que fueron desde la toma de ali-mentos que se consuman en el lugar de los saqueos, o eran transporta-dos a las viviendas de los saqueadores, hasta la construccin de barrica-das, apedreo de negocios, ataques a comisaras, marchas y choquescallejeros entre saqueadores y policas, incluso el incendio de algunoscomercios y la colocacin de bombas de fabricacin casera.25 La mayo-ra de las acciones se produjeron en localidades del Gran Buenos Aires(Quilmes, General Sarmiento, Moreno y Tres de Febrero) y en las ciu-dades de Rosario, Crdoba y Guaymalln en Mendoza, donde el peso dela poblacin vinculada con las actividades industriales y comerciales eraimportante.

    En cuanto a los cortes de rutas, ellos se convirtieron en un mecanis-mo para llamar la atencin sobre el fenmeno de la desocupacin en uncontexto de fragmentacin y reorganizacin del territorio y de sus proble-

    22 Moreno: Apuntes para una discusin...23 Moreno: Apuntes para una discusin, Garca Delgado, D.R.: Nuevos patrones de parti-

    cipacin poltica en procesos de transicin a la democracia: el caso argentino, en Oszlak (compilador):Proceso, Jelin, Movimientos sociales..., Thompson, Las Luchas sociales..., 1986.

    24 Vase las ponencias que se presentaron al taller/seminario organizado en la Universidad deGeneral San Martn y publicado bajo el ttulo La protesta social en perspectiva, en Entrepasados,Revista de Historia, Ao XI, Nmero 22, 2002.

    25 Nicols, Iigo Carrera, et. al: La revuelta. Argentina 1989-90, Buenos Aires, PIMSA,Documentos de Trabajo 4, Buenos Aires, 1995 y 1997.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 289

  • mas ante los efectos negativos de la denominada globalizacin y de la apli-cacin de polticas neoliberales.

    La ejecucin de los planes privatizadores afect seriamente las eco-nomas provinciales. En el caso de la provincia de Neuqun la privatizacinde la empresa estatal YPF (Yacimientos Petrolferos Fiscales) ubicada en elrea de Cutral-Co - Plaza Huincul llev a la emergencia de movimientos deprotesta: puebladas y cortes de ruta.26 Cuando en junio de 1996 se produjoel corte de la ruta 22 quienes ejercieron la custodia de las barricadas reci-bieron el nombre de piqueteros. Desde entonces en forma creciente lainterrupcin del trnsito en las carreteras se transform en la principal for-ma de protesta.

    En los cortes de ruta se levantaron (y se levantan) barricadas con neu-mticos encendidos lo que permite visualizar y definir un nuevo escenariopara los conflictos. Los movimientos de protestas ya no se localizan en lasfbricas y en sus adyacencias como en el pasado. Se trata de protestas enregiones alejadas del centro poltico de la ciudad de Buenos Aires, en unoy otro extremo del pas. Segn informacin periodstica en 1997 se reali-zaron 140 cortes de ruta en todo el pas, en 1998 se redujeron a 51, paraelevarse en 1999 a 252. La profundizacin de la crisis econmica se refle-ja en las cifras del ao 2000: 514 cortes de ruta.27 En las protestas partici-pan las familias enteras, las mujeres organizan las ollas populares, losnios y jvenes alimentan el fuego de las barricadas. En el lugar se reali-zan las asambleas en donde se escucha la opinin de los participantes y sevotan las decisiones. Estamos asistiendo, entonces, no slo a la configura-cin de un nuevo modo de protesta sino tambin a transformaciones en elnivel de organizacin y demandas de los desocupados.28

    Hasta aqu todos los conflictos tienen su origen en el mundo del tra-bajo (o en su ausencia si se considera la protesta contempornea) en un sen-tido estricto. Sin embargo el campo del consumo o de la vida cotidiana que-da abierto an a posibles exploraciones. Juan Suriano analiz la huelga deinquilinos de 1907 como parte de un movimiento de consumidores y comoel resultado de las particulares condiciones de vida de los sectores popula-

    26 Favaro, Orietta, Arias Bucciarelli, Mario e Ivorno, Graciela: Polticas de ajuste, protestasy resistencias. Las puebladas cutralquenses, en Favaro Orietta: Neuqun. La construccin de un ordenestatal, Cehepyc, Neuqun, 1999, Snchez Pilar: El cutralcazo. La pueblada de Cutral Co y PlazaHuincul, Agora., 1997 y Ogando, Ariel: Desocupados y cortes de ruta en el noroeste argentino, enHerramienta, revista de debate y crtica marxista, N. 15, Ao V, Buenos Aires, 2001.

    27 Clarn, 24 de junio de 2001.28 Clarn, 1 al 4 de septiembre de 2002.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos290

  • res en el Buenos Aires de principios de siglo.29 En efecto las condicionesde la vivienda urbana y el incremento de la renta de los alquileres fue elmotor de una protesta en la que mujeres y nios cumplieron un papel pre-ponderante. La negativa a pagar los alquileres le dio mayor visibilidad auna situacin a la que el Estado haba permanecido indiferente.

    Las fuentes

    Hay fuentes que hoy podramos catalogar como tradicionales y quehan sido profusamente utilizadas por los estudiosos de los trabajadores y delas protestas en Argentina. La informacin producida por las institucionesestatales han sido transitadas una y otra vez. As los informes oficialessobre la situacin de las clases laboriosas tanto en el interior del pas(Informe Bialet Mass) como en la Capital Federal (Informe Storni, mslos boletines e investigaciones del Departamento Nacional del Trabajo has-ta su transformacin en Secretara de Trabajo y Previsin luego del golpemilitar del 4 de junio de 1943 fueron fuentes importantes, aunque no sufi-cientemente explotadas.

