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    MEDELIUSYDELAPUENTE Curacas, bienes y quipus 83

    De la mano de Dios. El nacionalismo catlicochileno y la Guerra del Pacfico, 1879-1881

    CARMENMCEVOYUniversity of the South, Sewanee

    Los crculos intelectuales de la Iglesia catlica jugaron un papel fundamental en laelaboracin de un discurso nacionalista, funcional a los intereses del Estado chileno.Mediante tal discurso, el conflicto blico fue librado de sus impurezas materiales yasumi una justificacin eterna y sagrada. El apoyo de la Divina Providenciahacia la causa de Chile fue una de las ideas-fuerza cuyos productores culturalesdesarrollaron ante la opinin pblica a travs de un hbil manejo de los medios decomunicacin. Con su participacin en el debate ideolgico y en la movilizacinde la sociedad civil, que ocurri como consecuencia de la guerra, la Iglesia chilenahabra intentado defender su preeminencia como referente cultural ante la amenazade otros actores sociales que, por esos aos, le estaban disputando su hegemona.

    This article analyzes the role played by the Catholic Churchs intellectual elite inthe construction of a nationalistic discourse during the War of the Pacific, 1879-1884. This nationalistic rhetoric, which served the interests of the Chilean state,

    purified the conflict of its political and economic connotations, and conferred uponit a sacred and eternal justification. Cultural agents, through the carefully calculateduse of the means of communication, converted the idea that Divine Providencesupported the Chilean cause into a driving force. By means of its participation inthis ideological debate and by mobilizing civil society, the Chilean church probablyaimed to defend its preeminent role as the main cultural frame of reference in theface of the threat posed by other social actors which disputed its hegemony during

    that period.

    HIsTORICA XXVIII.2 (2004): 83-136

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    Oh ngel hermoso de mi patria, despliega tus

    alas ms relucientes que las alas de la aurora,suelta tu cabellera de luz y vuela a los desier-tos que recorre el Loa, escuda y dirige a losejrcitos chilenos; vuela sobre las olas de esemar y serena las tremendas tempestades entorno a nuestras naos, vuela delante de ellas ytraza con tu dedo celestial la estela feliz queconduce a la victoria!1

    La guerra ha sido descrita como un viaje extrao plagado de olas yde huracanes, un lugar donde el hombre se convierte en el esclavo deeventos imprevisibles y la vida pierde todo su valor. La niebla queavanza silenciosa sobre campamentos militares para sumirlos en lams absoluta desorientacin es la imagen que mejor describe el ca-rcter fortuito de toda guerra. Esta situacin precaria y, por lo mismo,altamente riesgosa ha influido en la construccin de ideologas capa-

    ces de aplacar el miedo y de dotar de sentido a la violencia. Interpre-taciones y smbolos nacionalistas son utilizados para influenciar so-bre las mentes de hombres y mujeres, con lo cual se les convence deque su misin nica es matar o morir sin protestar. La religin es,probablemente, la veta ms rica de ideologa guerrera. Apelar a Diosha servido para legitimar la brutalidad que una guerra desata y paradespertar la adhesin incondicional de los combatientes. El Himnode Batalla de la Repblica, compuesto por Julia Ward Howe conmotivo de la guerra civil norteamericana que remite a conceptostan poderosos como el de pueblo elegido, el enfrentamiento entre elbien y el mal, y la participacin del Dios de las batallas comandandolos ejrcitos de la Unin muestra que aquello que se ha dado en

    1 Muoz Donoso, Esteban. La Guerra en manos de Dios. En Discursos religiosos-patriticos predicados en la catedral de Santiago con motivo de la solemne rogativa por el

    triunfo de las armas chilenas con licencia de la autoridad eclesistica. Santiago de Chile:Imprenta de El Estandarte Catlico, 1879, p. 31.

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    llamar nacionalismo cristiano es un concepto en el que convergen lareligin, la moral, la fe y la bsqueda del inters poltico.

    El anlisis del nacionalismo sudamericano no ha despertado el sufi-

    ciente inters de los historiadores y cientficos sociales, ello a pesarde que dicha regin, en especial Chile, constituye una valiosa canteraen la que es posible comprobar los importantes logros de su inventivay de su creatividad.2 A la sofisticacin en el proceso de construccindel ideario nacionalista chileno habra que aadirle la rica gama decontenidos temticos que model poco a poco su particular idiosin-crasia.3 Este artculo explorar uno de ellos. En las siguientes pginas,

    me propongo discutir cmo, entre 1879 y 1881, un discurso nacio-nalista en clave catlica fue reelaborado por importantes miembrosdel clero chileno. En el caso que analizar y que tiene como trasfon-do una guerra internacional, el modelo paradigmtico es el de unahistoria sagrada, anclada en el Antiguo Testamento. Las poderosasimgenes del Dios de las batallas, de los Macabeos, de David, de

    Josafat, de Judith y de los innumerables combates en los que se vioinvolucrado el pueblo de Israel sirvieron de referentes para que unpuado de sacerdotes chilenos dotara a la Guerra del Pacfico de unatemtica, de una justificacin sagrada y de un protocolo ceremonial.Porque ms all de la obvia connotacin militar que la guerra exhibien Chile, ella permiti mostrar, tambin, la preeminencia de la Iglesiaen la disputa cultural por la definicin de la nacin. Esto ayud areforzar la idea de que aquel pas era el pueblo que Dios haba elegidopara ejercer la justicia divina sobre sus enemigos.

    2 Para mi contribucin a la discusin sobre este tema en el Per, vase McEvoy, Car-men. Forjando la nacin: ensayos de historia republicana. Lima: Instituto Riva Agero-University of the South-Sewanee, 1999.3 Este artculo es parte de un proyecto ms amplio, titulado Guerreros civilizadores:guerra e imaginario nacionalista en Chile, 1860-1884, en el que estudio las diferentesvertientes de pensamiento nacionalista que confluyeron en Chile durante la Guerra delPacfico. El proyecto, que debe concluir en un libro, ha contado con el generoso apoyode la John Simon Guggenheim Foundation y de una beca del Faculty Development de

    la University of the South, Sewanee. Agradezco a mis asistentes de investigacin DavidHome y Andrs Estefane por su dedicacin, su profesionalismo y su valiosa amistad.

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    La Guerra del Pacfico ha atrado una enorme atencin por partede historiadores bolivianos, chilenos y peruanos. El sangriento en-frentamiento internacional que se prolong por casi cinco aos y

    que determin cambios fronterizos radicales en el Pacfico Sur hasido analizado desde diferentes ngulos y perspectivas. Empero, pro-bablemente Chile es el pas que ms estudios ha producido sobre laguerra. Nuevas fuentes primarias, reeditadas peridicamente en esepas, han permitido ampliar nuestro conocimiento sobre un asuntodel que queda an mucho por averiguar.4 Un tema que no ha des-pertado el suficiente inters de los investigadores es el referido a los

    aspectos ideolgicos de la conflagracin. Cmo fue definida la guerray quin estuvo a cargo de aquella tarea? Existi una imagen oficial oacaso, por el contrario, mltiples productores culturales encontra-ron en la guerra el escenario adecuado para dirimir sus disputas ideol-gicas que venan de antiguo? Ser posible reconstruir la(s) ideologa(s)que justificaron la guerra ante el tribunal de la opinin pblica, tantonacional como internacional? Pienso que, en la medida en que resol-vamos estas interrogantes, ser posible definir una nueva rea de in-vestigacin mediante la cual la Guerra del Pacfico pueda ser incor-porada a ese campo de estudios que ha sido denominado como el de

    guerra y sociedad. Esta aproximacin, cuyo mrito es refocalizar la

    4 Los trabajos ms exhaustivos de recopilacin de fuentes, tanto primarias como secun-darias, sobre la Guerra del Pacfico son la clsica obra de Ahumada, Pascual. Guerra delPacfico: documentos oficiales, correspondencia y dems publicaciones que ha dado a luz la

    prensa de Chile, Bolivia y Per. Santiago de Chile: Editorial Andrs Bello, 1982; y el msreciente de Rodrguez Rautcher, Sergio. Bases documentales de la Guerra del Pacfico conalgunas descripciones, reflexiones y alcances. Santiago de Chile: Talleres Grficos del Insti-tuto Geogrfico Militar, 1991. Entre los aportes ms recientes al estudio de la guerradestacan el de Pinto, Julio, Vernica Valdivia y Pablo Artaza. Patria o clase en losalbores de la identidad pampina (1860-1890). Historia. 36 (2003), pp. 275-332; eltrabajo de Larran, Paz. Presencia de la mujer en la Guerra del Pacfico. Santiago de Chile:Universidad Gabriela Mistral, 2002; y la reciente reedicin de su trabajo realizado

    junto con Joaqun Matte Testimonios de un capelln castrense en la Guerra del Pacfico:Ruperto Marchant Pereira. Santiago de Chile: Centro de Estudios del Bicentenario, 2004.No hay que olvidar, desde luego, el clsico libro de Sater, William. The Heroic Image inChile: Arturo Prat, Secular Saint. Berkeley: University of California Press, 1973.

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    atencin de los aspectos meramente militares a los sociales y culturales,renueva el inters acadmico en torno a una experiencia usualmenteanalizada a partir de lo econmico o lo castrense.5

    En el marco de una discusin remozada por recientes aportes teri-cos y metodolgicos provistos por los estudios sociales y culturalesde la guerra,6 muchos de los asuntos que hemos considerado centralescon respecto al enfrentamiento de Chile contra Bolivia y el Perquedarn parcialmente eclipsados por otros que tambin fueron

    5 Para una discusin con respecto a este renovado campo historiogrfico vase: Black,

    Jeremy. Rethinking Military History. Nueva York: Routledge, 2004, pp. 50-59. Para losaportes fundamentales a esta disciplina de la cual John Keegan es uno de los pionerosvase su clsicoA History of Warfare. Nueva York: Alfred Knopf, 1993. Para trabajos enla lnea de guerra y cultura son de imprescindible lectura Fussel, Paul. The Great Warand Modern Memory. Nueva York: Oxford University Press, 1975; Hynes, Samuel. AWar Imagined: The First World War and English Culture. Nueva York: Athenium, 1990;Mosse, George. Fallen Soldiers: Reshaping the Memory of World Wars. Nueva York: OxfordUniversity Press, 1991; Winter, Jay. Sites of Memory, Sites of Mourning: The Great War inEuropean Cultural History. Nueva York: Cambridge University Press, 1998, y junto

    con Emmanuel Sivan War and Remembrance in the Twentieth Century. Cambridge(Reino Unido) y Nueva York: Cambridge University Press, 1999; Noakes, Lucy, Warand the British: Gender, Memory and National Identity. Londres y Nueva York: Taurus,1998; Goldstein, Joshua. War and Gender: How Gender Shapes the War System and Vice-versa. Cambridge: Cambridge University Press, 2001; Paris, Michael. Warrior Nation.Images of War in Popular Culture, 1850-2000. Londres: Reaktion Books, 2000; y, enuna lnea de anlisis similar, Fahs, Alice. Imagined Civil War: Popular Literature of theNorth and South, 1861-1865. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001.6 Algunos de los aportes ms importantes para un mejor entendimiento de la trilogaguerra, nacionalismo y construccin estatal en Latinoamrica son Centeno, Miguel ngel.Blood and Debt: War and the Nation State in Latin America. Pennsylvania: ThePennsylvania State University Press, 2002; Lpez-Alves, Fernando. State Formation andDemocracy in Latin America, 1810-1900. Durham: Duke University Press, 2000; y ellibro editado por Posada-Carb, Eduardo. Wars, Parties and Nationalism: Essays on thePolitics and Society of Nineteenth-Century Latin America. Londres: Institute of Latin

    American Studies, 1995. Otras contribuciones relevantes son las de Loveman, Brian.Inventing la Patria: Wars, Caudillism and Politics, 1810-1885. En For la Patria: Politicsand the Armed Forces in Latin America. Wilmington-Delaware: Scholarly Resources,1999, pp. 27-61; y Vogel, Hans. War, Society and the State in South America, 1800-

    1870. En The Soldier and the State in South America: Essays in Civil-Military Relations.Nueva York: Palgrave Publishers, 2001, pp. 39-51.

