amerindios de guyana francesa: estudio de caso
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‘‘El último territorio europeo en Suramérica; los amerindios de Guyana francesa contra la legislación
francesa en el caso del Parque Amazónico de Guyana’’
Alumno:
Pauzé, Eric
Matricula:
209390098.
Clase:
La cuestión étnica en América latina
Profesor:
Dr. Scott S. Robinson
3 de abril de 2010
Hace tres años, en febrero de 2007, ocurrió en el norte del continente
suramericano una cosa insólita: Francia anunció con orgullo la creación
del área natural protegido más grande de la Unión Europea. Ubicado
en Guyana francesa, último territorio en el continente americano
todavía perteneciendo a una metrópoli europea – es un Departamento
de Ultramar gobernado por Francia – la creación reciente del Parque
Amazónico de Guyana cubre más de 33 000 km² en el sur del país, en
plena selva amazónica. Resultado de una idea que nació hace cuarenta
años, muchas veces abandonada y retomada, el plan de hacer del sur
del departamento francés – todavía casi intocado por la
industrialización en la mayoría de su territorio – un extenso parque
protegido ha pasado por varias etapas de desarrollo, organización y
peleas entre miembros del proyecto. Pero la oficialización por decreto
del la inauguración del parque por lo tanto no es unánime. Varias
personas, entre otros grupos ecológicos e indígenas – o amerindios
como ellos se llamas a sí mismo – viviendo en estas tierras denuncian
la falta de abertura hacía modos de vida no occidentales y las
cláusulas que permiten algunas actividades de explotación minera al
borde y a dentro del parque.
La población amerindia de Guyana francesa está en las más
pobres de Francia y de las más marginadas. De todos los ciudadanos
franceses, los amerindios de la alta Guyana son los que menos tiene
acceso a un médico, a la educación y las de mayor pobreza. Pero el
problema más patente para ellos es de no poseer sus tierras, de estar
en un territorio de cual el destino no está en sus manos.
En este trabajo revisaremos la situación en cual están los
pueblos indígenas de Guyana. Empezaremos introduciendo al país, a
los pueblos indígenas que lo habitan y al histórico por cual han pasado
en los últimos cincuenta años. Veremos también como ha nacido el
plan de creación del Parque Amazónico de Guyana y la consideración a
los pueblos indígenas que iban a vivir adentro del parque, junto con la
legislación que les concierne. Finalmente, veremos un problema que
deben enfrentar varias comunidades indígenas, la explotación de
yacimientos de oro afuera como adentro de los límites del parque, y los
problemas de salud y sociales que acompañan a esta industria.
Guyana e indígenas
Conocida principalmente por ser la sed de la base aeroespacial de la
Unión Europea, la Guyana francesa presenta otras características
interesantes. Al ser una mera colonia penitenciaria hasta después de la
segunda guerra mundial, el territorio es muy poco poblado: solo 2
personas por kilómetro cuadrado, más del 90% de ellos está viviendo
en el litoral caribeño, principalmente cerca del chef-lieu Cayenne.
También es uno de los territorios más densamente cubierto de
vegetación del planeta: más del 95% de las tierras estás cubiertos por
la selva amazónica. Después de los ingresos proviniendo de la base
aeroespacial, la explotación aurífera, legal o clandestina, es la mayor
actividad económica en importancia del departamento.
Hoy, seis grupos amerindios están presentes en el territorio
guyanés: los Arawaks, los Palikurs, los Kali’nas (o Galibi), los Wayanas,
los Wayampis y los Tekos (o Emerillones). Mientras los Arawaks,
Palikurs y Kali’nas viven por la costa caribeña o en la selva de la baja
amazonia, a una relativa proximidad de la costa, los Wayanas, los
Wayampis y los Tekos son los que viven más profundo en el territorio,
en la alta amazonia, mayormente cerca de los ríos fronterizos con
Surinam y Brasil. Los tres últimos pueblos son entonces los que están
concernidos en el asunto del parque del sur del departamento francés,
de que trataremos en este trabajo. Guyana cuenta también en su
territorio negros cimarrones, también llamados bushinengues,
mayormente descendientes de esclavos de Surinam, hoy viviendo en
el bosque guyanés. La población indígena y cimarrona es difícil de
contabilizar, pues el censo francés no incluye categoría de etnicidad.
