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DOCTRINA OBJECIÓN DE CONCIENCIA Disertación del académico Dr. Hugo o. M Obiglio al incorporarse a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el 22 de abril de 1998

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DOCTRINA

OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Disertación del académico Dr. Hugo o. M Obiglio alincorporarse a la Academia Nacional de Ciencias Morales

y Políticas, el 22 de abril de 1998

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Apertura del acto por el académico PresidenteDr. Segundo V Linares Quintana

La Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas,en su sesión de hoy, se honra y enriquece en grado sumo, alincorporar a su claustro a su nuevo miembro de número doctorHugo O. M. Obiglio, a quien damos la más cordial bienvenida, ala vez que le formulamos el profundo reconocimiento por elcompromiso que ello conlleva de aportar su valiosa colaboración,avalada por sus relevantes condiciones morales e intelectuales,que lo señalan,con relieve singular,en los ámbitos científicos delpaís y el extranjero.

El destacado recipiendario -que será presentado por elacadémico doctor Alberto Rodríguez Varela- disertará sobre eltema "Objeción de conciencia".

Al saludar cordialmente al nuevo miembro de número yexpresarle las más efusivas congratulaciones -que hacemosextensivas a esta Academia por tan significativa incorporación- ledeseamos pleno éxito en las empinadas funciones que asume, asícomo la mayor ventura personal juntamente con los suyos.

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Discurso de recepción a cargo del académico de número

Dr. Alberto Rodríguez Varela

La Academia cubre hoy el sillón que lleva el nombrevenerabledel Obispo de Temnos, Monseñor Miguel de Andrea.Se encuentra vivo en la memoria de sus miembros el singulartestimonio cívico y moral de este ejemplar prelado argentino. Subiografia ha sido escrita por nuestro académico emérito,Ambrosio Romero Carranza, y su semblanza, con motivo de sufallecimientoel 28 dejunio de 1960,fue magistralmenteexpuestapor nuestro académico honorario, Manuel Río, desde las páginasde "L'Osservatore Romano". El Congreso de la Nación, mediantela ley 14.963, sancionada en ambas cámaras por unanimidad,dispuso la publicación de un volumen con una selección detrabajos en los que se encuentra compendiado el ideario cívico ymoral de Monseñor de Andrea.

Los límites de esta presentación me impiden ni siquierasintetizar los numerosos discursos, conferencias, sermones ypublicaciones de Monseñor de Andrea, que se mencionan en elapéndice del volumen editado por el Congreso y que reflejan unaimpresionante obra intelectual y pastoral cumplida a lo largo desesenta años de sacerdocio.En 1950,al celebrar el quincuagésimoaniversario de su ordenación, Pío XII le envió una cartaautógrafa elogiando su piedad, doctrinay elocuencia,y al cumplir80 años de edad lo nombró Asistente del Solio Pontificio.

Este sillón que lleva un nombre tan ilustre fue ocupadodurante veintiseis años por el Presbítero doctor Carlos Cucchetti,a quien todos recordamos con afecto y gratitud. Como lo expresómuy bien el doctor Jorge A. Aja Espil al despedir sus restos en

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nombre de esta Academia, el Padre Cucchetti era un heredero

intelectual del talentoso Monseñor Gustavo Franceschi, en cuyasobremesa, a lo largo de diez años, había aprendido todo lo queno le habían enseñado los libros teológicos y filosóficos. Era,también, un heredero espiritual de Monseñor Miguel de Andrea,a quien el Padre Cucchetti en su discurso de incorporacióndefinió como "luz de luz en las tinieblas", y al que se sentíaparticularmente unido por sentimientos muy profundos.

Le sucede en el sillón de Monseñor de Andrea el doctor

Hugo O. M. Obiglio, quien al incorporarse lo hace tras la huelladejada por una caravana de hombres ilustres de la medicina queformaron parte de esta Academia desde sus días fundacionales.Baste recordar los nombres de Gregorio Aráoz Alfaro, Daniel J.Cranwell, Marcelino Herrera Vegas, Nerio Rojas, OsvaldoLoudet, Mariano Castex, Bernardo Houssay, Pedro Maissa yEgidio Mazzei.

El nuevo académico cursó sus estudios primarios ysecundarios en el Colegiodel Salvador,y se graduó en 1955, alos veintiún años, con diploma de honor, en la Facultad deMedicina de la Universidad de Buenos Aires. Con posterioridad,se desempeñó como Profesor de Gastroenterología, Director dela Escuela de Medicina y Consejero de la Universidad delSalvador. En 1972 ejerció como Profesor Invitado de la Escuelade Medicina de la Universidad de Monterrey. Fue, asimismo,Jefe del Servicio de Gastroenterología en el Hospital de Clínicasy Director asociado del Curso de Médicos Especialistas enGastroenterología de la Facultad de Medicina de la Universidadde Buenos Aires.

