benjamín b. warfield - el plan de la salvación (1)

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  • 7/29/2019 Benjamn B. Warfield - El Plan de la Salvacin (1)

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    Benjamn B.

    Warfield

    El Plan de la Salvacin

    www.tronodegracia.com

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    Benjamn B. Warfield

    El Plan de la Salvacin

    Concepciones Diferentes

    El Autosoterismo

    El Sacerdotalismo

    El Universalismo

    El Calvinismo

    ICONCEPCIONES DIFERENTES

    El objeto al que nuestra atencin se dirige en esta serie de conferencias est ordinariamenteconsiderado como "EL PLAN DE LA SALVACIN---. Su designacin ms tcnica es, ---ElOrden de los Decretos". Y esta designacin tiene la ventaja sobre la ms popular de definir conmayor claridad el punto de vista del material objetivo. Esta no se confina comente al proceso de

    la salvacin misma, sino que est hecha de modo general para incluir todo el curso de la relacindivina con el hombre, que termina en su salvacin. La creacin no est claramente incluida en l,y de paso la cada y la condicin a que el hombre se vio reducido por ella. Esta parte del tema dela materia puede, sin embargo, ciertamente con alguna propiedad mirarse ms bien con elcarcter de una presuposicin que como una parte substantiva del objeto de la materia misma; yningn serio mal se hara si nos atenemos a la designacin ms popular. Su mxima concrecinle da tina ventaja que no debe ser estimada en poco: y sobre todo tiene el mrito de hacer muchonfasis sobre la materia principal, la Salvacin. Las series de actividades divinas que se toman enconsideracin se suponen, en todo caso, circular alrededor de su centro, y tener como su metaprxima, la salvacin del hombre pecador. Cuando las implicaciones de ste se considerenclaramente, no parece requerir muchos argumentos para justificar la designacin del todo por el

    trmino "EL PLAN DE LA SALVACIN."

    No parece necesario detenerse para discutir la previa cuestin de si Dios, en sus actividadessalvadoras, acta sobre un plan. Que Dios acta sobre un plan en todas sus actividades, est yaindicado en el tesmo. En cuanto al establecimiento de un Dios personal, esta cuestin esindisputable. Por persona debe entenderse propsito: precisamente lo que distingue a unapersona de un objeto inanimado es su modo de accin determinativa, que todo lo que hace sedirige a un fin y procede por eleccin de medios hacia ese fin. De igual manera el desta, por lo

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    tanto, debe admitir que Dios tiene un plan. Podemos, indudablemente, imaginarnos una formaextrema de desmo, en la que se puede afirmar o argir que Dios no se interesa de todo lo quesucede en este universo; que habindolo creado, se hizo a un lado y lo dej seguir su cursopropio sin tornar en cuenta lo que pueda sucederle al fin, sin pensar ms en l. Es innecesariodecir, sin embargo, que no existe ninguna forma de tal desmo realmente, aunque extrao

    parezca decir, hay algunos, como tendremos ocasin de observar, que parecen pensar que en lascuestiones particulares de la salvacin del hombre, Dios acta en una forma irresponsable.

    Lo que el verdadero desta apoya es la ley. El piensa o se imagina que Dios ha sometido suuniverso no a un capricho imprevisto e impreparado, sino a un orden, a una ley que Dios s haimpreso en su universo y para la direccin de lo cual l seguramente puede dejarlo. Es decir, aunel desta se imagina que Dios tiene un plan: plan que abraza todo lo que sucede en el universo.Slo difiere con el testa en cuanto a las formas de actividad por las que piensa que Diosdesarrolla su plan. El desmo implica una concepcin mecnica del universo. Dios ha hecho tinamquina, y precisamente porque es tina buena mquina, puede dejarla para desarrollar, no susfines propios, sino los de Dios. As podemos nosotros hacer un reloj y entonces, porque es un

    buen reloj, dejarlo marcar los segundos y sealar los minutos, y dar las horas v notar los das d elmes, adems de dar a conocer las fases de la luna y el acompaamiento de las mareas, y sinosotros preferimos podemos poner dentro un cometa que aparecer en la esfera, pero tina solavez en la vida del reloj, no irregularmente, sino cundo, dnde y cmo le hayamos arreglado paraque aparezca. El reloj no seguir su propio camino: seguir nuestro camino, el camino quehemos arreglado para que vaya; y el reloj de Dios, el universo, no sigue su camino, sino el de Elcomo El lo ha ordenado, procediendo los acontecimientos inevitables con precisin mecnica.

    Esta es una gran concepcin, la concepcin desta del orden o la ley. Nos libera de la suerte o elazar. Pero le hace as slo para arrojarnos al engranaje de la dentadura de una mquina. No es,por lo tanto, la concepcin ms grande. La concepcin ms grande es la del tesmo que nos liberaan de la ley, y nos coloca en las manos inmediatas de una persona. Es tina gran cosa estarlibrado del reino desordenado de un azar sin objeto. La diosa Fortuna era una de las terriblesdivinidades del viejo mundo, tan suficientemente terrible que apenas poda distinguirse delDestino. Es una gran cosa encontrarse bajo el cetro de un propsito inteligente. Pero es muydiferente si el propsito se ejecuta por una mera ley, actuando automticamente, o por el controlsiempre-presente personal de la misma persona. Nada hay ms ordenado que el control de unapersona, cuyos actos todos estn gobernados por un propsito inteligente, dirigido hacia unameta o fin.

    Si, entonces, creemos en un Dios personal, y mucho ms si, siendo testas, creemos en elinmediato control, por un Dios personal, del mundo que El ha hecho, debemos creer en un planfundamental de todo lo que Dios hace, y por lo tanto tambin en un plan de salvacin. La nicacuestin que puede levantarse concierne no a la realidad sino a la naturaleza de este plan. Encuanto a su naturaleza, sin embargo, debe admitirse que se han sostenido muchas opinionesdiferentes. Realmente muchas opiniones, posiblemente bellas, se han proclamado una y otra vez,en uno u otro lugar. An si dejamos a un lado todas las opiniones extra-cristianas, escasamentenecesitamos modificar esta exposicin. Se han trazado lneas de divisin a travs de la Iglesia; sehan levantado grupos en contra de otros grupos; y se han desarrollado diferentes tipos de

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    creencias cuyos valores no significan ms que los sistemas diferentes de religiones, estando a lavez en armona un poco ms que el mero nombre comn de cristianos, reclamado por todos ellos.

    Es mi propsito en esta conferencia traer ante vosotros en un rpido examen algunos de estospuntos de vista variados tal como se han sostenido por grandes partidos en la Iglesia, que algunas

    concepciones pueden formarse por su alcance y relacin. Esto puede hacerse msconvenientemente observando en primer lugar, al menos, slo los grandes puntos de diferenciaque los separa. Los enumerar en el orden de significacin procediendo desde las ms profundasdiferencias, as como de las de mayor alcance que dividen a los cristianos, a los de menos efectoradical.

    1. La ms profunda grieta que separa a los hombres que se dicen cristianos en sus concepcionesdel plan de la salvacin, es esa que divide lo que podemos llamar los puntos de vista, naturalistao supernaturalista. La lnea de divisin aqu es en cuanto a la salvacin del hombre, si Dios haplaneado sencillamente para dejar a los hombres, con ms o menos perfeccin para salvarse ellosmismos, o si ha planeado l para intervenir en su salvacin. El argumento entre los naturalistas y

    los supernaturalistas es eminentemente sencillo, pero muy claro y nico: puede el hombresalvarse a s mismo o lo salva Dios?

    Este plan consistentemente naturalstico se conoce en la historia de la doctrina comoPelagianismo. El Pelagianismo en su pureza afirma que todo el poder puesto en accin parasalvar al hombre es natural al hombre mismo. Pero el Pelagianismo no es meramente un asuntode historia, ni existe siempre en su pureza. Como los pobres de bienes terrenos estn siempre connosotros. Puede indudablemente pensarse que nunca hubo un perodo en la historia de la Iglesiaen que las concepciones naturalistas del proceso de la salvacin fueran ms ampliamentedifundidas o ms radicales que en el presente. Un pelagianismo que no se separa de Pelagiomismo en la perfeccin de su naturalismo est de hecho al momento intensamente de moda entrelos lderes constituidos del pensamiento cristiano. Y en todas partes, en todas las comunionessimilares, las concepciones son corrientes que asignan al hombre, en el uso de sus poderesnativos al menos la decisiva actividad en la salvacin del alma, es decir, que supone que Dios haplaneado los que sern salvos, quienes, en el punto decisivo, en una forma u otra se salvan por smismos.

    Estos tan llamados puntos de vista intermedios son, obviamente, en principio, puntos de vistanaturalistas, luego aun (cualquiera que sea el papel que permitan a Dios jugar en lascircunstancias de la salvacin), cuando vengan al punto crucial de la salvacin misma echan alhombre atrs sobre sus poderes naturales. Al hacerlo as separan definitivamente del punto devista sobre-naturalista del plan de la salvacin, y con ello, el testimonio unido de toda la Iglesiaorganizada. Pues a pesar de los muchos puntos de vista que se han escurrido dentro de lamembresa de las iglesias, todas las iglesias organizadas ortodoxa-griega, catlica-romana-latinay protestantes en todas sus grandes formas histricas, Luterana y Reformada, Calvinista vArminiana - llevan su testimonio consciente, firme y enftico a la concepcin sobre-naturalistade la salvacin. Tendremos que viajar a la periferia del Cristianismo hacia tales sectas de dudosaposicin en el cuerpo cristiano, como, por ejemplo, los Unitarios, para encontrar un cuerpoorganizado de cristianos con algo que no sea una confesin sobre-natural.

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    Esta confesin, en directa oposicin al literalismo, declara con nfasis que es Dios elSeor y no el hombre mismo quien salva el alma-, y para no hacer error alguno, no retrocede dela completa asercin y afirma, con entero entendimiento del problema, precisamente que todo elpoder ejercido con salvar el alma es de Dios. Aqu, entonces, est la orilla que separa los dospartidos. El sobre-naturalista no se satisface al decir que algo del poder que ejerce est salvando

    el alma; que la mayor parte del poder ejercido que est salvando al alma viene de Dios. Elasegura que todo el poder que se ejerce para salvar el alma viene de Dios y que cualquiera quesea la parte que el hombre juegue en el proceso salvador es subsidiario, es en s mismo el efectode la operacin divina, y que es Dios y Dios solamente quien salva el alma. Y el sobre-naturalista en este sentido es toda la Iglesia organizada en toda la extensin de su testimoniooficial.

