díez - hablar y callar

33
HABLAR Y CALLAR: LA LIBERTAD DE LEONISA Y DE DOÑA ESTEFANÍA 1 J. Ignacio Díez [email protected] (Universidad Complutense, España) Resumen: La complejidad de una narración, y aún más en el caso de Cervantes, no se corresponde con el mero recuento de intervenciones de los personajes. Tampoco el uso del estilo directo es garantía de libertad en quien habla. Los casos de Leonisa, de El amante liberal, y de doña Estefanía, de El casamiento engañoso, demuestran lo decisivos que son otros factores, como el contexto, o el tipo de narrador. Leonisa es manipuladora y sus dos discursos finales no sirven para defender su libertad. Doña Estefanía está completamente dentro del relato del alférez Campuzano, por lo que sus intervenciones están tan mediatizadas que su recuento es inútil. Cabe pensar, incluso en que doña Estefanía es una pura invención del narrador. En ambas novelas las protagonistas mantienen una relación de contraste: la mujer que elige marido no es libre mientras la prostituta, real o inventada, sí lo es. 1. Contar y callar Contar es un procedimiento sencillo y cómodo. No en la segunda acepción del diccionario de la RAE, “referir un suceso, sea verdadero o fabuloso”, sino en la primera: “numerar o computar las cosas considerándolas como unidades homogéneas”. ¿Es útil valorar la importancia de las mujeres en la producción de Cervantes (y cabe preguntarse también si en la obra de cualquier escritor) contando sus intervenciones? Es cierto que el terreno movedizo en el que crecen y se desarrollan las obras literarias genera una inseguridad que se vuelve extrema en autores de la ambigüedad de Cervantes. También lo es que la angustia, no ya de la 1 Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación FFI2010- 19841: Pampinea y sus descendientes: novella italiana y española frente a frente, dirigido por la Dra. Isabel Colón Calderón.

Upload: noelia-vitali

Post on 11-Dec-2015

278 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Sobre El amante liberal de Cervantes

TRANSCRIPT

Page 1: Díez - Hablar y Callar

HABLAR Y CALLAR: LA LIBERTAD DE LEONISA Y DE DOÑA ESTEFANÍA1

J. Ignacio Díez [email protected]

(Universidad Complutense, España)

Resumen: La complejidad de una narración, y aún más en el caso de Cervantes, no se corresponde con el mero recuento de intervenciones de los personajes. Tampoco el uso del estilo directo es garantía de libertad en quien habla. Los casos de Leonisa, de El amante liberal, y de doña Estefanía, de El casamiento engañoso, demuestran lo decisivos que son otros factores, como el contexto, o el tipo de narrador. Leonisa es manipuladora y sus dos discursos finales no sirven para defender su libertad. Doña Estefanía está completamente dentro del relato del alférez Campuzano, por lo que sus intervenciones están tan mediatizadas que su recuento es inútil. Cabe pensar, incluso en que doña Estefanía es una pura invención del narrador. En ambas novelas las protagonistas mantienen una relación de contraste: la mujer que elige marido no es libre mientras la prostituta, real o inventada, sí lo es.

1. Contar y callar

Contar es un procedimiento sencillo y cómodo. No en la segunda acepción del

diccionario de la RAE, “referir un suceso, sea verdadero o fabuloso”, sino en la primera:

“numerar o computar las cosas considerándolas como unidades homogéneas”. ¿Es útil

valorar la importancia de las mujeres en la producción de Cervantes (y cabe preguntarse

también si en la obra de cualquier escritor) contando sus intervenciones?

Es cierto que el terreno movedizo en el que crecen y se desarrollan las obras

literarias genera una inseguridad que se vuelve extrema en autores de la ambigüedad de

Cervantes. También lo es que la angustia, no ya de la página en blanco (que suele

atenazar al escritor), sino la de la página llena de palabras (que puede preocupar al

investigador), se combate cómodamente con las seguridades que proporcionan los

números. Los hechos tienen fuerza, sobre todo si esos hechos son números. Sin embargo

el procedimiento de contar y solo contar apenas permite posponer el acceso de la

angustia, pues tras los cálculos, quizá costosos, el estudio o el análisis no puede limitarse

a la exposición o enumeración de los hechos (como cuando se cuentan los tipos de versos

y estrofas en el teatro y se calculan los porcentajes de unos y otras), sino que debe

interpretar o valorar esos resultados, con lo que el estudioso vuelve a la casilla de salida,

si bien ahora no debe enfrentarse directamente al texto que llena las páginas sino a los

cómputos que llenan esas otras páginas. 1 Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación FFI2010-19841: Pampinea y sus descendientes: novella italiana y española frente a frente, dirigido por la Dra. Isabel Colón Calderón.

Page 2: Díez - Hablar y Callar

¿Se puede calcular la importancia de un personaje en una novela contando el

número de sus intervenciones, contando el número de líneas de cada una de ellas? El

resultado sería muy tosco, pues las decididas intervenciones de uno de los personajes —

decididas y escuetas— pueden tener un valor superior a las largas y quizá correosas

parrafadas de otro. Un personaje que no habla nunca, que nunca aparece, al que todos se

refieren puede ser el centro de una obra literaria. En una historia con un narrador

interpuesto ¿tiene sentido contar cuánto hablan los personajes principales? Parece claro

que el peso de un personaje debe calcularse mediante otros procedimientos, pues, aunque

contar sus intervenciones sea cuando menos curioso, la obra literaria dispone de técnicas

que permiten manifestar sus intereses de maneras mucho más sutiles. Si el autor es

Cervantes, con más motivo. Y si, además, se trata de una colección de novelas cortas, en

las que el narrador exhibe un arte novedoso, en el que la limitación de espacio es un

elemento decisivo, contar cuántas veces interviene un personaje tal vez resulte un

elemento que desenfoque el sentido o el lugar de ese personaje.

Las consideraciones de un tipo distinto de las literarias pueden estar en la base de

este tipo de valoraciones sobre la importancia de los personajes femeninos en un texto.

¿Alguien se entretendría en contar las intervenciones del cura o del barbero para calibrar

su importancia real en el Quijote? ¿Habla más don Quijote o lo hace más Sancho?

Probablemente hay que saber que “en el texto del Quijote de 1605 hay catorce mujeres

que hablan” (Redondo, 2005: 446), aunque convertir ese dato en un hilo crítico del que

tirar puede ser muy problemático. También lo es obtener ideas unívocas a partir del

silencio de los personajes femeninos. En el caso de Preciosa ya es un lugar común

establecer la pérdida de su libertad en la concatenación de hablar (en estilo directo) y ser

libre:

Preciosa ha perdido su cara gitana de engaño y de silencio. Ya no puede

andar con libertad y creatividad. A partir de este punto, no se oye ninguna

palabra de la boca de Preciosa, y este silencio viene de la pasividad y de la

adhesión de las verdades auto-evidentes que pertenecen al centro —el sitio

en que Preciosa ahora se ubica (Koch, 2008: 85).