    Lo mismo puede decirse de la prensa en general, tanto la anarquis-ta, socialista y comunista como la de las grandes empresas periodsticas,incluso la existente en las ciudades del interior. Los peridicos gremialesson menos consultados, a veces porque resulta difcil localizarlos en elpas o por la escasez de recursos para realizar las copias de los materia-les existentes en el exterior como la del Instituto de Historia Social deAmsterdan.

    El uso de fuentes alternativas, como en documentos orales, se haextendido recin en las ltimas dcadas. Como ha sucedido en el movi-miento de historia oral en otros pases, el punto de partida de esta corrien-te fue suplir el silencio de las fuentes escritas y darle voz a los sin voz,luego se orient a leer los sntomas que aparecan en la narracin. Ellos serevelaron como una meta ms rica y matizada, sobre todo porque permitaestablecer la relacin de los trabajadores con una cosmovisin y un campocultural en el cual los hombres y mujeres vivan su historia. En los ltimosaos la mayora de los trabajos se concentraron en analizar temas que rela-cionaban memoria e identidad. Las investigaciones que se refieren a la

    29 Suriano, Juan: La huelga de inquilinos de 1907, CEAL, Buenos Aires, 1983.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 291

  • experiencia de trabajo, protesta y organizacin de los aos setenta han uti-lizado los testimonios orales ms como un gesto simblico de otorgar lavoz a la gente comn que como parte de un trabajo atento a los sntomasconflictivos que aparecen en los relatos.30

    Por otra parte, desde el punto de vista estadstico es difcil hacer unareconstruccin de las formas y ciclos de protesta. La informacin es insu-ficiente, fragmentaria y heterognea aunque es cierto que algunos estudio-sos han intentado cuantificar el nmero de conflictos que se produjeron enel mundo del trabajo, sobre todo para la segunda mitad del siglo XX.31

    Los debates

    En Argentina no hay una fuerte tradicin de debates historiogrficos.Por diversas razones cuya explicacin escapa a este texto las confrontacio-nes acadmicas y las polmicas alrededor del pasado no han tenido la viru-lencia que a veces adquirieron en otros pases. Las divergencias sobre lacaracterizacin de un conflicto derivaron muchas veces de combates pol-ticos partidarios y lo que se estaba discutiendo era la correccin o no de lasposturas de un partido poltico determinado.

    Sin embargo, algunas controversias se han generado alrededor delpapel de las huelgas que tuvieron lugar en determinadas coyunturas. Elcarcter de las huelgas, su intensidad y la persistencia a lo largo del tiem-po ha dado lugar a una caracterizacin de la identidad y de la cultura obre-ra que ira de una mayor radicalizacin a principios de siglo a una crecien-te pasividad e inters por la negociacin en el perodo de entreguerra.

    Los trabajos que analizan esta situacin lo hacen desde distintos pun-tos de partida. Estn aquellos que preocupados por la relacin estado-sin-dicatos, en particular durante el peronismo, enfatizan los elementos de con-tinuidad entre los comportamientos obreros en la dcada del treinta y lasiguiente marcada por la relacin con Pern. En este punto la declinacinde las huelgas generales no era un sntoma de la disminucin o el amorti-guamiento de la conflictividad obrera sino que tenan lugar otras manifes-

    30 Lobato, Mirta Zaida: La vida en las fbricas. Trabajo, protesta y poltica en una comuni-dad obrera, Berisso, 1904-1970, Prometeo libros-Entrepasados, Buenos Aires, 2001.

    31 Korzeniewics, Roberto P.: Labor unrest in Argentina, 1930-1943, en Latin AmericanResearch Review, vol. 28 N. 1, 1993 y McGuire, James W.: Strikes in Argentina: Data sources andrecent trends, en Latin American Research Review, Vol. 31, N. 3, 1996.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos292

  • taciones como huelgas parciales. En realidad se producan conflictos queterminaban en una negociacin o acuerdos con los patrones.32

    Lo cierto es que en las cuatro primeras dcadas del siglo XX se exten-dieron los conflictos laborales (huelgas parciales y huelgas generales, huel-gas de brazos cados, trabajo a desgano, trabajo a reglamento, paros deunos pocos minutos por turno de trabajo) y los trabajadores adoptaron demanera amplia diversas formas de accin colectiva y presionaron sobre elEstado y los patrones para lograr sus demandas.33 Sin duda esas accionesexcedieron a las huelgas que, como manifestaciones de protesta, quedaronregistradas en las estadsticas oficiales. Por eso, cualquier examen sobre lasmanifestaciones del conflicto laboral y social en la Argentina requiere deuna bsqueda amplia de la informacin en diversos tipos de fuentes.

