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Corazón de GuerreraSecuestrada por el líder de la mafia

Lana Stone

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No juzgues a una persona por sus cicatrices antes de conocer su batalla.

Las cicatrices no hablan del pasado.

Tan solo dicen cómo terminó.

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Contenido

Página del títuloEpígrafe123456789101112131415161718192021222324252627282930EpílogoAgradecimientos

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1

Zoey

Cubrí con corrector un error del expediente clínico del último paciente del día y coloqué minombre en cursiva debajo: Zoey Amber.

Aunque debería alegrarme por el término de la jornada, el turno había sido pesado, así que noestaba del todo contenta. Vivía para mi trabajo, literalmente. Trabajar en el Centro de CuidadoAnimal me había brindado la paz que tanto deseaba, sin embargo, ¿a quién estaba engañando? Eltrabajo tan solo cubría las sombras más profundas, los animales calmaban mis pensamientossalvajes, pero, al final, todo terminaba apenas abandonaba la clínica. Mi pasado era una manchaen mi alma que no podía cubrir con corrector.

Zoey, ¡contrólate!La veterinaria cerraba a las diez de la noche, pero estaba pensando en trabajar horas extras, lo

cual me salvaría de estar sola en mi apartamento rompiéndome la cabeza. En lugar de eso, podríaquedarme frente a la jaula de Meera y extender mi saco de dormir, para así asegurarme de que laperra pasara bien la noche.

Escuché un ruido espeluznante provenir del consultorio.—Jefa, ¿podría ayudarme? —preguntó mi colega Jake. Solía llamarme jefa, a pesar de que tan

solo estaba un semestre más avanzada que él y que hacíamos juntos nuestras prácticas en laveterinaria.

—Prueba con el paté de pescado —sugerí desde la oficina.—Lo haría, si tuviera una mano libre —respondió Jake, con una risa nerviosa.

Dejé el expediente de lado y entré al consultorio para ayudarle.Jake me echó una mirada de agradecimiento mientras sostenía entre sus brazos al pequeño

gatito, fuerte como un tigre y rápido como un águila.—Ven aquí, Kitty —susurré, extendiendo los brazos. Jake me dio a la gatita, quien no parecía

nada contenta con su esterilización. Antes de que la pequeña gata pudiera sacar sus garras, yo yahabía encontrado el único lugar que podía convertir a cualquier felino salvaje en un mininoronroneando.

—Vaya, sí que tienes buena mano para los animales, Zoey —suspiró Jake. Se apartó el largoflequillo negro de la cara mientras observaba cómo sostenía a Kitty.

—Tú también. Tan solo necesitas algo de práctica —sonreí, sabiendo exactamente cómo sesentía. Jake tan solo hizo un par de semanas de experiencia práctica, mientras yo escribía mi tesis.Las primeras semanas también fueron duras para mí, especialmente debido a mi traslado deSeattle a Nueva York.

Me sacudí los pensamientos del pasado como si se trataran de gotas de agua sobre cabellomojado.

—Entonces, Kitty, ahora te pondremos el collarín y luego todos podremos irnos a casa. ¿Qué teparece? —le pregunté a la gatita, que tan solo se interesaba por mi dedo rascándole detrás de laoreja.

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Indiqué con un asentimiento a Jake para que le colocara el collarín. —Lentamente, ¿vale?—Entendido —respondió. Gentilmente colocó el collarín a Kitty, y después, ocurrió. Jake se

volvió instintivamente a un lado y estornudó cual león de montaña rugiendo. Kitty, que no podíaver mucho con el collarín puesto pero cuya forma de embudo duplicaba los sonidos, estaba tanasustada como yo.

Cuando me recuperé del susto, sentía un ardor en el brazo izquierdo, justo donde las garras deKitty continuaban clavadas en mi piel. Antes de quitármelas, respiré hondo y esperé a que Kittytambién se calmara. Quemaba dolorosamente, pero después de unos años una llegaba aacostumbrarse a todo. A las garras afiladas, a los colmillos aún más filosos, a animales traviesosque en realidad se portaban bien y, casi, a la horrible sensación que surgía cuando ya no podíasayudar más a un animal.

—¡Vaya! Me tomó desprevenido, lo siento —se disculpó Jake varias veces.—Está bien —le dije. —Guardemos a Kitty otra vez.Me armé de valor y, apretando los dientes, retiré sus garras para volver a poner a Kitty dentro

de su jaula.Jake miraba preocupado mi brazo sangriento. Aunque con todos sus pírsines, cabello largo y

piel pálida Jake parecía un gótico rudo, era uno de los tipos más amables que conocía.—Se ve doloroso —dijo Jake, examinando mi brazo herido más de cerca.¡Quema como el fuego del infierno!—No te preocupes, suele pasar. Aun así, debería desinfectarlo —dije tranquilamente. Sabía que

Jake se estaba culpando a sí mismo y que su error lo perseguiría hasta en sus pesadillas, por loque no quería atormentarlo aún más.

—Puedo hacerlo por ti, si quieres —ofreció Jake su ayuda y asentí.—Claro. Mantendré la calma incluso sin paté de pescado, lo prometo —dije con una sonrisa.Agradecido de poder compensar su error y de que yo estuviera bromeando nuevamente, Jake

rebuscó en el armario una solución desinfectante, algodón y una venda. Por mi parte, me dejé caersobre el respaldo del banquillo blanco.

Con la mayor concentración, Jake trató mis rasguños. Le dije:—Cuando quieras estornudar, presiona la lengua contra el paladar. Eso suprime el reflejo.—¿En serio? Lo pensaré la próxima vez, lo prometo.—Genial, es un alivio para mi existencia —sonreí de nuevo.Jake me miró brevemente.¿Se habría dado cuenta que mi risa no era real, sino una máscara, como tantas otras veces?Una máscara y pesadillas es lo único que había traído conmigo ir de Seattle a Nueva York.—¿En serio todo está bien? —me preguntó Jake, y me incorporé de un salto.—Claro, todo está perfecto —sonreí. Después, tomé el expediente clínico de Kitty que estaba

bajo un portapapeles, y fui a la sala de espera a llamar a la señora Flemming para que entrara alconsultorio.

Como Kitty era nuestra última paciente del día, la sala de espera estaba vacía, a excepción dela pequeña anciana. Cuando me vio, se levantó de un salto del asiento. Su cabello grisáceo y gafasredondas me recordaban a mi abuela, o al menos, a los recuerdos que aún tenía de ella. Laconstante soledad del presente comenzó a entrometerse en mi corazón, así que abandoné aquellospensamientos.

—¿Todo está bien? —preguntó preocupada.—Por supuesto —respondí. —Kitty se encuentra muy bien y en un par de días se recuperará.—Oh, ¡qué suerte! —exclamó la señora Flemming alegremente. Juntó las palmas de las manos y

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las extendió agradecida hacia el cielo. Cuando hubo terminado su silenciosa oración deagradecimiento, me miró con curiosidad. —¿Se portó bien Kitty?

—Sí, es una gatita encantadora —respondí, ignorando el vendaje en mi brazo.Llevé a la dueña de Kitty al consultorio y cuidadosamente coloqué la jaula sobre la mesa

cromada de examinación.—Kitty tiene permitido beber tanto como ella desee, pero debe esperar hasta mañana para darle

alimentos sólidos, comenzando por algo suave, como pollo —le dije.Mientras discutía los detalles con la señora Flemming, Jake le agendó una nueva cita para el

final de la próxima semana. Para entonces, la pequeña herida debería haber sanado y podríamosretirar los puntos.

—¡Muchas, muchas gracias por haber cuidado tan bien de mi Kitty!—Ha sido un placer. Y si necesita algo, no dude en llamarnos. Estamos disponibles a todas

horas, incluso de noche.Acompañé a la señora Flemming a la puerta, ya era bien entrada la noche, aunque en Nueva

York nunca oscureciera realmente y el tráfico continuara latiendo. Kitty y su dueña abordaron elsiguiente taxi y yo me preguntaba cómo pasaría el resto de la noche. De nuevo, ¿únicamente encompañía de nuestros pacientes de cuatro patas? A la larga eso no era saludable, así que decidíllamar a mi mejor amiga Lory. Una noche de chicas me animaría. Tomé mi teléfono del bolsillo demi abrigo y seleccioné el último número al que había llamado. El cincuenta por ciento de lasveces, este correspondía al número de Lory, de lo contrario, se trataba del servicio a domicilio deCity Wok. Después del segundo timbre, contestó.

—¡Hagamos un trío! Tú, yo y una copa de Ben&Jerrys —dije sin preámbulos.—Pensé que tenías una vida sexual de nuevo —respondió Lory riendo.Muy graciosa.Entonces, Lory continuó: —Bueno, en realidad quería pasar la noche con Joel.Podía escuchar en su tono de voz que mi llamada, en esos momentos, no era conveniente.—Oh, no hay problema —suspiré.—¿Es tan malo? —preguntó Lory seriamente.Sí.—No, todo bien. Tendré una noche tranquila. —Traté de sonar fuerte y confiada, pero fallé.

Lory me lo había notado. Como siempre.—De ninguna manera te vas a sentar en el sofá a llorar y a compadecerte de ti misma. Nos

vemos en el Mellow.¿Realmente debería privar a Lory de pasar una noche a solas con su novio? Verdaderamente

debería sentirme como un monstruo, como la destructora de la relación, pero tan solo se trataba deJoel, quien lograría pasar una noche sin Lory. Entonces sí, ¡sí debería!

—Eso es muy gentil de tu parte, Lory —le agradecí. Estaba cerca del llanto.—¡Claro! Tú, yo y Joel, será estupendo.¡Mierda!—¿Sigues ahí Zoey?—Sí, aquí estoy. Tan solo me preguntaba… si tengo algo que ponerme.—Cariño, es viernes, el día que llevas tu vestido favorito al trabajo. Joel no te va a comer. No

sé qué tienes en contra suyo.—Tienes razón, nos vemos en treinta minutos. Joel no es mi persona favorita, porque lo eres tú.Lory se despidió con un beso, colgué y guardé el teléfono en el bolsillo de mi abrigo.No era mi persona favorita, eso podía quedarse corto. Sabía que este tipo era una víbora falsa y

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lo odiaba por envolver a mi mejor amiga en sus garras. Sencillamente no podía ver este drama entres actos. Lory era tan gentil, crédula y su corazón tan sensible. Y luego lo puso en manos de estetipo, quien la tiraría en una esquina junto a otro montón de corazones rotos. El corazón de Lory nodebe terminar así, y como su mejor amiga siento la responsabilidad de evitar que eso ocurra.

Rápidamente giré el cartel de la veterinaria a Cerrado y volví con Jake, quien ya estabadesinfectando la mesa de examinación. Le ayudé. Nuestro jefe, el Dr. Harper, había preferidoretirarse a su oficina para revisar las cuentas que Sally, nuestra secretaria, había administradodurante todo el día.

—¿Tienes planes para la noche? —preguntó Jake con curiosidad.—Sí, iré por un trago con mi mejor amiga. —Por un momento pude ver la decepción en su

rostro, sin embargo, estaba demasiado ocupada sintiendo pena por el hecho de tener que soportara Joel por la noche, como para analizarlo.

—Suena genial. Si no tuviera que trabajar mañana, iría contigo.—Veremos qué tan divertido será. Va a traer a su extraño novio. Joel —suspiré. Además,

hubiera preferido pasar la noche en la cómoda sala de Lory que en un club lleno de gente.—¿Parece que no te agrada su novio?—Simplemente no es para Lory.Después de que todos los consultorios estuvieron limpios, me encargué de los instrumentos

usados que estaban dentro de la solución desinfectante. Los coloqué en pequeños recipientes, lossellé y los dejé dentro del esterilizador, para que se desinfectaran durante la noche.

—¿Estás lista? —escuché a Jake preguntar a mis espaldas. Jake se había cambiado de ropa,reemplazando la camisa azul verdoso por una playera de Linkin Park. Estaba apoyado en elmarco de la puerta, sonriéndome.

—Sí, casi. Solo echaré un vistazo rápido a Meera.—Vaya, la perra realmente te ha vuelto loca, ¿no?—Ni que lo digas —dije entusiasmada.Meera era una perrita brillante de raza mixta cuyo destino pendía de un hilo desde hacía tres

días. Había ingerido veneno para ratas frente a un restaurante. Aunque su situación aún era críticay le administrábamos infusiones cada hora, yo creía firmemente que saldría adelante. ¡Meera erauna guerrera!

Me enamoré de ella no solo por sus ojos oscuros, sino porque compartimos un destino similar.Ninguna de las dos tiene familia y estamos solas.

Abrí la jaula en la que estaba acostada la perra y acaricié su suave pelaje. Su cola se agitólevemente. Una señal de vida que me alegró.

—¿Te espero? —preguntó Jake.—No, no es necesario —decliné su propuesta. —No quiero hacerte esperar.—No lo harás. Es tarde, a esta hora hay personas extrañas en los alrededores.—Ay, por favor. Estamos aquí, en Manhattan, no en los barrios oscuros de Mogadiscio —

apacigüé a Jake. Realmente era un buen tipo, aunque frecuentemente demasiado cariñoso.—¿Estás segura? —Aunque Jake apenas era dos años mayor que yo, las líneas de preocupación

en su frente lo hicieron envejecer décadas.—Sí, muy segura. El Mellow Club está tan solo a unas cuadras de distancia y soy una mujer

madura. Puedo cuidarme sola.Jake me sonrió. Yo sabía lo que significaba esa sonrisa. No me creía nada.—Por seguridad, tengo un gas pimienta en mi bolsillo. Quizás a veces puedo ser un poco

ingenua, pero no soy tonta.

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—Zoey, eres impertinente, descarada y hablas sin escrúpulos. Eres ingeniosa y honestamentedespiadada. Eres valiente e impulsiva y a veces demasiado ambiciosa. Pero definitivamente noeres ingenua. —Jake cruzó los brazos frente a su pecho.

Vaya. Su pequeño discurso fue un análisis perfecto de mi comportamiento. No esperaba eso.Pero al menos lo había distraído del tema, por lo que lo dejé así. Yo no necesitaba un guardián.Podía cuidarme sola, así lo había hecho siempre. ¡Y así quería que se quedara por siempre!

—Soy suficientemente madura —repetí mis palabras.—Está bien, eres una mujer adulta —se rindió Jake.—Así es —respondí, feliz de mi pequeña victoria.Meera me miraba con los ojos cansados. De alguna manera, esta perrita se había metido

inmediatamente en mi corazón. Ella no se había rendido, a pesar de todo. Cielos, esta perra merecordaba a mí misma.

Si tan solo pudiera ayudarla de alguna manera… pero no había ninguna cura milagrosa. Ni paraMeera, ni para mí. Pero al menos ambas aún teníamos la esperanza que nadie nos podía arrebatar.

—Tú puedes hacerlo, pequeña. Nos vemos mañana de nuevo. Lo prometo.Me despedí de la perra, acaricié un poco más su pelaje y cerré la puerta de la jaula.Cuando me levanté, vi a Jake aún apoyado en el marco de la puerta.—Te has quedado esperando, Jake —dije asombrada. ¿Cuánto tiempo llevaba Jake

observándome en secreto? ¿Y por qué no había sentido su mirada a mis espaldas?—Es un placer —me volvió a sonreír. Me bloqueó a medio camino, evitando que pasara.—¿Zoey? No es que quiera entrometerme, pero ¿no tienes libre mañana?—Así es. Toda la próxima semana, en realidad. Pero vendré unos minutos a ver a Meera. Se lo

prometí.—Eso es muy dulce de tu parte. Algún día serás una veterinaria fabulosa.—Gracias —respondí sonriente antes de retirarme al vestidor.Me quité el uniforme de trabajo apresuradamente y lo arrojé dentro del cesto de la ropa sin

siquiera revisar los bolsillos, como de costumbre. No quería dejar a Lory esperando.Ella tenía razón, mi vestido favorito me aguardaba en mi casillero. No dejaría que Joel me

arruinara la noche, aun cuando era la persona que más odiaba, así que lo expulsé de mispensamientos.

Saqué de mi taquilla el deslumbrante vestido de verano amarillo y me lo puse. ¡Cuánto megustaba este vestido! Era entallado del pecho a la cintura, y luego se ensanchaba hasta eldobladillo justo por encima de la rodilla.

Sonriendo, acaricié la tela suave, que aún me brindaba la misma hermosa sensación queexperimenté al adquirirlo el verano pasado en una liquidación de una tienda del Bronx.

Así mismo, me solté el pelo, inclinándome y sacudiendo mi cabello castaño rubio. Las puntasme llegaban casi hasta el ombligo y tenían el talento de enredarse de manera imposible con la másligera brisa. Aun así, me encantaba mi larga melena más que nada.

Un último vistazo en el espejo: disipé rápidamente los indicios de ojeras bajo mis ojos verdes.Genial, estaba lista.

Tomé mi bolso del casillero, me lo colgué al hombro y me dirigí hacia el Mellow Club. ¿Quétan mala podría ser una noche con Joel?

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2

DamonNo faltaba mucho para que la situación escalara. Intensa. Devastadora. Fatal.Mierda.Como si no tuviera ya suficientes problemas. En mi pandilla, los Alfas, reinaba el caos y la

tensión. Los primeros cobardes ya habían desertado, pero eso no me molestaba. Selección natural.Devorar o ser devorado. Solo los fuertes sobreviven. Lo que me molestaba era el hecho de que noduraría mucho el frágil armisticio entre nosotros, el reinado de los Dragons y de los Brothers. Eraimposible eludir las señales.

Evidentemente, pronto se desataría el infierno en Hells Kitchen, nuestro barrio neoyorquino.Aquí la ciudad siempre borboteaba, pero ahora estábamos cerca de que la violencia rebosara. Atoda costa, debía evitar que eso pasara. No me permitiría perder todo lo que había logrado a lolargo de los años.

—¿Realmente no tienes idea de cómo sucedió eso con la coca? —le pregunté a Valentinonuevamente.

—¡Qué no, Damon! Lo juro por todo lo que me es sagrado. —Su acento mexicano erainconfundible. Se echó para atrás el largo cabello castaño, que le llegaba hasta los hombros, ycaminó por la habitación. —Tú sabes que tan solo produzco la mejor calidad. Nada de mierda.

—De acuerdo. —No dije nada. No tenía nada más que decir. Valentino Caballo era uno de misconfidentes más cercanos y sin dudas había producido únicamente cocaína de primera clasedurante años. Por él hubiera puesto las manos al fuego.

Me recliné hacia atrás y junté las manos sobre la mesa de caoba. En esta habitación tan solohabía hombres leales.

Dean Barker se sentó a mi izquierda. Frente a él había una lista de cuentas que aún no habíamosdiscutido. Él se encargaba de las finanzas, ya que tenía contactos con bancos e inversores.

Junto a Dean se sentaba el mejor especialista en armas que conocía. Dex Reid, un exsoldado deélite con cabello corto que, a excepción de una cicatriz en el cuello y pesadillas, no habíarecibido nada de la Tierra de la Libertad y la Justicia a cambio de su labor en Medio Oriente.Había encontrado un nuevo trabajo junto a los Alfas.

Al otro lado de la mesa se sentaba Chase West, quien manejaba mis clubs y siempre hacíacontactos con otras pandillas y empresarios.

Y luego estaba David, apoyado casualmente en la pared a mi lado, limpiándose las uñas conuna navaja.

Carajo, desde el inicio, David se había quedado conmigo como nadie. Se había convertido enun hermano para mí, especialmente cuando mi hermano biológico me traicionó.

Juntos hicimos que el clan Alfa fuera lo que es hoy.—Voy a hablar personalmente con los Dragons —dije mirando a Chase.—Claro —asintió Chase. Después me volví hacia Valentino.—Consígueme veinte kilos, se los llevaré a los Dragons como regalo, para que la cosa no

estalle.

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—¡Me encargaré enseguida! —respondió Valentino.—Bien.Cuando se derrumbe el armisticio con los Golden Dragons, significará también el final del

armisticio con los Green Brothers. Tanto los asiáticos como los irlandeses habían vivido aquí pordécadas, y habían establecido relaciones. Aunque yo no era de ninguna manera inferior a los jefes,sabía que una guerra significaría el final para todos nosotros. No podía permitir que llegara tanlejos. Era responsable de cada uno de los Alfas.

—David, tú y Dex descubrirán qué pasó con la cocaína, ¡y quién fue el responsable!Ni una sola persona en el mundo podría soportar un interrogatorio con David y Dex. Nadie.

Creo que siquiera yo podría, si ellos hubieran tenido suficiente tiempo.Chase abrió la boca. —Yo también averiguaré por mis alrededores. Por lo que parece, hay

tensión entre los irlandeses y los asiáticos.—Fantástico —dije con cinismo.—¡Ni que lo digas! Siempre limpiamos el caos provocado por Patrick —respondió David.Una mirada de enfado bastó para callar a David. Ahora no era un buen momento para hablar del

imbécil de mi hermano, con quien no compartía ninguna conexión si no fuera por nuestra malditamadre, cuyo rostro ya no era capaz de recordar desde hacía mucho tiempo. En realidad, no habíaabsolutamente ningún buen momento para hablar de mi hermano.

—¿Hay algo que debería saber? —pregunté.Todos callaron. El ambiente dentro de la habitación se tornó tenso.—¿Ninguna noticia de Godfather? —pregunté más directamente. Negaron con la cabeza.

Godfather era más una leyenda que una persona real, pero tenía mucho maldito poder y yodeseaba hacer negocios con él. Solo que era difícil, ya que las entradas a su casino no eransencillas de conseguir.

—Su gente sabe que en cualquier momento podrían traernos un billete para Villa —dijo Dean.Mi cuartel general era una mezcla de obra negra en ruinas y villa de lujo. Caros muebles de

caoba, pisos de alabastro y costosos óleos en medio de ventanas tapiadas, armarios cubiertos yparedes perforadas con perdigones.

Era casi irónico que el caos a mi alrededor reflejara el aspecto de mi interior, al igual que el deHells Kitchen.

Sí, quien cayera aquí era un alma perdida.—Más tarde me reuniré con alguien en la terminal de autobuses —cambié de tema.—¿Finalmente encontraste a alguien que te consiguiera un Thunderbird?La terminal de autobuses Port Authority era algo así como el centro principal para todo tipo de

vehículos robados e ilegales. Una parte importante de mis ingresos provenía de ahí. A veces, esome hacía sentir como Robin Hood. Al menos, la primera parte de la historia era cierta: yo robabaa los ricos, solo que no distribuía caros autos deportivos y lujosas limosinas entre los pobres, sinoque los vendía. Tan solo era un Robin Hood egoísta.

—Tal vez. No estoy seguro de que podamos confiar en el tipo. Pertenece a los Brothers.—¿Pero? —preguntó David.—No lo sé. Simplemente no confío en este tipo. La oferta es demasiado buena. Además del

Thunderbird, ha nombrado docenas de otros coches muy populares entre nuestros clientes. Ynormalmente los irlandeses compran nuestros vehículos para llevarlos con sus contactos.

—¿Damon? —volvió a intervenir Valentino. —No confías en nadie.—Y bien sabes que hay una maldita buena razón —gruñí. Valentino asintió.Chase West, que había estado escribiendo en el teclado de su BlackBerry durante toda la

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conversación, se aclaró la garganta. —Es posible reunirnos hoy a las ocho de la noche en el DarkRoom.

El Dark Room era un club en los suburbios de Hells Kitchen y, por lo tanto, un sitio neutraldonde regularmente se llevaban a cabo las negociaciones. Cuando los Alfas tan solo éramos mihermano, David y yo, pasé todos los días de los primeros seis meses en el Dark Room, tratandode establecer relaciones.

Maldita sea, había logrado lo que el submundo de Nueva York jamás había hecho: tenía a dospandillas de mi lado. Trabajábamos hombro con hombro. Hasta que mi hermano… olvidémoslo.Todo estaba en el pasado, y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Miré mi reloj. Todavía faltaba media hora antes de que tuviera que dirigirme al Dark Room.Tiempo suficiente para terminar la reunión en paz.

—¿Me dijeron quién vendrá? —pregunté.—Yuki Asai.¿Podría este endemoniado día terminar de una vez por todas?—Hoy no hay ni una sola buena noticia, ¿cierto?—¿Por qué? Te llevas bien con ella. Tener buenas relaciones con la hija del jefe es algo bueno

—dijo Chase, encogiéndose de hombros.—Ese es el maldito problema —maldije. Yuki Asai era un verdadero desastre natural; una

mezcla entre cuerpo rígido de acero y encantadora sonrisa. Ciertamente follaba apasionadamente,como el mismísimo diablo, pero también era fría e impredecible, tanto, que siquiera yo podíaseguirla.

—Entonces, pónganse a trabajar —ordené. Mis confidentes se levantaron y abandonaron lahabitación. Todos, menos David.

—Día largo, ¿cierto? —inquirió.—Sí —suspiré.Me levanté del sillón de un salto y me dirigí decididamente hacia el minibar. Cogí una botella

medio llena de burbon, abrí la tapa y vertí el alcohol en un vaso.—Deberíamos estar preparados para la llegada de la gran explosión.—No llegará muy lejos. —Bebí todo el vaso de un solo sorbo. —Trabajé demasiado por todo

ello. ¡Todos hemos peleado por ello! No podemos simplemente renunciar.Volví a servirme alcohol, cuyo último trago aún ardía en mi garganta.—Pero, Patrick aún está…—¡No! —interrumpí a David, rugiendo. —Yo me encargaré de eso, ¿entendido?—Entendido —respondió David. Su mirada no dejaba duda alguna de que no estaba

convencido. Aun así, se quedó callado.Esta vez siquiera me molesté en verter el burbon en un vaso, sino que bebí directamente de la

botella para refrescarme. Sabía lo que pasaba si uno vertía alcohol en fuego…—No renunciaré a los Alfas, así como tampoco renunciaré a la paz. Maldita sea, nunca había

estado tan tranquilo en Hells Kitchen, y todo gracias a nosotros. Quiero que siga así —dije confirmeza. —No tienes que estar convencido de mis planes, tan solo tienes que confiar en mí, en queestoy haciendo lo correcto. Eres mi confidente más cercano, no me decepciones.

—Sabes que puedes confiar en mi.Brindé usando la botella. —Por nosotros —dije. Luego, presioné la botella contra el pecho de

David. Él la cogió, bebió un trago y la volvió a poner en el minibar.—Bien. Me tengo que ir, tengo un asunto que terminar en el club con Chase. Envía mis saludos a

Yuki Asai, ¿sí? —sonrió David. Él sabía perfectamente que yo odiaba el comportamiento de Yuki.

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Sin embargo, sentía un gran respeto por sus estrategias e ideas de negocios.—Jódete —grité a sus espaldas. Posteriormente, tomé las llaves de mi Maserati y mi Beretta de

la mesa. La abrí para comprobar que los cartuchos estuvieran completos. No es que quisiera usarel arma, pero en Hells Kitchen era mejor prevenir que lamentar.

***

El Dark Room estaba aún más oscuro de lo que recordaba. Sin embargo, las paredes tan soloreflejaban la atmósfera que reinaba en el exterior. Incluso aquí, en el único lugar neutral de HellsKitchen, era perceptible la inminente guerra entre pandillas.

El armisticio aún se tomaba en serio aquí, pero tan pronto como cayera el Dark Room, leseguiría Hells Kitchen.

Frente a mí estaba sentada Yuki Asai, la hija de Yoshiya Kazuhiko y, por lo tanto, la mujer máspoderosa de todo Hells Kitchen; tal vez incluso de toda Nueva York. Su padre era el líder de losGolden Dragons, una ramificación de los Yakuza, que desde los cincuentas había estado operandobajo el agua en Nueva York.

Aparte de nosotros, no había nadie. El cantinero, conocido como John Doe, se había retirado yel dueño del club nunca estaba presente. Nadie conocía su nombre, una protección, para que eselugar neutral realmente permaneciera de ese modo.

Abrí el maletín que estaba frente a mí, sobre la mesa. Fui directo al punto, ya que no queríaestar más tiempo del necesario en el Dark Room. La situación podría escalar en cualquiermomento, y a pesar de que los Dragons le dieran gran importancia al honor, aun así, podíanorganizar una emboscada como venganza por la cocaína contaminada. Y qué podrían hacer losBrothers, de momento nadie lo sabía. También se habían reunido y esperaban su turno. Mepalpitaba la cabeza de pensar en los acontecimientos actuales, pero ahora debía concentrarme. Eraimprescindible suavizar la situación con los Golden Dragons, especialmente con Yuki. Ellaestaba de mi lado y yo quería que eso siguiera así.

—Cocaína pura, te lo garantizo. Como una pequeña compensación por este… malentendido.Dentro del maletín había veinte paquetes, cada uno con un kilogramo de cocaína.—¿Malentendido? Más bien un desastre —respondió Yuki con una mirada grave. Su marcado

acento también la hacía parecer más estricta. Sí, no se debe bromear con la hija de un mafiosojaponés. Yuki era ruda y definitivamente una sociópata.

Me pasé la mano por la boca.—Descubriré quién te dio la mercancía adulterada, pero no fue nadie de mi gente. Metería las

manos en el fuego por ello.Lo decía totalmente en serio. Valentino me había jurado que su cocaína era excelente, como

siempre. Sí, a veces era un poco arrogante, pero era uno de mis aliados más cercanos, una de laspocas personas en las que podía confiar.

—Creo que sería desafortunado que nuestra alianza se terminara. O que tú te quemaras. —Ensus labios se dibujaba una sonrisa sin emociones.

Ella no lo dijo, pero era indudable que no me creía.Mierda, en realidad no había tomado ninguna droga porque necesitaba tener la mente despejada

y estar preparado para cualquier cosa en todo momento, sin embargo, no tenía otra opción siquería convencerla de la calidad.

—Saca uno de los paquetes, el que sea —le pedí.Yuki levantó la ceja izquierda, como siempre hacía al estar sorprendida. Luego tomó uno de los

paquetes del maletín y lo arrojó sobre la mesa.

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Saqué una navaja del bolsillo de mi pantalón, la abrí y apuñalé la bolsa. El polvo blanco seregó sobre la limpia mesa de ébano. Después, saqué de mi cartera la tarjeta MasterCard dorada ydividí la cocaína en dos líneas igual de largas.

Yuki me seguía de cerca con la mirada, mientras yo enrollaba un billete de cien dólares einhalaba una de las líneas.

El polvo me quemó las cavidades nasales de arriba abajo, hasta la garganta. En menos de unsegundo, se produjo la típica euforia provocada por la cocaína, sin embargo, no dejé que senotara. Le tendí el billete enrollado a Yuki, quien negó con la cabeza.

—Sería bastante descortés que tan solo yo me divirtiera —dije, para que se uniera a mí.No porque realmente pensara que era descortés. No quería que Yuki tuviera la ventaja de tener

la mente despejada.—Tal vez sea cierto —gruñó.De mala gana, tomó el billete e inhaló la segunda raya.Por un segundo, Yuki perdió el control sobre sí misma y sacudió la cabeza, haciendo que le

azotara en el rostro el cabello negro, que le llegaba hasta la barbilla.—Ciertamente no habría hecho esto con Griffey —se rió.—De todas formas creo que a él le entusiasma más un buen whisky.Sí, el líder de los Green Brothers, Stanley Griffey, era todo un bebedor. Pero qué más podía

esperar uno. Sus antepasados fueron los mayores traficantes de alcohol durante la Ley Seca, enconsecuencia, sus raíces se extendieron hasta Nueva York. Me había tomado casi tres años poner alos irlandeses de mi lado, pero había valido la pena. Eran unos malditos y fuertes aliados. Sinembargo…

La cara de Yuki se tornó seria nuevamente. —La próxima vez que hables con él, salúdalo de miparte.

—Lo haré.—Y dile que su gente debe dejar de marcar nuestro territorio. Justo por eso mi padre está a

punto de disolver el armisticio.—¿Por qué los Green Brothers pelearían por tu zona? —pregunté. Cada grupo, cada pandilla y

los distintos clanes mafiosos tenían sus propias marcas, los grafitis eran para distinguir de formaclara su área de la de los demás. Las marcas eran un tipo de barrera de separación que uno debíarespetar.

Naturalmente había grupos pequeños que querían saber qué tan lejos podían llegar. Pero meparecía un misterio el por qué los irlandeses se lo habían propuesto ahora. Era el peor momentoposible para ofender a sus únicos aliados seguros.

—Ni idea, no he tenido tiempo de hablar con los irlandeses. Pero mi padre no tolerarásemejante falta de respeto.

—¿Y qué hay de ti? ¿Cómo evalúas la situación? —quería saber cómo la mente analizadora deYuki juzgaba la situación.

—Me dan igual los sistemas y reglas obsoletas. Pero mi hora está por llegar. Nuestra hora estápor llegar.

Ya veremos eso.Me recliné en el respaldo del profundo sillón en el que estaba sentado y crucé los brazos sobre

mi pecho. Yuki aún no había respondido mi pregunta. Así era ella. Prefería dejar todas lasposibilidades abiertas y consideraba todos sus pensamientos simultáneamente, para así tener elpanorama completo.

—Damon, quiero hablarte con franqueza.

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—Adelante.—Habrá una guerra, y debes saber de qué lado pelearás cuando llegue el momento.—No, no habrá ninguna guerra —negué.—La habrá —insistió Yuki.Suspiré y estiré los brazos. Bueno, si ella quería entrar en este juego, adelante.—Y quieres que te acompañe, cuando llegue el momento.—Sí. Juntos podemos destruir a los irlandeses. Especialmente si actuamos ahora. Un ataque

desde la penumbra.Mierda.Me puse tenso. Parecía demasiado tarde para negociar y resolver los conflictos, al menos para

los Dragons, quienes a estas alturas ya estaban pensando en estrategias reales.—¿Debo apuñalar a mis aliados por la espalda?Tanto honor y todo eso.—¡Los Golden Dragons son tus aliados!—Al igual que los Green Brothers —respondí con calma.Yuki se rió falsamente. —¿De verdad eres tan ingenuo, Damon?—No. Simplemente no me puedo permitir perder a mi gente por un estúpido conflicto que

podríamos haber evitado. Además, los disturbios son malos para los negocios.Yuki ladeó la cabeza, pensativa. Insistí, recordándole los beneficios de tener aliados.—¿Cuándo fue la última vez que viste policías husmeando por aquí? ¿Cuándo fue la última vez

que una base fue asaltada?Con los tiroteos al aire libre en las calles, un gran número de policías también había

desaparecido. Naturalmente, nadie necesitaba docenas de patrullas si no había crímenes. Además,era posible hablar con los pocos policías que aún patrullaban regularmente.

Hace ocho años, cuando fundé los Alfas, yo era un don nadie. Pero desde hacía varios añoséramos una organización seria, y desde entonces, no había habido ni una sola muerte en HellsKitchen provocada por el crimen de pandillas. ¡Ni una sola! Y quería que permaneciera de esemodo.

—¿Cuántas ventas has hecho en los últimos años, gracias a mí y a los irlandeses? —continuéatacando.

—De acuerdo, de acuerdo —dijo Yuki. —Tienes razón. Convenceré a mi padre de esperar.Pero no puedo prometer nada. Tan pronto los Brothers se vuelvan locos otra vez, se acabó.

Se mordió los labios, pensativa. Casi se notaba el arrepentimiento en su rostro. Luego dijo: —Eso también es para ti. Mi padre no tolerará que nos vuelvas a vender drogas sucias. Fue lasegunda vez en tan solo una semana.

Presté más atención. —¿La segunda vez? No sé nada de eso.—La primera vez no dije nada —dijo, encogiéndose de hombros. —Yo también he cometido

errores.—Nosotros no cometemos errores. Yo no cometo errores —dije con voz amenazante.

Reflexioné, y respiré hondo.Una vez, sí. Quizás eso pudiera suceder. ¿Pero dos veces en una semana? Nunca. Tenía que

estar pasando algo a mis espaldas que yo ignoraba.—Escucha. Tan solo para asegurarme de que nadie de mi gente esté manejando un negocio

secundario secreto, necesito que tú, personalmente, solo aceptes cocaína de Valentino. Únicamentela enviaré a él, a nadie más. Y él no la entregará a nadie más que a ti, personalmente. Por si acasono es mi gente la que se anda con trucos, sino la tuya.

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Bien podría ser que los hombres de Yuki desviaran parte de la cocaína buena para venderlaellos mismos.

Yuki asintió. —Suena bien. Sí, eso haremos.Cerramos nuestro plan con un apretón de manos. Las tiernas manos de Yuki estaban frías. Con

una mirada firme, dijo: —Quienquiera que sea el responsable, perderá la mano derecha.—¿Creí que no te gustaban las tradiciones? —pregunté.—No todas. Pero hay un par que merecen ser valoradas.—Opino lo mismo. Haz lo que quieras con el culpable.Una vez más, un brillo frío, que tan solo tenían los sociópatas, resplandeció en los ojos de Yuki.

Miré la hora.Tenía que darme prisa si no quería perder al intermediario de los Brothers. Me puse de pie. El

efecto de la raya había disminuido un poco. Aun así, correría alrededor del bloque un par deveces antes de subirme a mi Maserati, tan solo para estar seguro.

—Yuki, fue un placer como siempre, pero debo partir ahora.—Es una pena que siempre debas irte tan temprano —dijo, frunciendo los labios en un puchero.—Compromisos de negocios —me disculpé.Compromisos de negocios que sí me convienen.Odiaba cuando Yuki mostraba interés en mí. Yo no estaba interesado en ella y definitivamente

no quería una relación. No quería follármela, ni casarme con ella. Evidentemente, ella lo veía deforma diferente. O bien, era una técnica de negociación sofisticada con la que podía convencer auno que otro hombre. Aunque nunca había caído en sus provocaciones, llevábamos en este juegodurante años. Y, tenía que admitir, Yuki era una jugadora persistente.

Abandoné el Dark Room y respiré profundamente el aire fresco de la noche. Maldita sea, habíaevitado una explosión a gran escala y me dolía la cabeza de pensar en lo que podría pasar acontinuación.

Joder, estaba cansado de toda esa mierda. Necesitaba una pausa, un descanso, aunque tan solofueran cinco minutos de tranquilidad. En algún lugar de Alaska, rodeado de miles de kilómetros devacío. Poder respirar era todo lo que deseaba.

Pero antes, necesitaba algo de comer. Drogarme con el estómago vacío no había sido una buenaidea. No estaba estrictamente sobrio, pero la idea de una hamburguesa con extra de beicon mellevó directamente al restaurante Betty’s Diner, que estaba a tan solo un par de minutos caminandodel Dark Room.

A esta hora no había mucho movimiento en el restaurante. Dos comensales al final de la barrabebían cerveza. La propia Betty levantó ligeramente la mirada de su libro de crucigramas y meescudriñó por encima de sus anteojos.

—¿Lo de siempre? —preguntó y yo asentí. El lugar olía a café, sal de papas fritas yhamburguesas, lo cual estimuló aún más mi apetito.

—Pero para llevar, llegaré tarde de todos modos —me quejé.—Una hamburguesa extragrande con doble de beicon y salsa extra —llamó Betty a la cocina.

Después de eso, volvió a su crucigrama, mordiendo la pluma pensativamente.Me senté en el primer lugar libre de la barra y me froté los ojos. Los brillantes tubos de neón

que parpadeaban alrededor del restaurante apenas iluminaban, pero me quemaban los ojos cualácido de batería.

—Día pesado, ¿no? —preguntó Betty sin levantar la mirada.—No tienes idea —suspiré, mirándola con cautela.Betty no me conocía bien, pero lo suficiente para saber que las preguntas me caían como el

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culo. En realidad, ella solo conocía mi preferencia por el beicon extra y su salsa casera, ademásde que yo no hablaba en lugares públicos de negocios confidenciales. El hecho de que comieraaquí de vez en cuando no significaba que hablaría sin parar, como muchos otros clienteshabituales.

—Un arma explosiva, siete letras, la última letra es una A —murmuró Bettydespreocupadamente.

—Ternura —respondí sarcásticamente.Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Betty, después negó con la cabeza y me corrigió:

—Granada, querido. Esa es la palabra correcta.Me encogí de hombros. —Ambos hacen el corazón trizas.Betty suspiró, pero no dijo nada. Ya se había acercado peligrosamente a mis límites

llamándome querido. En realidad, le agradaba a la mujer ahí sentada con su cálida sonrisa yserenidad admirable, pero definitivamente yo no era ningún querido. Yo había sido condenado agolpear en el recreo a los niños queridos de la escuela. Desde entonces era un monstruo.

Soy un monstruo.Tocando brevemente la campanilla de la mesa, el cocinero llamó la atención hacia la bolsa que

había colocado en la ventanilla de la cocina.Betty escribió con calma las últimas letras en los espacios vacíos de su crucigrama antes de

dirigirse a la hamburguesa. Se me hizo agua la boca al oler la hamburguesa caliente.Tomé la bolsa, puse un billete de veinte dólares en el mostrador y salí del local sin esperar el

cambio.Desenvolví la hamburguesa mientras caminaba y le di una mordida. ¡La salsa casera era

gloriosa! Por unos instantes, la comida me hizo olvidar mi reunión con los irlandeses, con quienestodavía tenía asuntos por resolver. Pero esos malditos idiotas siempre tenían que exceder loslímites del armisticio.

Antes de darle la segunda mordida, un fuerte ruido llamó mi atención. Instintivamente quisesacar mi Beretta, pero tan solo cogí aire con la mano. La pistola todavía estaba en el auto.

Estreché los ojos, buscando ver con detalle la callejuela de donde provenía el ruido.Simultáneamente, retrocedí unos pasos y me resguardé.

—¿Quién anda ahí? —gruñí en voz alta. Mi voz sonaba autoritaria y peligrosa.Nadie respondió, pero hubo otro ruido y una lata vacía rodó por la callejuela, seguida por un

perro callejero que se quedó congelado al verme.Su pelaje estaba sucio y el pobre animal me miraba con los ojos muy abiertos. A pesar de la

oscuridad, noté al perro mirando mi hamburguesa desde lejos, la cual sin duda olía mejor que lamierda que estaba saqueando del basurero.

Mi mirada alternaba entre el perro callejero y mi hamburguesa.—Está bien, está bien. No le cuentes a nadie. De lo contrario, la gente tendrá una imagen

equivocada de mí —suspiré. Luego le arrojé mi hamburguesa al perro, quien la cogió en el aire yse alejó trotando.

Teóricamente, podría haber conseguido una segunda hamburguesa de Betty’s Diner, laimpuntualidad me sentaba bien. Pero con la poca tolerancia que tenían todos, cualquierprovocación innecesaria podría ser la gota que derramara el vaso.

Definitivamente tenía que hablar con los irlandeses, como hice con los japoneses, y recordarlesdel armisticio.

Une vez que llegué al Maserati y estaba sentado dentro, abrí la guantera para sacar mi Beretta.Revisé los cartuchos y cargué el arma. Después, encendí el motor y me puse en camino para

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examinar el Thunderbird prometido y tener una seria plática con los irlandeses.

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3

Zoey

Intenté atisbar a través de la puerta abierta del Mellow Club, pero el enorme portero mebloqueaba la vista. A la izquierda y derecha del gigante se elevaba humo artificial. No alcanzaba aver a Lory desde aquí.

—Bueno, aquí estamos —le dije torpemente a Jake. Me incomodaba el que me acompañara, yaque me hacía parecer débil. Y yo no quería ser débil ni por un segundo de mi vida.

—Sí, aquí estamos —respondió. Después hubo ese silencio incómodo que tan a menudo seextendía entre nosotros. Sí, Jake era un tipo verdaderamente agradable, era apuesto y tenía buenamano para los animales. También, era tan comprensivo y servicial que era el sueño de cualquiersuegro.

Lástima que yo ya no tenía padres… daba igual. Jake era un amigo para mí. Nada más y nadamenos, y nunca sería más que eso.

—Gracias por cuidarme —suspiré.—Por supuesto, ¡es cuestión de caballerosidad!—Entonces quizá nos veamos mañana, ¿vale? —me despedí de Jake.—Sí, claro. ¡Hasta mañana!—Buenas noches, Jake.Jake se marchó y le sonreí al portero, quien escrudiñó mi cuerpo con la mirada. Con un breve

asentimiento me indicó que podía entrar.Pasé junto al gigante y me sumergí en la vida nocturna del Mellow Club.La música cargada de bajos que resonaban a todo volumen en docenas de bocinas y las

máquinas de humo, hacían que todo pareciera más oscuro y surrealista. Generalmente, Lory y yosalíamos de fiesta por el Bronx, pero su nuevo novio, Joel, había insistido en que nos viéramos enel Mellow Club. Al menos tenía buen gusto musical. Busqué a Lory en el club mientras me movíaal ritmo de la música. Me costaba trabajo avanzar entre las multitudes, y con mi corta estatura deuno setenta, perdí la noción.

Me comenzó a bailar un tipo de cabello azul neón y un trago a medias. Siquiera una hoja depapel podría haber pasado entre nuestros cuerpos.

—¿Entonces, linda?Puse los ojos en blanco e intenté apartar al tipo de mí. Ni siquiera llevaba dos minutos en el

club y ya había aparecido el primer idiota que tan solo quería sexo.Cuando lo ignoré, se me acercó y preguntó: —¿En mi casa o en la tuya?Intenté alejarlo y grité por encima de la música:—¿Qué te parece si separados? ¡Yo a mi casa y tú a la tuya!El arrogante mujeriego me barrió con una mirada aún más arrogante y luego se marchó, directo

a bailar con la siguiente chica.Suspirando, eché la cabeza para atrás. Antes de seguir buscando a Lory fui al bar a refrescarme.

Tan solo podía lidiar con cierta cantidad de idiotas en una noche, y esto parecía que iba paralargo.

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Cuando hubo un lugar libre en el bar, ordené una cerveza sin alcohol, hablando por encima delalto volumen de la música. Yo no bebía alcohol, pero no quería hablar de eso. Bajo las lucesparpadeantes nadie reconocía la diferencia entre dos cervezas, y mucho menos su porcentaje dealcohol.

—Une cerveza sin alcohol —dijo el barista, aceptando mi billete de cinco dólares.Me recargué sobre la barra y seguí buscando a Lory. Se supone que yo debería poder reconocer

de inmediato a mi mejor amiga, con su larga y esbelta figura y afro salvaje, pero no la veía porningún lado.

Maldición, era demasiado confuso.Le podría escribir que ya llegué.Instintivamente toqué mi muslo, en donde debería encontrar un bolsillo y mi teléfono móvil,

pero, por supuesto, no había ningún bolsillo y, por lo tanto, ningún móvil.Rebusqué cuidadosamente en mi bolso. Nada. A excepción de chicle, un paquete de pañuelos,

la llave de mi casa, doce dólares y un gas pimienta, no había nada. Ningún móvil. Magnífico. Lohabía olvidado en el Animal Care Center.

Está bien, no es el fin del mundo pasar una noche sin móvil.Honestamente, yo era una de esas personas que estaba completamente perdida sin su teléfono.

No fotografiaba cada comida para subirla a mis redes sociales, pero me gustaba la sensación deseguridad que me brindaba ese pequeño pedazo de plástico. Mi primer instinto fue volver a laclínica para recogerlo, pero me inquietó más la idea de caminar sola por Manhattan sin unteléfono, que mis actuales y limitadas posibilidades de comunicación.

Con un suspiro, me aparté del bar y me inmiscuí nuevamente en la multitud para encontrar aLory. Mi objetivo era llegar a los sillones al otro extremo del lugar. Desde ahí tendría una mejorvisión y Lory me podría ver por encima de las cabezas de los demás.

Una y otra vez me bailaron hombres que se me pegaban como chicles al cabello. Amaba a Lory,pero la odiaba por haberme arrastrado a este lugar. Lory sabía perfectamente que yo no estababuscando ni hombres, ni mujeres.

De repente me percaté de cómo serían mis siguientes encuentros con Lory: ella y Joel eran laamorosa y afortunada pareja, mientras yo era el mal tercio que invitaban por lástima.

No, no podía dejar que llegara tan lejos. Necesitaba un plan para eliminar a Joel lo más rápidoposible. Él no era para Lory, en lo absoluto; simplemente lo sentía.

Comencé a preocuparme cuando llegué al extremo de la habitación y aún no veía a Lory. Ellatambién estudiaba veterinaria, pero hacía sus prácticas en otra clínica. Quizás hubo unaemergencia, o Joel había chocado su coche contra la pared; se sentía el mejor conductor delmundo, pero el mundo no estaba de acuerdo.

Ojalá venga Lory sin ese idiota.Antes de que pudiera seguir preocupándome por accidentes automovilísticos, vi a Lory saliendo

del baño de mujeres, riéndose y acomodándose la blusa. Mi alivio duró poco, pues Joel saliódetrás de Lory. Y yo bien sabía lo que habían estado haciendo en los baños…

¿Por qué no se daba cuenta mi mejor amiga que él solo quería su cuerpo? Lory estabaconvencida de que Joel era un buen partido desde que había reparado su coche.

Cuando Lory me vio, saludó con la mano efusivamente.Nos abrazamos tan eufóricamente que casi derramo mi cerveza.—¡Zoey, qué alegría que estés aquí!—También me alegra verte —respondí sonriendo. Ignoré a Joel completamente. No era gran

cosa, el hacía lo mismo conmigo. Entre nosotros había una tregua, pero ambos estábamos

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esperando a que el enemigo tirara gasolina al fuego. Aun cuando no quería hacerle eso a Lory.Arrastré a mi mejor amiga hasta la pista de baile. Su vestido de lentejuelas brillaba en tonos

lilas, al igual que su labial morado que resaltaba sus carnosos labios. El afro lo había heredado desu mamá, quien venía de Eritrea; se le revolvían los rizos a cada movimiento. Era un maravillosocontraste con su nariz aristocrática, la cual, sin duda alguna, provenía de su padre estadounidense.

Dejamos que nuestros cuerpos se movieran al ritmo de la música y nos perdimos en esemaravilloso éxtasis.

Dejé atrás mi vida cotidiana y el pasado en el pasado. Ahora solo existía Lory, yo y los bajosde la música que me retumbaban en el corazón.

Por el contrario, Joel se había sentado en el bar y bebía un trago tras otro.—¿Y cómo te va? —inquirí.—Súper. ¡Magnífico! —jadeó. Había perdido el aliento después de su salvaje baile.—Genial. —Dejé de bailar y bebí los últimos sorbos de mi cerveza.—Es hora de que salgas con alguien —dijo Lory sonriendo.—Sí, lo hago. Salgo contigo —dije distraída. ¿Qué pasaba con mi mejor amiga? Se comportaba

de forma maniática y desinhibida. Inmediatamente sospeché de qué estaba hablando, pero noquería sacar el tema.

Lory se rió. —No, no me refiero a eso. No con amigos, sino con alguien que sea más que unamigo.

La miré con firmeza y dije: —Lory, sabes bien que no quiero una relación.—Entonces una amistad con derechos —dijo encogiéndose de hombros.—Hay bolsas de agua caliente para las camas frías, chocolate caliente para las noches

solitarias y el hindú de la esquina para las cenas. ¿Quién necesita un novio? ¡Yo no! —dije. Almenos, no lo iba a confesar.

