parte tres tu vida prÓspera dÍa a dÍa cÓmo...
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Parte tres
TU VIDA PRÓSPERA DÍA A DÍA
CÓMO CONVERTIRSE EN UN MADRUGADOR
Cuando entré en las oficinas de Londres del cliente más grande que asesoro a las 7:25 h de la
mañana ese primer día, pensé que el lugar iba a estar desierto. Me sorprendí cuando vi que las
luces ya estaban encendidas y cuando llegué a mi oficina provisional, vi que Ben, Nick, Gary y
Woody ya estaban trabajando.
“¡Buenos días!”, dije, sintiendo como si me hubiera encontrado con integrantes nuevos de mi
fraternidad secreta. “¡Qué temprano llegaron chicos!”.
“Al que madruga Dios le ayuda”, dijo Nick.
Me dirigí a mi oficina con una sonrisa. Estos cuatro madrugadores eran la mitad de mi equipo
creativo. El hecho de que hubieran llegado más de 90 minutos antes de las 9 h me impresionó. Su
buen humor me impresionó aún más.
“Hubiera grabado en las cortinas de tu cama y en las paredes de tu recámara: “Si no madrugas no
podrás progresar en nada”.
─William Pitt
“Voy a poder lograr algo aquí”, pensé.
Ya sabemos lo que dicen los estudios: las personas que madrugan son más felices, más saludables
y más productivas en sus trabajos. Se mantienen en forma, ganan más dinero y dicen estar más
satisfechas con sus vidas.
Muchas de las personas con las que he hablado dicen que les parece sensato este razonamiento
de que madrugar es algo bueno. Sin embargo, no pueden reunir ni la energía física ni la emocional
para realmente hacerlo.
Me dicen que son gente “nocturna”, que tienen más energía a la medianoche que a las 9 de la
mañana. De hecho, dicen que se irían a dormir a la madrugada y se levantarían al mediodía si sus
trabajos/esposas lo permitieran.
Existen pruebas científicas que sugieren que esto podría ser verdad. Se ha investigado mucho
acerca de los patrones de sueño en los últimos años, y es evidente que para muchas personas
(más o menos el 15%, según lo que leí), es más normal “acostarse tarde y levantarse tarde”.
Pero que te cueste más levantarte temprano no quiere decir que no deberías intentarlo. Los
beneficios son muchos y muy buenos como para pasarlos por alto:
Lograrás realizar más trabajo.
Lograrás cumplir con más tareas importantes.
Harás que tu carrera progrese más rápido.
Te respetarán más en tu trabajo.
Ganarás más dinero.
Tendrás más tiempo para ejercitarte.
Mejorarás tu salud.
Serás más feliz.
Si quieres convertirte en un madrugador pero te cuesta convencer a tu cuerpo de que coopere,
sigue el siguiente plan que consta doce pasos:
Paso 1: Deja de culparte a ti mismo. Es posible que no sea una falta de fuerza de voluntad lo que
te lleva a querer dormir hasta el mediodía. Es posible que sea una combinación de genes, azúcar
en sangre, hormonas… y malos hábitos. Pero, dejando de lado tus genes, todas esas son cosas que
puedes controlar.
Paso 2: Toma melatonina, no químicos por la noche. Para levantarte temprano, tienes que irte a
dormir temprano. Si te cuesta dormirte, prueba tomar un suplemento de melatonina en vez de
pastillas para dormir. Mi médico personal, el Dr. Al Sears, llama a esta hormona que el organismo
produce en respuesta a la oscuridad, “regulador del sueño de la naturaleza”.
Paso 3: Dormí en la oscuridad. Cuanto más oscuro esté, más melatonina liberará de manera
natural tu cuerpo. En consecuencia, tratá de que tu cuarto esté lo más oscuro posible. Coloca
cortinas blackouts y ábrelas en cuanto apagues el despertador.
Paso 4: Respira mucho aire puro. El aire puro es bueno para dormir y para levantarte. Si duermes
con las ventanas cerradas, sal fuera y respira aire fresco apenas te levantes a la mañana.
Paso 5: No comas antes de ir a dormir. Deberías cenar o comer tu último aperitivo tres horas
antes de irte a dormir. Dormirás y te sentirás mucho mejor a la mañana.
Paso 6: No programes el despertador en función dormitar. Según el Centro de Trastornos del
Sueño del Hospital de Niños de Filadelfia, cuesta menos levantarse cuando el despertador suena
por primera vez que levantarse, volverse a dormir nuevamente y luego despertarse otra vez.
Paso 7: Coloca flores en tu cuarto. Investigadores de Harvard han informado que “las personas
que no son mañaneras” dicen haberse sentido más felices y más energéticas cuando había flores
frescas en sus cuartos.
Paso 8: Pinta tus paredes de colores vivos. Algunos estudios han indicado que los colores vivos
activan las células de la energía. Por ende, pinta las paredes de tu cuarto de algún color vivo y
alegre que te despierte.
Paso 9: Haz estiramientos. 15 minutos de estiramientos al sol te ayudarán a deshacerte de
cualquier contractura que puedas haber desarrollado durante la noche. La estiración de las clases
de yoga, en especial, te harán sentir muy bien.
Paso 10: Haz ejercicio. Además de estirar, haz ejercicio. En mi caso, después de estirar alterno
entre ejercicios calisténicos (flexiones de brazos, sentadillas y otros ejercicios hindúes) y una rutina
PACE, una rutina de aceleración cardiopulmonar progresiva, en general corro o subo escaleras.
Paso 11: Empezar el día con una sonrisa. Antes de lavarte la cara, sonríe 25 veces. Párate frente al
espejo y sonríe de la forma más alegre que puedas… 25 veces. El acto físico de sonreír produce
endorfinas que te dan energía y empuje.
Paso 12: Levántate un minuto antes cada día: No fue sino hasta que llegué a los 30 que me di
cuenta del valor de levantarse temprano. Me estaba ganando el pan como dicen, estaba
dominando el arte de ganar dinero. Aun así, levantarme todos los días a las 8:30 no me dejaba
tiempo para lograr otras metas. Entonces, empecé a poner el despertador un minuto más
temprano cada día.
Pronto me empecé a levantar a las 8 de la mañana… luego a las 7:30…luego a las 6:30…y, al final,
llegué a un punto en mi carrera en el cual comencé a levantarme a las 5:30. (Hoy en día, me
levanto un poco más tarde, en general, a las 6 o 6:30 de la mañana).
Levantarse temprano me ha dado el tiempo para escribir ficción, estudiar español, estar en forma
y pasar más tiempo con mi familia y muchas otras cosas más. Quién sabe la cantidad de cosas que
puedes lograr volviéndote un madrugador.
UNA RUTINA PARA REALIZAR POR LA MAÑANA TEMPRANO QUE CAMBIARÁ TU VIDA
En lo que hace a la productividad personal, todos tenemos la posibilidad de tener buenos y malos
días.
Los buenos días son aquellos que te dejan una buena sensación, ya que has cumplido con la
mayoría de tus tareas. Los malos días son aquellos que te dejan una mala sensación, ya que no has
podido avanzar en tus metas más importantes.
Si quieres tener una vida mejor, tienes que llenarla de buenos días, y la mejor forma de hacer eso
es organizando tu día según tus prioridades personales, haciendo las cosas más importantes
primero.
Es fácil lograr eso. Aun así, la mayoría de las personas no lo logran. El ocho por ciento de las
personas que conozco, y estoy incluyendo a todas las personas inteligentes y trabajadoras con las
que trabajo, hacen exactamente lo contrario.
Estas personas organizan sus días en base a urgencias y emergencias. Se ocupan de temas de
último momento sobre los que deberían haberse ocupado antes o realizan tareas que ayudan a
que otras personas alcancen sus metas dejando de lado las propias.
Primero lo primero. Es una disciplina simple, pero su fuerza transformadora es inmensa. Puede
cambiar tu vida de un día para el otro literalmente hablando.
De hecho, esta disciplina cambió mi vida varias veces.
He usado esta técnica extraordinaria para escribir docenas de libros, producir un disco y escribir y
dirigir un largometraje. La usé otra vez el año pasado para escribir 350 poemas, uno por día, desde
el 15 de enero y la estoy usando este año para lograr publicar ese libro de poemas y escribir otros
seis libros (cinco libros sobre negocios bajo el seudónimo Michael Masterson y una novela con mi
pie de autor personal).
Es la mejor técnica que conozco para cambiar y la forma más fácil y rápida de que tu vida dé un
vuelco si no estás feliz con ella.
Primero lo primero. ¿Eso es lo que haces?
A continuación te detallo lo que yo hago:
Me levanto temprano, como máximo a las 6:30 de la mañana.
Me voy a trabajar temprano, nunca después de las 7:30 de la mañana.
Paso la primera hora realizando una tarea que me permite avanzar con mi meta más importante.
Si estoy trabajando bien, paso la siguiente hora haciendo lo mismo. De lo contrario, empiezo con otra tarea que me permita avanzar con mi segunda meta más importante.
Paso la tercera hora en orden de prioridad.
Solo después de cuatro horas de hacer el trabajo más importante me permito empezar con el trabajo menos importante y las urgencias de otras personas.
Para el momento que la mayoría de las personas empieza a aparecer en la oficina, entre las 8:30 y
las 9:00, yo ya he trabajado por lo menos una hora y, a veces, dos para alcanzar mis metas más
importantes. Metas que corresponden a mis valores principales. Metas que harán que mi vida
mejore enormemente.
¡Así se empieza un muy buen día!
Hago esto cinco días a la semana y los fines de semana, dedico por lo menos dos horas más cada
día a mi prioridad principal. En un año, esto alcanza un promedio de 600 horas. Puede que no
suene mucho, pero lo es.
Seiscientas horas son quince semanas de 40 horas de trabajo. ¡Son casi cuatro meses de trabajo!
Piénsalo.
A continuación, detallo lo que he logrado hasta ahora en 600 horas:
Aprendí a hablar otro idioma con nivel medio.
Me he convertido en un bailarín de salón bastante habilidoso, con un buen dominio del swing, del foxtrot, de la salsa y del disco.
Logré convertirme en cinturón azul de jiujitsu brasilero y cinturón negro o marrón en muchas otras artes marciales.
Desarrollé una buena voz para cantar y me siento cómodo cantando en fiestas.
Escribí cinco libros de 60.000 palabras sobre un tema que ya conoces.
Escribí y edité dos novelas y 350 poemas.
Escribí, dirigí y edité una película de 30 minutos.
Comencé, paralelamente, una empresa de millones de dólares.
¿Algo de esto te ha sonado interesante?
Nada debería sorprenderte. Todo esto es buen sentido común.
Pero una cosa es reconocer una buena técnica y otra aprender a usarla. La mayoría de las
personas que lean esto van a pensar por adentro: “Debería hacer eso. Debería levantarme
temprano y dedicar tiempo a cumplir mi sueño”. Lo pensarán, pero no lo harán. Es posible que
comiencen a llegar más temprano a la oficina, pero cuando lo hagan, probablemente encenderán
sus ordenadores y leerán sus emails.
Puedes cambiar tu vida si te permites experimentar la ventaja natural e imbatible de hacer tu
trabajo más importante cuando tu cuerpo está fresco y fuerte.
Levántate temprano. Andá a trabajar temprano. Haz las cosas importantes pero sin urgencia
primero.
¡TU DÍA PERFECTO! CÓMO DISTRIBUIR TUS HORAS PARA LOGRAR LA MAYOR PRODUCTIVIDAD
Todos tenemos el mismo número de horas cada día para cumplir con nuestras metas. Nadie, ni los
ricos ni los famosos, tienen más de 24 horas.
La manera en que usamos esas horas determina nuestro éxito.
En este momento, me gustaría hablar sobre las dos preguntas más comunes acerca de cómo
distribuir el tiempo para lograr la mayor productividad:
¿Cuántas horas, en total, debería trabajar?
¿Qué tipo de actividades debería realizar en esas horas?
Estoy interesado, en especial, en el número de horas que se deberían dedicar a planear y a
preparar y las horas que se deberían dedicar a actuar.
Nunca me gustó pasar mucho tiempo preparándome para hacer un trabajo. Me gusta empezar de
manera inmediata. No me gusta sentarme a investigar la tarea y a evaluar problemas potenciales
para luego encontrar la mejor forma de abordarla.
Más aún cuando estoy inspirado. Impulsado por alguna visión de lo que podría ser, me siento
obligado como un maníaco a hacer realidad esa visión de la forma más rápida posible. La gente
que trabaja conmigo algunas veces se estresa a causa de mi entusiasmo por avanzar.
Creo que mi impulso a actuar ha sido una causa importante de mi éxito como empresario. Sin
embargo, al comienzo de mi carrera, mi negación a planificar y preparar fue una gran pérdida de
mi tiempo y del de los que trabajaban conmigo.
No te puedo contar la cantidad de proyectos de construcción y planes de comercialización que he
tirado a la basura y he comenzado de nuevo.
A medida que el tiempo pasaba, comencé, a regañadientes, a aceptar la necesidad de prepararme.
Todavía tengo la necesidad de avanzar con un proyecto de manera inmediata, pero me he
entrenado para tomarme el tiempo para evaluar la situación y planificar.
El equilibrio entre la planificación, la preparación y la acción que encontré se vio reflejado de
manera perfecta en el título de un libro sobre la capacidad empresarial que publiqué en 2008:
Ready, Fire, Aim.
La idea, en pocas palabras, es la siguiente:
Actuar es lo más importante. Las carreras y los proyectos fracasan mucho más rápido por la reticencia a actuar que por actuar demasiado pronto.
Aun así, planear y prepararse un poco es útil.
