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CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN PROEMIO 1. El Santo Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, hace cuya la frase de San Juan, cuando dice: "Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" ( 1 Jn., 1,2-3). Por tanto siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame. CAPÍTULO I LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA Naturaleza y objeto de la revelación 2. Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio

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CONSTITUCIN DOGMTICADEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIN

PROEMIO

1. El Santo Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamndola confiadamente, hace cuya la frase de San Juan, cuando dice: "Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifest: lo que hemos visto y odo os lo anunciamos a vosotros, a fin de que vivis tambin en comunin con nosotros, y esta comunin nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn., 1,2-3). Por tanto siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelacin y sobre su transmisin para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvacin; creyendo, espere, y esperando, ame.

CAPTULO ILA REVELACIN EN S MISMANaturaleza y objeto de la revelacin2. Dispuso Dios en su sabidura revelarse a S mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelacin, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicacin consigo y recibirlos en su compaa. Este plan de la revelacin se realiza con hechos y palabras intrnsecamente conexos entre s, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvacin manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad ntima acerca de Dios y acerca de la salvacin humana se nos manifiesta por la revelacin en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelacin Preparacin de la revelacin evanglica3. Dios, crendolo todo y conservndolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de s en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvacin sobrenatural, se manifest, adems, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Despus de su cada alent en ellos la esperanza de la salvacin, con la promesa de la redencin, y tuvo incesante cuidado del gnero humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvacin con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llam a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruy por los Patriarcas, por Moiss y por los Profetas para que lo reconocieran Dios nico, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a travs de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.En Cristo culmina la revelacin4. Despus que Dios habl muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo". Pues envi a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvacin que el Padre le confi. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestacin personal, con palabras y obras, seales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurreccin gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envo del Espritu de verdad, completa la revelacin y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.La economa cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesar, y no hay que esperar ya ninguna revelacin pblica antes de la gloriosa manifestacin de nuestro Seor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tit., 2,13).La revelacin hay que recibirla con fe5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el hombre se confa libre y totalmente a Dios prestando "a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelacin hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, a los auxilios internos del Espritu Santo, el cual mueve el corazn y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia de la revelacin sea ms profunda, el mismo Espritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.Las verdades reveladas6. Mediante la revelacin divina quiso Dios manifestarse a S mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvacin de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensin de la inteligencia humana".Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la razn humana, partiendo de las criaturas"; pero ensea que hay que atribuir a Su revelacin "el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la razn humana lo pueden conocer todos fcilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condicin presente del gnero humano.

CAPITULO IITRANSMISIN DE LA REVELACIN DIVINALos Apstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio7. Dispuso Dios benignamente que todo lo que haba revelado para la salvacin de los hombres permaneciera ntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Seor, en quien se consuma la revelacin total del Dios sumo, mand a los Apstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicndoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo complet El y lo promulg con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenacin de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apstoles, que en la predicacin oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que haban recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o haban aprendido por la inspiracin del Espritu Santo, como por aquellos Apstoles y varones apostlicos que, bajo la inspiracin del mismo Espritu, escribieron el mensaje de la salvacin.Mas para que el Evangelio se conservara constantemente ntegro y vivo en la Iglesia, los Apstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregndoles su propio cargo del magisterio". Por consiguiente, esta sagrada tradicin y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2).La Sagrada Tradicin8. As, pues, la predicacin apostlica, que est expuesta de un modo especial en los libros inspirados, deba conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesin continua. De ah que los Apstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que ensearon los Apstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpeta y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.Esta Tradicin, que deriva de los Apstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensin de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplacin y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazn y, ya por la percepcin ntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesin del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.Las enseanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradicin, cuyos tesoros se comunican a la prctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradicin conoce la Iglesia el Canon ntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella ms a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habl en otro tiempo, habla sin intermisin con la Esposa de su amado Hijo; y el Espritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16). Mutua relacin entre la Sagrada Tradicin y la Sagrada Escritura9. As, pues, la Sagrada Tradicin y la Sagrada Escritura estn ntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiracin del Espritu Santo, y la Sagrada Tradicin transmite ntegramente a los sucesores de los Apstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Seor y por el Espritu Santo para que, con la luz del Espritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicacin; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espritu de piedad. Relacin de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio10. La Sagrada Tradicin, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depsito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depsito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apstoles y en la comunin, persevera constantemente en la fraccin del pan y en la oracin (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservacin, en el ejercicio y en la profesin de la fe recibida.Pero el oficio de interpretar autnticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado nicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no est sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este nico depsito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradicin, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, segn el designio sapientsimo de Dios, estn entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la accin del Espritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvacin de las almas.

