Transcript
Page 1: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

1

Una visión sumaria de la extraordinaria obra “El emperador de todos los males", del

oncólogo Siddartha Mukherjee, médico estadounidense nacido en India, experto en

Hematología y Oncología, y licenciado por las universidades de Stanford, Oxford y

Harvard, .quien recibió el Premio Pulitzer de 2011 por su acuciosa, profunda y aguda

investigación.

¿En qué punto nos encontramos en nuestra batalla contra el cáncer? ¿Cómo ha

evolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de qué manera han

influido los cambios en su trayectoria? ¿Estamos cerca de encontrar «la cura»? ¿Cuál es

su verdadera biografía?

El cáncer es una enfermedad que ocupa un complejo espacio social, cultural y político.

Su historia no debe contarse sólo como un ensayo científico sino también como un

relato profundamente humano.

Identificada comúnmente como una enfermedad de la vida moderna, el cáncer

acompaña y amenaza al hombre desde la Antigüedad. Los intentos por vencerlo

conforman, en buena medida, la historia de los progresos (y fracasos) científicos y

filosóficos del ser humano frente a la enfermedad. Desde los primeros médicos egipcios

y griegos hasta los asépticos laboratorios de la genética, pasando por las operaciones

medievales, los quirófanos victorianos, el descubrimiento de la anestesia y los rayos X.

El monumental y premiado volumen “El emperador de todos los males” del oncólogo

Siddartha Mukherjee, es un abordaje sensible e inteligente de la historia de esa

enfermedad hoy atravesada por el marketing, los medios, los negocios de los

laboratorios, y a la cual Estados Unidos llegó a declararle la guerra y que recién ahora

estamos empezando a comprender.

Mukherjee analiza el cáncer como uno de los problemas más graves que han afectado a

la humanidad desde sus inicios y, particularmente, en los últimos trescientos años.

Ofrece una mirada al futuro de esta enfermedad y un punto de vista nuevo y audaz sobre

Breve historia del cáncer

Page 2: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

2

la manera en que doctores, científicos, filósofos y ciudadanos han observado y

entendido el cuerpo humano durante milenios.

“En 2010 unos 600 mil estadounidenses y más de 7 millones de personas en todo el

mundo murieron de cáncer. En Estados Unidos, una de cada tres mujeres y uno de cada

dos hombres desarrollarán cáncer durante su vida. Una cuarta parte de las muertes

estadounidenses, y alrededor del 15 por ciento de todos los fallecimientos en el mundo,

se atribuirán a él.” Estos abrumadores números son la puerta de entrada a uno de los

éxitos editoriales de 2011. Ganador del Pulitzer y del First Book Award de The

Guardian, nominado al National Book Critics Circle Award y Top 10 del año según un

abanico crítico tan amplio como el The New York Times, la revista Time y Oprah

Winfrey, El emperador de todos los males se presenta nada más y nada menos que como

la biografía oficial del cáncer. Escrito de a lapsos de entre 5 y 15 minutos por día (lo

que quedaba de tiempo libre a su ahora famosísimo autor, pero entonces respetado y

joven oncólogo full time más padre de familia, Siddartha Mukherjee), el libro tiene casi

700 páginas y consiguió contrato cuando su escritura iba más o menos por la mitad.

Claro que hoy lo primero que uno piensa es que es increíble que los editores no se

hayan batido a duelo por publicarlo. Pero lo cierto es que su autor se topó más bien con

pensamientos encontrados donde imperaba la cautela. “Las respuestas fueron bipolares.

O me decían: ‘Nadie va a leer sobre el cáncer’, o: ‘Cómo puede ser que este libro no

haya sido escrito antes’.” En lo que definitivamente estaban todos de acuerdo era en que

el cáncer atemoriza, lo que no hacía más que avivar el entusiasmo de su autor. “Para mí

ésa era la respuesta equivocada. Si la gente tiene miedo, es la principal razón para

hablar”, dijo enfático mientras redondeaba su ambicioso proyecto.