Pero ¿por qué no habla Preciosa al final de la novela? El narrador tiene sus propósitos y

explica, en una sola frase, que “en el tiempo que él faltó [el padre de Preciosa recién

descubierto] dio cuenta Preciosa a su madre de todo el discurso de su vida” (Cervantes,

Page 3: Díez - Hablar y Callar

2001: 104). El lector no tiene acceso a un discurso o relato en estilo directo porque sería

redundante. Es cierto que el nuevo estatus de Preciosa impone unas condiciones, como le

ocurrirá a Leonisa en la novela siguiente, por eso cuando su madre le pregunta “si quería

bien a don Juan de Cárcamo”, la respuesta de Preciosa se inserta en esas obligaciones de

obediencia, nuevas para ella pero muy bien asimiladas, en una conversación privada entre

madre e hija: “Ella, con vergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse

considerado gitana […] pero que, en conclusión, ya había dicho que no tenía otra

voluntad de aquella que ellos quisiesen” (Cervantes, 2001: 104-105). Preciosa habla,

aunque el lector no escuche sus palabras; y lo hace dentro de su nuevo rol social, no como

la supuesta gitana que ya no es.

Parece olvidarse que en la conclusión de La gitanilla, en más de página y media,

el narrador no permite que nadie hable en estilo directo, nadie, sin duda porque deben

realizarse muchas y rápidas acciones ante los ojos del lector, que ya conoce la identidad

de Preciosa-doña Costanza de Meneses, y solo espera el feliz o fatídico desenlace de la

boda. ¿Tiene entonces alguien, incluida Preciosa, algo que decir? En el momento de las

bodas, tras cumplir los preceptos de rigor, aquí también muy abreviados narrativamente,

“se renovaron los gustos, se hicieron las bodas, se contaron las vidas” (108). No se busca

silenciar a Preciosa, sino acelerar la narración, que se ha vuelto poderosamente colectiva.

¿No contaría Preciosa su propia vida? ¿No la escuchamos porque el narrador la silencia

por noble o, más bien, porque ese relato ya nos es bien conocido? ¿Qué más debería

añadir Preciosa? ¿Qué más deberían decir los otros personajes, después de que el autor ha

cerrado su historia?

Más que el cómputo del espacio que ocupan las palabras de los personajes

femeninos o la constatación de la ausencia de estilo directo (que en la conclusión de La

gitanilla afecta a todos los personajes, sea cual sea su sexo o su género), resulta, en mi

opinión, mucho más útil ponderar varios factores que, si son complejos, no por eso son

menos necesarios en un análisis. Elementos como el tipo de narrador, la posible forma

discursiva de la intervención, el contexto en que se produce, las hipotéticas pulsiones

realistas del autor o de la escena, y, cómo no, las exigencias del género al que se adscribe

el relato, entre otros2.

Si solo se atiende a la voz de los personajes, se producen distorsiones muy

profundas, como ocurre con el caso de Luscinda, en el Quijote, ensombrecida por el texto,

por Dorotea y por la crítica que tan celosamente sigue los deseos de Cervantes (Díez,

2 Sobre la sobrina y el ama en el Quijote véase Díez, 2005.

Page 4: Díez - Hablar y Callar

2007: 88). Es evidente que no es posible prescindir del contexto literario en el que se

insertan los hechos de habla. A veces la puesta en escena, poco menos que teatral, es una

precisión muy necesaria porque es la presión bajo la cual los personajes se ven

compelidos a revelar secretos o a anunciar decisiones de gran calado, como le ocurre a

Marcela. El relato de los hechos puede proceder de un narrador único o de varios de muy

distinto pelaje, y en uno y otro caso es conveniente valorar su fidelidad o infidencia. No

es posible olvidar que el retrato de Luscinda se confía en buena parte a la perspectiva

limitada del relato de Cardenio, ni que ocurre lo mismo en la presentación de Leonisa, ni,

finalmente, que toda la historia de doña Estefanía procede de un narrador juguetón y

fantasioso como es el alférez Campuzano. En suma, los intereses de la novela, cervantina

o no, se encuadran dentro del marco literario, con unas leyes propias, conformadas, en

buena parte, por los intereses del autor.

Por todo ello, al examinar las relaciones entre el habla de los personajes femeninos

y su libertad, cuestiones ambas muy ligadas en los estudios de género, quizá resuenan

menos actuales que nunca estas palabras que cumplen más de un siglo: “Después de lo que

se ha publicado sobre las Novelas ejemplares de Cervantes, imaginarán muchos que es

punto menos que imposible escribir de ellas algo que merezca ser leído” (Icaza, 1928: 35).

Como ilustración de las dificultades metodológicas que planeta el simple recuento de las

intervenciones, y también como muestra de las dificultades que rodean el modelo narrativo

de Cervantes, analizaré dos situaciones que, ancladas al comienzo y al final de la

colección, tienen mucho más en común de lo que parece. Dos situaciones que tienen como

núcleo a dos mujeres, muy distintas, como son Leonisa, de El amante liberal, y Estefanía,

de El casamiento engañoso. Conviene no perder de vista que en buena parte de la primera

novela y en toda la segunda la información sobre las protagonistas procede de los futuros

maridos, que son también los narradores. Eso no es obstáculo para que el lector vea (y

oiga) cómo hablan Leonisa y Estefanía. Ellas hablan, se casan y siguen trayectorias muy

diferentes. De hecho, la segunda funciona como contrafigura de la primera (y también de

otras, como Preciosa), y su historia, recogida en la penúltima novela de las Ejemplares

cierra con una conclusión especial el conjunto de historia, no solo por la conocida unión de

las dos novelas finales, el Casamiento y el Coloquio, ni tampoco por la tan apreciada

broma del diálogo de los dos perros, cuestiones todas ellas bien conocidas, sino por la

extraña figura de doña Estefanía, mujer que no se corresponde con ninguna de las

protagonistas anteriores.

Page 5: Díez - Hablar y Callar

2. Manipulación y elección en Leonisa

No hay sido, tradicionalmente, muy apreciada por la crítica3 la novela El amante

liberal, y cuando se ha ocupado de ella lo ha hecho para detenerse en el retrato del mundo

musulmán y bucear en las posibles conexiones con la biografía de Cervantes o para

discutir la vinculación con la novela bizantina o de aventuras. Solo de manera más

reciente los estudiosos se han ocupado del papel de Leonisa, sobre todo en la escena final,

con la que culmina la novela, en la que Ricardo y Leonisa enderezan dobles y sendos

discursos al respetable. Desde la perspectiva que cree que quien habla es libre, habría que

concluir que Leonisa lo es4. Pero los matices son esenciales y apuntan en otra dirección.

3 Hart comienza su capítulo recordando la opinión de Dunn: “the least attractive” (1993: 41). Cardaillac y sus colaboradores abren el trabajo de un modo similar: “El amante liberal nunca ha suscitado el entusiasmo de los críticos” (1980: 13). La novela es “[...] one that has been largely overlooked by modern readers” (Davis, 1993: 107).4 “Leonisa is empowered when she affirms the control over herself” (Thompson-Weightman, 1992: 71).

