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III

11

I

EL RASTRO

OBRAS DE RAMN GMEZ DE LA SERNA

PUBLICADAS

Entrando en

fuego.

1904.literatura.

Morbideces. 1907.

El concepto deBeatriz. 1909.

la

nueva

1909.

La Utopa. 1909.Cuento de Calleja.

1909. 1909.

El drama

Mis siete palabras. 1910.

del palacio deshabitado.

El Laberinto. 1910.

LaEl

bailarina.libro

1911.(secretos). 1911.

mudo

LasSur

muertas. 1911.del

Renacimiento escultrico espaol.

1911.

Ex-votos. 1912.

El Teatro en Soledad. 1912.

El luntico. 1912.El Ruso. 1913.

Ruskin

apasionado (estudio crtico publicado por esta Casa con la traduccin de Las Piedras de Veneel

co}. 1913.

Tapices. 1913.Gregueras.

1914.

ftamn Gomes de

la

Serna

EL RASTRO

Sociedad Editorial

PROMETEOB*

Gemianas,VALENCIA

S

Esta Gasa Editorial obtuvo Diplomade Honor y Medalla de Oro en la Exposicin Regional de Valencia de 1909 y

Oran Premiocional de

de

Honor en

la Interna-

Buenos Aires de 1910.

Al justo yes l

trgico Azorn, que

hombre que ms me ha persua-

dido de ese

modo

grave, atnito y

verdadero* con que sin malestar ni

degradacin ni abatimiento slo cre

poder estar persuadido secretamente

de

miel

vida, le dedico este libro

con

oficioso

y tmido deseo de

consolarle de vivir entre gentes in-

confesas y de estar dedicado al

ms

agudo y al ms disimulado de los sarcasmos en el centro de seriedades inauditas y aclamacionestraas.ex-

XIMCTI DEL

EVItlIBELIO OE

RHMII 6MEZ DE IH SERHR

por Silverio Lanza

En aquel tiempo

el

Maestro era

muy

joven y

dijo sus siete hermosas palabras. Unos no las oyeron; otros no las entendieron; y de quienes las oyeron y las entendieron, hubo los

que las rechazaron por miedo los Csares y los que hallaron en ellas como el Credo de su Fe. He aqu las siete hermosas palabras: Oh si llega la imposibilidad de deshacer! Estas fueron y no otras. Y los necios crean que la conservacin de los tronos, de las religiones, de ios pueblos y de los individuos era que no se les deshiciese; y los neciosnos perseguan. Y el Maestro recordaba que Jess dijo: Se deshar el grano de trigo para producir cobecha.

Y el Maestro vea que Dios, siendo sabio y justo y misericordioso, cambia en invierno lo que hizo on verano; y en la vejez lo que se hizo en la juventud;

y aqulo

lo

que se hizo

all.

Y

deca el Maestro

que

sabio y lo justo y lo misericordioso

y

lo divi-

VIII

no es deshacer y hacer de nuevo para deshacerlo cuando pueda interrumpir la constante evolucinque es necesaria las vidas duraderas. Y cuando el Maestro vea tronos y religiones y pueblos individuos que no permitieron que se les deshiciese, y se deshacan fatalmente, estrilmente y definitivamente, repeta el Maestro sus siete her-

mosas palabras: Oh si llega la imposibilidad de deshacer!Silverio Lanza.*

Buen Silverio Lanza! Ningn lema mejor para este libro que la reimpresin de este comentario que puso l como Padre las palabras del hijo, para realzarle. Yo no haba odo bien, en la agona con que las deb pronunciar, esas siete palabras de aquel libro mo comentado, pero desglosadas por l, me han llenado de su espanto y de su anhelo de nuevo. Honor aquel anciano previsor, lleno de serenidad en la tragedia y de originalidad en la lobreguez de su pueblo y de su siglo, tan olvidado ya en

su primer aniversario, cuando l fu quien inici la chita callando las grandes disolvencias, las grandes disociaciones que imperaran!

PROLOGOOh si llega de deshacer!la

imposibilidad'

El Rastro no es un lugar simblico ni es un simple rincn local, no; el Rastro es en mi sntesis ese sitio ameno y dramtico, irrisible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres por su riqueza, lo son por esos trastos filiales. Por eso donde he sentido ms aclarado el misterio de la identidad del corazn travs de la tierra, ha sido en los Rastros de esas ciudades por que pas, en los que

he visto resuelto con una facilidad inefabledel

el

esquema

mapamundi

del

mundo

natural.

II

sama de su

Oh, el Mercado de las pulgas de Pars, en la Avenida Michelet, gran coincidencia de todo Pars, trgicahistoria

y

su galantera

y de aquella

calle

conmovedora y de aquella noche y de aquello y aquello otro en un revoltijo, en una confusin, en una incongruencia profunda!... Oh, el mercado judo de Londres,

X

PRLOGO

en el barrio Whitechapel en Middlesex, rasero comn de toda la gran ciudad, descanso y abismamiento de todas las observaciones hechas en caminatas largas y anhelantes!... Oh, aquel comercio en Miln, dentro de la Plaza del Mercado viejo, pequeo, oculto, pero en-

y consciente, con esa consciencia superior y postrera de los Rastros!... Y en Venecia, aquella tiendecilla opaca, llena de cosas de Rastro y los canales como parajes de Rastro en lo profundo y en la superficie: en lo profundo las innumerables cosas sumergidas por su peso y en la superficie esas cosas flotantes, informes, sospechosas, de que estn llenas sus aguas!... Y en aples aquellos tenderetes de los domingos en el barrio de los pescadores, aquellos tenderetes de una variedad inexpresable, llenos de cosas cotidianas y lamentables, en las que se me revel tan lejos del Rastro asiduo, la misma asiduidad de las cosas, la misma flaqueza y la misma flagrancia de los hombres, la misma consumacin!... Y aquel rincn de Florencia, atravesado el puente viejo hacia las afueras, y en el que nos pareci hallar corregido y depurado el Infierno ampuloso, deplorable, injusto y cruel del Dante, y en el que todo el .arte de la ciudad pareca postrarse con un secreto cansancio muy indecible, muy insospechable, pero muytraablesincero!... Y aquel tenducho de Pisa, en el que se refugiaba y se tenda toda la ciudad, su torre inclinada la

primera, como vencida y resignada, en el fondo obscuro, pacfico, eterno y asequible de la tienda!... Y aquel almacn arruinado de Roma, en el que todas las cosas sonrean de eso de la ciudad eternal, y en el que se fu hundir nuestra impresin del foro derruido, en una mezcla de ideas inseparable y tranquilizadora!... Y en Ginebra aquel escaparate de cristal brillante ante la crudeza luminosa de la nieve, tan cordial en la tarde desconcertada de tanto pasear por sus calles nevadas, entre las viviendas hermticas y castsimas, porque supuso como en todo lugar el encuentro de su Rastro, supuso la posesin de la ciudad, hallando de momento como en el sexo de una de sus prostitutas, la saciedad y el agotamiento del inters engaoso que

PRLOGO

XI

suscit de lejos ei nosotros el misterio de la ciudad y sus cosas y sus mujeres y sus hombres!... Y as, cuntos Rastros ms en el extranjero y en las provincias espaolas, todos disolventes y en todos aplacado todo!...i

III

El Rastro es siempre el mismo trecho relamido de la ciudad, planicie, costanilla, gruta de mar tienda de u ar, que es lo mismo, playa cerrada y sucia en que la g:an ciudad mejor dicho, las grandes ciudades y los p leblecillos desconocidos mueren, se abaten, se laminan como el mar en la playa, tan delgadamente, dejando tirados en la arena los restos casuales, los descartes impasibles, que all quedan engolfados y quietos hasta qie algunos se vuelven ir en la resaca. El Rastro es u i juego de mar, pero no de cualquier mar, sino de un

como el Mar Negro, el mar de aguas ms y ms repugnantes, aunque la vez el de aguas irs azules, un mar as, central, cerrado por todo un continente, y que adems se comunicase escondidairente con los dems mares. Un mar continental, secrete' salado, que travs de una estrecha bocacalle ennar aislado

espesas

,

trase de vencida en la blanda playa del Rastro para .aorir ras de tierra su mano llena de cosas.

