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CLÍO 25 DIOSES DE EGIPTO El panteón de los dioses egipcios fue uno de los más numerosos del mundo, con más de 1.500 di- vinidades con todo tipo de atri- butos y poderes asimilados a las criaturas de la naturaleza y al cosmos. Hubo un momento en el que todos esos dioses fueron eclipsados por el astro Sol y el monoteismo rigió Egipto. DOSSIER

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DIOSES DE EGIPTO

El panteón de los dioses egipcios fue uno de los más numerosos del mundo, con más de 1.500 di-vinidades con todo tipo de atri-butos y poderes asimilados a las criaturas de la naturaleza y al cosmos. Hubo un momento en el que todos esos dioses fueron eclipsados por el astro Sol y el monoteismo rigió Egipto.

DOSSIER

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DIOSES DE EGIPTO | EL PANTEÓN DEL REINO ANIMAL

Irene Cordón i Solà-Sagalés, doctora en Historia Antigua

El panteón del reino animal Es sorprendente ver la importancia que la civilización del antiguo Egipto concedió a la religión. La inmensa mayoría de los objetos y monumentos que admiramos de la cultura faraónica están relacionados, de un modo u otro, con lo reli-gioso y uno tiene la sensación de que contaban con un vasto e incalculable número de divinidades. Y es que, en todo lo que se refiere al universo de lo sagrado, el pueblo egipcio utilizó materiales sólidos, "eternos" como la piedra, con el fin de desafiar el paso del tiempo. No en vano, el historiador griego Heródoto de Halicarnaso, sorprendido por la piedad de los habitantes del Nilo de la que fue testigo, escribió a mediados del siglo V a.C.: "[…] de todos los pueblos, Egipto es el más religioso de todos".

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SEJMMMETT, hija del dios creador Ra, encarna la furia y la destrucción.

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E l panteón egipcio contó con más de 1.500 divinidades di-ferentes, algunas de ellas más conocidas y prestigiosas que

otras. Tres mil años de gobierno re-gido por faraones terminaron por de-sarrollar una laxa jerarquía de dioses en cuya cima se encontraban las di-vinidades nacionales o estatales que eran las más populares y reconocidas en todo el país, ya que ellas crearon el mundo y controlaban las fuerzas cósmicas y a ellas dedicaba el faraón colosales templos. Por debajo de las estatales se encontraban deidades de relevancia o alcance local, como Meretseguer, que era la guardiana de la montaña tebana y por tanto, su po-der estaba geográficamente limitado, concediendo su protección a quienes vivían o pasaban por su territorio. En la parte inferior de esta pirámide je-

rarquizada de divinidades encontra-ríamos a los semidioses, espíritus fan-tasmales de antepasados, demonios y a seres sobrenaturales, para los cuales nunca se llegó a desarrollar un culto formal ni a erigir templos. Algunos dioses estaban bastante aso-ciados con aspectos concretos de la vida o el mundo natural, o eran la per-sonificación de conceptos: la diosa Isis era una maga, sanadora poderosa y la personificación del trono de Egipto; Maat representaba la armonía, la ver-dad, la justicia y el orden del mundo; el horrible Bes era un semidiós enano que llevaba protección a los niños y confort a la casa; o Amón, "el oculto", que era una divinidad terriblemente poderosa que se convirtió en el dios dinástico y protector de la realeza du-rante el Reino Nuevo (c. 1550 a 1085 a.C.).

