analisis de textos literarios ejercicios

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1 1. Ordena correctamente el siguiente texto : Por escrito gallina una Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionado mundo hemos nos, hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la ¡paf!, y mutación en la golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo qué... Julio Cortázar: La vuelta al día en ochenta mundos 2. Lee el siguiente texto.¿Cuál de las tres hermanas crees que tiene razón? Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas, eran pretendidas por un caballero licenciado en letras, elegante y buen mozo. Era tan sabio nuestro héroe, o amaba tan poco, que había conseguido conquistar el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna. Para salir de esta situación penosa, exigieron del joven que se decidiese, y él, acosado y comprometido, ofreció consignar en una décima el estado de su corazón con respecto a ellas, pero con la condición de que no había de estar puntuada, y autorizando a cada una de las muchachas a que la puntuase a su manera. La décima es la siguiente: Tres bellas que bellas son me han exigido las tres que diga de ellas cuál es la que ama mi corazón si obedecer es razón digo que amo a Soledad no a Julia cuya bondad persona humana no tiene no aspira mi amor a Irene que no es poca su beldad. Roberto Vilches Acuña: Curiosidades y malabarismos de la lengua 3. Haz un resumen del argumento de los siguientes textos : 1 Los dos reyes y los dos laberintos Cuentan los hombres dignos de fe que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo, vino a la corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó a sus capitanes y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo:”¡Oh, rey!,en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras y muros;

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Literatura

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    1. Ordena correctamente el siguiente texto:

    Por escrito gallina una

    Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rpidamente del posesionado mundo hemos nos, hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Caaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por rbita de la desvi, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvi a. Cresta nos cay en la paf!, y mutacin en la golpe entramos de. Rpidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, qumica menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de ser gallinas cosmos el, carajo qu...

    Julio Cortzar: La vuelta al da en ochenta mundos

    2. Lee el siguiente texto.Cul de las tres hermanas crees que tiene razn?

    Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas, eran pretendidas por un caballero licenciado en letras, elegante y buen mozo. Era tan sabio nuestro hroe, o amaba tan poco, que haba conseguido conquistar el corazn de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna. Para salir de esta situacin penosa, exigieron del joven que se decidiese, y l, acosado y comprometido, ofreci consignar en una dcima el estado de su corazn con respecto a ellas, pero con la condicin de que no haba de estar puntuada, y autorizando a cada una de las muchachas a que la puntuase a su manera. La dcima es la siguiente:

    Tres bellas que bellas son me han exigido las tres que diga de ellas cul es la que ama mi corazn si obedecer es razn digo que amo a Soledad no a Julia cuya bondad persona humana no tiene no aspira mi amor a Irene que no es poca su beldad.

    Roberto Vilches Acua: Curiosidades y malabarismos de la lengua

    3. Haz un resumen del argumento de los siguientes textos :

    1

    Los dos reyes y los dos laberintos

    Cuentan los hombres dignos de fe que en los primeros das hubo un rey de las islas de Babilonia que congreg a sus arquitectos y magos y les mand construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones ms prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdan. Esa obra era un escndalo, porque la confusin y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo, vino a la corte un rey de los rabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su husped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vag afrentado y confundido hasta la declinacin de la tarde. Entonces implor socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que l en Arabia tena otro laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo dara a conocer algn da. Luego regres a Arabia, junt a sus capitanes y estrag los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derrib sus castillos, rompi sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarr encima de un camello veloz y lo llev al desierto. Cabalgaron tres das, y le dijo:Oh, rey!,en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras y muros;

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    ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mo, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galeras que recorrer, ni muros que te veden el paso. Luego le desat las ligaduras y lo abandon en mitad del desierto, donde muri de hambre y de sed.

    Jorge Luis Borges: El Aleph

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    Una historia en veinticuatro anuncios

    3 de junio.-Caballero culto, joven y honorable desea amistad seorita elegante. Apartado 363. ____________________________________________________________

    3 de junio.-Seorita guapa; elegante; pesando 50 kilos, alma romntica, hara amistad gustosa con caballero joven, honorable y culto. Buen fin. Dirigirse al continental Los Nenes Veloces, a nombre de Diamantina. ____________________________________________________________

    9 de junio.-Diamantina: por qu no acudi a mi cita del jueves? La espero el lunes. Idolatrndola, Melecio. ____________________________________________________________

    15 de julio.-Diamantina: sigo adorndote. El martes, a las cinco. Melecio. ____________________________________________________________

    1 de agosto.-Melecio: cada vez ms violenta por situacin nuestra. Sin embargo, acudir sbado. Diamantina. ____________________________________________________________

    4 de agosto.-Se necesita habitacin del centro de Madrid, en casa familia discreta. No importa precio. Escribir Melecio Marocho. Apartado 363. ____________________________________________________________

    1 de septiembre.-Habitacin discretsima se necesita urgencia, en barrio Argelles. Escribir Melecio Marocho. Apartado 363. ____________________________________________________________

    16 de septiembre.-Necesito urgentemente habitacin en familia discreta, pero de buen genio, a poder ser en barrio de Salamanca. Dirigirse Melecio Marocho. Apartado 363. ____________________________________________________________

    30 de septiembre.-Habitacin, discrecin suma, se precisa para tardes. Bondad y seriedad. Preferible en Prosperidad. Melecio Marocho. Apartado 363. ____________________________________________________________

    5 de octubre.-Dara 200 pesetas a quien me proporcionase cuarto ventilado, casa nueva, bao, de 20 a 30 duros de alquiler. Apartado 363. ____________________________________________________________

    8 de octubre.-Compro con urgencia comedor, alcoba, despacho y cocina con tiles correspondientes. Comprara tambin buenas condiciones mquina Singer. Melecio Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    9 de octubre.-Criada para todo necestase. Y necestase gato joven muy cazador. Melecio Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    20 de octubre.-Criada necesito. Informes buenos. M.Marocho.Viriato,88. ____________________________________________________________

    5 de noviembre.-Se necesita criada no conteste ni se queje continuamente de todo. Se desespera encontrarla as. M.Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    19 de noviembre.-Gratificara a quien presentase gato negro llamado Fif que -a consecuencia discusin- cay balcn a calle sbado ltimo. M.Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    1 de diciembre.-Compro vajilla resistente que no se rompa al ser arrojada al suelo. M.Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    30 de diciembre.-Compro botiqun de urgencia bien provisto. Pagara lo que pidiesen. M.Marocho. Viriato, 88.

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    14 de enero.-Para negocio necesito urgentemente 5.000 pesetas. Garantas. Escribid Melecio Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    1 de febrero.-Necestanse 20.000 pesetas para negocio. Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    15 de febrero.-Prstamo 12.000 pesetas necesito con urgencia. Pagara hasta el 70 por ciento. Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    2 de marzo.-Compro vajilla irrompible y bastn fuerte y nudoso. Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    15 de marzo.-Almoneda rpida -Vendo comedor compuesto de mesa, trinchero, aparador, filtro, seis sillas, lmpara y alfombra, 2.000 pesetas. Despacho compuesto de mesa, dos libreras, dos sillones morris, cuatro sillas, mquina de escribir y lmpara, 3.500 pesetas. Alcoba compuesta de dos camas individuales, armario de tres lunas, tocador, divn, dos silloncitos, lmparas, alfombras, etc., 2.300 pesetas. Tambin vendo menaje de cocina, vajilla de cobre y un gato que atiende por Fif. Melecio Marocho. Viriato, 88. De 4 a 6. ____________________________________________________________

    20 de marzo.-Vendo mquina Singer en buenas condiciones, seminueva. Marocho. Viriato, 88. ____________________________________________________________

    3 de junio.- Estudiante de Medicina! Vendo esqueleto perteneciente sexo femenino, absolutamente completo, aunque con ligera fractura base de crneo, consecuencia golpe bastn. Muy barato. Tambin lo vendo por piezas. Escribid. Melecio Marocho. Apartado 363. ____________________________________________________________

    Enrique Jardiel Poncela: El libro del convaleciente

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    Primer da de vacaciones

    Nadaba yo en el mar y era muy tarde, justo en ese momento en que las luces flotan como brasas de una hoguera rendida y en el agua se queman las preguntas, los silencios extraos. Haba decidido nadar hasta la boya roja, la que se esconde como el sol al otro lado de las barcas. Muy lejos de la orilla, solitario y perdido en el crepsculo, me adentraba en el mar sintiendo la inquietud que me conmueve al adentrarme en un poema o en una noche larga de amor desconocido. Y de pronto la vi sobre las aguas. Una mujer mayor, de cansada belleza y el pelo blanco recogido, se me acerc nadando con brazadas serenas. Pareca venir del horizonte. Al cruzarse conmigo, se detuvo un momento y me mir a los ojos: no he venido a buscarte, no eres t todava. Me despert el tumulto del mercado

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    y el ruido de una moto que cruzaba la calle con desesperacin. Era media maana, el cielo estaba limpio y pareca una bandera viva en el mstil de agosto. Baj a desayunar a la terraza del paseo martimo y contempl el bullicio de la gente, el mar como una balsa, los cuerpos bajo el sol. En el peridico el nombre del ahogado no era el mo.

    Luis Garca Montero

    4 . Indica el tema de los siguientes textos:

    1

    La karaba

    Haba en la feria de Mairena un cobertizo formado por esteras viejas de esparto; la puerta tapada por no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rtulo que deca con letras muy gordas:

    LA KARABA SE VE POR CUATRO CUARTOS

    Atrados por la curiosidad y pensando que iban a ver un animal rarsimo, trado del centro de frica o de regiones o climas ms remotos, hombres mujeres y nios acudan a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba. -Qu diantre de Karaba es sta? -dijo enojado un campesino-.Esta es una mula muy estropeada y vieja. -Pues por eso es la Karaba -dijo el gitano-: porque araba y ya no ara.

    Juan Valera: El pjaro verde

    2

    Al brillar un relmpago nacemos y an dura su fulgor cuando morimos; tan corto es el vivir!

    La gloria y el amor tras que corremos sombras de un sueo son que perseguimos; despertar es morir!

    Gustavo Adolfo Bcquer: Rimas

    3

    El lobo y el perro

    Era un lobo, y estaba tan flaco, que no tena ms que piel y huesos: tan vigilantes andaban los perros de ganado. Encontr a un Mastn, rollizo y lustroso, que se haba extraviado. Acometerlo y destrozarlo es cosa que hubiera hecho de buen grado el seor Lobo; pero el enemigo tena traza de defenderse bien. El Lobo se le acerca, entabla conversacin con l y le felicita por sus

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    buenas carnes. -No estis tan lucido como yo porque no queris, contesta el Perro: dejad el bosque; los vuestros, que en l se guarecen, son unos desdichados, muertos siempre de hambre. Ni un bocado seguro! Seguidme y tendris mejor vida. Contest el Lobo: -Y qu tendr que hacer? -Casi nada, repuso el Perro: acometer a los pordioseros y a los que llevan bastn o garrote ; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan poco como es esto, tendris las sobras de todas las comidas, huesos de pollos y pichones; y algunas caricias, por aadidura. El Lobo, que tal oye, se forja un porvenir de gloria, que le hace llorar de gozo. Camino haciendo, advirti que el Perro tena en el cuello una peladura.- Qu es eso?, preguntle. -Nada. -Cmo nada! -Poca cosa. -Algo ser. -Ser la seal del collar al que estoy atado. -Atado!, exclam el Lobo: pues qu? No vais y vens adonde queris? -No siempre, pero eso qu importa? -importa tanto, que renuncio a vuestra pitanza y renunciara a ese precio al mayor tesoro. Dijo, y ech a correr. An est corriendo.

