antología de textos líricos

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Esta Antología ha sido realizada por Mª TeresaCascón Poveda con motivo de la VIII Semana de la Solidaridad de Alcalá de Henares. IES Isidra de Guzmán. Proyecto REDYNETED.

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Page 1: Antología de Textos Líricos
Page 2: Antología de Textos Líricos

Manuscrito original del poema de Walt Whitman

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En la VIII Semana de la Solidaridad de Alcalá de Henares dedicada a los ODM 4º y 5º Dña Mª TERESA CASCÓN POVEDA, profesora de “Literatura Universal” de 2º de Bachillerato del I.E.S. ISIDRA DE GUZMÁN realizó esta Antología de Textos Líricos que fue declamada por ella y sus alumnos en la Velada Poética que tuvo lugar el día 14 de mayo de 2010 a las 19 horas en la Plaza de Cervantes. La selección poética tiene como hilo conductor varios temas: la solidaridad del ser humano con sus semejantes, la justicia social, el amor a la naturaleza, a la verdad, a la vida.

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I El primer poema que vamos a leer es un poema estremecedor de LAS NANAS DE LA CEBOLLA, del poeta Miguel Hernández, cuyo centenario de su nacimiento celebramos este año. Estos poemas, escritos en la cárcel, y pertenecientes a su último libro: Cancionero y romancero de ausencias, escrito entre 1938 y 1941 hablan del amor a la esposa y al hijo (amor frustrado ahora por la separación). Sus últimos años fueron muy tristes: su primer hijo muere, su segundo hijo nace terminada la guerra, pero él se encuentra encarcelado y enfermo. Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández se alistó como voluntario del lado republicano. En la cárcel de Alicante morirá en 1942, cuando contaba con sólo treinta y dos años. Las Nanas de la cebolla las compuso tras recibir una carta de su mujer en la que le dice que muchos días no encontraba más que cebollas para comer. A su hijo, amamantado con “sangre de cebolla”, le escribe estas escalofriantes nanas. Al leerlas o escucharlas es difícil evitar un nudo en la garganta. Vamos a leer unos fragmentos:

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NANAS DE LA CEBOLLA La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi nińo estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena resuelta en luna se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te traigo la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en tus ojos la luz del mundo. Ríete tanto que mi alma al oírte bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa, vencedor de las flores y las alondras Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor.

La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño: nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan lato, tan extendido, que tu carne es el cielo recién nacido. Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho: él, triste de cebolla, tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

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II El segundo poema, también de Miguel Hernández, se llama EL NIÑO YUNTERO. Pertenece a su libro Viento del pueblo, publicado en 1937, ya comenzada la Guerra Civil. Pensemos que, como este niño, muchos otros tienen que trabajar, como así le ocurrió Miguel Hernández. Vamos a leer unos fragmentos: Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatifecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta. Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra. Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador. Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio. A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepurtura. Y como raíz se hunde en la tierra lentamente para que la tierra inunde de paz y panes su frente. Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento resuelve mi alma de encina. Le veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y declarar con los ojos que por qué es carne de yugo. Me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta, y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta. ¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena? Que salga del corazón de los hombres jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros.

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III De Antonio Machado es el siguiente soneto LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO, de su libro Poesías de guerra, poemas que compuso entre 1936 y 1939. Éste poema fue compuesto poco antes de partir para el exilio. El horror de la guerra se concentra en el delirio y en la muerte del niño herido en un bombardeo

Otra vez en la noche... Es el martillo

de la fiebre en las sienes bien vendadas del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!

¡Las mariposas negras y moradas!

—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego! ¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?

Hay en la pobre alcoba olor de espliego; fuera, la oronda luna que blanquea cúpula y torre a la ciudad sombría.

Invisible avión moscardonea.

—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? El cristal del balcón repiquetea. —¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!

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Injusticia. Raúl Casillas.

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IV El siguiente poema se llama LA INJUSTICIA, del poeta Dámaso Alonso, de su libro Hijos de la ira, de 1944. Dámaso Alonso siempre ha sido adscrito a la generación del 27, pero hay que decir que su poesía principal se da tras la Guerra Civil. Este libro nos habla del odio, de la crueldad y de la injusticia y encierra preguntas angustiadas sobre el sentido de la vida. El lenguaje es duro, a veces desgarrado. El poema habla de la injusticia en general, pero es inevitable pensar en la realidad de España en ese momento. El autor llama a la injusticia “sombra negra”, mancha lóbrega”, “reina de las cavernas” “ de corvas pupilas” “con cabellos de serpiente” “llegas como inmensa tumba””resentido el vaho de ponzoña de tu lengua” “sembradora de odio”. La injusticia viene a corromper el mundo idílico, sereno. También viene a herir al hombre, sin embargo el poeta afirma que podrá herir su carne, pero nunca se apoderará de su corazón.

