15 domingo iii de pascua abril (ciclo...
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15
abril
Domingo III de Pascua
(Ciclo B) – 2018
1. TEXTOS LITÚRGICOS
1.a LECTURAS
Ustedes mataron al autor de la vida,
pero Dios lo resucitó de entre los muertos
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19
Pedro dijo al pueblo:
«El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien
ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes
renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la
vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por haber creído en su
Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es
la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió
lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 4, 2. 4. 7. 9
R. Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.
O bien:
Aleluia.
Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor,
tú, que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí
y escucha mi oración. R.
Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo:
Él me escucha siempre que lo invoco.
Hay muchos que preguntan: «¿Quién nos mostrará la felicidad,
si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?» R.
Me acuesto en paz
y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor,
aseguras mi descanso. R.
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados
y por los del mundo entero
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5a
Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el
Padre: Jesucristo, el Justo. El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino
también por los del mundo entero.
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: «Yo lo conozco», y no
cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el
amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud.
Palabra de Dios.
ALELUIA Cf. Lc 24, 32
Aleluia.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.
Aleluia.
EVANGELIO
El Mesías debía sufrir,
y resucitar de entre los muertos al tercer día
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 35-48
Los discípulos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con
ustedes.»
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les
presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne
ni huesos, como ven que yo tengo.»
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se
resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de
pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está
escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.»
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el
Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre
debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo
esto.»
Palabra del Señor.
1.b GUION PARA LA MISA
Guion III Domingo de Pascua (B)
Entrada:
Celebramos hoy el tercer domingo de Pascua. La Iglesia vive la Pascua radiante de alegría por el triunfo de su
Esposo. En este día del Señor, renovamos el misterio pascual en la celebración eucarística y nos hacemos
partícipes del gozo de Cristo resucitado.
Primera Lectura: Hch 3,13-15. 17-19
Pedro, testigo ocular de los hechos, predica a los judíos que el Mesías debía padecer para resucitar al tercer día.
Segunda Lectura: 1 Jn 2,1-5a
Jesucristo, el Justo, es la víctima propiciatoria por nuestros pecados y nuestro abogado ante el Padre.
Evangelio: Lc 24,35-48
Jesucristo glorioso se aparece a los Apóstoles colmándolos de alegría. Los convierte así en testigos oculares de su
Resurrección.
Preces:
A Dios nuestro Padre que resucitó a Jesús, presentémosle nuestra oración.
A cada intención respondemos cantando:
* Por el Santo Padre y todos los Obispos, para que su predicación y su acción pastoral ayude a renovar en la
Iglesia la esperanza y el amor a Cristo resucitado. Oremos.
* Para que la paz de Cristo Resucitado se extienda a todas las naciones, y para que los que dirigen y organizan el
mundo del trabajo y procedan siempre respetando los derechos de los hombres. Oremos.
* Por los pobres y enfermos para que unidos a Cristo puedan encontrar en Él fortaleza y consuelo. Oremos.
*Por nosotros, para que la coherencia y la verdad nos lleven a vivir como resucitados, y para que la fuerza
transformante de Jesús nos convierta en testigos alegres de su Resurrección. Oremos.
* Por Argentina, para que Dios ilumine la inteligencia de los parlamentarios y toque sus corazones, para que la
vida sea protegida desde la concepción y no se apruebe la ley de legalización del aborto. Oremos.
Atiende Padre bueno nuestra oración y ayúdanos a cumplir la Palabra para que el amor que nos
mostraste en Jesucristo llegue a su plenitud. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
Ofertorio:
Con tu Sangre, Señor, nos has comprado para Dios, para poder amarte y servirte. Ahora te presentamos:
* Cirios y con ellos el deseo que todos los hombres encuentren el camino que conduce a Cristo.
* Pan y vino que por la acción de tu Espíritu Santo, serán transubstanciados en el Cuerpo y Sangre de Jesús, vida
nuestra.
Comunión:
Al recibir la Sagrada comunión abramos las puertas del alma para que nuestro Esposo derrame en ellas todo su
amor.
Salida:
Hemos celebrado el memorial de la resurrección del Señor. Vayamos ahora al mundo llenos de esperanza y
alegría a comunicar a todos los hombres el evangelio de la vida.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
Directorio Homilético
Tercer domingo de Pascua
CEC 1346-1347: la Eucaristía y la experiencia de los discípulos en Emaús
CEC 642-644, 857, 995-996: los Apóstoles y los discípulos dan testimonio de la Resurrección
CEC 102, 601, 426-429, 2763: Cristo, la llave para interpretar las Escrituras
CEC 519, 662, 1137: Cristo, nuestro abogado en el cielo
1346 La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a
través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:
– La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;
– la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y la
comunión.
Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto" (SC 56); en efecto,
la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del
Señor (cf. DV 21).
1347 He aquí el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus discípulos: en el camino
les explicaba las Escrituras, luego, sentándose a la mesa con ellos, "tomó el pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio" (cf Lc 24,13-35).
Cristo glorificado...
1084 "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo
actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los sacramentos
son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la
gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.
1085 En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida
terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó su
Hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es
sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre "una vez por todas" (Rm 6,10;
Hb 7,27; 9,12). Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular:
todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado. El
misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su
muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres
participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente
presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.
...desde la Iglesia de los Apóstoles...
1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a los Apóstoles, llenos del
Espíritu Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios,
con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al
reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el
sacrificio y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6)
1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles, les confía su poder de santificación (cf Jn
20,21-23); se convierten en signos sacramentales de Cristo. Por el poder del mismo Espíritu Santo confían
este poder a sus sucesores. Esta "sucesión apostólica" estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia. Ella
misma es sacramental, transmitida por el sacramento del Orden.
...está presente en la Liturgia terrena...
1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" -la dispensación o comunicación de su obra de salvación-"Cristo
está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de
la misa, no sólo en la persona del ministro, `ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo
que entonces se ofreció en la cruz', sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presente
con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está
presente en su palabra, pues es El mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura.
Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: `Donde están
dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt 18,20)" (SC 7).
1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a su Señor y por
El rinde culto al Padre Eterno" (SC 7)
Las apariciones del Resucitado
641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24,
1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las
primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10;Jn 20, 11-18).Así las mujeres fueron las primeras
mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en
seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe
a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es
sobre el que la comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc
24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en
particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del
Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de
creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría,
viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo
Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las
que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1 Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no
reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la
prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano(cf. Lc 22,
31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de
ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una
comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la
cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que
regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13).
Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza
de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los
discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a
causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf.
Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron"
(Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la
credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo
la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
IV LA IGLESIA ES APOSTÓLICA
857 La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
- Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y
enviados en misión por el mismo Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (cf Hch 2, 42), el buen
depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que
les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, "a los que asisten los presbíteros
juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y
conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo
dio la misión de anunciar el Evangelio (MR, Prefacio de los apóstoles).
995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf. 4, 33), "haber comido y bebido
con El después de su Resurrección de entre los muertos" (Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la
resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos
como El, con El, por El.
996 Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y
oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1 Co 15, 12-13). "En ningún punto la fe cristiana encuentra más
contradicción que en la resurrección de la carne" (San Agustín, psal. 88, 2, 5). Se acepta muy
comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual.
Pero ¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la vida eterna?
102 A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en
quien él se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3):
Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en
la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está
sometido al tiempo (S. Agustín, Psal. 103,4,1).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11;cf. Hch 3,
14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de
rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo
profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros
pecados según las Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte
redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35).
Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28).
Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc
24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45).
En el centro de la catequesis: Cristo
426 "En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito
del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con
nosotros... Catequizar es ... descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios... Se trata de
procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El
mismo" (CT 5). El fin de la catequesis: "conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede
conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad".