IVY qu cosas! Casas carnales, entraables, desgarradoras, clementes, lejanas, cercanas, distintas: cosas reveladoras en su insignificancia, en su llaneza, en su mundanidad Maravillosas asociadoras de ideas!... Actitud la de esas cosas revueltas, desmelenadas y amontonadas, Simplicias y coritas! Todo tiene una tenip anza nica, nada es ya religioso con ese sanguinario y envidioso espritu de los dioses, ni nada es tampoco.

XII

PRLOGO

pretencioso con esa dura y ensaada pretensin del arte lleno de tan pesado y tan aflictivo orgullo por el estigma de divinidad que obliga soportar y por los implacables deberes estticos que somete. Aqu todo eso perece, se depura y se desautoriza porque es escueta y pura la contemplacin como consecuencia de su raz r de su total, de su completa impureza. Todo en el Rastro es para el alma una purga ideal que la calma, la despeja, la ablanda, la resuelve, la llena de juicio y para que no la fanatice ni ese juicio le

un suave escape. Las cosas del Rastro no estn, como vulgarmente se puede creer, en una situacin precaria, no; su momentoes el momento de paz y caridad despus del xodo y de la mala vida y todas ellas se ufanan y se orean como enfacilitael

descanso del

fin.

Las cosas del Rastro no son cosas de anticuario, carecen de ese orgullo, de ese valor hipcrita, de esa categora completamente convencional, civil y arbitraria que adquieren las cosas en ese doloroso internado de las tiendas de antigedades confortables, vanas, taimadas, cancerosas y srdidas.

VI

No son tampoco cosas de museo, porque eso las habra perdido para siempre, pues es en los museos donde sufren ms largo infierno, hacindose demasiado duraderas, imposibilitadas, socarronas, opresivas, autoritarias. En los museos es donde dejan de ser conmovedoras, renunciadoras y donde paralizada la facultad de deshacerse y de transparentarse que haba en ellas, su forma se hace dura, barroca, pesimista, exasperada. En

PRLOGO-ellos

XIII

representan una tragedia sin desenlace, esa tragedia que alargaran hasta la eternidad en los pueblos las beatas las que se les muere un pariente conservando .su cadver para siempre tambin si pudiesen. Los museos tienen una atmsfera insensata que fomenta vicios,

sadismos seniles y pusilnimes, egosmos atroces y suspicaces, corrupciones desnaturalizadas, siendo entre los museos los ms empedernidos los arqueolgicos, llenosclasificacin, de seriedad, de obscuridad, de congoja, de obcecacin y en los que las cosas sometidas, deprimidas, sofocadas, pierden su donoso sentido silvestre, esterilizadas y sin comunicacin con la tierra, como slo la h alian en el aire salvador del Rastro, en el que ceden sis impulsos espontneos.

de

VII

No son tampoco o

ruinas histricas

y

trascendenta-

les estas cosas del Rastro, eso sera demasiado! porque Ya aqu nos detenemos y como hombres cautos y apegados la vida, que se toman todo el tiempo quo necesitan en gustarla como una buena mujer, non volvemos mirar hacia detrs, con ese movim3uto tan espontneo en nosotros y que solemos ter.er en la esquina de todas las calle3, porque sabe mes bien que el tiempo que hemos vivido al pasar qu oda suspenso en ellas y no nos resignamos perder la idea de nuestro acto de pasar, tan vivo, tan entretenido, tan afortunado, reunindonos as con el :iempo que se qu^da en la calle... Despedidas

desgarradoras, hondsimas, como las que se dedii una novia que queda en el balcn y cuya visin se va perder al dar la vuelta la esquiua! Vueltos de ese molo hacia el Rastro, no vemos sino un pozo obscuro y una altura inconmensurable sobre ese pozo algunas estrellas. Ha obscurecido de pronto, de un modo sbito y vehemente. Todo el pasado de la ciudad est ah, en ese pozo. Nc es ms trascendental la historia, tmese como se tome. Todo queda emborronado y tergiversado po: la noche. Los faroles lo largo del abismo parece que no reverberan, que no alumbran su alrededor ms prximo. Flotan entre una densa y material betuminosidad, por cuyo fondo obscuro quizs pasan algunas estantiguas. No volveramos desandar lo andado, como no avanzaramos so )re esas aguas profundas, ante cuya presencia, aun no viendo absolutamente nada, nos hiere el

ca

238

RAMN GMEZ

D85

LA StRNA

presentimiento fro y aterrador de que estn cerca y nos cortan el paso. No; no entraramos ahora en el paraje tenebroso. No sabemos por qu recordamos ante lo tupido, lo selvtico y lo insomne de esta noche sobre las cosas, aquel anochecido que nos cogi dentro del parque zoolgico de Londres. (Confiados en la iluminada casita del t, se nos hizo de noche y tuvimos que salir guiados por el camarero, cruzando la espesa noche en que los animales gritaban, como recrudecidas sus nostalgias, quejndose profundamente, dndose cuenta de s, profundamente, sin teatralidad, con una videncia extraordinaria.) Se presienten tambin en las cosas sonambulismos, reminiscencias, crujidos, fatiguitas, anhelos, estertores que explotarn en la noche obscura. Se piensa en lo que guardan las casas, se piensa en la noche avanzada y se ve unas gentes nios, viejos, mujeres, hombres ms moros en la noche que duermen con la boca abierta, como

muertos, como aplastados por el pecho, como llenos del sentimiento pleno imposible de la vida, dentro de un suefio slo comparable con aquel sueo de nuestros das de internado, aquel sueo en que caamos despus del cansancio y de la desesperanza de todo el da, aquel sueo glorioso que nos pareca imposible conciliar en nuestra desgracia, aquel suee tan absolutamente nuestro en la falta de libertad y de fortuna. Y por fin, despus de un rato ms de perfecta distraccin durante el cual borramos nuestro pensamiento mirando la piscina negra, despus de un suspiro arrostramos la ciudad vil. Entramos en ella descredos, renovados, extranjeros, peregrinos que traen la visin solitaria y vespertina de los campos, la visin de sensatas lontananzas planetarias de una indolencia conta-

EL RASTRO

239

giosa, peregrinos que por eso no se dejan ofuscar

porlastes

la ciudad, cuya puerta conocen. Volvemos con manos sucias como de haber escarbado dema-

un poco mareados, exhaustos, convaleciendespus de haber dejado en la cruenta operacin sufrida all (?) tantos malos humores. Volvemos con una viva sed que nos hace entrar en la primera taberna beber una copa de dulce y refrescante aejo, la copa necesaria y exquisita despus desiado,salir del Rastro.

Nuestros ojos, ms negros, ms grandes, ms cromticos, miran ms atnitamente, un tanto arredrados, las calles vulgares en que se entra de nuevo. Lo miramos todo como intrpretes de la gran r>saca que tira dla ciudad hacia all, hacia el fondo del Rastro, consiguiendo que toda ella vaya cayendo, desmigndose blandamente con disimulo

y paciencia, pero con

eficacia,

abismndose senci-

llamente, sin espectculo pico, vencida por esa fuerza menos violenta an que la^ de la irona, y

ms

eficaz,

y ms

sutil.

