cuentos infantiles prepa

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  • 8/15/2019 Cuentos Infantiles Prepa

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    CUENTOS INFANTILES1)  Bambi

    Érase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos.Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un

     pequeño cervatillo que acababa de nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque yfueron a conocer a Bambi, que así se llamaba el nuevo cervatillo. Todos se hicieron muyamigos de él y le fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y losnombres de los distintos animales, pues para Bambi todo era desconocido.Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá deBambi lo llevó a ver a su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y elencargado de vigilar y de cuidar de ellos. Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeronladridos de un perro. ―¡Corre, corre Bambi! -dijo el padre- ponte a salvo‖. ―¿Por qué, papi?‖, preguntó Bambi. Son los hombres y cada vez que vienen al bosque intentancazarnos, cortan árboles, por eso cuando los oigas debes de huir y buscar refugio.Pasaron los días y su padre le fue enseñando todo lo que debía de saber pues el día que élfuera muy mayor, Bambi sería el encargado de cuidar a la manada. Más tarde, Bambiconoció a una pequeña cervatilla que era muy muy guapa llamada Farina y de la que seenamoró enseguida. Un día que estaban jugando las dos oyeron los ladridos de un perro yBambi pensó: ―¡Son los hombres!‖, e intentó huir, pero cuando se dio cuenta el perro estabatan cerca que no le quedó más remedio que enfrentarse a él para defender a Farina. Cuandoésta estuvo a salvo, trató de correr pero se encontró con un precipicio que tuvo que saltar, yal saltar, los cazadores le dispararon y Bambi quedó herido.

    Pronto acudió su papá y todos sus amigos y le ayudaron a pasar el río, pues sólo una vezque lo cruzaran estarían a salvo de los hombres, cuando lo lograron le curaron las heridas yse puso bien muy pronto.

    Pasado el tiempo, nuestro protagonista había crecido mucho. Ya era un adulto. Fue a ver asus amigos y les costó trabajo reconocerlo pues había cambiado bastante y tenía unoscuernos preciosos. El búho ya estaba viejecito y Tambor se había casado con una conejita ytenían tres conejitos. Bambi se casó con Farina y tuvieron un pequeño cervatillo al quefueron a conocer todos los animalitos del bosque, igual que pasó cuando él nació. Vivierontodos muy felices y Bambi era ahora el encargado de cuidar de todos ellos, igual que anteslo hizo su papá, que ya era muymayor para hacerlo.

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    2)  Sudi y el tigreHabía una vez un pequeño indio llamado Sudi, a quien le encantaba gruñir a los tigres. — Ten cuidado — le dijo su madre — . A los tigres no les gusta que les gruñan.Pero a Sudi no le importaba y un día que su madre salió, fue a dar un paseo a ver siencontraba un tigre para gruñirle.

    En cuanto apareció Sudi, el tigre saltó y gruñó: — Grr... Grrrr.... Y Sudi le contestó: — Grrrr.... Grrr... ¡EI tigre estaba enfadadísimo! "¿Qué se cree que soy?" —  pensó —  "¿Unaardilla? ¿Un conejo? ¿Un ratón?"Así que al día siguiente, al ver acercarse a Sudi, saltó de detrás de un árbol y gruñó másfuerte que nunca. — Grrr... Grrrrrr... — Tigre bonito... ¡Buen chico! — dijo Sudi, acariciándolo.El tigre no pudo soportarlo y se alejó a afilar sus garras. Movía la cola y entre gruñido ygruñido repetía: — ¡Soy un tigre! T -1 - G - R - E.Entonces fue a beber al estanque. Cuando terminó, miró su reflejo en el agua. Era unhermoso tigre amarillo y cobrizo, con rayas negras y una cola muy larga. Gruñó otra vez,tan fuerte que llegó a asustarse a sí mismo. Salió corriendo. Al fin se detuvo.

    "¿De qué huyo?" —  pensó — . "Si he sido yo mismo. ¡Vaya, este chico me ha trastornado!¿Por qué les gruñirá a los tigres?"Al día siguiente, cuando pasó Sudi,lo detuvo. — ¿Por qué les gruñes a los tigres? —  preguntó. — Bueno — dijo Sudi — , en realidad, porque soy tímido. Y si les gruño alos tigres me siento mejor. No sé sime entiendes. — ¡Claro que te entiendo! — exclamó el tigre. — Después de todo — siguió Sudi —  los tigres son los animales más feroces del mundo y el que les gruñe es porque es valiente.El tigre estaba encantado, y le gustaba que Sudi le respetara por ser también el un animalmuy valiente.Entonces le pregunto: — ¿Crees que los tigres somos másferoces que los leones?. — ¡Oh, sí! — contestó Sudi. — ¿Y los osos? — Mucho más feroces.El tigre ronroneó, amigable. — Eres un buen chico — dijo, le lamió.

    Después de eso, salían a pasear juntoscon frecuencia y de vez en cuando segruñían el uno al otro.

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    3)  Caperucita rojaHabía una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, perosobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez leregaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella

    nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día sumadre le dijo: ―Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselasen esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahoratemprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, note apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tuabuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, ―Buenos días‖, ah, y no andescurioseando por todo el aposento.‖ 

    ―No te preocupes, haré bien todo‖, dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidiócariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no máshabía entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando seencontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño,y no tuvo ningún temor hacia él. ―Buenos días, Caperucita Roja,‖ dijo el lobo. ―Buenosdías, amable lobo.‖ - ―¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?‖ - ―A casa de miabuelita.‖ - ―¿Y qué llevas en esa canasta?‖ - ―Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, asíque mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse.‖ - ―¿Y adonde vivetu abuelita, Caperucita Roja?‖ - ―Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Sucasa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrásvisto,‖ contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo:―¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita. Así quedebo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente.‖ Entonces acompañó aCaperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: ―Mira Caperucita Roja, quelindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que note has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el caminocomo si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas.‖  

    Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entrelos árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: ―Supongo que podríallevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muytemprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora.‖ Yasí, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto ellobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta. ―¿Quiénes?‖ preguntó la abuelita. ―Caperucita Roja,‖ contestó el lobo. ―Traigo pastel y vino.Ábreme, por favor.‖ - ―Mueve la cerradura y abre tú,‖ gritó la abuelita, ―estoy muy débil yno me puedo levantar.‖ El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabramás, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se pusoropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.

    Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que teníatantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella.Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan

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    extraño presentimiento que se dijo para sí misma: ―¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy,y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita.‖ Entonces gritó: ―¡Buenos días!‖, pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar laabuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. ―¡!Oh,abuelita!‖ dijo, ―qué orejas tan grandes que tienes.‖ - ―Es para oírte mejor, mi niña,‖ fue la

    respuesta. ―Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes.‖ - ―Son para verte mejor,querida.‖ - ―Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.‖ - ―Para abrazarte mejor.‖ -―Y qué boca tan grande que tienes.‖ - ―Para comerte mejor.‖ Y no había terminado de decirlo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.

    Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormidoempezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento porallí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesitaalguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobotirado allí. ―¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!‖ dijo él.‖¡Hacía tiempo que te buscaba!‖ Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podríahaber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. Ensu lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto habíahecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeñaCaperucita Roja salió rapidísimo, gritando: ―¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que estáahí dentro del lobo!‖, y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podíarespirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientredel lobo. Y cuando el lobo despertó, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.

    Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a sucasa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó.Pero Caperucita Roja solamente pensó: ―Mientras viva, nunca me retiraré del sendero parainternarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.‖  

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    4)  El caracol y el rosalHabía una vez...

    ... Una amplia llanura donde pastaban las ovejas y las vacas. Y del otro lado de la extensa pradera, se hallaba el hermoso jardín rodeado de avellanos.

    El centro del jardín era dominado por un rosal totalmente cubierto de flores durante todo elaño. Y allí, en ese aromático mundo de color, vivía un caracol, con todo lo que representabasu mundo, a cuestas, pues sobre sus espaldas llevaba su casa y sus pertenencias.

    Y se hablaba a sí mismo sobre su momento de ser útil en la vida: – ¡Paciencia! – decía elcaracol – . Ya llegará mi hora. Haré mucho más que dar rosas o avellanas, muchísimo másque dar leche como las vacas y las ovejas.

     – Esperamos mucho de ti – dijo el rosal – . ¿Podría saberse cuándo me enseñarás lo que erescapaz de hacer?

