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Ashes & Ice Book One

Rochelle Maya Callen

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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas

regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones,

cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se

le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y

admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto.

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Índice

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

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Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Capítulo 52

Capítulo 53

Capítulo 54

Capítulo 55

Capítulo 56

Capítulo 57

Capítulo 58

Capítulo 59

Capítulo 60

Capítulo 61

Capítulo 62

Capítulo 63

Capítulo 64

Capítulo 65

Epílogo

Sobre la autora

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Sinopsis

Ella está desesperada por recordar.

Él está afligido por olvidar.

Juntos, no se quiebran.

Pero juntos, uno no puede sobrevivir.

Jade se despierta sin memoria de su pasado y con sangre en sus manos.

Plagada de malos pensamientos, busca respuestas. En su lugar, se encuentra

con un chico que no ofrece respuestas, sino esperanza. Pero a veces, cuando las

pesadillas se convierten en realidad y la muerte te sigue a todas partes, la

esperanza no es suficiente.

LUJURIA. AMOR. PÉRDIDA. A veces, todo lo que queda son Cenizas y Hielo.

Libro 1 de la Serie Ashes and Ice

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Capítulo 1 Jade

Traducido por ingrid

Corregido por francatemartu

os ojos vidriosos y muertos de la chica miran dentro de mí, a

través de mí, me perforan con una feroz urgencia, con una

horrible acusación.

La sangre todavía está en mis manos.

Pelo rojo, ojos azules, una constelación de pecas sobre la piel pálida. Era

frágil e inocente, adorable. Eso es lo que pienso hasta que veo las heridas

en sus muñecas y en el cuello. Con su sangre derramándose, luce

deliciosa.

Ella es mía. La posesividad me sacude, me apuñala. Corro, escapando de

un ansia que no entiendo.

Sin aliento, aprieto los dientes y corro más duro, más rápido.

Mis pies golpean contra la tierra, lejos del cuerpo sin vida y hacia las

luces de la ciudad, deteniéndose en el horizonte. Putrefacción y muerte

persisten en mis fosas nasales. Piel sin cicatrizar se estira tensa sobre

mis huesos congelados. Ecos de una memoria vacía resuenan en mi

mente, burlándose de mí. El hielo me persigue, me aprieta y muerde en

mis talones, enviando escalofríos por mi columna vertebral. El hielo me

quiere de vuelta, pero corro hacia adelante, hacia las luces, hacia el calor,

hacia un mundo que me quema, porque no tengo otra opción.

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Las luces están tan cerca. Calor escalda mi piel.

Imágenes pasan veloces a través de mi mente, me paralizan. Patino

hasta detenerme, mis botas cavando en el barro. Los bordes borrosos de

la visión se materializan en formas sólidas.

Jadeo.

Un nuevo horror hurga en mis entrañas. La desesperación me impulsa

hacia adelante, las imágenes fastidiando mis costuras amenazan

desgarrarme.

Fuego abrasador lame sobre mi piel. En mi visión, me contorsiono como

una criatura vil, fea, con ojos tan negros como la corrupción. Mi cuerpo

encorvado sobre la pequeña chica muerta, como un demonio cerniéndose

sobre un niño indefenso. Su sangre gotea de mi boca.

Lamo mis labios y saboreo sólo sudor salado.

Corro, desesperada por pisotear la visión bajo mis pies, por aplastarla

profundamente en la tierra.

Me niego a creer en la imagen, me niego a reconocer el monstruo dentro

de mí, exigiendo ser liberado y la posibilidad de que ya haya sido

desatado. Una marea imparable de miedo se apodera de mí. Más allá de

la negación, el miedo y la esperanza, creo que todavía puedo saborearla.

La fría calma en mi interior se abre en una grieta mientras las luces de

la ciudad me golpean.

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Capítulo 2 Connor

Traducido por ingrid

Corregido por francatemartu

as lágrimas queman. Nunca me había dado cuenta antes, pero lo

hacen. Las lágrimas bajan hasta mi garganta y se asientan en mi

interior hasta que el dolor me paraliza. Agarro mi estómago

mientras miro hacia el ataúd. Su cara ni siquiera luce igual. Hinchado

como una carroza de Mardi Gras, descolorido como un maniquí. Este no

es mi padre.

Pero lo es.

Si algo he aprendido en mi corta vida, es lo siguiente: los funerales son

una mierda. La gente vestida cuidadosamente en planchados trajes

negros. Los parientes me ofrecen «significativos» asentimientos como si

eso pudiera aliviar el dolor. No lo hace.

Luego están los chicos de la escuela, los arrastrados por sus padres. La

gente arrastra a sus hijos, como si llenar la iglesia fuera algo necesario.

Como si de alguna manera los bancos llenos acelerasen el viaje del

difunto al cielo. Dudo que lo haga. Tal vez algunas de las chicas fueron de

compras solo para conseguir el atuendo adecuado para que la porción de

su respetable escote fuera justo, o la proporción de su culo y cintura

fueran correctamente ceñidos.

La gente se sienta en los bancos de la iglesia vestidos con sus mejores

vamos-a-presentar-nuestros-respetos-para-el-tipo-muerto-que-nunca

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supimos-soportar, mordisqueando la goma de mascar en sus bocas,

tomando los teléfonos celulares para que puedan escribir “LOL”

cualquier comentario que entre y tamborileando los dedos porque el

pastor está extendiéndose demasiado. Todo lo que quieren hacer es ir a

casa, meterse y esconderse a una sesión de manoseo con sus novias,

comer sus cenas y tal vez ver una película a las siete en punto.

Odio a esos chicos. Los que me miran fijamente, ponen los ojos en blanco

y bostezan. Los que me hacen la zancadilla en la escuela y me golpean en

los casilleros. Los que se sientan en un banco, contribuyendo al recuento

de cabezas, mientras yo estoy sentado aquí al frente, conteniendo las

lágrimas que luchan por hacer su aparición. Las trago. No voy a llorar.

No aquí. No con estas personas.

El funeral de papá debió ser en una iglesia vacía con mamá, sus tres

hermanos y yo. Debimos ser nosotros cinco teniendo un desordenado,

descuidado y sollozante duelo, donde nos aferramos el uno al otro porque

somos todo lo que tenemos. El piso de mármol debió estar resbaladizo con

nuestras lágrimas. No lo es. Nos sentamos aquí, con la espalda recta,

completamente serenos, como si la muerte fuera sólo una fecha de

caducidad pasajera y nuestro pequeño, insignificante mundo no hubiera

sido partido por la mitad y dejado abierto.

Estoy en mi habitación, mirando el techo. El funeral fue hace horas.

La casa se siente vacía y fría. Oigo un gemido ahogado pasillo abajo.

Mamá.

Probablemente llorando en una almohada para que la casa no pueda oír,

pero puede. Parece injusto que no pueda llorar en voz alta, tan alta que

los clavos de la casa de cien años de edad, se estremezcan.

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Ella no lo hace. Yo tampoco. Lloramos en nuestras propias habitaciones,

recordando a un hombre que nunca estará aquí de nuevo.

La casa cruje. Tal vez siente el peso de nuestro dolor, tal vez las tablas

del suelo se pandean debido a que la carga es demasiado pesada.

Me duele, desesperado por olvidar la larga batalla contra el cáncer,

escupiendo la sangre de su boca con sus últimas palabras, ¿cuáles

fueron? No puedo recordar porque el miedo en sus ojos eclipsó todo lo que

dijo. Ahora la pérdida. No quiero sentir esta pérdida. Alguna entidad

divina ha tomado unas aburridas tijeras y cortado un pedazo de mi vida y

ahora tengo cicatrices irregulares para recordarme que he perdido

demasiado. Demasiado.

Quiero olvidar, porque me duele recordar.

Entierro la cabeza en la almohada, con la esperanza de sofocar los

recuerdos, para ahogar el dolor.

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Capítulo 3 Jade

Traducido por ingrid

Corregido por francatemartu

e quedo sin aliento.

Caigo hacia adelante, mis palmas raspando el pavimento duro.

Las miro, rasguñadas y sangrientas. El dolor palpita en el

centro de mis manos. Entonces el palpitar se apaga y la sangre y la piel

cortada sana, dejando carne suave e impecable. Odio estas manos. No

grito, porque lo he visto antes y siempre se siente muy poco natural.

Una mezcla de ruido, luces y risas se arrastran a mi alrededor. Me

levanto, sintiendo una sensación claustrofóbica en medio del concreto, la

gente y el ruido.

—¿Estás bien?

Alzo mi cabeza hacia la tintineante voz. Una chica con el pelo muy rubio,

labios rojo rubí y aros de plata revistiendo los lóbulos de sus orejas y

cejas me mira fijamente, con el ceño fruncido.

Dando un paso atrás, la miro y deseo huir. Trago saliva fuertemente.

Parpadea ante mí, esperando.

¡BEEEEEEEEEEEP! Dos luces brillantes chirrían hacia mí. Me congelo,

con los ojos fijos en los globos brillantes gritando hacia mí. Mi boca se

abre justo cuando me alejo de un tirón del camino de la bestia. Mi

intensa inhalación se atasca en mi garganta y olvido dejarla salir.

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—¿Qué demonios estás pensando? ¡No puedes simplemente interponerte

en el camino y esperar que un auto te atropelle!

Auto. Las bestias con ruedas, veloces y de ojos brillantes son autos. Miro

hacia la calle donde los autos ruedan uno tras otro.

Ladeo mi cabeza, un recuerdo moviéndose dentro y fuera de lugar.

¿Vagones? ¿Caballos? ¿Ruedas?

—¿Hooolaaaaa?

Parpadeo, entonces cambio mi peso y miro de nuevo a la extrañamente

brillante, chica plateada.

Sus labios brillantes se inclinan en una sonrisa ladeada.

—Entonces, ¿qué aspecto buscas? ¿Pirata medieval? —Me recorre con la

mirada de la cabeza a los pies—. Porque diste en el clavo.

Confundida, abro la boca para hablar, mirándola vestida de negro del

cuello a los tobillos y el extraño collar de pinchos alrededor de su

garganta. Antes de que un sonido se me escape, ella se asoma, agarra mi

muñeca, y me arrastra de regreso a la oscuridad de la tienda detrás de

ella.

Su mano está caliente, muy caliente —no el calor abrasador que sentí

hace unos momentos y no el frío glacial que suelo sentir—, sólo tibia. Se

siente... reconfortante. Sin embargo, ser tocada me hace sentir incómoda,

y me siento aliviada cuando me suelta.

La música de la tienda resuena con gritos y tambores. Miro a los estantes

de ropa, cadenas y camisetas extrañamente decoradas.

—Estamos totalmente en tu estilo —dice—, pero déjame hacerte un poco

más atractiva.

Arrugo la nariz. Esto es un error. Feas, cosas muertas arañan en el fondo

de mi mente. Parpadeo alejándolas, respiración en las paredes, personas

vivas, sudor y energía. Tan diferente de los bosques en los que vagué por

tanto tiempo.

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El rostro de la chica, brillante, extraño, me mira con una sonrisa.

—Bueno, ¡vamos! —Me hace una seña para que entre más en la tienda.

Doy un paso hacia adelante, realmente insegura de qué más debo hacer.

—¡Eres tan hermosa! —dice mientras deja caer algunos trozos de tela

sobre mi hombro y en mis brazos.

—¡Oh, oh, oh! —Se inclina y recoge un par de botas de cuero altas—. Oh

sí, definitivamente. Tú. Tienes. Que. Usar. Estas.

Me sorprende cómo puede hacer que una oración se rompa en pedazos

individuales. Me quedo mirando las botas, elegantes, nuevas, y negras.

Entonces miro las mías: enlodadas, desgastadas y marrones.

—Yo… yo no lo sé. Tal vez debería irme... —Pero no tengo a dónde ir.

—Tonterías —dice—. Tú necesitas desesperadamente un cambio de

imagen, de lo contrario, algún festival renacentista te va a agarrar.

Ella no tiene mucho sentido para mí, pero no quiero discutir y demostrar

cuán ignorante soy. Cuán perdida e insegura estoy.

Cuando caminamos de regreso a una pequeña habitación con un espejo y

un gancho, me deja allí con un montón de ropa. Me paro en medio de la

habitación, mirando un pedazo de red en mi mano. Los orificios son

demasiado grandes y el tejido demasiado débil para atrapar cualquier

cosa. Deslizo mis dedos a través y frunzo el ceño cuando me doy cuenta

de que tirar de ellos sólo hace que las redes parezcan guantes.

—¿Casi terminas ahí?

Me sacudo entera, mis brazos se enredaron en las dos largas piezas de

malla.

—Yo... Yo. No. ¿Qué hago con esto?

Espero que la puerta se abra. Cuando entra, se ríe tan fuerte que un poco

de saliva me golpea en la mejilla. Retrocedo y limpio mi cara en mi

hombro, con las manos todavía ocupadas con la red.

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—¿Quéeeeeee estás haciendo? —dice y empieza a quitar poco a poco las

redes de mis brazos—. Estas son medias de red. ¿Cómo que no sabes qué

hacer con ellas? La mitad de las chicas por ahí las usan.

No quiero decirle que la única chica que he visto nunca a excepción de

ella estaba muerta en el lodo, sangrando por los cortes en todo su cuerpo.

No quiero decir que recuerdo el olor de su piel y la mirada ausente de sus

ojos.

—¿Me enseñarás? —pregunto.

Pone los ojos en blanco, pero sonríe.

—Bueno, antes de venir aquí y ayudar a ponerte las medias, bien

podemos presentarnos apropiadamente. Mi nombre es Clara. ¿Cuál es el

tuyo?

La pregunta me apuñala. ¿Cuál es mi nombre? Trato de remontame

hacia atrás, aferrarme a algo, cualquier cosa. Vuelvo a pensar en ese

primer día, el primer día de mi todo, el primer día que recuerdo. Desperté

en ruinas, adolorida, en carne viva y vacía. El sol ardía a través de mis

párpados. Mis dedos se aferraron a la suave hierba bajo mis pies. Era

familiar y reconfortante, anclarme a la tierra cuando el resto del mundo

me cegó con un cruel color amarillo.

Yací allí un rato y lentamente, muy lentamente, comencé a ver el mundo

—y a mí misma— por primera vez. Me apoyé sobre los codos, mirando mi

cuerpo tendido en el suelo de hierba del bosque. Me sentía como una cosa

nueva y vacía, sin ningún conocimiento más allá del momento antes de

que mis ojos se abrieran, pero ahí estaba yo: no desnuda y nueva, sino

vieja y sucia, con un largo abrigo de cuero, que se ajustaba

estrechamente a mi cintura y se ensanchaba sobre unos pantalones

ajustados de tela y botas de cuero.

Sabía lo que todas estas ropas eran, como si de alguna manera recordara

habérmelas puesto enfrente a un espejo. La sensación era vaga y fugaz

como lo fueron otras tantas, atadas precariamente en mi cabeza, a la

deriva muy lejos, en la marea de mi memoria, pero también

desesperadamente aguantando. Traté de atraerlas con un carrete, pero

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mientras más duro tiraba, mientras más duro me concentraba, los

pensamientos se alejaban flotando.

El único recuerdo cristalizado era el de un anciano. Me aferré a él,

repitiéndolo en mi mente una y otra vez, luchando por aferrarlo un

segundo más después de que la imagen se desvaneciera, pero no pude.

Este recuerdo se mantuvo exactamente igual.

—Miren a esta niña con ojos de jade.

El viejo me pellizcó el mentón con unos dedos callosos y arrugados. Miró

por debajo de su nariz con ojos arrugados por líneas de sonrisas y una

frente grabada por años de profunda contemplación.

—Los ojos de Jade son de ensueño.

Su edad era aún más evidente en el gruñido áspero de su voz, sin

embargo, me tranquilizaba como la cascada cuyo estrellarse contra las

rocas y rugido aún es sereno. Sus ojos seguían buscando los míos.

—Pero un alma hastiada caerá en oscuridad.

Cerró su mirada en mi cara, como si estuviera estudiando una criatura

desconocida.

—Mi pequeña Jade, guarda tu espíritu, susurró una advertencia. Abrió

los labios para hablar, pero negó y no dijo nada más. Se volvió de mala

gana y dio un paso hacia el callejón.

Me quedé detrás de él mirando. Sus palabras permanecen en mi mente.

Todavía sentía el frío de sus ancianas manos donde acariciaron mi

mejilla. Su recuerdo es la única imagen que me consuela en mi soledad.

Su tacto y la mirada son el último contacto físico que recuerdo. Sin

embargo, aun cuando cierro los ojos y me imagino su rostro marchito, sé

que él sabía algo que se negó a decirme. Era simplemente un alma

curiosa mirando dentro de los secretos de los sin alma. Y sin embargo,

todavía lo amaba. Él es todo lo que conozco para amar. Jade, como él me

llamó, es el único nombre que conozco.

Esta chica Clara sigue mirándome, esperando.

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—Jade —digo—. Mi nombre es Jade.

Clara me disfraza por más de una hora en la tienda y apila un montón de

ropa en el mostrador. Registra todo, sonríe, luego pasa una tarjeta a

través de una cosa que pita unida a otra cosa que pita. Empuja el montón

sobre el mostrador hacia mí.

—¡Tómalo! —Sonríe—. Debería ser ilegal que una chica con piernas como

las tuyas no luciera todas las faldas y botas que quiera. Además, todas

las cosas de aquí son de segunda mano —Tomó una de las faldas, negra y

esponjosa con un pequeño cráneo rosado en ella—. Esta falda es de tres

dólares. ¡TRES DÓLARES! —Niega—. Es increíble las cosas que los

niños ricos tiran. Randy, mi jefe, se lleva todas estas cosas usadas que

otras personas tiran y las vende.

—Yo... —Sé que me ha hecho un favor y me está dando este montón de

tela, pero no estoy segura exactamente de qué decir ni cómo aceptarlo.

Estoy nerviosa, nerviosa por hablar, moverme, pensar, sobre hacer algo

mal.

Clara levanta una ceja.

—Bueno...

—Gracias —Las palabras son delgadas, frágiles, pero las digo en serio.

—De nada. Escucha, tengo que cerrar. ¿Dónde vives?

Me doy cuenta, de que incluso conmigo semidesnuda en un cubículo

durante más de una hora, he hablado muy poco. Esta chica no sabe nada

de mí, pero con los ojos tan abiertos y honestos, me gustaría recordar

secretos que poder contarle, porque creo que una chica tan amable como

ella merece escucharlos.

La chica muerta de ojos vidriosos y pelo ardiente me susurra. Tengo un

secreto. Uno que nunca diré. Nunca.

—Yo… yo no...

—Espera un segundo... —Sus cejas bailan juntas en una línea arrugada.

Me pregunto cómo hace eso—. ¿Tienes un lugar para quedarte?

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—Bueno, no, pero...

—Eso lo concluye. Te quedas conmigo —Lo dice como un anuncio.

—No, no debería, yo… yo de verdad...

El argumento fue de corta duración. Durante la hora siguiente, Clara me

arrea alrededor de gente y autos y tranvías, de caminos brillantes con

bonitas casas blancas a pendientes pronunciadas donde se vislumbran

oscuras y deterioradas casas. Clara me jala hacia una de ellas y me hace

pasar a su apartamento.

El apartamento de Clara es una sola habitación con manchas de pintura

y fotografías de cientos de personas diferentes con maquillaje oscuro y

ropa tan extravagante como la suya... bueno, como la mía ahora. Estamos

en medio de ropas arrojadas en el suelo, la gente nos mira desde las

paredes y torres de pequeñas cajas delgadas se levantan de entre los

restos. También olí algo podrido de la zona de la cocina. Una cucaracha

corretea por encima de mi bota. Retrocedo y derribo una torre.

Clara se ríe.

—Dos minutos en mi casa y ya estás rompiendo cosas.

Caigo de rodillas, me inclino a recoger las cajas con más rostros e

imágenes extendidas en la parte superior de ellas.

—¡Lo siento!

—No te preocupes por los DVDs. ¿Has visto el resto de este lugar? Es

absolutamente atroz —Pasa un dedo sobre una de las delgadas cajas—.

¡Escojamos una! Es viernes… ¡Perfecta noche de cine!

Nuestra noche de cine se extiende a dos días consecutivos de cine. Clara

no tiene que trabajar el fin de semana y, bueno, no tengo donde estar y

me gusta la idea de no dejar la casa y no dejarla a ella porque es muy

alegre.

Cuando me pregunta mi apellido y vacilo, dice:

—Jade Smith entonces —y me hace un guiño.

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Inclino la cabeza hacia un lado y doy un asentimiento apreciativo.

—Sí, esa soy yo.

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Capítulo 4 Connor

Traducido por Puchurin Corregido por sttefanye

odría decir que soy uno de esos increíbles chicos de 17 años que

hacen sentir orgulloso a su padre, hace la anotación ganadora en

los juegos de fútbol americano en el Instituto de Madisonville,

conduce un Vette y sale con todas las animadoras. Podría decir que soy

tan jodidamente impresionante que todos quieren ser yo o quieren estar

conmigo. Podría decir eso pero por supuesto es una mentira total. No soy

impresionante. Soy totalmente opuesto a impresionante. De hecho, si mi

«mediocridad» tuviera una definición en el diccionario, mi rostro podría

ser ubicado al lado de ello como ejemplo A.

Connor Austin Devereaux. Hasta mi nombre suena como fracasado.

Suspiro, mirando el listado de mis «mediocridades» mientras estoy en la

cama, esperando que la alarma del reloj se calle.

Soy virgen y la última vez que besé a una chica, ella no era cuerda ni

bonita.

Corro hacia la escuela porque mi vieja camioneta Chevy ’56 esta oxidada

y apoyada sobre bloques en el patio trasero.

No juego fútbol americano ni ningún otro deporte. Probé la pista, hasta

llegué a ser parte del equipo pero eso fue hace mucho tiempo; en realidad

yo no he estado en una carrera porque… bueno, era mi primera carrera

cuando papá se enfermó. Estaba en la línea de salida cuando él se cayó

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en las gradas. Corrí hacia él ese día y nunca he usado un número en la

pista de nuevo.

Y finalmente, el pateador, la principal razón por la que soy lo que soy y

estoy satisfecho con mi apestosa vida: mi padre murió. Con este

pensamiento finalmente me inclino y golpeo la alarma.

El silencio es horrible. Antes, había música de jazz sonando alto desde la

planta baja. La casa nunca antes había estado en silencio, siempre

estaba ruidoso, a veces muy alto, lleno de gritos sarcásticos y música,

mucha música. Ahora, sólo voces suaves y aire muerto. Muerto, como mi

padre.

El silencio cayó sobre nuestra vieja casa estilo hacienda en el momento

en que la ambulancia vino por él; en el momento que todos contuvimos la

respiración mientras se iba para nunca volver a casa. Era como si la casa

tuviese corazón y mientras los paramédicos se iban con mi padre en

camilla, con las sirenas a todo volumen, el corazón dejó de latir y no ha

tomado ritmo otra vez.

Me siento en la cama, con el cabello sudoroso pegado a la frente.

Realmente necesito una ducha.

Lunes. ¿Por qué el instituto es una necesidad que los chicos deben

soportar? Con todo el papeleo, libros que leer, maestros aburridos y la

constante amenaza de la humillación social, para mí, estoy seguro que la

completa experiencia del instituto se sienta a horcajadas en el borde del

infierno.

—¿Connor? —susurra mamá detrás de la puerta, interrumpiendo mi

ritual de quejidos matinales.

—¿Si mamá?

Ella echa un vistazo.

—Bueno. Es sólo para asegurarme de que estás despierto.

Gimo. Por supuesto que estoy despierto. La ansiedad no es fácil de

ignorar. Mis entrañas se retuercen en nudos. No importa que yo sea un

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estudiante de último año. Nunca he ascendido del estado de estudiante

de primer año. Por suerte, la mayor parte del tiempo soy perfectamente

invisible. Para algunos, esto podría ser una tortura, entrar y salir como

un inexistente en un momento donde todo el valor está puesto en

aquellos que son el centro de atención.

Seguro, secretamente me imagino ser el centro de atención. Supongo que

vivo indirectamente a través de otros. Cuando el mariscal de campo hace

un touchdown, cuando un grupo de chicos va a la playa, cuando un chico

sonríe teniendo su brazo alrededor de su chica, los envidio a todos. Pero

si estaba destinado a ser invisible como producto de la privación social,

supongo que estoy jodido con eso. Me visto con unos vaqueros, una

camiseta y un par de tenis.

Cuando voy por mi mochila en la silla, me doy cuenta de que está vacía.

Al lado de la silla está mi vieja guitarra. Niego cuando la miro. Está llena

de polvo y sin usar.

La sigo colocando en la parte trasera de mi armario, pero mamá sigue

sacándola con la esperanza de escucharme tocar como lo hacía antes. La

maldita guitarra se sienta allí como una acusación, como una pila de

«Playboys» que podrían hacerme sentir culpable. Tomo la guitarra y la

coloco detrás de una pila de ropa en el armario.

—¿Connor? —Mamá llama otra vez, ahora desde del primer piso.

7:21 am.

Maldita sea, ¿dónde está mi tarea? Miro alrededor tratando de ver mi

mochila pero no tengo suerte. Dejo el cuarto, cierro la puerta y corro

escaleras abajo por los desvencijados escalones de roble. Evito alguno que

otro escalón. No estoy seguro de cuán vieja sea la casa pero sé que lo es.

Solía pensar que vivían fantasmas en el sótano debajo de las escaleras.

Me acostumbré a saltar escalones de dos en dos para estar fuera de su

alcance. El hábito se mantiene.

Mi tarea y mochila están en la barandilla junto a la puerta. Pongo mi

tarea dentro de mi mochila con mi libreta. No voy a llegar tarde al

instituto. La única cosa peor que tener que existir en un infierno

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tumultuoso, alias secundaria, es en el momento donde no puedes

hundirte en la silla durante el viaje en autobús; es tener que enfrentar

veinticinco pares de ojos virando para encontrar en silencio tu asiento.

Mamá está tomando café en la cocina. Sus rizos están desordenadamente

juntos en una cola de caballo que no puede contenerlos. Se asoman por

todas partes, pero de alguna manera funciona. Ella no se ve descuidada,

sólo sin preocupaciones. Pienso que de alguna manera, ella lo hace a

propósito. Ella solía atar meticulosamente su cabello para verlo lacio y

dócil. A papá le gustaban los domingos por la mañana cuando ella se

levantaba, salía de la cama y bebía su café en el pórtico en pijama.

Él anunciaría:

—¡Allí está ella!

Mamá frunciría las cejas y diría:

—¿Qué?

Y papá la alzaría en brazos y la besaría, ahí mismo frente a mí, ellos se

demostrarían su afecto y dirían:

—Aquí está la leona de la que me enamoré —Enredando sus dedos en los

rizos.

Al principio eso me molestaba pero cuando el cáncer llegó y mi padre

estaba muy débil para levantar cualquier soca, comencé a extrañar esos

incómodos momentos que ahora sé que eran preciosos. Ahora, el cabello

de mamá siempre está rizado, siempre libre como una melena salvaje

atrapada en el viento. Mirándola, ahora me doy cuenta que así me gusta

más.

Se despide de mí.

—Adiós cariño —Despeina mi cabello con su mano, se levanta en la

punta de sus pies para darme un beso en la mejilla.

—Nos vemos, mamá.

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Abro la puerta delantera, olas de calor y humedad se chocan contra mí.

¿Cómo puede mi madre estar tomando café? Un poco loca, ¿tal vez?

Louisiana no es para débiles de corazón. Entre los huracanes, calor y

caimanes creo que somos bastante versados para mantener a raya a los

flojos. Incluso yo, nacido y criado fuerte en Louisiana, no me molestaría

tomar un baño en agua de un glaciar de Alaska después de correr al

instituto. En contra de mi mejor juicio, doy un paso hacia fuera y cierro

la puerta detrás de mí. Ruge. Pongo mis ojos en blanco. Hasta la puerta

es perezosa en el calor. Sonrío a mi pesar.

Nunca he vivido en otro lugar y una parte de mí no quiere llamar a otra

casa mi hogar. Su familiaridad me reconforta. Escalones desvencijados,

pintura descascarada, barandilla tambaleante y todo. Es mi hogar.

Y siempre está el estudio de papá, el cual no ha sido tocado desde que

murió. Ritualmente, mama le saca el polvo, pero todo está como lo dejó.

De alguna manera, se siente como si todavía está allí, escribiendo en su

computadora portátil. Sé que no debo entrar porque él está trabajando,

pero realmente sé que no está allí. No es que esté tranquilo porque así le

gusta a mi padre. Está así porque ya no está. No está allí. No está en

ningún lugar. Ni viajes de negocios, ni reuniones o paseos en la tarde. Se

fue. Su estudio me anima. Cada vez que paso, olvido todo por un

momento.

Es un camino de dos kilómetros al instituto. Tal vez no soy un

inadaptado social. Tal vez es que simplemente apesto por sudar, por lo

que cualquiera que tenga nariz me evita por su propio bienestar. Quizá

debo invertir en alguna fórmula avanzada de desodorante. Traté con Axe,

pero no era como el comercial. En mi caso, funcionaba más como un

repelente contra cualquier contacto de una mujer. Está bien, sin

embargo.

Las chicas del instituto no son exactamente lo que estoy buscando. No es

que sea exigente. Quiero decir, si una chica me invita a salir, no la voy a

rechazar. Probablemente mamá se emocionaría si saliera un sábado en la

noche. Pero la verdad es que en Wayland High hay hermosas idiotas o

locas extrañas. Tal vez hay algunas que quieren incursionar en el medio,

pero están tan desesperadas en estar en lo in que cambian sus

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personalidades por unas mini faldas y control natal. Aunque parezca un

poco anticuado, yo prefiero respetar a la persona con la que salgo.

Supongo que un repelente para mujeres en Wayland High no está mal.

El viaje va rápido. Casi hago caso omiso de las pequeñas tiendas, la

panadería de la esquina y la gente caminando arriba y abajo en la acera.

Todo es un borrón en mi visión periférica. Mis ojos simplemente ven la

acera. Mis pies golpean contra el pavimento y se siente bien. Reduzco el

paso antes de llegar a escuchar el instituto. La multitud fuera del

instituto es un zumbido de interacción: quién está saliendo con quién,

quién regreso a casa, qué está pasando en New Orleans, cómo el Señor

O’Neal es tan pendejo, cuán borracho está quién y por supuesto el

próximo juego de fútbol americano.

Y en el centro de todo está Dominic, el mariscal de campo del equipo. Él

es el centro de cada gramo de envidia que puedo exhibir, voluntaria o

involuntariamente. Dominic es el sol que orbita alrededor del universo

del instituto. Nunca recibí el memo sobre su fuerza gravitacional, pero

aparentemente todos los demás sí. Fue transferido exactamente hace seis

semanas y en ese tiempo acumuló unos seguidores que harían temblar a

una celebridad. Eso no es normal. Él llegó aquí cercano al Mardi Grass,

comenzó a salir con la jefa de las animadoras y se convirtió en la estrella

del equipo de fútbol en menos de dos semanas. Antes de que su nombre

estuviese oficialmente en el registro escolar, ya tenía chicas usando la

camiseta «Yo amo a Dominic». Quiero decir, ¿qué demonios?

He estado aquí toda mi vida y no tengo nada con la letra capital «C», cero

personas «amándome». La atención que conseguí fue cuando Jared

Wilson me puso de cabeza en el basurero de la cafetería por sentarme en

su asiento. Nunca he vuelto a cometer ese error. Pero si en alguna

ocasión quiero salir de la sombra de ser socialmente invisible, siempre

puedo provocarlo. Puedo moverme en la mezcla de gente. No, la

invisibilidad está bien para mí.

Algunos chicos pasan por mi lado y me tropiezo y mi mochila cae al suelo.

Me agacho para recogerla y al levantarme, veo algunos chicos mirándome

y negando.

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Me pongo mi mochila en el hombro y suspiro. Aparentemente no soy lo

suficientemente invisible.

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Capítulo 5 Jade

Traducido por Puchurin

Corregido por Sttefanye

e despierto jadeando el lunes. Sé que es lunes porque Clara dijo

que ella trabajaría el lunes y ya se ha ido.

Ven a mí.

Es un susurro en mi oído. Al principio, pienso que todavía estoy soñando,

pero entonces mientras inhalo y exhalo, lo escucho otra vez.

Ven a mí.

Las nauseas suben por mi garganta. Estoy mareada. Aprieto los ojos,

recordando mi sueño.

Mis dedos se congelan y se vuelven azules, mis gritos ahogados por el

agua que entra a mis pulmones. Siempre me estoy ahogando en mis

sueños, siempre tan frio. Esta vez el sueño termina con una gran puerta

roja, un ojo grabado en la pintura descascarada. La puerta se cierra de

golpe y el agua corre, dejándome con frío y sin fuerzas en el umbral. Ven

a mí… alguien dice detrás de la puerta. Ven a mí.

La voz me tranquiliza, alivia el frío y el miedo.

Estoy en el apartamento de Clara. Estoy bien. Mi nombre es Jade Smith.

Ven a mí.

M

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Mis huesos responden a la voz. Ellos comienzan a moverse, escuchando

al susurro, obedeciendo. Siento que estoy siendo empujada, empujada

hacia la puerta de Clara para salir.

¿Salir? Yo no quiero ir. Me quiero quedar. Quiero pretender que soy Jade

Smith, una fugitiva, una chica complicada con un pasado complicado

como una de esas chicas de las películas que Clara y yo vemos. Me quiero

quedar y entender mi vida. Quiero saber cómo sabe el helado de menta.

Quiero ver la secuela de las dos primeras películas de Rocky… ¿Cuántas

dijo Clara que eran? Quiero encontrar a mi familia, quiero que me

quieran. Seguro, seguro que tengo una... acabo de olvidarlo.

Esto es cuando mi plan, mi más grande mentira, se deshace. Una chica

muerta en el bosque. Ella debe tener una familia y alguien que la haya

dejado allí, para morir como a una muñeca que no se quiere. La he visto,

quería… tenerla, saborear la energía que sale de ella en lazos escarlatas.

No puedo estar aquí.

Tengo que irme. Mi cuerpo sabe a dónde ir. La voz sabe a dónde

dirigirme.

Corro deprisa para buscar la mochila que Clara me había comprado.

Tenía botones en ella. Cada uno me hace sonreír.

—¿Clara? —digo, pero nadie contesta.

En el mostrador, vi unos bollos y una nota.

Hola chica, divertida noche. ¿Sabes que duermes como un muerto? Hice

mucho ruido esta mañana y tú continuaste durmiendo. Tengo que ir a

trabajar. Regreso al medio día. Si necesitas irte, entonces toma los 50

dólares y cuídate mucho.

P.D: Ponte las botas AHORA. ;)

Sonrío y pongo el billete y los bollos en mi nueva mochila. Tomo mi

tiempo, pasando la mano sobre el azulejo astillado del mostrador. El

tirón en mi vientre hacia la puerta se vuelve más violento. Trago

caminando hacia ella, giro la perilla. Verifico el apartamento, los

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remanentes absolutos de él y me doy cuenta de lo mucho que me gusta.

No me inmuto cuando una cucaracha corre sobre mi zapato.

—Gracias Clara —digo al aire—. Gracias.

De alguna manera sé que no la volveré a ver. De alguna manera, sé que

no debería hacerlo.

Dejo su apartamento y sigo el extraño tirón magnético que me lleva al

este. Todo está claro hasta que doy la vuelta en la esquina de la calle 23.

Despierto en el heno de una granja, un caballo está babeando en mi

cabello, una figura en sombras está en la puerta abierta del granero. No

recuerdo estar parada allí, nuevamente mi memoria se apaga.

La humedad me ahoga. Estoy acostada sobre una dura madera. Puedo

sentir los granos debajo de mis dedos. Poco a poco abro los ojos y jadeo.

Agua.

Está en todos lados. Estoy en un muelle justo al borde, cerca de caer. El

agua está cerca, demasiado cerca; me puede matar. No me puedo mover

aunque sé que tengo que deslizarme por el muelle hacia la orilla. Estoy

paralizada en el lugar, gritando: ¿Cuándo comenzaron los gritos? Pronto

el agua comienza a llegar y me traga entera. Siento el frío penetrando

mis huesos, congelándome hasta la médula. Mi garganta está cansada,

en carne viva. Los gritos son estridentes, sonidos horribles que perforan

el aire.

Unos tibios brazos me envuelven. No me retiro de ellos porque estoy muy

asustada para moverme.

—Shh, shhh, querida, vas a estar bien —Es un sonido cálido, apenas

audible debido a mis gritos—. Shh, shh, Nanan está aquí. Shh, shh. Una

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linda joven como tú no debería gritar como una banshee1. Vamos querida.

Estás segura. Estás bien. Nanan no dejará que nada te pase.

Su voz es una canción de cuna. Mis gritos disminuyen pero no se

detienen. El agua. Mis ojos están mirando esa agua. No quiero que me

lleve. No quiero ahogarme. No otra vez. Duele mucho.

Manos cálidas de color de chocolate caliente descansan en mis mejillas,

volteando suavemente mi rostro fuera del agua, hacia la voz, hacia sus

redondos ojos marrón.

—Escúchame querida. Estás bien.

Dejo de gritar, temblando por la secuela, débil. Quiero llorar. Quiero

llorar en el hombro de esta mujer. Quiero liberar este dolor detrás de mis

ojos, pero no lo hago. No puedo. Pero le creo a esta mujer, a esta mujer

con cálidas manos y no quiero encogerme o intentar apartarme porque

sus suaves ojos marrones me tienen. No son ojos mentirosos.

Por ahora, el agua no me llevará.

La mujer me levanta y mantiene su brazo alrededor de mi hombro

mientras me tropiezo con los tablones irregulares de madera.

—Vas a venir conmigo a mi casa, querida; vas a venir a mi casa y todo va

a estar bien. Ninguna joven se quedará sola en Madisonville, Lousiana.

No señor, no mientras Nanan esté aquí. Vas a estar bien.

Por ahora, el agua no me llevará pero esta mujer, esta Nanan, sí.

Me inclino hacia ella y dejo que su calor me llene.

1 Banshee: Hada anunciadora de la muerte.

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Capítulo 6 Connor

Traducido por Puchurin

Corregido por Sttefanye

l lunes se da paso al martes, el martes al miércoles. Es todo un

borrón. Pero hoy estamos afuera y cerca de comenzar educación

física, sé que es un día difícil. Me gustan los días difíciles.

—Bien chicos. Hoy vamos a correr y ver si pueden romper su último

record de un kilómetro —El entrenador Edmond planta los puños en sus

costados creando una abertura triangular entre sus codos y torso. Parece

que es Superman a punto de alzar vuelo. Sólo necesita la capa.

Un par de chicas protestan detrás de mí.

—Se nos va a dañar nuestro maquillaje —Ellas planificaban

tranquilamente cómo iban a fingir tener una hipertermia, pero luego

decidieron caminar juntas y hablar de lo que iban a vestir este fin de

semana.

La manta húmeda de calor intenta sufocarnos, pero está bien. Me gusta

correr. Después de todo, el día no será tan miserable. No me

malinterpretéis, si hay una pelota o un palo en la carrera, correría hacia

la otra dirección. Cualquier cosa que requiera equipo demandaría

demasiada coordinación. Pero hoy, sólo es la pista y unas zapatillas de

correr. Nadie de quien depender, nadie que me moleste. Todos nos

reunimos en el punto de partida. Los grupos usuales se apiñan juntos.

Jocks toma la delantera.

E

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Jared golpea a Dominic en el hombro.

—Tú podrás ser bueno con una pelota pero lo que estarás viendo en esta

pista es mi trasero.

—¿En serio? —Dominic arquea una ceja.

—Oh sí —Jared sonríe.

—Ya veremos —Dominic da un puño en el otro para agrandar la masa de

sus bíceps—. Voy a…

Ellos pueden estar así para siempre. No me importa. Uno ganará. El otro

estará molesto. Se intercambiarán algunas obscenidades. Entonces todo

volverá a comenzar mañana. Sólo quiero correr. Correr como si no

hubiese nadie aquí. Correr como si todo al frente y detrás de mí son

praderas y el único competidor que tengo es el oro Árabe en el granero.

Como lo hacía antes, como mi padre solía hacerlo. Mi respiración es

constante. Inhalo por la nariz y exhalo por la boca.

—Está bien. Listos. Preparados. Oye, oye. Julianne ven a la pista. No te

puedes sentar —El entrenador pone los ojos en blanco mientas ella

murmuraba algo sobre que injusta es la vida.

—De acuerdo. ¡Vamos! —Su silbato perfora el aire.

Mis pies ya se estaban moviendo. Mi respiración está sincronizada con el

movimiento. Uno-dos, uno-dos, uno-dos. Respira. Adentro-afuera. Me

imagino la verde loma de mi casa y los robles custodiándola. Le doy la

primera vuelta a la pista. El viento azota en mi rostro mientras tomo

velocidad, ofreciéndome un alivio del sol de Louisiana. Todo se siente

parejo y balanceado. Es constante y estable; el pavimento, el aire en mis

pulmones, el movimiento de mis piernas.

Vuelo más allá de la segunda curva, la tercera y cuarta. Tomo impulso

cuando voy por la segunda vuelta. Voy en la periferia del grupo. El

imaginario protector de pantalla que tengo de la pradera abierta me da

paso a la realidad y veo que estoy llegando al final del kilómetro, Dominic

y Jared están lado a lado con todo su esfuerzo a unos cuantos metros

frente a mí. No puedo evitar reír. Estos chicos están llenos de mierda. En

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serio, si el flaco de mí puede estar tan cerca de ellos, ¿qué tan increíbles

son? Me esfuerzo un poco más. Veo la meta, tan cerca, a una pequeña

parte de mí le gustaría que Jared y Dominic pudieran ver, para variar,

mi trasero.

Mis pasos son más deliberados y el ruido sordo de mis zapatillas en el

pavimento suena en intervalos fuertes y rápidos. La brecha entre

nosotros se está cerrando. Ellos están demasiado distraídos uno con el

otro y jadeando para darse cuenta de que vengo por la derecha. Si me

esfuerzo un poco más, lo puedo hacer. Sólo un poco más. Sólo un poco

más rápido. Con tres zancadas, estoy al lado de Jared. Al principio, él no

se da cuenta. Pero entonces él me mira con desprecio, sus cejas se unen,

con ojos entrecerrados. Casi puedo escuchar los engranajes de su cerebro:

¿Cuándo llegaste aquí?

La meta está a solo quince metros de distancia. Muy lentamente, voy

delante de ellos. Un paso y luego otro. ¿Realmente lo voy hacer?

¿Realmente voy a vencer a Jared Wilson y Dominic Xavier? ¿Yo? ¿Connor

Devereaux? Casi puedo sentir el cielo abrirse y derramar su gloria

cuando me golpea. Un objeto puntiagudo y desafilado golpea mi espinilla

y me siento caer hacia el frente, mi cabeza primero. El pavimento se

encuentra con mi frente en un espasmo de dolor que rebota de la cabeza

hacia abajo. El sol me ciega, pero levanto mi frente; veo a Jared

sonriéndome mientras cruza la meta.

Él se encoge de hombros y con un intento caricaturesco de inocencia:

—Ups. Lo siento.

Dominic suelta una carcajada y le choca los cinco.

Unas cuantas chicas se ríen, apuntando sus cámaras de teléfono en mi

dirección.

En vez de levantarme de inmediato, presiono la cabeza en la gravilla.

Esta caliente y no se detiene el latido, pero por un momento bloquea todo

lo demás. El entrenador Edmond me da un toque con su zapato.

—Chico, ¿estás bien?

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Suspiro, levantándome y asiento. Mi «mediocridad» observa fijamente los

susurros y risas mientras paso cojeando frente a ellos hacia los

vestidores.

La protuberancia en mi frente continúa pulsando en pequeñas ondas de

dolor. Mis audífonos ahogan los sonidos a mi alrededor. Para el almuerzo,

el incidente y mi pequeño rostro, en toda su gloria no gloriosa, estaba en

el internet. Aparentemente, yo tengo un par de miles de visitas, unos

pocos «me gusta» y una página de comentarios lleno de «¡es un perdedor!»

y «¡cuidado, no tropieces, papel higiénico!» y «¡Jared ataca de nuevo!

¡Divertido, chico! ». Mientras camino a mi mesa, unos chicos me señalan

y ponen sus teléfonos en mi rostro mientras sus caras se retuercen en

una risa silenciosa. Empujo y continúo caminando, sin querer ver la

repetición del video. Lo recuerdo muy bien. Distraídamente cepillo la

parte trasera de mi puño contra mi frente. Si, lo recuerdo muy bien.

Me siento y subo el volumen de mi IPod. Tengo a los muertos vivientes en

frente de mí y un chico con un casco respirando con dificultad a mi

izquierda. Sólo casi dos metros a mi derecha están vacios. Sé que nadie

va a venir a reclamar mi preciada expansión de espacio en la cafetería,

pero mantengo mi mochila y mi libreta de dibujo sobre la mesa en caso de

que alguien lo intente.

Siento a alguien detrás de mí. Escucho un débil «perdón» sobre el ritmo

de la música. Pretendo no escuchar. Sé lo que quieren. Necesitan un

lugar para sentarse, pero este sitio es todo mío. Maldición. Hay muchos

otros lugares para sentarse y ¿tienen que escoger este? Ellos deben ser

travestis con pata de palo para quererse sentar aquí, con el diente

torcido, ojos de gato, perdedores del instituto. Lo que significa que

definitivamente no quiero estar sentado al lado de ellos.

Ligeramente muevo la cabeza con la música como un gesto de que estoy

muy envuelto para atender a sus necesidades en este momento. Puedo

ver el brazo de la persona detrás de mí levantarse para tocar mi hombro.

Buen Dios, ¿ellos no pueden entender una indirecta? Pero antes de que el

intruso haga contacto, su mano baja a su lado y se va poco a poco.

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El chico pasa por mi izquierda. Echo una mirada a la derecha. Quizás

estoy tratando muy fuerte de ignorarlo. Quizás es muy obvio. Mientras

enderezo mi espalda, puedo ver la oscura silueta caminando más allá de

las columnas a la mesa más aislada y solitaria sin un ventilador a la

vista. ¿Realmente se va a sentar allá? Hay otros lugares para sentarse.

Allí morirá de una hipotermia. Una punzada de culpabilidad me golpea

la cara. ¿Por qué tengo que ser un idiota? Podía haber compartido mi

lugar. Obviamente es demasiado tímido para sentarse en otro lugar. Miro

a mi izquierda y veo a quien rechacé.

De espalda, puedo ver que rechacé a una chica no a un chico. Tiene

cabello negro colgando hasta la mitad de su espalda. Está usando manga

larga, por lo que es obvio, está loca. Se voltea y de repente me arrepiento

de mi actitud antisocial. Ella no es elegante ni un bombón, no para los

estándares de Hollywood. De cierto modo ella es hermosa, exigiendo

miradas. Su pie es como miel. Ella lleva una camisa ajustada que dice: A

las voces de mi cabeza tampoco le gustas, sobre una falda con medias de

red y botas altas hasta la rodilla. Su ligera forma muscular es bendecida

con unas caderas arrolladoras. Trago fuerte, guiando mis ojos de vuelta a

su rostro.

En ese momento, sus ojos se encuentran con los míos. Me ahogo con el

bocado de comida en mi boca. Sus ojos, un verde sorprendente, no están

contentos de verme. Giro la cabeza hacia delante, avergonzado de que me

pillara mirándola. Aguanto la respiración por un largo momento. Sus ojos

son tan bellos y tan duros. Son ojos fríos y crueles y ellos me están

mirando.

Una parte de mí piensa: ¡Idiota, idiota, idiota! Una chica hermosa y

totalmente sexy pone su mano en mi hombro y yo la ignoro. Me maldigo

por perder la oportunidad de tenerla sentada junto a mí. Mi otra mitad,

piensa que es un alivio. De alguna manera, sé que son ojos letales y

penetrantes que podrían rebanarme.

Me encorvo hacia delante, inclinando la cabeza en mi mano. Pienso en

escupir sangre, trajes negros, rosas, elogios y almohadas mojadas. Pienso

en guitarras solitarias, casas tranquilas, dedos apuntando y frentes

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raspadas. Pienso en caer y no quererme levantar. Sí, sus ojos pueden

cortarme, pero en muchas maneras, ya estoy sangrando.

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Capítulo 7 Jade

Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel

elo rubio, piercings de plata.

Sonrisas y miradas curiosas.

Luces brillantes parpadeando.

Calor.

Frío.

Frío, tan frío.

Sangre, tanta sangre.

Una señal de calle verde.

Agua ahogando, hielo congelándome.

Gritando nadie puede oír.

Las lágrimas no llegan nunca.

Me despierto, con los ojos parpadeando perezosamente. Fragmentos de

mi sueño me fastidian, siempre lo hacen. Intento llegar a las imágenes

revoloteantes, pero se evaporan en la nada. Suspiro, mirando al papel

floral pelado.

P

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Me siento en la cama, empujando la colcha fuera de mí. Mis dedos trazan

la costura a lo largo de la costura exterior. Nanan la hizo.

Ella burbujeó con orgullo cuando dije que era hermosa. Nanan. Es

probable que ya esté abajo, sentada en la mesa, periódico en mano,

noticias en la radio y café humeante listo y esperando al lado de sus

gachas de maíz. Ella es predecible, pero eso me gusta. Fue hace una

semana que me desperté en el muelle. No retrocedí cuando envolvió sus

brazos robustos y pastosos a mi alrededor. Me fundí en ella, feliz de dejar

el muelle, feliz de ahuyentar el frío con un cuerpo tibio que no soltaba. No

fue hasta que estuvimos fuera del muelle y el frío se había ido que me di

cuenta de que no la solté tampoco. No lo solté hasta que estuvimos en

casa.

Sólo he estado viviendo en esta habitación en el ático desde hace una

semana, pero he aprendido sus hábitos y encuentro todos sus pequeños

gestos peculiares, predecibles y extraños, como a veces son sólidos y

reconfortantes.

7:00 am. Ya está escuchando la radio, bebiendo café, escribiendo en un

crucigrama. No la veo, pero sé que lo está haciendo.

La radio alerta con un chasquido la trasmisión de la noticia.

«Otra víctima del Etcher fue identificada hoy en California...»

Golpeo la radio.

Las palabras del locutor escarban en mí. La chica pelirroja de mi bosque

fue declarada una víctima del Etcher. El nombre se arrastra bajo mi piel,

choca contra mis huesos.

Niego como si eso perturbara mis pensamientos lo suficiente como para

hacerlos caer de los estantes en mi mente y se rompieran en mil pedazos.

Respiro profundamente, saboreando la humedad.

Balanceando las piernas a un lado de mi cama, mi pie golpea sobre una

pila de DVDs. Me levanto de la cama y los apilo, sonriendo mientras miro

a los diversos títulos en mis manos y las docenas dispersos por toda la

habitación.

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Clara. Ella me dio sonrisas y recuerdos. Me dio un lugar para alojarme y

un montón de películas, porque pensó que era divertido cómo me parecía

que las imágenes en movimiento en la pantalla eran mágicas. Nanan dice

que debo ser una fanática del cine, pero en realidad, he estado usando el

regalo de Clara para la investigación. El comportamiento humano, la

interacción, las expresiones coloquiales del habla actual, la tecnología. Al

principio, era abrumador, pero ahora, se siente como una segunda

naturaleza.

Al final, me convertí en una fanática del cine.

Me pongo de pie, los DVD ahora pulcramente apilados. Tirando de una

de las camisetas que escogí con Clara, mis brazos permanecen en la

camiseta, abrazándola más cerca de mí. Apilo la ropa en mis brazos

hasta que apenas puedo ver por encima de ella.

En lo más alto de mi torre de ropa estaba el par de botas de cuero a la

altura de la rodilla que Clara insistió en que debía tener. Se burló de la

manera cautelosa en que hablé. Se rió de cuán perpleja y confundida

parezco con todo.

Meto los libros en mi mochila y miro por la ventana.

Frunzo el ceño. Ahí está. El chico, el que parpadea de vez en cuando con

colores vivos. Me costó aceptar ir al instituto cuando Nanan lo sugirió,

porque vi un destello de luz alrededor de él cuando se presentó en

nuestra casa ayer. Me inscribí en el instituto con el nombre de Jade

Smith y lo busqué. Cuando el color verde brillante estalló a su alrededor

en la pista jadeé, mi vientre cayendo, los latidos de mi corazón... bueno, si

tuviera un latido del corazón se habría acelerado porque, en ese corto

momento, el chico era la cosa más hermosa que había visto en mi vida.

Entonces, los otros chicos habían tropezado con él y su color brillante

chisporroteó lejos hasta que nada más que una opaca, gris neblina

susurró sobre él. No sé por qué intenté acercármele, ¿por qué su caída y

humillación me afectó tanto? ¿Por qué me dolió ver que la extraña luz

verde que lo envolvía se desvaneció en un gris sucio, parpadeando como

una llama extinguida?

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Por primera vez, me había acercado a una persona y fui rechazada

descaradamente. No estoy segura de por qué, pero su desaire envió ira

malvada disparando a través de mí. Violenta, fría y fea. Quise que la

neblina lo ahogara.

Fue sólo un instante.

Sólo un momento.

La amargura de ello permanece. Miro hacia él, todavía con el ceño

fruncido. Está corriendo otra vez. Un aleteo de marrón, rojo y gris pulsa a

su alrededor por un momento antes de disolverse. Exhalo ruidosamente.

Agarro mi mochila y corro escaleras abajo.

—¡Hey, dulzura! —grita desde la cocina.

—Hey Nanan —Echo un vistazo a la mesa. Está sosteniendo el diario.

—¿Has oído... —Apunta a la radio, luego a la televisión—. Otro muerto.