Se reproduce en este volver la emocin llena de seguridad de aquellos anochecidos en que volvamos de oir el mar sin ver su lmite en la obscur dad, agudizados en su absurdidad, saturados de una despejada credulidad personal, llenos de las razones ms corruptoras, ms libres y ms inexplicables, y al entrar en el poblado sentamos un rencor hondo por l, por sus hombres y por sus costumbres, que no contaban con la claroobscura leccin, que vivan dentro de una horrible etiqueta, de una horrible escasez en las pasiones, dentro de una vida criminalmente insociable en el fondo desa misma sociabilidad. As estas gentes y estas co8is que hallamos al entraren la ciudad notamos

240

RAMN GMKZ DE LA SERNA

que no estn ablandadas por la leccin cercana segn realmente es y remotsima segn les parece.algo muy acre y muy riguroso en el ambiente, cuando despus de venir de all pareca que se deba entrar en un sitio apasionadamente, desesperadamente solidario ante la muerte y el anonadamiento cotidiano, todo lleno de una fuerte sensualidad y de un espritu hospitalario. Nos extraan sa dureza y ese olvido insubsanable. No sabemos dnde ir, no se sabe por qu calle tirar. Las ms iluminadas resultan insoportables. Quiz es la hora de pasar por una de esas plazas antiguas de que vivimos olvidados y quedarse all un gran rato sentados en un banco. Nos parece muy temprano, absurdamente tem prano, porque no sabemos qu hora avanzada esperbamos encontrar realizada ya en la vida de la

Hay

ciudad. Ir casa? Hasta por nuestra casa se siente falta de aficin, y no una caprichosa falta de aficin, sino una indubitada falta de aficin. Venimos desde la reformacin del mundo por la destruccin llena de cordura y sensatez del tiempo trivial no por las guerras ni los cambios de venimos del solar lleno de buen civilizacin , acuerdo para la nueva arquitectura, y encontramos el mundo aun construido su manera, idiota,

insensato, rencoroso, rudo, enftico, insostenible pero sostenido, enemigo, obsceno y atrabiliario. Las tiendas nos parecen vulgares, brutales, despreciables, usurarias, de una risible seriedad y reconcentracin al lado de aquellas que hemos visto abiertas todas las ideas y todas las transacciones. Hayellas, como los pisos altos,

en

en las oficinas que se anuncian en

como en todo

lo

profesional,

una

voracidad, un exceso vicioso, un engreimiento, una

BL RASTRO

2U im-

memiga, un deseo de tirana extraordinarios

presentables. Algunos detalles nos parecen ms absurdos: ios guardias de orden pblico, algunas na Mees ms polticas y ms obcecadas que otras, algunas viejas con caras vesnicas. Hasta contra nuestras propias empresas nos domina una rebelda incombatible, tan suave y sutil, que se nos impone como se nos podra impone]' el espritu de un Dios existente de verdad. Lo que aun hay de enemigo nuestro en nosotros se intenta burlar de que esta especie de doctrina interior que nos llena la haya fomentado el senci-

paseo por el Rastro, tan aparentemente chabacano y accidental, pero una solida seguridad mata la ourla. Verdaderamente en el sexo de esos escombros nos hemos esparcido y encalmado como slo lo podramos conseguir en la bella ciudad futura, hija del arrepentimiento sumo y dada los transportes mximos.llo

Y vagamos al azar hundidos, perdidos, buenos, hasta la hora claudicante en que volvemos nuestra casa.

FIN

De 1900 Marzo de

1914.

16

KX LIBRIS=

Hay que decir fuera del libro los extravos, las renuncias, los responsos, los desprendimientos y los hallazgos postumos que suceden la confeccin del libro,junto al cadver caliente an, aun resucitable. Hay que decirlo, no slo porque lo hemos ansiado decir como

a itores vehementes, como muertos que deseasen contar turbacin de ultratumba, la sencilla clave del secreto final, sino porque como lectores siempre hemos deseado al final de la lectura de un libro algo, algo, las afueras d libro, el descuajen, la perplejidad, el raboneo, la delacin del autor hecha por s mismo, patidifuso ante aigo completamente distinto lo dicho y hasta lo por decir en los prximos proyectos de libros, algo insufrible y perentorio, algo comprometedor y deslabazado, q le habra que decir en toda su torpeza y su indisculpabilidad. Muchas veces hemos mirado las guardas de los libros, buscando intilmente, olfateando, huroneando con ahinco en ellas ese algo que los perros buscan en las tierras en que escarban sin aparente por qu, pero bien pronto hemos cerrado el libro, defraudados por es^a pgina blanca, deseosos de escribir algo definitivo y entrecortado en su pecho y en su espalda. He aqu, sin orden, asaltando todas al mismo tiempo el dintel del ex-libris, esas notas escritas en las guardas y en el forro del libro, esas notas conseguidas en el ltimo momento d hacen peor, los otros se han olvidado de todo menos de las palabras, y veces hasta de las palabras; en los

otros

hay

siempre. Atosiga,infieles

actos que les deben haber obscurecido para abruma pensar en todos los dems,

para s mismos, irreconciliables, atravesados, llenos de desvariaciones, atrancados, obligados amistades que les destruyen, que esterilizan su vida, que lallenan de posos.

OEl triquitraque ambiente de la calle, el ruido de los coches y de los carros nos haba despertado muchas veces de la obra, pero nunca como despus de acabar... Todo insubsanado, todo insubsanable!

pacificadora, prvida, neunos mira desde el fondo del despacho, prometindonos acogernos en su seno. As nos consuela de que na hayamos hallado nada despus del libro, despus de ese intento de adulterio, de infidelidad brbara que hemos cometido con nosotros por el libro.tral,

La alcoba inconmovible,

Osas

Como en las grandes pausas desconcertadas, ansioy solitarias como y por lo que Larra se peg un tiro

metemos la mirada despus de mirarse en un espejo en los espejos. La indiferencia del espejo es en su vaco engaoso, en su falta de fondo aun con sus evidentes,

perspectivas y sus plasticidades, es el ms acabado smil de la inmortalidad, de la propiedad que nos asignamos ^-cuando toda propiedad es slo propia de s misma y del porvenir, que es nicamente un espejo del presente al que roba su capacidad, su mbito, su carne y los arroja sobre el desconocido que se mira en l. Suplantacin, infamia dentro de una correcta coquetera!

OOh sensacin de las cuartillas antiguas

y

sucias, la

EX-LIBRIS

249

ms angustiosa de todasslo

acabar

el libro

y

las sensaciones, repetida verlas en montn!

con

Oal balcn, y el espectculo de las vey de la calle, visto desde ese punto de vista cmodo y dominante, nos abruma de otras cosas y nos

Nos asomamos

cindades

conforma rudamente con ellas. Es una obra de franqueza inevitable indeclinable la del balcn. Cmo expresaremos esa clase de ser lleno de una claridad meridiana, de una materialidad evidente que quedamos hechos?... Esta sorda realidad de la calle nos deja estupefactos inertes. Nos inquieta, nos desespera estar al balcn, pero tanto ms nos inquieta volver la labor. La calle se burla del libro y de nuestros pensamientos, la calle slo no se burlara de todo, si realizramos en ella la revolucin libertina que se nos ocurre viendo la calle, sus vecindades y las gentes que transcurren porella.

Al mirar la nueva hora del reloj pensamos llenos de tedio, de impotencias, de muerte, de asfixia, que el reloj del libro se ha parado despus de haber credo que lo habamos dejado en marcha definitivamente... Y ya es insubsanable!... Ya slo nos queda presenciar en l la tristeza, la inutilidad de los relojes irreparablementeparados.

Cmo dar en una obra los cielos distintos tamente distintos de distintos das?

perfec-

OEl sol del medioda se re de todo lo que se dice y ha dicho, con una risa visible irresistible abierta sobre las fachadas, sobre las aceras, sobre las lomas y sobre los rboles. Hace, sobre todo lo dicho, una cosase

as

zarlo,

como tragrselo todo, como como anonadarlo.

secarlo,

como meteori-

O

250

EX-LIJBRIS

algo... Se sale

Despus del libro se pide un vaso de agua por pedir con ms sed... Hay el deseo de una cer-

veza, ese refrescante

y estpido

brebaje.

OOh la promiscuidad de las libreras! Pero esto llega una hora tan preparada por las otras, que aun siendo tan absurda la tal promiscuidad resulta tan indiferente como la fatalidad del lupanar para las pobres mujeres que se excedieron.

OSe ve la silenciosa, la discreta, la gregaria actitud del con sus cantoneras blancas, idiotizadas, con su lomo hipcrita, todo en l laminado, y nos sorprendemos porque todo lo que en l pusimos fu alfarera, voluntad plstica, obra de carne, de palpitacin, espacio, vastedad de tiempo, trnsito por las calles, minutos ms que letras, trato con mujeres, asueto tanto como trabajo, y no hay ya nada de esto en el aun recin acabado. Estaremos engaados queriendo hacer un libro de espacio y tiempo y libertad, cuando todos los libros, hasta los que aparentan ms sinceridad, son convencionales discursos del doctorado, mritos para el concurso que precede la otorgacin de sinecuras?libro

OEl libro es un ladrillo, enteramente

un

ladrillo.

OEl libro esros

momentos

como un pez muerto. Aun en estos primees como un pez fuera del agua, retorcin-

dose de ansiedad, boquiabierto, ahogndose. Sufrimos grandes despechos con su espectculo lamentable, .porque es algo nuestro que cay en el anzuelo. Slo rematndole se acabar con su suplicio. Y eso es lo que hay que hacer en los ex-libris.