BAJO EL SIGNO DEL CANGREJO

¿Dónde empieza la historia del cáncer? ¿Se puede hablar de su nacimiento? Carla, la

paciente que da comienzo al relato, no se formula esa pregunta, al menos no de cara al

médico que luego va a contar su historia. Carla se pregunta qué tiene y si se va a poder

curar. Para ella el comienzo son unas tremendas migrañas, una fatiga irreconocible para

su carácter “alegre y entusiasta”. Las dos o tres visitas a médicos que no dieron con

ningún diagnóstico. Finalmente, su propio pedido de que le hagan un análisis más

profundo. La extracción de sangre y una nueva extracción para confirmar el peor de los

pronósticos: leucemia. La segunda de sus preguntas no tendrá respuesta hasta el final

del libro. En medio, mientras Mukherjee recorre la historia del cáncer, Carla pasará por

la aislación total para someterse a la inmunodepresión gracias a la que soportará el

cruento y a la vez esperanzador tratamiento oncológico. Es hacia las últimas páginas de

El emperador... cuando el lector se entera de que Carla se cura. Para sorpresa de su

propio médico y autor, que esperaba cerrar el libro con la muerte de su paciente, la

remisión de Carla se mantiene hasta ahora y su futuro parece de lo más auspicioso. Pero

contar el desenlace de la vida de Carla no le quita ni un ápice de intriga al libro. Porque

la trama de El emperador... no está centrada en esta maestra jardinera joven, ni en torno

de ningún paciente, sino en los científicos que, como piezas de un rompecabezas, fueron

Page 3: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

3

armando la silueta de esta enfermedad que por momentos parece tener a la humanidad

atenazada.

La empresa de la ciencia es lenta, y la figura que usa Mukherjee para contarla es –una

vez más– la de la guerra. Aunque no le gusten las metáforas y cite una y otra vez a

Susan Sontag –quien en los años ‘70 combatió desde su libro “La enfermedad y sus

metáforas los estereotipos, las fantasías punitivas y sentimentales alrededor del cáncer–,

Mukherjee es médico y trabaja en Estados Unidos, país que oficialmente declaró la

guerra no sólo a un sinnúmero de países, sino también a esta enfermedad. Una guerra

fría, filosa, de luz blanca, en la que los médicos actúan como generales y héroes que

batallan contra un monstruo invasor que se despliega con sus mil y una caras sobre

pacientes que son soldados, víctimas, trinchera y campo de batalla.

“Solemos pensar en el cáncer como una enfermedad ‘moderna’ porque sus metáforas lo

son, y tanto. Es una enfermedad de la sobreproducción, de crecimiento fulminante:

crecimiento imparable, crecimiento inclinado sobre el abismo del descontrol (...) El

cáncer es una enfermedad expansionista; invade los tejidos, establece colonias en

paisajes hostiles, busca un ‘santuario’ en un órgano y luego migra a otro. Vive

desesperada, inventiva, feroz, territorial, astuta y defensivamente; por momentos es

como si nos enseñara a sobrevivir. El cáncer explota las características que nos hacen

exitosos como especie o como organismo.” Sin embargo, el cáncer aparece por primera

vez en la Antigüedad, en un papiro egipcio. Es el propio Imhotep el que escribe sobre

“un fruto sanguíneo no maduro, duro y frío al tacto” y él, que siempre tenía un método

de cura, frente al tumor se queda mudo. “Cura: no hay ninguna”, sentencia.

De aquella era, Mukherjee cuenta también sobre los cadáveres momificados que

conservan sus tumores malignos como un misterio a salvo del paso del tiempo.

Recién dos mil años después aparece un nuevo registro de la enfermedad: en el 440

a.C., Atosa, reina de Persia, sintió la presencia de un bulto sangrante en el pecho.

Sumida en una aislación autoinfligida, sin querer recibir tratamiento alguno, se rindió a

su padecer. Hasta que un esclavo, Democedes, la convenció de que podría extirpárselo.

