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confianza

Demian Bucay

La confianza en mí mismo no es la

vanidad ciega de creer que no puedo

fallar, sino la disposición para enfrentar algún

grado de incertidumbre

y saber que puedo con ello.

Y es que la verdadera confianza radica en la certeza de que cualquiera que sea el resultado,

yo podré afrontarlo,

convencido de que no me derrumbaré si las cosas no salen como hubiese querido.

pero no me abandonaré

por ello.

Sentiré pena, sí;

fastidio, tal vez;

Si logramos este tipo de confianza, podemos enfrentar cualquier desafío que nos

propongamos en la vida,

pues sabremos que, en el peor de los casos, nos entristeceremos, pero eso no nos destruirá.

La confianza no es una virtud

pasiva, ni una cualidad

que se tiene o no se tiene,

sino una que se construye y se

ejercita.

Para ganar confianza es necesario… hacer.

Esto puede sonar paradójico porque muchas veces decimos:

“no puedo hacerlo, me falta

confianza”

o

“no tengo la suficiente autoestima”.

Lo irónico es que atravesar por esas experiencias que evitamos es justamente lo que podría

ayudarnos a generar mayor confianza o estima.

Al retirarnos perdemos esa posibilidad.

Parte del problema radica en creer que para hacer algo falta saber hacerlo bien desde antes, lo cual

es, si no imposible, al menos bastante improbable.

En general, aprendemos haciendo.

No es cierto que si las cosas salen como esperaba tendré mayor confianza en mí mismo

y que de lo contrario la perderé.

Si me aventuro, ganaré en confianza

más allá del resultado.

De este modo entramos en un círculo de retroalimentación positiva, en el que cada vez

que nos enfrentamos con determinada situación generamos una confianza que nos facilita

enfrentar la próxima.

Es el enfrentamiento de nuestros miedos, no los buenos resultados,

lo que nos hace crecer como personas.