bolivian kitsch

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GABRIEL LLANOS CERNADAS BOLIVIAN KITSCH La Paz -Bolivia 2010

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Page 1: Bolivian Kitsch

GABRIEL LLANOS CERNADAS

BOLIVIAN KITSCH

La Paz -Bolivia

2010

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Yerba Mala Cartonera Bolivian Kitsch

© Editorial Yerba Mala Cartonera 2010. © Gabriel Llanos Cernadas, 2010 Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro. [email protected] http://yerbamalacartonera.blogspot.com Tel. 72262533, 73719741, 77724888, 70670956 Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú), Ediciones la Cartonera (México), Animita Cartonera (Chile), Dulcinéia Catadora (Brasil) y muchos más en casi 20 países. _____________________________________________________ Impreso en: Imprenta “Magda I” Av. Oquendo 371 dpto. 2A. Cochabamba Derechos exclusivos en Bolivia Impreso en Bolivia ______________________________________________________ Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de Magda Rossi.

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Yerba Mala Cartonera Bolivian Kitsch

DEDICADO A: Gustavo Apaza

y Juan Malebrán

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Yerba Mala Cartonera Bolivian Kitsch

no/prólogo -estriptiz

Vestir un traje de fiesta –adán, disfraz o etiqueta–, incluye varios espejos y el entusiasmo del festejo. Las diferentes telas varían según la ceremonia (no es lo mismo bufet que presterío), y se eligen por escalafones sociales o imaginarios. Sin embargo, en ocasiones caóticas, es posible reunir todas las variantes en un único traje con mil calzones, incontables camisas, siete tipos de tacones y luces de neón sobre las caderas, un traje infinito a prueba de guardianes privados y derechos de admisión. Este vestido acepta la elegancia del cocktail, causa estupor en alfombras rojas y permite el movimiento en bailongas villeras. No es rígido y mucho menos pesado, está hecho con materiales sintéticos, tejidos artesanales y foquitos importados. Funciona a pilas o energía solar, evita tanto la insolación como abriga en inviernos andinos. Es antialérgico (excepto para los ceños fruncidos), no causa comezón y se lo puede lavar a mano o lavadora. Este traje/libro está hecho de letras, frases en tiras, palabras aretes, metáforas transparentes, verbos sombreros y artículos bordados. Para los cultos/cultores del buen gusto, también es desarmable, tan pronto asemeja un shannel como se convierte en moda casual. Posee bolsillos enormes donde se ocultan cables y piezas de repuesto. Pero más importante que todo esto, ofrece más de cien maneras para desnudarse. Este traje/sociedad se quita con morbo y paciencia, sin la arrechera del rompe sostenes ni la desesperación del voluptuoso, (no vaya a ser que prótesis o cirugías espanten al amante de turno). Se puede empezar desconectando interruptores o –de manera más sutil– quitando cada uno de los anillos que se ven en los veinte dedos. El primer tobillo descubierto muestra cicatrices profundas, marcas de medias nylon y el inicio de latentes várices. Luego ascendiendo, se ven estrías como calles de arena, granos que parecen chozas en llamas, vellosidades donde duermen violadores y asesinos. Al final del camino, tras arbustos, hay un oscuro túnel sin salida. Allí suena una televisión en blanco y negro. La familia cierra las cortinas porque los padres discuten, la hija vomita en el baño y su hermano enciende un porro bajo las frazadas, la revista que agarra está arrugada y llena de manchas. El traje/familia todavía no descubre el ombligo, allí hay miles de personas agachadas viéndose el ombligo donde a su vez hay miles de personas que se ven el ombligo. El traje se va cayendo a pedazos y develando una sociedad desnuda, que se cubre los pezones y voltea la mirada. Bolivian Kitsch (el mencionado traje) guarda una apariencia de mixtura desbordada, de luces cotidianas, de una fiesta de colores o la armonía de lo imposible. No sólo funciona sobre manteles de seda (antes de la copa de champán), sino que tiene mejor sabor en platos de barro, sobre mesas de plástico que llevan escrito Coca-

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Cola. Sale de aquellos lugares donde se fía y la gente se saluda; las casas son alquiladas y hay una cancha. Tiene aroma a sopa recalentada y a postre de sobre, todo deformado por una lucidez siniestra. Les invitamos a deshojar este libro, a abrir este traje de cartón, a devorar sus atrevimientos.

Editorial Yerba Mala

nota:

El arlequín acudía a la corte cuando su propia seriedad los hastiaba, llegaba dicharachero y lleno de luces, procedía a sacar varios artilugios, los ordenaba delante de la realeza e iniciaba el espectáculo. Mostraba espejos de todos colores, animales deformes y humos chillones. Más de una vez, la corte no soportaba la risa y se deshacía en lágrimas. El arlequín les reflejaba sus costumbres, desde las más elevadas hasta aquellas que ni ellos mismos reconocían. Sólo el alfil y algunos bufones notaban la profunda ironía del artista, desnudando las imperfecciones de la sangre azul. El arlequín regresaba a su espacio humilde y comía aceitunas con carne de cordero.

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“La ch’ojchedad del ser”*

Una de las cosas más cursis debe ser lanzar un libro, sobrepasarse de cursi es que venga alguien y lo presente,

e insoportablemente de mal gusto el que sea de cartón, de cartón recogido de la calle, de una calle cualquiera.

Recuerdo a Gabriel hace dos años hablando de la ch’ojchedad en la San Simón, supongo que no puede haber otro lugar más propicio que una universidad para hablar de mixturas culturales y experimentos truncos, recuerdo que lo planteado, si bien se realizaba desde y sobre la paz, resultaba ser una realidad perfectamente extrapolable al diario vivir cochala y ni mencionar al cruceño. Y es que Gabriel en aquella oportunidad se enfrentaba a las menudencias de un país comparsero y multicolor que guarda una intimidad dolida tras la fachada de la festividad. Porque la imagen que tanto agrada de Bolivia: sus caldos, las polleras y los fetos que vienen a cantarnos “la cholita marina” mientras comemos, son apenas llamativos para quién echa un ojo al paso, antes de ir al quiosco de la esquina por un paquete de Camel o una postal. Puertas adentro es otra cosa. Y bien lo sabe Gabriel y los personajes que componen “Bolivian Kitsch”, libro cargado de precariedad y sentido del humor, un humor al que sólo se puede aproximar quien no tiene más remedio que asumir su propia desventura y entregarse a ella con una esperanza que al menor descuido se desploma. Y es que pareciera que ciertos asuntos nunca dejarán de ir mal, que por más ánimo que se le ponga, siempre habrá uno o más peros que los compliquen, que les impidan llegar a buen término, como si existiese una condición, una especie de ch’ojchedad, que constantemente nos estuviese recordando lo irresuelto de nuestros intentos. Bolivian Kitsch es, para mi gusto, precisamente eso, un libro reflejo de una realidad forjada a base de intenciones, en la que sus personajes están siempre a la espera de que algo venga y les cambie la suerte y en esa espera no puedan más que seguir con lo suyo, cuando lo suyo es un profundo desencanto, que ni la espuma, ni las serpentinas logran hacer olvidar. Considero que Gabriel, en estas historias da, con una brevedad que se agradece, en detalles que nos permiten una lectura próxima de la cotidianidad boliviana, menos aparatosa que las máscaras y las trompetas y todas las lentejuelas que nos suelen obnubilar, con una intimidad menos “colorinche” y más descarnada, que al fin y al cabo, se asemeja a cualquier otra.

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Finalmente y del mismo modo que aquella tarde luego de terminada su presentación, no me queda más que felicitar y agradecer a Gabriel, por esta entrega que hace mucho estábamos esperando y por permitirme esta pequeña, pero sentida obviedad.

Juan Malebrán

Alto Hospicio-Marzo-10 * Disgresiones kitsch en torno a La Paz y su literatura (Gabriel Llanos)

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PRÓLOGO, QUE TODO BUEN ESCRITOR DEBERÍA ESCRIBIR

(AUTO-RECONOCIMIENTO A UNA

SUFRIDA LABOR)

Esta obra es un homenaje a la literatura boliviana. A esos mártires de los boliches y calles oscuras, a esos héroes de la artillería y la metamorfosis gótica, a esos santos clasemedieros y guayralevas (que linda palabra, guayralevas así me decía el abuelo cuando quería expresar su cariño) que se elevan en el éxtasis de la cultura popular, (cuidado, no confunda lo pop con lo popular, no trate de mezclar teorías discordantes y colonizadoras con las expresiones culturales). A esa sacrosanta, innovadora y creativa literatura que no tiene que responder a parámetros europeos para ser lo que es: buena literatura.

Esta obra trata de rescatar lo mejor de la literatura (y disculpe las redundancias y repeticiones, pero decir literatura me emociona), de esa literatura incomprendida, de esas palabras bellas que nuestros poetas han trabajado por muchos años. Es un rescate de la tradición para que ésta no muera. Bolivian Kitsch busca plasmarse como la nueva escritura, una obra fundacional que resume un sentir: el sentir boliviano.