    2. Existen, sin duda, diferencias entre los sobrenaturalistas, diferencia,-, que no son pequeas ode poca importancia. El ms profundo corte de stas separa a los sacerdotalistas y evanglicos.Ambos, sacerdotalistas Y evanglicos son sobre-naturalistas. Es decir, ellos estn de acuerdo enque todo el poder ejercido para salvar el alma es de Dios. Difieren en su concepcin acerca de la

    manera por medio de la cual el poder de Dios por la salvacin es adquirido para ejercer su efectosobre el alma. El punto exacto de diferencia entre ellos es sobre la cuestin de si Dios, por cuyopoder slo es hecha la salvacin, salva a los hombres relacionndolos El mismo en forma inme-diata como individuos y slo estableciendo instrumentalidades sobrenaturalmente dotadas en elmundo por medio de los cuales los hombres pueden ser salvos. El problema concierne deinmediato a las operaciones salvadoras de Dios; Salva Dios a los hombres por operacionesinmediatas de Su gracia en sus almas o acta en ellos, slo por el medio de instrumentalidadescon ese propsito?

    La forma tpica del sacerdotalismo est suplida por la enseanza de la iglesia de Roma. En esaenseanza la Iglesia est considerada como la institucin de la salvacin, por la cual nicamentela salvacin puede ser concedida a los hombres. Fuera de la Iglesia y sus ordenanzas no sesupone encontrar la salvacin: la gracia es comunicada por y a travs de la ministracin de laIglesia de otra manera no. Las dos mximas estn, por lo tanto, en vigor: donde est Iglesia, estel Espritu: fuera de la Iglesia no hay salvacin. El principio sacerdotal est presente, sinembargo, dondequiera que instrumentalidades por los cuales la gracia salvadora es trada al almase hacen indispensables para la salvacin; y es dominante dondequiera que esta indispensabilidadse hace absoluta; as lo que se llaman los Medios de Gracia se especifican con la necesidad delos medios, y se hacen en el estricto sentido no meramente el SINE QUIBUS NON, sino elverdadero QUIBUS de salvacin.

    En contraste con todo este punto de vista, la iglesia evanglica, buscando conservar lo que seconcibe ser slo consistente sobre-naturalismo, barre con todo intermediario entre el alma y suDios, y deja al espritu depender para su salvacin de Dios solamente, operando sobre l por suinmediata Gracia. Es directamente de Dios, no de los medios de gracia, que el evanglico sientedepender su salvacin: es directamente a Dios ms bien que a los medios de gracia donde lbusca la gracia; y proclama al Espritu Santo no slo capaz de actuar, sino realmente operativodnde y cundo y cmo El quiera. La Iglesia y sus ordenanzas los concibe ms bien comoinstrumentos que el Espritu utiliza que como agentes que emplean al Espritu Santo para obrar lasalvacin. En directa oposicin a las mximas del sacerdotalismo consistente, toma por lo tanto

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    como su lema: donde est el Espritu, est la Iglesia; fuera del cuerpo de los santos no haysalvacin.

    Describiendo as las doctrina,, evanglicas, no debemos dejar escapar que tambin estamosdescribiendo el Protestantismo. De hecho se considera todo el cuerpo del Protestantismo

    Confesional como evanglico en su punto de vista del plan de la salvacin, inclusive sus ramasluterana y reformada, calvinista Y Arminiana. El Protestantismo y el Evangelismo son, pues,contrminos, si no exactamente designaciones sinnimas. Como toda la cristiandad organizadaes clara y enftica en su confesin de su sobre-naturalismo puro, as todo el protestantismoorganizado es igualmente claro y enftico en su confesin de evangelicalismo. As elevangelicalismo viene ante nosotros como la concepcin distintivamente protestante del plan dela salvacin, y quiz no sea extrao que en su inmediata contradiccin del sacerdotalismo, lacontradiccin ms profunda al naturalismo, la cual igualmente primariamente incorpora, algunasveces casi se pierde de vista. Sin embargo, el Evangelicalismo no cesa de ser fundamentalmenteanti-naturalista al hacerse anti-sacerdotal: su principal protesta est contra el naturalismo, y aloponerse al sacerdotalismo tambin ello es mas Consistentemente sobre-naturalista, rehusando

    admitir cualquier intermediarlo entre el alma y Dios, como la nica fuente de salvacin. Ese esnicamente el verdadero evangelicalismo, puesto que expone de una manera muy correcta ladoble confesin de que todo el poder ejercido para salvar el alma es de Dios, y que Dios en Susoperaciones salvadoras acta directamente sobre el alma.

    3. An as, sin embargo, hay diferencias muchas y muy importantes, que dividen a losevanglicos. Los evanglicos, en general. estn de acuerdo en que todo el poder ejercido para lasalvacin -viene de Dios, y que Dios obra directamente sobre el alma en Sus operacionessalvadoras, pero difieren en cuanto a los mtodos exactos empleados por Dios para traer muchoshijos a la gloria. Algunos evanglicos han alcanzado su posicin evanglica por un proceso demodificacin, por vas de correccin, aplicada a un sacerdotalismo fundamental, del que hanobtenido as su escape. Naturalmente los elementos de este sacerdotalismo fundamental hanquedado incrustados en su construccin, dando color propio a toda su manera de concebir elevangelicalismo. Hay otros evanglicos cuyas concepciones estn similarmente colocadas por unnaturalismo fundamental, de lo cual han formado su mejor confesin por un proceso igual demodificacin y correccin. Los primeros de estos partidos estn representados por luteranosevanglicos, quienes, pues se deleitan en hablar de ellos mismos como adherentes de unareforma conservadora", es decir, como habiendo formado su evangelicalismo sobre las bases deun sacerdotalismo de la Iglesia de Roma, de la que ellos han salido, penosamente tal vez, pero nosiempre con la debida perfeccin. El otro partido est representado por los evanglicosarminianos cuyo evangelicalismo es una correccin, en el inters de los sentimientosevanglicos, del bsico semipelagianismo de los arminianos holandeses. En contraste con talesformas hay an otros evanglicos cuyo evangelicalismo es de la ms pura expresin del principioevanglico fundamental, sin introduccin de los elementos de distinto colorido.

    En medio de esta variedad de tipos no es fcil determinar un principio de clasificacin, lo quenos pudiera capacitar para distinguir entre las normas principales que el evangelicalismo tomacon una clara lnea de demarcacin. Tal principio, sin embargo, parece estar provisto por laoposicin entre lo que podemos llamar las concepciones universalistas y particularistas del plande la salvacin. Todos los evanglicos armoniosamente creen que todo el poder ejercido para

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    salvar el alma viene de Dios, y que este poder salvador se ejerce inmediatamente sobre el alma.Pero difieren en cuanto a si Dios ejerce este poder salvador igualmente, o al menos sindiscriminacin sobre todos los hombres, sean realmente salvos o no, o ms bien sobredeterminados hombres, por ejemplo, en los que son verdaderamente salvos. El punto de divisinaqu es si Dios ha concebido planear realmente por s mismo salvar a los hombres por su

    todopoderosa y ciertamente eficaz gracia, o solamente as derramar su gracia sobre los hombrespara capacitarlos a ser salvos, sin realmente asegurar, sin embargo, en casos particulares, quesern salvos.

    La contencin especfica de los que he hablado corno universalistas es que, mientras todo elpoder ejercido en la salvacin de las almas viene de Dios, y este poder lo ejerce en la salvacinde las almas viene de Dios, y este poder lo ejerce inmediatamente de El sobre el alma, sinembargo lo que hace Dios, en cuanto a la salvacin de los hombres, lo hace para y por todos loshombres igualmente, sin discriminaciones. A primera vista esto parece como si debiera resultaren una doctrina de salvacin universal. Si es Dios el Seor quien salva el alma, y no el hombre as mismo: y si Dios el Seor salva el alma obrando directamente en l su gracia salvadora: y

    luego si Dios el Seor obra as en Su gracia salvadora sobre todas las almas igualmente: podraparecer inevitable argumentar que en consecuencia todos son salvos. Por consiguiente hanaparecido algunas veces ardientes evanglicos quienes han contendido vigorosamente sobre estosfundamentos que todos los hombres son salvos; la salvacin es solamente de Dios, y Dios esAltsimo, y como Dios obra la salvacin por Su poderosa gracia en todos los hombres, todos loshombres son salvos. De este universalismo consistente, sin embargo, la gran masa deuniversalistas evanglicos siempre ha retrocedido compelida por la claridad y nfasis de ladeclaracin escritural de que, de hecho, no todos los hombres son salvos. Ellos mismo,; se hanencontrado, por lo tanto, frente a frente con un gran problema: y se han hecho varios esfuerzospara explicar las actividades de Dios mirando la salvacin como todo universalstica y, sinembargo, el problema como partcularstico; mientras el principio fundamental evangelstico sepreserva, que es la gracia de Dios solamente la que salva el alma. Estos esfuerzos nos han dadoespecialmente los dos grandes esquemas del luteranismo y arminianismo evanglicos: lacontencin caracterstica de los de que toda la salvacin est en manos de Dios solamente, y, quetodo lo que Dios hace mirando la salvacin se dirige indiscriminatoriamente a todos los hombres.y sin embargo solamente algunos hombres se salvan.

    En contraste con este universalismo inconsistente, otros evanglicos afirman que elparticularismo que se relaciona con el fin del proceso salvador, debe, justamente porque es Diosy slo Dios quien salva, pertenecer tambin al proceso mismo. En los intereses de suevangelicalismo comn. en los intereses tambin de la base sobre-naturalista fundamental comna todos los cristianos, aun en los intereses de la religin misma, stos alegan que Dios trata entodo el proceso de la, salvacin, no con los hombres en masa, sino con los hombres individuales,uno por uno, sobre cada uno de los cuales descansa Su gracia y cada uno de los cuales El. por Sugracia, trae a la salvacin. Como es El quien salva a los hombres, y cmo El los salva porinmediatas operaciones en sus corazones, y, cmo Su gracia es Su poder todopoderosoefectuando la salvacin, los hombres le deben, en cada caso su verdadera salvacin a El, y nomeramente su oportunidad general de ser salvos. Y por lo tanto a El y a El solamente perteneceen cada caso toda la gloria, que ninguno puede participar con El. As, afirman ellos, para que laadscripcin evanglica SOLI DEO GLORIA pueda ser cierta y no sufrir ninguna disminucin en

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    significado o en fuerza, es necesario entender que es de Dios que cada uno que sea salvo tienetodo que entre en su salvacin, Y sobre todo. el mismo hecho de que es l quien entra en lasalvacin. El preciso problema que divide a los universalistas y a los particularistas es, por lotanto, si la gracia salvadora de Dios, en quien slo est la salvacin, realmente salva. Significasu presencia salvacin, o puede estar presente, y sin embargo fallar la salvacin?

