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ASPECTOS DE LA MUERTE EN LAS "COPLAS" DE MANRIQUE

Cuando muere su padre, Jorge Manrique exalta su figura en un poema que destaca sus cualidades y recuerda sus hazañas. Con sus versos rescata el poeta la imagen de don Rodrigo, y lo sustrae del olvido que sigue a la muerte, ya señalado en el Eclesiastés: " ... su memoria [de los muertos] ha quedado sepultada en el olvido" (9: 5).

Despierta Manrique al "alma dormida" poetizando en lenguaje coloquial la condición finita del hombre sobre la tierra. Y enseña que una vida ejemplar puede hacer perdurar el recuerdo de un muerto ilustre.

Cuarenta coplas componen el poema, y diecinueve de ellas mencio-nan la muerte, ya sea de manera directa o indirecta. En el 47% del total de coplas hay, pues, referencia a la muerte.

La primera copla ofrece la primera mención al afirmar en su quinto verso, que " ... se viene la muerte tan callando". Silenciosa, inesperada, llega la muerte, deslizándose inadvertida en el tiempo. El hombre desconoce el día de su muerte, hecho que el Eclesiastés ha advertido al afirmar que "No está en poder del hombre retener su espíritu ni tiene potestad alguna sobre el día de su muerte" (8: 8). En su niñez ha vivido Manrique esa experiencia dolorosa del llegar callado de la muerte, al perder a su madre. Y así habría sentido quizá también la muerte de su padre, no obstante conocerse la dolencia que lo llevaría a la tumba-una úlcera cancerosa en el rostro.

Habla la copla tercera del morir, un mar hacia donde todo confluye, para aniquilarse por completo. Allí en el morir, se acaban los señoríos. Allí llegan todos, igualados pobres y ricos. Dice el poeta:

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar que es el morir; ... allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos.

Alertaba el Libro de Job que "allí [entre los muertos] son iguales el grande y el pequeño" (3: 19). Agréguese que la muerte nos va igualando desde el nacer, porque a todos nos espera el mismo destino.

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Como un maestro sabio y generoso que quiere allanar un camino arduo, explica en la quinta copla el sentido del mundo, "camino/ para el otro que es morada/ sin pesar" (vv. 1-3). Describe después la vida como un partir en el momento de nacer, un andar mientras se vive, un llegar cuando se muere. Afirma el poeta al terminar esa quinta copla:

allegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos.

El morir 1 manriqueño ha ido transformándose en la muerte, que es su consecuencia, y que es "la morada sin pesar" que encontramos al acabarse nuestra vida, un lugar de llegada tanto como de descanso.

En la copla sexta se evoca a Cristo, que "descendió/ a nascer acá entre nos/ y bivir en este suelo/ do murió" (vv. 69-72), forma verbal esta última que el poeta sólo volverá a usar en la última copla.

El mismo verbo morir será usado por única vez en primera persona del plural, para recordarnos que "las cosas tras que andamos/ y corre-mos/ ... aun primero que muramos las perdemos" (8, vv. 86-90). Sugestiva exhortación para que evitemos ser deslumbrados por cuanto pueda halagar nuestra vanidad, o despertar nuestro orgullo o nuestra ambición, porque nada que sea propio del mundo podremos conservar.

La copla 12 afirma que "se va la vida apriesa/ como sueño" (vv. 137-138). Es idea ésta que tiene cierto paralelismo con los dos versos de la primera estrofa, en que el poeta invita a contemplar "cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte" (vv. 4-5). Ambas estrofas (primera y décimo segunda) ofrecen dos maneras de considerar un mismo hecho, y en ambas el tiempo, cauce del vivir, resulta fugaz, y fugaz será todo cuanto se inscriba en el tiempo. Se ha dicho que en la "Coplas", "irreparable fluye el tiempo, pero no hacia la nada, y sí hacia la incircuns-cripta infinitud de Dios"2

• En el sentir del poeta, el pasar de la vida significa, al mismo tiempo, el llegar de la muerte.

Las doce primeras coplas mencionan la muerte con serenidad no exenta de melancolía. Pero la copla 13 la ve como enemiga, porque la

1 Sobre el infinitivo sustantivado en la "Coplas" cf. LEO SPITZER, "Dos observaciones sintáctico-estilísticas a las «Coplas» de M anriqu e" [ 195 O), Estilo y estructura en la literatura española, Crítica, Barcelona, 1980, p. 184.

2 ÁNGEL J. BATTISSTESSA, "Vísperas poéticas hispanoamericanas", 1952, páginas inéditas.