    Desde otra perspectiva Gutirrez y Romero han propuesto la existen-cia de dos grandes identidades sucesivas entre los sectores populares deBuenos Aires entre 1880 y 1940: una trabajadora y contestaria, fuerte-mente influida por el anarquismo, y otra popular, conformista y reformis-ta, con influencia del socialismo.34 Aunque reconozco los impulsos a lainvestigacin que las ideas de ambos historiadores generaron, tanto porqueconcitaban un amplio consenso en investigaciones que queran abarcar aun conjunto ms vasto de actores que fueron englobados con el nombre desectores populares como por las crticas de quienes encontraban (encon-trbamos) que la nocin desdibujaba la necesidad de investigar en profun-didad sobre la condicin obrera en la Argentina, la idea de sucesin deidentidades resulta una interpretacin esquemtica y sugiere un procesoevolucionista aunque probablemente no necesariamente progresista (seatribuye algn valor a las palabras identidad contestaria e identidad refor-mista?). Por otra parte la conformacin de esas identidades no da cuenta

    32 Del Campo, Hugo: Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vnculo perdurable,CLACSO, Buenos Aires, 1983, Gaudio, Ricardo y Pilone, Jorge: El desarrollo de la negociacincolectiva durante la etapa de modernizacin industrial en la Argentina, 1935-1943, en DesarrolloEconmico, v.23, N. 90, Buenos Aires, julio-septiembre de 1983 y Gaudio, Ricardo y Pilone, Jorge:Estado y relaciones laborales en el perodo previo al surgimiento del peronismo, 1935-1943, enDesarrollo Econmico, v.24, N. 94, Buenos Aires, julio-septiembre de 1984 (tambin en Juan CarlosTorre (compilador): La formacin del sindicalismo peronista, Legasa, Buenos Aires, 1988).

    33 Del Campo: Sindicalismo y peronismo , Horowitz, Joel: Argentine Unions, the State &the rise of Peron, 1930-1945, IIS, Berkely, 1990, Lobato: La vida en las fbricas y Matsushita,Hiroschi: Movimiento obrero argentino 1930-1945. Sus proyecciones en los orgenes del peronismo,Siglo Veinte, Buenos Aires, 1983.

    34 Gutirrez, Leandro y Romero Luis Alberto: Sectores populares cultura y poltica. BuenosAires en la entreguerra, Sudamericana, Buenos Aires, 1995.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 293

  • de las profundas transformaciones en el plano de las ideologas que signi-fic la emergencia del comunismo y su influencia, tan parcial como lasocialista y la anarquista, entre los trabajadores. Cabe preguntarse tambincul de las dos caracterizaciones seran ms adecuadas en el caso delcomunismo, y queda pendiente una exgesis de las propias nociones decontestacin y reforma entendidas como categoras explicativas que seconstruyen histricamente.

    La visin sobre las identidades que se moldearon en Argentina en lasprimeras dcadas del siglo XX tiene un corolario adicional. Para Gutirrezy Romero los sectores populares no establecieron una relacin directa entrereivindicaciones econmicas y ejercicio de la ciudadana. Para ellos, comopara Germani, la integracin de los sectores populares era un requisitoimprescindible de la conformacin de una democracia y no se amalgama-ron la construccin de las ciudadanas poltica y social. Sin embargo esimportante considerar el modo en que los trabajadores entendieron que fun-cionaba la vida poltica, tanto la formal, organizada alrededor de los parti-dos polticos, como la informal canalizada por diferentes organizaciones ymanifestaciones. El estudio ms acotado del espacio fabril muestra loslmites de la relacin trabajadores-sindicatos-partidos as como las dificul-tades para la conformacin de una democracia en trminos equitativos yms distributivos en la Argentina, aunque esto no significa que los trabaja-dores no lucharan por sus derechos.35

    En cuanto a las huelgas las que realmente llamaron la atencin de losestudiosos fueron aquellas que se produjeron acompaadas por actos deviolencia colectiva. Hay algunas fechas que han servido para analizar cu-les fueron esas manifestaciones de violencia y porqu se produjeron enesos momentos y no en otros. La semana roja (1909), la semana trgica(1919), el 17 de octubre (1945), el cordobazo ( mayo de 1969) son algunasde las denominaciones y sus fechas. Cada uno de estos momentos ha dadolugar a un debate especfico, salvo el caso de la semana roja de 1909 querecibi escasa atencin hasta la aparicin de un texto donde se realiza unexamen minucioso de las causas de la huelga y la violencia, de la represinpolicial, de la reaccin de los trabajadores y del papel de la prensa escritapero ese anlisis no ha dado lugar a un debate todava.36 La huelga generalde 1909 fue una evidente expresin de la protesta social de la clase obre-

    35 Lobato: La vida en las fbricas 36 Frydenberg, Julio y Ruffo, Miguel: La semana roja de 1909, CEAL, Buenos Aires, 1992.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos294

  • ra y ella estaba dirigida contra los crmenes policiales. Era un sntomade los trastornos de la sociedad argentina del perodo, cuya conflictividades ignorada muchas veces por la historiografa que analiza este momentocomo una etapa dorada del pasado.

