estado de conflicto colombia contemporánea - por josé luis martínez
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ººUNIVERSIDAD SERGIO ARBOLEDAEscuela de Postgrados
Especialización en Estudios Políticos
Estado de conflicto Colombia contemporánea
Dra. Liliana Irizar
Presentado por:José Luis Martínez Taboada
Bogotá D. C., julio 21 de 2009
INTRODUCCION
A Satán invoca el hombre moderno encarnado en Baudelaire, pues angustiado con la
existencia ha perdido la fe… “Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.”1. La fe seria reemplazada
por el capitalismo racional burgués mientras el mundo Occidental consolidaba la Revolución
Industrial (S.XVIII – XIX) reemplazando con maquinaria al trabajo manual; el tercer Estado se
autoproclama como Asamblea Nacional (en 1789) dando inicio a la Revolución Francesa, en procura
de limitar el poder del rey instaurando el Estado Liberal de derecho superando al absolutismo.2 En
ese mismo año entraría en vigencia la Constitución de los Estados Unidos, 3 cuyo sistema presidencial
centralista, engendrado del caudillismo militar, sería modelo del nuestro.
El nacionalismo que se vivió en los Estados Unidos generado por el liberalismo económico y
el individualismo, alimentaría la creencia popular en que su sistema político era “superior”, 4 lo cual,
gracias al desarrollo industrial de la post-guerra civil (1865) y al desarrollo económico que acarreó la
segunda guerra mundial, les llevaría finalmente a convertirse en el imperio capitalista maduro del
S.XX. Mientras tanto, la clase dirigente colombiana a partir del S. XIX trabajaría pues, en pro de “La
creación de un Estado federal a expensas del centralismo y de sus dos pilares fundamentales: la
Iglesia y el ejército”. (Enciclopedia Nuestra Colombia, 1990, p. 41). Influenciado por el liberalismo
secularizador europeo y norteamericano, un cisma se crearía entre el Estado colombiano y la Iglesia
mediante las reformas del S. XIX, en cuya primera mitad, la educación se laicizo a pesar del
conservadurismo, dando paso a la llamada “República Liberal” iniciada con el gobierno de José
Hilario López (1849 1853), durante el cual, las tierras de la Iglesia fueron confiscadas, el diezmo se
convirtió en impuesto, además, se introdujo la libertad de cultos entre otras medidas5 que dieron al
traste con la relación Iglesia Estado en Colombia.
Luego de una sanción que redujo los gastos militares durante el mandato liberal de José
María Obando, un golpe de Estado le daría el poder al general Melo en 1854, año en el que Tomás
Cipriano de Mosquera y José Hilario López lo recuperarían por la vía militar. Hubo dos periodos
conservadores en los que el federalismo dividió al país en ocho Estados en los que germinaba la
revolución contra el centralismo; Tomas Cipriano de Mosquera, gobernador liberal del Cauca,
decretó su separación de la confederación (1860), apoyado por los departamentos de Santander y
1 Ver: Benjamin, W., Illuminations, New York, Schoken Books, 1977. 2 Ver: Mellado Prado, Pilar. El sistema político de Francia, p.97 3 Ver: Sánchez González, Santiago., El sistema político Norteamericano, p. 624 Ver: Ídem, p. 755 Ver: Restrepo, Ignacio., Reformas y Radicalismo, p. 41
Bolívar, se proclamó como “Supremo director de la guerra” que lo llevó al poder en 1861 en el
gobierno de Bogotá, desde el cual se permitió nombrar a obispos y sacerdotes, acentuando el cisma
entre la Iglesia y el Estado. Los Estados Unidos de Colombia6, confederación nacida de la constitución
de 1863, descentralizada incluso en cuanto a lo bélico, debilitó al ejecutivo que, en la
“Regeneración” (1878-1898), se fortaleció con ideas nacionalistas y centralistas expuestas en la
constitución de 18867, como la creación del Ejército Nacional que no fue garante de paz.
La lucha entre liberales y conservadores arreció en 1876 en una guerra civil extendida desde
el Cauca, contra el gobierno liberal de Parra, hacia otros lugares del territorio nacional. Un general
consagrado como héroe, fue beneficiario de este conflicto; el general Trujillo tomó el poder por el
partido liberal en 1878, siendo sucedido por Rafael Núñez en 1880; algunas de las políticas de Núñez
le hicieron acreedor de señalamientos contra sus alianzas con el partido conservador, y la
inconformidad de sus opositores les llevó a revelarse contra el gobierno eligiendo al general
Camargo en 1884, y no al candidato de Núñez a sucederlo en la presidencia, un tal Wilches. El hecho
produjo un conflicto armado en 1885, otra guerra civil que aunque debilitó al estado dio paso a otra
reforma, la constitución de 18868, con ésta, Núñez consagró su victoria y su alianza con los
conservadores y Miguel Antonio Caro, además de trascender por un siglo con la nueva “República de
Colombia”.
Así se fue desarrollando la historia colombiana en medio de la violencia política, pasando
de otra guerra civil en 1895 a la famosa guerra de los Mil Días9 que estalló en 1899 manifestando el
rechazo liberal hacia las políticas ejercidas por la clase dirigente conservadora; el naciente S.XX se
engendraría pues en el crepúsculo de esta guerra que finalmente, tras tantísimas atrocidades
llevaría a un acuerdo bipartidista en 1900, sin embargo, las facciones liberales armadas relegadas
por el ejército, continuarían con su guerra de guerrillas. “la destrucción generada por la guerra y el
agotamiento de los combatientes, después de tres años de enfrentamientos sin tregua eran
evidentes.” (Behar, 1988, p. 13).
Más adelante analizaremos algunos otros episodios de la historia nacional, para ver como
aun hoy en día se puede mantener una guerra de guerrillas que persiste desangrando nuestro país a
razón de las falencias institucionales, económicas y políticas, de una “democracia” atrasada, que
pretende someterse a las normas del imperio, muy avanzadas para las condiciones casi medievales
en torno a las cuales se fue imponiendo el capitalismo que arruinó a Colombia. A falta de oferta ante
6 Ver: Bushnell, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. Ed. Planeta, Bogotá, 2007, cap. 5. 7 Ídem, cap. 6.8 Ídem, p.206.9 Ídem, p. 216.
el mercado mundial y la apertura económica, los monopolios extranjeros se establecieron en
nuestro territorio con sus productos, lo cual relegó a los nativos del desarrollo económico en su
propia tierra.
