cartas sobre la verdad

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Obra de Pablo María Ozcoidi García-Falces, Editor de Filosofiahoy.com

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  • Cartas sobre la verdad

  • Pablo M Ozcoidi

    Cartas sobre la verdad

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  • Diseo de la portada: Fernando Pagola

    Nihil Obstat: Ildefonso AdevaImprimatur: Jos Antonio Aznrez, Vicario GeneralPor mandato de S.E. Rvma. Mons. Francisco Prez, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela Pamplona, 11 de noviembre de 2009ISBN: 1451539851EAN-13: 9781451539851

    2010: Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces 2010: Editorial CreateSpace

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

  • A mis padresA quienes tanto debo

  • 7ndice

    Prlogo ................................................................................................... 9

    Introduccin. El esplendor de la verdad ........................................... 11

    Primera parte. Sobre la Sabidura .................................................... 21

    I. Sabidura divina ....................................................................... 23

    II. Sabidura creada ..................................................................... 31

    III. El padre de la mentira ........................................................... 37

    IV. El Verbo se hizo carne ........................................................... 43

    V. Jess, luz para el hombre........................................................ 51

    VI. La Cruz, plenitud de la Revelacin ...................................... 59

    VII: La Fe, participacin en la Sabidura divina ........................ 67

    VIII. Hijos de Dios ..................................................................... 79

    IX. Valor inestimable de la Sabidura ......................................... 85

    ;6REUHHVWDSLHGUDHGLFDUpPL,JOHVLD .................................... 89

    XI. Amor a Dios .......................................................................... 95

    XII. Amor a Jess ..................................................................... 103

    XIII. Fraternidad universal ....................................................... 113

    XIV. Humildad .......................................................................... 123

    XV. Desprendimiento de las criaturas ...................................... 131

    Segunda parte. El Amor a la Sabidura .......................................... 139

    I. Espritu Santo y amor a la verdad ......................................... 141

    II. Docilidad al Espritu Santo .................................................. 151

  • 8III. El amor a la Sabidura: condicin para alcanzarla ............. 157

    IV. El rechazo de la verdad: pecado contra el Espritu Santo ... 161

    V. Conducta y verdad ................................................................ 169

    VI. Verdad y Fortaleza .............................................................. 179

    VII. La sinceridad .................................................................... 189

    VIII. Silencio y oracin ............................................................ 199

    IX. Peticin de consejo ............................................................. 207

    X. Necesidad de doctrina .......................................................... 217

    XI. Rectitud de intencin .......................................................... 227

    XII. Respetos humanos ............................................................. 235

  • 9Prlogo

    -XULVWDGHSURIHVLyQOyVRIRSRU FRQYLFFLyQ\ VDFHUGRWHSRUvocacin, Pablo Ozcoidi Garca-Falces es una de esas mentes preclaras que ha dado el Viejo Reino de Navarra. Su trayectoria intelectual est marcada por su carcter interdisciplinar y formacin autodidacta. Tal vez por ello en su pensamiento brille con soltura la HOHJDQFLDGHOMXULVWDODDEVWUDFFLyQGHOOyVRIR\ODVROLGDULGDGGHOsacerdote cuyo manantial inagotable es la Sagrada Escritura.

    Ozcoidi se enfrenta con las mejores credenciales al tema FHQWUDO GH OD UHH[LyQ LQWHOHFWXDO GHO VLJOR;;, OD YHUGDG

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    slo en l alcanza su plenitud. Lo mismo sucede con la verdad. Que HOODQRSXHGDLPSRQHUVHQRLPSOLFDTXHQRH[LVWDRTXHQDGLHVHencuentre ticamente obligado a buscarla con todas sus potencias.

    La libertad es precisamente eso: el impulso interior e irreprimible que invita a la razn a sumergirse en la verdad, el ms alto bien. Una vez hallada, el veritalista se adhiere a ella sin reservas, y la comparte con el prjimo, por solidaridad humana. El hombre que busca la verdad est convencido de que slo mediante ciertas H[LJHQFLDVLUUHQXQFLDEOHVHVSRVLEOHFXVWRGLDUHOWHVRURH[FHOVRGHla dignidad personal, con independencia de la raza, la condicin, HOVH[RRODUHOLJLyQ+HDTXtODUD]yQSRUODFXDOHOYHULWDOLVWDQRtiene reparos, como el relativista, en considerar determinados actos intrnsecamente malos, como el homicidio, por ejemplo. Pero s los tiene, a diferencia del fundamentalista, si se trata de imponer ODVH[LJHQFLDVPRUDOHVSRUODIXHU]DGHVQXGDSURSLDGHXQWDOLEiQ

    En este siglo de confusin y medias tintas, cuando algunos SUHWHQGHQ FRQQDU OD YHUGDG DO UHWLUR LQHUPH GH ORV IDODQVWHULRVy monasterios, el veritalismo puede ser, y es de hecho, la opcin viva de millones de mujeres y hombres repartidos por los cinco continentes. A la larga, si queremos construir una nueva sociedad global ms justa, libre y solidaria, slo podremos hacerlo apostando por la verdad.

    Pablo Ozcoidi, a lo largo de estas pginas de original frescura y discurso noble, nos lo recuerda frecuentemente. Son muchas las cartas que ha escrito la humanidad. Pero las ms importantes, sin duda, son aquellas que encierran las grandes verdades perennes, esos IROLRVUPDGRVFRQIXHJRSRUXQSXxDGRGHYDOLHQWHVYHULWDOLVWDVque nadaron contra corriente en el imperio de la ligereza. Este libro rene algunas de esas misivas con la esperanza de que a ti, apreciado lector, te recuerden la importancia de lo nico que nos puede hacer libres en este mundo de lucha, en este orbe de combate SRUODSD]ODYHUGDG/D~QLFD9HUGDGSHUVRQLFDGDHQ-HVXFULVWR

    Rafael Domingo

  • Introduccin

    El esplendor de la verdad

  • Cartas sobre la verdad

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    Entre los grandes dones que Dios ha concedido al hombre se encuentra la capacidad de hablar, la de tener un lenguaje que sirva para comunicarnos. Los dems seres de la creacin pueden emitir ruidos, e incluso, ante tales ruidos, puedan reaccionar con acciones instintivas; pero el hombre es el nico ser capaz de relacionar conscientemente un sonido concreto con un sentido GHWHUPLQDGR(VWHPDUDYLOORVRGRQGHODSDODEUDH[LJHVLQFHULGDGen quien habla, pues en otro caso no servira para cumplir su misin. Por tal motivo es contrario a la naturaleza, que se use el lenguaje para decir mentiras.

    Por esta relacin del lenguaje con la verdad a cuyo servicio se encuentra, voy a hacer algunos comentarios que me parecen oportunos sobre tres trascendentales del ser: el verum (lo verdadero), el pulchrum (la belleza) y el bonum (el bien). De las cosas se dice que son verdaderas en la medida en que muestran a la inteligencia como son, por eso, la verdad est condicionada por ODYHUGDGverum de las cosas. Si hablamos del pulchum nos referimos a la belleza de las cosas, por cuya virtud stas resultan DWUDFWLYDVDTXLHQODVSHUFLEH/DYHUGDGFRQRFHUFRPRVRQODVFRVDVHVDOJRPX\EHOORSHURVLDWHQGHPRVDVXVFRQWHQLGRVODVverdades son tanto ms bellas cuanto ms entidad tenga aquello de lo que trate. Finalmente, de las cosas se puede predicar el bonum. Las cosas son buenas en la medida en que satisfacen alguna facultad, algn apetito. La verdad es buena porque satisface a la potencia ms importante del hombre, la inteligencia.

    Cuando Juan Pablo II public en 1993 su encclica Sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseanza moral de la Iglesia le puso por ttulo el siguiente: Splendor veritatis. A primera vista puede parecer un ttulo muy poco adecuado para un GRFXPHQWRPRUDOQRDSDUHFHQSDODEUDV FRPRYROXQWDGELHQSUHFHSWRV FRQVHMRV HWF SHUR QR HV DVt /D UHIHUHQFLD D ODYHUGDGHQHOWtWXORHVPX\RSRUWXQD\DTXHODVOH\HVH[SUHVDQHOvalor de las cosas en relacin con nuestra conducta. La verdad es, en efecto, el comn denominador de todos los preceptos morales. Pero la primera palabra de la encclica (splendor) matiza la segunda

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    (veritatis), pues nos dice de ella, de la verdad, que es bella, que es hermosa (el pulchrum). Qu modo tan bello de empezar este documento, al no apoyar el deber moral en la voluntad de un Dios arbitrario que nos ata con preceptos caprichosos, sino en una moral fundamentada en la verdad y en la belleza. Obrar bien es un hacer la verdad y esto es un modo de proceder muy bello.

    Que el hombre con frecuencia yerra en sus juicios es patente, pero esto no sucede ni siempre, ni la mayor parte de las veces. Por RWUD SDUWH WDOHV HUURUHV QR MXVWLFDQ TXH VH QLHJXH DO KRPEUH ODcapacidad de alcanzar la verdad. El hombre fue diseado para la verdad, sin que el pecado de nuestros primeros padres nos haya hecho perder tal posibilidad. Ciertamente la inteligencia, aunque herida y lesionada, es un instrumento vlido para la bsqueda GH OD YHUGDG DXQTXH HQ RFDVLRQHV QHFHVLWH HO DX[LOLR GLYLQRpara alcanzar las verdades naturales y, siempre, para abrirse a las sobrenaturales.

    Aunque sea sorprendente en la historia no han faltado quienes han negado la posibilidad de encuentro del hombre con la verdad. Empezar haciendo referencia de la postura ms radical, el escepticismo, que niega la posibilidad de alcanzar cualquier verdad, sin ninguna limitacin. Es sta una actitud absurda, pues todos somos conscientes de que poseemos verdades, muchas o pocas, pero que algunas tenemos. Teniendo en cuenta que la verdad es fundamento de la palabra, resulta contradictorio el comportamiento de los escpticos, que son grandes charlatanes. Nos preguntamos, cmo hablan tanto si no saben nada? La actitud lgica del escptico debera ser el silencio y la quietud, en lugar de su contraria. De este modo con la abundancia de sus palabras destruyen su teora.

    /RVOyVRIRVGHOD LQPDQHQFLDQR VRQ UDGLFDOHV FRPR ORVescpticos, pero tambin estn muy desviados. Niegan, de alguna PDQHUDODYHUGDGDODOWHUDUVXGHQLFLyQHQOXJDUGHFRQVLGHUDUODcomo adecuacin entre la inteligencia y las cosas (la realidad), piensan que esa adecuacin se ha de dar entre la inteligencia y el

  • Cartas sobre la verdad

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    objeto, teniendo en cuenta que por objeto no entienden las cosas, VLQR VXV H[SHULHQFLDV VXEMHWLYDV OR TXH FDSWR FRQ ORV VHQWLGRVmis sensaciones, ideas y pensamientos, independientemente de lo TXH H[LVWD IXHUDGHPt TXHPHHV LQDFFHVLEOH6H WUDWDPiVTXHDGHFXDFLyQFRQORH[WHULRUFRKHUHQFLDGHODVH[SHULHQFLDVLQWHUQDVconsigo mismas.

    El origen de este modo de pensar se encuentra en la va modernorumXQQXHYRPRGRGHKDFHUORVRItDTXHFRPHQ]yHQHOVLJOR;,9FRQ*XLOOHUPRGH2FFDP\FX\DLQXHQFLDKDOOHJDGRKDVWD QXHVWURV GtDV (O OyVRIRPiV UHSUHVHQWDWLYR GH HVWD OtQHDde pensamiento es Enmanuel Kant, quien en el acto de conocer distingue entre el noumeno, o cosa en s, que es incognoscible, y lo que percibimos, a lo que llama fenmeno. El noumeno es la realidad, lo que decan conocer los antiguos, las cosas; fenmeno, HQFDPELRHVODSHUFHSFLyQVXEMHWLYD6HWUDWDSXHVGHXQDORVRItDGH OR VXEMHWLYR 8Q OyVRIR HPSLULVWD DQWHULRU D .DQW OODPDGR%HUNHOH\GLFHVHUHVSHUFLELURVHUSHUFLELGR(VWDORVRItDHVWiconfeccionada al servicio del agnosticismo, pues, segn ellos, como GH'LRVQRWHQHPRVQLQJXQDH[SHULHQFLDVHQVLEOHQDGDSRGHPRVdecir de l.