Hazlo más o menos lo mejor que puedas y luego empieza. Puedes trabajar en los inconvenientes después.
Por ende, Ready Fire, Aim (Me preparo, disparo y apunto).
Esa es una buena guía general para saber cómo organizar tu tiempo. Aun así, no te dice cuánto
tiempo deberías destinar a prepararte.
Hace unos meses, le pregunté a más de una docena de empresarios exitosos cómo preparaban y
planeaban lo que hacían cada día. También sentía curiosidad de saber cuántas horas trabajaban.
A continuación, los resultados de mi pequeña encuesta:
El setenta y seis por ciento dijo que trabajaba más de ocho horas al día. El rango era amplio, entre
4 y 12 horas. Sin embargo, el promedio era 9,3.
La mayoría consideró que la “planificación” era una parte vital de su día. De hecho, como grupo,
pasaban, en promedio, una hora haciendo sólo eso. Sin embargo, todos ellos dijeron sentir que
“actuar” era la parte más importante.
Casi todos dijeron que su día laboral comenzaba temprano, antes de las 9 de la mañana, y cerca de
la mitad dijo que empezaba a las 8 de la mañana o antes.
Muchos comenzaban a trabajar antes de llegar a la oficina leyendo correos electrónicos o
recaudando información de los diarios o de publicaciones por Internet.
No muchos, más o menos un 20 %, dijo llevarse trabajo a la casa a la noche, pero la mayoría
trabaja por lo menos algunas horas los fines de semana.
Muchos se esforzaron en decir que “su familia era su prioridad después del trabajo” y que
“pasaban tiempo con sus hijos durante la comida o a la hora de ir a dormir”. No pude evitar
sospechar de estas respuestas. Nunca les pregunté si tenían abandonada a su familia, pero parecía
que querían asegurarme que no lo hacían. Tal vez se sentían un poco culpables.
Me pareció que sería interesante comparar los resultados de mi encuesta con mis costumbres, así
también como con los hábitos de trabajo de Ben Franklin (la fuente de inspiración de Early to Rise)
y de Donald Trump, el empresario más conocido de los Estados Unidos.
En mi caso, un día típico se desarrolla de la siguiente forma:
Parte uno: A la mañana temprano
6:30 Levantarme, sonreír, pensar en positivo. Vestirme. Correr, caminar, estirar y meditar
en la playa.
La primera cosa que hago a la mañana es correr, estirar y meditar. Es lo mejor que puedo
hacer (además de alimentarme bien) para asegurarme una vida larga y feliz.
7:00 Bañarme. Vestirme. Tomar un desayuno rico en proteínas mientras leo el diario.
7:30 En la oficina de casa, paso unos minutos escribiendo en mi diario. Leo poesía, libros
sobre filosofía, entre otras cosas, para encontrar buenas ideas.
8:00 Escribo/edito poesía o ficción.
9:00 Escribo/edito algún libro que no es de ficción.
Escribo un ensayo para Early to Rise.
Dedico entre tres y cuatro horas a escribir, lo cual es una de mis prioridades más
importantes. Más o menos la mitad del tiempo que paso escribiendo la dedico a la literatura
creativa. Esto refleja un equilibrio que se corresponde con mis metas actuales.
Parte dos: Al mediodía
11:00 Voy a la oficina y me tomo un batido de proteínas mientras reviso mi agenda del día.
11:15 Me ocupo de algún asunto importante.
11:45 Me reúno con mi asistente y le doy tareas.
12:00 Voy a jiujitsu en el centro que se encuentra al lado. Me baño y me cambio.
El jiujitsu es un pasatiempo para mí. Me fortalece, expande mi mente, me equilibra y
me tonifica.
1:00 Almuerzo algo sano.
1:30 Me ocupo de los negocios (¡Acción!), mediante reuniones o llamadas telefónicas.
Siempre tengo mis reuniones después de ejercitarme al mediodía. (He acostumbrado a la
gente que trabaja conmigo para que no me interrumpan en la mañana). Más o menos a la
1:30, mi día cambia de manera drástica, de una agenda dedicada a mis objetivos principales a
una dedicada a las necesidades de los demás. La mayoría de las reuniones programadas para
la tarde, por ejemplo, son para complacer los deseos de otros. Pueden verme todos los días,
pero solo después de que me haya ocupado de mis prioridades principales.
4:00 Dos reuniones de 15 minutos.
4:30 Devuelvo llamadas telefónicas.
Devuelvo llamadas durante las últimas horas de la tarde. No son una prioridad para mí. Así
de simple.
5:00 Termino con mis tareas más importantes. Escribo dos informes para el ETR y un blog.
Por la tarde, si tengo media hora libre la dedico a alguna tarea importante pero sin
urgencia… como escribir cosas que no tienen una fecha límite.
Reviso y respondo correos electrónicos.
5:30 Mi penúltima tarea del día es revisar y responder correos electrónicos. Antes lo hacía
dos veces al día. Ahora, solo una vez.
6:00 Termino todas mis tareas que tienen mucha prioridad y planifico el día siguiente. Esta
es la última tarea de mi día laboral.
Parte tres: En las últimas horas de la tarde
6:30 Hago ejercicio o me relajo.
Como me siento bien por haber cumplido con la mayoría de mis prioridades, generalmente
me recompenso con un batido rico en proteínas o me voy a un negocio de cigarrillos a dos
manzanas de la oficina en donde escribo un poco más mientras me tomo un café expresso y
me fumo un puro nicaragüense.
Parte cuatro: A la noche
7:30 Vuelvo a casa y disfruto de una copa de vino mientras hago un crucigrama en el
porche.
8:00 Comida y conversación con mi esposa.
9:00 Algún entretenimiento que no requiera pensar.
10:00 Lectura en la cama.
11:30 Apago las luces.
Si sumo todo tenemos el siguiente desglose de 24 horas:
7 horas de sueño
4 horas de planificación, preparación y lectura.
8 horas de acción
5 horas de relajación, recreación y sociabilización.
¿Qué tiene de similar esta agenda a la de Ben Franklin?
Así la describió él en su autobiografía:
4:00 Se levanta, se baña y toma el desayuno.
5:00 (No dice).
8:00 Trabaja.
12:00 Lee mientras almuerza.
2:00 Trabaja.
6:00 Piensa en las cosas buenas que ha hecho durante el día.
6:30 Se relaja y realiza alguna actividad recreativa.
9:00 Se va a dormir.
Dado que Ben dejó tres horas de la mañana sin especificar qué hace, es difícil estimar sus bloques
horarios con precisión. Pero si suponemos que esas horas se dividieron en partes iguales entre
ocio (era partidario de él), lectura y trabajo, su desglose de 24 horas luciría así:
7 horas de sueño.
3,5 horas de planificación, preparación y lectura.
9 horas de acción.
3,5 horas de relajación y recreación.
Es notablemente parecida a mi agenda, lo cual me pone feliz porque soy fanático de Ben.
¿Qué hay de Donald Trump?
También se levanta temprano, en general a las 5:30. Pasa varias horas leyendo los diarios. (Lee
media docena de diarios a la vez). Llega a la oficina a las 8:30 y trabaja hasta la hora de la comida
y, si no tiene planes para la comida, hasta más o menos las 10 de la noche. Se va a dormir, en
general, entre las 11:00 y las 11:30.
Su día laboral consiste en reuniones y llamadas telefónicas sin parar. Al estar en el negocio del
desarrollo y la construcción, podemos suponer que un tercio de ese tiempo lo pasa planeando y
preparando.
Entonces, aproximadamente, sus 24 horas podrían desglosarse de la siguiente forma:
6,5 horas de sueño.
5,5 horas de planificación, preparación y lectura.
9,5 horas de acción.
2,5 horas de relajación y recreación.
Interesante, ¿no?
Ahora, haz lo siguiente. Mira tu agenda de ayer y fíjate de qué forma se asemeja a tu día laboral.
Recuerda, estas son horas típicas para empresarios. Si eres médico o lavaplatos, es probable que
tengas una agenda diferente.
Aun así, supongo que, a pesar de lo que queríamos creer cuando compramos y disfrutamos del
libro de Timothy Ferriss The 4-hour Workweek (La semana laboral de 4 horas), son necesarias tres
o cuatro horas de preparación cada día y entre ocho y nueve horas de acción para ser exitosos en
la vida.
Para maximizar tu productividad, inténtalo por algunas semanas y observa cómo te resulta. Dado
que la forma en la que comienzas tu día tiene un efecto importante en tu productividad durante la
tarde y la noche, sigue las siguientes cuatro reglas fáciles:
1. Desayuna algo rico en proteínas para que no te quedes sin energías a mitad de mañana. Yo, por ejemplo, como dos huevos sobre una tostada rica en fibras, varios vasos de agua y una taza de café.
2. Haz algo de ejercicio físico para despertar a tu cuerpo. Yo corro y camino y, luego, estiro 15 minutos (en general con ejercicios de yoga).
3. Haz que tu primera tarea del día sea algo significativo. Por significativo me refiero a alguna tarea importante pero sin urgencia que te va a hacer avanzar hacia una meta desafiante a largo plazo que cambiará tu vida. Para mí, en este momento, eso involucra escribir poesía o ficción. Para ti, podría ser algo en relación con ganar dinero o progresar en tu profesión.
4. Haz algo que estimule tu mente. A mí me gusta leer poesía o filosofía. Sé que suena pretencioso, pero a mí me funciona.
El punto es hacer lo que mejor te ayuda a mantener la mente en tus metas principales.
TRES PASOS PARA ALCANZAR EL ÉXITO: PENSAR, ACTUAR Y DIVIDIR EL DÍA
Cumplir con nuestras metas se reduce, básicamente, a cómo dividimos nuestro tiempo. Lo que
hacemos y lo que no llegamos a hacer.
Ponerte metas es fácil. Establecer prioridades también es bastante fácil. La parte difícil es
cumplirlas. Afortunadamente, existen algunos pasos fáciles que te pueden servir de guía durante
el proceso.
1. Debés reconocer que tener buenas intenciones no es suficiente. Escribir una lista de metas anuales o para el año siguiente podría hacerte sentir bien. Incluso podría hacerte sentir que estás en camino, sin embargo, no puedes decir que estás progresando hacia el cumplimiento de nada hasta que no empieces a poner en práctica tu plan maestro.
2. No pases mucho tiempo pensando sobre tu futuro éxito. Imaginar lo que quieres de tu vida —una casa grande, coches lujosos, un yate— podría darte placer. Aun así, a pesar de lo que digan los gurúes de la filosofía “pensar y hacerse rico”, no te va a hacer exitoso. Tienes que pasar la mayor parte de tu tiempo actuando, no soñando acerca de los juguetes que tendrás “algún día”.
La mayoría de las personas que conozco que más cosas han logrado, y en ese grupo incluyo a
algún instructor que defiende la filosofía de “pensar y hacerse rico”, no desperdician su tiempo
pensando acerca del éxito. Piensan sobre cómo hacer una tarea determinada o resolver un
problema específico. Saben que la riqueza y el éxito vendrán si tienen un buen plan y lo siguen.
3. Divide tu día atareado. Una vez que comiences a implementar tu plan maestro, te darás cuenta de que vas a querer trabajar por horas y horas sin parar. Como vas a empezar a progresar hacia tus metas, te vas a sentir más enérgico gracias al trabajo mismo. (Si ésta
no ha sido tu experiencia con el trabajo antes, ¡prepárate para empezar a disfrutar tus días mucho más!).
La motivación extra será muy útil para lograr realizar mucho trabajo. Estarás trabajando más
intensamente, de manera más inteligente y simplemente en más cantidad y más duro que nunca.
Pero, dado que estarás trabajando más y con más intensidad, vas a necesitar forzarte a tomar
descansos de entre tres y cinco minutos para reducir el estrés, recargar las baterías y asegurarte
de que tu cuerpo no permanezca en la misma posición mucho tiempo.
No es fácil tomarse descansos una vez que agarraste ritmo. De hecho, te sorprenderá lo difícil que
puede ser. La mayoría de las personas de negocios que conozco pueden pasar entre cuatro y seis
horas sentados frente al ordenador o en el teléfono. Esto es prueba del poder motivador de tener
un plan maestro, pero pone mucha presión sobre tu cuerpo y tu cerebro.
Para asegurarte de que te tomes los descansos que necesitas, te recomiendo algo simple: un
cronómetro antiguo. Gene Schwartz, el redactor publicitario legendario que fue clave para el éxito
de Boardroom Reports y Rodale Publishing, nunca se sentó a trabajar sin programar un
cronómetro por 33 minutos. Cuando la alarma sonaba, se iba de la computadora y hacía algo
distinto por cinco minutos. Él decía que dicho hábito lo hacía más productivo y que era una parte
importante del proceso que lo llevó al éxito.
Cuando escribo, programo mi cronómetro según las metas de escritura que me he impuesto. Dado
que actualmente estoy trabajando en muchos proyectos de escritura a la misma vez, mi tarea
diaria, en general, es lograr escribir entre 300 y 1200 palabras. Por ende, puedo hacer 300
palabras en media hora, 600 palabras en una hora y un artículo entero de 1200 palabras para ETR
en dos horas.
Como has podido observar de mi rutina diaria típica, así es como divido mi tiempo —en segmentos
de media hora o de una hora con algunos ocasionales de dos horas. Entre los segmentos,
generalmente me estiro hacia adelante y hacia atrás en una barra de Pilates que tengo afuera de
mi oficina. Algunas veces, salgo y simplemente tomo aire fresco.
Como mis tardes consisten en reuniones y llamadas telefónicas que tienen cortes naturales, no
necesito un cronómetro.
