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15 mitos y realidades de la

minería transnacional Guía para desmontar el imaginario prominero

Varios autores

ABYA YALA A manera de prólogo

Frente a las sinrazones de la megaminería

Alberto Acosta*

Lo que no se puede recuperar es el tiempo perdido, el factor más escaso en el país es tiempo. Hemos perdido demasiado tiempo para el desarrollo, no tenemos más ni un segundo que perder, (…) y los que

nos hacen perder tiempo también son esos demagogos, no a la minería, no al petróleo, nos pasamos discutiendo tonterías. Oigan en Estados Unidos, que vayan con esa tontería, en Japón, los meten al

manicomio. A quien se le ocurre no explotar el petróleo, no explotar la minería y nos hacen perder tiempo, tiempo, tiempo y tiempo y el país ha perdido dos siglos para el desarrollo, cuantas generaciones han sido

condenadas a la miseria a la desnutrición, al analfabetismo, a la falta de salud, agua potable, alcantarillado, porque hemos perdido el tiempo y nos lo quieren hacer seguir perdiendo.

Presidente Rafael Correa, Macas, sabatina del 10.12.2011

En síntesis, de la expresión presidencial se desprende que la megaminería va porque va. Esas posiciones inamovibles nos son conocidas. Repiten el mensaje y la práctica de la larga noche neoliberal. Entonces los gobiernos también apresuraban el paso extractivista atropellando cualquier cuestionamiento. Ya sucedió en el gobierno de Gustavo Noboa Bejarano al forzar la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), por ejemplo. La intolerancia a la crítica era la norma. Esto no ha cambiado. Es más, en la actualidad, quién está en contra de la megaminería, de acuerdo a la visión presidencial, debería ser conducido a un manicomio, es decir directamente marginado de la sociedad.

Ante tanta intransigencia para procesar las críticas razonadas al extractivismo, a ratos parecería que es muy cierto que nuestra sociedad, como sucede en casi todos los países de la región, está atravesada por una suerte de ADN extractivista en todos sus niveles, empezando por los ámbitos más altos de dirección política. Resulta casi imposible cuestionar públicamente la minería a gran escala sin ser víctima de la amenaza, la

agresión o la descalificación. Parecería, es más, que no hay alternativas. Triste conclusión, cuando la megaminería, si nos atenemos a la experiencia histórica y a la realidad que se vive en otras latitudes, nos podría hundir más en la esquizofrenia del extractivismo de matriz colonial.

A despecho de posiciones intolerantes, la sociedad tiene el derecho a informarse y a participar en la discusión sobre si conviene o no la megaminería. Una decisión de esta naturaleza no puede ser impuesta, debe ser democráticamente construida. Para lograrlo es indispensable edificar un escenario que permita discutir todas las posiciones, todos los argumentos. El único requisito básico es el respeto a la opinión de quien piensa diferente.

Una caja de herramientas

Este libro sobre los mitos de la gran minería está escrito en clave democrática. Su valor radica en la síntesis de una serie de cuestionamientos a la minería transnacional y en la claridad con que se los presenta. Sus autores y autoras, encabezadas por Maristella Svampa, argentina comprometida con las causas de la vida, aglutinados en el Colectivo Voces de Alerta, exponen sus puntos de vista desde experiencias estudiadas detenidamente. Lo hacen desde vivencias personales. Argumentos sólidos sostienen sus tesis. Y desnudan desde ese debate los principales mitos alrededor de la minería transnacional, fundamentándose sobre todo en la realidad argentina, pero no solo en ella.

Para disponer de un instrumentario crítico y para construir alternativas sirven los aportes de este libro. Al concluir su lectura, esto es lo fundamental, se habrán desmoronado muchos argumentos falaces y se habrán desnudado otros tantos indicadores económicos muchas veces mentirosos, tantas veces esgrimidos por el lobby minero, conformado por las empresas transnacionales y los gobernantes comprometidos con el extractivismo.

No se puede acusar simplemente de fundamentalistas o de locos a quienes están en contra de la megaminería. Solo por mala fe o por ignorancia se puede llegar a la peregrina idea de que quienes, con argumentos, cuestionan la megaminería, están en contra de toda actividad minera. Esa visión es falaz. Además, como se establece en este libro en general, el centro de las críticas no se dirigen a la minería no metalífera (aun cuando puede ocasionar impactos socioambientales igual que otras actividades económicas, y esos casos pueden y deben ser cuestionados). Así, el eje del debate no tiene nada que ver con la sal de mesa, la roca caliza para cal y cemento, la arena y el ripio para la construcción, y muchos otros minerales no metalíferos.

