capítulo 9: el siglo xviii: un siglo puertorriqueño
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Prof. Samuel O. Rodríguez-Sierra
Estudios Sociales
Séptimo Grado
Capítulo 9: El siglo XVIII: un siglo
puertorriqueño
Copla Puertorriqueña
“En el puente Martin Peña Mataron a Pepe Díaz Que era el hombre más valiente Que el Rey de España tenía.”
Antigua Copla cantanda por nuestro jíbaro
puertorriqueño en honor a Juan Díaz; quien había
muerto en acción en el Caño Peña durante el ataque
inglés de 1797.
Introducción:
El siglo XVIII se caracterizó en Puerto Rico por
un lento desarrollo económico. El movimiento
comercial de la Isla se estancó y los habitantes
vivian dispersos por los montes y las costas.
España había perdido el interés por sus islas
caribeñas. La ausencia de barcos en los puertos
de la Isla, así como la grave escases de plata
circulante obligaron a los vecinos de Puerto Rico
a desarrollar métodos alternos para sobrevivir.
Introducción:
La población de la Isla sufrió los estragos del
abandono y adoptó el contrabando como un
nuevo modo de subsistencia. Es durante este
siglo cuando los criollos de la Isla empezaron a
considerarse puertorriqueños; diferente de los
peninsulares y de los criollos de México o Perú.
La fundación de pueblos:
Durante el siglo XVIII Puerto Rico experimentó un
dramático crecimiento de su población. En esta
época, inmigrantes españoles, esclavos africanos
y cimarrones de las vecinas islas inglesas
llegaron a Puerto Rico en un proceso lento, pero
constante.
Para el año 1765, la población de Puerto Rico
era de unos 45,000 habitantes, mientras que en
1776, había aumentado a casi 71,000.
La fundación de pueblos:
La gran cantidad de personas que se propagó
por la Isla promovió la fundación de pueblos en
las costas y el interior.
Para 1778, se habían fundado pueblos en Ponce,
San Antonio de la Tuna (Isabela), El Pepino (San
Sebastián), Fajardo, Loíza, Caguas y Río
Piedras, entre otros.
La fundación de pueblos significó que muchos
grupos de personas se adentraran en los
pastizales y los bosques de la Isla. Buscaron su
sustento a la orilla de algún río o en algún claro
de la costa.
La fundación de pueblos:
La Isla se fue tornando más agrícola y menos
ganadera.
Los nuevos colonos agricultores quemaban una
cuerda de terreno o dos, para preparar la tierra
(como los igneris). Allí sembraban plátanos, yuca,
ñame o alguna hilera de tabaco.
Un terreno frente al bohío de paja o madera era
todo lo que necesitaba la mayoría de la población
puertorriqueña para vivir.
El comercio y las necesidades de la
población:
El aumento de la población exigió mayores abastos de comida, agua, ropa, herramientas y esclavos para desarrollar los nuevos centros urbanos.
Desafortunadamente, eran pocos los barcos que entraban en el puerto de San Juan con la mercancía necesaria.
Desde el siglo pasado, el interés de la Corona por la Isla se había limitado a su posición estratégica; en otras palabras, a su papel en la defensa militar del Caribe y las Américas. Esto significaba que la poca mercancía que entraba estaba destinada a atender las necesidades de San Juan, su bastión militar.
El comercio y las necesidades de la
población:
Por esta razón, el resto de la Isla se desarrolló
separado de su capital, prácticamente por su cuenta.
La limitada entrada de embarcaciones comerciales en
Puerto Rico se debió a la práctica del exclusivismo
mercantil.
El Monopolio de Sevilla y otras compañías
comerciales controlaban el comercio con las colonias
de América y, en muchos casos, no aprovechaban los
recursos particulares de cada región, sino que sólo
solicitaban producto de interés para España.
El comercio y las necesidades de la
población:
Como remedio, empezaron a llegar a las costas
de la Isla naves sin licencias necesarias para
vender los artículos que tanto necesitaban los
pobladores. Estas naves eran comandadas por
contrabandistas clandestinos que, entre otras
cosas, compraban los productos que los isleños
producían.