Pero como Gene Schwartz, he descubierto que mis pequeños recreos son muy renovadores.
Algunas veces, si no he dormido bien y tuve un entrenamiento intenso al mediodía, me siento muy
cansado a media tarde. Cuando me siento así, me acuesto y duermo una siesta de 15 minutos. Lo
hago en cualquier lugar y circunstancia. No me da vergüenza. Creo que la gente que no lo entiende
debería avergonzarse, no yo.
Una vez me pasó que estaba con jet lag en Londres, me acosté en el suelo debajo de la sala de
conferencias antes de una reunión de directorio. 15 minutos antes de que la reunión empezara,
NR, que era miembro del directorio y un multimillonario alemán del mundo editorial, entró.
Nuestros ojos se encontraron, pensé que me diría algo. En vez de eso, se sacó los zapatos y se
acostó al lado mío y ambos disfrutamos de una siesta renovadora.
He equipado tanto la oficina de casa como la oficina principal de ETR con cubículos eficientes y
sillas cómodas. Además, cuento con almohadas en caso de que necesite una siesta.
Todos estos recreos, estas siestas y estos premios hacen que mi día sea más placentero. No
importa cuánto trabajo tenga en mi agenda, nunca me alejo más de dos horas de estas
experiencias placenteras.
Si te das cuenta de que tu día laboral es un trayecto largo a través de un camino aburrido, trata de
dividirlo como lo hago yo y ver si no te hace más feliz y productivo.
CÓMO TENER ÉXITO EN TODO
A medida que pongas en práctica el plan maestro que estás aprendiendo en este libro, te darás
cuenta de que puedes lograr más cosas que nunca. Mucho más.
La gente se dará cuenta de todo lo que estás logrando. Como resultado, muchas personas te
pedirán ayuda o consejos o, simplemente, que les des más trabajo porque te has convertido en la
persona a quien recurren todos en tu empresa.
Todo esto está bien y es bueno. Te da más poder, opciones y oportunidades para avanzar en tu
profesión. Sin embargo, salvo que tengas un sistema para administrar todo ese trabajo extra,
pronto te verás agobiado, y si es así, la película feliz que te has estado haciendo de ti mismo en tu
cabeza se volverá en una película de terror. La gente estará decepcionada contigo. Antes de que te
des cuenta, estarán planeando como deshacerse de ti.
No quieres que eso ocurra. Quieres manejar cuánto trabajo realizas y llevar registro de ese
trabajo, así también como del trabajo que les delegas a otras personas. Ten en cuenta que cuanto
más alto escales en tu empresa, más trabajo delegas.
Cuanto más ocupado estés, mejor vas a querer ser. En particular, vas a querer lo siguiente:
Estar preparado para todas las reuniones a las que vayas.
Llegar con todas tus fechas límite.
Responder a todas las preguntas que aceptaste responder.
Por naturaleza, no me interesan los detalles. Siempre me jacté de ser una persona que ve el
“panorama general”. Soy muy bueno en darme cuenta cuáles son las posibles causas de los
problemas y en encontrar soluciones. Puedo lograr que estas soluciones se implementen pero no
me gusta estar pendiente de eso.
También soy, por naturaleza, una persona sociable. Si alguien me pide que haga algo, me gusta
obedecer. Pero me he dado cuenta de que mi tendencia natural a complacer me lleva a tomar más
de lo que debería, y eso, en el pasado, me ha llevado muchas veces a olvidarme cosas y a pasarme
fechas límite, lo cual me provocó frustración y decepción.
Años atrás, me di cuenta de que si quería dirigir una empresa y liderar a gente independiente,
tenía que mejorar en el seguimiento de lo que estaban haciendo. No podía darme el lujo tonto de
excusarme por insuficiencias en esta área diciendo que era una persona que ve el panorama
general. Tuve que adoptar técnicas y aprender habilidades que me permitieran llevar el control de
los detalles críticos de mi empresa.
Dado que no era organizado por naturaleza, no se me ocurrió ningún sistema. El sistema
organizativo que empecé a seguir entonces, y que continúo aplicando, está compuesto de muchas
cosas que he aprendido de varios antiguos mentores.
Ya he descripto mi programa de imposición de metas y tareas en capítulos anteriores de este libro.
Está basado en establecer metas anuales, objetivos mensuales y semanales y listas de tareas
diarias y luego organizar esa lista de tareas en orden de prioridad. La mejor parte del progreso de
mi productividad personal resultó de usar este programa, y puedo decir con honestidad que ha
revolucionado mi vida.
Lo que el programa no hace es darme una forma para hacer un seguimiento de muchos detalles de
los que necesito estar atento para implementar esas tareas con efectividad. Vuelve a la sección
dos en la parte dos sobre cómo usar las listas de tareas diarias para alcanzar tus metas y verás a
qué me refiero.
Para estar atento a los detalles, uso un sistema manual simple que consiste de dos carpetas de
archivos. Funciona de la siguiente forma:
Registrar los detalles
Digamos que uno de mis objetivos para este año es publicar un libro sobre algún tema. Para hacer
lo que tengo que hacer personalmente para lograrlo (escribir el libro y aprobar el diseño final y la
publicidad), solo tengo que hacer que el libro sea una meta anual… incluir los objetivos mensuales
apropiados… y luego, en base a eso, armar las listas de tareas diarias y semanales.
Pero, ¿qué hay de todo el otro trabajo para publicar el libro ─el trabajo que no voy a hacer yo
mismo? ¿Y de encontrar a alguien que lo edite y a alguien que lo corrija? ¿Y de armar un equipo de
comercialización y asegurarse de que sigan sus planes? Todas estas actividades necesarias serán
coordinadas por mi editorial, y como no estaré durante esas charlas, pido que me hagan un
resumen de los detalles y que me lo envíen por correo electrónico.
Archivar los detalles para futuras referencias
Cuando recibo el resumen por correo electrónico, en general lo leo por arriba, para recordarme a
mí mismo de qué se trata. Luego, escribo algo arriba (como por ejemplo, “Ideas para la publicidad
del nuevo libro”) y lo archivo en una carpeta que guardo debajo de mi escritorio. La carpeta tiene
12 compartimentos, uno por cada mes del año. Pongo el documento en el mes correspondiente.
Si, por ejemplo, la primera reunión de comercialización para mi libro se llevará a cabo en abril,
pongo las anotaciones de la reunión en el compartimento correspondiente al mes de abril.
Cuando llega el mes de abril, saco esas anotaciones de la carpeta (junto con otros documentos
guardados en el compartimento de abril) y las pongo en otra carpeta. Esta tiene 31
compartimentos, uno por cada día del mes. Pongo las anotaciones de la reunión donde creo que
las necesitaré. Tal vez, el día de la reunión o un día o dos antes, para tener tiempo para revisarlas y
estar preparado.
Fuera de la capeta y en mi cerebro
Como dije, cada noche antes de irme de la oficina, hago una lista de las tareas para el día
siguiente. Para hacer eso, saco los documentos del día siguientes de la carpeta diaria (la que tiene
31 compartimentos) y miro cada documento para familiarizarme con el proyecto al que se refiere
cada uno.
Algunas veces, una revisión rápida es todo lo que necesito. Otras, tengo que dejar algo de tiempo
al día siguiente para estudiarlo. (Entre treinta minutos y una hora, en general, es más que
suficiente). Luego, cuando es hora de la reunión, estoy equipado no sólo con las notas originales a
mano sino también con nuevas ideas estimuladas por mi preparación.
Uso este sistema para estar atento a casi todo. Los proyectos que delego a otras personas, los
proyectos que llevo a cabo yo mismo e incluso correspondencia que intento responder más tarde.
Cuando encuentro artículos de mi interés (o que me han enviado), en general, los pongo en la
carpeta diaria y los saco para leer uno por vez.
Es un sistema muy simple, pero me ha sido de mucha ayuda. Además, me permite ver, de forma
muy sencilla, cuándo no puedo tomar más proyectos ¡ya que la carpeta anual está llena!
Estoy seguro de que existen muchos programas de ordenador que se parecen a lo que hago con
estas dos carpetas, pero aquellos que he probado hasta ahora me han resultado engorrosos y
requerían de tiempo. Prefiero hacerlo manualmente.
Dado que el plan maestro que te estoy ayudando a construir empieza a cambiar tu vida,
comenzarás a tomar más responsabilidades que antes. No confíes en tu memoria o en tu
inteligencia natural para controlar los detalles importantes. Usa este sistema de archivo simple.
CUATRO COSAS QUE PUEDES HACER PARA OBTENER MÁS TIEMPO PARA VOLVERTE EXITOSO
De todos los ensayos que he escrito acerca de la superación personal, los que generaron más
reacción, tanto positiva como negativa, fueron aquellos sobre ahorrar tiempo. No sé por qué. Uno
pensaría que los lectores de Early to Rise estarían felices de recibir consejos sobre cómo ser más
productivos ahorrando tiempo durante sus tareas rutinarias. Eso es lo que uno pensaría.
La peor discusión la tuve en febrero de 2005, cuando les sugerí a los lectores del ETR que podían
ahorrar tiempo pasando menos tiempo bañándose. Tengo amigos, les dije, que pasan media hora
debajo de la ducha todos los días. Es una locura, les dije. Dos minutos es suficiente tiempo para
mí, en general. Cinco como mucho.
Los lectores estaban indignados con esto. Me retaron por mi insensibilidad. Me acusaron de ser
arrogante, sexista y absolutamente sucio.
Mucha gente, aparentemente, está muy apegada a su ducha, pues que alguien simplemente les
sugiera que limiten el tiempo que pasan debajo del agua caliente los pone como locos.
Sin embargo, esta parte del libro no se refiere a eso. Se trata de lograr obtener más tiempo para ti
mismo. Por ende, voy a hacer una serie de sugerencias para ayudarte a encontrar el tiempo que
necesitas invertir en tu salud, tu riqueza y tu felicidad futuras… si quieres.
Hacer que tus duchas duren dos minutos
Sé lo mucho que te gusta pararte debajo de la ducha de agua caliente y empaparte. Sé cómo te
relaja. Pero pasar entre 15 y 30 minutos por día en la ducha (como lo hacen muchas personas)
implica un gasto de agua y de tiempo.
Ayuda al planeta. Mejora. Toma duchas más cortas.
Ahorrarás entre 79 y 170 horas al año si tomás duchas más cortas.
Comer en tu escritorio
Como dije antes, me gustaba tener almuerzos de negocios de horas. Luego, me hice más
inteligente y comencé a comer en mi escritorio. Como en un restaurante dos o tres veces al mes.
Eso es todo y siempre es algo social, nunca de negocios.
En vez de permitirles a los vendedores que te inviten un almuerzo elegante, dejalos que gasten su
dinero en ofrecerte precios mejores.
La realidad es que los almuerzos de negocios no te sirven para ahorrar tiempo, ¡gastan tu tiempo!
Y dinero. Come en tu escritorio.
Ahorrarás 250 horas al año si comes en tu escritorio.
Insistir en tener reuniones muy cortas
Creo que el 80 % de las reuniones de negocios de una hora que he tenido en toda mi vida podrían
haberse llevado a cabo en menos de 15 minutos. Además, el 50 % de los seminarios de varios días
a los que he concurrido podrían haberse llevado a cabo en un día o en medio día.
Las reuniones de negocios son como partidos de básquet. Los jugadores pasan la mayoría del
tiempo lanzando la pelota mientras que el tanteador sigue ajustado. Solo en los últimos 10
minutos se pone seria la cosa y se juega para ganar.
Si las planeas bien, puedes reducir el tiempo que gastas en ellas. Las reuniones bien planeadas
tienen las siguientes características:
Se enfocan en temas simples.
El tema se expresa de forma consistente antes de la reunión en un memorándum corto.
La reunión la preside alguien que impulsa ideas, reduce las digresiones y busca soluciones.
Asiste la gente indicada, nunca más de siete.
Ahorrarás 75 horas (supongamos, 100 reuniones al año), si tienes reuniones de no más de 15
minutos.
Responder correos electrónicos de manera eficiente
Responder correos electrónicos solo una vez al día, al final del día, te hará ahorrar muchas
molestias y mucho tiempo. ¿Por qué? Porque tres cuartos de los 100 correos que recibes por día
no te incumben a ti sino a otras personas. Es mejor para ellos y me ahorra tiempo a mí, si los dejo
resolver sus propios problemas.
Cuando sí respondo correos, mis respuestas son cortas y van al grano. Cuando tengo que resolver
algo difícil o tengo que decir algo negativo, no uso este medio porque crea confusión que trae
como resultado muchos más correos para brindar claridad. Los comentarios positivos se pueden
hacer de forma rápida, y si algo no puede decirse de forma rápida, lo hago en persona o por
teléfono.
De vez en cuando, tal vez dos veces al año, no sigo esta regla y empiezo el día con los correos
electrónicos. He notado que cuando hago eso, me lleva mucho más tiempo, ya que a la mañana
siento que tengo mucho tiempo y tiendo a escribir correos electrónicos más largos cuando podrían
ser cortos. De hecho, he medido el tiempo que me lleva hacerlo de cada forma. Cuando empiezo a
la mañana, me lleva 90 minutos terminar con 100 correos. Cuando espero al final del día, me lleva
entre 45 y 60 minutos.
Ahorrarás 185 horas (suponiendo que revisás tus emails 250 días al año), si lo haz durante solo 45
minutos.
El total es impresionante.
Haz la cuenta. Te acabo de mostrar cómo puedes ahorrar 589 horas al año, por lo menos. ¡Eso es
el equivalente a más de 14 semanas de 40 horas de trabajo!