En el marco Latinoamericano, los estudios de la historia colombiana son más bien pobres, tal
vez debido al escaso movimiento de inmigración comparado con sus homólogos del continente,
siendo Colombia uno de los países más ricos del mundo en su variedad de flora y fauna, el cuarto en
extensión en Latino América, el tercero en demografía y el primero en exportación de cocaína10. De
grandes producciones artísticas y en mayor parte compuesta de una población humilde y honrada,
que ha tenido que sufrir la inclemencia constante de la guerra, enfrentando al clericalismo contra el
anticlericalismo11 en sus ideologías inestables. Cabe aclarar que el siguiente ensayo no pretende ser
un breve estudio histórico colombiano, simplemente señala que Colombia, padece actualmente las
consecuencias de sus dictaduras caudillistas y regímenes militares de los últimos años, pretendiendo
que el mundo caiga en cuenta de esto.
En general, los gobiernos nacionales de los últimos tiempos han intentado solucionar
problemas urgentes inmediatos, descuidando los problemas de fondo que perduran hasta nuestros
días, fácilmente reconocibles en la miseria, la violencia y el sometimiento ante el imperio capitalista.
Las instituciones sociales del sector de la salud, la educación, el empleo, en fin, todas han sufrido el
estancamiento y la degradación por cuenta de la falta de políticas de Estado que garanticen el
cumplimiento de los derechos humanos fundamentales. En resumen, el planteamiento anterior se
puede exponer en la siguiente tesis: Colombia, sumida en la violencia bajo un régimen centralista,
sometida al imperio capitalista, ha sufrido en los últimos siglos la ineficacia de sus gobernantes
incapaces de cumplir cabalmente su función.
La clase dirigente colombiana en su ejercicio del poder, ha mostrado (desde el S.XIX) hasta
nuestros días, un evidente carácter dictatorial, autoritario y unilateral, además de mediático que, ha
corroído las instituciones democráticas desde dentro, exponiendo los vicios políticos clásicos y
perennes aún en nuestro tiempo. El característico énfasis a la inversión en las fuerzas armadas, o
violencia autorizadas de Colombia, a costa de los sectores sociales, no ha logrado eliminar los focos
de revolución armada que insisten enfrentar al ejercito, al cual se atribuyen innumerables crímenes
de Estado.
10 La producción agrícola, artística, humana, en fin, el país tiene gran potencial y merece un mayor análisis filosófico de su situación de permanente conflicto.11 Veremos la variación de muchas reformas en torno al tema religioso durante el recorrido de este ensayo.
Estado de conflictoColombia contemporánea
Las deficiencias institucionales, tanto como las de orden económico y político, que hemos
tenido que enfrentar los colombianos reiteradamente en los últimos tiempos, evidencian la falta de
políticas de Estado y de consideración a largo plazo, de las consecuencias que pudieran acarrear las
reformas constitucionales, además del sometimiento servil de Colombia ante U.S.A.
El mercado creciente en cuanto a las exportaciones de materias primas a portas del S.XX,
introduce una poco organizada producción colombiana en la avanzada economía mundial, que la
hundiría en el subdesarrollo12, debido a la política capitalista de las principales potencias. Colombia
se caracterizaría desde entonces por una relación servil frente a aquellas.
La disparidad de recursos, hace inequitativa la competencia por el poder, así es que nuestro
país no se podría ubicar entre los pocos privilegiados dominantes del mercado. Para la capital,
Bogotá, en 1900 se recordaban como si hubiesen sido ayer los días en que Miguel Samper escribía
en “la miseria en Bogotá” (1867): “La municipalidad de Bogotá no permite el tránsito de carros (de
caballos –CU) por las calles de la ciudad, temerosa de que se rompan los atanores de barro de las
cañerías, de modo que ella es quizá la única en el mundo que con una población de sesenta mil
habitantes no ve ni oye jamás la rueda, trono de la industria” (Samper, 1977, p.97). Vale decir que
los últimos años del S. XIX, trajeron la urbanización a la periferia, muchas veces antes que llegara a la
capital, como lo fue por ejemplo: “El adelanto de Barranquilla desde fines del siglo pasado –desde la
llegada del ferrocarril: 1871 y la construcción del muelle de Puerto Colombia: 1893- estuvo ligada a
la presencia de inmigrantes extranjeros: judíos, italianos, sirios Líbano-palestinos y algunos
anglosajones como el gringo Karl Calvin Parrish, el fundador del barrio y el hotel prado en la misma
Barranquilla para 1920.” (Uribe, 1992, p.15).
Ciudades como Cartagena, Bucaramanga y Medellín, mostraron una pujante presencia de
fuertes sectores privados con enorme poder económico a finales del S. XIX y comienzos del S. XX,
aunque estas ciudades eran visiblemente atrasadas frente a capitales como Buenos Aires o México,
pertenecientes también a un tercer mundo que acredita su posición a las políticas implantadas por el
mundo más avanzado; mientras Latinoamérica se refleja en la lucha del capitalismo contra el
comunismo, como una fortaleza militar13; este panorama internacional en Colombia se suma a una
excesiva emisión de papel dinero, al aumento en la producción cafetera, y a las tres guerras civiles
12 Ver: Kalmanovitz, Salomón., Economía y Nación una breve historia de Colombia, TM Editores, Bogotá, 1997, pág. 170.13 Ver: Revel, Jean-François., Cómo terminan las democracias, Editorial Planeta, 1983, Bogotá, pág. 13.
