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  • 8/11/2019 Analisis Sobre Postman

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    DE LO INEVITABLE A LO CONVENIENTE

    NIEVES BLANCO GARCA eg

    M. JOSEFA CABELLO MA RTNEZ ( )

    JOS GIMEN SACRISTN.

    La Transicin a la Educacin Secundaria.

    Madrid, Morata, 1997. 183 pp.

    o hay nada irrem ediable

    m ientras exista la v oluntad

    de examinar lo que est sucediendo

    Neil Postman y Charles Weingartner '

    Siendo, corno som os, seres sociales e

    histricos, estamos sujetos a procesos de

    cambio que, en no pocas ocasiones, vie-

    nen impelidos/facilitados por el paso de

    unos con textos a otros, de unas institucio-

    nes a otras. Ese paso no siempre es se-

    cuencial. A veces, dejamos un contexto

    para insertarnos en otro (en algn m omen-

    to hem os de abandon ar la escuela para in-

    gresar en el mundo del trabajo . En otras

    ocasiones vivimos simultneam ente en di-

    ferentes con textos (la familia, la pandilla,

    el trabajo, el sindicato...). Tales cambios

    son inevitables y, m uchos de e llos, necesa-

    rios para el desarrollo personal y social de

    los sujetos humanos. Pero no siempre se

    producen en condiciones que lo favore-

    cen; tambin pueden ser traumticos y di-

    ficultar, e incluso impedir, tal desarrollo.

    La escuela, o m ejor, el sistem a escolar,

    constituye uno de los lugares donde tales

    fenmenos se producen. Y lo hacen afec-

    tando cada vez a m s individuos y durante

    un perodo temporal ms extenso. La am -

    pliacin de la obligatoriedad de asistencia

    a ella, la necesidad de permanecer en su

    seno para lograr ascender en el sistema so-

    cial y las dificultades de acceso al m ercado

    de trabajo, son factores que explican ese

    hecho.

    En trminos estructurales, el sistema

    educativo es una complicada maquinaria

    que est com puesta por piezas diferencia-

    das que se articulan entre s (niveles, cen-

    tros, etapas, ciclos, cursos, reas...). Miguel

    A. Santos (1990, 59)

    2

    ha denom inado bisa-

    gras a los diferentes tipos de engranajes

    entre partes diferenciadas, pero evidente-

    *) Universidad de Mlaga.

    **) UnivIrsidad Complutense de Madrid.

    (1 )

    N .

    POST M AN

    y CH.

    WEINGAWINER:

    La enseanza como actividad crtica.

    Barcelona, Fontanella, 1975, p. 23.

    (2 )

    M. A. SANTOS:

    Las bisagras del sistema. Cuadernos de Pedagoga, 185, 1990, pp. 59-62.

    Revista de Educacin

    nm. 314 1997),

    pp.

    3 4 3 3 5 6

    43

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    mente relacionadas por su proximidad y

    naturaleza. Estas son de diferente tipo, re-

    percuten de m odos diversos en los indivi-

    duos que se ven afectados por ellas,

    requieren formas dilCrenciadas d e an lisis

    y exigen m edidas polticas, organizativas y

    clidCticas diversificadas y complementa-

    rias. Porque, si bien su ex istencia es inevi-

    table en una organizacin tan compleja

    com o el sistema escolar, no es men os evi-

    dente la necesidad cle garantizar que no

    constituya un obstculo sino una ayuda

    para los individuos que se ven obligados a

    transitar por l.

    Paradjicamente, un fenmeno tan co-

    nocido por vivido y tan e.zi.endido por-

    que afecta cada vez a un may or nmero de

    individuos y en diferentes momentos y

    mbitos ha recibido escasa atencin, de

    man era que la investigacin disponible es

    prcticamente inexistente

    3

    o dispone-

    mos de trabajos para com prende r las difi-

    cultades que los estudiantes tienen en tales

    mom entos de transicin, para distinguir las

    que son

    naturales

    de aquellas que se pro-

    ducen por descoorclinacin o por perversin

    del sistema educativo. En consecuencia,

    tampoco podemos intervenir educativa-

    men te, previendo y resolviendo estos pro-

    blemas a partir de su conocimiento y

    comprensin. La publicacin de Jos Gi-

    men, La transicin a la Educacin Secun

    daria

    es fruto de una investigacin sobre

    el paso de la E ducacin General Bsica al

    Bachillerato y viene a cubrir parte de ese

    vaco propocionanclo informacin sobre

    el modo en que afecta a los estudiantes esa

    transicin. Pero hace algo m s: plantea hi-

    ptesis para explicar sus consecuencias y

    los motivos por los que stas se producen,

    interrogantes sobre la necesidad de

    los cambios y sugerencias sobre el

    modo de hacerlos menos traumticos y

    ms educativos.

    La transicin a la Educacin Secunda

    ria

    constituye la elaboracin de un am plio

    volumen de datos que han recogido a tra-

    vs de cuestionarios y narraciones libres

    las descripciones, opiniones, percepciones

    y valoraciones de estudiantes que, en el

    curso 1994-95, terminaban sus estudios de

    EGB, y cle otros que iniciaban los de BUP.

    Se ha contado tambin, en el caso cle estos

    ltimos, con sus historias acadmicas.

    El paso de Primaria a Secundaria es

    una cle las transiciones ms universales

    dentro del sistema ed ucativo. Algo que no

    tiene tanto que ver con el carcter legal de

    obligatoriedad de la primera --del que ha

    carecido la segunda , sino con la realidad

    social escaso empleo y extensin cle la

    educacin, que ya desde hace dcadas

    viene convirtiendo la Secun daria en lugar

    de paso inevitable para un nmero cada

    vez ma yor de estudiantes. Ese es u n m oti-

    vo suficiente para justificar una especial

    atencin a tal transicin. Pero adems el

    momento en que el trabajo de Gimeno

    aparece es particularmente oportuno, por

    cuanto coincide con la ge neralizacin de la

    Enseanza Secundaria Obligatoria.