Además, como tienen un modo de vida semi nómada, muchos cruzan
el Lawa hacía Surinam o el Oyapoque hasta Brasil. Según el gobierno
de la Guyana, existen cerca de 5000 amerindios en su territorio, pero
según la Federación de Organizaciones de Autóctonos de Guyana, son
más de 15 000.
Los grupos amerindios de la Guyana viven tradicionalmente en
comunidades de hasta 100 individuos, aunque en los tiempos recientes
algunos han adoptado totalmente o parcialmente un estilo de vida
urbano, principalmente en las pequeñas ciudades de Camopi (frontera
con Brasil al este), Maripasoula o Papaïchton (ambas por el río Tawa, o
alto Maroni, fronterizo con Surinam). El gobierno francés no ha
permitido hasta ahora el reconocimiento de las naciones indígenas
como grupo étnico distinto en el territorio francés. Efectivamente, el
gobierno francés aplica en sus departamentos y territorios de ultramar
la misma lógica que en Francia metropolitana: todos son franceses y
las diferencias étnicas no existen para los ojos del estado. Al contrario
de los migrantes que firman un documento llegando a Francia para
declarar que se olvidan de su identidad étnica precedente para
considerarse francés, los indígenas de Guyana no tienen esta
posibilidad, pues todos que hayan nacido en territorio francés son
franceses. Para la legislación francesa, a lo largo de la historia, han
sido poblaciones primitivas (1952), poblaciones tribales (1970),
amerindios de la Guyana francesa (1984) y comunidades sacando
tradicionalmente su subsistencia de la selva (1987), siempre
evadiendo de usar el término pueblos autóctonos, palabra usada en el
derecho internacional (Universidad Laval).
Los indígenas guyaneses tampoco son dueños de sus tierras ni
pueden serlo: en la ley francesa, el territorio es propiedad del estado,
lo único que pertenezca al individuo es el producto de su trabajo en la
tierra. La ley de 1987 les da a los indígenas el derecho territorial de
recolección y caza tradicional con fines no comerciales. Así, los suelos
amazónicos de Guyana son propiedad de Cayenne. La propiedad
colectiva tampoco existe en el derecho francés, orientado hacía el
individuo.
Historial de la situación indígena en Guyana y del proyecto
de parque
La primera propuesta de hacer un parque que cubre el sur del territorio
francés vino en los años 70s de la parte de Jean Hureault para la
defensa de los pueblos amerindios. La propuesta fue considerada más
o menos interesante, pues Paris quería hacer uso este amplio territorio
intocado por manos europeas, pero Cayenne no quería perder su
control de la casi totalidad de su territorio y explotarlo para él mismo.
Los amerindios viviendo más arriba en el Macizo Guayánico no
han tenido contactos, o por lo menos contactos frecuentes con el
mundo occidental hasta 1969. Antes de esta fecha, entre 1930 y 1969,
la parte sur del territorio era llamado Territorio del Inini, en cual los
amerindios eran considerados como naciones apartes y en cual el
Estado francés muy poco intervenía. Es decir que los Wayanas,
Wayampis y Tekos muy poco han tenido contacto con los franceses y
criollos de la costa, mientras los Palikurs, Kali’na y Arawaks ya tenían
contactos esporádicos y algunos cambios culturales, viviendo más
cerca de la población occidental. A partir de 1969 los habitantes del
Inini fueron incorporados a la nación francesa cuando este se
transformó en cinco distritos, les ofrecieron la nacionalidad francesa y
fueron sometidos a las primeras políticas de naturalización, por un
programa de educación llamado francisación. Los contactos entre las
poblaciones de la alta amazonia y la gendarmería francesa se
intensificaron, y fue entonces que ‘‘la escolarización, el uso del dinero
en los intercambios, los bienes de consumición y de otros usos, entran
y se instalan en […] los usos locales y domésticos de las poblaciones
quienes, desde este entonces, interiorizan progresivamente nuevas
representaciones y estrategias sociales’’ (Ayangma, 2008). Las
políticas francesas de estos años claramente tenían como objetivo la
incorporación del individuo indio a la sociedad occidental, en el nombre
del desarrollo, lo que significaba a corto o largo plazo la extinción de
las culturas originarias.
