aproximandonos al ser humano

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“TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN”

VE Multimedios™. Todos los Derechos Reservados. 1

CURSO ON-LINE:

ANTROPOLOGÍA CRISTIANA

MANUAL DE CLASES

“TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN”

VE Multimedios™. Todos los Derechos Reservados. 2

APROXIMÁNDONOS AL

SER HUMANO

1. ANTE EL MISTERIO DEL SER HUMANO

«Conócete a ti mismo»

Las preguntas fundamentales:

«Ante la actual evolución del mundo, cada día son más numerosos los que se plantean cuestiones

sumamente fundamentales o las sienten cada día más agudizadas: ¿Qué es el hombre? ¿Cómo explicar

el dolor, el mal, la muerte, que, a pesar de progreso tan grande, continúan todavía subsistiendo? ¿De

qué sirven las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede el hombre aportar a la sociedad, o qué

puede él esperar de ésta? ¿Qué hay después de esta vida terrenal?...Mas, ¿qué es el hombre? Muchas

son las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo, variadas o contradictorias: muchas

veces o se exalta a sí mismo como suprema norma o bien se rebaja hasta la desesperación, terminando

así en la duda o en la angustia».

Gaudium Spes 10.12.

UNIDAD 1

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A lo largo de historia de la humanidad y desde que el hombre se entiende como hombre,

todos se han hecho las «preguntas fundamentales». Y esta verdad tan obvia es

indispensable. Muchas veces olvidamos en la vida cotidiana que todos tenemos la misma

experiencia y que por lo tanto para madurar es importantísimo ser capaces de comprender al

otro desde mi propia realidad.

Veamos que dice el Papa Juan Pablo II sobre este punto:

«Por lo demás, una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad como en distintas partes

de la tierra, marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que

caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy? ¿de dónde vengo y a dónde voy? ¿por

qué existe el mal? ¿qué hay después de esta vida? Estas mismas preguntas las encontramos en los

escritos sagrados de Israel, pero aparecen también en los Veda y en los Avesta; las encontramos en los

escritos de Confucio e Lao-Tze y en la predicación de los Tirthankara y de Buda; asimismo se

encuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurípides y Sófocles, así como en los

tratados filosóficos de Platón y Aristóteles. Son preguntas que tienen su origen común en la necesidad

de sentido que desde siempre acucia el corazón del hombre: de la respuesta que se dé a tales preguntas,

en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia».

Fides et Ratio, 1.

La búsqueda de la respuesta al ¿quién soy? se mueve en el plano de la objetividad donde la

subjetividad no deja de existir pero el sujeto no se miente porque está centrado en la

estructura de su ser: es decir aquello que hace que sea. Se trata entonces de ir más allá del

querer al fundamento de ese querer, es decir, «el ser». No soy simplemente quien quiero ser

sino descubrir «quién soy realmente». Y esto responde a lo que Dios ha puesto en el corazón

de cada ser humano: el insaciable hambre por conocer la verdad.

«(...) Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de

conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí

mismo»1.

1 Fides et ratio, proemio.

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Situación presente: visiones inadecuadas del ser humano

Hoy, más que en ninguna época, «el hombre» está en el centro de la reflexión cultural. Esto

lo expresó de manera profética el Papa Juan Pablo II en su discurso inaugural en la II

Conferencia general del Episcopado Latinoamericano en Puebla de los ángeles en 1979.

«Quizás una de las más vistosas debilidades de la civilización actual esté en una inadecuada visión del

hombre. La nuestra es sin duda la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre. La época

de los humanismos, del antropocentrismo, sin embargo, paradójicamente es la época del rebajamiento

del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron

antes»2.

