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André Gorz plantea que la salida del capitalismo ya empezó solo depende de nosotros que su fin sea por la razón o por la catástrofe.TRANSCRIPT
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AnonÉ Gonz
Ecológica
m cLA\rE*,rrELEcruAL
Primera edición: enero de 2012
Título original: Écologica
Traducción: Pablo Betesh
o Éditions Galilée, 2008
O Capital lntelectual S. A., Buenos Aires, 2011
www.editorialcaPin.com'ar@ de esta edición: Clave Intelectual,S.L.,2011C/ Yelázqrez,55, 5'D - 28001 Madrid - España
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Composición: Versal CD, S. L.
Impresión: SclaY Print, S.A.
Impreso en España. Printed in Spain
l¡rrRoouccróru
LA EGOLOGíN POIíNCA, UNA ÉNCI DE tA LIBERACIÓN
Desde la aparición de la nozsela autobiogrdfica El taidor, prologada
por Sartre, hasta la ecología política, ¿cutíles han sido los encuentros
y las influencins importantes para usted?
¿Cuáles han sido en mi vida los grandes encuentros e influen-cias? Está Sartre, por supuestq cuya obra, apartir de1943,meresultó formadora a lo largo de veinte años. Está Illich quien, a
partir de1971, me llevó a reflexionar durante cinco años. Pero
las influencias más importantes no son necesariamente las de
Entrevista realizada por Marc Roberg publicada en EcoRez, no 21, "Figwas delaeco-logía polltica", otoño-inviemo 2005.
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las personas importantes. |ean-Marie Vincentl, Que publicó
relativamente poco, me inició a partir de 1,959 en el Marx de
la Grundissi. Vincent hi zo queme enconhara con ciertos teó-
ricos italianos que me llevaron a conocer a otros. En los años
noventa, con su revista Futur Antérieuru,rneconvenció de que
debía revisar algunas de mis ideas. Hace dos años,luego de
una entrevista sobre L'immatériel para un diario alemán, conocí
atnhacker, Stefen Meretzn, cofundador de Oekonux, qlJe
explora con una honestidad admirable la dificrrltad que existe
para salir del capitalismo por lapráctica,la manera de vivit,de deseat de pensar.
1 ¡ean-Marie Vincenf (1934-2004) investigador rmiversitario (fundador y director
del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de París-\TII) direc-
tor de la revist a Futur Antériezr fundada junto con Toni Negri, publicó obras
importantes, entre las cuales están: Eetichisme et société, An+htopos,1973lFeti-
chismo y sociedad,México,Era,1977l; LaThéorie uitique de l'école de Erancfort,
Galilée, 1976lPensar en tiempos de barbarie: Ia teoría uíticn de Ia escuela de Frank-
furt,lJníversidad Arcis, Santiago, 20021; Les Mensonges de t'État, Le Sycomore,
1979;Critique dutraoail. Lefaire etl'agir,PW,1987;MaxWebu ouladbnocratieinache-
aée, Le F élim, 7998; Un autre Marx. Aprés les marxismes, P age Deux, 2001 -
2 Escrito entre EI manifesto comunista (1M8) y elprimer volumen de El ctrpital (1868),
Grundisse der Kritik der politischen Ókonomie (1857-1868) lContribución a la crí-
tica de la eanomnpolítica,Méttco, Siglo X)O, 1980] constituye la oporturridad para
Marx de desarrollar los fundamentos de su crltica de la economía política. Véase
<http: / /www.marxistes.org/archive/marx/works/ 1857/Srundisse>3 La revista Fa tur Antñeur fue fundada en 1990 por iniciativa de ]ean-Marie Mncent,
Denis Berger y Toni Negri. Su objetivo era el de alentar una renovación en la inves-
tigación conceptual, creando las condiciones necesarias para un debate crítico yestratégico. Sobre la base de una diniámica intelechral francoitaliana privilegió tres
ejes de elaboración teórica: la polltic4 la sociología y la filosofía. Se disolvió en 1998.
Véase <http: / /multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id-rubrique : 117>
4 Stefen Meretz, cofundador de Oeko nux (contracaón de Ókonomie y de Linux) que
estudia los medios que permitirlan extender los principios delos softwares
libres a la economía.
EC0LÓGIcA I 1I
Pero desde 1947hastahoy, la influencia más importantey la más coristante ha sido la de "Dorine, sin la cual nada sería
posible", mi compañera, que me demostró que no era i*po-sible ama¡, ser amado, senti{, vivir y adquirir confianza en mímismo. Hemos crecido y evolucionado uno a través del otro,uno para el otro. Sin ella probablemente yo no habría logradoaceptarme. Sin Sartre, probablemente no habría encontradolos instrumentos para pensar y superar lo que mi familia y Iahistoriahabíanhecho de mí. Apartir delmomentoenque des-
s,tbúEl Ser y laNada, tuve la impresión de que Io que Sartredecía de la condición ontológica del hombre correspondía ami experiencia. Desde mi infanci4 habíatenido la experien-cia de todos los "existencialistas": la angusti4 el hastíg la cer-teza de no estar aquí por nada, de no corresponder a 1o quelos demás esperan de mí, de que ellos no puedan entenderme.La experiencia, en surna, de la contingenci4 de la injustifica-bilidad, de la soledad de todo sujeto.
¿Puede decirnos algo mds sobre estos aínculos entre existencialismo
y ecología, entre mora| ética y ecología?
Tianto para mícomo para Sartre,la cuestión del zujeto siguiósiendo centraL bajo esta perspectiva: nacemos para nosotrosmismos como sujetos, es deci4, como seres irreductibles a loque los demás y la sociedad nos piden y nos permiten ser.
La educación, la socialización, la instrucción y la integraciónnos enseñarán a ser Otros entre los Otros, a renegar de esa
parte no socializable que constiflrye la experiencia de ser zujetqa canalizat nuestras vidas y nuestros deseos por caminos seña-
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lizados, a confundirnos con los papeles y las funciones que la
megamáquina social nos ordena cumplir.
Esos papeles y esas funciones son los que definen nues-
tra identidad en tanto que Otro. Exceden 1o que cada uno de
nosotros puede ser por símismo. Nos dispensan o incluso nos
prohÍben existir por nosotros mismos, plantearnos Pregun-tas acerca del sentido de nuestros actos y asumirlos. Quienactúa no es"yo", sino la lógica automatizada de las disposi-
ciones sociales que actúa a través de míentanto que Oho, que
me obliga a contribuir a la producción y a la reproducción de
la megamáquina social. Ella es el verdadero sujeto. Su domi-nación se ejerce sobre los miembros de las capas dominantes
tanto como sobre los dominados. Los dominantes sólo domi-n¿u:ten la medida en que sirven a ella como funcionarios lea-
les. Só1o en sus intersticios, en sus fallas y en sus márgenes sur-
gen sujetos autónomos a través de los cuales puede plantearse
la cuestión moral. Originariamente, siempre existe ese acto
fundador del sujeto que consiste en la rebelión contra lo que
la sociedad le obliga a hacer o a padecer. Touraine, que estu-
dió a Sartre en su juvenfud, formuló muy bien este punto: "Elsujeto siempre es un mal sujeto, un rebelde contra el poder ylaregla, contra Ia sociedad como aparato total". La cuesüón
del sujeto, por 1o tanto, es 1o mismo que la cuestión moral. Se
encuentra en el fundamento tanto de la éüca como de la polí-tica. Pues necesariamente pone en cuestión todas las formas ytodos los medios de dominación, es decil todo 1o que les impide
a los hombres manejarse como sujetos y continuar con la libre
expansión de sus individualidades en tanto fin común.
El hecho de que estemos dominados en nuestro trabajo es
una evidencia desde hace ciento setenta años. Pero no el que
EcolóctcA r 13
estemos dominados en nuestras necesidades y deseos, nues-
tros pensamientos y la imagen que tenemos de nosotros mis-mos. Este tema ya aparcce en El traiü ,y lo vuelvo a desarrollar
en casi todos mis textos posteriores. Es por este tema, por lacrítica al modelo de consumo opulento, que me convertí de
manera anticipada en un ecologista. Mi punto de partida fueun artÍculo que apareció en un semanario norteamericano,hacia 1954. Allí explicaba que la valorización de las capacida-
des de producción norteamericanas exigía que el consumo cre-
ciera por 1o menos sn50% en los siguientes odro años, peroque la gente no podía de ningún modo definir de qué estarían
hechos sus50% de consumo adicional. Alos expertos en publi-cidad y enmarketingles correspondía generar nuevas necesi-
dades, deseos y fantasías en 1os consumidores, y cargar las
mercancías, hasta las más triviales, con símbolos que haríanaumentar la demanda. El capitalismo necesitaba que la gente
tuüera necesidades mayores. Mejor todavía: debía poder mol-dear y desarrollar esas necesidades del modo más rentablepara é1, incorporando un m¿íximo de superfluo en 1o necesario,
acelerando la obsolescencia de los productos, reduciendo su
5 Uno de sus libros más importantes. Entre las obras de André Gorz, cabe citar enparticular en las ediciones de Seuil: Le Traitre (1958) lEl traidor , Barcelona, Mon-tesinos, 19901; La Morale de l'histoire (1959) lHistoria y enajenación, México, Fondode Cultura Económica, 1964); Le Socialisme dfficile (1967); Reforme et réoolution(1969) y en las ediciones Galilée Écologie et politique (1975) fEcología y política,BN-celon4 Ed. Viejo Topo 19801; Écologie et liberté (1977); Adieux au prolétariat (1980)
lAdiós alproletariado,Bsenos Aires, Ed. Imago Mundi, 19891; Métamorphoses du
traoail, quéte du sens (1988) lMetamorfosis del trabajo, Madri{ Ed. Sistema 19971;
Misires duprésent,richesse dupossible(1997)fMiserias delpresente, riqueza deloposfule,
Buenos Aires, Ed. Paidós, 1999); L'immatériel (2003).
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durabilidad, obligando a satisfacer las más pequeñas necesi-
dades con el mayor consurno posible, eliminando los consumos
y servicios colectivos (tranvías y trenes, por ejemplo) para sus-
tituirlos por consumos individuales. Para poder seguir some-
tido a los intereses del capitaf es necesario que el consumo esté
indiüduali zado y sea privado.Por 1o tanto, partiendo de la crítica del capitalismo, inevi-
tablemente se llega a Ia ecología política que, con su crítica
indispensable de las necesidades, 11ev4 asJvez, a profundi-zat y aradicalizar una vez más la crítica del capitalismo. Por
ende, no diría que hay una moral de la ecología sino más bien
que la exigencia ética de emancipación del sujeto implica la
crítica teórica y práctica del capitalismo, de la cual la ecologia
política es una dimensión esencial. En cambio, si partes del
imperativo ecológrco puedes llegar de igual manera a un anti-
capitalismo radical como aunpetainismoverde, a un ecofascismo
o a un comunitarismo naturalista. La ecologra sólo adquiere
su carga crítica y ética si las devastaciones de la Tierra y la
destrucción de las bases naturales de la vida se comprenden
como consecuencias de un modo de produccióru el cual exige
la maximización de la rentabilidady recurre a técrricas que üo-lan los equilibrios biológicos. Por ende, sostengo que la crítica
de las técnicas en las que se encarna la dominación sobre los
hombres y sobre la naturaleza es una de las dimensiones esen-
ciales de una ética de Ia liberación.
Mi interés por la tecnocrítica debe mucho a la lectura,
en1960, dela Crítica de la razón dialéctica de Sartre; a diezdías que pasé en Alemania del Este, en esa misma época,
visitando fábricas, en la vana búsqueda de gérmenes de
poder obrero; luego, a partir de 1971. o 1972, al descubri-
ECoLóGrcA r 15
miento de Illich, que había titulado Retooling Society un pri-mer esbozo de La conoiaencialidadu .Illich distinguía dos tiposde técnicas: las que llamaba "convivenciales", que acrecien-
tan el campo de la autonomía, y las "heterónomas", que 1o
restringen o suprimen. Yo las llamé "tecnologías abiertas" y"tecnologÍas cerrojo". Abiertas son aquéllas que favorecenla comunicacióry la cooperación,lainteracción, como el telé-
fono o, en la actualidad, las redes y los softwares libres. Las
"tecnologías cerrojo" son las que esclavizanalusuario, pro-graman sus operaciones y monopolizan la oferta de un pro-ducto o de un servicio.
Entre las "tecnologías ceffojo",las peores son desde luegolasmegatecnolog¡as,monumentos a la dominación de lanafu-raleza, que despojan a los hombres de su medio de vida y lossometen a su dominación. Además de todos los otros defec-
tos de Ia energía nudea, durante diez años hice campaña con-
tra la radiación totalitaria -secretos, mentiras, violencia-que propaga lo nuclear en la sociedad.
En esta crítica radical del capitalismo, estd el paso por el comunismo
y su posterior abandono.
Emlagíay libutad, *terte de epflogo de Ealogíay política, comen-
zaba con esta afirmación: "El socialismo no vale más que el
capitalismo si no cambia de herramientas". El libro siguiente,
6 Ivan Illiclu La Conaiualité, reeditado en (Eur¡res Complétes, Fayard, vol. I, 2004
lLa conoiaencialidad, Barcelona, Barral Editores, 1974].
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Adiós alproletariado, iba más lejos en el mismo sentido. Soste-
nía que los medios de producción del capitalismo son medios
de dominación por la división, la orgarización y la jerarqui-
zaciónde las tareas que exigen o permiten. Así como los sol-
dados no pueden apropiarse del ejército, a menos que cambien
su modo de organización y sus reglas de principio a fin, del
mismo modo la clase obrera no puede apropiarse de los
medios de producción por los cuales está estructurada, fun-
cionalmente dividida y dominada. Si se apoderara de ellos
sin cambiarlos radicalmente, acaba rta pot reproducir (como
ocurrió en los países sovietizados) el mismo sistema de domi-
nación. Aprovecho para señalar que todo esto está mencionado
al pasar en las Grundissd .
Adiósno tenía nada de una crítica al comunismo, todo 1o
contrario. Criticaba a los maoístas, su culto primitivista de
un proletariado mítico, su pretensión de practicar en un país
industriatiz adoy urbanzado la estrategia de expropiación de
tierra inventada por Mao para los campesinos chinos. Tam-
biénhacía una crítica acerba contra la social-democratización
del capitalismo a la que se reducía el marxismo vulgar, y
contra la glorificación del trabajo asalariado. "Más allá del socia-
lismo" -tal era el subftulo del libro-, está el comunismo que
es su culminacióny, en caso contrario, el desaske que tenemos.
Pero el comunismo no es ni el pleno empleo ni el salario para
7 Véase KarI M arx, Grundisse der l?itik der politischen Ókonomie, Berlíry Dietz Ver-
lag 1953, p . 596. ElIo ha sido explicado en la obra magistral del historiador Moishe
Postone, Time, Labour and Social Domination. Aneut interpretation of Marx'critical
thmry,CambidgeUniversity Press, 1993, p.363 [Tiempo, trabajoy dominaciónsocial,
Marcial Pons Ediciones ]urídicas y Sociales, S'A., Madrid, 20061'
ECoLÓGICA I 17
todos, es la eliminación del trabajo bajo la forma social e his-tóricamente específica que tiene en el capitalismo, es deci4, eltrabajo-empleo, el trabajo-mercancía . Con Adiós al proletariado,
me concenhaba en la crítica al trabajo. Ese libro también induíaalgunas tonterías groseras (como la idea de una "esfera de laautonomía") pero no se reducía a eso. La crítica al trabajo siguesiendo central en Miserias del presente. Riqueza de lo posible.
La crítica a la dfuisión del trabajo entra en crisis con la irnportanciacada rsez mayor que adoptan los saberes, la cooperación en la ueaciónde riqueza y el trabajo airtuoso. Lo inmateri aL su última obra, tratade pensar esas mutaciones.
Lo inmsterial es el subproducto de un informe sobre unaconferencia internacional acerca de la así llamada "sociedadde conocimiento", vista desde la izquierda. Lo que en prin-cipio me interesó de ello es que el conocimiento y la infor-mación son por esencia bienes comunes que pertenecen a
todos y que, por lo tanto, sólo pueden volverse propiedad pri-vada y comercializarse si se los mutila en su utilidad. Ahorabiery si lafuerzaproductiva decisiva (la de la inteligenci4 ladel conocimiento) no se presta para convertirse en una mer-cancía,las categorías tradicionales de la economÍa políticaentran en crisis: el trabajo el valor y el capital.
El valor de los conocimientos, en el sentido de la econo-mía capitalista, es indecidible. Es imposible medir el trabajoque se invirtió a escala de la sociedad para producirlos.Pues son producidos de manera difusa allí donde los hom-bres interactúary experimentary aprendery sueñan. No son
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homogéneos, descomponibles en unidades de producto. Nohay un patrón de medida que les sea aplicable. Sostengo
que poseen un valor intrÍnseco específico, diferente del de las
mercancías, comparable al de las obras de arte que tampoco
pueden ser intercambiables según un patrón común. Su
precio carece de fundamento objetivo y se mantiene fluchrante.
Sea cual fuere el costo inicial de un conocimiento, su valor
de intercambio tiende a cero cuando es de libre acceso, apto
para ser transcripto al lenguaje informático y replicable inde-
finidamente por un costo insignificante. Para tener un valor
de cambio, un precio, es necesario que se vuelva raro, inac-
cesible para todos, pnvaizado en manos de una emPresa que
reivindica su monopolio y extrae de él una renta.
Por 1o tanto, la economía del conocimiento tiene una apti-
tud para ser una economía de la puesta en común y de la gra-
tuidad, es deci{, 1o contrario de una economía. En el ámbito
cientÍfico, adopta espontiíneamente esta forma de comunismo.
El"valoÍ" de un conocirniento no se mide en dinero, sino por
el beneficio que suscita, la difusión que recibe. En el funda-
mento de la economía capitalista del conocimiento, por lotanto, encontramos una antieconomía en la que la mercancí4
los intercambios mercantiles, el interés por hacer dinero no
tienen circulación. El valor de cambio no es la medida de la
iquezani el tiempo de trabajo.
Este protocomunismo encuentra sus figuras emblemá-
ticas en la informática. Difiere de la ciencia en esta especifi-
cidad: es a la vez conocimiento, técnica de producción de
conocimiento y medio de fabricación, regulacióru invención
y coordinación. En ella se halla suprimida la división social
ECoLócrcA | 19
entre los que producen y los que conciben los medios de pro-ducir. Los productores ya no se encuentran dominados porel capital a través de los medios de trabajo. Se fusionan pro-ducción de conocimientos y producción de riquezas mate-riales o inmateriales. El capital fljo ya no posee existenciaseparada; está subsumido, interiorizado por hombres y múe-res que tienen la experiencia práctica concreta de que la prin-apalfuerzaproductiva no es ni el capital máquina ni el capi-tal dinero, sino la pasión üviente con la que imaginan, inventany acrecientan sus propias capacidades cognitivas, así comosu producción de conocimientos y de riqueza. La produc-ción de uno mismo es aquÍ producción de riqueza y vice-versa; la base de la producción de riquezaes la producciónde uno mismo. Potencialmente, el trabajo -en el sentido queadquiere en la economía política- se suprime : "El trabqo yano aparece como trabajo sino como pleno desarrollo de laactividad [personal] mismat".
La figura emblemática de esta apropiación/supresión deltrabajo es eLhacker. Con é1, las fuerzas productivas huma-nas, vueltas sujeto, se declaran en rebelión contra su capta-ción por el capital y redirigen los recursos de la informáticaen su contra.Elhacker es quien inventó esa antieconomía queson Linux y el copyleft --ese opuesto del copyright- e hizo sur-gir el movimiento de los softrnares libres. Através de é1 apare-cen nuevas formas de comunicación y de regulación; unaadmirable ética anarcocomunist a, La ética hacker, a la v ezarte de vivi4, práctica de otras relaciones individuales y socia-
8 Ka¡l Marx, Grundísse dcr Kritik der politischen ókonomie, op. cit., p.23L.
20 I ANDRÉ GORZ
les, búsqueda de caminos para salir del capitalismo y Para
liberar de su influencia, con ese fin, nuestras maneras de pen-
sa4, de sentir y de desear.
Loshackersno son una elite intelectual ni una clase aparte.
Forman parte de la nebulosa de "disidentes del capitalismo
numéricá", como 1o llamaba Peter Glotz'. Esos disidentes, sur-
gidos de la revolución informática, representan en Estados
unidos aproximadamente un tercio de la población activa.
Comprenden informáticos de alto nivel que rechazan la ser-
vidumbre voluntaria; graduados que se niegan a sacrificarlo
todo por su carrera; autoemprendedores que rehúsan la com-
petencia feroz de "siempre mág siempre más rápido"; jobbers
y downshifters qtleprefieren ganar Poco y tener mucho más
tiempo para ellos'
"Cuanto más extienda el capitalismo digital su influen-
cia sobre nuestras vidas, mayor será la cantidad de descla-
sados voluntarios", escribe Peter Glotz' "De ellos surgirá una
nueva concepción del mundo. La lucha que opondrá el
proletariado de 1o digital a su elite... tendrá por desafío esen-
.iul do, concepciones fundamentales y apasionadas de la
vida. Toda la ética social del capitalismo modemo es puesta
en cuestión."
9 Peter Glotz, jefe de redacción de la revista teórica de1 Partido Socialdemócrata
alemián (Spó), "t
autor de numerosos librot entre los que cabe cltar: Le traoai-
lleur cognitif lDer wissensarbeiteri y La société accélérée fDie beschleunigte Gesells-
chaftj.ircie*or de la Universidad de Erfurt y di¡ector del Instituto de investi-
guáiárr robr" -"dios de comunicación de la Universidad de Saint-Gall; falleció
en el otoño de 2005.
LA SALIDA DEt CAPITALISMO YA EMPEZÓ
Nunca fue tan actual la cuestión de la salida del capitalismo.Se plantea con una urgencia y en términos radicalmente nue-vos. Por su propio desarrollo, el capitalismo alcanzó un límitetanto intemo como externo que es incapaz de superar y quelo convierte en un sistema que sobrevive mediante subterfu-gios a la crisis de sus categorías fundamentales: el trabajo elvalor y el capital.
La crisis del sistema se manifiesta tanto en un nivel macro-económico como en un nivel microeconómico. Se explica prin-cipalmente por una perturbación tecrocientÍfica que introduce
Publicado en EcoRa¿,, n" 28, otoio de2007.
22 I ANDRÉ GORZ
una ruptffa en el desarrollo del capitalismo e invalida, por sus
repercusiones, la base de su poder y su capacidad de repro-
ducirse.Intentaré analizar esta crisis, primero, desde laperspectiva macroeconómica (1); luego, en sus efectos sobre
el funcionamiento y la administración de las empresas (2).
1. La informatización y la robotización permitieronproducir cantidades crecientes de mercancías con cantidades
decrecientes de trabajo. El costo del trabajo por unidad de
producto no deja de disminuir y el precio de los productos
tiende abajar. Ahorabiery cuanto más disminuye la canti-
dad de trabajo para una producción dada, más debe aurnen-
tar el valor producido por un trabajador -su productividad-para que la masa de beneficio realizado no disminuya. Por
1o tanto, se obtiene la siguiente paradoja aparente: cuanto más
aumenta la productividad, es necesario que aumente toda-
vía más para evitar que disminuya el volumen del beneficio.
La carrera de la productividad tiende así a acelerarse; los efec-
tivos empleados tienden a reducirse; la presión sobre el
personal, a endurecerse; y el nivel y la masa de los salarios,
a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite intemo en
que Ia producción y la inversión en la producción dejan de
ser suficientemente rentables.
En China, Filipinas o Sudán las cifras confirman que ese
lÍmite ya se ha alcanzado. La acumulación productiva de capi-
tal productivo no deja de retroceder. En Estados Unidos, las
quinientas empresas delíndice Standard & Poors disponen
de 631" mil millones de reservas líquidas; la mitad de los bene-
ficios de las empresas norteamericanas provienen de opera-
ciones realizadas en los mercados financieros. En Francia, la
ECoLócrcA r 23
inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquieraaumenta cuando sus beneficios estallan.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar elconjunto de capitales acumulados, una parte creciente de éstos
conserva la forma de capital financiero. Se conformaunaindus-triafinancieraque no deja de afinar el arte de hacer dinero com-prando y vendiendo ninguna otra cosa que no sean diversasformas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía quela industria financiera produce mediante operaciones cadavez más azarosas y cada vez {renos manejables en los mer-cados financieros. La masa de capital que la industria finan-ciera drena y administra supera por mucho la masa de capi-tal que valoriza la economía real (el total de los activosfinancieros representa 160 billones de dólares, o sea, de tresa cuatro veces el PIB mundial). El"valo{'de ese capital es
puramente ficticio; en gran parte, descansa en el endeuda-miento y el good will, es deci4, en las anticipaciones: la Bolsacapitalízael crecimiento futuro,las ganancias futuras de lasempresas, el alzafutura de los precios inmobiliarios, las ganan-cias que podrán desprenderse de las reestrucfuraciones, fusio-neg concentraciones, etc. Las cotizaciones de la Bolsa se inflancon capitales y con sus plusvalías futuras, y los bancos inci-tan a los hogares a comprar (entre otros) acciones y bonos deinversión inmobiliaria, a acelerar así eL alza de las cotiza-ciones, a pedir a sus bancos sumas crecientes de préstamos,a medida que aumenta su capital bursátil ficticio.