    4. Aun los particularistas tienen, a pesar de todo, sus diferencias. La ms importante de estas esla que divide a los que sostienen que Dios tiene a la vista o en propsito no todos los hombres,sino algunos, esto es, los que de hecho son salvos, en todas operaciones dirigidas hacia lasalvacin de los hombres: y los que quieren diferenciar entre las operaciones de Dios en estamateria v asignar solamente a algunas de ellas una referencia particular mientras asignan a otrasuna referencia universalista. Este ltimo punto de vista es, naturalmente, un intento de mediarentre las concepciones particularista y universalista, preservando el particularismo tanto en elproceso como en el fin de la salvacin lo suficiente como para hacer depender la salvacin de lagracia de Dios solamente y darle toda la gloria de la salvacin misma mientras inclinndose aluniversalismo en tanto del proceso de la salvacin como sus adherentes piensan que puede

    hacerse consistente con el particularismo fundamental.El punto especial de las operaciones salvadoras que ellos conceden al universalismo es laredencin del pecador por Cristo. Esto supone el plan de Dios, no indudablemente absoluto, sinocomo una referencia hipottica a todos los hombres. Todos los hombres son redimidos porCristo, esto es, si ellos creen en El. Su creencia en El sin embargo, depende de la obra de fe ensus corazones por Dios, el Espritu Santo, en sus operaciones salvadoras designadas a dar efectoa la redencin por Cristo. El plan es, por lo tanto, conocido no meramente por el nombre de suautor, como amiraldianismo, sino tambin ms descriptivamente, como redencionalismo hi-pottico, o, ms comnmente como universalismo hipottico. Transfiere la cuestin que divide,al particularismo y al universalista con respecto al plan de la salvacin como un todo, a lacuestin ' ms especfica de la referencia de la obra redentora de Cristo. Y el punto ms precisoen la discusin viene a ser, por tanto, si la obra redentora de Cristo realmente salva a esos paraquienes obra, o solamente una posibilidad de salvacin para ellos. Los universalistas hipotticos,sosteniendo que su referencia es para todos los hombres indiferentemente, y que no todos loshombres son salvos, no pueden adscribir a esa referencia una operacin salvadora especfica yestn, en consecuencia, acostumbrados a hablar de ella como dando una salvacin posible atodos, como abriendo el camino de la salvacin, como removiendo todos los obstculos a ella oen alguna otra forma similar. Por otra parte, el particularismo consistente puede ver la obraredentora por Cristo como realmente redentiva, e insiste que es en s misma un acto salvador querealmente salva, asegurando la salvacin de aquellos por quienes est obrada.

    El debate viene as a tornar sobre la naturaleza de la obra redentora de Cristo: y losparticularistas pueden comprobar que cualquiera cosa que se aade a ella extensivamente, esttomada de ella intensivamente. En otras palabras, el problema queda aqu en la misma formacomo en el debate con el universalismo general de los luteranos y arminianos, a saber, si lasoperaciones salvadoras de Dios salvan realmente: aunque este problema se encuentra aqu sobreuna sola de las operaciones salvadoras. Si las operaciones salvadoras de Dios realmente salvan,entonces todos aquellos sobre quienes opera, son salvos, y el particularismo se halla en la mismanaturaleza del caso: a menos que estemos preparados para seguir todo el camino con el

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    universalismo y declarar que todos los hombres son salvos. Est, en consecuencia, en losintereses del sobre-naturalismo fundamental por la cual todo el cristianismo organizado separasedel mero naturalismo, que todo el poder ejercido en salvar el alma es de Dios- y de la granadscripcin evanglica de SOLI DEO GLORIA tambin que el particularismo consistente arguyeque la referencia de la redencin de Cristo no puede extenderse ms all del cuerpo de los que

    estn realmente salvos, pero debe entenderse como solamente una de las operaciones por lascuales Dios salva a los que El salva, y no ellos mismos los que se salvan. No solamente entonces,sostienen ellos debemos dar un lugar al particularismo en el proceso tanto como en el fin de lasalvacin, pero debe haber un lugar igualmente para ello en todo los procesos de la salvacin. EsDios el Seor quien salva: y en todas las operaciones por las que El obra la salvacin opera por ysobre, no todos los hombres indiferentemente, sino slo por algunos hombres, esto es, a los quel salva. nicamente as podemos, preservar para El la gloria y adscribirle a El slo toda la obrade salvacin.

    5. Las diferencias que han sido enumeradas agotan sus posibilidades de gran importancia dentrode los lmites del plan de la salvacin. Los hombres han de ser naturalistas o super-naturalistas;

    los supernaturalistas, sacerdotalistas o evanglicos; los evanglicos, o universalistas oparticularistas: los particularistas son as con respecto a algunas solamente, o con respecto atodas las operaciones salvadoras de Dios. Pero los particularistas consistentes an encuentranposibles diferencias entre ellos mismos, no en lo que se relaciona con los trminos del plan de lasalvacin misma, en lo que ellos estn unidos, sino en el campo de las presuposiciones de eseplan: y por causa de la consideracin completa de la enumeracin, es deseable que estadiferencia deba tambin ser atendida. No concierne lo que Dios ha hecho en el curso de Susoperaciones salvadoras, pero ms all de la salvacin se pregunta cmo Dios ha tratado engeneral con la raza humana, como raza, con respecto a su destino. Los dos partidos aqu seconocen en la historia del pensamiento por los nombres contrastantes de supralapsarianos oinfralapsarianos. El punto de diferencia entre ellos de si Dios, en Sus relaciones con los hombres,con referencia a su destino, los divide en dos clases meramente como hombres o comopecadores. Es decir, si el decreto de Dios de la eleccin y de la pretericin concierne a loshombres vistos meramente como hombres o considerados ya como hombres pecadores, una masacorrupta.

    La sola exposicin de la pregunta ya lleva en s su respuesta. Porque la verdadera relacin conlos hombres, con respecto a ambas clases por igual, los que son electos y los desechados, estcondicionada por el pecado: no podemos hablar de la salvacin ni de reprobacin sin afirmacinde pecado. El pecado, necesariamente, precede en el pensamiento, no de seguro a la ideaabstracta de discriminacin, sino al ejemplo concreto de discriminacin, una discriminacin conrespecto al destino que envuelve ya la salvacin o el castigo. Debe de haber pecado cuando hay ala vista propsito de fundamentar un decreto de salvacin, tanto como un decreto de castigo. Nopodemos hablar de un decreto discriminativo entre los hombres con referencia a la salvacin Y alcastigo, por lo tanto, sin considerar a los hombres como pecadores, lo que es principio lgico.

    El defecto de la divisin de opinin que ahora consideramos es que trata de levantar la cuestinde la discriminacin de parte de Dios con respecto a los hombres, por la cual estn divididos endos clases, una la de los recipientes de su inmerecido favor, y la otra el objeto de su justodesagrado, ms all de la regin de la realidad: y as se pierde en meras abstracciones. Cuando

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    volvemos al punto concreto encontramos que la cuestin que se levanta equivale a lo siguiente:si Dios discrimina entre los hombres para que puedan salvarse algunos: o va salva a algunos paraque pueda discriminar entre los hombres. Es el ms cercano motivo que le mueve un abstractodeseo para la discriminacin, un deseo que tenga algunas variedades en Su relacin con loshombres; y por lo tanto determina hacer a algunos objetos de Su inefable favor, y tratar con otros

    en tina estricta conformidad con sus merecimientos personales, para que pueda ejercitar as todasSus facultades? 0 es la causa ms prxima que la mueve un deseo que no toda la humanidadperezca en sus pecados: y por lo tanto, para satisfacer el impulso de Su compasin, l intervienepara salvar de la ruina v miseria a una multitud innumerable que ningn hombre puede contar atantos como bajo el apremio de su sentido de rectitud pueda obtener el consentimiento de toda sunaturaleza para librar de las justas penalidades de sus pecados - por un expediente en que Sujusticia y misericordia se encuentren y besen mutuamente?

    Cualquiera que sea lo que digamos de la cuestin anterior, es seguramente la ltima que estorientada correctamente con respecto a las tremendas realidades de la existencia humana.

    Uno de los principales motivos en la estructura del plan supralapsariano es el deseo de preservarel principio particularstico en todas las relaciones de Dios con los hombres: no con respecto a lasalvacin del hombre solamente, sino a travs de todo el curso de la accin divina con respecto alos hombres. Dios, desde la creacin, se dice por consiguiente, tiene que ver con los hombresconsiderado; como divididos en dos clases, los recipientes respectivamente de Su inmerecidofavor y los de Su bien merecida reprobacin. De acuerdo entonces, algunos supralapsarianoscolocan el decreto de discriminacin primero en el orden de pensamiento, precedente aun aldecreto de la creacin. Todos ellos le colocan en el orden de pensamiento precedente al decretode la cada. Es pertinente, por lo tanto, sealar que su intento de particularizar la relacin total deDios con los hombres no est realmente realizado, e indudablemente no puede ser realizado porla naturaleza del caso. El decreto de crear al hombre, y ms particularmente el decreto depermitir al hombre, cuya creacin se ve, caer en el pecado, son de necesidad universalsticos. Noslo algunos hombres son creados, ni algunos hombres creados diferente, de otros: sino toda lahumanidad est creada en su primera cabeza, y toda la humanidad est creada semejantemente.No a algunos hombres se les permite caer; sino todos los hombres, todos los hombressemejantemente. El intento de colocar el particularismo fuera de la esfera del plan de lasalvacin, donde el problema es diverso (porque confesadamente slo algunos hombres sonsalvos), en la esfera de la creacin, o de la cada, donde el problema es comn (pues todos loshombres son creados y todos son cados), fracasa por mera necesidad del caso. El particularismopuede entrar en la cuestin solamente donde los diversos argumentos demandan la postulacinde diversas relaciones que miran hacia los diferentes fines. No puede entonces ser colocado en laregin de las relaciones divinas con el hombre, anteriores a la necesidad de la salvacin humanay de las relaciones de Dios con l con referencia a una salvacin que no es comn a todos. Elsupralapsarianismo yerra, en consecuencia, tan seriamente por un lado como el universalismopor el otro. El infralapsarianismo ofrece el nico plan recto que es ya consistente por s mismo oconsistente con los hechos.

    Escasamente habr escapado la atencin de que las diversas concepciones del plan de lasalvacin que hemos revisado no se colocan lado a lado como concepciones variantes de eseplan, haciendo cada una su apelacin en oposicin a todas las dems. Se relacionan una a la otra

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    bien como una serie progresiva de correcciones de un error previo, logrando mas y masconsistencia con la incorporacin de una idea fundamental de salvacin. Si, entonces, deseamosencontrar nuestro camino entre ellas, no debe colocarse indiscriminadamente unas contra lasotras, sino seguirlas con regularidad como en una serie. El sobre-naturalismo debe primero serconfirmado contra el naturalismo. Luego el evangelicalismo contra el sacerdotalismo, entonces

    el particularismo contra el universalismo; y as arribaremos al fin a la concepcin del plan de lasalvacin, el cual hace justicia a su carcter especfico. A este estudio se dirigir la atencin enlas siguientes conferencias.