—Niega, obviamente deseando que la noticia no sea cierta, horrorizada

por la realidad de la misma.

—Oh no —digo actuando sorprendida a pesar de que acababa de

escuchar la transmisión yo misma. De repente quiero salir corriendo. No

me gusta oír hablar de los asesinatos, hormiguea en mi piel, hace que

mis dedos se crispen, y nubla mi mente.

—Mejor me voy, Nanan. No quiero llegar tarde en mi segundo día.

Nanan asiente, pero continúa.

—Alguna pobre alma de San Francisco...

Abro la puerta y, como una bofetada en la cara, el calor quema y lo veo.

El sueño retorciéndose a su lugar, las escenas cayendo en orden.

No tengo que mirar la pantalla del televisor para ver su rostro. La veo a

través de una caja registradora de la tienda, con una sonrisa socarrona

en sus labios rubí. Veo su risa fácil cuando retrocedió mientras encendía

las luces en su apartamento. La veo rota y con moretones, ojos vidriosos,

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junto a un basurero clandestino en una esquina con un letrero verde de

la calle 24.

Clara.

Me tropiezo hacia atrás, pegándome contra el marco de la puerta. Me

quedo mirando la TV, respirando profundamente, esperando estar

equivocada, pero su rostro parpadea en la pantalla. Vertiginosa debilidad

me corta en pedazos. Mi pecho convulsiona y me pregunto si el corazón se

puede romper, incluso si no tienes uno.

—¡Jade? Jade, cariño, ¿estás bien?

El aire cambia. Frío reconfortante me alivia y me paro derecha. Mi pecho

no duele, mi respiración es uniforme. Parpadeo dos veces lentamente,

tratando de reenfocarme.

Me quedo mirando la pantalla del televisor y, de alguna manera, no veo

recuerdos y angustia, pérdida y vergüenza. Veo a una niña, con cabello

demasiado rubio y piercings ridículos. Mis dedos tiemblan.

—Sí, Nanan. Estoy bien —Salgo por la puerta y no miro atrás.

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Capítulo 8 Connor

Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel

etrocedo ante la puerta. Sí, así es. Fallo en astucia y cualquier

cosa remotamente genial o socialmente aceptable. Me detengo en

el umbral de la puerta del aula está causando que los pocos

estudiantes detrás de mí se acumulen torpemente como un juego de

dominó mal ordenado.

Oigo murmullos poco amables salir de los labios de los estudiantes en

diferentes volúmenes y niveles de amenaza. Pero en serio no me importa.

No me importa porque ella está allí. De pie en la entrada, miro más allá

de la entrada del tercer círculo del Infierno de Dante, también conocido

como Composición en Inglés, en dirección a la joven inclinada sobre un

bloc de notas, una cascada negra de pelo cayendo sobre un hombro,

sentada en un escritorio grabado con una variedad de tatuajes a lápiz, un

escritorio directamente al lado del mío.

La chica que rechacé ayer en el almuerzo antes de maldecirme por la

totalidad de la tarde de ayer, las horas soñando y los miserables cuatro

mil ochenta y nueve pasos a la escuela de esta mañana está sentada a mi

lado. Gloria a los mapas de asientos y la expulsión de Katherine

McKenzie de Madisonville High por dejar esa silla desocupada y por la

colocación de esta diosa de pelo negro a mi lado. Composición en Inglés es

fantástica.

R

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Después de una larga oración de gratitud, marcada por mi estúpida

contemplación frente a la puerta, me dirijo a mi asiento, casi dando

saltitos, pero no del todo porque los tipos no dan saltitos. Me deslizo en

mi asiento, lo que raspa el linóleo haciendo un sonido lamentable,

vergonzoso. Me aclaro la garganta.

No hay respuesta.

Tamborileo los dedos índices sobre el escritorio, tratando de parecer

despreocupado, casual. Pero el rítmico sonido parece aumentar mis

nervios en lugar de calmarlos. Casi puedo sentir mi pecho golpeando

contra mi camiseta y temo que toda la clase pueda escuchar sus

inconfundibles y rápidos bum-bum.

La chica suspira.

¿Lo oyó? No puedo ver su cara, pero casi puedo ver sus ojos girando y su

«imbécil patético» pronunciado con sus perfectos carnosos y rosados

labios. Mi corazón late más rápido. Soy un imbécil patético. La campana

aún no ha sonado. Un valiente soldado rebelde dentro de mí juega con la

idea de pedir disculpas por lo de ayer, presentarme, entablar

conversación, e impresionarla con mi ingenio y encanto.

Cuando recuerdo que no tengo nada de eso, silencio al bastardo

mentiroso y sigo enfurruñado, deseando ser otra persona, alguien más

genial, alguien que no esté total y absolutamente aterrorizado de correr

riesgos, alguien que pudiera hablar con esta chica sin miedo al rechazo.

Como si fuera una señal, el rey del infierno «alias Dominic» entra al salón

de clases, flanqueado por sus fieles secuaces, Jared y Phil. Maldita sea.

Los esteroides y ETS Somos Nosotros tienen perfeccionado el paso

perezoso-atractivo-seguro que estoy intentando y ojalá pudiera vomitar

sobre ellos sólo para que parecieran un poco menos perfectos.

Jared se detiene abruptamente a mi lado y golpea sus palmas sobre mi

escritorio.

—¡Todo el mundo! Permítanme presentarles a nuestra propia celebridad

de Internet, ¡Connor Devereaux!

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Lo miro mientras Dom, vuelve y pone las manos sobre mis hombros.

—¿Qué? —Es todo lo que puedo manejar.

—¿Oh, no lo viste? —Phil saca su teléfono celular y lo sostiene en frente

de mí, su pulgar suspendido sobre el botón de play.

Antes de darme cuenta, veo el video de mi caída en la pista el martes. Al

final, la cámara hizo un acercamiento y captó mis ojos húmedos y

vidriosos. Tan pronto como el vídeo se detiene, los tres tipos se parten de

risa. Mis ojos no se apartan de la pantalla, pero bajan hasta la esquina:

14.234 visitas. Me acomodo en la silla y trago. Sé que parezco un

perdedor, pero no había comprendido muy bien cuán absolutamente

patético me veía.

—¿Viste su cara? ¡Quería llorar! —La voz de Jared brama de la risa. Los

dedos de Phil se mueven al botón de enviar y se enciende una pantalla

anunciando que el video ha sido enviado a todos los contactos. Dentro de

unos pocos segundos, ringtones y teléfonos celulares que vibran anuncian

un nuevo mensaje y, mientras mis compañeros de clase revisan sus

teléfonos, oigo un crescendo de risitas, gritos de risa, mientras ojos y

dedos apuntan hacia mí. Los tres chicos dan una palmada a mi espalda

mientras se mueven a la parte posterior de la clase. Me deslizo hacia

abajo en mi silla para que mi pecho esté apenas por encima de mi

escritorio. Quiero desaparecer.

Rápidamente miro a la chica nueva. Ha pasado tanto tiempo desde que

realmente quería algo. Y ahora, por primera vez en años, la vida parece

ofrecer un atisbo de emoción, algo nuevo y hermoso de ver y desear y

entonces, en lugar de tener una oportunidad de volar en el infierno, tengo

una fabulosamente organizada campaña de humillación lanzada en el

primer día que tenemos una clase juntos. Sé que es estúpido, pero creo

que es por eso que esta vez la vergüenza corta más profundo.

Ella no levanta la vista. Sus hombros no se sacuden de risa. ¿Tal vez no

lo vio? Me muevo en mi asiento y trato de ocuparme con algunas tareas

domésticas para distraerme de mis pensamientos en el límite de lo

obsesivo y las risitas y miradas sobrantes de los otros estudiantes. No

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funciona, pero por lo menos tengo una distracción. La miro, tan

jodidamente agradecido de estar un poco detrás de ella y de que mi

contemplación no sea completamente obvia. Su brazo bloquea sus

incesantes garabatos en su cuaderno. Me siento más derecho, así puedo

mirar por la pequeña ventana triangular que su brazo crea mientras

descansa su cabeza sobre él. Su pelo está por encima de su hombro

opuesto, así que tengo una vista directamente a la página.

Docenas de garabatos abarcan la página. Entornando los ojos, las líneas

borrosas comienzan a materializarse y veo que los garabatos son de la

misma imagen sólo que en diferentes tamaños. La imagen es una especie

de líneas de intersección como dos Ss perpendiculares o una cruz

curvada. No puedo entenderlo. Me inclino ligeramente.

Crujido. Maldita silla.

Su cabeza gira lentamente y cuando sus ojos finalmente se encuentran

con los míos, recuerdo. No tiene ojos dulces de chica.

Sus ojos son trozos de cristal que me cortan. Sus ojos son de color verde

pálido, como los pantanos y el hielo. Me siento con la espalda recta otra

vez.

Desde mi visión periférica, puedo decir que su mirada no se relaja o se

aleja. Parece rayar en el desprecio, en un silencioso «Jodete» y/o «Deja de

mirarme o patearé tu enclenque culo».

Me aclaro la garganta y trato de mirar por todas partes, excepto a ella.

Siento su mirada quemar como ácido rompiendo las partículas de metal.

Casi olía la corrosión. Pero finjo inocencia y sólo miro alrededor de la

habitación a todas las citas e ilustraciones aburridas que recubren el

perímetro. Pero mis ojos, los órganos desobedientes, retroceden a ella. Su

mirada acerada todavía está fija en mí. Es casi doloroso tener a alguien

que te detesta con tal intensidad, especialmente cuando realmente no

hice mucho para enfurecerla que no sea hacer totalmente caso omiso de

ella y luego mirarla descaradamente. Quiero decir, ¿es eso realmente tan

horrible?

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Intento una sonrisa para romper la incómoda mirada feroz. Ella

entrecierra los ojos. Para evitarlos, mi mirada se desliza de nuevo a su

cuaderno y a las decenas de imágenes replicadas allí. Sus dedos se

contraen y cierra la tapa de su cuaderno con un sonoro golpe. Un signo

evidente de que no me quiere mirando sus cosas. Más horripilante,

comienza arrastrando los pies en la silla recuperando sus lápices,

recogiendo su mochila, saliendo rápidamente de su asiento. ¿Qué está

pasando? ¿Está dejando el aula? No puede hacer eso. Pero en vez de ir

hacia adelante, gira sobre su eje hacia el fondo del aula, fuera de mi

campo de visión. No me atrevo a mirar hacia atrás.

Una realidad terrible encaja. Está al fondo de la clase. Hombres

musculosos de camiseta ajustada se encuentran en la parte posterior de

la habitación. La perfección se reunirá con la perfección. Y habrá algún

fabuloso, muy chismorreado y encantador cortejo y un adorable felices

para siempre al que no voy a ser invitado, o a una parte de él. La

apestosidad de la vida verdaderamente jode. Demasiado para soñar.

Nunca tuve mucha oportunidad de todos modos, así que no puedo estar

tan amargado.

Suena el timbre, me recuesto en mi silla y me encorvo hacia adelante.

Pero estoy amargado, muy amargado como viejos limones y agrios bolos.

Espero a que el Sr. Jeramiah entre por la puerta y empiece a barajar

papeles sobre su escritorio, preparando su conferencia. Otra cosa encaja

en su lugar mientras veo los papeles apilados en montones. Papá...

estaba escribiendo algo antes de que el ataque de tos llegara, antes de

que llamáramos al 911. Yo estaba sentado en la silla del estudio y él

estaba revolviendo papeles en pilas. Se estremeció cuando me vio.

Parecía salvaje, desesperado.

—Algo está llegando, Connor. Algo está... —Fue entonces cuando estalló

la tos con sangre y se robó sus palabras. Me hundo más profundamente

en mi silla. Un intenso frío me golpea en la cara y de repente me siento

muy solo.

El día avanza, pero después de observar unas pocas más miradas de hielo

de la chica nueva, dejo de mirarla, aunque la presencia de ella fastidia mi

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mente. También me abro paso a través de las palmadas en el hombro, los

dedos colocados en L en la frente de las personas mientras caminan, y las

risas que oigo en el pasillo mientras me dirijo a cada clase.

Todo me empuja hacia el interior la humillación, desear a la chica, el

deseo de ignorarla, de ignorar a todo el mundo y la incapacidad de

hacerlo me arrastra más en mí mismo a un lugar entumecido.

Se siente demasiado como antes, cuando él murió. Y eso me asusta.

Cuando murió, yo sabía que nunca sería el mismo. Siempre un poco ido y

fuera de alcance. Siempre un poco roto porque él ya no estaba allí. Papá

podía solucionarlo. Yo podía hablar con él al respecto. Él podía

arrastrarme de vuelta al mundo. Pero no puede. Porque él es el que me

trajo a este lugar para empezar y él es la razón por la que nunca voy a

ser capaz de renunciar a ello. Pienso en su sonrisa, su risa, su guitarra y

la intensidad de sus ojos mientras borraba al mundo y me escuchaba a

mí y a nada más.

Lo necesito ahora. Respiro profundamente. Y mientras dejo la charla de

la escuela detrás de mí, sé que no voy directamente a casa. Giro a la

derecha en la bifurcación del camino mientras el cielo se oscurece. Pero la

amenaza de lluvia no me asusta, porque sé a dónde necesito ir.

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Capítulo 9 Jade

Traducido por Ingrid Corregido por Angeles Rangel

l enojo endurece mis hombros mientras cierro mi libro de un

golpe y camino airada a la parte posterior del aula, reclamando

un escritorio libre al lado de dos tipos enormes que apenas caben

en el suyo. Me encorvo en mi nueva silla, feliz de estar lejos de la mirada

indiscreta del chico. Él se apartó de mí cuando pasé. Estoy satisfecha con

eso. Una imagen se apodera de mi mente: caminar a través de un campo

de flores, las flores encogiéndose lejos y marchitándose. Exhalo, la

satisfacción escapa de mí.

Saco mi cuaderno justo cuando el maestro entra. Un hombre demasiado

flaco para llenar la camisa abotonada que lleva. Miro a las delicadas

líneas de mis dibujos. Agarrando la pluma, empiezo otra. Las líneas, los

giros y las curvas de ellas me consuelan, alivian la ansiedad y el frío que

se cuela.

Mientras dibujo, miro mi mano sosteniendo la pluma. ¿Cómo no puedo

recordar? Miro mis uñas, mis nudillos, la piel estirada sobre los huesos

pequeños de mi mano. ¿Cómo no puedo recordar estas manos? Estas

manos creciendo, buscando a tientas, tocando algo que no sea corteza de

árbol, mi propia piel y...

Sangre.

Aprieto los dedos en mi pluma y profundizo en el papel, casi rasgándolo.

E

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Cosas muertas.

Me trago las lágrimas, apretando los ojos cerrados pero vacíos, muertos

de Clara, están pintados ahí, así que parpadeo y los abro.

Se ha ido. Ido, ido, ido. Y el Etcher la mató. Él acuchilla a sus víctimas

por separado y luego esculpe algo en su piel. Es la forma en que

conectaron los dos asesinatos. Tres. Clara fue la tercera.

Suelto la pluma y meto las manos en mis bolsillos. Miro a mi alrededor.

Escritorios, suelos, plástico, gente. Superficies resbaladizas y demasiadas

personas se agolpan a mi alrededor. Su charla y movimientos me hacen

estremecer. De vez en cuando oigo un latido del corazón, dos latidos del

corazón, tres latidos del corazón, tantos latidos como tambores,

golpeteando y me desanimo recordando que ningún latido es mío.

Me doy cuenta de que mi mano está arrastrando un dedo sobre mi pecho,

curioso ante el silencio allí. Aprieto mi puño y lo bajo al escritorio.

Lo odio. Odio estas paredes. Me siento claustrofóbica, acorralada.

Una garganta se aclara a mi lado y deslizo la mirada hacia él. Ojos

negros en un rostro pálido y sin afeitar. Uno de los enormes chicos

musculosos. Guiña un ojo. Me alejo.

Espero, espero a que suene el timbre y me libere de esta habitación. Pero

el maestro todavía está montando la clase, moviendo sus papeles

alrededor del escritorio. El primer timbre para iniciar la clase ni siquiera

ha sonado todavía. El tiempo se mueve tan lentamente.

Es entonces cuando lo veo. El chico. Lo gris se levanta de él como niebla

saliendo de la ciénaga. Sentada detrás de él, veo la masa de frío,

ceniciento aire envolverlo a su alrededor como una manta hasta que

apenas puedo distinguir la silueta de sus hombros encorvados. Me asusta

cómo el aire nítido y claro a su alrededor se transforma en algo tan sólido

y amenazador que puede sofocarlo, aplastarlo bajo su fuerza letal.

Durante todo el día se queda así, clase tras clase gris y agotado, en forma

de C encorvado bajo el peso de una ominosa nube gris.

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Cuando sale del instituto, no sé a dónde va, simplemente sé que tengo

que seguirlo. No me ve, nunca, ni siquiera levanta la vista de la acera.

Los hombros encorvados hacia delante, simplemente camina a través de

la lluvia, la cabeza hacia abajo como si estuviera demasiado asustado de

enfrentarse al mundo delante de él.

Trato de convencerme de que él es desagradable, tratar de mantener la

amargura me hace sentir más fuerte, pero me alejo porque no quiero que

me importe. La neblina alrededor de él, sin embargo tan triste, gris y

débil no deja de tirar de mí debajo del resentimiento, en algún lugar

desprotegido en lo profundo de mi pecho.

Entierro el pensamiento. Observo mientras abre la chirriante puerta de

hierro, las puertas de un cementerio. Observo mientras camina a través

de lápidas, nunca las mira, como si sus pies supieran exactamente a

dónde ir. Mantengo mi distancia, pero me lanzo a toda velocidad en

frente de él, encubierta por su falta de observancia y mi velocidad.

Se detiene.

No se mueve. No se inquieta. No habla. Sólo se queda parado ahí como

una estatua. Está tranquilo y solo aunque la constante nube gris se aleja

de él como si la lápida misma le estuviera robando su energía, su vida.

Trago. Un mantra llena mi cabeza, tratando de superar a otra emoción y

me llena: Mantente lejos de él. No necesitas preocuparte por él.

Luego lo oigo. Es un sonido bajo y sordo. La respiración pesada, brusca

inhala y exhala. Un apenas visible temblor de sus hombros, la capucha

cubriendo su expresión. Él «la estatua de un chico» se desmorona.

Cayendo de rodillas de la manera más rota y vulnerable, siento algo

dentro de mí caer con él. Empuja su capucha hacia abajo.

Ahora lo veo con claridad, incluso bajo la lluvia y la distancia, lo veo

perfectamente. Las lágrimas tratan de mezclarse con la lluvia, pero

fallan. Veo sus lágrimas. Sus preciosas y doloridas lágrimas. Y todo lo

que puedo hacer es mirar.

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Algo dentro de mí se mueve. Del enfado a la curiosidad. Impaciencia a la

simpatía. Reticencia al deseo, deseo por entender cómo y por qué puede

llorar como la lluvia. Me toco la mejilla. Resbaladiza. Húmeda. Pero mis

propias lágrimas no tocar estas mejillas. Y me pregunto si es porque

estoy demasiado vacía para producir las mías. Todo se siente tan...

desconectado, inconexo, como si piezas vitales mías faltan o están rotas.

No echo de menos esas partes, pero me pregunto si es sólo porque no sé lo

que he perdido. Connor es real. Yo no.

Clara era real... me pongo tensa, pensando en la forma de sus ojos, los

puntos de plata a lo largo de sus orejas. Trago saliva duramente.

Clara.

Clara. Está. Muerta. Mi pecho comienza a doler, extendiéndose,

desmoronarse. Miro de nuevo al chico.

Quiero correr hacia él y limpiarle las lágrimas. Quiero atrapar la energía

que flota lejos de él y regresarla.

No lo hago. Lo dejo allí, solo y llorando. En cuanto me doy la vuelta para

correr, un dolor más pesado me aprieta el pecho. De repente me doy

cuenta a lo que la expresión «tirar de tus fibras sensibles» se refiere, ya

que, en este momento incluso sin un corazón en mi pecho, siento que han

sido cortadas y estoy cayendo en el vacío.

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Capítulo 10 Connor

Traducido por savina

Corregido por Anaizher

o corro al instituto. Camino arrastrando los pies, levantando

piedras. Es la única energía que me queda.

El día toma el micrófono: clases, chateadores2, la nueva chica en

mi visión periférica, pero ella no me ve a pesar de que se mudó de nuevo

a un asiento frente a mí.

Viene el tercer período. El entrenador está en el campo y está a punto de

hacernos correr otra vez. Me duele la cara cuando recuerdo la última

sesión de educación física Tengo un par de días sintiéndola como si fuera

melaza supurando lentamente. La noche pasada, el recuento del video de

mi humillación ascendía a «visto 25.453 veces». Estoy parado en la fila

viendo como el Coach Edmund organiza los grupos para otra carrera.

Dom me presiona dando vueltas a mí alrededor.

—¿Listo para otra carrera campeón?

Yo no digo nada.

—Tú también —el Coach señala hacia la nueva chica sentada en las

gradas. Me enteré de su nombre. Jade. No miro hacia arriba, pero eso no

me impide ver su descenso y su pequeña forma metiéndose en la línea.

Por un breve instante pensé que se había detenido a mirarme. Eso es

2Chateadores: usuarios del Chat por internet.

N

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estúpido. No me había mirado. Fijé la vista en una pequeña mancha de

pintura en el pavimento. Era tiempo de concentrarse.

—En sus marcas… listos… fuera —El entrenador pita con su silbato

agudo en el aire húmedo.

Todos salimos disparados hacia adelante a distintas velocidades (algunos

más lentos que un caracol). Dejo que Jared y Dominic me adelanten. No

quiero repetir mi fiasco de cara-de-grava. Me conformo con un paso

relajado, rayando en el aburrimiento absoluto.

Las personas corren a mi lado, unos pocos se deslizan más allá de mí. Ah,

la piscina de la mediocridad. Me siento como si estuviera destinado a

nadar en esas aguas por toda la eternidad. Sin embargo, una parte de mí

está a la espera. Quizá Jade pueda sacarme a flote. El pensamiento me

hace querer frenar y acelerar al mismo tiempo. No quería estar tan

interesado en ella. Incluso trato de convencerme a mí mismo de que no

estaba interesado. Sin embargo, soy muy malo para mentir…

Una roca rueda hasta mis pies y me saca de balance propulsándome

hacia adelante. Puedo sentir la inminente cara-de-grava ¡Oh Dios, no

otra vez! Adelanto un pie golpeando el suelo y trato de equilibrar mi

velocidad, pero puedo ver el suelo cada vez más cerca de mi cara. Aquí

vamos...

Una mano alrededor del bíceps me tira con fuerza y me arrastra hacia

adelante, forzándome a encontrar y mantener el ritmo.

¡No me caí!

Miro a la izquierda cuando la persona libera mi brazo, el pelo negro

azotaba de un lado al otro mientras me adelantaba a buen paso.

Jade.

El corazón me da un vuelco. Estuve a punto de perder el equilibrio de

nuevo. Ella no me dejó caer. Ella me tocó. La miro fijamente mientras

sus pasos delicados marchan veloces y pasaba a los rezagados. Forma

perfecta, porte perfecto, paso perfecto.

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Perfecto, perfecto, perfecto. No puedo quitarle la vista de encima.

Con gracia y rapidez gana velocidad y llega, casi en calma, con los dos

seres humanos más monstruosos:

Jared y Dominic. ¿Realmente va a tratar de ganarles? Yo me impulso

hacia adelante para tener una buena vista de ellos tres y la línea de

meta. Ella se abre paso entre ellos. Jared la mira, un parpadeo de

tensión pone rígidos sus músculos haciendo que se vean más

pronunciados. Bombea los brazos con más fuerza y se adelanta un poco.

Dominic lo mira y sonríe ¿sonrisas? ¿De qué se ríe? Jade corre más

rápido y lo está adelantando. Él vuelve la cabeza hacia un lado mirando

su trasero con intención e interés, una onda de profundo enojo sacude

mis entrañas. Ese pervertido.

Jared está a la cabeza. Jade en el centro. Dominic permanece

ligeramente por detrás de forma deliberada. Jade aumenta el ritmo y

avanza sacando ventaja, pasándolo. Él la mira horrorizado.

—¡No dejes que gane, Dom! —grita Jared.

—No lo sé. Me gusta la vista —Apunta directamente a la parte trasera

de Jade.

Ella no mira a los lados, sigue mirando hacia delante, hacia la meta. Y

ocurre rápido. Levanta los brazos rectos hacia los lados con los puños

apretados y se detiene abruptamente. Jared y Dominic no se lo

esperaban. Los puños golpean en los estómagos y ellos dan un paso atrás,

tropezando y cayendo al suelo entre fuertes gruñidos.

—¡Maldita sea! —Jared no se controla cuando está molesto. Se pone de

pie y trata de alcanzar a Jade, pero ella navega más allá de la línea de

meta, sola y victoriosa.

Sonrío.

Ella mira hacia atrás. Sus ojos se mueven de Jared a Dominic y luego

hacia mí, ¿hacia mí? Su cara sigue siendo tan inexpresiva como una

piedra, mirándome de lejos.

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Me guiña un ojo y se mueve rápidamente hacia adelante para salir fuera

del campo.

Ninguna sonrisa la traiciona, pero ese guiño era para mí. El calor se

arremolina y me atraviesa en oleadas, me siento regocijado y... feliz.

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Capítulo 11 Jade

Traducido por savina

Corregido por Anaizher

Lo rodearon haces amarillos, rayos de luz que se expandieron a todo su

alrededor (brillantes, deslumbrantes y hermosos). Y algo en mi interior

explotó. ¿De felicidad? ¿De satisfacción? ¿De victoria? Sí, de victoria. La

victoria de ver desaparecer el susurrante gris pálido de Connor para

convertirse en un resplandor brillante, incandescente.

Amé la sensación cálida de su luz expandiéndose.

Él estaba sonriéndome.

Le hice un guiño, prometiéndome a mí misma que jamás sería la fuente

de esos grises amargos.

Voy a sacar su luz, es demasiado hermosa para estar sin ella.

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Capítulo 12 Connor

Traducido por savina

Corregido por Anaizher

is nervios vibran como alas de colibrí. Casi puedo oírlos silbar.

Sonrío para mis adentros cuando veo la repetición del glorioso

momento en que Jared y Dominic caen al suelo de forma

rápida, espectacular y poco glamorosa. Mi corazón bombea más rápido

cuando pienso en el guiño de Jade; tal vez sea el gesto más sexy que me

han dirigido en la vida. Sin dejar de sonreír tomo un bocado de comida.

Mientras como, alguien tira de mis audífonos.

—¿Qué co…

—¿Has dejado que la fama se te suba a la cabeza? —volteo hacia arriba a

la voz baja y suave a mi derecha—. ¿O eres humilde, normal y,

permitirás que la gente non-youtube-able3 se siente a tu lado?

Mi corazón se detiene y me quedo mudo. La voz se atora en algún lugar

de la garganta. Sus largas piernas se extienden cruzadas por los tobillos.

Apoya los codos en la mesa de la cafetería con los ojos fijos en el lápiz

que trae en la mano. Jade.

—Yo, eh, eh... —¡Habla, idiota!—. Umm… digo...

Ella levantó una ceja.

3Non-Youtube-able: palabra original (inventada por la autora) que representa a las personas

que no ven videos de YouTube.

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—Um, quiero decir, por supuesto que puedes sentarte aquí —me

avergüenzo de mi voz que se parece más a la de un pollo que a la mía.

—Gracias —pero no me mira. Se contornea y recoge las botas de cuero

bajo la mesa. Lanzando la bolsa de libros sobre ella, la abre, hurga en su

interior y saca una manzana y su bloc de notas. Se da la vuelta con el

libro abierto y da un mordisco a la manzana haciendo girar el lápiz entre

sus dedos como si éste fuera un mini acróbata. No sé si la estoy mirando

de lleno o simplemente de reojo.

—Así que dime Connor —Mi nombre saliendo de sus labios no suena a

pescado muerto—, ¿qué pasa con tu excusa lame-culos cuando corres?

Yo me desinflé.

¿Qué demonios? ¿Vino hasta acá para insultarme? Puedo correr. Corro

muy bien. Si ella supiera. Pero seguramente había visto el video y yo no

quería discutir por el momento. Me encogí de hombros y empecé a hurgar

en mi plato de arroz.

—No estoy tratando de insultarte —lo dijo sin levantar la vista de su

cuaderno—, pero puedes correr más rápido de lo que dejas ver.

—¿Qué? —dije sorprendido.

—Tú corres —dijo Jade encogiéndose de hombros—, y corres rápido —

Inclina la cabeza hacia mí para continuar—, pero cuando corres, pareces

una combinación de la Rubia-tetona y el Wheezer4.

—¿Quién? ¿Qué? —Frunzo las cejas totalmente confuso.

—No sé el nombre de muchos así que les pongo apodos —Señala hacia

Courtney, bien escondida bajo el brazo de Dominic—. Conoce a Señorita.

Rubia-tetona y… —ella se inclina ligeramente hacia atrás señalando a

Matt que está sin aliento—. Wheezer.

4Wheezers: (Jadeantes en español) son un tipo de necromorfos que envenenan el aire y

representan un importante objetivo en el juego llamado DeadSpace. Tienen forma humana, son

bastante lentos y torpes.

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Me reí. En voz alta. Estoy sorprendido por el sonido poco familiar que no

reconozco en mi boca.

—¿Y…? —Jade se sostiene la quijada con la palma de la mano—, ¿cuál es

tu problema?

—Puedo correr —le dije en un arranque.

—Lo sé —Suena exasperada—, pero ¿por qué no desarrollas ese potencial

cuando corres?

Me quedo estático. ¿Cómo explicar mi estupidez, decirle que no quiero

terminar con la cara plasmada en la pista o de cabeza en un basurero o

en Internet?

—¿Te gusta ser invisible? —lo dice sentada muy recta, dando otro

mordisco a su manzana.

¡Auch! Simplemente porque sea verdad no significa que la gente deba ir

por ahí diciendo eso en voz alta. No lo dice con dureza, así que hago una

pausa antes de responder.

—Yo… Umm... bueno...

—Oh, mira lo que tenemos aquí —la voz de Dominic se cuela entre

nosotros. Su cuerpo proyecta otras sombras: Jared y Phil. La nausea

anida en mis entrañas. Dom me golpea un hombro—. Nuestra pequeña

celebridad tiene novia.

Con la otra mano, Dom se dispone a darle unas palmaditas a Jade en la

espalda. Pero ella dispara la mano, toma la muñeca y la tuerce de

manera antinatural. Sorprendido por un segundo, la ojos de Dom

expresan un tic adolorido antes de cambiar a una ligera sonrisa.

—Tranquila chica —dice quitando la mano—, eres un poco agresiva ¿no?

—Dom… —la voz nasal de Courtney arrastra la «o». Se para junto a él y

lo toma del brazo—. Vámonos. Pensé que íbamos a, ya sabes… —Deja la

frase sin concluir mientras le acaricia con los dedos el abdomen y sube

hasta el pecho. Cuando alza la vista se da cuenta del montón de gente

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pasmada que ha oído su intervención. Mira a Jade y luego tira de él

exasperada.

—Oh Dios mío, Dom ¿realmente tenemos que invertir nuestro tiempo en

el perdedor y...? —Su mirada se desliza desde las botas de Jade a su

rostro y arruga la nariz con disgusto—. ¿La nueva pueblerina friki?

Mis músculos se tensan de rabia. No sé por qué me siento tan protector

con Jade, especialmente cuando ella está sentada, relajada, con la

manzana en la mano y masticando, mientras le devuelve la mirada a

Courtney.

—Ya, ya, Court. No seas mala —le pide Sam.

—¿Por qué no? Ella hizo que hoy todos parecierais idiotas en la pista. ¡Y

mírala! —La señala excitada—. Es como… justo así, ya sabes...

—Eres muy elocuente —Todos los ojos se disparan hacia Jade que

mastica la manzana.

—¿Qué has dicho?

—ELOCUENTE. ¿Te gustaría buscarlo en un diccionario?

—Como sea —dice Jared sonriendo—. Muestras el tipo de chica que eres

cuando pasas el rato con este estúpido perdedor.

Courtney se inclina en mi dirección.

Siento que mi vida no es más que un globo desinflado.

—Y es aún más patético. Su padre se dejó caer hasta morir.

Mis nudillos se blanquean cuando aprieto los dientes y clavo los dedos en

la bandeja del almuerzo.

—Si tuvieras algo de sentido común —dice Courtney cepillándose el

pelo—, estarías tratando de pasar el rato con nosotros.

—Lo siento —la voz de Jade es tranquila, casi monótona—, no sabía que

era bienvenida a sentarme con las putas y los bastardos pervertidos del

instituto. Queda anotada la invitación.

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Jadeo sin aire. Jadeo tan fuerte que parece que se está vaciando un

neumático. Algunas personas notan la tensión entre nosotros. La Rubia

tetona —sonrío por dentro pensando en el apodo que Jade le puso—

inhala bruscamente.

—¿Disculpa?

Yo me preparo, levanto la vista hacia los ojos negros de Dominic que

miran a Jade. Espero una mirada furiosa, pero en cambio, parece

completamente divertido.

—Bien. Verás —Jade se voltea y apoya ligeramente la espalda en el

borde de la mesa mientras da un mordisco a su manzana—. Prefiero

pasar mi tiempo con seres humanos decentes e inteligentes.

Las manos de Jade me señalan y me ruborizo mientras continúa.

—No con tontas que le abren las piernas a cualquier hombre que camina

por ahí.

—¡Zorra!

Jade le dedica una sonrisa taimada y ¡ah! Se ve tan sexy.

—O… —los ojos de Jade repasan a Dominic de la cabeza a los pies con la

boca entreabierta y la expresión aburrida—. Lamentables excusas de

hombres que solo saben pensar con una cabeza. Y no precisamente la que

está sobre sus hombros.

Courtney se lanza para agarrar el cabello de Jade y ésta, con un

movimiento rápido, la toma del cuello y le estampa la cara contra la

mesa. Parece al mismo tiempo aburrida y disgustada, como si acabara de

matar a un mosquito y tuvieran que limpiar los restos de su parabrisas.

Courtney da gritos tratando de escaparse. Todos a nuestro alrededor

aguantan la respiración pasmados y unos pocos están de pie observando.

Jade ya no era toda suavidad y curvas. Ahora se ve cortante, feroz y no

suelta el cuello de Courtney.

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Capítulo 13 Jade

Traducido por Luisa

Corregido por Vickyra

río cubre las puntas de mis dedos, subiendo a mis muñecas. Me

causaba dolor, pero me gusta, me gusta sentir el hielo en mis

venas avivando mi adrenalina, moviéndose más hondo, profundo.

Aprieto más fuerte.

El pulso de Courtney palpita en mi palma. Martillea en un frenético

ritmo de uno-dos. Intensifico mi agarre, apretando su garganta entre mis

manos y sonrío. Sus ojos se abren de par en par, su boca se abre en un

exagerado «O», pero ella está en silencio. Sólo un poco más y sus ojos

retrocederían en su cabeza, su patético latido dejaría de palpitar en la

palma de mi mano. Sólo un poco más, un poco más fuerte....

—¡Jade! —Una mano me coge del bíceps, cálida y urgente, sacándome de

mis pensamientos. El frío se aleja reptando como una serpiente,

desenrollándose. Exhalo y dejo caer las manos a mi lado. Courtney jadea

y tose, aferrando su garganta, como si quisiera confirmar que aún seguía

ahí. Mis ojos miran rápidamente mis manos, mis pequeñas manos, y

aprieto los dientes. ¿Qué estaba haciendo?

Destellos de Clara, la pelirroja en el bosque y la morena en el establo

arañan mi cerebro, espera, ¿Qué morena? Veo su cara, lo veo tan nítido,

una silueta contra un cielo resplandeciente en la enorme puerta del

cobertizo y entonces y entonces, oh Dios....

F

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3

Más sangre.

La vista me pone los pelos de punta, mis dedos hormiguean. Cierro el

puño.

—¿Jade? —Es una suave voz, una voz de chico, la voz llena de luz de

Connor.

Los pensamientos oscuros se dispersaron. Los ahuyento con mi

vergüenza. Antes de poder enfrentarme a las miradas de todos, cojo mi

bolso. Courtney retrocede mientras me inclino hacía ella.

—No me provoques —Es casi un gruñido. Es una advertencia para

ambas, ya que no estoy segura hasta qué punto me puede presionar

antes de quebrar y que la oscuridad me envuelva e inunde el resto de mí.

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Capítulo 14 Connor

Traducido por Luisa Corregido por Vickyra

uena la campana y me percato que he retenido mi respiración

durante mucho tiempo. Empiezo a sentirme mareado. Jade recoge

su bolso y sale furiosa de la cafetería, mientras el resto de nosotros

nos quedamos ahí aturdidos y en silencio durante unos minutos antes de

que Courtney arrastre a los chicos afuera, soltando todas las

obscenidades que existen.

Empiezo a recoger mis cosas, cuando siento que alguien me tira de la

manga. Miro para atrás y veo a Matt mirándome.

—Wow. Ella es especial, ¿eh?

Miro hacía las puertas de la cafetería por donde salían los estudiantes.

—Sí, sí que lo es.

S

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Capítulo 15 Jade

Traducido por Luisa Corregido por Vickyra

palear. Brazos me sostienen debajo de la fría corriente. Agua me

invade los pulmones. Estoy gritando. Tengo miedo. Oigo encima

de mí una amortiguada voz, un bajo gruñido de indescifrables

sonidos. Me duelen los brazos. Ya no puedo luchar más. Todo me duele.

Todo está en carne viva.

Sólo me quiero rendir... rendirme… dejarme ir. Así lo hago. La oscuridad

empieza a bloquear mi visión. El agua, las burbujas, la luz que brilla por

encima de mí se desvanece.

Me arrastran fuera de la oscuridad, del frío, del temor y entumecimiento.

El aire me invade. Yo jadeo y toso. Apenas viva.

El hielo me aprieta en su agarre y no me puedo liberar.

Quiero llorar, pero no llegan las lágrimas. Cierro los ojos fuertemente,

jadeando, gritando.

—Shhhh, mi niña Jade, shhhh —Siento sobre mis mejillas, las yemas de

dedos marchitas, curtidas. Pestañeo. El hombre viejo, mi querido anciano

me mira profundamente a los ojos—. Ven y encuéntrame... —Sus

palabras son absorbidas por el viento y el agua y las sombras y esa vieja

puerta roja se cierra de golpe.

—¡Espera! —El hielo se rompe, ahogándome para que nadie pueda oír

mis gritos.

A

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Todo mi cuerpo se sacude de pronto, el sueño se disuelve. Jadeando,

intento concentrarme en estabilizar mi respiración, no porque necesite

regular mi oxígeno, sino porque el agudo, desesperado sonido me asusta.

Mientras mi respiración se acompasa, mis hombros se relajan, paso mi

mirada alrededor de mi desordenado cuarto.

BEEP. BEEP. BEEP. Mi cabeza se gira a un lado y mi cuerpo se tensa.

La alarma sigue sonando. Suspiro, sacudo la cabeza, totalmente

convencida que las alarmas son objetos muy traicioneros y molestos.

Saliendo de la cama, comienzo a ponerme la ropa y a recoger mis cosas

cuando de pronto me acuerdo que ayer me suspendieron. Me dejo caer

sobre el colchón.

Sentí alivio cuando el Rector me envió a casa. Las paredes de la escuela

me hacían sentir claustrofóbica e irascible.

En cuanto abandoné el edificio, tuve un presentimiento, un tintineo como

la electricidad estática, inundándome en ondas. Fui caminando a casa,

inquieta y curiosa por las pequeñas punzadas atravesando mi cuerpo y

cada pocos minutos miraba por encima de mi hombro. Era un extraño,

sutil presentimiento, pero podía sentir a alguien —o algo— siguiéndome.

Cada vez que miraba furtivamente, no había nada o nadie detrás de mí y

decidí no volver a mirar atrás, hasta que me encontré dando un vistazo

sobre mi hombro y me maldije. Aunque, una vez que anduve unas

cuantas manzanas, el presentimiento se evaporó y me sentí otra vez sola

y vacía.

Sola y vacía como ahora.

Me estiré sobre el colchón.

Entonces me alcanzó: una ola brutal de náuseas y un tirón, muy dentro

de mi tripa, en mis huesos, mi cuerpo entero desesperado por poder

moverse.

Mi sueño. Ven y encuéntrame. ¡El hombre viejo!

Voy, embutí mis pies en las botas, dando traspiés salí por mi puerta. Baje

corriendo la escalera.

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—¡Eh, cariño! ¡Ten un buen día en el colegio, oyes! Y regresa con buen

apetito ya que Nanan va a cocinar quimbombó —Me apoyé contra el

marco de la puerta que llevaba al salón, mientras estaba ahí de pie, las

náuseas incrementaban. No le conté a Nanan sobre la suspensión.

Todavía no. Cuando llegué ayer a casa se le veía tan feliz. La ayudé a

cortar las verduras y ella me llamó una buena chica sureña con un par de

botas de motociclista.

—Lo haré Nanan. No puedo esperar.

Dejé de cortar las verduras cuando noté el frío retorciendo mis entrañas y

cosquilleando las puntas de mis dedos, obligándome a agarrar más fuerte

el cuchillo, disfrutando la manera que la cuchilla podía cortar tan

fácilmente.

Entonces paré. Le dije a Nanan que estaba cansada y necesitaba irme a

la cama. Me fui a mi habitación, cerré con llave la puerta y me senté en

una esquina hasta que el frío decayó, hasta que mis dedos dejaron de

crisparse.

Salí por la puerta de entrada, bajé por la acera y me paré en la calle.

Cerré los ojos y sentí la energía pulsando en mí ser. Se arremolinaba

dentro de mí y entonces me enderezo. No lo cuestiono, simplemente lo

sigo.

Alivio invade mis miembros mientras lo dejo fluir y permito a mis pies

caminar a dondequiera que el tirón me lleve. A la izquierda en Bonifant,

sigue caminando, a la derecha en Dodge, a la izquierda por la calle que

no tiene la placa con el nombre, pero que está al lado de la enorme

magnolia, sigue caminando.

No, para.

El ardor me invade, fuego ardiente pero dulce como la miel. Miro a mi

alrededor.

Unos cuantos pasos más allá del inmenso árbol, capto el olor de flores

dulces, el verde, caliente olor. Por un momento, algo más compite con el

tirón de mi cuerpo, otro presentimiento, un impulso de resguardarme

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bajo la sombra de la magnolia, encogerme, y descansar, pero no solo

descansar, de estar en paz, de ser consolada, de ser....

Muevo la cabeza, de pronto me siento ridícula por haber parado, por

permitir que la ansiedad en mis miembros se desarrolle en un temblor.

Prosigo, izquierdas y derechas, carreteras señalizadas y sin señalizar

hasta que llego a un embarcadero.

Me detengo antes de pisar las tablas de madera. Mi pecho se encoge. Mi

respiración trabajosa, mientras miro a través de la extensión de agua. Es

inmenso y terrorífico. Retrocedo, moviendo la cabeza, apartándome,

ignorando la energía fluyendo por mis venas ordenando estarme quieta.

No me gustan los embarcaderos.

Se cernían sobre las masas de agua, atrayendo, intentando convencerme

que estaré a salvo. No me puedo sentir segura sobre unas tablas de

madera sobre cenagosa y turbia agua, sobre algo tan poderoso e

impredecible. Algo que mata.

Me quedo quieta y sigo mirando fijamente más allá del embarcadero,

inhalando y expirando. Encorvo mi cabeza y me protejo los ojos contra la

luz solar. No soy capaz de ver el otro lado. Puedo ver una pequeñísima

chispa de un resplandor. Titila y se apaga, pero sé lo que he visto... una

luz, una energía que me reclama en ir. Nueva Orleans. Una vez que el

nombre se registra en mi mente, la tensión en mi cuerpo se desvanece y

me derrumbo sobre el suelo. Nueva Orleans. ¡Nueva Orleans! ¡Ahí es

donde debo ir!

Me levanto y me voy corriendo de vuelta a casa, casi saltando entro cada

zancada.

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Capítulo16 Connor

Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38

ade no está en ninguna parte. No está en clase, ni en el pasillo,

tampoco en las calles alrededor del instituto. En ninguna parte.

Estoy tan nervioso que ni siquiera me alteraban las burlas de Dom

o las miradas de otros estudiantes o comentarios. Busco en la cafetería,

mirando a todos y a toda persona en cada mesa y no la encuentro.

—Ella no está aquí —dice una voz entrecortada. Matt, el voluminoso,

está mirándome a través de sus gafas de montura negra que parecen

distorsionar sus ojos.

—¿Qué?

—Ya sabes, la chica nueva. Ella no está aquí hoy.

—¿Por qué no está aquí? —Me tenso por la respuesta.

—Fue suspendida, amigo. ¿No lo has oído?

—¿Por qué iba a ser suspendida?

—Um, ¿no viste todo ese asunto de estrellar la cara de Courtney contra la

mesa ayer? Fue atrapada completamente y suspendida por el resto de la

semana.

—Estás bromeando —Fruncí el ceño—. ¿Quién la habría delatado?

J

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—¡Duh! Courtney, obviamente. Está totalmente pendiente de ella.

—¿Qué quieres decir?

—En primer lugar, la nueva chica la humilló delante de todo el comedor

y segundo, oí que Dom estaba echándole un vistazo a la chica nueva y

Courtney se volvió totalmente loca.

Él negó, su respiración ronca salió en un sonido como descuidado,

húmedo.

—Odiaría ser la chica nueva. Cualquier persona que sea receptora de la

maldad extrema de Courtney está perdida.

Odiaba tener que pensar en ello, pero Matt tiene razón.

—Entonces, ¿estará de vuelta el lunes?

—Sí, eso es lo que he oído.

Asiento y vuelvo a comer.

Entonces me doy cuenta de algo.

—Um, ey, Matt.

—¿Sí?

—Sé que sabes mi nombre, pero eh, nunca nos hemos presentado en

realidad. Ya sabes, oficialmente.

—Sí, lo sé —Parece incómodo por un segundo y luego me extiende su

mano—. Hola, Connor, soy Matt.

Sonrío y estrecho su mano.

—Ok. Es oficial. Lamento que me tomase tanto tiempo para ya sabes...

—No, lo entiendo, sobre todo porque... —Su voz se apaga—. Um, bueno,

ya sabes. Um, siento mucho lo de tu padre.

Su declaración me sorprende.

—Oh, yo...

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—Era de verdad un tipo grandioso.

No me había dado cuenta que Matt lo había conocido.

—Gracias —Entonces asentí—. Realmente lo era.

—Sí, quiero decir, ¡era brillante! Cuando trabajamos juntos...

—Espera, ¿qué? — ¿Trabajaron juntos?

—Sí, ya sabes, como no sé, seis o siete meses... ¿ese gran proyecto en el

que estaba trabajando?

Fijo la mirada en él. Papá se había encerrado en su estudio cada vez más

y más antes de morir. Era una especie de frenético, desesperado modo de

trabajar. Fue chocante verlo.

Siempre estaba tan feliz y despreocupado, tan relajado, luego empezó a

trabajar temprano por la mañana y tarde por la noche, escribiendo

frenéticamente. Mamá y yo habíamos tratado de interrumpirle de vez en

cuando, pero al final, él nos miraba de manera poco familiar con unos

ojos tan enojados, que nos detuvimos. Salimos, la puerta se cerró y lo

dejamos trabajar.

A veces, parecía que el trabajo fue lo que lo mató, aceleró su enfermedad.

Se veía pálido y harapiento al final.

—¿Cuál era el proyecto exactamente?

Matt me mira alzando las cejas.

—¿Las traducciones? —Lo dice como si eso pudiera refrescar mi

memoria, pero yo no sabía nada sobre el último proyecto de mi padre.

Matt continúa:

—¿Las traducciones del texto antiguo que encontró? —Cuando ve mi

expresión en blanco, parece exasperado.

—Tengo un don para los idiomas. Un aprendizaje erudito, de veras. Tomo

clases de fin de semana en la universidad para los idiomas ancestrales.

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¿Cómo no sé esto acerca de mi compañero de clase? ¿Un erudito? ¿Este

ruidoso, jadeante y desastroso chico?

—Es genial.

—Sí, bueno, tu padre pensó que yo era realmente dotado en lenguas

antiguas y me dejaba ayudar a traducir cosas de vez en cuando, como

una pasantía.

Asiento lentamente, asimilando.

Parece como si estuviera esperando que diese mi opinión, pero no tengo

nada que decir.

—Él encontró este texto, muy viejo, que estaba en un idioma que nunca

había visto antes. Tenía piezas de diferentes idiomas combinados,

mezclados juntos así que empezamos a descifrarlo —Sus ojos están

perdidos en la lejanía, recordando.

—Pero entonces, después de que habíamos comenzado avanzar

verdaderamente y hombre, era impresionante, una cosa totalmente

extraña, bueno, no sé si yo hice algo mal o si sólo quería continuar por su

cuenta, pero no quería tenerme más como parte de las traducciones.

La campana suena y me sacude. Es hora de ir a clase. ¿Entonces esto es

en lo que mi padre había estado trabajando? ¿Traduciendo este texto

antiguo?

Matt comienza a juntar sus cosas, jadeando mientras lanza lejos su

basura. Me toma un momento para comenzar a moverme.

—¡Ey, Matt!

Se asoma por encima de su hombro.

—¿Sí?

—¿De qué se trataba el texto?

Se encoge de hombros.

—¡Oh ya sabes, el usual viejo y loco, mumbo jumbo religioso!

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Me reúno con él dando pasos largos.

—¿Sobre qué?

Él se inclina y alza sus cejas.

—Oh, ya sabes, el Apocalipsis.

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Capítulo 17 Jade

Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38

o intento. Lo intento por horas. El ferry, un taxi, lo que sea.

Cada vez que me acerco al puente que cruza el lago

Pontchartrain, me congelo. Escaparme corriendo del barco o

suplicar que el taxi se detenga antes de arrojar el precio del pasaje al

conductor.

Es patético. Siento un tirón en el fondo de mi vientre, tengo un brillo de

esperanza la puerta roja está al otro lado de esta masa de agua, pero mi

cuerpo se niega a cruzar. Estoy demasiado asustada, demasiado

temerosa de que, de algún modo, el lago se levantará y me tragará,

dejándome ahogada, gritando en busca de aire, rogando morir porque el

dolor es intenso, al igual que en mis sueños.

Sé que es irracional y cada vez que llamo un taxi nuevo, refuerzo mi

confianza para entrar en el taxi e ir. Cada vez que pasamos el semáforo

para cruzar el lago, exijo al conductor detenerse y dejarme ir. La última

vez que llamo al servicio de taxis se niega a enviarme alguien.

Tomo mi camino a casa donde Nanan desata su furia sobre mí. Nunca

hubiera pensado que una mujer tan bajita, podría parecer diez veces su

tamaño y hacerme sentir tan pequeña.

Se enteró de la suspensión.

L

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—¿No has estado aquí más de un par de semanas y obtienes que te echen

del instituto? ¿Qué estás pensando? Lastimando a alguna pobrecita... no

jovencita en mi casa no vas a estar haciendo ese tipo de tonterías. Tú

tienes una cabeza bonita, mejor asegúrate de mantener algo en ella. ¡Vas

a volver al instituto el lunes y quiero ver nada más que alabanzas en tus

papeles y pruebas o voy a azotar tú trasero con mi escoba allí, no importa

si tú tienes mi sangre o no!

Sus diatribas no se detienen hasta que todo el aire se ha ido de sus

pulmones, y hombre, que tiene un par de ellas. Ella deja escapar un gran

suspiro, se desploma hacia abajo en la silla y me mira.

—El punto es, querida, que no sé dónde has estado, pero estás aquí en mi

casa ahora y quiero que confíes en mí. De veras, sé que los chicos vais y

hacéis travesuras, pero tienes que ser sincera conmigo. Tienes que

decirme lo que sucede. ¿Entiendes?

Me doy cuenta de que Nanan no está loca por mi suspensión, sino porque

le mentí. No debería tener... no debería haberle mentido a esta mujer que

me abrió sus brazos y me dejó entrar en su casa.

—Lo siento, Nanan —La vergüenza es una sensación de dolor, en algún

lugar detrás de mis costillas. Inclino mi cabeza, no quería mirarla a los

ojos.

Ella se acerca y toma con sus manos mi barbilla.

—Lo sé, cariño. Lo sé.

Entonces se pone de pie y camina hacia el fregadero de la cocina,

secándose las manos en el delantal antes de sacar las verduras picadas

de ayer.

—Esa chica que tiraste al suelo... ¿se lo merecía? —Sus ojos brillan.

Le sonrío.

—Bueno, yo de seguro lo creo.

Ella asiente, da la vuelta y empieza a silbar. Mientras Nanan cocina,

trato de concentrarme en su conversación, pero mantengo mis

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pensamientos a la deriva, de lo patética que soy, lo idiota que es tener

miedo a una masa de agua.

Entonces, me siento culpable por ignorar a Nanan cuando dice:

—¿Qué te parece? —Y tengo que luchar por alguna respuesta genérica.

Se merece mi atención. Lavo los platos y mirando el agua, que parece tan

inocente brotando de un grifo.

Subo las escaleras y me acuesto en el colchón enfadada conmigo misma.

La rabia creciendo dentro de mí, retorciéndome y agitándome.

Susurros fríos contra mi piel y, cuando llega el frío, los pensamientos le

siguen. Agarro mi lápiz y profundizo líneas en el papel a medida que

dibujo los círculos, líneas y ondas delicadas con destellos, con mi muñeca.

