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Cien microrrelatos ilustrados de unas cien palabras que forman un ciempiés en espiral.

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Diseño y textos: Sergi Cambrils Ilustraciones: Internet (manipuladas) WWW.SERGICAMBRILS.COM [email protected]

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INDICE

NIÑO 13

HULKA 14

EL PRIMER DÍA 16

COMPULSIÓN OBSESIVA 19

LA VENGANZA 20

HIJA ÚNICA 23

CABEZUDO 24

POR BULERÍAS 27

LA PAREJA PERFECTA 28

POR TODO LO ALTO 31

LO PIENSO 32

DICE 35

POCA VOLUNTAD 36

GRAN RESERVA 39

HECHIZO 40

ARTE MODERNO 43

MENSAJE ESCRITO 44

SANDUNGUEO 47

MATRIMONIO 48

VOTO SECRETO 51

HUMOR DEL BUENO 52

HACER LA COMPRA 55

EL ESCUCHADOR 56

COMPAÑERO DE PISO 59

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CANUTOS 60

EXCLUSIVA 63

SEÑALES 64

AMISTAD 67

MEDICINA DE ANDAR POR CASA 68

PASÓ UN DOMINGO 71

LA CASA ENCANTADA 72

EL PERDÓN 75

TENTACIÓN 76

CÁNCER 79

OTRA DIMENSIÓN 80

ASAMBLEA EXTRAORDINARIA 83

FONDO POLÍTICO 84

TODOPODEROSO 87

«B» 88

MORIRSE DE RISA 91

LA MOTO INVISIBLE 92

LA GABARDINA 95

VISIÓN DE LORO 96

A SU SERVICIO 99

BAÑO DE AMOR 100

CREMALLERA DE DOS 103

7 SEGUNDOS 104

LA PAREJA 107

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MATRIX 108

SUPERPODERES 111

LA AYUDANTE 112

EL MIURA 115

PALABRAS 116

MOMENTOS DE FELICIDAD 119

NO QUIERO DECIR NADA 120

VELOCIDAD 123

COMPLICIDAD 124

DESCANSO ETERNO 127

REALIDAD O FICCIÓN 128

ESCLAVO DEL PIJAMA 131

RAYOS X 132

DUELO 135

CACHEAR 136

SONÁMBULO 139

DEBATE POLÍTICO 140

TRASPLANTES 143

EL IDIOMA DE LOS PÁJAROS 144

CORTADO 147

GATO 148

CATA DURA 151

HACIENDA SOMOS TODOS 152

BRASAS MALIGNA 155

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TRIBU 156

PIEZAS 159

TELETRANSPORTACIÓN 160

LA CARTERA 163

ZOOILÓGICO 164

EL GRAN HOTEL 167

HUY-HUY 168

ABUCHEOS 171

UTILIDADES DEL CAVA 172

HACER UN FAVOR 175

SELLOS 176

CIUDADES 179

MANERAS DE PONERSE UNA CHAQUETA 180

ORDENADOR «PERSONAL» 183

MOMENTOS ETERNOS 184

FAMILIA 187

EL REGALO 188

BIGOTE 191

ARDER EN RISAS 192

FACEBOOK 195

EL DESCUBRIMIENTO 196

OCUPACIÓN HOSTIL 199

¡AGUA VA! 200

FAVORES 203

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VIGILANCIA 204

APOGEO Y DECADENCIA 207

LA MADRE 208

LA SOLISTA 211

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Cien microrrelatos ilustrados de unas cien palabras que forman un ciempiés en espiral

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NIÑO

Las galletas que mi madre ha comprado para el desayuno

no se deshacen bien en la leche y, justo hoy, no puedo

recrearme en dejarlas blandas. A pesar de ser un día

decisivo me quedo embobado viendo los dibujos animados

y pierdo la noción del tiempo hasta que mi madre se

percata de la hora que es. De un zarpazo me sienta en la

silla de los peinados y me planta una raya al lado, aplana

con saliva los pelos rebeldes y me perfuma. «Estás listo»

exclama. Me da un beso y me desea suerte en la entrevista

de trabajo.

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HULKA

Ahora, durante la crisis de los cuarenta, mi vida está llena

de avatares y cambios personales. Me pasa como al

increíble Hulk, pero en rojo. Me enfado por cualquier cosa

y, cuando no puedo contener mi ira, mi blanca figura toma

ese color endemoniado. Cuando estoy con gente es lo

peor. Debo esconderme en cualquier sitio, normalmente

un lavabo, y aguantar como mi cuerpo se llena de varices

asquerosas y nódulos que supuran un líquido lechoso. En

cuestión de minutos mis músculos se hinchan de tal

manera que destripan mi ropa y me quedo con cara de

tonta con lo único puesto que ha aguantado el empuje de

mi transformación: mis braguitas elásticas de punto de

cruz.

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EL PRIMER DÍA

Espero el metro disfrazado de superhéroe con mi acordeón

colgado del cuello. Los remolinos de aire serpentean mi

capa negra mientras accedo al vagón, ahí está mi público.

Empiezo tocando los “Pajaritos” para animarles durante

unos minutos y, cuando me parece, paro en seco para dar

mi toque personal. Consiste en permanecer inmóvil y en

silencio, observándoles bajo mi máscara de plástico.

Enseguida se crea una tensión rara que los mantiene a la

espera. Es en ese punto cuando tomo aire profundamente

y, con cierta parafernalia y voz de ultratumba, proclamo:

“Sooooy… Bat-man”. Las primeras monedas empiezan a

sonar en la Bat-taza.

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COMPULSIÓN OBSESIVA

«Le pasa a mucha gente» me dice convencida mi

psicóloga. Sus sesiones me ayudan a estar centrada. Cada

lunes cojo el metro desde «Colón» y durante el trayecto

hasta su consulta me reconforta pensar que el vagón

transporta gente como yo. Estreno un jabón cada mañana;

hago pis en un orinal y observo su color; me huelo las

manos continuamente; rezo cuando veo algo rojo; guardo

mis uñas cortadas en una cajita de plata; pienso en cometer

un crimen cuando corto pan; creo en mi mejoría mientras

Silvia tenga su consultorio en la parada «Esperanza».

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LA VENGANZA

El ascensor cerró herméticamente sus puertas, los tenía a

mi merced. A la señora Gertrudis, la vecina cotilla del

quinto que siempre me interrogaba y al señor Lorenzo, mi

casero, el que cada año me subía el alquiler. Los tenía allí,

resoplando y tapándose disimuladamente la nariz,

soportando lo que empezaba a fraguarse. Inesperadamente

un chispazo nos dejó a oscuras y nos quedamos atrapados

sin poder abrir las puertas. Era el momento preciso para

que mis legumbres favoritas hicieran efecto y se aliaran

conmigo para servirles, sin compasión, la ansiada

venganza en plato frío.

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HIJA ÚNICA

Por muy gemelas que fuéramos quería pensar que mis

padres tenían una preferida y sabían bien a quién dar más

cariño. No dudaban a quién acurrucar en la cama y darle

un beso en la frente para desearle las buenas noches.

Tenían claro, cada año, a quién preparar la mejor fiesta de

cumpleaños para verla contenta y, espero que en un futuro,

los estudios a la mejor universidad sean para su favorita.

Solamente me dolía que, para estar seguros, levantaran mi

blusa y comprobaran que yo era la que tenía ombligo. La

otra, técnicamente muy bien hecha, suplía mi presencia la

temporada que, según la custodia compartida de mis

padres, debía cambiar de casa.

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CABEZUDO

Mientras me tomaba una cerveza y un aperitivo en la

terraza de un bar, uno de los cabezudos que desfilaba en el

pasacalle vino decidido a declararme su amor. Abandonó a

sus semejantes y a los gigantes para acercarse a mí. «Te

quiero» me dijo con vehemencia. Contagiada por la

alegría de los niños, el confeti multicolor y la charanga

que animaba el inicio de las fiestas le invité a sentarse. No

se quitó su desproporcionada cabeza de cartón-piedra

durante las tres horas que conversamos, pero no me

importó; tuve un novio que se llamaba relampago34 al

que nunca conocí.