Si algo nos llama la atención de las deidades egipcias es su comporta-miento, característicamente humano. En efecto, encontramos figuras irra-cionales y emocionales; siendo algu-nos dioses capaces de sentir amor, celos, odio o admiración. Otros son tímidos, curiosos o guerreros. Comen, beben, se emborrachan, duermen, llo-ran, fornican, traicionan, asesinan, en-vejecen y, en algunos casos, mueren y renacen. Este último sería el caso del dios Osiris, un dios muy bondadoso y justo, de origen neolítico y responsa-ble de la fertilidad y el cereal conrea-do (más concretamente, la cebada), que fue asesinado por su envidioso y poderoso hermano Seth a fin de usurparle el trono de Egipto. El mo-mento más dramático de la tragedia fue cuando el conflictivo y enfadadizo Seth despedazó el cuerpo de Osiris en

LLLLLAAA SSSAAANNNTTA TTRRIAADA DE LLLLAAAAAAA FFAAAAMMMILLLIIA DDE OOSIRIS (periodo ptolemaico). Las tres figuras de oro macizo representan al gran y poderoso Osiris, rey del Más Allá, quien con su re-surrección garantizaba una nueva vida tras la muerte. Aparece rodeado de su hijo Horus y su esposa Isis. Son reconocibles por sus atributos: la diadema de plumas de Osiris; la cabeza de halcón y la doble coro-na real de Horus; y el disco de cuernos de Isis, a imita-ción de la diosa Hathor.

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HORUS, EL DDIOOOS HALLCÓNN, considerado el iniciador de la civilización, fue venerado en todo Egipto en alguna de sus múltiples formas. A él está consagrado el templo de Edfu, ubicado en la ribera occidental del Nilo, el segundo más grande en Egipto después de Karnak y uno de los mejor conservados.

catorce trozos, dispersándolos luego por todo Egipto para que la viuda Isis no pudiera hacerse con ellos y recom-poner al amado. Sin embargo, trans-formadas en pájaros milano, Isis y su hermana, la oscura Neftis, buscan y recuperan trece de los catorce peda-zos (el pene no llegan a encontrarlo porque el pez oxirrinco del Nilo se lo comió) y con la ayuda del dios Anubis, el chacal protector de las necrópolis, y una venda de lino recomponen y restauran el cuerpo del fallecido Osi-ris. Isis, además de ser la fiel y devo-ta esposa posee una poderosa magia capaz de resucitar a Osiris quien, sin embargo, revive pero en el Más Allá, donde a partir de ese momento go-bernará como dios de los muertos.

LLLOOOOOSSSS DDIOOOSEEESSS PPATTROONNEESCada ciudad, aldea o pueblo de Egip-to poseía su propio dios patrón; así, por ejemplo, en Menfis el dios pa-trón era Ptah, mientras que en Tebas era Amón o en Ávaris, una ciudad del Delta, lo era el dios guerrero Seth. Los santuarios y templos que se eri-gían a estos dioses patrones cada vez eran más importantes para las ciuda-des y aldeas, de manera que, de for-ma paulatina, pasaron de ser débiles estructuras de junco, paja y adobe a solemnes e imponentes construccio-nes de piedra, en cuyos gruesos mu-ros se grababan textos e imágenes. Según las creencias egipcias, estos templos de culto urbano eran la casa donde vivía el dios. Precisamente, en el sancta sanctorum, la estancia del templo más sagrada, se albergaba la estatua de la divinidad que recibía los oportunos rituales diarios por parte

La estancia del templo más sagrada albergaba la estatua de la divinidad que recibía los oportunos rituales diarios por parte del sacerdocio adscrito a ese santuario