Page 6: Díez - Hablar y Callar

De la perspectiva explicativa del título de la novela, que pasaba necesariamente

por el vistoso cambio de Ricardo en sus dos discursos contradictorios, hasta los matices

sobre la liberalidad, la libertad y el decisivo papel de Leonisa hay un trecho crítico que

me interesa mucho ahora. Considera con acierto Clamurro que “although seemingly a

passive object, and often ´objectified´, Leonisa takes on an axial significance as we

review the entire story” (2009: 223). El cambio que justifique un matrimonio que ha

sido visto como cercano a la poética del cuento de hadas ha encontrado algunos

engarces más realistas, pero no sé si más justificados. Así, García López remite a El

Saffar para comentar el “lento enamoramiento —un avance pausado y complementario

del movimiento de Ricardo” (Cervantes, 2001: 779) que experimentaría Leonisa a lo

largo de los avatares antes de elegir a su vecino como marido. Otros prefieren encontrar

una manifestación rotunda de un ejercicio de libre disposición, pues “Leonisa tiene en

todo momento conciencia clara de ser este galardón […] Es, pues, su virtud y su

libertad lo que entrega al darse como premio” (Flores, 1983: 36). También Hutchinson5

piensa que Leonisa es libre y “no hay que considerarla una pobre víctima de la retórica

de Ricardo: participa plenamente en la misma justa verbal y sabe lo que está en juego.

Es más, si quisiera, podría decirle que no, podría no reconocer su endeudamiento o por

lo menos minimizarlo” (2001: 92). Irigoyen, por su parte, rechaza la tesis voluntarista

con el argumento de “la sombra del chantaje” (2008: 182) e insiste en la idea de que

Ricardo habría fabricado una deuda falsa que obligaría irremediablemente a Leonisa6.

Si en algunos personajes cervantinos, como Marcela o Ana Félix, los discursos

reúnen los elementos determinantes para su caracterización, en otros casos, abundantes

en las Novelas Ejemplares, al uso del o de los discursos hay que añadir la presentación

previa como factor determinante para valorar esos discursos. A pesar de la sensación de

inverosimilitud que los discursos pueden provocar en el lector actual, hay que aceptar que

seguramente fueron mucho más apreciados por los contemporáneos de Cervantes (García

López en Cervantes, 2001: 75). Pero antes de discutir los dos discursos en los que

Leonisa opone su parecer al que Ricardo ha proyectado a su vez en sus dos discursos

previos, creo que hay que rastrear en la novela los datos que se ofrecen sobre la

personalidad de Leonisa. Es cierto que en la novela bizantina “la caracterización del

personaje está relegada a un lugar muy secundario” (Zimic, 1996: 82), así como que en

5 “Es significativo que quien cierra el trato sea ella misma, no su padre” (Hutchinson, 2001: 92).6

“Si Halima tiene algo en común con Leonisa, con Cornelio y hasta cierto punto con el narrador, es el silencio, la incapacidad de delatar las deudas y artimañas de Ricardo en un relato completamente fiscalizado por él” (Irigoyen García, 2008: 176).

Page 7: Díez - Hablar y Callar

el espacio del que dispone el narrador de las novelas al estilo italiano el retrato

psicológico de los personajes queda muy reducido. En El amante liberal no hay que

perder de vista que la presentación de la protagonista se inserta en el relato con el que

Ricardo, con lágrimas recientes, inaugura el texto. No es posible trazar un retrato

objetivo y completo de Leonisa antes del rapto, pero la novela sí ofrece algunos atisbos.

En su relato, Ricardo se detiene y la novela con él, durante toda una página, en ponderar

la increíble belleza de Leonisa (Cervantes, 2001: 113-114) y, con menos calma pero de

manera memorable, en señalar cierto carácter salvaje de la bella mujer, aunque solo

afecta a Ricardo: “esta Leonisa, para mí leona, y mansa cordera para otro” (114).

Desde la perspectiva de la conclusión, con los dos elaborados discursos de Leonisa, y

desde los hechos que ocurren durante su vida entre los musulmanes, es posible entrever

en esa disposición acaso un doble carácter, aunque me parece mucho más probable una

férrea voluntad que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Ricardo, que insulta a

Leonisa presa de sus celos (“cruel […], soberbia y mal considerada doncella”, 116),

también contempla cómo Leonisa se desmaya en cuanto él desenvaina su espada. Es

fácil notar que algunas reacciones de Leonisa parecen obedecer a un prototipo muy

extendido, pero también hay que constatar que Leonisa sabe callarse. Así cuando es

raptada Ricardo nos informa de que “todo esto estaba mirando Leonisa, que ya había

vuelto en sí, y viéndose en poder de los corsarios, derramaba abundancia de hermosas

lágrimas y torciendo sus manos delicadas, sin hablar palabra, estaba atenta a ver si

entendía lo que los turcos decían” (119). Ricardo y los lectores enseguida comprueban

que también puede decidir hablar, y por lo tanto es dueña de sus silencios e

intervenciones. Es más, sabe modular sus argumentos para, con el temple que exige la

situación, salvar a Ricardo de la horca con la posibilidad de un rescate. Y esa

desenvoltura, que podría explicar la urgencia, se revela en el texto como un fundamento

de la personalidad de Leonisa, quizá reforzada por el poder de las extraordinarias

circunstancias. Es de una especial relevancia el pasaje en que, cauta de nuevo y esta vez

dentro del relato general y no de la historia que narra Ricardo, le pide a éste que calle

cuando se reconocen, y lo hace con estas palabras:

Púsose Leonisa en esto el dedo en la boca, por lo cual entendió Ricardo

que era señal de que callase o hablase más quedo […] Habla paso, Mario,

que así me parece que te llamas ahora, y no trates de otra cosa de la que yo

tratare; y advierte que podría ser que el habernos oído fuese parte para que

Page 8: Díez - Hablar y Callar

nunca nos volviésemos a ver. Halima, nuestra ama, creo que nos escucha,

la cual me ha dicho que te adora; hame puesto por intercesora de su deseo.

Si a él quisieres corresponder, aprovecharte ha más para el cuerpo que

para el alma; y cuando no quieras, es forzoso que lo finjas, siquiera porque

yo te lo ruego, y por lo que merecen deseos de mujer declarados (141 y

142, mi cursiva).

La cita constituye una buena prueba de que Leonisa controla el espacio y sabe

actuar y sabe tomar decisiones y es, más que prudente, astuta. Aparentemente, es un

problema para la crítica reconocerlo, pues esta actitud choca frontalmente con la imagen

idealizada que de Leonisa ha trazado Ricardo, que es precisamente la que la crítica

recoge7. El “pragmatismo” que subraya Rodríguez-Luis “no es incompatible con la idea

de un perfeccionamiento en la protagonista” (Vitali, 2007: 45) y no lo es, claro está,

aunque la novela también puede interpretarse desde otra perspectiva toda ella muy

pragmática. Leonisa habla sin problemas a lo largo del relato8, hasta que se casa; igual

que Preciosa o, dicho de otro modo, hasta el final de la historia. Leonisa cuenta sus

aventuras, con extensión, manifiesta sin mayores problemas sus dudas y propone una

actuación engañosa que le permita sobrevivir: “No sé qué te diga, Ricardo […] ni qué

salida se tome al laberinto donde, como dices, nuestra corta ventura nos tiene puestos.