     –  Necesito tiempo para pensar – dijo el caracol – ; ustedes siempre están de prisa. No, así nose preparan las sorpresas.

    Un año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el mismo sitio que antes,mientras el rosal se afanaba en echar capullos y mantener la lozanía de sus rosas, siemprefrescas, siempre nuevas. El caracol sacó medio cuerpo afuera, estiró sus cuernecillos y losencogió de nuevo.

     –  Nada ha cambiado – dijo – . No se advierte el más insignificante progreso. El rosal siguecon sus rosas, y eso es todo lo que hace.

    Pasó el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando capullos y rosas hasta que llegó lanieve. El tiempo se hizo húmedo y hosco. El rosal se inclinó hacia la tierra; el caracol seescondió bajo el suelo.

    Luego comenzó una nueva estación, y las rosas salieron al aire y el caracol hizo lo mismo.

     – Ahora ya eres un rosal viejo – dijo el caracol – . Pronto tendrás que ir pensando en morirte.Ya has dado al mundo cuanto tenías dentro de ti. Si era o no de mucho valor, es cosa que nohe tenido tiempo de pensar con calma. Pero está claro que no has hecho nada por tudesarrollo interno, pues en ese caso tendrías frutos muy distintos que ofrecernos. ¿Quédices a esto? Pronto no serás más que un palo seco... ¿Te das cuenta de lo que quierodecirte?

     – Me asustas – dijo el rosal – . Nunca he pensado en ello.

     – Claro, nunca te has molestado en pensar en nada. ¿Te preguntaste alguna vez por quéflorecías y cómo florecías, por qué lo hacías de esa manera y de no de otra?

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     –  No – contestó el caracol – . Florecía de puro contento, porque no podía evitarlo. ¡El sol eratan cálido, el aire tan refrescante!... Me bebía el límpido rocío y la lluvia generosa;respiraba, estaba vivo. De la tierra, allá abajo, me subía la fuerza, que descendía tambiénsobre mí desde lo alto. Sentía una felicidad que era siempre nueva, profunda siempre, y asítenía que florecer sin remedio. Esa era mi vida; no podía hacer otra cosa.

     – Tu vida fue demasiado fácil – dijo el caracol (Sin detenerse a observarse a sí mismo).

     – Cierto – dijo el rosal – . Me lo daban todo. Pero tú tuviste más suerte aún. Tú eres una deesas criaturas que piensan mucho, uno de esos seres de gran inteligencia que se proponenasombrar al mundo algún día... algún día.... ¿Pero, ... de qué te sirve el pasar los años pensando sin hacer nada útil por el mundo?

     –  No, no, de ningún modo – dijo el caracol – . El mundo no existe para mí. ¿Qué tengo yo quever con el mundo? Bastante es que me ocupe de mí mismo y en mí mismo.

     – ¿Pero no deberíamos todos dar a los demás lo mejor de nosotros, no deberíamos ofrecerlescuanto pudiéramos? Es cierto que no te he dado sino rosas; pero tú, en cambio, que poseestantos dones, ¿qué has dado tú al mundo? ¿Qué puedes darle? – ¿Darle? ¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el mundo? No significa nada para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas; es para lo único que sirves. Deja que losavellanos produzcan sus frutos, deja que las vacas y las ovejas den su leche; cada uno tienesu público, y yo también tengo el mío dentro de mí mismo. ¡Me recojo en mi interior, y enél voy a quedarme! El mundo no me interesa.Y con estas palabras, el caracol se metió dentro de su casa y la selló. – ¡Qué pena! – dijo el rosal – . Yo no tengo modo de esconderme, por mucho que lo intente.Siempre he de volver otra vez, siempre he de mostrarme otra vez en mis rosas. Sus pétaloscaen y los arrastra el viento, aunque cierta vez vi cómo una madre guardaba una de misflores en su libro de oraciones, y cómo una bonita muchacha se prendía otra al pecho, ycómo un niño besaba otra en la primera alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue unaverdadera bendición. Tales son mis recuerdos, mi vida.Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el caracol dormía allá dentrode su casa. El mundo nada significaba para él.Y pasaron los años.El caracol se había vuelto tierra en latierra, y el rosal tierra en la tierra, y lamemorable rosa del libro de oracioneshabía desaparecido... Pero en el jardín brotaban los rosales nuevos, y losnuevos caracoles seguían con la mismafilosofía que aquél, se arrastraban dentrode sus casas y escupían al mundo, queno significaba nada para ellos.

    Y a través del tiempo, la misma historiase continuó repitiendo.. 

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    5)  EL PATITO FEOEl patito feo, por Hans Christian AndersenComo cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corralestaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se

    congregaron ante el nido para verles por primera vez.Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por losgritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban quetardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no sehabía abierto.Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto,incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande quesus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartócon el ala mientras prestaba atención a los otros seis.El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muyrápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito.Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándolefeo y torpe.El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigosque de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muytemprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que habíaencontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato.También se fue de aquí corriendo.Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comidaentre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían contanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todasformas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarsetambién.Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!A lo que el patito respondió:-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y veráscómo no te mentimos.El patito se introdujo incrédulo en el agua transparentey lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largoinvierno se había transformado en un precioso cisne!.Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.Así fue como el patito feo se unió a los suyos y viviófeliz para siempre.

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    6)  LOS TRES CERDITOSHabía una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscarfortuna. A los tres cerditos les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba uninstrumento. El más pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano...

    A los otros dos les pareció una buena idea, y se pusieran manos a la obra, cada unoconstruyendo su casita.- La mía será de paja - dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar confacilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar.El hermano mediano decidió que su casa sería de madera:- Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores, - explicó a sus hermanos, -Construiré mi casa en un santiamén con todos estos troncos y me iré también a jugar.El mayor decidió construir su casa con ladrillos.- Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y resistente, y dentro estaré asalvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las bellotas y hacer caldo dezanahorias.

    Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema. De detrás de un árbol grande surgióel lobo, rugiendo de hambre y gritando:- Cerditos, ¡os voy a comer!Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz seencaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló:- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermanomediano.De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocódelante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en lacasa de ladrillo del mayor.El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahoradeseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, yfrente a la puerta bramó:- ¡Soplaré y soplaré y la puerta derribaré! Y se puso asoplar tan fuerte como el viento de invierno

    Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muyresistente y no conseguía su propósito. Decidió trepar porla pared y entrar por la chimenea. Se deslizó haciaabajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayorestaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado y con elestómago vacío salió huyendo hacia el lago

    Los cerditos no le volvieron a ver. El mayor de ellosregañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas.

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    7)  BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOSHabía una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cercade una venta-na con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeronen la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina

    se dijo.-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nie-ve, tan roja como la sangre y tannegra como la madera de ébano!Poco después tuvo una niñita que era tan blanca comola nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al na-cer la niña, la reina murió.Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa yarrogante, y no po-día soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejomaravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?Entonces el espejo respondía:La Reina es la más hermosa de esta región.Ella quedabasatisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad. Pero Blancanieves crecía yembellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella co-mo la clara luz

    del día y aún más linda que la reina. Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?el espejo respondió:La Reina es la hermosa de este lugar,pero la linda Blancanieves loes mucho más.Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada díamás, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de día ni denoche.Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:-Lleva esa niña al bosque; no quieroque aparez-ca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígadocomo prueba.El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazónde Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:-¡Mi buen cazador, no me mates!;

    correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.Como era tan linda el cazadortuvo piedad y di-jo:-¡Corre, pues, mi pobre niña!Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante, no tener quematarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando;el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como pruebade que había cumplido su misión. El cocine-ro los cocinó con sal y la mala mujer loscomió cre-yendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árbo-les la asustaban. No tenía ideade cómo arreglárselas y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a través de laszarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ella pero no le hacían ningún daño.

    Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita a la que entró para descansar.En la cabañita todo era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar.Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno consu pe-queña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños.A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas consábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanievesco-mió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cadavasito. Luego se sin-tió muy cansada y se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero

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    ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se en-comendó a Dios y se durmió.Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos que excavaban yextraían metal en las montañas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron que alguienhabía venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las habían dejado. El

     primero dijo:-¿Quién se sentó en mi sillita?El segundo:-¿Quién comió en mi platito?El tercero:-¿Quién comió de mi pan?El cuarto:-¿Quién comió de mis legumbres?El quinto.-¿Quién pinchó con mi tenedor?El sexto:-¿Quién cortó con mi cuchillo?El séptimo:-¿Quién bebió en mi vaso?Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en su cama y dijo:-¿Quién anduvo en mi lecho?Los otros acudieron y exclamaron:-¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mi-rando en el suyo, el séptimo descubrióa Blancanie-ves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se precipitaron conexclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrara Blancanieves.-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta ni-ña!Y sintieron una alegría tan grande que no la des-pertaron y la dejaron proseguir susueño. El séptimo enano se acostó una hora con cada uno de sus com-pañeros y así pasóla noche.Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellosse mostraron amables y le preguntaron.-¿Cómo te llamas?-Me llamo Blancanieves -respondió ella.-¿Como llegaste hasta nuestra casa?Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el cazador habíatenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día hasta encontrar la casita.Los enanos le dijeron:-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, ha-cer las camas, lavar, coser y tejer y sitienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.-Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo co-razón. Y se quedó con ellos.Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las ma-ñanas los enanos partían hacia lasmontañas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para eseentonces la comida estaba lista.Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la previnieron:-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el hígado de

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    Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?Entonces el espejo respondió.Pero, pasando los bosques,

    en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho más.La Reina es la más hermosa de este lugarLa reina quedó aterrorizada pues sabía que el es-pejo no mentía nunca. Se dio cuenta deque el caza-dor la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó unnuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la re-gión laenvidia no le daría tregua ni reposo. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara,se vistió como una vieja buhonera y quedó totalmente irre-conocible.Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó ala puerta y gritó:-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!Blancanieves miró por la ventana y dijo:-Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?-Una excelente mercadería -respondió-; cintas de todos colores.La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó:-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.-¡Niña -dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como sedebe.Blancanieves, que no desconfiaba, se colocó delante de ella para que le arreglara ellazo. Pero rápi-damente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el alientoy cayó como muerta.-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Y se fue.Poco después, a la noche, los siete enanos regre-saron a la casa y se asustaron mucho alver a Blanca-nieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que laoprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse po-co a poco.Cuando los enanos supieron lo que había pasado dijeron:-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejesentrar a nadie cuando no estamos cerca!Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?Entonces, como la vez anterior, respondió:La Reina es la más hermosa de este lugar,Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho más.Cuando oyó estas palabras toda la sangre le aflu-yó al corazón. El terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida.-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabricó un peine envenenado.Luego se disfra-zó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las sietemontañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:

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    -¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!Blancanieves miró desde adentro y dijo:-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.-Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantándolo en elaire.

    Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando se pusieron deacuerdo so-bre la compra la vieja le dilo:-Ahora te voy a peinar como corresponde.La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta lehabía puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sinconocimiento.-¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora sí que acabé contigo!Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron aBlancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra.Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron,Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. En-tonces le advirtieronuna vez más que debería cui-darse y no abrir la puerta a nadie.En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?Y el espejito, respondió nuevamente:La Reina es la más hermosa de este lugar.Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho más.La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló de cólera.-Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-aunque me cueste la vida a mí misma.Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar yfabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bienhecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte.Cuando la manzana estuvo pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina y atravesólas siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos.Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ven-tana y dijo:-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a daruna.-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.-¿Ternes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mi-ra, corto la manzana en dos partes; túcomerás la parte roja y yo la blanca.La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja conteníaveneno. La be-lla manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comerno pudo resistir más, estiró la ma-no y tomó la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozoen la boca, cayó muerta.Entonces la vieja la examinó con mirada horri-ble, rió muy fuerte y dijo.-Blanca como la nieve, roja como la sangre, ne-gra como el ébano. ¡Esta vez los enanosno podrán reanimarte!Vuelta a su casa interrogó al espejo:¡Espejito, espejito de mi habitación!

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    ¿Quién es la más hermosa de esta región? Y el espejo finalmente respondió. La Reinaes la más hermosa de esta región.Entonces su corazón envidioso encontró repo-so, si es que los corazones envidiosos pueden en-contrar alguna vez reposo.A la noche, al volver a la casa, los enanitos en-contraron a Blancanieves tendida en el

    suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muertay siguió están-dolo.La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luegoquisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una per-sona viva y mantenía aúnsus mejillas sonrosadas.Los enanos se dijeron:-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hi-cieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre enletras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en lamontaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cuidarla. Los animalestambién vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse; al contrario, parecía dor-mir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y suscabellos eran negros como el ébano.Ocurrió una vez que el hijo de un rey llegó, por azar, al bosque y fue a casa de losenanos a pasar la noche. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en suinterior y leyó lo que estaba es-crito en letras de oro.Entonces dijo a los enanos:-Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.-No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.-En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver aBlancanieves. La hon-raré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. El príncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedió que éstostropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del sacudón el trozo de manzanaenvenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido haciaafuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada.-¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.-Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de ale-gría.Le contó lo que había pasado y le dijo:-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmi-go al castillo de mi padre; serás mimujer.Entonces Blancanieves comenzó a sentir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y mag-nificencia.También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después devestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?El espejo respondió:La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho más.

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    Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo quéhacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda. Pero no encontró reposohasta no ver a la joven reina.Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo eldescubrimiento la de-jaron clavada al piso sin poder moverse.

    Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego loscolocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatosincandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.

    8)  CENICIENTAHabía una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la másaltanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo.El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo habíaheredado de su madre que era la mejor persona del mundo.

    Junto con realizarse la boda, la madrasta dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportarlas cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó alas más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiabalos cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo

    entero.

    La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su padre,de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminabasus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, loque le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como lamayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba deser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.

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     Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas;nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca.Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor lessentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus

    hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en queirían trajeadas.

    -Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.

    -Yo, dijo la menor, iré con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo conflores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos.

    Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicientalas aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo queaceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían:

    -Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?

    -Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí.

    -Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón entrar al baile.

    Otra que Cenicienta les habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinócon toda perfección.

    Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordonesrompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasabandelante del espejo.

    Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntóqué le pasaba.

    -Me gustaría... me gustaría...

    Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada, le dijo:

    -¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?

    -¡Ay, sí!, -dijo Cenicienta suspirando.

    -¡Bueno, te portarás bien!, -dijo su madrina-, yo te haré ir.

    La llevó a su cuarto y le dijo:

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    -Ve al jardín y tráeme un zapallo.

    Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poderadivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándolesolamente la cáscara, lo tocó con su varita mágica e instantáneamente el zapallo se

    convirtió en un bello carruaje todo dorado.En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicientaque levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con lavarita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo untiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer uncochero:

    -Voy a ver -dijo Cenicienta-, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero.

    -Tienes razón, -dijo su madrina-, anda a ver.

    Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por suimponente barba, y habiéndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. En seguida, ella le dijo:

    -Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos.

    Tan pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vidahubieran hecho otra cosa. El hada dijo entonces a Cenicienta:

    -Bueno, aquí tienes para ir al baile, ¿no estás bien aperada?

    -Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?

    Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron enmagníficos vestidos de paño de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio un par de zapatillas de cristal, las más preciosas del mundo.

    Una vez ataviada de este modo, Cenicienta subió al carruaje; pero su madrina le recomendósobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba en el baileun minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, suslacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos recuperarían su forma primitiva. Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió, loca defelicidad.

    El hijo del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar una gran princesa que nadieconocía, corrió a recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y la llevó al salón dondeestaban los comensales. Entonces se hizo un gran silencio: el baile cesó y los violinesdejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza de estadesconocida. Sólo se oía un confuso rumor:

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     -¡Ah, qué hermosa es!

    El mismo rey, siendo viejo, no dejaba de mirarla y de decir por lo bajo a la reina que desdehacía mucho tiempo no veía una persona tan bella y graciosa. Todas las damas observaban

    con atención su peinado y sus vestidos, para tener al día siguiente otros semejantes, siempreque existieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos. El hijo delrey la colocó en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con ella. Bailócon tanta gracia que fue un motivo más de admiración.

    Trajeron exquisitos manjares que el príncipe no probó, ocupado como estaba en observarla.Ella fue a sentarse al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellaslos limones y naranjas que el príncipe le había obsequiado, lo que las sorprendió mucho, pues no la conocían. Charlando así estaban, cuando Cenicienta oyó dar las once y trescuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa.

    Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo quedesearía mucho ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando leestaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanasgolpearon a su puerta; Cenicienta fue a abrir.

