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Marco teórico
Visión histórica
Las sociedades primitivas
El Paleolítico abarca un periodo de 2 millones de años, desde el surgimiento de
los primeros homínidos hasta la revolución agrícola del Neolítico ocurrida hace
unos 10.000 años. Durante este período la caza y la recolección fueron los
únicos modos de producción alimentaria. Los cazadores-recolectores se
organizan típicamente en pequeños grupos llamados bandas, que constan de
unas 20 a 50 personas. Las bandas se componen de familias individuales que
acampan juntas durante períodos que van de unos pocos días a varios años
antes de trasladarse a otros campamentos. La vida en banda es esencialmente
migratoria; los refugios son temporales y las posesiones escasas.
Hoy día son pocas las sociedades del tipo cazador-recolector, pero sin
embargo quedan algunas en las que podemos estudiar su modo de vida. Uno
de tales grupos son los !kung san (el signo! denota un sonido característico
denominado click), que vive en el desierto del Kalahari, a ambos lados de la
frontera entre Botswana y Namibia, en el sur de Africa. Como la mayoría de los
cazadores-recolectores, los !kung san cambian mucho de sitio desde un
campamento a otro en busca de agua, caza y plantas alimenticias silvestres.
Sólo construyen refugios temporales y tienen un mínimo de posesiones,
aunque están bien nutrido y, dentro de lo razonable, viven largo tiempo. Como
en la mayor parte de los cazadores-recolectores, los varones !kung san se
especializan en la caza, mientras que las hembras se especializan en la
recogida, aunque en ocasiones las hembras llevan pequeños animales al
campamento y los hombres ayudarán a llevar la carga de nueces.
El número de personas que hay en un campamento !kung san varía de las 23 a
las 40, siendo el tamaño medio del campamento de 31 (20 adultos y 11 niños).
Durante estudios de campo realizados en campamentos !kung san se ha
calculado que cada adulto emplea una media de 2’4 días por semana (con seis
7
horas diarias) en la caza y la recogida, es decir, entre 12 y 19 horas de trabajo
a la semana. El resto del tiempo los !kung san se dedican a visitar a amigos y
parientes, a bailar o algún tipo de actividad recreativa.
Los !kung san, como ejemplo del tipo de sociedad cazadora-recolectora, tienen
que realizar muy poco trabajo para satisfacer sus escasas necesidades.
Carecen de viviendas permanentes; sus ropas, al vivir en climas templados, es
mínima; y carecen de la mayoría de los utensilios domésticos ya que, al ser
nómadas, tendrían que transportarlos de un sitio a otro.
La clave del éxito del tipo de vida de los !kung san está en que han controlado
su índice de reproducción y, de esta forma han limitado su presión sobre el
medio natural del que se alimentan. La densidad de población en el territorio es
de sólo 16 habitantes por kilómetro cuadrado. En contraste, las sociedades
agrícolas tienen densidades desde unos pocos centenares a varios miles de
habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que los centros urbanos de las
sociedades industriales pueden albergar decenas de miles de personas por
kilómetro cuadrado.
Los estudios acerca de los !kung san y otros cazadores-recolectores que han
sobrevivido hasta los tiempos modernos han disipado la noción de que la caza-
recolección condena necesariamente a los pueblos a una existencia miserable
en la que se vive al día, pudiendo evitar el hambre sólo a fuerza de un continuo
esfuerzo diario. Alrededor de un 10% de los !kung san tienen más de 60 años
de edad (comparado con el 5% de países agrícolas como India y Brasil) y el
examen médico demuestra que poseen un buen estado de salud.
Lo que los !kung san sí poseen en abundancia es tiempo libre. Esto nos lleva a
la aparente paradoja de que el progreso tecnológico puede no resultar en una
disminución del trabajo sino en su incremento. La explicación de este hecho es
que, por una parte, una mejora tecnológica ahorra trabajo pero, por otra,
produce nuevos bienes que son demandados ansiosamente. Esto significa que
las tecnologías se usan muchas veces para incrementar los productos, y no
para reducir las horas de trabajo. Como trabajadores de una sociedad
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tecnológicamente avanzada, nos encontramos frecuentemente trabajando muy
duro para obtener gran cantidad de bienes que luego no tenemos tiempo de
disfrutar.
La revolución agrícola
El paso del Paleolítico al Neolítico supuso cambios revolucionarios ligados
principalmente al desarrollo de la agricultura. Hace aproximadamente unos
10.000 años los cazadores-recolectores, en determinados parajes con
abundancia de recursos naturales, empezaron a construir poblados
semipermanentes que utilizaban de base para sus excursiones de caza o de
recolección. Esto facilitaba la construcción de silos para el almacenamiento de
grano, y la utilización de grandes piedras para la molienda. Estas
construcciones eran una inversión que costaría trabajo abandonar. Para que
esta recolección de granos silvestres sea viable a largo plazo, los recolectores
tienen que abstenerse de cosechar todos los tallos de un campo concreto. Y
eso es precisamente lo que hacían.
La recolección de grano silvestre no es tan eficiente como la agricultura
propiamente dicha. Tiene el problema de que se recogen los granos de los
tallos duros y se caen al suelo y se reproducen los granos de tallos blandos.
Eso hace que después de un cierto tiempo predominen las plantas de tallo
frágil difíciles de recolectar. Se cree que este proceso se invirtió cuando, en el
transporte al poblado algunos granos de los resistentes caían en las
proximidades del mismo, donde había abundancia de desechos, y se
desarrollaban. Los recolectores reproducirían este proceso fortuito
consiguiendo cultivar en las cercanías del poblado plantas con tallos rígidos,
más adecuados para la recolección. Ese se considera el origen de la
agricultura.
Al encontrarse cada vez más los poblados en medio de densos campos de
cereales, las cabras y ovejas salvajes entraron necesariamente en contacto
con el ser humano. Los animales se acercaban a alimentarse y a los habitantes
del poblado les resultó fácil mantenerlos recluidos mediante vallas y perros,
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alimentándose de los rastrojos y manteniéndolos alejados del grano. De esta
manera no es necesario salir a cazar sino que la carne se tiene siempre
disponible. Es el origen de la ganadería.
La agricultura primitiva se basaba en el aprovechamiento del agua de las
precipitaciones o avenidas de ríos. Es decir, utilizaba métodos naturales de
irrigación del terreno. Esto tiene el inconveniente de que hay que reponer los
nutrientes que las sucesivas cosecha toman del terreno. Uno de los métodos
más antiguos para resolver este problema, todavía hoy ampliamente
practicado, se conoce como tala-y-quema. Se corta una parte del bosque y se
deja caer. Luego se prende fuego a la tala y más tarde las cenizas, que
contienen un rico suministro de nutrientes, son esparcidas sobre la zona que se
va a plantar. Después de un número limitado de cosechas (unas 3) los
nutrientes se han agotado. Entonces se despeja y se quema una nueva zona
del bosque. Como se ve este procedimiento requiere grandes cantidades de
tierra en barbecho esperando que vuelva a crecer la vegetación adecuada para
ser quemada. El ciclo suele ser de unos 10 a 20 años dependiendo de los
climas locales.
Uno de los pueblos que todavía utilizan la agricultura de tala-y-quema son los
tsembaga maring que viven en las tierras altas del centro de Nueva Guinea.
Según un estudio antropológico concreto, la población era de 204 personas,
dedicando a la producción de alimentos 380 horas anuales por trabajador. Esto
supone unas 7 horas de trabajo a la semana, la mitad que los !kung san,
mientras que son capaces de alimentar a 10 veces más población. Además la
densidad de población es de 60 habitantes por kilómetro cuadrado, también
mayor que la de los !kung san.
La desventaja de la agricultura de tala-y-quema frente a la de regadío está en
la inferior población que es capaz de alimentar. En estudios de campos
realizados con agricultores en Méjico, el paso de la tala-y-quema al regadío
puede incrementar la población hasta en 14 veces. Esta es en realidad la
principal razón de la agricultura de regadío: poder alimentar a una población
creciente cuando se carecen de nuevas tierras. En este terreno han destacado
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los chinos donde, en condiciones favorables, pueden llegar a habitar 2.300
personas por kilómetro cuadrado dependiendo de la agricultura de regadío.
Según unos estudios realizados en la aldea china de Luts’un, provincia de
Yunnan, las 700 personas de la aldea eran capaces de producir 5 veces más
alimentos de los que consumían, con lo que se crean unos excedentes.
Este excedente, típico de la agricultura de regadío, permite ya en el Neolítico
que muchos individuos no se dediquen a la agricultura sino a producir otros
bienes que luego se intercambiarán, naciendo así los artesanos y los
comerciantes. El crecimiento de la población y de su densidad da lugar al
nacimiento de las ciudades que contienen casas y calles, templos y palacios en
el centro de una gran extensión de campos de regadío. Surgen por primera vez
los gobernantes y los gobernados, ricos y pobres, individuos que saben leer y
escribir y analfabetos, ciudadanos y campesinos, artistas, guerreros,
sacerdotes y reyes. Esta organización en clases y esta división del trabajo
permanece prácticamente invariable hasta la revolución industrial en el siglo
XVIII.