Sólo sé decir que es menester usar en esto lo que de nuestra condición no se puede

esperar, que es fingimiento y engaño” (Cervantes, 2001: 145)9. Las circunstancias

mandan en casi todo, aunque eso no impide una afirmación radical de su condición de

virgen, como explica con toda claridad a Ricardo: “porque no quiero que pienses que es

de tan pocos quilates mi valor que ha de hacer con él la cautividad lo que la libertad no

7 Quizá la explicación de Rodríguez-Luis sobre la petición de fingimiento porque Leonisa no está “como el pobre Ricardo, enamorada” (1980: I, 17; e insiste en ello en 21) se encuadra aquí, aunque al mismo tiempo reconoce “un completo dominio de la situación” por parte de ella.8 Habla Leonisa con Mahamut para expresarle su buena disposición hacia el supuestamente muerto Ricardo (“Dios perdone a quien fue causa de su muerte, que fui yo, que yo soy la sin ventura que él lloró por muerta, y sabe Dios si holgara de que él fuera vivo para pagarle con el sentimiento que viera que tenía de su desgracia el que él mostró de la mía”, Cervantes, 2001: 135) e incluso le pide consejo al renegado: “[…] por lo cual os ruego, señor, siquiera por la sangre de cristiano que tenéis, me aconsejéis en mis trabajos; que puesto que el ser muchos me han hecho algo advertida, sobrevienen cada momento tantos y tales, que no sé cómo me he de avenir con ellos” (135; mi cursiva).9 Aunque Güntert subordina el fingimiento e incluso la teatralidad a un objetivo (“No cabe duda de que el juego de simulaciones y exhibiciones tiene por objetivo la conquista de la libertad y la salvación del amor”, 1993: 142), me parece mucho más interesante la constatación de que ambos protagonistas, Leonisa y Ricardo, se ven obligados (aunque creo que simplemente saben hacerlo) a “esconder su voluntad individual y a simular obediencia al Discurso social para salvar su relación amorosa” (142). Lo decisivo, pienso, es una adaptación cuyos límites son difíciles de fijar pues podrían, y pueden en mi opinión, llegar hasta el final de la novela.

Page 9: Díez - Hablar y Callar

pudo; como el oro tengo de ser, con el favor del cielo, que mientras más se acrisola,

queda con más pureza y más limpio” (145).

Por eso el lector no se sorprende de la justeza con que Leonisa es capaz de

evaluar las convenciones sociales en la teatral escena con la que la novela se resuelve y

concluye. Allí, más que sentirse presionada por la envolvente retórica de Ricardo,

Leonisa percibe que toda la comunidad de Trápani asiste a un acontecimiento, que es

también espectáculo, de gran trascendencia para ella. Un hipotético “no” a Ricardo

quedaría, más incluso que como una deuda no pagada —real o falsa—, como la puerta

para una permanente sospecha sobre la vida que ha podido llevar Leonisa entre los

infieles, con la consecuente ausencia de pretendientes. Leonisa evalúa la situación con

mucho acierto y la resuelve de la única manera posible: carece de libertad real, y echa

su cuarto a espadas con un doble discurso que, paradójicamente, representa la capacidad

de elección. Leonisa no solo despliega aquí un sorprendente autocontrol, sino que lo ha

hecho a lo largo del texto10.

Díaz Migoyo ha insistido en la representación final y sus valores, una puesta en

escena dirigida por Ricardo, en la que “todos los repatriados están disfrazados de turcos

y su conducta se asemeja a la de unos actores: algo así como la representación de una

escena de retorno más que como un retorno genuino” (1985: 53). Leonisa aparece vestida

con el mítico aderezo con que ha seducido a los personajes más importantes de la novela

y precisamente aparece así por indicación de Ricardo: el traje realza su belleza y una

exuberante sexualidad, pero también simboliza su sometimiento, su falta de libertad,

pues el vestido de mora recuerda que ha sufrido un rapto y toda una enrevesada

peripecia que la ha arrastrado por el Mediterráneo oriental. Con ese traje todos sus

convecinos contemplan a la hermosísima Leonisa, a la que ya conocían en esa

condición, pero también ven a la mujer que fue raptada y posiblemente vendida y quizá

violada. Al principio no habla Leonisa, como ocurre al comienzo de la novela, pero sus

palabras se convierten en el proceso que clausura el texto y la boca de Ricardo y la de

todo el pueblo con sus dos discursos. Esa presión del respetable es importante social y

antropológicamente.

Por eso, cuando el lector llega a la magnífica conclusión de la novela y, tras

escuchar a Ricardo entregar a Leonisa y corregirse no tan liberal como lógicamente, ese

lector puede apreciar mejor los dos discursos que Leonisa dirige a Ricardo y a todos los

10 “[…] her verbal and emotional self-control. Her very reticence serves as her primary weapon of defense” (Clamurro, 2009: 223). Pero, en mi exposición, queda claro que sus palabras son también una “primary weapon of defense”.

Page 10: Díez - Hablar y Callar

asistentes a ese sorprendente encuentro en el puerto de su ciudad. Se han resaltado hasta

la saciedad las palabras de autofirmación de Leonisa: “Esto digo por darte a entender,

Ricardo, que siempre fui mía, sin estar sujeta a otro que a mis padres, a quien ahora

humilmente, como es razón, suplico me den licencia y libertad para disponer de la que

tu mucha valentía y liberalidad me ha dado” (Cervantes, 2001: 158). Pero el discurso

debe completarse con un segundo, una vez que los padres, dentro del relato, han dado su

consentimiento, y una vez que han añadido, con la evidente satisfacción del narrador, la

cautela de que lo que ocurra ahora será el resultado del buen uso de la “discreción” para

que “redundase en su honra y en su provecho”. Leonisa lanza ahora públicamente una

suerte de paradójica proclama de la elección libre:

Pues con esa licencia […] quiero que no se me haga de mal mostrarme

desenvuelta, a trueque de no mostrarme desagradecida; y así, ¡oh valiente

Ricardo!, mi voluntad, hasta aquí recatada, perpleja y dudosa, se declara a

favor tuyo; porque sepan los hombres que no todas las mujeres son ingratas,

mostrándome yo siquiera agradecida. Tuya soy, Ricardo, y tuya seré hasta la

muerte, si ya otro mejor conocimiento no te mueve a negar la mano que de

mi esposo te pido (Cervantes, 2001: 158).

No se puede decir que Leonisa no hable, ni que pierda la voz al final del texto, ni

que no haya sido libre en su condición de mujer de clase alta. Leonisa, a diferencia de

Preciosa, no tiene unos padres que recuperar ni una nueva identidad robada que retomar.