(ibid.).
427 "En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios y todo lo demás en
referencia a El; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz
suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca... Todo catequista debería poder aplicarse a sí mismo la
misteriosa palabra de Jesús: 'Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado' (Jn 7, 16)" (ibid., 6)
428 El que está llamado a "enseñar a Cristo" debe por tanto, ante todo, buscar esta "ganancia sublime que es el
conocimiento de Cristo"; es necesario "aceptar perder todas las cosas ... para ganar a Cristo, y ser hallado
en él" y "conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme
semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (Flp 3, 8-11).
429 De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de
"evangelizar", y de llevar a otros al "sí" de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la
necesidad de conocer siempre mejor esta fe. Con este fin, siguiendo el orden del Símbolo de la fe,
presentaremos en primer lugar los principales títulos de Jesús: Cristo, Hijo de Dios, Señor (Artículo 2).
El Símbolo confiesa a continuación los principales misterios de la vida de Cristo: los de su encarnación
(Artículo 3), los de su Pascua (Artículos 4 y 5), y, por último, los de su glorificación (Artículos 6 y 7).
2763 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc 24, 44). El evangelio es
esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt
5-7). Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara
cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor:
La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos
desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no
sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. 2-2.
83, 9).
Nuestra comunión en los Misterios de Jesús
519 Toda la riqueza de Cristo "es para todo hombre y constituye el bien de cada uno" (RH 11). Cristo
no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación "por nosotros los hombres y
por nuestra salvación" hasta su muerte "por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) y en su Resurrección para
nuestra justificación (Rom 4,25). Todavía ahora, es "nuestro abogado cerca del Padre" (1 Jn 2, 1),
"estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7, 25). Con todo lo que vivió y sufrió por
nosotros de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor
nuestro" (Hb 9, 24).
662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La elevación en la Cruz
significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote
de la Alianza nueva y eterna, no "penetró en un Santuario hecho por mano de hombre, ... sino en el mismo
cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo
ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan
a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(Hb 7, 25). Como "Sumo Sacerdote de los
bienes futuros"(Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la liturgia que honra al Padre en los
cielos (cf. Ap 4, 6-11).
La celebración de la Liturgia celestial
1137 El Apocalipsis de S. Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba
erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf Ez 1,26-28). Luego
revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único
Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es
ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Anáfora). Y por último, revela "el río
de Vida que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu
Santo (cf Jn 4,10-14; Ap 21,6).
2. EXÉGESIS
P. José María Solé Roma, C.F.M.
Sobre la Primera Lectura (Hechos 3,13-15. 17-19)
Los Apóstoles cuentan con una fuerza infinita: El Espíritu Santo.
- Este discurso de Pedro en el Pórtico de Salomón nos permite constatar cómo el Espíritu Santo, que el
Resucitado envió a sus Apóstoles, les dejó iluminados y valientes. Es un discurso apologético (12-18: Jesús es
el Mesías prometido en las Escrituras); y parenético (19-26: debemos convertirnos: creer en El). La
Resurrección ha probado claramente cómo le pertenecen los títulos Mesiánicos de Siervo de Yahvé (Is 52, 13-
53), de 'Santo' y 'Justo' (Is 53, 11). La Liturgia ha recogido el titulo de 'Autor de la Vida', que Pedro otorga a
Jesús, en aquella hermosa 'secuencia' pascual: Dux vitae mortuus regnat vivus.
- La curación del cojo de nacimiento que acaban de presenciar, obrada en el nombre de Jesucristo, a la vez que
garantiza la Resurrección de Jesús que testifican sus Apóstoles, es 'signo' de la obra Redentora y Salvadora de
Cristo. Es este NOMBRE el que salva. Jesús en hebreo significa: 'Dios-salva'. Aquella curación milagrosa nos
lleva a conocer la verdadera Salvación que para todos trae Jesús = Dios-Salvador.
- Nosotros debemos aportar la conversión: la fe sincera. Cuanto más fervorosa, sincera y plena sea nuestra
respuesta al Salvador, con mayor rapidez y plenitud se realizará la Redención (v 21). 'Exulte siempre, Señor, tu
pueblo en renovada juventud de alma para que quienes ahora se gozan restituidos al honor de la adopción,
aguarden el día de la resurrección con la esperanza de la segura glorificación' (Collecta).
Sobre la Segunda Lectura (1 Juan 2, 1-5)
Los pecadores tenemos ya quien responda por nosotros: Cristo Hijo de Dios:
- 'Si alguno pecare Abogado tenemos ante el Padre, Jesucristo, justo' (v 1). Bondadoso Abogado para pedir
gracia, pues es nuestro Hermano. Poderoso Abogado para recabar perdón, pues es Hijo de Dios. ¡Cuánto debe
colmarnos de paz y de gratitud el saber que Cristo Resucitado está a la derecha del Padre, 'Pontífice ya inmortal
y Abogado nuestro' (Hebr.7,26). 'Cristo Jesús, el que por nosotros murió, ahora, ya Resucitado, está a la derecha
de Dios e intercede por nosotros (Rom 8, 38). Orígenes pondera así el amor e interés que por nosotros tiene
nuestro Abogado Jesús: 'El Hijo del amor, que se enajenó a Sí mismo por el amor que nos tuvo y no buscó lo
suyo (ser igual a Dios), sino que buscó lo nuestro y por esto se enajenó, ¿no seguirá ahora buscando lo nuestro,
no se apenara por nuestro amor, no llorará por nuestra perdición? El Médico de nuestras almas y de nuestros
cuerpos, que tomó sobre Si nuestras heridas, ¿no va a preocuparse de nuestras purulentas llagas?'.
- La intercesión de nuestro Abogado es de eficacia infalible: 'El mismo es Sacrificio expiatorio por nuestros
pecados: por los pecados de todo el mundo' (v 2). A la diestra del Padre está el Hijo que se ofreció a Sí mismo
en sacrificio por nosotros: 'Habiendo ofrecido un solo sacrificio de eficacia eterna, se sentó a la diestra de Dios'
(Heb 10, 13). Tal Hijo, que aboga a nuestro favor y presenta su sangre en defensa de nuestra causa, no puede ser
desoído por el Padre.
- Jesús, Sacerdote y Sacrificio, Oferente y Oblación, Altar y Cordero, Víctima expiatoria e impetratoria en el
Calvario, lo es por siempre: 'La virtud de esta Hostia ofrecida una vez perdura por siempre' (S. Th., III, 22, 3).
Nunca cesa la oblación interior del corazón de Cristo, a gloria del Padre y para expiación de todos los pecados.
Por esto cada Misa puede ser la renovación objetiva y perenne de la oblación de Cristo Sumo Sacerdote. Aquel
su único, permanente e inmutable acto sacrificial del Calvario, al renovarse ritualmente en cada Misa, actualiza
la Redención en nosotros y acrece sin medida la gloria del Padre: Cristo Pontífice presenta al Padre el valor
eterno del sacrificio de la Cruz: 'Cristo Pontífice penetró en los cielos para presentarse ahora en el acatamiento
de Dios a favor nuestro' (Heb 7, 26).
- 'Conocer', para los semitas, es más bien un acto del corazón que de la mente. 'Conocer a Dios', del v 3, es la fe
que compromete toda la persona. De ahí que para San Juan 'conocer a Dios', 'andar en verdad', 'estar en
comunión con Dios', 'permanecer en Él', 'imitarle', 'cumplir su voluntad', son expresiones sinónimas o
equivalentes.
Sobre el Evangelio (Lucas 24, 35-48:)
Las Apariciones del Resucitado son para la Iglesia mensajes de fe y dádivas de Espíritu Santo:
- En Lucas, como en Juan, el Resucitado en sus apariciones no es conocido sino por sus palabras o signos. Es
que su Cuerpo Glorificado, aunque idéntico al que tuvo en su vida mortal, tiene otro estado que modifica su
forma externa y le libra de las leyes de los cuerpos materiales.
