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Cara de suela. | Del Lado De Acá | Sergio Muñoz | CreaTrice

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Page 1: Cara de suela libro album enoclofobia

Cara de suela. | Del Lado De Acá |

Sergio Muñoz | CreaTrice

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Cara de Suela.

| Del Lado De Acá |

Escrito por: Sergio Muñoz Ilustraciones de: CreaTrice

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Creo que era Jueves. O viernes. Uno de esos dos días porque tenía tiempo de tomarme una botella de aguardiente en la cafetería de siempre. Entonces escuché esa voz. No era exactamente a mí a quien buscaban pero tenían que preguntarme.

Que no hablara duro que no me moviera que no respirara que ya se iba. Eso me dijo, pero no se fue. Sus amigos desde una camioneta parqueada frente a la cafetería me miraban. Llantas. Cuatro llantas. Cuatro llantas brillando en todas las ventanas de ese día.

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Repito: no sé si era jueves o viernes. El tipo estaba ahí, al frente mío, preguntándome cosas y yo inventé todo lo que pude. Hice mal. Debí correr. Correr correr. El día anterior había llovido mucho y mis zapatos estaban casi encharcados.

Y sonaban. Me dijo que dejara de mover los pies, que estaba llamando mucho la atención, que no mirara al policía que acababa de entrar, que el problema no era conmigo que ya se iba, que tuviera paciencia. Pero no se fue.

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En medio de los cantos, los gritos y las olas; siento cómo poco a poco me DEVORAN. La música es el TAMBOR DE GUERRA que ordena infinitas LEGIONES de personas que se DESESPERAN por liberar su LOCURA contra mí. Al resistirme, es IMPOSIBLE moverme y COMBATIR,

El trago se lo quedaron, que tomar no era de ciudadanos decentes, que yo qué hacía con esa botella en plena tarde, que no me querían volver a ver en las mismas, que no sé qué. No se iba. Me dijo que ya se iban, pero no se fueron. Tuve que subir a la camioneta y hacerme en medio de otros dos tipos. No se iban. No se iban.

No me dejaban irme. Las preguntas las hacían ellos; repetían una y otra vez que no era yo pero que tenían que interrogarme, por protocolo, por si sabía algo del buscado.Tomamos una avenida hacia el sur, las preguntas seguían y se repetían se repetían y no podía desviar mi respuesta ni un poquito, que si era que les estaba mintiendo.

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después de todo he sido ATRAPADO y engullido por aquella BESTIA de quinientas cabezas y mil brazos

Afuera estaba la gente, la gentuza que hace cosas. Ahora que lo pienso bien era viernes. Estaba tomando desde el jueves. Por eso no me había cambiado los zapatos, por eso mis zapatos chapoteaban. Mis dedos quizá estaban arrugados. Tres pares de zapatos en la parte de atrás de la camioneta, un par de zapatos pisando pedales,

acelerando, coordinando con unas llantas que empezaban a dar giros innecesarios, al menos para mí. Tenía que entregarles mi teléfono celular para que ellos buscaran números de posibles sospechosos y otra vez las preguntas. Este quién es, este dónde vive, este en qué trabaja, y yo no sabía si salir corriendo o no. Sabían dónde vivía.

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Ahora, mi alma a punto de ESTALLAR en múltiples FRAGMENTOS, como machacada por diez mil elefantes que TRITURAN un cuerpo DEBILITADO por el insomnio y el café. Pronto no veré más que rostros DEMENTES, se confundirán en

Me llevaron a una estación del transporte masivo de acá, me dijeron que caminara hacia la caja sin mirar atrás para que no viera por dónde se iban, que comprara un pasaje y me devolviera por mis documentos, mi celular, y mi plata, que ahí me los iban a dejar; era una estación casi sola, casi vacía, nadie me iba a quitar nada. Cuando volví no había cosas, se habían ido. Tan tan tan sonaba el piso de metal de la estación, entró una mujer entaconada, tac tac tac. El bus iba llenísimo. Ahí iba, sin documentos: Nadie, nadie: indeterminado. Y todos los zapatos del bus llenísimo me hacían arder los ojos, era el mal aliento de la gente, mal aliento producido por gente que vuelve a la casa siempre a la misma hora, con la misma miseria de su día reducido a tratar de dormir de pie en un bus que va llenísimo, mal aliento, malas caras, entrebrazotorso por todos lados. Los

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lo VACUO de la inexistencia. Al final, mi mirada ESTALLARÁ y me esconderé en la oscuridad de mi INCONSCIENCIA, de mi MUERTE.

sujetos que habían ocupado toda mi tarde y parte de la noche del viernes estaban cerca, sus zapatos de suela de goma rechinaban en el piso del bus, podía oírlos, era un sonido seco y algo chillón que me hacía arder los ojos, era el sonido de los zapatos sucios pegado en mis pulmones, llenándome los ojos de costras, no quisiera volver a abrirlos, solo sirven para ver zapatos, la gente es un montón de zapatos que se gastan yendo a cualquier parte, perdiendo los pasos, perdiendo los ojos que nunca verán el andén. Hermosos clichés. Suela común.

