el discurso científico y el problema de la corroboración empírica
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El discurso científico y el problema de la corroboración empírica
Guillermo Bernabé Hernández
El conocimiento científico independientemente de las distintas teorías y posturas desde las
que se aborde implica necesariamente un discurso acerca de las cosas u objetos que se
estudian. Esto quiere decir que entre el hombre como sujeto cognoscente y el mundo de
objetos que estudiamos se encuentra un discurso construido con la finalidad de dar cuenta
de lo que las cosas son y como se presentan a nuestro intelecto.
Todas las teorías y aproximaciones al conocimiento así como los datos empíricos que
cualquier hombre puede formular a partir de su percepción individual de las cosas
comparten el rasgo de estar representados por un discurso que pretende hablar de dichas
cosas.
Resulta interesante el hecho de tomar el lenguaje de la ciencia como una representación de
los objetos con los que tenemos contacto vía la experiencia. Al hablar de las cosas, es decir,
al hacer un discurso de las mismas, estamos formulando signos en donde no requerimos
necesariamente de la presencia física de las cosas sino que estamos haciendo referencia a
ellas por medio del lenguaje; un lenguaje científico posibilitado por la lógica y también por
nuestra propia experiencia.
Me parece interesante el hecho de que a través del discurso podamos construir un
conocimiento que de alguna manera pretenda hablar de los fenómenos de la naturaleza,
describirlos, controlarlos e incluso llegar a desarrollar tecnología con base en esos
descubrimientos. Sin embargo tratar de hacer ciencia sin un referente empírico claro resulta
complicado en tanto que el objeto de nuestro estudio resulta difícil de ser señalado.
Considero que el papel de la experiencia y el referente empírico de los objetos de estudio en
la ciencia son importantes en tanto que al construir un discurso científico que tiene como
objetivo conocer, describir y predecir debemos determinar claramente cuál es el vínculo
epistemológico que nos une con el mundo, la naturaleza o sea cual sea el objeto de nuestro
estudio.
El objetivo de este trabajo consiste en analizar brevemente dos posturas referentes al
discurso científico como medio de conocimiento de las cosas, centrándome en el aspecto de
cómo es posible la formulación de un discurso científico y qué es lo que lo justifica, así
como determinar que papel juega el factor empírico dentro de toda esa perspectiva del
conocimiento. Las dos posturas que se abordarán serán la de Carnap en primer lugar y en
segundo la de Popper.
Ambos filósofos de la ciencia problematizan acerca del papel del lenguaje dentro de la
ciencia, sin embargo se pondrá especial énfasis en las dificultades en que Carnap se
precipita al encerrarse en problemas que sólo atañen a la lógica y la lingüística dejando a un
lado el factor empírico en la construcción del conocimiento, mientras que Popper al advertir
estos problemas da mayor importancia al papel de la experiencia y desarrolla una teoría que
lejos de presentar resultados positivos busca establecer un conocimiento que sea susceptible
de falsación mediante la experiencia al tomar en cuenta la naturaleza de los enunciados
universales y existenciales, logrando así un mayor equilibrio y consistencia en su sistema
que el desarrollado por Carnap.
En su texto Superación de la metafísica a través de la lógica Carnap desarrolla una dura
crítica a la metafísica al acusarla de ser una disciplina que se basa en pseudoproposiciones
y que a través de las mismas pretende alcanzar un conocimiento sin percatarse de que los
términos o proposiciones que utilizan carecen absolutamente de sentido y no nos dicen
nada en tanto que no poseen un significado concreto.
Ahora bien, al criticar a la metafísica es necesario para Carnap tener bien sentadas las bases
de su postura científica en tanto que acusa a la metafísica de no ser un conocimiento
científico y de no hablar de cosas que se encuentren en la esfera de lo físico, es decir,
proposiciones o conceptos que no pueden ser corroborados, señalados o derivados.
Para Carnap la clave de hallar en el discurso científico un verdadero conocimiento procede
del hecho de que a través del análisis lógico de las proposiciones que componen dichos
discursos es posible llegar a un conocimiento claro acerca de lo que se está hablando, por
ello en la introducción afirma que el resultado más importante de su investigación es el
siguiente: “El resultado positivo es elaborado en el campo de la ciencia empírica; se
esclarecen los conceptos particulares de distintas ramas de la ciencia, se explicitan tanto sus
conexiones lógico-formales como las epistemológicas.1”
Siguiendo ésta afirmación es posible decir que al hacerse explícitas las conexiones lógicas
y al establecer relaciones entre los conceptos y las proposiciones que componen un discurso
científico, resulta posible saber de lo que se está hablando, es decir, el discurso científico es
coherente, posee un sentido y una consistencia. Ello está posibilitado por las reglas de la
lógica. A través de la misma resulta posible elaborar discursos que pretendan hablar del
mundo.