Al volver sobre la imagen y dibujarla una y otra vez, con el tiempo las

líneas se vuelven más ligeras y más graciosas y estoy aliviada por la

apariencia y la sensación de ellas. Inspiro mientras dirijo mi dedo por las

curvas y barras, hermosas y fuertes. Cuando me levanto, no me siento

enfadada. Me siento centrada y enfocada.

Voy a cruzar el lago. Eso sí, no todavía. Voy a estar lista pronto.

Me siento en el silencio tocando mi pecho, pero no siento nada golpeando

en su interior. Vacío, vacío, vacío.

Pasan las horas antes de levantarme e ir a mi ventana.

Son las 2:56 pm. Como todo en esta pequeña ciudad, hay una

previsibilidad en la cual puedo confiar. Antes de que el pensamiento

complete mi mente, lo veo corriendo rápido por la calle. Es diferente de

cuando está en la escuela, en el que, donde él se contiene a sí mismo y

sus pies golpean el pavimento sin propósito. Ahora corre y todo acerca de

él es suave y confiado mientras hace su camino bajando la calle,

acortando la distancia a mi casa.

Agarro mi bolsa y salto a la parte inferior de las escaleras.

—¿Querida? —La cara de Nanan con preocupación y confusión—. No te

he oído bajar.

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Arrugo la nariz. Por supuesto que no lo hizo. Me salté todas las escaleras

y aterricé con un fuerte golpe.

—¿Oh, en serio? Bueno, estoy apurada. ¡Te veo luego!

Al cerrar la puerta, oigo a Nanan decir:

—¡Oh, mira! Es ese chico Devereaux. Su padre era el tal… —La puerta

se cierra interrumpiéndola.

—Hola, extraño —grito detrás de él justo cuando pasa por delante de mi

casa, a toda velocidad.

Él levanta la mirada y ensancha sus ojos.

Yo saludo con la mano.

Se estrella contra el bote de basura de Nanan. Él hace una mueca,

arrugando la nariz antes de que finalmente diga:

—Hola.

—¡Lo siento!

—Está bien. Al parecer tengo un extraño fetiche para la humillación.

Mis labios se elevan hacia un lado de manera distintiva. Él es curioso,

algo inquieto, muy agradable. No se parece a mí y, por un una fracción de

segundo, me pregunto si mis sueños se pueden reproducir en mis ojos y él

no quiere verlos, pero luego recuerdo la curva de su cuerpo, su cabeza

siempre hacia abajo, y me doy cuenta de que en realidad él no mira a

nadie.

—¿Cómo estuvo el instituto?

—¿Estás de verdad haciendo esa pregunta?

—¿Sí?

—Bueno, es una mierda.

—Me alegro de habérmelo perdido, entonces.

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—Ah, sí —Él asiente lentamente—. Escucha, si yo fuera tú, me cuidaría

de Courtney. Puede hacer de tu vida un infierno viviente.

Él no tiene idea de lo infernal que mi vida ya es o qué tan cerca la Rubia

boba-tetona estuvo de ser pulverizada bajo mis palmas. El pensamiento

me aterra y cautiva. Aparto la mirada.

—Tomo nota.

—Y, eh, gracias por tratar de, ya sabes, dar la cara por mí —Él mira al

suelo—. Realmente no deberías hacer eso.

—¿Por qué no?

—Si quieres tener algún tipo de vida social en el instituto Madisonville,

el contacto conmigo debe ser evitado. Soy contagioso. Tú tocas y yo

contamino, serás rechazada en todos los círculos sociales. Es como la

lepra. Toco y destruyo.

Camino por la senda y me paro delante de él.

—No estoy buscando entrar en ningún círculo social de élite.

Estoy esperando que el frío y las pesadillas se alejen, estoy en busca de

recuerdos, estoy buscando... ni siquiera lo sé.

No le digo nada de esto, porque, ahora mismo, no quiero que se aleje.

—Entonces creo que voy a estar bien.

El silencio arrastra sus pies entre nosotros.

Se aclara la garganta.

—Así que, mmm, ¿qué hiciste hoy?

—Pasear. Estaba pensando en ir a Nueva Orleans, pero... —Hago una

pausa por un momento tratando de elegir las palabras—. Tuve

problemas de transporte.

—¿En serio?

—Sí.

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—Bueno, si quieres podría conducir la próxima semana —Se encoge de

hombros—. Quiero decir que si necesitas que te lleven.

Pienso en ello por un momento.

—Mmm, ya veremos. Te lo dejaré saber. Gracias.

De ninguna manera voy a dejar que me vea desmoronarme de esa

manera.

—¿Qué vas a hacer ahora?

—No lo sé. Tal vez alquilar una película.

Él se anima.

—¿En serio?

—Sip. ¿Quieres elegir una conmigo?

Se ve aturdido por un minuto.

—Uh, sí.

—¡Oh, espera! —El predecible ajetreo de la casa viene a mi mente—.

Nanan tiene amigos que vienen esta noche... así que no tengo lugar para

ver una.

—Oh, bueno, eh, ¿quieres verla en mi casa?

—Claro, suena bien —Empiezo a caminar hacia el video club. Pienso en

su luz, la belleza y la inmensidad de ello. Agarro un puñado de su camisa

y lo arrastro hacia adelante—. Vámonos, perezoso —Salto en un trote.

Antes de darme cuenta, estamos en una carrera. Al principio, él juega

seguro, pero después de sacarle yo la lengua un par de veces, acelera el

paso y lo veo correr como cuando está en la calle solo, realmente correr,

disfrutar de ello. Él no se adelanta hasta que estamos cerca de la tienda.

Cuando llegamos allí, ambos derrapamos hasta parar.

Él resplandece en tonos dorados y verdes.

—Buen trabajo.

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—Gracias —Él jadea un poco. Cuando mira hacia arriba, se pone

nervioso por un momento.

—¿Qué está mal?

Él mueve sus ojos lejos de mí y escarba con las manos en sus bolsillos.

—Yo, uh, nunca te había visto sonreír antes.

¿Estaba sonriendo?

—Me has visto sonreír.

—No, sonreír de verdad.

—Está bien... —La palabra permanece allí por un minuto. Pienso en el

brillo pulsante que le rodeaba sólo unos segundos antes, pero ya no

existe—. Bueno, gracias por darme una razón.

Se ve confundido por un segundo y está a punto de decir algo cuando lo

interrumpí.

—Muy bien, señor. Es hora de la película.

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Capítulo 18

Connor

Traducido por C_Kary Corregido por lsgab38

lgo cambia, algo fundamental cuando Jade sonríe. Su sonrisa es

amplia, casi demasiado extensa para su cara. Sus ojos verdes

cambian de distantes a intensos, o aún divertidos a vulnerables y

dulces. Ella no es sólo una chica caliente, es hermosa y me sonríe como si

yo fuera el que hizo estallar algo dentro de ella y se desbordara en su

rostro. Quiero hacerla sonreír así de nuevo. Solo desearía saber cómo.

—Pregunta —le digo después de volver a poner en su sitio la película por

enésima vez en la estantería—. ¿Hay alguna película que no hayas visto?

Jade se encoge de hombros evasivamente y saca otro DVD.

—He visto un montón de películas. Solo elige una.

—Bueno, ¿qué te gusta? Acción, comedia, romance, terror.

—Horror no. No quiero ver de horror —dice ella bruscamente.

Definitivamente no es lo que esperaba.

—De acuerdo, horror está fuera.

Arrastrando un dedo sobre el dorso de las películas, sonríe y saca una,

agarrándola con ambas manos.

—¡Esta es la elegida!

A

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Yo la observo nuevamente. De algún modo no veo cómo la cubierta de

tipo romántica un tipo y una chica ensimismados el uno con el otro podía

atraer a esta sensata, endurecida muñeca en botas de cuero, pero hemos

estado aquí por casi una hora y por fin parecía interesada en algo.

—Grandioso. Comedia romántica será, entonces.

—Oh, espera. Lo siento, como muy femenino, ¿no? Podemos tener una

película de acción en su lugar. Me gustan esas también.

—No, está bien —Incluso podría aprender algo del romance en pantalla.

Ella enlaza su brazo con el mío y me arrastra a la caja.

No puedo evitar sonreír. Si no la conociese, se sentiría como lo más

cercano de tener una novia.

Pero yo lo sé, así que no lo hago. Deja caer la película sobre el mostrador

y saluda con la mano al vendedor que está en la esquina más alejada.

—Stephen —dice él casi tropieza tratando de llegar a nosotros demasiado

rápido.

—Hola Jade —Su voz se quiebra. Él mira nerviosamente a Jade, a mí,

luego nuestros brazos enlazados y frunce los labios.

—Hola Steph, estoy aquí para ver otra. Tienes que estar cansado de mí.

Ella se ríe y saca su brazo del mío tamborileando con los dedos sobre el

mostrador. El simple movimiento hace que me sienta excluido.

Stephen le devuelve la sonrisa.

—Nah, nos encanta tenerte cerca. Sólo deberías mudarte al apartamento

de arriba. Eso te ahorraría un viaje de ida y vuelta.

¡Ja! ¡Eso desearías tú! El baboso, tipo de la tienda de películas. No

menciona que él vive en ese apartamento. Una punzada de celos me

sacude, pero siento como Jade toca mi brazo y el retorcijón de mi

estómago se disipa.

—Connor, ¿conoces a Stephen?

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Asiento.

—Sí —Le miro—. Te graduaste el año pasado, ¿verdad?

—Ahm…ajá —Su voz se afila con fastidio, como si le molestase que esté

incluido en la conversación.

Comienza a poner la película en una bolsa.

—¡Oh! No necesitamos una bolsa —Jade extiende la mano hacia la

película, pero él la sostiene protectoramente, fuera de su alcance.

—Oh, de acuerdo —Vacila y luego poco a poco la entrega.

—¡Gracias! —Jade la arranca de su mano y gira a la puerta, tirando de la

manga de mi camisa para seguirle.

—Nos volveremos a ver pronto de nuevo —Él nos dice. A ella.

—Por supuesto —digo feliz de ver la mirada de fastidio en su rostro

cuando salimos.

Después de oír la campanilla de la puerta cerrándose, me dirijo a Jade.

—Ese tipo está completamente loco por ti.

—¿Qué? Stephen. De ninguna manera.

—Sí. Es tan obvio. ¿No te ha invitado a salir?

Mi pecho se tensa en espera de la respuesta.

—No, lo interpretaste todo mal —Ella niega, saltando sobre el pavimento

para que sus pies no toquen las grietas—. Sólo me ve todo el tiempo

entonces, ya sabes, a veces charlamos.

—¿Acerca de qué?

—Películas, en su mayoría.

Sí, pero estoy seguro de que las películas no son lo que él está pensando

cuando está con ella.

—Genial.

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Caminamos en silencio durante un rato. Hace calor afuera, como

siempre, me doy cuenta de cómo el sudor se adhiere a su cabello y hace

que su piel brille.

—Entonces, ¿tu familia sabe que yo voy para allá? ¿O es que tus amigos

siempre pasan por allí?

No sé si decirle que mi madre estaba aturdida cuando le llamé para

hacerle saber que estaba trayendo alguien a casa o decirle que no tengo

otros amigos que alguna vez tan sólo pasen por allí.

—Sí, mi madre está esperándote.

Se endurece ligeramente.

—¿Estás bien?

—Por supuesto —Ella sonríe, pero todavía se ve un poco preocupada.

¿Podría estar nerviosa acerca de conocer a mi familia? Yo sé cómo estoy,

sobre todo porque seis de las siete noches de la semana, mis tíos están

por allí... y nada es alguna vez predecible cuando mis tíos están.

—Hola chicos —digo mientras caminamos por la puerta—. Estamos en

casa —Los chicos saludan con una inclinación de cabeza, mirando

fijamente a sus cartas de póker.

—Hola Connor —Gruñidos y «holas» siguen, pero toda su atención está

en el juego.

Jesse se recuesta en su silla, balanceándose sobre las patas traseras de la

misma.

—Entonces os tengo, chicos —dice sonriendo y lanzando algunas fichas

más en el centro de la mesa.

—Eso es lo que crees, sabelotodo —dice Wade, igualando su apuesta.

—Connor, llegas tarde a casa.

Está tan concentrado que tiene el ceño fruncido.

Una señal de que está mintiendo.

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—¿Tú de hecho tienes una vida o qué?

Me estremezco. Tenía razón para estar nervioso. Esto va a ser un

infierno. Antes de darme cuenta, Jade estará mirando fotos mías de bebé

desnudo.

—Uh, de hecho, Jade y yo elegimos una película, iremos arrib…

—¿Quién? —Wade alza la mirada, sus ojos como platos y se sienta de

nuevo en su asiento—. ¡Oh, hola!

—Hola —Jesse da un vistazo hacia nosotros para ser cortés y

rápidamente regresa su mano. Casi puedo ver las botas de cuero y

medias de red grabarse en su mente mientras admira boquiabierto y

tropieza hacia atrás con silla y todo.

Él salta levantándose, nos mira nervioso, y luego vuelve a la mesa.

—Maldita silla —Traga saliva y se vuelve a sentar.

Jade mira hacia otro lado, presionando sus labios en una línea apretada

como si estuviera ahogando la risa.

—Entonces, ¿vas a presentarnos a tu amiga, Connor? —dice Harry de

manera cálida.

—Soy Jade —dice sonriendo, caminando hacia ellos. —Soy nueva en el

instituto. Connor me está enseñando los alrededores —Va a la mesa y

pone una mano sobre el respaldo de la silla de Jesse—. Póker, ¿eh?

—Sí —Jesse se sienta erguido, con torpeza.

—Sip, ¿tú juegas? —pregunta Wade.

—Por supuesto —Sonríe Jade.

Jesse mira hacia arriba. Sus ojos se abren y luego traga.

Sí, tuve la misma reacción cuando ella me sonrió la primera vez. Doy un

paso entre ellos para crear una seña invisible de está fuera de sus

límites. Jesse, seis años mayor que yo, a veces me parece viejo, pero

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ahora mismo, la diferencia de edad no parece existir. Y eso me vuelve

desconfiado.

—Connor, ¿has jugado alguna vez?

Niego.

—Humm, otra cosa que voy a tener que enseñarte.

—Sí, así que vámonos y dejemos que estos chicos vuelvan a su juego —

Trato de guiarla lejos de la mesa.

—Soy Jesse —Él no mueve la mirada de sus cartas. Casi parece como si

estuviera sonrojándose.

—Wade —Wade se quita el sombrero hacia adelante y sonríe a Jade.

—Soy Harry, cariño —dice—. Ahora, si nuestro chico se porta mal nos lo

haces saber, ¿oyes?

—Oh, lo haré —dice ella golpeando mi hombro.

—¡Muy bien, hora de la película! —digo. El comedor de repente parece

asfixiante.

La llevo de prisa al piso de arriba, antes de detenerme en el escalón

chirriante.

—Ey, Harry, ¿dónde está mamá?

—Oh, se fue a Nueva Orleans. Volverá tarde. ¿Sabe que tienes compañía?

—Deja tranquilo al chico, Harry. Si su madre no lo sabe, entonces se trae

entre manos algo nada bueno. Y si es así, estoy orgulloso como el

infierno.

Wade me guiña el ojo.

Me siento como si hubiera sido atropellado por un tractor.

—Cállate, Wade. Y sí, Harry. Lo sabe.

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Me precipito hacia arriba, agradecido de que Jade parece absorta con

todas las fotos que cuelgan en el pasillo.

—Este eres tú, ¿no? —Ella traza con sus dedos los bordes color ocre de la

fotografía.

—Uh, no. Ese es mi padre cuando tenía, no sé, siete.

Conozco todos los detalles sobre el momento en que se tomó la fotografía.

Recuerdo cuando la abuela encorvada riendo con el gumbo5 en la cocina

mientras contaba la historia.

Y como todo lo que tuviera algo que ver con papá, era precioso para mí.

Ella me mira, repentinamente seria.

—Te ves igual que él, ya sabes. La gente dice eso.

Estamos en silencio durante un minuto.

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Lamento que no esté ya contigo.

Estoy de vuelta.

—Yo eh, bueno, ya sabes, era un tiempo…

—No hagas eso.

—¿Qué?

—Mentir —Ella da un paso más cerca de la imagen, estudiándola, luego

me mira—. La gente siempre dice cosas para encubrir cómo se siente

realmente. Como si ellos no quisieran agobiar a alguien por ser

demasiado feliz, demasiado sorprendido, demasiado estresado, también...

triste.

5Gumbo: dialecto criollo de Luisiana, sopa o guisado hecho con quingombó.

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Sus ojos son gentiles. No estoy seguro si es debido a la suavidad de sus

ojos o porque siento que ella puede sacar lágrimas de mí.

El corazón me da un vuelco. Trago saliva en mi árida garganta.

—Sí, supongo que tienes razón —Toco la foto—. Lo extraño. Todavía es

difícil. Por sobre todo… ya sabes.

Ella asiente y apoya su mano en mi hombro.

Silencio, pero es un silencio rico. Como si los dos estuviéramos llorando o

riendo o tarareando, pero no lo estamos.

—¿Cuál es tu habitación? —Su voz se revuelve dentro de mí.

¿Mi habitación? ¡Oh sí! Empiezo a abrir la puerta y luego me pregunto:

¿esta desordenada? ¿Tendría mal olor? Debo haber vacilado mucho

tiempo suficiente para que ella se dé cuenta.

—Ya sabes, podríamos pasar el rato en la planta baja.

JESSE-JADE-WADE-HARRY. No, gracias. Abro la puerta y grito cuando

está prácticamente brillante... recogida, barrida, fregada. ¿Qué

demonios? Y entonces destellos brillantes de la cara de mi madre vienen

a mi mente. Seguro, fue ella tratando de hacer una buena primera

impresión.

—Wow, eres un loco de la limpieza.

—No. Es una ocasión especial.

—¿En serio? ¿Qué celebramos?

—Compañía.

—Mmmm, me gusta. Soy la ocasión especial. Agradable.

Ella entra y me congelo en la puerta por un segundo.

Chica hermosa en mi habitación. Toma un momento para hacer clic y,

cuando lo hace, se me pone piel de gallina, caliente-nervioso y excitado al

mismo tiempo.

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—¿Alguna vez has estado enamorado?

Se me caen las palomitas en el regazo.

—Yo, uh, ¿qué? —le digo, tirándome las palomitas de maíz. La pregunta

me pilla con la guardia baja.

—Ya sabes, enamorado.

—No. No, no lo he estado —Moviéndome en el sofá, necesitando más

espacio entre nosotros—. ¿Qué hay de ti?

—Nah —Ella hace un gesto con la mano hacia mí como si estuviera

espantando una tontería, pero la mirada dura en sus ojos dice algo

diferente.

—¿Por qué?

Ella señala a la pantalla del televisor y la pareja besándose allí.

—Supuse que si lo hubieras estado, entonces podrías explicármelo a mí.

El tipo arrastra a la chica y se la lleva a la cama antes de que... ya sepas.

—Uh, ¿el sexo?

Ella se echa a reír.

—Eso también. Pero estaba hablando de lo que se siente al estar, ya

sabes, enamorada. Totalmente, sin lugar a dudas. Como, eso —señala a

la pantalla de nuevo—, ¿existe?

—Sí, creo que existe —Pienso en mamá y papá, la forma en que se

besaron cada mañana, se abrazaron unos pocos momentos más que

cualquiera, se rieron tan fuerte, lloraron y abrazaron, dejando fuera el

mundo, buscando más contenido que estos farsantes en la pantalla—.

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Existe. Y en la vida real es mejor que esa basura —digo de repente

incómodo por el gemido procedente de la TV.

—¿Pensé que habías dicho que nunca has estado enamorado?

—No lo estado. Pero lo he visto. Y no he visto nunca nada tan cercano a

ello en las películas.

Ella abre la boca como si fuera a hacer una pregunta, pero luego la cierra

y sonríe, aceptando mi respuesta.

—Bien, es bueno que pueda haber en la vida algo por lo que esperar —

Ella deja caer un grano de palomita de maíz en su boca.

—¿Puede ser?

—Bueno, nada está garantizado. Quién sabe, puedo morir como una vieja

solterona —Ella está sonriendo, pero sus ojos no lo están.

Pienso en los ojos posesivos del chico de la tienda de películas, el desastre

de Jesse con la silla y la lascivia de Dominic, mi corazón.

—Yo lo dudo.

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Capítulo 19 Jade

Traducido por kristel98 Corregido por Sarii

espués de casi quince minutos de discutir, Connor me deja

caminar a casa sola. Necesito tranquilidad, aire fresco y las

estrellas. Las estrellas son brillantes y encantadoras. Con

Connor, consigo destellos sutiles de ese resplandor brillante de vez en

cuando. El brillo es tan esporádico, sin embargo, me parece que a veces

echo un vistazo a su alrededor y no a él, porque estoy buscando la luz. No

sé si él me ve mirándolo fijamente.

Me tomo mi tiempo caminando a casa, pateando intencionalmente rocas

y polvo.

Lo huelo antes de verlo, el gran árbol de magnolia de pie firme en la

esquina. Hago una pausa por un momento. El olor es rico, delicado, dulce

y terroso. Me acerco a él y deslizo mis dedos por las hojas coriáceas. Son

tan perfectamente lisas y frías al tacto, es refrescante contra el aire

húmedo. Cierro los ojos y consigo un flash de la risa y la luz solar.

Parpadeando, mis ojos se abren y miran fijamente a las sombras. ¿De

dónde viene eso?

Tomo una flor de la rama y lo acuno en mi mano como algo precioso.

Mientras me vuelvo para seguir caminando, siento una electricidad

pinchando mi piel. Es un hormigueo por todo el cuerpo. Me doy la vuelta

y miro la oscuridad, tirando de izquierda a derecha, girando hacia

adelante en busca de cualquier cosa que pueda esconderse, pero no veo

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nada, e incluso antes de girar todo el camino alrededor, el sentimiento se

ha ido.

Camino a casa y escucho los amigos de Nanan riendo en el comedor. Me

asomo dentro

Ey, Nanan. Ya estoy de vuelta.

¡Oh mi querida! ¿Te divertiste? ¿Dónde fuiste?

Vi una película con un muchacho en la calle.

Eso está bien, cariño. Me gusta ese chico. Buena sangre en su familia.

No sé lo que eso significa, pero sonrío.

Bueno, si me necesitas, voy a estar arriba.

Kay, cariño. No somos ancianas Las cinco señoras mayores se apiñan

alrededor de una mesa, con cartas en la mano. Pero a medida que las

miro, me doy cuenta de que las cartas no son como los tíos de Connor

utilizan. Tienen extraños símbolos y las imágenes coloridas tendidas a

través de ellos. ¿Necesitas algo, cariño? La voz de Nanan me aleja de

las cartas.

Uh, no, Nanan Le sonrío. Camino arriba y agarro una toalla y me

doy cuenta de algo, una buena cosa: no han habido ningún nuevo

asesinato reportado. Suspiro fuertemente con alivio.

Tomo una ducha caliente, dejando que el agua me vigorice así que me

siento limpia y viva.

Al salir, me seco y me pongo a limpiar el espejo, pero me encuentro

pasando los dedos sobre el cristal abriendo un camino en la condensación.

Trazo mi símbolo, amando la manera en que se tuerce y remolinea y está

marcado por líneas y barras. Lo trazo una y otra vez hasta que las líneas

comienzan a gotear y mezclarse juntas.

Sonrío. A Connor parece gustarle cuando sonrío. Me gusta cuando él lo

hace, me hace sentir cálida y... y algo más. Algo que hace cosquillas en mi

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vientre, algo que me hace sentir completa y sin peso. Me froto la cara con

jabón, chapoteo el agua en mi cara y luego toco el espejo para limpiarlo.

Los cambios de temperatura. Calor, calor infernal, el calor del agua

hirviendo se derrama sobre mí y me estremezco de dolor. Me atraganto

con el aire demasiado caliente como para tragar.

Parpadeo los ojos abiertos y grito, un grito que confunde el hueso que

rasga mi garganta.

En el espejo, de pie detrás de mí hay una chica.

Clara.

Una muy, muy muerta Clara. Tiene la piel azulada y magullada.

Levanta un dedo hacia mí y yo grito, girando alrededor hacia ella.

Se ha ido. Tomo en un gran aliento y giro lentamente, con los ojos fijos en

el lugar que me pareció ver a la chica. Giro hacia adelante y aspiro tan

bruscamente que duele. El espejo está empañado de nuevo, pero esta vez,

grabado en letras irregulares, son las palabras «IMPROBUSES» a través

del cristal.

BANG. BANG. BANG.

Grito, cabeceando hacia atrás y me acurruco en el suelo. Me apresuro por

una toalla cuando me doy cuenta de que es sólo un golpe en la puerta del

baño.

¿Estás bien, cariño? La Voz de Nanan suena tensa por la

preocupación.

Uh… Mi voz tiembla. Sí. Yo, yo sólo me resbalé.

Oh, está bien. Ten cuidado, ¿escuchaste?

Miro abajo al espejo y veo una pizca de polvo de color gris con un destello

de luz roja. Llego a él y quema mi dedo índice. Cenizas y brasas. Trago

saliva y luego miro hacia atrás hasta las letras.

Sí. Sí, Nanan. Seré cuidadosa.

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Limpio el espejo con una toalla y me pongo mi ropa.

Mi garganta está apretada, mi mente vacila.

Necesito respuestas. Ahora.

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Capítulo 20 Connor

Traducido por kristel98 Corregido por Sarii

LUNK. CLUNK. CLUNK.

Me muevo en la cama y busco qué diablos está haciendo el ruido.

Me froto los ojos y echo un vistazo al reloj. 1:23 am.

CLUNK. CLUNK. CLUNK.

¿La ventana? Me pongo una camisa, voy a la ventana, y la abro.

CLUNK.

Una piedra justo en mi cara.

¿Qué demonios?

Oh, ¡lo siento!

Miro hacia abajo en el patio.

¿Jade?

Sí.

Um, ¿qué estás haciendo?

Yo, lo siento, pero ¿puedo aceptar que me lleves a Nueva Orleans?

Sí, claro —Ella está allí y cruza los brazos sobre su pecho. ¿Ahora?

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Ella asiente en un gesto, un movimiento terriblemente desigual y

mientras mis ojos se acostumbran me doy cuenta de que ella se ve...

asustada.

Bueno, quiero decir, no puedo ahora.

Ella mira a su alrededor y se frota los brazos. Nerviosa, ella alza su

mirada hacia mí.

Um, ¿cuándo puedes?

Uh Pienso en mi carro en los bloques de cemento. ¿Tal vez la

semana que viene?

Ella se desanima y niega antes de comenzar a dar la espalda

Oh, está bien. Quizás. Gracias Se sacude volviéndose hacia mí. Lo

siento mucho por despertarte.

Jade, espera Sé que algo está mal. Corro hacia la puerta de mi

habitación antes de darme cuenta de que estoy en camiseta y boxers. Me

deslizo en pantalones de chándal y luego hago mi camino en voz baja por

las escaleras.

En el momento en que salgo de la puerta, ella ya se ha ido.

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Capítulo 21 Jade

Traducido por kristel98 Corregido por Seri

e siento en la parte trasera del taxi con los ojos cerrados, mi

cuerpo vibrando de ansiedad. Esta vez, voy a quedarme, no voy

a volver atrás. No puedo. Necesito respuestas ahora. Soñé con

la puerta y cuando me desperté, supe que esto es lo que ese débil

resplandor de la ciudad era... una señal. Respiro profundamente,

aspirando el aliento y escupirlo.

Uh, ¿cuánto tiempo más?

No se preocupe, señorita. A esta hora de la noche, no hay tráfico en el

puente. Tenemos unos diez minutos más.

Está bien Mantengo los ojos cerrados.

Sabe, New Orleans no es el mejor lugar para una señorita en la noche.

No se preocupe por mí digo. Tengo algunos asuntos que atender.

Eso lo calla, pero sólo puede imaginar qué tipo de negocio piensa que

quiero decir.

Mi cuerpo se pone tirante por la tensión hasta que siento el cambio de

camino y sé que estamos a punto de salir del puente.

Muy bien, señorita. ¿Dónde quiere ir?

M

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Cierro los ojos, comprendiendo mis sueños.

El barrio francés. Bourbon Street.

Unos minutos más tarde, el taxi se detiene y el conductor me da la tarifa.

Después de pagarle, doy un paso al aire fresco y, para mi sorpresa, veo

las calles brillantes y llenas de gente y las señales y vendedores a las

3:00 am. No tengo ni idea de por dónde empezar. Cierro los ojos y

concentro todos mis pensamientos en la puerta roja. Nada. No siento la

fuerza. Al abrir mis ojos, no veo ningún matiz de la luz, excepto las luces

de neón. Cierro mis ojos de nuevo, profundizando, pidiendo algo para

despertar a la vida.

Grito cuando un brazo me cubre sobre mis hombros. Sacudo hacia

adelante y mantengo mis ojos abiertos.

Hola, preciosa. ¿Qué hace una chica como tú en este lado del lago a

estas horas? Dominic. La Repugnancia estropea mi interior.

No es asunto tuyo digo y trato de empujarlo más allá.

Ey, ey, ey Da un paso en mi camino y abre los brazos, indignado, una

botella de cerveza en una mano. Si estás buscando pasar un buen rato,

yo puedo darte uno.

Ve a preguntarle a la rubia con grandes tetas sobre un buen rato, estoy

ocupada.

¿Rubia con grandes tetas? La confusión cruza su rostro justo antes

de que nade en risas. ¿Courtney? Oh sí, ella y yo no somos nada.

Parece angustiante. Ahora, si te sales de mi camino...

Oh, no, en realidad no. Ella sabía que tenía echado el ojo a alguien

más... Su mirada pasa por encima de mí. Casi puedo sentir sus ojos en

mi piel y me repugna.

Eso es algo malo.

Ay, realmente necesitas trabajar en tus habilidades sociales.

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Lo tendré en cuenta. Y ahora, por favor, sal de mi camino.

No.

Oye, estoy buscando... algo digo. Me tengo que ir.

¿Qué estás buscando?

Exasperada, tiro mi cabeza hacia adelante y la acuno entre mis manos.

Jeeeez, por favor, simplemente desaparece Antes de que lo fulmine

con la mirada, veo algo en sus pies. Me abro camino y lo empujo a un

lado.

Él busca a tientas hacia atrás y deja caer su cerveza en la acera.

¡Maldita sea!

Lo ignoro y miro hacia abajo la imagen de tiza en el suelo. Rojo. Una

vieja puerta de color rojo con el número grabado en el revestimiento de

madera de la misma. ¡Mi puerta! Caigo de rodillas y extiendo mis dedos

en la tiza, con la esperanza de que algo suceda, una atracción, un

hormigueo, una apertura, un rayo, ¡cualquier cosa! Pero no pasa nada.

¿Qué demonios te pasa? Dom agarra mis brazos y empieza a jalarme

hacia arriba.

Estoy tan decepcionada que no me resisto, pero mis ojos siguen

recorriendo la imagen de tiza hasta que veo el nombre del artista:

Alathea Bordeaux de Crescent City Books. Cuando veo la etiqueta,

también me doy cuenta que los libros están volando pintados alrededor

de la puerta. Yo no lo veo así por mucho tiempo, porque Dominic da un

paso atrás frente a mí, sus enormes manos agarrando mis hombros.

¿Hola? ¿Estás borracha o algo así?

No, no estoy borracha La librería no estará abierta a esta hora.

Tengo que volver. Trago saliva. Voy a tener que cruzar el lago de nuevo.

Me reprendo a mí misma. ¡A quién le importa! ¡Encontré una pista! Mi

primera pista desde que empecé la búsqueda. Voy a cruzar miles de

puentes, si tengo que hacerlo. Volveré.

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Me encojo de hombros alejándome de las manos de Dominic y silbo

cuando un taxi conduce por aquí. No se detiene. Doy un paso a la acera y

giro en busca de otro.

¿Buscando un aventón?

No contesto.

Tú no vas a encontrar algún taxi a esta hora.

Me parece ver el amarillo de un taxi y corro un poco más lejos por la calle

hasta que me doy cuenta de que es sólo un viejo y feo auto amarillo.

Oye, deja que te lleve a casa.

Por supuesto que no.

¿Por qué no?

Porque no me gustas y estas borracho.

No estoy borracho dice. ¿Y por qué no te gusto?

Pongo los ojos.

Escucha, déjame en paz, ¿de acuerdo?

Está bien, déjame dejarlo perfectamente claro: yo voy a llevarte a casa

ahora, o voy a molestarte y esperar contigo hasta que llegue un taxi.

Lo ignoro y empiezo por una calle lateral para ver si puedo encontrar

taxis allí. Se vuelve más oscuro rápidamente sin las luces. Oigo los pasos

de Dom detrás de mí y me lanzo de nuevo en el barrio sintiéndome menos

vulnerable a la luz de la calle.

Dominic me atrapa y envuelve sus brazos alrededor de mí, apretados y

demasiado cerca.

¿Qué demonios estás haciendo? le digo, pero no lo empujo lejos. Lo

miro y veo la barba en su mentón, el arco suave de su nariz, y la curva de

su boca sonriéndome.

¿Sabes lo vulnerable que estás aquí sola?

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Sus brazos están fríos contra mi piel, se siente como una lluvia

refrescante en un día caliente. Pero al igual que la lluvia, está unida a ti,

expone demasiado. Me alejo, avergonzada necesitando mucho esfuerzo.

Así que voy a seguir molestándote hasta que dejes de ser estúpida y

simplemente me dejes llevarte a casa.

Exasperada, le digo:

Está bien. Sólo cállate y llévame a casa No lo miro. Estoy tan

sorprendida por decirlo como él. Saca sus llaves y abre un Corvette rojo a

una manzana.

Dame tu teléfono le digo.

¿Qué? Se ve sorprendido.

Quiero tener una manera de llamar al 911 si decides violarme y

asesinarme en el camino a casa.

Se ríe y lanza su teléfono a mí.

Por supuesto.

Cavo los dedos en mi muslo y agarro mi frente en mi otra mano mientras

nos acercamos al puente.

Así que, Jade, estaba pensando que tal vez deberíamos... El puente

se extiende ante nosotros, mis músculos se tensan. Cierro los ojos.

Lo siento, Dominic. Tengo un dolor de cabeza asesino y preferiría que

simplemente condujeras Apretar mi frente debe ser lo suficientemente

convincente porque no hablamos en todo el camino excepto para darle

instrucciones una vez que llegamos más cerca de mi casa. Le pido que se

detenga a un par de manzanas por la calle. Simplemente se sentirá muy

extraño si me lleva a mi puerta. No quiero que él sepa dónde vivo, a

pesar de que estoy segura que en un pueblo tan pequeño como éste,

podría averiguar cuando quiera.

¿Vives aquí?

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Sí, vivo a la vuelta de aquí.

Él está en silencio durante un segundo.

Simplemente no quieres que sepa exactamente dónde vives, ¿no?

Algo parecido.

Él asiente después de unos momentos y detiene el coche.

Salto hacia fuera, feliz de estar en tierra firme y fuera de su coche.

Muy bien. Gracias por el paseo De pie allí y espero a que él se aparte.

Él sólo se sienta allí dilatando las cosas un minuto antes de sonreír y

cambiar de marcha.

Muy bien, Jade. Voy a dejar que te vayas a casa Él acelera el

motor, pero quiero algo más de ti.

¿Y qué?, ¿qué es eso? Pienso en chicos exigiendo besos en las

películas y mi mirada cae en sus labios antes de alejarlos de inmediato.

La repulsión y... la bramante tentación en mi mente.

Mi teléfono.

Oh Estoy decepcionada y no sé por qué. Toma.

Él me guiña el ojo y se aleja.

Frunzo la nariz.

Entro en la casa en silencio y me acuesto en la cama. Cierro los ojos y

mantengo firmemente la imagen de la puerta de tiza. Usaré el internet

mañana para ver dónde se encuentra la tienda de libros y cuándo está

abierta. Me acomodo y antes de darme cuenta, Me quedo dormida.

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Capítulo 22 Connor

Traducido por maka.mayi Corregido por Gabymart

orro escaleras abajo tan pronto escucho el zumbido de la cafetera.

Los chicos están aquí. Sábado y domingo es cuando la casa está

más ruidosa. Creo que por eso me gustan más los fines de

semana.

—¿Oye, Wade?

—¿Sí?

—¿Puedes ayudarme a arreglar la camioneta este fin de semana?

—¿Desde cuándo te importa un comino conducir?

—¿Vas a ayudarme o no?

Él levanta una ceja.

—Sí, uno de los chicos o yo podemos ayudar. ¿Necesitas que busque

alguna pieza, mientras estoy en la tienda?

—Uh, sí —Saco la lista que hice en medio de la noche de mi bolsillo. No

podía dormir y, aunque quería ir a la casa de Nanan, no tenía idea de qué

ventana era la de Jade y no quería despertar a Nanan. En su lugar, tomé

una linterna, fui hacía la camioneta y traté de recordar todo lo que mi

padre dijo que necesitaba. Después de un par de horas estaba bastante

seguro de que tenía todo. Le entregué la lista y algo de dinero—. Si

cuesta más, dímelo y te lo pagaré.

C

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—Claro hijo.

Me dirijo a la puerta.

—Oye, ¿adónde vas?

—Um, fuera por un rato. No volverás hasta la tarde ¿no?

—Sí —Mantiene una ceja levantada—, pero ¿desde cuándo sales?

Pongo los ojos en blanco antes de cerrar la puerta detrás de mí.

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Capítulo 23 Jade

Traducido por maka.mayi Corregido por Gabymart

ueño con ahogarme, puertas rojas y cosas muertas. No es una

noche de descanso, pero a pesar de mis pesadillas, mantengo una

diminuta esperanza de que estoy más cerca de las respuestas.

Tengo un nombre y un lugar, espero que con ambos esté por lo menos

dirigiéndome en la dirección correcta.

Son casi las ocho de la mañana y sé que la biblioteca no abre hasta las

8:30 am Puedo tomarme mi tiempo. Mientras me siento, pienso en la

chica en el espejo. La vi antes en un sueño, es una de las chicas

asesinadas en el último mes. Clara. Una de las víctimas de Etcher. Un

escalofrío me recorre la espalda. Ella se estaba descomponiendo,

pudriéndose justo detrás de mí en el baño. Trato de sacar su imagen de

mi mente. No puedo concentrarme en eso... tengo que concentrarme en

las respuestas. Tal vez una vez que las tenga, entenderé todos los sueños,

visiones y sentimientos.

Toc, toc. Es un sonido suave.

—¿Sí, Nanan? Entra.

La figura completa de Nanan aparece en la puerta.

—¡Qué bien! Estás despierta. Tienes visita —dice sonriendo.

Gimo. Moriré si es Dominic vigilándome.

S

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—Gracias —Sé que sonó duro. Mientras paso a un lado de Nanan, le doy

un beso en la mejilla antes de ir abajo. No es su culpa que los idiotas

habiten en el mundo. El ceño se fija en mi rostro cuando abro la puerta.

—¡Oh, Connor!

Al principio luce sorprendido, actué como si estuviera esperando a

alguien más, casi preocupada y luego se ve contento al notarme aliviada

de verlo.

—Hola, Jade ¿Puedo hablar contigo?

—Oh, sí, claro —Salgo y cierro la puerta tras de mí.

—Sólo quería decir que lo siento…

— ¿Qué? ¿Por qué pides perdón? Yo soy la que te ha despertado en mitad

de la noche, exigiendo un aventón. —Me siento muy mal por haber

causado su culpa. La veo sobre él completamente. Él se deja caer hacia

adelante aún más que de costumbre, con los ojos bajos como si estuviera

avergonzado.

—No, pero yo…

—No, no, no —Niego—. Tengo que pedir disculpas. Lo siento mucho.

Quiero decir, te golpeé en la cara con una roca, joder.

Eso hizo que en sus labios se posara una pequeña sonrisa.

—Sí, tienes buen brazo. Me sorprende que no rompieras mi ventana.

Pongo mi mano en su mejilla para poder ver su rostro. Se pone rígido y

siento que crucé alguna frontera que se supone no debería pasar por lo

que dejo caer la mano a mi lado. No puedo leer su expresión mientras sus

hombros se relajan de nuevo a su encorvar típico.

—Parece que vas a sobrevivir —Camino a los escalones del porche—.

Estoy realmente de camino a la biblioteca.

—¿La biblioteca? ¿En un sábado? ¿No estás suspendida?

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—Sí, sí y sí. No voy a ir por la escuela, tengo algunas cosas que buscar en

el Internet.

—Oh, ya veo —Se queda allí, incómodo.

—¿Quieres venir conmigo?

Se ilumina su rostro transformándose en algo abierto y honesto.

—Sí, claro.

—Bueno, suenas emocionado acerca de la biblioteca.

Se revuelve.

—Bueno, yo...

—¿Aburrido?

—Uh, sí, algo así.

—Está bien, vamos.

—Ah y venía a hacerte saber que puedo darte un aventón a Nueva

Orleans la semana que viene, probablemente incluso el lunes.

Asiento lentamente.

—Súper, te lo agradezco. Te dejaré saber si necesito un aventón —No

tengo ni idea de cuándo estará abierta la tienda de libros. También creo

que es mejor que me vaya sola, pero no quiero cortar ninguna opción.

Connor se ve confundido.

—Parecía bastante urgente anoche...

—Oh, sí, bueno... —No quiero decirle que fui a Nueva Orleans ayer.

Tampoco quiero decirle que Dominic me llevó a casa. No estoy muy

segura de por qué, pero siento que estaría decepcionado de mí y no quiero

que se sienta de esa manera.

Miro hacía él. Está tan desplomado sobre sí que casi parece una C. Me

quedo con calma a su lado, repentinamente consciente de su

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concentración. Me fijo en los detalles de su cuerpo por primera vez. Es

completamente tonos tierra: marrón y dorado. No los extremos, sin

embargo, una mezcla de los dos colores de manera gradual, de manera

combinada, apenas puedo ver el brillo dorado en su cabello y las manchas

del sol en sus ojos. Pongo dos dedos en el lugar justo bajo sus omóplatos.

Se endereza, arqueando el pecho y con la espalda recta. Me da una

mirada acusadora.

—¿Qué demonios?

—¡Oh! ¡Eres alto! No podía saberlo cuando estas todo encorvado como un

anciano decrépito. Pregunta uno: ¿Por qué tienes esa postura?

—¿En serio criticas mi postura?

—Por supuesto que no. ¿Por qué habría de hacerlo? Viendo cuán sexys los

octogenarios lucen hoy en día —Sonrío.

Empieza a decir algo luego se lo traga.

—Yo… no sé —Finalmente, dice.

—Sí, lo sabes.

—No, uh, me gusta...

—¿Ser notado?

Está callado. Es como si la verdad fuera demasiado vergonzosa para

admitirla en voz alta, pero su silencio lo confirma.

—Sabes, nunca me dijiste por qué viniste aquí. ¿Y qué haces viviendo con

Nanan? —dice de pronto cambiando de tema. Lo veo comenzar a

encorvarse de nuevo, pero lo dejo pasar.

La historia se desarrolla en mi cabeza. Se reproduce rápido y en viñetas

resumidas.

Desperté en el bosque sin recuerdo de mi pasado. Viví allí sola y

asustada. Vi a una chica muerta en mi bosque. Tuve este deseo

traicionero de saborear su sangre, de romperla y destruirla. Me asustó.

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Me escapé. Llegué a la ciudad y las luces se estrellaron contra mí antes

de pulverizarse. Fui llevada por todo el país por una fuerza magnética

extraña. Me arrastró a todas partes. El camino se detuvo en este pequeño

pueblo pantanoso. Me derrumbé en un muelle del río, desesperada y sola,

entonces un ángel, de los viejos, se dejó caer junto a mí sonriendo más

cálido que el mismísimo sol y me ofreció un lugar para quedarme. Nanan.

Ahora estoy buscando una puerta roja y un hombre mayor tal vez real,

probablemente imaginario, que me ayude a reconstruir mi mundo.

No voy a repetir esta historia.

—Versión corta. Mis padres están muertos y mis padres adoptivos son

horribles. Escapé, me cansé de viajar y aunque estaba pensando en

simplemente seguir mi camino a Nueva Orleans, Nanan me vio, conversó

conmigo y demandó que una buena chica como yo debe tener un lugar

decente para alojarse por lo que me ofreció una habitación en su casa y la

tomé.

—Buena chica, ¿eh?

—Por supuesto.

Torpemente lleva su brazo detrás de su espalda, tratando de frotar un

lugar inalcanzable.

—Voy a recordar eso cuando esté explicando la contusión en mi espalda a

mi mamá.

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Capítulo 24 Connor

Traducido por maka.mayi

Corregido por Gabymart

a biblioteca, por supuesto, está vacía. Nadie en el pueblo

realmente visitaría la biblioteca a primera hora en la mañana de

un sábado, sobre todo, no dos chicos de escuela secundaria. Jade

no parece notarlo. Ella sólo pide un número de equipo, se sienta en una

mesa y se conecta.

—¿Así que qué estás mirando? ¿O tienes una idea de lo que estás

buscando?

—Sé exactamente lo que estoy buscando —Su voz tiene un ligero borde.

Al mirarla, veo determinación en el surco de su frente.

Sus dedos tocan las teclas mientras escribe en el motor de búsqueda.

Miro la pantalla.

—¿Oh, libros de la Ciudad Creciente? Mi padre lo mencionó una vez.

Jade de repente se sienta con la espalda recta y me mira.

— ¿Tú has estado allí?

—No. Papá sí. Dijo que esta, no sé, una excéntrica mujer que la maneja.

¿Alathea, creo?

L

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11

Jade reflexiona sobre ello, mirando fijamente la pantalla, con las cejas

aún apretadas.

—¿Así que sabes acerca de esta mujer? ¿Ésa Alathea?

—En realidad no. Sólo sé que es propietaria de la tienda.

—Ahí es donde tengo que ir. Tengo que conocerla —dice Jade con voz

grave.

—Uh, está bien. ¿Para qué? —Tan pronto como lo digo, la veo achicar

ligeramente los ojos y arrugar la nariz. No le gusta mi indiscreción—.

Bueno, vamos a ver el sitio web. Ella tiene un horario raro, creo — ¿Por

qué papá había ido a verla? ¿Por una investigación para un artículo? No

podía recordar.

Me inclino sobre el teclado y escribo la dirección en el navegador. Música

oscura y espeluznante suena suavemente en los altavoces mientras fotos

de la tienda destellaban en la pantalla. Apenas puedo creer que el lugar

tenga un sitio web. Las fotos parecen un cruce entre un vudú y una

tienda hippie. Hago clic en las horas y, efectivamente, allí son los

siguientes: sábados, domingos, lunes y martes: cerrado. Miércoles: 6-8

pm. Jueves: 1:00 pm-12:00 am. Viernes: 5:00-7:30 pm.

—Vaya, tenías razón. Son horas extrañas —Jade mira la pantalla—. No

puedo creer que no abra hasta el miércoles —Se reclina en la silla,

decepcionada.

—Sí, creo que ella sale y hace sesiones de espiritismo o lecturas del tarot

o algo así.

Jade asiente mientras anota la hora y la dirección en un pedazo de papel.

Empieza a levantarse antes de detenerse y preguntarme:

—¿Connor, si ves algo escrito en otro idioma y no sabes qué idioma es,

puedes, no sé, todavía encontrar una manera de traducirlo?

—Oh sí, eso es fácil —Me inclino otra vez y escribo otra dirección en el

navegador—. Puedes escribirlo aquí y debería darte una respuesta. Si

hay más de una opción, entonces por lo general sólo te permite elegir.

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Ella asiente lentamente y pone los dedos en el teclado. Por un segundo,

me parece ver la misma expresión vulnerable en su rostro que vi anoche

cuando estaba de pie debajo de mi ventana. Cuando miro una vez más, se

ha ido y me pregunto si me lo había imaginado.

—¿Improbus es? —le pregunto, viendo las palabras en el cuadro de

búsqueda. Tan pronto como hace clic en «enviar», la respuesta aparece y

Jade respira profundo.

—Jade, ¿estás bien?

Al principio, ella no responde. Entonces se relaja y me sonríe.

—Está bien. Está todo hecho. Vámonos de aquí.

Levanto una ceja antes de empezar a ponerme en pie.

—Latín, ¿eh? —Veo los resultados de búsqueda traducidos del latín al

inglés—. ¿Eres malvada? Eso es morboso. ¿Dónde has visto eso?

—Oh, acabo de leerlo en alguna parte. —Se pone de pie y está casi fuera

de la puerta principal en el momento en que hago clic para apagar el

ordenador.

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Capítulo 25 Jade

Traducido por Lady_Eithne

Corregido por Juli_Arg

eo el mensaje en el espejo gritándome.

ERES MALVADA. ERES MALVADA. ERES MALVADA.

Me apuñala repetidamente, clavándose hondo. ¿Malvada? La frase

palpita dentro de mi cabeza hasta que la oigo rebotar a mi alrededor

burlándose de mí. Después de que Connor tratase de hablarme un par de

veces y yo realmente no respondiera, dejó de intentarlo.

Caminamos hacia su casa en silencio. Sentí el frío acercarse

sigilosamente a mis dedos, una sombra siguiendo el rastro tras de mí.

Mientras Connor trabaja en su camioneta, la cual, aparentemente, es en

lo que vamos a montar para ir a Nueva Orleans la próxima semana, me

siento en la hierba, con la cara hacia el sol. Me gusta como me ciega, me

caliente, casi me quema.

—Espero que haga sol en mi funeral —Y si realmente soy malvada,

espero que ese día llegue más pronto que tarde.

La llave inglesa de Connor hace un ruido estrepitoso en el camino de

entrada.

—Uh, qué morboso, ¿no?

—¿Qué?

V

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—La mayoría de las chicas planean sus bodas, no sus funerales.

—Bueno, no soy como la mayoría de chicas, ¿verdad? Tampoco tengo

madera de novia, mucho menos de matrimonio.

—¿Por qué no?

Me encojo de hombros, se sienten pesados por el peso de las preguntas.

—Demasiado rara. Demasiado bagaje —Hago una mueca—. Demasiado

morbosa.

—Eso no significa que tú... —hace una pausa—. Que no tengas madera

de novia.

—Tan sólo créeme en esto —digo—. No la tengo. —No intento sonar

amargada, pero un indicio de dolor afila mis palabras y me pregunto si

Connor se da cuenta.

—Si tú lo dices —dice—. Pero creo que a un montón de chicos les

gustaría salir contigo.

—¿Cómo quiénes?

—Como... —Balancea su peso mientras permanece de pie delante del

motor. Siento mi cuerpo tensarse por su respuesta. No estoy segura de

por qué—. Yo —dice finalmente—. Eres divertida. Eres lista. Eres gu...

guapa —Veo su rostro sonrojarse mientras dice eso y mantiene los ojos a

propósito sobre el motor—. Y no aceptas mierdas de nadie.

Se limpia parte del aceite de sus manos en sus vaqueros.

—Eso no quiere decir nada —digo—. Más bien eso sólo significa que eres

un buen mentiroso.

Empieza a protestar, pero sólo sigo adelante.

—Así que, ¿cuánto tiempo crees que llevará conseguir que esta camioneta

arranque y ande?

—Creo que con algo de trabajo hoy y mañana, debería estar lista para ir.

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—Excelente —digo—. ¿Así que crees que podremos ir el miércoles?

—Sí, no veo por qué no.

—Perfecto —Sonrío ampliamente. Más respuestas no están muy lejos. Al

menos, espero que no.

—¿Así que, humm, Jade?

—¿Sí?

—¿Quieres quedarte a cenar?

—Claro, ¿estará tu familia?

Connor se frota la ceja.

—Desafortunadamente.

—¿De qué estás hablando? Parecen geniales.

—No, mi madre es genial. Mis tíos... —Sacude la cabeza—. Son otra cosa.

Sonrío.

—Me encantará ser parte de tu cena familiar.

Me mira con una sonrisa avergonzada en su cara y asiente.

—Genial.

Oigo un auto acercándose y miró hacia la entrada para ver un viejo

Honda azul haciendo su camino hacia nosotros.

—Oh, esa es mi madre.

Me levanto de la hierba.

Mientras aparca, Connor se encamina hacia el auto y abre la puerta para

ella.

Es bonita. Rizos dorados, piel cálida y una sonrisa preciosa. Podría ser un

rayo de sol por sí sola.

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—Hola, cariño —Besa la frente de Connor y él se inclina hacia abajo para

darle un abrazo.

Se abrazan por un momento, un largo momento, como si estuvieran

aferrando el uno al otro, como si cada momento fuera precioso. Eso

enciende algo dentro de mí, calentándome desde el interior y siento mi

aliento trabarse.

La madre de Connor se aparta de él y me ofrece una sonrisa.

—Bien, Connor, ¿quién es esta adorable chica? —No puedo evitar

sonreírle por llamarme «adorable». Casi parece verdad cuando lo dice.

Connor me señala.

—Esta es Jade. Es nueva en el instituto. Y Jade, esta es mi madre.

Doy un paso hacia delante y estiro el brazo para estrecharle la mano.

—Es maravilloso conocerla, Señora Devereaux.

Ella aparta mi mano y me envuelve en un abrazo.

—Oh, cariño. Tan sólo llámame Desi. ¿Así que he oído que tienes a mi

chico empezando a trabajar en esta vieja camioneta? —dice colocando

una mano en la pintura desconchada—. Estoy impresionada, pensé que

esta cosa se iba a convertir en decoración de la fachada principal.

—Gracias, mamá.

—No hay problema, amor —Besa su frente de nuevo. Mirándome otra

vez a mí pregunta—: Mi chico te ha pedido que te quedes a cenar,

¿verdad?

—Oh, sí. ¿Está bien eso?

—Absolutamente. Rara vez llegamos a conocer a amigos de Connor.