CAPTULO III

INSPIRACIN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURAY SU INTERPRETACINSe establece el hecho de la inspiracin y de la verdad de la Sagrada Escritura11. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiracin del Espritu Santo. la santa Madre Iglesia, segn la fe apostlica, tiene por santos y cannicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiracin del Espritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redaccin de los libros sagrados, Dios eligi a hombres, que utiliz usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y slo lo que El quera.Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagigrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura ensean firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvacin. As, pues, "toda la Escritura es divinamente inspirada y til para ensear, para argir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).Cmo hay que interpretar la Sagrada Escritura12. Habiendo, pues, hablando dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intrprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atencin lo que pretendieron expresar realmente los hagigrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.Para descubrir la intencin de los hagigrafos, entre otras cosas hay que atender a "los gneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso gnero: histrico, proftico, potico o en otros gneros literarios. Conviene, adems, que el intrprete investigue el sentido que intent expresar y expres el hagigrafo en cada circunstancia segn la condicin de su tiempo y de su cultura, segn los gneros literarios usados en su poca. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagigrafo, como a las que en aquella poca solan usarse en el trato mutuo de los hombres.Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espritu con que se escribi para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradicin viva de toda la Iglesia y la analoga de la fe. Es deber de los exegetas trabajar segn estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretacin de la Sagrada Escritura, est sometido en ltima instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios.Condescendencia de Dios13. En la Sagrada Escritura, pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de Dios, la admirable "condescendencia" de la sabidura eterna, "para que conozcamos la inefable benignidad de Dios, y de cunta adaptacin de palabra ha uso teniendo providencia y cuidado de nuestra naturaleza". Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres.

CAPTULO IV

EL ANTIGUO TESTAMENTOLa historia de la salvacin consignadaen los libros del Antiguo Testamento14. Dios amantsimo, buscando y preparando solcitamente la salvacin de todo el gnero humano, con singular favor se eligi un pueblo, a quien confi sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moiss, de tal forma se revel con palabras y con obras a su pueblo elegido como el nico Dios verdadero y vivo, que Israel experiment cules eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendi ms hondamente y con ms claridad de da en da, y los difundi ampliamente entre las gentes.La economa, pues, de la salvacin preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto est escrito, para nuestra enseanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolacin de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4).Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos15. La economa del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar profticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesinico. mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, segn la condicin del gnero humano en los tiempos que precedieron a la salvacin establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan tambin algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagoga divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabidura salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oracin, y en los que, por fin, est latente el misterio de nuestra salvacin.Unidad de ambos Testamentos16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento est latente en el Antiguo y el Antiguo est patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fund el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos ntegramente en la proclamacin evanglica, adquieren y manifiestan su plena significacin en el Nuevo Testamento, ilustrndolo y explicndolo al mismo tiempo.CAPTULO V

EL NUEVO TESTAMENTO

Excelencia del Nuevo Testamento17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvacin de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instaur el Reino de Dios en la tierra, manifest a su Padre y a S mismo con obras y palabras y complet su obra con la muerte, resurreccin y gloriosa ascensin, y con la misin del Espritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a S mismo, El, el nico que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apstoles y Profetas en el Espritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jess, Cristo y Seor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.Origen apostlico de los Evangelios18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razn, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostlico. Pues lo que los Apstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiracin del Espritu Santo, ellos y los varones apostlicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, segn Mateo, Marcos, Lucas y Juan.Carcter histrico de los Evangelios19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha credo y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jess Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y ense realmente para la salvacin de ellos, hasta el da que fue levantado al cielo. Los Apstoles, ciertamente, despus de la ascensin del Seor, predicaron a sus oyentes lo que El haba dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitan de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicndolas atendiendo a la condicin de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamacin de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jess. Escribieron, pues, sacndolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos ensean (cf. Lc., 1,2-4).Los restantes escritos del Nuevo Testamento20. El Canon del Nuevo Testamento, adems de los cuatro Evangelios, contiene tambin las cartas de San Pablo y otros libros apostlicos escritos bajo la inspiracin del Espritu Santo, con los cuales, segn la sabia disposicin de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Seor, se declara ms y ms su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusin, y se anuncia su gloriosa consumacin.El Seor Jess, pues, estuvo con los Apstoles como haba prometido y les envi el Espritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (cf. Jn., 16,13).CAPTULO VI

LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

La Iglesia venera las Sagradas Escrituras21. la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Seor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la Sagrada Tradicin, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apstoles.Es necesario, por consiguiente, que toda la predicacin eclesistica, como la misma religin cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella. Porque en los sagrados libros el Padre que est en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propsito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de Dios es viva y eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados".Se recomiendan las traducciones bien cuidadas22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso ala Sagrada Escritura. Por ello la Iglesia ya desde sus principios, tom como suya la antiqusima versin griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, y conserva siempre con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre todo la que llaman Vulgata. Pero como la palabra de Dios debe estar siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y con el beneplcito de la Autoridad de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la colaboracin de los hermanos separados, podrn usarse por todos los cristianos.Deber de los catlicos doctos23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseada por el Espritu Santo, se esfuerza en acercarse, de da en da, a la ms profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseanzas; por lo cual fomenta tambin convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas Liturgias.Los exegetas catlicos, y dems telogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma que el mayor nmero posible de ministros de la palabra puedan repartir fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el amor de Dios.El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a los estudios bblicos, para que la obra felizmente comenzada, renovando constantemente las fuerzas, la sigan realizando con todo celo, segn el sentir de la Iglesia.Importancia de la Sagrada Escritura para la Teologa24. La Sagrada Teologa se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradicin, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teologa. Tambin el ministerio de la palabra, esto es, la predicacin pastoral, la catequesis y toda instruccin cristiana, en que es preciso que ocupe un lugar importante la homila litrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura.Se recomienda la lectura asidua de la Sagrada Escritura25. Es necesario, pues, que todos los clrigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los dems que como los diconos y catequistas se dedican legtimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vaco y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo", con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo". Llguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobacin o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que debe acompaar la oracin a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable dilogo entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos cuando oramos, y a El omos cuando leemos las palabras divinas.Incumbe a los prelados, "en quienes est la doctrina apostlica, instruir oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por medio de traducciones de los sagrados textos, que estn provistas de las explicaciones necesarias y suficientes para que los hijos de la Iglesia se familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se penetren de su espritu.Hganse, adems, ediciones de la Sagrada Escritura, provistas de notas convenientes, para uso tambin de los no cristianos, y acomodadas a sus condiciones, y procuren los pastores de las almas y los cristianos de cualquier estado divulgarlas como puedan con toda habilidad.Eplogo26. As, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelacin, confiado a la Iglesia, llene ms y ms los corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su incremento de la renovacin constante del misterio Eucarstico, as es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneracin de la palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is., 40,8; cf. 1 Pe., 1,23-25).Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitucin Dogmtica han obtenido el beneplcito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostlica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espritu Santo, y mandamos que lo as decidido conciliar mente sea promulgado para gloria de Dios.Roma, en San Pedro, 18 de noviembre de 1965.

Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia catlica.

