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11 NÚM. 9 | OCTUBRE | 2012 PUERTAS ADENTRO CRISTÓBAL COLÓN PODRÍA SER REPUTADO POR PROTOTIPO DEL ARTISTA O DEL POETA ROMÁNTICO. ERA EL EXPLORADOR QUE SE HABÍA AVENTURADO EN UN MUNDO TOTALMENTE NUEVO, EL VISIONARIO CUYA MIRADA HABÍA SOBREPASADO LOS LÍMITES CONOCIDOS, EL HOMBRE DE GENIO INCOMPRENDIDO POR SUS CONTEMPORÁNEOS, PERO MERECEDOR POR PARTE DE SUS PÓSTERES DE LA GLORIA QUE SE LE HABÍA REHUSADO EN VIDA (FAUSTO RAMÍREZ, CRISTÓBAL COLÓN , ESCULTURA DE MANUEL VILAR”, EN CATÁLOGO COMENTADO DEL ACERVO DEL MUSEO NACIONAL DE ARTE , 2001, P. 156). 1908 El 16 de diciembre de 1908 nació en Anglés, Gerona, España, Remedios Varo, pintora que en México desarrolló una importante obra plástica surrealista. milenio, fue la razón por la que el complejo fue vendido a la firma WTC. Es en ese momento que el Desembarco de Colón fue almace- nado junto con muchas otras obras que hoy conforman la Colección Suárez A.C. En junio del presente año es cuando la escultura nue- vamente ve la luz para ser digna- mente admirada en la exposición temporal Trascendencia de un mecenazgo. Manuel Suárez (1896- 1987), realizada en el Museo Mural Diego Rivera (INBA) y bajo la coordi- nación general de Montserrat Sán- chez Soler, titular del recinto. Al la fecha, consideramos como un acierto la unión de las volunta- des entre el maestro Miguel Fernán- dez Félix, director del Museo Nacio- nal de Arte, y la Colección Suárez A.C., presidida por el Ing. Marcos Manuel Suárez Ruíz y el Lic. Pablo Suárez Gerard -hijo y nieto respec- tivamente de Don Manuel-, para lle- var a cabo el préstamo en comoda- to de la escultura, siendo su nuevo “desembarco” el Munal para el gozo y estudio del público visitante. TOCAR TIERRA Respecto a la obra, es patente la genial pericia del desconocido au- tor para cincelar a casi una decena de figuras interactuando en un des- embarco, luego del deseoso anhelo por tocar tierra, tras una prolongada aventura en altamar que se expre- sa en el entusiasmo con que pisan tierra y en aquel que se desploma para besar el suelo firme. La figura central, el almirante Cristóbal Colón, eleva su rostro a cielo y con su mano izquierda señala el piso, su ademán es de agradecimiento al “divino” por esta gesta interoceánica sin naufra- gar. El prohombre porta los ropajes característicos con que se empezó a recrear su estampa en las artes vi- suales del siglo XIX túnica con ceñi- dor, cubierto con un tabardo o larga capa suelta que le llega a las panto- rrillas; collar con cruz al pecho, me- dias, zapatillas y un tocado o gorra. La proeza colombina de 1492 está conmemorada como uno de los más grandes acontecimientos de la histo- ria de la humanidad, no obstante que el valeroso navegante genovés murió sin saber que se había topado con el Nuevo Mundo, en este caso pensaba que logró su cometido de consolidar una nueva ruta marítima por el oeste para llegar a Catay (China), Zipango (Japón) y la Indias (que debido a la aparición de América, tuvieron que llamarse las Indias Orientales). La pieza es una obra maestra en su trabajo escultórico y en su minu- ciosa plasticidad, a partir de múltiples detalles finamente logrados tanto en las figuras, como en la representa- ción de la tierra costera tropical; así como en las mercancías que desem- barcan, en el izamiento de la bandera que yerguen sobre la playa (segura- mente el escudo del Reino de Casti- lla); en la divertida representación del cuerpo de agua y en la oleada del mar. Al tiempo, es de gusto fino la re- solución de la compacta carabela que manifiesta en su quilla una serie de motivos vegetales, animales y amor- cillos de abigarrado exotismo propio del gusto del romanticismo decimo- nónico y más próximo, desde nuestro parecer, al simbolismo del tránsito de los siglos XIX y XX. Todos los personajes tienen una agradable dinámica que hace de esta pieza un juego de movimien- tos en diversos sentidos. Una obra de esta magnitud, con tan refinada multiplicidad de figuritas humanas, sólo tiene comparación en el Munal con el bajorrelieve en yeso del insig- ne alumno de Manuel Tolsá, Pedro Patiño Ixtolinque, El rey Wamba re- husa la corona y es amenazado por uno de sus electores (1817). La obra aporta sus virtudes al recorrido y se suma, con su originalidad, a otras piezas con motivos relativos a Co- lón, como La inspiración de Cristó- bal Colón (1856), óleo sobre tela de José María Obregón y que figura en la sala 17; Cristóbal Colón ante los Reyes Católicos (1850), óleo de Juan Cordero en la sala 18; y Cristóbal Colón (1858), monumental yeso de Manuel Vilar presente en la sala 20. Por siglos, la figura de Colón fue desdeñada, sin la atención obligada debido a la envergadura histórica del personaje, fue hasta el siglo XIX cuando a través de las artes y las le- tras se consagró la imagen, bajo la filosofía y la estética del romanticis- mo: vertiente cultural posicionada en el hemisferio occidental.