La paradoja de esta nueva técnica agrícola es que la gente tiene que trabajar
mucho más. En la agricultura de regadío el agricultor tiene que reunir,
almacenar y utilizar los excrementos animales para abonar la tierra. Las malas
hierbas tiene que ser eliminadas regularmente. A menos que la lluvia se
totalmente regular, hay que construir y mantener sistemas de riego. Se
necesitan animales de tiro de los que hay que cuidar. Hay que construir
almacenes, hay que fabricar y reparar los aperos de labranza. Hay que
proteger a las plantas de insectos y parásitos. En suma, hay que realizar
mucho más trabajo que en la caza-recolección y el doble que en la agricultura
de tala-y-quema. Según algunos estudios esto supone un esfuerzo de unas
2.100 horas anuales, es decir, unas 40 horas semanales por trabajador.
Sin embargo la agricultura tiene importantes ventajas, entre las que destaca la
reducción del costo de la crianza de los niños. Entre los cazadores-
recolectores, seguir teniendo hijos resulta costoso porque hay que
transportarlos a lo largo de grandes distancias y porque los niños no se
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convierten en cazadores eficientes hasta que alcanzan la adolescencia. Con la
agricultura, en cambio, cuanto mayor es el número de niños más plantas y
animales se pueden cuidar. Los hijos pueden empezar a trabajar a una edad
temprana en diversas tareas sencillas relacionadas con la plantación, la
escarda y el pastoreo y pueden costearse fácilmente su crianza, al menos
mientras hay suficiente tierra disponible. Además, con la agricultura, las
mujeres se ven libres del esfuerzo que supone el transporte cotidiano de las
criaturas durante largos recorridos. En los poblados permanentes hay menos
necesidad de emprender viajes largos y, por tanto, las penalidades
relacionadas con la reducción del intervalo de tiempo entre sucesivos partos se
reducen. Si a estas razones se une la mayor eficiencia alimentaria de la
agricultura, se comprende el rápido incremento de población que se produjo en
el Neolítico. Se estima que en Oriente Próximo habitaban hace 10.000 años
(comienzos del Neolítico) unas 100.000 personas, mientras que 4.000 años
después el número era de 3’2 millones. Así, en vez de usar el potencial de
ahorro de trabajo que supone la agricultura para trabajar menos, los
agricultores de regadío optan por intensificar su esfuerzo y aumentar su
producción, que se traduce en un aumento de la población y en el surgimiento
de clases improductivas (gobernantes, sacerdotes, artistas, etc) o de
productores no relacionados directamente con la alimentación (artesanos,
comerciantes, etc.).
La siguiente tabla resume la situación del trabajo en las distintas técnicas
estudiadas:
El trabajo en distintas economías primitivas.
Densidad de población
(Habitantes /km2)
Horas de trabajo (por año)
Horas de trabajo (por semana)
Caza-recolección (!kung san)
16 780 15
Tala-y-quema (tsembaga)
60 380 7
Regadío (Luts’un)
2.300 2.100 40
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Estudios similares sobre otros pueblos dan resultados que admiten una
interpretación coherente con los anteriores resultados. Así comparando el
número de horas de trabajo al día para pueblos con las tres tecnologías
obtenemos los resultados de la tabla:
Distribución del trabajo en las economías primitivas.
Caza-recolección
!kung
Tala-y-quema Machiguenga
Regadío Kali Loro
V M V M V M
Producción y preparación de comida 3’09 1’80 4’60 4’20 5’49 4’70
Labores artesanales 1’07 0’73 1’40 2’10 0’50 2’32
Comercio/trabajo remunerado - - - - 1’88 1’88
Subtotal trabajo productivo 4’16 2’53 6’00 6’3 7’87 8’9
Trabajo doméstico/cuidado de los
niños
2’20 3’20 - 1’10 0’50 2’07
TOTAL 6’36 5’73 6’00 7’40 8’37 10’97
La revolución industrial
Se entiende por revolución industrial el proceso de cambio desde una
economía basada principalmente en la agricultura, con artesanos y
comerciantes, a otra en la que toman un gran protagonismo los procesos de
producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Este proceso tiene
lugar en diferentes momentos en cada país, aunque con frecuencia se utiliza el
término para hacer referencia al proceso de industrialización que comenzó en
Inglaterra a finales del siglo XVIII y posteriormente se propagó al resto de
Europa y Norte de América.
El proceso de industrialización en Europa se va preparando durante bastantes
siglos que abarcan buena parte de la Edad Media, el Renacimiento y los
comienzos de la Edad Moderna. En ella surgen innovaciones tan significativas
como los molinos de viento y agua como fuente de energía; el reloj para la
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organización del trabajo y de la actividad diaria; y la imprenta para la
distribución de las ideas.
Al comienzo de la Edad Moderna, siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII,
surge el proceso de industrialización principalmente debido a 4 factores:
a) el crecimiento de la riqueza, derivada en parte de la llegada de metales
preciosos del Nuevo Mundo y del incremento en las actividades
comerciales y financieras;
b) el crecimiento de la demanda y de los mercados, en parte debido al
incremento de la población y a su mayor riqueza, y en parte debido a la
sustitución de las unidades políticas feudales por grandes reinos (ver
tabla y figura);
c) la introducción de nuevos productos, tales como las especias y el
azúcar; y
d) el desarrollo de nuevas tecnologías.
Censos de población en España
Año Población
1594 (1) 8.206.791
1768 (1) 9.159.999
1787 (1) 10.268.150
1797 (1) 10.541.221
1857 15.454.514
1860 15.645.072
1877 16.622.175
1887 17.549.608
1897 18.108.610
1900 18.617.956
1910 19.992.451
1920 21.508.135
1930 23.844.796
1940 26.187.899
1950 28.368.642
1960 30.903.137
14
1970 34.041.531
1975 36.012.682
1981 37.682.355
1986 38.473.418
1991 38.872.268
1996 39.669.394
(1) Censos no oficiales.
Este incremento de la demanda hizo que la producción artesanal no diera a
basto y declinaran los gremios. Eran necesarias nuevas formas de producción
en gran escala y éstas surgieron, no tanto de los nuevos artilugios mecánicos
cuanto del incremento en la aplicación de la energía, principalmente del agua y
del viento, a los antiguos instrumentos, y aún más significativamente, de las
mejoras en la organización del trabajo para satisfacer los requisitos de una
producción masiva. Estas primeras fábricas aparecieron en los siglos XVII y
XVIII en ciertas industrias especialmente las textiles.
En la segunda mitad del siglo XVIII comienza a emplearse en las fábricas la
nueva energía derivada del vapor inventada por Thomas Newcomen en 1698 y
perfeccionada después por James Watt en 1769. El uso de esta nueva fuente
de energía permite la ubicación de la fábricas lejos del curso de los ríos o de
las zonas de fuerte viento, y además favorece que el tamaño de las mismas
crezca para aprovechar de manera eficiente el nuevo recurso energético. Hay
que tener en cuenta que en estas fábricas la producción de energía estaba
centralizada en un único motor cuyo potencia mecánica se transmitía mediante
correas a todas las máquinas de la planta, y que esta distribución es más
eficiente cuantas más máquinas estén conectadas.
El gran tamaño de las fábricas dio pie al otro gran avance de la época: una
nueva organización del trabajo. La producción de cualquier bien se dividía en
multitud de sencillas operaciones elementales. Un trabajador no realizaba todo
el producto sino tan sólo unas pocas de esas operaciones elementales. Esto
provoca por un lado un gran aumento de la productividad, y por otro reduce al
mínimo las habilidades necesarias en el trabajador, pudiendo en muchos casos
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ser sustituidos por niños o incluso por máquinas automáticas. Esta mayor
oferta de mano de obra provocó una bajada en el nivel de salarios. Para
compensarla, no sólo los hombres se dedicaban a trabajar en las fábricas, sino
también las mujeres y los niños (el nombre de “proletario” deriva del hecho de
que tiene que trabajar la “prole”). Además, ahora el ritmo de trabajo viene
impuesto por las máquinas por lo que, para rentabilizarlas al máximo, las
jornadas laborales se alargan. Las condiciones laborales eran miserables con
16 horas de trabajo diario dedicado a tediosas tareas repetitivas en ambientes
ruidosos, malolientes e insalubres. Según apunta Lewis Mumford (“Técnica y
Civilización” pg. 192): “El primer requisito para el sistema de fábrica era la
castración de la pericia. El segundo, la disciplina de la miseria. El tercero, el
cierre a toda ocupación alternativa mediante el monopolio de la tierra y la
deseducación”.
Las pésimas condiciones de trabajo de la clase trabajadora impulsó un
movimiento de reformas que fue paulatinamente consiguiendo mejoras en las
mismas, dejando finalmente la jornada semanal en 40 horas semanales.
Por otra parte el trabajo en el campo sufre también importantes
transformaciones, con los incrementos de productividad asociados, tales como
• Disminución del barbecho
• Rotación de cultivos
• Introducción de nuevos productos
• Cercado de las grandes propiedades
• Introducción de algunas máquinas
• Selección de semillas.