Esto implica un supuesto importante que Carnap no dice explícitamente, pero si partimos
del hecho de que el análisis lógico del lenguaje permite elaborar un discurso que nos
garantiza el conocimiento entonces la lógica es aquello que está por encima de nuestro
discurso y de la naturaleza. Pienso que para Carnap la lógica representa el vínculo que nos
une con las cosas de las que hablamos, más allá de lo empírico, las cosas a las que nos
referimos no solamente obedecen al testimonio de la experiencia sino que los sucesos de los
que hablamos presuponen un orden lógico.
Con ello quiero decir que es posible entender los fenómenos que se nos presentan en
términos lógicos por que estos se encuentran sometidos a las leyes de la lógica y por esta
razón un discurso que carece de este tipo de orden no representa un verdadero
conocimiento. Es cierto que para Carnap el papel de lo empírico es importante, sin embargo
la lógica trasciende el ámbito de la experiencia por lo que todo lo que decimos acerca de los
objetos que nos son otorgados a través de la experiencia debe tener un orden lógico para ser
tomado en cuenta como un discurso científico serio.
Esto nos lleva directamente a un problema interesante desarrollado por dicho autor. Si nos
centramos en las palabras y en las proposiciones que bajo el dominio de la lógica tienen
sentido y referente, podemos preguntarnos ¿A qué clase de referente nos dirige una palabra
o una proposición científica?
1 Carnap R. Superación de la metafísica a través de la lógica. pp. 451
Evidentemente cada palabra tiene un significado así como una proposición posee un sentido
pero en la argumentación de Carnap se esconde un círculo vicioso en el que las palabras o
proposiciones nos remiten a otras palabras o proposiciones que las definen. ¿En qué
momento las palabras nos refieren directamente a las cosas?
Según nuestro autor las palabras o proposiciones científicas (con significado y sentido)
deben ser precisas. Esto lo lleva a realizar una especie de análisis de las palabras al
separarlas en sus componentes elementales, es decir, “proposiciones protocolares”, Carnap
habla de ellas y las ejemplifica de la siguiente manera. “Específicamente en el caso de
muchas palabras de la ciencia, es posible precisar su significado retrotrayéndolas a otras
palabras (“constitución”, definición). Por ejemplo: artrópodos son animales que poseen un
cuerpo segmentado con extremidades articuladas y una cubierta de quitina.2”
Las proposiciones científicas entonces son susceptibles de ser descompuestas y analizadas
en sus partes elementales con el objetivo de que una proposición o un concepto universal
puedan ser definidos a partir de proposiciones que den cuenta de toda una serie de “notas”
que de alguna manera nos den cuenta de lo que una proposición científica contiene en sí
misma. Por notas quiero dar a entender la serie de elementos que contiene un concepto
científico.
Se pretende que a través de estas proposiciones protocolares el significado de un concepto
científico pueda ser comprobado, sin embargo, el abordaje de Carnap lleva a una dificultad
difícil de enfrentar a partir de su propia argumentación. Ello es justificable a partir del
hecho de que si la definición de un concepto o una proposición son formuladas a partir de
otros conceptos no es posible identificar el vínculo que une a las cosas o fenómenos con el
discurso que hacemos de ellas.
En términos generales no resulta claro qué es lo que otorga la verdad a los discursos que
hacemos de los fenómenos que se nos presentan en tanto que nos encerramos solamente en
el terreno de la lógica y la lingüística. Esto se pone de manifiesto cuando se descompone
una proposición científica en sus proposiciones elementales. El ejemplo del concepto
“artrópodo” de Carnap puede ser descompuesto en las proposiciones protocolares de las
2 Óp. cit. 454
que está constituido, por ejemplo: animal, cuerpo segmentado, extremidades articuladas,
cobertura de quitina. Este análisis resulta útil al definir el concepto de artrópodo ya que de
alguna manera tenemos una noción acerca de lo que se refiere la palabra en tanto que son
proposiciones que pueden ser contrastadas por la experiencia, sin embargo, Carnap se
encierra en el problema de estas proposiciones y cae en la dificultad de que las
proposiciones protocolares también pueden ser descompuestas. Por ejemplo “animal” es un
concepto científico que también requiere ser definido y que por lo tanto debe ser
descompuesto en proposiciones protocolares y así sucesivamente.
Con ello es notoria la dificultad en la que cae Carnap y esto es manifiesto cuando él mismo
dice lo siguiente “Se ha establecido que una secuencia de palabras sólo posee sentido
cuando se han fijado sus relaciones de derivación de proposiciones protocolares,
cualesquiera que puedan ser las características de estas proposiciones protocolares.