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Page 1: cristóbal colón - munal.mx · CrIstóbaL CoLón, escultura de Manuel vilar”, en CatáLogo CoMentado deL aCervo deL Museo naCIonaL de arte, 2001, p. 156). ... Al la fecha, consideramos

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Núm. 9 | octubre | 2012p u e r t a s a d e n t r o

cristóbal colón podría ser reputado por prototipo del artista o del poeta roMántico. era el explorador que se había aventurado en un Mundo totalMente nuevo, el visionario cuya Mirada había sobrepasado los líMites conocidos, el hoMbre de genio incoMprendido por sus conteMporáneos, pero Merecedor por parte de sus pósteres de la gloria que se le había rehusado en vida (fausto raMírez, CrIstóbaL CoLón, escultura de Manuel vilar”, en CatáLogo CoMentado deL aCervo deL Museo naCIonaL de arte, 2001, p. 156).

1908El 16 de diciembre de 1908 nació en Anglés, Gerona, España, remedios Varo, pintora que en México desarrolló una importante obra plástica surrealista.

milenio, fue la razón por la que el complejo fue vendido a la firma WTC. Es en ese momento que el Desembarco de Colón fue almace-nado junto con muchas otras obras que hoy conforman la Colección Suárez A.C. En junio del presente año es cuando la escultura nue-vamente ve la luz para ser digna-mente admirada en la exposición temporal Trascendencia de un mecenazgo. Manuel Suárez (1896-1987), realizada en el Museo Mural Diego Rivera (inBa) y bajo la coordi-nación general de Montserrat Sán-chez Soler, titular del recinto.

Al la fecha, consideramos como un acierto la unión de las volunta-des entre el maestro Miguel Fernán-dez Félix, director del Museo Nacio-nal de Arte, y la Colección Suárez A.C., presidida por el Ing. Marcos Manuel Suárez Ruíz y el Lic. Pablo Suárez Gerard -hijo y nieto respec-tivamente de Don Manuel-, para lle-var a cabo el préstamo en comoda-to de la escultura, siendo su nuevo

“desembarco” el Munal para el gozo y estudio del público visitante.

toCAR tiERRA

Respecto a la obra, es patente la genial pericia del desconocido au-tor para cincelar a casi una decena de figuras interactuando en un des-embarco, luego del deseoso anhelo por tocar tierra, tras una prolongada aventura en altamar que se expre-sa en el entusiasmo con que pisan tierra y en aquel que se desploma para besar el suelo firme. La figura central, el almirante Cristóbal Colón, eleva su rostro a cielo y con su mano izquierda señala el piso, su ademán es de agradecimiento al “divino” por esta gesta interoceánica sin naufra-gar. El prohombre porta los ropajes característicos con que se empezó a recrear su estampa en las artes vi-suales del siglo xix túnica con ceñi-dor, cubierto con un tabardo o larga capa suelta que le llega a las panto-rrillas; collar con cruz al pecho, me-dias, zapatillas y un tocado o gorra.

La proeza colombina de 1492 está conmemorada como uno de los más grandes acontecimientos de la histo-ria de la humanidad, no obstante que

el valeroso navegante genovés murió sin saber que se había topado con el Nuevo Mundo, en este caso pensaba que logró su cometido de consolidar una nueva ruta marítima por el oeste para llegar a Catay (China), Zipango (Japón) y la Indias (que debido a la aparición de América, tuvieron que llamarse las Indias Orientales).

La pieza es una obra maestra en su trabajo escultórico y en su minu-ciosa plasticidad, a partir de múltiples detalles finamente logrados tanto en las figuras, como en la representa-ción de la tierra costera tropical; así como en las mercancías que desem-barcan, en el izamiento de la bandera que yerguen sobre la playa (segura-mente el escudo del Reino de Casti-lla); en la divertida representación del cuerpo de agua y en la oleada del

mar. Al tiempo, es de gusto fino la re-solución de la compacta carabela que manifiesta en su quilla una serie de motivos vegetales, animales y amor-cillos de abigarrado exotismo propio del gusto del romanticismo decimo-nónico y más próximo, desde nuestro parecer, al simbolismo del tránsito de los siglos xix y xx.

Todos los personajes tienen una agradable dinámica que hace de esta pieza un juego de movimien-tos en diversos sentidos. Una obra de esta magnitud, con tan refinada multiplicidad de figuritas humanas, sólo tiene comparación en el Munal con el bajorrelieve en yeso del insig-ne alumno de Manuel Tolsá, Pedro Patiño Ixtolinque, El rey Wamba re-husa la corona y es amenazado por uno de sus electores (1817). La obra

aporta sus virtudes al recorrido y se suma, con su originalidad, a otras piezas con motivos relativos a Co-lón, como La inspiración de Cristó-bal Colón (1856), óleo sobre tela de José María Obregón y que figura en la sala 17; Cristóbal Colón ante los Reyes Católicos (1850), óleo de Juan Cordero en la sala 18; y Cristóbal Colón (1858), monumental yeso de Manuel Vilar presente en la sala 20.

Por siglos, la figura de Colón fue desdeñada, sin la atención obligada debido a la envergadura histórica del personaje, fue hasta el siglo xix cuando a través de las artes y las le-tras se consagró la imagen, bajo la filosofía y la estética del romanticis-mo: vertiente cultural posicionada en el hemisferio occidental.