burbuja de amor

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O, flexamina atque omnium regina rerum, oratio

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Burbuja de amor representa, por un lado, la hipocresía de ciertas personas que viven queriendo dar una apariencia de pureza y perfección, ese tipo de personas que necesitan mostrar al mundo exterior una falsa imagen donde lo que prima es la armonía sin falla.

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___________________________________________________________________________________________________________________1·Burbuja de amor

O, flexamina atque omnium regina rerum, oratio

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Cristina Jarque

Editorial LEDORIAJ M R

BURBUJA DE AMOR

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___________________________________________________________________________________________________________________17·Burbuja de amor

CAPÍTULO IPuerto escondido

Aquella tarde soleada los turistas caminaban plácidamentepor la arena con sus sandalias en la mano para permitir quelas olas del mar mojaran sus pies y los refrescaran. Había unapareja de enamorados que, tomados de la mano, parecíanflotar mientras sus ojos se encontraban en una mirada de com-plicidad y gozo, evocando los momentos apasionados quehabían vivido tan sólo unas horas antes en el lecho de aquellaalcoba del Hotel Continental.

Detrás de ellos caminaban unos jóvenes americanos mascan-do chicle y riendo alegremente mientras pensaban a qué antroirían esa noche para bailar, tomar cerveza fría con limón,eso que llamaban «michelada», acompañada de los típicoscaballitos de tequila que tienen un efecto afrodisíaco tancautivador y, así, no perder ni un segundo de su Spring Break,en este lugar paradisíaco llamado Puerto Escondido, ubicadoen algún lugar del estado de Oaxaca.

Pero Sofía Martell no se daba cuenta de nada: ni de los tu-ristas, ni de la brisa marina, ni del hermoso atardecer. Sentadafrente a aquel hombre, su querido esposo, a quien temía másde lo que amaba, sentía cómo su estómago se encogía concada palabra pronunciada. Podía observar la mirada de furiaque Guillermo Martell dirigía a su hija, (todas las actitudesque tenía el padre hacia ella eran como clavos que aguijonea-ban las entrañas de la infeliz madre).

En ese momento, Sofía supo que un nuevo impulso vitalestaba despertando dentro de su querida Vicky. Ocurrió durantelas vacaciones decembrinas, cuando toda la familia, los Martell

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Linares, se había reunido para pasar las celebraciones de AñoNuevo, tal como solían hacerlo desde hacía veinte años.

Cuando tomaron el avión en el aeropuerto de la Ciudad deMéxico, todo parecía marchar perfectamente, con la familiareunida en torno al patriarca en perfecta armonía. No habíanada fuera de lo habitual, ciertamente nada que anunciara loque sucedería la tarde siguiente, salvo la intensa inquietudque veía en Vicky, su querida hija Vicky, esa desazón interna,esa zozobra. Pero cómo iba Sofía a creer en los mensajes delcuerpo de su hija, ese cuerpo lleno de incertidumbre, esemanojo de nervios, si Vicky siempre estaba inquieta, si habíanacido angustiada. Sofía decía que tenía puesto un chile enla cola, que necesitaba calmarse, dejar de pensar, ser norma-lita, pero Vicky no es de las que escucha la voz de la madre,ya que asegura con insistencia férrea que ha nacido marcadacon una señal.

—Yo no te veo nada —dice la madre.Pero Vicky insistió en que no es algo que pueda ver la gen-

te común y corriente; que es una señal que sólo pueden verquienes están también marcados con ella, y que no había po-der humano que le hiciera cambiar de opinión.

Así era Vicky. Cuando se le metía algo en la cabeza hacíagala del signo en el que había nacido. Una típica Tauro: terca,obcecada, tozuda; pero al mismo tiempo tan noble y tan ne-cesitada de justicia.

Esas vacaciones, como todas las anteriores, Vicky se acomo-dó en un cuarto del Hotel Continental llevándose consigo asus dos hijos: Cora y Gabriel. Sofía quería estar cerca de suhija, estaba preocupada por ella. Las madres siempre tienenun sexto sentido para distinguir cuando hay problemas consus hijos, y Sofía sabía que Vicky tenía problemas matrimo-niales. No era ningún secreto que Pepe y Vicky apenas se di-rigían la palabra, así que Sofía quería que Vicky supiera quecontaba con su apoyo, que supiera que su madre estaba allí

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para ayudarla, para protegerla, para amarla. Pero Vickypermanecía inmóvil, cerca de la ventana, inclinada hacia ade-lante. Veía sin mirar, con los ojos muy abiertos, ciegos e ina-nimados.

Sofía se acercó despacio a ella y pudo ver que en su pupilarelucía algo. Era un reflejo de luz, pero no estaba vivo, notenía brillo; era un reflejo muerto, duro y frío, atrapado enun trozo de cristal. El rostro de Vicky estaba pálido y ensimis-mado, inexpresivo; tenía una rigidez horrenda, semejante auna estatua antigua que Sofía había visto en algún lado, quizáen alguna iglesia, aunque no recordaba exactamente dónde.La sensación de extraña familiaridad le recorrió el cuerpocomo un rayo y creyó percibir en ese momento aquella señalde la que Vicky hablaba. Sin poder soportar la ambivalenciade ese sentimiento que oscila entre el horror y la exaltación,Sofía decidió dejar a su hija en ese trance, y, tomando de lamano a sus dos queridos nietos, salió prudentemente del cuartodel hotel, cerrando la puerta respetuosamente, mientras pre-sentía que algo irreparable iba a suceder y que ella no iba apoder hacer nada para evitarlo.