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Desperté en una ambulancia, le eché la culpa de todo al trago. La enfermera me decía que me calmara, que ya verían la forma de ayudarme, que tratara de dormir, tuve buena suerte: si vas por ahí sin papeles lo primero que hacen es desecharte, tirarte en cualquier lugar, tratarte en la medida de lo que sos: nadie. No quise hablar de nada, en el techo de la ambulancia rechinaban unos pasos ¿Escuchás eso? son unos pájaros con zapatos de suela de goma, unos pájaros que me están buscando, que me esperan en el techo de la ambulancia.

La enfermera no oía nada, tenía unos zapatos blancos impecables. Afuera sonaban frenazos, llantas desgastándose, la ciudad estaba enloquecida, no lo había notado, todos querían pisar más duro que nunca, todos querían existir, pero unos simples zapatos caminando por ahí no hacen más que ensuciar el suelo con los residuos que van cargando. Morí por unos cuantos segundos, me desprendí de mi cuerpo y fui a los cerros, a tratar de ver si había algo más afuera. A esa hora de la noche los zapatos rompían las baldosas de las casas, no podía ver más que eso:

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Pantuflas yendo hacia el lavamanos, tacones quebrando las escaleras, zapatos de cuero tac de oficinista toc de profesor pum cayendo al piso tac toc pum todos que se libran de su carga al tiempo y entonces quise revivir para estar en el silencio de mi casa, le dije a la enfermera: yo lo que necesito es estar en mi casa, el ruido de ahí afuera me va a hacer vomitar algo que no sé qué es pero supongo que es el alma, mejor dicho: morirme. Llevame a mi casa, o si tenés un bisturí mejor rompeme los oídos, ya no soporto lo que escucho, sacame los ojos, no quiero seguir viendo eso que me tiene así.

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La enfermera me sedó. Terminaron llevándome al manicomio. ¿No te das cuenta de que no estoy loco? que seás una sorda, enfermerita, es otra cosa. Ustedes quieren es verme sin vida. Giros, metáforas de suela común, la exhalación de siempre. Acá en el manicomio el ruido empeora, es ruido de zapatos que van a inyectar pantuflas, acá en el manicomio el piso siempre rechina, las suelas siempre rechinan, todas las enfermeras tienen el mismo calzado y todas tienen un pie que pisa más duro que el otro y por eso todas, todas, suenan igual. Todas. Acá el piso es frío y todas las baldosas llevan a lo mismo: a la muerte. Sacame de acá, enfermerita. Giros innecesarios. Metáforas innecesarias. Puntuación que rechina.Afuera en el parque unas botas de caucho rompían el asfalto con un martillo mecánico. La ciudad estaba siendo agrietada y nadie se daba cuenta. Yo no recuerdo si lo noté, solo recuerdo unas pantuflas arrastrándose, pidiendo el martillo para agujerearse las córneas.

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Cara de Suela.| Del Lado De Acá |

© 2014, del cuento: Sergio Muñoz © 2014, del las ilustraciones: Linda Herrera.

Enoclofobia (mis (nuestros) gritos/Cara de suela) — ¿Cómo nos acercamos al miedo? ¿Qué objeto

perturbador y deforme se esconde detrás de cada grito? ¿En realidad éste se esconde allá afuera o más bien se encuentra aferrado como una garrapata repugnante a nuestro espíritu? Este libro es una respuesta doble a

todos estos cuestionamientos, respecto a una fobia en particular: La enoclofobia (miedo a las multitudes).

Del lado de acá es una apuesta por aventurarse a lo más profundo y recóndito de las posibilidades literarias, hurgar en las más incontestables figuras

hasta encontrar la esencia misma del miedo. El objetivo es producirlo, permitir un encuentro entre

el lector y una fobia radicalmente nueva para él.

El libro es una doble apuesta, acá y allá, que busca enfrentar al demonio indomable de una fobia que

para nosotros no asusta... pero que se esconde siempre como posibilidad debajo de nuestra piel.

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