    (QWLHQGR TXH OD DFWLWXG HUUyQHD PiV H[WHQGLGD TXHGDQLQFOXLGRVORVFLWDGRVOyVRIRVGHODLQPDQHQFLDHVODGHDTXHOORVTXHDUPDQTXHHOKRPEUHQRSXHGHFRQRFHUQDGDTXHWUDVFLHQGDHO RUGHQ VHQVLEOH 6H WUDWD GHOPDWHULDOLVPR VRODPHQWH H[LVWH ODPDWHULD 3RGHPRV KDEODU GH OR TXH H[SHULPHQWDPRV SHUR HQabsoluto de otras cosas, como, por ejemplo, de Dios. No estoy de acuerdo con este modo de pensar porque entiendo que, tomando como punto de partida los datos que nos proporcionan los sentidos y usando la razn, se puede ir ms all de aquello que percibimos. Un ejemplo muy claro de este modo de pensar que niega la trascendencia es Hume, quien llega a decir:

    ([DPLQHPRV OOHYDGRV SRU HVWRV SULQFLSLRV QXHVWUDV ELEOLRWHFDVQu estragos no podramos hacer! Saquemos un tomo cualquiera, por ejemplo sobre Dios o sobre la metafsica. En seguida tendramos que

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    preguntarnos: Contiene algn razonamiento abstracto sobre magnitudes R VREUH Q~PHURV" 1R &RQWLHQH DOJ~Q UD]RQDPLHQWR GH H[SHULHQFLDVREUHKHFKRVGHH[LVWHQFLD"1R(QWRQFHVDOIXHJRFRQpOSRUTXHXQOLEUR WDOQRSXHGHFRQWHQHU VLQR IXHJRVGHDUWLFLR\HQJDxR Enquiry Concerning Human Understanding, XII,3).

    Frente a los que niegan la posibilidad de trascender el orden VHQVLEOH UHGXFLHQGR OD FLHQFLD D OR H[SHULPHQWDEOH TXLHURpresentar dos objeciones. La primera es que si estos autores tienen razn, hasta llegar a los tiempos modernos no se ha sabido nada, R SUiFWLFDPHQWH QDGD DUPDFLyQ HYLGHQWHPHQWH IDOVD SXHV KD\muchas verdades posedas por el hombre desde la antigedad que VRQDMHQDVDOPpWRGRH[SHULPHQWDOFRPRSRUHMHPSORODVYHUGDGHVde la tica. stas se encuentran grabadas en el alma!, y si se dice que estn grabadas es porque son captadas intelectualmente de modo inmediato. La segunda objecin consiste en sealar que con HVRVSODQWHDPLHQWRVWDQUDGLFDOHVQRTXHGDOXJDUSDUDODORVRItD\con ella, para la tica, de manera que nadie puede hablar del bien \GHOPDOSXHVOREXHQRQLVHPLGHQLHVREMHWRGHH[SHULPHQWRV

    &RPR ODSRVLELOLGDGGHDOFDQ]DU ODYHUGDGHVSHFLDOPHQWHFXDQGRWUDWDGHHOHYDUVHKDFLDORWUDVFHQGHQWHKDVLGRFXHVWLRQDGDpor muchos y de muy diferentes maneras, Juan Pablo II en Fides et ratioGHVHSWLHPEUHGHHQWUHJDXQDVSDXWDVDORVapasionados de la verdad para que no decaigan en su tarea. Dice as:

    Por este motivo he decidido dirigirme a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, con los cuales comparto la misin de anunciar abiertamente la verdad (2 Co 4, 2), como tambin a los telogos \OyVRIRVDORVTXHFRUUHVSRQGHHOGHEHUGHLQYHVWLJDUVREUHORVGLYHUVRVaspectos de la verdad, y asimismo a las personas que la buscan, para H[SRQHU DOJXQDV UHH[LRQHV VREUH OD YtD TXH FRQGXFH D OD YHUGDGHUDVDELGXUtDDQGHTXHTXLHQVLHQWDHODPRUSRUHOODSXHGDHPSUHQGHUHOcamino adecuado para alcanzarla y encontrar en la misma descanso a su fatiga y gozo espiritual (n. 6).

  • Cartas sobre la verdad

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    Esta encclica gira en torno a la necesidad de cooperacin entre Filosofa y Teologa. Ambas disciplinas pueden, apoyndose mutuamente, alcanzar la verdad, aunque cada una por su cuenta, no. La Filosofa se hace preguntas, pero que ella sola no sabe responder; la Teologa, tambin sola, aunque posea las respuestas no sabe fundamentarlas, por ello tambin est necesitada de la D\XGDGHXQDVyOLGDIXQGDPHQWDFLyQORVyFD\FLHQWtFD

    El contenido de la encclica es muy amplio y no es este el momento oportuno para detenernos en un amplio comentario, solamente quisiera limitarme a sealar cuatro sencillas ideas ORVyFDVPX\ HOHPHQWDOHV TXH VRQ FRPRHO VXEVWUDWRGH ORque en ella se ensea. Son las siguientes: 1) El hombre es el ser que busca la verdad; 2) El hombre es capaz de la verdad; 3) La validez de las facultades cognoscitivas; 4) El hombre es naturalmente OyVRIR0HSDUHFHTXHYDOHODSHQDTXHQRVGHWHQJDPRVDXQTXHVHDEUHYHPHQWHHQORTXHDOUHVSHFWRGLFHHOGRFXPHQWRSRQWLFLR

    Empecemos con la primera de ellas: El hombre es aquel que busca la verdad. En el n. 28 el documento citado seala las GLFXOWDGHV FRQ ODVTXH OD UD]yQSXHGH WURSH]DU HQ VXE~VTXHGDde la verdad, como son las propias limitaciones de la razn, la LQFRQVWDQFLDHQHOHPSHxRODKXtGDGHODVH[LJHQFLDVTXHODUD]yQpuede traer consigo, pero, a pesar de estos obstculos, termina DUPDQGRTXHODYHUGDGHVFODYHHQODH[LVWHQFLDKXPDQD

    6HJXQGDDUPDFLyQ(OKRPEUHHVFDSD]GHODYHUGDG(QHOn. 29 la encclica seala que esta bsqueda de la verdad no puede ser vana. El hombre empieza teniendo cierto conocimiento que le lleva a interrogarse sobre la realidad. Esto sucede tambin en el SODQRFLHQWtFRORSULPHURVRQODVLQWXLFLRQHVTXHSRVWHULRUPHQWHKDEUi TXH YHULFDU /D YHULFDFLyQ GH ODV LQWXLFLRQHV OOHYD DOprogreso en el conocimiento. De manera que si el hombre busca la verdad es porque est convencido de que es capaz de alcanzarla.

    Rasgo importantsimo del documento, que he recogido como SXQWR WHUFHUR HV OD DUPDFLyQ GH OD YDOLGH] GH ODV IDFXOWDGHVcognoscitivas del hombre. Tal aseveracin, que puede parecer

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    evidente, tiene un gran valor en estos momentos frente a la HYROXFLyQ GH XQD ORVRItD TXH GH PRGR SURJUHVLYR KD FDtGRen el escepticismo como lgica consecuencia de la progresiva GHVFRQDQ]D UHVSHFWR GH ODV SRVLELOLGDGHV GH FRQRFHU WDQWR SRUSDUWH GH ORV VHQWLGRV FRPR GH OD UD]yQ (VWD GHVFRQDQ]D HVquien ha conducido a la negacin de la posibilidad de alcanzar conocimientos trascendentes.

    OWLPR SXQWR (O KRPEUH HV QDWXUDOPHQWH OyVRIR 7DOsentencia, formulada con estas mismas palabras en el n. 64, est ya anunciada en el 29, donde leemos que en cada hombre, aunque QRVHDGHPRGRFRQVFLHQWH VHHVFRQGHXQOyVRIRTXHQHFHVLWDencontrar respuestas a los problemas fundamentales que se plantea. &DGD KRPEUH FRPR\D KH GLFKR HV HQ FLHUWRPRGR OyVRIR \SRVHH FRQFHSFLRQHV ORVyFDV SURSLDV FRQ ODV FXDOHV RULHQWDsu vida. De un modo u otro, se forma una visin global y una UHVSXHVWDVREUHHOVHQWLGRGHODSURSLDH[LVWHQFLD6LHOKRPEUHHVQDWXUDOPHQWHOyVRIRFRQVFLHQWHR LQFRQVFLHQWHVHUiSHQRVRTXH VXORVRItD ODTXH ULJH VXFRQGXFWD OH VHDGHVFRQRFLGD(VSUHFLVRSHQVDU UHH[LRQDUEXVFDU ODVYHUGDGHVIXQGDPHQWDOHV\nadie debe renunciar a esta tarea.

    Todava queda algo por decir en esta introduccin. Si alguien pregunta por qu he escrito este libro sobre la verdad, le responder que se trata de una realidad que amo apasionadamente. Por otra SDUWHVHWUDWDGHWHPDVVREUHORVTXHKHUHH[LRQDGRGHWHQLGDPHQWHllegando a conclusiones que considero oportuno trasmitir. No olvidemos el aforismo: Bonum est difussivum sui (El bien tiende por s mismo a difundirse). Todos procuramos comunicar rpidamente las buenas noticias que otros desconocen; pues esta tendencia tambin se da respecto a las verdades, quien posee una verdad que ORV GHPiV GHVFRQRFHQ WLHQGH D FRPXQLFDUOD

  • Cartas sobre la verdad

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    8Q WUDWDGR LQYLWD D H[SRQHUYHUGDGHVDEVWUDFWDVPLHQWUDVTXHlas cartas llevan a lo concreto, que siempre es ms accesible: Un pasaje de la Sagrada Escritura es un suceso concreto, en un lugar de terminado y con unos protagonistas, que son personas de carne y hueso.

    El lector puede preguntarse por qu se han escogido estas cartas y no otras. Qu tienen de particular? La razn es la siguiente. En SULPHUOXJDUKLFHXQHVTXHPDGHODVLGHDVTXHTXHUtDH[SRQHUHQel libro; realizada esta tarea, lo dems era sencillo. En el substrato de cada captulo se encuentra la idea que he querido desarrollar, despus he buscado un pasaje de la Sagrada Escritura que pudiera servir para introducir esa idea. Elegido el pasaje no era difcil saber quin iba a ser el destinatario de la carta.

    Como se puede observar, el libro consta de dos partes. La distincin entre ambas est fundamentada en lo objetivo y lo subjetivo. En la primera parte respondo principalmente a la pregunta qu es la verdad?, aunque ms adelante tambin me pregunto por las verdades centrales de la sabidura cristiana. En la segunda parte, analizo las actitudes subjetivas que se dan normalmente en torno a la verdad. Por tanto, la primera parte trata de la verdad, de lo objetivo; la segunda parte, en cambio, gira en torno del amor a la verdad, de lo subjetivo.

    En los primeros captulos de la primera parte voy a seguir un criterio histrico, pues la verdad, en primer lugar, fue (y es) en la eternidad divina (primera carta). Despus, con ocasin de la Creacin, encontramos la verdad inscrita en el interior de las cosas (segunda). El pecado original rompi aquella armona del principio introduciendo el error en el mundo (tercera). Luego vino el Redentor, al que dedico tres cartas; en la primera, deteniendo la mirada en la Encarnacin, se presenta a Cristo como plenitud de la Revelacin (cuarta). En la segunda, trato de la doctrina del Seor, distinguiendo la revelacin natural de la sobrenatural (quinta), SDUDHQODWHUFHUDHVWXGLDUOD&UX]FXOPHQGHODVDELGXUtDVH[WD

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    Todava en esta primera parte, en las dos cartas siguientes, se estudia la sabidura en los destinatarios de la predicacin; en la primera de ellas se trata de la fe (sptima); en la segunda, de su SULQFLSDOFRQVHFXHQFLDODOLDFLyQGLYLQDRFWDYD$FRQWLQXDFLyQen otras dos cartas me detengo en el valor de la sabidura, tesoro escondido (novena) y su custodia por la Jerarqua de la Iglesia GpFLPD

  • Primera parte

    Sobre la Sabidura

  • 23

    I. Sabidura divina

    Carta a Juan, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago el mayor, discpulo amado de Jess y custodio de Santa Mara.

    Muy querido Apstol Juan:

    Te dirijo esta carta para agradecerte las enseanzas que en tus escritos nos entregas sobre el tema de la sabidura divina. Si, entre los evangelistas, eres comparado con el guila por la altura \PDMHVWDGGHWXYXHORWDODUPDFLyQHVSDUWLFXODUPHQWHDFHUWDGDcuando se trata del Prlogo, al que en mi infancia llambamos el ~OWLPR(YDQJHOLRSRUTXHVHOHtDWRGRVORVGtDVDOQDOGHOD0LVDy, si se lea, era por ofrecer una sntesis tan profunda del misterio de Cristo, que no es fcil meditarlo sin sentir una profunda conmocin en lo ms ntimo del espritu.