Pensá en todas las cosas que podrías lograr con 589 horas extras al año. Luego, haz los cambios y
empezá.
CÓMO TENER UNA OFICINA PERFECTAMENTE ORGANIZADA
¿Qué dice tu oficina de ti? ¿Que eres formal y eficiente? ¿Desordenado, pero creativo? ¿O que
estás totalmente abrumado?
Cualesquiera que sean tus costumbres actuales ─descuidadas u ordenadas─ lograrás más cosas y
estarás menos estresado mientas trabajas si tu oficina está organizada de manera inteligente.
Todos los estudios ha comprobado esto.
He logrado una hora de productividad más al día si planifico y organizo mi trabajo. Una gran parte
de eso tiene que ver con la organización física de mi oficina.
A continuación, te presento 12 cosas que puedes hacer para que tu oficina funcione para ti.
1. Cuenta con diferentes tipos de iluminación, desde la sutil hasta una muy brillante
Vas a necesitar entre tres y cuatro fuentes de luces separadas. Recomiendo las luces fluorescentes
(indirectas o de techo) para iluminar el espacio cuando te sientas cansado o necesites despertarte.
Una segunda luz debería enfocar tu escritorio. Eso lo puedes hacer con una luz de techo. Una
lámpara, ya sea de escritorio o de pie, le dará un aire cálido y amigable a tu oficina cuando recibas
visitas y una luz natural, con cortinas, sería genial si puedes tenerla.
Si es posible, haz que tus luces sean regulables para poder controlar la cantidad de luz que
necesitas. También, haz que se puedan encender y apagar desde el mismo interruptor, si es
posible al lado de la puerta.
La iluminación de tu ambiente podría sonar como algo de poca importancia si no le prestas
atención, pero tiene un efecto directo sobre tu energía y estado de ánimo. Usa las mejores luces
que puedas comprar.
2. Haz que el espacio sea bueno para trabajar
Tu escritorio debería estar diseñados para ajustarse a tu estilo de trabajo. No escatimes en
esto. Date un buen espacio, pero no al punto de que te termines acumulando cosas que
no necesitas. Asegúrate de que las carpetas y el equipamiento que usas con regularidad
estén accesibles.
Pon el ordenador en una mesa auxiliar, no en el escritorio. De esa forma, cuando la gente
viene a verte, no se sentirán como si la mitad de la atención está puesta en ellos y la otra
en el ordenador.
3. Coloca todos tus libros de referencia e inspiración diaria de forma accesible,
preferentemente a un paso de distancia de tu silla.
No es necesario que gastes mucho. Puedes comprar bibliotecas para tu oficina en cualquier
tienda.
4. Invierte tiempo y dinero en encontrar y comprar una buena silla
Desde el punto de vista de la productividad personal, la silla de tu oficina es algo muy
importante. Es más importante que tu casa, incluso más importante que tu coche. Piénsalo, en
un día típico es posible que gastes entre 8 y 10 horas en la silla. Tu silla también es la primera
cosa que la gente ve cuando entra a la oficina. Por ende, asegúrate de que luzca bien.
Ajusta tu silla para que tu tronco esté alineado a 90 grados e inclina el ordenador para que la
primera línea del texto esté a cinco grados por debajo del nivel de tus ojos. (De esa forma, no
tienes que mover tu cabeza hacia arriba y hacia abajo para leer). Tu teclado debería estar
posicionado de tal forma que tus manos permanezcan planas. Pon una alfombra de plástico
duro en el suelo debajo de la silla para poder hacerla rodar fácilmente.
5. Coloca un cronómetro en tu escritorio
Ya te he contado sobre este truco. Usa un cronómetro para asegurarte de que nunca estés
sentado durante más de una hora. Cada vez que el cronómetro suene, levántate antes de
apagarlo, y una vez que estés parado, muévete. Haz algo físico durante cinco minutos. Estilra,
ponte en cuclillas o haz flexiones. Yo algunas veces camino por la oficina y hablo con mis
colegas.
6. Sé ordenado
Tal vez pienses que tener todo lo que puedas llegar a necesitar en una pila alrededor tuyo es
una ventaja, pero no lo es. Solo le muestra al mundo tu reticencia a controlar tu vida.
“Un lugar para todo y todo en su lugar”. Eso incluye lapiceros y porta gafas de leer de forma
separada y al alcance.
7. Usa dos bandejas y dos carpetas
La primera bandeja es una en la que la gente pone sus cosas y la segunda es para ti. Revisa la
primera bandeja cada mañana y elige algo importante que quieras hacer ese día. Transfiere el
trabajo a la segunda bandeja. Agarra el resto de las cosas en la primera bandeja y archivalas ya
sea en tu carpeta expandible mensual o en la diaria como mencioné antes.
Asegúrate de que la segunda bandeja (tu bandeja) esté vacía al terminar el día.
8. Reserva uno o dos cajones para guardar todo lo que puedas llegar a necesitar en caso de
“urgencia”
En uno de mis cajones coloco todas las herramientas que pueda llegar a necesitar en la oficina.
Pequeños destornilladores (incluso un destornillador de joyas que cabe justo en el tornillo de
la patilla de mis gafas para leer), WD-40, cinta adhesiva, etc.
En el otro cajón guardo mudas de ropa por las dudas (dos camisas limpias y dos corbatas) para
poder lucir bien si tengo una reunión importante no planeada.
Como ocurre, tengo el baño en mi oficina en donde tengo pasta de dientes, cepillo de dientes,
curitas, ibuprofeno, alcohol en gel, alicate, etc. Aun así, esto artículos pueden ir perfectamente
en tus cajones de “emergencia”.
9. Coloca un reloj en la pared que las personas que te visitan puedan ver
Mira el reloj al comienzo de cada reunión a medida que anuncias exactamente cuántos
minutos tienes para resolver el problema. (¡No uses el cronómetro para esto!).
10. Pon un bar
Ten botellas de whiskey, de vodka y de ron para aquellos momentos en los que las buenas
palabras no son suficientes. Un humidificador para cigarrillos es una opción para algunos, no
para mí. Si la bebida no es lo tuyo, coloca una bandeja con té chino. Yo tengo un bar a un lado
de la oficina y té chino al otro. Las dos cosas son muy útiles.
11. Dale vida a tu oficina
Las plantas renuevan el oxígeno del ambiente y también suavizan las superficies duras. Elegí
una planta verde grande, si tienes espacio. Cuidala en alguno de tus recreos de cinco minutos.
12. Decora tu oficina con señales de quién eres como persona
Coloca fotos de tu familia y de tus premios. Las paredes y los espacios de tu oficina son
superficies que observan todas las personas que te visitan. Asegúrate de dar el mensaje que
quieres.
Además, asegúrate de que haya por lo menos una cosa a la vista que te haga sonreír, tal vez
alguna cita que te inspire. Mantenla ahí hasta que deje de funcionar y luego reemplazala por
algo nuevo.
Invierte en un sistema de audio también. No necesitas nada lujoso, tan solo algo para poner
música de fondo suave.
Una última cosa que no voy a poner en la lista porque tal vez es mucho pedir si no eres jefe
todavía: un sofá cama para una siesta reparadora cuando realmente la necesites.
CÓMO CAMBIAR TUS HÁBITOS DE TRABAJO Y CONVERTIRTE EN UNA MÁQUINA DEL ÉXITO
Estamos trabajando en un proyecto para cambiar tu vida. Es posible que te veas motivado a
empezar a trabajar en tu plan porque nunca has podido trabajar tan duro como sabes que
necesitarás hacerlo. Te has impuesto metas antes e incluso has empezado a mejorar. Sin
embargo, te has distraído con problemas y sucesos inesperados y has frenado.
Ese es el problema más grande que tienes ahora. ¿Cómo me puedo asegurar de seguir
trabajando?
La siguiente historia, que ocurrió 40 años atrás, explica cómo lo hice yo.
Cómo me convertí en un estudiante brillante.
Casi al final de mi último año de la secundaria, la Sra. Bigsley, la orientadora vocacional, me
pidió que fuera a su oficina.
“He estado revisando tus notas, tus exámenes de aptitud y los informes sobre tu conducta”,
dijo, hojeando una pila de papeles.
Aguardé expectante. La Sra. Bigsley era la persona encargada de hacer que los estudiantes
entraran en buenas universidades y facultades. “Tal vez, puede ver el potencial que tengo”,
pensé. “Tal vez, me va a ayudar a entrar a una universidad de la Ivy League”.
Dejó la pila de papeles en el escritorio y me miró.
“En todos los años que he dedicado a la enseñanza, nunca he visto a alguien desperdiciar un
ADN como el tuyo”, me dijo. “Tus padres son profesores universitarios, ¿no?”.
Le dije que sí.
“Y tus dos hermanos más grandes eran estudiantes brillantes, ¿no es así?”.
“Sí, pero…”
“¿Y fueron becados en las mejores universidades?
“Sí, pero…”
“He hablado con la Sra. Growe, tu profesora y con el Sr. Dean y el Sr. Mackel también. Todos
dicen lo mismo. Nunca vas a servir para nada que tenga que ver con las matemáticas, la
escritura o la lectura. Tus notas evidencian su opinión”.
“Pero…”
“Tu desempeño en la secundaria indica una sola posibilidad de carrera: unirte al ejército. Creo
que deberías hablar con un oficial de reclutamiento lo más pronto posible”.
Intenté protestar una vez más, pero la Sra. Bigsley y, aparentemente mis profesores también,
habían llegado a una decisión firme. Era un completo y total fracaso como estudiante.
Ese fue el punto más bajo de mi vida académica. Fue humillante y me sentí casi derrotado.
Aun así, la evaluación de la Sra. Bigsley me enojó. Pensé sobre ella esa noche y me levanté la
mañana siguiente con un pensamiento totalmente diferente.
Decidí que no sería más un fracasado. Desde ese momento en adelante, iba a ser un buen
estudiante.
Me apunté de manera inmediata en la universidad local (Si te sientes derrotado, ellos te
aceptan). Luego planeé mi verano. Cuando no estaba trabajando, pasaba cada hora leyendo y
preparándome para las clases que tomaría.
Cada día me sentía mejor conmigo mismo. Estaba aprendiendo lo que debería haber
aprendido en la secundaria. Estaba mejorando día a día.
Aun así, tenía miedo de que cuando empezaran las clases mis malos hábitos volvieran. Para
hacer que eso fuera menos probable, encontré a un “nerd” para compartir mi departamento y
me negué a anotarme en deportes o en fraternidades. También le dije a mis amigos que
estaría “fuera de contacto” por lo menos un año. Les explique cuáles eran mis metas y les pedí
que las respetaran y que no me llamaran hasta el siguiente verano.
Ahora me doy cuenta de que lo que estaba haciendo era cambiar mi personalidad de manera
radical. Estaba cambiando la forma en que pensaba de mí mismo, no pensando de forma
positiva sino haciendo cosas que me hicieran sentir un mejor estudiante.
Cuando empezó la facultad en septiembre, me senté en la primera fila de cada clase, algo que
nunca había hecho en la secundaria.
Me puse como objetivo hacer siempre por lo menos un 50 por ciento más de lo que me
pedían. Si la tarea era escribir un ensayo de 500 palabras sobre religión, yo escribía 750
palabras e incluía un glosario con fuentes sorprendentes. Si la tarea era leer King Lear para la
semana siguiente, yo lo leía dos veces y, luego, iba a la biblioteca y leía ensayos importantes
sobre la obra para saber sobre las interpretaciones principales.
Levantaba la mano todas las veces que hacían una pregunta y luego entregaba trabajo extra
incluso si no me daban créditos extras.
En pocas palabras, me convertí en un estudiante excelente, trabajador que alcanzaba más
objetivos que los que se pedían a gran escala y me aseguré de que mis instructores y mis
compañeros me vieran de esa forma.
Al principio, otros estudiantes de mi clase tenían mi mismo rendimiento. Pero a medida que
pasaban las semanas, muchos comenzaban a decaer. Cada vez que uno se quedaba en el
camino, yo me sentía motivado para trabajar aún más duro y estaba contento cuando recibí
aquellos resultados de los primeros exámenes. Nunca había sentido lo que era que te pusieran
una A o una B+.
Sentirme de esa forma me motivó aún más. A medida que pasaba cada semana, la distancia
que me separaba de los otros “buenos” estudiantes se hacía cada vez más grande, y cuando
finalizó el primer año, me había convertido en una persona totalmente diferente. No fui más
el payaso que había sido en la secundaria. Me había transformado en la “mascota del
profesor” que se sentaba en la primera fila y contestaba cada pregunta de manera correcta.
Una vez que mi imagen había cambiado, mi motivación se volvió permanente. Siempre estaba
entre los dos o tres mejores estudiantes de la clase. Quería mantener esa posición sin
importar cuánto trabajo requiriera.
Mantuve un promedio de “A” durante dos años y luego entré con facilidad en la Universidad
de la pública de la ciudad, una universidad más difícil, donde continué teniendo un buen
desempeño. Dos años después, me gradué con honores. Dos años después de eso, me gradué
con la mejor media de mi clase en la Universidad de Michigan. Luego, en la Universidad
Católica, obtuve mi doctorado con honores.
Ser el mejor requiere de mucho tiempo extra, por ende vas a tener que hacer grandes
sacrificios.
Vas a tener que hacer lo siguiente:
1. Despertarte temprano y hacer que tu día arranque con algo significativo… antes que nada.
2. Trabajar hasta tarde algunas veces.
3. Haz por lo menos un 50 por ciento más de lo que te pidan.
4. Ofrécete para hacer tareas desafiantes.
5. Sigue estudiando de manera paralela.
6. Sé mejor que todos en lo que hace a las habilidades esenciales que necesitas para alcanzar
tu meta.