La nostalgia de infinito presente en el hombre concreto y plasmada en diversas corrientes

culturales (aunque algunas desviadas en diversos aspectos), la actitud de búsqueda de una

respuesta existencial, la importancia que se le da actualmente al tema de la dignidad y

derechos humanos entre otros temas; son manifestaciones positivas de una auténtica

preocupación por el hombre. Pero, paradójicamente también vamos a descubrir una serie de

manifestaciones antihumanas (experimentación con embriones humanos, fecundación

artificial, matrimonios entre homosexuales, aborto, eutanasia, etc.) que nos hablan, o mejor

dicho nos gritan de lo que algunos autores han llamado de manifestación de la «dimisión de

la humano».

«El tema de la dimisión de lo humano es un tema central en la reflexión de cara al tercer

milenio. (...) Muchos en este siglo que termina han sucumbido a una visión en que la

dignidad del ser humano ha sido reducida a la categoría de una cosa o de una función. Sin

duda es una dimisión de lo humano»3.

Hoy vivimos en un mundo donde impera el llamado «agnosticismo funcional», el cual ya

no se pregunta por el sentido último de la realidad y de la verdad. Una de las notas de la

llamada «Post-Modernidad» será justamente la presencia, con cada vez más fuerza, del

«pensamiento débil» (pensiero débole) que sienta sus bases en el nihilismo y tiene como idea

2 S.S. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la Conferencia de Puebla 28/1/19, 1,9. 3 Luis Fernando Figari, Páginas de fe, Fondo Editorial 2000, p. 65.

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de fondo la imposibilidad del hombre de conocer la verdad. Y así propone una sociedad

transparente en la cual sólo se puedan dar opiniones (sin ninguna afirmación «fuerte» o

«políticamente incorrecta»).

Leamos con atención este texto de la Encíclica Fides et Ratio:

«Se ha de tener presente que uno de los elementos más importantes de nuestra condición actual es la

“crisis del sentido”. Los puntos de vista, a menudo de carácter científico, sobre la vida y sobre el

mundo se han multiplicado de tal forma que podemos constatar cómo se produce el fenómeno de la

fragmentariedad del saber. Precisamente esto hace difícil y a menudo vana la búsqueda de un sentido...

La pluralidad de las teorías que se disputan la respuesta, o los diversos modos de ver y de interpretar el

mundo y la vida del hombre, no hacen más que agudizar esta duda radical, que fácilmente desemboca

en un estado de escepticismo y de indiferencia o en las diversas manifestaciones del nihilismo»4.

¿Cuáles son las visiones inadecuadas acerca del hombre que encontramos en nuestra cultura

hodierna? Las Conclusiones del documento de Puebla de los Ángeles nos ofrecen un elenco

de «visiones inadecuadas del hombre en América Latina»5.

a. Visión determinista: El hombre es víctima de fuerzas ocultas y no es dueño de sí mismo.

Dios impondría todo en su destino arbitrario. Incluye la creencia en la reencarnación. Los

hombres no son fundamentalmente iguales.

b. Visión psicologista: La persona se reduce a su psiquismo. El hombre es víctima de su

instinto fundamental erótico o un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de

libertad. La religión es la sublimación del instinto sexual. Niega la propia responsabilidad y

conduce al pansexualismo y al machismo.

c. Visiones economicistas: La persona es un instrumento de producción y consumo. Todo se

fabrica y se vende en nombre de los valores del tener, del poder y del placer, sucedáneos de

la felicidad humana. Abarca al liberalismo económico (individualista), al marxismo clásico

(colectivista).

4 Fides et ratio, 81. 5 Ver Puebla 305-315.

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d. Visión estatista: Tiene su base en la teoría de la Seguridad Nacional. Pone al individuo al

servicio ilimitado de la supuesta guerra total contra los diversos conflictos nacionales o

internacionales. Limita la libertad individual y la voluntad del estado se confunde con la

voluntad de la nación. El desarrollo económico y el potencial bélico anteceden a las

necesidades básicas de la población.

e. Visión cientista: Sólo reconoce como verdad lo que la ciencia puede demostrar. En su

nombre todo se justifica, incluso afrentas a la dignidad humana. La comunidad nacional se

somete a la tecnocracia.