Esto conduce a una progresiva migración a las ciudades. Por otra parte los
trabajadores que no encuentran trabajo en el campo son absorbidos por el
sector industrial que, de esta manera, pasa a ser el sector predominante de la
economía durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Por otra parte, durante
este período los continuos desarrollos tecnológicos mantienen un incremento
16
constante de la productividad en la industria, lo que hace que, cada vez un
mayor número de trabajadores encuentre acomodo en el sector servicios,
pasando a ser éste el sector mayoritario a partir de la segunda mitad del siglo
XX (ver tabla y figura sobre evolución de los tres sectores económicos en
España).
Sectores económicos en España.
Fecha Agricultura Industria Servicios
Siglo XVII 90-95%
1787 71%
1797 66%
1874 65% 17% 18%
1950 41’7% 31’8% 26’5%
1980 18’12% 35’36% 46’52
1990 14% 31% 53%
1995 10% 30% 60%
Como puede verse, al igual que ocurrió en el Neolítico con la revolución
agrícola, los cambios tecnológicos que provocaron la revolución industrial, no
han supuesto una disminución del trabajo sino un incremento del mismo. El
incremento de productividad de las nuevas tecnologías se ha vuelto a emplear
en un aumento de los bienes disponibles. Sólo cuestiones sociales limitaron
reglamentariamente el número de horas trabajadas.
Mejoras en la agricultura
La revolución de la tecnología punta no está normalmente asociada con la
agricultura. Sin embargo, algunos de los avances más impresionantes en el
mundo de la automatización se han producido en ésta. Aunque el público en
general ha centrado su atención en los efectos de la tecnología en los sectores
industrial y de servicios, la agricultura moderna está también profundamente
afectada por las nuevas tecnologías. Los cambios tecnológicos en la
producción de alimentos nos conducen hacia un mundo sin granjeros, lo cual
traerá consecuencias impredecibles en un mundo donde la mitad de la
población depende de la tierra para su supervivencia. Analicemos el cambio ha
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que está sometida la agricultura, tomando como ejemplo el caso de Estados
Unidos.
La mecanización de la agricultura comenzó hace más de cien años. En 1880
eran necesarias más de 50 horas-hombre para cosechar una hectárea de trigo.
En 1916 la cantidad se había reducido hasta 32. Tan sólo 20 años más tarde
(1936) se requerían solamente 15 horas-hombre. Estos incrementos
continuados en la productividad ha producido por una parte una
sobreabundancia de producción (excedentes) y un importantísimo trasvase de
población del sector primario a otros sectores: mientras en 1850 el 60% de la
población trabajadora estaba en el sector primario, en la actualidad se sitúa en
torno al 2’5%. La situación en España ha seguido una evolución similar,
aunque todavía, como consecuencia del inferior desarrollo económico, el sector
primario emplea en torno al 10% de la población (ver de nuevo tabla y figura).
Este incremento de productividad se ha debido a diversas mejoras tecnológicas
de tipo mecánico, biológico y químico:
• En 1837 se sustituye el arado de madera por el arado metálico
• En 1840 se introduce la segadora tirada por caballos
• En 1892 se construye el primer tractor de gasolina
• Aparecen vehículos mecánicos: en 1915 había ya 25.000 camiones
• Se desarrollan nuevas formas de algodón de más fácil recolección
mecánica
• Se desarrollan variedades híbridas de maíz que triplican la producción
por Ha.
• Se extiende el uso y la eficacia de los insecticidas, herbicidas y
fungicidas químicos
• Se mejoran los métodos de inseminación y alimentación de animales
• Etc.
En conjunto este proceso produce un elevado incremento de la producción
junto a un simultáneo descenso en la población ocupada en el sector (ver
18
tabla). El incremento de la producción no va unido a un incremento del
consumo del mismo nivel por lo que se produce una caída de precios y una
necesidad de regulación estatal del sector.
Evolución de la agricultura en USA.
Década Incremento de
producción
Descenso de
empleo
1940-1950 25% 26%
1950-1960 20% 35%
1960-1970 17% 40%
1980-1990 28% -
Importantes avances en informática y robótica aplicados a la agricultura,
además de innovaciones en biotecnología, seguirán incrementando la
productividad de este sector reduciendo aún más la necesidad de mano de
obra en el mismo.
Mejoras en la industria
A partir del siglo XVII, la proporción de la población empleada en el sector
primario empieza a decrecer paulatinamente al incrementarse las actividades
industriales. Por ello los procesos de mejoras en la agricultura que acabamos
de ver no hacen sino acelerar el proceso de reducción del empleo en el sector
primario que empieza a alojarse primero en la industria y después en los
servicios. Pero la actividad industrial no es ajena a este proceso de mejoras de
productividad debidas a la introducción de nuevas tecnologías de producción,
normalmente en forma de maquinarias. La introducción de estas maquinarias
producía, al menos localmente, unas importantes pérdidas de empleo, por lo
que han sido ampliamente contestadas desde la antigüedad.
Ya el emperador Vespasiano en el siglo I de nuestra era, prohibió el uso de los
molinos hidráulicos por el desempleo que esto hubiera ocasionado. Se tienen
noticias de que en 1661, en la ciudad polaca de Danzig, las autoridades
19
municipales destruyeron un telar mecánico y ahogaron a su inventor por el temor
al desempleo. Y en 1768, ya en plena revolución industrial, una serrería movida
por un molino de viento fue destruida por la muchedumbre en Inglaterra, por
temor al desempleo. Aún más significativo fue el movimiento ludista que surgió
en Gran Bretaña a comienzos de la industrialización, formado por grupos
organizados de artesanos ingleses que durante 1811 y 1812 se amotinaron y
destrozaron la maquinaria de la nueva industria textil que, consideraban,
estaba acabando con su tradicional medio de vida.
El proceso de introducción de mejoras tecnológicas en la industria se acelera a
partir de los siglos XIX y, sobre todo, XX con espectaculares incrementos de
productividad. Se estima que un trabajador medio en 1900 producía en una
hora de trabajo bienes por un valor aproximado de 100 pesetas. En 1970 esa
misma hora de trabajo producía más de 600 pesetas. Veamos algunos
ejemplos de estos procesos y de su incidencia en el empleo.
En 1881, James Bonsack patentó una máquina de cigarrillos que los liaba de
forma automática, sin intervención de la mano del hombre. A finales de la
década de 1880, la máquina de proceso continuo producía 120.000 cigarrillos
al día. La mayoría de los trabajadores especializados eran capaces de
producir, en el mejor de los casos, del orden de 3.000 cigarrillos por día. Menos
de una decena de máquinas eran capaces de satisfacer la totalidad de la
demanda nacional (española) de cigarrillos, necesitando sólo un puñado de
trabajadores para supervisión y mantenimiento. Más o menos en esa época, se
ponen en marcha máquinas de proceso continuo en otras industrias tales como
la fabricación de cerillas, la de jabones, la de negativos fotográficos o la de
harina.
La industria del automóvil es, con diferencia, la de mayor actividad en todo el
mundo, con una producción anual de 50 millones de unidades, por lo que
algunos autores la denominan “la industria de las industrias”. En USA 1 de
cada 12 empleos industriales está en el sector del automóvil. A principios del
siglo XX (1908) Henry Ford comenzó a producir el famoso modelo T del cual
llegó a vender más de 15 millones de unidades. Según un comentario del
20
propio Ford, mientras que para producir un modelo T se requerían 7.882 tareas
distintas, tan sólo para 949 de ellas se requería “hombres de fuerte complexión
física, hombres físicamente casi perfectos”. Para el resto de las tareas, Ford
afirmaba que “670 de ellas podían ser realizadas por hombres sin piernas,
2.637 por hombres con una sola, 2 por hombres sin brazos, 715 por hombres
con uno solo, y 10 por hombres ciegos”. Esto le llevó a la implantación en 1.913
de la cadena de montaje, con unos incrementos espectaculares en la
productividad. Así, el tiempo de fabricación de los volantes de los magnetos,
pasó de 20 minutos a 5, y el ensamblado de un chasis de 12’5 horas a 6. Esto
produjo una considerable reducción en el número de empleos. Esa tendencia
ha continuado hasta la actualidad. Así, en tiempos más recientes, la empresa
Ford Motor Co. produjo en 1.988 tantos vehículos como en 1.977, pero empleó
a la mitad de personas. Según el plan elaborado en 1993 por la General Motor
esta empresa reduciría, en la década de los 90, unos 90.000 empleos, es decir,
un tercio de su plantilla. En 1.994 Mercedes Benz introdujo una mejora de
productividad del 15% con un recorte de 14.000 puestos de trabajo. Se estima
(1.995) que en Alemania se puede eliminar 1 de cada 7 puestos en la industria
del automóvil, en un país donde esta industria representa el 10% de la masa
laboral. Todos este proceso se ha realizado mediante una continua innovación
tecnológica en el sector. Así, Mazda (fabricante japonés de automóviles)
anunció en 1.993 que había automatizado el 30% del montaje final, y su
objetivo para el año 2.000 era automatizar el 50%.