Si eres como la mayoría de las personas, tu distracción más grande es la televisión, Internet,
tus amigos y tu familia. Deshazte de la televisión. Limita tu uso “recreacional” de Internet a
una hora por día y hazles saber a los miembros de tu familia y a tus amigos que no pasarás
mucho tiempo con ellos en el futuro cercano
Trabaja como un loco hasta que te conviertas en el número uno de tu clase, tu trabajo o
cualquier otra afición. Cuando eso ocurra, y no debería llevarte más de seis meses, te sentirás
genial con ti mismo. Una vez que experimentes ese sentimiento, nunca más vas a preocuparte
por la motivación.
Bueno… casi nunca. Todos necesitamos una recarga de motivación de vez en cuando, pero
después de la primera vez, entenderás exactamente lo que tienes que hacer para empezar
otra vez.
Parte cuatro
LOGRAR UNA VIDA MÁS PRÓSPERA Y MÁS DIVERTIDA
HACER QUE NUESTRAS VIDAS SEAN DE ORO: LAS POSIBILIDADES QUE TENEMOS
Ahora que nuestro último hijo se va a ir de casa, K y yo estamos hablando de poner televisión
por cable. Durante casi 20 años no tuvimos televisor. Nuestra idea era que nuestros hijos
serían mejores lectores si no tenían esa distracción –y el objetivo se cumplió. Nuestros tres
hijos son lectores voraces y habilidosos.
Entonces ahora, con el nido vacío, estamos pensando en que sería divertido ver algunos
programas juntos –pasar una hora después de cenar por la noche, sentados uno al lado del
otro, riéndonos de las mismas cosas.
Para probar esta hipótesis, improvisamos una conexión a una antena para el combo de
televisión con el que solo solíamos ver películas y pasamos algunas noches mirando televisión.
Los resultados de nuestro experimento fueron variados. Había algo maravilloso en el hecho de
mirar esos programas juntos; el doble placer de la experiencia en sí misma y el hecho de saber
que tu pareja también “lo siente”. Pero cuando terminaba, nos sentíamos como nos solíamos
sentir cuando mirábamos televisión, un poco tristes y vacíos por dentro. Como si estuviéramos
de luto por el tiempo que perdimos.
La otra noche, vimos juntos un programa de ciencia, un documental sobre insectos. De
repente, estábamos experimentando lo que habíamos deseado: compartir algo que era
entretenido y a la vez ilustrativo.
Eso me hizo pensar sobre cómo pasan las personas su tiempo libre, cuánto tiempo le dedican,
las cosas que hacen, y si el tiempo lo aprovechan de forma sabia.
Hablando de forma general, existen cuatro tipos de actividades que llevamos a cabo: trabajar,
dormir, comer y descansar. Y parece lógico afirmar que, hasta cierto punto de agotamiento
mental y físico, mientras más trabajes, más exitoso serás.
Habiendo dicho eso, tenemos que reconocer que si nos pasamos la vida trabajando nos
convertiremos en alguien aburrido y quejoso. Necesitamos algo de recreación. La pregunta es:
¿cuánta?
Y la respuesta a la pregunta es muy simple. Te tienes que preguntar a ti mismo cómo de lejos
quieres llegar en la vida, cuán inteligente quieres ser, cuánto quieres crecer en tu industria,
cuánto dinero quieres ganar, qué logros quieres alcanzar.
Piensa lo ambicioso eres y luego averigua cuántas horas de trabajo por día trabajaron las
personas que ya tienen lo que tú quieres. Salvo que seas excepcionalmente dotado (o
excepcionalmente lento), es muy probable que tengas que trabajar tan duro (en otras
palabras, la misma cantidad de horas) como ellos.
Suma la cantidad de horas que pasas durmiendo y comiendo y suma a ese número la cantidad
de horas que la gente exitosa que trabaja en tu industria generalmente trabaja. Réstale ese
número a 24 y el resultado es el número de horas que puedes dedicar a la recreación.
Pero hay otra pregunta que tienes que hacerte: ¿El tipo de actividad recreativa que haces
influye en algo? Durante tu tiempo de descanso, ¿qué diferencia hay entre si estás sentado
enfrente del televisor o levantando pesas o tocando algún instrumento musical?
En general, hay tres cosas que puedes hacer en tu tiempo libre. Te puedes entretener con
actividades que, aunque son divertidas, son perjudiciales (como emborracharte). Puedes
mantenerte ocupado con distracciones que no requieren esfuerzo mental (como leer novelas
sin sentido) o puedes elegir hacer algo que requiere un poco más de energía de tu parte, pero
que te va a brindar un alto grado de placer y el entendimiento de que, de alguna manera, has
mejorado (como hacer yoga).
Me parece que sin importar el trabajo que hagamos, los deportes que practiquemos, las
vacaciones que nos tomemos, tenemos las tres mismas opciones. Tenemos estas tres
opciones:
1. Hacer algo que nos haga mejorar de alguna manera.
2. Hacer algo que nos deje más o menos de la misma manera.
3. Hacer algo que nos dañe de alguna manera.
No importa qué actividad observes, te vas a dar cuenta de lo que estoy hablando. En los libros
que lees. En los amigos que tienes. En los trabajos que aceptas. Lo que sea. Algunas opciones
te harán mejorar y otras te dañarán, pero la mayoría caerá en algún lado en la zona neutral:
no te dañarán, pero tampoco te ayudarán.
Si llenamos nuestras vidas con experiencias mediocres, ¿tiene algún sentido?
Todos los días, tenemos que tomar docenas de decisiones, desde qué comida comer hasta qué
sección del diario leer y qué palabras decir en cualquier conversación. Muchas de estas
decisiones parecen ser insignificantes, pero cuando las conectas todas juntas determinan la
calidad de nuestras vidas.
En el nivel más bajo de la escala, están las personas que pasan su tiempo consumiendo drogas,
viendo televisión y prostituyéndose o robando para pagar su adicción. En el nivel más alto de
la escala, bueno, no sé realmente quién está ahí. Pero cuando pienso en personas ricas en
limusinas o personas santas en montañas… simplemente no me encaja.
La mayoría de nosotros vivimos en un punto medio, mezclamos experiencias de calidad con
experiencias neutras mientras intentamos no dañarnos a nosotros mismos… pero lo hacemos
de todas formas. Reconocemos que algunas de las decisiones que tomamos son mejores que
otras, pero no siempre tenemos la fuerza de voluntad para tomar las mejores decisiones.
Es interesante, ¿no te parece? Las mejores decisiones son generalmente las más difíciles de
elegir porque requieren más energía de nuestra parte. Las peores decisiones son, en general,
las más difíciles de rechazar porque nos asustan. Pero cuando las experimentamos suelen
resultar placenteras y ejercen la mayor influencia sobre nosotros. Las decisiones neutras -las
acciones que sirven un poco más- son las más populares porque son relativamente fáciles y
favorables. Estas decisiones no requieren mucha energía de nuestra parte y no nos dañan.
Si hay una cosa que la vida nos brinda a todos en la misma proporción es la cantidad de horas
que tienen los días. No podemos determinar (con seguridad) cuántas horas se nos asignarán,
pero si podemos decidir cómo pasar aquellas horas que tenemos.
Como señalé con anterioridad, cuanto más tiempo trabajes, más posibilidades tendrás de ser
exitoso, pero reconocí que incluso los trabajadores más ambiciosos y más arduos necesitan
por lo menos unas horas al día para hacer algo que les brinde placer. Algo que no sea trabajo.
La pregunta entonces es la siguiente: ¿Qué es ese algo?
Piensa en las mejores decisiones –aquellas que mejoran a las personas- como las de Oro.
Piensa en las decisiones neutrales –aquellas que solo te ayudan a pasar el tiempo- como si
fueran de Vapor. Y piensa en las peores decisiones –aquellas que te dañan- como si fueran de
Ácido.
Depende de ti cuánto oro, vapor y ácido vas a tener en tu vida.
Cuando pienso en mis decisiones –buenas, malas y neutrales- me di cuenta de que tienen las
siguientes características:
Decisiones de oro.
Mis mejores experiencias suelen estar relacionadas con actividades que son intelectualmente
desafiantes y emocionalmente atrayentes. Dado que me demandan mucho, evito esas
actividades cuando mi nivel de energía es bajo. Pero cuando no lo hago, elevan mi nivel de
energía y, por ende, es más fácil que continúe. Cuando termino de hacer esa actividad, me
siento bien sobre mí mismo y satisfecho con cómo he pasado mi tiempo.
Decisiones de vapor.
Estas actividades son fáciles de empezar y también son fáciles de continuar haciendo. Estas
son las decisiones que tomamos cuando no tenemos ganas de tomar decisiones. El tiempo que
pasamos cuando no nos interesa mucho cómo pasamos nuestro tiempo. Bienvenido a la zona
de vapor, al mundo neutral y feliz del póker, las novelas y los chismes.
Cuando quiero relajarme, mi primer impulso es elegir actividades de vapor. Cuando he
“trabajado duro todo el día”, quiero algo simple y que no requiera pensar para poder bajar las
revoluciones, y la mayoría de las personas seguramente dirán lo mismo. Meterse en la zona de
vapor es fácil y quedarse ahí es más fácil aún.
El gran problema con las actividades de vapor – y este es un gran problema para mí- es que me
hacen sentir débil en vez de darme energía. Y vacío. Las actividades de vapor hacen lo que
hace la comida de vapor (o sea, la comida simple que llena): me llenan, pero me dejan
cansado.
Decisiones de ácido.
Todos tenemos vicios. En algún u otro momento, yo los he tenido casi todos. Nunca he
probado el crack, pero he hecho muchas otras cosas para destruirme, reducirme o hacerme
ineficaz.
Por qué hago estas cosas, sólo puedo adivinar. A veces pienso que necesito el desafío de
superar obstáculos autoimpuestos. Cualesquiera que sean las razones, el resultado de tomar
esas decisiones es, en general, el mismo. Siento un placer insulso que se mezcla con un dolor
apenas discernible. Incluso cuando el placer es intenso, se pierde en una mente nublada.
Siento como que lo estoy pasando genial, pero no estoy seguro. Y si la experiencia verdadera
de las actividades ácidas es confusa, lo que sientes después no es ambivalente para nada. Es
malo.
Lo interesante sobre las decisiones de ácido es lo atractivas que pueden llegar a ser. Nadie va
a discutir que son buenas opciones. Optamos por ellas porque somos demasiado débiles como
para elegir cualquier otra cosa y hacemos uso de la poca cabeza que nos queda para
racionalizar nuestra propia destrucción.
Veamos en detalle estas tres categorías
Cuando estamos en nuestro mejor momento –con confianza y llenos de energía- optamos por
las actividades de oro. Cuando nos sentimos simplemente bien, generalmente, rechazamos las
decisiones ácidas, pero se nos dificulta elegir los momentos de oro por los de vapor. Y cuando
estamos en el peor momento –con poca energía y llenos de dudas- somos más susceptibles a
tomar decisiones ácidas.
Las actividades de oro incluyen:
Meditación
Yoga
Ver un documental educativo e inspirador
Escuchar música compleja, que eleve el espíritu
Ver arte
Mirar una muy buena película
Leer un muy buen libro
Hacer el amor
Probar un muy buen vino
Las actividades de vapor incluyen:
Masajes
Ir a un evento deportivo
Ver programas de entretenimiento en la televisión como The Office, CSI, The Tonight Show, entre otros.
Leer novelas “de verano” o un libro atrapante.
Escuchar casi todo tipo de música de fondo, incluido el rock & roll.
Tener sexo
Tomar cerveza o whiskey.
Las actividades ácidas incluyen:
Emborracharse
Mirar programas de televisión tontos/degradantes como Jerry Springer, Cops y The Bachelor.
Hacer cosas sobre las cuales te daría vergüenza hablar.
Podrás no coincidir con algunas de estas denominaciones. No te preocupes. Tú puedes (y
deberías) hacer tu propia lista. Pero al confeccionar la lista, ten en cuenta lo siguiente:
Cuando elijas el oro…
La actividad/experiencia tiene que ser intelectualmente desafiante, te enseña algo que vale la
pena saber o desarrolla una técnica que vale la pena tener.
La actividad es emocionalmente profunda. Te ayuda a entender algo que no entendías antes
y/o te convierte en una persona más comprensiva ante situaciones y/o experiencias frente a
las cuales estabas cerrado.
La actividad es energizante. La experiencia en sí misma te recarga a nivel espiritual, emocional
e intelectual. Adquirís más fuerza y mayor resistencia gracias a ella.
Te deja contento con las decisiones que has tomado. Durante la actividad y finalizada esta,
tienes una fuerte sensación de que estás haciendo las cosas bien.
Desarrollas confianza porque sabes que estás mejorando, elegir oro te hace sentir que podrás
tomar decisiones sabias en el futuro.
Cuando elijas vapor…
La actividad/experiencia es intelectual y emocionalmente fácil. Es agradable y da gusto. La has
hecho antes y te divertiste, por lo que estás seguro de que si la haces otra vez vas a divertirte
de nuevo.
En general, es una actividad más pasiva que activa. Es ver televisión en vez de ir a ver una
obra. Es recibir un masaje en vez de practicar yoga. Es tomar una cerveza en vez de saborear
un buen vino.
Tiende a convertirse en un hábito, ya que te hace sentir bien (a un nivel medio de energía) y es
tan fácil de hacer que la repites una y otra vez.
Repetirla muchas veces no es bueno para ti. Ya sea comer patatas fritas o sentarse en el sillón
y mirar la pantalla del televisor, un poco no hace mal. Pero si lo haces mucho te deja con la
sensación poco placentera de que has perdido el tiempo.