Estoy muy feliz de que te quedes —Desi mira a Connor—. Y no te

preocupes. Les diré a los chicos que se comporten.

—Eso no garantiza nada.

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Ella se ríe.

—Seguro que no. Pero vale la pena intentarlo.

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Capítulo 26 Connor

Traducido por Lady_Eithne Corregido por Juli_Arg

ade y yo nos estamos lavando las manos cuando oigo abrirse la

puerta con rejilla metálica. Normalmente me gusta lo alto que

hablan, cómo les oigo desde cualquier lugar de la casa cuando

entran para cenar. Pero hoy, me pone de los nervios y me preparo a mí

mismo. Jade me toca el brazo, con preocupación en su rostro.

—¿Estás bien?

Me apartó de un tirón sin pensar. Su mano es tan cálida y suave. Quiero

que me toque otra vez, pero ahora sería embarazoso.

—Oh, sí. Estoy bien.

Miro hacia arriba justo cuando Jesse entra a la cocina. Está bebiendo

una cerveza, pero en cuanto inclina la cabeza hacia delante y capta la

visión de Jade, termina babeando algo de cerveza por su barbilla y

camisa. Reprimo una carcajada. Jesse parece como si nunca se fuera a

acostumbrar a que Jade esté alrededor y eso me hace sonreír porque al

menos haya otra persona que se vuelva tonto delante de ella.

—Oh, ah, hola —balbucea.

—Hola —Sonríe Jade.

—Eh, Jesse, tienes algo de cerveza en la barbilla.

J

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Jesse me mira mientras se limpia la boca. Harry y Wade vienen en fila

detrás de él. Ambos miran a Jade, a mí y luego de nuevo a Jade.

—Compañía otra vez, ¿eh, Connor? —dice Wade sonriendo con

superioridad. Él es por el que estoy más preocupado, por una buena

razón.

—Encantado de nuevo, querida. Jade, ¿verdad? —No me preocupo en

absoluto por Harry. También por una buena razón.

—¡Yo también estoy encantada de verlos! —Jade se acerca para darles la

mano.

—¿Te quedas para cenar? —pregunta Harry.

—Sí, Desi y Connor me invitaron —dice ella—. Espero que esté bien con

ustedes. No quiero ser una intrusa en su cena familiar.

—Tonterías. Es agradable tenerte aquí —dice Harry—. ¿Verdad, chicos?

Ambos sonríen y asienten y murmuran:

—«Ajá».

—Gracias —Jade sonríe y vuelve para terminar de lavarse las manos.

—¡La cena está en la mesa! —llama mamá desde el comedor y todos

vamos en fila. Respiro hondo antes de mostrarle un asiento a Jade. Allá

vamos.

La cena va bien. De hecho, estoy sorprendido de lo tranquila que

prosigue. Todo lo que queda es el postre y no me puedo imaginar que la

pasada hora sea arruinada en quince minutos.

—Pásame algunos de esos dulces, cariño —Wade golpea su tenedor en el

plato. Quizás estoy equivocado. Estoy rodeado de salvajes.

—Claro, querido —Mamá saca una espátula y empieza a trocear una

rebanada de pastel de manzana—. No hay nada más dulce que el pastel

de manzana —Hace una pausa mientras deposita una porción de pastel

en el plato de Wade—, pastel de manzana y besos de esquimal.

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Sonríe. Mamá y papá siempre se daban el uno al otro besos de esquimal

cuando hacían las paces después de una pelea. Entonces parecía ridículo,

ahora es un preciado recuerdo.

—¿Besos de esquimal? —Levanto la vista ante la pregunta de Jade.

Parece confusa.

—Besos de esquimal —declara mamá felizmente.

Jade aprieta las cejas.

—¿Qué diferencia hay en cómo besan los esquimales?

—¿No sabes lo que son? —La sorpresa de mamá parece como si la

ausencia de conocimiento acerca de los besos de esquimal fuera un

pequeño pecado que requiera penitencia.

Jade niega. Se inclina hacia delante, con las cejas levantadas y espera a

que mamá divulgue el misterio. Sonrío con suficiencia para mí mismo.

Esto es ridículo.

—Bueno —sonríe mamá—, chocas tu nariz con otra persona...

Los ojos de Jade se abren de golpe.

—¡Oh! Así... —Agarra mi barbilla y tira de mí hacia ella. Choca la punta

de mi nariz con la suya en un corto, abrupto y ligeramente doloroso,

movimiento. Me agarro la nariz como defensa.

Mi madre se ríe. Harry deja escapar una sonora carcajada.

—Nadie estaría ansioso por eso.

Jade frunce ligeramente el labio, sus ojos todavía abiertos de par en par,

toda su cara inundada con una pizca de vergüenza. Es uno de sus raros

momentos vulnerables y me encanta. Parece como si necesitara que la

tomaran de la mano mientras descubre el mundo... y yo quiero ser su

guía.

—No, no, no —acierta a decir mi madre entre risitas—. Connor,

enséñale.

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Estoy paralizado, los ojos como platos. ¿Iniciar el acercamiento? Apenas

puedo mirar a Jade a los ojos. La habitación se vuelve silenciosa,

incómoda. Jade me mira de cerca, esperando.

Silencio.

—Ah —digo finalmente, pero esa única sílaba se quiebra.

—Vamos, Connor —gime Wade.

—Sí. Enséñame —canturrea Jade.

Asiento obedientemente como debe hacer un buen chico del sur. Me

inclino hacia delante más cerca de su cara, nuestras narices una frente a

la otra, nuestros labios separados por un ínfimo espacio los unos de los

otros. Rápida, pero suavemente, froto mi nariz a cada lado de la suya y

me reacomodo en el asiento, nunca antes habiendo exhibido una postura

tan perfecta.

—Sí. Así —dice mamá—. Quizás un poco más amablemente, con una

pizca más de delicadeza, pero sí, así.

—¿Así que es así? —Jade ahueca con las manos mi barbilla otra vez, pero

se inclina hacia delante despacio, atentamente. Todo en lo que puedo

pensar es como sus labios parecen descender sobre los míos, pero

entonces ella vuelve su cabeza ligeramente y frota su nariz contra la mía

con suavidad. Una, dos, tres, cuatro veces.

Es prolongado. Y dulce. Contengo el aliento, así que cuando me libera,

dejo escapar un pequeño jadeo, lo suficiente y horriblemente alto para ser

oído por todos. Ya puedo oír las risas antes de que finalmente colisiones

con el aire y quiero desaparecer bajo el suelo de madera.

—Muy bien —reprende Wade—. Bueno, es lo más lejos que llegará

Connor para perder su virginidad. No estoy seguro de que pudiera

sobrevivir a que la preciosa Jade aquí presente le pregunte cómo hacer

un beso de mariposa6. Quizás en unos pocos años, nuestro chico será un

hombre —Me da una palmada en el hombro. Le desprecio. Desearía

6 Besos de mariposa: rozar la cara de otra persona con las pestañas causando cosquilleo.

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poder convertir su pastel de manzana en una torta de fresas para que

pudiera brotarle urticaria con la reacción alérgica.

Los ojos de Jade se disparan inquisitivos y casi puedo ver sus labios

preguntando: «¿Qué son besos de maripo...?»

Mamá interrumpe para regañar a Wade.

—Wade, cállate ya. Ninguna de esas tonterías maleducadas en la mesa

de la cena —Sacude la cabeza y vuelve a su plato—. Y delante de una

invitada, nada menos.

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Capítulo 27 Jade

Traducido por Lady_Eithne

Corregido por Juli_Arg

a negrura del cielo está moteada con estrellas. Muchas estrellas.

Los mechones de luz de Connor también compiten por mi

atención.

Sonrío. Connor insistió en acompañarme a casa, como también lo hizo su

madre, así que tomamos la calle y caminamos en silencio a través de la

ciudad hacia la casa de Nanan.

—Siento que mi camioneta todavía esté descompuesta —dice él

finalmente—. Me siento mal de no poder conducir para llevarte a casa —

No levanta la vista hacia mí; simplemente mira el pavimento, sus

hombros encorvados hacia delante en su posición casi permanente.

—No, no te preocupes por eso —digo—. Prefiero caminar. —Miro hacia

las casas lanzando sus luces amarillas hacia el césped. Algunas personas

tienen las persianas levantadas, así que realmente puedo mirar hacia el

interior y ver sus momentos íntimos y privados: una pareja sentada

frente a la TV se apiñan juntos como si el calor no les tocara, una familia

de cinco miembros se toman de las manos en oración en la mesa de la

cena antes de comer, un hombre mayor arrastrando los pies y moviendo

cosas en su cocina. Me sentiría culpable por espiarles, pero es todo

demasiado bonito como para sentirse culpable por ello.

L

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—Lo siento por lo de mi familia —La voz de Connor me saca de mi

ensoñación, mi constante curiosidad por todo. Casi me olvido de que

camina a mi lado, está muy silencioso.

—¿De qué estás hablando? —digo—. ¡Tu familia es genial!

Se encoge de hombros. Su presencia parece introducirse sobre mí

mientras me vuelvo más consciente de su masa: su altura, la anchura de

sus hombros, sus zancadas que parecen un poco lentas pero son elegantes

cuando lo ves en pleno movimiento, el pelo que cuelga sobre sus ojos,

cómo se balancean sus brazos casi rozando los míos. Patea una piedra y

lleva hacia arriba sus brazos, cruzándolos sobre el pecho.

Todo él está muy cerca, pero aun así se siente muy lejos. Como si

estuviera a un mundo de distancia y hubiera algo perdido en él, algo

triste persistiendo en él. Me recuerda a su madre, tan viva y maravillosa,

pero con algo muy diferente hirviendo en la superficie que sólo la

ocasional mirada llorosa de sus ojos podría revelar justo antes de que

parpadee llevándose la humedad.

—Tu madre es preciosa —Recuerdo cómo la luz captaba su cabello pero

cómo esa luz no se acercaba en absoluto a la elegancia y brillo de su

sonrisa.

—Tú... —Apenas le oigo hablar y vuelvo mi cabeza hacia él. Pero sólo

sacude la cabeza y no termina lo que quiera que estuviera a punto de

decir. Se aclara la garganta—. Creo que a Jesse le gustas.

Me río nerviosamente. La sensación de los fríos brazos de Dominic a mi

alrededor me viene a la mente. Arrugo la nariz. La idea de alguien siendo

atraído hacia mí ilumina mis entrañas de un modo extraño, desconocido,

pero se disipa rápidamente. Nadie puede estar atraído por mí. No por

nadie tan mezquino, no, tan malvado como yo.

—Lo dudo.

Se vuelve a encoger de hombros.

—Escucha Jade. Siento lo de anoche. Viniste a mí y necesitabas ayuda y

no te la di.

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—No te preocupes —Sonrío—. Quiero decir, ni siquiera tenías una

camioneta con ruedas anoche. ¿Cómo te puedes sentir mal por eso?

—Sí, pero, tú parecías tan, no sé... preocupada.

Las luces de Nanan están encendidas. Los pasos de Connor aminoran

ligeramente. Caminamos por el sendero de entrada y siento un extraño

tirón hacia atrás, como si Connor fuera una fuerza magnética que

quisiera que aminorara, para que la noche no terminase todavía. Pero no

sé por qué. Alcanzamos la puerta y levanto mi mano para meter la llave

por debajo de la manilla.

—Um —dice Connor y se aclara la garganta. Parece torpe, ensayado.

Le miro. Desplaza el peso de su cuerpo con cansancio, la cabeza gacha,

sus manos metidas en sus bolsillos.

—¿Ibas a decir algo?

—Yo... eh, no. —Sacude la cabeza. Exhala ruidosamente, sonando

derrotado. ¿Acerca de qué? No lo sé.

—Gracias por acompañarme a casa —digo girando la llave.

—No hay problema —dice—. Gracias por soportar a mi familia.

—No, Connor. Gracias por invitarme —No sé cómo sonar más sincera—.

Realmente disfruté con tu familia —Realmente quiero una propia.

Me sonríe antes de bajar corriendo las escaleras y decirme adiós con la

mano.

Abro la puerta y lo siento: electricidad hormigueando en el aire. Me giro

observando la calle, la acera, las sombras, pero no veo nada. Sacudo la

cabeza. Quizás la electricidad está en mi mente. Vuelvo la espalda a la

carretera vacía y entro en la casa pensando en cosas bonitas y feas.

—¿Cómo te fue, querida? —La voz de Nanan viene desde la cocina. Entro

y me siento junto a ella.

—Fue agradable. Son una familia muy dulce.

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—Oh, sí, esa mamá suya es un ángel. Lástima de su marido. También

era un buen hombre. Ese desastre de hombre siempre está causando

alboroto. Aunque nunca oí hablar demasiado de ese chico, Connor.

—Sí, es bastante callado —Pienso en las pequeñas cosas que dice que me

hacen sonreír—. Aunque divertido.

—Nada mejor que encontrar un novio que te haga reír —Nanan vierte

otro montón de azúcar. Le gusta que su café negro esté dulce.

—¿Un... novio?

—Un chico que sea dulce contigo, ya sabes, un novio —Nanan sorbe su

café y me guiña un ojo.

—Oh, no, él, él no es mi novio —La proclamación tensa mis hombros—.

Sólo somos amigos.

—Ajá —Sus labios se curvan en un extremo por encima de su taza.

Tiene ojos centelleantes. Pienso en la forma en que Desi mira a Connor.

Espero que alguien me mire así algún día, como alguien que pudiera

envolverme en un abrazo y protegerme ferozmente. Me pregunto... si

Nanan podía alguna vez mirarme así.

Cuando llego a mi habitación y me estiro en mi cama, mis dedos rozan

algo suave. Miro hacia abajo en la cama y veo una magnolia abierta en

flor en la punta de mis dedos. Es bonita, delicada. Toco un frágil pétalo y

siento una sacudida de electricidad que me golpea. Aparto mi mano de un

tirón.

Jade...

Es una voz fuerte, masculina y cantarina. Y, lo juro, la he oído antes.

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Capítulo 28 Connor

Traducido por Felin28 Corregido por Angeles Rangel

ade me odiaba anoche.

No le permite irse hasta que no hubiéramos terminado con la

reparación de la camioneta y no fue sino hasta casi las 2:00

am. Durante toda la noche utilizó un sinnúmero de groserías y algunas

quejas sobre que Jade no era mi novia. Hubiera deseado que Harry

estuviera allí para ayudarme, pero en lugar de eso fue a pescar a alguna

parte, así que estaba atascado con Wade.

Valió la pena la noche de quejas, porque a pesar de eso terminamos con

la camioneta antes de regrese Jade a su casa el domingo por la mañana.

Quería tenerla lista por si ella la necesitaba dar un paseo o para

cualquier cosa, y así ella no tendría que estar pidiendo ayuda en otra

parte...

Me quedé dormido con la ropa manchada puesta. Cuando me levanté, me

estaba cambiando, cuando alguien toca la puerta de mi dormitorio.

—¿Sí, mamá?

—Um, no. En realidad, soy Jade —Hago una pausa mientras estoy medio

desnudo en medio de mi cuarto viendo montones de ropa por todos lados.

Y eso que mi habitación está limpia—. Tu mamá me dejó entrar y me dijo

que tocara a tu puerta.

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—Oh, sí, eh, espera solo un segundo —Me pongo el resto de la ropa e

inmediatamente arrojo la ropa sucia a un rincón.

Al abrir la puerta, un golpe de adrenalina llega a mí. Jade se encuentra

en la puerta con un sexy top rojo y una falda de tela escocesa con

pequeñas hebillas negras que muestran sus muslos. Sin las mangas

largas y las medias de red que acostumbra usar, esta es la vez que más

piel le he visto a ella. Trago saliva con un nudo en la garganta y dirijo los

ojos al suelo.

—Uh, ¿quieres salir o entrar?

En respuesta, ella entra a la habitación.

—Traje películas para después cuando hayas terminado con la

camioneta.

—Oh sí, ya está terminada.

—¿En serio? —Ella se ve sorprendida—. ¿Cómo lograste hacerlo tan

rápido?

—Sólo trabajamos en ella hasta la madrugada.

Ella sonríe.

—Así que el viejo tiene habilidades —Me guiña un ojo—. ¡Fantástico!

Entonces, ¿qué es lo que quieres ver: comedia, romance o acción?

—Acción —digo rápidamente. Estoy desesperado por encontrar algo que

libere un poco de mi adrenalina, algo que no tenga que ver con la curva

de sus hombros desnudos, la línea de la clavícula, o sus... Oh, Dios mío,

estoy tan mal como esos pervertidos en el colegio. Niego tratando de

centrar mis pensamientos.

Ella se acerca y me hace jadear mientras toca el dobladillo de mi camisa,

rozando la piel de mi estómago.

Tira el dobladillo hacia abajo.

—Tratando de presumir los abdominales, ¿eh?

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—¿Qué?

—Baja tu camisa.

—Oh, yo… —Ella se sienta en el sofá. Ok: enfócate, enfócate, enfócate—.

Y entonces, ¿qué película de acción trajiste?

Apago la TV cuando termina la película y me estiro un poco.

—Entonces, ¿te gustó la película?

—Estuvo bien —dice—. Un poco fantasiosa. Pero ya sabes, pasable.

—Sí, creo que la mayoría de películas de acción son así.

—Oh, ¿es lo que tocas? —Ella ya no estaba mirando más la TV.

Alzo las cejas y veo su dedo señalando. A la guitarra. Mamá no se la ha

llevado. Suspiro.

—Sí, la tocaba.

—Ya no más.

—No —le digo rápidamente. Jade se ve sorprendida por mi respuesta

abrupta—. No he tocado en mucho tiempo.

—¿Por qué? —Ella se levanta y se dibuja una curva sobre la guitarra.

—Yo… simplemente ya no lo hago.

—¿Me podrías enseñar?

—Yo… no lo sé —Mi cuerpo se tensa.

—¿Por favor? —Ella lo dice en voz baja, con los ojos abiertos y brillantes.

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—Uh, yo —En lugar de decir algo más, estiro las manos como respuesta.

Me la entrega rápidamente y la pongo en mi regazo. La siento allí por un

momento, rozando mi mano sobre el cuello y el cuerpo, sintiendo ese

toque familiar sobre las cuerdas de acero. Los recuerdos llegan a mí de

prisa. Fogatas llenas de canto y risas con la guitarra. Papá me enseñó

cómo debo deslizar mi mano arriba y abajo del cuello y cómo tomar las

cuerdas para cantar una melodía con madera y cuerdas.

Recuerdo el cuaderno que está entre mis colchones de canciones que

escribí sobre la vida y el amor a pesar de que tengo poca experiencia en

cualquiera de las dos. Recuerdo que mamá se acostada en el sofá y me

pedía que volviera a tocar. Y lo hacía. Tenía una canción para ella. Casi

nunca le canté la letra, pero ella atesoraba cada nota.

Colocó mis dedos sobre las cuerdas y la agarro firmemente con mi otra

mano para tomarla. Hago una respiración profunda mientras dejo que

mis dedos recuerden tocar después de meses de intentar olvidar.

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Capítulo 29 Jade

Traducido por Felin28

Corregido por Angeles Rangel

a luz tiembla a mí alrededor: gris y verde, el amarillo

asomándose. Los colores bailan, creciendo en cada reflejo que cae

mientras giran, llegando como un susurro el resplandor.

Luego está la música, hermosa música, una música que inicia con notas

lentas y tristes, en la construcción de la esperanza y el amor. Me le quedo

mirando. Sus ojos están cerrados, su cabello oro y marrón le cae sobre la

cara. Se ve tranquilo, fuerte y hermoso. Me siento en la cama junto a él,

sintiendo su calor.

El repiqueteo de la guitarra suena y envuelve mi entorno. Apoyo la

cabeza en su hombro. Él se pone rígido por un momento antes de

relajarse. De vez en cuando, escucho un zumbido en la combinación con

los acordes de la guitarra y mi respiración, la vibración, el calor, el sonido

brillante.

Forma la canción y crece hasta que es algo más que notas, se instala

dentro de mí y siento el pulso de energía que está alrededor de él y llega

a mí.

Apenas noto cuando la música se detiene. Puedo mantener mi cabeza en

su hombro un momento más antes de que finalmente me mire. Es

brillante, dorada y verde. No hay más gris. Miro profundamente el ámbar

de sus ojos y me doy cuenta de lo hermosos que son. Mi mirada se posa

en la curva de su boca y me sorprende por lo suave que se ve, como una

L

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invitación, como... una oleada cálida desconocida que pulsa

calurosamente dentro de mí.

Me siento de nuevo rápidamente.

—Eso fue tan, tan hermoso Connor —No le quiero decir que no solo estoy

hablando de su música.

Su voz es apenas un susurro.

—Gracias.

Al bajar las escaleras, la madre de Connor está en la cocina.

—Hola, mamá.

—¡Hola, Desi!

Ella se ve sorprendida y se aleja rápidamente por un segundo,

limpiándose la cara antes de volverse hacia nosotros.

—Es tarde, chicos —Coge un poco de fruta de una cesta y empieza a

cortarla—. ¿Disfrutaron la película?

Escuchó ligereza en su voz, pero sus ojos brillan... ellos, están húmedos.

¿Había estado llorando?

—Sí, fue genial.

—Sí, pero será mejor que me vaya —digo.

Connor se ve sorprendido por un segundo antes de correr escaleras arriba

para agarrar su billetera y parar en la tienda antes de conducir de

regreso a casa.

—Te espero en la cocina con Desi.

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No dice nada al principio, lo que parece fuera de lugar en ella. Al oír a

Connor cerrar la puerta de su dormitorio, Desi se inclina y coloca una

mano sobre mi brazo.

—Gracias —susurra.

Se me arruga la nariz y frunzo la frente, confusa.

—Yo, eh...

—Gracias por conseguir que tocara —Sus ojos están vulnerables y

abiertos. Veo más lágrimas juntándose.

—Yo... — ¿Qué puedo decir?

—Muy bien, vamos a salir —A lo lejos se escucha la voz de Connor voz

junto a sus pasos bajando.

Hago una pausa antes de Desi me envuelva en un abrazo y gire a mi

alrededor.

—Está bien, conseguir que se sienta seguro en su hogar, lo escuchaste —

Antes lo sabía, la oigo salir de la habitación y va rápidamente por las

escaleras.

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Capítulo 30 Connor

Traducido por Felin28 Corregido por Angeles Rangel

ade y yo entramos al bullicio de la escuela. No eran los típicos

comentarios dirigidos hacia a mí, pero como yo lo veo Jade

simplemente sacude la cabeza mientras hablan, me siento a gusto y

soy capaz de ignorarlos. Al menos hasta que llego al casillero donde con

en el marcador, alguien escribió «Freak».

Trato de limpiarlo con mi mano sobre él, pero la palabra no se va a

ninguna parte.

—Lo siento, Jade —digo, la ira reflejándose en mi voz.

—¿Por qué? No lo hiciste, ¿verdad?

—No, claro que no, pero, ya sabes, la gente es estúpida.

Ella me sonríe.

—Sí, lo sé —Saca un lápiz labial rojo brillante de una bolsa de su

casillero y escribe «Naturalmente» debajo de «Freak».

Me río.

—Bueno, bueno, hola —Dominic golpea en los casilleros de al lado y se

inclina hacia nosotros.

J

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—Vamos Dom, te puedes ir muy, muy lejos —Estoy sorprendido por las

palabras antes de que salgan totalmente fuera de mi boca.

Él me mira.

—No estoy aquí por ti —Vuelve a dirigir su atención a Jade y eso hace

que mi estómago se amargue más. ¿Estaba en el casillero de Jade uno de

los amigos idiotas que escribieron en el casillero? La ira hierve dentro de

mí, pero justo antes de decir algo más a Dom, él dice—: Fue un placer

estar contigo el viernes —Mi estómago se contrae. ¿Qué? ¿Cuándo es que

salieron?

—Nosotros no salimos —bromea Jade—. Tú me molestabas. Hay una

gran diferencia en eso.

—Oh, vamos. Así que el viaje a casa a las casi 4:00 am no me da puntos.

¿Dónde diablos estaba Jade a las 4:00 am? Las preguntas caen sobre mí y

mi cuerpo se tensa tanto que siento cada vez más náuseas. ¿Por qué no

me lo dijo?

—Si lo recuerdas, yo no quería viajar.

—Claro que sí —Él le guiña un ojo.

Ug, ¿puedo vomitar?

Jade sólo niega.

—Olvídalo, Dominic.

—Oh, tú no lo harás.

¿Qué?

Jade mueve los ojos.

Dominic capta mi rostro con su mirada y sonríe.

—¡Oh, no te lo dijo? Estábamos en el Barrio Francés el viernes por la

noche. Ella se ve bien cuando sale.

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—Cállate, Dom —presiona Jade—. No fue una noche en la ciudad, tenía

algo que hacer y sólo estaba ahí.

Jade apoya una mano en mi hombro.

—Por suerte, nunca tendrás un paseo conmigo de nuevo.

La campana suena. Es la hora de la clase. Jade se vuelve hacia mí.

—Te veré más tarde, ¿vale?

Dominic me sonríe cómplice mientras camina hacia su clase.

Asiento, todavía confuso con todo en mi cabeza.

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Capítulo 31 Jade

Traducido por kristel98

Corregido por francatemartu

ntonces, ¿sobre qué estaba hablando Dominic? —me

pregunta Connor tan pronto como la clase ha

terminado y vuelvo a mi casillero.

Sé que Connor odia a Dominic. También yo. Pensando en ello me pone

nerviosa y cuando hablo, mi voz es débil y, para mi sorpresa, a la

defensiva.

—Él sólo me dio un paseo —Me tenso, siento que he traicionado a Connor

por confraternizar con el enemigo.

Connor no dice nada. Simplemente arrastra los pies a lo largo de la grava

suelta y golpea una roca sobre el que nos vamos a sentar en la mesa de

picnic fuera. Hace un gesto inquisitivo con las manos, antes de que

realmente hable.

—¿Así que después de que viniste a mi casa fuiste a verlo para un paseo?

—¡Oh no! ¡Por supuesto que no! Tomé un taxi allí —Hay un silencio

incómodo y doy vueltas en ello, escupiendo mis palabras rápidamente

para llenar el vacío—. Tuve que ir allí de inmediato y luego me encontré

con él, en realidad se encontró conmigo —Avanzo con dificultad por el

resto en una respiración—. Le dije que me dejara en paz, pero él era tan

insistente. No iba a irse, él no dejaría mi lado en todo hasta que accedí a

dejar que me llevara a mi casa. Y no pude encontrar un taxi de todos

—E

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modos, por lo que, al final, estuve de acuerdo en dejar que me llevara a

casa —Siento que sólo he declarado mi caso a un jurado y estoy

esperando el veredicto.

Connor asintió lentamente.

—Ya veo.

Nos sentamos en la mesa de picnic y respiro la humedad.

—Bueno, al menos mi camioneta está arreglada. Voy a estar listo la

próxima vez que necesites un paseo —La tranquilidad, dibujado hacia

fuera el sonido de la voz de Connor está de vuelta. Como si la tensión

entre nosotros se ha liberado, perdido y olvidado en el camino de grava.

Exhalo en silencio, aliviada.

El vello de mis brazos se levanta. Un escalofrío se arrastra por mi

columna vertebral, pero ignoro las espinas corriendo a través de mi piel.

Cuanto más lo ignoro, más fuertes son sus picaduras estáticas. Sigo

haciendo caso omiso de él sin embargo. Es sólo en mi cabeza, sólo en mi

cabeza.

—Eh. Nunca he visto a ese chico antes —dice Connor.

Mis ojos se ajustan a él.

—¿Qué chico?

Connor devuelve mi mirada.

—Uh, ese chico —Hace un gesto a la carretera en frente del instituto,

pero luego mira nervioso.

La carretera está vacía.

—Extraño, él estaba ahí hace un segundo. Nunca lo he visto antes —

Frunce el entrecejo—. Él estaba allí.

Me quedo mirando el camino, de repente me doy cuenta de que la

sensación de hormigueo también se ha ido.

—Sí, extraño.

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Cuando me doy la vuelta a la carretera, veo un rayo de luz del sol, un

choque de espadas, un apretón de manos y un grito. Mi grito. Y entonces

se desvanece la visión.

—¡Ey, Jade! ¿Estás bien? —Connor me sostiene.

Asiento y utilizo todo mi esfuerzo para curvar mis labios en una sonrisa.

Cuando lo hago, huelo algo dulce en el aire, ¿una flor?

Una magnolia. Miro a mi alrededor en los árboles y no veo un árbol de

magnolia en la vista.

El martes por la noche, no puedo dormir. Los sueños de estar sumergida

en el agua y falta de aire y la oscuridad me golpean despierta cada pocas

horas. Cada vez, me despierto jadeando y con miedo hasta que veo el

papel tapiz floral despegado sólidamente poniéndome de nuevo en la casa

de Nanan, sana y salva. Voy a la deriva volviendo a dormir sólo para ser

despertada por otro sueño, y luego por mi despertador. Estoy muy

agradecida por la luz del día, Estoy muy agradecida por el miércoles y la

camioneta reparada. Tengo la esperanza de que encontraré más pistas,

más respuestas. Estoy desesperada por ellos.

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Capítulo 32 Connor

Traducido por kristel98

Corregido por francatemartu

ade mantiene la cabeza baja, quejándose de un dolor de cabeza al

cruzar el puente.

—¿Es necesario que me detenga por una aspirina o cualquier cosa?

—Oh, no. Lo obtengo de vez en cuando. Lo cual debe desaparecer por sí

solo.

—Está bien —Sostengo el volante y siento el rugido del motor. No puedo

creer que me tomó tanto tiempo para arreglar la camioneta.

Debería haberlo hecho hace mucho tiempo. Si lo hubiera hecho, entonces

Jade nunca habría tenido que viajar con Dominic. Él no ha tratado de

hablar con ella en la escuela desde el lunes por la mañana, pero lo veo

mirándola y me irrita. Estoy feliz porque la fase final ha comenzado y el

año escolar está por terminar.

También es bueno ser un Junior, debido a que las últimas semanas de la

escuela está a sólo finales y una vez que haya terminado, tú has

terminado con las clases. Tuve tres exámenes esta mañana. Sólo algunos

más y soy libre. Las pruebas no me molestan. Siempre estudio y sé que

los exámenes parciales y finales fueron una señal de que iba a conseguir

un descanso breve.

J

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41

Lo único que queda para la escuela es el baile, que la Comisión de

Asuntos Sociales ha decidido el tema como Winter Wonderland.

Al parecer, Sue Tobin viajó a Nueva York durante las vacaciones y quería

volver a crear la «magia» de la misma para nosotros la temporada menor

de Louisiana folk. Quiero hablar con Jade de ello, pero sus ojos están

cerrados con fuerza.

Salgo del puente y giro a la derecha para ir hacia la librería. Jade

levanta la cabeza y mira a su alrededor.

—¿Qué tan lejos está?

—Hmm, unos quince minutos —Me dirijo a una calle pequeña—. No es

tan lejos.

Ella asiente, alerta.

—¿Cómo está tu cabeza? —le pregunto.

—Oh, está mejor ahora. Gracias.

En un semáforo de la calle de St. Ann, me estaciono en un lugar de

estacionamiento y salgo.

Jade se encuentra en la acera mirando las tiendas, mirando las máscaras

del carnaval y las perlas del carnaval.

—Son tan hermosos.

—Sí, lo son. Deberías haber visto hace un par de meses. Este lugar

estaba aún más lleno con cosas de Mardi Gras.

—¿Te gusta el Mardi Gras?

—Yo, eh, por lo general no voy.

—¿Por qué no?

—Un poco demasiado loco para mí —Demasiado loco, demasiadas chicas

borrachas, demasiado poco para mí. Miro a Jade—. Pero, si quieres ir el

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año que viene, podemos. Puede gustarte. Sólo prométeme que no le

contarás a nadie.

Jade me mira.

—¡Por supuesto, no voy a contárselo a nadie!

—Está bien, entonces, tenemos un trato. Mardi Gras será honrado con

vuestra presencia el próximo año.

Ella me mira, ceja arqueada.

—Va a ser honrado con el tuyo también.

Resoplo una risa.

—Uh, sí, claro.

—Dilo.

—¿Decir qué?

—Decir «Yo soy Connor Devereaux y voy a honrar Mardi Gras con mi

presencia el próximo año».

Niego, sonriendo.

—¿Cuál es la dirección de la tienda?

Jade mete el papel en su bolsillo y luego cruza sus brazos sobre su pecho.

—Dilo.

Obligado, murmurando las palabras, sintiéndome absolutamente

ridículo.

Ella niega.

—Patético.

—Vaya, gracias.

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Coge mi mano y me arrastra por la vereda hacia algunos bancos y una

plaza de artistas, turistas y gente reflexionando. La mano en la mía, ella

me detiene en un banco.

—¿Qué demonios estás haciendo?

—Ayudándote a crecer un par.

—Sabes, no siempre eres tan agradable.

—No me quedaré contigo murmurando y encogiendo a un viejecito

invisible —Ella empuja mi espalda tan recta que chasqueo.

—Ahora dilo.

—¿Qué? ¿Aquí? ¿Estás loca?

—Sí, absolutamente. Ahora dilo.

—Mi nombre es...

—¡Más fuerte!

—Jade esto es ridículo.

—Más fuerte o diré que eres un chico dulce buscando al hombre perfecto.

—MI NOMBRE ES CONNOR DEVEREAUX Y HONRARÉ EL

CARNAVAL CON MI PRESENCIA EL PRÓXIMO AÑO —grito solo unos

pocos rostro sorprendidos miran hacia mí. Uno de los cuales era un

hombre pintado de plata quien robóticamente se vuelve hacia mí y hace

un sonido de aplauso mecánico.

Jade me tira hacia abajo desde el banquillo.

—Ves, ¡eso no estuvo tan mal!

—Si no fueras una chica, te pegaría.

—Dudo eso —Mi pecho se tensa. Levanto la vista para ver a Dom de pie

detrás de Jade.

—Connor, apenas puedes alejar las moscas de ti.

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—Retrocede, Dominic —dice Jade.

—Ves, también tienes una pequeña mascota que hable por ti.

Me sonrojo.

—Yo no soy un animal doméstico.

—Oh por mí deberías ser un poco más que eso —Él lame sus labios.

Pruebo la bilis subiendo en mi garganta.

Una gran multitud de personas bajan de un trolebús y empiezan a

empujar por nosotros.

Miro hacia arriba cuando todo el mundo se ríe mientras el hombre

robótico se enfrenta a besos a una chica posando para una foto con él.

—Ey Jade... —La miro y ella se ha ido. Así es Dom.

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Capítulo 33 Jade

Traducido por kristel98

Corregido por francatemartu

uéltame —Trato de girar mi brazo fuera de las manos

de Dom—. ¿Cuál es tu problema?

—¿Qué? ¿No quieres mi compañía?

—No, pensé que anteriormente había dejado eso en claro.

—Eso dices ahora...

Piso mi pie sobre el suyo. Él no grita, pero se detiene arrastrándome

entre la multitud. Me tira delante y tiene mis muñecas en sus manos.

Traza círculos pequeños en los interiores de mis muñecas y envía un

aleteo a través de mi piel. El toque, un pincel sobre mi piel delicada, llega

más profundo haciendo mis pensamientos difusos, mareada, con un

destello de deseo.

—¡Deja de hacer eso! —Me estremezco lejos.

—¿Por qué? —Él me mira lascivamente y lo odio.

—Jade —Connor es empujado a través de la multitud hacia mí.

Dominic se inclina y cepilla su nariz contra mi cuello todo el camino

hasta mi mejilla. Su aliento es frío y fresco en mi oído.

—Yo soy exactamente lo tú necesitas, princesa. Ya verás.

—S

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Con eso, me libera y me empuja contra el pecho de Connor. Connor vacila

un ligero momento antes de envolver sus brazos alrededor de mí

protectoramente.

—Adiós, Adiós, princesa.

—No me llames así —espeto a pesar o tal vez precisamente, porque me

gusta la forma en que suena «princesa» cuando lo dice.

Se ha ido y yo de pie, tirando a Connor lejos de la acera.

—¿Estás bien?

—Sí, yo… yo solo… ¿Disfrutamos de haber sido afectados por un

completo bastardo? Vamos.

—¿Estás segura?

—¿Me veo insegura? —Incluso mientras lo digo, siento que mis

pensamientos son como el agua turbia de la ciénaga. Sé que necesitamos

llegar a la tienda, pero pienso en los labios húmedos, la punta de los

dedos sobre mi piel y un aliento en mi oreja.

Saco el papel con la dirección y nos dispusimos a buscarlo. No es hasta

que caminamos varias cuadras cuando empiezo a escuchar voces de

charlas en mi cabeza.

Miro a aquel. Ella parece oportuna para la cata...

Su sangre sabe cómo el néctar...

Ellos son tuyos para tomarlos...

Suspiro y preparándome contra un pilar de hierro forjado adornado. El

frío aprieta mi espalda y mis sentidos se enfocan brutales. Las voces se

agitan en mi cabeza, y mientras la gente pasa, huelo sal y sudor, oigo los

latidos y veo movimiento de piel carnosa unido a los huesos frágiles. Miro

una camarera limpiando las mesas en el patio.

Una chica bonita con trenzas largas y sinuosas con piel de cobre oscuro,

me sonríe y asiente con la mirada. El frío adormece mi centro. Veo un

pulso golpeando en su cuello y me pregunto lo que la sangre sería si

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rebano una pequeña abertura allí. Me arrastro a mí misma en posición

vertical y agarro a Connor y le digo:

—Tenemos que ir a casa —El frío se arrastra hasta mi garganta y está

haciendo mis dedos entumecidos.

—¿Qué? ¿Pero no tenemos que encontrar la tienda de Alathea?

—Yo… yo no me siento bien. ¿No podemos volver?

—Uh, sí seguro.

Miro a la camarera cuando ella vuelve a entrar en el restaurante.

—Déjame ir al baño muy rápido, ¿de acuerdo? Yo ya vuelvo.

—Claro, voy a esperar aquí afuera.

Entro en el restaurante y siento el frío tragar mis piernas y marchando

hacia la muchacha. Se necesita todo mi esfuerzo para aferrarme a la

barra y no seguir a la cocina. Trago saliva. Ella está sola allí. Con el

bombeo de la sangre por sus venas. Sangre que podría extenderse fuera

de ella y decorar su piel con bonitas tiras rojas.

Aguanto la respiración y doy un paso más.

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Capítulo 34 Connor

Traducido por Maddy Corregido por sttefanye

arece que has tomado una ducha en el baño.

—Sí, necesitaba... lavarme.

Me encojo de hombros y tomo la salida del puente. Jade se recuesta de

nuevo contra el asiento de la camioneta y cierra los ojos.

—Jade, yo, bueno, quería preguntarte...

No abre los ojos. Tal vez eso haría esto más fácil. No tenía que ser una

gran cosa, pero pedírselo era una gran cosa.

—¿Quieres ir al baile conmigo?

Le echo un vistazo. Ella arruga la nariz. Trago.

—Sí.

—¿Sí, iras conmigo?

—¿Por qué no?

Estoy tan agradecido de que sus ojos estén cerrados porque la sonrisa

ahora esta clavada permanentemente en mi rostro.

El auto delante de mí derrapa hasta detenerse y me atasco sobre las

grietas para evitar chocar. La parte trasera de la camioneta vira

—P

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bruscamente antes de que lograra enderezarla y detenerla,

afortunadamente a un metro de distancia del parachoques del otro auto.

—Oh, Dios mío, eso estuvo cerca, ¿eh?

Miro a Jade. Sus ojos estaban abiertos, enormes y fijos en el lago al lado

del puente.

—Jade, ¿estás bien? ¿Te golpeaste algo?

Niega con la cabeza. Sin embargo, sus manos están temblando y su

respiración comienza a salir en acelerados jadeos.

—Jade, Jade, que está mal.

Estaba al borde de la hiperventilación.

—Jade, dime qué pasa.

Levanta una temblorosa mano para señalar el agua.

—¿Qué? —Estoy empezando a asustarme por ella.

—No. Quiero. Ahogarme —Su respiración es irregular.

Frunzo el ceño no entendiendo hasta que me golpea.

—¿Jade, le tienes miedo al agua?

Vuelve sus ojos hacia mi rápidamente, desesperada. Oh guau, está

aterrorizada. Debe tener fobia al agua, probablemente por eso antes

había dicho que tenía un dolor de cabeza.

—Escúchame, Jade. Está bien. Mírame. Solo mírame. Mira mis ojos.

Sus ojos iban nerviosamente de mí hacia el agua.

—No, no mires al agua. Sólo mírame —Agarro su mano y la aprieto—.

Estarás bien. Nada va a suceder. Ven, acércate más a mí.

Temblando, cierra el espacio entre nosotros.

—Pon tu cabeza en mi hombro y cierra los ojos —Lo hace, pero la siento

temblar—. Está bien Jade, los autos se están moviendo de nuevo. Vamos

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a empezar a conducir. No estamos lejos de la salida. Solo inhala y exhala,

¿de acuerdo? Estás a salvo. No voy a dejar que nada te pase.

Entierra su cabeza en el hueco de mi cuello. Al principio, sus rápidos

jadeos soplaban cortas ráfagas de aire caliente que siento en mi piel, pero

su respiración se hizo más lenta y entre sus respiraciones controladas,

hipo. Tiro de ella más fuerte.

Una vez que cruzamos el puente, me estaciono en el bordillo de la

carretera y solo espero hasta que sea capaz de mirarme de nuevo. Sus

ojos están secos, pero su rostro se retuerce con tristeza y vergüenza.

—Yo, yo siento mucho no habértelo dicho —dice—. Yo, yo, yo solo… —

Nunca he oído su voz tan ligera y débil.

—Shh, no te preocupes. Estas a salvo. Siempre te mantendré a salvo. Te

lo prometo —Ese es el momento en el que me doy cuenta de que tal vez

está tan rota como yo y necesita a alguien que la sostenga para

permanecer en una sola pieza, para permanecer completa. A medida que

volvemos a la carretera, sostengo su mano y no la dejo ir.

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Capítulo 35 Jade

Traducido por Maddy Corregido por Sttefanye

La mano de Connor, áspera con callos, sostiene la mía. Si yo tuviera un

corazón, estaría en mi mano; una ofrenda solemne sostenida en la palma

de la suya, desesperada por ser consolada y sostenida como algo suave y

delicado. Esa es la forma en que me sostiene, nuestros dedos

entrelazados, mi mano entretejida en la suya como si compartiéramos

más que dedos y palmas y el sudor entre ellos. Como si fuera pequeña e

inocente y digna de sostener.

No lo soy. Pero se aferra y su calor ahuyenta el frío que muerde mis

dedos. Su ternura, su deseo de protegerme de mis miedos se envuelve

alrededor de mí. No sé qué significa el roce de su pulgar sobre la mía, si

significa enviar un aleteo de calor y dulzura sobre mi piel, pero lo hace.

No quiero que se detenga. Presiono mi mejilla contra su hombro, cierro

los ojos y dejo fuera al mundo.

Cuando la camioneta se queja en una parada y Connor apaga el motor,

no dice nada. Inclina su mejilla sobre mi cabeza y envuelve su otro brazo

a mí alrededor.

No hay frío deslizándose dentro de mí ahora.

Pongo mi brazo alrededor de su cintura y tiro de él más fuerte. Contiene

el aliento y tira de mi más cerca todavía. Tan cerca que puedo escuchar

los latidos de su corazón.

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El latido de su corazón es el sonido más hermoso del mundo.

Me siento en la mesa de la cocina en la oscuridad tratando de recordar

los momentos en el que entré en el restaurante y cuando salí. Estaba

decidida a alejarme de la camarera, pero todo se oscureció hasta que salí

del restaurante y Connor me miró alzando las cejas. Mi cabello, camisa y

rostro estaban empapados, pero no recordaba por qué.

Aprieto mi puño, golpeándolo contra mi frente, apretando los dientes tan

fuerte que dolía. ¿Por qué no puedo recordar?

—¿Cariño? —Me sobresalto enderezándome. Miro hacia el pasillo hacia

la voz en la oscuridad—. ¿Cariño, estás bien? —La voz de Nanan suena

como si se acercara a un animal asustado, suave y reconfortante, como si

no quisiera asustarme.

Asiento, pero luego pienso en la forma en que sus ojos perdieron su brillo

y cayeron bajo un pesado ceño cuando le mentí la última vez. No

enciende la luz.

—No —Mi voz tiembla.

Nanan entra a la habitación arrastrando los pies y se sienta a mi lado.

Apoya una mano sobre la mía y ahueca la otra sobre mi mejilla.

—¿Qué sucede?

La miro a los ojos. La preocupación luchando en su rostro y sus ojos sobre

mí, rompiéndome el corazón. Me mira como si fuera el único ser en el

universo, como si le doliera verme sola en la oscuridad. Esta es la forma

en que Connor miró la foto de su padre. Así es como Desi miró a Connor.

Y quiero derrumbarme y llorar en los brazos de esta mujer que me mira

así... como un ser querido consumido por amarme. Me pregunto si

alguien me ha mirado así antes, si he tenido una madre que me toma de

la mano y trato de aliviar el dolor en mi pecho.

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—Me siento, mal. Mal y pérdida.

Nanan deja escapar un suspiro.

—Jade, querida, todos estamos perdidos y un poco mal.

—No, no yo… —No tengo un corazón que late, no puedo llorar, estoy

aterrorizada del agua, y pienso en feas, horribles cosas—. Todo en mi

está mal. Estoy mal y no sé cómo solucionarlo.

—Si tú tuvieras algo mal, lo sabría.

—No quiero hacerle daño a nadie. No quiero ser... como soy.

Nanan mueve su peso en la silla y suspira.

—Te conocí mientras estabas gritando, luciendo como una cosa hueca en

un muelle hace apenas unas semanas. ¿Imagínate lo que pensaba? Esta

chica tiene que estar loca, una completa lunática. Entonces me acerqué a

ti y por una fracción de segundo, simplemente vi a una chica asustada

con miedo de ahogarse, con miedo de caer. Supe entonces que no te

dejaría.

Apoya ambas manos en la mía y voltea mi mano con la palma hacia

arriba. Traza las líneas de la palma de mi mano.

—Sabes, mi abuela solía pensar todas esas cosas supersticiosas sobre la

gente, sobre las cosas. Pensé que era una vieja loca, pero hubo algo que

me dijo a lo que siempre me aferré. La gente puede cambiar... no importa

de dónde vienen, no importa dónde piensan que deberían ir, las personas

pueden hacer su propio camino.

Golpea suavemente mi barbilla.

—Sé que hay algo diferente en ti.

Trago el nudo en mi garganta seca.

—No puedo decir lo que es y dudo que me lo digas, pero sé que estas

soportando demasiado por ti misma, más de lo que cualquier chica

debería cargar —Sonríe—. También sé que veo pedacitos de ti que caen

en su lugar. Ese chico Devereaux... hace que sonrías.

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Miro nuestras manos y espero que no pueda ver mi rostro sonrojándose

en la oscuridad.

—Sí, Nanan. Me hace sonreír. Me hace sentir menos... vacía.

Nanan asiente.

—Eso es todo lo que necesitas, cher. Unas pocas personas que llenen tu

vida y te den buenos recuerdos a los que aferrarte.

Nanan inclina su frente contra la mía.

—No más sufrimiento en la oscuridad, cher. Pocas personas van a

encontrarte en la oscuridad.

Pero ella lo hizo. Me encontró, me sostuvo en la oscuridad y me dio una

pequeña astilla de esperanza de que tal vez este malvado frío no va a

ganar, que el vacío no me va a comer. Tal vez, es por eso que esta

oscuridad no me está cegando, porque me ofrece un rayo de luz para ver.

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Capítulo 36 Connor

Traducido por Maddy Corregido por Sttefanye

e sintió tan bien sostener a Jade en la camioneta. Encajaba

perfectamente bajo mi brazo, se apretó contra mi lado.

Aferrándose a mí. No sé si he sentido esto antes. Alguien

apoyándose en mí, necesitándome.

Había una fiera desesperación en sus ojos, un miedo que desdibujaba las

definidas líneas de su confianza convirtiéndolas en algo muy frágil.

Estaba aterrorizada del agua, a diferencia de cualquier cosa que hubiera

visto antes. ¿Una fobia? Era extraño. ¿Qué pudo haber hecho que le

temiera tanto al agua?

Enciendo la cafetera y miro distraídamente el café negro que gotea en el

tarro.

—Hola, cariño —dice mamá, entrando en la cocina. Se arrastra en la

habitación, el cabello en un nudo desordenado, el sueño aún luchando en

sus párpados, pero sonriéndome. Mamá. ¿Por qué nunca me necesita? En

el primer par de meses después de que papá muriera, lloraba

suavemente en su habitación, pero todas las mañanas salía con el

susurro de una sonrisa en su rostro para mí. Nunca puso el peso de su

dolor sobre mí, porque sabía que tenía mi propio peso para soportar.

¿O tal vez la dejé fuera? ¿Cerré mi puerta? ¿Le respondí con monosílabos

y expresiones en blanco? ¿Me necesitaba y yo simplemente no lo vi

S

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porque no lo quise ver? Todo el mundo debería tener al menos a una

persona en la que apoyarse y sin embargo allí está en el mostrador

entrecerrando los ojos contra la luz que entraba por la ventana.

Me mira.

—¿Estás bien? —De repente parece consiente de sí misma y se palmea

los rizos—. ¿Luzco como Medusa, no? —Sonríe.

Niego. Caminando hacia ella, tomo su mano y aprieto.

—Papá tenía razón. Se ve mejor así.

Se pone rígida, sorprendida. Por un momento, creo que tiene los ojos más

brillantes, luego parpadea rápidamente y traga. Abre la boca para decir

algo, pero la cierra y asiente.

—Tu padre siempre sabía lo que era mejor.

—Lo… lo siento mamá.

—¿Por qué?

—Por no estar ahí para ti.

Niega lentamente, pequeñas arrugas formándose en las comisuras de sus

ojos cuando me mira.

—Oh, Connor. Estuviste aquí. Así que, has estado exactamente donde te

necesitaba.

Carcajadas retumban en la puerta principal, rompiendo efectivamente

nuestro momento de tranquilidad. Se aleja y agarra una taza del

armario.

—Chicos, podríais despertar a los muertos con su griterío.

—¡Bueno, ese es el punto! —dice Jesse mientras se desploma en una

silla. Harry se acerca y planta un beso en la mejilla de mamá y Wade,

bueno, no sé dónde está Wade, lo que me sorprende porque se siente raro

no ver a mis tíos juntos en grupo.

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Mamá también lo nota.

—Oigan, chicos, ¿dónde está Wade?

Harry toma una respiración profunda.

—El pobre chico descubrió que una joven de la que estaba enamorado en

la ciudad fue asesinada anoche. Está en su casa ahogándose en algo de

Ezra Brooks7.

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué chica? ¿Qué pasó? —Los ojos de mamá se alzan

con preocupación.

Jesse niega.

—No sé el nombre de la chica. Dudo que Wade lo sepa tampoco. Era sólo

una camarera del Café Rouxque al que le gustaba mirar cuando íbamos a

la ciudad. Ya conoces al chico, a pesar de su charla, en realidad nunca la

saludó.

—Espera, ¿en la ciudad? ¿En el Café Roux?

—Sí, está en todas las noticias. Aparentemente ese Etcher llegó a ella —

Harry se estremece.

—Justo ayer estuve ahí. Jade y yo estábamos en la ciudad —Enciendo el

televisor. Efectivamente, las noticias hablaban sobre el horrible crimen y

etiquetaban a la mujer como la cuarta víctima del Etcher.

El rostro de la chica aparece en la pantalla. No recuerdo haberla visto,

pero eso no significaba mucho. Mis ojos estaban centrados en Jade.

—No puedo creerlo. Jade y yo estábamos frente a ese restaurante ayer.

Ella quizás estaba ahí —Mis pensamientos cambiaron de curso—. ¿Cómo

lo lleva Wade?

Jesse se encoge de hombros.

7 Ezra Brooks: Es un Bourbon Whiskey fabricado en Kentucky, Estados Unidos.

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—Creo que está mal. Apenas hablamos con él esta mañana y supimos

que algo estaba mal. Ese hombre apenas puede soportar más de 45

segundos de presión antes de abrir su trampa.

Sí, Wade no lo estaba llevando bien en absoluto. Estoy en la puerta antes

de que la cafetera incluso pitara.

—¿Wade?

Hay un breve silencio.

—¿Qué quieres, chico?

—Jesse y Harry nos dijeron... ya sabes, lo de tu amiga del restaurante.

Wade aparece en la puerta de la sala de estar. Es lento, obviamente

borracho.

—Nah, no era mi amiga —dice en voz baja—. Sólo una cosita linda de

mirar —Toma otro trago de la botella de licor.

Lo miro. Sé cómo bebe Wade, pero esto es diferente. De alguna forma

parece más delgado o más pequeño inclinado contra el marco de la

puerta. Puedo decir que le gustaba esa chica.

—De cualquier manera, lo siento —Doy un paso hacia él y levanta la

mano para decirme que me detenga.

—No lo sientas —Suspira—. Debería lamentarlo. Yo nunca… incluso

cuando estuve ahí, la saludé. Ni siquiera comimos en el restaurante. Es

ridículo. Sólo un chico, con un flechazo, pero, pero es una pena que algo

tan delicado tuviera que irse de esa manera, ¿sabes? No es correcto. No

es justo en absoluto.

Wade hablando en serio me hace sentir incómodo, como si el mundo

estuviera de cabeza. Inclinado hacia un punto donde Wade Devereaux no

es intocable y libre de preocupaciones. Su rostro no se ve bien sin una

sonrisa. Pero que puedo decirle a una persona que me importa cuando

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pierde a alguien; no un amigo, o un amante, o un miembro de la familia,

sólo alguien... alguien que era importante aunque ocupaba muy poco

espacio en su vida.

