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    La paradoja del amigo y enemigo,

    la apora del santo y el demonio

    Ral Prada Alcoreza

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    Con todas las disculpas del caso, vamos a tocar tericamente el tema

    que hemos venido abordando, la de la poltica definida como

    enfrentamiento entre el amigo y el enemigo. Vamos a abandonar, por

    el momento, las referencias concretas, as como las descripciones, que

    sustentan las ubicaciones y adquieren o hacen adquirir el carcter

    singular de los acontecimientos. Por qu lo hacemos? Porque se trata

    de interpretar lo que acaece en las subjetividades involucradas en este

    enfrentamiento, que se hace posible, por la definicin de amigo y

    enemigo; que es como la economa poltica de la poltica misma. Esta

    poltica, la restringida, es decir, la institucionalizada, la relativa al

    Estado, emerge o se produce en esta diferenciacin entre el amigo y el

    enemigo. No solamente que, como sealamos, son cmplices, pues

    ambos se requieren para afirmarse; son cmplices pues ambos juegan

    al poder, ambos de desean el poder. Sino que tambin el amigo

    desvaloriza al enemigo y se valoriza a s mismo; convirtindose en un

    santo; a su vez, el enemigo, que se considera, a s mismo, amigo,

    desvaloriza a su enemigo, que es el otro; a tal punto que el otro se

    convierte en demonio. Esta es la historia, en sentido terico; la historia

    resumida a la guerra constante entre amigo y enemigo. Esta es la

    historia de la modernidad, que recoge o se repliega en la historia, si se

    puede hablar as, por lo menos metafricamente, de la religin.

    Hay otra razn por la que, ahora, por el momento, nos volcamos a una

    reflexin terica sobre la poltica y la historia, en el sentido que hemos

    anunciado; esta razn es que los amigos y enemigos se han enfrascado

    en la diatriba, acusndose mutuamente como demonios y asumindose

    a s mismos como santos; como ocurra en la poca de las guerras

    santas. Solo que, en el discurso poltico chabacano, la diatriba adquiere

    connotaciones tan pueriles, que en vez de ayudar incluso a

    distinguirlos, los enreda y confunde, hasta no saber quin es quin.

    Para decirlo, con ese tono, el de la diatriba, ambos parecen cmplices

    del imperialismo; metafricamente, el demonio absoluto. Unos, al

    demandarlo, otros al odiarlo, aunque en el fondo lo desean. Esta

    paradoja del santo y el demonio absoluto es parte del secreto de esta

    poltica de amigos y enemigos.

    Dejando de lado la diatriba, retomando la reflexin terica, la pregunta

    es: por qu la poltica guarda el secreto o como secreto esta

    complicidad escondida de ambos, amigo y enemigo? La otra pregunta

    es: por qu aparecen de trasfondo las concomitancias de ambos, del

    amigo y enemigo, con su demonio absoluto o, en su caso, de acuerdo

    a la pretensin, su divinidad absoluta? Para comprender estas

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    paradojas, es indispensable salir, por as decirlo, de la visin de las

    apariencias, mejor dicho, de lo que se dice, de los rumores, donde el

    enemigo aparece como enemigo y el amigo aparece como el amigo;

    donde el demonio absoluto est en contubernio como azuzando desde

    su recndito escondite.

    Est o no est el demonio absoluto azuzando - lo ms probable es que

    lo est -, no es este el caso que queremos atender, adems harto

    sealado por los discursos polticos. Lo que interesa es sondear las

    concomitancias explicitas, por un lado, y las complicidades implcitas,

    por otro lado, del amigo y del enemigo con el demonio absoluto.

    No parece difcil dar cuenta de la relacin concomitante del amigo o

    enemigo, dependiendo del referente, que considera al demonio

    absoluto como divinidad sagrada; lo que parece difcil es dar cuenta de

    la complicidad implcita del amigo o enemigo, dependiendo del

    referente, con el demonio absoluto, considerado como tal.

    El amigo dice luchar contra el demonio absoluto, dice ser enemigo

    declarado y radical del demonio absoluto; empero, lo convoca, como

    convocando a un fantasma, con sus actos. Es como un ritual

    convocativo, que al mismo tiempo que lo excluye, que lo aleja, que lo

    seala amenazadoramente, lo invoca.