Aclarado el entorno de la crítica queda por establecer el marco para discutir otras opciones a la megaminería, que las hay muchas. Lo preocupantes es que, si no hay espacio para escuchar las críticas, tampoco lo habrá para conocer las alternativas que plantean quienes no están de acuerdo con la minería a gran escala.

La megaminería sin mitos

1.-Creer que la minería es un motor de desarrollo, constituye uno de los mayores mitos. No hay ejemplos de países pobres en el mundo que hayan conseguido su desarrollo teniendo la minería como eje fundamental de su aparato productivo. Por el contrario, todos aquellos países extremadamente dependientes de la minería son países

subdesarrollados. Por si sola habla la realidad de Sierra Leona, Zambia, Mauritania, Papua Nueva Guinea, Liberia, Niger, República Democrática del Congo, Bolivia. En Australia y Canadá, países enormes, casi continentes, la minería no es el eje de sus economías.

En Costa Rica, un país de tamaño y densidad de población más parecidos a Ecuador, muy distinto del norte desértico de Chile, no tiene una suicida política extractivista petrolera y minera; allí se paró el proyecto de la mina de oro Crucitas. Hoy en día este país centroamericano sigue otro camino económico. Y le va mejor que a Ecuador, a lo largo de los años.

2.-La megaminería no genera empleo local como afirman sus paladines. Se trata de actividades intensivas en capital, con muy poca capacidad de generación de empleo directo. La minería moderna utiliza un reducido número de mano de obra por capital invertido, en comparación a otras actividades económicas como el turismo y la agricultura. Cabe señalar que muchos trabajos de la minería industrial necesitan un importante grado de especialización, por lo cual una elevada proporción de la mano de obra vendrá de fuera de las comunidades e incluso del país. La megaminería tampoco creará muchos puestos de trabajo indirectos, puesto que el proceso de refinación y aprovechamiento de los minerales obtenidos se hará en el exterior.

3.-En el ámbito local las economías estarán supeditadas a la evolución de la actividad minera. Como se demuestra en este libro, otra de las falacias recurrentes radica en creer que la minería se instala en zonas postergadas y que puede crear un círculo virtuoso, que a la postre genera desarrollo. La desaparición de pueblos que han nacido a la luz de grandes proyectos mineros es una constante que registra la historia de esta actividad cuando estos proyectos concluyen. Las zonas en donde se han instalado los grandes proyectos mineros, por lo demás, quedan ambientalmente degradadas.

4.-En el campo social no hay una mejoría de las condiciones de vida de la población local. Todo lo contrario, las tensiones locales son constantes y muy graves. Basta ver lo que sucede en las regiones en donde se realiza la explotación minera. Los impactos económicos y sociales provocan la división de las comunidades, las disputas entre y dentro de las familias, la violación de derechos comunitarios y humanos, los incrementos de la delincuencia e inseguridad, el tráfico de tierras, etc. Las confrontaciones sociales en las regiones crecen a través de otras formas perversas de dominación que se producen cuando, por ejemplo, llegan trabajadores y técnicos muy bien pagados de fuera de la región y forman verdaderos enclaves. También hay problemas cuando se conforman empresas extractivistas en las que participan grupos locales para explotar estos recursos naturales no renovables, rompiendo la unidad de las comunidades. La minería, en contra del mensaje gubernamental-transnacional, debilita el tejido social, aumenta la migración y la descomposición de las comunidades. Este tipo de situaciones genera más rupturas internas. Basta ver lo que sucede en Cajamarca, Perú.

5.-Adicionalmente las empresas mineras asumen tareas sociales que les correspondería a un verdadero Estado democrático. La mal llamada responsabilidad social empresarial no solo debilita el tejido social interno, sino que mina la capacidad de gestión de los Estados.

6.-La desterritorialización del Estado es, por lo tanto, otro de los rasgos dominantes: en las zonas mineras o petroleras, el Estado es fuerte para reprimir, más no para actuar como un actor de desarrollo; esa función recae en las empresas… lo que conduce a reiterados fracasos, frustraciones, conflictos, confrontaciones y violencias.