    -¡Cómo habéis tardado en volver! -les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándosecomo si acabara de despertar; sin embargo no había tenido ganas de dormir desde que sesepararon.

    -Si hubieras ido al baile -le dijo una de las hermanas-, no te habrías aburrido; asistió la más bella princesa, la más bella que jamás se ha visto; nos hizo mil atenciones, nos dio naranjasy limones.

    Cenicienta estaba radiante de alegría. Les preguntó el nombre de esta princesa; perocontestaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo enel mundo por saber quién era. Cenicienta sonrió y les dijo:-¿Era entonces muy hermosa? Dios mío, felices vosotras, ¿no podría verla yo? Ay, señoritaJavotte, prestadme el vestido amarillo que usáis todos los días.-Verdaderamente -dijo la señorita Javotte-, ¡no faltaba más! Prestarle mi vestido a tan feoCulocenizón... tendría que estar loca.Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida sisu hermana hubiese querido prestarle el vestido.Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún másricamente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado ydiciéndole cosas agradables; nada aburrida estaba la joven damisela y olvidó larecomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada demedianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió corriendo, ligera comouna gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de suszapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado.

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    Cenicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos, pues nole había quedado de toda su magnificencia sino una de sus zapatillas, igual a la que se lehabía caído.Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a una princesa; dijeron que nohabían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía más aspecto de

    aldeana que de señorita.Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si esta vez tambiénse habían divertido y si había ido la hermosa dama. Dijeron que sí, pero que había salidoescapada al dar las doce, y tan rápidamente que había dejado caer una de sus zapatillas decristal, la más bonita del mundo; que el hijo del rey la había recogido dedicándose acontemplarla durante todo el resto del baile, y que sin duda estaba muy enamorado de la bella personita dueña de la zapatilla. Y era verdad, pues a los pocos días el hijo del rey hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a lazapatilla.Empezaron probándola a las princesas, en seguida a las duquesas, y a toda la corte, peroinútilmente. La llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para quesu pie cupiera en la zapatilla, pero no pudieron. Cenicienta, que las estaba mirando, y quereconoció su zapatilla, dijo riendo:-¿Puedo probar si a mí me calza?Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. El gentilhombre que probaba lazapatilla, habiendo mirado atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda, dijo queera lo justo, y que él tenía orden de probarla a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicientay acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a sumedida.Grande fue el asombro de las dos hermanas, pero más grande aún cuando Cenicienta sacóde su bolsillo la otra zapatilla y se la puso. En esto llegó la madrina que, habiendo tocadocon su varita los vestidos de Cenicienta, los volvió más deslumbrantes aún que losanteriores.Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Searrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido.Cenicienta las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón yles rogó que siempre la quisieran.

    Fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él la encontró más bella quenunca, y pocos días después se casaron.Cenicienta, que era tan buena como hermosa,hizo llevar a sus hermanas a morar en el palacio y las casó en seguida con dos grandesseñores de la corte.

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    9)  PULGARCITOÉrase una vez un pobre campesino. Una noche se encontraba sentado, atizando el fuego,mientras que su esposa hilaba sentada junto a él. Ambos se lamentaban de hallarse en unhogar sin niños.-¡Qué triste es no tener hijos! -dijo él-. En esta casa siempre hay silencio, mientras que en

    los demás hogares hay tanto bullicio y alegría...-¡Es verdad! -contestó la mujer suspirando-. Si por lo menos tuviéramos uno, aunque fuesemuy pequeño y no mayor que el pulgar, seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.Y entonces sucedió que la mujer se indispuso y, después de siete meses, dio a luz a un niñocompletamente normal en todo, si exceptuamos que no era más grande que un dedo pulgar.-Es tal como lo habíamos deseado. Va a ser nuestro hijo querido.Y debido a su tamaño lo llamaron Pulgarcito. No le escatimaron la comida, pero el niño nocreció y se quedó tal como era en el momento de nacer. Sin embargo, tenía una miradainteligente y pronto dio muestras de ser un niño listo y hábil, al que le salía bien cualquiercosa que se propusiera.Un día, el campesino se aprestaba a ir al bosque a cortar leña y dijo para sí:-Ojalá tuviera a alguien que me llevase el carro.-¡Oh, padre! -exclamó Pulgarcito- ¡Ya te llevaré yo el carro! ¡Puedes confiar en mí! En elmomento oportuno lo tendrás en el bosque.El hombre se echó a reír y dijo:-¿Cómo podría ser eso? Eres demasiado pequeño para llevar de las bridas al caballo.-¡Eso no importa, padre! Si mamá lo engancha, yo me pondré en la oreja del caballo y le irédiciendo al oido por dónde ha de ir.-¡Está bien! -contestó el padre-, probaremos una vez.Cuando llegó la hora, la madre enganchó el carro y colocó a Pulgarcito en la oreja delcaballo, donde el pequeño se puso a gritarle por dónde tenía que ir, tan pronto con un"¡Heiii!", como con un "¡Arre!". Todo fue tan bien como si un conductor de experienciacondujese el carro, encaminándose derecho hacia el bosque.Sucedió que, justo al doblar un recodo del camino, cuando el pequeño iba gritando "¡Arre!¡Arre!" , acertaron a pasar por allí dos forasteros.-¡Cómo es eso! -dijo uno- ¿Qué es lo que pasa? Ahí va un carro, y alguien va arreando alcaballo; sin embargo no se ve a nadie conduciéndolo.-Todo es muy extraño -dijo el otro-. Vamos a seguir al carro para ver dónde se para.Pero el carro se internó en pleno bosque y llegó justo al sitio donde estaba la leña cortada.Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:-¿Ves, padre? Ya he llegado con el carro. Bájame ahora del caballo.El padre tomó las riendas con la mano izquierda y con la derecha sacó a su hijo de la orejadel caballo. Pulgarcito se sentó feliz sobre una brizna de hierba. Cuando los dos forasteroslo vieron se quedaron tan sorprendidos que no supieron qué decir. Ambos se escondieron,diciéndose el uno al otro:-Oye, ese pequeñín bien podría hacer nuestra fortuna si lo exhibimos en la ciudad ycobramos por enseñarlo. Vamos a comprarlo.Se acercaron al campesino y le dijeron:-Véndenos al pequeño; estará muy bien con nosotros.-No -respondió el padre- es mi hijo querido y no lo vendería ni por todo el oro del mundo.

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    Pero al oír esta propuesta, Pulgarcito trepó por los pliegues de la ropa de su padre, secolocó sobre su hombro y le susurró al oído:-Padre, véndeme, que ya sabré yo cómo regresar a casa.Entonces, el padre lo entregó a los dos hombres a cambio de una buena cantidad de dinero.-¿Dónde quieres sentarte? -le preguntaron

    -¡Da igual ! Colocadme sobre el ala de un sombrero; ahí podré pasearme de un lado paraotro, disfrutando del paisaje, y no me caeré.Cumplieron su deseo y, cuando Pulgarcito se hubo despedido de su padre, se pusierontodos en camino. Viajaron hasta que anocheció y Pulgarcito dijo entonces:-Bájadme un momento; tengo que hacer una necesidad.-No, quédate ahí arriba -le contestó el que lo llevaba en su cabeza-. No me importa. Lasaves también me dejan caer a menudo algo encima.-No -respondió Pulgarcito-, yo también sé lo que son las buenas maneras. Bajadmeinmediatamente.El hombre se quitó el sombrero y puso a Pulgarcito en un sembrado al borde del camino.Por un momento dio saltitos entre los terrones de tierra y, de repente, se metió en unamadriguera que había localizado desde arriba.-¡Buenas noches, señores, sigan sin mí! -les gritó con un tono de burla.Los hombres se acercaron corriendo y rebuscaron con sus bastones en la madriguera delratón, pero su esfuerzo fue inútil. Pulgarcito se arrastró cada vez más abajo y, como laoscuridad no tardó en hacerse total, se vieron obligados a regresar, burlados y con lasmanos vacías.Cuando Pulgarcito advirtió que se habían marchado, salió de la madriguera.-Es peligroso atravesar estos campos de noche -pensó-; sería muy fácil caerse y romperseun hueso.Por fortuna tropezó con una concha vacía de caracol.-¡Gracias a Dios! -exclamó- Ahí podré pasar la noche con tranquilidad.Y se metió dentro del caparazón. Un momento después, cuando estaba a punto de dormirse,oyó pasar a dos hombres; uno de ellos decía:-¿Cómo haremos para robarle al cura rico todo su oro y su palta?-¡Yo podría decírtelo! -se puso a gritar Pulgarcito.-¿Qué fue eso? -dijo uno de los espantados ladrones-; he oído hablar a alguien.Se quedaron quietos escuchando, y Pulgarcito insistió:-Llévadme con vosotros y os ayudaré.-¿Dónde estás?-Buscad por la tierra y fijaos de dónde viene la voz -contestó.Por fin los ladrones lo encontraron y lo alzaron hasta ellos.-A ver, pequeñajo, ¿cómo vas a ayudarnos?-¡Escuchad! Yo me deslizaré por las cañerías hasta la habitación del cura y os iré pasandotodo cuanto queráis.-¡Está bien! Veremos qué sabes hacer.Cuando llegaron a la casa del cura, Pulgarcito se introdujo en la habitación y se puso agritar con todas sus fuerzas.-¿Quereis todo lo que hay aquí?