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POR BULERÍAS

El Tribunal apreció cierta rigidez en su mirada cuando

empezó a hablar. Sus facciones también se tensaron y una

sílaba puñetera se quedó trastabillando en su garganta

tornando escarlata su semblante. No había dormido en

toda la noche pensando que su tartamudez le impediría

explicarse, pero cuando su padre y hermanos, también

presentes en la sala, arrancaron un débil taconeo y una

sutil cadencia con las palmas, la joven gitana se levantó

flamenca de su silla y, con una dicción perfecta, cantó por

bulerías su versión de los hechos.

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LA PAREJA PERFECTA

Desde que estoy casado con mi mujer aún no he hablado

con ella. La conocí en Kecamatan Sarmi, una isla perdida

de Indonesia donde se habla uno de esos idiomas raros, el

Liki creo recordar. Ha dejado su poblado y se ha venido

conmigo a Madrid. Es indudable que me quiere mucho,

pero se niega a aprender el castellano. Su extraña lengua

me obliga a colgarme una pizarrita del cuello para

comunicarnos por medio de trazos sencillos. También

gesticulo con las manos, pero me encanta ruborizarla cada

noche cuando, con la tiza, le dibujo sobre la tablilla un

espléndido plátano.

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POR TODO LO ALTO

He visitado a mi abuelo en la unidad de quemados del

hospital. Le ha estallado la “mascletà” que daba inicio a

las Fallas. Su gran pasión le ha pasado factura y ahora

yace en la cama como una momia, cubierto

completamente con un aparatoso vendaje que solo le deja

asomar sus ojos de pena. Está muy grave, pero cuando mis

padres le hablan de que existe una nueva empresa de ritos

funerarios que introduce las cenizas del difunto en

carcasas explosivas para que los restos se mezclen con la

pólvora y viajen por el aire, su mirada se ha iluminado.

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LO PIENSO

Es difícil que entre en un banco y no piense en atracarlo.

Es un pensamiento automático. Hoy está lleno de gente y

me toca hacer cola para acceder a la ventanilla. Delante de

mí hay una señora gorda que me mira de arriba a abajo.

Me da asco. Pienso en escupirla. Me recorre un escalofrío

imaginando una cruenta carnicería con el cuchillo que

llevo escondido: primero me cargo a la obesa, luego al

resto de la fila y, al final, me quedo solo lleno de sangre

frente al chico que me vendió las preferentes. No hay

peligro, únicamente lo pienso.

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DICE

Mi papá siempre dice a mi mamá cuanto la quiere; dice

que es la mujer de su vida. La sonroja delante de sus

amigos cuando le dice «te amo» en todos los idiomas; le

recuerda cómo se conocieron en lo alto de la Torre Eiffel

y, continuamente, le dice que están hechos el uno para el

otro. Hoy le ha dicho que mañana la llamará para

felicitarla y le dedicará una canción por la radio, que esa

misma noche le preparará una cena estupenda y luego

saldrán a bailar juntos. Mi papá quiere mucho a mamá, al

menos eso dice.

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POCA VOLUNTAD

Hay otra vida después de la muerte, puedo certificarlo. No

es nada del otro mundo, pero notas que existes aún sin

poseer cuerpo, y eso es suficiente para tener una

inexistencia digna. Que nadie pueda verte te lleva a asistir

con curiosidad a la ceremonia de tu funeral y compruebas

con satisfacción que asisten todos; te respetan. Mientras

hablan de ti con orgullo te diriges a la pequeña sala

acristalada para hallarte postrado en un magnífico ataúd y

engalanado para la ocasión. Pero ahí se ríen de tu última

voluntad cuando, en tu lugar, encuentras una urna llena de

tus cenizas.

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GRAN RESERVA

Mi mujer tiene que enterrarme, ese es el pacto. Es mucho

más joven que yo aun siendo septuagenaria, no puedo

concebir que muera antes, pero una amargura me alerta

cuando la observo marchita y sin luz sentada junto a la

ventana. Ha perdido mucho. En cambio, yo gano con el

tiempo, estoy fuerte como un toro bravo. Lo atribuyo al

vino tinto que bebo desde mi juventud, y no una copita al

día como recomiendan, sino bastantes más, tres botellas

caen seguro. Temiendo que no cumpla el pacto, por

primera vez, lleno mí copa del incoloro, inodoro e insípido

líquido.

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HECHIZO

Todas las noches de verano los mosquitos esperan a que

me duerma para clavarme su aguijón. No tiro insecticida

ni utilizo difusores eléctricos porque me parecen tóxicos,

así que para combatirlos preparo, por primera vez, la

habitación con incienso y velas negras aromáticas de

citronella, coloco un plato de cebolla rallada en la mesita

de noche y me unto con vinagre. Es un remedio casero

inofensivo y de gran eficacia, al menos eso dice mi

curandera. Por la mañana descubro que les he ganado la

batalla, no tengo picaduras, excepto dos enormes bultos en

la entrepierna que antes no tenía.

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ARTE MODERNO

Habían asesinado a una obra de arte en la exposición de

una joven promesa del panorama artístico. Así lo entendí

cuando me detuve delante del lienzo en cuestión, rajado

por uno de los extremos. Pensé que algún enemigo del

artista se había ensañado con un objeto punzante movido

por la envidia o la venganza, ocasionando aquel daño

irreparable. Llamé al vigilante de la sala para advertirle del

destrozo producido, pero me ignoró totalmente, como si ya

conociera su estado. Me dirigió una sonrisa pícara y, sin

aclararme nada sobre aquel asunto, anotó algo en una

libreta.

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MENSAJE ESCRITO

‒¿Qué hace vuestro hijo ahí fuera arañando la ventana?

‒No la araña, está escribiendo algo sobre el cristal

empañado. Tendrías que ver como se expresa, es un

auténtico maestro de la metáfora, la alegoría y la paradoja,

entre otras figuras literarias.

‒Por lo visto también sabe escribir al revés, se lee

perfectamente: «Tonto quien lo lea»

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SANDUNGUEO

Estuve un año fingiendo que me gustaba el reggaeton. Me

vestía con camisetas ajustadas sin mangas y cubría mis

inicios de calvicie con una ridícula gorra rapera que mi

novia me regaló. «Vamos a perrear» me decía los sábados.

Durante la semana ensayaba con ansia movimientos

sensuales y lascivos delante del espejo para ponerlos en

práctica en la discoteca. Yo le seguía el juego y, en medio

de la pista de baile, a la vista de todos, ella movía sus

caderas al ritmo de la música restregando su enorme

trasero por mis partes hasta que conseguía enrojecerlas

como un tomate.

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MATRIMONIO

Parecen oírse otras frecuencias cuando ya no revolotean

las mariposas en el estómago. Escucho con demasiada

intensidad los ruidos humanos, sobre todo los de mi

marido. El pobre no lo sospecha, pero no puedo con el

galope de su nuez cuando mata la sed ni con la limpieza

interior con la que se recrea para sacar al monstruo verde

de su garganta. Lo desprecio por eso y me siento culpable.

Hay tantos ruidos desagradables que no aprecias nada

más, así que te adiestras con resignación a los ronquidos, a

los eructos e incluso a los pedos matutinos. A todo.

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VOTO SECRETO

Cuando fui a votar al colegio electoral reconocí tras la

urna de metacrilato a una vieja amiga. Me costó

reconocerla, pero al guiñarme un ojo y lanzarme un beso

invisible me di cuenta que era Guillermina, mi gran amor

de juventud. Recuerdo con cariño mi relación con ella,

pues, aunque muy jóvenes, siempre se basó en el respeto y

la sinceridad; nunca tuve secretos para ella. Estaba

contento de volverla a ver después de tanto tiempo, así que

tras ejercer el voto, siendo fiel a mis convicciones, le

murmuré al oído el partido por el que había votado.

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HUMOR DEL BUENO

Nunca pensé que aquella leve cojera que un día trasladé a

los escenarios daría tantos triunfos a mi carrera como

showman. Al principio, el público apenas la advertía, pero

con el tiempo se acentuó, y, paradójicamente, se convirtió

en lo más importante de mis actuaciones. Sin bastón, y a

duras penas, arrastraba mi pierna lisiada mientras contaba

chistes, e incluso inventé una absurda coreografía para

exagerar, aún más, mi desgracia. Cuanto más empeoraba

mi estado mayor era el éxito, por lo que en varios meses,

cuando reaparecí a escena en silla de ruedas y sin pierna

no le di importancia.