    Jean de la Fontaine: Fbulas escogidas

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    Cuentan de un sabio que un da Ms pobre y triste que yo? tan pobre y msero estaba, Y cuando el rostro volvi que slo se sustentaba hall la respuesta, viendo de las hierbas que coga. que iba otro sabio cogiendo Habr otro,entre s deca, las hojas que l arroj.

    Pedro Caldern de la Barca: La vida es sueo

    5. Seala las partes de la estructura del contenido de los siguientes textos:

    1

    El bebedor

    El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Esta visita fue muy breve, pero sumi al principito en una gran melancola. -Qu haces ah? -pregunt al bebedor, a quien encontr instalado, en silencio, ante una coleccin de botellas y una coleccin de botellas llenas. -Bebo -respondi el bebedor, con aire lgubre. -Por qu bebes? -le pregunt el principito. -Para olvidar -respondi el bebedor. -Para olvidar qu? -inquiri el principito, que ya le compadeca. -Para olvidar que tengo vergenza -confes el bebedor bajando la cabeza. -Vergenza de qu? -indag el principito, que deseaba socorrerle. -Vergenza de beber! -termin el bebedor, que se encerr definitivamente en el silencio. Y el principito se alej, perplejo. Las personas mayores son decididamente muy pero muy extraas ,se deca a s mismo durante el viaje.

    Antoine de Saint-Exupry: El principito

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    El caracol destroz...

    El caracol destroz la telaraa a la araa

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    y el muy tonto se ri; pero la araa se fue y sac de su entraa casa nueva y se ri. Al caracol le rompi una cada su casa y el sol de julio, una brasa, al caracol sin casa rindose lo abras.

    Miguel de Unamuno: Poesa completa

    3

    Ejemplo del hombre, la mujer, el papagayo y la criada

    Un hombre era celoso de su mujer. Compr un papagayo, metilo en una jaula y lo puso en su casa mandndole que le contase todo cuanto viese hacer a su mujer, y que no le encubriese nada. Despus march a sus quehaceres e inmediatamente entr el amigo de ella. El papagayo vio cuanto ellos hicieron y cuando el hombre bueno vino de su trabajo, se sent -sin que lo supiera su mujer-, mand traer al papagayo y le pregunt lo que haba visto y le cont todo lo que viera hacer a la mujer con su amigo. El hombre se ensa contra ella y no volvi a hablarle ni a tener contacto con ella. La mujer crey que la haba descubierto la criada, la llam y le dijo: -T contaste a mi marido todo cuanto hice. La moza jur que no haba dicho nada: -Sabed que fue el papagayo. Cuando anocheci, la mujer cogi la jaula, la baj en tierra y comenz a echarle agua con una regadera, como si fuera lluvia; tom un espejo en una mano y lo puso sobre la jaula, con la otra mano tom una candela con la cual haca guios de forma que parecan relmpagos; la mujer, adems, comenz a mover un molino casero y el papagayo pens que eran truenos. Ella estuvo haciendo este juego durante toda la noche, hasta que amaneci. Cuando por la maana vino el marido, inmediatamente le pregunt al papagayo: -Viste esta noche alguna cosa? -No pude ver nada con la lluvia, truenos y relmpagos que hubo esta noche. -Si todo cuanto me has dicho de mi mujer es tan verdad como esto, no hay ser ms mentiroso que t. Y lo mand matar. Envi a buscar a su mujer, perdonla e hicieron las paces. Y yo, seor, no te di este ejemplo sino para que sepas los engaos de las mujeres, que son muchos y muy fuertes en artes y no tienen cabo.

    Sendebar, o Libro de los engaos de las mujeres

    6. Secuencia y analiza las partes de los siguientes textos.

    1 Stfano entr en la redaccin de uno de tantos peridicos con sus relatos metidos en una carpeta para enserselos al jefe de la seccin de noticias. Fue un error. -Lo que necesitamos son reporteros, no escritores -le dijo el jefe de la seccin devolvindole la carpeta. Entonces se dirigi a otro peridico, pero esta vez sin los relatos. -Esprate aqu -le dijeron-,y se qued en el peridico. Durante dos meses se dedic nicamente a mirar cmo trabajaban los dems. Salan, volvan, escriban. Pasaban a su lado como si no existiera. Ni siquiera le miraban. Se haban olvidado de l. Oy una sirena y el chirrido de unos neumticos en la esquina del edificio, despus otra y otra ms. Se asom y distingui apenas el coche de bomberos al final de la calle.

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    No se dio cuenta de que estaba sonando el telfono. Se hallaba solo en la redaccin con el jefe de la seccin de noticias. -Contesta,a qu esperas? -Puedo? -Necesitas que te d el permiso? -Era un incendio en un hotel. -Y te quedas ah? -le grit el jefe. En el incendio haban muerto cinco personas, y al cabo de cinco aos todava se senta culpable. Deba su carrera a este suceso. Haba salido en el coche acompaado por el fotgrafo con el corazn a punto de estallarle de miedo. Y tambin de alegra. Era su primer reportaje. No pens en los muertos.

    Roberto Giordina: Una sirena en la noche

    2

    Ved de cun poco valor Decidme, a hermosura, son las cosas tras que andamos la gentil frescura y tez y corremos, de la cara, que, en este mundo traidor, la color y la blancura, aun primero que muramos cuando viene la vejez, las perdemos: cul se para? de ellas deshace la edad, Las maas y ligereza de ellas casos desastrados y la fuerza corporal que acaecen, de juventud de ellas, por su calidad, todo se torna graveza en los ms altos estados cuando llega el arrabal desfallecen. de senectud.

    Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre

    7. Secuencia los siguientes textos y determina su tipo de estructura:

    1

    La coqueta

    Haba una vez una coqueta que tena un pretendiente del cual no poda librarse. l se tomaba en serio sus promesas y declaraciones y no quera dejarla. Se crea hasta sus insinuaciones. Esto la irritaba, porque estorbaba sus buenas relaciones eventuales y los regalos, halagos, lores, cenas y dems que podra obtener de ellas. Finalmente Yvonne insultaba y menta a su pretendiente, Bertrand, y no le daba nada, literalmente; lo que significaba menos cero en comparacin con la nada que daba a otros amigos. Sin embargo, Bertrand no cesaba en sus atenciones porque consideraba que esa conducta era normal y femenina, un exceso de modestia. Lleg a sermonearle y, por una vez en su vida, dijo la verdad. Como l no estaba acostumbrado a la verdad y esperaba falsedades de una mujer bonita, tom sus palabras por incoherencias y continu cortejndola. Yvonne intent envenenarle poniendo arsnico en las tazas de chocolate que tomaba en su casa, pero l se recuper y pens que esto la haca an ms encantadora. Otros hombres aconsejaron a Bertrand. Todos nos hemos divertido con ella, le dijeron, hasta nos la hemos llevado a la cama una o dos veces. T ni siquiera has conseguido eso.Y ella no vale nada! Pero Bertrand pensaba que l era diferente a los ojos de Yvonne, y aunque se daba cuenta de que su perseverancia iba ms all de lo comn, consideraba que esto era una virtud. Yvonne incit a un nuevo pretendiente a matar a Bertrand. Logr la obediencia del nuevo pretendiente prometindole que se casara con l si eliminaba a Bertrand. A Bertrand le dijo lo

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    mismo respecto al otro hombre. El nuevo pretendiente ret a Bertrand a un duelo, fall el primer tiro y luego empez a hablar con su proyectada vctima. (El arma de Bertrand se haba negado rotundamente a disparar.) Descubrieron que ambos haban recibido promesas de matrimonio. Mientras tanto, los dos hombres le haban hecho regalos caros y le haban prestado dinero durante sus pequeas crisis en los ltimos meses. Estaban resentidos, pero no se les ocurra ninguna idea para castigarla. As que decidieron matarla. El nuevo pretendiente fue a verla y le dijo que haba matado al estpido y persistente Bertrand. Entonces Bertrand llam a la puerta. Los dos hombres fingieron una pelea. En realidad, empujaron a Yvonne entre ambos y la mataron de varios golpes en la cabeza. Dieron la versin de que ella intent interponerse y result golpeada accidentalmente. Como el propio juez de la ciudad haba sufrido, siendo objeto de las burlas de sus conciudadanos, a causa de la coquetera de Yvonne, estaba secretamente complacido por su muerte y dej libres a los dos hombres sin ms. Adems, era lo bastante sabio como para comprender que no la habran asesinado si no hubiesen estado ciegamente enamorados de ella...,y ese estado le inspiraba lstima, puesto que ya haba cumplido los sesenta. nicamente la doncella de Yvonne, que siempre haba recibido un buen sueldo y sustanciosas propinas, asisti a su funeral. Incluso su familia detestaba a Yvonne.

    Patricia Highsmith: Pequeos cuentos misginos

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    Una ciudad

    La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geogrficos y al llegar se forma uno un poco de lo. Est compuesta por distintos distritos, sealados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el ms conocido de todos es Manhattan. Le suele corresponder el color amarillo (...) Se trata de una isla en forma de jamn con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park (...) Manhattan es una isla entre dos ros. Las calles que quedan a la derecha de Central Park y corren en sentido horizontal terminan en un ro que se llama el East River, por estar al este, y las de la izquierda en otro: el ro Hudson. Se abrazan uno con otro por abajo y por arriba. El East River tiene varios puentes a cual ms complicado y misterioso, que unen la isla por esa parte con otros barrios de la ciudad, uno de los cuales se llama Brooklyn, como tambin el famoso puente que conduce a l.

    Carmen Martn Gaite: Caperucita en Manhattan

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    A, eme, o, erre

    Amor tiene cuatro letras. Vamos a jugar con ellas. Lo ves? Ya estamos en Roma. Por todas partes se va. Por todas partes se llega. El viaje Amor-Roma-Amor, con billete de ida y vuelta. Y ahora, a jugar a los dados. Alea jacta est.Espera. Qu lees? Ramo. Qu escuchas? El ruiseor, que se queja de amor que en el ramo canta, de amor que en el ramo mora. Otra vez los dados vuelan por el aire. Y cae Omar, un prncipe de leyenda. Amor de Omar? Falta ella. Arriba los dados.Mora. Amor de Omar a la mora,

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    amor de la mora a Omar. Siempre armo un juego de amor que der ramo y que de mora. Y vienen y van las letras buscando ese amor o mar.

    Gerardo Diego

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    Era una noche oscura y tormentosa, y el capitn del barco estaba en el puente, y dijo al primer oficial: -Cuntanos un cuento. Y el primero oficial comenz: -Era una noche oscura y tormentosa, y el capitn del barco estaba en el puente y dijo al primer oficial: -Cuntanos un cuento. Y el primer oficial comenz: -Era una noche...

    Cuentos populares ingleses

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    Dactilgrafo

    Montevideo, quince de noviembre de mil novecientos cincuenta y cinco Montevideo era verde en mi infancia absolutamente verde y con tranvas muy seor nuestro por la presente yo tuve un libro del que poda leer veinticinco centmetros por noche y despus del libro la noche se espesaba y yo quera pensar cmo sera eso de no ser de caer como piedra en el pozo comunicamos a usted que en esta fecha hemos efectuado, por su cuenta quin era, ah s mi madre se acercaba y prenda la luz y no te asustes y despus la apagaba antes que me durmiera el pago de trescientos doce pesos a la firma Menndez & Solari y slo vea sombras como caballos y elefantes y monstruos casi hombres y sin embargo aquello era mejor que pensarme sin la savia del miedo desaparecido como se acostumbra en un todo de acuerdo con sus rdenes de fecha de siete del corriente era tan diferente era verde absolutamente verde y con tranvas y qu optimismo tener la ventanilla sentirse dueo de la calle que baja jugar con los nmeros de las puertas cerradas y apostar consigo mismo en trminos severos

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    rogmosle acusar recibo lo antes posible si terminaba en cuatro en trece o diecisiete era que iba a rer o a perderme o a morirme de esta comunicacin a fin de que podamos y hacerme tan slo una trampa por calle registrarlo en su cuenta corriente absolutamente y con tranvas y el Prado con camino de hojas secas y el olor a eucaliptos y a temprano saludamos a usted atentamente y desde all los aos y quin sabe.