La importancia del ser humano en la Iglesia

¿El ser humano es importante para la Iglesia? ¿Por qué la Iglesia debe de pronunciarse

sobre el hombre? Los obispos de todo el mundo reunidos en el Concilio Vaticano II nos

dicen:

«El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los

pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de

Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La

comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, sin guiados por el Espíritu

Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido la Buena Nueva de la Salvación para

comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de

su historia»6.

Así pues, siendo fiel a su misión, la Iglesia no puede permanecer insensible a todo lo que

sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo

amenaza. Ella que es «experta en humanidad», como dijo el recordado Pablo VI en su

Discurso a la ONU en 1965, no puede permanecer inconmovible ante una avalancha de

discursos sobre el ser humano y sobre sus derechos que al responder a una inadecuada

visión del hombre van parejos, no pocas veces, con las más graves ofensas a la dignidad

humana y a las más terribles violaciones de sus derechos. La Iglesia tiene el derecho y el

deber de anunciar y denunciar a todos los pueblos y naciones la «visión cristiana de la

6 Gaudium et spes, 1.

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persona humana» porque se sabe receptora de esa revelación sobrenatural necesaria para

poder iluminar la propia identidad y el sentido de la vida y porque profesa que todo

atropello a la dignidad del hombre es, en última instancia, un atropello al mismo Dios, de

quien es su imagen y semejanza (ver Puebla 306).

Juan Pablo II ha dicho que la Iglesia hace una opción radical por el hombre diciendo que: «La

Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya «suerte», es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y

la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrecha e indisolublemente unidas a Cristo...El

hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social

-en el ámbito de la propia familia, en el ámbito de la sociedad y de contextos tan diversos, en el ámbito

de la propia nación, o pueblo (y posiblemente sólo aún del clan o tribu), en el ámbito de toda la

humanidad- este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su

misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que

inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención»7. Es desde su fe

en la Revelación que la Iglesia anuncia al mundo el designio divino para el ser humano.

Características de una antropológica cristiana:

a. Existencial: Primacía de la experiencia existencial en el hombre. Aproximación personal,

completa, viva, encarnada en la existencia de cada hombre, buscando potenciar el

dinamismo de la fe en los diversos ámbitos de la vida cotidiana de cada persona.

b. Desde la fe: Clara primacía de los datos de la fe, siempre caminando en sintonía con la

razón. La fe ilumina siempre el ser y el obrar del ser humano y de la realidad.

c. Cristocéntrica: El Señor Jesús desvela el misterio del hombre. Él mismo es el modelo pleno

de humanidad.

d. Antropocéntrica teologal: En el Señor Jesús el cristocentrismo se torna antropocentrismo

teologal. La persona humana es considerada un misterio de amor, una realidad abierta al

encuentro en todas sus dimensiones y un ser teologal (apertura a la trascendencia).

e. Realismo crítico: El realismo crítico afirma que las cosas “son” en sí mismas y que pueden

ser “conocidas” en sí mismas por la razón. Opción por andar en verdad y por amar la verdad

objetiva.

7 Redemptor hominis, 14.

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f. Holística (global): La persona es valorada en todas sus dimensiones (espiritual, anímica y

corporal) y es entendida como una unidad bio-psico-espiritual.

g. Sintética: Busca armonizar los diversos elementos de la realidad en la reflexión sobre la

persona humana.

h. Reconciliadora: La aproximación antropológica desde el ciclo reconciliador reconoce que

Dios ha reconciliado al hombre en sus cuatro niveles relacionales.

i. Eclesial: La Palabra de Dios tal como nos es transmitida por la Iglesia y la enseñanza

magisterial es una riqueza y característica esencial de una aproximación cristiana al hombre.

2. PUNTO DE PARTIDA ANTROPOLÓGICO

El hecho humano

Antes de formularme la pregunta por mi propia identidad hay una experiencia primera:

yo soy, yo existo. Cada persona concreta se experimenta como siendo, se plantee o no la

pregunta por su propia identidad.