Cuando elijas ácido…
La actividad/experiencia es dañina física y mentalmente. En general, destruye neuronas. A
veces causa cáncer.
Aunque sea mala para ti, es atrayente. Hay algo sobre la experiencia que te lleva fuera de ti
mismo que encuentras atractivo.
Atrae mala compañía. Dado que la mayoría de las personas sanas no la aprueban, la
experimentas con otro grupo de personas. Eventualmente, rechazas a los amigos y a los
familiares que no la “entienden”. Ellos son demasiado puritanos o cerrados como para
comprender, entonces piensas que no los necesitas en tu vida.
Te desarma a nivel intelectual, emocional y físico. Durante el momento no tienes la capacidad
de llevar a cabo técnicas complejas o lidiar con temas emocionales o intelectuales complejos.
Si realizas muchas actividades ácidas, te vas a convertir en una persona con menor capacidad
para llegar a altos niveles de rendimiento.
Las experiencias ácidas tienen un umbral cambiante. Lo que te hace despegar al principio
nunca es suficiente para que te haga despegar más adelante. Tienes la noción errada de que
más es siempre mejor.
¿Esto te hará cambiar las decisiones que tomes?
Una vez que hayas confeccionado tu lista de actividades de oro, de vapor y de ácido, usala
para controlar cómo pasas tu tiempo. (Una buena forma de hacer eso es mediante
anotaciones en tu registro diario). Te podrás sorprender –y desilusionar- con lo que descubras.
Confecciona tu propia lista. Controla tu propia vida. Pregúntate a ti mismo qué persona
podrías llegar a ser si comenzaras a tomar mejores decisiones ahora mismo.
Mientras tanto, voy a tener que hablar con K sobre nuestro plan de poner cable en nuestra
casa. Le voy contar cuáles son mis miedos:
Que me voy a hacer adicto.
Que voy a empezar a ver los peores programas.
Que al ver más y más programas de vapor, voy a pasar menos tiempo haciendo actividades de oro.
Ella va a remarcar que está contenta con ver sus tres o cuatro programas favoritos en video
mientras se ejercita en su Stairmaster. Me va a decir: “Haz lo que quieras. Para mí es lo
mismo” – y lo dice en serio, lo cual me hará completamente responsable de calcular cuántas
horas de mi tiempo libre van a ser de oro, de vapor o de ácido.
¿Y ti?
PREMIARTE A TI MISMO
Cuando empecé a trabajar en el negocio de la venta de programas educativos, un gurú famoso
de la compraventa de inmuebles sin pago inicial me preguntó: “¿Sabes qué es lo que más
quieren las personas que asisten a mi curso?”.
Tenía una leve sospecha de que no iba a decir la respuesta correcta, pero animosamente
respondí: “Ser inversores inmobiliarios exitosos”.
Él se rió. “Tienes mucho que aprender, amigo mío”.
Caí en la trampa. “Entonces, ¿qué es lo que tus clientes quieren?
“Quieren evitar actuar”.
Le dije que no estaba seguro de entender, y tuvo la generosidad de explicarme. “La mayoría de
las personas que asiste a mis cursos y que van a comprar tus programas quieren sentir que
están camino al éxito. Pero no quieren que el camino se termine. Les justa el viaje. Tienen
miedo de llegar”.
Y pregunté: ¿Por qué será eso?
“Para serte honesto”, él dijo. “No lo sé. Pero puedo decirte lo siguiente. Cuando nuestros
alumnos adquieren el conocimiento que necesitan para ser exitosos, pocos de ellos salen a la
calle y trabajan. La mayoría de ellos compra más programas. Si no nos compran los programas
a nosotros, se los comprarán a otra persona. Entonces, les vendemos más programas”.
Respondí: “Eso es algo deprimente”.
“Si le das a elegir a uno de mis clientes –alguien que haya terminado los cursos educativos
sobre inmuebles y esté completamente preparado para empezar a invertir y a generar
ganancias- la opción de empezar a trabajar o de comprar otro curso para aprender más,
elegirá el curso”.
“¿Le temen al fracaso?”
“Puede ser eso”, dijo. “Puede ser que le teman al éxito. Como dije, no lo sé”.
Desde entonces, he pensado mucho sobre este problema de no actuar. He leído docenas de
libros y he hablado con muchos de mis colegas y les he preguntado a miles de mis clientes. Las
teorías sobre por qué las personas no actúan son muchas y variadas. Las tres razones que, a mi
entender, tienen más sentido son las siguientes:
Falta de confianza: Las personas que todavía no han sido exitosas en la vida no creen que lo puedan llegar a ser, incluso si están totalmente preparadas para tener éxito.
Miedo al dolor: Algunas personas piensan que actuar es una forma de trabajo y que el trabajo es una forma de dolor. Estas personas son, generalmente, personas que nunca han experimentado el placer de trabajar en algo que consideran valioso.
Vagancia: Además del miedo al trabajo, los seres humanos estamos programados para ser vagos. Ser vagos significa intentar obtener lo que quieres con la menor cantidad de esfuerzo. Algunas personas no actúan porque quieren encontrar una forma más fácil.
Si estas son las razones por las cuales muchas personas no actúan cuando están preparadas,
¿cuál es la solución?
No hay misterio. Los científicos del comportamiento saben que la forma para cambiar el
comportamiento de una persona es motivándola a través del refuerzo positivo. Esto es lo que
dijo B. F. Skinner sobre este tema en A Brief Survey of Operant Behavior (Un estudio breve
sobre el comportamiento operante):
Es sabido que el comportamiento se ve afectado por sus consecuencias. Premiamos y
castigamos a las personas, por ejemplo, para que se comporten de maneras diferentes. El
refuerzo operante no solo moldea la topografía del comportamiento, sino que también lo
mantiene mucho tiempo después de que el operante haya sido formado. El momento del
refuerzo es importante para mantener el comportamiento. Si la respuesta ha sido reforzada
solo una vez cada cinco minutos, por ejemplo, la rata deja de responder inmediatamente
después de su refuerzo, pero responde más y más rápido cuando se acerca el momento para
el próximo refuerzo… Los refuerzos pueden ser positivos o negativos. Un estímulo positivo
refuerza cuando se lo presenta. Un estímulo negativo refuerza cuando se lo saca. El refuerzo
negativo no es un castigo. El refuerzo siempre fortalece el comportamiento; eso es lo que
“refuerzo” significa.
El refuerzo positivo tiene un gran lugar en mi vida. Me premio a mí mismo de manera
constante y por casi cualquier tipo de logro, grande o pequeño. Al hacer que los refuerzos
sean parte de mis comportamientos deseados, incremento las posibilidades de que se repitan
en el futuro.
Cuando armé un “plan maestro” para mi vida por primera vez, pasé un rato pensando cómo
premiarme a mí mismo. Me impuse todo tipo de incentivos para todo tipo de objetivos.
Algunos funcionaron, otros no.
Algunos instructores del éxito sugieren grandes premios cuando se obtienen grandes logros.
Podrías, por ejemplo, premiarte con un coche deportivo cuando ganes tu primer millón de
dólares. Grandes metas como las mencionadas nunca me funcionaron a mí, porque son a largo
plazo. Lo que me motiva a mí, personalmente, son las metas a corto plazo. Y tengo el
presentimiento de que las metas a corto plazo también te van funcionar a ti.
A lo largo de los años, desarrollé un sistema de premios que me funciona muy bien. Este es el
sistema:
Como mencioné antes, cuando finalizo una tarea que está en la lista de tareas diarias, la tacho (o la pinto de otro color en mi ordenador) para “indicar” que he cumplido con la tarea. Este pequeño gesto es como una pequeñísima descarga de adrenalina. Me anima y me da energía para atacar mi próximo objetivo.
Cuando estoy trabajando en la oficina y el cronómetro suena me levanto de la silla, camino hacia afuera y paso uno o dos minutos estirando mi espalda. Me he dado cuenta de que 30/60 minutos pasan volando –en especial cuando escribo- por lo que esos períodos de 30 y 60 minutos parecen muy cortos.
Cuando corro por la mañana, me premio con 10 o 15 minutos de yoga. Practicar yoga puede parecerles a algunas personas más ejercicio, pero para mí es un premio, ya que es mucho más relajante que correr.
Después de practicar jiujitsu al mediodía, me premio con un sabroso batido rico en proteínas.
A las 6:30 de la tarde, voy a un bar que queda cerca y llevo mi ordenador, y escribo ahí durante una hora más o menos. Cuando entro, ya tienen mi café y mi vaso de agua listos. Realmente espero ese momento. Sigo trabajando, pero es un premio porque lo hago en un lugar nuevo.
Después de estar escribiendo por una hora en el bar, me premio yendo a casa en donde abro una buena botella de vino y como con K.
Si trabajo durante la noche, me premio, luego, leyendo un buen libro o mirando una película.
Me premio todas las noches metiéndome en una gran cama con sábanas de seda y una almohada en donde mi cabeza encaja a la perfección.
Estos premios, como puedes ver, son bastante mundanos. Pero eso es lo que tienen los
premios. Puede que no sean ni grandes ni especiales, pero te hacen disfrutar.
Sería más fácil para mí considerar estas pequeñas cosas –estirarme, el batido proteico, leer un
buen libro- simplemente como partes cotidianas de un día común en mi vida. Pero al mirarlas
de una manera diferente, al mirarlas como premios placenteros para tipos de
comportamientos deseados y específicos, me motivan.
Yo creo que esa es la clave –identificar pequeños placeres que disfrutas en tu vida y tomarlos
como premios para cambiar el comportamiento. Esto es muy fácil de hacer una vez que
reconoces que estos pequeños placeres son regalos. Hablando con sinceridad, tienes suerte de
poder aprovecharlos. Ponte contento por eso. Úsalos de forma pragmática.
CINCO ESTRATEGIAS PARA VIVIR DE UNA MANERA MÁS SIMPLE Y ENRIQUECEDORA
Hace unos ocho años, hice un pequeño experimento. Quería saber si es realmente posible
trabajar desde cualquier lugar en el mundo. Entonces, fui con mi familia a Roma (una de mis
ciudades favoritas) para tomarme seis semanas de “vacaciones con trabajo”. No solo descubrí
que podía trabajar en Roma (o desde cualquier lugar, en realidad), sino también algo que tiene
un efecto mucho más profundo.
En Roma, alejado completamente de la rutina estresante y loca que tenía en casa, aprendí a
simplificar mi vida.
Si piensas que simplificar tu vida significa ganar menos dinero, tener menos éxito, tal vez,
incluso ser menos eficiente como trabajador, estás equivocado. Simplificar tu vida es tener
más -no menos- cosas buenas. Más pasión, más relaciones y más trabajo significativos.
Además, vas a poder tener más de esas cosas teniendo menos de las malas cosas como
rituales que no disfrutás, hábitos autodestructivos, sentimientos que consumen tu energía,
etc.
Me gustaría comentarte sobre una manera de simplificar tu vida en el trabajo. Si sigues mi
sugerencia no sólo vas a ser más productivo, sino que también vas a tener más paz interior al
evitar conflictos que tienen un costo emocional.
Vivimos en un era en donde el hecho de mantenerse ocupados con tareas sin sentido evita
que la mayoría de las personas alcancen grandes cosas. Confunden el estar ocupados con ser
productivos. Permiten que las prioridades de otras personas –sus jefes, sus parejas e incluso
sus hijos- se interpongan. Como resultado, se sienten abrumados y fuera de control.
No vas a recuperar el control de tu vida si sigues ocupándote de muchos temas en muy poco
tiempo. Por más contrario a la intuición que parezca, la única forma de hacerlo es
aprendiendo a hacer lo siguiente:
A simplificar lo que es complejo.
A eliminar lo que es superfluo.
A saber la diferencia entre ambos.
Como ejemplo, miremos la trampa en la cual caía yo todo el tiempo: tratar de solucionar las
disputas entre empleados. ¿Es esencial para tu negocio que la gente se lleve bien? Sí. En
especial porque por culpa de los conflictos, los empleados no trabajan de manera eficiente.
¿Depende de ti dejar lo que estabas haciendo y ayudar a calmar las aguas? No, salvo que
quieras unirte a la improductividad.
Entonces, ¿qué deberías hacer cuando te ves tentado a involucrarte?
Asegurarles a ambos individuos que son inteligentes y capaces, de lo contrario no los hubieras
contratado. Hazles saber que tienes plena confianza en que van a encontrar la forma de
resolver el problema de forma privada, entre ellos. Y hazles saber que si el hecho de que no se
lleven bien es una situación incómoda para ellos, es aún más incómoda para el resto del
equipo.
En vez de pasar horas intentando resolver el problema que no tiene nada que ver con tus
prioridades, solamente te lleva 10 minutos darles confianza, mostrarles que tienen tu apoyo,
que tienes la expectativa de que ellos van a hacer el esfuerzo, de buena fe, para resolver el
conflicto; o quizás hacerlos sentir a ambos un poco avergonzados por hacer que el resto del
grupo se sienta incómodo.
Si permites que tu búsqueda de simplicidad quede relegada -por involucrarte en situaciones
de las cuales no formas parte, revisando tus correos electrónicos constantemente, asistiendo a
reuniones sin sentido o escribiendo memorandos largos que nadie lee- la habilidad para
manejar tu tiempo y tu atención irá desapareciendo, al igual que todo aquello que te gustaría
lograr en esta vida.