Lacapltalización de las anticipaciones de ganancia y decrecimiento mantiene el creciente endeudamiento, alimentala economía con una liquidez que surge del reciclaje bancariode plusvalías ficticias, y permite a Estados Unidos un "creci-
24 I ANDRÉ GORZ
mientoeconómico"que,fundadoenelendeudamientointemoy extemo, constituye de leios el motor principal del crecimiento
mundial (incluido elcrecimiento chino). La economía real se
convierte en un apéndice de las burbuias especulativas sos-
tenidas por laindustria financiera. Hasta que llega elmomentq
inevitable, en que las burbuias estallan, acarreando quiebras
en cadena de los bancos, amenazando con el desplome del
sistema mundial de crédito y con una depresión severa y pro-
longada de la economía real (la depresión japonesa ya lleva
casi quince años).
setiendeaacusaralaespeculaciórualosparaísosfiscales,a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera -en
prrmrfry abs hedge founds- dela amenazade depresiór¡ y hasta
áe desplome que pesa sobre la economía mundial no se debe'
sin embargo a la falta de controf se debe a la incapacidad del
capitalismo para reproducirse, que no se perpetúa ni funciona
si no es sobre bases ficticias cadavezmás precarias' Pretender
redistribuir las plusvalías ficticias de las burbujas por el camino
de la imposición precipitaría aquello que la industria financiera
pretende evitar: Ia desvalorización de gigantescas masas de acti-
vos financieros y la quiebra del sistemabancario'
La "reestrucfuración ecológScd'no hace más que agravat
la crisis del sistema. Es imposible eütar una catástrofe climá-
tica si no se romPe radicalmente con los métodos y la lógica
económica que desde hace ciento cincuenta años llevan a eso'
si la tendencia achral se prolong4 eI PIB mundial se multipli-
cará por tres o cuatro de aquÍ al año 2050' Ahorabien' según
el informe del Consejo sobre el clima de la ONU,las emisiones
de CO, deberán disminuir un B}%hastaesa fecha para limitar
ECoLócrcA I 25
el calentamiento climático a 2o C como máximo. Más allá de2" I las consecuencias serán irreversibles e inmanejables.
El decrecimientq por 1o tanto, es un imperativo de super-vivencia. Pero supone otra economí4 otro estilo de vid4 otracivilizacióru otras relaciones sociales. En su ausencia, el des-
plome sólo podría evitarse afuerza de restricciones, racio-namientos y subsidios autoritarios de recursos característicos
de una economía de guerra. La salida del capitalismo, por lo tanto,
ocurrird de una u otra manera, civilizada obárbara. La preguntase plantea justamente sobre la forma que adoptaúylacaden-cia a la que se producirá esta salida.
La forma bárbara ya nos es familiar. Prevé masacres y trá-ficos de seres humanos, sobre un trasfondo de hambre ennumerosas regiones de África dominadas por jefes de gue-rra y por el asalto a las ruinas de la modemidad. Los tres MadMax eranrelatos de anticipación.
Ala forma cltltzadade salida del capitalismq por el con-trario, sólo se la considera muy de vez en cuando. La menciónde la amenaza de la cat¡ísfoofe climática conduce generalmente
a considerar la necesidad de un "cambio de mentalidad" ,perola nafuraleza de ese cambio, sus condiciones de posibilidad ylos obstáculos para superar parecen desafiar la imaginación.Vislumbrar otra economía, otras relaciones sociales, otrosmodos y medios de producción,y modos de vida pasa por"iruealista" , como si la sociedad de la mercancí4 del salario ydel dinero fuera insuperable. En realidad, una gran canti-dad de indicios convergentes sugiere que esa superación yahacomenzado y que las posibilidades de una salida civilizadadependen, ante todo, de nuestra capacidad para distinguir las
tendencias y las prácticas que anuncian su posibilidad.
26 I ANDRE GORZ
2. El capitalismo debe su expansión y su dominación alpoder que tomó a lo largo de un siglo sobre la producción yel consumo a lavez.Al despojar enunprimer momento a losobreros de los medios de trabajo y de sus productos, se fueprogresivamente asegurando el monopolio de los medios deproducción y la posibilidad de subsumir el trabajo. A1 espe-cializar, dividir y mecanizar en grandes instalaciones, con-virtió a los trabajadores en apéndices de las megamáquinasdel capital. Toda apropiación de los medios de producciónpor los productores se volvió imposible. AI eliminar de ellosel poder sobre la nafuralezay el destino de los productos, ase-
guró al capital el cuasi monopolio de la oferta ypor 1o tanto,el poder de favorecer en todos los ámbitos las produccionesy los consumos más rentables, así como el poder de moldearlos gustos y los deseos de los consumidores y la manera enque éstos iban a satisfacer sus necesidades. ]ustamente, la revo-lución informacional empieza a resquebrajar ese poder.
En r.rn primer momento, la informatización fuvo por objetoreducir los costos de producción. Para evitar que esta reduc-ción de los costos provocara una baja correspondiente en losprecios de las mercancías, era necesario, a toda costa, sustraera estas últimas de las leyes del mercado. Esta sustracción con-siste en conferir a las mercancías cualidades inannparables, gra-cias a las cuales surgensin equiaalentey, en consecuencia dejande aparecer como simples mercancías.
El valor comercial (el precio) de los productos, por 1o tantgdebía depender más de sus cualidades inmateriales inmensu-rables que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Esas cua-lidades inmateriales --el estilo, la novedad, el prestigio de lamarc4 lararezao la "exdusividad"- debían conferir a los pro-
ECoLÓGICA I 27
ductos un estafus comparable al de las obras de arte: estas tie-nenurtaalor intrínseco, no hay ningúnpatrón que permita esta-
blecer entre ellas rnarelación de equiaalencin o "preao justo".
No sory por 1o tantq verdaderas mercancías. Su precio depende
de 1o escasas que sean, de la reputación del creado4 del deseo
del evenfual comprador. Las cualidades inmateriales incom-parables proporcionan a la empresa productora el equivalente
de un monopolio y la posibilidad de asegurarse unbeneficio
por la novedad, larareza,la exclusividad. Esta renta enmas-
cara/ compensa y/ a menudo, sobrecompensa la disminu-ción del valol, en el sentido económico, que la baja de los cos-
tos de producción acarrea en los productos, en tantomercancías que son enesencia intercambiables entre ellas dada
su relación de equivalencia. Desde el prlnto de üsta económicgla innovación no crea valor; es eI medio de sacar de la escasez
una fuente de beneficios, y obtener un sobrreprecio en detrimento
de los productos competitivos. La parte del beneficio en el
precio de unamercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces
miís grande que su costo de producción, yellono sólovaleparalos arfculos de lujo; tambiéry para artículos de uso corriente,
como zapatillas, camisetas, teléfonos móviles, discos, jeans, etc.
Ahora biery la renta no posee la misma nah;rralezaque el
beneficio: no corresponde a la creación de un acrecentamiento
del valo4, de una plusúalía. La renta redistribuye la masa totaldel valor en provecho de las empresas rentistas y en detri-mento de las demás; no aumenta esa masa'.
I El valor foabajo es una idea deAdam Smitfu que veía en eltrabajo la sustancia comúnde todas las mercancías y pensaba que se intercambiaban en proporción de la
23 I ANDRÉ GORZ
Cuando el aumento de Ia renta se convierte en la meta
determinante de la política de las emPresas -más importante
que el beneficio que, Por su parte, se topa con ellímite intemo
indicado más arriba-,la competencia entre las empresas
depende ante todo de su capacidad y rupidez de innova-
ción. De esta capacidad depende antes que nada la medida
de su renta. Por lo tanto, ellas buscan suPerarse en el lan-
zamiento de nuevos productos o modelos o estilos, mediante
la originalidad del design, mediante la creatividad de sus
campañas de marketing o 1a "personalizaciótt" de los pro-
ductos. La aceleración de la obsolescenci4 que va pareja con
la disminución de la durabilidad de los productos y la posi-
bilidad de repararlos, se convierte el medio decisivo para
aumentar el volumen de las ventas. Obliga a las empresas
a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos/ a
conferir a las mercancías un valor simbólico, sociaf erótico,
a difundir una "cultura del consumo" que apunta a la indi-
vidualizaci ón, la síngttlarizacióru la rivalidad, los celos, en
una palabr4 1o que en otro lugar he denominado la "socia-
lización antisocial".
cantidad trabajo que contenían. El aalor trabaio no tiene nada que ver con lo que se
entiende por ello án la actualidad y que (en Dominique Méd4 entre otros) debeía
ser designado c omo trabajo oalor (valor moral, sociaf ideológico etc')'
lvtarx afioo y volvió a trabajar la teoría de Adam smith. De manera extremada-
mente simplificada, podríamos resumir Ia nocióneconómica devalol diciendo:
una empresa c/¿a oalor enlamedida en que produce una mercancía vendible con
trabajo para la remuneración del cual pone en circulación (crea distribuye) poder
adquisitivo. Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulacióO no
está creando valor. Si su actividad destruye empleos, está destruyendo valor.
La renta de monopolio consume valor creado en otra parte y se lo apropia. Los
servicios personales no crean valo1, sino que 1o redistribuyen'
ECoLóctcA I 29
En este sistema, todo se opone a la autonomía de los indi-viduos, a su capacidad de reflexionar en conjunto acerca desus fines comunes y sus necesidades comunes; a concentrarseen la mejor manera de eliminar los derroches, economizar losrecursos/ elaborar en conjunto, en tanto que productores yconsumidores/ una norma común de lo suficiente, de una"abundanciafntgal", tal como lo llamabaJacques Delors. Evi-dentemente,la ruptura conla tendencia a "producirmiásy con-sumir más'' y la redefinición de un modelo de üda que apunteahacer mds y mejor an menos suponen la rupfura con una civi-lización en la que no se produce nada de 1o que se consume yno se consume nada de 1o que se produce; en la que produc-tores y corsumidores est¿in separados y en la que cada uno se
opone a sí mismo en cuanto que siempre es uno y el otro almismo tiempo; en la que todas las necesidades y todos losdeseos se rebajan a la necesidad de ganar dinero y al deseo deganar más dinero; en la que la posibilidad de autoproducciónpara el autoconsumo parece fuera de todo alcance y ridícula-mente atcaica, sin razón.
Y, sin embargo la "dictadura sobre las necesidades" pierdefuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los con-sumidores se vuelve más frágil a pesar de la explosión delos gastos para el marketingy la publicidad. La tendencia a laautoproducción vuelve a ganar terreno debido al peso cre-ciente que poseen los contenidos inmateriales en la natura-lezade las mercancías. Poco a poco, el monopolio de la ofertaescapa al capital.
Cuando los conocimientos, ideas y conceptos empleadosen la producción y en la concepción de mercancías se defi-
30 I ANDRÉ GORZ
nían en función de máquinas y de artículos a los que se incor-
poraban para un uso especÍfico, no resultaba difícil pnvaizary monopolizar contenidos inmateriales. Máquinas y artículos
podían patentarse y se protegía la posición de monopolio. La
propiedad privada de conocimientos y de conceptos era posi-
ble por el hecho de que éstos eran inseparables de los objetos
que los materializaban. Eran un componente del capital fijo.
Pero todo cambia cuando los contenidos inmateriales ya
no soninseparables de los productos que los contienenni tam-
poco de las personas que los poseen; cuando acceden a unaexistencia independiente de toda utilización particular y que,
traducidos ensoftznares, son capaces de reproducirse en canti-
dades ilimitadas por un costo ínfimo. Pueden, entonces, con-
vertirse en un bien abundante que, por su disponibilidad ili-mitada pierde su valor de cambio y cae en el dominio público
comounbien cnmún gratuito; a menos que se consiga impedirlqprohibiendo el acceso y el uso ilimitados a los que se presta.
El problema con el que tropieza "la economía del cono-
cimiento" proviene del hecho de que la dimensión inmaterial
de la que depende la rentabilidad de las mercancías, en la era
de la informática, no es de la misma naturalezaque estas últi-mas: no eslapropiedadprioada ni de las empresas ni de sus
colaboradores; no 1o es en cuanto a su naturaLezaprivattza-ble, yno puede, en corsecuenci4 volverse una verdaderamer-
cancía. Sólo se la puede dísfrazar como propiedad privada ymercancía reservando suuso exclusiao mediante artificios jurí-dicos o técrricos (códigos de acceso secretos). Sin embargo este
disfraz nada cambia de la realidad de bien común propiadel bien que se ha disfrazado de ese modo: se mantiene como
una no-mercancía no vendible, q.ryo acceso y uso libres están
ECoLócrcA I 3t
prohibidos porque aún siguen siendo posihler, porque lo acechan
las "copias 7líctfas",las "imitaciones", los usos prohibidos. Elmismo supuesto propietario no puede venderlos, es decir,transferir la propiedad privada a otro, como 1o haría conuna verdadera mercancía; no puede vender más que un dere-
dro de acceso o de uso "bajo licencia".Así la economía del conocimiento tiene por base una
riqueza que propende a ser unbien comúrL y que no hacen
cambiar las patentes y copyrights que estiín parapivaüzarlo: eldominio de la gratuidad se extiende irresistiblemente. La infor-mática e hrtemet socav¿u:tlas bases del reino de Ia mercancía.
Todo 1o que es traducible enlenguaje numérico y reproduciblecomunicable sin gastos, inexorablemente tiende a volverseun bien comúry y hasta un bien común universal cuando es
accesible a todos y utilizable por todos. Con su computador4hoy cualquiera puede reproducir contenidos inmateriales, tales
como eldesign,los planos de construcción o montaje, las fór-mulas y ecuaciones químicas; inventar sus propios estilos yformas; imprimir textos, grabar discos o reproducir cuadros.M¿ís de doscientos millones de referencias son acfualmente acce-
sibles bajo licencia " cymtirJe cnmm.ons" . En Brasif en que la indus-
tria del disco comersñzaquince nuevosD por año, los jóve-nes de las favelas graban veinticuatro por sunanaylos difundenen la calle. Tres cuartas partes de las computadoras producidasen2004 eran autoproducidas enlas favelas conlos componen-tes de materiales de desecho. El gobierno apoya a las coope-rativas y alas agrupaciones informales de autoproducciónparael auto-aprovisionamiento. Claudio Prado, director del depar-tamento de cultura digital del Ministerio de Cultura de Brasil,
decía hace poco: "El empleo es una especie en vías de extin-
32 t ANDRÉ GORZ
ción... Nuestra intención es saltar esta fase de mierda del sigloXX para pasar directamente del XIX al XXI". La autoproduc-ción de computadoras, por ejemplq fue apoyada oficialmente:se trata de favorecer "laapropiación de las teorologías por partede los usuarios con un fin de transformación social" .Lapró-xima etapa será lógicamente la autoproducción de medios deproducción. Volveré a ello más adelante.
Lo que por el momento importa es que la principal fuerzaproductiva y la principal.fuerza de rentas caen progresiva-mente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad;que la propiedad privada de los medios de producción y, por1o tanto, el monopolio de Ia oferta se vuelven progresiva-mente imposibles; que, en consecuenci4 la influencia del capi-tal sobre el consumo cede y que este último puede tender aemanciparse de la oferta comercial. Se trata, en este caso, deuna ruptura que mina las bases del capitalismo. La lucha queentablan los "softrnares propietarios" y los "softwares libres"(libre "free", es también el equivalente inglés de "gratis") hasido el punto de partida del conflicto central de la época. Se
extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilizaciónde las riquezas primas:la tierra,las semillas, el genoma,losbienes culfurales, los saberes y competencias comunes/ cons-tifutivos de la cultura cotidiana y que son las condiciones pre-vias de la existencia de una sociedad. Del cariz que adopteesa lucha depende Ia forma civilizada o bárbara que tomarála salida del capitalismo.
Esta salida implica necesariamente que nos emancipemosde Ia influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de sumonopolio de los medios de producción. Significa restable-
ECoLÓGICA I 33
cer la unidad entre el sujeto de la producción y el sujeto delconsumo !, por 1o tanto, recuperar la autonomía en Ia defi-nición de nuestras necesidades y de sus modos de satisfa-cerlas. El obstáculo insuperable que el capitalismo había eri-gido en este camino era la natttalezamisma de los mediosde producción que había empleado: constituían una mega-máquina de la que todos éramos sus servidores y que nosdictaba los fines a seguir y Ia vida que debíamos llevar. Este
período toca a su fin. Los medios de autoprodtcciónhigh-techvuelven a la megamáquina industrial virtualmente obso-leta. Claudio Prado menciona "la apropiación de las tecnolo-gías" porque la clave común a todas -la informática- es apro-piable por todos. Porque, como 1o pedía Ivrán Illidu "cada unopuede utiliz¿¡|¿ sin dificultad tan a menudo o tan escasamente
como lo desee [...] sin que el uso que Ie dé invada Ia libertaddel prójimo de hacer otro tanto"; y porque este uso (se tratade la definición illichiana de las herramientas conviviales)"estimula larealtzación personal" y amplíala autonomía detodos. Está muy cerca de la definición que Pekka Himanen dadelaÉticahacü:unmod.o de vida que pone enprimer plano"las alegrías de la amistad, del amo4, de la libre cooperacióny de la creatividad personal".
Las herramientashigh-tech existentes o que est¿ín desarro-llándose, generalmente comparables a periféricos de compu-tadora, apuntan hacia un fufuro en que prácticamente todo
2 Pekka Him anen, L'Éthique hacker et l'esprit de l'ére de l'information, trad. fr.: C.Leblanc, París, Exils, 2001 lLa ética del hacku y eI espíritu de la era de Ia información,Destino, Barcelona, 2002].
34 I ANDRÉ GORZ
1o necesario y 1o deseable podrá producirse en talleres coo-
perativos o comunales; en que las actiüdades de producción
podrrán combinarse con el aprendizaje y la enseñanza con la
experimentación y la investigación, con la creación de nuevos
gustos, perfumes y materiales, con la irn ención de nuevas for-
mas y técnicas de agricultura de construccióry de medicina,
etc. Los talleres comunales de autoproducción estarán inter-
conectados a escala global, podrán intercambiar o compartir
experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo
será productor de cultura y de autoproduccióry un modo de
realización personal.
Dos circurstancias hablan a favor de este tipo de desarrollo.
La primera es que existen muchas más competencias, talentos
y creatividad de los que puede sbhzarlaeconomía capitalista.
Este excedente de recursos humanos no puede volverse pro-
ductivo más que enuna economía en que la creación de rique-
zasttoesté sometida a los criterios de rentabilidad. La segunda
es que "el empleo es una especie envías de extinción".
No estoy diciendo que estas transformaciones radicales
tendriínlugar. Digo solamente que, por primeraYez, podemos
querer que se realicen. Existen los medios, así como las perso-
nas que se emplean en ello metódicamente. Es probable que los
primeros en recrear los talleres de autoproducción de su favela
o de su township de origen sean sudameric¿ulos o sudafricanos
de suburbios desheredados de las ciudades europeas.
LA ECOTOGíN POIíT¡CA ENTRE EXPERTOCRACIAY AUTOTIMITACIÓN
ADickHoward
según sea cientÍfica o polític4 ra ecorogía invorucra dos enfo-ques distintos aunque interconectados. En un primer momentgpondré el acento en la diferencia más que en la interconetónde su objeto. Pues hay que evitar presentar el punto de vistapolítico como el resultado que se impone con una ,,necesidad
absoluta" alah;a del "análisis científico,,. Tampoco hay quereeditaÚ, bajo una nueva form4 er tipo de dogmatismo cienti-ficista y antipolítico que, en su versión ,,diamat,',pretendió
Publicado en A ctuel Marx, n" 12, "L écologie ce matérialisme his torique,, ,pw, 1992.1 Diamat: abrer¡iación de z ateríalismo iialécúrco. [N. del T.]
36 I ANDRÉ GORZ
elevar, al rango de necesidades científicamente demostradas,
prácticas y concepciones políticas cuyo carácter específica-
mente político, por ello mismo, se encontraba negado.
La ecología en tanto que ciencia, pone de manifiesto a la
civilización en su interacción con el ecosistema terrestre, es
decir, con 1o que constituye la base natural, el contexto no
(re)producible de la actividadhumana. Adiferencia de los sis-
temas industriales, elecosistema natural posee una capaci-
dad autogeneradoray autorreorgatizadoraque, debido a su
extrema diversidad y complejidad, le permite autorregularse
y evolucionar en el sentido de la complejidad y la diversidad
crecientes. Esta capacidad de autogeneración y autorreorga-
rizaciónse ve perjudicada por técnicas que tienden a racio-
nalrzar y a dominar la naturaleza, avolvetla previsible y cal-
culable. "Nuestros estallidos tecnológicos -escribe Edgar
Morin- no sólo perturban los ciclos biológicos, sino los lazos
quÍmicos primarios. Como respuesta a ello, se desarrollan tec-
nologías de control que destacan los efectos de esos males al
tiempo que desarrollan las "au"u"'."
Expertocracia
Apartir de aquí, son posibles dos aproximaciones. La primer4
que se basa en el estudio científico del ecosistema, busca deter-
minar científicamente las técnicas y los umbrales de conta-
2 EdgarMorin,LaViedelaaie,LeSeuil, 198Qpp.94-g\lLaoidadelaztida,Madrid,
Cátedra,1983l.
EcolócrcA r 37
minación ecológicamente soportables, es deci4, las condicio-nes y los límites dentro de los cuales el desarrollo de la tec-noesfera industrial puede continuar sin comprometer las capa-cidades autogeneradoras de la ecosfera. Esta aproximaciónno rompe de modo fundamental con el industrialismo y suhegemonía de la razóninstrumental. Reconoce la necesidadde limitar la depredación de los recursos naturales y de sus-tifuirla por una gestión racional alargo plazo del aire, el agualos suelos, los bosques y los océanos, lo que implica políticasde limitación de residuos, de reciclaje y de desarrollo de téc-nicas no destructivas del medio natural.
Las políticas de "preservación del medio ambiente,, (loque en inglés se llama enaironmen; el término francés ,,envi-
ronnement" es un anglicismo), entonces, a diferencia de laecología polític4 no tienden en lo más mÍnimo hacia una paci-ficación de las relaciones con la naturalezao a la "reconcilia-ción" con ella; tienden a cuidarla (en el doble sentido de cui-dado y de administración') tomando en cuenta lanecesidad.de preservar al menos sus capacidades más fundamentalesde autorregeneración. De estanecesidad se deduciránlas medi-das que se imponen en beneficio de toda la humanidad, y losEstados deber¿án obligar a los responsables económicos y a losconsumidores individuales a respetarlas.
La debida consideración de las obligaciones ecológicas porparte de los Estados se traducirá entonces en prohibiciones,reglamentaciones administrativas, aranceles, subvenciones y
3 ]uego de palabras entre ménager, ménagement y management, sin equivalente encastellano. [N. del T..]
38 I ANDRÉ GORZ
penalidades. Tendrá por efecto, entonces, un refuerzo de la
ieterorregulación de1funcionamiento de la sociedad. Este fun-
cionamiento deberá volverse más o menos "ecocompatible"
independientemente delapropia intención de los actores socia-
les. Ciertos "medios reguladores", tales como el poder admi-
nistrativo y el sistema de precios, se encargan de canalizar
los comportamientos de los consumidores y las decisiones
de los inversionistas hacia una meta que no tendrián necesidad
de aprobarni de comprender para realizarla. La llevatánatét-
mino porque la administración habrá sabido hacer funciona-
les las moüvaciones y los intereses indiüduales enüsta de un
resultado que les sigue siendo ajeno. según sus partidarios,la
heterorregulación fiscal y monetaria tiene la ventaja de con-
ducir a la meta de la ecocompatibilidad sin que las mentali-
dades, el sistema d.e valores, las motivaciones y los intereses
económicos de los actores sociales deban cambiar. Por el con-
trario, contando con esas motivaciones y esos intereses, mien-
tras se los manipula, es como se alcanzará la meta' Su prosecu-
ción implic ará asíuna extensión de 1o que Habermas ha
llamado la"colorización del mundo vivido", es deciq' la uti-
hzación,por parte de los gerentes del sistema de motivacio-
nes individuales existentes para que produzcan resultados que
no se cofrespondan con ninguna intención de los individuos.
