respiraciÓn artificial: una memoria sentido al …
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RESPIRACIÓN ARTIFICIAL:
UNA MEMORIA QUE ENTRE LÍNEAS DA
SENTIDO AL PERIODO DEL “PROCESO DE
REORGANIZACIÓN NACIONAL” EN LA
ARGENTINA
REQUISITO PARCIAL PARA OPTAR AL TÍTULO DE
MAESTRÍA EN LITERATURA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
2013
CAROLINA SERRANO DUQUE
Directora:
Dra. ERNA VON DER WALDE URIBE
Yo, CAROLINA SERRANO DUQUE declaro que este trabajo de grado, elaborado
como requisito parcial para obtener el título de Maestría en Literatura en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana es de mi entera autoría excepto en donde se
indique lo contrario. Este documento no ha sido sometido para su calificación en ninguna
otra institución académica.
CAROLINA SERRANO DUQUE
15 de agosto de 2013
Agradecimientos
A mis papás por su apoyo incondicional y único. A Alejandro Laserna, por caminar a mí
lado en el viaje de la vida y de los sueños, incluso en los caminos hacia dos monografías
simultaneas.
A mis amigos y amigas que sintieron este trabajo casi como propio. A José Antequera, por
orientar y aportar gran parte de las ideas a este documento.
A la profesora Erna Von der Walde, porque sus observaciones permitieron fortalecer y
sintetizar el sentido literario, histórico y político de esta monografía.
Y a todos los que piensan que la literatura, la responsabilidad política, la memoria histórica
y la vida, son inseparables tanto en la acción como en la contemplación. Vivir bajo los
ideales es recordar, actuar, emprender, imaginar y soñar que el mundo puede cambiar.
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................. 1
1 LA MIRADA ESTÉTICA .......................................................................................... 6
1.1 Un acercamiento a Respiración artificial ................................................................ 7
1.2 Las voces narrativas ............................................................................................... 11
1.2.1 Renzi, voz del primer y segundo capítulo ...................................................... 14
1.2.2 Los documentos de Enrique Ossorio y el narrador heterodiegético en el tercer
capítulo 17
1.2.3 Renzi y Tardewski, voces de Descartes ......................................................... 28
1.3 Personajes intelectuales y fracasados: coraje intelectual y fidelidad a la verdad . 32
1.3.1 Emilio Renzi ................................................................................................... 35
1.3.2 Marcelo Maggi ............................................................................................... 37
1.3.3 Enrique Ossorio .............................................................................................. 40
1.3.4 El Senador Luciano Ossorio ........................................................................... 42
1.3.5 Vladimir Tardewski ........................................................................................ 46
1.3.6 Francisco José Arocena .................................................................................. 48
1.3.7 Personajes femeninos ..................................................................................... 49
1.4 El archivo como modelo narrativo ......................................................................... 53
1.4.1 El archivo de la memoria ................................................................................ 56
1.4.2 Pruebas documentales..................................................................................... 57
2 LA MIRADA HISTÓRICA Y EL ORIGEN DEL “PROCESO” ............................ 61
2.1 La historia argentina en sus restos ......................................................................... 62
2.1.1 El Rosismo ...................................................................................................... 63
2.1.2 De la unificación a la caída de la Unión Cívica Radical ................................ 66
2.1.3 De la restauración de la oligarquía al golpe de 1943 ...................................... 71
2.1.4 El Peronismo: 1946-1955 ............................................................................... 74
2.1.5 La Revolución Libertadora: 1955-1966 ......................................................... 76
2.1.6 La Revolución Argentina y la profundización del autoritarismo: 1966-1973 80
2.1.7 El retorno y el derrumbe del Peronismo: 1973-1976 ..................................... 82
2.2 “El Proceso” y la desarticulación con el pasado y la verdad de los hechos........... 87
2.3 Relato estatal, ficción criminal .............................................................................. 96
3 MEMORIA: REVERSO DE LA HISTORIA OFICIAL ........................................ 102
3.1 La memoria como sentido de orientación y articulación narrativa ...................... 103
3.2 La historia de las derrotas vs. la historia oficial................................................... 110
3.3 Memoria, traición, conspiración y revolución ..................................................... 113
4 CONCLUSIONES .................................................................................................. 119
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................... 122
La persecución suscita así una peculiar técnica de
escritura y con ella un peculiar tipo de literatura, en
que la verdad sobre los asuntos cruciales se presenta
exclusivamente entre líneas.
Leo Strauss.
Leer entre líneas –como si siempre hubiera algo
cifrado- es de por sí un acto político.
Ricardo Piglia.
El cuerpo y el deseo (de escritura), en tanto territorios
de cruce entre el yo y los otros, entre la historia íntima
y la colectiva, le disputan a los autoritarismos el
espacio simbólico de la memoria.
Sandra Lorenzano
Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen
a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por
ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que
se encuentran directamente, que existen y transmiten el
pasado.
Karl Marx
El pasado es indestructible. Tarde o temprano vuelven
las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto
de abolir el pasado.
Jorge Luis Borges
INTRODUCCIÓN
Este trabajo se produce en medio de una coyuntura política y social muy importante en
Colombia. El desarrollo de iniciativas y la generación de propuestas encaminadas a la
construcción de la memoria, en el marco del reconocimiento del conflicto armado interno y
las negociaciones para la terminación del mismo, redefinen la importancia de la Memoria
Histórica y el Deber de Memoria en nuestro país.
Con la aprobación de la Ley 1448 de Víctimas y Restitución de Tierras (2011), no sólo se
ha reconocido el conflicto armado interno, sino que se ha promovido la formulación de
políticas encaminadas a recuperar la memoria, conocer la verdad, dignificar y reparar de
forma integral a las víctimas1 del conflicto y de la violencia sociopolítica. El
reconocimiento de prácticas participativas para la construcción de espacios para la memoria
como archivos, museos y centros, como por ejemplo el Centro de Memoria, Paz y
Reconciliación (2010) como una iniciativa del distrito capital, el Centro de Memoria
Histórica y la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, creados en el
marco de la ley antes mencionada, son muestra de los logros en cuanto a la importancia de
la memoria, la verdad y la reivindicación en Colombia.
A diferencia de la Ley de Justicia y Paz2 (2005), la Ley de Víctimas establece en el Artículo
143 que “El deber de Memoria del Estado se traduce en propiciar las garantías y
1 En el presente trabajo se entiende como víctimas no sólo a las personas que “han sufrido un perjuicio,
especialmente un ataque a su integridad física o mental, un sufrimiento moral o una pérdida material, o un
ataque grave de sus derechos fundamentales […]” como lo define las Naciones Unidas en la Declaración
sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso del poder, sino también
a esos sufrimientos ligados a las causas, las resistencias y las luchas sociales. En ese sentido, las víctimas son
sobretodo, sujetos políticos que además de sus sufrimientos, fueron despojados de la vida política.
2 Ley 975 de Justicia y Paz (2005) define el Deber de Memoria como “El conocimiento de la historia de las
causas, desarrollos y consecuencias de la acción de los grupos armados al margen de la ley deberá ser
2
condiciones necesarias para que la sociedad, a través de sus diferentes expresiones tales
como víctimas, academia, centros de pensamiento, organizaciones sociales, organizaciones
víctimas y de derechos humanos, así como los organismos del Estado que cuenten con
competencia, autonomía y recursos, puedan avanzar en ejercicios de reconstrucción de
memoria como aporte a la realización del derecho a la verdad del que son titulares las
víctimas y la sociedad en su conjunto”, sin que el Estado impulse o promueva “ejercicios
orientados a la construcción de una historia o verdad oficial que niegue, vulnere o restrinja
los principios constitucionales de pluralidad, participación y solidaridad”.
A pesar de los logros alcanzados y de la importancia actual de la memoria, la verdad, la
dignificación y la reconciliación, Colombia sigue siendo un país en donde “el pasado no
pasa” porque la guerra continúa. La falta de comprensión social sobre la importancia del
reconocimiento de los acontecimientos y de las prácticas de confrontación violenta y de
dominación, que han siguen generado nuevas batalla con respecto a las versiones y el
sentido, casi siempre encabezada por oficialismo, no sólo ha dificultado la dignificación y
reivindicación de las víctimas y de la sociedad víctima, sino que ha hecho de la memoria un
espacio de discusión mucho más controvertido y ambiguo de lo que ya es3.
Pensar en la memoria es una tarea que implica cambios frente a la dialéctica, el devenir, la
indiferencia, la amnesia inconsciente, así como las manipulaciones constantes. La memoria
es un fenómeno actual, tanto en Colombia como en el mundo que permite por un lado,
articular el presente a través de las huellas del pasado como dotación de sentido y por el
otro, esclarecer la verdad de los hechos y la responsabilidad de los diferentes actores y
sectores de la sociedad, así como dignificar y resignificar la vida de las víctimas más allá
mantenido mediante procedimientos adecuados, en cumplimiento del deber a la preservación de la memoria
histórica que corresponde al Estado” (Artículo 56). 3 Antes del Proceso de Nuremberg, la llamada historia oficial, legitimó no sólo la narrativa hegemónica sino
también el perdón y la paz, a través de la necesidad del olvido, lo que hizo que el silencio se estableciera
como legítimo. “La vieja concepción asociada a la idea de la ‘memoria peligrosa’, ligada a la venganza y la
imposibilidad de superar lo traumático, encontró su límite en la naturaleza y gravedad de lo ejecutado por el
proyecto nazi-fascista. Y es que ninguna venganza era posible ante los aparatos de producción de la vida al
servicio de la muerte industrializada. Más allá, su desvelamiento como proyecto surgido en el seno mismo de
la exacerbación del culto a la Modernidad y al progreso, lo configuraron como posibilidad latente y repetible”
(Antequera Guzmán 47).
3
simples indemnizaciones económicas; aportar a la democracia, la construcción de paz y la
solución política del conflicto, etc.
La memoria también sirve como sentido de orientación para resistir, enfrentar y transformar
el pasado y el presente de inhumanidad, con miras hacia un futuro más justo y humano, que
dignifique y reivindique las luchas sociales y políticas de las víctimas, más allá de hacer
visibles sus sufrimientos. Incluso, es necesario como asegura José Antequera que la
sociedad defina “su papel frente a las realidades que comienzan a reconocerse a partir de
claves claras de identificación que le permitan comprender que lo sucedido a las víctimas
nos ha ocurrido a todos y que hacen de la memoria un derecho exigible” (Antequera
Guzmán 14).
El presente trabajo se justifica sobre la idea de fortalecer el debate acerca de la importancia
de la memoria en Colombia y en el mundo, la cual es entendida según el concepto definido
por el profesor Alfredo Gómez-Muller como “narración que confiere sentido general a un
período”, a través de la articulación narrativa de la multiplicidad de hechos del pasado y el
presente, sin desligar la verdad factual y siempre diferenciando lo humano y lo inhumano
(Gómez Muller 12).
Si la memoria es un ejercicio de reconocimiento del pasado y su articulación con el
presente, la escritura es un espacio para llevar a cabo ese ejercicio, es decir, un espacio para
construir memoria. Por tanto, es uno de los medios de lucha contra la amnesia pero también
contra el silencio, la desarticulación, la pérdida del sentido, la manipulación de la creencia
y por supuesto, la amnistía. Vincular la ficción con la memoria da la posibilidad de articular
el presente, a través de huellas y rastros del pasado y así significar los hechos reales y el
sentido general de la historia.
El compromiso académico, pero sobretodo político y profesional del presente trabajo está
directamente relacionado con la importancia de la literatura y las expresiones estéticas
como espacios de dotación de sentido y de significación de diversas experiencias. La
literatura, en la cual todos los cruces y espacios son posibles como la política, la memoria,
la desintegración, la dominación, lo público, lo privado, etc., logra a través de los límites
4
del lenguaje, recomponer lo real y restaurar con palabras los hechos reales, creando un
discurso que no es ni verdadero ni falso (Piglia, Crítica y Ficción 13).
Desde un compromiso político y profesional, el presente es un trabajo académico que
pretende demostrar cómo Respiración artificial (1980) del escritor argentino Ricardo
Piglia, NO-VELA los hechos reales y NOVELA lo que ha sido borrado por el relato estatal,
a través de una memoria que entre líneas le da sentido al período de la última dictadura
militar argentina. A través del secreto, el uso de la alegoría, la digresión, la multiplicidad de
voces que se entrecruzan y de la reproducción de fragmentos de testimonios, la novela
construye una memoria entre líneas que articula narrativamente los hechos del pasado con
los del presente de inhumanidad.
Así, el objetivo del presente trabajo es analizar a Respiración artificial como una
representación estética que surge en plena dictadura militar argentina para darle sentido al
“horror del presente” (Piglia, Respiración artificial 193), a partir de huellas y rastros del
pasado que permiten recuperar el sentido de orientación y comprender los hechos reales.
La aproximación a la novela y su análisis literario, se basan en el convencimiento de que la
novela muestra entre líneas diferentes hechos reales que le dan sentido al periodo de la
última dictadura militar argentina. Por lo mismo, la novela no surge como una esencia sino
como un efecto del horror y la represión, manteniendo una tensión secreta con las
maquinaciones del poder, produciendo su contraposición. Piglia, a través de la ficción logra
narrar entre líneas la experiencia del terror y la represión, esa experiencia que está más allá
de las palabras y que genera una nueva relación no sólo con el uso del lenguaje, sino con la
memoria, el sentido mismo de esa experiencia y el futuro.
El primer capítulo hace un análisis literario de la novela, adoptando tres estrategias de
lectura: primero, desde un acercamiento general a la obra, con el fin de contextualizar al
lector con la novela; segundo, analizando las voces narrativas en cada uno de los capítulos,
con el fin de diferenciar la voces de los personajes, pero también de visualizar cómo la
noción de verdad tiene la estructura donde el otro es el que habla; tercero, haciendo un
acercamiento a los personajes como intelectuales fracasados que desde el distanciamiento o
el exilio, buscan como si fueran unos investigadores las huellas que les permita conocer la
5
verdad de la historia. Finalmente, se abordará el archivo como modelo narrativo compuesto
por cartas, citas, un diario, reproducción de discursos, recortes de periódicos, etc.
El segundo capítulo se centra en una mirada histórica que analiza el conjunto de procesos,
de ciclos de desarticulación y alianzas sociales que se dieron en la Argentina y que llevaron
a la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” (1979-1983). Para esto se
abordará, primero el Rosismo (1835-1852), luego la unificación y consolidación del
Estado-nación al primer golpe de Estado (1880-1930). Luego se analizará por separado
cada uno de los momentos que llevaron a que la democracia argentina se convirtiera en un
repertorio de violaciones al Estado de Derecho y a los Derechos Humanos de la sociedad,
que terminaron en el sexto golpe de Estado llevado a cabo el 24 de marzo de 1976 y que
termina el 10 de diciembre 1983. Luego de esto, se analiza cómo la dictadura desarticuló el
pasado argentino con el presente de inhumanidad, haciendo que la sociedad perdiera el
sentido general de su historia, ese sentido de orientación que permitía entender que la
pesadilla del presente no era coyuntural, sino que hacia parte de un devenir histórico, de
una línea de continuidad, de una voz secreta que venía desde el origen mismo de la patria y
del Estado-nación.
Por último, el tercer capítulo analiza cómo Respiración artificial construye una memoria
entre líneas que mediante huellas y rastros del pasado, le da sentido al presente, ese sentido
que restaura la experiencia4 de vivir “el horror del presente” (Piglia, Respiración artificial
193). Así, el capítulo expone cómo desde la resistencia la novela de Piglia enfrenta la
maquinaria estatal dotando de sentido a “todos los lectores de la historia” (47), quienes
podrán leer en el pasado las huellas del presente, para reconstruir y reivindicar
simbólicamente5 “el modelo y representación de las glorias perdidas del pasado” (126) y
del presente. Si resiste y se recupera la capacidad de comprender y de significar el horror,
será posible quizás, resistirse frente a los sometimientos y visualizar el porvenir.
4 Desde el epígrafe de la novela, ésta hace referencia no sólo la experiencia de vivir en medio del horror, sino
el sentido mismo de esa experiencia: “We had the experience but missed the meaning, and approach to the
meaning restores the experience” T.S. Elliot. “Tuvimos la experiencia pero perdimos su significado, y el
acceso al significado restaura la experiencia”. 5 Lo simbólico se entiende en el presente trabajo como “la instancia de producción de la inteligibilidad
práctica e histórica” (Gómez Muller 13).
1 LA MIRADA ESTÉTICA
¿Se puede usar la ficción para narrar el horror?
Ricardo Piglia. Rodolfo Walsh y el lugar de la verdad.
¿Qué estética puede atreverse a entrar en el infierno
cuando los muertos permanecen aún insepultos? ¿Qué
memoria construir desde el abismo del silencio?
Ricardo Forster. Las almas de los muertos.
Ricardo Piglia crea una obra de suspenso e intriga que se resiste a la homogeneidad,
resaltando la pluralidad y la multiplicidad de hechos, historias y versiones. Las historias
entrecruzadas y fragmentadas de Respiración artificial están compuestas por materiales
ideológicos, literarios, filosóficos, históricos y políticos de otro tiempo y lugar. Desde un
discurso de resistencia situado en un espacio que Piglia ha denominado al “borde de las
tradiciones centrales” (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco
dificultades) 13), esta novela narra entre líneas la experiencia de vivir en medio del horror y
la represión.
Respiración artificial es una novela en la que las críticas al totalitarismo son muy claras,
incluso desde lo literario. Se resiste a contar una única historia, para contar en la voz de
varios narradores, múltiples historias, relatos y versiones, como parte del intento por
conocer la verdad de la historia1. La coexistencia de multiplicidades no sólo es una
1 La dedicatoria de Piglia dice: A Elías y a Rubén, que me ayudaron a conocer la verdad de la historia. Según
el crítico literario, Daniel Balderston, Piglia le informó que Elías y Rubén, son dos de los miles de
desaparecidos. (Balderston 174).
7
característica de los personajes y de las voces narrativas, sino de la novela, pues la
pluralidad de ideas y discursos se presentan sin cesar como una “ley constante de la
narración que se propaga en diversas direcciones, suscitando la complicidad del texto
mismo. Éste, espejo burlón o fervoroso de textos múltiples, ofrecidos en relectura
excéntrica desde un centro itinerante que se complace en desorbitar la linealidad
paradigmática, es también el cifrado espejo de sí mismo, que el lector recompone, a partir
de entreverados índices: ‘seguros’, probables o ficticios” (Sazbón 121).
Para entender cómo se articulan los hechos del pasado con los del presente de la dictadura
en Respiración artificial, es necesario aproximarse a la obra a través de la mirada estética,
esa mirada que vislumbra el sentido mismo de la novela y descifra su escritura secreta; eso
que “está escondido, separado del conjunto de la historia, reservado para el final y en otra
parte” (Piglia, Formas Breves 127).
1.1 UN ACERCAMIENTO A RESPIRACIÓN ARTIFICIAL
Es difícil hacer una síntesis de Respiración artificial y por tanto caracterizar una historia
principal, debido a lo compleja y fragmentada que es su estructura narrativa, ligada sin
lugar a duda a las condiciones en las que la novela fue escrita.
Respiración artificial (1980) fue publicada en medio de la última y más cruel dictadura
militar argentina (1976-1983), autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”, la
cual estableció un proyecto totalitario centrado en el terror, la desarticulación de la
sociedad, la tergiversación de los hechos, la intimidación, la eliminación física, la falta de
diferenciación entre lo humano y lo inhumano, el silenciamiento, la anulación de lo ético y
lo político, la exclusión de una memoria común y por tanto, la construcción de una
memoria artificial.
La pregunta del comienzo de la novela hace referencia a la necesidad de no entrar en el
juego de caracterizar una historia única y totalizante, en contraposición a lo que hace la
historia oficial: “¿Hay una historia? Si hay una historia empieza hace tres años. En abril de
1976 cuando se publica mi primer libro, él me manda una carta” (Piglia, Respiración
artificial 11). Un insignificante evento editorial y un evento íntimo y privado como es la
llegada de una carta coinciden con la fecha histórica en la que se da el golpe militar que
8
inicia el periodo denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, situándolo en el
trasfondo, sin mencionarlo. Los efectos, sin embargo, se sienten a lo largo del relato, pues
los intentos de articular una historia se ven socavados permanentemente por la estrategia
discursiva del régimen militar, el cual desarticuló los relatos, las historias y las versiones
que configuraban el imaginario social.
La historia que narra la novela empieza entonces, unos días después del golpe del 24 de
marzo de 1976 que da inicio a la dictadura más cruel e inhumana de todas, caracterizada
por las desapariciones, torturas y la eliminación física, intimidando a toda la población y
vulnerando todo tipo de derechos en una sociedad.
Dos veces en el texto se pregunta “¿Cómo narrar los hechos reales?” (17, 51), una vez en
esa primera carta que versa sobre la historia y luego en una entreverada disquisición sobre
literatura, la misma pregunta planteada por voces narrativas distintas (una es Maggi en esa
primera carta a Renzi, la otra en boca de Renzi, vía Tardewski) ¿Cómo narrar lo que no se
puede? ¿Cómo transmitir la experiencia del terror sin caer en la información? ¿Cómo darle
sentido a esa experiencia sin que se conviertan en una representación figurada?
Theodor Adorno en las variantes de su frase más reconocida, “Escribir poesía después de
Auschwitz es un acto de barbarie”, se refiere, a la imposibilidad que existe al narrar el
horror de la realidad. “No se puede escribir poesía después de Auschwitz”; “Imposible
escribir bien, literalmente hablando, sobre Auschwitz”. Hay acontecimientos inhumanos
que son muy difíciles de narrar y significar a través del lenguaje, por eso Piglia propone
que se narre desde el desplazamiento, desde la voz de los testigos, de esos sujetos anónimos
que conforman la sociedad en el lugar de una enunciación personal. “La literatura” dice
Piglia, “sería el lugar en el que siempre es otro es el que habla. […] Salir del centro, dejar
que el lenguaje hable también en el borde, en lo que se oye, en lo que llega de otro” (Piglia,
Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades) 37).
Piglia en su primera novela muestra diferentes situaciones vividas en medio de la realidad
represiva de la última y más cruel dictadura militar, pues como él mismo lo afirma “la
novela, o más bien la ficción, [...] supone la posibilidad de elaborar los materiales más
variados […] todo se puede ficcionalizar: historias de amor, teorías, batallas, silogismos
9
[…] No es un problema que dependa de los contenidos sino del tratamiento” (Piglia, Por un
Relato Futuro; Diálogo Ricardo Piglia - Juan José Saer 11).
La trama novelística de Respiración artificial es fragmentada; está compuesta por
digresiones, entrecruzamiento de géneros, códigos propios, mensajes cifrados, palabras
sueltas y frases aisladas que hacen referencia a una realidad imposible narrar. La novela
también exige un lector que tenga las herramientas necesarias para entender la novela y
darle sentido a sus múltiples historias y versiones.
No obstante la complejidad analítica con la que se desarrolla la novela, esta cuenta con una
estructura que permite establecer un orden narrativo. La obra está dividida en dos partes y
cuatro capítulos. La primera parte, titulada Si yo mismo fuera el invierno sombrío, cuenta
con tres capítulos y cuatro subcapítulos correspondientes. La segunda parte, titulada
Descartes, consta del cuarto y último capítulo compuesto por tres subcapítulos. Allí se
hace, como anota Edgardo Berg, “un uso deliberado de las jergas privadas de la crítica
literaria y el ensayo cultural. Ahora, la teoría se introduce de manera exasperada, haciendo
de ella una historia de suspenso, una trama policial” (Berg 72).
El título de la primera parte, Si yo mismo fuera el invierno sombrío, corresponde a un
cuadro de Frans Hals, aunque en realidad pertenezca a Jean Louis Hamon (1821-1874).
Esto es importante si se considera que el retrato más conocido del filósofo Descartes (título
de la segunda parte de la novela), fue hecho por Frans Hals.
La primera parte es epistolar y consiste en la correspondencia entre Emilio Renzi –un
escritor apolítico al que solo le interesa la literatura- y su tío Marcelo Maggi, un historiador
amateur. Los dos hombres no se conocen, pero Renzi ha escrito una novela sobre la azarosa
vida de su tío y Maggi le escribe, una vez publicada la novela, para rectificar lo que
considera impreciso o equivocado. En el curso de la correspondencia se adentran en
discusiones sobre el origen de la desventurada República Argentina y el sentido de su
proceso histórico. La clave se encuentra, según Maggi, en la excéntrica vida de un
personaje del siglo XIX, Enrique Ossorio, el abuelo de su suegro.
10
La búsqueda por encontrar el origen del fracaso nacional, lleva a Maggi a trabajar por años
el archivo inédito de Ossorio, quien a finales de 1837 se vuelve secretario privado de Juan
Manuel de Rosas y se convierte en uno de sus hombres más cercanos. Sin embargo, hacia
1838 conforma un complot en contra de Rosas, que al ser descubierto, Ossorio decide
exiliarse en Montevideo donde es considerado un espía doble por los exiliados. De ahí en
adelante viaja por diferentes países, hasta llegar a la ciudad de California en busca de oro,
donde logra hacer una gran fortuna, para finalmente instalarse en Nueva York, donde
escribe diferentes textos, que conforman su archivo personal, entre los cuales están unas
cartas dirigidas a personajes importantes de la época que hacen referencia al porvenir de la
nación, así como una novela utópica titulada 1979, en donde plasma sus esperanzas.
Maggi empieza a investigar el archivo personal de Ossorio para encontrar allí el origen del
fracaso de la historia argentina. Sin embargo, debido a diversas complicaciones y
contratiempos inesperados -como la interceptación de las cartas por parte de Arocena, el
funcionario censurador-, Maggi decide entregarle el archivo junto con todo el trabajo
realizado por él a alguien de su entera confianza, a su heredero, su fiel testigo y confidente,
su sobrino Emilio Renzi, quien debe encargarse de descifrar los documentos, reescribirlos y
si es necesario publicarlos.
Hacia marzo de 1977, casi un año después del inicio de la comunicación epistolar entre
Maggi y Renzi, este último viaja a la ciudad de Concordia a encontrarse con su tío, sin
sospechar que ese viaje será el inicio de una investigación hacia el pasado que le permitirá
reconstruir la verdad de los hechos y el sentido general de la historia argentina.
A su llegada a Concordia, Renzi conoce a Tardewski, el amigo polaco de Maggi, con quien
entabla una conversación intelectual en un café. En la conversación están presentes algunos
rasgos de la personalidad de Maggi, junto con la historia de diversos personajes, entre los
cuales están el hijo natural de un noble ruso; un alemán que durante el nazismo ordenaba
los archivos científicos nazis; un hombre que mató a su mujer mientras limpiaba su
escopeta; un poeta llamado Bartolomé Marconi y la horrible mujer que le escribe cartas
increíbles; e incluso un supuesto encuentro entre Kafka y Hitler en el Café Arcos de Praga.
11
Maggi finalmente no llega a la cita, por lo cual Tardewski le entrega a Renzi los
documentos y le dice que en ellos encontrará la clave de la ausencia de su tío, junto con su
autobiografía, pues esos documentos eran el único medio que tenía Maggi para hablar de sí
mismo y de narrar los hechos reales del presente. Así, los personajes investigan a través de
los documentos del pasado, el origen de los avatares políticos de la República Argentina y
con este, el sentido del periodo de la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional”.
El tema de la novela es la investigación que llevan a cabo los personajes para conocer la
verdad de la historia2 que ha sido omitida por la dictadura, y así darle sentido a la pesadilla
del presente; el modelo narrativo por su parte, es el archivo compuesto por diversos
documento, recortes de periódicos, fotos, “textos, cartas, informes, y un Diario” (Piglia,
Respiración artificial 28)
Respiración artificial narra entre líneas los hechos reales del presente, a través de voces
narrativas que a su vez reproducen discursos, para así poder hablar de los años más
represivos de la dictadura militar, articulando narrativamente la multiplicidad de hechos del
pasado con el presente. Así por ejemplo, mientras el tiempo narrativo de la novela utópica
de Ossorio titulada 1979, va de “marzo de 1837 a junio de 1838 (Bloqueo francés, Terror)”
(84), la novela de Piglia va de abril de 1976 a 1979 (los tres años más represivos de la
última y más cruel dictadura militar argentina, Terrorismo de Estado).
1.2 LAS VOCES NARRATIVAS
La teoría de la relatividad. La presencia del observador
altera la estructura del fenómeno observado. Así la
teoría de la relatividad es, como su nombre lo indica, la
teoría de la acción relativa. Relativa, de relata: narrar. El
que narra, el narrador. Narrador, dice Meier, quiere
decir: el que sabe.
Ricardo Piglia, Respiración Artificial
En Respiración artificial la multiplicidad de voces suelen confundirse, al no ser muy claro
quién habla, quién escribe, quién oye, quién lee citas, etc. En la novela se entrecruzan
múltiples relatos, versiones, voces narrativas, personajes fracasados y voces marginadas,
2 La dedicatoria de la novela es: A Elías y a Rubén, que me ayudaron a conocer la verdad de la historia.
12
para narrar los hechos reales omitidos por la dictadura. Piglia hace de su novela el lugar
para que ese otro que ha sido silenciado por la dictadura pueda narrar la verdad de los
hechos, esa verdad que se presenta como una ficción donde siempre otro es el que habla.
Piglia sale entonces del centro, deja “que el lenguaje hable desde el borde, en lo que se oye,
en lo que llega de otro” (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco
dificultades) 37).
La dificultad de narrar los hechos reales del presente hace que las voces narrativas le cedan
el lugar de la enunciación a otro que pueda hablar acerca de esa verdad social que se
contrapone al oficialismo. En ese sentido, la historia que cuenta la novela hace parte de un
relato parcial, incierto y fragmentado que debe ajustarse a otras versiones e historias para
que pueda entenderse el sentido general de la historia de la novela, así como de la historia
argentina.
Las voces narrativas se entrecruzan y se cubren entre sí, a lo largo de la novela, gracias a la
reproducción, síntesis y atribución de discursos, como el caso particular de Renzi y
Tardewski. La voz narrativa de Enrique Ossorio por su parte, se comporta por momentos
más como un autor que como un narrador, mientras el narrador heterodiegético
desconocido resalta el carácter literario de la novela, no sólo por alternarse con las voces
narrativas de los personajes, sino por ser un narrador desconocido y omnisciente. Con
excepción del narrador heterodiegético omnisciente, cada una de las voces narra una
historia que trae en sí misma múltiples historias y versiones acerca de la vida de otros, así
como del pasado y el presente de la Argentina. Esas historias, versiones y relatos se
presentan a través de la reproducción de “citas de las citas”, como una superposición de
múltiples voces narrativas, ya que como dice Marta Morello-Frosch “las discusiones y
comentarios se hacen entre dos personas por lo menos, que mediatizan a menudo las ideas
de un tercero […]. Insistencia en la cultura y en la historia como algo traslaticio, transitivo
y altamente socializado, aunque en la narrativa aparezcan muy pocos personajes” (Morello
Frosch 150). Así por ejemplo la voz narrativa de Renzi dice con respecto a la mujer que le
escribe cartas a Marconi:
[…] eso fue lo que dijo la mujer, dijo Marconi, me cuenta Tardewski (167).
13
Incluso, en la novela es necesaria la reiteración, es decir, que el discurso indirecto de una
voz sea confirmado por el discurso directo de otra:
Tardewski […] ha abierto el cajón. Ha sacado unas carpetas. Y ha vuelto hacía aquí a
entregármelas. Ha dicho que estos papeles, ahora, son míos. Son suyos, ha dicho
Tardewski. (224).
Eso dificulta aún más la posibilidad de saber con certeza quién narra, quién reproduce
discursos y a quién, pues existe la dificultad misma no sólo de narrar los hechos reales, sino
de contar una historia que tiene a su vez múltiples historias, versiones, así como personajes
reales y ficticios. “No se puede responsabilizar a una sola voz con esta historia que
involucra a muchísimas otras” dice Jorge Fornet, porque finalmente en la novela nadie tiene
la última palabra; incluso, muchas veces “la historia no llega de fuente directa sino
tamizada por la subjetividad del oyente” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y
la literatura argentina 93).
En contraposición a la cita de Wittgenstein, Sobre aquello de lo que no se puede hablar,
hay que callar (Piglia, Respiración artificial 171), Piglia narra, a partir de diversas voces
que se entrecruzan y confunden entre sí, las historias que circulan en la sociedad
fragmentada de la Argentina de la última dictadura militar. Desde la restricción y el
distanciamiento con respecto a la palabra propia, Piglia construye una ficción destinada a
narrar los hechos reales, a decir la verdad oculta por la historia oficial, haciendo que las
voces narrativas reproduzcan a su vez discursos de otros y poder decir lo que no se puede.
En el primer capítulo aparece la comunicación epistolar entre Renzi y Maggi; en el
segundo, aunque la voz es la de Renzi, la que domina es la del senador Luciano Ossorio; en
el tercero, aparecen parte de los documentos de Enrique Ossorio, posiblemente cartas o
apartes del diario del mismo, que pueden ser parte de correspondencia que le envía Maggi
al senador Luciano Ossorio y que son interceptadas por Arocena. Sin embargo, también es
posible pensar que los documentos de Ossorio están intercalados con ocho cartas
reproducidas por el narrador heterodiegético, que tiene a su cargo el relato de la censura en
manos de Arocena. En el cuarto y último capítulo Renzi vuelve a ser la voz narrativa, pero
está vez junto con la voz de Tardewski.
14
1.2.1 RENZI, VOZ DEL PRIMER Y SEGUNDO CAPÍTULO
La voz que da inicio a la novela es la de Emilio Renzi. Según Piglia, Renzi es una mezcla
entre una figura policial y una figura literaria del investigador:
Una primera persona que no narra su propia historia, es decir, una primera que cuenta
la historia de otro ([…] Renzi cuenta la historia de Maggi), una historia en la que está
implicado y a la que conoce sólo parcialmente. Esa posición permite incorporar
testimonios, pesquisas, citas, hipótesis que funcionan como las que un crítico construye
cuando investiga en un libro o en una época. (Piglia, Crítica y Ficción 128).
Renzi comienza el relato diciendo que si hay una historia empieza en 1976, cuando se
publica su primera novela, por la cual su tío Maggi le envía una carta que viene con una
foto en la cual hay un poema inglés que sirve de epígrafe al relato:
¿Hay una historia? Si hay una historia empieza hace tres años. En abril de 1976,
cuando se publica mi primer libro, él me manda una carta. Con la carta vienen una foto
donde me tiene en brazos […] La foto es de 1941; atrás él había escrito la fecha y
después, como si buscara orientarme, transcribió las dos líneas del poema inglés que
ahora sirve de epígrafe a este relato. (Piglia, Respiración artificial 11).
El relato al cual hace referencia Renzi puede ser su segunda novela. Sin embargo, aunque
Respiración artificial puede ser la materia prima del relato de Renzi, difícilmente es la
novela misma, pues aunque su voz de inicio a la historia, a medida que esta avanza se van
introduciendo distintas voces y situaciones que hacen dudar la autoría de Renzi.
En la primera parte de la novela la voz de Renzi muestra de sí, a un personaje que mira el
mundo desde la literatura, pero a la vez, a un personaje que se comporta más como testigo
que como protagonista, informa de sí mismo lo necesario para luego dar lugar a otras
voces. Es capaz de desplazarse y poner en su lugar voces ajenas, como lo hace con Maggi
en el primer capítulo y con el senador Luciano Ossorio en el segundo. Por el contrario, en
la segunda parte Descartes, Renzi casi no tiene voz en la narración, sin embargo, sus
intervenciones en las diferentes conversaciones son para inducir, especular y generar una
discusión intelectual.