Otro paradigma del sector industrial lo constituye la fabricación de acero. A
principios del siglo XX una fundición era capaz de producir en un día el mismo
acero que un alto horno de mediados del XIX. También las mejoras
tecnológicas y la reducción del empleo continúan en estas industrias. Así la
introducción de pequeñas laminadoras, altamente informatizadas, con hornos
de arco eléctrico, pueden producir una tonelada de acero con menos de una
doceava parte del personal necesario requerido en una siderúrgica
convencional. La automatización ha hecho estragos. Así, por ejemplo, la mayor
empresa de fabricación de acero en USA (la United States Steel) empleaba en
1.980 cerca de 120.000 personas. En 1.990 producía prácticamente la misma
cantidad de acero con tan sólo 20.000 empleados. En USA, de 1955 a 1960, la
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producción de acero creció un 20%, mientras que se perdieron 17.000 puestos
de trabajo. La producción de acero en los países de la OCDE descendió un 6%
en el período entre 1974 y 1989, mientras que el empleo en este sector lo hizo
en más de un 50%, con una pérdida absoluta de más de un millón de puestos
de trabajo. Se estima que, en promedio, el empleo en el sector
siderometalúrgico decrecerá un 1’5% anualmente hasta, por lo menos el año
2.010.
Esta situación se repite en multitud de sectores industriales. Veamos algunos
ejemplos significativos:
• La empresa Goodyear (fabricante de neumáticos) producía en 1.994
un 30% más que en 1988 con 24.000 empleados menos.
• En Dunlop (neumáticos) se ha incrementado un 40% la producción
con un 30% menos de trabajadores.
• En 1925, USA producía 520 millones de toneladas de carbón con
588.000 trabajadores. En 1982, 208.000 empleados producían 774
millones de toneladas.
• Entre 1947 y 1957 las refinerías de petróleo americanas redujeron sus
plantillas globalmente en 10.000 trabajadores, incrementando
simultáneamente su producción de 5’3 a 8’4 millones de barriles
diarios.
• Entre 1955 y 1960 la industria química americana creció un 27% con
una reducción de empleo del 3%.
• Entre 1950 y 1960 la industria maderera perdió 180.000 empleos a
pesar de un incremento substancial de la producción en el mismo
período.
• Texaco (refinaría) introdujo en 1959 el control informático. Entre ese
año y 1964 pasó de 112.500 empleados a 81.900.
• General Electric, líder mundial en la fabricación de sistemas
electrónicos diversos ha pasado de 400.000 empleados en 1981 a
menos de 230.000 en 1993, mientras que triplicaba sus ventas.
22
• La Allied Textile Company (en el paradigmático sector textil) la
automatización incrementó sus beneficios un 114% entre 1981 y 1986
mentras que el empleo disminuyó de 2.048 a 1.409.
Mejoras en los servicios
Como puede verse en las curvas de evolución del peso relativo de los tres
sectores económicos, el incremento de la productividad en la agricultura
produjo un crecimiento relativo de los otros dos sectores. Probablemente, el
acentuado proceso de industrialización que tuvo lugar en los países
occidentales, principalmente desde el siglo XIX, hubiese supuesto un mayor
peso relativo del sector industrial de no mediar también en este sector un
continuo incremento de productividad que, tal como hemos descrito
anteriormente, actuaba como freno en los incrementos de empleo industrial.
Sin embargo, desde mediados del siglo XX, la presión de los incrementos de
productividad industrial superan a su crecimiento, con lo cual se produce un
fenómeno que se ha venido en denominar de “desindustrialización”, en el cual
el peso relativo del sector industrial cede ante la evolución del sector servicios,
en el cual los incrementos de productividad son menores. Así, los trabajadores
desplazados del sector industrial según el relato del apartado anterior, son
mayoritariamente absorbidos por los servicios que toman así la posición de
cabecera del empleo en las economías desarrolladas.
Pero, sin embargo, este sector tampoco es ajeno a los avances tecnológicos,
principalmente los derivados de las tecnologías de la información y las
comunicaciones. En este apartado veremos algunos ejemplos de la situación
en este sector que, aunque tiene antecedentes, se presenta en toda su crudeza
a partir de los últimos años del siglo XX.
Los avances tecnológicos en el sector de las telecomunicaciones han permitido
que AT&T, probablemente una de las más importantes empresas mundiales del
sector sea capaz de manejar un 50% más de llamadas con un 40% menos de
23
trabajadores. En el período entre 1950 y principios de la década de los 80,
AT&T abanderó a las industrias del sector en la introducción de tecnologías
que redujesen mano de obra. En este período la compañía eliminó más de
140.000 puestos de trabajo. En la industria telefónica la productividad está
creciendo a un ritmo aproximado al 6% anual. Estos impresionantes
incrementos están conduciendo a reducciones de empleo considerables. Así,
como ejemplo, en la década de 1990 se sustituyeron más de 6.000 operadores
de larga distancia por tecnologías de reconocimiento automático de voz. De
manera similar, el servicio postal de USA redujo entre 1991 y 1995 más de
47.000 empleados, sustituyéndolos por máquinas automáticas capaces de
efectuar reconocimiento y clasificación automática de direcciones.
En el sector financiero la situación es similar. Se estima que de 1991 al 2000 se
habrían reducido un 20% el número de empleados bancarios. Según estudios
independientes, la automatización del sector bancario puede producir
incrementos de productividad entre el 20 y el 30%. Los cajeros automáticos
han supuesto unos incrementos impresionantes: “un empleado de caja puede
realizar 200 transacciones diarias trabajando 30 horas por semana con un
salario entre 1’5 y 3 millones de pesetas al año; un cajero automático realiza
2.000 transacciones diarias, trabaja 168 horas por semana y con un coste
operativo de poco más de 3 millones de pesetas al año.”
Esta situación se repite en multitud de actividades dentro de este sector de
servicios. Señalemos a continuación algunos ejemplos de ello:
• Los procesamientos ofimáticos ahorran el 45% del tiempo de trabajo
de una secretaria, y entre el 25 y el 75% de todas las actividades
desempeñadas actualmente en una oficina administrativa. Sólo en la
década de 1980 el número de secretarias se redujo en un 8%.
• La automatización de los procedimientos de almacenaje en los
comercios mayoristas producen incrementos de productividad que
pueden reducir la necesidades de mano de obra al menos en un 25%.
24
• En el sector del comercio minorista, la empresa Sears redujo un 14%
su plantilla en un solo año en el que, además, aumentaron las ventas
un 10%.
• La introducción de lectores de códigos de barra y la automatización de
los puntos de venta permiten un incremento de l 30% en la velocidad
de proceso con una reducción estimada de entre un 10 y un 15% en
las necesidades de mano de obra para cajeros y empaquetadores.
• La venta electrónica (por televisión o internet), está creciendo a un
ritmo del vertiginoso. A comienzos de la década de 1990 este tipo de
venta creción más de un 30% en sólo 4 años.
• Se estima que el número de puestos de trabajo de músicos ha
descendido como mínimo un 35% con motivo de la aparición de los
sintetizadores.
La tecnología como creadora de empleo
Los ejemplos anteriores, a pesar de ser numerosos y conducirnos al
pesimismo, no prueban de manera concluyente que el avance tecnológico sea
incompatible con alto niveles de empleo. Aunque nadie niega que cambios
tecnológicos concretos han producido importantes pérdidas de empleo, con las
tragedias personales asociadas, esta no es toda la historia. Los efectos del
cambio tecnológico son complejos y hay que fijarse en todas sus
consecuencias. Incluso si se aplicasen al máximo todas las tecnologías
disponibles aún quedaría una gran cantidad de trabajo por hacer. En muchas
partes del mundo, incluso en países desarrollados, hay todavía un gran número
de persona que sufre carencias en necesidades básicas. Hay que producir y
distribuir más y mejor comida, construir más casas y fabricar más ropa. La
gente necesita educación, sanidad y ocio. Y, aparentemente, la satisfacción de
unas necesidades no apaga los deseos humanos sino que los sitúa en otros
niveles más altos de consumo. Por tanto un mayor desarrollo económico
genera nuevas necesidades que satisfacer. Un ejemplo paradigmático de este
hecho es la situación de la medicina en la que, importantísimos avances
técnicos no sólo no hace disminuir la demanda sino aumentarla. Por ello los
25
incrementos de productividad no tienen por qué ser sinónimos de desempleo,
siempre que la demanda crezca al mismo ritmo o superior que la productividad.
Por otra parte, la descripción de los apartados anteriores puede conducirnos a
una especie de visión en túnel. Mientras que ciertas tecnologías destruyen
puestos de trabajo existentes, otras tecnologías crean puestos de trabajo que
no existían previamente. Nadie trabajaba como ingeniero aeronáutico antes de
la invención del avión, y nadie era un técnico en rayos X antes del siglo XX. De
hecho la mayoría de las ocupaciones de hoy día ni siquiera existían a finales
del XIX. Es razonable pensar que esta tendencia continúe. Probablemente ni
siquiera somos capaces de imaginar buena parte de las ocupaciones que
habrá dentro de 100 años.