Sí, Bolivian Kitsch refleja la alta cultura de nuestro pueblo, el imaginario y sus imaginaciones, sus arengas y peripatéticas abluciones. En sus personajes se condensan las personalidades de los bolivianos, de esos hermosos seres de carne y hueso que son producto de una hibridación cultural, de una heterogeneidad social y un abigarramiento espiritual. En sus historias se presume un conocimiento amplio del sujeto nacional, del ente andino, del épico cholo. Historias que narran modernas odiseas, historias que cuentan sentimientos humanos, historias que sobrepasan a los clásicos y redefinen las palabras: literatura boliviana.

Con este libro, repito, hago un homenaje a la escritura, permito que las letras se dignifiquen y los habitantes de este terruño se sientan orgullos de ser lo que son: bolivianos.

Estimado lector, entonces, déjeme regalarle con esta obra de arte; deseo -con humildad- que se deleite y enorgullezca de ser lo que es, quiero que disfrute leyéndola como yo he disfrutado escribiéndola.

Así que sin más preámbulo demos paso a las delicias que siguen.

Con Cariño:

GABRIEL LLANOS

CERNADAS

El Autor

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KITSCH LOVE

WAYRA OJOS AZULES

Los ojos azules de Wayra son profundos y melancólicos. Detrás de su sonrisa se esconde alguna tristeza. Me gustan las mujeres tristes, tal vez porque en el fondo todos tenemos una tristeza, una melancolía inefable y trágica que cargamos como buenos Sísifos. O tal vez porque simplemente quiero hacerla feliz. Los ojos de Wayra nunca me dicen nada, ni siquiera me observan, soy como un enano para la infanta. Sin embargo desde mi enanez la miro, me quedo descubriéndola en mi rincón, tragando mis desdichas y mi amor. Mis amigos saben mi tristeza (porque no sólo ella es triste también lo soy yo, también, y todos mis allegados, sólo que sonreímos y fumamos en alguna banca de la ciudad lamiendo nuestras llagas), dicen que soy cursi, dicen que eso de escribir cuentitos para Wayra ojos azules es patético. Pero qué voy a hacer, les respondo, yo soy un ridículo irremediable, un romanticón idealista. Pienso que ellos también poseen un cursi arraigado en alguna parte de su corazón. No lo dicen, pero sé que suspiran por las noches y guardan en una caja de zapatos los regalitos de la ex. No por nada son mis amigos. Alfredo siempre dice: Uy viejo ya es preocupante tu estado, estás loco, viejo. Alfredo es un tipo inteligente, muy inteligente. Aprendió a escribir a los dos años y a leer a Borges a los cuatro. Se la pasa dilucidando sobre el tiempo y la relatividad de la eternidad. Muchas veces no le entiendo, vive como en un mundo paralelo. Tal vez por eso es mi amigo, ambos vivimos soñando en un mundo mejor, tratando de convivir con la realidad. Además, es un fanático del Papirri, le gustan las metafísicas: bien preocupado estoy pero qué me importa, me dice, yo sonrío y le doy una palmadita en los hombros. Él también carga una tristeza extraña, no sé por qué, pero ya lo dije, la melancolía es el sino de los que están de paso por este mundo, especialmente de las almas frágiles como las de Alfredo y mis ojos azules. Wayra se esconde tras unos espejos, unos espejos que le permiten ocultar la nostalgia en sus condensados mares. Quisiera desbordar sus ojos y ahogarme en su tiempo. Tal vez estoy sublimando una imagen demasiada corpórea, un cuerpo que en el fondo es eso, sólo un cuerpo. Pero de pronto vuelvo a sus ojos y hay algo más que piel y huesos, hay algo que parece morir por dentro y eso hace que yo la eleve. Ya les dije, soy bien cursi, un cursi que se esconde tras mórbidas historias, tras una mirada malintencionada y desdén, pero en el fondo, soy tan risible como un poema de Neruda. Es mentira que los hombres somos rudos. Ocultamos la fragilidad para no rompernos como los cristales que me separan de Wayra, para no sentir los golpes que el tiempo comienza a impartirnos. Mi amigo el Coco es un ejemplo. Parece ser frívolo, un tipo de esos que piensan que su mayor logro en la vida es una rubia 90-60-90. Sin embargo los amigos sabemos que lo que a él le pasa es que no quiere enamorarse, teme que alguien venga a pisotear su corazón ya tan pisoteado, de eso tiene miedo el Coco, por eso le escuchamos mientras nos embriagamos con una jarra de vino adulterado, sin pronunciar palabra, resguardándonos de esos malditos dardos envenenados. A todos nos pasa lo mismo, y no sólo a los hombres, también les pasa a las mujeres, creo, como a mi amiga Carla. Ella ha decidido ponerse una coraza porque su novio (que tal vez tiene un corazoncito también) le dijo que amaba a su anterior enamorada. Las cosas del amor son así, se convierten complejas buscando que alguien las entienda. Es una utopía. Nadie puede entender al otro, cada cual tiene su tiempo, un tiempo irremediable y

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sordo. Tan sordo como el silencio de la nostalgia. Milenka, otra amiga, ama a Roberto, y Roberto la quiere pero está con Sofía, Sofía es una buena chica, dulce y cariñosa y cree que puede dar amor a José y a Roberto al mismo tiempo, y José, mientras comparte cama y caricias con Sofía, piensa en su amor platónico: Raúl. Raúl es el mejor amigo de Milenka, él dice que está tan enamorado como yo lo estoy de mi Wayra (Milenka me lo dijo mientras nos besábamos furtivamente en la plaza) y bueno Wayra, Wayra no sé a quien ama, sus ojos color cielo no me quieren decir nada, así que me la invento. Talvez ama a Roberto o a Andrés (quien es amigo de Carla y esposo de Lucía) o a Pedro, quien ama el Kitsch y las películas de zombies. Pedro no se hace mayor problema. Él descomplejiza las relaciones: Mientras Alfredo habla de Borges, el Coco busca una gringa y yo pienso en Wayra, él abraza a su chica y se la lleva a un alojamiento cercano. Pedro no tiene tristezas, ha superado el mundo relativo y la ridiculez del amor. Sus amores son la tierra, la madre y los amigos. Lo llena de nostalgia estar lejos (la llajta chatea con él cada día, le manda mensajes a su celular), es un cursi como mi abuelo que añora volver aún después de muerto. La tierra siempre llama (la tierra es el primer y verdadero amor me diría el viejo), la madre es lo primero, los amigos son los amigos. El Pedro es un buen tipo con un corazón frágil pero distinto, sus amores lo hacen distinto, hay tantas clases de amores, tan diversos amores, amor a Dios, amor a la patria, amor a los hijos, amor a tu perro. En cambio yo, amo sus ojos, esos ojos azules e inmóviles que no parpadean y no me dicen nunca nada. Que callan por el simple hecho de hacerme sufrir, que me obligan a crearla a mi imagen y semejanza, que me llevan a ponerle pensamientos. Todo lo hago porque aquellos ojos esconden. Me consume su silencio, me produce agruras su indiferencia, su cobardía. Quisiera que se me acerque y me diga algo, que me diga que me quiere y que está tan enamorada como yo lo estoy de ella. Así, después la podría llevar a andar y perdernos en esa oscuridad tan soñada (lo de oscuro y lo del amor me hacen cursi).

Es una estupidez eso del deseo, una estupidez, que quizás, mi Wayra solamente comprende. Un absurdo que sólo unos ojos azules pueden descifrar.

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KITSCH NIGHT

JOSÉ TALARICO

...y mi alma, de la sombra que yace

flotando en el suelo

no se levantará... ¡Nunca más!

El cuervo. Edgar Allan Poe

José Talarico saldrá de su baticueva, así le dice su madre a la oscura habitación pintada de azul marino y con las ventanas clausuradas con cartulina negra y una sábana roja que en tiempos pasados ha servido para cubrir el tocadiscos del abuelo. Se despojará del pijama con estampados de araña, mostrando su esquelético, corvo y extraño cuerpo. Se dará una ducha dejando que el agua limpie sus heridas sangrantes que noche antes se hiciera con la vieja navaja que su padre le había heredado. Esperando que la noche caiga, hará de su vestimenta un ritual. Primero, encenderá la televisión y verá la novela de las ocho, mientras tanto, irá planchando la camisa estilo Juan Carlos y los bucaneros, sacará del armario los implementos de cuero que hacen de él, el tipo oscuro que tantas veces ha soñado ser. Vestirá con calma, observando cómo Roberta engaña a Quinsiño, riendo con las ocurrencias de Cacao y Zezé. Una vez terminada la novela, apagará la tele y se dirigirá al cuarto de su hermana María. Aprovechando que ella trabaja hasta altas horas de la noche, tomará asiento en el tocador repleto de fotos, flores secas y peluches baratos. Hará uso del rimel y el carmín negro, cubrirá su rostro con el make up blanco y delineará sus ojos. Finalmente, se pondrá la gabardina de napa barata comprada en una galería que hace pasar las cosas usadas como “de primera mano”. Dejará su cuarto con un pachulí encendido para orear el enclaustramiento y escapará de su rutina azotando las puertas de su casa con tanta furia que dejará el eco atrapado en las desvencijadas paredes.