Leonisa es la mujer activa que pide ella misma la mano de su futuro esposo, la respetuosa

del modelo (para no pasar por alto la presencia de los padres), la que proclama su

virginidad, la que es ejemplo contra la mala fama de las mujeres (manipuladoramente al

ofrecerse por todas las demás), la que conoce la condena a la desenvoltura, pero sabe

también que esta circunstancia es especial. No es, evidentemente libre, pues solo puede

elegir una cosa y hacer, como predica el sabio estoico, de la necesidad virtud11. Carece de

elección real, como Halima, quien después de ayudar a Ricardo, no puede echarse atrás:

“Independientemente del hecho de que gane o pierda regresando a Chipre o yendo a

tierra de cristianos, la cuestión es si realmente puede hablarse de posibilidad de

11 Díaz Migoyo tampoco ve la libertad de Leonisa (“Portarse Leonisa como ingrata en este momento sería no ya cruel o injusto sino discursivamente inconsecuente pues sería desconocerse a sí misma al creerse, equivocadamente, independiente”, 1985: 69), aunque por razones que no comparto (pues ella está “de tal modo hecha visible a sí misma que su manifestación de mayor autonomía consista en entregarse: un acordarse con la voluntad del seductor que es un acordarse consigo misma, reconocerse en él”, 69).

Page 11: Díez - Hablar y Callar

elección” (Irigoyen García, 2008: 173). No hay muchas posibilidades tampoco para

Leonisa y la novela avanza por ese camino: “the fact that Ricardo has no plausible rival

and Leonisa no viable mate other than he. Thus their marriage is little more than a

convenient inevitability” (Martín, 1999: 163). Pero Leonisa lo sabe y aprovecha su

conocimiento, su fina percepción de lo que está en juego delante de todo el mundo, para

hacer una aparente elección, con sus palabras, muy claras y afirmativas. ¿Es eso ser libre?

Lo paradójico, al menos desde una perspectiva de género, es que son las palabras

de Leonisa las que, de todos los personajes, resuenan en el cierre de El amante liberal,

pues tras su elocuente doble intervención es Ricardo quien no puede hablar (“Quedó

como fuera de sí a estas razones Ricardo, y no supo ni pudo responder con otras a

Leonisa, que con hincarse de rodillas ante ella y besarle las manos, que le tomó por

fuerza muchas veces, bañándoselas en tiernas y amorosas lágrimas”, 159). El narrador,

como es casi preceptivo y necesario técnicamente, se hace cargo de la apretada

conclusión, en la que la felicidad invade a los presentes (“Todos, en fin, quedaron

contentos, libres y satisfechos”, 159) y se construye un happy end imprescindible, con

hijos para Ricardo y Leonisa, y una catarata de prestigiosos sustantivos para disipar

dudas y vestir a Leonisa con un ropaje cristiano, pues “fue ejemplo raro de discreción,

honestidad, recato y hermosura”. El narrador no subraya lo que el lector ya sabe:

Leonisa fue también, en esa impagable circunstancia en la que fija su felicidad,

“ejemplo raro” de habilidad retórica, de astucia para sobrevivir y de oportunidad para

elegir lo único que puede12.

3. Doña Estefanía mediatizada

La crítica también ha solido ser unánime en su desinterés por el Casamiento

engañoso, seguramente a causa del oscurecimiento provocado por el Coloquio, quizá

por su escasa extensión, o quizá también porque el tema y los personajes no son de la

clase que manda en las Ejemplares. Las dos novelas quedan incómodamente unidas en

un capítulo (Boyd, 2005), siguiendo quizá lo que Zimic considera la idea dominante

entre los cervantistas: el Casamiento y el Coloquio son una sola novela. El resultado es

que los trabajos ignoran el relato del Casamiento, que no pasa de ser una introducción a

12 No me parece que “los dos amantes gozan de una iniciativa igual y de una libertad igual” (Cardaillac, 1980: 20). Rodríguez-Luis solo comprueba “una cierta frialdad” de Leonisa, “resultado de su insistencia en que el único móvil de su decisión es el no querer mostrarse ingrata, lo que a su vez manifiesta el recato propio de una doncella antigua” (1980: I, 27).

Page 12: Díez - Hablar y Callar

lo que verdaderamente interesa: el inverosímil y realista diálogo de los dos perros13.

Puede ser significativo que en el pasado El amante liberal y El casamiento engañoso

hayan compartido un desinterés que la bibliografía más reciente se esfuerza en anular.

El Casamiento parece que resulta incómodo, que se vuelve problemático por

ambiguo y por su diferencia con las otras novelas de la colección: es la más corta, es la

temporalmente más limitada y no tiene un final feliz o, al menos, tan clara o

estereotipadamente feliz como el de las novelas precedentes. Es muy evidente que la

novela oncena de las Ejemplares, antes de dar paso a una ácida y milagrosa

conversación entre dos perros, cierra la visión edulcorada de los modelos femeninos con

un tipo nuevo de mujer que por su edad y su pasado está muy lejos de Leonisa o

Preciosa (Díez, 2009: 68). Pero doña Estefanía comparte algunos rasgos con las heroínas

cervantinas previas, como su capacidad retórica y su dominio del discurso y eso la

aproxima —guardando esas enormes distancias que marcan la edad, la belleza en un grado

más común, y una vida vivida— a Marcela, Dorotea, Preciosa y también a Leonisa.

Estefanía no tiene familia, y no la va a encontrar en una anagnórisis más o menos

elaborada. El “primo” que la acompaña no tiene parentesco con ella. ¿Es una mujer

deseable? Lo es para el alférez, en cuanto ve y oye, y este último aspecto es importante

en mi argumentación, pues el alférez queda cautivado por la seductora voz de la casi

treintona doña Estefanía. Otras mujeres de las Ejemplares son también persuasivas, al

menos Preciosa y Leonisa, pero Estefanía convence con la voz, además de persuadir con

un discurso bien elaborado. La habilidad retórica es menos inverosímil que en el caso de

Preciosa, que no ha aprendido sino que dispone de una suerte de código genético propio,

según explica el texto, y menos sorprendente que en el caso de Leonisa, cuyas maneras

se ponen de relieve en situaciones excepcionales. Doña Estefanía sabe convencer,

incluso a la crítica, con unas palabras que pueden parecer profesionales o sinceras. No

conviene descartar que todo sea una estrategia del alférez para hablar de algo menos

material y menos inusual.

El Casamiento engañoso es considerada una “picante historia” (Icaza, 1928:

237), etiqueta que también podría de algún modo compartir El celoso extremeño,

aunque la primera novela recibe el marbete de manera más concentrada y directa. La

crítica ha buscado situar la historia en una tradición literaria, como la picaresca o “the

soldier’s tale” (Rupp, 2001), pero no suele tener muy en cuenta que en esta ocasión todo

13 Zimic también funde en un solo capítulo el supuesto estudio de ambas novelas, con la peculiaridad de que solo se detiene en el Coloquio.