Tampoco deben considerarse los efectos de un cambio tecnológico de manera
estrecha sobre un determinado sector. Así, por ejemplo, consideremos la
industria de las líneas aéreas. Es cierto que, a pesar de los espectaculares
crecimientos de las últimas décadas, el empleo sólo ha aumentado
ligeramente, y esto obviamente debido a un fuerte crecimiento de la
productividad por causas tecnológicas. Pero al mismo tiempo los viajes aéreos
han estimulado otros sectores. Así, el turismo ha crecido grandemente durante
esta época creando numerosos puestos de trabajo en hoteles restaurantes,
agencias de viajes, atracciones turísticas, etc. Dado que la mayoría de los
efectos positivos de un cambio tecnológico sobre el empleo en una industria
aparecen de forma indirecta, mientras que los efectos negativos aparecen
directamente, la impresión superficial es pesimista. Sin embargo, el efecto neto,
considerando los efectos directos e indirectos, no tiene por qué ser negativo.
En los próximos apartados trataremos de estudiar la cuestión de forma más
sistemática.
Situación y perspectivas
En los apartados anteriores hemos realizado una panorámica histórica de la
relación entre tecnología y empleo. Antes de continuar debemos ahora fijarnos
en la situación actual de dicha relación. En primer lugar vemos cómo la
26
situación del desempleo, después de encontrarse en una situación contenida a
principios de siglo, alcanza cotas preocupantes durante los años 30, evoluciona
hacia situaciones confortables en la década de los 50, para volver a crecer de
manera preocupante en las décadas de los 80 y 90. La situación actual en
España es de un desempleo medio en torno al 20%, el doble que el de Europa,
del que Alemania es un buen exponente, y que se sitúa en torno al 10%. En
contraste Estados Unidos se encuentra en torno al 5% y Japón en torno al 4%.
Tasas de desempleo en países de la OCDE.
Países 1933 1959-67 1982-92 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Alemania 14,8 % 1,2 % 7,4 % 8,9 % 10,1 % 9,4 % 10,3 % 11,4 % 11,4 %
Australia 17,4 % 2,2 % 7,8 % 10,9 % 10,4 % 8,6 % 8,5 % 8,7 % 8,2 %
Austria 16,3 % 1,7 % 3,5 % 4,2 % 5,3 % 5,9 % 6,3 % 6,1 % 5,5 %
Bélgica 10,6 % 2,4 % 11,3 % 12,1 % 13,0 % 13,1 % 12,8 % 12,7 % 12,2 %
Canadá 19,3 % 4,9 % 9,6 % 11,2 % 11,0 % 9,5 % 9,7 % 9,2 % 8,8 %
Corea - - - - - 2,0 % 2,0 % 2,5 % 3,2 %
Dinamarca 14,5 % 1,4 % 9,1 % 12,1 % 11,9 % 10,3 % 8,8 % 7,9 % 7,3 %
ESPAÑA - 2,3 % 19,0 % 22,7 % 23,8 % 22,7 % 22,2 % 21,0 % 20,0 %
Estados Unidos 24,7 % 5,3 % 7,1 % 6,9 % 6,5 % 5,6 % 5,4 % 5,0 % 4,7 %
Finlandia 6,2 % 1,7 % 4,8 % 18,2 % 19,9 % 17,2 % 16,3 % 14,6 % 13,4 %
Francia 4,5 % 0,7 % 9,5 % 11,7 % 12,4 % 11,5 % 12,3 % 12,4 % 12,0 %
Grecia - - - - - 10,0 % 10,3 % 10,5 % 10,6 %
Holanda 9,7 % 0,9 % 9,8 % 8,3 % 9,3 % 7,1 % 6,7 % 5,8 % 5,1 %
Hungría - - - - - 10,3 % 10,0 % 8,9 % 8,4 %
Irlanda - 4,6 % 15,5 % 17,6 % 17,8 % 12,1 % 11,9 % 10,3 % 9,4 %
Islandia - - - - - 5,0 % 4,4 % 3,8 % 3,6 %
Italia 5,9 % 6,2 % 10,9 % 10,2 % 11,1 % 12,0 % 12,1 % 12,3 % 12,2 %
Japón - 1,5 % 2,5 % 2,5 % 2,9 % 3,1 % 3,4 % 3,4 % 3,4 %
Luxemburgo - - - - - 3,0 % 3,3 % 3,7 % 3,6 %
México - - - - - 6,3 % 5,5 % 4,1 % 3,5 %
Noruega 9,7 % 2,1 % 3,2 % 6,0 % 5,9 % 4,9 % 4,9 % 3,9 % 3,6 %
Nueva Zelanda - - - - - 6,3 % 6,1 % 6,7 % 6,3 %
Polonia - - - - - 13,3 % 12,4 % 11,6 % 10,7 %
Portugal - - - - - 7,2 % 7,3 % 6,8 % 6,3 %
Reino Unido 13,9 % 1,8 % 9,7 % 10,3 % 10,0 % 8,6 % 8,0 % 6,9 % 6,5 %
República
Checa
- - - - - 3,1 % 3,5 % 4,4 % 5,1 %
27
Suecia 7,3 % 1,3 % 2,3 % 8,2 % 8,8 % 7,7 % 8,1 % 8,1 % 7,3 %
Suiza 3,5 % 0,2 % 0,7 % 4,5 % 5,0 % 4,2 % 4,7 % 5,3 % 5,0 %
Turquía - - - - - 7,5 % 6,5 % 6,1 % 6,0 %
Unión Europea - - - - - 11,2 % 11,4 % 11,3 % 10,9 %
TOTAL OCDE - - - - - 7,6 % 7,5 % 7,3 % 7,0 %
Más detalladamente, en la situación de la Unión Europea se ve como España
tiene un registro muy desfavorable en comparación con los del resto de la UE.
Por lo que respecta a la situación concreta de España,, nos damos cuenta que
se ha producido un crecimiento moderado de la población que, sin embargo es
acompañado de una práctica estabilización del empleo, con altibajos según el
momento del ciclo económico, mientras que el número de parados va
creciendo.
Sin embargo, el paro no afecta por igual a todos, habiendo significativas
diferencias por sexo, edad o formación, para el área de la OCDE. En España la
evolución del paro se ha realizado de forma diferente según la edad , el sexo, o
el sector económico.
Estructura del desempleo en países de la OCDE
Países Ratio
Jóvenes
parados/
Total parados
Ratio
Mujeres
paradas/
Total parados
Ratio
No cualificados
parados/
Total parados
Alemania 0,9 1,1 2
Australia 1,8 0,9 1,6
Austria 1,0 1,1 -
Bélgica 2,1 1,5 1,3
Canadá 1,6 0,9 1,5
Dinamarca 1,2 1,1 1,7
ESPAÑA 1,8 1,4 1,2
Estados
Unidos
1,9 0,9 2,3
Finlandia 1,8 0,8 1,4
28
Francia 2,2 1,3 1,3
Grecia 0,0 1,7 -
Holanda 1,6 1,3 1
Irlanda 1,6 1,1 1,1
Italia 2,8 1,6 0,9
Japón 2,0 1,0 2,7
Luxemburgo 2,0 1,5 -
Noruega 2,4 0,9 1,1
Nueva
Zelanda
1,8 0,9 -
Portugal 2,1 1,4 1,7
Reino Unido 1,6 0,9 1,8
Suecia 2,3 0,8 1,4
Suiza 1,7 1,3 -
Turquía 1,9 0,9 1,5
Unión Europea 1,9 1,2 -
Uno de los tópicos más frecuentes en la cuestión del empleo es la incidencia
que ha tenido la incorporación de la mujer al mundo laboral. Podemos ver
como evolucionan el empleo masculino y femenino. Frente a una práctica
estabilización del volumen total de empleo (en torno a 12 millones de
trabajadores), la proporción de mujeres va incrementándose con el paso de los
años. En España se ha producido un crecimiento de la tasa de actividad
femenina que corre paralela al decrecimiento de la tasa de actividad masculina.
Sin embargo, la situación es todavía de clara desigualdad, como puede verse
en la relación entre el número de hombres trabajadores por cada mujer
trabajadora. Según recientes estudios, menos del 5% de los hombres está
dispuestos a compartir por igual el cuidado de los hijos y las tareas domésticas;
un grupo más numeroso, 18%, está dispuesto a compartir parte de estas
tareas, pero no el cincuenta por ciento de las mismas.
Otras magnitudes interesantes con respecto al empleo y que también han
evolucionado significativamente son:
29
• El número total de horas trabajadas al año, en la que se observa un
moderado decrecimiento y una contradicción del tópico de que los
españoles trabajamos poco (tenemos muchas vacaciones y días de
fiesta). La reducción del número de horas trabajadas durante una vida
en Gran Bretaña fue del 42% desde 1881 hasta 1981 (de 154.000 a
88.000 horas). Esta reducción se debe no sólo a la disminución de la
duración de la jornada laboral, sino también a la prolongación de la
educación en la infancia y la juventud, la anticipación de la jubilación
(oficial o real), o la existencia de trabajo a tiempo parcial.
• El salario medio mensual de un trabajador en España, que si bien ha
venido subiendo a lo largo de los años, si se corrige por el factor
inflación, se observa una constancia notable.