Con su cetrino cabello, tapará sus pestañas revueltas y coquetas, pondrá un cigarro sin encender sobre sus labios y caminará con paso seguro y anárquico desprendiendo ese halo de maldad que todo ser de la noche debería tener. Llegará a las puertas del Book House, entrará sin llamar mucho la atención, saludando indiferentemente a algunos y simulando no reconocer a los demás. Se esconderá en un rincón del establecimiento, evitando así las miradas que recaen sobre su extraña apariencia. Pedirá un combo de ron barato y encenderá el cigarro que espera en su boca. Mirará al vacío tratando de que las miradas no le afecten, de que el ruido de las cuecas, los kantus, no lo amarguen, de que las sonrisas y la aparente cofradía no lo contagien. Se sumirá en sus pensamientos, reflexionará sobre la razón de la vida, recordará a la Leonor, a la Elena, a la Anabel, mirará a todos como las polillas sin alma que seguramente son.

Observará a los asiduos asistentes del antro y se inventará una historia para cada uno ellos: Ése es un empresario que viene en busca de chicas fáciles, ésa es una chica fácil, aquél, ése con pinta de Jim Morrison, es el poeta ganador de un premio nacional. El trago

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llegará y comenzará a beber. A medida que beba, las historias se irán haciendo inverosímiles:

Aquél es el esposo de la ministra que viene a buscar a un chico para cumplir sus sueños sodomitas, ése gringo es un agente de la DEA que quiere infiltrarse para atrapar a ése pusher que bebe con el viejo gangster que controla todo el contrabando de whisky Canciller, aquél parece un ángel de cabellos ensortijados. Irá sintiendo cómo el líquido oscuro va cosquillando su vientre, escuchará la voz de la abuela diciendo: Cuando seas grande vas a ser tan pollo como tu abuelo...

Después de muchos sorbos, se dará cuenta que está tan sintonizado con su alrededor, que esa necesidad de aislamiento desaparecerá y buscará otras almas solitarias. Se levantará de su lóbrega esquina, saludará al grupo de gente que minutos antes no había saludado, se disculpará diciendo que está sin lentes, los abrazará con fraternal sonrisa y se unirá a ellos. Todos recibirán hipócrita y desconcertadamente al del la extraña figura, algún conocido, el pusher o la chica fácil, lo llamará por su nombre: ¡José, cómo es! Él, con los ojos perdidos y la sonrisa deforme, hará caso omiso a ese saludo.

Haciendo charla barata y sin sentido, se irá integrando a la conversación de la mesa, hablará de Sartre, de Cioran, de Heiddeger, de Napoleón Bonaparte, de Hitler, de celulares, de cómics, de chicas, de autos, de fútbol, del tequila que se tomó hace medio año, de la moto que chocó hace tres meses, de sus heridas inflingidas, de sus peleas... Ya con los tragos encima y los vinos que sus nuevos amigos le invitan, se quitará la gabardina de napa y la camisa de pirata en un strip tease, contoneándose groseramente sobre las mesas, cantará unas rancheras y bailará cumbias con la dueña del local, se declarará a una sueca de cabello rojizo y enrulado, la llevará al baño y sudarán un poco el trago que los ha mareado. Fumarán mota y se embadurnarán las narices con coca. La gringa se dormirá sobre una mesa y él continuará bebiendo con los pocos conocidos que quedan a su alrededor.

Pegará al gangster y delatará al pusher con el infiltrado de la DEA, increpará al maricón del esposo de la ministra y vomitará en la cara del empresario que coquetea con la chica fácil. Finalmente, la dueña del Book House llamará a seguridad, y con la ayuda del poeta, lo sacarán a patadas mientras él gritará incoherencias, como graznidos de ave de mal agüero, hacia la mesa del empresario y la sueca. Todos mirarán la apariencia extraña y oscura de José Talarico y callarán.

Ya en la puerta se abrazará del tipo del overol negro y del ganador del premio nacional y llorará a moco tendido, haciendo que el rimel se expanda por su blanco rostro. Entre lágrimas y un hipo incontrolable, les irá diciendo poco a poco: Nunca más, hermanos, nunca más voy a hacer esto... por qué chupo tanto... ustedes son mis hermanos... nunca más... Sin embargo, ellos sabrán que él volverá la próxima semana como lo ha estado haciendo por los dos últimos años.

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KITSCH PAIN

QUE NO ME DUELA

Dicen que la primera vez siempre duele, pero no importa, sólo hay una primera vez. Cuando sabes que vas a perder algo siempre duele, y yo sé que lo que voy a perder es muy importante, pero lo prefiero ahora, no quiero esperar más tiempo. Haz que no duela mucho, cuando me lo metas hazlo rápido, no me preguntes si lastima o no, tú solamente hazlo. Al igual que con las jeringas, mejor es que me pesques desprevenida. Entiendo que no puedes comparar eso con una jeringa, pero valga el ejemplo. Mira, lo mejor que puedo hacer es darme la vuelta y no ver, dicen que duele más por atrás que por delante, pero prefiero no ver cuando lo hagas. Ten cuidado, no vayas a fallar, tiene que ser de una, no te equivoques, eso puede doler más. Te veo nervioso, lo mejor que puedes hacer es tomar algo, tengo algo de wisky en la sala, bébelo, esta noche es importante para mí y quiero que todo salga bien. Entiendo tus nervios, para ti también es la primera vez pero relájate, no te va a pasar nada, mientras no dejes rastros y lo hagas con cuidado todo va a estar bien. No te preocupes, voy a evitar gritar, sé que puedo llegar a ser muy escandalosa, pero te prometo, no voy a hacerlo ¿Te parece si me tapo la boca con este pañuelo? ¿Lo ves? Todo está bajo control, nadie se va a enterar. Cuando mis padres lleguen, tú ya te habrás ido, sólo te pido que lo hagas ya, que lo hagas antes que me arrepienta, antes que te diga: vete y no vuelvas más. Si es por los vecinos, no te preocupes, me aseguré que nadie te vea, por eso la mejor hora era ésta. Comencemos ¿no? Toma algo de una vez para calmarte, recuerda, lo único que me importa es que no duela mucho. Ahora me voy a dar la vuelta y voy a esperar que lo hagas, voy a taparme los ojos y contar hasta diez, hazlo mientras tenga el valor de hacer esto. Es extraño, lo deseo con todas las ganas y me asusta, no te preocupes, estoy divagando, hazlo, hazlo ya, ahora, no dudes por favor, quiero dejar de prolongar todo esto, mételo, mételo con fuerza, sin vacilar, haz que el filo del cuchillo penetre mi cuerpo, has que me desangre hasta morir, hazlo de una sola vez, ya no quiero que la vida me duela más.

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KITSCH LIFE

NO CREO EN LOS CUENTOS DE HADAS

No seas ingenua, el amor no es un cuento de hadas, no soy el príncipe azul ni tú eres

Rapunzel. No eres la de los blondos y largos cabellos, más bien eres morena y de muy escaso pelo. No soy Horacio, ni Brad Pitt, ni siquiera llego a Chespirito, más bien soy del tipo común y corriente: bajito, uso lentes y tengo un pequeño problema de dislexia.

No creo que lo nuestro acabe en un final feliz, ni tampoco que vivamos en el castillo prometido. Mi sueldo apenas da para pagar un cuartito en alguna villa: La condesa y el conde de Villa Victoria. Nuestro carruaje real espera diez minutos para que se llene de gente, un peso con cincuenta, eso es lo que nos cuesta.

Y los amantes, no creo que no caguen, he aprendido que todos tenemos un hueco por donde descargamos tanta mierda que nos metemos, todos lo hacen. Me imagino a Blancanieves pidiendo papel higiénico a su amado. Me imagino a Cenicienta menstruando mientras el príncipe se muere de ganas por echarse un polvito: Ya pues mamita, solo un ratito, ya pues, y ella respondiendo no, es que tengo mi mensual, y él insistiendo, no importa, lo podemos hacer por el anual. O a la Bella Durmiente pidiendo disculpas por el pedorreo nocturno debido a los frijoles con chorizo que había comido por la mañana.

Sí, te puedo jurar que los amores de cuentos de hadas ya no existen. Los únicos animales que nos hablan son la vieja urraca de tu madre, el lagarto de tu hermano y el cerdo de tu padre.