- Lucas, que escribe para los griegos muy reacios a admitir la resurrección de los cuerpos, insiste en la realidad
física del cuerpo Glorificado. 'Soy Yo mismo. Palpadme, ¿Tenéis algo para comer?' (vv 40. 41). No es aparición
de un fantasma. Es el Jesús mismo que con ellos se sentó a la mesa. Si la Encarnación fue un misterio de
'condescendencia', lo sigue siendo en Cristo Glorificado. Se acomoda a las exigencias de Tomás, a la rudeza, a
los titubeos de sus Apóstoles.
- El resucitado completa su obra: la institución de la Iglesia. A la luz de la resurrección les ilumina las
Escrituras Mesiánicas (vv. 43-46); los envía al mundo mensajeros de Salvación y Testigos de la Verdad (47-
48): les confiere la plenitud de sus poderes (49). Comienza la hora de la Iglesia, que durará hasta la Parusía
gloriosa de Cristo.
- 'Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu; y que la alegría de haber
recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente' (Dom. 3º de Pascua: Oración
Colecta)
'Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de goza; y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste
motivo para tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno' (Dom. 3º de Pascua: Oración sobre las
ofrendas).
'Mira, Señor, con bondad a tu pueblo; y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna,
concédele también la resurrección gloriosa' (Dom. 3º de Pascua: Postcomunión).
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo B, Herder, Barcelona, 1979)
3. COMENTARIO TEOLÓGICO
San Juan Pablo II
Características de las apariciones de Cristo resucitado
1. Conocemos el pasaje de la Primera Carta a los Corintios, donde Pablo, el primero cronológicamente, anota la
verdad sobre la resurrección de Cristo: «Porque os transmití... lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras: que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que
se apareció a Cefas y luego a los Doce...” (1 Co 15, 3-5). Se trata, como se ve, de una verdad transmitida,
recibida, y nuevamente transmitida. Una verdad que pertenece al “depósito de la Revelación” que el mismo
Jesús, mediante sus Apóstoles y Evangelistas, ha dejado a su Iglesia.
2. Jesús reveló gradualmente esta verdad en su enseñanza prepascual. Posteriormente ésta, encontró su
realización concreta en los acontecimiento de la pascua jerosolimitana de Cristo, certificados históricamente,
pero llenos de misterio.
Los anuncios y los hechos tuvieron su confirmación sobre todo en los encuentros de Cristo resucitado, que los
Evangelios y Pablo relatan. Es necesario decir que el texto paulino presenta estos encuentros ―en los que se
revela Cristo resucitado― de manera global y sintética (añadiendo al final el propio encuentro con el
Resucitado a las puertas de Damasco: cf. Hch9, 3-6). En los Evangelios se encuentran, al respecto, anotaciones
más bien fragmentarias.
No es difícil tomar y comparar algunas líneas características de cada una de estas apariciones y de su conjunto,
para acercarnos todavía más al descubrimiento del significado de esta verdad revelada.
3. Podemos observar ante todo que, después de la resurrección, Jesús se presenta a las mujeres y a los discípulos
con su cuerpo transformado, hecho espiritual y partícipe de la gloria del alma: pero sin ninguna característica
triunfalista. Jesús se manifiesta con una gran sencillez. Habla de amigo a amigo, con los que se encuentra en las
circunstancias ordinarias de la vida terrena. No ha querido enfrentarse a sus adversarios, asumiendo la actitud de
vencedor, ni se ha preocupado por mostrarles su “superioridad”, y todavía menos ha querido fulminarlos. Ni
siquiera consta que se haya presentado a alguno de ellos. Todo lo que nos dice el Evangelio nos lleva a excluir
que se haya aparecido, por ejemplo, a Pilato, que lo habla entregado a los sumos sacerdotes para que fuese
crucificado (cf. Jn 19, 16), o a Caifás, que se habla rasgado las vestiduras por la afirmación de su divinidad (cf.
Mt 26, 63-66).
A los privilegiados de sus apariciones, Jesús se deja conocer en su identidad física: aquel rostro, aquellas
manos, aquellos rasgos que conocían muy bien, aquel costado que hablan visto traspasado; aquella voz, que
habían escuchado tantas veces. Sólo en el encuentro con Pablo en las cercanías de Damasco, la luz que rodea al
Resucitado casi deja ciego al ardiente perseguidor de los cristianos y lo tira al suelo (cf. Hch 9, 3-8): pero es una
manifestación del poder de Aquel que, ya subido al cielo, impresiona a un hombre al que quiere hacer un
“instrumento de elección” (Hch 9, 15), un misionero del Evangelio.
4. Es de destacar también un hecho significativo: Jesucristo se aparece en primer lugar a las mujeres, sus fieles
seguidoras, y no a los discípulos, y ni siquiera a los mismos Apóstoles, a pesar de que los habla elegido como
portadores de su Evangelio al mundo. Es a las mujeres a quienes por primera vez confía el misterio de su
resurrección, haciéndolas las primeras testigos de esta verdad. Quizá quiera premiar su delicadeza, su
sensibilidad a su mensaje, su fortaleza, que las habla impulsado hasta el Calvario. Quizá quiere manifestar un
delicado rasgo de su humanidad, que consiste en la amabilidad y en la gentileza con que se acerca y beneficia a
las personas que menos cuentan en el gran mundo de su tiempo. Es lo que parece que se puede concluir de un
texto de Mateo: “En esto, Jesús les salió al encuentro (a las mujeres que corrían para comunicar el mensaje a los
discípulos) y les dijo: ‘¡Dios os guarde!’. Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les
dice Jesús: ‘No temáis. Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’” (28, 9-10).
También el episodio de la aparición a María de Magdala (Jn 20, 11-18) es de extraordinaria finura ya sea por
parte de la mujer, que manifiesta toda su apasionada y comedida entrega al seguimiento de Jesús, ya sea por
parte del Maestro, que la trata con exquisita delicadeza y benevolencia.
En esta prioridad de las mujeres en los acontecimientos pascuales tendrá que inspirarse la Iglesia, que a lo largo
de los siglos ha podido contar enormemente con ellas para su vida de fe, de oración y de apostolado.
5. Algunas características de estos encuentros postpascuales los hacen, en cierto modo, paradigmáticos debido a
las situaciones espirituales, que tan a menudo se crean en la relación del hombre con Cristo, cuando uno se
siente llamado o “visitado” por Él.
Ante todo hay una dificultad inicial en reconocer a Cristo por parte de aquellos a los que El sale al encuentro,
como se puede apreciar en el caso de la misma Magdalena (Jn 20, 14-16) y de los discípulos de Emaús (Lc 24,
16). No falta un cierto sentimiento de temor ante Él. Se le ama, se le busca, pero, en el momento en el que se le
encuentra, se experimenta alguna vacilación...
Pero Jesús les lleva gradualmente al reconocimiento y a la fe, tanto a María Magdalena (Jn 20, 16), como a los
discípulos de Emaús (Lc 24, 26 ss.), y, análogamente, a otros discípulos (cf. Lc 24, 25-48). Signo de la
pedagogía paciente de Cristo al revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al llevarlo al conocimiento de las
riquezas de su corazón y a la salvación.
6. Es interesante analizar el proceso psicológico que los diversos encuentros dejan entrever: los discípulos
experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad
de Aquel que está ante ellos, y aparece como el mismo pero al mismo tiempo como otro: un Cristo
“transformado”. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al
mismo tiempo sienten que Él ya no se encuentra en la condición anterior, y ante Él están llenos de reverencia y
temor.
