Áreas de oscuridad

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El Comercio domingo 3 de mayo del 2015 Cultura l C7 OTROS SITIOS, OTROS CUENTOS Área de oscuridad Soy hijo de miembros de Sendero Luminoso que murieron en la década de los ochenta en Lima. Ellos fueron asesinados de manera ex- trajudicial. Nunca reclamé por ellos. Mi iden- tidad y la de mi familia no se construyeron desde la carencia, el daño o la búsqueda de justicia o repara- ción. He vivido sí, largo tiempo buscando un lugar legítimo para escribir, para hablar y para actuar en el espacio público. Pero no ha sido ni es sencillo”. Estas palabras cifran muy bien el delicado espa- cio de enunciación y los propósitos que animan la escritura de “Los rendidos. Sobre el don de perdo- nar”, el libro de José Carlos Agüero que ha editado recientemente el Instituto de Estudios Peruanos y que viene generando un efecto equiparable al que en su momento desató “Memorias de un sol- dado desconocido”, el libro autobiográfico del ex niño senderista y ex militar Lurgio Gavilán al que, esos monstruos de los que se hablan desde los dis- cursos de los medios y de la sociedad en general? ¿Eran algo más que ‘terrucos’? ¿Cómo reconstruir- los y reponer la imagen de ellos sin perder de vis- ta el horror que causaron y sin excusarlos? ¿Cómo deponer la rabia ante todos los daños y emprender un proceso de perdón y salud? En la agudeza y ur- gencia de esas preguntas, en la dificultad del pro- pio lenguaje por formularlas y también para res- ponderlas radica mucho del poder perturbador de este libro complejo, hondo y también necesario. Un libro que, con todos sus riesgos, toca una zona oscura de nosotros mismos y de nuestro pasado y presente; una zona que había permanecido bajo la sombra porque nadie se había atrevido a nombrar- la. Hasta hoy. “Porque Agüero es una víctima más, solo que la sociedad le ha prohibido esa condición a las personas que, como él, han sido adscritas al bando senderista. Desde ese no lugar, sin embargo, emprende una lucha personal y silenciosa”. Jeremías Gamboa facebook.com/jeremias.gamboa.cardenas “La casa del cerro El Pino”, el clásico relato de Ós- car Colchado sobre la violencia terrorista, solo que ahora es posible ver dentro de él a los militantes de Sendero Luminoso escondidos o preparando armas, educando a los niños para cosas tan extre- mas como soportar torturas o a dolerse de manera tan extrema de la pobreza como preparación para el advenimiento de la sociedad utópica que se es- pera. “La guerra era el marco de fondo de nuestra vida familiar, nuestra normalidad, como ir al cole- gio, acarrear agua, salir a jugar”, escribe Agüero. Se trata de un universo que colapsa tras la muerte de ambos padres (él en la matanza de los penales de El Frontón, en 1986, y ella en 1992, poco antes de la captura de Abimael Guzmán) y deja al adolescente en medio de la nada, víctima de “esa extraña sensa- ción de haberme quedado de pronto como el único habitante de un planeta que no existió”. Porque Agüero es una víctima más, solo que la sociedad le ha prohibido esa condición a las per- sonas que, como él, han sido adscritas al bando senderista. Desde ese no lugar, sin embargo, em- prende una lucha personal y silenciosa que impli- ca confesar el alivio que sintió tras la muerte de su madre y la culpa que, producto de ese alivio, lo aso- ló después; el estigma que ha cargado consigo por la manera en que procedieron sus progenitores. ¿Cómo constituirse en persona y reclamar dere- chos luego de eso? ¿Es un hijo culpable de los actos cometidos por sus padres? ¿Eran de verdad ellos en cierto momento, este libro califica de “primera piedra”. No es gratuito. Como su predecesor, el tra- bajo de Agüero también se apoya en el registro de la no ficción personal y se apropia del testimonio y el ensayo para ofrecernos una visión específica del conflicto interno. Si algo marca la diferencia entre ambos proyectos es el nivel de resolución de aque- llo que intentan referir: si Gavilán despliega en sus memorias el relato lineal de un horror ya pasado y digerido, Agüero enuncia desde el interior de un drama no resuelto que se resiste a la narración li- neal. El autor aborda el centro elusivo de su libro a través de anécdotas, reflexiones y anotaciones que desconfían casi siempre de las categorías que em- plean y, muchas veces, del propio lenguaje. Es posible, claro, reconstruir una historia perso- nal a partir de las esquirlas del libro. El escenario que se nos presenta es como ese espacio vacío de

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Autor: Jeremías GamboaFuente: Diario El ComercioFecha: 03/05/2015

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  • El Comercio domingo 3 de mayo del 2015 Cultura l C7

    otros sitios, otros cuentos

    rea de oscuridad Soy hijo de miembros de Sendero Luminoso que murieron en la dcada de los ochenta en Lima. Ellos fueron asesinados de manera ex-trajudicial. Nunca reclam por ellos. Mi iden-tidad y la de mi familia no se construyeron desde la carencia, el dao o la bsqueda de justicia o repara-cin. He vivido s, largo tiempo buscando un lugar legtimo para escribir, para hablar y para actuar en el espacio pblico. Pero no ha sido ni es sencillo.