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    fundamentales en la motivacin de los combatientes y en el aliviodel frente domstico. Porque solo despus de leer con detenimientoel diario del soldado Hiplito Gutirrez, quien asoci su supervivencia

    a travs de la penosa campaa por el desierto a los ramos bendecidosque le obsequi un sacerdote; el recuento del capelln naval CarlosCruzat sobre la devocin que se vivi a bordo de la nave de guerraOHiggins durante las ceremonias religiosas que l presidi; e inclu-so de observar con atencin el intenso fervor que embarg a la po-blacin de Antofagasta y a los batallones chilenos acantonados enesa ciudad con motivo de la procesin de la Virgen del Carmen, a

    quien se le ofrend la bandera arrebatada al Huscar despus delCombate de Angamos, ser posible entender que la guerra fue defi-nida y justificada mediante un lenguaje sumamente original, cons-truido al margen de una racionalidad poltica e incluso econmica.7

    Resulta obvio que las guerras se pelean por recursos y por hegemonas,pero se justifican mediante el poder de lo ideolgico.8 As, la guerray el nacionalismo estn ntimamente unidos, porque es durante laguerra que una nacin es imaginada como una comunidad con va-lores especficos. El frente ideolgico de la guerra cuenta con una

    7 Dos soldados de la Guerra del Pacfico. Buenos Aires-Santiago de Chile: Editorial Fran-cisco Aguirre, 1976, pp. 151-153; Servicio religioso a bordo. El Estandarte Catlico, 4de septiembre de 1885. Un reportaje sobre la procesin de la Virgen del Carmen en

    Antofagasta fue reproducida en El Estandarte Catlico, 22 de julio de 1879. Comenta-rios sobre la procesin, luego de la captura del Huscar, aparecen en El Estandarte Cat-lico yEl Mensajero del Pueblo, en sus nmeros del 18 al 25 de octubre de 1879. Apropsito de la intensidad del culto mariano, el obispo Hiplito Salas record que lascinco fechas victoriosas para el ejrcito de Chile (Iquique, Angamos, Dolores, Tacna yTorata) coincidieron con los das de la semana dedicados a la Virgen del Carmen. VaseEl Guerrero Cristiano. Valparaso: Imprenta del Mercurio, 1880, pp. 117-119. En estesentido, Gopal Balakrishtan opina que las afinidades culturales provistas por una socie-dad secularizada son insuficientes para confrontar los sacrificios colosales que toda gue-rra demanda. Para esta interesante discusin, vase The National Imagination. EnBalakrishtan (ed.).Mapping the Nation. Londres: Verso, 1996, pp. 198-213.8 Walzer, Michael. Moral Judgement in Time of War. En Wassertrom, R. (ed.). War

    and Morality. Belmont-CA: Woodsworth, 1970, pp. 54-62; y Elshtain, Jean Bethke(ed.).Just War Theory. Oxford: Basil and Blackwell, 1992.

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    dinmica propia y con voceros responsables de articular conceptosestrechamente asociados con las creencias, valores y emociones queuna determinada sociedad comparte. Es en esa vertiente poco cono-

    cida de la Guerra del Pacfico en la que me interesa incorporar mipropuesta. Pienso que la dimensin ideolgica de la guerra debe serabordada partiendo de una comprensin cabal del nacionalismo ca-tlico y de la relacin que este tuvo con la historia intelectual delChile decimonnico.

    ELIMAGINARIONACIONALISTAENCLAVECATLICA

    En 1996, Adrien Hastings desarroll una serie de ideas que ayudaraa transformar la visin que hasta ese momento se tena sobre losorgenes del nacionalismo.9 De acuerdo con este profesor de Teologade la Universidad de Leeds, la religin no poda ni deba ser desesti-mada en la discusin sobre el nacionalismo. No solo porque la Bibliadot al mundo de un modelo original de nacin, sino porque elpensamiento nacionalista occidental brot de la interpretacin cristia-

    na de la nacin. La religin model el carcter dominante de algunosestados-naciones y, por ello, la cristiandad bblica fue responsable decrear los cimientos del mundo cultural y poltico dentro del cual elfenmeno del nacionalismo poco a poco se fortaleci. En un ataquefrontal a la escuela denominadamodernista, Hastings seal el hechode que dicha interpretacin no haba logrado explicar claramente nilas tensiones nacionalistas de Europa Oriental (rea que no se caracte-

    9 Hastings, Adrien. The Construction of Nationhood: Ethnicity, Religion and Nationalism.Cambridge: Cambridge University Press, 1997. Cabe sealar que Hastings retom unadiscusin ya presente en los trabajos histricos de Carlton Hayes y Elie Kedourie, perotambin en los de los cientficos polticos como David Apter, Leonard Binder y ManfredKalpern, quienes, en 1960, acuaron el trmino poltica religiosapara explicar algunasde las caractersticas de regmenes poscoloniales. Este tema ha sido abordado reciente-mente por Van der Veer, Peter y otros. Nations and Religion: Perspectives in Europe and

    Asia. Princeton: Princeton University Press, 1999. Para una reciente discusin sobre el

    tema de nacionalismo y religin, vase Smith, Anthony. Chosen Peoples. Oxford y NuevaYork: Oxford University Press, 2003, pp. 1-18.

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    rizaba por una gran modernidad) ni las razones de la aparicin de unnacionalismo temprano en Amrica Latina. Para Hastings, la naciny el nacionalismo fueron creaciones cristianas; fue la Biblia el primer

    lente a travs del cual se entendi a la nacin, e Israel el ejemploparadigmtico de una proto-nacin, un modelo del Antiguo Testa-mento que fue copiado por otras naciones, entre ellas, Inglaterra.10

    El hecho de que Hastings llevara su argumento hasta la fronteradel medioevo europeo, en el cual, de acuerdo con su propuesta, losMacabeos haban provisto de las imgenes que modelaran la frgilnacin inglesa, constituy un esfuerzo notable. Para los modernistas,

    entre los que destacan Eric Hobsbawm, Benedict Anderson y ErnstGellner, la religin y lo sagrado tenan escaso valor, si alguno, en elestudio del nacionalismo o del anlisis de las naciones. Las razonesque se esgriman para defender esta posicin eran dos: la primera,que el nacionalismo era una categora secular, una entre muchas delas ideologas post-Ilustracin que oponan la autonoma humana ala nocin del control divino. As, la bsqueda de la liberacin delhombre pasaba por una ruptura con las tradiciones, entre ellas lareligin. La segunda guarda relacin con el supuesto anticlericalismodel pensamiento nacionalista, el que, segn los modernistas, descan-saba en una ideologa secular en la que la centralidad de la comuni-dad nacional y la necesidad de un esfuerzo humano sustancial apun-taban al desarrollo de intereses socioeconmicos.11 En pocas palabras,la religin era, para los modernistas, un fenmeno en declive y unacategora residual y, aunque Anderson dedic a lo sagrado algunos

    prrafos iluminadores en su importante libro,12 ello no constituy el

    10 Hastings, The Construction of Nationhood, pp. 4-11, 186. Para la aplicacin del mo-delo de Hastings al caso peruano, en especial respecto de la propuesta del nacionalismocatlico de Bartolom Herrera, vase McEvoy, Forjando la Nacin, pp. 210-216.11 Para esta discusin, vase Hobsbawm, Eric. Nations and Nationalism since 1780.Cambridge: Cambridge University Press, 1990; Gellner, Ernest. Nations and Nationalism.Oxford: Oxford University Press, 1983; y Anderson, Benedict. Imagined Communities:Reflections on the Origins and Spread of Nationalism. Londres: Verso, 1991.12 Anderson, Imagined Communities, p. 5.

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    eje de su discusin. Esa carencia fue justamente el argumento delinteresante artculo de Claudio Lomnitz, en que este autor observcmo el caso de Espaa desmenta palmariamente el modelo anderso-

    niano de nacin. Segn Lomnitz, el pas ibrico plante su expansinno solo como parte de la escatologa cristiana, sino que la organizacinsocial del Estado que se fue consolidando durante ella identific a laIglesia con la idea de lo nacional. La nocin de la nacionalidad espa-ola, que fue exportada a Hispanoamrica, se construy a partir deuna militancia religiosa y de una vocacin hacia el tutelaje espiritualno solo en Amrica sino en todo el mundo.13

    En Redeemer Nation: The Idea of Americas Millenial Role,14

    ErnestTuveson se anticip al revisionismo de Hastings y de Lomnitz. Suanlisis revela la idea de que, a mediados del siglo XIX, Estados Unidosfue percibido por varios de sus productores culturales no solo comounanacin elegidapor Dios, sino como una nacin que salvara yredimira a las dems, provocando que las guerras cesasen y que lademocracia se impusiera a lo largo de todo el mundo. En consecuen-cia, las guerras en los Estados Unidos fueron concebidas como cru-zadas morales contra las fuerzas del mal. El conjunto de creenciasque deriv en la idea de que Norteamrica era unanacin redentorase concret grficamente en El Himno de Batalla de la Repblica.Escrito en 1861 por Julia Ward Howe con motivo de la Guerra deSecesin estadounidense, el popular himno muestra la visinapocalptica de la guerra. Ms que ser una respuesta espontnea a lacrisis de una nacin de lectores de la Biblia, la obra de Howe sugiri

    la idea de que lo que se encontraba en crisis, en la dcada de 1860,era la totalidad del gnero humano. De acuerdo con Tuveson, elparalelismo extendido entre el Israel histrico y los Estados Unidos

    13 Lomnitz, Claudio. Nationalism as a Political System. Benedict Andersons Theoryfrom the Vantage Point of Spanish America. En Centeno, Miguel ngel y FernandoLpez-Alves (eds.). The Other Mirror: Grand Theory Through the Lens of Latin America.Princeton: Princeton University Press, 2001, pp. 329-353.14 Tuveson, Ernest. Redeemer Nation: The Idea of Americas Millenial Role. Chicago yLondres: University of Chicago Press, 1968.