Cuando, luego, se dan cuenta, con su ayuda, de que no se trata de otro, sino de El mismo transformado, aparece
repentinamente en ellos una nueva capacidad de descubrimiento, de inteligencia, de caridad y de fe. Es como un
despertar de fe: “¿No estaba ardiendo nuestro Corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32). “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 28). “He visto al Señor” (Jn 20, 18).
¡Entonces una luz absolutamente nueva ilumina en sus ojos incluso el acontecimiento de la cruz; y da el
verdadero y pleno sentido del misterio de dolor y de muerte, que se concluye en la gloria de la nueva vida! Este
será uno de los elementos principales del mensaje de salvación que los Apóstoles han llevado desde el principio
al pueblo hebreo y, poco a poco, a todas las gentes.
7. Hay que subrayar una última característica de las apariciones de Cristo resucitado: en ellas, especialmente en
las últimas, Jesús realiza la definitiva entrega a los Apóstoles (y a la Iglesia) de la misión de evangelizar el
mundo para llevarle el mensaje de su Palabra y el don de su gracia.
Recuérdese la aparición a los discípulos en el Cenáculo la tarde de Pascua: “Como el Padre me envió, también
yo os envío...” (Jn 20, 21): ¡y les da el poder de perdonar los pecados!
Y en la aparición en el mar de Tiberíades, seguida de la pesca milagrosa, que simboliza y anuncia la fertilidad
de la misión, es evidente que Jesús quiere orientar sus espíritus hacia la obra que les espera (cf. Jn 21, 1-23). Lo
confirma la definitiva asignación de la misión particular a Pedro (Jn 21, 15-18): “¿Me amas?... Tú sabes que te
quiero... Apacienta mis corderos.. Apacienta mis ovejas...”.
Juan indica que “ésta fue va la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre
los muertos” (Jn 21, 14). Esta vez, ellos, no sólo se habían dado cuenta de su identidad: “Es el Señor” (Jn 21, 7);
sino que habían comprendido que, todo cuanto había sucedido y sucedía en aquellos días pascuales, les
comprometía a cada uno de ellos ―y de modo particular a Pedro― en la construcción de la nueva era de la
historia, que había tenido su principio en aquella mañana de pascua.
(SAN JUAN PABLO II, Característicos de las apariciones de Cristo resucitado, Audiencia General, miércoles 22
de febrero de 1989)
4. SANTOS PADRES
San Agustín
La aparición de Jesús resucitado.
1. Como acabáis de escuchar, después de la resurrección el Señor se apareció a sus discípulos y los
saludó con estas palabras: Paz a vosotros. Esta es la paz y éste el saludo de la salud, pues el saludo trae su
nombre de la salud. ¿Qué hay mejor que el hecho de que ella misma salude al hombre? Cristo es nuestra salud.
En efecto, es nuestra salud aquel que por nosotros fue herido y fijado con clavos a un madero y, luego de ser
bajado de él, colocado en un sepulcro. Pero resucitó del mismo con las heridas curadas, aunque conservando las
cicatrices. Juzgó que era conveniente para sus discípulos el mantenerlas, para que con ellas se sanasen las
heridas de sus corazones. ¿Qué heridas? Las de la incredulidad. Se les apareció ante los ojos mostrándoles su
verdadera carne, y ellos creyeron estar viendo un espíritu. No carece de importancia esta herida del corazón. A
consecuencia de ella, quienes permanecieron en la misma dieron origen a una herejía maligna'. ¿Acaso
juzgamos que los discípulos no estuvieron heridos por el hecho de haber sido sanados inmediatamente?
Reflexione vuestra caridad; si hubiesen permanecido con la herida, es decir, pensando que el cuerpo muerto no
había resucitado, sino que un espíritu con apariencia corporal había engañado a los ojos humanos; si hubiesen
permanecido en esta creencia, más aún, en esta falsa creencia, se debería llorar no sus heridas, sino su muerte.
2. Pero, ¿qué les dijo el Señor Jesús? ¿Por qué estáis turbados1 y suben esos pensamientos a vuestro
corazón? Si los pensamientos suben, proceden de la tierra. Es un bien para el hombre no el que el pensamiento
suba al corazón, sino el que su corazón se eleve hacia arriba, hacia allí donde quería el Apóstol que lo colocasen
los creyentes a quienes decía: Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra. Estáis muertos y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios: cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con
él en la gloria. ¿En qué gloria? En la de la resurrección. ¿En qué gloria? Escucha lo que dice el Apóstol
refiriéndose a este cuerpo: Se siembra en la deshonra, resucitará en gloria. Gloria ésta que los apóstoles no
querían otorgar a su Maestro, a su Cristo, a su Señor. No creían que él hubiera podido resucitar su cuerpo del
sepulcro. Pensaban que era un espíritu; veían la carne, pero ni a sus ojos daban crédito. Nosotros, en cambio, les
creemos cuando nos lo anuncian sin manifestárnosla. Ellos no creían ni a Cristo que se les manifestaba a sí
mismo. Grave herida; aplíquense los medicamentos a las cicatrices. ¿Por qué estáis turbados y suben esos
pensamientos a vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies, taladrados por los clavos. Palpad y ved. Pero veis y
no veis. Palpad y ved. ¿Qué cosa? Que un espíritu no tiene ni huesos ni carne, como veis que yo tengo. Mientras
decía esto, según está narrado, les mostró las manos y los pies.
3. Había ya motivo de gozo, pero todavía permanecía el sobresalto. Lo ocurrido era increíble, pero
efectivamente había ocurrido. ¿Acaso resulta increíble ahora el que resucitó del sepulcro la carne del Señor?
Todo el mundo lo creyó y quien no lo creyó permaneció inmundo. Entonces era ciertamente increíble; por eso
el hecho se hacía patente no sólo a los ojos, sino también a las manos, para que a través del sentido corporal
descendiese al corazón la fe y, habiendo descendido allí, pudiera ser predicada por el mundo a quienes ni veían
ni palpaban y, no obstante, creían sin dudar. ¿Tenéis aquí, les dijo, algo que comer? ¡Cuántas cosas añade al
edificio de la fe el buen constructor! No sentía hambre y buscaba comer. Y comió porque podía hacerlo, no
porque tuviese necesidad. Reconozcan, pues, los discípulos como verdadero el cuerpo que reconoció el mundo
entero por su predicación.
4. Si por casualidad hay aquí presentes algunos herejes que todavía mantienen en su corazón que Cristo
se apareció a los ojos, pero que no era verdadera su carne, depongan tal pensamiento y convénzales el
Evangelio. Nosotros les reprochamos el que piensen así; él les condenará si perseveran en este pensamiento.
¿Quién eres tú que no crees que un cuerpo colocado en un sepulcro pudo resucitar? ¿Eres acaso maniqueo que
ni crees que fue crucificado, porque tampoco crees en su nacimiento, y pregonas que él exhibió sólo falsedades?
¿Mostró él cosas falsas y tú dices la verdad? ¿No mientes tú con la boca y mintió él con el cuerpo? Piensas que
se apareció a los ojos simulando lo que no era, que fue un espíritu y no carne. Escúchale a él. Te ama para no
condenarte. Mira que se dirige a ti, desdichado; habla para ti. ¿Por qué estás turbado y suben esos pensamientos
a tu corazón? Escúchale a él que dice: Ved mis manos y mis pies. Palpad y ved que un espíritu no tiene huesos y
carne como veis que yo tengo. Diciendo esto la Verdad, ¿podía engañarse? Era un cuerpo, era carne; lo que
había sido sepultado, eso aparecía. Desaparezca la duda, surja una digna alabanza.