15
Renzi cuenta que en abril de 1976 publica su primer libro titulado La prolijidad de lo real3,
basado en la vida y la desaparición del hermano de su madre, Marcelo Maggi, quien estuvo
preso por tres años, por haberle robado a su esposa Esperancita una fortuna para escaparse
con su amante, la Coca. Sin embargo, cuando Esperancita muere encuentran una carta,
dirigida a su esposo, donde admite que el robo nunca sucedió.
La historia de la fuga de Maggi con su amante sirve de base para la novela que ha escrito
Renzi, un relato “con aire faulkneriano”, en que usa como eje la genealogía familiar.
Maggi, el joven de brillante porvenir, recién recibido de abogado, se casa y a los seis meses
desaparece; llena de resentimiento, su esposa inventa un robo que lleva a Maggi a la cárcel.
Tras la publicación de La prolijidad de lo real Maggi le envía una carta a su sobrino que da
inicio al relato y que ubica desde el inicio el problema que guía la novela: “¿Cómo narrar
los hechos reales?” (17). La comunicación epistolar entre tío y sobrino es la forma de narrar
toda la primera parte de la novela y de dar inicio a la historia: “Esa fue la primera carta y
así empieza verdaderamente esta historia” (17).
Esa comunicación epistolar, sin embargo, en vez de ser reproducida textualmente es
parafraseada y resumida por Renzi, pues según él no tiene sentido la reproducción literal de
esas cartas, ya que en su relectura no encuentra “ninguna evidencia clara que pudiera
haber[le] hecho prever lo que pasó” (22).
Son cinco cartas en total las que conforman la comunicación epistolar: dos cartas son
escritas por Renzi y tres por Maggi. Aunque pareciera que esas cartas van a girar en torno a
la vida de Maggi, Renzi aclara que el centro de la correspondencia fue la investigación que
3 En julio de 1978, dos años antes de la publicación de Respiración artificial, Piglia publicó un texto titulado
La prolijidad de lo real. Este resultó siendo, con algunos cambios, el primer capítulo de la novela.
En dicho texto, el libro de Renzi se titula Respiración artificial y no La prolijidad de lo real, y en vez de ser
publicado en abril de 1976, se publica en abril de 1968. Es posible que la historia del texto empiece en 1968,
pues en el año de la publicación del texto (1978) era mucho más arriesgado ubicar la historia, ya que la
Argentina estaba pasando por los años más atroces y represivos de la dictadura (1976 a 1979). Por el
contrario, cuando se publica Respiración artificial en 1980, había llegado a la Argentina la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que promovía y validaba la creación de organizaciones en
defensa de los derechos humanos, lo cual generó el resurgimiento de espacios de reflexión política, social y
cultural que habían sido desarticulados y silenciados por la dictadura.
16
su tío se encontraba realizando acerca de la vida de Enrique Ossorio y toda la verdad de su
época:
En realidad, más allá de esas noticias, más allá de las polémicas que entablábamos de
vez en cuando, lo que terminó por convertirse en el centro de la correspondencia de
Maggi conmigo fue su trabajo sobre Enrique Ossorio. Estaba escribiendo desde hacía
tiempo ese libro y los problemas que se le presentaban empezaron a cruzar las cartas.
(25).
Renzi cuenta que él empieza a reconstruir, a través de las cartas de su tío, la historia de
Ossorio, para convertirse sin saberlo, en el heredero de la investigación. A través del
resumen de las cartas por parte de Renzi, es posible saber que Maggi, debido al contexto de
la Argentina, estaba pasando por varios inconvenientes y contratiempos:
De hecho, la historia de Enrique Ossorio se fue construyendo para mí, de a poco,
fragmentariamente, entreverada en las cartas de Marcelo. Porque él nunca me dijo
explícitamente: Quiero hacerte conocer esta historia, quiero hacerte saber qué sentido
tiene para mí y lo que pienso hacer con ella. Nunca me lo dijo de un modo directo pero
me lo hizo saber, como si en un sentido ya me hubiera nombrado su heredero, como si
previera lo que iba a pasar o lo temiera. (26).
Mientras en el primer capítulo Renzi aclara que no tiene sentido la reproducción literal de
las cartas, en el segundo, reproduce textualmente la conversación que establece con el
senador Luciano Ossorio, nieto de Enrique Ossorio y suegro de Maggi. Aunque Renzi es la
voz narrativa del segundo capítulo, la conversación recae en el discurso del senador. Esto
lleva a que tanto el senador como Maggi, sean personajes con una función narrativa más
prominente que el mismo Renzi, el cual, a pesar de ser la voz narrativa del primer y
segundo capítulo, cede su voz a ambos personajes. Estos, a su vez, no reproducen discursos
ajenos, sino que hablan tanto de los demás como de sí mismos.
A diferencia del resumen correspondiente a la comunicación epistolar entre Renzi y su tío,
la reproducción de la conversación entre Renzi y el senador es textual y se hace a través de
comillas, aunque con constantes intervenciones más reiterativas que explicativas por parte
de la voz narrativa del primero:
“Puede llamarme senador”, dijo el senador. “O ex senador. Puede llamarme ex
senador”, dijo el ex senador” […] “Pero vista la situación actual quizás sería preferible
y no sólo preferible sino incluso más ajustado a la verdad de los hechos y el sentido
17
general de la historia argentina que me llame usted, ex senador”, dijo el ex senador.
(43).
Finalmente, en toda la primera parte de la novela Renzi se mueve entre una voz narrativa de
un testigo que cuenta muy poco de sí mismo, para recoger las palabras de los demás
personajes, a saber de Maggi y el senador Luciano Ossorio, quienes transmiten fragmentos
de la historia de Enrique Ossorio. Su voz narrativa se comporta de distintas maneras:
cuando reproduce la correspondencia con su tío, se comporta como un coprotagonista;
cuando expone literalmente la conversación con el senador en la primera parte, o con
Tardewski en la segunda, se comporta como un testigo participante; cuando habla acerca de
sí mismo, se comporta como el protagonista de su narración, o cuando narra la vida de
Maggi, actúa como un personaje secundario. (Pons 56).
1.2.2 LOS DOCUMENTOS DE ENRIQUE OSSORIO Y EL NARRADOR
HETERODIEGÉTICO EN EL TERCER CAPÍTULO
Mientras el primer y segundo capítulo, parecen ser parte de la novela epistolar narrada por
Renzi, el tercero reproduce documentos de Enrique Ossorio y entra un narrador
heterodiegético que reproduce las cartas censuradas por Arocena, el personaje censor de la
dictadura del “Proceso”. Esto, no sólo dificulta saber si el tercer capítulo también hace parte
de la novela epistolar de Renzi, sino también la posibilidad de saber con exactitud si los
documentos de Ossorio forman parte de las cartas que Maggi le envía al senador Luciano
Ossorio y que son censuradas por Arocena, o simplemente hacen parte de la reproducción
del diario o cartas no enviadas de Enrique Ossorio.
El tercer y último capítulo de la primera parte de la novela es quizás el más complejo, por
tanto, el que ha más generado interpretaciones de diverso tipo. Según Jorge Fornet, en este
capítulo “se reproducen fragmentos de los papeles de Ossorio y entra la narración de
Arocena y la lectura que éste hace de las cartas interceptadas, incluidas algunas de Renzi y
Maggi” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literatura argentina 91).
Para Kathleen Newman, en el tercer capítulo “aparece el diario de Enrique Ossorio y las
ocho cartas” censuradas por Arocena. “Los fragmentos del diario de Ossorio sirven para
reiterar el problema del análisis histórico y para comentar las cartas con que se superponen.
18
Cada carta contiene (u oculta) información sobre la situación política actual” (Newman
188).
María Cristina Pons por su parte, afirma que el tercer capítulo está compuesto por dos
voces narrativas básicas: “la de E. Ossorio y la del narrador anónimo heterodiegético”, y
advierte que la narración de Ossorio “puede ser parte tanto de su diario como de su
correspondencia” (Pons 68). Los documentos de Ossorio, sean cartas o fragmentos de su
diario, dice Pons, “cuestiona la posibilidad de que hayan sido realmente leídos por aquellos
que Ossorio tenía en mente en el momento de su escritura” (72). Así Pons considera que el
tercer capítulo “es la reproducción de escritos de E. Ossorio de diferentes épocas, las cuales
a su vez, se alternan con la narración de la actividad de censura que lleva a cabo Arocena”
(89).
La incertidumbre con respecto a las voces narrativas está directamente relacionada con la
dificultad de contar una historia que tiene a su vez múltiples historias y protagonistas. “No
se puede responsabilizar a una sola voz con esta historia que involucra a muchísimas otras”
(Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literatura argentina 91). Sin embargo,
lo único que si es claro con respecto a las voces o narradores del tercer capítulo, es que el
narrador heterodiegético tiene a su cargo el relato de censura en manos de Arocena.
El tercer capítulo se compone por la alternancia de diversas cartas, unas escritas por
Ossorio y posiblemente reproducidas por Maggi como parte de la correspondencia que éste
le dirige al senador Luciano Ossorio, otras interceptadas por Arocena y reproducidas por un
narrador heterodiegético desconocido. Esa alternancia proporciona pistas y claves para
identificar algunos aspectos formales de Respiración artificial, visualizando a la vez el
contexto en el que la novela fue escrita, ya que las cartas que escribe Ossorio y que lee
Arocena son la unión de dos textos diferentes que dejan ver algunas de las situaciones
represivas de la Argentina de la dictadura como las torturas, las desapariciones, el exilio,
los asesinatos y por supuesto, la censura.
La voz narrativa de Enrique Ossorio ocupa el primer nivel de la narración, ya que a
diferencia de las demás voces no hay ninguna voz que lo introduzca. Tampoco reproduce
19
discursos ajenos, por el contrario, se centra en escritos, cartas o reflexiones propias que le
permiten mostrarse como autor, narrador y personaje.
El tercer capítulo inicia precisamente con la narración de un escrito de Ossorio, el cual
puede hacer parte de varios de los documentos que conforman su archivo privado: cartas no
enviadas, informes o fragmentos de su diario. Desde el primer capítulo de la novela, la voz
narrativa de Renzi, menciona la existencia de esos documentos, como parte del archivo que
la familia Ossorio conservó durante más de cien años antes de que fueran conocidos
públicamente, incluso antes de que el senador se los entregara a Maggi:
Fue el viejo, por otro lado, el que empezó a hablarme de Enrique Ossorio, que era su
abuelo, y me dejó ver el cofre con el archivo de la familia. La lectura de esos papeles y
el romance con la hija vinieron juntos […] (Piglia, Respiración artificial 21).
Gracias a la comunicación epistolar entre Maggi y Renzi, se sabe que las cartas de Ossorio
fueron escritas por él mismo cuando se encontraba en la ciudad de Nueva York con la idea
de escribir una novela utópica. En una de las cartas Maggi dice:
Luego se instala en Nueva York, dispuesto a dedicarse a la literatura. Pasa noches
enteras encerrado en una pieza del East River escribiendo textos diversos (entre ellos
una novela utópica). (27).
Maggi manejaba los documentos inéditos conservados por la familia Ossorio durante
casi cien años. Son esos papeles lo que el padre de Esperancita pone en sus manos:
textos, cartas, informes y un Diario escrito por Ossorio en Norteamérica. (28).
Son nueve en total las cartas o fragmentos del diario de Enrique Ossorio que hacen parte de
su archivo, el cual es trabajado por Maggi. La primera carta o fragmento hace referencia al
porvenir de la Argentina en cien años, como una especie de utopía construida en un tiempo
futuro que permite prever un porvenir lleno de discrepancias, luchas constantes, homicidios
y masacres:
Preveo: disensiones, divergencias, nuevas luchas. Interminablemente. Asesinatos,
masacres, guerras fratricidas. Estoy solo en la ciudad de Nueva York y me pregunto:
¿Qué ha cambiado? […] Creo que nuestra vida no ha sido más que un solo error
insensato. Ya no podremos retroceder. Lo que hemos hecho está hecho. […] He
pensado escribir una utopía: narraré allí lo que imagino será el porvenir de la nación.
[…] ¿Cómo será la patria en 100 años? ¿Quién nos recordará? A nosotros ¿Quién nos
recordará? Sobre esos sueños escribo. Así, yo escribiré sobre el futuro porque no
quiero recordar el pasado. Uno piensa en lo que vendrá cuando dice: ¿Cómo puede ser
20
que no haya podido ver entonces lo que ahora parece tan evidente? ¿Y cómo puedo
hacer para ver en el presente los signos que anuncian la dirección del porvenir? Sobre
esto y también sobre mi vida he comenzado a reflexionar y por eso le escribo. (70).
La siguiente carta o documento hace referencia a la Autobiografía de Ossorio, a través de
cuatro Antepasados. El primer antepasado es el de sus abuelos: “Uno de mis abuelos
prosperó en el humanitario comercio de comprar esclavos”; el segundo es el de su padre:
“Mi padre era un hombre desencantado. Fue soldado porque así lo exigieron los tiempos”
(73); el tercero es el de su madre: “Mi madre era de la estirpe altiva y vagabunda de los
bohemios de este mundo, pero nunca lo supo” (74); el cuarto y quizás el más importante de
los antepasados, hace referencia a su propia traición, la cual según él, será juzgado por la
historia y por sus contemporáneos:
En cuanto a mí, nací Enrique de Ossorio, pero he desechado esa partícula cuyas
resonancias ofenden la razón de mi época […] Releo mis papeles privados. Han pasado
desde entonces diez años y, sin embargo, siento que he vuelto a colocarme otra vez en
el lugar de la traición […] Ahora soy un traidor de mi propio pasado del mismo modo
que antes fui un traidor a mi propio provenir. Ustedes prefieren perseverar en la lealtad
a los errores, hacer como si lo que ahora sucede hubiera estado previsto y premeditado
en aquellos tiempos. Pero yo sé que no fue así: yo estuve donde había que estar para
saberlo. (75, 76).
Los siguientes escritos hacen referencia a la vida de Ossorio en el exilio, para luego
centrarse en sus ideales y reflexiones políticas que van encaminados a la elaboración de una
novela utópica “escrita en el exilio y por él” (85), visualizando el porvenir de la patria:
Ahora bien, he pensado hoy: ¿Qué es la utopía? ¿El lugar perfecto? No se trata de eso.
Antes que nada, para mí, el exilio es la utopía. No hay tal lugar. El destierro, el éxodo,
un espacio suspendido en el tiempo, entre dos tiempos. Tenemos los recuerdos que nos
han quedado del país y después imaginamos cómo será (cómo va a ser) el país cuando
volvamos a él. Ese tiempo muerto, entre el pasado y el futuro, es la utopía para mí […]
¿Qué lecciones he sacado de esa otra experiencia vivida por mí en el mundo alucinante
de la utopía? Que en su persecución todos los crímenes son posibles. Y que sólo
podrán alcanzar el reino suave y feliz de la pura utopía aquellos que (como yo) han
sabido arrastrarse por la mayor degradación. (78).
Según los escritos de Ossorio, su novela utópica no debe reconstruir un espacio inexistente
o imaginario, sino ponerse una cita con el propio país en una fecha establecida en el futuro.
La novela, se llamará 1979 y tendrá como epígrafe: “Cada época sueña la anterior, Jules
Michelet” (80).
21
Si los documentos de Ossorio hacen parte de sus cartas, estas la novela no permite saber
con exactitud si fueron leídas por los destinatarios que él tenía en mente cuando las
escribió. Sin embargo, desde el primer capítulo se sabe gracias a la voz narrativa de Renzi,
que la correspondencia estaba “dirigida a Rosas, a De Angelis, a Sarmiento, a Alberdi, a
Urquiza” (27), y que el eje central de las mismas era la futura unión nacional. Esos rasgos
permiten ver la característica principal del tercer capítulo y una faceta que se tematiza en
toda la novela: la escritura de diversos documentos no serán leídos por quienes estuvieron
destinados, como es el caso de las cartas que intercepta Arocena, el censurador.
En medio de las cartas de Ossorio aparece el narrador heterodiegético desconocido,
que tiene a su cargo el relato de la censura en manos de Arocena, el personaje que
intercepta cartas y pretende descifrar el mensaje secreto de las mismas. El narrador a
diferencia de las voces, es el único que presenta literalmente las cartas que hacen parte
de su relato, es decir las cartas que el censurador pretende descifrar, junto con el
resultado de su interpretación, dejando ver tanto los pensamientos, como las formas de
desciframiento utilizadas por Arocena, así como las absurdas conclusiones a las que
este llega. Esto hace que el narrador tenga un carácter literario que lo diferencia aún más
de las voces narrativas, pues conoce y controla todo con respecto a la historia que narra.
Siguiendo lo dicho por María Cristina Pons, este es un narrador omnisciente y autónomo ya
que no es introducido por ninguna otra voz narrativa y porque se ubica dentro de la
“realidad” ficticia de las voces, al narrar sobre diversos personajes, “que corresponden a
una realidad donde un ser que conozca el pensamiento de otros no es aceptable más que en
la ficción. Dentro de la “realidad” de los narradores-personajes, este narrador disiente y nos
remite a alguien que lo ha creado, a un autor. Nuevamente surge el interrogante de si es
Renzi su creador” (Pons 92).
Ocho cartas interceptadas y censuradas por Arocena, son el instrumento principal del
narrador desconocido, las cuales hacen parte fundamental de su relato, pero no son el relato
mismo. El narrador heterodiegético reproduce como en un lugar de cruce, las voces que han
sido silenciadas por la dictadura, los mensajes que la máquina del mal ha grabado en la
carne de las víctimas, poniendo a otro en el lugar de la enunciación, es decir, dándole voz a
22
esos sujetos que han sido los testigos de sí mismo o de los hechos de inhumanidad llevados
a cabo en el periodo del “Proceso de Reorganización Nacional”. Esa posición del narrador,
para darle lugar al testimonio se define porque, según el mismo Piglia, “el testigo certifica
la verdad y permite que el otro que escribe vea la escena y pueda narrarla, como si fuera
otro. Ir hacia otro, hacer que el otro diga la verdad de lo que siente y de lo que ha sucedido,
ese desplazamiento, este cambio en la enunciación, funciona como un condensador de la
experiencia”. (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades) 18)
En la novela y en la literatura, como el mismo Piglia lo dice, existe “una diferencia muy
importante […] entre mostrar y decir” (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y
cinco dificultades) 27), por eso mismo, las cartas que reproduce el narrador heterodiegético,
a simple vista parecen no decir mucho de forma directa, sin embargo, dejan ver la
experiencia de vivir en medio del terror y la represión de la dictadura militar como el exilio,
las torturas, las desapariciones, etc.
Inmediatamente después del texto de Ossorio que da inicio al tercer capítulo, viene la
primera carta interceptada por Arocena. En ella, Maggi le dice al senador que debido a unos
inconvenientes y malos tiempos, ha decidido abandonar la ciudad de Concordia y
entregarle los documentos que ha venido investigando sobre la vida de Enrique Ossorio a
alguien de su entera confianza, a su sobrino Emilio Renzi, para que éste continúe, termine y
si es necesario publique el trabajo:
Mi querido don Luciano: siempre me acuerdo de usted y si no he escrito antes es
porque en estos últimos meses he tenido algunos contratiempos (linda palabra esa, tan
metafórica). Me parece que otra vez voy a tener que empezar a moverme […]. La
época por otro lado no nos ayuda a volvernos sedentarios […].
He seguido trabajando en el Enrique Ossorio: bastante fascinado por la etapa de Nueva
York; solo y aislado […] Hay una carta que le escribe a Alberdi en agosto del 50, que
me ha impresionado. “Desconfiar: eso sé”, le escribe […]. Veo bien el trágico destino
que nos espera, sobre todo a usted, Juan Bautista […] Es de la clase de hombres que no
transige y esa clase de hombre, en los tiempos que se avecinan, tendrán dos caminos: el
exilio y la muerte […]. (Piglia, Respiración artificial 71).
Esa primera carta interceptada anuncia la lucidez de Enrique Ossorio, quien prevé a
mediados del siglo XIX el trágico destino de la Argentina, donde a lo largo de la historia
23
primará el exilio o la muerte. A partir de esa primera carta, el narrador heterodiegético va a
reproducir el trágico porvenir de la Argentina de la época del “Proceso”, ese presente de
inhumanidad nombrado entre líneas.
Así por ejemplo, en la segunda carta interceptada hace referencia a los argentinos exiliados
por la dictadura, “los argentinos del exterior” que tanto extrañan la tierra natal. En ella, un
académico exiliado llamado Roque, le escribe al único de sus amigos que continúa viviendo
en la Argentina y le pregunta entre algunas otras cosas, si es posible publicar en plena
dictadura militar:
Los muertos y los amigos (vos entre ellos) se me aparecen en los sueños. Así son las
cosas en esta época: para encontrarse con la gente que uno quiere hay que dormir […]
Se extraña la tierra natal; las noticias que llegan son confusas y más bien sombrías.
Nadie entiende qué seguís haciendo vos ahí. ¿Con quién te ves? ¿Se puede publicar?
Parecés el último de los mohicanos. Tendrías que saber que no siempre las fidelidades
a la tribu son geográficas. Los líricos y filósofos chinos […] solían ir al exilio como los
nuestros van a la academia. (77).
En otra carta, una joven llamada Echevarne Angélica Inés le escribe al Señor Intendente
acerca del horror de las torturas. Por eso ella se hace llamar “la cantora oficial”, porque es
la encargada de revelar las torturas de la dictadura del “Proceso de Reorganización
Nacional”:
Sucede lo siguiente, señor Intendente: me han hecho una incisión y me colocaron un
aparato transmisor disimulado entre las arborescencias del corazón […] Yo lo veo todo
por ese aparatito que me han puesto […] Una ve este descampado y no se imagina lo
que yo he visto: cuánto sufrimiento. Al principio sólo podía verlo al finado. Acostado
en una cama de fierro, tapado con diarios. Hay otros así, al fondo de un pasillo, piso
de tierra apisonado. Cierro los ojos para no ver el daño que le han hecho. Y
entonces canto para no verlo sufrir. No quiero verlo sufrir y entonces canto, porque yo
soy la cantora oficial […] ¿Por qué tengo que ser yo la que debo verlo todo? [...] Yo vi
las fotografías: mataban a los judíos con alambre de enfardar. Los hornos crematorios
están en Belén, provincia de Catamarca. Los pájaros vuelan sobre las cenizas. (81,
82)4.
En la cuarta carta reproducida por el narrador heterodiegético, un peronista y trabajador del
campo llamado Juan Cruz Baigorria recurre a palabras mal escritas para hablarle a su hijo,
4 La negrilla es propia.
24
un posible ex integrante de la “Juventud Peronista” que está exiliado en Winesburg, Ohio,
acerca de algunas situaciones que ha vivido la Argentina a lo largo de la historia, como las
constantes crisis económicas y las masacres cometidas por los dominadores y militares
desde el gobierno de Mitre. En la carta el hombre escribe:
Acá se trabaja que ni te digo y se gana cada vez menos. Desde que se murió el General
no hay nadie que se acuerde de los pobres. Pero de eso no te escribo, por las dudas.
(86).
Baigorria luego de recordar con anhelo los primeros años del gobierno de Perón denuncia, a
través de palabras mal escritas, la masacre a un grupo de personas que hacían parte de las
Ligas de la Juventud Peronista, de los cuales “no queda nada”:
Le voy a escribir a mi compadre Anselmo Arnaldo Maidana. Está de oficial panadero
en Ezpeleta, provincia de Buenos Aires. Quién te dice, empiezo de nuevo, otra vida;
me instalo en la Capital. Me hubiera ido en el 46, esos sí que fueron tiempos felices,
creo que todo habería andado mejor, a vos no te hubiera pasado lo que te pasó. En este
pueblo de mierda, ¿quién se escuende? Los cazaron a todos como si estuvieran
rabiosos: de las Ligas no queda nada. A los pobres nos vienen jodiendo desde la época
de Mitre, como decía el finao de mi padre. (86)5.
Sin embargo, Baigorria como todo un peronista que cava hondo en el surco de la esperanza
argentina, le escribe a su hijo que “lo último que se debe perder es la Esperanza” y que por
eso siempre debe hacerse respetar y que nunca agache la cabeza. “Que el mundo da vuelta,
da vuelta y al final las cosas van a quedar al derecho […] El fuego pa’ calentar tiene que
venir de abajo”, le escribe Baigorria a su hijo recordando al general Perón (87).
En la quinta carta aparece por primera vez Ángela, la “bella enviada y/o discípula” de
Maggi. En ella, Renzi le escribe a Maggi que recibió la visita de Ángela y que por supuesto
seguirá sus “misteriosas (y apasionantes) indicaciones”, porque además tiene la sensación
que detrás de su vida hay algo oculto, como un secreto, cultivado quizás por su profesión de
historiador, dedicado “a hurgar en el misterio de la vida de otros hombres (de otro hombre:
Enrique Ossorio)” para terminar por parecerse él mismo –Maggi- “al objeto investigado”
(90).
5 La negrilla es propia.
25
Una joven que se hace llamar Juana la loca le escribe a su hermano, Martín Carranza, un
estudiante de postgrado en Oxford, la sexta carta reproducida por el narrador. En ella, Juana
la loca habla de sus papás, sus gustos, la situación actual de la Argentina y sobre Ángela:
Esto es un opio fenomenal. Buenos Aires parece Catamarca […] El otro día papá dijo
que si las cosas siguen así este año vamos a pasar el verano en Europa (Otro secreto:
parece que quiere comprar una casa en París). (95).
Es importante aclarar que Ángela es la discípula de Maggi, que aparece en la quinta carta
interceptada por Arocena. Maggi según el senador Luciano Ossorio, debe cuidarse y
resguardarse debido a las “interferencias, graves riesgos” (63). Juana la loca le cuenta a su
hermano que un amigo suyo de la facultad fue a decirle que Ángela está enferma y que la
internaron de urgencia, por eso mismo que no le escriba:
Dice que Ángela está enferma, que la internaron de urgencia y que no le escribas; vino
a eso (me lo repitió dos docenas de veces; él sí que está convencido de que soy una
retardada: que la internaron el 14 y que no le escribas, etc.). ¿Así que tenías una
Ángela escondida? Te odio. (96).
Juana la loca, sin embargo, parece “no percibir lo que oculta el vocablo internar (usado
eufemísticamente, durante la dictadura, por detener)” (Fornet, El escritor y la tradición.
Ricardo Piglia y la literatura argentina 99). Por otro lado, Juana la loca dice que Buenos
Aires parece Catamarca, lo que hace pensar de inmediato en Echevarne Angélica Inés,
quién relaciona en la tercera carta los hornos crematorios en los que metían a los judíos,
con la provincia de Catamarca, donde los pájaros vuelan sobre las cenizas (82).
Luego de la reproducción de la sexta carta, el narrador describe el trabajo interpretativo de
Arocena, basado en la búsqueda de mensajes cifrados y códigos “subversivos”, que
finalmente no se ajustan a su interpretación:
Arocena separó el recorte que venía en el sobre. Londres 9 (AFP). Premio. Martín
Carranza, estudiante de post-grado en el Departamento de Física de la Universidad de
Oxford recibió ayer en ésta el premio único al mejor “paper” del año […]. Premios,
pensó, se progresa […] Trabajó cerca de una hora con esa carta. La dividió en
fragmentos y cada fragmento en frases y cada frase en palabras y en letras. Buscó
expresiones anagramatizadas, letras repetidas. Al final conocía casi de memoria ese
texto y podía percibir con claridad su lógica […] Volvió a leer. […] Había algo que no
concordaba. (Piglia, Respiración artificial 96, 97).
26
Inmediatamente después de la sexta carta reproducida por el narrador, aparece un texto de
Ossorio para cuestionar la manera en que el Protagonista de su novela utópica debe
descifrar las cartas del porvenir:
¿Cómo descifrar entonces esas cartas? ¿De qué modo comprender lo que anuncian?
Están en clave: encierran mensajes secretos. Porque eso son las cartas del porvenir:
mensajes cifrados cuya clave nadie tiene. ¿De qué modo entender allí lo que viene y se
anuncia? El Protagonista sospecha, insiste, se mueve a ciegas. (97).
Aunque las cartas del porvenir de Ossorio escritas en 1979, nunca son reproducidas por su
voz narrativa ni por ninguna otra, es posible pensar que esas son las cartas interceptadas por
Arocena en plena dictadura militar argentina y reproducidas por el narrador desconocido.
“¿Cómo descifrar entonces esa cartas? ¿De qué modo comprender lo que anuncian? Están
en clave: encierran mensajes secretos. Porque eso son las cartas del porvenir: mensajes
cifrados cuya clave nadie tiene” (97). Las cartas del porvenir de la novela utópica de
Ossorio, son posiblemente las cartas interceptadas por Arocena, las cuales que dejan ver el
presente de inhumanidad de la Argentina del “Proceso”, a través de claves políticas,
históricas y textuales.
Luego de hacer referencia a las cartas del porvenir, el narrador heterodiegético aclara que
existen dos cartas más, una de ellas “dirigida a una extraña dirección en Buenos Aires:
escrita a mano, en una hoja con membrete de un hotel de Bogotá” (97). La otra, una “Carta
cifrada de Nueva York. De Enrique Ossorio a Marcelo Maggi” (102); algo extraño si se
piensa que Ossorio murió cien años antes, aunque no tanto si se tiene en cuenta que este
personaje en uno de sus textos, dice que su novela utópica es epistolar y que las cartas de
por si son “una forma de la utopía”, pues envían mensajes al futuro:
Primero: la correspondencia en sí misma ya es una forma de la utopía. Escribir una
carta es enviar un mensaje al futuro […] La correspondencia es la forma utópica de la
conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del
diálogo. Pero además existe una segunda razón. ¿Qué es el exilio sino una situación
que nos obliga a sustituir con palabras escritas la relación entre los amigos más
queridos, que están lejos, ausentes, diseminados cada uno en lugares y ciudades
distintas? [...] Está entonces bien elegida por mí la forma de esa novela escrita en el
exilio y por él. (85).
27
Lo importante de las dos últimas cartas es que el narrador desconocido, a través de la
descripción del trabajo interpretativo de Arocena, explica el arte de la elipsis de la novela,
en la cual lo más importante de una historia nunca debe ser nombrado. “La historia secreta
se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión” (Piglia, Formas Breves
108). Incluso, esa es la misma ley referida por el poeta Bartolomé Marconi en la segunda
parte de la novela:
En un poema que trata sobre el artista, la palabra artista no tiene que aparecer y menos
en el título. ¿Es una ley o no es una ley? En literatura, dijo, lo más importante nunca
debe ser nombrado. (Piglia, Respiración artificial 148).
El narrador entonces, a través de las dos últimas cartas interceptadas por Arocena,
proporciona elementos fundamentales acerca de los rasgos formales de Respiración
artificial, incluso, aporta las claves necesarias para interpretar su estructura:
El mayor esfuerzo consistía siempre en eludir el contenido, el sentido literal de las
palabras y buscar el mensaje cifrado que estaba debajo de lo escrito, encerrado entre
las letras, como un discurso del que sólo pudieran oírse fragmentos, frases aisladas,
palabras sueltas en un idioma incomprensible, a partir del cual había que reconstruir el
sentido. Uno, sin embargo, tendía que ser capaz (pensó) de descubrir la clave incluso
en un mensaje que no estuviera cifrado. Por eso cuando al final se dedicó a leer la
última carta y encontró la clave casi a primera vista y vio aparecer otro texto dentro del
texto. (98).
Así, tanto el lector de la novela de Piglia como el protagonista de la novela utópica de
Ossorio, deben moverse a ciegas y trabajar con lo que está implícito, con el sobrentendido y
la alusión para reconstruir el sentido de la novela, a partir de su historia oculta:
Era como moverse a ciegas, tratar de captar un hecho que iba a pasar en otro lado, algo
que iba a suceder en el futuro y que se anunciaba de un modo tan enigmático que jamás
se podía estar seguro de haber comprendido. El mayor esfuerzo consistía siempre en
eludir el contenido, el sentido literal de las palabras y buscar el mensaje cifrado que
estaba debajo de lo escrito, encerrado entre las letras, como un discurso del que sólo
pudieran oírse fragmentos, frases aisladas, palabras sueltas en un idioma
incomprensible, a partir del cual había que reconstruir el sentido. Uno, sin embargo,
tendía que ser capaz (pensó) de descubrir la clave incluso en un mensaje que no
estuviera cifrado. Por eso cuando al final se dedicó a leer la última carta y encontró la
clave casi a primera vista y vio aparecer otro texto dentro del texto. (95)6.
6 La negrilla es propia.
28
La primera parte de la novela termina con la novena carta escrita por Enrique Ossorio, el 30
de julio de 1850, la cual conforma el subcapítulo más breve de todos:
Escribo la carta del porvenir (103).
Puede verse que mientras Enrique Ossorio expone en sus cartas la forma de su novela
utópica, así como el tiempo y el tema de la misma, aparece el personaje que intenta
descifrar los códigos y mensajes ocultos de las cartas interceptadas por él mismo, el cual
siempre cree encontrar en éstas las claves de su lectura. Esto permite pensar que Arocena,
el censurador, podría ser el protagonista de la novela de Ossorio, el hombre que recibe
cartas del futuro que no le están dirigidas. Arocena tiene además el privilegio de leer como
si las cartas de Ossorio hicieran parte del presente, incluso, “convierte todas las cartas, los
personajes, el presente, en la utopía (o más bien ucronía) soñada por Enrique Ossorio. Éste
escribe en 1850 un relato que tiene lugar en 1979, leído por un personaje de 1837-1838.
Todos los tiempos coexisten en el ahora de la lectura, reactualizados así por Arocena”
(Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literatura argentina 84). En la lectura
transgresora de Arocena, la cual es reproducida por el narrador heterodiegético, todos los
tiempos conviven en la pesadilla del presente de la dictadura militar.
1.2.3 RENZI Y TARDEWSKI, VOCES DE DESCARTES
Los intentos por buscar el enigma de la vida de Enrique Ossorio, así como encontrar el
origen de la desventurada República Argentina, quedan interrumpidos en la primera parte
de la novela. En la segunda parte titulada Descartes, el relato central es el dialogo
intelectual entre Renzi y Tardewski en torno a la figura de Marcelo Maggi.
Renzi y Tardewski como voces narrativas y como personajes, se mueven como afirma
María Cristina Pons, “en un límite ambiguo, oscilando entre ser meros personajes cuyas
palabras son reproducidas en estilo directo y/o indirecto, y ser narradores secundarios que
cuentan su historia” (Pons 61). Como personajes, son capaces de oír durante horas las
palabras que anuncian otro tipo de verdad y que se contraponen a la historia oficial; como
voces narrativas reproducen esa verdad de forma fragmentada y confusa.
Por eso, las voces narrativas de Renzi y Tardewski atribuyen su discurso a otras voces y
unen la narración del uno con el otro, como si fueran una sola voz. A su vez, reproducen las
29
conversaciones en las que estuvieron como testigos, es decir, narran lo que alguna vez
oyeron y no necesariamente lo que alguna vez dijeron. Así, en toda la segunda parte de la
novela las historias narradas no son expuestas de la fuente directa, sino a partir de la
subjetividad de Renzi y Tardewski como oyentes y testigos. Por ejemplo:
Eso, pero dicho de un modo mucho más bello y enigmático, fue lo que dijo la mujer,
contó Marconi, me cuenta Tardewski. (Piglia, Respiración artificial 167).