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HACER LA COMPRA

Ser socio de aquel novedoso centro comercial tenía sus

ventajas. Cada mes recibía por correo un cupón de

descuento, además de una relación de productos

exclusivos para llenar la cesta de la compra. Estaba bajo

mínimos así que fui a abastecerme. Me dejé aconsejar por

el papelito y compré lo anotado: kilos de amor para mover

montañas, unas latas de ilusión en almíbar, optimismo en

cápsulas y, aunque no lo necesitaba, me acerqué a la

sección gourmet para darme un capricho con una bandeja

de hamburguesas.

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EL ESCUCHADOR

Con una oreja pegada en la base de un vaso y éste apoyado

en el tabique adecuado escucho las conversaciones que mi

vecina mantiene consigo misma o, quizás, con ese gato

persa con el que vive. Habla de lo desdichada que es por

no estar con alguien, por no encontrar el amor. Y la pobre

no levanta cabeza, cada noche la oigo llorar

desconsoladamente y me da mucha pena, debería

motivarse con las cosas sencillas que la vida nos ofrece: la

luz del sol, leer un libro, pasear por el campo…o como

hago yo, disfrutar con un simple vaso.

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COMPAÑERO DE PISO

Una cadena extra de ADN había convertido a nuestro

nuevo compañero de piso en un ser muy especial. Cuando

decidimos que podía compartir los gastos no nos importó

su aspecto físico, parecía buen chaval, y además era

solvente, pagó por adelantado un año de alquiler. Tenía

dos brazos de más en el costado y una llamativa piel de

color azul pitufo. Nos explicó que era una mutación

biológica, y lo entendimos. Pero hasta que no le vimos

tomar cervezas de la manera que lo hacía creímos que era

la reencarnación de algún dios con la idea de salvar el

mundo.

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CANUTOS

Me tragué con deleite el humo de los últimos cigarrillos

sin filtro que quedaban en la cajetilla donde había

dibujado un dromedario, y no un camello, como muchos

creen. Todos saben que un camello tiene dos jorobas y un

dromedario una; así que no deberían confundirnos con

falsedades, no estamos tontos. La marca de tabaco debería

ser más precisa y llamarse Dromel. Las jorobas de estos

animales son un tema serio, albergan en su interior una

sustancia lechosa parecida al yogurt para alimentarse, y no

el semen reprimido de la bestia como algunos afirman sin

conocimiento. Hay que ser precisos.

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EXCLUSIVA

Existían principios sólidos que guiaban la labor del

reconocido periodista. El principal era el respeto por la

verdad, el rigor en la búsqueda de información fidedigna.

Se le consideraba uno de los mejores, era concienzudo y

conseguía reportajes relevantes, concisos y estrictos en un

tiempo record. Su último cometido le llevó un poco más.

Investigaba una cuestión que no era de este mundo, difícil

de contrastar. No dábamos crédito a la sorprendente

exclusiva que dio al mundo, pero confiábamos ciegamente

en la veracidad de sus fuentes, tanto, que hoy podemos

responder sin dudas sobre lo qué hay tras la muerte.

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SEÑALES

Desde la muerte de mi marido llenaba la casa de señales

para no olvidarme de las cosas. Tenía mis truquillos para

ir funcionando. Por ejemplo, dejaba a la vista una pinza de

madera para acordarme de tender la ropa, una estampita de

la Macarena me indicaba la cita diaria con la

psicóloga…pero, sobre todo, utilizaba decenas de

papelitos amarillos adheridos en lugares estratégicos con

notas para tener en cuenta lo básico: ir a comprar, hacerme

la comida, lavarme, etc. Ayer recordé que no estaba sola;

tras mover un antiguo baúl, encontré anotado en un

descolorido papelito «recoger a los niños».

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AMISTAD

«¿Cómo saber si somos amigos de verdad?» Se lo

preguntaba siempre cuando salían de vacaciones y

tomaban cervezas en una soleada terraza mientras sus

mujeres hacían las típicas compras turísticas en el centro

de aquel bonito pueblo costero. «¿Podría vivir con

vosotros si mi vida diera un vuelco y me arruinara

completamente?» conjeturó. «¿No crees que esa situación

límite demostraría la autenticidad de nuestra amistad?

Aquí con las birras todo es perfecto, nunca nos hemos

necesitado para nada importante». «Hombre, no seas tan

catastrofista, sabes que somos amigos desde siempre» le

contestó. «Pero dime…¿podría?» «Hombre…tendría que

preguntárselo a mi mujer»

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MEDICINA DE ANDAR POR CASA

Era uno de esos días que mi cuerpo pedía limpieza

general. Me puse el delantal y enderecé a fondo mi

corazón en la desordenada habitación de los niños, la

última vez se asustaron con mis convulsiones. Mi

estómago estaba en la cocina, eliminé de la nevera todo lo

que me perjudicaba, no debía provocar al que bombeaba.

Todo estaba en orden en las habitaciones correspondientes

al hígado y los pulmones, aun así limpié el polvo

superficial. Alivié el escozor de la laringe fregando el

largo pasillo de la entrada. Y al sótano decidí no bajar, la

almorrana no me molestaba.

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PASÓ UN DOMINGO

Era un domingo sombrío y lluvioso cuando el marchito

anciano se dispuso a ver en el apartamento donde solía

meditar una película que estaba mal sincronizada. Parecía

no importarle lo más mínimo que las acciones y el audio

no se correspondieran, de tal manera que en una escena

donde debían escucharse los aplausos de un grupo de

personas se oían los llantos de la escena siguiente sin

encajar para nada en el discurso. Sentado en su sillón

marrón permanecía atento a la pantalla, inmóvil,

meditando sobre alguna cuestión. La cinta llegó a su fin y

el viejo seguía allí, deshabitado, pálido.

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LA CASA ENCANTADA

Eddie era un fantasma invisible que habitaba desquiciado

en la casa de los Sanders. Se empecinaba en que fuera una

casa encantada, y para ello movía mesas, cuadros y

decenas de objetos. Encendía y apagaba luces e inutilizaba

aparatos eléctricos, pero no asustaba a nadie, ni a las hijas.

Ni sesiones de espiritismo, ni estudios psicofónicos ni

nada, siempre encontraban alguna razón lógica para

explicar aquellos hechos. Con el ego espectral tocado, un

día decidió prender fuego a la casa para que la familia

valorara su poder, y aun así los padres culparon a las hijas

por fumar en casa.

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EL PERDÓN

Su nueva mano es más bonita que la antigua, eso le digo.

Es de oro puro, o de acero dorado, no sabría decirlo. Brilla

mucho, la veo como una joya, como un elemento

decorativo que le otorga cierto glamour a pesar de ser

inarticulable, de una única posición, como la de un

playmobil. Una risilla se me escapa durante cada San

Valentín cuando trata de ajustar en esa rígida concavidad

un precioso ramo de rosas rojas que me regala

complaciente, sin tener en cuenta mi torpeza con las tijeras

de podar que en otro tiempo lo llevaron a odiarme

profundamente.

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TENTACIÓN

Cada noche, antes de acostarse, abría el primer cajón de la

mesita y sacaba la fotografía de su querida hija. Le daba

un beso, se santiguaba y la dejaba sobre el mueble para

sentirla. Una madrugada se desveló por el estallido de una

tormenta con un pensamiento demasiado sombrío. Se

quedó observando aquel inocente rostro en la penumbra, y

cabizbajo le pidió perdón por no poder resistir la tentación

de abrir el segundo cajón. Allí, entre calzoncillos y

envuelto en un paño blanco, estaba el único trueno que lo

salvaría de su profunda amargura y lo llevaría junto a ella.

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CÁNCER

Normalmente, quien elabora el horóscopo de los

periódicos no se arriesga lo más mínimo en sus conjeturas;

eso suponiendo que sea una persona. Lo típico es

encontrarse con frases estándar que podrían valer para

todos: organizará una cena con amigos, vigile su

colesterol, ambiente familiar algo revuelto, procure no

hacer excesos, sea sensible a los sentimientos de su

pareja…de ese tipo. Pero hoy, en la última línea de

Cáncer, mi signo, he leído una sentencia devastadora que

no da opción a medias tintas. Han puesto día y hora a mi

muerte para hoy a las doce, y faltan unos minutos.