En el marco del industrialismo y de la lógica del mercado'
la debida consideración de las obligaciones ecológicas se
traduce así en una extensión del poder teoroburocrático. Ahora
bien, esta aproximación responde a una concepción Premo-
dema lpicamente antipolítica. Revoca Ia autonomía de 1o polí-
tico a favor de Ia expertocracia, erigiendo al Estado y a los
expertos de Estado en jueces de los contenidos del interés
ECoLócrcA r 39
general y de los medios parasometer a los individuos. Lo uni-versal queda separado de lo particulal, el interés superiorde la humanidad queda separado de la libertad y de lacapacidad de juicio autónomo de los individuos. Ahora bierycomo lo ha mostrado Dick Howardn, lo político se defineoriginariamente por su estrucfura bipolar: debe ser y no puedeser otra cosa más que la mediación pública que sin cesar se
vuelve a inicia4, entre los derechos del individuo, fundadosen su autonomia, y el interés de la sociedad en su conjunto,que a la vez funda y condiciona esos derechos. Toda gestiónque tienda a suprimir la tensión entre esos dos polos es unanegación de 1o políticoy, alavez, de la modernidad; y ellovale en particulaq, como resulta evidente, para las experto-cracias que niegan a los indiüduos la capacidad deltzgar ylos someten a un poder "esclarecido", invocando el interéssuperior de una causa que supera su entendimiento.
De allíproviene la ambigüedad del imperativo ecológico:a partir del momento en que los aparatos de poder se hacencargo de é1, éste sirve para reforzar su dominación sobre lavida cotidiana y el medio sociaf y entra en conflicto con lasaspiraciones originarias del propio movimiento ecológico entanto que movimiento político-cultural. La divergencia irrtemade ese movimiento entre un ala tecnocrática y un ala radi-cal-democrática encuentra aquí st razónprofunda.
4 Sobre todo en el prefacio a la segunda edición d e From Mmx to Klnf, Londres, Mac-millan Press, 1992 y Nueva Yorlg St Martin, 192. Del mismo autoq, véase también elexcelenteTht MarxianLegacy,Londres, Macmillan press, 1988. En el úlümo capí-tr.rlo y en eI epflo go de Adieux au prolétarint, Le Sail, l9B1 lAdiós at proletariado, Bte-nos Aires, Ed. Imago Mundi, 1989], he dado una definición parecida de lo político.
40 I ANDRÉ GORZ
El sentido originario del movimiento
El movimiento ecológico nació mucho antes que el dete-
rioro del medio y de la calidad de vida plantease una cues-
tión de supervivencia a lahumanidad. Nació originariamente
de una protesta espontiánea contra la destrucción de la cultura
de lo cotidiano por los aparatos de poder económico y admi-
nistrativo. Y por "culfura de 1o cotidiano" comprendo el con-
junto de saberes intuitivos, de aptitudes y destrezas verná-
culas (en el sentido que Iván Illich da a ese término), de
costurnbres, norrnas y conductas propias, gracias a los cuales
los individuos pueden interpretal, comprender y asumir su
inserción en el mundo que los rodea.
La"naltalezd' queel movimiento exige que se proteja no
es la Naturalezadelos naturalistas ni la de la ecología cientí-
fica: es fundamentalmente el medio que parece "r'a!tnal"
porque sus estrucfuras y su funcionamiento son accesibles a
una comprensión infuitiva; Porque corresponde a la necesidad
de expansión de las facultades sensoriales y motrices; porque
su conformación familiar permite a los individuos orientarse
en ella, interacfua, comunicarse "espontáneamente" en virhrd
de aptifudes que ru;nca fue necesario enseñar formalmente.
Por consiguiente, la "defensa de la naturaleza" debe com-
prenderse originariamente como defens a de un mundo afuida, el
cual se define antes que nada por el hecho de que el resultado
de las actiüdades corresponde a las intenciones que las mue-
ven o, didro en ohos Érminos, que los individuos sociales allí veru
comprendeny dominanel cumplimiento de sus actos.
Ahora bier; cuanto más compleja se vuelve una socie-
dad, menos intuitivamente inteligible resulta su funciona-
ECoLóctcA I 4t
miento. La masa de saberes que se destina a la produccióryla administración, los intercambios, el derecho, supera pormucho las capacidades de un individuo o de un grupo. Cadauno de ellos no detenta más que un saber parciaf especiali-zado, que los aparatos, esos procedimientos organizacionalesestablecidos, van a coordinar y orgatizx en vista de un resul-tado que supera lo que los individuos son capaces de querer.La sociedad compleja se asemeja así a una gran maquinaria:al ser social, esunsistema cuyo funcionamiento exige indivi-duosfuncionalmente especializados, a la manera de los órganosde un flrerpo o de una máquina. Por muy complejos y doc-tos que sean, los saberes especializados en función de laexigencia sistemática del todo social ya no contienen recur-sos culturales suficientes como para permitir a los individuosorientarse en el mundo, dar sentido a 1o que hacen o com-prender el sentido de aquello en 1o que participan. El sistemainvade y margina el mundo vivido, es deciq, el mundo acce-sible a la comprensión intuitiva y a la asimilación práctico-sensorial. A los individuos les quita la posibilidad de tenerun mundo y de tenerlo en común. Contra las diferentes for-mas de esta expropiacióry progresivamente se ha ido orga-nizando una resistencia.
Las primeras manifestaciones de lo que iba a convertirseen el movimiento ecológico'estaban dirigidas, enAmérica delNorte y luego en Europa, contra las megatecnologías que
5 Evidentemente, esta no es la única forma de protesta contra Ia destrucción delmundo vivido. Chauvinismo, racismo, xenofobia y antisemitismo son otrostantos modos de rechazar la incomprensible y amenazante complejidad de unmundo cambiante. Éstos explican la desaparición de su organización familiar por
42 I ANDRÉ GORZ
las industrias privadas y/o las administraciones públicasbene-
ficiaban despojando a los ciudadanos de su medio vital. Dicho
medio estaba alterado, tecnificado, pavimentado, colonizado
para corresponder a las exigencias de la megamáquina indus-
trial. Ésta enajenaba lo poco que les quedaba del medio "flafrlral" a los habitantes, los agredía con contaminación ambien-
tal y, fundamentalmente, confiscaba el ámbito público en
provecho de aparatos técnicos que simboli zaban Ia aiolación
por parte del capital y del Estado del derecho de los indit¡iduos a
determinar por ellos mismos Ia manera de üvir en conjunto,
de producir y de consumir.Esta violación ha sido particularmente flagrante en el caso
de la energía electronuclear: el programa de construcción de
centrales se basaba en decisiones político-económicas dis-frazadas como decisiones técnicamente racionales y social-
mente necesarias. Preveía un muy fuerte crecimiento de las
necesidades de energía, privilegiaba las mayores concentra-
ciones de las tecnologias más pesadas para hacer frente a esas
necesidades, creaba flrerpos de técnicos sometidos al secreto
profesional y a una disciplina cuasi militar; en una paLabra,
hacía de la evaluación de las necesidades y de la manera de
satisfacerlas elámbito reservado a una casta de expertos que
se escudaba tras un saber superio4 pretendidamente inacce-
sible para la población. Esta última quedaba bajo tutel4 en
beneficio de las industrias más capitalistas y de la domina-
la conspiración de fuerzas maléficas aIógenas y la comrpción de los sectores di¡i-gentes. Dicho en otros términos, explican rma realidad que se volvió irraccesible
para la comprensión intuitiva a través de causas que, por su parte, son intuiti-vamente accesibles.
ECoLóctcA I 43
ción reforzada del aparato del Estadou. El mismo tipo de tute-laje se opera de manera más difusa en todos los ámbitos enlos que la profesionalización-la formalizaciónjuídica y laespecialización que entraña- desacredita los saberes vemácu-los y destruye la capacidad de los individuos de hacerse cargode ellos mismos. Se trata de las "profesiones inhabilitantes"(disabting professions) derttnciadas por Ivan Illich'.
La resistencia a esta destrucción de la capacidad dehacersecargo, dicho de otro modo, de la autonomía existencial delos individuos y de los grupos o comunidades, se encuentraen el origen de los componentes específicos del movimientoecológico: redes de ayuda mufua de enfermos, movimien-tos en favor de medicinas alternativas, movimiento por elderecho al aborto, movimiento por el derecho a morir "dig-namente", movimiento en defensa de las lenguas, culfurasy "regiones", etc. La motivación profunda siempre es la dedefender el "mundo vivido" contra el reino de los expertos,contra la cuantificación y la evaluación monetaria, contra lasustitución de relaciones mercantiles, de clientela, de depen-dencia a la capacidad de autonomía y de autodeterminaciónde los individuos
En La Prophétie antinucléaire (Le Seuil 1980), Alain Toluaine et al. demostraronque, aI poner el acento en el peligro de las centrales, lo que motivaba al movi-miento no era el miedo, sino el deseo de cuestionar la omnisciencia en la que se
escudaban los expertos, corriendo el riesgo de desviar el debate hacia disputastéoricas en detrimento de su trasfondo político.YéaseNémésis médicale (LeSet;ul,1975)lNémesis médica,Mér.rco,Joaquir Mortiz,'1.9761, Le Traaail fantóme (Le Seuil, 1981) lObras Reunidas Il. El trabajo fantasma,Fondo de Cultura Económica,2009)y Le Chomáge uéateur (LeSeutl,1997)lEner-gía y equitad. Desempleo umdor, Méxicq ]oaquÍn }ldofiz I Editorial Posad a, 79781.
44 I ANDRE GORZ
Al menos en aparienci4 el movimiento era puramente "cul-
hrtay' .En la medida en que los partidos políticos se preocupaban
ante todo por el poder de administrar el sistema *gÚnel interés de
s;¡s clientelaselectorales, el movimiento ecológico debía de pare-
cerles antipolítico: este quería "cambiar la vida", sustraerla al sis-
tema y a los gerentes del sistema mientras buscaba ganar sobre
ellos espacios de autonomía y de experiencia de sociabilidad.
Ahorabiery a partir de1972, esas demandas de apariencia
cultural recibieron un fundamento objetivo gracias al informe
de un grupo de científicos brikánicos, BluErint for Surciaal y, poco
después, por el informe financiado por el Club de Roma Limits
to Growth.l_aimposibilidad de continuar en la vía del crrecimiento
de las economías industriales,la destructividad del modelo capi-
talista de desarrollo y de consumo, la ruptura del vÍnculo ente
"Íflás" y "mejot" hacían necesario un cambio radical de las
téolicas y de las firnlidades de la producción y, por 1o tantg del
modo de vida. Los redamos "culturales" del movimiento eco-
lógico se encontraban de este modo objetivamente fundamen-
tados por la urgente necesidad, cienfficamente demostrable, de
romper con el industrialismo dominante y su religión del cre-
cimiento. Por ende, el ecologismo podía volver*tm movimiento
político, puesto que la defensa del mundo vivido no era sim-
plemente una aspiración sectorial y local desprovista de alcance
general, sino que aparecía conforme con el interés general de la
humanidad y del mundo üüente ensu conjunto.
Pero lo inverso no es cierto: tomar en cuenta los intereses eco-
lógicos de la humanidad no adquiere necesariamenfe -como 1o
hemos üsto- la form4 deseable desde el punto de vista de los
individuos, de una defensa o, mejor aún, de una reconquista del
mundo üvido. Por el contrario, puede adoptar la forma tecno-
ECoLócrcA | 45
crática de unrefuerzo de las obligacionesy de las manipulacio-nes ejercidas por el subsistema administrativo. Resulta imposi-ble fundarla políticaenunanecesidad o enuna ciencia sinnegarle
al mismo tiempo su autonomía específica y sin establecer una"necesaria" dictadura "cienfifica" , tan totalitaria cuando invoca
las exigencias del ecosistema como cuando apela (como lohacíael"üarr.La(' ) a las "leyes del materialismo dialéctico".
Por lo tanto, el problema que se plantea a la ecología polí-tica es el de las modalidades prácticas que permitan que indi-viduos autónomos, persiguiendo su propio fin en el seno de su
mundo vivido, tengan en cuenta las exigencias del ecosis-
tema por medio de su juicio personal. Es el problema del aco-
plamiento retroactivo entre necesidad y normatividad q si se
prefiere, de la traducción de necesidades objetivas en conduc-tas normativas coffespondientes a exigencias vividas, alaluzde las cuales se forman a su vez las necesidades objetivas. Loque es ni más ni menos que el problema de la democracia.
La autolimitación
En Mar>; este problema parecía soluble en la medida en que
el industrialismo debía engendrar las condiciones objetivas yla capacidad subjetiva de la autogestión generalizada. Debía
desembocar en una sociedad (comunista) en que
...el hombre socializado, los productores asociados, regulen de
manera racional sus intercambios con la naturaleza, los sometan
al control colectivo en vez de dejarse dominar ciegamente por
ellos, y lo lleven a cabo con el menor esfuerzo posible y en las
46 I ANDRÉ GORZ
condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana'
Pero también estará allí presente la necesidad. (...) El verdadero
reino de la libertad (...) sólo puede florecer sobre la base del reino
de la necesidadu.
La necesidad, dicho en otros términos, es asumida por los
productores asociados según la doble exigencia normativa del
menor esfuerzo y de la mayor satisfacción en el trabajo, Porun lado, y de la gesüón racional, inteligible para todos y cada
uno/ de los "intercambios con la nahualeza", por el otro. La
racionalidad de la gestión consistirá a la vezenelcuidado del
ecosistema y en el empleo de medios de producción que los
productores asociados puedan maneja6, es decil, autogestio-
narse en lugar de ser dominados Por el gigantismo y la
complejidad de los medios.
En el marco de la autogestión, la libertad se basará en la
facultad de los "productores asociados" de arbitrar enfrela can-
tidad y la calidad de kabajo que requieren diferentes medios y
métodos deproducciónporunidad de producto; pero también
entrela extutsión delas necesidades o delos deseos que anhelan satis-
faery laimportanciadel esfuum que jtugan acEtnble desplegar.Este
arblaaje,fundado sobre normas viüdas y comuneq conducirá
por ejempto, atrabajar de manera más distendiday gratificante
(más "acorde con la naturalezahumana") a costa de una pro-
ductividad menor conducirá así alimitar las necesidades y los
deseos par a poder limitm el afuerza a realimr. En la práctic4 la norma
según la cual se regula el nivel del esfuerzo en función del nivel
8 KarI Marx, El capital, ljIrlro I1l, sección 7, cap. 48 -
EcoLóGrcA | 47
de satisfacción buscado y, aiceaersa, el nivel de satisfacción y el
esfuerzo que se acepta haceq, es la norma delo suficiente.
Ahorabien, el establecimiento de urra norma de lo suficiente
es incompatible -debido a la autolimitación de las necesidades
y del esfuerzo admitido que ella implica- con la búsqueda dela renta m¡íxima que constifuye la esencia de Ia racionalidad yde la racionalización económicas. De hecho, la racionalidad eco-
nómica nuncapudo expresarse de acuerdo consu esenciaenlassociedades precapitalistas. Allí siempre estuvo refrenada y tra-bada(embedded, según la expresión de Karl Polanyi) por acuer-
dos entre productores y comerciantes que impedían lalibre com-petencia en mercados libres. Dicha racionalidad nunca logróimponerse mientras los productores eran los dueños de losmedios de producción y, en consecuenci4 tenían la libertad dedeterminar por ellos mismos la intensidad, la duracióny los hora-rios de su trabajo. El retroceso de la autoproducción y la expari-sión de la producción para el mercado no cambiaron nada deello:las corporaciones o las guildas dictaban a los comerciantes
precios uniformes para cada calidad, que ellas mismas definían,y prohibían severamente toda forma de competencia. Las rela-ciones entre productores y comerciantes er¿rn inmutablementecontracfuales, y los propios comerciantes se beneficiaban por elhecho de que se enconfoaban protegidos contra la competenciaen el mercado libre. La norma de lo sufciente -ganNruasuficierrtepara el artesano, beneficio suficiente para el comerciante- estaba
tanbien arraigada en el modo de vida tradicional que era impo-sible obtener de los obreros un trabajo más intenso o más pro-longado con la promesa de una ganancia más elevada. Según
Max Webe¡, el obrero "no se preguntaba:'¿cuánto puedo ganarpor día si proporciono la mayor cantidad de trabajo posible?',
48 I ANDRE GORZ
sino: '¿cómo debo trabajar para ganar los 2,5 marcos que recibía
hasta ahoray que cubrenmis necesidades corrientes?"".En el primer libro de El Capital, Marx cita una vasta lite-
ratura que da pruebas de la extrema dificultad que tuvieronque afrontar los patrones de las manufacturas y de las pri-meras "ffurtcasautomáticas" para obtener de su mano de obra
un trabajo regula¡, a tiempo completo, día tras día y semana
tras semana. Para obligarlos a ello, no alcanzaba -como 1o
habíanhecho los manufactureros- con despojarlos de Lapro-
piedad de los medios de producción; también hacía falta, tras
haber arnrinado al artesanado, reducir la remuneración de los
obreros por unidad de producto, con el objeto de obligarlos a
trabajar más para obtener lo suficiente.Paraello, era necesa-
rio despojarlos del daminio de los medios de producción, con
el objeto de poder imponerles una organizaciónyuna divisióndel trabajo que Ies dictarÍanla naturaTeza,lacantidad y la inten-
sidad del trabajo a reahzar como si fueran obligaciones impre-
sas en la propia materia.
Para alcanzar este resultado, el medio por excelencia
era la mecanización: susütuía los medios de producción ope-
rados y manejados por los obreros por máquinas
...operadas por un autómata que se maneja a sí mismo [...] La
máquina deja de presentarse bajo aquella relación que Ia volvía
instrumento de trabajo del trabajador individual [...]. La acüvi-
e MaxWebet, L'Éthiqueprotestanteetl'espritducapitalisme,PlorvlgSl,p.6lfLaéticaprotestantey el espíritu del capitalism4 México, Fondo de Cultura Económica,l977(varias ediciones).1
ECOLÓGICA I 49
dad del obrero, reducida a una pura abstracción, está determi-
nada y regulada desde todo punto de üsta por el movimiento de
la maquinaria [...]. La ciencia que obliga a los componentes inani-
mados de la máquina a funciona¡, a través de su construccióry
como un autómata que cumple su misión, no existe en la con-
ciencia del obrerq pero actúa sobre él como una potencia extran-jera, como la potencia de la máquina. La apropiación del trabajo
vivo a través del trabajo materializado [...], inherente al concepto
de capital, se asienta en la producción que se funda en la maqui-naria como un aspecto del proceso mismo de producción'o.
El trabajador individual no es "más que un accesorio üvode esta maquinaria", srt"capacidad de trabajar desaparecepor ser infinitamente pequeñ4 del mismo modo que desapa-
rece efl el producto toda relación con la necesidad inmediata delproductor y, por lo tanto, con el valor de uso inmedi ato",, .
No se podrÍa decir mejor: el instrumento de trabajo se vol-vró asíinapropiableparael trabajador; y esta separación del tra-bajador con el producto y del trabajador con el trabajo mismo,en lo sucesivo, existe exterior a él como la exigencia muda,vertida en la organízactónmaterial, de tareas cuantificadas,predeterminadas y rigurosamente programadas, que exigenque se cumplan".
10 Karl Marx, Grundisse der Kritik du politischen ókonomie, op. cit., pp. Sg},bg9.fl lbid.,loc.cit.12 En otra parte he mostrado que la maquinaria y la ciencia que se materialüa en
ella tampoco son apropiables por el "trabajador colectivo productivo,, (Gesam-tarbeiter), el cual engloba una multiplicidad de colectivos separados y disper-sos, funcionalmente especializados, lo que vuelve prácticamente imposibles laconcertación entre los colectivos y su control sobre el producto final. Ese control
50 I ANDRÉ GORZ
Só1o sobre la base de este triple desposeimiento es posi-
ble que la producción se emancipe del arbitraje de los pro-
ductores directos, es deci(, que llegue a ser independiente
de la relación entre las necesidades y los deseos que experi-
mentan,la importancia del esfuerzo que están dispuestos a
proporcionar para satisfacerlo+ y la intensidad, la duración y
la calidad de ese esfuerzo.
IJna vez más, este triple desposeimiento permitió la exis-
tencia de especializaciones funcionales cada v ez más especí-
ficas,la acumulacióny la combinación, enunmismo Proceso
de producción, de una masa de saberes tecnocienfficos pro-
venientes de disciplinas heterogéneas, incapaces de comu-
nicarse y de coordinarse entre ellas, y cuya organizaciónpro-
ductiva requería un estado mayor y una estructura piramidal
cuasi militar.Sólo sobre esta base fue posible la industrializacióru es deci¡,
la acumulación de capital. Só1o al separar los productores direc-
tos de los medios de producción y del resultado de la produc-
ción fue posible que produjeran excedentes más allá de sus
necesidades y que utllizaranesos "excedentes económicos"
para multiplicar los medios de producción y aumentar su poder.
En efecto, suponiendo que los medios de producción indus-
triales hubiesen sido desarrollados originariamente por los pro-
pios productores asociadoq las empresashabrían seguido siendo
manejables por ellos, nohabrían dejado de autolimitar tanto stts
necesidades comolanafrxaleza y la intersidad de su trabajo. En
exigiía una organüación y estados mayores que, como en los combinats deTa an$r
gua RDA, reproduzcanla separaciónyel desposeimientomencionados m¿ís arriba.
ECoLóctcA I 51
consecuenci4 la industriñzaciónno habría desembocado enconcentraciones cuya dimensión y complejidad se sustraían delpoder de arbitraje de los productores. El ,,desarrollo econó-mico" no habría podido superar cierto umbraf la competenciahabría estado contenida y la norma de lo suficiente habrÍaseguido regulando los "intercambios con lanahxaleza,'.
Aleliminar el poder de los productores directos eny sobreIa producción, el capital pudo finalmente emancipar la pro-ducción respecto de las necesidades experimentadas y selec-cionar o crear necesidades, asÍ como la manera de satisfacerlas,en función del criterio de la mayor rentabilidad. Asi la pro-ducción se volvió, ante todo, unmedio del capital p¿ua crecer;está al servicio de las "necesidades" del capital, y sólo en lamedida en que el capital necesita consumidores para sus pro-ductos la producción está también al servicio de las necesida-des humanas. Esas necesidades, no obstante, ya no son nece-sidades o deseos "nafuraled', experimentados espontiáneamente;son necesidades o deseos producidos en función de las necesi-dades de rentabilidad del capital. El capital se sirve de las nece-sidades a las que obedece conmiras a su propio crecimiento quedemanda a cambig el oecimiento delasnecesidades. Elmodelode consumo del capitalismo desarrollado es asíresultado dela exigencia propia del capital de crear la mayor cantidad posi-ble de necesidadesy de satisfacerlas por medio del mayorflujoposible de mercancías. La búsqueda de la eficacia máxima enla valoración del capital exige asíIa ineficacia máxima en lacoberfura de las necesidades: el máximo derroche.
Esta autonomización de la producción habría sido muchomás difícil si los trabajadores hubiesen podido adecuar su jor-nada de trabajo al ingreso que estimaban necesario. A medida
52 I ANDRÉ GORZ
que la productividad y los salarios se elevaban, una fracción
creciente de Ia población activa habría elegido, o podido ele-
gSr, trabajar menos y autolimitar el aumento de su consumo'
Esta tendencia de hedro, se reafirmó durante el apogeo del
anarcosindicalismobajo la forma de trabajo intermitente o de
la semana de tres a cuatro días practicada en la metalurgia
parisina, entre otros, por los "sublimes simples" y los "ver-
daderos sublimes" de los que habla Poulot". Contra esta rea-
parición de una autolimitación según la norma de 1o suficiente,
una reglamentación estricta de las condiciones de contrata-
ción se introdujo en Inglaterra en 1910: reservaba los contra-
tos a hombres y mujeres que se comprometier¿ul a trabaiar a
jornada completa. Al hacer de la jomada completa la condi-
ción del empleo, el capital no sólo se aseguraba la dominación
sobre la mano de obra la previsión de la rentabilidad y del
costo del trabajo;además extendía su dominio sobre el modo
de vida de los trabajadores. No dejaba espacio, en sus vida»
más que para el trabajo funcional y remunerado al servicio
del capital, por un lado, y para el consumo al servicio del capi-
taf por el otro. El individuo social debía definirse como tra-
bajador-consumidol, como "cliente" del capitaf en tanto que
dependía alavezdel salario percibido y de las mercancías
adquiridas. No debía producir nada de lo que consumía, ni
consumir nada de 1o que producí4 ni debía tener algrrna exis-
tencia social o pública fuera de la que estaba mediada por el
13 véase Denis PouTot, Le Sublime, ou le traoailleur mmme il est m 1870 et ce qu'il peut
étre,LaDécottverte, París, 1980. Véase también el excelente estudio de Christian
Topalov, ,,Invention du chomage et politiques sociales au début du siécle", L¿s
Temps modunes, n' 496'497 , ¡oviembre - diciembrc de 1987 '
ECoLÓGICA I 53
capital: el tiempo del no-trabajo debía permanecer como eltiempo de la existencíaprhtada, de la diversióru del descansqde la vacación. Ante la demanda de reducir la duración deltrabajo,la patronal siempre opuso la más áspera de las resis-tencias. Prefirió acordar licencias pagas más largas. pues lasvacaciones sory por excelencia, una interrupción programadade la vida activa, tiempo de puro consumo, que no se integraen la üda de todos los días, no la enriquece con nuevas dimen-siones, no le confiere una autonomía acrecentada ni otro con-tenido que eI del rol profesional.