    El diagrama que aparece en el captulo III, exhibe desde un punto de vista sinptico las variadasconcepciones que se han enumerado en esta conferencia, y facilita la aprehensin de susrelaciones mutuas.

    ***

    II

    EL AUTOSOTERISMO(SALVACION PROPIA)

    Solamente hay dos doctrinas fundamentales de la salvacin: que la salvacin viene de Dios, yque la salvacin depende de nosotros mismos. La primera es la doctrina del Cristianismo comn:la segunda es la doctrina del paganismo universal. "El principio del paganismo," declara eldoctor Herman Bavinck "es, negativamente, el rechazo del verdadero Dios, y del don de Sugracia: y, positivamente, la nocin de que esa salvacin puede estar resguardada por el propiopoder y sabidura del hombre. "Vamos, edifiqumonos una ciudad v una torre cuya cspidellegue al cielo, Y hagmonos un nombre.

    Gn. 11.4. Ya sea las obras por las que el paganismo busca el camino de la salvacin lleven unacaracterstica ms ritual o ms tica, o ya sea que ellas posean una naturaleza ms positiva o msnegativa, en cualquier caso el hombre queda como su propio salvador; todas las religiones,excepto el cristianismo, son autosotricas..... y la filosofa no ha hecho ningn progreso en estecamino; aun Kant y Schopenhauer, quienes, con su concepto del pecado inherente o connaturaldel hombre, reconocen la necesidad de una regeneracin, terminan al fin apelando a la voluntad,a la sabidura y al poder del hombre."

    File completamente oportuno, en consecuencia, cuando Jernimo pronunci al pelagianismo

    como el primer sistema organizado de salvacin propia enseado en la Iglesia, la hereja dePitgoras y Zeno. Fue, en efecto, la cristalizacin en las formas cristianas de las ampliamentedifundidas ticas estoicas por las que el pensamiento del hombre ha sido gobernado en el cursode toda la historia precedente de la Iglesia. Al rededor del principio central de la habilidadplenaria de la voluntad humana, sostenida con entera confianza y no proclamada en la dbilforma negativa de que la obligacin est limitada por la habilidad sino en la forma triunfante ypositiva de que la habilidad es de lleno competente a toda obligacin, Pelagio, quien no era unmal creador de sistemas, form un sistema completo autosotrico. Por una parte este sistema

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    estaba protegido por la negacin de cualquier "cada" sufrida por la humanidad en su primerrepresentante, y por lo tanto de ninguna vinculacin al mal, ya sea de pecado o de meradebilidad, derivada de su pasada historia. Cada hombre nace en las mismas condiciones en queAdn fue creado: y cada hombre contina a travs de la vida en la misma condicin en que nace.Por su cada, Adn, a lo sumo, nos ha puesto un mal ejemplo que, sin embargo, no necesitamos

    seguir a menos que lo optemos: Y nuestros pecados pasados, mientras, desde luego, seamosllamados a cuentas por ellos y debemos durar el justo castigo a que sean acreedores, no puedenen ninguna forma abreviar o contraer nuestro poder inherente de hacer lo que es recto. "Yodigo," declara Pelagio, "que el hombre puede existir sin pecado, y es capaz de guardar losmandamientos de Dios. Y esta habilidad queda intacta no solamente despus del pecado deAdn, sino aun despus de cualquiera y cada pecado propio nuestro. "Es, dice Julin Eclanum,"tan perfecta despus de los pecados, como lo fue antes de los pecados. Por lo tanto, cualquierhombre, en cualquier momento que l escoja, puede cesar de pecar y desde ese momento enadelante ser y continuar en perfeccin. Por otra parte, esta rotunda asercin de entera habilidadpara cumplir toda justicia est protegida por la negacin de toda "gracia," en el sentido de ayudainterna de Dios. Tal ayuda de Dios no se necesita ni es dada: cada hombre en el ms absoluto

    sentido obra su propia salvacin: va sea con temor y temblando o no. depender solamente de suparticular temperamento. Sin duda alguna, el trmino "gracia est demasiado profundamenteimbuido en las representaciones Escriturales para ser del todo descartado. Los pelagianos, portanto, continan emplendolo, pero ellos lo explican en cierto modo que lo devalan de sufecundidad escritural. Por gracia ellos quieren significar el don fundamental del hombre con suinalienable libertad de voluntad y con ello, los alicientes que Dios ha concedido a l para usar sulibertad para el bien.

    El plan pelagiano abraza, por lo tanto, los siguientes puntos: Dios ha dotado al hombre de unalibertad de inalienable voluntad en virtud de la cual l es enteramente capaz de hacer todo lo quepueda ser requerido de l. A este gran don Dios ha aadido los dones de la ley y del evangeliopara iluminar el sendero de la rectitud y para persuadir al hombre a caminar en l, y aun el donde Cristo para proveer una expiacin por los pecados pasados para todos los que obran justicia, yde modo especial para dar un biten ejemplo. Los que, bajo estos incentivos y en el poder de sulibertad inerradicable, se tornan de sus pecados y obran justicia, sern aceptos por la justicia deDios Y premiados de acuerdo con sus hechos.

    Este fue el primer plan autosotrico publicado en la Iglesia, y es totalmente tpico de todos losque lo han sucedido desde entonces a esta parte.

    En la providencia de Dios la publicacin de este plan auto-Sotrico se enfrent inmediatamentecon una afirmacin igualmente clara y consistentemente acabada de la doctrina de la gracia", asque el gran conflicto entre la gracia y la del libre albedro se decidi por la Iglesia de una vez portodas en los comienzos del siglo quinto. El campen de la doctrina de la gracia en estacontroversia fue Agustn, cuyo sistema entero gir al rededor de la aseveracin de la gracia comola nica fuente de todo bien en el hombre, tan verdadera y completamente como lo hizo la dePelagio al rededor de la asercin de la habilidad plenaria de la voluntad propia para toda justicia(de Dios). El alcance de la afirmacin de Agustn est claramente revelada por las demandas delConcilio de Cartago del ao 417 al 418 A. D., que rehus quedarse satisfecho por nada menosque un reconocimiento inequvoco de que "nosotros estamos auxiliados por la gracia de Dios,

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    por Cristo, no solamente para saber sino tambin para hacer lo que es recto, en cada actoindividual, de modo que sin la gracia somos incapaces, de tener, pensar, hablar o hacer algopropio de la piedad."

    As, la oposicin entre los dos sistemas fue absoluto: por un lado todas las cosas se atribuan al

    hombre, por otro todas las cosas se adscriban a Dios. En ellas., las dos religiones, en el fondo lasnicas dos posibles religiones, se encontraron en mortal combate: la religin de la fe y la religinde las obras: la religin que desespera de s misina y arroja todas sus esperanzas en Dios elSalvador, Y la religin que pone entera confianza en s mismo; puesto que la religin es, en suverdadera naturaleza, dependencia absoluta de Dios, o la religin en la pureza de su concepcin,o un mero moralismo cuasireligioso. La batalla fue aguda, pero el resultado fue felizmenteindudable. En el triunfo del agustinianismo qued establecido una vez por todas que elcristianismo tena que quedar como religin y una religin para los hombres pecadores, quenecesitan de la salvacin, y que no debe corromperse en un mero sistema tico, apropiadosolamente para los justos que no necesitan salvacin.

    Pero, como se nos ha dicho que el precio de la libertad es eterna vigilancia, as la Iglesia prontoencontr que la religin misma puede ser retenida solamente a costa de perpetua lucha. . . . Elpelagianismo muri a duras penas: o ms bien no muri del todo, sino slo se retir ms o menosde la vista, y esper su oportunidad: entre tanto, perturbando a la Iglesia con formas modificadasde s misma, modific justamente lo bastante para escapar a declaraciones escritas condenatoriasde la Iglesia. En lugar del pelagianismo apareci inmediatamente el semipelagianismo; y cuandola controversia contra el semipelagianismo haba entrado en lucha y haba ganado en la posicindel semipelagianismo apareci el semi-semi-pelagianismo, el cual el Concilio de Orange expusoa la Iglesia, el genio de un Aquino sistematizado para ella, y el Concilio de Trento finalmentelig con ribetes de hierro esa porcin de la Iglesia que le obedeci. La necesidad de gracia habasido reconocida como el resultado de la controversia pelagiana: su prevencin como resultado deal controversia semipelagiana: pero su eficacia positiva, su irresistibilidad, segn se dice, fuepor el fatal compromiso de la negativa de Orange, y as la conquistadora marcha delagustinianisino fue detenida y la confesin pura de la salvacin slo por la gracia se hizo parasiempre imposible dentro de esa seccin de la Iglesia cuya jactancia orgullosa es la de que esSEMPER EADEM. No fue ya legalmente posible, por cierto, dentro de los lmites de la Iglesiaadscribir al hombre, con el pelagiano, el todo de la salvacin: ni aun con el semipelagiano, lainiciacin de la salvacin. Pero tampoco fue por ms tiempo legalmente posible adscribir lasalvacin tan enteramente a la gracia de Dios que pudiera completarse as misma sin la ayuda dela desacreditada voluntad humana --su ayuda solamente autorizada y movida por la prevenientegracia, sin duda, pero no efectivamente movida, de modo que no pudiera refrenar y derrotar lasoperaciones de la gracia salvadora.

    La gravitacin de este sistema sinergstico es obviamente descendente, y por lo tanto nopodemos sorprendernos saber que fcilmente cav destrozado en ese semipelagianismo expresoque, a pesar de su condenacin oficial por la Iglesia, parece haber formado la fe prctica de lamayor parte de los hombres a travs de la Edad Media, y en la que el acto determinante desalvacin se asigna, no a la gracia de Dios llevando la salvacin, sino al consentimiento de lavoluntad, dando a la poderosa gracia de Dios su eficacia. He aqu una obra de salvacinigualmente, aunque no tan grosera, como el pelagianismo puro en s; y de conformidad con el

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    pensamiento de la Edad Media, en que reinaba el legalismo supremo, un legalismo que produjoprecisamente los mismos resultados tan vivamente descritos por Heinrich Weinel, como semanifiesta en los crculos judos de los cuales el apstol Pablo sali: solamente puede estar felizbajo la dispensacin de la ley, dice Weinel, "aquel que puede vivir una vida prolongada dementira ... pero los caracteres honorables, francos, sinceros no pueden sentirse satisfechos con

    una mentira. Si son incapaces de resistir, mueren de la mentira; si son fuertes, es la mentira laque muere. La mentira inherente en la ley era la presuncin de que poda cumplirse. Cada uno delos asociados de Pablo comprenda que el mandamiento no poda cumplirse, pero ninguno deellos lo admita. El mayor se conduca en presencia del ms joven como si pudiera cumplirse: louno lo crea sobre la supuesta fuerza del otro, y no reconoca su propia imposibilidad. Seencerraron ellos en su propio pecado comparndose con otros hombres justos, y tenan querecurrir a remotas edades, a Enoc, a No y a Daniel para producir abogados para sus propiasalmas. Ellos esperaban que Dios permitiera hacer que las buenas obras de los santos cubran susdeficiencias, y no olvidaban orar ocasionalmente por la misericordia, aunque, en general, seguanconservando la mentira y, as siguieron como si hubieran estado bien."