acaecidas entre 1885 y 1902, produciéndose el incremento de los índices de inflación14, y un
abaratamiento de los jornales, una disminución real en los salarios. A lo anterior, el régimen del
presidente Núñez en La Constitución de 1886 reaccionó acabando con el federalismo, es decir, con la
autonomía de las provincias, que de allí en adelante pasaron a llamarse departamentos, cuyas
autoridades serían designadas directamente por el presidente. Concedió al poder central la facultad
de intervención en el manejo de la economía del país rechazando así la teoría de los liberales del
Estado de librecambio, con la cual se habían enriquecido comerciantes y banqueros.15 Reconoció
además a la religión católica como la religión única y oficial y se destacó por la aprobación del
Concordato con la Santa Sede en 1887, devolviéndole a la Iglesia los privilegios que le había quitado
en 1861. El modelo de constitución propuesto durante el tercer mandato de Rafael Núñez, era de
tendencia centralista fuerte, intolerante con la oposición y defensor acérrimo de la injerencia de la
Iglesia en la vida civil.16
Institucionalmente Colombia no divergió mucho de una sociedad medieval, con un monarca
y un fuerte influjo de la iglesia sobre el pueblo.17 Económicamente la inserción al capitalismo
mundial indica el paso de lo colonial a lo republicano, siendo el hecho más determinante en
Colombia la consolidación del café como producto de exportación y generador máximo de divisas;
las potencias de Inglaterra y Estados Unidos fueron despertando su codicia en torno al petróleo de
nuestro país. Políticamente las mayorías trabajadoras se mostraron inconformes con las clases
dominantes como describe Samper: “En muchos de los obreros de ciertos oficios, principalmente los
de sastrería, zapatería y talabartería predomina una fuerte antipatía contra las clases más
acomodadas “. (Uribe, 1992, p. 12). La desigualdad generada por el capitalismo y la guerra contra el
comunismo, provocó las reacciones violentas que desembocaron en las guerras civiles que dieron
inicio al S. XX en una Colombia que superaba la crisis cafetera de 1898 con los bajos precios
internacionales que llevaron a muchos a la quiebra.
La política capitalista del S. XX desarrollada lentamente en Colombia hacia la unificación
centralista, se caracterizó por el autoritarismo unilateral ejercido desde la capital sobre el resto del
país: “El proceso centrífugo de la política comienza a detenerse, ya se vio, con la Regeneración y la
República conservadora (1890 – 1930) lo frena más al ser unificado el país por la fuerza, en lo cual
incide el desmembramiento imperialista del Estado de Panamá. Se trata de una vía autoritaria de
centralización política, cimentada sobre la ideología Católica, arbitraria y por la misma razón
14 Ver: Bustamante Dario, Efectos económicos del papel moneda durante la Regeneración, Cuadernos colomianos, numero 4, Bogotá, 1974, p. 59215 Ver: Bushnell David, Colombia una nación a pesar de sí misma, Ed. Planeta, Bogota, 2007, p. 24616 Ídem, p. 22817 Ver: Cepeda & Rojas, A las puertas de El Uberrimo, Ed. Random House Mondadori, Bogota, 2008, p. 25
incompleta: por lo tanto las relaciones entre las clases dominantes locales y las que hegemonizan el
poder central (agro-exportadores) se tornaran siempre conflictivas.” (Kalmanovitz, 1997, p. 231).
Las ausentes políticas de Estado que han hecho de la miseria costumbre en nuestro pueblo,
han obligado al surgimiento de fuerzas armadas populares que se han enfrentado a las milicias, o
violencia autorizada de Colombia prolongando los desordenes públicos, huelgas obreras y
estudiantiles, que manifiestan la inconformidad popular ante el autoritarismo ejercido desde el
ejecutivo para someter al Estado colombiano por medio de la violencia, entre otros métodos, que
logran convencer a la gente ignorante y subdesarrollada, en muchos casos, de autorizar y aprobar el
abuso de los gobernantes, llegando hasta el punto de alabar las gestiones dictatoriales y
unilaterales, claramente antidemocráticas, que han forjado nuestra Colombia tal como la conocemos
hoy en día.18 Podrían mencionarse algunas figuras políticas de la primera mitad del S.XX como,
Miguel Antonio Caro, José Manuel Marroquín, Antonio José Restrepo, Guillermo Valencia, u Olaya
Herrera, bastiones de la oratoria que ha logrado convencer a tantos colombianos incautos de dar su
voto a un líder aparentemente ejemplar. “La clase dirigente colombiana ha sabido manejar con
destreza política el fantasma de la “alta cultura” en un contexto de ignorancia y atraso circundante
para lograr objetivos políticos de dominación.” (Uribe, 1992, p. 201). Evidentemente, a pesar de que
durante este período se conservaron algunas concesiones a la Iglesia rescatadas por la Constitución
de 1886, la atroz violencia política no ha dejado cuentas exactas de los cientos de miles de víctimas
asesinadas en catástrofes como la masacre de las bananeras (1928) encabezada por la United Fruit
Company con la complicidad del ejército de Colombia, o el absurdo derramamiento de sangre en
Santander durante el gobierno de Olaya o la política “chulavita” conservadora.19
Ahora bien, la reforma constitucional más importante desde 1886 es atribuida a Alfonso
López Pumarejo en 1936, que determina la separación de la iglesia y el Estado, reemplazando la
educación católica por una laica, estableciendo la libertad de cultos.20 Además limita el derecho de
propiedad para darle a la misma una función social y excluye al Estado de intervenir en la economía
privada. Durante su segundo mandato, López Pumarejo retoma el intervencionismo estatal
beneficiando a los empresarios y sus medidas son básicamente administrativas; la reforma
tributaria, la legislación laboral y la politización de los sindicatos del partido liberal. Todo ello
culmina en otra guerra civil en 1947 para introducir la segunda mitad del siglo; “los años 50
“perfeccionan” –si así cupiera decirse- el proceso iniciado a partir de 1945, que se resume en tres
palabras: capitalismo y violencia acelerados.” (Uribe, 1992, p. 89). De este modo, los problemas de
18 Ver: Bushnell David, Colombia una nación a pesar de sí misma, Ed. Planeta, Bogotá, 2007, Cap. 719 Ver: Behar, Olga. Las guerras de la paz. Editorial Planeta, Bogotá, 1985. Pág. 7 y 11. 20 Ver: Bushnell David, Colombia una nación a pesar de sí misma, Ed. Planeta, Bogotá, 2007, p. 265
orden público y político demostraron las carentes políticas de Estado, que permitieron el violento
proceso de “democratización” en Colombia.