Los contactos con el mundo occidental siendo cada vez más
importantes, y constatando el evidente proceso de aculturación que
padecían los amerindios, varios grupos indígenas y etnólogos ya
pidieron desde la década de los 70s la creación de un parque para
proteger a sus culturas. No hubo parque, sólo una débil política de
limitación de acceso al llamado territorio indio que controlaba los flujos
de los pasajes de norte a sur del territorio.
Fue en este contexto que nacieron organizaciones indigenistas
en la década de los 80s para organizar una red de comunicaciones y
luchar principalmente para la soberanía del territorio y oponerse al
proceso de aculturación. De estas, mencionamos la más importante y
radical, la Asociación de Amerindios de Guyana Francesa (AAFG)
fundada por el Kali’na Alexis Tiouka, todavía presidente de la
asociación, que en 1992 cambió para la Federación de Organizaciones
Amerindias de Guyana (FOAG). Los líderes de estas asociaciones
salieron en la mayoría de los pueblos del norte, ya en proceso de
aculturación por la escolarización desde varias décadas y usan
elementos exoculturales, como el ecologismo científico y el marxismo,
para argumentar a favor del modo de vida tradicional y luchar contra
la aculturación (Ayangma 2008). Desde los 80s la AAFG ha creado una
facción política de su organización, y hoy en día la FOAG ocupa algunos
puestos en la escena política local de las comunidades, como la
alcaldía de ciudades y pueblos como Mana, Maripasoula y Camopi,
ciudades pobladas por un alto número de indígenas.
En el año 1992, en la Conferencia Internacional de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUCED), el presidente
francés François Mitterand izó la promesa de convertir al tercio del
territorio guyanés en un parque natural nacional, o sea por lo menos 3
millones de hectáreas, para la protección del medio ambiente
amazónico. Tras varias vueltas, dos proyectos diferentes y la firma de
varios acuerdos con organizaciones y población afectada en
preparación del proyecto, el parque amazónico fue oficialmente creado
en febrero de 2007.
Los indígenas en el proyecto de creación del parque y en la
elaboración de su legislación y territorio
En el año 1997, la FOAG obtuvo un puesto en el comité para la
elaboración del parque amazónico. Con este reconocimiento, la FOAG
quiso que prevalgan en el parque las recomendaciones de la ONU
sobre pueblos aborígenes, los de Rio 1992 y del convenio 169 de la OIT
estipulando que la elaboración de aires protegidas deben privilegiar
primeramente a los indígenas en cuanto al respeto del territorio
ancestral y reproducción del estilo de vida tradicional. Pero al final
este puesto fue solamente de apariencia, pues no solo no pudieron
reclamar la soberanía o cualquier tipo de autonomía relativa legal en
sus tierras, pero una parte importante de las comunidades indígenas
que se ubican al interior de los límites del parque no están en zonas de
naturaleza, las de máxima protección del medio ambiente. El comité
contaba con 41 miembros hasta el 2003 y con 56 miembros del 2003
hasta la creación del parque. La gran mayoría de los puestos estaban
ocupados para políticos, científicos u organizaciones ecologistas, el
punto de vista indígena era representado nada más por el puesto de la
FOAG y algunos alcaldes indígenas.