    Mario Benedetti: Poemas de la oficina

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    En el bosque

    DECLARACIN DEL LEADOR INTERROGADO POR EL OFICIAL DE INVESTIGACIN

    Yo confirmo, seor oficial, mi declaracin. Fui yo el que descubri el cadver. Esta maana, como lo hago siempre, fui al otro lado de la montaa para cortar abetos. El cadver estaba en un bosque al pie de la montaa.El lugar exacto? A cuatro o cinco cho, me parece, del camino del apeadero de Yamashima. Es un paraje silvestre, donde crecen el bamb y algunas conferas raquticas. El muerto estaba tirado de espaldas. Vesta ropa de cazador de color celeste y llevaba un eboshi de color gris, al estilo de la capital. Slo se vea una herida en el cuerpo, pero era una herida profunda en la parte superior del pecho. Las hojas secas de bamb cadas en su alrededor estaban como teidas de suho. No, ya no corra sangre de la herida, cuyos bordes parecan secos y sobre la cual, bien lo recuerdo, estaba tan agarrado un gran tbano que ni siquiera escuch que yo me acercaba. Si encontr una espada o algo ajeno? No. Absolutamente nada. Solamente encontr, al pie de un abeto vecino, una cuerda, y tambin un peine. Eso es todo lo que encontr alrededor, pero las hierbas y las hojas muertas de bamb estaban holladas en todos los sentidos; la vctima, antes de ser asesinada, debi oponer fuerte resistencia.Si no observ un caballo? No, seor oficial. No es ese un lugar al que pueda llegar un caballo. Una infranqueable espesura separa ese paraje de la carretera.

    DECLARACIN DE UNA ANCIANA INTERROGADA POR EL OFICIAL DE INVESTIGACIN

    S, es el cadver de mi yerno. l no era de la capital; era funcionario del gobierno de la provincia de Wakasa. Se llamaba Takehiro Kanazawa. Tena veintisis aos. No. Era un hombre de buen carcter, no poda tener enemigos. Mi hija? Se llama Masago. Tiene diecinueve aos. Es una muchacha valiente, tan intrpida como un hombre. No conoci a otro hombre que a Takehiro. Tiene el cutis moreno y un lunar cerca del ngulo externo del ojo izquierdo. Su rostro es pequeo y ovalado. Takehiro haba partido ayer con mi hija hacia Wakasa. Quin iba a imaginar que lo esperaba este destino!Dnde est mi hija? Debo resignarme a aceptar la suerte corrida por su marido, pero no puedo evitar sentirme inquieta por la de ella. Se lo suplica una pobre anciana: investigue, seor oficial, se lo ruego, qu fue de mi hija, aunque tenga que arrancar hierba por hierba para encontrarla. Y ese bandolero...Cmo se llama? Ah s, Tajomaru! Lo odio! No solamente mat a mi yerno sino que... (Los sollozos ahogaron sus palabras.)

  • 11

    CONFESIN DE TAJOMARU

    S, yo mat a ese hombre. Pero no a la mujer.Que dnde est ella entonces? Yo no s nada.Qu quieren de m? Escuchen! Ustedes no podrn arrancarme por medio de toruturas, por muy atroces que fueran, lo que ignoro. Y como nada tengo que perder, nada oculto. Ayer, pasado el medioda, encontr a la pareja. El velo agitado por un golpe de viento descubri el rostro de la mujer. S ,slo por un instante...Un segundo despus ya no lo vea. La brevedad de esta visin fue causa, tal vez, de que esa cara me pareciese tan hermosa. Repentinamente, decid apoderarme de la mujer, aunque tuviese que matar a su acompaante. Qu? Matar aun hombre no es una cosa tan importante como ustedes creen. El rapto de una mujer implica necesariamente la muerte de su compaero. Yo solamente mato mediante el sable que llevo en mi cintura, mientras que vosotros matis por medio del poder, del dinero y hasta de una palabra aparentemente benvola. Cuando matis vosotros la sangre no corre, la vctima contina viviendo. Pero no la habis matado menos! Desde el punto de vista de la gravedad de la falta, me pregunto quin es ms criminal. (Sonrisa irnica.) Pero mucho mejor es tener a la mujer sin matar al hombre. Mi humor del momento me indujo a tratar de hacerme de la mujer sin atentar, en lo posible, contra la vida del hombre. Sin embargo, como no poda hacerlo en el concurrido camino a Yamashina, me arregl para llevar a la pareja a la montaa. Result muy fcil. Hacindome pasar por otro viajero, les cont que all, en la montaa, haba una vieja tumba, y que en ella yo haba descubierto gran cantidad de espejos y de sables. Para ocultarlos de la mirada de los envidiosos los haba enterrado en un bosque al pie de la montaa. Yo buscaba un comprador para ese tesoro, que ofreca a precio vil. El hombre se interes vivamente por la historia... Luego...Es terrible la avaricia! Antes de media hora, la pareja haba tomado conmigo el camino de la montaa. Cuando llegamos ante el bosque, dije a la pareja que los tesoros estaban enterrados all, y les ped que me siguieran para verlos. Enceguecido por la codicia, el hombre no encontr motivos para dudar, mientras la mujer prefiri esperara montada en el caballo. Comprend muy bien su reaccin ante la cerrada espesura; era precisamente la actitud que yo esperaba. De modo que, dejando sola a la mujer, penetr en el bosque seguido por el hombre. Al comienzo slo haba bambes. Despus de marchar durante un rato, llegamos a un pequeo claro junto al cual se alzaban unos abetos...Era el lugar ideal para poner en prctica mi plan. Abrindome paso entre la maleza, lo enga dicindole con aire sincero que los tesoros estaban bajo esos abetos. El hombre se dirigi sin vacilar un instante hacia esos rboles enclenques. Los bambes iban raleando, y llegamos al pequeo claro. Y apenas llegamos, me lanc sobre l y lo derrib. Era un hombre armado y pareca robusto, pero no esperaba ser atacado. En un abrir y cerrar de ojos estuvo atado al pie de un abeto.La cuerda? Soy ladrn, siempre llevo una atada a mi cintura, para saltar un cerco, o cosas por el estilo. Para impedirle gritar, tuve que llenarle la boca de hojas secas de bamb. Cuando lo tuve bien atado, regres en busca de la mujer, y le dije que viniera conmigo, con el pretexto de que su marido haba sufrido un ataque de alguna enfermedad. De ms est decir que me crey. Se intern en el bosque tomada de mi mano. Pero cuando advirti al hombre atado al pie del abeto, extrajo un pual que haba escondido, no s cundo, entre su ropa. Nunca vi una mujer tan intrpida. La menor distraccin me habra costado la vida; me hubiera clavado el pual en el vientre. Aun reaccionando con presteza fue difcil para m eludir tan furioso ataque. Pero por algo soy el famoso Tajomaru: consegu desarmarla, sin tener que usar mi arma. Y desarmada, por inflexible que se haya mostrado, nada poda hacer. Obtuve lo que quera sin cometer un asesinato. S, sin cometer un asesinato: yo no tena motivo alguna para matar a ese hombre. Ya estaba popr abandonar el bosque, dejando a la mujer baada en lgrimas, cuando ella se arroj a mis brazos como una loca. Y la escuch decir que ella deseaba mi muerte o la de su marido, que no poda soportar la vergenza ante dos hombres vivos, que eso era peor que la muerte. Esto no era todo: ella se unira al que sobreviviera, agreg jadeando. En aquel momento, sent el violento deseo de matar a aquel hombre. (Una oscura emocin produjo en Tajomaru un escalofro.) Al escuchar lo que les cuento pueden ustedes creer que soy un hombre ms cruel que ustedes. Pero ustedes no vieron la cara de esa mujer; no vieron, especialmente, el fuego que brillaba en sus ojos cuando me lo suplic. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sent el deseo de que fuera mi mujer, aunque el cielo me fulminara. Y no fue, lo juro,a causa de la lascivia vil y licenciosa que ustedes pueden imaginar. Si en aquel momento decisivo yo me hubiera guiado

  • 12

    slo por el instinto, me habra alejado despus de deshacerme de ella con un puntapi. Y no habra manchado mi espada con la sangre de ese hombre. Pero entonces, cuando mir a la mujer en la penumbra del bosque, decid no abandonar el lugar sin haber matado a su marido. Pero aunque haba tomado esa decisin, yo no iba a matar a un hombre indefenso. Desat la cuerda y lo desafi. (Ustedes habrn encontrado esa cuerda al pie del abeto, yo olvid llevrmela.)Hecho una furia, el hombre desenvain su espada y, sin decir palabra alguna, se precipit sobre m. No hay nada que contar, ya conocen el resultado. En el vigsimo tercer asalto mi espada le perfor el pecho.En el vigsimo tercer asalto! Sent admiracin por l, nadie me haba resistido ms de veinte... (Sereno suspiro.) Mientras el hombre se desangraba, me volva hacia la mujer, empuando todava el arma ensangrentada. Haba desaparecido!Para qu lado haba tomado? La busqu entre los abetos. El suelo cubierto de hojas secas de bamb no ofreca rastros. Mi odo no percibi otro sonido que el de los estertores del hombre que agonizaba. Tal vez al comenzar el combate la mujer haba huido a travs del bosque en busca de socorro. Ahora ustedes deben tener en cuenta que lo que estaba en juego era mi vida: apoderndome de las armas del muerto retom el camino hacia la carretera. Qu sucedi despus? No vale la pena contarlo. Dir apenas que antes de entrar en la capital vend la espada. Tarde o temprano sera colgado, siempre lo supe. Condnenme a morir. (Gesto de arrogancia.)