Ganancia media mensual por trabajador en España.
Año
Ganancia media
por trabajador
(miles de
pesetas)
Inflación
(IPC)
Ganancia media
por trabajador
en pesetas de
1981
(miles de
pesetas)
1981 65,5 14,6 % 65,5
1982 75 14,4 % 65,4
1983 85,1 12,2 % 64,9
1984 92,9 11,3 % 63,2
1985 101,8 8,8 % 62,2
1986 113,4 8,8 % 63,7
1987 121,5 5,3 % 62,7
1988 128,7 4,8 % 63,1
1989 136,1 6,6 % 63,6
1990 147,7 6,7 % 64,8
1991 158,9 5,9 % 65,3
1992 170,9 5,9 % 66,3
1993 181,7 4,6 % 66,6
1994 190,4 4,7 % 66,7
1995 199,1 4,7 % 66,6
1996 208 3,6 % 66,5
30
1997 205,9 2,0 % 63,5
• El trabajo a tiempo parcial que, basándonos en datos de Canadá, no
sólo ha subido de manera sostenida, sino que ha dado lugar a la
aparición de empleados que trabajan a tiempo parcial porque no
encuentran empleo a tiempo completo. Esta situación de trabajo a
tiempo parcial tiene diferente incidencia según los países.
• La precariedad en el empleo que, reflejada por la proporción de
trabajadores que están contratados temporalmente, se muestra en la
figura.
Son muchos los factores que, en mayor o menor medida, influyen en el empleo.
Quizás el más claro de todos ellos sea el crecimiento económico. Cuanto
mayor sea el crecimiento del Producto Interior Bruto, mejor comportamiento
debería tener el empleo. En la figura 2-17 se relacionan el crecimiento del PIB y
del paro en España en el período 1978-1997.
Sin embargo, a los posibles efectos beneficiosos del crecimiento del PIB sobre
el crecimiento del empleo, hay que contraponer principalmente los incrementos
de productividad así como otros factores tales como la duración de la jornada
laboral, el número de horas extras, el número de contratos a tiempo parcial,
etc. Puede verse cómo el posible crecimiento del empleo debido al crecimiento
económico es modificado por los incrementos de la productividad y las
variaciones de otros factores (duración de la jornada, horas extras, días de
vacaciones, etc.). En las gráficas se muestra la contribución relativa del
empleo, la productividad y otros factores en el crecimiento del PIB. Mientras
que, por ejemplo en Estados Unidos, el crecimiento del PIB se consigue de
manera significativa en base al incremento del empleo, en Japón y, sobre todo,
en la Unión Europea este crecimiento se consigue fundamentalmente en base
a crecimientos de la productividad.
31
Crecimientos en el período 1972-1982
País Producción Empleo Productividad Otros
factores
Estados
Unidos
2,0 % 1,8 % 0,6 % -0,4 %
Japón 4,5 % 1,0 % 3,6 % -0,1 %
UE 2,2 % 0,2 % 1,7 % 0,3 %
Crecimientos en el período 1982-1992
País Producción Empleo Productividad Otros
factores
Estados
Unidos
3,6 % 1,6 % 2,1 % -0,1 %
Japón 4,2 % 1,3 % 3,3 % -0,4 %
UE 2,7 % 0,4 % 2,2 % 0,1 %
Otro factor importante en el nivel de empleo de una economía es el volumen y
signo de comercio exterior. Se puede observar el impacto (en millones de
puestos de trabajo) que se estima que tiene para las economías de la Unión
Europea, Estados Unidos y Japón, sus relaciones comerciales con otras áreas.
El estudio se ha realizado por la OCDE sobre datos del período económico
1972-1985.
Por último, no todas las profesiones se ven afectadas igualmente por los
cambios tecnológicos, económicos y sociales. Las perspectivas de crecimiento
de empleo en Estados Unidos para el período 1990- 2005 son las que
aparecen en la tabla siguiente.
Previsión del crecimiento del empleo en USA (1990-2005)
Profesión Crecimiento
Asistencia sanitaria a domicilio +97,1 %
Analistas de sistemas informáticos +78,9 %
Programadores informáticos +56,1 %
32
Cuidado infantil +48,8 %
Trabajadores en oficinas de
información
+46,9 %
Enfermeras +44,4 %
Servivios de enfermería +43,4 %
Cocineros +41,8 %
Jardineros +39,8 %
Abogados +35,1 %
Contables +34,5 %
Profesores de secundaria +34,5 %
Asistentes educativos +34,4 %
Cajeros +34,2 %
Guardas +33,7 %
Empleados en preparación de
comidas
+31,6 %
Teorías económicas del desempleo
Modelos de la relación entre tecnología y empleo
En el apartado anterior hemos mostrado brevemente algunos datos que ilustran
la situación del empleo en el mundo y, particularmente en España, habiendo
mostrado también su relación con otras variables tales como la productividad,
el crecimiento económico, la precariedad en el empleo, la duración de la
jornada laboral, los niveles salariales, etc. Vamos ahora a tratar de poner un
poco de orden en todo este conjunto de datos. Tratemos de encontrar un
modelo que nos permita explicar la relación entre tecnología y empleo.
Pero la relación entre tecnología y empleo, o más apropiadamente entre
cambio tecnológico y empleo, no es tan simple como a primera vista pudiera
parecer. Para mostrar la complejidad de esta relación mostraremos algunos
modelos de la misma con un creciente grado de detalle y precisión. Podríamos
comenzar nuestro estudio diciendo que la introducción de una nueva tecnología
en un proceso productivo supone un incremento de la productividad del mismo,
lo que lleva aparejado una reducción del empleo necesario. Así, si disponemos
de tres tecnologías T1, T2 y T3, de creciente efectividad para obtener un
33
producto, y pasamos de la tecnología T2 a la tecnología T3, el incremento de la
productividad traducirá normalmente en una reducción del empleo necesario.
También es posible que, manteniendo el empleo el cambio tecnológico
suponga un incremento de la producción, o considerando una economía global,
de la riqueza de una sociedad. Sin embargo esto implicaría incrementos de la
demanda que, en un primer modelo simplificado no vamos a considerar. Lo
más probable es que se produzca simultáneamente un incremento de la
producción y un aumento del empleo.
Pero el impacto sobre el empleo global puede traducirse de dos formas no
incompatibles: incrementando el número de personas empleadas y/o la
duración de la jornada laboral. De hecho, para un determinado nivel de empleo,
la relación entre el número de personas empleadas y la duración de la jornada
laboral es de una proporcionalidad inversa. De aquí la solución ampliamente
propugnada desde determinados sectores sociales y políticos, de reducción de
la jornada laboral.
De la reducción de la jornada laboral no se sigue necesariamente, al menos de
manera directa, que tengan que reducirse los salarios. De hecho, manteniendo
constante la producción y los salarios, en principio no hay ningún problema en
utilizar los incrementos de productividad en reducciones de la jornada. Si
queremos introducir la variable salario en el modelo, debemos tener en cuenta
que los salarios unitarios (los que recibe cada trabajador) están sujetos a una
ley de oferta y demanda. Si hay pocas personas trabajando los desempleados
estarán dispuestos a aceptar un empleo por salarios más bajos, por lo tanto
hay una relación directa positiva entre el número de empleados de una
economía y los salarios unitarios en la misma. Obviamente la masa salarial
global será el producto del número de empleados y el salario unitario. Si
queremos refinar aún más nuestro modelo debemos tener en cuenta que
cuando los salarios unitarios son más altos, los trabajadores están más
dispuestos a reducir su jornada laboral (o a no aumentarla), por lo que existe
una relación negativa entre salarios unitarios y duración de la jornada laboral.
34
Con estos antecedentes estamos en condiciones de incluir en nuestro modelo
la cantidad de producto (o riqueza) generado. Cuanto mayor sea la masa
salarial de una economía mayor será la demando de bienes en la misma.
Igualmente para un trabajador individual, cuanto mayor sea su poder
adquisitivo (salario unitario), mayor será la demanda del mismo. Pero el
conjunto de bienes demandados tienen que ser los mismos que los producidos
dentro de una perspectiva de economía global. Por tanto cuanto mayor sea la
demanda, y por tanto la producción, mayor será el empleo. Con esto tenemos
un primer modelo que contempla el ciclo completo tecnología, empleo,
producción (demanda).
Pero la demanda no es sólo función de la capacidad adquisitiva de los
individuos (salarios unitarios y masa salarial). Si los individuos pueden adquirir
productos pero no los desean, no lo harán. Por el contrario si hay un fuerte
deseo de demanda, el individuo buscará la forma de incrementar sus ingresos,
probablemente trabajando más. Hay que considerar por tanto también en
nuestro modelo el deseo de demanda. Y ello lo vamos a realizar mediante la
variable de la publicidad. Cuanto mayor sea la inversión en publicidad mayor
será el deseo y, por tanto, la demanda. Por otra parte, si la demanda de un
bien o de una serie de bienes crece, crecerá también la competencia, es decir,
el número de empresas dispuestas a comercializar dichos bienes. Este
incremento de competencia tendrá también su incidencia positiva en un
incremento de la publicidad, ya que cada empresa trata de ocupar, mantener e
incrementar una mayor porción del mercado del bien en competencia. Esta
publicidad no sólo altera las proporciones del reparto del mercado sino que, al
incentivar la demanda, hace crecer dicho mercado.