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    Los ladrones se estremecieron y le dijeron:-Baja la voz para que nadie se despierte.Pero Pulgarcito hizo como si no entendiera y continuó gritando:-¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?La cocinera, que dormía en la habitación de al lado, oyó estos gritos, se incorporó en su

    cama y se puso a escuchar, pero los ladrones asustados se habían alejado un poco. Por finrecobraron el valor diciéndose:-Ese pequeñajo quiere burlarse de nosotros.Regresaron y le susurraron:-Vamos, nada de bromas y pásanos alguna cosa.Entonces, Pulgarcito se puso a gritar de nuevo con todas sus fuerzas:-Sí, quiero daros todo; sólo tenéis que meter las manos.La cocinera, que ahora oyó todo claramente, saltó de su cama y se acercó corriendo a la puerta. Los ladrones, atemorizados, huyeron como si los persiguiese el diablo, y la criada,que no veía nada, fue a encender una vela. Cuando regresó, Pulgarcito, sin ser descubierto,se había escondido en el pajar. La sirvienta, después de haber registrado todos los rinconesy no encontrar nada, acabó por volver a su cama y supuso que había soñado despierta.Pulgarcito había trepado por la paja y en ella encontró un buen lugar para dormir. Queríadescansar allí hasta que se hiciese de día para volver luego con sus padres, pero aún habríande ocurrirle otras muchas cosas antes de poder regresar a su casa.Como de costumbre, la criada se levantó antes de que despuntase el día para dar de comer alos animales. Fue primero al pajar, y de allí tomó una brazada de heno, precisamente dellugar en donde dormía Pulgarcito. Estaba tan profundamente dormido que no se dio cuentade nada, y no despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca que se había tragado el heno.-¡Oh, Dios mío! -exclamó-. ¿Cómo he podido caer en este molino?Pero pronto se dio cuenta de dónde se encontraba. No pudo hacer otra cosa sino evitar sertriturado por los dientes de la vaca; mas no pudo evitar resbalar hasta el estómago.-En esta habitación tan pequeña se han olvidado de hacer una ventana -se dijo-, y no entrael sol y tampoco veo ninguna luz.Este lugar no le gustaba nada, y lo peor era que continuamente entraba más paja por la puerta, por lo que el espacio iba reduciéndose cada vez más. Entonces, presa del pánico,gritó con todas sus fuerzas:-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!

    La moza estaba ordeñando a la vaca cuando oyó hablar sin ver a nadie, y reconoció que erala misma voz que había escuchado por la noche. Se asustó tanto que cayó del taburete yderramó toda la leche. Corrió entonces a toda velocidad hasta donde se encontraba su amoy le dijo:-¡Ay, señor cura, la vaca ha hablado!-¡Estás loca! -repuso el cura.Y se dirigió al establo a ver lo que ocurría; pero, apenas cruzó el umbral, cuando Pulgarcitose puso a gritar de nuevo:-¡No me traigan más forraje! ¡No me traigan más forraje!Ante esto, el mismo cura también se asustó, suponiendo que era obra del diablo, y ordenóque se matara a la vaca. Entonces la vaca fue descuartizada y el estómago, donde estabaencerrado Pulgarcito, fue arrojado al estiercol. Nuestro amigo hizo ímprobos esfuerzos porsalir de allí y, cuando ya por fin empezaba a sacar la cabeza, le aconteció una nueva

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    desgracia. Un lobo hambriento, que acertó a pasar por el lugar, se tragó el estómago de unsolo bocado. Pulgarcito no perdió los ánimos. «Quizá -pensó- este lobo sea comprensivo».Y, desde el fondo de su panza, se puso a gritarle:-¡Querido lobo, sé donde hallar un buena comida para ti!-¿Adónde he de ir? -preguntó el lobo.

    -En tal y tal casa. No tienes más que entrar por la trampilla de la cocina y encontrarástortas, tocino y longanizas, tanto como desees comer.Y Pulgarcito le describió minuciosamente la casa de sus padres.El lobo no necesitó que se lo dijeran dos veces. Por la noche entró por la trampilla de lacocina y, en la despensa, comió de todo con inmenso placer. Cuando estuvo harto, quisosalir, pero había engordado tanto que ya no cabía por el mismo sitio. Pulgarcito, que lotenía todo previsto, comenzó a patalear y a gritar dentro de la barriga del lobo.-¿Te quieres estar quieto? -le dijo el lobo-. Vas a despertar a todo el mundo.-¡Ni hablar! -contestó el pequeño-. ¿No has disfrutado bastante ya? Ahora yo tambiénquiero divertirme.Y se puso de nuevo a gritar con todas sus fuerzas. Los chillidos despertaron finalmente asus padres, quienes corrieron hacia la despensa y miraron por una rendija. Cuando vieron allobo, el hombre corrió a buscar el hacha y la mujer la hoz.-Quédate detrás de mí -dijo el hombre al entrar en la despensa-. Primero le daré un golpecon el hacha y, si no ha muerto aún, le atizarás con la hoz y le abrirás las tripas.Cuando Pulgarcito oyó la voz de su padre, gritó:-¡Querido padre, estoy aquí; aquí, en la barriga del lobo!-¡Gracias a Dios! -dijo el padre-. ¡Ya ha aparecido nuestro querido hijo!Y le indicó a su mujer que no usara la hoz, para no herir a Pulgarcito. Luego, blandiendo elhacha, asestó al lobo tal golpe en la cabeza que éste cayó muerto. Entonces fueron a buscarun cuchillo y unas tijeras, le abrieron la barriga al lobo y sacaron al pequeño.-¡Qué bien! -dijo el padre-. ¡No sabes lo preocupados que estábamos por ti!-¡Sí, padre, he vivido mil aventuras.¡Gracias a Dios que puedo respirar denuevo aire freco!-Pero, ¿dónde has estado?-¡Ay, padre!, he estado en la madriguerade un ratón, en el estómago de una vacay en la barriga de un lobo. Ahora estoy por fin con vosotros.-Y no te volveremos a vender ni portodo el oro del mundo.Y abrazaron y besaron con muchocariño a su querido Pulgarcito; le dieronde comer y de beber, lo bañaron y le pusieron ropas nuevas, pues las quellevaba se habían estropeado en suaccidentado viaje.

    FIN

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    10) EL GATO CON BOTASÉrase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. Acercándose la hora de su muerte hizollamar a sus tres hijos. "Mirad, quiero repartiros lo poco que tengo antes de morirme". Almayor le dejó el molino, al mediano le dejó el burro y al más pequeñito le dejó lo último

    que le quedaba, el gato. Dicho esto, el padre murió.Mientras los dos hermanos mayores se dedicaron a explotar su herencia, el más pequeocogió unas de las botas que tenía su padre, se las puso al gato y ambos se fueron a recorrerel mundo. En el camino se sentaron a descansar bajo la sombra de un árbol. Mientras elamo dormía, el gato le quitó una de las bolsas que tenía el amo, la llenó de hierba y dejó la bolsa abierta. En ese momento se acercó un conejo impresionado por el color verde de esahierba y se metió dentro de la bolsa. El gato tiró de la cuerda que le rodeaba y el conejoquedó atrapado en la bolsa. Se hecho la bolsa a cuestas y se dirigió hacia palacio paraentregársela al rey. Vengo de parte de mi amo, el marqués Carrabás, que le manda esteobsequio. El rey muy agradecido aceptó la ofrenda.