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OTRA DIMENSIÓN

El ajustado jersey de cuello alto estaba sobre la cama

cuando me dispuse a ponérmelo. Lo orienté

adecuadamente para introducir mi cabeza por donde se le

supone, pero enseguida perdí el rumbo en la oscuridad de

aquel tejido de poliéster. Envestí hacia desvíos demasiado

estrechos sin éxito y tuve que rectificar la trayectoria para

encontrar la salida adecuada. Me faltaba el aire y

cabeceaba desorientado en la elasticidad claustrofóbica de

aquella prenda hasta que una abertura se adaptó bien a mis

sienes. Al fin respiraba, ya la tenía fuera, pero no me

encontraba en mi habitación. No sabía dónde estaba.

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ASAMBLEA EXTRAORDINARIA

En una importante junta de trabajo uno de los veinte

ejecutivos bosteza sin abrir la boca para disimular el

aburrimiento de aquella reunión. La segunda vez que lo

hace no puede contenerse y abre completamente las

mandíbulas, estira los músculos faciales, segrega saliva e

incluso lagrimea sin colocarse una mano sobre la boca.

Ese poderoso mensaje no verbal llega al presidente de la

empresa situado en un extremo de la mesa, y por unos

segundos se respira un incómodo silencio. Contagiado le

responde con otro bostezo de características parecidas,

convirtiendo la asamblea en una cadena de mudos

cantantes de ópera.

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FONDO POLÍTICO

El estudiante de psicología seguía por la tele un mitin

electoral sin prestar demasiada atención al discurso del

candidato y sí a los figurantes colocados estratégicamente

tras él. Los imaginaba pensando cosas sencillas como su

color favorito, qué iban a cenar o la compra semanal.

Durante la emisión se encuadró en la pantalla un gesto

clave del político para que, junto con sus persuasivas

palabras, el mensaje llegara al espectador con la intención

estudiada. Pero el joven seguía atento al segundo plano

donde, en ese preciso instante, uno de los extra se hurgaba

con vigor el interior de la nariz.

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TODOPODEROSO

Con el primer mordisco al melocotón se marcaron a la

perfección los perfiles de un territorio imaginario parecido

a nuestro país. Animado, le di un segundo mordisco a otra

zona aterciopelada y se formó otra región hermana. Seguí

así hasta componer un atlas de mordeduras, un mundo

propio. Cautivado por mi pequeño planeta frutal,

contemplé su abrupta superficie a la altura de mis ojos; así

era perfecto, por lo que decidí en ese punto detener mi

creación. Coexistió escasos segundos. Con el ruido de mis

tripas y mi apetito mañanero continué devorando su jugosa

carne hasta quedarme con el hueso.

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«B»

Curiosamente, con el paso del tiempo, me di cuenta que

iba dejando actividades y cosas que empezaban con la

letra B. Antes estaban ligadas a mi vida por completo, e

inexplicablemente las he ido abandonando. Ya no iba en

bici, por ejemplo, ni tomaba birras ni bravas con los

amigos, ni me bañaba en la playa ni en casa, claro. No

bajaba la basura ni barría y nunca iba a Barcelona. Allí

vivía Beatriz, mi ex, también la dejé. No tocaba el

bombardino, ni bailaba, ni besaba, ni bromeaba, ni

buscaba lo perdido,... pero hacía otras cosas, el abecedario

era amplio.

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MORIRSE DE RISA

En la maleta llevaba a la mujer más alegre del mundo. La

conocí en un local de moda, de esos que se llenan de gente

guapa. Nos miramos y enseguida nos acercamos a la barra,

nos presentamos y tomamos cubatas. Era un pibonazo y

parecía estar a gusto conmigo, se tronchaba con mis

chistes. Tras mil chupitos multicolores fuimos a mi casa,

había tensión sexual. Se cachondeaba mientras la

desnudaba y la ataba en la cama. «Eres malo», decía

desternillándose. Me desnudé yo y siguió con su guasa

burlándose de mi miembro, incluso cuando saqué del

armario la sierra eléctrica.

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LA MOTO INVISIBLE

Salí de casa equipado con todo lo necesario para sentir la

velocidad de mi vieja moto invisible: el casco, el mono de

piel de una pieza, los guantes de cuero y las botas

antideslizantes de media caña. Iba protegido de pies a

cabeza, estaba listo para salir a la carretera. La tenía

aparcada junto al coche, también invisible, así que le quité

el candado, la desbloqueé y me subí en ella. Le di al pedal

con fuerza dejando caer todo mi peso, varios movimientos

de muñeca para darle gas y a rugir como un león.

Pequeños placeres de la vida.

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LA GABARDINA

La gabardina era una prenda para climas lluviosos, sin

embargo yo la usaba prácticamente en todas las

estaciones. En verano, por trabajo, colgaba en su interior

complementos fáciles de vender; relojes, gafas de sol,

cds…Solía dar vueltas por el parque y cuando veía grupos

de gente la abría extendiendo mis brazos para que vieran

la mercancía. En otoño, cambiaba de género, la llenaba de

tabaco, marihuana, crack…Era otro tipo de clientela. Este

invierno pasé una mala temporada y pensé en meterle unos

explosivos. Pero con la calidez primaveral recapacité y

acabé usándola para exhibir mi porte desnudo a las mozas.

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VISIÓN DE LORO

Por la mañana, cuando me voy al trabajo, le pongo la radio

al loro para que no se sienta solo, es el amo de la casa

hasta que vuelvo por la noche. Esta a cuerpo de rey, le

dejo mijo, alpiste, algo de fruta y agua. Además, la jaula

está abierta para que tenga libertad por el apartamento.

Cuando llego no me recibe con su típico «hola calvorota»,

me lo encuentro muy alterado junto a las manchas de

humedad formadas en la pared de la cocina diciéndome,

entre arrullos y chillidos, que ahí está el rostro de mi

difunta esposa.

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A SU SERVICIO

Las madres podrán estar muy disgustadas con sus hijos

pero nunca les faltará un plato en la mesa por muy

enfadadas que estén; son madres. Les desmigajan el

pescado difícil y lo colocan en el borde de su plato

mientras se zampan de un suspiro las croquetas que ellas

han cocinado con tanto cariño. Les sirven su Coca-Cola

fresquita con una rodajita de limón y como auténticas

chachas están al servicio de sus caprichosas peticiones

culinarias. Todo está riquísimo, pero jamás lo dicen. Solo

cuando están con gente. Ahí, al parecer, sus croquetas son

las mejores del mundo.

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BAÑO DE AMOR

Desde mi vientre sube un aleteo de mariposas algodonadas

que anidan en el laberinto de mi azotea y mudan,

borboteantes, en hormigueos, cosquillas y lágrimas

efervescentes mientras te espero arrodillado en la calle.

Por fin sales al balcón, pero no exhalas palabras de

primavera ni promesas de abrigo como solías. Me lanzas,

sin esperarlo, la bravura de una ola que disuelve mis

ilusiones y las transforma en una espesa niebla que trepa

hasta ti para atraparte y estrangularte.

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CREMALLERA DE DOS

Tenían un perfil dentado que se unía desde su planta.

Cuando lo hacían bien y su engranaje no se enganchaba el

resultado era digno de ver. Empezaban de los tobillos a las

rodillas suturando en el recorrido lo más blandito. Con

avidez continuaban hasta el sexo soldando los muslos en

uno gordo y deforme. Las partes nobles casaban en una

morcillona y se amalgamaban las barrigas y los esternones

para converger en una prominente nuez. Desde ahí, y

siguiendo los latidos de un gran corazón, continuaban el

cierre hasta la cabeza para conseguir lo mejor: un gran

beso de amor.

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7 SEGUNDOS

El suicida eligió un rascacielos con grandes ventanales y

más de cien pisos de altura para dejarse caer. Durante la

caída conoció a personas maravillosas que le hicieron

valorar –fugazmente–, lo efímero, lo pasajero y lo

transitorio de la vida, por lo que sus planes iniciales por

expirar se transformaron enseguida en un planteamiento

más digno. Sin demorarse aprovechó al máximo el poco

tiempo del que disponía. Nunca es demasiado tarde, pero

esa vez sí lo era. Sin embargo, a media altura y sin

esperarlo, se enamoró a primera vista de una preciosa

joven pelirroja que le prometió amor eterno.