Hasta ahora no hemos tenido en cuenta los costes de producción. Si, por
simplicidad, no consideramos los costes de material ni otros factores propios de
un análisis detallado de costes, vemos que en nuestro modelo, los costes
unitarios de producción de un determinado bien son mayores cuando son
mayores los salarios unitarios y los costes de publicidad. Por el contrario un
aumento de la productividad laboral reduce los costes de producción unitarios.
Lógicamente un incremento de los costes unitarios incide positivamente en el
35
precio de venta unitario del producto. Pero si el precio de venta crece la
demanda disminuye. Por otra parte una mayor competencia mantiene
reducidos los precios.
La diferencia entre los costes unitarios y los precios de venta unitarios, dan
lugar a los beneficios obtenidos por cada unidad de producto. Estos beneficios
unitarios, multiplicados por la demanda total del producto en cuestión, nos dan
los beneficios obtenidos por una empresa o por una economía. Por otra parte,
unos beneficios unitarios altos hacen atractivo el mercado y, por tanto,
incrementan la competencia.
Los beneficios de las empresas pueden tener distintos destinos. En primer, una
parte de ellos deben pagarse en forma de impuestos. Otra parte puede
emplearse en nuevas inversiones. Una tercera partida puede dedicarse a
incrementar los salarios unitarios, haciendo partícipes a los empleados de los
resultados de la empresa. Una última parte puede dedicarse a repartir
dividendos entre los accionistas o dueños de la empresa. Esto nos abre nuevas
perspectivas que exploraremos a continuación.
Así, al recaudarse más impuestos, el sector público tiene mayor capacidad de
incidir en la economía. Por una parte, es posible atender desde el sector
público más servicios (médicos, maestros, jueces, etc.), lo que incrementa el
empleo. También una mayor recaudación permite al sector público un mayor
nivel de demanda (compra de bienes). Por último, una mayor recaudación
posibilita un mayor nivel de inversiones públicas. Pero si consideramos la
variable “recaudación de impuestos” tenemos que tener en cuenta que un
mayor nivel de la masa salarial, así como de los salarios unitarios, incrementa
la recaudación.
En cuanto a los dividendos (figura 3-10), un incremento en los mismos se
traducirá en un mayor nivel de demanda y de inversiones. Por su parte las
inversiones incidirán también positivamente en la demanda y finalmente en las
tecnologías de producción, cerrándose así el ciclo.
36
En este modelo no están contempladas otras muchas variables e interacciones.
Tan sólo pretende servir como punto de partida de una reflexión sobre la
complejidad de las relaciones entre tecnología y empleo. Cualquier
pronunciamiento sobre la cuestión dista mucho de ser obvio. El
enmarañamiento del modelo, el entrecruzamiento de las interacciones y la
propia incapacidad de reflejar todos los aspectos de la realidad económica,
hacen difícil pronunciarse de manera categórica sobre la incidencia de la
tecnología sobre el empleo. Veamos ahora cuales han sido las respuestas a
esta pregunta desde distintas escuelas de pensamiento económico.
La economía preclásica
Se suele datar el comienzo de la economía como disciplina científica
coincidiendo con la publicación en 1776 del “Estudio sobre la naturaleza y
causas de la riqueza de las naciones” de Adam Smith. Sin embargo el tema de
la relación entre el cambio tecnológico y el empleo estaba en primer plano
mucho antes del nacimiento de la ciencia económica, en un período que vamos
a denominar preclásico o mercantilismo. El origen de este debate puede
situarse en el siglo XVI con las primeras discusiones sobre los efectos
negativos del progreso económico sobre el empleo. Estos ensayos eran
frecuentemente contradictorios lo que puede ser indicativo de la dificultad con
la que habría de enfrentarse la economía en este terreno.
La “facilitación del proceso”, expresión que se utilizaba en la época para
designar al cambio tecnológico, se veía en general con buenos ojos. Sin
embargo existía una seria preocupación sobre los efectos negativos que la
innovación tenía sobre el empleo, preocupación que condujo en algunos casos
a la aprobación de leyes que restringían el uso de maquinaria. No obstante,
este tipo de legislación chocaba frecuentemente con la actitud positiva de
economistas y gestores hacia la innovación tecnológica.
Las dificultades de conciliación de los aspectos conflictivos del cambio
tecnológico se hacen todavía más evidentes en los trabajos de James Steuart
(1767). Este economista ofrece una clara explicación de cómo una rápida
37
mecanización de los procesos productivos puede producir desempleo, al
menos temporalmente. Aunque reconoce que a largo plazo se genera empleo,
gracias a la creación de puestos de trabajo en las industrias de fabricación de
maquinaria y al aumento de la demanda provocado por una disminución de
precios, no acepta la idea de que el mercado siempre recupere el equilibrio a
medio y largo plazo. Sostiene que el Estado tiene la responsabilidad de
mantener unos niveles estables de empleo mediante la utilización de medidas
proteccionistas.
La economía clásica
La economía clásica recoge fundamentalmente los trabajos de Adam Smith
(1723-1790), padre de la ciencia económica, y de David Ricardo (1772-1823)
en el lado del capitalismo, y las teorías de Karl Marx (1818-1883) desde el
ámbito del socialismo.
El éxito de la escuela clásica capitalista y de sus vistosas demostraciones de
los beneficios derivados del librecambio y de la competencia provocó que las
ideas de Steuart y de otros pensadores mercantilistas desaparecieran de la
escena del debate económico. Los políticos y economistas de este período
adoptaron un planteamiento mucho más severo con respecto a la intervención
del Estado en el tema del empleo, planteamiento justificado en la nueva base
científica de la actitud del laissez faire y por la creencia de que, en general,
toda intervención estatal en la economía era perjudicial.
Las principales reflexiones teóricas sobre la relación entre cambio tecnológico y
desempleo se recogen en el capítulo “Sobre la maquinaria” de la obra de David
Ricardo Principles of Political Economy and Taxation (Principios de Economía
Política e Impuestos), 1817. En ella Ricardo reconocía que toda mejora
tecnológica era un bien general para la economía, acompañado por los
inconvenientes usuales que en la mayoría de los casos supone la transferencia
de capital y trabajo de un empleo a otro. Para este economista, la introducción
de maquinaria no acompañada por una reducción de salarios reales era
perjudicial para la clase trabajadora en general al generar desempleo, debido
38
principalmente a las rigideces e inflexibilidades en los mecanismos de
compensación.
Sorprendentemente, sin embargo, a pesar de que los economistas clásicos
reconocían que los mecanismos de compensación en el mercado de trabajo no
eran en modo alguno instantáneos ni automáticos, los políticos y gestores
públicos deducían de estas teorías que era necesario introducir duras medidas
para obligar a la gente a buscar empleos y para disuadir el desempleo
“voluntario”. En este sentido surge en 1834 en Inglaterra la New Poor Law que
crea un sistema de auxilio basado en los impopulares y duros asilos para
ancianos y necesitados que separaban a los pacientes de sus familias.
Esta ley fue precedida en los años anteriores por fuertes conflictos sociales,
políticos y laborales que se plasmaron, entre otros, en el denominado
movimiento ludita o ludismo que, encabezado por Ned Lud, comienza en 1811
un proceso de destrucción de maquinaria, principalmente textil, por el temor a
la pérdida de sus empleos. Este movimiento, que tuvo su influencia también en
otros países entre ellos España, sólo desapareció cuando en 1820 comenzó
una nueva etapa de prosperidad económica.
En el modelo clásico, el cambio tecnológico produce desempleo mediante dos
mecanismos. En primer lugar, el incremento de productividad, manteniendo
constante el nivel de empleo, genera una mayor producción que no puede ser
absorbida por el mercado por lo que, necesariamente, ha de reducirse el nivel
de empleo. En segundo lugar, el cambio tecnológico se produce porque el
empresario realiza unas inversiones de capital que, al estar ocupado en dicha
tecnologías, no puede dedicarse a generar nuevas empresas y puestos de
trabajos.
Para los economistas clásicos, desde Smith a Ricardo, pero fundamentalmente
para Marx, el progreso tecnológico era una de las variables fundamentales del
sistema económico. Marx sostiene que las transformaciones sociales son
consecuencia de las “revoluciones tecnológicas”; la pólvora provocó el fin del
feudalismo, la brújula abrió nuevos mercados de ultramar, la imprenta motivó el
39
renacimiento de la ciencia y el capitalismo se caracteriza por la incesante
búsqueda de nuevos productos y nuevos procesos de producción.
La doctrina neoclásica
Con el rápido crecimiento económico que se produce en la segunda mitad del
siglo XIX, las olas de emigración en masa a América y la belle époque previa a
la Primera Guerra Mundial, el progreso tecnológico pasa a ser considerado
como un proceso gradual y continuo y la visión de los economistas sobre el
desempleo es mucho más optimistas. No es hasta finales del XIX y, sobre todo,
a partir de 1920, cuando empieza a surgir de nuevo con fuerza el problema del
desempleo, aunque sin la gravedad de principios del XIX.