    Pasaron los días y el gato seguía mandándole regalos al rey de parte de su amo. Un día, elrey decidió hacer una fiesta en palacio y el gato con botas se enteró de ella y pronto se leocurrió una idea. "¡Amo, Amo! Sé cómo podemos mejorar nuestras vidas. Tú solo siguemis instrucciones." El amo no entendía muy bien lo que el gato le pedía, pero no tenía nadaque perder, así que aceptó. "¡Rápido, Amo! Quítese la ropa y métase en el río." Seacercaban carruajes reales, era el rey y su hija. En el momento que se acercaban el gatochilló: "¡Socorro! ¡Socorro! ¡El marqués Carrabás se ahoga! ¡Ayuda!". El rey atraído porlos chillidos del gato se acercó a ver lo que pasaba. La princesa se quedó asombrada de la belleza del marqués. Se vistió el marqués y se subió a la carroza. El gato con botas,adelantándose siempre a las cosas, corrió a los campos del pueblo y pidió a los del puebloque dijeran al rey que las campos eran del marqués y así ocurrió. Lo único que le falta a miamo -dijo el gato- es un castillo, así que se acordó del castillo del ogro y decidió acercarse ahablar con él. "¡Señor Ogro!, me he enterado de los poderes que usted tiene, pero yo no melo creo así que he venido a ver si es verdad." El ogro enfurecido de la incredulidad del gato,cogió aire y ¡zás! se convirtió en un feroz león. "Muy bien, -dijo el gato- pero eso era fácil, porque tú eres un ogro, casi tan grande como un león. Pero, ¿a que no puedes convertirte enalgo pequeño? En una mosca, no, mejor en un ratón, ¿puedes? El ogro sopló y se convirtióen un pequeño ratón y antes de que se diera cuenta ¡zás! el gato se abalanzó sobre él y se locomió. En ese instante sintió pasar las carrozas ysalió a la puerta chillando: "¡Amo, Amo! Vamos,entrad." El rey quedó maravillado de todas las posesiones del marqués y le propuso que se casaracon su hija y compartieran reinos. Él aceptó ydesde entonces tanto el gato como el marquésvivieron felices y comieron perdices.

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    11) SOLDADITO DE PLOMO

    Había una vez un juguetero que fabricó un ejército de soldaditos de plomo, muy derechos yelegantes. Cada uno llevaba un fusil al hombro, una chaqueta roja, pantalones azules y un

    sombrero negro alto con una insignia dorada al frente. Al juguetero no le alcanzó el plomo para el último soldadito y lo tuvo que dejar sin una pierna.Pronto, los soldaditos se encontraban en la vitrina de una tienda de juguetes. Un señor loscompró para regalárselos a su hijo de cumpleaños. Cuando el niño abrió la caja, en presencia de sus hermanos, el soldadito sin pierna le llamó mucho la atención.El soldadito se encontró de pronto frente a un castillo de cartón con cisnes flotando a sualrededor en un lago de espejos.Frente a la entrada había una preciosa bailarina de papel. Llevaba una falda rosada de tul yuna banda azul sobre la que brillaba una lentejuela. La bailarina tenía los brazos alzados yuna pierna levantada hacia atrás, de tal manera que no se le alcanzaba a ver. ¡Era muyhermosa!"Es la chica para mí", pensó el soldadito de plomo, convencido de que a la bailarina lefaltaba una pierna como a él. Esa noche, cuando ya todos en la casa se habían ido a dormir,los juguetes comenzaron a divertirse. El cascanueces hacía piruetas mientras que los demás juguetes bailaban y corrían por todas partes.Los únicos juguetes que no se movían eran el soldadito de plomo y la hermosa bailarina de papel. Inmóviles, se miraban el uno al otro. De repente, dieron las doce de la noche. La tapade la caja de sorpresas se abrió y de ella saltó un duende con expresión malvada.-¿Tú qué miras, soldado? -gritó. El soldadito siguió con la mirada fija al frente.-Está bien. Ya verás lo que te pasará mañana -anunció el duende.A la mañana siguiente, el niño jugó un rato con su soldadito de plomo y luego lo puso en el borde de la ventana, que estaba abierta. A lo mejor fue el viento, o quizás fue el duendemalo, lo cierto es que el soldadito de plomo se cayó a la calle.El niño corrió hacia la ventana, pero desde el tercer piso no se alcanzaba a ver nada.-¿Puedo bajar a buscar a mi soldadito? -preguntó el niño a la criada. Pero ella se negó, puesestaba lloviendo muy fuerte para que el niño saliera. La criada cerró la ventana y el niñotuvo que resignarse a perder su juguete.Afuera, unos niños de la calle jugaban bajo la lluvia. Fueron ellos quienes encontraron alsoldadito de plomo cabeza abajo, con el fusil clavado entre dos adoquines.-¡Hagámosle un barco de papel! -gritó uno de los chicos. Llovía tan fuerte que se habíaformado un pequeño río por los bordes de las calles. Los chicos hicieron un barco con unviejo periódico, metieron al soldadito allí y lo pusieron a navegar.El sodadito permanecía erguido mientras el barquito de papel se dejaba llevar por lacorriente. Pronto se metió en una alcantarilla y por allí siguió navegando."¿A dónde iré a parar?" pensó el soldadito. "El culpable de esto es el duende malo. Claroque no me importaría si estuviera conmigo la hermosa bailarina."En ese momento, apareció una rata enorme.-¡Alto ahí! -gritó con voz chillona-. Págame el peaje.Pero el soldadito de plomo no podía hacer nada para detenerse. El barco de papel siguiónavegando por la alcantarilla hasta que llegó al canal. Pero, ya estaba tan mojado que no pudo seguir a flote y empezó a naufragar. Por fin, el papel se deshizo completamente y el

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    erguido soldadito de plomo se hundió en el agua. Justo antes de llegar al fondo, un pezgordo se lo tragó.-¡Qué oscuro está aquí dentro! -dijo el soldadito de plomo-. ¡Mucho más oscuro que en lacaja de juguetes!El pez, con el soldadito en el estómago, nadó por todo el canal hasta llegar al mar. El

    soldadito de plomo extrañaba la habitación de los niños, los juguetes, el castillo de cartón yextrañaba sobre todo a la hermosa bailarina."Creo que no los volveré a ver nunca más", suspiró con tristeza. El soldadito de plomo notenía la menor idea de dónde se hallaba. Sin embargo, la suerte quiso que unos pescadores pasaran por allí y atraparan al pez con su red.El barco de pesca regresó a la ciudad con su cargamento. Al poco tiempo, el pescado frescoya estaba en el mercado; justo donde hacía las compras la criada de la casa del niño.Después de mirar la selección de pescados, se decidió por el más grande: el que tenía alsoldadito de plomo adentro.La criada regresó a la casa y le entregó el pescado a la cocinera.-¡Qué buen pescado! -exclamó la cocinera.Enseguida, tomó un cuchillo y se dispuso a preparar el pescado para meterlo al horno.-Aquí hay algo duro -murmuró. Luego, llena de sorpresa, sacó al soldadito de plomoLa criada lo reconoció de inmediato.-¡Es el soldadito que se le cayó al niño por la ventana! -exclamó.El niño se puso muy feliz cuando supo que su soldadito de plomo había aparecido. Elsoldadito, por su parte, estaba un poco aturdido. Había pasado tanto tiempo en la oscuridad.Finalmente, se dio cuenta de que estaba de nuevo en casa. En la mesa vio los mismos juguetes de siempre, y también el castillo con el lago de espejos. Al frente estaba la bailarina, apoyada en una pierna. Habría llorado de la emoción si hubiera tenido lágrimas, pero se limitó a mirarla. Ella lo miraba también.De repente, el hermano del niño agarró al soldadito de plomo diciendo:-Este soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna. Además, apesta a pescado.Todos vieron aterrados cómo el muchacho arrojabaal soldadito de plomo al fuego de la chimenea. Elsoldadito cayó de pie en medio de las llamas. Loscolores de su uniforme desvanecían a medida quese derretía. De pronto, una ráfaga de viento arrancóa la bailarina de la entrada del castillo y la llevócomo a un ave de papel hasta el fuego, junto alsoldadito de plomo. Una llamarada la consumió enun segundo.A l mañana siguiente, la criada fue a limpiar lachimenea. En medio de las cenizas encontró un pedazo de plomo en forma de corazón. Al lado,negra como el carbón, estaba la lentejuela de la bailarina. 