OCambiaramoseste ltimo libro

por un drama una

EX-LTBRIS

251

novela. Eso sera menos comprometido, ms engaoso... Pero no debe estar el xito para nosotros mismos en ser cogidos infraganti, cuanto ms infraganti mejor?

OPensamos que hemos debido intercalar eneste libro

todos los otros, los anteriores y los posteriores. No haber hecho esto es darnos una competencia enemiga, una

competencia de uno mismo con uno mismo. Ahora vemos que esta obra nace expensas de otra, y sentimos esa cierta injusticia en que hemos incurrido.

Un ansia de modificar el testamento que es el libro, revuelve en nosotros despus de haberle cerrado definitivamente, dentro ya de ese perodo agnico que media entre el envo de las ltimas pruebas y la venida de los ejemplares de la encuademacin, en ese perodo agnico y clarividente en que ya no podemos decir una palabra ms ni escribirla, ese largo momento en que slo miramos con los ojos fuera. Lo que quisiramos decir!... Pero cuando de nuevo comenzamos otros3 1 bro, es que ya hemos pasado el perodo agnico, convalecientes, volvemos ser obscuros, egostas, concupiscentes, y ya no sabemos corregir sino un poco el

testamento anterior. Aquella extremosa, justa, indudable actitud, es slo de ese momento en que no podemos1

ablar.

ODespus del libro, inmediatamente despus de corregir la ltima prueba, se le desconoce hasta que no sele lee.

OCmo decir el escepticismo, la quietud eterna, la certeza de esas miradas, que no son ms que miradas? Cmo decir el equilibrio, lo definitivo, lo desapasionado de esas miradas? Porque hay miradas macizas de razonamientos, tan macizas que no pueden ser desarropadas, que no dejan en nosotros ese espacio ripioso en

252

EX-LIBRIS

que se proyectan las palabras. En el momento de esas miradas no queda ni un resquicio, ni un problema, ni un vaco, ni sitio para su descripcin en la cabeza. Cunto hay que particularizar para volver al libro que se hace, que se espera! Oh esas miradas materialmente saciadas de espacio, esas miradas que se dirigen los cielos y la tierra con perfecta ecuanimidad!... Tener estas miradas, tener estos momentos, es lo ms, lo ms que se puede arrancar la vida, es cubrir todas nuestras necesidades!

OEstamos de nuevo en medio de la calle. Esa nia, los porteros de esa casa, esas planchadoras, el fondo de esa lechera que vemos al pasar, cada nuevo y cotidiano detalle es un motivo para sentirse fuera del libro, para, gritar fuera de l para que creamos en su cerrazn para, ,

llorar el habernos estrechado, el habernos

incomodado, el haber cedido aturdidamente un apremio nefasto,, para tener al sentirnos mudos, ms mudos que nunca, este gesto que hacemos con las manos, de hombre que hace gestos elocuentes, como hablando consigo mismopor las calles, que se manifiesta* as con suprema y apiadable discrecin. Menos mal que estoy lleno de gregueras, de pequeos ex-libris, de pequeos vilanos. Oh, oh mis gregueras, qu desenlazadas, qu libres!

OAnte esta suerte de la nueva obra, lo nico que queda en nosotros es la envidia de publicar todas esas cosas que publicamos en tal cual revista muerta. Aquellas cosas en que pusimos algo que es necesario la unidad de nuestra obra. Nuestra esperanza no es de premio ni de dinero, sino de poder salvar esas cositas.

Qu libro extrao hubiramos querido leer antes de acabar nuestro libro? La ansiedad de ese libro preparatorio que nunca se encuentra, la sospecha de que algo

EX-LIBRIS

253

insospechable era necesario nuestro pensamiento, queda en nosotros, contrariados por la prisa.

OEsa errata que ha quedado, que se sabr pronto dnque es como el pecado fatal y original de toda cbra, nos empieza escocer ya, nos comienza pinchar como una espina en la frente!... Oh corona de espinas

de

est,

ce las erratas, corona que ponen los fariseos, los filistos, al autor! Hasta suponemos que es una errata todo el libro, pero nos resignamos, pensando que, innegablemente, el hombre bueno, el hombre que nos comj renda, el hombre que nos importa, nos arrancar todas lis espinas y ver todo lo que hay bajo nuestro martirio!

OCmo vencer este punto muerto, que es la guarda final en blanco? Cmo vencer este punto muerto, que t'S el Fin del libro? No veo ms solucin esta pregunta interminable que seguir revelando lo que significa ese punto muerto, que abrazar su amarga verdad, dndole su fatalidad, exculpndole y culpndole con toda la indiscrecin necesaria, poniendo cada vez ms lejos ese punto muerto, sugiriendo los espacios librrimos en que ese punto muerto se pierde de vista y permite una libertad provisional, que es cuanto puede desear el hombre.

OEl libro es siempre poco incongruente, poco descarado, poco desatado, poco de todo. Que se sepa que no vemos lmite estas demasas de la obra. El sentido riguroso de la crtica no consigue ms que cerrar ttricamente el alma de ese crtico. El sentido de la crtica debe abrirse, como se abre nuestra mirada la luz, sin conservacin, perdindose, yndose, consumndose. Hay que darse todos los azares sin pusilanimidad. No lay que estar gritando siempre Viva la libertad!, sino ay que tomrsela. No se necesita una frmula de libertad, sino

muchas pruebas, muchas aventuras en

ella.

254

EX-LIBRISal

Que el nuevo da reforme cada vez se desmoralice yclara del azar.

se

otro, que lo aventaje, que ablande ms en una idea

Otiempo que escribe usted esa obra, no? nos preguntaban ya con verdaderas exigencias los amigos impertinentes, y nosotros, remolones, contes-

Hace ya mucho

tbamos que s, sin quererles confesar que nosotros nohacemos una obra, sino que nos preparamos para la hora inagotable, que otros les coge en plena monotona.

OParece que los libros no han de influir ms que en Quin pasa de la lectura de un libro? Loshombres que leen llegan consentir que se lea, llegan propagar los libros, pero no permitir que los libros se cuelen en la sangre; eso no, eso es una insensatez, segn ellos los insensatos... Es comprensible esta insensibilidad, esta doblez, esta flemtica actitud, este abuso ingrato, este obscurantismo asesinable?la lectura.

Nuestro libro no ser ese libro para leerlo en una noche como quien lee un libro cualquiera... No. Antes el fuego, antes no ser abiertos, antes la muerte dellector.

OFundamento paravivir,

no entretenimiento, deben

ser los libros. Cuestin de evocaciones y de avances sobre el libro. Cuestin de tenerlo todo en cuenta, pero siempre contando con ms. Cuestin de conseguir la

lectura tan dislaceradamente

como

el

autor ha conse-

guido

el original.

Ocosa que emociona en el ex-libris est ya el temor de los plagios. Los plagios que se cometen con la obra de uno nos llenan de la vergenza, del horror del plagio, como si hubisemos sido nosotros, como si por una.

Como

EX-LIBRIS

255

mala contrastacin de fechas pudisemos ser nosotros los olagiarios... Nada de rencor, sino un dolor hasta ingra:o para nosotros los plagiados antes que dolido y orgulloso por la ingratitud, un dolor reflejo del desconocimiento de s. de la traicin que s mismo se hace elplagiario!...

Deesalejos

lecin dolorosa salimoslos

ms depu-

que plagian, capaces de darles ana nueva novedad para que la plagien...rados,

ms

de

Cmo

decir en el libro,

cmo no haberlo

dicho, que

ese es un idiota, que aquel es repugnante, que esa nujer es digna de la quema y que aquella mujer es bellsima? Meteramos de cualquier modo en el libro

osas opiniones, con esa urgencia con que sentimos no aber dicho en la carta tal cual cosa cuando ya est

en

el buzn y es imposible que la volvamos sacar, detodo punto imposible.

ODesde luego todos nuestros contemporneos son indecisos. Esta decisin de hacerlo todo, de desmentirlorodo cueste lo* que cueste, no existe en ninguno; cunto menos el haber realizado esa decisin!...