La economía del contrabando:
Monopolios como el de los comerciantes sevillanos
limitaban la cantidad y la calidad de los productos que
entraban a Puerto Rico.
El comercio con los contrabandistas resultaba más
ventajoso para los isleños. Los contrabandistas
pagaban con plata aquellos productos que no podían
ofrecer a través del trueque.
En muchos casos ofrecían productos de alta calidad y
aceptaban todos los productos nativos en sus
negociaciones clandestinas.
La ventaja principal del comercio con los
contrabandistas era que no estaban limitados al
puerto de San Juan. Barcos contrabandistas ingleses,
holandeses y franceses atracaban en cualesquiera
puerto donde fueran recibidos por los vecinos de la
La economía del contrabando:
Estos traían las harinas para hacer el pan, telas para
la ropa y picos y palas para cultivar la tierra. Los
esclavos también eran muy solicitados por los
pobladores con más recursos.
A su vez, los isleños podían vender a los
contrabandistas los productos locales, como el
ganado, el jengibre, el tabaco y el café.
El contrabando llegó a ser tan común que,
prácticamente todos en la Isla participaban del tráfico
ilegal, incluso las autoridades del Gobierno y la
Iglesia.
La economía del contrabando:
Todos los gobernadores que desfilaron entre 1650 y
1700 fueron acusados de estar implicados en el
comercio ilegal.
La omnipresencia de la mentalidad del contrabando
en la vida insular anulaba todo esfuerzo que pudieran
realizar las nuevas autoridades para sofocarlo.
Cuando el párroco Francisco de Sanabria de San
Germán, en una carta que envió a San Juan comentó
que los vecinos de Ponce se distinguían por su
afición al comercio ilegal, cuarenta de éstos vinieron
a San Germán, lo secuestraron, se lo llevaron al
monte, y estuvieron a punto de matarlo.
Los corsarios:
Tal y como se discutió anteriormente, los corsarios
eran marinos al servicio de gobiernos europeos, que
atacaban los intereses españoles.
Para remediar esta situación, el gobierno español
decidió entonces otorgar las patentes de corso a
súbditos de la Corona española, para atacar de la
misma forma los intereses de sus enemigos europeos
en el Caribe.
Estos corsarios, que también se llamaban
guardacostas arremetían en alta mar contra los
barcos cargados de mercancías y esclavos, bajo la
sospecha de que ejercían contrabando con los
habitantes de las colonias españolas.
Los corsarios puertorriqueños:
El más famoso de los corsarios puertorriqueños fue
Miguel Enríquez. Comenzó como un diestro
zapatero mulato y, a través de sus actividades
corsarias, llegó a ser el hombre más rico de la Isla.
En 1710, Enríquez fue nombrado Capitán de Mar y
Guerra y Armador de los Corsos de Puerto Rico por
el Rey, en agradecimiento a sus leales servicios.
También recibió del Rey Felipe V la Medalla de la
Real Efigie y la Real Auxiliadora.
Los corsarios puertorriqueños:
A lo largo de los años, Enríquez acumuló una
gran fortuna y estableció una diversidad de
negocios. En más de una ocasión, las
autoridades recurrieron a él para pagar el sueldo
de los soldados o cubrir los gastos de la Iglesia.
Sin embargo, la suerte dejó de sonreírle. Los
mismos que acudieron a él cuando tuvieron
problemas económicos lo acusaron de inmoral y
contrabandista.
Los corsarios puertorriqueños:
A la alta sociedad colonial de San Juan se le hacía
muy difícil aceptar que un mulato se paseara entre
ellos como un igual y que sus riquezas fueran
mayores a las suyas.
Durante los últimos años de su carrera, Enríquez
también enfrentó problemas con la Corona. El
Consejo General de Indias rehusó, en varias
ocasiones, reconocer los privilegios que le fueron
otorgados en el pasado. Incluso, el propio rey Felipe
V, ignoró sus pedidos y permitió que cayera víctima
de las circunstancias.