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DIOSES DE EGIPTO | EL PANTEÓN DEL REINO ANIMAL

del sacerdocio adscrito a ese santua-rio. Entre dichos rituales había el del lavado, vestido, maquillado y perfu-mado de la estatua de culto, así como la ofrenda regular de comida (panes, pasteles, frutas, aves y carne fres-ca), bebida (principalmente cerveza, vino y leche), la quema de incienso y los cantos con oraciones. El objetivo principal era claro: asegurar que el dios del templo fuera feliz y Egipto pudiera así prosperar. A diferencia de los dioses griegos, los egipcios no prestan demasiada atención a los humanos y rara vez se enamoran o sienten lujuria por muje-res mortales. De hecho, las deidades egipcias siquiera se relacionan direc-tamente con los habitantes de Egipto y utilizan un intermediario para co-municarse con ellos: el faraón, cuya naturaleza era divina como la de los dioses y a la vez era un mortal que vivía y reinaba en el pueblo egipcio. Ello significaba que solo el faraón de Egipto debía realizar y asegurar de forma adecuada los rituales formales y necesarios de todos los cultos. En la práctica, como esa era una tarea im-posible de realizar al mismo tiempo por una sola persona en todos y cada uno de los templos que se hallan re-partidos por Egipto, el monarca dele-gaba dicha labor en los sumos sacer-dotes de los templos que procedían a efectuar el ritual en nombre del faraón. Sin embargo, en los muros de los templos solo la imagen del rey es la que aparece presentando ofrendas y de pie junto a las deidades. Tampoco existía un equivalente egip-cio al monte Olimpo, con mansiones de cristal y columnas con capiteles dóricos, donde los dioses griegos presididos por Zeus moraban juntos alejados de los mortales. Tal y como hemos apuntado, los dioses egipcios residían en sus templos (donde se ha-

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AMÓN, identificable por el tocado de largas plumas. Su culto principal se centró en Tebas, especialmente en los templos de Karnak y Luxor, donde se organizaban procesiones en su honor. Pero el culto era extremadamente reservado, tanto que incluso en las salidas de la estatua en la barca procesional, su imagen no era nunca exhibida, se encontraba oculta por cortinados cuando atravesaba el dromos —avenida procesional— flanqueado a ambos lados por esfinges de carneros, que daba acceso al complejo religioso en Karnak.

llaba la estatua de culto) pero a la vez podían encontrarse en cualquier par-te de Egipto.

EL ASPECTO DDE LOOS DIOOSSES EGGIPCCIOOOOSSi bien la actuación, el proceder y la conducta de los dioses egipcios pue-de parecer humana, su aspecto no lo es. En efecto, si algo llama realmente la atención de las deidades egipcias es la forma zooantropomótfica o hí-brida que toman muchas de ellas. Nos referimos a esas imágenes de di-vinidades con cabezas de animal so-bre enérgicos y potentes cuerpos de hombres o sobre esbeltas y apuestas mujeres. También encontramos algu-nas divinidades que asumen siempre la forma humana, como es el caso del dios Ptah, vestido con sudario y con un casquete, o el todopoderoso Amón ciñendo la corona con altas plumas; en otras ocasiones solo adoptan el as-pecto de un animal, como le sucede al toro Apis; pero la gran mayoría adop-ta la forma híbrida de animal y cuer-po humano. Así, el sabio dios Thot se muestra con la forma de un ibis o de un babuino, o bien con cabeza de ibis y cuerpo humano; en la iconografía, al dios Anubis lo encontramos con cabeza de chacal y cuerpo humano, o como un perro negro tumbado pero con la cabeza erguida y vigilante; y Horus, el faraón viviente, se exhibe como un imponente y majestuoso halcón o como un hombre con la ca-beza del ave. La diosa Hathor podía

Las divinidades con forma o partes de animal indican un respeto por los atributos y aptitudes de estas criaturas

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no llegaron nunca a comprender esta característica. Ajenos a la compleji-dad de la religión egipcia y a situar los hechos en perspectiva, conside-raron que sus creencias contrastaban frontalmente con las egipcias y las consideraron propias de ignorantes adoradores de animales.