    Y eso tiene implicaciones imp ortantes,

    tanto en el plano p oltico como ped aggi-

    co. Si, como indica Gime n, un principio

    racional de la ed ucacin es buscar la con-

    tinuidad, la coherencia y la graduacin cle

    la enseanza para procurar que lo que se

    aprende tenga orden y que el estudiante

    perciba que todo tiene un sentido 1

    cuan-

    do hablamos de d os tramos cle la ensean-

    3 )

    En Espaa, slo contamos con el estudio de T. Eso

    r

    Ro y otros:

    El paso de la EGB a las Trau

    ma o liberacin?,

    Zaragoza, ICE, 1987). En lengua inglesa es posible encontrar algunos referentes ms precisos,

    que adems abarcan tanto las repercusiones sobre los estudiantes por ejemplo, M.

    GAI:10N

    y J Wiffaxxs,

    ecls.):

    Moving from the pr imar

    classruom.

    Lonclon: Routledge Kegan Paul, 1983) como las percepciones de

    los docentes y administradores por ejemplo, A.

    SI11.1.MAN

    y K. MAvcilELI.,

    School to school. LEA and teacher in-

    volveme nt in educat ional cont inuity. Windsor, NFER-Nelson 1986).

    4)

    De la entrevista publicada en

    Comunidad Escolar,

    22 enero 1997, p. 11.

    3 44

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    familia-centro escolar, familia-grupo de

    iguales, grupo de iguales-centro escolar.

    Sin embargo, si aplicamos este esquema al

    sistema escolar no hay apenas vinculacio-

    nes reversibles, puesto que no existen vn-

    culos de ida y vuelta entre sus tramos,

    apenas hay comunicacin y menos an co-

    nocimiento recproco entre entornos o nive-

    les. El nico mesosistema que permanece es

    de vinculacin indirecta entre terceros, es

    decir aqul en el que la participacin del sis-

    tema escolar es prcticamente inexistente.

    Gimen explica cmo las transiciones

    educativas son ambivalentes. Por una par-

    te, se dan en lo estructural y en lo personal

    y, adems pueden ser progresivas y positi-

    vas, ayudando a avanzar y a crecer o, por

    el contrario, provocando crisis e incluso la

    exclusin. As pues, la preocupacin por

    las transiciones no obedece a que sean en

    s mismas negativas, sino al hecho de que

    puedan ser poco graduales e incoherentes

    y, por ello, traumticas. El inters, desde el

    principio de gradualidad educativa, reside

    en conocerlas para poder gobernarlas

    con criterios cle progresividad, eliminando

    los ritos que resaltan su presencia, evitan-

    do que ciertos sujetos puedan quedar ex-

    cluidos en el paso de un ambiente a otro

    p. 23). En caso contrario, y ante cambios

    que afectan a toda la poblacin escolar com o

    ocurre en este momento en el paso de la pri-

    maria a la secundaria pode mos estar asistien

    do a algo ms que a simples desajustes

    psicolgicos o de aprendizajes en los suje-

    tos Gimen, 1995, 16)

    podemos tener

    ante nuestros ojos y en nuestras manos au-

    tnticos ritos cle carcter da rwinista que

    evidencian la capacidad y la potencia del

    sistema para seleccionar y jerarquizar a los

    estudiantes.

    La continuidad graduada, la progresi-

    viciad, es un principio pedaggico de ac-

    tuacin para garantizar la

    gobernabilidad

    de las transiciones, sobre todo de aqullas

    que estn marcadas por ritos cle paso en

    los que existe riesgo de exclusin. Y, sin

    duda, este es el caso de la transicin a la

    enseanza secundaria. La

    sensibilidad p e

    d g g i c ante tales momentos de cambio y

    la atencin al principio cle graduacin

    progresiva, se convierten en ejes de in-

    vestigacin y accin fundamentales ante la

    evidencia de que no todas las vinculacio-

    nes inter e intra entornos son coherentes y

    adecuadas.

    En este sentido, Gimeno advierte que

    la vida escolar implica cambios no contro-

    lados ni controlables desde la escolariza-

    cin, a no ser que se comprometa en ello

    a los diferentes agentes de los distintos

    medios con los que los centros educativos

    se hallan relacionados p. 28). Y llama la

    atencin sobre las transiciones internas del

    sistema, poco atendidas en la medida en

    que conllevan cambios menos drsticos

    que las transiciones familia-escuela o edu-

    cacin-mundo laboral. El autor atiende es-

    pecialmente a la peculiaridad del paso cle

    Primaria a Secundaria y considera que

    una sensibilidad psicopedaggica tiene

    que detectar que entre la enseanza Prima-

    ria y la Secundaria estn implicados pro-

    blemas psicolgicos, pedaggicos, de

    jerarquizacin y seleccin social, cle impor-

    tante significacin p. 29).

    LA CONTINUIDAD

    CURRICULAR:

    NECESARIA PERO COMPLEJA

    En cierto sentido, hablar de continui-

    dad curricular tiene algo de tautolgico.

    Precisamente, la institucionalizacin del

    trmino currculum en un contexto brit-

    nico, universitario y protestante en el si-

    glo XVII, se relaciona con la necesidad de

    5) J. GIMENO, 1995):

    a transicin de la Primaria

    l

    Secundaria. Un rito de

    p so

    con poder selectivo.

    Cuadernos de Pedagoga 238

    pp. 14-20.