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    exhibi un importante punto de encuentro: que Dios otorg a ambosun continente como herencia y una misin universal que cumplir.15

    Raza escogida, nacin elegida, utopa milenarista son algunas de

    las ideas-fuerza del nacionalismo cristiano norteamericano. Para en-tenderlo, es necesario adentrarse, de la mano de Tuveson, en la revolu-cin protestante que hizo del Antiguo Testamento un verdadero docu-mento histrico. Dentro de esa transformacin en la interpretacinde las Sagradas Escrituras, los protestantes llegaron a la conclusinde que varias partes de la Biblia guardaban significados ocultos paratodos los tiempos. Cada nombre o evento poda ser intercambiado y

    extrapolado al presente sin ningn problema. Los judos de la pocade Jeremas enfrentaban similares problemas que los ejrcitos de laUnin en el siglo XIX. Ello era as porque la historia era el recuentode una sola gran guerra en la que se peleaban muchas batallas. En eseeterno combate entre las fuerzas del bien y del mal, era posible encon-trar un sentido y una direccin a travs de la fe provista por la religin.16

    El reciente trabajo de Anthony Marx, Faith in Nation: ExclusionaryOrigins of Nationalism,17 ha permitido corroborar muchos de losargumentos esgrimidos por los tradicionalistas. De acuerdo con Marx,la religin con sus smbolos, historias, teologas e incluso cosmolo-gas fue el sustento de la solidaridad comunal que deriv en losfuturos nacionalismos europeos. La fe provey del soporte para laparticipacin popular que fue requerida por los estados de la Europamoderna en la forja de sus respectivos proyectos nacionales. Que loslazos sociales provistos por la religin fueran la base para la cohesin

    nacional no resulta una novedad para Marx. La fe, politizada y, porello, convertida en un arma fundamental en el proceso de construc-cin del estado-nacin, fue la forma ms intensa de generar identi-dad en una poblacin que, como la de Europa Occidental, vivi

    15 Tuveson, Redeemer Nation, pp. 91-136.16 Ibd., pp. 157-165.17 Marx, Anthony. Faith in Nation: Exclusionary Origins of Nationalism. Oxford: OxfordUniversity Press, 2003.

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    conmocionada por sucesivas guerras religiosas. El fanatismo religio-so fue fundamental para atraer el apoyo popular necesario en el pro-ceso de centralizacin de la autoridad estatal, lo que redund en el

    fortalecimiento del nacionalismo emergente. El nacionalismo surgicuando las masas fueron invitadas o se invitaron ellas mismas al esce-nario poltico. Pero esta invitacin no provino de los libros ni de lasescuelas, sino de conflictos sectarios, que se ventilaron, en opininde Marx, en los plpitos de las iglesias. Las pasiones provenientes dela fe fueron la materia con la que se construyeron las pasiones delEstado en la Europa Atlntica.18

    A pesar de la negacin del legado religioso en la construccin delnacionalismo y de la constante apelacin al secularismo liberal quereclaman los estados modernos, el elemento religioso de tipo excluyen-te, como base de la unidad nacional, no ha sido abandonado anpor muchos de aquellos. Dios y el Csar, la Iglesia y el Estado, laautoridad temporal y la espiritual, son el dualismo permanente que,segn Marx, caracteriza a la cultura occidental. Este autor sostieneque el acto de eliminar de la memoria los aspectos ms negativos delnacionalismo y del pensamiento liberal es peligroso, ya que crea entrelas naciones novatas la nocin de que existe un camino unvoco,mientras que este ha estado plagado, como su trabajo lo prueba, deinmensas contradicciones. El nacionalismo occidental apareci ensu forma ms tribal con el objetivo de crear coherencia en medio delconflicto. El choque de civilizacionesque marca los tiempos en quevivimos guarda un innegable aire de familia con los conflictos cultu-

    rales y religiosos que sirvieron de fundamento para la consolidacindel nacionalismo occidental.19 De la repercusin que ese nacionalis-mo de estirpe religiosa tuvo en Hispanoamrica, especficamente enel Chile decimonnico, tratar la siguiente seccin de este trabajo.

    18 Marx, Faith in Nation. Un importante libro en esta misma lnea para Hispanoamri-ca es el de Sullivan-Gonzles, Douglas. Piety, Power and Politics. Religion and Nation

    Formation in Guatemala, 1821-1871. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1997.19 Marx, Faith in Nation, pp. 191-206.

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    ESPACIOSYCONTENIDOSDELNACIONALISMOCATLICOCHILENO

    DURANTELAGUERRADELPACFICO

    Desde el momento de la declaratoria de la Guerra del Pacfico, elejrcito chileno cont con el apoyo incondicional del clero. En lapastoral que el vicario capitular de Santiago de Chile, Joaqun LarranGandarillas,20 envi a sus fieles el 5 de abril de 1879, y que fue pu-blicada en El Estandarte Catlico,21 el sacerdote seal que la guerraa la que Chile haba sido provocado impona la obligacin de im-plorar la ayuda del Dios de los ejrcitos. Mientras que los estadis-tas y los guerreros deban consagrarse a la defensa de la patria, los

    sacerdotes y los fieles tenan que acudir a las armas espirituales de laoracin, un instrumento poderoso para alcanzar las victorias. Elobispo de Martyrpolis record a los devotos no solo sobre la fer-vorosa plegaria de Moiss, quien, con las manos levantadas, orabaal cielo mientras peleaba el ejrcito de Israel, sino que tambin re-flexion en torno al ejemplo de Josafat, quien march al combateentonando himnos a Dios, al igual que lo hizo Judas Macabeo, quien

    exhort a sus seguidores a luchar con denuedo por la patria y depo-sitar su confianza en el apoyo divino.Mediante el rezo, pues, era posible obtener la proteccin de Dios

    para la causa de Chile. La oracin por la guerra, liderada por elclero, se convirti as en una tarea comunitaria en la que se embarca-ron los miles de chilenos y de chilenas que no tuvieron oportunidadde pelear en el frente de batalla. La oracin era un arma poderosa

    por poseer la virtud de vencer al mismo Dios y desarmar su diestra

    20 Joaqun Larran Gandarillas (1822-1897) fue vicario capitular de Santiago desde 1878hasta el 30 de enero de 1887. Se hizo cargo de la arquidicesis capitalina a la muerte deRafael Valentn Valdivieso, por los problemas del Gobierno, que propona a Tafor, yque la Santa Sede y los catlicos chilenos rechazaban. A los treinta aos fue nombradorector del Seminario de Santiago de Chile. Fue cannigo en 1863, diputado por Rere en1864 y decano de la Facultad de Teologa de la Universidad de Chile en 1870. En 1889,

    asumi el rectorado de la Universidad Catlica y, en 1893, el arzobispado de Anazarba.21 El Estandarte Catlico, 5 de abril de 1879.

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    presta a lanzar el rayo.22 En un artculo de El Mensajero del Pueblo,semanario catlico muy barato que circulaba entre los sectores po-pulares de la ciudad,23 uno de los editorialistas sealaba que la Iglesia

    en Chile haba hecho or sus ruegos fervorosos al Dios de las Batallaspara que su soberana justicia decidiera a quin deba de pertenecer eltriunfo en la contienda, si al noble pueblo chileno, honrado y labo-rioso, o al enemigo venal y holgazn, quien haba malgastado mi-serablemente los cuantiosos dones que Dios le haba otorgado. Eracuestin tan solo de que el Monarca Supremo pesase en la balanzade su eterna justicia y decidiese cul de ellos deba obtener la victoria

    final.24

    Con el objeto de contar con la proteccin divina a favor deChile, Larran Gandarillas orden una novena en la iglesia metro-politana, as como en las iglesias y dems parroquias sujetas a la

    jurisdiccin diocesana. Ese estado de oracin casi perpetuo contem-pl rogativas, novenas, triduos, letanas en latn, el rezo del rosario,el canto de las Letanas Lauretanas de la Santsima Virgen, procesio-nes y la exposicin permanente del Santsimo Sacramento.25

    La novena en la iglesia metropolitana que se realiz entre el 13 y el21 de abril de 1879 fue multitudinaria. De acuerdo con el articulistade El Estandarte Catlico, una sola plegaria arrancada del fondo de

    22 Vergara, Rodolfo. A Orar. El Estandarte Catlico, 10 de julio de 1879.23 En los estatutos para la publicacin de El Mensajero del Pueblo, que aparecieron en elBoletn Eclesistico, se subrayaba la naturaleza del peridico. El provicario capitular se-al que siendo muy de agrado de Dios el procurar la instruccin religiosa de las clases

    menesterosas de la sociedad las autoridades eclesisticas haban decidido introducir enlos hogares de los pobres un peridico de poco precio, destinado, como El Mensajero,a suministrarles la sana doctrina en materias de dogma y de moral catlica. Los estatu-tos para la publicacin de El Mensajero aparecen en Boletn eclesistico, o sea coleccin deedictos y decretos de los prelados del Arzobispado de Santiago, formada por el prebendadodon Jos Ramn Astorga, pro vicario [sic] capitular del mismo Arzobispado. Santiago deChile: Imprenta de El Correo de R. Varela, 1884, t. VII, 8 de junio de 1878-31 dediciembre de 1880, pp. 298-301.24 El Mensajero del Pueblo, 26 de abril de 1879.25 El Estandarte Catlico, 5 de abril de 1879. La pastoral de Larran Gandarillas tambin

    apareci en el Boletn de la Guerra del Pacfico, 1879-1881. Santiago: Editorial AndrsBello, 1982, pp. 55-56.

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    las almas se haba elevado de los labios de ocho o diez mil personasreunidas cada da en la Catedral. Era imposible, prosegua el relato,que tantos clamores suplicantes no llegaran al cielo e inclinaran

    a favor de Chile la proteccin divina.26 La idea compartida por lossacerdotes era que el triunfo vendra solo mediante la continua ple-garia.27 Los sermones que se pronunciaron en la novena, en los quela guerra fue sacralizada y sus contenidos definidos en trminos reli-giosos, fueron publicados en un fascculo que se vendi entre losasistentes con la finalidad de solventar los gastos del ejrcito expedi-cionario.28 En el sermn de apertura, pronunciado por Rodolfo

    Vergara, la guerra fue definida como un mal del que la Providenciasaba sacar grandes bienes; el patriotismo, como una virtud cvicay cristiana; y la oracin, como una fuerza capaz de hacer poderosoal dbil y grande al pequeo. Vergara, al igual que Larran Gandarillasen su pastoral, record a los miles de fieles que lo escuchaban ensilencio los ejemplos de Moiss, de Josafat, de Judith, de los Macabeos(quienes pelearon orando), de Juana de Arco, de Fernando el Cat-lico, del santo rey Oswaldo y del cruzado Godofredo de Bouillon,a quien el ngel de la victoria cubri con sus alas de oro mientras unrayo se encargaba de aniquilar a sus enemigos.29

    Valindose de la santificacin de los orgenes republicanos, Vergararememor el apoyo que la Virgen del Carmen haba prestado a lacausa de la independencia nacional. Cuando el 14 de marzo de 1818la expedicin espaola avanzaba amenazadora sobre la frgil Rep-blica, sus ciudadanos, al igual que el pueblo de Israel, se reunieron

    en la catedral metropolitana para implorar por la proteccin divina

    26 El Estandarte Catlico, 22 de abril de 1879. En su edicin del 19 de abril, uno de susarticulistas seal cmo la sociedad de Santiago asista en su totalidad a pedir por laproteccin divina de la nacin y para que Dios no permitiera que Chile fuera derrotadoen los campos de batalla.27 El Mensajero del Pueblo, 19 de julio de 1879.28 Discursos religiosos-patriticos, p. 3.29 Vergara, Discurso de apertura. En Discursos religiosos-patriticos, p. 7. Para compara-ciones bblicas similares, vase Oremos. El Mensajero del Pueblo, 19 de julio de 1879.

