carta ficticia de rigoberta menchu a su primera patrona

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Estimada Patrona, Permítame el que comience la presente agradeciéndole. Han pasado muchos años desde que decidí terminar mis servicios en su hogar, y precisamente son estos años los que me han llevado a reconocer, que de no haber sido por usted, mi vida tal vez hubiese tomado otro rumbo. ¡Imagine!, Tantos frutos obtenidos solo por perseverar y no rendirme. Cada logro alcanzado, honor otorgado, lugar visitado y persona conocida, han dejado huellas impresas en mi corazón; guardadas dentro de mí como prueba de que la lucha por la igualdad y dignidad humana, pueden ser obtenidas por todo aquel que lo desee y se abra paso ante la adversidad. Como pasar por alto el agradecerle, hubiese sido imposible llegar tan lejos sin una motivación justificada, sin un ideal por el cual luchar apasionadamente. Un ideal que aun elude a muchos latinoamericanos y por el cual tantos han dado sus vidas. Pero ideal como quiera; y por el cual será necesario perder quizás muchas vidas mas hasta lograr alcanzarlo. Gracias, muchas gracias por forjar en mí un sentimiento enardecido de superarme, de tocar puertas una y otra vez hasta verlas abrir, de nadar en contra de la corriente hasta llegar a puerto seguro. Gracias. La injusticia, el abuso, las humillaciones, la cadencia de alimento físico y espiritual sufrido bajo su poder, engendraron la necesidad de levantarme y denunciar el sufrimiento humano, la desigualdad y falta de amor hacia el prójimo. Inolvidable para mí es el cuartito donde se me alojaba, los pedazos de comida viejos que se me cedían y la visión de aquel perro gordo y saludable a quien se consideraba mayor que yo. Gracias, eternas gracias por haberme tratado tan mal, por haberme marginado y trabajado hasta que el cansancio me vencía solo para despertarme en medio de la noche hambrienta y desilusionada. Esperando un amanecer en el que mi realidad no fuese lo que fue el día de ayer.

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Page 1: Carta Ficticia de Rigoberta Menchu a Su Primera Patrona

Estimada Patrona,

Permítame el que comience la presente agradeciéndole. Han pasado muchos años desde que decidí terminar mis servicios en su hogar, y precisamente son estos años los que me han llevado a reconocer, que de no haber sido por usted, mi vida tal vez hubiese tomado otro rumbo. ¡Imagine!, Tantos frutos obtenidos solo por perseverar y no rendirme. Cada logro alcanzado, honor otorgado, lugar visitado y persona conocida, han dejado huellas impresas en mi corazón; guardadas dentro de mí como prueba de que la lucha por la igualdad y dignidad humana, pueden ser obtenidas por todo aquel que lo desee y se abra paso ante la adversidad.

Como pasar por alto el agradecerle, hubiese sido imposible llegar tan lejos sin una motivación justificada, sin un ideal por el cual luchar apasionadamente. Un ideal que aun elude a muchos latinoamericanos y por el cual tantos han dado sus vidas. Pero ideal como quiera; y por el cual será necesario perder quizás muchas vidas mas hasta lograr alcanzarlo. Gracias, muchas gracias por forjar en mí un sentimiento enardecido de superarme, de tocar puertas una y otra vez hasta verlas abrir, de nadar en contra de la corriente hasta llegar a puerto seguro. Gracias.

La injusticia, el abuso, las humillaciones, la cadencia de alimento físico y espiritual sufrido bajo su poder, engendraron la necesidad de levantarme y denunciar el sufrimiento humano, la desigualdad y falta de amor hacia el prójimo. Inolvidable para mí es el cuartito donde se me alojaba, los pedazos de comida viejos que se me cedían y la visión de aquel perro gordo y saludable a quien se consideraba mayor que yo. Gracias, eternas gracias por haberme tratado tan mal, por haberme marginado y trabajado hasta que el cansancio me vencía solo para despertarme en medio de la noche hambrienta y desilusionada. Esperando un amanecer en el que mi realidad no fuese lo que fue el día de ayer.

No le culpo, somos fruto de conductas aprendidas de aquellos que nos rodean; y a pesar de todo, la vida tiene un modo peculiar de llevar a contabilidad el mal que se hace en ella, pagando a aquellos que lo propagan con monedas de lágrimas.

Gracias, hoy, mañana y siempre: gracias. Desde mi primer encuentro con usted pude apreciar claramente la visión de un ser humano esclavizado por el egoísmo y sentimientos fracasados, un ser humano que aun teniéndolo todo sufre de la más triste de las pobrezas: la pobreza espiritual.

Atentamente,

Rigoberta Menchú