—¡Justo por eso digo que necesitas sexo urgentemente!Después de dejar la botella de cerveza vacía en una mesa, tomé a Lory por los hombros y la

acerqué a mí.—¿Te drogaste?—¡Cálmate, Zoey!Oh. Por Dios.Joel había drogado a mi mejor amiga. Había visto suficientes películas e historias como para

saber que Joel terminaría llevándola a la prostitución. Tenía que evitarlo.—¡No lo puedo creer! ¡Despierta Lory! Tan solo te está usando —le grité a mi mejor amiga.—¡Él me ama! Y tú estás celosa, ¡eso es lo que pasa! —respondió Lory agresivamente.—Lory, las drogas te han nublado el cerebro —le dije con más calma, pensativa.—Estás celosa y eso lo sabemos. Zoey, no confías en nadie y no dejas que nadie se te acerque.

No es de extrañar que siempre estés sola y todos sientan pena por ti.Resentí sus palabras más de lo que me gustaría admitir. ¿Realmente pensaba eso mi mejor

amiga de mí? Me mordí los labios y respiré hondo. No quería decir nada de lo que despuéspudiera arrepentirme. En cambio, pestañeé para disipar las primeras lágrimas que me nublaban lavista.

—Perdóname —dije en voz baja. Luego, desaparecí en dirección al tocador de damas. Lasmujeres estaban haciendo fila afuera -como siempre-, así que entré a los baños vacíos de loshombres y me encerré en la primera cabina antes de dejar que las lágrimas fluyeran.

Maldita sea, ¡quería a mi amigable y optimista Lory de vuelta! La Lory que pasaría la nocheconmigo viendo una maratón de series y comiendo helado Häagen-Dazs sin parar. Pero Joel la

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había matado poco a poco, hasta que solo quedaba la Lory que pasaba sus noches en bares demala muerte para que su novio se la follara drogada.

Antes, Lory nunca habría sido tan irracional ni me hubiera tratado así.Aun así, me preocupaba si Lory siempre había pensado eso de mí, aunque nunca lo hubiera

dicho en voz alta. ¿Tan solo era mi mejor amiga porque sentía pena por mí? Hacía una hora lohabría negado, pero ahora… ¡Joel había destruido nuestra amistad!

Y, Lory no era perfecta, en lo absoluto. Se reía más fuerte de lo que debería de los chistesmalos, era más ingenua de lo normal y si pudiera estaría de fiesta día y noche.

Me sentí culpable tan pronto terminé de formular mis pensamientos. Lory era mi mejor amiga yyo también debía serlo, especialmente ahora que era tan manipulable. ¡Debía protegerla de Joel!

Trataron de abrir la puerta de la cabina y me encogí. Traté de disimular mis sollozos, ya querevelarían mi identidad de mujer. Inmediatamente miré el seguro de la puerta.

Unos pasos resonaron en el piso de azulejos y escuché un portazo, luego otro y otro. Hice unamueca, sobresaltada.

Maldición, alguien estaba revisando los baños en busca de usuarios no deseados. ¿Alguienhabía visto que me había metido en el baño equivocado? Abrieron puerta por puerta mientras yopresionaba mi mano contra la boca, tratando de suprimir los sollozos.

Tan silenciosamente como pude, me subí a la tapa del inodoro para que mis tacones no medelataran. Sentía el corazón en la garganta, me palpitaba tan fuerte que tuve miedo de que medelatara. Me quedé sin aliento cuando el desconocido se quedó frente a mi puerta e intentó abrirla.Entonces, sonó un teléfono móvil, y cuando el extraño respondió la llamada, inmediatamente supequién era – Joel. No sabía que estaba haciendo aquí ni por qué quería asegurarse de estar solo.

—Sí, estoy en ello —dijo Joel. Su voz sonaba áspera. Evidentemente Joel tenía un profundorespeto por la persona al otro lado de la línea, cuya voz grave podía escuchar, a pesar de nodistinguir sus palabras.

Oh dios, ¿qué debo hacer ahora?—No, el trato sigue en pie… espero que los cincuenta grandes en efectivo no sean un problema.Se me cortó la respiración al escuchar a hablar a Joel de cincuenta mil dólares como si se

tratara de cacahuetes.Sabía que el tipo era un criminal y de los grandes, demasiado grande para Lory. Quería salir

corriendo del baño para sacar a Lory del club mientras le contaba mis nuevos hallazgos sobreJoel.

Pero no podía hacerlo. Lory nunca me creería sin pruebas. Así que tenía que reunir suficientesindicios hasta que Lory no pudiera ignorar el abrumador peso de las pruebas. Si tan solo tuvierami maldito teléfono conmigo, podría haberlo grabado todo.

Por otro lado, mis pantorrillas estaban a punto de explotar; era muy difícil mantener el equilibrocon estos malditos tacones. Pero no me ayudaba quejarme, debía apretar los dientes y aguantar.

—En una hora —dijo Joel, después de haber estado en silencio mucho tiempo. —Entendido. —Luego, terminó la llamada y salió del baño. Cuando la puerta se cerró, me desplomé con unsuspiro. Me prometí solemnemente nunca volver a usar tacones en mi vida. Me ardían las piernascomo fuego y necesité un momento para volver a levantarme.

Hice una lista mental de lo que debía hacer a continuación.En primer lugar, ¡respirar profundamente! Después, debía arreglar mi maquillaje, salir y fingir

que no había ocurrido nada. Y tan pronto como Joel dijera algo sospechoso, me pondría a laespera del Sr. Cincuenta mil dólares. Mi plan sonaba bastante simple, pero efectivo. Hice unpacto conmigo misma de no rendirme hasta lograr convencer a Lory de que Joel era un maldito

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idiota y, probablemente, ¡también un tipo peligroso!En el camino de regreso pedí en el bar una cerveza sin alcohol antes de volver con Lory, quien

estaba cerca de Joel en la pista de baile.—¡Ah, ahí estás otra vez Zoey! ¿A dónde fuiste?Estaba en el baño de hombres, lloré y escuché cómo Joel gana dinero sucio.—Fui a buscar una cerveza —dije levantando la botella.—¡Bien! Pensé que te habías ido… por lo de hace un rato. —La vocalización de Lory se había

vuelto enredada. ¡Este bastardo!—Olvidado y perdonado —respondí sonriendo. Naturalmente no había olvidado nuestra

discusión, pero prefería no tocar el tema hasta que Lory estuviera suficientemente sobria. En elestado en que se encontraba, bien podría haber hablado con una pared. Lory se alegró y me dio unbeso en la mejilla.

Mientras Lory y Joel continuaban bailando juntos, me retiré a un sofá vacío y observé a Joel decerca. Incluso debajo del humo que reflejaba los cambiantes colores neón, podía ver los círculososcuros bajo sus ojos, enmarcando su iris azul hielo. Me dio un escalofrío al verlo mirando a mimejor amiga.

¡Despierta ya, Lory!Esperé pacientemente a que los dos terminaran de bailar. Lo que sea que tuviera planeado hacer

Joel, debía ocurrir en cualquier momento. ¿Quizás de nuevo en el baño de hombres?—¡Oye, Zoey! —gritó Lory sobre la música a todo volumen.—¿Qué pasa? —pregunté.—Nos queremos ir. ¿Vienes?Asentí, tomé la mano de Lory y nos dirigimos juntas a la salida. El aire nocturno se sintió

helado después de haberme estado derritiendo dentro de la calurosa discoteca.—¿Quieres que te lleve? —preguntó Lory.Joel negó con la cabeza energéticamente. —Vamos, bebé. Siempre le preguntas a Zoey y

siempre se niega.Cierto. Todas las otras ocasiones me había negado porque Joel siempre estaba borracho o

drogado y yo valoraba mi vida. Según Lory, el apartamento de Joel estaba tan solo a dos callesdel mío. Sin embargo, prefería caminar cien kilómetros sin zapatos a estar unos minutos en elcoche de Joel.

Pero hoy tenía que hacer un esfuerzo. ¡Por Lory! Respiré hondo y dije:—No, de hecho, hoy sí me gustaría acompañaros. Supongo que un taxi no me llevará muy lejos

con mis doce dólares.—¡Genial! ¡Así el viaje en coche será mucho más divertido! —se alegró Lory, mientras Joel y

yo nos gruñíamos con los ojos. Por primera vez desde que nos conocíamos, estábamos de acuerdo.Me quité los tacones antes de subirme al asiento trasero del coche deportivo de Joel. ¡Casi me

matan esas malditas cosas!Luego, me abroché el cinturón de seguridad y no aparté los ojos del velocímetro durante todo el

viaje.Lory se movía al ritmo del Hip-Hop que sonaba a todo volumen a través del estéreo. Yo estaba

demasiado ocupada metiendo las manos debajo del asiento, esperando que la conducciónirresponsable de Joel no provocara ningún accidente.

—Vas muy rápido —le advertí con severidad. Había conducido más de ochenta kilómetrospasándose el límite de velocidad.

—Tengo prisa —gruñó.

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Ja, ¡que te pillen!—¿Por qué tienes prisa? —pregunté con curiosidad.—No es asunto tuyo —gruñó Joel y subió la música. ¡Claro que es asunto mío!Hasta el apartamento de Lory, Joel había excedido el límite de velocidad constantemente, y yo

ya había enviado más oraciones al cielo que en toda mi vida.Bajamos del coche, abracé a mi mejor amiga, la besé en la mejilla y me despedí. —Duerme

bien, te llamo mañana.—¡Igual tú! Estoy exhausta —dijo en voz alta. Lory todavía estaba bajo los efectos de… lo que

sea que le hubiese dado o hecho Joel.Ay, Lory.Cuando volví a subir al coche, esta vez en el asiento del copiloto, Lory y Joel se volvieron a

abalanzar el uno sobre el otro antes de que Joel regresara al coche y arrancara el motor sin abrirla boca. De vez en cuando nos propinábamos miradas de desprecio mientras nos manteníamos ensilencio.

Del apartamento de Lory a mi pequeño hogar había veinte minutos en coche. De acuerdo, conJoel conduciendo fueron aproximadamente ocho minutos, sin embargo, no quería estar a solas conél. Me sentía incómoda y mi estómago se contraía dolorosamente cada vez que miraba sus ojosazul hielo.

La sensación se intensificó cuando continuó conduciendo en dirección a Midtown Manhattan,teniendo en cuenta que nuestros apartamentos estaban en East Village.

—Debías haber dado vuelta ahí —dije, tratando de mantener mi voz indiferente. No quería queél notara mi miedo.

Maldición, ¿en qué me metí?—Tengo un pequeño trabajo que hacer —dijo Joel con indiferencia.—¿Cuál?—Ya te he dicho que te importa una puta mierda.—¿Lory lo sabe? —lo confronté.—¿Qué cosa? —gruñó. Me miró con los ojos entrecerrados, sin prestar atención a la carretera.—¡Presta atención a la carretera, maldita sea! —grité.De mala gana, Joel apartó la mirada de mí.—No te metas en mis asuntos. —No me quedaba la menor duda de que la forma en que Joel

había enfatizado sus palabras era una amenaza. Y sí, por un lado, realmente tenía miedo de lossecretos que escondía, pero por el otro, debía atraparlo para que se mantuviera alejado de Lorypara siempre.

—No me agradas —le dije.—Tú a mí tampoco. Ahora cállate.—Cuando me des tu móvil —exigí.Joel se río un poco. —Me importa una mierda.—Olvidé mi teléfono en el trabajo y necesito escribirle a Lory. Pero está bien, también puedo

entretenerme hablando contigo —me reí dulcemente.Con un suspiro sacó su móvil de la guantera. Con ojos de águila lo vi desbloquear la pantalla –

ocho, dos, tres, siete. Mentalmente revisé la contraseña tres veces más para no olvidarla.Cuando iba a tomar el teléfono, lo alejó nuevamente.—Si te veo en otra conversación, soltaré tu cinturón de seguridad y pisaré el freno, ¿está claro?—Como el agua —murmuré. Después, abrí WhatsApp y busqué la conversación con Lory.

Había docenas de chats con números no registrados.

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Qué freak.Comencé a escribir.(Zoey)~ ¿Todavía despierta? ~(Lory)~ ¡Claro, bebé!!~(Zoey)~No, ¡no soy tu bebé! ~(Lory)~ ¿Qué? Ja, ja. ~(Zoey)~Olvidé mi teléfono. Estoy aburrida y Joel no me habla de cosas de chicas. ~(Lory)~ ¡Ah! Ja, ja. ¿Sabes qué descubrí? ~(Zoey)~ ¿Que no puedes chuparte los codos? ~(Lory)~ ¡No! ~(Zoey)~ ¿Que el chocolate tiene tres veces más hierro que las espinacas? ~(Lory)~ ¿¿¿En serio???~(Lory)~Pero no, tampoco quiero decir eso. ¡Todavía no tengo ninguna foto vuestra! ~Suspiré. Si fuera por mí, jamás habría una foto.(Zoey)~ Sabes que odio las selfis. ~(Lory)~ ¡Por favor! Una foto de buenas noches. ~Bufé y le dije a Joel: —Lory quiere una selfi nuestra. Ahora.Joel tampoco estaba entusiasmado, pero cuando levanté el teléfono con la cámara frontal

activada, ambos sonreímos como mejores amigos. La mano de Joel hizo una seña de amor y pazmientras yo sacaba la lengua.

Debido a que en nueve de cada diez selfis mías salía borrosa o con rasgos faciales extraños,tomé varias fotos, para estar seguros.

—De acuerdo, suficiente —gruñí. Mi expresión volvió a tornarse seria y Joel no me volvió amirar mientras conducía.

Maldita sea, conducía por calles que nunca había visto, al menos no en la oscuridad. Joel mellevó por un área en la que jamás entraría sola.

Para distraerme del creciente miedo, le envíe a Lory dos de las fotos.(Lory)~Muchas gracias, ¡los amo! ~(Zoey)~Y yo a ti. Besos. ~Joel se detuvo y estacionó debajo de un enorme puente de la autopista. Quería esconderme

debajo del asiento. La zona definitivamente no era para jovencitas como yo, sin importar qué tanruda fuera siempre. De pronto, tuve mucho miedo.

¿Cómo se me ocurrió que esto era un buen plan?¡No puedo creer lo estúpida que soy!Sin embargo, intenté que mi miedo no saliera a la superficie.—Encantador lugar —dije, obligando a mi voz a hablar lo suficientemente alto.—Tan encantador como tú —gruñó Joel y se bajó del coche. En lugar de cerrar la puerta,

extendió la mano. Quería su móvil, el que yo sostenía con ambas manos.—Olvídalo, Joel. No me vas a dejar aquí sola, sin un teléfono. O voy contigo, o el teléfono se

queda aquí. Puedes elegir —siseé.—¡Jódete! —Joel cerró la puerta de golpe y se marchó hacia la oscuridad. Desde aquí, no

podía ver más allá del puente que estaba a cinco metros de distancia. Tan solo alcanzaba a vercaminos vacíos donde había farolas. No había coches, no había peatones, simplemente nadie.

La última vez que me había sentido tan sola había sido el año pasado… ¡no! Saqué de micabeza la idea de mi pasado. Entonces, abrí los ojos y recordé la tarea que me había asignado.

¡Es ahora o nunca!

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Tomé dos profundas respiraciones y consideré si debía ponerme los tacones nuevamente, perorechacé la idea de inmediato. Los tacones resonarían en el asfalto y yo debía ser lo más silenciosaposible.

No hacía mucho que me había puesto mi última vacuna contra el tétanos, así que me arriesgué ysalí del coche descalza. Cerré la puerta lo más silenciosamente posible y seguí a Joel en laoscuridad, con el corazón latiéndome de forma violenta.

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4

Damon

Si el imbécil no aparecía en los próximos segundos, lo único que vería de mí sería mi partida.Odiaba la impuntualidad casi tanto como la traición, pues yo no era una persona paciente. Enrealidad, era todo lo contrario; una bomba con cronómetro que podría explotar en cualquiermomento.

Si la oferta de Joel no hubiera sido tan tentadora, realmente no lo hubiera esperado. Pero un T-bird y docenas de piezas de coche poco comunes no eran cosa de todos los días, incluso en elmercado negro.

Aunque el efecto de la cocaína ya era apenas perceptible, no veía absolutamente nada bajo eloscuro puente, fuera del alcance de las luces de mi Maserati.

Maldita coca.Pero necesitaba el dinero de las drogas para construir mi renombre, no cabía duda de eso. Y

cuando Dex descubriera quién fue el maldito bastardo que adulteró las últimas entregas, su cabezarodaría. Literalmente. Yo no tenía muchas reglas, más bien eran pautas, pero si alguien no lasseguía, era duro. Cualquier violación era castigada. Sin excepción.

Escuché un coche estacionarse al costado de la carretera e instintivamente busqué mi Beretta,para asegurarme de que estuviera en la cintura de mis vaqueros, como siempre. Nunca abandonabala ciudad sin el arma. Única y exclusivamente la dejaba cuando estaba en el Dark Room.

—Llegas tarde —gruñí al ver una silueta masculina acercándose. —Joel, ¿cierto?Asentí. —Sí, lo sé. Hubo un problema.Estaba atento. Realmente no podía tolerar más problemas.—¿Un problema con…?—Nada que valga la pena mencionar. Mujeres —dijo Joel con desdén.Asentí, pero seguí desconfiando.—¿Y quién te envía?—Uhm. Griffey, el propio jefe, ¿quién más?—El propio jefe —reflexioné en voz alta. No muchos conocían al líder de los irlandeses, de la

misma forma que tan solo las personas con acceso a información privilegiada conocían minombre, y lo temían.

Cuando se acercó, pude ver mejor al tipo. Ni su rostro ni su estatura lucían típicamenteirlandesas, lo cual alimentaba mi desconfianza. Pero él conocía al jefe, así que me mantuve almargen.

—¿Por qué no vino Griffey personalmente? —pregunté.—Está ocupado. Hay mucha tensión con los asiáticos —se encogió de hombros.Aun cuando el tipo dijera la verdad y aun cuando se veía demasiado jodido como para ser

policía, no me caía bien y no tenía idea de por qué.—Antes de continuar, quiero asegurarme de que no seas un informante. ¿Me permites?El tipo asintió y extendió los brazos a los lados.

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—¿Estás solo? —pregunté, mientras comenzaba a cachear su cuerpo.—Claro —respondió Joel.Palpé la parte superior del cuerpo de Joel, así como sus brazos y piernas, en búsqueda de

armas, micrófonos o cualquier otro dispositivo tecnológico que pudiera grabar nuestraconversación.

Además de un par de píldoras y algo de cocaína, no encontré nada.—¿Y tu teléfono? —pregunté, ya que no había podido sentirlo.—En el coche —señaló al otro lado de la carretera. Así mismo, escudriñé a izquierda y

derecha, entre donde había contenedores de basura llenos, restos de automóviles y otros mueblesdesde los cuáles un francotirador tendría una buena posición para disparar. Pero todo parecíatranquilo. Me volví nuevamente hacia el intermediario irlandés.

—Bien. Vayamos directo al grano. —No quería perder el tiempo. —¿Dónde está el coche?Joel, torpemente, emitió una irónica y torcida sonrisa. —Sí, bueno, no pude conducirlo hasta

aquí como prometí, el robo aún es demasiado reciente. Pero todo está en el muelle.Tomé a Joel por los hombros de su chaqueta y lo acerqué tanto a mí, que podía oler su aliento a

cigarrillo.—¿Quieres tomarme el pelo?Joel levantó las manos, como si fuera un ladrón convicto.—¡No! No, no quiero. —Tenía los ojos muy abiertos y la respiración entrecortada. Podía oler

el miedo saliendo por cada uno de sus poros.—¿Quién te envió realmente? —gruñí.—Los irlandeses, ¡lo juro!—Sabría si los irlandeses tuvieran campamentos en el muelle.Continué apretando fuertemente. Quienquiera que fuera realmente este tipo, no pertenecía a los

Brothers, lo sabía. Maldita sea, ¡lo supe desde el primer momento!—¿Quién carajos eres? ¡Habla! —bramé. Pero él tan solo tartamudeaba cosas incomprensibles.

Mi ira no conocía límites y mi corazón estaba bombeando sangre hirviendo por mis venas.—¿Perdiste la lengua? —le pregunté.Joel sacudió la cabeza tan violentamente, que el sudor de su frente salpicó en todas direcciones.—Entonces te recomiendo que hables. O me encargaré de que verdaderamente la pierdas —le

amenacé. Mi mirada enfadada hizo que Joel se convenciera de que estaba hablando en serio.Mierda, el tipo se había metido con la persona equivocada. No estaba de humor para juegos,

especialmente ahora.Un destello en la dirección de los contenedores de basura llamó mi atención. Le siguió un

estruendo.—¿Quién anda ahí? —gruñí. Mi mirada seguía fija en la silueta detrás de los contenedores,

mientras cogía la ropa de Joel tan fuerte que se le cortaba la respiración.—No tengo idea —jadeó Joel.—Maldito mentiroso —maldije. —¡Última oportunidad de confesar!Empujé al traidor, quien se tambaleó dos pasos hacia atrás. En menos de un segundo saqué mi

Beretta, la cargué y apunté a Joel, quien estaba petrificado.—Hermano, no tengo idea de quién es —respondió Joel apanicado. Sus ojos no se apartaban de

mi lustrada pistola.Hubo un fuerte ruido proveniente de los botes de basura. Una sombra salió corriendo. Tan solo

un segundo de distracción fue suficiente para que Joel me golpeara en la cara. Me dio en la mejillay pude saborear la sangre.

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—Joel, ese fue tu final —bramé antes de abalanzarme como un lobo sobre mi atacante, quien sesostenía la mano haciendo una mueca de dolor. El idiota me había golpeado con tanta fuerza quese había roto algunos huesos de la mano, mientras a mí tan solo me había hecho enfurecer.

—¡Por favor! —rogó Joel, tapándose la cara con las manos. Golpeé su maldita cara de mierda,de manera que jamás nadie la volvería a reconocer.

—Te mentiste con el tipo equivocado —grité entre puñetazos.A diferencia de este novato, yo tenía años de experiencia peleando. La adrenalina bombeaba a

través de mi cuerpo; estaba enajenado. Maldita sea, hacía mucho que no me elevaba tanto y sesentía tan bien.

—¡Para! —sollozó Joel como una niña pequeña. Pero no me detuve hasta que mis manosestuvieron cubiertas de sangre y mis nudillos palpitaban.

Me lo quité de encima y me puse de pie, mientras Joel yacía inmóvil en el suelo. Por ahora, lohabía noqueado. Aun así, pateé el hombro de Joel con firmeza.

—Maldito mentiroso.Respiré profundo, ahora debía encargarme de su compañero, quien podría tener todo grabado.

No podía dejarlo escapar, bajo ninguna circunstancia.

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5

Zoey

Desde los contenedores de basura no tenía una buena vista de Joel y del desconocido. No veíamucho por los faros del vehículo deportivo y escuchaba aún menos. Pero aún a la distancia, mepercaté de que el sujeto llevaba ropa hecha a la medida. Sus hombros eran demasiado anchos paralas chaquetas estándar. ¡Qué enorme debía ser, al menos dos cabezas más alto que Joel!

De la manera más silenciosa posible, me arrastré un poco más adelante. Aunque la oscuridadme protegía de sus ojos, estaba asustada. Odiaba la oscuridad, en donde todo parecía acechar ymis mayores miedos se hacían realidad. El corazón me palpitó hasta la garganta al hacer miatrevido movimiento. Me sentí como un agente secreto o un héroe en acción, solo que no teníahabilidades especiales ni compañeros para respaldarme. Estaba sola, descalza y lo menospreparada posible.

¡¿Por qué tenía que descubrir sus mentiras justo hoy?!Me atreví a acercarme un poco más para descubrir más detalles. El desconocido tenía una

barba bien arreglada de unos tres días, y no tendría más de treinta años. Su expresión era seria,casi desconfiada. Aun así, lucía bastante atractivo, y eso que tan solo había podido escudriñarciertos rasgos a través de la oscuridad. ¿Por qué los hombres que me atraían siempre tenían queser chicos malos? No, el tipo no era un chico malo. Era un hombre, definitivamente mucho peorque un chico malo.

Eché la cabeza para atrás y me odié por haber desistido tan rápido de emparejar a Lory conJake del Animal Care Center. Si no me hubiera rendido, no estaría aquí, escondiéndome dehombres cuyo aire criminal era inconfundible. Apreté los labios al percatarme de quetodo este escenario tenía ese aire.

¿En qué me había metido?Con las manos temblorosas, desbloqueé el móvil de Joel. Tenía que respirar profundo y

concentrarme en lo que estaba haciendo aquí. Estaba aquí para demostrarle a Lory que Joel era unidiota que se reunía con apuestos jefes de la mafia ilegal bajo los puentes de la carretera y… ¿quéestaban haciendo?

Conversaban. La temblorosa voz de Joel era claramente diferente a la voz dominante deldesconocido, pero no alcanzaba a entender ni una sola palabra. El corazón me latía bruscamentecontra el pecho.

Aunque tenía miedo, me llené de valor y abrí la cámara. Todavía mostraba la cámara frontalcon la selfi de Joel y mía. El atractivo criminal cogió a Joel por el cuello y se me detuvo elcorazón en seco. Joel tenía las llaves del coche.

Qué pasaría si… ¡para, Zoey! Sin juegos de 'qué pasaría'. No ahora.Necesitaba algo para protegerme. No importaba qué tan de noche fuera. Cambié a la cámara

principal e intenté buscar un buen ángulo para grabar. Logré capturar ambas caras en el encuadre,al chico malo de frente y a Joel de perfil y comencé a grabar. Inmediatamente, una brillante luzatravesó mi escondite y casi me muero al darme cuenta de mi fatal error. Había olvidado apagar elflash.

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Oh Dios, soy tan estúpida, ¡tan estúpida!El atractivo y peligroso tipo gritaba tan fuerte, que ahora sí podía identificar cada palabra. Sin

dudas me había visto. En un instante empujó a Joel y le apuntó con un arma. El tipo tenía un armacon él y su mirada revelaba que no tenía escrúpulos para apretar el gatillo.

Oh Dios, un arma cargada.No podía respirar y sentía que me estallaría el corazón en cualquier momento. Mi mente

recordó mi pasado en un abrir y cerrar de ojos. Miedo, lágrimas, una explosión y después,silencio... Esa noche pensé por primera vez que podría ser mi última noche en la Tierra.

¡No, no moriré por este idiota!Mis instintos tomaron el control de mi cuerpo y dejé que sucediera. Escuché lo que ocurría en

la pelea entre Joel y el mafioso y aproveché la oportunidad. Eché a correr tan rápido como mispies descalzos me lo permitieron. Jadeante y con el pecho ardiendo, continué corriendo en laoscuridad, sin mirar atrás.

No tenía la más mínima oportunidad en una pelea contra esos anchos hombros; tampoco teníadudas de que Joel perdería la riña, si no es que la había perdido ya. Escapar era mi mejoroportunidad, mi única posibilidad de sobrevivir.

¡Correr o morir!Si tan solo hubiera pensado más en esto. Me ardían los pulmones como si hubiera respirado

fuego y me dolía el cuerpo a cada paso que daba. Lágrimas calientes comenzaron a recorrerme elrostro, nublándome la vista. Escuché fuertes pasos detrás de mí. Se estaba acercando, podíaescuchar el jadeo de su respiración.

—¡Detente, maldita sea!Corrí aún más rápido, empujando mi cuerpo a sus límites absolutos y aún más allá. Nunca en mi

vida había sentido tanto miedo. Ni siquiera en las noches cuando todavía vivía en casa.Excepto… ¡no!Enfadada, me saqué los pensamientos de la cabeza. Si estos eran mis últimos momentos en el

mundo, no se los regalaría al hombre que había temido mucho antes que a mi perseguidor. Eláspero asfalto me quemaba las plantas de los pies, pero continué corriendo. Sentí como siestuviera en uno de mis sueños más recientes, en donde corría y corría, pero no podía escapar dellugar.

—¡Que te detengas, maldita sea! —gruñó mi implacable perseguidor. Se escuchaba como unlobo hambriento. Dios mío… él era un lobo y yo su presa.

Me arriesgué a mirar rápidamente sobre mi hombro y tragué saliva al percatarme que micazador no estaba a más de diez metros de distancia. Aún tenía en la mano el teléfono de Joel,pero no podía llamar al 911 sin aminorar el paso. Tenía que perderlo, de alguna manera. Perotenía que ser pronto, porque mi cuerpo no aguantaría el esfuerzo por mucho más tiempo. Todo medolía, cada músculo, cada respiración, cada latido de mi corazón. Se me contrajo el estómago yme sentí enferma al pensar lo que mi perseguir podría hacer conmigo si me atrapaba.

¡Soy tan estúpida!Tan solo unos pasos me separaban de mi perseguidor, su jadeante respiración se volvía cada

vez más fuerte y luego pasó algo que jamás le perdonaría a mi cuerpo: me tropecé. El mundo a mialrededor se movió en cámara lenta y pude sentir cómo perdía el equilibrio, sin poder hacer nadaal respecto. Hacía mucho que no me sentía tan impotente y odié a mi cuerpo por habermetraicionado amargamente. Mi último pensamiento bajo el crepúsculo fue que no habría forma deque mi vestido sobreviviera ileso a semejante caída. Sí, mirando a la muerte a los ojos, pensé enmi maldito vestido…

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No soy normal, tengo que estar enferma…Después, choqué bruscamente contra el suelo y el transcurrir del tiempo volvió a la normalidad.

El maldito mundo seguía girando como si nada hubiera pasado. Sentí cómo mis piernas serasparon contra el asfalto mientras mis manos, instintivamente, rodearon mi cabeza paraprotegerme del impacto. El teléfono se deslizó en el suelo y terminó unos metros lejos de mí.Había silencio. Me retumbaban los oídos, interminablemente. Me punzaba todo el costadoizquierdo del cuerpo. Me había quedado sin aliento y cuando intenté inhalar sentí un dolor agudo.¿Acaso me había roto una costilla?

Mis músculos seguían tan tensos como si aún estuviera corriendo. Pero la carrera habíaterminado. Su cacería había terminado. Me había atrapado… sentí su cuerpo sobre mí y escuchésus gruñidos guturales mientras sus enormes manos me tomaban por las muñecas.

—Deja de resistirte —gruñó.Pero no le hice caso. ¡Al contrario! Reuní mis últimas fuerzas para seguir luchando.¡No me rendiré sin antes luchar!Aunque me tenía sujeta con firmeza, me las arreglé para propinarle con el codo un golpe en las

costillas. Me soltó ligeramente y supe que había atinado a un área sensible, así que volví agolpear la misma zona y posteriormente su cara expuesta.

Me soltó maldiciendo y yo aproveché esos preciosos segundos para alcanzar el móvil de Joelpara poder pedir ayuda.

¡Por favor, que no esté roto!Encendí la pantalla y marqué el número de emergencia desde la interfaz de urgencias, por lo

que no tuve que desbloquear el dispositivo. Fueron los dos segundos más largos de mi vida antesde poder escuchar que salía la llamada… pero mi cazador me arrebató el teléfono de las manos yeste cayó a cinco o seis metros de mí.

—¡No! —grité tan fuerte como pude. Junto con el móvil habían salido volando todas lasesperanzas que tenía de ser rescatada.

Con la mirada llena de ira y los ojos oscuros, levantó el teléfono, vio la pantalla y gruñó'Número equivocado' antes de colgar. Me paralizó mirándome con los mismos ojos oscuros.Estaba petrificada y no podía moverme. Por primera vez noté lo hermoso que era su rostrorealmente. Sí, tenía rasgos faciales bruscos y el ceño fruncido, pero aun así era hermoso –a superfecta manera. Se había arreglado a la moda el corto cabello castaño oscuro, y su barba de tresdías, bien recortada, tenía el mismo color. Gracias a la pelea con Joel o conmigo se le habíapartido el labio y tenía la mejilla hinchada. Pero eso no le había quitado la intensidad en lamirada.

—Por favor —supliqué, antes de que se me quebrara la voz.¡Por favor no me mates! ¡Tan solo déjame huir!Sus manos volvieron a atraparme y esta vez no pude defenderme.—Sé buena, no quiero lastimarte, niña —gruñó.Quería golpearlo, patearlo, escupirle, morderlo y defenderme con todo lo que me quedaba. Pero

no me quedaba nada. Ni esperanza, ni control sobre mi cuerpo. Sacó unas bridas del bolsillo de supantalón. Al observar mi mirada confundida, dijo: —Uno nunca sabe.

Maldición, ¿en qué me había metido?Había sido golpeada por un tipo que era demasiado guapo para la cárcel, traía bridas con él,

tenía un arma y hacía tratos nocturnos bajo puentes aislados en la carretera.Por primera vez en mi vida, añoré mi vida pasada. Daba igual que terminara, terminaría mal.

Estaba segura de ello.

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Me ató las manos a la espalda y me dejó ahí, tirada. Aunque ya había pasado mucho tiempodespués de la media noche, el asfalto seguía caliente por el sol del verano. La calidez del asfaltoera reconfortante, teniendo en cuenta el frío que me rodeaba. ¿Volvería a ver el sol alguna vez?

Las manos de mi cazador, el hombre que decidiría mi destino, eran suaves y de movimientoshábiles. Las bridas en mis muñecas me cortaban la piel a cada respiración, mientras que la heridaen mi brazo izquierdo comenzaba a escocerme. Eso me volvía loca, casi tanto como el hecho deque alguien pudiera decidir sobre mi destino.

Dios mío. Ya no era mi perseguidor, sino mi secuestrador. Se puso de pie y en lugar deayudarme, me dejó tirada en esa posición denigrante. Me miró con sus ojos oscuros y siniestros ycogió el teléfono. Su muñeca tenía un triángulo tatuado. Sencillo, pero bonito.

—La contraseña —exigió.Carajo. Ante la muerte inminente, no podía recordar la maldita contraseña. Todos los números

que me pasaron por la mente eran mi cumpleaños, las primeras cifras de mi número de seguridadsocial y el número telefónico del Animal Care Center. Si él no había tenido intención de matarme,al menos ahora yo ya había terminado con mi propia vida.

—No es mi teléfono —susurré.—No me mientas, tomaste fotos —gruñó él.Su mirada era peligrosa, y su aura, aún más peligrosa. Ante mí había un lobo hambriento con

forma humana.—No recuerdo la contraseña —lloré por lo bajo.Me agarró por el brazo y me levantó como si fuera liviana cual pluma. Dios, era tan fuerte…

¿qué había pasado en su vida para que terminara aquí?—Será mejor que te apresures a recordarla. Tienes hasta que lleguemos al coche —susurró mi

secuestrador.Camino al coche, esperaba que pasara un peatón, una patrulla o una ambulancia, esperaba a un

caballero con armadura brillante y un milagro. Pero nadie pasó. Estaba sola con el enorme y ferozlobo que me arrastraba a su cueva o Dios sabe a dónde, sin que nadie supiera nada al respecto.

Cada paso se sentía como si caminara sobre vidrios rotos. Mi perseguidor, que me tenía cogidapor el brazo, me miró los pies descalzos.

—¿Por qué no traes zapatos?—Están en el coche de Joel —respondí en automático. De repente, mi mente se calmó y se

hundió en lo más profundo de mi ser, para así planear otra estrategia de escape… o para rendirsey morir, como un animal herido. No lo sabía con certeza, pero me daba igual. Mi libertad era todolo que tenía y mi secuestrador me la había arrebatado. Era lo único que me quedaba por defender.

Al mirar más de cerca mis pies heridos, me levantó abruptamente y me cargó sobre su hombro.Se me salió el aire de los pulmones y volvió a aparecer el dolor en mi costado izquierdo,haciéndome ver que en efecto me había lastimado las costillas al caer, pero no me opuse. Sinimportar qué tan humillante e incómoda fuera la posición, era mejor que ir por mi cuenta. Mepregunté si me había cargado para ir más rápido o si realmente quería quitarme un poco de dolor.

Zoey Amber, ¡deja de estar simpatizando con tu secuestrador!No quería pensar bien de él, pero estando tan cerca de su cuerpo, podía oler su aroma. Tenía

una fragancia masculina y amarga, como a madera de cedro con un toque cítrico. También podíaoler el peligro que representaba para mí. Peligroso, sí, sin duda alguna, pero ¿mortal? No. Nadieque quisiera matarme olería tan bien, o sería tan atractivo. Un asesino olía a hielo, sudor metálicoy bilis amarga.

Ya casi llegábamos a su coche, podía ver las luces de los faros. De pronto me di cuenta de que,

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en cuestión de segundos, había perdido toda mi libertad. ¡Era aún peor ahora que lo habíaaceptado! ¿Realmente era tan débil que me rendiría tras haber perdido la primera pelea?

No, Zoey. ¡Eres más fuerte que eso!Mientras estaba siendo secuestrada, hice un pacto conmigo misma, un juramento eterno.¡Nunca dejaré de luchar por mi libertad!Pero primero debía respirar profundo y relajarme. Mi cuerpo necesitaba desesperadamente

descansar. Cielos, estaba tan agotaba que podría haber dormido tres días seguidos. Pero ahora nome permitiría dormir, tenía que mantenerme alerta para no perder mi oportunidad de escaparexitosamente. Tenía que mantenerme despierta.

Mi desconocido secuestrador me llevó de nuevo al lúgubre sitio debajo del puente y pasamosjunto a Joel, quien yacía destrozado en el suelo. Me avergonzaba el pensamiento, ¡pero él se lomerecía! Aun cuando deseara que Joel pudiera salvarme de alguna manera, sabía que él nuncaharía eso. Era un idiota egoísta y me odiaba tanto como yo a él.

Con tan solo presionar un botón se abrieron los seguros del coche deportivo y el maletero; ahíme metió mi secuestrador y yo entré en pánico. ¿Me quería encerrar? ¿En este pequeño espacio?

Lo miré llena de duda, pero él estaba en silencio y su silencio me asustó aún más.Me miró de vuelta, tomó mi barbilla entre sus dedos y giró mi cabeza en todas direcciones,

después observó mi pierna llena de raspaduras. El shock aún era tan profundo que no sentí nada.Pero sabía que el dolor llegaría pronto, tan rápido como se disipara la adrenalina.

Observé a mi secuestrador con atención. Sus ojos oscuros estudiaban cuidadosamente micuerpo y por unos segundos sus duras facciones se suavizaron y pude ver a la persona bajo lamáscara. Mi miedo también desapareció durante esos segundos.

El chirrido de unos neumáticos sobre el asfalto hizo que sus rasgos se endurecieran nuevamente.—Mierda —gruñó y rodeó su auto. Después escuché varios disparos. Me estremecí con cada

estallido.Me quedé atónita. Joel había escapado sin mí, ¡ese desgraciado cobarde! Me había abandonado

con mi secuestrador. Me había traicionado y dejado a mi suerte, aceptando todo lo que pudierapasarme.

Una vez más, el pánico se apoderó de mí y gritó: ¡Corre! ¡Corre tan rápido como puedas! Ymaldita sea, tenía razón.

Lo que sea que haya creído ver en ese hombre, no podía esperar nada de ello. Tenía queescapar. ¡Ahora! Esa era la oportunidad que había esperado y tenía que aprovecharla.

Tomé tanto impulso con las piernas como pude y salté del maletero. La euforia que me llevó ahacerlo desapareció apenas tocaron mis pies el suelo. Quemaba como estuviera tocando el fuegodel mismísimo infierno. Suprimí mi llanto, pero mis pies lastimados ya no podían soportar el pesode mi cuerpo y volví a caer.

¿Por qué demonios estaba conspirando mi cuerpo en mi contra? Me estaba hundiendo en unagujero. Me dolía terriblemente el costado izquierdo y apenas podía respirar, pero no queríarendirme. Me mordí los labios para contener el llanto y me arrastré para poder escuchar los pasosde mi secuestrador y mirar por debajo del coche.

¡Por favor déjenme despertar de esta pesadilla de una vez!

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6

Damon

Me di por vencido después de disparar todas mis balas a ese bastardo. El tipo ya estaba hacíamucho que estaba fuera de mi alcance, pero lo había identificado. Le escribí un corto mensaje aDavid, él se encargaría de todo, así que volví a la chica. Maldición, no tenía más de veinte años ysu pequeña complexión inmediatamente había evocado un instinto protector en mí. Al mismotiempo, tenía más fuego que cualquier otro tipo con quien hubiera peleado. Tenía espíritu deguerrera, tenía que admitirlo. Pero no podía dejarme cegar por eso, era la cómplice de Joel, sinimportar qué tan inocente pareciera, no lo era.

Regresé a la parte trasera de mi Maserati y nuevamente la chica me demostró sus ganas desobrevivir. De alguna manera se había logrado liberar del maletero, pero no había llegado a másde tres metros de distancia.

La volví a levantar para meterla nuevamente en el maletero. Necesitaba respuestas, y rápido.—Parece que tu amigo te abandonó —susurré.—No es mi amigo —dijo entre dientes. Me miró furiosa. Ocultó bien su miedo, pero no lo

suficiente para mí.—Da igual. ¿Tienes idea de en qué tipo de problema estás metida?Sus ojos se humedecieron visiblemente y, en mi interior, sentí algo que no había sentido en

mucho tiempo. ¡No te ablandes, ella es el enemigo!—Creo que sí —respondió vacilante. Después, encogió sus hombros para dirigir la atención a

las ataduras de sus muñecas.—¿Quién es tu cliente? —continué preguntando.—¿Qué? ¡Yo… yo no sé nada de nada!—¿Quién te envió?—Por favor, no sé nada, ¡lo juro! —sollozó. Dios, sus sollozos eran espantosos… ¡Carajo! No

quería ablandarme. Más bien, ¡no me podía permitir ablandarme! No ahora.—Por los mil demonios ¿quién es tu maldito cliente? —grité.—¡Por favor déjame ir! No sé nada.Realmente la había asustado. Su miedo era real, eso estaba claro. Reconocía a los mentirosos a

primera vista, y en este caso, sabía que ella decía la verdad. Pero eso no explicaba todo. El hechode que no supiera de un cliente no significaba que fuera inocente.

—¿Quién es Joel? —continué preguntando agresivamente.—No lo conozco muy bien. Y lo odio. Incluso antes de… esto.En sus ojos vi la misma ira que a veces yo mismo sentía. Solo que esta delicada criatura no

podía ser tan devastadora como yo.—¿Cómo desbloqueo el teléfono? —pregunté sacándolo del bolsillo de mi pantalón.—Ocho, dos, tres, siete —dijo, pensativa. Su rostro se iluminó por un corto momento por haber

recordado los números. Luego volvió a ponerse seria.Desbloqueé el teléfono, el cual tenía profundas grietas en la pantalla, y miré las fotos que había

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tomado de mi conversación con Joel. Únicamente había una foto y estaba casi negra. Encontré másinteresante una foto que estaba antes. La chica y Joel sonreían a la cámara. Me enfurecí. La chicame estaba tomando el pelo. Por eso no le mostraba mi buena naturaleza nadie, tan solo a misconfidentes más cercanos.

Sostuve la foto bajo su nariz.—¿Te tomas selfis con las personas que odias? ¿Conduces con ellas por Nueva York? ¿Dejas

tus zapatos en el coche de las personas que odias? ¿Te sabes la contraseña del celular de laspersonas que no conoces? —pregunté con la voz ronca. Carajo, mi voz sonaba como un trueno,peligroso y aterrador. La carga de la prueba era abrumadora y tenía curiosidad por saber cómo sedefendería. Una pequeña parte dentro de mí esperaba que pudiera. Sería una pena si no era así.

La chica apretó los labios y evadió mi mirada. La tomé por la barbilla y la obligué a mirarme alos ojos. —¡Respóndeme!

—Sé lo que parece… —suspiró, y sus ojos verdes nuevamente se llenaron de lágrimas.—Sí, se ve bastante mal cuando no respondes —una vez más, aumenté la presión de mis

preguntas.—No me dejarás ir, ¿cierto? —su voz tembló.—No, eres mi garantía de que Joel volverá —le respondí con honestidad.Su reacción lo dijo todo. Se rió con amargura antes de decir: —No valgo una mierda para Joel,

créeme.Le creía, sin embargo, aún no podía dejarla ir. No era tan fácil. Primero, debía asegurarme de

que no trabajara con ningún grupo de la mafia que estuviera en mi contra o de alguno de misaliados.

—Mierda, no tienes idea de dónde te acabas de meter —le dije, pensativo.—Entonces déjame ir —me suplicó.—No —mi voz era grave y vibraba en su cuerpo tembloroso. Le daba miedo. ¡Bien! Necesitaba

mantenerla alejada de mí, y, sobre todo, de mis sentimientos. No me gustaba lo que buscaba en mísu mirada de súplica.

Necesitaba la información lo más pronto posible. Es por eso que debía dejar que David leexprimiera hasta el más mínimo detalle. No sabía cómo, pero ella era mi kriptonita, me ablandabay la odiaba por eso. Ella y sus ojos de color verde esmeralda.

¡No me puedo permitir mostrar debilidad alguna!La empujé del hombro para poder cerrar el maletero sobre ella, pero se resistió efusivamente.—¡No, no!Cuando la perseguí, ella había sentido miedo, había empujado su instinto y voluntad de

supervivencia al límite. Pero este miedo no era nada comparado con el pánico que le tenía a laoscuridad del maletero. Su respiración era rápida y entrecortada mientras la parte superior de sucuerpo empujaba mi mano con todas sus fuerzas.

—No es un viaje largo —gruñí, mientras la empujaba con más fuerza. Pero mis palabras tansolo alimentaron el pánico de su cuerpo aterrorizado. Sus reacciones se volvieron tan violentasque temí que perdiera el conocimiento en cualquier momento. Entonces la solté.

Joder, ¿qué está haciendo esta chica conmigo?Me miró con los ojos llenos de temor, sus pupilas tan dilatadas que apenas se podía distinguir

el iris verde.Me ablandaba…Miré sobre su hombro y encontré adentro del maletero una de las bandanas de Valentino. Esas

malditas cosas estaban por toda la villa y en todos los coches. Pero en estos momentos estaba

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agradecido por el caos de Valentino. El camino a mi villa estaba más alejado de lo que le habíaprometido a la chica, y debía manejar tan cuidadosamente como me fuera posible. A pesar detener contactos malditamente buenos, no podía sobornar a todos los policías de Nueva York. Notenía idea de cómo explicarles a los policías que tenía a una niña atada en el maletero. Hoy en díalos policías disparaban y luego hacían preguntas.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté, pero no obtuve respuesta.Suspirando cogí a la asustada chica que suspiró aliviada cuando la coloqué en el asiento del

pasajero del Maserati. Después coloqué la bandana azul frente a su cara y dije: —Entiendes queno puedo mostrarte el camino a mi villa.

Un montón de destellos de pensamiento recorrieron su cabeza. Alternaba la mirada entre mí y labandana frente a ella.

—Es eso o el maletero —gruñí. Me estaba poniendo realmente impaciente. Necesitaba llegarcuanto antes a la villa para hablar con mi gente. Necesitaba saber qué había salido mal esta nochey encargarle la chica a David.

—Está bien —dijo suavemente y me permitió colocarle la bandana. Su largo y suave cabelloolía a bourbon de vainilla y casi enloquezco al rozarle la mejilla cubierta de lágrimas.

Quería tomarla por el pelo y volverla a meter en el maletero, para así no tener que verla durantemás tiempo.

En cambio, le pasé el cinturón de seguridad alrededor del torso y se lo abroché. Apagué elteléfono mientras caminaba, le retiré la batería y arrojé ambos al maletero antes de subir alasiento del conductor. Miré rápidamente la guantera donde estaba mi arma de repuesto, pero lachica tenía los ojos vendados y estaba inmovilizada, así que no me causaría problemas.

—¿Cómo te llamas? —pregunté de nuevo.Ella guardó silencio. Después de haber conducido algunos kilómetros al norte, la chica sin

nombre suspiró profundamente.—¿Vas a matarme? —su voz temblaba.Me impactó su pregunta. Nunca alguien en su situación se había atrevido a preguntarme.Esta vez, yo callé.—¿Qué vas a hacerme? —volvió a preguntar.—No te preocupes por eso, ya no es tu problema —rugí.El cuerpo de la chica tembló. Luego protestó: —¡Sí lo es!Sonreí. Tenía más bolas que la mayoría de los tipos con los que había peleado.No obstante, no me permití seguir jugando con ella, así que continué concentrándome en la

carretera.¿Qué debía hacer con ella si era culpable? Aún más importante, ¿qué haría con ella si era

inocente?Pese a los ojos vendados, ¿podría dejarla ir? Aunque sus sentimientos eran un libro abierto, sus

reacciones eran impredecibles.—Me estás poniendo en un maldito aprieto —suspiré.—No si me dejas ir.—¡Maldita sea! —bramé tan fuerte que ella hizo una mueca, sobresaltada. —Te prohíbo volver

a hablar de eso.—¡No voy a dejar que me prohíbas nada! —gritó de vuelta.Frené el auto tan abruptamente que la fuerza nos arrojó contra los cinturones de seguridad. Yo

estaba preparado para eso, pero ella no.—No tienes otra opción —terminé nuestra conversación.

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Dios, esta chica me volvía loco, tenía que alejarme de ella, eso estaba claro. Todo el caminoestuve pensando en el dilema que tenía enfrente. Los problemas comenzaban a golpearme comouna tormenta tropical, enorme e impredecible. No mejoraba mucho las cosas el hecho de que mimejor fuente de información fuera una chica asustada.

Cuando atravesé la puerta del perímetro de mi villa, aún no había pensado en una explicación.Mi siguiente movimiento dependía de la información que David pudiera obtener de ella.

—¿Cuál es tu nombre? —hice un último intento. Con un nombre podría buscar en las bases dedatos de mis contactos.

—Dime tu maldito nombre —gruñí.¿Por qué demonios no decía nada? Todo el camino me había llenado de preguntas y se había

revelado, pero nunca había dicho su nombre. ¿Era tan importante? ¿Acaso era la hija de uninversionista rico o podría exponerla?

Suspirando bajé del auto y llevé a la silenciosa chica hasta la entrada. Esta vez la dejé caminarpara demostrarle que tenía poder sobre ella, le gustara o no. Sus pies descalzos resonaban a cadapaso sobre el granito de las escaleras. Una vez arriba, la conduje a través del camino de entrada.

A pesar de la hora mucha de mi gente seguía despierta, jugando por dinero o joyas, bebiendo oencargándose de sus armas.

David estaba sentado junto a Valentino y Dex en la mesa de póker. Levantó la cabeza y sus ojosse llenaron de seriedad al ver mi apéndice. En cuestión de segundos la habitación se tornósilenciosa, ya nadie dijo nada. Miré a mi alrededor, todos esperaban a que yo dijera algo. Y dijelo primero que me vino a la cabeza:

—Tenemos un enorme maldito problema.

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7

Zoey

Odiaba a mi secuestrador. Lo odiaba por haberme secuestrado, por haberme quitado la vista,por arrancarme el aire de los pulmones y lo odiaba por su poder sobre mí. A cada paso que daba,mi odio iba en aumento.