5. Así, pues, Cristo se manifestó a sus discípulos. ¿Qué significa el se? La Cabeza a su Iglesia. El
preveía a la Iglesia futura extendida por el mundo; los discípulos aún no la veían. Mostraba la Cabeza, prometía
el Cuerpo. ¿Qué añadió a continuación? Estas son las palabras que os he hablado cuando aún estaba con
vosotros. ¿Qué significa cuando aún estaba con vosotros? ¿Acaso no estaba entonces con ellos y con ellos
hablaba? ¿Qué significa cuando aún estaba con vosotros? Cuando era mortal como vosotros, lo que ya no soy
ahora. Lo que era con vosotros cuando aún tenía que morir. ¿Qué significa con vosotros? Que había de morir
junto con quienes tienen que morir. Ahora ya no estoy con vosotros, puesto que ya no he de morir nunca más,
como los otros han de hacerlo. Esto os decía: ¿Qué? Os dije que convenía que se cumpliesen todas las cosas.
"Entonces les abrió la inteligencia. Ven, pues, Señor, fabrica las llaves; abre para que comprendamos. Dices
todo y no se te da crédito. Se te toma por un espíritu. Te tocan, te palpan y aún se sobresaltan quienes lo hacen.
Los instruyes con las Escrituras y aún no comprenden. Están cerrados los corazones; abre y entra. Así lo hizo.
Entonces les abrió la inteligencia. Ábrela, Señor; abre también el corazón a quien duda de Cristo. Abre la
inteligencia a quien cree que Cristo fue un fantasma. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen
las Escrituras.
6. Y les dijo. ¿Qué? Que así convenía. Que así estaba escrito y que así convenía. ¿Qué? Que Cristo
padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día. Vieron esto. Le vieron sufriendo, le vieron colgando;
después de la resurrección le veían presente, vivo. ¿Qué era lo que no veían? El cuerpo, es decir, la Iglesia. Le
veían a él, no a ella. Veían al esposo; la esposa aún permanecía oculta. Anúnciela. Así está escrito y así
convenía que Cristo padeciera y resucitase de entre los muertos al tercer día. Esto se refiere al esposo. ¿Qué hay
sobre la esposa? Y que en su nombre se predique la penitencia y el perdón de los pecados en todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Esto aún no lo veían los discípulos; aún no veían a la Iglesia anunciada en todos los
pueblos comenzando por Jerusalén. Veían la Cabeza y respecto al cuerpo creían lo que ella decía. Por lo que
veían creían en lo que no veían. Semejantes a ellos somos también nosotros. Vemos algo que ellos no veían y
no vemos algo que ellos veían. ¿Qué vemos nosotros que no veían ellos? La Iglesia presente en todos los
pueblos. ¿Qué no vemos nosotros que veían ellos? A Cristo en carne. Del mismo modo que ellos le veían a él y
creían lo referente al cuerpo, así nosotros que vemos el cuerpo creamos lo referente a la Cabeza. Sírvanos de
ayuda recíproca lo que cada uno hemos visto. Les ayuda a ellos a creer en la Iglesia futura el haber visto a
Cristo. La Iglesia que vemos nos ayuda a nosotros a creer que Cristo ha resucitado. Lo que ellos creían se ha
hecho realidad; realidad es también lo que nosotros creemos. Se cumplió lo que ellos creyeron de la cabeza; se
cumple lo que nosotros creemos del cuerpo. Cristo entero se manifestó a ellos y a nosotros, pero ni ellos ni
nosotros le vimos en su totalidad. Ellos vieron la Cabeza y creyeron en el cuerpo; nosotros vemos el cuerpo y
creemos en la Cabeza. A ninguno, sin embargo, le falta Cristo: en todos está íntegro, y todavía le falta el cuerpo.
Creyeron ellos y por su mediación muchos habitantes de Jerusalén; creyó Judea, creyó Samaría. Acérquense los
miembros, acérquese el edificio al cimiento. Nadie puede, dice el Apóstol, poner otro cimiento distinto del que
está puesto, a saber, Cristo Jesús. Enfurézcanse los judíos; llénense de celos; apedreen a Esteban; guarde Saulo
los vestidos de quienes arrojaban las piedras; Saulo, el futuro apóstol Pablo. Désele muerte a Esteban;
alborótese a la Iglesia de Jerusalén; aléjense de allí los maderos ardiendo, acérquense a otros lugares y prendan
fuego. En cierto modo ardían maderos en Jerusalén; ardían por obra del Espíritu Santo cuando tenían todos un
alma sola y un solo corazón dirigido hacia Dios. A la lapidación de Esteban sucedió una multitud de
persecuciones: los maderos se esparcieron y el mundo se incendió.
7. Luego aquel Saulo, persiguiendo lleno de furor a estos maderos, recibió cartas de los príncipes de los
sacerdotes y rebosando crueldad, ansioso de muerte, sediento de sangre, emprendió viajes en todas direcciones,
trayendo atados a cuantos podía, arrastrándolos al suplicio y saciándose con la sangre derramada. Pero ¿dónde
está Dios, dónde Cristo, el coronador de Esteban? ¿Dónde sino en el cielo? Contemple también a Saulo, ríase de
este despiadado y clame desde el cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo estoy en el cielo, tú en la tierra
y, con todo, me persigues. No tocas mi cabeza, más pisoteas mis miembros. Pero ¿qué haces? ¿Qué provecho
sacas de eso? Es duro para ti dar patadas contra el aguijón. Patada que das, daño que te haces. Depón, pues, tu
furor; acepta la curación. Depón tu mala determinación y desea una buena ayuda. Aquella voz le postró en
tierra. ¿Quién fue postrado en tierra? El perseguidor. Mirad, fue vencido con sólo una voz. ¿Qué te movía? ¿Por
qué te mostrabas cruel? Ahora sigues a los que antes buscabas; de los que antes perseguías sufres persecución
ahora. Se levanta predicador quien fue derribado siendo perseguidor. Pongo mi oído a la voz del Señor. Fue
cegado, pero en el cuerpo, para ser iluminado en el corazón. Llevado a Ananías, catequizado por muchos,
bautizado, acabó siendo apóstol. Habla, predica, anuncia a Cristo; siembra, ¡oh buen carnero!, lobo en otros
tiempos. Míralo, contempla a aquel que se mostraba tan cruel: Lejos de mí el gloriarme sino en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Esparce el
Evangelio; lo que concebiste en el corazón, dispérsalo con la boca. Crean los pueblos al oírte; pululen las
naciones y nazca de la sangre de los mártires la esposa vestida de púrpura para el Señor. ¡Cuántos, a partir de
ella, se acercaron! ¡Cuán numerosos son los miembros que se adhirieron a la cabeza y siguen haciéndolo ahora
con la fe! Fueron bautizados éstos, serán bautizados otros y después de nosotros vendrán aún otros. Entonces,
digo, al final del mundo, se aproximarán las piedras al cimiento, las piedras vivas, las piedras santas, para que se
complete el edificio que tuvo sus inicios en aquella Iglesia; mejor, en esta misma Iglesia que ahora, mientras se
edifica la casa, canta el cántico nuevo. Así se expresa el mismo salmo: Cuando se edificaba la casa después del
cautiverio. ¿Y qué? Cantad al Señor un cántico nuevo; cantad al Señor toda la tierra. ¡Cuán grande es esta casa!
Pero ¿cuándo canta el cántico nuevo? Mientras se edifica. ¿Cuándo será la inauguración? Al final del mundo. El
fundamento de la misma ha sido ya inaugurado, porque subió al cielo y no muere. También nosotros, cuando
resucitemos para nunca más morir, seremos entonces inaugurados.
SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos, Sermón 116, 1-7, BAC Madrid 1983, 874-82
5. APLICACIÓN
P. José A. Marcone, IVE
Fracción del pan y comprehensión de la Escritura
(Lc 24,35-48)
Introducción
En este tercer domingo de Pascua (ciclo B), la Iglesia quiere que leamos el evangelio que narra la
aparición de Jesús a sus discípulos la tarde misma de la resurrección. El domingo pasado leímos la narración de
la misma aparición, pero según el evangelio de Juan. Hoy la Iglesia quiere que la leamos de San Lucas.
Y es muy sabia la Iglesia, porque en Juan hay detalles que no aparecen en Lucas, y viceversa. Uno de los
detalles que aparecen en Lucas y no se ven en Juan es la extraordinaria presencia de la Eucaristía en esa primera
aparición a los discípulos reunidos en el Cenáculo. ¿De la Eucaristía? Sí, de la Eucaristía.
1. La Eucaristía vuelve al Cenáculo
El Leccionario en uso en Argentina y en otros países latinoamericanos, que asume sin más la traducción
hecha por los argentinos Levoratti y Trusso, comete un error de traducción que, si analizamos sus
consecuencias, es serio. Dicho Leccionario dice: “Los discípulos contaron (…) cómo lo habían reconocido al
partir el pan” (Lc 24,35)1. Sin embargo, en el original griego no aparece de ninguna manera el verbo ‘partir’ o
1 Este versículo hace referencia a Lc 24,31, donde se narra la acción que Jesús hace sobre el pan en casa de uno de los discípulos de Emaús. A partir de esa acción de Jesús sobre el pan ellos reconocen que ese hombre es Jesús resucitado.
‘fraccionar’. Lo que aparece es un sustantivo, el sustantivo ‘partición’ o ‘fracción’ (klásis), que es algo muy
distinto. Por otro lado, la palabra ‘pan’ (ártou) está en genitivo, porque expresa la pertenencia al sustantivo
‘fracción’. Por lo tanto, la traducción correcta es: “Contaron cómo lo reconocieron en la fracción del pan”2. San
Jerónimo traduce: “In fractione panis”.
Esto es muy importante porque en el libro de los Hechos de los Apóstoles, libro que fue también escrito
por San Lucas, se repite exactamente la misma expresión para significar la Eucaristía. Hablando de los
bautizados, dice: “Eran perseverantes (…) en la fracción del pan” (Hech 2,42). En griego: tê klásei toû ártou, es
decir, exactamente la misma expresión del evangelio de hoy. San Jerónimo traduce: ‘fractione panis’.
Que la expresión ‘fracción del pan’ de Hech 2,42 se refiere a la Eucaristía es parte del Magisterio de la
Iglesia. En efecto, dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus
palabras ‘hasta que venga’ (1Cor 11,26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la
celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su
resurrección y de su intercesión junto al Padre. Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la
Iglesia de Jerusalén se dice: ‘Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión
fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones...Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un
mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón’ (Hch
2,42.46). Era sobre todo ‘el primer día de la semana’, es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús,
cuando los cristianos se reunían para ‘partir el pan’ (Hch 20,7). Desde entonces hasta nuestros días la
celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia,
con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia” (CEC, nº 1341 – 1343)3.
Por lo tanto, los discípulos de Emaús que hoy corren presurosos hasta el Cenáculo y cuentan a sus co-
discípulos que reconocieron a Cristo resucitado en la ‘fracción del pan’, quieren decir que la acción que Cristo
hizo sobre el pan en Emaús fue la Eucaristía. Es decir, lo reconocieron en la Eucaristía. San Lucas no podía
narrar ese hecho con la expresión klásis toû ártou sin tener en cuenta que él mismo llamaba así a la Eucaristía,
tal como lo demuestra Hech 2,42.
Los Santos Padres piensan que la acción que Jesús hizo sobre el pan en Emaús (Lc 24,30) fue la
celebración de la Eucaristía. En efecto, dice San Agustín: “Había algún obstáculo que les impedía a los
discípulos de Emaús conocer lo que veían. (…) Hasta que llegó el misterio del Pan, dando a conocer que
cuando se participa de su Cuerpo desaparece el obstáculo que opone el enemigo para que no se pueda conocer a
Jesucristo”4.
Y Teofilacto dice: “También dio a entender otra cosa, a saber: que se abren los ojos a quienes comen de
este Pan para que puedan conocer al Señor. En verdad es grande el poder de la Carne de Jesús”5.
Levoratti y Trusso, al traducir la frase de hoy, con la siguiente expresión: “Lo habían reconocido al
partir el pan”, en una forma verbal y sin ser fiel al sustantivo klásis, están desconectando el texto de hoy con
2 En griego: en tê klásei toû ártou. 3 Respecto a esto dice Benedicto XVI: “En los Hechos de los Apóstoles, San Lucas nos da una especie de definición de la Iglesia, entre
cuyos elementos constitutivos enumera la adhesión a la ‘enseñanza de los Apóstoles’, a la ‘comunión’ (koinonia), a la ‘fracción del
pan’ y a la ‘oración’ (cf. Hch 2,42).” (BENEDICTO XVI, Deus Caritas est, nº 20). Si la ‘fracción del pan’ es uno de los elementos
constitutivos de la Iglesia, es porque se refiere a la Eucaristía y no a un simple encuentro convival fraterno. Respecto a que ‘fracción
del pan’ en el libro de los Hechos se refiere a la Eucaristía es muy claro también JUNGMANN, J., El Sacrificio de la Misa. Tratado
histórico – litúrgico, BAC, Madrid, 19634, nº 6, p. 26 – 27. 4 SAN AGUSTÍN, De consensu Evangelistarum, Lib. 3, Cap. 25, citado en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Lc 24,45. 5 TEOFILACTO, citado en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Lc 24,45. Hay muchísimos otros argumentos de autoridad para afirmar que la acción que Jesús hizo sobre el pan en Emaús (Lc 24,30) es la Eucaristía. En el ámbito de esta breve homilía nos contentamos con estos, que tienen mucho peso.
Hech 2,42 y, por lo tanto, lo están desconectando de una expresión que, en el lenguaje técnico de San Lucas,
significa la Eucaristía6. Por eso decíamos que es un error serio7.
Era importante hacer estas precisiones para hacer ver que, en el Cenáculo, la tarde del Domingo de
Resurrección, volvió a hacerse presente, si bien no realmente pero sí moralmente, la Eucaristía, que, en ese
mismo lugar, se había instituido el Jueves Santo. En efecto, la Eucaristía celebrada un par de horas antes en
Emaús, se hace presente en el Cenáculo por la narración de los discípulos: “Lo reconocimos en la fracción del
pan; nuestros ojos se nos abrieron en la fracción del pan”. El Cenáculo, al igual que el Jueves Santo, se volvió a
llenar de Eucaristía.
La primera consecuencia de esta vuelta de la Eucaristía al Cenáculo la tarde de la resurrección es la
revelación que la Eucaristía no sólo es memorial de la muerte de Cristo sino también memorial de su
resurrección. Esto es teológicamente perfecto. La Eucaristía es no sólo el sacrificio de Cristo sino también la
actualización de su resurrección. La Eucaristía es la actualización y la re-presentación de todo el Misterio
Pascual: pasión, muerte, resurrección, ascensión y exaltación a la derecha del Padre.
Respecto a esto dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó
hasta el fin. (…) Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes
de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección” (CEC, nº 1337). Y
también: “El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras ‘hasta que venga’ (1Cor 11,26), no
exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus
sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al
Padre” (CEC, nº 1341; cf. también nº 1340). Y nosotros, de hecho, lo proclamamos en cada Santa Misa cuando
culmina la Plegaria Eucarística: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!”.