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    por la mediacin de la Reina del Cielo. En esa ocasin, las plegariassurtieron efecto y los enemigos de Chile fueron totalmente derrotados.Era por ese poderoso antecedente que, en su sermn titulado Sobre

    el patriotismo considerado como virtud cristiana, Esteban MuozDonoso recomend hacer violencia a los cielos mediante oracio-nes masivas. En su pieza de oratoria sagrada, el periodista y poetaprecis que el patriotismo era una virtud cristiana y el patriotams insigne el Dios encarnado, cuya verdadera patria era la luzinaccesible de la divinidad. La imagen de Jess que llora sobre unaciudad, que, como Jerusaln, representaba la gloria de una nacin

    que profticamente vio destruida por el invasor romano, era el mo-delo por excelencia del nacionalismo cristiano.30

    Ramn ngel Jara, encargado del discurso de clausura de la novena,sustent su sermn con una interpretacin de San Agustn afirmandoque la guerra contra Bolivia y el Per era justa ante Dios y ante loshombres.31 Respecto del difcil trance por el que Chile atravesaba, elfundador del Asilo de la Patria aseguraba que nada despertaba msel sentimiento religioso del hombre que el dolor y la desgracia. Eraen esta situacin que la religin y la fe eran especialmente valiosas,debido al alivio que podan proveer a los espritus desesperados. Lasgrandes calamidades pblicas despertaban instantneamente la lla-ma de la fe. No haba sino que observar, recordaba Jara, cmo ante

    30 Muoz Donoso, Esteban. Sobre el patriotismo considerado como virtud cristiana.En Discursos religiosos-patriticos, pp. 20-21. La idea de las dos patrias, una terrenal yotra celestial, aparece tambin de manera precisa en El Mensajero del Pueblo, 20 dediciembre de 1880.31 El tema de la guerra justa, que ocupa mucho del inters del clero chileno y que hasido recientemente discutido de manera terica por Jean Elkstain y Michael Walzer, seexpresa de manera muy clara en la pastoral enviada por el obispo de Concepcin, HiplitoSalas, a sus fieles. Para un acercamiento a este importante documento vase Cartapastoral del Ilustrsimo Sr. Obispo de La Concepcin Nos Obispo Hiplito Salas, por lagracia de Dios y de la Santa Sede Apostlica al clero y fieles de la Dicesis, salud enNuestro Seor Jesucristo. El Estandarte Catlico, 18 de abril de 1879. Para una discu-

    sin en torno al mismo tema, consltense los artculos de El Mensajero del Pueblo del 8de marzo y del 26 de abril de 1879.

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    la amenaza contra los fundamentos de su nacionalidad, el pueblo deIsrael y los hijos de los patriarcas cayeron al pie de sus altares, y cmola presencia de los brbaros hizo piadosa a Roma, el alfanje de los

    moros hizo eminentemente catlica a Espaa, y cien aos de guerraencendieron la pasin religiosa de Francia. Jara estaba convencidode que Chile seguira un camino similar a esas naciones catlicas, yaque la misma mano que hizo de su pas un relicario de bellezasnaturales quiso engastar en el corazn chileno el brillante valiosode la fe. En la fe resida el engrandecimiento nacional, porque soloa la sombra de la fe y de la Iglesia, que era su depositaria, era posible

    lograr el progreso, cimentar el orden, mantener la justicia, pero, porsobre todo, ganarle la guerra a Bolivia y al Per.32

    El tema de los orgenes sagrados de la guerra fue abordado en eldramtico sermn pronunciado por Muoz Donoso. En La guerraen manos de Dios, esta fue descrita como un juicio divino, unacto tremendo en el que Dios engrandeca o elevaba a los pueblos deacuerdo con sus virtudes o vicios sociales. Si el argumento principalde Muoz Donoso fue que la guerra en manos de Dios era un agentede la providencia sobre los pases, su corolario se dirigi a evaluar losesfuerzos que deban de acometer los chilenos para que aquella deri-vara en el engrandecimiento nacional. Muoz Donoso describi antesu multitudinaria audiencia al Dios de los ejrcitos sentado en elaltsimo trono de su justicia eterna. Desde ah escudriaba la tierra,los mares, los cielos y los abismos. A sus pies, tres monstruos lapeste, el hambre y la guerra aguardaban esa seal que los conver-

    tira en rayos de la ira divina contra las naciones pecadoras.33El auditorio, conformado por las miles de personas agolpadas en

    la catedral de Santiago de Chile, debi de quedar estupefacto antelas poderosas palabras que brotaron durante nueve das consecutivosde los labios de sus pastores. Estos no solo definieron la guerra contra

    32 Jara, Ramn ngel. Discurso de clausura. En Discursos religiosos-patriticos, p. 43.33 Muoz Donoso, Esteban. La guerra en manos de Dios. En Discursos religiosos-pa-triticos, p. 24.

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    Bolivia y el Per como justa y la oracin como un acto compulsivoque tena como objetivo ganar el apoyo de Dios, sino que se valieronde una serie de potentes imgenes tomadas de la Biblia para alertar a

    los fieles sobre el peligro que se cerna sobre Chile y de cmo laIglesia y sus representantes tenan la frmula perfecta para neutrali-zarlo. Los monstruos despedazando corazones, los torrentes de san-gre, los rayos de venganza, los ros de fuego tocando populosasciudades para reducirlas a la miseria, los huracanes espantosos don-de resonaban los gritos del odio y el estertor de la agona, juntocon el uso reiterado de verbos como castigar, anonadar,pulverizar,

    despedazar debieron de quedar impregnados en la mente de unapoblacin consternada por el sbito ingreso de Chile en una guerrade consecuencias imprevisibles.34

    Quines fueron estos diestros oradores que se encargaron de defi-nir la guerra a un atribulado auditorio mayoritariamente civil? Culfue la escuela de donde surgi la gramtica de la violencia que sepone de manifiesto en los sermones pronunciados en la novena de lacatedral? Existi un fundamento social, ideolgico e inclusoorganizativo para un nacionalismo catlico de estirpe netamente chi-lena? Tanto Vergara, como Muoz Donoso y Jara fueron parte deaquella generacin de jvenes sacerdotes ilustrados que se formaronbajo el liderazgo del obispo Rafael Valentn Valdivieso, el gran refor-mador de la Iglesia Catlica en Chile.35 Rodolfo Vergara (1847-1914),

    34

    Para este punto vase Sater, William. Chile During the First Months of the War ofthe Pacific.Journal of Latin American Studies. V/1 (1973), pp. 133-158.35 Rafael Valentn Valdivieso y Zaartu (1804-1878). Se recibi de abogado a los 21aos y a los 30 descubri su vocacin religiosa. En 1834, recibi el diaconado del vicarioManuel Vicua. En 1843, fue nombrado por el gobierno miembro de la Facultad deLeyes de la Universidad de Chile y, en 1848, fue consagrado obispo de Santiago. Fund,en 1843, laRevista Catlica, de la que fue su primer director y redactor y que se convirtien la voz oficial del clero y defensora de la independencia de la Iglesia. En 1861, fundel Boletn Eclesistico para publicar los decretos de la curia capitalina. Durante su gestinen el arzobispado, estableci reglas para efectuar matrimonios entre catlicos y los que

    no lo eran, emiti una ordenanza que reglament los ejercicios espirituales, y restableciel culto al apstol Santiago en Chile. En 1848, cre la junta de inspeccin de ordenados

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    considerado como uno de los mejores oradores con los que cont elclero, se educ en el seminario de Santiago de Chile y recibi elpresbiterado en 1871. En 1878, fue nombrado redactor de El Estan-

    darte Catlico, cargo que desempe hasta 1887. En 1888, asumiel rectorado de la iglesia del Salvador de Santiago de Chile y dictparalelamente la clase de oratoria sagrada en el seminario. Cuandose restableci laRevista Catlica, el arzobispo Casanova lo nombrsu director y redactor. Antes de ocupar el cargo de rector de la Uni-versidad Catlica (1898), Vergara fue promotor fiscal del arzobispadoy rector del seminario de Santiago. Su activa participacin en la es-

    tructura del poder de la Iglesia no lo distrajo, sin embargo, del culti-vo de las letras, de lo que dio cuenta su extensa produccin literaria.36

    Esteban Muoz Donoso (1844-1907), orador, poeta y periodista,estudi Humanidades y Teologa en el seminario de Santiago de Chile,en el cual recibi el presbiterado en 1868. Fue profesor de Teologaen el mismo seminario entre 1868 y 1879, y de literatura, desde1899 hasta 1900. Entre 1879 y 1887, fue redactor del diario El Estan-darte Catlico. En 1882, se le nombr director del Crculo Catlico,fundado en Santiago de Chile, y, en 1890, capelln del monasteriode las Clarisas. En 1899, obtuvo en concurso la canonja lectoral dela iglesia metropolitana, en cuyo coro ascendi hasta maestreescuela.37

    Ramn ngel Jara (1852-1917), quien lleg a ser obispo de Ancudy fue, junto con Vergara, uno de los ms brillantes oradores sagradosque tuvo Chile, estudi Humanidades en el colegio de los SagradosCorazones de Valparaso. En la Universidad de Chile curs Leyes,

    carrera que abandon para ingresar al seminario. En 1875, recibi el

    y, en 1850, el colegio de prrocos y el vicariato castrense. Valdivieso, quien llev a cabouna revolucin organizacional al interior de la Iglesia chilena, defendi enrgicamentela independencia de esta en la imposicin de sus propias reglas internas contra el podercivil, que intentaba regular procesiones, nombrar prrocos segn sus intereses y estable-cer la edad mnima para las profesiones religiosas perpetuas. En otras palabras, luchcontra el patronato que pretenda ejercer el Estado sobre la institucin.36 Diccionario del clero secular de Chile, 1535-1918. Santiago de Chile: Luis Prieto delRo-Imprenta Chile, 1922, p. 709.37 Ibd., p. 452.