    Este es un cuadro real de la Edad Media. Los hombres saban muy bien que no podan ganar susalvacin por s mismos aun bajo la licitacin de la gracia de Dios: bien saban que fracasabanen las "buenas obras, en todo sentido, y se guardaban de toda ficcin intil. No haba ahhombres fuertes "para matar la mentira?" Hombres poderosos se levantaron aqu y all, unGottschalk en el siglo noven, un Bradwardine, un Wyclif en el catorce, un Huss en el quince, untardo Jansen en el diecisiete; pero a pesar de sus protestas, la mentira an viva y se sostenahasta que un hombre realmente fuerte, Martn Lutero, vino, y la mentira muri. Elagustinianismo que haba sido restringido por la Iglesia Romana no pudo ser suprimido. LaIglesia se haba ligado en lo que ya no poda contener. No quedaba romper las ligaduras y salirde ella. La explosin vino en lo que llamamos la Reforma: pues la Reforma no es otra cosa queel Agustinianismo reclamando sus derechos: el volverse de todo lo que es humano paradescansar solamente en Dios para la salvacin.

    De consiguiente, nada es ms fundamental en la doctrina de los reformadores que la completainhabilidad del hombre y su absoluta necesidad de la gracia divina; y a nada se opusieron tanfirmemente los reformadores como a la atribucin innata en el hombre para hacer el bien. ParaLutero, el pelagianismo era la hereja de las herejas, desde el punto de vista religiosoequivalente a la incredulidad, desde el punto de vista tico equivalente a un mero egosmo. Estoera para l, el trmino que encerraba todo lo que l particularmente quiere atacar en la IglesiaCatlica. Su tratado DE SERVO ARBITRIO escrito contra el pelagianismo de Erasmo sobre laexaltacin de la habilidad humana, era considerado por l el nico de sus libros, excepto elcatecismo, en el cual nada encontr que corregir. "En cuanto a la doctrina del libre albedrocomo fue predicada antes que aparecieran Lutero y otros reformadores, dice Calvino, "quefecto podra tener sino llenar a los hombres de una opinin fantstica exagerada de su propiavirtud, hinchndolos de vanidad, y no dejando lugar a la gracia y ayuda del Espritu Santo.""Cuando decimos a un hombre," dice otra vez," "buscar la rectitud y la vida fuera de l, que estsolamente en Cristo, porque l nada tiene en s mismo sino el pecado y la muerte, se levantainmediatamente una controversia con referencia a la libertad y el poder de la voluntad. Pues si elhombre tiene alguna habilidad propia para servir a Dios, no obtiene la salvacin enteramente porla gracia de Cristo, mas en parte se confiere a s mismo. Aunque no llegamos que el hombre

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    acta espontnea y libremente cuando est guiado por el Espritu Santo, sostenemos que toda sunaturaleza est impregnada con la depravacin, que de s mismo no posee la capacidad paraobrar rectamente."

    No tard mucho, sin embargo, aun en los crculos del agustinianismo comprendido, en que la

    adscripcin de la salvacin para Dios slo era algo as como una pasin, antes de que el viejofermento de la salvacin propia comenz a obrar otra vez. Fue nada menos que en la persona deFelipe Melanchthon que esta nueva "cada de la gracia" entr en el pensamiento de la Reforma,aunque en su enseanza hizo muy poco progreso. Tres perodos se distinguen en el desarrollo desu doctrina. En el primero de estos fue tan puro como un agustiniano, como Lutero, comoCalvino mismo. En el segundo, comenzado en 1527, principia penetrando a la escuelaaristotlica en su doctrina general de la voluntad. En el tercero, desde 1632 en adelante, admitealgn lugar a la voluntad del hombre, aunque sea slo con un poder puramente formal, en elproceso de la salvacin: puede poner las inclinaciones espirituales creadas solamente por elEspritu Santo, en cadenas o en el trono. A partir de este momento el sinergismo rpidamentetorna forma en la Iglesia Luterana." Es verdad que pudo encontrarse con oposiciones: los viejos

    luteranos, un Amsdorf, un Flacio, un Wegand, un Brenz, eran todos agustinianos completamenteconvencidos. Pero la oposicin no era tan vigorosa como pudo haber sido si la controversia conlos calvinistas no hubiera estado en su mayor desarrollo. Aun Brenz permiti a Strigelreprocharlo en la disputa de Weigmar sobre la predestinacin, sin tomar abiertamente laofensiva. As Andrea pudo corromper la doctrina de Lutero, en la conferencia de Mompelgard,en 1586, sin encontrar reproches; Aegidius Hunnius pudo ensear abiertamente la resistibilidadde la gracia, y John Gerhard pudo condicionar la eleccin en previsin de la fe." CuandoMelanchthon se entretuvo con frases ambiguas tales como "Dios tira los voluntarios hacia l1a voluntad libre es el poder del hombre para recibir l mismo a la gracia," estaba jugando confuego. Cien aos ms tarde los telogos sajones Hoe Van Hohenegg y Policarpo Leyser en laconferencia de Leipzig de marzo de 1631 pudieron confiadamente presentar como doctrinaluterana la declaracin: "Dios ciertamente nos eligi por gracia en Cristo; pero esto tuvo lugar deacuerdo con la previsin de quienes verdadera y constantemente creeran en Cristo; y a quienesDios previ que creeran, a ellos predestin y eligi El para hacerlos benditos y gloriosos." Laobra maravillosa de la gracia de Dios que levanta a los muertos que Lutero tan apasionadamenteproclam, se pona ahora toda a disposicin de esa voluntad del hombre que Lutero declar estarabsolutamente esclavizado al pecado y capaz de mover en buena parte slo como si fuera llevaday sostenida por la gracia.

    Pero las cosas no se han mejorado con el curso de los aos. Entre los ms estimados maestros denuestros das se encuentra el profesor de Teologa de Breslau, Wilhelm Sclimidt, quien nos diceque "el propsito y amor divinos pueden percibirse como realidad solamente y con muy precisaforma a travs de la voluntad del ser a quien estn dirigidos;" y en una palabra, hay ah encontraste con los santos decretos de Dios una libertad establecida por El mismo, contra la cualcasi siempre se estrellan, y puede indudablemente, en cada caso individual, estrellarse. Por lotanto, no es capaz de rechazar, el PRAEDESTINATIO ESTRICTE DICTA de los calvinistas,pero igualmente repudia el PRAEDESTINATIO LATE DICTA de los antiguos telogosluteranos, que ensean un decreto de Dios por el cual todos los hombres estn destinados a lasalvacin por una voluntad antecedente mientras por una voluntad consecuente todos los queestn por determinacin elegidos y ordenados para la salvacin, quienes, Dios prev, "filialmente

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    creern en Cristo." No obstante, l dice "Con la divina, es decir, la infalible previsin de ellos,las decisiones del hombre cesan de ser libres. As no solamente es la predestinacin divina sinotambin la previsin divina sacrificada sobre el altar de la libertad humana, y la conclusin detodo el asunto est enunciado en las palabras: "todos los hombres estn, hasta donde a Diosinteresa o concierne, escritos en el libro de la vida (benevolentia universalis); pero de todos los

    que de ellos est escrito en l, est determinado finalmente slo hasta el ltimo da. El resultadono puede conocerse antes, ni aun por Dios. No es bastante que la redencin emplee la voluntad,de modo que pudiramos decir que no hay redencin "a menos que el pecador coopereenrgicamente con ella," a pesar del hecho de que se interprete para significar que se le permitea l mismo ser redimido." Debemos seguir adelante y decir que la "redencin no llegara a su finy quedara sin efecto, no obstante la mucha voluntad del amor divino y del consejo de salvacinpudiera desearlo de otro modo, si el efecto no viene por la causa interna del hombre, sucediendoque de su propia iniciativa, echa mano del rescate y se arrepiente, abandona su pecado ycomienza una vida recta. Cuando Schmidt viene, por lo tanto, a hablarnos de la aplicacin de lasalvacin por el Espritu Santo, explcitamente niega al Espritu Santo poder alguno paraproducir la salvacin en un alma renuente. "Aun el Espritu Santo. se nos dice, "no puede

    compeler a nadie a aceptar la salvacin en presencia de la voluntad libre del hombre, que lepertenece por naturaleza. El puede realizar su propsito con nosotros solamente, si no ponemosobstrucciones a su obra, no nos retiramos de l, sino nos oponemos a su obra. Todo esto est ennuestro poder, y l se encuentra incapacitado para ayudar o se halla imposibilitado con respecto aello si nosotros malversarnos su deseo. . . El que no quiere ser salvo no puede ser ayudado aunpor el Espritu Santo."' La aseveracin-propia podra escasamente ir ms all; a propsitotrataremos de interpretar los siguientes versos de W. E. Henley, que aunque conmovedores,carecen de sentido:

    Ms all de la noche que me cubrenegra como el abismo de polo a polo,doy gracias a los dioses, cualesquiera que seanpor lo que puedan hacer por mi alma invencible.

    Bajo la garra cruel de la circunstancia clamando voymas ni retrocedo ni auxilio pidoaunque bajo los golpes del destinomi cabeza est sangrante, pero no vencida.

    Ms all de este mundo de ira Y lgrimas,no asoma sino el horror de las sombras,y sin embargo la amenaza de los aosme encuentra y me encontrar sin miedo.

    No importa cuan estrecha sea la puertacuan cargada de castigo se encuentre;yo soy el amo de mi suerte;yo soy el capitn de mi espritu.

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    Esto es, por supuesto, el pelagianismo desvergonzado a menos que prefiriramos llamarlo uncompleto paganismo. Y no obstante se menciona con calurosa aprobacin por un ministroestimado de la Iglesia de Escocia escribiendo en casi el mismo espritu sobre el tema de la"eleccin." Lo hace, sin duda, inmediatamente para sostener una animada aseveracin delprincipio fundamental pelagiano de que la habilidad limita la obligacin. "Esa vida consciente

    que se expresa diciendo: t debes!, despierta un eco de no menor repercusin que dice: "puestoque debo, luego puedo. Ese "puedo" permanece siempre, por muy dbil que venga. Pelagio nopoda pedir ms.