MITOS Y LEEYYEENDAASLas paredes de los santuarios y tem-plos, las pinturas murales de las tum-bas, los papiros, las estatuas y los amuletos claramente dejan entrever que en el antiguo Egipto se recono-cía a muchos dioses, semidioses y seres sobrenaturales. Sin embargo, al contrario de lo que muchos puedan pensar, del Egipto faraónico no nos ha llegado ningún "libro" o papiro de la época donde aparezca siquiera una lista de esas divinidades. El co-nocimiento de los dioses y conjunto de creencias se difundía a través de los mitos, que adoptaban la forma de un relato. Sin embargo, los mitos egipcios no estaban pensados para ser analizados o contrastados por ins-truidos escribas; simplemente era el modo de explicar lo inexplicable a un pueblo cuyo analfabetismo llegaba al 98% . Anteriormente hemos mencionado la tragedia vivida por Isis y Osiris, uno de los mitos más conocidos y que en-cierra la esencia de la espiritualidad de los antiguos egipcios. Pero hubo muchos otros importantes que nos ayudan a esclarecer una teología con milenios de vigencia. Un fantástico ejemplo es el mito de la diosa Sejmet y la destrucción de la humanidad. La narración se sitúa en un tiempo re-moto donde los dioses y los humanos convivían juntos y compartían el mis-mo maravilloso espacio (una especie de Jardín del Edén). A pesar de que la vida allí debería ser agradable y pla-

En marzo conocimos la noticia de un pecu-liar hallazgo en la zona de Al Qarna, en Lu-xor. Se trataba del mausoleo perteneciente al "guardián de la puerta del dios Amón", que data de la XVIII dinastía (1554-1304 a.C.). La cripta, con forma de "T", tiene los muros internos ornamentados con relieves policromados que representan al fallecido,

alguien referido como Amenhotep, y a su esposa frente a una mesa de ofrendas. No ha sido fácil conocer la identidad del "guardián" pues tanto su nombre como los títulos del dios Amón fueron raspados, más que probablemente por los revolucionarios del orden monoteísta que instauró Akena-ton en favor de su único dios: Atón.

HALLAN LA TUMBA DEL GUARDIÁN DE AMÓN

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aparecer representada como una mu-jer, con cuerpo de mujer y cabeza de vaca, como mujer con rostro humano y orejas de vaca o directamente como una vaca amamantando al faraón. Re-sultan aún más curiosos y peculiares aquellos dioses que son representa-dos con partes de distintos animales; así, Tauseret es una diosa híbrida do-tada del cuerpo y la cabeza de una hipopótama embarazada, con cola de cocodrilo y patas de leona.Todas y cada una de estas divinida-des que toman la forma de un animal en concreto, o parte de él, indican un

respeto por los animales y la fuerza, la aptitud y el poder que tienen y re-presentan. En modo alguno indican zoolatría. Al faraón de Egipto, por ejemplo, se le asociaba con el poder del toro, el león, el escorpión o el halcón. Ese es el motivo por el cual el soberano sue-le aparecer representado con una cola de toro o león colgando de la parte trasera de su faldellín, precisamente para enfatizar su fuerza y resaltar su fertilidad y vigorosidad. Son muchos los autores grecolatinos de la época (y también autores de la actualidad) que

Los mitos no surgieron para ser analizados por instruidos escribas, solo eran el modo de explicar lo inexplicable a un pueblo cuyo analfabetismo llegaba al 98% de sus habitantes

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Casi ocho millones de perros momifica-dos en el siglo IV a. C. han sido descu-biertos por arqueólogos liderados por Paul Nicholson (Universidad de Cardiff, Reino Unido) en una fosa común en Sa-qqara, en la antigua capital de Memphis, cerca del Templo de Anubis, el dios de la muerte. Representado como un gran cánido negro o con cuerpo de hombre y cabeza de chacal, Anubis recibía ofrendas de gratitud en forma de perros momifica-dos. Los adoradores de Anubis y el culto a sus animales era una parte importante de la antigua economía egipcia.El complejo del Dios era uno de los mo-numentos destacados de los asociados a los cultos de origen animal. El bullicio debía ser considerable alrededor: comer-ciantes que vendían estatuas de deida-des en bronce, sacerdotes que llevan a cabo las ceremonias religiosas, adivinos al acecho de los peregrinos, vendedo-res de comida, bebidas y servicios de alojamiento, en definitiva, todo lo que el turismo religioso demanda hoy día. Y, no lejos de allí, criadores de perros destina-dos a ser momificados para acompañar al dios canino, insaciable, en su ciudad de los muertos. Una comunidad entera vivió allí del negocio del culto animal y sus ofrendas. Por supuesto, la momificación animal no se limita a Anubis y sus perros, encon-tramos criaturas propias de cada dios: cocodrilos para el dios Sobek, gatos para Bastet, Ibis para Thot… La moderna tecno-logía ha permitido estudiar estas piezas y mirar en su interior mediante tomogra-fías computarizadas. La Universidad de Manchester se ha puesto manos a la obra descubriendo que en una proporción de dos terceras partes, se trata de momias