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    presbiterado y se dedic a la tarea docente, mientras diriga la con-gregacin de las Madres Cristianas y la de Caballeros de San LuisGonzaga. En 1878, fue fundador y primer director de la Asociacin

    Catlica de Obreros. La Guerra del Pacfico lo hizo concebir la ideadel Asilo de la Patria, lugar de refugio para los hurfanos que originabael conflicto. En 1886, Jara emprendi viaje a Europa y a la TierraSanta con el proyecto de erigir, en la cima del Monte Carmelo, laimagen de la Virgen del Carmen con la bandera de Chile, obra querealiz algunos aos despus. En 1888, fue nombrado secretario dela Universidad Catlica de Santiago, poco despus de su fundacin.

    En 1898, asumi el obispado de Ancud, donde realiz una granactividad misionera y, en 1909, fue trasladado a la dicesis de LaSerena, donde falleci.38

    Los temas que los jvenes sacerdotes formados bajo la gida deValdivieso y de Larran Gandarillas abordaron en los sermones de lametropolitana estuvieron asociados con la legitimacin de un con-flicto blico de dimensin internacional. Sin embargo, si se analizacon detenimiento el contenido de sus discursos, se podr verificarcmo dicha liturgia trascendi ampliamente los aspectos meramentecoyunturales relacionados con la Guerra del Pacfico. La novena a laVirgen del Carmen de abril de 1879 es claro ejemplo de una lastantas batallas de aquella extenuante guerra ideolgica en la que laIglesia chilena se embarc desde mediados del siglo XIX en adelante.39

    Dentro de ese contexto, Vergara utiliz el plpito catedralicio paraproseguir su denuncia contra el negligente abandono de la oracin

    pblica en Chile. La invasin del atesmo haba provocado quelos gobernantes eliminaran la oracin de sus labios sellados por laindiferencia. En una defensa abierta de los fueros de la Iglesia, losque no deban de reducirse, como lo deseaban los liberales, tan solo

    38 Ibd., p. 344.39 Para caractersticas puntuales de este conflicto entre la Iglesia y los sectores laicos, y

    que fue eminentemente ideolgico, vase Krebs, Ricardo. Catolicismo y laicismo. Seisestudios. Santiago de Chile: Ediciones Nueva Universidad, 1981, pp. 10-74.

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    al mbito de lo privado, Vergara subray que sin la oracin pblicaeran vanos los esfuerzos por salvar a la patria en peligro. MuozDonoso, por otro lado, estableci ese vnculo indisoluble entre pa-

    tria y religin que las ideas secularizadoras intentaban destruir, ydenunci el terrible egosmo que reinaba entre la juventud chile-na. Sin embargo, fue a Ramn ngel Jara a quien se le encomendla misin de criticar, en su discurso de clausura, a una sociedad que,debido a ideologas extremistas, se alejaba da a da de la religincristiana. Para el futuro obispo de Ancud, no era de los antros tene-brosos de las logias sino del Cielo, mediante las manos de Mara,

    de donde vendra la salvacin y la victoria final para Chile.40

    Y es quesimplemente mentan los enemigos de la Iglesia cuando asegura-ban que ella afeminaba los corazones. Para Jara, lo que ocurra eratodo lo contrario: la Iglesia purificaba el patriotismo e impona alciudadano la consigna de los Macabeos. Ms an, mediante la bendi-cin de las armas, el resguardo del acerado pecho del soldado con elescapulario bendito y la oracin sin cesar, la Iglesia era la que estabamejor preparada para enfrentar una guerra como la que se avecinaba.Era por ello por lo que, momentos antes de terminar la novena, Jarabrind un especial tributo a la fe cristiana con la finalidad de opo-nerla al monstruo de la impiedad que engaaba a los chilenos. Unacto que colaborara a que la Iglesia tomara en sus manos el timnque conducira a Chile por el camino de la gloria.41

    La religin catlica fue, de acuerdo con Ricardo Krebs, la fuerzadeterminante del desarrollo de Chile y domin sin contrapeso las

    conciencias y costumbres. La aparicin y difusin de nuevas corrientesintelectuales que empezaron a disputar al catolicismo su hegemonaocurri a partir de la dcada de 1840, cuando las tendencias librepen-sadoras adquirieron importancia social y poltica. La actitud

    40 Cabe recordar que, en 1873, el arzobispo de Santiago de Chile defini a la masoneracomo la sinagoga de Satans, cuya obra siempre haba consistido en encabezar larebelin de las fuerzas del mal contra Dios. Krebs, Catolicismo y laicismo, p. 16.41 Vergara, Discurso de apertura, p. 10; Muoz Donoso, La guerra en manos deDios, pp. 27-31; y Jara, Discurso de clausura, pp. 42-43.

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    anticlerical, que lentamente fue ganando adeptos, defendi la libertadde cultos, la tolerancia civil y religiosa, y la laicidad del Estado y desus instituciones. As, el conflicto entre catolicismo y liberalismo y la

    lucha por los valores espirituales, por los cuales se deba regir la so-ciedad, se convirtieron en el problema central de la historia culturalchilena. El conflicto con el liberalismo un veneno que matabael alma adquiri connotaciones escatolgicas y una dimensinuniversal. La guerra que se pele de 1840 en adelante fue contra lasfuerzas de Satans y por el alma de la nacin. Los generales de esaguerra, que Rafael Valentn Valdivieso denomin como brutal, prfi-

    da e implacable, fueron sus arzobispos y obispos. En 1873, La Re-vista Catlicaacotaba que las fuerzas anticristianas constituan unaconstante amenaza para la paz y era a la Iglesia a quien le correspon-da pelear contra ellas para, as, salvar a la sociedad de sus peligros.42

    La gramtica de la violencia43 que se fue articulando durante esosdecisivos aos en que el clero chileno sobrevivi a la defensiva resultfundamental en una coyuntura de conflicto blico internacional comolo fue la Guerra del Pacfico. A partir de esta premisa, no resulta unacoincidencia el observar cmo los temas que marcaron la vieja yviolenta polmica contra el liberalismo a los que alude Krebs Chile,pas exclusivamente catlico; la oracin como el medio para profesarpblicamente la fe; la participacin de Dios en la historia humana;la unidad del Estado y de la Iglesia; la justicia como privilegio de lospos; y los peridicos como armas de guerra reaparecieron con nuevosbros en el contexto del enfrentamiento de Chile contra Bolivia y el

    Per.44 Las conferencias y debates sobre esos fundamentales asuntos

    42 Intenciones del apostolado de la oracin en Chile para el mes de junio de 1873. LaRevista Catlica. 1248 (1873), p. 149.43 Peter Partner ha acuado este trmino para explicar cmo la guerra santa es unahistoria de textos religiosos, pero tambin de comportamiento humano, por la necesi-dad que sienten los hombres de justificar la violencia que desatan. Partner, Peter. El Diosde las batallas. La guerra santa desde la Biblia hasta nuestros das. Madrid: Oberon, 2002,

    pp. 16-18.44 Krebs, Catolicismo y laicismo, pp. 17-28.

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    que ocurrieron desde mediados del siglo XIX en adelante, y del quela novena en la metropolitana es uno de los captulos probablementems notables, son una prueba de que el clero chileno no se margin

    del debate pblico en las coyunturas histricas decisivas para la na-cin, siendo la Guerra del Pacfico tal vez la ms importante.45

    El enfrentamiento con el liberalismo no solo dej una huella ideo-lgica indeleble, la cual se reflej en un lenguaje violento marcadopor la intransigencia, sino que determin una profunda revolucinorganizacional, sin parangn en Sudamrica, en la estructura de laIglesia chilena, la cual fue invalorable en un escenario de guerra in-

    ternacional. La competencia con el Estado liberal por el control dela esfera pblica forz a la Iglesia (cuyos bienes confiscados le fuerondevueltos en 1830) a realizar una serie de importantes transforma-ciones tendientes a la bsqueda de un mejor posicionamiento en unescenario pblico marcado por un intenso debate ideolgico.46 Bajoel liderazgo del arzobispo Valdivieso, la Iglesia se esforz por mejo-rar la formacin del clero, restablecer la vida comunal en lascongregaciones, organizar las dicesis mediante reglas estrictas en laadministracin de los sacramentos, administrar mejor los registrosparroquiales y promover las misiones rurales. Este proceso de refor-ma interna fue una respuesta al regalismo del Gobierno y al dina-mismo de una opinin liberal beligerante. Durante este proceso de

    45 Sorprende observar cmo los trabajos ms recientes sobre el fenmeno religioso enChile han pasado por alto el anlisis de una coyuntura tan importante, por su relevanciaen la disputa ideolgica entre la Iglesia y sus adversarios, como fue la de la Guerra delPacfico.46 Sol Serrano ha sealado cmo mientras el liberalismo decimonnico busc definir lopblico de acuerdo con la propiedad para as garantizar la igualdad ante la ley, el conser-vadurismo catlico lo hizo de acuerdo con la publicidad, defendiendo, con ello, loexclusivamente religioso. As, la Iglesia y los catlicos se organizaron como una de lasfuerzas contendoras en la sociedad civil, participando, de esa manera, en la formacinde la esfera pblica. Vase La definicin de lo pblico en un Estado Catlico. El casochileno, 1810-1885. Estudios Pblicos, 76 (1999), pp. 211-232. A pesar de que le serade gran utilidad para la fundamentacin de su argumento terico, la autora no analiza el

    escenario de palabras y de activismo cvico que los publicistas catlicos construyerondurante la Guerra del Pacfico.

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    renovacin, irnicamente digitado por un cura ultramontano comoValdivieso, se promovi la circulacin de material impreso. La com-pilacin anual de todos los decretos, estatutos, edictos y pastorales

    de la Prelatura Diocesana corri a cargo de El Boletn Eclesistico. Enel marco de un proceso con clara tendencia hacia la centralizacindel aparato eclesistico, se determin que cada parroquia mantuvieracorrespondencia con su obispo respecto de una serie de asuntos con-cernientes al culto y a su organizacin. Deban recibir, asimismo,circulares y pastorales del arzobispo.47

    Las pastorales, que jugaron un papel fundamental durante la Guerra

    del Pacfico,48

    llegaban primero a los prrocos, quienes durante tresdas deban colocarlas en las puertas de sus iglesias. La intermediacinentre la palabra escrita y la hablada estuvo en manos del prroco,quien estaba obligado a leer extractos de las pastorales a sus fielesdurante las fiestas de guardar y en misas con una concurrencia excep-cional.49 La revolucin organizacional iniciada por Valdivieso atravestodas las esferas, incluso la pblica. Una notable trinchera para losimportantes combates de tinta y de papel en los que la Iglesia seembarcara fue La Revista Catlica. Fundada en 1843, la revista cons-tituye un temprano antecedente de El Estandarte Catlico, uno delos peridicos clave en la formacin de opinin en torno a la Guerradel Pacfico. Cabe recordar que todos los anteriores avances a favor

    47 Serrano, Sol e Ivn Jaksic. Church and Liberal State Strategies on the Dissemination

    of Print in Nineteenth Century Chile. En Jaksic, Ivn (ed.). The Political Power of theWord. Press and Oratory in Nineteenth-Century Latin America. Londres: Institute of LatinAmerican Studies, 2002, pp. 64-85.48 Entre las pastorales que hemos podido revisar estn las de Joaqun Larran Gandarillas,

    Jos Hiplito Salas (obispo de Concepcin) y Jos Manuel Orrego (obispo de La Sere-na). De acuerdo con el capelln Marchant Pereira, la pastoral de Salas, de la que sehicieron cuatrocientas copias, circulaba de mano en mano en los campamentos milita-res. Las pastorales aparecen en el Boletn de la Guerra del Pacfico, pp. 55-60.49 En una de estas misas, con ocasin de la Guerra del Pacfico, una cocinera de Con-cepcin escuch la pastoral de Salas leda por su prroco y decidi donar el ntegro de su

    sueldo para los gastos de la guerra. Este dato aparece en El Ferrocarril, 23 de abril de1879.