    Ciertamente, grande es la osada de quien intenta comentar tus escritos, pero pienso que no pierde el tiempo quien pone esfuerzo en dejarse iluminar por la luz de tu doctrina. Consciente de mis limitaciones solicito tu autorizada ayuda para comprender lo que t mismo no hubieras podido escribir si no hubieras tenido, adems de un conocimiento directo de Cristo, del que fuiste discpulo predilecto, la ayuda del Espritu Parclito, esposo de Santa Mara. Quiero, pues, centrar esta carta, la ms difcil de este libro, en el comentario de los dos primeros versculos de tu Evangelio. Pero, antes de entregarme a esa tarea, voy a procurar preparar el terreno con algunos comentarios que me parecen pertinentes.

    En primer lugar me parece necesario sealar la diferencia que H[LVWH HQWUH HO FRQRFLPLHQWR GLYLQR\ HO KXPDQR HQ OR UHIHUHQWHa las criaturas. Nosotros conocemos las cosas porque son, de manera que su ser es anterior a nuestro conocer: ya son cuando

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    las conocemos. Pero en el supuesto del conocimiento divino la H[LVWHQFLDGHODVFRVDVHVSRVWHULRUDODGH'LRV\DTXH'LRVHVODcausa de su ser, de manera que son contingentes porque estn en funcin del conocimiento y del querer de Dios. Por esta razn el conocimiento de las criaturas es secundario en cuanto contenido de la Sabidura divina.

    Solamente la naturaleza divina es anterior (entindase la palabra anterior en sentido ontolgico; en absoluto, en sentido cronolgico) al conocimiento en Dios, por eso la Sabidura divina tiene como contenido prioritario la propia esencia de Dios: Dios se conoce a s mismo y al conocerse a s mismo (ser necesario) conoce tambin a los seres posibles o contingentes, que dependen SDUDH[LVWLUGHOTXHUHUGH'LRV

    El conocimiento de la esencia divina es absolutamente inaccesible al hombre, pues carecemos de un conocimiento directo, H[SHULPHQWDOGH'LRV0RLVpVWXYRPXFKRVHQFXHQWURVFRQ'LRVpero Dios no le mostr su esencia en ninguno de ellos. En una ocasin pidi a Dios verle sin conseguirlo, pero dejemos hablar a la Escritura:

    0RLVpVH[FODPy0XpVWUDPHWXJORULD

  • Cartas sobre la verdad

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    Pero antes de seguir adelante es preciso aclarar qu se debe HQWHQGHU SRU UHYHODFLyQ GH'LRV SXHV FRQ HVWD H[SUHVLyQ QR VHSUHWHQGH DUPDU TXH -HV~V QRV KD\DPRVWUDGR OD HVHQFLD GLYLQD\DQRVKDGLFKROD(VFULWXUDTXHHOKRPEUHQRSXHGHYHUODVLQPRULUVLQRTXHQRVKDKDEODGRGHHOOD&RQSDODEUDVWHUUHQDVQRVha dicho muchas cosas referentes a la esencia y atributos de Dios, por ello podemos, mediante su lectura y meditacin, alcanzar un cierto conocimiento de Dios, tanto mayor cuanto ms grande sea la intimidad que se tenga con l, pero sin olvidar que siempre tal conocimiento no pasara de un simple balbuceo.

    Dios ha dicho muchas cosas en el Antiguo Testamento VREUH OD6DELGXUtDVREUH ODYHUGDG WHVWLPRQLRGHHOORVRQlos esplndidos libros sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiasts, Cantar de los Cantares, Sabidura y Eclesistico. Entre ORVWH[WRVVDSLHQFLDOHVPHYR\DOLPLWDUDFRPHQWDUXQRWRPDGRGHOlibro de los proverbios que dice:

    El Seor me tuvo al principio de sus caminos, antes de que hiciera cosa alguna, desde antao. Desde la eternidad fui formada, desde el FRPLHQ]RDQWHVTXHODWLHUUD&XDQGRQRH[LVWtDQORVRFpDQRVIXLGDGDDluz, cuando no haba fuentes repletas de agua. Antes de que se asentaran los montes, antes que las colinas fui dada a luz. An no haba hecho la tierra ni los campos, ni el polvo primero del mundo. Cuando asentaba los FLHORVDOOtHVWDED\RFXDQGRMDEDXQOtPLWHDODVXSHUFLHGHORFpDQRcuando sujetaba las nubes en lo alto, cuando consolidaba las fuentes del ocano, cuando pona su lmite al mar para que las aguas no lo traspasaran, FXDQGRMDEDORVFLPLHQWRVGHODWLHUUD\RHVWDEDFRPRDUWtFHMXQWRDl, lo deleitaba da a da, jugando ante l en todo momento, jugando con el orbe de la tierra, y me deleitaba con los hijos de Adn (Pr 8, 22-31).

    ,GHDVPX\KHUPRVDVH[SUHVDOD(VFULWXUDGHHQWUHHOODVTXHUUtDMDU OD DWHQFLyQ HQ GRV (Q SULPHU OXJDUPH SDUHFH LPSRUWDQWHsubrayar que la sabidura habla en primera persona, es decir habla como sujeto; y, en segundo lugar, sealar que la sabidura pertenece a un orden diverso y superior al Universo. Ella es eterna, est

  • Pablo Mara Ozcoidi Garca-Falces

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    SUHVHQWHHQODDFFLyQFUHDGRUDSRUORTXHDxDGHHOWH[WRTXHMXHJDcon el orbe de la tierra y se recrea con los hijos de los hombres.

    (O HQWHQGLPLHQWR GHO WH[WR TXH FRPHQWR GLHUH VHJ~Q VH OHDHQHOFRQWH[WRGHO9LHMRRGHO1XHYR7HVWDPHQWR(QODUHYHODFLyQdel Antiguo Testamento a Dios le interes inculcar en el pueblo de Israel el monotesmo, por eso los judos se quedaron cortos en la interpretacin de este pasaje, pues como en l la sabidura es poticamente ensalzada, bien puede ser tratada como persona sin serlo y como divina sin tampoco serlo. Sin embargo, a la luz del Nuevo Testamento este prrafo adquiere un colorido nuevo, ms profundo, por cuanto que se contempla a la Sabidura divina como persona, que comparte con el Padre la esencia y los atributos divinos.

    Muy estimado Juan, las enseanzas que en el Antiguo Testamento se anuncian en el Nuevo se declaran de modo patente e irrefutable. T mismo nos arrojas una gran luz en el Prlogo cuando al referirte al ser divino de Jess dices:

    (QHOSULQFLSLRH[LVWtDHO9HUERy el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.l estaba en el principio junto a Dios (Jn 1, 1-2).

    Verbo (Palabra) es el nombre propio de Jess en cuanto Dios. 6XGLYLQLGDGVHDUPDHQGRVPRPHQWRVHQSULPHUOXJDUFXDQGRVH GLFH TXH HQ HO SULQFLSLR H[LVWtD HO 9HUER HV GHFLU DQWHVLQGHSHQGLHQWHPHQWHGHTXH'LRVFUHDVHHO&RVPRV\DH[LVWtDHO9HUER\GHVSXpVFRQUPDVVXGLYLQLGDGFXDQGRGHFODUDVGHXQPRGRH[SOtFLWRTXHHO9HUERHUD'LRV$UPDGDODGLYLQLGDGGHJess, en cuanto Verbo del Padre, no queda otra salida que predicar OD H[LVWHQFLD HQ 'LRV GH GRV SHUVRQDV 6LQ SUHWHQGHU QHJDU HOPRQRWHtVPRGH$QWLJXR7HVWDPHQWRHVWLPDGRDSyVWRODUPDVHQHVWHWH[WRTXHHQ'LRVKD\GRVSHUVRQDVVLQPHQFLRQDUSRUDKRUDa la Tercera persona de la Trinidad.

    Paso a comentar con ms detalle las ideas que acabo de H[SRQHUGHXQPRGRFRQFLVR/RSULPHURTXHTXLHURVXEUD\DUHVOD

  • Cartas sobre la verdad

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    naturaleza espiritual del ser divino. As lo dijo de modo terminante HOPLVPR-HV~VHQVXGLiORJRFRQOD6DPDULWDQDDODUPDUTXHDios es espritu -Q 3DUD PHMRU SRGHU FRQWLQXDU OD H[SRVLFLyQde este tema quiero subrayar que distingues entre Dios y Verbo, FXDQGRGLFHV'LRVWHUHHUHVDO3DGUHPLHQWUDVTXHFXDQGRGLFHV9HUERWHUHHUHDRWUDSHUVRQD

    Este espritu, que es Dios, debe ser predicado en primer lugar del Padre, que es fuente y origen de la Trinidad. l, el Padre, es la Primera persona de la Trinidad. Como las operaciones propias del espritu son conocer y amar, el Padre eterno conoce y DPD(VWDVRSHUDFLRQHVTXHSURFHGHQPX\ LPSRUWDQWH HVWDSDODEUD SXHV SURFHVLyQ VLJQLFD DOJR TXH YLHQH GHVSXpVGHO3DGUHIXQGDPHQWDQODH[LVWHQFLDHQ'LRVGHRWUDVGRVSHUVRQDVTXHparticipan de su mismo espritu.

    A continuacin me voy a limitar a comentar la primera procesin divina, la generacin del Hijo, pues a ella hace referencia HOWH[WRGHWX3UyORJRWDQWDVYHFHVFLWDGR6LQRVSUHJXQWDPRVTXpconoce el Padre, la respuesta es clara: se conoce a s mismo (ser necesario) y, de un modo secundario, a todos los posibles seres (contingentes). Tal vez sea ms preciso decir que se conoce a s mismo y, en la idea que tiene de s, conoce todos los seres posibles.

    6LKHXWLOL]DGRH[SUHVLRQHVWHPSRUDOHVHVSRUODGLFXOWDGTXHWHQHPRV TXLHQHV YLYLPRV HQ HO WLHPSR SDUD H[SUHVDUQRV GH RWUDPDQHUD6DEHPRVTXHHQ'LRVQRH[LVWHHO WLHPSRQRKD\HQeOun antes y un despus, y esto constituye un gran misterio para nosotros que nos movemos en un mundo regido por categoras HVSDFLRWHPSRUDOHV3RUHVRODVH[SUHVLRQHVXWLOL]DGDVTXHUHYHODQanterioridad o posterioridad, no han de entenderse de modo temporal, sino como procedencia (atemporal). Dios al conocerse, y por conocerse, conoce a todos los seres posibles, que si llegan a ser ser por virtud de la voluntad de Dios.

    Como el conocimiento que Dios tiene de los seres posibles (entre los que nos encontramos tu y yo) es secundario, voy a detener mi atencin en el conocimiento que el Padre tiene de la

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    divinidad y, especialmente, de s mismo. Ciertamente el Padre se conoce y cuando alguien conoce es porque tiene una idea de la realidad conocida Cuando conocemos un objeto es porque tenemos una idea de l. Por lo tanto, Dios Padre tiene en su seno (apud) la idea de s mismo. De este modo podemos distinguir en Dios la esencia y la idea de tal esencia.

    Qu decir de esta idea divina? Sealar tres puntos.

    En primer lugar, la idea que el Padre tiene de s mismo es tan perfecta que en cuanto a su objeto no se distingue de la esencia divina. La idea que el Padre tiene de s mismo es la misma esencia divina en cuanto contemplada, es decir, en cuanto poseda intencionalmente por el Padre. De manera que cabe distinguir la esencia divina en s misma considerada de la misma esencia divina en cuanto contemplada en toda su trasparencia. En Dios la idea no consiste en cierta realidad intermedia entre el cognoscente y lo conocido. Como la idea es la misma esencia en cuanto conocida podemos decir que estas dos personas divinas son consustanciales.

    7HUPLQR HVWD H[SRVLFLyQ GLFLHQGR TXH HO 3DGUH DO PLVPRtiempo que engendra a su Hijo y lo conoce, tambin se conoce a s mismo. Por ello, no es concebible el Padre sin el Hijo, ni el Hijo sin el Padre.

    La segunda idea a destacar es la siguiente. Entre ambas realidades (esencia y verbo divino) hay una diferencia muy importante, pues la esencia divina, en s misma considerada, HVSUHYLDQRFURQROyJLFDPHQWHVLQRRQWROyJLFDPHQWHDODidea inmanente que Dios tiene de s mismo. La idea que el Padre tiene de s mismo y por la que engendra al Hijo procede de l. Como ya he dicho lo que procede de otro tiene cierta relacin de dependencia respecto a ste.

    La tercera idea a destacar es que si algo procede del Padre (el Verbo o Palabra) y es consustancial con l, si bien es Dios no puede ser la misma persona del Padre, porque entonces el Padre

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    procedera de s mismo. Por eso el Verbo, la Palabra, ha de ser otra persona divina. Una persona que es perfecta imagen del Padre.

    Por lo tanto, la primera persona, Dios Padre, es el Espritu divino del que todo procede, mientras que el Hijo es el mismo Espritu del Padre en cuanto conocido por l, en cuanto Palabra del Padre. A travs de l llegan a ser todas las cosas.