El doctor Obiglio es autor de un centenar de publicacionesmédicas, ha participado de numerosos congresos nacionales,rioplatenses, interamericanos y mundiales, y ha recibido variasdistinciones, figurando entre ellas el ler. premio del CongresoInternacional de Medicina Interna de 1990 por su trabajo encolaboraciónsobre pancreatitis crónica.

Desde hace varias décadas ha prestado especial atención alos problemas bioéticos. Para el doctor Obiglio la medicina noconlleva simplemente una técnica y un saber bioquímico. Es

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mucho más. Por formación y convicción siempre tuvo muy enclaroque el médico se inclina ante un enfermo que es, por sobretodo, una persona humana, una sustancia individual de naturalezaracional, con libertad interior y vocación de eternidad. Ladignidad, pues, de todo hombre, desde esa perspectiva, esinfinita.Nunca la persona es equiparable a un objeto. Siempre esun sujeto, creado a imagen y semejanza de Dios, con derechosinalienables que no han sido otorgados por los hombres sino quederivan de la ley natural, objetiva y trascendente.Obiglio rechazacon énfasis la cosificación del hombre, que conlleva eldesconocimiento de su dignidad connatural. Acorde con estapreocupación, que hoy se ha transformado en la cuestiónantropológica más ardua del final del segundo milenio, nuestrorecipiendario se ha ocupado de las disciplinas bioéticas en libros,folletos, artículos, congresos, clases y conferencias,'en la ciudadde Buenos Aires, en el interior y en el extranjero.

Ya en 1962fue uno de los coautores del libro PÍoXII y lasCiencias Médicas. Desde entonces hasta nuestros días, ha

dedicado su tiempo, de modo creciente, sin descuidar la medicina,a reflexionar sobre los diversos aspectos éticos del avancecientíficoy tecnológico en el campo biomédico.Ha escrito con elPadre Domingo M. Basso un volumen titulado Principios deBioética en el que se comentan los textos del catecismo aprobadopor Juan Pablo II en 1991 que se refieren a la dignidad de lapersona humana; a las fuentes de la moralidad; a las normasmorales; a los desórdenes de la sexualidad; al valor,indisponibilidade inviolabilidadde la vida; y a graves problemascontemporáneos que conciernen a la vida y la salud' como lacontraconcepción, la procreación artificial, la experimentaciónsobre seres humanos, los trasplantes de órganos, el aborto, y elsuicidio. En esta obra y en publicaciones de la AcademiaNacional de Medicina y del Club Universitario de Buenos Aires,el doctor Obiglio ha expuesto también diversos aspectos de laeutanasia. Es autor, asimismo, de un libro sobre la muertecerebral, en prensa en la Editorial de la UniversidadCatólica.

En la actualidad el nuevo académico es Director del

Centro de Investigaciones en Ética Biomédica, Consultor del

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Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, yMiembro del Comité Ejecutivo del Consorcio de MédicosCatólicos, del Comité Nacional de Bioética, y de la ComisiónNacional de Justicia y Paz. Es también Presidente de laComisión Arquidiocesana para la defensa de la vida, miembrotitular de la Academia del Plata, Director del Instituto de ÉticaBiomédica, Profesor de Ética Médica en la Facultad de Postgradode Ciencias de la Salud y Director del Magister en EticaBiomédica de la PontificiaUniversidadCatólica.

Juan Pablo 11, que en reiteradas oportunidades haexpresado su inquietud por las agresiones que hoy sufre la vidainocente, sobre todo en los tramos en que resulta más frágil yvulnerable, es el fundador de la Academia Pontificia de la Vidaque presidió hasta su muerte Jerome Lejeune, figura consular dela bioética contemporánea y que, entre muchas distinciones,ostentó la de ser miembro de número de la Academia de Ciencias

Morales y Políticas de París.El doctor Obiglio, discípulo, amigo y difusor entre

nosotros del pensamiento de Lejeune, fue el primer argentino quese incorporó en 1995, como miembrotitular, a dicha AcademiaPontificia, en testimonio de reconocimientoa la labor que vienecumpliendo desde hace varias décadas en el ámbito de la éticabiomédica.