No podemos decir que lo nuestro es un cuento de hadas, más bien se asemeja a una película de lucha libre mexicana: La Llorona Vs. El hombre lobo. Cada mañana despiertas quejándote y gritando que otra sería tu vida si no me hubieras conocido, mientras yo me tengo que sacudir los vellos que mueren en mi pecho por tanta friccionada nocturna (es la única distracción que he tenido estos últimos años)

No, el amor no es como en los cuentos de hadas, el amor es peor, es tener que orear cada mañana las sábanas porque los cuerpos se pudren, tener que pagar cuentas, soportar insultos, trabajar (y no es que el trabajo sea malo, pero como diría don Ramón: lo malo es tener que trabajar). Ojalá existieran siete enanos que nos mantengan, siete putos enanos que se dediquen al latrocinio o al contrabando de bijouteria, ojalá existiera un hada madrina que nos haga las pilchas del día y convierta al rata de tu hermano en un burro de carga (ya es hora de que abandone nuestro cuarto porque mi sueldo no da para alimentar otra boca más). Ojalá y existieran habichuelas mágicas y no las lentejas desabridas que cocinas.

Y ¿qué de tu primo?, el groncho y peripatético que viene a manguearnos el almuerzo de cada día con sus pasos pesados de Tiranosaurio Rex, diciendo: Fa, fe, fi, fo , fu, huelo a guiso de ternera. Eso, mi amada, no es vivir el cuento de hadas que habíamos soñado tener.

Ya no creo en los hermanos Grimm, creo más en los hermanos Marx y su absurdo life style. Eso sí, creo en las brujas, las vecinas metiches que vienen a contarnos sobre la birlocha de la Adela, o sobre el amante de la Martínez. Creo en los lobos que te acechan cuando yo estoy en el trabajo: Pero qué bulto más grande tienes, es para comerte mejor...

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Vamos Gretel, no seas tan ingenua, los cuentos de hadas no existen. Lo mejor que

podemos hacer es dejar de llorar sobre la leche derramada y hacernos bendecir para que este billetito de lotería nos saque de la ruina.

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KITSCH VALUES

LA FAMILIA ES LA FAMILIA

Quiero empezar diciendo que mi familia es disfuncional (ese término lo aprendí de mi psicólogo). Mi padre es un izquierdista que ama al Evo, al Chávez y al Che. Si por él fuera, pondría la mano izquierda en alto, la derecha en el corazón y entonaría el himno en ruso. Él vive pensando en la utopía del mundo igualitario mientras trabaja vendiendo programas de inglés para una trasnacional. Sus lecturas favoritas, aparte del Manifiesto Comunista, son ¿Quién se ha llevado mi queso? y Juan Salvador Gaviota. Él ama la idea de un mundo socializado. Le apasiona pensar que puede cambiar el mundo (no sé si lo lograría, ni siquiera puede cambiar un foco de la cocina). Pese a todo, y pese a que la locura que yo le he heredado me hace renegar, lo quiero un montón, es un buen tipo mi viejo, un tipo tan cursi e idealista como yo.

Mi madre es una fantástica mujer, una ama de casa inigualable, cada mañana se levanta para limpiar y fregar la cocina (ensuciamos como si fuéramos una plaga de cerdos capitalistas). Se pasa el día friega que te friega. Cuando está baldeando el patio, mira el piso carcomido por los orines radioactivos de Yago (Yago es mi perro) y me dice: Quisiera hacer arreglar el patio, volverlo un jardín y pintar un senderito con un color medio.. ocre. Yo siempre la miro y le digo alguna pachotada (como buen clasemediero, me desfogo con la madre que me trajo a este mundo), llevamos trece años con la misma historia. Algún día, quizás... Mi madre es una buena madre, como toda madre, cocina, limpia, barre, y lava sus culpas y se distrae con la máquina de coser. La típica madre de clase media, con sus típicos hijos clasemedieros y el típico esposo medio otra clase. Es una santa mi madre, una verdadera santa.

Mi hermana mayor es otra historia, ella tiene cinco carreras en su haber académico, la mejor alumna de clase, la mejor deportista, la mejor todo, sin embargo sigue viviendo con nosotros, ella ocupa el cuarto del fondo, donde mira tele todo el día tratando de encontrar solución a este país. Ella es comunicadora, socióloga, antropóloga, matemática y mecánica dental. Sigue buscando trabajo, es muy capaz pero demasiado compleja, se enreda con el susurrar del viento.

Otro que es un caso serio es mi hermano, su capacidad creadora es impresionante: Tiene cuatro hijos y él apenas bordea los veinticuatro. Un hijo por año desde sus veinte. Es un verdadero semental. Mi padre dice que con hombres así Bolivia va a crecer. Trabaja de cajero en un restaurante de comida rápida de un barrio jailón, le va bien, le alcanza para sus jodas y para mantener a sus cuatro vástagos: cien lucas cada mes para cada uno. Sus mujeres lo aman. Yo no sé como lo hace, a mí las mujeres siempre terminan odiándome.

Finalmente, está mi pequeña hermana, ella es poeta y anarquista, lleva cuatro intentos de suicidio y tres abortos (el cuarto fue falsa alarma). Es una buena chica, algo crédula pero buena. Su corazón de poeta (como diría Janeth) le hace malas jugadas con esos cabrones de novios góticos que se consigue.

Todos, sí, todos, (mi hermana mayor, el playboy, la suicida y yo vivimos en la misma casa). Amamos tanto a nuestros padres que no pensamos nunca abandonarlos, esa es

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nuestra filosofía, además eso de vivir solos e independizarse solamente se ve en las películas gringas, eso es para la otredad (como diría mi hermana). Así es mi familia, bien disfuncional, pero que importa, la familia es la familia.

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KITSCH JEALOUSY

ERNESTO TE LA CHARLA BONITO

Ernesto te la charla bonito ¿verdad? ¿Qué te dice? Supongo que cuando te habla hace que tu entrepierna sude, que inundes con extraños líquidos tu asiento mientras escuchas cómo sus palabras se pegan en los orificios de tus oídos. Ernesto no es muy buen mozo, pero eso no importa, sus dulces palabras (en su vocabulario las palabras: bonita, mamita, hermosa, resuenan en un eco vaginal que desprende miel) son cantos de sireno beckettiano. Y esa voz dulzona, casi empalagosa, retumba en tu cuerpo y se une con tus jugos naturales haciendo un fluido afrodisíaco que ni Sócrates podría resistirse a bebérselo. También presumo que Ernesto tiene los huevos bien puestos, dos joyas que tintinean cuando siente el peligro cerca de él. He visto su mirada cuando alguien te acecha, disimula su desesperación con su aparente parsimonia y ternura. Ernesto es un buen tipo, todos los buenos tipos tienen cara de mosca muerta (Ernesto no es ninguna mosca muerta, en todo caso sería una mosca viva). Y su postura ¿no te dice algo? Toma asiento a tu lado y cierra las manos como queriendo hacer una oración (Padre nuestro que estás en los cielos... danos hoy el pan nuestro de cada día...). Después mira a la nada y con su posición de franciscano penitente, comienza su prédica: No es bueno que el hombre esté solo...

En verdad te la charla bonito, qué potencial tiene Ernesto de mojar las bragas de cualquiera (a mí me mojó los calzoncillos con su cerveza y su postura de buen amigo). Sus palabras se transforman en telarañas de baba, va tejiendo cada letra para poder llevarte a la cama.

Y tú ¿cómo respondes? Supongo que no escuchas tintinear las bolas de Ernesto porque sus expresiones han hecho que te vuelvas sorda, que la vida se sujete a unos labios melosos y embusteros, que te quedes clavada mientras lo escuchas, anulada y perdida en su sonrisa Pepsodent, que tu cuerpo se entumezca y no veas mas allá de tus lindos ojos verdes. Es un canto, un dulce canto, todo un Julio Iglesias, todo un enanito verde que modula su voz al ritmo de Daniel Agostini, que repiquetea con aquella poesía proveniente de las entrañas: Agáchate y levanta tu pollera... Una cumbia villera que te va diciendo: no te quiero por tu oro, no te quiero por tu plata...

Ernesto sabe convencer con su dulce vocablo: Mamita hermosa, reinita, sabes que te quiero pero en este momento estoy pasando un momento difícil, estoy confundido, quiero vivir la vida, así que solamente la puntita, para muestra basta un botón.

Y también, saco mis conjeturas, te ha hecho el amor con sus palabras (he escuchado que el mejor pene es aquel que uno lleva en la boca). Quizás, eso no puedo aseverar, no fue un cunni linguis carnal, pero qué bien que Ernesto te la charló.

Me imagino que cuando piensas en él, en su lengua y sus penetrantes términos, estallas en un sin fin de imágenes futuristas (el padre de mis hijos, el hombre de mi vida, el príncipe azul...) Ernesto sabe decirte las cosas, no como aquellos patanes que conociste, no como ese cursi que decía que estaba enamorado de ti, esas son huevadas como diría mi tan apreciado amigo el capitán Valverde, verdaderas huevadas de imbéciles, atorrantes, romanticones y cojudos. No, él te dice las cosas de frente, sin miramientos: No sé si la amo a ella, pero a ti también te amo, ¿qué quieres preciosa? Por favor toma asiento, ¿te sirvo algo? Mamita, en este momento me encuentro mal, tienes que estar a mi lado, necesito de una amiga, sabes que te quiero, ¿dónde estás? Ahí voy, espérame, uno no sabe la clase de

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hombres que te rodean, yo te voy a cuidar...