    Puede inferirse de tal fenmeno como el que se ha mencionado, que las Iglesias Reformadas,aunque retienen su confesin agustiniana, como no pudo hacerlo la luterana, y asechando elsemipelagianismo arminiano que se invent a principios del siglo diecisiete para vejarlos, comolos luteranos no pudieran desechar su sinergismo, y sin embargo aun hasta nuestros das han sidoperforados con las mismas concepciones "pelagianizantes. Esto es tan veraz que por todos ladoshoy da aun en las Iglesias Reformadas, nos encontramos con las aseveraciones ms limitadas deindependencia humana, de la incontrolabilidad y en verdad de la indeterminabilidad absoluta de

    la accin de la voluntad humana. Los extremos a los que puede conducir esto estn claramenteilustrados por ciertas observaciones, sin duda algo incidentales, por el doctor David W. Forresten el desdichado libro que l llama muy equivocadamente "La Autoridad de Cristo" (1906). Ensu concepto la libertad humana ha llegado a tener una fuerza tan poderosa como para abolir noslo los principios comunes de la religin evanglica, sino toda la fe en la propia providenciadivina.

    El ha adoptado, en efecto, un punto de vista de libre agencia que reserva al hombre completaindependencia y excluye todo control divino, hasta la previsin de la accin humana. Incapaz degobernar los actos de agentes libres, Dios se reduce a la necesidad de ajustarse constantemente aellos. Segn este criterio Dios tiene que aceptar en su universo mucho de lo que podra preferirno se encuentra ah. Tenemos, por ejemplo, toda la esfera de lo accidental -, si cooperamos conotros en ocupaciones peligrosas, o, digamos, andamos en busca de placeres con un partido decacera, podemos ser muertos por un acto falto de pericia de un compaero de labor o por elcasual disparo de un cazador descuidado. Dios se encuentra imposibilitado en este caso, y ningnaprovechamiento se lograr apelando a l sobre el particular. Pues, dice el doctor Forres: Diosslo podra prevenir al mal operario o al tirador de causar la muerte a otros privndolo de sulibertad para formar su propio proyecto o dar curso a su propio progreso." No hay, en unapalabra, ningn control providencial, cualesquiera que sean los actos de los agentes libres. Deconsiguiente, el doctor Forrest nos dice: "a un hombre sabio no le sorprendern esas trgicascrueldades que ocurren en el mundo, que parecen casi de error implacable: l reconoce lasposibilidades de la libertad del hombre al desafiar la voluntad de Dios, tanto por el castigo de lossufrimientos como por el rechazo de la enseanza derivada del sufrimiento." Tampoco puede lagracia de Dios intervenir para curar los defectos de su providencia. La libertad humana seinterpondr como una barrera efectiva a la obra de su gracia; y Dios no tiene poder para vencer laoposicin del corazn humano. "No hay obstculo a la entrada del Espritu Santo al corazn,"asegura el doctor Forrest con aire de gran confesin. "Excepto aquello creado por la rehsa delcorazn para darle una bienvenida," obviamente slo es otra forma de decir que el rechazo delcorazn es una barrera insuperable a la entrada del Espritu Santo en l." En consecuencia, elprogreso de su reino en el mundo no podra predecirse en sus detalles por nuestro Seor, sino

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    quedar solamente en su mente como un bosquejo en sus rasgos generales. "El vio", dice el doctorForrest, "que la conversin tena su factor tanto humano como divino; y que las obras de Diospodran hacerse imposibles por las perversidades del hombre de incredulidad. De aqu que eltrayecto detallado del reino en el mundo fuera una cosa inescrutable. . ." Aun en la Iglesia mismael propsito divino puede fallar, a pesar de la presencia en ella del Espritu Santo prometida por

    Dios; pues, aunque el Espritu no fallara para guiar a la Iglesia, sta puede fracasar en elcumplimiento de las condiciones bajo las cuales podra aprovecharse de la gua del Espritu.Tan celoso, en una palabra, es el doctor Forrest para emancipar al hombre del dominio de Diosque est a punto de colocar a Dios bajo el dominio del hombre. El mundo que Dios ha creado haescapado ms all de sus lmites; nada queda a Dios por hacer sino aceptarlo como lo encuentrey ajustarse a s mismo a ello como mejor le sea posible. Una vez se le dijo a Toms Carlyle queMargarita Fuller haba anunciado en su forma solemne: "Yo acepto el universo," "Ah, lo debehacer!" fue el sencillo comentario del sabio. Est el Altsimo Seor Dios en el mismo caso?

    Si en cierto grado es ste el caso de Dios por supuesto no puede hablarse de Dios como elSalvador del hombre. Si el hombre ha de ser salvo de cualquier manera, aunque es cuestionable o

    dudoso si "salvo" es la palabra correcta que debe usarse aqu, es claro que l debe salvarse a smismo. Si podemos hablar todava de un plan de la salvacin por parte de Dios, ese plan debereducirse precisamente a guardar el camino de la salvacin abierto para que el hombre, que es elamo de su destino propio, no pueda encontrar obstculos cuando elija el camino. En sentidoestricto, sta es la concepcin de "salvacin" que ahora tiene amplia aceptacin confidencial enlos altos crculos.

    Este es el gozne, indudablemente, sobre el cual gira todo el pensamiento del NuevoProtestantismo que se ha levantado en nuestros das, repudiando la Reforma y todas sus obrascomo un mero medievalismo, y atndose ms bien al iluminismo, como el nacimiento de unnuevo mundo, un mundo nuevo en el que gobierne el hombre, el Seor de todo. Nos hemosacostumbrado a llamar todo el movimiento "Racionalismo", y como una fase sigue a otra, en elRationalismus Volgaris de Wescheider, diremos; en Kant y sus seguidores: en las escuelas post-kantianas; y ahora en nuestro "Nuevo Protestantismo" debemos al menos otorgarle el encomio deestar creciendo maravillosamente fiel a la letra.

    Profundos pensadores como Kant y tal vez podamos decir, aun ms pensadores despiertosespiritualmente como Rudolf Eucken son incapaces de estimar superficialmente la naturalezahumana para no ver en ella sino lo bueno. Pero aun la percepcin del mal radical de la naturalezahumana no puede librarlos del crculo fijo del pensamiento que asegura la habilidad humana paratodas las esferas de la obligacin humana, como quiera que sea esa habilidad sea estructurada."Cmo es posible para un hombre naturalmente malo hacerse un hombre bueno?," exclamaKant, "enteramente frustra nuestro pensamiento, porque cmo puede un rbol corrupto producirbuen fruto?" Pero l es, a pesar de la imposibilidad percibida de ello, capaz de apoyarse en lasolucin, o ms bien en la no solucin, del dbil, "debe ser para nosotros posible llegar a sermejores, an si eso que podemos hacer fuera insuficiente de s mismo, y todo lo que pudiramoshacer sera hacernos receptivos a una ayuda superior de un tipo inescrutable." Ms all estflotando un recurso similar de un poder mstico a travs de la vida del hombre que lucha pormejorarse, que aun ni Rudolf Eucken logra alcanzar. Y as nuestro pensamiento ms modernoslo reproduce el pelagianismo con un sentido menos profundo (nos referimos al pelagianismo

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    antiguo). de culpa y un poco menos profundo de las dificultades que el mal ha trado sobre elhombre. Acerca de la expiacin nada quiere saber; mientras da lugar para ayuda alguna, stadebe ser tal que fluya en el alma en respuesta a y a lo largo de las lneas de sus propios esfuerzoscreadores.

    A excepcin de las ms profundas filosofas, aun esto empobrece, y las formas ms superficialesdel pelagianismo brotan con entera libertad de todo sentido de insuficiencia. La expresin mscaracterstica de este punto de vista general se da, quizs, en la argumentacin de la parbola delHijo Prdigo como incorporando no meramente la esencia sino la totalidad del evangelio. Tanestimada como es esta parbola por su gran mensaje de que hay gozo en el cielo por un pecadorque se arrepiente, cuando se pervierte el propsito para el cual se habl y se presenta como todoel evangelio (CORRUPTIO OPTIMI PESSIMA), se convierte en el instrumento para desgarrartoda la estructura del cristianismo. No hay expiacin en esta parbola, y en verdad ningn Cristo,ni aun la ms atenuante funcin que pudiera posiblemente adscribirse a un Cristo. No hay graciacreadora en esta parbola; y sin duda ni Espritu Santo en alguna operacin la ms infectiva quepudiera atribuirse a l. No hay solcito amor de Dios en esta parbola; el padre en la parbola no

    presta absolutamente ninguna atencin a su hijo errante, lo deja solo y aparentemente no sienteninguna preocupacin acerca de l. Considera como una representacin pictrica del evangelio,su enseanza precisamente es sta, y nada ms: que cuando alguno, completamente de su propiavolicin, escoja levantarse para retornar a Dios, ser recibido con aclamacin. Es ciertamente unevangelio muy lisonjero. Es halageo decir que podemos levantarnos e ir a Dios en cualquiermomento que lo dispongamos, y que nadie nos va a importunar a ello. Es halageo decir quecuando preferimos volver a Dios podemos inspirar respeto en una hermosa recepcin, y sin versesujeto a preguntas. Pero, es ste el evangelio de Jesucristo? est sintetizada toda la enseanzade Jesucristo en esto: que las puertas del cielo se abren a cualquiera que pueda entrar siempre ycuando le plazca? Eso es lo que todo el cuerpo liberal de telogos modernos nos dice: nuestrosHarnacks y Boussets y sus innumerables discpulos e imitadores. . . .

    "Innumerables discpulos e imitadores," digo: porque seguramente esta enseanza se haesparcido por el mundo. Nos dice Erich Schader que durante su vida profesional comocatedrtico ningn estudiante ha venido jams ante l con el problema de la presentacin de lasdos parbolas del Fariseo y el Publicano orando en el templo y la del Hijo Prdigo, en el sentidode que el perdn de Dios est condicionado por nada y que no se necesita expiacin, y que nohaya hecho por un tiempo ms o menos prolongado una profunda impresin. Es unpelagianismo, como usted ve, y que de plano pelagianiza a Pelagio. Porque Pelagio tuvo algnreconocimiento de la culpa del pecado y dio algn reconocimiento de la obra expiatoria de Cristohaciendo expiacin por esta culpa. Y ninguna de esas dos cosas hace esta teologa. Con ningnsentido verdadero de culpabilidad y sin el menor sentimiento por las inhabilidades que vienen delpecado, satisfactoriamente pone el perdn a la disposicin de cualquiera que se digne tomarla desus manos El punto de vista acerca de que Dios aqu comprendido, alguien no hbilmente sinoalgo sarcsticamente ha llamado Ia concepcin animal domstica de Dios." Como se puede tenerovejas para producir lana, y vacas para producir leche, as se puede tener a Dios para dar perdn.Lo que significa est speramente ilustrado por la historia del pobre Heinrich Heine, agonizandosobre su lecho de dolor, quien, al ser interrogado por un oficioso visitante si tena la esperanzadel perdn de sus pecados, replic mirando hacia arriba con un gesto de burla amarga: "porsupuesto que para eso tenemos a Dios." "Por supuesto que para eso tenemos a Dios!" Es as

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    como piensa nuestra teologa liberal moderna acerca de Dios. El no tiene sino una funcin y sepone en contacto con el hombre en un solo punto: existe para perdonar los pecados.