Eso gira mis pensamientos de vuelta a mí. Papá se ha ido, él no ocupa

nada en mi vida ahora, pero de alguna manera él ocupa todo de la

misma. ¿Cómo podría alguien muerto, desaparecido, e invisible hacer

eso?

La voz de Wade irrumpe en mis pensamientos.

—¿Eh?

Incluso con el licor haciendo caer sus párpados, su mirada se fija en mí.

—Te gusta esa chica Jade, ¿no?

—Yo no… quiero decir que no es así.

—No te mientas a ti mismo chico. Perder el tiempo es una estupidez en

este viejo y feo mundo.

Me muevo con incomoda comprensión. Wade esperó demasiado tiempo

para hablar con la camarera y ahora se había ido.

Jade me viene a la mente entonces, dañada, desesperada y aterrorizada

del agua. Ella no debería tener que vivir de esa manera. Asustada.

Recuerdo tener miedo del agua, miedo de ahogarme. Recuerdo tener siete

años, convencido de que había tiburones en la parte profunda de la

piscina. O que de alguna manera el lago donde mis amigos nadaban

podría succionarme hasta el fondo.

No fue hasta que mi padre me tomó de la mano y me llevó al agua que

entré sin miedo. Porque tenía a alguien para cuidar de que no me

ahogara, alguien que me mantuviera por encima del agua en caso de que

ésta amenazara con tragarme. Recuerdo el sol y el cielo, los árboles y la

sensación de no tener miedo. Me había olvidado de ese recuerdo. Es

liberador no sentirte asustado, paralizado por el miedo. Y quiero que

Jade sienta esa libertad.

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Capítulo 37 Jade

Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher

olía venir aquí todo el tiempo con mi papá —Connor

sostiene mi mano mientras se abre camino sobre

troncos y ramas maltratadas en el bosque. Escucho el

sonido del agua moviéndose más delante. Aprieto con fuerza la mano, no

estoy segura de querer ir donde me está llevando. En el momento en que

siente el apretón, se detiene y espera a que llegue a su lado. Sonrío. Debe

pensar que lo necesito para sostenerme a través esta «jungla». Quiero

reír, pero me aguanto.

Antes de que me dé cuenta, estamos ahí. Contra un fondo de árboles, el

agua del cristalino lago brilla con el sol danzando en las crestas de las

pequeñas olas. Hermoso sí, pero aterrador. Retrocedo sigilosamente,

distanciándome del lago. Sería demasiado fácil caer, demasiado fácil

perderse.

Connor me suelta la mano y camina hacia la orilla. Mira de izquierda a

derecha como si el lago fuera una obra maestra.

—Esto es hermoso —digo. Aún con lo asustada que estoy, sé que lo es.

Se sobresalta, como si hubiera olvidado que estoy aquí.

El anhelo permanece en sus ojos.

—S

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Observa el agua como si buscara algo que echa en falta, algo que en estas

olas claras aparece y rápidamente se desvanece… Para siempre.

—Sí, lo es —Sonríe con una extraña nostalgia, casi oculta en la tierna

expresión de su rostro. Comienza a levantarse la camiseta y sacarla por

la cabeza.

Inhalo.

El torso está formado por dorados y excelentes músculos. Ya no hay

camiseta holgada que disfrace la anchura y fuerza de sus hombros o la

curva de su torso. Brilla con el calor de Louisiana. Luce como alguien

completamente nuevo.

—¿Quieres nadar? —extiende una mano hacia mí con el ceño fruncido e

interrogante.

—Umm, no, gracias —Mi cuerpo se pone rígido. No quiero entrar, nunca.

—Oh, vamos —Camina con fuerza a través del agua, entonces se

sumerge. Su risa es débil, amortiguada por las salpicaduras. Ese

chapoteo invade mis oídos. Connor me hace señas para entrar, pero todo

lo que veo es agua. Y la oscuridad ondulando debajo. Los músculos

duelen, como si se prepararan para una paliza, la garganta se cierra por

el ahogamiento, el cuerpo se paraliza, asustado de caer, de hundirse, de

morir.

Parte de mí sabe que todo esto es irracional, pero la otra parte está tan

asustada que por primera vez quiero correr lejos. Lejos de Connor, su

calor, su mundo. Volver al Redwoods solitario y seguro. Connor se acerca

a la orilla, hasta donde estoy. Agarra mis manos y lentamente retrocede

llevándome con él.

—Mi papá solía traerme aquí cuando era pequeño. Estaba aterrado. Ni

siquiera sabía flotar. Pero él me mantuvo a salvo. Voy a mantenerte a

salvo, Jade. Siempre. Solo mírame. No mires a ningún otro lugar.

El agua se arremolina en mis tobillos. Se siente fresca y viva contra el

calor de mi cuerpo. Pero no confío.

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—No estoy segura que esta sea una buena idea —Decido retroceder.

—Jade, no te preocupes. No te soltaré.

Descansamos en el agua. Los brazos de Connor se envolvían alrededor de

mis hombros estabilizando mi camino cuando comencé a tropezar en el

agua, luchando para no sumergirme.

—Lo estás haciendo magnífico, Jade —dijo— Está muy bien.

Me aferro a él, sabiendo que le estoy enterrando las uñas en la piel. Pero

no me puedo relajar, no puedo fluir. El agua está por todos lados

empapando desde mi pecho todo hacia abajo y haciéndome sentir más

pesada.

Él se detiene.

Me levanta poco a poco.

Inhalo ásperamente.

—No…

—Shhh… no te preocupes —Me levanta de forma que sus dos brazos me

rodean completamente y me incrusto en su pecho como una niña.

Siento leves tirones en la cabeza, sacudidas involuntarias. El agua tira

de mí, intentando jalarme y arrastrarme lejos.

—Por favor, llévame de regreso —le digo con la garganta cerrada. Siento

los primeros espasmos en el pecho.

—Jade, cierra los ojos —me dice Connor al oído. Su aliento cálido contra

mi rostro—, solo cierra los ojos.

Lo hago. Jadeo al sentirme rodeada de humedad. Las imágenes llegan, la

opresión, el miedo golpeando, uno… dos… tres… luces cegadoras, la

visión borrosa. Entierro la cabeza en la curva de su cuello.

Lo siento antes de escucharlo.

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Suaves, melódicos tarareos. Un sonido suave, combinado con el débil

sonido del viento y el agua. El calor del sonido de Connor me llena,

vibrando contra mi cuerpo.

Me lleva más profundo en el lago, susurrando todo el camino. El sonido

aleja las imágenes que flotan en mi mente. Noto cuán fría y fresca se

siente el agua, cuán suave, cuán calmante es el sonido de las olas como

fondo para la voz de Connor.

Sosteniéndome fuerte, me guía hasta el agua profunda. Siento como el

mundo oscila debajo de mí, bailando sin gravedad. Saco los brazos, así

puedo deslizarlos sobre el agua y dentro de ella. Levanto la cabeza,

relajándome, dejando que mis brazos se liberen completamente,

extendiéndolos hacia atrás, sintiendo el agua fría a lo largo de ellos y

entre los dedos.

Suspiro, ligera y libre.

Abro los ojos. Agua y cielo. Por primera vez, veo solamente la belleza.

Un dolor tierno, poco familiar, se levanta en mi interior, rompiendo

partes de mí, haciendo algo con el frío, lavando las capas. Las punzantes

heridas sangran y se las lleva el agua, se filtran en el pantano hacia la

tierra y se alejan, mientras siento la reconfortante calidez de su canción

de cuna. Sé que es la oscuridad sangrando, la luz filtrándose. Sé que así

es como se siente la esperanza.

Todos los días me siento en el muelle colgante del Lago Pontchartrain,

mirando fijamente sus profundidades.

—No me llevarás —susurro—, ahora ya no me asustas.

Miro meterse el sol y el agua se llena de destellos amarillos. Cada día me

quito los zapatos y sumerjo los pies en el agua fría. Una explosión de

ansiedad palpita por un momento, hasta que noto que no estoy jadeando

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por aire, no me arrastran bajo la superficie. Pese a mi creciente coraje,

donde sea que el agua gira un poco más fuerte, o un pez, un trozo de

basura o algo roza mis pies, los saco y los dejo escurrir en el muelle. Eso

está bien… lo lograré, llegara el día en que pueda reír, reír tontamente y

sumergirme de cabeza en el agua. Pero por ahora, esto es suficiente.

Ha pasado una semana desde que intentamos ir a la tienda de Alathea.

Al principio la muerte de la camarera me había asustado. No podía

regresar, no todavía. Pero no había voces, ni visiones, o frío. Era solo una

chica normal pasando mis días con un amigo, mi mejor amigo, y mis

noches, con un ruidoso grupo de hombres y una dulce mujer, o con mi

tranquila, sólida Nanan, la que yo sentía que podría descubrir cada uno

de mis secretos y aun así preocuparse por mí.

Me gusta fingir, pero cada día cuando vengo a este muelle, recuerdo lo

que hay al otro lado de esta extensión de agua. Respuestas. Tendré que

esperar hasta el próximo miércoles para ir. Eso me da unos pocos días

más para cerrar los ojos y fingir. Yo soy Jade Smith, una chica llena de

problemas con un difícil pasado, con una mejor amiga y una vieja mujer

que se preocupa por ella. Sonrío a eso.

El sol se esconde fundiendo el cielo con naranjas y rosas. Es sábado.

Sábado... ¿sábado? Salto y noto que estoy atrasada. Necesito estar en lo

de Connor preparándome para el baile en quince minutos.

Comienzo a correr a la casa de Connor. Baile. Sí, al menos por una noche

más, seré normal.

Desi está ocupada peinándome y aplicándome maquillaje. Su sonrisa es

más brillante que nunca.

—No tienes idea de lo divertido que es esto para mí, quiero decir, siempre

estoy con esos chicos sucios todo el tiempo —Va a su armario y saca un

vestido. Miro los complejos adornos, la suave y blanca tela. La espalda y

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la cintura están descubiertas y bordadas con lo que parecen ser

diminutos cristales

—¡Oh Dios mío, qué hermoso! —Paso los dedos sobre la suave tela—. Ah,

Desi, no puedo usar esto.

—Sí, sí puedes. Y lo harás. Este vestido es muy especial para mí y quiero

que una señorita tan especial como tú lo use. Creo que es justo de tu

talla.

Abro la boca para protestar, pero ella solo mueve la cabeza y pone una

mano en mi hombro.

—Por favor, por mí. Significaría tanto para mí.

Miro las bellas líneas y curvas del vestido.

—Está bien. Gracias, muchísimas gracias.

Desi saca una elaborada horquilla para el cabello, salpicada de pequeños

cristales entretejidos con flores.

—Mi esposo me lo regaló en nuestro primer aniversario —Introduce el

hermoso adorno en mi cabello y parpadea, disimulando el brillo en sus

ojos. Y con una cálida sonrisa, besa mi mejilla y murmura—, perfecto.

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Capítulo 38 Connor

Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher

esse y Wade gritan de alegría cuando bajo las escaleras en mi

esmoquin.

—¡Oh Dios hombre! ¡Luces ridículo! ¡Como un pingüino!

—Jaja, muy gracioso.

Ambos se revuelcan de risa mientras muevo la cabeza. ¿Cómo seguir

siendo una persona normal con estos dos alrededor?

La sonrisa en la cara de Jesse desaparece, los ojos ampliándose cada vez

más mientras fija la mirada en la escalera.

—Tranquilícense. Echen un vistazo a nuestro ángel celestial —dice

mamá detrás de mí. Volteo, la veo y, me congelo. Algo sacude

profundamente mi interior, desplazando todo lo demás fuera de lugar. Y

aunque he visto a Jade cientos de veces hasta ahora, es como si la

estuviera viendo por primera vez, pero… no. Cuando la vi por primera

vez, estaba atolondrado de emoción porque era algo extraño, hermoso y

nuevo. Ahora es Jade y la burbujeante sensación que tengo mientras la

veo, se complementa con algo más sólido.

El cabello de Jade cae suelto en suaves ondas. El encandilante vestido

resplandece con las lentejuelas, abrazando las curvas de su cuerpo y

dejando la piel de su cintura expuesta. Tengo una repentina urgencia por

J

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recorrer con los dedos esos pequeños espacios de piel desnuda. Me trago

la sensación, avergonzado y miro sus ojos verdes que me devuelven la

mirada.

Y en este preciso momento, en esta poderosa fracción de segundo, miles

de imágenes parpadean y se mezclan juntas en mi mente. La primera vez

que la vi. La manera en que me guiñó el ojo en la pista el primer día que

hablamos. El sentimiento angustioso e increíble de estar cerca de ella.

Sus dedos golpeando mi espalda obligándome a estar a la altura. Su

mirada perdida cuando sé que no está escuchando.

La forma en que se aferró a mí en la presa, en el agua. La forma en que

golpeó a Courtney en la mesa de la cafetería. La curva de su ceja cuando

siente desconfianza. La arruga de la nariz cuando no entiende. Sus ocho

tipos de sonrisa que reconozco instantáneamente y sé lo que significan.

Todas tan reales, tan brillantes, tan ricas. Su aroma. Pero sobre todo, es

la sensación de estar feliz y completo lo que me estremece. De repente

noto que nunca me he sentido tan fuerte y vivo en mi vida. Y ahora,

mirándola, sus ojos tocados por la más sutil vulnerabilidad, lo sé: estoy

completamente enamorado de ella.

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Capítulo 39 Jade

Traducido por PatmeliL Corregido por Anaizher

n resplandor rojo vibra alrededor de Connor. Lo envuelve y se

acerca a mí jalándome hacia él. Incluso cuando sus ojos se alejan

de mí, la conexión no se ha roto. Algo real y tangible se extiende

a través nosotros, alcanzándonos. Ha pasado tanto tiempo desde que él

irradiara luz. Le sonrío y bajo las escaleras, sintiendo calor y electricidad

en el aire. Pero sus ojos son tímidos y él no me mira otra vez. De hecho,

mira a todas partes excepto a mí. Por un momento, me siento herida.

Pero entonces, sigo mirando el resplandor a su alrededor y nada más

importa.

—¿Está todo bien? —le pregunto a Connor mientras aliso la seda de mi

vestido. Connor casi no me ha hablado y ya estamos cerca del Plaza.

—Sí —dice y sus labios vuelven a sellarse otra vez como si tuviera miedo

de que algo se le escape entre ellos, algo que no quiere decir. Me siento

cohibida.

—No… no tenías que llevarme esta noche, Connor. Hubiera entendido si

querías ir con alguien más.

U

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—Por supuesto que quería ir contigo —su aguda y rápida respuesta me

toma por sorpresa, porque no estoy acostumbrada a nada que él haga

rápido y agudo, como una navaja al cortar. No le creo. Miro hacia fuera

de la ventana y trago fuerte. ¿Por qué esto se siente mal? ¿Por qué el

espacio para los pies o tanta distancia entre nosotros se siente como un

abismo dividiéndonos en dos y separándonos? Connor está en un mundo

lejano, pero está aquí, mirando por el parabrisas.

—Llévame a casa, Connor

Voltea a mirarme.

—¿Qué?

—Escucha, no sé qué está pasando, pero algo no está bien —le digo

insegura de cómo describir la soledad que estoy sintiendo, incluso cuando

no estoy sola en lo absoluto. Pero lo sigo intentando—. No pareces feliz. Y

quiero que estés feliz. Preferiría quedarme en casa y dejarte disfrutar por

tu cuenta, que ir y tenerte… —me vuelvo hacia él e intento pensar qué

decir, cómo describir la afilada distancia que no entiendo—… así.

Connor aprieta la mandíbula y afirma su agarre sobre el volante. Es

entonces cuando noto que lo estuvo apretando todo el camino. Se desvía

hacia la cuneta y apaga el motor. La calma sin el motor me carcome.

Connor suelta el volante y coloca su frente en él, traza las líneas de cuero

a lo largo del borde.

No digo nada porque tengo el presentimiento de que él lo hará, así que

espero.

Suspira y se sienta derecho. Se mesa el pelo con una mano, se echa hacia

atrás en el asiento y recarga la cabeza, levanta la mirada al rasgado

tapiz del techo.

No puedo soportarlo más.

—¿Aquí es cuando me dices que tengo que salir del auto y caminar a

casa?

Connor cierra sus ojos.

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—No, Jade —su voz es suave, familiar—. Aquí es cuando digo que siento

ser tan estúpido—Se sienta y pone sus manos de nuevo en el volante

para continuar—. Yo… yo solo, no lo sé.

—Qué esclarecedor.

—Lo sé, ¿de acuerdo? —Una débil sonrisa juega en sus labios, pero estoy

agradecida, es mejor que el ceño fruncido pegado a su cara—. Sólo que

tengo el presentimiento de que esto —me apunta a mí y luego a él—, está

por cambiar y o no durará, o lo joderé de algún modo y yo, en serio,

realmente no quiero que eso pase.

Arrugo la frente un poco confundida. Pero antes de que pueda abrir la

boca, me mira y sonríe de nuevo, más ampliamente esta vez.

—Confundida, ¿huh?

—Mucho.

—Sí, siempre te ves así así cuando estás confundida.

—¿Así cómo?

—Siempre arrugas la frente y la nariz —Comienza a jugar con las llaves

que siguen en el arranque y suspira mirando lejos.

Las llaves tintinean. Somos él y yo en el silencio.

Siento como si estuviera tratando de decir algo importante, pero no

termino de entender.

—Es bueno saber que soy predecible.

—¡Ja! ¡Ojalá! —Se sienta contra su puerta para quedar frente a mí y

continúa hablando —Jade, si alguna vez hiciera algo estúpido, por favor

dímelo, te prometo que intentaré hacer lo correcto. No quiero arruinar

nuestra…—suelta un enorme suspiro—, no quiero perderte porque, y–yo

realmente me preocupo por ti y nunca antes me he sentido tan cercano a

nadie.

—Tampoco yo Connor —Me acerco para tocar su brazo y él se estremece

y se aleja.

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Quito la mano y miro hacia fuera, lejos de él, muy lejos de él. No tiene

sentido. Me está diciendo que no quiere perderme y aun así siento que

me está echando fuera, como si no me quisiera en absoluto.

—Jade, lo siento. Lo que pasa… siento que al final… terminarás

pensando que soy un perdedor y te irás con las personas que realmente

deberías estar…

—¿Qué personas?

—No sé… personas atractivas y populares.

—Tú eres atractivo.

—N–no es lo mismo.

—¿Por qué no?

—Porque claro que dirías eso, ya que eres mi amiga y muy tierna y no

vas a decirme que soy un ogro.

—¿De qué estás hablando? Te digo viejo decrépito todo el tiempo.

—¿Lo soy?

—¿Qué?

—Un viejo decrépito.

Lo miro y noto que no se ve como el chico que conocí. No parece vacío y

hundido, no tiene los ojos cansados y tristes. Me enfrenta sin pestañear,

y espera.

—No —le contesto—, tú eres mi Connor… y nunca te dejaré ir.

Exhala otra ruidosa respiración y se inclina hacia mí. Me inclino hacia él

también. Nos abrazamos; esmoquin contra seda. Siento sus manos

inseguras envolverme fuerte. Ahora parece tan grande, sus anchos

hombros son una almohada para mi cabeza, sus brazos son cálidos y

protectores y siento un revoloteo de algo en mi pecho.

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—Gracias, Jade. No te dejaré ir tampoco. Te a… —se corta bruscamente,

tropezando con las palabras.

Me alejo de él y lo miro a los ojos. Son pardos y hermosos.

—¿Tú qué?

Se aleja completamente y arranca el motor.

—Estaba a punto de hacer el tonto yo solito —sonríe—, así que vamos a

ver si esta fiesta es tan buena.

—Muy bien —Nos marchamos, pero ahora siento su calor junto a mí y

cuando extiendo los dedos a través del asiento, extiende los suyos y los

enreda con los míos.

El salón de baile está decorado como un mundo fantástico invernal.

Luces en forma de carámbanos cuelgan del techo. Relucientes telas

azules y blancas caen en cascada por las paredes y a través de las mesas.

Un polvo blanco brillante cubre casi todo el piso, parece como si

estuviéramos caminando por la nieve cuando entramos por la puerta

principal.

La belleza me hace tambalear, pero una tranquila voz dentro de mí dice

que esto me es familiar, muy familiar. Se me eriza la piel mientras

observo todo a mi alrededor, intentando calmar mis excitados nervios.

Me siento helada, como si los carámbanos fueran reales. Agarro la cálida

mano de Connor y lo acerco mí, arrastrándolo hacia la multitud en la

pista de baile.

—Vamos a bailar.

—Uh, está bien —me dice—, pero tengo que decirte que no soy muy buen

bailarín.

Pongo mis dedos en sus labios.

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—Shhh.

Lo quiero cerca de mí, quiero su calor para apagar el frío que se está

apoderando de mí. Subo los brazos para rodear su cuello y pego mi cuerpo

contra el suyo, mi mejilla descansa en su pecho. Sus latidos golpean en

mi oreja y cierro los ojos, los escucho. Los escucho hasta que es la única

cosa que puedo oír.

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Capítulo 40 Connor

Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel

a seda es demasiado fina y ella está demasiado cerca. Siento cada

curva de su cuerpo contra mí y es demasiado para poder

controlarme. Su piel desnuda bajo las yemas de mis dedos envía

una nerviosa excitación a través de mí y juro que el latido de mi corazón

está golpeando mis costillas tan fuerte que se romperán. Estoy seguro

que ella puede oírlo, pero sólo espero que no se dé cuenta de que estoy

oliendo su pelo, siguiendo la longitud de su cuello con mi mirada.

Acallo mis pensamientos, intento apartarlos. No puedo estropear esto. No

puedo. Ella es mi mejor amiga y no puedo espantarla con estos

sentimientos que me hacen querer tocarla más, que me hacen querer

inclinarme y sentir sus suaves labios con los míos, que me hacen querer

tenerla entre mis brazos para siempre.

Me pongo derecho, dándome cuenta que me estoy inclinando contra ella

así que estamos casi completamente juntos. Me enderezo y aparto mis

pensamientos de ella. Ella es mi amiga. Mi amiga. Mi amiga. Eso es lo

que es. Eso es lo que ella quiere de mí. Pero... no es todo lo que yo quiero

de ella.

Ella delinea mi nuca y uso toda mi fuerza de voluntad para no suspirar

en voz alta.

Lamo mis labios y la aprieto más cerca, muy cerca, pero ella no me

empuja y por ahora, es suficiente.

L

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Capítulo 41 Jade

Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel

adera con cadera, siento sus manos descansando en mi espalda

desnuda, sus dedos casi reacios a tocarme allí. Su piel apenas

roza la mía. Mis brazos rodean su cuello y curvo mis dedos en el

pelo de la base de su nuca, moviendo en círculos las yemas de mis dedos

desde allí hasta lo alto de su columna, dibujando mi signo en su piel. Ello

me relaja. De cuando en cuando, él traga saliva. O no le gusta que yo le

toque así o le incomoda mucho, así que paro. Cuando lo hago, la

inquietud me desborda.

Sus ojos parpadean hacia mí al notar la falta del toque. Tensando

suavemente su mandíbula, aprieta sus labios formando una fina línea y

después se relaja. Separa sus labios un par de veces para hablar, pero en

realidad se detiene antes de decir nada. Nuestros ojos contemplan la

pista de baile. Hay un sinnúmero de colores y luces.

Entonces, lo veo. Un hombre con agresivos ojos azules, piel pálida y pelo

castaño, de pie detrás de la multitud mirándome fijamente. Mueve sus

labios y oigo el sonido de su voz como un tenue susurro en mi oído.

Jade...

Con eso, la electricidad pincha mi piel, y cierro los ojos cuando los

pinchazos se vuelven dolorosos. Cuando abro los ojos, él se ha ido. Pero

Dominic está de pie junto a nosotros en la pista de baile.

C

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—Hola, ¿puedo interrumpir?

—No —dice Connor bruscamente.

Chasqueando la lengua dice:

—¿No debería decidir la dama? —Dominic coloca una mano en mi

hombro y su respiración es fría en mi mejilla. Un escalofrío se desliza

rápidamente por mi columna y siento como que estoy siendo vaciada,

cómo mi cuerpo está ansioso por llegar hasta él.

—Sí, ella decide —sigo yo—. No, gracias.

—De acuerdo —dice simplemente. Espero que él no pueda ver la

desilusión en mi cara cuando quita la mano de mi hombro.

Inclinándose susurra algo en el oído de Connor. Connor palidece y

después se pone rojo. Sucede tan rápido: en un momento, Connor me

suelta, gira en redondo hacia Dominic y lanza un puñetazo cruzado

directo a su mandíbula. Obviamente sorprendido, Dominic pierde el

equilibrio y cae al suelo. Connor le vigila, con el pecho agitado, los puños

apretados. Mi propia mandíbula cae abierta y no puedo evitar una risita

de orgullo.

El director viene directo hacia nosotros

—Señor Deveraux, no toleramos este tipo de violencia aquí. Usted y la

Señorita Smith van a tener que marcharse.

—No hay problema —digo arrastrando a Connor conmigo.

Cuando nos vamos, vuelvo la mirada al auditorio para ver a Dominic

sonriendo detrás de nosotros.

En el aparcamiento, me giro de frente a Connor y le choco esos cinco.

—¡Impresionante trabajo!

Connor me sonríe en respuesta aunque veo que aún está enfadado con

Dominic y que lamenta que nos hayan echado del baile.

—Así que, ¿tendremos nuestra propia fiesta?

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—¿Qué tenías pensado?

—Palomitas y películas, por supuesto —Me sonríe y me ayuda a subir al

auto.

Cuando empezamos a movernos, sin embargo, oigo susurros

arremolinándose entorno a mí, atacando mis oídos, arañando mi piel.

Trato de bloquearlos, pero continúo oyendo las voces atosigándome:

Improbus es, improbus es. Me arrulla, dentro y fuera de un estado

borroso y muchas veces juro que puedo ver ojos azules o chicas muertas

mirando desde el lado de la calle. Cierro los ojos para no verlos,

queriendo que todos desaparezcan.

Connor me deja en su casa para coger las películas, porque no puedo

seguir más en el coche. Lo sentía agobiante, aplastándome, incluso las

puertas de metal parecían demasiado finas para lo que sea que está

acechando fuera.

Giro el pomo y siento un golpe retumbar bajo mis pies. Jadeo, pero

entonces me doy cuenta que es el ritmo de la música. Música muy alta.

Empujo la puerta abierta.

La música sale muy fuerte de un aparato estéreo desde el estudio de

atrás.

Odio el mundo de hoy. Tú eres muy bueno para mí, pero no sé qué puedo

cambiar...

He oído antes la canción, pero difícilmente puedo imaginar por qué algo

del angustioso rock femenino estaría bombardeando las vigas del piso en

casa de Connor. Una voz tapa la de la cantante. Fuera de tono,

ligeramente más agudo. Paso a través del recibidor y de la cocina. La

puerta del estudio está entornada.

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Dudo antes de echar un vistazo dentro. En mi reducida vista al interior,

veo a Desi balanceándose una y otra vez, sus brazos rodeaban algo

presionado contra su pecho. Doy un paso al frente, evitando la chirriante

tabla del suelo, rápidamente me doy cuenta que la tabla podría romperse

y nadie la oiría con la guitarra sonando tan alto.

¿Desi está cantando? Su voz intenta seguir el tenso ritmo, pero aún

suena con su clara dulzura. La canción no se ajusta. Se mece y gira, sube

y baja y canta a lo lejos, obviamente a su público. Sofoco la carcajada que

burbujea en mi pecho. Casi me atraganta. Se gira hacia mí, los ojos

cerrados, los labios separados en la canción. Y entonces las veo.

Lágrimas. Las lágrimas grabadas en su maquillaje dejando una gruesa

línea vertical debajo de cada ojo con una clara, más pálida, base de piel

libre. La negrura de sus pestañas mancha sobre y bajo sus párpados. La

totalidad de su aspecto sonrojado, exhausta, rosada y manchada.

Deshecha. En mal estado. Sin un halo de luz, sin chispa, nada. Algo cae

dentro de mí. Su tristeza se filtra a través de su piel, perdura en el aire, e

invade mi cuerpo con dura precisión.

—Desi...

Cae al suelo, el objeto cuadrado en sus brazos. Se rompe. El cristal se

astilla. Esquirlas de cristal cubren el suelo alrededor de sus pies.

—Oh, Jade… —Me mira, sus ojos rojos—. Me has asustado.

—Lo siento mucho —Me apresuro hacia delante para ayudarla a recoger

los trozos.

—No, no te preocupes —Cae de rodillas y coge el marco de la foto y lo

aprieta en su regazo. Deja a sus dedos descansar sobre la imagen, antes

de levantar la vista hacia mí, después se mantiene ocupada recogiendo

todos los vidrios rotos.

Doy un paso adelante y me arrodillo enfrente de ella, cogiendo los trozos

de cristal.

—Fue la última canción que él me oyó cantar… —dice en voz baja.

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—¿Qué?

Vuelve el cuello e indica al estéreo, aún a todo volumen.

—David y yo... íbamos siempre al Quarter y tomábamos algunos tragos.

—Parpadea, más lágrimas cayendo por su cara—. Esta canción estaba en

la radio y él me retó a cantarla.

—Y, ¿lo hiciste?

—Por supuesto. Me puse de pies encima de la barra y canté a pleno

pulmón —Sonríe, limpiando su nariz—. David y yo reímos tan fuerte.

Deberías habernos visto. Como dos adolescentes en una cita. Pero fuimos

siempre así, ya sabes. Enamorados. Felices. Incluso cuando ese hombre

me volvía loca me hacía reír.

No sé qué decir. Ella sentada allí, la foto de su marido mecida entre sus

manos como si fuese demasiado frágil para soltarle. Echa una ojeada a la

foto, sus dedos trazando las líneas de su cabello y torso.

—Él fue mi mejor amigo —Su labio inferior tiembla. En el suelo, parece

tan rota como el destrozado marco. Sus ojos están apagados, exhaustos, y

algo más. ¿Tristes? Por supuesto. Pero hay algo tan transformador en sus

ojos, sus sólidos ojos marrones parecen un tumulto de emociones todas

ancladas por algo muy pesado, pero no puedo entenderlo—. Siento como

que le perdí antes de que muriese. Siempre trabajando en esa maldita

oficina con esos malditos papeles. Fue un hombre diferente aquellos

últimos pocos meses.

Pongo una mano en su hombro. Demasiado asustada para decir algo, algo

equivocado, algo frío, algo que pudiese empujarla más lejos. Levanta el

brazo y toca mi mano, después pone su mejilla sobre ella.

—Aunque todo ello valió la pena. No hay nada como amar a tu mejor

amigo.

Su mejilla caliente sobre mi mano. Juega con el dobladillo de mi vestido.

Su vestido.

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—Es como alguien que entra en tu vida y la sacude en pedazos y

después... él está allí y es el pegamento que lo mantiene unido, que lo

arregla. Fue mi amanecer, ya sabes. Hizo brillar mi mundo, me hizo

saber que el día siempre prometía algo hermoso y extraordinario —

Cierra los ojos—. No he visto un amanecer desde hace mucho, mucho

tiempo.

La miro fijamente. Vulnerable. Sus ojos aislándose del mundo. Debía

estar oscuro allí en su interior. Parecía tan diferente de la mujer que

conocí aquel primer día, toda brillante y luminiscente. Me siento junto a

ella con cuidado.

—Desi —susurro—. Cuando te vi la primera vez, pensé que parecías un

amanecer.

Abre sus ojos y deja la mirada fija.

—¿Como el amanecer?

Asiento.

—Hacías brillar la habitación, la hacías de algún modo más cálida. Y sólo

recuerdo pensar, que podría beber del amanecer de esta mujer. Y supe

que quería ser como ella. Quería que la gente se perdiese en mi luz.

Quería ser un amanecer… como tú.

Una tímida sonrisa asoma a sus labios.

—Oh querida, ya eres el amanecer de alguien —Ella se levanta, y la sigo.

¿Soy un amanecer? ¿Para alguien? abro mi boca para hablar—. Pero

hablando de borrachera, creo que voy a necesitar un trago. Sólo déjame...

tirar estos cristales.

Sale de la habitación con un errático y titubeante movimiento.

Me levanto y miro alrededor. Tantos libros, tantos papeles. Una jarra y

algunos vasos están dispuestos sobre una mesita. Me sirvo un vaso. Me

inclino para olerlo. Amargo y apetitoso, fresco y salado.

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Tomo un sorbito. Extendiéndose el sabor por toda mi boca noto un

repentino pellizco ardiente en mi lengua y trago rápidamente. Mi cara

debe estar torcida por la impresión.

Risas.

—Hay tequila en ese té, querida. Un poco fuerte.

Lo miro y me preparo para otro sorbito. Tomo un sorbo y lo trago

suavemente, permitiendo que el sabor del té y del tequila se mezclen en

mi boca. Cierro los ojos y siento el ardor, pero también el gusto de la sutil

mezcla de sabores. Otro sorbito, después otro.

—Oh no, ahora Nanan me va a matar —Desi arranca la taza de mi mano.

Puedo sentir oleadas de calor viniendo sobre mí. Casi puedo oír el

cargado té rebotando en las esquinas de mi mente, empapando y

emborronando todo. Siento todo mi cuerpo pesado y relajado. Puedo

sentir pequeños pedazos de mí flotando fuera, bajo la corriente del

tequila, la preocupación, la desilusión, la torpeza. Lamo mis labios,

permitiendo que el sentimiento me llene.

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Capítulo 42 Connor

Traducido por Ascen Corregido por Angeles Rangel

l sonido estridente sale a través de la puerta principal. ¿Qué

demonios? El eco de voces de mujeres por encima de la voz de la

cantante. Entro, tengo cuidado de no ser dejado fuera de combate

por el sonido de estruendosas chicas y sus angustias. No hay nadie en el

salón. No hay nadie en la cocina. Miro en el estudio de Papá. Jade y

mamá están bailando, cantando, actuando extravagantemente para una

gran variedad de fotos enmarcadas de papá.

Todas las fotos que habían sido guardadas están cuidadosamente

colocadas y alineadas alrededor como un público en el estudio. El pelo de

mama está suelto, lacio. El brazo de Jade está enredado sobre los

hombros de mamá. Las observo boquiabierto. Mamá tiene un vaso de

margarita desbordando un líquido verde claro y Jade tiene otro en su

mano, agitándolo cuando baila.

—Hola, ¿puedo interrumpir la fiesta?

Agitan las cabezas hacia mí. Después se miran mutuamente. Una

explosión de risas mientras se desploman en el suelo, sus respectivos

vasos cargados de tequila equilibrados en sus manos.

—Hola, ¿querido? —Mamá está borracha.

E

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—¡Sí, hola, querido! —También lo está Jade. Su voz es extraña, lenta,

forzada—. Mi Connor ¡Tomate un marga-marga-deliciosa!

Arranco el vaso de su mano.

—Ay Dios mío, señoras, ¿habéis bebido mucho?

Otra explosión de risas.

—Lo necesitábamos, querido.

—Sí, necesitábamos relajarnos —Jade se levanta, tambaleante—. Connor

—Se deja caer contra mí y echa los brazos alrededor de mi cuello,

poniendo sus labios muy cerca de mi oído—. Estoy muy, muy borracha.

—Lo veo

—¿De verdad?

—Sí, no tienes que ser un genio o tener poderes sobrenaturales para eso.

—Silencio.

Ella inclina su cabeza a un lado y mira mi cara, examinando cada parte

de ella.

—¿Qué?

—¿Sabes qué?

—¿Qué?

—Eres muy atractivo —Ella sonríe y sus entrecerrados ojos son cálidos y

preciosos.

—Yo- esto- sí, estás realmente borracha.

—¡Sí! Y... y estoy cansada —Pone la cabeza sobre mi hombro,

perfectamente bajo mi barbilla y bosteza.

—Podría llevarte a casa —No puedo llevarla a su casa así. Nanan me

mataría. Comienzo a entrar en el vestíbulo y el cuerpo de Jade cede y se

deja caer en el suelo. Ella ríe, todo su cuerpo temblando por el mareo.

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—Connor, déjala quedarse aquí esta noche —dice mamá—. Puede

necesitar arreglarse el pelo por la mañana.

—Encantadora.

Mamá sonríe mientras agarra la pared para sujetarse.

—Y tampoco queremos que Nanan te despelleje.

—¡Pero yo ni siquiera es culpa mía! —Cojo el cuerpo de Jade en mis

brazos como si fuese un bebe. La llevo a mi habitación y la tumbo

cuidadosamente en mi cama, metiéndola bajo la colcha. Se acurruca. Cojo

una almohada y la manta extra del borde de la cama y comienzo a

colocarlas en el suelo.

—¿Qué haces?

—Hago mi cama.

—¿Por qué?

Estoy perplejo. Estupendo, la chica de mis sueños en mi cama y, ¿quiero

dormir en el suelo?

—Yo-Yo creía que debería ser ya sabes lo que debe hacer un caballero.

Sacude la cabeza

—No —dice ella alargando la «o»—. Un caballero debería mantenerme

calentita y segura —Palmea el espacio junto a ella.

Miro el vacío junto a ella. Parece tan lejano. Tan perfecto, sin embargo

tan inalcanzable.

Ella me observa detenidamente.

—No te haré daño —dice finalmente.

—¡No! Lo sé. ¿Estás segura de que estás bien conmigo… ya sabes,

durmiendo junto a ti?

—¡Claro! No es como tener sexo. Sólo mantenme calentita.

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No tiene ningún sentido para mí, incluso con el aire acondicionado

encendido, hace calorcito aquí, pero eso apenas parece relevante cuando

una preciosa chica me está pidiendo dormir junto a ella. Dejo de respirar

y después me obligo a mí mismo a continuar otra vez.

—Bueno, de acuerdo —Lentamente me siento en mi cama, súper

consciente de cada chirrido que hace. Se siente como la cama de algún

otro y es frágil y no quiero romperla. Me tumbo y contengo la respiración

otra vez cuando siento a Jade moviéndose junto a mí.

Jade se acurruca junto a mí y pone su cabeza en el hueco de mi cuello,

oliendo como a tequila y a madreselva.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Sus palabras arrastradas juntas como

miel caliente. Ella casi podría ser de la misma Louisiana.

—Por supuesto.

Lentamente delinea mi cuello con las puntas de sus dedos.

—¿Te gusto?

—Claro que me gustas. Eres mi mejor amiga.

—No —Levanta la cabeza así el calor de su aliento cosquillea mi oreja.

Baja la voz—. ¿Te gusto?

Estoy callado. Sé lo que pregunta, pero no sé cómo responder.

—¿Te gusto como le gusto a Dominic?

—No —dejo escapar, las palabras duras y frías como regañando a un

niño rebelde. Qué horrible comparación. Dominic sólo quiere dormir con

ella y mientras, sí, eso sería increíble, pero no es lo que yo quiero. Yo

quiero amarla y que ella me ame. Quiero que bailemos, besarnos, y

tirarnos el paño de cocina el uno al otro después de cenar cada noche

como solían hacer mamá y papá. Quiero… Espera... ¿qué le dije a ella?

¿Sólo no? Mierda. Yo quería decir no a la comparación, no a su gusto—.

Jade, quiero decir...

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Pero ya está durmiendo. Y sé que ya he fastidiado otra oportunidad.

Estoy amargado. Rememoro los pocos segundos una y otra vez en mi

mente. ¿Por qué no dije sí? Estoy enfadado conmigo mismo por mi

estupidez. Casi quiero despertarla y explicar. Pero ahora parece tan

tranquila, tan cansada y serena.

La miro. Sus ojos están cerrados, su brazo cubierto encima de mi pecho.

Lo veo subir y bajar cuando inhalo y exhalo, lento y controlado. Todo mi

cuerpo vibra por el roce de ella, por la calidez, por la manera en que ella

se aferra a mí en estos momentos de inconsciencia. Deseo que soñase

conmigo como yo sueño con ella.

No lo hace, estoy seguro. Pero me envuelvo en el pensamiento,

sintiéndome completo y feliz. Se empieza a mover y siento que su calor

me abandona. Suspiro cuando acerca sus brazos a su pecho y se aparta,

curvando sus piernas suavemente. Su proximidad todavía alcanza, pero

me da la espalda. Como siempre había sido, como siempre será. Su

respiración es regular y constante. Comienza a contornearse bajo las

sábanas, quizá tratando de alejarse más.

—Connor —susurra, su voz perezosa por el sueño, pero tan cálida y

hermosa como una canción, con una ligera inflexión al final como

cuestionando si yo estoy todavía allí.

—Si, ¿Jade? —Mi voz es suave, animándola a responder.

Pero todo lo que ella dice es:

—Connor —Se desliza de su lengua. Suena elegante viniendo de ella. Se

contornea, acercándose más de vuelta a mí. Su voz suena como

confirmación. Estoy aquí. Está segura. Espero que eso sea lo que quiere

decir la suave inflexión. Me giro hacia ella y curvo mis piernas así se

juntan en el hueco de las suyas. La rodeo con mi brazo. Me siento tan

bien allí. Desearía haberla tenido así hace mucho tiempo. Fingiendo que

ella es mía y yo soy suyo y que nadie más existe en este mundo. Me

centro en sentirla y olvidar todo lo demás; cada parte de mí que está fría

y protegida se derrite. Al final, su calor me adormece.

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Jade está encima de mí cuando abro los ojos por la mañana, una

juguetona sonrisa separando sus labios, su oscura silueta bañada por la

brillante luz de la mañana lanzando una variedad dorada sobre ella como

si fuera una princesa divina.

Continúa sonriendo. Es una leve, dulce sonrisa de satisfacción. Sus labios

se fruncen, apretados en una línea, y sus ojos parpadean alegremente.

Conozco esta sonrisa. Es como ella sonríe cuando esta más o menos

tramando tonterías.

Levanta las palmas, moviendo sus dedos como las patas de las arañas. Lo

he hecho tantas veces así que sé qué está tratando de hacer. Con una

rápida sacudida se impulsa hacia delante y sus uñas arañan mi piel

violentamente a pesar de la tela, mientras ríe a carcajadas.

—¡Cosquillas, cosquillas, cosquillas!

—¡Ay! —El dolor se propaga sobre mí. Aparto sus manos en defensa de

mi pobre piel hecha jirones. Me arrepiento inmediatamente.

Su sonrisa se desvanece y los ojos se ensanchan mientras se recuesta.

Parece casi como que quiere llorar.

—No hago nada bien, ¿no?

—No, no, no —digo frotando las marcas en carne viva de mi pecho—. Solo

necesitas practicar —Sonrío.

Se encoge de hombros y aparta la mirada.

—Hacer cosquillas, mi querida amiga, es un arte que requiere mucha

práctica.

Asiente. Aprieta los labios en una tensa línea, en una sonrisa. No es una

sonrisa auténtica, sino la sonrisa que pone cuando sabe que ella supone

sonreír, una sonrisa infeliz, una sonrisa por obligación. Odio verla,

porque odio saber que no es verdaderamente feliz. Quiero cambiarla por

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una de verdad, una que ilumine su cara, una que no pueda contener,

porque es tan verdadera y honesta que no puede ser contenida.

—Como decía… —Levanto un dedo índice como un profesor dando una

lección—, hacer cosquillas requiere mucha práctica y observación —

Sonrío ampliamente. Antes de que me mire, sujeto sus brazos con mis

dedos y le doy un tirón, inmovilizándola a la cama. Mis dedos encuentran

sus costillas y hago cosquillas. Encoge las piernas como defensa y estalla

en una incontrolable carcajada, una sonrisa extendiéndose tan grande

que separa sus labios e ilumina su cara. Es tan hermosa de este modo. Es

mi sonrisa favorita. Ahora yo también me estoy riendo.

Su atolondrada risa continúa. Articula:

—Para —Pero las palabras no salen completamente así que las ignoro y

le hago cosquillas sin compasión, disfrutando de su descontrolada,

imparable sonrisa porque sé que soy el causante de ella.

Antes de que sepa qué está haciendo, siento que me envuelven sus

piernas y después me aprieta contra ella, nuestros cuerpos perfectamente

juntos uno encima del otro. Un subidón de adrenalina fluye a través de

mí. Dejo de reír. Ella todavía tiembla con la carcajada que la domina.

Aquí estamos, yo arriba, sus piernas rodeándome. Me siento vacío,

excitado, feliz, nervioso. Nunca antes hemos estado así, en esta posición

prohibida y no puedo guardar dentro los pensamientos con el deseo

nublando mi mente.

Todavía se ríe. Es tan inocente. El remordimiento por sentirme así me

atosiga. Pero la adrenalina todavía manda ondas a través de mí,

burlándose algo del alma valiente dentro de mí y quiero besarla. Quiero

besarla y retractarme de la estupidez de ayer. Quiero besarla y decirle

que me gusta, pero no como a Dominic, me gusta mucho más que eso. La

amo. Y quiero que me elija. Comienzo a apoyarme más cerca de ella, la

fuerza dentro de mí toma el mando.

Un hombre aclara su garganta en la puerta.

Estoy azorado y mi cabeza agotada. Es Wade. Caramba.

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Está apoyado en la puerta, mirándonos con pereza, pero con ojos

divertidos.

—Bravo, Connor —Guiña el ojo—. No sabía que la tenías contigo —

Quiero sentarme, pero las piernas de Jade todavía me rodean y es

demasiado fuerte. Debería apartarme y eso sería obvio—. Pero de

acuerdo al orden general de los acontecimientos —dice— primero cierra

la puerta —Señala hacia la puerta— y segundo...

Ya sé lo que va a decir. Cierro los ojos para prepararme e intentar pedirle

que se calle.

—Que...

Él no espera que yo acabe.

—… y segundo, tienes que quitarte la ropa alguna vez o todo esto no

funcionará demasiado bien.

Agacho la cabeza avergonzado y abochornado. ¿De verdad estoy

emparentado con este tío? ¿Es genéticamente posible? Miro a Jade.

Está confusa, su entrecejo está arrugado, los labios fruncidos, sus ojos

casi parpadean brillando interrogantes. Y yo estoy aliviado. Pero

entonces un parpadeo de entendimiento ilumina sus ojos y su toda su

cara se pone seria. Sus piernas me sueltan y se sienta, sacudiendo la

cabeza.

—Oh no, tío Wade —Me mira de reojo rápidamente—. A Connor no le

gusto de ese modo —Sus labios apretados y aparta su mirada de mí

cuando se levanta.

Wade levanta una ceja. Ahora está confuso.

—Yo-yo mejor me voy —Mira nerviosa y camina arrastrando los pies

rodeando a Wade como si le diese miedo tocarle.

—Buen trabajo, Wade —digo y encoge los hombros y sonríe con

satisfacción.

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Capítulo43 Jade

Traducido por luisa Corregido por IngridShaik

e quedo helada cuando escucho el sonido de la mandíbula de

Wade desencajarse, romperse sus huesos, su sangre gotear,

gotear, chorreando al suelo. Mucho peor, me gusta el sonido.

Sólo fue una fracción de segundo, pero el terrible temor de ello se cierne

sobre mí. Wade está bien. Él está muy lejos y no le puedo dañar. El papel

pintado floreado me asegura. El frío penetra más hondo. Aprieto los

dientes y cerrando los ojos apretándolos.

¡NO-NO-NO! ¡No quiero este frío! No quiero estos malvados

pensamientos.

Mis fosas nasales se ensanchan mientras inspiro algo humeante, algo

quemado. Un calor tan pesado, que siento como si un camión Mac me

golpease, jadeo mientras abro los ojos. Sombras se remolinan en

imágenes nebulosas, como calor elevándose del asfalto, haciendo

espirales convirtiéndose en una violenta caída de niebla.

Toma lentamente forma, colores llenando la masa y aclarándolo en algo

real... he inimaginable. Cabello negro. Piel marrón cenicienta. Ojos

blancos. Cuello rajado. Cabeza encorvada sobre su hombro. Antinatural y

en descomposición. La chica del restaurante. Jadeo mientras escucho el

débil sonido de los dedos sus pies arañando el suelo de madera que viene

hacía mí.

M

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—¿Qu…Qué es lo que quieres?

Los labios azules de la chica se abren y después se cierran.

—Imppprrroooobess es.

—¿Qué? —Ella es demasiado fea para mirarla, quiero vomitar. Mis

pulmones hacen un gran esfuerzo, intentando aguantar la bilis. Las

palabras extranjeras barbotean de sus labios en un sonido gutural, vacío.

Su boca se abría y se cerraba mecánicamente. Pero alarga la «es» Me

aprieto en contra de la pared. Ella extiende una blanca, temblorosa mano

hacía mí.

—¿Qué quieres?

—Improbus es.

—¿Qué?

—Improbuses- Improbuses- Improbuses- Improbuses- Improbuses... Los

dedos sangrientos de sus pies arañan la madera, su lengua negra golpea

dentro de su boca. ¿Es esto? ¿Esto es la muerte? ¿Estoy preparada?

Aprieto los dientes, preparándome. Su mano choca contra mi pecho,

quemándome. Penetra en mi piel como un cuchillo. Le agarro el brazo,

pero no se mueve. Los dedos separados, la palma sobre mi pecho, me

levantan, mi espalda deslizándose por la pared. El dolor se dispersa

desde mi pecho a mi espalda, desde la base de garganta a mi barriga.

—Improbuses - Improbuses - Improbuses - Improbuses - Improbuses...

—Por favor —digo sin aliento—. Por favor, para. —Debido al dolor, mi

cabeza me da vueltas. Voy perdiendo el conocimiento y mientras lo

pierdo, ella se desvanece. En cuanto caigo sobre la cama, la niebla y la

chica han desaparecido. En el lugar donde se encontraba de pie, hay una

pila de cenizas apilada sobre el suelo. Mi piel arde. Me toco el pecho y

noto gruesos, abiertos cortes a través de mi pecho. Voy corriendo al

espejo. Los cortes formados en palabras son profundos y feos.

Improbus es.

Deseo que aparezcan las lágrimas, pero no lo hacen.

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La oscuridad me envuelve y me arrastra.

Cuando me despierto, voy deprisa al espejo. Las palabras han

desaparecido. Tengo que encontrar la puerta roja. Se está acabando el

tiempo.

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Capítulo 44 Connor

Traducido por luisa Corregido por IngridShaik

legando cerca de la tienda, aparco en el callejón y saltó fuera de la

camioneta. Jade se baja despacio.

—Aquí estamos —digo señalando la tienda. Es una calle poco

transitada. Velas alumbran las ventanas. Jade se acerca y abre la

puerta. El humo del incienso flota en el aire y llena mis fosas nasales—.

Bien ¿necesitas echar un vistazo a tu alrededor o necesitas hablar con

Alathea?

—Probablemente ambos.

—¿He escuchado a alguien decir mi nombre? —Una voz, áspera y

familiar habla desde unos cuantos pasillos más allá.

—Hm, sí. ¿Señorita Alathea? Quería formularle una cuantas preguntas.

Alathea aparece delante de nosotros. Una mujer negra, esquelética con

montones de telas entrecruzadas alrededor de ella.

—Ah, ya veo.

—¿Fue usted quien hizo la pintura de carboncillo en el distrito? ¿El de la

puerta roja?

L

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—Ah, sí. ¿La puerta hacia el intermedio? Sí, yo lo dibujé —Ella ladea la

cabeza, demasiado hacía un lado y mira atentamente a Jade—. ¿Joven,

que buscas con la puerta roja?

—Yo, hm ¿Dónde está la puerta roja? Quiero decir, ¿Ha visto una puerta

como esa?

Jade parece estar nerviosa y no sé por qué.

—Ah, entonces la estás buscando —Mira a Jade estrechando los ojos—.

¿Por qué?

—Yo, bien, solo tenía curiosidad... — Que Jade esté indecisa me hace

cambiar de postura, me pone nervioso y quiero salir de ahí.

—Ven aquí —dice Alathea abruptamente. Se gira y desaparece detrás de

una estantería de libros, velas y calaveras de caimanes.

Jade me lanza una mirada, antes de seguirla, arqueó sus cejas.

Quiero gritarle, quiero sacarla de la tienda, pero sin embargo la sigo

arrastrando los pies sobre el suelo de madera, viendo como se levanta el

polvo, dejando mis pisadas. A la vuelta de la esquina, vemos a la señora

sentada junto a una mesa baja, velas brillando a su alrededor, arrojando

sus marcadas, angulosas facciones entre sombras y luz. Ella mira al

suelo cerca de los pies de Jade.

—¿Que carta habéis escogido?

—¿Qué?—pregunta Jade.

La dama señala con la cabeza al suelo y con gestos de pájaro ladea su

cabeza a un lado y observa a Jade mientras que se agacha y recoge una

carta del suelo.

—Hm, no sé. Está en blanco.

Los ojos de Alathea se abren de par en par y doblando un dedo llama a

Jade.

—Ven aquí.

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Escudriño por encima del hombro de Jade y veo la blancura de la carta.

¿Qué demonios hacía a sus pies? Durante un segundo Jade no se mueve.

Despacio, se acerca a ella.

—Ah, sí. Eres la pequeña niña-ojos-de-Jade, ¿Lo eres, verdad? —La

anciana sonríe, los dientes negros, algunos de ellos faltan—. Él te ha

estado esperando.

—¿Qué? ¿Quién la está esperando? —digo confuso.

La mirada de la vieja bruja recae en sí misma, cae sobre mí, y

rápidamente se convierte en una mirada feroz, como si hubiese notado,

en ese mismo instante, mi intromisión. Vuelve a dirigir su mirada a Jade

y ésta se suaviza, sin responder a mi pregunta.

—Pequeña, has estado vacía durante mucho tiempo, ¿a qué si?

Jade jadea.

—Yo...