ONo querer regalar nuestra alegra, no creer que es oportuna, no es que estemos tristes ni que seamos pesimismas. Nuestra adolescencia vivir en nosotros hasta a vejez, sostenida como la ms alta conviccin, y siempre procuraremos clavar con un alfiler en la espalda de Jos magistrados un mueco de papel. Contradicciones as son las que debemos oponer todo, porque llenarnos de la contradiccin trgica nos hara inferior ellos, ms incmodos y atormentados que ellos. Hay que tener una gran testarudez en no querer entrar en una ordenada discusin. Que dudan de nuestra alegra? Qu ms da? Nuestra vida est entregada una jovialidad]

256

EX-LIBR1S

>que es combate, que es denigracin, que es venganza, que es juego in extremis siempre.

OSe sostienen ya bastante s mismas todas las miradas, parece que deben morir y vivir en su transcurso rpido y que en el pensamiento debe haber un automatismo igual y que otra cosa es ante todo corrupcin de nosotros mismos, descomposicin, un exceso de sensualidad crapuloso, aflictivo, ensordecedor, inanimador, embotado.

OHemos hecho matanza ennosotros mismos,

y

al fin

mondonguera muerta. La vida es un presente del que no dispondremos ni dispondr nada,

y

al

cabo

el libro

es

es un presente insumiso, embravecido, inconvencible, independiente toda fijacin, desfacedor de la ciudad, progresivo siempre, nunca retrospectivo, al que no se debe nada ni deja nada deber. Este escape del preseneste no ser aprensible, este ser el compensador suficiente, este valor fulminante de l, desmoraliza, llena de abandono toda obra artstica, la hace caer en ms menos bella y pintoresca cascada para transcurrir sin falta hacia el mar.te,

OPromover grandes colisiones de todo, desrdenes de todo, desconciertos de todo, suspensiones repentinas de todo, apologas hijas slo de un alarde de la voluntad, alarde absuelto de otro mvil, alarde al que le conviene divulgar hasta dnde es llevadero el capricho, hasta dnde es todo capricho, alarde que conseguir as que entren todos en dominio del poder base de alegra y de irresponsabilidad. As slo brotar la responsabilidad simptica. Este deseo embriaga despus de hacerlos libros.

OEs una investigacin de ojos abiertos y pensamiento

BX-LIBRIS

257

abierto la que quisiramos hacer en una carencia absoluta de estilo

y de mtodo.

OOh el libro como un nudo, como un estrangul aniento que quiebra un poco la ntima, la fluida sensacin de ir muriendo, como si nos hubisemos detenido en una muerte casual, en una muerte viciosa! Oh oposicin angustiosa, desazonada, la muerte definitiva! Congoja en el pecho de un altivo suspiro atrancado,vivo contra su deseo, contra su perfeccin, contra su gloria que, como la deseada por todo suspiro, es la de morir suspirndose!... Oh el libro, pequea pasa engurruida!...

OLisa y morondamente somos el espacio abierto. Este es el taladro del libro. Despus de hecho el camino dellibroviaje.

debemos dejarle inservible como un

billete

de

O

El frente nunca est cerrado. Todo es frente abierto. Las morales, las economas, las estticas intentan cerrar con ruindad ese frente abierto la muerte, la vida, al abismo, lo inconcebible. Si debemos llegar ser ininteligibles, si ese es el final evolutivo del tiempo, por qu no hemos de gozar de esa evolucin, descuajndolo todo,

abrindolo todo, desautorizndolo, libertndolo por el frente en ininteligibles espacios abiertos, descansados y puros?... Cmo decirla razn, la lgica, la saciedad, el estilo difcil y consciente que necesita este perfeccionamiento de lo ininteligible?... Cmo mostrar el dolor corrupto no el dolor sano de la inteligencia puritana, que es una desnaturalizada oposicin de nosotros nosotros mismos?...

Otoarse en nosotros de

Ante cada nuevo empeo cumplido sentimos plannuevo el problema de la pereza,es definitiva. El hacer algo

la perezaresulta

contra ella nos

una negacin ms que una afirmacin y parece17

258

EX-LIBRIS

que al hacerlo nos contradecimos, nos faltamos, no& arrancamos algo. Parece que estamos y esto que nos parece es lo que nos hace dudar mucho de la accin en lo ms recio de ella parece que estamos haciendo todo lo contrario de lo que debamos hacer y que todo lo hecho es contraproducente. Al vago hay que decirlo muy alto y muy firmemente slo le faltan disculpas, no razones. Slo le falta hallar el estilo de su razn indudable. Al trabajador le sobran las disculpas, pero le falta la razn suficiente, la razn sin repugnancia^ la razn verdaderamente pura por decirlo as de paradjicamente No se siente muchas veces que al salir dla pereza se pierde, no se hace, pues en la pereza es donde habamos encontrado lo ms hondo de la vida? no es en la pereNo es digmoslo inconscientemente za donde se hace todo antes, donde uno es inconfundible con los dems, donde se consigue y se sobrepasa lo que se ha de hacer despus, lo que lentamente y slo en parte se lograr con el trabajo? Es que por el odioso qu dirn hemos de faltar la pereza? Trabajemos lo ms, pero sin involucrar la verdadera y suprema concepcin de la pereza, el derecho ms absoluto del hombre transgredido por la agria, por la aberrada vida social.

,

.

,

La literatura no sirve sino para aclarar el da, para borrar todas las enemistades y todos los sentimientos crueles de las cosas, de los hombres y de la Naturaleza. Bajo el da, inevitablemente traspasada por l, debe tener voluntad de perecer con l, de disiparse con l, de quedar deslumbrada en l, accedida por l, elevada por l. Esto debe llenarla de una socarronera estupenda ante todo. El da, pasando as por la literatura, no conque nada se entronice ni antes ni despus. Nos deja tranquilos. Esa medida del da lo iguala todo.siente

OHa de notarse en un libro, sin arrepentirse despus de haberlo hecho, ha de notarse, de verse en l, la mala gana, la negligencia de emplear el estilo prostituido, la.

EX-L1BR1S

259

lengua de todos que nos ha repugnado aun en sus frases ms preciosas. Cunta intencin en no tropezar, en no incurrir en ciertas frases! y eso cuntos zis-zas y cuntas quebraduras y cuntas torpezas produce veces! r Cmo por qu explicar esos los inevitables, esas incipiencias en el estilo? Esta defeccin de la prosa, este no corregir las transposiciones visibles, esta repugnancia distanciar con requilorios accidentales las palabras difciles que de pronto se renen con acritud, con una pasin violenta y aislada, con cierto esquinamiento, todo esto no es necesario ante lo penoso que es encerrar en frialdad, en un cuido artificial de fabricantes, lo que se produce s mismo?... Es que no es contrahecha toda geometra perfecta, excesiva, formal?... Es que se debe volver sobre la materialidad de la oracin gramatical como tal oracin? Ese volver atrs descompone, quirase no, todo el ensimismamiento con que habamos concebido, olvidados de la oracin en favor de la palabra. Es que no es mejor para tapar un vaco una palabra sugeridora aun bajo un aspecto de absoluta improcedencia que cubrir ese vaco con una palabra recente y ambigua?. Es que esa afona que se nota veces en un estilo no es ms reveladora que la plena voz impasible? Cmo por qu explicar que no se ha podido por infinitas razones de sencillez ser ms sencillo y que hasta se ha intentado hacer ms balbucientes los balbuceos? La perfeccin del balbuceo, el no avergonzarse ni corregir el balbuceo, es la nica forma admirable de expresin, es la nica manera de que haya potencialidad en el estilo. Esa misma tribulacin de la prosa es necesaria, y as se dice lo que de otro modo ms desbrozado y correcto no se dira. Hay que sacrificar el estilo lo que es superior l, la ansiedad, que si bien es de apariencia defectuosa, deplorable y quejosa, es el nico motivo artstico considerable, hemos de ser incondicionales de la ansiedad desnuda la que cualiuier cuidado convencional del estilo oculta tan inmodificablemente, tan irreparablemente que despus, cuando queremos de nuevo volver sobre nuestra correccin le timoratos, ya no la podemos hallar tan inmediata.1. .i

260

BX-LIBRIS

As, de mis obras no hay nada que hablar. esa ansiedad no se ve. Yo hablo por seas

O

se

ve

ms que

por palabras, y quizs ms que por seas por transmisin del pensamiento. No me distraen las palabras, la frente mira de frente con fijeza, abandonando las palabras que exclama, y que ya no le sirven medida que avanza.