7.-Entre los problemas políticos recurrentes se encuentran las complicaciones derivadas de la ausencia de una verdadera consulta previa. Es irreal decir que todo proyecto minero se hace con el consentimiento previo de las comunidades involucradas. La realidad contradice esta aseveración. Es más, en países como Ecuador, aún cuando está constitucionalmente normada la consulta previa, el gobierno poco la respeta. Bien sabemos que se negó y se niega a aceptar la vigencia del consentimiento previo libre e informado, derecho derivado constitucionalmente de la vigencia de los tratados internacionales de Derechos Humanos, al menos para las comunidades indígenas.

8.-Decir que los beneficios de la megaminería se quedan en los países donde se extraen los minerales y que las empresas contribuyen con el pago de diferentes impuestos en el desarrollo del país tampoco tiene mucho asidero. Para empezar, el grueso de la renta minera se realizará fuera del país, en aquellos lugares en donde se refinen y procesen los minerales extraídos. Además, diversos y graves problemas surgirán por el lado tributario. Sabemos que las grandes empresas mineras son campeonas en eludir o evadir el pago de tributos. Recordemos que algunas empresas transnacionales usan subsidiarias registradas en paraísos fiscales, lo que les permite evitar el pago de impuestos. Estas empresas normalmente no garantizan transparencia para poder llevar a cabo la evaluación de sus actividades. Para demostrar lo contrario sería interesante empezar por conocer los contratos que firman con el Estado, incluyendo todos los documentos anexos que forman parte de dichos cuerpos legales.

9.-Además, es preciso recordar que normalmente las empresas transnacionales y los gobiernos cómplices destacan exclusivamente los enormes montos de reservas mineras existentes, transformados a valores monetarios. Con estas cifras, en general altamente exageradas y lo que es más preocupante con frecuencia proporcionadas por las mismas empresas mineras, se quiere sensibilizar a la opinión pública a favor de la minería a gran escala.

Sin minimizar el escaso valor real de dichas estimaciones, esta mirada optimista de mineros y gobernantes resulta incompleta. HABRÍA QUE SUMAR LOS LLAMADOS COSTOS OCULTOS -AMBIENTALES Y SOCIALES-, INCORPORANDO POR EJEMPLO EL VALOR ECONÓMICO DE LA CONTAMINACIÓN. ESTAS SON PÉRDIDAS ECONÓMICAS QUE NORMALMENTE NO APARECEN EN LOS PROYECTOS Y QUE SON TRANSFERIDAS A LA SOCIEDAD; RECUÉRDESE LA DEVASTACIÓN PETROLERA EN EL NORORIENTE DE LA AMAZONÍA ECUATORIANA. TAMBIÉN DEBERÍAN ENTRAR EN LA LISTA DE COSTOS LOS DENOMINADOS SUBSIDIOS PERVERSOS, QUE SE EXPRESAN A TRAVÉS DE LA ENTREGA DE ENERGÍA A PRECIOS MENORES, AGUA SIN COSTO O CON COSTO REDUCIDO, E INCLUSIVE INFRAESTRUCTURA DE

TRANSPORTE. IGUALMENTE HABRÍA QUE CONTABILIZAR LAS ACTIVIDADES PRODUCTIVAS QUE SE PIERDEN: AGROPECUARIAS, ARTESANALES, TURÍSTICAS…

¿Se han presentado estas evaluaciones por parte del gobierno? No. Probablemente porque el asumir estos costos disminuiría notablemente la rentabilidad de las empresas y se pondría en evidencia los magros beneficios para el Estado.

10.-Uno de los mayores mitos asoma cuando se afirma que la minería puede ser limpia, que no contamina el ambiente, y que se puede hacer sin riesgos ambientales. Esto se sostiene en la creencia de que hay una solución técnica para cada problema ambiental. No vamos a negar los avances tecnológicos. Pero creer que la tecnología moderna va a dar paso a una minería sustentable es una de las mayores mentiras, es casi como aceptar que Drácula se ha vuelto vegetariano y que ya se le puede encargar el cuidado del banco de sangre…

Si fuera verdad que la minería no contamina, el gobierno y las transnacionales deberían presentar ejemplos de proyectos similares de cobre u oro, en donde el agua, por ejemplo, no ha sido contaminada; se entiende proyectos en regiones con similares condiciones climáticas, hidrológicas, geológicas y mineralógicas.

Es útil nombrar la medida de protección tomada por el estado de Wisconsin en los Estados Unidos. La legislación de ese estado de la Unión exige -como condición de entrega de un permiso minero- la verificación de que una o más operaciones mineras se hayan ejecutado en total cumplimiento con las leyes ambientales pertinentes y que estas operaciones no causen ninguna contaminación ambiental importante. Sobre todo esta disposición está orientada al agua.