[a autolimitacién como proyecto socaal
En las sociedades industriales complejas, es imposible obte-ner una reestructuración eco-compatible de la producción ydel consumo simplemente otorgándoles a los trabajadoresel derecho a autolimitar su esfuerzo. Dic-ho en otros términos,la posibilidad de elegir su tiempo de trabajo, el derecho aI"tiempo elegido". Ninguna conelación eoidente extste, en efecto,entre el volumen de la producción y el tiempo de trabajo. Enla medida en que la automatización suprimió esta correlaciónal permitir producir cadavezmásriquezas con cada vez menostrabajo, "eltrabqo deja de ser la medida de la riqueza y eltiempo de trabajo la medida del trabajo" (Marx). Además, ladisminución del volumen de trabajo necesario no beneficia alconjunto de la población activa potencial ni aporta una em¿u1-
cipación o una esperanza de autonomía creciente ni a lostrabajadores activos ni a los desocupados. Finalmente, no existeninguna norma comúnmente aceptada de 1o suficiente que
54 I ANDRÉ GORZ
pudiera servir como referencia para la autolimitación. Y sin
embargo, esta sigue siendo Ia única vía no autoritaria demo-
cráfica,hacia una civilización industrial ecocompatible.
La diticultad que encontramos aquíno es, sinembatgq abso
lutamente insuperable. Significa esencialmente que el capita-
lismoha abolido todolo que, enlakadicióru enelmodo de vidE
enla civilizacióncotidiana, podía servir de andajeparauna norrna
común de 1o suficierrte; y que al mismo tiempo ha abolido la pers-
pectiva que la altemativa de trabajar y consumir menos puede
dar acceso aunaüdamejory más libre. Lo queha sido abolidg
sin embargo no es imposible de reestablecer. Só1o que este res-
tablecimiento no puede fundarse enuna tradiciónni en correla-
ciones existentes: debe instituirse; incumbe a lo políticq miís pre
cisamente a lo ecopolítico y al proyecto ecosocial.
El sentido fundamental de urn política ecosociaf tal como
ha sido largamente debatida por los Verdes ale*rnes" y "r.o-
peos durante los años ochenta y tal como emerge hoy en la
lcología política francesa'u, es restablecer políticamente la corre-
lación entre menos trabajo y menos consttttto, por unaparte, mds
autonomía y mtís seguridnd existmciales, por la otra, para cada hom-
14 Sólo citafé aquí cuatro trabajos que contienen una bibliografía extensa: Michael
Opielka (dir.), Die Ókosoziale Erage, Francfort del Meno, Fischer Altemativ 1985;
|oseph Hubel Die Regenbogen Gesetlschaft. Ókologfu und Socinlpolitik,Flsdtet Alter-
nativ 1985; Michael Opielka, Georg Vobruba (dfu.), Das garantíerte Grundeinkom-
men,Fisdter Alternativ 1986; Michael Opielka, Llona Ostner (dir.), Umbau des
Sozialstaats, Es*n, Klartext, 1987.Ú VéaseespecialmenteL¿sV¿rtsetl'économie,Centilly, 1992(documentodelosVer-
des) así como el peníücn Transoersales Science Culture y las obras de Guy Aznar:
Non aux loisirs non d la retraite, Galilée, 1978; Tous it mi-temps, ou le sunario bleu,
Le Seuil, 1981; Lekaaail, c'est fini. Aptein toute laoie,Belfond, 1990.
ECOLÓGICA I 55
bre y para cada mujer. Se trata, en otras palabras, de garanti-zar institucionalmente a los individuos que una reduccióngeneral de la jornada de trabajo les ofrecerá todas las venta-jas de que se podía gozar antiguamente: una üda más libre,más distendida y más rica. La autolimitación se desplaza asídel terreno de la elección individual al terreno del proyectosocial. A falta de anclaje tradicional, la norma de lo sufi-ciente tiene que ser definida pokticamente.
Sin entrar aquí en el detalle de cuestiones que he dis-cutido en otra parte, quiero solamente recordar que Ia polí-tica ecosocial consiste principalmente en garanti zar :ut\ingreso suficiente, independiente de la jornada de trabajo(la cual no puede sino decrecer) y eventualmente del tra-bajo mismo; en distribuir el trabajo socialmente necesario,de manera que todo el mundo pueda trabqar, y fiabajar alavez mejor y menos; en crear espacios de autonomía en losque los individuos puedan emplear el tiempo libre de tra-bajo en actividades de su eleccióry entre las que se han deincluir autoproducciones de bienes y servicios que reduci-rán su dependencia del mercado y de las prestacionesprofesionales o administrativas, y que permitirán recons-truir un tejido de solidaridades y de sociabilidad vividas,hecho a partir de redes de ayuda mutua, de intercambiosde servicios, de cooperativas informales. La liberación deltiempo, la liberación del trabajo heterónomo, funcional-mente especializado, deben concebirse como una políticade conjunto que también exige volver a pensar la arqui-tectura y el urbanismo, los equipamientos y los serviciospúblicos, las relaciones ciudad-campo, de manera de des-
T
56 I ANDRÉ GORZ
trabar las esferas de vida y de actividad, para favorecer
los intercambios autoorganizados".La ecología polÍtica hace así cambios ecológicamente nece-
sarios enla manera de producir y consumir para incentivar
cambios normativamente deseabl¿s en el modo de vida y las
relaciones sociales. La defensa del medio de uida en sentido
ecológico y la reconstitución de un mundo aioido se condicio-
nan y se sostienen uno al otro. Uno y otro exigen que la vida
y el medio de vida se sustraigan a la dominación de 1o eco-
nómico, que crezcan las esferas de actividad en las que la
racionalidad económica no se aplica. Esta exigenci4 en verdad,
es tan antigua como la civilización. Desde el ricardiano anó-
nimo, cuyo panfleto fechado en 1821 le gustaba citar a Mar>;
hasta Keynes y Leontieff los grandes teóricos de la economÍa
modema han hecho det tiempo disponible (del disposable time)
para las actividades "que valen por ellas mismas como su
propio hn" (die sich als Selbstzrnetck gilt, segÚnla expresión de
Marx en las Grundisse) "la verdadera medida delariqteza" -
Lo que equivale a decir: la actividad económica no tiene sen-
tido más que cuando está al servicio de otra cosa que no es
ella misma. Es que la economía es por excelencia una forma
de la " tazóttcognitiva-instrumental", es deci4 una ciencia del
cálculo y de la eficacia de los medios y de la elección de los
medios más para obrar en miras a un fin. Es inaplicable a los
fines que no son distintos de los medios empleados y no
puede por ella misma determinar los fines area:lizar. Cuando
16 Véase al respecto Nordal Akermao "Can Sweden be Shrunk?", Deoelopment
Dialogue, n" 2,1979.
ECoLóctcA I 57
no se le prescribe ningún fin, elige los fines para los que dis-pone de medios m¿ís eficaces: tomará como meta el crecimientode la esfera en la que su racionalidad puede desplegarse ytenderá a someterle todas las demás esferas, incluidas la viday las bases naturales de la vida.
Esta dominación de Ia racionalidad económica sobre todaslas demás formas de racionalidad es la esencia del capitalismo.Librado a sí mismo, acabaría en la extinción de la vida y, por 1o
tantq de símismo. Si debe tener algún sentido, no puede sersino el de crear las condiciones de su propia supresión.
3
LA IDEOLOcíR socIRL DEL cOcHE
El vicio profundo de los coches es que con ellos sucede lomismo que con los castillos o con los chalets en la playa: sonbienes de lujo inventados para el placer exdusivo de la minoríade los más ricos; y nada, ni en su concepción ni en su natu-raleza, estaba destinado para el pueblo. A diferencia de la aspi-radora, el aparato de teléfono o la bicicleta, que siguen con-servando su valor de uso cuando todo el mundo dispone yade ellos, el coche, al igual que el chalet en la playa sólo es deinterés y ofrece ventajas cuando la masa no dispone de ellos.Y ello se debe a 9ue, tanto por su concepción como por su des-
Publicado en E cologíe et politique, Gatilée, 1975.
?60 I ANDRÉ GORZ
tino original, el auto es un bien de lujo. Y el lujo, por definicióruno se puede democratizar: si todo el mundo accede a un lujoentonces ya nadie saca provecho; por el contrario: todo eI
mundo arrolla, frustra y despoja a los demás, al tiempo que
es arrollado, frustrado y despojado por ellos.
La cuestión se admite conbastante facilidad cuando se trata
de los chalets en la playa: hasta ahora, ningún demagogo se
atrevió a decir que democratizar el derecho a las vacaciones
consiste en aplicar el principio: un chalet con playa prioada para
cadnfamiliafrancesa.Paratodos resulta evidente que si cada unade los 13 o 14 millones de familias existentes en Francia debiera
disponer aunque fuera nada más que de 10 metros de costa,
para que todo el mundo quedara satisfecho, ¡se necesitarían
140.000 kilómetros de playa!Atribuirle a cada persona su
porción equivale a parcelar las playas en franjas tan diminutas--o a estrechar tanto los chalets entre sí- que su valor de uso se
vuelve nulo y desaparecen sus posibles ventajas frente a uncomplejo hotelenc. En una palabr4 la democratización del acceso
alaplayano admite más que una solución: la solución colec-
tivista. Y esta solución pasa forzosamente por la guerra con-
tra ese lujo que conforman las playas privadas, un privilegioque una pequeña minoría se affoga a expensas de todos.
Ahora biery ¿por qué no se admite con la misma faciháadrespecto de los transportes Io que resulta perfectamente evi-dente para las playas? ¿Acaso un auto no ocupa un espacio que
escasea como el de un chalet con playa? ¿No expolia a los demás
usuarios de las calles (peatones, ciclistas, usuarios del tranvíao del autobús)? ¿No pierde todo su valor de uso cuando todoel mundo sttlizael suyo? Y sin embargo abundan los dema-
gogos que afirmanque cadafamiliaüene derecho aporlo menos
ECoLóGrcA | 6l
un coche, y que el "Estado" debe actuar para que cada cualpueda estacionar o conducir a su antojo en la ciudad, o bien irse
los fines de semana o en vacaciones a 150 kilómetros por horapor las rtftas al mismo tiempo que todos los demás.
La monstruosidad de esta demagogia salta a la üsta y, sinembargo, a la izquierda le complace recurrir a ella. ¿Por quése sigue considerando el coche como una vaca sagrada? ¿Porqué, a diferencia de otros bienes "privativos", no se 1o reco-noce como un lujo antisocial? La respuesta ha de buscarse enlos siguientes dos aspectos del automovilismo:
1. El automovilismo de masas materializa un triun{o abso-
luto de la ideología burguesa en el campo de la práctica coti-diana: fundamentay cultivaen cada cualla creenciailusoria deque cada individuo puede prevalecer y sacar ventaj a a expensas
de todas las demds. El egoísmo agresivo y auel del conductor que,
a cada instante, asesina simbólicamente "a los otros", a losque sólo percibe como molestias materiales y obstáculos parasu propia velocidad, este egoísmo agresivo y competitivo repre-
senta eladvenimiento, gracias aI automovilismo cotidiano, deun comportamiento uniaersalmente burgués (" Con gente así, nunca
sepodrd construir el socialismo" , me decía un amigo de Alemaniadel Este, constemado ante el espectáculo del tr¿ínsito parisino).
2. El automóvil presenta el ejemplo contradictorio de uno§eto de lujo quehaquedado desvalorizado por su propia difu-sión. Pero esta devaluación práctica no ha acarreado todavía su
devaluación ideológica: el mito del placer y de la ventaja delcoche persiste incluso cuando se demuestre la aplastante supe-rioridad de los transportes públicos, si se generalizaran. La per-
l62 I ANDRÉ GORZ
sistencia de este mito se explica con facilidad: la generalización
del automovilismo individual ha suplantado los transportes
colectivos, ha modificado el urbanismo y el hábitat y ha trans-
ferido al auto las funciones que su propia difusión volvieronnecesarias. Se necesitará una revolución ideológica ("culfural')para romper este cÍrculo ücioso. Evidentemente, no cabe espe-
rarla de la clase dominante (de derecha o de "izquierda").
Veamos ahora estos dos puntos más de cerca.
Cuando se inventó el coche tenía la finalidad de proflrrara unos cuantos burgueses muy ricos un privilegio por completo
inédito: el de circular mucho más rápido que todos los demás.
Hasta entonces, nadie había soñado aún con algo asi fuera unorico o pobre, la velocidad de las diligencias era üsiblemente la
misma; la calesa del señor no iba mucho más rápido que lacarreta del campesino, y los trenes llevaban a todo el mundo a
la misma velocidad (empezaron a adoptar velocidades dife-renciadas a partir de la competencia con el auto y el avión). Por
1o tanto, hasta el cambio del último siglo, no existía una velo-
cidad de desplazamiento para la elite y otra para el pueblo. Elautomóvil iba a cambiar eso: por primerave4 extendía las dife-rencias de clase a la velocidad y al medio de transporte.
En un principio, este medio de transporte era a tal puntodiferente de los medios ordinarios que pareció algo inaccesi-
ble para las masas, No existía nada en común entre el auto-móvil y el resto: la carreta, el tren, la bicicleta o el ómnibus a
tracción animal. Seres excepcionales se paseaban a bordo de
un vehículo autotraccionadg que pesaba más de una tonelada
y cuyos órganos meciínicog de una complicación extrema, eran
tanto más misteriosos cuanto que permanecían ocultos a las
ECoLócrcA I 63
miradas. Pues también había otro aspecto, que pesó fuerte-mente en el mito del automóvil: por primera vez, hombrescabalgaban vehículos indiüduales, cuyos mecanismos de fun-cionamiento les eran totalmente desconocidos y cuyo mante-nimiento y hasta alimentación debían confiar a especialistas.
Paradoja del coche automóvil: en apariencia, confería a
sus propietarios una independencia ilimitad4 que les permi-tía desplazarse a cualquier hora y por itinerarios elegidos a suantojo, a una velocidad igual o superior a la del tren. Pero, enrealidad, esta aparente autonomía tiene como reverso unadependencia radical: a diferencia del caballerg del carreteroo del cidist4 el automovilista iba a depende4 tanto para la ali-mentación energética como para reparar Ia más mínimaavería, de comerciantes y especialistas en carburacióry lubri-caciór¡ instalación eléctrica y en eI recambio de piezas estiín-dares. A diferencia de todos los anteriores propietarios demedios de locomocióry el automovilista iba a establecer unarelación de usuaria y mnsumidor -y no de poseedor y amo- con elvehículo del que era formalmente propietario. Este vehículo,dicho en otros términos, iba a obligarlo a consumir y a utili-zar rtfla gran cantidad de servicios mercantiles y de produc-tos industriales que sólo podrían proporcionarle terceras per-sonas. La aparente autonomía del propietario de un automóvilencubría su radical dependencia.
Los magnates del petróleo fueron los primeros en perca-tarse del provecho que podía sacarse de una difusión del auto-móvil a gran escala: si el pueblo era inducido a andar en unautomóvil a moto4 le podrían vender la energía necesaria parasu propulsión. Por primera vez en la histori4 los hombres se
volverían dependientes de una fuente de energra mercantili-
r64 I ANDRÉ GORZ
zada para moverse. Los dientes de la industria petrolífera serían
tantos como los automovilistas; además, como habría tantos
automovilistas como familias, el pueblo entero se volvería
diente de los magnates del petróleo. La sifuación con que sueña
todo capitalista iba a hacerse realidad: todas las personas iban
a depende4 para sus necesidades cotidianas, de una mercan-
cía cuyo monopolio detendría una sola induskia.
Só1o quedaba incitar al pueblo a andar en auto. En gene-
ral, suele creerse que éste no se hizo rogar: bastaba con bajar
1o suficiente el precio de los autos mediante la fabricación en
serie y el montaje en cadena; la gente se lanzaría a comPrar-
los. Desde luego que se lanzó, y sin darse cuenta de que la
estaban manejando como a un títere. En efecto, ¿qué le pro-
metía la industria automotriz? Puray simplemente esto: "De
ahora en mtís, usted también tendrd el priailegio de andar, como
los señores y los burgueses, mds rdpido que los demds. En la socie-
dad del automóail, el prhtilegio de la elite estd a su alcance" .
La gente se precipitó hacia los autos, y hasta los mismos
obreros fuvieron acceso a ellos, momento en que los automo-
vilistas comprendieron que les habían tomado eI pelo. Se les
había prometido un privilegio de burgués; se habían endeu-
dado con tal de acceder a él y he aquí que advertían que todo
elmundo accedía a dichoprivilegio almismo tiempo que ellos.
¿Pero qué privilegio es aquel al que todo el mundo accede?
Es un fraude gigantesco. O peor todaví4 es uno contra todos.
Es la parálisis general debido a una agarrada general. Puesto
que cuando todo el mundo pretende andar a la velocidad pri-
vilegiada de los burgueses, el resultado es que ya rlaüe avarua,
que la velocidad de circulación urbana --en Boston como en
París, en Roma o Londres- cae por debajo de la del ómnibus
a traccióry y que la velocidad media en carreteras de salidadurante los fines de semana es inferior a la de un ciclista.
Y no hay nada que hacer: se probaron todos los remediosy, afin de cuentas, todos terminan agravando el mal. pormucho que se multipliquen las vías radiales o las circunvala-ciones, las transversales aéreas, las autopistas de dieciséis carri-les y con peaje el resultado es siempre el mismo: cuantas másvías de servicio se crean, más autos afluyen a ellos y más para-lizante se toma la congestión de la circulación urbana. Mien-tras siga habiendo ciudades, el problema quedará sin solu-ción: por muy ancha y rápidaque sea una vía de ingreso, lavelocidad a Ia que los vehículos la dejan para entrar en la ciu-dad no puede ser superior a la velocidad a la que circulan en elinterior de la red urbana. Mientras la velocidad media en parís
siga siendo de 10 a 20 kilómetros por hor4 según las horas,no será posible dejar las circunvalaciones y autopistas quecomunican con la ciudad a más de 10 o 20 kilómetros por hora.E incluso se saldrá de ellas a velocidades aún menores todavez que se encuentren safurados los accesos, y esa disminu_ción de la velocidad se prolongaráporvaias decenas de kiló-metros si hay safuración en la ruta de acceso.
Lo mismo vale para toda la ciudad. Es imposible circu-lar a más de 20 kilómetros por hora en promedio en el labe-rinto de calles, avenidas ybulevares entrecruzados que, hastaahora, eran 1o característico de las ciudades. Toda inyecciónde vehículos más rápidos perhrrba la circulación urbana, pro-vocando obstrucciones y, finalmente, la parálisis.
Si el auto tiene que prevalecer a toda costa, queda unasolución: suprimir las ciudades, es decir, extenderlas a lolargo de cientos de kilómetros, al borde de carreteras monu-
ECoLócrcA r 65
7
66 I ANDRÉ GORZ
mentales, de suburbios de autopista. Es 1o que se hizo en
Estados Unidos. Iván Illich' resume los resultados de esto
con cifras impactantes:
Elnorteamericano tipo dedicamás de mil quinientashoras al año
(o sea, treinta horas a la semana, o incluso cuatro horas al dÍa,
domingos inclusive) a su coche; esto incluye las horas que Pasa
al volante, en marcha o parado; las horas de trabajo necesarias
para pagar la gasolina, las ruedas, los peajes, el seguro, las mul-
tas y los impuestos... Este americano precisa mil quinientas horas
para recorrer (al año) 10.000 km. Seis kilómetros le llevan una
hora. En los países desprovistos de industria del transporte, la
gente se desplaza a la misma velocidad yendo a pie, con Ia ven-
taja suplementaria de que pueden trasladarse a donde les da la
g¿ma y no sólo a lo largo de vÍas asfaltadas.
Según [lich, es cierto que en los Países no industrializados
los transportes sólo absorben entre el 3% y eI8% del tiempo
social (1o que seguramente corresPonde a un Promedio de 2 a
6 horas por semana). Illich sugiere la siguiente conclusión: el
hombre a pie recorre igual cantidad de kilómetros en una hora
dedicada al transporte como el hombre a motof, pero inüerte
en sus desplazamientos entre cinco y diez veces menos tiempo
que este último. Moraleja: cuanto más difunde una sociedad
verhículos rápidos, m¡ás üemPo -superado cierto umbral- emplea
y pierde la gente para desplazarse. Es matemático.
1VéaselviínIl/ndr,Énergieetéquité,LeSeuiT,lgS5lObrasReunidasl,FondodeCtl]-
tura Económica,20061.
¿Larazón? Pero acabamos de verla hace un instante: lasaglomeraciones humanas estallaron en interminables subur-bios de autopist4 pues era el único medio para evitar la con-gestión de los centros habitacionales. pero esta solución tieneun reverso evidente: al final la gente só10 puede circular agusto a condición de estar lejos de todo. para darle lugar alauto se multiplicaron las distancias: se vive lejos del lugar detuabajo,Iejos de la escuela,lejos del supermercado; esto últimoexigirá un segundo coche para que,,el ama de casa,, puedahacer las compras y llevar a los niños a la escuera. ¿salidas?Están fuera de cuestión. ¿Amigos? Est¿án los vecinos... y consuerte. Afin de cuentas, el auto acaba haciendo perder mástiempo del que ahorra y crea más distancias de las que per_mite vencer. Naturalmente, existe la posibitidad de que vayasal trabajo a 100 kilómetros porhora; pero es porque vives a 50kilómetros de distancia detu job y aceptas perder media horapara cubrir los 10 últimos kilómetros. Balance: ,,La gente tra_baja una buena parte de la jornada para pagar los desplazamientosque necesita realizar para ir al trabajo,,(Ivan Illich).
Puede que tú repliques: ,,De este modo, al menos nos esca_
pamos del infierno de la ciudad, una uez terminada la jornadalaboral" . A eso hemos llegado, he aquí la confesión .,,La ci:u_dad" es sentida como "el infiemo,,,y sólo se piensa en esca_parse de ella o en irse a vivir a la provincia, mientras que, porgeneraciones,la gran ciudad, objeto de asombro, era el únicolugar en el que valía la pena üvir. ¿A qué se debió este cam_bio? Auna solaraz(tn:el auto volvió inhabitable la gran ciu_dad. La volvió hediond4 ruidos4 asfixiante, polvorient4 atas-cada, al punto que la gente ya no tiene ningún interés en salirde noche. Entonces, como los coches mataron a la ciudad, se
ECoLóctcA I 67
r68 I ANDRÉ GORZ
necesitan coches más rápidos para huir de elIa a través de las
autopistas hacia suburbios cada v ez más lejanos. Impecable
circularidad: dennos más autos para huir de los estragos que
ocasionan los autos.
De objeto de luio y de fuente de privilegios, el codre ha
pasado a convertirse en objeto de una necesidad vital: para
evadirse del infierno de la ciudad hay que tener un auto'
Entonces,la industria capitalista ganó la jugada: 1o superfluo
se ha vuelto necesario. Ni siquiera es preciso persuadir a la
gente para que desee tener un auto: su necesidad está inscrita
en las cosas. Aunque es verdad que pueden aParecer ciertas
dudas cuando se considera eléxodo motorizado que se pro-
duce en determinados momentos: entre las 8 y las 9:30 de la
mañana, entre las 5:30 y las 7 de la tarde, y durante los fines
de semana,los medios del éxodo se extienden enverdaderas
procesiones, parachoques contra parachoques, a la velocidad
(en el mejor de los casos) de un ciclista y en medio de una gran
nube de gasolina con plomo. ¿Qué queda de las ventajas del
auto? ¿Qué ocurre cuando, inevitablemente, la velocidad
máxima en carretera se establece en relación con la que el
vehículo mtis lento está en condiciones de alcanzat?
Justa vuelta de tuerca: después de haber matado a la ciu-
dad, el coche mata al coche. Tras haberle prometido a todo
el mundo que iría más rápido,la industria del automóvil
desemboca en el resultado rigurosamente previsible de que
todo el mundo va tan despacio como el más lento de todos, a
una velocidad determinada por las leyes simples de la diná-
mica de fluidos. Peor aún: inventado para permitir que su Pro-
pietario fuera adonde quisiera, eligiendo la velocidad y la
hora, el auto se convierte en eI más servil, aleatorio, impre-
visible e incómodo de los vehículos: por muy extravaganteque sea la hora en que elegiste sali4, nunca sabes cuándo losembotellamientos te permiürán llegar. Estás clavado a la ruta(a la autopista) tan inexorablemente como el tren a sus rafles.Al igual que el viajero de un trery no puedes detenerte depronto, y como en un trery debes avarrzar a una velocidaddeterminada por otros. En sum4 el coche reúne todas las des-ventajas del tren -aparte de las que le son propias: vibracio-nes, contracfuras musculares, riesgos de colisióry necesidadde conducir el vehícule y ninguna de sus ventajas.