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LA PAREJA

La cena que debía reconciliarles tampoco hizo su efecto,

no había remedio. El muy zopenco volvió a sacar su

sensibilidad de albañil y construyó sobre la mesa un muro

de ladrillos que los separaba. Ella, compungida y

aguantándole todo, llevaba una gran maza para derruir lo

que él erguía, evitando así que se montara un espectáculo

en el restaurante. Pasaron la velada de ese modo, él

haciendo pared y ella tirándola. En la última cimentación

perdieron el contacto visual, y él, acostumbrado a su

posterior demolición, corrigió su conducta y la echó abajo

arrepentido. Pero ella ya no estaba allí.

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MATRIX

La colocación de espejos envolviendo la sección de

verduras del supermercado hizo que la compra de ayer se

convirtiera en una tarea apasionante. Aun sabiendo donde

me hallaba, confundí lo real con lo ficticio debido a una

ilusión óptica de proyecciones. En los laterales y la parte

superior del estante me vi atrapado en secuencias infinitas

de mí mismo eligiendo los tomates más maduros,

paralizado en una coreografía de movimientos

encadenados que me inmortalizaron mil veces y

abandonado a espejismos y permutaciones paralelas que

no me permitieron salir de allí hasta el cierre del comercio.

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SUPERPODERES

Los mejillones al vapor tenían muchas papeletas para que

el hombre del apetito voraz se encontrara indispuesto en el

baño por algo que anoche había comido. Solía chulear de

su gran capacidad para zampar, como si en ello radicara la

facultad que lo hacía especial. Los moluscos estaban

malos, olían a viejo y, aun así, el superhombre del buen

saque se los comió todos, se bebió el jugo rancio y rebañó

con pan el recipiente. No me extrañaba que su cuerpo

estuviera girado y poseyera otro gran poder: el de evacuar,

a la vez, por arriba y por abajo.

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LA AYUDANTE

Todas las noches voy a verla trabajar, y cada noche está

más maravillosa. Desde el escenario el mago saluda al

público y, al azar, hace subir a alguien para empezar su

truco. Hace un poco el paripé con el señor y lo encierra en

una caja de madera. Ella se mueve alrededor luciendo

piernas y zarandeando sus caderas para dar vistosidad a un

espectáculo muy visto. Acaba colocándose junto al

ilusionista para pasarle las afiladas espadas que él

introduce sin gracia. Al final llega a sacar algunas

manchadas de sangre, pero ella está genial, mantiene todo

el rato su encantadora sonrisa.

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EL MIURA

Antes de salir adopto la apariencia de Frascuelo Segundo.

Si lo que quieren es marcha, la tendrán. Sin que nadie me

vea, paso a verle en los chiqueros y le musito a la oreja

una copla de Rocío Jurado, la Chipionera, eso lo relaja. Le

acaricio el lomo con mi montera y le digo que no rehúya

rematar sus suertes, que confíe en mi lidia y que no tenga

miedo, yo estaré a su lado dando los capotes precisos para

que el público disfrute. Que los ignore, y que, sobretodo,

no se ponga panza arriba, nadie debe notar que nos

apreciamos.

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PALABRAS

No merecía su perdón. Le había faltado al respeto y me

arrepentía cada día por ello. Fue una tontería sin

importancia y, aun así, sentía que había roto el vínculo

sagrado por el cual nos comprometimos el día que nos

dimos el “sí quiero”. Me gustaría contárselo para aliviar

mi angustia, pero sabía que, por muy bien que se lo

explicara, ella no lo entendería. Estuve varias semanas

dando largos paseos y pensando sobre el tema, convencido

de que debía existir una combinación de palabras

concretas que en un orden específico podrían aclarar mi

error, pero era incapaz de encontrarlas.

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MOMENTOS DE FELICIDAD

Cada vez que el crítico gastronómico visitaba un

restaurante usaba sus cualidades para valorarlo. Lo

primero que hacía era sonarse bien la nariz, el no hacerlo

podía afectar significativamente el sabor y, por lo tanto,

hacer una mala crítica. Nada de vino, agregaba sabores,

era mejor el agua porque los aclaraba. Comía pequeñas

raciones y las masticaba muy bien para sentir como

surgían nuevas sensaciones y se desvanecían otras. Lo

anotaba todo en una pequeña libreta, y al final, con

discreción, pagaba y se iba. En su casa, donde nadie le

veía, degustaba latas de dudosa calidad, y también era

feliz.

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NO QUIERO DECIR NADA

Hoy es el día internacional de la sonrisa. Qué alegría, qué

maravilla. Hay días para todo, pero no quiero decir nada

por no herir sensibilidades. Pienso sobre semejante

patochada y, por desgracia, me corto de cuajo el dedo

índice con el cuchillo del pan mientras me preparo un

bocata de chopped. También podría proponerse el día de

los dedos cortados y hacer un día especial por ello, o el día

del chopped. Pero no quiero decir nada, me pongo pálido,

pierdo mucha sangre y estoy a punto de desmayarme. Pero

eso sí, con una sonrisa.

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VELOCIDAD

Fotografiar la velocidad no es nada fácil, diría que

imposible, pero hay fotógrafos que creen capturarla

cuando toman la instantánea de una bala al disparar un

revólver o realizan una fotografía justo antes de que un

suicida impacte contra el suelo. La imagen que reproducen

es espectacular –sobre todo la del suicida-, pero nada tiene

que ver con la velocidad porque la congelan en esa

fracción de tiempo. Es posible que el verdadero mérito

radique en estar ahí mismo para fijar lo impactante. Y

luego, tranquilamente en casa, es cuando observan la

estampa y recrean el movimiento en su mente.

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COMPLICIDAD

Había varias monedas en los bolsillos de mis vaqueros

cuando mamá los puso en el bombo de la lavadora. Era

culpa mía no vaciarlos, pero su obligación también era

revisar la ropa sucia antes de lavarla. Las averías eran

continuas debido a esos descuidos, y para que la bronca de

mi padre no recayera toda sobre ella, yo reconocía parte de

la culpa. Las reparaciones eran caras y el fontanero ya

parecía como de la familia por sus continuas visitas. La

última vez no nos cobró, pero sentó a mi madre sobre la

lavadora para aprovechar el traqueteo del centrifugado.

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DESCANSO ETERNO

Estaría genial un periodo de descanso en un nicho

acolchado, como yaciendo muerto, para desaparecer un

tiempo de ti mismo y que todos creyeran que estás de

vacaciones en una isla paradisíaca mientras tú permaneces

allí estirado, sin notar que vives. Sería solo unos días, una

semana a lo sumo, para volver con las pilas cargadas. La

única manera de anular tu conciencia, o esa voz que te

persigue allá donde vayas, es haciéndote mucho daño. De

ahí que haya estado tentado muchas veces en volarme la

tapa de los sesos y conseguir el ansiado descanso, pero al

final siempre me achanto.

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REALIDAD O FICCIÓN

Si una chiquilla quiere comprar un ramo de flores a su

abuelita por su cumpleaños y lo consigue con suma

facilidad, seguramente es una satisfacción para ella y una

alegría para su abuela, pero una trama muy floja para

nosotros si tenemos que engancharnos con esa historia. En

cambio, si la nieta decide apuñalar a su amiguita en un

callejón cuando salen del colegio para robarle el dinero,

parece que esa opción exagerada genera un conflicto más

impactante que nos mantiene alerta, aunque con los

tiempos que corren es más una realidad que una ficción.

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ESCLAVO DEL PIJAMA

¿Sabes qué es salir durante siete años seguidos todos los

fines de semana? Cientos de viajes con mi buga a los

polígonos más recónditos para desfasarnos con la música y

el alcohol. Viernes, sábados e incluso domingos; siempre

al pie del cañón. Todo por la fiesta, por echarnos unas

risas, por acabar ciegos y, como no, por pillar cacho con

alguna piba para contar luego los detalles erótico-festivos.

Estamos muy unidos, siempre lo estaremos, y lo sabes, así

que no te lo tomes a mal si por primera vez te digo que no

me apetece salir. Ya llevo el pijama puesto.

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RAYOS X

Eres de las que miran fijamente, y eso está bien, pero

intimida un poco. Examinas de tal manera a las personas

ajenas a tu círculo que, sin darte cuenta, pareces una

detective en busca de pistas, las escaneas de arriba a abajo

con esa indiscreta mirada que no sabes disimular, y por

mucho que te diga, no lo remedias. Queda muy feo cuando

lo haces y preguntas en plan cotilla sobre sus temas

privados. Te lo comento cariñosamente, y lo único que

haces es escuchar atenta todo lo que digo, mirándome

fijamente. Y eso está bien, pero intimida un poco.