Renzi y Tardewski como voces narrativas, no interpretan hechos o discursos pues sus
intervenciones son meramente atributivas. Los que interpretan, reflexionan o analizan tanto
el pasado, la pesadilla del presente y los discursos, incluyendo los de ellos mismos, son los
personajes.
Aunque el tema central del dialogo entre Tardewski y Renzi es la vida de Marcelo Maggi,
la imagen y el destino de este son interrumpidos por historias y digresiones que
aparentemente evaden las referencias directas en torno al contexto represivo de la dictadura
militar. Tardewski es el encargado de narrar la historia de las digresiones para no hablar de
Maggi:
Como usted ha comprendido, dice ahora Tardewski, si hemos hablado tanto, si hemos
hablado toda la noche, fue para no hablar, o sea, para no decir nada sobre él, sobre el
profesor. Hemos hablado y hablado porque sobre él no hay nada que se pueda decir.
(222).
Para no hablar de Maggi, la voz de Tardewski se centra en las experiencias vividas por
algunos personajes que frecuentan el Club Social de Concordia, como las de un ex conde
ruso llamado Antón Tokray y la un ex nazi llamado Rudholf Von Maier. Antón Tokray,
cuenta Tardewski es el hijo natural de un noble ruso, que sufrió todas las desventajas de la
revolución, al nunca recibir siquiera alguna compensación (118). Tokray aprovechando las
alteraciones producidas por la historia, decide salir de Rusia y luego de infinitas penurias
llega a la Argentina, instalándose en la ciudad de Concordia, donde abre “un salón,
dedicado a propagar por medio de la enseñanza personal, los ritos, modales y maneras de la
sociedad distinguida de la Rusia zarista. Tardewski cuenta que esa forma de trabajo le
funcionó muy poco, porque “el peronismo le tiró el negocio a la mierda con su populoso
desdén por la observancia y conservación de las virtudes aristocráticas” (119).
30
Maier por su parte, es un ex nazi que al igual que muchos alemanes, nunca se enteró de la
existencia de los campos concentración hasta “los procesos de Núremberg, a los que siguió,
según dice, con atención horrorizada pero ya en Buenos Aires […] Ni siquiera participó en
la guerra: su colaboración bélica consistió en ordenar archivos y la biblioteca científica de
una sección especial de los SS dedicada a la investigación genética” (119).
Maier en una conversación que oyen Tardewski y Renzi, habla acerca de la frenología,
“una de las pocas ciencias casi exactas que se pueden aplicar a la moral”. La frenología
dice Maier, viene de:
freno, de frenar, del latín: detente César, o sea control. Logia, de logia, en latín,
primera acepción: sociedad secreta; lógica en su segunda acepción, o sea
conocimiento. Ciencia lógica del control. Se controla a los criminales, a los
inadaptados. Se los clasifica según la forma del cráneo. Es básica, dice Maier, la forma
del cráneo. La maldad siempre ha obedecido una estructura geométrica […] Círculo
vicioso: como sucede siempre en las expresiones sediméntales en el lenguaje se
decanta ahí una vieja sabiduría (120, 121).
Siguiendo la lógica de la narración cifrada de Respiración artificial, las historias de estos
dos exiliados europeos, narran una historia oculta. El exilio, la experiencia del desterrado y
la ignorancia de la sociedad civil frente a los campos de concentración, hacen parte de la
historia oculta; pero también la verdad social hace parte fundamental de esa historia secreta.
Si existe una ciencia lógica del control que controla a los criminales, a los inadaptados,
según su propia clasificación, existe entonces una sociedad secreta, que desde la “acepción,
o sea conocimiento” busca la verdad social, a través de las experiencias vividas en medio
del horror, “la maldad” y la represión (120). La sociedad secreta a su vez, usa “el lenguaje,
toda esa distinción natural que la marea de la historia no ha borrado”, para conservar y
preservar la memoria, para darle sentido a la experiencia, no como “una afrenta, ni una
colaboración abierta con el régimen” (124), sino como una forma de resistir y luchar, como
“el movimiento de conciencia que […] lleve a la derrota del régimen y a la restauración”
(125) y logre la “representación de las glorias perdidas del pasado” (126).
Hay otras historias aparentemente no muy relevantes narradas por Tardewski, como la de
un hombre que mata accidentalmente a su esposa mientras limpia una escopeta, o la de
unos enfermos que se pelean en un hospital por la única cama que da hacia una ventana.
31
También está la historia de un hombre que mata a sus cinco hermanos, así como la historia
de una mujer extremadamente fea, que le escribe hermosas cartas al poeta Bartolomé
Marconi. Luego vienen dos historias mucho más significativas: la primera tiene que ver con
una discusión entre Renzi y Marconi sobre el papel de Borges y Roberto Arlt en la
literatura argentina; la segunda tiene que ver con un descubrimiento que hace Tardewski
acerca de las relaciones entre el nazismo y la obra de Franz Kafka.
La historia del posible encuentro entre Hitler y Kafka es un café en Praga es reproducida
por la voz narrativa de Renzi en la segunda parte del cuarto capítulo. Renzi es el encargado
de narrar la vida de Tardewski, diferenciando la reproducción del discurso del senador
Luciano Ossorio en la segunda parte del primer capítulo, por el uso de las comillas. Sin
embargo, en el discurso de Tardewski la voz de Renzi interviene constantemente
cumpliendo una función alegórica y conservando siempre su voz narrativa:
¿Se sirve más vino? Dijo entonces Tardewski y de a poco empezó a retomar el relato
de su vida. Si le he hablado de todo esto, dijo, es porque yo mismo, claro, soy un
fracasado. Quiero decir un fracasado en el verdadero sentido, es decir, dijo, alguien que
ha desperdiciado su vida, que ha derrochado sus condiciones. He sido, dijo, lo que
suele llamarse un joven brillante, una promesa, alguien frente a quien se abren todas
las posibilidades. (169).
En la primera parte de la novela, Si yo mismo fuera el invierno sombrío, la voz de Renzi se
desplaza constantemente confundiéndose con otras voces. En la segunda parte, Descartes,
como afirma Susana González, “Renzi más que dispersar, condensa; más que abrir
instancias caóticas del relato, sobresale su intento por organizar, por ordenar. Aunque
mayormente no narra, su foco se concentra en un relato y en unos pocos personajes. Un
narrador en primera persona: Tardewski, da lugar a los enunciados de Renzi” (González
Sawcsuk, Ficción y crítica en la obra de Ricardo Piglia 148).
Las historias y las digresiones narradas tanto por Renzi como por Tardewski, son formas de
expresión oblicuas, es decir, formas de evadir las referencias directas “y de crear un
discurso agónico que se resiste a ir al grano” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo
Piglia y la literatura argentina 89).
32
Únicamente hasta la mitad de la segunda parte, Tardewski narra su último encuentro con el
profesor Marcelo Maggi. Sin embargo, lo hace desde la reproducción de citas, haciendo que
la voz narrativa de Tardewski al igual que la de Renzi, se muestre más como un testigo que
atribuye discursos. Como dice María Cristina Pons, “Esta similitud de estilos entre ambos
narradores crea el efecto de un relato continuado a cargo de una sola voz, efecto que se ve
reforzado por el perfecto empalme, en cuanto a la secuencia de acontecimientos narrados,
de una narración con la siguiente” (Pons 62).
1.3 PERSONAJES INTELECTUALES Y FRACASADOS: CORAJE INTELECTUAL Y
FIDELIDAD A LA VERDAD
La clase de hombres que no transige y esa clase de
hombre, en los tiempos que se avecinan, tendrán dos
caminos: el exilio o la muerte […] extraña lucidez.
Nadie lo escuchaba y estaba solo: quizás por eso habría
aprendido a pensar como es debido; así piensan los que
ya no tienen nada que perder.
Ricardo Piglia. Respiración artificial
Los personajes son en su mayoría intelectuales fracasados que discuten sobre literatura,
filosofía, historia y política. Según Marta Morello-Frosch, ellos “viven para hablar, para
comentar, para reflexionar, escribir y leer en una forma u otro” (Morello Frosch 152). En
cuanto narradores, ceden o atribuyen sus voces a discursos ajenos, mientras que como
personajes reflexionan en torno a ideas, teorías, hechos y experiencias de sí mismos como
de los demás.
Algunos críticos han señalado que los personajes pasan de los centros geográficos y
culturales al fracaso, debido al destino o al azar. Según Jorge Fornet, los personajes:
Son outsiders empujados por el destino hacia la periferia. En otro tiempo, casi todos
parecieron llamados a cumplir grandes misiones […]. Todos ellos parecen, cada uno a
su manera, una suerte de exilio que, como al predecesor Enrique Ossorio, los obliga a
ver el mundo de modo peculiar, a pensar el mismo presente histórico desde los límites.
(Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literatura argentina 72).
Mientras Enrique Ossorio pasa del heroísmo a la traición, el senador pasa de hacer parte de
la oligarquía y del poder político a estar aislado y rechazado, incluso por sus propios hijos.
33
Maggi, el abogado y Tardewski, el filósofo, renuncian a sus exitosas carreras y terminan
dictando clases de historia y filosofía respectivamente, a estudiantes de una pequeña ciudad
llamada Concordia. Renzi por su parte, ha escrito una novela con poco éxito, pero logra
gracias a la reaparición epistolar de su tío Marcelo Maggi, escribir una segunda novela
hecha de cartas, citas y mensajes cifrados.
Según Victoria Ángel, los tres personajes principales: Enrique Ossorio, Maggi y Renzi, han
escrito o proyectado escribir una novela que fracasa o queda incompleta. Enrique Ossorio,
por ejemplo “se suicida y deja unas cartas al lector del futuro; esto es, deja la posta a
alguien más para que haga su novela”; Maggi por su parte, pretende hacer un libro sobre la
vida de Ossorio, pero al final desaparece y le deja los manuscritos a su sobrino para que
este termine su trabajo. Finalmente, Renzi logra publicar una novela, aunque con muy poco
éxito, acerca de la fuga de su tío con la Coca (Ángel Alzate 47).
Para Susana González, los personajes “están dislocados o buscan algo que está en otro sitio
y hasta en otro tiempo (Marcelo Maggi, Enrique Ossorio); y se definen por esa traslación o
están en un sitio y lugar que no corresponde al esperado (Luciano Ossorio, Tardewsky)”.
(González Sawcsuk, Ficción y crítica en la obra de Ricardo Piglia 145).
Por su parte, José Sazbón señala que los personajes, además de fracasados son a su vez,
traidores y héroes:
Traidores al lugar que les asigna la clase, la profesión, la norma consensual, la historia
vaciada de utopía, son todos los héroes que exhiben el lugar censurado, el otro lado del
hecho, el posible contradictorio […] A todos se les acaban las palabras, porque lo que
se debe decir no puede ser escuchado: consensualmente indescifrables, ilegibles, son
descifrados siempre desde otro lado. (Sazbón 137).
En un tiempo pasado, la mayoría de los personajes parecían tener importantes misiones
dentro del poder político, económico o cultural, eran “agentes de la “conciencia” y del
discurso” (Foucault 9). Sin embargo, por el destino o el azar caen en el exilio, el fracaso, el
encierro, el distanciamiento y la clandestinidad, para enfrentarse con el enigma de la
historia que ha estado en manos de los vencedores y los dominadores de cada época,
llevando “al límite la noción de responsabilidad civil del intelectual” (Piglia, Tres
propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades) 14).
34
La periferia, el distanciamiento, es la forma que tienen esos personajes aislados de pensar lo
político e histórico. Desde la periferia, los personajes luchan por conocer la verdad de la
historia, pero también, luchan contra las formas de poder: en el orden, la verdad, la
conciencia, el discurso. Se resisten a las formas establecidas por el poder, para luego
“hacerlo desaparecer y herirlo allí donde es más invisible y más insidioso” (Foucault 10).
Los personajes intelectuales pero a la vez sujetos aislados, parecieran estar obsesionados
por conocer las versiones ocultas que contradicen la verdad oficial. Según Daniel
Balderston, tres de los personajes principales, Renzi, Maggi y Tardewski,
[…] parecen casi perversos en sus inclinaciones intelectuales, buscando lo heterodoxo,
el testimonio secreto o suprimido que es excluido de los informes oficiales y que
contradicen la verdad recibida. Sus insinuaciones de que existe otra versión de la
historia, la verdad de sus historias o relatos, ofrecen un contraste con el ejemplo que
dan como intelectuales fracasados: es decir, el individuo puede no lograr decir la
verdad pero su fracaso nos permite vislumbrar parte de ella, y los tres ejemplos
particulares, al permitirnos vislumbres de diversas parcelas de la verdad parcial,
pueden aclarar la noción de verdad histórica, aportando una imagen esencial de la
Argentina como idea metafísica y realidad histórica. (Balderston 175).
Los personajes son “un ejemplo de lo que puede entenderse por eso que algunos llaman
coraje intelectual y fidelidad a la verdad. […] Lo[s] desespera la sola posibilidad de no
poder llegar a la verdad” (Piglia, Respiración artificial 171) y por eso, desde el fracaso, la
distancia, el exilio, el aislamiento o la clandestinidad, luchan por conocer la verdad de la
historia. Investigan documentos sobre el pasado, para darle sentido a la pesadilla del
presente. Sin embargo, la búsqueda por conocer la verdad de la historia es intervenida por
Arocena, el funcionario censor que recibe cartas que no le están dirigidas y que busca en
ellas los mensajes secretos de esas historias que son sociales.
Los personajes inician entonces, una investigación hacía el pasado para encontrar desde el
fracaso personal, el origen del fracaso de la historia argentina. En ese sentido, la
multiplicidad de hechos que explican el origen de la dictadura militar, se convierten en el
enigma mismo de la novela. El fracaso personal de los personajes que los lleva al exilio, se
convierte en la metáfora que permite hablar de una verdad que ha sido omitida. Cada uno
de ellos brinda su fórmula para resolver el enigma de la historia nacional y encontrar la
verdad de los hechos, a partir de su interpretación y posición, ya sea la del conspirador
35
(Ossorio), la del escritor (Renzi), la del materialista histórico (Maggi), la del político (el
senador), la del filósofo (Tardewski) y la del censurador (Arocena).
Así, esos seres marginados, exiliados y fracasados en su búsqueda desesperada por conocer
la verdad de la historia que ha sido eliminada, denuncian entre líneas la maquinaria
anónima que desarticula el sentido que permite entender la pesadilla del presente. “Son
ellos, esos seres insignificantes y díscolos, los voceros de la solapada denuncia contra la
dictadura que anima a la novela” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la
literatura argentina 74).
1.3.1 EMILIO RENZI
Uno de los personajes más claros y constantes en la escritura de Ricardo Piglia es Emilio
Renzi, el cual posee rasgos autobiográficos y aparece en todas sus novelas, así como en
gran parte de sus cuentos y ensayos:
Emilio es mi segundo nombre y Renzi mi segundo apellido. Me llamo Ricardo Emilio,
y Renzi es el apellido de mi madre. De manera que Emilio Renzi ha sido un personaje
en todas las cosas que he escrito; aparece de entrada en los primeros relatos de La
invasión y ha habido incluso algunos ensayos firmados por él. Es una especia de doble
heroico que tiene ese nombre secreto, por así decirlo. De manera que el nombre Emilio
circula por las cosas que escribo. (Fornet, Conversación con Ricargo Piglia 36).
Emilio Renzi personifica en Respiración artificial la mirada estética de Piglia. “El joven
artista, el esteta que mira el mundo con desprecio” (Piglia, Crítica y Ficción 93), al cual lo
único que le interesa en el mundo es la literatura, lo cual genera una tensión entre la mirada
estética de él y la mirada histórica de su tío Maggi. Esa tensión es la que va fortaleciendo a
lo largo del relato la conciencia de Renzi, quien a pesar de no estar interesado ni en la
historia ni en la política, tiene rasgos que explican porque su tío lo eligió como su testigo y
confidente. A Renzi por ejemplo, en cuanto a lo político solo le interesa el estilo, el barroco
radical de Hipólito Yrigoyen7; con respecto a lo histórico, piensa que después del
descubrimiento de América no ha pasado nada en la Argentina que merezca la más mínima
atención, pues únicamente ha habido nacimientos, muertes y desfiles militares:
7 Uno de los fundadores del partido político Unión Cívica Radical (1891) y el primer presidente elegido por
voto popular en la Argentina en 1916.
36
Por mi lado, ningún interés en la política. De Yrigoyen me interesa el estilo. El barroco
radical. ¿Cómo es que nadie ha comprendido que en sus discursos nace la escritura de
Macedonio Fernández? Tampoco comparto tu pasión histórica. Después del
descubrimiento de América no ha pasado nada en estos lares que merezca la más
mínima atención. Nacimientos, necrológicas y desfiles militares: eso es todo. La
historia argentina es el monólogo alucinado, interminable, del sargento Cabral en el
momento de su muerte, transcripto por Roberto Arlt. (Piglia, Respiración artificial 18).
Al comienzo de la novela Renzi se presenta en un tiempo y espacio determinados: un
escritor frustrado de aproximadamente 38 años, que publica en abril de 1976 su primera
novela titulada La prolijidad de lo real, la cual no tiene mucho éxito, por lo cual se siente
frustrado y decide escribir una segunda novela, cumpliendo su ilusión de “escribir alguna
vez una novela hecha de cartas”, porque según él, “no hay novelas epistolares en la
literatura argentina” (33).
Renzi sobresale entre muchos enunciados que se interponen en la anécdota. Interroga
constantemente para explicar, pero sobre todo es el personaje que oye y observa (González
Sawcsuk, Ficción y crítica en la obra de Ricardo Piglia 147). Es el testigo que reclama tanto
Marcelo como el senador Luciano Osorio, por eso, es el heredero de la información
encargado de reconstruir la verdad de historia argentina a partir de los restos, los
testimonios, las cartas de su tío y del archivo de Enrique Ossorio. El senador nombra a
Renzi su testigo pues es su único interlocutor. Le cuenta todo aquello cuya historia no ha
olvidado para borrar los afluentes de su memoria y denunciar a aquellos que a lo largo de la
historia, se han encargado de desangrar al país, es decir a esos que han cumplido “la
función de los enterradores, de los sepultureros” (Piglia, Respiración artificial 56).
En el trascurso de la novela, Renzi demuestra que sabe observar y oír, por eso, como voz
narrativa, reproduce el discurso de otros, es decir, le da voz a los que han sido silenciados.
Parecería, “que Renzi atraviesa en los dos apartados de la novela las etapas que separan a la
juventud de la madurez. Llega a Concordia un Renzi seguro de sí, maduro y hasta con una
actitud de imposición de sus ideas, ya no se cuestiona, ahora afirma” (González Sawcsuk,
Ficción y crítica en la obra de Ricardo Piglia 152). Comienza siendo un personaje apolítico
al cual solo le interesa la literatura, pero gracias a su iniciación hacia la política y la
historia, termina siendo el encargado de investigar los documentos de Enrique Ossorio y
posiblemente de publicarlos. Renzi es el personaje intelectual que ante el fracaso de su
37
primera novela, empieza a oír diversas versiones e historias que lo convierten en el
heredero de la información, por tanto, en el encargado de dar a conocer “las palabras que
anuncian otro tipo de verdad” (Piglia, Respiración artificial 214), esa verdad social que
hace referencia a los hechos reales que le dan sentido al presente de la dictadura militar.
1.3.2 MARCELO MAGGI
Comprender la realidad es cosa reservada
exclusivamente al pensador histórico-político.
Robert Musil. El hombre sin atributos
Marcelo Maggi es “un historiador proustiano, la contradicción que supone un historiador
proustiano”. La importancia de su nombre radica en “la relación entre el recuerdo
proustiano y la reconstrucción del pasado por un novelista […] y su equivalente realizado
por un historiador” (Fornet, Conversación con Ricargo Piglia 36).
Emilio Renzi se refiere una sola vez en la novela a su tío como “my uncle Marcel” (Piglia,
Respiración artificial 36), al reaparecer de forma epistolar en su vida, desde la distancia,
convirtiéndose en el único y verdadero triunfo estético de Renzi. Maggi reaparece para
iniciar la educación política e histórica de su sobrino, pues únicamente a través de la
historia y la política es posible entender y darle sentido a la pesadilla del presente.
Maggi es un ex abogado, radical8 y comunista que se dedica a enseñar historia argentina a
jóvenes incrédulos e hijos de comerciantes de una pequeña ciudad llamada Concordia. Se
sabe que en algún momento de su vida, Maggi empieza a interesarse en el filósofo que pasó
años trabajando en una sala de la biblioteca del Museo Británico: Carlos Marx, quien por
más de 30 años, escribió las notas y bosquejos que luego se convertirían en el primer
volumen de El Capital, publicado en 1867 tras la insistencia de su amigo Federico Engels,
autor de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; libro que según Renzi,
su papá guardaba en un cajón, junto con los recortes de periódico acerca del
encarcelamiento de Maggi:
8 Simpatizante del partido de la Unión Cívica Radical (UCR).
38
Me acuerdo de los recortes de diarios donde se hablaba del caso [de Maggi],
escondidos en un cajón más o menos secreto del ropero, el mismo en el que mi padre
guardaba […] el libro de Engels sobre El origen de la familia, la propiedad privada y
el Estado, junto con cartas, papeles y documentos diversos, entre ellos mi propia
partida de nacimiento. (Piglia, Respiración artificial 12).
Maggi representa al historiador materialista que piensa que la única manera de ser lúcido es
pensar desde la historia, pues la historia es el lugar donde consigue aliviarse de la pesadilla
de la que trata de despertar. Con la inversión de la frase de Stephen Dedalus, el personaje
de James Joyce -“la historia es una pesadilla de la que trato de despertar”9-, Maggi aclara
que la pesadilla no es la historia, sino el presente de la dictadura militar. Por eso mismo,
enseña a sus alumnos lo que él denomina “la mirada histórica” (Piglia, Respiración
artificial 17), porque únicamente a través de la historia es posible interpretar el devenir de
la sociedad argentina, es decir, esos acontecimientos que llevaron a vivir la pesadilla del
presente.
Sin embargo, la mirada histórica también tiene la ventaja, como dice Kathleen Newman
“de hacer que los horrores de la realidad actual no sean tan abrumadores, porque prevé un
futuro mejor y más justo” (Newman 182). Por eso, en situaciones en que parece que nada
cambia, que la pesadilla del presente se torna eterna, la historia para Maggi “prueba que
hubo otras situaciones iguales, clausuradas, en las que se terminó por encontrar una salida.
Los rastros del futuro están en el pasado, el fluir manso del agua de la historia gasta las
piedras más firmes” (Piglia, Crítica y Ficción 91).
Maggi también representa al hombre moral, al cual no le interesa el éxito individual ni el
dinero, pues siempre actúa desde las virtudes y la educación sentimental que le exige
cuestionar, juzgar y hacer lo correcto en el momento correcto y de forma correcta, sin
necesidad de aplicar las normas (Mejía Quintana 107). Por eso mismo, es el hombre que
lucha por la justicia y la verdad, sabiendo que el más alto de los bienes no es la vida misma,
sino la preservación de la propia dignidad.
9 El personaje de la obra Ulyces de James Joyce dice: “History, Stephen said, is a nightmare from which I am
trying to awake”.
39
En medio de la pesadilla del presente la vida pública y privada de Maggi, como
representante de los historiadores materialistas de sociedad civil argentina, es alterada por
la persecución, que posiblemente llevan a su desaparición y muerte. Maggi, el hombre que
lucha por la justicia y la verdad le pide a su sobrino Renzi, máxima discreción respecto a su
situación actual pues en medio de la dictadura es claro que no tiene vida privada:
Debo pedirte, por otro lado, la máxima discreción respecto a mi situación actual.
Discreción máxima. Tengo mis sospechas: en eso soy como todo el mundo. De todos
modos, ya te digo, actualmente no tengo vida privada. (Piglia, Respiración artificial
16).
Maggi, el profesor marxista que enseña a jóvenes incrédulos sobre historia argentina, sabe
que no tiene vida privada, por tanto sabe que está en peligro, que los militares posiblemente
le harán una emboscada para capturarlo y asesinarlo. Hacia 1978, dos años antes de la
publicación de Respiración artificial, y dos años después del inicio de la historia de la
novela, el militar Roberto Eduardo Viola10
, en nombre del Presidente de facto de la
dictadura, emitió una directiva secreta señalando que el ámbito educacional continuaba
“siendo objeto de una creciente infiltración y capacitación ideológica marxista” (Viola).
Las políticas educativas de la dictadura fueron políticas de exclusión, pues por un lado,
limitaron el contenido de la enseñanza a través de la prohibición de textos, autores y temas
específicos entre ellos los de Marx o cualquiera relacionado con el marxismo y por el otro,
desarticularon las organizaciones estudiantiles y los sindicatos de docentes, eliminando
toda posibilidad de participar en la toma de decisiones de carácter educativo11
.
Así, Maggi previendo que tanto su ideología marxista como su lucha por la justicia y la
verdad lo podrían llevar a la muerte, inicia una correspondencia con su sobrino, su
heredero, Emilio Renzi, quien debe continuar y publicar la investigación que él está
realizando sobre la vida de Enrique Ossorio. Maggi, finalmente no se encuentra con
sobrino, pero previendo su desaparición, le deja a Tardewski, su amigo polaco, los
10 Presidente de facto de la Nación Argentina del 29 de marzo al 11 de diciembre de 1981.
11 Durante el ‘Proceso de Reorganización Nacional’, a través de decretos y leyes, “se destacaba el poder de la
educación tanto como instrumento para la infiltración subversiva como para la lucha contra aquella. A este
elemento se sumó el recurso de la violencia, en el marco de una concepción de estrategia global contra la
subversión desarrollada por el terrorismo de Estado” (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos 19).
40
documentos de su investigación, lo único de lo que Maggi necesitaba desprenderse para
quedar libre:
En un sentido, dijo [Tardewski], este libro era la autobiografía del profesor. Este era el
modo que tenía él de escribir sobre sí mismo. Por eso pienso que en estos papeles
encontrará usted todo lo que necesite saber sobre él, todo lo que yo no puedo decirle.
Encontrará ahí, estoy seguro, la clave de su ausencia. La razón por la cual él no ha
venido esta noche. Allí está el secreto, si es que hay un secreto. Esto que él quiso
dejarle, esto que él quiso que usted viajara hasta aquí para buscar, es lo único que
realmente interesa y puede explicarlo. (224).
Incluso, es posible que Maggi personifique esos sujetos que fueron eliminados físicamente
por su ideología marxistas, cometida por los militares en el plan “Operación Claridad”, la
cual fue implementada con la creación de organismos diseñados para ejecutar todo el
sistema de control ideológico que hacía parte de los ámbitos educativos y culturales desde
1976 hasta 1983 (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos 20).
Previendo su posible desaparición, Maggi no sólo logra que los documentos se lleguen a su
sobrino, sino que inicia la educación política e histórica del mismo, dejándole a través de
sus cartas, una herencia histórica y política, así como la conversación con el senador, las
citas filosóficas de Tardewski y los documentos de Ossorio, los cuales articulados permiten
conocer la verdad de la historia argentina, esa verdad que ha sido eliminada por la dictadura
y que le da sentido al periodo del llamado “Proceso”.
1.3.3 ENRIQUE OSSORIO
En el primer capítulo de la novela, la voz narrativa de Renzi describe ciertas características
de Enrique Ossorio, el personaje que desencadena varios acontecimientos que trascenderán
tanto en el tiempo como en el espacio, afectando las vidas de los demás personajes de la
novela (Ángel Alzate 43).
Es hijo de un coronel de las guerras de Independencia y uno de los fundadores del Salón
Literario12
. Hacia 1827 se vuelve secretario privado de Juan Manuel de Rosas, pero once
12 En 1837 surgió un grupo de jóvenes entre los que se encontraban Esteban Echeverría, Juan Bautista
Alberdi, Juan María Gutiérrez y Vicente Fidel López, que se identificaban con la clase política que había
protagonizado el proceso independentista hasta la organización unitaria de 1824, y adherían a las ideas del
41
años después hará parte de un complot clandestino en contra del dictador. Cuando el
complot es descubierto Ossorio huye a Montevideo donde es considerado por los exiliados
un espía doble. En 1848 viaja a los Estados Unidos y se instala en Nueva York, ciudad en la
que escribe su autobiografía y planea una novela utópica del porvenir. Dos semanas antes
del destierro de Rosas, derrotado por Justo José de Urquiza13
(1801-1870) en la batalla de
Caseros14
(1852), Ossorio se pega un tiro en la cabeza. Tras su muerte, será su esposa
Amparo y parte de su familia los que conserven por más de cien años los documentos
inéditos, “los papeles, los recuerdos de la infamia” (Piglia, Respiración artificial 28), que
luego serán trabajados por Maggi y posiblemente publicados por Renzi.
Por otro lado, Ossorio es el historiador utópico, el historiador del porvenir que desde el
exilio habla del lugar de la verdad. Ossorio es muy posiblemente la representación de Juan
Bautista Alberdi, el gran desterrado de la historia argentina del siglo XIX, el que “se
embarca en secreto, como un extranjero, con el baúl donde lleva sus papeles” (Piglia,
Crítica y Ficción 43). Ambos, en medio del destierro y la distancia política acceden a la
verdad y escriben acerca de ella, anticipando los debates futuros y el desventurado porvenir
de la República Argentina. En sus últimos años de vida, ambos envían cartas a amigos y
destinatarios desconocidos, dejando plasmado en sus documentos “los sueños muertos de la
patria” (44).
Enrique Ossorio es el suicida y el traidor, pero también es el héroe utópico, confuso y
desdichado que lucha por el progreso y la felicidad de la patria. Sacrifica su propia vida por
la causa política y la libertad de su país, “una libertad que, sin embargo, no ha de llegar”
(Piglia, Respiración artificial 69). En el exilio se vuelve el historiador del porvenir, el
hombre que visualiza en el destierro los signos que anuncian el trágico destino de la
Argentina; un destino colmado de disensiones, divergencias, luchas, así como interminables
romanticismo europeo y la democracia liberal. Ellos crearon el Salón Literario, que fue cerrado por la
dictadura de Juan Manuel de Rosas. 13
Justo José de Urquiza (1801-1870). Federalista y opositor de Rosas. Fue varias veces gobernador de la
provincia de Entre Ríos y presidente de la Confederación Argentina 1854-1860. Permaneció 18 años el poder. 14
El 3 de febrero de 1852, se enfrentaron 24 mil hombres de Urquiza contra 23 mil de Rosas en la batalla de
Caseros. Fue la batalla más grande de América del Sur, ganada por Urquiza.
42
“asesinatos, masacres, guerras fratricidas” (70). Él sabe que nada cambiará, que la historia
argentina no será más que un error insensato del cual no se podrá retroceder.
Ante la desolación por el destino de su patria, Ossorio se propone escribir una utopía, una
“novela escrita en el exilio y por él” (85). Aunque sabe que las cosas no van a cambiar
desea plasmar sus esperanzas, escribir lo que imagina será el porvenir de la nación. Él, al
estar “en una posición inmejorable: desligado de todo, fuera del tiempo, un extranjero,
tejido por la trama del destierro” (70), es capaz de ver la presencia de la ficción en la
realidad, de imaginar su patria en cien años. Por eso, escribe una novela utópica “donde
sólo se presenten los posibles testimonios del futuro en su forma más trivial y cotidiana, tal
como se le presentan a un historiador los documentos del pasado” (83). El protagonista de
su novela es un “historiador que trabaja con documentos del porvenir (ese es el tema). El
modelo es el cofre donde guard[a] [sus] papeles” (84).
Según Victoria Ángel, para Enrique Ossorio:
el pasado y el futuro se conectan directamente a partir de la utopía que proviene de
fuentes diferentes: del exilio, que es el presente desde el que escribe; del otro como
materialización de la ambición, y por último de la traición, ya que al inventar la
historia el escritor la reescribe, y por lo tanto, la traiciona. Para este conspirador, la
utopía no se sitúa en un lugar imaginario, sino es un tiempo futuro, que resulta ser el
tiempo presente del relato de Renzi. (Ángel Alzate 127).
Así, desde el exilio, desde el borde de las tradiciones del siglo XIX, el traidor, el
conspirador, planea una novela utópica titulada 1979, no como parte de la escritura de una
obra que narre la historia argentina tal cual ha sido, sino como reescritura imaginaria de una
obra maestra del porvenir utópico, que permita anunciar el porvenir de la sociedad
argentina. Sin embargo, es posible pensar que Ossorio nunca haya concebido esa novela
utópica, sino que haya sido una creación de Maggi para poder hablar del presente de
inhumanidad de la dictadura militar, como parte de una pesadilla visionaria del pasado.
1.3.4 EL SENADOR LUCIANO OSSORIO
El senador Luciano Ossorio, es nieto de Enrique Ossorio, hijo de un caballero muerto en
duelo en 1879, padre de Esperancita, la difunta esposa de Maggi y heredero de una fortuna
liquidada por unas tierras públicas conseguido con el oro de su abuelo.
43
El senador personifica la memoria, el testigo de la muerte, ya que testimonia “la violencia
ejercida sobre una tradición” (59), es decir, esa violencia que a lo largo de la historia
argentina ha dejado una proliferación incesante de la muerte y se ha establecido como la ley
de la Nación. En su papel de testigo, lucha por sobrevivir y expresar la verdad del país, esa
verdad que logre articular las narraciones del pasado con los hechos del presente, así como
los crímenes cometidos a los largo de la historia argentina por los dominadores de cada
época, los cuales han creado a su conveniencia un discurso que justifica su accionar
criminal:
¿Se da cuenta hasta dónde me he acercado, hasta qué punto sé de qué se trata? Pero no
puedo, sin embargo, concebirla a la Idea, no puedo, sin embargo, concebirla, aunque
estoy para eso y es por eso que duro, por eso no me extingo y permanezco. Pero tengo
un solo temor”, dijo el senador. “Un solo temor y es éste. Que en la sucesiva atrofia
que le iban dejando los años, en un momento determinado, pudiera llegar a perder el
uso de la palabra. Eso, dijo, era su temor. “Llegar a concebirla”, dijo “y no poder
expresarla” (Piglia, Respiración artificial 47).
El senador y su familia hacen parte de la oligarquía argentina, ese selecto grupo que
gobernó el Estado Nacional desde sus orígenes. Eso es posible saberlo, debido a que en la
carta que inicia la novela, Maggi le dice a Renzi que Esperancita, su difunta esposa e hija
del senador era tan misteriosa como la oligarquía que la había engendrado:
[…] es loca, siempre cago parada […] porque alguien le dijo que era más elegante.
Antes de morir dice que yo no la robé. Así de misteriosa es la oligarquía y esas son las
hijas que engendra. Gráciles, ilusorias, inevitablemente derrotadas (15).