Y sin embargo, me dírás,la gente no toma el tren. ¿ycómo quieres que 1o tome? ¿ya intentaste ir de Boston aNueva York en tren? ¿O de Garches a Fontainebleau? ¿O deColombes a ulsle-Adam? ¿Has intentado en verano, los sába-dos o los domingos? Hazlo, ¡ánimo! Constatarás que el capi_talismo automoüIístico 1o previó todo: en el preciso rrro.rr"r,toen que el coche iba a matar al coche, hizo desaparecer lassoluciones de recambio, como para volver al auto obligato_rio. Así el Estado capitalista, primero, dejó que se degra_daran y, después, que se suprimieran los enlaces ferrovia_rios entre las ciudades, sus suburbios y sus cinturones verdes.sólo se salvaron las conexiones interurbanas a gran veloci-dad que disputan su clientela burguesa a los transportesaéreos. El aerotreo que hubiera podido poner las playas nor_mandas o los lagos de Morvan al alcance de los parisinosque van de picnic los domingos, servirá, en cambio, paraganar quince minutos entre parís y pontoise y paratraer alas terminales a más viajeros safurados de velocidad, que nopodrán ser recibidos por los transportes urbanos. ¡y a eso ledicen "progteso"t
EcoLóGtcA I 6e
70 I ANDRÉ GORZ
La verdad es que nadie tiene realmente alternativa: uno
no es libre de tener o no un auto porque el universo subur-
bano --e induso, cadavezmáq el universo urbano- está orga-
rizado en función del auto. Es por ello que la solución revo-
lucionaria ideal; que consistiría en suprimir los coches en
provecho de la bicicleta del tranvía, del autobús y del taxi
sin chofer ya no es aplicable en las ciudades de autopistas
como Los Ángeles, Detroit, Houston, Trappes o hasta Bru-
selas, modeladas por y Parael automóvil. Estiánvacías, des-
perdigadas, diseminadas a 1o largo de calles completamente
deshabitadas en las que se alinean pabellones iguales unos
a otros y en las que el paisaje (el desierto) urbano significa:
Estas calles estdn pensadas para circular tan rdpido como seaposi-
ble, desde el lugar de trabajo al domicilio y aiceaersa. Son calles
parapasart no para estar. lLna aez concluido su trabajo, las per-
sonas no tienen mds que quedarse en su casa, y cualquiera que se
encuentre de noche por la calle debe ser considerado sospechoso de
que juegue una malapasada. En ciertas ciudades americanas,
por lo demás, se considera un delito al hecho de vagar a pie
por la calle de noche.
Entoncet ¿se perdió la partida? No: pero la altemativa al
auto sólo puede ser global. Pues, para que lagentepueda renun-
ciar a su auto, no basta para nada con ofrecerle transportes
colectivos más cómodos: espreciso quepuednprescindir por coffi-
pleto det transporte, porque se sentirán como en casa cuando
estén en su barrio, en su distrito, en su ciudad a escala human4
y le dard gusto ir a pie desde su trabajo hasta su domicilio; a pie o,
llegado el caso, en bicicleta. Ningún medio de transporte
rápido y de salida comPensaráiamásla desgracia de vivir en
una ciudad inhabitable de no sentirse como en casa en nin-
ECoLÓGICA I 71
gún sitio, de pasar por ahí sólo para ir a trabajar o, por el con-trariq para retirarse y dormir.
Según Illich, "los usuarios romperdn las cadenas del trans-porte todopoderoso cuando empiecen a querer camo un teruitorio lamanzana por la que circulan y a temer alejarse de ella demasiado amenltdo". Pero para poder amar su "tetifotio',, será necesa-rio que sevuelvahabitabley no circulable;que el barrio o el dis-trito vuelva a ser el microcosmos modelado por y para todasIas actividades humanas, en el que la gente trabaje, viva, sedistiend4 se instruya, se comunique y gestione en conjuntoel medio de su vida en común. En una oportunidad en que lepreguntaron qué iba a hacer la gente de su tiempo, despuésde la revoluciórL una vez suprimido el derroche capitalist4Marcuse respondió: "Vamos a destruir las grandes ciudades y aconstruir nueoas. Eso ya nos lleoartí unbuen tiempo,, .
Es factible imaginar que estas nuevas ciudades ser¿án fede-raciones de comunidades (o de barrios), rodeadas de cinfu-rones verdes, en las que los ciudadanos -y sobre todo los ,,esco-
lares"- pasarán varias horas por semana cultivando 1osproductos frescos necesarios para su subsistencia. para susdesplazamientos cotidianos, dispondrán de una gama com-pleta de medios de transporte adaptados a las característi-cas de una ciudad de tamaño medio: bicicletas municipales,tranvÍas o trolebuses, taxis eléctricos sin chofer. para despla-zamientos de mayor importancia, por ejemplo, para ir alcampo, al igual que para el transporte de huéspedes, se dis-pondrá de un pool de automóviles comunales en los estacio-namientos del barrio. El auto habrá dejado de ser necesario.Y es que todo habrá cambiado: el mundo, la vid4 Ia gente.Esto no llegará a ocurrir por sí solo.
72 I ANDRÉ GORZ
Entre tanto , ¿qr;ié puede hacerse para llegar a eso? Antes
que nada, no plantear nunca de manera aislada el problema
del transporte; siempre hay que vincularlo con el problema de
la ciudad, de la división social del trabajo y de la comparti-
mentación que ésta ha introducido en Ias diversas dimen-
siones de la existencia: un lugar paratrabaial, otro para habi-
ta1, un tercero para aprovisionarse/ un cuarto para instruirse,
un quinto para diverürse. La orgarttzacióndel espacio conti-
núa la desintegración del hombre iniciada con la división del
trabajo en la fábrica. Corta en pedacitos al individuo, corta su
tiempo y su üda en parcelas bien separadas, para que, en cada
una de ellas, tú seas un consumidor pasivo indefenso ante los
comerciantes/ para que nunca se te ocurra que trabajo, cul-
tura, comunicacióry placer y vida personal pueden y deben
ser una sola y misma cosa: la unidad de una vida sostenida
por el tejido social de la comunidad.
4
CREGIMIENTO DESTRUCTIVO YDEGRECIMIENTO PRODUCTIVO
Apartir de comienzos de los años sesent4 el conjunto de losarbitrajes sociales y económicos favoreció los procesos y losconsumos con fuerte contenido energético; en la construccióryse reemplazaron la piedra y el ladrillo por el hormigón, el acero
y el aluminio;las materias plásticas reemplazaron al cuero;los envases descartables a los envases de vidrio retornables;las fibras sintéticas a las fibras naturales;los transportes indi-üduales a los transportes colectivos; la aglomeración de subur-bios inmensos en torno a las grandes ciudades a las ciudadesmedianas; el abono sintético al abono biológico, etc.
Al mismo tiempo la üda útil de los productos se redujoartificialmente. El nylon, sobre todq sufre un tratamiento que
Publicado en A dieux au prolétariat, Galilée, 1980.
I74 I ANDRÉ GORZ
lo frag;liza; se estudian los llamados "bienes durables" para
que no duren más que un promedio de siete años; se conci-
ben muchos aparatos de rnanera que no puedan ser repara-
dos;la mayoría de las chapas no recibe tratamiento contra la
corrosióno 1o recibe insuficientemente; los refrigeradores est¿ín
mal aislados y consumen dos veces más corriente que hace
quince años; las lavadoras consumen tres veces más energía
que la necesaria y gastan la ropa más rápido de 1o que per-
mitiría una puesta a punto racional'.
Estos derroches han permitido aI capitalismo rentabilizar
capitales cadavezmás importantes haciendo aumentar el
volumen del consumo (y de la producción) en proporciones
fantásticas. Para el consumido4, este aumento del volumen de
los bienes a menudo ha sido un engaño gigantesco; se ve obli-
gado aadquirir un mayor volumen de bienes para disponer
de un mismo valor de uso.
Esta evolución se refleja en las cifras: Para provocar un
aumento dell% del PIB, a partir de L965 fue necesario utili-zar dosveces más energía que quince años antes.
Algunos costos energéticos
Para obtenerunatonelada delos productos de lalista siguientg
se requiere gastar una cantidad de energía que, exPresada en
toneladas de equivalente-petróleo (tep) representa entre el10
y eL580% del peso del producto:
ECoLóctcA I 75
En su conjr.rnto, los niveles presentes de consumo de ener-gía no reflejan, por lo tanto, necesidades específicas incom-presibles, sino la elección de un cierto tipo de desarrollopropio del capitalismo "opulento": consiste en crear la mayorcantidad posible de necesidades y en satisfacerlas de maneraprecaria por la mayor cantidad posible de mercancías. Con-siste en reemplazr aparatos y herramientas simples por nove-dades complejas y superpotentes; en inventaq, a partir delmomento en que toda la gente accedió a unequipamiento, unequipo nuevo que consuma más energía que los que lo pre-
Tejido sintético
Papel de aluminio
Aluminio 1"fusión
Aluminio reciclado
Poliestireno
Otros plásticos
Amianto - cemento
Amoníaco
Vidrio
Acero
PapeI
Cemento
Ladrillos
Yeso
5,9
58
5,1
0,18
c'/
1.,7 -2,'L
1,4
0,96
0,6
0,5 -0,7
0,46-0,49
0,116
0,075
0,056
1 Véase Adrel, Traoailler deux heures par jour,Le Seutl, 1979.
r76 | ANDRE GORZ
cedieron. Cuanto más alto se está en la escala de ingresos, más
fuerte es la incitación a satisfacer las g¿tnas mediante consu-
pos energéticos que podrían satisfacerse por otros medios: el
¡ivel de energía se convirtió, de manera consciente o no, en
trn tema de "standing!' .
La cuestión resulta patente para los transportes: la poten-
cia del auto es símbolo de riqueza; en un único viaje de ida yvuelta París-Washhgtotu el pasajero del. Concor de consume
ígual de energía que el promedio de los franceses en un año.
5i bien no es tan evidente, sigue siendo una verdad tam-
bién p ar a los equipamientos domésticos : las cocina s eléctr i-
cas, los congeladores, los aparatos de aire acondicionado, los
lavaplatos, los calentadores eléctricos, etc., todos son aPara-
tos caros, derrochadores de energía desde su misma con-
cepción, que reemplazatotla aparatos o instalaciones menos
onerosas/ menos sofisticadas y de un valor de uso cuanto
rnenos igual.
Hace muchísimo tiempo que ya no se compra rop4 sino moda
o respetabilidad. El público no adquiere más productos, sino
satisfacciones, significaciones... En este nuevo contexto, lo que
importa es crear diferencia y no equivalencia, es inventar el nuevo
servicio que se impone por su atractivo, por las significaciones
con que está cargado: potencia, consideraciór¡ seguridad" buen
gusto, felicidad'.
2 Marcel Boiteux, director general de EDF (Electricidad de Francia) ante Ia Aca-
demia de Ciencias Comerciales, el20 de marzo de1972.
EcoLóc¡cA I 77
La preüsión oficial supone siempre una prolongación deesas tendencias al derroche: nos dice que el consumo de elec-
tricidad de los hogares seguirá aumentando un7% anual, elconsumo de botellas un9 %, el de materias plásticas un17%, el de cemento un 5,5%, etc. ¿En veinte años -+egún dicen-consumiremos entre dos y medio a tres veces más de energí4de mercancías y de servicios?
¿Necesitamos esos consumos? ¿Los deseamos? ¿Nos per-miten el esparcimiento, Ia comunicacióry una vida más dis-tendid4 relaciones más fraternales? La previsión económicano tiene nada que hacer con esas preguntas: toma registro delas tendencias en curso y las prolonga hacia el futuro como sise tratara de datos inmutables. Para hacemos consumir tresveces más, confía en los productores de bienes y servicios.Ellos nos fabricarán las necesidades correspondientes. Nosinventar¿ín nuevas penurias y nuevas carencias, nuevos lujosy nuevas pobrezas. Nos las fabricar¿ín deliberada y sistemá-ticamente, conforme a sus necesidades de rentabilidad y decrecimiento. Disponen de estrategias de promoción de ven-tas orientadas a manipular nuestros más secretos resortes paraimponer sus productos a través de los símbolos con los quecargaron a estos productos.
Hace veinte años, uno de esos estrategas se fue de lalengua con total candidez: su nombre es Stanley Reso4 presi-dente de Ia ]. Walter Thompsory la agencia de pubticidad másgrande de Estados Unidos. Afirmó:
Cuando los ingresos aumentan, lo más importante es la creación
de nuevas necesidades. Cuando se pregunta a la gente: " ¿Sabe
usted que su nivel de üda aumenfaÉun1l% en diez años?", no
,§
78 I ANDRÉ GORZ
tienen idea, ni por asomo, de 1o que eso quiere decir... Amenos
que se les llame con irsistencia la atención al respecto, no se reco-
nocen en la necesidad de un segundo auto. Esta necesidad
debe ser creada en sus mentes, hay que hacerles darse cuenta de
la ventaja que les brindará el segundo auto. A veces, hasta son
hostiles a esa ideá. Considero que la publicidad es la fuerza de
educación y de activación capaz de provocar los cambios en la
demanda que nos son necesarios. Inculcar a mucha gente r-rn nivel
de üda más elevadq hace aumentar el consumo al nivel que jus-
tifican nuestra productividad y nuestros ,""or.or'.
Ahora sabemos'a qué atenernos: el consumidor está al
servicio de la producción; debe garantizarle los mercados que
requiere; debe sentir las necesidades exigidas para que crez-
can las ventas más provechosas. Nos generarán esas necesi-
dades; y así tiene que se4 si la sociedad debe perpetuarse, si
sus desigualdades deben reproducirse, si sus mecanismos de
dominación deben seguir vigentes.
Las previsiones de consumo que orientan la actividadeconómica se fundan siempre en esta hipótesis: la sociedad
no cambiará profundamente la manera de produci4 de con-
sumir ni de vivir; siempre habrá pobres y ricos, gente que
obedece y gente que manda, metros atestados y Concordes
semivacíos. Seguiremos estando apurados, sin tiempo niganas de hacer actividades autónomas. No tendremos ni el
deseo ni el poder de reflexionar acerca de nuestras necesi-
3 Citado en A . Gorz, La Morale de l'histoire, Le Seuil, 1959 (Historia y enajenación,
México, Fondo deCultura Económica 1964).
ECoLÓGICA I 79
dades, de debatir con los demás sobre los mejores medios desatisfacerlas y de definir soberanamente las opciones colec-tivas correspondientes.
Por consiguiente, la previsión económica no es neutra.Refleja la elecciónpolítica tiícita de perpetuarel sistemavigente.Esa elección no tiene nada que ver con la obietividad ni conel rigor científico. La sociedad actual no es la única posible,y su modo de funcionamiento no tiene nada de una necesi-dad objetiva.
Tenemos derecho arechazar las previsiones oficiales ylas necesidades que se desprenden de ellas. Pero debemosser conscientes de que ese rechazo es un rechazo del.ordensocial existente, de que se trata de un rechazo político. Laidea de que producción y consumo pueden decidirse apar-tir de las necesidades es políticamente subversiva. En efecto,
supone que productores y consumidores puedan reunirse,reflexionar y decidir soberanamente. Supone una sociedaden la que se suprima el poder de decisión del capital y/o detEstado en materia de inversión y de produccióry de innova-ción y de política comercial. Por último, supone una gestióneconómica cuya meta sea satisfacer la mayor cantidad posible
de necesidades con la menor cantidad posible de trabajo, capi-tal y recursos físicos.
Dicha meta representa la negación radical de la lógicacapitalista. Implica la voluntad de procurarse el máximo desatisfacción con el mínimo de producción, Semejante bús-queda de la eficacia máxima y, por ende, de la economíamáxima, resulta tan completamente ajena a la lógica capita-lista que la teorÍa macroeconómica no es siquiera capaz decalcular los ahorros oue implicaría. Mientras que, para el sen-
80 I ANDRÉ GORZ
tido comúry el ahorro es consumo y producción que hemos
eaitado !, por ende, tiempo y esfuerzo ganados gracias a
una gestión más eficaz; en los cuadros de la contabilidadnacional, ese ahorro aparecerá como pérdida, como una baja
del PNB, una baja del volumen de bienes y servicios del que
dispone la población.Aquí queda al descubierto cu¿án tergiversados están los
métodos oficiales de previsión y de cálculo. Cuentan como
enriquecimiento nacional cualquier aumento de la produc-
ción y de las compras, incluida la producción creciente de
envases perdidos, de aparatos y de metales arrojados a los
desagües, de papeles incinerados junto con la basur4 de irre-
parables utensilios rotos, de prótesis y asistencia para muti-lados por el trabajo y los accidentes viales. Las destruccio-
nes aparecen así como fuentes deriqueza, pues todo 1o que
está roto, arrojado como desperdicio, perdido, deberá reem-
pLazarsey dará lugar a producciones, a ventas de mercancías,
a flujos de dinero, a beneficios. Cuanto más rápido las cosas
se romparL se gastery se pasen de moda y se tirery más impor-
tante será eI PIB y más ricos seremos, según la opinión de
los contadores de la Nación. Hasta las heridas corporales y las
enfermedades se cuentan como fuentes de riquez4 en la medida
en que hacen crecer el consumo de medicamentos y la asis-
tencia médica.
Pero que se produzca la inversa: si la buena salud nos
eütalos gastosmédicos; silas cosas que compratnosnos duran
la mitad de una vida, no pasan de moda ni se deterioran, se
reparan y hasta se transforman fácilmente, entonces, Porsupuesto, el PIB bajará: trabajaremos menos horas, consu-
miremos menos, tendremos menos necesidades.
¿Cómo se reempla za ut:. sistema económico fundadoen la búsqueda del máximo derroche posible por un sistemaeconómico fundado en la búsqueda del mínimo derrocheposible? La pregunta ya lleva más de un siglo; es la preguntamisma del reemplazo delcapitalismo por el socialismo. puesúnicamente el socialismo -es deci4, únicamente una manerade producir desprendida del imperativo del máximo bene_ficio, administrada para el interés de todos y por todos aque_llos que convergen en ella-, únicamente el socialismo puededarse el lujo de buscar la mayor satisfacción posible con elmenor costo posible. únicamente él puede romper con lalógica del máximo beneficio, del máximo derroche, de lamáxima producción y del máximo consluno, y reemplazarlapor la sensatez económica: la máxima satisfacción con elmínimo gasto. Únicamente el socialismo puede invertirhoy con miras a ahorrar mañan4 es deci4 con miras a ven_der un volumen menor de productos más durables sobre loscuales los beneficios, tal como son concebidos en la acfuali-dad, también ser¿ín menores.
La utilización del término ,,socialismo,, es aquípor lodemás impropia. De lo que habría que hablar más bien esde comunismo: es deci4, un estadio donde el ,,pleno
desarro_llo de las fuerzas productivas" ya está cumplido, donde latarea principal no es más la producción máxima ni el trabajopara todos sino una organización diferente de la economía,donde el pleno empleo ya no es la condición de pleno ingresoo, si se prefiere, donde la satisfacción de las necesidades delas personas está garantizada a cambio de una cantidad detrabajo social que ocupa sólo una pequeña parte del tiempode cada persona.
EcolóctcA I 81
82 I ANDRE GORZ
Hemos alcanzadovirtualmente ese estadio. La satisfac-
ción integral de todas las necesidades a cambio de una pres-
tación de habajo reducida no depende de un desarrollo insu-
ficiente de las fuerzas o de los medios de producción sino,
por el contrario, de su sobredesarrollo. El sistema sólo pudo
crecer y reproducirse acelerando la destrucción al mismo
tiempo que la producción de mercancías; planteando nue-
vas escaseces a medida que crecía la masa de riquezas;
desvalorizándolas cuando se corría el riesgo de que se vol-
vieran accesibles para todos; perpetuando así lapobteza al
mismo tiempo que los privilegios,la frustración al mismo
tiempo que la opulencia.
Dicho en otros términos, el desarrollo de las fuerzas pro-
ductivas en el capitalismo jamás conducirá a las puertas del
comunismo, pues la naturaleza de los productos, las técni-
cas y las relaciones de producción exduyery al mismo tiempo
que la satisfacción duradera y equitativa de las necesidades,
la estabilización de la producción social a un nivel común-
mente aceptado como suficiente. La idea misma de que un
día pueda haber Lo suficiente para todos y para cada uno y
que/ por ende, la búsqueda de lo "más" y "meio{' pueda
ceder ante labúsqueda de valores extraeconómicos y no mer-
cantiles, esa idea es ajena a la sociedad capitalista. En cam-
bio, ella resulta esencial para el comunismo. Éste sólo podrá
plasmarse como negación positiva del sistema dominante si
las ideas de autolimitacióru estabilización, equidad, grahli-
dad reciben una ilustración práctica; es deci{, si se demues-
tra en la práctica que no sólo es posible vivir mejor traba-
jando y consumiendo menos y de otros modos, sino que esta
limitación voluntaria y colectiva de la esfera de la necesidad
es la única que permite, de ahora en más, una expansiónde la esfera de la autonomía, o sea, de la libertad.
¡Basta ya! según una encuesta rearizadaenlgT5 por el Institutogubemamental alimenta¡io de Norueg4 el76% delosnoruegosest¿ín insatisfechos: precisamente, consideran que el nivel de üdade su país es "demasiado elevado,,. La gran mayoría de laspersonas interrogadas habría preferido,,una vida simple y calmacon apenas los objetos necesarios,,. A¡rhelaban que ,,los ingresosy la ambición estuüeran limitados,,'.
De allíla importancia de ,,la experimentación social,, denuevas maneras de üvir en comunidad, consumiri produciry distribuir. De allí también la importancia de las tecnolo-gías alternativas que permiten hacer más y mejor con menos,y de que esas tecnologras sean desarrolladas por comunida_des de base, municipalidades o incluso por ra iniciativa púbrica-dentro de límites necesariamente estrechos, en la medida enque se continúe en el marco del sistema actual_.
Hacer mejor...
Los mejores productos son los que otorgan saüsfacción duranteel mayor tiempo posible y los que hacen que uno sienta apegopor ellos, debido a sus cualidades estéticas.
4 Extraído de Roger-Gérard schwartzenberg, socialisme potitiqze, Montchrestiery1977,3" ed.,p.392.
ECoLóctcA | 83
84 I ANDRE GORZ
Los mejores productos son:
. los más duraderos;
. los más fáciles de reparar y mantener;
. los más fáciles de desmontar al final de su vida útil Para recu-
perar sus piezas;. los que, por el mismo servicio, consumen menos energía'
Estímulos:
. reducción del IVA a los productos duraderos;
. indicación de la vida útil junto al precio;
. manual de instrucciones que describa las reparaciones más
corrientes, su vida útil, su tartfa;. indicación del consumo de energía en todos los aparatos.
... con menos
El uso común permite obtener equipamientos que superan
los medios de un solo hogar. También permitiría realizar un
ahorro muy importante tanto para los individuos como
para la colecüvidad.Los equipamientos que deben Preverse en todo inmue-
ble nuevo y en cada llrranzaT'La de los barrios antiguos:
. unlavadero;
. un sector de secado de ropa alimentado por la circulación
de agua caliente;. un taller de reparaciones;. un local de juegos para niños (y adultos);. una sala de televisión, de proyección y de música.
ECoLóctcA I 85
El Estadq como también el capital, es perfectamente capazde promover desde ahora ciertas tecnologías alternativas yciertas formas de ahorro de la energía y de los recursos. El sen_tido de las iniciativas públicas en este iímbito es eüdentementemuy distinto, en las condiciones actuales, al de,,laexperi-mentación social": tienen por función facilitar por otro ladolaexpansión de tecnologías pesadas y de nuevas formas de domi-nación y de control social.
El carácter subalterno de ciertas iniciativas públicas nodebe, sin embargo, conducir a una simple condena ni a lacreencia de que la rupfura con el sistema acfual se consumarágracias a una desaparición completa del Estado.
Las iniciativas actuales en materia de tecnologías alter-nativas merecery por el contrario, una crítica de lo que reve_lan y a lavez de 1o que esconden. Revelan alternativas posi-bles al modelo de desarrollo actual, mientras se empeñan enenmascararlas. Por ejemplo, los programas públicos france_ses en materia de energía solar revelan al mismo tiempo lafactibilidad técnica y económica de una producción de ener-gía descentralizada a escala del barrio, la comuna o la fami-ltEylanegativa del Estado a sacar provecho de esas técnicas.
El hecho de que estas técnicas sean desarrolladas princi-palmente por grupos militantes, en tanto que herramientasindispensables para una alternativa de sociedad, no significaque esta alternativa pueda prevalecer en ausencia de todorelevo político. Si bien el tiempo que pasan los indiüduos paraproducir lo que necesitan debe reducirse a su exponentemínimo, al igual que su dependencia a las incertidumbres ylas circunstancias de orden locaf la socialización de la pro-ducción de lo necesario y la regulación central de la distri-
5
86 I ANDRÉ GORZ
bución y de los intercambios siguen siendo indispensables.
La esfera de la necesidady,por 1o tanto, del tiempo de trabajo
socialmente necesario, no puede reducirse al mínimo si no es
mediante una coordinacióny una regulación tan eficaces como
sea posible de los flujos y los stocks: es decir, mediante una
planificación desarrollad a (articolata). El ingreso social vitali-
cio, garanttzado a cada persona a cambio de veinte mil horas
de trabajo socialmente útil que todo ciudadano tendría
derecho a repartir en tantas fracciones como 1o desee, de
manera continua o discontinua/ en un único o en una multi-
plicidad de iámbitos de actividades, todo ello no es posible sin
la presencia de un órgano central de regulación y de compen-
sación, es deciq, de un Estado.