Según el comunicado oficial de la prefectura de Guyana, el
parque amazónico ‘‘quiere responder a las necesidades ecológicas y
humanas’’ del momento (Comunicado oficial, 2007). Pero aunque son
los que habitan el parque, el punto de vista indígena es prácticamente
ausente de cualquier documento oficial sobre la creación del parque, y
muchas veces falso, demagógico o etnocentrista. Por ejemplo, en el
documento Pre-proyecto para la ceración del parque nacional de
Guyana, se habla de la FOAG como una organización que tiene como
preocupación la protección de la naturaleza y la valorización de las
culturas locales por la promoción de la artesanía. También menciona el
documento que el parque y los indígenas tienen un importante
potencial turístico que hay que desarrollar, aunque el mayor problema
en las comunidades para este logro es la falta de certificaciones
aprobando competencias en medio amazónico, como ecoguía o el
manejo de piragua. Hay que especificar que las comunidades no
fueron consultadas en la forma de desarrollar el turismo y no ocupa un
lugar importante en su argumentación para el desarrollo económico.
En preludio a la creación del parque, el 21 de junio de 1998
fueron firmados los acuerdos de Twenké, que detallan los derechos de
las comunidades a vivir en las fronteras del parque. De este encuentro
resultó un documento extraño en cual dirigentes indígenas exhortan el
respeto de las recomendaciones de Rio 92 y en cual el estado francés
se compromete a respetar la identidad y la cultura indígena y
apoyarlos en su propio desarrollo. Francia asimismo reconoce que
nunca los pueblos indígenas han concedido la soberanía de sus
territorios, sin embargo no se compromete a revolverles sus tierras. El
documento también estipula que los pueblos indígenas se han
liberado, después de cientos de años de esclavismo europeo,
incluyendo francés, aunque los pueblos concernidos por la creación del
parque nacional padecen del colonialismo solo desde unos cincuenta
años y que este colonialismo no está mencionado en el documento.
Si la superficie total del Parque Amazónico de Guyana es de
33 900 km², de estos nada más 20 300 están totalmente protegidos,
este territorio estando considerado como el ‘‘corazón’’ del parque. Los
territorios protegidos por el corazón se concentran principalmente
hacía es sureste del departamento de ultramar. En esta área de
máxima protección de la naturaleza viven comunidades Tekos y
Wayampi. Otras comunidades Tekos y todas las comunidades Wayana
han sido excluidas del territorio de alta protección del parque, aunque
se ubican en el territorio delimitado por las fronteras del parque. Es
decir que aunque viven adentro de las fronteras del parque, no viven
en el parque mismo y su hábitat no está protegido con las mismas
normas que las demás zonas de la selva.
De las distintas legislaciones que existen adentro del parque,
mencionamos:
- Las zonas de naturaleza, de máxima protección de la fauna y
flora, que pueden ocupar libremente los pueblos originarios para
la realización de actividades de caza y agricultura tradicional no
comercial.
Y distintos tipos de zonas llamadas de libre adhesión:
- Las zonas de vida, que rigen conjuntamente el parque con las
comunidades para que ellas puedan usarla de manera
tradicional. Muchos pueblos se ubican en esta tipología de zona
que no garantiza tanta preservación del medio ambiente frente a
posibilidades de explotación de recursos. Estas zonas se ubican a
lo largo de los ríos donde viven las comunidades y en las rutas
de pasaje nómadas de los Tekos.
- Las zonas habitadas de desarrollo, donde están los pueblos
occidentales de explotación de la selva o de ecoturismo. Las
autoridades del parque pueden convertir cualquier parte del
parque en zona habitada de desarrollo para una explotación
económica del lugar.
- Las zonas de explotación minera controlada, sobre todo en el
oeste del ‘‘parque’’, como a lo largo del Río Lawa y alto Maroni,
donde pueden operar compañías mineras (sobre todo de oro)
respetando algunas normas ecológicas en la realización de sus
actividades.