Nadie sabe cómo resultó esa primera mastectomía, pero sí que cuarenta años después la

enfermedad de Atosa aparece nombrada por primera vez. “Bautizar una enfermedad es

describir cierto estado de sufrimiento: un acto literario antes que un acto médico”, dice

Mukherjee. El racimo de vasos inflamados en torno del tumor fue la viva imagen de un

cangrejo desparramado en la arena para Hipócrates: de ahí su nombre karkinos,

cangrejo en griego. Luego, ese nombre se cruzaría con otro término que lo completa:

onkos, que describe “una carga o, más comúnmente, un peso llevado por el cuerpo”.

Los griegos entendían que el cáncer era el desequilibrio de alguno de los cuatro fluidos

que circulaban por dentro. Había rojo, amarillo, blanco y negro. En el 160 d. C.,

Claudio Galeno reservaba este último al cáncer. “Galeno sostenía que el cáncer era bilis

negra ‘atrapada’, esto es bilis estática incapaz de escapar de un lugar y, con ello,

coagulada en una masa apelmazada.” Después de nombrarlo, Hipócrates aseguró que

era mejor no tratar el cáncer. Galeno, por su parte, creía que era inútil, que “la bilis

negra estaba por doquier”. Tintura de plomo, colmillos de jabalí, pulmones de zorro o la

compresión de un tumor con planchas eran algunas de las recetas preferibles a

entregarse a la descarnada cirugía que se practicaba entonces.

Page 4: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

4

BREVE HISTORIA DE UNA LARGA LUCHA

Fue a partir de la primera autopsia que las teorías de Galeno empezaron a desplomarse.

No había bilis negra sino un organismo por descubrir. El estudio de la anatomía retomó

la idea de la ablación quirúrgica del cáncer inaugurando toda una etapa tan prolífica

como sanguinaria, recién paliada por el descubrimiento de la anestesia, en 1846. “La

anestesia y la antisepsia fueron avances tecnológicos aunados que liberaron a la cirugía

de su crisálida medieval. Armados de éter y jabón carbónico, una nueva generación de

cirujanos acometió los procedimientos anatómicos terriblemente complejos”. Los

aventurados primeros oncólogos lograban quitar algunos tumores del cuerpo, pero no

lograban evitar que el cáncer volviera a crecer tarde o temprano. Una y otra vez

“volvían a la mesa de operaciones y cortaban, como si estuvieran atrapados en un juego

del gato y el ratón, mientras el cáncer horadaba el cuerpo humano pedazo a pedazo”.

El encarnizamiento terapéutico para acabar con el maligno cangrejo tuvo su máximo

exponente en William Halsted: un médico cocainómano que hacia fines del 1800

inventó la mastectomía radical. Vaciar lo más posible el cuerpo de las mujeres (quitaba

glándulas, músculos, incluso huesos de las costillas) con el fin de lograr remisiones

totales y, en muchos casos, donde no era necesario operar, con la siniestra intensión de

doblegar su carácter.

Las cirugías eran todo un espectáculo. El 1900 inaugura la época de los médicos

celebridades “rebosantes de confianza” que operaban para deleite de testigos tan

privilegiados como intrigadísimos. “El quirófano era para ellos un teatro de operaciones

y la cirugía, una actuación elaborada, a menudo presenciada por un público silencioso

que miraba desde una claraboya situada encima del teatro.” Deslumbrados por su propio

brillo, ni siquiera podían ver todavía el fracaso que escondía la brutal operación. Es que

no importaba cuánto quitaran, el cáncer volvía o ya estaba esperando, agazapado, en

algún otro órgano.

Para la misma época, en un escenario diferente, una serie de casualidades dieron los

descubrimientos de los rayos X, el radio y finalmente, eureka, la loca idea de que esta

nueva forma de energía tal vez sirviera para todo esto. Fue un joven de veintiún años,

Emil Grubbe, quien a puro instinto hizo la primera prueba exitosa: “Grubbe comenzó a

bombardear con radiación a Rose Lee, una mujer mayor afectada con cáncer de mama,

por medio de un tubo improvisado de rayos X (...) La irradió durante 18 días. Aunque

doloroso, el tratamiento tuvo algún éxito”. Grubbe enseguida siguió con otras pacientes,

todas con el mismo resultado: los tumores se reducían. A comienzos del siglo XX

“había nacido una nueva rama de la medicina del cáncer, la oncología radioterápica”.