    Muy querido y venerado apstol, en breves palabras nos has entregado verdades de inapreciable valor, pues con gran profundidad te has introducido en el misterio de la persona de Jess. En primer lugar hablas del principio, de aquel principio del que se habla en el Gnesis en el que Dios cre el cielo y la tierra, SDUDGHFLUTXHDQWHVRPHMRUDOPDUJHQGHHVHSULQFLSLR\DH[LVWtDel Verbo. Estas son las palabras del evangelio: En el principio exista el Verbo. De este modo nos das a conocer el nombre divino GH-HV~VTXHHV9HUERDOWLHPSRTXHDUPDVTXHHVWUDVFHQGHQWHDeste Universo espacio-temporal.

    Cuando a continuacin, leemos en el Prlogo que el Verbo estaba junto a Dios, en el seno de Dios, no nos es difcil entenderlo pues las ideas siempre son algo en un sujeto que piensa. Como ya he dicho la Idea (Verbo) es la misma esencia divina, pero por cuanto es idea es en el Padre y procede de l, por eso siendo el PLVPR'LRVHVXQDSHUVRQDGLIHUHQWH/RTXHWHOOHYDDDUPDUy el Verbo era Dios. El Hijo, aunque pasivo en la operacin divina cognoscitiva, no deja por eso de conocer: conoce al Padre del que procede y en el que es y, tambin, se conoce a s mismo.

    Como el Verbo es el mismo espritu divino decimos en el Credo que es Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios YHUGDGHUR 6DQ 3DEOR H[SUHVD HVWH SHQVDPLHQWR HQ &RORVHQVHVcuando dice:

    l nos arrebat del poder de las tinieblas y traslad al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redencin, el perdn de los pecados. El cual es la imagen del Dios invisible, el primognito de toda criatura (Col 1, 13-15).

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    En la contemplacin de la esencia divina participada por las tres personas divinas, fuente inagotable de gozo, stas encuentran su felicidad. Pero Dios ha querido que el hombre tambin encuentre VX JR]R GRQGH YHUGDGHUDPHQWH HVWi RIUHFLpQGRQRV FRPR Q GHQXHVWUDYLGDODYLVLyQEHDWtFDTXHVHLQLFLDHQHVWDYLGDHQXQDrelacin amistosa con l. Los hombres olvidamos a quien nos ha creado, al Seor del universo, y nos entretenemos con criaturas TXHQROOHJDQDVHUXQSiOLGRUHHMRGHODJUDQGH]DGH'LRV

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    II. Sabidura creada

    Carta al discpulo que Jess amaba:

    Muy querido San Juan:

    De nuevo me dirijo a ti porque deseo que el Prlogo de tu Evangelio contine siendo el punto de referencia principal de las UHH[LRQHVTXHTXLHURKDFHUHQHVWDFDUWD(QODDQWHULRUKHWUDWDGRde profundizar en la Sabidura divina, que es el Verbo, ahora quisiera hacer algunas consideraciones sobre la sabidura inmersa en el Cosmos.

    El Verbo, nombre divino de Jess, particip con el Padre y con el Espritu Santo en la creacin. Por eso dices en tu Prlogo: Todo se hizo por l, y sin l no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En l estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Jn 1, 3-4). (VWDPLVPDLGHDODH[SRQH6DQ3DEORHQVXHStVWRODDORV&RORVHQVHVcuando dice: Porque en l (Cristo) fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya sean los tronos o las dominaciones, ya los principados o las potestades. El es antes que todas las cosas y todas subsisten en l (Col 1, 16-17).

    La obra creadora se predica de las tres divinas personas. Es el amor del Espritu Santo quien mueve al Padre a difundir el ELHQH[LVWHQWHHQODYLGDGLYLQDPHGLDQWHOD&UHDFLyQGHPDQHUDque el Padre, contemplando en el Verbo (Sabidura) todos los seres SRVLEOHVGHHQWUHHOORVHVFRJHORVTXHTXLHUHSDUDTXHH[LVWDQ'HPDQHUDTXHWRGDFULDWXUDH[LVWHQWHHVIUXWRGHODVDELGXUtD\HODPRUde Dios.

    (VWLPDGR -XDQ UHYHODGD OD H[LVWHQFLD GHO 9HUER GH XQDSabidura divina personal en el seno de Dios, aades un dato de vital importancia: la participacin imprescindible! del Verbo en la creacin. Todo se hizo por (a travs de) l. No poda ser de otra

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    manera, pues as como el hombre acta por medio de su sabidura, de manera que sin ella no podra hacer nada, algo semejante VXFHGHHQ'LRVGHPDQHUDTXHHO3DGUHQRSXHGHH[FHSWXDQGRODgeneracin de su Hijo, hacer nada sin el concurso de su Verbo. Por eso, acabamos de leer que todo fue hecho por el Verbo y sin l nada se hizo de cuanto ha sido hecho. Ese por l no hay que entenderlo prescindiendo del Padre, como si el Verbo actuara slo, sino que es el Padre quien crea a travs del Verbo, es decir, por medio de su GLYLQD6DELGXUtD$XQTXHHVWHWH[WRGH6DQ-XDQQRKDFHUHIHUHQFLDa la Tercera Persona, es oportuno recordar que tambin el Espritu Santo concurre en la accin creadora, pues como es bien sabido todas las operaciones ad extra son comunes a las tres divinas personas.

    Por lo tanto, aunque del Padre procede su Verbo que le es consustancial, sin embargo por medio del Verbo el Padre tambin concibe otras ideas, que son modelos de otros posibles seres. Estas LGHDV\DQRVHUHHUHQDO6HUQHFHVDULRVLQRDRWURVFRQWLQJHQWHVque pueden llegar a ser o no. Entre tales ideas, estimado apstol, nos encontramos cada uno de los hombres, tambin t y yo, as como todas las dems cosas que acompaan el caminar del hombre sobre la tierra. Cuntas gracias hemos de dar a Dios por la vida que nos ha dado y por tantos bienes que hemos recibido de l! Dios nos quiere ms que un padre, aunque a veces sus designios no los podamos comprender. l nos ha dicho por medio de Isaas: Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos (Is 55,8), indicndonos as que de l recibimos cosas muy buenas, aunque a nosotros nos puedan parecer malas. Pero Dios sabe ms y hemos de abandonarnos en sus manos.

    Hechas estas observaciones ascticas volvamos al guin. En el Verbo Creador (con mayscula) se encuentran otros verbos (con minscula) que son las criaturas posibles. stas solamente pueden OOHJDUDODH[LVWHQFLDFRPRIUXWRGHOTXHUHUGH'LRVTXHODVHVFRJHy les da el ser. De todo ello se deduce la particular relacin de los seres creados con el Hijo engendrado. ste es engendrado por el Padre en el siempre presente divino; las criaturas, en cambio,

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    son creadas en el tiempo ex Patre per Verbum (por el Padre a travs del Verbo) in Spiritu Sancto.

    De ah que las criaturas, concebidas en el Verbo, aunque diferentes de l, participan a su modo de la sabidura. Todo en ellas est impregnado de sabidura y con ella de belleza y bondad. Los hombres no somos ajenos al atractivo de las criaturas y podemos disfrutar de ellas siempre que esto no nos aparte de Dios. Si esto VXFHGLHUD QRV HQFRQWUDUtDPRV DQWH OD LGRODWUtD DGRUDFLyQ GHGLRVHVIDOVRVFX\DSULQFLSDO\PiVIUHFXHQWHPDQLIHVWDFLyQHVHOegosmo de vivir para uno mismo, olvidando que nuestro destino es dar gloria a Dios y servir a nuestros hermanos los hombres. Nos lleva la Creacin a Dios o nos aparta de l? Lo primero es un acierto, lo segundo un profundo error.

    Se observa una sabidura inmanente en la Creacin que no ha SDVDGRLQDGYHUWLGDDORVOyVRIRV(OSULPHURTXHVHSHUFDWyGHHVWHaspecto de la realidad fue Herclito y le dio el nombre de logos. Este logosR UD]yQ LQPHUVRHQ ODVFULDWXUDVHVXQSiOLGRUHHMRde la eterna Sabidura divina, del Logos eterno, que es el Verbo de Dios. Por lo tanto, se puede decir que las criaturas mismas son, en s mismas, depositarias de sabidura por el hecho de haber sido concebidas por el Padre en la Persona del Verbo.

    El Prlogo contina diciendo: En l (en el Verbo) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Cmo debe entenderse esta vida? Ciertamente caben otras interpretaciones, pero juzgo vlida y tambin til en relacin con lo que vengo diciendo la siguiente: por vidaSXHGHHQWHQGHUVHWRGRORTXHH[LVWHHVGHFLUla Creacin. De manera que bien se puede decir que todo lo que H[LVWH HV HQ HO9HUER \ SDUWLFLSD GH VX 6DELGXUtD \ SRU HOOR HVWDPELpQOX]DXQTXHQRVHDOD/X]LQQLWD(OORWHSHUPLWHDxDGLUa continuacin: Y la vida era la luz de los hombres. Es decir, las cosas creadas por cuanto estn impregnadas de sabidura pueden ser fuente de conocimiento para el hombre. No nos dan a conocer a Dios mismo, pero s se dan a conocer a s mismas, as como su relacin y dependencia de l.

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    Las palabras del Prlogo que acabo de citar hacen referencia a lo que se conoce como revelacin natural. Dios (inteligente) crea un ser tambin inteligente (el hombre) y le habla por medio de un libro que es la Creacin. Por ello podemos leer en los versculos 9 y 10: Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por l, y el mundo no le conoci.

    Ciertamente la luz verdadera, que es el Verbo, ya antes de su Encarnacin iluminaba a todo hombre que viene a este mundo y lo haca por medio de las criaturas (que fueron hechas a travs de l). El hombre puede leer el libro del Cosmos, por eso la creacin es revelacin de Dios al hombre. Sin embargo, el mundo, que fue hecho por l, no le conoci.

    La lectura adecuada del Universo y sus criaturas conduce al hombre a la verdad. La Sabidura no es algo arbitrario. Hay quienes niegan la posibilidad de la verdad, son los llamados escpticos. Su planteamiento es un camino errneo, pues si el hombre no pudiera conocer la verdad cmo podra hablar. En los tiempos modernos lo que se niega no es la posibilidad de la verdad, sino la posibilidad de la verdad trascendente. Ciertamente el hombre puede conocer este mundo en el que vivimos y puede profundizar en tal conocimiento PHGLDQWHH[SHULPHQWRV\HOXVRGH ODVPDWHPiWLFDVSHURDKtQRacaba su horizonte intelectual.

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    tener en cuenta ese mtodo, que les era desconocido. As sucede con los principios y preceptos morales que han sido conocidos y participados por los hombres, aunque pueda haber divergencias en su comprensin. Decir que matar es malo es algo evidente, y lo mismo se puede decir de robar, de mentir y de tantas otras cosas que las conocemos al margen del mtodo emprico. Lo mismo se puede decir de las normas de prudencia en el comportamiento, de educacin o de cultura.

    Es muy importante la meditacin para que el hombre sea capaz GHGDUUD]yQGHVXVFRQYLFFLRQHV

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    responsable de sus actos y sin tal responsabilidad qu sentido tiene hablar del orden moral y del social.

    2. Por otra parte el hombre es libre porque es consciente de s y de sus actos. Esta conciencia es la que le hace semejante a Dios, HQYLUWXGGHHOODHVSHUVRQDVXMHWR\JR]DGHXQDGLJQLGDGque no tiene ningn otro ser de la creacin y que por todos debe ser respetada.

    Limitarse al orden de lo emprico es renunciar a la sabidura, porque precisamente la sabidura, conocimiento profundo del &RVPRVQRSXHGHSUHVFLQGLUQLGHVXFDXVDHFLHQWHTXHHV'LRVni del hombre que es quien da sentido a los dems seres creados. Sin el hombre el Universo sera ciego, un libro sin lector.

    La sabidura fundada en el orden inmanente del Universo HVDFFHVLEOHSDUD ODUD]yQKXPDQDSHURQRVLQGLFXOWDGHVSDUDalcanzarla hace falta un recto uso de la razn que solamente se puede dar en el hombre de buena voluntad. De este tema tratar ms adelante en otra carta.

    Perdona, apstol Juan, las divagaciones con las que me he HQWUHWHQLGR FRPHQWDQGR WX VDJUDGR WH[WR 7HUPLQR HVWD PLVLYDdndote las gracias por mostrarnos la presencia del Verbo (Jess) en la accin creadora, as como la huella que ha dejado en ella, que QRHVRWUDTXHXQDSDUWLFLSDFLyQOLPLWDGDGHOD6DELGXUtDLQQLWDque l es.