Para evitar que lo enjuiciaran, se refugió en un
monasterio de Santo Tomás, donde murió de
pobreza.
Los corsarios puertorriqueños:
Otros de los corsarios boricuas se llamó Pedro
Vicente de la Torre.
Amasó gran fortuna en sus actividades corsarias
(durante la “Guerra del Asiento” [1739-1748]),
aunque no gozó del poder ni la fama de
Enríquez.
Trató de conseguir un título nobiliario, pero, aun
siendo blanco y criollo, también fue rechazado.
La religiosidad en la vida cotidiana:
El catolicismo era la religión oficial del Estado
español en todos sus territorios.
La religión se veía como una expresión de
nacionalidad y, si recordamos las razones por las que
se desataron muchas guerras europeas,
descubriremos que la religión era uno de los motivos
principales.
Sólo los habitantes de los pueblos tenían un iglesia
cerca. Además, según nos cuentan los obispos de la
época, muchos no iban a misa por no tener la
vestimenta adecuada.
La religiosidad en la vida cotidiana:
Las celebraciones religiosas también estaban
limitadas por la falta de recursos. La Iglesia no podía
atender a toda la población.
A pesar de las necesidades de la Iglesia Católica,
ésta era la que se encargaba de la educación y la
salud.
Los puertorriqueños del siglo XVIII se consideraban
muy católicos. Ante la escases de iglesias en el
campo, muchos recurrieron a simple altares caseros.
Además, cada cierto tiempo, se celebraban la
grandes festividades religiosas, como la Navidad, la
Semana Santa o la de los santos patrones de cada
pueblo, precursoras de las actuales fiestas
patronales.
Iglesia de San Juan, en el Siglo XVIII
La religiosidad en la vida cotidiana:
Uno de los mejores exponentes de la imaginería
religiosa fue el celebrado artista José Campeche y
Jordán (1751-1809).
Hijo de un esclavo liberto y de una mujer blanca de
alta sociedad, él y sus siete hermanos heredaron el
talento artístico de su padre.
José Campeche nació en 1751, en San Juan y desde
joven se destacó como músico y artista.
Fue alumno del influyente pintor de las Cortes, Luis
Paret y Alcázar, quien se encontraba en la Isla como
castigo (destierro).
La religiosidad en la vida cotidiana:
Paret educó a Campeche en los estilos barroco y
rococó, además de enseñarle a construir lujosos y
ricos fondos, para retratar a los más importantes
personajes de la sociedad sanjuanera.
Con exquisito detalle neoclásico, pintó imágenes
para iglesias y obras como La visión de San
Francisco; Santa Teresa de Jesús; Exvoto de la
Sagrada Familia, La Piedad, La Inmaculada
Concepción y San José y el niño Jesús.
Obras artísticas de Campeche
Exvoto de la Sagrada
Familia
La visión de San
Francisco
Obras artísticas de Campeche
Retrato del Gobernador
Ustariz
Retrato del Obispo Juan
Alejo de Arizmendi
El Reformismo Borbónico:
Durante este siglo, la Corona española llevó a cabo una
serie de reformas, para recuperar el poder perdido
frente a las demás potencias europeas, sobre todo,
Inglaterra.
El último rey español de la dinastía Habsburgo, Carlos
II, murió sin dejar heredero para el trono español. En su
testamento, nombró al nieto de Luís XIV de Francia, de
la dinastía de los Borbones, próximo rey de España.
Para evitar que los reinos de Francia y España se
unieran bajo un solo rey, Inglaterra, Austria y Holanda
les declararon la guerra (Guerra de Sucesión Española
[1700-1713]).
El Reformismo Borbónico:
La victoria de España y Francia sobre Inglaterra y sus
aliados culminó en la confirmación de Felipe V como
legítimo rey de España.
Inspirado en las ideas reformistas que circulaban en
Francia, el nuevo rey español implantó una serie de
reformas para facilitar la administración del Imperio.
Este período es el que hoy conocemos como el
Reformismo Borbónico.