Hoy formalizará su incorporación a nuestra Academiacon un discurso en el que abordará el tema crucial de la objeciónde conciencia.Las líneas fundamentales de esta cuestión esencial

fueron señaladas, con expresiones muy terminantes, por JuanPablo 11,en la EncíclicaEvangelium Vitae.Ante leyes positivasque en rigor no son tales sino iniquidadescon forma de normas, yque pretenden legalizar la destrucciónde embriones, el aborto, laeutanasia, y otras prácticas reñidas con el orden natural, el Papaha reclamado a los cristianos, y a todos los hombres que creen enel carácter sagrado de la vida inocente, que asuman una posiciónde resistenciay opongan una categóricaobjeción de conciencia.

El tema tiene, pues, significaciónmundial,y las corrientesque en el siglo veintiuno predominen en relación con estacuestión crucial marcarán un avance o un retroceso en la

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angustiante lucha que hoy se libra en defensa de la vida inocente,agredidacomo nunca en la historiade la humanidad.

Señoras y señores: me he ocupado de los antecedentescientíficos del doctor Obigliopero no he mencionado todavía aquienes constituyen la inspiración y la fuente energética de suintensa actividad intelectual. Me refiero a su mujer, que lo haacompañadoa lo largo de 40 años de matrimonio ejemplar; a suscinco hijos, que lo han colmado de satisfacciones; y a sus nietos,que conforman su orgullo y su corona, y a los que puede exhibircomo suprema lección el ejemplo de una vida rectilínea.

Doctor Obiglio: la Academia, por mi intermedio, expresasu complacencia con la incorporación de un nuevo miembro queacredita tan significativosantecedentes. Mucho esperamos de suaporte a la labor del cuerpo, sobre todo en temas de suespecialidad tan ligados a la médula de las disciplinas morales ypolíticas.

Sirvan, pues, mis palabras, de afectuosa y cordialbienvenida.

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OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Por el académico DR. HUGO O. M. OBIGLIO

Presentación

Después de agradecer de corazón los generosos einmerecidos conceptos que sobre mi persona vertiera elacadémico doctor Alberto Rodríguez Varela, me correspondehacer una breve relación con referencia al Patrono y a la figura dequien me honro en suceder.

Ocupó por primera vez este sillón Monseñor Miguel DeAndrea, Obispo de Temnos. Nació en Navarro, provincia deBuenos Aires, el 5 de julio de 1877. Orientada su vocación haciael servicio al Señor, cursó sus estudios en el Seminario ReginaMartyrum, en el colegio Pio Latino-Americano y en laUniversidad Gregoriana de Roma, para ser ordenado sacerdote endicha ciudad, con licenciaespecial del Sumo Pontífice por contarsólo con 22 años. Llevaría mucho tiempo hacer un relatoexhaustivo de la vida de Monseñor De Andrea, es por ello quecometeré la imprudencia de destacar en breves minutos aquelloque a mi entender ha dejando una huella muy profunda entre susseguidores. Me refiero a su palabra, sus escritos y su obra.

Su palabra es fruto de la observación y de la experienciade vida, en la que se mezclan su inquietud por los másdesprotegidos con la praxis para intentar a través de un accionarpolítico, crear los pilares que sostengan esas ideas avanzadas eimprescindibles para su época.

Fue un orador meduloso, que a través del púlpito y de lacátedra llamó la atención de católicos y no católicos sobre temastales como acción social, gremial y obviamentepastoral.

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Sus escritos, entre otros, El Evangelio y la actualidad, Elcatolicismo social y su aplicación, sus Obras Completas yDiscursos y sermones, en resumen, son el reflejo de unpensamiento osado pero profundo y reflexivo; el reflejo delanálisis de aquellos temas comunes a la confusa y dificil épocaque le tocó vivir.

Sus Obras. Centró su labor en el campo pastoral desde elinstante en que lo designaran Cura Rector de San MiguelArcángel. Esto no fue óbice para que la misma trascendiera elambito parroquia).Ya en 1912 su apostolado lo llevo a fundar,entre otras instituciones, la Unión Popular Argentina, el Ateneode la Juventud, la Casa de la Empleada y la Federación deAsociaciones ProfesionalesCatólicasde Enfermeras.

En un comentario que hiciera la revista "Criterio" sobresu vida en 1960, año de su muerte, el editorialista dice:"Sacerdotey Obispo, vivió según lefue dado comprender, entresus hermanos de lafe y sus conciudadc!nos,las alternativas deun período agitado e indefinido por ser búsqueda ymaduración ".