«Aquí se trata por tanto del hombre en toda su verdad, en su plena dimensión. No se trata del hombre

“abstracto” sino real, del hombre “concreto”, “histórico”. Se trata de “cada” hombre, porque cada uno

ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre,

por medio de este ministerio... El objeto de esta premura es el hombre en su única e irrepetible realidad

humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza con Dios mismo. El Concilio indica esto

precisamente, cuando, hablando de tal semejanza, recuerda que “el hombre es en la tierra la única

creatura que Dios ha querido para sí misma”. El hombre tal como ha sido “querido” por Dios, tal como

él lo ha “elegido” eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente “cada”

hombre, el hombre “más concreto”, el “más real”; éste es el hombre, en toda la plenitud del misterio,

del que se ha hecho partícipe en Jesucristo...»8.

8 Redemptor hominis, 13

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Una antropología que, desde «el hecho humano fundamental», lleve a comprender la

trascendencia y singularidad del hombre, reclama una antropología que no se cierre a los

datos que aporta la Revelación.

La «conexión ontológica»9, como la llamaba Pío XII, por la que el ser humano está ligado a su

causa trascendente, es la clave fundamental para aproximarse a la realidad del hombre, su

dignidad y sus fines.

- El hambre o anhelo de infinito: el hombre no se satisface con lo material, anhela lo

ilimitable. Tiene un profundo deseo de salir de sí mismo, tiene un profundo anhelo de “dejar

huella”, de la amistad imperecedera.

Leamos con atención las reflexiones del pensador católico peruano Luis Fernando Figari:

«“Siento la necesidad del infinito”; son palabras que me cautivaron desde la primera vez que las leí. Y

es que ellas remiten a una realidad profunda del ser humano, de mí mismo. Más aún, se trata de la

realidad más profunda del ser humano. Esas palabras manifiestan una tendencia, una tensión-hacia

que persiste hoy y persistirá siempre a pesar de cuantos cambios se produzcan en el mundo. El ser

humano siempre será el mismo; su estructura fundamental como persona habrá de mantenerse como

tal. Por eso la experiencia de la “nostalgia de infinito” no es una aspiración pasajera, sino permanente

y ligada a la existencia misma del ser humano.

Es bastante más que un deseo. No es una dimensión sentimental o abstracta; más bien, se trata de una

dimensión constitutiva, real, que desde lo fondal de uno mismo apunta a la plenitud de la persona en el

encuentro con la realidad trascendente desde la cual todo recibe sentido»10.

9 Pío XII, Discurso a los juristas católicos, 6/11/ 1949. 10 Luis Fernando Figari, Nostalgia de infinito, Fondo Editorial, Lima 2002, p. 8.

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«Y es que el determinante más propio del ser humano está en su dimensión teologal, en su ontológica

apertura a la realidad que llamamos Dios. Más aun, hay en el ser humano un impulso que lo conduce

a la búsqueda del encuentro con Dios, de la comunión con Él»11.

«Consideramos que es un término apropiado para referirnos a la realidad fondal del ser humano en su

orientación hacia lo divino. Así pues, el ser humano es teologal. Se trata de una nota de su realidad

más profunda, y que cualifica su humanidad»12.

El ser humano es «persona», es decir es un ser abierto a la comunicación, capaz de escuchar,

de responder, de dialogar y de vivir la dimensión existencial de la comunión con los otros. El

ser humano es una criatura no solamente abierta al dinamismo de «comunión» sino,

podemos decir, inmersa en el dinamismo del «encuentro». Ante él se presenta, desde su

libertad, la posibilidad de responder o no aquello que su propia naturaleza reclama. Este

dinamismo lo va a llevar siempre más allá de sí mismo.

