cuadros veláquez
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CUADROS VELÁZQUEZ
Marte y Venus
MARTE
MARTELa figura representada en el cuadro es Marte, el dios romano identificado con el Ares
helénico. Era éste muy antiguo en las religiones itálicas, ya que existía con anterioridad a
la introducción de Ares, con quien se identificó más tarde. Es el dios de la guerra pero
también es el dios de la primavera, porque la estación guerrera empieza al terminar el
invierno. Es el dios de la juventud, porque la guerra es una actividad propia de ésta. Figura
entre los doce grandes dioses y se le representa normalmente como un guerrero, con
coraza y casco, y armado de escudo, lanza y espada. Pero en el cuadro de Velázquez, Marte
es una figura de aspecto casi ridículo, y es presentado en actitud melancólica. J.Brown
señaló que podía ser una prolongación de La Fragua de Vulcano, en la que el lienzo parece
una ilustración del último episodio de los amoríos de Marte con la diosa Venus: el amante
de Venus terminaría siendo cazado por el marido (Hefesto) y expuesto a la burla de los
dioses Brown dedujo esto porque su Marte "está sentado en el extremo de una cama,
aturdido, aun demasiado sorprendido y contrariado para vestirse y reflexiona sobre la
repentina y catastrófica conclusión de su idilio con la diosa del amor“ Aunque así fuera y
que el lecho de Venus se identificase con la cama de campaña, no sabemos por qué Marte
se ha calado el yelmo para esa reflexión. Con todo lo dicho, vale la pena hacer hincapié en
otros aspectos, como su asombrosa valoración y tratamiento del espacio en el cuadro.
Nadie como él había llegado a representar el vacío, la nada, el aire, hasta el extremo de
otorgar al espectador la certeza de que puede llegar a sentarse al lado del dios Marte.
Elimina el espacio o la distancia respetuosa mantenida por otros pintores, lo que
contribuye sobremanera a acercarnos no ya psicológicamente, sino incluso físicamente y
con naturalidad absoluta al personaje.
VENUS
VENUS
La obra representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a
un espejo que sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico
al que Velázquez, como es usual en él, da trato mundano.
No trata a la figura como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer. Esta vez, sin
embargo, prescinde del toque irónico que emplea con Baco, Marte o Vulcano.
A diferencia de los desnudos italianos y flamencos de la época de Velázquez, falta aquí el
paisaje, la habitación o las criadas, falta todo lo que podría distraernos. Solo está el cupido
alado.
Este tipo de imágenes eran peligrosas en la España del siglo XVII, pues estaba penalizado
realizar los llamados cuadros ” lascivos “. Tal vez Velázquez representó por precaución a la
mujer tendida de espaldas, y no solo para excitar la imaginación. Y puede ser que también la
precaución influyera en la imagen del espejo. Según las leyes de la óptica debería mostrar en
realidad el vientre y los pechos de la joven.
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