    CONFESIN DE UNA MUJER QUE FUE AL TEMPLO DE KIYOMIZU

    Despus de violarme, el hombre del kimono azul mir burlonamente a mi esposo, que estaba atado.Oh, cunto odio debi sentir mi esposo! Pero sus contorsiones no hacan ms que clavar en su carne la cuerda que lo sujetaba. Instintivamente corr, mejor dicho, quise correr hacia l. Pero el bandido no me dio tiempo, y arrojndome un puntapi, me hizo caer. En ese instante vi un extrao resplandor en los ojos de mi marido...un resplandor verdaderamente extrao...Cada vez que pienso en esa mirada, me estremezco. Imposibilitado de hablar, mi esposo expresaba por medio de sus ojos lo que senta. Y eso que destellaba en sus ojos no era clera ni tristeza. No era otra cosa que un fro desprecio hacia m. Ms anonadada por ese sentimiento que por el golpe del bandido, grit alguna cosa y ca desvanecida. No s cunto tiempo transcurri hasta que recuper la conciencia. El bandido haba desaparecido, y mi marido segua atado al pie del abeto. Incorporndome penosamente sobre las hojas secas, mir a mi esposo: su expresin era la misma de antes: una mezcla de desprecio y de odio glacial.Vergenza?Tristeza?Furia? Cmo calificar lo que sent en ese momento? Termin de incorporarme, vacilante, me aproxim a mi marido, y le dije: -Takehiro, despus de lo que he sufrido y en esta situacin horrible en que me encuentro, ya no podr seguir contigo. No me queda otra cosa que matarme aqu mismo. Pero tambin exijo tu muerte. Has sido testigo de mi vergenza. No puedo permitir que me sobrevivas. Se lo dije gritando. Pero l, inmvil, segua mirndome como antes, despectivamente. Conteniendo los latidos de mi corazn, busqu la espada de mi esposo. El bandido debi llevrsela, porque no pude encontrarla entre la maleza. El arco y las flechas tampoco estaban. Por casualidad, encontr cerca mi pual. Lo tom, y levantndolo sobre Takehiro, repet: -Te pido tu vida. Yo te seguir. Entonces, por fin movi los labios. Las hojas secas de bamb que le llenaban la boca le impedan hacerse escuchar. Pero un movimiento de sus labios casi imperceptible me dio a entender lo que deseaba. Sin dejar de despreciarme, me estaba diciendo:Mtame. Semiinconsciente, hund el pual en su pecho, a travs de su kimono. Y volva a caer desvanecida. Cuando despert, mir a mi alrededor. Mi marido, siempre atado, estaba muerto desde haca tiempo. Sobre su rostro lvido, los rayos del sol poniente, atravesando los bambes que se entremezclaban con las ramas de los abetos, acariciaban su cadver. Despus... qu me pas? No tengo fuerzas para contarlo. No logr matarme. Apliqu el cuchillo contra mi garganta, me arroj a una laguna en el valle...Todo lo prob! Pero, puesto que sigo con vida, no tengo ningn motivo para jactarme. (Triste sonrisa.)Yo, una mujer que mat a su esposo, que fue violada por una bandido...qu podra hacer. Aunque yo...yo... (Estalla en sollozos.)

  • 13

    LO QUE NARR EL ESPRITU POR LABIOS DE UNA BRUJA

    El salteador, una vez logrado su fin, se sent junto a mi mujer y trat de consolarla por todos los medios. Naturalmente, a m me resultaba imposible decir nada; estaba atado al pie del abeto. Pero la miraba a ella significativamente, tratando de decirle:No le escuches, todo lo que dice es mentira.Eso es lo que yo quera hacerle comprender. Pero ella, sentada lnguidamente sobre las hojas muertas de bamb, miraba con fijeza sus rodillas. Daba la impresin de que prestaba odos a lo que deca el bandido. l menos, eso es lo que me pareca a m. El bandido, por su parte, escoga las palabras con habilidad. Me sent torturado y enceguecido por los celos. l le deca:Ahora que tu cuerpo fue mancillado tu marido no querr saber nada de ti. No quieres ser mi esposa? Fue a causa del amor que me inspiraste que yo actu de esta manera.Y repeta una y otra vez semejantes argumentos. Ante tal discurso, mi mujer alz la cabeza como extasiada. Yo mismo nunca la haba visto con expresin tan bella .Y qu piensan ustedes que mi tan bella mujer respondi al ladrn delante de su marido maniatado? Le dijo:Llvame donde quieras. (Aqu, un largo silencio.) Pero la traicin de mi mujer fue an mayor.Si no fuera por esto, yo no sufrira tanto en la negrura de esta noche! Cuando, tomada de la mano del bandolero, estaba a punto de abandonar el lugar, se dirigi a m con el rostro plido, y sealndome con el dedo a m, que estaba atado al pie del rbol, dijo: Mata a ese hombre!Si queda vivo no podr vivir contigo!.Y grit una y otra vez como una loca:Mtalo!Acaba con l!. Estas palabras, sonando a coro, me siguen persiguiendo en la eternidad. Acaso pudo salir alguna vez de labios humanos una expresin de deseos tan horrible?Escuch o ha odo alguno palabras tan malignas? Palabras que... (Se interrumpe, riendo extraamente.) Al escucharlas, hasta el bandido empalideci. Acaba con este hombre!. Repitiendo esto, mi mujer se aferraba a su brazo. El bandido, mirndola fijamente, no le contest. Y de inmediato la arroj de una patada sobre las hojas secas. (Estalla otra vez en carcajadas.)Y mientras se cruzaba lentamente de brazos, el bandido me pregunt:Qu quieres que haga?Quieres que la mate o que la perdone? No tienes que hacer otra cosa que mover la cabeza: quieres que la mate?.... Solamente por esta actitud, yo habra perdonado a ese hombre. (Silencio.) Mientras yo vacilaba, mi esposa grit y se escap, internndose en el bosque. El hombre, sin perder un segundo, se lanz tras ella sin poder alcanzarla. Yo contemplaba inmvil esa pesadilla. Cuando mi mujer escap, el bandido se apoder de mis armas y cort la cuerda que me sujetaba en un solo punto. Y mientras desapareca en el bosque pude escuchar que murmuraba:Esta vez me toca a m.Tras su desaparicin. Todo volvi a la calma. Pero no. Alguien llora?,me pregunt. Mientras me liberaba, prest atencin: eran mis propios sollozos los que haba odo. (La voz calla, por tercera vez, haciendo una larga pausa.) Por fin, bajo el abeto, liber completamente mi cuerpo dolorido. Delante mo reluca el pual que mi esposa haba dejado caer. Asindolo, lo clav de un golpe en mi pecho. Sent un borbotn acre y tibio subir por mi garganta, pero nada me doli. medida que mi pecho se entumeca, el silencio se profundizaba.Ah, ese silencio! Ni siquiera cantaba un pjaro en el cielo de aquel bosque. Slo caa, a travs de los bambes y los abetos, un ltimo rayo del sol que desapareca...Luego ya no vi bambes ni abetos. Tendido en tierra, fui envuelto por un denso silencio. En aquel momento, unos pasos furtivos se me acercaron. Trat de volver la cabeza, pero ya me envolva una difusa oscuridad. Una mano invisible retiraba dulcemente el pual de mi pecho. La sangre volvi a llenarme la boca. Ese fue el fin. Me hund en la noche eterna para no regresar...

    Ryunosuke Akutagawa: En el bosque

  • 14

    8. Cul de los siguientes relatos tiene estructura tradicional y cul no?

    1

    Los deseos ridculos

    rase una vez un pobre leador que estaba harto de la vida tan penosa que llevaba y sola decir que tena ganas de ir a reposar a los bordes del Aqueronte; porque vea que, en su profundo dolor, jams el Cielo cruel no haba querido concederle ni uno de sus deseos. Un da que se quejaba en el bosque, Jpiter, con el rayo en la mano, se le apareci; difcilmente podra pintar el miedo que sobrecogi al buen hombre. -No quiero nada -exclam, arrojndose al suelo-;no deseo nada, ni truenos ni nada. -Deja de temblar -le dijo Jpiter-; vengo compadecido de tus quejas, para demostrarte que eres injusto en ellas. Yo te prometo, yo, que soy el dueo soberano del mundo entero, atender plenamente tus tres primeros deseos, los primeros que quieras formular sobre cualquier cosa. Mira bien lo que pueda satisfacerte, y como tu felicidad depende de tus votos, pinsalo bien antes de formular tus deseos. Diciendo estas palabras, Jpiter ascendi a los cielos, y el leador, muy contento, echndose el haz de lea a la espalda, emprendi camino de regreso. Nunca le pareci la carga menos pesada. -No hay que obrar a la ligera -deca trotando-.El caso es importante; hay que pedir consejo a la parienta. Cuando entr bajo el techo de la cabaa con su carga, le dijo: -Fanchon, hagamos un buen fuego y una buena comida; somos muy ricos. Y slo necesitamos formular nuestros deseos. Y all, punto por punto, le cuenta todo lo sucedido. Al or su relato, la esposa concibe mil proyectos en su mente, pero considerando la importancia de obrar con prudencia, le dice a su esposo: -Blas, esposo mo, para no cometer una tontera debido a nuestra impaciencia, examinemos juntos lo que nos conviene hacer en una situacin as. Dejemos para maana nuestro primer deseo y consultemos con la almohada., -Estoy de acuerdo -dice el buen Blas-. Anda, vete y trae vino aejo. Cuando volvi con l, bebi y, saboreando cmodamente, cerca del fuego, aquel dulce reposo, dijo apoyndose en el respaldo de su silla: -Con estas brasas tan buenas, qu bien vendra una vara de morcilla! Apenas acab de pronunciar estas palabras, y su mujer, muy asombrada, vio una larga morcilla que, saliendo de una esquina de la chimenea, se aproximaba a ella serpenteando. Al instante lanz un grito: juzgando que esta aventura tena por causa el deseo que, por pura torpeza, haba formulado el imprudente de su marido, no hubo injuria ni improperio que, hecha una furia, no dijera a su pobre marido. -Cuando se podra obtener un Imperio, oros, perlas, rubes, diamantes, vestidos! Y no se te ocurre pedir ms que una morcilla? -Bueno, me he equivocado -dijo-.Mi eleccin ha sido desacertada. He cometido una gran falta: lo har mejor la prxima vez. -Bueno, bueno -repuso ella-.Esprame sentado.Se necesita ser un animal para formular ese deseo! El esposo, llevado de la clera, grit: -Maldita sea la morcilla! Quiera Dios que se te quede colgada de la nariz! Esta splica, al instante, fue escuchada por el Cielo y, apenas el marido profiri sus palabras, la vara de morcilla se qued pegada a su nariz. Este prodigio imprevisto irrit muchsimo a Fanchon. Fanchon era bonita, muy graciosa,y a decir verdad este adorno en su nariz no haca buen efecto, salvo que al colgarle sobre la boca le impeda hablar, lo cual era una ventaja para su esposo, tan grande que en aquel feliz momento pens no desear nada ms. Ya podra-pensaba para sus adentros-, despus de una desgracia tan horrible, con el deseo que me queda, convertirme de una vez en Rey. Desde luego, nada iguala la grandeza soberana, pero hay que pensar qu tristeza tendra la Reina cuando, al sentarse en su trono, se viera con la nariz ms larga que una vara. Voy a ver qu dice y que decida ella si prefiere convertirse en una gran Princesa y conservar esa horrible nariz o quedarse de simple leadora con la nariz corriente, como las dems personas, tal como la tena antes de la desgracia.

  • 15

    Al fin, a cosa bien examinada, aun sabiendo el poder que proporciona el cetro y que cuando se est coronada siempre se tiene la nariz bien hecha, ella prefiri conservar su cofia antes que hacerse Reina y ser fea. As pues, el leador no cambi de estado, no se convirti en un potentado, no llen su bolsa de escudos, pero fue feliz de emplear el deseo que le quedaba para volver a su mujer a su primitivo estado. Qu cierto es que los hombres miserables, ciegos, imprudentes y variables no deben formular deseo alguno, y qu pocos hay entre ellos capaces de hacer buen uso de los dones que Dios les ha concedido.

    Charles Perrault: Los deseos ridculos

    2

    El cuento ms corto jams escrito

    El ltimo hombre del mundo est en su habitacin. Llaman a la puerta.