“Lo reconocieron en la fracción del pan”, es decir, se dieron cuenta y creyeron que Cristo resucitó
cuando Cristo celebró la Eucaristía y ellos comulgaron Su Cuerpo. Y esto es lo que proclaman en el Cenáculo
delante de todos sus co-discípulos o, más bien, delante de toda la Iglesia, pues San Juan nos narra que estaban
presentes todos los Apóstoles, menos Tomás (cf. Jn 20,24). La Eucaristía tiene no solamente un valor objetivo
en cuanto ella misma es memorial de la resurrección del Señor, sino que ella es, además, la causa, el motivo o la
fuerza por la cual el cristiano puede creer en la resurrección de Cristo y gozar de ella8.
“Lo reconocieron en la fracción del pan”: esta frase, dicha en el Cenáculo después de la resurrección, es
decir, dicha en el seno de la Iglesia en el lugar donde se instituyó la Eucaristía, también quiere decir que, en la
Eucaristía, se cumple la promesa de Jesús hecha antes de la Ascensión: “Yo estaré con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Dice A. Stöger: “Jesús, en su condición de resucitado, está con sus
discípulos hasta el fin del mundo (Mt 28,20). En la eucaristía se realiza esta permanencia del Resucitado con su
6 A esto hay que agregarle una incongruencia en Levoratti y Trusso, y es que en Hech 2,42, a la misma expresión la traducen como ‘fracción del pan’. 7 Esta afirmación que acabo de hacer hay que matizarla. En primer lugar, es un error que cometen no sólo Levoratti y Trusso, sino también muchas otras biblias castellanas. La Biblia de Jerusalén traduce bien. En segundo lugar, al traducir con la forma verbal ‘partir el pan’ no está desconectando del todo la acción que narran los discípulos de Emaús con la Eucaristía, porque la expresión verbal ‘partir el pan’ también está presente en el NT como sinónimo de ‘celebrar la Eucaristía’ (cf. Hech 2,46; 20,7; 20,11; 1Cor 11,16). 8 Alois Stöger afirma esta misma verdad con palabras muy claras. En primer lugar, Stöger afirma que la cena de Emaús fue la Eucaristía: “Tal como Lucas entendió esta comida, ‘partir el pan’ es para él celebrar la eucaristía (Hech 2,42.46; Hech 20,7)” (STÖGER, A., Ibidem). Y luego hace ver la relación que hay entre la celebración de la Eucaristía en Emaús y el reconocimiento de la resurrección del Señor por parte de sus discípulos: “El relato de los discípulos de Emaús no es sólo una anécdota edificante, sino que contiene una verdad importante. La Sagrada Escritura da testimonio del Cristo resucitado, y la eucaristía da al Resucitado mismo vivo y presente. La eucaristía es el gran signo de la resurrección del Señor, el signo en que se reconoce que el Señor vive y está presente. La eucaristía no es sólo memorial de la muerte del Señor, sino también memorial de la resurrección. La muerte y la resurrección están unidas entre sí inseparablemente. La celebración eucarística hace presente no sólo el sacrificio de la cruz, sino también la resurrección de aquel que vive. Es signo, por el que reconocemos que Jesús resucitó verdaderamente. Mediante ella se obtiene la capacidad de reconocer al Señor” (STÖGER, A., Ibidem).
Iglesia. Juan, con quien Lucas coincide no raras veces, designa como fruto precioso de la eucaristía la
permanencia con Jesús: ‘El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece, y yo en él’ (Jn 6,56). Esta
permanencia del Resucitado no es mera presencia, sino acción salvífica. Parte de esta acción está constituida por
el don del conocimiento del Resucitado. Se les abren los ojos y reconocen a Jesús”9.
A pesar de que ya hemos señalado varios puntos de contacto entre la Eucaristía y la aparición de hoy,
queda por señalar otro punto de contacto muy importante: Jesús desparece de la vista de los discípulos de
Emaús en el momento que celebra la Eucaristía y vuelve a aparecer en el Cenáculo en el momento en que esos
mismos discípulos están hablando de la Eucaristía. Dice el Evangelio: “Ellos, por su parte, contaron (…) cómo
le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de
ellos” (Lc 24,35-36). El texto original griego establece una relación de continuidad inmediata entre la expresión
‘fracción del pan’ y ‘estas cosas’ (taûta, en griego), de las cuales estaban hablando. El taûta (‘estas cosas’)
sigue inmediatamente a tê klásei toû ártou (‘la fracción del pan’). Por lo tanto, la frase ‘estas cosas’ se refiere a
‘la fracción del pan’. El sentido, un poco parafraseado, es el siguiente: “Estaban hablando de cómo lo
reconocieron en la fracción del pan, cuando el mismo Jesús se puso en medio de ellos”.
No puede dejar de verse en esta acción de Jesús una intención eucarística. Desaparece apenas terminada
la celebración eucarística; reaparece en el momento en que están hablando de la celebración eucarística; y se
pone en medio de ellos en clara actitud de mostración y demostración de su cuerpo resucitado. Y, subrayando
todavía más el sentido de presencia real de Jesucristo, el evangelista dice: “El mismo Jesús se puso en medio de
ellos” (Lc 24,36). El mensaje de Cristo es claro: el Cristo eucarístico de la cena de Emaús, del cual están
hablando en ese momento, es el mismo Cristo que de una manera verdadera, real y sustancial se planta en
medio de ellos con toda su realidad corporal y plenamente humana10. Los discípulos de Emaús, con su
narración, re-introducen en el Cenáculo la Eucaristía. Y Cristo, con su presencia corporal, quiere reafirmar que
su presencia eucarística es tan real y sustancial como lo está Él presente en medio de ellos en ese momento. Por
eso recalca y dice: “Yo tengo carne y huesos” (Lc 24,39). El Cristo eucarístico también tiene ‘carne y huesos’
como lo tiene el Cristo que está delante de ellos.
2. Comprehender el Misterio Pascual
La fe en la Eucaristía y la participación activa en ella fueron la causa de que los discípulos reconocieran
a Cristo resucitado. De esta manera creyeron en la resurrección concreta de Jesús. Sin embargo, esa fe debía ser
puesta en el contexto de toda la revelación. Debía hacerse el tránsito de la fe en la resurrección concreta de
Jesús a la comprensión de ese misterio en el conjunto de las Sagradas Escrituras.
El hecho de no haber abandonado la comunidad y el hecho de haber mantenido la fe en la Eucaristía les
mereció una gracia dada por Jesús. Esta gracia de Jesús está manifestada en estas palabras: “Entonces les abrió
la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: ‘Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir
y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a
todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados’” (Lc 24,45-47). Las tres cosas que los discípulos
deben conocer al comprender las Escrituras son: 1. el Cristo (= Mesías) debía padecer y morir asesinado; 2. ese
Cristo muerto debía resucitar; 3. ese misterio de muerte y resurrección debe ser predicado al mundo entero.
Decimos que es una gracia porque se trata de una acción de Jesús (que es Dios) sobre el alma de los
discípulos. El verbo griego que se usa para decir ‘les abrió la inteligencia’ es el verbo dianoígo. Este verbo está
9 STÖGER, A., Ibidem. 10 Esto es lo que insinúa Alois Stöger cuando dice refiriéndose al encuentro de Emaús: “Tan pronto como los discípulos reconocen a Jesús, desaparece él de su vista. La entera narración tiene puesta la mira en el reconocimiento del Resucitado. Lo que no logró la aparición del Resucitado, lo que tampoco consiguió la interpretación de las Escrituras y su inteligencia, sino que únicamente lo preparó, eso se realiza en la celebración de la eucaristía. Una vez que se logró el objetivo de la aparición, se hizo Jesús invisible” (STÖGER, A., Ibidem).
compuesto por el verbo anoígo, que significa ‘abrir’, y la preposición diá, que significa (entre otras cosas) ‘a
través de’, y que se usa en griego para agregarle intensidad a los verbos11. Por lo tanto, el verbo dianoígo
significa ‘abrir completamente’12. Entonces, la traducción correcta sería: “Les abrió completamente la
inteligencia”.