Quería golpearlo, destruirlo, ¡matarlo!¿Cómo se me había ocurrido ver algo humano en él? Era un monstruo, una bestia que me había

arrastrado hasta su guarida, y yo era consciente de ello. Pero me resistiría hasta el final. Él no mehabía atrapado sin antes pelear y nunca obtendría mi nombre. Podía robarme mi libertad, quitarmela vida, pero mi nombre me pertenecía.

El suelo bajo mis pies se volvió diferente y escuché ruidosas voces masculinas que se reían oparloteaban bulliciosamente. ¿Acaso alguno de ellos podría ayudarme? Olí humo de cigarrillo yalgo más que me recordaba a fuegos artificiales – ¿pólvora?

—Tenemos un enorme maldito problema —dijo mi secuestrador.¿De verdad? ¡Yo era la que tenía un problema! ¡Me habían robado mi libertad! Yo era la que

tenía el maldito problema para el que no había solución. Pero ahora yo también era su problema.Si tan solo hubiera aceptado a Joel, entonces nada de esto hubiera pasado. Sentía que me volvíaloca con mis emociones saltando incesantemente entre miedo, pesar, culpa, ira, pánico yesperanza.

—¿Y ahora qué, Damon? —preguntó otra voz varonil.—A la sala de conferencias, ahora —gruñó mi secuestrador, a quien habían llamado Damon.

Los monstruos no tenían nombre. Se llamaban bestia, monstruo, pesadilla. Él se llamaba Damon…tal vez no me había equivocado al ver una chispa de humanidad en él.

Me llevaron a otra habitación. Tres o cuatro personas nos siguieron, escuchaba sus pasos a misespaldas. Todo estaba en silencio, a excepción del golpeteo de mi corazón preocupado. Misecuestrador me dejó ir y se cerró la puerta tras de mí. De pronto, la oscuridad me había engullidoy estaba sola. ¿Quién me echaría de menos, mientras estaba en la oscuridad? Lory tenía razón…además de ella, no había nadie a quien yo le preocupara. ¿Por qué tenía que ser secuestrada paradarme cuenta de ello?

Lory, lo siento tanto.—¿Quién es? —preguntó un hombre con acento. No podía identificarlo muy bien, pero supuse

que era un acento sudamericano.—Si tan solo lo supiera —suspiró mi secuestrador.—¿Y qué hace aquí? —preguntó otro hombre. Sin dudas era americano, su voz era áspera y

dura como de militar.Me estremecí cuando hablaban de mí. Una y otra vez, mi adolorido cuerpo me distraía, y las

bridas estaban profundamente encajadas en mis muñecas.—Quizás estaba en el lugar equivocado a la hora incorrecta —dijo Damon. No podía soportar

que hablaran como si yo no estuviera ahí, así que lo interrumpí.—Deja de fingir que no estoy aquí —le espeté.

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Alguien me pateó la rodilla y caí hincada, con un nuevo dolor atravesándome el cuerpo.—Cierra la boca. Aquí no tienes nada que decir a menos que te lo pidan —amenazó un tercer

desconocido. Presionó un cuchillo contra mi cuello.No quería admitirlo, pero la amenaza funcionó. No dije nada más. Para evitar que me gobernara

el pánico, me concentré en todo lo que podía percibir. Voces, olores, nombres, ruidos. Toda lainformación la almacenaba en mi cerebro, para que más tarde, cuando me liberara, pudiera darle ala policía una imagen clara de mi situación. El tener un plan me tranquilizaba, relativamente.

—Está bien, David —dijo Damon con gravedad.—Tú eres el jefe —gruñó David. La presión en mi garganta desapareció y me relajé un poco.—Me imagino que tu reunión con los Brothers no fue muy buena —preguntó David. Caminó a

mi alrededor y sus pesados zapatos me provocaron pequeños estremecimientos. Después escuchéque se abría una botella y vertían líquido en un vaso.

—Carajo, no. No fue nada buena. ¿Al menos hubo alguna coincidencia con la matrícula?—No, la matrícula no está registrada. Pero el coche se ajusta a una descripción de robo de hace

tres semanas.Me quedé sin aliento. Si tan solo lo hubiera pensado antes. Joel se había estado quemando

crónicamente, ¿cómo podría haber comprado de repente un coche tan caro?Ay Zoey, ¡chica tonta!—¿Cuál es su nombre completo? —alguien me tocó el hombro. Una señal de que la pregunta

iba dirigida a mí.—Joel Bowen —respondí. Si es que ese era su verdadero nombre; en esos momentos, yo ya no

le creía nada a ese bastardo.—¿Y ahora? —preguntó el tipo militar.—¿David? Necesito saber si ella está diciendo la verdad. Dejo mi confianza en tus manos —

dijo mi secuestrador.Dios, ¿qué vas a hacer conmigo?Ya les había dicho todo lo que sabía, ¿entonces qué más debía confesarles? ¿O me torturarían

hasta que confesara cosas que no había hecho? Maldición, estaba en mi propia inquisición, de lacual no había escapatoria.

—Tómalo por hecho. Para mañana sabrás todo lo que necesites saber.—Y necesitamos una estrategia —susurró Damon.Me levantaron bruscamente y me sacaron de la habitación. No sabía por qué, pero el hecho de

que mi secuestrador me hubiera entregado a alguien más se sintió como una traición. David metomó con fuerza y me llevó a través de la villa mientras yo trataba de memorizar el camino queseguíamos. Quizás más tarde sería mi ruta para escapar. Tenía miedo, tenía un dolor insoportable yestaba increíblemente cansada. La oscuridad a mi alrededor me adormecía y no me dejabaconcentrarme. No había nada que yo pudiera hacer al respecto.

David me condujo por un tramo de escaleras descendientes cuyos escalones se sentían fríoscomo hielo y, de repente, se apoderó de mi piel un aire frío y húmedo, del cual mi vestidoandrajoso no me protegía en lo más mínimo. El frío se inmiscuyó profundamente en mi alma. Alllegar a la parte de abajo dimos unos cuantos pasos más y luego, repentinamente, me di la vuelta.Aquí ya no olía a cigarros, solamente a miedo y sangre. Escuché el característico sonidoprovocado al abrir una navaja.

¡Ay dios mío!Las lágrimas empaparon mi venda mientras pensaba en lo que me iba a pasar. Al mismo tiempo,

intentaba identificar cada sonido, pero no tenía sentido. No podía predecir lo que pasaría

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basándome en los ruidos.¡Mantente fuerte, Zoey! Eres más fuerte de lo que creen. ¡Úsalo en su contra!Un fuerte tirón y mis ataduras fueron cortadas. Era libre. Inmediatamente volvieron mis instintos

y quise correr, aún con los ojos vendados.—Ni siquiera lo pienses —gruñó David. Me tomó del cabello y tiró hacia atrás hasta que mis

piernas tocaron el borde de una silla.—Siéntate —ordenó.No quería sentarme, ¡quería correr! Pero me tiró tanto del cabello, que tuve que sentarme. Tomó

mi brazo derecho y lo puso detrás del respaldo de la silla. Ni un segundo después, sentí algo fríoalrededor de mi muñeca e hizo clic.

¡No!Como sabía lo que iba a pasar con mi mano izquierda, enloquecí. Tenía que dejarles claro a mis

secuestradores que no me rendiría sin pelear.—No lo empeores —me amenazó David nuevamente. Después, tomó mi brazo izquierdo con

tanta fuerza que lloré. Las heridas frescas bajo la venda quemaban dolorosamente, así que cedí.¿Quizás él tenía razón en lo que decía? ¿Empeoraría las cosas si me resistía? Si no tenía nada queocultar y cooperaba, ¿quizás me dejaría ir?

Si Damon hubiera querido matarme, no me habría vendado los ojos, ¿o sí? Paré de resistirme ydejé que me atara la segunda mano, para así detener el dolor. Al menos las esposas no dolían tantocomo las bridas…

—Por favor no me lastimes, diré todo lo que sé —cedí.—Ah, sí que lo harás —respondió David. Podía escucharlo reír maliciosamente. Debía sentirse

con el ego hinchado por llevarme ventaja.¡Jódete, David!Sin decir otra palabra, abandonó la habitación y me dejó sola con mi tenebrosa soledad. Quería

llorar, pero ya había usado todas mis lágrimas.Quería gritar, pero mi voz no respondió.Quería huir, pero las esposas me retenían.Dios, me sentía exactamente igual que antes… pero había sobrevivido a mi pasado. Lo había

sobrevivido. Había pasado por el infierno una vez y sabía que podía escapar de nuevo. Pero¿realmente quería eso? ¿No era más sencillo rendirse?

Suspiré. Cada vez que veía a una sombra, creía que era la sombra de mi pasado la que me habíaatrapado. Cielos, cuando pensaba en el estrecho maletero… pude sentirlo, oler su aliento pútrido,incluso frente a la muerte, ese enfermo bastardo me perseguía.

Al ser liberada, ¿también me seguiría la sombra de Damon? Mientras él examinaba mis heridasyo había notado la humanidad de su persona, la agonía que en el fondo estaba sufriendo. ¿Quédemonios lo perseguiría a él?

La puerta de hierro se abrió de golpe y chocó estrepitosamente contra la pared. Me estremecí yel corazón me golpeteó salvajemente contra el pecho. David estaba de vuelta. ¿Cuánto tiempo mehabía dejado aquí sola?

Me arrancó la venda de los ojos y la pálida luz me ardió en los ojos como la punta al rojo vivode una máquina de soldar. Parpadeé varias veces para acostumbrarme a la repentina iluminación.Luego me miré las manos. Mis manos estaban sujetas con esposas al respaldo metálico de unasilla y había marcas sangrientas seguidas de los primeros hematomas donde me habían cortado lasbridas.

Mi vestido favorito estaba sucio y absolutamente destrozado, pero eso no me molestó. Aquí

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tenía otras prioridades. ¡Sobrevivir y escapar!Me encontraba en un cuarto polvoriento sin ventanas cuya única salida era una puerta de hierro,

oxidada pero resistente. Las paredes eran de hormigón con cadenas colgando del techo. Detrásmío había una pequeña colchoneta con algunos trapos, no muy confortable para dormir.

David tomó otra silla que estaba apoyada en la pared y la arrastró bruscamente sobre el sueloliso. Esta emitió un chirrido repugnante y áspero. Seguramente lo había hecho a propósito paraasustarme. Con el respaldo por delante acercó la silla a mí, después se sentó y recargó los brazossobre el respaldo. Tenía un triángulo en la muñeca, al igual que mi secuestrador.

La navaja en su mano me hipnotizaba. Seguí con los ojos cada movimiento de la brillante hoja.¿Verdaderamente soy lo suficiente fuerte como para sobrevivir la noche?—Entonces, cuéntame qué sabes de tu amigo —dijo David. Aunque su voz era amistosa, tenía

una sonrisa gélida. No sabía qué debía responder, así que dije lo primero que se me vino a lamente.

—Joel no es mi amigo.—Dime algo que no sepa —gruñó.—Es un hijo de puta —maldije. —Lo odio.David suspiró. —Escucha, no llegaremos más lejos. No quiero lastimarte, pero lo haré si no

pones las cartas sobre la mesa. ¿Quién te envió?—¡Nadie! —grité enojada. ¿Cuántas veces tendría que responder esta pregunta, sin que nadie

me creyera?—¿Entonces qué tienes que ver con Joel?—Es el novio de una amiga y me quería llevar a mi casa.—¿Y por qué las fotos del trato?—Porque quería demostrarle a mi amiga que Joel es un idiota —suspiré.David me miró profundamente a los ojos.—¿Qué hay entre tú y Damon?La pregunta me tomó por sorpresa. ¿Qué debería haber entre mi secuestrador y yo? Me

persiguió, hui, él fue más rápido. Fin de la historia.—Agh, olvídalo —gruñó al ver mi rostro confundido. —¿Cómo te llamas?Guardé silencio. Nunca en la vida se me había ocurrido que mi nombre sería mi posesión más

valiosa. Él no merecía mi nombre.—¿De dónde vienes?—No soy de aquí. Y juro que jamás he estado en esa zona bajo el puente. Ni siquiera a plena

luz del día y con un montón de guardaespaldas me metería ahí.—Suena como si fueras una chica inteligente —sonrió David.No, no era una chica inteligente, sino todo lo contrario. Era una chica muy, muy tonta.—¿Quién es tu cliente? —preguntó nuevamente.Suspiré y eché la cabeza para atrás.—¿Cuántas veces tengo que responder esta maldita pregunta?—Hasta que Damon esté satisfecho —gruñó mi interrogador. —Ahora, ¡responde!Durante horas, David me hizo las mismas preguntas. Durante horas enteras, se volvió cada vez

más agresivo y amenazante. A cada segundo que pasaba sentada en esa prisión gris y atemporal,mi desesperación aumentaba.

Mis manos temblaban, no sabía si hacía frío o estaba asustada. Pero David no tenía compasión,entre más pánico me invadía, más fuerte se volvía su agresividad, ¡era un círculo vicioso del queno podía escapar! Traté de buscar una solución, pero no podía concentrarme. Estaba tan

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exhausta… extrañaba mi vida pasada, en donde los problemas más grandes que tenía eran lasoledad y el miedo irracional a la oscuridad.

David no me daba ningún descanso, ningún espacio para respirar, sino que me forzaba de unlado a otro. Respondí las mismas preguntas una y otra vez. Mientras David parecía estargenerando nueva energía a través de nuestro interrogatorio, yo ya había agotado mis últimasreservas. Apenas podía mantener los ojos abiertos, me quemaba todo el cuerpo y divagaba entrepensamientos de locura y desesperanza.

Debía escapar. Es lo único que sabía. De alguna manera. No sabía si soportaría hasta que unafuerza especial me rescatara. De pronto me sentí mareada y me costó trabajo tragar.

Oh, Dios.Nadie vendría a buscarme. Nadie me extrañaría. Nadie sabría dónde estaba. El Animal Care

Center me esperaría de regreso dentro de diez días y Lory seguramente había sido manipulada porlas mentiras de Joel.

Por todos los cielos, estaba en la villa de un secuestrador de mirada helada, estaba atada en unsótano y me interrogaba un tipo al que no le importaba hacerme daño. Me percaté que estaba solay que nadie me salvaría, y lo único que realmente me asustó fue que Joel hubiera corrompido miamistad con Lory. ¡Espero que Joel no le haya hecho daño!

Unos fuertes golpes llamaron a la puerta antes de que se abriera y David terminó su impasibleinterrogatorio.

—Necesito hablar contigo —dijo Damon con gravedad. Lo miré esperanzada.Por favor, ¡haz que pare!Pero después de darme un corto vistazo, no me miró más. Aunque nunca habíamos estado del

mismo lado, él era mi secuestrador y yo su víctima, se sintió como si me hubiera traicionado.Nuevamente, él no habría sido tan despiadado como David… o quizás hubiera sido peor.

—Claro, voy para allá —dijo David. Damon negó con la cabeza.—No. Ahora.Observé la mirada penetrante de Damon. Bajo su máscara de seriedad, escondía cansancio.

¿Qué hora era? El sol ya había salido, quizás era pasado el mediodía. Sentada en esta celda gris,había perdido completamente el sentido del tiempo.

—Por favor… —suspiré.—Cállate —dijo Damon, sin mirarme. Después abandonó la habitación y Damon lo siguió.Salieron de la habitación y me quedé sola con mi miedo y la luz pálida que proyectaba sombras

demasiado grandes.Dios, ¡por favor ayúdame!

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8

Damon

Cuando David hubo cerrado la puerta de la improvisada sala de interrogación, lo tomé por loshombros y lo presioné firmemente contra la pared.

—Carajo, deberías interrogarla y no volverla loca, ¡maldita sea! —exclamé.—Relájate, jefe. Acabo de poner las cosas claras con ella.—No lo parecía —gruñí, dejándolo ir y subiendo con brusquedad las escaleras que llevaban al

vestíbulo de la villa.—Juro que no la toqué. De lo contrario, no hubiese tardado tanto —suspiró David.Entré a la sala de reuniones y bebí de un trago un vaso de burbon para poder pensar con

claridad.—¿Qué pudiste sacarle? —pregunté.—No mucho. Esta maldita mujer es más fuerte de lo que parece.—Es verdad —sonreí. Pero cuando pensé en verla, me sentí enfermizo. Aunque le había

prohibido a David tocarla, realmente no la había tratado con delicadeza. Se veía tan cansada, tanatormentada. Parecía tan perdida y sin esperanza… tal como yo me sentía en el fondo. Exceptoque nunca había exhibido ese lado. Como cabeza de una gran organización, sabía que no podíapermitírmelo. No quería hacerlo, pero esta chica parecía poder ver el fondo de mi alma y eso measustaba. Por eso David se había hecho cargo del interrogatorio, yo me habría mostrado débil.

Inmediatamente me serví otro vaso de burbon. El alcohol me quemó la garganta durante muchotiempo.

—¿Crees que se trama algo con Joel? ¿Con los irlandeses? ¿Con alguien más? —pregunté.—No. Estoy completamente seguro de que dijo la verdad.—Bien. Yo creo lo mismo.Confiaba en David al cien por ciento. Por él pondría mis manos al fuego. Maldita sea, ¡por el

atraparía una bala!—Entonces, ¿por qué tenía que interrogarla? —preguntó David. Me miró con ojos críticos.—No tenía… la cabeza clara. También tuve que discutir con Valentino respecto al negocio con

los Dragons y enviar a algunos de nuestros informantes al muelle.—Ya veo —gruñó David. No estaba contento con mi respuesta, pero no obtendría más

explicaciones.—¿Qué más pudiste sacarle? No hablaba mucho en el coche.—Odia a muerte a Joel Bowen. También se mudó a la ciudad desde Seattle hace tres años y

estudia veterinaria desde entonces.—¿Ningún nombre? —pregunté asombrado.—No, ningún nombre —repitió David. Mientras me contaba del interrogatorio, David no

apartaba sus enormes ojos verdes de mí, mirándome con pánico. Pánico y esperanza.Ella no había revelado su nombre ni el de su amiga. Ni siquiera el nombre de su trabajo o

alguna otra pista que me permitiera descubrir cómo se llamaba.—¿Qué hacemos con ella ahora? —preguntó David. Cogió un vaso y se sirvió burbon.

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—La retendremos aquí. Es lo mejor para todos los involucrados, al menos por ahora —decidí.David bebió su burbon, pensativo. —¿Qué piensas de ella?—Tal vez es un arma y no lo sabemos. No podemos estar cien por ciento seguros de que Joel no

volverá a buscarla. Por eso debe permanecer aquí, hasta que lo sepamos todo.—Eso no responde mi pregunta, ¿qué piensas de ella? —dijo David con voz de advertencia.Maldición, me conocía tan bien.—No sé qué hacer con ella —respondí con honestidad. Exactamente por eso era tan peligrosa.

No podía leerla, ni sus efectos sobre mí. Y mientras no pudiera hacerlo, se quedaría en la sala deinterrogación. Lejos, muy lejos de mí.

—Volviendo a lo importante, David. ¿Hablaste con los irlandeses?David negó con la cabeza. —No, cerraron todas las puertas.—Joder, eso no es bueno —maldije. —Trae a los demás, tenemos mucho que hacer.—Claro.Habían pasado dos días desde que las cosas se intensificaron en Hells Kitchen. Dos malditos

días y yo no podía pensar en otra cosa que no fuera la chica sin nombre atrapada en el sótano. Nome la podía quitar de la cabeza, sin importar lo que hiciera. Con o sin alcohol, no podía olvidarla.Maldición, ni siquiera una larga pelea en el club de lucha, en el que hacía años que no entraba,pudo cambiar mis pensamientos.

¿Qué tenía exactamente esta chica que no tenían otras mujeres? ¿Por qué tenía ese efecto en mí?¿Y qué me daba el derecho de encerrarla en mi villa? Lo pensé durante mucho tiempo y tuve queadmitir que no quería que cayera en las manos de alguien más. Alguien que fuera peor que yo,alguien que no conociera la misericordia, que no tuviera un código.

Impaciente, miré mi reloj Rolex y luego a mi alrededor.—¿Vendrá Chase? —gruñí. Aunque Chase principalmente manejaba mis clubs, también se

encargaba de algunos contactos e informaciones especiales junto con Dean, mi administrador.—Calma, Damon. Ya aparecerán —me tranquilizó David.—Carajo, sabes que no soy una persona paciente —maldije.—Lo puedo notar —respondió David. Su teléfono comenzó a vibrar, se disculpó y abandonó la

habitación. A juzgar por su rostro, era una llamada inesperada.Cuando David regresó, estaba pensativo.—¿Quién era? —pregunté.—Alguien del trigésimo-cuarto distrito.—¿Y? —miré a David con seriedad. No tenía ganas de conversar. —Ve al grano.—Encontraron el coche de Joel y tomaron algunas huellas dactilares. Realmente se llama

Russel Forbes y tiene un par de antecedentes penales por robos menores.—Bien, entonces probablemente la policía se encargue de él. Y cuando lo atrapen, hablaré

seriamente con ese bastardo.—Encontraron otras dos huellas dactilares.—¿De nuestra chica sin nombre? —pregunté.—Probablemente. Una huella no apareció en la base de datos, la otra sí, pero los archivos están

completamente censurados.Estaba atento. Las actas censuradas nunca eran una buena señal. Maldición, la chica cada vez se

volvía más polifacética. Pero ahora había encontrado la razón por la que todavía estaba aquí. Ellatenía secretos y yo tenía que llegar al fondo de ellos. Quizás entonces encontraría por qué habíavisto a través de mí en cuestión segundos. No podía permitir que eso pasara de nuevo.

—¿Crees que sea una espía de la policía? —pregunté. Las actas censuradas no eran comunes.

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Espías, programa de protección de testigos o personas con influencia. Esas eran las tres opcionesque había.

David se encogió de hombros. Gracias por la respuesta, hermano, pensé cínicamente.—Avísame cuando Chase y Dean estén aquí, pero no quiero que me molesten hasta entonces —

le ordené a David. Mi voz temblaba de ira, rabia y excitación. Una mezcla peligrosa que tan solonecesitaba una chispa para explotar.

—¿A dónde vas?—Quiero respuestas —dije y bajé al sótano. Abrí la puerta, pero vacilé unos segundos antes de

girar el pomo de la puerta y entrar a la habitación.La chica estaba sentada en la colchoneta y me miró desconcertada.—¿Tú? —preguntó.Sí, yo. Tu peor pesadilla, tu final.Sus ojos verdes me atraparon y no pude mirar otra cosa que no fuera ella. Sin saberlo, me había

hechizado.Maldición, si supiera cuánto poder tenía sobre mí…—¿Trabajas para la policía? —pregunté con voz gélida.Su mirada de curiosidad dio paso a la ira. Se puso de pie, se detuvo un momento y luego se

acercó a mí. Todavía llevaba puesto su andrajoso y sucio vestido y un vendaje en similar estadodeplorable le colgaba del brazo izquierdo. Su pierna izquierda estaba repleta de rasguños, en susmuñecas todavía había marcas de las ataduras… y yo era responsable.

Carajo.Volví a mirarla a la cara. Sus ojos esmeraldas me miraron con furia, aún ahora, dos días

después de nuestro primer encuentro, no habían perdido nada de su fuego. Admito que no loesperaba, pero eso me parecía… lindo. Deseé que jamás perdieran su fuego.

—¿Te has vuelto completamente loco ahora?Bien, logró impresionarme de nuevo, pero no lo demostré en absoluto. Cerré la puerta tras de

mí y me devolvió la mirada.—Nadie se atreve a hablarme así —dije ásperamente. Paso a paso, fui hacia la chica. Aunque

me miraba con furia, tuvo que eludirme, pues no tenía otra opción.—¿Tal vez tus compinches no tienen suficientes huevos? —su voz era ronca y furiosa. Ella

sabía muy bien cuánto me provocaba. Di un paso más cerca y la presioné con mi pecho contra lapared. Su respiración cálida y entrecortada me acarició la piel y su cabello aún olía a burbon devainilla. Cuando trató de evitarme, estiré los brazos junto a sus hombros y bloqueé su camino.¡Tenía que mirar a los ojos a la maldita bestia que había provocado!

—O tal vez tienes deseos de morir —gruñí.—La muerte no es lo peor que tengo ahora —suspiró.Maldición, ella era tan… diferente.—¿Eres espía?—No, ¿cómo se te ocurrió eso? —preguntó.Sus labios estaban tan cerca de mi cara que podía oler su delicado aliento.Mierda, concéntrate.—Por tu acta censurada.Su reacción me dejó ver que sabía bien de lo que estaba hablando. Sus ojos se abrieron

ampliamente y se estremeció. Ahora que la ira de sus ojos había desaparecido, se veía tanvulnerable que despertó mis instintos protectores. La odié por ello.

—¿Cómo sabes eso? —su voz tembló.

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—Eso no importa. Quiero saber por qué tienes un acta censurada —dije con voz áspera.—No es asunto tuyo —me espetó. Su ira estaba de vuelta. Me dio un puñetazo en el hombro, tan

fuerte como pudo, pero no me impresionó demasiado.—Sí, sí es asunto mío. ¡Eres mi maldito problema! —maldije.—No. Tú me hiciste tu problema, ¡ahora atente a las consecuencias!—Dime tu nombre de una vez —ordené con firmeza.Pero me regresó la mirada llena de ira, odio y algo más que no podía describir, sino sentir.

Joder, ella no tenía idea de lo que me provocaba y no podía permitir que lo descubriera.—Soy tu problema. Puedes llamarme como quieras.No pude controlar más mi ira y golpeé la pared con tanta fuerza, que el yeso gris se desmoronó.

El dolor que me recorrió la mano me ayudó a calmarme. Mi prisionera se estremeció y luego mirómi puño ensangrentado.

—La pared sí que es un problema —dijo.Sin pensarlo, sonreí ante su cínico comentario.Si te hubiera conocido bajo otras circunstancias…—Jódete, niña —le dije cuando mi expresión retomó la seriedad.—¡Jódete tú! Déjame ver —dijo. Después tomó mi mano y examinó los nudillos despellejados.

Sus manos pequeñas y delicadas tocaron mi mano y disfruté del contacto, me tranquilizó. Bajé lamano bruscamente y retrocedí dos pasos.

No puedo permitir la cercanía.—¿Qué encontrará mi gente cuando puedan ver tu acta censurada?—Mi peor pesadilla —susurró crípticamente. En sus ojos podía reconocer la profunda y

dolorosa tristeza. Lo que sea que estuviera en el acta, no tenía nada que ver con su nueva vida enNueva York.

—¿Por eso te da miedo la oscuridad? —pregunté y ella asintió vacilante.—No eres ninguna informante, ¿verdad?—No —negó con la cabeza. —El acta está censurada porque tenía menos de dieciocho años

cuando… cuando pasó. —Sus ojos aún estaban llenos de tristeza, pero lucían sinceros. Le creía.De alguna manera, sentí pena por ella. Toda la evidencia e información que tenía de ella hablabaen su contra. Era mi víctima. Y obviamente había vivido cosas horribles mucho antes que yo.

Pobre chica.Quise tomarla entre mis brazos y la odié por eso. Maldición, ¡me odié por eso! Además, ya

había pasado demasiado tiempo con ella a solas. Diez minutos más y no podría garantizar nada…ni de un extremo ni del otro.

—Maldición, niña. ¿En qué te metiste? —suspiré antes de abrir la pesada puerta de hierro.—Eso depende de tus decisiones. —En ese instante la chica pareció muy sabia y

experimentada. Tenía razón. Yo era responsable de su futuro.—Puedes influir en mis decisiones —respondí. En menos de un segundo lamenté mi

declaración.—Pero no vas a liberarme —dijo. No me hizo una pregunta, sino una afirmación.—Así es, no puedo arriesgarme. Todavía no.Primero tenía que explorar su alma para descubrir por qué estaba tan cercana a mí. Pero ella no

podía saber eso, no. No podía permitir que lo supiera jamás, así como yo no podía saber sunombre. Solo cuando aprendiera todo sobre ella podría comenzar a tenerle confianza.

—Entonces al menos no te vayas aún. Por favor.—¿Por qué? —pregunté deteniéndome entre la puerta y la bisagra.

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Solo entonces me percaté de que había pasado los últimos dos días ahí, sola. A excepción deDavid, que en su caso no era buena compañía, y Chase, quien le llevaba comida.

—Porque no quiero sentirme una prisionera —dijo. No había ira ni rabia en su voz. Eradespiadadamente honesta conmigo y en ese momento me mostró las partes más recónditas de sualma.

—Está bien —respondí y volví a cerrar la puerta a mis espaldas.—Gracias —susurró. Después volvió a sentarse en la colchoneta mientras yo me recargaba en

la pared y esperaba a que dijera algo. Sus ojos verdes me penetraron profundamente. Ya no podíapermitir que eso ocurriera.

—¿Conoces a alguien llamado Russel Forbes? —pregunté.Pensó por un momento y luego negó con la cabeza. —No lo creo, ¿por qué?Nuevamente, creí que su reacción era fidedigna. Lento, pero se había ganado mi confianza. Era

importante averiguar qué debía hacer con ella, pero yo no sabía qué era bueno también para mí.—Así se llama Joel realmente.En su rostro, pude ver el desprecio puro. —Supe desde el principio que no se podía confiar en

ese imbécil.—Lo encontrará la policía. Y después tendré una seria charla con él —dije con firmeza. Ese

deshonesto bastardo había arrojado a una chica inocente a los lobos tan solo para salvar su propiopellejo. No podía ser una buena persona.

—Créeme, lo mataré si lo vuelvo a ver —dijo. Aunque su mirada era determinada, me reí. Erala inocencia en persona, una cosa pequeña y delicada. No había manera de que fuera capaz dematar a alguien.

—Pequeña, ¿sabes cómo coger un arma?Su rostro se llenó de amargura. No supe por qué reaccionó así, pero estaba equivocado con mi

suposición anterior, eso me quedaba claro.—¿Por qué haces esto? —preguntó.—¿Hacer qué?—Todo. Encontrarte con tipos mercenarios debajo de puentes en la autopista. Llevarme y

encerrarme. ¿Por qué tienes que ser tan aterrador? ¿Tan indescifrable?—Porque tengo que hacerlo —bramé suficientemente amenazante como para dejar claro que no

debía cuestionarme. Claramente había sobrepasado mis límites. No, maldita sea. Había roto mislímites.

—¿Por qué no me dices tu nombre? —pregunté de vuelta.—Porque me quitaste todo. Lo único que me queda es mi nombre.Algo extraño surgió entre nosotros. Éramos dos almas en problemas, deambulando por el

mundo en busca de un poco de tranquilidad. Ni ella ni yo lo habíamos dicho, pero ambos losabíamos.

Lo disfruté, maldita sea, me encantó y, al mismo tiempo, quise maldecir ese sentimiento. Perono llegué tan lejos. Hubo un golpe en la puerta y se abrió un segundo después. Dean estaba frente amí, respirando agitadamente y cubierto de sangre. A lo lejos, en el vestíbulo, escuché las fuertes yenojadas voces, además del ruido de las armas cargándose.

—¿Qué demonios pasó?

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9

Zoey

Era una locura y probablemente no estaba dentro de mis sentidos, pero, por primera vez desdehacía mucho, sentía algo parecido a la seguridad. En esta gris y helada prisión me sentí bien con lapresencia de Damon. Todavía me dolía el cuerpo entero, tenía miedo del futuro, pero me sentíabien porque él no me había dejado sola.

Dios, Zoey, ¡en serio estás enferma!Miré a mi secuestrador, quien estaba recargado en la pared mientras me miraba, curioso y con

un atisbo de pena. Sabía que, si tenía suficiente tiempo, podría llegar a entender a Damon. Estabatan destruido como yo, quizás aún más. Y, por Dios, ¿qué más podía perder? Nada… ya no teníanada más que mi nombre y la esperanza de poder escapar pronto de ese lugar.

Por eso debía arriesgarme a confiar en él. ¡Era mi única oportunidad! Se me hizo un nudo en elestómago al pensar en compartirle mi oscuro pasado y odiaba a Damon por haber indagado en él.Había quemado todos los recuerdos de Seattle y enterrado las cenizas profundamente bajo tierra.No permitiría que Damon desenterrara todo, por su cuenta.

Pero tenía que hablarle al respecto. Tan solo me dejaría en libertad cuando no tuviera ningunaduda de que jamás le había mentido.

Todavía no, Zoey. Aún no estás lista…Justo cuando mi alma estaba haciendo su estriptís y Damon se abría lentamente, la puerta se

abrió de golpe, destruyendo nuestro momento íntimo. Un tipo completamente exaltado irrumpió enla habitación. Llevaba puesto un traje de diseñador, caro y evidentemente una pieza única, queahora estaba manchada de rojo. Su respiración era rápida. De inmediato Damon estuvo alerta y seapartó de la pared.

—¿Qué demonios pasó? —preguntó. Su voz era sombría como un trueno y coincidía con latormenta que se estaba desatando en el lugar. Escuché energéticos gritos, armas y pasos pesados.

Dios mío.Estaba asustada; estaba maldita y enormemente asustada. Tenía miedo de encontrarme en medio

de una pelea armada, miedo a morir o, peor aún… a caer en las manos de hombres que pudieranhacerme cosas peores.

—Atraparon a Chase —dijo el tipo cubierto de sangre.—¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién demonios son? —bramó Damon. Sus ojos se oscurecieron y tuve la

sensación de que se volvía aún más grande.—¿Brothers? Quizás Dragons. ¡Ni idea de quiénes eran! Mierda, Damon, ¡se está desangrando!—¿Está aquí? ¡Dios, Dean! ¿Lo trajiste aquí?—No podíamos ir al hospital, era muy arriesgado. Nos siguieron hasta el final.Damon alternó la mirada entre el tipo que tenía enfrente y yo. Asintió a Dean y éste corrió de

vuelta a la escalera. Entonces sus ojos se clavaron en mí y sentí miedo por lo que sabía que iba adecir.

—Lo puedes ayudar —susurró.—¿Qué? —grité, sorprendida. No, no, no. De ninguna manera abandonaría mi segura y gris

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prisión. No podía hacerme eso. Tan solo era una chica que había tomado una mala decisión,¡maldita sea!

—Eres médico —dijo Damon.—No, solo estudio veterinaria —argumenté. —No tengo ninguna experiencia con personas.

Absolutamente ninguna. —Negué con la cabeza, pero Damon se me aproximó, me tomó por loshombros y me miró fijamente a los ojos. En esos segundos, me permitió ver en lo más profundo desu alma. No vi enojo, solamente miedo e impotencia. Damon me mostró la humanidad que siemprehabía ocultado. El herido debía ser muy importante para él.

—¡Por favor, niña! —me suplicó.¿Quizás esta era mi oportunidad de demostrar qué tan genuina era mi confianza? En medio de

todo el caos, mis oportunidades de escapar eran definitivamente más elevadas de lo habitual.—Está bien —susurré suavemente. En menos de un parpadeó me tomó del brazo y tiró de mí a

través de la habitación, hacia las escaleras.Se sentía la adrenalina y la testosterona en al aire de la otra habitación, inclusive podía

saborear el peligro inminente. Quería alejarme, aislarme de todo o al menos regresar a mitranquila y monótona prisión.

—¿Dónde está Chase? —preguntó mi secuestrador a través de la habitación. Sus manos seclavaban dolorosamente en mi brazo.

—En la sala de conferencias.Damon me llevó a través del enorme vestíbulo y entre todo el caos, perdí la noción. Busqué una

salida, un arma perdida, ventanas abiertas, pero tan solo veía a hombres armados y con miradasdecididas. Me llevaron a una habitación con una mesa muy grande en donde un hombre se retorcíadel dolor. A su lado había un mexicano presionando la herida de su pierna. Había sangre por todoslados y tuve que tragar con fuerza ante el potente olor metálico que reinaba en el aire.

Damon se percató de mi pánico. Me tomó por los hombros y dijo: —Tú puedes. Dime quénecesitas.

—Necesito… ahhh —fue todo lo que pude decir. La situación me abrumaba tanto que queríadesmayarme. Dios, me sentía tan enferma…

Cuando Damon me soltó, Dean se aproximó y me empujó dolorosamente contra la pared paradespués apuntarme con una pistola plateada. El corazón me latía dolorosamente contra el pecho yno podía respirar.

—Si se muere, ¡juro por dios que tú también!A mi alrededor había caos, hombres, voces, pasos. Y ahora tenía un arma apuntándome

directamente a la cabeza. Cielos, no quería morir. ¡No ahora y definitivamente no así!Aunque quería contener las lágrimas, sentía que me ardían en las mejillas. A través de mi

borrosa visión observé a Damon empujar el arma hacia abajo. Un segundo después, un puñetazovoló directamente a la cara de Dean.

—Mantén la maldita calma. Ella es nuestra única oportunidad —gruñó Damon, salvándome delos delirios de Dean.

Me salvó…Vacilante, me acerqué al herido, quien portaba un traje igual de elegante que el de Dean, sin

embargo, con un estilo diferente y menos profesional. Tenía una herida en el muslo que sangrabaabundantemente. Respiré profundo y de pronto todas mis emociones desaparecieron. Ya no habíamiedo que me paralizara, mi cabeza operaba en automático. Instintivamente hice al mexicano a unlado para echarle un vistazo a la herida. Cielos, se veía terrible. Había perdido mucha sangre.

—Necesito algo para cortar tela, cuerda, más toallas y antiséptico —dije.

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—Valentino, Dean, ya la escucharon —ordenó Damon. Después me miró asintiendo con lacabeza. —Bien hecho, niña.

—Todavía no me lo agradezcas —dije por lo bajo, de forma que nadie más que Damon meescuchó.

Con un cuchillo, Damon cortó en dos la tela del pantalón para que yo tuviera una buena visiónde la herida. Dean me trajo una cuerda que até al muslo para detener el sangrado.

El herido apenas y se había dado cuenta de mi presencia. Pero sabía que me odiaría.—Necesito antiséptico.Negó con la cabeza, vacilante.—Santo cielo, ¿no tienes un botiquín de primeros auxilios? ¿Medicinas de emergencia? ¿Algo?

—pregunté nuevamente. Debía desinfectar la herida.—Joder, ¿te parece que esto es una maldita farmacia? —maldijo Dean.Aparté la mirada de él. No me era de mucha ayuda. La ira creció dentro de mí. Tenía que salvar

a este tipo, sin utensilios, sin ayuda y la maldita herida seguía sangrando. Era una estudiante, ¡nopodía hacer milagros!

Dios mío, necesito un milagro.Miré alrededor de la habitación y vi un par de botellas sobre una mesa, a sus espaldas.—Entonces tráeme alcohol. El más fuerte que haya.Damon tomó una botella de cristal con un líquido transparente. —¿Ron Stroh?—Perfecto —respondí y tomé la botella de su mano. Luego me dirigí al herido. —Chase,

¿listo?Él asintió mientras apretaba los dientes.—Bebe, para que no te duela tanto —le ordené.Después de que bebió un largo trago, miré a mi alrededor en busca de ayuda para que sujetaran

al herido. Entonces vertí el ron sobre la herida de bala, mientras Chase gritaba del dolor antes deperder el conocimiento y liberar toda la tensión de su cuerpo. Después de su tortuoso grito, lahabitación se llenó aún de más hombres. Pude ver a David, mirándome con unos ojos punzantes.

—También deberías beber un trago —dijo Damon mirando mis manos temblorosas. Mi cuerpoestaba energizado.

—No bebo —rechacé su oferta y miré la herida de bala.—Maldita sea.—¿Qué? —preguntó Damon.—La bala está tan cerca de la aorta que no puedo sacarla. Al menos no con navajas o cubiertos.—¿Entonces qué? —preguntó Dean, quien no me quitaba los ojos de encima.—Tengo que cauterizar la herida.—¿Sin sacar la bala? Carajo, ¿estás loca?Dean me amenazó de nuevo, solo que esta vez yo ya no tenía miedo. Al contrario, estaba tan

intoxicada por la adrenalina que me bombeaba en el cuerpo, que lo desafié.—Si no hago nada, morirá desangrado. Si trato de sacar la bala, se desangrará más rápido. Sí,

si tu amigo sobrevive tendrá problemas en el próximo control del aeropuerto, ¡pero al menos noestará muerto!

—¿Estás segura? —preguntó Damon.—¡Sí, maldita sea! —perdí el control. —Tengo que hacer algo ahora o morirá.No quería que Chase muriera. Era mi seguro de vida, incluso la llave de mi libertad.Por favor, ¡no te puedes morir!Los ojos críticos de David me atrajeron y no pude dejar de mirarlo. Una y otra vez dejó que su

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navaja se abriera y se cerrara, mientras Dean apretaba los dientes y me miraba furioso.—No es mi culpa que le hayan disparado —suspiré y luego miré a Damon. —Yo no soy el

enemigo.Cuando me devolvió la mirada, el tiempo se detuvo, tan solo mi corazón seguía latiendo. Me

perdí en sus ojos oscuros y en su alma aún más oscura. Dios, él era como la oscuridad. Tenebrosay omnipresente. Tuve la sensación de que no había nada ni nadie más que él. Supe que él podíaquitarme todo, porque ya lo había hecho, pero también sentí que podía darme todo lo que algunavez había necesitado.

La conexión se rompió en cuanto Dean intervino entre mi mirada y la de Damon.—¿Y con qué quieres cauterizar la herida?—Con eso —dije y apunté la navaja de David. —Caliéntala con un mechero Bunsen, una estufa

o un horno si quieren.David dijo con voz áspera: —Olvídalo. No tocarás ningún arma.Me reí amargamente. —O crees que soy realmente fuerte o que tus hombres son malditamente

débiles. Toda la casa está repleta de hombres armados. ¿Qué tan lejos crees que podría llegar conuna simple navaja?

Incluso ahora que yo era la única oportunidad de salvar a su amigo, no confiaban en mí.—Mierda, David. Solo calienta el maldito cuchillo. ¡Ahora! —bramó Damon.David desapareció y regresó poco tiempo después con su cuchillo, cuya punta aún resplandecía

al rojo vivo.Espero estar haciendo lo correcto.La situación en su conjunto excedía completamente mis habilidades. No solo estaba estresada

por el hecho de que mis pacientes siempre tuvieran patas, sino porque me rodeaba una horda dehombres armados y enfurecidos.

Y, por lo que veía, el tipo que había baleado a lo bestia estaba libre y podría atacar la villa encualquier momento. Dejé aquel pensamiento de lado.

—Sujetadlo —ordené.—Está inconsciente —dijo Dean con indiferencia.—Tan solo hasta que presione el acero ardiente contra la herida.Estaba cansada de tener que justificar todo lo que decía. Era extenuante y agotador, gastaba

todas mis esperanzas de salir de aquí con vida. ¿Tal vez yo misma tenía que ponerle fin a esto? Elcuchillo estaba afilado y nadie reaccionaría lo suficientemente rápido. Me dolería mucho, pero tansolo brevemente. Después todo se relajaría, o al menos, yo ya no tendría que luchar.

Damon posó una mano sobre mi hombro y me estremecí. —¿Por qué dudas?—No —suspiré. Entonces presioné la ardiente punta contra la herida de bala.La carne quemada siseó, humeó y desprendió un olor terrible. Se necesitaron tres hombres para

mantener a Chase bajo control. Pero al menos detuve la hemorragia. Perdida en mis pensamientos,dije: —Es todo lo que puedo hacer.

Y de repente, la realidad me dio un fuerte golpe en la cara. Mis sentimientos estaban de vuelta,volvieron de golpe y estaba completamente abrumada. Dejé caer el cuchillo al suelo y me miré lasmanos. Sangre. Había un montón de sangre en mis manos, todo mi vestido también estaba cubiertode ella. Era como si estuviera en mis peores pesadillas y no pudiera escapar. Los hombres a mialrededor me atraparían, estaban armados y me miraban con ojos punzantes.

¿Cuándo me había provocado este terrible karma? ¿Cuántas veces quería verme sufrir eldestino? ¿Por qué Dios me odiaba tanto? ¿Por qué tenía que vivir mis peores momentos, una y otravez? Escuché mis propios sollozos, mi jadeo, mi respiración entrecortada y mi corazón

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palpitando. Mi cuerpo ahogó todos los demás ruidos y el rojo en mis manos me hizo que perdierade vista todo lo que me rodeaba.

¡Por favor, Dios! ¡Déjame despertar de una vez!Deseé despertarme en Seattle, siendo una niña y que toda mi vida tan solo hubiera sido un mal

sueño. Deseé que mi mamá no hubiera enfermado, que no se hubiera… ido, y deseé que nuncahubiera dejado que mi padrastro entrara en nuestras vidas.

Pero no pude despertarme.

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Damon

Armagedón. Guerra. Infierno. Había fracasado, en toda la extensión de la palabra. ¡Putamierda, había fracasado! De eso me había hecho consciente Chase, quien estaba inconscientesobre su propia sangre. No faltaba mucho para que se desatara el infierno en Hells Kitchen. Pero apesar de todo el terror, el ambiente sofocante y el pánico a mi alrededor, había un rayo de luz.Ella.

La chica había salvado a Chase. Había construido un puente en una situación sin salida. ¿Quizásesa era la razón por la que estaba ahí? En cualquier caso, me parecía que era una señal. Ella habíasalvado la vida de Chase, una de las pocas personas en las que confiaba.

No soy el enemigo.Sus palabras resonaron en mi interior. Sí, me había demostrado que podía darle mi confianza.

Al menos una pequeña parte, después de todo, no era un maldito idiota.Cuando la vi ahí, quieta y con los ojos llenos de lágrimas, mi instinto protector nuevamente se

despertó. Maldición, despertaba tantas facetas de mi persona, que jamás podría resultarme bueno.Pero no podía resistirme. Ya me había resistido por mucho tiempo.

Ella había salvado a Chase y ahora yo debía salvarla mientras estaba ahí parada, perdida. Tandesesperada y asustada. Si pudiera, le daría la vida que se merecía. Lejos de todo esto. Lejos demí.

—Ven conmigo —le dije suavemente. Se estremeció cuando la tomé por los hombros.—Hay sangre en mi vestido —suspiró, completamente dispersa.—Yo me encargaré de eso —respondí y la conduje fuera de la sala de conferencias.—David, Dean, averigüen quién nos atacó y, sobre todo, por qué. Y cuiden a Chase. Primero

debo cuidarla a ella.—Entendido —respondió David.Llevé a la chica arriba, a mis habitaciones privadas, y entramos directamente al cuarto de baño.

La solté y ella se tambaleó hacia la ducha al final de la habitación.—¿Estarás bien? —pregunté preocupado.Ella asintió sin decir nada y sin darme la cara. Salí del cuarto de baño, aunque solo me apoyé

en la puerta cerrada. La situación anterior debió haber sido un enorme maldito shock para ella. Yaún más cuando Dean estaba completamente fuera de sí. Joder, no podía culparlo, él y Chase eranmejores amigos. Pero, a pesar de todo, no tenía derecho de haber tratado así a la chica, por eso sehabía ganado un puñetazo de mi parte. Y si Dean volvía a tocar el tema, se ganaría otro.

Escuché cómo el agua de la ducha caía tranquila y regularmente y me pregunté qué ropa deberíaponerle a la chica cuando estuviera lista. En toda la villa no había ni una sola prenda de mujer,eran superfluas en una pandilla de puros hombres.

Un fuerte y desgarrador llanto ahogó el ruido del agua que caía. Quería ir a ella y tomarla enbrazos. Quería protegerla de todo lo que temía. Pero dudé. Había sido tan fuerte todo el tiempo,que quizás no quería que nadie viera su momento de debilidad.

Yo no compartía mis momentos de debilidad con nadie, ni siquiera con Dios y ella tenía tanto

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derecho como yo. Se lo merecía, después de haber salvado a mi amigo. Apreté el puño con rabia,no quería pensar en lo que habría pasado si ella no hubiera estado ahí. Mierda, ¿es que todo elmundo había perdido la cabeza? ¿Balear a plena luz del día? Me quité la chaqueta de cuero y laarrojé sobre la cama para enfriar mi mente acalorada.

Quienquiera que haya atacado, se había metido con la persona equivocada. Juré vengarme porlo que había hecho. Los últimos putos cinco años no había hecho nada más que mantener la pazque yo mismo había construido, y haría cualquier cosa porque así se mantuviera.

Entre más tiempo pasaba en la ducha, más fuertes se volvían sus sollozos. Tanto, que ya nopodía soportarlo. Maldición, era responsable de ella y ahora debía asegurarme de que se lesecaran las lágrimas. Ella había salvado la vida de alguien y se había ganado mi confianza, eso noera razón para llorar.

—¿Niña? Voy a entrar —dije. Silencio. Admito que esperé que me prohibiera la entrada y meatacara con insultos. Cualquier señal de que estaba bien, o al menos no tan mal como sospechaba.

Abrí la puerta y lo que vi me hizo un agujero en la boca del estómago. Llorando, mi prisionerasin nombre se apoyaba con ambas manos en la pared. Su espalda estaba cubierta de cicatrices queyo conocía bastante bien.

—¿Niña?Su llanto se suavizó y me miró con los ojos oscuros. Sus labios estaban azules.—Tengo frío —dijo con voz temblorosa.Rápidamente me di cuenta de por qué tenía tanto frío. —No es de extrañar si te bañas con el

agua helada.Independientemente de su desnudez o de mi ropa, me metí a la ducha y abrí el agua caliente.

Carajo, su vulnerabilidad era más que evidente. Era demasiado vulnerable para el mundo en elque yo vivía. Y, maldición, yo era demasiado peligroso, estaba demasiado roto para ella. Queríaalejarla y maldecirla por haber exhibido mis debilidades, pero no podía, era demasiado débilpara hacerlo…

—¿Por qué te haces esto? —le pregunté.—Para adormecer mis sentimientos —ella seguía recargada con ambas manos en la pared.Mirando sus cicatrices supe que me había equivocado. No era débil, al contrario. Era una chica

fuerte que había tenido un momento débil. Alrededor de toda su piel pálida había moretonesazules y lilas, los cuales seguramente había conseguido al pelear conmigo. Me odié por eso.

—Hay otras formas de adormecer los sentimientos.—No bebo. —Su voz tembló, pero no de frío, sino de rabia.Negué con la cabeza y posé mi mano sobre su hombro. —No me refería a eso.—Vete —suplicó. Pero me quedé.—Quiero estar sola, ¡vete! —continuó rogando.—No —susurré. En lugar de cumplir su deseo, la abracé. No la dejaría sola en un momento de

tanta debilidad. La soledad no era lo que necesitaba.—¡Suéltame! —gritó, pero la sostuve con más fuerza. Ella hizo un intento a medias por

defenderse, pero luego se rindió y se acurrucó en mi pecho antes de dejar que las lágrimasfluyeran.

Maldición, toda la situación estaba tan jodida, tan mal. No solamente una niña que habíasecuestrado se aferraba a mí, sino que yo, su secuestrador, lo disfruté.

Pobre niña.El agua caliente lentamente descongeló su cuerpo frío.—¿Está mejor? —pregunté.

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Ella asintió con la cabeza. —Todo está tan mal… estoy tan rota —suspiró.—No —dije. —No estás rota.—Sí —se quejó y luego me miró con sus enormes ojos verdes.—¿Por qué?—Aunque soy una prisionera y quiero ser libre, me siento menos perdida aquí que allá afuera.