    Ms o menos en el mismo espritu se anuncia aqu y all por todos lados la apasionada proclamade lo que a sus adherentes les gusta llamar "un evangelio de libre albedro." Es indudable que se

    pretenda enfatizar la universalidad del evangelio ofrecido. Pero acaso no nos lanzamos ms allde lo estipulado cuando nos parece depender la salvacin puramente de la voluntad humana? YNo deberamos detenernos para considerar, si as lo hiciramos, que abrimos la salvacin delibre albedro a "quienquiera"', por un lado, y por el otro lo abrimos solamente "quien lo quiera?"Y quin, en este mundo de muerte y de pecado, no digo meramente desea sino puede desearhacer lo bueno? No es siempre verdad que las uvas no brotan de las espinas ni los higos de losabrojos? qu solamente el buen rbol produce buen fruto, mientras que el rbol malo siempre ydondequiera produce mal fruto? No es solamente Hannah 'More's Black el Traspasador quienpuede encontrar "dificultad arrepentirse cuando quiere." Es muy intil hablar de la salvacin para"quien lo quiera en un inundo de voluntad negativa. Aqu est el punto verdadero de ladificultad: Cmo, dnde podemos obtener la voluntad? Dejen a los otros regocijarse en un

    evangelio de quien lo quiera; porque al pecador que se reconoce as mismo, como es pecador, ysabe lo que es ser un pecador, solamente la voluntad motivada por Dios le ser suficiente. Si elevangelio ha de estar dedicado para voluntades muertas de hombres pecaminosos, y nada seencuentra en lo alto y ms all, quin, entonces, puede ser salvo?

    Como se expresa un reciente escritor. que no tiene pretensiones de poseer conocimientosde ortodoxia especial, pero que tiene algo de percepcin interna de filosofa, seala diciendo. "elmismo que va a determinar, es el mismo que va a ser determinado;" "el mismo ser," de acuerdocon Pelagio, que tiene que ser bueno es el mismo ser malo que necesita ser bueno." "Laenfermedad est en la voluntad, no en otra parte de nosotros que no sea la voluntad sinocontrolada por la voluntad. Cmo puede la voluntad enferma proveer para curarse?" El asientodel problema se encuentra en nuestras voluntades; podramos ser buenos si quisiramos, pero noqueremos; y no podernos comenzar a desearlo, a menos que queramos comenzar as, esto, amenos que ya estemos dispuestos a querer. . . "quin se librar del cuerpo de esta muerte?""Doy gracias a ni Dios por Jesucristo, nuestro Seor." Se me dice que ine arrepienta si yoquisiera ser perdonado: Pero cmo puedo arrepentirme? Slo hago lo que es malo porque megusta, y no puedo detenerme de gustarlo o desear algo mejor porque se me dice que lo haga as,ni aun porque est probado que podra ser mejor para m. Si tengo que ser transformado, algodebe haber en m que me transforme, Puede el durazno renovar su botn perdido?, preguntaCristina G. Rosseti, ms poticamente, pero con el mismo tono de agudeza:

    Puede el durazno renovar el botn perdido,o la violeta su aroma desvanecidoo la nieve manchada tornarse blanca en la noche?El hombre no puede alcanzarlo, aunque nunca tema:el leproso Naamnmuestra lo que Dios quiere y puede.

    Dios, lo que entonces obr, obrando est aqu;Por lo tanto deja que la vergenza,

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    no la sombra de angustia tia tu frente.Dios que obr entonces, obrando est ahora.

    Es slo en la omnipotencia amorosa y en el amor omnipotente de Dios que un pecador puedeconfiar. "Cristo", grita Charles H. Spurgeon, "no es 'poderoso para salvar' a los que se

    arrepienten, sino que puede hacer que los hombres se arrepientan. El llevar a los cielos a los quecreen: pero es an ms poderoso para dar a los hombres nuevos corazones, Y obrar la fe en ellos.El es poderoso para hacer que el hombre que aborrece la santidad, la ame, y obligar aldesdeador de su nombre doblar la rodilla delante de El. No, no es ste todo el significado, puesel poder divino se ve igualmente en la obra posterior. . . El es poderoso para guardar a su pueblosanto despus que los ha hecho as, y para preservarlos en temor y amor, hasta que l consuma suexistencia espiritual en el cielo."

    Si as no fuera el caso del pecador sera desesperado. Es solamente en la omnipotente gracia enque el pecador puede esperar: pues es slo la omnipotente gracia la que puede levantar a losmuertos. Qu beneficiara enviar al heraldo gritando en medio de las multitudes de muertos:

    "Las puertas del cielo estn abiertas; todo aquel que quiera entrar en l?" La verdadera cuestinapremiante es, ?quin quiere hacer que vivan estos huesos secos? Como contraste a todas lasenseanzas que pudieran tentar al hombre a confiar l mismo en algo, aun en la ms pequeaparte, de su salvacin, el cristianismo lo empuja terminantemente a Dios. Es Dios y Diossolamente quien salva, y que est en todo elemento del proceso salvador. Si hubiera un solopunto, dice Spurgeon atinadamente, en la vestidura celestial de nuestra justicia que nosotrosmismos tengamos que poner, estamos perdidos.

    ***

    Captulo III

    EL SACERDOTALISMO

    Es el testimonio consistente de la Iglesia Universal que la salvacin procede de Dios, ysolamente de Dios. La tendencia constantemente mostrndose en todas las ramas de la Iglesiapor igual de concebir la salvacin, de una manera, u otra, en un grado mayor o menor, comoprocedente del hombre, es as marcada por toda la Iglesia en su testimonio oficial como un restopagano no todava del todo eliminado del pensamiento y sentimiento de los que profesan y sellaman a s mismos cristianos. La incesante reaparicin de esta tendencia en una u otra forma atravs de la Iglesia, es evidencia suficiente, sin embargo, de la dificultad que los hombres sienten

    en preservar en su pureza la adscripcin cristiana de la salvacin a Dios solamente. Y estadificultad se impone a s misma en otra forma en una diferencia de gran alcance que se ha levan-tado en el testimonio organizado de la Iglesia misma con respecto al modo de la operacin divinaen la obra salvadora del hombre.

    Aunque la salvacin se declara ser totalmente de Dios, quien solamente puede salvar, no obstantese ha enseado en una gran porcin de la Iglesia (hasta el momento en la mayor porcin de laIglesia), que Dios, al obrar la salvacin, no opera sobre el alma humana directamente, sino de

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    modo indirecto; es decir, a travs de las instrumentalidades que El ha establecido como mediospor los cuales su gracia salvadora se comunica a los hombres. Como estas instrumentalidadesestn encomendadas a manos humanas para su administracin, un factor humano est asintroducido entre la gracia salvadora de Dios y su operacin efectiva en las almas de loshombres; y este factor humano indudablemente se hace determinante en a salvacin." Contra

    este sistema sacerdotal, como apropiadamente se le llama, toda la Iglesia protestante, en todassus partes, luterana y reformada, calvinista y arminiana, levantan protesta apasionada. En intersdel puro supernaturalismo de la salvacin insiste que Dios, el Seor mismo trabaja por su graciainmediatamente sobre las almas de los hombres, y no ha dependido ninguna salvacin delhombre sobre la fidelidad o capricho de sus congneres. En las palabras del viejo John Hooper,la condena como "una opinin infiel" la nocin que atribuye la salvacin del hombre al recibo deun sacramento externo", como si el Espritu de Dios no pudiera ser llevado por la fe en elpenitente y en la entristecida conciencia, excepto si se libra siempre en un vehculo y sacramentoexterno. En oposicin a esta "opinin infiel" el protestantismo hace depender la felicidad delespritu directamente, sin intermediario ninguno, sobre la gracia de Dios solamente.

    El principio sacerdotal encuentra muy completa expresin en el sistema compacto y lgicamentedesarrollado de la Iglesia de Roma. De acuerdo con este sistema, Dios, el Seor, no est mirandola salvacin de los hombres directamente v de manera inmediata: todo lo que hace por lasalvacin de los hombres lo hace por mediacin de la iglesia, a la cual habindola dotado conpoderes adecuados a la tarea, le ha comisionado toda la obra de la salvacin. "Es apenasincorrecto decir," seala el doctor W. P. Paterson al exponer la doctrina de la Iglesia de Romasobre este punto "que en la concepcin catlica romana el carcter central de la religin cristianaes la institucin sobrenatural que representa a Cristo, la cual contina su obra y que acta comola virtual mediadora de las bendiciones de la salvacin. Su vocacin o comisin es nada menosque la perpetuidad de la obra del Redentor. No reemplaza naturalmente, la obra de Cristo. Supresuposicin es que Cristo. el Eterno Hijo de Dios, puso los fundamentos de su obra en suencarnacin y en su muerte expiatoria: que de l viene ltimamente todo poder, autoridad ygracia, y que como de l procede toda bendicin espiritual, as a l pertenece toda la gloria. Peroen la dispensacin actual o presente, la Iglesia, en gran medida, ha tomado posesin de la obra deCristo. Es, en un sentido real, tina reencarnacin de Cristo hasta el fin de la continuacin vconsumacin de su misin redentora. Por medio de la Iglesia contina ejecutando los oficios deProfeta, de Sacerdote y de Rey. Su oficio proftico es perpetuar por el testimonio a la verdad unavez entregada a los santos, e interpretando y determinando la doctrina con su autoridad infalibleque lleva el mismo peso y seguridad de su propia revelacin original. Lo reemplaza sobre latierra en l ejercicio del oficio sacerdotal. Lo presenta tan completamente en la funcinsacerdotal de mediacin entre Dios y el hombre, como si no hubiera otro nombre dado a loshombres en la tierra que el de Jess, por el cual (de donde) podamos ser salvos, as no haysalvacin pactada fuera de la organizacin visible de la que es la Cabeza invisible. Se concibe,adems, que representa como sacerdote sacrificante por la perpetua repeticin en la misa de laoblacin que l ofreci una vez en la cruz. En este divino sacrificio que se celebra en la misa, seensea que el mismo Cristo est contenido e inmolado en una forma incruenta sobre el altar de lacruz; y este sacrificio es verdaderamente propiciatorio. Y, finalmente, administra el poder real deCristo en la tierra. Tiene una absoluta pretensin la obediencia de sus miembros en todos losasuntos de fe deber, con el derecho y deber de castigar la desobediencia por la infraccin de susleyes. y obligar a los contumaces."