Por otro lado, debido a la visita que Renzi le hace a don Luciano, se sabe que gracias a la
Ley Sáenz Peña (1912), la cual establece el voto secreto, universal y obligatorio, el nieto de
Ossorio es elegido senador entre 1912 y 1916. Por eso mismo, él se hace llamar senador y
no ex senador, porque “en ese tiempo el cargo era casi vitalicio”, a diferencia del contexto
presente, donde los partidos y el parlamento fueron eliminados por la Junta Militar. A pesar
de no legislar y de ser un ex senador, aunque nadie lo oiga, él sigue haciendo discursos, por
eso prefiere que lo llamen senador:
“Puede llamarme senador”, dijo el senador. “O ex senador […] Ocupé el cargo entre
1912 y 1916 y fui elegido por la ley Sáenz Peña y en ese tiempo el cargo era casi
vitalicio, de modo que en realidad tendría que llamarme senador […] Pero vista la
situación actual, quizás sería preferible y no sólo preferible sino incluso más ajustado a
44
la verdad de los hechos y al sentido general de la historia argentina que me llame usted,
ex senador […] Porque hablando con propiedad ¿qué es un senador sino alguien que
legisla y hace discursos? Pero ¿Cuándo no legisla? Cuando no legisla se convierte
automáticamente es un ex senador. Ahora bien, si uno mantiene ese cargo, o mejor, de
esa función, la particularidad de hacer discursos, aunque nadie lo oiga y nadie lo
contradiga, entonces, en un sentido, uno sigue siendo un senador. Por lo tanto, prefiero
que me llame usted senador”, dijo el senador. (43).
El senador es un exiliado interno que dice conocer a la clase dominante de la Argentina.
Conoce bien a esos “caballeros”, “gentlemen”, “Señores” que por aferrarse a la riqueza y al
poder han cumplido a lo largo de la historia “la función de los enterradores, de los
sepultureros” (57). Como figura dirigente de las filas conservadores, el senador asiste a un
evento público el 25 de mayo de 1931, cuando un borracho le pega un tiro que lo deja
paralitico por el resto de la vida. A partir de ese momento, el senador se percibe a sí mismo
como el personaje que “recibe e intercepta los mensajes del pueblo soberano” (46), y define
su función con la necesidad de unirse al pueblo soberano para combatir el poder y herirlo
allí donde es más invisible e insidioso.
Luciano Ossorio, un viejo que lleva 50 años postrado en una silla de ruedas y que a pesar
de haber sido senador entre 1912 y 1916, su único logro parece haber sido administrar unas
tierras públicas y ganar en las filas conservadoras “la posición más expectable que
influyente reservada a cualquier terrateniente que condescendiese de manera activa en ellas,
sin aportar especiales dotes políticos a la empresa” (Halperín Donghi 167). Él, junto con
Maggi, el profesor que enseña historia argentina a hijos de comerciantes y chacareros de la
pequeña ciudad de Concordia, sueña con derrocar el poder en manos de la oligarquía y los
militares, con la ayuda de la peonada, del pueblo trabajador:
En realidad, [dice Maggi], yo empecé a visitarlo, por encargo del partido durante la
segunda abstención: sabíamos que estaba cambiando y queríamos ver si nos ponía la
firma en un documento contra el fraude, porque el viejo había estado entre los
fundadores de la Unión Conservadora en la época de la ruptura entre Roca y Pellegrini
y después había sido senador y tenía mucho prestigio. El viejo firmó de lo más pancho,
y eso que era primo hermano del general Uriburu. Pero con estos papelitos no vamos a
ningún lado, decía. Ma qué voto secreto ni qué niño muerto. Hay que armar a la
peonada. Hay que armar a la peonada, decía el viejo, ¿no se dan cuenta? A estos
45
calzonudos hay que correrlos a tiros. La peonada, decía el viejo, ¿con quién está?
(21).15
El senador, un viejo agente de la conciencia manipuladora y del oficialismo, sueña con
unirse al pueblo y poder decir la verdad, como si fuera la voz de esos “millones de hombres
que nunca tienen acceso a la palabra, es decir, que no tienen la posibilidad de expresar
públicamente sus ideas en un discurso que sea oído y transcrito taquigráficamente” (44).
Por eso, según Maggi, el senador “es el único que vale la pena entre toda esa banda de
tilingos” (19), porque desde que le pegan el tiro que lo dejó paralitico, lucha desde el
aislamiento, “contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en el
orden del saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso” (Foucault 9).
El héroe postrado, inmovilizado, paralizado pero no vencido es el traidor más claro del
poder político y la dominación. Para el senador decir la verdad significa traicionar a los
dominadores y a los vencedores de cada época, por eso denuncia el carácter arbitrario y
ficticio del poder compuesto de los circuitos materiales y corruptores. También desacraliza
el origen del poder y contradiciendo la legitimidad de la dictadura del presente y
anticipando su futuro fracaso a través de las rocas del pasado que desgasta lo que parecía
tan firme y rígido. Logra ver como ningún otro personaje, “la dialéctica de Señores y
Esclavos trabajada por la erosión de los primeros y el avance de los últimos” (Sazbón 138).
En medio de la pesadilla del presente, el senador para resistir a las atrocidades del poder
político, así como a la desarticulación de su ficción criminal, inventa un sistema de
vigilancia que le permite recibir mensajes secretos, cartas cifradas:
[…] he inventado un sistema de vigilancia sobre el cual no puedo entrar en detalles”.
Recibía, dijo, menajes, cartas, telegramas. “Recibo mensajes. Cartas cifradas. Algunas
son interceptadas. Otras llegan: son amenazas, anónimos. Cartas escritas por Arocena
para aterrorizarme. Él Arocena, es el único que me escribe: para amenazarme,
insultarme, reírse de mí; sus cartas cruzan, saltan mi sistema de vigilancia. Las otras, es
más difícil. Algunas son interceptadas. Estoy al tanto”, dijo. “A pesar de todo estoy al
tanto”. (Piglia, Respiración artificial 45, 46).
15 La negrilla es propia.
46
Sin embargo, el sistema de poder intercepta, prohíbe e invalida los mensajes secretos a
través de Arocena el funcionario censor, quien a su vez le escribe cartas al senador para
amenazarlo, aterrorizarlo, insultarlo y reírse de él.
1.3.5 VLADIMIR TARDEWSKI
Tardewski16
es el filósofo amigo de Maggi que vive por fuera de la historia. El polaco
nacido en Varsovia tiene como única ilusión escribir un libro hecho de citas y ha construido
su vida a partir del fracaso individual. Es “un académico sin academia; un universitario sin
universidad; un polaco sin Polonia; un escritor sin lenguaje” (195).
A sus 23 años decide irse a Cambridge, Inglaterra para hacer un doctorado en filosofía
dirigido por Wittgenstein, quien le ofrece la posibilidad de tener una carrera académica
exitosa. Ante este ofrecimiento, Tardewski se visualiza como un gran filósofo que en el
fondo no quiere llegar a ser, lo cual lo hace huir en el verano de 1939 a Varsovia, donde lo
sorprende la Segunda Guerra Mundial. Él sin embargo, en vez de regresar a Londres,
decide ir a Marsella y tomar el primer barco, el cual se dirige sin él saberlo, a un país
completamente desconocido, a la Argentina. En aquel viaje Tardewski inicia el camino por
el fracaso que soñó en su juventud:
Durante un tiempo, dijo, incluso en medio de una situación general desesperada, las
oportunidades de éxito se siguieron presentando y más de una vez, dijo, fue necesaria
la ayuda del azar para lograr que un joven brillante como se suponía que yo era,
alcanzara la altura más plena de ese fracaso que él había descubierto, tardíamente pero
con tal certeza, como la única verdadera forma de vivir que puede considerarse de un
modo cabal, filosófica. (175).
Tardewski llega a Buenos Aires y además de caer en las desgracias del mundo intelectual
argentino, le roban todas sus pertenecías. Vive entonces “una reproducción en miniatura,
16 Podría estar basado en el escritor polaco, Witold Gombrowicz. Según el crítico Juan José Saer, es imposible
no admirar a Gombrowicz cuando en medio de la guerra fría y de perderlo prácticamente todo, fue capaz de
reflexionar la cuestión del comunismo y no las consignas de occidente: “[…] no se es, cuando se es escritor,
ni comunista, ni liberal, ni individualista, ni nada, y consignas y teorías sólo reproducen la cristalización
infecunda en Argentina, primero porque su exilio obligatorio lo mandó, más lejos todavía de lo que estaba en
Polonia del centro de Europa, hacia el arrabal de occidente, pero también porque el lugar en que cayó se
debatía desde hacía años en la misma problemática. Fue, como se dice, una desgracia con suerte, porque, de
hoja seca y anónima llevada por el viento de la contingencia, gracias al carácter atípico e su destino de
exiliado, excesivo en relación con el de otros emigrados que se integraron plenamente en la cultura
occidental, pasó a ser, de toda intemperie, signo, paradigma y emblema”. (Saer 779).
47
pero real, de la Europa arrasada por la guerra” (187), lleva sobre su “espalda la cruz
polaca”, “las ruinas de su patria” (190). Ante su fracaso intelectual en la Argentina y su
robo, piensa en un hecho extraordinario que había descubierto en la biblioteca del Museo
Británico, con el cual podría demostrar sus conocimientos a los círculos académicos
argentinos, pues para él “el orgullo intelectual es lo último que se pierde, aunque uno se
haya convertido en una escoria” (183).
El descubrimiento se trataba de un supuesto encuentro entre Kafka y Hitler en un café de
Praga, y con esto “las relaciones entre el nazismo y la obra de Franz Kafka” (185). Ese
hallazgo no sólo fue el que llevó a Tardewski a socavar sus convicciones filosóficas, sino
que el que lo llevó a la Argentina. Los datos acerca de la vida de Kafka, le sirven para
documentar y asegurar una verdad que otros no saben, al igual que a Maggi los documentos
de Ossorio le permiten asegurar un descubrimiento cuya verdad otros no saben o prefieren
callar. Tardewski y Maggi son entonces los personajes que necesitan “mayor seguridad en
las pruebas documentales” (184) para comprender qué es lo que realmente buscan y hacia
dónde deben dirigirse.
Cuando Tardewski llega a Concordia, sin ningún lazo social, siendo un individuo sin
pasado y sin ilusiones, conoce a Marcelo Maggi, quien se convierte en el único que
entiende su situación y su fracaso personal. Ambos se convierten entonces en “la unidad de
los contrarios”: Maggi el “hombre de principios, que solamente puede pensar desde la
historia”, Tardewski “el escéptico, el hombre que vive fuera de la historia” dejándose
“arrastrar por su propia utopía personal” (194).
Tardewski es el personaje intelectual que busca la lucidez en la soledad, en el corte con
cualquier lazo social y en el fracaso. Es “un fracasado en el verdadero sentido […], alguien
que ha desperdiciado su vida, que ha derrochado sus condiciones” (163). Busca
conscientemente el fracaso, incluso plantea una teoría sobre el hombre fracasado como
encarnación moderna del filósofo, teoría que según Maggi, no es más que una
racionalización ya que un hombre solo siempre fracasa. Es el paradigma del marginado: El
joven brillante con importantes ideas y proyectos, una promesa dentro de los intelectuales,
quienes le ofrecen todas las posibilidades, pero que al final termina cumpliendo la
48
“cualidad destructiva” que siempre había buscado, “esa rara lucidez que se adquiere cuando
se ha conseguido fracasar lo suficiente” (163).
1.3.6 FRANCISCO JOSÉ AROCENA
Personifica la mirada vigilante, el funcionario censor que prohíbe e invalida el discurso y el
saber de la sociedad. Busca en ocho cartas interceptadas códigos y mensajes “subversivos”,
tergiversando el sentido de las mismas. Sin embargo, esas cartas contienen secretos que
escapan de la comprensión del censurador que “lee las cartas del pasado y del presente con
un sistema paranoico de decodificación que arma una perfecta pero falsa teoría
conspirativa” (Rodríguez Pérsico 50).
El senador Luciano Ossorio es el único personaje de la novela que nombra a Arocena,
quien a su vez, es el único que le escribe al senador, para amenazarlo y burlarse de él:
“Recibo mensajes. Cartas cifradas. Algunas son interceptadas. Otras llegan: son
amenazas, anónimos. Cartas escritas por Arocena para aterrorizarme. Él, Arocena, es el
único que me escribe: para amenazarme, insultarme, reírse de mí; sus cartas cruzan,
saltan de mi sistema de vigilancia. Las otras, es más difícil. Algunas son interceptadas.
Estoy al tanto”, dijo […] “Hay alguien que intercepta esos mensajes que vienen a mí.
Un técnico”, dijo, “un hombre llamado Arocena. Francisco José Arocena. Lee cartas.
Igual que yo. Lee cartas que no le están dirigidas. Trata, como yo, de descifrarlas.
Trata”, dijo, “como yo de descifrar el mensaje secreto de la historia”. (Piglia,
Respiración artificial 46).
Arocena es el único personaje de la novela que lee sin pasión y sin historia, y que además
nunca evoca ni retiene recuerdos. Su intento por descifrar los mensajes de las cartas
interceptadas, se basa en la desconfianza y en la crítica. Trabaja con hipótesis de códigos
supuestamente cifrados, en donde todo es un indicio para encontrar las claves que le
permitan descubrir el mensaje secreto de la historia de las cartas, pues para él, “un código
también es un mensaje” (102).
El resto de personajes a diferencia de Arocena, generan conocimiento desde la
interpretación y socialización escrita o verbal de hechos históricos, situaciones políticas,
teorías literarias y filosóficas. Por el contrario, Arocena debido a su trabajo como
censurador, no socializa ni se comunica con otros; él solo produce hechos a través de su
lectura transgresora y su verdad particular:
49
Buscó expresiones anagramatizadas, letras repetidas. Al final conocía casi de memoria
ese texto y podía percibir con claridad su lógica […] De pronto comprendió que había
una recurrencia entre las palabras subrayadas, una especie de repetición fija. El código
podía estar en las letras que seguían al final de cada corte. Reconstruyó la carta a partir
de esas separaciones y volvió a organizarla, pero la clave no era esa. Había algo que no
concordaba. (97).
La interpretación o el desciframiento que hace Arocena de los mensajes secretos basados en
la desconfianza, son producto de su papel como censurador y de su limitado conocimiento
de las historias y personajes de la novela. Su visión es entonces sesgada, “no puede percibir
ese despliegue de estructuras narrativas ni a los discursos mismos, más allá de las cartas
que ha censurado […] carece de los códigos para descifrar esos mensajes: una visión total
de la historia y el contexto en que esos textos fueron producidos” (Pons 111).
1.3.7 PERSONAJES FEMENINOS
Según Piglia, la política y la literatura en Respiración artificial están en manos de las
mujeres. Ellas “son decisivas en la trama de la novela: empezando por la Coca, que
desencadena (en sentido literal) la vida de Maggi, y terminando con Ángela, que al caer
cierra la historia. Pero lo que no está narrado […], lo que sostiene secretamente la intriga
sólo debe ser revelado parcialmente (y nunca por el propio novelista)” (Piglia, Crítica y
Ficción 128).
Además de la Coca, está Lisette Gazel, la joven adivina amiga de Enrique Ossorio;
Echevarne Angélica Inés, la cantora oficial y testigo del sufrimiento de las torturas; Ángela,
la bella enviada y/o discípula de Maggi; Juana la loca, la joven lectora de Freud y el
psicoanálisis que habla sobre la desaparición de Ángela; y Elvira, la mujer que hace el aseo
en la casa de Tardewski y que da indicios sobre la muerte de Maggi.
Lisette Gazel es la joven prostituta negra amiga de Enrique Ossorio, con la cual habla de su
novela utópica, ya que ella “sabe leer el porvenir en el vuelo de los pájaros marinos: es
supersticiosa como una gata. Su piel es de seda negra” (Piglia, Respiración artificial 70).
Lisette aparece por primera vez cuando Ossorio dice que en su novela habrá una adivina
parecida a Lisette:
Hablo del tema de mi relato con Lisette. Ella me dice: ¿Pondrás tú ahí una mujer que
como yo sabe leer el futuro en el vuelo de los pájaros nocturnos? Pondré, le digo,
50
quizás, en mi relato, a una adivina, una mujer que, como tú, sepa mirar lo que nadie
puede ver (80, 81).
El personaje testigo de las torturas17
y asesinatos es Echevarne Angélica Inés, nombre
invertido como si hiciera parte de una tarjeta policial o médica. Ella y el senador Luciano
Ossorio, son los personajes que hablan de forma más explícita del contexto de la dictadura.
Angélica aparece en una de las cartas interceptadas por Arocena dirigida al señor
Intendente; en ella escribe que es la testigo del sufrimiento y el dolor producto de las
torturas y los constantes asesinatos y que por eso cierra los ojos para no ver tanto dolor, y
canta, porque es “la cantora oficial”. Sin embargo, sabe que si habla acerca de las torturas
nadie le va a creer, o peor aún le sacarán las vísceras como a Evita Perón, porque “ella
también veía todo”:
Sucede lo siguiente señor Intendente: me han hecho una incisión y me colocaron un
aparato transmisor disimulado entre las arborescencias del corazón […]. Yo lo veo
todo por ese aparatito que me han puesto; como una pantalla de TV. Una ve este
descampado y no se imagina lo que he visto: cuánto sufrimiento. Al principio sólo
podía verlo al finado. Acostado sobre una cama de fierro, tapado con diarios. Hay otros
ahí, al fondo de un pasillo, piso de tierra apisonada. Cierro los ojos para no ver el daño
que le han hecho. Y entonces canto para no verlo sufrir […] canto, porque yo soy la
cantora oficial. Si yo digo las imágenes que pasan por el dije nadie me cree. ¿Por qué a
mí? ¿Por qué tengo que ser yo la que debo verlo todo? Por ejemplo está ese muchacho
que me busca, que me está queriendo ver. Y está el Polaco. Polonia. Yo vi las
fotografías: mataban a los judíos con alambre de enfardar. Los hornos crematorios
están en Belén, Palestina. Al Norte, bien al Norte, en Belén, provincia de Catamarca.
Los pájaros vuelan sobre las cenizas. ¿O no lo dijo Evita Perón? Ella también veía todo
y le sacaron las vísceras y la llenaron de trapo, como a una muñeca. […] He sido
designada como testigo de todo ese dolor […] Tengo que ser la Cantora oficial […]
(82).
El muchacho que busca a Angélica y que la quiere ver puede que sea Renzi, mientras que el
polaco puede que sea Tardewski. A través de un lenguaje aparentemente incoherente, ella
relaciona a Polonia con su país, al holocausto nazi con el Auschwitz argentino, con la
última dictadura militar. También es ella la encargada de adelantar implícitamente la
presencia de Hitler en la novela, al igual que el senador con Wittgenstein y Kafka; ambos
17 Durante la dictadura militar, cualquier ciudadano estaba incluido en la categoría de los ‘enemigos de la
Nación’. La metodología implementada consistió en la desaparición de personas, las cuales eran llevadas a
centros de detención clandestina, operada por las Fuerzas Armadas, donde se los sometía a interrogatorios
basados en torturas físicas.
51
personajes aparentemente desde la locura y la incoherencia de sus discursos, narran la
verdad de los hechos del presente y le dan coherencia a la segunda parte de la novela:
Descartes.
Ángela, aunque a primera vista es un personaje casi imperceptible, es fundamental dentro
de la intriga de toda la novela, incluso aparece en varias ocasiones. La primera, en una de
las cartas resumidas por Renzi, en la cual él le escribe a su tío sobre la visita de Ángela, su
“bella enviada y/o discípula”, y que por supuesto seguirá sus misteriosas indicaciones:
Querido Marcelo: Recibí la visita de la joven Ángela, tu bella enviada y/o discípula
(palabra extrañamente erótica, discípula, como si se declinara ahí, al mismo tiempo, la
disciplina pedagógica y la prostitución) y seguiré tus misteriosas (y apasionantes)
indicaciones. Uno tienen siempre la sensación de que atrás de tu vida hay algo oculto,
un secreto que cultivas como otros las flores de su jardín. (90, 91).
Más adelante, otro personaje femenino irrumpe en la novela para hablar nuevamente de
Ángela y decir que ha sido internada de urgencia. En una de las cartas censuradas por
Arocena, una joven que se hace llamar Juana la loca le escribe a su hermano Martín
Carranza, un estudiante de Oxford, y le cuenta acerca de algunas noticias terroríficas. Al
final de la carta, Juana la loca le dice a su hermano que Ernesto, su compañero de la
Facultad, fue a verlo para hablarle de Ángela:
Dice que Ángela está enferma, que la internaron de urgencia y que no le escribas; vino
a eso (me lo repitió dos docenas de veces; él sí que está convencido de que soy
retardada: que la internaron el 14 y que no le escribas, etc.). ¿Así que tenías una
Ángela escondida? Te odio. (96).
La joven aunque no perciba que el término internar durante la dictadura militar era “usado
eufemísticamente […] por detener” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la
literatura argentina 99), Arocena, el censurador sí tiene bastante claro el término, pues
escribe en cursiva “internada”:
Se levantó y juntó las otras cartas. En una ficha escribió: Ángela “internada” el 14.
Concordia. Renzi, llega día 27. (Maggi) Martin Carranza: postgrado en Oxford. Pronto
llegarían nuevos mensajes que hablarían de física cuántica o de los peces de colores.
(Piglia, Respiración artificial 96).
La detención de Ángela por parte de los militares, trae a colación tanto la tragedia que vive
la sociedad argentina, como el posible final de Maggi. Ella, aparece por última vez casi al
52
final de la novela, cuando Renzi y Tardewski, luego de permanecer en el bar y de tener
varias discusiones intelectuales, deciden ir al hotel donde se hospeda Maggi. Renzi
menciona a Ángela en medio de una pequeña descripción que hace del cuarto de su tío, con
alusiones, a su vez, a pequeñas pistas que hacen referencia al “Proceso de Reorganización
Nacional”, a través de tachones y palabras en cursiva:
Desde los ventanales del cuarto, que es amplio, se ve el río, al fondo entre los sauces.
Hay un escritorio contra la pared. Una cama. Un ropero. Un sillón. Algunos libros
sobre una repisa […] Después me acerco al escritorio que está limpio […]; en un
costado de la mesa hay un anotador donde se lee: Llamar a Ángela (lunes) y después
algo escrito a lápiz y tachado con el marcador rojo. Sólo se distingue con claridad la
palabra seminario y después otra, casi ilegible, que puede ser proyecto o proceso o
quizás prócer (156).
Finalmente está el personaje de Elvira, la mujer que le ayuda a Tardewski con el aseo de la
casa. Ella aparece dos veces: la primera, al comienzo de la segunda parte, Descartes y la
segunda, hacía el final de la novela. Tardewski luego de darle vía telefónica las
indicaciones a Renzi, para su encuentro, Elvira le pregunta con quién hablaba, y Tardewski
responde que con un sobrino del profesor que fue a buscar unos papeles. Ella no le cree y le
dice que tenga cuidado, que no se mezcle, por lo cual Tardewski le explica que el profesor
decidió irse de viaje y que por eso habló con su sobrino para que fuera a verlo a él, a
Tardewski. Éste le dice que posiblemente el profesor regresa ese mismo día y Elvira le pide
que no mienta, que a ella no le mienta. Esta mujer no le cree al polaco, porque es
consciente de las circunstancias del país por tanto, sabe que Maggi no se ha ido de viaje y
que mucho menos va a regresar, porque ha desaparecido. Por eso, le dice a Tardewski que
“no se mezcle”, porque a él podría pasarle lo mismo.
Su segunda aparición se da hacía el final de la novela, cuando Tardewski le dice a Renzi
que vive sólo, pero que hay una mujer que se ocupa de la casa y que trabaja con él “desde
hace años […] El profesor la quería mucho”, dice Tardewski. Él, enseguida se rectifica y
dice que en realidad había querido “decir que el profesor la quiere mucho” y que a veces
“basta que alguien falte unas horas para que hablemos de él como si hubiera muerto” (161).
En Respiración artificial las mujeres personifican las “locas” cantoras que dan pistas para
reconstruir la verdad oculta de la historia, la realidad innombrable de la dictadura militar
53
argentina como las torturas, las desapariciones, los centros de detención clandestinos, los
asesinatos, el exilio, etc. Según Hedgardo Berg, las mujeres personifican a “las traidoras,
locas-cantoras”, que sirven como “puente para la reconstrucción de la historia, dice[n] la
‘verdad’ del relato, se constituye[n] como un dispositivo narrativo que entreteje” la historia
(Berg 75).
1.4 EL ARCHIVO COMO MODELO NARRATIVO
En realidad, me escribía Maggi, trato de usar esos
materiales que son como el reverso de la historia y trato
de ser fiel a los hechos, pero a la vez quiero hacer ver el
carácter ejemplar de la vida de esa especie de Rimbaud
que se alejó de las avenidas de la historia para mejor
testimoniarla.
Ricardo Piglia. Respiración artificial
En regímenes dictatoriales como los que se dieron en el Cono Sur el terror, la represión
clandestina, la injusticia, la ilegalidad, el totalitarismo y la clandestinidad, fueron la norma
del accionar estatal. Es de esperar, entonces, que no se tengan registros de muchas acciones
clandestinas. Sin embargo, por tratarse de regímenes con altos mandos, que contaban con
una organización burocrático-militar, así como con instituciones policiales y de
inteligencia, es posible que su práctica haya implicado generar registros, hacer informes,
organizar documentos y archivos (Jelin, Introducción. Gestión política, gestión
administrativa y gestión histórica: ocultamientos y descubrimientos de los archivos de la
represión 3).
Tales son los casos de Paraguay y Brasil, en donde existen documentos de confesiones
firmados bajo tortura. Parece, en cambio, que en la Argentina no se llevaron a cabo
“documentos firmados, sino acciones represivas clandestinas inmediatas. Si las órdenes y
víctimas fueron o no registradas en documentos escritos permanece como una incógnita, ya
que no se han encontrado archivos militares” (Jelin, Introducción. Gestión política, gestión
administrativa y gestión histórica: ocultamientos y descubrimientos de los archivos de la
represión 5)
54
Durante los años del “Proceso de Reorganización Nacional”, se instauró una rigurosa
censura sobre la cobertura de la represión, prohibiendo desde cualquier punto de vista,
informar acerca de episodios de enfrentamientos armados o hallazgos de cadáveres (Olmo
182). Sin embargo, gracias a la necesidad liberadora o la enorme posibilidad de que el
régimen desapareciera los rastros que esclarecieran la violencia política y las violaciones a
los derechos humanos, surgieron resistencias personales y colectivas que activaron
documentos y archivos alternativos, para transmitir y conservar mensajes de denuncia sobre
la desaparición forzada de personas y los crímenes de Estado en general, que pudieran
servir como registros de lo sucedido.
En medio de silencios, de voces acalladas y negadas, Piglia publicó una novela compuesta
por historias fragmentadas, digresiones, voces narrativas que ceden su voz a otros y
personajes fracasados que dan cabida al archivo como modelo narrativo compuesto por
documentos inéditos de más de cien años, que conforman “la gran máquina poliédrica de la
historia” (Piglia, Respiración artificial 54), frente al mandado de la dictadura que establece
una sola visión de la historia argentina.
El archivo y la investigación funcionan en todos los planos de Respiración artificial, para
establecer una relación especifica con la verdad, a partir de posibles testimonios de víctimas
de la dictadura militar, así como de los sectores dominados y vencidos por el Estado a lo
largo de la historia argentina. A partir de diversas muestras documentarias (cartas, un
diario, recortes de periódicos, citas y anotaciones) la novela narra la multiplicidad de
hechos del presente de la dictadura, a través de las huellas y rastros del pasado. “Su
metáfora fundacional es el archivo, el corpus inicial de la Historia, o, si se prefiere, la
reinscripción de la escritura, la efusión que la memoria promete a quien sepa leer” (Sazbón
121).
La búsqueda de acontecimientos que revelan el origen, el momento de ruptura de la historia
argentina, es el enigma que envuelve toda la novela y da cabida a la existencia de
personajes intelectuales, investigadores y fracasados, que buscan descifrar el secreto que
los documentos guardan y resguardan. “Escribí todo el libro”, afirma Piglia, “y me di
55
cuenta que el archivo era exactamente lo que no debía estar en el libro. Empecé con él y
terminé desapareciéndolo. La novela ya era eso” (Campos 105).
El archivo funciona en la novela para articular una verdad que deber reconstruirse. “Es una
especie de novela policial al revés, están todos los datos pero no se termina de saber cuál es
el enigma que se puede descifrar” (Piglia, Crítica y Ficción 90). Incluso, con el archivo
empieza y termina la novela, para articular varias historias, discursos y personajes. El papá
de Renzi por ejemplo, guarda en un cajón secreto del ropero los textos de Engels y de T.E.
Van junto con cartas, papeles y documentos diversos, entre ellos la partida de nacimiento
de su hijo, así como los recortes de diarios que hablan de la desaparición de Maggi con su
amante la Coca. Por otro lado, los documentos de Maggi y los cuadernos donde Tardewski
registra sus ideas y citas, surgen de un cajón que funciona como un archivo. Enrique
Ossorio y el senador también resaltan la existencia de archivos privados, el senador le
entrega a Maggi el cofre con el archivo de la familia y Ossorio descubre que el modelo de
su novela utópica es el cofre donde guarda sus papeles:
Un historiador que trabaja con documentos del provenir (ése es el tema). El modelo es
el cofre donde guardo mis papeles. (Piglia, Respiración artificial 84).
Los personajes cobran sentido con la existencia del archivo, pero también son los
encargados de clasificar y velar por la conservación del mismo, guardando documentos que
abarcan desde deseos personales por conservar cosas de forma ocasional o de manera más
sistemática cuando miembros de una familia, juegan el rol de guardianes de la memoria
familiar (Catela 199). Los documentos de Enrique Ossorio, por ejemplo, son archivados por
su esposa Amparo y luego por su nieto, el senador Luciano Ossorio, quien a su vez se los
entrega a Maggi, el historiador amateur, para que investigue y trabaje en ellos como parte
del reverso de la historia oficial. El trabajo investigativo de Maggi se centra en rastros y
testimonios que expliquen el origen, la razón de la dictadura militar. Sin embargo, como si
previera lo que iba a pasar o lo temiera, Maggi decide entregarle el Archivo con los
documentos y el trabajo adelantado a Renzi, quien a su vez debe continuar con la
investigación, para finalmente publicarla.
56
1.4.1 EL ARCHIVO DE LA MEMORIA
El archivo como el modelo narrativo registra precisamente el archivo de la memoria de los
vencidos, de los que alguna vez fueron derrotados por el poder político y la clase
dominante. A través del archivo de la memoria de las víctimas de los crímenes de Estado, la
novela denuncia el horror, el “modelo clásico del Estado convertido en instrumento de
terror” (Piglia, Respiración artificial 216), para reivindicar “el murmullo incesante de las
víctimas, las palabras que anuncian otro tipo de verdad” (214). El archivo que leen e
interpretan los personajes, se convierte en el archivo que conforma la novela como tal, en el
cual es posible descubrir una historia abierta y modificable, que a su vez da las
herramientas necesarias para entender el presente de inhumanidad y visualizar la verdad
oculta.
Desde una escritura opuesta a las técnicas del poder y al oficialismo, Piglia hace del archivo
su punto de partida:
En realidad empecé trabajando la novela con la idea de hacer un archivo. Me tentaba la
idea del archivo como forma. Necesitaba una fuente histórica que me sirviera de base
para el archivo y entonces empecé a armar un personaje, que es Ossorio. La idea de
trabajar con un personaje que fuera la inversa de Sarmiento. O sea el que perdió, no el
que llegó primero. Alguien que fue compañero de Sarmiento, que hace el exilio y
demás, pero que en lugar de volver después de caído Rosas, de ser presidente, se mata.
Este personaje es el que en Respiración artificial arrastraría la problemática de la
historia argentina. (Piglia, Crítica y Ficción 112).
Con un personaje histórico inventado como base, Piglia construye un personaje que analiza
no necesariamente la historia como tal, sino el ejercicio de un historiador tan dedicado
como Marcelo Maggi, quien investiga en el misterio de la vida de Enrique Ossorio el origen
del fracaso de la historia argentina, para desestabilizar el relato estatal, cuya visión de la
historia ha sido el instrumento legitimador del poder.
Finalmente hay un testigo, Emilio Renzi, el personaje que debe oír con atención y desde
lejos las distintas versiones de la historia, para garantizar que el archivo de la memoria se
conserve, pues no sólo han de servir para visualizar el pasado de la desventurada República
Argentina, sino para entender los hechos de inhumanidad cometidos durante la dictadura
del “Proceso de Reorganización Nacional”. Porque no sólo está el archivo de la familia
Ossorio trabajado por Maggi, sino también el testigo que ha oído y observado con atención,
57
y que posiblemente va a narrar o dar a conocer la verdad de la historia, alguien que lucha
para que la corriente de la historia no borre esa verdad. Como una especie de contra-relato
político e histórico. (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades)
27).
Por eso, Renzi debe encontrarse con el senador Luciano Ossorio, con Ángela y con
Tardewski, para conocer distintas versiones de la historia sobre las cuales él, desde su
mirada estética y su iniciación hacía la investigación política e histórica, pueda narrar la
verdad de los hechos, en contraposición al relato estatal que desarticuló el pasado y el
presente, por tanto desintegro a la sociedad, para inventar una memoria artificial y una
experiencia impersonal.
Sin embargo, también hay otros testigos como el senador Luciano Ossorio y Echevarne
Angélica Inés, quienes a diferencia de Renzi, han sobrevivido para no dejar que la historia
se borre. El senador le cuenta a Renzi cómo la muerte se desborda a su alrededor, mientras
Angélica Inés, le escribe una carta al Señor Intendente que hace referencia a las torturas.
Ambos han sobrevivido para contar el horror y la represión clandestina. El senador dice que
“la muerte fluye, prolifera, se desborda a [su] alrededor”, convirtiéndolo en el personaje
que debe “dar testimonio de la proliferación incesante de la muerte, de su desborde, [él es]
su testigo, su memoria, […] su mejor encarnación” (Piglia, Respiración artificial 49).
Echevarne Angélica Inés por su parte, es el personaje testigo de las torturas y asesinatos. En
su carta dirigida al Señor Intendente, le escribe que ha “sido designada como testigo de
todo ese dolor”, es decir, la testigo de las torturas y asesinatos, por lo cual debería ser
nombrada “la Cantora oficial” (82).
1.4.2 PRUEBAS DOCUMENTALES
Respiración artificial trabaja con el murmullo de la historia, a través de pruebas
documentales y materiales que son como “un tejido de ficciones, de historias privadas, de
relatos criminales, de estadísticas y partes de victoria, de testamentos, de informes
confidenciales, de cartas secretas, delaciones, documentos apócrifos” (Fornet,
Conversación con Ricargo Piglia 18). La novela no narra ni describe la pesadilla del
presente tal cual ha sido, sino que construye un relato donde sólo se presentan los posibles
58
testimonios del presente de inhumanidad en su forma más trivial y cotidiana, tal como se le
presentan a un historiador los documentos del pasado (83), es decir a través de pruebas
documentales.
Sin embargo, el corpus de datos, de pruebas documentales que conforman la novela no
habla por sí solo, está compuesto por diversos fragmentos de cartas, diarios, documentos,
citas, etc., que deben ser interpretados y utilizados por las voces narrativas de los
personajes o por el narrador heterodiegético. Según Marta Morello-Frosch “la novela
designa también el necesario poder mediatizador de la memoria personal, de los testigos, de
los actantes y los lectores que pueden ‘dar fe’, sustentando lo enunciado en los textos o
cuestionando su veracidad” (Morello Frosch 150). Surge entonces la duda acerca de la
veracidad de los documentos, “informes y deposiciones, en momentos históricos
específicos. Pero la memoria puede también mentir, […], o ser incompleta. Textos orales y
escritos deben entonces ser leídos, descodificados e insertados en otra cadena significativa”
(150).