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    introducir coherencia estructural y orden

    (sentido de secuencia interna) a los estu-

    dios seguidos por los estudiantes, de ma-

    nera que pudiera controlarse la eficacia de

    la enseanza y del aprendizaje (Hamilton,

    1991 6

    Sin embargo la configuracin hist-

    rica de los sistemas educativos no ha sido

    precisamente un modelo cle coherencia. En

    ltima instancia, la continuidad curricular

    es ms que una condicin intrnseca, algo

    que hay que crear y articular. Para que

    haya continuidad y coherencia en la expe-

    riencia cie las y los estudiantes y en las exi-

    gencias que se les formulan, resulta

    preciso analizar las transiciones del curr-

    culum y las dimensiones sobre las que hay

    que trabajar.

    Tal como indica Gimeno, la transi-

    cin curricular seala el momento y los

    procesos que se desencadenan cuando se

    rompe la continuidad en el sistema educa-

    tivo o en la experiencia de los estudiantes

    ante un cambio de centro, de curso, de

    profesores, de currculum o de estilo peda-

    ggico

    (p.

    33). Su diversidad y compleji-

    dad invitan al uso del plural y previenen

    frente a la tentacin de formalizar las tran-

    siciones en trminos simples y concretos.

    Hay transiciones universales para to-

    dos los estudiantes y las hay opcionales;

    algunas estn ritualizadas e institucionali-

    zadas (entre niveles y tipos de enseanza y

    entre culturas: familiar, personal y social)

    mientras que otras no lo estn (cambios

    entre materias, docentes o cursos del mis-

    mo nivel cle enseanza). Adems, las tran-

    siciones tienen una significatividad

    idiosincrsica. Es decir, aunque son una

    condicin propia cle los sistemas educati-

    vos, el que tenga continuidad o disconti-

    nuidad en la experiencia de los sujetos,

    depende de las condiciones de cada uno

    de ellos: su personalidad, capacidad, gne-

    ro, grupo social... Ahora bien, conocer la

    naturaleza y consecuencias cle tales transi-

    ciones, no slo es posible sino necesario

    para poder intervenir poltica, organizativa

    y pedaggicamente. Esta es la exigencia

    que se le plantea al sistema educativo.

    En qu dimensiones es precisa la con-

    tinuidad y, por lo tanto, en cules pueden

    alojarse las discontinuidades? Sin duda son

    mltiples. De una parte, las que surgen en-

    tre distintos elementos del currculum: fi-

    nalidades, contenidos, metodologa,

    evaluacin, tiempos, espacios, tareas... De

    otra parte, las existentes en el interior de

    cada uno de esos elementos a lo largo de

    la escolaridad, en los diferentes tramos del

    sistema educativo.

    En trminos ms globales, el autor in-

    daga tambin sobre la necesidad cle conti-

    nuidad horizontal y vertical. La primera

    hace referencia a la coherencia que debe

    existir en el plano sincrnico: a lo largo de

    un curso, en los conocimientos, los estilos

    pedaggicos, las exigencias evaluacloras,

    las formas cle relacin, etc, y que sera fru-

    to de una intensa y consciente labor de

    coordinacin entre el profesorado que se

    ocupa de la educacin cle un estudiante o

    un grupo concreto.

    La continuidad vertical se refiere a la

    bsqueda de coherencia entre tramos, y a

    la graclualiclacl de los cambios que se pro-

    ducen a lo largo de un curso, entre cursos,

    entre ciclos y niveles. Estamos frente a la

    dimensin diacrnica de la escolaridad

    que requiere prestar atencin a aspectos

    tales como: las conexiones entre temticas

    dentro cle tina materia o mbito de conoci-

    miento y el nivel de profundidad con que

    se abordan en distintos momentos; la co-

    herencia en la valoracin de aspectos sus-

    tantivos, de cualidades del conocimiento

    procesos/productos, correccin gramati-

    cal/expresiviclad; y la continuidad, cohe-

    rencia y graclualiclacl en las finalidades

    (6) D.

    FlAbIl l .TON

    (1991): Orgenes de los trminos clase y currculum .

    Revista de Educacin

    295,

    pp. 187-205.

    347

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    generales cle la educa cin que orientan la

    accin educativa aunque lo hagan cle

    mo do diversificado) en los distintos m bi-

    tos de conocimiento.

    De la necesaria coherencia y continui-

    dad vertical es de lo que el libro cle G ime-

    no se ocupa preferentemente. Una

    continuidad que, adems de la coordina-

    cin pedaggica en el interior cle un centro

    o un equ ipo docente, requiere la de los di-

    ferentes centros por los que van a pasar

    los/as estudiantes, individual y colectiva-

    mente. Si garantizar la coherencia horizon-

    tal y vertical siempre es importante, lo es

    mucho m s y cle modo paralelo y simul-

    tneo en mom entos de transicin tan pe-

    culiares y potencialmente trascendentes

    como es el paso cle Primaria a Secundaria.

    Quiz por ello es tambin ms complica-

    do, porque intervienen muchos elementos

    de diferente naturaleza cuya comp lemen-

    tariedacl hay que buscar: la planificacin

    del currculum, las culturas profesionales

    le los docentes, los procedimientos cle

    evaluacin-control, las estructuras organi-

    zativas, los mecanismos de participacin

    le la com unidad educativa, las relaciones

    humanas y profesionales entre los distintos

    ambientes o mesosistemas que se ponen

    en con tacto, etc.