Page 13: Díez - Hablar y Callar

el relato descansa en las palabras de un narrador, mucho más que infidente, fantasioso que

entrelaza dos historias en creciente grado de inverosimilitud: la primera para explicar que

su contagio de la sífilis se debe a su codicia y no a su lujuria, y la segunda para dar por

bueno ese contagio pues le ha permitido vivir una experiencia única. Es obvio el rechazo

que provoca en el licenciado Peralta esa escalonada estrategia14: dudas con la primera

historia y burlas con la segunda y, de paso, incredulidad sobre la historia de doña

Estefanía. Esta historia supone un planteamiento bien pensado para que el oyente o el

lector se apiade del alférez, que reconoce su codicia, que ha sido un caso más de engaño a

manos de una mujer (siempre mucho más astuta que un hombre) y que consigue dar una

explicación diferente de la forma de granjearse una buena sífilis: “¿Qué mucho que el

taimado contara en crudo cómo le burló aquella doña Estefanía, a quien, conociendo por

pecadora, se vendió como marido, en esperanza de haber unos dos mil y quinientos

ducados de muebles […] Hasta virtuoso parece el tal alférez […] y al quejarse se queja

de sí mismo” (Icaza, 1928: 242). Efectivamente, el alférez en su relato “hasta virtuoso

parece” y eso es un motivo más para sospechar de una historia que sirve para exculpar al

pecador que la relata. No sorprende que no haya castigo, ni rechazo, pues el alférez pasa

con rapidez (e interés) hacia otro tema, cuya extensión e insólitas características ayudan

en ese juego de manos, en ese truco que el alférez en cuanto narrador parece compartir

con el arte de Cervantes. No deja de ser muy sugestiva la posibilidad de ahondar en esta

hipótesis de la manipulación del relato para llegar a una posible construcción de un

personaje inventado por otro, a una mujer inexistente o que solo existe en la

imaginación y en el relato del alférez, una que pueda dar carta de naturaleza al contagio

de la sífilis del alférez Campuzano (Díez, 2009). De este modo, el contraste con

Preciosa y Leonisa se explica mejor: ellas dos son criaturas literarias netas, del género

que exige esta novela corta de amor y de fulfilment, mientras Estefanía es una creación

de segundo grado, tan fantástica como Dulcinea, aunque en nada parecida a ella, del

mismo modo que el alférez tampoco se aproxima mucho a don Quijote excepto en su

imaginación desbordante. Y estas nuevas circunstancias narrativas, estas necesidades de

un personaje convertido en narrador todopoderoso, explican muy bien por qué doña

Estefanía es tan distinta de las demás protagonistas femeninas de las Ejemplares. No se

trata solo de ver la “gracia” de esta novela15, o de valorar el ambiente picaresco o

14 “[...] le daré cuenta de mis sucesos que son los más nuevos y peregrinos que vuesa merced habrá oído en todos los días de su vida” (Cervantes, 2001: 523).15 “La narración, en cuanto a la forma literaria, es de lo más gracioso, natural y bien parlado que de la pluma de Cervantes ha salido” (Icaza, 1928: 242).

Page 14: Díez - Hablar y Callar

realista de las dos novelas imbricadas que cierran la colección, sino que es importante

apreciar que estas dos novelas son dos relatos, uno escrito (el segundo) y otro oral (la

historia de doña Estefanía), que un nuevo narrador con extraordinarios poderes

compone para gozo del licenciado Peralta, pero también como guiño a los lectores que

han disfrutado con diez historias más al uso, con todas sus peculiaridades (que son

muchas), pero más influidas por las exigencias del género y del mercado, llenas de

personajes femeninos aparentemente prototípicos, si bien con rasgos de personalidad

muy intensos (como Leonisa). Ahora una compleja prostituta y dos perros hablan todos

ellos de otra realidad, a través de la pluma y la boca de un soldado sifilítico con un

magnífico buen humor.

Pero para el principal propósito de mi trabajo lo que hay que constatar es que

todos los comentarios, abundantes, de doña Estefanía están dentro del relato del alférez y

su retrato procede precisamente de esos comentarios, de sus supuestas palabras. Como en

otras narraciones que componen las Ejemplares, también en el Casamiento engañoso la

historia acaba en un silencio: doña Estefanía pronto deja de hablar, al menos en estilo

directo, pero se entiende bien que el narrador, de modo semejante a esas otras novelas, es

el que controla su relato. Ese silencio no impide una rápida y brillante actuación, pues

doña Estefanía “se había llevado cuanto en el baúl tenía sin dejarme en él sino un solo

vestido de camino” (Cervantes, 2001: 532). Libertad no le falta, aunque le falten las

palabras.

Previamente y para rizar el rizo, doña Estefanía, como otras protagonistas

cervantinas, explica en un discurso sus propósitos (“Señor alférez Campuzano,

simplicidad sería si yo quisiese venderme a vuesa merced por santa”, 525), un discurso

que deja casi mudo al alférez, que solo acierta a aceptar: “sin hacer otros discursos de

aquellos a que daba lugar el gusto, que me tenía echados grillos al entendimiento, le

dije que yo era el venturoso y bien afortunado” (526). La necesidad de un relato que

cuenta o inventa16 el alférez con él como protagonista le obliga a darle mucha

importancia a la contraparte, femenina, lista, con buena voz y gracia expresiva (“No era

hermosa en estremo, pero éralo de suerte que podía enamorar comunicada, porque

tenía un tono de habla tan suave, que entraba por los oídos en el alma”, 525). El efecto

de esta nueva mujer es grande en Rodríguez-Luis que, frente a los que motejan a doña

16 El argumento de que “si aceptamos la existencia del alférez que se tropieza durante su paseo con el licenciado Peralta, tenemos también que aceptar la historia de su casamiento” (Rodríguez-Luis, 1980: II, 39) cae por su propio peso: no hay más resto de esa supuesta doña Estefanía que el hecho cierto de que el alférez ha contraído la sífilis, enfermedad que normalmente no se adquiere por contagio de una esposa.

Page 15: Díez - Hablar y Callar

Estefanía de una prostituta más, se esfuerza en poner de relieve su estatuto novedoso,

realista en el mejor sentido:

Ni verdaderamente hermosa, ni distinguida, ni brillante en su discreción,

doña Estefanía es una mujer como casi todas, cuya capacidad de enamorar

reside en virtudes imponderables que caen, por lo tanto, fuera de las

exigencias del tipo de novela más frecuente en la colección cervantina,

donde jóvenes caballeros de apostura y virtud ideales se enamoran sin

remedio y para la eternidad de doncellas que reúnen toda la belleza,

discreción y honestidad posibles [...] Doña Estefanía no es un personaje

antipático, sino una mujer inteligente y franca, ama de casa ejemplar y

esposa amantísima (1980: II, 43 y 48)17.

En el encuentro con doña Estefanía el alférez se difumina, como un pelele, se

autodifumina de manera inexorable en un contexto tan positivamente adverso que le

permite dar una increíble explicación de sus sudores en el hospital de la Resurrección.

Este relato tan poco verosímil introduce otro aún más increíble para dibujar, para

autodibujarse, como escritor sumamente imaginativo: un creador.