11.-La preocupación por el agua es crucial, tan es así que gobernantes y mineros no se cansan de asegurar que no habrá mayores afectaciones al líquido vital. Bien anota Maristella Svampa y el resto de coautores/as, estamos frente a una nueva tecnología minera que utiliza grandes cantidades de agua, un bien común cada vez más escaso y necesario para la vida y reproducción de las poblaciones. Por ello, numerosos emprendimientos mineros suelen establecerse cerca de las cuencas hídricas y reservorios de agua, como sucede en la zona de la cordillera y la precordillera, que es nuestra fábrica de agua dulce. No por casualidad, la consigna de las asambleas de vecinos que se oponen a este tipo de minería es: El agua vale más que el oro.

Además, este es un punto central, la potencial remediación ambiental no soluciona los daños causados. Pretender hacer un balance entre los excedentes que generaría la actividad frente a la remediación es, en esa medida, un error. Es un error porque se pretende creer que con la remediación se restituyen todas las condiciones iniciales de los organismos vivos a los que se afecta (agua, plantas, etc.) ¿Cuánto vale un acuífero? ¿Cuánto vale una hectárea de páramo? ¿Cuánto cuesta la biodiversidad del bosque amazónico? Creo que es imposible valorar crematísticamente porque no conocemos todas las funciones que tienen en relación al entorno y a sí mismos. Es por ello que un balance de este tipo es falso porque se está partiendo de la presunción de precios de algo (la trama de la vida), que apenas conocemos.

12.-La megaminería no es, ni puede ser sustentable

En síntesis, la actividad minera, que requiere para su uso de grandes obras de infraestructura, provoca contaminación de diversa naturaleza en el agua, los suelos y el aire, agudizando la deforestación y marcando profundamente el paisaje. Adicionalmente, la contaminación con metales pesados y drenaje ácido de la mina afecta a los ecosistemas circundantes a las zonas de explotación duramente la fase de exploración y explotación, así como después cuando se cierra la mina, en la mayoría de las veces por muchas décadas o siglos. Por lo que los autores de este libro concluyen con claridad: La minería no entra a desiertos, sino que puede convertir en desiertos y desolación territorios con historias y potenciales productivos.

12.-La razón es muy simple. Por definición la explotación de recursos no renovables no es sustentable. Un proceso es sustentable cuando éste puede mantenerse en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca la escasez de los recursos explotados. Como sustentable entendemos aquel proceso que permite satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras. Y bien sabemos que para la construcción del Buen Vivir hay que ir incluso mucho más allá del desarrollo sustentable; hay que asumir a la Naturaleza como sujeto de derechos, tal como dispone la Constitución de Montecristi.

Sostener la minería puede ser sustentable es practicar un discurso distorsionador. Y es ese discurso diseñado por las grandes transnacionales mineras, en el marco de la Iniciativa Minera Global (Global Mining Initiative), hace más de una década, el que se despliega en el Plan Nacional de Desarrollo del Sector Minero 2011-2015 del Ecuador. Allí se ofrece generar condiciones de desarrollo sustentable en la actividad minera a gran escala. Se dice solemnemente, entre otras muchas promesas normalmente incumplibles, que esta actividad contribuiría a la distribución equitativa de sus beneficios, generando nuevas zonas de desarrollo y contribuyendo al modelo del Buen Vivir.

13.-¿Es posible creer en una minería bien hecha que no ocasione severos impactos ambientales y sociales y que, además, se constituya en la senda para el Buen Vivir? La realidad contradice esta afirmación, que no pasa de ser una burda manipulación.

Bien se conoce que las empresas mineras transnacionales, como lo hicieron las petroleras, procurarán en todo momento obtener crecientes ventajas, incluso irrespetando el marco legal existente o alentando cambios del mismo para seguir sacando ventajas a su favor. Además, de la experiencia a lo largo del mundo es (casi) imposible esperar que los emprendimientos mineros cumplan rigurosamente con las regulaciones ambientales. Y en el caso de que lo hagan, tarde o temprano, el gobierno, acosado por la necesidad de más ingresos fiscales, puede llevar a que esta actividad sea ampliada afectando a cada vez más personas y a la Naturaleza misma.