    Frederic Brown

    9. Determina el tipo de estructura, segn el desarrollo de la accin, de los siguientes textos:

    1

    Gol

    Deba de faltar poco ms de un minuto para que el rbitro sealara el final de la prrroga, y el cero a cero en marcador segua negndole al equipo del viejo Panocha los puntos que necesitaba para ascender automticamente a Primera Divisin: fue entonces cuando la pelota, despejada de un patadn por alguno de sus compaeros y como llovida del cielo -nunca mejor dicho, porque estaba diluviando-,vino a caer en el fango que ocultaba las lneas del campo, justo en las cercanas de la que lo parta por la mitad, un territorio en el que Panocha vivaqueba desde haca un par de temporadas con el permiso del entrenador: cada vez que, obligado por las lesiones o por las tarjetas, lo levantaba del banquillo, junto a la orden de quitarse el chndal el mster le conceda tcitamente la autorizacin para quedarse all arriba:Salga, Panocha. No le pido que corra, slo le ruego que no se me siente,eso le deca aquel cantamaanas convencido de que no exista ninguna diferencia entre la pizarra y es csped y de que los goles los meta l desde la banda con sus mocasines italianos. Pero Panocha no poda negar -al contrario, lo asuma- que si bajaba a defender su puerta luego no tena resuello para subir a atacar la contraria, y l era -o haba sido- eso que se llama un goleador nato. Todo lo que tengo que hacer -pens Panocha, ya con el baln en los pies- es levantarlo, llevarlo hasta la puerta contraria, esperar la salida del portero, dejarlo tirado en un regate, y cuando esos comemierdas de las gradas empiecen a cantar gol, hacerles un corte de mangas o, mejor, ensearles los huevos, y echar la pelota fuera con la patada de Charlot. Mir hacia atrs para calcular sus posibilidades de xito: aunque los tacos se les quedaban clavados en el lodo, los jugadores rivales -todava ante la portera del equipo de Panocha, a la que haban acudido para rematar un saque de esquina- no se iban a quedar mirando cmo l avanzaba hacia la de ellos, custodiada nicamente por el portero, y seguro que de alcanzarlo lo zancadillearan sin ningn miramiento, a quin le iba a importar una tarjeta ms o menos en el ltimo partido de la temporada y con la prrroga dando las ltimas boqueadas? Luego estaban sus propios compaeros, para quienes Panocha era un prescindible suplente sin ninguna autoridad: seguro que haba ms de un titular dispuesto a echar el bofe por la boca para llegar a su altura y exigirle que le cediera el honor y la gloria -con el consiguiente aumento de la ficha- de marcar aquel gol de oro.

  • 16

    Mal nacidos. Pero a m no me estropean el pasodoble, por la gloria de mi madre, pobrecita, con lo que pudo llorar aquella santa cada vez que volva a casa con los zapatos rotos y las canillas llenas de cardenales. Y all venan, dos, tres, cuatro y hasta seis de aquellos mal nacidos, inidentificables bajo la capa de barro que ocultaba sus rostros, sus nmeros y hasta el color de sus camisetas, decididos a estropearle el pasodoble. Pero Panocha llevaba en el campo cinco minutos escasos, el entrenador lo haba sacado con vistas a las tandas de penaltis -a baln parado prefera las serenidad del veterano a los nervios de los canteranos- y mientras que l conservaba impolutos el pantaln y la camiseta e intactas sus reservas fsicas -que no eran muchas, cierto, pero que deban bastarle para llevar a cabo su proeza-,a los dems les pesaba en las piernas el cansancio acumulado a lo largo de las dos horas de partido, un encuentro que haba salido bronco, prdigo en choques fsicos, sin otras vas de solucin que el patadn y tente tieso. Venga, Panochita, pica el pelotn y vamos a ajustarle las cuentas al ftbol y a la vida, que as se las ponan a fernandosptimo. Y lo pic, con la puntera de la bota izquierda, que era la buena, saboreando ya su venganza. Qu estupidez, degustarla fra, mejor paladearla ardiendo, se iban a enterar de quin era Panocha directivos, entrenadores, jugadores, periodistas, hinchas, aficionados y miserables en general que lo haban utilizado, cada uno para sus propios fines, durante la tira de aos que llevaba en el club, primero como promesa sin otra compensacin que el placer de jugar, luego como figura esclavizada y mal pagada, al final como artrsico ejemplar de una especie a extinguir, estafado por los presidentes, humillado por los msteres, ninguneado por los compaeros, despreciado por los crticos, ridiculizado por el pblico, puteado por su propia mujer; porque la desgraciada, apenas intuy el comienzo de su ocaso, se larg a Los ngeles con un alero de baloncesto a poco de conocerlo en la fiesta que sigui a la concesin de unos premios al juego limpio. Al ferplei, como decan los mamones de la federacin. Y yo, mientras aquel negro lleno de dientes me la bailaba,y cmo bailaba el to, con lo alto que era, que la cabeza de Paquita le quedaba a la altura del ombligo cuando la abrazaba para bailar agarrados, y yo all, en el borde de la piscina, bajito y escayolado, con el tendn de Aquiles hecho cisco tras una alevosa patada que me sacudieron por detrs.Toma ferplei, Panochita! El punterazo haba desplazado el baln una veintena de metros, y ahora le esperaba amarado en un enorme charco. Pareca recin salido de una lavandera, y sin embargo, al darle la ltima patada, Panocha -que ya acezaba como un bulldog subiendo unas escaleras -lo sinti ms pesado que en la primera, cosa verdaderamente extraa, pues en la primera, a pesar de estar rebozado en barro y con alguna pella de csped pegada a sus costuras, lo haba encontrado ms liviano y manejable que nunca, y en cambio ahora, aunque estaba limpio como una patena, tuvo la impresin de que pesaba lo que una sanda de tres o cuatro kilos. Y la imagen de la sanda le hizo sentir una sed de beduino, una sed que le oblig a levantar la cabeza y, sin dejar de correr, abrir la boca para beberse a tragos la lluvia. Como si pesa una arroba. La directiva, los accionistas, la marca patrocinadora, el nuevo entrenador y la madre que los pari se van a quedar con las ganas de echarme, que es lo primero que haran de subir a Primera, darme la libertad, como dicen ellos. A buenas horas, mangas verdes, la libertad me la debieron dar diez aos atrs, cuando marcaba quince goles por temporada y el Madrid se interes por m. Esta vez el esfrico -el esfrico, eso tambin lo decan ellos- haba recorrido una docena de metros, y Panocha lo alcanz cuando empezaba a or, todava lejanos, los gritos del nueve, aquel turco en quien ahora tena la aficin puestas todas sus esperanzas y complacencias, y al que reconoci por el acento: -Pasa pelota, pasa pelota! Esta apaado: a menos de veinte metros de la puerta enemiga y con el indefenso portero como nico obstculo, Panocha no le habra cedido el baln ni por un carro de azafrn -que segn su abuela era lo que ms vala en el mundo- ni al iluso turco ni al mismsimo Maradona en la plenitud de sus facultades. Y superando el terrible ahoguo que amenazaba con asfixiarlo, le dio la tercera patada a la puetera sanda -su peso deba de andar ahora por los diez o doce kilos, y su corazn, por los doscientos o trescientos latidos por minuto- y reemprendi la carrera convencido de que iba a reventar de un momento a otro. Tengo que llegar. Porque como llegue a la lnea de meta y eche fuera el baln, la moral del equipo se va a quedar hecha una braga, los que lancen los penaltis los fallarn todos, y los tos de la directiva, que cuando ganamos presumen de cargo fumando Montecristos en la

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    televisin, esta noche tendrn que quedarse en casa llorando lgrimas de sangre. Que se jodan: eso les pasa por no haberme traspasado al Madrid. Slo Panocha saba todo lo que so a cuenta del Madrid y de Madrid: l ya haba jugado en el Bernabu contra el Castilla sin sentirse intimidado por su gradero: la conquista de la ciudad empezaba por exigir en el contrato un chal en una buena zona residencial y el ltimo modelo de BMW, que era un coche que le gustaba mucho; hasta se compr un plano para marcar con rotulador el itinerario de Majadahonda a Chamartn, y a todo el que iba a la capital del reino le peda que le trajera la Gua del Ocio, para estar al tanto de las cosas. Pero los mangantes de su club lo engaaron: segn ellos, un ojeador italiano se haba puesto en contacto con el Presidente, Panochita no deba precipitarse, la Liga italiana era la mejor del mundo, cmo se iba a perder la dolce vita por ir a los sanisidros, donde estuvieran los espaguetis que se quitara el cocido madrileo, y en cuanto a las tas -que era lo ms importante-,iba a comparar a las espaolas con las italianas? Y as, cuando aquella entrada criminal me dej sin meniscos ni ligamentos y me pas un ao en rehabilitacin, ni dolce vita, ni sanisidros, ni espaguetis, ni cocido madrileo, ni pollas en vinagre. De la cal que marcaba los lmites del rea enemiga no quedaban rastros, pero Panocha, tras calcular que el baln se haba clavado en el barrizal a la altura del ngulo derecho, con una mirada hacia atrs se cercior de que sus perseguidores no tenan ninguna posibilidad de impedirle llevar a cabo lo que se propona, y con las manos apoyadas en los muslos y el cuerpo echado hacia adelante dedic unos segundos a regularizar el resuello; poda haber mandado ya la pelota a la grada de un volen, pero aquello hubiera sido una chapuza. No, lo bueno era burlar al portero, y solo ya ante los tres palos, cortar de raz el goooooool! de la hinchada tirando la bolita fuera en lugar de meterla dentro. Cabrones. Antes no me dejaban pagar en los bares y ahora desvan la mirada para no hablarme. Fulanos que entonces me ofrecan a sus hermanas, a sus novias y hasta a sus mujeres, hoy levantan el ndice y el meique para llamarme cornudo a mis espaldas. Haba dejado de llover. La boca le saba a cuchillo de cocina. Meti la puntera de la bota, siempre la izquierda, bajo la pelota, y la impuls adelante un par de metros para cebar al portero, mientras volva a or la voz del turco, que, habituado a llamar a todo cristo en su macarrnico italiano, se desgaitaba todava a la altura de la lnea media rival, encabezando el tropel de perseguidores: -Undichi, undichi, dame la pelota, puta madre! Porque eso s, las expresiones malsonantes, como deca el presidente del club -un meapilas de mucho cuidado que pretenda hacerles rezar el rosario en las concentraciones- era lo primero que aprendan los extranjeros. El sombrero le sali perfecto, y el portero, en su afn de revolverse, patin y al perder pie qued con la cara incrustada en el fango. Panocha, con todo el sosiego que le permita su disnea, avanz hacia la puerta contraria acompaado por los rugidos del pblico, y cuando estuvo a tres metros de la lnea de meta se volvi hacia el palco presidencial en particular y hacia la aficin en general, extendi su brazo derecho, con la mano izquierda se dio un golpe seco en el bceps, y empin el antebrazo contra el cielo; despus, con mucha calma, elev la pelota a la altura de su cadera, y con un displicente golpe de tacn la ech fuera justo en el instante en que se vena encima el montn de gente que haba atravesado el campo persiguindole: -Goooooooool! El grito del pblico pill al viejo y feliz Panocha de espaldas a la puerta. Cuando se volvi, perplejo, y vio el jodido esfrico entre las mallas, ni siquiera pudo descargar su rabia en blasfemia, porque sus compaeros le cayeron encima para abrazarlo y besuquearlo. Qu malo eres, Panochita -se dijo, rompiendo a llorar. Pero mientras caa al suelo, aplastado por aquella masa de carne sudada y gozosa, en las gradas se alz un himno: -Panocha, Panocha, Panocha es cojonudo, como Panocha no hay ninguno! Y sin dejar de llorar, el viejo Panocha, Panochita, empez a derretirse...