Hemos escrito un poco disuadidos de lo que hacamos, un poco distrados, sabiendas de que no hemos hecho padecer toda la cabeza ni lo haremos nunca, con un invencible temor emplearla toda como nadie la emple nunca, aunque se podra intentar con una desidia burlona, libertaria, incomparable, con una desidia mayor que la que hemos usado. Demasiado voluntariamente nos oponemos llegar una ltima conclusin un ltimo experimento. Conclusin experimento que son posibles. Conclusin experimento que son los que hacen al suicida suicidarse, porque lleg darse cuenta de ellos y no porque odie la vida ni por otra razn, pues no hay nada ms vano que creer que el mvil de los suicidas es el mvil aparente. Los suicidas, como los locos sbitos, es que llegaron sin poderla sobrepasar esa conclusin superior ellos y su herencia, y su expresin, y su conciencia, y su aguante. Indudablemente hay que disuadir, refrenar la cabeza por uno mismo, por no llegar un dolor una alegra irresistibles.

En todo lo que hacemos hay una oposicin la pederasta espiritual que llena el mundo. Nos rebelamos que la cometan con nosotros intentamos la defensa de los dems. Pero como todos son pederastas, unos porqueno saben ser de s mismos y otros porque huyen de s mismos y otros porque hacen de ella su profesin de fe, unnimemente no se nos perdonar nunca. Seremos perseguidos por no promiscuamos y porque ni siquiera tenemos la coquetera repugnante de resistirles, coqueteraaltisonante

y

efectista la

que

se

dedican algunos en-

EX-L1BR1S

261

g anchndose de ese modo, siendo pederastas sin serlo. Todos son casos de pederasta. Las mujeres, en las que esa falta que es el mayor adulterio no es adulterio, la cometen con los sacerdotes, con los flirteadores, con los locuaces, coa sus poetas melosos, con sus conversadores favoritos la cometen no dndose, y sin embargo tomando, la cometen espiritualmente. Pederasta, estrangulamiento de un deseo natural que se debe cumplir sobre la Naturaleza, sobre el tiempo, sobre la sensacin ntima de vivir, sobre el alrededor sexual, pero no sobre los dems ni cogindose las vueltas uno mismo!...

Despus de hecho el libro, nos quedamos entre dos impenetrabilidades: la del libro y la de las cosas y losseres.

Indignan esos pensadores de ideas cortas, de imge tratar los abusivas y Tanas, y esos otros que ponen contribucin de su obra todas las seducciones, como esas mujeres que abusan de la seduccin de sus senos, de sus piernas de su culo, sin ms variedad ni ms excelsitud, con una coquetera t rnica. Es una especie de grave indiscrecin la que se comete tratando ciertos asuntos. Ante esa indiscrecin estril y trompuda no hay que discutir ms. Se deben rechazar por la eleccin de sus asuntos, muchos dramas, muchas comedias, muchas poesas, muchas obras, porque generalmente slo en esa eleccin est la antipata, la indignidad de la obra, su nico y bastante defecto, su defecto imperdonable dentro de lo bien tratado del asunto, su defecto despus de los aplausos.1

es zalameras, y esos otros que se atreven asuntos vistosos, superficiales, las rapsodias

>

Yo he ido huyendo de la obra, y no pido ms que hayis tambin, pero pasando por ella. Que huyis, pero no que os encaris con ella. Esa sera una insensatez, que no os perdonaran vuestras enfermedades,

262

BX-LTBRISlo

hacindose sin quesas as.

notaseis

ms incmodas por

co~

o

Despus vendrn los ejemplares del libro en montones de manipostera. Y los miraremos uno uno. Y los sospesaremos, llenndonos de la idea de su pesadez como de dulce peso. Miraremos su lomo tan bien planchado, tan duro, tan pulido. Nos asombraremos un poco viendo la precisin de cosa de fbrica que tiene el libro. Comprobaremos abrindole por un lado y por otro las distancias entre unas cosas y otras. Eso est al lado de un captulo conmovedor, por eso se salvar y se har perdonar. Ah est esa palabra que es un farol, la nica luz pero bastante de todas esas pginas que vienen despus. Y cuando despus de haberlo abierto por todas las dobleces por las que es legible algo del texto del libro sin cortar lo distanciaremos de nosotros

y buscaremos

la

anchura del alrededor.

Es superior la fantasa prejuzgadora de los cdigos la libertad que se puede proponer. En los cdigos slo llegan ser punibles abusos de una simple libertad. La libertad que se puede uno tomar en los libros eshaberla podido formular y penar en supondra que la haban comprendido, y entonces, en vez de imponerse ella, se les impondra ella fatalizndoles con su vrtigo.

impune, porque

el

los cdigos los jueces,

Oh, s, s! Hubiramos podido imprimir esto mismo que pensaremos luego, esto que tenemos en la punta de la lengua, una ltima desercin definitiva que no supimos encontrar hoy ni ayer... Se hubiera podido imprimir? de verdad? S, s. Irradia en todos sentidos nuestra cabeza luego que ya no podemos imprimir lo que pensamos, para en el momento que podemos imprimir lo que entrev volverse resistir, volver guardar un

ntimo silencio, volver perderse en

lo invulnerable,

EX-LIBR1S

263

-volver encerrarse en nn torpor imposible. Sobrecogimiento, retractilidad involuntaria, sutil instinto de con-

servacin quizs! Sin embargo, algn da atraparemos esa sutileza viva y elemental, lo ms elemental de loelemental.

OAvanzando cada vez ms sobre las cosas, se las ve dentro de un concepto de burla que nos hace vecessonrer por las calles, pero al ir los libros reflejar 1 oda esa hilaridad de las cosas, al ir escribirla sucede, que ante este vicio de escribir, la sutil virtud in-

marcesible de la doble visin, se apaga. El estado de gracia es indudable que se pierde al escribir. Pero claro est que segn lo que se escriba se pierde ms menos. Pero claro est tambin que slo la aproximacin ma-

yor

es la victoria

mxima.

ODespus de escritos los libros hay deseos de vengancomo el de quejarse de las comisaras, el de decir que en las comisaras reside todo el problema de la libertad, el gran vejamen del ciudadano, el ms burdo de losza,

ratos, los nombres ms feos bajo barbitas rizadas y mscaras de cera estpida y dan ganas de aconsejar que al pasar frente las comisaras se ponga en la mirada para no verles la gran sagacidad que voluntariamente desconoce los hombres los reconoce, que se despreocupa de ellos los admira.1

,

O

h

Qu vana toda obra que no sea de imposicin social, obra de reparto de la propiedad! Cada da es una cosa ms convincente que el mejor bien que nos podemos hacer nosotros mismos es el de ser revolucionarios. Sintindonos revolucionarios sin cortapisa, es como sees viable,

verdaderamente viable, enteramente viable.

oFuera delos libros

no nos dirigimos nadie por ese

264aire de impertinencia

EX-LIBRIS

que hay en los dems, aun cuando nosotros comencemos siempre, invariablemente, querindonos hacer perdonar como piltrafas humanas quesomos entre invariables piltrafas humanas. Fuera de los libros soy tan ajeno la profesin, que no miro las miradas de los dems, que no creo que me ve nadie, y veces no saludo por eso.

ODespus del libro, inmediatamente despus, surge de nuevo la pregunta de qu se prepara. Nunca ms vana esa pregunta. Preparamos nuestra noche. Limpiamos, depuramos las palabras y destilamos el tiempo. Un fervor que no hay en las grandes fbricas se cumple en nosotros de este modo improductivo, porque la produccin es una salida de tono, es un acto extrao ylegendario.

O

Lo diremos? Somos los pobres escritores unos cazamoscas. Todos cazamoscas que, eso s que s, diferimos en la intencin. En la intencin somos incomparables, perfectamente incomparables.