Durante el mandato de Ospina Pérez (1946-1950) se inició la llamada época de “La
Violencia” en Colombia,21 a cuenta de la persecución dirigida por conservadores con el respaldo
gubernamental, en contra de los liberales, generándose nuevamente una guerra civil, la del 1947. La
coyuntura se desbordó por el asesinato de Gaitán22 el 9 de abril de 1948, lo que provocó graves
disturbios y agudos enfrentamientos entre los partidos, guerrillas y bandoleros, propiciados por el
partido liberal en todo el país. La ira que provocó en el pueblo el asesinato de Gaitán, estalló primero
en Bogotá saliéndose de control por la multitud enardecida, mientras la noticia se dispersaba por las
provincias que luego se organizaron en juntas revolucionarias que dieron origen a nuevas milicias
rurales. Una política regional y no Nacional, obligó a la utilización de la fuerza indiscriminada en las
regiones de unos contra otros y a Ospina, sintiendo al pueblo en su contra, a convocar un gobierno
de Unidad Nacional, que fracasaría poco tiempo después. “Nace pues una de las razones de la
violencia liberal-conservadora, odio que llevó a una guerra fratricida cuyos muertos seguimos
contando, y al surgimiento de las guerrillas liberales.” (Behar, 1988, p. 12) El parlamento liberal
intentó adelantar un juicio político en el Congreso contra Ospina, quien al enterarse decidió cerrar
el Congreso inaugurando una década de dictadura militar en Colombia.
A diferencia de todos los países de América Latina, Colombia demostró su servilismo con
U.S.A. uniéndose a su aventura imperial en la Guerra con Corea, durante el gobierno de Laureano
Gómez, además la política liberal de plena apertura frente a los capitales extranjeros y de
intervencionismo estatal en la vida civil y económica del país, aboliendo las licencias de
importaciones y manteniendo la prohibición de importación de algunos artículos, fueron medidas
que aumentaron las importaciones y redujeron las reservas internacionales, lo que provocó la
devaluación del peso en 1951. Gómez financio un ambicioso plan de obras públicas que
prácticamente abrió el Pacifico al país, pero a razón de una supuesta incapacidad de la mano de obra
nacional, la participación extranjera fue fundamental.23 Esto responde a la debilidad interna del
régimen que le llevo a mantener una relación servil frente a la comunidad internacional, mientras
internamente se suspendieron por decreto medidas protectoras de los sindicatos, como si no
bastasen las persecuciones militares con que se disolvían las reuniones sindicales.
21 Ídem, Cap. 9.22 Ídem, p.276.23 Ver: Kalmanovitz Salomón, Economía y nación una breve historia de Colombia, TM Editores, Bogotá 1997. P. 405
Por si fuera poco, reinaría de nuevo un militar, otro general, Gustavo Rojas Pinilla (1953 –
1957) continuó con la apertura económica llevando como lema “libertad económica, progreso y
libertad”, autorizó la libre importación de alimentos y el alza de impuestos al gremio cafetero por la
bonanza cafetera que garantizó la inversión del capital extranjero, medidas que le generaron por
una parte el choque con el gremio de agricultores y por otra, con el gremio cafetero. A pesar de que
las exportaciones habían causado una crisis que llevó a la recesión del 56, Rojas amplio el gasto
militar. Finalmente el golpe de Estado logrado en el 57, entrega el poder al bipartidismo en el 58.24
El Frente Nacional como sistema político, excluyó por norma la participación de partidos
distintos del Conservador y Liberal. “El Frente Nacional, ese pacto de olvido, se hizo precisamente
para extirpar de la memoria colectiva esa década atroz. Y en su lugar hay un gran pozo negro, una
“laguna” –en el sentido en que se dice de los borrachos que tienen “lagunas” cuando la fiesta ha sido
demasiado movida y no logran recordar de quién es esa sangre que tienen en las manos.” (Behar,
1988, p. 8). Liberales y conservadores se reparten el poder durante esta recomposición del bloque
de poder con un proyecto político y económico acatado por dominantes y dominados que
caracterizó a los gobiernos frente- nacionalistas por la inercia e inmovilidad de la gestión estatal.
Al asumir Guillermo León Valencia (1962 – 1966) terminado el mandato de Lleras Camargo,
la vía militar fue la opción que pretendía pacificar al país tras el fracaso llerista que defendió la vía
del diálogo. “A finales de 1963 entraron en vigencia medidas especiales para poder continuar con
esta lucha. Los políticos criticaron mucho toda la labor de la pacificación, especialmente para no
perder a su electorado. Durante tres meses se explicaron los diez puntos, como por ejemplo: la
prohibición total de movilización de noche, a menos que fuera una emergencia gravísima, corría el
peligro de recibir disparos implacables.” (Behar, 1988, p.40); persiste el terror y temor en la
población, solamente cambian los nombres de los protagonistas criminales como “Veintiuno”,
“Sangrenegra” o José Joaquín Matallana general del ejército nacional.