Y quiero alejarme del peligro que me rodea, pero al mismo tiempo, contigo me siento más seguraque en ningún otro lado.

—Entonces solo eres una chica muy tonta. Quítate eso de la cabeza, soy malditamente peligrosopara ti. Yo estoy roto, destrozado, deshecho. Y te enviaré lejos tan pronto se resuelva todo. Aquíno es lugar para ti y yo no soy alguien que quieras tener de amigo… o enemigo. ¡Soy demasiadoimpredecible!

Yo era su secuestrador, maldita sea. El hombre que se interponía entre ella y su libertad. Elhombre que la convirtió en su propio problema. Me pertenecía… pero eso no cambiaba el hechode que debería tenerme miedo. Yo era peligroso, toda mi maldita vida transcurría en torno alpeligro y era una bomba de tiempo, incontrolable. Ella abrió la boca para decir algo, pero la cerrócasi inmediatamente.

—Di lo que piensas —le exhorté.—Aún estamos vivos a pesar de nuestra alma destrozada. Sobrevivimos.Su comportamiento me sorprendió de nuevo. Aún en un momento de debilidad, estando desnuda

e indefensa frente a mí, no se había rendido.—Sí, estamos vivos —repetí sus palabras. Sabía lo que yo mismo había sobrevivido, pero no

conocía exactamente por qué también ella era una sobreviviente. Cicatrices, un expedientecensurado y miedo a la oscuridad, eso era todo lo que sabía.

Maldición, no sabía nada de ella y, sin embargo, me fascinaba como ninguna otra mujer. Tanto,que quería alejarla de mí, tan lejos que no tuviera que volverla a ver. Si alguien estabaenfermo o roto, ese era yo. Quería conocer todo sobre ella antes de poder desterrarla de mi vida.Mierda, el pensamiento me hizo sentir como un monstruo.

—¿Cómo te llamas?—¿Cuántas veces me harás esa pregunta?—Tantas como sea necesario.Sus labios, nuevamente, estaban peligrosamente cerca de los míos. Su aroma seductor a burbon

de vainilla casi me hizo enloquecer. Abrió sus labios ligeramente. ¿Era una invitación? No,maldición, estaba alucinando. Además, ¡los dos estábamos demasiado rotos para esto! Tan solonos destruiríamos el uno al otro, permanentemente. Cerré el agua y le di una toalla para quepudiera secarse mientras yo me quitaba la camisa que se me pegaba al cuerpo, mojada y fría.

—¿Damon? Lo siento.Fruncí el ceño. ¿Por qué se disculpaba? Yo la había secuestrado. Yo la había encerrado y

condenado a salvar la vida de uno de sus torturadores. No tenía que disculparse por nada,absolutamente nada.

No obstante, tenía curiosidad y pregunté: —¿Qué sientes?—Mi momento de debilidad. Normalmente…Le puse el dedo sobre los labios para interrumpirla. —Ese no fue un momento común y no hay

nada de qué disculparse.Me volvió loco que ella se disculpara por mis errores y me di cuenta que yo era una persona

terriblemente mala. No solamente enferma, sino morbosamente mala.Mientras ella envolvía la toalla alrededor de su torso, noté que goteaba agua del sucio vendaje

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que traía en el brazo. Lo traía desde que la secuestré. Sujeté su muñeca y le quité el vendaje.Debajo había profundos y alargados rasguños que debían tener apenas unos días.

—¿Te duele mucho? —le pregunté. Lo que realmente quería preguntar, era: ¿Te hiciste lasheridas tú misma? Pero no quería que volviera a esconderme sus sentimientos, así que tenía queser cuidadoso.

—Algo. Pero ya pasará —sonrió y al ver mi mirada crítica, negó energéticamente con lacabeza. —Pasó en el trabajo. Un gato testarudo.

Hubo una profunda felicidad en su rostro al mencionar su trabajo. Por primera vez la vicompletamente sin miedo o dolor. Aún no quería sacarla de ese estado, pero la curiosidad ardíaen mi interior: quería saber qué le había pasado. Quería saber por qué era como era.

—¿Y qué hay de las cicatrices en tu espalda?Su expresión de dolor volvió inmediatamente y volvió a desmoronarse brevemente antes de que

la pudiera sujetar y la llevara a mi cama. En el camino, se acurrucó contra mi pecho y dijo con vozqueda:

—De niña me caí de un árbol y me llevé unas cuantas ramas. Era medio salvaje.A pesar de no poder verle la cara, supe inmediatamente que me estaba mintiendo por primera

vez desde que llegó. Maldición, era la peor mentirosa del mundo, eso era seguro, pero lo dejé así.Ella no quería hablar de eso y yo no quería forzar nada, después de todo, yo no había hablado connadie de mi jodido pasado. Simplemente había cosas que era mejor que se quedaran atrás.

—Supongo que estás cansada, ¿verdad? —le pregunté al acostarla en mi cama.Realmente no tenía que responder la pregunta, pues sus párpados continuaban cerrándose. Sin

embargo, asintió.—Entonces debes dormir.—¿Te quedarás aquí? —preguntó tan suavemente que apenas y pude entender su tierna voz.—Sí. No te quitaré los ojos de encima.Con una sutil sonrisa en los labios, cayó en un sueño inquieto. Era completamente cierto que no

le quitaría los ojos de encima. No era una traidora ni una espía, pero estaba en peligro. A pesar deque ahora estaba cansada, en su pecho latía el corazón de una leona y sabía que escaparía tanpronto como pudiera, sin importar qué tan ciertas hayan sido sus palabras antes. Yo haría lomismo en su lugar. Pero ella no sabía que tan peligroso era aquí, qué tan peligrosas eran laspersonas que me perseguían… y ahora también la perseguían a ella. Lo que sea que habíaplaneado Joel, el cliente de Russel, la niña lo había arruinado. Así que ahora ella estaba en lalista negra tanto como yo, de eso estaba seguro.

Ella ya no era una prisionera que quería mantener alejada del mundo exterior. ¡Ahora era unachica que debía proteger del mundo exterior! Me puse ropa seca y me senté en el sofá, el cualestaba en posición diagonal frente a la cama, de forma que podía observarla en su inquieto sueño.

Pobrecita.No importaba cuánto me resistiera, esta niña despertaba fuertes emociones en mí. Me dolió el

pecho cuando pensé en lo que estaba pasando. Joder. Cada vez que quería alejarla, la acercabamás a mí y le mostraba sentimientos que no me permitía exhibir con nadie más.

Lentamente, yo también me quedé dormido. En los últimos días había estado trabajando sinparar, buscando controlar las consecuencias. Hablé con las otras pandillas, desembolsé casimedio millón de dólares en sobornos, me puse en contacto con todos los informantes que tenía yno me había acercado ni un poco al maldito bastardo que estaba detrás de todo.

¿Le estaba dando tanta importancia al asunto con Joel solo porque la chica era demasiadoimportante para mí? Me dormí, pensativo, hasta que un golpe sordo me despertó.

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Zoey

Cuando Damon me dejó en su cama, casi lloré de alegría al recostarme en una de verdad. Lassábanas limpias que olían a canela oriental y el colchón suave me colmaron de felicidad. Dios,estaba tan exhausta y me sentía más débil que nunca. Pero también había encontrado una fuerza enmí que nunca antes había creído posible. Más de una vez Damon me había empujado lejos,malditamente lejos de mis límites.

Estaba agradecida con él por mostrarme fortalezas que ni yo misma conocía, pero, al mismotiempo, lo odiaba por obligarme a hacerlo. Nunca me había dado otra opción. Me había arrastradoa la jaula de los leones y me había arrojado para alimentar a los depredadores.

Dean apareció en mi cabeza, con su mirada salvaje y enloquecida. Dean con su arma, la que usópara amenazarme. Estaba muerta de miedo. Pero Damon me había salvado.

¿Quién se creía para primero entregarme a las bestias y después rescatarme de ellas?¿Qué tan despedazada estaba su alma? ¿Y por qué tenía la sensación de que podía comunicarme

con él?Porque yo también estoy despedazada…Ambos éramos supervivientes y eso nos unía. Nos unía al igual que esta extraña y hermosa

energía entre nosotros, que ninguno de los dos quería admitir, pero siempre estaba ahí presente.Sostenía un sentimiento de amor-odio hacia mi secuestrador, de la misma manera que él hacia mí.Su mirada era inconfundible.

Me gustaría que hubiera más cosas que nos unieran…Zoey estás enferma, ¡muy enferma!Mientras me quedaba dormida lentamente, sentí la mirada de Damon sobre mí. Era curioso,

pero por primera vez en mucho tiempo, no me sentía indefensa. Por primera vez en mucho tiempono tenía miedo de dormir.

Soñé con una avenida repleta de jóvenes arces. El sol brillaba y el viento soplaba derribandolas hojas rojizas del otoño. En esta avenida de Seattle había aprendido a andar en bicicleta ytambién había tenido mi primer accidente. Mi mamá había curado mis raspadas con una tirita decolores y su cálida sonrisa.

En esta avenida, a los cinco años, quise pintar con tiza la obra de arte más grande del mundo ydiez años más tarde recibiría mi primer beso.

En esta avenida había nacido, crecido y vivido más de la mitad de mi vida.En esta avenida había vivido los días más felices de mi vida, pero también los más oscuros.Aunque sabía que era un sueño, no podía abandonar el lugar. Por mucho que intenté obligar a mi

cerebro a hacerlo, me retuvo ahí. Me quedé mirando mis manos ensangrentadas y en un abrir ycerrar de ojos pasaron frente a mí los últimos días. Disparos, gritos, sangre, miedo, odio, ira… yDamon.

Miré nuevamente a través de la calle, el sol había desaparecido y reinaba la oscuridad.En esta maldita calle mi madre se enfermaría cada vez más, sin que yo pudiera hacer algo por

ella y mi padrastro se volvería cada vez más malhumorado. Tenía miedo de sus amenazas… de lo

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que estaba haciendo.En esta calle maldije a mi propia amada madre por haberme abandonado con mi padrastro. Era

tan predecible, pero en el momento que sucedió, yo todavía no estaba completamente preparada.Me resistía a seguir pensando en mi pasado, pero mi sueño tenía otros planes. Me odiaba a mí

misma por mi incontrolable masoquismo.De repente el lugar fue otro y me encontré frente a mi vieja casa. Olía al pastel de frutas casero

de mi madre y sonreí. Todo se veía tan pacífico y maravilloso, en el fondo, mi mamá tarareaba Youare my sunshine de Johnny Cash mientras sonreía a mi padrastro a través de mí. Sonreí de vuelta yluego todo comenzó a moverse más rápido.

Vi cómo mi madre se volvía cada vez más pálida y delgada mientras mi padrastro perdía suempleo y bebía más y más. Solía ser una buena persona que tomaba malas decisiones, tan solohasta que se convirtió en un monstruo.

Conocía este maldito sueño y odiaba a mis pensamientos por seguir atormentándome con él.Una y otra vez. Sabía lo que iba a pasar y no quería verlo, no quería sentirlo. Siempre se sentía tanreal y aterrador como si acabara de suceder. Sin embargo, ahora algo era diferente. Algofundamental que mi mente masoquista no podía ignorar. Era una guerrera y había sobrevivido.Gracias a Damon, finalmente era consciente de ello.

Me resistí con todas mis fuerzas, grité y me protegí tanto como pude. Las muñecas me quemabandolorosamente, la realidad me llamaba, pero el sueño a su vez me retenía.

De pronto, la realidad me sacudió tanto que abrí los ojos para encontrarme mirandodirectamente a los de Damon. Me había sacado de mi sueño, por segunda vez me habíasecuestrado a la fuerza, solo que esta vez estaba infinitamente agradecida por ello.

Damon estaba inclinado sobre mí y me sostenía por las muñecas. En su mirada había unapreocupación genuina y emanaba calidez de sus ojos marrón oscuro. Traía ropa seca, pero todavíano se había abrochado la camisa.

—Todo está bien —susurró y me limpió una lágrima del rostro.Dios, estaba tan cerca de mí que su aroma me envolvía. Humo, masculino, cálido.—Lo que sea que hayas soñado, se acabó —volvió a susurrar.Me hubiera encantado creer sus palabras, pero no podía. Su voz dominante y peligrosa sonaba

tan suave, tan… humana. Ahora no me quedaba ninguna duda de que podía comunicarme conDamon. Había logrado descubrir su persona, al igual que él me había descubierto a mí.

—¿Lo crees? —pregunté. Me temblaba la voz. Mientras continuara siendo su prisionera,definitivamente no se había acabado. Mientras siempre hubiera una tormenta presente, no se habíaacabado. Mientras no supiera si sentir amor u odio por Damon, ¡no se había acabado!

Me regaló una fugaz sonrisa y luego soltó mis muñecas.¿Por qué me tenía sujeta? Miré a mi alrededor y reconocí la razón. En mis sueños, debía haber

golpeado sin parar hasta tirar al suelo una lámpara de noche, la cual se había roto en cientos depedazos. La lámpara, o más precisamente, lo que quedaba de ella, lucía bastante cara.

—Perdóname, no quería hacerlo —suspiré. Damon asintió.—Solo es una lámpara —dijo. Luego se arrodilló y recogió los pedazos grandes.—Estaré eternamente agradecido contigo, por haber salvado a Chase.—Es importante para ti, ¿cierto?—Confío en pocas personas y él es una de ellas. —Su mirada reflejaba determinación y su

postura se volvió bélica, heroica. Esta clase de masculinidad le sentaba bien a Damon y loencontré irresistible. Solamente ahora, por primera vez, noté su cuerpo de acero. Naturalmente lohabía sentido antes, sin embargo, estaba tan ensimismada en mis pensamientos que había

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bloqueado todo lo que me rodeaba. Tenía algunas cicatrices, por aquí y por allá, que volvíanúnico a su cuerpo perfectamente entrenado.

Aún entre otros miles, habría reconocido su cuerpo de inmediato.—¿Qué hay de ti? —preguntó Damon. Su pregunta me tomó por sorpresa.—Además de mi mejor amiga, no hay nadie —suspiré. Y ni siquiera mi mejor amiga sabía todo

sobre mí. Además de Lory y mi trabajo, no tenía nada. Con mucho dolor me di cuenta de ello.Dios, se sentía como si fuera una vida de hace mucho tiempo.

Damon me miró con lástima y me enfadé. ¡No quería compasión de mi secuestrador y nonecesitaba a uno!

—¿Cuánto tiempo me has tenido aquí? —pregunté.—Cuatro días —dijo Damon. La lástima desapareció y en cambio sus ojos volvieron a

oscurecerse. Bien. Prefería exponerme a su ceño fruncido que a su pena.—¿Cuánto tiempo piensas retenerme?Damon ignoró mi pregunta, tomó la lámpara rota y me miró con ojos gélidos.—Ni se te ocurra hacer una mierda hasta que regrese, niña.Luego abandonó la habitación y me dejó sola.—¡Jódete, Damon! ¡Jódete! —grité. Mis palabras resonaron en las paredes una y otra vez,

conteniendo mi desesperación nuevamente.Me levanté de la cama, me envolví en la toalla de nuevo e intenté abrir la puerta de salida.

Coño. Estaba cerrada. Damon me había encerrado aquí. Inmediatamente pasé al plan B. Busqué enla habitación algo que pudiera ser útil, cualquier cosa. Armas, un teléfono, un ordenador. Sinninguna consideración, abrí cada uno de los cajones, todos los armarios y muebles, sin encontrarnada más que ropa de diseñador. Ninguna cuchilla de afeitar, ninguna pistola, ¡ni siquiera unamaldita aguja! Tomé una de las camisas del armario y me la abroché. En el caso de Damon, la telade sus camisas se estiraba al extremo en sus hombros y pecho, pero a mí me cubría de formaholgada y caía hasta mis rodillas. Olía a él… Madera de cedro y un toque cítrico. Olía aseguridad. Entonces noté la ropa mojada de Damon en el baño. ¿Quizás habría algo útil ahí?¡Bingo! Casi me pongo a llorar al sacar un móvil del bolsillo de su pantalón. Con los dedostemblorosos, encendí la pantalla, no tenía contraseña. Respiré hondo; no podía creer mi suerte.¿Por cuánto tiempo me dejaría sola Damon?

Tenía poco tiempo, por lo que me forcé a concentrarme. Lo único aún más importante que mivida, que mi libertad, era Lory. Necesitaba asegurarme de que estuviera bien.

Sin dudarlo, escribí el número de Lory. Salió la llamada y contuve el aliento.¡Contesta por favor! Por favor, por favor…—¿Aló?—¡Dios mío, Lory! —suspiré. Era tan bueno escuchar su voz.—¿Zoey? ¿Zoey eres tú?—Sí, soy yo. Te estoy llamando desde… otro celular —le expliqué.—Ajá —su voz era inusualmente fría.—¿En dónde estás? ¿Cómo estás? —pregunté.—En el trabajo, ¿qué necesitas?¿Cómo podía explicarle en tan poco tiempo todo lo que había pasado? No quería que se

preocupara. De alguna manera me las arreglaría para salir de aquí sin tener que involucrar a mimejor amiga.

—Tienes que alejarte de Joel —comencé. Pero Lory me interrumpió.—Ya hiciste eso por mí —me espetó.

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—¿Qué ha pasado?—¡No tengo idea! Tú dime —sonaba enojada. Muy enojada, y yo tenía sospechas.—Él es una persona muy muy mala, Lory. ¡Tienes que creerme! ¡Aléjate de él! —rogué con

desesperación. Si tan solo pudiera decirle lo que me había pasado.—No te preocupes, ya lo hiciste Zoey —repitió Lory, cortante.—¿Se ha ido?—¡Sí! No quiere volver a verme. Lo dejó más que claro cuando dejó tus cosas en mi puerta.No sabía qué decir. Pero no tuve que hacerlo, Lory estaba lejos de haber terminado.—¿Por qué me hiciste esto, Zoey? ¿Por qué no me dejas ser feliz?—No hay nada que sea más importante para mí en este momento, Lory —suspiré.Maldita sea, ¡tuve que decidir entre llamar al 911 o a ti!—Ah, ¿en serio? ¿Primero saboteas mi relación y ahora quieres consolarme?—No es tan simple, Lory —quise explicarme. Las palabras se me pegaban a la boca como miel

y luchaba en contra de las lágrimas.—Bueno. Si soy tan importante para ti, déjame en paz ahora —dijo Lory con voz sepulcral.Quería decirle a Lory la verdad, pero no podía. ¡No podía ponerla en peligro! ¡Nunca! Quizás

era mejor que Lory me odiara, prefería eso a cualquier otra cosa que pudiera pasarle.Escuché pasos aproximarse, cada vez cercanos y luego, silencio. Una llave entró en la

cerradura y escuché el pesado cerrojo abrirse.—Está bien —susurré. —Cuídate. Hablamos prontoPor favor no me odies para siempre, Lory.Colgué y borré el número de Lory del historial de llamadas. En ese mismo instante entró

Damon, me miró con su teléfono y sus ojos hicieron que un escalofrío me recorriera toda lacolumna vertebral. Estaba furioso, no había duda de ello, pero también pude reconocer dolor,profundamente escondido detrás de su máscara desmoronada.

—Suelta el teléfono —gruñó mientras se acercaba a mí. Dejé caer el móvil al suelo y menos deun segundo después Damon me empujó con ambas manos contra la pared a mis espaldas. Me tirómuy fuete, pero al menos el dolor me distraía de Lory.

Lory me odiaba y yo sentía tanto alivio como lástima por ello. Cielos, los ojos de Damonresplandecían de ira, su respiración era pesada. Él era fuego, de principio a fin. Sin embargo, nohabría elegido de otra manera. No habría llamado al 911. Me sentí mal de tan solo pensar en ello.

Dios, ¿qué me pasa? ¿Qué ocurre conmigo?¿Por qué tenía tales sentimientos hacia mi secuestrador? Incluso ahora, cuando estaba

abalanzado sobre mí, lleno de ira e impredecible.—Me haces daño —jadeé.—¡Nada comparado con lo que tú me haces!—¿Qué? —pregunté, atónita.—¿A quién llamaste?—¡A nadie!—¡Mierda, niña! No estoy de humor para juegos. Pasé tus otras mentiras por alto, pero créeme,

se acabó. Agotaste tus oportunidades para siempre.Me mordí el labio cuando habló de mis otras mentiras. Había dicho esas mentiras tan seguido,

que incluso yo comenzaba a creérmelas. Pero él había visto a través de mí.—Llamé a mi amiga —admití.—¡Carajo! ¡No tienes idea de lo que acabas de hacer!Damon ardía y sus palabras quemaban como el fuego del infierno en mi piel. Negué

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enérgicamente con la cabeza. No había causado ningún daño, sino que había controlado los daños– ¡por él!

—Juro que no dije nada.Me escrudiñó con una mirada afilada. Estaba buscando señales de mentira y sentí su enfado

cuando no las encontró.—¿Por qué la llamaste?—Porque tenía que hacerlo —suspiré. —No quería abusar de tu confianza.—Muy tarde. —En su rostro no reconocí otra cosa más que una dolorosa aceptación.Cielos, ¿qué he hecho?Respiró profundo y se inclinó hacia adelante, de forma que sus labios tocaran mi oído.—Desde el primer momento supe que no serías buena para mí —suspiró.Me dejó mirar detrás de su máscara por última vez y sentí el dolor que yo misma había

provocado. Él tenía razón. No importaba dónde, yo tan solo traía desgracia y destrucción. Me dipor vencida.

—Deberías encerrarme, por siempre y para siempre y tirar la llave. ¡Mientras esté lo más lejosposible de ti!

—Carajo, tal vez lo haga —bramó Damon. Sus palabras, afiladas, tajaron profundamente micorazón. Pero no merecía otra cosa. Fui tan estúpida como para no entender cuán frágil era elvínculo entre Damon y yo, y me di cuenta muy tarde, justo cuando acababa de destruirlo.

Damon me tomó por el cabello, me sacó de la habitación y dejé que sucediera. Lo dejé hacer loque quisiera conmigo, de cualquier manera, me lo merecía. Yo no era nada más que un problema.

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12

Damon

Alterné la mirada entre David y la mesa ensangrentada dentro de la sala de conferencias,disperso.

—¿Y? —preguntó David.—¿Y qué?, pregunté de vuelta, inmediatamente. Joder, no estaba en humor de charlar. Vertí

burbon en un vaso y me recargué contra la pared.—¿Cuánto tiempo la vas a ignorar esta vez? —preguntó David con naturalidad.—Tanto como deba hacerlo —respondí. No era una respuesta, pero David no obtendría más.

¡Esta chica podía irse al maldito infierno!—Salvó la vida de Chase —dijo David. Al igual que yo, miró la sangre que se había metido

profundamente en la madera. Necesitaba una mesa nueva.—Y llamó a alguien —gruñí.—Damon, si ella le hubiera dicho algo a alguien, la policía nos habría atrapado hace tiempo.

No seas tan duro con ella.Bebí todo el vaso antes de reír despectivamente. —¿Desde cuándo eres tan… asquerosamente

sentimental? ¿Cambiaste tu cuchillo por un álbum de calcomanías de Bonnie-Buckley o todavíatienes que escoger los sellos?

—Mierda Damon, presta atención a lo que dices —me amenazó David. Quería que megolpeara. El alcohol ya no me adormecía más.

—¿Acaso tu novia también tiene que enseñarte a pelear como un hombre? —lo provoquénuevamente. Un segundo después, David me dio un puñetazo.

Saboreé la sangre y escupí directamente en los pies de David. —Qué lindo —jadeé. —Mejordeja que tu papá te compre un puño de acero, ¿no?

Su puño me golpeó de nuevo, luego se alejó frotándose la mano.—Damon, eres el tipo más jodido que conozco.—Y tú, David, no eres ni un poco mejor —sonreí. David me sonrió de vuelta y nos serví otro

burbon.—¿Por qué ignoras a la chica? —preguntó David nuevamente.Me hace consciente de mi vulnerabilidad.—Abusó de mi confianza.—Tonterías, no le diste absolutamente ninguna oportunidad de explicarse —dijo David

enfadado.—¿Y? —gruñí. No quería escuchar sus argumentos.—Le debes una, por Chase.—¡No le debo una mierda!¡Abusó de mi confianza! ¡No dejaré que eso vuelva a suceder!—Damon, ¿acaso estás demente? Arrastraste a la casa un riesgo incalculable, ¡así que también

hazte cargo de él! ¡No tengo ninguna intención de seguir limpiando el desastre tras de ti!Además de David, nadie más se atrevía a hablarme así y en ese preciso momento me arrepentía

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de haberlo permitido hasta ahora. Odiaba cuando hablaba con mi consciencia. Era como mihermano.

—¿Qué piensas de ella? —le pregunté. Los últimos días, David se había estado encargando demi problema.

—Se dio cuenta de que no soy tan malo como le hice ver en la primera noche. Desenmascaró alchico malo.

Tuve que contener mi sonrisa. Sí, ella era malditamente buena en eso, también me habíadescubierto.

—Si pudiera, aún escaparía ¿cierto?—Eso creo, sí —dijo David encogiéndose de hombros.No podía permitir que eso pasara. De ninguna manera. Caería en las manos de mis enemigos, y

al momento yo tenía demasiados malditos enemigos en busca de mis debilidades. Tarde otemprano, de preferencia tarde, debía admitir que ella era una debilidad. Mi prisionera sin nombreera mi jodida kriptonita. Sonreí con amargura.

—Deberíamos hablar con Chase —cambié de tema—. Dean ya nos dijo todo, pero quizásChase sabe algo más. Los efectos de los analgésicos deberían estar por disiparse.

Aunque el tiroteo había sucedido hace días, aún no sabíamos realmente nada. No había unculpable y rondaban varias especulaciones y acusaciones salvajes. Los últimos días mis hombreshabían estado muy volátiles y había tenido que mantenerlos a raya para que no cometieran algunaestupidez. Había congelado todos los negocios y también había hecho que todas mis pandillasaliadas se detuvieran.

David asintió. —Se escucha como si al fin recuperaras la claridad de pensamiento. Entoncesbuscaré a la chica, para que se ocupe de la herida.

No, estaba lejos de poder pensar con claridad y probablemente estaba a punto de cometer elerror más grande de todos los tiempos. Entramos juntos al vestíbulo.

Bajé por las escaleras y abrí la pesada puerta metálica. La niña levantó la mirada concuriosidad, sin embargo, sus ojos se oscurecieron en cuanto me vio. David le había compradoropa. Traía puestos unos vaqueros largos y una camisa que era demasiado grande para ella.

—Vete —dijo.Me echaba de su propia prisión. Carajo, era malditamente valiente o increíblemente tonta.

Probablemente ambas cosas.—No. Solo si me dices por qué llamaste por teléfono.—Ah, ¿eso quieres saber?—Sí—¿Y luego qué? ¿Va a ser un hábito el que me des esperanzas de libertad tan solo para

encerrarme aquí de nuevo y que me ignores durante días?Apreté los dientes con fuerza y respiré hondo. Maldita sea, ¡me hacía enfurecer tanto! Les hacía

cosquillas a mis demonios impredecibles y jugaba con fuego.—¿Entonces te quieres pudrir aquí? —pregunté con frialdad.—Quiero saber de qué lado estás, Damon. Me das esperanzas solo para aplastarlas un segundo

después, no puedo soportarlo más.Maldita mierda, ¡ella era la cínica que me provocaba todo el tiempo y me hacía sentir que era

mejor mantenerme oculto!—Entonces deja de rebuscar en mis pensamientos y sentimientos. Lo único que puedo hacer, es

destruir. No soy más que enfados —gruñó.—Eso no es cierto y tú también lo sabes.

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—¡Cierra la boca, niña! No eres mi jodida terapeuta.—¿Entonces por qué no te vas? Esta es mi prisión, no la tuya —dijo cortante.Porque no me dejarás.Estaba en mis pensamientos, todo el tiempo. Su olor me perseguía, escuchaba su maldita voz en

todos lados.—Porque eres mi problema.—Y tú eres mi problema, Damon —suspiró y se puso de pie.Observé sus movimientos. Todavía le dolían los pies y bajo la tela seguramente tenía una

docena de moretones azules.—Quiero una tregua —le dije.—Bien —respondió y su respuesta me sorprendió. Esperaba una pelea o quizás una larga

discusión, pero no su aceptación.—¿Bien? —repetí su respuesta.—Sí. No me quiero pudrir aquí. Haría cualquier cosa por volverme a ganar tu confianza. Ya no

quiero ser una prisionera.—¿Cómo te llamas? —pregunté.Me sonrió, luego miró al piso.—Llamé a mi mejor amiga para advertirle de Joel y ahora me odia. Nadie vendrá a buscarme.

—Le temblaba la voz. —Por favor, perdóname. Tan solo quería advertirle. Tú habrías hecho esopor tu gente, ¿o no?

Sus ojos esmeraldas brillaban, humedecidos.Asentí lentamente. —Sí, lo haría.Pobre niña.Que nadie viniera a buscarla debía ser un sentimiento terrible para ella. Nadie en el mundo

merecía eso. Y menos una pequeña niña indefensa.—Ven conmigo. Chase te está esperando —dije.Se limpió rápidamente la cara con la manga y me siguió escaleras arriba, hasta el área común

en donde Chase estaba recostado en el sillón charlando exuberantemente. Los potentes analgésicoshabían nublado tanto su mente durante los últimos días, que no había podido sacarle ni un solofragmento de información útil.

Chase estaba tumbado en el sofá, ordenando a las personas a su alrededor como si fuese unemperador. Pero a la mayoría parecía no molestarle.

—¡Damon, amigo! —me saludó.—Chase —respondí. Era bueno verte en tan buena forma.—Y trajiste a la enfermera más linda del mundo —balbuceó.—Veterinaria —corrigió la niña.—Lo que sea —se rió Chase. Sacó un cigarrillo de detrás de su oreja y lo encendió.—¿Estuviste bebiendo? —pregunté críticamente.Levantó el pulgar y dedo índice como si estuviera sosteniendo algo entre ambos.—Quizás un poco.Suspiré. Si estaba pensando en beber otra vez, era porque debía estar bien. Chase realmente

manejaba todos mis clubs y hacía nuevos contactos con personas importantes. Junto con Dean, casitodos los tratos funcionaban, por eso no había tenido que preocuparme por hacer las finanzasdesde hacía años, incluso después de haberles comprado capital dentro del club de lucha.

Mientras la chica atendía su herida, intenté reconstruir con él las secuelas de aquel día. Pero aligual que Dean, Chase no podía recordar nada que valiera la pena mencionar. Estaban saliendo de

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un restaurante en donde acababan de reunirse con uno de nuestros informantes cuando de repentealguien comenzó a disparar salvajemente.

—Listo —dijo la chica y terminó su trabajo.—¿Y la maldita bala sigue en mi pierna? —preguntó Chase con mirada crítica.—Sí—Qué puta locura —maldijo después de tirar la quemada colilla del cigarro.—En algún momento deberías dejar que te la sacaran. Un profesional, no yo —dijo la chica.—Estoy en deuda contigo —susurré, pensativo.—¿En serio? —preguntó ella. Su mirada esperanzada no era un buen augurio.No quería destruir sus esperanzas nuevamente.—Eso creo, sí.—Bien, entonces déjame ir.—No —gruñí.—Entonces que estés en deuda no vale nada —dijo con naturalidad. Su mirada gélida hizo que

me hirviera la sangre. ¡Sus ojos de hielo me hacían enfurecer!Carajo, me había expuesto delante de mis hombres. ¿Realmente era tan estúpida? ¿Había

perdido la cabeza? ¿Qué demonios estaba haciendo? Sin hacer ningún comentario, tomé a la chicapor el brazo. Ninguno de mis hombres me detuvo cuando volví a empujarla al sótano.

Mis hombres conocían mi silencio y sabían que cualquier palabra podría detonar la bomba derelojería que había en mi interior.

Y la niña aprendería eso ahora. Era la última vez que me dejaba en ridículo.

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13

Zoey

Damon me empujó a través de la pesada puerta, de vuelta a mi prisión, y la cerró de golpe trasde mí. Lo había irritado y estaba furioso. Pero no había podido evitarlo, tenía que hacer esapregunta. Tenía que aprovechar cada oportunidad que se me presentaba... pero esta vez habíafallado.

Con una mano me tomó por la garganta y me presionó contra la pared.—¿Te quieres morir, niña? —rugió. En su mirada ardía fuego puro y la negrura en sus pupilas

crecía cada vez más.—No —jadeé. La presión en mi garganta aumentó, apenas podía respirar. Con su torso de acero

presionó el mío. Podría haber luchado, pero no lo hice. Me merecía su enojo, su rabia, su odio.Pero también quería su sonrisa, sus deseos, su corazón.

—Mierda, ¿por qué me haces esto? —preguntó.—Porque lo permites —respondí.—No soy bueno para ti. Soy egocéntrico, egoísta y definitivamente no soy una maldita buena

relación para pequeñas chicas inocentes.—Lo bueno es que yo no soy una pequeña chica inocente —dije con determinación.—Soy peligroso, maldición. ¡Métete eso en tu jodida cabeza dura!—Sí, eres peligroso —suspiré. Sus ojos miraron profundamente en mi alma. —Pero no para mí.—Maldita sea, te estoy estrujando contra la pared y tengo cogida tu garganta tan fuerte que

apenas y puedes respirar. ¿Qué más tengo que hacer para dejar claro que no debes molestarme?La cogí por el cuello aún más fuerte. Me zumbaba la cabeza y me rugía la sangre en los oídos.—¡Soy incontrolable! —bramó Damon.—Entonces me hubieras ahorcado hace mucho tiempo.—Joder —gritó Damon. Me dejó ir y se agarró las sienes, mientras yo me desplomaba.

Necesitaba llegar a él, comunicarme. Sabía exactamente cómo se sentía, yo estaba tan rota comoél, quizás hasta un poco más. Sabía por lo que estaba pasando y lo que necesitaba.

—Te quité la libertad, niña. No soy el bueno.—Joel, Russell o como sea que se llame en realidad, es el culpable de todo —dije con voz

queda. Sus manos estaban empuñadas y su mirada salvaje me tenía atrapada.—Incluso ahora buscas culpar a alguien más por mis errores, niña. Escúchame, no te haces

ningún bien conmigo.Respiré hondo antes de hacer mi pregunta.—Entonces libérame o mátame ahora.—No puedo hacer ninguna de las dos cosas.—Se qué no vas a matarme. Pero podrías preguntarme si quiero quedarme.—Podría darte miles de razones por las que deberías alejarte de mí.—Tengo una sola razón para quedarme.Los dedos de Damon se clavaron en mis hombros y me miró a los ojos, llegando hasta el fondo

de mi alma. La tensión entre nosotros electrificó el aire, nuestros cuerpos echaban chispas. No

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supe qué me pasó, pero me acerqué a Damon y lo besé sin control antes de soltarlo, en shock, yabofetearlo en la cara.

¿Por qué me había dejado besarlo? ¡Mi caos emocional era demasiado grande! Damon se frotóla mejilla antes de que nos volviéramos a besar. Esta vez la energía provenía de él. Sus labioseran suaves y su barba rozaba suavemente mi mejilla. Este beso me infundió sentimientos quenunca antes había experimentado.

Nos separamos al quedarnos sin aliento y Damon susurró: —Te odio por ver lo bueno en mí.—Y yo te odio por descubrir mis mentiras.Desabrochó mi camisa y me besó el cuello.—¿Realmente estamos tan rotos? —pregunté.—Maldita chica, me vuelves loco, lo hiciste desde el primer segundo.—Zoey —suspiré. —Mi nombre es Zoey.—¿Por qué ahora, Zoey? —susurró Damon. Mi mundo se tambaleó cuando dijo mi nombre por

primera vez. Le había dado todo lo que tenía, y se sentía bien.—Quiero que digas mi nombre —dije en un suspiro.—¿Por qué? —gruñó como un lobo hambriento.—Porque confío en ti, Damon. Y quiero que tú también confíes en mi.Damon lamió mi cuello, dejándome un cosquilleo que me erizó la piel. Podía sentir sus dientes

rozándome la piel, listos para morderme en cualquier momento.—¿Cómo puedes decir eso, después de que lo conozco todo sobre ti? ¿Cómo puedes

perdonarme por eso?Sus manos tomaron mis caderas y me acercó a él. Dios, lo deseaba tanto… Sí, él había

descubierto todos mis males, pero gracias a él había descubierto algo mucho más importante enmí.

—Esos males no iban a ningún lado —suspiré. —Y no importa con cuántas piedras tropieces,siempre encontraré un camino hacia ti.

Sentí como si conociera a Damon desde hacía miles de años, sabía exactamente cómo se sentía.Anhelaba las mismas cosas que yo. Seguridad, amor, estabilidad, confianza. Dios, durante añoshabía rondado sola por el mundo, con el corazón helado y apagando cada chispa de calor antes deque pudiera alcanzarme. Pero ahora eso había terminado. Gracias a Damon finalmente reunía lafuerza que necesitaba para mostrar mis debilidades. Gracias a Damon al fin encontraba el fuegoque necesitaba para calentar mi corazón.

Nuestros labios se encontraron de nuevo, cálidos y exigentes. Damon se arrancó la camisa delpecho y me quitó los vaqueros y las bragas.

—No tienes idea de lo que has hecho, Zoey. Soy incontrolable —susurró. Entonces me presionónuevamente contra la pared, me tomó por los muslos y me levantó. Estaba atrapada entre su firmecuerpo y la pared fría. No, no estaba atrapada, estaba a salvo.

—No me harás daño. —Lo decía en serio, podía sentir que era verdad.Mientras me aferraba con mis piernas alrededor de sus caderas, Damon abrió su pantalón y

pude sentir su fuerte erección.Suspiré de placer, mientras él se frotaba contra mí, provocando que mi humedad y su

respiración se volvieran cada vez más aceleradas. Me penetró e hicimos el amor, salvajes ydesinhibidos. Me empujaba con todas sus fuerzas contra la pared y me embestía con firmeza.Nunca había estado tan cerca del orgasmo como en ese momento.

Finalmente había expuesto lo más profundo de Damon y me sentía fantástica. Me encantaba suferocidad, la cual me mostraba que me anhelaba desde el primer momento, tanto como yo a él.

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—Maldición, Zoey. ¿Qué estás haciendo conmigo? —susurró Damon con voz áspera. Luego memordió el hombro. Gemí, en parte por dolor, en parte por placer. Ahí estaba su lado incontrolable,pero era exactamente lo que yo quería. Me sentía segura en presencia del monstruo de Damon. Nome haría daño, lo sentía. Damon me protegería de lo que sea que estuviera al acecho.

¡Cielos, Zoey! ¡Es tu maldito secuestrador!Presioné mis caderas contra su pene duro, que seguía penetrándome. Damon presionó sus labios

contra los míos y su lengua entró en mi boca. Lamió la punta de mi lengua, exigente, y no me dejóescapar de su beso.

Damon me besó hasta que se nos agotó la respiración. Jadeando, apoyé la cabeza contra lapared para recuperar el aliento. Dios, era tan salvaje e incontrolable y peligroso. Damon era todolo que había añorado en mi vida.

Damon me penetró cada vez más fuerte y cada vez más más profundo, hasta que no podíasoportarlo.

—¡Termina para mí, Zoey!Desde mi interior se propagaron fuegos artificiales masivos que me recorrieron todo el cuerpo.

Mi orgasmo fue tan intenso que tan solo vi chispas, una brillante luz que me cegó.No solo se contrajo mi abdomen, sino que de pronto todo mi cuerpo se volvió incontrolable.

Pero lo peor, y lo más hermoso, fue que Damon no dejó de hacerme el amor. Continuó haciendo loque había hecho todo el tiempo. Damon me volvía loca, del cielo al infierno.

En ese momento, lo habría seguido a todas partes.—No dejes de hacer esto, Damon. Nunca, ¿me oyes?. —Deseaba que este momento fuera para

siempre.—Nunca —respondió él. Su voz era tan áspera y grave como su mirada con la que

continuamente me observaba. Me había dejado mirar su alma desgarrada, sin condiciones, y loamaba por ello.

Con una mano masajeó mi pecho, mientras seguía sosteniéndome con el otro brazo contra lapared. ¡Era tan fuerte! Fascinada, observé sus músculos moverse a cada movimiento, mientras supiel brillaba por el sudor.

Alrededor de toda la parte superior de su torso había cicatrices, presumiblemente de cuchillos,que corrompían su brutal perfección. Perdida en mis pensamientos acaricié las cicatrices que lohacían parecer tan belicoso. Sus cicatrices lo volvían más heroico, mientras que mis cicatriceshacían lo contrario. El jadeo de Damon me trajo de vuelta a la realidad. Entonces me di cuentaque Damon no solo controlaba mi cuerpo y mis sentimientos, sino que también tenía control sobremis pensamientos.

Cielos, me había secuestrado y yo me había entregado a él.Damon me pellizcó el pezón con firmeza, y gemí nuevamente.—Maldición, Zoey. Me encanta cómo gimes.Respiré hondo mientras Damon estaba concentrado en mis senos, provocándome gemir aún más.En sus labios había una sonrisa diabólica, y la besé. Su mirada apasionada seguía ahí.Me miraba asombrado, como si yo fuera una diosa.Me hacía sentir como una diosa.Él me había convertido en su diosa.Cuando Damon se vino en mí, seguí su orgasmo hasta el éxtasis y terminé por segunda vez.

Luego me dejó con cuidado en la colchoneta y se recostó a mi lado.—Maldita sea, Zoey, ¿por qué no puedo alejarte de mí? —jadeó Damon. Su mirada pensativa

estaba clavada en el techo.

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—Por la misma razón por que yo no puedo huir de ti —respondí.

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Damon

Había días en los que solo quería ver al mundo arder, y hoy era uno de esos días. Apenas ynotaba los fuertes gritos a mi alrededor. Ahora no había nada más que mi ira y el tipo frente a míque la había causado.

Estaba con los Dragons, para disuadirlos de desistir la guerra con los Brothers. Antes habíaido con los Brothers, para disuadirlos de desistir la guerra contra los Dragons. Y jodida mierdamaldita, ¡no había logrado absolutamente nada!

Como no podía volver a mi villa en ese estado, enfadado y con un fusible muy corto, fui alúnico otro lugar en el que podía pensar. El club de lucha.

Un puñetazo en la boca del estómago me trajo de vuelta a la realidad. Bajé la guardia yentonces recibí otro violento golpe. Contraataqué inmediatamente. Realmente me daba pena elpobre tipo que sufría el impacto de mis puños.

El suelo vibraba bajo mis rápidos movimientos. El cuadrilátero sobre el que estaba pelandohabía sido construido y levantado con materiales de por ahí. No era particularmente bonito oglamoroso, sino funcional. Suficientemente conveniente para peleas callejeras.

Maldición, me dolían los puños a causa de las dos últimas peleas, en las que había noqueado amis contrincantes; sin embargo, seguía golpeando. Esta noche el club de lucha había recaudadouna buena cantidad de dinero conmigo, eso estaba claro.

Antes, solía ganar aquí el capital inicial de los Alfas y mi nombre, aún años después,continuaba alto en los rankings. El Demonio.

La multitud a mi alrededor vitoreó cuando terminé con mi oponente y éste se quedó tirado en elsuelo, sangrando.

—¡Y de nuevo, la victoria va para El Demonio! —gritó el árbitro, quien sostenía un bulto gordoen sus manos. Había ganado, pero no había disfrutado de mi victoria, al igual que las dos últimasvictorias anteriores. Me era indiferente el triunfo, al igual que la recompensa. Tan solo necesitabadeshacerme de mi ira para poder regresar a la villa y contarle a mi gente cómo había fallado entodos los sentidos.

Cuando miré a la multitud de mi alrededor, principalmente compuesta por hombres con barba,tatuajes y cazadoras de cuero, vi a David. Estaba recostado contra una de las columnas quesostenían el estacionamiento abandonado. Su expresión oscilaba en algún lugar entre la sorpresa yla conmoción.

Después de que no hubiera otro voluntario que quisiera pelear conmigo, el árbitro me llevó a laequina del ring, me dio una parte del dinero y susurró: —Vuelve cuando quieras. Pero anúnciatecon anticipación, para que así pueda conseguir más tipos para patearte el culo. —Él se rió y luegovolvió al ring para traer a su próximo luchador al escenario.

—Probablemente no —susurré. Después bajé del cuadrilátero. Por todas partes había tiposdándome palmadas en los hombros y levantando sus ganancias porque habían apostado por mí.También vi el ceño fruncido de los tipos que habían apostado por el perdedor.

—Hace mucho tiempo que no venías aquí —dijo David.

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—Hace mucho tiempo que no estaba tan enfurecido —gruñí.—¿Y estás mejor ahora?Negué con la cabeza. Si el club de lucha no se hubiera quedado sin luchadores tan rápido,

habría seguido peleando. La adrenalina todavía me corría por la sangre, ahogando los rugidos yvítores de los espectadores hambrientos de sangre.

David me entregó una toalla que no tardó en ensuciarse con mi sangre y la de mis oponentes.Poco después me entregó el resto de mis cosas y salimos en silencio al estacionamiento cerrado.Tan solo cuando disminuyó el olor a sudor y sangre y los gritos se fundieron con el ruido de lacalle, volvimos a hablar.

—Supongo que no te fue muy bien en las reuniones —inquirió David.—No, joder. ¿Estaría aquí de otra manera?David me dio una palmada de comprensión en el hombro y se sintió como si su mano pesara

toneladas. Ahora que la adrenalina se disipaba lentamente, sentía cada golpe que había recibido.—¿Qué debo hacer? —pregunté a mi mejor amigo.—No dejes de pelear —dijo él, convencido.Sus palabras resonaron profundamente dentro de mí. David, nuevamente, tenía toda la maldita

razón. No podía permitirme dejar de pelear, después de todo, yo había construido algo por lo quevalía la pena luchar. Y tenía a Zoey.

Carajo, todavía no sabía qué había pasado entre nosotros ni cómo estaban las cosas entre ella yyo. Un segundo estaba a punto de tirarla en el agujero más profundo que encontré y enterrarla juntocon mis sentimientos, y al siguiente momento, me la follé.

Pero fue más que solo sexo. Fue el momento más íntimo que dos personas pudieran compartir.Me había revelado su nombre. Zoey.

Qué nombre tan hermoso era, y ella quiso que yo lo conociera.En el camino hacia mi coche me tambaleé y David me dio apoyo. Mis sienes punzaban

violentamente y se me nubló la vista.—Dame la llave, Damon. A juzgar por tu aspecto, no deberías conducir.No protesté, sino que le di la llave de mi Maserati.Al subirme, sentí como si mis costillas perforaran mis pulmones y maldije la profunda

carrocería de mi coche deportivo.—¿Me perdí de algo en la villa? —pregunté.—No realmente. Los chicos están tensos y Chase sigue tocando la guitarra. Mierda, incluso

Dean está evitándolo lentamente —sonrió David. Arrancó el coche y condujo hacia la carretera.—Es una suerte que esté mejor —dije aliviado. Sin Chase, todos mis clubs podrían cerrar y

perdería docenas de informantes. Chase era uno de mis confidentes más cercanos, un verdaderoamigo y me habría vuelto loco si hubiera muerto.

—Es una maldita suerte, Damon. Sin esa chica, todo se vería diferente ahora.—Se llama Zoey —respondí.David me miró desconcertado por un momento, antes de concentrarse en la calle nuevamente.

—Ah, ¿alguien desveló el expediente censurado?Me había olvidado del expediente. Se sentía tan bien conocer a alguien con ideas tan afines a

las mías, que no había pensado en por qué su alma tenía cicatrices.—No, ella me lo dijo.Ahora, la mirada de David me atravesó por tanto tiempo, que tuve que gritarle: —Mira la

carretera, ¡maldita sea!. —En ese momento, él definitivamente era un mayor peligro para el tráficode lo que hubiera sido yo.

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—Perdón. Ella te dijo tu nombre, ¿así como así?No dije nada, sino que pensé en ello. Cuántas veces había preguntado por su nombre y cuántas

veces ella se había quedado callada, mirándome con sus grandes y astutos ojos. Zoey seguíasiendo mi prisionera, pero me tenía en sus manos.

Joder, a excepción de ella, nadie se había atrevido a hablarme así. Nadie, maldita sea.David frenó el coche abruptamente cuando tomó la salida, sacándome de mis pensamientos. El

sol de la mañana me deslumbró mientras conducíamos por el este hacia Nueva York.—¿Qué? —pregunté, después de haber olvidado su pregunta.—Lo que pasó ayer en el sótano. Todos pensamos que había llegado su última hora, así de

enfurecido como estabas con ella.—Mierda, David. ¿Parezco un maldito asesino de niñas?—No. Pero sí alguien con poco control sobre sus impulsos.Gruñí, aunque sabía que él tenía razón. Era una bomba de tiempo, pero Zoey, de alguna manera,

había logrado desactivarme antes de la detonación.—Tuvimos un problema y luego lo aclaramos. Como adultos sensatos y no como un asesino en

serie —dije.Mi villa apareció en el horizonte y nos acercamos a ella rápidamente.—Ah, así que follaron —dijo David con naturalidad.—Ten cuidado con lo que dices —lo amenacé.—No te avergüences, ella te hace bien.—Tus especulaciones no te hacen nada bien, David —bramé, mientras David, sonriendo,

conducía el vehículo a través del portón.Cuando apagó el motor, su expresión volvió a la seriedad nuevamente.—Damon, tengo que decirte algo.—Entonces escúpelo y deja la expresión enigmática —le exigí.—Son solo rumores, ¿cierto? Nadie lo vio realmente, pero…—No —interrumpí a David. No quería escuchar el nombre de mi bastardo hermano traidor. Mi

corazón se aceleró nuevamente y sentí cómo volvía el enfado. Hubiera deseado estar otra vez enel club de lucha para darle una paliza a algunos otros idiotas.

—Quizás no sea cierto —dijo David.—Eso espero por él, maldita mierda. ¡De lo contrario, lo mataré con mis propias manos!—Yo te cubriré las espaldas.Asentí a David y lo dejé.¡Lo último que necesitaba era a mi hermano, ese maldito bastardo!Impulsado por la adrenalina, irrumpí en mi propia villa. Chase, Valentino y un par de otros

hombres estaban sentados en el vestíbulo, conversando mientras pulían sus armas. Zoey estabaarrodillada frente a Chase ocupándose de su herida.

Cuando entré al vestíbulo, ella me miró con una sonrisa amable en los labios. La ignoré, aligual que ignoré a todas las personas de alrededor hasta que estuve en medio de la sala deentrenamiento. Ahí, entre bancos de pesas y sacos de boxeo, también había un ring. Aquí siemprehabía alguien entrenando, para mantenerse en buena forma.

—Lárguense de aquí —gruñí, reclamando el espacio para mí.Mi gente asintió, luego dejaron las mancuernas y pesas en el suelo, soltaron los sacos de boxeo

y salieron de la habitación.—¡Carajo! —grité tan fuerte como pude. Tan fuerte, que me ardieron las cuerdas vocales.

Mierda, me ardían aún más los pulmones y también tenía encendido el resto del cuerpo.

