doctor humilitatis

Post on 11-Jul-2015

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Spiritual

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DOCTOR HUMILITATIS

El Cristo de la Humildad

Después de condenado en burdo juicio,coronada tu frente por espinas,sobre tu misma mano la reclinasen el breve descanso del suplicio.

¿Qué se esconde, Señor, bajo tu frente? ¿Qué piensas mi Señor en ese instante?¿Es acaso, Jesús, que no es bastantehacerte condenar, siendo inocente?

Sólo a tus jueces la condena infamapor el torpe baldón de su sentencia,y todo el orbe con ardor se inflama

al noble resplandor de tu inocencia. Y para siempre con amor te aclama, Señor de la Humildad y la Paciencia.(Federico Acosta)

Nos ha guiado en este segundo día el Doctor de la humildad como sólo él sabe hacerlo: humildemente. Estaba hoy de confidencias al decir que la perfección es la humildad. Ella, sí, clave de la vida espiritual. Ella, palanca del monje. Nos ha salido al camino como maestro de tal virtud en obras y palabras. Médico de las almas, sigue recetándonos humildad como medicina contra nuestro orgullo y prepotencia.

La suprema ciencia del espíritu consiste en conocer que el hombre de suyo es nada. Cuanto él es, de Dios y por Dios lo recibe. Se trata no sólo de que seas humilde por él, sino ante todo en él. Porque Dios está presente en ti más íntima y profundamente que los más íntimo y profundo de ti. Los humildes de corazón, ellos, son morada del Altísimo. Recuerda el triple modelo en Cristo: 1) Humilitas carnis (Encarnación); 2) Humilitas passionis (Padecimientos de la Cruz); 3) Humilitas mortis. Los tres, resumidos en la humildad de la Eucaristía.

Nos ha dejado Jesús en este día su exhorto dulce y suave: Venid a mí y aprended de mí (Mt 11, 28). ¿Qué hemos de aprender de ti, Señor? Que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Esta es la suprema ciencia del monje. Por eso la pregunta se hace necesaria: ¿A qué vine yo a la Trapa? La respuesta va de suyo: A ser humilde. ¿Qué pretendo yo aprender de la vida monástica en Escalonias? Ser humilde.

No podemos ir a Cristo por otra senda que no sea ésta de la humildad, cuyo simple conocimiento brinda los tesoros todos de la sabiduría y la pureza misma del corazón. Humiliter ad humilem venite. Lo dijo san Agustín a las vírgenes (De s.virginit. 52,53). Poco sería saber que el Humilde nos espera, nos invita, nos llama. Preciso es también acudir a él humildemente.

Otro estilo sería el fracaso, porque Jesucristo se hizo modelo nuestro humillándose. San Pablo en Filipenses dejó para siempre el llamado himno de la humildad, es decir, de la infirmitas, para que san Agustín exclame: Fortitudo Christi te creavit; infirmitas autem Christi te recreavit (In Io. Ev. tr. 15, 6). En la fortitudo Christi está el Hijo de Dios in forma Dei, igual al Padre. En la infirmitas Christi, la forma serui, o sea el anonadamiento, visto en clave de obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz.

Otro estilo sería el fracaso, porque Jesucristo se hizo modelo nuestro humillándose. San Pablo en Filipenses dejó para siempre el llamado himno de la humildad, es decir, de la infirmitas, para que san Agustín exclame: Fortitudo Christi te creavit; infirmitas autem Christi te recreavit (In Io. Ev. tr. 15, 6). En la fortitudo Christi está el Hijo de Dios in forma Dei, igual al Padre. En la infirmitas Christi, la forma serui, o sea el anonadamiento, visto en clave de obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz.

El Doctor de la humildad, Jesucristo, se ha hecho este segundo día de ejercicios pura presencia de amor en nosotros y ha querido enseñarnos la magna ciencia de la humildad en obras y palabras. Hondo, claro, nítido mensaje el suyo: para gozar de la radiante luz del Cristo pascual, cumple adiestrarse primero en la humilde disciplina de saborear a un Dios hecho carne que padeció y murió en cruz. Piadosa disciplina la de beber el cáliz de la humildad y de la pasión. Murió ya el día. Llegan las horas del descanso. El corazón, lleno de luz en medio de las sombras de la noche, puede ahora reposar gozoso de haberse visto acompañado en esta jornada imborrable por el Doctor de la humildad. Amén.

Meditación elaborada por el padre Pedro

Langa, OSA

Fr. Abdón, OCSO.

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