Pero la nueva cura tenía dos problemas. La primera era que la radiación en sí misma

producía cáncer (y sus víctimas más notorias fueron la propia Marie Curie y el joven

inspirado Grubbe). La segunda, que tampoco era eficaz con las metástasis. “El cáncer,

aun cuando comience localmente, espera de manera inevitable para salir de su

confinamiento.”

Page 5: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

5

Escapar de la encrucijada de elegir entre “el rayo caliente o el cuchillo frío” requirió de

una nueva herramienta –o arma, para volver al lenguaje de guerra que subyace detrás de

este relato–. Un veneno específico y sistémico para el cáncer.

El descubrimiento de la quimioterapia encuentra sus raíces a fines del siglo XIX en las

fábricas textiles, que explotaban el uso de químicos y tinturas. ¿Qué reacción tiene un

colorante sobre una célula?, se preguntaba el médico alemán y Nobel de 1908 Paul

Ehrlich. Tinturas químicas para atacar microbacterias era lo que probaba cuando

descubrió sustancias que las destrozaban. La idea de encontrar una sustancia como ésa

que, cual “bala mágica”, destruyera el cáncer obsesionó por años no sólo a Ehrlich sino

a quienes siguieron sus pasos. Pero la similitud entre las células cancerosas y las

normales no hacían nada fácil la tarea. La investigación recién dio sus frutos cuando el

conocimiento químico y molecular se volvió más profundo, alrededor de los años ‘50.

Hasta acá más o menos el recuento de los hechos, que nos lleva a las prácticas actuales

que se utilizan para curar el cáncer. Faltaba que la ciencia ahondara en la genética para

comprender la complejidad de la enfermedad ante la que se enfrentaba. En ese camino,

los científicos irían virando hasta conformar su propio establishment, los pacientes se

convertirían en seres de derechos con sus propios reclamos, y la curación sería no sólo

un anhelo sino también un negocio multimillonario que, como todos, o, tal vez, más que

ningún otro, puede representar los más turbios intereses por sobre cualquier otro

propósito.

JUNTANDO FONDOS PARA LA SILENCIOSA GUERRA MUNDIAL

La primera vez que apareció una gran cantidad de dinero asociada al cáncer fue en

1927. Alertados ya por el aumento de enfermos, el senador Matthew Nelly le pidió al

Congreso que ofreciera una suma de cinco millones de dólares “por cualquier

información que condujera a la detención del cáncer humano”. Claro que la absurda

propuesta, digna del Lejano Oeste, no tuvo ninguna respuesta seria, pero fue el puntapié

para que en 1937 el país lanzara un “ataque nacional contra el cáncer”. Así, ese mismo

año el presidente Roosevelt promulgó la ley de creación del Instituto Nacional del

Cáncer para coordinar la investigación y la educación sobre el tema. Los médicos se

pusieron a trabajar con entusiasmo, pero la propuesta se topó enseguida con un límite

feroz: la guerra real que los alemanes declaraban al mundo unos meses después truncó

esa primera abatida conjunta. Si bien la empresa bélica y sus descubrimientos

terminarían nutriendo la lucha contra el cáncer, para los médicos ése fue un duro golpe

que se sumaba al achique que ya habían experimentado cuando, en la Primera Guerra,

las empresas químicas dejaron de desarrollar remedios para pasar a crear venenos para

el enemigo.

Por otro lado, no sólo la Segunda Guerra desplazaba los intereses. Con el

descubrimiento de las vacunas y los antibióticos la gente se enfermaba menos. La

ciencia había logrado que en treinta años la esperanza de vida trepara de 47 a 68 años.