Parte del propósito de estas reformas era hacer que
estas islas caribeñas fueran colonias productivas.
Querían que en estas islas, desatendidas
comercialmente, se cultivara la caña de azúcar para la
exportación de más esclavos, tal como lo hacían
Francia e Inglaterra en sus colonias.
Felipe V, de España
El Reformismo Borbónico:
Muchas de estas reformas iban dirigidas a
controlar el problema del contrabando. El
comercio ilícito evitaba que el tesoro de la colonia
obtuviera el dinero necesario para llevar a cabo
estas reformas. Además, era necesario reformar
el sistema de defensa para proteger la Isla.
Alejando O’Reilly y el reformismo:
Como parte de las corriente reformistas, en 1765
llegó a Puerto Rico el mariscal de campo
Alejandro O’Reilly como visitador real, enviado
por la Corona española para que investigara el
estado de Cuba y Puerto Rico.
La Corona estaba interesada en que la Isla
pudiera desarrollarse al máximo y en que se
fortaleciera, por representar un punto estratégico
en la defensa del Caribe y de América.
Alejando O’Reilly y el reformismo:
El mariscal descubrió que en Puerto Rico
abundaban las tierra de cultivo y que, en ellas,
crecían salvajes muchos frutos de importancia
comercial.
Sugirió fomentar el comercio libre y la agricultura,
con el propósito de reducir el contrabando.
O’Reilly recomendó que se permitiera la entrada
de barcos de las naciones amigas de España,
para que se comerciara con la Isla.
También propuso que se promoviera la siembra
de frutos para la exportación, sobre todo, de la
caña de azúcar.
Alejando O’Reilly y el reformismo:
Otra de sus recomendaciones fue la repartición de
tierra con títulos de propiedad, para que sus nuevos
dueños las trabajaran con mayor ahínco.
Propuso importar esclavos y herramientas de
labranza.
También simplificó la estructura del gobierno, para
reducir el número de funcionarios que tomaban
decisiones.
Encontró que el cuerpo militar estaba mal armado y
peor entrenado. O’Reilly aplicó un riguroso
reglamento para el entrenamiento de sus soldados.
También ordenó que se crearan las milicias nativas,
compuestas en su mayoría por naturales de Puerto
Rico.
Alejando O’Reilly y el reformismo:
Además, ayudó a diseñar modificaciones en la
estructura del Morro, así como a completar el
cerco de murallas y la construcción del Castillo
de San Cristóbal en el este de la ciudad.
Construcción y modificación de
defensas en San Juan
Una nueva ola de ataques:
Durante el siglo XVIII, la Isla fue objeto de ataques por
parte de naciones enemigas de España, como resultado
de las guerras que se libraron esos años.
En el año 1702, como resultado de la Guerra de
Sucesión, los ingleses intentaron desembarcar por las
costas de Arecibo. Las milicias arecibeñas, bajo el
liderato de Antonio de los Reyes Correa, logaron
expulsar a los invasores. Por esa razón, Arecibo se
conoce como la Villa del Capitán Correa.
Durante esos años, ingleses y holandeses también
intentaron penetrar por las costas de Loíza y Guayanilla,
con iguales resultados.
Una nueva ola de ataques:
El último de estos ataques lo realizó el general inglés
Sir Ralph Abercromby en 1797.
En la mañana del 17 de febrero, llegó el general inglés
con 60 buques y más de 10,000 hombres (otros libros
indican que era 68 buques con un armamento de
alrededor de 600 cañones y 7,000 hombres) dispuestos
a adueñarse de la Isla.
En la Fortaleza, el gobernador y capitán general don
Ramón de Castro dirigió la defensa de la plaza.
Ataque británico de 1797
Sir Ralph Abercromby
Gobernador y capitán
general don Ramón de
Castro
Una nueva ola de ataques:
Los ingleses decidieron desembarcar por el poblado de
Cangrejos y, luego doblegar la resistencia de las milicias
en aquel lugar, marcharon en dirección a San Juan. Allí
les esperaban las tropas españolas y puertorriqueñas,
entre el fuerte San Jerónimo y el puente San Antonio.