“Para comprender las Escrituras”. El verbo griego que se usa para decir ‘comprender’ es syn-íemi. Está
compuesto por el verbo íemi, cuyo significado primario es ‘poner en movimiento’; de allí significa también
‘lanzar’, ‘arrojar’. La partícula syn significa ‘con’. La idea primaria de este verbo es la de poner en relación
entre sí distintas cosas (syn) y ponerlas en movimiento con un movimiento coordinado, en busca de un fin. Y
esto se aplica a las ideas. Y así surge su significado definitivo: ‘reunir y comparar entre sí un grupo de ideas
para alcanzar la verdad’, es decir, ‘reflexionar alcanzando la verdad’, o, más breve y exactamente, ‘entender’,
‘comprender’”13.
El verbo syníemi puede traducirse por ‘comprender’ siempre y cuando no se entienda ‘comprender’
como un mero entender intelectualmente. Syníemi significa ‘comprender’ pero en su sentido completo o
complexivo. ‘Comprender’ en castellano significa ‘abrazar’, ‘ceñir’, ‘rodear por todas partes algo’; ‘contener’,
‘incluir en sí algo’; ‘penetrar’14. Syníemi significa, entonces, entender intelectualmente una idea haciéndola
propia, asimilándola, abrazándola. En este sentido, syníemi significa ‘comprehender’ más que ‘comprender’. En
castellano ‘comprensor’ o, mejor, ‘comprehensor’ es una palabra técnica de la teología que significa ‘alguien
que goza de la eterna bienaventuranza’15. Aplicada al evangelio de hoy, podemos decir que la frase ‘les abrió la
inteligencia para que comprendieran las Escrituras’ significa que, una vez otorgada la gracia, los discípulos
entendieron intelectualmente las Escrituras y las abrazaron y las asimilaron y las hicieron propia, la
‘comprehendieron’, se hicieron ‘comprehensores’ de las Escrituras, la poseyeron interiormente.
Esta última idea, precisamente, es una idea que forma parte importante del sentido de syníemi aplicado a
las Escrituras. ‘Comprender las Escrituras’ significa ‘interiorizar las Escrituras’. E ‘interiorizar’ significa
‘incorporar a la propia manera de ser, de pensar y de sentir, ideas o acciones ajenas’16. En este caso, esas ideas o
acciones ajenas son ideas y acciones de Dios, autor de las Sagradas Escrituras.
Esta es la gran gracia que recibieron hoy los discípulos y la gran gracia que debemos pedir nosotros:
comprender, comprehender, interiorizar las Escrituras, según todos los sentidos que acabamos de señalar.
Especialmente, en esos tres contenidos fundamentales: la necesidad de la muerte de Cristo, la necesidad de su
resurrección y la necesidad de ser misioneros para anunciar el Misterio Pascual completo al mundo entero.
Interiorizar o ‘internizar’17 las Escrituras, para Jesús, es sinónimo de interiorizar o ‘internizar’ la Palabra,
entendiendo por ‘Palabra’ tanto las verdades del Evangelio como la segunda persona de la Santísima Trinidad,
el Verbo, la ‘Palabra’. Incluso más, este interiorizar o ‘internizar’ la Palabra es la clave para dar frutos
sobrenaturales y alcanzar la vida eterna. Y, viceversa, el no interiorizar o ‘internizar’ las Escrituras o la Palabra
puede desembocar en la condenación eterna.
En efecto, en la parábola del sembrador (Mt 13,3-9.18-23), la semilla de trigo es la Palabra. Esa Palabra
puede correr dos suertes: una, introducirse profundamente en el terreno, interiorizarse, internarse, y dar frutos
11 Cf. VINE, Multiléxico del NT, nº 1272. 12 STRONG y VINE, Multiléxico del NT, nº 1272. 13 ZORELL, F., Lexicum graecum Novi Testamenti, Editrice Pontificio Istituto Biblico, Roma, 1990, col.1275. El significado de este verbo es parecido al significado del verbo griego parabállo (cf. Mc 4,30). Pará significa ‘junto a’, y bállo, ‘arrojar’. El significado del verbo parabállo es ‘comparar’. De este verbo proviene la palabra griega parabolé, que significa ‘parábola’, ‘comparación’. 14 DRAE 15 DRAE. También la palabra ‘prender’ forma parte del verbo ‘com-prender’. Por eso ‘com-prender’ también significa ‘asir’, ‘agarrar’, ‘sujetar’ (DRAE). 16 DRAE. 17 Permítasenos este neologismo que no está en nuestra lengua castellana.
de vida eterna. Otra, quedar en la superficie del terreno y quedar infecunda. Para Jesús, el no introducirse la
semilla en el terreno significa no comprender la Palabra. Dice Jesús: “Sucede a todo el que oye la Palabra del
Reino y no la comprende (verbo syníemi), que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el
que fue sembrado a lo largo del camino” (Mt 13,19). En cambio, dice de la semilla que fue bien sembrada en un
terreno bueno: “Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende (verbo
syníemi): éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta” (13,23).
Conclusión
Al igual que en el pequeño poblado de Emaús, hoy en el Cenáculo se entrelazan Eucaristía,
comprehensión de las Escrituras y fe en Cristo resucitado. Dice certeramente Stöger: “La Escritura inflama el
corazón tardo, la eucaristía quita la falta de comprensión (cf. 24,25). Mediante la Escritura interpretada en
sentido pascual y mediante el banquete de la eucaristía aparece en la conciencia fiel la presencia del Resucitado,
hace que el corazón se inflame y conozca”18.
Y el Directorio Homilético dice: “En el gesto de «partir el pan» – que recuerda la entrega total de sí por
parte de Jesús en la Última Cena y después en la Cruz – los discípulos se dan cuenta de cuánto ardía su corazón
mientras el Señor les abría la mente para comprender las Escrituras. Todavía hoy es deseable un esquema
análogo de comprensión. El homileta se prepara con diligencia para explicar las Escrituras pero el significado
más profundo de cuanto dice emergerá del «partir el pan» en la misma Liturgia, siempre que haya sabido
resaltar esta conexión (cf. VD 54). La importancia de tales vínculos ha sido mencionada claramente por el Papa
Benedicto XVI en la Verbum Domini: «Estos relatos muestran cómo la Escritura misma ayuda a percibir su
unión indisoluble con la Eucaristía. “Conviene, por tanto, tener siempre en cuenta que la Palabra de Dios leída y
anunciada por la Iglesia en la Liturgia conduce, por decirlo así, al sacrificio de la alianza y al banquete de la
gracia, es decir, a la Eucaristía, como a su fin propio”. Palabra y Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que
no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente carne en el
acontecimiento eucarístico. La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la Sagrada
Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico» (VD 55)”19.
Papa Francisco
Testigos de la resurrección de Cristo
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los
labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama:
«Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello»
(Hch 3, 15). La segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los
discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48). Los
apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él
se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la
Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con
las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos
nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver,
recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con
18 STÖGER, A., Ibidem. 19 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, 2014, nº 54.
ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el
acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de modo preciso los hechos sucedidos, sino
también porque esos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no
de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. El
testigo es uno que ha cambiado de vida.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y
prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una
Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han
tenido una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su
fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en
la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse
en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir
evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las
comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de
tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús
vivo y su ternura infinita?
Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros
límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos
encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
(PAPA FRANCISCO, Regina Coeli, Plaza de San Pedro, Domingo 19 de abril de 2015)
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