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    de la ilustracin, la organizacin y la eficiencia de la labor pastoralde ninguna manera significaron el declive de los rituales y de la ora-toria sagrada, la cual se convirti, como se hizo evidente en la novena

    a la Virgen del Carmen en la catedral de Santiago, en competidoradirecta de su homloga republicana.50

    El Boletn Eclesistico, El Estandarte Catlico yEl Mensajero del Pue-blo fueron, durante la Guerra del Pacfico, importantes vehculos dediseminacin de un vigoroso nacionalismo de estirpe religiosa, a lavez que espacios organizativos para la sociedad civil. No resulta, enton-ces, exagerado afirmar que la guerra, el nacionalismo y el activismo

    cvico confluyeron entre 1879 y 1883 en esas importantes publica-ciones catlicas. El Estandarte Catlico, que en su primer editorial sedefini como un peridico de guerra,51 adems de publicar artculosrelativos al conflicto,52 reprodujo de manera sistemtica pastorales,cartas desde el frente de batalla,53 listas de donativos (que con motivode la guerra se recabaron en Santiago y en las provincias)54 e infini-dad de sermones pronunciados en los funerales por los cados en elfrente de batalla. Este diario, tambin, provey a sus lectores coninformacin pormenorizada sobre las ceremonias patritico-religiosasocurridas en la capital y en las provincias, como fue el caso de las

    50 Serrano y Jaksic, Church and Liberal State Strategies. El tema de la oratoria en elChile republicano ha sido explorado por Manuel Vicua en Hombres de palabras. Ora-dores, tribunos y predicadores. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2002.51 El Estandarte Catlico empez a publicarse el 20 de julio de 1874 y en su primernmero sali a la luz el belicoso editorial Nuestra obra, al que nos referimos en eltexto. El peridico existi hasta el 7 de enero de 1891, cuando el presidente Balmacedalo clausur junto con otras publicaciones.52 Entre los redactores destacaron Esteban Muoz Donoso, Rodolfo Vergara y SalvadorDonoso, coincidentemente los mismos, salvo Donoso, que a escasos das de iniciarse laguerra estuvieron a cargo de la novena de la Virgen del Carmen en la catedral de Santiagode Chile.53 Las denominadas Cartas de un recluta escritas por el capelln Marchant Pereira (yrecientemente reeditadas por Paz Larran) fueron publicadas entre el 22 de marzo y el 7de agosto de 1880 en El Estandarte Catlico.54El Estandarte Catlico, 29 de marzo de 1879; 2, 7, 9, 12, 14, 15, 16, 17 y 24 de abrilde 1879; y 28 de mayo de 1879, solo por mencionar algunos.

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    honras fnebres en la catedral de Santiago de Chile por los cados enIquique, a la que asistieron 12.000 personas, y que fueron repetidasen Ancud, Rancagua, Parral y Quillota; aquellas celebradas en Lima

    por las vctimas de los combates de Concepcin, Marcavalle y SanBartolom; o la espectacular inauguracin de las obras del Templode la Gratitud Nacional en septiembre de 1881.55 El Estandartere-produjo, asimismo, extractos de artculos publicados en diarios na-cionales e incluso de diarios de los pases beligerantes, y se enfrascen combates verbales con el clero peruano y boliviano.56 Sin embar-go, el mayor aporte tanto del Estandartecomo delMensajero fue el

    contenido de sus editoriales. Un anlisis detenido de este permitirseguirle el rastro a ciertas constantes del nacionalismo de estirpe re-ligiosa que aflor con fuerza durante la Guerra del Pacfico.

    La nocin de que Chile era una nacin Catlica y esencialmentereligiosa deriv en el reclamo urgente de enviar capellanes al frentede batalla. Debido a que los soldados chilenos eran cristianos, loseditorialistas exigieron la presencia inmediata de la Iglesia en el teatrode la guerra, ya que solamente la mano sagrada del sacerdote po-da abrir las puertas del Cielo a los combatientes.57 Un objetivo crucialparaEl Mensajero del Pueblo fue el de proveer de calma y sosiego a

    55 El recuento completo de las honras fnebres a los cados en Iquique apareci en ElEstandarte Catlico, 7 y 10 de junio de 1879, y las rplicas en Melipilla, Concepcin ySan Bernardo, el 5 y 7 de junio de 1879. La informacin sobre Ancud, Quillota, Rancaguay Parral se encuentra en El Estandarte Catlico, 14, 16, 26 y 28 de junio de 1879. Sobrelas ceremonias en el Per, vase Per: honras fnebres por las vctimas de la sierra. ElEstandarte Catlico, 16 de agosto de 1882. La ceremonia de la inauguracin del Temploa la Gratitud Nacional puede consultarse en El Estandarte Catlico, 21 de septiembre de1881.56 Muoz Donoso. Escndalos infundados. El Estandarte Catlico, 2 de junio de 1879;y Vergara. La conducta de nuestros enemigos y la nuestra. El Estandarte Catlico, 24de abril de 1879. Probablemente, la discusin ms intensa entre el clero peruano y elchileno ocurri luego de la expedicin a Mollendo, que tuvo como consecuencia, entremuchas otras, el incendio de una capilla peruana.57 Muoz Donoso. La victoria est en manos de Dios. El Estandarte Catlico, 5 deabril de 1879.

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    los espritus conmocionados por la guerra, con lo cual busc evitarque, en el frente interno, cundieran las deplorables consecuenciasdel desaliento. La tarea era hacer circular entre los sectores popula-

    res el sentimiento del valor nacional y de que Dios estaba del lado deChile, una nacin que tena la robustez de carcter y la energa de laque carecan sus enemigos, pases enervados por la molicie y el des-orden. La floreciente Repblica de Chile contaba con el brazode un poder superior para cuidarlo: por ello deba esperar con feque de un instante al otro le sorprendiera la feliz noticia de que larazn y la justicia haban triunfado.58 La victoria en Angamos rati-

    fic lo anunciado insistentemente desde las pginas de El Mensajero:Dios estaba con Chile y, por ello, no deba de causar sorpresa elterrible castigo que haba cado sobre el Per, pas que, luego de laderrota del Huscar, se agitaba en las convulsiones y agonas de ladesesperacin y de la impotencia.59

    El tema del herosmo cristiano fue ventilado en mltiples oportu-nidades por los periodistas de El Estandarte Catlico, especialmenteen la medida de que algunos de los muertos, cados en combate,empezaron a ser repatriados y se mostr el lado ms oscuro de laguerra. Para los periodistas catlicos, el hroe por excelencia era Cristo,y la cruz, la ensea del herosmo. Para otros ejemplos concretos serecurrieron a los mrtires, a los santos de la Iglesia y a los cruzados ydefensores de la fe; a Josu, Geden, David, los Macabeos, San Luis,Fernando, Godofredo, Tancredo y Boyardo.60 En la oracin fnebre

    58 Debemos desesperar?. El Mensajero del Pueblo, 16 de agosto de 1879; La guerra ylos deberes que ella nos impone. El Mensajero del Pueblo, 23 de agosto de 1879; Enqu estado nos hallamos?. El Mensajero del Pueblo, 27 de septiembre de 1879; Espere-mos. El Mensajero del Pueblo, 13 de diciembre de 1879.59 La victoria de Punta Angamos. El Mensajero del Pueblo, 11 de noviembre de 1879;La victoria. El Mensajero del Pueblo, 18 de noviembre de 1879; y Lo que va produ-ciendo la victoria en Angamos. El Mensajero del Pueblo, 25 de noviembre de 1879.60 Vergara. Glorificacin del herosmo por la mano de la religin. El Estandarte Cat-lico, 10 de junio de 1879. Otro tema que despert el inters de los escritores catlicos

    fue el de la civilizacin de la guerra. Era necesario cercenar del moderno derecho deguerra todo el paganismo y la barbarie que se opusiera a los principios de la civilizacin

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    pronunciada por los cados en Iquique, y que fue reproducida ntegraen las pginas de El Estandarte, Salvador Donoso compar a los tri-pulantes y al comandante de la Esmeralda con los Macabeos, ya que

    sus muertes fueron la suprema resistencia de las almas invencibles,lo que ayud a expiar las faltas de Chile.61 A medida que la guerrase intensificaba, el tema de la oracin se reforz mediante el peridi-co. En el artculo A orar, Vergara record, por ensima vez, que lasuerte de las armas y el destino de las naciones estaba colocado enmanos de Dios, rbitro supremo de la victoria y el desastre. Fue laoracin la que derrib los muros de Jeric y la que abri las puertas

    de Hai. La Virgen, como intercesora ante Dios, era la fiel aliada enuna guerra contra enemigos que, al igual que los hermanos de Jos,se coaligaron para exterminar la preponderancia y la honra de Chile.62

    La oracin, recordaba Muoz Donoso, era la celestial mensajeraque con alas ms poderosas que el tiempo y el espacio salvaba lasinmensas distancias que separaban a los hombres del mundo sobre-natural para buscar all las almas de los hroes patrios.63

    Luego de que el combate de Angamos abriera las puertas para lainvasin del Per, Vergara sigui utilizando las imgenes bblicas alcomparar a este pas con la Tierra Prometida, donde aguardabanros de leche y miel. Debido a que del xito de la expedicin alPer dependa el porvenir y la fortuna de Chile, el frente interno,encabezado por el clero, redobl las preces al Cielo con la finalidadde que corriera a los pies del Seor una corriente no interrumpidade oraciones que inclinara al lado chileno su divina clemencia. Si

    Chile perda la guerra, quedara expuesto a enemigos que todo lo

    cristiana. Para este punto, vase Muoz Donoso. Nuestra adhesin al Convenio deGinebra. El Estandarte Catlico, 9 de junio de 1879. En esa misma lnea, puede ubicar-se El cuidado de los heridos, artculo firmado por Vergara y publicado en el El Estan-darte Catlico, el 17 de noviembre de 1879.61 Donoso. Oracin fnebre en honor a los muertos en Iquique. El Estandarte Catli-co, 22 de junio de 1879.62 Vergara. A Orar. El Estandarte Catlico, 10 de julio de 1879.63 Muoz Donoso. Al templo. El Estandarte Catlico, 10 de agosto de 1879.