Con la carta que le envía Maggi a Renzi en abril de 1976, unos días después del golpe que
da inicio al “Proceso de Reorganización Nacional”, “empieza verdaderamente [la] historia”
(17) que narra Respiración artificial. “Casi un año después”, al año de haberse cumplido el
golpe, en marzo de 1977, Renzi va a encontrarse con su tío, “muerto de sueño en el vagón
destartalado de un tren que seguía viaje al Paraguay” (17). En ese momento empieza tanto
para Renzi como para “los lectores de la historia” (47), el viaje “hacia el pasado”. Sin
embargo, sólo hasta el final de ese viaje es posible comprender “hasta qué punto Maggi lo
había previsto todo” (17), incluso, los encuentros entre su sobrino con el senador Luciano
Ossorio, Ángela y Tardewski, quienes se encargan a su vez, de vislumbrar otras versiones
que conforman “la gran máquina poliédrica de la historia” (54), porque no hay una historia
única y verdadera circulando por la sociedad. Así, al final de la primera carta que inicia la
historia, Maggi le dice a Renzi que es necesario que conozca otras versiones:
PD. Por supuesto tenemos que hablar. Hay otras versiones que tendrás que conocer. Espero que
vengas a verme. Ya casi no me muevo, he engordado demasiado. La historia es el único lugar
donde consigo aliviarme de esta pesadilla de la que trato de despertar. (Piglia, Respiración
artificial 17).
59
Respiración artificial podría ser entonces, la ilusión de Walter Benjamin, quien tenía la
ilusión de “producir una obra que consistiera sólo en citas”. Esta ilusión benjaminiana
puede ser trabajada en las palabras de Tardewski o de Renzi, pues mientras la ilusión del
primero “es escribir un libro enteramente hecho de citas” (Piglia, Respiración artificial 16),
la del segundo “es escribir alguna vez una novela hecha de cartas” (33). Ambas ilusiones se
convierten en la estrategia narrativa utilizada por Piglia para narrar los hechos reales, a
partir de distintas versiones de la historia que se resisten al oficialismo y al relato estatal.
La novela podría ser incluso, “una especie de herencia tardía del siglo XVIII [ya que] los
hombres que vivían en esa época todavía confiaban en la pura verdad de las palabras
escritas” (31). El archivo y la correspondencia se convierten prácticamente en la única
forma de comunicación en la novela, ya que anula la pesadilla del presente y hace del
futuro el único lugar posible de diálogo, “situación que obliga a sustituir con palabras
escritas la relación entre los amigos más queridos, que están lejos, ausentes, diseminados
cada uno en lugares y ciudades distintas” (85). La comunicación y la relación entre los
personajes se construyen desde la distancia, como si el cuerpo de la sociedad hubiera
también hubiera sido fragmentado. “Si la no continuidad de los cuerpos reduce
sensiblemente las posibilidades de asociación, se insiste en la continuidad de los mensajes,
en la supervivencia de una red significativa que no debe interrumpir, ni siquiera en la
ausencia de un miembro” (Morello Frosch 151).
Los personajes de la novela se escriben aunque conozcan la vulnerabilidad con respecto al
medio elegido para comunicarse, debido a las “interferencias, graves riesgos” (Piglia,
Respiración artificial 63) como dice el senador. Sin embargo, la regularidad de la
comunicación no es un a priori que los personajes asumen en algún momento. “El
contenido de las cartas asume un enunciado cultural aparentemente neutro. Se habla de la
familia, de los amigos, de cómo escribir, de la mirada histórica y del sobrevivir en una
ciudad provinciana” (Morello Frosch 151).
El archivo también es la única forma de mantener una relación con el país que se ha
perdido o que se ha obligado a abandonar, pues activa la memoria que como articulador
narrativo de la multiplicidad de hechos del pasado con la pesadilla del presente, dándole
60
sentido a la experiencia del horror y la represión de la última y más cruel dictadura militar
argentina.
***
Si “Respiración artificial se escribió como la educación de Renzi, la educación de un tipo
que mira el mundo desde la literatura y que pasa por una iniciación” (Piglia, Crítica y
Ficción 110), es necesario dejar a un lado la mirada estética y centrarse en la iniciación
hacía la mirada histórica. Para esto, es necesario “avanzar hacia el pasado” (Piglia,
Respiración artificial 17), y enfrentarse con la historia de un país que no es el propio pero
también, con un país que como en el propio la alternación de una Ley ha sido la violencia
ejercida sobre la tradición de los oprimidos.
A pasar de la enorme distancia entre ambos países, nada se interpone, porque “la corriente
fluye, mansa […], fluye la corriente de la historia” (59). Esa corriente “ayuda a captar el
aspecto de la historia en sus restos, en sus desperdicios, porque es el verdadero aspecto del
pasado” el que ha condenado a ambos países a vivir y a sobrevivir “en los desiertos
calcinados del presente” (62).
El presente análisis no puede evitar entonces, la tentación de aludir frecuentemente a eso
que une la mirada estética con la historia, la memoria y la política. Si la mirada estética
permitió ver las estrategias narrativas, los límites del lenguaje que permiten nombrar lo
indecible, aún hace falta avanzar hacia el pasado de la Argentina y mirar los
acontecimientos históricos que llevaron a vivir la experiencia del horror y la represión de la
última dictadura militar, la cual tiene un origen. Sobre la mirada histórica y el origen del
“Proceso de Reorganización Nacional”, se hablará en el siguiente capítulo.
2 LA MIRADA HISTÓRICA Y EL ORIGEN DEL
“PROCESO”
El proceso histórico es, en resumidas cuentas,
semejante a un proceso jurídico, con cien clausulas,
anexos, conciliaciones y reservas, y sólo sobre esto se
debe fijar la atención.
Robert Musil. El hombre sin atributos
Comprender la historia es prepararse para comprender
el mundo. Ningún pueblo podría sobrevivir sin
memoria. Y la historia es la memoria de los pueblos.
Luis Puenzo. La historia oficial (1985).
El anterior capítulo se propuso identificar la experiencia literaria con la cual es posible
percibir y transmitir la realidad desde la mirada estética. Sin embargo, es preciso desviar la
mirada hacía la historia, porque no hay otra manera de entender el “presente, el horror del
presente” en el que fue escrita y publicada Respiración artificial (1980), “que pensar desde
la historia” (Piglia, Respiración artificial 193), como dice la voz narrativa de Tardewski
refiriéndose a la última conversación que tuvo con Maggi.
Este capítulo se centra en analizar por separado cada uno de los procesos históricos que se
dieron en la Argentina desde el Rosismo, pasando por la consolidación del del Estado
Nacional (1880), momento en el cual los militares se autoproclamaron como representantes
de la reserva moral del país y la grandeza de la Nación, hasta el llamado “Proceso de
Reorganización Nacional” (1976-1983).
62
Es necesario entonces, analizar el conjunto de procesos históricos, de ciclos de
desarticulación y alianzas sociales que se dieron en la Argentina antes de la última
dictadura militar y que, como afirma Marcelo Cavarozzi en Autoritarismo y democracia
(1955-1996). La transición del Estado al mercado en la Argentina, “generaron una
sucesión de equilibrios precarios alternativamente rotos y restablecidos. Sobre todo, porque
las imágenes de equilibrio y empate pueden llegar a sugerir la ausencia de cambios y […]
una situación de inmovilidad en la que reiterativamente se retorna al punto inicial”
(Cavarozzi 10).
2.1 LA HISTORIA ARGENTINA EN SUS RESTOS
El mundo sería horroroso si sus acontecimientos
desaparecieran sin hacer ruido, sin hacer constar el
relieve de su existencia.
Robert Musil. El hombre sin atributos
Para buscar el “lugar donde pueda decirse lo que pasó” (Piglia, Respiración artificial 24),
eso que terminó en el golpe del 24 de marzo de 1976, es necesario “captar el aspecto de la
historia en sus restos, en sus desperdicios, porque es el verdadero aspecto del pasado el que
[…] ha condenado [a la Argentina] a ese destierro” (61) o a vivir en “los desiertos
calcinados del presente” (62).
Respiración artificial, escrita y publicada el medio del “Proceso de Reorganización
Nacional”, expone “el orden que legisla la gran máquina poliédrica de la historia” (54), esa
línea de continuidad, la razón que explica el estallido del “barril de pólvora” el 24 de marzo
de 1976. La novela intenta “explicar eso que viene desde el fondo mismo de la historia de
la patria, a la vez único y múltiple” (66) que permita entender el golpe de 1976 y con él, “la
alteración de una Ley, la violencia ejercida sobre una tradición. […], esa violencia, esa
“torsión” [que ha formado] un círculo. Una muerte detrás de otra. Ahora bien, ¿dónde se
inicia esa cadena que encadena los años para venir a cerrarse [en la última dictadura
militar]? ¿Dónde se inicia? ¿No [sería] esa la sustancia [del] relato?” (59).
¿Cómo se inicia? ¿Dónde se inicia? Esa es la sustancia que envuelve el relato de
Respiración artificial. “Entonces hay un origen no determinado. Un origen donde todo
comienza [pero] ese origen es un secreto, o mejor, el secreto que todos han tratado de
63
ocultar. O por lo menos el secreto que han desplazado lejos del lugar debido” (59). La
novela narra entre líneas la planicie árida y salina, la extensión, “la vastedad más inhóspita”
(59) que hay “entre el origen y el fin”; entre el origen de esa Ley que impone la violencia a
manos de los vencedores y la más cruel dictadura militar argentina.
Con la carta que da inicio a la novela en abril de 1976, se inicia, también, una investigación
que marca todo el relato. En ella, el interés de Renzi por conocer su historia familiar se va
transformando en su educación histórica y política, gracias a la enseñanza de su tío, quien
está pasando por diversos problemas. En 1977, un año después de la primera carta, Renzi
inicia su viaje investigativo “hacia el pasado”; viaje que se sitúa en cuatro momentos
históricos significativos: El primero es el Rosismo (1835-1852), a través de la vida de
Enrique Ossorio, secretario privado de Juan Manuel de Rosas en 1837, pero que a mediados
de 1838 se convierte en espía del unitario Juan Lavalle. El segundo es la consolidación del
Estado Nacional en 1880, con la entrada de Luciano Ossorio, nieto de Enrique Ossorio, que
hace parte del selecto grupo de la oligarquía que gobierna la nueva República y que más
adelante es elegido Senador (1912–1916). El tercero es el nazismo, que aparece debido a
las investigaciones que hace Tardewski, el cual afirma que Kafka y Hitler se conocieron en
un bar de Praga. Finalmente, está la pesadilla del presente, es decir, los años más represivos
de la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional”.
Respiración artificial hace referencia a más de un siglo y medio de historia argentina,
empezando con la dictadura de Juan Manuel de Rosas y terminando con los primeros años
de la dictadura del “Proceso”.
2.1.1 EL ROSISMO
La revolución emancipadora del 25 de mayo de 1810, termina en 1835, cuando la
legislatura de Buenos Aires le otorga todo el poder público al gobernador Juan Manuel de
Rosas, convirtiéndose en el principal dirigente de la Confederación Argentina (1835-1852),
así como en el primero en instalar un régimen del terror, el cual, más de un siglo después
será rememorado. Durante todo el mandato de Rosas, la Argentina no contó con una
Constitución propia, lo que le permitió convertirse en lo que hoy se conoce como un
presidente de facto o un dictador.
64
Bajo la idea del restablecimiento del orden y la paz, acompañado con el lema “Federación o
muerte” y “¡Mueran los salvajes unitarios!”, Rosas mantiene la hegemonía, impulsando los
criterios federales y teniendo el control de la prensa, del comercio, del territorio y de los
asuntos exteriores de toda la Confederación. Además de perseguir a profesores e
intelectuales, arrasó sistemáticamente lo construido por el presidente Bernandino Rivadavia
(1826-1827); implantó un régimen de horror y de sumisión, extralimitando su poder y
dominación; excluyó de todos los cargos públicos a sus opositores y no fueran federales;
borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de oposición, incluyendo a los
exiliados.
La llamada generación del 37, fue quizás el primer grupo intelectual de la Argentina que
logró cierta influencia a partir de dos instituciones culturales, “El Salón Literario” y una
sociedad secreta fundada en 1838 por Esteban Echevarría, “La Joven Argentina”, sociedad
secreta fundada por Echeverría en 1838. Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista
Alberdi, Esteban Echevarría, Juan Manuel Gutiérrez y Vicente Fidel López hicieron parte
de la generación ilustrada marcada filosófica y políticamente por el romanticismo y el
liberalismo, que vivió en carne propia las consecuencias de la dictadura de Rosas (Ramírez
339). La investigación, el análisis y la reflexión se convertirían, parte fundamental del
proceso constitucional y nacional posterior a la caída de Rosas, con bases claras para la
organización de la República Argentina, acompañada de una naturaleza y vida social
instituida en el fundamento de la literatura nacional, que llevaría a la creación de una
conciencia nacional basada en la civilización europea y occidental.
El grupo conocido como la generación del 37 intentó ser una alternativa a federales y
unitarios, respaldando una organización nacional mixta. Se pronunciaron en contra de la
política de Rosas y fueron perseguidos por la Sociedad Popular Restauradora, conocida
como la “Mazorca”, un grupo armado al servicio de Rosas que se dedicó a asesinar en
espacios públicos a todos los opositores del gobierno, preferiblemente en las plazas para
propagar el terror y la intimidación a toda la sociedad. La persecución a la generación, los
lleva vivir el exilio en Montevideo.
En Respiración artificial hay una importante analogía entre la época de la dictadura del
“Proceso” y la de Rosas. Para Maggi, el historiador amateur, en la vida de Enrique Ossorio
65
y toda la verdad de su época, se encuentra el origen de la desventurada República
Argentina. Ossorio, el hijo de un coronel de las guerras de Independencia y uno de los
fundadores del Salón Literario, una institución creada por la generación del 37, es al mismo
tiempo secretario privado de Rosas y miembro de un complot clandestino en contra del
mismo, encabezado por el jefe militar del Partido Unitario, Juan Lavalle.
Al revelarse el complot, Ossorio huye a Montevideo donde es considerado por los exiliados
de la generación del 37, un espía doble, lo cual lo lleva a iniciar un largo viaje por América,
instalándose finalmente en la ciudad de Nueva York, en donde se pegará un tiro en la
cabeza dos semanas antes de la derroca de Rosas en manos del federalista y opositor Justo
José de Urquiza (1801-1870) en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. Rosas
finalmente, se exilia en Inglaterra, mientras Urquiza asume el gobierno provincial.
Maggi intenta entonces mostrar a través de su investigación, “el movimiento histórico que
se encierra en esa vida tan excéntrica”. Ossorio es para Maggi, la representación de “una
tendencia latente en la historia de la constitución de un grupo intelectual autónomo en la
Argentina durante la época de Rosas” y del “Proceso de Reorganización Nacional” (Piglia,
Respiración artificial 29).
Es necesario volver al pasado, buscar el origen de la desventurada República Argentina “el
horror del presente” (193). Así, la novela remite a través de las voces de Renzi y Tardewski
en las palabras de Maggi a la necesidad de “pensar desde la historia” (193), empezando por
buscar en la vida de Enrique Ossorio y “toda la verdad de su época” (25), es decir, el
Rosismo, lo que llevó a vivir la pesadilla de la dictadura. Tanto en la dictadura de Rosas
como en la última dictadura militar, la idea de orden y paz legitimaron el terror, la
represión, la censura, la muerte y el exilio. Por eso, en una de las cartas interceptadas por
Arocena, un intelectual exiliado en Caracas le escribe al único de sus amigos que sigue en
la Argentina y le dice que ellos son como la generación del 37:
PS. A veces (no es joda) pienso que somos la generación del 37. Perdidos en la
diáspora. ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo?. (Piglia, Respiración artificial 78).
La pregunta sobre quién escribirá el Facundo de Sarmiento, además de interrogar acerca de
las claves del país, es una pregunta a quién escribirá desde el exilio acerca del horror y la
66
represión de la dictadura, quién consolidará un sistema de interpretaciones políticas,
históricas y literarias que sirvan como instrumento para descifrar e interpretar los enigmas
de la dictadura.
En la Argentina, la construcción de la patria pasa por la apropiación y la nacionalización de
la lengua. La literatura se convierte en el espacio del establecimiento del origen, de la
descendencia y la tradición, de la consumación del proyecto. “Facundo consolidó un
sistema de interpretaciones en el que las generaciones posteriores leyeron la política y la
literatura. También el medio de conocimiento histórico como instrumento para descifrar los
enigmas de la guerra civil y el rosismo” (Girona Fibla 116).
2.1.2 DE LA UNIFICACIÓN A LA CAÍDA DE LA UNIÓN CÍVICA RADICAL
Hacia 1879, con la muerte en duelo del hijo de Enrique Ossorio y padre de Luciano
Ossorio, se da el primer caso de crimen de honor juzgado en una sesión pública. Ese hecho
de honor es un momento definitivo, cuenta el senador, ya que “la justicia se separó y se
independizó de una mitología literaria y moral del honor que había servido de norma y de
verdad. Por primera vez la norma de la pasión y del honor dejan de coincidir […] y se
instala una ética de las pasiones verdaderas” (Piglia, Respiración artificial 52).
Los “gentlemen”, los “Señores” descubren, según Luciano Ossorio, que deben enfrentarse a
otros, es decir, que era “con otros frente a quienes debían probar quién era el Esclavo” (53),
demostrando “su hombría” y “su caballerosidad”, uniéndose entre ellos para matar a
quienes no se resignaban a reconocerles su condición de Señores y de Amos. Como por
ejemplo […] a los inmigrantes, a los gauchos y a los indios” (53). La muerte en duelo de su
padre, “el abnegado militante mitrista1 que en algunos momentos de distracción acumuló
un inmenso botín territorial” (Halperín Donghi 168), es según Luciano, “un acontecimiento
[…] que acompaña y permite explicar las condiciones y los cambios que llevaron al poder
al general Julio Argentino Roca” (Piglia, Respiración artificial 53) en 1880, y con él, a la
oligarquía y a los militares, quienes conjuntamente convirtieron a la Argentina en una
especie de genocidio y asesinato continuo.
1 General Bartolomé Mitre (1821-1906). Fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y Presidente de la
República entre 1862 y 1868.
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Con las “Campañas al Desierto” el general Julio Argentino Roca2 estableció la necesidad
“de exterminar3 a los indios salvajes y bárbaros de Pampa y Patagonia”, llevando a cabo un
plan organizado de exterminio de varios grupos étnicos. Nace entonces, en 1880 el Estado
Nacional de la Argentina: “historia excepcional latinoamericana, Estado-nación nacido a la
luz del balcón a Europa, comunidad cuya retórica mestiza es singular porque en el discurso
histórico hegemónico” todos hacen parte de la inmigración como parte de la idea de nación
blanca (Rufer 259). Comienza la ejecución del proyecto de la llamada “generación del 80”,
conformado por la oligarquía4 y encabezada por Roca y José Pellegrini, quienes bajo la idea
de orden y progreso, inmigración europea y alfabetización, exterminio indígena y
construcción de una nación blanca, inician a la bandera de la opresión, es decir, el origen de
la barbarie y la represión del Estado argentino.
Con el primer mandato de Julio Argentino Roca (1880-1886), inicia entonces el proyecto
de la República oligárquica, cuyos objetivos principales fueron: una Nación construida a la
imagen de Europa; una política de Estado encaminada al exterminio de los pueblos
indígenas; un sistema político liderado por la oligarquía y sostenido por el fraude electoral
organizado; separación Iglesia-Estado con la sanción de las leyes de Matrimonio Civil,
Registro Civil y Educación Común, que genera el fin de las relaciones diplomáticas con el
Vaticano; una población homogénea mediante la enseñanza primaria gratuita, obligatoria,
mixta y laica para todos los habitantes del país (iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento,
autor de Facundo (1845), entonces director del Consejo Nacional de Educación), junto con
el servicio militar como fuente de formación cívica y moral, impulsado con valores y
símbolos del ejército; una política económica basada en la agroexportación y la apertura del
capital extranjero especialmente de Gran Bretaña; finalmente, la inmigración europea como
2 Presidente de la Argentina dos veces, la primera entre 1880 y 1886, y la segunda entre 1898 y 1904. A su
vez, fue el militar con mayor rango y prestigio del país. Influyó en la política y economía argentina durante
más de 30 años, a través del Partido Autonomista Nacional, liderado por él mismo y varias alianzas. 3 Es importante mencionar que el término “exterminar”, no surgió como parte del discurso del poder político
de las “Campañas al Desierto” de Roca, sino muchos años antes. En 1820 por ejemplo, el gobernador de
Buenos Aires Martín Rodríguez, ya hablaba de “exterminar a los indios, tanto nómadas como sedentarios”.
Años después, en 1844, Sarmiento citaba en el diario El Progreso la pregunta: “¿Lograremos exterminar a los
indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar” (Rufer 298). 4 Argentinos con ímpetus y modales europeos que no vienen de familias ilustres sino de campesinos. Su poder
viene de la alianza con los ingleses. Mientras la Argentina le vende cueros, lana y carnes congeladas a Gran
Bretaña, ésta vende productos industriales y controla las grandes compañías, los bancos y los ferrocarriles.
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repoblamiento tras el genocidio cometido a los indígenas, y que a la vez permitiera el
proceso de construcción que asegurara la mano de obra del modelo agroexportador, basaba
en la exportación de productos primarios muy económicos, y la importación de
manufacturas de alto costo.
Respiración artificial expone que durante la unificación y la consolidación del Estado
Nacional de la Argentina, inicia el negocio de la tierra pública y con él, el genocidio de “los
barbaros”, de los indígenas, en favor de la “hombría” y la “caballerosidad” de “los
civilizados”, de la oligarquía argentina, que va a acompañar a lo largo de la historia el
fortalecimiento del papel del ejército, a través del suministro de diferentes valores y
símbolos. “Los recuerdos de los grandes hechos de armas y de los héroes militares
conformaron la visión de una Argentina creada por sus generales” (Comisión de Educación
de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 8). El papel del ejército finalmente
convergirá en el golpe de 1976 y el inicio de la dictadura más cruel e inhumana de todas las
de la historia argentina, en la cual “los barbaros” de la subversión se convertirán en el
principal enemigo de la nación y del orden, mientras el ejército en “los civilizados”.
Don Luciano, cuenta Maggi a través de la voz narrativa de Renzi, “había estado entre los
fundadores de la Unión Conservadora en la época de la ruptura entre Roca y Pellegrini y
después había sido senador y tenía mucho prestigio” (Piglia, Respiración artificial 21).
Entre 1912 y 1916 Luciano es elegido senador de la República gracias a la Ley Sáenz Peña
(1912) que establece el voto secreto, universal y obligatorio. Debido a que “en ese tiempo
el cargo era casi vitalicio”, él se hace llamar “senador”, aunque en medio del presente de
inhumanidad de la última dictadura militar, se desarticuló el régimen democrático en su
totalidad, prohibiendo los partidos políticos, el parlamento, los discursos, las
organizaciones sociales, etc. Por eso, él mismo le dice a Renzi:
sería preferible y no sólo preferible sino incluso más ajustado a la verdad de los hechos
y al sentido general de la historia argentina que llame usted ex senador”, dijo el ex
senador. “Porque hablando con propiedad ¿qué es un senador sino alguien que legisla y
hace discursos? Pero ¿Cuándo no legisla? Cuando no legisla se convierte
automáticamente en un ex senador. (43).
El senador Luciano Ossorio, dice Maggi, “es el único que vale la pena entre toda esa banda
de tilingos” de la oligarquía (19). Su parálisis le generó “una rara lucidez y le fue haciendo
69
cambiar el modo de pensar”, tanto que “empezó a identificar la patria con su vida” (20). Su
cambio inició en 1931, cuando en medio de un festejo del 25 de mayo5 le pegan un tiro que
lo deja paralitico para el resto de su vida. Sin embargo, 19 años antes, en 1902, Don
Luciano como parte del selecto grupo de la oligarquía, compra con la fortuna heredada por
su abuelo Enrique Ossorio, “medio partido de Bolívar a veinte pesos la hectárea en un
remate judicial amañado por la gavilla de Ataliva Roca”6 (20), hermano del entonces
presidente Julio Argentino Roca. Uno de los proyectos para el progreso de la nueva Nación
argentina, era repartirle a los nuevos dueños del país las hectáreas conquistadas por los
militares después del genocidio de indígenas y la apropiación de tierras públicas. Maggi le
dice a Renzi en una de sus cartas que el senador decía que él estaba paralitico al igual que
la Argentina:
Estoy paralitico, igual que este país, decía. Yo soy la Argentina, carajo, decía el viejo
cuando deliraba con la morfina que le daban para aliviarle el dolor. Empezó a
identificar la patria con su vida. Tentación que está latente en alguien que tenga más de
3.000 hectáreas en la pampa húmeda […] De vez en cuando hablaba de eso y el
remordimiento no lo dejaba dormir. Los milicos metieron a todos los gringos en un
tren carguero, contaba, y los mandaron al infierno, por el lado de las salinas de Carhué.
¿Qué se habrá hecho toda esa pobre gente?, decía el viejo, que en el fondo había
empezado a pensar que el tiro en la columna se lo tenía merecido. Si sabré yo lo
bárbaro que hay que ser en este país para llegar a algo, decía el viejo. (Piglia,
Respiración artificial 20).
En la Argentina, así como en varias de las culturas dominantes de América Latina, durante
la configuración del Estado Nacional predominó el estilo imitativo, la debilidad creativa, la
disgregación, así como la inestabilidad y polarización de los valores. Aunque la coyuntura
internacional favorecía a la economía de ese país, con el paso del tiempo la cultura
dominante tuvo que hacer cambios estructurales, debido a la presión ejercida por gran parte
de la sociedad que no se veía representada en esa cultura establecida por el reciente Estado-
nación. Algunos de ellos, fueron los inmigrantes, en su mayoría anarquistas y socialistas7,
5 El 25 de mayo de 1810 se lleva a cabo la independencia de la Argentina frente a los españoles.
6 Gracias a la labores del hermano del presidente Julio Argentino Roca, Domingo Faustino Sarmiento, inventa
el verbo “atalivar”. “Decía Sarmiento como quien recita un proverbio: El presidente Roca hace negocios y su
hermano ‘ataliva’. Quería decir cobra la coima”.
7 Con el fin de controlar la expansión del socialismo y el anarquismo, en el segundo mandato de Julio
Argentino Roca se sancionó la Ley de Residencia (1902), que aprobaba la expulsión de extranjeros activistas
70
así como la clase trabajadora, quienes en 1891 se unieron para crear el partido de la Unión
Cívica Radical (UCR), el cual fortaleció su accionar político, alcanzando dos importantes
conquistas: la Reforma Universitaria (1918) y la Ley Sáenz Peña (1912) que estableció el
voto secreto, universal y obligatorio (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente
por los Derechos Humanos 8).
En 1916 se llevaron a cabo las primeras elecciones presidenciales, dando como ganador a
uno de los fundadores del partido radical: Hipólito Yrigoyen, uno de los políticos más
queridos y populares de la clase trabajadora argentina. Aunque la UCR se convirtió en el
partido político hegemónico, gobernando ininterrumpidamente entre 1916 y 1930, la
oligarquía siguió controlando la economía y manejando gran parte de los sectores políticos
del país.
El primer gobierno de Yrigoyen (1916-1922), se caracterizó por defender la Independencia
argentina frente a las potencias, anticipar las leyes de jubilación, así como implementar las
ocho horas de trabajo, abrir universidades para las clases populares y uniformar con el color
blanco a todos los niños y niñas de los colegios públicos. A nivel internacional, se estaba
llevando a cabo la Primera Guerra Mundial (1914-1918), permitiéndole a la Argentina
aumentar sus exportaciones agrícolas.
Con la finalización de la guerra y con la recuperación de los países europeos, el exceso de
oferta y excedentes agrícolas a nivel mundial, llevaron a la caída de las exportaciones y a
los conflictos sociales internos que “provocaron un quiebre en las relaciones entre el
ejército y el presidente Yrigoyen. El ejecutivo Nacional esperaba que los uniformados se
subordinaran a sus políticas y recorría a ellos cada vez que necesitaba controlar los
descontentos sociales o intervenir alguna provincia. Por su parte, en las filas militares había
inquietud puesto que las Fuerzas Armadas rechazaban el rol político que les asignaba el
Estado” (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
9).
contrarios al régimen y la Ley de Defensa Social (1910), que instauró la detención preventiva de sospechosos
anarquistas.
71
Hacía 1922 fue elegido presidente de la República el supuesto radical Marcelo de Alvear,
quien a diferencia de Yrigoyen, mantuvo buenas relaciones con la oligarquía y con las
Fuerzas Armadas, formado “una política nacionalista e industrialista en nombre de la
defensa nacional […] [respondiendo] a la idea de que los militares argentinos se hacían de
ellos mismos como cuerpo técnico moderno” (9). Tuvieron que pasar 61 años de historia
para que un presidente elegido democráticamente le pasara el gobierno a otro ciudadano
elegido de forma análoga. En 1928 Alvear le entrega el gobierno a Hipólito Yrigoyen, lo
cual se vuelve a repetir solo hasta 1989, cuando Raúl Alfonsín es sucedido presidente por
Carlos Menem.
El segundo gobierno de Yrigoyen se convierte en una fuerte amenaza para una oligarquía,
la cual no se asentaba más en el modelo agroexportador del proyecto inicial, sino en
actividades que pretendían controlar toda la economía del país. La necesidad de una
oligarquía comerciante que pretendía recuperar el poder político para aumentar sus
actividades económicas, sin depender de una política y modelo económico que dificultara
la orientación de sus recursos, sumado a la crisis económica mundial del 29, generó una
inestabilidad política en la Argentina, muy conveniente para la oligarquía, pues “impedía la
legitimación de otro grupo social y les permitía echar mano a la maquinaria estatal en
función de sus necesidades” (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos 9).
Las Fuerzas Armadas por su parte, que ya habían alcanzado cierto tipo de poder, así como
espacios políticos importantes, también consideraban a Yrigoyen como una gran amenaza,
pues con él al mando, no sólo era difícil adquirir armas y todo lo relacionado con la
industria militar, sino que entorpecía sus intereses de convertirse en una fuerza política
clara, para limitarse a las funciones específicas establecidas por el gobierno nacional.
2.1.3 DE LA RESTAURACIÓN DE LA OLIGARQUÍA AL GOLPE DE 1943
El 6 de septiembre de 1930, el gobierno de Hipólito Yrigoyen fue derrocado por el primer
golpe militar de la época constitucional, el cual creó una nueva etapa en la historia
argentina, conocida como “la era militar”. Como señala María Cristina Pons en Más allá de
las fronteras del lenguaje, “el gobierno que comienza con el gobierno de facto de Uriburu
marca el inicio de un patrón que perdurará por los siguientes cincuenta años: la
72
intervención militar en la política argentina, cuadro que se completa con una economía de
avances y retrocesos que contribuyó a la inestabilidad del país” (Pons 9). El golpe no fue
liderado únicamente por los militares al mando del general nacionalista José F. Uriburo,
sino por los sectores dominantes y conservadores de la sociedad civil, opositores de
Yrigoyen: la oligarquía.
A partir de ese momento las Fuerzas Armadas empiezan a constituirse como una fuerza
política actuante dentro del régimen democrático, perfilándose como el verdadero
representante del sentir nacional. Comienza entonces, la historia casi interminable en donde
la represión, las protestas y la violación de los Derechos Humanos y del Estado Social de
Derecho son la Ley: la violencia ejercida sobre la tradición de los oprimidos.
Un año después del golpe, el 28 de septiembre de 1931, la UCR proclama la fórmula
presidencial de Alvear, la cual es prohibida por el gobierno golpista, llevando a que el 27 de
octubre del mismo año, los radicales declaren la abstención electoral. El 8 de noviembre de
1931 por fraude electoral, gana la presidencia uno de los organizadores del golpe que
derroca a Yrigoyen, el general Agustín Justo (1932-1938). Se inicia el periodo conocido
como la década infame, debido a los constantes fraudes electorales encabezados por el
gobierno, que diez años después llevará al golpe militar liderado Juan Domingo Perón.
En Respiración artificial, gracias a la voz narrativa de Renzi, es posible visualizar algunas
referencias al pasado político de Maggi. Hacia “el año 33”, durante el mandato de Agustín
Justo, opositor de Yrigoyen y de los radicales, Maggi conoce a la Coca, pues debido a que
es radical, tiene que esconderse por un tiempo “en un boîte de Rosario que regentaba un
correligionario que había sido comisario de policía. La Coca trabajaba ahí” (23). Tiempo
después, “por encargo del partido durante la segunda abstención”, conoce al senador
Luciano Ossorio, para ver si “ponía la firma en un documento contra el fraude, porque el
viejo había estado entre los fundadores de la Unión Conservadora en la época de la ruptura
entre Roca y Pellegrini y después había sido senador y tenía mucho prestigio. El viejo firmó
lo más pancho, y eso que era primo hermano del general Uriburu” (21). Sin embargo, el
senador dice que con esos papeles no se llegaría a nada, que lo mejor es que los militares
sean corridos “a tiros” por el pueblo, armando “a la peonada”:
73
Pero con estos papelitos no vamos a llegar a ningún lado, decía. Ma qué voto secreto ni
qué niño muerto. Hay que armar a la peonada, decía el viejo, ¿no se dan cuenta? A
estos calzonudos hay que correrlos a tiros. La peonada, decía el viejo, ¿con quién está?
(21).
Se sabe, gracias a la primera carta que Maggi le envía a Renzi, que el primero es un preso
político. Cerca de las elecciones de 1943, querían acabar con todos los radicales, dice
Maggi. Sin embargo, esas elecciones terminaron en el segundo golpe:
Fueron un millón seiscientos y monedas, pesos del año 42, resultado de herencias
varias y de la venta de unos campos de Bolívar (campos que yo le hice vender con
santa intención, como ella reprocha bien, aunque no fui yo quien le hizo morir a los
parientes de los que hereda. […] Le devolví la plata y los intereses. […] Si estuve
preso y si salí en los diarios fue porque soy radical, hombre de don Amadeo Sabattini8
y en ese tiempo nos querían reventar porque se venían las elecciones del 43 que
después pararon en el golpe de Rawson. (¿Tampoco te contaron esa historia?)
Estábamos desorientados los radicales, sin los ímpetus de las épocas heroicas, cuando
defendíamos a tiros el honor nacional y nos hacíamos matar por la Causa. (15).
Las hectáreas de Bolívar que le compró el senador a Ataliva Roca en 1902, son las mismas
hectáreas que Maggi le hace vender a Esperancita en 1942, “con santa intención”. El fraude
electoral sigue presentándose, generando el golpe del 4 de junio de 1943, que derroca al
entonces presidente Ramón S. Castillo. Este fue encabezado por los generales José Pedro
Ramírez, Arturo Rawson y varios oficiales de tendencia nacionalista que proclamaban la
democracia y seguían al entonces coronel Juan Domingo Perón, uno de los líderes del
recién creado Grupo de Oficiales Unidos (GOU), quien fue designado Secretario de
Trabajo y Previsión Social. Gracias a esto, Perón logró acercarse a trabajadores y
sindicalistas, quienes en 1946 lo llevarán a la presidencia.
El pasado político de Maggi y su encarcelamiento es ampliado un poco más por el senador,
quien tiene bastante claro que el golpe que derroca a Yrigoyen en 1930, es el inicio de la
intervención política por parte de la Fuerzas Armadas, intervención que durará más de 50
años:
“Yo le dije”, dijo, “hay que pasar la tormenta. Así como viene va para largo, le dije.