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califica de trampa, emboscada, engaño, al decir, con vocablo castrense, que " ... es la celada/ en que caemos" (vv. 149-150).

Así como la copla 12 completa a la primera, la 14 aclara y completa a la tercera. No es casual que en ambos casos (aclaración y complemento) diez coplas separen ambos términos de la vinculación. Porque en la poesía cortesana de Manrique, anterior a las "Coplas", ya se advierte búsqueda de perfección formal y virtuosismo. La copla 14 confirma el poder igualitario de la muerte aducido en la tercera, pero menciona ahora explícitamente a las más altas jerarquías de la época, haciendo más patético el actuar de la muerte: " ... a papas y emperadores/ y perlados/ así los trata la muerte/ como a los pobres/ pastores de ganados" (vv. 164-168).

Manrique ha poetizado líricamente sobre lo que pasa y sobre lo que muere. Después hará ver pasar y ver morir3

; recordando a algunos personajes que pasaron y murieron. Usa el esquema retórico del ubi sunt, inquietante pregunta sin respuesta muy usada en las defunciones o elegías personales incluidas en el Cancionero de Baena y que ya en la Sagrada Escritura pone de manifiesto el accionar de la muerte. Puede leerse en Baruch: "¿Dónde están los príncipes ... ¿Aquellos que atesoraban plata y oro, en que ponen los hombres su confianza, y en cuya adquisi-ción jamás acaban de saciarse ... ?" (3, 16; 18).

Ese pasar y de ese morir son ofrecidos por Manrique en ejemplos ocurridos en Castilla, en su misma época o en tiempo apenas anterior al suyo. Los conceptos morales desarrollados en las coplas anteriores se refuerzan aludiendo a personajes históricos sólo con rasgos que los identifiquen, sin detenerse en pormenores4

• Son las llamadas "elegías mínimas individuales" (16-23), que presentan al muerto evocado en su ambiente y rodeado de sus cosas, que son bienes mundanos5

• Entre esas elegías breves, las dedicadas al Infante don Alfonso y al condestable don Álvaro de Luna importan para el objeto de estas páginas.

A los catorce años muere don Alfonso, llamado "el inocente", el Infante que en 1465 entronizaron los nobles alzados contra Enrique IV'.

3 PEDRO SALINAS, jorge Manrique o tradición y originalidad, Sudamericana, Buenos Aires, 1962, p. 160.

4 !bid., p. 159. 5 !bid., p. 173. 6 Cf. Vicente Beltrán, en su ed. del Cancionero y Coplas a Úl muerte de su padre de

Manrique, Bruguera, Barcelona, 1981, notas 43-44.




"Como fuese mortal,/ -dice el poeta- metióle la muerte luego/ en su fragua" (20, vv. 235-237).

De don Álvaro de Luna, privado de Juan II y precursor del pensa-miento político de los Reyes Católicos, gran enemigo de los Manrique, se advierte: " ... no cumple que de él se hable,/ sino sólo que lo vimos/ degollado" (21, vv. 244-246).

Sobre "Tantos duques excelentes,/ tantos marqueses y condes/ y varones/ como vimos tan potentes", interroga el poeta a la muerte: " ... di, muerte, ¿dó los escondes/ y traspones?" (23, vv. 265-270). Y la increpa por su alarde de poder frente a esos personajes:

... sus muy claras hazañas que hizieron en las guerras y en las pazes, cuando tú, cruda, te ensañas con tu fuerza las atierras y deshazes

(23, VV. 271-276).

Nada hay que logre detener a la muerte cuando ha decidido actuar:

Las huestes innumerables, los pendones y estandartes yvanderas, los castillos impunables, los muros y baluartes y barreras, la cava honda, chapada o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha?

(24, VV. 277-285)

Y en los versos finales de esa estrofa puede advertirse un reproche velado:

... si tú vienes airada, todo lo pasas de claro con tu frecha

(24, VV. 286-288).

Pero la muerte, aparentemente todopoderosa, adopta una actitud distinta frente a don Rodrigo Manrique cuando llega en su busca. Porque



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don Rodrigo, que ha vivido como caballero ejemplar, merece la cortesía especial de la muerte. Ha sido guerrero valiente, ha protagonizado "grandes hechos" que "el mundo todo sabe/ cuáles fueron" (25, vv. 294-295; 299-300): " ... hizo guerra a los moros/ ganando sus fortalezas y sus villas" (29, vv. 340-342); y sirvió "la corona de su rey/ verdadero" (33, vv. 389-390). Pudo cumplir el plan divino expuesto en el Eclesiastés cuando advierte: "Todas las cosas tienen su tiempo, y todo lo que hay debajo del cielo pasa en el tiempo que se le ha prescrito. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir ... Tiempo de dar muerte y tiempo de dar vida ... Tiempo de llorar, y tiempo de reír ... , tiempo de guerra y tiempo de paz" (3: 1-4; 8). Don Rodrigo Manrique ha dado muerte y vida; ha vivido guerra y paz. No muere de manera prematura como el Infante don Alfonso, ni es inesperado su deceso, como el del Condestable.

