cómo pactar la austeridad - xavier vidal-folch 09.97.2012

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Cmo pactar la austeridad

Cmo pactar la austeridad

Los nuevos aumentos de impuestos y recortes del bienestar perjudicarn ms a la mayora trabajadora y de clase media. Si son ineludibles para sanear la economa, deben acordarse mediante una gran conjura social

Xavier Vidal-Folch 9 JUL 2012 - 00:09 CET

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No hay dos sin tres. Tras los aumentos de impuestos y los recortes de bienestar de diciembre y del presupuesto y pospresupuesto: matrculas universitarias y copago sanitario, se avecina una nueva oleada de medidas de austeridad. Hay que apretar ms las tuercas.

Ello es debido al mediocre resultado cosechado de momento en la lucha contra el dficit. Y a la necesidad de cumplir al milmetro los compromisos de saneamiento de las finanzas pblicas. Necesidad ms perentoria por cuanto se ha convertido en condicin inexcusable para acceder al multimillonario rescate europeo de la banca espaola.

El nuevo ajuste perjudicar a buen seguro a sectores sociales hasta ahora blindados por el actual Gobierno, como tctica social para desmarcarse de su predecesor socialista: funcionarios, pensionistas, incluso desempleados. Y a los consumidores y el consumo, va alza del IVA, y...

La poltica de austeridad limita al norte con su propia eficacia, sobre todo en una fase recesiva: los mayores ingresos impositivos y menores gastos derivados de los recortes se los come el agujero de la menor recaudacin fiscal, derivada de la cada en la actividad econmica. Por eso la Unin Europea ha iniciado un giro hacia una agenda del crecimiento que complete las insuficiencias de la ortodoxia presupuestaria. Pero sus efectos ojal que no sean limitados, llegarn ms adelante. Y, entre tanto, Espaa debe seguir cumpliendo su deberes.

No todos son culpables por igual de la crisis: lo es ms el complejo inmobiliario-financiero

La austeridad tambin limita, al sur, con la equidad y una dosis aunque sea mnima de esta suele ser requisito de la propia eficacia. Hay que decirlo sin tapujos: aunque sea necesaria, la poltica de ajustes es injusta. Y la nueva oleada probablemente aumente esa injusticia.

Lo es por dos motivos. El primero es que castiga a una mayora social que no es la causante de que el rigor se haya hecho imprescindible. No es cierto que todos seamos culpables de lo ocurrido. Por lo menos, no en la misma medida.Ms ac de colaboradores necesarios, cmplices temporales y vigilantes ineficaces, la autora principal del drama de la crisis espaola le corresponde al complejo inmobiliario-financiero: promotoras y bancos/cajas. Si el cncer de esta crisis es el endeudamiento excesivo, habr que recordar que quien lo provoca es la burbuja. Y que en la gestacin de una burbuja ejerce un papel principal el sistema financiero: sin sistema financiero no hay burbuja porque la presin compradora que hace posible el aumento del precio de los pisos y terrenos se alimenta del crdito, como ha diseccionado Alfredo Pastor.

Que el Gobierno olvide su mayora absoluta y la oposicin ejerza como si estuviese en el Gobierno

De modo que es injusto que paguen justos (y semijustos e ingenuos), por pecadores, incluso aunque estos no salgan indemnes: bajan las cotizaciones de sus carteras y fortunas. Tambin es injusto que la parte del len de la factura de la crisis la pague la ciudadana corriente en forma de austeridad en el gasto/inversin pblicos, por otra razn. Porque el grueso del endeudamiento espaol no corresponde al sector pblico, sino al privado, aunque algunos aparatosos despilfarros pblicos tiendan a ocultarlo. Si la deuda total bordea el 270% del PIB, solo el 72,1%, menos de un tercio, corresponde a la deuda pblica, y ms de dos tercios a bancos, empresas y familias.

Ocurre sin embargo que la contencin de la deuda y la reduccin del flujo que la alimenta (el dficit) es requisito bsico para mantener la confianza de los acreedores, sobre todo externos, y evitar su huda y el colapso de la financiacin de todos. Sobre todo porque la deuda pblica soberana se contamin de la crisis bancaria. Los inversores teman/temen que, con ms o menos Europa, su saneamiento recaiga al final en el Estado. Por eso la mayora ciudadana no ser culpable del desastre, pero paradjicamente s tiene que convertirse en responsable de evitarlo. Es de temer que no haya otra manera de salir del pozo y remontar la recesin que repartiendo, entre todos, la factura de la austeridad. Y adems de forma asimtrica, sobre todo entre los no causantes, los no culpables. Ms injusticia.