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DUELO

Piensa en tu banda sonora favorita o en una música que te

motive. Si no puedes porque tienes la cabeza llena de

negros nubarrones, prueba en hacer el muerto en las aguas

de tu mente y piensa en verde, en un prado lleno de vacas

pastando por ejemplo. O en blanco, en una guerra de bolas

de nieve. O mejor aún, en todos los colores y pinta un

precioso paisaje en tu pensamiento. Si consigues evadirte

en los detalles de esa última imagen, aprovecha la

circunstancia y, sin que noten tu amargura, entra con

firmeza en la oscuridad del día.

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CACHEAR

Un veterano agente de policía se ayudó de un implacable

movimiento para separar los muslos de una mujer que no

debía estar en el escenario donde se preveía el

intercambio. Sin pensarlo y creyéndola sospechosa, la

embistió por detrás levantándole los brazos para

apuntalarlos violentamente contra un coche. Abierta de

piernas, se restregó sobre sus nalgas mientras la palpaba

de arriba abajo. Y con ese “savoir-faire”, la sujetó fuerte

de sus caderas, le subió la falda y hurgó en lo más

recóndito de sus bragas por si ahí escondía la mercancía.

Pero no había nada, solamente un gran paquete.

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SONÁMBULO

Mi madre ha encontrado un remedio para que mi

sonambulismo no se convierta en un peligro para mi. En

ese estado me da por hacerme cortes con los cuchillos de

la cocina y, más de una vez, me han encontrado fuera de

casa, caminando como un zombi por la carretera con el

riesgo de ser atropellado. Desde hace unas semanas, me

acurruca en un saco de dormir que dispone sobre mi cama

y lo cierra hasta arriba. Me dice que alegre esa cara, que es

como ir de acampada, pero a mí, más bien, me parece una

camisa de fuerza.

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DEBATE POLÍTICO

En un piso de estudiantes de Valencia, cuatro jóvenes

esperan con ganas el debate sobre política nacional que

emiten todos los sábados por la noche; se lo pasan en

grande. Unas horas antes, como con el fútbol, beben

cerveza, fuman canutos y se ponen a tono para estar

ingeniosos. Disponen el sofá cerca de la tele, cogen

posiciones y cuando aparecen los tertulianos que van a

deliberar sobre la situación del país, eligen al que quieren

interpretar y quitan el sonido del televisor. Con el que

estudia Empresariales se tronchan; pone la voz del pato

Donald a un señor de apariencia muy seria.

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TRASPLANTES

Es una buena noticia que a un hombre le hayan injertado

tres plantas en su cuerpo. Gracias a los avances de la

ciencia la operación se llevó a cabo como quien cuida un

pequeño huerto. Le cavaron surcos en las zonas enfermas,

las abonaron con un fertilizante especial, plantaron los

esquejes elegidos y lo regaron con abundante agua. En

poco, le brotaron unas preciosas hortensias en el lumbago

de su espalda, se le entrelazó una parra leñosa en su brazo

dolorido y en la pierna que cojeaba se apuntaló un robusto

ciprés. El mantenimiento y cuidado era mucho más

sencillo.

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EL IDIOMA DE LOS PÁJAROS

Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo, está

como muerta. Se lo deja suelto cuando la brisa entra por su

ventana y se centra en la respiración de los peces de su

acuario, en el ruido que hace su gato al moverse y en el

frenético aleteo de un pequeño colibrí que entra confiado

para posarse en su hombro. Sigue medio muerta cuando le

introduce su alargado pico en la oreja y le bisbisea sonidos

que nadie entendería. Pero, inexplicablemente, su gorjeo le

cambia la cara, la hace sonreír y, al fin, sus ojos apagados

se llenan de vida.

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CORTADO

Mientras me tomaba una cerveza escuché sin querer la

conversación que dos mujeres mantenían en la mesa de al

lado. Una le afirmaba a la otra que no se sentía culpable

por incorporar a su dieta su propia leche materna, decía

que era el único lácteo que le estaba permitido. Le contaba

que la bebía regularmente y que su sabor era como la

leche de coco. Pidieron dos cafés más al camarero, y al

oírlo no pude impedir imaginármela con su teta fuera,

exprimiéndola como quien ordeña a una vaca y

convirtiendo, de ese modo, el café solo en cortado.

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GATO

Todos los días conduzco hasta el pueblo vecino por la

carretera secundaria que los une y, cada vez, observo con

perplejidad el cadáver de un animal muerto al que,

seguramente, atropellaron al intentar cruzar. Parece un

gato, pero no estoy seguro. Nadie se digna a quitar los

restos y, al ser aplastados continuamente por las ruedas de

los vehículos, está irreconocible. La cuestión es que por la

forma podría ser un perro pequeño, una liebre o, como he

dicho, un gato. Un día, decido detenerme para solucionar

mi duda y descubro que efectivamente es un gato. Pero no

está muerto, está desinflado.

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CATA DURA

Deberías airearte un poco, estás pálida. Las muestras

tienen un olor potente y te estás saturando. Déjalo estar,

puedes estar satisfecha. Como bien has dicho, la primera

corresponde a pizza cuatro quesos. La siguiente es un

guiso marinero del cual has identificado los ingredientes

principales: pulpo, ajo y cebolla. Perfecto. A pesar de que

la venda en los ojos te ha impedido ver el color rojizo, has

reconocido la remolacha. Y los trigueros son

inconfundibles, hasta yo los he percibido al destapar el

envase. Me choca que no hayas averiguado lo que tú has

comido oliendo tu propia muestra de orina.

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HACIENDA SOMOS TODOS

La joven insensata no sabía matarse. Lo intentaba con

métodos que había visto en películas; como atiborrarse de

pastillas, tirarse de un puente, colgarse de una viga,

cortarse las venas, plantarse delante de un tren e, incluso,

hacerse la ruleta rusa con un revolver. Procedimientos

inútiles que solo consiguieron lesionarla sin alcanzar su

objetivo. Un día, sin buscar nada, la muerte llamó a su

puerta. Era el cartero con una notificación de Hacienda,

una citación. Su maltrecho corazón no lo soportó, se

quedó fría con la carta entre sus manos y sin poder hacerlo

a su manera.

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BRASAS MALIGNAS

Durante las hogueras de San Juan descubrimos a un señor

alto con dos chichones en la frente y un aro en la nariz al

que las llamas no le producían dolor. Más bien lo

contrario. Las acariciaba con deleite y, como quien espera

una reconfortante ducha al final del día, se iba metiendo

en ellas. Su carne chamuscada acabó por transformarse en

una antorcha humana, y no paraba de reírse mientras

condenaba a las personas que se aproximaban a su lumbre.

Tardó bastante en hacerse brasa, pero cuando lo hizo

aprovechamos para meter nuestra parrilla de longanizas y

chorizos criollos.

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TRIBU

El chico que no tenía amigos se dispuso a vestirse. Se puso

por primera vez una camiseta XL de los Lakers y encima

una enorme sudadera de marca. Los pantalones también

eran anchos, puestos dejaban ver la ropa interior. Las

zapatillas eran bajas, muy vistosas y con una lengüeta

grande. Se llenó de cadenas y colgantes, salió a la calle

andando en suspensión y moviendo los hombros de lado a

lado. Se encontró con el cabecilla del grupo y le hizo el

saludo estipulado: palma, puño, dedos y codo, para acabar

con un golpe en el pecho. Ya los tenía.

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PIEZAS

A su lado pasaba las tardes haciendo puzzles

interminables, y en ese pique divertido por comprobar

quien colocaba más piezas escuchábamos una música

desordenada y sin sentido que jamás entendí. Era Jazz.

Ahora es la banda sonara de mi vida y la que me ha

animado a desplegar de nuevo uno de esos rompecabezas

en la mesa del comedor. Me preparo una taza de té como

solíamos hacer y, sin saber cómo, la tiro al suelo

rompiéndola en mil pedazos. Se me eriza el vello y me

quedo mirándolos con la mente en otra parte, esperando a

que se reconstruyan.