—Una chica que no tiene nada de qué agarrarse, nada a qué echar mano,

sin corazón para amar, ni alma para proteger.

Jade reprime un sonido. Miro hacia ella y veo una dolorosa expresión en

su cara. No me gusta.

—Alathea —digo decir antes de que ella me cortase.

—Joven, eres mucho más de lo que pareces. Debes de ir a él ahora,

porque todos vienen a por ti —Se inclina más cerca—. La oscuridad no

debe ganar.

—¿De qué demonios estás hablando? —Jade está temblando y yo la rodeo

con un brazo—. Déjela en paz. ¿No puede ver que la está asustando?

—Sh, Sh, Sh —Su atención cae sobre mí—. Oh, sí, tú también jovencito,

juegas una parte. Ven aquí. —Ella indica que dé un paso adelante, yo

niego pero Jade se aparta de mi brazo y me empuja. Me siento como si

me hubiesen tirado a los lobos, o en este caso, tirado a una rara vidente,

da la impresión que podría convertirme en el anzuelo de un caimán. No

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me puedo creer que mis pies se moviesen en su dirección. Mientras que

llego a ella renuentemente, me ordena que coja tres cartas. Cuando lo

hago, las toma de mí y lentamente las coloca sobre su mesa.

—Tan radiante alma —Por un momento mira a Jade—. Pero por

supuesto tú lo sabes, ¿Verdad niña? —Ella vuelve a posar la vista sobre

las cartas—. Oh, joven, como va a doler tu corazón. Tantos caminos

llevaran a tu fin —La tristeza atraviesa su cara mientras me mira.

—¿Fin? —le digo.

Empuja una carta hacía adelante. Tiene una espada penetrando un

corazón y mucha sangre.

—Muerte —Deja la palabra suspendida en el aire.

Mierda. O alguien me puso una pastilla en la comida o esta vieja señora

está como una regadera. En serio, cuando una persona tiene una

colección de calaveras y ha dominado una mirada de, «te arranco la piel»,

no es alguien con quiero bailar el tango.

—Jade, vayámonos —Le tiro del brazo.

—Espera.

Jade se desembraza de mi brazo y se acerca más a la arrugada, mujer de

ojos salvajes. ¿Se me acababa de desencajar la mandíbula?

—Jade, yo…

—Tengo que escuchar lo que tiene que decir...

—¿No lo dirás en serio? Sabes, que pagaré en otro lugar por una videncia

de mano, en otro lugar que no sea, deja-que-te-atrape-en-mi-sotano-y-

esperar-a-que-tu-piel-se-pudra-para-que-pueda-exhibirte-en-mi-colección-

de-huesos. ¿Ya sabes, algo como en la calle, en público, con testigos?

En vez de responder, Jade arrastra los pies más cerca de Alathea. La

vieja dama se precipita hacia adelante y coloca sus palmas a ambos lados

de la cara de Jade.

—Hay muy poca esperanza para ti. Pero debes de encontrarle. Ahora.

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—¿Encontrar a quién? —digo no encuentro ninguna respuesta.

—No pruebes. No los pruebes. Echaría a perder todo. Sé fuerte y no creas

en todo lo que veas y no te doblegues ante el frío. El hielo te quiere de

vuelta, pero no te puede tener. Tú eres nuestra.

De nuevo Jade está temblando, sus manos palidecen bajo el apretón de

Alathea. A Alathea se le ve desesperada, hambrienta, sin dejar de mirar

fijamente a Jade.

—Vámonos, Jade —La arrancó de Alathea. Su piel esta caliente y

resbaladiza de sudor.

—Ahora vete —Alathea nos guía a la puerta y tras salir la cierra con un

portazo. Rastrea la calle con los ojos antes de darle la vuelta a la señal a

CERRADO.

—Wow. ¿De qué demonios iba eso?

Jade pestañea hacía mí, antes de mirar al infinito.

—Yo… no lo sé.

Los ojos distantes de Jade y su pestañeo me preocupan. Quiero decir, yo

mismo estoy un poco nervioso. Una vieja bruja ha dicho que me voy a

morir. Eso no tiene gracia. Pero a Jade se le ve perdida y quiero

distraerla de cualquier pensamiento que la esté atormentando. Estamos

fregando la vajilla en la cocina y un pensamiento pasajero me invade la

cabeza. Mamá y papá solían fregar juntos la vajilla. También solían...

Sonreí con suficiencia y sujetaba la manguera de le la pila en la mano.

—¿Oye, Jade?

Sus tristes ojos me miran, y con un rápido movimiento, la empapo con la

manguera. La mirada de total conmoción —ojos de par en par y

boquiabierta— merece la pena la olla de agua que me tira encima de la

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cabeza. Sin perder ni un minuto, la persigo por el vestíbulo, sus risas son

como notas musicales en el aire. La persigo y terminamos en el cuarto de

baño. Con un fuerte empujón, me lanza dentro del cubículo de la ducha,

baja la ducha y me rocía hasta que nada en mi permanece seco. Agarro

sus muñecas y la arrastro hacía mí y ahora ambos nos encontramos bajo

el chorro del agua. Le hago cosquillas sin miramiento y ella se deja caer

sobre mí, ambos nos caemos al suelo de la ducha. Me duele la barriga de

tanto reír. No creo que se dé cuenta de que cuando dejo de hacerle

cosquillas, pongo mis abrazos alrededor de ella y la arrimo más cerca de

mí.

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Capítulo 45 Jade

Traducido por luisa Corregido por IngridShaik

os acertijos de Alathea me penetran y la idea de que Connor

pueda ser herido es demasiado para soportar. Su risa apacigua el

dolor afianzado en mi pecho y las bromas de Connor suavizan la

severidad de las palabras dichas por la mujer. Quizá no supiese, quizás

ella..., pero ya no nos estamos riendo. Estamos en silencio, calientes y

juntos. Me acurruco contra él. Su respiración se acelera, siento un hipo

en el latido de su corazón. Sonrío. Él es tan sólido y real, a pesar de todo,

es él quien me sujeta. Un pensamiento se me cruza.

No te estaría abrazando si supiese...

Rat, tat, tat.

El golpe en la puerta es un sonido suave, comedido. Connor y yo

estiramos el cuello para mirarnos.

—Qué extraño. No sé quién podría venir ahora.

Voces amortiguadas. Desi y el «llamador» suenan desde abajo. Nos

quedamos quietos para escuchar atentamente, pero Desi ya está

llamando antes de poder escuchar nada.

—Jade, cariño. Hay alguien en la puerta preguntando por ti —Connor y

yo intercambiamos miradas confusas. Entonces un recuerdo me viene.

L

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00

—Oh. ¡Nanan!

Me giro hacía la puerta y Connor me atrapa la mano. Su toque es suave y

dulce, como una promesa. Estoy sobresaltada por ello, porque por un

momento no me dice nada. Una sonrisa tironea de sus labios. Bajo a las

escaleras. Ahí está Desi, de pie en la semi-abierta puerta, hablando bajito

con la persona que está detrás de la puerta. Sería tan feliz si Nanan y

Desi se convirtiesen en amigas. Desi me mira y me otorga una educada

sonrisa. ¿Educada sonrisa? Eso me hace perder pie. Una sonrisa educada

no es una verdadera sonrisa.

—Bien, aquí está.

Abre más la puerta y de pie en el umbral de la puerta se encuentra el

corpulento Dominic. Me quedo helada. ¿Qué esta...?

—¿Por qué diablos estás aquí? —La voz de Connor chilla a mis espaldas.

—Connor, no hables así a una visita.

Connor expira fuertemente.

—¿Un visitante?

—Para Jade —dice Desi.

Connor se envara detrás de mí.

—Pero....

Desi se aleja de la puerta.

—Vamos Connor, démosles algo de privacidad.

¿Privacidad? No quiero privacidad con este baboso chico.

Un toque en mi codo. Lo miro a la mano y a la cara.

—Quieres...

—Lo tengo controlado, Connor —le digo deseando aligerar la tensión.

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—Bien, pero estaré en la habitación de al lado por si me necesitas. ¿De

acuerdo?

Asiento, sabiendo que no le pediré ayuda. No siempre puedo estar

apoyándome en él. Soy más fuerte de lo que él cree, más fuerte de lo que

yo misma quiero pensar. Connor miró fijamente durante un largo rato a

Dominic.

Dominic se apoya contra el marco de la puerta y se cruza de brazos.

—Con, no te preocupes. No voy a escabullirme con ella… —Me guiña el

ojo, indolentemente arrastrando su mirada de mis pies a mi cara—. Aún.

—Escucha, tú…

Apoyo mis palmas sobre el pecho de Connor, empujándolo suavemente.

Estaba tenso, sus músculos dispuestos a la acción. Como un león. Eso me

hace sonreír. ¿Cuándo se convirtió este decrepito viejito, en un león?

—He dicho que lo tengo controlado.

Connor sacó la barbilla y asintió.

—Ok.

Le sigo con la mirada salir de la habitación. No quiero darme la vuelta.

No quiero ver los pares de ojos negros recorriendo mi cuerpo.

—De espaldas te ves igual de guapa.

Eso me impulsa a darme la vuelta.

—¿Qué demonios quieres?

El sostiene una cosa centelleante entre el pulgar y el dedo índice.

—Susceptible, susceptible. Sólo he venido para devolverte esto. Se te

olvidó en el baile la semana pasada.

Lo miro fijamente, de pronto viendo el diseño decorado y las

centelleantes gemas. El broche de Desi.

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—Oh, yo… pensé que lo había perdido —Me inclino hacía adelante para

agarrarlo de su mano. Algo tan delicado no debería estar sujeto por su

mano. Él lo sube más alto para que no pueda alcanzarlo.

—Bueno, se cayó de tu pelo cuando Connor y tú os fuisteis enojados. —

Recorrió con su pulgar la joya—. Bonita chuchería. Me imaginé que lo

querrías de vuelta.

—Lo quiero. Gracias —De nuevo me propongo a agarrarlo pero él lo

retira de nuevo y de esta forma tengo que acercarme más a él. No lo

hago. En lugar de eso, me mantengo erguida y espero, mi palma abierta

enfrente de él esperando a recibirlo—. ¿Me lo vas a devolver o no?

—¿Cómo? ¿Sin recompensa? —sonríe con satisfacción.

—No. Ninguna recompensa.

El suspira.

—Bien, Eso me da muy pocas razones para devolverlo, ¿no crees?

—Dominic, deja de ser un gilipollas y dame el broche o márchate.

—Demasiado genio para una cosa tan pequeña —Se lame el labio

superior.

Lo dice en modo de halago, pero un vil halago. Sus ojos se desplazan a

mis pechos y a la tela que se moldea sobre ellos. Me invade un escalofrío

y cruzo las manos sobre mi pecho. Su sonrisa se hace más ancha y

extiende la mano con el broche.

En el momento que voy a agarrarlo, jala con una mano mi muñeca y mi

espalda con la otra y me aprieta contra su pecho. Su agarre es fuerte

demasiado fuerte… duele, su locura se cierne sobre mí, inclinándose.

Intento quitármelo de encima, pero él no me suelta. Me retuerzo al sentir

su pulgar dibujando círculos sobre el interior de mi muñeca.

El tacto envía una ola de sensaciones sobre mí. Algo matiza el aire; una

dulce y fresca sensación me recorre mi piel, haciendo que mis rodillas se

tambaleen. Huele a menta, su respiración me hace cosquillas en la cara.

Me echo hacia atrás, odiando la sensación que agrada en mi piel y corta

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mis entrañas. Bilis sube a mi garganta. Me aparto de él, mirándolo de

manera penetrante...

—¿Qué? —dice con frialdad, como si no hubiese magullado mis brazos

con sus aferrados dedos.

—Eso. Duele —le digo. No le digo que su olor es dulce o que su

respiración se siente refrescante sobre mi piel o que su toque envía

escalofríos por mi espina dorsal, deliciosos escalofríos. Doy un paso atrás.

Su sonrisa es inquietante.

—No te preocupes, Jade —Me guiña un ojo. ¡Maldito ese guiño suyo!—.

Llegará el día que te guste.

Cojo el broche, lo empujo afuera al porche.

—Adiós —Le digo bruscamente y cierro la puerta con un portazo en su

cara. Cavilo sobre la promesa de sus palabras. Me separó de la puerta,

enfadada, porque no puedo prometerme a mí misma que no lo hará.

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Capítulo 46 Connor

Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel

ué demonios está haciendo eso bastardo en mi casa?

¿Preguntando por Jade? Hace unos minutos estuvo entre

mis brazos. Quería fundirme con ella y entonces es gran

chico mamut viene a interrumpir y a arruinar todo.

Cuando Jade regresa al salón se le ve perturbada. Durante un tiempo

nos encontramos incómodos sentados en el sofá, hasta que mamá sale

para ir a la tienda. Da la sensación que poco a poco se queda más callada

replegándose en sí misma. ¿Qué le ha dicho ese fanfarrón? Pensar en lo

que me dijo en la pista de baile —lo que deseaba hacer con el cuerpo de

Jade— me retumba en los oídos. Sólo pensar que quizá la hubiese tocado,

provoca que me suden las manos, me agite y me ponga nervioso.

Pero ahora está aquí. Conmigo. Y en la forma que cerró la puerta de un

portazo da a entender que no quiere que vuelva. Sonríe mientras pone el

broche de mamá sobre la mesa de café. La casa está en silencio y estamos

completamente a solas.

Me siento mareado, abrumado por este deseo desesperado por besar a

Jade. Ahora o nunca. Nervios, aprensión, excitación y miedo se

arremolinaban como un menjunje en mis tripas, padeciendo algo de

nauseas. ¿Y si ella no quiere que le bese? La miro desalentado. Sus

piernas están encogidas fuertemente contra su pecho. Ella utiliza las

rodillas como almohada para su cabeza, dejando su nuca expuesta y

¿Q

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fantástica. Pero aparenta estar interesada. Pero también podría ser sólo

dulce por naturaleza, cariñosa, mi mente da vueltas: suave, para

acariciar, huele increíblemente bien, perfecta. Los pensamientos me

marean mucho más. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Si no lo

hago ahora, quizá no vuelva a tener el coraje suficiente. Y mi coraje esta

flaqueando muy seriamente, ahora.

Bien. Primero, tengo que cerrar la enorme brecha entre nosotros que en

realidad, está a menos de diez centímetros, pero para mis intenciones,

podría ser más bien el Gran Canyon el que nos separa. ¿Cómo puedo

hacerlo de una manera sutil? A los casi dieciocho años, me doy cuenta

que mi falta de experiencia es atroz, humillante. No por poco decido

lanzarme y besarle con todo la finura de un San Bernardo engullendo la

comida para acabar rápidamente y enfrentarme a su respuesta:

reaccionando con un beso o con un tortazo.

Miro fijamente la televisión. Tener un punto de enfoque me serena los

nervios y me distrae de un posible y total bochorno, que seguramente me

espera, después de mi no-tan-delicado avance. Me inclinó hacia adelante

para coger un puñado de palomitas y mientras me echó para atrás, me

posicionó unos cuantos centímetros más cerca de Jade. Finjo ponerme

más cómodo, moviéndome, desplazándome, estirándome, cada

movimiento me acerca un poco más.

Ella no se mueve, ni siguiera levanta la vista. Después de lo que parece

una eternidad, me encuentro junto a ella. Está a mi alcance. Tan cerca.

Sólo es cuestión de no acobardarse. Extiendo el brazo, tal como siempre

hacen los tontos en las películas y lo relajo sobre sus hombros. Una

descarga de adrenalina me recorre.

Tengo que hacerlo ahora. Tengo que besarla.

Me inclino más cerca de ella. Cuando lo hago, veo que sus ojos están

cerrados, sus cejas ceñidas como si estuviese dolorida. Oh, mierda. Ya se

está preparando para lo peor, y por pena no se quiere apartar. Dios. Soy

un gran idiota. Le aprieto el hombro.

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—Jade —Es hora de abortar el plan besar-Jade. Siento una descarga de

decepción que me trena por completo. Su cara sigue estando tensa.

—¿Jade?

No responde.

—¿Jade? —La miro a la cara, dándome cuenta que mis dedos están

tocando carne fría, helada—. ¿Jade, estás bien? —En mi voz escucho una

renovada urgencia. Me levanto y me planto delante de ella. Mis manos se

posan sobre sus hombros y la sacuden con fuerza. Ella apenas se mueve,

su cuerpo paralizado—. ¿Jade?

Una ligera mueca se dibuja sobre sus labios. Dios. Ella está bromeando.

Se ha acabado la broma.

—Bien Jade. Jajaja —Me siento sobre la mesita de café. Su sonrisa se

desvanece y se queda quieta; su cabeza sigue inclinada de lado sobre sus

rodillas, sus brazos aún abrazando fuertemente sus piernas contra su

cuerpo. Es una imagen inquietante. Sólo un momento antes, su expuesta

nuca desencadenaba admiración y deseo, pero ahora no da un aspecto

adecuado. Antinatural. Como si su cuello se hubiese partido y

contorsionado. Un escalofrió me recorre la espina dorsal, enviando una

inquietud dentro de mí—. ¿Jade?

Sus ojos se abren de golpe, mirándome con una mirada ominosa sin

esmeralda, sino ojos negros tan estériles y terroríficos como la muerte.

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Capítulo 47 Jade

Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel

n agudo dolor atraviesa mi estómago. Las imágenes atravesando

mi mente se diluyen rápidamente en una lluvia dorada y

desaparecen en el aire. El frío recorre mi espina dorsal,

paralizándome, libera mi agarre y siento cascadas de calor

envolviéndome. El dolor en mi estómago desaparece renuentemente a un

sutil malestar. Se siente como si mi interior se desplaza de sitio. Las

puntas de mis dedos hormiguean y aprieto los puños.

Un jadeo. ¿Dónde estoy? Mis ojos se abren abruptamente. ¿Connor? Me

cierno sobre su cuerpo encorvado en el sillón naranja de neón. Su

respiración es fuerte, su corazón martilleando bajo su camiseta. ¿Qué he

hecho? Le examino. ¿Le he hecho daño? El miedo me golpea la cara.

No. No hay sangre. No hay heridas. No le he dañado. Mi mirada se posa

sobre su mano extendida. Sus dedos temblorosos se enrollan alrededor de

mango de plástico que sobresale de mi estómago. ¿Me había... apuñalado?

El bastardo. Traición y rabia destellan en mis ojos, mi cuerpo preparado

para arrancarse en un movimiento agresivo, despiadado movimiento.

Pero mi furia momentánea se convierte en piedad. Él está absolutamente

aterrorizado. La humedad se acumula en sus ojos, su labio inferior

temblando. Su respiración es tan irregular que suena como si estuviese

hiperventilando.

U

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—Connor —Intento moderar mi voz para que sepa que no estoy

enfadada. Él no tiene por qué estar temeroso. Extiendo mi mano.

—Para —Él mueve la cabeza en rápidas, pequeñas sacudidas.

—No tengas miedo —lentamente envuelvo mi dedos alrededor de su

mano y el mango del cuchillo. Con cautela lo saco. Punzadas de dolor se

deslizan por la cuchilla mientras sale de mi cuerpo. Su parte reflectante

manchada de sangre carmesí. Mi sangre. El color se vuelve traslúcido y

se evapora, dejando la cuchilla limpia, toda evidencia de su ira, invisible.

—¡Qué demonios! —La voz de Connor se rompe.

—No tengas miedo —le digo desesperadamente—, no te voy a hacer

daño.

—Maldita sea, aléjate de mí —Tropieza sobre la tela de neón al dar un

paso atrás, cuando sin fuerzas me quiere dar un puntapié. Aterriza con

un sordo sonido sobre el suelo de madera y se arrastra hacía atrás, sus

ojos nunca abandonando mi silueta. Ésto no va a ser fácil. Por supuesto

que tiene miedo. Tiene motivos para tenerlo.

—Connor, no te voy a hacer daño. Lo siento mucho —Las palabras salen

incómodamente. ¿Que se supone debo decir? Obviamente ya le he hecho

cagarse de miedo. ¿Pero qué es lo que hice?

—¿Qué demonios eres? —exige con decidida ferocidad.

—No lo sé —Al menos puedo ser sincera, pero mi voz se quiebra.

—No me salgas con cuentos —Se levanta y me apunta con un dedo

acusador.

—Lo digo en serio…

—¡Éstas, malditamente, poseída!

No encuentro las palabras para responderle. ¿Qué había hecho?

—¿De qué estás hablando?

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—Tú… —Ahora era él que tenía problemas en encontrar las palabras

adecuadas—, tuviste esos malditos ojos negros y te deslizaste.... —Se

cuestionaba a sí mismo como si se arrepintiese al decirlo, como si fuese

alguna prueba de su falta de cordura, pero continuó—, volaste sobre el

suelo y entonces... —Sus manos temblaron delante de su cara—,

¡agarraste mi cuello y me tiraste contra la pared!

Oh no, oh no, oh no.

—Connor, yo…. yo nunca te haría daño.

—Si, bueno —gritó, sus ojos tan abiertos como un ciervo que está a punto

de estrellarse contra el parachoques de un camión. Su cara drenada de su

color natural y se le ve un pálido resplandecientemente blanco—. ¡Creo

que te has perdido la abolladura de la pared!

Elevo la vista y lo veo; el pladur aplastado y una mancha roja.

—¿Estás sangrando? —pregunto, el apremio quiebra mi voz. Le hice

sangrar...

Se toca la parte posterior de su cabeza y aparta sus dedos llenos de

sangre.

—Connor, tienes que creerme. No sé lo que sucedió. Caí en esos… —

¿Cómo lo puedo explicar?—… momentos en que perdí la conciencia o algo

parecido.

—¿Perder la conciencia? Jade, estabas totalmente consciente. Aquí no

estamos hablando de narcolepsia —Sigue retrocediendo hasta que se

encuentra pegado contra la pared. Una mirada de sorpresa cruza su cara,

reflejando la seguridad de poder haber retrocedido dentro de la oscuridad

de la noche y desaparecer, en vez de chocar contra el librero, bloqueando

su camino.

—Por favor, Connor, calm...

—Estamos hablando de malditos-muertos-vivientes, película-de-horror,

mejor-amigo-intenta-matarme y ese tipo de cosas —dice él, mirándome

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con una expresión empañada con traición y temor—. ¡Por lo tanto no me

digas que me calme!

—Lo siento —No tengo ni idea qué decir. Pero no ha echado a correr,

gritando. ¿No es eso una buena señal?

—Por favor... cuéntame.

Su cuerpo tenso esta apoyado contra el librero. Levanta la vista al techo

como si las actividades de la noche estuviesen escritas ahí para

recordarlas, pero sé que simplemente está evitando mis ojos, temeroso

del monstruo delante de él.

—Estabas sentada en el sofá. Parecía que estabas teniendo algún tipo de

ataque. Tus ojos se pusieron vidriosos y no parecía que me oyeras —Se

mete las manos en sus bolsillos, los ojos se desplazan al cuchillo en el

suelo. El cuchillo que debería de estar cubierto de sangre y no lo está—.

Intenté sacudirte para sacarte de ello, pero entonces te levantaste de

golpe y… —se queda callado.

—¿Y qué?

—Estabas diciendo cosas... algo en otro maldito idioma, pero no era tu

voz.

Mis cejas se arquean. ¿Qué estaba diciendo?

Mueve los pies y revisa la habitación, aún esquivándome.

—Cuando me tiraste contra la pared, te inclinaste sobre mí y era como si

el viento se arremolinase alrededor tuyo, y tú, tú…

—¿Y entonces que pasó?

—Tú dijiste, «Tu sangre es mía» y estas garras crecían de tus dedos y me

atacaste. Pude esquivarte a tiempo, pero entonces te acercaste y yo...

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Entonces… Entonces... —Expira ruidosamente—. No sabía qué hacer.

Seguías acercándote más y más y vi el cuchillo y... —Él baja la cabeza.

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No hacía falta que terminase la frase.

—¿Te hice daño? —pregunté.

—Si cuenta el tremendo trauma psicológico que me ha cambiado la vida,

sí. Me has dado una buena paliza —El miedo persiste en su voz, pero su

helada punzada es reemplazada con algo afable y tierno. Sus ojos pardos

cambian y entonces sé que en su fuero interno, no me odia del todo. Y en

este punto es igual de precioso y hermoso que el perdón.

—Jade —Connor aparta la mirada lejos de mí.

—¿Sí?

Se muerde el labio inferior y mete las manos en sus bolsillos, sus

hombros se inclinan hacia adelante y toma de nuevo su antigua posición,

siendo unos cuantos centímetros más bajo. El mero cambio en su postura

le sitúa en una diferente luz y ajusta sus facciones de una forma que le

hace verse pequeño y roto. Y duele verle así. De alguna manera, de

pronto me doy cuenta que siempre ha estado un poco roto y sólo

recientemente ha comenzado a recomponerse y aquí estoy, rompiéndole

en pedazos.

—Tienes que irte —Las palabras salen en voz baja, susurrando. Sus ojos

se enfrascan en algún punto lejos de mí.

No puedo discutir con él. No tengo derecho a discutir. Pero duele, duele

más que la herida infligida por el cuchillo, duele en alguna parte mucho

más profundo que eso pero no puedo captarlo ni entenderlo. Y en estos

instantes necesito liberarme, liberarme de un dolor que se extiende desde

mi estómago hasta mi cabeza, de la presión detrás de mis ojos, de un

dolor que ligeramente comprime mi respiración.

Quiero llorar. Pero no puedo.

Le miro fijamente, esperando que cambie de opinión, que rompa en una

sonrisa y olvidarlo todo. Pero no lo hace. Me ignora completamente como

si pretendiera que yo no existiera. Y eso es lo que más duele. Porque no

me siento real sin él.

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—Bien. Me iré —Mis piernas se sienten pesadas y necesito toda mi

fuerza para poder moverme. Miro atrás para mirarle desde la puerta—.

Connor — le digo dispuesta a rogar por su perdón, pero cuando por fin

nuestras miradas se encuentran, puedo ver en sus ojos dolor, un dolor

que al parecer estaba al borde de ambos, tristeza y enfado, anhelo y

rechazo. Mis palabras no encuentran el camino a mis labios. Así qué

simplemente rompo su mirada, tan definitivo como puede ser, abro la

puerta y me introduzco en la noche.

Ahora el mundo verá lo que soy. Vulnerable. Fea. Maléfica. Pérdida.

Triste. Rabiosa. Insensible.

Y muerta.

Odio al mundo por exponerme. Porque por un breve momento me sentí

viva.

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Capítulo 48 Connor

Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel

iene sentido. Chico conoce a chica. Chico se enamora

perdidamente de la chica. La chica resulta ser un monstruo

poseído, homicida. Menuda suerte la mía. Añádele el hecho que

intentó matarme y salimos triunfantes.

Intento apartar su imagen, todo sobre ella. Pero no importa lo que haga,

no importa a dónde miro, todo lo que puedo ver es a Jade. Punteando la

guitarra sobre mi cama. Girando bajo los árboles de robles. Abrazándome

y aferrándome durante un poco más. Bajando las escaleras y sintiendo la

vertiginosa sensación que estaba yendo a alguna parte conmigo. Y la

sensación que era el final, esa sensación sobre lo que la gente siempre

sueña, lo que mi madre y padre vivían cada día. Jade es mi todo; mis

alas, mis raíces, mi cielo. Estoy enamorado de ella.

Y ella intentó matarme.

Ahora sí que todo esto es un maldito desastre.

Sueño con sus negros, vacíos ojos. Me penetran quemando, ardiendo,

amenazando en romperse, introduciéndose y matándome. Esos vacíos

ojos negros, en realidad no están vacíos. Rezuman de odio, violencia, con

deseo, pero principalmente, con un extraño y mortal hambre. Esos ojos

me vieron y a pesar de gritarle y rogarle a Jade que se despertara, no lo

T

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hizo. Aún puedo oír los arañazos, el fino y chirriante sonido que la punta

de los tacones hacían, mientras se deslizaban a través del suelo hacía mí.

Chirrido. Chirrido. Chirrido.

La tela se arremolinaba alrededor de ella como si estuviese atrapada en

la tormenta. Palmas extendidas hacía mí. Ojos oscuros apuntándome. Su

boca abierta en una gran «O» como si estuviese gritando, pero no había

grito. No, un tumulto de sonidos manaban de ella —un grito, una

amenaza, una fina y profunda voz, oscura, poseída— todas salían de su

boca en confusas, compuestas palabras extranjeras. El chirrido. Las

voces. Los ojos. El…. monstruo. Mi vida cambia en un minuto y destruye

todo.

Mi cama se siente fría sin ella. ¡Deja de pensar mierdas como esas! Ah.

Cuento las vigas de madera del techo, echando fuera el frío de mis

mantas, echando fuera las razones por que se siente tan vacío aquí.

1... 2... 3... 4... 5

Chirrido. Mientras me encojo mantengo la respiración, apartando las

mantas. Miro a la ventana. La rama del árbol araña la ventana.

Chirrido. Hay mucho viento. Me vuelvo a tumbar, mis músculos siguen

estando tensos. 1... 2... 3... 4... 5... 6 chirrido. Es sólo la rama del árbol.

7... 8... 9... 10 chirrido. Olvídalo. De todas formas el maldito techo es

aburrido.

Meto las orejas entre la sábana y mi almohada, ojos sobre la ventana.

Las sombras bailan y permanecen sobre el alfeizar y el cuadro sesgado

por la luz de la luna en el suelo. Mis ojos se sienten pesados. Todo pesa

demasiado. Me sumerjo en el sueño. No, el sueño se apodera de mí. Pero

justo antes de quedarme dormido, creo ver una cara en la ventana…

pálida… intento mantener los ojos abiertos… un hombre… mis párpados

se cierran, les fuerzo a abrirse... no muy naturales ojos azules... la

oscuridad se cierne y mientras que lo hace, quienquiera que fuese que vi

en la ventana ya no está ahí.

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Capítulo 49 Jade

Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra

e siento en la parte posterior del taxi, con los ojos abiertos y la

mirada fija en la oscuridad del lago mientras lo pasábamos. No

tengo miedo de ti, pienso. Sueños de ahogo me golpean cada

noche, pero cuando estoy dispuesta a renunciar, desesperada y sin

aliento, saco mi lógica y fuerza juntos y digo al suave vaivén de las olas

que soy más fuerte que ellos.

Los miro y los desafío a desbordarse sobre el puente.

Estoy esperando por ti.

Me encuentro a mí misma sonriendo y luego, lentamente, siento la

sonrisa que se desvanece mientras la realidad de todo lo demás irrumpe:

casi maté a mi Connor. No, él ya no es mío. ¿Fue alguna vez mío, para

empezar? No, soy un monstruo.

—Gire aquí —Señalo hacia la librería. Alathea sabía algo. Tenía

respuestas. La última vez yo sólo estaba demasiado abrumada,

demasiado cortada en pedazos para escucharlas. Demasiado asustada de

lo que Connor podría escuchar, de lo que Connor podría hacer. Cuando

giramos a la calle, sé que algo está mal. «Cinta de Precaución» envuelta

alrededor de un área de la acera y mientras nos dirigimos al lado de la

dirección, jadeo ante el enorme agujero negro en la franja de tiendas.

M

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—Whoa, ¿es aquí donde quiere llegar? Parece que este lugar se quemó.

¿Nadie se lo dijo?

—Yo… yo… ¿puede esperar aquí un momento?

—Por supuesto. Sin embargo el taxímetro sigue marcando.

Salgo del taxi aferrando el libro que Alathea me había dado en mi última

visita y levanto la cinta, mirando dentro. Negro cubre todo. En el

interior, muebles, libros, todo está quemado más allá del reconocimiento.

Miro a mi alrededor y no veo a nadie, paso por debajo de la cinta hacia el

lugar que una vez fue Libros Crescent City.

Todo se ha ido. El olor de la ceniza me ahoga. Mirando alrededor, veo

algo en la pared del fondo, que no había notado antes. Está negro del

fuego y cenizas, pero la hendidura de ello está ahí en la pared. Líneas,

círculos, ondas y barras. Me quedo mirando el símbolo y de repente me

doy cuenta que me estoy mirando a mí misma. Mi símbolo. Mi ancla, mi

comodidad.

Me acerco a la pared y meto el dedo en las crestas. Entonces, cierro los

ojos y coloco la palma en el centro.

FUEGO.

Se inició en la puerta de entrada, cortando el escape.

Alathea se levantó sobre sus pies, un hermoso puñal en sus manos.

—¡Sé quién eres! —gritó—. ¡No nos tendrás a todos nosotros!

Rápidamente, empezó a dibujar mi símbolo en la pared, mirando hacia

atrás a cada momento mientras el fuego avanzaba hacia ella. Su mano se

mueve rápido, pero hay desesperación, determinación salvaje en sus ojos.

Tan pronto como termina el símbolo, se da la vuelta para enfrentar a las

llamas y sonríe.

Es una sonrisa aterradora. Su boca se abre mientras vocales y

consonantes se vierten de sus labios en un susurro ronco, sus brazos

abiertos como si estuviera esperando abrazar las llamas. Tan pronto

como el fuego lame sus zapatos y el calor comienza a quemar su piel, el

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conjuro se detiene y toma el cuchillo y se lo clava en el pecho. Mientras

las llamas salen a su encuentro, su cuerpo hace combustión en violenta

energía azul y luego es absorbido por el amarillo y naranja de la llama.

Mi palma arde. Aullando, retrocedo. Miro alrededor. Estoy asustada.

Todo se está cayendo a pedazos. ¿Qué le pasó a Alathea? La negrura de

las paredes quemadas presionan sobre mí y me tambaleo, liberando mi

mano mientras el dolor y la carne con ampollas desaparecen.

—Lléveme a la calle St. Ann —digo, mi voz frágil.

Me paro sobre la pintura de carbón de la puerta. Luce igual, incluso más

brillante, como si hubiera sido vuelta a trazar. Necesito encontrarlo, pero

¿cómo? Miro a la escritura en la puerta y paso un dedo por encima de

ella. Nada.

Pongo la mano sobre el dibujo y no siento nada. Ni tirón, ni energía.

Me siento sobre mis talones y sacudo la cabeza.

Entonces, pienso en ello. Apoyando más, pongo mi dedo índice en el rojo y

empiezo a dibujar. Tan pronto como dibujo mi símbolo en la puerta, el

tiempo se detiene. Jadeo. Todo el mundo se congela a medio movimiento.

Miro al dibujo.

Está brillando. Eléctrico, llameando en azul y naranja. Me acerco a ver si

quemará mi mano. No es así. Con eso, pongo la mano, con la palma hacia

abajo sobre mi símbolo y siento la energía parpadeando, temblando bajo

mi tacto. Se acerca y tira y baila sobre mi piel.

Cuando abro los ojos, una claridad aterradora se establece. El mundo

vuelve a caer en el tiempo. El mundo sin embargo, está en sombras y el

resplandor de luz más débil. La gente pasa y, en el centro de ellos, veo

unas brasas encendidas pulsando dentro. Algunas chisporroteaban,

algunas laten fuerte, otras llamean brillantes.

Me quedo mirando. ¿Qué está pasando? Luego, en un silbido, la claridad

se ha ido. Mirando hacia abajo a mi mano, el símbolo es una cosa plana,

anodina. Aparto mi mano y mientras estoy de pie, despeinada y

desesperada, siento un tirón. Estoy a punto de reír de alegría. Un tirón

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profundo de mi corazón, algo arrastrándome hacia adelante. Me aferro a

él, me centro en él.

Por favor, por favor, por favor, llévame contigo, imploro.

Giro a la izquierda y derecha, hasta callejones, calles bajas.

Como una cuenca de agua bendita en medio del desierto árido, lo veo. La

puerta —metal rojo, oxidado y con símbolos extendidos en la pintura

diagonalmente a través de la puerta— sola en un callejón oscuro. El

hedor me estrangula, arrugo la nariz y me obliga a contener la

respiración. El corredor delgado y sin salida parece vivo con respiraciones

leves y susurros apagados que rebotan contra las paredes de ladrillo

pelado y me rodean, haciéndome sentir pequeña en este espacio

confinado.

Llego y llamo a la puerta.

Se abre antes de que mis nudillos rocen el exterior metálico.

—¿Hola? —grito hacia la habitación, entrando con cautela.

La habitación es pequeña. Mantos gruesos de oscuro terciopelo rojo caen

en cascada de las paredes. Cráneos de animales limitan el perímetro de

la habitación, junto con frascos llenos con líquido y lo que parece ser

diferentes órganos.

Ornamentales copas de oro, vasos, platos, y cadenas se encuentran

desordenados sobre las superficies planas de la habitación, junto con

pinturas folclóricas, mitología y la Biblia. No estoy segura exactamente

de cómo puedo colocar estas escenas, pero parecen clasificarse en mi

cerebro como si las hubiera visto antes.

La puerta se cierra de golpe detrás de mí.

—Jade —Sin previo aviso, brazos enjutos se envuelven alrededor de mí.

Me pongo rígida, abarcando el pelo blanco que me hace cosquillas en la

nariz. No regreso el abrazo.

El viejo se aleja y mira con atención sobre sus anteojos. Ojos grises,

arrugas y completamente familiares.

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Caigo de rodillas, mi aliento de repente perdido en la garganta, reacia a

soltarlo.

Él cae a mi lado y me aprieta más.

Siento sus lágrimas humedecer mi mejilla.

Mi viejo querido llora en silencio a mi lado y entre mis respiraciones

irregulares le oigo susurrar en su áspera voz ronca,

—Lo siento, Jade. Lo siento mucho.

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Capítulo 50 Connor

Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra

i padre está sentado en su escritorio. Parece una locura.

—¿Papá?

No levanta la vista. Ojos inyectados de sangre centrados en su escritorio,

movimientos bruscos, moviendo con desesperación.

Clava su pluma en una página, escribe algo y luego la tira a un lado,

luego escribe de nuevo.

—Papá, ¿qué pasa? —digo más fuerte tragándome el miedo.

Me acerco a su escritorio y aún así no levanta la vista. Está

balanceándose en su silla, con las manos escribiendo salvajemente luego

arrojando a un lado el papel, sus ojos no parpadean.

Me quedo mirando sus manos. Las puntas de sus dedos están sangrando,

sangrando sobre las páginas. Está escribiendo con sus dedos en carne

viva.

—Papá, ¡para! —Corro alrededor del escritorio y trato de quitarle la

pluma, pero su mano es fuerte y no la suelta, ni siquiera detiene su

ferviente movimiento.

Uso mis dos manos para tratar de detener la suya.

M

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Todavía está balanceándose, estoy respirando con dificultad por el

esfuerzo.

Miro a la página.

Ella viene está escrito a través de la página, sangre salpicada,

mezclándose con la tinta.

—Papá... —Miro a su cara.

Ojos inyectados en sangre me golpean.

—Ella viene por ti.

Suelto la mano de mi padre y camino hacia atrás, alejándome de él,

alejándome, muy lejos de esos ojos inhumanos.

Me despierto ahogándome en lágrimas. Cuando las enjugo, veo negro en

la punta de mis dedos.

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Capítulo 51 Jade

Traducido por Ingrid Corregido por Vickyra

os sentamos en el suelo abrazados, mi viejo llorando, mi cuerpo

doliendo, pero aún así sin poder llorar.

—¿Dónde, dónde has estado? —susurro.

—Oh, mi querida Jade. Me he preguntado exactamente lo mismo de ti. —

Toma mis mejillas entre sus palmas y me vuelve hacia él. Veo un destello

de luz en sus ojos. Entonces lo veo: Este hombre viejo, como alguna vez lo

fue, viejo, despeinado y reconfortante, veo los edificios marrones

extrañamente pintorescos la calle revestida con lámparas de gas

encendidas iluminándolos.

Crepúsculo. Hostil, caras sucias se precipitan sobre mí, moviéndose a lo

largo con barriles, cestas y carros y allí estamos, —este hombre y yo— en

el centro de todo. Mi solo y único recuerdo, se desarrolla con una claridad

prístina en sus ojos. Mi respiración atrapada en mi garganta.

—¿Qué eres? —Mi aliento finalmente sale precipitadamente.

Él ladea la cabeza hacia un lado y se inclina más cerca,

—Esa no es tu verdadera pregunta, ¿verdad? Tu pregunta real, Jade, es:

¿qué eres tú?

Siento que el mundo se viene encima, aplastándome. Asiento lentamente.

N

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Poniéndose de pie, camina detrás de un gran escritorio y me mira.

Aunque mis piernas se sienten débiles, me pongo de pie y me apoyo al

lado de una enorme silla de respaldo alto. Me mira y se frota la barba de

su mentón tan intensamente que me pregunto si el pelo y la piel se

rasgarán.

—Esa es una pregunta muy complicada, Jade. No tenemos tiempo para

hablar de eso ahora, pero te prometo, lo juro, lo haremos. Te contaré todo.

Empiezo a protestar.

—Ellos te están buscando, Jade —Sus ojos cambian, un cambio curioso y

triste de sus párpados y la inclinación de sus ojos. Parpadea, una vez, dos

veces.

—Todos ellos están llegando. Y no sé cómo detenerlos.

El silencio tira entre nosotros, tira hacia atrás y adelante mientras

nuestros alientos entran y salen. Puedo ver la preocupación y el amor en

sus ojos. Quiere protegerme. Pero ¿de qué? ¿De quién?

—Yo-yo no te recuerdo —digo finalmente, el silencio pesa demasiado—.

No realmente.

Asiente lentamente, tan lentamente y me gustaría haber mentido. Me

gustaría poder decirle que lo recuerdo como obviamente él me recuerda.

—Mi nombre es Lynx. Y sé que no me recuerdas.

—¿Lo sabes? Pero… pero, ¿cómo sabes eso?

Su voz se hace más suave, la tristeza en sus ojos manifestada en la

inclinación de su barbilla y las comisuras de su boca hacia abajo.

—Debido a que yo fui el que te robó tus recuerdos, Jade.

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Capítulo 52 Connor

Traducido por zyan11 Corregido por Sarii

e despierto por la mañana, temblando. El aire pesa demasiado,

los recuerdos pesan demasiado, cada maldita cosa pesa

demasiado y todo está devastándome. Me siento despacio, la

cabeza martilleando contra mi cráneo. Aunque dolería menos, no cierro

mis ojos, porque cada vez que los cierro veo sus ojos negros y dedos

desgarradores.

Me levanto, frotando mi cuello y tambaleando de la cama. Cuando mi

baúl de madera me da en la espinilla, lo pateo hasta que la madera se

rompe. Me hace sentir mejor ver algo romperse fuera de mí, en vez de

dentro.

Con ojos estrechados, contemplo el baúl. Hay algo diferente en él además

de la pequeña rotura en la madera donde mi pie lo golpeo. Me arrodillo y

trato de levantar la tapa.

Cerrado con llave.

Golpeo mi pulgar sobre el ojo de cobre de la cerradura. Nunca presté

atención a ello antes, ni siquiera me había dado cuenta que podría

cerrarlo. Papá lo tenía en su escritorio y, cuando murió, quise guardarlo

cerca de mí. Pensaba que la madera y el tallado intrincado serían

tranquilizantes. Pero después de un tiempo, me recordaba demasiado a

M

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papá y decidí empujarlo bajo mi cama. Por tanto el hecho de que esté

justo aquí expuesto… es, bueno… raro.

Sacudo el baúl. Solía tener mantas de repuesto en él, pero ahora oigo

cosas revolviéndose dentro, como libros o papeles o pequeñas cajas. Trato

de forzar la tapa. No cede.

El ojo de la cerradura esta rayado. Paso las yemas de los dedos sobre los

surcos despacio.

La cara de papá destella en mi cabeza.

Me tambaleo hacia atrás.

¿Qué demonios?

—¿Oye mamá? —Me asomo por la puerta y llamo. Toma un momento

para responder, sé que son sólo unos cuantos segundos, pero parecen

años.

—¿Sí, cariño?

—¿Tienes la llave del viejo baúl de papá?

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Capítulo 53 Jade

Traducido por zyan11 Corregido por Sarii

ué? —Caigo de regreso en mi asiento, la

enormidad de él prácticamente tragándome

entera—. ¿Tú qué?

—Tuve que hacerlo Jade, yo… Yo tenía que

hacerlo. Era la única manera…

Me levanto de la silla.

—¿La única manera para qué? —Arremeto contra él, la cólera

extendiéndose a través de mis músculos, en la boca de mi estómago, en

mis dedos retorciéndose.

—¡Jade, detente! —Avienta sus palmas hacia delante, cada mano

marcada con un ojo.

Mi impulso se vuelve contra mí, vuelo hacia atrás contra una pared. Los

ojos, queman, queman, queman. Viento y fuego arremeten contra mí. El

anciano baja las manos y así quedamos: Él a través del cuarto apenas

capaz de encontrar mis ojos. Yo tumbada en el suelo incapaz de mirar

lejos de los suyos.

—Yo… lo siento, Jade. Lo siento tanto —su voz temblando. Apretando

sus puños, se vuelve a sentar en su silla—. Yo tomé tus recuerdos, así

—¿Q

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ellos no podrían encontrarte. Así nadie te podría encontrar. Ni siquiera

yo.

—¿Qué quieres decir?

—Tus recuerdos… hay modos de entrar en la mente de una persona y

rastrear sus recuerdos para dirigir el lector mental directamente a donde

está, porque todo lo que somos… donde estamos, en lo que nos

convertimos… está basado en los miles de recuerdos que nos forman.

Se inclina adelante y golpetea el escritorio antes de traer sus dedos a sus

sienes y masajear pequeños círculos como para aliviar el dolor.

—Y… y nos habían encontrado, Giovanni y yo sabíamos que la única

manera de protegerte un tiempo más sería tomando tus recuerdos y

hacerte comenzar de nuevo. Nuevos recuerdos con ningún hilo del que

pudieran agarrarse, seguir o desenmarañar. Quisimos protegerte.

Estuve viva alguna vez, llena de recuerdos, recuerdos con este anciano,

recuerdos que me hacían detectable. Miles de preguntas sustituían los

miles de recuerdos perdidos.

—¿Quién me busca? ¿Por qué? ¿Qué es lo que ellos quieren? ¿Quién es

usted? ¿Quién soy yo? Cuando…

—No tenemos el tiempo para tantas preguntas.

—¿Por qué no?

—¿Viste la tienda de Alathea?

—Yo… sí, la vi —Aspiro, recordando la ceniza en el aire, el calor

presionando dentro.

—Saben que estás aquí. Pueden sentirte.

—Pero… Alathea…

—Está muerta. Y me condenaré si todo nuestro trabajo, las vidas

interrumpidas y la pérdida de todo lo que conocías fuese por nada —Se

levanta repentinamente—. Tienes que irte. Ahora.

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Su desesperación mueve algo dentro de mí.

—¿Le harán daño?

No contesta al principio. No cambio mi peso. Le contemplo, esperando.

—Si lo hicieran, Jade y debido a ello, tú te mantienes a salvo, me sentiré

honrado de soportar el dolor.

—Usted no puede…

—Si lo hiciera y te hacen daño también, entonces todo esto no valdría

para nada.

Me siento tan confundida y frustrada.

—Pero ni siquiera sé por qué es todo esto y no lo sabré si algo le pasa a

usted.

—Conseguirás las respuestas que necesitas. Ahora no es momento de ser

imprudente.

No seré imprudente. No puedo. ¿Pero y esa otra parte de mí? La oscura

frialdad que se extiende dentro de mí y saca a alguien más, que cubre

mis pensamientos con maldad.

—Tengo pensamientos malos a veces. Yo creo, creo que he hecho cosas

malas.

—Lo sé —Me mira—. Tienes que luchar contra el frío dentro de ti,

bloquea el hielo. Si no lo haces, no puedo salvarte. Si no lo haces, habré

fallado.

—¡No sé cómo! Lo intento, pero viene tan rápidamente.

—Lo descubriste una vez, Jade. Lo descubrirás de nuevo.

—Pero…

—Vete.

—Pero yo…

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—Vete. Ahora.

Siento el viento soplando de las esquinas del cuarto, empujándome hacia

atrás, sacándome, apartándome.

—¿Qué soy? —grito sobre el aire aullador.

—Podrías o matarnos a todos o salvarnos. Pero la fría oscuridad dentro

de ti se hace más fuerte. La veo en tus ojos. Y eso… me asusta.

Otro zumbido de aire me aporrea y choco contra la puerta. La puerta se

abre y caigo fuera.

—Pero todavía te amo, mi niña de los ojos de jade —Y con esto, el viento

se va y me siento en un charco en un callejón húmedo, aislado

contemplando una pared de ladrillo sin puerta en absoluto.

Me siento mareada. Todo se siente tan irreal, como si todo fuera un trozo

fino de hilo que se podría romper tan fácilmente.

El callejón me ahoga. Dejo caer mis pies, sosteniéndome contra la pared.

Empujo el ladrillo, golpeándolo, gritando para que vuelva mi puerta y

para que se abra.

Pero no lo hace. Arrastro los pies tropezando por el callejón. Mientras lo

hago, huelo putrefacción en el aire y cuando miro detrás de mí hacia el

callejón sin salida, veo un cuerpo tendido en el suelo.

Al principio, quiero correr, correr lejos. Pero oigo que el cuerpo gime,

quejándose de dolor.

Corro hacia este y caigo de rodillas al lado de ella.

Jadea, la sangre goteando de la base de su cuello. Trago la bilis que sube

por mi garganta.

—Sh, sh, sh… —susurro a ella, agarrando sus manos con cuidado—. Por

favor, le conseguiremos ayuda. Le conseguiré ayuda.

Comienzo a tambalearme sobre mis pies para llamar, pero las manos de

la muchacha agonizante me arrastran de nuevo abajo. Cascadas de calor

hierven sobre mí y sólo estoy a unos centímetros del rostro de la chica.

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No se ahoga más. Está inmóvil y con la mirada perdida. Puedo oler la

sangre en su piel.

—Improbus essssss —las palabras se filtran por su boca y me estremezco

alejándome. Tropiezo hacia atrás y sacudo la cabeza, violentamente.

No hice esto. No lo hice. No pude hacerlo.

Quiero gritar de la angustia. Quiero vomitar. Quiero poder sanar esta

chica de nuevo.

Pero cuando miro la sangre en mis manos, el frío se desliza dentro de mí.

Y la sangre es encantadora. Me levanto más alto y contemplo a la chica

muerta.

Un hambre gruñe en mi vientre, lujuria goteando por mis venas. Quiero

inclinarme y lamer mis yemas de los dedos, saborear la sangre salada en

mi lengua.

No permitas que el oscuro frío triunfe.

La voz del anciano susurrando. Sacudo mi mano lejos de mi cara y uso la

pared para ponerme de pie.

Una parte de mí quiere quedarse en este callejón y otra parte de mí

quiere correr. Cada paso toma todo mi esfuerzo, a cada paso mi hambre

crece, pero sigo alejándome, esperando tener la fuerza para no volver

atrás.

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Capítulo 54 Connor

Traducido por zyan11 Corregido por Sarii

amá no tenía la llave. El cofre está sobre mi cama mientras

busco algo romo y puntiagudo para forzar la tapa.

Mamá escucha las noticias.

—Últimas noticias: Otra víctima posible del Etcher se ha encontrado en

Nueva Orleans. Cortada con el mismo símbolo que los demás, nos ha

llamado la atención que todas las víctimas tienen una segunda marca.

Otro símbolo debajo de la línea del cabello. Los detectives tienen una

teoría de que el asesino podría estar involucrado en alguna religión

demoniaca y está haciendo sacrificios humanos.

Contemplo la pantalla de la TV. Un artista con pintura salpicada en su

rostro llega a la pantalla con un micrófono apuntado hacia él de algún

otro reportero.

—¿Señor, cómo se encontró con el cuerpo?

—Bien, caminaba por un callejón para tratar de instalar otro soporte

para mis obras y vi este montón de algo abajo, al fondo. Cuando llegué a

ella, vi una huella de mano sangrienta en la pared a su lado. Estaba

muerta cuando la encontré. Pobre jovencita…

—¿Vio alguna actividad sospechosa antes de que descubriera el cuerpo?

M

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—Oh sí, no pensé mucho en ello al momento. Pero alrededor del alba

cuando me puse aquí para comenzar a descargar mis pinturas, me

acuerdo de alzar la vista y ver a alguna mujer andar por el callejón con

los brazos todos en rojo. Yo sólo pensé que era pintura, verás, por tanto

no pensé nada en ello. Pero, puedo apostar a que era sangre.

—¿Cómo se veía esta mujer?

—No la vi de frente. Se alejaba caminando.

—¿Caminando?

—Sí, se alejaba caminando… de una manera lenta incluso. Llevaba una

camisa de franela, pantalones deportivos grises y tenía el cabello negro.

—Entonces pareció frustrado—. Esto es todo lo que sé, Señora.

La TV parpadeo apagada.

—¿Puedes creer que la gente pueda ser tan terrible? —dice mamá.

No le contesto.

—¿Así que, dónde está Jade? Se fue temprano la noche pasada.

—Mamá, no quiero hablar de ello.

Me mira.

—¿Qué pasó?

—Nada, mamá. Jade y yo no vamos a… andar más.

—¿Qué hiciste?

—¿Yo? —Me mofo—. ¡No hice nada!

—¿Bien, qué pasó? ¿Te pusiste todo celoso sobre ese muchacho que vino?

—Dije que no quiero hablar de ello.

—Vas a arreglar esto, Connor. Esa chica es lo mejor que te ha pasado

alguna vez y lo sabes. Ahora ve a su casa. Si quieres una excusa sólo

pídele que te regrese la camisa de tu papá.

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—Mamá, yo… —Me detengo, ¿la camisa de papá? Recuerdo la tela

azotando de repente en aleteos violentos. Una resolución se asienta en

mí.

—Sí, mamá. Iré por la camisa de papá.