Quisiramos decir algo de la calle de la Puebla, esta y candida en que vivimos en este Madrid. Intentaramos trazar la novela completa de nuestra calle... Cmo callar esto si es de lo que estamos llenos; cmo no hablar de estas miradas esperando algo de Oriente y de Occidente, primero de una esquina y despus de otra, de estas miradas al cielo, de estas miradas al balcn de la vecina guapa y los otros balcones, de esta mirada al perro que levanta la pata y se anuncia en la pared, de estas miradas llenas de antecedentes, de suspicacias y de presunciones, aparentemente las mismas siempre y sin embargo extremadamente distintas, distintas de un modo abrumador, distintas de un modo interesante, cuyo inters es tan fuerte, tan nuevo, tan fundamental, que nos mantiene vidos y llenos de reacalle clara

EX-LIBRISlidad?...

265

Nuestra calle es cotidiana, y sin embargo essombrosa. Es asombrosa y sublime por razones apre< iables en su cotidianismo, y porque bajo su aspecto anodino, todos los das vive de una reciente eternidad^ y todos los das muere... Cmo explicaramos y divulgaramos todo esto en este libro?... No es posible. Es enteramente imposible. Pero que quede sugerido. As, la vez, hemos dado nuestras seas para que el millonario nos escriba legndonoslo todo para obras de libertad, para que esa mujer desesperada y pasional nos escriba, para que ese rebelde nos alargue su mano, para que todo eso pueda suceder aunque nadie nos escriba, nadie, porque el annimo que nos escribe annimos no es nadie; es ajeno l mismo, es un ser falsificado, postizo, imitador, hipcrita. El escritor de annimos se i nata y se roba s mismo... Cmo podr encerrarse uno solas con su alma si ha escrito un annimo, sino ( orno un cabrn se encierra con la puta en la alcobahollada?

OLas caras que se ven en la calle no afrontan el libro. Esta aislacin imposible de todos, este recortarse en el espacio, es toda la verdad. El libro, en vista de eso, no puede tener ni aumento ni disminucin despus de impreso. Y eso despus de todo no es poco, eso es lo justo.

Cmo haramos imposible el escribir cosas en que no creamos? Qu acto merecedor de una excomuninimperdonable no cometeramos? Hemos pensado mucho es el grito ms vil y desagradable de la calle, porque se grita los perro3 rabiosos corriendo, queriendo morg~itan porel

A ese!...

der su padre quizs.

botica encendida sobre la media noche es una alarma mayor provincia que en la ciudad que nos pone un poco enfermos, un poco indispuestos de aprensin.ei

La

la

Siempre queb*ero de otro, de

se entra en una casa se busca en el perchero un som la visita del padre si es en casa del padre, de la visita

268

BX-LIBRIS

de un amigo que nos espera si es en casa de uno, del enemigo ai es en casa del amigo, y si es en casa de ella, tan fiel y buena, nos empuja este instinto de buscar un sombrero extrao en todo perchero, nos incita mirar si hay en su perchero un sombrero de hombre, un sombrero del , de no sabemos quin.

la

El sereno es implacable y atroz para llamar casi con el alba los pobres chicos de las tiendas, cuando ellos soaban durmiendo sobre dura trinchera del mostrador que eran los dueos de la tienda... Qu golpes ms feroces, qu ducha de agua ms helada!

Se teme las moscas como los perros rabiosos... Se terne que toda mosca venga de un hospital de un cadver.

El lacayo bello dandy del Directorio y la fina doncella que acompaan al nio rico en su paseo pie por las veredas umbras del jardn, deban amarse, deban casarse, y sin embargo apenas se hablan... Ella es la seorita que va dentro del coche y l es un lacayo que ya en el pescante... Adems la est prohibido el amor como la perrita que tambin pasean y para la que rige la consigna de cuidado

con

los perros furtivos>.

En la maana hay un momento asentadsimo que nos satura y nos compensa y nos desayuna de todo... Oh, el da en cuya maana falte ese momento ser seal de que habremos cogido la enfermedad indeclinable, indescifrable, intratable de la muerte, de la idiotez de la insensatez!

se Habr muerto? se pregunta uno despierto junto ella... la despierta... No; no ha muerto, pero su sueo se habr vuelto tan tan asfixiado, tan soterrado que lo pareca... Horrible susto silencioso, este, al que volvemos sin bastante experiencia nunca para diferenciar el sueo de la muerte.

Y

Quisiramos

tirar al acostarnosl,

nas fuera

del lecho, lejos de

muchas noches los pies y las piercomo los zapatos, como los pantalones.

Arredra hacer el clculo de las cerillas que se gastan, que se han gastado, que se gastarn.

EX-LIBR1S

269

Esos pobres ancianos con sombrero de copa y un chaquet rado, fueron presidentes de repblica en repblicas de un da de cuyo ad venimiento no habla la historia.

Qu armados de autoridad estn

los

guardias en

la

noche!

Siempre nos preocupar el problema de dnde caen las estrellas que se desprenden de su clavo en las lluvias de estrellas... Siempre sentiremos un truculento aspaviento interior ante ese espectculo, como si un enorme pedrusco encendido nos fuese alcanzar, nos fuese caer encima pasando sobre nuestra cabeza fuese caer lejos, matando quizs alguna persona, incendiando quies un pueblo.

El

humo que

brota de los

bombos de

tostar caf es espiritual,

f uido y apetitoso

como

l solo.

Los vasos de agua que se caen parecen caeras rotas, son una 'verdadera inundacin, derraman aunque parezca todo lo absurdo desalojan sin duda mayor cantidad de agua que la que se quiera

,

que tenan. Las golondrinas juegan sbrela calle de cielo que corresponde nuestra calle de tierra como prvulos en vacaciones al salir de lasescuelas.

Una

cerera es

una tienda srdida,

ladina, hipcrita, lvida, repul-

siva, cierical.

Desde que supimos lo de los derrames serosos, estamos espemand o morir de un derrame de esos.Siempre parecen haberse perdido

las llaves.

lt casa obscura...

no bastase el reloj, suena el contador de la luz elctrica en Qu ajeno, qu ingrato es ese tictac del contador! (Ju mediocre! Es el latido importuno de un enemigo, de un sicario q e vigila nuestra casa... Se le cortara el resuello de buena gana e~e consumero metido en nuestra casa.

Por

si

270

EX-L1BRLSrojas abrasa conel

de

la

Esa carne blanca de las mujeres nieve al que se lava con ella.

ardor extrao-

es

Cundo sabremos qu mes trae treinta das y cul treinta y uno? Surgiendo constantemente esa duda, ola resolveremos nunca porque demasiado convencional la tal distribucin.

Por qu diablos olern tan mal

los

telegramas?

Siempre se espera que de un duro nos devuelvan ms dinero que el que nos devuelven, y no slo en ese momento, sino despus cuando se gasta, se espera que consista en ms.

Siempre resulta que no hemos mirado lo bastante las piernas de mujer... Vuelven ser una incgnita, una maligna, una mal encarada interrogacin... iSarcstica interrogacin, funambulesca interrogacin, insoluble, incomprensible, de irrecordable sentido!... Duras interrogaciones dentro de su blandura, impenetrables interrogaciones las que es imposible meter el diente, que aun entre nuestros brazos, siguen siendo incgnitas, reacias, desesperantes, dudosas, interrogativas, incontestables ...1

OEl Alba de los siglos, desnuda de historias, amanece en este da posterior al libro. Nuevo da que nos coge entreteniendo un poco el pasmo en que nos hemos quedado. El Alba nos reanima un poco con su brusquedad. El Alba nos interesa an. El Alba, queremos decirlo, se titula un libro que hemos ido haciendo durante mucho tiempo, escribindolo tan slo en esos cuatro minutos que dura la verdadera Alba, libro oriundo de esa claror suprema inapelable. Siempre diramos algo del Alba para" completar toda obra, pero un vano deseo casi profesional nos hace reservar todas las referencias del Alba para ese libro que vendr despus de todos y que ha sufrido ya bastante mengua con la prdida de las cuartillas que hicimos en Pars y de las que no volveremos saber nada, aquellas cuartillas escritas en unas Albas tremendas que nos cortaron la cara y el alma..

feX-LIBHISel

271

Alba, momento en que se aplaca y se desinteresa momento en que todo se funde y todo recomienza, momento en que todo se inunda y todo... etc., etc., etc. I

;0h

iodo,

Slo nos han quedado deseos de aadir algunas palabras. Ya es bastante... Cmo demostrar toda la desolacin de esto que parece balad? Cmo expresaramos

con tan poco espacio como nos queda lo imprescindible c ue es una palabra los que creen que las palabras son advenedizas y sustitubles? Mucho he pensado en las palabras, y no por razones de etiqueta, sino para violarlas, buscndoles el sexo y encontrndoselo. Mi trato con ellas ha sido de una sincera inmoralidad, y as las abiertas y decididas. Se necesita 1 e vuelto de sinceras, tener mi misma experiencia, mi falta de escrpulos, haberlas desnudado como yo sin seducirlas, convencindolas, haberlas amado, haberlas repudiado despus de cohabitar con ellas, para comprender con la conciencia a rrojada por la oportunidad y no por el alarde con que est pronunciada cada una, escogidas entre todas por su oportunidad, no por su alarde. Ninguna carga sobre la ctra, son individuales en la frase, cada una vive de s misma atrabiliariamente, y slo quien no entienda de matices creer que de su conjunto brota un estilo recargado. Cmo siendo como son de imperiosas inolvidables las palabras que creo deber pronunciar, podr jasarme sin aadir estas nacidas con retraso, pero que j iden su puesto? Porque no hay ms remedio. Porque estin impresos ya esos primeros pliegos en que son imprescindibles.