Él sabe decir las cosas, siempre con cuidado, sin perder las comas ni las ies ni tampoco la buena sintaxis.

Ernesto tiene lindos ojos, sus ojitos de teletubie lo hacen un buen sujeto lleno de valores y sensibilidad casi celestial, esa mirada se mezcla con el dolor que debe soportar en la vida: He sufrido mucho, tienes que comprenderme, siempre he sido fiel pese a que las otras me llamaban. La de chicas lindas que me han perseguido en la vida, pero yo soy todo un caballero, yo les digo: Mamita linda, reinita, yo soy hombre de una sola mujer… ¿Por qué Dios me hizo tan irresistible?

Así, con su charla bonita y su mirada de Casanova de Alasita, ha podido hacer que tu útero ansíe el hijo que siempre soñaste tener (como buen lubricante ha aceitado el camino a la felicidad).

Ernesto me cae bien, a mí también me la ha charlado bonito, me ha dicho que me quiere y que quiere algo conmigo, me ha dicho que no le importa que esté comprometido, que le dé un tiempo para arreglar sus conflictos existenciales, que soy el único hombre en su vida: Papito, lindo, mi corazón, mi vida, mi rey, sabes que te quiero y no por el oro de tus dientes, sino por todo lo que significas para mí... Y yo, conociendo lo taimado y enamoradizo que es, le respondí: Lástima, papi chulo, pero yo también tengo mis pelotitas bien puestas y escucho cómo tintinean cuando las palabras empalagosas están cerca.

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KITSCH DESIRE

SHA SOS GRANDE

Y bueno, ashá vas a hacer guita pibe, ¿entendés?.Ashá el laburo te va a dar mejor davi.

Me mandás unos morlacos y sos feliz. Podés hacer lo que querás. Mira pibe, sho sé lo que te digo. Ashí conocí a tu padre. Ése es país, éste es una tapadera. ¿Qué hacés aquí?, sufrís. No tenés ni pa` los puchos. Mirá, mirá a todos esos bacanes, pibe, todos yantan bien, todos viven bien, y tú, y tú no tenés nada, nene.

Hazme caso, pibe, aquí no conseguís minga, Ashá vas a estar mejor ¿me entendes? Sho me fui piba. Sho estaba decidida a cambiar estas tierras de cabecitas negras por mejores aires. Ashá todos son gringos, tanos ¿sabés? Por ahí te casás con una chirusa de ojos derves y así mejorás la raza. ¿Mira tú lo que son los hijos?, no salen a los padres, no shores. ¿Qué pasa pibe? parecés una jermu. Ashá la vida es mejor, vas a ganar para empilcharte como un pituco, como aqueshos pebetas de las revistas, con pilchas de primera, con toque piola, con esa viveza porteña ¿me entendés?. Podés hacer un dineral.

Dejá de shorar, no te abatates nene, que tu padre se revolcaría en su tumba si te viera, él era todo un bacán. Si lo hubieras visto, estarías orgushoso de él: campera rashada, bigote grone y aquel cabesho brishante ¿Sabés? Él era todo un malevo, me hacía sudar el choclo, pero vos que sabés de eso, si solo shoras como una grela.

Vamos, no me pidás que te haga la meme, sos casi un hombre, igualito a tu padre, haceme el favor, las cejas, el cabesho, la nariz, todo lo tenés como tu padre, excepto lo varón. Él si que era un patotero, tenía agashas. Sha no hay varones como esos, ahora todos son unos turros. Andá, la vida era más fácil, podías comprar con unos pesos unas medias lunas, unas facturas, tomar un buen feca con chele, ahora, ahora no podés hacer nada, y menos en este tugurio de vida. Andate nene, te digo que te vashas, vas a ser como tu padre, vas a conocer la vida. Ashí los gauchos son más liberales, podés tener hasta tres minas, podés vivir solo, tener tu bulín, ir al convoy, yantar lo que querás, y así también ashudas un poco a la pobre de tu vieja.

No seas tan tonto, nene, hazle caso a esta tu vieja, esha sabe lo que dice, cambiar a mejores aires te va ashudar. Sos un buen pibe, necesitás despertar, salí de esta mishiadura. Vas a ponerte piola ashá. Los gaushos son más avivados, cómo tu padre, aquí en cambio, son unos maletas, la vida es dura nene, tu vieja sabe lo que dice. Sho me hice mujer ashá, ashá aprendí lo que es vivir, no tenía nada acá, ashá tu padre me dio todo, hasta un pebete como vos, avivado tu viejo ¿sabés? Es el agua mineral creo, ashá su agua es mejor, parece que está calcificada, yodada, sabe a Europa, a Italia, a glamer, a progreso, a civilización. Todos los hombres son fuertes, rubios, altos, de ojos verdes. Acá… es diferente, es… que sé sho… y bueno, tú me entendés.

¡Dejate de joder, nene!, sabés que te quiero, no te pongas sentimental, me arruinás el estilo, sabés que soy mujer de armas tomar, lo sabés ¿no? No me vengás con esas boludeces. Andá, nene, sho también te quiero, pero la situación está difícil ¿entendés?, tenés que volar, tu pobre madre sha se ha cansado de tanto trabajar. Laburo desde mis quince, ¿te imaginás esa vida? La bruja de mi vieja quería que me case con el vejete del

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almacén. Mira vieja, le dije, a mí no me podés obligar a casarme con el carcamán ese ¿viste?, sho me voy, me voy y no volveré ¿entendés? Y así fue, me fui y laburé, hice de todo pibe, aun de bataclana, vos no sabés de eso ¿eh?

Tuviste todo, en cambio sho, la pasé mal, andaba yesca nene, hasta que me decidí ir a mejores pagos: Jujuy, Salta, Córdoba, Buenos Aires. La gente me trató mejor ashá, son más calurosos, más avispados, aquí el frío nos ha entumecido hasta el culo, todos bien acartonados, bien achuchados. Mejor te vas nene, así dejás de ser tan chitrulo, tal vez vas a volver canchero, todo un piola como tu padre. Viste pibe, viste, parece que las cosas pueden mejorar ashá, como siempre digo, mejor asha que aquí. Esa tierra es bendita, vas a conocer a Luis Sandrini, a Carlitos Balá, son unos dioses, nos mataban de risa a tu viejo y a mí,. Él me shevaba al Rex a verlos, no le gustaba salir mucho pero cuando me sacaba a pasear, me shevaba a buenos lugares, algunas veces muy apartados, a Lanus, a la Boca, qué sé sho, sha no me acuerdo.

Y ni que decirte, por ahí podés conocer al idolo, ¡a Maradona!, tu padre era del Boca ¿sabés?, volvía después de cada partido con un tajo en la cara y la boca reventada. Una vez la tira tocó la ochava para garcarse a tu viejo, sho me puse como una fiera, les saque las muelas a aqueshos botones de mierda. Nene, hazme caso, ashá te espera una vida mejor… ¿Viste?, sho sabía que te animarías, claro, serías un berreta si te quedás en estas tierras. Vas a ganar bien, nene, vas a ser feliz, vas a ashudar a esta tu vieja, y además vas a conocer mejores aires, ashá vas a respirar cultura, crecimiento, aquí no hijo, aquí te hacés una shegua, bailás cushaguas, shameradas, y todos esos bailes de animales. Ashá podés bailar malambo, milonga, murgas, es otra vida, nene, podés ser feliz. Vamos, no te quedés así, alistemos tus cosas pibe, dejate de joder, sos mejor si te vas ashá, la comadre Gertrudis te va ashudar, dice que te va a dar laburo, sho te digo, y hace caso a tu madre porque una madre siempre sabe lo que le conviene a un hijo, andate, andate lejos, te ashudás y me ashudás ¿entendés? No te vas a arrepentir. Cuando volvás me dirás: Oshe viejita, tenías razón, eres una diva, y sho te vosha esperar pibe, con un buen plato de tasharines con posho.

Vamos, que el tiempo nos pisa pibe, movete, mové tu cuerpo, ¿eh? No me vengas con eso otra vez, deja de shorar, sha es hora. Sho comencé a trabajar desde joven, y tu padre ni que decir, era estibador en el puerto, al lado del Luna Park ¿sabés?, ashí te concebimos, ojo nene, te cuento esto porque sé que sha eres casi un hombre, sino me lo guardaría, pibe.

Sha basta, nene, me pudrís con tus lagrimitas, no sé a quién saliste tan shorón, ni sho en las peores biabas que me daba tu padre lagrimeaba tanto. Necesitás irte pibe, ashá vas a hacerte un cachafaz. Tenés que cinchar para morfar, aquí los marrocos te salían de arriba, pero sha no más. Ahora, tenés que mantenerte, tenés que hacerlo. La culpa la tiene el jovato de tu viejo, darme un nene y después volar ¿eh? Él tiene la culpa pibe, no sho. Si por mi fuera te dejaría quedarte pero tenés que levantar vuelo, sho sha estoy cansada, es difícil mantenerte a mis ñoas. Quiero divertirme ahora, me toca ¿sabés? Dejá de shorar te digo, que te voy a dar un bife ¿entendés? No te das cuenta, nene, la situación está difícil, no podés manguearme unos años más, apenas puedo conmigo, estoy vieja pibe ¿lo entendés?