    No es de extraar, por tanto, que se

    produzcan desajustes, discontinuidades y

    que lo hagan en distintos planos: en la orga-

    nizacin de los centros y los amb ientes de

    aprendizaje que proponen/imponen; en la

    secuencia de los contenidos con los que se

    trabaja y en las secuencias de aprendizaje

    que se ofrecen a los estudiantes. Las dis-

    continuidades son, de algn modo, inevi-

    tables. La configuracin histrica del

    sistema educativo, la poltica educativa, las

    concepciones sobre el conocimiento y la

    profesionalidad docente, las tradiciones

    prcticas en diferentes niveles educa tivos,

    la diferenciacin en la form acin, sociali-

    zacin y estatus del profesorado..., clan lu-

    gar a que en la planificacin curricular y en

    la prctica se rompa la continuidad en con-

    textos y momentos diversos. Como el pro-

    pio autor indica, las discontinuidades son

    inherentes a un sistema educativo com ple-

    jo que escolariza a los sujetos durante lar-

    gos periodos cle sus vidas p. 38). Pero

    admitir este hecho no significa, en modo

    alguno, asumirlo com o una fatalidad frente

    a la que no caben opciones y acc iones. In-

    vestigar y analizar las fuentes cle d isconti-

    nuidad, articular discursos vertebra dores y

    reclamar

    prcticas consecuentes

    as como

    proponer m edidas y alternativas concretas,

    es un modo ms realista y ms educativo

    de abordar problemas complejos en el

    ma rco de una v ariedad inevitable de situa-

    ciones y concepciones.

    Y precisamente esto es lo que G imeno

    hace en este libro, llama la atencin acerca

    cle la importancia de crear puentes para pre-

    ver discontinuidades entre contextos diver-

    sos, no slo dentro del sistema educativo.

    La continuidad entre curricula, ambientes y

    niveles de exigencia

    es deseable para que

    el progreso por la escolaridad se realice de

    forma gradual con el fin de que la mayor

    cantidad de individuos pueda llegar cuan-

    to ms lejos mejor por los escalones del

    sistema educativo; unos escalones que a

    veces parecen pensados para dejar ms

    marcadas a las m inoras que ascienden con

    cierta pesadum bre en la escalada y se ven

    forzadas a abandonar la subida p. 166).

    Se trata, por tanto, che una ex igencia de ra-

    cionalidad pero tam bin cle justicia social.

    Seguramente habr pocas discrepan-

    cias respecto a este deseo. Pero no es tan

    claro el consenso cuando se trata de pro-

    poner/adop tar las med idas necesarias para

    ma terializar tal ex igencia. Entre los diver-

    sos elementos y lneas argumentales que

    Gim eno desarrolla, hay dos que po r su im-

    portancia y p or el rigor con que estn trata-

    dos y trabados merecen destacarse: un

    currculum y una cultura pedaggica comu-

    nes para la escolaridad obligatoria, am bos

    com o recursos para ir dando respuesta a la

    urgente necesidad de continuidad entre

    sus ciclos y niveles.

    348

  • 8/11/2019 Analisis Sobre Postman

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    U N C U R R C U L U M C O M N

    Argumen tar sobre la necesidad de un

    currculum comn como garanta para la

    continuidad c urricular y la justicia social,

    es un asunto de trascendental importancia.

    Aunque en las polticas educativas ha sido

    polmico y contina sindolo en Espaa

    el debate sobre la necesidad de un currcu-

    lum comn h a sido mucho menos atendi-

    do que en pases con tradiciones menos

    centralistas que las nuestras

    A pesar de la

    existencia de argumentaciones a favor y en

    contra

    8 de establecer un currculum co-

    mn, las primeras han sido de hecho

    ms poderosas. Las discusiones se han

    centrado, con frecuencia, en determinar

    qu tipo de currculum nacional es posible

    y deseable, ms que en el hecho de su

    propia existencia. Hay distintas razones

    para entender este hecho. Quiz todo ello

    tenga que ver con la evidencia cle la homo-

    geneidad creciente de los curricula de la

    enseanza obligatoria en pases diversos a

    lo largo del presente siglo

    tambin con la

    progresiva implantacin de curricula na-

    cionales en pases que, hasta hace muy

    poco, carecan de l y, an con ms ciad-

    dad, con la dificultad de abogar por una

    escolaridad obligatoria y co mpren siva sin

    establecer un ncleo comn de conoci-

    mientos que asegure el acceso de todos los

    estudiantes a la cultura

    Entender la enseanza como un servi-

    cio social, materializado e n el derech o cle

    todos los individuos a los b ienes cultura-

    les cle la sociedad, a los bienes que les

    permiten convertirse en ciudadanos de

    pleno derecho y que constituyen la base

    comn sobre la que un grupo social puede

    fundamentar su cohesin, constituyen para

    Gimeno 1992)

    II

    las razones que justifican

    la necesidad cle un currculum comn.

    Pero tambin plantea con claridad las con-

    diciones bajo las que sera defendible; con-

    diciones que incluyen asumir la diversidad

    cultural y el pluralismo de la sociedad, ga-

    rantizar la atencin al de sarrollo integral cle

    los individuos, as como su capacidad para

    dar cabida a la diversidad de necesidades,

    intereses y perspectivas cle los estudiantes

    y cle los grupos culturales a los que perte-

    necen. Del m ismo modo, introduce con es-

    pecial nfasis la diferencia que existe y

    que debera respetarse entre la regulacin

    del currculum y el control de la prctica

    de los docentes y del aprendizaje de los

    estudiantes. L o uno no lleva a lo otro, aun-

    que en Espaa se ha tendido y se tiende

    a confundirlos.

    7)

    Quiz haya sido en Gran Bretaa donde se ha producido el mayor nivel de controversia y debate po-

    ltico y profesional respecto a la propia existencia de un currculum nacional. Aunque la literatura sobre este

    debate es amplsima, pueden consultarse: D.