Es fiel reflejo de ese intento, el discurso que pronunciaraen la plaza 9 de Julio, el 22 de noviembre de 1943, ante unaconcentración de la Federación Argentina de AsociacionesProfesionales Católicasde Enfermeras,y en el cual dijera:

... "Lapatria es indivisibley una, como una e indivisiblees la banderay como una e indivisibledebe ser su historia. Cadapatria tiene su historia, no dos sino una sola y si a ésta se lacambia, lapatria en cierta manera deja de existir. Yaun cuandose la quiera forjar más fuerte, más rica, más grande y máspoderosa; yo no la aceptaréjamás si es' en sustitución a la mía.iEl hijo bien nacido no cambia jamás su propia madre, porninguna reina!" .

El sillón de Monseñor De Andrea fue ocupado por elPresbítero doctor Carlos Cucchetti, heredero intelectual deMonseñor Gustavo Franceschi y espiritual de su antecesor.

El entonces presidente de la Academia, el doctor Jorge A.Aja Espil, dijo en su sepelio: "a ambos los unió un extenso y

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bellísimo diálogo, merced a la magia de su pluma y a lafuerzade su inteligencia",

Humanista de corazón une a la caridad de su ministerio elculto por la amistad, amistad ésta de diferentes tendenciaspolíticas, distintos credos y extracciones sociales. Estas nofueron un obstáculo sino más bien un desafío para llegardesde lomás profundo del corazón a comprender bien a quien considerabasu amIgo.

Se incorporó a esta Academia en 1968y su último aportelo realizó el 24 de noviembre de 1993 con motivo del centenario

del antiguo académico de número Alfonso de Laferrere. De suexposiciónhago mías estas líneas que bien pudieran servir comoun esperanzado objetivo a cumplir como académico y sonaquellas en las que dice: "según los cánones griegos la actividadmás clásica y estética del hombre, y en este caso de losacadémicos, es la actitud de quien recuerday medita".

Con esta actitud de recordar y meditar que considero reglade oro para la búsqueda del equilibrio del pensamiento y de laacción de toda persona, ya sea académicoo maestro de escuela,dejo a mi ilustre predecesor para adentrarme en mi exposición,La objeción de conciencia, requisito a cumplir estatutariamentepor todo Académico de Número.

Para aproximamos al concepto de objeción de conciencia,creo necesario analizar por separado, aunque brevemente, laspalabras que integran el término. Como dicen Serrat Moré yBernard Pérez, "veremos que por objeción entendemos 'la razóncon que se impugna algo', y por conciencia, 'el conocimientoíntimo del bien que debemoshacer y el mal que debemos evitar',así pues, el término objeción de concienciaexpresa un rechazo aalgo externo (por ejemplo una norma social), por una razóníntima de una persona"l.

Dice Navarro Valls que en ella se pone de manifiesto: "Eltener que optar entre el deber de obediencia que impone la normalegal,con base en la concienciacomún de la sociedad, y el deber

1 Serrat M., D., Bemard P., L., Las profesiones sanitarias ante la objeciónde conciencia. En Cuadernos de Bioética 1997, 2a , p.855-863.

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de resistida que sugiere la nonna moral basada en la concienciaparticular"2. Ahora bien, como protección de la libertadindividual nos obliga al estudio, al análisis del ordenamientoconstitucional atendiendo tanto a su texto como a la

jurisprudencia existente. Nuestra Carta Magna en sus artículos14 y 19, sobre todo en este último, otorga: "al individuo unámbito de libertad en el cual éste puede adoptar libremente lasdecisiones fundamentales acerca de su persona, sin interferenciaalguna por parte del estado, de los particulares, en tanto dichasdecisionesno violen derechos de terceros").

Si acudimosa la definición nominal, la palabra concienciaindica la aplicación de un conocimiento a un caso particular y,por lo tanto, hace referencia a un acto. Desde Cicerón se hacealusión a la aplicación de una ciencia a un hecho particular. Bassoinsiste en el hecho de que la conciencia moral consiste en Ulljuicio de la razón práctica sobre la bondad o la malicia de losactos morales, en confonnidad con las nonnas de un orden moral.Lo que equivale a decir que la concienciaes el medio por el cualse puede conocer qué cosa es el bien en un detenninado lugar ymomento. La concienciano crea la ley moral, sino que ayuda avivida con rectitud en los actos concretos, da a conocer el ordenmoral, impulsa a seguido librementey recrimina si no se hace. Laconciencia muestra que todos respondemos ante Dios denuestras acciones. Nadie nos puede sustituir y librar de estaresponsabilidad, que es consecue!"'ciade nuestra dignidad decreaturas espirituales: de ahí el deber de respetar la libertad de lasconciencias. Nada tiene que ver con este respeto la llamadalibertad de conciencia,que niega precisamente esa libertad anteDios, como si cada uno pudiese arbitrariamente crear su propianonna moral4.Ratifican estos conceptos las palabras de S.S. JuanPablo II del 10 de abril de 1980, en las que dice: "fonnar lapropia concienciaaparece así como un deber inaplazable. Fonnarla concienciasignificadescubrircon claridadcada vez mayor laluz que encamina al hombre a lograr en la propia conducta la