La respuesta al sistema capitalist4 por ende, no consiste
ni en el retomo a la economía doméstica y a la autarquía aldea-
na ni enla socializaciónintegraly planificada de todas las acti-
vidades: por el contrario, se trata de socializar la sola esfera
de la necesidad con el objeto dereducir al mtnimo, en la vida
de cada person4 1o que es necesario hacer más dláde que nos
guste o no, y de ampliar al mdximo Ia esfera de la libertad" inte-
grada por actividades autónomas, colectivas o individuales,
que poseen su proPia meta.
Asimismo, hay que rechazar que el Estado se haga cargo
de los individuos en su integralidad" y que cada individuoasuma las necesidades del funcionamiento de la sociedad
en su conjunto. La identificación del individuo con el Estado
y de las exigencias del Estado con la felicidad individual son
las dos caras del totalitarismo.
La esfera de la necesidad y la esfera de la libertad no se
superponen. El propio Marx ratificó esto al final del libro III
de El Capital. Por esta misma ruzón,la expansión de la esferade la libertad supone que la esfera de la necesidad esté deli-mitada connitidez. La única función de un Estado comtmistaes la de administrar la esfera de la necesidad (que también esla de las necesidades socializadas) de modo que ésta no dejede achicarse y de posibilitar espacios de autonomía cadavezmás grandes.
ECoLóc¡cA r 87
5
GRISIS MUNDIAL, DEGRECIMIENTOY SALIDA DEI CAPITALISMO
Alean-Marie Vncent
Inmemoriam
EI decrecimiento es una buena idea: indica la dirección haciala que hay que ir e invita a imaginar cómo üvir mejor corlsu-miendo y trabajando menos y de otras maneras. Pero esta buenaidea no puede qrcontrar una traducción política: ningún gobiemose atrevería a ponerla en práctic4 ninguno de los actores eco-nómicos la aceptaría;a menos que su aplicación se fragmentaraen medidas subaltemas, se escalonara en uno o varios deceniosy se vaciara asíde su potencial de radicalidad para volverse com-patible con Ia perpetuación del sistema económico dominante.
Publicado en Ertropia, no 2, "Décroissance et havail", Parangor¡ primavera de 2007.
90 I ANDRÉ GORZ
En efecto, 1o que debe decrecer es la producción de mer-
cancías que ya es demasiado reducida y ahorrativa en trabajo
humano como para permitir que se valorice la sobreabun-
dancia de capitales. El decrecimiento provocaría una depresión
económica severa y hasta el desmoronamiento del sistema ban-
cario mundial. Su escalonamiento en una o varias décadas
supondría que el sistema económico dominante tiene garan-
ttzada su peffnanencia. Ese no es el caso/ Por varias razones.
El capitalismo se hunde desde hace veinte años en una
crisis sin salida. Se acerca (volveré sobre ello) a su límite intemo,
a su extinción. Las causas de esta crisis son la revolución infor-
mátic4 la desmateriahzacióndel trabajo y del capital, la cre-
ciente imposibilidad que se deduce al medir el "vakor" de uno,
del otro y de las mercancÍas.
Las estadísticas del empleo no deben engañar acerca
del hecho de que la productividad del trabajo sigue aumen-
tando rápidamente y el volumen del "trabajo productivo" --en
el sentido que adquiere este término en la economÍa capita-
lista- sigue disminuyendo dramáticamente. Sólo es "Pro-ductivo" et trabajo que "valoriza" (es decil, que aumenta) uncapital, porque quien 1o proporciona no consume la totalidad
del"valor" que tiene 1o que ha producido. Desde este punto
de üst4 los servicios a las personas son particularmente impro-
ductivos. En Estados Unidos -a menudo citado como modelo-
representan un55% de la población activa que trabaja como
camarerof a, vendedor f a, amay amo de casa, empleado/a
doméstico/ a, pofiero f a de edificio, niñer4 etc. La mitad de
ellos tiene varios empleos precarios, y una cuarta parte son
workingpoors.Esos empleos no hacen aumentar la cantidad
de medios de pago puestos en circulación: no crean "valor".
ECoLóctcA I 9r
Su remuneración proviene de ingresos surgidos de tm trabajoproductivo: se trata de un ingreso secundario. La poblacióndirectamente "productiva de capital" representa probable-mente menos del10% de la población activa de 1os denomi-nados "paisesdesarrollados"'. Ignacio Ramonet cita una cifraque dice mucho al respecto: más del 25% de la actividadeconómica mundial es impulsada por doscientas multina-cionales que empleanel),7\% de la población mundial.
Cuanto más aumenta la productividad del trabqo,más sereduce la cantidad de activos de que depende lavalorizacióndeun volumen dado de capitales. Para impedir que baje el volu-men del beneficiq serÍa necesario que la producüvidad de unnúmero cadavezmás reducido de activos aumente cad.avezmás nápido'. El capitalismo choca contrasu límiteintemo cuandoel númen¡ de activos pncductivos de capital se r,rrelve tan pequerlo
En ks At¡entures de la mmchandise. Pour une tnuaelle uitique de ln aaleur (Denoel, 2003,pp. 159155) Anselrnjappe muestra que wra parte cada vez rnás pequeña de las acti_vidades quese desarrollanenelmundo "creapltrsvalíaytodavía sigue alimentandoal capitalismo". Por encima, por debajo y junto al ,,verdadero
proceso produc-tivo",la actividad productiva necesita apoyarce en trabajos improductivos cada vezmás numerosos "y que a menudo obedecen a la ley del valo1,. ,,para
que un trabajosea productivo, hace falta que sus productos retomen al proceso de acumulacióndel capital y que su consumo alimente la reproducción ampliada del capital al serconsumidos por trabajadores productivos o al convertirse enbienes de inversión...,,véase Moishe Postone, Time, Labor and social Domination. Anew interpretation ofMarx'criticaltheory, op. cít,pp.308-31,4lTiempo, trabajoy dominación social. Llnarein-terpretación fu la teoría críüca de Marx, Mad¡i4 Marcial pons, 20061. Esta obra maes-tra de Postone ha jugado u,. rol importante en la crÍüca del trabajo y del valor y,en particular, en la distinción entre valor y riqueza en la escuela de RobertKurz. En francés sólo se puede encontrar Marx est-il deoenu muet?, conptlaaónde dos arúculos traducidos y protogados por olivier Galtier y Luc Mercie4 édi-tions de l'Aube, 2003. El prefacio es un una excelente prcsentación de la obra dePostone (en castellano se han pubhcado:La uisis delEstadoNación. Antisemitismo-
ir
92 I ANDRÉ GORZ
que el capitalya no tiene posibilidades de reproducirse y elbene-
ficio se desploma'. Este lÍmite ha sido virtualmente alcNuado;del mismo modo que su lÍmite extemo, vale deci¡, la imposibili-dad de encontrar salidas rentables para un volumen de mer-cancías que debería crecer por la mutos tan rápido como la pro-ductividad. Todas las empresas buscan para sí mismas hacer
retroceder uno y otro lÍmite, librando una guerra de destrucción
de la competenci4 tratando de despedazarlaparaapropiarse de
sus activos convertibles en moneda y de su participación en el
mercado. Cada vez hay más perdedores y cada vez menos gana-
dores. Las utilidades récords que alcanzan los ganadores enmas-
caran el hecho de que, en términos globales, la masa de benefi-
cios disminuye. Una parte importante de las utilidades récords
no se reinüerte en la producción: ésta no es 1o suficientemente
rentable. Las 500 empresas de la lista Standard & Poor's dispo-
nen de 631.000 millones de dólares enreservas. Unestudio de la
corsultora McKinsey estima que elvolumen de capitales enbusca
de colocaciónasciende a B00billones de dólares. Miás delamitadde las utilidades de las empresas norteamericanas proüene de
operaciones financieras. Para reproducirse y aumenta4, el capi-
tal recurre cada vez menos a la producción de mercancías y cada
vezmás a la "industria financiera" que no produce nada: "crea"
Racismo-Xenofobl¿ Alikornio Ediciones, Barcel ona, 2OO1; Marx Reloaded. Repensar
la teoría crítica del capitalismo,2007; ¿Y si el Marx que conocemos fuera en realidad
Proudhon? , 2CfJ,8; Dtptico infurmativo del se¡ninario "Moishe Postone. Marx, más alládel marxismo": Sesión 4: Moishe Postone,2008; Sesión 4: Moishe Postone (ll),2008,todos editados por Proyecto Editorial Traficantes de Sueños, Madrid).
3 Para un aniálisis acfualizado y completq véase al respecto RobertKttrz,DasWelt-kapital. Globalisierung und inners Schranken des modernen waren produzierenden
Sy stems, Berlin, Tiamat, 2005.
ECoLócrcA r 93
dinero con dinero, dinero sin sustanci4 comprando y vendiendoactivos financieros e inflando burbujas especulativas. Éstas se
desarrollan gracias a la adquisición especulativa de activos talescomo acciones, participaciones de sociedades inmobiliarias e
hipotecarias, fondos que especulan con la cotización de meta-les o de monedas, etc. Las adquisiciones hacen subir el preciode losbonos y desencadenanunmovimiento especulativo queacelera su alza.Elalzacontinua del prccio de los ftulos permitea sus poseedores recibir préstamos de los bancos en sumascrecientes que, utilizadas para otras colocaciones especulativaso para la adquisición de bienes, dan la impresión de que la eco-nomÍa goza deunamuy abundante liquidez. En realidad, estose debe a un crecimiento vertiginoso de deudas de toda clase,
any a gmanúason las cotizaciones sobrevaloradas de ltulos queparticipan en la burbuja. La última hasta la fecha la burbujainmobiliari4 calificadapor The Economist como "la mayorburbuja especulativa de todos los tiempos",Iizo aumentar el"va7or" del mercado inmobiliario de los países industrializadosde 20 a 60 billones de dólares en tres años.
Cada burbuja acaba tarde o temprano por estallar y por con-vertir en deuda los activos financieros sin base real que figu-ran en los balances de los bancos. A menos que sea sustifuidapor el inflado de una nueva burbuja aún más grande, el esta-llido de la burbuja normalmente conlleva quiebras en cadena;y puede llegar hasta el desplome del sistema bancario mundiaf .
4 Acerca del papel cenhal de las burbujas financieras para la supervivencia aparentedel sistema, véase R. Kurz, DasWeltkapital, op. cit., pp.228-26[ y Robert Brennel,"New Boom or new bubble?", en Ne¿o W Reaiew, n" 25, enero-febrero de 2C04.
$l
94 I ANDRÉ GORZ
LavaToización del capital descansa cadavezmás en arti-ficios y cadavez menos en la producción y venta de mercan-
cías. La riquezaproducida tiene cada vez menos la forma de
valol,la forma de mercancía; cadavezes menos mesurable en
términos de valor de cambio, en términos de PIB. \ários fac-
tores ponen al descubierto la fragilidad del sistem4 su crisis,
y apuntan hacia una economía fundamentalmente diferente
que ya no esté regida por la necesidad de que el capital aumente
ni por la preocupación general de "hacer" y "ganar" dinero,sino por el interés en expandirlasfuerzas vivas y la creacióry
es deci4 las fuentes de verdaderanquezaque no se deja expre-
sar ni medir en términos de valor monetario'.El decrecimiento dela economía fundada sobre elvalor de
cambio ya tiene lugar y no hará sino acentuarse. La cuestión con-
siste únicamente en saber si va a adoptar la forma de una cri-
sis cataskóficapadecida o la deuna altemativa de sociedad auto-
organzada, fundando urn economía y una civilización que estén
más allá del salario y de las relaciones mercantiles, cuyos gér-
menes habrán sido sembrados y sus herramientas forjadas
por experimentaciones sociales convincentes.
5 G¡acias sobre todo al informe del PNLID de 1ts$ al Iibro de Dominique Méda, Qu'est-ce quelarirhesse ?,Aubiet199P,y al de PatrickViveret,Reconsiderer lariche-ss¿, éditionsde l'Aube,2003, ya es ur-ra evidencia ampliamente compartida que eI crecimientode lasintercambiosmercantiles, es deci¡, delPIB, deningúnmodo llevaporslmismoa un crecimiento de la riquez4 pero sí puede sigrrificar rm empobrecimiento y undeterioro de las relaciones sociales. Menos compartida es Ia eüdencia de que la ruptura conuna economía que mide la riqueza en términos monetarios supone unarup-tura con las tres formas del "valo1': el dinero, el trabajo-empleo y la mercancía. Só1o
una economía eximida de la ley del valor puede permitir una producción al servi-cio del desarrollohumanq enlugar de poner aloshombrcs al servicio de laproduc-ción de mercancías. Alrespectg véase.A.Gotz,L'lmmaterid,Gñlée,2ffi3, pp.81-88.
ECoLócrcA I 95
Hay que ser muy claro: tendremos siempre tanto trabajocomo queramos/ pero ya no adoptará Ia forma del trabajo_empleo, trabajo-mercancía. No es sólo el pleno empleo,sino que es el empleo mismo lo que el posfordismo empezóa suprimir. Mediante esta supresión, el capitalismo trabajaen su propia extinción y ofrece posibilidades como nuncaantes de pasar a una economía eximida de la dominación delcapital sobre el modo de vida, las necesidades y la manerade satisfacerlas.
Esta dominación sigue siendo el obstáculo infranqueablepara limitar la producción y el consumo. Lleva a que no pro-duzcamos nada de 1o que consumimos y no consumamosnada de lo que producimos. Todas nuestras necesidades ydeseos son necesidades y deseos de mercancías y, por lo tantqnecesidades de dinero. Producimos riqueza en dinero que,por definición, es abstracto e ilimitado; por ende, el deseo tam-bién es ilimitado. La idea delo suficiente -Laidea de un límitemás allá del cual produciríamos o compraríamos demasiado,es deci¡, más de 1o que nos haría falta- no pertenece a la eco-nomía ni a la imaginación económica.
Somos incapaces de decidir y hasta de preguntarnos dequé tenemos necesidad en cantidad y en calidad. Nuestrosdeseos y necesidades estiín amputados, formateados y empo-brecidos por la omnipresencia de las propagandas comer-ciales y la sobreabundancia de mercancías. Nosotros mismossomos mercancías en tanto que, de aquí en más, tenemos que"vendernos" a nosotros mismos para poder vender nuestrotrabajo, tras haber interiorizado la lógica misma del capita-lismo: lo que se produce importa sólo en cuanto a los benefi-cios que trae; para nosotros, en tanto que vendedores de nues-
96 I ANDRE GORZ
tro trabajo lo que se produce importa sólo en cuanto que crea
empleo y distribuye salario. Una complicidad estructural ligaal trabajador con el capital: para ambos, la meta determinante
es"gat:rar dinero", la mayor cantidad de dinero posible. Ambos
consideran al "crecimiento" como un recurso indispensable
de alcanzar. Ambos están sometidos al apremio inmanente
del "siempremás" , "siempre rnás rápido" .
Para poder autodeterminar nuestras necesidades, para
consensuar los medios y la manera de satisfacerlas, es
pues indispensable que recobremos el mando de los medios
de trabajo y de las alternativas de producción. Ahora bieru
en una economía industrializada este mando es imposible;está prohibido dada la propia concepción de los medios de
producción. Éstos requieren una especialización, una sub-
división y una jerarquización de las tareas; no son técnicas
neutras sino medios de dominación del capital sobre el tra-bajo. El hecho de que las relaciones de dominación sean inhe-
rentes al modo de producción industrial --e1 cual sigue siendo
estructuralmente capitalista, aun cuando la industria se
"colectiviza"- es 1o que explica la persistencia de utopíasnostálgicas que vinculan decrecimiento, desindustrializa-ción, retorno a las economías aldeanas, comunitari as y I o
familiares, ampliamente autárquicas, cuya producción es
esencialmente artesanal.
Ahora bieru es posible esbozar actualmente una salida
del industrialismo y del capitalismo totalmente diferente. El
propio capitalismo colabora, sin querel, con su propia extin-
ción al desarrollar herramientas de una suerte de artesanado
high-tech. Éstas permiten fabricar casi cualquier objeto de tres
dimensiones con una productividad muy superior a Ia de
ECoLóctcA I 97
la industria y un bajo consumo de recursos naturales. Merefiero aquí a los aparatos utilizados en la actualidad en laindustria para el rapidprototyping (fabricación de prototiposo de modelos): los digitalfabricators también denominados"factories in abox", "fabbers" o "personalfabricators,,. Se lospuede instalar en un gara;'e o en un taller y transportar en uncoche familiar. utilizan polvos finos de resina o de metalescomo materia prima, y su puesta en funcionamiento sóloexige como trabajo la creación de softwares que dirijan l afabri-cación por medio de un láser. A las poblaciones excluidas,volcadas a la inactividad y aI subempleo por el ,,desarro_
llo" del capitalismo, le permitiría agruparse en talleres comu-nales para producir todo 1o que ellas y su comuna necesitanu.
6 Hastadondesé,losdigitatfabricatorsofabberssonlosmediosmásavanzadosdelos que dispone la industria en ra actualidad. Hay decenas de páginas que des-criben su funcionamiento, su evolución, sus aplicaciones actuales y potencialesen dos sitios principales: <http: / / www.fabbers.com> y <http: / / www.ennex.com /-fabbers/>. una presentación que pone er acento en el arcance porítico-econó-mico se encuentra en un artículo de stefen Merten y stefen Meretz, hrndadoresde Oekonux, titulado "Freb Software und preie Gesellschaff,,, <hrP: I I www.open_theory.org/ox-osjahrbuch-2005/>. Los autores presentan a ros/abb¿rs como unamáquina que no somete a los hombres a sus exigencias, por ende ya no es unmedio de dominacióry y como un robot que no se limita a automatizar undeterminado proceso de trabajo; puede programarse prácticamente cualquierproceso en un mismo aparato. Éste prefigura la posibilidad de una "sociedad dela información" en la que toda la energía humana pueda dedicarse a actividadescreativas, "para la expansión sin límites de las facultades humanas,,. Una pre_sentación que pone eI acento en las potencialidades prácticas de rospersonalfibri-cators, se encuentra en el capítulo IV de la obra de Frithjof Bergmanry Nezrrwork, Nno Culture, q17e sólo está disponibre en aremáry Neue Arbeil, neue Kurtur,Arbor verlag, Freiam! 2004. véase también <wwwnewworknewkultur.net>-Bergmannbusca desdehace r.mos veinte años transformar ra desocupaciónmasiv4cuya experiencia vivió en Detroit, en una oporfunidad: la de ,,liberar al trabajo
98 I ANDRÉ GORZ
Ofrecen la posibilidad de interconectar los talleres comuna-les a través del mundo entero; de considerar -como 1o hace
el moümiento de sofrtaares libres- a los softwares como un bien
común de la humanidad; de reemplazar aI mercado y a las
relaciones mercantiles por eI consenso acerca de lo que con-
viene producil, cómo y para qué fin; de fabricar localmente
todo 1o necesario; y hasta dereahzar grandes y complejas ins-
talaciones mediante la cooperación de varias decenas de talle-
res locales. Se eliminarían transporte, almacenamiento/ comer-
ciaTtzacióny montaje en fábrica que representan dos terceras
partes de los costos actuales. Se anuncia como posible unaeconomía más allá del trabajo-empleq del dinero y de la mer-
cancía, fundada en la puesta en común de los resultados de
una actividad que, de entrada, es entendida como común:
una economía de la gratuidad.
¿Es el fin del trabajo? Al contrario: es el fin de la tiraníaque ejercen las relaciones mercantiles sobre el trabajo enten-
dido en un sentido antropológico. Éste puede liberarse de las
"necesidades exteriores" (Marx), recuperar su autonomía,
orientarse hacia la realizaciónde todo lo que no tiene precio,
1o que no puede ser comprado ni vendido; convertirnos en
de la tiranía del empleo". Dicho en otros términos: en lugar de tener que vendersu trabajo, poder producir y trabajar según sus necesidades, de la manera más
satisfactoria posible. En un principio, esto suponía que los productos correspon-dientes a las necesidades más comunes fuesen redefinidos de manera que pue-dan fabricarse conherramientas y competencias al alcance de todos.LaHigh-techself-prooiding (HTSP) debía permitir a los africanos de Botsuana tanto como a
los desocupados de Mchigan cubrir sus necesidades por sus propios medios. Los
digital fabricators, cuyos inventores pareciera que Bergmann había ganado para
su proyecto, ofrecían una solución ideal.
ECOLÓGICA I 99
aquello que hacemos, porque realmente deseamos hacerlo yhallamos nuestra realiz¿gifn gn |a actiüdad misma tanto comoen su resultado. La gran pregunta es: ¿qué deseamos hacer eny de nuestra vida? Una pregunta que la cultura economistadel "más vale más" impide plantear y que un tercio del librode Frithjof Bergmann intenta mostrarnos cómo abord.ar' .
Estamos de acuerdo en que se trata de una utopía; perode una utopía concreta. Se sitúa en la prolongación del movi-miento delos softwareslibres, entendida como una forma ger-minal de economía de la gratuidad y de la puesta en comúryes deci1, de un comunismo. Se sitúa en la perspectiva de unaeliminación cadavez más completa del trabajo-empleo, deuna automattzacióncadavez más profunda que hará (y queya está haciendo) de la concepción de softwares la actividadproductiva de lejos más importante; productiva de riqueza,pero no de "valor" .
El denominado "mundo subdesarrollado,, o ,,envías dedesarrollo" no salvará al capitalismo ni se salvará a símismoconuna industria creadora de pleno empleo. La misma lógicaque condujo al mundo industrializado a volver inútil su mano
7 La economía de la grafuidad es una antieconomía: una economía muy amplia_mente desmonetartzada, qre ya no está regida por los criterios de rentabilidadde Ia economía empresariaf sino por el criterio de la ,,utilidad,, y la deseabi_lidad de las producciones, y por la consideración de las extemalidades nega-tivas y positivas, imposibles de evaluar en términos de costos monetarios. Eitecombate contra el economicismo se encuentra en los escritos de serge Latou-che, en el movimiento delos softwares libres y, muy recientemente, en el tra_bajo extraordinariamente rico de Laurence Baranski y |acques R obtr¡ L'lJrgencede la métamoryhose, Des Idées et des Hommes, 2006, pp. gS-92, cap.,,Art de vivreet gratuité".
lOO I ANDRÉ GORZ
de obr4 a reemplazarla por robots cadavez más competen-tes, esa misma lógica se impone o se impondrá en los deno-minados "paÍses emergentes" qr.:Le, para volverse y seguirsiendo competitivos y proporcionarse las infraestructurasnecesarias, deberán igualar en productividad las econo-mías más avanzadas. El pleno empleo de tipo fordista no es
reproducible por el posfordismo inform atrzado.
No es casual que la obra profética de Robert Krxz, DerKollaps der Modernisierung', se haya convertido en una suertedebest-seller en Brasil. Ni que en Sudáfrica la introducción de"fabbers", proyectada por Bergmann, haya sido acogida coninterés por eI CNA'.
Claro está que la utopía que comparto desde hace muchotiempo con Bergmann, la de la autoproducción comunal coo-perativa, no puede realizarse de inmediato a gran escala. Pero
a partir de su aplicación en algún punto del globq tendrá eI
valor de una experimentación social ejemplar: nos propondráuna met4 ya no partiendo de miserables parches realizablesenlo inmediato, sino partiendo de la posibilidad de un mundoradicalmente diferente, y ya disponemos de los medios paraquererlo realmente. Contribuirá a cambiar nuestra miradasobre lo que es al ilustrar aquello que puede ser; ayudará a
Robert Kurz, D er Kollaps der Modernisierung. Vom Zusammenbruch dm Kasernenso-
zinlismus zur Krise der Weltiikanomie,Leipzig,Reclam,1994. Véase en particularpp.310-314, donde aborda la necesaria desmonetarización, la imposibilidad deque la reproducción individual dependa de la ocupación de unempleo sometidoa los imperativos abstractos de la economía empresarial, las cooperativascomunales de autoproducción y la (auto)organización internacional de flujosde recursos alejados de la lógica del dinero y la mercancía.ANC, por sus siglas en inglés: Congreso Nacional Af¡icano. [N. del T.]
ECOLÓGICA I 1O]
que pierda centralidad --en la conciencia, el pensamiento yla imaginación de todos- ese "trabajo" que el capitalismosuprime masivamente, mientras exige a cada persona quese pelee contra todas las demás y a cualquier precio para obte-nerlo. Hará ver que el trabajo no es algo que uno tiene enlamedida en que selo dan; sino que el trabajo es algo que unohace, siempre que se tengan los medios, y que esos medios,que son también los medios de la reapropiación del trabajo,ahora estián disponibles.
6
RIQUEZA SIN VALOR, VALOR SIN RIQUEZA
Al igual que muchas ottos países, Brasil sufre en extremo el problerna
de la desocupación. Una de las soluciones mds difundidas y defen-
didas por los gobiernos, políticos y economistas es retomar el creci-
miento. Ahorabien, usted dice que eso es insuficiente. ¿For qué?
En primer lugaf, debemos preguntamos: ¿qué crecimiento nece-
sitamos? ¿Qué es 1o que nos falta y que el crecimiento deberíaproporcionarnos? Pero esas preguntas rurnca se plantean.