Mirá, sha nos vamos a volver a ver, me mandás unas mengas por un tiempo y volvés nene, Mamá te va a hacer aqueshas medias lunas que tanto te gustan, reshenas de dulce de leche, unos panchos, un puchero, unas empanadas, que se sho, nene, solo te vas

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por un tiempo, igual que tu padre, pibe, te vas a ir y vas a dejar de extrañar a esta. Así es la vida, tenés que irte, Tenés que conocer Buenos Aires, la tierra más europea de America. Tenés que ir al Obelisco (tené cuidado con mear a sus pies, ¿eh?) tenés que ir a Palermo, a San Isidro, a la Recoleta; Tenés que viajar en subte, tenés que aprender a bailar tango, ir a la bombonera; tenés que irte nene, aquí vas a chingar, no te achuches, ¿querés ser choro? Pa` eso están estos pagos, ajuera es mejor, no vas a estar tirao.

Tierras malas son estas, sus cashes son sucias, todo huele a orines pibe, ashá no. Los porteños se bañan, su aire sólo huele a humo de remiss. Podés ser lo que querás, hay laburo pibe, ¿Entendés? Uno shega y el laburo le espera en Retiro, ashí te ponés y la gente va a shoverte con solicitudes de trabajo, no sabés lo que es esa tierra hijo, hay empleos como piedras en el empedrao. Cuando me fui era una garoba, me emplearon en la casa de un bacán, sho era la serva, hacía los catres, las masitas, los ñobas, a veces era percanta del chabón, qué sé sho nene, morfaba bien ¿sabés?

Mi Buenos Aires Querido pibe, todo ashá suena a tango, podes andar por Corrientes y sentís esos aires arrabaleros, es una ciudad maravishosa nene, si no te vas sos un gilastro ¿Entendés?

Vamos dejá de shorar, apiolate o vas a recibir un biafazo, no vengás con boludeces, me hacés perder la paciencia, cashate sha, ¿me entendés? Vas a mejorar tu davi, chabón. Podés matear, la sherba es buenísima, pones la pava, las facturas y shasta. Vamos deja de ser turro pibe. La huesuda no te va a shegar, ashá vas a vivir más tiempo nene, ashá es mejor, pensá en tu madre pibe, deja de ser tan mufa, tan papa frita. Sha sos grande pa’ andar shorando así, en unos días cumplís ocho años, sha basta de tanta shoriqueo, empilchate y andá, que la Gertrudis te espera, nene.

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BOLIVIAN KITSCH

LA SOLEDAD ESTÁ ACOMPAÑADA

Aparentemente al gordo Francisco no le falta nada, más bien le sobra. Sus carnes sobresalen sus ropas y le dan apariencia de abundancia. Nadie sabe que el gordo sufre de hipertiroidismo y que caga plata por la herencia que su madre le ha dejado. Cuando el gordo invita, todos quedan satisfechos, por eso es que el gordo tiene amigos, un montón de amigos oportunistas y vividores, un montón de sanguijuelas con rostros de camaradería. Quién podría creer que el gordo come con tranquilidad, con elegancia y es sobrio en los placeres de la carne. A él lo único que le interesa es que los demás sean felices. Francisco ama la música, él es feliz escuchando la canción que su difunto padre escuchaba: Soledad no te vayas de mi lado/ Soledad quédate un rato conmigo/ No me dejes solo, Soledad/ Es feo morir así, en la soledad...

Hay en sus ojos una tristeza inexplicable y es inexplicable porque él lo tiene todo: casa, comida, dinero, tranquilidad. El gordo se esfuerza por ser bueno. Su madre, la Pancha, le decía que uno es feliz cuando hace algo bueno cada día. Él cree en eso. Se levanta temprano cada mañana y prepara el desayuno: una marraqueta y un café bien cargado, como Don Eusebio, su padre, que desayunaba tempranito todos los días mientras escuchaba su viejo bolero: Soledad no te vayas de mi lado... Después de haber ingerido sus alimentos y haberse dado una buena fregada en la ducha, el gordo se viste, revisa cada cuarto de la casa para apagar las luces, cierra cada puerta de su vacío hogar y sale a la carnicería. Allí siempre le esperan las caseras para comprar la carne del día.

Un cuarto de rabadilla, un kilo de lomo, medio de pulpa, tres cuartas de molida. El gordo atiende solo, sonriendo, bromeando con la clientela, sirviéndoles atentamente, tapando aquel dolor que sus ojos tristes delatan, las despide amablemente mientras suena en su cabeza: No te vayas, Soledad, amada mía/ no me dejes, solito, con está soledad...

Llegada la tarde, limpia cada resquicio del local, lava la sangre que tanto asco le produce. Si algo odia el gordo es tener que ver cómo aquel líquido cobrizo mancha su blanco mandil, ver cómo la gente puede comer la putrefacta carne que él vende, tal vez por eso el gordo no come mucho, tal vez piensa en las vacas faenadas en el matadero y prefiere abstenerse de alimentar su cuerpo con tan desgraciada comida. Con abundante detergente y agua, limpia las paredes manchadas, la cortadora, el mesón, no deja ni una sola mácula en aquel lugar. Guarda las carnes en el frigorífico y retorna a casa con asco y apesadumbrado.

Esa aversión a la sangre que el gordo tiene es, quizás, producto de aquella vez que vio a sus padres ofrendando a la tierra una llamita, “Huilancha” le decían sus padres, es para que la tierra nos trate bien, le decían mientras rebanaban el pescuezo del pobre animal y bañaban cada intersticio de su casa con el líquido vital, que ya no era tan vital.

La cena del gordo es como el desayuno: marraqueta con café cargado. Enciende el tocadiscos, que es herencia de la familia, y coloca su canción favorita: Soledad, no te vayas de mi lado/ quédate pues, Soledad/ mi corazón está latiendo/ mi alma está solita, Soledad. El gordo no sólo es bueno, también es creyente, la Pancha, le decía: el que no cree, no vive. El gordo cree en Dios, los santos, la tierra, pero cree más en la tierra, sólo que ahora ha

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decidido dejar de creer por un tiempo, quizás por eso de la sangre, de la llama, del asco. Según él, la tierra sólo da dinero (le ha dado una casa, una carnicería, mucho dinero), no da amor, y a él, dinero es lo que le sobra al igual que le sobran las grasas que rebalsan sus ropas. Lo que el gordo Francisco necesita es amor, eso le falta, es por eso que él aparenta felicidad: Soledad, quédate Soledad...

Pero el Francisco no es perfecto, es humano, tiene su corazoncito, es carne y sangre, como las vacas que vende en su carnicería, como la llamita que ofrendan a la tierra. Le gusta frecuentar lenocinios, y lo digo así y no de otra manera, porque el gordo no habla disparates. Les dice a sus amigos: Cómo es ¿vamos a donde la doña Clota?, y ellos sin chistar lo acompañan a ese tugurio porque saben que el Francisco invita trago, comida y mujeres. Lo más feo del gordo es eso, ir a esos lugares de mala muerte con todos los manq’agastos que dicen ser sus amigos, pero se entiende, es malo estar solo, es malo vivir en soledad.

Ahí, en ese lupanar, ahí mismo la ha conocido, mientras se servía una cerveza, otra de sus debilidades: La cerveza es buena cuando es con mesura, después se convierte en algo malo, algo degenerativo, le decía Doña Pancha. En las prestes, en las ch'allas, ella junto a Don Eusebio (pero más ella que don Eusebio, porque él solo tarareaba aquel viejo bolero de la Soledad) regalaban a sus convidados con cerveza hasta que los pisos del local se inundaban de líquidos ambarinos y borrachos conocidos, sin embargo ni doña Pancha ni su esposo se atiborraban de esos alcoholes, sólo observaban y disfrutaban compartir con la gente. El gordo no quiere degenerarse, él siempre pide una caja de cerveza, se toma una y el resto invita a los parroquianos y camaradas del lugar, el gordo va a sentirse acompañadito, solamente eso, no le gusta revolcarse en sus vómitos. Cuando uno vive solo, necesita alguien que lo acompañe: Soledad, me duele tanto la soledad/ cuando te vayas, Soledad/ voy a quedarme solito, Soledad... Mientras el gordo toma su cerveza, la ve, está escondida en un rincón, lejos de las miradas sucias de los borrachos pervertidos, de esos viejos verdes que van a llenar sus vacíos cuerpos con otros cuerpos vacíos para salir un poco menos vacíos. Cuando la mira, siente cómo late su corazón y se asusta, tiene miedo que sus grasas le hayan hecho dar un problema cardíaco, no son normales esos latidos, piensa, mientras se presiona el pecho para que no le estalle. ¿Qué será? vuelve a pensar, me da miedo, se dice, mejor voy al médico a ver qué me pasa. El gordo no se da cuenta que eso sucede solamente ahí, en ese lenocinio.