    LAWION y C. Ciinav:

    The National Curriculum,

    London, lnstitute

    of Education, 1988; C.

    EME RSON y I . GODDAR D:

    AH

    abata he National Curriculum,

    Oxford, Ileinemann Eclucatio-

    nal, 1989; A.

    KELLY:

    71,e National Curriculum,

    A critica review. London, Paul Chapman, 1990.

    8 )

    La traduccin del libro de

    GORDON K IRK:

    El currculum bsico,

    Barcelona, Paids/NIEC, 1989, vino a

    cubrir un vaco en la literatura en castellano y constituy la base de los argumentos que, en el contexto de pre-

    paracin de la LOGSE, se esgrimieron para justificar la necesidad de un currculum nacional. Ver: NIEC (1989)

    Diseo Curricular Base.

    Madrid, pp. 10-11; C. Cou. (1989): Diseo curricular base y proyectos curriculares,

    Cuadernos de Pedagoga,

    168, pp. 8-14.

    9)

    Es de sumo inters a este respecto el texto de

    J

    M Mel al.:

    School knoztledge for he masses. lY orld

    models and national primar)

    curricular categories in he tuentieth century.

    London, Falmer l'ress,1992. Uno de

    sus captulos se encuentra traducido al castellano: A.

    BENAVOT

    et al.: El conocimiento para las masas. Modelos

    mundiales y curricula nacionales,

    Revista de Educacin,

    295 (1991), pp. 317-344.

    10 )

    En estos trminos se expresaba el Informe Internacional de la OCDE

    Escuelas y calidad de ensean-

    za

    Barcelona, Paids/NIEC, 1991).

    11 )

    J . G IMENO

    y A.

    PREZ:

    Comprender y transformar la enseanza.

    Madrid, Nlorata, 1992, pp. 196 y ss.

    349

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    co, poltico y econmico de la sociedad.

    Com o Michael Apple

    1995, 166) 5

    indica,

    no debera olvidarse que el currculum

    nacional es un mecan ismo para el control

    poltico de l saber; y, en el con texto con-

    servador y neo liberal de la sociedad ac tual,

    considera que apoyar un currculum nacio-

    nal no puede suponer un freno, y menos

    an imp edir, la privatizacin y la m ercan-

    tilizacin com pletas de la educacin. En

    las actuales circunstancias dir no creo

    que merezca la pena correr el riesgo, no

    slo por el amp lio potencial destructivo a

    largo y corto plazo, sino tambin porque

    confunde y redifica las cuestiones relativas

    al currculum c om n y a la cultura com n

    p. 170).

    Aunque el contexto norteamerica-

    no y el espaol difieren en mucho s aspec-

    tos en aqul por el mo m ento no existe,

    oficialmen te, un currculum com n los

    presupuestos ideolgicos que dirigen la

    poltica educa tiva tienen suficientes parale-

    lismos como para que, aqu y ahora, me-

    rezca la pena considerar anlisis como el

    que A pple realiza.

    Ca be pensar en alternativas que, desde

    la existencia de un currculum comn que

    es lo que tenemos podamo s garantizar no

    slo continuidad sino, sobre todo, igual-

    dad y justicia social para todas y todos los

    estudiantes? O dicho de otro mo do, cabe

    pensar en alternativas para que el currcu-

    lum comn sirva a la igualdad educativa

    en lugar de a la exclusin y al

    etiquet do

    La propuesta cle Robert Co nne ll

    1997)

    16

    puede ser de utilidad al ofrecer vas para

    elaborar curricula con traliegem nicos; esto

    es, curricula que con templen las perspecti-

    vas y los intereses de los m enos favoreci-

    dos socialmente, lo que supone una

    amp liacin y un enriquecimiento cle la cul-

    tura comn .

    LA CONFLU ENCIA DE

    CULTURAS

    PEDAGGICAS: ALGO MS QUE UN

    RETO?

    Con independencia de cul sea la po

    sicin que se adopte sobre la cuestin del

    currculum com n, es indudable que la ca-

    lidad y cualidad de la transicin de la en

    seanza Primaria a la Secundaria ha de

    jugarse en otros muchos frentes. Uno de

    los ms importantes hace referencia a la

    continuidad que d ebe existir entre el estilo

    o mo do d e funcionar en los centros y entre

    las prcticas pedaggicas de los docentes

    que en ellos trabajan. En definitiva, a la

    continuidad entre las culturas profesiona

    les y entre diferentes niveles de en seanza.

    El anlisis detallado de los datos que

    constituyen la base emprica del estudio

    que recoge este libro, evidencia que se pro-

    duce un autntico cam bio de cultura entre

    Primaria y Secund aria y que los estudiantes

    as lo vivencian. Tal ca mbio puede analizarse

    en dos planos: las culturas pedaggicas y

    profesionales de los n iveles educativos y las

    culturas propias de cada ce ntro.

    Deca Carlos Lerena

    1983, 35)

    7 que

    la historia no es eso que pasa sino eso

    que pe sa, sobre nuestras institucione s, so-

    bre nuestros comportamientos, sobre

    nuestras con ciencias.... Y ha sido la histo-

    ria la que ha configurado culturas profesio-

    nales y pedaggicas diferenciadas en

    primaria y secundaria, en funcin del sen-

    tido social que cada una ha tenido, de las

    relaciones que se han establecido entre

    (15)

    M A P P L E :

    La poltica del saber oficial: Tiene sentido un currculum nacional?, en AA.VV.

    Voltrr a

    pensar la educacin

    Vol. .

    Madrid, fslorata, 1995, pp. 153-171. Un desarrollo ms completo de sus concepcio-

    nes al respecto puede encontrarse en

    Poltica cultural) educacin

    Madrid, Morata, 1996).