Al suceder a Valencia, Carlos Lleras Restrepo se enfrentó a la clase política fortaleciendo el
poder ejecutivo frente al congreso con su reforma del 68; luego llegaría al poder Misael Pastrana
Borrero culminando con el Frente Nacional (1974). Los gobiernos post-frente nacionalistas, tuvieron
que enfrentar un conflicto interno armado prolongado dominado por el monopolio del narcotráfico,
y una débil institucionalidad nacional que no tuvo recursos para controlar los problemas de orden
público. Económicamente los monopolios extranjeros continuaron usufructuando25 la producción
nacional, mientras nuestra política inestable e inmadura, tal vez improvisada, no consideró
24 Ver: Bushnell David, Colombia una nación a pesar de sí misma, Ed. Planeta, Bogotá, 2007, p.305.25 Ídem, p. 339.
consecuencias a mediano ni largo plazo, por lo que demostró una ansiosa mediatez. “Pero si las
reformas del sistema financiero contribuyeron poco a paliar los crecientes niveles inflacionarios con
los cuales convive la economía colombiana, si consiguieron elevar las tasas de interés,…”
(Kalmanovitz, 1997, p. 481) por mencionar algunos, recuérdese el mandato “caro” de Alfonso López
Michelsen (1974-1978), principal gestor del capitalismo y del violento paro nacional de entonces;
sucedido por Turbay con un fortalecimiento regional y de las guerrillas, así como del narcotráfico.26
Este panorama colombiano moderno, sangriento y cruel, de políticas insulsas que acaban
despertando los ánimos guerreristas de la población, no es nada esperanzador; el surgimiento de las
FARC, del M-19, ELN, EPL, etc., le suma a la guerra bipartidista, la guerra entre los grupos rebeldes y
las instituciones estatales. Hasta el momento, por las dictaduras autoritarias predominantes en éste
período, cabría señalar puntualmente que: “Hemos vivido treinta años casi ininterrumpidamente
bajo el régimen de estado de sitio, que es cosa que se usa cuando hay guerra exterior o conmoción
interna.”(Behar, 1988, p. 8) Las acciones subversivas que brotaron en la ciudad, le otorgaron la
imagen popular al M-19 de ser la principal guerrilla urbana, y por la creciente violencia durante la
administración Turbay, se creó el Estatuto de seguridad. “El Estatuto, complicación de normas
jurídicas del estado de sitio para casos de excepción, fue combatido por amplios sectores
académicos y sindicales, e incluso por organismos de carácter internacional que pedían su
derogación inmediata.” (Restrepo, p. 215). La reforma de 1979 del gobierno de Turbay, logró
fortalecer al poder ejecutivo en cuanto a sus funciones jurídicas, entre otras medidas que fueron
restringidas por la Corte Suprema en el 1981, pues dotaban de poder excesivo al ejecutivo.27
Los años ochenta trajeron boga para las FARC pues se dedicaron a secuestrar y asesinar
impunemente arraigando su imagen de terror en la memoria del pueblo28 y evidenciando la
ineficacia del ejército para contrarrestarles. En una década de estancamiento económico, con una
deuda externa superior a los 300 millones de sobrevaluados dólares,29 pagados con intereses
excesivos (la cifra es variable anualmente), sobrevino la recesión del 84, sumándose al
debilitamiento industrial y a las políticas salariales limitantes de López y Turbay, además del
autoritarismo ejercido por las fuerzas militares contra los civiles, quienes eran detenidos sin orden
judicial.30 Los paros nacionales persistían, así como las huelgas estudiantiles, la violencia y el
narcotráfico. A pesar de los intentos de diálogo con las FARC del presidente Betancourt (1982-1986),
26 Idem, p. 343.27 Idem, p. 349.28 Ver: Behar Olga, Las guerras de la paz, Ed. Planeta, Bogotá, 1988, p. 25829 Ver: Anatole, Kaletsky, The cost of Default, Nueva York, Twentieth Century Fund, 1985. P. 16.30 Ver: BUSHNELL, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. Editorial Planeta, Colombia 1996. P. 357
las figuras de “Tirofijo” y “Jojoy” fueron consolidándose como líderes de una fuerza militar opositora
en todo el territorio nacional.
Como preámbulo a la década de los noventa, el subdesarrollo del país anulaba las opciones
de estabilidad, competitividad y al mismo tiempo, de un cambio político de fondo: “Las repetidas
recesiones económicas de los setentas y los ochentas han provocado una larga fase de acumulación
muy lenta, caracterizada por cambios técnicos profundos, que han creado un enorme número de
desempleados…” (Kalmanovitz, 1997, p. 515). El predominio de los monopolios capitalistas
extranjeros arruinó la economía nacional, por lo que la lucha del proletariado se acentuó, así
también, el narcotráfico y la corrupción política. “Los años finales de la década de 1980 estuvieron
marcados por el inicio de las masacres y de los crímenes políticos de naturaleza selectiva. O en otras
palabras era el momento inicial de la formación y consolidación del proyecto paramilitar en
Córdoba. Uribe Vélez31 se había ya instalado en el departamento, conocía bien su situación y a sus
líderes”. (Cepeda- Rojas, 2008, p. 37). Con el presidente Barco las fuerzas paramilitares compuestas
por campesinos armados en casi todo el país, apoyados por el Ejercito Nacional y patrocinados por el
gobierno, se autodenominaron Autodefensas Unidas de Colombia, respaldadas por la misión que el
mismo gobierno les había dado como aliados en la guerra contra las guerrillas. “Poco a poco las
instituciones públicas y privadas se integraron en el sistema de una especie de Estado
paramilitar.”(Cepeda- Rojas, 2008, p. 47).
A finales de la década de los 80, los líderes liberales y conservadores, los empresarios
ganaderos y agricultores, unieron fuerzas con Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y Víctor
Carranza para perseguir a los campesinos sospechosos de alianzas con la guerrilla. “Luego la acción
conjunta incluyó ejecuciones, masacres y destrucción de fincas como un trabajo de ‘limpieza’ de la
zona”. (Cepeda-Rojas, 2008, p. 43). Esta violencia se propagó desde Córdoba y el Magdalena Medio
hacia el resto del país.