Los 13 600km² que se denominan zonas de adhesión no están
protegidas y pueden estar o están en curso de explotación aurífera o
forestal. Irónicamente, pueden ser consideradas como tierras
protegidas de un parque natural mientras se encuentra en ellas algún
recurso para utilizar. Para las llamadas zonas de vidas, las autoridades
que crearon el parque han reconocido el valor tradicional de estas
tierras para los indígenas, pero no se han comprometido a
conservarlas a largo plazo.
El mayor problema entonces es que los amerindios no son
dueños de su propio destino. Los pocos puestos que han ocupado o
que ocupan en la política del parque o de los distritos, como las
alcaldías, no son bastante importantes para que puedan hacer prevaler
sus intereses. Los representantes de la FOAG en el aparato político
muchas veces no se sienten cómodos en la legislación francesa y no
conocen bien la administración a la francesa, y sus poderes son muy
limitados en cuanto a la administración de las tierras y del parque
(Ayangma 2008). La administración del parque puede, como quiera,
convertir una zona de una categoría a otra por pretexto ecológico o
económico. En el parque como afuera, la preservación del medio
ambiente y la gestión de las tierras dependen en otras autoridades
inaccesibles a los indígenas y la soberanía sobre las tierras siendo
imposible para las comunidades.
Para los indígenas Tekos y Wayampi, al estar ubicados en zonas
de naturaleza o en zonas de vida, el estado les da permiso para seguir
viviendo tradicionalmente, pero sin abandonar la soberanía completa
del territorio, como si los indígenas fueran rentando el lugar, lo habitan
sin ser dueños. La creación del parque y de zonas de alta protección de
la selva es para ellos una garantía de que su hábitat no se degradara a
corto y medio plazo. Para las comunidades Tekos y Wayanas, el estar
afuera de las zonas de naturaleza, cerca de zonas de explotación
aurífera, no les da ninguna garantía, pues la selva puede ser víctima
de cualquier forma de explotación que convenga a las normas
ecológicas establecidas por Cayenne.
El hecho de que comunidades Tekos y Wayanas fueran excluidas
del área del parque fue y sigue siendo muy contestado por las
comunidades en cuestión y organizaciones indígenas. Hemos visto en
esta cuestión que muchas veces la consultación o participación de los
indígenas en la esfera político-administrativa fue una mera figuración,
y que el aparato colonial francés de Paris y sus representantes en
Cayenne nunca quiso consentir una legislación en cual puedan caber
las aspiraciones indígenas u otorgarles puestos administrativos que les
sirvan para el reclamo de sus derechos.
Los argumentos de las comunidades en este asunto van más allá
del propio parque: quieren recuperar la soberanía de las tierras. El
parque es, a corto y medio plazo, lo recordamos, una mera garantía
que no será explotado el medio ambiente sin modificaciones de
Cayenne y una manera de controlar – desde Cayenne otra vez – el flujo
de colonización legal que puede potencialmente venir de la costa. Pero
a largo plazo, las comunidades sí temen de una parte del uso del
territorio según las voluntades de Cayenne y de otra parte una lenta
aculturación. Para ellos, la única manera de seguir con tradiciones es la
legalización de estas y del espacio territorial para que se reproduzcan:
‘‘Finalmente, rechazamos que la extinción de nuestros derechos territoriales sea el principio de base de todo acuerdo entre el gobierno de la sociedad dominante y los seis pueblos. En el futuro cercano, queremos trabajar para que reconozcan nuestros derechos la sociedad dominante y no abolirlos’’ (Tiouka, 1985; traducción propia).
Industria aurífera
Lo que sucedió en la elaboración de los límites del parque, de la
elaboración de las distintas zonas y de la legislación que rige el parque
tiene algo que ver con la segunda actividad económica de la Guyana
francesa, y la única actividad realmente rentable en la parte selvática
del departamento: la explotación del oro.