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Decidido, me acerqué a un saco de boxeo que colgaba del techo, de forma que podía girarlibremente en todas direcciones. Mientras caminaba, tomé un par de vendas blancas y me las atéalrededor de los nudillos, que ya habían sufrido bastante esa noche.

La luz del sol brillaba a través de las ventanas e iluminaba las chispas de polvo. Golpeé el sacode boxeo tan fuerte como pude, imaginando que era mi hermano quien recibía el impacto.

Mierda, si alguna vez tuviera a Patrick en mis manos, lo haría pagar por todo lo que hizo, másintereses.

Escuché cómo se abría la puerta de la sala de entrenamiento y sin levantar la vista grité: —¡Lárgate!

La puerta volvió a cerrarse, luego unos pasos dentro de la habitación se aproximarondirectamente a mí. El saco de arena me bloqueaba la vista.

—Lárgate, maldita mierda —grité una segunda vez.Mi saco de boxeo fue inmovilizado y el rostro de Zoey apareció detrás. Me sonreía con

suavidad y comprensión.—¿Me vas a ignorar otra vez sin ninguna razón? —preguntó.—No —gruñí. Solamente quería estar solo.—¿Quieres hablar de eso?—No —gruñí de nuevo.—Bueno. Me quedaré aquí de todas formas, no deberías estar solo ahora.No me hizo ninguna pregunta, me dio una maldita orden.—Estoy tan malditamente enfadado —grité lanzando mis puños contra el saco de boxeo que

Zoey sostenía.—Es difícil no notarlo.Zoey soltó el saco de arena y se paró frente a él. No solo me obligó a hacer una pausa, sino

también a mirarla directamente a los ojos.—Te ves terrible —suspiró ella. Sus tiernos dedos acariciaron mi mejilla.—Créeme, me siento aún peor.—Entonces deberías hablar de ello.Negué con la cabeza. —Nunca expreso mis sentimientos. Y tú no eres mi maldito psicólogo, ya

te lo he dicho antes.—No, no lo soy. Pero soy alguien que te comprende —dijo Zoey.—Mierda, qué sabes de eso —maldije. No pasó ni un segundo para que me arrepintiera. Mi ira

me había abrumado y tomado el control.Zoey se mordió el labio y me miró furiosa. Sus ojos verdes brillaban a la luz del sol como

nobles esmeraldas.—Jódete, Damon. Sé bastante —siseó ella. Después me golpeó con el puño en el pecho. —¡Sé

malditamente bien cómo se siente la traición!En sus ojos furiosos se reunieron las primeras lágrimas que yo había provocado. Me odié

interminablemente por ello. La luz del día hacía brillar a Zoey, resplandecía más hermosa que uncielo estrellado sobre el vasto océano. Pero las luces más brillantes atraían a las sombras másoscuras. Zoey me había atraído…

Me dio un segundo puñetazo en el pecho. —Maldición, no eres la única persona en el mundoque tiene un pasado de mierda, así que deja de fingir que estás solo.

Zoey estaba en llamas y su ira parecía ilimitada. En el fondo sabía que ella tenía razón. Perohabía olvidado algo, ¡ella hacía exactamente lo mismo!

—¿Qué te pasa?

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—¿Qué quieres que me pase? —preguntó ella. Su mirada afilada cual cuchillo me atravesó elcorazón.

—Predicas confianza y que debo mostrarte mi lado bueno. Dices que debo abrirme, mientras túte llevas todos tus secretos a la tumba —gruñí.

Mierda, ni siquiera durante el interrogatorio con David había revelado una sola palabra.Incluso frente a la muerte, ella había guardado silencio. Zoey era mucho más fuerte de lo que laschicas deberían ser, no podía soportarlo para siempre.

—¿Disculpa? —preguntó, sarcástica, como hacían todas las mujeres cuando era mejor que unhombre cerrara la boca.

—Tus cicatrices, tu expediente censurado y tus pesadillas —enumeré todo lo que sabía respectoa sus secretos.

—¿Quieres saber lo que pasó en ese entonces?—Sí, maldición. Desde el primer segundo quiero saber todo sobre ti, Zoey.—Muy bien. Hui de Seattle porque no podía soportarlo más.Hizo una pausa y asentí. —Continúa, Zoey.—Mi madre estaba enferma y mi padrastro bebía cada vez más y más. —Su voz temblaba y una

parte de mí ya no quería escuchar más. No quería escuchar el terror que había vivido.Zoey se apartó de mí. —Paul, mi padrastro, siempre estaba enfadado, siempre agresivo.

Entonces mi mamá murió y no tuve a nadie más que a él.—Las cicatrices son de él, ¿verdad? —pregunté y ella asintió.Carajo, si pudiera tener a ese hijo de perra entre mis dedos… ¿Cómo podía golpear a una niña?

¡Bastardo enfermo!—La mayoría de las veces usaba un cinturón. Pero si estaba demasiado borracho… Una vez me

rompió el brazo al tirarme por las escaleras.Zoey apoyó la cabeza en el saco de arena, sus sollozos casi me partían el corazón.—No tengas miedo Zoey, yo estoy aquí —susurré. Cuidadosamente la rodeé con mis brazos y le

di el apoyo que necesitaba. —Voy a protegerte y te juro por Dios, por mi vida y por todo lo queme importa, que nadie jamás volverá a lastimarte.

Zoey suspiró y su cuerpo tembló. No podía ver su rostro, pero sabía que había algo más. Algoque aún no me había dicho, sin embargo, le pesaba en el corazón. La última pieza delrompecabezas para entender su pasado.

—¿Es la primera vez que hablas de esto? —pregunté.—Sí —respondió ella suavemente.—No te detengas. Dime todo lo que pasó.—No puedo —sollozó Zoey. Sus puños tamborilearon sobre el saco de arena y yo la dejé.—Vamos, tú puedes. ¿Qué pasó con Paul? ¿Cómo te escapaste de él?—Antes era tan amable, fue como un verdadero padre para mí —exclamó.—El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.—Mierda, sí. ¡Me voy al infierno, Damon!Tomé a Zoey por los hombros y la giré para que tuviera que mirarme directamente a los ojos.—Has vivido cosas terribles, te han pasado cosas malas, ¡pero no irás al infierno por eso!Zoey negó con la cabeza. —No, no por eso. Pero por lo que hice.Mierda, ahora hizo que me diera miedo. ¿Qué había hecho Zoey para sentirse tan mal?—Sí, eres más valiente de lo que te hace bien y me desquicias más de lo que deberías, pero no

eres una mala persona.La miré con intensidad durante mucho tiempo, hasta que abrió la boca, vacilante, y me confesó

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lo que había hecho.—Venía de regreso del colegio y Paul estaba enfurecido conmigo porque tiré su alcohol. Me

atacó, me golpeó una y otra vez. Normalmente Paul se detenía cuando sangraba.¡Bastardo enfermo!—Pero no se detuvo —concluí. Ella asintió.—Me siguió golpeando. Entonces rompió una botella y pensé que me iba a matar. Pude escapar

a la habitación. En la mesita de noche había un revólver que pertenecía a mi madre. Solo queríamantenerlo alejado de mí, Damon, lo juro. Pero él se acercó, se abalanzó sobre mí y de repente sedisparó el arma. Lo maté. Soy una asesina. Lo odiaba y me persigue hasta ahora, pero también erami padrastro. Quizás podría haberlo hecho de otra manera…

—Quizás tú hubieras muerto en el proceso.—Quizás —suspiró Zoey.La tomé entre mis brazos con fuerza y acaricié su largo cabello.Me sentí como un maldito idiota. Mientras yo estaba enloquecido por mi hermano, Zoey había

vivido algo mucho peor. Durante mi infancia, cuando Patrick y yo fuimos trasladados de unafamilia adoptiva a otra, al menos nos teníamos el uno al otro. Y cuando Patrick me habíaapuñalado por la espalda, había tenido a mi gente.

Pero Zoey, la pobre, pequeña Zoey, no había tenido a nadie. Estaba sola y soportaba su duropasado sin quejarse.

—No eres una asesina, eres una superviviente —la besé en la frente y repetí mis palabras. —Eres una superviviente con corazón de guerrera.

Zoey había sobrevivido a ese monstruo y eso me daba esperanza. Quizás era suficientementefuerte como para sobrevivir a mí, a mí y a mi naturaleza impredecible.

Maldita sea, se las había arreglado para sacarme del contexto en un abrir y cerrar de ojos,había logrado que olvidara mi ira por Patrick. Aún más que eso, Zoey había visto en lo profundode mi alma y en lugar de volver a la oscuridad, me había inundado con su luz. En ese momento mejuré que no dejaría ir a Zoey de nuevo. Haría todo lo que estuviera en mi poder para protegerla detodos los peligros, aun cuando eso significara matar a mis propios demonios.

—No quiero ser una víctima de mi pasado, Damon —susurró Zoey.—Bueno, entonces te enseñaré a pelear para que te conviertas en la luchadora que fuiste

destinada a ser desde el principio, gracias a tu corazón de guerrera.Me sonrió con calidez y amabilidad. Después de que Zoey se calmó, tomé su pequeña y

delicada mano, la apreté en un puño y di un paso atrás. Sostuve su mano directamente a migarganta.

—Si golpeas aquí tan fuerte como puedas, destrozarás la laringe. Con eso matas.Continué conduciendo su mano hasta mi plexo solar. —Un golpe aquí hace que tu atacante se

doble de dolor, pero no morirá.Para terminar, coloqué mi rodilla contra su pierna.—Si tienes oportunidad, patea la rótula tan fuerte como puedas. Tu perseguidor no podrá

soportarlo.—¿Podría haberme escapado de ti con eso? —preguntó Zoey, pensativamente.Negué con la cabeza, tomé su mano y la coloqué extendida sobre mi pecho. Sentí mi corazón

latir a través de su palma.—Mientras mi corazón lata, nada ni nadie podrá mantenerme alejado de ti.—¿Y qué pasa si no quiero?—¿Entonces por qué me habrías dicho tu nombre, compartido tu historia o regalado tu corazón?

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Zoey no dijo nada, tan solo me sonrió.¿Realmente me había regalado su corazón? ¿O yo acababa de desear que fuera así?Carajo, yo le había entregado mi corazón a una casi desconocida. La conocía de apenas hacía

unos días y, sin embargo, se sentía como si hubiéramos estado conectados desde siempre.Este sentimiento en mi interior, repugnantemente hermoso, casi me vuelve loco.¿Podía permitirme tener sentimientos por Zoey, sin debilitarme? No lo sabía, pero era

consciente de que Zoey me había dado una fuerza que nunca antes había tenido.—¿Damon? —Zoey me sacó de mis pensamientos.—¿Sí?—¿Por qué no quieres que nadie vea que tienes un lado bueno?—Porque tengo que ser frío y despiadado con los demás. Los sentimientos son debilidades y

los débiles mueren.—¿Y por qué no quieres que yo vea ese lado?—Porque no soy la persona que ves detrás de mi fachada. Y no quiero decepcionarte —suspiré.—En este momento, no me estás decepcionando —sonrió Zoey.—Es verdad —le devolví la sonrisa.—No eres un peligro para mí —dijo Zoey con expresión determinada.—¿Cómo puedes estar tan segura de eso?—Lo puedo sentir. —Miró su mano, que seguía posada sobre mi corazón latiendo.Por Dios, esperaba que ella tuviera razón.

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15

Zoey

Mientras Damon estaba fuera de la villa con David, yo caminaba alrededor de la mansión,pensativa y buscando algo que hacer. A pesar de que oficialmente ya no era su prisionera y podíamoverme libremente, extraoficialmente todavía estaba bajo arresto. Siempre había ojos vigilantessobre mí, y entre más me acercaba a las salidas, más ojos de águila surgían a mi alrededor.

Mi última señal de vida para el mundo exterior fue una corta llamada al Animal Care Center, endonde solicité unas repentinas vacaciones debido a problemas familiares y pregunté brevementepor Meera.

Dios, me odiaba por haber roto la promesa de verla todos los días. Pero ella era fuerte… esoesperaba.

Suspiré y me froté los brazos adoloridos. En los últimos días Damon había entrenado muchoconmigo y poco a poco estaba mejorando. Aunque nunca sería capaz de derrotar a la musculosabestia, impulsada por su fuerza insaciable.

Damon era tan increíblemente fuerte…Automáticamente me mordí el labio al pensar en sus ojos oscuros, su abdomen definido y sus

cicatrices de guerra.Tan solo volví a la realidad al chocar con Dex, quien cargaba una pila de cajas de madera.

Algunas cajas cayeron al suelo y cientos de balas rodaron en todas direcciones.—Oh, disculpa —suspiré. Después me arrodillé para recolectar las balas.—Está bien, déjalo —gruñó Dex, pero lo ignoré.—Estoy a punto de volverme loca, estoy feliz de hacer cualquier cosa que pueda mantenerme

ocupada —respondí con sinceridad.—¿Entonces chocas con la gente para mantenerte entretenida?. —Su mirada era seria, sin

embargo, yo sabía que era una broma, así que sonreí. Debido a su pasado militar, Dex tenía unsentido del humor muy especial, del cual Damon ya me había hablado. En el fondo de sucaparazón duro, Dex tenía una esencia suave y amable. Al igual que el resto de las personas aquí.Entre más tiempo pasaba con ellos, más lo entendía todo.

Los hombres eran malditamente peligrosos, al igual que las drogas y las armas a mi alrededor,pero todos tenían un pasado que no era muy diferente al mío y Damon los había salvado de lopeor. Estas personas no eran simples mercenarios luchando por dinero, Damon se había ganado asus hombres a través de la lealtad, de la misma manera que ellos se lo habían ganado a él.

Cuando terminé de recoger las últimas balas, junto con Dex llevé las cajas a una mesa delvestíbulo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté con curiosidad.—Municiones.La idea me revolvió el estómago. Estas balas podían matar personas o salvar vidas, era la

decisión del tirador.—¿Puedo ayudar?—La pólvora y las niñas pequeñas no son una buena combinación —murmuró él.

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Coloqué las manos en mis caderas para reafirmar mi postura. —Toda la villa, cielos, todo eldistrito no es un sitio para niñas pequeñas.

Dex murmuró algo ininteligible antes de abrir una de las cajas y colocarla frente a mi nariz. —Puedes comprobar si hay bordes afilados.

—Gracias —sonreí. Cuando Damon estaba ocupado, me aburría hasta la muerte y, dado queaparentemente yo era la única mujer del lugar, siempre había una inquietud que realmente nuncadesaparecía. Quizás era porque algunos de los hombres todavía no confiaban en mí.

Tomé con la mano el primer proyectil que vi y pregunté: —¿Qué tipo de proyectiles son?La mitad se veían como balas normales, doradas a la luz del sol y olían a pólvora. Pero la otra

mitad eran redondas y estaban hechas de un material negro.—Balas de goma.¡Cielos, Dex! ¡No hagas que tenga que sacarte las palabras con cuchara!—¿Y por qué a otros les disparas con goma?Dex detuvo su trabajo, levantó una bala de goma y dijo: —Porque duelen como el mismo

demonio, pero no causan heridas de bala. No son mortales.Fruncí el ceño.—Créeme, pequeña. Si te golpean con esto, no dispararás tan rápido a alguien más. Quiero

evitar sacrificios innecesarios.Por un segundo pude ver en sus ojos el horror de su pasado. Lo que sea que hubiese vivido en

la guerra, debió haber sido terrible. No quise confrontarlo con los demonios de su pasado, así quecambié de tema rápidamente.

—¿Y también están disponibles en un color menos masculino? Soy más bien alguien de otoño,el negro no me queda bien —le sonreí.

Él se rió brevemente antes de sacudir la cabeza. —No. Pero en la CIA hay balas con cápsulasde sangre artificial que se activan al impacto. Se marcan con colores. También hay balas connarcóticos. Y no olvides las venenosas, con veneno de serpiente, mercurio o arsénico.

—Emocionante —dije con asombro. Pero, en realidad, me pareció algo espeluznante que a lahumanidad se le ocurrieran tales armas.

Volvimos al trabajo. Busqué bordes afilados en las balas mientras Dex preparaba municionesreales.

—¿Dex? —pregunté. —¿Qué tan malo crees que sea?Sin levantar la vista, respondió: —Si Damon no puede evitarlo, malditamente malo.Presioné los labios.Dios, ¿en qué me metí aquí?¿Y por qué, a pesar del peligro inminente, se sentía como un hogar?De repente se abrió la enorme puerta y Damon entró seguido de cerca por David. Todos en la

habitación levantaron la vista.—Damon, ¡es nuestra única opción! —bramó David.—¡Jódete, de ninguna manera! ¡Ella no se va a involucrar! —gritó Damon de vuelta.—¡Zoey es nuestra única oportunidad!Me estremecí al escuchar mi nombre. ¿Yo era su única oportunidad de qué?—¡No! —enfureció Damon. Desde lejos podía ver qué tan enfurecido estaba. Se dirigió a la

sala de entrenamiento, pero se detuvo una vez más y apuntó a David.—Y ni se te ocurra meterle ideas en la cabeza. ¡Zoey es tabú!Mi mirada se alternó entre Damon y David, una y otra vez.Aunque no sabía lo que estaba pasando, se sentía como si cargara el peso del mundo en mis

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hombros.Damon dirigió su mirada hacia mí: —Zoey, ven conmigo.—Ahora estoy ayudando a Dex…—¡Ahora! —Damon me interrumpió imperiosamente.—¿Qué tal con un ‘por favor’? —le dije, exigiéndole que cambiara su tono.—Mierda, no estoy de humor para eso —dijo ásperamente.Y yo no estaba de humor para recibir órdenes. Pero tampoco quería empeorar la situación, así

que puse las balas de goma de vuelta en la caja de madera y seguí a Damon. Sabía que me estabasacando del vestíbulo para que David no tuviera la oportunidad de manipularme, aun así, le asentíbrevemente con la cabeza y susurré: —Hablamos luego.

Aunque el primer encuentro con David me había causado gran impresión y no quería ser víctimade sus interrogatorios por segunda vez, ahora podía sobrellevarlo bien.

Para Damon era un importante punto de calma.Al entrar en la sala de entrenamiento, Damon cerró la puerta a mis espaldas y colocó en mi

mano un arma descargada. Retrocedió tres pasos y dijo: —Piensa en lo que te dije, Zoey.Mi mirada alternó entre el arma en mi mano y el rostro enfadado de Damon.—Ya hemos entrenado hoy —dije irritada.—Y has perdido cada vez —gruñó él.—No se me da bien, Damon —suspiré. Había dado mi más grande maldito esfuerzo por hacer

todo lo que Damon me enseñaba. Pero yo no era un maldito genio y él lo olvidaba frecuentemente.Ni un segundo después, saltó frente a mí como una víbora, tomó mi mano y empujó el arma

hacia el suelo. Al mismo tiempo, su puño fue directo a mí y no se detuvo hasta que estuvo debajode mi garganta.

—Ahora estarías muerta.Sobresaltada, tomé aire. Su mirada estaba nublada por la ira. Ira que dirigía a mí, aunque fuera

culpa de otra persona, probablemente de David.—¿Qué pasa contigo, Damon? Tienes una eternidad para enseñarme todo lo que puedas.Lo miré profundamente a los ojos e intenté comunicarme con él. Quería saber qué estaba

pasando.Me quitó el arma, se alejó tres pasos de mí y me apuntó al dorso.—¿Y qué si no? —preguntó. —¿Qué pasa si no tenemos la eternidad para eso?El comportamiento de Damon me asustó y sentí cómo mi corazón latía contra mis costillas, cada

vez más rápido.—Desármame —me ordenó Damon.—No —dije cruzando los brazos frente a mi pecho.—Zoey, te lo advierto. —Su voz sonaba como el profundo estruendo de un trueno, pero me

mantuve firme.—¿Quieres decirme qué pasó?Damon apretaba tanto los dientes que le temblaban los músculos de la mandíbula.No conocía mucho acerca de los negocios de Damon, pero sabía que hoy él y David estaban

con un contacto que era bastante difícil de encontrar. Un par de veces había escuchado el nombrede Godfather. Este nombre siempre se susurraba con miradas reveladoras. No tenía idea quién erael tipo, pero por la forma en que se comportaba la gente de Damon, aparentemente se trataba de unhombre importante.

—¿No te fue bien en la reunión? —pregunté de nuevo.—No voy a hablar de eso contigo, Zoey.

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—¿Por qué no?—Porque es muy peligroso. Punto.—Ahora soy parte de esto, así que me afecta tanto como a cualquiera —dije con firmeza.—Maldición, Zoey. No tienes idea —susurró Damon y yo me enfurecí.—Soy parte de esto, ¿o no?Damon no dijo nada, tan solo me fulminó con la mirada.Damon, ¿por qué me haces esto?—¿Entonces solo soy una prisionera? ¿Una carnada para Joel, quien no se preocupa una mierda

por mí? ¿O soy un buen pasatiempo para ti?Me detuve brevemente. Joel no había vuelto a aparecer y casi no había vuelto a pensar en el

asqueroso cerdo. Nunca lo perdonaría por traicionar mi libertad y a mi mejor amiga.—No es así —respondió Damon.—¿Entonces cómo es? Cuéntamelo, ahora soy parte de esto, te guste o no.Damon suspiró ruidosamente. —Ese es el problema, Zoey. Quiero protegerte.—Eso lo haces de cualquier manera.Tenía que demostrarle que era lo suficientemente fuerte para la verdad. Después de una

profunda respiración, me concentré en mi cuerpo y en las instrucciones que Damon me había dadopara poder desarmarlo. Desde la primera vez que me había entrenado, no había logrado quitarle elarma ni una vez.

Pero sabía que podía hacerlo y ahora era un buen momento para demostrárselo.¡No soy débil!Primero, me hice a un lado y dejé libre el campo de tiro, después me lancé hacia adelante y

desarmé a Damon tal cual me había enseñado.Me miró asombrado mientras yo recobraba el aliento y, con una mirada decidida, le pedía que

se explicara.—La reunión fue buena y fuimos invitados al casino privado del Godfather.Comprendí que la reunión tan solo era secundaria a los juegos de cartas.—Pero eso querías, ¿cierto?—Realmente sí. Pero la invitación fue para mí y una figura femenina. Sería grosero negarse o

aparecer solo, y David quedaría fatal disfrazado con un vestido.Me reí ante la idea y Damon me tomó por los hombros.—Maldición. Niña. ¿No entiendes la gravedad de la situación?Desde que él conocía mi nombre, no me había llamado 'niña' ni una sola vez. El hecho de que

ahora me llamara así, lleno de rabia y enojo, me provocó un sentimiento de nostalgia.Me mordí los labios y asentí brevemente.—No, es obvio que no entiendo. Puedes llevarme contigo. Definitivamente me veo mejor en un

vestido que David.—De ninguna manera.—Acabo de demostrarte que puedo defenderme. Ya no soy una víctima —resoplé.—No será una divertida fiesta de té con el sombrerero, el gato y el conejo. —Le temblaba la

voz y en su rostro se extendió la desesperación, pues yo no quería escuchar.—Y yo no soy Alicia.—Así es, no vivimos en el País de las Maravillas. Vivimos en un mundo malditamente

peligroso y tan solo porque te proteja, no quiere decir que yo sea uno de los buenos.Me arrebató el arma de la mano y la tiró. Luego me agarró de la muñeca y tiró de mí de forma

que quedara mi garganta en la curvatura de su brazo.

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Su aliento cálido rozó mi mejilla y escuché a mi corazón desenfrenado latiendo al mismo ritmoque el suyo.

—No soy un héroe. No soy un maldito caballero de armadura brillante —susurró. Surespiración era rápida. Lo había puesto en mi contra, mientras todo lo que yo quería era ayudarlo.

Cielos, ¡quería comprometerme con él y realmente ser parte de todo!Se sentía como lo correcto, aun cuando mi mente dijera completamente lo contrario. Damon me

sostuvo con más fuerza, pero aun así no me resistí, pues no quería pelear con él. Estábamos delmismo lado.

—Te creo, Damon. Déjame probártelo.—Maldición, realmente te odio por siempre tener las palabras correctas.—Bien, entonces ódiame por eso, mientras aceptes.—Entonces pelea conmigo —ordenó Damon.—No —protesté.Me arrodilló, sin aflojar el agarre de su llave.—¡Defiéndete!—No.—Tan solo eres una pequeña niña tonta. ¿Por qué te entregas voluntariamente a los lobos?—Porque es mi decisión —respondí desafiante.¿Por qué se resistía tanto Damon a recibir mi ayuda? ¿De qué se trataba realmente?—No, no lo es —dijo Damon con voz áspera.—¿Entonces quieres quitarme mi libertad? ¡Jódete!En menos de un segundo, mi propia ira me abrumaba. Damon había encendido el fuego en mí y

ya no podía contener las llamas en mi cuerpo.Cuando Damon extendió su brazo izquierdo alrededor de mi garganta, todo su costado izquierdo

quedó expuesto y aproveché para atacar. Su agarre se soltó tanto, que pude liberarme.—¿Perdiste la maldita cabeza? —maldijo.En sus ojos brillaba la locura. Después se abalanzó sobre mi como un lobo hambriento.

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Damon

—¿Perdiste la maldita cabeza? —maldije cuando Zoey me dio un codazo en las costillas.Había usado el elemento sorpresa para liberarse de mi llave.

Mierda, la chica me hizo arder. ¿Por qué me provocaba constantemente? ¡Ella sabía bien que yopodía explotar en cualquier segundo!

Me abalancé sobre ella y la enterré bajo mi enorme torso.—¡No soy tu enemigo, Damon! —bramó Zoey. Me golpeaba, pero los golpes no me

impresionaban demasiado. Sus tiernas manos no tenían oportunidad ante los efectos de laadrenalina que me bombeaba en el cuerpo. Mi sangre resplandecía de ira.

—Entonces deja de actuar como si lo fueras —gruñí.—¿Por qué continúas apartándome? —jadeó Zoey, sin dejar de resistirse.—¡Porque es mi naturaleza! —respondí. En realidad, era porque ella era la primera persona en

tocar mi alma desde hacía mucho tiempo, pero no podía decirle eso. No así y no ahora.Aunque yo era más fuerte que Zoey, no me estaba resultando tan sencillo controlarla como en

nuestro primer encuentro, cuando la había secuestrado. Mi entrenamiento estaba surtiendo efecto ysi ella no me hubiera hecho enfadar tanto, estaría jodidamente orgulloso de ella.

De alguna forma, Zoey logró tirarme a un lado y se subió encima de mí a la velocidad de unrayo. Me envolvió su aroma.

Nuestros rostros estaban tan cerca el uno del otro, que casi podía saborear sus labiosseductores. En sus ojos verdes se revolvían la duda y la esperanza.

—¿Por qué no confías en mí? —preguntó ella. Cuando su cálido aliento me rozó la mejilla, nopude resistirme más.

Tomé a Zoey por las muñecas, la tiré a un lado y me le eché encima.—Confío en ti.—¿Entonces por qué no me dejas ir contigo?—Porque tengo miedo.Zoey recompensó mi sinceridad al dejar de resistirse.—Hablando hipotéticamente, ¿qué podría pasar en una buena reunión con el Godfather?Por años, tanto los irlandeses como los japoneses habían querido trabajar juntos con el

Godfather. Justo antes de que todo lo que había construido para mi hermano y para mí se fuera alcarajo, el tipo apareció repentinamente y comenzó a mover los hilos.

Teniendo una buena relación con el Godfather, estaba seguro de que los Golden Dragons y losGreen Brothers olvidarían sus enemistades.

—Evitaría una maldita y sangrienta guerra.Zoey asintió. —¿Y cuál sería el peor escenario?—Todos entramos a un tiroteo masivo —dije con naturalidad.En los labios de Zoey se dibujó una sonrisa triunfante.—Bien, entonces vamos a la reunión. En el mejor de los casos, aseguraremos la paz, y en el

peor de ellos, moriremos tarde o temprano. No tenemos nada que perder.

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Zoey lucía tan decidida que yo quería creer sus palabras. Pero desde hace mucho tiempo suvida me era más importante que mi maldita propia vida.

—Calla de una vez —gruñí. Sellé su boca con mis labios, obligándola a guardar silencio.Joder, Zoey sabía tan dulce. La deseaba. Maldición, ¡la necesitaba y la tomaría ahora!Mi lengua entró a su boca. La camiseta de Zoey estaba pegada a su cuerpo por el sudor y se la

levanté para tener acceso a sus fenomenales pechos. Encajaban perfectamente en mis manos.Maldición, me encantaban sus pechos, su trasero y su abdomen plano. Zoey parecía tan delicada

y frágil, pero en realidad era fuerte e indestructible.La tomé con fuerza de la cintura y presioné su cuerpo contra mi fuerte erección. Quería que

sintiera lo mucho que me excitaba.Mierda, ella me hacía arder de furia, arder de lujuria. Zoey me hacía sentir cosas que me habían

parecido extrañas por mucho tiempo.—Tómame —suspiró ella.—Será un placer. —Le bajé los vaqueros y luego liberé mi erección.Me lamí los dedos y froté su parte más sensible hasta que Zoey se retorció de placer. Estaba tan

mojada, tan mojada para mí… pero no la penetré. Quería demostrarle cómo me enloquecía, queríallevarla a la misma locura.

Zoey frotó su cuerpo cada vez más rápido contra mi mano, mientras me miraba condesesperación.

—Por favor, Damon, ¡tómame!No respondí nada, tan solo le sonreí, siniestro. Ella no tenía ni la menor idea de lo que me

hacía. Aparentemente yo tenía el control de nuestra situación, control sobre Zoey, pero si tan solosupiera qué tan grande realmente era su poder sobre mí, mi polla estaría dentro de ella desdehacía mucho.

Sus sensuales suspiros se convirtieron en un gemido fuerte y salvaje. Con ojos suplicantes,buscó mi mirada.

Todavía no, mi preciosa, todavía no.Besé su cuello, lamí la hendidura de su clavícula y no me detuve hasta que llegué a su pecho

para lamerle el pezón endurecido, mientras acariciaba su otro pecho con mi mano. El cuerpo deZoey subía y bajaba a cada segundo, sin embargo, se detuvo cuando coloqué su pezón entre misdientes.

Atormentada por el dolor y la lujuria, se estremecía bajo mis caricias y mi tortura. Utilizaba suincreíble cuerpo para elevarme y me encantaba cómo Zoey temblaba de placer y gritaba de dolor.

Maldita sea, soy insaciable…Tan solo cuando Zoey me envolvió con su locura la dejé ir y froté mi verga contra ella. Me

recibió tan mojada que no pude evitar notar su deseo de mí.Maldición, la follé hasta casi sacarle el alma del cuerpo, y a ella le gustaba.—¡Más fuerte! —gimió, haciéndome enloquecer aún más.Joder, ¡también la había hecho enloquecer a ella!Y lo hicimos una y otra vez, irritados, odiándonos, amándonos, porque estábamos hechos para

ello. Estábamos malditamente destinados el uno al otro.Su feminidad se acumuló tanto a mi alrededor que me hubiera gustado venirme. Pero su deseo y

mi ambición insaciable exigían más. En sus ojos verde esmeralda podía ver el brillo del deseo ymi rostro, que reflejaba su propio fuego.

—Nunca más te dejaré ir. No tienes ninguna escapatoria —suspiré.Entonces la embestí tan fuerte como pude y Zoey gimió ruidosamente. Su cuerpo temblaba y

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pude sentir que se vendría en cualquier momento. Zoey entrelazó sus piernas alrededor de micintura y se acercó a mí con cada empujón. Joder, cómo me encantaba por ser tan salvaje y desangre caliente.

Su cuerpo brillaba y sus hermosos senos se mecían a cada una de mis embestidas. Zoey mesonrió con devoción mientras yo tomaba lo que necesitaba y le daba lo que ella quería.

Presioné mis labios contra su boca y le arrebaté el aliento. Zoey tenía un sabor tan inocente queme parecía ilegal pecar.

Sin piedad, seguí follándola hasta que no pude contener más mi orgasmo. En el mismo segundoque bombeé mi oro dentro de ella, Zoey terminó también.

Empujé dos o tres veces más antes de ponerme a jadear sobre ella y aspirar su dulce aroma avainilla.

—Qué bueno que aclaramos las cosas —suspiró Zoey suavemente. Con sus dedos trazó elcontorno de mis bíceps, que después de nuestra elevación, seguían estando duros como piedras.

—Por mí, podemos resolver así todos nuestros conflictos —suspiré. Luego me levanté y mevestí.

Zoey se quedó acostada en el suelo, respirando pesadamente, mirándome.—¿Y ahora qué? —me preguntó.Joder, sabía que más tarde me odiaría por esto, pero David y Zoey tenían razón. Godfather, la

paz de Hells Kitchen, era un riesgo que valía la pena tomar. No para mí, sino colectivamente, paratodos los residentes del distrito, para mi gente, mis confidentes más cercanos.

—Iré a la ciudad para conseguir un par de cosas.—¿Y qué hago mientras tanto?Me froté las sienes.Este es el error más grande que jamás cometeré.—Deja que Chase y Dean te expliquen cómo funcionan los clubs ilegales y cómo debes

comportarte.Zoey me sonrió, contenta. —Gracias por tu confianza.Se sintió tan mal que Zoey me agradeciera por algo que podía ser su final.Yo soy tu final…

—Todavía creo que es una maldita idea de mierda —gruñí al grupo, conformado por David,Chase y Dean. Estaba en la ciudad no solo para hablar con mis informantes, sino también parabuscar un vestido adecuado para Zoey.

Definitivamente era la primera y última vez que entraba en una de estas tiendas de diseñadorpara mujeres. Cualquier pelea callejera era mejor a rebuscar entre el tul, los encajes y el delicadocolor rosa bebé, hasta que encontré algo adecuado.

¡Había sido el infierno absoluto!Si Joel no fuera todavía un peligro, hubiera enviado a Zoey sola a esas boutiques, le hubiera

parecido más agradable que a mí.—Lo sabemos —gruñó David de vuelta.—¿Y realmente Zoey lo entendió todo? —cuestioné a Chase y Dean.Realmente ellos eran los encargados de tales contactos. Mi mundo era la calle, mi lenguaje de

maldiciones y mi pistola Beretta. Yo podía prescindir de cortinas de terciopelo rojo, Chardonnayy saludos corteses.

—Lo hará bien —dijo Chase y me dirigió un asentimiento de cabeza.—Sí, es más dura de lo que parece —concordó Dean.—Me volveré loco si algo sale mal —dije. Maldita sea, prendería fuego al mundo entero si

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algo le sucedía a Zoey.Mientras discutíamos un breve resumen de la situación actual de Hells Kitchen, yo esperaba a

que Zoey se nos uniera. Se había retirado con la ropa que le había comprado: un montón detacones y una tonelada de maquillaje. Se estaba preparando.

—¿David? ¿Qué dicen tus contactos del decimosexto distrito respecto a Joel?—Nada. Pero aún tienen los ojos abiertos. Y antes de que preguntes: No, tampoco lo

encontraron en ningún control fronterizo.Respiré hondo. Lo que sea que ese enfermo hijo de perra había planeado, todavía no terminaba,

podía sentirlo. Podía sentir el peligro, ¡maldición, incluso podía saborearlo con la lengua!—El casino está entre la Casa Blanca y el Área 51, el casino es el sitio más protegido de todo

Estados Unidos. Nadie entra ni sale desapercibido. No le pasará nada a Zoey —dijo David.Asentí con lentitud. Sí, el Godfather tenía un elaborado sistema de seguridad y trataría a los

invitados no deseados bajo su código.Al igual que yo les daba la bienvenida a los invitados no deseados con mi puño y mi Beretta.Cuando no hubo nada más que decir, me levanté y dije: —Voy a ver rápido a Zoey —y me dirigí

hacia ella. Casi a cada paso, verifiqué que la pequeña caja siguiera en el bolsillo de mi pantalón.Todavía tenía algo para Zoey que no necesariamente quería entregarle frente a los ojos de todoslos demás.

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Zoey

C on mirada crítica, me observé en el espejo y examiné mis heridas casi curadas. Mi flancotodavía brillaba de color púrpura, pero nadie lo notaría debajo del vestido. Sin embargo, teníaque encargarme de las lesiones en mis muñecas. Se sentía como si estos dolorosos recuerdos delpasado pertenecieran a otra vida.

¡Toda mi antigua yo pertenecía a una extraña vida!En el espejo frente a mí se erigía una chica valiente. No, una mujer valiente, que era tan fuerte

como para admitir sus debilidades.Mis labios pintados provocativamente, rojos como el mismo diablo, me distrajeron de mi

mirada incierta. No quería decepcionar a Damon, bajo ninguna circunstancia. Me daba miedo elpoder fallar. Dean y Chase me habían sermoneado todo el día respecto a la etiqueta de la mafia ylo había asimilado lo mejor que pude, pero había sido tanta información…

—Puedes hacerlo, Zoey —me dije, para darme valor. Luego me até el largo cabello en unacoleta alta y asentí con satisfacción.

Mi maquillaje era mi máscara y me convencí a mí misma de que era indestructible y opaca,mientras Damon estuviera a mi lado, no podría pasarme absolutamente nada.

Después de haberme maquillado las muñecas, me puse un vestido rojo de Chanel y unos taconesnegros a juego. Ahora mi máscara estaba completa y podía jugar el rol que me tocaba para evitaruna guerra.

Dios, la carga sobre los hombros de Damon debía estar a punto de aplastarlo. Después de todo,durante meses y años había luchado sin descanso, y sus ojos oscuros y determinados reflejabanque él seguiría peleando siempre.

Me sentía casi como una guerrera, una heroína, por haberme unido a su lucha. Sí, lascircunstancias de nuestro encuentro habían sido cualquier cosa menos buenas… pero ahorapeleábamos juntos y eso era todo lo que importaba.

Aun así, un grueso nudo se formó en mi garganta al pensar que podría fallar. No podía volver ami viejo mundo tan fácilmente, gracias a Damon me había convertido en otra persona.

Antes, mi mundo había sido tan claro, el blanco y el negro estaban nítidamente separados eluno del otro. Había personas buenas y personas malas. Pero ahora todo se volvía difuso einterminablemente polifacético. Me era difícil tener una visión general y debía dejarme guiar pormis sentimientos, en los que Damon era el centro.

Llamaron a la puerta. Damon. Vacilante, le pedí que entrara. Tenía miedo de que no le gustarami aspecto. Apenas y me reconocía a mí misma, tan elegante y brutalmente hermosa como lucía.

Damon me estudió por mucho tiempo y su mirada continuó deslizándose sobre mí. Mi corazónlatía salvajemente contra mi pecho y contuve el aliento. Mi cuerpo entero estaba tan tenso que meardían los músculos.

—¿Y? ¿Te gusta? —finalmente me atreví a preguntar.—Joder, te ves espectacular, Zoey —susurró Damon.Se acercó a mí y exhalé aliviada. Luego le devolví el cumplido a Damon, pues el traje Armani

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le lucía genial, incluso sin corbata. Los primeros dos botones de su camisa estabandesabrochados, de forma que podía ver la parte superior de su tonificado pecho.

Sí, Damon me gustaba aún sin sus vaqueros y su oscura chaqueta de cuero.Lo tomé por el cuello de la camisa y lo besé sensualmente.—Maldita sea, Zoey —susurró Damon. Pasó su pulgar sobre mis labios rojos y yo abrí la boca

mientras un temblor me recorría todo el cuerpo. Mi corazón latió más de prisa y hormigueó en miinterior.

Cielos, Damon lograba controlar mi cuerpo entero con tan solo una mirada, con tan solo untoque.

Disfruté de su tacto hasta que la mirada de Damon se posó sobre su reloj y dio un paso atrás.El deseo se había extendido alrededor de mí. Deseaba que se desnudara y que mis prendas lo

siguieran… quería sentir su cálido y fuerte cuerpo y entregarme completamente a él. Pero en lugarde ello, pregunté: —¿Debemos irnos?

—Sí, de inmediato. Pero antes hay algo más que quiero darte —dijo Damon.Del bolsillo de su pantalón sacó una pequeña caja envuelta en terciopelo.—¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad.—Es una señal de que ahora me perteneces. A mi familia. A los Alfas —dijo Damon. Me

estremecí por la forma en que lo dijo. Abrió la caja y apareció un hermoso collar de plata.—Pensé que se vería mejor un collar que un tatuaje —sonrió.Con el dedo índice acaricié el plateado símbolo triangular y las lágrimas me nublaron la visión.—Sé que tienes un maldito pasado de mierda, Zoey, y nunca podré cambiarlo. Pero puedo darte

un futuro mejor. Permíteme darte nuevos y buenos recuerdos que reemplacen tu pasado.No vi nada en sus ojos más que calidez y honestidad. En ese momento, su voz era suave y su

alma malhumorada se había desvanecido en una agradable brisa.—¿Zoey? —preguntó Damon con seriedad. —¿Quieres quedarte conmigo y ser parte de esto?Finalmente me hizo la pregunta que había estado esperando por tanto tiempo. Finalmente volvía

a ser una persona libre y podía decidir mi vida por mí misma.—Quiero estar junto a ti —respondí, antes de que se me quebrara la voz. Dios, estaba tan feliz

que podría haber llorado de alegría. El corazón me saltaba de felicidad. ¡Quería gritar al mundoentero que ahora yo era parte de Damon!

Él tomó el collar por el cierre, me di la vuelta y lo colocó alrededor de mi cuello. Me miré enel espejo y sonreí.

Ya no era una prisionera y nadie me obligaba a estar aquí. Damon me había devuelto mi libertady mi voluntad y estaba enormemente agradecida por ello.

—Gracias —susurré. El collar en mi cuello me llenó de orgullo, amor y seguridad. Finalmenteera parte de algo, tenía un hogar y algo por lo que luchar. Pero lo más importante era que Damonme había demostrado que ya no tenía que luchar en contra de mi pasado.

—No, Zoey. Yo tengo que agradecerte por haber visto lo bueno en mí.Lo besé y deseé que fuera para siempre.Mientras Damon había visto lo peor en mí, yo veía lo mejor de él. Nos complementábamos

perfectamente, y este condenado testarudo finalmente lo entendía.Cuando nos separamos, a regañadientes, Damon se aclaró la garganta y dijo: —Tenemos que

irnos.—Continuaremos con esto más tarde —respondí con una sonrisa de martirio.Con suerte.—Sí, eso haremos —respondió Damon. Sonrió, igual de martirizado que yo. Estaba pensando

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en lo mismo que yo: con suerte.Pero ninguno de los dos habló al respecto. Ambos sonreímos con valentía, esperando lo mejor.En el camino a la salida, hubo un silencio absoluto. Todas las miradas estaban posadas sobre

mí y Damon, y la esperanza de todos pesaba sobre mis hombros.David le dio una última palmada en el hombro a Damon, y él me condujo a su Maserati.Cuando entré al auto, los recuerdos despertaron en mí y comenzaron a picarme las muñecas.

Pero me deshice de los pensamientos. El pasado no tenía importancia.De camino al casino, Damon repasó conmigo los puntos más importantes.Bajo ninguna circunstancia se me permitía tartamudear, si no sabía algo, debía permanecer en

silencio o decir que era cuestión de dinero. Sorprendentemente, en teoría esa era la respuesta paratodo tipo de preguntas. En este y en cualquier otro mundo, el dinero era la solución universal paratodo. De la misma forma que para mí la solución siempre era escapar, ignorar o gratinar conqueso. Pero, por desgracia, tan solo era pura teoría.

Maldita sea, ¿por qué mi vida siempre tiene que ser tan jodidamente compleja?Porque yo atraía las complicaciones y Dios me odiaba. Pero al menos esta vez no estaba sola.

Vi a Damon, quien conducía concentrado en la carretera, y sonreí.—¿Qué pasa? —preguntó sin apartar la mirada de la calle.Me estremecí brevemente. No estaba preparada para que me atrapara mirándolo.—Nada. Me gusta cómo te ves cuando estás concentrado —respondí. Y era verdad. Cuando

Damon se concentraba, sus ojos se volvían más oscuros y brillantes y se le tensaba la mandíbula.Todo ello hacía que Damon luciera fuerte e indestructible.

—Maldita sea, odio el haberte arrastrado hasta aquí, Zoey —suspiró Damon.—No. No me arrastraste a ningún lado, yo te seguí. Son dos cosas diferentes.—Entonces odio que me sigas.Si Damon fuera directo al infierno, lo seguiría de igual manera.Eso bien es estupidez o… amor.—Soy tu problema. No te librarás de mí tan rápido —sonreí. En los labios de Damon también

había una sonrisa sombría, la cual nuevamente fue sustituida por su rostro serio.—Que hagas esto significa mucho para mí —dijo Damon. Después colocó su mano sobre mi

muslo.—Podemos hacerlo —dije decidida.—Mierda, sí. ¡Podemos hacerlo! —respondió Damon.Luego nos quedamos en silencio, mientras mis pensamientos me torturaban con lo que pasaría si

no podíamos hacerlo.Dios, mi corazón latía con más fuerza a cada metro que nos acercábamos al casino. Cuando

llegamos, sentí como si mi corazón fuera a estallar.Damon se bajó y me ayudó a salir del auto. Miré a mi alrededor. A primera vista no se parecía

al Bellagio, sin embargo, definitivamente era más aristócrata de lo que había imaginado. En mimente, el casino era un cobertizo de madera dentro de un patio trasero con parpadeantes lucesneón y enormes porteros con ametralladoras. Pero desde el exterior parecía un pequeño teatro,limpio y sin pretensiones. Damon también le echó una mirada cuidadosa.

—¿Sabes lo que tienes que hacer? —me preguntó por última vez.—Sí —respondí. Dean y Chase me habían repetido todo el día que yo jugaba un papel

importante como mujer del casino. Tenía que distraer a los hombres de la mesa, para así tener unaventaja en la negociación. Los juegos eran irrelevantes.

Aunque sabía muy bien cuál era mi trabajo y que Damon me estaba protegiendo, tenía miedo.

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¡Un enorme maldito miedo! Cielos, mi corazón estaba a punto de hacerse añicos por la tensión.Damon se detuvo un poco antes de la entrada y me dio un beso apasionado. El sentía mi miedo,

aunque yo había tratado de suprimido tanto como podía.—Pase lo que pase, estoy contigo —susurró. Damon me calmó un poco más con su cálida voz.Zoey, ¡contrólate! Este no es el momento para la histeria.Respiré hondo, miré los ojos marrones de Damon y me puse la máscara que había estado

practicado todo el día.—Vamos —dije. Entonces tiré a Damon detrás de mí para que no pudiera cambiar de opinión.

Los días en los que yo huía de todo habían terminado.

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18

Damon

Al aproximarme al casino, conté al menos doce cámaras de seguridad. Doce que podía ver yseguramente había otra docena ocultas. Que alguien pasara desapercibido estaba completamentefuera de discusión.

Llevé a Zoey a la entrada del casino y sentí cómo le temblaban las manos.Maldita sea, ¿en qué la estaba metiendo? Desde el principio supe que era una idea terrible.

Pero mi gente tenía razón, necesitaba tener al Godfather de mi lado. Era mi última oportunidad decalmar las olas que sacudían a Hells Kitchen.

En la entrada noté otras tres cámaras. Un hombre de mediana edad se paró frente a mí y me miróde mala gana. Bajo su traje hecho a medida escondía un arma que le abultaba un poco la tela.Pensé en mi Beretta, la cual había dejado a regañadientes dentro de la guantera. No estabanpermitidas las armas dentro del casino.

El portero me escudriñó cuidadosamente y también a Zoey. La espiral transparente a un costadode su cuello revelaba que estaba conectado por radio con sus superiores.

—Damon Payne, tengo una invitación —dije.El portero hizo una pausa, asintió a las cámaras y finalmente nos abrió la puerta.—Bienvenido, Sr. Payne.Asentí al portero y luego conduje a Zoey al interior del casino. Con ojos de águila, busqué a mi

alrededor alguna información que pudiera darme una pista respecto a la identidad del Godfather.La decoración era suntuosa, olía a cigarros cubanos y brandi. Sobre la alfombra roja había mesasde juego para póker, blackjack y ruleta, y la barra del bar abarcaba toda la longitud de la sala.

Aunque el casino estaba concurrido, reinaba un silencio opresivo. Reconocí a varios hombrescon los que definitivamente jamás haría negocios ya que su dinero provenía de la prostitución, eltráfico de personas o el contrabando de armas.

Maldita sea, me sentí mal tan solo de pensar que debía sentarme en alguna de las mesas.¿Realmente quería llegar a un acuerdo con el Godfather, cuando él hacía negocios con estos tipos?

Joder, no. De ninguna manera.Llevé a Zoey al bar y pedí un bourbon, mientras ella insistía en beber zumo de cereza.—Por la mujer más bella de la noche —brindó Zoey. Me sonrió y brindé de vuelta. —Po una

noche exitosa.Zoey me volvía loco con sus labios rojo sangre, se veía tan elegante y malvada al mismo

tiempo. El rostro inexpresivo le quedaba realmente bien.Maldición, mientras solo tenía ojos para mi acompañante, también debería estar escudriñando

la habitación y la gente a mi alrededor. ¿Quién de esas personas era Godfather, si es que estabapresente?

—Es mucho más elegante de lo que esperaba —admitió Zoey. Después dio un trago a su zumode cereza.

—Sí, pienso lo mismo. Echaré un vistazo alrededor —respondí. Me levanté del bar, le di unbeso en la mejilla y exploré la habitación.

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Me detuve en cada una de las mesas y observé los respectivos juegos, sin bajar la guardia. Nosabía por qué, pero no podía olvidarme de la sensación de estar siendo observado por lascámaras o el servicio de seguridad. Sentía cada maldita mirada sobre mi espalda, causándomeescalofríos.

De vez en cuando volvía a mirar a Zoey, quien seguía en el bar acariciándose el increíble ylargo cabello que le caía sobre los hombros. Me sorprendió que tan solo había unas cuantasmujeres en el casino. Aquí, en el subsuelo, los hombres duros de negocios y la emancipacióntodavía eran palabras desconocidas.

Inmediatamente pensé en Yuki y en cómo la mitad de los hombres aquí caerían de rodillas porsu carisma, con tan solo un chasquido. Sin duda alguna, Yuki Asai, hija del líder de los Dragons,se sentiría malditamente cómoda aquí. Pero no había forma de que hubiera podido traerla aquí, nomientras la disputa con los Brothers no estuviera resuelta, los irlandeses lo habrían visto comouna conspiración contra ellos.

—Sr. Payne, es un gusto que esté aquí —un hombre de la mesa de póker me sacó de mispensamientos.

Observé al tipo detenidamente. Se veía como una estrella de cine de unos treinta años. Sucabello lacio y oscuro estaba peinado hacia atrás, tenía el rostro afeitado y portaba un traje hechoa medida. Tan solo su sonrisa astuta lo exponía como un criminal.

—¿Con quién tengo el gusto? —pregunté.—Llámeme Sr. Smith —dijo él. Luego señaló el lugar libre a su lado. —Siéntese.De mala gana, acepté su invitación. La mesa de juego estaba a un costado de la habitación y

desde mi lugar tan solo veía una esquina vacía, nada más. El bar, las mesas de juego detrás de míy, sobre todo, Zoey, habían desaparecido de mi vista, lo cual me puso malditamente nervioso.