Los economistas, los gobiernos, los hombres de negociosreclaman el crecimienfo en sÍ mismo, sin definir jamás sufinalidad. El contenido del crecimiento no interesa a los que
Entrevista realizada por Sonia Montaño y publicad,ae¡Cadernos IHV ldeias, n" 31,San Pablo, Unisinos, 2005.
IO4 I ANDRE GORZ
deciden. Lo que les interesa es el aumento del PIB, es decir, el
aumento de la cantidad de dinero intercarnbiado, de la canti-
dad de mercancías compradas y vendidas en el curso de unaño, sean cuales fueren esas mercancías. Nada garantizaque el crecimiento del PIB aumente Ia disponibilidad de los
productos que necesita la población. En los hechos, ese cre-
cimiento responde, enprimer lugar, a una necesidad del capi-
taf no a las necesidades de la población. Muchas veces, crea
más pobres y más pobreza, trae con frecuencia beneficios a
una minoría en detrimento de la mayoría yt er.vez de mejo-
rar la calidad de vida y del medio ambiente, la deteriora.
¿Cuáes son las riquezas y los recursos que faltan con más
frecuencia a la población? En primerlugar, una alimentación
sana y equilibrada; aryapotable debuena calidad; aire puro,
luz y espacio; una vivienda salubre y agradable. Pero la evo-
lución del PIB no mide nada de eso. Tomemos un ejemplo:
una aldea hace un pozo y toda la gente puede extraer agua de
allí. El agua es unbien comúry y elpozo, el producto de untrabajo común. Es la fuente de una mayor riqrczade la comu-
nidad. Pero no aumenta el PIB, pues no da lugar a intercam-
bios de dinero:no se compra nada ni se vende nada. Pero si
un emprendedor privado cava el pozo y se lo apropia, paraexigirle a cada aldeano que pague el agua que extrae, eI PIB
aumentará con los recibos cobrados por el propietario.
Tomemos de nuevo el ejemplo de los campesinos sin tie-
rra. Si se distribuyeran tierras improductivas a 100.000 fami-lias, en las que produjeran 1o necesario para su subsistencia, el
PIB no cambiaría. Thmpoco cambia si esas familias reparten
sus tareas de interés general, intercambian productos y servi-
cios sobre una base mutualista y cooperativa. En cambig si 100
ECoLóctcA I 105
propietarios expulsan a 100.000 familias de sus tierras y hacenque esas tierras produzcan cultivos comerciales destinados a
la exportación, eI PIB aumenta con el monto de esas exporta-ciones y con los salarios miserables pagados a los agricultores.
El PIB no conoce ni mide las riquezas, excepto que ten-gan forma de mercancías. Só1o reconoce como trabajo pro-ductivo el trabajo vendido a una empresa que saca un bene-ficio de éf o, dicho de otra manera, que puede revender conbeneficio el producto de ese trabajo. Só1o es productivo, desdeel punto de vista del capital, el trabajo que produce un exce-dente -un "sobrevalof"- capaz de aumentar el capital.
En los países en que la gran mayoría de la población es
pobre, son pocas las personas a las que se les puede venderconbeneficio. El desarrollo de una economía de mercado, crea-
dora de empleos, sólo puede iniciarse donde existe un poderpolítico capaz de inscribir sus iniciativas y promociones públi-cas en una estrategia de exportaciones y de desarrollo. Ese
poder existía sobre todo en Japón y en Corea del Sur. Pero hayque recordar también que el desarrollo del capitalismo indus-trial de estos países tuvo lugar antes de la mundialización neo-liberal, antes de la revolución microinformática, en una épocamarcada por el crecimiento sostenido de las economías delNorte. Los mercados de los países ricos se encontraban enexpansióry sus economías importaban mano de obra extran-jera, y primero las industrias japonesas, luego las coreanas,podían hacerse un lugar sin grandes dificultades en los mer-cados europeos y norteamericanos, con la condición de esco-ger bien su estrategia de industrialización.
Ahorabieru a partir de fines de los años setenta,las condi-ciones cambiaron profundamente. Las exportaciones a los paí-
106 I ANDRÉ GORZ
ses ricos ya no podían ser el principal motor de crecimiento de
las economías del Su¡, debido a una serie de razones. En primerlugaÍ, los mercados del Norte ya no están en una etapa de fuerte
expansión. Luego la mundialización neoliberal ya no permiteque los llamados "países emergentes" protejan sus industrias
domésticas y su agriculfura frente a la competencia de los paí-
ses del Norte. Al abrirse a éstos para atraer inversiones extran-
jeras, cayeron en una temible trampa. Las importaciones pro-venientes delNorte fueronla ruinapara millones de pequeñas
empresas semiartesanales y crearon industrias que proporcio-
naron relativamente pocos empleos e impusieron al país costos
muy pesados, supuestamente de modemizactón. En efecto, la
era de las industrias de mano de obra llega a su fin. Los bajos
salarios de los países del Sur ya no bastan para asegurarles par-tes del mercado. Prácticamente toda producción industrial ahora
exige una fuerte intensidad de capital, por 1o tantg fuertes inver-
siones: y la amort,zacióru la remuneración y la continua nivela-
ción de capital técnico fijo pesan mucho más en los precios de
fábnca que en los costos de mano de obra. Esta mano de obra
relativamente poco importante debe tener un nivel de produc-tiüdad muy elevado, puesto que del sobrevalor que produce
depende la rentabilidad de la inversión. Por últimg la compe-
titividad de las industrias depende, mucho más fuertemente
que en el pasadq de una infraestructura logística muy onerosa:
vías de comunicacióru redes de transporte, energía y telecomu-
nicacióru administraciones y servicios públicos eficaces, centros
de investigación y de formación; en surna de 1o que Marx 11a-
maba (en francés) "lesfauxfrais" (los costos falsos) de la econo-
mía. "Costos falsos", cuyo financiamiento debe provenir de
retenciones al sobrevalor producido por la industria.
ECoLÓGICA I 107
Si examinamos el "milagro chino", constataremos queChina no es una excepción alrespecto. La infraestructuralogística y los servicios están atrasados en relación con lasnecesidades de la industria. Cuellos de botella en materia deagu4 energía y espacio, en particula¡, frenan o bloquean elcrecimiento; el desempleo aumenta de manera dramática,pues la industrialización arruinó los talleres rurales de pro-ducciór¡ que hacían vivir a más de 100 millones de obreros,y la concentración agraria empuja a más de otros 100 millo-nes al exilio. La tasa de desempleo en las ciudades es esti-mada por la OIT en torno al20% y tiende a aumentar rápi-damente. En efecto, las producciones chinas sólo puedenigualar en calidad a las producciones del Norte si el recursoa una mano de obra abundante y barata cede más lugar a lainformatización 7r ala automatizacióry más baratos en tra-bajo y en energía, pero con una mayor intensidad de capital.En China, como en India y Occidente, el modelo de creci-miento posfordista eruiquece a cerca del20% de la población,pero engendra, alrededor de los enclaves postindustrialeshipermodernos, vastas zonas de miseria y de abandono,donde se desarrollan la criminalidad organizada y las gue-rras entre sectas y religiones.
El "crecimiento" no permite salir de la trampa de lamodemizaciónneoliberal, amenos que se defina, a partir deparámetros fundamentalmente diferentes, lo que debe crecex,
o se4 a menos que se defina una economía totalmente dife-rente. El informe del PNUD sobre el "desarrollo humano"esbozó una redefinición de ese tipo enl996.Al agregar a los"indicadores" habituales de riquez4 el estado de salud de lapoblación, su esperanza de vida, su tasa de aLfabeízación,la
108 I ANDRÉ GORZ
calidad del medio ambiente y el grado de cohesión social, uno
de los Estados más pobres del planet4 por su PIB, el de Kerala
en la lndia, reveló ser uno de los más ricos.
Voy a intentar resumir brevemente las razones de esta
paradoja. En una economía en que las empresas intentan per-
manentemente quitarse unas a otras partes del mercadq cada
una intenta bajar sus costos reduciendo la cantidad de trabajo
que emplea:busca aumentar su productiüdad. Supongamos
que, enunmomento dado,laproductividad se duplica. Hace
falta, entonces, la mitad de trabajo para producir el mismo
volumen de mercancías. Pero elaalor de este mismo volumen
tenderá también a disminuir a la mitad, y -a tasas de explo-
tación constante- el volumen del beneficio tenderá a bajar en
la misma proporción. Pues sólo el trabajo vivo es capaz de
crear valor; y sobre todo, solamente la fuerzadel trabajo vivo
es capaz de crear un valor mayor que el suyo propio, o sea/
rm sobrevalor'. Ésta es la fuente delbeneficio. Para que el volu-
men del beneficio no disminuya, será preciso o bien que la
empresa, a producción constante, haya duplicado las tasas de
explotacióry o bien que haya conseguido, a una tasa de explo-
tación constante, duplicar su producción. En la práctica, busca
combinaq, según la coyuntura la intensificación de la explo-
tación y el aumento de la producción.
1 El sobrevalor (llamado otrora "plusvalía", contracción del inglés surplus oalue) es
eI valor de Ia producción que un foabajador realiza por añadidura de sus propias
necesidades y de las de su familia. Es un excedente económico (economic sur-
plus, *gúnlaterminología de Paul Baran). La proporción de sobrevalor en el total
del valor producido por un trabajador es la tasa de sobrevalor (tasa de plusva-
lía) que mide la tasa de explotación.
ECoLÓGICA I 109
Por consiguiente, para el capitalismo, el crecimiento es
una necesidad sistémica totalmente independiente de, e indi-ferente 4la realidad material de 1o que crece. Responde a unanecesidad del capital. Conduce a ese desarrollo paradojal quehace que, en los países de PIB más elevado, se viva cadavezpeol, consumiendo cada vez más mercancÍas.
Sobre labase de un contexto histórico (uns relectura "arendtiana"del "trabajo" entre los griegos), usted llega a distinguir las catego-
rías de "empleo" y "trabajo". ¿Cudl es la importancia de esta dis-tinción y cudles son sus consecuencias?
El trabajO tal como nosotros lo entendemos, no es una cate-goría antropológica. Es un concepto inventado a fines del sigloXUII. HarurahArendt recuerda gue, en Grecia antigua, el tra-bajo designaba las actividades necesarias para la vida. Esas
actividades carecían de dignidad o de nobleza: eran necesi-dades. Trabajar era someterse a la necesidad, y ese someti-miento volvía al individuo indigno de participar como ciuda-dano en la vida pública. El trabajo estaba reservado a losesclavos y a las mu;'eres. Era considerado como lo contrario dela libertad. Estaba confinado a la esfera privad4 doméstica.
En el siglo XVIII comienza a tomar cuerpo una concep-ción diferente. Se empieza a comprender el trabajo como unaactividad que transforma y domina la naturaleza, Íro comouna actividad que se somete solamente a e1la. Por lo demás,la eliminación progresiva de las industrias domésticas -enparticula4, de los tejedores- por las manufacfuras, muestra altrabajo como una actividad social, socialmente determinada
I1O I ANDRE GORZ
y dividida. El capitalismo manufacturero exige una mano de
obra que le proporcione trabajo sin calificación ni calidad, tra-
bajo simple, repetitivo, que cualquiera debe poder hace6, inclu-
yendo a los niños. Así nace esa clase social sin calidad, el pro-
letariado, que proporciona "trabaio sin más", "trabajo sin
añadidos". Cada proletario se caracteríza Por ser intercam-
biable por cualquier otro. El trabajo proletario Pasa por ser
totalmente impersonal e indiferenciado. Adam Smith ve en
eIlo Ia sustancia común a todas las mercancías, una sustancia
cuantificable y mensurable, cuya calidad cristalizada en eI
producto determina ss oslor.
Poco tiempo después, Hegel da al trabajo en sí un sentido
más amplio: no es el simple gasto de enetgía, sino la activi-
dad por la cual los hombres inscriben su espíritu en la mate-
riay, alprincipio sin saberlo, transforman y producen el
mundo. Entre el trabajo que, en un sentido económico, es una
mercancía como cualquier otra cristalizada en las mercancías,
y el trabajo en sentido filosófico, que es exteriorizacióny obje-
tivación de sí la contradicción acaba por volverse evidente.
El trabajo tal como 1o comprende el capitalismo, es la nega-
ción del trabajo tal como 1o comprende la filosofía su alie-
nación: el capitalismo determina el trabajo como algo extran-
jero (alienus), que no puede ser para y por sí mismo.
Marx formulaba esto de la siguiente manera (kabaio, sala-
rio y capital,1849): por r-rn lado, "el trabajo es la actividad vital
propia del trabajadol, la expresión personal de su vida".
Pero vende est a actiuidnd vitala un tercero Para asegutarse los medios
necesariwparasu existencia, demodo tal que su actiüdad ütal sea ape-
nas el único rued¡o de subsistencia... No considera al habajo en tanto
ECoLócrcA r 11i
que taf como formando parte de su vida; es más bien el sacrificio
de esa vida. Es r¡na mercanda que adjudica a un tercero. Es por eso
que el producto de su actividad no es la meta de esa actiüdad.
La primera meta de esta actividad es la de "gananse la vida',,ganar un salario. Por el salario que 1o remuner4 el trabajo se ins-cribe como actit¡idad social eneltejido de intercambios socialesde mercancías que estructuran a Ia sociedad, y el trabajador es
reconocido como trabajador social perteneciente a esa sociedad.Pero el aspecto más importante, desde el punto de vista
de la sociedad, el que justifica que se hable de sociedad capi-talist4 sigue estando en otro lugar: el trabajo tratado comouna mercancía, el empleo, vuelve al trabajo estructuralmentehomogéneo al capital.De la misma forma que la meta determi-nante del capitalismo no es el producto que la empresa poneen el mercado sino el beneficio que su venta permitirá reali-zar,lameta determinante del asalariado no es lo que producesino el salario que su actividad productiva le proporciona.Tra-bajo y capital son fundamentalmente úmplices por su antagonismo,
en cuanto que " ganar dinero" es la meta determinante para ambos.
Alos ojos del capitaf la naturaleza de la producción importamenos que su rentabilidad; a los ojos del trabajado¡, importamenos que los empleos que genera y los salarios que distri-buye. Para ambos,lo que se produce importa poco, siempreque rinda. Ambos estáry conscientemente o no, al servicio dela v alorización del capital.
Es por eso que el movimiento obrero y el sindicalismo sonanticapitalistas sólo si cuestionan, no sólo el nivel de los sala-rios y las condiciones de trabajo sino las finalidades de la pro-duccióny la forma mercancía del trabajo que la realua.
112 I ANDRE GORZ
¿De qué rnanera el trabajo se sitúa en labase de la crisis ecológica?
El trabajo asalariado no es únicamente el medio que tiene el
capital para crecer; por sus modalidades y su otgarización,
es también un medio para dominar al trabajador. Éste está
despojado de sus medios de trabajo de la meta y del producto
de su trabajo, de la posibilidad de determinar su naturaleza,
su jomada laboral, su ritmo. La única meta a su alcance es el
dinero del salario y 1o que puede comPrar. El trabajo-mer-
cancía engendra al puro consumidor de mercancías. El tra-
bajador dominado engendra al consumidor dominado que
no produce nada de 1o que necesita. El obrero productor es
sustituido por el trabajador consumidor. Obligado a vender
todo su tiempo, a vender su üd4 percibe al dinero como aque-
11o con 1o que puede comPrar todo de manera simbólica. Si
a ello le agregamos que la duración del trabajo las condicio-
nes habitacionales y el ambiente urbano son otros tantos obs-
táculos para Ia expansión de las facultades individuales y de
las relaciones sociales o para la posibilidad de disfrutar del
tiempo de no-trabajo, se comPrende que el trabajadoq, redu-
cido a una mercancía no sueñe sino con mercancías.
La dominación que el capital ejerce sobre los trabajado-
reg al obligarlos a comprar todo 1o que necesitan, choca en un
primer momento con su resistencia. Sus compras se dirigenesencialmente a productos de primera necesidad, sus con-
sumos están dirigidos por sus necesidades vitales, sus sala-
rios les aseguran apenas Ia supervivencia. Só1o pueden resis-
tir a su explotación por acciones e iniciativas colectivas y si se
unen en la lucha a parür delas necesidades queles son comunes.
Es la épocaheroica del sindicalismo, de las cooperativas obre-
ECoLócrcA I 113
ras y de las mutualidades, de los círculos de cultura obrera,de la unidad y la pertenencia de clase.
Las luchas obreras, en ese estadio, conducidas principal-mente en nombre del derecho a la üd4 exigen un s alaio sufi-ciente para cubrir las necesidades de los trabajadores y de susfamilias. Esta norma delo suficienfe tiene tanta pregnancia quelos obreros especializados dejan de trabajar una vez que gana-ronbastante como para vivir según sus costumbres, y quelos obreros que cobran por rendimiento no pueden ser obli-gados a trabajar diez o doce horas al día si no es disminuyendosu salario hora.
Pero a partir de 1920 en Estados Unidos y de 1948 enEuropa occidentaf las necesidades primarias ofrecen al capi-talismo un mercado demasiado pequeño como para absorberel volumen de mercancías que éste es capaz de producir. Laeconomía no puede seguir creciendo, los capitales acumula-dos no pueden valorizarse y los beneficios no pueden rein-vertirse, a menos que la producción de lo superfluo supere,cadavez más,la producción de lo necesario. El capitalismonecesita de consumidores cuyas compras estén cada vez menosmotivadas por las necesidndes comunes a todos y, cadavezmás,por los deseos indizsiduales diferenciados. El capitalismo precisaproducirunnuevo tipo de consumido4, unnuevo tipo deindi-viduo: un individuo gue, por sus consumos, por sus adquisi-ciones, quiera destacarse de la norma comúry distinguirse delos demás y afirmarse como "fluerade 1o común".
El interés económico de los capitalistas coincide maraü-llosamente con su interés político. La individualizaciónyladiferenciación de los consumidores permiten, al mismo tiempo,ampliar los mercados de la industria y minar la cohesión y
114 I ANDRÉ GORZ
la conciencia de clase de los trabajadores. Deben inducir en
ellos comportamientosy aspiraciones cercanos alos de la "dase
media". Uno de los primeros en haber buscado metódica-
mente esa transformación de la clase obrera fue Henry Ford.
En sus fábicas,las cadenas de montaje exigían un trabajo
repetitivo, embrutecedol, sin dignidad, pero los obreros no
calificados recibían salarios envidiables. Lo que perdían en el
plano de la dignidad profesional, se suponía que 1o ganaban
en el plano del consumo. El consumo por necesidad era sus-
tifuido, al menos en parte, por el "consumo compensador".
El período llamado "fordistd', que duró, con altibajos, de
1948 a1973,logró combinar la progresión de los salarios, de
las prestaciones sociales, del gasto público y, sobre todo, de la
producción y del empleo. El cuasi pleno empleo se basaba en
un crecimiento de la producción más elevado que el aumento
de la productiüdad del trabajo es deci¡, superior al4% anual.
En Ia medida en que aportaba la seguridad del empleo y la
seguridad social, la expansión de la economía formabaparte del interés inmediato de la clase obrera. Con excep-
ción de una izquierda sindical minoritaria, el movimientoobrero no criticaba la naturaleza y la orientacién de esta expan-
sióry sino que más bien reclamaba su aceleración.
Ahora bien,la expansión sostenida de la producciónimplic4 enun régimen capitalist4 una aceleración de la rota-
ción y de la acumulación del capital. El capital fijo (invertido
en las instalaciones materiales) debe ser rápidamente rentabi-
lizadoy amortizado, a fin de que los beneficios puedan ser
reinvertidos en la ampliación de los medios de producción.
Desde un punto de vista ecológico, la aceleración de la
rotación del capital conduce a la exclusión de todo 1o que dis-
ECoLócrcA r 1rs
minuye elbeneficio en lo inmediato. La expansión continuade la producción industrial conlleva, por ende, una depreda-ción acelerada de los recursos nafurales. Por la necesidad deexpansión ilimitada del capital, se busca abolir la naturalezay los recursos naturales para reemplazarlos por productosfabricados, vendidos con beneficio. Un ejemplo elocuente alrespecto son las semillas genéticamente modificadas queempresas gigantes se esfuerzan por imponer en el mundoentero. Apuntan a suprimir tanto la reproducción nafural deciertas especies vegetales como esas mismas especies, la agn-cultura y los cultivos alimenticios, en una palabr4 la posibi-lidad de que los hombres produzcan ellos mismos sus ali-mentos. Los trabajadores y sus organizaciones, es deci4 el"fiabqo-metcancía", son corresponsables de esta depreda-ción y destrucción en la medida en que defiendan el empleoa cualquier precio en el contexto existente y combatary coneste firy todo lo que disminuye de inmediato el crecimientoeconómico y la rentabilidad financiera de las inversiones.
Lo que Marx escribía hace 140 años en el primer libro deEl capital es de sorprendente actualidad:
En la agricultura modema, tanto como en la industria de las ciu-
dade¿ el crecimiento de la productiüdad y el rendimiento supe-
rior del trabajo se adquieren al precio de la destrucción y del
estancamiento de la fuerza de trabajo. Por lo demás, cada pro-
greso de la agricultura capitalista es un progreso no solamente
en el arte de explotar al tuabajado¡, sino también en el arte de des-
pojar los suelos; cada progreso en el arte de aumentar su fertili-
dad por un tiempo determinado es un progreso en la ruina de
sus fuentes durables de fertilidad. Cuanto más se desarrolla tm
116 I ANDRE GORZ
país en base a la gran industria, como por ejemplo los Estados
Unidos de América del Nortg más rápidamente se cumple ese
proceso de destrucción. La producción capitalista, por lo tanto,
sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso de pro-
ducción social agotando al mismo tiempo las dos fuentes de
donde surge toda riqueza: la tierra y el trabajador.
Usted demostró que, en nuestra sociedad, el granprobleffia actual
ya no es el de la producción sino el de la distribución. ¿De dÓnde pro-
aiene este cambio y cudles son sus propuestas para hacer frente a este
nueao desffi? ¿La independencia entre el trabajo y la remunera-
ción ldea que usted defiende-podría encontrarse en ese cambio?
La respuesta es bastante simple: cuando la sociedad produce
cadavez más riqueza con menos trabajo, ¿cómo hacer que
la remuneración de cada persona dependa de la cantidad de
trabajo que presta? Esta cuestión se volvió cadavez más pun-zante tras el pasaje al posfordismo. La "revolución informa-cional" que/ en un primer momento se llamó "revoluciónmicroelectr óflica", permitió ahorros gigantescos de jornadas
laborales en la producción material, la gestiórL las comunica-
ciones, el comercio mayorista y el conjunto de las actividades
administrativas. En un primer momento (de1975 a 1985), las
izquierdas sindical y política intentaron imponer políticas de
redistribución del trabajo y de las remuneraciones según la
diüsa: "Trabajalr menos para que trabajentodos, y üvir mejor".
Fracasaron, y es necesario comprender la razón.
Con la informatización y la automatización, el trabajo dejó
de ser la principal fuerza productiva y los salarios dejaron de ser
ECOLÓGICA I i17
el principal costo de producción. La composición orgiínica del
capital (es decif, la relación enke capital fijo y capital circulante)aumentó rápidamente. El capital se convirtió en el factor de pro-ducción preponderante. La remuneración, la reproducción y lainnovación técnica continua del capital fijo material requerían
medios financieros muy superiores al costo del trabajo. En la
actualidad, este último suele ser inferior all1% del costo total.
El reparto entre capital y trabajo del "valor" producido por las
empresas se inclina cadavez más fuertemente en favor del pri-mero. Éste es cadavezmenos propenso a ceder a las exigencias
de las organizaciones obreras o a negociar acuerdos con ellas. Su
primera preocupación es que su preponderancia en el seno del
proceso de producción le permita imponer su ley. En una pala-br4 busca el medio de liberarse de las legislaciones sociales y de
los convenios colectivos, considerados como suplicios insopor-
tables en un contexto en que el primer imperativo es la "com-petitividad" en los mercados mundiales. La globñzación neo-
Iiberal exige que las leyes sociales, que las sociedades se habían
concedido, sean abolidas por las leyes del mercadg de las quenadie puede ser considerado responsable. Además, he aquíelobjetivo tácito por el que se promoviólaglobalización. Debía
permitir al capital romper el peso supuestamente excesivo quehabían adquirido las organizaciones obreras durante el períodofordista. Los asalariados estaban obligados a elegir entre el dete-
rioro de sus condiciones de trabajo y la desocupación.
En realidad,la globalización provocó la desocupación yel deterioro de las condiciones de trabajo al mismo tiempo. Elempleo estable, de jornada y salario completos, se volvió unprivilegio, reservado, en las cien empresas norteamericanasmás grandes, alL0% del personal. El trabajo precario, dis-
118 I ANDRÉ GORZ
continuo, de media jornada y en horarios "flexibles" tiende a
convertirse en la regla.
