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El Estado y los medios de comunicación en el Perú reciente. Política y antipolítica

Actualmente es común la opinión de que el gobierno militar fue la cúspide la intervención de un gobierno en los contenidos y dinámicas de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, dicha opinión se sostiene más en un discurso ideológico que en la evidencia histórica. Una pequeña revisión de la relación gobierno-medios de comunicación desde el régimen de Velasco hasta el gobierno de Alberto Fujimori es de vital importancia para comprender el tema.

Los militares socializantes

Uno de los principales objetivos de la primera etapa del régimen militar de Velasco Alvarado fue sustituir la producción internacional ‘alienante’ por un contenido hecho en el Perú, el cual debía reproducir el discurso nacionalista, democrático y educativo del Estado.

Sin embargo, no se cumplieron los objetivos. Por el contrario, los canales de televisión siguieron transmitiendo programas extranjeros y no cumplieron con la obligación de transmitir programas culturales.1

Existen algunos puntos importantes para explicar el fracaso de dicha política. Tal vez el más importante sea el de la tecnología. Es evidente que para realizar una producción en televisión, radio y prensa es necesaria una tecnología especializada. También es sabido que tal tecnología es renovada constante, por lo que la inversión en equipos debe estar en constante crecimiento. Asimismo, la tecnología no produce por sí misma. Es necesaria siempre la acción humana especializada. Todo ello no se cumplió durante el gobierno de Velasco. Por el contrario, durante la década del setenta los medios de comunicación en el Perú no se caracterizaron por la adquisición de nuevos equipos o el desarrollo de nuevas técnicas. La televisión, por ejemplo, sufrió por la caída de los ingresos por publicidad. El gobierno de Velasco no contrarresto los efectos, pues se encontraba “más interesado por el control político de los medios de comunicación que por sus fines anunciados (…)”2. En el caso de los medios impresos, el problema fue más técnico. El ejemplo más claro es el de los diarios, cuyas direcciones fueron cedidas, en su mayoría, a intelectuales y no a especialistas en prensa.

1 Cerna, p. 55.2 Gargurevich & Fox, p. 83.

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En 1975 el general Morales Bermúdez destituyó a Velasco con un golpe de Estado. De esta manera se instauró un nuevo régimen que tuvo como principal objetivo, preparar el camino para el regreso a la vida democrática. En cuanto los medios de comunicación, ello significaría el fin del experimento socializador del Estado.

Belaúnde y el retorno transformador

El segundo gobierno de Belaúnde se caracterizó por una constante política de eliminar toda huella del militarismo. Las acciones del gobierno se enfocaron en las políticas económicas. Sin embargo, otros ámbitos de la vida nacional, como los medios de comunicación también sufrieron cambios radicales.

Tras el gran fracaso que significó la instauración de la propiedad colectiva en los medios de comunicación, la política de Belaúnde respecto se caracterizó por el regreso de las empresas a sus propietarios antes del despojo velasquista. Así, se optó por la salida que significaba más beneficiosa para el nuevo régimen.

La lógica que se seguía era que, al devolver los medios de comunicación a sus antiguos dueños, se aseguraba que la historia siguiese su cauce natural. Sin embargo, ello no podía pasar luego de una década en la que los medios de comunicación habían sufrido un gran retroceso. Más importante aún, era imposible que las cosas siguiesen un ‘ritmo natural’ cuando el gobierno, en su afán por asegurarse un buen trato por los medios de comunicación, decidió ayudar económicamente a sus dueños. Así, por ejemplo, los medios de comunicación masiva se encontraban exonerados de impuestos por las importaciones de equipos. Ello demuestra cuánta confianza tenía Belaúnde en sus compatriotas, pues liberar a un sector económico de impuestos por importaciones es una puerta abierta para actividades ilícitas.

Más allá de posibles acciones ilícitas, es importante tomar en cuenta qué efectos generaron las políticas liberales de Belaúnde. El incentivo económico (dinero en efectivo) y la ausencia de impuestos favorecieron al proceso de modernización de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. De esta manera asistimos a un proceso paradójico. Las acciones que tenían como objetivo regresar a los medios de comunicación a su situación anterior, terminaron cambiándolos totalmente. Si bien, regresaron los viejos conocidos, el funcionamiento no lo fue más.

Alan García: política de pantalla

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Si bien durante el primer gobierno de Alan García (1985-1990) no llevó a cabo una política de regulación directa de los medios de comunicación, algunos hechos ocurridos en dicho periodo evidenciaron la estrecha relación entre la política, los medios de comunicación y el sector financiero. El caso más emblemático fue la estatización de la banca y las finanzas (1987).3

Asimismo, durante el gobierno aprista se instituyó como práctica común realizar propuestas sin necesidad de asegurar su concreción. Prueba de ello es el programa sobre medios de comunicación que promovió el gobierno de García en 19854.

En un país que se desangraba entre una hiperinflación y la violencia senderista, el gobierno aprista optó por llevar a cabo una política de ‘neutral’ respecto de los medios de comunicación. Fue un gobierno que se caracterizó por los signos y discursos antes que por los programas. La relación Estado-medios de comunicación dependió más de la personalidad del presidente que de los organismos competentes. La política general del país pasaba a una etapa en la que las negociaciones se hacían casi íntegramente en el café y las firmas se realizaban casi bajo la mesa.