Se le invita a dejar "el mundo engañoso/ con su halago" (34, vv. 398-399), para lo cual "en la su villa de Ocaña/ vino la muerte llamar/ a su puerta". (33, vv. 394-396). La muerte es afable con el maestre y lo invita a obtener su última victoria7

; lo exhorta a mostrar su "esfuerzo famoso" en ese trance, que llama "trago", "afruenta" (34, vv. 402; 407), "batalla temerosa" (35, v. 410). Le habla del vivir "perdurable" (36, v. 421), que es "otra vida tercera" (37, v. 443) a la que se accede después de la muerte, al partir (37, v. 422) de esta primera vida "temporal/ perescedera" (35, vv. 419-420).

El hablar suave y persuasivo de la muerte en su diálogo con don Rodrigo ha sido interpretado como una reflexión del mismo agonizante8

,

y la respuesta del agonizante como un monólogo dirigido a su propia conciencia9

, al manifestar conformidad con la voluntad de Dios, porque considera que "querer ombre bivir/ cuando Dios quiere que muera,/ es locura" (38, vv. 454-456).

El maestre, sensato, ve en la muerte una enviada de Dios. El hijo-poeta le hace pedir que se abrevie la agonía: "No gastemos tiempo ya/ enesta vida mezquina" (38, vv. 445-446}; y musita-cuando va deslizándo-se desde el morir hacia la muerte-: " ... consiento en mi morir/ con voluntad placentera/ clara y pura" (38, vv. 451-453).

El poema se cierra con el consuelo del recuerdo: "aunque la vida murió,/ nos dexó harto consuelo/ su memoria" (40, vv. 478-480). En

7 Cf. PIERRE LE GENTIL, La poésie lyrique espagnole et portugaise a la fin du Moyen Áge, Rennes, 1949, p. 391.

8 J. M. Alda Tesán, en su ed. de Poesía, Cátedra, Madrid, 1980, pp. 60-61. 9 PEDRO SALINAS, op. cit., p. 208.




llamativa coincidencia, "murió" sólo se usó en las "Coplas" para recordar la muerte de Cristo (6, v. 72) y la del maestre, en la última estrofa (40, v. 478).

En las "Coplas" se mencionan las condiciones y los efectos de la muerte, su poder y sus limitaciones, su accionar. Pero manifiestan también todo cuanto sintió su autor acerca de la vida. Por eso se ha dicho que las "Coplas" son un "concepto de la vida desde la muerte"1º; "un conjunto de miradas sobre la vida y su tránsito hacia la muerte" 11

; "un canto a la vida"12

; "poesía a la vida"13 porque la enaltecen14 y muestran "confianza en la eficacia de toda enérgica vitalidad" 15

•

Habrá de concluir que vida y muerte se articulan en las "Coplas", enseñando muy sabiamente que saber vivir prepara para saber morir. Fluye el tiempo entre el vivir y el morir (tanto en la vida nuestra como en las "Coplas"), y el nexo entre vida y eternidad es la muerte.

Imágenes sorprendentes evocan la muerte en el célebre poema manriqueño. Se la menciona como celada (13), herrero (20), trago, afrenta (34), batalla (35), partida (37). Y se da a entender que es enviada de Dios (38).

LÍAN. URIARTE REBAUDI Universidad Católica Argentina

10 MARGHERITA MORREALE, "Apuntes para el estudio de la trayectoria que desde el ubi sunt? lleva hasta el «¿qué le fueron sino ... ?» de Jorge Manrique", Thesaurus, 30 (1975), p. 516.

11 Cf. LUIS SUÑÉN,jorge Manrique, EDAF, Madrid, 1980, p. 76. 12 Vicente Beltrán, en su ed. citada, p. xix. 13 PEDRO SALINAS, op. cit., p. 224. 14 STEPHEN GILMAN, "Tres retratos de la muerte en las Coplas de Jorge

Manrique", Nueva Revista de Filología Hispánica, 13 (1959), p. 308. 15 AMÉRICO CASTRO, "Muerte y belleza. Un recuerdo a Jorge Manrique",

Hacia Cervantes, Taurus, Madrid, 1967, p. 84.


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