El magnicidio de Galán32 (1989) fue antesala para la siguiente reforma importante, en la
constitución de 1991, que pretendió atacar los principales problemas políticos y económicos,
buscando soluciones a la inflexibilidad del régimen bipartidista, permitiendo la participación de otros
partidos distintos de los tradicionales, además decretó libertad religiosa y étnica. “El Estado que
surge de la constitución de 1991 es uno más equilibrado entre sus distintos poderes que el heredado
31 La familia Uribe se asentó en el departamento de Córdoba (llamado así en honor al general antioqueño José María Córdoba con quien se inició la violenta colonización paisa del territorio cordobés) en la década de los 60, perfilándose como una de las más ricas del país. Álvaro Uribe, dueño de la majestuosa hacienda ubicada en el medio Sinú llamada “El Ubérrimo” con más de 2.000 hectáreas, ya era en los ochenta congresista y sería el presidente de Colombia en el S XXI. (Ver: Cepeda Iván y Rojas Jorge, A las puertas de El Ubérrimo, págs. 20-36). 32 Ver: BUSHNELL, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. Editorial Planeta, Colombia 1996, p. 379.
de 1886 y después tantas veces reformado. Se fortalece el legislativo al que se le devuelven sus
atribuciones tributarias y de asignación del gasto público, al tiempo que se le otorgan poderes para
controlar la función política del ejecutivo, tanto de sus ministros, que pueden ser censurados y con
ello destituidos, como del presidente.”(Kalmanovitz, 1997, p. 564) Sin embargo, los vicios políticos, la
corrupción, el clientelismo, etc., se perpetuaron en el congreso como de costumbre. “Entre 1980 y
1993, en Córdoba se cometieron por lo menos cuarenta masacres y cerca de 200 crímenes políticos.
Los autores eran grupos armados que se hacían llamar ‘autodefensas’, y que luego se conocieron
como paramilitares. Su conformación en Córdoba y Antioquia se originó en las reuniones que
ganaderos y miembros del Ejército Nacional tuvieron en 1982.” (Cepeda-Rojas, 2008, p. 40).
El gobierno de Gaviria (1990 – 1994) es recordado por una apertura económica de tinte
neoliberal liderada por su Ministro de Hacienda Rudolf Hommes. Si bien la apertura comenzó
gradualmente en gobiernos predecesores, desde los inicios de su gobierno, Gaviria aumentó el ritmo
de la apertura con resultados que marcaron definitivamente el camino del país hacia la gran tienda
llena de estantes extranjeros en que se convirtió. Gaviria introdujo varias reformas; además de la
reforma política reflejada por la nueva Constitución de 1991 en cuya asamblea constituyente,
participo el cabecilla del M-19, Navarro Wolf.33 Durante su gobierno se impulsaron reformas en la
seguridad social y el régimen laboral, reformas financieras y cambiarias. Completó la reforma
constitucional con una serie de reformas políticas, y en conjunto hubo una modernización de la
legislación y un cambio estructural en las instituciones.34 Entre los problemas que Gaviria tuvo que
enfrentar estuvo el recrudecimiento del narcoterrorismo de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez
Gacha y los demás integrantes del grupo "Los Extraditables", que culminó con la muerte de
Rodríguez Gacha en enfrentamientos con el ejército y el sometimiento de Escobar junto con otros
miembros del Cartel de Medellín. Durante el mandato Samper (1994-1998) estallaron los escándalos
de corrupción política por los evidentes nexos del gobierno con el narcotráfico35, y durante el de
Pastrana (1998-2002) las críticas al despeje no se hicieron esperar, dando paso a la nueva era
destinada para Colombia, el autoritarismo paramilitar.36 “La información recaudada mostraba que
políticos y ganaderos de la región hacían aportes regulares a las arcas de los
paramilitares…”. (Cepeda- Rojas, 2008, p. 91). El territorio paramilitar se extendía a los
departamentos de Antioquia y Valle e involucraba en su sistema de terror a cientos de políticos.
33 Ver: Bushnell, David, Colombia una nación a pesar de sí misma. Editorial Planeta, Bogotá, 2007, p. 438.34 Ídem, cap. 12.35 Ídem, p. 391.36 Ídem, p. 405.
Desde el 7 de agosto de 2002, Álvaro Uribe Vélez, asumió la presidencia de la República de
Colombia y junto a él se posesionaron en cargos diplomáticos diversas personalidades de Córdoba y
otros personajes como el Coronel de la Policía Henry Rubio.37 El día de su posesión el presidente
propuso una iniciativa en el congreso, un referendo, una reforma a la constitución del 91, para
reincorporar básicamente, en la vida civil a los grupos paramilitares, dándoles la potestad de “…
nombrar directamente, por una sola vez, un número plural de congresistas, diputados y concejales
en representación de los mencionados grupos en proceso de paz y desmovilizados. El número será
establecido por el gobierno, según la valoración que haga de las circunstancias del avance del
proceso…” (Cepeda- Rojas, 2008, p. 101). En esto constaba en general el punto número seis de
aquella propuesta que terminaría convirtiéndose en la ley 796 del 2003.38 El proceso de
desmovilización desarrollado durante éste gobierno, es preocupantemente peligroso. “A otros más
les preocupaban toda la historia de ultrajes cometidos por los paras y la posibilidad de que con una
desmovilización a medias no habría ni castigo real por sus crímenes ni reparación para las víctimas.”
(Bushnell, 2007, p. 435) sin embargo los pactos entre el gobierno y los paramilitares, continuarían.
En el año 2002, se firmó el pacto de Ralito, con el fin de “refundar la patria”, “Los
participantes fueron convocados por Salvatore Mancuso que estuvo acompañado en la reunión de
otros tres jefes paramilitares del Estado Mayor de las AUC que también firmaron el pacto.” (Cepeda-
Rojas, 2008, p. 85) Compañeros de campaña del presidente Uribe y candidatos al congreso, firmaron
el acuerdo junto a “don Berna” y “Jorge 40”, “… los jefes paramilitares volvieron al monte a diseñar
el proselitismo armado más eficiente de que se tenga memoria en el país y que, según ellos mismos,
les llevó a tener el control del 35 por ciento del congreso.” (Cepeda- Rojas, 2008, p. 87) Muchas
otras numerosas masacres continuaron propagándose en varios municipios como Macayepo y El
Salao39 tras este macabro acuerdo; el gobierno conocía los crímenes acaecidos en la zona despejada
para las AUC, Santa Fe de Ralito, pues el comisionado de paz de entonces, Luis Carlos Restrepo, los
aprobó en una entrevista a la revista Semana diciendo, palabras más palabras menos: “…A pesar de
lo atípico que fue el proceso de Medellín en el que nos revolvieron delincuentes callejeros cuarenta
y ocho horas antes y nos los metieron en el paquete de los desmovilizados. A pesar de todas esas
irregularidades que se presentaron, nosotros validamos el proceso… Es más, las denuncias de los
ciudadanos, incluso aquí en los límites de la zona de ubicación, en donde se están cometiendo
homicidios que comprometen a personas que están dentro de la zona, es un asunto que nosotros
37 Este Coronel fue acusado en varias ocasiones de vínculos con los paramilitares. (Ver: Cepeda & Rojas, A puertas del Ubérrimo”, Editorial Random House Mondadori, Bogotá, 2008, p.99).38 Ley 796 de 2003. Corte Constitucional, sentencia C- 551, M. P.: Eduardo Montealegre Lynnet, 09 de julio de 2003. 39 Ver: Cepeda Iván y Rojas Jorge, A las puertas de El Ubérrimo, Editorial Random House Mondadori, Bogotá, 2008, p. 87
hemos manejado con el mayor cuidado para evitar un escándalo público que nos haga daño.”