    Estas palabras cifran muy bien el delicado espa-cio de enunciacin y los propsitos que animan la escritura de Los rendidos. Sobre el don de perdo-nar, el libro de Jos Carlos Agero que ha editado recientemente el Instituto de Estudios Peruanos y que viene generando un efecto equiparable al que en su momento desat Memorias de un sol-dado desconocido, el libro autobiogrfico del ex nio senderista y ex militar Lurgio Gaviln al que,

    esos monstruos de los que se hablan desde los dis-cursos de los medios y de la sociedad en general? Eran algo ms que terrucos? Cmo reconstruir-los y reponer la imagen de ellos sin perder de vis-ta el horror que causaron y sin excusarlos? Cmo deponer la rabia ante todos los daos y emprender un proceso de perdn y salud? En la agudeza y ur-gencia de esas preguntas, en la dificultad del pro-pio lenguaje por formularlas y tambin para res-ponderlas radica mucho del poder perturbador de este libro complejo, hondo y tambin necesario. Un libro que, con todos sus riesgos, toca una zona oscura de nosotros mismos y de nuestro pasado y presente; una zona que haba permanecido bajo la sombra porque nadie se haba atrevido a nombrar-la. Hasta hoy.

    Porque Agero es una vctima ms, solo que la sociedad le ha prohibido esa condicin a las personas que, como l, han sido adscritas al bando senderista. Desde ese no lugar, sin embargo, emprende una lucha personal y silenciosa.

    Jeremas Gamboa facebook.com/jeremias.gamboa.cardenas

    Breves

    subastas de arte

    el millonario Van GoghEn lo que se ha llamado el rema-te del ao, la casa Sothebys en Nueva York subastar el 5 de mayo 69 obras, por las que es-peran ms de 300 millones de dlares de recaudacin.Solo por el paisaje de Van Gogh The Allee des Alyscamps, pintado en Pars en 1887, vendi-do hace 12 aos en casi 12 millo-nes de dlares, podra alcanzar los 40 millones. Por cierto, 15 obras del pintor holands han superado los 10 millones en la historia de las subastas.

    Gabo para nios

    Macondo en la feria de bogotExpedicin Macondo es el libro de la escritora colombiana Irene Vasco que, presentado en la Feria Internacional del Libro de Bogot, introduce a los nios en el mundo fantstico de Cien aos de soledad. As, basn-dose en fragmentos de la nove-la mayor de Garca Mrquez, el libro editado por Penguin Ran-dom House propone activida-des para que los nios y jve-nes, como si fueran Jos Arca-dio Buenda, puedan fundar su propio pueblo.

    noVela de suspenso

    el edgar para stephen KingStephen King no es solo un maestro del terror. Tambin es un prolfico autor de novelas de misterio. King se impuso en la edicin anual 69 de los Premios Edgar, entregados por la Socie-dad de Escritores de Misterio de EE.UU. Su libro Mr. Merce-des fue elegi-do mejor nove-la de suspenso en una ce-remonia realizada en Man-hattan.

    AP

    AP

    La casa del cerro El Pino, el clsico relato de s-car Colchado sobre la violencia terrorista, solo que ahora es posible ver dentro de l a los militantes de Sendero Luminoso escondidos o preparando armas, educando a los nios para cosas tan extre-mas como soportar torturas o a dolerse de manera tan extrema de la pobreza como preparacin para el advenimiento de la sociedad utpica que se es-pera. La guerra era el marco de fondo de nuestra vida familiar, nuestra normalidad, como ir al cole-gio, acarrear agua, salir a jugar, escribe Agero. Se trata de un universo que colapsa tras la muerte de ambos padres (l en la matanza de los penales de El Frontn, en 1986, y ella en 1992, poco antes de la captura de Abimael Guzmn) y deja al adolescente en medio de la nada, vctima de esa extraa sensa-cin de haberme quedado de pronto como el nico habitante de un planeta que no existi.

    Porque Agero es una vctima ms, solo que la sociedad le ha prohibido esa condicin a las per-sonas que, como l, han sido adscritas al bando senderista. Desde ese no lugar, sin embargo, em-prende una lucha personal y silenciosa que impli-ca confesar el alivio que sinti tras la muerte de su madre y la culpa que, producto de ese alivio, lo aso-l despus; el estigma que ha cargado consigo por la manera en que procedieron sus progenitores. Cmo constituirse en persona y reclamar dere-chos luego de eso? Es un hijo culpable de los actos cometidos por sus padres? Eran de verdad ellos

    en cierto momento, este libro califica de primera piedra. No es gratuito. Como su predecesor, el tra-bajo de Agero tambin se apoya en el registro de la no ficcin personal y se apropia del testimonio y el ensayo para ofrecernos una visin especfica del conflicto interno. Si algo marca la diferencia entre ambos proyectos es el nivel de resolucin de aque-llo que intentan referir: si Gaviln despliega en sus memorias el relato lineal de un horror ya pasado y digerido, Agero enuncia desde el interior de un drama no resuelto que se resiste a la narracin li-neal. El autor aborda el centro elusivo de su libro a travs de ancdotas, reflexiones y anotaciones que desconfan casi siempre de las categoras que em-plean y, muchas veces, del propio lenguaje.

    Es posible, claro, reconstruir una historia perso-nal a partir de las esquirlas del libro. El escenario que se nos presenta es como ese espacio vaco de