Si algn sabio no demuestra lo contrario, ello es as no solo por la acendrada costumbre de que paguen ms la crisis quienes tienen menos. Sino tambin por culpa de la actual estructura de la fiscalidad, que atribuye la mayor capacidad recaudatoria a las rentas del trabajo y las clases medias, algo poco reversible en una noche. Por la urgencia que impone una recesin rampante que desploma los ingresos. Por el secuestro que supone para la recuperacin la total libertad de circulacin de capitales. Y por la hegemona sociocultural de la minora dirigente.

Ahora bien, una cosa es actuar como hermanos y otra ser primos. Para hacerse cargo de la responsabilidad ltima, de una austeridad ineludible aunque sea injusta, la ciudadana debera poder reclamar algunas condiciones que al menos suavizaran la inequidad y la hiciesen menos indigesta. A saber:

1.- Un programa claro, dialogado y sin provocaciones. El Gobierno debe ofrecer, a los ciudadanos y a la UE, una hoja de ruta para que todos hagan sus previsiones, en forma de un plan a tres aos, dialogado en el Parlamento: claro, detallado y cuantificado. Sin eufemismos: si se sube el IVA, se sube el IVA y no se reorganizan las bases redistribuyendo los subgrupos de productos y servicios entre los distintos subtipos, bl, bl, bl. Y sin provocaciones: canclese la amnista fiscal, ese bochorno inconstitucional, ese agravio a la moral fiscal colectiva, amn de rijosa chapuza tcnica; si conviene una regularizacin, contraten su diseo a quienes saben pues ya hicieron otras, como la gente de Jaime Garca Aoveros (q.e.p.d.), Miguel Boyer o Carlos Solchaga. Y mejor una autntica cruzada contra el fraude fiscal.

2.- Contribucin de la banca y las grandes rentas. Deben contribuir todos, incluidos los segmentos de mayor renta y patrimonio y la banca, y deben evitarse medidas directamente antiredistributivas, como la de pasar los productos de primera necesidad del IVA superreducido del 4% al tipo estndar del 18%. La banca puede garantizar la devolucin de las ayudas pblicas que reciba, en ltimo extremo a travs del Fondo de Garanta de Depsitos. Puede activar un pacto de limitacin de rentas, va moderacin de los dividendos. Y las grandes rentas y los beneficiarios de bonus extraordinarios, asumir un tipo marginal del IRPF del 75% para remuneraciones superiores al milln de euros anual, como promueve Francia. Aunque en trminos absolutos la recaudacin generada por estas medidas sea modesta, no lo es su simbologa.

3.- Definicin de los segmentos sociales ms vulnerables y blindaje de los mismos. Decisin solemne por pacto explcito parlamentario sobre quines componen los sectores ms vulnerables, prximos al riesgo de exclusin social. Y blindaje de estos frente a las medidas de austeridad y por ende frente a su efecto acumulativo (reducciones de renta real, ms recorte de servicios, ms aumentos de copagos). Por ejemplo, discriminacin entre los pensionistas con pensin nica y los que obtienen ingresos adicionales, o por segmentos de edad o situacin individualizada: todos tienen igual derecho, pero no la misma capacidad de esfuerzo.

4.- Temporalidad. La austeridad pblica [no la frugalidad] debe ser en trminos generales un contrato temporal, con vigencia por un periodo limitado, sobre todo en lo tocante a los beneficios sociales sacrificados. Las prdidas de poder adquisitivo y otras deben recuperarse a su trmino. La periodificacin y la expectativa que otorga un calendario de redencin racionaliza y suaviza el sacrificio. Nada peor para la moral de la sociedad que un horizonte de desesperanza, por el cual el futuro de cada uno ser peor y el de las generaciones siguientes, psimo.

Una operacin de largo alcance como esta requiere de un acuerdo general de complicidad, de una autntica conjura social que vaya ms all del pacto poltico. Dentro de esa conjura, el Gobierno debera actuar como si careciese de mayora absoluta. Y la oposicin ejercera tanta responsabilidad como si estuviese en el Gobierno. Todos los dems debieran implicarse.

Puede no hacerse, pero sera peor.