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    12) BARBA AZULÉrase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla deoro y plata, muebles tapizados de brocado y carrozas completamente doradas; pero, pordesgracia, aquel hombre tenía la barba azul: aquello le hacía tan feo y tan terrible, que nohabía mujer ni joven que no huyera de él.Una distinguida dama, vecina suya, tenía dos hijas

    sumamente hermosas. Él le pidió una en matrimonio, y dejó a su elección que le diera laque quisiera. Ninguna de las dos quería y se lo pasaban la una a la otra, pues no se sentíancapaces de tomar por esposo a un hombre que tuviera la barba azul. Lo que tampoco lesgustaba era que se había casado ya con varias mujeres y no se sabía qué había sido de ellas.Barba Azul, para irse conociendo, las llevó con su madre, con tres o cuatro de sus mejoresamigas y con algunos jóvenes de la localidad a una de sus casas de campo, donde sequedaron ocho días enteros. Todo fueron paseos, partidas de caza y de pesca, bailes yfestines, meriendas: nadie dormía, y se pasaban toda la noche gastándose bromas unos aotros. En fin, todo resultó tan bien, que a la menor de las hermanas empezó a parecerle queel dueño de la casa ya no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy honesto.En cuanto regresaron a la ciudad se consumó el matrimonio.Al cabo de un mes Barba Azul dijo a su mujer que tenía que hacer un viaje a provincias, por lo menos de seis semanas, por un asunto importante; que le rogaba que se divirtieramucho durante su ausencia, que invitara a sus amigas, que las llevara al campo si quería yque no dejase de comer bien.-Éstas son -le dijo- las llaves de los dos grandesguardamuebles; éstas, las de la vajilla de oro y plata que no se saca a diario; éstas, las demis cajas fuertes, donde están el oro y la plata; ésta, la de los estuches donde están las pedrerías, y ésta, la llave maestra de todos las habitaciones de la casa. En cuanto a estallavecita, es la del gabinete del fondo de la gran galería del piso de abajo: abrid todo, andad por donde queráis, pero os prohibo entrar en ese pequeño gabinete, y os lo prohibo de talsuerte que, si llegáis a abrirlo, no habrá nada que no podáis esperar de mi cólera.Ella prometió observar estrictamente cuanto se le acababa de ordenar, y él, después de besarla, sube a su carroza y sale de viaje.Las vecinas y las amigas no esperaron que fuesena buscarlas para ir a casa de la recién casada, de lo impacientes que estaban por ver todaslas riquezas de su casa, pues no se habían atrevido a ir cuando estaba el marido, porque su barba azul les daba miedo.Y ahí las tenemos recorriendo en seguida las habitaciones, losgabinetes, los guardarropas, todos a cual más bellos y ricos. Después subieron a losguardamuebles, donde no dejaban de admirar la cantidad y la belleza de las tapicerías, delas camas, de los sofás, de los bargueños, de los veladores, de las mesas y de los espejos,donde se veía uno de cuerpo entero, y cuyos marcos, unos de cristal, otros de plata y otrosde plata recamada en oro, eran los más hermosos y magníficos que se pudo ver jamás. No paraban de exagerar y envidiar la suerte de su amiga, que sin embargo no se divertía a lavista de todas aquellas riquezas, debido a la impaciencia que sentía por ir a abrir el gabinetedel piso de abajo.Se vio tan dominada por la curiosidad, que, sin considerar que era unadescortesía dejarlas solas, bajó por una pequeña escalera secreta, y con tal precipitación,que creyó romperse la cabeza dos o tres veces.Al llegar a la puerta del gabinete, se detuvoun rato, pensando en la prohibición que su marido le había hecho, y considerando que podría sucederle alguna desgracia por ser desobediente; pero la tentación era tan fuerte, queno pudo resistirla: cogió la llavecita y, temblando, abrió la puerta del gabinete.Al principio no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas; después de algunosmomentos empezó a ver que el suelo estaba completamente cubierto de sangre coagulada, yque en la sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas que estaban atadas a

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    las paredes (eran todas las mujeres con las que Barba Azul se había casado y que habíadegollado una tras otra). Creyó que se moría de miedo, y la llave del gabinete, que acababade sacar de la cerradura, se le cayó de las manos.Después de haberse recobrado un poco,recogió la llave, volvió a cerrar la puerta y subió a su habitación para reponerse un poco; pero no lo conseguía, de lo angustiada que estaba.Habiendo notado que la llave estaba

    manchada de sangre, la limpió dos o tres veces, pero la sangre no se iba; por más que lalavaba e incluso la frotaba con arena y estropajo, siempre quedaba sangre, pues la llaveestaba encantada y no había manera de limpiarla del todo: cuando se quitaba la sangre deun sitio, aparecía en otro.Barba Azul volvió aquella misma noche de su viaje y dijo que había recibido cartas en elcamino que le anunciaban que el asunto por el cual se había ido acababa de solucíonarse asu favor. Su mujer hizo todo lo que pudo por demostrarle que estaba encantada de su prontoregreso.Al día siguiente, él le pidió las llaves, y ella se las dio, pero con una mano tantemblorosa, que él adivinó sin esfuerzo lo que había pasado.

    -¿Cómo es que -le dijo- la llave del gabinete no está con las demás?-Se me habrá quedado arriba en la mesa -contestó.-No dejéis de dármela en seguida -dijo Barba Azul.Después de aplazarlo varias veces, no tuvo más remedio que traer la llave.Barba Azul, habiéndola mirado, dijo a su mujer:-¿Por qué tiene sangre esta llave?-No lo sé -respondió la pobre mujer, más pálida que la muerte.-No lo sabéis -prosiguió Barba Azul-; pues yo sí lo sé: habéis querido entrar en elgabinete. Pues bien, señora, entraréis en él e iréis a ocupar vuestro sitio al lado de lasdamas que habéis visto.

    Ella se arrojó a los pies de su marido, llorando y pidiéndole perdón con todas las muestrasde un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Hermosa y afligida comoestaba, hubiera enternecido a una roca; pero Barba Azul tenía el corazón más duro que unaroca.

    -Señora, debéis de morir -le dijo-, y ahora mismo.-Ya que he de morir -le respondió, mirándole con los ojos bañados en lágrimas-, dadmeun poco de tiempo para encomendarme a Dios.-Os doy medio cuarto de hora -prosiguió Barba Azul-, pero ni un momento más.Cuando se quedó sola, llamó a su hermana y le dijo:-Ana, hermana mía (pues así se llamaba), por favor, sube a lo más alto de la torre paraver si vienen mis hermanos; me prometieron que vendrían a verme hoy, y, si los ves,hazles señas para que se den prisa.Su hermana Ana subió a lo alto de la torre y la pobre aflígida le gritaba de cuando encuando:-Ana, hermana Ana, ¿no ves venir a nadie?Y su hermana Ana le respondía:-No veo más que el sol que polvorea y la hierba que verdea.Entre tanto Barba Azul, que llevaba un gran cuchillo en la mano, gritaba con todas susfuerzas a su mujer:-¡Baja en seguida o subiré yo a por ti!-Un momento, por favor -le respondía su mujer; y en seguida gritaba bajito:-Ana, hermana Ana, ¿no ves venir a nadie?

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    Y su hermana Ana respondía:-No veo más que el sol que polvorea y la hierba que verdea.-¡Vamos, baja en seguida -gritaba Barba Azul- o subo yo a por ti!-Ya voy -respondía su mujer, y luego preguntaba a su hermana:-Ana, hermana Ana, ¿no ves venir a nadie?