Similarmente, una palabra sólo tiene significado cuando las proposiciones en las que pueda
aparecer son retrotraibles a proposiciones protocolares.3”
Este retrotraimiento, es decir la posibilidad de que una proposición pueda ser definida por
otras proposiciones representa para Carnap un criterio de aplicación mediante el que es
posible definir claramente el sentido de una proposición científica. Ello es perfectamente
comprensible ya que si tuviésemos contacto con proposiciones que no pueden
descomponerse resultaría evidente que dicha proposición es completamente vacía en tanto
que no nos remite a ningún significado y por lo tanto resultaría completamente irrelevante
para la ciencia.
Sin embargo el problema de Carnap se centra en el hecho de que su criterio de aplicación
nos lleva a una cadena infinita de proposiciones en la que no es del todo claro cuál es el
vínculo epistemológico con las cosas. No niego que Carnap desconozca completamente el
papel de la experiencia pero creo que no es muy explícito en este sentido y por ello su
explicación resulta deficiente.
Una aportación importante por parte de Carnap es el hecho de exigir un criterio que dé
cierta solidez al discurso científico, en tanto que decimos algo de las cosas, éste discurso
3 Óp. Cit. pp.455
debe cumplir con ciertas normas tanto lingüísticas, sintácticas y lógicas, pero no se debe
caer en el exceso del mero análisis lingüístico descuidando el papel de la experiencia que es
el factor que nos une epistemológicamente hablando con los fenómenos que se nos
presentan.
Los esfuerzos de Carnap residen en separar lo científico de lo metafísico apelando a que el
discurso científico debe poseer sentido y deben poderse derivar proposiciones protocolares
a partir de sus conceptos a través de un retrotraimiento. Por ello dice lo siguiente:”Si se
justifica nuestra tesis de que las proposiciones de la metafísica son pseudoproposiciones, en
un lenguaje construido de un modo lógicamente correcto la metafísica no podría
expresarse. Se revela aquí la importancia filosófica de la tarea de los lógicos en la
actualidad, al elaborar una sintaxis lógica.4”
Sin embargo deshacerse de la metafísica no es tan sencillo en tanto que existen conceptos
como método, lógica, ciencia, objetividad, etc. que no son tan fáciles de determinar en tanto
que no son empíricamente palpables y sin embargo son necesarios para la ciencia y ella
misma los utiliza. La aportación de Carnap es importante pero requirió de ser
complementada y es en este punto donde conviene hablar de la aportación de Popper quien
de alguna manera logró entrever estas problemáticas y estableció un abordaje interesante
del problema del lenguaje científico y la experiencia como componente básico para la
construcción del mismo.
Popper en los primeros capítulos de su obra “La lógica de la investigación científica” hace
una crítica a la manera de hacer ciencia de su tiempo, principalmente al hecho de querer
alcanzar por medio de la ciencia leyes universales absolutamente válidas y verdaderas. Este
objetivo de la ciencia generalmente es llevado a cabo por medio del principio de inducción
que para Popper resulta absurdo por el hecho de que resulta dudoso que a partir de
conocimientos particulares nos elevemos hasta leyes universales en tanto que no estamos
seguros de poder corroborar empíricamente la universalidad espacio-temporal de nuestras
afirmaciones científicas.
4 Popper K. La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid. 1998. pp. 462
La visión de Popper al parecer menos ambiciosa trae consigo una fuerte polémica respecto
al conocimiento y el papel de la ciencia. Carnap pretendía elaborar un discurso científico
que de alguna manera lograra penetrar en los conceptos de una manera tal que tuviéramos
la certeza de que las proposiciones científicas tuvieran sentido y en algún punto ellas
lograran tocar el mundo y nos dieran cuenta del mismo dando como resultado un
conocimiento positivo, es decir, un conocimiento de lo que las cosas son.
Popper por su parte buscó un conocimiento que tomara en cuenta el papel empírico del
conocimiento humano en conjunción con la lógica y la lingüística, ello quiere decir que
dicho filósofo no apuesta a la verificación de las proposiciones científicas sino a su
falsabilidad, es decir, un discurso científico es aquél que posee proposiciones que pueden
ser falsadas por la experiencia.