Esto es lo que necesitás para recuperar el control, lo que denomino Simplicidad Imperativa:
Visión sólida. Ya sea que estés administrando un proyecto o una empresa o manejando tu
cronograma del día, necesitas tener una gran comprensión del panorama general. Además,
tienes que poder articular tu visión de las otras personas con claridad y facilidad, y ayudarlos a
encontrar la manera para que apoyen tu visión…y no que trabajen en contra de ella. Cuando
no somos claros sobre nuestra visión, somos más vulnerables. Nuestro tiempo y atención se
vuelven difusos y empezamos a perder el enfoque.
Prioridades claras. Cada uno crea sus prioridades naturalmente según su visión, de lo que
sabemos que es importante y haciendo solamente eso. Luego, cuando te das cuenta de que no
estás alcanzando tus metas, no tienes que ir muy lejos para descubrir el problema. En general,
significa que perdiste el control de tu tiempo porque dejas de ocuparte de tus prioridades.
Disciplina diaria. Tal vez el recurso limitado más valioso conocido por el hombre es el tiempo.
Si lo empleas mal, no hay forma de recuperarlo. Tener una agenda que ha sido diseñada
teniendo en cuenta tu visión y siguiendo tus prioridades es el camino más seguro para obtener
la libertad personal. Esto suena fácil, pero no lo es. Muchos de nosotros nos resistimos y
pagamos el precio. (No sorprende que las enfermedades más importantes estén relacionadas
al estrés).
Cuando estés diseñando tu lista de tareas diarias, hacete las siguientes preguntas:
1. “¿Esto es algo que podría delegar/eliminar?”
2. “¿Existe alguna forma de poder hacer esto en la mitad del tiempo?”
3. “¿Está esto relacionado a un objetivo que realmente hará que mi vida sea mejor/más completa/ enriquecedora?”
Como he dicho, cuando elijo mis prioridades para cada día, resalto las tareas más importantes,
aquellas que son esenciales para mi plan maestro personal a largo plazo. Y, dado que sé que
puedo hacer un número limitado de cosas cada día, empiezo con ellas.
Si alguna vez tengo que elegir entre dos prioridades, me pregunto: “De las dos prioridades,
¿cuál será más importante para mí al final de mi vida?”.
Todo es cuestión de economía, de hacer menos cosas en términos generales, pero asegurarte
de que las cosas que uno hace sean las más importantes.
Aquí va algo que también puede ayudarte a establecer prioridades.
El principio de Pareto establece que el 20 por ciento de las cosas que hacemos alcanzarán el
80 por ciento de lo que queremos. Entonces hacete la siguiente pregunta: ¿Cuáles de las
tareas que tengo por delante están dentro de ese 20 por ciento?
Entonces, para simplificar tu vida, tienes que hacer más de la que te brinda satisfacción en el
alma y menos de lo que ofrece un premio negativo o ningún premio. Lo malo, lejos. Lo bueno,
cerca. Al establecer tus metas y planificar tu tiempo, tené esto en mente.
Tener el control de tu tiempo es realmente el secreto del éxito. Además, vas a salir bien
parado en el camino.
QUERER COSAS
No recuerdo haber sido muy agradecido cuando era pequeño. Recuerdo querer cosas -muchas
cosas- todo el tiempo.
Quería camiones de juguete, pistolas de plástico con ruido, trenes marca Lionel, guantes de
baseball. Quería muñequitos de guerra, aviones para armar y sets de construcción marca
Erector. Quería todo lo que veía en las publicidades para chicos en la televisión, y todo lo que
tenían los otros chicos del colegio, incluidos las luncheras y el sándwich de carne en vez del
sándwich de mantequilla de cacahuete y dulces envueltos en una bolsa de papel.
Quería vivir en una linda casa en vez de en el lugar destruido en donde vivíamos mis siete
hermanos y yo. Quería la bicicleta, la ropa nueva y los cortes de pelo de peluquería que mis
compañeros del colegio tenían.
Quería, como mencioné, todo tipo de cosas. ¿Y gratitud? No tenía tiempo para la gratitud.
Revisa eso.
Fui agradecido con la familia de Bruce Conger cuando nos regaló una caja con ropa de él para
Navidad. Bruce, el chico con la ropa con más moderna de séptimo grado. Me convertí, por lo
menos en mi cabeza, en el chico más guay de séptimo grado al año siguiente cuando usé la
ropa de Bruce. Pantalones delgados de color verde aceituna que tenían una raya tan marcada
que te podía cortar. Zapatos negros brillantes con una punta tan puntiaguda que podías abrir
una lata de gaseosa y medias de lana azules como el cielo. ¡Ah, era tan guay!
También fui agradecido dos años después cuando mi madrina, Jean Kerr, me regaló la mitad
de las ganancias de una de sus obras. No era uno de sus grandes éxitos, pero pude comprarme
un nuevo taco de billar que pude usar en el Rockville Center Cue Club.
Fui agradecido, también, en mi último año, cuando, después de haber sido atrapado por una
corriente de agua en la playa Jones y haberme rendido al intentar nadar directo a la costa, fui
llevado por la corriente hacia el muelle y llegué sano y salvo. Había perdido mi fe en la religión
en ese momento, pero fui muy pero que muy agradecido.
Por lo demás, como dije antes, gasté casi toda mi energía emocional queriendo cosas.
Después del instituto fui agradecido porque no fui reclutado para la guerra de Vietnam.
Alguien de la comisión de reclutamiento local me llamó y me informó que debía reportarme,
pero nunca hicieron un seguimiento y no volvieron a llamarme. Lo único que puedo
imaginarme es que mi expediente se perdió. Todavía pienso que lo van a encontrar y que voy
a ser el recluta más viejo del Ejército.
En la universidad, empecé a valorar a aprender cosas nuevas y aprendí a ser agradecido por
los grandes profesores que tuve. Harriett Zinnes, quien me enseñó un poco sobre poesía, y
Lilian Feder, quien me enseñó a componer una buena redacción, fueron dos de los mejores
profesores.
Luego, cuando terminé la universidad y la maestría, estuve dos años en el Cuerpo de Paz
(Peace Corps). Recuerdo estar sentado en la entrada de mi casa en África, mirando como la
lluvia caía sobre mi casa de barro, revestida con yeso y pensando: “Algún día vas a ser rico,
pero nunca vas a vivir en una casa que te dé tanto placer como esta”.
Fui agradecido por esa casa, por tener el privilegio de vivir en esa casa cuando muchos de mis
estudiantes vivían en chozas. Y también estaba agradecido por mi gratitud. Estaba empezando
a entender lo bien que se sentía.
Cuando regresé a los Estados Unidos, casado, recuerdo sentirme agradecido cada vez que
nacía uno de mis hijos. Agradecido de que todos eran sanos. Y recuerdo haber estado
agradecido cuando, los domingos, llevábamos a los chicos a caminar por la calle 16th Street en
Washington D.C. para observar las mansiones imponentes que había. No envidiaba a las
personas que tenían esas casas. Tener la posibilidad de verlas y admirarlas era suficiente.
En 1982, nos mudamos al sur de Florida y empecé a trabajar en una pequeña editorial que
publicaba un diario. Me sentía afortunado por tener ese trabajo –administraba el
departamento editorial– porque significaba que estaba encaminado a alcanzar la meta que
tenía hace muchos años: convertirme en escritor.
Pero dos años después, cambié de idea. Cambié mi meta de ser escritor por otra, ganar
dinero. Y cuando lo hice, dejé de ser agradecido.
Fue una experiencia interesante. Estaba como loco con el dinero. Gasté toda mi energía
personal en la búsqueda de dinero. Pero, mirando hacia atrás, está claro que estaba otra vez
obsesionado con querer cosas. Quería un sueldo más alto. Quería dinero en el banco. Quería
un coche nuevo. Y quería una casa que no estuviera hipotecada.
He escrito mucho sobre los trucos y las técnicas que usé para generar mucho dinero durante
esos años. Pero nunca escribí sobre lo poco agradecido que fui por las cosas que me compraba
con el dinero. Sentía que las merecía. Y en el momento que tenía algo que quería, pensaba en
la próxima cosa que quería.
Cuando cumplí 50 años, me di cuenta de que generar riqueza, mi meta número uno, fue un
error. Durante el tiempo que lo fue, aprendí un montón, pero también perdí un montón. Una
de las cosas más importantes que perdí fue mi capacidad de ser agradecido.
Ahora, estoy agradecido de que no perdí mi alma por completo durante los años en los que
quería cosas. Y sí, me doy cuenta de que es más fácil sentirse de la forma en la que me siento
ahora cuando uno no tiene que preocuparse por los gastos. Aun así, estoy agradecido por
haber sido capaz de cambiar eso.
Para que no pienses que soy solamente agradecido con cuestiones sentimentales,
rápidamente admito que soy agradecido también por las cosas materiales. Estoy agradecido
por mi NSX que tiene 17 años de antigüedad y mi camión Ranger que tiene 8 años de
antigüedad. Estoy agradecido por algunas prendas de ropa (aquellas que me hacen sentir
bien) y por mi mesa de billar (que está en mi oficina) y por vivir en una casa que me brinda
tanto placer como la casa de barro en la que viví 30 años atrás. (Estaba equivocado, pude
sentirlo otra vez).
Pero cuando K y yo hablamos sobre cuán agradecido somos, las tres mismas cosas están al
principio de la lista:
1. Estamos agradecidos de que nuestros hijos y nosotros estemos vivos.
2. Estamos agradecidos de que nuestros hijos y nosotros gocemos de buena salud.
3. Estamos agradecidos de tener tantos buenos amigos.
Y yo estoy personalmente agradecido por ser capaz de pasar gran cantidad de mis horas
laborales escribiendo –que fue mi primera meta y la más importante- y, ¡estoy especialmente
agradecido de que Early to Rise me permita escribirle a 400.000 lectores!
¿Cuál es tu lista?
DESAPEGO EMOCIONAL Y EL ZEN DEL GOLF
Hace, aproximadamente, un mes, jugué al golf por primera vez con mi Hijo Número 3 (HN3).
Estaba esperando con ansias tener una tarde placentera. Me imaginaba el aire fresco, el sol
saludable y las bromas padre-hijo que las mujeres que no entienden y que categorizan a los
hombres como superficiales.
La tarde empezó como esperaba. El sol brillaba. El campo estaba verde. Nos preparamos
comiendo snacks y fumando un cigarrillo. Pero en el primer hoyo, las cosas empezaron a salir
mal, por lo menos para HN3.
HN3 es un golfista principiante. Jugó menos de media docena de partidos. Estaba enfocado en
drives largos, buenos golpes y puttings certeros. Cuando no le pegaba bien a la pelota -que
sucedía la mayoría de las veces- se enojaba consigo mismo.
Aunque no le pegaba a la pelota como él quería, le estaba pegando. Estaba impresionado y se
lo dije. “Estás jugando mucho mejor que yo cuando estaba en el mismo nivel”.
Eso no lo aplacaba. Cuando llegamos al noveno hoyo, estaba emocionalmente exhausto. No
quería seguir jugando. “No hay forma”, dijo malhumorado, “soy un desastre”.
La frustración de HN3 debido a su mal rendimiento y su depresión subsecuente me hizo
pensar en mí mismo unos años atrás. Me generaba miedo el hecho de pensar que él podría
pasar por la misma situación que yo pasé durante cuarenta años. Cuando estábamos
volviendo a casa, le comenté sobre una de las maneras que me ayudó a superar mi propia
tendencia hacia la depresión. Hoy, voy a compartir con ti esta estrategia.
Cuando estás feliz puedes mover montañas. Cuando estás enojado o deprimido, tu nivel de
energía baja, tu visión se nubla y tu productividad decae.
La depresión puede debilitar tus habilidades laborales. Puede dañar tu reputación. Puede
separarte de tus ingresos y de tus posesiones. Puede afectar la relación con tu pareja, con tus
hijos y con tus familiares –incluso con los amigos de toda la vida. La depresión puede robarte
todos aquellos lindos y pequeños momentos que hacen que valga la pena vivir la vida –como
un día en el campo de golf con papá.
Te roba la diversión. Te roba el tiempo. Te deja sin nada.
Dos amigos míos cayeron en la depresión cuando perdieron sus trabajos y sus ingresos.
Ambos amigos consideraban que eran valiosos por su habilidad para generar dinero –un error
que muchos empresarios cometen. Y cuando, sin ninguna culpa de su parte, sufrieron un
importante contratiempo económico, sintieron que habían fracasado. Sugerí que una forma
de evitar caer en esa trampa era valorarte según las cosas que realmente importan –en
valores personales que no tienen nada que ver con tu ingreso.
Existe otro error común que lleva a la desesperación. El error que estaba cometiendo HN3
durante nuestro partido de golf. Tengo que advertirte que la solución a este problema es un
poco más difícil de entender y de poner en práctica. Pero quédate conmigo mientras la
explico. Porque una vez que la “entiendas”, no vas a tener problema en tener una mirada
positiva, incluso cuando estés pasando por las circunstancias más difíciles.
Estoy refiriéndome a desarrollar la técnica del desapego emocional. Más específicamente, la
técnica de establecer metas y tratar de alcanzarlas sin importar si realmente las logras o no.
Yo aprendí a hacer esto hace solo seis u ocho años y lo he estado practicando
esporádicamente. Con cada año que pasa, mejoro cada vez más. Me siento más contento y
con más control sobre mi vida. Lo que es más importante, pienso que me ha ayudado a
transmitir un poco de esta nueva felicidad a otras personas.
Cuando la mayoría de las personas escucha la frase desapego emocional, piensan que significa
indiferencia o incluso no tener corazón. Nada de esto puede estar más lejos de la verdad. El
desapego emocional te libera de las cosas neuróticas y te permite enfocar tu energía en otras
personas, otras cosas y en el aquí y el ahora.