DECLARACINGRAVISSIMUM EDUCATIONISSOBRE LA EUCACIN CRISTIANAPROEMIOEl Santo Concilio Ecumnico considera atentamente la importancia decisiva de la educacin en la vida del hombre y su influjo cada vez mayor en el progreso social contemporneo. En realidad la verdadera educacin de la juventud, e incluso tambin una constante formacin de los adultos, se hace ms fcil y ms urgente en las circunstancias actuales. Porque los hombres, mucho mas conscientes de su propia dignidad y deber, desean participar cada vez ms activamente en la vida social y, sobre todo, en la econmica y en la poltica; los maravillosos progresos de la tcnica y de la investigacin cientfica, y los nuevos medios de comunicacin social, ofrecen a los hombres, que, con frecuencia gozan de un mayor espacio de tiempo libre de otras ocupaciones, la oportunidad de acercarse con facilidad al patrimonio cultural del pensamiento y del espritu, y de ayudarse mutuamente con una comunicacin ms estrecha que existe entre las distintas asociaciones y entre los pueblos.En consecuencia, por todas partes se realizan esfuerzos para promover ms y ms la obra de la educacin; se declaran y se afirman en documentos pblicos los derechos primarios de los hombres, y sobre todo de los nios y de los padres con respecto a la educacin. Como crece rpidamente el nmero de los alumnos, se multiplican por doquier y se perfeccionan las escuelas y otros centros de educacin. Los mtodos de educacin y de instruccin se van perfeccionando con nuevas experiencias. Se hacen, por cierto, grandes esfuerzos para llevarla a todos los hombres, aunque muchos nios y jvenes estn privados todava de la instruccin incluso fundamental, y de tantos otros carecen de una educacin conveniente, en la que se cultiva a un tiempo la verdad y la caridad.Ahora bien, debiendo la Santa Madre Iglesia atender toda la vida del hombre, incluso la material en cuanto est unida con la vocacin celeste para cumplir el mandamiento recibido de su divino Fundador, a saber, el anunciar a todos los hombres el misterio de la salvacin e instaurar todas las cosas en Cristo, le toca tambin una parte en el progreso y en la extensin de la educacin. Por eso El Sagrado Concilio expone algunos principios fundamentales sobre la educacin cristiana, mxime en las escuelas, principios que, una vez terminado el Concilio, deber desarrollar ms ampliamente una Comisin especial, y habrn de ser aplicados por las Conferencias Episcopales y las diversas condiciones de los pueblos. Derecho universal a la educacin y su nocin1. Todos los hombres, de cualquier raza, condicin y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educacin, que responda al propio fin, al propio carcter; al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, est abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educacin se propone la formacin de la persona humana en orden a su fin ltimo y al bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deber tomar parte una vez llegado a la madurez.Hay que ayudar, pues, a los nios y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicologa, de la pedagoga y de la didctica, para desarrollar armnicamente sus condiciones fsicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido ms perfecto de la responsabilidad en la cultura ordenada y activa de la propia vida y en la bsqueda de la verdadera libertad, superando los obstculos con valor y constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educacin sexual. Hay que prepararlos, adems, para la participacin en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estn dispuestos para el dilogo con los otros y presten su fructuosa colaboracin gustosamente a la consecucin del bien comn.Declara igualmente el Sagrado Concilio que los nios y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesin personal y tambin a que se les estimule a conocer y amar ms a Dios. Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos o estn al frente de la educacin, que procuren que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho. Y exhorta a los hijos de la Iglesia a que presten con generosidad su ayuda en todo el campo de la educacin, sobre todo con el fin de que puedan llegar cuanto antes a todos los rincones de la tierra los oportunos beneficios de la educacin y de la instruccin.La educacin cristiana2. Todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espritu Santo han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educacin cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana arriba descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan ms conscientes cada da del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvacin; aprendan a adorar a Dios Padre en el espritu y en verdad, ante todo en la accin litrgica, adaptndose a vivir segn el hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y as lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Mstico. Ellos, adems, conscientes de su vocacin, acostmbrense a dar testimonio de la esperanza y a promover la elevacin cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales contenidos en la consideracin integral del hombre redimido por Cristo contribuyan al bien de toda la sociedad. Por lo cual, este Santo Concilio recuerda a los pastores de almas su gravsima obligacin de proveer que todos los fieles disfruten de la educacin cristiana y, sobre todo, los jvenes, que son la esperanza de la Iglesia. Los educadores3. Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, estn gravemente obligados a la educacin de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores. Este deber de la educacin familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difcilmente puede suplirse. Es, pues, obligacin de los padres formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educacin ntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, de las que todas las sociedades necesitan. Sobre todo, en la familia cristiana, enriquecida con la gracia del sacramento y los deberes del matrimonio, es necesario que los hijos aprendan desde sus primeros aos a conocer la fe recibida en el bautismo. En ella sienten la primera experiencia de una sana sociedad humana y de la Iglesia. Por medio de la familia, por fin, se introducen fcilmente en la sociedad civil y en el Pueblo de Dios. Consideren, pues, atentamente los padres la importancia que tiene la familia verdaderamente cristiana para la vida y el progreso del Pueblo de Dios.El deber de la educacin, que compete en primer lugar a la familia, requiere la colaboracin de toda la sociedad. Adems, pues, de los derechos de los padres y de aquellos a quienes ellos les confan parte en la educacin, ciertas obligaciones y derechos corresponden tambin a la sociedad civil, en cuanto a ella pertenece disponer todo lo que se requiere para el bien comn temporal. Obligacin suya es proveer de varias formas a la educacin de la juventud: tutelar los derechos y obligaciones de los padre y de todos los dems que intervienen en la educacin y colaborar con ellos; conforme al principio del deber subsidiario cuando falta la iniciativa de los padres y de otras sociedades, atendiendo los deseos de stos y, adems, creando escuelas e institutos propios, segn lo exija el bien comn.Por fin, y por una razn particular, el deber de la educacin corresponde a la Iglesia no slo porque debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar, sino, sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvacin, de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atencin constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida. La Iglesia, como Madre, est obligada a dar a sus hijos una educacin que llene su vida del espritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la perfeccin cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar ms humanamente la edificacin del mundo.Varios medios para la educacin cristiana4. En el cumplimiento de la funcin de educar, la Iglesia se preocupa de todos los medios aptos, sobre todo de los que le son propios, el primero de los cuales es la instruccin catequtica, que ilumina y robustece la fe, anima la vida con el espritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participacin del misterio litrgico y alienta a una accin apostlica. La Iglesia aprecia mucho y busca penetrar de su espritu y dignificar tambin los dems medios, que pertenecen al comn patrimonio de la humanidad y contribuyen grandemente al cultivar las almas y formar los hombres, como son los medios de comunicacin social, los mltiples grupos culturales y deportivos, las asociaciones de jvenes y, sobre todo, las escuelas.Importancia de la escuela5. Entre todos los medios de educacin, el de mayor importancia es la escuela, que, en virtud de su misin, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa ndole y condicin, contribuyendo a la mutua comprensin; adems, constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cvica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana.Hermosa es, por tanto, y de suma importancia la vocacin de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempean la funcin de educar en las escuelas. Esta vocacin requiere dotes especiales de alma y de corazn, una preparacin diligentsima y una facilidad constante para renovarse y adaptarse.Obligaciones y derechos de los padres6. Es preciso que los padres, cuya primera e intransferible obligacin y derecho es el de educar a los hijos, tengan absoluta libertad en la eleccin de las escuelas. El poder pblico, a quien pertenece proteger y defender la libertad de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe procurar distribuir las ayudas pblicas de forme que los padres puedan escoger con libertad absoluta, segn su propia conciencia, las escuelas para sus hijos.Por los dems, el Estado debe procurar que a todos los ciudadanos sea accesible la conveniente participacin en la cultura y que se preparen debidamente para el cumplimiento de sus obligaciones y derechos civiles. Por consiguiente, el mismo Estado debe proteger el derecho de los nios a una educacin escolar conveniente, vigilar la capacidad de los maestros y la eficacia de los estudios, mirar por la salud de los alumnos y promover, en general, toda la obra escolar, teniendo en cuenta el principio de que su funcin es subsidiario y excluyendo, por tanto, cualquier monopolio de las escuelas, que se opone a os derechos nativos de la persona humana, al progreso y a la divulgacin de la misma cultura, a la convivencia pacfica de los ciudadanos y al pluralismo que hoy predomina en muchas sociedades.El Sagrado Concilio exhorta a los cristianos que ayuden de buen grado a encontrar los mtodos aptos de educacin y de ordenacin de los estudios y a formar a los maestros que puedan educar convenientemente a los jvenes y que atiendan con sus ayudas, sobre todo por medio de asociaciones de los padres de familia, toda la labor de la escuela mxime la educacin moral que en ella debe darse.La educacin moral y religiosa en todas las escuelas7. Consciente, adems, la Iglesia del gravsimo deber de procurar cuidadosamente la educacin moral y religiosa de todos sus hijos, es necesario que atienda con afecto particular y con su ayuda a los muchsimos que se educan en escuelas no catlicas, ya por medio del testimonio de la vida de los maestros y