El doctor le dice al Francisco: no se preocupe, todo está bien, debe ser el stress, le dice, le pasa la jugosa factura y se va, así el gordo se queda más calmado. Él toma aspirinas por si acaso, sus amigos siempre le dicen que es bueno tomar aspirinas, él hace caso a sus amigos, por eso al gordo lo quieren en el barrio.

Cuando nuevamente vuelve el sábado o el domingo, Francisco se alista para ir a ese burdel. Ahí está bien, no está solo. A veces cuando se embriaga, y eso es muy rara vez, abraza a una de las chicas y se duerme en su regazo, ellas lo quieren porque es el único tipo que no las toca. Tal vez, el gordo conoce mejor a las mujeres que todos sus amigos, tal vez, el Francisco está loco.

Pero un domingo de esos, el gordo decide hablarle a esa que está escondida en el rincón del lugar, se le acerca medio chispeadito, después de haber tomado valor y entabla conversación, con palabras simples y los nervios en punta le dice cosas bonitas, ella, la choca que se oculta en la esquina de ese tugurio le sonríe, se ríe, lo mira con felicidad, ahí,

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el gordo se da cuenta que no está enfermo, que su corazón acelerado no es un soplo o una angina de pecho, el gordo por fin descansa tranquilo porque sabe que no va a morir de un paro cardíaco, sino que va a morir de amor. Él se da cuenta que eso que él siente es amor, pero el verdadero amor.

Cada fin de semana se ven en la puerta del local. Sin amigos, sin parroquianos libidinosos, los dos, solitos los dos. La recoge temprano, a eso de las seis de la mañana, y van a tomar café con marraqueta. El Francisco no se atreve a preguntarle su nombre, tiene miedo que ella se ofenda, es que en ese negocio, él sabe, todas se llaman Lulú, Tifany o Deborah, y ella se llama las tres. El gordo hace caso omiso a las mentiras, sabe que lo hace porque ella tiene miedo al igual que él lo tiene. Hasta que un día se decide y le pregunta su verdadero nombre, ella sonríe tímidamente, primera vez que el gordo la ve sonreír de esa manera, con sus ojitos brillosos, con ojos que dicen más de lo que las palabras pueden decir, ella le dice: Soledad, mi nombre es Soledad.

Aquella Soledad de la canción existe, es la que ponía melancólico al padre de Francisco. El gordo cree también en el destino. Su destino es ser gordo y ser carnicero, lo acepta, no dice nada aunque su corazón se haya estrujado como papel higiénico. Pero también es su destino haberla conocido, por eso el gordo está feliz, parece que el destino le depara mejor futuro, no va a terminar viejo y solo escuchando en el tocadiscos: Soledad...

Los meses pasan y el gordo enamorado, en uno de sus arranques de locura, se ha casado, la Soledad le ha dicho que sí. Ahora es Señora del Francisco, los amigos ya no lo visitan, todo el dinero va a parar a la casa, ya no hay cerveza, ni tugurios de mala muerte, ya no hay a quien sacarle para los tragos. Francisco y Soledad se han comprado un cd player, una televisión de 40 pulgadas, un autito. Al fin y al cabo dinero es lo que sobra, lo que faltaba era amor y ahora hay a raudales. El viejo tocadiscos está archivado, ya no suena ese bolero que dice: Soledad no te vayas de mi lado/ piensa un poquito, Soledad/ yo te quiero Soledad/ como tú, Soledad/ solamente la soledad. Ahora sólo cumbia, reguetón, HBO y MTV. El gordo come mejor, pero extraña el café bien cargado y esos panes con mosca incluida, como mi marraqueta no hay, se dice el gordo, aunque ahora coma puros panes baguette. La Soledad prepara bifes con papas fritas, pan de yuca, arroz con queso y otras cosas, y eso porque la Soledad es rubia, es de ojos verdes y tiene un acentito medio oriental, y eso porque ella es camba. El gordo es feliz, y ahora sus ojos parecen decir más de lo que decían. Atiende a las caseras con mejor ánimo, ya no con esa sonrisa fingida, les da todo con sobrepeso, con el precio justo. El gordo es feliz y nadie ni nada le van a quitar esa felicidad.

Los amigos andan diciendo, que todas las cambas son unas lisas. El gordo no les cree, su camba, su choca Soledad es fiel, aunque recuerda al papá escuchando: No te vayas, Soledad... y ahí su tristeza vuelve.

La gente rumorea cosas, bien mala es la gente, por eso cuando te vayas a vivir con tu rubia, lejos de la gente tienes que ir a vivir, en algún rinconcito del campo, allá donde no hay amigos, familia, allá donde sólo la Soledad te acompañe. El gordo lagrimea cada vez que escucha esos comentarios ofensivos contra las cambas, él quiere a la mujer que se lo hace pollo con arroz, él la quiere mucho, demasiado como para que la felicidad sea real. La vecina de enfrente, que también es camba, se ha ido con un gringo, le dice una de las caseritas, con saña se lo dice, y eso que ella era amiga de la Pancha. Si la Pancha lo viera, lloraría a mares: Cuando te cases, con una mujer buena y trabajadora tiene que ser, no con

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cualquier orcochi. Cuando escucha esos chismes su corazón palpita y parece querer reventársele, el gordo sufre, y piensa en aquella sangre que derraman las llamitas, las vaquitas para alimentar las perversas bocas de esas viejas que la odian a su Soledad.

Siguen lloviendo los chismes, siguen cayendo historias de infidelidades, el alma del Francisco parece que se va llenando de bilis y cicuta. Amargo se siente el gordo, cuando las caseras entran ya no las atiende bien, viejas arpías, les dice para su adentro, sólo para él, porque él solamente conoce lo que es una arpía. También se guarda algo de su malestar para la Soledad, la saluda indiferentemente y ya no le hace el amor, hace semanas que no se lo hace, y eso que el gordo está recontraenamorado. A la Soledad tampoco parece afectarle, parece algo distraída, algo distante, algo enferma: la soledad te hace sentir bien solito...

No se besan, no se abrazan, nada se dicen, comen esas mescolanzas cambas, el gordo extraña su café con marraqueta, come por comer sin saborear, recordando el matadero, las vaquitas, los toros, las vísceras, la sangre, los cuernos, todo, y le repugna. Se levanta de la mesa dejando la comida a medio comer, dejándola a la Soledad sola con su tristeza y su soledad.

Todos: los amigos, las caseras, todos le recalcan que las cambas son unas lisas, él ya no quiere escuchar, siente algo adentro, algo feo, muy molestoso. Se siente con ganas de llorar, con aquella sensación de miedo que no se puede decir porque no se sabe dónde está. El gordo está cansado, más agresivo, más paranoico, más malo, no era así el gordo, lo que hace el amor, lo que hace el no hacer el amor, los humores se te suben al cerebro, se te descargan en tu rostro, en las palabras.

Las malas lenguas dicen que la Soledad no está tan sola, está bien acompañada. ¿Por qué la desatiendes gordo? le dicen. Cuando hay mujer, hay que saber cuidarla, le siguen diciendo.

Si el gordo la pesca, la puede matar, así como es bueno, aunque ya no lo es tanto, así con lo gordo, sabe que puede tener sangre fría como cualquier flaco. El gordo siente que va a estallar, pobre gordo, dice la gente, se está volviendo loco, loco de celos porque la Soledad parece que es una zorra.

Han llegado a sus oídos los últimos chismes, dicen que la Soledad está con un hombre en este momento, dicen que lo ha dejado entrar una vez que el gordo ha ido a trabajar. Sus oídos no pueden creer eso, su corazón estalla en llanto, en aquel bolero que se ha estado olvidando: Por qué te vas, Soledad/ por qué me dejas solito /si tú te vas Soledad/ yo te voy a matar mi Soledad. Así suena la melodía, así suena la voz de su madre: ésta mi wawa, bien buena es, cuando sea grande me lo van a hacer sufrir, qué nomás me lo harán. Nada Pancha se dice, nada Pancha, no soy ningún burro, le dice, ahora mismo lo vamos a arreglar y vamos a volver a la normalidad, le sigue diciendo.

El gordo saca un cuchillo, el más filoso, aquél con el cual filetea, lo saca de su sitio y se lo guarda entre sus ropas. Así sin cambiarse, sin nada, sin cerrar el local, sin ver quién está, así nomás sale corriendo, haciendo rebotar sus grasas hipertróficas, su cuerpo rollizo y bonachón, sabiendo que la maldita choca, la maldita Soledad nunca más lo va a engañar.