Sin embargo, para mostrar todo lo arduo del conpondr un ejemplo cualquiera: Despus de hablar de esos caballos blancos que se 1 evan el coche familiar que va parar al Rastro, hemos s mtido el apremio de decir en vez de blancos caballos, una palabra ms, pero una palabra insustituible blancas caballos trasijados... Porque habr algo que rep resente con ms magrez los caballos espectrales queficto,

272

EX-LIBRIS

esa calificacin de trasijados? Emplear esa palabra es esculpir con toda crudeza sus ijares recogidos, es ahondar la vista de todos esa cavidad entre las costillas y vientre inferior del penco, que hace tan macabra, tan sumida, tan descarnada, tan recomida, tan grave la figura esos caballos, que son una carroa insepulta y rediviva. Y como esta de trasijados, cuntas otras palabras retrasadas, pero llenas de razn, quisiramos decir, no slo para morbidez del libro, sino para tosquedad de l!

OEn la cama deshecha, las manos cruzadas, los ojos abiertos en la obscuridad de la alcoba, horrorizado, impasible, acoquinado, inconmovible, vctima propiciatoria de m mismo, he buscado an la frase que falta en el libro, la condenacin, la liberacin definida en tres palabras que intercalar an en l haciendo un esfuerzo. .

para que llegasen. Pero nada. Y por fin hemos visto toda la fatalidad de la imprenta yendo imprimir el ex-libris: Est? pregunta el maquinista.

S contesta el corrector.Yel

maquinista da al conmutador elctrico, y la cofin comienza correr y se mueve la rueda matriz, pero la mquina aun no responde. Se exige el maquinista una ltima mirada antes de dar la llave que lanza la mquina la carrera. Echa esa mirada y ya la fatalidad comienza desarrollarse. Contemplamos atnitos la consumacin de la obra. Nos queremos engaar. Entre todo ese cmulo de palabras que ya no sabemos cules son, hay cosas que tocan la verdad atroz que deseamos, que se aproximan la verdad radicalsima. Atamos nuestras manos una con otra, las guardamos en los bolsillos excitadas, vacas, nerviosas, sin querer cejar en su empeo. Un abandono, una contemporizacin extraas nos hacen dejar correr la mquina y ver salir los pliegos impresos ya. Apretamos los puos y apretamos el alma. Hay que aguantarse. Hay que contentarse con haber acabado esta obra y comenzar la otra. Por lo menos este obstculo ha sido vencido.rrea sin

X-LIBRIS

2?3

La mquina corre como un destino intorcible, insubsanable, que no puede perder tiempo, duro con noso ros, apresurado, impaciente, inexorable, sin treguasobrecogidos, intiles.

ni plazo de gracia, arrastrndonos lejos en un galope desenfrenado, dejndonos de pronto detrs, cados,

No pensamosse nos

siquiera, temerosos de

que de pronto

vaya ocurrir algo inexorable que querer intercalar en el texto cuando ya no se puede. Nos embriagamos estpidamente en el espectculo y al fin nos resolvamos marcharnos para no verlo.

18

NDICE

Paga.

i'hdioatoria

v

Extracto dkl Evangelio de Ramn Gmbz db la Sbrna por Silverio Lanza

vnix

PrlogoLan orara aLas gentesreal

21

32

La arribada de todo Montn de cosasEl viejo de los relojes Calzado viejo

38 4467

75

Las cosas del seor Andreu Baria bien un ciprsEl coche familiar Ei hombre

7881

ms

cnico

83 8691

Esculturas dramticas

Los animales disecados Los interiores Los libros Cuento de nios Los transentesVilanos

9710012

105107

110lil 114

La Lo

vieja bruja

posible

Las armas Los Cristos

115121

PgB

Los animales vivosEl Carlista

128133137

Momentos Otro montn de cosas Estara bien un barcoEspejos Cosas de cementerio

139 155157

160162164 169171

Instrumentos de msica Medicina y ciruga

La puerta

propicia

Cuadros y fotografasLiviandades.

178 184 1881891^6nosotros..

Orientalismos

Lo nuestro y

Los jvenes ntegros Sombreros y trajes Azorn Los mendigos. Los hierros Lo que no se vuelve ver Las mquinasPo Baroja El atardecerPlazoleta final.'

199

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La

vuelta

EX-LIBRIS

243

Editorial

PROMETEO. -VfLiE^CnV.

OBRAS DEEn

BLASCO IBlEZ 1 '50 pesetas.

el pas del arte (Tres meses en Italia)

Cuentos valencianos. Una peseta. La condenada (cuentos). Una peseta. Arroz y tartana (novela). Tres pesetas. Flor de Mayo (novela). Tres pesetas. La barraca (novela). Tres pesetas. Entre naranjos (novela). Tres pesetas. Snnica la cortesana (novela). Tres pesetas. Caas y barro (novela). Tres pesetas.

La CatedralEl Intruso

^novela).

(novela). Tres pesetas. Tres pesetas.

La Bodega (novela). Tres pesetas. La Horda (novela). Tres pesetas. La maja desnuda (novela). Tres pesetas,Oriente(viajes).

Tres pesetas.

Sangre y arena (novela). Tres pesetas. Los muertos mandan (novela). Tres pesetas.

Luna Benamor

(novelas). Tres pesetas.

ARGENTINA Y SUS GRANDEZAS(SEGUNDA. EDICIN)

Precio: 25 pesetas

OBRA NUEVA

LOS ARGONAUTASNOVELA Precio: 3'50 pesetas

LA NUEVA OBRA DE

V.

BLASCO IBAEZ

LOS ARGONAUTASLa novela del gran xodo cosmopolita que hoy se desarraiga de los campos de Europa y en pos del aleteo de oro de la Ilusin navega hacia Amrica. Es la novela del mar y de la mucheinternacional, escrita por un gran colorista que pinta pluma. Su accin tiene por escenario un gran buque trasatlntico, en cuyas entraas se agita todo un mundo de ambiciones impacientes, amores y miserias. Es al mismo

dumbreconla

tiempo una evocacin de

la

epopeya de

los

primeros descubri-

dores, y en sus pginas vive un Coln completamente distinto del que se imagina la mayora del pblico, y que segura-

mente dar lugar controversias

y opiniones contradictorias.

A Los Argonautas seguirn inmediatamente: LA CIUDAD DE LA ESPERANZA LA TIERRA DE TODOS LOS MURMULLOS DE LA SELVAy otras muchas obras que tendrn por escenario diversospases de Amrica. El autor desea abarcar en una gran serie de novelas todas las manifestaciones de la vida presente enlos pueblos americanos de habla espaola y todas las esperanzas del porvenir, evocando al mismo tiempo la gran epopeya de los conquistadores, olvidada por unos y desconocida por otros.

Como

las

novelas de Balzac en

La Comedia humana

los

Bougon Macquart de Zola, estos libros de Blasco Ibez formarn por separado un relato novelesco independiente, perotodos juntos tal vez constituyan algn da una construccin ciclpea que equivalga la novela de la raza.

Los Argonautas forma un volumen de 600 pginas esmeradamente impreso y con hermosa cubierta en colores alprecio de 5'50 pesetas.

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