(Cepeda- Rojas, 2008, P. 105). La imagen pública del gobierno es lo que le preocupa al comisionado
que pueda sufrir daño, más no el pueblo.
Algunas de las principales medidas políticas de los últimos años han concentrado su principal
foco de inversión económica en las fuerzas armadas de Colombia descuidando todos los demás
sectores de la sociedad; la bandera del actual gobierno, la “seguridad democrática”, ha dedicado sus
esfuerzos exclusivamente a exterminar a las FARC (sin tener éxito), legalizando el paramilitarismo. A
las AUC, se atribuyen otras tantas inenarrables atrocidades contra la población civil, como las fosas
del Urabá muchas40 han ido brotando de las entrañas de la tierra, exponiendo el terror paramilitar
que reinaría iniciando el S.XXI.
El conflicto que vive Colombia desde hace más de cincuenta años, ha vuelto a ser tema de
actualidad. Marzo del pasado año fue un mes memorable tristemente para las FARC, a la muerte del
fundador y líder indiscutible de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, Manuel
Marulanda, alias “Tirofijo”, se añadió la de “Raúl Reyes” (en el mismo mes), alias de Luis Édgar Devia,
primer miembro del Secretariado de las FARC quien fue dado de baja en una acción militar en
territorio ecuatoriano41. Tras la muerte de “Tirofijo” cabecilla de las FARC, sucedió el asesinato de
“Reyes”, hecho perpetrado por la violencia autorizada de Colombia, violando la soberanía del vecino
país Ecuador, el cual rechazó la operación militar denominada “Fénix”, alegando que su territorio
soberano fue bombardeado desde Colombia en una misión coordinada y programada con
anterioridad deliberadamente por el gobierno colombiano, sin la autorización del ecuatoriano42. En
el lugar de los hechos se encontraron supuestamente computadores con información que relaciona
a las FARC con dirigentes venezolanos y ecuatorianos,43 aunque su previsible manipulación nos
obliga a ser prudentes en nuestros juicios. La incansable persecución a las FARC que motiva Uribe, ha
causado un conflicto internacional44 que tristemente afecta directamente a la población civil,
durante una administración que se ha visto envuelta en los escándalos del narco-paramilitarismo,
debido a la extradición de los jefes paramilitares que les libró de ser acusados de cometer crímenes
de lesa humanidad45.
40 Ídem, p. 4341 Ver: Peña Esclusa Alejandro, El foro de Sao Paulo contra Álvaro Uribe, Ed. Random House Mondadori, Bogotá 2008, p. 1342 Ecuador, Venezuela y Nicaragua, rompieron relaciones con Colombia en protesta por esta operación militar. Ídem, p. 14 43 Ibíd. 44 Las relaciones internacionales ya se habían deteriorado con el apoyo de Uribe a la invasión Norte Americana en Irak, hecho que disgusto especialmente a Hugo Chávez. (Ver: Bushnell David, Colombia una nación a pesar de sí misma. Ed. Planeta, Bogotá 2007, p. 436). 45 Ver: Cepeda & Rojas, A las puertas de El Ubérrimo, Ed. Random House Mondadori, Bogota 2008, p. 17
Además se ha hecho alarde del “rescate” de Ingrid Betancourt durante este mandato de
Uribe a través de los medios nacionales; la operación “Jaque” ha llegado a un pedestal46 que tal vez
catapulte la segunda reelección junto a la imagen del ministro de defensa Juan Manuel Santos. Sin
embargo, en medios internacionales existen informaciones diversas. La Radio Suisse Romande
reportó sobre un supuesto pago de 20 millones de dólares a alias "César" por la liberación de
Betancourt y los demás secuestrados47 y la cancillería francesa rechazó oficialmente que el dinero
proviniese de su gobierno. La agencia France Presse, expone la afirmación de que las FARC,
recibieron 12,7 millones de euros por pago del estado colombiano, a cambio de la liberación de
Betancourt y los otros rehenes48. La periodista colombiana Cecilia Vega contó a los medios
colombianos, que antes de la muerte de Reyes estaba mediando entre Washington y la guerrilla
colombiana. Según su relato, el FBI y la CIA querían intercambiar a sus tres conciudadanos (agentes
de la CIA) por un trato judicial con los dos cabecillas de las FARC retenidos en U.S.A., alias Simón
Trinidad y Sonia.49
Esta operación apoyada por el gobierno de U.S.A. (lo que reconoció él mismo),
probablemente contó con la intervención de otros países. Los Mi-17 IV rusos pintados, el membrete
de la Cruz Roja Internacional, en fin, pudiésemos atribuir la liberación a una negociación
internacional antes que a una operación hollywoodense de inteligencia. Claro, sin dudas que Uribe y
Santos, querrán ser aplaudidos por esta operación contra las FARC, pretendiendo que se olviden los
pasajes de su narco-para-política50 con este cartel de película que han montado en torno al hecho.