—¿Qué tal una partida de póker? —preguntó el Sr. Smith. A nuestro lado había otros dos tiposque me observaban. Así mismo, había un crupier que miraba al frente con discreción eindiferencia.

—No estoy aquí para jugar, sino por negocios —gruñí y bebí el resto de mi vaso. Me di lavuelta, busqué hacer contacto visual con Zoey y la llamé agitando mi vaso vacío. Esperaba queentendiera mi señal. De ninguna manera quería dejar a Zoey aquí sola, en este maldito tanque detiburones.

—¿Será tan descortés, Sr. Payne? —preguntó uno de los hombres de la mesa. Gracias a lasgrandes gafas oscuras y las entradas del cabello, se veía como un reportero de noticias de losaños ochenta.

—Siempre cerramos nuestros negocios con una buena partida —agregó otro más, con mostacho.—Estoy aquí por invitación del Godfather —dije. No quería hacer negocios con tipos

cualquiera, sino única y personalmente con el jefe.—Quién no —sonrió el Sr. Smith con picardía.—Tiene una hermosa cita esta noche —dijo el reportero de noticias y miró a Zoey por encima

de la montura de sus gafas. No me gustó en lo absoluto la forma en que examinó a Zoey y no looculté. Apreté el puño e intenté respirar con tranquilidad. Pero, ante el pensamiento de que estetipo podría chantajearme con Zoey, casi pierdo el control sobre mí mismo.

—Es mejor concentrarnos en los negocios que en mi esposa —dije.—Cierto. Entonces comencemos con veinte mil —dijo Mostacho. Colocó un fajo de billetes

sobre la mesa y entonces el Sr. Smith y el reportero entraron.Yo también saqué un fajo de billetes de mi bolsillo lateral y lo arrojé sobre la mesa.—También para mí. ¿Cuándo Godfather nos hará el honor? —pregunté.

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El crupier reunió los fajos de billetes y repartió las primeras cartas.Joder, no tenía ganas de jugar en lo absoluto. ¡Literalmente! No era una persona particularmente

paciente.—Hoy no —sonrió el Sr. Smith y sacó un cigarro cubano del bolsillo de su pecho.—Bien, entonces no tenemos nada más de qué hablar —dije. Me levanté sin siquiera mirar a los

dos otros hombres de la mesa.—Sí que lo tenemos, Sr. Payne —respondió Mostacho. Colocó una pesada pistola

semiautomática sobre la mesa. El cañón de la pistola apuntaba a Zoey, quien estaba de espaldas anosotros y hablaba con el camarero.

¿Debía traer conmigo a una acompañante femenina? No tenía idea… ¡maldición! Juré por Diosque, si le pasaba algo a Zoey esta noche, quemaría el maldito lugar. Junto con todos losasquerosos tipos de aquí.

—Entonces, Sr. Payne, esto tenemos. Siéntese y deje que su esposa le traiga una bebida —dijoel reportero. Entonces su mirada alternó entre mi mano y Zoey. Él sabía que Zoey no era miesposa. Mi corazón latió rápidamente y mis músculos estaban listos para la pelea. Pero, de malagana, volví a sentarme en mi lugar.

Maldita mierda, ¿en qué había metido a Zoey?—Qué lindo. Entonces, juguemos al fin —sonrió el Sr. Smith. Sopló el humo de su cigarro y

pequeños remolinos se elevaron en el aire.Mientras que los hombres de la mesa estaban completamente concentrados en su partida de

póker, yo ni siquiera había visto mi mano. En cambio, traté de obtener una perspectiva general demi situación. Estaba buscando una salida de emergencia, una ruta de escape, pero no había ningunay no tenía dudas de que los crupieres en las mesas estaban tan fuertemente armados como losguardias de seguridad escondidos.

—¿Por qué estoy aquí? —pregunté impaciente.—Porque ha sido invitado —dijo Mostacho.—¿Y por qué me invitaron?—Porque el Godfather le encuentra interesante. Pero usted entiende que el jefe debe tomar

ciertas precauciones —explicó Smith.No, no lo entendía. Maldita mierda, estábamos en un edificio protegido herméticamente con

cientos de cámaras de vigilancia, francotiradores en el techo, crupieres armados y una lista deinvitados que era más exclusiva que la lista de prensa del presidente.

—Naturalmente —dije en su lugar.—Primero se tiene que ganar nuestra confianza, Sr. Payne. Así mismo, es su turno.Asentí lentamente y arrojé la requerida jugada en el centro. El crupier repartió una carta más a

cada jugador y pidió más apuestas.—Estoy fuera —gruñó Mostacho.Maldita mierda, ya no podía quedarme quieto por más tiempo, esperando a que estos secuaces

se rebajaran a tener, finalmente, una conversación decente. Pero conocía esta estrategia, yo habíajugado el mismo juego suficientes veces, solo que con reglas diferentes.

¿En dónde estaba Zoey con mi maldita bebida? Quería tenerla cerca para no perderla de vista.—La subo —dijo el reportero.—Me voy, y me gustaría saber cómo acelerar las cosas —siseé.En la mesa, ahora había cien mil dólares. Pero a mí el dinero me daba completamente igual.—Solo siga jugando, Sr. Payne.Odié al Sr. Smith por el tiempo que tardaba. Maldito bastardo.

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Finalmente llegó Zoey con un vaso en la mano y lo colocó en la mesa de juego, frente a mí.—Una disculpa por haberme demorado tanto —me susurró Zoey.—No hay problema —respondí con la misma tranquilidad. Cuando tuvo la intención de volver

al bar, la tomé firmemente por la muñeca.—Quédate aquí y dame suerte —dije en voz alta y le guiñé un ojo.Ella me sonrió y sus ojos esmeraldas brillaron.—Encantada —respondió Zoey. Se inclinó, demasiado abajo para mi gusto, y me besó la

mejilla.Quería tener a Zoey cerca, por sobre todas las cosas. En un casino normal no era extraño que

los hombres se rodearan de mujeres hermosas para distraer a la competencia en la mesa de juego,pero este no era un casino normal. Era el casino del Godfather, un lugar exclusivo para relacionesde negocios y no un sitio para jugarte la suerte en la ruleta.

Con sus largas pestañas y sus curvados labios rojos, Zoey inquietó a la mayoría de los hombresa nuestro alrededor. Parecía no haberse dado cuenta de ello, pero no, había querido hacerlo.

Joder, hacía su trabajo tan bien que la odiaba por ello. ¿Acaso Chase y Dean le habíanenseñado eso? ¿Una sonrisa coqueta y besos intensos?

¡Zoey me pertenecía y a nadie más! Y, sobre todo, a ninguno de los hombres de aquí. No queríaque estos criminales la vieran como yo la veía. Me disgustaba la mirada de los hombres que nosrodeaban.

El crupier repartió las últimas cartas y Smith sonrió. Después de que las apuestas se elevaranpor última vez, mostró sus cartas. Tenía dos ases y dos nueves y se sentía bastante seguro de lavictoria.

—Dos pares —dijo el crupier y miró al reportero. Este dejó sus cartas boca abajo y negó conla cabeza.

Entonces yo mostré mis cartas. Tenía cinco cartas del mismo color.—Color. El Sr. Payne gana —dijo el crupier. Empujó toda la pila de dinero hacia mí y el Sr.

Smith se rió a carcajadas. —¡La señorita realmente trae buena suerte!—Tan solo soy un buen amuleto —sonrió Zoey. Su voz era áspera y perversa.Odiaba que Zoey hiciera eso. ¡Estaba coqueteando con el maldito tipo equivocado! ¡Chase y

Dean me las pagarían cuando volviera a la villa!Además de mi enojo por el hecho de que el Godfather no estuviera aquí, Zoey no me estaba

facilitando las cosas. Mierda, estaba a punto de explotar y tenía que tranquilizarme de algunamanera.

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Zoey

Me daban miedo todos estos hombres a mi alrededor, pero tenía que ser fuerte y continuarjugando mi papel. Debía ayudar a Damon tanto como pudiera, así que intenté hacer todo lo quehabía aprendido.

Mientras Damon jugaba al póker con esos hombres, miré alrededor. Tenía un malpresentimiento, como de estar siendo observada.

No, solo es tu imaginación, Zoey.Probablemente era porque no había muchas mujeres en el lugar. Seguí sonriendo, con valentía,

mientras Damon ganaba otra ronda de póker. Había bastante dinero sobre la mesa. Cielos, tantodinero como jamás podría ganar en mi vida de veterinaria. Y para estos hombres tan solo era unpasatiempo.

¿Alguna vez me convertiría en veterinaria? Había perdido mi trabajo en el Animal Care Center,pero ahora no podía pensar en eso. Cuando Damon hubiera evitado una sangrienta pelea depandillas, entonces podría pensar en mi futuro.

Damon continuaba mirándome. No cabía duda de que no estaba satisfecho. Podía ver a travésde su armadura de un metro de espesor como si se tratara de cristal. ¿Por qué estaba de malhumor? No podía ser por el juego, había ganado cientos de miles de dólares.

Todavía me sentía mareada al pensar en esa enorme cantidad.Por un segundo me pregunté de dónde ganaban su dinero los tipos de la mesa, pero después no

quise saberlo. Estos hombres emanaban peligro a través de cada poro. Verdadero peligro, asesinoy brutal.

¿Damon hacía negocios con asesinos? Me quité el pensamiento de la cabeza. No, Damon jamásharía negocios con asesinos. Él era un criminal, sí, pero tenía un código.

Continuamente, las miradas de los hombres estaban clavadas en mí. Miradas que no megustaban. Hubiera preferido darme una ducha inmediatamente, pero tenía que seguir siendovaliente. ¡No podía permitirme mostrar algo!

Por favor, Damon, ¡apresúrate!Damon se aclaró la garganta. —Discúlpenme un momento, por favor.Luego se puso de pie, me susurró al oído: —Tocador de mujeres. Dos minutos —y desapareció.Por unos segundos, en sus ojos brilló una ira desenfrenada. ¿Lo había molestado yo? ¿O me

equivocaba y en realidad eran los hombres con los que estaba jugando? Me pregunté de qué queríahablarme, y por qué no había elegido la barra del bar. ¿O quería hablarme sin ser molestado?

Dios. ¿Acaso yo había hecho algo mal? ¿Algo no andaba bien? Mi corazón desenfrenadopalpitaba cada vez más fuerte y respiré profundamente un par de veces, para tranquilizarme. Aquíno era el lugar correcto para tener un ataque de pánico.

Yo también me disculpé, para así no estar más tiempo junto a los hombres que me rodeaban,cuyas miradas me incomodaban cada vez más.

—Iré por otro trago.—Adelante, pida lo que desee. La bebida corre por mi cuenta —sonrió el hombre que se hacía

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llamar Sr. Smith. Tenía la sonrisa deshonesta de un vendedor de automóviles. ¿En cuántosuniversos paralelos se dedicaba a robarle a su abuela todo su dinero ahorrado? Demasiados,supuse. ¿Y cuántas personas aquí habían caído en su sonrisa falsa? ¿Acaso verdaderamente jugabaun papel en los negocios ilegales? Finalmente, todo tan solo era cuestión de dinero…

—Encantador —respondí. Luego puse mi sonrisa, igual de falsa, y me dirigí al bar. Una vez ahípedí otro zumo de cereza, deslicé un billete de cincuenta dólares al cantinero. En ningún universoposible permitiría que ese tipo me invitara a un trago.

De nuevo, sentí a mis espaldas una mirada que me asustó. Cielos, ¡realmente no era la idealpara este trabajo! ¿Cómo se me había ocurrido que estaba preparada para la tarea? Estaba sola enuna habitación llena de hombres sombríos.

Al tomar el vaso noté mi mano temblorosa y por primera vez en mucho tiempo consideré pedirron, vodka o algo más fuerte que tuviera alcohol.

¡Cálmate Zoey!Miré en la dirección del guardarropa, en donde se encontraban los baños, y vi a un grupo de

hombres de pie frente a la entrada. Por un segundo creí ver a Joel entre los hombres, pero debíaestar equivocada. ¡Obviamente estaba equivocada! ¿Cuántas veces había visto al fantasma de mipadrastro? Demasiado a menudo… no podía permitirme que eso me pasara de nuevo.

Debía respirar profundamente. Damon creía en mí y mi fortaleza, ¡así que también debía creeren mí misma! Cuando me terminé el zumo de cereza fui al tocador de mujeres, tal como Damon melo había indicado, e ignoré la terrible sensación en mi estómago.

Cuando entré, Damon estaba parado frente a mí. Dios, de repente se veía mucho más grande delo habitual. Sus brazos estaban cruzados frente a su pecho y me miraba furioso.

—Cierra la puerta.Cerré la pesada puerta de madera y miré a mi alrededor. En total había cuatro grandes cabinas,

todas con las puertas abiertas. Estábamos solos.—¿Qué pasa? —pregunté.—¿Todavía lo preguntas? —me gruñó.—Sí, porque no tengo idea de qué pasa —respondí molesta. Odiaba que me hablara con

mensajes crípticos, en lugar de responderme claramente.—¿Por qué me vuelves loco, niña? —preguntó. Después Damon me tomó por los brazos y me

puso contra la pared.—Las miradas —rugió. —¿Crees que no lo veo?—Sí, obviamente. Pero es actuación —respondí. ¡Era exactamente lo que debía hacer! Al

menos, eso pensaba. Chase y Dean me habían dado instrucciones precisas bajo las órdenes deDamon.

—¿Crees que también era actuación cómo te veían esos viejos pervertidos?—No. Y si quieres saberlo, me disgustó —dije.—¡Bien! Me perteneces, Zoey —me susurró Damon al oído. Su voz temblaba de ira y

finalmente entendía su problema. Estaba celoso. Por un lado, me conmovía que sintiera celos,pero por el otro, un casino ilegal era el lugar incorrecto para discutir.

—Nadie dijo lo contrario, Damon —suspiré.—Fue un error traerte aquí —dijo Damon. Seguía furioso.—No entiendo nada sobre tus negocios y no entiendo tus celos. Pero entiendo que esta reunión

es importante, ¿de acuerdo? ¡Entonces déjame continuar con lo que tu gente me enseñó!No sirvió de nada, tenía que combatir fuego contra fuego.—El Godfather no está aquí.

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—Entonces averigüemos dónde está —dije con indulgencia.—No. Ya nos vamos.—¿Qué? Con todo lo que has hecho, ¿ahora quieres tirar la toalla?—No toleraré más esas miradas nauseabundas hacia ti, Zoey.Cielos, ¡no había querido poner a Damon celoso, deliberadamente, quería ayudarlo! Creí que le

era de ayuda, pero me había equivocado. Había empeorado las cosas por no notar sus celos.—Deberías enfriar tus sentimientos, Damon —le sugerí. Sus ojos se oscurecieron y se le tensó

la mandíbula. Había tratado de extinguir un incendio forestal con gasolina.—Joder, Zoey. ¿Por qué tienes que estar volviéndome loco siempre? —gruñó como un lobo

hambriento.—Porque tu máscara no funciona conmigo —dije sin miedo.En lugar de responder, Damon se abalanzó sobre mi para presionar sus labios con los míos. El

ambiente había cambiado en un segundo. La agresión se convirtió en pasión y el odio en deseo.Nuestros labios se tocaron una y otra vez y yo temblé con anticipación. Damon me lamió

ávidamente el labio inferior hasta que abrí la boca y él entró.Dios, ¡me robó el aliento al besarme y lo amé por ello!Cuando se me aflojaron las piernas, él susurró: —Arrodíllate.Me arrodillé y Damon se abrió el pantalón, sacándose la polla endurecida. Luego tomó la parte

de atrás de mi cabello y me tomó la boca.—Me perteneces —dijo Damon con brusquedad.No podía responder nada. Una y otra vez me tocó con su fuerte erección, hasta que la metió al

fondo de mi garganta.Me tomó con fuertes y rápidas embestidas, demostrándome que verdaderamente le pertenecía.

Aunque mi garganta nunca había estado tan tensa, mi abdomen pulsaba de excitación.¡Sí, Dios mío! Me excitaba tanto que Damon me follara aquí. Me embriagué con sus celos y

comencé a tocarme mientras él seguía metiéndose en mí.—Maldita sea, Zoey. Jamás te volveré a dejar ir —suspiró Damon.Deseé que dijera la verdad. Daba igual qué tan irascible fuera en ocasiones o que tan peligroso

fuera su mundo, yo no quería vivir sin él. Lo necesitaba como el aire que respiraba. Y tan soloahora que Damon me quitaba el aliento, sentía como si nunca antes hubiera respirado tanlibremente. Dios, ¡no había respirado en tanto tiempo!

Mis piernas comenzaron a temblar y sentí mi propia lujuria entre los dedos. Entre más duro mefollaba Damon, más caliente me ponía.

Dios, Damon me mostraba tantos mundos extraños y me enseñaba tantas inclinaciones que nuncase me habían pasado por la cabeza.

Quizás estaba loca, pero nunca me había sentido tan amada como ahora. Él presionaba micabeza con fuerza contra su erección y me penetraba tan fuerte que la punta de mi nariz tocaba suestómago. No podía entrar ni un centímetro más…

Cuando traté de quitarme porque ya no podía respirar, me agarró con más fuerza.—Mírame —me ordenó. Y entonces lo miré fijamente a los ojos, que brillaban oscuros de

deseo. Me devolvió la mirada, lleno de orgullo y emoción. —Me perteneces, Zoey.Casi me corro de tan solo hacer contacto visual con él. Podía ver, sentir y saborear la conexión

entre nosotros. Me froté el clítoris cada vez más violentamente y no pude reprimir un gemido.Finalmente, la presión en mi cabeza disminuyó y pude respirar de nuevo. Después de una

profunda respiración, lamí su larga y dura erección, sin perder el contacto visual. Me encantaba laforma en que me miraba y me hacía sentir más femenina.

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Una y otra vez lamí y succioné la punta de su pene, mientras él me tenía tomada por el cabello,dominante y masculino.

—Maldición, ¿por qué nos encontramos hasta ahora? —suspiró Damon pensativamente. Por unmomento, pensé en su pregunta.

—Porque no nos habríamos necesitado tanto como ahora —respondí. Después volví a mipróximo orgasmo. A medida que la erección de Damon se endurecía aún más y me follaba cadavez con más fuerza, mi lujuria se volvía más grande. Cielos, mi abdomen completo estabatemblando.

Mis piernas comenzaron a temblar con más violencia, anunciando mi orgasmo, que se rompiódentro de mí como un tsunami.

¡Dios mío!La endorfina y el placer me inundaron en oleadas de hormigueos. Se sintió increíble, como una

supernova en mi interior que me arrojaba a reinos antes desconocidos. Todavía estaba jadeando,pero mi mente volvió lentamente a Damon, quien también se corrió. Saboreé su semen,ligeramente salado. Damon se veía tan relajado como yo me sentía.

—Es justo lo que necesitaba en este momento —susurró Damon.—Yo también —sonreí. Me levanté con las piernas temblorosas y tomé varias toallas de papel

para arreglar el desastre de mi lápiz labial manchado.—¿Damon? —pregunté.—¿Sí, Zoey?—¿Puedes decirlo otra vez?—¿Qué cosa?—Que te pertenezco —respondí sonriendo.—Me perteneces —susurró Damon.Dios, me encantaba cuando decía eso. No había algo que quisiera más que pertenecerle y ser

parte de él. De la misma forma que una parte de él siempre me pertenecería.Damon desabrochó la correa dorada de su Rolex y me lo dio. Lo miré inquisitivamente y esperé

una explicación.—Tienes dos minutos para estar lista. ¿Me oyes?—Dos minutos —repetí.—Bien. No te quiero dejar aquí sola más tiempo del necesario.—Y yo no quiero estar sola más tiempo del necesario, en una casa llena de delincuentes —

respondí. Pero al mirarme en el espejo noté que mi lápiz labial rojo estaba en todas partes y micabello se había anudado al elástico. Claramente dos minutos no era suficiente tiempo.

—Si en dos minutos no estás de vuelta en la mesa, sabré que algo pasó. ¿Entendido?La mirada de Damon era tan determinada que hizo que mi corazón se saltara un latido. Un

escalofrío me recorrió el cuello, hasta los talones.—Me estás asustando, Damon —murmuré.Me abrazó y me dio un beso en la frente.—Te protegeré. Lo prometo.—Bien. En dos minutos volveré contigo —dije y sonreí con valentía. Damon abandonó el

tocador de damas y dejó su reloj en el lavamanos.En cuestión de segundos traté de reparar el daño en mi maquillaje y solté mi cabello. Pero

verme igual que hacía diez minutos era una cuestión imposible. Me puse nuevo lápiz labial, meincliné hacia adelante y sacudí el volumen en mi melena para ocultar los pequeños enredos que sehabían formado.

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Escuché cómo se abría la puerta y, al poco tiempo, se cerraba, pero no pensé en ello. Despuésde todo, además de mí debía haber otro par de mujeres por ahí.

Pero cuando terminé de alisar mi cabello, terminé mirando directamente a los ojos helados deJoel. Se me congeló la sangre de inmediato.

—¿Qué pasa, perra? Parece que viste a un fantasma —se rió.Quise decir algo ingenioso o de plano golpearlo, pero estaba paralizada. Una vez más, mi

cuerpo ignoraba mis instintos y lo odié por ello.¿Cómo demonios había entrado Joel aquí? ¡Sabía que lo había visto en el vestíbulo! ¡Oh, si tan

solo le hubiera contado a Damon al respecto!¡Estúpida, estúpida Zoey!Mi consciencia me bombardeó con reproches hasta que Joel se sacó un arma de la espalda.—Ven conmigo —me ordenó. Con el cañón de su arma señaló la salida.—Realmente no quieres disparar, ¿cierto? Digo, en una casa llena de criminales armados —

tartamudeé.Autoconfianza, ¿en dónde estás?—Mierda, ¿acaso hablo en chino? ¡Ven conmigo! —me espetó.Pero me quedé quieta. ¡No podía mostrar ninguna debilidad ahora! Especialmente no con este

imbécil. ¡Me había dejado atrás, maldita sea! Me había sacrificado y ahora regresaba. ¿Por qué?—¿Qué quieres de mí? —pregunté.—¡Que vengas conmigo, perra! —bramó Joel.Joel quería algo de mí, pero yo simplemente no sabía qué. Lo que sí sabía es que debía perder

el tiempo. En cualquier momento, Damon se daría cuenta de que se me hacía tarde.—Hasta que me digas qué quieres de mí —dije.Sí, era malditamente estúpido de mi parte confiar en que Joel no me haría nada porque

necesitaba algo de mí, pero me fie de mis instintos.—Jódete Joel, Russel, o como sea que te llames.La sorpresa brilló en sus ojos por un segundo. Probablemente no esperaba que yo supiera quién

era en realidad.Después se echó a reír, cargó su arma y dijo: —No, sígueme llamando Joel. Y si no vienes

conmigo ahora, habrá muertos.—Si me disparas ahora, no saldrás vivo de aquí —lo amenacé. Damon se vengaría,

definitivamente. Aunque Damon no estaba conmigo, me daba la fuerza que necesitaba.—No hablo de ti —dijo Joel, sonriendo.—Si no sé a quién estás amenazando, tu amenaza realmente no funciona —me burlé.—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con tu mejor amiga?Me quedé sin aliento. ¿Lory? Dios mío, ¿tenía a Lory en su poder? Cielos, la última vez que

había hablado con Lory ella estaba enfadadísima conmigo. Se me rompió el corazón al pensar enello.

—No te creo —dije, pero no pude evitar expresar la duda en mi voz.—Estás arriesgando la vida de Lory —dijo Joel encogiéndose de hombros.Quería darle un puñetazo a Joel en el cuello y golpearlo hasta que se rompieran todos los

huesos de su cara y mi puño, pero me quedé quieta.¡Por favor, Damon! ¡Ya ven!Todas las esperanzas y súplicas eran inútiles, debía decidir en favor de mi mejor amiga. ¿Qué

estaba haciendo Joel? ¿Y por qué estaba tan malditamente seguro de que nadie aquí lo detendría?¿La gente del guardarropa o del vestíbulo no tendría que someterlo si me obligaba a salir con una

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pistola en la mano? ¿Al menos estaba diciendo la verdad?No importaba si Lory y yo habíamos tenido una discusión, siempre sería mi mejor amiga y si

estaba en peligro, no la dejaría sola bajo ninguna circunstancia. Me salvaría de alguna manera, almenos eso esperaba. Incluso si se trataba de una simple mentira, no podía arriesgarme.Claramente elegía a mi mejor amiga.

—¿A dónde? —pregunté. Él señaló la puerta y yo caminé frente a él. En un momento adecuadome arranqué el collar que Damon me había dado hoy.

Esperaba que cuando Damon viera el collar entendiera que algo había pasado y pudierasalvarme.

¡Sálvame por favor, Damon!

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Damon

Después de haber hablado con Zoey mi humor definitivamente había mejorado y pudesentarme nuevamente con Smith, Mostacho y Reportero. Sin embargo, sus juegos seguían siendouna verdadera molestia para mí. Yo no estaba aquí para jugar, ¡había una guerra entre pandillasque se desataría en cualquier segundo!

—Fue una conversación larga, ¿o no? —me sonrió el Sr. Smith mientras hacía gestos claros.Maldita sea, odiaba su rostro siempre sonriente y hubiera querido golpearlo hasta el alma por

su comentario, pero eso difícilmente fortalecería mi relación con el Godfather.—Entonces, ¿vamos a seguir jugando? —gruñí. Inmediatamente, el crupier barajó las cartas

como tan solo los profesionales de Las Vegas podían hacerlo.—Veamos si ahora se termina tu racha de la suerte —dijo Mostacho.A la mierda la racha de la suerte.Me daba igual todo el dinero sobre la mesa. Maldición, si tan solo pudiera cambiar toda mi

fortuna para poder garantizar un alto al fuego.Para el momento en que las cartas fueron repartidas y mis compañeros de juego y yo hicimos

las apuestas, Zoey ya debería haber regresado. Había estado contando los segundos en el fondo demi mente, y su tiempo se había agotado. Pero no había rastro de ella. Durante nuestra “charla”realmente había destrozado bastante a Zoey, así que le di otro minuto antes de entrar en pánico.

Sin embargo, Zoey podía irse preparando mentalmente para un maldito largo sermón por haberignorado mis instrucciones deliberadamente. En este lugar, con semejantes personas alrededor,cualquier error podía ser fatal.

El reportero subió la apuesta y el Sr. Smith y Mostacho lo siguieron.—¿Qué le pasa, Sr. Payne?Los escuché a medias. El último minuto había pasado y no había señales de Zoey. Se me

aceleró el pulso y sentí cómo se me empapaban las manos de sudor. Mis instintos me decían queclaramente algo no andaba bien.

—Discúlpenme —dije y me levanté.—Si se va ahora, el juego ha terminado —amenazó Smith.—Por favor, quédese con el dinero —dije ásperamente y seguí marchándome.—Eso no causa una buena impresión en el Godfather.Por un segundo me detuve, pero después continué mi camino. Zoey era más malditamente

importante para mí que el Godfather. Y algo debía de haber sucedido, de otra forma, ella estaríaconmigo ahora. Zoey era una chica inteligente, habría preferido regresar con el maquillaje corridoy despeinada a inquietarme.

Irrumpí en el tocador de damas, vacío. En el lavábamos seguía mi Rolex dorado y tirado en elsuelo estaba el collar de Zoey.

Carajo.¿Qué demonios había pasado? Tomé el collar plateado, la cadena estaba rota. No tenía la menor

idea de qué pensar sobre esa situación.

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Zoey se había ido y tan solo había dos posibilidades para lo que había pasado. Se había ido porsu cuenta, voluntariamente, o la habían obligado a hacerlo.

Tomé mi Rolex y volví al vestíbulo; frente al guardarropa había un hombre delgado y de cabellocanoso.

—¿Ha visto a mi cita irse? Cabello largo y castaño, vestido rojo —le pregunté.—Lo siento, señor. Me temo que no presté mucha atención.¡Carajo, carajo, carajo!Volví a la entrada y pregunté nuevamente por Zoey.—Mi acompañante, ¿se ha ido?—Sí, señor —dijo el portero.Esto no podía significar nada bueno. ¿Zoey se había ido sin mí? No, ¡ella jamás haría eso

voluntariamente!—¿Y estaba con alguien?—No lo creo. —Observé cada pequeña expresión de su rostro, sin embargo, no pude identificar

nada en él, ni mentira ni verdad.¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué Zoey se había marchado sola?—¿Está seguro? —pregunté nuevamente.—Sí, señor. —No vi ninguna emoción en el rostro inexpresivo del portero. Definitivamente, él

no me sería de ayuda. Salí del casino y miré a mi alrededor. Ningún rastro de Zoey. Pero si apenasse había marchado.

¿Acaso yo había sido demasiado posesivo? ¿Zoey me había… abandonado? ¿Acaso habíafingido todo para ganarse mi confianza, y la de todos?

No. Zoey era la peor mentirosa que yo conocía, no me había engañado y sus sentimientos por míeran reales.

Pero ¿quizás su miedo por mí era más grande de lo que yo pensaba? Ahora, después de haberlaconfrontado con mi mundo, ella sabía cómo era realmente. Puro peligro y desconfianza.

Miré el collar una vez más. Cuando se lo regalé, sus ojos verdes habían brillado tanto y susonrisa no tenía precio. ¿Por qué tiraría el collar al suelo?

¿Y si alguna de las cámaras había capturado algo? Rechacé la idea porque aun cuando hubierauna cinta con evidencia de a dónde había ido Zoey, las personas de seguridad jamás me daríanacceso a ella.

Zoey, ¿en dónde te metiste?Caminé rápidamente alrededor del casino, buscándola.No quería admitir, ni por un segundo, que quizás Zoey me había abandonado. El pensamiento

casi me mata.—Carajo —bramé y golpeé la pared a mi lado. Entonces me detuve. Primero que nada, debía

relajar mi pulso, que bombeaba adrenalina a través de mi cuerpo. Pero el paralelismo con Patrickno me permitía pensar claramente.

Maldita sea, era lo mismo que con mi hermano bastardo. Un momento me cubría la espalda y alotro engañó a los Dragons, estafó a los Brothers y me traicionó a mí. ¿Y por qué? Por dinero,¡maldición! ¡Dinero!

Patrick se había salido con la suya huyendo con un montón de dinero a algún lugar, dejándome amí el caos que aún hoy persistía. De no ser por él, los Dragons y los Brothers no querrían matarseentre ellos. Nadie se había ganado mi confianza desde ese día… hasta que llegó Zoey.

Seguí caminando y de repente todo se volvió claro para mí. Definitivamente, Zoey no me habíamentido. Zoey jamás engañaría a los Alfas ni a mí, pues fuera de nosotros, ella no tenía a nadie

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más.Maldita sea. Algo había pasado y, en lugar de salvarla, había estado ocupado con mis putos

pensamientos. Pero ¿cómo era posible que Zoey fuera llevada en contra de su voluntad? Dabaigual, después podría preocuparme de ello, lo importante era saber dónde estaba Zoey ahora.

Hice un nuevo plan. Volvería a mi Maserati, tomaría mi Beretta ¡y protegería a Zoey de una putavez! Justo cuando estaba a punto de correr al auto, escuché el ruido de latas seguido de gritos. —Jódete —la voz de Zoey hizo eco a través de los sinuosos callejones e instintivamente corrí en ladirección de donde provenía su llamado.

Deseé tener mi Beretta conmigo, pero no tenía tiempo que perder, no podía perder a Zoey devista por segunda vez.

Corrí hacia Zoey lo más rápido que pude, y cuando finalmente la vi, estaba a punto de darle unpuñetazo en la cara a Joel.

Maldita sea, ¿de dónde había salido ese bastardo? ¿Estaba solo? No veía a nadie junto a él,pero no estaba completamente seguro.

Joel gritó, después empujó a Zoey con brusquedad contra la pared más cercana y la golpeó.Zoey se dobló y jadeó: —Mierda, golpeas como una niña.Aún ahora, sola y asustada, Zoey seguía siendo fuerte y me encantó. Joel la golpeó de nuevo y

de repente todos mis fusibles se quemaron.¡Mierda, mataría a ese hijo de perra!La sangre borboteaba en mis orejas mientras yo corría y me abalanzaba sobre Joel. Ambos

caímos en consecuencia del impacto.—¡Damon! —gritó Zoey llena de alivio. La miré; había lágrimas en sus ojos.—Dije que nunca te dejaría ir —dije.Era un error apartar la vista de Joel, pero necesitaba ver a Zoey a los ojos. —¿Todo está bien?

¿Estás lastimada? —pregunté. Entonces, el cañón del arma de Joel me pegó fuertemente en la sien.Mi campo visual se volvió alarmantemente pequeño, pero me las arreglé para esquivar un segundogolpe. Escuché el arma caer en algún lugar del asfalto.

—Te lo mereces, maldito hijo de puta —bramé. No tenía idea de dónde estaba su arma, pero susucia cara estaba justo enfrente de mí y la golpeé tan fuerte como pude.

En el fondo podía escuchar a Zoey y sus gritos casi me parten el corazón. Mi visión todavíaestaba limitada, veía chispas y puntos negros y no veía la maldita pistola en ningún lado.

—¿Debería golpearte hasta hacerte mierda otra vez? —le grité a Joel, sin detener mis golpes.—¡Joder! ¡Os matará a todos! —bramó Joel de nuevo y me detuve.—¿Quién? —pregunté. Pero Joel tan solo se rió con arrogancia, sin decir nada.—¿Quién es tu maldito jefe? —intenté de nuevo. Él estaba callado.Arriesgué una mirada a Zoey, quien seguía acurrucada contra la pared, como un ciervo asustado

frente a los faros de un auto.—Zoey, toma su arma.Zoey asintió y pasó junto a nosotros para tomar el arma que estaba a nuestro lado. Después

tomé a Joel por el cuello y lo miré profundamente a los gélidos ojos.—Tienes que hablar —lo amenacé.—No te diré un carajo sin antes recuperar mi teléfono —exclamó Joel.Zoey se detuvo y resopló ruidosamente. —No tengo tu teléfono, ¡te lo he dicho cientos de

veces!¿Qué carajos tenía que ver el teléfono de Joel? ¡Daba igual! Todavía no teníamos la situación

bajo control.

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—¡El arma, Zoey! —ordené una vez más. Pero era muy tarde. Joel cogió a Zoey por el tobillo,ella gritó y retrocedió tres pasos. Al mismo tiempo, Joel me golpeó con fuerza en la mandíbula ycuando giré la cara, Joel tomó su arma.

Al siguiente segundo, Joel apuntó con el cañón de su arma a Zoey y de repente el tiempo sedetuvo para mí.

Los ojos de Zoey se agrandaron y miró el arma con horror, mientras el rostro de Joel exhibíauna sonrisa perversa.

Carajo, debería haber dejado frío a ese bastardo la última vez que me lo encontré. Pero ahoraera muy tarde para eso. No tenía tiempo para hacer un plan, ni siquiera tenía tiempo para otrolatido. Mierda, me odié por arrastrar a Zoey a todo esto. Si tan solo hubiera tenido más tiempopara prepararla mejor respecto a todo lo que se avecinaba… o si nunca la hubiera traído conmigo,definitivamente no estaría bajo un peligro mortal.

Zoey, lo siento tanto, tanto.Había tanto que aún no había dicho y, al mirar a los ojos del peligro tangible que olía a sangre y

muerte, tan solo hubo un pensamiento en mi cabeza:¡Tengo que salvar a Zoey!Zoey me importaba más que nada en todo el mundo. Pero no podía pensar más, ¡tenía que

reaccionar ahora!—¡Corre, Zoey! —grité. Luego traté de desarmar a Joel cuando se escuchó un disparo

ensordecedor, afilado como una cuchilla, en el tranquilo aire nocturno.Carajo.

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Zoey

Oh Dios mío.Mi corazón dio un vuelvo cuando un estallido resonó en el aire nocturno. Todo sucedió tan

rápido, todo fue tan irreal. Joel me había arrastrado afuera queriendo recuperar su teléfono y alsiguiente momento apareció Damon, para salvarme.

Sabía que Damon me salvaría, lo sentía. Pero entonces, de repente ese disparo retumbó en misoídos una y otra vez, volviéndose más fuerte a cada latido de mi corazón.

De pronto había tanta sangre… mi cráneo todavía palpitaba con fuerza debido al fuerte golpe deJoel y el sentimiento de vacío en mi estómago por su segundo puñetazo se volvía cada vez peor.

—¡Damon! —quise gritar, pero mi voz no fue más fuerte que un susurro. Quise moverme, peromi cuerpo se negó.

¡Era tan estúpida! Si no me hubiera apartado de la mano de Joel, ahora yo tendría el arma. Joelgritó y se sostuvo la cabeza, mientras Damon no emitía absolutamente ningún sonido, tan solorespiraba pesadamente.

—¡Damon! —lo llamé otra vez. Pero no me escuchó; de su torso emanaba cada vez más sangre.¡Oh, Dios!No podía moverme ni respirar, todo lo que podía hacer era mirar. Damon había recibido un

disparo por mi culpa. ¡Por qué era tan estúpida, imprudente e ingenua! Aun así, él me habíaprotegido y cumplido su promesa, siempre lo amaría por eso. Al mismo tiempo, odiaba a Damonpor seguirme, pues ahora estaba herido por mí.

Las lágrimas nublaron mi visión, pero me las limpié con las manos. Ahora no era el momentode hundirme en la duda y el reproche, ¡debía reunir las fuerzas que Damon había visto en mí!Primero necesitaba una visión general de la situación. Todavía estábamos solos y Damon seguíaencima de Joel, quien yacía en el suelo.

Joel se sujetaba la cabeza con ambas manos y fluía sangre de su oreja, cerca de su arma. Elcañón de la pistola apuntaba directamente al cielo. Damon también parecía confundido, peroseguía sosteniendo con ambas manos a Joel por el cuello.

Hice un plan. Primero tenía que quitarle el arma a Joel, después tenía que desplazarlo y llevar aDamon al hospital. Hasta ahora todo bien, pero ¿cómo podía implementar correctamente mi“simple” plan? Todo lo que sabía es que no me podía permitir perder más tiempo. Sin dudarlo,pateé la mano de Joel en donde estaba el arma, que se deslizó varios metros por el suelo. Despuéstomé la pistola del suelo y, con las manos temblorosas, apunté a Joel. Nunca había escuchado micorazón latir tan fuerte como en este momento, pero había desarmado a Joel, ¡eso era bueno! Y lomejor era que ni siquiera se había dado cuenta de ello. Realmente debía dolerle el tímpanoreventado, pero yo no sentía pena por ese pedazo de escoria.

Ahora que tenía el arma, de alguna manera tenía que sacar a Damon de ahí. Estaba confundida,estaba furiosa, pero lo más importante es que estaba preparada para todo.

—Si te mueves, ¡estás muerto! —lo amenacé.Por Dios, si Joel siquiera pensaba en moverse yo apretaría el gatillo, pues era consciente del

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peligro en el que me encontraba.¡Cielos, es igual que antes!No. Me deshice del pensamiento. Absolutamente no era igual que antes, ahora estaba Damon. Él

me había prometido que siempre me protegería y yo le creía. Pero acababa de recibir un disparopor mi culpa y yo era la que debía protegerlo.

—Damon —dije tan tranquilamente como pude, y le di un golpecito en el hombro. Él reaccionóde inmediato a mi tacto y su cabeza se levantó en mi dirección. Me miró con ojos siniestros yasesinos y yo me estremecí. Me había confundido con un peligro; no era de extrañarse con toda laadrenalina y la sangre.

—Soy yo, Zoey —le seguí hablando a Damon. —Levántate, Damon.Él parpadeó un par de veces y sus ojos se aclararon. —¿Estás bien? —me preguntó.Asentí inmediatamente. —Sí, yo estoy bien. Pero tú no.Damon se miró a sí mismo y frunció el ceño cuando vio la herida de bala.—Auch —dijo poco impresionado. No sentía dolor gracias a la adrenalina. Después volvió a

golpear a Joel en la cara y se levantó.—¡Damon! ¡Para! —le supliqué. No porque sintiera lástima por Joel, sino porque estaba

preocupada por la condición de Damon.Se volvió hacia mí y me tomó la barbilla con el pulgar y el dedo índice.—¿En serio estás bien, Zoey?—Dios mío, sí, ¡estoy bien! Tu eres el que ha recibido un disparo, ¡no yo!Sin previo aviso, Joel saltó del suelo y salió corriendo. Antes de que yo pudiera siquiera

levantar el arma, Joel ya había dado la vuelta en la esquina más cercana. Luego los pasos secallaron y gritó:

—Mi teléfono o Lory, ¡es tu última oportunidad, perra!Después Joel se escapó bajo el amparo de la noche, como si el propio diablo lo estuviera

persiguiendo.—¿Qué? —preguntó Damon.—Nada —lo corté. No quería preocuparlo mientras estuviera en ese estado. Cuidadosamente

abrí su chaqueta y después su camisa.Oh, Dios, estaba sangrando terriblemente.Quería romper en llanto. Me sentía tan impotente e incapaz porque no sabía qué hacer. Deseé

que la bala me hubiera impactado a mí, entonces Damon habría sabido exactamente cómo actuar.—¿Te duele mucho? —pregunté.Damon negó con la cabeza. —No. Mi miedo por ti es más grande.—Tenemos que salir de aquí —dije. Tomé su mano izquierda y la presioné contra su herida. —

¡Aprieta con fuerza! —le pedí.Luego me puse los brazos de Damon sobre los hombros para llevarlo de vuelta al coche. En el

camino, volví a mirar por última vez la lejana silueta del casino, que había sido una decepcióntotal. Pobre Damon, había peleado tanto por ello y, sin embargo, pronto todo estallaría frente a susojos.

—Asumo que no tienes un botiquín de primeros auxilios en el coche, ¿cierto?Damon sonrió amargamente y negó con la cabeza.—Especialmente tú deberías tener un botiquín de emergencias bien equipado. Tu riesgo de

desangrarte es diez mil veces mayor que el de un estadounidense promedio.—Lo pondré en mi lista de tareas —se rió Damon. Pero su risa se convirtió en un ataque de tos.Cielos, ¡tenía que apresurarme! No tenía idea de qué tan mal herido estaba Damon, pero no se

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veía nada bien. Cuando llegamos al coche, Damon se recargó en el techo y dijo a modo decomando: —¡Yo conduzco!

—¿Estás loco? Apenas te puedes mantener en pie. Dame las llaves —respondí. En ningúnmundo había posibilidades de que dejara a Damon conducir en ese estado.

—No tienes idea de la bestia que es mi Maserati.—Ay, es pan comido. Después de todo, estoy contigo —dije con más seguridad de la que tenía.

El Maserati definitivamente era una cosa diferente al viejo Volvo que a veces pedía prestado a laabuela de Lory para las compras semanales.

La respiración de Damon se volvía cada vez más pesada y me preocupaba que la bala tambiénhubiera encontrado sus pulmones.

—En serio, ¡no más discusiones! —le ordené. Luego busqué las llaves en sus bolsillos, lo sentéen el asiento del copiloto y me posicioné en el lugar del conductor.

Tan pronto como coloqué la llave, sentí el concentrado poder del vehículo. No era una buenacombinación con mis manos temblorosas y manchadas de sangre.

Por favor, Dios, no me permitas ocasionar un accidente.Los primeros metros fueron jodidamente irregulares pues tenía que acostumbrarme al delicado

embrague, pero al momento de cambiar de las tranquilas calles al intenso tráfico de la avenidaprincipal, ya había desarrollado cierta sensibilidad por el coche. Lento pero seguro, pude volver apensar con claridad.

—No tengas miedo, te llevaré al hospital más cercano, Damon—No —gruñó él.—Dios, ¿qué tenéis todos contra las instalaciones médicas y los doctores con licencia? —

resoplé.—En el peor de los casos, nos están esperando allí. Y en el mejor de los casos, los doctores

llamarán a los policías para avisar que hubo un tiroteo. De ninguna forma es bueno.La sensación de que había gente esperándonos era terrible. ¿Cómo Damon había aguantado eso

día y noche?—De acuerdo, ningún hospital. Entonces necesito saber cómo regresar a la villa.Damon volvió a negar con la cabeza y yo me alegré al ver que la villa también estaba fuera de

discusión.—Mi gente enloquece cuando me ve así. Especialmente David, quien llama a la anarquía.—¿Entonces? ¿A dónde debo llevarte?Damon no dijo nada y lo detesté por ello. No podía seguir manejando sin un objetivo o la

posibilidad de que Damon obtuviera ayuda.Cielos, ¡Damon se estaba desangrando a mi lado!No sabía si podría hacer otra operación en condiciones miserables, como lo había hecho con

Chase. No, no era posible. Me negué a ayudar a Damon bajo estas circunstancias. Si tan solo yo…¡oh!

—Bien, ya sé a dónde podemos ir —dije.—¿Y a dónde vamos?—Al Animal Care Center, mi trabajo. —Quien estuviera detrás de Damon, jamás pensaría en

buscarnos dentro de una veterinaria. Incluso Joel no conocía mi sitio de trabajo, tan solo sabía queyo estudiaba medicina veterinaria. Por lo tanto, era un lugar mucho más seguro que cualquierhostal o puente debajo de la carretera para poder ayudar a Damon.

—Carajo, ¡no soy un perro! —protestó Damon y yo resoplé ruidosamente.—¿Quieres olvidar tu orgullo por un segundo y pensar en la herida de bala de tu abdomen?

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¿Nos habría ahorrado esta conversación a mí y a Damon si tan solo yo no hubiera seguido aJoel? Oh, lamentaba tanto que la reunión de Damon con el Godfather se hubiera ido a la mierdapor mi culpa. Si había una guerra, yo era la causante. Esta conclusión me golpeó mucho más fuerteque los puñetazos de Joel y reprimí un sollozo.

—¿Qué pasa Zoey?—Es mi culpa —suspiré. —¡Que haya asesinatos y homicidios en Hells Kitchen, es mi culpa!—Maldición, Zoey. ¿De dónde sacaste esa absurda idea?—Si Joel no hubiera aparecido, ahora tú estarías haciendo negocios.—¿Qué quería este bastardo enfermo de ti?—Su teléfono. Quería recuperar su teléfono. —Entonces sus palabras volvieron a mí, diciendo

que mataría a Lory si yo no podía recuperar su maldito móvil. Aun cuando mi mejor amiga noestuviera en manos de Joel, él sabía dónde vivía y podía atraparla en cualquier momento.

¡Dios mío!Entre en pánico al estar consciente del alcance de sus amenazas. Estaba a punto de matar a mi

mejor y única amiga.—¡Damon! Necesito el teléfono de Joel, ¿dónde lo tienes? Por favor dime que no te deshiciste

de él —seguí hablando con Damon.Él posó su mano sobre mi muslo y me susurró.—Cálmate, Zoey. Me había olvidado de esa maldita cosa. Está en el maletero —dijo.—Oh, gracias a Dios que no lo destruiste —suspiré. ¡Finalmente había un rayo de esperanza!

Me aferré a él tan fuerte como pude.—No, no le agradezcas a Dios, sino a ti. Me fastidiaste tanto que lo olvidé. De lo contrario, lo

habría disuelto con el kit de química de Valentino.Por el rabillo del ojo vi que Damon quitó brevemente su mano de la herida de bala.—¿Sigue sangrando? —pregunté.—Sí, maldición —susurró Damon.—Eso no es bueno —suspiré. ¿Cuánta sangre podía perder una persona antes de que se volviera

grave?No, ¡no Zoey!No me permití atormentarme con visiones futuras que tal vez nunca se volverían realidad. En

cambio, tenía que pensar en algo más significativo. Por ejemplo, cómo iba a meter a Damon alAnimal Care Center sin yo tener la llave. Todo lo que tenía conmigo el día de mi secuestro estabaal otro lado de la ciudad, en casa de Lory.

—No falta mucho, Damon —dije más fuerte, cuando salí a la carretera. Lo mejor que pude,intenté mantener a Damon despierto, pero a cada minuto que pasaba, él se tranquilizaba más yhablaba menos.

¡Por favor, espera! ¡Jamás te lo perdonaría, Damon!

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22

Damon

Cuando el vehículo disminuyó su velocidad, no pude evitar cerrar los ojos, a pesar de queZoey estaba intentándolo todo por mantenerme despierto. Su mirada de preocupación no decíanada bueno.

Maldición, ¡voy a matar a ese bastardo enfermo!No entendía qué tan grave era mi herida, pero nunca había sentido tanto dolor. Y a cada vez que

disminuía la adrenalina en mi circulación, el dolor se volvía más potente. Mierda, ¡se volvía peora cada latido!

—Llegamos —dijo Zoey. Después me ayudó a salir del coche y me dio apoyo. Realmente erauna chica fuerte. Considerando la situación, había logrado mantener la cabeza fría y ahora mearrastraba a través de la noche, aunque yo pesaba al menos el doble que su delicado cuerpo. Nosdetuvimos en la puerta de la tienda veterinaria.

—El teléfono —susurré.—No tengo idea de cómo vamos a entrar a la clínica sin tener las llaves, te estás desangrando,

¿y solo piensas en el teléfono de Joel?—Es jodidamente importante —respondí. El teléfono podría responder preguntas que me había

estado planteando durante meses. Pero Zoey tenía razón, mis prioridades definitivamente estabanen el lugar equivocado. ¡Maldito orgullo!

—Está bien —suspiró Zoey. Corrió de vuelta al coche, abrió el maletero y volvió con elteléfono de Joel.

—Buena chica. Y ahora pensemos en cómo entrar a la clínica. ¿No hay nadie?No es que quisiera arrastrar a más personas a mis problemas, pero apenas y podía mantenerme

en pie.—No. Solo hay un teléfono para emergencias que mi jefe tiene en su casa y luego viene aquí.—¿No hay sistema de alarma? —pregunté.—No. Pero no quieres romper una ventana, ¿cierto?—Sí, justamente eso debemos hacer —insistí. Si no había forma de entrar, debíamos crear una.—Pero no podemos hacer eso —dijo Zoey, horrorizada.—Bien, entonces simplemente me desangraré aquí —dije con voz áspera.Sus ojos se encendieron y se frotó la cabeza. —Lo siento, Damon. La última vez que estuve

aquí no había en mi vida secuestros, tiroteos y mafiosos.—Está bien. Una chica como tú no tendría por qué conocer todas esas cosas —le sonreí. Zoey

había pasado por muchas cosas últimamente, por eso quería protegerla.En cambio, fui un maldito estúpido y dejé que me dispararan.Joder.Mientras me apoyaba contra la pared, Zoey buscó una piedra grande.—Voy a romper una ventana de la sala de espera y entraré, ¿de acuerdo? —dijo. En su mano

sostenía un enorme ladrillo rojo.Asentí e intenté quitarme la chaqueta para dársela.