4. Libertades literarias

Las dos novelas que empiezan y acaban las Ejemplares son un buen ejemplo de

lo importante que es hablar: en una habla una gitana muy salada y en la otra lo hacen

dos perros de gran tamaño. ¿Cuándo se ha escuchado en la literatura la voz de una

gitana y dos perros? Aquí hablan y hablan. ¿Son libres? En cierto modo. Por eso asociar

sin más el derecho a hablar y la manifestación efectiva de ese derecho con la idea de

libertad requiere muchas consideraciones, entre ellas una previa y muy básica sobre la

propia idea de libertad. Con esa palabra se abarca un concepto muy amplio y cambiante,

antes de la Revolución Francesa y después. En las Novelas Ejemplares, en Cervantes, en

los Siglos de Oro no se trata de la libertad política, ni de otras libertades modernas, sino

17 “Doña Estefanía no es, sin embargo, una prostituta al estilo de la Cariharta o de la falsa Cornelia, pues tiene casa, y quizá tampoco realmente una mujer de virtud tan ligera como las que mencionamos antes, sino una dama independiente que dispone de su propia vida según su arbitrio, tipo nuevo en las Novelas” (Rodríguez-Luis, 1980: II, 42). Complica algo más las cosas que doña Estefanía y doña Clementa Bueso “en efecto, son grandes amigas” (Cervantes, 2001: 531). Sobre la idea de libertad de las prostitutas hay que remitir a la extensa libertad de la Lozana en el texto de Delicado.

Page 16: Díez - Hablar y Callar

de una concepción más primaria o más directa: la libertad de decidir, de actuar. ¿Son

libres las mujeres de Cervantes? Los dos conocidos ejemplos de Marcela y Preciosa

podrían indicar que sí, con esas declaraciones contundentes sobre la libertad, pero

examinadas más de cerca implican, en el primer caso, la libertad de vivir en soledad, y la

libertad de elegir el matrimonio católico, en el segundo (Díez, 2004: 129-130 y 135-136).

Son libertades, sin duda, pero mucho más limitadas de lo que las declaraciones de los dos

personajes permitirían suponer. Cuando Preciosa dice que “estos señores bien pueden

entregarte mi cuerpo, pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto

que yo quisiere” (Cervantes, 2001: 74), su autoafirmación no tiene los contornos de los que

disfruta la libertad moderna. Esa voluntad libre o libertad del alma que defiende Preciosa

no se corresponde con la libertad individual.

En el caso de Leonisa su libertad se instala en un territorio no muy amplio, pues,

como ha visto la bibliografía, siente una deuda que quizá no es tal, una deuda que Ricardo

ha ido fabricando hábilmente. Pero mucho más importante es el peso de la comunidad en

ese retorno orquestado y teatral, o simplemente público, donde todos contemplan a una

hermosa mujer ataviada al estilo musulmán, después de haber estado expuesta a los

peligros imaginables y comprobables de un secuestro por los turcos. Leonisa debe

reivindicar muchas cosas y de una sola vez ante una comunidad expectante y ansiosa

quizá de noticias morbosas. Por eso Leonisa sigue un orden preciso: la reivindicación de

su honra (tanto con el amante anterior, allí presente, como en las aventuras corridas), el

consentimiento de sus padres, el pago de la deuda a Ricardo. Leonisa parece repasar en

ese minuto dorado sus posibilidades, rescatada por Ricardo de los piratas, dotada de todos

los bienes que le cede Ricardo (aunque ella no hace ninguna referencia a ese donativo

auténticamente overwhelming), vista por todos sus paisanos… ¿Cuáles son sus

posibilidades de vivir en Trápani? ¿Soltera? ¿Casada? ¿Con quién? ¿Realmente tiene una

posibilidad de elegir?

La novela corta, en su brevedad, debe ajustarse de manera precisa a lo que suele

llamarse la economía del relato: más importante que el retrato de los personajes es la

narración y los diálogos están subordinados a ella. Es evidente una búsqueda del

contraste entre dos personajes, a menudo hombre y mujer, o una proximidad no tan

evidente, como la de un alférez y uno de los muchos tipos de prostituta. Por eso también

es excesivo exigir un retrato psicológico. El producto es otro y en él dominan, en mi

opinión, las constricciones del género (entre ellas las del espacio), la presión del mercado,

la siempre presente fuerza del contexto social (pasada por el selectivo tamiz literario), y

Page 17: Díez - Hablar y Callar

desde luego el genio del escritor, menos cuantificable, pero siempre sujeto a la admiración

que pueda merecer.

Los personajes, masculinos y femeninos, gozan de peculiaridades que los

definen, a veces extremas (una gitana jovencísima y sapientísima, una mujer que

enamora al hablar a pesar de edad, un viejo celosísimo, un alférez que cuenta sin

sonrojo que la sífilis se la contagió su mujer), pero esos caracteres están en función de

los objetivos del narrador y son aprovechables, incluso en su parte más convencional,

por otros géneros y otros contextos18. Por eso el cómputo de las intervenciones no arroja

resultados relevantes o de interés. No parece tan importante el número de líneas o de

intervenciones, cuanto la calidad de las mismas: los discursos, tantas veces ponderados

de inverosímiles, permiten unas explicaciones, unos matices de gran utilidad para

definir al personaje. Y el contexto es fundamental, pues a menudo esos discursos

femeninos vienen antecedidos por discursos masculinos, como ocurre con Preciosa,

Marcela y Leonisa. No sucede lo mismo, por las razones indicadas, con doña Estefanía.

Si se pudiera practicar un cómputo del silencio, tropezaría con similares

problemas, pues siempre hay que recurrir a la interpretación. “La Rochefoucauld

distinguished the silence of eloquence, the silence of mockery, and the silence of

respect, while Morvan de Bellegarde listed no fewer tan eight varieties: prudent, artful,

complaisant, mocking, witty, stupid, approving and contemptuous” (Burke, 1993: 129).

Aparentemente el silencio femenino tiene menos valores, pues “women in early modern

Europe, as in ancient Greece, were expected to keep quiet […] silence was associated

with ´shame´or ´modesty´[…] the quality which defined respectable women” (130 y

131). Pero en las Novelas ejemplares esas asociaciones no son simples, pues están

intermediadas por múltiples elementos que matizan o contradicen unos esquemas más

bien elementales.

En suma, no parece recomendable olvidar la complejidad de una obra literaria, y

mucho más en la producción cervantina, con juegos y duplicaciones, insólitos espejos y

repeticiones. Tanto en El amante liberal como en el Casamiento engañoso son las

mujeres las que solicitan a su futuro esposo; en ambas los protagonistas masculinos

quedan en un muy expresivo silencio; ambas, en ese momento, parecen

extraordinariamente libres. Pero en los dos casos la manipulación de los narradores es

18 “Leocadia, Constanza, Teodosia, Cornelia, esas rubias de quince años que llevaban la ternura y la abnegación amorosa hasta el sacrificio, encarnaban a maravilla en la poética de los grandes dramáticos ingleses” (Icaza, 1928: 312-313).