Los conozco bien, le dije, a éstos los conozco bien: vinieron para quedarse. No creas
8 Médico y político, miembro de la Unión Cívica Radical (UCR). Es elegido gobernador de la provincia de
Córdoba en 1936, en medio del primer régimen militar originado por el golpe del 30.
74
una palabra de lo que dicen. Son cínicos: mienten. Son hijos y nietos y biznietos de
asesinos. Están orgullosos de pertenecer a esa estirpe de criminales y el que les crea
una palabra, está perdido. Pero él ¿qué hizo? Quiso ver las cosas de cerca y enseguida
lo agarraron. ¿Qué mejor lugar que mi casa para esconderse?”, dijo el senador, “Pero
no. Salió a la calle y fue a la cárcel. Ahí se arruinó. Salió desencantado. ¿A usted no le
parece que salió desencantado? Yo había llegado a la convicción, en esas noches,
mientras el país se venía abajo, de que era preciso aprender a resistir”. Dijo que él no
tenía nada de optimista, se trataba más bien, dijo, de una convicción: era preciso
aprender a resistir. (45).
Hacia el año de 1945 se vivieron en la Argentina momentos de tranquilidad, seguridad,
regocijo y exaltación nacional, pues las grandes mayorías confiaban en Juan Domingo
Perón. Desafortunadamente para ese entonces Maggi era un preso político radical, por lo
cual pasa “lo mejor de la soirée en la cárcel” (24). A su salida en 1946, con el surgimiento
del el peronismo, “el país estaba tan cambiado que parecía un extravagante, una especie de
dandy de la generación del 80 recién desembarcado de la máquina del tiempo” (24).
2.1.4 EL PERONISMO: 1946-1955
Para las elecciones del 24 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón es elegido presidente de
la Argentina. Ese día da inicio a un periodo presidencial apoyado por las dos cámaras del
Congreso, lo que generó la desestabilización de los partidos políticos tradicionales y del
dominio de la oligarquía. Por primera vez en la historia de la Argentina es exaltado un
sector antes excluido: el pueblo y la clase obrera.
En Respiración artificial, gracias a la voz narrativa de Renzi, se sabe que Maggi cuando
sale de la cárcel en 1946, el país está tan cambiado que él mismo dice que “parecía un
extravagante, una especie de dandy de la generación del 80 recién desembarcado de la
máquina del tiempo” (24). Según Maggi muchos jóvenes se reunían en la plaza de Mayo
para escuchar al presidente Perón, quien recomendaba “cavar hondo en el surco de la
esperanza argentina” (24).
El primer gobierno de Perón (1946-1952) se caracterizó por un fuerte impulso a la
participación del Estado en la dirección y regulación de la economía, centrada en la
redistribución de los ingresos a favor de los sectores medios y bajos, llevando al
sostenimiento del mercado interno e incluso, a la cancelación de la deuda externa, la cual
dejó de existir luego de muchos años. La política social peronista llevó a cabo la
75
reglamentación de “los convenios colectivos de trabajo, el estatuto del peón, el salario
mínimo vital y móvil, y las vacaciones pagas, entre otros” (Comisión de Educación de la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 10).
En general, hubo grandes cambios políticos, sociales y económicos en el país; por primera
vez, la clase obrera participaba en el ámbito político; la política económica se instauraba en
la redistribución de los ingresos; se creaban empresas de servicios públicos nacionales y; se
nacionalizaban las empresas extranjeras, especialmente las controladas por los británicos:
los ferrocarriles, la telefonía, las empresas de gas y electricidad. “Pero la reforma más
importante fue la nacionalización del Banco Central desde donde se manejaba la política
monetaria, crediticia y el comercio exterior” (Romero 32), junto con la aprobación en 1947,
de la ley que le concede a las mujeres, el derecho a elegir y a ser elegidas, gracias a la
iniciativa de Eva Perón.
Con la Reforma Constitucional de 1949 Perón es reelegido presidente en 1951, en contra de
lo pensado por los radicales y los partidos de oposición. Sin embargo, su segundo mandato
cambia drásticamente con respecto al primero, pues debido al inicio de la caída de la
economía, el gobierno no sólo se acerca a los Estados Unidos y rompe sus relaciones con la
iglesia católica, sino que da inicio a la demagogia, el propagandismo, el abuso de poder, el
uso de la fuerza y la exclusión a cualquier grupo opositor. Se obstaculizaron las actividades
opositoras dentro y fuera del Parlamento: los partidos políticos fueron relegados, la escena
política perdió importancia y fue considerado como ilegitima cualquier acción por parte de
los partidos, de las organizaciones y de los sindicatos no peronistas.
Los opositores empezaron a comparar al entonces sistema político como a un régimen
totalitario que debía erradicarse por completo, para así poder instaurar un régimen
democrático estable, fundamentado en el parlamento y en los partidos políticos. El
presidencialismo vuelve entonces a decaer, sucumbido por el golpe de Estado del 6 de junio
de 1955, el cual es “promovido por un amplio frente político que incluyó a todos los
partidos no peronistas, los representantes corporativos e ideológicos de las clases medias y
las burguesías urbana y rural, las fuerzas armadas y la Iglesia” (Cavarozzi 19).
76
Maggi sale de la cárcel en 1946, al iniciarse el gobierno de Perón. Pero Maggi no alcanza a
comprender la nueva coyuntura política del país. “Salí en el 46”, dice Maggi,
y el país estaba tan cambiado que yo parecía un extravagante, una especie de dandy de
la generación del 80 recién desembarcado de la máquina del tiempo. Los muchachos se
reunían en la plaza y nosotros lo escuchábamos al Chino que nos recomendaba cavar
hondo en el surco de la esperanza argentina (siempre le gustaron las imágenes agrarias
a ese hombre) (Piglia, Respiración artificial 24).
Maggi, el preso político radical, no alcanza a comprender que por primera vez en la historia
el Estado argentino se estaba centrando en los sectores medios y bajos urbanos, así como en
políticas sociales encaminadas a darle a la clase obrera importantes beneficios. Sin
embargo, cuando Maggi empieza a entender cómo funcionaba el sistema político peronista,
“ya había pasado todo” (24), es decir, ya se había dado el golpe que derroca a Perón e inicia
el “otro circo”, el régimen de la Revolución Libertadora antiperonista, “con el capitán
Gandhi, la Junta Consultiva, el Tirano Prófugo y toda la parafernalia” (Piglia, Respiración
artificial 24).
2.1.5 LA REVOLUCIÓN LIBERTADORA: 1955-1966
El golpe que derroca al “Tirano Prófugo”9 el 16 de septiembre de 1955 da inicio a la
autodenominada Revolución Libertadora y junto a ella, a la creciente militarización de la
política en la Argentina. Durante este periodo, César Fernández Albariño, torturador que se
hacía llamar “el capitán Gandhi”10
estuvo a la cabeza del aparato represivo del frente
antiperonista y fue miembro además de “la Junta Consultiva”11
, uno de los organismos más
importantes del nuevo régimen.
Los líderes que derrocaron a Perón, en oposición al su gobierno “totalitario” y a su modelo
político basado en una relación directa entre líder y masas, alzaron la insurrección con el
objetivo principal de llegar a la democracia y a la libertad, restableciendo los modelos
9 Durante varios años el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado Juan Domingo Perón
como “el dictador depuesto” y “el tirano prófugo”.
10 Se dice que tenía en su escritorio el cráneo de Juan Duarte, hermano de Evita Perón.
11 La Junta Consultiva Nacional fue un organismo de la Revolución Libertadora, creado el 28 de octubre de
1955 y puesto en funcionamiento el 11 de noviembre del mismo año, hasta el 1 de mayo del 1958. Estaba
integrada por el Vicepresidente de facto y por 18 políticos designados por algunos partidos políticos
seleccionados por el poder militar. El Partido Peronista y el Partido Comunista, así como otros partidos
menores y de carácter provincial, quedaron excluidos de la Junta.
77
parlamentarios y los partidos políticos no peronistas. El general Eduardo Lonardi, cercano a
los sectores nacionalistas y católicos, asume la presidencia provisional el 23 de septiembre
de 1955 y en pleno discurso en la Plaza de Mayo, intenta acercarse a los sindicalistas y
peronistas, diciendo que no hay “ni vencedores ni vencidos” (Cavarozzi 143). Ante la
presión de los sectores liberales y antiperonistas de las fuerzas armadas, quienes exigen la
represión del peronismo y del sindicalismo, se da la caída de Lonardi y la subida de Pedro
E. Aramburu, en noviembre de 1955. En una entrevista que le realizaron a Perón ocho años
después del golpe, diferencia su revolución y con la denominada Revolución Libertadora
que lo derroca:
[…] el peronismo realizó, entre 1945 y 1955, una revolución que transformó al país;
pero llegó al gobierno por el voto de los argentinos y no por el empleo de violentos
medios de lucha, como sucedió en 1955, cuando el peronismo fue despojado de su
legítimo poder (Cavarozzi 207).
A finales de 1957, al acercarse las elecciones y ante la prohibición de la candidatura de los
peronistas, el candidato de la dividida Unión Cívica Radical Intransigente12
, Arturo
Frondizi, inicia conversaciones con Perón para conseguir apoyo del electorado peronista. El
23 de febrero de 1958, Frondizi es elegido presidente.
Durante los diez años de la Revolución Libertadora, el objetivo principal de la misma, fue
un fracaso constante. Aunque en 1955 Perón es derrocado, el peronismo no lo es,
convirtiéndose en un movimiento opositor más importante de la Revolución. Incluso, luego
de que empezaran a fusilarse varios civiles y militares peronistas, el fortalecimiento interno
del peronismo fue aún mayor, llevando a la independencia del movimiento obrero frente a
la figura de Perón. La Revolución por su parte, derogó la Constitución Nacional reformada
en 1949, sin embargo hacia 1957 la asamblea constituyente controlada por los partidos
políticos no peronistas, no pudo acordar una nueva constitución, por lo cual fue necesario
volver al texto del siglo XIX. El 23 de marzo de 1962 los militares con el apoyo de algunos
partidos, derrocaron al Presidente Arturo Frondizi, elegido democráticamente en 1958. José
12 La Unión Cívica Radical, al no llegar a un acuerdo durante la Convención Nacional para escoger a su
candidato presidencial, es dividida en dos: La Unión Cívica Radical Intransigente, liderada por Arturo
Frondizi), y la Unión Cívica Radical del Pueblo, liderada por Ricardo Balbín.
78
María Guido (titular provisional del Senado), asume entonces la presidencia de la
República Argentina.
El fracaso de la democracia se dio en gran medida, por las diferencias entre los tres frentes
antiperonistas: el populismo reformista, el desarrollista y el liberal. El primero, promovido
por el radicalismo dividido13
, apoyaba el modelo que promovía los intereses de la clase
obrera y la burguesía urbana, limitando el capital extranjero, parecido al modelo peronista;
el desarrollista, que aseguraba la necesidad de profundizar el capital extranjero para
mejorar así, la economía del país; y el liberal, que promovía la erradicación del peronismo,
así como una política económica basada en la no intervención estatal y en un incentivo a
gran escala del sector privado, en favor de la industria (Cavarozzi 23-25).
El fracaso de la política entre 1955 y 1966 se debió a alianzas y conflictos de los grupos
que abogaban por intereses propios en cuanto a políticas económicas, y a estrategias que
pretendían excluir o reintegrar al peronismo del sistema político argentino. “La lógica de
esta compleja interrelación fue gobernada principalmente por las oscilaciones pendulares de
aquellos partidos, organizaciones empresarias y sectores militares que expresaron y
articularon la posición liberal” (Cavarozzi 27); posición que no había sido ejercida durante
gran parte del periodo, pues aunque los liberales lograron la proscripción del peronismo,
fueron obligados a dejar a un lado sus objetivos políticos y económicos. Esto hizo que a
mediados de los 60, los liberales optaran por realizar una estrategia antidemocrática que
eliminara cualquier tipo de mediación política, inclusive la de los partidos y el parlamento.
Los militares por su parte, a partir de 1955 comenzaron a intervenir de forma más directa
en la política argentina. Durante los primeros años de la Revolución Libertadora, el papel
de los militares se centró en excluir al peronismo del proceso electoral y de las instituciones
del Estado, y en cierta medida a erradicarlo junto con comunistas y cualquier simpatizante
de estos dos modelos, a través de un discurso basado en la supuesta protección de la
democracia. También presionaron las iniciativas políticas del gobierno constitucional de
13 El Partido Radical, con la caída de su líder en 1930, Hipólito Yrigoyen, fueron proscritos de las elecciones
hasta 1945, apoyando la salida económica progresista y la oposición peronista. En 1956 el partido se dividió
en la Radical Intransigente, que apoyaba el peronismo y la Radical del Pueblo, que apoyaba la proscripción de
los militares.
79
Frondizi al imponer sus propios intereses en los asuntos públicos, con la amenaza constante
de derrocarlo, si éste no cumplía. Pero hacía 1960, ciertos sectores de las Fuerzas Armadas
se dieron cuenta que con el modelo de intervención propuesto por ellos mismos, no habían
logrado suficientes beneficios por haberse restringido a las alternativas dadas por los
gobiernos constitucionales. Esto llevó a una fragmentación dentro de las fuerzas militares y
a enfrentamientos armados entre mandos de las fuerzas armadas (Cavarozzi 39, 40).
En el momento del golpe que derroca en 1962 al presidente Frondizi el ejército está
dividido en dos bandos: los azules y los colorados. Ambos, estaban compuestos por
militares antiperonistas que habían participado en el derrocamiento del líder popular, a
pesar de sus diferencias en cuanto a lo que significaba en la Argentina el movimiento
peronista:
Los colorados los consideraban como un movimiento de clase sectario y violento que
había socavado los fundamentos de la jerarquía social […] los azules, consideraban
que el peronismo, a pesar de sus excesos y de su demagogia, era una fuerza nacional y
cristiana que había permitido salvar a la clase obrera del comunismo, constituyendo
[…] un verdadero bastión contra la subversión. Esta opinión era compartida por los
industriales y la gran patronal que apreciaban el sentido de compromiso de los
dirigentes sindicales peronistas. Los azules se identificaban con la clase dirigente,
nacionalistas y tradicionalistas modernizadores y privilegiaban los valores de
obediencia y disciplina dentro de las Fuerzas Armadas. (Comisión de Educación de la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 11).
Durante los enfrentamientos llevados a cabo entre 1962 y 1963 los colorados fueron
derrotados, provocando la revaluación y reorganización de su intervención política, así
como el compromiso de llevar a cabo elecciones libres que dieran fin al régimen militar. El
12 de octubre de 1963, Arturo Illia, candidato de los Radicales del Pueblo, es elegido
Presidente de la República. En su mandato (1963-1966), los militares no intervinieron en
política y se dedicaron a realizar las funciones establecidas por el gobierno constitucional;
sin embargo, nunca estuvieron de acuerdo con su función ”profesional”, facilitando la
reunificación del ejército y las Fuerzas Armadas alrededor del general Onganía, quien
exponía la necesidad de una doctrina de “seguridad nacional”, en la cual “las fuerzas
armadas debían asumir la responsabilidad única en el manejo de los asuntos públicos, con
la consiguiente exclusión de los partidos políticos y de los comicios y los mecanismos
parlamentarios” (Cavarozzi 40, 41).
80
Perón por su parte, promovió desde España en 1964 la reorganización del peronismo bajo
el Partido Justicialista. El intento de Perón de regresar a la Argentina, luego de hacer escala
en Rio de Janeiro, se vio frustrado por las autoridades brasileras, quienes le impidieron
continuar su camino. Los peronistas organizaron un Plan de Lucha a través de innumerables
huelgas encabezadas por sindicalistas peronistas. Las huelgas, sumadas a la idea de los
militares de dar por terminado el régimen semidemocrático y fundar por completo un
régimen no democrático, permanente y estable, así como la molestia de los liberales,
quienes no se habían visto favorecidos con las políticas establecidas entre 1955 y 1966,
llevaron al golpe de Juan Carlos Onganía.
2.1.6 LA REVOLUCIÓN ARGENTINA Y LA PROFUNDIZACIÓN DEL
AUTORITARISMO: 1966-1973
El 28 de junio de 1966 se lleva a cabo el quinto golpe de Estado en la Argentina,
encabezado por el general Juan Carlos Onganía y apoyado por algunos sindicalistas,
derrocando al presidente constitucional Arturo Illia. El objetivo principal del golpe, es
modernizar el país y la grandeza de la Nación, que alguna vez inició la llamada oligarquía a
finales del siglo XIX, y finalmente solucionar los problemas no resueltos por los partidos
políticos, suspendiendo sus actividades y las del parlamento. La “fórmula institucional de la
‘Revolución Argentina’ se vio coloreada […] por una retórica corporativista que puso el
énfasis en la gradual articulación de ‘consejos de la comunidad’ encargados de canalizar las
actividades de las organizaciones sociales y de servir como mecanismos consultivos y
asesores de las autoridades” (Cavarozzi 50).
Para lograr los objetivos establecidos por Onganía, el régimen militar se vuelve mucho más
autoritario, represivo y centralizado que en los periodos anteriores. Los diferentes actores
dejan a un lado los límites que ellos mismos habían establecido en medio de sus
interacciones sociales, sin importar las consecuencias destructivas de los individuos y de la
sociedad en general. Comienzan las intervenciones quirúrgicas por parte del sistema de
poder con el objetivo de curar a la sociedad, la cual es sometida “a tratamientos brutales en
los cuales la generalización y extensión de la represión estatal las más de las veces ejercida
en la transgresión de las propias normas legales fue sólo uno de los ‘remedios’ aplicados”
(Cavarozzi 14).
81
Al poco tiempo de haberse instalado la Revolución Argentina, comienzan a presentarse
situaciones que desestabilizan la política establecida por Onganía. Se extienden las medidas
antisindicales que en un comienzo procuraban forzar de forma prudente la aceptación de las
políticas del gobierno; el discurso autoritario va perdiendo legitimidad en la sociedad; la
vulneración de los derechos y la fuerte represión hacía algunos sectores de la sociedad es
cada vez más visible y violenta; finalmente, las Fuerzas Armadas deciden no seguir
originando “una represión más sistemática y severa que la aplicada hasta entonces, como lo
requería un Onganía que había perdido noción, asimismo, de los que estaba ocurriendo,
bajo la superficie, dentro de las instituciones militares” (Cavarozzi 55).
Como consecuencia se da en la Argentina un periodo nunca antes visto en su historia. La
sociedad civil cuestiona fuertemente el papel del poder político a manos de los militares y
surgen fuertes grupos de resistencia que luchan por la dominación social, derrocando a los
militares. De esos grupos de resistencia salieron dos movimientos muy importantes: el
movimiento obrero y el movimiento estudiantil. “La resistencia de estos movimientos
convergieron en varias protestas conjuntas, de las cuales la más importante es la conocida
como el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969. La consecuencia inmediata de la resistencia
popular, fue la caída de Onganía y su remplazo por el general Marcelo Levingston”
(Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 11). A
partir de mayo de 1969, la sociedad civil establece fuertes protestas y conflictos
encaminados a cuestionar el papel del sistema de poder, lo que permitirá el resurgimiento y
el accionar de la subversión14
.
En 1970 los partidos políticos, apoyados por el entonces comandante y líder del ejército,
Alejandro A. Lanusse vuelven a restablecerse. La crisis social es percibida en las constantes
revueltas populares y en el fuerte accionar guerrillero, generando al año siguiente el
segundo Cordobazo que derroca al entonces presidente Levingston, el cual, según los
14 ‘Montoneros’ fue uno de los grupos guerrilleros más notables, quienes secuestran y asesinan al ex
Presidente de facto Aramburu. Otros grupos guerrilleros que se crearon fueron: las Fuerzas Armadas
Peronistas (FAP), creadas en 1968 por miembros del sindicalismo peronista revolucionario, las cuales se
presentan públicamente el 3 de enero de 1970; Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), creadas en 1966
con un enfoque guevarista, pero que en 1971 se vuelven peronistas; por último, el Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP) con enfoque troskista-no peronista, que hacía 1971 es el grupo guerrillero más fuerte en su
accionar.
82
militares, no los representaba. Por el contrario, la representación es percibida en el general
Lanusse, convirtiéndose en el tercer presidente militar del periodo. Él, al reconocer las
limitaciones del gobierno militar, se compromete a finalizar con el régimen, a través del
“Gran Acuerdo Nacional” (GAN), un pacto político entre los diferentes partidos que
conduciría a las elecciones de 1973.
Con el GAN sube la tensión entre Lanusse y Perón, quienes buscan ser los principales
candidatos presidenciales. Desde España, Perón promueve el accionar guerrillero al
sostener que eso “no es violencia, es justicia”. Lanusse por su parte, sabiendo que Perón
puede ganar las elecciones debido a la alianza entre el peronismo y algunos partidos, crea
una cláusula que le impide al líder postularse para la presidencia. Perón, luego de 17 años,
vuelve a la Argentina el 17 de noviembre de 1972 y designa a Héctor J. Cámpora como
candidato del Frente Justicialista de Liberación, el cual es apoyado por la Juventud
Peronista –estudiantes universitarios y profesionales- y por “Montoneros”, lanzando la
consigna: “Cámpora en el Gobierno, Perón al Poder”.
2.1.7 EL RETORNO Y EL DERRUMBE DEL PERONISMO: 1973-1976
Yo en el 73 interpretaba la realidad impulsada más por
la emotividad que por la lógica política. Hoy mi visión
del pasado es totalmente distinta. Vivíamos el fanatismo
ideológico. Creo que la revisión no tiene que ser a
partir de estos últimos años, sino que va mucho más
allá. Crecimos a partir de una cultura política y una
conciencia civil equivocada. Tuvimos que pasar por esa
hecatombe para darnos cuenta del valor de la vida y el
respeto de la democracia.
Ricardo Piglia. La ciudad ausente
El 25 mayo de 1973 sube a la presidencia, después de 18 años, un gobierno peronista,
encabezado por Héctor Cámpora, el cual además de proponer un proyecto nacional y
popular opuesto al imperialismo, firma un decreto de indulto a todos los presos políticos de
la dictadura de la llamada Revolución Argentina. La fórmula del nuevo presidente reafirma
el descenso de los sindicalistas y el auge de la izquierda peronista, a través de la dirección
de las provincias y universidades más importantes, así como de cargos públicos y bancadas
en la Cámara de Diputados. Dentro de su gabinete de ministros es designado Ministro de
83
Bienestar Social José López Rega, más conocido como “El brujo” -por su interés en la
ciencia esotérica- de orientación derechista.
Mientras los sectores populares radicalizados en la “Juventud Peronista” esperaban que el
peronismo acelerara su proyecto, los sectores conservadores del peronismo -sindicalistas y
empresarios-, promovían el Pacto Social que establecía un modelo moderado en el aumento
de salarios, posterior congelamiento y “suspensión de los mecanismos de negociación
colectiva salarial por un plazo de dos años y su reemplazo por un compromiso del
Ejecutivo de implementar las medidas necesarias para mantener el poder adquisitivo del
salario […] El Pacto Social incluía también medidas en otras áreas de política económica,
además de la distribución del ingreso y el control de precios” (Jelin, Conflictos laborales en
la Argentina. 1973-1976 8).
El 20 de junio de 1973, día en que Perón vuelve definitivamente a la Argentina, es
organizada una bienvenida en el aeropuerto internacional de Ezeiza. Sin embargo, esta
terminó en el enfrentamiento entre el peronismo conservador vinculado a López Rega y la
Juventud Peronista, dando lugar a la llamada “Masacre de Ezeiza”, que dejó más de 200
muertos.
En su primer discurso, Perón hace caso omiso de lo sucedido en la Masacre, generando
molestia en los sectores de izquierda. De ahí en adelante los discursos de Perón se centran
en “la necesidad de privilegiar la participación organizada y canalizada a través de los
causes “naturales” por sobre las movilizaciones populares inorgánicas y reafirmar los
preceptos tradicionales de la doctrina justicialista en detrimento de las temáticas del
socialismo nacional y a las cuales Perón había prestado eco a menudo durante los últimos
años de su exilio” (Cavarozzi 69).
En Respiración artificial, una de las cartas interceptadas por Arocena hace referencia a
alguien que se hace llamar Enrique Ossorio, le escribe a Marcelo Maggi, acerca de la
posible llegada de Perón a la Argentina. Una mujer llamada Raquel, quien se hospeda en un
hotel en la ciudad de Nueva York, dice que espera un contacto, pero que si hay problemas,
le envíen un telegrama que diga felicidades Raquel:
No hay novedades. Espero el contacto […] Si hay dificultades y tengo que volver,
espero un telegrama. Que diga: Felicidades, Raquel (Piglia, Respiración artificial 101).
84
Arocena sigue aplicando las técnicas para descifrar la carta y luego de dos horas de trabajo,
reconstruye el mensaje oculto:
Raquel llega a Ezeiza el 10, vuelo 22.03
Miró la frase. Estaba ahí, escrita en el papel. Raquel llega a Ezeiza el 10, vuelo 22.03.
¿Y si no fuera así? ¿Quién podía confiar? Raquel: anagrama de Aquel. Escribió Aquel
en una ficha. La dejó aparte […] Cada palabra podía ser un mensaje. Cada letra. […]
¿Quién llega? ¿Quién está por llegar? A mí, pensó Arocena, no me va a engañar. (101,
102).
Es posible que la reducción de “Raquel” a “Aquel”, haga referencia a los intentos de Perón
por volver a la Argentina, tras su exilio en España. Según algunos críticos, entre ellos
Daniel Balderston y Marta Morello-Frosch, Aquel “era una manera velada de referirse a
Perón en el período previo a su regreso del exilio” (Balderston 176).
Al mes del regreso definitivo de Perón, el 13 de julio de 1973, Cámpora renuncia a su
mandato y se convoca a nuevas elecciones. El 23 de septiembre de 1973 con más del 60%
de los votos, Juan Domingo Perón es elegido nuevamente presidente, junto con su
compañera de fórmula y esposa, María Estela Martínez de Perón, más conocida como
Isabel Perón. Respecto a la figura de Perón y lo que representaba para los argentinos, Luís
Alberto Romero señala que:
La figura simbólica de Perón, una y muchas a la vez, había llegado a remplazar a su
figura real. Para todos, Perón expresaba un sentimiento general de tipo nacionalista y
popular, de reacción contra la reciente experiencia de desnacionalización y privilegio.
Para algunos esto se encarnaba en el líder histórico, que, como en 1945, traería la
antigua bonanza, distribuida por el Estado protector y munificente. Para otros, Perón
era el líder revolucionario del Tercer Mundo, que eliminaría a los traidores de su
propio movimiento y conduciría a la liberación, nacional o social, potenciando las
posibilidades de su pueblo. Inversamente otros, encarnando el ancestral anticomunismo
del movimiento, veían en Perón a quien descabezaría con toda la energía necesaria la
hidra de la subversión social […] Para otros muchos, Perón era el pacificador, el líder
descarnado de ambiciones capaz de encausar los conflictos de la sociedad, realizar la
reconstrucción y encaminar al país por la vía del crecimiento. (Romero 34)
Con la victoria de Perón, la izquierda peronista es excluida del movimiento, mientras los
sectores conservadores fortalecen su poderío encabezado por José López Rega, quien
controla el gabinete ministerial. Dos días después de las elecciones, la organización
“Montoneros” cobra su desplazamiento del poder, enfrentándose a los sectores
85
conservadores del peronismo, comenzando con el asesinato del Secretario General de la
Confederación General del Trabajo (CGT) y mano derecha de Perón, José Ignacio Rucci.
El Congreso por su parte, promueve varias reformas entre ellas, la ley sindical y el código
penal que sanciona las protestas y las actividades de los grupos considerados subversivos.
Esto produce la renuncia de gobernadores, intendentes y legisladores cercanos a la
“Juventud Peronista” y “Montoneros”.
Durante 1973, las Fuerzas Armadas se mantuvieron por fuera de los conflictos nacionales,
“cultivando la imagen de la paciencia de los militares. Pero tras el asesinato del jefe de
policía, Alberto Vilar, deciden intervenir y empezar a liquidar a la guerrilla, ya que se
consideran la única fuerza capaz de enderezar el destino de la nación que, ante sus ojos, se
hunde” (Girona Fibla 29). El movimiento de guerrillas urbanas Montoneros”, fue uno de
los pretextos del golpe del 24 de marzo de 1976, en nombre de la “guerra contra la
subversión” y la “Seguridad Nacional”.
El 19 de enero de 1974 se produce el ataque a la guarnición militar de Azul provincia de
Buenos Aires, por parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), quienes tenían las
intenciones de: demostrar que Perón era defensor de las Fuerzas Armadas, demostrarle a los
trabajadores que podían conducirlos a la revolución social y conseguir armamento
necesario para guerra. Perón por su parte, acusó de “tolerancia culposa” al gobernador de la
provincia de Buenos Aires, haciendo que éste renunciará a su cargo. Poco después, Perón
promueve un golpe a la provincia de Córdoba provocando la destitución de su gobernador,
Obregón Cano.
El 1 de mayo en conmemoración al Día del Trabajo, en medio de su discurso, Perón
expulsa de la Plaza de Mayo a “Montoneros” y a la izquierda peronista, refiriéndose a ellos
como “imberbes y estúpidos” (Cavarozzi 167). Para ese entonces, López Rega crea la
Alianza Anticomunista Argentina “la triple A”, una fuerza de represión paramilitar
dedicada a la persecución, el secuestro, la tortura y la eliminación de la izquierda argentina,
llevando a cabo cientos de asesinatos entre ellos a subversivos, líderes políticos, curas e
intelectuales.
86
El 1 de julio de 1974 a sus 78 años de edad, muere Perón. El gobierno queda en manos de
su esposa Isabel Perón y el poder político en las de López Rega, lo que obliga a la
organización “Montoneros”, principal blanco de “la triple A” a salvaguardarse en la
clandestinidad y aumentar su accionar armado. A comienzos de 1975 se rompen las
relaciones entre el gobierno y la Confederación General del Trabajo (CGT), la central
sindical más importante de la Argentina, por lo cual, Isabel Perón recurre al apoyo de las
Fuerzas Armadas y de los empresarios. Como consecuencia, el gobierno firma un decreto
que autoriza al ejército a eliminar a la subversión, marcando así un importante y a la vez
devastador acontecimiento en la historia del gobierno peronista, ya que “las fuerzas
armadas recuperaron nuevamente la iniciativa política, y junto a ellas, los sectores de la
gran burguesía que habían quedado a la defensiva desde 1973. A partir del tercer trimestre
de 1975, los militares […] empezaron a manejar el tiempo de la política en función de un
proyecto de liquidación del régimen democrático que iba mucho más allá de la
coparticipación que, cada vez más desembozadamente, les ofrecía Isabel Perón” (Cavarozzi
72).
A la crisis política se le suma la crisis económica. El recién nombrado Ministro de
Economía, Celestino Rodrigo, lanza un plan de ajuste conocido como el Rodrigazo, el cual
entre algunas otras cosas, devalúa la moneda a más del 100% y sube el precio del
combustible y de los servicios públicos, sin aumentar los salarios. Esto hace que la CGT
promueva un plan de lucha con huelgas generales, movilizaciones y reclamos salariales,
desestabilizando al gobierno y generando la renuncia del Ministro López Rega, quien
abandona el país y se exilia en España.
Hacía 1975 varios sectores de la sociedad argentina fueron capaces de percibir, a través del
devenir histórico y el núcleo mismo de la sociedad, las tensiones secretas del poder político
y los militares. En marzo de 1975, un año antes del golpe de 1976, Piglia fue capaz de
percibir en la coyuntura del presente las líneas básicas de la dictadura del Proceso de
Reorganización Nacional. En una carta dirigida a los directores de la revista Los Libros,
Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, aclara que, por las diferencias existentes en cuanto a la
caracterización de la coyuntura política de la Argentina, decidía renunciar a la participación
de la revista. Según el escritor, “la política represiva, reaccionaria y antipopular de Isabel
87
Perón […] favorece el golpe de estado y alienta a los personeros del imperialismo yanqui
que trabajan por la restauración”:
Nuestras diferencias respecto a la caracterización de la coyuntura política nacional se
han agudizado en los últimos meses. Nunca pensamos que la revista debía ser el
resultado de una coincidencia absoluta y desde el principio existieron discrepancias y
diferencias de opiniones. Estas diferencias no entorpecían el trabajo en el comité de
dirección porque se daban en el marco de un acuerdo de fondo: la revista,
coincidíamos, debía definir su lugar en el campo cultural en relación con la
contradicción principal que ordena hoya las distintas fuerzas en pugna en la sociedad
nacional. Es decir, la revista debía tratar de definir su práctica específica en función de
la lucha del pueblo con el enemigo principal de nuestro país: el imperialismo
norteamericano.
Resolver a partir de esa contradicción principal la colocación y las tareas de Los Libros
en el campo cultural significa, de hecho, definir el carácter y la relación de las fuerzas
en juego en la sociedad. Creo que hoy nuestras discrepancias son de fondo porque
suponen dos modos distintos de concebir esa relación de fuerzas. El eje de nuestra
discrepancia es la evaluación del gobierno de Isabel Perón. Caracterizar a este gobierno
como nacionalista y tercermundista significa, a mi juicio, no tener en cuenta que el
sector de la gran burguesía hegemónico en él avanza cada día más en su política de
claudicación y abierta conciliación con el imperialismo norteamericano, traicionando
así los objetivos de la liberación en defensa de los cuales el pueblo luchó contra la
dictadura militar. Este gobierno no representa de una manera directa los intereses del
imperialismo y en este sentido identificar su política con la política de la dictadura
militar proyanqui es confundir al enemigo principal. Pero apoyar a Isabel Perón y
pensar que la presidenta resiste la ofensiva golpista es no tener en cuenta que la política
represiva, reaccionaria y antipopular de Isabel Perón, en verdad, favorece el golpe de
estado y alimenta a los personeros del imperialismo yanqui que trabajan por la
restauración (Piglia, A mis compañeros Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano).
Finalmente, durante el tiempo transcurrido entre el Rodrigazo y la caída de Isabel Perón, las
Fuerzas Armadas se veían a sí mismas como el único sector capaz de cambiar radicalmente
tanto a la sociedad como a la política argentina. En noviembre de 1975, cuatro meses antes
del golpe, el teniente general Jorge Rafael Videla anunció “que si para matar a un
guerrillero tenían que matar a 500 inocentes, así lo iba a hacer” (Girona Fibla 29). Y así lo
hizo.
2.2 “EL PROCESO” Y LA DESARTICULACIÓN CON EL PASADO Y LA VERDAD
DE LOS HECHOS
88
Esperamos de la historia cierta objetividad, la
objetividad que le conviene; nos lo demuestra la forma
con que la historia nace y vuelve a nacer; siempre
procede de la rectificación de la manipulación oficial y
pragmática del pasado por las sociedades
tradicionales.
Paul Ricoeur. Historia y Verdad
La dictadura que inició el 24 de marzo de 1976 con el golpe liderado por el teniente general
Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier, Orlando Ramón
Agosti estableció en la Argentina un proyecto totalitario centrado en la desarticulación
entre la narración de los hechos y la verdad, la falta de diferenciación entre lo humano y lo
inhumano, el silenciamiento de miles de voces sociales, la anulación de lo ético y lo
político, la desintegración de la sociedad, la manipulación de una narración común centrada
en el relato estatal y por tanto, la construcción de una memoria artificial.