ECONOMÍA Y CULTO ANIMAL: UN EJÉRCITO PARA ANUBIS

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centera, los seres humanos se rebe-laron contra Ra, el gran dios creador, considerándolo viejo y poco apto para gobernar con mano firme y efectiva.

Al darse cuenta de que los egipcios se habían sublevado contra él, Ra de-cidió castigar a la humanidad y para ello mandó a su violenta hija Sejmet,

falsas, con rellenos alternativos hechos a base de trapos y partes de animal o sencillamente vacías. Probablemente hubo que recurrir a la falsificación de momias para satisfacer la grandísima demanda de ofrendas votivas. Pero este no parece ser el caso de los ocho millones de momias halladas en las catacumbas de Anubis. Los restos mejor conservados son los cuerpos introducidos en recipientes de barro, al abrirlos aparecen encajados y en perfecto estado de conservación sus peludos ocupantes. Aún aguardaba una inquietante sor-presa a los investigadores. Los túneles fueron excavados hacia el siglo IV a.C. pero la roca en su interior se remonta a una época geológica pretérita de la Tierra denominada Eoceno Inferior, desplazándonos cincuenta millones de años en el pasado. De ahí el interesante hallazgo en el techo de la cantera de un gran fósil perteneciente a un vertebra-do marino extinto.

la cual llevaba la plaga y la muerte consigo, para que los destruyera. Es así como Sejmet empezó a perseguir y a dar zarpazos, a matar y a comerse a los humanos traidores, uno por uno. No obstante, Ra se dio cuenta enton-ces del verdadero poder de su hija, te-miendo por la humanidad y, a la vista de tantas muertes, decidió perdonar al resto de humanos que quedaban. El plan que tramó conjuntamente con otros dioses del panteón egipcio con-sistió en mezclar pigmento rojo con la cebada que se utilizó para llevar 7.000 jarras de cerveza teñida del color de la sangre. Las tinajas fueron vaciadas sobre los campos de Egipto inundándolo todo. Cuando la venga-tiva Sejmet reanudó su holocausto, vio el líquido rojo y creyendo que era sangre, inclinó su cuello sobre él y bebió la cerveza. Bebió y bebió has-ta que se emborrachó y regresó con-fusa junto a su padre. Y así es como se narra que, gracias a la cerveza los humanos fuimos salvados de una des-trucción masiva y total en manos de una diosa justiciera. Tal y como decíamos, observamos que los dioses no eran perfectos. Eran ven-gativos, algunos débiles, indecisos y a veces tenían un comportamiento ridí-culo como los hombres. Solo una vez, durante el breve reinado de Akhena-tón (c. el año 1335 a.C.), se produjo un intento de reforma religiosa para restringir el número de dioses a uno solo y eliminar así todos los vicios y debilidades que otros exhibían.