Si al principio, en los grandes planes de Mitterand en 1992 o en
los proyectos y recomendaciones de científicos, tanto los biólogos
como etnólogos, el parque debía ser mucho más grande, cubrir
territorios más al norte e incluir solo zonas de naturaleza, el oro tuvo
mucho que ver en el trazado del parque y en los retrasos en la
elaboración de plan. Compañías alemanas, como la KWG, y
canadienses, como la Cambior, Arasco y Guyanor (filial de la Golden
Star) han ejercido mucha presión en la elaboración del parque para
que este factor económico este tomado en cuenta. Multinacionales
como estas ya han sido responsables de desastres ecológicos y
humanos, como por ejemplo en Guayana cuando se roto un dique de
un estanque de basura. Aún sin incidente, la explotación industrial del
oro es dañosa para el medio ambiente debido al uso de arsénico y de
cianuro y al inevitable escape de hidrocarburos (GITPA).
La presencia de oro en el suelo y ríos de Guyana está conocida
desde el medio del siglo XIX, pero la hostilidad de la selva amazónica
impidió la explotación a gran escala del metal precioso hasta la década
de los 80s cuando empezaron varias compañías a explorar el territorio
para encontrar los yacimientos. Hoy en día, se práctica la explotación
del oro en Guyana de dos maneras, que no necesariamente se
excluyen entre sí: la explotación industrial y mecánica, por compañías
internacionales cuya presencia en el territorio es legal; y el placer
mining, forma más artesanal practicada en los ríos de manera
individual. Los que practican el placer mining son muchas veces
surinamés o brasileños – los llamados garimpeiros – que trabajan de
forma ilegal y clandestina en el territorio guyanés, a veces contratados
por empresas industriales legales.
La explotación del oro y sobre todo la técnica del placer mining
contrastan con las políticas ecológicas que originaron el Parque
Amazónico de Guyana, pues son muy perjudiciales para el medio
ambiente. La actividad de buscar el oro en el fondo de los ríos libera en
el agua la gran cantidad de mercurio que contiene el suelo guyanés. Al
mismo tiempo, se usa el mercurio metálico para separar el oro de la
tierra de los fondos de los ríos. Se libera en el proceso una gran
cantidad de mercurio, metal muy dañoso al ecosistema. Absorbido por
los peces de los ríos, y en doble cantidad por los peces piscívoros, el
mercurio está entonces asimilado por el cuerpo humano al comer los
peces, base de la alimentación de las comunidades indígenas; hoy la
correspondencia entre el envenenamiento de las poblaciones riveras y
la explotación del oro está claramente definida.
Frente a este problema, la posición de Cayenne es muy ambigua.
De un lado, el departamento ya está operando varias misiones de la
gendarmería en contra de campos ilegales de explotación aurífera y
que destruyen el material. Pero del otro lado, las misiones estas
misiones de la gendarmería no benefician de apoyo tecnológico como
imágenes por satélite y, en consecuencia, solo controlan parcialmente
el problema sin poder erradicarlo (Transler, Saffrache y Moullet, 2006).
La ilegalidad en Guyana del uso del mercurio para encontrar al oro no
cambia las cosas, pues sigue siendo legal en Surinam y solo se
necesita cruzar el río Lawa para conseguirlo. Aunque el gobierno del
departamento haya elaborado varias políticas para frenar la
explotación ilegal del oro y de la contaminación por mercurio en la
primera mitad de la década 2000, ahora podemos dudar de las
intenciones del gobierno después de la creación en un parque natural
de vastas zonas de explotación aurífera con planes y acuerdos de
explotación legal y controlada. Esta explotación, aunque no perjudique
al agua y a la tierra tanto como la ilegal – como no usa mercurio –
sigue siendo perjudicial liberando la alta cantidad de mercurio hasta
ahora encerrado y relativamente estable en los suelos y al fondo de los
ríos guyaneses.