    Rafael Azcona

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    El rescate de Jefe Rojo

    Estbamos en el Sur, en Alabama -Bill y yo- cuando se nos ocurri esa idea del secuestro. Se nos ocurri, como lo expres ms tarde Bill,en un momento de alucinacin,pero slo lo descubrimos ms tarde. Haba all un pueblo, romo como una torta y que naturalmente se llamaba Summit. Contena habitantes del tipo de campesinado ms inofensivo y satisfecho de s mismo. Bill y yo tenamos un capital de uno seiscientos dlares, y slo necesitbamos dos mil ms para hacer un negocio fraudulento con unos terrenos en Western Illinois. Conversamos sobre el asunto en la escalinata del hotel. Un proyecto de secuestro deba ser ms realizable all que en el radio de los peridicos que envan reporteros para provocar conversaciones sobre esos temas. Nosotros sabamos que en el pueblo de Summit slo podan perseguirnos unos policas rurales y quiz unos melanclicos sabuesos y un par de diatribas en El Presupuesto Semanal del Granjero.De modo que aquello tena buenas perspectivas. Elegimos por vctima al hijo nico del destacado ciudadano Ebenezer Dorset. El padre era respetable y avaro, un severo y recto recaudador de bolos con el platillo en la iglesia e implacable acreedor hipotecario. El hijo era un nio de diez aos, con pecas en bajorrelieve y con cabello del color de la portada de la revista que uno compra en el quiosco cuando tiene que alcanzar el tren. Bill y yo calculamos que Ebenezer se ablandara cuando pidiramos un rescate de dos mil dlares y pagara hasta el ltimo centavo. Pero esperen a que les cuente. A unos tres kilmetros de Summit haba una pequea montaa, cubierta por un denso helechal. En la elevacin posterior de aqulla, exista una cueva. All almacenamos vveres. Una tarde, despus de la puesta de sol, pasamos en un carricoche frente a la casa del viejo Dorset. El chiquillo estaba en la calle y le tiraba piedras a un gatito encaramado sobre la cerca opuesta. -Eh, nio! -le dijo Bill-. Te gustaran una bolsita de caramelos y un lindo paseo? El nio le acert a Bill certeramente en el ojo con un trozo de ladrillo. -Eso le costar a tu viejo quinientos dlares extras -dijo Bill, trepando por la rueda. El nio nos ofreci resistencia digna de un oso peso mediano; pero finalmente lo depositamos sobre el piso del carricoche y nos alejamos. Lo llevamos a la cueva y at el carricoche en el helechal. Cuando anocheci, llev el vehculo al pueblecito donde lo alquilramos, situado a cinco kilmetros de distancia y volv a pie a la montaa. Bill estaba poniendo tafetn ingls sobre los araazos y magulladuras de sus facciones. Detrs de la respetable roca existente a la entrada de la cueva arda una hoguera y el nio cuidaba una marmita con caf hirviente, y ostentaba dos plumas de cola de buharro en su roja cabellera. Apunt un palo hacia m al verme llegar y dijo: -Alto, maldito cara plida! Cmo te atreves a entrar en el campamento de Jefe Rojo, el terror de las llanuras? -Ahora est muy bien -dijo Bill, alzando sus pantalones y examinando varias magulladuras de sus piernas-.Estamos jugando a los indios. Comparadas con las nuestras, las hazaas de Bfalo Bill parecen postales de Palestina vistas en el ayuntamiento del pueblo. Yo soy el Viejo Hank, el trampero, cautivo del Jefe Rojo, y me arrancarn la cabellera al amanecer.Voto a Jernimo! Este nio sabe dar buenas patadas. S, seor. Aquel chiquillo pareca divertirse en grande. La alegra de acampar en una cueva le haba hecho olvidar que era un cautivo. Inmediatamente me bautiz con el nombre de Ojo de Serpiente, el Espa, y anunci que, cuando sus guerreros volvieran dela incursin contra los blancos, me cocinaran en la estaca a la salida del sol. Luego cenamos; y el nio se llen la boca de tocino y pan y salsa y empez a hablar. Su perorata, durante la cena, fue la siguiente: -Me gusta mucho esto. Nunca haba acampado al aire libre, pero una vez tuve una zarigeya y acabo de cumplir los nueve aos. Odio la escuela. Las ratas se comieron diecisis de los huevos moteados de gallina de la ta de Jimmy Talbot. Hay indios de verdad en estos bosques? Quiero un poco ms de salsa.Son los rboles al moverse los que hacen soplar el viento? Hemos tenido cinco cachorros.por qu es tan roja su nariz, Hank? Mi padre tiene muchsimo dinero.Estn calientes las estrellas? El sbado le pegu dos veces a Ed Walker. No me gustan las nias. Los sapos no se pueden atrapar sin una cuerda. Hacen ruido los bueyes?Tienen ustedes camas para dormir en esta cueva? Amos Murray tiene seis dedos. El loro puede hablar, pero un mono o un pez no.

  • 19

    Cada pocos minutos, el nio recordaba que era un fastidioso piel roja y tomaba su rifle de palo e iba de puntillas hasta la boca de la cueva para despistar a los batidores del odiado cara plida. De vez en cuando profera un aullido de guerra que causaba escalofros al Viejo Hank, el trampero. Aquel nio haba aterrorizado a Bill desde el primer momento. -Jefe Rojo -le dije al nio-. Te gustara irte a casa? -Oh! Para qu? -dijo el nio-.En casa no me divierto. Detesto la escuela. Me gusta acampar. Usted no me llevar a casa, Ojo de Serpiente...verdad? -Inmediatamente no -dije-.Nos quedaremos algn tiempo aqu,en la cueva. -Perfectamente! -dijo l-.Eso est bien. Nunca me haba divertido tanto en mi vida. Nos fuimos a la cama alrededor de las once. Extendimos unas anchas mantas y cobertores y pusimos a Jefe Rojo entre nosotros. No temamos que huyera. Nos tuvo desvelados durante tres horas levantndose de un salto y tendiendo la mano hacia su rifle y gritando:Alerta! en mis odos y los de Bill, cuando el supuesto crujido de una ramita o el susurro de una hoja revelaban a su juvenil imaginacin que se acercaba cautelosamente una banda de forajidos. Finalmente qued sumido en un intranquilo sueo y so que me haban raptado y que un feroz pirata pelirrojo me haba encadenado a un rbol. Al amanecer me despert una serie de terribles aullidos de Bill. Aquellos no eran aullidos ni alaridos ni gritos ni vociferaciones como podra esperarse de un conjunto varonil de rganos vocales, sino unos gemidos simplemente indecorosos, terrorficos y humillantes, como los que emiten las mujeres al ver fantasmas u orugas. Es horrible or a un hombre robusto, desesperado, gordo, que grita incesantemente en una cueva al amanecer. Me levant de un salto para averiguar qu pasaba. Jefe Rojo estaba sentado sobre el pecho de Bill, con una sus manos metida en el cabello del mismo. En la otra tena el afilado cuchillo que utilizbamos para cortar el jamn, y procuraba desprenderle el cuero cabelludo en forma realista y hbil, de acuerdo con la sentencia que haba dictado la noche anterior. Le quit el cuchillo y lo obligu a acostarse de nuevo. Pero a partir de ese momento el espritu de Bill estaba quebrantado. Se tendi sobre su lado del lecho, pero no volvi a cerrar un ojo para dormir mientras el nio estuvo con nosotros. Dormit un rato, pero cuando se acercaba el alba record que Jefe Rojo haba dicho que me deban quemar en la hoguera al salir el sol. No me senta nervioso ni temeroso, pero me sent y encend mi pipa y me recost contra una roca. -Por qu te has levantado tan temprano, Sam? -pregunt Bill. -Yo? -dije-.Oh, me duele el hombro! Pens que levantndome se me aliviara. -Mientes -dijo Bill-.Tienes miedo. Deben quemarte al amanecer y temes que l lo haga. Y lo hara, por lo dems, si encontrara un fsforo. Verdad que es horrible, Sam? Crees que alguien pagara para que le devolvieran semejante monstruo? -Claro -dije-.Un chiquillo travieso como se es precisamente lo que les causa chochera a los padres. Vamos, t y el Jefe deben levantarse y preparar el desayuno, mientras yo subo a la cumbre de esa montaa y exploro el terreno. Sub a la cumbre de aquella pequea elevacin y pase los ojos por la vecindad inmediata. En Summit esperaba ver a los robustos labradores del pueblo en plena recorrida por los campos, armados de guadaas y horquillas. Pero slo vi un apacible paisaje, donde se destacaba un punto negro: un hombre que araba con una mula parda. Nadie rastreaba el arroyo; no haba emisarios que se lanzaban ac y all, llevndoles a los acongojados padres la noticia de que no haba novedad. Aquel sector de la superficie externa de Alabama haba adoptado una buclica actitud de somnolencia.Quizs no hayan descubierto an que los lobos se han llevado del redil a ese tierno cordero -me dije-.Que el cielo ayude a los lobos!.Y baj de la montaa para desayunar. Al llegar a la cueva encontr a Bill acorralado contra el flanco de aqulla, jadeante, y al nio tratando de golpearlo con una piedra del tamao de un coco. -Me puso una patata caliente sobre la espalda y la aplast con el pie -explic Bill-.Y yo le propin un golpe en las orejas.Tienes un revlver, Sam? Le quit la piedra al nio y trat de dar por terminada la discusin. -Ya me las pagars -le dijo el nio a Bill-.Nadie le peg nunca al Jefe Rojo sin pagarlo caro. Tenga cuidado! Despus del desayuno el nio sac del bolsillo un trozo de cuero atado con cuerdas y sali de la cueva, mientras lo desataba. -Qu estar tramando ahora? -dijo ansiosamente Bill-.No creers que piensa huir, Sam... verdad?

  • 20

    -Puedes estar tranquilo -dije-.Creo que no es muy afecto al hogar. Pero tenemos que trazarnos algn plan para el rescate. No parece reinar mucha excitacin en Summit con motivo de su desaparicin; quizs no hayan descubierto an el secuestro. Posiblemente su familia crea que est pasando la noche en casa de su ta Jane o de algn vecino. De todos modos, hoy lo echar de menos. esta noche tenemos que hacerle llegar un mensaje a su padre exigiendo los dos mil dlares por su liberacin. En ese preciso instante omos una suerte de aullido guerrero, como el que habra lanzado David al derribar a Goliat. Jefe Rojo haba sacado del bolsillo un honda y la estaba haciendo remolinear en torno de su cabeza. Hurt el cuerpo y o un ruido sordo y una especie de suspiro de Bill, como el que deja escapar un caballo cuando le quitan la montura. Una piedra del tamao de un huevo le haba acertado detrs de la oreja izquierda. Todos los miembros de Bill se aflojaron y cay en el fuego, atravesado sobre la sartn con agua caliente para fregar los platos. Lo saqu de all a rastras y le vert agua fra sobre la cabeza durante media hora. Poco a poco Bill se incorpor y se tante detrs de la oreja y dijo: -Sam... sabes quin es mi personaje bblico favorito? -No te alteres -dije-.Recobra la calma. -El rey Herodes -dijo Bill-.No pensars irte y dejarme aqu solo con l... verdad, Sam? Sal y atrap al nio y lo zamarre hasta que se le estremecieron las pecas. -Si no te portas bien te llevar derechito a casa -dije. Vamos... te portars bien o no? -Lo hice por divertirme -dijo Jefe Rojo, hoscamente-.No me propona lastimar al Viejo Hank. Pero...por qu me peg l a m? Me portar bien si no me envas a casa, Ojo de Serpiente, y si me dejas jugar hoy con el Batidor Negro. -No conozco el juego -dije-.Eso debis decidirlo t y el seor Bill. Bill es tu compaero de juegos hoy. Yo estar ausente durante algn tiempo, por negocios. Vamos, entra en la cueva y reconcliate con l y dile que lamentas haberle lastimado o te vas a casa inmediatamente. Consegu que el nio y Bill se dieran la mano y me llev aparte a Bill y le dije que me iba a Poplar Grove, un pueblecito situado a unos cinco kilmetros de la cueva para averiguar todo lo posible sobre la repercusin del rapto en Summit. Asimismo, me pareci que lo mejor era enviarle ese mismo da una carta al viejo Dorset, exigindole el rescate y explicndole cmo deba pagarlo. -Sam, no te he abandonado durante terremotos, incendios e inundaciones...durante partidas de pker, explosiones de dinamita, incursiones policiales, asaltos de trenes y ciclones. Nunca perd el coraje hasta que secuestramos a este chiquillo, que parece un cohete con dos piernas. Me est enloqueciendo. No me dejars mucho tiempo con l... verdad, Sam? -Volver esta tarde -dije-.Debes entretenerlo y conseguir que se est quietecito hasta que yo vuelva.Y ahora,le escribiremos la carta al viejo Dorset. Bill y yo nos agenciamos papel y un lpiz y trabajamos en la carta mientras Jefe Rojo, arrebujado en una manta, se paseaba pavonendose, protegiendo la boca de la cueva. Bill me rog, con lgrimas en los ojos, que pidiera mil quinientos dlares de rescate en vez de dos mil. -No pretendo degradar el celebrado aspecto moral del afecto paterno -dijo-.Pero tenemos que vrnoslas con seres humanos y no es humano que alguien d dos mil dlares por ese pedazo de fiera con pecas. Estoy dispuesto a correr el riesgo de los mil quinientos dlares. Puesde cargarme la diferencia. De modo que para aliviar a Bill acced y redactamos en colaboracin una carta que deca lo siguiente:

    Sr.Ebenezer Dorset:

    Tenemos oculto a su hijo en un lugar lejano de Summit. Es intil que usted o los ms hbiles detectives traten de hallarlo. Categricamente las nicas condiciones para que se lo devolvamos son las siguientes: exigimos mil quinientos dlares en billetes grandes por la restitucin del nio; el dinero deber ser dejado a medianoche de hoy en el mismo sitio y la misma caja en que me dejar usted su respuesta...segn se explica ms adelante. Si consiente en esas condiciones envenos su respuesta por escrito mediante un emisario que deber venir solo esta noche, a las ocho y media. Despus de cruzar el Arroyo del Bho, en el camino de Poplar Grove, hay tres grandes rboles separados por un centenar de metros, prximos a la cerca del trigal que est a la derecha. Al pie del pilar de la cerca, frente al tercer rbol, hallar una pequea caja de cartn. El emisario pondr la respuesta en esa caja y volver inmediatamente a Summit.

  • 21

    Si intenta traicionarnos o no cumple con nuestra exigencia, no volver a ver al nio. Si paga el dinero como se lo exigimos, el nio le ser devuelto sano y salvo a las tres horas. Estas condiciones son nuestra ltima palabra y si no accede a ellas no intentaremos volver a comunicarnos con usted.

    DOS HOMBRES RESUELTOS A TODO.

    Le puse a la carta la direccin de Dorset y me la guard en el bolsillo. Cuando me dispona a marcharme, se me acerc el nio y me dijo: -Oiga, Ojo de Serpiente. Usted me dijo que yo podra jugar al Batidor Negro durante su ausencia. -Claro que puedes hacerlo -respond-.El seor Bill jugar contigo.Qu juego es se? -Yo soy el Batidor Negro -dijo Jefe Rojo-.Y tengo que cabalgar hasta la empalizada para advertir a los colonos que se acercan los indios. Estoy cansado de hacer el papel de indio. Quiero ser el Batidor Negro. -Perfectamente -dije-.Eso me parece inofensivo. Creo que el seor Bill te ayudar a ahuyentar a esos fastidiosos salvajes. -Qu debo hacer? -pregunt Bill, mirando al nio con aire desconfiado. -Usted es el caballo -dijo el Batidor Negro-.Pngase sobre las manos y las rodillas. Cmo puedo cabalgar hasta la empalizada sin un caballo? -Ms vale que lo entretengas hasta que el plan est en marcha -le dije-.Trate al suelo. Bill se apoy sobre las manos y los pies y a sus ojos asom el fulgor de los de un conejo cuando lo apresan en una trampa. -A qu distancia est la empalizada, hijo? -dijo,con voz algo ronca. -A ciento treinta y cinco kilmetros -replic el Batidor Negro-.Y es necesario que se de prisa para llegar a tiempo.Vamos, arre! -Por amor de Dios, Sam, vuelve lo ms pronto posible -dijo Bill-. Ojal slo hubisemos pedido mil dlares de rescate. Oye, basta de darme patadas o me levanto y te caliento. Fui andando hasta Poplar Grove y estuve sentado un rato en el correo y en el almacn, charlando con los paisanos que venan a hacer sus compras. Un barbudo declar haber odo decir que en todo el pueblo de Summit reinaba un gran revuelo porque al viejo Ebenezer Dorset se le haba perdido su hijo o lo haban secuestrado. Esto era todo lo que quera saber. Compr un poco de tabaco, alud negligentemente al precio de los guisantes, dej subrepticiamente mi carta en el correo y me fui. El jefe de correos me haba dicho que el cartero vendra al cabo de una hora para llevar la correspondencia a Summit. Cuando volv a la cueva, Bill y el nio no aparecan por ninguna parte. Explor la vecindad y arriesgu un par de llamadas modulndolas a la manera tirolesa, pero no hubo respuesta. De modo que encend mi pipa y me sent sobre un banco cubierto de musgo para esperar los acontecimientos. A la media hora o crujir los arbustos y Bill sali tambalendose al claro que haba delante de la cueva. Detrs de l iba el nio con pasos silenciosos como los de un batidor y sonriendo a toda boca. Bill se detuvo, se quit el sombrero y se sec el rostro con un pauelo rojo. El nio se detuvo a unos tres metros de l. -Sam -dijo Bill-. Supongo que me creers un renegado, pero no puedo remediarlo. Soy un adulto de tendencias masculinas y hbitos de autodefensa, pero llega un momento en que todos los sistemas de egolatra y predominio fracasan. El nio se ha ido. Lo envi a su casa. Todo ha terminado. En la antigedad hubo mrtires que prefirieron la muerte a renunciar al trabajo de que vivan. Ninguno de ellos fue sometido a torturas tan sobrenaturales como yo. Trat de ser fiel a nuestros reglamentos de depredacin; pero todo tiene un lmite. -Qu ha pasado, Bill? -le pregunt. -Tuve que recorrer como un caballo los ciento treinta y cinco kilmetros que mediaban hasta la empalizada -dijo Bill-.Ni una pulgada menos. Me dieron avena. La arena no es un sucedneo agradable de la avena. Y luego, durante una hora, tuve que explicarle por qu no haba nada en los agujeros, cmo se poda ir hacia ambas direcciones por una misma carretera y por qu es verde la hierba. Te aseguro, Sam, que la resistencia humana tiene su lmite. Lo as del cuello y lo arrastr cuesta abajo. Por el camino, con sus patadas, me dej amoratadas las piernas de las rodillas para abajo; y tengo que desinfectar dos o tres mordeduras en mi pulgar y mi mano.

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    -Pero ahora se ha ido...y ha vuelto a su casa -prosigui Bill-.Le indiqu el camino a Summit y lo aproxim unos tres metros a la carretera de un puntapi. Lamento que perdamos el rescate, pero de no haber obrado as Bill Driscoll habra acabado en el manicomio. Bill estaba jadeando y resoplando, pero en sus rosadas facciones haba una expresin de inefable paz y creciente satisfaccin. -Bill -dije-. No hay quien sufra del corazn en tu familia? -No -respondi Bill-.Los mos no tienen ms enfermedad crnica que la malaria y los accidentes. Por qu? -Entonces, puedes volverte y mirar lo que est detrs de ti -dije. Bill se volvi, vio al nio, palideci, se desplom en el suelo como una masa inerte y comenz a arrancar sin objeto puados de hierba y a recoger ramitas. Durante una hora tem por su equilibrio mental. Y luego le dije que me propona poner en prctica inmediatamente mi plan y que cobraramos el rescate y nos marcharamos a medianoche si el viejo Dorset aceptaba nuestra proposicin. De modo que Bill cobr nimos, lo suficiente para sonrer dbilmente al nio y para prometerle que hara el papel de ruso en una guerra rusojaponesa con l apenas se sintiera algo mejor. Yo tena un plan para cobrar el rescate sin correr el peligro de verme sorprendido por contramedidas: un plan recomendable para los secuestradores profesionales. El rbol al pie del cual deban dejarme la respuesta -y ms tarde el dinero- estaba prximo a la cerca y rodeado por grandes campos pelados. Si una cuadrilla de policas acechaba al que viniese a buscar la misiva, podran verlo desde lejos, al cruzar los campos o en la carretera.Pues no, seor! A las ocho y media yo estaba encaramado en ese rbol y tan bien oculto como una rana arbrea, esperando la llegada del emisario. A la hora exacta un muchacho lleg por la carretera en bicicleta, localiz la caja de cartn al pie del pilar de la cerca, desliz en ella un trozo de papel doblado y continu su pedaleo de vuelta a Summit. Esper una hora y llegu a la conclusin de que procedan lealmente con nosotros. Baj del rbol, saqu la carta, me escurr a lo largo de la cerca hasta los bosques y volv a la cueva a la media hora. Abr la carta, me acerqu la linterna y se la le a Bill. La misiva estaba escrita con letra desigual e irregular, expresando en suma lo siguiente:

    A dos hombres resueltos a todo:

    Caballeros: Acabo de recibir por correo la carta que me han enviado, en la que se refieren al rescate pedido por la devolucin de mi hijo. Creo que sus pretensiones son algo exageradas y por lo tanto les hago una contrapropuesta,que me inclino a creer aceptarn. Triganme a Johnny a casa y pguenme doscientos cincuenta dlares en efectivo, y consiento en recibirlo. Ms vale que vengan de noche, porque los vecinos creen que el nio se ha perdido y no respondo de lo que podran hacerle a cualquiera que viesen trayndolo. Muy respetuosamente los saluda

    EBENEZER DORSET.

    -Voto a los piratas de Penzance! -dije-.Jams se vio una insolencia ms... Pero mir rpidamente a Bill y vacil. En sus ojos se lea el aire ms suplicante que yo haba visto en el rostro de un bruto, ya sea mudo o hablador. -Sam -dijo-. Qu son doscientos cincuenta dlares, despus de todo? Tenemos ese dinero. Una noche ms con ese nio me enviar al manicomio. Creo que el seor Dorset, adems de ser un perfecto caballero, es un manirroto al hacernos una oferta tan generosa. T no dejars pasar esta oportunidad...no es as? -Para serte franco, Bill,ese corderito me irrita tambin los nervios -dije-Lo llevaremos a casa, pagaremos el rescate y nos iremos. Esa noche lo llevamos a su casa. Conseguimos que viniese con nosotros dicindole que su padre le haba comprado una escopeta engastada en plata y un par de mocasines y que cazaramos al da siguiente. Eran las doce en punto cuando llamamos a la puerta de Ebenezer. En el preciso instante en que yo deba estar sacando los mil quinientos dlares de la caja puesta al pie del rbol, de acuerdo con la proposicin primitiva, Bill estaba contando los doscientos cincuenta dlares y entregndoselos a Dorset.