«El ser humano es persona, ser abierto a la comunicación, capaz de escucha y respuesta, de diálogo y

comunión. El ser humano es una creatura abierta al encuentro, y habría que decir más; inmersa en el

dinamismo del encuentro. Ante él, desde su libertad, puede responder en un sentido u otro,

dependiendo su realización de la naturaleza de su respuesta. Este dinamismo siempre lo lleva más allá

de sí, e incluso de aquellos semejantes a sí, en un hambre de infinito que respondiendo a su hondura

más propia lo remite al único que es respuesta y que puede saciar ese hambre, a Aquel que es mayor

significación: a Dios»13.

- La experiencia de la limitación

Consideremos un poco más en profundidad el tema de la propia identidad.

Lo primero que podemos decir es que ignoramos nuestro origen. No es difícil

comprender esto. Simplemente pensemos en que antes de que nosotros naciéramos ya había

un mundo en el que sucedía casi todo lo que hoy sucede y nosotros no estábamos. Es

importante darnos cuenta de que es un dato real. Ninguno de nosotros puede explicar su

origen. Esto debería ser una fuente perenne de asombro y agradecimiento. No éramos y

11 Allí mismo, p. 10. 12 Allí mismo, p. 13. 13 Luis Fernando Figari. La dignidad del hombre y los derechos humanos, pp. 13-14.

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ahora somos y el hecho de ser es algo dado de fuera de nosotros. No nos hemos hecho a

nosotros mismos.

Las circunstancias en las que nuestros padres se conocieron son tan aparentemente

“casuales” como las de nuestros abuelos y como las circunstancias en las que nosotros

mismos conocimos a nuestros cónyuges o tuvimos a nuestros hijos. Si nos detenemos a

considerar esto en silencio la gran interrogante se puede expresar así: no era y ahora soy

¿Quién soy? ¿Qué sentido tiene que yo sea?

Un segundo dato es que vamos a morir. Este es otro asunto que atraviesa nuestra historia

personal tanto como la del mundo entero. Es una certeza absoluta. Nadie en su sano juicio

puede pensar con fundamento que no va a morir. Es más, experimentamos cotidianamente

que caminamos hacia el fin. Sin embargo ocurre muchísimas veces que este dato no nos dice

nada. Parece que como es inevitable no vale la pena ni pensarlo. Hay toda una aproximación

de fuga frente al hecho macizo, futuro pero macizo de que algún día estará muestro cuerpo

bajo tierra y nuestro nombre sólo evocará un recuerdo. Ante este hecho la pregunta toma

esta forma: «si voy a morir ¿Quién soy? ¿Qué sentido tiene mi vida?»

Estas dos primeras constataciones nos llevan a la de experimentarnos como seres limitados,

carentes, en búsqueda de respuestas que respondan a esas preguntas fundamentales que

expliquen quién soy y cuál es el sentido de mi propia existencia.

Por ello un tercer dato que constatamos es que efectivamente creemos que existe un

sentido. Creemos que podemos ser felices y vivimos buscando algo que llamamos felicidad o

bien. Permanentemente tenemos la felicidad como horizonte. Bien o mal, con mayor o menor

claridad todos buscamos ser felices. Hay algo más en esto: la felicidad que queremos no debe

terminar. Nadie en su sano juicio busca una felicidad que termina.

Un cuarto dato anula los tres anteriores con una extrañeza mayor: cada uno de nosotros es

él y no otro, y así cada ser humano es quien es y no otro. La verdad expresada es innegable:

lo que tú no hagas nadie lo hará por ti simplemente porque tú eres tú y no otra ni hay dos

como tú. Cuando el enamorado le dice a la enamorada “eres única” no sólo le está diciendo

un piropo sino una verdad innegable que se puede decir de cualquiera. En todo lo que

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hacemos presuponemos nuestra persona única e irrepetible. La pregunta toma entonces esta

forma: no era, soy, busco la felicidad y soy yo mismo y no otro ¿Quién soy?

Descubrimos pues una doble realidad por un lado me descubro carente de muchas cosas y a

la vez experimento un hambre de plenitud, de infinito. Si alguien pregunta para qué sirve

pensar en estas cosas sería difícil de responder. Podemos decir que pensar en estas cosas no

tiene una utilidad inmediata pero es muy importante porque sólo pensando en ellas

podemos ubicarnos realmente en nuestra vida.