    En contraposicin el debate en torno a la semana trgica de 1919recorta dos formas de hacer historia. Julio Godio, parte del anlisis de lasideologas dominantes en el seno del movimiento obrero y trata de des-entraar las cuestiones vinculadas con la ausencia de un modelo revolu-cionario as como encontrar una gua para la accin.37 El clima de ideasde los aos setenta est marcado por el privilegio de la violencia comoforma de accin poltica y Godio encuentra en los trabajadores de la fabri-ca Vasena y en sus protestas un ejemplo de la simpata que tenan los tra-bajadores por la accin directa. Estas formas embrionarias de luchaarmada dice Godio demostraban que eran exclusivamente encabeza-das por grupos restringidos; la enorme masa que haba participado en elcortejo fnebre, continuaba dispuesta a proseguir la huelga y exasperadapor las nuevas matanzas, pero estaba marginada en las nuevas operacio-nes llevadas a cabo por estos grupos selectos.38 Si volver la vista haciael pasado es un ejercicio cotidiano de los historiadores, Julio Godio nopoda desprenderse del tono de su poca para interrogar estos aconteci-mientos. Por eso conclua que el gobierno, aunque los conservadores loacusasen de pusilnime, comprenda claramente el peligro de que lahuelga pudiese transformarse en un movimiento de tipo insurreccional.39Para Godio, al advertir el estado liberal que estaba amenazado por la posi-bilidad de la insurreccin slo le quedaba el ejrcito y las organizacionesparamilitares (civiles armados) para enfrentar la amenaza maximalista. Ensu momento David Rock debati las tesis de Godio sobre la semana tr-gica. Para l nada haba del movimiento insurreccional que sealabaGodio. La protesta masiva constitua un estallido emocional masivo, sincoordinacin, ni direccin por lo que no poda ser interpretado como unaanticipacin de la lucha armada moderna.40 El debate qued congelado yel trabajo de Edgardo Bilsky, quien considera a los acontecimientos del

    37 Godio, Julio: La semana trgica de 1919, Graniza, Buenos Aires, 1972.38 Godio: La semana trgica de 1919, pg. 36.39 Godio: La semana trgica de 1919, pg. 38.40 Rock, David, Rock: La semana trgica y los usos de la historia, en Desarrollo Econmico,

    N. 45, Buenos Aires, 1972 y Lucha civil en la Argentina. La semana trgica de 1919, en DesarrolloEconmico, 11, 42-44, Buenos Aires, 1972.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 295

  • ao 1919 como el fin de una etapa insurreccionalista y se basa en unaamplia documentacin, no alcanz para modificar o reorientar las basesde la discusin.41

    Mas fructfera fue la lnea de debate abierta sobre el peronismo y enparticular sobre la movilizacin obrera de 1945.42 As, si hubo consenso enlas investigaciones sobre las manifestaciones de violencia que acompaa-ron la movilizacin obrera en defensa de Pern, algunos la vieron comoexpresin de la movilizacin espontnea de masas susceptibles de sermanipuladas;43 en otros casos se enfatiz el papel de las viejas dirigen-cias gremiales en la organizacin del paro y de la protesta,44 y otros in-vestigadores enfatizaron los elementos disruptivos (contrateatro) de lostrabajadores.45

    En estrecha relacin con el peronismo como movimiento poltico ygremial se produce un desplazamiento del inters de los estudiosos hacia ladcada del treinta. El perodo que se extiende desde el estallido de la crisiseconmica y el golpe militar de 1930 hasta el ascenso del peronismo en1945 fue visto frecuentemente a partir del punto de llegada que significa-ron la primera y segunda presidencia de Juan Domingo Pern, slo recien-temente algunos estudios se concentran en la especificidad del perodo perono refieren a la protesta.

    De la primera de las corrientes mencionadas, los trabajos de Gaudioy Pilone colocan en la mesa de debate un aspecto importante sobre el des-arrollo del conflicto y la negociacin colectiva en esta etapa. Al discutir laidea de un estado no intervensionista en materia laboral antes de Perncolocaron la accin de la clase obrera en el centro de los acontecimientosque impulsaron los procesos de conflicto y negociacin de la poca. Paraellos, el proceso de negociacin colectiva que involucr a trabajadores,empresarios y Estado fue el resultado de la intensidad y difusin alcanza-da por la movilizacin y los conflictos laborales que acompaaron la reac-tivacin del ciclo econmico experimentado desde 1935.46

    41 Bilsky, Edgardo: La semana trgica, CEAL, Buenos Aires, 1984.42 Torre, Juan Carlos (comp.): El 17 de octubre de 1945, Ariel, Buenos Aires, 1995.43 Germani: Poltica y sociedad 44 Torre, Juan Carlos: La vieja guardia sindica y Pern. Sobre los orgenes del peronismo,

    Sudamericana, Buenos Aires, 1990.45 James: Resistencia en Integracin y 17 y 18 de octubre de 1945: el peronismo, la pro-

    testa de masas y las clase obrera argentina, en Desarrollo Econmico, N. 107, vol. 27, octubre-diciembre, 1987.

    46 Gaudio y Pilone: Estado y relaciones laborales...

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos296

  • De manera que dividen el perodo en dos etapas claramente diferen-ciadas. La primera, de 1930 a 1934, se distinguira por la tendencia decre-ciente a la movilizacin acorde con las dificultades que planteaba la crisiseconmica; la segunda se extendera desde mediados de la dcada, cuandoal reactivarse la economa se promovi tambin la ocupacin robustecien-do la capacidad de negociacin del sindicalismo. Los numerosos conflic-tos se resolvieron negociando lo que se hizo visible en el nmero de huel-gas ganadas y transigidas.