Ibidem, p. 860."El Derecho", t.153, p. 249.Cf. Basso, D., Fundamentos de la moral, Buenos Aires, CfEB, 1993.

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verdadera plenitud de su humanidad. Y sólo obedeciendo a la leydivina el hombre se realiza a sí mismo como hombre".

Nuevas tecnologías nos obligan hoy al replanteo de unaserie de situaciones en el campo de la biomedicina que tienentambién expresión directa en otras áreas del conocimiento, entreellas el derecho.

Como ejemplo de este comentario hacemos nuestras laspalabras que pronunciara Leo Hindery, presidente de TCI(Telecomunication Puc) a los participantes del Congreso Interna-cional New Tech' 98, que se celebró el pasado marzo en Denver,Colorado. Expuso Hindery, entre otras cosas, que las nuevastecnologías offecían enormes posibilidades si eran empleadaspara "el bien"; lo que no implicaba olvidar que llevaban en sí unaserie de peligros que en primer lugar es necesario detectar, paraluego en un segundo tiempo, intentar ffenarlos. Y pone comoejemplo dos usos totalmente opuestos de Internet. Frente a lamaravilla que, por un lado, significael avance en el tiempo real delas comunicacionesque llevanal manejo diario del correo electró-nico, por el otro construimos una "pornografía" con las conse-cuencias que imaginamos;me refiero al aumento de la tasa deprostitución ya una pedofilia que angustias.

La bioética, es como la vida misma, un capitulo siempreabierto y jamás terminad06.

Entre la cultura de la vida y la de la muerte no existetérmino medio. No debiéramos admitir zonas grises que en elfondo no hacen más que mantener entreabierta la puerta, paraque a través de ella se filtren normativas legalesque vulneren ladignidad de la persona humana.

"En efecto, generalizadala discusión bioética entre noso-tros, y habiendo adquirido la misma carta de ciudadanía acadé-mica, se hace necesario desde la perspectiva del Derecho, analizarlos elementos que definen el punto de vista jurídico sobre estascuestiones;máxime cuando el Estado se ve impelidoa legislar, losjueces a sentenciar, y los juristas a orientar en las múltiples cues-

5 ACI-Prensa, Agencia Católica de Informacionesen América Latina,http:/www.aciprensa.com6 Cf. B1ázquez,N., Bioética Fundamental, Madrid, BAC, 1996.

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tiones que son estrictamente problemas de Bioderecho. La res-puesta a estos interrogantes no puede dejarse al arbitrio senti-mental de las opiniones de la esfera privada, a la que se pretendereducir la moral en nuestros días. De esta forma es precisorealizar,junto al análisisjurídico, una fundamentaciónracional delo correcto en estos ámbitos bioéticos, rescatando la discusióndel reino de lo arbitrario. Y todo ello, porque el relativismo moralcaracterístico de nuestras sociedades de finales del segundo mile-nio, muestra una tendencia a la extensión a todas las áreas dondeentran en juego bienes o valores. Así, la relativización puede al-canzar ámbitos de una trascendencia político-jurídica tan rele-vante como lo es el mismo derecho a la vida (...)"7.

Es para aquellos que viven en países cuyas legislacionespermiten el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, o lacriopreservación en la fertilización in vitro, que se incorpora allenguajejurídico el términoobjeciónde conciencia.

Recordemos que el desarrollo de una sana democraciadepende del reconocimiento de ciertos valores fundamentales yobjetivos, como precisa S.S. Juan Pablo II en la EncíclicaVeritatis Splendor cuando dice: "En el juicio práctico de laconciencia,que impone a la persona la obligaciónde realizar undeterminado acto, se manifiesta el vínculo de la libertad con laverdad. Precisamente por esto la conciencia se expresa con actosde 'juicio', que reflejan la verdad sobre el bien, y no como'decisiones' arbitrarias. La madurez y responsabilidad de estosjuicios -y en definitiva, del hombre, que es su sujeto- sedemuestran no con la liberación de la conciencia de la verdadobjetiva, en favor de una presunta autonomía de las propiasdecisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de laverdad y con dejarse guiar por ella en el obrar"s.