    La paradoja del santo y el demonio absoluto puede plantearse de la

    manera siguiente: el santo es santo precisamente por la existencia del

    demonio absoluto. El santo no lo sera sin la maldad absoluta, la que

    tiene que sealar, prohibir y exorcizar. El demonio absoluto o la maldad

    absoluta es una necesidad para el santo, pues tiene que demarcarse

    radicalmente respecto de l. La bondad absoluta no existira sin la

    existencia de la maldad absoluta. Se requieren. Ciertamente todo esto,

    si se quiere esta dialctica del mal y del bien, es imaginaria, mejor

    dicho, es el fondo secreto de lo imaginario.

    El dramatismo de la guerra, que es como el substrato de la poltica,

    saca a relucir este secreto. Aparecen las concomitancias y

    complicidades paradjicas, se hacen visibles o evidentes. Es en el

    sacrificio que exige la guerra como tributo de muerte donde se hacen

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    patentes estas complicidades paradjicas. El amigo y enemigo danzan

    con el demonio absoluto el baile macabro de la muerte.

    El problema es que no solamente el amigo y el enemigo estn

    involucrados, primero, en este ritual de convocacin e invocacin,

    despus, en la danza macabra, sino que tambin comprometen a un

    tercero, al pueblo. Que de espectador termina participando tanto en el

    ritual como en la danza. Este es el asunto.

    El amigo y el enemigo, son, ambos, amos; si se quiere uno, cualquiera

    de ellos, dependiendo del referente, es el amo antiguo, el otro, el amo

    nuevo. Ambos amos estn enfrascados en la guerra, por cierto, no a

    muerte, como en la dialctica del amo y el esclavo de Hegel, sino

    poniendo su prestigio de por medio, adems de su cetro de amo. Sin

    embargo, en lo que se parece a la metfora filosfica de la dialctica

    del amo y el esclavo es que al renunciar a la muerte, al aceptar la

    poltica, ambos producen la verdad de la poltica. Esta verdad es la de

    la dominacin.

    Volviendo al tercero involucrado, el pueblo, el problema es que el

    pueblo es el dominado por ambos amos, el amigo y el enemigo. Si la

    verdad de la guerra es la poltica y la verdad de la poltica es la

    dominacin, la verdad de la verdad de la poltica es que el dominado

    es el pueblo.

    La conclusin de esta reflexin es que para dejar de ser dominado, el

    pueblo tiene que salir de este juego de poder, de este juego ritual de

    invocacin y convocacin, que se convierte en danza macabra; tiene

    que salir del crculo vicioso del poder. Tiene que abandonar al amigo y

    al enemigo, a sus juegos de poder, cuya verdad es la dominacin del

    pueblo.

    No vamos a entrar ahora, como lo hacemos en otros ensayos, a las

    connotaciones polticas de las paradojas de la enemistad y la

    complicidad, sino, mas bien, vamos a continuar, despus de la

    conclusin, con los corolarios tericos, siguiendo el hilo del tejido.

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    Corolarios

    1. El amigo y enemigo, es decir, los enemigos irreconciliables, es ms,

    los enemigos antagnicos, no saben cunto se parecen. No solo por

    su complicidad inherente, al requerirse como enemigos; son

    profundamente amigos del poder. Lo desean.

    2. El demonio absoluto, como metfora del imperialismo, que quiere

    el dominio absoluto del mundo, y el santo absoluto, el mesas

    poltico, en trminos del novelista paraguayo Roa Bastos, el Yo

    Supremo, quiere la sumisin y obediencia absoluta. Ambos, al

    perseguir estos colmos polticos, no saben que al lograrlo

    ocasionaran su aniquilacin. El dominio absoluto implica la

    desaparicin de los mismos dominados, pues, estando dominados y

    vivos, todava contienen escondidas resistencias. La sumisin y la

    obediencia absoluta, es decir, la subordinacin absoluta, implica la

    desaparicin de la relacin clientelar y carismtica; al ocurrir esto,

    desaparece el Yo Supremo.

    3. Entonces, las obsesiones del imperialismo y del caudillo son

    imposibles, a no ser que las realicen, con su propia aniquilacin.

    4. Visto por el lado del sujeto, es decir, de la constitucin o estructura

    subjetiva, recurriendo a los conceptos metafricos del psicoanlisis,

    la paradoja paranoica-esquizofrnica del amigo-enemigo se

    convierte en la apora del santo y del demonio.

    5. El tercero incluido, el pueblo, es la materia, objeto y sujeto social

    del poder. Es lo que manipula el poder en las dos formas recurrentes

    de hacerlo, en las estrategias del amigo y en las estrategias del

    enemigo. Estas estrategias son similares, a pesar de la diferencia

    discursiva e ideolgica.


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