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TELETRANSPORTACIÓN

Instantáneamente me vi en otro lugar, integrado en la

actividad cotidiana de otros seres. Sonaba una música

ininteligible que me obligaba a trotar alrededor de unos

sencillos asientos de cuatro patas provistos de un respaldo,

colocados de forma circular y sobre un manto de

vegetación rasurada. Pude apreciar como aquellas

criaturas se estremecieron al verme aparecer

repentinamente entre ellos. Pero, aun así, continuaron con

aquel extraño ritual que, al parecer, no permitía ninguna

distracción. Seguimos dando vueltas y vueltas hasta que la

música cesó de golpe y, rápidamente, como una

avalancha, todos ocuparon los asientos. Yo me quedé de

pie.

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LA CARTERA

Como último recurso me llamé al móvil desde el fijo. No

podía haberlo perdido, no había salido de casa en todo el

día. Dejé que hiciera los tonos pertinentes mientras me

movía por las habitaciones en busca del rastro sonoro.

Estaba solo, por lo que enseguida advertí su musiquilla

característica en el comedor. Lo encontré tirado bajo los

cojines del sofá, junto a una cartera que no pertenecía a

nadie de mi familia. El móvil seguía sonando y, tentado

por el absurdo, me dio por contestar a mi llamada.

“¿Diga?”. Me quedé callado. Al otro lado se oía una

respiración.

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ZOOILÓGICO

El mundo, a veces, daba señales de volverse loco. Prueba

de ello era el caso de un joven gallego aparentemente

normal que vivía aún con sus padres. No salía de casa los

días de lluvia y viento, y atesoraba una valiosa colección

de miniaturas de comida de plástico: hamburguesas,

pasteles, frutas, verduras y hasta platos combinados. En

realidad, su proyecto más ambicioso era abrir en unos años

un zoológico de peluches a los cuales alimentaría con sus

incontables reproducciones gastronómicas. No era extraño

verlo trabajar con su ordenador y conectar un jugoso

percebe en la ranura usb para recopilar información.

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EL GRAN HOTEL

En la copa del árbol más majestuoso del bosque abrieron

un gran hotel para insectos. Era un lugar idóneo para la

anidación de mariquitas, abejas, crisopas o avispas

salvajes. También solían alquilar las habitaciones otros

insectos algo más dañinos como pulgones, cochinillas u

otros ácaros. De puertas para adentro no había problema,

cada especie hacía su vida, pero cuando coincidían en la

recepción del complejo hotelero, las peleas y trifulcas

entre ellos llenaban el hall de cadáveres. El director del

hotel no quería poner remedio a esos terribles conflictos

porque, según él, evitaban posibles plagas en plantas y

árboles próximos.

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HUY-HUY

Me despierto por un croc-croc interno que me remueve las

tripas, corro al baño ay-ay, levanto la tapa y choff-choff,

justo uff-uff, un prop-prop ruidoso me desatasca, me alivia

oh-oh, dejo correr el agua del grifo, doy un sorbo glup-

glup, presiono el jabón líquido xhiff-xhiff y me limpio las

manos, las seco a golpes placa-placa en mi cara y el

cogote, me despeja, me miro al espejo, estoy blanco,

olisqueo, sniff-sniff, que asco, mete tufo puaj-puaj, me

marea, meto dos flus-flus al aire con la colonia jeje-jeje,

mejor, vuelvo a la cama, me duermo zzz-zzz, otro croc-

croc, huy-huy, no llego.

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ABUCHEOS

Estiré todo lo que pude un calcetín que no tenía pareja. Su

tejido elástico se tensó casi el triple de su longitud y,

esperando el ruido del desgarro, en su lugar sonó un

sonido pomposo propio del descorche de una botella de

cava: ¡Ploff!. Había obtenido otro calcetín idéntico, se

había duplicado como en una mitosis. Observé mi proeza

y los expuse en el atril para que se vieran, me di besos

cargando las puntas de mis dedos y enganché una enorme

medalla dorada en mi frac negro. Luego me incliné al

público con una reverencia, esperando los aplausos.

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UTILIDADES DEL CAVA

Debemos agitar la botella como una maraca para

multiplicar el efecto de las burbujas y del chorreo.

Retiraremos el envoltorio de papel metálico y, con una

mano firme en el cuello de la botella, haremos lo mismo

con el bozal de alambre que retiene el proyectil de corcho.

Hay poco tiempo, por lo que es importante no perder de

vista el blanco fijado durante la celebración, así, cuando lo

apuntes, el tapón impactará a lo bestia contra él. Podemos

tener una copa al lado para aprovechar la bebida que salga

a borbotones y celebrar si el disparo ha sido certero.

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HACER UN FAVOR

Me endulzas desmesuradamente cuando quieres pedirme

un favor. Siempre lo haces. Me untas con una sabrosa

mantequilla y luego me esparces mermelada de arándanos

como si fuera una tostada. Me pones carita de gata, sacas

tus garras y con esos ojazos me lames enterito. Como ves

que no me tienes, chorreas mis pies con miel de romero y

te los comes lasciva. Solo cosquillas. Pruebas con nata

montada en el cuello, Nocilla en las orejas y esos

chispeantes Petazetas ahí abajo, en la entrepierna. Con la

humedad de tu boca siento como explotan y me digo:

venga va, lo que quiera.

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SELLOS

No enviaba cartas, solo daba lametones a los sellos

antiguos que guardaba en cajas. Los relamía hasta que la

saliva tomaba un sabor amargo debido a esa goma rancia,

comparable -para mí- a un buen puro o a un gin tonic con

mucho limón. Los disfrutaba en la terraza, sentado en mí

hamaca, observando las formas que adoptaban las nubes.

Me quedaban pocos, para una semana a lo sumo. Ahora

los fabrican todos adhesivos, nada placenteros de chupar,

insípidos. Unos compañeros de trabajo me hablaron de las

gomas de borrar Milan y los champús con aromas florales

como posible sustitutivo.

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CIUDADES

La ciudad donde viví no había sido objeto de ningún

saqueo o combate bélico, simplemente llevó una conducta

inadecuada y, en consecuencia, se quedó despoblada, sin

vida. Su enfermedad fue como un dominó de órganos

internos que la llevaron a la muerte; la convirtieron en una

ciudad fantasma. La naturaleza fue reclamando el terreno

a los edificios deshabitados y las plantas introdujeron sus

poderosas raíces en las paredes, pavimentos y muros que

la conformaban. Evidentemente me fui de allí. Ahora vivo

en una ciudad que tiene calles efervescentes en verano y

calles desiertas teñidas de líneas azules discontinuas en

invierno.

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MANERAS DE PONERSE UNA CHAQUETA

Había once maneras de ponerse una chaqueta; y cierto es

que el señor Esteban empleaba una de ellas. Cada mañana,

una vez vestido, abría el armario y cogía su favorita, una

de pana con botones. Iniciaba el proceso cogiéndose los

puños de la prenda que iba inmediatamente debajo de la

chaqueta -normalmente un jersey de cuello alto- e

introducía por la correspondiente manga uno de los brazos

(primero el derecho) y luego el otro. Se la ajustaba bien y

la abotonaba; le quedaba pintada. Y sí, era una manera

efectiva y correcta de ponérsela, pero muy aburrida. Igual

que él.

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ORDENADOR «PERSONAL»

El otro día enterramos al ordenador. Le hicimos una

sencilla ceremonia en el jardín para despedirnos de él y le

dimos sepultura junto al ciprés. Fueron seis años intensos.

Papá, últimamente, lo espabilaba cada mañana como

podía: primero le daba a la tecla “Esc”, enseguida a “F9” y

luego seleccionaba una de las opciones que el médico de

computadoras le había recomendado para mantenerlo con

vida. Murió de sopetón, colgándose por completo y sin

poder intervenirlo. Afortunadamente pudimos transmitir

sus conocimientos a otro más nuevo y veloz, pero mi

padre aún sigue de luto sentado junto a su tumba,

llorándole.

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MOMENTOS ETERNOS

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Luego lo hizo

el ventrílocuo que le daba la vida en el escenario. Le

siguió el público que contemplaba el espectáculo desde los

butacones del teatro; todos se abandonaron a un sueño

inmediato. Las calles próximas también cerraron sus

párpados y la ciudad se paralizó como quien pulsa la pausa

del mando a distancia. Esa alteración continuó a nivel

global hasta sumir a toda la humanidad en un estado

parecido al coma. Y fue entonces cuando decidí bajar para

observar in situ y sin agobios que había fallado en mi

creación.