formadores, ya por la accin apostlica de los condiscpulos, ya, sobre todo, por el ministerio de los sacerdotes y de los seglares, que les ensean la doctrina de la salvacin, de una forma acomodada a la edad y a las circunstancias y les prestan ayuda espiritual con medios oportunos y segn la condicin de las cosas y de los tiempos.Recuerda a los padres la grave obligacin que les atae de disponer, a aun de exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales ayudas y progresen en la formacin cristiana a la par que en la profana. Adems, la Iglesia aplaude cordialmente a las autoridades y sociedades civiles que, teniendo en cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y favoreciendo la debida libertad religiosa, ayudan a las familias para que pueda darse a sus hijos en todas las escuelas una educacin conforme a los principios morales y religiosos de las familias.Las escuelas catlicas8. La presencia de la Iglesia en la tarea de la enseanza se manifiesta, sobre todo, por la escuela catlica. Ella busca, no es menor grado que las dems escuelas, los fines culturales y la formacin humana de la juventud. Su nota distintiva es crear un ambiente comunitario escolstico, animado por el espritu evanglico de libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo segn la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo, y ordenar ltimamente toda la cultura humana segn el mensaje de salvacin, de suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre. As, pues, la escuela catlica, a la par que se abre como conviene a las condiciones del progreso actual, educa a sus alumnos para conseguir eficazmente el bien de la ciudad terrestre y los prepara para servir a la difusin del Reino de Dios, a fin de que con el ejercicio de una vida ejemplar y apostlica sean como el fermento salvador de la comunidad humana.Siendo, pues, la escuela catlica tan til para cumplir la misin del pueblo de Dios y para promover el dilogo entre la Iglesia y la sociedad humana en beneficio de ambas, conserva su importancia trascendental tambin en los momentos actuales. Por lo cual, este Sagrado Concilio proclama de nuevo el derecho de la Iglesia a establecer y dirigir libremente escuelas de cualquier orden y grado, declarado ya en muchsimos documentos del Magisterio, recordando al propio tiempo que el ejercicio de este derecho contribuye grandemente a la libertad de conciencia, a la proteccin de los derechos de los padres y al progreso de la misma cultura.Recuerden los maestros que de ellos depende, sobre todo, el que la escuela catlica pueda llevar a efecto sus propsitos y sus principios. Esfurcense con exquisita diligencia en conseguir la ciencia profana y religiosa avalada por los ttulos convenientes y procuren prepararse debidamente en el arte de educar conforme a los descubrimientos del tiempo que va evolucionando. Unidos entre s y con los alumnos por la caridad, y llenos del espritu apostlico, den testimonio, tanto con su vida como con su doctrina, del nico Maestro Cristo.Colaboren, sobre todo, con los padres; juntamente con ellos tengan en cuenta durante el ciclo educativo la diferencia de sexos y del fin propia fijado por Dios y cada sexo en la familia y en la sociedad; procuren estimular la actividad personal de los alumnos, y terminados los estudios, sigan atendindolos con sus consejos, con su amistad e incluso con la institucin de asociaciones especiales, llenas de espritu eclesial. El Sagrado Concilio declara que la funcin de estos maestros es verdadero apostolado, muy conveniente y necesario tambin en nuestros tiempos, constituyendo a la vez un verdadero servicio prestado a la sociedad. Recuerda a los padres cristianos la obligacin de confiar sus hijos, segn las circunstancias de tiempo y lugar, a las escuelas catlicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas y de colaborar con ellas por el bien de sus propios hijos. Diversas clases de escuelas catlicas9. Aunque la escuela catlica pueda adoptar diversas formas segn las circunstancias locales, todas las escuelas que dependen en alguna forma de la Iglesia han de conformarse al ejemplar de sta. La Iglesia aprecia tambin en mucho las escuelas catlicas, a las que, sobre todo, en los territorios de las nuevas Iglesias asisten tambin alumnos no catlicos.Por lo dems, en la fundacin y ordenacin de las escuelas catlicas, hay que atender a las necesidades de los progresos de nuestro tiempo. Por ello, mientras hay que favorecer las escuelas de enseanza primaria y media, que constituyen el fundamento de la educacin, tambin hay que tener muy en cuenta las requeridas por las condiciones actuales, como las escuelas profesionales, las tcnicas, los institutos para la formacin de adultos, para asistencia social, para subnormales y la escuela en que se preparan los maestros para la educacin religiosa y para otras formas de educacin.El Santo Concilio exhorta encarecidamente a los pastores de la Iglesia y a todos los fieles a que ayuden, sin escatimar sacrificios, a las escuelas catlicas en el mejor y progresivo cumplimiento de su cometido y, ante todo, en atender a las necesidades de los pobres, a los que se ven privados de la ayuda y del afecto de la familia o que no participan del don de la fe.Facultades y universidades catlicas10. La Iglesia tiene tambin sumo cuidado de las escuelas superiores, sobre todo de las universidades y facultades. E incluso en las que dependen de ella pretende sistemticamente que cada disciplina se cultive segn sus principios, sus mtodos y la libertad propia de la investigacin cientfica, de manera que cada da sea ms profunda la comprensin de las mismas disciplinas, y