Entonces junto a éste hambre constatamos paradójicamente la experiencia de nuestra

limitación que se expresa particularmente en la contingencia y en mi experiencia del mal

moral:

a. Contingencia: Limitaciones del propio ser en su realidad temporal: limitaciones

físicas, psicológicas. No nos debemos la existencia a nosotros mismos, hubiéramos

podido no existir y podemos dejar de existir en cualquier instante, incluso a pesar

nuestro.

b. Mal moral: Es la experiencia del pecado, de la debilidad y ruptura interior, de vivir

incoherentemente entre lo que se anhela y lo que se realiza (ver Rom 7,15).

«Al encontrarnos con nosotros mismos descubrimos una doble realidad aparentemente

contradictoria. Por un lado, constatamos que nuestra naturaleza es frágil y limitada, que somos

contingentes y débiles, que las contradicciones signan nuestro caminar. (...)

Pero eso no es todo, pues además experimentamos un anhelo profundo de plenitud y realización. Se

trata del hambre de Dios que habita en nuestros corazones y que nos abre a la entrega confiada en

Aquel que nos ha creado para la plenitud del encuentro»14.

14 Camino hacia Dios, Tomo II, La confianza en Dios, VE, Lima – 1999, p. 56.

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La búsqueda

El hombre, experimentando el anhelo de infinito y su realidad limitada, emprende la

búsqueda de algo que le dé sentido a su existencia y así lo ubique en el horizonte de

realización personal.

«El ser humano es un buscador, es un explorador de la verdad, como bien ha recordado el Santo Padre

en la encíclica Fides et ratio. Esa actitud, esa disposición, encuentra sus raíces en la conciencia de su

propia naturaleza, en esa “nostalgia” que anida en lo más íntimo de sí y lo remite más allá de sí, en

perspectiva de encuentro y participación, y más aún al encuentro pleno que ha sido prometido para

quien permanece en Él y su amor»15. «La “nostalgia de reconciliación” (...) significa precisamente este

dinamismo por el cual el hombre busca reencontrar el camino de comunión para la cual existe (…)»16.

«Para el autor sagrado el esfuerzo de la búsqueda no estaba exento de la dificultad que supone

enfrentarse con los límites de la razón...La fuerza para continuar su camino hacia la verdad le viene de

la certeza de que Dios lo ha creado como un “explorador” (cf. Qo 1,13), cuya misión es no dejar nada

sin probar a pesar del continuo chantaje de la duda. Apoyándose en Dios, se dirige, siempre y en todas

partes, hacia lo que es bello, bueno y verdadero»17.

«Se puede ver así que los términos del problema van completándose progresivamente. El hombre, por

su naturaleza, busca la verdad. Esta búsqueda no está destinada sólo a la conquista de verdades

parciales, factuales o científicas; no busca sólo el verdadero bien para cada una de sus decisiones. Su

búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una

búsqueda que no puede encontrar solución si no es en el absoluto. Gracias a la capacidad del

pensamiento, el hombre puede encontrar y reconocer esta verdad. En cuanto vital y esencial para su

existencia, esta verdad se logra no sólo por vía racional, sino también mediante el abandono confiado

en otras personas, que pueden garantizar la certeza y la autenticidad de la verdad misma. La capacidad

y la opción de confiarse uno mismo y la propia vida a otra persona constituyen ciertamente uno de los

actos antropológicamente más significativos y expresivos»18.

15 Nostalgia de infinito, p. 31. 16 Miguel Salazar. Persona humana y reconciliación, VE, Lima 1989, p. 21 17 Fides et ratio, 21. 18 Fides et ratio, 33.

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El hombre busca mediante las solas luces de la razón y puede llegar a las siguientes

conclusiones.

- Busca y encuentra algunas certezas sobre la realidad y sobre sí.