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FAMILIA

No me acostumbraba a estar en el salón, en una casa, con

una mujer y dos niñas. Observaba la situación sentado en

el sofá, haciendo como que leía el periódico. La televisión

daba las noticias y aquella mujer entraba y salía de la

cocina con algo en las manos cada vez: primero una jarra

de agua, luego cubiertos y servilletas, cuatro vasos,

platos…preparaba la mesa. Olía a hervido; a coliflor. Las

niñas me hicieron sentar en la mesa, y la mujer, con los

ojos vidriosos y como si me conociera, me preguntaba

cada noche cómo había pasado el día.

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EL REGALO

Como era el cumpleaños de mamá lo que íbamos a

celebrar, y siendo en pleno océano como iba a ser,

estábamos todos ocupados en buscar regalos para ella. Por

casualidad, descubrí que la caracola de mar que ella usaba

como instrumento para hechizar a los navegantes, si te la

acercabas a la oreja y escuchabas con atención, además de

guardar el sonido de las olas también emitía un arrullo casi

imperceptible que desvelaba sus verdaderos anhelos.

Descarté entonces el espejo recubierto de preciosos

corales que encontré en el camarote 115 de un enorme

trasatlántico que se hundió por un accidente marítimo y le

regalé unos zapatos humanos que hallé intactos en ese

mismo compartimento; por si decidía transformarse algún

día y pisar tierra firme con el marinero de sus sueños.

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BIGOTE

Hice una búsqueda al Google de mujeres con bigote. Fue

un impulso absurdo al que no había que buscarle el

sentido, simplemente me vino y ya está. Me lo tomé como

un pasatiempo divertido para navegar por la red, y

comprobé que había cientos de entradas e imágenes

relacionadas con el tema. Entre todas ellas descubrí un

rostro familiar, el de mi hermana. Fue un hallazgo

controvertido. Tenía un mostachito de hormiguillas,

parecido al de Cantinflas. Pensé que alguien le había

gastado una broma con ese programa de retoque

fotográfico, pero al ampliar la imagen y examinarla

concienzudamente observé que no.

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ARDER EN RISAS

Caí en la tentación de acariciar lentamente el hipnótico

fuego que ardía en la chimenea de mi hogar, y lo primero

que aprecié al quemarme la mano derecha fue el olorcillo

a piel chamuscada. Luego, algo inaudito: empecé a reírme

como un niño al que le hacían cosquillas. Era muy

chocante y a la vez desternillante, por lo que decidí poner

la otra mano para seguir disfrutando de aquella extraña

situación. Me caían las lágrimas, colapsado y encanado

por las irrefrenables carcajadas que iban consumiéndome

en aquel infierno de llamas, sin apenas poder respirar.

Muriéndome de la risa.

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FACEBOOK

El resplandor de las vías me tienta cuando se aproxima un

tren a toda velocidad. También lo hace la altura de un

rascacielos o el precipicio de un acantilado. Son

situaciones escalofriantes que motivan mi acercamiento a

los bordes. No por acabar con mi vida, sino por sentirla

más intensamente. Mi corazón palpita a mil por hora

cuando pendo de un hilo y siento que un paso en falso

podría llevarme al abismo; aun así tengo la sangre fría de

conectar la cámara del móvil, sonreír pletórico al objetivo

y, con el brazo estirado, plantarme un selfie para

compartirlo en Facebook.

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EL DESCUBRIMIENTO

La chica que movía su coleta como un helicóptero nunca

enseñaba sus dientes. De hecho, nadie la había visto

sonreír jamás. Tímidamente, se acercaba la mano a la boca

para ocultarlas: cuando tenía que hablar con alguien o se

comía la manzana del almuerzo en el patio del colegio.

Pensé que llevaba aparatos o tenía muchas caries o le

habían crecido colmillos o tenía halitosis o qué sé yo.

Fuera lo que fuera tenía algún complejo y lo escondía.

Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, tengo una cita con

ella y sigo sin conocer el misterio que encerraba su boca.

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OCUPACIÓN HOSTIL

Estoy sentado en un banco del parque viendo como una

bandada de patos juega en el estanque. Me recreo en esa

visión idílica hasta que un señor se sienta a mi lado sin

saludar. Se limita a mirar al frente como una esfinge.

Enseguida se sienta otro señor a su lado y hace lo mismo.

Poco a poco el banco se va ocupando de extraños que van

apretujándose entre ellos hasta acabar desplazándome a un

extremo del asiento. Los miro iracundo, mudo de

asombro. Se sienta otro. Cae la tarde en el parque y mis

posaderas notan el húmedo césped.

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¡AGUA VA!

Un botijo se zarandea en el extremo de una viga por la

vibración que unas pisadas ejercen al andar sobre ella. Por

sorteo le toca al obrero más joven realizar la arriesgada

tarea de ir a por él. Acepta sin rechistar y, sin mirar abajo

y extendiendo sus brazos en forma de T, avanza como un

funambulista hasta llegar al borde. Cauteloso recoge el

recipiente de barro que mantiene fresca el agua mientras

sus compañeros, en un lugar seguro, aplauden su coraje al

someterse a tan despiadado reto que, finalmente, acaba en

traspiés y les priva de echar un trago.

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FAVORES

El actual barbero que me corta el cabello en el pueblo

tiene pluma y entona canciones de la radio mientras hace

su trabajo. Lleva el ritmo con el pie, mueve la cabeza e

incluso silba cuando no se sabe las letras. No es muy

hablador, y eso se agradece. Los anteriores que tuve

siempre iniciaban las conversaciones preguntándome

sobre mi vida personal, pero este es diferente, va a la suya.

Hace unos días, por curiosidad, le pregunté si los barberos

se cortaban ellos mismos el cabello o hacían algún

intercambio de favores entre ellos. Me respondió que se

hacían favores.

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VIGILANCIA

Visto desde arriba, los usuarios de la ciudad eran como

colonias de hormigas que se movían de casa al trabajo y

del trabajo a casa. Los fines de semana ese rutinario

movimiento cambiaba; se movían muy poco o incluso se

mantenían quietos. Si hacíamos un zoom al grupo de

viviendas arquitectónicamente semejantes y elegíamos una

al azar, podíamos espiar a través de la ventana a una

familia mientras desayunaba, y constatar como uno de los

miembros, el más joven, observaba sorprendido la pantalla

de su móvil donde un mensaje wassap anunciaba que su

amigo Manuel acababa de abandonar el grupo.

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APOGEO Y DECADENCIA

La inestable vida de la famosa cantante pop que había

alcanzado los peldaños más altos en el mundo de la

música y había sido considerada por la crítica como un

portento de la naturaleza capaz de fascinar a todos con la

electricidad de su voz y el sensual zarandeo de sus

caderas, sentía que ciertamente ya no era el centro de las

miradas ni era valorada como antes, por lo que tras un

tiempo sin aparecer en los medios, hoy, ha vuelto a brillar

con luz propia declarando en una rueda de prensa que se

ha puesto un tercer pecho.

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LA MADRE

Una madre cansada de la vida se despierta inestable, con

ganas de acostarse de nuevo, pero no lo hace porque sus

hijos alborotan en la cocina, quieren el desayuno. Se ve

ojerosa en el espejo del baño, se asea y respira hondo. Se

pellizca la cara, se dice a si misma que debe controlarse y,

forzando una sonrisa, se dirige a la cocina. Al llegar

acaricia -sin estrangular- los cogotes de los gemelos,

ignorando la batalla campal con los cereales. También

consigue dominarse y no zurra a la pequeña. Tan solo le

sugiere amablemente que quite los deditos del enchufe.

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LA SOLISTA

Ocho y media de la tarde. Me visto elegante para el

concierto. Un taxi me lleva al Auditorio con el tiempo

encima. En el camerino desenfundo la flauta, caliento

rápido con algunos arpegios y al oír los aplausos salgo al

escenario. Me sitúo delante de la orquesta y, junto al

director, saludo al público presente. Baja la batuta y

empieza el concierto. Tengo la capacidad de estar en otra

parte mientras interpreto la partitura, por lo que repasando

mis últimas acciones antes de salir de casa me temo que

con las prisas no he cerrado la clavija del gas butano.

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