Nanan abre la puerta. Su vestido está manchado con harina. Ella me

sonríe. Nanan es una de esas mujeres que no esconde sus emociones. Si

te odia, sacará su escoba y te ahuyentará de su jardín. Si te ama —aún si

no le has conocido mucho tiempo— hará lo que necesites para que

permanezcas. Ha acogido fugitivos antes, pero Nanan por lo general los

coloca en la iglesia en poco tiempo.

Nanan parece cómoda con Jade aquí y no muestra ninguna urgencia por

verla marcharse. Me pregunto lo que haría si le contara que la chica que

vive en su desván es un monstruo. Quiero decirle, quiero advertirla. Pero

con la forma en que Nanan mira a Jade y la forma en que me mira

siempre que me ve con Jade, dudo que algo que diga corrompa el afecto

de Nanan a su nueva hija.

—¿Vienes a visitar a mi Jade? —Nanan me deja entrar. Asiento—. Ya

sabes muchacho, un día no muy lejano voy a preguntarte acerca de tus

intenciones con mi muchacha —Golpea mi hombro y me dice que llame a

la puerta de Jade.

—Ha estado fuera, como una luz toda la mañana. Tal vez la puedas

despertar —Hago mi camino hasta el cuarto de Jade. No toco y su puerta

se abre.

Jade está hecho un ovillo en la cama bajo una pila de mantas.

Camino hacia ella y quito las mantas en un movimiento rápido. Jade se

despierta sobre saltada y se encorva en una posición fetal.

Agarro su muñeca.

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—Tenemos que hablar, Jade.

—¡Ow, para!

Me quedo mirándola.

Los ojos perezosos parpadean en mí.

—Oh, Connor, Connor… yo…

La suelto, todavía contemplando su camisa.

Sus propios ojos cambian hacia abajo y ella voltea bruscamente su cabeza

de regreso a mí, sus ojos amplios.

—No Connor… No. Connor, ¡esto no es lo que piensas!

Estoy en la puerta antes de que se pueda levantar, corriendo fuera de la

casa.

Su camisa, la camisa de franela de papá, estaba manchada con sangre.

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Capítulo 55 Jade

Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher

l calor se estrella en oleadas sobre mí, me golpea y me deja sin

aliento. IMPROBUS ESSS. La voz se desliza hasta los oídos y me

araña el cráneo. Me rodean los gritos y llantos de chicas muertas.

Pongo las manos sobre las orejas pero las voces están encerradas dentro

de mí. Aprieto los dientes. Por favor, por favor, por favor ¡váyanse!

Sollozo. Nanan viene a la puerta. No puede entrar. No puede. Soy un

monstruo.

—¿Sí? —me estremezco al oír mi propia voz entrecortada.

—Cari ¿estás bien?

—Sí, sí Nanan, estoy bien… sólo necesito descansar.

Una pausa.

—Cari, avísame si necesitas algo ¿está bien?

—Lo haré —No lo haré.

Las gotas de sudor queman como fuego.

—No lo harás ¿verdad? —Nanan no se ha movido de la puerta. Me

conoce muy bien—. Alguien está aquí buscándote.

Me levanto y miro la puerta. Connor. Ha vuelto. ¡Ha vuelto!

E

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—¿Debo decirle que no puedes hablar con él?

Me lanzo a la puerta, lejos de los rincones oscuros del cuarto y las

sombras que aparecían. Las voces vienen a mí, golpeando más y más

fuerte. Abro la puerta y veo la expresión de asombro de Nanan mientras

bajo por las escaleras. Connor…

Me dirijo a la sala y me freno sin aliento dando un patinazo. No es

Connor. La ola de energía muere y me siento débil y marchita.

—Hola princesa —Sonríe Dominic y me mira de arriba abajo—. Te ves

como la mierda.

—Yo… yo no pedí tu opinión —Me cuesta decir cada palabra mientras

respiro el sofocante calor y me lo trago de nuevo.

Immmmppprrroooobussssessssssssss. Las voces dentro del cerebro

golpean. Me siento como si estuviera derritiéndome por el calor.

Jadeando, caigo de rodillas.

—¡Jade! —Dom entra a la casa y el aire cambia. Estoy demasiado

aturdida para reconocerlo. El delirio me está desgarrando por dentro.

Nanan grita algo pero no puedo entender las palabras. Sus palabras no

pueden competir con las de mi cabeza. Unos brazos me levantan antes de

caer inconsciente.

—Se está despertando.

—Sí chico, lo veo. Soy vieja pero no ciega.

Me acurruco contra algo fuerte y frío. Acomodo mi cuerpo contra eso,

metiendo la frente en un hueco. No más golpes de calor. No más voces

que me atormenten. Suspiro de alivio. Una risa baja vibra bajo mi

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mejilla. Un sonido muy familiar. Me pongo tiesa y cierro los dedos

agarrando la camiseta que está debajo de ellos.

—Ves princesa. Sabía que te ibas a alentar encima de mí.

Me estremezco

Nanan se sienta en la silla frente al sofá donde está Dominic… y también

yo, estoy en el regazo de Dominic. Me deslizo para apartarme.

—¿Qué… que ha pasado? ¿Qué haces aquí?

—Sé amable, Jade. Este chico entró y me ayudó a cargarte. Parece que te

dio un acaloramiento, lo que no tiene sentido ya que has estado en tu

cuarto día y medio.

—¿Estuve enferma?

—Sí, estabas hirviendo. Sólo necesitabas refrescarte un poco —sonríe

Dom.

Sonríe en exceso.

Veo la huella que quedó en el sofá donde estaba sentada. Muy, muy cerca

de él.

—¿Cuánto tiempo estuve desmayada?

—Oh cariño, solo fueron unos minutos.

¿Unos pocos minutos? ¿Cómo pude pasar de estar colapsando por las

voces y el calor, a estar completamente cómoda, fría y en silencio?

—Pero continuamos preocupados por ti.

Miro a Dom y me quedo sorprendida de ver en su rostro algo parecido a

la preocupación, muy cerca de la vulnerabilidad.

—Absolutamente. Pero entre Dominic y yo hemos conseguido que te

mejoraras —Nanan me entrega un vaso de agua—. Como este chico vino

a verte, me retiro y os dejo hablar. Jade, asegúrate de darle las gracias.

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Dios sabe que no hubiese podido arrastrarte hasta el sofá con estos viejos

huesos.

Nanan comienza a salir, pero yo quiero que se quede.

Siento a Dom mirarme y se levanta para acercarse a mí. Pongo la mano

sobre su pecho para evitar que se acerque demasiado.

—Gracias por ayudar a Nanan —digo sintiendo el movimiento de su

pecho debajo de mi mano—, pero creo que es mejor que te vayas.

—Sabes, te he ayudado unas cuantas veces y nunca he recibido un

agradecimiento real —inclina la cabeza a un lado—, ¿no crees que

merezco uno?

—Yo…

Me quedo callada mientras él toma mi mano entre las suyas suavemente

y traza las líneas. Hace movimientos circulares con su dedo y lo desliza

por mi muñeca. El toque es tan suave, tan ligero como un aleteo contra

mi piel pero en mi interior despierta algo extraño y primitivo, una

necesidad, un deseo que no puedo entender.

—Jade no estás maldita.

Inhalo con fuerza.

—¿Qué?

Él me mira con esos ojos negros. Ojos en los que me puedo perder.

—Tú no estás maldita. Decías eso mientras estabas inconsciente.

Sus dedos se deslizan desde mi mano siguen por la muñeca y llegan a la

suave piel de mi antebrazo. Una pequeña parte de mí decía que retirara

el brazo. Pero no lo hago. Estoy escuchando su voz y mirando esos

profundos ojos de infinita negrura.

—Eres hermosa.

Dice eso mirándome a los ojos, no al pecho o a las piernas.

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—Tú fuerte.

Levanta mi mano hacia los labios.

—Y tú intensa —besa mi mano—, y por eso te quiero.

Me estremezco ante su toque, la sensación fresca y suave de su boca. Sus

palabras se sienten como seda y terciopelo en mi mente.

—Vístete.

—¿Qué?

—Es tiempo de que me des un agradecimiento real.

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Capítulo 56 Connor

Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher

omo la barra y con todo mi peso hago palanca para abrir el baúl.

Dentro hay un viejo libro encuadernado en piel. Los símbolos se

desplazaban a través de la parte superior. Desato el nudo que lo

mantiene cerrado. Dentro hay cientos de páginas… cada página está

llena de una escritura que no entiendo. Mientras paso los dedos por las

letras, siento un ligero zumbido bajo de la punta de los dedos. Vivas. Las

páginas están vivas. Retiro la mano. Y un pensamiento se desliza.

Levanto el teléfono, busco el directorio de la escuela y marco.

—Hola, estoy tramando dominar al mundo o terminando mi tarea. Deja

un mensaje después de la señal.

Los jadeos no eran tan evidentes en su voz.

—Hola, hombre. Necesito tu ayuda…

Matt se sienta en el escritorio de mi padre y respira en jadeos

descuidados y ruidosos.

—Um, Matt ¿necesitas alguna medicina para las alergias o algo?

T

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—¡Já! No. Soy alérgico. Tendrías que oír la sinfonía de ruidos cuando me

congestiono.

Wow. Eso es asqueroso. Y me pregunto de nuevo, ¿cómo ha conseguido

una cita para el baile? Seguramente, no era por su sexy encanto.

—Está bien. —Señalo a las páginas—, ¿sabes algo de lo que dice?

—Sí, tu padre trabajaba en eso —Mira de reojo la página—, increíble

¿verdad?

Miro las casi transparentes páginas color crema, tan finas que se sienten

como pergamino.

—Sí. Sí lo es… —digo mientras crece mi impaciencia—, entonces ¿qué

significa?

—Bueno, no puedo leerlo completo. Sólo conozco algunas palabras —dice

señalando los diferentes grupos de glifos—. Como fuego, infierno, secreto,

serafines, demonios, hombre…

—¿Qué? ¿No puedes decirme lo que dice? ¿Lo que está escrito?

—Pues no, lo que quiero decir es que es una gran hazaña averiguar qué

significan todos estos símbolos extraños.

—Oh, ya veo… —Me desplomo en la silla al otro lado del escritorio,

sintiéndome desinflado.

—Aunque tu padre podría leerlo.

Pongo los ojos en blanco y me alegro de que Matt estuviera mirando las

páginas y no hacia mí.

—Matt, realmente eso no ayuda —No podía mostrar amargura en mi voz.

Matt no la notó.

—Es increíble. Parece que tu padre también se encontró con cartas y

notas…. Un grupo de páginas que no están en este texto. Pero es el

mismo lenguaje.

—¿Cómo sabes que no son parte del mismo texto?

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—Mira —él levanta unas páginas y me las enseña. Ve mi cara de

asombro antes de continuar explicando—. Éstas no parecen pertenecer al

libro, el papel… es diferente y la escritura está hecha a mano.

Observo el libro y luego las páginas y veo que tiene razón. Pero eso sigue

sin ayudarme. Matt se levanta y camina hacia la biblioteca de mi papá.

—Entonces no has visto las traducciones de tu padre, ¿mmm?

—¿Qué?

—Tu padre estaba escribiendo la traducción. La guardaba en un baúl

igual a este, ¿sabes? —Y luego señala al librero—. En el compartimiento

secreto de la biblioteca.

—¿Qué? —Salto asombrado.

Matt saca una pila de libros de uno de los estantes de la biblioteca y hace

presión en una parte específica. Se abre y revela un boquete cuadrado. Y

ahí esta el baúl. Lo saco despacio aguantando la respiración y lo coloco

sobre el escritorio. Hay una gran diferencia entre los dos baúles. Me toma

un momento darme cuenta. Este no tiene cerradura. Levanto la parte

superior y dejo escapar el aliento. Esta vacío.

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Capítulo 57 Jade

Traducido por Puchurin Corregido por Anaizher

is padres están fuera —Dominic me lleva a una

casa inmaculada de ladrillos en un área bien

cuidada.

Las casas están distantes unas de otras, la calle zigzaguea entre ellas y

el rio serpentea por detrás. El aliento de Dominic contra mi mejilla es frío

y dulce.

—Nadie nos va a interrumpir.

Escucho la sonrisa en su voz y mi rostro se ruboriza. Me separo de él.

—No va a haber mucho que interrumpir.

Las habitaciones son abiertas y el techo está cortado en distintos

ángulos. La casa es grande, pero con Dominic tan cerca de mí, se siente

tan pequeña como un armario. Esta casa no va conmigo. ¿Por qué estoy

aquí todavía?

—Sé que no es la típica cita, pero quería llevarte de paseo en mi bote.

—¿Qué? —Mi interior se retuerce ¿bote? ¿Agua? ¿Sin Connor para

mantenerme a salvo?—. No me gustan los botes.

—¿Por qué no? —me dice riéndose.

—M

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—No soy amiga del agua —Se me escapa y me arrepiento de inmediato.

No quiero que él conozca alguna de mis debilidades. No puedo ser

vulnerable. No con él.

—Bueno, qué interesante.

—No es la gran cosa —Ya no le tengo miedo al agua, pero me da una

sensación de desasosiego.

—Suena como una debilidad —dice muy-casual—, una restricción.

¿Qué se supone que significa eso?

—No es una debilidad.

—Entonces no hay ninguna razón para que no vayas.

Dejo escapar un suspiro.

—Tal vez no quiero ir en un bote contigo.

—¿Qué, piensas que el gran lobo malo te va a comer?

—No pienses que soy vulnerable. Puede que sea pequeña, pero te partiré

en dos si es necesario —digo. El tono de mi voz va de juguetón a malvado.

Trago fuerte.

Levanta las cejas.

—Oh, apuesto a que podrías.

Me guiña el ojo y con un movimiento rápido, mi mano está en la suya y

me está llevando hacia el pequeño bote blanco apoyado en el muelle

detrás de la casa.

El rocío enfría mis mejillas. Me siento bien recta en el centro del bote. El

estrecho canal se abre a un pantano y me siento vulnerable en el ancho

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espacio abierto. Dominic se mueve de la parte posterior al centro del bote

y se sienta a horcajadas frente a mí.

—Bueno, ahora te tengo toda para mí.

Él toca mi hombro desnudo y se inclina para besarme. No le hago caso.

—¿Sabes Jade? No somos tan diferentes. Ambos somos incomprendidos.

—No tengo idea de lo que estás hablando…

—Oh, vamos. Ese primer día cuando estrellaste a Courtney contra la

mesa, vi la expresión de tu cara. Lo disfrutaste.

—Se estaba poniendo intolerable. Se lo merecía… —me interrumpo.

Dominic sonríe.

—¿Se lo merecía?

—Bueno, yo…

—Mira —Dominic señala algo en el agua—, caimanes. Podría tirarte —

Hace una pausa—. ¿Debería hacerlo? —Se me desorbitan los ojos

mientras se ríe a carcajadas—. No, no. Nunca lo haría. Incluso si me

insultas, odias y me mandas lejos de ti. Te protegeré.

Me acaricia el cuello y lo noto en medio de la confusión. Nunca imaginé a

Dominic diciendo algo así.

Se mueve rápido pero también mi cuerpo responde instantáneamente.

Estoy envuelta en una neblina de aturdimiento. Sus dedos hacen círculos

desde mi muñeca hasta el interior de mi codo y se siente como si mi piel

estuviera viva y esperando, esperando por algo más, algo más profundo,

algo que pueda ponerme como un cañón pero no estoy segura de qué es.

Él se inclina más cerca y siento la suavidad de su mejilla contra la mía.

No me separo aunque sé que debería. Sus dedos se mueven en mi espalda

y me atraen hacia él. Tan cerca que podríamos compartir nuestra piel,

nuestros huesos. Lo siento susurrando en mi oído.

—Quiero probarte.

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—Yo… —la reprimenda muere en mis labios, cuando quiero decir las

palabras, nada sale.

Una pequeña y desconocida parte de mí quiere ser probada. Trago fuerte,

aterrada y mareada, mi resolución de que no me toque se está

destrozando fácilmente. Siento un cosquilleo, como el batir de alas de

mariposas a mi alrededor llenando todo el espacio entre nosotros. Me

siento débil y fuerte, viva y temblorosa.

Dominic se ríe contra mi oído y escucho su risa, baja y estable. Cuando se

retira creando un espacio entre nosotros, suspiro y para mi sorpresa y

horror, en voz alta. Estoy desesperada por crear un espacio negativo

entre nosotros para que tenga que enderezarse, pero tiemblo de ansiedad

cuando pone esa distancia entre nuestros cuerpos. Cuando se aleja, me

siento más fría, más vacía que antes. Una sensación fuerte duele dentro

de mí, quiere más, mucho más.

Cuando salimos a cenar, me siento inquieta e intranquila. Miro el menú

pero las palabras son confusas. Las alarmas suenan en mis oídos pero no

sé qué significan. Me estremezco, como si algo estuviera deslizándose

sobre mi piel y estuviera desesperada por alejarlo. Mis ojos bajan a las

piernas de la mesera.

Una cosa tan frágil: huesos cubiertos de piel. Miro las piernas y mis

dedos se ponen inquietos. Me pregunto si podría romper los huesos con la

mano y si estos se rompen como astillas de madera. ¿Seré capaz de

sostener los pedazos? ¿Puedo hacer que se rompa algo que una vez fue un

todo?

Igual que esa otra camarera…

Inhalo bruscamente y bajo la cabeza hasta mi servilleta.

Trago fuerte.

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Los pensamientos, los miserables y viles pensamientos ahora regresan

con más frecuencia. Cierro los ojos e imagino la construcción de una

fortaleza de hierro para bloquear la oscuridad y mantener dentro la luz.

—Hey Jade ¿Qué vas a ordenar?

Cuando abro los ojos la imagen se va y comprendo que la fortaleza que

construí en mi mente no mantendrá afuera la oscuridad y adentro la luz,

pero mantendrá a la oscuridad que ennegrece el día fuera de las puertas

de hierro. Tiemblo. Tiemblo como nunca en mucho tiempo. Me enderezo

justo cuando los temblores se detienen. Mis dedos dejan de retorcerse y

los pensamientos de cosas espantosamente bellas rebotan en mi cabeza y

emocionan mi mente con sus posibilidades.

Los días se confunden. No sé cuántos han pasado desde el día en el bote.

Toques, caricias dulces y fríos pensamientos mantienen mi día ocupado.

De vez en cuando, otro sentimiento se levanta con pánico hasta la

superficie, una melindrosa voz que susurra persistente en mi oído. Pero

la callo. Arruina el delicioso sueño. Voy al instituto porque Nanan haría

muchas preguntas. Tengo un examen más que hacer.

En lugar de contestar preguntas, hago dibujos en las esquinas, imágenes

de rostros que no reconozco. En el corredor, veo a los chicos y todos ellos

se me atoran. Podría darles una lección, que todos se acobardaran. Le

sonrío a alguien que me mira mucho rato y retira su mirada.

Y luego está Dominic. Que alivia cualquier ansiedad con sus toques y

besos.

Jade. Jade… ¡Jade!

Ven a mi pequeña… ven a mí.

Dos voces me llaman. Cuando las escucho, me siento intranquila y débil.

Siento como si algún ridículo elemento extraño tratara de controlarme y

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no quiero ser controlada. Pero… hay algo tan familiar en esas voces.

Algo tan necesario, urgente y reconfortante… Aprieto los ojos. El miedo

se está afianzando. ¿Qué estoy olvidando? La niebla se despeja por un

instante. Pero entonces….

Un movimiento detrás de mí me envuelve, dos grandes y musculosos

brazos.

La fiebre me perturba, serpenteando a través de la piel, las venas, mi

centro. Evito abrir los ojos, insegura de lo que puede ver, insegura de lo

que quiero que vea. Sus dedos coquetean con mi piel como plumas,

ligeros y dulces como un suspiro. El maratón de sentimientos no es un

soplo, en lo absoluto, es un torbellino de querer, desear, de algo nuevo y

extraño para mí y quiero resistir y ceder, volar dentro de esta

turbulencia.

Mis ojos, aún cerrados se agitan. Quiero que este sentimiento se vaya.

Piel con piel. Labio con labio. Lengua con lengua. Las imágenes destellan

en mi mente así que abro los ojos. Ese chico que me mira parece un

espectáculo menos peligroso.

Estoy equivocada, lo sé. Se inclina más cerca de mí. Me echo hacia atrás,

con un considerable esfuerzo. Solo un lado de su boca se mueve hacia

arriba. Raro. Maldita sea esa boca. Ese simple y sutil movimiento atrae

mi mirada y no puedo evitar preguntarme como se siente.

—No te deberías resistir tanto —Su boca se mueve.

Me toma un momento registrar sus palabras y lo miro. Su mirada

divertida es penetrante.

—¿Por qué no? —digo. Las palabras tan finas como mi resistencia.

—Creo que sé por qué —Sujeta mi muñeca y vuelve a arrastrar sus

dedos, girándolos en pequeños círculos por mi brazo.

Deseo. Lo deseo y eso me avergüenza.

Me alejo de él.

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—¿Has escuchado alguna vez que no debes tocar a una chica sin su

consentimiento?

—Oh sí —dice inclinando el cuerpo sobre mí, su frío aliento contra mi

rostro—, el permiso está escrito en todo rostro que toco. Y tú, Jade, no

eres la excepción.

Me sonrojo y me doy la vuelta. Él me voltea de nuevo y me incrusta

contra el casillero.

—Y viene lo peor, tomo lo que quiero —su voz es un gruñido sobre mi

piel.

Su boca baja con fuerza sobre mis labios. Jadeo y me arranco de su beso.

Sus labios me recorren la mandíbula y el cuello. Mi cuerpo quiere

responder, quiere devolver. Pero yo no quiero. Abro los ojos y varios

casilleros más allá veo un par de ojos color ámbar que me miran. Su

rostro es honesto, abierto y está herido.

Por un momento, trato de empujar a Dominic.

Connor. Necesito ir con Connor.

Pero el rostro de Connor está en guardia así que en un parpadeo me

enfrío y me siento traviesa y cruel. Mantengo la mirada sobre Connor y

pellizco la oreja de Dominic para que vuelva la cabeza hacia la mía y lo

beso de nuevo con fuerza. Cuando vuelvo mis ojos hacia Connor, veo su

resplandor decolorarse a gris y ralo. Sonrío. Una voz dentro de mí

susurra: Casi es hora.

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Capítulo 58 Connor

Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel

o debería doler tanto, no debería romper mi pecho y hacer mi

piel tensarse con ira o celos.

No debería querer ser quien la bese. Pero soy yo y lo hago, a

pesar de que trato de mentirme a mí mismo. Cuando veo a Jade y

Dominic besarse me siento como si un cuchillo se deslizara cortando un

trozo de mí. Esto es lo que me impulsa hacia adelante en la pista.

Ni siquiera debería estar en esta ruta maldita. Jade había metido el

volante de la ruta Tryout en mi mochila hacía semanas. Pero correr es lo

único que se siente bien. Ignoro a los rezagados, a los golpes de los

deportistas, a todos.

Los borro y corro, corro tan rápido que nadie está ni siquiera cerca de mí.

Todos están detrás de mí, lejos detrás de mí.

Cuando cruzo la línea de meta, sigo corriendo, me encuentro fuera de la

propiedad de la escuela, corro y corro hasta que estoy jadeando sobre mis

pasos y cierro de un golpe la puerta de mi dormitorio detrás de mí.

Entro en mi habitación y grito algo indiscernible, ni siquiera sé si se

suponía ser palabras o un gruñido.

Golpeo la cabeza contra la pared dos o tres veces antes de deslizarme en

el suelo.

N

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¿Por qué sus ojos tienen que ser tan verdes y familiares? ¿Por qué mamá

siente la pérdida también? ¿Por qué las pesadillas se repiten todas las

noches? ¿Me estoy volviendo loco?

Me froto las sienes. Sí, debo estar volviéndome loco.

—Ejem.

En mi cabeza estalla el sonido de una voz extraña. Un anciano con el pelo

blanco se sienta en silencio en mi silla de escritorio. Piernas cruzadas, un

lujoso bastón en equilibrio sobre su regazo. Me pongo de pie.

—¿Quién diablos es usted? —le digo—. Fuera de mi habitación.

—¿Bebé? ¿Todo bien ahí dentro? —Llama mamá.

El hombre pone su dedo índice a la boca. Lo miro estrechando los ojos.

Usted tiene preguntas, joven. Yo tengo respuestas.

Oigo una voz murmurar en mi cabeza y me tropiezo contra la pared. Miro

hacia él. Su boca no se movió en absoluto.

Trago saliva. Abro la boca para gritar, pero el hombre se transforma,

volviéndose un enorme gato de orejas puntiagudas, se abalanza y bloquea

el umbral. El gato lentamente sacude su cabeza gris. Reprimo un grito.

—¿Querido? —Oigo a mi madre dando un paso hacia las escaleras.

—Sí, sí, mamá. Todo está bien. Yo sólo… me golpeé un dedo.

La cabeza del gato se menea de un lado a otro. Pongo los ojos en blanco y

encojo los hombros, las manos arriba como si expresara: ¿Y qué se supone

que le dijera?

Él asiente.

—Está bien, cariño. Déjame saber si necesitas algo.

—Claro que sí mamá.

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En un instante, el gato es de nuevo un anciano sentado en la silla. Lo

miro y doy unos pasos hacia atrás. ¿Qué está pasando en mi normal y

deprimente vida?

—Tu madre te quiere mucho.

—No hable de mi madre —digo en un susurro furioso—. Hable de qué

demonios hace en mi habitación. Y, y... —Las palabras son un revoltijo

en mi garganta. ¿Qué le dices a un anciano que se convierte en un animal

en tu habitación?

—Tu preocupación es comprensible. Como ves, nosotros tenemos un

interés muy similar y estoy aquí para ofrecerte respuestas y, a su vez,

pedirte un favor.

—No tengo idea de quién es usted. No haré ningún trato con usted.

—Soy Lynx —dice él.

Pongo los ojos en blanco y golpeo mi frente con la palma.

—Por supuesto que lo es. Cuán original —Un anciano que se vuelve un

gran gato llamado Lynx.

—Y conocí a tu padre —dice Lynx.

Okey, ahora estoy prestando atención.

—¿Conoció a mi padre?

—Sí. Y sé que te dejó un mensaje. Un muy importante mensaje.

—¿Cómo sabe eso?

—Porque soy quien le dijo que lo escribiera.

—¿Ella viene por ti? ¿Le dijo que escribiera eso? ¿Sabía de Jade?

—Él no estaba hablando de Jade —dice él—. Jade es una persona que

tanto a ti como a mí nos importa. Él te estaba previniendo contra la

maldad.

Resoplo. Esto es una locura.

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—¿Qué? Jade es diabólica o está poseída, o lo que sea. ¿No ha visto los

ojos negros, tratando de matar gente? ¿Cómo puede preocuparse por algo

que hace cosas tan terribles? ¿Cosas malvadas?

—Es una buena pregunta, Connor —Apoya los codos en las rodillas—.

¿Cómo amas a alguien así?

—No tengo idea —Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia.

El anciano frunce los labios.

—Ambos sabemos que no es cierto. Ella dejó su marca en ti, no importa

cuánto te esfuerces no puedes borrarla. Hay una parte de ti que todavía

ama a Jade, así como hay una parte profunda de ella que te ama.

—Eso es ridículo. Primero, nunca amaría a una potencial asesina.

Segundo, ella está con Dominic ahora. Él puede lidiar con su locura.

—Así que, cuando ves que Dominic la besa, ¿no sientes nada?

—No —estallo.

—¿No? —Levanta las cejas y espera. El silencio se hace pesado.

—Es… es… eso es irrelevante.

—¿Lo es? —Golpea con tres dedos en sus labios.

—Sí que lo es. Ahora, ¿va a decirme algo importante? ¿O debería seguir

su camino?

—Tengo muchas cosas importantes que decirte —Se reclina en la silla.

Espero, impaciente.

—¿Bien?

—¿Cuáles son tu preguntas?

—No sé… ¿Qué trataba de decirme mi padre? ¿Qué infiernos está

pasando? ¿Por qué infiernos…? —Me detengo, incapaz de decirlo en voz

alta. ¿Por qué me enamoré de un monstruo?

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—Todas preguntas muy válidas. Tu padre quería decirte que algo iba a

venir. Dejanira ha venido.

¿Qué?

—Espere, ¿quién demonios es Dejanira?

—Dejanira significa la Destructora del Hombre. Tras el séptimo

sacrificio, bajo la sombra sangrienta de la luna, la elección será hecha.

Dejanira se fortalecerá y crecerá. Las legiones de demonios se levantarán

bajo su mando. Y desde su…

Levanté la mano. No tenía idea de lo que decía este hombre.

—Espere un momento, Hombre Gato. Recuerde que yo soy sólo un chico

del Bayou. No tengo una maldita idea de lo que está hablando. ¿Quién

demonios es Dejanira? Y, bien… —Mis ojos pestañean y se abren muy

anchos, con énfasis, mis manos gesticulaban en movimientos salvajes—.

¿Legiones de demonios? ¿Como demonios, demonios de verdad, haciendo

cabriolas pasando un buen rato?

—Los demonios no hacen cabriolas —dice Lynx suavemente—.

Destruyen.

—Okay, bien, no estaba siendo literal…

—Y Dejanira es el nombre que Lilith, la Reina de los Demonios, dio a su

hija antes de congelarla en el lago del infierno.

Pongo los ojos en blanco.

—Suena como graves problemas familiares.

Lynx asiente.

—Dejanira fue liberada del lago del infierno hace años, cuando Lilith

primero quiso usarla como un arma contra la humanidad. Eso fue cuando

yo la conocí. Eso fue cuando me escondí de ella.

Lynx me mira fijamente y espera. Miro hacia atrás.

—Entonces, ¿esto qué tiene que ver conmigo?

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—Dejanira es Jade, Connor. Sólo que ella no lo recuerda.

Sus palabras me golpean en el rostro. ¿Jade? ¿Jade? Pienso en medias de

red y sexys sonrisas, ojos negros y fuego infernal. ¿Jade es la hija de

Lilith? ¿La hija de una reina de los demonios?

—¿Quéeeee? —Salto sobre mis pies y golpeo la cabeza contra una tabla y

vuelvo a caer en la silla—. ¿Jade es Dejanira? ¿La hija de la Reina de los

Demonios? ¿La maldita arma del arsenal del infierno? ¿La Destructora

del Hombre?

—No —dice él secamente—. Es Jade y dentro de Jade hay un ser distinto

que es malvado. Jade es Quimera, dos entidades, las dos forjadas juntas,

divididas en dos, luchando entre sí. Jade casi vence una vez, hace mucho

tiempo, pero ahora la batalla ha recomenzado. Ahora Dejanira está

ganando. Y si Dejanira gana, Jade y el mundo estarán en peligro.

—Espera, ¿qué quiere decir con el mundo?

Lynx sacude la cabeza.

—No tenemos tiempo para eso ahora. Te he dado algunas respuestas, y

ahora tengo un pedido para ti.

Levanto las cejas.

—Dile a Jade que venga a mí. Tenemos muy poco tiempo y temo que el

Cambio ya esté en movimiento. Ella está bloqueando mi voz. No está

escuchando.

Pienso en Jade y Dominic besándose cerca de los casilleros.

—Ella ha estado distraída.

Lynx ladea la cabeza.

—Ella… ella conoció a alguien.

—¿Un chico?

—No, un duende —digo sin expresión.

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—¿Lo ama?

—Maldita sea, no lo sé. Seguro que les gusta chuparse la cara, sin

embargo.

—Hmm, bien. El amor sería algo que podría hacer volver a ella su

corazón. Sin embargo, la lujuria…

—Espere, ¿qué quieres decir respecto a su corazón?

Lynx luce sorprendido.

—Su corazón. Ella no tiene. No uno que esté vivo y latiendo.

—¿De qué está hablando —le digo—. Por supuesto que tiene un corazón.

—Pero cuando trato de recordar haber oído al menos un latido de él, no

puedo.

La mirada comprensiva de Lynx me inquieta.

—Bueno, de cualquier manera, ¿qué pasa con la lujuria?

—La lujuria no asociada con el amor es pecado y fortalecerá a Dejanira.

Si se entrega totalmente a ella, podría fácilmente… —Justo entonces,

Lynx vuelve su cabeza a un lado, escuchando algo que yo no puedo oír—.

Tengo que partir —dice poniéndose en pie—. Tu padre encontró textos

sagrados, que no solo hablaban de la Profecía Final, sino que también

incluían secretos vitales. Él no era consciente de su presencia, de su don

celestial, hasta que enfermó.

Lynx saca un libro encuadernado en cuero, con páginas salientes.

—Las traducciones te pertenecen. Tú eres su sangre. Debes tener dones

propios. Aún si no es así, esto responderá la mayoría de tus preguntas y

te ayudará a prepararte para lo que vendrá.

—Yo… yo realmente no sé lo que esto significa. Yo… yo nunca quise nada

de esto.

—Nadie lo quiso, Connor. Nadie lo quiso. Pero el destino es el destino —

Me mira—. Jade quiere ser buena, Connor. Ella quiere el corazón que se

le niega. La chica que tú amas está dentro del cuerpo que se pudre y

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cambia. Tenemos que traerla de vuelta, porque la estamos perdiendo y

pronto estará perdida para siempre.

—Yo… yo no puedo amarla más.

—Tú no quieres amarla, pero lo haces. Sólo tu luz puede salvarla ahora.

Por favor, por favor, no la dejes ir. No todavía. Porque yo la amo también,

pero ella me ha olvidado. Pero ella no te ha olvidado a ti. No todavía.

Con esto, su imagen se tambalea y rompe en mil pedazos que repican

como campanas. Docenas de canicas doradas rozan el suelo. Cuando tomo

una, una vertiginosa calidez me envuelve y estoy sentado en un sofá

viendo una película con Jade riendo a mi lado. Dejo caer la canica y el

recuerdo se aleja.

Tomo otra y nos veo en la cantera, su cuerpo en mis brazos. Cada esfera

es un recuerdo. Caigo en medio de ellas, pasando mis dedos sobre ellas,

viendo flashes de risas, de sonrisas, de su nariz fruncida, de todo aquello

que la hacía real y mía.

Tantas canicas. Tantos recuerdos.

Cierro los ojos con fuerza. ¿Por qué amar a alguien tiene que doler tanto?

Ella me dijo una vez que nunca me dejaría ir. Si la Jade que yo amaba

está aún viva, entonces yo tampoco la dejaré ir. Al menos, no todavía.

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Capítulo 59 Jade

Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel

us dedos recorren mis costillas, girando suavemente sobre la piel

haciendo que mi cuerpo se sofoque de deseo. Le empujo sobre mí.

Mordisqueo sus labio y arqueo la espalda en el asiento del coche.

El deseo es una droga y soy adicta. Quiero que crezca dentro de mí, que

penetre en cada poro hasta que desfallezca de placer.

Somos una maraña de extremidades y todo lo que quiero es que no haya

espacio entre nosotros, para que compartamos piel y sudor y deseo.

Puedo sentir el deseo de Dominic pulsando en mí. Paso mis piernas por

debajo de él para que mis rodillas puedan doblarse a sus costados.

Estoy abierta para él, lista para recibirlo. Para que me llene y para que el

placer crezca y explote dentro de mí.

Quiero perderme en él.

BAM. BAM. BAM.

Alguien golpea la ventanilla del coche. Miro hacia arriba, Dominic

todavía enredado en mis brazos y piernas. Mi respiración se agita.

Dominic ignora los golpes y presiona sus caderas entre mis piernas y se

mece adelante y atrás.

S

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Mis ojos se agitan cerrados. Tampoco me preocupo por los golpes. Sé lo

que quiero. Muerdo la oreja de Dominic y saboreo el sonido de su gemido.

Podría torturarlo con burla, pero no creo que lo haga. Creo que voy a

dejarlo tener todo de mí… y luego tal vez encontrar a alguien nuevo. El

pensamiento trae una sonrisa a mis labios.

Con un fuerte sonido, la puerta del coche se abre y siento el cuerpo de

Dominic arrastrado fuera de mí. Abro los ojos de golpe, desesperada por

su contacto.

—Cuánta clase, Dominic —dice una voz fuera del coche —No es como si

no pudieras costearte una habitación de hotel.

—Algunas cosas son más divertidas en público. —Me adelanto en el

asiento, saco mis piernas fuera de la puerta y veo a Connor agitando los

brazos hacia Dominic.

—Como sea, Dom. Necesito hablar con Jade.

—Por si no lo notaste, Jade está ocupada por el momento —Dominic le

sonríe y yo sonrío también.

Connor me mira, sus ojos se agrandan y su boca se abre. Me miro a mí

misma y veo mi camisa totalmente desabotonada y nada sino mi

sujetador negro sobre mi pecho expuesto al aire húmedo.

Le sonrío.

—¿Te gusta lo que ves?

Connor se estremece y se acerca a mí, tirando los lados de mi camisa

hasta cerrarla. Sus mejillas se colorean de rosa.

—Déjanos, Connor —Miro lascivamente a Dominic—. Tengo asuntos

pendientes que atender.

—¡Jade, ésta no eres tú —dice Connor—. Él sólo te está usando para

sexo, debes saberlo.

—¿De veras? —digo a Connor, divertida—. ¿Se te ha ocurrido pensar que

tal vez sea al revés?

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Connor se ruboriza. Me rio de su expresión de sorpresa. Dominic se ve

tan divertido como yo.

Connor tartamudea antes de que las palabras cobren sentido.

—Ja-Jade, tengo que hablar contigo en privado. Ahora. Por favor.

—Hmmm, no.

—Ahí tienes, Connor. La dama sabe lo que quiere —Dominic se mueve

para cerrar la puerta y levanto los pies dentro del coche—. Te lo dije,

Connor. Te dije que iba a estar dentro de ella antes que tú y que ella lo

querría.

Connor aferra a Dominic y lo da la vuelta. Su puñetazo suena en la

mandíbula de Dominic con un fuerte chasquido. Dominic se dobla antes

de que Connor lo levante de nuevo y lo golpee otra vez.

Salgo del coche. El calor del deseo juega conmigo. La violencia y la fuerza

son deliciosas.

Connor da un rodillazo a Dominic en la ingle. Dominic deja escapar un

gemido.

Mientras Dom está caído, Connor dirige su atención a mí. Con un rápido

movimiento, me tironea y aferra de un hombro y comienza a dar

zancadas por la acera.

—¿Qué estás haciendo? —gruño.

—Llevándote lejos de embarazos no deseados y ETS —dice Connor—. Y

llevarte a casa de Nanan. Ella te mantendrá derecha.

La irritación hace rechinar mis nervios. ¿Por qué no está Dominic

siguiéndonos? Quiero terminar lo que hemos comenzado. Estamos sólo a

una calle de la casa, así que tomará nada más que un par de minutos

llegar al portón de Nanan.

—Jade, escucha. Lynx ha estado tratando de contactar contigo.

—¿Lynx? —Me intereso vagamente antes de fijarme en un grupo de

niños del otro lado de la calle.

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Están tomados de la mano cantando Ring Around the Rosie. Alrededor de

la rosa, un bolsillo lleno de ramilletes. Cenizas, cenizas. Todos caemos.

—Maldita sea, Jade, escúchame —Connor agita las manos delante de mi

cara—. Lynx dice que has estado ignorándolo y que debe ser porque te

estás volviendo otra persona.

—¿Quién? —le pregunto—. ¿Alguien sin miedo de pesadillas, del agua,

del deseo? ¿Alguien más fuerte? Tal vez me guste este cambio. Tal vez lo

quiera.

—Pero Jade, mírate. No se trata de ti.

—¿Y cómo sabes cómo soy?

—Porque—dice él—, éramos amigos, Jade.

Estallo en una carcajada.

—¿Lo éramos? —No puedo imaginar ser amiga de este muchacho débil y

nervioso, con jirones de luz flotando a su alrededor. No hay nada en él de

lo que pueda alimentarme. Nada hirviendo a fuego lento para que yo

beba.

Lo empujo para entrar en la casa.

—Jade, por favor. Jade, espera.

Hiervo de agitación.

—¡Deja de llamarme así!

—Pero —Connor me mira—, ese es tu nombre.

Por un momento la confusión ronda mi bruma.

¿Mi nombre? Jade es mi nombre, ¿no es así? Pero no se siente bien. Se

siente como algo pegajoso sobre mi piel o como una concha que yo esté

rompiendo.

—Vete, Connor.

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—No —dice él subiendo por el sendero—. No me iré hasta que me digas

que vas a ver Lynx. Él vino a mí y yo sé que hay muchas cosas que tú

necesitas saber. Me dijo… —baja la voz—, que hay algo malvado dentro

de ti tomando el control, que si eso pasa algo terrible va a suceder y la

Jade que yo conozco se irá para siempre. Dice que la lujuria puede

acelerar el proceso… Y sé que tú y Dominic…

—Como si supieras algo, patético, estúpido muchacho —estallo—. Nadie

me dirá qué hacer. Especialmente tú y un viejo ridículo.

Connor trata de decir algo más y me imagino sus labios cosidos con hilo

negro. La imagen me hace reír.

—Jade Smith —Reconozco esa voz y me abaten las emociones que se

apoderan de mí. Me siento atrapada y avergonzada como si un

sentimiento de desprecio se precipitara. No tengo que avergonzarme.

Miro a Nanan en la puerta. Incluso sin vergüenza, algo más arrebata mi

calma y los nervios retuercen mis entrañas. Algo no está bien y no sé lo

que es.

—¿Cómo te atreves a hablarle a Connor así? Es tu amigo y no lo merece.

Míralo. Obviamente, está molesto.

—Nanan, no te preocupes por él. No es mi amigo. Yo no necesito amigos.

Nanan parpadea.

—¿Qué dices? Por supuesto que los necesitas. Y solías pasar cada

momento con este chico… prácticamente eran como un viejo matrimonio.

Connor se mueve y mira al suelo.

—Bueno, entonces. Los papeles del divorcio han sido entregados.

Mantente alejado de mí.

Me marcho hacia la casa. Nanan toma mi brazo y me mantiene en la

puerta.

—Discúlpate, Jade. Estás siendo cruel.

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La miro estrechando los ojos y sonriendo. Giro la muñeca, por lo que su

mano pierde el agarre y tomo la muñeca de ella y la inclino.

—No —le digo—. No lo haré.

Sus ojos cambian. ¿Sobresalto? ¿Miedo? Sacude su brazo y se frota la

muñeca. La tristeza se apodera de su cara, la impotencia. No me gusta

que ella me mire de esa manera. Extiendo la mano y ella se estremece de

nuevo.

—No sé lo que le está sucediendo. Estás cambiando —dice y vuelve a

entrar en la cocina.

Miro de nuevo a Connor desde el interior y cierro de golpe la puerta.

En el baño, me lavo la cara. El hielo se retuerce dentro de mí, volviendo

amigas a las sombras. Miro el espejo, viendo el agua gotear por mi cara

en riachuelos. Nadie me controla. Nadie. Mis dedos se contraen,

inquietos. Mis labios caprichosamente se tuercen a un lado.

—Cenizas, cenizas, todos caeremos —me dicen con voz cantarina. En el

espejo, mi reflejo cambia. Los pómulos se afirman en aristas más duras,

la forma de mi barbilla se vuelve una mandíbula definida, los ojos

cambian de verde a gris cristalino. Parezco mayor, más fuerte, seductora

y poderosa. Sí. Esto es lo que quiero. Poder.

Creeaak. Creeaak. Algo cruje en la puerta, que se mueve atrás y

adelante. Mi mirada confiada se desplaza lentamente hasta la esquina

del espejo.

Una mujer grande, envuelta en un aburrido vestido gris, se columpia

adelante y atrás de un nudo corredizo en el dintel.

Sonrío, mi cabeza se balancea adelante y atrás con el crujido.

Cenizas, cenizas, todos caeremos.

Miro otra vez a mi reflejo. El frío silencio en mi pecho se está

estabilizando.

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—Es hora —dice mi reflejo. Inclino la cabeza hacia un lado—. Ha llegado

la hora, hija mía, Dejanira. —Cuando mi reflejo sonríe, dientes

puntiagudos asoman tras mis labios.

No, no... ¿Los labios de mi madre? Parpadeo rápido. Espera...

Mi trance es roto por el crujido. Vuelvo mi mirada hacia la esquina del

espejo. Veo el rostro de Nanan mirándome, mientras su cuerpo inerte se

balancea sobre el umbral. Sus ojos muertos, indefensos.

La lucidez me grita.

¿Nanan? ¡Nanan! Me envuelvo alrededor jadeando, me lanzo hacia la

puerta, pero no hay nada allí. Me giro hacia el espejo.

La mujer con ojos de hielo y dientes puntiagudos sigue ahí, mirándome.

—Es hora, hija. Es hora de volver a casa. Es hora de reclamar tu poder.

Es hora de…

No dejo que la bruja termine. Grito y golpeo los puños contra el cristal.

Las astillas me cortan, pero no me importa. Sigo rompiendo hasta que no

quede ni una franja a salvo en el marco.

Mis brazos sangrientos, ya curándose y la respiración jadeante, me

tambaleo hacia atrás y me apoyo contra la pared. Miro los trozos en el

suelo y grito otra vez. Cada trozo tiene una imagen de la cara de la

mujer. Todas me miran, sacudiendo lentamente la cabeza y

susurrándome.

—No me niegues, hija. La Luna de Sangre está esperando. Tú eres mía.

Caigo de rodillas y me apresuro a poner todos los fragmentos de vidrio en

una bolsa de basura. Desde los trozos susurran risitas.

Cenizas, cenizas, todos caeremos.

Agarro la bolsa y me precipito por las escaleras.

Nanan grita detrás de mí.

— ¡Jade! ¡Jade, espera!

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Me detengo en los escalones. Me vuelvo lentamente hacia la puerta

principal. Nanan está allí, con su vestido gris, sus cejas alzadas con

preocupación. Está viva. ¡Viva! Y me aseguraré de que siga así.

Subo los escalones, mis pies son de plomo. Sé que será la última vez que

suba estos escalones, será la última vez que vea la cara de esta mujer, y

eso duele. Duele mucho. Dejo la bolsa de vidrios en el escalón y corro

hacia ella, envolviéndola en mis brazos. Quiero llorar en su hombro. Una

persona con corazón lloraría. Escondo mi cabeza en su cuello y susurro:

—Nanan, lo siento mucho —Con eso, me desprendo de sus brazos, tomo

la bolsa y corro.

Lynx está esperando.

Corro, el aliento apretado en la garganta. ¿En qué casi me he convertido?

¿Qué le he dicho a Connor?

La traición se esconde en mis venas y quiero desangrarme. Si pudiera

llorar, ahogaría al mundo en lágrimas.

El callejón de Lynx es un túnel de aire helado. Mis pasos fallan cuando

una sombra sale de la pared de ladrillos. Entorno los ojos y veo a Lynx

caminar hacia mí. Hace una pausa y entonces, a último momento, abre

los brazos para recibirme.

—Jade, has venido —Su voz es como terciopelo.

—¡Por supuesto! Por supuesto, he venido. Yo…

Empiezo a caminar hacia él y sus brazos abiertos cuando la electricidad

se apodera del aire y veo un rayo azul que golpea el suelo entre los dos.

Miro hacia arriba. Y ahí está, el mismo joven de fuera de la escuela, los

mismos ojos azules penetrantes y la piel de porcelana, situado detrás de

Lynx volando.

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Mi boca se abre.

El joven lleva las manos hacia atrás y saca dos relucientes espadas con

una delgada escritura grabada en las hojas que brillan intensamente.

Los ojos de Lynx se ensanchan antes de volverse al sonido chirriante. Su

voz tiembla.

—No...

Las palabras callan cuando las hojas del joven cruzan delante de él,

estrechando la delgada brecha entre los bordes afilados y el cuello del

anciano.

—¡No! —grito tapándome la boca con la mano mientras las hojas

desprenden de su cuerpo la cabeza de Lynx, que rueda a un trozo de

hierba cercano.

Su cuerpo se desploma al suelo.

Los ojos del joven, parpadeantes, me miran y luego a la cabeza sangrando

sobre el pavimento. Guarda las espadas, toma la cabeza por los cabellos y

camina hacia mí, sus ojos ardiendo con fiera intensidad.

Me vuelvo para correr, pero me detengo cuando mis ojos se fijan en el

cuerpo sin la cabeza, con los ojos vidriosos en su mano. Mi pecho se

desinfla, el aire sale de golpe. Mis músculos se tensan como si algo —algo

pegajoso y negro como el alquitrán— burbujeara y rezumara en mis

venas. Se desenrolla, alcanza cada vez más y más profundamente dentro

de mí, me consume.

Entonces el mundo parpadea en rojo antes de que se distorsionen las

formas y la luz. El hombre frente a mí da un paso atrás y cuando lo hace,

veo un pulsante latido azul en su interior, al igual que sus venas son una

llama azul y su centro, donde debería estar el corazón, es una esfera

cobalto de violenta energía que flamea.

La rabia —aterradora, violenta y desconocida— me detiene. Me repliego

en mi interior y luego siento que estalla dentro y me veo a mí misma

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desde muy lejos. Estoy ida, desconectada. Pero mi cuerpo está

hambriento y es vicioso. Me lanzo adelante, hacia el hombre.

—¡No, detente! —Su voz es desesperada. Sus manos se agitan

preparándose para el golpe. No me rindo, no lo dudo. Ignoro el ruego en

la voz del hombre y lo hago caer de espaldas mientras me apodero de la

espada. Arde en mi mano.

El peso se siente bien. Agarro la empuñadura y hago girar la hoja en un

amplio arco en el aire antes de ir por su cuello. Él cambia su posición y

maniobro a su alrededor e inclino la hoja para otro golpe.

Él no se defiende, simplemente evita el golpe. A continuación, se pone

delante de mí, con los brazos en alto, las palmas hacia delante en señal

de rendición. Jadeo y lanzo una estocada hacia delante. ¿Por qué sigo

atacando? Porque… debe morir.

—¡Jade! ¡No! —Las palabras llegan demasiado tarde, mi aliento se

detiene, sorprendida al oír mi nombre. La hoja penetra en la carne, pero

cuando lo hace el joven desaparece en una bola de luz azul.

La hoja quema mi mano y la dejo caer. Veo que el cuerpo sin cabeza

rezuma sangre como alquitrán negro. Suspiro, esperando que disminuya

el dolor de mi mano. No lo hace.

Llamaradas calientes me rodean y me transporto al bosque, lejos de la

ciudad, en un solo aliento. Me detengo desesperada y sacudiendo las

extremidades retorcidas de los árboles que se elevan e inclinan hacia mí.

Hace frío. Demasiado frío. Mi aliento deja bocanadas blancas en el aire.

No hay viento, ni el suave arrullo de las palomas, ni el susurro de las

hojas.

Nada. Me trago el miedo y miro alrededor. Me siento en el centro de un

claro cubierto de hierba. Veo sombras sutiles entre los árboles delante de

mí. Me vuelvo lentamente. Más sombras inmóviles, solemnes y humanas,

a mi derecha a mi izquierda, y detrás de mí. Estoy rodeada.

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Me quedo quieta, esperando despertar y que este lugar misterioso sea

removido y sustituido por aire húmedo estancado y papel de flores

despegándose. No ocurre.

En su lugar, en aterradora unión, como si una sombra estuviera

conectada a las otras, todos dan un paso adelante y se detienen. Una vez

más, caminan juntos, cada vez más cerca. Aún no puedo ver sus caras,

pero justo cuando entrecierro los ojos para verlos más claramente, un

terrible silbido sale de ellos. Una canción ahora familiar, un terrible

recordatorio, y ahora aún más peligroso, porque es un coro que me golpea

de todas direcciones: Eres malvada. Eres malvada. Eres malvada…

El frío llega muy dentro de mí y me aprieta estrechamente. Son ellas.

Todas ellas. Cada chica que el Etcher ha matado, está aquí. Y todas

están aquí por mí. Miro cada una de sus caras. Una joven morena de

rostro ovalado, la pelirroja pecosa, la rubia alta y seductora, la mayor, la

camarera de pelo negro, la chica negra con el dulce vestido hasta las

rodillas, y luego, en el centro de todas ellas, se destaca Clara.

Trago saliva en el aire helado y siento una dolorosa presión detrás de los

ojos. Mis ojos se sienten demasiado secos, como si el mismo aire los

arañara. Aparto la mirada de todas ellas, avergonzada de que su fealdad

sea para mí demasiado difícil de soportar.

Su piel es de un extraño matiz casi azulado, sus ojos desvanecidos, con

sólo un toque de color en las cuencas. Los cuellos torcidos, rotos,

alcanzando los brazos. Las bocas demasiado abiertas, con dientes

puntiagudos y cariados revelados por labios agrietados.

De pronto se detienen. Dejan de moverse, dejan de chirriar. Están a unos

metros, me rodean como los buitres cuando se acercan a los muertos.

Estrecho los ojos. Las chicas no están usando ropas normales. En su

lugar, llevan largas capas rojas que arrastran por el suelo. Por un

momento, esto me consuela.

No estoy segura de por qué, pero me avergüenzo de ello. Sin embargo, las

capas son como velos sobre las mujeres con las que soñaba, como si de

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alguna manera, despojadas de sus corsés, monos, medias, botas y

divertidas camisetas, no fueran reales.

En el segundo en que se alivia la tensión, las chicas giran, dándome la

espalda. Silencio. Luego, en un rápido movimiento, sus capas caen al

suelo. Retengo el aliento. Las espaldas de cada una de las chicas portan

líneas irregulares, pudriéndose. Grito. Mi símbolo, mi garabato, el que he

dibujado una y otra vez, mi pequeña ráfaga de líneas y formas cuyo

trazado me da paz y estabilidad, está marcado en sus espaldas.