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    III. El padre de la mentira

    Carta a mis antepasados Adn y Eva

    Estimados primeros padres:

    &RPRELHQVDEpLVHQORVSULPHURVFDStWXORVGHO*pQHVLVDios, por medio del autor sagrado, revela que en el principio realiz su obra creadora, que culmin con la creacin del hombre y la mujer. Tambin nos revela, entre otras muchas verdades, que fuisteis creados en estado de amistad con Dios, para que en vuestro paso por la tierra la trabajarais y poblarais de descendientes y con un destino de felicidad eterna. Pero la narracin no queda completa sin decir que Dios os puso una prueba y que vosotros la desobedecisteis lamentablemente, con gravsimas consecuencias para vosotros y para todo el gnero humano.

    Antes de recordar aquel suceso penoso y lamentable me parece oportuno hacer una breve observacin sobre los gneros literarios que Dios utiliza en su revelacin para poder interpretar correctamente el captulo tercero del Gnesis. En la Sagrada Escritura hay libros histricos, profticos y sapienciales; y dentro de cada uno de estos grupos hay diversas formas de narrar. Por ejemplo el libro de Job pretende dar una enseanza acerca de la SDFLHQFLD\SDUDHOORDFXGHDODJXUDGH-RETXHSXHGHVHUXQpersonaje real o no, aunque esto no tiene importancia pues lo que en verdad interesa es la verdad religiosa que en l libro se encierra.

    En la narracin de la creacin y del pecado original Dios revela profundas verdades histrico-religiosas cuyo conocimiento es necesario para nuestra salvacin, pero lo hace adaptndose a la tradicin del pueblo judo, as como a la de las naciones vecinas. Por esta razn, al leer la narracin de aquellos sucesos vemos, de XQDSDUWHTXHORVKHFKRVTXHVHQDUUDQQRUHVSRQGHQFRQH[DFWLWXG

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    DODYHUGDGVLQRVDWHQHPRVDXQDLQWHUSUHWDFLyQOLWHUDOGHOWH[WRaunque tambin nos damos cuenta de que la narracin se ajusta perfectamente a lo que sucedi en la realidad. Podramos distinguir entre la sustancia y los accidentes de la narracin. Dios narra la sustancia de aquel pecado, pero en lo accidental se atiene a lo que poda ser entendido en aquel momento por los lectores judos. Hubiera sido absurdo que Dios hubiera hablado del Big-bang o del evolucionismo porque son doctrinas de la fsica que no son necesarias para la salvacin.

    La sustancia de la narracin es que Dios cre al hombre y a la mujer; que los cre en un estado de justicia original para, despus, poner a prueba su obediencia; que hubo un pecado de desobediencia; que Eva fue seducida por una fuerza del mal de carcter personal; que ella sedujo a Adn y que Dios castig VHYHUDPHQWHDTXHOSHFDGR2WUDVDUPDFLRQHVFRPRSRUHMHPSORen qu consisti el pecado, no entran dentro del designio de la revelacin divina.

    Hechas estas observaciones y teniendo en cuenta que toda la Sagrada Escritura es palabra de Dios y que, por ello, no SXHGH FRQWHQHU HUURUHV HQ DTXHOOR TXH SUHWHQGH GHFLU HQ VXVDUPDFLRQHVDXWpQWLFDVSDVRDFRPHQWDUDTXHOSHQRVRVXFHVR

    Nadie como vosotros, Adn y Eva, conoce la maldad de aquel primer pecado por cuanto fuisteis creados en una situacin SULYLOHJLDGD OR FRPHWLVWHLV D FRQFLHQFLD \ H[SHULPHQWDVWHLV QRsolamente la desnudez de cuerpo, sino tambin esa otra desnudez del alma a la que se suele llamar remordimientos de conciencia. Tambin sois quienes mejor conocis las consecuencias del pecado, pues el Paraso fue el hogar del que fuisteis arrojados. Nosotros podemos hacer conjeturas, vosotros conocisteis la realidad.

    Pero aquel pecado no solamente os afect a vosotros, sino que tambin dej herida a toda la familia humana, pues se trasmite SRUKHUHQFLDDWRGRVORVKRPEUHVFRQODH[FHSFLyQGHO5HGHQWRUy de su Madre. sta, por singular privilegio y en previsin a su maternidad divina fue concebida sin el pecado original.

  • Cartas sobre la verdad

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    Nosotros, pobres pecadores, nos gozamos al contemplar a Mara, que nunca ofendi a Dios y pis la cabeza de la serpiente, es decir, del diablo.

    5HULpQGRVH D OD WUDVPLVLyQ FXDVLXQLYHUVDO GHO SHFDGRoriginal, dice el salmo 50: En pecado me concibi mi madre; y San Pablo: As como por medio de un solo hombre entr el pecado en el mundo, y a travs del pecado la muerte, y de esta forma la muerte lleg a todos los hombres, porque todos pecaron... (Rm, 5,12). Hay, pues, una misteriosa solidaridad del gnero humano en el pecado de origen, que rompi nuestra amistad con Dios y nos dej en un estado de profunda debilidad para llevar una vida recta. De todas formas, a pesar del estado miserable en que nos colocasteis, os debemos agradecimiento por aquel pecado felix culpa , que fue ocasin de la Encarnacin del Verbo con la consiguiente GLJQLFDFLyQ GHO KRPEUH 'LRV VLHPSUH EXVFD DO KRPEUH HV HOhombre el que tantas veces rechaza la amistad de Dios.

    $FRQWLQXDFLyQTXLHURMDUPHHQXQGHWDOOHGHDTXpOSHFDGRinicial: Satans os minti y vosotros le cresteis, porque vuestro corazn fue malo. Preferisteis creerle a l que a Dios, grave error, que tardasteis poco tiempo en descubrir.

    As sucede en todo pecado, tambin en los nuestros, prometedores antes de cometerlos, pero que dejan al alma maltrecha..., cuando \DHVWDUGH

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    GRQHV PDUDYLOORVRV TXH H[FHGtDQ WDO QDWXUDOH]D HQWUH HOORV ODinmortalidad, vosotros, contra todo pronstico, os rebelasteis contra Dios.

    Pero no abandonemos la lectura del Gnesis:

    La serpiente era el ms astuto de todos los animales que haba hecho el Seor Dios, y dijo a la mujer: De modo que os ha mandado Dios que no comis de ningn rbol del jardn?. La mujer respondi a la serpiente: Podemos comer del fruto de los rboles del jardn; pero Dios nos ha mandado: No comis ni toquis el fruto del rbol que est en medio del jardn, pues morirais. La serpiente dijo a la mujer: No moriris en modo alguno; es que Dios sabe que el da que comis de l se os abrirn los ojos y seris como Dios, conocedores del bien y del mal (Gen 3,1-5).

    Eva, lo que te dijo el ngel cado (la serpiente) era una sublime mentira y t lo sabas, pero la independencia que se te ofreca, la VXSUHVLyQGHDWDGXUDVHQGHQLWLYDHOSRGHUKDFHUORTXHWHYLQLHVHen gana te agrad sobremanera. Tu soberbia hizo que te cegaras amaste ms las tinieblas que la luz y comiste del rbol del que estaba prohibido comer. El deseo de independencia muchas veces lleva a los hombres a la ruptura con Dios. A este modo de proceder, de rebelarse, respondi San Miguel cuando Satans decidi desobedecer: Quin como Dios?.

    Despus t, Eva, sedujiste a Adn, tu marido, que tambin comi. Nos encontramos con una clara advertencia del peligro que FRUUHPRVSRULQXMRGHRWUDVSHUVRQDVVLHQGRODVPiVTXHULGDVODVque en ocasiones hacen ms dao al alma. Obedecisteis?, s, pero no a Dios, sino a vuestras pasiones, al mundo y al diablo. A ste se referir Cristo, siglos ms tarde en un tremendo reproche a los fariseos:

    Vosotros tenis por padre al diablo y queris cumplir las apetencias de vuestro padre; l era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en l. Cuando habla la mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8,44).

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    Pobre Adn! Los hombres con frecuencia se preguntan por HORULJHQGHOPDO\VHFXHVWLRQDQODH[LVWHQFLDGHXQ'LRVDOTXHculpan de cuanto de malo hay en el mundo, pero esta sospecha, como muy bien lo sabis t y tu desafortunada esposa, no tiene fundamento pues Dios en absoluto es fuente del mal, ste tiene su origen en la desobediencia de las criaturas. l cre el Universo con sabidura y bondad. Qu culpa tiene Dios cuando se comete un aborto, o cuando una familia se rompe por el divorcio? Podramos seguir, pero no dispongo ni de necesidad ni espacio para ello.

    El mal tiene su origen en el enemigo del hombre el Padre de la mentira , que os sedujo con sus falsedades. Ciertamente de este modo se introdujo en el mundo, de la mano de la mentira, el pecado y con el pecado el mal. El pecado mentira querida destruy el proyecto creador que el Padre haba concebido sabiamente en su divino Hijo. sta es una idea que debe quedarnos muy clara, que todo pecado es un error, tanto ms grave cuanto ms grave sea el pecado.

    Pero, al ser la Sabidura inmersa en el Cosmos vulnerada por YXHVWURSHFDGRODMXVWLFLDGLYLQDH[LJtDVXUHSDUDFLyQSDUDHOORHO3DGUHFRQWHPSOyDVX+LMR$PDGRDOD6DELGXUtDGLYLQD\le pidi que viniera a corregir el error y a mostrarnos el camino a seguir en adelante. El Espritu movi al Padre a tomar esta decisin, y fue este mismo Espritu quien movi al Hijo a obedecer en obra WDQEHQHFLRVDSDUDHOJpQHURKXPDQR(O+LMR$PDGRFRQVXEncarnacin y Redencin nos libr de las tinieblas y nos trajo una nueva Sabidura ms sublime, pues, adems de restablecer las verdades naturales, revel misterios escondidos en Dios, de manera que donde abund el pecado sobreabund la gracia (Rm 5, 20). Por todo ello no debemos quejarnos de Dios, sino darle constantemente gracias ya que nunca nos abandona sino que constantemente acude HQQXHVWURDX[LOLRSRU ORTXHGLFH6DQ3DEORAs como rein el pecado por la muerte, as tambin reinase la gracia por medio de la justicia para vida eterna por Jesucristo Nuestro Seor (Rm 5, 21).

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    Como de la restauracin por medio del Verbo hablar en las cartas que vienen a continuacin, termino haciendo una ltima referencia a la estrategia diablica. Vosotros, antepasados nuestros, SRVLEOHPHQWH QR FRQRFtDLV OD H[LVWHQFLD GHO GHPRQLR DKRUDPXFKRVYLYHQFRPRVLQRH[LVWLHUDSHURH[LVWH3RURWUDSDUWHHOdiablo tiene una inteligencia muy superior a la nuestra, pero mayor que su inteligencia fue su soberbia y por eso cometi un gravsimo error, rebelarse contra Dios: no servir. Como, por otra parte, su naturaleza es ajena al tiempo, no dispone de un despus en que se pueda arrepentir.

    Envidioso de la amistad del hombre con Dios, quiere arrastrarle para que comparta su terrible destino, por eso hemos de estar vigilantes, pues acta dentro de nosotros sugiriendo falsedades para nuestra perdicin. En su blasfema osada se atrevi a tentar en el desierto al mismo Jesucristo querindole apartar de la obediencia a su Padre y ofrecindole, al mismo tiempo, un triunfo fcil, pero el Seor lo arroj lejos de s: Aprtate, Satans (Mt 4, 10). Para tentar a Jess utiliz la nica arma de que dispone, la mentira, llegando, LQFOXVRDSUHVHQWDUOHXQDLQWHUSUHWDFLyQWHUJLYHUVDGDGHORVWH[WRVde la Escritura.

    +HPRVGHHVWDUPX\DWHQWRVSXHVHOGLDEORUHDOPHQWHH[LVWHQRVtrata de engaar de muchas maneras y cuanto menos tengamos esto HQFXHQWDPiVp[LWRVORJUDUieOHVWiVLHPSUHHQYHODFRPROHyQUXJLHQWHHVSHUDQGRODRSRUWXQLGDGDGHFXDGDEXVFDQGRVHPEUDUcizaa en el alma, tambin en la tuya y en la ma. Nos presenta lo malo como bueno y lo bueno como malo: a Dios como enemigo del hombre. Tal vez lo est haciendo en este mismo momento en que lees este libro. Cave canem! (Cuidado con el perro!).

    /HFRQYLHQHDOGHPRQLRTXHSHQVHPRVTXHQRH[LVWHDVtFXDQGRsugestiona al hombre, ste ni siquiera sospecha tal intervencin.

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    IV. El Verbo se hizo carne

    Carta a San Gabriel arcngel, pregonero de la Encarnacin del Verbo.