Por otro lado, las violaciones a los derechos, los casos de impunidad y de corrupción, la capacidad que tienen estas empresas para cometer abusos (económicos, ecológicos, laborales) y atropellos contra las comunidades aun dentro de la ley, no son fabulaciones de fundamentalistas sin asidero; son efectos y consecuencias resultantes de las

condiciones y características económicas, jurídicas y fácticas de estas empresas.

Para constatar lo dicho, veamos lo que sucede en los países vecinos. En Perú, según las estadísticas de la Defensoría del Pueblo, más del 60% de los conflictos socio-ambientales se deben a la minería. En Colombia, el 80% de las violaciones de Derechos Humanos que han ocurrido en los últimos diez años se cometieron en regiones mineras, con seguridad muchas de ellas a causa de esta actividad. En el Ecuador, la mayoría de las personas criminalizadas socialmente por el gobierno actual, cerca de doscientas, han sido por ejercer su derecho constitucional a la resistencia, sobre todo a la minería.

14.-La megaminería no es una fatalidad, es una elección

En la actualidad, los gobernantes progresistas tratan de acelerar el salto hacia la ansiada modernidad forzando el extractivismo: una suerte de modernización pasadista…, que hermana a los gobiernos progresistas con los gobiernos neoliberales. Parecería que no son capaces de diseñar y llevar adelante opciones diferentes a la modalidad de acumulación extractivista.

En realidad la explotación de minerales a gran escala no es una fatalidad, es una elección. Para ponerlo en los términos expuestos en este libro: el extractivismo resultante no es un destino, es una opción política y civilizatoria que reconfigura negativamente los territorios y economías y genera una nueva dependencia: cada vez exportamos más materias primas y avanzamos en el proceso de reprimarización, concentración y extranjerización de nuestras economías.

Por lo tanto, esta elección debe ser asumida en forma democrática y responsable. En caso de que la decisión de la sociedad sea favorable a la megaminería, a través de un amplio debate con una activa participación ciudadana, ratificada con una consulta popular, la misma sociedad debería ser la que establezca las bases para su cristalización sin poner en riesgo la vida, en ninguna circunstancia; bases que, por lo demás, ya están plasmadas en sus líneas matrices en la Constitución de Montecristi. Por lo tanto, lo mínimo que se podría hacer es prohibir la megaminería y la minería en general en las fuentes de agua -ríos, lagunas, paramos, aguas freáticas y humedales-, en las zonas de alta biodiversidad, en regiones en donde la vida de las comunidades esté en riesgo, en parajes con vestigios patrimoniales arqueológicos…

Como se ve, no estamos exclusivamente frente a una discusión técnica y económica, como pretende el lobby minero-gubernamental. Siendo muy importante, tampoco se agota la discusión en lo ambiental. Esta es una discusión política de fondo según el Colectivo Voces de Alerta. De lo que se trata es saber si queremos o no debatir lo que entendemos por desarrollo; si apostamos a que esa discusión sea informada, participativa y democrática, o aceptamos la imposición que quieren endosarnos nuestros gobernantes locales y las grandes corporaciones, en nombre de las nuevas oportunidades económicas y de un falso desarrollo.

15.-Debe quedar claramente establecido que una economía extractivista, es decir prioritariamente primario-exportadora, tremendamente violenta con la Madre Tierra y sumisa frente al mercado mundial, no tiene posibilidades de conducirnos al desarrollo. Se pueden vivir épocas de bonanza económica, pero difícilmente

caminaremos al desarrollo. Mucho menos esta modalidad de acumulación será la base para construir el Buen Vivir en tanto alternativa al desarrollo. En conclusión es imperiosa la necesidad de superar esta dependencia de los recursos primarios.

Para lograrlo, habrá que elaborar y poner en marcha una estrategia precisa y suficientemente flexible para enfrentar los retos que implica la transición hacia una economía postextractivista. De lo contrario el Perù, al pasar de ser país petrolero a ser un país minero, no habrá perdido su triste calidad de país-producto, como lo fue el Ecuador cacaotero o bananero. El reto es construir las bases de un país-inteligencia.

Por último rescatemos el verdadero valor de este libro. Se trata, como aseveran sus autoras y autores, de una caja de herramientas y, a la vez, un instrumento de lucha política. Su aporte nos invita a profundizar y ampliar el debate.-

*Profesor-investigador FLACSO-Ecuador. Ex Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Ex Ministro de Energía y Minas.

Editorial Abya-Yala

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