El 24 de marzo de 1976 se inicia en la Argentina el llamado terrorismo de Estado, que a
diferencia del Estado militar15
, construye su poder militarizando la sociedad y
desarticulándola a través del terror, el control, la intimidación y la eliminación física de
miles de personas, acompañada con la desarticulación de estructuras y mediaciones
políticas y sociales. Esto llevó a que gran parte de la sociedad perdiera la capacidad de
entender la realidad y por tanto, de darle sentido a la pesadilla del presente, a la experiencia
del horror y la represión. Según el presidente de facto, el teniente general José Rafael
Videla, la sociedad argentina enferma y caótica, motivó el trastrocamiento de los valores
tradicionales y llevó a la subversión, incluso de los valores esenciales del orden y del ser
nacional (Cavarozzi 247).
El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”16
desarticuló los proyectos
sociopolíticos del pasado argentino, delimitando al individuo a un ente netamente privado:
15 Militarización de la sociedad.
16 Presidentes de Facto del Proceso: Jorge Rafael Videla (24 de marzo de 1976 - 29 de marzo de 1981);
Roberto Viola (29 de marzo de 1981 - 11 de diciembre de 1981); Leopoldo Galtieri (22 de diciembre de 1981
- 17 de junio de 1982); Reinaldo Bignone (1 de julio de 1982 - 10 de diciembre de 1983).
89
desprovisto, desposeído, privado de voz, privado de presencia pública. Se monopolizó la
verdad de la historia, en cuanto la retórica estatal “garantizaba el restablecimiento de la
degradada situación en que cayera el gobierno anterior y aseguraba la posterior instauración
de una democracia republicana. La emergencia de la situación y la transitoriedad de las
medidas adoptadas justificaban el autoritarismo y la severidad con que iban a ejercerse”
(Girona Fibla 28, 29).
Partiendo de una fuerte crítica al sistema político democrático y a la debilidad de los
Estados preexistentes, que se ataban a demandas populares, la dictadura sometió los
derechos y las garantías de la sociedad civil en favor de la guerra contra la subversión,
redefiniendo al país en términos de exclusiones. La Argentina fue caracterizada “como una
sociedad en guerra, con lo que se configuraban como prioritarias las tareas militares de
extirpación del cáncer subversivo en todas sus ramificaciones” (Cavarozzi 80). Las Fuerzas
Armadas se autodefinieron como responsables del destino y del orden nacional fundando el
alma del totalitarismo en el cual se construye un “Uno” –el Estado- y un “Otro” peligroso -
la subversión-, que debe ser perseguido, controlado y finalmente eliminado para lograr el
saneamiento social.
El orden se transformó en la necesidad de acabar con el “otro”, el cual era definido de
tantas maneras que cualquiera podía convertirse en ese otro que debía ser eliminado:
[…] toda acción clandestina o abierta, insidiosa o violenta que busca la alteración o la
destrucción de los criterios morales y la vida de un pueblo, con la finalidad de tomar el
poder o imponer desde él una nueva forma basada en una escala de valores diferentes.
Es una forma de reacción de esencia política ideológica dirigida a vulnerar la el orden
político-administrativo existente que se apoya en la explotación de insatisfacciones e
injusticias, reales o figuradas, de orden político, social y económico. (Comisión de
Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 20, 21).
Todo individuo que pretende trastornar los valores fundamentales es un subversivo, un
enemigo potencial de la sociedad y es indispensable impedirle que haga daño.
La Subversión es un fenómeno psicótico que, enmascarado en una ideología, se crea en
el campo político. (23).
Una de las estrategias fundamentales de la dictadura fue la intimidación. En mayo de 1977
por ejemplo, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el general Ibérico Saint Jean
pronunció un discurso en el cual la intimidación fue la principal maniobra:
90
Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores,
después […] a sus simpatizantes, enseguida […] a aquellos que permanecen
indiferentes y finalmente mataremos a los tímidos. (Comisión de Educación de la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 23).
El mismo día del golpe, salió el Comunicado N° 19 de la Junta Militar que establecía a la
represión como el medio necesario de reorganizar al país, en cuanto a las relaciones
económicas, sociales, políticas y culturales:
Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea
reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier
medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o
atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a
actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez
años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias,
comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las
actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales (Junta de Comandantes
Generales).
Con la idea de conducir el destino de la Nación y establecer el orden, el autodenominado
Proceso no se reconoció en el pasado de la Argentina, para facilitar la desarticulación con
respecto a los atroces hechos del presente, eliminando la diferenciación entre lo humano y
lo inhumano y deslegitimando cualquier forma de intervención, que obstaculizara
“inventa[r] una memoria artificial y una vida falsa” (Piglia, Formas Breves 52).
Fue así como los militares instalaron un plan deliberado, que profundizó radicalmente el
esquema de persecución y exterminio iniciado por la “Triple A” de López Rega, a través de
una amenaza contundente contra las luchas sociales y contra cualquier tipo de articulación
que diera la posibilidad de entender y conocer la verdad de la historia.
La dictadura del Proceso, al igual que varias de las dictaduras latinoamericanas de la época,
respondió a factores internos y externos generados durante el contexto de la guerra fría, así
como al interés por acaparar la riqueza en pequeños sectores de la sociedad17
, junto al auge
de las luchas sociales y la reivindicación política de las masas.
A los pocos días del golpe, en la voz de Videla la dictadura dirigió un mensaje por la
cadena nacional de radio y televisión, explicando el objetivo del Proceso, centrado en el
17 En la Argentina de 1970, el 10 % más rico de la población ganaba 12 veces más que el 10% más pobre. Sin
embargo con la crisis del 2001 los ricos ganaban 43% veces más. (Klein 578).
91
cierre definitivo de un ciclo histórico y la apertura de uno nuevo, cuya característica
fundamental era reorganizar la Nación (Comisión de Educación de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos 17).
El cierre definitivo de un ciclo histórico consistió en redefinir y reorganizar el sistema
político, la estructura económica y el comportamiento de la sociedad civil. Reorganizar el
país en términos económicos implicó el establecimiento de un modelo de apertura sobre la
producción industrial, que había sido antes del golpe el eje fundamental de la dinámica
económica de la Argentina. “Se trababa de una industria orientada al mercado interno con
un significativo grado de concentración económica donde el capital extranjero era
predominante tanto por su incidencia dentro de las grandes empresas como por su ritmo de
crecimiento” (Basualdo 13).
Para lograr el crecimiento económico que asegurara el bienestar humano, era necesario
según el Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, reorganizar la economía
acabando con la industria nacional e imponiendo un modelo económico de apertura y
valorización financiera que aumentaba la rentabilidad de los sistemas financieros y excluía
a los sectores subalternos. El modelo de acumulación congeló los salarios, disolvió la
Confederación General del Trabajo (CGT), privatizó los servicios públicos, eliminó las
alianzas con los sectores populares, etc.
La regresiva distribución de ingresos, el predominio del capital sobre el trabajo y el
aumento de la exclusión social, llevaron al nivel más alto de explotación de la
Argentina, afectando a millones de asalariados y agudizando la crisis económica, que
finalmente estallaría por completo 24 años después con la crisis del 200118
. La nueva
estructura económica y social establecida por los militares consolidó la economía de
los sectores dominantes que estaban asociados al capital financiero internacional,
controló a los sectores populares y acentuó la concentración del ingreso y la exclusión
social (Basualdo 14).
Una de las víctimas de las dictadura, el escritor y periodista Rodolfo Walsh, contempló que
el modelo económico de acaparamiento de riqueza por una pequeña minoría, era más un
contratiempo que una derrota definitiva. “Las tácticas terroristas de la Junta habían
18 Solo hasta el 2001, 25 años después del golpe que dio inicio a la más cruel dictadura, la Argentina estalló
en protestas contra las medidas de austeridad del Fondo Monetario Internacional, derrocando en tres semanas
a cinco presidentes.
92
conmocionado al país, pero Walsh sabía que la conmoción, por su propia naturaleza, es un
estado transitorio. Antes de que lo ametrallaran en las calles de Buenos Aires, Walsh estimó
que pasarían unos veinte o treinta años antes de que los efectos del terror cedieran y los
argentinos recuperasen el equilibrio, el valor y la confianza, y estuvieran dispuestos a
luchar por la igualdad económica y social” (Klein 581).
Reorganizar el país en términos sociales y políticos, implicaba un modelo de Nación
correspondiente a los valores “morales, occidentales y cristianos”, que desarticulaba
cualquier tipo de mediación entre el Estado y la sociedad civil a través de la exclusión, el
silenciamiento y la eliminación física de cualquier forma de resistencia y oposición
percibida. El terrorismo de Estado instaurado por los militares “produjo la desaparición de
gran parte de una generación cuyo correlato fue la parálisis de la sociedad lograda por
medio del terror” (Comisión de Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos 13). Ese terrorismo fue instaurado en todos los ámbitos de la sociedad, a través
de detenciones, secuestros, desapariciones forzosas19
, torturas en centros de detención20
,
homicidios, apropiación de niños21
, censura, autocensura, exilio, etc.
Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas –CONADEP-, el 30% de
las víctimas del terrorismo de Estado fueron obreros, mientras el 21%, estudiantes22
seguida
de empleados, profesionales y docentes. La siguiente es la distribución de desaparecidos
según la profesión u ocupación:
Obreros......................................................................................... 30,0%
19 Hubo miles de desaparecidos: la CONADEP constató más de 9.000 casos. Sin embargo, los organismos de
Derechos Humanos hablan de más de 30.000 personas desaparecidas.
20 Los centros clandestinos de detención y torturas (más de 300), eran laboratorios del horror, en los cuales se
detenía, torturaba y asesinaba a miles de personas. Estaban situados en el centro de las ciudades con nombres
bastante reconocidos: la ESMA, el Vesubio, El Garaje Olimpo, El Pozo de Banfield, La Perla.
21 “Durante la dictadura, los militares consideraban que los hijos de los desaparecidos debían perder su
identidad. Por eso los hacían desaparecer y los entregaban a familias de militares. Ellos pensaban que la
subversión era casi hereditaria o que se trasmitía a través del vínculo familiar. De la misma forma que a los
hijos de desaparecidos se intentó quitarles su familia, a la sociedad en general se intentó quitarle esos
antecedentes que, como los padres de esos chicos, eran considerados subversivos” (Diario Página 12). 22
La operación conocida como la “Noche de los lápices” es quizás la más conocida internacionalmente
debido a la película con el mismo nombre. Esta se desarrolló entre agosto y octubre de 1976 e implicó el
secuestro y desaparición de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, que estaba luchando en defensa
de un boleto estudiantil.
93
Estudiantes................................................................................... 21,0%
Empleados.................................................................................... 17,8%
Profesionales................................................................................. 10,7%
Docentes....................................................................................... 5,7%
Conscriptos y personal subalterno
de las Fuerzas de Seguridad........................................................... 2,5%
Amas de casa............................................................................... 3,8%
Autónomos y varios........................................................................ 5,0%
Periodistas.................................................................................... 1,6%
Actores y artistas........................................................................... 1,3%
Religiosos..................................................................................... 0,3%
(CONADEP 480).
La desarticulación de las mediaciones entre el Estado y la sociedad civil también implicó la
desarticulación de la Nación, de la ciudadanía y de lo popular como referentes colectivos.
Se desarticuló la Nación, entendida como la identidad colectiva expresada a través de
simbolismos que definen un “nosotros” antagónico a unos “otros”; la ciudadanía como la
igualdad en términos de derechos, en donde se piensa que el poder del Estado se basa en el
consenso de la ciudadanía, por tanto que su mediación implica el derecho a la protección de
la misma frente a las acciones del Estado y sus instituciones; y finalmente lo popular, que
involucra las luchas y organizaciones sociales en nombre de los sectores menos favorecidos
de la población, que sirven como portavoz de demandas a favor de la justicia social.
(Plotnik 533).
La desarticulación de las mediaciones hizo que los militares surgieran como los
restauradores del orden y los normalizadores de la economía. La exclusión de los sectores
populares imposibilitó la generación de alternativas que cuestionaran al régimen y al nuevo
modelo de acumulación, excluyendo cualquier tipo de intermediación entre el Estado y la
sociedad civil, tales como: sindicatos, partidos políticos, el Congreso, la Corte Suprema de
Justicia, los juzgados, las organizaciones sociales, los gremios de profesionales, etc.
La dictadura de 1976 constituyó el estallido total de la represión y la exclusión, más que la
apelación a un mejor porvenir, pues se desarticularon los sectores populares que surgieron
94
con gran fuerza durante el primer gobierno de Perón constituyendo una cultura oficial
centrada en el populismo y el antiimperialismo, junto con una economía basada en el
desarrollo de la industria nacional, se restauró el principal interés de “los gentlemen”, de la
oligarquía, de los sectores dominantes.
Al año de haberse cumplido el golpe, el escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh,
desde la resistencia clandestina distribuyó el texto titulado Carta abierta de un escritor a la
Junta Militar, en el cual expresaba que la dictadura se había encargado de restaurar y
potencializar los intereses de los sectores dominantes, esos sectores “que traban el
desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación” (Walsh 2).
Al día siguiente Walsh fue asesinado, su casa fue allanada y sus escritos fueron destruidos.
Sin embargo, hoy en día su texto/carta sigue siendo una resistencia concisa y lúcida en la
que se visualiza no sólo la verdad contrapuesta al oficialismo, sino la responsabilidad
política y social civil de un intelectual, llevada hasta el límite y la muerte:
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a
cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo
término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde.
En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel
Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara
males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegitimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos
recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 del ochenta por
ciento de los argentinos y se sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del
pueblo, único significado posible de ese ser nacional” que ustedes invocan tan a
menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de
minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al
pueblo y disgregan la Nación.
Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los
partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror
más profundo que ha conocido la sociedad argentina. (Walsh 2).
La dictadura concentró finalmente, la más grande derrota popular de la historia argentina
desde el golpe que derroca a Hipólito Yrigoyen en 1930, al eliminar a la mayoría “de los
cuadros políticos que hacían posible la organización y movilización de los sectores
populares, abortando la lucha social por medio del asesinato y el terror” (Basualdo 15).
95
A la sociedad civil le fue vedada la capacidad de cuestionar, pensar y analizar los
acontecimientos, pues la clave de la dictadura no era necesariamente el olvido, sino la
manipulación de la memoria y de la identidad. La dictadura construida sobre las bases de
una memoria artificial y un pasado desarticulado, manipuló la forma de interpretar la
realidad, distorsionando la temporalidad y la forma de interpretar el pasado de la Argentina,
haciendo que se anulara la posibilidad de construir socialmente una narración común que
articulara el pasado y el presente. La sociedad argentina finalmente quedo extraviada en
una red que remitía a un centro cuya única construcción se basaba en una ficción criminal
que hacía creer para subsistir.
La imposibilidad de tener en medio de desintegración una memoria común, se centró en la
temporalización del pasado y del futuro como exterioridades completamente separadas del
presente (Gómez Muller 23). Un presente manipulado y artificial, en el que sólo se oía la
historia oficial como parte de la racionalidad estratégica y cerrada del Estado que inventaba
para producir “una memoria incierta y una experiencia impersonal” (Piglia, Formas Breves
51).
Al reducirse la distancia existente entre realidad y entendimiento, la sociedad argentina
perdió el sentido de orientación y con él, el acceso al sentido que restaurara la experiencia
de vivir en medio de la represión y el terror23
. “Sin una historia”, sin una narración del
pasado que explique el exceso de realidad, cualquier sociedad es “intensamente vulnerable
frente a aquellos dispuestos a aprovecharse del caos para su propio beneficio” (Klein 596).
Con la eliminación de cualquier línea que permitiera darle sentido a la experiencia
represiva, a la sociedad argentina le fue difícil comprender que el golpe de 1976 no fue
coyuntural, sino que hizo parte de una línea de continuidad, de un pasado que no se
reconoció en un presente desarticulado, y que por el contrario se convirtió en “un secreto, o
mejor, el secreto que todos […] desplaza[ron] lejos del lugar debido” (Piglia, Respiración
artificial 59).
23 Por eso el epígrafe de T.S. Elliot en Respiración artificial: “We had the experience but missed the meaning,
and approach to the meaning restores the experience”.
96
Finalmente, cuando en la Argentina se sacrificó la democracia y se instauro por completo la
represión y los actos de inhumanidad como únicos medios para alcanzar el orden, se
desarticularon no sólo las mediaciones entre el Estado y la sociedad civil, sino el pasado
con los hechos del presente, perdiendo el sentido de orientación y entendimiento frente a la
realidad. La desintegración, la desarticulación afectaron el sentido mismo de la experiencia,
así como de lo político, al reducir lo político en estratégico, es decir, a separar radicalmente
lo ético de lo político (Gómez Muller 22).
2.3 RELATO ESTATAL, FICCIÓN CRIMINAL
Una sociedad se eleva desde la brutalidad hasta el
orden. Ya que la barbarie es la era del hecho, es pues,
necesario que la era del orden sea el imperio de las
ficciones, pues no hay poder capaz de fundar el orden
en la sola coacción de los cuerpos por los cuerpos. Se
hacen necesarias fuerzas ficticias.
Paul Valery. Estudios literarios
Lo que quisiera decirles, de un modo tal vez algo
apresurado y esquemático, pero a fin de cuentas
bastante justo en lo esencial, es que creo poder afirmar
que el discurso histórico en tanto práctica consistente
en contar la historia, ha permanecido por mucho
tiempo emparentado con los rituales de poder, como
sucedió sin duda en la antigüedad y aún en el medioevo.
Es decir, me parece que el discurso de lo histórico
puede ser entendido como una especie de ceremonia,
hablada o escrita, que debe producir en la realidad una
justificación y un reforzamiento del poder existente. En
suma, tengo la impresión de que desde los primeros
analistas romanos hasta el medioevo avanzado y
directamente hasta después del siglo XVII, la función
tradicional de la historia fue la de enunciar el derecho
del poder y de intensificar su esplendor.
Michel Foucault. Genealogía del Racismo
El poder político de los militares en la Argentina, no se explica únicamente desde la
llamada “Era Militar” surgida en 1930. La legitimidad social que le permitió a los militares
presentarse como los conductores del Estado y los representantes de la reserva moral, “en
cumplimiento de su obligación irrenunciable”, estaba dada mucho antes del golpe de 1976,
97
como se vio en el primer apartado del presente capítulo. La legitimidad de los militares no
radicó en el carisma de un líder, ni en la ideología de un partido, ni en una fuerza pura, sino
“en el fundamento particular de un sistema político en el cual las Fuerzas Armadas son un
componente esencial” (Quiroga 20).
Desde la configuración del Estado Nación en 1880, el ejército desplegó una serie de valores
y símbolos que asentaron la creación de un ser nacional, llevándolos a un lugar dominante y
protector. Sin embargo, hasta 1930 con la participación política de los militares, estos
iniciaron el camino que desembocó en la última y más cruel dictadura de la Argentina.
Cuando en 1976 los militares dejaron de ser una institución del Estado y se convirtieron en
el Estado mismo, las fuentes de su legitimidad ya estaban dadas dentro de la sociedad
argentina. Incluso, si se observan sus discursos, es posible ver la visión que tenían los
militares de sí mismos, como protectores y representantes de la patria:
Proclama del 6 de septiembre de 1930. El general José Félix Uriburu derroca al
presidente Hipólito Yrigoyen
Hemos aguardado serenamente en la esperanza de una reacción salvadora, pero ante la
angustiosa realidad que presenta el país al borde del caos y la ruina, asumimos ante él,
la responsabilidad de evitar su derrumbe definitivo [...] Al apelar a la fuerza para
liberar a la Nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y
generoso ideal.
Proclama del 4 de junio de 1943. Golpe del GOU (Grupo de Oficiales Unidos)
contra el presidente Ramón Castillo
Las Fuerzas Armadas de la Nación, fieles y celosas guardianas del honor y las
tradiciones de la patria, como asimismo del bienestar, los derechos y las libertades del
pueblo argentino, han venido observando silenciosa pero muy atentamente, las
actividades y el desempeño de las autoridades superiores de la Nación. [...] Dichas
fuerzas, conscientes de la responsabilidad que asumen ante la historia y ante su pueblo
-cuyo clamor ha llegado hasta los cuarteles-, deciden cumplir con el deber de esta hora,
que les impone SALIR EN DEFENSA DE LOS SAGRADOS INTERESES DE LA
PATRIA.
El 6 de julio de 1943, el presidente militar Pedro Pablo Ramírez les explica a sus
camaradas el golpe del mes anterior
Las Fuerzas Armadas cumplen con abnegación y patriotismo una noble y anónima
tarea en los cuarteles y en los buques, verdaderos templos de virtudes cívicas. Es en
ellos donde los ciudadanos aprenden, mejor que en otros ambientes, que el culto que se
rinde a la tradición de nuestros héroes sólo puede ser comparable al que tributamos a
Dios y a la Patria.
98
17 de septiembre de 1955. Primer mensaje del general Eduardo Lonardi
sublevado en Córdoba contra Juan Domingo Perón
La Armada, la Aeronáutica y el Ejército de la Patria, abandonan otra vez sus bases y
cuarteles para intervenir en la vida cívica de la Nación. Lo hacemos impulsados por el
imperativo del amor a la libertad y al honor de un pueblo sojuzgado, que quiere vivir
de acuerdo a sus tradiciones y que no se resigna a servir indefinidamente los caprichos
de un dictador que abusa de la fuerza del gobierno para humillar a sus conciudadanos.
El 13 de noviembre de 1955, en reemplazo de Eduardo Lonardi, asume la presidencia
el general Pedro Aramburu
La ardua misión de restablecer el imperio del derecho y restituir al país a una auténtica
democracia debe confiarse a hombres que por toda trayectoria de su vida constituyen la
más segura garantía del cumplimiento de sus principios.
Proclama del 29 de marzo de 1962, por parte de las Fuerzas Armadas ante el
derrocamiento de Arturo Frondizi
Las Fuerzas Armadas han tomado hoy una grave responsabilidad ante la historia. No lo
han hecho sin meditar sobre las razones y las consecuencias de su acción y sin agotar
previamente todas las instancias que la situación política y jurídica de la patria les
ofrecía.
Acta de la Revolución Argentina, el 28 de junio de 1966, encabezada por el
general Onganía
Esta trágica realidad lleva ineludiblemente a la conclusión de que las Fuerzas Armadas,
en cumplimiento de salvaguardar los más altos intereses de la Nación, deben adoptar,
de inmediato, las medidas conducentes a terminar con este estado de cosas y encauzar
definitivamente al país hacia la obtención de sus grandes objetivos nacionales.
Proclama del golpe del 24 de marzo de 1976. La Junta Militar derroca a la
presidenta María Estela Martínez de Perón
Frente a un tremendo vacío de poder, capaz de sumirnos en la disolución y en la
anarquía; a la falta de capacidad de convocatoria que ha demostrado el gobierno
nacional; a las reiteradas y sucesivas contradicciones evidenciadas en la adopción de
medidas de toda índole, a la falta de una estrategia global que conducida por el poder
político enfrentara a la subversión, a la carencia de soluciones para problemas básicos
de la Nación cuya resultante ha sido el incremento permanente de todos los
extremismos, a la ausencia total de los ejemplos éticos y morales que deben dar
quienes ejercen la conducción del Estado, a la manifiesta irresponsabilidad en el
manejo de la economía que ocasionara el agotamiento del aparato productivo, a la
especulación y la corrupción generalizada, todo lo cual se traduce en una irreparable
pérdida del sentido de grandeza y de fe; las Fuerzas Armadas en cumplimiento de una
obligación irrenunciable han asumido la conducción del Estado. (Comisión de
Educación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos 14).
99
En cada uno de los golpes, las palabras del ejercito fueron desarrollando como dice
Tardewski según Renzi, refiriéndose al nazismo, “sueños gangosos, desmesurados, en los
que entrevé su transformación en [la Junta], el Jefe, el Amo absoluto de millones de
hombres, sirvientes, esclavos, insectos sometidos a su dominio” (Piglia, Respiración
artificial 214). Esos discursos de los comandantes en Jefe de distintos momentos históricos,
lo que decían como dice el mismo Piglia “eran relatos fundacionales, todo el tiempo, sobre
el lugar del Ejército en la tradición nacional, sobre las relaciones entre el Ejército y la
población civil, a quién tenía que matar el Ejército, a quién tenía que defender, cómo
construía el lugar del enemigo, quién era el héroe en ese relato paranoico y criminal”. Esto
era lo que la Junta Militar querían que la gente creyera (Piglia, Crítica y Ficción 192).
Los discursos militares, esas “palabras prepara[ron] el camino, [fueron] precursoras de los
actos venideros, la chispa de los incendios futuros” (Piglia, Respiración artificial 215);
chispas que finalmente estallaron en el “barril de pólvora” (215) el 24 de marzo de 1976,
haciendo que la Argentina se convirtiera “en una inmensa colonia penitenciaria, […] en una
máquina del mal que graba su mensaje en la carne de las víctimas” (215).
Los militares hicieron creer que la nueva conducción del Estado centrada en “valores éticos
y morales”, podía llenar el “vació de poder” y solucionar los “problemas básicos de la
Nación” enferma, únicamente si se sanaba el cuerpo social y se extirpaba el cáncer de la
subversión, a través del terrorismo de Estado.
Debido a que la intensificación de la represión y la coerción era un hecho, le fue necesario a
los militares crear una ficción que se encargara de imponer el orden y la seguridad, a través
del silenciamiento de voces sociales y la eliminación de resistencias. El relato estatal
inventó las formas narrativas más ficticias y eficaces jamás antes vistas en la Argentina,
sobrepasando incluso, a la mayoría de las novelas de ese país (Piglia, Crítica y Ficción
106). La dictadura fue sustentada en el relato estatal, en una máquina de hacer creer una
versión única de los acontecimientos.
La ficción dejó de ser algo opuesto a la realidad y se convirtió en el dispositivo necesario
para sostener la versión oficial omnipresente: el relato médico. “En la época de la dictadura,
circulaba un tipo de relato “médico”: el país estaba enfermo, un virus lo había corrompido,
100
era necesario realizar una intervención drástica. El Estado militar se autodefinía como el
único capaz de operar, sin postergaciones y sin demagogia. Para sobrevivir, la sociedad
tenía que soportar esa cirugía mayor. Algunas zonas debían ser operadas sin anestesia. Ése
era el núcleo del relato: país desahuciado y un equipo de médicos dispuestos a todo para
salvarle la vida” (Piglia, Crítica y Ficción 105, 106).
La necesidad de conseguir el orden y la seguridad nacional, de elevar a la sociedad desde la
brutalidad, dividió a la Argentina del Proceso -especialmente entre 1976 y 1979- en dos.
Por un lado, estaban las Fuerzas Armadas como los actores legítimamente visibles,
encargados del saneamiento del cuerpo social enfermo, y por el otro, la ciudadanía como
los espectadores pasivos que sobrevivían a la forzosa etapa de ordenamiento y recuperación
de la salud pública (Cesareo 502). Esto llevó a que durante los primeros años del Proceso el
silenciamiento social fuera general, debido a la intensidad de la represión y coerción.
Durante esos años se oía únicamente la voz del Estado, el único narrador de la historia era
el Estado, que para imponer un modelo económico basado en la apertura, creó la cultura de
la represión y con ella, el aislamiento social.
La sociedad argentina quedó inmersa en las contradicciones del relato estatal y de su intriga
doble, que iba de lo literal a lo cifrado para ocultar la represión y el terror, para “encubrir
una realidad criminal, de cuerpos mutilados y operaciones sangrientas” (Piglia, Crítica y
Ficción 106). Algunos términos como guerra, cáncer subversivo, disciplina, seguridad,
orden, autoridad, etc., ocultaban los términos reales del terrorismo de Estado y la coerción.
El lenguaje cifrado y alegórico convivía “paradójicamente con aquellos que designan la
gestión concreta del régimen vigente (violencia, militarización, tortura, secuestro): la
guerrilla se liquida como subversión; las víctimas se convierten en desaparecidos; las
Madres de Mayo son las locas” (Girona Fibla 33).
La desarticulación con el pasado, la fragmentación social y la falta de entendimiento de la
realidad, marcaron el “nuevo ciclo” instaurado por los militares durante la dictadura. El
terrorismo de Estado, la amenaza y la intimidación indiscriminada, llevaron no sólo a la
eliminación física de miles de ciudadanos, sino al silenciamiento, la parálisis y la pasividad
de casi toda la sociedad argentina. El Proceso de Reorganización Nacional fue entonces,
“un nombre que la gente redujo con exquisito sentido de la ironía al de “Proceso”. Este
101
nombre recordaba inevitablemente el mundo literario de Kafka, en el cual, aun cuando las
normas nunca son explícitas, todos sufren sus consecuencias” (Balderston 171).
102
3 MEMORIA: REVERSO DE LA HISTORIA OFICIAL
Estamos atravesando por todos los derrumbes de los
que fuimos testigos. Vivimos con ellos y no a su margen.
No existen, por lo tanto, excusas para los
ocultamientos. Aunque la verdad, antes y ahora, sea un
prejuicio, no tenemos otra posibilidad que correr en su
búsqueda ignorando el cálculo instrumental que
pretende remplazarla. La verdad está cerca de la estéril
felicidad del conocer, lejos de esa instrumentalidad que
desde hace años hemos colocado en la mira principal
de nuestra crítica.
Héctor Schmucler. Carta a la intemperie
Más allá de la barbarie y del horror que hemos vivido,
en algunas páginas de nuestra literatura persiste una
memoria que nos permite, creo, no avergonzarnos de
ser argentinos.
Ricardo Piglia. Crítica y ficción
Luego de mirar la historia argentina, de pintar un cuadro histórico que “echar[a] luz sobre
el pasado de [la] desventurada república” (Piglia, Respiración artificial 72), es necesario
analizar cómo Respiración artificial desde la responsabilidad ética y política de un escritor
como Ricardo Piglia busca acceder a lo que ha sido omitido por el relato estatal, articulando
narrativamente imágenes del pasado con la multiplicidad de hechos del presente de
inhumanidad, sin disociar lo narrativo de la verdad, ni lo político de lo simbólico (Gómez
Muller 13), en contraposición a la tergiversación y desarticulación del “Proceso”. La
memoria es entonces la que permite captar en la novela el aspecto de la historia en sus
restos, en sus desperdicios, porque es el verdadero aspecto del pasado el que condenó a la
Argentina a vivir el terror y la represión de la última dictadura militar.
103
3.1 LA MEMORIA COMO SENTIDO DE ORIENTACIÓN Y ARTICULACIÓN
NARRATIVA
No se debe permitir que nos cambien el pasado. ‘Haced
que el país antes orgulloso de él no lo insulte ahora’,
decía Pophan.
Ricardo Piglia. Respiración artificial
“La verdad no se nos escapará”; esta frase, que
procede de Gottfried Keller, designa el lugar preciso en
que el materialismo histórico atraviesa la imagen del
pasado que amenaza desaparecer con cada presente
que no reconozca mentado en ella.
Walter Benjamin. Tesis de filosofía de la historia
Según Piglia, el Estado argentino a lo largo de la historia ha construido ficciones. “El
Estado narra”, dice Piglia, “y el Estado argentino es también la historia de esas historias.
No sólo la historia sobre los cuerpos, sino también la historia de las historias que se cuentan
para ocultar esa violencia sobre los cuerpos” (Piglia, Tres propuestas para el próximo
milenio (y cinco dificultades) 23). Varias novelas argentinas, entre ellas Respiración
artificial, construye historias opuestas, en tensión con las historias del Estado.
Para Piglia durante la época de la dictadura, esas ficciones del Estado, estaban centradas en
un relato “quirúrgico, un relato que trabajaba sobre los cuerpos. Los militares manejaban
una metáfora médica para definir su función. Ocultaban todo lo que estaba sucediendo
pero, al mismo tiempo, lo decían, enmascarado, con un relato sobre la cura y la
enfermedad” (23). Decían que la Argentina era un cuerpo enfermo, que tenía un cáncer –la
subversión- y que los militares tenían la función de extirpar como médicos más allá del
bien y del mal. Los militares adoptaron la metáfora médica del cáncer para desgarrar y
mutilar a los enemigos del orden y del progreso para salvar. Existía en ese relato “dos
historias, una intriga doble”, dice Piglia, “por un lado el intento de hacer creer que la
Argentina era una sociedad enferma y que los militares venían desde afuera, eran los
técnicos que estaban allí para curar, y por otro lado la idea de que era necesario una
operación dolorosa, sin anestesia” (24).
104
Todo lo que estaba oculto aparecía en ese relato médico del cáncer. Por un lado la
enfermedad de la sociedad argentina, el cáncer que se estaba propagando cada vez más y
por el otro, los militares como los únicos médicos capaces de curar y extirpar el cáncer
mediante una cirugía drástica. “Es necesario operar hasta el hueso y sin anestesia”, decía el
general Videla, extirpar el cáncer de la subversión. Ese discurso, dice Piglia “era propuesto
como una suerte de versión ficcional que el Estado enunciaba, porque decía la verdad de lo
que estaban haciendo, pero de un modo a la vez encubierto y alegórico” (24).
Como se vio en el capítulo anterior, la relación entre secreto y poder cruzó prácticamente
toda la historia de la República Argentina, incluso desde sus orígenes. Sin embargo, esa
relación no sólo estableció al Estado, sino también a los sectores dominantes, las Fuerzas
Armadas e incluso la sociedad argentina en cuanto tal. Solo hasta 1976 la relación entre
secreto y poder llegó al límite, creando un sistema en donde la ficción estatal era la única
verdad y el secreto era el fundamento de su poder.
Durante la dictadura la noción de verdad fue establecida por la voz del Estado, que narraba
una realidad en la que existía un sistema de estimulación y de causalidad, una forma de
explicar una red social ininteligible y contradictoria, que desarticulaba los hechos reales.
Eran como soluciones compensatorias, historias con moraleja, narraciones inteligibles, pero
a la vez eran historias de terror (Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco
dificultades) 25).
Frente a la desarticulación del pasado, la falta de entendimiento, el cambio de sentido y la
manipulación, Piglia publica su primera novela. El escritor argentino al igual que Kafka
supo “oír, por debajo del murmullo incesante de las víctimas, las palabras que anuncian
otro tipo de verdad” (Piglia, Respiración artificial 214), y construyó una novela que entre
líneas le da sentido a la experiencia “el horror del presente” (193). La novela de Piglia
surge entonces, como “resistencia de lo real o de su opacidad” (32), para trabajar una
tensión con las maquinaciones del poder y articular el presente de la dictadura con el
“sentido general de la historia argentina” (43).
En contraposición al relato estatal que desarticula el pasado, manipula la memoria colectiva
y la identidad de la sociedad, Respiración artificial busca descubrir el secreto que el Estado
105
manipula, revelar entre líneas esa verdad que está suprimida (Piglia, Tres propuestas para el
próximo milenio (y cinco dificultades) 21), poniendo en tela de juicio, la posibilidad de
establecer “la verdad” de la historia oficial, a través de una memoria cifrada que articula
narrativamente la multiplicidad de hechos del pasado y del presente de inhumanidad.
La memoria cifrada de los personajes que “viven para hablar, para comentar, para
reflexionar, escribir y leer en una forma u otra” (Morello Frosch 152), es la encargada de
darle sentido a la pesadilla del presente, a través de huellas y vehículos de reconocimiento
del pasado. La novela narra de una voz a otra, de un relato a otro, de un testigo a otro, una
memoria paralela a “la maquinaria anónima del […] totalitarismo” (Piglia, Respiración
artificial 216), articulando narrativamente la trama perdida con “el horror del presente”
(193), a través de las diversas interpretaciones de la historia por cada uno los personajes
marginados y fracasados. Las muestras documentarias que están consignadas en la novela,
no sólo deben ser interpretadas por los personajes sino por “todos los lectores de la
historia”, quienes como dice el senador Luciano Ossorio, “podrán leerlas […] en el
momento indicado” (47).