considerando con toda atencin los problemas y los hallazgos de los ltimos tiempos se vea con ms exactitud cmo la fe y la razn van armnicamente encaminadas a la verdad, que es una, siguiendo las enseanzas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Toms de Aquino. De esta forma, ha de hacerse como pblica, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en el empeo de promover la cultura superior y que los alumnos de estos institutos se formen hombres prestigiosos por su doctrina, preparados para el desempeo de las funciones ms importantes en la sociedad y testigos de la fe en el mundo.En las universidades catlicas en que no exista ninguna Facultad de Sagrada Teologa, haya un instituto o ctedra de la misma en que se explique convenientemente, incluso a los alumnos seglares. Puesto que las ciencias avanzan, sobre todo, por las investigaciones especializadas de ms alto nivel cientfico, ha de fomentarse sta en las universidades y facultades catlicas por los institutos que se dediquen principalmente a la investigacin cientfica.El Santo Concilio recomienda con inters que se promuevan universidades y facultades catlicas convenientemente distribuidas en todas las partes de la tierra, de suerte, sin embargo, que no sobresalgan por su nmero, sino por el prestigio de la ciencia, y que su acceso est abierto a los alumnos que ofrezcan mayores esperanzas, aunque de escasa fortuna, sobre todo a los que vienen de naciones recin formadas.Puesto que la suerte de la sociedad y de la misma Iglesia est ntimamente unida con el progreso de los jvenes dedicados a estudios superiores, los pastores de la Iglesia no slo han de tener sumo cuidado de la vida espiritual de los alumnos que frecuentan las universidades catlicas, sino que, solcitos de la formacin espiritual de todos sus hijos, consultando oportunamente con otros obispos, procuren que tambin en las universidades no catlicas existan residencias y centros universitarios catlicos, en que sacerdotes, religiosos y seglares, bien preparados y convenientemente elegidos, presten una ayuda permanente espiritual e intelectual a la juventud universitaria. A los jvenes de mayor ingenio, tanto de las universidades catlicas como de las otras, que ofrezcan aptitudes para la enseanza y para la investigacin, hay que prepararlos cuidadosamente e incorporarlos al ejercicio de la enseanza.Facultades de Ciencias Sagradas11. La Iglesia espera mucho de la laboriosidad de las Facultades de ciencias sagradas. Ya que a ellas les confa el gravsimo cometido de formar a sus propios alumnos, no slo para el ministerio sacerdotal, sino, sobre todo, para ensear en los centros eclesisticos de estudios superiores; para la investigacin cientfica o para desarrollar las ms arduas funciones del apostolado intelectual. A estas facultades pertenece tambin el investigar profundamente en los diversos campos de las disciplinas sagradas de forma que se logre una inteligencia cada da ms profunda de la Sagrada Revelacin, se descubra ms ampliamente el patrimonio de la sabidura cristiana transmitida por nuestros mayores, se promueva el dilogo con los hermanos separados y con los no-cristianos y se responda a los problemas suscitados por el progreso de las ciencias.Por lo cual, las Facultades eclesisticas, una vez reconocidas oportunamente sus leyes, promuevan con mucha diligencia las ciencias sagradas y las que con ellas se relacionan y sirvindose incluso de los mtodos y medios ms modernos, formen a los alumnos para las investigaciones ms profundas.La coordinacin escolar12. La cooperacin que en el orden diocesano, nacional o internacional se aprecia y se impone cada da ms, es tambin sumamente necesaria en el campo escolar; hay que procurar, con todo empeo, que se fomente entre las escuelas catlicas una conveniente coordinacin y se provea entre stas y las dems escuelas la colaboracin que exige el bien de todo el gnero humano.De esta mayor coordinacin y trabajo comn se recibirn frutos esplndidos, sobre todo en el mbito de los institutos acadmicos. Por consiguiente, las diversas facultades de cada universidad han de ayudarse mutuamente en cuanto la materia lo permita. Incluso las mismas universidades han de unir sus aspiraciones y trabajos, promoviendo de mutuo acuerdo reuniones internacionales, distribuyndose las investigaciones cientficas, comunicndose mutuamente lo hallazgos, intercambiando temporalmente los profesores y proveyendo todo lo que pueda contribuir a una mayor ayuda mutua.CONCLUSINEl Santo Concilio exhorta encarecidamente a los mismos jvenes a que, conscientes del valor de la funcin educadora, estn preparados para abrazarla con generosidad, sobre todo en las regiones en que la educacin de la juventud est en peligro por falta de maestros.El mismo Santo Concilio, agradeciendo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, que con su entrega evanglica se dedican a la educacin y a las escuelas de cualquier gnero y grado, los exhorta a que perseveren generosamente en su empeo y a que se distingan en la formacin de los alumnos en el espritu de Cristo, en el arte pedaggico y en el estudio de la ciencia, de forma que no slo promuevan la renovacin interna de la Iglesia, sino que sirvan y acrecienten su benfica presencia en el mundo de hoy, sobre todo en el intelectual.Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Declaracin han obtenido el beneplcito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostlica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padre, las aprobamos, decretamos y establecemos con el Espritu Santo y mandamos que lo as decidido conciliarmente sea promulgado para la gloria de Dios.