—Oh, no… —Era yo. Todo el tiempo. Soy el monstruo; la maldad capaz

de muchas cosas más desagradables que sus azuladas y retorcidas caras.

Yo las maté. Yo las maté a todas. Las imágenes estallan en mi mente y

no estoy segura de qué es real y qué no lo es, qué es mi recuerdo, qué es

mi imaginación.

Había pensado que era mi imaginación, pero ahora lo sé. Estaba

equivocada. No era una pesadilla en absoluto. Era yo. Yo soy la pesadilla.

Y ahora no hay salvación para mí. Ninguna cantidad de bien puede lavar

estos pecados, esta sangre. Y ya no puede haber más sangre. No más.

Clara se adelanta. Resisto la tentación de echarme hacia atrás, porque sé

que merezco cada dolor que ella pueda causarme.

Ella pone su mano en mi frente. La hoja todavía arde en mi mano.

Cuando sus dedos presionan mi piel, una ráfaga de imágenes me ciega.

Símbolos, runas… rituales. La comprensión se hace nítida en mi mente.

Respiro lenta, inestablemente y Clara retira su mano. La visión se ha ido

tan rápido como vino.

Estoy sobre mis manos y rodillas en el callejón, respirando el aire

húmedo, temblando. Sé lo que tengo que hacer.

Me incorporo lentamente, cada movimiento es doloroso y estremecedor.

Tomo la espada, sosteniéndola con fuerza a pesar de que escalda mi

mano. Estoy vacía y desesperada y quiero correr, pero no puedo. No

puedo escapar de mí misma. Las emociones me llenan y siento un

cosquilleo detrás de los ojos.

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Comienzo a caminar… hacia dónde, no estoy segura. Ignoro el oscuro

zumbido que acaricia mi mente. Mis pies siguen un curso deliberado. De

algún modo saben a dónde ir; de alguna manera saben dónde terminará

esto. Y con un aleteo de claridad y memoria, yo también lo sé.

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Capítulo 60 Connor

Traducido por marlene Corregido por Angeles Rangel

ade ya se ha ido.

No puedo ni imaginar a la Jade que yo conocía encerrada en ese

cuerpo de ojos fríos y calculadores. Un vacío se expande en mi

pecho y revolotea un extraño pensamiento. Jade se ha ido y ni siquiera

puedo enterrarla, ni siquiera puedo marcar su pérdida. Ella dijo una vez

que esperaba que su funeral fuera un día soleado. Bueno, nunca tendrá

un funeral.

Examino las páginas que Lynx me dio. A medias, ya que todo parece

irrelevante ahora. Hay símbolos marcando las páginas y debajo está la

traducción. Hay anotaciones en las páginas de notas. Es la escritura de

mi padre. Recorro las letras con mis dedos. Una página dice: EL AJUSTE

DE CUENTAS y LA PROFECÍA FINAL.

En la esquina, él escribió con letras temblorosas e irregulares: Ella se

acerca.

Leo… y

¡Santa Madre de Dios! Pongo mis manos en la frente. Frotando en lentos

círculos, trato de depurar todo lo que he aprendido hoy:

Jade es esencialmente hija de un DEMONIO.

J

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Jade se está volviendo cada día más como el demonio.

Habrá un momento de ajuste de cuentas y si Jade se transforma, será un

arma contra la humanidad.

Una vez que ella haga su elección, comenzará el Apocalipsis.

Me reclino en mi silla oyendo el crujido de las semillas con las que esta

relleno el asiento. Bueno, eso haría estallar la noche de sábado de

cualquiera.

El ajuste de cuentas se caracterizará por el eclipse de la Luna de Sangre,

y el comienzo del Apocalipsis por doce estrellas fugaces y el temblor de la

tierra.

Luna de Sangre, eclipse, doce estrellas fugaces. Luego, bang. Comienza.

En mi cabeza rebotan las películas apocalípticas. Lava, inundaciones,

terremotos, legiones de demonios sacrificando al mundo. Me estremezco.

Esos ojos verdes ennegrecidos, esa sonrisa maliciosa. La Jade que

sostuve podría ser un monstruo… el monstruo del que ya había tenido un

vistazo, un monstruo al que yo podría ver tomando el control.

Tamborileo con los dedos sobre la página. Pero, espera… releo el pasaje.

El eclipse de la Luna de Sangre es la noche del Juicio… la noche en que

el Demonio Mayor, Dejanira, podría surgir.

Lo que quiere decir… lo que sea que está envenenando a Jade en este

momento aún podría ser derrotado, aún podría ser negado. Aún hay

tiempo. Aún estamos a tiempo de traer a Jade de vuelta.

—Connor. ¡Connor!

— ¿Sí, mamá?

—Ven a ver esto.

Camino abajo y veo las noticias en la TV.

—¿Qué pasa?

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—Sólo escucha.

—El símbolo del Etcher sólo se ha filtrado a la prensa —dice un

periodista enjuto en traje marrón, un micrófono preparado en la mano.

Dos símbolos parpadean en la pantalla.

Los miro fijamente.

Las líneas, barras y curvas, tan familiares. El primero de ellos es similar

al de Jade pero las marcas son ligeramente diferentes. Curvas más

intrincadas alrededor de los bordes y cortes por el centro. El otro, nunca

lo he visto antes. ¿O sí? Corro escaleras arriba.

—¿Estás bien, Connor?

Ignoro la llamada de mamá. Desparramo los papeles con la extraña

escritura encima de mi cama, buscando. Encuentro ambas imágenes

inmediatamente, como si me estuvieran buscando a mí también. El que

está en las espaldas de las chicas: Sacrificio para criar a un Demonio

Mayor.

Las chicas… eran sacrificios. Los siete sacrificios. Vuelvo a pensar en las

noticias. Seis. Han sido seis víctimas. Si la profecía es correcta, debería

haber una más. La marca en sus cuellos: una Marca para Animar a los

Muertos. Frunzo las cejas. ¿Qué significa? Sigo leyendo, agradecido de

que este símbolo tenga una explicación más larga.

Este símbolo está marcado en los muertos con el propósito de torturar o

perseguir un alma viviente. Es generalmente utilizado para persuadir al

viviente a seguir una línea de acción específica o utilizado para llevarlo a

la locura.

Me siento otra vez. ¿Perseguir? ¿Se han utilizado estos sacrificios para

perseguir y atormentar a Jade? Mis ojos se posan en otra imagen, una

muy familiar. El símbolo de Jade. Tomo una profunda respiración antes

de recogerlo.

No sé si quiero saber lo que significa su símbolo. El símbolo que ella

dibujaba en todo.

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Tomo aliento antes de leer la traducción:

Un símbolo de lucha contra el mal interior.

Me deshago. Ella estaba luchando, aún si no lo sabía. Ella estaba

luchando. Luchando contra Dejanira.

El dolor apuñala mi vientre. Me doblo y me apoyo en la pared.

—Ella se acerca —La voz es apenas un susurro en mis oídos. Trato de

abrir los ojos, pero mi visión es borrosa—. Ella se acerca. No puedes

dejarla ganar. Ella no puede alzarse.

—¿Papá? —Me tiembla la voz. ¿Podría ser él realmente? Reúno mis

fuerzas y me pongo de pie, el hombro aún apoyado contra la pared—.

¿Papá? ¿Eres tú?

Las lágrimas queman detrás de mis ojos. Se derramarán en cualquier

momento. No a causa del dolor. Porque yo lo escucho. Su voz no es

frenética ni desesperada, es familiar y… real. Él está aquí.

—Soy yo, Connor. —Su voz es un sonido bajo, constante en mis oídos—.

Pero no me puedo quedar…

—Pero papá, yo… —Quiero decirle que necesito que esté, que no puede

abandonarme de nuevo.

Levanto un brazo para alcanzar su cuerpo, pero mis dedos sólo

encuentran aire.

—Connor, no tienes mucho tiempo. Tienes que impedir que Dejanira se

levante. De lo contrario, todo está perdido. Intenté salvarte de esto, pero

yo… —Su voz tiembla—, yo era muy débil. Tú eres fuerte, Connor. Y el

recipiente que contiene a Dejanira…

—Jade —No puedo evitar el filo de mi voz. Jade no es un recipiente.

Dejanira es una sanguijuela.

—Sí, Jade. Todavía hay tiempo para salvar a la chica que amas, Connor.

Tienes que buscarla donde viste por primera vez verdadera esperanza en

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sus ojos. Allí es donde Dejanira querrá levantarse. Es una destructora de

esperanza.

—Yo pensé… pensé que era destructora de los hombres.

—Sí, pero el hombre no puede vivir sin esperanza, Connor —Una cálida

presencia está junto a mí ahora. Casi puedo sentir su brazo sobre mis

hombros—. Tú eres su esperanza —Con eso, el calor comienza a

desaparecer.

—¡No, papá! ¡Espera! —Tropiezo hacia delante, buscando y termino con

manos y rodillas en el suelo. Trago saliva. Se ha ido. Me siento sobre los

talones. Ido. El dolor se ha ido también.

—Debes buscar donde viste por primera vez la verdadera esperanza en

sus ojos.

Miro en mi escritorio la taza de canicas de oro que reuní allí para

tenerlas a salvo. Si perdía a Jade, todavía tendría los recuerdos. Pero yo

no quería recuerdos. Quería a la chica real entre mis brazos.

Me acerco, rozando mi mano sobre ellas y levanto una sola canica. Cierro

los ojos y vuelvo a vivirlo. Los ojos de Jade estaban abiertos, mirando el

cielo, su cuerpo entre mis brazos, en el agua. Sus ojos estaban vivos y

claros, brillando con asombro y paz. Sé lo que tengo en mi mano. Estoy

sosteniendo la esperanza.

Corro escaleras abajo para salir a la noche.

Abro la puerta y jadeo.

Una roja y ardiente luna llena en el cielo, y arrastrándose a lo largo de su

borde, una media luna negra cada vez mayor.

El eclipse de la Luna de Sangre. Esta noche es el Juicio.

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Capítulo 61 Jade

Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl

iene sentido que debiera suceder aquí. Miro a través del hermoso

paisaje. Los árboles alcanzan el cielo, el lago es una mancha de

tinta brillante bajo la luna roja. Una vez estuve en los brazos de

Connor dentro de este lago. Lo sostuve fuerte hasta que estuve feliz,

completa y valiente. Estoy casi temblando de miedo ahora. Estoy

inquieta porque siento que mi interior se está separando.

Un lado está aquí y respira en la escena, sosteniéndolo tiernamente. La

otra parte de mí se siente desconectada y engreída, como si dejar este

lugar me fortalecería de alguna forma… que amar este sitio es una

debilidad que necesita ser aplastada. Aparto la vista del lago y miro los

símbolos debajo de mí.

Me estremezco con cada línea que dibujé en el barro. La flama comienza

en mi mano en la empuñadura de la espada y arde todo el camino por mi

brazo. Rechino los dientes. No me puedo detener. Debo terminar el

círculo. Lo miro. Esta colección de líneas irradia poder. Es electrizante y

crepitante. En el momento en que termino una runa, brilla.

Escucho un crujido de hojas justo mientras dibujaba la línea final. El

Círculo está completo.

Una titubeante voz llama:

—¿Jade?

T

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Giro alrededor.

—¿Connor? —Tiemblo esperando que sea realmente su voz llamándome

desde la oscuridad.

—¿E-eres tú? —Se acerca y me mira cautelosamente.

Mientras derrapo para detenerme frente a él, veo cómo me mira. Hay

algo tangible a la deriva entre nosotros en el aire. Es apremiante,

abundante y nos empuja más cerca. Pero nos quedamos quietos, mirando.

—Eres tú —dice finalmente. Sus ojos permanecen fijos en los míos y

dentro de ellos parecen algo tan audaz y nuevo: deseo. He visto rastros de

esa mirada antes, pero entonces estaba mezclado con timidez, una

precavida expresión y una sonrisa irónica luciendo parcialmente real. No

lo creía entonces. Ahora lo hago. Podría ser suya; él podría ser mío—.

Pensé que te habías ido.

—Lo hice —Doy un paso adelante, sonriendo y mirando mientras

lentamente me devuelve la sonrisa.

Titubeo. No, yo estaba aquí por una razón. Mientras miro en sus ojos, sin

embargo, no puedo recordar. Entonces recuerdo el espejo, los vidrios

rotos, y la hoja en el centro del círculo.

—Tienes que irte, Connor —digo—. Tengo algo que debo hacer. —Mi

cuerpo entero se sacude, desesperado por sollozar, pero incapaz de

hacerlo.

—Jade, ¿hablaste con Lynx?

Sacudo la cabeza.

—Lynx está muerto —Aparto la vista hacia el resplandor rojo en el cielo—

. Llegué demasiado tarde. Demasiado tarde para todo.

—Eso no es verdad, Jade.

—Mantente alejado, Connor. He hecho cosas terribles, cosas

imperdonables. Nunca quise herirte y nunca quise arrastrarte a esto. —

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¿Cómo podía decirle que yo fui el Etcher todo el tiempo? La malvada que

acuchillaba niñas y las dejaba muertas—. El Etcher…

—No eres tú.

Muevo mi mirada rápidamente a él.

—No sabes eso.

—Si lo sé…

—Connor, debes irte —digo—. Ahora.

—No, no te dejaré. No permitiré que hagas esto sola. Puedo ayudarte a

luchar contra ello. Sé que puedo. Puedo ayudarte a recordar quién eres…

—Connor, no puedes quedarte conmigo. Soy peligrosa. No soy buena para

ti…

—¡Maldita sea, Jade! ¡No me importa! —Él es feroz, letalmente potente.

Me deja sin aliento. Él es todo fuego, como si algo se encendiera en su

interior y sus rizos están encendiéndose y saliendo de él hasta que está

en llamas. No hay nada roto en él ahora. Está vivo, brillante,

deslumbrante y hermoso. Mirándolo, siento un ahora familiar dolor en mi

pecho. Un dolor estrechando mi aliento y llegando a lo profundo de mi

vientre, un dolor que solidifica la realidad de que lo amo, sincera y

completamente. Y no podré tenerlo nunca. Él no lo ve.

Camina hacia mí con los hombros cuadrados. Mientras acorta la

distancia entre nosotros, se extiende y agarra mis hombros, viéndome

con una incesante mirada. La evito, apartando los ojos. Baja su frente a

la mía y se inclina.

—Jade, no me importa —Relaja un brazo y apunta con su índice a mi

pecho, justo encima de donde debería haber un corazón, pero no lo está—.

No me importa —dice otra vez, más suave ahora—. Porque sé que estás

equivocada. Conozco lo que está dentro de ti… Sé que eres real, bella,

buena y correcta. —Su voz me atrapa. Se inclina hacia atrás.

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Mis ojos revolotean para encontrar los suyos. Ellos buscan los míos,

desesperadamente. Como si estuviera peleando por oxígeno, pero

sosteniendo su respiración. Cuando habla, es un susurro.

—Tú eres la correcta para mí porque te amo —y en el momento en que lo

dice, mi pecho tiene espasmos, como si mi invisible, no existente corazón

creciera, abriéndose, floreciendo a algo hermoso, lleno y tierno.

Y entonces mi frío, no existente corazón… comienza a latir. Un corazón

en mi pecho late. Es un constante tambor en mis oídos. Sus palabras

callan la maldad en mí, el miedo y los gritos. El centro de mí, mi corazón,

tan andrajoso y crudo, e intocable, golpea salvajemente, expuesta y

vulnerable. Me asusta. Y aun así, lo amo. Ese es el por qué, cuando se

acerca hacia mí, abrazándome cerca, no lo alejo. Roza sus labios contra

los míos suavemente. Inhalo contra él, porque se siente tan bien, y lo

beso devuelta. Todo su cuerpo se desinfla en un suspiro. Sus manos

corren por mis brazos y acarician mi rostro y me besa otra vez, y otra vez,

más y más urgentemente. Jadeo contra sus labios. Noto entonces, que soy

yo quien está conteniendo el aliento, soy quién estaba tan desesperada

por respirar, por inhalar el aire, por jadear por vida. Y aquí está él, este

muchacho de cálida luz, dándomela, dándome esta oportunidad para

estar viva. Quiero fundirme con él, besarlo por siempre, porque con él no

me siento cruda e insuficiente, me siento completa y feliz, real y viva. Me

encanta. Lo amo.

—Connor, te am…

El calor ataca mi interior y me roba el aliento. Me doblo sosteniendo mi

estómago. Había olvidado cómo quemaba el calor, que se sentía como si

pudiera quemarme hasta las cenizas.

—¡Jade! ¡Jade! ¡Jade!

Su voz está perdida en una caída de oscuridad que se extiende y oculta

todo. Soy sólo yo en este oscuro y vacío espacio.

No puedo gritar. No me puedo mover.

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Lo veo: Connor. Sangrando. Las chicas muertas arañan junto a él, un

violento, duro sonido seco sale de sus azules y podridos labios:

Improbus es, improbus es. Improbus es. Improbus es.

Detente.

El pensamiento dentro de mí resuena en la oscuridad.

Por favor, detente.

Vienen más y más cerca, sus pies arrastrándose en el suelo hasta que

están a mi lado, deslizando sus espantosas palabras en mi oído:

Improbus es. Improbus es…

Algo comienza a materializarse en la oscuridad, nuevas formas. Se

transforma en una persona… en mí. Una reflexión de mí misma aparece

detrás de Connor. Ojos negros. Sangre cubriendo mi rostro. Me veo

hambrienta. Mi yo oscuro contorsiona y comienza a llegar salvajemente a

Connor, mientras algo me detiene. Estoy arañándolo. Estoy intentando

devorarlo. Estoy intentando matarlo.

Sus ojos abiertos, se atraganta con mi nombre. J-a-d-e. Mi yo escuro

arremete hacia adelante y luego la oscuridad. Todo se ha ido. Una sola

carta de tarot revolotea en el suelo negro.

—Muerte —La muerte de Connor.

Alathea lo predijo. Abro los ojos y los fuertes brazos de Connor aún están

a mi alrededor.

Sacudo la cabeza, temblando completamente. Moriré por ahogamiento,

ahogándome en mi propia oscuridad. No puedo traer a Connor conmigo.

Él es el sol. Yo soy la lluvia, lluvia tan violenta como los huracanes que

en agosto hunden y destruyen.

Mientras la oscuridad se disipa, veo el rostro de Connor cerca del mío.

Sus brazos están envueltos a mí alrededor.

—Jade, Jade, ¿estás bien?

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Jadeo.

No. Nadie más sufrirá por mi culpa. Nadie más. Siento mi sangre

fluyendo con algo venenoso, algo que quiere ser liberado. Un monstruo.

No dejaré que el monstruo gane. Tropiezo alejándome de él.

Él está iluminado como un faro. Es hermoso y lo amo. Pero no puede

saberlo nunca, porque no quiero que llore por mí. Quiero que me odie,

que me desprecie, que maldiga mi nombre porque me lo merezco. Un

monstruo, un demonio, merece ser odiado.

Lo beso suavemente, saboreándolo. Mantengo mis labios sobre los suyos

sólo por un momento, como una delicada promesa. Los monstruos no

cumplen sus promesas.

Reúno mi determinación, mis palmas en su pecho y lo empujo. Con cada

centímetro que se inclina lejos, siento como si estoy más y más

desconectada del mundo, como la vitalidad que lo atraviesa se filtra fuera

de mí y el único punto de contacto son mis palmas, que mientras se

alejan de su pecho y caen a mis lados están adormecidas y frías.

—No soy la correcta para ti —pronuncio cada palabra así que sé que me

escucha, me entiende, porque no creo que pueda lograr decirlo otra vez.

—Pero Jade, tú…

—No —Me siento mecánica, estéril, y distante mientras saco mi corazón

lejos de él y lo meto devuelta en su sombra, su oscuro lugar, sigue

latiendo, latiendo rápido porque está asustado, tan asustado como lo

estoy yo. Doy un paso atrás; me sigue.

—Por favor —mi voz tiembla—. Por favor, déjame ser. Yo… —Aquí es

cuando la más brutal mentira viene, aquí es cuando mi corazón se rompe

y se pierde, aquí es cuando, porque lo amo tanto, tengo que dejarlo vivir

sin mí. —No te amo, Connor.

Sus ojos cambian, confundidos, y comienza a sacudir la cabeza. No puedo

soportar mirarlo más, sus inquisitivos ojos.

—Yo… no te creo, Jade.

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—Lo siento, Connor —Me alejo de él y, cuando no me deja ir, lo empujo

fuerte—. Lo siento tanto —Me giro para irme, giro para huir.

— ¡Jade! Jade, espera —No me volteo.

Su luz no flaquea. Se expande, me alcanza, me ciega.

—Jade, yo…

Es la hora. Las runas han sido dibujadas. Me paro en el centro de ellas.

—Lo siento, Connor —susurro.

Veo la luz a su alrededor cambiar de colores y resplandecer y estoy

agradecida de que él, mi Connor, mi hombre lleno de luz, será la última

cosa que veré mientras mi corazón, —que desesperadamente busqué—,

deje de latir.

Sus ojos se amplían y se lanza sobre mí mientras levanto la hoja afilada a

mi garganta y la arrastro a través de mi piel.

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Capítulo 62 Connor

Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl

rito su nombre, lanzándome sobre ella. Nunca conocí el terror

hasta ahora. Terror no es lo que siento cuando veo una película

que asusta, o cuando escucho las desquiciadas profecías sobre el

fin del mundo, o incluso ver poseídos ojos negros mirándome de reojo. Es

ver a alguien que amo, a dos pasos, demasiado lejos, goteando sangre de

una cuchillada alargándose a través de su garganta.

No puedo perderla. No puedo.

Avanzo hacia adelante y una pizca de alivio se apodera de mí, porque

creo que puedo quitar la cuchilla fuera de su mano, pero cuando choco

con ella, colisiono con una muralla de electricidad y caigo tres metros

hacia atrás, con la cabeza golpeándoseme contra un árbol. El dolor

palpita en mi cabeza. Todo es tan borroso, pero mientras mi visión

comienza a ennegrecerse al borde suceden dos cosas: Una voz susurra en

mi oído:

—Ella es nuestra —y una ligera figura oscura atraviesa el claro y golpea

en la esfera de energía con Jade.

G

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Capítulo 63 Jade

Traducido por PatmeliL Corregido por Maniarbl

omienzo a sentir la sangre derramarse en mis pulmones,

borboteando hasta mi garganta. Antes de que pueda caer de

rodillas, una abrasadora masa ara en mí y me golpea fuera del

círculo, fuera de la esfera de energía

¡No, no, no, no! Escupo la sangre, mi pecho se dobla sobre sí mismo,

araño mi camino de vuelta a los símbolos. Tengo que terminar esto.

Tengo que morir. Revolviéndome hacia atrás, siento mi cuerpo oscilar con

debilidad, inestable.

—¡Jade! ¡Jade, detente! —alguien me arrastra por los pies, la primera

runa apenas fuera del alcance de mis dedos. Gimo, desesperada.

El calor se derrama sobre mí mientras la figura me voltea y jadeo.

—¿Qué has hecho?

Toso, escupiendo sangre y saliva. Vislumbro al hombre de pie junto a mí.

El hombre de ojos azules. El asesino de Lynx. Me estremezco, pero lo

detengo. Tal vez él terminará lo que no logré. Yacía débil, esperando que

desenfunde su espada y propine el golpe fatal.

Desenvaina su espada y aprieto mis dientes. Aquí viene. El hombre

desliza los dedos por el filo de la hoja y los acerca sangrando. Se inclina

hacia mí y desliza la hábil sangre sobre la herida en mi cuello. Justo

C

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mientras lo hace, mi pecho se detiene agitado y siento mi piel tejiéndose,

juntándose.

La furia tiembla dentro de mí y mientras arremeto contra el hombre,

agarro sus muñecas extendidas y las aprieto. Aprieto hasta que veo que

está reprimiendo un grito, aprieto hasta que los huesos comienzan a

quebrarse en mis manos, aprieto hasta sentir el frío susurro atravesar mi

piel, cavando dentro de mí, echa raíces y comienza a envenenarlo. Su piel

empieza a volverse azul, las finas venas bajo su piel cada vez más

pronunciadas. Estoy congelándolo de afuera hacia adentro.

—Jade, Jade. Soy yo —grazna él—. Giovanni.

El nombre atrapa algo, algo que Lynx dijo. ¿Qué fue?

—Jade, detente. Tenemos que irnos. ¡Ahora!

—No iré jamás a algún lugar contigo —siseé—. Tú mataste a Lynx y

ahora voy a matarte.

La venganza es una amarga especie de dulzura.

—Nunca he herido a Lynx —Su voz presionada, haciéndose más frágil

con cada palabra, pero hay un cálido y, de alguna manera, familiar

acento que no puedo ubicar—. La cosa que me viste matar era un

impostor. Esos eran los demonios de Lilith jugando con una ilusión para

atraerte hacia ellos. Ellos iban a llevarte de regreso al Infierno—. El gris

azulado del frío calándose por sus brazos, y alcanzando su garganta—.

Los demonios tienen a Lynx, Jade. Tenemos que correr, ahora. Entonces

podremos salvarlo.

Con el melodioso acento de su voz, el reconocimiento revolotea y el frío

tambalea.

—¿Quién eres tú?

Incluso con el frío arrastrándose hacia su mandíbula, puedo ver un

extraño cambio de emoción en sus ojos cuando dice:

—Soy yo…. Giovanni.

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Me tambaleo. Giovanni y yo te protegimos, Lynx había dicho. Giovanni

tosió. Los cortes en sus dedos se han ido.

Nos miramos fijamente el uno al otro, en silencio.

—Bueno, bueno, bueno. Una pequeña reunión —la voz es suave, un

murmullo detrás de mí.

—Demasiado tarde, demasiado tarde, Giovanni. Siempre sólo un poco

demasiado tarde.

Una vaga, fría voz se hace eco entre los árboles. Me pongo rígida.

Dominic aparece detrás de dos grandes robles. ¿Qué… qué está haciendo

él aquí?

—Él piensa que eres un monstruo, Jade. Quiere cambiarte en algo que no

eres. Impotente y trivial —dice Dominic—. Pero no lo eres. No tienes

límites, eres fuerte y poderosa —las palabras cuelgan en el aire,

perforándome—. Eres igual a nosotros.

—Soy un monstruo —susurro—. Seré…

—¡No, no lo eres! —Giovanni dice—. No lo eres. No aún.

—¡Lo ves! Él conoce tus dos lados y quiere cambiarte, moldearte lejos de

nosotros así no puedes heredar lo que es por derecho tuyo…

Las palabras se filtran en mí, aplastándome. ¿Qué quiere decir? ¿Igual a

ellos? ¿Quiénes?

—¡Tú no eres como ellos! Ellos son monstruos. ¡Ellos son los que han

estado matando a las chicas, no tú! —grita Giovanni.

Puedo oír un gruñido retumbando en lo profundo del pecho de Dominic.

Es una advertencia.

—Sacrificios dignos para nuestra princesa.

La voz de Giovanni es un rugido.

—¡Mira, él lo admitió!

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—Y tú y los de tu tipo han estado provocándola, reanimando a los

muertos así pueden torturarla hasta la locura. ¿Ves cuán lejos la han

empujado? Ella iba a abandonarse a sí misma con el Círculo de Ejecución

de Ángeles —grita Dominic—: ¿Quién es el verdadero monstruo?

—¡Nunca hice eso! ¡No era el único atormentándola! ¡Nunca quise

herirla! —grita Giovanni de vuelta y entonces me mira, suplicante y

arrepentido. ¿Por qué?

Dominic se para entre nosotros.

—No importa. La marca ha sido hecha —Sus palabras envían un

escalofrío de dolor sobre mi columna vertebral.

—¿La marca?

—¿Recuerdas mis dedos trazando círculos en tu piel? —dice Dominic

sonriéndole a Giovanni—. ¿Sobre toda tu piel? Esa era la marca. La

marca para elevar a Dejanira, nuestra Princesa de Hielo. Para hacerte

nuestra.

—Pero ella no ha consumido vida, ¿no? El ritual no está completo. Y la

sombra sobre la Luna de Sangre no ha pasado. Todavía tiene tiempo para

elegir.

—Estás en lo correcto, pequeño Serafín —Dominic luce relajado, incluso

seguro de sí mismo. Y no entiendo por qué—. Pero ahora lo hará. —Y

desaparece entre los árboles. Escucho sonidos de golpes mientras lanza

dardos a una increíble velocidad, todos sobre nosotros. Incluso los ojos de

Giovanni parecen no encontrarlos. La voz de Dominic es un eco, pero es

diferente. Como un coro de demonios rasguñando el aire con viciosa

crueldad, abre sus labios y sus ásperas voces sisean y gimen como si les

doliera. Algo cuelga de los árboles. Entrecierro los ojos para ver.

Una exhalación rápida se me escapa.

—¡Oh no! —mi cuerpo está cosquilleando y perdiendo sensibilidad, todo a

la vez. Mi corazón golpea mis costillas. Dominic se cierne sobre el cuerpo

atado entre las ramas. Las piernas del chico colgando, su cuerpo flácido e

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indefenso. Es su rubio sucio cabello lo que reconozco, porque su cara está

demasiado ensangrentada para verla. Connor.

—¡Aléjate de él! —mi voz finalmente sale quemando con una apariencia

de fuerza, fuerza que está temblando.

—Sangre para el poder —las voces reptan en mis oídos como serpientes

enroscándose sobre mí—. El Séptimo Sacrificio.

Dominic se mueve rápidamente. Sus garras rastrillando las

extremidades de Connor, su garganta, su pecho. Connor grita. Su voz

parece distante, como un niño gritando por ayuda bajo un largo, estrecho

y oscuro túnel y estoy demasiado asustada para encontrarlo, ayudarlo.

Su sangre gotea. No me puedo mover. Un letal deseo tira desde mi pecho,

un ser bestial al que no le importa que ésta es la sangre de su amigo. Es

simplemente sangre… deliciosa sangre. Levanto la cabeza, la traición me

agarra. Ya no se siente como traición, excepto correcto. Natural. El deseo

burbujea dentro, amenazando con desbordarse y ahogarme.

En ruinas, me retuerce y parece envolver sus tentáculos alrededor de mi

centro y aprieta, estrangulando cualquier otra emoción.

Estoy congelada y se siente bien.

Se me olvida el nombre del chico, la extraña y distante criatura colgando

de los árboles. Todo lo que puedo ver y lo único que me importa es el

embriagante líquido rojo oscuro fluyendo de él, que está para que sea

mío. Todo, hasta la última gota es mía. Su dulzor es persistente y estoy

lista para consumirlo, probarlo, perderme en su prohibida delicia.

Me paro más cerca, levanto la cabeza y abro la boca, lista para probar…

Una larga y pesada masa me derriba y me sujeta al suelo del bosque. La

furia explota. Un gruñido animal se me escapa y clavo mis uñas en el

hombre en lo alto y lo lanzo en el aire. Me apresuro devuelta al dulce rojo

atrayéndome. Una demoniaca risa crepita en la noche lejos sobre mí. No

me importa. Sólo necesito sangre. Toda.

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El pálido hombre se tambalea hacia adelante y bloquea el constante

goteo de sangre cayendo del cielo y el suelo del bosque se tiñe carmesí con

la lluvia.

—Quítate del camino —ruge mi voz, casi sacudiendo el mundo.

Mi pecho está llenándose de fuerza y soy lanzada de vuelta y caigo dentro

de lo negro, reflejado en la superficie del lago.

Una risa estalla.

—Buen trabajo, serafín. Ahora ella encontrará su camino a casa.

—¡Jade! Jade pelea…

¿Pelear qué?

Golpeo el agua y la siento succionándome.

Brazos, magullados y azules, pálidos y con cicatrices, me agarran. Bilis y

miedo suben por mi garganta, mientras quito los huesos, sangrientos

dedos fuera de mis brazos. Mientras quito un par de manos, otro y otro

me toman apretando firme y me arrastran hacia abajo, empujándome a

las profundidades de las aguas, las sombras y frialdad. Grito, pero mi

sonido se pierde en insignificantes burbujas subiendo a la superficie a la

que tan desesperadamente quiero aferrarme.

Me retuerzo, doblando y girando y sacudiendo contra los brazos y el frío.

Pero no puedo escapar. Cayendo profundamente en la oscuridad, siento

el hielo instalándose dentro de mí. Como la escarcha, es delicada, blancos

zarcillos arrastrándose desde mis pies y las yemas de los dedos para

enrollarse alrededor de mí, dentro de mí. Primero, estoy aterrada. Me

olvido de los brazos arrastrándome hacia abajo y aprieto mis propias

manos, hormigueando y entumeciéndose. Mientras pierdo la vista de la

superficie, intento recordar por qué estaba tan desesperada por

aferrarme a ella. El frío se abre paso más profundo, sobre mis miembros,

en mi torso, lentamente haciendo su camino a mi corazón.

Siento pedazos de mí rompiéndose, como carámbanos destrozando,

astillando en vidrios rotos, cortando profundo. Una sonrisa tira de mis

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labios. Me gusta el dolor. Estoy vacía. No necesito nada. A nadie. Y, noto

mientras dejo mis brazos flotar a los lados, que tengo hambre. Voraz. Mis

dedos se retuercen, ansiosos.

Matar. Matar. Matar. Matar. Matar.

Sombras, densas como alquitrán, me sofocan y me llenan.

Soy Sombra.

Soy Hielo.

Soy Muerte.

Soy Fuerte.

Soy Libre.

Y estoy hambrienta por ver algo romperse y quemar, por marchitarse y

decaer, por tumbarse boca abajo en la tierra y tomarlo como mío. Quiero

destruir. Sangre metálica, lágrimas saladas, delicados huesos. Quiero

probar y romper. Quiero el sacrificio para que me fortalezca y consolide.

Un pensamiento, tan distante y tenue, parpadea en mi pecho. No lo

reconozco. ¿Renuencia? Lo trago. Me estoy hundiendo, hundiendo,

hundiendo y sé que voy a casa.

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Capítulo 64 Connor

Traducido por Ivi04

Corregido por Sttefanye

i conciencia se tambalea. Sangre y dolor nublan mi visión. Las

garras de Dominic han dejado profundas marcas a través de mi

piel. Puedo sentir la sangre drenándose a través de mi

garganta. Mi pecho se estremece y comienzo a ahogarme con mi propia

sangre. Veo los ojos de Jade cambiar. Veo al monstruo tomar el control.

Esperanza. Ella necesita mi esperanza. Me aferro a ello. Tomo una

bocanada de aire, ligera y la dejo ir. Se cae, las criaturas que luchan por

debajo, ajenos a su tranquilo y silencioso descenso. Les observo rodar,

casi se quedan atascados. Pero como si fuera por propia voluntad, se

adelantan, hasta desaparecer bajo el agua.

Con eso, tomo un último aliento, cierro los ojos y susurro:

—Adiós Jade.

M

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Capítulo 65 Jade

Traducido por Ivi04 Corregido por Sttefanye

ntrecierro los ojos mientras un brillante rayo de luz desciende

lentamente hacia mí. No me esfuerzo en llegar hacia él, pero lo

dejó caer en la palma abierta de mi mano.

El calor me adormece y oigo a mi cuerpo gritar. El calor es demasiado

para aquel frío que me aferraba. Pero no lo dejo ir, porque puedo ver algo.

Una chica abrazada a un chico en un lago, en un día soleado. Miro más

cerca. La chica luce feliz, está viva, esa chica es libre, esa chica es la luz,

esa chica es la esperanza. Esa chica soy yo.

Mis ojos se abren de golpe.

El chico sangra en medio de los árboles. Recuérdalo, recuérdalo,

recuerda…

Mi mente capta en imágenes fugaces y borrosas, imágenes que habían

estado encerradas. Veo al chico colgando del árbol. Veo su rostro. Pero su

piel está limpia y es hermosa.

Su rostro me es familiar. Lleva puestas ropas que son demasiado grandes

para él, pero sé que debajo de esa tela se ocultan fuertes músculos.

Me mira y luego da vuelta la cara. Su corazón martillea dentro de su

pecho. Luego lo veo tendido en la grava, llorando en silencio, solo.

E

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Lo veo tomar una guitarra bajo sus brazos y tocar una melodía que me

transporta, mi cabeza sobre su hombro.

Veo sus hombros encorvados, disfrazando su altura.

Oigo palabras que lo rompen en pedazos y recuerdo cuánto quise probarle

que estaba equivocado.

Veo su renuncia, su fe, su perdón, su ira, su arrepentimiento y su miedo.

Lo veo. Veo a Connor. Connor. Su realidad toma forma en mi mente. Mi

amigo Connor.

Pelea.

Eso es lo que dice Giovanni. Pelea.

Miro hacia arriba. La superficie está muy lejos. Observo mi brazo y veo

un tatuaje en el antebrazo. Sus curvas y cortes en las líneas son feas,

brutales.

No, ese símbolo no es mío. Ese frío no me pertenece.

Siento fuego como lava liquida. Eso hace que el tatuaje brille de color

rojo, y luego se transforma en algo nuevo, algo más pequeño, algo

curvado y familiar en el interior de mi muñeca. Mi marca.

Ecos de gritos, distorsionándose en el agua mientras las manos que me

sujetaban se queman y carbonizan. Lucho.

Intento llegar hasta la superficie y pateo las manos que intentan

aferrarme para arrastrarme hacia lo profundo.

Pateo, agarro y me estiro; cuando rompo en la superficie, jadeando en

busca de aire, oigo el aullido de rabia de Dominic.

Camino laboriosamente fuera del agua y observo a Dominic, el cuerpo de

Connor colgado detrás de él. Con un rugido, desgarra la piel del cuello de

Connor, hasta casi decapitarlo. Entonces las cuerdas que sostienen su

cuerpo se cortan, y Connor cae al suelo con un ruido sordo, sin pena ni

gloria. Dominic se inclina junto al destrozado cuerpo de mi amigo. Una

sonrisa maliciosa se forma en sus labios.

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—¡No! —grito y siento que Giovanni me retiene—. ¿Por qué? —mi voz se

rompe mientras mis piernas ceden bajo mi peso, la tristeza me paraliza.

Giovanni me sostiene.

—Fui enviado para ti —La voz de Dominic ahora es suya—. Me puedes

negar ahora, pero algún día serás nuestra.

—¿Qué? —Mi mente se llena de preguntas—. ¿Quién te ha enviado?

¿Quién eres?

Dominic se aleja. La sonrisa se transforma en una sonrisa diabólica.

—¿Quién…?

—Oh, mi princesa, soy la lujuria —Lame lentamente sus labios, sus ojos

me escrutan—. Lo sabes. —Me hace un guiño.

Con aquel movimiento sutil, su encanto desaparece trasformando su cara

y el cuerpo cubierto de llagas, lesiones y terribles ampollas. Discusiones

de amantes. Enfermedades de transmisión sexual. Marcas de lujuria.

Retrocedo y lucho contra el impulso de vomitar. Su sonrisa se ensancha y

su bonita cara vuelve a su lugar.

Algo va mal. Los bordes del cuerpo de Dominic parecen cristalizarse y

brillar, disipándose con la nieve. Disolviéndose por completo. Su imagen

se desvanece y reaparece. Antes de que pueda desaparecer, susurra:

—Tu madre me envió, Princesa —La nieve revolotea a su alrededor.

Al mirar los copos, me doy cuenta dentro de ellas, su corazón son

pequeñas esferas de color negro —negro verdadero— y puedo sentir su

vacío, su necesidad de consumir, su vil deseo. Esa masa pequeña negra,

es la verdadera esencia de Dominic.

—Ven con nosotros, dulzura. Eres fuerte y nosotros te haremos más

fuerte aún.

—No necesito tu fuerza. —Las sombras vacilan, como si las hubiese

golpeado. Doy un paso adelante y vuelven a retroceder—. No. Soy.

Vuestra.

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Con eso, estiro las manos hacia adelante y las esferas negras se adhieren

a ellas. Las siento latir entre mis dedos, esperándome para reclamarlo.

Se mueven suaves como un murmullo de risas, como si supieran que

aceptaré, se aferran a ello, consumidos por su poder.

En cambio, siento que mi fuerza se hincha dentro de mí, mi voluntad y

mi enojo vibran bajo mi piel. Con un tirón, los arranco de las sombras.

Los gritos y gemidos se marchitan, doblándose sobre sí mismos. Siento

que la bola de hielo se derrite y gotea en mis manos. Una succión

repentina, jadeos, un sonido surge de entre las sombras antes de una

explosión de aire y negro, batiendo las alas. Golpeo hacia atrás contra

Giovanni, la fuerza del viento y aleteos me vuelcan hacia abajo.

Luego el silencio.

Me seco las manos contra mis vaqueros y gateo hasta Connor, consciente

de que no poseo suficiente fuerza como para ponerme de pie. Y allí esta.

Mi Connor, roto.

Los altos árboles que una vez ofrecían consuelo, ahora se estremecen

como un mundo frágil a punto de caer.

Tomo entre mis brazos, el cuerpo inerte de Connor. Manchado de sangre,

Los latidos del corazón se han marchado. Y el mío aún sigue latiendo. No

es justo. Las suaves líneas de su rostro están marcadas por oscuras

contusiones; sus miembros apenas mantienen unidos por los azotes de las

garras de Dominic. Su sangre se derrama sobre mí en oleadas de un

salado y dulce aroma.

Una parte de mi está temblando, reconozco con terrible y aterradora

certeza, que se ha ido. La idea se hunde bajo mi pecho, dejando mi

corazón roto en andrajos y en carne viva. Una abrumadora presión

desciende, aplastando la vida de mis venas.

Fragmentos de vidrio parecen haber abierto heridas —heridas cuyas

cicatrices nunca se desvanecerán—, cuyo dolor nunca se curará. Heridas

que me rompen el alma y me destrozan. Me siento ceder, como si todas

las fuerzas del universo están a punto de incendiarse e implorar,

abarcando el mundo y mi pequeño lugar dentro de él. Y me deja sola, sin

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nadie ni nada. Finalmente, la mecha se enciende. Ni siquiera puedo

sentir el grito que se acerca. Atravesándome y estalla en el aire. Esto me

deja temblando, sacudiéndome violentamente.

Filosas lágrimas desgarran las delicadas fibras de mi garganta; me

siento arder. Un desconocido velo líquido y luminoso, nubla mi visión.

Huelo la dulce sangre de Connor, que fluye de los agujeros en su carne y

se filtra en la tierra estancada, burlándose del monstruo que aún llevo

dentro. Pero la criatura al acecho debajo de mi piel, que rogó por tomar el

control está en silencio. No voy a ceder ante él. Dagas se deslizan por mi

garganta, el líquido caliente me limpia, eliminando la neblina

transparente que corre hacia los bordes de mis párpados.

Una lágrima solitaria cae lentamente, trazando su camino en mi mejilla,

dejando un caliente surco de humedad a su paso. Mi primera lagrima.

Yace sobre mis labios, su pureza salada se ubica sobre una grieta. Y por

primera vez, el dolor de lágrimas que he tratado desesperadamente de

ocultar, fluye libremente. Conozco un nuevo dolor. Otra lágrima. Se

desliza por mi mejilla y gotea de mi cara, cayendo sobre la piel de

Connor. Se aferra a mis dedos y aprieta con fuerza. Su mano ya está fría.

—Quédate quieta —La voz de Giovanni es calma, pero cautelosa.

—¿Qué?

—Quédate quieta —Sus palabras son lentas y deliberadas.

Quiero preguntar por qué, pero las palabras no salen. Giovanni

permanece en el borde de las sombras. Observando y contemplando. Mis

ojos se abren al máximo. Otra oleada de lágrimas cae, derramándose por

todas partes. Sus ojos buscan alguna respuesta en los míos, pero no poseo

nada para ofrecerle.

Observo el mundo y me pregunto cómo puede ser tan cruel y despiadado.

Una parte de mi desea ver a Connor a los ojos, sus ojos ámbar y oro

enfocados en los míos. Sé que por ahora, toda la vida dentro de ellos se ha

desvanecido. No es así como quiero recordarlo. Un anhelo que todo lo

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abarca me ata mientras envuelvo mi brazos completamente alrededor del

cuerpo de Connor, nunca lo dejo ir.

—Por favor —Mi voz es suave, pero decidida como las alas de los ángeles

elevados al cielo en su gloria y gracia, pero con un propósito santo,

formidable—. Llévame en su lugar —Las palabras dichas sin aliento—.

Connor, Te amo —Mis lágrimas, desconocidas y saladas, gotean sobre la

pálida piel de Connor y oigo al hombre en entre las sombras.

La tierra se inclina hacia adelante y de repente, siento un torbellino de

energía y calor al momento de alzar el cuerpo inerte de Connor. Una

bruma de oro se filtra más allá de su cuerpo como una niebla entrando y

saliendo de los elementos. La humedad de mis lágrimas, todavía mojando

la longitud de su cuello, se seca y comienza a revolotear como polvo de

oro en el viento, girando alrededor de su cuerpo en un remolino

vertiginoso. Un inmenso dolor desgarra mi garganta, se posa sobre mi

pecho, y me aleja de Connor con un golpe.

Mi cuerpo se retuerce en un dolor que emana hacia afuera, lo que me

obliga a encogerme y colocarme en posición fetal. Me preparo para recibir

otro golpe invisible. La niebla me ahoga mientras reúno mis fuerzas para

arrastrarme y llegar de nuevo a Connor. No puedo perderlo ahora.

Giovanni emerge del polvo, y permanece sobre Connor, firme como una

roca. Su cabello juega con el viento. Sus labios forman una dura línea, su

presencia es un elemento omnipresente y amenazante en la atmosfera.

—¡Aléjate de él! —Mi voz rompe el viento.

Sus ojos se fijan en mí.

—¿Qué has hecho?

Respira y, por un momento el tiempo se detiene. El polvo, el viento, las

hojas de magnolia están congelados en el lugar, desafiando la gravedad,

flotando en el aire. Y entonces el tiempo se detiene, revirtiéndose a sí

mismo.

Todo el cuerpo de Connor se encuentra envuelto por una línea brillante y

parece respirar. Miro a Giovanni. ¿Qué está sucediendo? Se estremece

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como si hubiera oído mis pensamientos y rápidamente mira hacia otro

lado. Sus ojos se inclinan hacia mí en un extraño ángulo. Mientras se

destaca en la oscuridad, veo destellos de fuego rojo bailar en torno a su

cuerpo y desaparecen.

—¿Qué…?

Una respiración áspera, una inhalación y exhalación distinta resuenan

desde el precioso niño en mis brazos.

—¿Connor…? —Observo su rostro, el brillo ha desaparecido.

Continua respirando, el sube y baja de su pecho revela la presencia de la

vida.

—¿Connor?

—No puede oírte —Giovanni da un paso hacia adelante, evitando

mirarme a los ojos.

—¿Qué?

—Está vivo, pero no puede oírte —Hace una pausa—. Está emergiendo

del Reino de la Muerte.

—Pero, ¿vivirá? —Me arden los ojos, mis entrañas se retuercen sin

piedad, sollozando, por rabia, por amor.

Giovanni permanece en silencio por un momento.

—Sí.

Y con esa simple palabra, el mundo sigue su curso de nuevo.

Bajo la cabeza, enterrando mi cara en el cuerpo, ahora curado, de Connor

y susurro su nombre. Mi corazón late en mi pecho junto al suyo. Ahora sé

lo que es el amor. El amor es un haz de la luz del sol asomándose a través

de la oscuridad, un susurro de esperanza cuando todo está perdido.

Me encanta. Le beso la mejilla ensangrentada.

—Tú eres mi sol y nunca te dejaré ir.

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Epílogo Giovanni

Traducido por Ivi04 Corregido por Sttefanye

bservo por la ventana del hospital. El cuchicheo de las

enfermeras, los doctores y los pacientes quejándose, la pureza, se

escabullen y resuenan aferrándose a mis nervios. Pero la

actividad no desplaza mi mirada firme de aquella habitación un poco

sosa, un chico poco especial y una chica demasiado extraordinaria.

No, no una chica. Una Quimera. No, no posee cuerpo de un animal y

cabeza de una mujer o unas extremidades animales. Un cuerpo con dos

identidades distintas arañando para alcanzar la superficie. Dos brutales

opuestos, terriblemente poderosos, sumamente impredecibles. El único

puente entre el cielo y el infierno. Jade.

Jade se aferra al cuerpo del chico, susurrando algo a su oído. Hay ternura

en la manera en que lo toca, en la manera en que lo mira a los ojos —ojos

no del todo abiertos—, como si ella supiera los secretos que hay entre

ellos. Siento un arañazo debajo de mis costillas, un fuego quema

acercándose a la superficie y me dan ganas de quemar algo.

Debajo de su fachada de compasión, sin embargo, existe una frágil y

oscura tendencia tan mortal que ninguna cantidad de humanidad puede

salvarla ni siquiera ese miserable corazón. Al ver la negrura de sus ojos,

su desesperada necesidad de consumir, la próxima finalización de su

Ritual, sé que es malvada, tal vez peor de lo que recuerdo. Esos

pensamientos que utilizo para acomodar mi mente mientras intento

O

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luchar contra otros pensamientos, porque no soy capaz de soportar la

verdad. No puedo, especialmente mientras la observo aferrarse a alguien

más tan desesperadamente.

La odio, me digo a mí mismo. Otra emoción amenaza con salir a la

superficie, pero la silencio. Prefiero que se propague en la ira, la mentira,

en lugar de una verdad que me deja vulnerable. Soy un Serafín. Soy

fuego y la luz. Y esa chica ha cavado en el hielo pero no me hará caer

sobre mis rodillas. Al menos, no de nuevo. Cuadro los hombros, giro el

pomo y entro en la habitación.

—Debemos irnos. Reúne tus cosas y nos vemos afuera.

Asiente, besando al chico en la mejilla y depositando una nota entre sus

manos. Contengo la respiración.

Espero a que se vaya antes de quitar la nota del chico, patético como es,

todo pálido y gris. Debería estar muerto. Pero no lo está. Quién sabría del

poder que posee una lágrima de la hija bastarda de la Reina del Infierno,

y al parecer, si Lynx dijo la verdad, una Serafina, un ángel. Sé que es

cierto.

Abro la nota, reconozco la letra de Jade y leo cada palabra.

Lo siento…

Por favor, perdóname…

Regresaré…

Pero esa no es la última frase que escribió Jade, la línea que subrayó dos

veces se expande por todo mi cuerpo y tira de mis músculos.

Porque por ti, ahora sé lo que es el amor. Te amo. Siempre y por siempre.

El aire se queda atrapado en mi garganta. Miro al chico en la cama,

aferrándose a la vida, recuperándose. Sé que el también ama a Jade. Eso

me enfurece aún más. Ella no debe amar. Trago saliva, entonces yo

tampoco.

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Me quedo mirando la nota. Tengo la carta, sintiendo el peso de lo

imposible en mis manos. Se siente peligrosa, como si su veneno pudiera

filtrarse dentro de mí, me paralizaría, me matará. Me está matando.

Niego. Esto es una tontería. Tenemos que encontrar a Lynx y

prepararnos porque dentro de poco, alas y pesadillas estallarán en los

cielos de nuestro mundo y lo destrozarán, hasta que todo lo que quede

sea cenizas y hielo.

¿Podremos detenerlo alguna vez? ¿Jade, Lynx y yo? Lynx, por supuesto,

tiene su propio plan para la paz. Pero yo, soy un ángel y no dejaré que

nuestra legión caiga. La guerra se acerca. Todo depende de hacia dónde

se incline la lealtad de Jade. Si no acepta su vida como Serafín, si no

podemos demostrar su valía y obediencia a los Serafines, entonces...

entonces, tendré que llevar a cabo la misión que me dejó el cielo para

terminar.

Deslizo la nota de Jade en mi bolsillo. Este mundo no le pertenece. Mis

dedos rozan un pequeño orbe en el bolsillo y cierro los ojos. La ceniza en

las yemas de mis dedos se desliza sobre el pequeño mármol dorado.

Espero que Jade lo deje ir de este mundo. Porque yo —no, nosotros— no

puedo perderla de nuevo. No voy a dejarla vivir en este mundo. Y si se

resiste, yo...

Empujo a un lado ese pensamiento, siento el suave cristal bajo mis dedos,

y recuerdo un tiempo cuando tuve a Jade debajo de los árboles de

magnolia, soñando que nuestro futuro podría ser polvo de estrellas y

milagros.

Fin

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02

Acerca de la autora

Rochelle Maya Callen creció soñando

con cuentos. Cuando entró en la escuela

secundaria escondió su lado creativo y saltó

de cabeza en el trabajo académico y

proyectos de servicio. Se graduó Summa

Cum Laude con una licenciatura en

Ciencias Políticas y de la Comunicación,

cuando tenía veinte años. Después de años

de distancia de su escritura, Rochelle cogió

una pluma y comenzó a dar contenido a un

boceto de un personaje llamado Jade que

inició cuando tenía doce años. Eso croquis

fue el comienzo de la historia de Cenizas y

Hielo, el cual es una trilogía y lleva

adelantado el trabajo de escritura, además

de otros tres proyectos. Rochelle vive en el

área metropolitana de Washington DC con su

esposo y su hija. Durante el día trabaja como terapeuta de conducta. Por

la noche, es una soñadora y está ocupada escribiendo nuevas historias en

su teclado.

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03

Créditos Moderadora de traducción

Dara

Staff de traducción

Ingrid

Puchurin

savina

luisa

C_Kary

kristel98

maka.mayi

Lady_Eithne

felin28

Maddy

PatmeliL

ascen

zyan11

marlene

Ivi04

Moderadora de corrección Angeles Rangel

Staff de corrección

Francamartu

Steffanye

Angeles Rangel

Anaizher

Vickyra

Isgab38

Sarii

Gabymart

Juli_Arg

Ingridshaik

Maniarbl

Revisión

Ivio4

Diseño

Francatemartu

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04

Traducido, corregido y diseñado en…

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