El mejor ejemplo que te puedo dar es el amor natural que una madre tiene por su hijo.
Cuando el hijo está feliz, la madre está feliz. Cuando el hijo no está feliz, la madre, de forma
instintiva, quiere encontrar la causa de su infelicidad y terminar con ella, si puede.
Cuando la madre descubre que el hijo no está feliz a causa de algún dolor físico, trata de
aliviarlo. Cuando la causa es un conflicto emocional, le enseña al hijo, de la mejor forma que
puede, cómo manejar ese conflicto. La meta de la madre es siempre preparar al hijo para que
se convierta en una persona independiente. Ella trabaja de forma consistente para liberar
gradualmente al hijo de la dependencia natural que tiene para con ella con el fin de que pueda
aventurarse en el mundo y vivir una vida feliz y productiva.
Cuando un niño de 11 años le dice a su madre que la “odia” porque le ha impuesto algunas
restricciones, la madre (mentalmente sana) no se siente herida, aunque le ha dicho algo
hiriente. Ella ama a su hijo y no se lo toma a pecho. Mantiene la calma. Le recuerda que lo
ama. Y le explica que la restricción no será eliminada simplemente porque él “odia” la
restricción o a ella.
En otras palabras, ella está desapegada emocionalmente de la expresión de enojo de su hijo.
Si eres padre, vas a entender lo que digo. La mayoría de los padres, la mayor parte del tiempo,
practican este desapego emocional con sus hijos. Pero hay otros padres que no pueden
porque están emocionalmente apegados a la aprobación de sus hijos. Estos son los padres que
quieren ser “mejores amigos” con sus hijos. Ellos quiebran sus propias reglas cuando sus hijos
las objetan. A veces, toleran comportamientos arriesgados.
La técnica de desapego emocional puede ser aplicada en todas las relaciones. Puede funcionar
con tu jefe y tus colegas de trabajo. Puede funcionar con tu pareja y tus padres en casa. El
desapego puede ser aplicado a casi cualquier problema o desafío. Y el resultado va a generar
siempre gran calma y claridad.
Esto nos lleva al cuento de HN3…
Cuando empecé a jugar al golf, encaré el juego casi de la misma forma que mi hijo.
Estaba preocupado por el resultado de mis golpes. Cuando le pegaba a la pelota, me
importaba cuán lejos podía llegar. Cuando le pegaba con el putter, me importaba cuán cerca
dejaba la pelota del hoyo.
Esto hizo que el juego sea frustrante. Al ser un jugador principiante, el resultado de todos mis
golpes era decepcionante.
Pero no me llevó mucho tiempo darme cuenta de que yo era mi peor enemigo. Al permitir que
me decepcionen cuatro de los cinco golpes, estaba destinado a fracasar (¿Cómo puedes
aprender a jugar bien al golf si estás maldiciendo cuando estás por pegarle con el palo de
golf?). El truco, lo descifré rápidamente, era desapegarme emocionalmente del resultado
querido (cuando la pelota sale) y enfocarme en la experiencia del swing.
Mi meta, cuando juego al golf estos días, es tener un buen swing. No me importa para dónde
va la pelota. Todo lo que me interesa es poder cumplir con mi intención de tener un buen
swing.
Esto ha influido mucho en mi forma de jugar. En pocos meses, mi hándicap bajó alrededor de
30 golpes. Antes, hacía 130 golpes y odiaba el juego. Ahora, hago alrededor de 100 golpes y
me gusta, incluso cuando la pelota cae en una trampa de arena o rueda en el green.
Todo lo que hacemos en la vida -toda meta que establecemos, toda relación que tenemos- se
puede hacer mejor y de forma más feliz aplicando el desapego emocional.
Te voy a nombrar algunos ejemplos más.
Apego emocional. Quieres hacer un picnic el sábado por la tarde. Llueve. Te desilusionas.
Desapego emocional. Tenías la intención de hacer un picnic el sábado. Pero, al saber que uno
nunca puede predecir el clima, te desapegas de forma consciente de la idea de que va a salir el
sol. Armas un plan B –ir al cine. Entonces, cuando llueve, cambiás felizmente del plan A al plan
B sin enojarte y sin enojar a otras personas. Eres el experto zen de tu tarde de sábado. Ayudas
a otras personas a que se sientan mejor con tu buen ejemplo. Y eso, a su vez, incrementa tu
felicidad.
Apego emocional. Quieres obtener un aumento de sueldo. No te dan el aumento. Te
desilusionas.
Desapego emocional. Tienes la intención de conseguir un aumento de sueldo. Pero, al saber
que uno no puede controlar el resultado de tu próxima evaluación de desempeño, diseñas un
plan B que involucra tener un negocio propio. Tienes una buena evaluación, pero tu jefe
decide no aumentar tu sueldo. No estás desilusionado. De hecho, estás emocionado porque
ahora puedes poner en marcha el plan B.
Apego emocional. Quieres casarte con tu novia de la universidad. Le propones matrimonio.
Ella dice que no. Estás destrozado.
Desapego emocional. Tienes la intención de casarte con tu novia de la universidad. Pero, al
saber que no puedes controlar sus sentimientos, te desapegás del resultado y te conformas
con el plan B, que se basa en el hecho de disfrutar la relación por algunos meses mientras
empezás a buscar una nueva. Le propones matrimonio y ella te rechaza. No estás triste. No
tienes un berrinche. Ponés en acción el plan B. Ella se da cuenta de tu desapego y le atraes
más por eso. Ahora tú tienes que tomar la decisión de seguir con la relación o cortar con ella.
Como dije anteriormente, la técnica de desapego emocional es difícil de entender y de poner
en práctica. Pero si logras dominarla, vas a disfrutar de una vida con ilimitada riqueza, salud y
felicidad.
Antes de que HN3 y yo fuéramos por segunda vez a jugar al golf, tomó una clase con Larry, un
jugador profesional de quien yo aprendí. Larry comprende el efecto zen del golf. Él, como Ben
Hogan, entiende que el verdadero propósito del golf no es alcanzar un puntaje específico, sino
experimentar la serenidad y el placer que te brinda lograr buen swing de forma consistente.
Cuando fuimos a jugar en esta oportunidad, le recordé a HN3 que no se enfocara en la
dirección de la pelota, sino en ejecutar un buen golpe. Jugó los 18 hoyos en perfecta armonía.
Y, aunque no nos importaban nuestros resultados, ellos fueron mejores que los anteriores.
PONLE UN POCO DE LIGEREZA A TU VIDA
Te he recomendado que establezcas metas para mejorar tu salud, aumentar tu riqueza,
convertirte en una mejor persona y para que te pongas las pilas con tu vida personal. Mi
recomendación del día de hoy para ti es diferente.
Quiero que le agregues un ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! a tu vida.
¿Qué es exactamente un ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!? Es una técnica que va a hacer lo siguiente:
Te revelará verdades importantes sobre tu vida y tu bienestar.
Reducirá tu tensión y los problemas que son creados por la tensión.
Te ayudará a sobrepasar obstáculos, incluso aquellos que son insuperables.
Incrementará la dopamina en tu sistema y te ayudará a sentirte mejor.
Incrementar tu circulación sanguínea, respiración y digestión.
Reducirá, en gran parte, la posibilidad de que mueras de cáncer o problemas cardíacos.
Hará que seas una persona más popular.
Alcanzarás tus metas más rápido.
Te dará más poder personal.
Y las mejores cosas sobre esta técnica espectacular son las siguientes:
No te va a costar ni un euro implementarla.
No necesitás ningún tipo de conocimiento especial o habilidad para aprovecharla.
Solamente te toma unos pocos minutos de tu tiempo.
Cuanto más la “practiques”, más fácil se vuelve.
¿Estás listo para aprender más?
En el año 1992, durante el mayor pico del motín en Los Angeles, Terry Braverman estaba
conduciendo por la autopista Hollywood en hora punta. Al mirar a través de la ventana del
lado del pasajero, vio fuego en la ciudad. El olor del humo se mezclaba con el olor familiar del
smog y estaba haciendo que el viaje en caravana parezca peligroso. Miró a los otros
conductores y vio en sus caras que ellos, también, estaban un poco ansiosos.
La ansiedad de ellos hizo que él se sintiera aún más ansioso. Empezó a entrar en pánico. Luego
recordó una máxima simple: no puedes controlar lo que no puedes controlar, pero tienes el
control sobre cómo reaccionás.
Decidió en ese momento, en medio del peor embotellamiento que había estado en su vida,
tranquilizarse. Por suerte, Braverman tenía una manera para hacerlo. Como era un
comediante profesional, tenía una bolsa con accesorios en el asiento de atrás. Se dio vuelta y
agarró una nariz de payaso de goma. Pensó: “Esto es justo lo que necesito”.
Con la nariz de payaso puesta, Braverman miró otra vez por la ventana. Al principio, comentó
que los conductores que estaban alrededor de él lo miraron sorprendidos como si pensaran:
“Es un turista, no sabe lo que está pasando”. Pero cuando sonrió, ellos entendieron el
mensaje. “Quería que ellos supieran que, sin importar las circunstancias, podemos tomarnos
un momento para relajarnos y terminar con la espiral de angustia”.
Leer esta historia en el libro de Terry Braverman, When the going gets tough, the tough lighten
up (Cuando las cosas se ponen duras, no hay que desanimarse), recordé la muy linda película,
La vida es bella, que trata sobre un padre que heroicamente mantiene el optimismo de su hijo
en un campo de concentración haciendo de payaso. También recordé el gran libro de Víctor
Frankl, Man`s search for meaning (El hombre en busca de sentido), en el cual cuenta su propia
experiencia de vida en un campo de concentración y la increíble conclusión a la cual llega
después de haber soportado la peor forma de pérdida humana.
Frankl comenta: “Como vemos, el ser humano no es alguien que está en búsqueda de la
felicidad, sino en búsqueda de una razón para ser feliz. Cuando la búsqueda de sentido de una
persona es exitosa, no sólo es feliz, sino que también le brinda la capacidad para sobrellevar el
sufrimiento”.
En su libro, Braverman también cuenta la historia de Jean Houston, filósofa y autora de A
mythic life (Una vida mítica), quien viajaba con un colega a Washington, D.C. para hablar en
una conferencia que tenía como fin inspirar a los participantes para que sean más creativos. El
colega se quejaba porque decía que era imposible inspirar creatividad en los burócratas del
gobierno. Ella dijo: “Pasan sus vidas reorganizando sillas en el Titanic. No nos van a escuchar”.
Houston le respondió: “Tendremos que cambiar su mentalidad”.
“¿Cómo?”
Houston le explicó que el mejor método que ella conocía era a través del humor. Entonces, iba
a hacer chistes durante los primeros 10 minutos de su presentación. “En el momento más
gracioso, uno está, como a punto de estornudar, en todos lados y en ningún lado”, ella
comentó, “y está abierto a ser bendecido, provocado y a hacerse más profundo”.
El “método” de Houston es un método utilizado por muchos oradores profesionales. La
audiencia está incómoda en seminarios. Cuando te sientes de esa manera, uno es más crítico y
resistente. Sin embargo si el orador es lo suficientemente bueno como para hacerte reír, vas a
abrirte un poco a él. Vas a decir: “Ok, estoy listo. Dime que quieres y te voy a escuchar”.
Braverman cuenta como Rich Little se salvó de ser golpeado por un grupo de matones. “Estaba
muy asustado, pero en 15 minutos los hice reír. Estaba llevando a cabo mi acto. Entonces di
vuelta la situación, no recuerdo exactamente cómo lo hice. Creo que me transformé en Louis
Armstrong. Ellos desconocían quien era yo, pero cuando empecé a hacer las imitaciones,
perdieron las ganas de pegarme”. En este caso, el humor de Little hizo más que mejorar su
propio estado mental, mejoró su destino. Al final, comenta, los matones estaban aplaudiendo.
Todos hemos estado en situaciones donde nos permitimos ser arrastrados por el enojo.
Alguien -mal informado o no- te dice tarado o tonto y ti respondes con malas palabras y furia.
Cuando usé el humor en situaciones difíciles, siempre me ayudó. Por lo menos, me hizo sentir
mejor al poner las cosas en contexto: la vida es corta. Vivimos. Morimos. Es lo mismo para
todos. Relájate.
En 1927 se hizo una película que aborda este tema. Se llama Sunrise (Amanecer). Te tomará
unos 15 minutos que te atrape porque es en blanco y negro y es muda pero tomate esos
minutos. Es una película fuerte y emotiva. Y presta atención al papel que juega el humor. Vas a
querer ser más gentil y más amoroso. Y te demostrará cuán importante es relajarse.
Uno de los empresarios más eficaces que conozco, el presidente de una de las empresas más
importantes, es un maestro de este método poderoso de manejar crisis. Debido a su puesto,
varias veces ha tenido que escuchar a gerentes enojados por ciertas injusticias reales o
imaginarias que habían sufrido por parte de algunos colegas en el negocio.
Cuando viví situaciones similares -y he vivido muchas- mi respuesta siempre fue tomar las
quejas de mis gerentes en serio y tratar de resolverlas de forma seria. Pero, en general, Chris
apela al humor. Tiene un don para hacerte entender lo trivial que es tu queja en el gran
esquema de las cosas. No sé cómo lo hace, pero lo ha hecho conmigo una docena de veces y
puedo decirte que funciona.
Chris resuelve muy bien las disputas porque su primera reacción frente a los problemas es
buscar en ellos el ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!. La mayoría de los problemas en la vida no resultan tan serios
como parecen al principio. Aquellos que son serios pueden ser abordados de una mejor
manera cuando los mirás con una actitud más relajada.
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