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¿De qué sima te yergues, sombra negra? ¿Qué buscas? Los oteros, como lagartos verdes, se asoman a los valles que se hunden entre nieblas en la infancia del mundo. Y sestean, abiertos, los rebaños, mientras la luz palpita, siempre recién creada,

mientras se comba el tiempo, rubio mastín que duerme /a las puertas de Dios.

Pero tú vienes, mancha lóbrega, reina de las cavernas, galopante en el cierzo, tras tus corvas /pupilas, proyectadas como dos meteoros crecientes de lo oscuro, cabalgando en las rojas melenas del ocaso, flagelando las cumbres con cabellos de sierpes, látigos de granizo.

Llegas, oquedad devorante de siglos y de mundos, como una inmensa tumba, empujada por furias que ahincan sus testuces, duros chivos erectos, sin oídos, sin ojos, que la terneza ignoran.

Sí, del abismo llegas, hosco sol de negruras, llegas siempre, onda turbia, sin fin, sin fin manante, contraria del amor, cuando él nacida en el día primero.

Tú empañas con tu mano de húmeda noche los cristales tibios donde al azul se asoma la niñez transparente, cuando /apenas era tierna la dicha, se estrenaba la luz, y pones en la nítida mirada la primer llama verde de los turbios pantanos.

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Tú amontonas el odio en la charca inverniza del corazón del vejo, y azuzas el espanto de su triste jauría abandonada que ladra furibunda en el hondón del bosque.

Y van los hombres, desgajados pinos, del oquedal en llamas, por la barranca abajo, rebotando en las quiebras, como teas de sombra, ya lívidas, ya ocres, como blasfemias que al infierno caen.

... Hoy llegas hasta mí. He sentido la espina de tus podridos cardos, el vaho de ponzoña de tu lengua y el girón de tus alas que arremolina el aire. El alma era un aullido y mi carne mortal se helaba hasta los tuétanos.

Hiere, hiere, sembradora del odio: no ha de saltar el odio, como llama de azufre, /de mi herida. Heme aquí: soy hombre, como un dios, soy hombre, dulce niebla, centro cálido,

pasajero bullir de un metal misterioso que irradia /la ternura.

Podrás herir la carne y aun retorcer el alma como un lienzo: no apagarás la brasa del gran amor que fulge dentro del corazón, bestia maldita.

Podrás herir la carne. No morderás mi corazón, madre del odio. Nunca en mi corazón, reina del mundo.

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V El siguiente poema se titula EN LA PLAZA, de Vicente Aleixandre, poeta de la generación del 27. Este poema pertenece al libro Historia de un corazón, libro escrito entre 1945 y 1953. En este libro el autor presenta al hombre como una criatura que sufre, pero destaca su valor y valentía. La solidaridad es el sentimiento clave. Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo, sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido, llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado. No es bueno quedarse en la orilla como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca. Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha de fluir y perderse, encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido. Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso, y le he visto bajar por unas escaleras y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse. La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido. Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo, con silenciosa humildad, allí él también transcurría. Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia. Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo, un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano, su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

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Y era el serpear que se movía como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso, pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra. Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse. Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete, con los ojos extraños y la interrogación en la boca, quisieras algo preguntar a tu imagen, no te busques en el espejo, en un extinto diálogo en que no te oyes. Baja, baja despacio y búscate entre los otros. Allí están todos, y tú entre ellos. Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete. Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua, introduce primero sus pies en la espuma, y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide. Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía. Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo. Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza, y avanza y levanta espumas, y salta y confía, y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven. Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza. Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo. ¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

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VI Del poeta peruano Cesar Vallejo es el poema LOS HERALDOS NEGROS. El libro al que pertenece lleva el mismo nombre, de hecho es su primer poema.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si, ante ellos, la resaca de todo lo sufrido Se empozara en el alma… ¡Yo no sé! Son pocos; pero son … Abren zanjas oscuras En el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; O los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones De algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre…¡Pobre…pobre! Vuelve los ojos , como Cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; Vuelve los ojos locos, y todo lo vivido Se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes…¡Yo no sé!

Page 15: Antología de Textos Líricos

VII El siguiente poema de es de Bertold Brecht

Primero se llevaron a los negros, pero a mi no me importó

porque yo no lo era.

Enseguida se llevaron a los judíos, pero a mí no me importó, porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los curas, pero como yo no soy religioso,

tampoco me importó.

Luego apresaron a unos comunistas, pero como yo no soy comunista,

tampoco me importó.

Ahora me llevan a mí pero ya es tarde.