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—¿Qué hago con esto? —preguntó Zoey.—Así puedes quitar los últimos pedazos del marco de la ventana, sin lastimarte—Ah, es verdad —dijo y tomó la chaqueta empapada de sangre. Luego me dio un beso; sus

labios nunca habían tenido un sabor tan dulce.—Ya regreso, espérame por favor, ¿sí?—Esperaré aquí —respondí.Los pasos de Zoey se perdieron a la distancia y de pronto reinó un silencio ensordecedor a mi

alrededor. Maldición, ¿cómo le explicaría a mi gente lo que había pasado? Ni siquiera yo estabamuy seguro de lo que había pasado esta noche y tenía un mar de dudas.

Volví a colocarle la batería al teléfono y lo encendí. No sucedió nada. ¡Mierda! La bateríaestaba descargada.

¿Cómo es que Joel había burlado el sistema de seguridad del casino y, sobre todo, cómo sabíaque Zoey y yo estábamos ahí?

Escuché vidrios romperse y me estremecí por el frío que, de un segundo a otro, se esparciódentro de mí. Debía ser por la pérdida de sangre…

Maldición, ¡tenía que aguantar! Apreté los dientes y pensé en Zoey, en mi hermano y en la largalista en la que tenía que trabajar esta noche. No podía permitirme darme por vencido y me obliguéa permanecer despierto hasta que Zoey abrió la puerta detrás de mí y me llevó al interior de laclínica. Me sentó en una mesa cromada.

—Necesitamos cargar el teléfono. Es lo más importante —dije. Cogí el móvil, que estabamanchado con mi propia sangre.

—Lo más importante es que no te desangres —respondió Zoey, sin comprender.—Necesitamos un cargador, ¡maldita sea! —bramé. Después de eso, ya había agotado mis

últimas fuerzas y continué hablando con más calma: —El teléfono puede cargarse mientras meatiendes, por favor. Es importante.

No solo porque quería saber lo que ese bastardo nos estaba ocultando, sino también para pedirayuda si algo salía mal. Mi teléfono había sido destruido en la pelea con Joel.

Aunque me tranquilicé con cada palabra, Zoey me miraba en estado de shock.Joder, no había querido gritarle, no quería que ella tuviera que pasar por toda esta situación,

ella tan solo era una chica pequeña… mi pequeña.—Está bien, creo que hay un cargador en la sala. —Su voz no era más que un susurro cuando

salió de la habitación y luego regresó con un cable. Tomó el teléfono de mi mano y lo enchufó.—Lo siento, Zoey —me disculpé.—Lo sé. Ahora por favor déjame salvar tu vida —suspiró. Con ojos críticos, observó mi

camisa manchada de sangre y después la desabrochó.Cada pequeño movimiento se sentía como un cuchillo al rojo vivo, pero apreté los dientes y

dejé que Zoey me quitara la camisa.—Puedo darte algo para el dolor —dijo Zoey. Luego se puso unos guantes azules de látex y

miró cuidadosamente mi herida de bala.—No, no es necesario —respondí. Mierda, me hubiera gustado tomarme el botiquín entero,

pero tenía que mantener mi mente despejada, con o sin dolor. Todo mi torso estaba cubierto desangre, al igual que mis manos.

Mierda, odiaba este olor metálico. Zoey acercó una lámpara de examinación y palpó mi herida,con la mirada concentrada. Le temblaban las manos y noté que se culpaba a sí misma.

—No es tu culpa, niña —susurré.—Sí —suspiró.

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—No. Joel apretó el gatillo, no tú.No podía verla a los ojos, no cuando estaba así de triste y agitada y me miraba con sus

brillantes ojos color esmeralda.—¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? —pregunté.—Las miradas amigables y amorosas de los animales a los que puedo ayudar —sonrió Zoey.

Sus temblorosas manos se calmaron lentamente.—¿Y tienes un paciente favorito?—Meera —dijo sin titubear. —Ella sigue aquí, creo… veneno. Eso siempre lleva mucho

tiempo.Asentí pensativamente.—Entonces, ahora me cuidas a mí y después vas con Meera, ¿de acuerdo?—Suena como un buen plan.La inseguridad y el miedo de Zoey se disiparon y pude ver que su mente inquieta se calmaba

lentamente. Aunque cada vez que me tocaba se sentía como una afilada espada, no me permitímostrar nada.

—Un tiro limpio —dijo aliviada. Entonces no había ninguna bala que Zoey tuviera que sacar.—Bueno, entonces cóseme para que podamos volver a la villa —dije.Zoey preparó todo lo que necesitaba en una charola plateada y yo la observé. Estaba

completamente concentrada y estuve seguro de que llegaría a ser una buena veterinaria.—Me odio por haberte arrastrado a ese lugar —gruñí.—No empieces otra vez, ¿vale? No podemos cambiar el pasado y no quiero hacerlo —en sus

labios había una sonrisa tranquila.—¿Por qué no?—Porque nunca te habría encontrado.Maldición, Zoey me había demostrado que yo era capaz de mucho más que puro odio. Ella era

tan buena que no la merecía.Observé cómo me curaba e intenté ignorar el dolor lo mejor que pude. En cambio, pensé

nuevamente en todas las preguntas abiertas para las que no había encontrado una respuesta. Eranlos malditos acertijos del milenio. Cuando Zoey comenzó a coser la herida, notó mi miradacrítica.

—¿Te duele mucho? —preguntó. Negué con la cabeza.—No, solo me preguntaba cómo supo Joel que estábamos en el casino.Sin interrumpir su trabajo, Zoey respondió: —Ni siquiera me había preguntado eso.—¿No?—No. Hasta ahora estaba más preocupada con la duda de por qué nadie en el casino hizo nada

cuando me llevó afuera.Alcé las cejas e inmediatamente las palabras del portero resonaron en mi cabeza, diciéndome

que Zoey se había ido sola.—¿Has salido con él del casino?—Sí. Él, yo y su arma desenfundada.Mi corazón acelerado inmediatamente bombeó una nueva dosis de adrenalina a mi cuerpo y me

quise poner de pie, correr a mi coche y manejar directamente hacia la villa, pero Zoey me loimpidió.

—Joder, ¡soy tan idiota! —maldije.—Así es. Morirás desangrado si no te puedo curar —dijo Zoey con firmeza.Me volví a sentar y traté de ordenar mis pensamientos.

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Ahora todo tenía sentido. O al menos la niebla se había despejado un poco. Había encontradootra pieza del rompecabezas.

—Joel trabaja para el Godfather.Inmediatamente miré el teléfono al otro lado de la habitación. Estaba seguro de que ahí

encontraría información para sustentar mi teoría.—¿Qué? —preguntó Zoey. Me colocó una mano en la frente. —Estás helado, Damon. —Su voz

temblaba. Le acaricié la mano y me torturé con una sonrisa.—Me salvaste la vida.—Aún no —suspiró. —Ahora quédate sentado sin moverte para que pueda seguir cosiéndote,

¿sí?—Entendido. Pero necesito el teléfono de Joel —dije intranquilo. Necesitaba más información

para reforzar mi teoría.—Cuando termine, te lo daré. Lo prometo. ¿De dónde sacaste la idea de que Joel trabaja para el

Godfather?—Porque el casino ha estado encubriendo a Joel desde el principio. Apuesto a que también se

estaba escondiendo de la policía ahí.—¿Entonces el Godfather está poniendo a Hells Kitchen contra la pared? —preguntó Zoey.—Sí. No tengo idea de por qué —respondí pensativamente. De hecho, se me ocurrieron muchas

razones, pero no quería especular con base en la motivación. Probablemente dinero, poder oambos, pero no podía perder de vista el panorama general.

Cuando Zoey terminó su trabajo y vendó mi herida, la besé profundamente. Sus labios eran másdulces que nunca. Maldita sea, había salvado mi vida cuando yo debía haberla protegido a ella.

—Eres la mujer más increíble que conozco, Zoey —le dije.Era tan delicada y elegante como una mariposa, pero en su interior latía el corazón de una

leona, fuerte e indestructible.—Alucinas —sonrió Zoey. Y cuando la vi reír de verdad, supe que lo peor había pasado.

¡Ahora las cosas tan solo podrían mejorar!—¿Soy libre, doctora? —pregunté.—Sí, pero como tu médico que soy te recomiendo mucho descanso.—Nada mejor que eso, pero me temo que tendrá que esperar. Tenemos jodidamente mucho que

hacer.Nunca en mi vida me había sentido tan cansado como ahora, pero no podía pensar en dormir.

Mierda, me mareé de tan solo pensar en con quién debía hablar. Tenía que hablar con losDragons, con los Brothers y con mi gente para demostrarles que, de alguna manera, el Godfathernos había saboteado. Pero me faltaban las malditas pruebas.

—Necesitamos averiguar qué hay en el teléfono de Joel que pueda delatarlo —dije.—Lo más importante es que descanses —susurró.Cuidadosamente atraje a Zoey hacia mí y la besé. Su cercanía era tan increíblemente

reconfortante. Me traía la paz interior que había estado buscando durante tanto tiempo. Alsepararnos, me puse la camisa manchada de sangre.

—¿Qué haces? —preguntó Zoey.—No me voy a sentar aquí sin hacer nada. Revisaremos el móvil de Joel y luego volveremos a

la villa. Hay jodidamente demasiado de qué hablar.Zoey posó su mano en mi hombro sano.—Está bien. Tú revisas el teléfono mientras yo manejo de vuelta a la villa. Pero debes

descansar, Damon. No tengo idea de cuánta sangre perdiste, pero… no fue poca.

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Una lágrima corrió por su mejilla y casi me parte el corazón el verla tan infeliz. Suavementebesé su lágrima salada. Deseaba tanto poder mantenerla alejada de su pena, de sus malditosdemonios y de todo lo demás, pero yo era un fracaso y mis prendas ensangrentadas lodemostraban.

—¿Qué hice para merecerte, Zoey?—Porque me haces bien. Conocerte es lo mejor que me ha pasado.—¿Entonces por qué lloras?—Porque uno solo puede reconocer esas cosas al borde del abismo.Me besó otra vez y disfruté de su calidez. Gracias a ella, el fin del mundo no se sentía tan cruel.Nos perdimos en nuestra intimidad, que podría haber durado para siempre. Maldita sea, si el

precio por esos momentos era una bala en el cuerpo, lo pagaría. Una y otra vez. Zoey era lo másvalioso que tenía en todo el mundo, ella era mi mundo.

Entonces un fuerte zumbido nos separó a Zoey y a mí. Era el teléfono de Joel, que vibraba sobrela mesa con la pantalla encendida.

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23

Zoey

Nunca me había dado tanto miedo un sonido como lo hizo el zumbido del teléfono sobre lamesa.

—¿Qué hacemos? —pregunté por lo bajo. Miré a Damon y sus ojos reflejaban puro odio e ira,y no podía culparlo. ¡Joel le había disparado, maldición!

Todavía me dolía el estómago de tan solo pensar que Damon podría haber muerto.—Contesta —dijo Damon.—No puedo —respiré. Hubiera preferido tomar la maldita cosa y estrellarla contra la pared.

No quería escuchar la voz de Joel, ni tampoco saber lo que tenía que decir. Y de ninguna maneraquería considerar que Lory quizás estaba en peligro.

¿Por qué no podía vivir en mi pequeña y hermosa burbuja, llena de gatitos, amor y Damon?¿Por qué el destino seguía apareciendo con la aguja más afilada posible para destrozar missueños?

Damon me tocó y volví a la realidad.—Necesitamos saber qué quiere Joel. Tú puedes —me alentó Damon.Sin muchos ánimos, comencé a moverme y tomé la llamada.—¿Aló? —pregunté.—Así que encontraste mi teléfono —respondió Joel con arrogancia, casi divertido.Eso fue suficiente para convertir mi miedo en ira. Cielos, ¡lo odiaba tanto que incluso por

teléfono quería estrangularlo!—¿Qué quieres? —pregunté. Fingí tanto desinterés como pude. No quería que Joel supiera qué

tan rápido latía mi corazón realmente.—¿En serio tengo que ser más claro, perra? Quiero mi maldito teléfono.—Y las personas del infierno quieren agua helada —respondí tranquilamente.Esperaba que hubiera un lugar especial en el infierno para personas como Joel.—¿Y por qué debería dártelo? —respondí.Joel resopló ruidosamente, la llamada crujió un poco y entonces escuché a Lory. Ella sollozaba

desesperadamente.—¿Lory? ¿Me escuchas? ¿Estás bien? —exploté en preguntas hacia ella.—Zoey, desde el principio tuviste razón —aulló ella.—Te sacaré de ahí, ¡lo prometo!Hubo otro crujido y Joel arrebató el teléfono de la mano de Lory.—Tu mejor amiga o mi teléfono —me amenazó.—¡Jódete, Joel! ¡No te vas a salir con la tuya! —le espeté con lágrimas en los ojos. Todavía

podía escuchar a Lory llorar en el fondo. Era tan desgarrador que debí presionarme la boca conuna mano para suprimir mis propios sollozos.

—Ya lo veremos. Te enviaré un mensaje con el punto de encuentro. Ven sola, o moriréis losdos, ¿entendido?

—Vete al carajo —presioné la mandíbula.

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—Bien. —Joel terminó la llamada y yo rompí en llanto.No podía decir nada, así que solo miré a Damon. Él extendió el brazo y me acurruqué contra su

fuerte pecho y lloré. Todo mi maldito mundo se vino abajo.Dios, ¿por qué me odias de esta manera?—Está bien —susurró Damon. Me acarició el cabello con dulzura. —Todo estará bien.No, no todo estaría bien. Yo no podía enfrentarme a este mundo repleto de armas, constante

peligro y hombres poderosos. Damon había recibido un disparo por mi culpa, Lory había sidosecuestrada por mi culpa y Hells Kitchen pronto se hundiría en una guerra de pandillas, ¡tambiénpor mi culpa! Apreté el puño, llena de rabia, y golpeé el hombro sano de Damon. A cambio, él meabrazó con más fuerza, brindándome el apoyo que necesitaba.

—Háblame, Zoey —susurró Damon.—Traigo mala suerte —suspiré.—No, solo has atraído problemas mágicamente —respondió él.—¿Y cuál es la diferencia?. —Me limpié las lágrimas de la cara y lo miré. Sus cálidos ojos

marrón caramelo miraron profundamente a mi alma.—También me atrajiste a mí.Que Damon se llamara a sí mismo problema me hizo reír en contra de mi voluntad.—Creí que yo era tu problema —dije.—Es cierto. Y al mismo tiempo eres la solución a mis otros problemas. Gracias a ti todavía no

renuncio a un futuro pacífico.Mi corazón se regocijó cuando Damon fue tan despiadadamente honesto y reveló sus

sentimientos más profundos.—Y gracias a ti finalmente corté mi pasado —compartí con Damon mis sentimientos más

íntimos.Damon pasó su pulgar a través de mis mejillas húmedas y después me acercó. Sus besos fueron

suaves y amorosos. En sus fuertes brazos, me sentía más segura que en cualquier otro lugar delmundo. Damon era mi refugio dentro de la tormenta y mi luz en la oscuridad.

Por mucho tiempo me quedé allí, apoyada en su fuerte hombro y disfrutando del momento, lacalma antes de la tormenta.

—¿Cuándo terminará todo? —pregunté.—Pronto, espero —respondió Damon. No era la respuesta que esperaba, pero al menos era

sincera.—¿Puedes darme el teléfono? —preguntó Damon y yo se lo entregué.Ocho, dos, tres, siete.Hasta hoy, todavía no había olvidado la contraseña. Los números se me habían grabado para

siempre en la mente, junto con una mezcla de miedo y adrenalina.—¿Dónde buscarás? —pregunté.—En contactos. Ahora sé qué debo buscar.Entonces Damon se sumió en un silencio pensativo. Lo observé mientras él leía mensajes y

verificaba números telefónicos.—Tal como lo pensé. Contactos de los Dragons, de los Brothers y de mi gente. Reconozco

algunos de los números. Él es quien causa los problemas, o al menos el que desató algunos deellos.

—¿Al enfrentaros entre vosotros mismos? —pregunté.—Así es —asintió Damon.—¿Quizás hay alguna pista de su escondite? ¿De dónde puede tener capturada a Lory?

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—No. Pero no te preocupes, él no la lastimará. Es su única ventaja.Las palabras de Damon no me calmaron realmente, aun cuando él tenía razón.Oh Lory, lo siento tanto, tanto.—Voy a ver a Meera brevemente, entonces podemos marcharnos —suspiré. Para mí, no había

mejor medicina que el hocico mojado de un perro, además, también tenía que disculparme con ellapor romper mi promesa.

—Hazlo. Yo llamaré a David para reunir a todos —dijo Damon. Tomé aire para darle unsegundo sermón respecto a que debía reposar, pero al final lo dejé. Damon era un maldito terco yno se rendiría. Con un suspiro, puse el teléfono inalámbrico en su mano y dije:

—No confío en el celular de Joel, llama con este.—Chica lista —dijo Damon sonriendo.—Hay algo más… —comencé, pero no terminé mi oración, pues no sabía cómo hacerlo.—¿Sí? —preguntó levantando una ceja.—¿Tienes dinero contigo?Pensativo se palpó los bolsillos, asintió y sacó un fajo de billetes.—¿Para qué?—Me gustaría pagar el daño que hice —dije sonriendo.—Maldición, Zoey. Realmente eres demasiado buena para este mundo —dijo Damon. Entonces

me dio el fajo. Nunca había tenido en las manos tanto dinero en efectivo y, como no sabía cuántocostaba una ventana rota, le pregunté a Damon: —¿Debería dejar todo el dinero?

—Por supuesto. Eso debería cubrir todos los daños.—Gracias. Estoy justo al lado, ¿de acuerdo?Damon asintió y luego me regaló una cálida sonrisa. Una sonrisa que decía: Todo va a estar

bien. Y yo le creí. Si Damon creía en ello, ¡entonces era posible!Le devolví la sonrisa y fui a la recepción para dejar una pequeña nota al Dr. Harper. Esperaba

que creyera que había sido una emergencia y no llamara a la policía por la mañana. De igualforma, le prometí que reanudaría mis labores lo antes posible. Después dejé el fajo de billetes y lanota y fui con Meera.

Mi corazón dio un brinco al pensar en mi perro favorito. Meera había sido muy valiente todo eltiempo, y estaba ansiosa por ver cómo estaba. ¡Ahora debía sentirse mejor! Era una guerrera, aligual que yo.

Cielos, tenía tantas cosas que decirle y no podía esperar. Sí, por un breve momento, pensar enMeera me permitió olvidarme de todo el caos que me rodeaba. Simplemente era Zoey, la aspirantea veterinaria haciendo su trabajo. Esta parte de mi antigua vida me hizo bien hoy.

No encendí la luz para no despertar a los animales que estaban dormidos en las pequeñas jaulasy lentamente tanteé mi camino hacia adelante. Por lo general eran pocos los animales que pasabanaquí la noche, tan solo aquellos que necesitaban transfusiones u oxígeno, pero hoy habíasilenciosos ruidos provenientes de las jaulas.

Me detuve frente a la puerta de la reja de Meera, sin embargo, su nariz húmeda no me dio labienvenida como lo esperaba. La jaula estaba vacía y, llenándome de valentía, me tragué elenorme nudo que me obstruía la garganta, solo para que ahora me pesara una tonelada en elestómago.

Meera debía… ella se…No pensé la idea hasta el final, no quería cargarla en el corazón. En cambio, abandoné la

habitación de puntitas para no asustar a los demás animales dormidos y golpeé la primera paredcon la que me encontré.

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—¡Joel me las pagará! —me juré a mí misma.En primer lugar, ¡por Joel había tenido que romper mi promesa!El futuro estaba en juego por culpa de ese hijo de puta.¡Dios mío! Me había abandonado, disparado a Damon, secuestrado a Lory y provocado una

maldita guerra.Juré por Dios que no lo dejaría salirse con la suya, haría todo lo que estuviera en mi poder para

detenerlo.¡Joel arderá en el maldito infierno!Y ya tenía una idea de cómo mandar a Joel directamente al infierno…

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24

Damon

¿Z oey? Para —interrumpí a Zoey. Todo el viaje me había hablado de su plan para acabar conJoel, pero no me agradaba mucho.

—¿Por qué? —preguntó Zoey. Disminuyó la velocidad y condujo el Maserati hacia la entradade la villa. Más allá del horizonte, el sol de la mañana luchaba a través de las espesas y oscurasnubes de tormenta, las cuales no auguraban nada bueno.

—Porque tu plan es una puta mierda —respondí.—No lo es y lo sabes —dijo Zoey desafiante.Odiaba su plan, en donde yo no era capaz de protegerla. En todas las versiones posibles, Zoey

estaba en medio de la línea de fuego mientras yo me encontraba en algún otro lugar lejos de ella.—Escuchaste lo que dijo Joel —argumentó Zoey.—Mierda, me da igual lo que haya dicho ese pequeño bastardo. Te prometí que te protegería y

eso voy a hacer. ¡Si es necesario, te volveré a meter en el sótano!Zoey no dijo nada, simplemente frenó bruscamente. A mi hombro lesionado no le causó

absolutamente ninguna gracia. Me dolió infernalmente y sentí como si tuviera un cuchillo al rojovivo en la herida.

Zoey me miró con reproche.Bien, tal vez me había ganado el frenazo. Pero no quería que Zoey estuviera en peligro otra vez.

Si algo sucediera… mierda, no podría soportarlo.—Esperemos a ver qué dice David y los demás —suspiró Zoey.Joder, odiaba estos momentos en donde debía decidir algo tan importante. Odiaba estas sádicas

tareas que el destino tenía preparadas para mí, pero era mi responsabilidad así que debía tomarlas decisiones difíciles.

Entramos a la villa, en donde reinaba el caos. David me dirigió una mirada furiosa mientras él yValentino trataban de impedir una pelea entre Dean y otros hombres. En un segundo, Dex cargó susarmas y una docena de mis hombres lo siguió. Todos querían ver sangre, no había duda de ello.

Dean gritó salvajemente mientras esquivaba los puñetazos y arrojaba su puño en el aire. Joder.La guerra ni siquiera había comenzado y mi gente ya se estaba enfrentando entre ellos.

—¡Puta mierda, parad ya! —bramé. Todos mis hombres se paralizaron inmediatamente.—¡Tenemos que actuar ahora! —dijo alguien de entre la multitud. Silbidos, vítores, aprobación.—Yo decidiré cuándo actuar —gruñí. Pensativamente, miré alrededor del vestíbulo donde se

había reunido la mayoría de mi gente. Zoey se paró detrás de mí y no dijo nada.—¡Te dispararon, Damon! —siseó David, enfadado. Sus ojos ardían con una ira que yo conocía

muy bien. Era la misma que ardía en mí, pero al contrario de David, yo podía controlar las llamas.—Y juro por Dios que no quedará impune. Pero no podemos sumergirnos en una guerra cegados

por la ira, sin saber quién es amigo o enemigo.—¡Los Dragons! —gritó alguien de la multitud.—¡Los irlandeses! —especuló alguien más.El Godfather realmente había hecho un buen trabajo.

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—Todo se ha salido de control desde que trajiste a esta chica.Algunos murmuraron con aprobación, y los juzgué a todos con una mirada aguda. Al mismo

tiempo, me coloqué frente a Zoey de forma protectora. Pude ver el miedo en sus ojos, pero ella semantuvo firme y desafió la mirada de los hombres. Me dieron ganas de huir con ella a un lugartranquilo, lejos de callejones oscuros, drogas y carteles armados.

Al mismo tiempo, quería hacer mierda a todos los hombres de la habitación que estaban encontra de Zoey. Me cuestionaban a mí y a mis decisiones; no podía permitir eso.

—Zoey es uno de nosotros —rugí tan fuerte como pude. Nadie debía dudar de mi autoridad o demis decisiones. —¡Ella salvó la vida de Chase y la mía y gracias a ella hemos hecho una conexiónentre Joel, el Godfather y todos los problemas!

Detrás de mí, Zoey susurró: —Gracias.Inmediatamente la habitación se llenó de murmullos, susurros y discusiones. Me giré para mirar

a David, a quien ya había informado de todo. —¿No les dijiste nada?Hubo exclamaciones una y otra vez y lentamente se formó un patrón. Mi gente verdaderamente

adjudicaba a Zoey la culpa de la crisis.Joder, estaba cansado porque no había dormido las últimas noches. Además, estaba exhausto

porque casi muero desangrado por culpa de un demonio. Pero en lugar de descansar, ¡debía evitarque mi gente se volviera loca!

—¿Qué piensas? ¡Obviamente no! Pero… —comenzó David, sin embargo, Zoey lo interrumpió.—Realmente tenéis que estar mal de la cabeza para creer que una pequeña chica puede

comenzar una guerra —suspiró ella. Su voz temblaba, pero no con inseguridad, sino con rabia.Zoey pasó a mi lado y se detuvo en medio de la habitación antes de continuar hablando.

—Mierda, realmente no entendéis nada, ¿verdad? Os habéis estado enfrentando entre vosotrosdurante meses. ¡El mundo no comenzó a hundirse cuando me arrastrasteis aquí! ¡Y por estúpidoque parezca, me quedaré con vosotros! ¡Con mis putos secuestradores! ¿Y por qué? Porque veo lahumanidad detrás de vuestra ira, odio y dolor. Damon salvó a cada uno de vosotros de las cenizas,es vuestro líder, así que dejadlo hablar de una puta vez antes de seguir empeorando las cosas conteorías conspiratorias o querer apedrearme. ¿Entendido?

En su corto pero energético discurso, Zoey había incluido muchas groserías; realmente debíaestar molesta. ¿Y yo? Yo estaba jodidamente orgulloso de mi niña. La fuerza que había visto enella desde el primer día ahora era vista por todos los demás. Pero, sobre todo, Zoey la habíasentido ella misma. Zoey tenía el potencial de ser una buena líder, eso estaba claro.

Y de repente tuve el sentimiento de que verdaderamente podíamos superar este capítulo si nosmanteníamos unidos.

Su fuerza también había impresionado a mis hombres. Nadie se atrevió a decir ni una solapalabra. Todos me miraron y esperaron a que dijera algo, mientras Zoey se retiraba del centro.

—¿Alguien más duda que Zoey pertenece a los Alfas? —pregunté con tranquilidad. Nadie dijonada y un silencio fantasmal se extendió por toda la villa, el cual fue desgarrado por un fuertetrueno. La tormenta se acercaba…

Zoey ahora estaba junto a Dex y ambos me miraban expectantes.—¿Recordáis la coca contaminada? —le pregunté al grupo. Muchos asintieron, especialmente

Valentino, quien se sentía responsable de toda esa mierda.—¿También os acordáis de las etiquetas? ¿Los negocios fallidos? ¿Los tiroteos repentinos?. —

Nuevamente muchos asintieron.—Y siempre eran los irlandeses, los japoneses o nosotros. ¿Cierto?Obtuve la aprobación de todos.

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—Todo fue un juego de meses para desestabilizarnos.—¿Pero por qué? —preguntó Dex colocando un rifle Kalashnikow sobre la mesa.—Porque los Alfas, los Dragons y los Brothers somos indestructibles juntos —respondí.

Juntos teníamos cientos de personas y un impacto alarmantemente grande en Hells Kitchen.—¿Y qué saca el Godfather con todo esto? —preguntó Dean.No tenía respuesta para ello. El maldito hijo de perra era meramente un fantasma que había

aparecido hacía un par de años. Hasta ahora, parecía no tener facetas transparentes y hacíanegocios como quería.

—Ni idea. Pero bajo ninguna circunstancia podemos romper nuestro armisticio, ¿entienden?Aunque mi gente no se veía feliz, nadie me contradijo. Suspiré aliviado. Sin los Alfas

cuidándome la espalda, estaba perdido. Literalmente.—¿Y cómo convencemos a los demás de un fantasma? —preguntó Valentino.—Ahí es donde entra Zoey al juego —dije apretando los dientes. Aun cuando me era difícil

admitirlo, ella tenía razón. Necesitábamos evidencia y tan solo Zoey podía conseguirla.Al escuchar mis palabras, Zoey me miró sorprendida; me sonrió con orgullo y asintió.Le conté a mi gente todo lo que sabía y el plan que Zoey había formulado, del cual yo solo tenía

que cambiar un par detalles. Ella simplemente era una verdadera líder.Tan pronto como Joel anunciara el punto de encuentro, Zoey, conectada a una grabadora, le

exprimiría su confesión a Joel. Y tan pronto como Lory, su mejor amiga, estuviera segura, David yyo volveríamos a hablar con él. Después, los Dragons y los Brothers podían hacer lo quequisieran con él. Finalmente, también ellos habían sufrido pérdidas a causa de Joel.

—¿Estamos en el mismo canal? —pregunté a todos. Hubo una ruidosa aprobación, puños sealzaron en el aire y expresiones determinadas me miraron. —Bien, todos conocéis vuestras tareasy hay mucho que hacer. —Con eso concluí el discurso e inmediatamente reinó el alboroto. Almismo tiempo, las primeras gotas de lluvia golpearon el techo. Qué apropiado que la pelea finalse anunciara con una tormenta.

Quería repasar el plan con Zoey una vez más, pero la había perdido de vista en medio del caos.Inquieto, busqué por la habitación su largo cabello castaño y su vestido rojo. No me gustó noverla, aun cuando la villa era el lugar más seguro del mundo… por ahora.

—¿Damon? —preguntó Dean. Se interpuso en mi camino y me miró con seriedad. —¿Estásabsolutamente seguro de que debería arreglar la reunión en el Dark Room?

—Sí —gruñí.—¿Sabes que los japoneses podrían cortarme la mano derecha por ello?—Eres zurdo —dije encogiéndome de hombros.—¡Jódete! ¿Sabes realmente lo que está en juego?—Todo —respondí con seriedad. —Por eso también debemos arriesgarlo todo.—Bien. Confío en que sabes lo que estás haciendo.—Sé que pido mucho. Pero el plan funcionará.Dean asintió, luego sacó el móvil de su bolsillo y desapareció para hacer una llamada afuera.

De entre todos mis hombres, a Dean le había confiado la tarea más importante; debía reunir en elDark Room a los dos líderes, casi en guerra, sin que ninguno lo supiera. Tenía que hablar con laspersonas en un sitio neutral. Tenía que aprovechar el hecho de que John Doe seguía siendoimparcial.

Aun así, Zoey estaba asumiendo la parte más peligrosa y me odiaba por no poder pensar en unmejor plan. Finalmente encontré a Zoey entre la agitación de músculos, testosterona y miradasdecididas, y de pronto me pareció tan frágil y delicada como una mariposa rodeada de fuertes

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ráfagas de viento en una tormenta. Estaba junto a Dex, quien tenía los brazos cruzados frente alpecho y asentía pensativo una y otra vez. Cuando me les uní, terminaron su conversación.

—¿Zoey?—¿Sí? —preguntó ella. Me miró con sus enormes ojos verdes.Un relámpago iluminó el sombrío día y bañó a Zoey con una luz fantasmal. Mi sangre todavía

estaba pegada en su vestido y sus ojos se veían tan cansados como yo mismo me sentía.—Necesitamos prepararnos —dije, y la tomé por el brazo.—Sí, claro. ¿De acuerdo?. —La pregunta de Zoey no iba dirigida a mí. Miró a Dex

inquisitivamente y éste asintió: —Sí, de acuerdo.No tenía idea de lo que Zoey y Dex habían estado discutiendo en secreto, pero me interesaba

sobremanera.—¿Qué estabais tramando vosotros dos?, pregunté.—¡Nada! —respondió Zoey apresuradamente. Un segundo demasiado rápido, para mi gusto. Sin

dudas Zoey era la peor mentirosa del mundo y ambos lo sabíamos.Levanté una ceja a modo amenazador y le tomé el brazo con más fuerza. —No voy a

preguntártelo dos veces.—Hablábamos de chalecos antibalas —interfirió Dex y Zoey asintió. Sacó uno de los chalecos

de una de las cajas de madera y lo levantó frente a su pecho.—Sip, eso hicimos. En una cosa de esas, seguramente no podré moverme.Zoey tenía razón. Mientras que el chaleco debía cubrir hasta el ombligo, en su caso le llegaba

hasta las rodillas.—Por eso arreglaré algo más pequeño para Zoey —agregó Dex.—Gracias —le di una palmada en el hombro a Dex. Un gesto fraternal que expresaba una

profunda conexión.—Necesitamos prepararnos ahora, Zoey —dije. No podíamos aparecer en el Dark Room con la

ropa manchada de sangre.—Tú deberías estar descansando —suspiró Zoey, pero me siguió de cualquier manera.Era cierto, me sentía medio muerto y hubiera preferido inyectarme una dosis de oxicodona para

dormir en medio del caos. Pero no podía hacerle eso a Zoey y a mis hermanos.Entramos al baño contiguo a mi habitación, descuidadamente tiramos la ropa al suelo y nos

metimos juntos a la ducha. El agua caliente verdaderamente era un placer y eché la cabeza haciaatrás, suspirando. Afortunadamente, Zoey había sellado mi herida de forma que el vendaje fueraresistente al agua. Pronto se fueron por el desagüe los últimos restos de mi sangre que se habíanimpregnado a nuestros cuerpos.

Zoey se acurrucó contra mi pecho y besó mi piel mojada. Sus besos eran relajantes y curativos.No solo para mi cuerpo mallugado, sino también para mi alma destrozada. Ella era tan hermosa yamable y tan solo veía lo bueno en mí. ¿Y cómo se lo agradecía? Usándola como carnada. —Joder, Zoey. ¿Cómo puedo compensar lo que te estoy pidiendo? —pregunté.

—Cumpliendo tu promesa de que jamás me dejarás sola —suspiró.—Eres demasiado buena para este mundo, niña. Demasiado buena para mi mundo.—Pero soy una parte de ti y eso se siente tan bien.Nos besamos una vez más. Un estrepitoso trueno hizo que vibrara el aire a nuestro alrededor.

Zoey presionó con más fuerza su cuerpo contra el mío y la tomé firmemente en mis brazos. Todo elmundo se estaba preparando para su caída.

—Estoy aquí —susurré y acaricié su cabello mojado.Llena de orgullo, me sonrió. —Lo sé.

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Hubiera vendido mi alma tan solo por esos ojos verde esmeralda. Los ojos con los que Zoey memiraba y me llenaban de asombro. Por primera vez en mi vida, yo miraba a alguien como Zoey memiraba a mí. Lleno de orgullo, lleno de confianza y lleno de… amor.

Y si este era nuestro último día en este jodido e injusto mundo, no me gustaría pasarlo con nadiemás que con ella. El pensamiento cambió mi estado de ánimo. Si hoy era mi maldito último día,quería disfrutarlo al máximo.

Miradas del fin del mundo.Besos del fin del mundo.Sexo del fin del mundo.

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25

Zoey

Estaba parada bajo la ducha con Damon. El agua caliente en mi piel no era nada comparadocon el calor que emanaba de él. Estaba en llamas, literalmente. El fuego en sus ojos nunca dejaríade arder, el fuego era una parte de él. De la misma manera que ahora yo era una parte de Damon yamaba la sensación que me causaba ese pensamiento.

—Mierda, antes de que se acabe el mundo, necesito elevarme alto, sin importar que podamoscaer —me susurró Damon al oído. Yo reí.

—Quizás también volemos.—Seguro que tu sí, mi niña angelical.Con ambas manos, me colocó contra los fríos y húmedos azulejos de la ducha y se me echó

encima. Sus besos me quemaban en toda la piel. Damon me besó y yo saboreé las chispas quesaltaban de él hacia mí. Hizo que mis labios se prendieran en llamas y me rociaban chispas defuego en donde sea que sus manos me tocaran. Energía intermitente que se recargaba con cadatrueno. Pronto el aire a nuestro alrededor vibraba notablemente y el momento, los sentimientos seme grabaron por siempre en la memoria. Tan solo en los brazos de Damon se volvía insignificanteel fin del mundo.

El me levantó, me presionó con más fuerza contra la pared y me penetró a su forma, con ternuray fuerza. Las chispas parpadeantes que nos rodeaban se convirtieron en cometas y me entregué porcompleto a la increíble sensación que Damon me evocaba. Era lo único que me importaba. Tansolo estaban sus manos cálidas, su mirada encendida y sus besos ardientes.

Damon jadeaba suavemente con cada embestida.—Maldición, niña. Eres tan irreal —gruñó por lo bajo. Me encantaba cuando su voz estaba así

de ronca y peligrosa. En esos momentos, el umbral entre él y sus demonios parecía ser muydelgado. Quizás era tonto, pero entre más delgada era esa línea, más segura me sentía con Damon.Sabía, tan solo lo sentía, que sus demonios jamás me harían daño.

—Di mi nombre. Me encanta cuando dices mi nombre —susurré.—Zoey —jadeó. —Zoey, maldita sea. Te amo.Sus palabras me estremecieron el cuerpo como un relámpago.—Yo también te amo.Así que teníamos que estar en el fin del mundo para que nuestro caos emocional se resolviera.

Para mí, eso hacía que la caída del mundo no fuera tan mala, sino agridulce. Damon me folló cada vez más violentamente y mi cuerpo reaccionó a cada penetración con

intensos hormigueos. Cada mirada que posaba sobre mi cuerpo y cada suspiro que sentía en la pielme encendía en llamas nuevamente. Damon era como el fuego y ahora que nuestros cuerpos eranuno, yo también era fuego. Libre, salvaje e indestructible. Nada podía hacernos daño. Ardíamosjuntos, disueltos en el calor y el humo, subíamos al cielo resplandeciendo al rojo vivo.

Me enfrenté a cada uno de sus movimientos y quería sentir más del calor que ardía entrenosotros. ¡Quería que todo el universo ardiera! Mientras yo me sentía segura y protegida en susfuertes brazos, sus enérgicas y firmes embestidas me hacían sentir su amor por mí. Y entre más

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duro me follaba Damon, más amada me sentía.Me hubiera gustado romper en lágrimas, se sentía tan hermoso. Al mismo tiempo, sentí cómo mi

orgasmo se acercaba y de repente explotó cual supernova. Me corrí. Violenta. Inesperada.Explosiva.

Rasguñé profundamente la espalda de Damon y el empujó un par de veces más hasta quetambién se corrió. El fuego que nos rodeaba, las chispas y cometas y la supernova que se revolvíaenloquecida dentro de mí se extinguieron lentamente, pero el calor se mantuvo.

Me dejé caer sobre Damon, respirando pesadamente. Cerró el grifo y me cargó hasta la cama.Ahora me sentía profundamente relajada, pero también exhausta, de alguna manera. Hacía unmomento no pesaba nada y le encendía fuego al cielo, y de repente la tierra me arrastraba como sipesara toneladas. No, no pesaba toneladas, tan solo la carga que llevaba sobre los hombros,porque, aunque aún no entendía completamente los alcances, reconocía que había demasiado enjuego.

Damon se recostó a mi lado y me acurruqué cerca de él. Las últimas y brillantes gotas de aguaen su abdomen le daban un aire poético. Me perdí por completo moviendo las gotas de agua sobresu piel, suave y caliente, que protegía sus músculos de acero.

—Sin importar lo que pase, siempre estaré a tu lado —susurró Damon.—Y pase lo que pase, nunca te librarás de mí —respondí.Nos miramos y Damon me regaló una sonrisa amable. Le sonreí de vuelta y entonces nuestro

pacto estuvo sellado.Un juramento que nos unía a Damon y a mí para siempre.Justo ahora, me hubiera encantado dormirme en sus fuertes brazos mientras olía su masculino

aroma a cedro y limón. En lugar de eso, lo miré y pregunté:—¿Cuánto tiempo nos queda?—Todavía tenemos un momento —respondió Damon. Entonces acarició mi cabello mojado y

cerró los ojos. Yo hice lo mismo e imaginé que estábamos en la cama todo el día, quizás comiendoun enorme pote de Häagen-Dazs y viendo Netflix, como una pareja normal, pero después medeshice del pensamiento. Damon y yo no éramos una pareja normal, éramos mucho más. Noshabíamos conocido bajo las peores circunstancias y aun así lo habíamos logrado, por lo tanto, yoestaba segura de que no había nada que pudiera separarnos.

Si estábamos cerca en los peores momentos, ¿cómo serían los buenos tiempos?Lástima que los buenos tiempos parecían estar a una eternidad de nosotros. Mis pensamientos

me arrastraron a Joel, el encuentro y Lory. El miedo me roía en el fondo, como ratas hambrientas.—Tus pensamientos están gritando, literalmente —susurró Damon sin abrir los ojos. —

Escucha, deja de torturarte a ti misma. De alguna manera salvaremos al mundo.—¿Crees que después de esto haya buenos tiempos? —pregunté, pensativa.—Sí. Siempre al final todo estará bien.—¿Y si no?—Entonces todavía no es el final.Las palabras de Damon me dieron esperanza. Parecía firmemente convencido de que al final

todo estaría bien, y me contagió de su sentimiento. Damon había despertado en mí una chispa deoptimismo.

—No sabía que tenías un lado optimista —sonreí.—Uhm. Créeme, rara vez lo dejo salir porque mis demonios le dieron una paliza.Antes de que pudiera responder algo, llamaron a la puerta.Debíamos irnos a la reunión en el Dark Room. A pesar de qué tan importante era esa reunión,

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me sentí traicionada de mi tiempo con Damon.

El Dark Room realmente era menos oscuro de lo que imaginaba, pero sí igual de abrumador.Damon y yo no eramos los primeros en entrar al elegante club. En un extremo de la habitaciónhabía alrededor de media docena de hombres la mayoría altos y de aspecto europeo, y en la otraesquina, muchos hombres de origen asiático.

Cielos, estaba en una habitación llena de gánsteres y mafiosos. Mi corazón latió tan fuerte quetuve miedo de que los tipos de miradas sombrías pudieran escucharlo. Pero debía mantenermefirme, porque esta era quizás la última oportunidad de mantener el frágil armisticio. Me sentí unpoco más cómoda al escuchar las pesadas botas de David detrás de mí, seguidas por Dean y unpar de otros Alfas más. Al menos esta vez Damon y yo ya no estábamos solos.

Damon me había jurado que había un acuerdo de alto al fuego en el Dark Room, sin embargo,todavía tenía miedo de un tiroteo. En estos tiempos una promesa no valía nada, ni para la élite nipara la clandestinidad.

La única otra mujer además de mí, una hermosa y joven asiática, saltó de su asiento al vernos.Ella debía ser Yuki Asai. Corrió hacia Damon con el índice levantado y el ceño fruncido.

—¡Damon, nos debes una explicación!Aunque apenas era un poco más alta que yo, su apariencia increíblemente fuerte la hacía

parecer mucho más grande.—Lo sé —dijo Damon con tranquilidad. No parecía particularmente impresionado. Miró en

dirección a los Brothers, quienes lo observaron sombríamente. Después señaló una mesa en elcentro de la habitación y se sentó. Yuki me observó meticulosamente antes de sentarse también. Elhecho de que no pudiera ver ninguna expresión bajo su rostro indiferente hacía que Yuki parecieraaún más peligrosa. Incalculable.

—Al menos sé educado y preséntanos a tu compañía —dijo Yuki cuando se sentó en el ladoizquierdo de la mesa.

—En un momento —gruñó Damon. Miró nuevamente a la esquina derecha. —Griffey, ven aquí.—¿Cómo te atreves a darme órdenes, bastardo? —respondió Stanley Griffey, líder de los

Green Brothers. —No me sentaré en la mesa a compartir el pan con estos traidores.Yuki suspiró ruidosamente. —Bueno, entonces os podéis ir. Está bien por nosotros.El contraste entre los tres carteles era increíble. Ahora tenía más respeto por las habilidades de

Damon como líder. Los grupos eran tan diferentes entre sí, como el día y la noche y, aun así,Damon los había reunido.

—Solo ven aquí, Giffrey. No tengo mucho tiempo —replicó Damon con frialdad. Mientras mipulso no paraba de aumentar, Damon parecía estar cómodo. Nunca lo había visto tan tranquilo.

No se había dejado irritar por la fría indiferencia de Yuki o la arrogancia de Griffey. Mientras,el fornido irlandés comenzó a moverse, escupiendo una maldición tras otra en irlandés, yo mequedé ahí parada. Estaba tan cautivada por la situación que apenas y me atrevía a respirar.

Damon me miró como tramando algo y señaló el asiento vacío frente a él. —Siéntate, Zoey.Mi cuerpo reaccionó automáticamente y agradecí por ello. En definitiva, en las últimas

ocasiones mi cuerpo me había estado traicionando con frecuencia.—Vaya, vaya. Así que Zoey —dijo Yuki pensativamente. Sentí su mirada helada en la piel y se

me congeló la sangre en las venas. Ahora, también Giffrey me observaba. Su ascendenciairlandesa era claramente reconocible. Aunque la mayoría de su cabello ya estaba gris, aúnbrillaban algunos mechones de color rojo oxidado.

—¿Por qué trajiste a una niñita aquí?. —En el fondo, oí reír a algunos de sus hombres. Odiabaque me llamaran niñita y apreté los puños, furiosa. No era pequeña ni indefensa.

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—Jódete, no soy una niñita —protesté. En realidad, había planeado mantener la calma. Noquería meter a Damon en problemas. Pero no había podido evitarlo.

—Uhm —murmuró Griffey. —Pero apestas a hogar lleno de luz y amor.—¡Y tú apestas a cerveza rancia! —siseé. El hecho de que me viera linda no quería decir que

mi vida fuera un mundo perfecto y de color rosa.Griffey frunció el ceño, pero no dijo nada más. Después de un breve murmullo, sus hombres

también se callaron.Cuidadosamente, me arriesgué a mirar a Damon. Tenía miedo de que me mirara con reproche

por hacer que las negociaciones se tornaran innecesariamente difíciles. Pero en lugar de ello meguiñó un ojo, quitándome una enorme y pesada piedra del corazón.

—¿Y por qué trajiste a Zoey? —preguntó Yuki.Damon me miró pensativo. En sus ojos brilló algo que no me dio un buen presentimiento.

¿Acaso estaba dudando y considerando echarse para atrás? No. Él sabía que jamás lo perdonaríasi se acobardaba ahora.

—Fuimos engañados. Todos los sabotajes, todos los problemas a los que nos hemos enfrentado,fueron organizados por Godfather.

Susurros y risas llenaron la habitación.Griffey se rió ruidosamente e incluso el rostro de Yuki reflejaba sorpresa.—¿Entonces le estás echando la culpa de todos nuestros conflictos a un tipo con el que ninguno

de nosotros ha hablado nunca en persona? —se rió Griffey nuevamente.—Quién sabe, ¿quizás Godfather es una mujer? Para el poder no se necesitan huevos —

respondió Yuki. Nadie la contradijo. Sin dudas, ella misma era una mujer bastante poderosa.—Estuve en su casino con Zoey —continuó Damon. Después reinó el silencio.—¿En serio? —preguntó Yuki. Con los ojos entrecerrados, alternó la mirada entre Damon y yo.—Sí, y casi nos matan. —En los ojos de Damon ahora chispeaba la salvaje e incontenible ira

que yo veía en su mirada con tanta frecuencia.—¿Y cómo crees que el Godfather nos ha manipulado? —preguntó Yuki nuevamente.—Con un secuaz. Quizás varios, eso tenemos que averiguarlo.Damon habló de Joel y me sentí enferma solo de pensar que aún tenía a Lory bajo su poder.Ahora, Giffrey intervino nuevamente. —¿Por qué demonios haría eso el Godfather?—Para desestabilizarnos. Él sabe que hay suficientes personas que se beneficiarían si Hells

Kitchen se sume nuevamente en el caos.—¿Tienes pruebas de esto? —preguntó Yuki. No sabía por qué, pero apenas podía quitarle la

mirada de encima; la encontraba tan fascinante. Yuki era una peligrosa mezcla entre bellezanatural, ojos inteligentes y la mirada de un asesino en serie.

Damon asintió y luego dejó el móvil de Joel en la mesa. —Este es el teléfono de tu secuaz,quien estaba tratando de matarnos. Que tus propios analistas lo comprueben. —Damon hizo ungesto hacia su hombro herido, el cual había sido cosido recientemente. Debía tener un dolorimpresionante, pero no se permitía mostrarlo. Admiré su fuerza, su coraje y la determinación quemostraba.

—Sin el secuaz, el teléfono no tiene valor —admitió Yuki con frialdad.—Lo traeré pronto, junto una confesión —respondió Damon con seriedad. Nuestras miradas se

encontraron y se me encogió dolorosamente el estómago al observar sus ojos preocupados. Estabarealmente consternado por mí y yo sabía que él odiaba lo que estaba por suceder.

—¿Y la niña descarada? —preguntó Griffey.—Yo voy a conseguir la confesión —respondí, tratando que mi voz sonara fuerte y segura. En

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realidad, esperaba que al menos los irlandeses volvieran a romper en carcajadas, pero tan solohubo murmullos por lo bajo. Me había ganado algo de respeto en la breve discusión con su jefe, yeso me dio valor.

Cielos, hace un par de semanas mis problemas más grandes eran los sobreprotectores dueñosde gatos y los perritos rabiosos, y ahora estaba negociando con jefes de carteles clandestinos.

Yuki ladeó la cabeza mientras me observaba nuevamente.—¿Acaso ella no es un poco… inocente para ti, Damon? —preguntó Yuki sin quitarme la

mirada de encima.—Zoey es muchas cosas, pero ciertamente no es una inocente niñita —gruñó Damon. Sus ojos

eran firmes y su voz ronca. No le gustaba la forma en que Yuki me miraba.—¿Y tú qué ganas con esto? —me preguntó Griffey con desconfianza.Pensé por un momento. Necesitaba liberar a Lory de las garras de Joel, definitivamente quería

ayudar a Damon y quería evitar una guerra. Amistad, lealtad, paz. Pero, en lugar de ello, respondíalgo completamente diferente.

—Venganza —escupí la palabra como si fuese una bilis amarga. Era la idea de la venganza laque me impulsaba.

—Nunca subestimes la ira de una mujer —sonrió Yuki.Damon se puso de pie para dar más peso a sus próximas palabras.—Les traeré al bastardo que es culpable de todo. Pero a cambio, necesito vuestra promesa para

mantener nuestro armisticio.Mientras Yuki, Giffrey y Damon intercambiaban miradas decididas, el teléfono de Joel comenzó

a vibrar sobre la mesa. Mi corazón dio un vuelco.

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26

Damon

La tormenta que se cernía sobre Nueva York se estaba debilitando. Mientras sostenía la manode Zoey, desde el coche observé las pesadas nubes negras moverse hacia el oeste. Nadie decíanada. Ni yo, ni Zoey, ni mis confidentes más cercanos que nos acompañaban.

Las manos frías de Zoey parecían pequeñas a comparación de mis garras.Maldición, realmente debería protegerla en lugar de usarla como carnada.Conducíamos directo a nuestra posible caída. Nunca había pensado que el final del mundo

probablemente se encontraba en la esquina de Central Park.—No sé vosotros, pero yo me siento como El Equipo A —Zoey rompió el silencio y se apartó

un mechón de cabello de los ojos. Todos asintieron, sonrieron, pero nadie respondió. La GMCSavana que conducíamos también me recordaba a la antigua serie de televisión, pero la tensión yla seriedad de la situación también me hacían ver qué tan grave era mi situación y cuántas cosaspodrían salir mal.