—La abuela Chata dice que a ella le gusta vivir sola. Soy deesas raras personas a las que la soledad no les asusta —diceella con gran orgullo, mientras levanta ligeramente la mandí-bula, lo que le hace adquirir un aire aristocrático—, pero meencanta que me visites, querida Vicky —enfatiza muy sonrien-te—. Cuando vienes a verme, siento que el sol entra alegre-mente por la ventana de mi corazón.

Las dos mujeres se sientan en la terraza de la casa, Vickysaborea el té de jazmín que la abuela Chata ha preparado es-pecialmente para su nieta consentida.

—Quiero contártelo tal y como fue, con pelos y señales,porque tienes todo el derecho a saberlo —le dice la abuelaChata a su nieta consentida, pero, sobre todo, agrega muy

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solemne, mientras Vicky abre los ojos como platos—, te lodigo porque estoy convencida de que para enmendar el pasa-do necesitamos conocerlo, retroceder en la historia a la épocade nuestra infancia, e incluso más allá, en la lejanía de nuestraascendencia.

»Compréndeme cariño, no creas que estoy tratando dedecirte que soy una budista recalcitrante y que quiero que teconvenzas de que existe la reencarnación y esas cosas, aunquehe de decirte que nada me parecería más justo —dice laabuela Chata mientras sonríe pícaramente cuando se lo imagi-na—. Muchas personas que conozco deberían reencarnar encerdo o en cucaracha, para comer mierda o ser aplastadoscon una chancla; apenas así pagarían tanta maldad que hanhecho, pero ése es otro tema.

»Lo que quiero decirte es que tu madre está como aguapara chocolate desde que descubriste esa fotografía, la de lacara arrancada ¿Te acuerdas? Desde entonces tu madre nopara de atormentarme tratando de averiguar cómo fue a parara tus manos. Ella cree que fui yo quien te la mostré. Ya sabescómo es mi querida hija Sofía: siempre me culpa de todo.No se lo tomo a mal, pues digan lo que digan Sofía hace la leydel avestruz para sobrevivir y por eso nunca hemos congenia-do. Comprendes, ¿verdad? Sin embargo, tú y yo sabemos queno fue así; tú y yo sabemos que yo no te la enseñé. Así que,por favor, cariño, dime de una vez: ¿Cómo fue a parar esafoto a tus manos? Sabrá Dios cómo lograste dar con ella. Sonesas cosas del destino. Porque mira, Vicky, princesa, el destinoy el espíritu son nombres de un solo concepto.

»Pero, antes de empezar con el sermón, déjame decirteque si te digo todo esto es porque yo tengo un talento, esalgo heredado, ¿sabes? Toda la familia se burla de mí cadavez que hablo de este don que tengo. Pero no te preocupes,a mí se me resbalan las burlas como si fueran mantequilla. Omás bien aceite; sí, aceite de oliva, pues es lo que comían

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mis ancestros. Decían que era magnífico para todo, que elaceite de oliva era necesario para lubricar la maquinaria.

»Bueno, a lo que voy, créeme que no me importa lo quepiensen los demás de mí, incluso que me digan bruja, chamanao loca. Es puritito miedo porque, digan lo que digan, en elfondo les inquieta mi poder; y no los culpo. Yo misma hesentido miedo muchas veces, es que siempre tememos loque no comprendemos. Bueno, pues como te decía, mi niñahermosa, mi princesita, si te comento todo esto es porqueya me di cuenta de que este don también lo tienes tú. ¿Mecrees si te digo que ya había perdido las esperanzas de poderobservar a un miembro de la familia que lo poseyera? Y esque, como bien sabes, ya tengo 81 años y, aunque veo muchascosas, siempre hay un velo cuando se trata de mirar lo propio,sobre todo cuando se trata de saber el momento en el que seextingue la llama de la vida...

»En fin, lo importante es que mi llama aún no se extingue ysigo vivita y coleando para tener la dicha de descubrir queposees la señal, la marca que nos distingue, querida mía.Quizá es por eso por lo que aún no me he ido, porque mi ci-clo no podrá cerrarse hasta que te guíe en el camino y alumbreun poco tu solitario destino. Empiezo, pues, con mi labor,Vicky princesa, y lo hago a partir de esa fotografía: cuando laviste, cuando la sostuviste entre tus manos, hiciste lo quehacen aquellos que tienen un espíritu de observación profunda,pudiste darte cuenta de que había un remiendo.

»Sí, efectivamente, la fotografía muestra la boda de tuspadres: Sofía Linares y Guillermo Martell. ¡Qué linda estabami niña Sofía con su vestido blanco y sus grandes ilusiones enel matrimonio y en la felicidad eterna del perfecto amor!¡Pobre hija mía, mi Sofía, tan ilusa, lo que ha tenido que su-frir para desengañarse!

»Bueno, como te decía, al lado de los novios estamos lospadres, y luego vienen las hermanas de Guillermo que fueron

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ÍNDICE

I Puerto escondido 17II El lado oculto de Joaquín Flores 53III El lado oculto del doctor Guillermo Martell 83IV Mentes retorcidas. La historia de la tía Nora 157V El viaje de Vicky Martell 185VI El miedo de la tía Sofía 213VII La verdad está hecha de ficción 229VIII El poder curativo de la escritura 251IX La obsesión de Beti 297X París 379

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Dulcedo quedam mentis advenit