Magisterio de la IglesiaEl magisterio de la Iglesia (latn Magisterium Ecclesiae) es la expresin con que la Iglesia Catlica se refiere a la funcin y autoridad de ensear que tienen el Papa (Magisterio Pontificio) y los obispos que estn en comunin con l.

Dice el Catecismo de la Iglesia Catlica: "El oficio de interpretar autnticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado slo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunin con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma." (nro. 85).Dentro del Magisterio Eclesistico se distinguen el Magisterio Solemne (o extraordinario) y el Magisterio Ordinario. Segn la doctrina catlica, el primero es infalible (no puede contener error) e incluye las enseanzas ex-cathedra de los papas y de los concilios (convocados y presididos por l) y el llamado Magisterio Ordinario y Universal, ambos tratan nicamente sobre cuestiones de Fe y de moral. Lo contenido en el Magisterio Sagrado es irrevocable, es decir, no puede contradecirse ni an por el Papa o los concilios, quedando fijado para siempre.El Magisterio Ordinario consiste en las enseanzas no infalibles de los papas y los concilios, las de los obispos y las conferencias episcopales (en comunin con el Papa), y aunque el fiel catlico debe creerlo y proclamarlo, cabe que decisiones ulteriores del Magisterio alteren o contradigan su contenido anterior. Dice el Cdigo de Derecho Cannico: Se ha de creer con fe divina y catlica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradicin, es decir, en el nico depsito de la fe encomendado a la Iglesia, y que adems es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la comn adhesin de los fieles bajo la gua del sagrado magisterio; por tanto, todos estn obligados a evitar cualquier doctrina contraria. (Canon 750, libro III)La obligacin del fiel catlico es creer y defender activamente todo lo que ensea el Magisterio Eclesistico Sagrado, con la plenitud de su fe, y tambin lo que ensea el Magisterio Ordinario, pero con un grado menor. Puede leerse en los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, fundador de la Compaa de Jess (jesuitas): Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerrquica as lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Seor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo espritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras nimas, porque por el mismo Espritu y Seor nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra Santa Madre Iglesia.