  • 23

    Cuando el nio descubri que pensbamos dejarlo en su casa, empez a aullar desaforadamente y se aferr como una sanguijuela a la pierna de Bill. Su padre lo desprendi gradualmente de su soporte, como a un parche. -Durante cunto tiempo podr tenerlo sujeto? -pregunt Bill. -No soy tan fuerte como antao, pero creo poder prometerles diez minutos -dijo el viejo Dorset. -Con eso bastar -dijo Bill-.En diez minutos soy capaz de cruzar los estados del centro, del Sur y del Norte y correr hacia la frontera del Canad. Y, a pesar de la oscuridad y de la gordura de Bill, y aunque soy un buen andarn, mi compaero ya estaba a unos dos kilmetros de Summit cuando logr alcanzarlo.

    OHenry: El alegre mes de mayo y otros cuentos

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    El asesino concienzudo

    Buenos das, seora. Perdone que la moleste. Vengo de parte de M.Durand. Puedo pasar? ...No exactamente un amigo...S, si usted quiere, tenemos una relacin comercial. M.Durand me ha hecho un pequeo encargo... Fernand. Me llamo Fernand. Que me siente? Muchas gracias. Es usted muy amable. Tal vez ser mejor que permanezca de pie. Tengo... como dira yo? Tengo que presentarle mis excusas. S. Todo esto es un truco. Un truco para entrar en su casa. Representante, usted ha dicho la palabra exacta. Oh! S, me falta...Me atrevera a decir, si no temiera entregarme a un juego de palabras indigno de usted y de m, que me falta...seguridad. Vaya! Es usted muy sutil, seora.Es cierto! No le he dicho nada y ha adivinado usted, sin ms ni ms, que pertenezco al ramo de seguros... No seora, no hay que hablar antes de saber... Quiero insistir.... Si la molesto demasiado...Si abuso de su tiempo... Bueno, como usted quiera...Pero es una lstima. Especialmente para m. En fin, qu le vamos a hacer. Voy a ponerme a buscar en otro lugar. S! Esta noche van a ponerme de patitas en la calle. El patrono me ha dicho: Fernand, no soy un filntropo. Si vuelves con las manos vacas, vas a la calle. Eso es lo que me ha dicho! Dice usted que encontrar otra cosa? Para m va a ser difcil. Hace algn tiempo tuve ciertas dificultades... No, no, seora, hace usted eso por lstima, y no quisiera... Direcciones Oh!Es usted muy amable! S, voy a anotarlas. Perdn. Mi cuaderno, mi lpiz...Un amigo que quiere comprar un automvil, de acuerdo...Fjese, el seguro de automviles...Francamente,no le atrae a usted el seguro de vida? No? Contra incendios? Contra las inundaciones? S, evidentemente,en el cuarto piso... Contra los temblores de tierra?Contra el robo? No est usted asegurada contra el robo? Es una equivocacin, una gran equivocacin. Resulta muy fcil entrar en este piso .La prueba es que yo estoy en l! S, evidentemente, es usted quien me ha abierto la puerta. Pero fjese en la puerta...Una llave, un cerrojo...En una palabra, algo sumamente...como dira yo?...,sumamente rudimentario. Vamos a hacer una pequea prueba. Cierre usted la puerta. S, con la llave y con el cerrojo. Ahora esconda la llave en cualquier parte. Donde usted quiera. S, en ese cajn por ejemplo. Bien. En principio pues, nadie puede entrar ahora en su casa. Paciencia. No se precipite usted. Pasemos a la ventana. Oh! El cuarto piso, para un ladrn...

  • 24

    No hay ms entradas de servicio? S, he comprendido perfectamente. No hay ms que esta puerta, y est cerrada. Y sin embargo, seora, voy a demostrarle, dentro de unos instantes, cmo puede introducirse en su casa un malhechor, a pesar de sus precauciones, que me atrevo a calificar, por as decirlo, de...ridculas. Alguien ha conseguido entrar aqu, un ladrn, o incluso,por qu no?,un asesino. Prefiere usted el ladrn? Evidentemente, usted no prefiere a ninguno de los dos...Pero, de todos modos, permtame formularle una pregunta.Qu hara usted si se encontrase sbitamente en presencia de un individuo de esa especie? S, pero...acaso oiran sus gritos? Por la noche s. Pero,y durante el da? Sus gritos quedaran ahogados por el ruido de la calle. Pues s, seora, hay malhechores que entran en las casas en pleno da. S, seora, yo conozco a uno de ellos. Pues s, se le deja entrar. Se hace pasar por...va usted a rerse, seora...POR UN AGENTE DE SEGUROS. Salir? Cmo quiere usted que salga? La puerta est cerrada, y la ventana, en un cuarto piso... Gritar? Por mi gusto gritara ,pero acaba usted de decirme que nadie me oira. Vamos a ver. Ahora, seora, hablemos poco pero hablemos bien. Esto, como usted ve, es un revlver. Un revlver provisto de silenciador. La cruzada contra el ruido, seora!Siempre llevo un silenciador en mi revlver! En el cajn del secreter? S...a decir verdad, seora ,no he venido en busca de sus joyas. Soy un asesino. Un asesino a sueldo. M.Durand me ha dado un milln para que la quite a usted de en medio. No, seora, no bromeo! Nunca bromeo cuando estoy de servicio...Soy demasiado concienzudo para permitrmelo. Le aseguro que s, seora!Estoy aqu para asesinarla!No quiere usted creerme? No quiere creerme!Estoy aqu, le meto mi revlver bajo la nariz, y no quiere creerme! No tengo aspecto de asesino? Ah! Es usted muy testaruda...Necesita usted una prueba?S? Pues bien, aqu la tiene! ...No quera creerme! Por fin se habr convencido! Vaya, el telfono. Ser mejor que conteste. El telfono hace mucho ruido.Diga? Quin? No ,ha marcado usted mal el nmero. Bueno!Bueno, bueno, bueno! Un milln ganado honradamente... Ah, s! Las joyas, en el cajn. Pero eso no est en el contrato. Me pregunto si tengo derecho a llevrmelas... En realidad, puesto que tengo el telfono a mano... Oiga? M.Durand? No, deseo hablar personalmente con M.Durand. De parte de Fernand. l ya me conoce. Gracias, esperar. Oiga? Es M.Durand? Aqu Fernand. Dgame, M.Durand, quisiera hacerle una pregunta. Ver. Usted me ha entregado un milln para liquidar a su esposa,no es cierto? Slo que, ver,...un milln...cmo dira yo?... Chantaje? Por quin me ha tomado usted? No lo que quera preguntarle...Las joyas...Podra llevrmelas como una prima ,puesto que hay que hacer creer en un robo... Estn aqu ,en el cajn, al lado del telfono. Naturalmente que le telefoneo desde su casa! ...No, pero...No se precipite usted. Comprendo que est usted impresionado, ya que no lleva quince aos en el oficio, como yo... Cmo? Que no tiene usted telfono? ...Espere, no se precipite...S, el cuarto a la izquierda. A la izquierda saliendo del ascensor. No, pero djeme que le explique. Padezco de asma ,sabe? Y cuatro pisos para m... Mucho ms teniendo en cuenta que al llegar arriba tengo que encontrarme en forma... S, le oigo perfectamente. Subiendo por la escalera, la izquierda se convierte en la derecha y la derecha se convierte... Pero... No se precipite! Le dije a esa seora que vena de parte suya y no le sorprendi... Quin? SU AMANTE? La que le dijo a usted que me pagara por... Un momento, espere... S rubia. Ahora, con la sangre ,parece ms bien pelirroja...

  • 25

    Pero no se... Ha colgado! Vaya una equivocacin!Despus de quince aos de oficio!Es la primera vez que me sucede una cosa as! Me entrega un milln para que liquide a su esposa, y me equivoco de puerta! S. No perdamos tiempo. Las huellas digitales, sobre el telfono, mi pauelo, la llave...en el cajn... Y ahora tendr que devolver el milln. No soy un ladrn! A menos que... En el fondo, una equivocacin puede enmendarse.Slo tengo que cruzar el rellano! Evidentemente. Dado que el ascensor est empotrado en la pared, enfrente de la escalera, la izquierda se convierte en la derecha ,y la derecha... Bueno, bueno, bueno! Llamo a la puerta. Buenos das, seora ,es usted Mme.Durand? Mme.Durand en persona? Perdneme que insista. No tardar en comprender los motivos que tengo para hacerlo. Vengo de parte de su marido.Puedo pasar?

    Andr Picot

    10. Es abierta o cerrada la estructura de los siguientes textos?

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    La rosa de Paracelso

    En su taller, que abarcaba las dos habitaciones del stano, Paracelso pidi a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discpulo. Atardeca. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares. Levantarse para encender la lmpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distrado por la fatiga, olvid su plegaria. La noche haba borrado los polvorientos alambiques y el atanor cuando golpearon la puerta. El hombre, sooliento, se levant, ascendi la breve escalera de caracol y abri una de las hojas. Entr un desconocido. Tambin estaba muy cansado. Paracelso le indic un banco; el otro se sent y esper. Durante un tiempo no cambiaron una palabra. El maestro fue el primero que habl. -Recuerdo caras del Occidente y caras del Oriente -dijo no sin cierta pompa-.No recuerdo la tuya.Quin eres y qu deseas de m? -Mi nombre es lo de menos -replic el otro-.Tres das y tres noches he caminado para entrar en tu casa. Quiero ser tu discpulo. Te traigo todos mis haberes. Sac un talego y lo volc sobre la mesa. Las monedas eran muchas y de oro. Lo hizo con la mano derecha. Paracelso le haba dado la espalda para encender la lmpara. Cuando se dio vuelta advirti que la mano izquierda sostena una rosa. La rosa lo inquiet. Se recost, junt la punta de los dedos y dijo: -Me crees capaz de elaborar la piedra que trueca todos los elementos en oro y me ofreces oro. No es oro lo que busco, y si el oro te importa nunca sers mi discpulo. -El oro no me importa -respondi el otro-.Estas monedas no son ms que una parte de mi voluntad de trabajo. Quiero que me ensees el Arte. Quiero recorrer a tu lado el camino que conduce a la Piedra. Paracelso dijo con lentitud: -El camino es la Piedra. El punto de partida es la Piedra Si no entiendes estas palabras, no has empezado an a entender. Cada paso que dars es la meta. El otro lo mir con recelo. Dijo con voz distinta: -Pero, hay una meta? Paracelso se ri. -Mis detractores, que no son menos numerosos que estpidos, dicen que no, y me llaman un impostor. No les doy la razn, pero no es imposible que sea un iluso. S que hay un Camino. Hubo un silencio, y dijo el otro: -Estoy listo a recorrerlo contigo, aunque debamos caminar muchos aos. Djame cruzar el desierto. Djame divisar siquiera de lejos la tierra prometida, aunque los astros no me dejen pisarla. Quiero una prueba antes de emprender el camino.

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    -Cundo? -dijo con inquietud Paracelso. -Ahora mismo -dijo con brusca decisin el discpulo. Haban empezado hablando en latn; ahora,en alemn. El muchacho elev en el aire la rosa. -Es fama -dijo- que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de las cenizas, por obra de tu arte. Djame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y despus te dar mi vida entera. -Eres muy crdulo -dijo el maestro-.No he menester de la credulidad; exijo la fe. El otro insisti. -Precisamente porque no soy crdulo quiero ver con mis ojos la aniquilacin y la resurreccin de la rosa. Paracelso la haba tomado, y al hablar jugaba con ella. -Eres crdulo -dijo-. Dices que soy capaz de destruirla? -Nadie es incapaz de destruirla -dijo el discpulo. -Ests equiv