De este modo,la "sociedad salarial" entró en crisis. Elempleo tenía en ella múltiples funciones. Era el principal medio
de distribución de lariqrcza socialmente producida; daba
acceso a la ciudadanía social, es decil a las diversas presta-
ciones del Estado de bienestar, financiadas por la redistribu-ción parcial de las remuneraciones del trabajo y las del capi-
tal.Garanizaba cierto tipo de integracióny de pertenencia a
una sociedad fundada sobre el trabajo y la mercancía; debía
se{, por principio, accesible a todos. El "derecho altrabajo"había sido inscrito en Ia mayoría de las Constituciones como
un derecho político, de ciudadanía. Por 1o tanto, toda la socie-
dad se desintegra con la precarización y la "flexíbilización"del empleo, con el desmantelamiento del Estado de bienestax,
sin que todavía ninguna otra sociedad ni ninguna otra pers-
pectiva ocupe el lugar del orden que se desmorona.
Por el contrario, los representantes del capital, con cruel
hipocresía, siguen elogiando las virtudes de ese empleo que
ellos mismos suprimen masivamente, acusando a los traba-jadores de costar demasiado caro y a los desocupados de ser
unos perezosos y unos incapaces, responsables de su propiodesempleo. La patronal exige un aumento de la duraciónsemanal y anual del trabajo, pretendiendo que "para ven-cer la desocupación hay que trabajar rr.ás", ganar menos yretrasar la edad de la jubilación. Pero, al mismo üempo gran-
des empresas despiden a asalariados con 50 o más años de
edad, a fin de "rejuvenecer al personal".El elogio de las virhrdes y de la ética del trabajo en un con-
texto de desempleo creciente y de precarización laboral se ins-
ECoLócrcA r 119
cribe en una estrategia de dominación: hay que incitar a lostrabajadores a pelearse por los muy escasos empleos, a
aceptarlos a cualquier condición, a considerarlos como intrÍn-secamente deseables. Y hay que impedir que trabajadores ydesocupados se un¿Ln para exigir otro reparto del trabajo y de
lariqueza socialmente producida. Por todas partes, se invo-can las virfudes del neoliberalismo norteamericano que, pro-longando la duración del trabajo, disminuyendo los salarios,
reduciendo los impuestos de los ricos y de las empresas, pri-vatizando los servicios públicos y amputando drásticamentelas indemnizaciones de los desempleados, obfuvo un creci-
miento económico más fuerte que el de la mayoría de lasdemás naciones delNorte y consiguió ffearunmayornúmerode empleos. ¿Acaso esa era la prueba de que la contraccióndel volumen de los salarios distribuidos, el empobrecimientode la gran masa de los ciudadanos, el enriquecimiento espec-
tacular de los más ricos'no obstaculizabanel crecimiento de
la economí4 sino todo lo contrario?Pues bien, no. El secreto del crecimiento que conoció la
economÍa de Estados Unidos en el transcurso de los años
noventa, marcados por un cuasi estancamiento de la econo-
mía europea, reside en una política que ningún otro paíspuede permitirse y que, tarde o temprano, tendrá temiblesconsecuencias. Como en los demás países del Norte, laeconomía norteamericana sufre de insuficiencia de la demanda
2 Eneltranscursodelperíodoquevade1979a7994,e180%delosasalariadossufrió,en Estados Unidos, redu.cciones en sus salarios, mientras que el 70lo del aumentode la riqueza producida gracias al crecimiento fue monopolizadg durante ese
mismo período, por el5/o de los norteamericanos más ricos.
120 I ANDRÉ GORZ
solvente. Pero es la única capaz de paliar esta insuficiencia,
dejando que se acumulenlas deudas, es deci{, prácticamente,
creando moneda. Para impedir que la demanda solvente dis-
minuya y que la economía no entre en recesión, el Banco
Central alienta a los hogares a endeudarse con sus bancos ya consumir lo que esperan ganar en el fufuro. El endeuda-
miento creciente de los hogares de "clase media" ha sido ysigue siendo el principal motor del crecimiento. A fines de
los años noventa, cada familia debía, en promedio, tantodinero como 1o que esperaba ganar enlos quince meses siguien-
tes. Las familias gastabary en1999,350.000 millones de dóla-
res más de lo que ganaban; y este consumo, que no estaba
ligado a ningún trabajo productivo, se reflejaba en el balance
contable con un déficit de 100.000 y más tarde, en 2005, de
600.000 millones de dólares por año. Todo ocurría como si
Estados Unidos hubiera pedido prestado al exterior lo que
el país prestaba en el interior: estaba financiando una deuda
con otras deudas.
Comprando en el extranjero por 500.000 millones más de
lo que vendían, Estados Unidos irngó el mundo con liquidez.
Prácticamente todos los países rivalizaban por el interés de
vender a los norteamericanos más de 1o que les compraban
por el "privilegio" de fiabajar pata los consumidores norte-
americanos. Lejos de siquiera soñar con reclamar a Estados
Unidos la liquidación de sus deudas, sus acreedores hacían
lo contrario: devolvían a los Estados Unidos los dólares que
éstos perdíary comprando bonos del Tesoro norteamericano
y acciones en Wall Street.
Esta sorprendente situación sólo puede durar mientras
la Bolsa de Wall Street siga subiendo y mientras el dólar no
ECoLócrcA r 121
baje en relación con las demás monedas. Cuando Wall Street
empiece a bajar de manera continua y el dólar se debilite, elcarácter ficticio de los créditos en dólares se hará manifiestoy el sistema bancario mundial arnenazará con desmoro-narse como un castillo de naipes. EI capitalismo "camina alborde del precipicio"'.
Producir más y más no es pues un problema. El problemaes vender lo que se produce a compradores capaces de pagarlo.El problema es la distribución de una producción realizadacadavez más con menos trabajo y que distribuye cadavezmenos medios de pago, de manera irregular y no igualita-ria. El problema es la creciente distancia entre la capacidad deproducir y la capacidad de vender conbeneficiq entelariquezaproducible y la forma mercancí4 la forma aalor qrrclanquezadebe obligatoriamente revestir para poder ser producida enel marco del sistema económico vigente.
3 Véase Robert Bren¡er, "New Boom or New B:ubble?" , art. cit. Robert Kurz,probablemente el mejor teórico crítico de las transformaciones del capitalismoy de su crisis presente, consagra una parte importante de su último libro -DasWeltkapital,Berlír¡ Tiamat, 2005- a la función vital que cumplen actualmente lasburbujas financieras. Éstas se forman por el inflado especulativo de activos finan-cieros. El alza de sus cotizaciones permite a los bancos otorgar créditos cre-cientes a los prestatarios y, por ende, sostener la economía. Según la expresiónde Kurz, la burbuja financiera es "una maravillosa máquina para crear moneda".Cadaburbuja acaba tarde o tempranopor explotar y provocar quiebras en cadena,a menos que se infle una burbuja nueva y más grande que la anterior. A la bur-buja bursátil le siguió la burbuja Intemet y, con el estallido de esta última, laacfual burbuja inmobiliaria, "Ia más grande de todos los tiempos", segúnTheEconomist. En tres años, hizo aumentar el valor bursátil del sector inmobiliariode20 a60 trillone-s de dólares. Lo que sigue, nadie puede predecirlo. Cuanto másgrande es una burbuja, mayor es la amenaza de producir un desplome del sis-tema bancario y monetario.
I22 I ANDRÉ GORZ
La solución al problema no se encuentra ni en la simple
creación de medios de pago adicionales ni en la creación de
una cantidad de empleos suficiente que ocupe y remunere a
toda la población deseosa de "trabajal' ; o sea, a escala mundiafcerca de un tercera parte de la población potencialmente activa
del planeta.
Erseguida mostraré que la solución consistente en aumen-
tar el poder adquisitivo de la población creando medios de
pagos adicionales, repartidos entre todos, no es aplicable en
el marco del sistema achral. Pero, previamente, hace falta mos-
trar que la creación de empleos adicionales en cantidad cuasi
ilimitada, tal como se hace en Estados Unidos, en particula¡,
prácticamente no crea riqueza adicional a nivel de una socie-
dad, aunque genere un retorno, por 1o general débil e irre-galar, a un gran número de activos.
En efecto, cualquier empleo no es "productivo" en el sen-
tido que adopta ese término enuna economía capitalista. Sólo
es "productivo'' un trabajo que valoriza -es deciu que aumenta-
un capitaf porque quien lo proporciona no consume la tota-lidad del valor que tiene lo que produce. Ahora bieru los famo-sos "yacimientos de empleos", gracias a los cuales los gobier-nos esperan poder suprimir la desocupación, son en su mayoría
empleos improductivos, en el sentido que acabo de indicar. Es
el caso, en particulaq, de los servicios a terceros, que realizan
el55% de la población activa de Estados Unidos. Según EdwardLuttwak, ese
.-55/o delapoblación activa trabaja como vendedores/at cama-
reros/as, amas y amos de casa, empleados/as domésticos/as,
jardineros, niñeras y porteros/as de edificios, la mitad de los cua-
ECoLóctcA r 123
les tiene empleos precarios de bajo salario, más de urr cLrarto es
zoorking poors flrya remuneración es inferior a la línea de p obrez4
incluso cuando tienen dos o tres empleos".
Todo ocurre como si el20% de los más ricos pusier a a tra-bajar a su servicio a dos o tres pobres. Ahora bien, esos empleosno hacen aumentar la cantidad de medios de pago en circu-lación: no crean valo{, consumen valor creado en otra parte.Su remuneración proviene de la remuneración que sus clien-tes exkajeron del trabajo productivq esunaremttneración secun-
darin,unaredistribución secundaria de una parte de las remu-neraciones primarias. Este carácter no creador de valor delos servicios a terceros -sólo hablo de su valor en sentido eco-nómico, no de su valor de uso o de satisfacción- quedó per-fectamente resumido por un importante patrón norteameri-cano. Al término de una discusión sobre la tesis de algunosneoliberales que pretendían que el crecimiento se mantendríasi se obligaba a los desocupados a ganarse la vida vendiendoflores en las esquinas de las calles, lustrando los zapatos a lostranseúntes o vendiendo hamburguesas, conduyó: "No se haceandaruna economía vendiéndose harnburguesas unos a otros,,.
Casi siempre, los empleos de servicio no hacen más quetransformar en prestaciones remuneradas servicios que lagente podría intercambiar sin pagar o actividades que ellamisma podría asumir. La transformación en empleos de esasactividades, en efecto, no ahorra tiempo de trabajO no hace
4 Edward Luttw ak, Turbo Capitallsrz. Nueva York, Harper Collins publishers, 1999
fTurbocapitalismo, Barcelona, Críti.ca 2000].
124 I ANDRE GORZ
ganar tiempo a escala social sólo rediskibuye tiempo. El carác-
ter improductivo de los servicios comprados y vendidos se
refleja en este plano.No hay prácticamente límite para la extensión de ese tipo
de intercambios mercantile s. En World Philosophie (París, 2000»
Pierre Lévy apunta a transformar en business todos los inter-
carnbios sociales y todas las relaciones interpersonales: "sexua-
lidad, casamiento, procreación, salud, bellez1 identidad, cono-
cimientos, relaciones, ideas, etc., estaríamos constantemente
ocupados en hacer toda clase debusiness... La persona se con-
vierte en una empresa. Ya no hay familia ni nación que se sos-
tenga" . Entonceg los indiüduos se pasan el tiempo vendién-
dos¿ unos a otros. No sólo son todos comerciantes, sino
también mercancías enbusca de compradores.
Es necesario volver a situar la reivindicación de un ingreso
de existencia en este contexto. Su objetivo no es Perpetuar la
sociedad del dinero y la mercancía, niel modelo de consumo
dominante de los llamados "países desarrollados". Por el con-
trario, su objetivo es eximir a los desocupados y trabajadores
precarios de la obligación de venders¿: de "liberar la activi-
dad de la dictadura del ernpleo" (" t0 liberate work form the
tqranny of the job"), según la fórmula de Frithjof Bergmann.
Como se afirma en un texto de una de las agrupaciones de
desocupados más influyentes en Francia, el ingreso de exis-
tencia debe "damos los medios para desarrollar actividades
infinitamente más enriquecedoras que las que se nos quiere
obligar a hacer" actividades de rcalización para los indivi-duos, que también generan riquezas intrínsecas, imposibles
de fabricar por una empresa imposibles de comprar con sala-
rio, y cuyo valor ninguna moneda puede medir.
ECoLócrcA I 125
Esas riquezas intírnsecas sory por ejemplo,la calidad delmedio de vida,la calidad de la educación,los lazos de soli-daridad,las redes de ayuda y de asistencia mutua,la exten-sión de los saberes comunes y de los conocirnientos prácticos,la cultura que se refleja y se desarrolla en las interacciones dela vida cotidiana; todas estas cuestiones no pueden adquirirforma de mercancía, no son intercambiables contra ningúnotro biery no tienen precio, pero cada una tiene un valor intrÍn-seco. De ellas depende la calidad y el sentido de la vid4 la cali-dad de una sociedad y de una civilización. No pueden pro-ducirse por encargo. No pueden producirse más que por elmovimiento mismo de Ia vida y de las relaciones cotidianas.Su producción exige tiempo no medido.
Se reivindica el ingreso social incondicional a fin de per-mitir todas esas actividades libres no prescritas, de las quedepende el desarrollo de las facultades y de las relacioneshumanas. La educacióry la cultura, la práctica de las artes,losdeporteg los juegos, las relaciones afectivas, no üenen que ser-
air para algo. Son actiüdades por las cuales los hombres se pre-sentan como plenamente humanos y plantean su humanidadcomo el sentido y la meta absoluta de su existencia. Es sólopor encima del mercndo' que dichas actiüdades también aumen-tan la productividad del trabajo: le permiten volverse cadavez más inteligente, inventivo, eficaz, dueño de su organi-zacíón colectiva y de sus consecuencias externas y, portanto, austero en tiempo y recursos. El ingreso social tendrá
5 Enfuancés, "par-dessus le marchd', expresiónfamiliar que indica "por añadidura",aquíutilizada en sentido tanto literal como figurado. [N. del T.]
I26 I ANDRÉ GORZ
este resultado con la condición de no estar previamente some-
tido a un encadenamiento de tareas predeterminadas, de no
ser elmedioparaaTcanzar el aumento de la productiüdad. Por
el contrario,la actividad productiva debe ser uno de los medios
de la realización humana, y no la inversa. De este modo, se
convertirá en la actividad más ahorrativa en recursos, ener-
gí.a y tiempo.Esta concepción es evidentemente contraria a la concep-
ción dominante de la racionalidad económica. Los rePresen-
tantes del capital la combaten con intensidad. Según ellos, los
hombres son ante todo medios de produccióru y su educa-
cióry su formacióry su cultura deben ser útiles para su función
productiva. La enseñanzay la cultura deben serair para algo,
proporcionar a la economía fuerzas de trabajo adaptadas a
tareas predeterminadas.Los dirigentes de empresas de avanzada saben perfec-
tamente que esta concepción instrumental de la culfura se vol-
vió indefendible y a veces lo reconocery diciendo que 1o que
cuenta en el personal que necesitan es la creatividad, la ima-
ginacióry Ia inteligencia,la capacidad de desarrollar conti-nuamente sus conocimientos. El tiempo pasado en el trabajo
ya no mide su contribución a la producción. Este tiempo es
muchas veces menor al tiempo que pasan fuera de su trabajo
alimentando sus capacidades cognitivas o imaginativas con
actividades que "no sirven para trada" , qtTe sonlarealtzación
humana y que la producen plenamente a condición de no estar
sometidas a imperativos extraños.
Thl es la contradicción que atraviesa hoy un capitalismo
que reconoce en "el conocimiento" y ettel desarrollo de las
capacidades humanas lafiierzaproductiva decisiva, y que
ECoLóGtcA I 127
sólo puede disponer de esta fuerza a condición de no some-terla. El derecho de los hombres de existir independientemente de
ese " trabtjo" cada oez menos necesario para la economía es ahora la
condición de la que depende el desarrollo de la denominada "ecotxo-
mía del conocimiento" (knowledge economy) que de hecho com-bate los fundamentos de la economía política capitalista.
La reivindicación de un ingreso de existencia desvincu-lado del tiempo de trabajo y del propio trabajo no es, por con-siguiente, una utopía. Por el contrario, toma en consideracióneI hecho de que el"trabajo", tal como se 1o entiende desdehace dos siglos, ya no es lafuerzaproductiva principaf y quelafueruaproductiva principal el saberüvq no puede medirsecon los patrones habituales de la economía, ni remunerarsesegún la cantidad de horas durante las cuales cada persona1o pone en práctica.
Dicho esto, no pienso que el ingreso de existencia puedaintroducirse gradual y pacíficamente por una reforma deci-dida "desde arriba" . Como lo escribía Antonnella Corsani,"...sobre todo, no debe inscribirse enuna lógica redistributivasino en una lógica subversiva de superación radical de lariqueza, fundada sobre el capital y eltrabajo" .La sola idea delingreso de existencia marca una rupfura. Obliga a ver las cosas
de otra manera y, ante todo, a ver la importancia de las rique-zas que no pueden adquirir la forma valo4, o se4 la forma deldinero y de la mercanda.
El ingreso de existenci4 cuando se introduzca, será unamoneda diferente de la que hoy usamos. No tendrá las mis-mas funciones. No podrá servir a fines de dominacióry depoder. Esta moneda será creada "desde abajo" y sostenidapor un mar de fondo, al mismo tiempo que por redes de
128 I ANDRÉ GORZ
cooperativas comunales de autoproducción (de "high-tech
self-proaiding" , segúnlafórmula de Bergmann) en respuesta
a una conjunción de diferentes formas de crisis que están
creciendo: crisis climática, crisis ecológic4 crisis de energía,
crisis monetaria tras el desplome del sistema de crédito.Todos somos argentinos en potencia. Los pasos a seguirdependen ampliamente de los grupos y de los movimien-tos, cuyas prácticas esbozan las posibilidades de otro mundoy 1o van preparando.
En su último libro (I- Immatériel), usted aborda el tema de la eco-
nomía delo inmaterial. Según su opinión, significala crisis del capi-
talismo. ¿Por qué?
Si nos dirigimos hacia una "economía del conocimiento",
¿cómo es posible que ciertos bienes materiales sigan teniendo tantn
importancia, como es el caso,por ejemplo, delpetróleo? ¿Y qué ocu-
rre con la agriculturn, mds específicamente en lo que concierne a
los subsidios?
Las expresiones "economía del conocimiento", "sociedad
del conocirniento" Q«towledge society) circulan desde hace treinta
y cinco años en la literatura anglosajona. Significan, por una
parte, como ya lo destaqué, que el fiabajo, prácticamente todo
trabajo en todos los tipos de produccióry exige del trabajador
capacidades imaginativas, comunicacionales, cognitivas, etc.,
en resumery la contribución de un saber vivo que debe extraer
de sí mismo. El trabajo ya no se mide solamente por el tiempo
que se pasa en é1. La implicación personal que exige hace
que prácticamente ya no haya más patrón de medida uni-
ECoLócrcA I 129
versal para evaluarlo. Su componente inmaterial reviste unaimportancia mayor que el gasto de energia física.
Lo mismo ocurre con el valor mercantil de los productos.Su sustancia material exige cada vez menos trabajo, su costoes pobre y su precio tiende, por 1o tanto, abajar. Para oponersea esa tendencia a labaja,las empresas transforman los pro-ductos materiales en vectores de contenidos inmateriales, sim-bólicos, afectivo+ estéticos. Ya no es su utilidad práctica lo quecuent4 sino la deseabilidad subjetiva que estos productos con-
fieren a su propietario proporcionándole identidad, prestigioy personalidad, o la calidad de los conocimientos de los que,
se supone, son el resultado. Tenemos, entonces, una industriamuy importante, la delmarketingy de la publicidad, que sóloproduce símbolos, imágenes, mensajes, estilos, modas, es decillas dimensiones inmateriales que hariín vender las mercancías
materiales a un precio elevado y que no dejarán de innovarpara que 1o que existe pase de moda y, así,lanzar novedades.
Esta también es una manera de combatir la abundancia quehace bajar los precios y de producir rareza-al principio, 1o
nuevo siempre es rarG- que los hará subir. Hasta los produc-tos de uso cotidianoy los alimentos se comercializan segúnestemétodo: por ejemplq los productos lácteos o los de limpieza.El logotipo de las diferentes empresas está destinado a confe-rir a sus productos una especificidad que los vuelve incompa-rables, no intercarnbiables por otros. Así como la importanciade su componente inmaterial volvía al trabajo inmensurablesegún un patrón universal, la importancia del componenteinmaterial en las mercancías las sustrae, temporalmente por 1o
menos, de la competencia dotiíndolas de cualidades simbóli-cas que escapan a la comparación y a la medición.
130 I ANDRE GORZ
Si examinamos las producciones que más se desarrolla-
ron en los últimos veinte o treinta años, también allí consta-
taremos el predominio de las mercancías inmateriales: en espe-
cial, la músic4 la imagen (fotografía üdeociámar4 televisores,
vidmgrabadoras, luego DVD) la comunicación (telefonía móüLúrtemet). Lo material no es más que el vector de 1o inmateriafsólo tiene valor de uso gracias a este último. Es principalmente
el consumo inmaterial lo que permitió a Ia economía capita-
lista seguir funcionando y crecer.
Tenemos, por 1o tanto, una situación en Ia que las tres
categorías fundamentales de la economía política: el trabajo,
el valor y el capital, ya no son mensurables según un patróncomún. Hace unos treinta años, el capitalismo quiso suPerar
la crisis del régimen fordista lanz¿índose a una economía del
conocimiento, es deciq, capitalizando el conocirniento y el
saber vivo. Al hacer esto, se crearon nuevos problemas que
no tienen solución en el marco de dicho sistema. Pues
transformar el saber üvo en "capital humano" no es un asunto
sencillo. Las empresas son incapaces de producir y de acu-
mular "capitalhumano" e incapaces también de garantizar
duraderamente su control. La inteligencia viva, convertidaenfuerza productiva principal, amenaza siempre con esca-
par a su influencia. Los conocimientos formalizados y for-malizables, por otra parte, traducibles en softraares, puedenreproducirse en cantidades ilimitadas por un costo despre-
ciable. Por lo tanto, son bienes potencialmente abundantes ycuya abundancia hará que el valor de cambio tienda a cero.
Una verdadera economía del conocimiento sería, entonces,
una economía de la grafuidad y del reparto que trataría los
conocimientos como unbien común de la humanidad. Para
ECoLóctcA I 131
capitalizar y v alorizar los conocimientos, la empresa capita-lista debe privatizarlos, hacer escaso, apropiarse y patentarlo que es potencialmente abundante y grafuito. Y tanto esta
prívaizaciÓri como este enrarecimiento tienen un costo muyelevado, pues hace falta proteger el monopolio temporarioque adquiere la empresa contra conocimientos equivalen-tes y nuevos, contra las imitaciones y reinvenciones, blo-queando el mercado contra eventuales competidoresmediante campañas de marketing y con innovaciones queganan de mano a los evenfuales competidores.
Los conocimientos no son mercancías como las demás,
y su valor comercial, monetario, es siempre una construc-ción artificial. Tratarlos como "capltalinmaterial" y cotrzar-los en Bolsa, implica siempre asignar un valor ficticio a loque no tiene valor mensurable. ¿Cuánto vale, por ejemplo,el capital de Coca Col4 de Nike o de McDonald's, es deciq,
empresas que no poseen capital material sino sólo unknowhorn,unaotgatización comercial y un nombre de marca afa-
mado? ¿Curínto vale induso Microsoft? La respuesta depende
esencialmente de la estimaciónbursátil de las rentas de mono-polio que esas empresas esperan obtener. Se dice que el des-
plome del Nasdaq en 200L empobreció al mundo en unos4 billones de dólares. Pero éstos no tuvieron más que unaexistencia ficticia. Si el desplome de los "valores inmateria-les" demostró algo, es esencialmente la dificultad intrÍnsecaque surge de querer que el capital inmaterial funcione comoun capital, y que la economía del conocimiento funcionecomo un capitalismo.
La ausencia de un patrón de medida comúnpara el cono-
cimiento, el trabajo inmaterial y el capitaf la caída del valor
132 I ANDRÉ GORZ
de los productos materiales y el aumento artificial del valorde cambio de lo inmaterial vuelven obsoletos los instrumen-tos de medida macroeconómicos. La creación deriquezayano se deja medir en términos monetarios. Los fundamentos
de la economía política se desploman. En este sentido, la eco-
nomía del conocimiento es Ia crisis del capitalismo. No es
casual que desdehace algunos años vengan apareciendo obras
filosóficas y económicas que insisten en la necesidad de rede-
finir la riqueza. En el corazón del capitalismo, se esboza otra
economí4 que inüerte la relación entre producción de rique-
zas mercantiles y producción de nquezahumana.
írurcr
IntroducciónLa ecología polític4 una ética de la liberación
t.La salida del capitalismo ya empezó
2.
La ecología política entre expertocracia y autolimitación
3.
La ideología social del coche
4.
Crecimiento destructivo y decrecimiento productivo
5.
Crisis mundiaf decrecimiento y salida del capitalismo
6.
Riqueza sin valo1, valor sin riqueza
2'1.
35
59
73
89
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