Page 16: Antología de Textos Líricos

VIII Los siguientes poemas que vamos a leer pertenecen Walt Whitman, autor norteamericano del siglo XIX. Walt Whitman en Norteamérica y Baudelaire y los poetas malditos (Rimbaud, Verlaine y Mallarmé) en Europa son los iniciadores de la poesía moderna. Los poemas pertenecen a su libro Hojas de Hierba, que recoge toda su poesía. La primera edición, costeada por él mismo, es de 1855, pero al largo de su vida, Whitman corrigió y aumentó el número de poemas, por lo que el libro conoció nueve ediciones hasta su muerte cuando contaba 72 años. Sin embargo, tuvieron que pasar más de treinta años hasta que la obra conociera el éxito, pues la poesía de Whitman resultaba demasiado novedosa para sus contemporáneos; de hecho, por parte de ciertos sectores, los más puritanos de la sociedad, se le acusó de inmoralidad, individualismo… La poesía de Whitman es optimista y de gran fuerza vital. Whitman creyó firmemente en el ser humano y en la vida. Afirmó la importancia de la unión de todos los seres humanos. Fue defensor de la igualdad y de la democracia. Durante la Guerra Civil entre 1861 y 1865 se declaró a favor del bando del Norte, pues su pensamiento era antiesclavista. A Abraham Lincoln dedicó uno de sus más célebres poemas, tras su asesinato en el teatro, a manos de un actor simpatizante del bando del Sur, que le disparó. Toda la nació se afligió por la muerte de un gran hombre que gobernó para la gente y por la gente. El cuerpo de Lincoln fue llevado por tren en un magnífico cortejo fúnebre por varios estados. Whitman se dirige a Lincoln como “Oh capitan mi capitán”. Esta poesía se hizo muy conocida tras la famosa película El club de los poetas muertos, de Peter Weir (1989). En ésta se alude constantemente a la poesía de Whitman.

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Oh Capitán, mi Capitán:

nuestro azaroso viaje ha terminado.

Al fin venció la nave y el premio fue ganado.

Ya el puerto se halla próximo,

ya se oye la campana

y ver se puede el pueblo que entre vítores,

con la mirada sigue la nao soberana.

Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,

cómo los hilos rojos van rodando

sobre el puente en el cual mi Capitán

permanece extendido, helado y muerto?

Oh Capitán, mi Capitán:

levántate aguerrido y escucha cual te llaman

tropeles de campanas.

Por ti se izan banderas y los clarines claman.

Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.

Por ti la multitud se arremolina,

por ti llora, por ti su alma llamea

y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.

Oh Capitán, ¡mi Padre amado!

Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.

Es sólo una ilusión que en este puente

te encuentres extendido, helado y muerto.

Mi padre no responde.

Sus labios no se mueven.

Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.

No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.

Anclada está la nave: su ruta ha concluido.

Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.

La nave ya ha vencido la furia del oleaje.

Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas

en tanto que camino con paso triste, incierto,

por el puente do está mi Capitán

para siempre extendido, helado y muerto.

Page 18: Antología de Textos Líricos

IX Dentro del libro Hojas de hierba, de Whitman el poema más largo se llama Canto a mí mismo, que por su extensión a veces se ha publicado como libro autónomo. De él hemos extraído unos fragmentos: Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la tarea diurna de las estrellas, e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de arena y el huevo del reyezuelo, y la rana arbórea es una obra maestra, digna de egregias personas, y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo, y en mi mano la articulación más menuda hace burla de todas las máquinas, y la vaca, rumiando con inclinado testuz, es más bella que cualquier escultura; y un ratón es milagro capaz de asombrar a millones de infieles. Dije que el alma no es superior al cuerpo, y dije que el cuerpo no es superior al alma, y nada, ni Dios siquiera, es más grande para uno que lo uno mismo es, y quien camina una cuadra sin amar al prójimo camina amortajado hacia su propio funeral, y yo o tú podemos comprar la flor y nata de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo en el bolsillo, y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano en su vaina, desconcierta las enseñanzas de todos los tiempos, y no hay oficio ni empleo en el que un joven no pueda convertirse en héroe, y el objeto más delicado puede servir de eje al universo, y digo a cualquier hombre o mujer: que tu alma se alce tranquila y serena ante un millón de universos.

Page 19: Antología de Textos Líricos

Surgirá un nuevo orden y sus hombres serán

los sacerdotes del hombre, y cada hombre será su propio sacerdote.

NO TE DETENGAS

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,

que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.

Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.

Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima,

nos enseña, nos convierte en protagonistas

de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra,

la poderosa obra continúa: Tu puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores:

el silencio.

Page 20: Antología de Textos Líricos

La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes.

Huye.

"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",

dice el poeta.