Entre 1945 y 1960 se construyeron en Estados Unidos casi mil hospitales y, ostentando

salud, florecía “una joven generación que soñaba con una existencia libre de la muerte y

Page 6: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

6

de las enfermedades y arrullada por la idea de perdurabilidad de la vida, se lanzaba al

consumo de bienes durables”. Sin embargo, en las sombras y en silencio “a diferencia

de las demás enfermedades, el cáncer se había negado a participar de esta marcha del

progreso”.

En el mundo de posguerra, entonces, el cáncer aparecería y desaparecería de la primera

plana de los medios que despiertan la atención pública. Si había guerra, conflictos

económicos, si mataban presidentes, o había que acunar el progreso como la llegada de

Dios, el cáncer parecía perder interés público. (Lo que no significaba que no hubieran

descubrimientos. Si la utilización de drogas específicas para el cáncer prosperó después

de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, se debió a que a raíz de un accidente con

gas mostaza se creó una unidad encubierta llamada Unidad de Guerra Química para

estudiar esos compuestos tóxicos y sus posibles utilidades. El resultado fue el avance

más grande contra un tipo de leucemia jamás logrado, “sellando la vinculación entre la

guerra química de los campos de batalla y la guerra química del cuerpo”). Pero a

primera vista, así como en la guerra muchos científicos dejaban a los pacientes para

idear bombas y otras armas letales, en épocas de bonanza nadie quería seguir

escuchando hablar de nada terminal.

Para tener continuidad en esos avatares de la coyuntura mundial, la investigación

médica debería aggionarse. Es decir, sumar las ideas que bullían en otros barrios, como

el de la publicidad y el marketing. Los médicos necesitaban volverse políticos que

manejaran fondos. Fue Sidney Farber, un prolífico estudioso de la enfermedad y hasta

entonces outsider que hacía sus valiosas pruebas ocupando escritorios vacíos y huecos

de escaleras, quien labraría esa relación.

Era una época propicia para la caridad. Los grupos de la alta sociedad como el Variety

Club de Nueva Inglaterra empezaban a “mostrar” conciencia social y el público no

hacía más que agradecer y aplaudir de pie el melodrama. El Variety Club ya había

adoptado una niña huérfana cuando, en su búsqueda por entidades a las que beneficiar,

se acercaron al hospital de niños y conocieron a Farber. Juntos crearon el fondo para la

investigación del cáncer infantil. Y enseguida se lanzaron al propósito principal:

conseguir fondos. La primera propuesta fue organizar una rifa. Obtuvieron casi 50 mil

dólares. Mucho. Pero no tanto como esperaban.

“Entendieron que necesitaban un niño como emblema, como gancho para atraer al

público.” Algo que no era tarea fácil. “Las salas estaban ocupadas por pacientes en

lamentables condiciones, deshidratados y con náuseas a causa de la quimioterapia, niños

casi incapaces de mantenerse erguidos.” Había un solo chico, que no tenía leucemia

sino un linfoma poco común y un nombre poco común: Einar Gustafson.

La conversión de Einar en el símbolo del niño con cáncer es todo un signo de época.

Médico y mecenas le cambiaron el nombre a Jimmy, lo hicieron hablar por la radio y en

medio de la transmisión, después de que Einar declarara que su deporte preferido era el

béisbol, los jugadores de su equipo favorito entraron a su habitación para cantar con él

el himno del juego en vivo, partiendo el corazón de los conductores, de la audiencia, de

todo un país que lloraba al ritmo de “llévame al partido de béisbol, llévame con la

multitud, cómprame cacahuate”. “Poco se dijo del cáncer del niño: innombrable, la

enfermedad acechaba en la sombra como un espectro. (...) Pero aun antes de que los

Bravers se hubieran ido, se había formado una fila de donantes frente a la entrada

Page 7: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

7

principal del hospital infantil.” La campaña contra el cáncer, al igual que la política,

necesitaba “íconos, mascotas, imágenes, consignas; tanto las estrategias de la publicidad

como las herramientas de la ciencia”.