Pero así como la Ética Biomédicaes una disciplina vieja-nueva que se conjuga desde sus inicios con la relación médicopaciente, también la objeción de conciencia, para nuestrasorpresa, tiene un viejo pasado histórico enriquecedor.

7 Cf. Serrano Ruiz-Calderón, J.M., Bioética. Poder y Derecho. Ed. UCM,Madrid, 1993, p. XI.8 S.S. Juan Pablo 11, Veritatis Splen~or, 61.

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Ya Demócrito establece como criterio de conducta al

placer: "el placer y el dolor constituyenel criterio de lo útily loperjudicial" 9 agregandoque "el placer debe regularse por larazón, ellogos del alma debepresidir toda actividadpráctica delhombre ,,10.También Zenón de Elea, que fuera discípulo deParménides, hace consideracionessobre el hecho moral (pero laformulación precisa de sus principios correspondefundamentalmente a Crisipo). Es San AgustÍn quien dice que laconciencia es quien debe tomar las ritndas del obrar humano:"Ama y haz lo que quieras, si te mantienes en paz, tu paz semantiene del amor; si gritas el amor te hará gritar; si corriges, elamor es quien cOITige;si eres frugal, el amor te hará serIo; estédentro de ti la raíz del amor, de esta raíz nada puede brotar sinolo que es bueno" 1l.

Encontramosen SantoTomásen su Suma Teológica1-1199 lo siguiente: "Antorcha de tu cuerpo son tus ojos, dice elSeñor (cfr. Mateo 6,22). Antorcha del alma es la conciencia,y siésta tiene luz - si está bien formada -, el hombre puede caminar

hacia Dios. Si la conciencia se deforma, el hombre se queda aoscuras, se desorienta y cae".

Una biografía del hombre que. desató la ira de EnriqueVIII, me refiero a Tomás Moro, es un claro ejemplo de cómo lavivencia de una profunda espiritualidad lleva al Lord Canciller al"martirio" en aras de su conciencia.

Encuentro que su actitud es un inobjetable ejemplo de loque significa y a donde puede llevar la objeción de conciencia.Comenta Germain Marc'hadourI2 que nuestro Santo TomásMoro es honrado en el calendario anglicano y que "aquellosaspirantes a ocupar cargos políticos lo respetan porque, auncuando era fiel servidor y funcionario del Estado, fue capaz deincurrir en desobediencia civil y de valorar la conciencia porencima de su propia vida".

9 Diels,H., Fragmentosde losfilósofospresocráticos,B 188, 189,B4.10Ibidem, B 146.11San Agustín, In Epist. Ioannis ad Parthos, tr. VIII, 8 ML 35, 3033.12Marc'hadour, Germain, ¿Era Santo Tomás un monstruo?, en "La Nación",pág. 3, sección 6, domingo 26 de abril.

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Tratar hoy el tema de la concienciaes un imperativo delmomento cuyo status questionis nos llevaría a asociarmodernidad con culturatécnica.

Hace pocos días nos decía el doctor Belardinelli, filósofode la Universidad de Bolonia, con quien conviviéramos en unasemana de intensasjornadas de trabajo, junto con los alumnos demi Magister en Etica Biomédica de la Universidad CatólicaArgentina: "La compleja sociedad de hoy, abre horizontes desentido técnicamente ilimitados; una elección es comparable conotra cualquiera;no hay nada que no pueda ser revisto. En unapalabra (siguiendo a Nicklas Luhmann), toda cosa que es o quehacemos puede hacerse de otra manera -es el triunfo de lacontingencia-oDe este modo carece ya de sentido distinguir loverdadero de lo falso, el sentido del sin sentido, un estilo de vidade otro, una pareja heterosexual de una homosexual. Se vive yaen forma 'hipotética': hoy las cosas existen de una manera, peromañana podrán también existir de una manera diferente. Elllamado 'pensamiento débil' parece, en suma, danzar en suinconscientemascarada"l3.