    -Veo -respondió su hermana- una gran polvareda que viene de aquel lado.-¿Son mis hermanos?-¡Ay, no, hermana! Es un rebaño de ovejas.-¿Quieres bajar de una vez? -gritaba Barba Azul.-Un momento -respondía su mujer; y luego volvía a preguntar:-Ana, hermana Ana, ¿no ves venir a nadie?-Veo -respondió- dos caballeros que se dirigen hacia aquí, pero todavía están muy lejos.-¡Alabado sea Dios! -exclamó un momento después-. Son mis hermanos; estoyhacíéndoles todas las señas que puedo para que se den prisa.Barba Azul se puso a gritar tan fuerte, que toda la casa tembló.La pobre mujer bajó y fue a arrojarse a sus pies, toda llorosa y desmelenada.-Es inútil -dijo Barba Azul-, tienes que morir.Luego, cogiéndola con una mano por los cabellos y levantando el gran cuchillo con laotra, se dispuso a cortarle la cabeza.La pobre mujer, volviéndose hacia él y mirándolo con ojos desfallecientes, le rogó quele concediera un minuto para recogerse.- No, no -dijo-, encomiéndate a Dios.Y, levantando el brazo...En aquel momento llamaron tan fuerte a la puerta, que Barba Azul se detuvo bruscamente; tan pronto como la puerta se abrió vieron entrar a dos caballeros que,espada en mano, se lanzaron directos hacia Barba Azul. Él reconoció a los hermanos desu mujer, el uno dragón y el otro mosquetero, así que huyó en seguida para salvarse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo atraparon antes de que pudiera alcanzar la salida. Le atravesaron elcuerpo con su espada y lo dejaron muerto.La pobre mujer estaba casi tan muerta comosu marido y no tenía fuerzas para levantarsey abrazar a sus hermanos.Sucedió que Barba Azul no tenía herederos,y así su mujer se convirtió en la dueña detodos sus bienes. Empleó una parte en casara su hermana Ana con un jovengentilhombre que la amaba desde hacíamucho tiempo; empleó la otra parte encomprar cargos de capitán para sus doshermanos; y el resto en casarse ella tambiéncon un hombre muy honesto, que le hizoolvidar los malos ratos que había pasado conBarba Azul.

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    13) EL COFRE VOLADORÉrase una vez un comerciante tan rico, que habría podido empedrar toda la callecon monedas de plata, y aún casi un callejón por añadidura; pero se guardó dehacerlo, pues el hombre conocía mejores maneras de invertir su dinero, y cuando

    daba un ochavo era para recibir un escudo. Fue un mercader muy listo... y luegomurió.Su hijo heredó todos sus caudales, y vivía alegremente: todas las nochesiba al baile de máscaras, hacía cometas con billetes de banco y arrojaba al agua panecillos untados de mantequilla y lastrados con monedas de oro en vez de piedras. No es extraño, pues, que pronto se terminase el dinero; al fin a nuestromozo no le quedaron más de cuatro perras gordas, y por todo vestido, unaszapatillas y una vieja bata de noche. Sus amigos lo abandonaron; no podían ya ir juntos por la calle; pero uno de ellos, que era un bonachón, le envió un viejocofre con este aviso: «¡Embala!». El consejo era bueno, desde luego, pero comonada tenía que embalar, se metió él en el baúl.Era un cofre curioso: echaba a

    volar en cuanto se le apretaba la cerradura. Y así lo hizo; en un santiamén, elmuchacho se vio por los aires metido en el cofre, después de salir por lachimenea, y montóse hasta las nubes, vuela que te vuela. Cada vez que el fondodel baúl crujía un poco, a nuestro hombre le entraba pánico; si se desprendiesenlas tablas, ¡vaya salto! ¡Dios nos ampare!De este modo llegó a tierra de turcos.Escondiendo el cofre en el bosque, entre hojarasca seca, se encaminó a la ciudad;no llamó la atención de nadie, pues todos los turcos vestían también bata y pantuflos. Encontróse con un ama que llevaba un niño:-Oye, nodriza -le preguntó-, ¿qué es aquel castillo tan grande, junto a la ciudad, con ventanas tanaltas?-Allí vive la hija del Rey -respondió la mujer-. Se le ha profetizado quequien se enamore de ella la hará desgraciada; por eso no se deja que nadie se leacerque, si no es en presencia del Rey y de la Reina.-Gracias -dijo el hijo delmercader, y volvió a su bosque. Se metió en el cofre y levantó el vuelo; llegó altejado del castillo y se introdujo por la ventana en las habitaciones de la princesa.Estaba ella durmiendo en un sofá; era tan hermosa, que el mozo no pudoreprimirse y le dio un beso. La princesa despertó asustada, pero él le dijo que erael dios de los turcos, llegado por los aires; y esto la tranquilizó. sentaro uno juntoal otro, y el mozo se puso a contar historias sobre los ojos de la muchacha: erancomo lagos oscuros y maravillosos, por los que los pensamientos nadaban cualondinas; luego historias sobre su frente, que comparó con una montaña nevada,llena de magníficos salones y cuadros; y luego le habló de la cigüeña, que trae alos niños pequeños.Sí, eran unas historias muy hermosas, realmente. Luego pidióa la princesa si quería ser su esposa, y ella le dio el sí sin vacilar.-Pero tendrásque volver el sábado -añadió-, pues he invitado a mis padres a tomar el té.Estarán orgullosos de que me case con el dios de los turcos. Pero mira derecordar historias bonitas, que a mis padres les gustan mucho. Mi madre las prefiere edificantes y elevadas, y mi padre las quiere divertidas, pues le gusta

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    reírse.-Bien, no traeré más regalo de boda que mis cuentos -respondió él, y sedespidieron; pero antes la princesa le regaló un sable adornado con monedas deoro. ¡Y bien que le vinieron al mozo!Se marchó en volandas, se compró unanueva bata y se fue al bosque, donde se puso a componer un cuento. Debía estarlisto para el sábado, y la cosa no es tan fácil.Y cuando lo tuvo terminado, era ya

    sábado.El Rey, la Reina y toda la Corte lo aguardaban para tomar el té encompañía de la princesa. Lo recibieron con gran cortesía.-¿Vas a contarnos uncuento – le preguntó la Reina-, uno que tenga profundo sentido y sea instructivo?-Pero que al mismo tiempo nos haga reír -añadió el Rey.- De acuerdo -respondíael mozo, y comenzó su relato. Y ahora, atención.«Érase una vez un haz defósforos que estaban en extremo orgullosos de su alta estirpe; su árbolgenealógico, es decir, el gran pino, del que todos eran una astillita, había sido unañoso y corpulento árbol del bosque. Los fósforos se encontraban ahora entre unviejo eslabón y un puchero de hierro no menos viejo, al que hablaban de lostiempos de su infancia‖.-¡Sí, cuando nos hallábamos en la rama verde -decían-estábamos realmente en una rama verde! Cada amanecer y cada atardecerteníamos té diamantino: era el rocío; durante todo el día nos daba el sol, cuandono estaba nublado, y los pajarillos nos contaban historias. Nos dábamos cuenta deque éramos ricos, pues los árboles de fronda sólo van vestidos en verano; encambio, nuestra familia lucía su verde ropaje, lo mismo en verano que eninvierno. Mas he aquí que se presentó el leñador, la gran revolución, y nuestrafamilia se dispersó. El tronco fue destinado a palo mayor de un barco de alto bordo, capaz de circunnavegar el mundo si se le antojaba; las demás ramas pasaron a otros lugares, y a nosotros nos ha sido asignada la misión de

    suministrar luz a la baja plebe; por eso, a pesar de ser gente distinguida, hemosvenido a parar a la cocina.-Mi destino ha sido muy distinto -dijo el puchero acuyo lado yacían los fósforos-. Desde el instante en que vine al mundo, todo hasido estregarme, ponerme al fuego y sacarme de él; yo estoy por lo práctico, y,modestia aparte, soy el número uno en la casa, Mi único placer consiste,terminado el servicio de mesa, en estarme en mi sitio, limpio y bruñido,conversando sesudamente con mis compañeros; pero si exceptúo el balde, que devez en cuando baja al patio, puede decirse que vivimos completamente retirados. Nuestro único mensajero es el cesto de la compra, pero ¡se exalta tanto cuandohabla del gobierno y del pueblo!; hace unos días un viejo puchero de tierra se

    asustó tanto con lo que dijo, que se cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Yoos digo que este cesto es un revolucionario; y si no, al tiempo.-¡Hablasdemasiado! -intervino el eslabón, golpeando el pedernal, que soltó una chispa-.¿No podríamos echar una cana al aire, esta noche?-Sí, hablemos -dijeron losfósforos-, y veamos quién es el más noble de todos nosotros.-No, no me gustahablar de mi persona -objetó la olla de barro-. Organicemos una velada. Yoempezaré contando la historia de mi vida, y luego los demás harán lo mismo; así

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    no se embrolla uno y resulta más