Enseguida, los cuartos de hospital se llenaron de dibujitos (“era Disneyworld mezclado

con Cancerlandia”), pero la idea recién prosperó realmente cuando Farber y sus

benefactores encontraron un hada madrina. Mary Woodward Lasker, una

multimillonaria neoyorquina “cuya misión era transformar la geografía de la salud

estadounidense mediante la creación de grupos, la presión y la acción política” mientras

“almorzaba con los Rockefeller, bailaba con los Truman y cenaba con los Kennedy”.

Con ella nació la Sociedad Estadounidense del Cáncer (que sería seguida por un montón

de fundaciones y asociaciones). De su mano las donaciones no paraban de crecer, se

comenzó a usar la palabra “cruzada” para la lucha y en el campo de la medicina, los

recursos abundaban. Los experimentos, como combinar rayos con quimioterapia para

tratar metástasis, daban sus frutos. Hacia 1958, Farber logró que por primera vez un

tumor sólido metástico respondiera al tratamiento. Se sintetizaron más drogas y

sustancias, se describieron varios tipos de cánceres diferentes y así, entre cocktails y

cocktails, había quienes se permitían celebrar esas primeras ganancias.

LA NUEVA GUERRA AMERICANA

Claro que la lucha química tenía su contracara tan salvaje como la quirúrgica. Con el

avance de la quimioterapia, el límite entre lo que cura y lo que mata se fue volviendo

cada vez más difuso. Sin idea de pacientes con derechos, las personas parecían muchas

veces las meras portadoras de su acérrimo enemigo. Muertos por infecciones, por

nuevos cánceres, por náuseas feroces que derribaban a las personas como patadas en el

estómago, la idea de que cualquier cosa parecía mejor que morir de cáncer era llevada al

extremo. La fórmula cargaba con la convicción de que si se salvaba una vida mejor,

pero lo importante era salvar a la humanidad. La presión estaba puesta sobre todos:

políticos, médicos y pacientes. Así, una vez más el cáncer dejaba de ser un murmullo y

saltaba con vehemencia a las tapas de los diarios, volviéndose La Enfermedad de la

época. La Gran Bomba –escribió una columnista del The New York Times– era

remplazada por La Gran C. En 1969 la revista Time sacaba un artículo instando al

presidente: “Señor Nixon: usted puede curar el cáncer”. Sólo faltaba voluntad y,

siempre, más dinero; después de todo, parecía mucho más abordable que el fin de la

guerra de Vietnam. Además, si el hombre podía llegar a la Luna, no podía ser tan

complejo llegar a la gran cura universal (dominar el espacio interior así como habían

hecho con el exterior): “Las guerras demandan una definición clara del enemigo. De

modo que el cáncer, una enfermedad polimorfa de colosal diversidad, se reformuló

como una entidad monolítica. Era una enfermedad”. O más bien, La Enfermedad.

Ahora, si bien había ciertos avances en los tratamientos, nada –o casi nada– se sabía

todavía del cáncer en sí. ¿Qué lo generaba exactamente? ¿Por qué su comportamiento

era tan anárquico, tan feroz? La idea de indagar en la causa era igual de importante para

la cura como para la posibilidad de prevención. Y esas preguntas todavía sin respuesta

llamaban al repliegue en los laboratorios. Con el antecedente de que en 1911 el médico

Page 8: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

8

norteamericano y también Nobel Peyton Rous había encontrado un virus que provocaba

un extraño sarcoma, importantes científicos se abocaron a investigar exhaustivamente

todos los tipos de virus y bacterias que pudieran, avivando sin querer una fantasía que

sobrevoló desde siempre: la idea de que el cáncer se podía transmitir, como una gripe.