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    En una palabra, la iglesia en este sistema pretende ser Jesucristo mismo en su forma terrenal, y espor lo tanto, sustituida de l como el objeto ms prximo de la fe de los cristianos. "La Iglesiavisible," dice Mohler, "es el Hijo de Dios, como continuamente se manifiesta, siempre repitin-dose as mismo y eternamente renovando su juventud entre los hombres en forma humana. Es superenne encarnacin." Es a la Iglesia. entonces a la que los hombres deben mirar para su

    salvacin; es de la Iglesia y de sus ordenanzas que se comunica la salvacin a los hombres; dehecho, es a la Iglesia, ms bien que a Cristo o a la gracia de Dios a que la salvacin de loshombres se adscribe. Solamente "por medio de los ms santos sacramentos de la Iglesia," estdeclarado plenamente, es, "que toda justicia, ya sea que comience; o que haya comenzado, seincrementa, o que se haya perdido, se repara."El defecto radical religioso de la concepcin,"comenta el doctor Paterson." justamente," es que hace caer al pecador en manos del hombre,ms bien que en la mano del todo misericordioso Dios. Nosotros miramos a Dios para lasalvacin, , y nos referimos a una institucin que, a pesar de sus elevadas pretensiones, estmanifiestamente demasiada fermentada y controlada por los pensamientos de hombres iguales anosotros." Adems, "el error radical del sistema romano es que la Iglesia Visible, que es humanatanto como divina, y que ha llegado a ser ms y ms humana, se haba impuesto grandemente en

    el lugar de Dios y del Salvador; y para la ms profunda penetracin o comprensin religiosaparece que los hombres estuvieran siendo invitados y requeridos para realizar la insatisfactoriaaventura de confiar ellos mismos en las previsiones y leyes de origen humano como la condicinde obtener la salvacin divina. Se senta que la necesidad del espritu era presionar ms all delinseguro instrumento humano con sus mediatorias reclamaciones y servicios, a las promesas deDios y a la finalizada obra del Salvador divino, y mirar a Dios para la mejor seguridad de verdady salvacin que es dada interiormente por el Espritu Santo de Dios, La revisin protestante, enresumen. est ms que justificada por la necesidad religiosa de basar la salvacin sobre un funda-mento puramente divino, y de dispensar con la maquinaria eclesistica que era grandementehumana en su origen y concepcin." La interrogacin que se formule el sacerdotalismo. en unapalabra, es justamente si es Dios el Seor quien nos salva, o son los hombres, actuando en elnombre y vestidos con los poderes de Dios, a quienes debemos mirar para la salvacin. Esta es lacuestin que divide la religin sacerdotalista y la evanglica.

    Lo esencial del esquema sacerdotal como considera la verdadera salvacin individual de loshombres, puede tal vez expresarse claramente diciendo que, de acuerdo con ella, Dios realmentedesea (o, como la peculiar frase pone. quiere por un antecedente de voluntad condicional) lasalvacin de todos los hombres, y ha hecho provisin adecuada para su salvacin en la iglesiacon sus sistema sacramental: pero comisiona o encarga el trabajo existente de la iglesia y susistema sacramental a la operacin de las causas secundarias por las que la aplicacin de lagracia se efecta por medio de la iglesia y su sistema sacramental. Como este sistema de causassecundarias no se ha instituido con la mira de la transmisin de los sacramentos a hombresparticulares o a la retencin de ellos de hombres particulares, sino pertenece a su provisingeneral para el gobierno del mundo, la verdadera distribucin de la gracia de Dios por la Iglesiay los sacramentos queda fuera del gobierno de su graciosa voluntad. Los que se salvan obte-niendo los sacramentos, y los que se pierden por falta de los sacramentos, se salvan o se pierdenconsecuentemente, no por la consignacin divina, sino por la obra natural de las causassecundarias. Antecedente y voluntad condicional de Dios es que todos sean salvos, esto, sobre lacondicin de recibir la gracia por medio de los sacramentos distribuidos bajo el gobierno de lascausas secundarias, es suplantada por una absoluta voluntad consecuente de la salvacin, por

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    consiguiente, slo en el caso de aquellos, los que l prev, sern bajo el gobierno de las causassecundarias, de hecho recibirn los sacramentos y la gracia que se confiere por medio de ellos.As se supone, Dios se libra de toda responsabilidad con respecto de lo inadecuado de ladistribucin de la gracia salvadora. Por su voluntad condicional antecedente l quiere lasalvacin para todos. Que no todos son salvos se debe a la falta de algunos de recibir la requerida

    gracia por medio de los sacramentos. Y su falta de recibir los sacramentos y la gracia impartidaen ellos se debe solamente a la accin de las causas secundarias a las que se ha comisionado ladistribucin de los sacramentos, es decir, a la obra de la causa general, completamenteindependiente de la voluntad antecedente de Dios de la salvacin. Esto parece satisfacer lasmentes de los razonamientos sacerdotales. Para los extraos parece significar que slo Dios,habiendo hecho ciertas provisiones generales para la salvacin, confa la salvacin de loshombres a la obra de un sistema general de causas secundarias; en otras palabras. l declina estarpersonalmente preocupado en la salvacin de los hombres Y deja a los hombres buscar en unaforma natural las oportunidades de su salvacin.

    Todo el asunto est con bastante precisin expuesto por el profundo escritor jesuita William

    Humprey, S. J. con referencia particular al caso especial de los infantes moribundos nobautizados (y, en consecuencia, inevitablemente perdidos), que se ve aparentemente como uncaso de difcil peculiaridad, requiriendo muy cuidadoso tratamiento. Nos resarcir seguir suexposicin.

    "El orden del pensamiento," nos dice, "es como sigue: consecuentemente a la previsin delpecado original, y la infeccin de toda la raza humana por ello, debido a la libre transgresin deAdn, su progenitor y cabeza, Dios en su misericordia quiere la restauracin de toda la razahumana. A este fin destina desde la eternidad, y promete, y enva en la plenitud del tiempo, SuHijo encarnado, con naturaleza tomada de la misma raza humana. El quiere que su Hijoencarnado, quien es el Cristo, pueda exhibir plena satisfaccin por todos los pecados. El acepta,como prevista, esta satisfaccin. En el tiempo sealado, el Cristo verdaderamente la ofrece paratodos los pecados humanos. 'Dios envi a su Hijo para que el mundo pueda ser salvo por l. 'Eles la propiciacin humana, aun los que mueren en la infancia, antes que usen la razn. Enconsecuencia estn comprendidos todos los infantes en la voluntad de la redencin. En lavoluntad divina que acepta la satisfaccin, y en la voluntad humana de Cristo que ofrece lasatisfaccin, por todos los pecados humanos ` hay tambin un ofrecimiento y satisfaccin por elpecado original con el que todos los infantes estn contaminados. De aqu, en vista de la virtud yde los mritos y de la sangre derramada de Cristo, Dios instituye para todos estos infantes unsacramento, por medio del cual pueda aplicarse a cada uno de ellos los mritos y satisfaccin deCristo. Todas estas previsiones han sido, por su naturaleza, ordenadas por Dios para la salvacinde los infantes."

    "Una voluntad de salvacin cual es sta, no es mera complacencia en la bondad del objetoconsiderado por s mismo; y, en este caso, la complacencia en la bondad de la salvacin. Existede parte de Dios una voluntad activa y operativa de salvacin para los infantes. A todos y cadauno de ellos esta voluntad de redencin est relacionada."

    "Dios quiere efectuar la aplicacin del sacramento del bautismo, no por s mismoinmediatamente, sino por medio de causas secundarias; y gracias a estas causas secundarias, no a

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    todos los infantes por voluntad absoluta, sino a todos los infantes (a medida que causassecundarias, de acuerdo con su universal y ordinaria providencia), actan bajo ella."

    Entre estas causas secundarias estn, en primer lugar, las voluntades libres de los sereshumanos, de la cual la aplicacin del sacramento, al menos en el caso de muchsimos infantes, es

    dependiente. Dios anticipa estas voluntades humanas, las excita Y las inclina por sus preceptos,consejos y ayuda, tanto en el orden natural como en el orden sobrenatural. As proporciona l atravs de la diligencia y la solicitud de los que a ellos respecta; por los mritos congruentes y lasbuenas obras.; por las limosnas para buenas obras, y oraciones especialmente de los padres y deaquellos a quienes se ha confiado la guarda o tutela de los pequeos, y por las labores apostlicasde sus ministros., los infantes han de ser llevados a la gracia del bautismo. Como en el ordennatural, as tambin el orden sobrenatural de la santificacin y salvacin eterna, Dios quiereproveer a los infantes por medio de otros seres humanos, y de acuerdo, con las demandas de lasleyes generales de la providencia divina."

    En esta forma la voluntad divina acta sobre las voluntades de los hombres para procurar la

    salvacin de al menos muchos infantes que, no obstante, por la culpa de los hombres, no sonsalvos. Con respecto a estos infantes, la antecedente voluntad de Dios es una voluntad activa,para que ellos sean salvos: aunque no es absoluta, sino bajo condicin, que los hombres por suparte deben secundar la voluntad divina, como puedan y deban hacerlo y aunque,consecuentemente, a una accin contraria por parte de los hombres, Dios permite la muerte en elpecado original, y, en previsin de esto, Dios no quiere con una consecuente voluntad lasalvacin de estos infantes."

    "Adems de las voluntades de los seres humanos, que se encuentran en el orden moral, y sonlibres, hay tambin causas secundarias del orden fsico, y stas no son libres. Estas causascontribuyen, de acuerdo con las leyes comunes y ordinarias de la providencia, que la concesindel bautismo ya sea posible o imposible. El curso de estas causas y las leyes universales por lasque estn gobernadas, Dios, consecuentemente al pecado original quiere que se queden tal comoellos estn ahora. Dios no ha restaurado el estado preternatural de inmortalidad ni aun despus dela redencin de la raza humana por Cristo haba sido decretado y efectuado. Por consecuencia, deacuerdo con el curso ordinario de estas leyes, sigue la muerte ah de muchos infantes antes deusar de la razn: y esto algunas veces independientemente de todo ejercicio de la voluntad, yaccin libre, de los seres humanos."

    Con este curso natural de los acontecimientos hay tina voluntad condicional y antecedente enDios, completamente consistente para la salvacin de todos estos infantes. La condicin bajo lacual l quiere la aplicacin del bautismo a ellos es hasta donde el orden general, que ha sidoprecisa y sabiamente instituido, lo permita."

    Si Dios haba deseado este orden de causas fsicas de s mismo a fin de que los infantes murieranen pecado original, l, ciertamente, no pudo haber deseado la salvacin de estos infantes. Dios,sin embargo, no ha instituido ese orden para este fin, ni est dirigido por su voluntad. El lo quierepara otros fines, y los ms sabios fines.

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