- Afina sus preguntas y sus respuestas y continúa profundizando.

- A la luz de la sola razón llega a algunas verdades sobre Dios, pero no llega al encuentro con

Dios, no logra responder plenamente al misterio de sí mismo. Nunca basta una respuesta

meramente humana.

Algunas respuestas a las que puedo llegar por la razón, a través de lo creado:

- Sobre mí: Necesito comunicarme, provengo de otro principio, quiero ser feliz y hay cosas

que me sacian parcialmente, apertura a la verdad y la belleza, alegría por el bien, dolor por el

mal, alma espiritual.

- Sobre Dios: Es el principio de todo, el Creador. Es un ser superior. Es armónico y bello.

El extravío antropológico

El hombre en su búsqueda de respuestas puede cerrarse en la sola razón cayendo en lo

que se conoce como «antropologías desde abajo» o visiones reduccionistas del hombre. La

causa fundamental del actual extravío antropológico se debe a la pérdida de vista, por parte

de la modernidad secularizada, de la verdad sobre la relación entre Dios y el hombre.

«Es necesario reconocer que no siempre la búsqueda de la verdad se presenta con esa transparencia ni

de manera consecuente. El límite originario de la razón y la inconstancia del corazón oscurecen a

menudo y desvían la búsqueda personal. Otros intereses de diverso orden pueden condicionar la

verdad. Más aún, el hombre también la evita a veces en cuanto comienza a divisarla, porque teme sus

exigencias. Pero, a pesar de esto, incluso cuando la evita, siempre es la verdad la que influencia su

existencia; en efecto, él nunca podría fundar la propia vida sobre la duda, la incertidumbre o la

mentira; tal existencia estaría continuamente amenazada por el miedo y la angustia»19.

Por eso podemos afirmar que nos faltan quienes, cansados de deambular sin encontrar

ningún significado a la existencia humana, se han dejado arrastrar por la desilusión y la

desesperanza, y piensan que la vida humana no tiene mayor sentido. Sin embargo existe

19 Fides et ratio, 28.

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otro tipo de personas que sí deciden con sincero corazón adentrarse en el misterio de su

propia identidad. Pero no aciertan a encontrar la luz que ilumine sus incertidumbres, pues se

topan con visiones reduccionistas de la persona humana que entenebrecen una correcta

comprensión del misterio del hombre.

Leamos con atención:

«La angustiante experiencia de tierra baldía en no pocas realidades geográficas, en no pocas

situaciones humanas, despierta también la nostalgia de un “paraíso perdido” que se quiere poseer ya

aquí y ahora. La irrupción cosmizante del nivel sensorial de lo humano, reforzada increíblemente por el

mundo de la técnica, acentúan el deseo de recuperar el “paraíso” pero eternizando lo contingente. Se

quiere despojar la realidad cruciforme del hombre y su cultura del madero vertical que ancla en la

hondura para alzarse en búsqueda del máximo sentido, quedándose sólo con el madero horizontal

arrojado sobre la tierra. Se ignora que uno y otro se exige mutuamente en la realidad humana.

Un horizontalismo cerrado sobre sí mismo es tan absurdo y funesto como un verticalismo excluyente.

Obviamente la fantasía de la imaginación no es el elixir de la salud, no es la recuperación del centro,

sino una ilusión, un engaño, un caer en la dinámica de la “escotosis”: la mentira y sus espejismos

seductores»20.

Consecuencia de que el hombre se encierre en sí mismo son las visiones reduccionistas, que

por un lado abandonan el recto uso de la razón optando: por la sola fe en desmedro de la

razón (fideismo), o por un abandono a sus sentimientos (sentimentalismo), o por caer en la

actividad febril (activismo). La paradoja del extravío es creer que uno no está extraviado,

sino que tiene una respuesta.

20 Luis Fernando Figari, El desafío: ante una cultura de muerte, una cultura de vida, de libertad, de amor en Horizontes de reconciliación, Vida y Espiritualidad, Lima 1996, pp. 97-98.