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    que queran era verlo despedazado, humillado y expirante.64 Seconsider este peligro y, en vsperas de la invasin a Lima, JoaqunLarran Gandarillas decret una novena especial con la finalidad de

    poner del lado de Chile al Dios de los ejrcitos y al Seor de lasbatallas. El obispo reclamaba de sus fieles un estado permanente deoracin para inspirar a los comandantes a elaborar acertados planesy para que los subalternos tengan el espritu de obediencia y de dis-ciplina que se requeran para unas nobles y esplndidas victorias.

    A partir del 6 de enero de 1881, vsperas de las cruciales batallas enLima, los templos chilenos tuvieron sus puertas abiertas, da y noche,

    y el Santsimo Sacramento fue expuesto de manera permanente.65

    Chile gan las decisivas batallas que le allanaron el camino haciaLima yEl Estandarte Catlico, El Boletn Eclesistico yEl Mensajerodel Pueblo se encargaron de celebrar por todo lo alto cada victoria.66

    En Chile invencible, editorial aparecido a raz del triunfo en Tacna,se record una vez ms que detrs del valor y la fuerza del ejrcitochileno estaba la mano divina, que tan prdiga haba sido con

    64 Vergara. Nuestro deber de catlicos y chilenos en la hora presente. El EstandarteCatlico, 30 de octubre de 1879. En vsperas del inicio de la campaa terrestre, unartculo de El Mensajero del Pueblo titulado Ansiedad, fechado el 8 de noviembre de1879, sealaba lo siguiente: Bendgalos Dios y el manto maternal de Mara los cubracon su proteccin amorosa. Vaya con ellos el ngel de Chile, ya que no los conduce asuelo extrao sino el impulso de la virtud sublime del amor a la patria.65 Preces por la guerra y acciones de gracia por los beneficios recibidos durante el aoque termina. Boletn Eclesisticoo sea coleccin de edictos, estatutos y decretos de los prela-dos del Arzobispado de Santiago formada por el prebendado Don Jos Ramn Astorga, T.VII, comprende desde el 8 de junio de 1878 hasta el 31 de diciembre de 1880. Libro XXX.Santiago: Imprenta de El Correo de Santiago, 1880, pp. 843-846.66 Vergara. El primer combate y la primera victoria. El Estandarte Catlico, 7 de no-viembre de 1879; Triunfos sobre triunfos. El Estandarte Catlico, 21 de noviembre de1879; Estamos en el fin. El Estandarte Catlico, 24 de noviembre de 1879; Accionesde Gracias a Dios por los triunfos del Ejrcito del Norte. Boletn Eclesisticodel Arzobis-

    pado de Santiago, t. VII, libro XXXII, pp. 26-28; La Toma de Pisagua. El Mensajero delPueblo, 15 de noviembre de 1879; Las huestes chilenas en territorio peruano. El Men-

    sajero del Pueblo, 3 de abril de 1879; Chile es invencible. El Mensajero del Pueblo, 5 dejunio de 1879.

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    dicho pas. Era Dios quien verta la luz sobre las mentes de loscomandantes y quien diriga los pasos de los soldados, quienes hastala fecha no haban hecho sino marchar de victoria en victoria, de

    las cuales la de Lima era la ms esplndida que hubiera presencia-do la Amrica.67 En un escenario caracterizado por el triunfalismo,puede ubicarse el artculo de Vergara titulado El soldado chileno.La razn de las reiteradas victorias de Chile sobre sus enemigos radi-caba, de acuerdo con el editorialista, en sus soldados, leones ham-brientos, vidos de sangre y de exterminio, decididos a enfrentarcara a cara al enemigo para vencerlo y escarmentarlo.68 En el editorial

    Pobre Per, el mismo escritor atisbaba la mano de la fatalidadque cay inmisericorde sobre una nacin angustiada, con la finali-dad de castigar a un pueblo de siervos gobernado por una bandadade cuervos. El Per era un pas vicioso, caracterizado por el fraudey la usurpacin.69 Un pueblo ajusticiado por la sentencia de lo des-conocido, para leccin y experiencia de los dems.70 Vergara creaque la mano impecable de un poder superior que abata al vecinotena por finalidad hacer probar a ese pueblo orgulloso la ltima delas humillaciones.71 Chile era una suerte de Israel sudamericanoque logr marchar exitoso a la Tierra Prometida que Dios decidiarrebatar de las manos de sus ociosos y corrompidos habitantes paraentregarla a un pueblo virtuoso y trabajador.72 La idea que subyacaa estos escritos era que Dios juzgaba a las naciones en el campo debatalla y, por ello, la derrota colocaba al Per en una situacin deinferioridad no solo militar, sino fundamentalmente moral.73

    67 Chile invencible. El Mensajero del Pueblo, 5 de junio de 1880; El Mensajero delPueblo, 29 de enero de 1881.68 Vergara. El soldado chileno. El Estandarte Catlico, 14 de noviembre de 1879.69 Vergara. Pobre Per. El Estandarte Catlico, 10 de noviembre de 1879.70 El Estandarte Catlico, 13 de agosto de 1881.71 Vergara. El caos. El Estandarte Catlico, 16 de agosto de 1881.72 Oremos. El Mensajero del Pueblo, 19 de julio de 1879.73 En un trabajo reciente sobre las imgenes de la guerra entre las clases populares ingle-

    sas durante el siglo XIX, Michael Paris ha sealado cmo durante la guerra entre la GranBretaa y China se construyeron las nociones de la superioridad moral de los ingleses

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    La guerra de guerrillas librada en el corazn de los Andes, quecambi radicalmente la visin tradicional de la guerra civilizadadefendida por el clero chileno, determin una serie de editoriales en

    la que El Estandarte Catlico demand la ocupacin efectiva delPer. El objetivo era acabar con los nidos de guerrillas que estabanmatando de consuncin al ejrcito de Chile. Si se dominaba ellitoral del Per, se preguntaba Muoz Donoso, por qu no era po-sible dominar el interior, tribus de indios afeminados y campossolitarios?74 En su artculo Las represalias, el mismo editorialistaexigi un castigo ejemplar por cada inhumanidad que los guerri-

    lleros, escondidos en los Andes, cometieran contra las fuerzas deocupacin. El orador y periodista era de la idea de que por cada actode barbarie de los peruanos deba decretarse el traslado a Chile deuno de sus monumentos pblicos. Y es que era indigno que un puebloque faltaba a los ms vulgares deberes de cultura y de humanidadposeyese algn signo de civilizacin.75

    Luego de recibir a los guerreros cristianos que, en marzo de 1881,arribaron triunfantes a Santiago de Chile y de desmenuzar el in-cienso que haba de quemarse en el altar del Dios de los Ejrcitos, ladiscusin del clero se centr en el tema de la paz.76 A partir de 1881y bajo la terca resistencia de Andrs A. Cceres en los Andes, lasoraciones del clero chileno se dirigieron a rogar por el fin del con-flicto. La prensa catlica seal que la paz deba ser estable, honrosay reparadora. Para Vergara no poda aceptarse una paz cualquiera,una que no fuera digna corona de los sacrificios del pueblo chileno.

    En su editorial titulado justamente La paz, Vergara recordaba que

    sobre los paganos, a los cuales deba de regalrseles el don de la civilizacin. As, laimagen del soldado cristiano caballeroso, leal y generoso fue celebrada de mltiplesmaneras en la prensa, y la agresin violenta fue traducida en trminos de una cruzadareligiosa. Paris, Warrior Nation, pp. 21 y 24.74 Muoz Donoso. Editorial. El Estandarte Catlico, 31 de julio de 1882.75 Muoz Donoso. Las represalias. El Estandarte Catlico, 18 de agosto de 1881.76 Para comentarios de la prensa catlica sobre el recibimiento que le tribut Santiago al

    ejrcito expedicionario comandado por el general Baquedano, vase El Mensajero delPueblo, 12 y 19 de marzo de 1881.

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    este fue el don trado a la tierra por el divino pacificador, y por ellobrotaba de su mano al influjo de la oracin fervorosa y humilde.77

    El estado de guerra era funesto para las naciones y opuesto al espri-

    tu de civilizacin cristiana. La mxima fundamental del cristianismoera el amor fraternal. En un viraje espectacular del Antiguo al NuevoTestamento, el obispo de Martyrpolis subray que los libros santoshablaban no solo del Seor de los ejrcitos, sino tambin del Diosdel amor. Era a la Providencia a la que se le tena reservado el acto demover los corazones y dirigir los acontecimientos humanos paraque a los horrores de la guerra le sucediera apaciguamiento. Fue

    por ello por lo que el vicario capitular orden una nueva novenapara suplicar a Dios que enviara al Per y Bolivia sentimientos depaz para que cesasen cuanto antes los gravsimos males produci-dos por la guerra.78

    Una obra que sintetiza de manera magistral el nacionalismo de estirpecatlica que hemos venido analizando en este artculo es El GuerreroCristiano.79 Escrito por el obispo de Concepcin, Jos Hiplito Salas,el texto que fue publicado en 1880 y en el cual se hacen evidenteslas influencias de Maistre, Balmes y Donoso Corts80 es una pruebams de la participacin de la Iglesia en la disputa ideolgica quetuvo a la Guerra del Pacfico como teln de fondo. Salas, quien fuesecretario y mano derecha del obispo de Santiago Rafael ValentnValdivieso, dedic su libro al ejrcito de Chile y se present antequienes no lo conocan como un soldado de la causa Catlica.81

    77 Vergara. La paz. El Estandarte Catlico, 6 de mayo de 1881.78 Preces para obtener la paz. Boletn Eclesistico, t. VIII, comprende desde el 1 de enerode 1883 hasta el 29 del mismo mes de 1887. Libro XXXII. Santiago: Imprenta de ElCorreo, 1887, pp. 76-81.79 Salas, Jos Hiplito. El Guerrero Cristiano. Valparaso: Imprenta del Mercurio, 1880.80 Los tres autores tiene en comn una defensa cerrada del pensamiento reaccionario.Para una aproximacin a este, vase Cioran, E. M., Ensayo sobre el pensamiento reaccio-nario y otros textos. Madrid: Montesinos, 2000.81 Andrs Medina seala que el obispo Salas era un mstico que tena una profunda

    confianza en Dios, cuyo poder y misericordia, l crea, permitiran superar los gravespeligros que amenazaban a la Iglesia, tanto en el plano universal como en el nacional.