ATÓN: EL ÚÚNNICO DDIOOS"Amarna" designa la época histórica en la que un faraón egipcio se atrevió a promover una reforma religiosa que le llevaría a cambiar de capital y pro-vocaría en el arte importantes trans-formaciones estilísticas. Se trataba de la primera forma conocida de mono-teísmo de la historia: el Atonismo. Efectivamente, inalterable por siglos, el antiguo Egipto sufrió durante la segunda mitad de la Dinastía XVIII (c. 1353-1335 a.C.) uno de los ava-

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ceden los colosos de Akhenatón, unas creaciones extremas, exageradas y extraordinarias de los años que vivió este rey. Las esculturas son de arenis-ca, miden casi dos metros de altura y muestran la nueva representación

dad pagana, los artistas recibieron la orden de pintar encima el disco de Atón, con sus numerosos rayos, cada uno de ellos terminados en una pe-queña mano, algunas veces sujetando el signo jeroglífico anj (la vida) o el was (el poder).La imagen del faraón también cambió. Del templo de Karnak, en Tebas, pro-

tares más significativos: el intento frustrado de una reforma religiosa. Desde su entronización, Amenhotep IV, que tomaría más tarde el nombre de Akhenatón, impulsó una política religiosa centrada en un dios único, demiurgo, excluyente y omnipotente, manifestado en el disco solar visible del Sol, al cual los antiguos egipcios dieron el nombre de Atón.Durante los primeros años de su reina-do, Akhenatón se comportó y siguió los pasos de los faraones que antes que él habían gobernado el país del Nilo. Como era tradición, y desde Tebas (ca-pital durante el Reino Nuevo), el nuevo soberano encargó murales en relieve, ilustrando sus gestas arquetípicas, ce-remonias rituales y religiosas para ex-presar su poder cósmico. Al respecto merece apuntar que estas representa-ciones se encuentran dentro de la tra-dición del arte egipcio clásico, el cual venía caracterizado por la existencia de unas estrictas normas de elabora-ción y procedimiento de trabajo que se mantenían en vigor desde hacía muchos años (aparecieron hacia el año 3100 a.C.) y a las cuales los artistas de-bían someterse y respetar. En un inicio, Amenhotep IV no hizo ninguna distinción entre la nueva fe y la religión politeísta que imperaba desde tiempos inmemorables en la comunidad, ni prohibió su culto. Sin embargo, el rey pronto decretó que el disco solar fuera la única divinidad oficial y real del país. Es así como em-pezó la persecución de las antiguas deidades egipcias, borrando metó-dicamente el nombre y la imagen de Amón, Osiris, Hathor, Isis… y de todo el panteón antiguo, dentro de una campaña iconoclasta organizada y di-rigida desde la propia administración del Estado. La persecución fue total y absoluta. Allí donde previamente se encontraba la imagen de una divini-

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Akhenatón instauró el culto de Atón como única fe verdadera e inició una implacable campaña iconoclasta contra los antiguos dioses

AKHENATÓN ADORANDO AL DISCO SOLAR. Atón extiende sus rayos, portadores de los signos anj (la vida) o el was (el poder).

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LA DINASTÍA DE LA EPILEPSIA

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física del faraón, evidenciando los cambios profundos que se produ-jeron también en los cánones del arte clásico egipcio. Con Akhena-tón, las esculturas reales dejaron de representar al faraón como aquel ser incorruptible e invulne-rable, siempre joven, musculoso y perfecto. La nueva representación áulica venía caracterizada por el aspecto voluptuoso y caricatures-co del rey. El rostro del faraón se alargó y lo representaron con unos ojos oblicuos y estrechos, con una nariz alargada, los labios muy

gruesos y sinuosos y el mentón muy pronunciado. El cuello

lo dibujaron especialmen-te alargado y con el es-ternón marcado en modo exagerado. De torso y

cintura estrecha, Akhe-natón mostraba pechos

femeninos y un vientre caído

con un ombligo oblicuo. Las cade-ras también fueron representadas anchas y las nalgas redondeadas. Sin embargo, las extremidades se mantuvieron muy finas y dejaron de enseñar musculatura alguna. La lectura inmediata de la ima-gen de Akhenatón ha llevado a considerar que los cambios de representación del faraón obede-cían a razones puramente físicas, buscando en algunas patologías la explicación del cambio estético (síndrome de Fröhlich, síndrome de Marfan…). Pero no hay nada que lo demuestre y nada debe pa-recernos tan sencillo. El arte egip-cio siempre contiene mensajes ocultos y durante el período de Amarna no fue distinto; debemos, por tanto, buscar explicaciones más allá de lo evidente. Los colo-sos de Akhenatón no son el retrato de un rey, sino el de una ideología.