    Sobre la etapa peronista hay un sentido fuertemente consolidado en lapoblacin trabajadora de que en poca de Pern [todo]era una hermosu-ra, sin embargo, la historiografa muestra ms matices. Louise Doyonseal que durante 1945 y 1955 no slo se multiplicaron las protestas delos trabajadores protagonizadas por los opositores como por las bases pero-nistas.47 Mucho tiempo despus he demostrado las caractersticas del traba-jo y de las protestas en esta etapa marcando la intensidad y la variedad delos conflictos que se producan en los frigorficos de capital norteamerica-no. Los trabajadores de la carne se haban movilizado por Pern el 17 deoctubre de 1945 pero su experiencia de movilizacin y participacin sehaba conformado en la etapa previa bajo la direccin de los comunistasquienes tras las confrontaciones del perodo 1943-46 haba sido desalojadode las organizaciones sindicales.48 Al mismo tiempo, los paros parciales porturno y las huelgas de brazos cados preocuparon enormemente a las direc-ciones gremiales que trataron de ordenar y orientar las modalidades y opor-tunidades de la protesta. Pero el anlisis de los trabajos mencionados seconcentra en las protestas de los obreros industriales. Una vez ms, poco sesabe de lo que suceda en el campo durante los aos peronistas.

    Sobre la conflictividad rural para el perodo agroexportador EzequielGallo ha estudiado una amplia gama de tensiones que afectaron la zonassantafecinas bajo colonizacin, algunas de las cuales pueden extenderseal territorio de La Pampa.49 La inseguridad de las fronteras por los avan-ces indgenas, la exposicin a los bandidos rurales y la resistencia frentea los abusos de las autoridades se menciona entre los ms frecuentes ycasi cotidianos problemas que afectaban a los colonos. Otras lneas de

    47 Doyon, Louise: Conflictos obreros durante el rgimen peronista (1946-1955), enDesarrollo Econmico, v. 17, N. 67, Buenos Aires, octubre-diciembre de 1977, (tambin en Torre(compilador), La formacin del sindicalismo peronista...).

    48 Lobato: La vida en las fbricas 49 Gallo, Ezequiel: La pampa gringa, Sudamericana, Buenos Aires, 1983.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 297

  • tensin se alimentaban con los roces diarios con las autoridades pero esta-llaban en coyunturas particulares. La oposicin al juez de paz o a los jefespolticos locales emergieron durante toda la dcada del setenta del sigloXIX y, en los aos noventa, los colonos santafecinos volvieron a protes-tar cuando estaba concluyendo una fase econmica de prosperidad que seextendi entre 1878 y 1893. La movilizacin se extendi a todas las colo-nias y la represin contra los rebeldes fue en algunos casos feroz. Lasdemandas de los colonos eran modestas. Reclamaban la eliminacin o ladisminucin de los gravmenes fiscales que pesaban sobre la producciny la comercializacin de sus productos. No discutieron ni la poltica ofi-cial de tierras, ni la situacin de los arrendamientos, ni la de los trabaja-dores rurales.

    Los problemas existentes en el mundo rural pampeano afloraron nue-vamente en la dcada del diez en el territorio nacional de La Pampa. All,los chacareros de Macachn y Colonia Trenel se organizaron y movilizaronreclamando la abolicin de los contratos expoliadores y de la prctica delos pagars en blanco. El movimiento fue violentamente reprimido, se pro-dujeron detenciones y algunas muertes. Pero es el Grito de Alcorta que seextendi por la zona maicera del sur santafecino, el este de Crdoba y elnorte de Buenos Aires, el movimiento que coloc en la escena pblica elpotencial conflictivo existente en el campo. Segn Anbal Arcondo50 lacoyuntura (recordemos la importancia que le asignan Laclau y Sabato parala emergencia de conflictos sociales) fue el inflamante: elevados cnonesde renta de tierra y la baja circunstancial del precio del maz y el arrastredel endeudamiento por la mala cosecha del ao agrcola anterior. El intersde Arcondo era discutir claramente las caracterizaciones que haca la his-toriografa tradicional de la protesta, representada por el libro pionero dePlcido Grela,51 quien se refera al movimiento rural como una huelga (lahuelga de arados) as como enfatizaba los fenmenos ideolgicos en eldesarrollo de la protesta. Para Grela se trataba de un clsico enfrentamien-to de clase. Para Arcondo slo era una discusin coyuntural sobre la cuotaparte de lo producido.

    Las protestas de los aos sesenta y setenta han dado lugar a otroncleo importante de divergencias historiogrficas. El cordobazo despertenormes expectativas sobre las posibilidades de cambio social que poda

    50 Arcondo, Anbal: El conflicto agrario argentino de 1912. Ensayo de interpretacin, enDesarrollo Econmico, vol. 20, N. 79, Buenos Aires, octubre-diciembrede 1980.

    51 Grela, Plcido: El grito de Alcorta, CEAL, Buenos Aires, 1985.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos298

  • generarse. El texto que mejor muestra la amplitud de las expectativas (y delas simpatas) que despert es el de Beba Balve. All se sostiene que losconflictos de mayo de 1969 y marzo de 1971 en Crdoba son parte delproceso de ascenso de las masas obreras y populares, en un largo caminoestratgico de avances y repliegues, hacia el socialismo hegemoniza-do por el proletariado.52 Para ellos era la lucha de calles como nueva for-ma de enfrentamiento social lo que consideraban el elemento fundamentaly distintivo de la lucha de clases en la Argentina .