Por fortuna, en paralelo, el descubrimiento de que factores ambientales como el hollín o

el radio podían hacer mutar las células que luego devendrían en cáncer empezaban a

ahuyentar esas ideas de contagio. Hacia 1960, con el cáncer de pulmón como epidemia,

se comenzaron a establecer los claros vínculos entre el hábito con más pregnancia de las

sociedades modernas y la enfermedad. El primer carcinógeno irrefutable salió a la luz a

mediados de esa década, pero sus víctimas seguirían (siguen) cayendo mucho tiempo

después de que las primeras leyendas de alerta aparecieran en las cajas de Marlboro.

La detección de los carcinógenos avanzó en la idea de prevención. “Nómbreme cinco

cosas que debería hacer para no contraer cáncer”, le pidió una periodista de The

Guardian a Mukherjee. “No fume, no fume, no fume, no fume y no fume”, respondió él.

Si los médicos blanden desde hace cincuenta años con tanta furia la campaña antitabaco,

es porque desde el comienzo entienden que hacer desaparecer el resto de los

carcinógenos nos llevaría a modificar el sistema en el que vivimos integralmente. El

mismo Mukherjee lo dice en su libro: “Somos simios químicos: tras descubrir la

capacidad de extraer, purificar y hacer reaccionar moléculas para producir nuevas

moléculas hemos empezado a hilar un nuevo universo químico a nuestro alrededor. Así,

nuestros cuerpos, nuestras células, nuestros genes, se sumergen y vuelven a sumergirse

en un cambiante mundo de moléculas: pesticidas, drogas farmacéuticas, plásticos,

cosméticos, estrógenos, alimentos, hormonas. Alguna de ellas serán inevitablemente

carcinógenas. Pero no podemos hacer que ese mundo desaparezca”.

Más allá de que en torno del cáncer el número de enfermos siempre ha ido en ascenso,

la posibilidad de detectarlo antes de que fuera irreversible y los diferentes tratamientos

que se iban aplicando hicieron que la sobrevida ante algunas formas malignas fuera

cada vez mayor. Las conquistas de esos años (el papanicolaou y la mamografía, por

ejemplo, marcarían un antes y un después en la historia del cáncer de cuello de útero y

de mama) se completan con la especificidad en las estrategias terapéuticas que traerían

los ’70, cuando el estudio de las hormonas logró llegar al descubrimiento de drogas

como el tamoxifeno que, junto con la cirugía, la radiación y la quimioterapia adyuvante

(la que se administra como complemento para disminuir la posibilidad de reincidencia),

generaron progresos muy significativos en algunos cánceres de mama, logrando

aumentar la sobrevida de una paciente de 17 a 30 años.

LOS OSCUROS ’80

Ahora bien, si el objetivo era la erradicación del mal, esos avances no eran más que

consuelo de pocos. Los ’80 fue la hora más oscura de la quimioterapia, dice Mukherjee.

“Fue una época extraordinariamente cruel, que mezcló promesas con decepción y

aguante con desesperación.” No sólo por las pruebas de resistencia tóxica que se hacía

sobre los pacientes, sino porque venía de la mano con otra ola de presión social y

política surgida a la vera del avance de otra enfermedad masiva: el sida.

Page 9: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

9

Eran los mismos pacientes los que pedían que aprobaran las drogas sin tanta prueba, que

la medicina avanzara. “Los pacientes habían perdido la paciencia. No querían ensayos,

querían drogas y curas.” Pero el rótulo de experimental no sólo era una precaución

médica que se alzaba para evitar dañar personas. Con la medicina cada vez más

privatizada, una vez superada la etapa experimental (en la que los pacientes podían

comprar los remedios), las prepagas tenían que suministrarlos en forma gratuita,

obstaculizando un negocio que de 1970 a 1990 alcanzó los tres mil millones de dólares

y que hoy es un entramado de cifras incalculables que despierta las peores sospechas.

“El cáncer moderno es un gran negocio y sus drogas son el cash del futuro de las

grandes droguerías. El costo del desarrollo de fármacos claramente valdría la pena si

prometieran curas o remisiones. Pero la gran mayoría logra resultados mucho más

modestos. Por ejemplo, la droga llamada Tarceva extiende la vida de pacientes con

cáncer de páncreas por solo doce días y cuesta veintiséis mil dólares”, escribió Steven

Shapin para el The New Yorker en su reseña sobre el libro.