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    A partir de su inspiracin en un texto escrito por el sacerdote M. LouisVeuillot, que fue dirigido al ejrcito francs, Salas defini la guerracomo una expiacin y como una regeneracin por la sangre. Por

    la guerra los pueblos abandonados al sensualismo de los goces ma-teriales despertaban de su sueo, se rejuvenecan y regeneraban, y sehacan sobrios, frugales, econmicos y abnegados. Salas era de laopinin de que Chile fue forzado a entrar en una guerra que nuncabusc, pero afortunadamente logr colocarse bajo la proteccin delDios de los Ejrcitos, que lo era tambin de la justicia y del derecho.Desde ese momento, fue la mano divina quien dirigi a favor de Chile

    los incidentes y acontecimientos de la guerra. Ya que el conflictohaba avivado la fe entre sus ciudadanos, el obispo pronosticaba cmosu pas, junto con su vencedora espada, sera no solo el soldado dela justicia sino el ministro de la misericordia de Dios. El ancianoobispo, veterano de innumerables combates ideolgicos, suministruna serie de ejemplos bblicos (Moiss, Ezequiel, Esther, Judith y

    Judas Macabeo) con el objeto de probar la estrecha relacin entre laguerra y la fe. Recordaba que cuando las naciones eran infieles a suvocacin religiosa, Dios desataba un torrente de calamidades y lasflagelaba por la mano de otras naciones. Los propios hombres setransformaban, as, en soldados armados y vengadores del amor deDios.82

    En El Guerrero Cristiano, se ventilaron de manera sistemtica mu-chos de los temas que marcaron la disputa entre la Iglesia y sus de-tractores: Chile, pas exclusivamente catlico; la oracin como el

    medio para profesar pblicamente la fe; la participacin de Dios enla historia humana; la necesidad de que existiera unidad de mirasentre el Estado y la Iglesia; la justicia como privilegio de los pos; y elpeligro del atesmo para el alma de la nacin chilena. Chile, un pue-

    De all su apelacin constante a la oracin y a la accin decidida para coadyuvar a latarea divina. Vase Medina, Andrs.Monseor Jos Hiplito Salas. Concepcin: Edicio-

    nes Centro Teolgico-Universidad Catlica, 1998.82 Salas, El Guerrero Cristiano, pp. 17, 18 y 25.

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    blo moral y catlico, haba depositado sus esperanzas ante el altarde Dios, porque la plegaria y solo la plegaria brindaba valor e infun-da miedo y terror entre las huestes enemigas. Los cruzados chilenos

    se colocaron, as, bajo la proteccin de la Virgen del Carmen y fueronal encuentro de peruanos y bolivianos, pelearon y vencieron. La Pro-videncia dispuso los sucesos y prepar las causas en el orden natural,de tal manera que los resultados sobrepasaron a las previsiones huma-nas. Dentro de este contexto, la guerra fue definida por Salas comoun territorio incierto donde la razn no encontraba lugar ni sentidoy donde lo nico que realmente contaba era la fe en Dios. As, la

    religin se convirti en elemento clave en un escenario de guerra,debido a que solamente Dios poda apartar al hombre de su peorenemigo, el miedo. Salas record a Judas Macabeo como ejemplo dearrojo y coraje, y responsabiliz a Dios de la desactivacin de lasminas que los aliados sembraron en el Morro de Arica. Prosiguiendocon el acalorado debate con sus viejos enemigos, los liberales, el obisposubray la existencia de una raza pervertida que no crea en Dios y,dominada por las preocupaciones de secta, ni oraba ni le daba gracias.Ms an, se rea y se burlaba de las creencias religiosas, tena odio dela misma divinidad y, por ello, le disputaba pretenciosamente suimperio. Esos demoledores del orden religioso no entendan queel valor ateo era fruto de las pasiones, y eso no era durable, sinoinconstante, violento y hasta cruel en sus manifestaciones. Francia,un lugar donde el radicalismo haba logrado imponer un sistema deescuelas sin catecismo, colegios sin religin, matrimonios sin sacer-

    dotes, cementerios sin cruz y ejrcitos sin capellanes era para Salasel modelo que, por todos los medios, Chile deba evitar.83

    Uno de los temas que Salas discuti abiertamente en El GuerreroCristiano fue la urgente necesidad que tena el Estado de asociarsecon la Iglesia. Ello fue as porque la Iglesia era la mayor proveedorade aquellos valores trascendentales capaces de crear la sociedad disci-plinada que cualquier guerra requera. En el libro de Salas, as como

    83 Ibd., pp. 26, 29, 31, 32, 33, 91, 92 y 103.

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    en los editoriales de El Estandarte Catlico y de El Mensajero del Pueblo,la Iglesia reivindic para s los dominios del espritu y de la disciplinasocial. La frugalidad, el control sobre los sentidos, el amor al traba-

    jo, la fuga de los placeres y la aceptacin de las jerarquas eran parteconstitutiva del ideario cristiano. Al justificar la violencia, el discur-so de la Guerra del Pacfico encerraba el peligro de que esa ferocidadque se demandaba de los combatientes ingresara al cuerpo polticochileno. As, la religin exhiba no solo su capacidad de erigirse enfuente de inspiracin del coraje que toda guerra demandaba, sinoque ella contaba con una serie de tcnicas capaces de controlar los

    mpetus del soldado desmovilizado. El hecho fundamental era con-vencerlo de que exista un Dios que lo observaba todo y ante el cualse deba inevitablemente de comparecer. La afinidad entre el sacerdotey el soldado facilitaba la tarea religiosa, que Salas reconoca como deadoctrinamiento. A partir del ejemplo de San Bernardo, el obisporeflexion en torno a la dicotoma monje-soldado que caracteriz ala Edad Media. En la cruzada contra el Islam, hospitalarios, templa-rios, teutnicos y calatravos asociaron monacato y milicia con lafinalidad de defender la causa de la civilizacin europea. Qu eraun soldado?, se preguntaba Salas, un monje por la regularidad, lasobriedad, las privaciones y el abandono a la voluntad del superior.Y qu era un sacerdote? Un soldado por excelencia que enfrenta-ba grandes peligros tanto en las eternas nieves del polo como en losdesiertos del frica.84 En pocas palabras, la espada y la cruz exhibanun origen y un destino comn, que todo Chile estaba en la obliga-

    cin de reconocer. Para Salas, como para los periodistas catlicosque refrendaron en sus artculos cada uno de los argumentos defen-didos en El Guerrero Cristiano, era mediante la oracin y la accincvica que una Iglesia militante deba intervenir en el desarrollo delos acontecimientos humanos. En el caso de la Guerra del Pacfico,la tarea era organizar y dirigir el frente ideolgico para as salvar, unavez ms, el carcter catlico de la nacin chilena.

    84 Ibd., pp. 83-91.

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    DELASPALABRASALOSHECHOS

    La participacin de la Iglesia en la guerra no se redujo al espacio

    discursivo de los sermones, los peridicos y los libros. Las intensasmovilizaciones pblicas en Santiago y en las provincias organizadaspor el clero evidencian cmo el mensaje, los rituales y las ceremoniascatlicas ocuparon un lugar preeminente dentro de una esfera p-blica agitada por una guerra azarosa. Uno de los rituales ms espec-taculares presenciados por los santiaguinos fue la procesin ordena-da por el obispo de Martyrpolis con motivo de las victorias sobre elPer. En el acto religioso, ocurrido en agosto de 1881, participaron

    los alumnos de la Casa de Talleres de San Vicente de Paul, los delPatrocinio de San Jos y los del Colegio San Ignacio, as como el

    Asilo de la Patria, el Colegio de los Sagrados Corazones de Jess y deMara, la Cofrada de Nuestra Seora del Carmen, la Esclavona delSantsimo Sacramento de la Iglesia Metropolitana, la Sociedad SanLuis Gonzaga y la Conferencia San Vicente de Paul, adems de otrasorganizaciones religiosas de la capital. El anda de la Virgen del Carmen,

    resguardada por los alumnos del Colegio de los Sagrados Corazonesy por algunos representantes del ejrcito, fue precedida en el actopor las corporaciones laicales. Seguidamente, desfilaron los religio-sos del Inmaculado Corazn de Mara, los Capuchinos, los Ermita-os de San Agustn y de la Orden de los Predicadores, del SantsimoRedentor, los sacerdotes de la Misin, los padres de la Compaa de

    Jess, los religiosos de Nuestra Seora de la Merced y los Menores

    Observantes acompaados por los seminaristas de los Santos ngelesCustodios. Los representantes de las parroquias del Sagrario, SanIsidro, de la Estampa, de la Asuncin, Santa Ana, San Lzaro y SanSaturnino ocuparon un lugar central dentro la liturgia, as comotambin los capellanes Florencio Fontecilla, Camilo Ortzar, CarlosCruzat, Eduardo Benavides y Eduardo Fabres. Cada comunidad ycofrada exhibi su respectivo estandarte, y cada parroquia, la cruzque la representaba. La imponente procesin, que tuvo como acompa-

    amiento de fondo el taido de las campanas de la catedral, concluy

  • 7/27/2019 carmen mcevoy - de la mano de dios. el nacionalismo catlico chileno.pdf

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    118 XXVIII.2

    en ella, en donde luego de rezarse con fervor el rosario con las Leta-nas Lauretanas y de escuchar el canto del Te Deum Laudamussegui-do del himno Pangue Lingua, la concurrencia recibi la bendicin,

    con el Santsimo Sacramento, de manos de Larran Gandarillas.85Dentro de una tendencia que no fue patrimonio exclusivo de la

    Iglesia y que apunt a promover eventos masivos dirigidos a un pbli-co vido de participar de una guerra que se peleaba a miles de kil-metros de distancia de la capital chilena,86 importantes ceremoniasreligiosas como procesiones, funerales, la bendicin de las armas y ladespedida de los soldados que partan al frente de batalla corrieron a

    cargo de destacados miembros del clero. De esta manera, la adminis-tracin de la economa espiritual de la guerra se convirti en el territo-rio exclusivo de la Iglesia. Ramn ngel Jara, uno de los oradoresestrella en la novena de la Virgen del Carmen, adems de eficaz activis-ta y propulsor del Asilo de la Patria, fue encomendado con la misinde despedir al batalln Chacabuco. La fiesta patritico-religiosaacontecida en San Bernardo el 16 de mayo de 1879 fue descrita conlujo de detalles en varios peridicos de la capital. A las tres de latarde, entre las armonas de la msica y el fragor de las campanasechadas al vuelo, el batalln Chacabuco sali a la plaza, donde hizocon toda maestra diversas evoluciones, un simulacro de combate,ejercicios de guerrilla y cargas a la bayoneta que fueron muy aplau-didos por una gran concurrencia. Concluida la parada militar, ano-taba uno de los redactores de El Estandarte Catlico, los 600 hombres

    85 Orden de la procesin pro gratiarum actione ordenada con motivo de las victoriassobre el Per. Boletn Eclesisticodel Arzobispado de Santiago, t. VII, libro XXX, pp.751-755.86 La atraccin hacia aquello que Michael Paris ha denominado como the pleasureculture war es un reflejo del inters nacional britnico en guerras que, debido a que sepeleaban a miles de kilmetros de distancia, podan ser env