La prefectura guyanesa ya reconoce el mercurio como problema
mayor de las poblaciones ribereñas. La contaminación debida a la
actividad aurífera es mucho más alta que el punto crítico establecido
por la OMS. Varios tratos han sido firmados entre representantes del
poder departamental y comunidades ribereñas, indígenas o no, para
combatir la alta intoxicación de las poblaciones locales. Aunque hubo
algunos logros en el tema de la salud, como un mejor acceso a un
médico y a medicinas – o menos peor dirían ellos –, en muchos casos
el desinterés de las autoridades está patente, como en el pueblo de
Twenké donde tardaron más de dos años para cambiar las bombas de
purificación del agua. Mientras tanto, los Wayanas tuvieron que beber
directamente el agua altamente contaminada del río. En ningún
momento se cuestionó la posibilidad de atacar la mayor fuente de
contaminación por mercurio, la industria aurífera, o sea abandonar la
explotación legal o disminuirla. Los pueblos y organizaciones indígenas
obviamente reivindican un cambio de situación como los problemas de
salud ligados al mercurio es el mayor problema que deben enfrentar
las comunidades. La mayoría de la gente hoy vive con algún problema
de salud como el cáncer y muchos bebés nacen con deformaciones. Si
los políticos hablar de forma de explotación que liberan a una cantidad
de mercurio mucho menor, los indígenas quieren una protección
máxima del territorio y una indemnización para los daños ya hechos
por la contaminación del agua.
Otro problema que acarrea la industria del oro para los
amerindios es la aculturación por la vía económica. La ciudad de
Maripasoula, en el alto Maroni y capital del tráfico ilegal de oro en
Guyana, está mayormente poblada por los bushinengues Bonis, pero
también de Tekos y Wayanas. Ellos tienen a su vez contactos con las
comunidades Tekos y Wayanas establecidas alrededor de la ciudad. En
esta ciudad vienen muchos surinamés y garimpeiros clandestinos,
principalmente sin tierras del estado de Amapá o de Pará, para
alimentar el comercio legal e ilegal del oro. Representaciones
individualistas, comerciales y mercantilistas entran en el sistema de
valores de individuos amerindios al contacto con los comerciantes del
oro y algunos ya están metidos en el comercio ilegal.
En varios lugares del departamento, la cuestión aurífera se
acompaña del problema de la violencia. Principalmente en
Maripasoula, magnates del comercio ilegal del oro han logrado
acumular tanto dinero y poder que la prefectura de Cayenne tiene que
consultarles en estos asuntos. Por ejemplo, el poderoso Jean Bena,
encabezando una milicia de surinamés de la guerra civil de este país,
ha podido tomar las instalaciones de una explotación de la canadiense
Guyanor sin que Cayenne pueda hacer algo en contra de él. Más antes,
entre 1997 y 1999, el prefecto Dominique Vian pidió a Bena y su
milicia surinamés de limpiar unos pueblos donde actuaban garimpeiros
ilegales para que la gendarmería cierre los ojos en relación con sus
actividades de minería.
La mafia del oro tiene mucho más poder en las negociaciones
locales que los indígenas y han ejercido presiones o violencia en contra
de ellos, más cuando estaban en negociación los trazados del parque y
que las comunidades Tekos y Wayanas del oeste, en región aurífera,
negociaban a favor de que sus tierras estén en una zona de
naturaleza. Los actos de violencia eventualmente se transforman en
conflicto étnicos, como los cimarrones controlan una parte de la
actividad aurífera clandestina y en un contexto de violencia o disputa,
la gente del alto Maroni tiende a juntarse a la gente de misma origen
étnico. El tenso ambiente en esta región está ahora polarizado y dado
a la violencia.