Ese medio no fue el único en señalar que el relato épico de Mukherjee es justamente, a

veces, demasiado épico. La omisión casi total del manejo de los laboratorios, la

exposición de un único caso de engaño público realizado por un médico

sospechosamente no norteamericano (un sudafricano que fraguó resultados para

promocionar su método para el autotransplante de médula ósea), el escaso espacio que

da a otros cancerígenos que no sean el tabaco, dejan un tendal de dudas, no tanto por lo

que cuenta sino por las porciones del presente que deja sin contar. El libro es un relato

completo y apasionante, por momentos bastante complejo también, de la parte de la

historia que Mukherjee quiso contar: un viaje de casi treinta siglos que recorren no sólo

cómo se fue encendiendo la luz alrededor del cáncer, sino la relación científica y

filosófica del hombre con esa enfermedad.

NUESTRO LADO INMORTAL

En los últimos años, la lucha contra el cáncer tuvo un fuerte avance. En ese sentido, la

elección de una paciente como Carla –aparentemente terminal, que confiesa que el

cáncer se ha convertido en su vida, pero que aun así logra salvarse– puede oficiar de un

nuevo símbolo de época. Hay cánceres totalmente curables y remisiones que duran toda

la vida.

El descubrimiento del comportamiento genético de la enfermedad (el hallazgo más

contemporáneo) fue fundamental para el descubrimiento de nuevas drogas específicas.

“La célula cancerosa es una versión distorsionada de nuestro ser normal –explica

Mukherjee–. El cáncer está cosido a nuestro genoma. Los oncogenes surgen de

mutaciones de genes esenciales que regulan el crecimiento de las células. Las

mutaciones se acumulan en ellos cuando los carcinógenos dañan el ADN, pero también

a partir de errores aparentemente azarosos en sus copias cuando las células se dividen.

El primer aspecto podría prevenirse, pero el segundo es endógeno. El cáncer es un

defecto de nuestro crecimiento, pero ese defecto está profundamente arraigado en

nosotros. Sólo podremos librarnos del cáncer cuando podamos librarnos de los procesos

de nuestra fisiología que dependen del crecimiento: envejecimiento, regeneración,

curación, reproducción. (...) Desde un punto de vista conceptual, la batalla contra el

Page 10: Breve historia del cáncer - · PDF fileevolucionado nuestra idea de la enfermedad a través del tiempo y de ... e inteligente de la historia de esa enfermedad hoy ... con cáncer

10

cáncer lleva la idea de la tecnología hasta su límite último, porque el objeto sobre el que

se interviene es nuestro genoma.”

El cáncer es poderoso, tanto que en el laboratorio el propio Mukherjee trabaja con

células cancerígenas totalmente en actividad de una paciente que murió hace treinta

años. “Uno de los ejemplos más provocativos del comportamiento de una célula

cancerosa es su inmortalidad (...). El cáncer trata de una manera muy literal de emular

un órgano que se regenera, o tal vez –una posibilidad mucho más perturbadora– a un

organismo que se regenera. Su búsqueda de la inmortalidad refleja la nuestra.” Ahora

bien, Mukherjee también sabe que “toda biografía debe también afrontar la muerte de su

biografiado”. La muerte de algo inmortal que vive en nosotros: un oxímoron tan

despiadado como la misma enfermedad. Así, la idea de este médico que refleja la de

toda la campaña de una nueva generación de médicos que libera una lucha renovada es

dedicar su ciencia a que esa muerte no ocurra antes de la vejez. “Tal vez el cáncer

defina el límite exterior intrínseco de nuestra supervivencia. Cuando nuestras células se

dividen y nuestro cuerpo envejece, y las mutaciones se acumulan inexorablemente unas

sobre otras, el cáncer bien podría ser el término final en nuestro desarrollo como

organismos. Sería una victoria sobre nuestra inevitabilidad: una victoria sobre nuestro

genoma.”


Top Related