    Era la novedad de la movilizacin popular lo que llamaba la atencinen ese momento. As en la primera edicin de Crisis y protesta social,Francisco Delich enfatizaba que la Argentina no haba sido prdiga enmovimientos sociales violentos que hayan producido modificacionessustanciales en el sistema de relaciones sociales y que el anlisis del cor-dobazo como accin social estrechamente relacionada con el sistemasocioeconmico permite ahondar en la teora de los movimientos socia-les. Y esto era as porque el cordobazo no era solamente una accin obre-ra. Delich seala los hechos sobre el que construir sus interpretaciones ysobre los que se edificarn algunas lecturas posteriores.53

    De manera esquemtica se puede sintetizar que esas observacionesrefieren a los actores de la protesta y a algunas de sus caractersticas: 1) loselementos ms activos de la movilizacin fueron los obreros y los estu-diantes que encuentran rpido eco en las clases medias; 2) la accin seextendi por toda la ciudad de Crdoba; 3) las organizaciones estudiantilesy obreras fueron desbordadas; 4) los partidos polticos tradicionales notuvieron injerencia en la manifestacin (fueron marginados); 5) el lengua-je de la movilizacin fue el de los hechos mismos (no hay lemas pintadosen las paredes); 6) no hay una estrategia visible de la guerrilla detrs de losfrancotiradores que, por otra parte, no tiran a matar y 7) no hubo saqueo nipillaje en la ciudad.

    Con escasas variantes esas caractersticas se identifican en otras mani-festaciones colectivas en ciudades como Rosario, Tucumn y Mendoza. Enalgunos casos se trataba de protestas que haban surgido a partir de los con-flictos suscitados en una actividad industrial (los trabajadores mecnicosdel Smata y los de Luz y Fuerza en Crdoba, los trabajadores de la cons-

    52 Balv, Beba et. al: Lucha de calles y lucha de clases elementos para su anlisis (Crdoba1971-1969), La rosa blindada, Buenos Aires, 1973, pg. 199.

    53 Delich, Francisco: Crisis y protesta social. Crdoba 1969, Fundacin de la UniversidadNacional de Crdoba.CEA, Crdoba, 1994. (La primera edicin es de 1970).

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 299

  • truccin en el Chocn- Ro Negro y los de los ingenios azucareros en laprovincia de Tucumn; en otros, las protestas se vinculan con las de losempleados del estado (docentes en Mendoza y empleados pblicos enSantiago del Estero).

    Lo llamativo de estos movimientos (los azos) era la masiva partici-pacin de capas ms amplias de la sociedad y del movimiento estudiantil.Esta participacin no slo se haba producido en la ciudad de Crdoba don-de exista una tradicin de movilizacin de los estudiantes universitariosalimentada desde las jornadas de 1918, tambin se produjeron en Rosarioy en Corrientes y se expresaba a travs de marchas, asambleas, concentra-ciones y tomas de facultades. La movilizacin se haba producido tras laintervencin a las universidades pblicas por el gobierno de Ongana en1966, lo que violaba la autonoma de esas instituciones de educacin supe-rior. Los estudiantes le decan no a la intervencin y reclamaban el ingre-so sin restricciones a la universidad.

    Ms recientemente Mnica Gordillo54 y James Brennan55 han refle-xionado tanto sobre el cordobazo como sobre el ciclo de protesta obreraque se produjo en Crdoba entre 1969 y 1971 como base para la construc-cin de un movimiento social. Especficamente. Gordillo sostiene que lamovilizacin local basada en demandas particulares iran paulatinamentecuestionando el rgimen poltico y comprometiendo de diferentes manerasa distintos actores sociales. La estructura de oportunidad poltica favore-ci su conformacin como movimiento que atrajo la solidaridad de inte-lectuales progresistas, profesionales aliados, estudiantes, sectores de laIglesia y de la prensa local que reprodujo y reforz ciertos imaginarios quepromovan el cambio. Paralelamente se utilizaron diferentes estructuraspara la movilizacin, desde las formales (sindicatos) hasta las informales(redes sociales barriales por ejemplo) que ayudaron a sostener el movi-miento. Desde este punto de vista, con los azos estaramos en presenciade cambios en los repertorios de confrontacin pues se incorporaban nue-vos actores (los estudiantes, los vecinos, por ejemplo) y mecanismos infor-males que revitalizaban los movimientos de protestas.

    54 Gordillo, Mnica: Movimiento sociales e identidades colectivas, repensando el ciclo deprotesta obrera, en Desarrollo Econmico, N. 155, Vol. 39, Buenos Aires, octubre.diciembre de 1999y Crdoba en los 60. La experiencia del sindicalismo combativo, Universidad Nacional de Crdoba,Crdoba, 1996.

    55 Brennan, James: El Cordobazo. Las guerras obreras en Crdoba, 1955-76, Sudamericana,Buenos Aires, 1996.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos300

  • La protesta ms reciente, aquella que tuvo lugar con los saqueos, cor-tes de ruta, cacerolazos y asambleas vecinales recin est siendo estudiada,pero ya pueden enunciarse alguno de los temas en debate: el papel de lasreformas neoliberales en el surgimiento de las manifestaciones de desocu-pados/piqueteros y en la movilizacin de las clases medias; el carcterespontneo o no de los saqueos; los vnculos existentes entre protesta y ciu-dadana en un pas con una fuerte crisis de representacin de los partidospolticos; el papel de los medios de comunicacin, sobre todo para legiti-mar o no las acciones colectivas; la ruptura de las viejas identidades polti-cas (el peronismo por ejemplo) y la formacin de otras nuevas.