El periodo de máximo esplendor y prosperidad de la civilización faraóni-ca, la XVIII dinastía, está marcado por el estigma de la muerte precoz de sus gobernantes. Tutmosis IV, Akhenatón, Smenkhkare y Tutankamón, todos fallecieron jóvenes y por causa des-conocida. Un estudio sugiere que la respuesta puede estar en un trastorno hereditario.Los conocimientos que tenemos sobre Egipto se han visto ampliados gracias a dos modernas disciplinas, la Paleopatología y la Paleomedici-na, pautas a medio camino entre la Arqueología y la Medicina. Su objetivo es estudiar las características médicas

y patológicas del pasado, y para ello contempla restos arqueológicos y prue-bas biomédicas y de biología molecular de las muestras que se disponen en la actualidad. La gran cantidad de restos

humanos que se han conservado gracias a la momificación de los egipcios nos ofrece la posibilidad de aprender sobre las enfermedades que les aquejaban y conocer un poco más sobre sus vidas.Hutan Ashrafian, cirujano del Imperial College de Londres, con interés en la Historia de la Medicina, ha revisado y analizado exhaustivamente la literatura médica, cotejando los datos con las pruebas modernas realizadas a las mo-mias de los gobernantes del comienzo del Imperio Nuevo. Ashrafian cayó en la cuenta de que cada faraón murió a una edad ligeramente más joven que su predecesor, lo que podía indicar un tras-torno hereditario que se va agudizando en cada generación. Los síntomas recopilados por Ashrafian los conocemos de estudios anteriores: visiones místicas en dos de los faraones y signos de ginecomastia (agrandamien-

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Helena R. Olmo

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Por una parte, Atón era un dios crea-dor y, como tal, tenía en sí mismo el principio masculino y femenino nece-sarios para la creación. Por otro lado, Akhenatón era el intermediario entre el dios y el pueblo egipcio. La imagen del faraón era en parte la imagen de Atón y debía asumir también esa dua-lidad de género. La lectura simbóli-ca es la de una imagen asexuada de Akhenatón, aludiendo, por lo tanto, al doble principio generador. En un viaje por el Nilo, Akhenatón tuvo una revelación: Atón le comuni-có que era su padre y le ordenó que construyera para él una ciudad de nueva fundación, para lo que le indi-có el lugar exacto donde erigirla. La ciudad se llamaría Akhetatón, literal-

mente "el horizonte de Atón" (actual-mente ese emplazamiento es conoci-do como "Tell el-Amarna") y sería la nueva capital de Egipto. En Akhetatón debían construirse amplios templos consagrados única y exclusivamente a Atón, con multitud de altares para dar ofrendas diarias al dios solar. Además, los habitantes de la ciudad de Amarna tenían en sus casas capillas domésti-cas donde colocaban una estela, en la que estaban representados el dios y la familia real, para poder rendir cul-to a Atón. Las súplicas, las ofrendas y cualquier tipo de plegaria al disco solar debían hacerse a través de la imagen real porque Akhenatón era el único intermediario entre el dios y la humanidad.

