anecdotas de médicos
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Recopilacion del libro:“TOME UNA ANTES DE ACOSTARSE”Dr. Alejandro ArisLas anecdotas de la medicina. Planeta 1998TRANSCRIPT
“TOME UNA ANTES DE ACOSTARSE”
Dr. Alejandro Aris
Las anécdotas de la medicina. Planeta 1998
Recopilación extraída del libro:
ANÉCDOTA
En el siglo VI, Procopio de Cesarea
escribió una historia de las guerras del
emperador Justiniano en ocho volúmenes
pero, paralelamente, recogió en un tono
menos entusiasta la vida que llevaban el
emperador y la emperatriz, contando los
entresijos de su régimen despótico. A esta
historia secreta la llamó anécdota.
REFRANES MÉDICOS
De hambre a nadie vi morir, de mucho comer a cien mil.
Quien quisiera vivir sano, coma poco y cene temprano.
Más mato la cena, que sanó Avicena.
No le quiere mal quien le hurta al viejo lo que ha de cenar.
EL CORAZÓN
“El {orazón, por sí mismo, no es el
principio de la vida, sino un vaso
sanguíneo formado por un
músculo denso, vivificado y
nutrido por una arteria y unas
venas como cualquier otro
mús{ulo”. Leonardo Da Vinci.
LA NATURALEZA
La naturaleza – decía
Galeno – es el mejor
médico: cura tres
cuartas partes de todas
las enfermedades y
nunca habla mal de sus
colegas.
EL MICROSCOPIO
El microscopio se inventó por
casualidad. Un óptico holandés, Z.
Jaussen, estaba montando unas lentes
en un tubo cuando una de ellas se le
quedó trabada.
Enfadado por no poder introducir la
lente hasta el fondo, se le ocurrió mirar a
través del tubo. El instrumento le
permitió ver las cosas aumentadas a
unos extremos nunca vistos.
UN CONSEJO
El médico holandés Hermann Boerhaave
fue famosísismo en Europa a finales del
siglo XVII y comienzos del XVIII. Escribió:
¡Conserva la cabeza fría, el vientre suelto
y los pies calientes, y así podrás
burlarte de todos los médicos!
UN COMENTARIO
Del Baron G. Dupuytren que fue uno de
los cirujanos más famosos de Francia y
también de Europa, se dijo:
fue un hombre al que todos admiraron,
pocos amaron y ninguno entendió.
POCO PÚBLICO
El cirujano John Hunter gustaba de dar
lecciones sobre Anatomía Comparada y
lo hacía en su propia casa, que había
convertido también en museo. Sus clases
no estaban siempre llenas.
En una ocasión sólo se presentó
un alumno. Al ver la clase tan
desolada, Hunter fue a una
habitación contigua, trajo un
esqueleto y lo situó al lado del
alumno. Y comenzó la clase de
forma habitual: - Señores…
UNA CAMILLA IMPROVISADA
El doctor Percival Pott, famoso cirujano
londinense del siglo XVIII sufrió una
fractura en la pierna al caerse del caballo.
Unos viandantes se apresuraron a
recogerle, pero Pott, que sabía que estas
maniobras podían agravar la fractura, se
negó a que le movieran.
A pesar del frío que hacía esperó en el
suelo mientras negociaba la compra de
la puerta de una casa próxima.
Cuando se hubo llegado a un acuerdo
desmontaron la puerta, le clavaron
unos palos a cada lado y trasladaron
al doctor Pott a su casa.
SOBRE RABELAIS (1495 – 1553)
Rabelais, el célebre autor francés,
franciscano, benedictino y médico decía
que la medicina es una comedia
interpretada por tres actores, el médico,
el paciente y la enfermedad. En su lecho
de muerte aqadió: “dego mu{ho, no tenfo
nada… y el resto se lo dejo a los pogres”
MORIR LEYENDO
Un paciente del médico berlinés
Markus Hertz leía constantemente
libros de medicina y, con ayuda de
ellos, se trataba a sí mismo. –
Cualquier día se morirá usted de
una errata – le dijo Hertz.
LA MORFINA
El joven Friedrich Sertüiner entró a
trabajar en la botica de su pueblo
cuando tan sólo tenía 16 años. Después
de dedicarse a una serie de trabajos
menores, fue encargado por el
farmacéutico para que mejorase la
calidad del opio que dispensaban.
Los controles de calidad en aquella época
dejaban mucho que desea y el preparado,
a veces, era ineficaz y, a veces, con la
misma dosis, el paciente se pasaba dos
días durmiendo. Convencido de que en el
opio debía haber algo que era
responsable de quitar el dolor, se embarcó
en ensayar todo tipo de reacciones
químicas.
Un día dio con la clave. Al disolver el
opio en un ácido y añadirle amoniaco
obtuvo una reacción que produjo
cristales grises. Hizo ensayos en gatos y
vio que la sustancia era tremendamente
hipnótica.
En cierta ocasión, aquejado de un dolor
de muelas insoportable, la probó consigo
mismo. Durmió ocho horas y cuando se
despertó no tenía dolor. Debido a su
potencia somnífera, bautizó la sustancia
con el nombre de morfina, en homenaje
a Morfeo, dios del sueño.
LOS GUANTES
Nadie concibe que un cirujano pueda
operar sin unos guantes de goma
esterilizados. El uso de estos guantes nació
a finales del siglo XIX, pero aunque coincidió
con el descubrimiento de las bacterias y los
comienzos de la antisepsia, su origen está
relacionado con una historia de amor.
El doctor William Halsted era un joven y
brillante cirujano de Nueva Cork que cayó
en las redes de la droga experimentando
métodos de anestesia local. Se convirtió en
un adicto a la cocaína, con la cual había
realizado estudios para poder operar sin
dolor y sin necesidad de dormir al
paciente por completo.
Sus amigos le internaron en un hospital
de toxicómanos y logró desengancharse.
Sin embargo, su carrera se había
resentido. Tuvo que abandonar Nueva
Cork y se desplazó a Baltimore, a la
recientemente creada Universidad John
Hopkins, donde ocupó la plaza de
profesor de Cirugía.
Allí conoció a Carolina Hampton, una
enfermera que trabajaba en el quirófano.
Pronto se hicieron amantes. Durante
meses Halsted y Carolina compartieron
quirófano y lecho, hasta que un
desagradable suceso vino a enturbiar
su felicidad.
Antes de comenzar una intervención,
tanto cirujanos como enfermeras debían
lavarse las manos con un potente
desinfectante, el sublimado corrosivo. Las
manos de Carolina no pudieron soportar
la acción del preparado y comenzaron a
descamarse, presentando llagas y eczemas
que no se curaban con ningún tipo de
pomadas.
Carolina se tuvo que plantear el dejar el
quirófano, pero ello representaba dejar de
trabajar en la universidad y quizás
perder a Halsted. Pero este no estaba
dispuesto a perder a Carolina y contactó
con la compañía de artículos de goma
Goodyear para que le fabricasen unos
guantes finísimos, como una segunda piel,
Las manos de Carolina quedaron
protegidas. El éxito fue total. Las llagas y
eczemas curaron. Los guantes se
esterilizaban al vapor y no era necesario
lavarse con el sublimado. Pocos meses
después Halsted y Carolina se casaron.
Ella dejó de asistir al quirófano, pero sus
guantes quedaron allí.
Un día un ayudante de Halsted, el doctor
Bloodgood, se puso lo guantes diciendo: -
lo que va bien a la gallina, también va
bien al gallo. Y de esta forma los guantes
de goma entraron en todos los
quirófanos del mundo.