    Muy estimado arcngel Gabriel:

    San Lucas narra en su Evangelio el encargo salvador que Dios WHFRQyYLVLWDUDXQDDGROHVFHQWHGH1D]DUHWOODPDGD0DUtDSDUDanunciarle que sera madre del Hijo de Dios, del Verbo encarnado DOTXHKDEUtDTXHOODPDU-HV~VTXHVLJQLFD6DOYDGRU'LFHDVt

    (QHOVH[WRPHVIXHHQYLDGRHOiQJHO*DEULHOGHSDUWHGH'LRVDXQDciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varn de nombre Jos, de la casa de David, y el nombre de la virgen era Mara.

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    Nio participaban las tres personas divinas: el Espritu Santo que desciende sobre Mara, el Padre que la cubre con su sombra, y el Hijo que va a descansar en sus entraas. Al terminar el ngel, le dijo la Virgen: he aqu la esclava del Seor, hgase en m segn tu palabra; entonces el Verbo de Dios se encarn en sus pursimas entraas.

    (QFRQWUDPRV LGHDV VHPHMDQWHV DXQTXH H[SUHVDGDV GHPRGRms conciso, en el Evangelio de San Mateo. Dice as: Jacob engendr a Jos, el esposo de Mara, de la cual naci Jess llamado Cristo (Mt 1,16).

    Se dice de Jacob que engendr a Jos (aunque no he citado los versculos anteriores, en ellos se enumeran los antepasados del Seor usando siempre para referirse a la paternidad el mismo trmino, engendr), pero de Jos no se dice que engendr a Jess, sino que era esposo de Mara de la cual naci Jess. Este WH[WRGDDHQWHQGHUXQDSHFXOLDUJHQHUDFLyQHQODTXH0DUtDWLHQHel protagonismo y San Jos queda en un segundo plano. El mismo San Mateo aclara a continuacin este acontecimiento:

    La generacin de Jesucristo fue as: Mara, su madre, estaba desposada con Jos, y antes de que conviviesen se encontr que haba concebido en su seno por obra del Espritu Santo. Jos su esposo, como HUD MXVWR\QRTXHUtDH[SRQHUODD LQIDPLDSHQVyUHSXGLDUODHQVHFUHWRConsideraba l estas cosas, cuando un ngel del Seor se le apareci en sueos y le dijo: Jos, hijo de David, no temas recibir a Mara, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espritu Santo. Dar a luz un hijo, y le pondrs por nombre Jess, porque l salvar a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedi para que se cumpliera lo que dijo el Seor por medio del Profeta: Mirad, la virgen concebir y dar a luz XQKLMRDTXLHQOODPDUiQ(PPDQXHOTXHVLJQLFD'LRVFRQQRVRWURVAl despertarse, Jos hizo como el ngel del Seor le haba mandado, y UHFLELyDVXHVSRVD

  • Cartas sobre la verdad

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    las maletas hechas, no se apacigua hasta que un ngel le dice que su esposa es justa y que ha concebido por obra del Espritu Santo. Tambin le dice que el nio concebido ser llamado Enmanuel, TXH VLJQLFD 'LRVFRQQRVRWURV DUPiQGRVH GH HVWH PRGR VXorigen divino, para terminar diciendo que le han de poner como QRPEUH -HV~V $PERV WH[WRV HO GH /XFDV \ HO GH 0DWHR VRQcomplementarios, por ello al cotejarlos proporcionan una visin enriquecida de la Encarnacin. Algunos datos son idnticos: el nombre de nio coincide, pues se llamar Jess, y su nacimiento ser milagroso, pues nacer por obra del Espritu Santo sin que haya intervencin de varn.

    Muy bien conoces, poderoso Arcngel que, desde y por el pecado original, el hombre se haba convertido en esclavo del demonio, del pecado y de la muerte. Pero el hombre que pudo venderse como esclavo no poda rescatarse. Entonces Dios, lleno GHPLVHULFRUGLDYLQRHQVXDX[LOLR(O3DGUHWDQHUDVXDPRUSRUORVhombres!, tom la decisin de salvarnos mediante la Encarnacin y Redencin de su Hijo, del Amado. ste, siempre pronto a obedecer al Padre, se entreg sin condiciones y baj la tierra para nuestra redencin. Si nosotros vivimos pendientes de la voluntad del Padre tambin dir de nosotros: T eres mi hijo amado. Lstima que nosotros, con no poca frecuencia, olvidamos el ejemplo de Cristo para seguir el de Adn, optando de esta manera por dar la espalda a Dios desobedeciendo sus amorosos y sabios preceptos. Los ngeles al conocer este designio divino de amor a los hombres quedaron pasmados ante la bondad del Padre y la humildad del Hijo

    La Epstola a los Hebreos recoge esta actitud de docilidad del Mesas respecto a su Padre.

    3RUHVRDOHQWUDUHQHOPXQGRGLFH6DFULFLR\RIUHQGDQRTXLVLVWHSHURPHSUHSDUDVWHXQFXHUSRORVKRORFDXVWRV\VDFULFLRVSRUHOSHFDGRno te han agradado. Entonces dije: He aqu que vengo, como est escrito de m al comienzo del libro, para hacer, oh Dios, tu voluntad. 'HVSXpVGHKDEHUGLFKRDQWHV1RTXLVLVWHQL WHDJUDGDURQVDFULFLRV\RIUHQGDVQLKRORFDXVWRV\YtFWLPDVH[SLDWRULDVSRUHOSHFDGRFRVDV

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    que se ofrecen segn la Ley , aade luego: Aqu que vengo para KDFHUWXYROXQWDG'HURJDORSULPHURSDUDLQVWDXUDUORVHJXQGR

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    Por lo tanto, el Mesas habr de pertenecer a la casa de David, su nombre ser Enmanuel 'LRVFRQQRVRWURV\QDFHUiGHXQDvirgen.

    San Juan en el Prlogo de su evangelio dice: Y el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros. A partir del momento de la FRQFHSFLyQ WRGRV ORVDFWRVGHO6HxRU WLHQHQXQYDORUVDOYtFR\PDJLVWHULDO

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    SHUVRQDV$HOODVKDFHUHIHUHQFLDHOWH[WRGH0DWHRTXHDFDEDPRVde citar, como San Lucas lo ha hecho al narrar la Anunciacin: El Espritu Santo descender sobre ti, y el poder del Altsimo te cubrir con su sombra; por eso, el que nacer Santo, ser llamado Hijo de Dios. Ambos evangelios hablan de Jess para tratarle como Hijo de Dios-Padre y comunican el descenso del Espritu Santo sobre Jess.

    El impresionante pasaje del bautismo del Seor, que realza su JXUD KDVWD HO RUGHQ GH OR GLYLQR QR HV DMHQR D FDGD FULVWLDQRpues al recibir el sacramento del bautismo de algn modo se repite DTXHOODHVFHQDLQHIDEOH'HOEDXWL]DGRLQFRUSRUDGRD&ULVWRtambin proclama el Padre ste es mi hijo amado, al tiempo que el Espritu Santo viene a habitar a nuestra alma. De modo tan sencillo VHQRVPDQLHVWD HOJUDQGRQGHOTXHJR]DPRV ORV FULVWLDQRVGHSDUWLFLSDU HQ OD OLDFLyQ GLYLQD GH &ULVWR 6RPRV KLMRV GHDios, participantes de la naturaleza divina por la gracia, templos de la Santsima Trinidad, con unas consecuencias enormemente consoladoras tanto para el presente como para el futuro; para el SUHVHQWH OD FRQDQ]D HQ XQ 'LRV SURYLGHQWH SDUD HO IXWXUR ODKHUHQFLDGHODYLVLyQEHDWtFD

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    Jess no es solamente lleno de gracia a los ojos del Padre, sino que tambin es punto de referencia para todos y cada uno de los hombres. Cada hombre agrada a Dios en la medida de su obediencia y Dios bendice al hombre dcil con innumerables gracias como vemos en la vida de Santa Mara.

    Siglos ms tarde otro Juan, Juan de la Cruz, nos dir palabras OOHQDVGHVDELGXUtDDODUPDUGHOKLMRGH0DUtDTXHQRVRODPHQWHnos ha revelado verdades, sino que l mismo es la plenitud de la Revelacin: En darnos, como nos dio, a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habl junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene ms que hablar (Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, lib. II, cap. 22, 4). A partir de ese momento el hombre que quiera profundizar en los misterios de Dios, le bastar buscar la verdad en Cristo donde se encuentra la plenitud de la revelacin. En este mismo sentido se pronuncia el Concilio Vaticano II: En realidad, el misterio del hombre slo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adn, el SULPHUKRPEUHHUDJXUDGHOTXHKDEtDGHYHQLUHVGHFLU&ULVWRnuestro Seor. Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del PLVWHULRGHVX3DGUH\GHVXDPRUPDQLHVWDSOHQDPHQWHHOKRPEUHal propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocacin (ConCilio VatiCano ii, Const. Pastoral Gaudium et spes, n. 22).

    Contino este comentario en torno a la Anunciacin, estimado y venerado arcngel, recordando que en l indicaste a Santa Mara que al nio haba de ponerle el nombre de Jess (salvador). Por eso la obediencia de cada hombre a Dios pasa por la participacin de los mritos de Cristo y la imitacin de su conducta: por tener sus mismos sentimientos, por amar lo que Cristo amaba, por entristecerse por lo que le entristeca, por servir al prjimo como l lo hizo, por alegrarse ante pequeos detalles de sensibilidad espiritual como la generosidad de una mujer pobre o la sabidura GH ORV VHQFLOORV (Q GHQLWLYD FRPR &ULVWR HO FULVWLDQR GHEHestar dispuesto a dar la vida por Dios y por el prjimo, aunque paradjicamente constatemos cada da que no son pocos los que traicionan el mensaje del maestro y se alejan de l con una

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    desobediencia cada vez ms insolente. Como del que desobedece a Dios bien se puede decir que camina en tinieblas, as caminan los hombres por la tierra, en tinieblas y a la deriva.

    La divinidad de Cristo es objeto de fe, una fe que no es la pura FRQDQ]DGHODWHRORJtDSURWHVWDQWHVLQRTXHHVWiGHVGHHOSXQWRGHvista de la razn, muy bien fundamentada porque se han cumplido en Jess las profecas mesinicas anunciadas en el Antiguo Testamento y porque el mismo Cristo realiz milagros portentosos. stos, tanto las profecas como los milagros, son SUHDPEXODGHL(prembulos de la fe) para el hombre de buena voluntad, mientras que para los duros de corazn no son ms que simples supersticiones, unas supersticiones que no analizan, ni estudian!

    Sobre esta incredulidad fundada en prejuicios trat Jess al narrar la parbola del pobre Lzaro y el rico Epuln. ste, condenado HQHOLQHUQRSRUQRKDEHUSUHVWDGRD\XGDDOLQGLJHQWH/i]DURKDFHa Abraham la siguiente peticin: Te ruego entonces, padre, que me enves a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan tambin a este lugar de tormentos. Pero replic Abrahn: Tienen a Moiss y a los Profetas. Que los oigan!. El dijo: No, padre Abrahn; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirn. Y le dijo: Si no escuchan a Moiss y a los Profetas, tampoco se convencern aunque uno resucite de entre los muertos (Lc 16,27-31).

    Sucede que para quien quiere creer hay argumentos ms que VXFLHQWHVPLHQWUDVTXHTXLHQQRTXLHUHFUHHUQROHVSUHVWDQLQJXQDatencin y los rechaza de antemano por su prejuicio racionalista o, SHRU WRGDYtD SRU QR TXHUHU DGPLWLU OD SRVLEOH H[LVWHQFLD GH XQDautoridad superior que pueda limitar su idolatrada autonoma.

    Profecas y milagros son argumentos de mucho peso para reconocer la presencia de Dios en la tierra, pero entiendo que hay un argumento de mayor valor que es la coherencia entre una doctrina sublime y una vida santa. No se equivocaba Juan Bautista al decir que Jesucristo es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

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    V. Jess, luz para el hombre

    Carta a San Juan evangelista, hijo de Zebedeo

    Muy querido Apstol Juan:

    (QPLVUHH[LRQHVHQWRUQRDOD6DELGXUtDPHYHRSUHFLVDGRDUHFXUULUIUHFXHQWHPHQWHDWXVHQVHxDQ]DVSXHVWXSUR[LPLGDGD&ULVWRWHKDFHWHVWLJRHOGHVXVSDODEUDV$UPDGDHQHO3UyORJRGH WX (YDQJHOLR OD H[LVWHQFLD GHO9HUER FRPR 6HJXQGD SHUVRQDdivina (sabidura increada), despus de haber manifestado que las criaturas son camino para alcanzar una sabidura participada VDELGXUtDFUHDGD\XQDYH]DUPDGRTXH-HV~VHVHO9HUERGH'LRVencarnado es preciso decir algo, que es su lgica consecuencia, que Jess ha venido al mundo para ser luz para los hombres, o mejor todava luz en los hombres. El Seor predic con obras y palabras para mostrarnos el camino que lleva al cielo. Contino la lectura del Prlogo ya iniciada en cartas anteriores:

    En l estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

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    y el mundo se hizo por l, y el mundo no le conoci. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron.Pero a cuantos le recibieron les dio poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre,que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre, Sino de Dios.