¿Pudo el pueblo egipcio cambiar de la noche a la mañana sus creencias reli-giosas? Dicho de otra forma, ¿Akhe-natón realmente creyó que los habi-tantes del Nilo abandonarían a sus imperfectos dioses antiguos, arraiga-dos desde hacía más de 1.000 años, y a cambio aceptarían a un único dios tan abstracto? La prueba más irrefuta-ble de que el intento de reforma re-ligiosa de Akhenatón fue un desastre es que el culto a Atón se abandonó en el momento en que el rey murió, du-rando menos de 17 años. Rápidamen-te volvió la ortodoxia, Atón cayó en el olvido y poco a poco fueron borradas las alusiones al dios y al rey hereje. Al panteón volvieron sus legítimos ocu-pantes, como si nada hubiera ocurrido.

to patológico de una o ambas glándulas mamarias en el hombre) en el resto. Ashrafian los ha contemplado en el conjunto del linaje familiar, no como manifestaciones en individuos aislados, indicándole que estos reyes pudieron haber sufrido un síndrome común que, además, podría explicar sus prematuros decesos. Los neurólogos vienen observando que los epilépticos con focos en el lóbulo temporal perciben escenas y alucinaciones que reprodu-cen episodios religiosos. "Es probable que la familia real tuviera una forma hereditaria de epilepsia del lóbulo temporal", diagnostica Ashrafian. Resulta que las personas con este problema, cuando se exponen a la luz solar, reciben un estímulo extra para el ardor religioso. Un día soleado, Tutmosis IV tuvo una experiencia religiosa reveladora: no estaba destinado a ser el sucesor de su padre Amen-hotep II en el trono, sin embargo, durante la visión fue designado para reinar por la divinidad solar Horemakhet, "Horus que está en el Horizonte". Este episodio quedó recogido en la famosa Estela del Sueño, inscripción encontrada junto a la Gran Esfinge de Giza. Pero esta experiencia fue insignificante comparada con las de Akhenatón, de índole tan trascendental que elevó el estatus de una deidad menor llamada Atón, el disco solar, convirtiéndolo en un dios supremo por el que abandonarían las antiguas tradiciones politeís-tas egipcias.En 2010 se hicieron públicos los resultados del estudio King Tutankha-mun Family Project. Se sometió a los restos de Tutankamón —y de otras 10 momias relacionadas con él— a complejos análisis genéticos, antropológicos y radiológicos. Por primera vez se establecieron las causas de la muerte del joven rey: una fractura de una pierna que

progresó hacia una necrosis ósea vascular, una enfermedad que se agudizó debido a su infección por malaria. "Las personas con epilepsia tienen una posibilidad mucho mayor de morir a causa de accidentes y caídas a una edad temprana. Claramente, Tutankamón tenía una enfer-medad en la que podría haber tenido un montón de caídas accidenta-les y haber muerto en una de ellas", explica Ashrafian. Además, Ashrafian sostiene que la epilepsia del lóbulo temporal también explica la feminización de los cuerpos. El lóbulo temporal está conectado con partes del cerebro responsables de la secreción hormonal, de ahí que las crisis epilépticas alteren sus niveles, pudien-do dar lugar a pechos inusualmente grandes en los hombres.Sin embargo, volviendo las conclusiones del King Tutankhamun Family Project, en ellas queda definitivamente descartada la ginecomastia: "las supuestas mamas aumentadas de Tutankamón, así como las de su padre, no han podido ser determinadas porque Akhenatón es un esqueleto momificado y el joven faraón carece de la parte frontal de la pared torácica. Por el contrario, el pene de Tutankamón, hace tiempo separado del cuerpo, sí está bien desarrollado. En cuanto a los huesos de la pelvis están casi totalmente desaparecidos. Los de su progenitor, pese a estar fragmentados, no muestran características femeninas tras su reconstrucción mediante el uso de tomografía computarizada". Esta conclusión nos acerca claramente a la explicación que la doctora Irene Cordón i Solà-Sagalés nos ha planteado en estas páginas sobre el aspecto afeminado de las representaciones del faraón hereje: en realidad se nos muestra como la representación de Atón, sublime dios creador y, como tal, su naturaleza única reúne tanto el principio masculino como el femenino.

En Amarna, Atón era el dios verdadero que favorecía a todos los hombres por igual salvo al faraón, único digno de inmortalidad, por ser su enviado y su profeta en la tierra