A diferencia de la escuela clásica, la doctrina neoclásica afirma que los
procesos de pérdida de empleos y escasez de capitales se ven compensados
por los mecanismos de precio del mercado (Ley de Say). En efecto, para los
neoclásicos, si un cambio tecnológico empieza a producir desempleo los
salarios bajarán y, por tanto, harán más competitivo contratar trabajadores que
invertir en maquinaria. Por otro lado, si la inversión en maquinarias crece,
haciendo que el capital disponible para otras actividades sea menor, los tipos
de interés crecerán también, haciendo menos atractiva la inversión en
maquinaria. Como se ve, en un mercado flexible, los mecanismos de precios
del mercado hacen desaparecer el desempleo.
En el marco del pensamiento neoclásico sigue quedando hueco para las
políticas activas diseñadas para mejorar la eficiencia del mercado de trabajo.
Estas políticas pasan fundamentalmente por proporcionar un mejor sistema de
información a los desempleados, por proporcionarles mecanismos de
formación y reciclaje, y por favorecer la movilidad (funcional, sectorial y
geográfica) de los trabajadores.
La escuela keynesiana
La existencia de altas tasas de desempleo permanente durante el período de
entreguerras (años 20 y 30), provocó la crisis del optimista modelo teórico
40
neoclásico. Una de las respuestas a esta situación es la que proporciona la
escuela keynesiana, denominada así en honor del economista británico John
Maynard Keynes (1883-1946).
Según esta escuela, los mecanismos compensatorios de precios, tanto en
salarios como en intereses de capital, es verdad que llevan a una posición de
equilibrio, pero dicha posición puede no ser la de pleno empleo, sino que, por el
contrario, puede que la economía encuentre un punto estable en la zona de
subempleo, y de la cual no pueda salir de forma automática, sino que requiera
algún tipo de intervención exterior.
Para Keynes, en una situación de desempleo cíclico provocado por una
demanda insuficiente, una reducción del nivel de los salarios no causa un
aumento de la demanda de mano de obra, como dicen los neoclásicos, sino
que reduce todavía más la demanda efectiva (demanda agregada), agravando
el problema en vez de mejorarlo.
Para poder salir del punto de equilibrio en la zona de subempleo que el
funcionamiento autónomo del mercado provoca cíclicamente, hay que
intervenir desde fuera del mercado mediante actuaciones económicas de los
mercados. La primera de las medidas es la utilización de un política monetaria
adecuada en la que, mediante la reducción de los tipos de interés, se induce la
inversión privada. Y en segundo lugar, teniendo en cuenta que esta inversión
privada es con frecuencia insuficiente, el Estado debe realizar inversiones
públicas hasta que se alcance el nivel de inversión necesario.
Los estructuralistas A diferencia de los economistas keynesianos y neoclásicos, la escuela
estructuralista, cuyo principal exponente lo constituye Joseph Alois Schumpeter
(1883-1950), mantiene que el progreso tecnológico es el elemento clave en la
dinámica del sistema económico. Mientras que para los primeros el crecimiento
iba simplemente acompañado de la aparición de nuevas industrias y
tecnologías, para Schumpeter el desarrollo económico está condicionado y
41
dirigido precisamente por la aparición y difusión de las innovaciones
tecnológicas.
Schumpeter sostiene que el proceso de innovación es una fuente de
desequilibrios para el sistema económico y no un suave y continuo proceso de
transformación. Este proceso de innovación tendría una forma en S con las
siguientes tres fases:
1. Origen de la innovación. En primer lugar, las innovaciones no se
distribuyen de forma homogénea por toda la economía sino que
tienden a concentrarse en ciertos sectores claves y en sus entornos
próximos; esto origina problemas derivados del ajuste estructural entre
los diferentes sectores.
2. Difusión de la innovación. En segundo lugar, el proceso de difusión
de la innovación es un proceso inherentemente desigual con
marcadas características cíclicas. La introducción de nuevas
tecnologías se caracteriza generalmente por un lento y dubitativo
comienzo seguido de una fase de despegue de rápido crecimiento.
Esta fase de despegue estaría asociada al efecto de inmitación en
masa de multitud de empresas que perciben las ventajas de la
innovación e intentan explotar las nuevas oportunidades de inversión,
de rentabilidad y de crecimiento del mercado.
3. Saturación de la innovación. Por último, las expectativas de
beneficio tienden a variar durante el período de rápido crecimiento.
Fruto de la adopción en masa de la innovación, el margen de beneficio
de los innovadores decrece provocando que el crecimiento de la
inversión se ralentice. De acuerdo con Schumpeter, unas serie de
circunstancias motivan una reducción de la rentabilidad y con ello del
atractivo para nuevas inversiones. Entre ellas destacan la saturación
de los mercados, la tendencia de los adelantos tecnológicos a
alcanzar sus límites, y el aumento de la competencia y la presión
sobre el coste de los factores. Uno de los efectos de la reducción de
beneficios es el hecho de que en esta fase el propósito de la
42
innovación deja de ser de producto para pasar a ser de proceso
(ahorro de costes).
Para los estructuralistas, las implicaciones de la innovación tecnológica en el
mercado de trabajo están relacionadas con la forma en S de la curva de
difusión de la tecnología. En las primeras fases de aplicación de una nueva
tecnología predomina su carácter de innovación de producto y crece por tanto
el empleo asociado con el crecimiento de la inversión en las nuevas industrias.
El diseño está poco estandarizado y lo mismo ocurre con los procesos de
producción y los componentes. Se requiere mano de obra de elevada
cualificación. A lo largo del proceso de difusión, conforme los altos beneficios
atraen a la ola de imitadores, crece la demanda de bienes de equipo y de mano
de obra.
Posteriormente la competencia va imponiendo progresivamente la
estandarización y especialización del producto y la búsqueda de economías de
escala, como reducir los costes ante la presión competitiva creciente. Ello
orientará las tendencias innovadoras hacia un tipo de progreso técnico
ahorrador de mano de obra en lugar de hacia la búsqueda de nuevos
productos, lo que significa inversión en equipos que sustituyan empleo poco
cualificado. En esta fase también se puede dar un esfuerzo importante de
diferenciación del producto y de innovaciones incrementales, pero con un
escaso peso de la innovación básica de creación de nuevos productos.
En realidad todo el proceso se caracteriza por un considerable desequilibrio
entre las ramas industriales en declive, en las que el exceso de capacidad
provoca desempleo, y las ramas nuevas, en las que por el contrario la
capacidad es insuficiente y la mano de obra cualificada escasa. Una parte
importante del desempleo se puede achacar a los desajustes de mano de obra,
con excedentes de las cualificaciones anteriores y déficits en las nuevas.
Para compensar los desequilibrios provocados por las diferentes olas de
innovación tecnológica los estructuralistas proponen importantes
transformaciones institucionales de medio y largo plazo, que implican cambios
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en el sistema educativo, en la formación de los trabajadores, en las estructuras
corporativas y de gestión, en los mercados de capitales, en el sistema
financiero, en las formas de inversión privadas, públicas y mixtas, en los
marcos políticos y legales tanto a escala regional como nacional y en el marco
internacional en el que el comercio, las inversiones y las nuevas tecnologías se
difunden a escala mundial. Para llevar a cabo estas transformaciones son
necesarias una serie de políticas públicas en cada una de las anteriores
esferas.
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Resumen de las diferentes teorías económicas.
Escuela Preclásica Clásica Neoclásica Keynesiana Estructuralista Representante James Steuart Adam Smith
David Ricardo Karl Marx
Say John M. Keynes Joseph A. Schumpeter
Valoración de la Tecnología
Favorable Variable económica fundamental
Favorable Favorable Motor del desarrollo económico
Produce desempleo
Si Si No. Sólo cambios en los empleos
Si Si
Dinámica • Compensación - Creación de puestos
de trabajo en otros sectores
- Disminución de precios -> Incremento de la demanda
• Desempleo - Incremento de
demanda insuficiente
- Escasez de capitales
• Empleo - Empleo decrece ->
Salarios bajan -> Empleo crece
• Capital
- Tecnología crece -> Capital disponible decrece -> Intereses suben -> Capital invertido en tecnología decrece -> tecnología decrece
• Desempleo - Empleo decrece ->
Salarios bajan -> Demanda baja -> Empleo decrece
• Innovación - Origen - Difusión - Saturación
• Desempleo
- Fase de Innovación de producto. Crece el empleo cualificado
- Fase de Innovación de proceso. Disminuye el empleo poco cualificado.
Papel del Estado Necesaria intervención • No intervención en la economía (laissez-faire)
• Protección social dura que impida el “desempleo voluntario”
• Información sobre empleos
• Formación y educación
• Movilidad laboral
• Reducción de tipos de interés para fomentar la inversión privada
• Inversiones públicas
• Promover cambios institucionales que compensen los desequilibrios (educativos, financieros, legales, etc.)
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