La aspiración de realizar todo aquello que resulta posiblenos aproxima a una ciencia sin conciencia, que marca unadiferencia de comportamientos por demás inquietante y quepareciera un hecho destructivo acompañante de la tecnologíamoderna. En todos los campos del actuar humano, en algúnmomento deberemos emitir un juicio de valor, poniendo en juegola moralidad del acto. Pero sin duda que es en el ámbito de lasciencias de la salud en donde con más frecuencia se dirimen

individualmente cuestiones que a veces vulneran el derechonatural y con ello la dignidad de la persona humana. Losatentados contra el hombre, realizados según se dice en nombrede su dignidad, han adquirido un grado de refinamiento ycrueldad difícil de imaginaren épocas pasadas. La emancipaciónsin solidaridad, la propensión a la brutalidad, las luchasfratricidas, la corrupción,el soborno, el manejo indiscriminado de

13 Belardinelli, S., Los desafios éticos de la sociedadfuncional, Instituto deÉtica Biomédica de la Universidad Católica Argentina, 28 de octubre de1996.

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los fondos del Estado, la soberbia del científico y el cálculohedonista, son síntomas del interés como instancia rectora de lapraxis humana.

Estos atentados contra el hombre se viven hoy en elcampo de la medicina y coaccionanal profesional a ejecutar actoscontrarios a su concienciamoral. Si la legislaciónes permisiva ola autoridad dictatorial,es cuando la sociedad nos ofrece, o así lodebiera hacer, la oportunidadde recurrir al derecho de objeción deconciencia.

Como corolario de lo dicho hasta el presente, tres hansido los objetivos que me he propuesto al abordar el tema de laobjeciónde conciencia:el primero, rescatarlo de ese cuasi olvidosubconciente que lo mantuviera hasta no hace mucho tiempo enel arcón de los recuerdos. Segundo,el fijar conceptos que segúnnuestra antropología personalista permitan precisar qué es loque debemos entender por conciencia y como consecuencia losalcances de su objeción. Y tercero, hacer un breve ordenamientoque impida que el núcleo más secreto y el santuario más íntimodel hombre deje de irradiar la natural luz que surge de él paraadentrarse en una sobrecogedoratiniebla.

Esa sociedad funcional de que hablábamos al comienzoirrumpe en el escenario político-cultural comprometiendo larelación médico-paciente. Al patemalismo, a mi entendernecesario, que se viviera hasta el primer tercio del corriente siglo,le sigue el reconocimientode una nueva relaciónen donde primanlos derechos personales del enfermo y el respeto a su libertadindividual. El peligro de esa ciencia sin conciencia que llega aveces por un acto demencial a poner en peligro la vida y ladignidad de la persona humana, crea situaciones que se oponen alos principios a los que adhieren los profesionales de las cienciasde la salud. Esto se hace evidente en el hecho de que en lugar deproteger la vida del paciente en ocasiones se atenta directamentecontra la misma (aborto, eutanasia). Es aquí entonces donde sepide a la justicia el poder llegar legaly éticamente a recurrir a laobjeciónde conciencia.

Es así que hablamos de una objeción de concienciapropia, que "entendemos como la negativa a ejecutar o cooperar

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directa o indirectamente en la realización de prácticas médicaspermitidas por las normas legales, pero contrarias a la ley moral,los usos deontológicoso las normas religiosas"14.

La ambivalencia de un mundo pluralista en donde lalibertad se encuentraendiosadacomo valor supremo apartándosedel concepto de verdad, hace que al profesional de las ciencias dela salud se le presente en numerosas oportunidades la imperiosanecesidad de hacer uso del derecho específico de objeción deconciencia.

Ahora bien, esta aparente, generosa y justa actitud, traeaparejadala mayoría de las veces consecuenciasdiscriminatoriaspara el profesional, que conllevan directa o indirectamente uncarácter punitivo. Directamente puede ser la prohibición dealcanzarun grado académicosuperior, e indirectamente el olvidoen un rincón del escritorio del traslado a una institución acorde

con el desempeñoacadémicodel objetor.Existe un segundo caso de objeciónde conciencia llamada

impropia, y es aquella en la cual no se produce un conflicto entrela ley positiva y la ley moral. Lo que ocurre es un encuentroentre dos conciencias: "la del profesional que.considera su deberintervenir para preservar la vida o la salud del paciente, y la delpaciente que por sus convicciones religiosas o ideológicasconsidera que tiene el deber de rechazar el tratamiento"I5. Lassituaciones más comúnmenteplanteadas son: las de los Testigosde Jehová, cuando se niegan a recibir transfusionesde sangre, o lanegativa generalizadaa aceptarcualquier tipo de tratamientode lasecta conocidacomo Christian Science. Otro caso frecuente es elde las personas que rechazan no sólo alimento, sino tratamientomédico duranteuna huelga de hambre.