    1 6)

    R. CONNELL:

    Escuelas y J usticia social

    Madrid, M orata, 1997.

    1 7)

    C. LERENA:

    Reprim r y liberar. Critica sociolgica

    e

    la educacin

    y e

    la cultura contemporneas

    Ma-

    drid,

    Alcal , 1983 .

    351

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    10/14

    ellas, de la propia configuracin orga niza-

    tiva, de la form acin y socializacin profesio-

    nal diferenciada,... Ello ha ido configurando

    estilos de educacin o, por utilizar el tr-

    m ino de Andy Hargreaves (1996)

    8

    cul-

    turas de trabajo de la enseanza que

    constituyen un conjunto compartido de

    supuestos bsicos actitudes creencias

    valores as com o unas pautas de relacin

    e interaccin tanto entre los docentes

    com o entre stos y las condiciones contex-

    tuales de su trabajo.

    Al anlisis de las discontinuidades pe-

    daggicas que tienen su oligen en la existencia

    de tales culturas diferenciadas le dedica es-

    pecial atencin, porque significan rupturas

    en s mismas y porque dado el carcter

    m stizo de la Secundaria Obligatoria es

    bastante probable que adquieran nuevas

    formas y nuevos significados. Y en este

    sentido, ya no se trata slo de alterar el ca-

    rcter acadm ico y elitista que h an consti-

    tuido histricam ente las seas de identidad

    de la enseanza Secundaria (y q ue ya hace

    tiempo que entraron en conflicto con otros

    valores, com o la extensin del Bachillerato

    al m ayor nm ero posible de estudiantes);

    ni siq uiera de cuestionar y m odificar su es-

    tructura balcanizada

    9

    porque no se adap-

    ta a las necesidades post-mo dernas. Todo

    ello con ser importante en s mismo ad-

    quiere relevancia en la medida en que

    constituyen fuentes de socializacin y m o-

    dos de entender y practicar la enseanza

    que son inadecuados para una enseanza

    obligatoria. Porq ue, en ltim a instancia, to-

    dos esos rasgos que cle m odo articulado y

    completo va desgranando Gimeno co-

    rresponden a una tradicin de seleccin y

    jerarquizacin social que

    s incompatible

    con los principios de obligatoriedad y

    com prensividad cle la enseanza en gene-

    ral y de la secun daria en particular.

    Uno d e los grandes retos, sin duda, de

    la nueva educacin secundaria est en la

    posibilidad de generar una cultura profe-

    sional y pedaggica coherente con tales

    principios. Para ello es nece saria la fisin

    de las subculturas existentes en prim aria y

    secundaria, lo que implica la m odificacin

    de ambas para crear una cultura propia

    para este tramo educativo y que tendra

    que ser, necesariam ente, fruto cle recoger y

    cruzar filosofias, tradiciones profesionales,

    perspectivas curriculares y objetivos socia-

    les de tres procedencias distintas: Prim aria,

    Form acin Profesional y Bach illerato. Esta

    tarea no resulta fcil porque adems la

    tradicin jerarquizaclora no ha afectado

    slo a los destinatarios de la enseanza

    sino tambin a la propia relacin entre

    los profesionales que ahora pueden re-

    sistirse activam ente a m odificar su identi-

    dad y estatus 20 .

    Pero la continuidad y su reve rso, la

    discontinuidad no queda com pletamente

    preestablecida en func in de las diferentes

    culturas que se definen para cada tramo

    del sistema educativo con sus correspon-

    dientes profesionales sino que stas ad-

    qu ieren caractersticas especficas en cada

    centro. Mientras que en cada etapa pode-

    m os encontrar una subcultura que explica

    las discontinuidades entre niveles cada

    centro educativo representa una unidad

    organizativa y cultural diferenciada de los

    dem s. Su singularidad deriva del: contex-

    to social alumnado profesorado pautas

    (18) A. HARGREAVES:

    Profesorado cultura y postm odernidad

    Madrid: Nlorata; ver tambin: La modifica-

    cin de las culturas cle trabajo cle la enseanza

    K ikirda

    35 (1996), pp. 49-61, 1994.

    (19)

    Una estructura que tiene mucho que ver con la creacin de diferentes identidades profesionales como

    han argumentado 13asil 13emstein y Andy I largreaves desde diferentes perspectivas. Igualmente esclaredor es el tex-

    to de L.

    eahns of k now ledge. A cadem ie depaaments iii secondaryschools

    London Palmer Press 1994.

    (20)

    No slo en la literatura especializada hay ejemplos como documenta Gimeno. Tambin en la prensa

    han aparecido y a veces con extraordinaria crudeza.

    352

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    organizativas, tam ao, tradiciones, medios,

    expectativas de la poblacin de stinataria.. .

    De m odo que, mientras en cada nivel se da

    una cultura relativamen te estable, en cada

    cen tro se origina una cultura propia, idio-

    sincrsica, local.

    En el anlisis de la organizacin de los

    centros resalta lo que W illiam T yler (1991 ) 2

    ha denom inado sistemas articulados de un

    modo impreciso. Esta forma de articulacin

    permite a los centros interrelacionarse, como

    estructura organizativa, con la estructura del

    entorno fsico prximo, generando ajustes

    a travs de engranajes interactivos

    Gimeno analiza sus datos aportando

    nuevas ideas para com prender cmo ope-

    ra la organizacin conc reta de cada centro

    en e ste sentido. Si bien, en general y para

    un m ismo nivel, en los centros existen pa-

    t rones cle com portamiento semejantes en

    cuanto a pautas organizativas y actividades

    bsicas cuando stos entran en accin se

    desarrolla aq uella d imensin local-comu-

    nitaria y la variedad de la interaccin hu-

    ma na, y los compon entes estructurales de

    la organizacin toman una configuracin

    singular, idiosincrsica Esto permitir ex-

    plicar que cuando un d ocente o un estudian-

    te cambian cle centro (aunque permanez ca

    en el nivel) tenga la vvida experiencia de

    transitar entre culturas diferentes. Y e sta vi-

    vencia ser m s signif icat iva si el cam bio

    es, adems, de nivel, de grupo de am igos,

    cle bar rio...