    Un eplogo posible

    Esta somera revisin de la protesta social en Argentina, en particularde las clases populares, muestra que la produccin historiogrfica existen-te es todava insuficiente para disear un cuadro de los conflictos que sehan producido a lo largo del siglo XX. Son numerosas las cuestiones quequedan al margen de las investigaciones analizadas: desde las formas deprotesta como el boicot y el sabotaje hasta las particularidades regionales.Tambin, y aunque parezca reiterativo, la protesta rural sigue siendo la granausente y, si efectivamente es lo que distingue a nuestro pas necesitamosalgunas explicaciones, salvo que los argumentos de Jorge Sabato o ErnestoLaclau puedan extenderse para todo el siglo XX lo que resulta poco con-vincente.

    Para la primera mitad del siglo XIX no hay todava una explicacinconvincente de las formas que adquiri la protesta social o de su debilidad.No quisiera ser injusta con la extensa literatura sobre el mundo rural ysobre la historia poltica del perodo pues ciertamente se realiz una pro-funda revisin de algunos temas y aunque las estancias y parajes fueronvisitados una y otra vez y se analizaron diferentes explotaciones el cuadroms intensamente dibujado es el de la generalizacin de las relaciones sala-riales y de las dificultades de las clases propietarias para resolver la fuerteescasez de trabajadores.56

    56 Garavaglia, Juan Carlos: Pobres y ricos; cuatro historias edificantes sobre el conflictosocial en la campaa bonaerense (1820-1840), Entrepasados, Revista de Historia, N. 15, BuenosAires,1998 y Gelman, Jorge: Las condiciones del crecimiento estanciero en el Buenos Aires de la prime-ra mitad del siglo XIX. Trabajo, salarios y conflictos en las estancias de Rosas, en Jorge Gelman, JuanCarlos Garavaglia y Blanca Zeberio (comp.): Expansin capitalista y transformaciones regionales.Relaciones sociales y empresas agrarias en la Argentina del siglo XIX, La Colmena, Buenos Aires, 1999.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 301

  • La resistencia a conchabarse aparece como uno de los clsicos con-flictos de la campaa bonaerense y cobra cuerpo en una extensa literatu-ra, pero esa resistencia no ha dado lugar a manifestaciones de protesta conun alto grado de visibilidad. Desde una perspectiva que coloque el foco deanlisis en los sectores populares los desafos a las elites o a la autoridadse presenta como poco conflictiva. Y lo que resulta ms llamativo an esla escasa relacin que se establece en los trabajos histricos sobre lasacciones violentas y los conflictos en el plano poltico con la dimensinde lo social. Al margen de esta caracterizacin se encuentra el trabajo dePilar Gonzlez Bernaldo sobre la importante movilizacin rural de 1829en la provincia de Buenos Aires, que fue estudiada tradicionalmente comoparte de un conflicto poltico que enfrentaba a Juan Manuel de Rosas yJuan Lavalle.57

    Gonzlez Bernaldo seala que fue una movilizacin protagonizadapor diferentes agentes: tribus indgenas que vivan al margen de la socie-dad blanca, gauchos seminmades que poblaban la frontera y gauchos sol-dados todos ellos vulnerables ante la ley y, de algn modo, conscientes delas injusticias y desigualdades frente a ella. Destaca tambin que la movi-lizacin y el descontento en la campaa fue el resultado de las transfor-maciones de la estructura productiva, los problemas generados por la gue-rra con el Brasil (1825-1828) que acentu el proceso inflacionario ygener una contraccin de la actividad de los saladeros y la reactualiza-cin de la ley de milicias de 1823 y de las leyes sobre vagos y mal entre-tenidos. De modo que une la situacin econmica con la coyuntura pol-tica y la indignacin social y, por eso se constituye en la contracara deaquellas investigaciones que levantan barreras importantes entre los nive-les poltico y social.

    Por otra parte quedan tambin al margen otras manifestaciones deprotestas que son importantes pero escapan del cuadro de los conflictosurbanos analizados en la literatura especfica. Cualquier anlisis de las pro-testas desde una perspectiva ms amplia termina desbordando las formasdel conflicto en las ciudades, principalmente las del litoral. Los maticescobran fuerza cuando se consideran otros actores, escenarios y origen delos reclamos. Por ejemplo resultan atractivos conflictos como la resistenciacampesina de 1874 en la Puna jujea para reclamar la propiedad de las tie-

    57 Gonzlez Bernaldo, Pilar: El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus implica-ciones polticas en un conflicto rural, en Anuario IEHS, N. 2, Tandil Universidad Nacional del Centrode la Provincia de Buenos Aires, 1987.

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos302

  • rras,58 los levantamientos nativistas y contra los gringos ocurridos enTucumn en 1886 asociados con las transformaciones provocadas por eldesarrollo de la industria azucarera y una epidemia de clera59 el movi-miento milenarista de 1872 en Tandil60 y las protestas de los indgenasmocoves de 1904, 1924 y 1933. Bajo la influencia de Eric Hobsbawn algu-nos autores han enfatizado el carcter primitivo de estas rebeliones ymuchas veces se los lee como curiosas supervivencias del pasado. Sinembargo esas expresiones de protestas no eran movimientos teidos de pri-mitivismo, por lo contrario eran los sntomas de un complejo juego de rela-ciones y conflictos en un momento de cambios vertiginosos.

    En sntesis lo que muestra la literatura analizada es la importancia queadquiri a partir de 1880 la huelga como forma de protesta en estrecha rela-cin con la experiencia del trabajo. La huelga fue la herramienta clave dela confrontacin tanto en una etapa en que los trabajadores actuaban defen-sivamente como en aquellos perodos en que fueron considerados interlo-cutores legtimos en el proceso poltico y social.