El conflicto llevado por la presencia de oro en el territorio
guyanés está de los más complicados y varios actores están
implicados. Entre multinacionales, explotadores ilegales con o sin
apoyo del gobierno de Cayenne, las autoridades del parque, los
representantes del poder francés en Cayenne y los amerindios, las
complejas redes de alianzas aíslan a los pueblos amerindios. La
importancia del oro, los intereses de la explotación legal y el poder de
algunos actores ilegales hacen la tarea más difícil todavía para los
pueblos indígenas y el logro de sus objetivos. El metal precioso ha
llevado en la tierra de los amerindios muchos problemas como
ensuciamiento y contaminación del agua, vertidos industriales y un
escenario de violencia en las ciudades y hasta en las mismas
comunidades. A pesar de la importancia del desarrollo sustentable en
el discurso político guyanés y de la creación del aire protegido más
grande de la Unión Europea, el ecosistema va cada vez empeorando
en esta parte del parque. La lucha de los Tekos y Wayanas del oeste de
Guyana para la protección de su hábitat tiene un obstáculo que parece
muy grande para ellos.
Conclusiones
En un país supuestamente tan avanzado como Francia, la situación de
los indígenas de Guyana francesa es una de las más lamentables de
todo el continente. Con la legislación francesa, están en la
imposibilidad jurídica de recuperar la soberanía sobre sus tierras, que
pertenecen al Estado, de beneficiar de una legislación apropiada a un
estilo de vida comunal y tradicional ni de ser considerado pueblos
autóctonos, como lo recomienda el derecho internacional y la ONU,
para que se apliquen a ellos políticas distintas a las que rigen a los
ciudadanos de Paris. En este contexto, los requerimientos de
organizaciones radicales como la FOAG de ser dueños de sus territorios
parecen imposibles de lograr; sin embargo se ve en este medio la
única manera para los amerindios de prevalecer con sus culturas y
conservar al medio ambiente de cual depende sus modos de vida.
Cuando surgió el proyecto del Parque Amazónico de Guyana, se
creyó que este podría ser una manera de conservar el medio ambiente
de manera permanente y de inscribirse en una legislación más
adecuada. Pero al final fue diferente: los amerindias fueron consultados
que superficialmente y aunque las autoridades permiten la
reproducción de la forma de vida tradicional, todavía no existe ninguna
legislación que les corresponde.
Peor, cerca de la mitad de las comunidades que viven en el
parque, sobre todo las del alto Maroni al oeste, no se ubican en zonas
protegidas. Cada día están viendo a la degradación del ecosistema por
la industria aurífera y sus modos de vida están cada vez más
amenazados por los problemas que esta lleva consigo: contaminación
del agua, problemas de salud, destrucción del hábitat, violencia y
tensiones sociales con otros grupos étnicos. Si para los grupos del
interior del parque el objetivo es de tener una legislación apropiada
adentro del parque, para los de las zonas de adhesión libre la mera
inclusión al parque parece un logro imposible.
El combate parece desigual y las metas imposible. Unas de las
organizaciones indígenas más activas y unidas del continente, pero
representando nada más a 15 000 amerindios contra un aparato
colonial de cuatro siglos y una fuerte legislación etnocentrista. Con el
fondo del discurso de economía sustentable que predomina ahora en la
política guyanesa, los indígenas del alto Maroni pueden esperar ayuda
de la costa para un cambio de su situación al incorporarse al parque,
que sería lo menos que merecen estos pueblos.
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‘‘Comunicado oficial de la creación del parque, decreto no 2007-266 del 27 de febrero de 2007’’. Consultado en línea el 30 de marzo de 2010 al:
http://www.parc-guyane.gf/documents_pdf/communique_creation_parc.pdf
FOAG, Sitio internet oficial. Consultado el 2 de abril de 2010 al: http://www.foag.com.gy/index.php
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Parque Amazónico en Guyana, sitio oficial. Consultado en línea el 1 de abril 2010 al: http://www.parc-guyane.gf/accueil.php
Solidarité Guyane. Sitio internet consultado en línea el 2 de abril de 2010 al: http://www.solidarite-guyane.org/index.htm y http://www.solidarite-guyane.org/Infos.htm
Anexos
Anexo 1: Poblaciones amerindias, negras
cimarronas y criollas de Guyana francesa
Parque amazónico de Guyana
Tierras reivindicadas por comunidades Wayanas y Tekos del alto Maroni para ser parte del aire protegido. Documento acompañando una petición de les pueblos.
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