El criterio de demarcación para la ciencia en lugar de apostar por la verificación de las
teorías se enfoca en buscar el caso empírico que logre falsar las proposiciones, por ello
dice: “No exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado de una vez para siempre,
en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por
medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un
sistema científico empírico.5”
Aquí hay un aspecto interesante que en Carnap no era muy claro. Popper toma en cuenta
que hay un vínculo con el mundo, en donde éste representa el objeto de nuestro
conocimiento. Ahora bien acerca de ese conocimiento podemos hacer un discurso científico
que de alguna manera está sometido a las leyes de la lógica pero que debe ser
continuamente corroborado por la experiencia mediante la falsación. Las teorías científicas
entonces no son aquellas que aspiran a la verdad absoluta sino a una especie de supuestos
provisionales que deben someterse a contrastación entre supuestos, teorías y a casos
empíricos.
El lenguaje científico entonces no solo comprende el hecho de encerrarse en un laberinto de
proposiciones, implica el desarrollo de un discurso científico que surge a partir de la
relación empírica del sujeto con el mundo. En la ciencia continuamente se establecen
5 Óp. cit. 41
teorías que para ser estrictamente científicas no deben ser absolutas sino que deben ser
susceptibles de falsación, se deben buscar los casos que contradigan empíricamente los
principios de las teorías y aquella que sea más consistente será la más apropiada para
explicar el mundo y sus fenómenos.
El papel de la corroboración empírica en la perspectiva de Popper es importante ya que
resulta decisiva en el aspecto de las contrastaciones, se puede decir que el discurso
científico que se construye con base en los datos recabados a partir de la observación
empírica de los fenómenos determina si una teoría es o no susceptible de falsación. La
cientificidad de los enunciados depende de su posibilidad de ser contrastados con la
experiencia.
En términos generales puede decirse que el discurso científico es construido de una manera
lógica, sintáctica y gramáticamente correctas pero su cientificidad no solamente depende de
ello. El factor decisivo está dado por el papel del la contrastación empírica y su posibilidad
de contradecir una teoría. Popper lo expresa de la siguiente manera: “No pido que sea
preciso haber contrastado realmente todo enunciado científico antes de aceptarlo: sólo
requiero que cada uno de estos enunciados sea susceptible de contrastación; dicho de otro
modo: me niego a admitir la tesis de que en la ciencia existan enunciados cuya verdad
hayamos de expresar resignadamente, por la simple razón de no parecer posible –por
razones lógicas- someterlos a contraste.6”
La delimitación de Popper respecto al discurso científico resulta interesante por el hecho de
que contempla nuestra situación frente al conocimiento como limitada y al no poder
corroborar empíricamente la legalidad de las proposiciones científicas resulta pertinente
aceptar una teoría como verdadera hasta demostrar lo contrario.
Un aspecto interesante en este filósofo es el hecho de que los juicios que son susceptibles
de falsación tienen que ver con la lógica, existe una simetría en donde los juicios
estrictamente universales pueden ser falsados por un juicio estrictamente existencial y de
esta manera los discursos científicos obedecen a la lógica pero también requieren de la
corroboración empírica para determinar su validez.
6 Óp. cit. 47
Popper dice acerca de este tipo de juicios que son fundamentales para la ciencia en tanto
que a partir de ellos es posible construir el conocimiento evitando las dificultades que nos
presenta la inducción, ello se pone de manifiesto en la siguiente afirmación: “Ambas clases
de enunciados –los estrictamente existenciales y los estrictamente universales- son, en
principio, decidibles empíricamente; pero cada uno exclusivamente en un sentido: son
decidibles unilateralmente. Siempre que se encuentra algo que existe aquí o allí puede
verificarse un enunciado estrictamente existencial, o falsarse uno universal.7”
De manera que uno y otro juicio se complementan con el objetivo de elaborar un
conocimiento científico en donde a diferencia de Carnap la cientificidad de un enunciado
no se deriva de proposiciones protocolares sino que además de las reglas de la lógica y la
lingüística se apela a la corroboración empírica mediante la posibilidad de falsación de las
proposiciones universales.
El discurso científico entonces es aquel que es susceptible de ser falsado y solamente este
tipo de discursos puede ser objeto de la ciencia, de manera que la delimitación entre lo que
es o no es ciencia queda señalado con precisión por Popper. Ahora bien los términos como
método, ciencia, experiencia, objetividad, etc., considero que son parte del dominio de la
filosofía en tanto que la ciencia no puede elaborar un discurso de sus propios conceptos. La
ciencia resulta insuficiente para estudiarse a si misma y es aquí en donde la ciencia requiere
de la filosofía con el objetivo de que trate acerca de sus problemas metodológicos dadas sus
propias limitaciones, ésta esfera del conocimiento ya no pertenece al dominio empírico sino
a la especulación filosófica que se ocupa de la filosofía de la ciencia.
Referencias
Carnap R. Superación de la metafísica a través de la lógica
Popper K. La lógica de la investigación científica. Tecnos. Madrid. 1998
7 Óp. cit. 68
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