En su pasada campaña a la presidencia del 2006, Uribe no ahorró esfuerzos en absoluto, le
invirtió cuatro mil millones de pesos, además de reformar la constitución. “El Congresista Mario
Uribe, primo del presidente e investigado posteriormente en la llamada parapolítica, sostuvo:
‘Estamos pensando muy seriamente una cosa: que Álvaro Uribe Vélez sea nuestro candidato a la
presidencia del 2006, independientemente de lo que falle la corte’”. (Cepeda- Rojas, 2008, p. 120).
La reelección se gestaría en un escenario de crímenes de estado mal llamados “falsos positivos”,
prueba de la inconstitucionalidad de la institución militar y policial altamente militarizada. La
seguridad democrática se convirtió en la hecatombe de los últimos años pues ha desangrado la
economía anulando prácticamente la inversión social del Estado, a la salud, educación,
46 Ver: Peña Esclusa, Alejandro. El Foro de Sao Paulo contra Álvaro Uribe, Ed. Random House Mondadori, Bogotá, 2008, p. 124.47 Ver: Periódico La Nación Online. Viernes 04 de julio de 2008. Paraguay: http://www.lanacion.com.py/noticias_um.php?not=193067. 48 Ver: Artículo por Carlos Osorio (AFP), 01 de julio de 2009, http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5gSeFJVYDL1Uq6wwzHL-9O2MaQteQ . 49 Ver: Artículo, abril 02 de 2009. http://www.terra.com.co/actualidad/articulo/html/acu20257-eeuu-dirigio-la-operacion-jaque-asegura-periodista.htm. 50 Ver: Cepeda & Rojas, A las puertas de El Ubérrimo, Ed. Random House Mondadori, Bogota 2008, p. 107
alimentación, vivienda, calidad de vida, etc. Las tazas disparadas del desempleo actual, el aumento
de los cultivos ilícitos, la miseria, la corrupción de la cúpula de gobierno, el descontrolado
fortalecimiento de las fuerzas armadas a costa del hambre y el descuido de los sectores sociales, son
reflejo de la debilidad institucional, económica y política de la actualidad.
Hoy en día vivimos las consecuencias de las improvisadas reformas que han pretendido
soluciones mediatas, más no a largo plazo, a las falencias institucionales, económicas y políticas del
país desde el S.XIX, las ausentes políticas de Estado sumadas a la sumisión del tercer mundo frente al
“mundo más desarrollado”, que en Colombia ha significado básicamente la entrega a los Estados
Unidos de nuestra producción, nos hace pensar en una Colombia que no es más que una colonia del
imperio capitalista. La miseria, costumbre en nuestro pueblo, ha obligado al surgimiento de fuerzas
armadas populares que se han enfrentado a las milicias, o violencia autorizada de Colombia
prolongando los desordenes públicos, huelgas obreras y estudiantiles, que manifiestan la
inconformidad de la clase obrera ante el autoritarismo ejercido desde el ejecutivo para someter al
Estado colombiano por medio de la violencia, entre otros métodos, como el mencionado
anteriormente de la oratoria, con el cual se manipula a la opinión popular, a la gente ignorante y
subdesarrollada que finalmente termina resignándose al abuso de los gobernantes.
La acelerada aparición del capitalismo en una Latinoamérica desprovista de la tecnología
necesaria, la subyugó a sustentar el imperio de sus conquistadores. La América española debe su
retrasada evolución a las estructuras socio-económicas capitalistas. Para el S.XX “América Latina se
había convertido en un mundo subdesarrollado, sobretodo en relación a Europa occidental y a la
América anglosajona, que se habían transformado tan rápidamente.” (Losada & Casas, 2008, p. 35).
Colombia, subdesarrollada aún ante otros países Latinoamericanos como Argentina o Uruguay, se
acomodaría más plenamente a la siguiente afirmación: “El régimen político Latinoamericano ha
llegado a ser en el extranjero, e incluso en la América Latina, sinónimo de régimen arbitrario,
incoherente y frágil. Para la ciencia política constituye casi un artículo de fe que la América Latina no
puede ofrecer en éste terreno nada más que el ejemplo de fracasos repetidos de manera tan
incesante que induce a concluir que los pueblos Latinoamericanos son por naturaleza incapaces de
gobernarse.”(Losada & Casas, 2008, p. 47).
El Estado colombiano se ha destruido en conflicto permanente durante toda su historia
reciente (S. XIX en adelante); guerras civiles, regímenes militares, crímenes de estado, en fin; todo
esto sostenido económicamente por la población civil que, con su tributo o pago de impuestos,
patrocina de manera forzosa a la guerra. La participación de U.S.A. ha sido definitiva en el conflicto
interno de nuestro país, que ha dejado innumerables víctimas inocentes, al mismo tiempo que ha
coadyuvado al mantenimiento del negocio de las armas que benéfica a los Estados Unidos. Las
ausentes políticas sociales, sustituidas por la inversión militar, han evidenciado la incompetencia de
la clase dirigente colombiana en cuanto a la correcta administración del Estado se refiere, ya que los
problemas de fondo persisten reflejándose en la miseria del pueblo iletrado en su mayor parte,
desangrado por los altos costos de vida y los indignos salarios que no alcanzan para acceder ni a
salud ni a educación de calidad; muchas veces no alcanza ni para evitar que los más pobres mueran
de hambre.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Behar, Olga., “Las guerras de la paz”. Editorial Planeta, Bogotá, 1988.
Bustamante, Darío., “Efectos económicos del papel moneda durante la
Regeneración”. Cuadernos colombianos, Número 4, Bogotá, 1974.
Kalmanovitz, Salomón., “Economía y Nación: una breve historia de Colombia.”, TM
Editores, Bogotá, 1997.
Losada, Rodrigo & Casas, Andrés., “Enfoques para el análisis político. Historia,
epistemología y perspectivas de la ciencia política”. Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá, 2008.
Samper, Miguel., “Selección de Escritos”. Colcultura, Bogotá, 1997.
Uribe, Carlos., “La Mentalidad del Colombiano”. Ediciones Alborada, Bogotá, 1992.
Revel, Jean- Francois., “Cómo terminan las democracias”. Editorial Planeta,
Barcelona, 1983.
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