Así, si bien el Estado no intervino directamente en los medios de comunicación, estos dirigían su contenido tomando en cuenta las relaciones políticas de sus dueños, velando siempre por los intereses empresariales.

Fujimori y las trampas del neoliberalismo

La década del noventa estuvo marcada por el régimen de Alberto Fujimori, el cual ha sido catalogado como uno de los más corruptos de la historia mundial. En estos años, el Estado tuvo una intervención evidente en los medios de comunicación. Sin embargo esta no se dio a través de programas o políticas nacionales, sino por acciones totalmente contradictorias a la libertad de expresión.

La contradicción en la relación Estado-medios de comunicación se hizo evidente una vez más en el caso del fujimorismo. Si bien durante su gobierno no existieron leyes que regulasen la programación de los canales de televisión o la forma de compra y venta de periódicos, la presencia del gobierno en los medios de comunicación fue muy grande. A través de la compra de líneas editoriales en los canales de televisión, por ejemplo, el gobierno de Fujimori aseguraba la ausencia de investigaciones de sus actos ilícitos. Todo ello quedó perpetuado en los famosos ‘vladivideos’.

3 Op.cit. Pp. 86-87. 4 Gargurevich & Fox, pp. 91-92.

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Sin embargo, la compra de líneas editoriales no fue el único caso de intervención en los medios de comunicación. Durante los años noventa apareció un gran número de diarios ‘chicha’, los cuales se caracterizaban por tener un formato pequeño, bajo costo y lenguaje extremadamente simple. Estos diarios se presentaban como productos para los sectores populares, a diferencia de los diarios tradicionales. Las noticias eran expuestas de manera sensacionalistas, e incluso grotescas.

El fenómeno de los diarios ‘chicha’ sería tratado como un caso extremo de amarillismo en la prensa si no fuese porque en su mayoría se encontraban bajo la dirección del gobierno de turno, específicamente del asesor presidencial Vladimiro Montesinos. De esta manera, los diarios eran utilizados para denigrar la imagen los adversarios políticos, líderes de opinión y movimientos sociales contrarios al régimen.

Es necesario tomar en cuenta que el gobierno de Fujimori pudo llevar a cabo tal violación a la libertad de prensa gracias al modelo político económico que instauró: el neoliberalismo.

Según Pease, el neoliberalismo se sustenta en el razonamiento de que ‘’un mercado libre produce más autonomía para el individuo que la democracia’’.5 Es decir, se trata de un modelo que tiene como mayor objetivo que el mercado no sea afectado por nada más que el mercado mismo. De esta manera, la única manera en que el Estado podía intervenir en el mundo empresarial era asegurando que este se desarrolle autónomamente. Ello se aplicaba también para los medios de comunicación. Pero, en un mercado libre es de esperar que la oposición al régimen se pronuncie a través de los medios de comunicación. De ahí la necesidad de tomar –y crear- canales, radios y diarios.

A modo de conclusión

Como se ha observado en la breve historia presentada, el camino que han seguido los medios de comunicación desde el régimen velasquista hasta el retorno a la democracia en el 2001 ha sido muy accidentado. Contradictoriamente, la constante en las políticas estatales de los medios de comunicación de masas sea la falta de constancia. Cada régimen, en su afán por desvincularse del anterior, quiso siempre tomar medidas ‘innovadoras’, sin tomar en cuenta los efectos, ni mucho menos las necesidades.

Sin embargo, en un análisis más profundo es posible encontrar algunas constantes del proceso. El más importante de todos es que las políticas de los gobiernos de turno siempre tuvieron repercusiones en los medios de comunicación. Así, por ejemplo, el gobierno liberal y democrático de Belaúnde

5 Pease & Romero, p. 330.

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(1980-1985) transformó a los medios de comunicación, tal vez sin proponérselo. A pesar de ello, la opinión pública sigue considerando al gobierno militar como el único que realizó un cambio estructural (negativo) en los medios de comunicación. Pero no debemos perder de vista que en tal opinión juega un papel importante los mismos medios de comunicación, construyendo un discurso en el cual las políticas liberales son las únicas beneficiosas para el país.

Así, por ejemplo, cuando Ollanta Humala era candidato a la presidencia, tenía como una propuesta de gobierno que el Estado tenga participación en la supervisión de los contenidos en los medios de comunicación masiva. La crítica de los medios no se hizo esperar y atacaron al candidato por estatista y lo compararon con Velasco y Hugo Chávez.

Los peruanos se encuentran en un escenario en el que la opinión acerca de la relación entre los medios de comunicación y el Estado es dirigida por los mismos actores en cuestión. Lo paradójico de la situación es evidente. Y la situación es crítica. En el mundo del homo videns, son los medios de comunicación de masas quienes, al centralizar la información, están llamados a regular la memoria colectiva. Lamentablemente, la imparcialidad parece ser nada más que un ideal en los medios para los medios de comunicación hoy.

Así las cosas, hoy es vital preguntarse: Si los medios de comunicación no cuidan de la memoria nacional, ¿quién lo hará?

Referencias bibliográficas

Gargurevich & Fox. Revolución y prensa en el Perú. En: Fox, Elizabeth. Medios de comunicación y política en América Latina. La lucha por la democracia. 1988, pp. 78-89. Barcelona.

Cerna, Juan. Políticas de comunicación. Dos décadas de manejo liberal. Perú 1975-1995. 1995. Lima.

Pease & Romero. La Política en el Perú del Siglo XX. 2013. Lima.


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