Luego de varios días de combate en Río Piedras, Loíza
y San Juan, los ingleses no lograron avanzar y, al
avistar una movilización de milicias criollas procedentes
de Loíza, Cangrejos y Bayamón, decidieron retirarse sin
lograr sus objetivos (30 de abril de 1797).
El sitio había durado diez semanas y las defensas de
San Juan habían resistido su primera –y, en definitiva,
su última prueba.
Ataque inglés a San Juan - Campeche
Una nueva ola de ataques:
Surgieron, como suele suceder en estos casos, los
héroes. Fueron en su mayoría héroes de pueblo.
Pepe Díaz, muerto, como dice el estribillo popular, en el
Puente de Martín Peña, era el más conocido; sin
embargo, hubo otros (el cura párroco del Pepino, el
artillero Ignacio Mascaró, el comandante Toro, los
milicianos Mauricio Rosado y Tomás Villanueva, entre
otros).
El triunfo de 1797 se tradujo también en glorias
oficiales. Por ejemplo, la Corona le otorgó a San Juan el
título de “Muy Noble y Muy Leal”, frase que adorna
desde entonces el escudo de armas capitalino.
La consolidación cultural:
Los años de abandono oficial de la Isla no impidieron
que los pobladores lucharan por su subsistencia. Éste
fue el motivo por el que se adentraron en los montes y
los terrenos baldíos y, a fuerza de machete y voluntad,
establecieron sus asentamientos.
Esta convivencia simple, pero dura, fue característica
del siglo XVII y de gran parte del XVIII.
Durante esta época, también se acrecentó el
aislamiento de San Juan respecto al resto de la Isla.
San Juan se desarrolló como centro del poder colonial,
mientras el resto de la Isla se desarrollaba a su propio
paso y en sus propios términos.
La consolidación cultural:
El contacto de estos pobladores con los contrabandistas
extranjeros contribuyó a que surgiera un movimiento
económico que sostuviera sus comunidades.
Las acciones de las milicias urbanas fueron un actor
clave en la defensa de la Isla, al evitar que Puerto Rico
pasara a ser posesión inglesa.
El crecimiento de la población en este siglo desembocó
en la fundación de municipios por toda la Isla. Con el
paso de los años fueron llegando españoles pobres,
soldados que desertaban de sus puestos y africanos
que huían de la esclavitud de las islas vecinas. Estos
grupos nutrieron las costumbres de nuestro
antepasados y aportaron elementos de su cultura al
estilo de vida puertorriqueño.
La consolidación cultural:
Poco a poco, a través de la adaptación al medio
ambiente; de las circunstancias que afectaron
sus vidas, como las guerras, el contrabando y el
abandono, y de las restricciones del Estado y la
Iglesia, se forjó una personalidad criolla
particular, que identificó a los habitantes de esta
Isla como puertorriqueños.
Bibliografías:
Alegría, R. (1990). Historia General de Puerto Rico.
Ediciones Huracán.
Historia y geografía de Puerto Rico. (2002).
(Ediciones Santillana).
Los fuertes del Viejo San Juan. (2002). División de
Publicaciones del Servicio de Parques.
Scarano, F. (2000). Puerto Rico: Cinco Siglos de
Historia. Editorial McGraw Hill.
Ejercicio: Contesta las siguientes
preguntas
1) Proporciona dos razones por la cuáles en la Isla se
desarrolló, cada vez más, la agricultura en vez de la
ganadería.
2) ¿Cómo se diferencia el contrabando colonial de los
siglos XVIII y XIX del de nuestros días?
3) ¿Qué crees que habría sucedido con la sociedad
puertorriqueña sin la presencia tan notable de la
Iglesia Católica?
4) ¿Qué crees que habría sucedido con la Isla, si los
ingleses la hubieran administrado?
5) Imagina como era la vida cotidiana de los
puertorriqueños del siglo XVIII y establece cuán
distinta es la vida hoy día.
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