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    decir lo mismo; sus estudios no les hacen estar en una situacin de seguridad y no pocas veces se puede decir de ellos aquellas palabras del Seor: Son ciegos que guan a otros ciegos. Todo ello es debido a la herida del pecado original que supone una doble GLFXOWDG UHVSHFWR D OD YHUGDG OD SULPHUD HV OD OLPLWDFLyQ GH ODinteligencia; la segunda, las variables disposiciones del hombre, que no siempre ama las consecuencias de la Verdad.

    3DUDFXEULUHVWDSURIXQGDQHFHVLGDGGHDX[LOLRHQYLy'LRVDORVSDWULDUFDVD ORVSURIHWDV\QDOPHQWHD VX+LMR1XHVWUR6HxRUJesucristo. Jess, ciertamente, es el Verbo encarnado, pero para qu se encarn?, cul es el motivo de su entrada en el mundo? Lo hizo para iluminar nuestros corazones. El sol es la fuente de la luz y de esa luz viven las criaturas. Pues Jess es la Luz y ha venido, como se dice en el Credo, propter nos homines et propter nostram salutem (por nosotros los hombres y para nuestra salvacin), ha venido para que no andemos en tinieblas. La Iglesia a esta iluminacin gratuita y sobreabundante le llama revelacin sobrenatural para distinguirla de aquella otra revelacin, que ya vimos en la segunda carta y a la que llamamos natural, que es la Creacin, libro sapientsimo escrito por Dios para quien lo quiera leer.

    La luz de Cristo ilumina el alma, en primer lugar, curndola de los estragos del pecado original. As, con su ayuda, la inteligencia humana puede alcanzar con certeza y claridad las verdades naturales, es decir, aquellas que, aunque son difciles de conseguir, no estn por encima de la naturaleza humana. Pero, por otra parte, esa misma luz aporta a la inteligencia un conjunto de verdades que sta jams hubiera podido alcanzar porque estn por encima de sus posibilidades. Se trata de los misterios, como son la Santsima Trinidad, la Encarnacin del Verbo, nuestra condicin de hijos de Dios. Por tanto, Jess ha sanado lo enfermo de nuestra inteligencia y, al tiempo que lo sanaba, la ha elevado al plano de lo sobrenatural.

    7UDWDUpDFRQWLQXDFLyQGHDPERVDX[LOLRVFRPHQ]DQGRSRUODsanacin de la inteligencia. T, Juan, seguramente fuiste testigo de

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    una escena, que recoge San Mateo en su Evangelio y que nos puede servir para iniciar este comentario: Dice as:

    Se acercaron entonces a l unos fariseos y le preguntaron para tentarle: Le es lcito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?. l respondi: No habis ledo que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por esto dejar el hombre a su padre y a su madre y se unir a su mujer, y sern los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.

    Ellos le replicaron: Por qu entonces Moiss mand dar el libelo de repudio y despedirla?. El les respondi: Moiss os permiti repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazn; pero al principio no fue as. Sin embargo, yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer a no ser por fornicacin y se case con otra, comete adulterio (Mt 19, 3-9).

    Con esta leccin el Seor no pretende, en absoluto, ir ms all del plano natural sino corregir las desviaciones en que haba incurrido, en relacin con el matrimonio, el pueblo judo. Actualmente, pasados ms de dos mil aos, esta enseanza conserva toda su YDOLGH]\DFWXDOLGDGSRUORH[WHQGLGRTXHHVWiHOGLYRUFLRWULXQIRdel egosmo y ruina de las familias.

    Ciertamente, al hombre le cuesta encontrar la verdad sobre el matrimonio y de modo especial su indisolubilidad, pues se trata de una doctrina que puede ser muy costosa en la prctica y de no fcil H[SOLFDFLyQ&ULVWRDVHGLDGRSRUORVIDULVHRVTXHEXVFDQXQSUHWH[WRpara acusarle les deja clara la doctrina. El querer de Dios desde el principio es que la unin conyugal sea indisoluble: ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios uni no lo separe el hombre

  • Cartas sobre la verdad

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    matrimonio es verdaderamente sabia y quien no la entienda, en lugar de rebelarse, deber esforzarse por comprenderla.

    Me acuerdo de un muchacho bueno, que estaba sufriendo PXFKRSRUHOGLYRUFLRGHVXVSDGUHV(UDDOJRTXHQRGLJHUtD

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    reto para la razn humana, el reto de adentrarse en la razn de Dios. No tiene sentido contraponer razn y misterio, lo que hay que contraponer es razn humana y razn divina, sabiendo que esta ltima es para nosotros misteriosa. Cristo nos ha revelado misterios como la Santsima Trinidad, su Encarnacin, la Comunin de los Santos, la inhabitacin de Dios en el alma del justo, los sacramentos.

    Es preciso aadir, adems, que la relacin del misterio con la razn es doble. En primer lugar el misterio se acepta porque KD\UD]RQHVSDUDKDFHUORORVPRWLYRVGHFUHGLELOLGDGHQabsoluto se hace de modo gratuito; en segundo lugar, porque una vez revelado el misterio y asumido cabe profundizar en l, vivir GHpO3DUDLOXVWUDUODVLGHDVTXHDFDERGHH[SRQHUUHFXUURDRWURpasaje de la Escritura:

    Entonces, unos hombres, que traan en una camilla a un paraltico, LQWHQWDEDQPHWHUORGHQWUR\FRORFDUORGHODQWHGHpO

  • Cartas sobre la verdad

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    Este pasaje narra un misterio, el poder de Jess de perdonar los pecados. La reaccin de los fariseos es clara, tal cosa es imposible, los pecados slo los puede perdonar Dios. ste hombre ha dicho una blasfemia.

    Hasta aqu todo lo que dicen los fariseos parece normal, siempre dentro de los esquemas judos, pero entonces Jess les dio una contestacin que inclin la balanza a su favor: Qu es ms fcil, decir: tus pecados te son perdonados o decir: levntate, y anda? Pues para que sepis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados dijo al paraltico, yo te digo: levntate, toma tu camilla y vete a tu casa.

    Que alguien diga que tiene poder de perdonar los pecados en principio no tiene nada de particular, eso s, tendr que demostrarlo. Jess para demostrar que tena ese poder hizo el signo de sanar a aquel paraltico. Con lo cual dej a los fariseos callados y a la gente sencilla maravillada. Los milagros del Seor no son un REVHTXLRSDUDODFXULRVLGDGVLQRTXHWLHQHQSRUPLVLyQFRQUPDUuna doctrina.

    Pero este pasaje ofrece otro campo de meditacin y de YLYHQFLDHOSHUGyQGH ORVSHFDGRV(OKRPEUHSXHGHUHH[LRQDUdetenidamente sobre la naturaleza del perdn, sobre la bondad de Dios pronto a ayudar al pecador y sobre el bien que el perdn produce en el pecador, que queda limpio de su lepra pudiendo de HVWHPRGR HPSH]DU XQD QXHYD YLGD

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    VI. La Cruz, plenitud de la Revelacin

    Carta a San Juan, discpulo amado del Seor:

    Muy estimado apstol Juan:

    En esta carta deseo meditar en la misin del Seor, en lo que vino a hacer a la tierra el Verbo encarnado. Precisamente por eso WHGLULMR HVWD FDUWDSRUTXHH[SHULPHQWDVWH HO DPRUGH'LRV HQ ODpersona de Jess y, por ti y en ti, su amor por todos los hombres. (QHO(YDQJHOLRFXDQGRWHUHHUHVDWXSHUVRQDGLFHVGHWLTXHHUDVel discpulo que Jess amaba y una manifestacin de ello es el verte recostado sobre su pecho en la ltima Cena preguntndole quin era el que le iba a entregar.

    En tu primera epstola dices claramente Dios es amor (I Jn 4,8). $VtGHQHVD'LRVSRUHVRVLXQDGHODVSHUVRQDVGLYLQDVVHHQFDUQDsu misin no ser otra que amar, que es lo que hizo Jess; amar al Padre y, por l, a los hombres. Consecuencia trascendental GH OR TXH DFDER GH H[SRQHU HV TXH ORV KRPEUHV QR WHQHPRVmotivos para temer a Dios. Un cristiano no puede fundamentar su vida religiosa en el miedo, sino en el hecho consolador de saberse querido por Dios.

    As pues la misin de Jess es amar, pero a quin? Como he GLFKRHQSULPHUOXJDUDVX3DGUHFHOHVWLDODPRUTXHVHPDQLHVWDen una obediencia rendida. As lo manifest un da en que sus discpulos le pedan que comiera:

    Entretanto los discpulos le rogaban diciendo: Rabb, come. Pero l les dijo: Para comer yo tengo un alimento que vosotros no conocis. Decan los discpulos entre s: Pero es que le ha trado alguien de comer?. Jess les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jn 4, 32-34).

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    La obra del Padre! Cul es esa obra? La respuesta es fcil: Amar a los hombres con obras y de verdad. Pero Jess, Verbo encarnado, es hombre como nosotros y, por ello, cuando ama lo hace con sentimientos, pero mientras que los suyos fueron siempre santos, sentimientos de una persona guiada por el Espritu Santo, los nuestros muchas veces dejan mucho que desear cuando nos dejamos llevar por el odio, la envidia, la sensualidad, los celos, el amor propio, etc.

    Los sentimientos de Cristo se pueden resumir en una frase: Pertransiit benefaciendoSDVySRUODWLHUUDKDFLHQGRHOELHQ3RUHVRFXDQGRHVWiFODYDGRHQODFUX]\DSXQWRGHH[SLUDUFRPRUHVXPHQGHWRGDVXH[LVWHQFLDWHUUHQDSLGHFOHPHQFLDSDUDTXLHQHVle han condenado, o han ejecutado la condena: Padre, perdnalos porque no saben lo que se hacen.

    Dios es Amor, Jess es Amor. Por eso cada escena de la (VFULWXUD H[SUHVD ORV VHQWLPLHQWRV VREUHQDWXUDOHV GH &ULVWR TXHdeben ser luz para nosotros: Jess, que se conmueve, que se estremece, que llora, que se alegra. Se estremece ante el donativo minsculo de una pobre mujer cuya pobreza conoce, como conoce tambin el amor que abriga en su corazn. Se llena de gozo ante la inocencia de los nios. Se alegra porque su Padre se ha dignado revelar misterios a los humildes, misterios que permanecen ocultos a los sabios. Jess se conmueve ante la viuda de Nan y llora ante la tumba de Lzaro. Somos nosotros as? Tal vez lloramos, s, pero cundo y cmo; cuando nos hieren en nuestra soberbia y no lo hacemos por compasin, sino por rabia; mientras que pasamos de largo, inmutables, ante las necesidades de los otros que nos dejan tan frescos.

    De un modo muy especial despiertan la sensibilidad de Jess las necesidades espirituales de los hombres como se ve en la escena de Zaqueo al que transforma interiormente cuando le dice: conviene que hoy me hospede en tu casa... Tambin el Seor quiere que le hagamos sitio en nuestra alma para ser fuente de paz y de vida sobrenatural, para llenar nuestro corazn de esperanza; que no

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    suceda como en Beln donde tuvo que hospedarse en el fro, porque no haba otro lugar para l. Ciegos habitantes de Beln tuvisteis a Dios en vuestras puertas y se las cerrasteis. Que las puertas de nuestras almas estn siempre abiertas para el Seor, para abrirle el corazn y manifestarle nuestras necesidades y anhelos!

    Al or las palabras de Jess, Zaqueo qued profundamente removido y contest: Seor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces ms. Ante aquel profundo y sincero arrepentimiento Jess se llen de una gran alegra. Tambin se alegra cuando nosotros acudimos a confesar nuestros pecados, arrepentidos y con deseos de enmendar nuestra vida.

    En otra ocasin, cuando Jess dijo a Mateo que le siguiera, la Escritura comenta que comi en la casa de ste y que al banquete fueron invitados los amigos de Mateo, publicanos como l, gente reputada como pecadores. Este comportamiento de Cristo fue muy criticado por los fariseos, pero breve y consoladora para nosotros fue la respuesta de Jess: No tienen necesidad de mdico los sanos, sino los enfermos.