    No obstante, el nivel educativo y la cul-

    tura profesional dentro de ste contina

    siendo un elemento trascendental para defi-

    nir la cultura de los centros; es decir, siguen

    siendo variables que permiten c lasificarlos

    aunque, al mismo t iem po, su cultura se ve

    afectada y se m anifiesta en variables com o

    las relaciones co n el entorno , el estilo clel

    profesorado , las relaciones interpersonales

    entre todos los estamentos del centro, las

    relaciones de poder el liderazgo el estilo

    de ge stin... Es esto lo que lleva al autor a

    la af irmacin cle que nivel escolar y t ipo

    de centro son en muchos casos categoras

    muy estrechamente entrelazadas (p. 55).

    En la primera parte, el texto de G ime-

    no ha transitado por una densa red cle an-

    lisis de la cultura de la educacin sec undaria

    que ha puesto de m anifiesto la ruptura que

    sta supone respecto cle la primaria en

    mltiples dimensiones y planos que ade-

    ms se potencian unos a otros marcando

    la discontinuidad en la transicin. Todo

    ello ha culminado en unos instrumentos

    que con stituyen u na estructura para facili-

    tar el anlisis de m odo que pod am os inda-

    gar, averiguar y comprender cmo las

    interacciones entre los rasgos propios de

    cada tramo educativo generan climas dis-

    t intos entre primaria y secundaria; y vice-

    versa, cmo desde el anlisis de los

    distintos climas se pueden descubrir los

    rasgos que conviene atender con m s cui-

    dado. Estamos, por tanto, en condiciones

    cle entender qu a portan los resultados de

    la investigacin realizada en el marco del

    antiguo sistema educativo, es decir en el

    paso de la EGB al Bachillerato.

    No obstante, la plena com prensin cle

    estas aportaciones requiere an alguna

    matizacin que nos llega con el comenta-

    rio del propio autor: ...No son simples re-

    cursos para los analistas de los fenm enos

    pedaggicos. Son dime nsiones que propo-

    (21) W .

    TYLIIR Orga

    nizaci i escolar.

    Madrid, Morata, 1991. Especialmente el captulo II.

    (22) E. GOITMAN

    The interaction orden,

    Am erican Sociological Review

    48, 1983, pp. 1-17.

    (23)

    La relacin entre la organizacin estructural del centro y estas configuraciones singulares ha sido es-

    tudiada desde los enfoques micropolticos de las instituciones educativas. En

    l micropoltic de l escuel

    Barcelona, Paids/MEC,

    1989),

    Stephen Ball ha desvelado, a travs de diversos estudios de casos, los mecanis-

    mos por los que estas peculiares identidades de los centros pueden constituirse en culturas estables y con ca-

    pacidad de resistencia ante los cambios normativos externos.

    353

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    res. Ese frenazo es una m uestra evidente

    del cambio de cultura pedaggica al que

    se enfrentan los/as estudiantes, que se m a-

    nifiesta con m uy diversos m atices en ras-

    gos como: las pautas disciplinarias de

    control de la conducta, el aumento del

    control de mov imientos en el aula, las ten-

    siones en las relaciones de coopera-

    cin/competencia entre estudiantes, las

    vivencias de acogida/extraamiento en el

    nuevo centro y el paso de la relacin tuto-

    rial a la relacin de autoridad acad mica.

    Este cambio de clima se traduce tambin

    en una mo dificacin del nivel de exigencia

    y en u n end urecimiento de la selectividad.

    Sorprende, en una primera lectura, que

    sean los centros pblicos los ms d uros en

    este sentido. El hecho de que su clientela

    sea ms heterognea qu e la de los centros

    privados, as como la introduccin del fac-

    tor proceden cia social ce los/as estudian-

    tes, nos sitan en mejores condiciones

    para entender esta aparente parado ja.

    Porque, si bien es cierto que hay un

    descenso generalizado en las calificacio-

    nes, tambin lo es que no afecta a todas y

    todos los estudiantes po r igual. El gnero y

    el capital extra-curricular, la procedencia

    socio-econm ica, son factores claram ente

    diferenciaclores. As, las mujeres se ven

    menos afectadas que los hombres en esta

    transicin; sus calificaciones son ms altas

    salvo en Educacin Fsica en Primaria y

    se devalan menos en la Secundaria. El

    descenso en el rendimiento es m ucho m s

    acusado entre aquellos estudiantes cuyos

    padres tienen un m enor nivel de estudios,

    quienes ya presentaban calificaciones m s

    bajas tambin en la Primaria. Am bos facto-

    res se muestran consistentes tanto en cen-

    tros pblicos com o privados.

    Estos datos vienen a confirmar el pa-

    pel determinante que juegan las desigual-

    dades sociales en las posibilidades

    educativas de los/as estudiantes, as como

    la dificultad y la im portancia cle tratar de m i-

    tigarlas ya que n o es posible eliminarlas

    desde el sistema educativo. Pero tambin

    alertan frente a las prcticas selectivas, y a

    m enud o contradictorias, del mismo . El te-

    mor generalizado e infundado a la

    prdida de nivel que traer consigo la ge-

    neralizacin d e la Secun daria Obligatoria,

    se conecta as con el deterioro de la cali-

    dad, olvidando que tam bin la justicia tie-

    ne que ver con esa calidad.