Creo también que se encuadra en el término objeción deconciencia la negativa a aceptar la imposición de un superiorsobre aspectos éticos que hacen al ejercicio de una determinadapráctica médica. Me refiero al encarnizamiento terapéutico, laresucitación,el diagnósticode muerte, la criopreservación.

14 Serrat M., D., Bemard P., L., op. cit., p.857.15Ibidem, p. 860.

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Recapitulando:Una verdaderarenovacióndel hombre y de la sociedad se

realiza siempre mediante la renovación de las conciencias.Cambiar sólo las estructuras sociales, económicas y políticas,aunque sea importante, puede resultar ineficaz si el cambio noestá respaldado por hombres de conciencia.En efecto, son ellosquienes permiten que la vida social se forme, en definitiva, segúnla regla de la ley que el hombre no se da a sí mismo, sino quedescubre "en lo profundo de su conciencia y a CUY~1voz debeobedecer"16.Esta voz es la ley interior de la libertad, que orientaal hombre hacia el bien y lo invita a no hacer el mal. Aceptar laviolaciónde dicha ley, mediante un acto de derecho positivo, enel balance definido se vuelve siemprecontra la libertad de alguieny contra su dignidad. El culto idolátrico de la libertad17,que amenudo se propone al hombre de hoy, en el fondo representapara ella un gran peligro. En efecto, llevando al caos y a ladesviación de la conciencia, priva al hombre de una eficacísimaautodefensa contra las diferentes formas de esclavitud.

iCuánto debemos todos a los hombres de rectaconciencia,conocidos y desconocidos! La libertad reconquistadasólo podrá desarrollarse y defenderse si en cada sector de la vidasocial, económica y política se encuentran hombres de rectaconciencia, que sean capaces de contraponerse a las diversasinfluencias mudables y a las presiones externas, así como a todolo que debilita o, incluso, destruye desde dentro la libertad delhombre. Los hombres de conciencia son hombres espiritualmentelibres, capaces de discernir, a la luz de los valores eternos y delas normas eternas, tantas veces verificadas, las tareas nuevas quenos pide la Providencia en el momento actual. Todo cristianodebería ser un hombre de conciencia, que logre ante todo unavictoria importantísima y, en cierto sentido, la más dificil de lasvictorias: la victoria sobre sí mismo, DebeiÍa serio er. rodo lo quese refiere a sú vida, tamo privada como pública"l!::,

16Cf. Concilio Vaticano Il, Gaudium el spes, 16.17Cf. Veritalis splendor, 54. .

18 "L'Osservaton: Romano", N. 10 (1.523), 6 de marzo dé 1998.

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Señores académicos, me parecen incontrastables estaspalabras que escribiera Benavente en Los intereses creados: "Elentendimiento es la conciencia de la verdad, y el que llega a

perderla entre las mentiras de la vida, es como si se perdiera a sípropio, porque ya nunca volverá a encontrarse ni a conocerse, yél mismo vendrá a ser otra mentira,,19.

Dejo como afirmación esta proposición hipotética: Laobjeción de concienciapasa por el entendimientode la verdad.

Antes de dejarlos me siento obligado, en razón de justiciacomo derecho primero, y en segundo término, de justicia comovirtud, a rendir un sentido y cariñoso homenaje a mis padres,quienes con sus enseñanzas y ejemplo de vida me inculcarandesde temprana edad el deber de asumir la responsabilidad de mipropia realización.

Mis maestros de la Compañía de Jesús, en su granmayoría inteligencias superiores, me formaron inculcándome elmismo espíritu que me impartieran mis padres: amor por lalibertad y la verdad, un objetivo trascendente que dé sentido a lavida y repeto por la dignidad de toda persona humana.

También deseo reiterar una expresión de amor para conmi esposa Silvia y mis cinco hijos Damián, Esteban, Andrea Ma-ría, Paula María y Ezequiel, y mis trece nietos, el último en ges-tación, que hicieron suya la virtud de la prudencia, entendiendo elvalor y la necesidad de que dispusiera tiempo para el estudio ytiempo para el trabajo profesional, en una convivencia armónicaque hizo realidad una vez más el buen uso de la libertad.

y a mis amigos y colaboradorespasados y presentes, quecon estoicismo en aras a ese amor de benevolencia, que es elsoporte sobre el que se orienta una verdadera amistad... hayanpracticado la virtud de la Paciencia.

Finalmente, señores académicos, mi reconocimiento

porque gracias a ese viejo apotegma "Errare humanum est", hoyme encuentro junto a ustedes.

19 Cfr. Pross, Jorge S., Diccionario defrases célebres. Barcelona, SINTES,4ta. ed., 1971, p. 201.

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