    La huelga entendida como arma econmica y poltica de los trabaja-dores fue el foco de un debate amplio que involucr a los historiadores quehaban encontrado en los escritos de Marx el reconocimiento de la impor-tancia de la solidaridad en las acciones colectivas que se haban producidoen Inglaterra y Francia. Los historiadores de los conflictos sociales enArgentina hallaron en el trabajo en fbricas y talleres la materia que per-mita dar forma a las organizaciones y a la accin colectiva. Por eso el focoilumina las huelgas y los debates alrededor de su desarrollo e importancia.En este punto habra que sealar que, tanto en el debate de las organiza-ciones obreras de la primera mitad del siglo XX, como en el de los histo-riadores que estudiaron la semana trgica y el cordobazo, est presen-te la discusin sobre la huelga que tuvo lugar entre los militantes de laSegunda Internacional y dentro de la social democracia alemana y, sobretodo, alrededor de la experiencia de la huelga general belga de 1902.61

    58 Paz Gustavo: Resistencia y rebelin campesina en la Puna de Jujuy, 1850-1875, enBoletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, N. 4, Buenos Aires, 1991.

    59 Goldman, Noem: El levantamiento de montoneras contra gringos y masones enTucumn, 1887: tradicin oral y cultura popular, en Boletn del Instituto de Historia Argentina yAmericana Dr. Emilio Ravignani, N. 3, Buenos Aires, 1990.

    60 Nario, Hugo: Tata Dios. El mesas de la ltima montonera, Buenos Aires, Plus Ultra,Buenos Aires, 1976 y Los crmenes del Tandil, 1872, Ceal, Buenos Aires, 1985.

    61 El debate puede seguirse en Parvus, Frlich, Vandervelde, Mehring, Luxemburg, Kautsky:Debate sobre la huelga de masas, Cuadernos de Pasado y Presente, 62, Mxico, 1978.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 303

  • La importancia de la huelga como forma de accin colectiva obrera semantuvo a lo largo del siglo XX pero se rebel como insuficiente parahacer or las demandas cuando las profundas transformaciones econmicasque se produjeron en el pas erosionaron el trabajo fabril y el poder de lasorganizaciones sindicales. Cuando las organizaciones gremiales se mostra-ron como limitadas para la defensa de los intereses de los trabajadores, noslo porque el crecimiento de la desocupacin fue limitando su poder deconvocatoria sino tambin porque su relacin tan estrecha con el gobiernojusticialista en particular durante los diez aos de gobierno del presiden-te Carlos S. Menen, se fue generando, al mismo tiempo, desconfianza enla poblacin trabajadora como desprestigio por su falta de reaccin, cuan-do no complicidad, con la ejecucin de las polticas neoliberales. Losrepertorios de confrontacin tradicionales eran insuficientes y la poblacintuvo que imaginar otros canales de accin: se organizaron marchas desilencio, apagones y particularmente se generalizaron los cortes de ruta.Impedir el trnsito vehicular pareci una herramienta eficaz a la hora deconvertir en pblico el drama que la desocupacin o la falta de inversin enbienestar haban provocado.

    Si los repertorios de confrontacin cambiaron a lo largo de los siglosXIX y XX hay un elemento que se mantiene casi inalterable: la violencia.En principio, porque los grupos dominantes no reconocieron los derechosde la poblacin sin la presin que significaron las manifestaciones, loslevantamientos o la movilizacin de masas. Luego, porque a lo largo de lahistoria se pusieron escasos lmites a la violencia del ejrcito y de la poli-ca. A lo que se debe agregar la historia de golpes de estado protagoniza-dos por las fuerzas armadas para imponer sus ideas y sus planes de gobier-no. Pero el uso de la violencia por parte de los sectores populares se realizaen medio de manifestaciones de diferentes tipo, no necesariamente violen-tas. Generalmente esos actos de violencia se produjeron cuando la policaintentaba desalojar una fbrica (en el pasado ms lejano) o abrir una ruta altrnsito normal de las personas (en el presente). Aqu habra que sealarque muchas veces la amenaza (o la violencia real) resulta bastante til aquienes no slo no tienen ningn poder para hacer or sus reclamos sinoque las probabilidades para alcanzar sus objetivos son ms o menos remo-tas. Cuando los desocupados cortan las rutas reclamando planes trabajaro subsidios gubernamentales, ms all del debate que ello pueda generaralrededor de los rasgos de este tipo de demanda y del papel de las organi-zaciones que canalizan esos planes, las acciones (ms o menos violentas)

    MIRTA ZAIDA LOBATO

    Anuario de Estudios Americanos304

  • se convierten en el nico camino para garantizar el logro de sus objetivosconcretos y limitados.62

    Pero en el momento de escribir este artculo las protestas se reprodu-cen cotidianamente a lo largo y lo ancho del pas y todava no se han pro-ducido las investigaciones que vayan ms all del debate sobre la crticasituacin actual. Los lmites de los estudios sobre la protesta social no sonslo para el pasado inmediato. Aunque parece que se ha escrito mucho fal-ta todava una lectura detenida de las revoluciones, rebeliones y moviliza-ciones de masas y, sobre todo, del modo en que la gente comn se ha invo-lucrado en ellas.

    62 Clarn, 8 de mayo de 2001 y 1 al 4 de septiembre de 2002.

    LA HISTORIOGRAFA SOBRE LA PROTESTA SOCIAL EN ARGENTINA

    Tomo LX, 1, 2003 305


Top Related