    Cuando, en otra ocasin, le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio le preguntaron qu deban hacer con ella, si la deban lapidar, como mandaba Moiss, o no. Jess se limit a decir: el que de vosotros est sin pecado que tire la piedra el primero (Jn 8, 7), de este modo hizo que se fueran avergonzados. Al quedarse a solas con la mujer dijo a sta: Mujer, dnde estn? Ninguno te ha condenado?. Ella respondi: Ninguno, Seor. Djole Jess: Tampoco yo te condeno; vete y desde ahora no peques ms (Jn 8, 10-11).

    Jess advierte con delicadeza a aquellos hombres lo incoherente de su conducta y no condena a la mujer, pero a ella le dijo, en tono imperativo, porque su comportamiento era muy malo, que en adelante no pecase ms. El Seor perdona, pero no deja de aclarar ODVLGHDV4XHDFWXDOLGDGODGHHVWHWH[WR(O6HxRUQRVHQVHxDDcompaginar la compresin y el perdn con la claridad de ideas.

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    3HUGRQDUQRVLJQLFDSDFWDUFRQHOGLDEOR&RPRGLFH6DQ3DEORHaciendo la verdad con caridad (Veritatem autem facientes in caritate) (Eph 4,15).

    Tambin se conmovi cierto da en que una mujer agradecida, llorando sus pecados, le ech perfume sobre su cabeza, mientras que al fariseo, que le hospedaba y que le critic interiormente por dejar hacer a aquella mujer, le reproch las faltas delicadeza con que le haba recibido y las confront con las delicadezas de aquella SHFDGRUD

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    (QHVWHWH[WR6DQ3DEORUHVXPHODYLGDGH&ULVWRGHXQPRGRWDQ FRQFLVR FRPR SURIXQGR1RV H[SOLFD OD KXPLOGDG GH&ULVWRque se anonad tomando la forma de siervo y se humill hasta la muerte y muerte de cruz. Aunque el Apstol no hace referencia al sentido de esa muerte obediente, sabemos bien que Jess muri por nuestra salvacin. Por eso, agradecidos, doblamos la rodilla al nombre de Jess y confesamos que Jesucristo es el Seor! Jess, en efecto, se humill para servir a los hombres.

    (QPXFKDVRFDVLRQHVHO6HxRUSXVRGHPDQLHVWRTXHVHUYLUera su misin, pero lo hizo de un modo particularmente elocuente en la ltima Cena cuando lav, como si fuera un siervo, los pies de sus discpulos, dndonos de este modo ejemplo de cmo debe ser nuestro comportamiento. Despus de este acto de servicio les OODPyDPLJRVDO WLHPSRTXH OHV H[SOLFySRUTXp ORGHFtDSRU ODHQWUHJD JHQHURVD GH VX YLGD \ SRU ODV FRQGHQFLDV tQWLPDV TXHhaba tenido con ellos: Nadie tiene amor ms grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su seor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que o de mi Padre os lo he hecho conocer (Jn 15,13-15).

    Estimado Juan, t escuchaste estas palabras que nosotros UHFLELPRVDKRUDFRQDJUDGHFLPLHQWRSRUTXHPDQLHVWDQKDVWDGRQGHllega el amor de Dios por nosotros. Jess ha venido a la tierra para decirnos cmo se va al cielo y para, con su muerte, abrirnos las puertas del paraso, por eso con toda autoridad el Seor predic la parbola del Buen Pastor y la aplic a su misin: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, el que no es pastor y al que no le pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, DEDQGRQDODVRYHMDV\KX\H\HOORERODVDUUHEDWD\ODVGLVSHUVDSRUTXHHVDVDODULDGR\QROHLPSRUWDQODVRYHMDV

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    (Ga 2,20) (me am y se entreg a s mismo por m). Estas palabras podemos hacerlas nuestras, Jess quiere a cada hombre hasta dar la vida por l. Conocemos bien las humillaciones, infamias, vejaciones, dolores y muerte que padeci el Seor. La Pasin es la mayor prueba del amor de Cristo, y tambin del Padre, por nosotros. La unin entre Jess y el Padre es total por eso cuando YHPRVD&ULVWRYHPRVDO3DGUH&RQJUDQFODULGDGH[SRQHV HVWDidea en tu evangelio con ocasin de un breve dilogo entre Jess y Felipe.

    Felipe le dijo: Seor, mustranos al Padre y nos basta. Felipe OHFRQWHVWy-HV~VWDQWRWLHPSRFRPROOHYRFRQYRVRWURV\QRPHhas conocido? El que me ha visto a m ha visto al Padre; cmo dices t: Mustranos al Padre? No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en m? Las palabras que yo os digo no las hablo por m mismo. El Padre, que est en m, realiza sus obras (Jn 14, 8-10).

    El Padre no es un desconocido, pues viendo al Hijo vemos al Padre y conociendo los sentimientos del Hijo conocemos los del Padre.

    (QWXSULPHUDHStVWRODQRVGLFHVUHULpQGRWHDO3DGUH

    En esto se manifest entre nosotros el amor de Dios: en que Dios envi a su Hijo Unignito al mundo para que recibiramos por l la vida. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que l nos am y envi a su Hijo como vctima propiciatoria por nuestros pecados (I Jn 4,9-10).

    Dios nos ha amado primero, ahora tenemos que corresponder con agradecimiento y siguiendo las pisadas de Jess, el Hijo amado del Padre. Conmueve el detalle con que Isaas profetiza la Pasin del Seor sealando no solamente cmo padeci sino tambin la razn por la que lo hizo:

    Despreciable y rechazado de los hombres, varn de dolores y H[SHULPHQWDGR HQ HO VXIULPLHQWR FRPR GH TXLHQ VH RFXOWD HO URVWURdespreciado, ni le tuvimos en cuenta. Pero l tom sobre s nuestras enfermedades y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y

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    humillado. Pero l fue traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados. El castigo, precio de nuestra paz, cay sobre l, y por sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andbamos errantes como ovejas, cada uno segua su propio camino, mientras el Seor cargaba sobre l la culpa de todos nosotros. Fue maltratado, y l se dej humillar, y no abri su boca; como cordero llevado al matadero, y, como oveja muda ante sus esquiladores, no abri la boca. Por arresto y juicio fue arrebatado. De su linaje quin se ocupar? Pues fue arrancado de la tierra de los vivientes, fue herido de muerte por el pecado de mi pueblo (Is 53-3-8).

    $FHUWDGDV SDODEUDV TXH PDQLHVWDQ HO DPRU GLYLQR SRU HOhombre. Gracias, Seor! En la Cruz de Cristo est la plenitud de la Sabidura como ensea San Pablo:

    Pues los judos piden signos, los griegos buscan sabidura; nosotros HQ FDPELR SUHGLFDPRV D&ULVWR FUXFLFDGR HVFiQGDOR SDUD ORV MXGtRVnecedad para los gentiles; pero para los llamados, judos y griegos, predicamos a Cristo, fuerza de Dios y sabidura de Dios. Porque lo necio de Dios es ms sabio que los hombres, y lo dbil de Dios es ms fuerte que los hombres (I Co 1, 22-25).

    Por todo ello es lgico que insista, porque es as, que la vida del cristiano no se fundamenta en el miedo a un verdugo sino en la FRQDQ]DHQXQ3DGUH$'LRVQRGHEHPRVWHPHUOH(VDEVXUGR+D\SHUVRQDVTXHWLHQHQXQPLHGRLQIXQGDGRD'LRVTXpORFXUDVLDios es amor\'LRVVHQRVPDQLHVWDHQ&ULVWRPXHUWRHQODFUX]SRUamor a los hombres, porque quiere que todos se salven. Si alguien se pierde no ser a causa de la crueldad de Dios, que conoce a las ovejas, que las lleva a los buenos pastos de la verdad y que da la vida por ellas. Dios no es terrible, Jess no es terrible.

    Termino este captulo diciendo que tanto nos ama el Padre que enva a su Hijo, a su Amado, como vctima propiciatoria por nuestros pecados. Al recordar palabras tan consoladoras conviene sealar que Dios ser compasivo con quien haya puesto los medios, con quien haya intentado de verdad ser bueno, aunque sean grandes sus debilidades; pero apartar de s a los que no hayan querido

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    acogerse a su misericordia. Por eso los ngeles al nacer Jess no cantaron para todos los hombres, sino para los de buena voluntad: Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Recordemos, misericordia, amor y perdn es lo que Dios quiere para los hombres y lo que quiere que hagamos con nuestros semejantes. Ser este amor quien nos abra las puertas del Paraso.

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    VII: La Fe, participacin en la Sabidura divina

    Carta a Bartimeo, ciego de nacimiento

    Estimado Bartimeo:

    Cuenta San Marcos como Jess te cur la ceguera, proporcionndote as la posibilidad de llevar una vida nueva, ms capaz y ms digna. El Evangelio narra tu curacin con estas palabras.

    /OHJDQ D -HULFy

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    Al enterarte de que Jess estaba en Jeric tu corazn ardi de esperanza. Habas odo hablar de sus milagros, esperabas con impaciencia que un da Jess, el taumaturgo, se cruzase en tu FDPLQR\HVHGtDSRUQKDEtDOOHJDGR(PSH]DVWHDJULWDUJess, Hijo de David, ten compasin de m. Al principio pudo parecer que el Seor no atenda tu splica, pero no te desanimaste y seguiste gritando. Cmo no ibas a hacerlo, si aquella era la oportunidad de tu vida! La gente, que solamente ve con los ojos del cuerpo, te deca que callaras, pero t no callaste, no podas callar, porque veas con los ojos del alma.

    La necesidad de luz para tus ojos maltrechos haba potenciado tu fe. Gritabas y gritabas. El Seor quera que lo hicieras para que aprendamos que los dones de Dios no se consiguen sin una peticin constante. Como tus gritos incomodaran a muchos te reprendieron dicindote que no molestaras al maestro y te callaras. No estabas W~HQFRQGLFLRQHVGHHVFXFKDUDWDOHVDJRUHURV

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    fundar el Opus Dei. Era consciente de que necesitaba ver ms, profundizar ms, estar ms en sintona con Dios. Cuntas veces en su vida repiti esta otra jaculatoria: Que yo vea con tus ojos, Cristo mo, Jess de mi alma! Tena hambre de Dios y Dios no dej GHDWHQGHUVXVSHWLFLRQHV

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    os y no lo oyeron. Sera una pena que nosotros nos moviramos por motivos humanos, olvidando los sobrenaturales que nos ensea la fe cristiana. Sera una pena que t y yo viviramos una vida puramente terrena, olvidando las grandes y sublimes verdades de la fe.

    Por otra parte si tenemos visin sobrenatural debemos comportarnos de modo sobrenatural. El hombre ciertamente se abre a la Sabidura divina por la fe, pero cuando la fe se abraza GHYHUGDGQRVHOLPLWDDHQULTXHFHUODLQWHOLJHQFLDVLQRTXHH[LJHun cambio radical de conducta. La fe si no cambia a la persona es muerta, es un conocimiento del que habr que responder ante Dios. En el captulo 11 de la epstola a los Hebreos se lee un prrafo muy H[WHQVR\HORFXHQWHVREUHFyPRODIHRSHUDFDPELDQGRODYLGDGHlas personas. Me limitar a seleccionar algunos pasajes del mismo.

    3RU OD IH$EHORIUHFLyD'LRVXQVDFULFLRPHMRUTXHHOGH&DtQpor ella fue declarado justo al aceptar Dios sus ofrendas, y por la fe, an despus de muerto, todava habla (v 4).

    Sin fe, en efecto, es imposible agradarle, porque el que se acerca a 'LRVGHEHFUHHUTXHH[LVWH\TXHSUHPLDDTXLHQHVOHEXVFDQY

    Por la fe, No, prevenido por Dios acerca de lo que an no se vea, construy con religioso temor un arca para la salvacin de su familia (v 7).

    Por la fe, Abrahn obedeci al ser llamado para ir al lugar que iba a recibir en herencia, y sali sin saber a dnde marchaba (v 8). Por la fe, tambin Sara, que era estril, recibi vigor para concebir, aun superada ya la edad oportuna porque crey que era digno de fe el que se lo haba prometido. De modo que de uno solo, y ya decrpito, nacieron hijos tan numerosos como las estrellas del cielo e incontables como las arenas de las playas del mar (v 11-12).

    En la fe, murieron todos ellos, sin haber conseguido las promesas, sino vindolas y saludndolas desde lejos, y reconociendo que eran peregrinos y forasteros en la tierra (v 13).

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    Por la fe, Abrahn, puesto a prueba, ofreci a Isaac, y el que haba recibido las promesas se dispuso a ofrecer a su nico hijo de quien se le haba dicho: en Isaac tendrs descendencia (v. 17-18).

    Por la fe, Isaac dio la bendicin de los bienes futuros a Jacob y Esa. Por la fe, Jacob, bendijo a cada uno de los hijos de Jos y le ador apoyado sobre el extremo de su bastn. (v 20).

    Por la fe, Moiss, recin nacido, fue ocultado d