Prefería mejor concentrarme en su hermoso rostro, sus ojos verdes, su sonrisa y su cabello conaroma a vainilla.

Su cabello tenía vida propia y me encantaba cuando le caía salvajemente por la cara, peroamaba aún más verla sonreír cuando yo le ponía los mechones a un lado.

Al menos las negociaciones habían sido fructíferas y, por el momento, había podido negociarotro armisticio.

—¿Damon? —Zoey volvió a dirigirme la palabra.—¿Sí? —pregunté. Realmente no tenía ganas de hablar, pues mis pensamientos corrían

demasiado rápido, demasiado fuerte, demasiado dolorosos.—¿Por qué Yuki Asai me miraba así todo el tiempo?Maldita buena pregunta.—No estoy seguro. Curiosidad, quizás. No se me conoce por llevar personas nuevas al Dark

Room, o a cualquier otro lugar —mentí, porque ya no quería preocupar más a Zoey. Al principiode la negociación me había vuelto medio loco porque Yuki miraba a Zoey todo el tiempo. Yukijugaba todo el tiempo, lo sabía. Pero rara vez podía descubrir lo que significaban sus juegos. Lamujer era una completa psicópata y, para ser honestos, no quería siquiera pensar en lo que Yukipodría haber pensado de Zoey.

—Casi llegamos —murmuró David, quien conducía la enorme furgoneta.Mis músculos estaban tan tensos que me dolía. Me sentí como antes de mi primera pelea en el

club de lucha.—Todo va a salir bien —dijo Zoey al sentir mi tensión. En mi opinión, de entre todos ella era

la que actuaba con más ligereza.Dex, quien estaba sentado junto a mí, me dio unas palmaditas en el hombro sano, sin embargo,

se sintió como si me hubiera atravesado la herida de bala con una navaja ardiente.—No tengas miedo, nada le pasará a Zoey. Estamos en todas partes.Apreté los dientes para no maldecir. Además, el hecho de que Zoey no llevara un chaleco

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antibalas me daba un dolor de cabeza adicional. Incluso con un corazón de guerrera como el queZoey tenía, no sería inmune a las balas.

—Es una mierda increíble. Tecnología sofisticada y lo mejor de lo mejor —dijo el tipo quehabía conectado a Zoey con un dispositivo de grabación. —Pero no es adecuado bajo Kevlar.

El tipo era uno de los policías sobornados de los Dragons, acompañado por policías igual decorruptos de los Brothers. Paradójicamente, los policías comprados ahora eran los únicosneutrales con los que podría comprobar mi teoría. Dos docenas de policías, repartidos en tresfurgonetas, participaban en la acción. Dex y yo habíamos buscado hasta el cansancio la forma deajustar el voluminoso dispositivo de grabación debajo de un chaleco antibalas adecuado paraZoey, pero había sido en vano.

Entre más nos acercábamos a Central Park, más determinada se volvía la mirada de Zoey.Venganza. Eso era lo que la impulsaba y podía entenderla jodidamente bien, pero necesitaba

evitar que el odio la consumiera. No quería que se torturara con los mismos demonios que yo.—Juro que… —comencé suspirando—, cuando todo esto termine, tomaré una siesta

jodidamente larga.No tenía que ocultar el hecho de que estaba cansado, se podía ver de cualquier manera. En

realidad, era un milagro que todavía estuviera consciente.Zoey es mi milagro.—Suena bien, yo me uniré. Cuando hayamos dormido, el mundo estará en orden de nuevo —

respondió Zoey.—Eso espero —dijo David detrás de nosotros.—El plan funcionará —Dex defendió nuestra estrategia. Estaba tranquilo y sereno. Para Dex

todo esto no era nada más que otra misión, solo que ahora estaba peleando por su familia y no porsu país.

—Lo haré bien —dijo Zoey con confianza. Maldición, ella había sobrevivido a mí, se suponíaque Joel sería pan comido, ¿no?

—Cuando todo termine, deberías terminar tus estudios —cambié el tema.Ella entrecerró los ojos y me miró críticamente.—¿Quieres deshacerte de mí?Me dio una pequeña punzada el corazón el hecho de que Zoey pensara que quería alejarla de

mí. Al contrario, yo tan solo quería acercarla a mí y mantenerla lejos de las calles de HellsKitchen y sus formas sombrías.

—No. Quiero que estés a salvo. Además, no hay una buena veterinaria en Hells Kitchen —leguiñé el ojo. Ahora los ojos de Zoey estaban muy abiertos.

—De verdad que no deberían estar acostumbrados a que yo les saque las balas —nos reprendióZoey, sonriendo.

Por un breve momento, el viaje se sintió muy normal. Amigos que hacían algo juntos o algo porel estilo. Pero David detuvo la furgoneta frente al Central Park e inmediatamente el ambientevolvió a la seriedad. Los vehículos de emergencia detrás nuestro también se detuvieron.

Central Park era el lugar perfecto para negociar sin interrupciones. Confuso, sinuoso y con unamaldita cantidad de transeúntes. Aun así, mis hombres ya se habían infiltrado en el parque juntocon un par de Dragons y Brothers.

Tan pronto como estuviera registrada la confesión, Joel sería capturado. De ninguna manera esemaldito bastardo volvería a estar libre, sino que se pudriría en la celda más oscura que yo pudieraencontrar para él.

—Te amo —le susurré a Zoey. Después la besé. Un último beso de fin del mundo que casi me

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trajo lágrimas a los ojos.—Yo también te amo —respondió Zoey sin aliento. La besé de nuevo y quise arrastrarla de

vuelta al sótano para que estuviera a salvo de lo que ahora estaba por suceder.Sentí la mirada irritada de mis hermanos, pues yo generalmente era menos sentimental. Pero

generalmente también era un ser solitario guiado por demonios y que no tenía nada que perder másque el tiempo y los restos de cordura que me quedaban. Y de repente Zoey había aparecido,haciendo brillar mi mundo entero con sus ojos esmeraldas.

—¿Damon? —me preguntó Zoey. Me miró con los ojos muy abiertos, que reflejaban supreocupación. Secretamente, deseé que estuviera dudando, cambiando de opinión y decidiendo nojugar al señuelo. Pero sabía que Zoey estaba decidida a salvar a su amiga y a Hells Kitchen.

—¿Sí, Zoey? —pregunté expectante.—Pase lo que pase, no es el final, ¿de acuerdo? —entonces su voz se quebró. Zoey respiró

hondo y continuó susurrando: —Siempre al final todo estará bien. Prometido.Sus palabras fluyeron como miel, dulce y espesa, y me asustaron. No quería que esas fueran sus

últimas palabras. Mierda, no quería pensar que esas podrían ser sus últimas palabras.Intercambió una mirada corta con Dex y David, tomó el móvil de Joel y salió de la furgoneta.—Estoy lista. Podemos empezar. ¿Funciona todo? —Zoey habló tan serena como pudo.Dex recibió una respuesta a través del radio: —La pista de audio es clara, sin ruido de fondo.

Vamos.Zoey llevaba un dispositivo de grabación que también transmitía en tiempo real el dispositivo

receptor de la segunda camioneta, pero no traía auriculares. Eso habría sido demasiado visible ypodría haber expuesto a Zoey.

Zoey me regaló una última y cálida sonrisa y puso su mano plana sobre el pecho, imitando unlatido acelerado. Sus labios gesticularon corazón de guerrera y yo asentí. Maldición, sí. En elpecho de Zoey latía el corazón de guerrera más grande que conocía.

Aun así, tenía un mal presentimiento al respecto.Zoey siguió alejándose de las furgonetas y la perdí de vista.Yo no era creyente, no creía realmente en las divinidades superiores. Pero ahora recé y esperé

que Zoey tuviera razón en que ese todavía no era el final.Si todo no está bien, entonces no puede ser el final.Me concentré completamente en Central Park y en mis oraciones. El susurro del viento, el canto

de los pájaros, los niños riendo y los perros ladrando.Luego, un disparo atravesó la paz, hubo gritos de pánico y supe que algo había salido

jodidamente mal.

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27

Zoey

Cielos, ¡mi corazón nunca había latido tan fuerte como en estos momentos! Sentía docenas demiradas sobre mí, acelerándome el pulso. Con cada paso que daba en Central Park, sentía el fríodel arma que le había pedido a Dex que me diera.

Al final todo estará bien, le había prometido a Damon y quería cumplir mi promesa.No lejos de mí descubrí a Joel, que estaba sentado intranquilo en un banco del parque. Damon

realmente había mallugado su rostro, sin embargo, se merecía más que un ojo morado, una narizrota y un labio partido.

Instintivamente apreté los puños. En ese momento no quería hacer nada más que golpear a Joelhasta que toda mi ira se esfumara, pero me contuve. Lory estaba sentada a su lado, mirando concansancio el suelo frente a ellos. Se veía exhausta.

Vacilé por un momento. La idea de que Lory me odiara me dio una apuñalada en el corazón.Ella era mi única amiga, mi única palanca en el extraño mundo fuera de Hells Kitchen.

Mi inseguridad se disipó cuando la ira tomó el control de mi cuerpo.Joel, ¡ese maldito hijo de puta pagaría por lo que había hecho!Decidida, caminé hacia ellos y cuando Joel me vio saltó como si le hubiera caído un rayo. Lory

lo miró y luego a mí. Su cansada mirada se suavizó y una sonrisa afligida le cruzó los labios.—¿Sola? —gruñó Joel. Pero ignoré sus palabras y miré a mi mejor amiga.—¿Estás bien, Lory? ¿Te hizo daño? —pregunté.Ella asintió, pero no dijo palabra.—Mierda, te pregunté algo —exclamó Joel. Se paró entre Lory y yo y sacó una pistola de su

bolsillo.—Sí, estoy sola. ¿O acaso ves a alguien más aquí? —respondí y miré el arma. Joel me observó

críticamente. Mis múltiples compañeros estaban inmersos entre la multitud, invisibles para Joel.—Quiero mi teléfono —dijo al fin.Justo cuando estaba metiendo la mano en el bolsillo de mi chaqueta, él me apuntó con el cañón

de su arma. —Despacio y sin juegos, ¿entendido?A manera de calmarlo coloqué mis manos frente al cuerpo. Estaba cansada de que me

amenazaran todo el tiempo. Tanto, que no me causaba ni un ápice de miedo el arma en las manosde Joel. Al contrario, ¡me hacía enojar aún más! Pero tenía que concentrarme, tenía que salvar aLory de una vez por todas y conseguir una confesión de Joel.

—No entres en pánico, si hubiera querido dispararte lo habría hecho antes de que me vieras.—Jódete —siseó Joel. Con impaciencia sacudió el arma debajo de la tela y yo, lentamente,

saqué el teléfono de mi bolsillo.—Hemos descubierto que trabajas para el Godfather —dije en voz alta. Quise sonar lo más

segura y fuerte posible. Joel tenía que saber lo que nosotros sabíamos. Tenía que perder su débilautocontrol, enloquecer y confesar. Era la única forma en que Damon y yo podríamos convencerde todo a la mafia japonesa e irlandesa.

—No sé a qué te refieres —chilló Joel. —¡Ahora dame mi jodido teléfono!

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—Primero deja ir a Lory —exigí. Claramente, mi mejor amiga estaba por encima de laconfesión. Cuando dije su nombre, Lory se estremeció y sollozó suavemente. Di un paso a un ladopara poder verla mejor. Instintivamente quería abrazarla y consolarla hasta que estuviera bien,pero Joel y el cañón de su arma se interponían entre nosotras.

—Todo estará bien, Lory. ¿Me escuchas? —traté de tranquilizarla.—Zoey, ¡lo siento tanto! ¡Tenías razón desde el principio! —estalló Lory.El hecho de que Lory no me odiara me alivió infinitamente; seguía siendo mi mejor amiga.

Ahora todo podría volver a ser como antes.—Está bien. Tan solo escúchame la próxima vez que diga que tu novio es un imbécil.—No, no está bien —dijo Lory en shock y se puso de pie. —¡Fuiste secuestrada por culpa de

Joel y cuando trataste de advertirme me porté muy mal!Oh, Lory… los ojos se me llenaron de lágrimas, estaba enormemente conmovida por tener a mi

mejor amiga de regreso.—¡Cállense! —interrumpió Joel nuestra reconciliación.Reprendí a Joel con una mirada furiosa. Esperaba que mi ira se le contagiara. ¡Tenía que

hacerlo enfurecer! Entre más furioso estuviera, más grande era la posibilidad de obtener unaconfesión. Pero, al mismo tiempo, también incrementaba el peligro de que comenzara a dispararcon el arma. Había armado un plan bastante bueno con Dex, pero tan solo funcionaba si yo lograbaquitarle el arma a Joel.

—Te daré el teléfono cuando Lory haya salido del parque, ¿de acuerdo? —dije.Joel se echó a reír. —¿Acaso crees que soy tan idiota?Sí.—Puedes tomarme a mí como rehén —sugerí. —tanto como quieras, hasta que sepas que es tu

teléfono.—No, primero el teléfono —replicó Joel, molesto. Le aparecieron gotas de sudor en la frente y

alternó su peso entre la pierna izquierda y derecha.Jugué mi último as, pues realmente quería que Lory estuviera a salvo.—Deja ir a Lory o pediré ayuda —dije con seriedad.—Joder, no harías eso —se rió Joel estrepitosamente, rascándose la cabeza.—¿Quieres ver?Él entrecerró los ojos y me miró agresivamente.—Está bien, piérdete Lory —dijo apretando los dientes.Ella me miró insegura y yo asentí.—Ve a la salida sur de Central Park y espérame ahí —le indiqué. Lory asintió, rodeó a Joel y

susurró: —Gracias, Zoey.Observé a Lory en silencio mientras cojeaba hacia la salida. Su cabello rizado rebotaba a cada

paso que daba.—¿De verdad crees que puedes salirte con la tuya? Enfrentar a los clanes unos contra otros,

quiero decir —le pregunté a Joel bruscamente.—No deberías hablar de cosas que no entiendes —siseó él.—Bueno, entonces ilumíname —lo desafié.Dios, era igual que antes. Joel y yo discutiendo. Solo que esta vez no era sobre pizza o sushi,

sino de vida o muerte.Con los dedos temblorosos, Joel se frotó las sienes. Era lamentable y supuse que no dudaría ni

cinco minutos en la sala de interrogatorios de los Alfas.—Sabes lo que pasa cuando Damon te pone un dedo encima, ¿no? —lo seguí pinchando.

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—Dame mi maldito móvil —maldijo Joel. Pero retrocedí un paso.—Aunque quizás tendrías suerte de caer en las manos de los Alfas. Entonces tan solo perderías

la cabeza, en cambio con los Dragons podrías perder algunas partes de tu cuerpo.No faltaba mucho para que Joel se abriera, podía ver su propia lucha interna.Hubo un clic y yo contuve el aliento. Había cargado su arma. Eso no era bueno.—Juro que apretaré el gatillo. —Era imposible pasar por alto la locura en los ojos de Joel. Me

asustó, pero no podía permitirme entrar en pánico. Mi plan ya no estaba funcionando, así que teníaque recurrir a mi plan de emergencia.

Damon, por favor perdóname…Tenía miedo de lo que estaba a punto de pasar. Respiré hondo y de repente todo el mundo se

detuvo y me regalé unos últimos momentos de tranquilidad. Olía a flores de verano, hierba frescarecién cortada y miedo. Las mariposas monarca flotaban alrededor del parque con la suave brisadel verano mientras a mí se me iba el aliento. Los pájaros cantaban en los árboles y los niñosreían despreocupados mientras mi corazón latía tan fuerte como un tambor de guerra.

Tenía miedo, pero estaba lista para hacer todo lo que fuera necesario.Jódete Joel, ¡este es tu final!—Está bien, está bien —dije y miré fijamente a sus espeluznantes ojos de psicópata. —¡Aquí

está tu maldito teléfono!En ese mismo segundo arrojé el móvil de Joel, quien instintivamente dejó caer su arma para

cogerlo. ¡Increíble! No podía dar crédito a mi suerte y agradecí a Damon por haberme enseñadoesa técnica durante nuestro tiempo de entrenamiento juntos. En ese entonces, no le había creído.

Joel estaba confundido y aproveché el momento para sacar mi propia arma de mi espalda. Leapunté al pecho mientras él procesaba lo que acababa de suceder.

—¡Date la vuelta! —ordené y Joel obedeció. Me acerqué y pateé su arma bajo el banco delparque. Bueno, las cosas habían dado un giro y ahora yo tenía el control de la situación. Pasara loque pasara, no dejaría que me llevara de nuevo.

—¿Me vas a decir qué tienes que ver con el Godfather?, —pregunté.—Te matará. A ti y a tus malditos nuevos amigos —amenazó Joel—¿Entonces dónde está ahora? Parece que no quiere salvarte el culo, de todos modos.Joel hizo una mueca y sonrió. —Él está tres pasos frente a ti.Entonces dio un paso hacia mí. Su sonrisa desapareció y tan solo quedó una mueca, como la de

un lobo mostrando los dientes.—No te muevas —siseé.Se aproximó un paso más. Instintivamente, apunté el arma a la cara de Joel. Me pregunté si los

transeúntes nos veían y llamarían a la policía, pero no me atreví a mirar alrededor. No podíaperder a Joel de vista.

—¡No te muevas, carajo! —grité.—No tienes los huevos para apretar el gatillo, perra.Nunca en mi vida lo habría admitido en ese momento, pero tenía razón. No apreté el gatillo,

sino que retrocedí un paso.—¿Por qué enfrentas a los carteles entre sí? —pregunté con seriedad y Joel guardó silencio.¡Maldita sea, Joel! ¡Confiésalo todo!Había imaginado que esto sería más sencillo. Más fácil y menos peligroso.La distancia entre Joel y yo era cada vez más pequeña. Como estaba paralizada, lo dejé

acercarse cada vez más hasta que estábamos parados tan cerca que podía oler su espuma deafeitar barata, el olor a cigarro y su sudor de miedo.

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—Quédate quieto —ordené con voz temblorosa. Entonces todo fue demasiado rápido. Joel mesaltó encima como un enorme felino, empujó el arma hacia abajo y luego trató de arrebatármela dela mano. Pero sujeté el arma en mi mano con todas mis fuerzas, como si mi vida dependiera deello, ¡porque mi vida dependía de esta maldita arma!

—¿Estás cansado de vivir? —le grité a Joel. Pero continuamos peleando por el armasemiautomática que Dex me había dado.

Mientras luchaba por el arma y por mi vida, mis pensamientos se alejaron y vi frente a mis ojoslos que podría perder si fallaba. Las lágrimas corrieron por mis mejillas, pues no quería fallar.Quería proteger a Damon, a mi nueva familia y a mi nuevo hogar. ¡Finalmente había encontrado milugar en el mundo y lucharía por él hasta el final!

En la lucha por el arma, sonó un disparo que me resonó en los oídos. Por un segundo no escuchénada más que un silbido ensordecedor. Lo siguiente que escuché fue a Joel susurrar: —Joder. —Ydespués hubo un dolor tan intenso que me obligó a arrodillarme. Nunca antes había sentido algoasí. Mi camisa se coloreó de rojo sangre mientras Joel alternaba la mirada entre su arma y yo,murmurando “joder, joder, joder” en un bucle interminable.

Joder.

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28

Damon

Salté del auto y corrí en la dirección de donde provino el disparo. Nadie de mi gente medetuvo, así era mejor. Era mejor dejarme solo en momentos como ese, en donde la adrenalina y laira me corrían por las venas y mi sangre hervía como lava.

Gente gritando y llena de pánico corría por todas direcciones. Busqué a Zoey, pero no laencontré.

—¡Zoey! —grité tan fuerte como pude mientras continuaba corriendo. Mis pulmones quemabany sentí como si en mi herida llevara esa espada imaginaria al rojo vivo.

—Zoey —llamé de nuevo. Pero no podía escucharla en medio de las caóticas voces.Jadeando, me detuve en una intersección justo detrás de la entrada y descansé los brazos sobre

mis muslos. Me quemaban todos los músculos del cuerpo. En los últimos días, simplemente habíahecho demasiado esfuerzo. Inhumanamente demasiado. Tan solo Zoey me había dado la fuerzapara resistir. Miré alrededor, buscando su largo cabello castaño que olía a burbon de vainilla.Busqué sus ojos verdes, que siempre veían lo mejor en mí, y su sonrisa, que podía contagiar almundo entero. Pero no había ni una señal de Zoey.

A mi lado pasaban corriendo madres en llanto llevando a sus hijos a un lugar seguro y hombresque intentaban proteger a sus familias. Reinaban los ladridos y aullidos de los perros sin dueñoque sentían el pánico que se extendía por Central Park.

Bienvenido al fin del mundo…Y otra maldita vez, ¡no podía encontrar a Zoey! O a mi gente. ¿En dónde estaban todos? ¿Por

qué nadie hacía nada? Se suponía que el parque debía estar lleno de policías, especialmente ahoraque nuestro plan había salido mal.

—¡Zoey!Giré en círculos y seguí llamando su nombre. El maldito pánico masivo hacía que la gente

huyera en todas las direcciones posibles. Era imposible reconocer de dónde había salido eldisparo exactamente.

Alguien me tomó el hombro por detrás y me dieron ganas de voltear soltando un golpe, uninstinto que se me había grabado en lo profundo del corazón gracias al club de lucha, pero pudecontenerme en el último momento.

No era un atacante quien me tocaba, sino una chica con un salvaje afro y un rostro afligido.¿Qué quería esta desconocida de mí?

—Zoey está allá atrás —sollozó, señalando al oeste.—¿Lory?. —Lo supe. Quien estaba frente a mí debía ser la mejor amiga de Zoey. Todo este

tiempo, Zoey no había hablado mucho sobre Lory.Ella asintió y se pasó la manga sobre la cara mojada.Cuando iba a comenzar a correr, ella me tomó por los brazos y gritó: —¡Él tiene un arma!—La protegeré —gruñí y corrí en la dirección que Lory me había indicado. No podía perder

más tiempo.Lory gritó detrás de mí, confundida: —Seguiré esperando aquí, justo como Zoey quería.

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La adrenalina realmente había confundido a la pobre niña, pero mis pensamientos volvieroninmediatamente a Zoey. El disparo seguía resonando en mi cabeza y esperaba tanto que todoestuviera bien.

Cuando descubrí a Zoey, mi pulso se detuvo. Estaba arrodillada en medio del camino y Joelestaba parado frente a ella, agitando el cañón de la pistola en todas las direcciones posibles. Semovía inquieto, cambiando el peso de un pie a otro y maldiciendo tan fuerte que podía escucharlo.

Tan rápido como pude, corrí hacia Zoey y se me fueron las palabras al ver su camisa manchadade sangre. Me daba igual que Joel me apuntara con el arma y me daba igual que Central Parkpronto estuviera repleto de policías. Abracé a Zoey por la espalda y le aparté el cabello delrostro. Ella me sonrió con valentía, pero atormentada.

—Te amo —le susurré al oído.—Yo también te amo —respondió ella débilmente.Joder, ¿qué había pasado? ¿Por qué sostenía a Zoey, empapada de sangre, en mis brazos?—Perdóname, no había otra forma —susurró Zoey tan suavemente que apenas yo podía

escucharla.Negué con la cabeza. —Pequeña niña tonta. Podríamos haber encontrado otra forma.—No la habríamos encontrado, y lo sabes —protestó.Maldición, incluso ahora Zoey me hacía enloquecer. Si lo hubiéramos pensado lo suficiente,

¡habríamos pensado en algo mejor! Pero Zoey tenía razón. No habíamos tenido tiempo. Y otrassoluciones estaban fuera de discusión. ¡Ahora tenía que evitar que Zoey muriera!

—¡Necesitamos una ambulancia! —grité tan fuerte como pude. Esperaba que alguno de lostranseúntes me escuchara, ya que definitivamente no eran confiables los imbéciles que debíancuidarle la espalda a Zoey o escuchar el dispositivo. ¿Por qué no habían intervenido antes de queesto sucediera?

Me odiaba por no haberlo podido evitar, por haber estado esperando a Joel en algún otro sitiodel parque.

Mi ira pasó a mis hermanos, que me habían convencido de no esperar dentro del parque ya queJoel conocía mi cara.

Mierda, nunca debí haber permitido que Zoey abandonara mi sótano, ¡entonces nada de estohabría sucedido! Me maldije a mí mismo.

—Pagarás por esto —le gruñí a Joel.—¡El arma se disparó! —gritó él.—¿Así como yo?. —Mi oscura mirada atravesó al pequeño y atemorizado bastardo. Mierda,

aulló como una niñita mientras Zoey se mantenía valiente en mis brazos.—Carajo, el trabajo debía haber sido mucho más sencillo —se dijo Joel a sí mismo.—¿Qué trabajo? ¿Valió la pena, maldita sea? —bramé. Mis manos temblaban de ira.—¡Tan solo debía causar problemas! ¡Nada más!Zoey se aclaró la garganta. —Y ahora eres un asesino.Sus palabras se me clavaron rápidamente en el corazón y casi lo destruyen.—No, todavía no estás muerta. Maldición, pequeña niña tonta —suspiré suavemente.A pesar de que debía estar experimentando un dolor increíble, su respiración era tranquila y

constante. Esa era una buena señal, ¿no?Por favor resiste Zoey. ¡No soy nada sin ti!—¡Mierda! No tenía forma de saber que todo esto se me saldría de las manos —continuó Joel.

—Trabajo fácil, dinero fácil. Un par de paquetes aquí, un par de días allá.Fruncí el ceño. —¿Entonces admites que nos enfrentaste unos contra otros? ¿Alfas, Dragons y

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Brothers?—¡Sí! Mierda, el Godfather me matará —dijo Joel con ansiedad.—Créeme, hay muchas personas esperando su turno, no solo el Godfather —gruñí furioso.La confesión de Joel había costado demasiado. Todo el maldito mundo no valía nada para mí

sin Zoey.—Por favor, ¡tenéis que protegerme del Godfather! —declaró Joel. Al darse cuenta de que su

arma aún nos apuntaba, la dejó en el suelo y levantó las manos.—¿Por qué deberíamos hacerlo? —pregunté cortante. Mierda, el pequeño bastardo

definitivamente debía tenerme más miedo a mí que al padrino. Y cuando me hubiera divertidosuficiente con él, cobrado mi venganza, estaría encantado de pasárselo a Yuki Asai.

—Les contaré todo. ¡Todo! —su voz se volvió más ronca.—Ya sabemos todo —respondí sin dirigirle la mirada a Joel. Zoey había apoyado su cabeza

contra mi hombro y estaba en silencio.—¿Dónde demonios está la maldita ambulancia? —bramé.—¡No, no saben una mierda! Créeme, recibí muchas órdenes del Godfather. No solo para Hells

Kitchen. Pero nunca lo sabrás si estoy muerto.Entrecerré los ojos. —¿Por qué debería confiar en ti, pequeña rata miserable?—¡Porque no quiero morir, hombre!Zoey asintió. —Acepta el trato. La información es más importante que la venganza.Incluso ahora, cuando Zoey tenía todo el derecho de vengarse, era tan bondadosa que el corazón

casi se me sale del pecho. Tal vez en sus últimos momentos, solo pensaba en el bien, en lo mejor.Zoey era demasiado buena para este mundo y me juré cumplir todos sus sueños, por siempre.

—Está bien —gruñí. Solo porque lo estuviera protegiendo de la ira del Godfather, nosignificaba que estuviera a salvo de mi ira. ¡Cada día de su jodida vida Joel pensaría en mí, en mivenganza y en mi dolor!

—Bien. Pero no diré nada hasta que tenga protección policial —exigió Joel.—No te pases de la raya —le advertí. Pero Joel no dijo nada más.En cambio, Zoey me distrajo con un beso. Sus labios sabían tan dulces, justo como olían.

Bourbon de vainilla.—Al final todo estará bien —le susurré al oído.—Es cierto. Todavía no es el final. Pero ahora todo está bien —sonrió Zoey. Me besó de nuevo

y entonces se liberó de mis brazos para ponerse de pie.—Joder, niña —comencé a protestar. En su condición apenas y debía estar consciente, ¡tenía

que guardar sus fuerzas! Pero entonces colocó su dedo en mis labios para hacerme callar.—Perdóname, Damon. En serio no había otra forma. ¡Puedes llevarte a Joel ahora!Inmediatamente aparecieron policías encubiertos de todas direcciones y obligaron a Joel a

ponerse de rodillas. Desde lejos vi a Dex y a David acercándose a nosotros. Me vieron yasintieron.

Maldición, ¿qué estaba pasando aquí?Zoey se levantó la camisa y me mostró su estómago ileso. Incrédulo, pasé los dedos sobre su

piel suave y húmeda. En un punto, junto al ombligo, ella hizo una mueca de dolor.—Balas de fogueo —explicó. —Aun así son malditamente dolorosas.Debía odiarla por dejarme pensar que estaba a punto de morir. Pero, al contrario, me alegré de

que no le había pasado nada a Zoey. La abracé y la acerqué a mí tanto como pude.—No me hagas eso nunca más, niña —me quejé. Todavía no me daba cuenta de lo que había

sucedido.

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—Nunca más, lo prometo —respondió Zoey sonriéndome.—¿A quién se le ocurrió este maldito plan? —pregunté. La sonrisa triunfante de Zoey confirmó

mis sospechas de que no había sido nadie más que ella.—Pero Dex me ayudó. Gracias a él tuve la idea, en primer lugar.—¡¿Qué, fingir tu muerte?!—Sí, exactamente.—¿Y por qué todos estaban malditamente enterados menos yo?Mirando de reojo a mis hermanos, los condené con una mirada de reproche.—Porque tenía que parecer real. Solo así Joel hablaría —dijo Zoey encogiéndose de hombros.—Y para que Joel se volviera loco, ¿yo tenía que volverme loco también?—Exactamente —sonrió Zoey.—Sois unos monstruos, ¿lo sabíais? —le dije a mi gente en cuanto se nos unieron.—Yo soy inocente —sonrió David. —Todo fue plan de Zoey.—¡Pero vosotros, capullos, la habéis ayudado!—Un poquito —dijo Dex. Asintió a Zoey con aprobación. —Bien hecho, pequeña.Zoey sonrió triunfante y se llevó las manos a las caderas. —Entonces, ¿oficialmente soy parte

de los Alfas? —Mi corazón dio un vuelvo de emoción cuando Zoey aseguró que era una parte denosotros, una parte de mí. Maldita sea, eso era Zoey desde el momento en que me enamoré de ella.

—Ya no hay ninguna duda al respecto —aseguró David.Le pasé un brazo a Zoey por los hombros. —Te lo dije, siempre serás mi problema. Debes

saber que me tomo las amenazas muy en serio.—Eso debes hacer como líder. Me decepcionaría mucho si no —rió Zoey. Mientras discutía

con David respecto a cómo iban las cosas, Zoey se quedó a mi lado en silencio, permitiendo quesu mirada divagara sobre lo que estaba sucediendo. Entonces, sus ojos se encontraron con los deJoel y su sonrisa se desvaneció.

—Discúlpenme un momento.

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29

Zoey

El estómago me dolía como el mismísimo inferno, pero no era nada comparado con laexpresión de Damon. Había pensado que yo moriría.

Me sentía terrible por ello, pero había sido necesario. Sin mi actuación, probablemente Joel nohubiese hablado. Incluso ahora que se habían resuelto todos los problemas y yo no había muerto,Damon se veía atormentado.

Cuando vi a Joel esposado, la ira y el alivio se mezclaron dentro de mí, provocándome un nudoen el estómago. Por un lado, estaba realmente feliz de que todo hubiera terminado y, por el otro,pensaba que la prisión era demasiado buena para lo que me había hecho.

Cielos, toda mi vida había cambiado por culpa de ese psicópata enfermo y ni siquiera queríapensar en qué habría pasado si no hubiera caído en las manos de Damon, sino en las de alguienmás. Gracias a Damon ahora tenía un hogar y una familia. Y ahora tenía a mi mejor amiga devuelta. Vi a Lory al borde del colapso mientras Damon continuaba hablando con Dex y David.Estaba siendo atendida por un médico. —Discúlpenme un momento —dije y caminédecididamente hacia Joel, quien estaba entre dos policías.

Me miró lleno de odio, pero no evité sus ojos. Me detuve justo frente a él y miré sus ojoshelados.

—¿Qué quieres, perra? —gruñó.—¿Tienes una idea de cuánto duele esta maldita bala?Le di un puñetazo en el estómago y jadeó.—Créeme, nada comparado con lo que te mereces —dije, tranquilamente.Realmente quería continuar golpeándolo y castigándolo por lo que le había hecho a Lory, a mí y

a todo Hells Kitchen, pero no lo hice. Mientras miraba a los ojos psicópatas de Joel me di cuentade que yo era mejor que eso. ¡Yo era mejor que él! Joel no se merecía, en lo absoluto, que yo meensuciara las manos por él.

Sin dirigir ninguna otra palabra a Joel, fui hasta Lory y la abracé con fuerza.—Lamento muchísimo que Joel te haya secuestrado —suspiré. Hasta ahora no había tenido

tiempo de disculparme por mis errores.El médico se retiró y nos dio un poco más de privacidad.—¡Shh! No quiero escuchar nada al respecto. Ciertamente no se compara a lo que tú tuviste que

pasar, Zoey.Admito que si hubiera podido prescindir del interrogatorio con David lo habría hecho, sin

embargo, era el precio que había tenido que pagar mi hogar.—Todo está bien ahora —le aseguré a Lory—. ¿Te duele mucho?Miré su tobillo vendado.—No, solo es un esguince. ¿Y qué hay de ti? ¿Estás bien, Zoey?—Estoy mejor que nunca —respondí con honestidad.—¿Acaso esos tipos increíblemente sexis te lavaron el cerebro? Si es así, ¿ dónde puedo

conseguir uno? —bromeó Lory y me reí.

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—No, no es eso. De alguna manera, ahora soy parte de ellos. Además, tengo un buen controlsobre los hombres.

Le hice una miradita a mi mejor amiga y ella abrió mucho los ojos.—¡Tienes que contarme hasta el más pequeño detalle, ahora!Tan solo ahora que hablaba con Lory me daba cuenta de cuánto había cambiado. Ahora, yo ya

no era una guerrera solitaria. Ya no era intocable y ya no alejaba a todos de mí. Al contrario,había momentos en los que Damon no podía estar lo suficientemente cerca de mí.

Naturalmente no quería ocultarle ningún detalle a Lory, pero estaba realmente exhausta. Por lotanto, resumí lo que había vivido en una oración:

—Estoy enamorada, Lory.—Sí, claro. Tú, Zoey Amber, ¿enamorada?Lory no paró de reírse hasta que vio las miradas entre Damon y yo.—No jodas, Zoey. ¿En serio?—Sí, lo sé. Extraño. Pero nunca había estado tan feliz.Lory se frotó las sienes. —¿Te dejas secuestrar y no se te ocurre nada mejor que seducir al

jefe?—¿Cómo sabes que Damon es el jefe?—¡Tan solo míralo! Ese carisma y hombros anchos —dijo Lory y yo me reí. Tenía razón. A

primera vista, era evidente que Damon era un líder. Su determinación era inconfundible. Además,no se había ganado la lealtad de su gente por nada y todos los seguirían al inferno si fueranecesario, incluso yo.

Poco a poco el ajetreo disminuyó y observé a Damon, quien estaba conversando con los líderesde los otros clanes. Incluso cuando no podía escuchar, por su rostro sabía que Damon estabasatisfecho.

—Se ven realmente peligrosos —suspiró Lory y yo asentí.—También lo son, supongo. Pero Damon cuida de mí.—Damon también se ve peligroso. Jodidamente sexi, pero peligroso —contestó Lory.—No para mí —sonreí. Sin importar qué pasara, Damon siempre me protegería. Además, él

había derrotado a mis propios demonios. Cuando apunté a Joel con el arma verdadera y cargada,me había dado cuenta de que no había otra opción.

Y si algo bueno había salido de Joel, era que Damon y yo nos hubiéramos encontrado.Habíamos disipado las sombras del otro y nos hacíamos brillar mutuamente.

—Hola, Tierra a Zoey —me llamó Lory.—Perdóname, estaba pensando.—Ay, sí —sonrió Lory—. Te pregunté si no querías presentarme a otro de esos tipos peligrosos

y sexis.—Claro. Pero no ahora. Todos estamos exhaustos —suspiré. Cielos, nunca había estado tan

cansada en toda mi vida. Y eso que con mucha maldita frecuencia había trasnochado estudiandopara mis exámenes.

—Comprensible, yo dormiré al menos una semana. ¡Como mínimo!—¿Quieres venir a nuestra villa conmigo? —pregunté a Lory con cariño. Podía entender si Lory

no quería estar sola ahora, después de todo lo que había pasado.—¿Una villa? —los ojos de Lory se abrieron de par en par.—Ah, sí. Algo así. Podría tener un poco más de color y orden, pero la encuentro bastante

bonita.—Se escucha genial, pero mis padres están de camino aquí. Sabes cómo son, no me quitarán los

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ojos de encima por diez años —se rió Lory.—Sí, ya me lo imagino —sonreí de vuelta. A veces envidiaba a Lory por su maravillosa y

cariñosa familia, pero, por supuesto, dejé a mi amiga ser feliz. Además, ahora yo tenía mi propiafamilia. Quizás mi familia no podía cocinar increíble Soul Food, pero me protegerían porsiempre, así como yo a ella. Este intoxicante sentimiento de unión y confianza era nuevo para mí,pero me encantaba.

El médico volvió y nos llamó la atención. Quería seguir tratando a Lory.—Saluda a tus padres de mi parte, ¿vale? —me despedí.—Y tú a tus infernalmente atractivos nuevos amigos —me dijo Lory guiñándome un ojo.Increíble. Su ex acababa de secuestrarla y ponerla en peligro mortal y ya estaba buscando más

hombres. Lory realmente era incontrolable.Abracé a mi mejor amiga y volví con Damon, quien seguía conversando con Yuki Asai. Como

siempre, se veía impenetrable y helada, pero en sus labios había una ligera sonrisa desatisfacción. Realmente no quería interrumpirlo, pero apenas y podía mantenerme en pie. Mequemaban los músculos, mis ojos continuaban cerrándose y cada respiración se sacudíadolorosamente en mis oídos.

Los últimos días habían sido realmente agotadores y necesitaba a Damon, un largo abrazo y unacama acogedora. Ahora.

Cuando Damon me vio, me saludó con un asentimiento de cabeza.—¿Está bien tu amiga? —me preguntó.—Sí, solo necesita descansar.—Como todos —suspiró Damon. Se agarró el hombro herido.Yuki me observó brevemente. Como siempre, encontré extrañas sus miradas, pues su expresión

de hielo era atravesada por algo de calor. ¿Quizás era nuestra conexión por ser mujeres en unmundo de hombres? Probablemente nunca podría ver a través de esta mujer, pero no tenía quehacerlo. Era suficiente si Damon podía.

—Hola —saludé a Yuki con cansancio.—Estoy impresionada por tu fuerza interior —respondió Yuki. Después de cruzar una breve

mirada con Damon, ella comenzó a reír—. Si alguna vez tienes suficiente de toda estatestosterona, siempre serás bienvenida en los Golden Dragons.

—Muchas gracias por la oferta —dije cortésmente. Dada la autoridad de Yuki, no me atreví arechazar el ofrecimiento. Sin embargo, nunca elegiría a alguien más que a los Alfas, quienes mehabían acogido cuando el mundo ya había tenido suficiente de mí. Especialmente Damon, quiencreyó en mí cuando nadie más lo hacía.

—Estoy exhausta —le dije en voz queda a Damon, esperando que entendiera la indirecta.—Lo sé. Ya nos vamos —respondió con una sonrisa dulce.Damon llamó a David y al resto de los Alfas, quienes estaban conversando con los policías y

otros miembros de los clanes. —Envía un gran saludo de mi parte a tu padre, Yuki —dijo Damon.—Definitivamente —respondió ella—. Seguro que le encantarán los giros inesperados.—Eso espero —suspiró Damon. Entonces nuestros caminos se separaron y Damon me llevó con

los demás.Susurró muy cerca de mi oído: —¿Sabías que corre el rumor de que su padre ha estado muerto

por años y que Yuki tan solo mantiene las apariencias?—¿En serio? —pregunté frunciendo el ceño.—Yo confiaría en Yuki. Es inteligente. Y como jefe, ser su propio segundo al mando elimina

una parte del peligro.

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—Escalofriante —respondí.Damon notó mi mirada crítica cuando pasamos junto a los policías, quienes estaban

recolectando pruebas.—Tranquila. Ni su nombre ni sus huellas aparecerán en ningún lado.—¿Hasta dónde llegan tus contactos? —pregunté sorprendida.—Me temo que no lo suficientemente lejos como para encontrar al Godfather —respondió

Damon suspirando.Mientras yo todavía me entregaba a la euforia de nuestra victoria, sus pensamientos ya estaban

en el futuro. ¿Por qué Damon no se tomaba al menos dos minutos de tregua?Me detuve, lo tomé del cuello y lo besé. —Acabamos de evitar el fin del mundo, deberíamos

celebrarlo.—Tienes razón. ¿Qué clase de celebración crees que es apropiada? —preguntó Damon

sonriendo.—Tú y yo, juntos con una pizza familiar sabor margarita y una cita en nuestra cama.—Lo que tú quieras, mi salvadora del mundo —respondió Damon.Otra vez había encontrado un nuevo sobrenombre para mí, y me encantaban todos.Niña. Guerrera. Salvadora del mundo.—Te amo.—Yo también te amo.¿Acaso ese era el final, porque finalmente todo estaba bien? ¿O todo estaría bien hasta el final?Nuestros demonios estaban muertos. Ahora, donde antes había sombras estaba repleto de luces,

chispas y cometas. Era gracias a Damon que había encontrado el coraje que necesitaba para lucharpor lo que amaba. Cielos, era gracias a Damon que había encontrado algo por lo que valía la penaluchar. Damon había convertido mi caos interno en orden y yo, a cambio, había descongelado sucorazón helado y ahuyentado las dudas que lo habían estado devorando por dentro.

Sí, maldita sea. Todo estaba bien.Tomados de la mano, Damon y yo abandonamos Central Park seguidos por los otros Alfas.Mientras seguía disfrutando de mi ilusión del final perfecto, sonó un teléfono móvil. Damon se

detuvo. El relámpago que atravesó su cuerpo llegó hasta mí. La llamada venía del móvil de Joel.Pude ver a Damon luchando internamente consigo mismo. Tan solo había dos opciones.¿Ignorarla o contestar?¿Qué habría hecho yo?

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Damon

Quité un mechón de cabello del rostro de Zoey para ver mejor su expresión inocente. Cuandodormía se veía tan tranquila, casi como un ángel y ello me traía ligereza de espíritu.

El evento de Central Park fue hace una semana y aún no sabía cómo lidiar con eso. Lo que sísabía es que no quería preocupar a Zoey, así que no le di ningún detalle respecto al Godfather.Necesitaba concentrarse en su vida y en sus estudios, yo me ocuparía de todo lo demás, de algunamanera.

¡Maldito bastardo!Tan solo mis confidentes más cercanos y yo sabíamos que estábamos justo en el ojo de una

tormenta incontrolable, causada por el mismísimo cabrón de mi hermano. De pronto tenía sentidopor qué el Godfather quería romper la alianza, aunque yo no tenía idea de a dónde quería llegar.Las metas de mi maldito hermano bastardo eran completamente ajenas para mí y desde hacía díasme había estado rompiendo la cabeza pensando en cuáles eran sus intenciones.

Tan solo una cosa era segura, él quería que atrapáramos a Joel. ¿Pero por qué? Patrick debíahaber estado trabajando en su plan por años, el Godfather ya era mencionado cuando él todavíaera una parte de los Alfas.

—Puedo escuchar tus pensamientos —murmuró Zoey adormilada y yo sonreí.—Buenos días.—Es muy temprano para un ‘buenos’ días. Todavía es casi de noche —protestó Zoey. Se puso

las mantas sobre la cabeza.—No del todo —corregí a Zoey. Mientras yo estaba completamente despierto al primer rayo de

sol, Zoey era una completa dormilona y ninguno de mis hombres se atrevía a siquiera mirarla antesdel segundo café de la mañana. Además, ya todos se habían acostumbrado a que Zoey vivieraaquí. Desde su increíble plan en Central Park se había ganado el respeto de cada Alfa.

Me metí debajo de las sábanas con Zoey y la besé. Sus suaves labios sabían a vainilla, igual demaravillosos que el olor de su cabello.

—¿Qué piensas de bajar a desayunar? —pregunté.—No. Quedémonos en la cama —sonrió Zoey.—Yo soy el gruñón entre nosotros. Tú eres la optimista, ¿recuerdas?—Mi optimismo tiene límites —sonrió Zoey. —Soy tu problema, con todos mis detalles. La

realidad de la mañana es parte de ello.Incluso debajo de las mantas, sus ojos brillaban como esmeraldas. Claros y radiantes.—No, niña. No eres mi problema. Nunca fuiste mi problema, siempre mi solución.Zoey me regaló una cálida y sincera sonrisa.Sin Zoey el mundo probablemente se vería muy diferente a ahora. Oscuro, lleno de sombras y

demonios. Pero Zoey había traído luz a la oscuridad y puesto mis sombras bajo la iluminacióncorrecta, mientras ella había estado arrastrando su propio pasado. En donde todos los demás tansolo veían un peligro impredecible, ella había visto lo bueno en mí.

Nos quité las mantas de encima y Zoey parpadeó ante la repentina iluminación.

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—¡Oye! —protestó ella. Tiré de las sábanas. —¿Qué haces?—¿Qué parece que hago? Me levanto. Y tú también necesitas arreglarte para el trabajo —dije.

Aunque Zoey era la cuidadosa y sensata mientras yo era el impulsivo y pesimista que peleaba,nuestros papeles se invertían por las mañanas. Se sentía extraño.

Antes de darme cuenta, Zoey se abalanzó sobre mí y presionó mis brazos contra la enorme pilade almohadas que ella había comprado.

—Quédate —dijo ella dulcemente.¿Quién podría resistirse a ella en esos momentos? Al menos, yo no.—Está bien. Tan solo un par de minutos —suspiré.Incluso si sus pequeñas y tiernas manos no tenían ninguna oportunidad contra mis brazos llenos

de músculos, le regalé la ilusión de que me había capturado.—¿O todo el día? —preguntó Zoey.La miré levantando una ceja.—¿Por qué estás evitando el trabajo?Ayer Zoey había reanudado sus estudios y su antiguo trabajo como asistente del Animal Care

Center. Ella amaba su trabajo, yo lo sabía, pero había algo que la estaba molestando.Se mordió el labio pensativamente hasta que mi mirada se volvió más seria, entonces habló.—Ya no puedo ver al Dr. Harper a los ojos.—Maldición, Zoey. Te metes con líderes ilegales. Salvas personas bajo las peores

circunstancias y dejas que te disparen sin pestañear. Pero una ventana rota, por la cual tu mismapagaste, ¿te da dolor de cabeza?

—Sí —suspiró Zoey.—Eres demasiado buena para este mundo.La besé.—Además, tengo que sacar todas esas toneladas de golosinas de perro de mi Maserati. Todo el

interior apesta a esas cosas —refunfuñé.—Tienes razón —respondió Zoey. Se le iluminó aún más el rostro cuando mencioné las

golosinas de perro.—Dale a Meera algunas galletas de perro de mi parte, ¿vale?—¡Sí! —exclamó Zoey. —Me gustaría darle todas de una vez. Por la promesa, sabes.Ella era increíblemente tierna cuando estaba avergonzada. Y romper promesas hacía que Zoey

se sintiera muy incómoda. Tierna niña.—Creo que ella entiende las circunstancias. Y si no, ahora tienes suficiente material para

convencerla —tranquilicé a Zoey.Ayer, cuando recogí a Zoey del consultorio por la tarde, ella lloró. Pero no porque estuviera

triste, sino feliz. En la noche que me había cosido, Zoey había creído que el perro estaba muerto,sin embargo, uno de sus colegas lo había adoptado y se lo había llevado a casa.

Entonces me había llevado a la tienda de mascotas más cercana para comprar trescientosdólares en golosinas para perro, juguetes y otras cosas que ahora apestaban en mi auto.

¿Qué no hacía uno por amor?Zoey había demostrado que ella iría al fin del mundo por mí. Maldición, habíamos atravesado

el infierno y regresado. No había prueba de amor más grande.Yo hice lo mismo por Zoey. Aun cuando prefería mantenerla cautiva en mi villa para así

protegerla de todos los peligros que existían, le di su libertad. Ella necesitaba el mundo exterior yyo necesitaba a Zoey.

Perdida en sus pensamientos, Zoey acarició mi pecho y bajó hasta mi abdomen. Zoey inclinó la

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cabeza al ver mi herida de bala.—¿Todavía te duele mucho? —preguntó.—No —mentí. Por supuesto que el hombro todavía me dolía como el mismísimo infierno, pero

también tenía mi orgullo.—La cicatriz te hará ver como un verdadero guerrero —sonrió Zoey.—Entonces quedaré bien con mi guerrera. Tú eres mi niña con corazón de guerrera.En presencia de Zoey, de pronto se me hacía muy sencillo sentir, aceptar y mostrar mis

emociones. Zoey me había vuelto mejor persona. Con ella, confiar se volvía la cosa más fácil delmundo.

Solía pensar que mis sentimientos eran mi debilidad y que me hacían vulnerable, pero Zoey medemostró lo contrario. A través de mis sentimientos por ella había desarrollado una fuerzainimaginable y hecho cosas que nunca antes creí posibles.

Y mientras miraba los ojos color esmeralda de Zoey, me juré dos cosas.Primero, que nunca jamás la volvería a dejar ir.Y segundo, que la protegería de todos los peligros.Para siempre.

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Epílogo

¿Sabías que no puedes sonreír mientras respiras?

Sí, te engañé, pero si te hice sonreír, entonces valió la pena la mentira. ♥ ¿Y sabes cómotambién puedes hacerme sonreír? Escribiéndome un bonito mensaje en Instagram o Facebooksobre qué te pareció el libro.

No hay anticonceptivos en este libro, ¿por qué? Porque no ocurre en el mundo real, sino en elLanaverso, donde todos los millonarios tienen abdómenes marcados y son buenos en la cama,además de que no hay enfermedades de transmisión sexual ni embarazos no deseados. Es unmundo de sueños en el que te puedes dejar llevar y olvidar la realidad.

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Agradecimientos

Gracias a todos mis lectores de prueba que me ayudaron a mejorar mi libro. ¡Son geniales!

Así mismo, quiero agradecer a Maria, Elke, Marina y Steffi por tomarse el tiempo cuando lespedía consejos y por apoyarme desde el principio.

Además, mi esposo y yo queremos dar las gracias a mis fabulosos colegas C.R. Scott, Kim S.Caplan, Angelina Conti, Nancy Salchow, Heike Fröhling, Daniela Arnold, Sarah J. Brooks y LauraWinter por su apoyo y agradables conversaciones.

Un enorme agradecimiento para ti, por haber leído mi libro.

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Traductora: Analaura Sanchez MendezEditor: Diana Casòliba

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