Page 18: Díez - Hablar y Callar

vital y algunos personajes lo saben19. El autor manda, aunque no sea el narrador20. No

sorprenderá a ningún lector de la colección de doce novelas que son las Ejemplares la

evidente presencia de un autor, muy vivo en el texto. No se trata ahora solo de la famosa y

tan comentada “mesa de trucos”, ni de las ambigüedades de las novelas, ni siquiera del

sentido general de la colección, sino de que al examinar dos novelas, una muy ligada a la

apertura y otra tan íntimamente asociada a la conclusión que se confunde con ella, se

percibe un sentido constructor, organizador, dispositivo, como lo muestra la aproximación

a las dos protagonistas de las novelas, Leonisa y Estefanía. El autor, a través del narrador,

habla o calla y hace que los personajes hablen o callen a su conveniencia, a la del narrador

y a la del autor sobre todo, sean o no sean libres, aunque lo parezcan o no, en un tejido

compacto y resistente a suposiciones esquemáticas y poco adaptadas a la finura y a los

numerosos matices con los que el discurso literario compone su matizado juego.

BIBLIOGRAFÍA

- Boyd, Stephen (ed.). A Companion to Cervantes´s Novelas Ejemplares. Woodbridge

(Suffolk)-Rochester (NY): Tamesis, 2005.

- Burke, Peter. The Art of Conversation. Ithaca (NY): Cornell University Press, 1993.

- Cardaillac, Denise, Cardaillac, Louis, Carrière, Marie y Rosita Subirats. “Para una

nueva lectura de El amante liberal”. Criticón 10, Toulouse, 1980: 13-29.

- Cervantes, Miguel de. Novelas ejemplares. Ed Jorge García López, est. prelim. Javier

Blasco. Barcelona: Crítica, 2001.

- Clamurro, William H. “Cervantes´ El amante liberal: Veils of Identity, Crucible of

Cultures”. Anuario de Estudios Cervantinos 5, Vigo, 2009: 201-232.

- Davis, Nina Cox. “The Tyranny of Love in El amante liberal”. Cervantes 13.2,

Gainesville (Fla.) 1993: 105-124.

- Díaz Migoyo, Gonzalo. “La ficción cordial de El amante liberal”. Revista de Filología

de la Universidad de La Laguna 4, La Laguna, 1985: 51-74.

- Díez, J. Ignacio. “Tres discursos de mujeres”. En Tres discursos de mujeres. (Poética y

hermenéutica cervantinas). Alcalá de Henares (Madrid): Centro de Estudios Cervantinos,

2004: 121-142.

19 “[…] Mahamut es consciente de las convenciones discursivas que Ricardo despliega para manipular el relato” (Irigoyen-García, 2008: 178).20 “Cervantes circumscribes happiness, freedom, and satisfaction within a circle of authority that has its social roots in the father as arbiter of the family, and its literary roots in Cervantes himself as author, in the control of purpose which he announces in the prologue” (Sears, 1993: 101).

Page 19: Díez - Hablar y Callar

- _____ . “Mujeres sobre fondo gris: la sobrina y el ama”. En Fanny Rubio (ed.), El

Quijote en clave de mujer/es. Madrid: Universidad Complutense, 2005: 329-352.

- _____ . “Divergencias en contexto: de Luscinda a Ana Félix”. En Fanny Rubio (ed.),

Actas del I Congreso Internacional “El Quijote en clave de mujer/es” [Valdepeñas-

Madrid, 15-21 de noviembre de 2005]. Toledo: Empresa Pública Don Quijote de La

Mancha, 2007: 87-102.

- _____ . “Ambigüedad y poder de la mujer madura o la manipulación del relato en El

casamiento engañoso”. En María Pilar Celma Valero y Mercedes Rodríguez Pequeño

(eds.), Vivir al margen. Mujer, poder e institución literaria. Segovia: Junta de Castilla y

León-Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, 2009: 67-82.

- Flores, Ana. “Elementos autobiográficos y estructura narrativa en El amante liberal”. En

José Jesús de Bustos (ed), Lenguaje, ideología y organización textual en las Novelas

Ejemplares. Actas del coloquio celebrado en la Facultad de Filología de la Universidad

Complutense en mayo de 1982. Madrid-Toulouse: Universidad Complutense-Université de

Toulouse-Le Mirail, 1983: 31-42.

- Güntert, Georges. “Las dos lecturas de El amante liberal”. En Cervantes: Novelar el

mundo desintegrado. Barcelona: Puvill, 1993: 126-142.

- Hart, Thomas R. Cervantes´ Exemplary Fictions. A Study of the Novelas Ejemplares.

Lexington, Ky: University of Kentucky, 1993.

- Hutchinson, Steven. Economía ética en Cervantes. Alcalá de Henares (Madrid): Centro

de Estudios Cervantinos, 2001.

- Icaza, Francisco A. de. Las Novelas Ejemplares de Cervantes: sus críticos, sus modelos

literarios, sus modelos vivos y su influencia en el arte [1901]. Madrid: Voluntad, 1928.

- Irigoyen García, Javier. “El libro de cuentas de El amante liberal”. En Julio Baena (ed.),

Novelas ejemplares: las grietas de la ejemplaridad. Newark (Del.): Juan de la Cuesta,

2008: 167-185.

- Koch, Carol. “El silencio de Preciosa: el centro y el margen en La gitanilla”. En Julio

Baena (ed.), Novelas ejemplares: las grietas de la ejemplaridad. Newark (Del.): Juan de la

Cuesta, 2008: 79-90.

- Martín, Adrienne L. “Rereading El amante liberal in the Age of Contrapuntal

Sexualities”. En Anne J. Cruz y Carroll B. Johnson (eds.), Cervantes and His Postmodern

Constituencies. Nueva York: Garland, 1999: 151-169.

Page 20: Díez - Hablar y Callar

- Redondo, Alicia. “Cuánto hablan las mujeres del Quijote, los casos de Marcela y

Dorotea”. En Fanny Rubio (ed.), El Quijote en clave de mujer/es. Madrid: Universidad

Complutense, 2005: 445-459.

- Rodríguez-Luis, Julio. Novedad y ejemplo de las Novelas de Cervantes. Madrid: José

Porrúa Turanzas, 1980. 2 vols.

- Rupp, Stephen. “Cervantes and the Soldier’s Tale: Genre and Disorder in El

casamiento engañoso”. The Modern Language Review 96.2, Londres, 2001: 370-384.

- Sears, Theresa Ann. A Marriage of Convenience: Ideal and Ideology in the Novelas

Ejemplares. Nueva York: Peter Lang, 1993.

- Thomson-Weightman, Sandi. “The Representation of Woman in El amante liberal:

Goddess, Chattel and Peer”. Mester 21.1, Los Angeles, 1992: 61-72.

- Vitali, Noelia. “Recorridos del relato (o relato del recorrido) en la construcción de

Leonisa en El amante liberal”. En Alicia Parodi (coord.). Para leer a Cervantes II. Las

Ejemplares, el Persiles. Buenos Aires: Eudeba, 2007: 37-47.

- Zimic, Stanislav. Las Novelas Ejemplares de Cervantes. Madrid: Siglo XXI, 1996.