Valora la belleza de las cosas simples.

Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que te provoca

tener la vida por delante.

Vívela intensamente,

sin mediocridad.

Piensa que en ti está el futuro

y encara la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes puedan enseñarte.

Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida

La sociedad de hoy somos nosotros: Los "poetas vivos".

No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...

Page 21: Antología de Textos Líricos

XII Para cerrar las velada vamos a leer el poema Oda a la alegría, de Friedrich Schiller, dramaturgo y poeta alemán romántico que en 1875 escribió este poema, al cual Beethoven , nada mas leerlo deseó ponerle música , de modo que incluyó en su Novena Sinfonía un movimiento final para coro y solistas sobre la Oda a la alegría. Esta sinfonía es la única que incluye un fragmento cantado. Esta pieza musical ha pasado a ser el Himno europeo. Cuando se estrenó la obra, la gente aplaudía efusivamente, pero Beethoven ya estaba sordo. Alguien se le acercó y le hizo darse la vuelta para que viera la euforia del público asistente, que no cabía de gozo. El título inicial de la obra no era Oda a la alegría sino Oda a la libertad, pero la censura de la época obligó a cambiar el título

Page 22: Antología de Textos Líricos

Alegría, hermosa chispa de los dioses

hija del Elíseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!

Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado,

todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave.

Quien haya alcanzado la fortuna

de poseer la amistad de un amigo, quien haya conquistado a una mujer deleitable

una su júbilo al nuestro. Sí, quien pueda llamar suya aunque

sólo sea a un alma sobre la faz de la Tierra. Y quien no pueda hacerlo,

que se aleje llorando de esta hermandad.

Todos los seres beben la alegría en el seno de la naturaleza,

todos, los buenos y los malos, siguen su camino de rosas. Nos dio ósculos y pámpanos

y un fiel amigo hasta la muerte. Al gusano se le concedió placer y al querubín estar ante Dios.

Gozosos, como los astros que recorren

los grandiosos espacios celestes, transitad, hermanos,

por vuestro camino, alegremente, como el héroe hacia la victoria.

Alegría, hermosa chispa de los dioses

hija del Elíseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!

Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado,

todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave.

Page 23: Antología de Textos Líricos

¡Abrazaos, criaturas innumerables! ¡Que ese beso alcance al mundo entero! ¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada

tiene que vivir un Padre amoroso.

¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador? Búscalo sobre la bóveda estrellada. Allí, sobre las estrellas, debe vivir.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses,

hija del Elíseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario!

¡Abrazaos, criaturas innumerables! ¡Que ese beso alcance al mundo entero! ¿Os prostráis, criaturas innumerables?

¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador? ¡Búscalo sobre la bóveda estrellada!

Hermanos, sobre la bóveda estrellada tiene que vivir un Padre amoroso.

¡Alegría, hija del Elíseo! Tu hechizo vuelve a unir

lo que el mundo había separado todos los hombres se vuelven hermanos

allí donde se posa tu ala suave.

¡Abrazaos, criaturas innumerables! ¡Que ese beso alcance al mundo entero! ¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada

tiene que vivir un Padre amoroso.

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses, hija del Elíseo!

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses!

Page 24: Antología de Textos Líricos

XIII Para terminar, y sobre todo dirigiéndome a los estudiantes que se encuentran hoy aquí la LOA AL ESTUDIO de Bertold Brecht, autor mucho más conocido por su labor como dramaturgo. De ideas marxistas, se vio obligado a abandonar Alemania por su oposición al gobierno de Hitler. Quince años más tarde volvió a Alemania Oriental.

¡Estudia lo elemental! Para aquellos cuya hora ha llegado

no es nunca demasiado tarde. ¡Estudia el «abc»! No basta, pero

estúdialo, ¡ No te canses! ¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!

Estás llamado a ser un dirigente.

¡Estudia, hombre en el asilo! ¡Estudia, hombre en la cárcel!

¡Estudia, mujer en la cocina! ¡Estudia, sexagenario!

Estás llamado a ser un dirigente.

¡Asiste a la escuela, desamparado! ¡Persigue el saber, muerto de frío!

empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma! Estás llamado a ser un dirigente.

No temas preguntar, compañero!

No te dejes convencer! ¡Compruébalo tú mismo!

Lo no sabes por ti, No lo sabes

Repasa la cuenta, Tu tienes que pagarla.

Apunta con tu dedo a cada cosa Y pregunta: «Y esto, ¿de qué?»

Estás llamado a ser un dirigente.

Page 25: Antología de Textos Líricos

Solidaridad. MUniEK.

Page 26: Antología de Textos Líricos

I.E.S. ISIDRA DE GUZMÁN

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