P obre gordo, lo que hacen las malas bocas, sólo tragedias hacen las víboras esas de las caseras y los amigos. Como en aquellas novelas mexicanas, ha llegado a su casa, ha abierto la puerta de un golpe, la ha buscado gritando, desaforado, la Soledad ha salido corriendo, saltando de una pata, feliz, con la sonrisa de oreja a oreja, estoy embarazada de tres meses le dice al gordo. Un hombre vestido de blanco con maletín en mano lo saluda, es el

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doctorcito. Así es Francisco, le dice, vas a ser padre. El gordo estupefacto la mira, saca cuentas rápidamente, hace dos meses que no hacen el amor, el gordo se acongoja, se arrodilla y besa a la Soledad. Mira al doctorcito, estos son mis honorarios, le dice al gordo, él saca un puñado de billetes de sus bolsillos grasientos y se los da. El doctor se despide, ¡Enhorabuena!, le dice al futuro padre y se va con los billetes en la mano. Realmente estaba sola, estaba tan sola como aquel bolero que cantaba don Eusebio. Ahí mismo el gordo llorando la mira, la abraza y no la quiere soltar, pero sabe que debe hacerlo. La aparta de sus rechonchas manos, le dice que lo perdone, la mira con pena, con nostalgia como si nunca más la volviese a ver, vuelve a llorar y a recordar a la Pancha, a su padre, sus marraquetas, sus cafés bien cargados, los boleros del tocadiscos, su vida pasada, su carnicería, su soledad. La mira lagrimeando, la besa en la frente y se aleja de ella. Ahí desde ese su lugar donde contempla el mundo logra entender todo. ¡Gracias mamita! es lo último que dice con una sonrisa de satisfacción, mientras dirige el cuchillo contra su cuello de chancho y se lo clava haciendo que un estallido de abundante sangre choque en el rostro de su amada. Así la deja a su choca, a su camba, la deja gritando, llorando, la deja manchada con el corazón partido, en una desesperación-desesperada, la deja viuda y preñada, solita como la vieja canción que escuchaba el Francisco: Solita te quedas, Soledad/ solita te dejo, en soledad/ mejor morir antes que perderte, mi Soledad...

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KITSCH PHILOSOPHY

(BONUS TRACK 1)

MUERTE A MEDIODÍA

Dolores Barriga despertó sabiendo que moriría a mediodía. Desayunó lo que siempre desayuna: huevos, pan y café. A ella no le preocupaba la muerte, los hijos debían alistarse para asistir al colegio. Los acicaló como buena madre sobreprotectora, planchó sus pantaloncitos sastre, sacó rayas a las camisas, dobló cuidadosamente los pañuelos blancos, lustró los zapatitos de charol de sus vástagos y los mandó al colegio con un sonoro beso en la frente. Después vio la telenovela de las nueve y preparó el almuerzo para que el bueno de su marido tragase cuanto quisiera. Una vez acabada su faena, recostó su cuerpo sobre el sillón de la sala y cerró los ojos lista para que la muerte la recoja. Llegaron las doce y nada, su esposo la llamó para decirle que la quería. Tocaron las doce y media y la muerte no se apareció. Dolores alistó la mesa para que su familia almorzara, pronto volverían y debía tener todo listo: la vajilla recién puesta, las sopas bien calientes, el jugo de mocochinchi enfriando en la nevera, etc. El padre llegó trayendo pollo al espiedo, con una sonrisa de satisfacción porque había vencido a la juventud. Los hijos llegaron y todos se sentaron a la mesa y comieron sin hacer ruido. Dolores Barriga no murió esa mañana, sin embargo, ella sabía que moriría al mediodía del día siguiente.

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KITSCH WORDS

(BONUS TRACK 2)

SIXTO SUXO SE COMPRA UN SAXO

Una tarde salió Sixto Suxo a comprarse un saxo, con sudor y mucho sacrificio reunió

los seiscientos dólares que le pedían por el instrumento de viento. Sixto llegó a la extensa tienda de música, pagó y salió exudando felicidad. Ya afuera, Sixto Suxo sacó de su estuche el saxo, empezó a tocarlo hasta exhalar las exentas notas de su saya “Extravagancias de un excelso extranjero”, deseaba dedicar esa canción a la ciudad en su sesquicentenario de fundación. Tocó eximiamente el aparatejo, sacó notas que en su extensa vida había oído, la gente al escuchar esa sinfonía quedó embelesada y exaltada porque nunca oyeron nada parecido. De pronto, Sixto Suxo dejó de tocar el saxo. Por detrás de la multitud hechizada, apareció su ex novia y amante Maritza Calixta. Martiza quien lo observaba con curiosidad y un extraño brillo en los ojos, Sixto Suxo recordó que Maritza Calixta lo había dejado por ser un excluido social: no vales nada, por eso te dejo, le había dicho. Sixto Suxo quedó desorientado después que su amada lo había abandonado y por eso se dedicó al saxo. Cuando Maritza Calixta lo vio nuevamente, sintió que todo había sido un error. Dejar a tan excelente músico por el exconvicto de mi marido, se dijo. Sixto Suxo, se acercó quedamente hacia su Maritza Calixta, la abrazó y explotó en un sin fin de recuerdos. Calixta respondió efusivamente, le dijo algo al oído y Sixto Suxo la tomó de un brazo. Desaparecieron en medio de la exclusiva multitud que experimentaba por primera vez una obra maestra, dejando el saxo olvidado en el piso. Sixto Suxo decidió cambiar su saxo por sexo.

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KITSCH ACADEMY

(BONUS TRACK 3)

UNA ENUNCIACIÓN IMPROCEDENTE

La posición radical de Eloísa me condujo a replantear el sistema hermenéutico al que me había acostumbrado. Sus teorías pseudomarxistas y utópicas eran frases ridículamente estructuradas y altamente improductivas. No serviría mi racionalidad exegética para descomponer aquel constructo teórico insoslayable. Al darme cuenta que no podía refutar las bases teoréticas y pragmáticas del uso discursivo de la postura ecléctica-homosintáctica, tuve que asentir pasiva y complacientemente.

La afirmación era silogísticamente inconcebible. Iba contra la valorización coyuntural de mi cosmovisión sociocultural. Aquel movimiento de cabeza no fue más que un acto reflejo producto del estado neurológico en el que Eloísa me había sumido. La resonancia epistemológica de su propuesta, me llevó a una polisemia inconsciente y nefanda. Todo lo que ella dijo era una argucia occidentalmente contradictoria. Vivimos, pensé, en un mundo referido y virtualmente real. Llevarme a un planteamiento sobre aquel turbador presupuesto, me hizo reflexionar sobre la decantación sensorial acústico-visual de mis posibilidades de ser. Ya basta, le dije a Eloísa, ningún onirismo hiperrealista se articulará con mi proceder positivista, global y schopenhaueriano, si deseas situarte en mi cronotopo, me receptuarás de acuerdo a mis patrones postvanguardistas. Eloísa observó milimetralmente mi desencajado rostro oblicuamente negativizado y desató una sonora y mefistofélica sonrisa. Quedé perplejo ante aquella controversia tan contrastante. Me sentí nimio frente a la condición diogenista de esa ubicua mujer. Sólo quería saber si me amabas, imbécil, me dijo dándose media vuelta, desplazándose a velocidad medía, y paso cronométricamente musical, hacia la compuerta que me alejaría eternalmente de ella. En verdad creo que debo cambiar mis modelos contextuales-programáticos.

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Gabriel Llanos Cernadas nació el 21 de Septiembre de 1977. Es escritor, profesor de lenguaje, miembro de Yerba Mala e inconforme social. Ha escrito los libros: Sobre muertos y muy vivos y Bolivian Kitsch, ambos publicados en la Yerba. Es un ferviente creyente del kitsch boliviano y de todas sus ramas afines.

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Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la cumbia del minibús o

para cuando tengas simplemente ganas de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.

Otros títulos:

Cárdenas, Adolfo: SUEÑO DE REYES

Coaquira Alí, Óscar: LOS CUENTOS DEL CH’OTOJ! Freudenthal, Jessica: POEMAS OCULTOS

Hasbún, Rodrigo: FAMILIA Y OTROS CUENTOS – Jaliri, Nelson Van: LOS POEMAS DE MI HERMANITO

León, Carolina: LAS MUJERES INVISIBLES Llanos, Gabriel: SOBRE MUERTOS Y MUY VIVOS

Luna, Darío Manuel: KHARI KHARI Maldonado, Rery: ANDAR POR CASA Medinaceli, Aldo: HIJOS DEL CAOS!

Medinaceli, Aldo: SEREMOS Montellano, Marco: NARCISO TIENE TOS

Piñeiro, Juan Pablo: EL BOLERO TRIUNFAL DE SARA Portugal, Crispín & amigos: CAGO PUES!

Portugal, Crispín: ALMHA LA VENGADORA Saavedra, Lourdes: MEMORIAS DE UN WALKMAN

VV. AA.: LAS ADELAS (SELECCIÓN DE ESCRITORAS BOLIVIANAS) Vilma Tapia, Erika Bruzonic, Giovanna Rivero, Claudia Peña, Jessica Freudenthal, Mónica Velásquez,

Lourdes Saavedra, Cecilia Romero, Yancarla Quiroz, Carolina León, Banesa Morales, Claudia Michel, Elvira Espejo y Virginia Ayllón