    El principio de q ue la educacin es un

    bien para la m ayor justicia social se opone

    a la idea de que su extensin equivale a

    que el nivel baja y la calidad se deteriora.

    Desde este punto de vista es difcil soste-

    ner que un grupo social de menor poder

    adquisitivo m erece meno s educacin; y vi-

    ceversa. R esulta preciso afirmar con rotuncli-

    dad, com o lo hace R obert Con nell 1997),

    que la idea de justicia curricular no coinci-

    de con la de diversificacin selectiva y

    que, si el sistema ed ucativo trata injusta-

    mente a algunos de sus alumnos, no son

    stos los nicos que lo padecen. La calidad

    de la educacin de todos los dems se de-

    grada ...) Una educacin que privilegia a

    un nio sobre otro est dando al primero

    una ed ucacin corrupta, a la vez que le fa-

    vorece social o econmicamente (...) El

    tema d e la justicia social no es un aa dido.

    Es fundamental para lo que debe ser una

    educacin digna pp. 22-23).

    (24) La persistencia con que este temor se manifiesta es paralela a la inexistencia de pruebas para docu-

    mentado. La ambiguedad del trmino nivel, as como la prevalencia de las reglas de la economa y no del

    conocimiento, como dijera Lerena, siguen abonando este frtil terreno que, no olvidemos, siempre ha sido la

    educacin Secundaria, no la Primaria. La bibliografa sobre este asunto es abundantslina y, en castellano, lmy

    algunos trabajos excelentes. Ver: CH.

    B U D E L O T

    y R. EsTAisizr:

    El n Id educatito sube.

    Madrid, Morata, 1990; A.

    Wucii, y P. FREElloov: Crisis de alfabetizacin o crisis del Estado? Explicaciones de la actual crisis de alfabe-

    tizacin .

    Revista de Educacin,

    293 (1990),

    pp.

    255-279.

    35 5

  • 8/11/2019 Analisis Sobre Postman

    14/14

    Entre los mltiples planos y dimensio-

    nes de las transiciones que se trabajan en

    el texto de Gimen, cabe destacar dos

    puntos fuertes para comprender las conse-

    cuencias de las discontinuidades en la es-

    calada a lo largo del sistema educativo.

    Ambos son exhaustiva y rigurosamente

    analizados por el autor. Por una parte las

    consecuencias del cambio de centro; por

    otra la necesidad de generar y desarrollar

    una cultura vertebrada en cada centro y

    entre varios centros. Una cultura que,

    como fruto de la accin de los profesiona-

    les de la educa cin en distintos planos ac-

    tuar como garanta para la consistencia

    del currculum y la continuidad y progre-

    sin de los curricula en un m ismo nivel.

    Si en la prime ra parte el libro presenta

    desde un punto cle vista terico los riesgos

    que un currculum desigual implica para la

    justicia social y la igualdad de oportun ida-

    des en la segunda parte tras explorar e

    interpretar los datos empricos su autor

    insiste en las consecuencias de los cam bios

    cle centro con un currculum desregulado

    agravadas con la libre eleccin de centro

    ms motivada por la diferenciacin que

    por la libertad y la participacin. Insiste en

    este sentido, en que a mayor desregula-

    cin es preciso un mayor esfuerzo de coor-

    dinacin y que, ante la problemtica

    compleja de las transiciones son necesa-

    rias tanto la accin profesional de los do-

    centes, como las medidas generales de

    poltica educativa. El libro termina con un

    compen dio apretado y complejo pero a la

    vez sumam ente r ico y sugerente de con-

    secuencias y alternativas en las que el au-

    tor, con destreza, teje las dos partes del

    libro: fundamentacin terica y sntesis e

    interpretacin de da tos emp ricos. De e ste

    modo consigue ofrecer un significativo re-

    sum en de los rasgos esenciales de la tran-

    sicin a la Educacin Secundaria al tiem-

    po que va dando ideas para abrir lneas

    alternativas de actuacin y propu estas con-

    cretas de mejora en cada uno de los pun-

    tos cruciales. El que con evidente sentido

    comn y modestia parta de la idea de

    que m ejorar la situacin es relativamente

    fcil cuando se parte cle lo que ahora no

    hacemos p. 170), no resta un pice de

    valor a sus propuestas.

    La informacin es poder, entre otras

    cosas porque no es posible mejorar algo

    que no sabem os cmo funciona algo de lo

    que desconocemos sus races y conse-

    cuencias. Informacin y comprensin so-

    bre la complejidad, la naturaleza, los

    factores que intervienen en las transiciones

    educativas especialmente una tan delicada

    y tan importante como la que tiene lugar

    entre la enseanza Primaria y la Secunda-

    ria, es lo que nos ofrece Jos Gimen en

    este libro. Pero adems, el modo en que

    est construido el texto nos perm ite dialo-

    gar con la informacin y los argumentos.

    En medio de tanto papel intil esto es una

    bendicin. Para una lectora o un lector hay

    pocas cosas tan decepcionantes como no

    poder discutir, incluso discrepar, con un

    texto porque no aporta nada no dice nada

    y por tanto no hay nada sobre lo que estar

    cle acuerdo o con lo que m ostrar desacuer-

    do. Un libro es rico no slo porque ofrezca

    ideas que nos reafirman en lo que ya crea-

    mos, sino fundamentalmente porque nos

    perm ita ir ms all de lo que ya sab amos

    cuestionar nuestras creencias y supuestos; en

    definitiva porque nos genere interrogantes y

    deseos de seguir profundizando cle conocer

    ms. La transicin a la Educacin Secunda

    ria no nos de jar indiferentes. Y no es poco

    en los tiemp os que corren.

    356