La articulación narrativa del pasado con el horror del presente, parte de la búsqueda de una
verdad que finalmente nunca es revelada, pero que sin embargo sirve “como modelo y
representación de las glorias perdidas del pasado” (126) y como dignificación simbólica de
las víctimas del totalitarismo, no necesariamente desde sus sufrimientos, sino desde sus
ilusiones, luchas, causas y resistencias.
Según Daniel Balderston, “hay una verdad en la historia, una verdad que […] puede ser
conocida parcialmente en vez de cabalmente. La dedicatoria1 de Piglia también oscila entre
un derecho de acceso a la verdad de la historia universal o a una verdad más específica
(probablemente argentina)” (Balderston 174). Así, los personajes y su insinuación acerca de
otras versiones de la historia, da la posibilidad de saber que también hay versiones que
confrontan la historia oficial: “Hay otras versiones que tendrás que conocer” (Piglia,
Respiración artificial 17) le escribe Maggi a Renzi; “ya nos veremos (por fin), charlaremos
1 A Elías y a Rubén que me ayudaron a conocer la verdad de la historia. Según Daniel Balderston, Piglia le
dijo personalmente que “la dedicatoria son dos de los miles de desaparecidos” (Balderston 174).
106
interminablemente hasta dejar bien aclaradas nuestras respectivas versiones de la historia”
(91), le escribe Renzi a su tío en una de las cartas censuradas por Arocena.
Maggi a su vez insiste que Enrique Ossorio es la figura histórica simbólica de la Argentina,
debido a su vida como traidor, exiliado y visionario del futuro (el presente de los demás
personajes), por lo cual considera su vida excéntrica como un testimonio, “el reverso de la
historia” (29). Según Daniel Balderston ese reverso de la historia implica que:
la verdad como es a veces ‘vislumbrada’ es lo que está ausente, lo que está suprimido u
oculto, o lo que no está expresado en un documento histórico o ficticio. Esta oscura,
excéntrica opinión sobre la verdad histórica coexiste en la novela con el ejemplo de los
personajes principales, cada uno de los cuales daría su ‘verdad de la historia’ […]
Piglia y sus personajes no desisten del intento por determinar la verdad, pero sus
intentos por alcanzarla atestiguan […] la noción de que la verdad preside nuestro
mundo desde un lugar remoto, quizá finalmente inalcanzable. (Balderston 176).
La novela gracias a su tono elusivo “que se contradice a sí mismo y por su aproximación
fragmentada a la verdad, sugiere de una manera muy poderosa la presencia de la
persecución o un estado mental inquisitorial en el país en que fue escrita, y muestra cómo
un escritor ingenioso puede eludir a los inquisidores” (176).
La memoria se manifiesta para significar los hechos reales del presente y mostrar una
verdad parcial de esos hechos. La memoria cifrada de los personajes es en Respiración
artificial la que permite hablar de forma fragmentada de la verdad de los hechos. En el
capítulo dos por ejemplo, la memoria es el eje que concentra la tensión de la novela, a
través de la vida del senador Luciano Ossorio. Según Susana Zanetti, la importancia de
vincular la literatura con la memoria, se manifiesta según las formas de significación de lo
real:
la Historia se transforma en memoria y esta memoria se construye a partir de la mezcla
de voces y discursos, de restos, de fragmentos que dan nueva dimensión a lo anónimo
y colectivo de los sujetos […]. La fragmentación o la dispersión del acontecer histórico
o de sus actores es una de las perspectivas fundamentales […]; la otra, es la conjetura.
Quien enuncia interpreta o fabula, conjetura, cede la palabra o se desdobla, asume
diversos lenguajes. (Zanetti 10).
Tanto la memoria como la historia son aspectos que según Susana González convergen en
el senador Luciano Ossorio, quien representa la memoria, el testigo de la muerte y enlaza
su genealogía con la historia. Ha sido testigo de varios hechos a lo largo de su vida, pero su
107
angustia radica en no poder expresar con palabras esos hechos, es decir, no poder dar
testimonio, “en llegar a perder el uso de la palabra. […] Llegar a concebirla, […] y no
poder expresarla” (Piglia, Respiración artificial 47). Susana González afirma que en el
segundo capítulo, la novela enlaza dos fuerzas contrapuestas:
Por un lado, el exceso de palabras que se manifiestan en la abundancia de relatos,
historias, testimonios, biografías, cartas, documentos que recorren toda la novela; y por
otro, el vacío que define la alocución de Ossorio ante la posibilidad de la pérdida de la
expresión en sus distintas formas. Emilio Renzi es el elegido para ser testigo. […] Es el
que desea enterarse, para contar; y eso es el historiador: testigo para dar testimonio. Si
bien el principal narrador es otro personaje, Tardewski, su interlocutor es Emilio.
(González Sawcsuk, Ficción y memoria: narrador y estrategias discursivas en la
literatura hispanoamericana contemporánea 107).
El senador a pesar de estar postrado en un silla de ruedas por más de 50 años de no poder
expresar con palabras la verdad de los hechos, no está vencido, pues como él mismo afirma,
ha resistido, su convicción se basa en “aprender a resistir” (Piglia, Respiración artificial
45). Él resiste para contarle a su único interlocutor, la historia que no ha olvidado y borrar
de su memoria aquello que quiere mantener alejado de sí mismo. Por eso, desarrolla de
forma incoherente, a través de la voz de su testigo –Renzi-, una especie de censo de las
víctimas de la historia y con este, los sucesos del pasado como responsables del horror del
presente.
Por otro lado, la ilusión del senador es derrocar junto con Maggi y con “el pueblo
soberano” a los dominadores. Maggi por su parte, el posible desaparecido de la dictadura,
“el hombre de la persistencia de los principios de justicia y verdad […] capaz de ser fiel en
la vida al rigor de sus ideas” (225) y del que “no hay nada que se pueda decir” (222), lucha
sin importar los riesgos, por dejarle los documentos que él ha venido trabajando a Renzi.
Con la intermediación de Tardewski, Maggi finalmente alcanza su objetivo y Renzi al final
de la novela recibe los documentos. Al respecto dice Tardewski en la voz narrativa de
Renzi:
Por eso, sin duda, el profesor lo ha enviado a usted a verme. Porque yo soy el que no
puede decir nada sobre él.
Por eso creo, dijo Tardewski, el profesor me ha dejado lo único de lo que necesitaba
desprenderse para quedar libre. Desprendido de todo lo que en realidad tenía, ahora, él,
esté donde esté, el profesor, ahora ya no tiene nada que temer.
108
Por eso, dijo Tardewski, él me dejó a mí esos papeles para que se los entregara. Si no
ha venido es porque, en el fondo, ya no es necesario. Más importante, dijo, fue dejar
esos papales, decidirse a abandonarlos y elegirlo a usted para que los recibiera. (224).
En ese sentido, los documentos que llegan a manos de Renzi, un sujeto que no ha
experimentado personalmente los acontecimientos del pasado y no le interesan los del
presente de inhumanidad, ya que solo piensa desde la literatura, conforman la memoria
histórica de Respiración artificial. Siguiendo lo dicho por Paloma Aguilar, la memoria
histórica que construye la novela a través de la interpretación de Renzi, es una “memoria
prestada de los acontecimientos del pasado que el sujeto no ha experimentado
personalmente, y a la que llega por medio de documentos de diverso tipo” (Aguilar
Fernández 44). Esos documentos de diverso tipo, son en la novela la correspondencia entre
Maggi y Renzi, las citas de Tardewski y los documentos que conforman el archivo de
Enrique Ossorio.
La memoria es entonces, la estrategia utilizada por Piglia para enfrentar la maquinaria
estatal y la historia oficial, y así dotar de sentido a “todos los lectores de la historia” (Piglia,
Respiración artificial 47). La memoria no necesariamente es siempre recuerdo de lo
ocurrido, sino también “otra memoria” (Piglia, Respiración artificial 55), impuesta que se
encarga de desarticular el pasado con respecto al presente.
Respiración artificial es una “restitución suicida del silencio” (222), pues además de
contraponer las “palabras saturadas de mentiras y de horror” (221) creadas por esa “otra
memoria” impuesta, destaca la importancia de tematizar, buscar y conocer, así sea de forma
fragmentada, la verdad de la historia que se ajuste a los hechos reales del horror del
presente y al sentido general de la historia argentina.
La necesidad de buscar y conocer la verdad de la historia, empieza por encontrar a través
de imágenes del pasado, la materia con la que está construida la “otra memoria” (55), esa
memoria de la que el senador dice que ha tratado de soltarse durante años, que lo “ha tenido
atado a las mareas del pasado, a sus corrientes subterráneas”, y que para no ahogarse en
ellas está “obligado a reflexionar; no ver eso que flota y se hunde, no dejar que se acerque”
(55). Esa “otra memoria”, dice el senador a través de la voz de Renzi, enlaza “de un modo
férreo los eslabones dorados de la muerte […] la riqueza” (57) y la corrupción. Sin
109
embargo, gracias a “esa memoria […] que está hecha de palabras y mensajes cifrados” (55)
puede reflexionar y comprender “que la muerte y el dinero están hechos […] de la misma
sustancia corruptora” (56) y que son la causa del horror del presente, de la última la
dictadura militar.
Frente al relato estatal que inventa una memoria artificial, existe una memoria cifrada que
articula la multiplicidad de hechos del pasado con el presente como dotación de sentido
(Antequera Guzmán 35). La novela construye una memoria cifrada y común que le da
sentido al horror del presente, como parte de una experiencia que aunque es vivida
subjetivamente por las víctimas, es compartida y compartible social y culturalmente a
“todos los lectores de la historia” (Piglia, Respiración artificial 47) a través, de palabras
sueltas y mensajes cifrados. En la novela, es posible entender gracias al personaje que
representa la memoria, el senador Luciano Ossorio: “yo soy la muerte; soy su testigo, su
memoria” (Piglia, Respiración artificial 49), que la memoria y él como su representante, es
“el eslabón que no se ha perdido, que nunca se perderá”, por tanto, ese esfuerzo “por
retomar esa coherencia lógica, esa propiedad perdida que viene del pasado” (57) y que
permite entender “el presente del presente” (193).
Respiración artificial trabaja entonces, con la tensión entre la “otra memoria” construida
por los dominadores y vencedores de cada época que omite la verdad de los hechos y
excluye la posibilidad de una memoria común, y con esa “memoria […] hecha de palabras
y mensajes cifrados” que permite recuperar el sentido de orientación que articule
narrativamente lo que se ha perdido, sin disociar la verdad factual, ni lo político de lo
simbólico (Gómez Muller 13). Pero la verdad en la novela, es una verdad fragmentada e
indirecta, se busca y se tematiza, pero a la vez se lucha, se construye y se registra entre
líneas. “Una noción de verdad que escapa a la evidencia inmediata, que supone primero
desmontar las construcciones del poder y sus fuerzas ficticias y por el otro de rescatar las
verdades fragmentarias, las alegorías y los relatos sociales” (Piglia, Tres propuestas para el
próximo milenio (y cinco dificultades) 30).
De ahí la importancia de Kafka en Respiración artificial, pues en él los proyectos
imposibles y atroces de Hitler, se convierte en la pesadilla que hace parte de “la utopía de
110
un mundo convertido en una inmensa colonia penitenciaria” (Piglia, Respiración artificial
215). El Proceso releído por los lectores de la historia y del “Proceso de Reorganización
Nacional”, no es solo la acumulación del terror y la represión, “sino una condena de la
memoria: el crimen más hediondo de K. es no acordarse de su crimen” (Avelar 211).
Respiración artificial al igual que El Proceso, se construye contra el olvido y la
desarticulación. La “otra memoria” construida por el relato estatal, “no es más que una cita
en la inmensa biblioteca del burócrata estatal: memoria que deviene impersonal, impura
sucia, hecha de citas” (Avelar 211).
La memoria cifrada, “ese sentido tan difícil de captar. Opuesto en apariencia al
movimiento histórico” (Piglia, Respiración artificial 30), es la que permite recuperar la
capacidad de entender, articular y enfrentar el terror y los efectos generales del
sometimiento, como reivindicación simbólica frente a las prácticas represivas (Antequera
Guzmán 39). Esta memoria se percibe en la novela cuando se elude el contenido, el sentido
literal de las palabras y se busca el texto dentro del texto, es decir, el mensaje cifrado que
está debajo de lo escrito, eso que según el narrador heterodiegético está “encerrado entre
las letras, como un discurso del que sólo pudieran oírse fragmentos, frases aisladas,
palabras sueltas en un idioma incomprensible” (Piglia, Respiración artificial 98), a partir
del cual se reconstruye el sentido mismo de la novela, así como el sentido general de la
historia argentina.
3.2 LA HISTORIA DE LAS DERROTAS VS. LA HISTORIA OFICIAL
Sólo a la humanidad redimida le cabe por completo en
suerte su pasado.
Walter Benjamin. Tesis de filosofía de la historia
Durante la dictadura del “Proceso”, los militares desarticularon del presente los
acontecimientos del pasado argentino y junto a él, las luchas sociales encaminadas a la
soberanía nacional, la libertad y la justicia social.
En medio del terrorismo de Estado vinculado a los crímenes contra la humanidad, las
prácticas de sometimiento, los conflictos, etc., siempre se ha tenido como esencia y
111
resultado una versión única y totalizante que a la vez funciona como una ficción criminal
omite la verdad de los hechos, eliminando de la historia las versiones y las interpretaciones
acerca de lo ocurrido. Esto se resume en la famosa frase según la cual “la historia la
escriben los vencedores”, a partir de una imagen creada para legitimar su poder e imponer
una historia única. Sin embargo, esa historia oficial escrita por los vencedores está basada
en “una ‘victoria’ violenta” (Antequera Guzmán 40).
En relación a la frase de “la historia la escriben los vencedores”, Piglia dice en relación a la
tradición de los vencidos:
La historia la escriben los vencedores y la narran los vencidos. Hay un relato que va
por abajo, que tiene que ver con la derrota, no con la exclusión ni con las minorías,
sino con los sectores que han sido dominados y vencidos por el Estado. (Piglia, Crítica
y Ficción 192).
Piglia es el escritor que sabe oír, que está atento al murmullo de la historia, a los relatos que
circulan en la sociedad, pero también el que los imagina y los reproduce. Si el Estado
desarticula el pasado con el presente e impone el silencio en la censura de la palabra,
Respiración artificial construye o reproduce relatos anónimos y fragmentados que resisten
y muestran interpretaciones alternativas y alegorías, “relatos que le dan voz a los
marginales, fomentan micropolíticas contraestatales” (Rodríguez Pérsico 54). Las voces de
los desesperados, fracasados, aislados, exiliados y locos conforman, así sea de forma
fragmentada “la historia de las derrotas” (Piglia, Respiración artificial 15), esa historia que
representa la memoria de lo perdido, pero también de la resistencia y la oposición. Según
Daniel Balderston, “Piglia parecería considerar su misión como novelista la de insuflar vida
a los muertos y a los agonizantes en la Argentina: dar voz a los desaparecidos, insuflar vida
en el pasado. La metáfora es desesperada pero apropiada” (Balderston 177).
“¿Hay una historia” en Respiración artificial? (11). Si hay una historia es la de las derrotas,
esa historia que ha sido invisibilizada por los vencedores y dominadores de cada época. La
historia de las derrotas es el contra relato estatal conformado por pequeños relatos,
ficciones anónimas, testimonios que se intercambian y circulan, para convertirse en “el
contexto mayor de la literatura”. Por eso, como el mismo Piglia dice, “la novela fija esas
pequeñas tramas, las reproduce y las transforma” (Piglia, Tres propuestas para el próximo
112
milenio (y cinco dificultades) 25). Así, frente a la historia oficial existe la historia de la
derrotas “como modelo y representación de las glorias perdidas del pasado” (Piglia,
Respiración artificial 126) y “el horror del presente” (193).
Sin embargo, como “en literatura […] lo más importante nunca debe ser nombrado” (Piglia,
Respiración artificial 148), como dice el poeta Marconi, Respiración artificial construye
una memoria cifrada que dote de sentido, pero también, gracias a los elementos propios de
la literatura como la metáfora, la alegoría, los tonos y los sentidos figurados, construye
implícitamente un discurso alternativo al de la dictadura: la historia de las derrotas, esas
luchas, causas y resistencias sociales de los que ya no están, de los que han desaparecido.
Por eso, Maggi le dice a Renzi en una de sus cartas:
Hay que hacer la historia de las derrotas. Nadie debe mentir en el momento de la
muerte. Todo es apócrifo, hijo mío. (15).
Así, de forma fragmentada e indirecta la novela remite a la historia de las derrotas,
construida por la memoria de los vencidos, de esos “millones de hombres” que como dice
el senador, “nunca tienen acceso a la palabra, es decir, que no tienen la posibilidad de
expresar públicamente sus ideas en un discurso que sea oído y transcrito taquigráficamente”
(44). A través del movimiento histórico que se encierra en la vida de Enrique Ossorio, el
traidor y el suicida que solo piensa en la verdad y en la libertad de su patria, ese personaje
que luego de constituir un grupo intelectual de la Argentina y ser secretario privado de Juan
Manuel de Rosas, termina convirtiéndose en el reverso de la cultura y del poder político, es
decir, en la representación del traidor de la dominación y por tanto, la representación de los
vencidos, de los oprimidos y de las víctimas.
A través de pequeñas tramas, voces narrativas que se alternan, así como versiones e
interpretaciones que se reproducen o se sintetizan, Respiración artificial desestima a
quienes hacen discursos y utilizan el lenguaje para dominar y legitimar su poder. La
multiplicidad de voces, discursos, versiones y relatos fragmentados niegan y se resisten a la
historia oficial creada por “aquellos elegidos para expresar con palabras la verdades de su
tiempo” (43). En ese sentido, es posible seguir lo dicho por Idelber Avelar, para quien la
novela narra dos historias: “la de Ossorio y Maggi –historia de un presente que trata de
113
reconocerse en la derrota pasada- y la de Emilio Renzi y Tardewski –historia de un presente
que trata de elaborar un repertorio narrativo con el cual se puede narrar la ubicuidad de la
derrota” (Avelar 213).
Los personajes leen e interpretan cartas y documentos que conforman el archivo de la
memoria, desde el cual es posible visualizar y reconstruir la historia de las derrotas, a partir
de varios acontecimientos importantes de la Argentina como: el Rosismo, la unificación y
consolidación del Estado-nación, el surgimiento y la decadencia de la oligarquía, el
peronismo y el “Proceso de Reorganización Nacional”. La novela muestra un mundo donde
el azar y la incertidumbre se encargan de perfilar el destino de los personajes, pero también
el de la historia argentina. Por eso mismo, es también una novela que trata sobre las vidas y
los mundos posibles, por tanto, trata sobre el fracaso, incluso, el mismo Piglia aclara que el
fracaso supone el hecho de haber querido vivir otra vida, de haber querido hacer algo que
no se pudo. “Una suerte de vida paralela, de vida posible que no se llega a realizar pero que
anula el sentido de lo que realmente se vivió (Piglia, Crítica y Ficción 111).
La novela fragmentada de Piglia narra la historia de las derrotas, pero también de la
esperanza, porque como afirma Daniel Balderston: “Su lectura o escritura salteada de la
historia argentina es una historia de derrotas de frustraciones, pero también, debido a su
misma lucidez, de alguna esperanza” (Balderston 177).
Respiración artificial es entonces, una novela que se resiste a la historia oficial y con ella a
la verdad establecida por la dictadura. Entre líneas, articula la multiplicidad de hechos del
pasado con el presente, así como las narraciones que han sido excluidas, para hacer la
historia de las derrotas y con ella imaginar la utopía del porvenir.
3.3 MEMORIA, TRAICIÓN, CONSPIRACIÓN Y REVOLUCIÓN
La literatura es una forma privada de la utopía.
Ricardo Piglia. Crítica y Ficción
Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto
sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse
en funcionarios del sentido común. Para pensar bien,
quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante,
114
hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que
estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden
establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada
ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso
creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución.
Sólo por amor a los desesperados conservamos todavía
la esperanza, solía decir un amigo de Brecht.
Ricardo Piglia. Crítica y ficción
La novela también narra la historia de la esperanza, basada en la utopía del porvenir, es
decir, en la revolución2. La articulación con el pasado se convierte también en la chispa de
la esperanza que permite no sólo sobrevivir en medio del horror, sino resistir, porque como
dice el senador: “Los duros siempre son vencidos por el dulce fluir del agua de la historia”
(Piglia, Respiración artificial 61).
A través del dulce fluir del agua de la historia, también es posible imaginar “el mundo
alucinante de la utopía” anhelado por Ossorio en la novela (79). Y en esa lucha y
persecución por alcanzar el reino de la utopía “todos los crímenes son posibles” (79), por
eso, la traición se vuelve el medio necesario para alcanzar la utopía. En Respiración
artificial todos los personajes son traidores, traidores del centro, de la tradición cultural, de
la historia oficial y del lugar de origen, por eso ocupan la posición del traidor fracasado que
anhela la utopía:
El traidor [dice Ossorio], ocupa la posición clásica del héroe utópico: hombre de
ningún lugar, el traidor vive entre dos lealtades; vive en el doble sentido, en el disfraz.
Debe fingir, permanecer en la tierra baldía de la perfidia, sostenido por los sueños
imposibles de un futuro donde sus vilezas serán, por sin, recompensadas. Pero ¿de qué
modo serán recompensadas en el futuro las vilezas del traidor? (79).
Así, a la tensión de la novela entre la memoria, la desarticulación, el exilio y la utopía, se le
suma la traición y con ella, la conspiración. “Los escritores actuales”, dice Piglia,
“buscamos construir una memoria personal que sirva al mismo tiempo de puente con la
2 “Cuando yo digo utopía pienso en la revolución”, dice Piglia. “La comuna de París, los primeros años de la
Revolución Rusa, eso es la utopía. Y eso es la política. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marz
tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras
legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este pasís hay que hacer la revolución. Sobre esa base
se puede empezar a hablar de política” (Piglia, Crítica y Ficción 94).
115
tradición perdida. Para nosotros, la literatura nacional tiene la forma de un complot: en
secreto, los conspiradores buscan los rastros de la historia olvidada” (Piglia, Memoria y
tradición 66).
El exilio interno y externo, el distanciamiento, el fracaso, la traición, el aislamiento y la
locura se convierten en la novela en “una forma de la utopía. El desterrado es el hombre
utópico por excelencia” escribe Ossorio en sus documentos “vive en la constante nostalgia
del futuro (Piglia, Respiración artificial 30). La novela imagina un porvenir utópico en
donde la historia y la memoria común, no sean instituidas por el poder político, sino por las
“grandes masas” (62), como condición ética que reivindique las resistencias y haga posible
lo humano. En la memoria común del provenir utópico, recordar lo inhumano es
comprender lo sucedido y no permitir que se repitan acontecimientos de inhumanidad
(Gómez Muller 27).
Frente al secreto y la desarticulación de la dictadura, una memoria que articule y le dé
sentido al presente, pero a la vez un complot que planifique acciones paralelas y mundos
alternativos. Respiración artificial es una novela que construye una memoria entre líneas,
pero también es “una ficción potencial, una intriga que se trama y circula y cuya realidad
está siempre en duda” (Piglia, Teoría del Complot 10). Por eso, esta debe ser leída como si
siempre hubiera algo oculto y cifrado, al igual que los personajes leen los documentos y
buscan el mensaje secreto de la historia.
Arocena, el funcionario censor, trata de descifrar las cartas que intercepta. Pero también lo
hacen los demás personajes, que como conspiradores buscan el secreto que la historia
oficial ha omitido. El senador Luciano Ossorio por ejemplo, dice que Arocena al igual que
él, lee cartas y trata de descifrarlas, “Trata, como yo de descifrar el mensaje secreto de la
historia” (Piglia, Respiración artificial 46). Renzi le escribe a Maggi que tiene la sensación
de que él oculta algo, “que atrás de [su] vida hay algo oculto, un secreto que [cultiva] como
otros las flores del jardín” (90). Maggi por su parte, le dice a Renzi que sus cartas le
parecen graciosas, “demasiado interrogativas, como si hubiera un secreto. Hay un secreto,
pero no tiene ninguna importancia” (23). Maggi a su vez, es el personaje que queriendo
descifrar los documentos de Enrique Ossorio, termina por “descubrir que son los
116
documentos los que se han apoderado de [él] y [le] han impuesto sus ritmos y su cronología
y su verdad particular (25).
En la búsqueda que hacen los personajes por encontrar el mensaje secreto de la historia,
Respiración artificial perfila la utopía del porvenir, la revolución. En medio de situaciones
extremas, de la experiencia del horror y la represión, la novela muestra que es necesario
aprender a resistir y a pensar crudamente, para luego trabajar sobre intrigas y acciones
alternativas como la revolución, porque a través de la revolución será posible vencer a los
dominadores y vencedores de siempre, porque así como el movimiento del agua “desgasta
con el tiempo la dureza de las piedras”, los dominadores “los duros siempre son vencidos
por el dulce fluir del agua de la historia” (61).
Respiración artificial expone entonces, la más seria teoría de la revolución, la cual ha sido
sin embargo, no ha sido muy analizada por los críticos, quizás por la misma forma cifrada
de la novela. Entre los documentos de Enrique Ossorio, se dice que su amiga Lisette Gazel,
la adivina de piel negra sabe mirar lo que nadie más puede, “sabe leer el porvenir en el
vuelo de los pájaros marinos” (Piglia, Respiración artificial 70). Eso es precisamente lo que
hace Ossorio y es repetido en las palabras del senador, a través de la voz de Renzi:
Soy todos los hombres de la historia, soy el pájaro del mar que sobrevuela la tierra firme:
abajo, lejos del aire límpido que desplazo con mis alas al volar, abajo, en las planicies
heladas, a la izquierda, casi sobre las últimas estribaciones montañosas, lejos del mundo, de
su tumulto, lejos de su lúgubre claridad, hay grandes masas, grandes masas que parecen
petrificadas pero que sin embargo se deslizan, se mueven, a pesar del reflujo, avanzan,
crujen al deslizarse, como los grandes témpanos de hielo. Evaluar la lentitud, el ritmo de
esa marcha depende de la altura que haya alcanzado en su vuelo el pájaro marino, cuando
más alto vuela el pájaro marino, el albatros, y cuanto más se arriesga y se adentra en la
tierra firme, con mayor nitidez puede vislumbrar la incesante movilidad, el avance de esas
masas. Sus ritmos no pueden ser evaluados por ningún hombre aislado, por ningún
particular. ¿De qué sirve exigirles mayor velocidad si su tiempo no es el nuestro? ¿De qué
sirve la urgencia frente a la solidez inflexible de ese avance? (61, 62).
117
Antes de esto, el senador hace referencia a una polémica en la que el mismo Piglia había
participado como parte de los intelectuales de izquierda de la Argentina y de América
Latina: la toma del poder político a través de la revolución. Según Jorge Fornet, para una
parte de la izquierda “no había otra vía que la lucha armada ni otro método que la lucha
guerrillera; otros, rechazaban la teoría del foco y veían la solución del conflicto en la lucha
de clase” (Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literatura argentina 76). Eso
explica lo dicho por Ossorio en las palabras del senador:
“Admito que no tengo ninguna esperanza. Hombres ciegos hablan de una salida, no hay
una sola salida. Debemos aprender del agua cuyo movimiento desgasta con el tiempo la
dureza de las piedras. Los duros siempre son vencidos por el dulce fluir del agua de la
historia. (Piglia, Respiración artificial 61).
Según Kathleen Newman, la posible descripción sobre la teoría de la revolución sugiere
“que los que estuvieron en la lucha armada, y hasta las políticas de los partidos de izquierda
en la Argentina, se equivocaron al evaluar la marcha de la historia o, más específicamente,
el estado de la clase obrera” (Newman 187).
También es posible pensar que la teoría de la revolución va encaminada a la inevitable
derrota del poder político por parte de las “grandes masas”. Los dominadores, los
“enemigos” que están en el “otro frente”, han empezado a mostrar “la heterogeneidad de
aquello que [ellos] pensaron idéntico a sí mismo”. Lo que parecía unido y sólido,
“comienza a fragmentarse, a disolverse, erosionado por el agua de la historia”. Esa derrota
de los dominadores es tan inevitable, como para las masas es inevitable seguir soportando
su indiscriminado uso de poder que desde el pasado, ha dejado una “proliferación incesante
de la muerte”. Los dominadores no podrán resistir; a diferencia de ellos, los oprimidos, los
derrotados, han aprendido a sobrevivir y a resistir. El senador rememorando los ideales de
Ossorio, hace referencia a la revolución como la única salida al presente de inhumanidad:
Del otro lado, en el otro frente, se muestra ya la heterogeneidad de aquello que nuestros
enemigos siempre pensaron idéntico a sí mismo. Lo que podía pensarse unido, sólido,
comienza a fragmentarse, a disolverse, erosionado por el agua de la historia. Esa derrota es
tan inevitable para ellos, como para nosotros es inevitable soportar el lastre que nos ha
118
dejado en la memoria su maniática presencia, su cinismo, su calculada perversión. ¿O acaso
ha dejado alguna vez de fluir desde el pasado, la proliferación incesante de la muerte? […]
Ellos, nuestro enemigos, ¿con qué convicción resistirán? ¿Qué convicción podrá ayudarlos
a resistir? No podrán resistir. Ellos vacilan, atados a la aridez del porvenir. En cuanto a
nosotras a nos-otros, hemos aprendido a sobrevivir, conocernos la sustancia cristalina,
incesante, casi líquida de la que está hecha nuestra capacidad de resistir. La paciencia es un
arte que tarda siglos en ser aprendido. Y nosotros sólo le damos valor a la profesión de una
virtud cuando hemos notado la completa ausencia de ella en nuestros enemigos (62, 63).
Frente al Estado que inventa desde sus orígenes el fantasma de un enemigo poderoso
(indígenas, radicales, peronistas, subversivos, etc.) que amenaza el orden establecido y el
bienestar, existe un gran complot que implica la revolución y en donde los personajes
fracasados y aislados son los grandes conspiradores. Si la memoria es en Respiración
artificial la articulación narrativa de los hechos del pasado con el presente de inhumanidad,
el complot es entonces la “articulación entre prácticas de construcción de realidad
alternativas y una manera de descifrar cierto funcionamiento de la política” (Piglia, Teoría
del Complot 13).
Así, aunque pareciera que en medio de la pesadilla del presente no hay esperanzas, son las
imágenes del pasado y con ellas “el dulce fluir del agua de la historia” (Piglia, Respiración
artificial 61), las que reconstruyen el sentido de la experiencia del horror y la represión, con
miras a un porvenir utópico más justo y libre que se ajuste a “la coyuntura revolucionaria
en la lucha en favor del pasado oprimido” (Benjamin 190).
119
4 CONCLUSIONES
Piglia alrededor de tensión existente entre memoria, desarticulación, exilio, utopía, traición
y complot, construye su representación estética. Esa tensión sin embargo, no aparece
tematizada como tal en Respiración artificial, no hay elementos explícitos sobre la
desarticulación generada por la dictadura, o la necesidad de construir una memoria que
oriente, y mucho menos cómo funcionan las maquinaciones del poder, y cómo derrotarlas a
través de la utopía y la revolución. La novela muestra entre líneas las maquinaciones del
poder y con ellas la experiencia del horror y la represión clandestina, así como la forma en
que el poder se ha legitimado a través de fuerzas ficticias.
“La experiencia del horror puro de la represión clandestina” dice Piglia, “una experiencia
que a menudo parece estar más allá de las palabras, quizá define nuestro uso del lenguaje y
nuestra relación con la memoria y por lo tanto nuestra relación con el futuro y el sentido”
(Piglia, Tres propuestas para el próximo milenio (y cinco dificultades) 31). En medio de la
experiencia vivida en medio de la dictadura, el escritor argentino construye una
representación estética, una novela que a través de la memoria resalta la multiplicidad de
relatos y hace que el pasado se convierta en una presencia viva en el presente (Sánchez 22).
En Respiración artificial la memoria se apoya en la historia, pero no reconstruye los hechos
como datos fijos, sino que por medio de huellas y rastros del pasado, dota de sentido el
presente de inhumanidad. Piglia en oposición a la ficción estatal, escribe una novela
fragmentada que reconstruye la trama perdida, la historia de las derrotas en la cual es
posible ver los rastros y huellas que han dejado los procesos históricos, las relaciones de
poder y las formas de violencia en la Argentina. Las marcas en el lenguaje y el cuerpo de
las víctimas, se presentan entre líneas para articular el pasado con la pesadilla del presente y
reconstruir el sentido de la experiencia del horror y la represión.
120
Con esto se cumple lo dicho por el mismo Piglia, para quien la literatura construye la
historia de un mundo perdido y sin sentido, por tanto construye la verdadera historia, esa
que ha sido omitida por la dominación y el poder político. Frente al relato estatal que
establece una historia oficial, única y totalizante con el objetivo de producir efectos
concretos en la realidad, está la literatura como su negación y contraposición, por tanto
como la contrarrealidad instaurada. “Si la política es el arte de lo posible, el arte del punto
final, entonces la literatura es su antítesis. Nada de pactos, ni transacciones, la única verdad
no es la realidad. Frente a la lengua vigilante de la real-politik” (Piglia, Crítica y Ficción
123), la voz de los marginados, la memoria de las víctimas y la historia de las derrotas,
como parte de la necesidad ética y política de resistir para articular narrativamente el
pasado oprimido con el presente de inhumanidad, sin disociar lo narrativo de la verdad de
los hechos, ni lo político de lo simbólico (Gómez Muller 13).
Al borde de los géneros, pero también de la historia, la verdad y la ficción, la novela
concede un espacio posible para la construcción de la memoria en medio de la dictadura.
Construye entre líneas una memoria que vincula a la sociedad más allá de las víctimas y
que trasciende con el paso del tiempo, a través de huellas e imágenes del pasado, no como
una verdad detallada sino como horizonte político y centro de lucha frente a la ficción del
Estado. Desde la marginalidad, desde el borde de las tradiciones centrales, Piglia hace una
representación estética que busca la verdad en la voz de los marginados, el reconocimiento
del pasado oprimido capaz de “provocar el verdadero estado de excepción” de Benjamin, la
verdadera utopía del porvenir.
Así la construcción de la memoria se transmite en la novela desde una narración
fragmentada que más allá de ser un reflejo de la realidad, está constituida por generalidades
e interpretaciones por parte de los personajes, en las que la iniciación y el aprendizaje -
como el caso de Renzi-, son más importante que el rigor histórico con que se presenta
(Aguilar Fernández 6). El pasado de la Argentina cobra sentido en su articulación con el
presente, pero a la vez la interpretación del pasado y el presente son parte de un proceso
subjetivo que se construye a partir del dialogo, la reproducción de discursos y la
comunicación –epistolar- de los personajes.
121
Finalmente, la estructura abierta y fragmentada de Respiración artificial es parte de una
resistencia, una oposición y una lucha al presente de inhumanidad. Articula las huellas del
pasado con el presente como forma de resistencia a las maquinaciones del poder, ahí donde
el poder es más insidioso: en el lenguaje y en la construcción de sentido.
122
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